juan besse 1955

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16 de junio de 1955: entre recuerdo y reescritura Juan Besse Hace cincuenta años aviones de la marina de guerra y la aeronáutica, en un supuesto intento de asesinar al presidente Perón bombardeaban el centro cívico de la ciudad y el Palacio Unzué, la ho desaparecida residencia presidencial. n el campo de la memoria p!blica, e incluso en el más capilar de la memoria social " , el "# de $unio de "%&& marca un antes y un después. ' lo hace en dos sentidos( por un lado, visto retrospectivamente, marca comienzo del )in de la e*periencia de gobierno peronista+ a la vez, es el inicio de un tipo de violencia ue anticipa los métodos y los medios del terrorismo de stado. -unio del && es un tiempo liminar, en el ue las )uerzas ue debían de)ender y custodiar a los ciudadanos de supuestos peligros e*teriores, en un in uietante vuelco moebiano, se vuelven contra ellos. omento de transición entre el terrorismo )accioso ue hace uso de los medios del stado y la asunción plena por parte de /en este caso sí/ un estado de e*cepción ue deroga por decreto la 0onstitución de "%1% e impulsa )usilamientos e*tra$udiciales ue vulneran el orden $urídico liberal ue la coalición vencedora en septiembre del && declama restaurar. 2a matanza de civiles inde)ensos esa tarde de $unio preludia la ulter criminalidad de lesa humanidad ue caracterizará al estado argentino no sólo en la dictadura aramburista ue siguió al derrocamiento de Perón sino a a uella del 3# ue vino a cerrar, a sangre y )uego, el ciclo iniciado en el 1&. 4 1 Las distinciones entre memoria social, memoria colectiva y memoria pública – en este último caso sin asociar lo público con lo ofcial- exceden, por mucha conceptualmente densas, la intención de este trabajo. Sólo dejamos planteada la necesidad de discernir sus fliaciones teóricas y sus consecuencias metodológicas a la hora de sus usos. st! claro "ue las defniciones se nutren entre ella entonces, se solapan. n este escrito hemos optado por el primer t#rmino pero –en pos de esa opción- nos ha resultado imprescindible trabajar con algunas de las teori$aciones sobre el segundo y el tercero.

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1955. Aviones de la marina de guerra y la aeronáutica, en un supuesto intento de asesinar al presidente Perón, bombardeaban el centro cívico de la ciudad y el Palacio Unzué, la hoy desaparecida residencia presidencial.

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Entre recuerdo y reescritura: 16 de junio de 1955

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16 de junio de 1955: entre recuerdo y reescritura

Juan Besse

Hace cincuenta aos aviones de la marina de guerra y la aeronutica, en un supuesto intento de asesinar al presidente Pern, bombardeaban el centro cvico de la ciudad y el Palacio Unzu, la hoy desaparecida residencia presidencial.

En el campo de la memoria pblica, e incluso en el ms capilar de la memoria social, el 16 de junio de 1955 marca un antes y un despus. Y lo hace en dos sentidos: por un lado, visto retrospectivamente, marca el comienzo del fin de la experiencia de gobierno peronista; a la vez, es el inicio de un tipo de violencia que anticipa los mtodos y los medios del terrorismo de Estado. Junio del 55 es un tiempo liminar, en el que las fuerzas que deban defender y custodiar a los ciudadanos de supuestos peligros exteriores, en un inquietante vuelco moebiano, se vuelven contra ellos. Momento de transicin entre el terrorismo faccioso que hace uso de los medios del Estado y la asuncin plena por parte de -en este caso s- un estado de excepcin que deroga por decreto la Constitucin de 1949 e impulsa fusilamientos extrajudiciales que vulneran el orden jurdico liberal que la coalicin vencedora en septiembre del 55 declama restaurar. La matanza de civiles indefensos esa tarde de junio preludia la ulterior criminalidad de lesa humanidad que caracterizar al estado argentino no slo en la dictadura aramburista que sigui al derrocamiento de Pern sino a aquella del 76 que vino a cerrar, a sangre y fuego, el ciclo iniciado en el 45.

*

A lo largo de los aos, diversas posiciones sealan que esta masacre perpetrada contra una Buenos Aires abierta ha sido silenciada. Pero de qu silencio se trata?. Dos posiciones bsicas nos ofrece el psicoanlisis -en especial el que tributa a la enseanza de Lacan- para abordar en el campo de las ciencias sociales la tarea de pensar la relacin olvido/recuerdo en la construccin de una teora de la memoria social. Cabe entonces diferenciar el olvido que se relaciona con la represin, y retorna bajo la figura de lo reprimido, de aquel otro entendido como lo forclusivo, esto es, lo que no se ha inscripto y, por tanto, no retorna.

