jorge abelardo ramos marx con pulgas y dragones

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  • 7/27/2019 Jorge Abelardo Ramos Marx Con Pulgas y Dragones

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    MARX, CON PULGAS Y SIN DRAGONES

    "He sembrado dragones y cosechado pulgas" Karl Marx

    Me he permitido resumir sus preguntas para facilitar la exposicin. En cuanto a mi evolucin

    poltico-intelectual, les dir que la gente de mi generacin naci marcada por dos grandes acon-tecimientos internacionales: la Guerra Civil Espaola y la Segunda Guerra Mundial.

    En la Argentina, el conflicto de Espaa se vivi como propio. Brotaron rpidamente en todo elpas los comits de ayuda a la Espaa republicana. En el mundo de la "gente decente", por su-puesto, las simpatas se volcaban hacia los "rebeldes" del "alzamiento nacional". Como yo esta-ba vinculado con hombres del movimiento libertario, lo que ocurra en el bando republicano,ante la accin del Partido Comunista espaol y la polica poltica sovitica, nos inspir desde elprincipio claros recelos. Con el pretexto de la ayuda en armas de Stalin (que el siniestro geor-

    giano se cobr con el oro del Estado espaol) el aparato poltico del stalinismo mont en la re-taguardia republicana de Barcelona sus propios "procesos de Mosc". La primera vez que ohablar de "desaparecidos", en el trgico lenguaje de la poca, fue por las noticias provenientesde la GPU (polica poltica rusa) en Catalua. Que el interesado lea "Homenaje a Catalua", deGeorge Orwell.

    La tesis stalinista en Espaa consista en la frmula: "primero ganar la guerra y luego hacer larevolucin". Con lo que perdieron ambas. Aqu en nuestro pas y para nosotros, los adolescentesde 1938, el marxismo apareca bajo la forma del Partido Comunista, con el aura serfica del"Frente Popular". Esto quera significar que Stalin deseaba aproximarse a las potencias "de-mocrticas" europeas y ordenaba al stalinismo de Europa aliarse a los partidos burgueses colo-nialistas para luchar contra el fascismo: la misma orden supona, en los pases semicolonialescomo la Argentina, unirse a la oligarqua anglfila y "democrtica", con idntico fin. Pero ennuestro pas no ejerca su dominio Hitler o Mussolini, sino el Imperio Britnico. De donde lapoltica stalinista preconizaba que los argentinos se sometieran a los terratenientes filobritnicosy a sus partidos tributarios para combatir a los competidores de Inglaterra en Europa. El FrentePopular concebido por los stalinistas para la Argentina inclua a casi toda la partidocracia: losconservadores "buenos", los demcratas progresistas (que son los conservadores de Santa Fe),los socialistas y el radicalismo alvearista.

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    Jorge Abelardo Ramos

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    Para nuestra generacin, la doctrina de la "emancipacin del proletariado" se traduca en la"dcada infame" como la doctrina de la sumisin al imperialismo britnico. Este era mucho msimportante, sin embargo, que la clase dominante local de los textos de Marx. Puesto que la quedominaba la sociedad argentina no era la insignificante burguesa nacional sino la oligarquaexportadora.

    Como es fcil de presumir, esto no nos gustaba para nada. Los jvenes consumamos la folleter-a marxista e izquierdistoide publicada en el barrio de Boedo por el socialista espaol AntonioZamora, leamos el peridico "Seales" donde escriban los yrigoyenistas revolucionarios deFORJA, sin que faltaran los manifiestos del aprismo peruano, que difunda un comit de perua-nos instalado en la calle Bolvar, cerca del Colegio Nacional de Buenos Aires, donde fui alumnoalgn tiempo. Fue entonces cuando descubrimos a Trotsky a travs de Adolfo Perelman, LiborioJusto y Aurelio Narvaja. Eran figuras solitarias, annimas, salvo Justo. Sin embargo, a ellos lesdebo la introduccin de la palabra "nacional" en el lenguaje de la poltica argentina, trivializada

    en la izquierda por el cosmopolitismo ms pueril. Cuando en 1943 se produjo el golpe militardel 4 de junio, la simple tentativa de explicar ese movimiento mediante un anlisis del desarro-llo industrial reciente y de la estructura de clases de la sociedad argentina, mereci que se nosllamara, por los rganos del stalinismo y del trotskismo, "fascistas", "policas" o "nacionalistasbrugueses".

    En realidad, el famoso "internacionalismo proletario" puesto en circulacin por la revolucinrusa, haba terminado por resultar, en manos de Stalin, una mquina doctrinal destinada a de-fender el nacionalismo sovitico en el mundo entero, algo parecido al sionismo, que es naciona-lista en Israel y enemigo del nacionalismo en los pases dbiles. El "marxismo-leninismo", enesa poca, constitua un confuso pretexto para imponer la "razn de Estado", la "doctrina deEstado", la historia falsificada y, finalmente, "el crimen de Estado". Al lado de las masacres deStalin y la colectivizacin forzosa, el asesinato del Duque de Enghien ordenado por Bonapartepintaba casi como un acto filantrpico. De este modo, Marx se difunda entre nosotros medianteuna versin horripilante. El distanciamiento de los marxismos y socialismos del propio Marx,estaba en marcha.

    Al lado del comunismo local, en la juventud ejerca una influencia considerable otra versin delsocialismo. Era la que haba formulado Juan B. Justo. Fundador del Partido Socialista, Justogozaba de una fama particular en la aldea por su condicin de primer traductor del idiomaalemn de "El Capital" (primer tomo). Su discpulo, el profesor Amrico Ghioldi, mantuvo esacelebridad como jefe del Partido Socialista Democrtico. Ese partido hoy est asociado a laInternacional Socialista. En tal carcter Ghioldi fue asesor del gobierno militar del GeneralAramburu (Junta Consultiva, 1955) y fue embajador de la Argentina durante la dictadura militardel General Videla (1976-1980). El punto de vista del Dr. Justo precursor de los grupos "cla-sistas" actuales- consista en que defina a la Argentina no como un pas semicolonial sino comoun pas capitalista; igualito que Inglaterra o Francia. Opinaba que la existencia de un mercadomundial y de sus leyes soberanas, as como las afinidades electivas que la naturaleza y la histo-

    ria haban legitimado, exigan un sistema de librecambio total: Argentina deba exportar trigo ycarne a precios bajos y Gran Bretaa, en cambio, deba proporcionarnos los frutos de su ingenio

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    mecnico Eramos interdependientes! Condenaba, en un artculo publicado en "La Nacin" en1897, la locura industrialista de algunos hacendados que pretendan fundar molinos harineros,en lugar de exportar directamente el cereal en grano. Confiaba en el obrero inmigrante que lea aEmile Zola y sospechaba del cerril pen criollo, herido por la maldicin de la sangre mestiza.Sostena que el duelo esencial en la Argentina resida en la lucha entre la burguesa (nacional) y

    el proletariado (en gran parte inmigratorio).

    Se han olvidado sus notables definiciones, que educaron a varias generaciones de "izquierdistascipayos": el capital nacional, deca Justo, era "espurio", en cambio el capital extranjero era "sa-no". Justo explicaba que el primero siempre peda proteccin estatal, en cambio el segundo nopeda nada. Justo fue el maestro de Federico Pinedo, socialista primero y luego conservador,quien reconoca su deuda terica hacia el maestro; Pinedo fue maestro de Ral Prebisch y Pre-bisch maestro de Martnez de