El bombardeo, como pocos acontecimientos polticos, ha sido y es fruto de una memoria social ms extendida de lo que se cree y forma parte tambin de lo que Hugo Vezzetti denomina memorias militantes. El 16 de junio es parte del acervo bsico de las memorias construidas en el campo peronista y filo-peronista. En tal sentido, para amplias capas de poblacin sujetas a esas memorias, las bombas del 16 de junio han pasado a ser, segn el sentido que Andreas Huyssen toma de Ulrich Baer, un trauma entendido ms que como algo irrepresentable y fuera del tiempo como una experiencia anclada en la historia. Nocin de lo traumtico que de alguna manera introduce los correctivos que Freud, de manera radical desde 1923, hiciera a la des-historizacin del trauma impulsada por algunos de sus epgonos.

Al analizar la obra de W. G. Sebald, Huyssen nos sugiere otra categora pertinente que refuerza, en simultneo, el abordaje del trauma como un real que resiste la simbolizacin pero que a la vez, al no estar clivado de la historicidad, es condicin de la narracin histrica: el bombardeo constituye as -para quienes carecemos de la experiencia misma- una experiencia de traumatizacin transgeneracional. Y si lo es, podemos pensar que algo de la experiencia misma ha sido transmitido: no se puede olvidar aquello que no se recibi. Otro aspecto de la historicidad del trauma se revela aqu: el que lo funda como objeto de una transmisin de carcter social.

*

Hoy mi generacin, la de los nietos de los protagonistas -o la de los hijos pero en el tiempo de los nietos- se ha puesto a contar, en la doble acepcin de narrar los hechos y de contar los muertos, qu sucedi ese 16 de junio. Los libros de Gonzalo Chaves y Daniel Cichero reconstruyen -sobre la base de mltiples fuentes y con discrepancias propias de un estudio de memoria- la nmina de muertos. Esos nombres, hasta hace poco indistintos, atravesados por el ms + (ms) (menos) 1 que segn Lacan definen tanto al registro imaginario como al de lo real, todava estn en busca de una simbolizacin donde todo valga 1. Las listas son el comienzo del necesario camino de desolvido, destitucin subjetiva de los sujetos propuestos al olvido, que una sociedad debe transitar para constituirse como tal en nuevos trminos.

Sin embargo, en contraste con la enormidad del crimen, hasta hace muy poco, las narrativas sobre el 16 de junio fueron escasas. La mayor parte de ellas, han sido producidas en el campo de la investigacin periodstica -escrita o cinematogrfica, mediante trabajos de cine documental, tambin como prcticas complementarias de la militancia poltica (folletos, escritos breves) o en contados textos literarios. Todas esas narraciones recortan -desde el exterior- la figura de un objeto ausente: el de la investigacin en el campo especfico de las ciencias sociales de los acontecimientos de ese da y de sus proyecciones tanto en la coyuntura golpista como en la larga duracin. El 16 de junio ha sido enunciado, mencionado, referido en muchos escritos de muy diversa filiacin disciplinaria o profesional; en ocasiones, brevemente descripto entre la procesin opositora de Corpus Christi llevada a cabo el 11 de junio y la apertura hacia las fuerzas polticas iniciada por Pern despus del 16. Como si se tratara de una vieta propia de las postrimeras del segundo gobierno peronista, su presencia inaugura una saga. La saga -y la seal- de su agona. En fin, como parte de la serie de sucesos que jalonan el camino al golpe de septiembre. As, la seriacin imaginaria que toma al bombardeo como un acto necesario ha impedido su adecuada inscripcin simblica.

Los relatos que lo hacen presente y los contornos del objeto ausente en el decir de las ciencias sociales no pueden entenderse sino se los reenva a los fantasmas de memoria que desde diversas posiciones (de la izquierda a la derecha) presuponen una cierta subjetivacin poltica del estar en la ciudad. A lo largo de las dos series que nos ocupan en la investigacin mayor de la que forman parte estas notas sobre el lugar del 16 de junio en la memoria social: 1) la de los acontecimientos polticos/objeto de rememoracin social (1955-1983) y 2) la de las polticas de memoria/objeto de anlisis de nuestra investigacin (1973-2005) que tienen como objetivo memorar dichos acontecimientos, se revela en su interfase la existencia de lo que ha sido a la vez -en simultneo- una memoria de la ciudad de la militancia y una memoria de la ciudad antimilitante. En su reverso pero al mismo tiempo-, otra ciudad, una ciudad no-militante no atravesada por las memorias de la militancia, pero s por ciertos discursos que desde la enunciacin periodstica hasta la sociolgica o la historiogrfica han producido mojones sobre el acontecimiento. Esas ciudades imposibles que fueron el escenario posible de la constitucin de modos de subjetivacin poltica son el material imprescindible para pensar para qu, qu y cmo se transmiti de una generacin a otra la matanza del 16 de junio.

*

En muchos de los relatos de la investigacin acadmica (y conste que me reconozco como parte de ese campo de trabajo) a modo de una prefiguracin arcaica del discurso de los dos demonios -que marcar, treinta aos despus, un segmento significativo de la discursividad de la recuperacin democrtica posterior al 83- el bombardeo hace pareja explicativa con la quema de las iglesias llevada a cabo la noche misma de esa jornada trgica. As, mediante ese montaje discursivo que homologa bombas y muertos con incendios y reliquias calcinadas, la represin historiogrfica y sociolgica de los hechos puede comenzar a ser explicada por los devenires mismos del campo poltico y del campo intelectual que, ms all de sus propias legitimidades, parcialidades y desencuentros, durante casi cincuenta aos coincidieron en una estrategia sin estratega: la invisibilidad de la magnitud de los hechos y de las implicancias del acontecimiento. En el envs de esa estrategia silente, la contingencia del 16 de junio fue deviniendo, nublada y gris como esa tarde larvaria, en una condicin necesaria de la reproduccin de dichos campos en los aos venideros.

*

Volvamos por un momento al planteo de Huyssen respecto de la obra de Sebald. De hecho, la conjuncin de los trminos recuerdo y reescritura la hemos tomado de l. Si el recuerdo conlleva el irrefragable advenimiento de la reminiscencia y por tanto la pesada presencia de lo imaginario organizando el discurso de la memoria, la nocin de reescritura habla a las claras de una torcedura de lo escrito, se trata del acontecimiento de la escritura que se sobreimprime al acontecimiento y lo devela en lo que puede decirse de ese real, por estructura, indecible todo. Huyssen marca que, en el sub-texto del planteo de Sebald, la cuestin que est en juego refiere menos a una represin psquica de los bombardeos por parte de quienes los sufrieron, que [a] la represin poltica de los recuerdos de la guerra area. La hiptesis que muestra la obra de Sebald es a los ojos analticos de Huyssen, una paradoja. Por una parte, Sebald logra hacer visible en el discurso pblico de Alemania los recuerdos de la guerra, dando lugar as a un nuevo tiempo de la construccin de una memoria pblica, pero a la vez, demasiado aferrado a una metafsica a su juicio muy propia de la filosofa alemana- que sustenta una historia natural de la destruccin, el autor termina reinscribiendo la repeticin traumtica del acontecimiento de la guerra area.

La cuestin es de qu naturaleza se trata, el trmino historia natural es en s mismo un oxmoron conceptual que nos obliga a interrogarnos sobre si dicha historia es un captulo ms de las escatologas secularizadas o si, en cambio, la historicidad de la naturaleza se jugara en el terreno de las consecuencias mismas de la naturaleza humana marcada por la lengua y el hecho de que los hombres seamos seres parlantes. De ser as, la historia natural no sera otra cosa aventuremos la hiptesis- que el reconocimiento del estatuto de la pulsin, como ncleo a-histrico, en la constitucin de la historicidad. Sebald, entonces, sin querer o queriendo, vendra una vez ms a decir aquello an inaudito para una parte significativa de los tericos sociales: que la lengua no es una superestructura.

Sin embargo, la indicacin de Huyssen no deja de ser pertinente, hasta dnde es conveniente (o posible) distinguir represin psquica y represin poltica de los recuerdos?. Si la poltica no es lo inconsciente, en cambio, lo inconsciente es en lo que hace a sus efectos singulares y de un modo todava a investigar- la poltica.

*

A modo de hiptesis, los compromisos que el mismo gobierno peronista intent establecer con los opositores en los meses subsiguientes a junio como tambin los acuerdos que durante los aos de proscripcin -primero con la UCRI frondizista y despus con el balbinismo- conllevaron sin duda una parte de este olvido, acaso polticamente necesario pero ticamente cuestionable. La iglesia catlica hizo lo suyo bendiciendo con la fuerza de los iconos la masacre de junio y su reedicin ampliada en el 76: la inscripcin Cristo vence desde el fuselaje de los aviones acompa la pasin de la metralla como los capellanes de la ltima dictadura absolvieron a los practicantes de la picana. La coyuntura de junio hall al pas polarizado poltica y socialmente entre una base popular de sustentacin del gobierno cada vez ms inclinada a una religiosidad laica de cuo cristiano y una reaccin oligrquica montada sobre el descontento de las clases medias, cada vez ms abroquelada en torno de la actividad opositora de la iglesia que a plpito batiente combata el giro anticlerical del gobierno de Pern desplegado visiblemente a partir de 1954. En sntesis, la voluntad de aniquilar al rgimen peronista, aunque atravesada por ellas, estaba ms all de razones de libertad o religin. El bloque que se hizo con el gobierno -como lo puso de manifiesto el desplazamiento del General Lonardi en noviembre del 55- mostr que no haba lugar para consignas como ni vencedores, ni vencidos y que el objetivo inexorable era, en el ms all de los proyectos polticos heterogneos que coincidieron en el frente cvico militar de la revolucin, redisear el pas en una direccin contraria a los diez aos anteriores.

Ahora bien, con pocas excepciones, lo dicho hasta la fecha pone a descubierto, ms que un silencio, un decir con sordina. Una minimizacin de los hechos y sus consecuencias que habla a las claras de una represin poltica de los recuerdos acerca del acontecimiento cuyas hebras es menester desanudar si se quiere inscribir el bombardeo de Plaza de Mayo como algo ms que un morboso recuerdo traumatoflico.

El 16 de junio, transmitido de generacin en generacin por la va de la memoria social, es una memoria abierta al trabajo de rememoracin colectiva que cualquier sociedad necesita realizar a la hora de pensar el presente y construir lneas de anlisis pero tambin cursos de accin hacia el futuro. En tal sentido, el trabajo de la funcin intelectual es colaborar -con rigor y responsabilidad- en la direccin de una reescritura pblica del pasado que marcando los traumas, cada vez que sea necesario a la manera de una partera que cumple con su trabajo-, ayude en el advenimiento del porvenir.

Los jefes de la asonada golpista, y los que los obedecieron, hicieron de coleccionistas de la muerte; all donde las listas de los muertos hoy estn incompletas, algo trasunta el regusto de que les falt, siempre, uno ms. Recordemos que ese da, a las 12.40, era uno como cualquier otro en el centro de Buenos Aires, que la ciudad reverberaba en su cotidianidad, con los pibes en el trolebus, los que iban y venan del trabajo, los que excepcionalmente esa jornada fueron a la Plaza de Mayo. Por eso, pensamos con Sasturain que acaso, en un punto, sea intil preguntar a quin o a quines mataron el 16 de junio de 1955 en la Plaza de Mayo y no vacilaran llegado el caso de volver a hacerlo-: tambin te mataron a vos. Frase que, en su cortante dramatismo, nos hace evocar la tesis de De Certeau acerca de que la literatura -al fundar el no-lugar en donde las operaciones reales de una sociedad dan con la va de su formalizacin- constituye el discurso terico de los procesos histricos. Badiou, hace resonar el supuesto anterior de modo incremental la literatura puede nombrar un real al que la poltica permanece[ra] cerrada e invita a iniciar una disputa literaria.

Sin embargo, las empresas reescriturarias de la historiografa o las mitologas oficiales son muchas veces, y con antecedentes que as lo justifican, sospechadas de pasin totalitaria. Letras en las que la denegacin o la supresin del otro encuentran el umbral hacia su ulterior exterminio. La cuestin entonces consiste en desplegar literalmente los puntos de vista sociolgicos o historiogrficos que de algn modo velan o simplemente niegan los acontecimientos siniestros e iniciar el arduo trabajo de confrontarlos con las diversas perspectivas que nos ofrecen los distintos ngulos que confluyen en el trabajo de memoria social, no para optar por unos u otros esto es, proseguir la postulacin de dudosos dilemas- sino para afrontar el problema de lo que queda expuesto entre las diversas narraciones. El encuentro de perspectivas que hasta ahora quedaron reducidas a los circuitos de rememoracin de distintas militancias es esperable que d lugar a una nueva distribucin de los discursos sobre el pasado y habilite entonces la produccin de un reparto entre olvido y recuerdo en funciones diferentes que haga del recuerdo el tiempo primero de la re-constitucin del saber que propone y dispone la aprica relacin de la historia y la memoria.

Las distinciones entre memoria social, memoria colectiva y memoria pblica en este ltimo caso sin asociar lo pblico con lo oficial- exceden, por muchas y conceptualmente densas, la intencin de este trabajo. Slo dejamos planteada la necesidad de discernir sus filiaciones tericas y sus consecuencias metodolgicas a la hora de sus usos. Est claro que las definiciones se nutren entre ellas y, entonces, se solapan. En este escrito hemos optado por el primer trmino pero en pos de esa opcin- nos ha resultado imprescindible trabajar con algunas de las teorizaciones sobre el segundo y el tercero.

Vase Jorge Alemn (2000) Lacan y la experiencia del fin de la metafsica en Jacques Lacan y el debate posmoderno, Buenos aires, Filigrana, p. 121.

Hugo Vezzetti (2003) [2002] Pasado y presente. Guerra, dictadura y sociedad en la Argentina, Buenos Aires, Siglo XXI Editores Argentina.

En el campo de la memoria de la militancia peronista las bombas de junio del 55 suelen hacer serie con las bombas que estallaron el 15 de abril de 1953 durante un acto en Plaza de Mayo. El atentado, que cobr seis muertos y noventa y tres heridos, signific la presentacin en sociedad de los llamados comandos civiles. Ese mismo da algunos grupos peronistas asaltaron e incendiaron parte de la Casa del Pueblo -sede del Partido Socialista-, la Casa Radical, la sede del Partido Demcrata Progresista y la del Jockey Club en Buenos Aires. Contra lo que destaca la variopinta memoria antiperonista, la ola de detenciones de opositores que sigui al atentado de abril produjo un efecto sorpresivo: un espacio de negociacin, el nico, que deriv finalmente en una Ley de Amnista que liber a todos los detenido que no estuvieran implicados en actos terroristas, Daniel Cichero (2005) Bombas sobre Buenos Aires. Gestacin y desarrollo del bombardeo areo sobre Plaza de Mayo del 16 de junio de 1955, Buenos Aires, Vergara, pp.25-27.

Andreas Huyssen (2004) W. G. Sebald: la memoria alemana y la guerra area en Punto de vista, Nro. 79, Buenos Aires, Agosto, p. 10.

Vase especialmente Inhibicin, sntoma y angustia (1923) y las ironas tericas presentes en Anlisis terminable e interminable (1937).

Luftkrieg und Literatur publicada en 1999, editada por Anagrama en 2003 como Sobre la historia natural de la destruccin.

Andreas Huyssen (2004), op. cit., p. 12. Diversos aspectos que hacen a la construccin de la nocin de traumatizacin transgeneracional pueden rastrearse en el fecundo intercambio epistolar entre Jacques Hassoun y Cecile Wajsbrot (2005) La historia a la letra, Leviatn, Buenos Aires.

Yosef Hayim Yerushalmi (1998) [1988] Reflexiones sobre el olvido en Y. Yerushalmi, N. Loraux y otros Usos del olvido. Comunicaciones al Coloquio de Royaumont, Buenos Aires, Nueva Visin, pp. 17-18. El desarrollo de algunas de las premisas de ese argumento puede verse en Yosef Hayim Yerushalmi (1996) [1991] El Moiss de Freud: Judaismo terminable e interminable, Buenos Aires, Nueva Visin.

Daniel Cichero (2005) Bombas sobre Buenos Aires. Gestacin y desarrollo del bombardeo areo sobre Plaza de Mayo del 16 de junio de 1955, Buenos Aires, Vergara.

Con casi diez aos de diferencia, Alberto Carbone (1994) El da que bombardearon Plaza de Mayo, Buenos Aires, Editorial Vinciguerra y Gonzalo L. Chaves (2003) La masacre de Plaza de Mayo, Buenos Aires, De la campana.

La recuperacin de la distincin efectuada por Milner entre olvido, un olvido y el olvido permite trasponer el fantasma de memoria e introducir la experiencia de lo real, es decir la del acontecimiento en el trabajo de memoria. Vase Jean-Claude Milner (1998) [1988] El material del olvido en Yosef Yerushalmi, N. Loraux y otros Usos del olvido, Buenos Aires, Nueva Visin.

En palabras de Mommsen, rendir cuentas es doloroso pero necesario si se quiere resolver definitivamente la relacin de una sociedad con su historia; es un proceso de largo aliento y slo en su final, no en su comienzo, puede nacer el olvido Hans Mommsen (1988) El Tercer Reich en la memoria de los alemanes en Yosef Yerushalmi, N. Loraux y otros, op. cit., p. 65.

Principalmente, Guillermo Saccomano (2003) La lengua del maln .

Vase Norberto Galasso (2005) Pern. Formacin, ascenso y cada (1893-1955), Buenos Aires, Colihue, p. 696. Algunos ejemplos de los abordajes de investigacin sobre el 16 de junio los hemos trabajado en Juan Besse (2006), op. cit.

Andreas Huyssen (2004), op. cit., p. 11.

Wajcman, al ponderar Shoah de Claude Lanzmann, sintetiza el grado cero de esta operatoria de la re-escritura, Shoah no es un filme sobre, es una obra que hace de la Shoah un acontecimiento visible en nuestro presente, Grard Wajcman (2001) [1998] El objeto del siglo, Buenos Aires, Amorrortu, p. 22.

Andreas Huyssen (2004), op. cit., p. 11.

Andreas Huyssen (2004), op. cit., p. 14.

Proposicin que nos conduce a pensar los trminos mismos de physis y thesis, como as tambin las relaciones entre la contingencia y le necesidad, que derivan de ese reordenamiento por los usos de las categoras mismas de la naturaleza y la cultura. Vase Jean-Claude Milner (2003) [2000] De la lingstica a la lingistera en Jacques Aubert y otros Lacan: el escrito, la imagen, Buenos Aires, Ediciones del Cifrado.

Poco antes de mayo de 1968, Lacan escriba: Ni siquiera digo que la poltica es lo inconsciente, sino simplemente: lo inconsciente, es la poltica. Por su costado absurdo, no consideraremos aqu esta expresin demasiado abrupta. No, la poltica no es solamente lo inconsciente, sino que es tambin lo inconsciente, los fantasmas, los sueos, los fracasos y las angustias, Michel Schneider (2004) El Estado como semblante en Yves Charles Zarka (dir.) Jacques Lacan. Psicoanlisis y poltica, Buenos Aires, Nueva Visin, p. 53.

Claro est que en la medida que la Iglesia Catlica logr acolchar la actividad opositora, el gobierno respondi con medidas que vulneraban el ncleo doctrinario de la catolicidad militante. Ni la Marina excepto el Ministro del rea Anbal Olivieri-, ni una parte sustantiva de los comandos civiles eran catlicos, es ms segn Cichero, el conflicto con la Iglesia slo aceler la velocidad del golpe y a su juicio fue una coartada. La mejor de ellas Daniel Cichero Ms sobre el 16 de junio de 1955 en carta de lectores Clarn, 21 de junio de 2005, p. 24. Segn algunas lecturas, la posicin gubernamental, y el sentimiento popular construido en torno a ella, tena ms visos de paganismo que de laicismo. Vase por ejemplo Jorge Luis Bernetti (1998) De la Falange Espaola a la ALN y el MNT en Pensamiento de los confines, nmero 1, segundo semestre.

Blas de Santos (2001), Subjetividad, memoria, poltica en El Rodaballo, Revista de poltica y cultura, Ao VII, Nro. 13, invierno, pp. 7-15.

Slavoj Zizek (1998) [1996] Porque no saben lo que hacen. El goce como un factor poltico, Buenos Aires, Paids, p. 352.

Juan Sasturain El da que las bombas cayeron sobre Buenos Aires, Suplemento especial, Diario Pgina 12, 16 de junio de 2005.

De Certeau sostiene que bien lejos de considerar a la literatura como expresin de un referente, es necesario reconocerla como anloga a lo que las matemticas, por largo tiempo, han sido para las ciencias exactas: un discurso lgico de la historia, la ficcin que la vuelve pensable, Michel de Certeau (1995) [1987] Historia y psicoanlisis entre ciencia y ficcin, Mxico, UIA, pp. 97-98.

Alain Badiou (1990) [1985] Se puede pensar la poltica?, Buenos Aires, Nueva Visin, p. 21.

Jacques Hassoun y Ccile Wajsbrot (2005), op. cit., pp. 209 y ss.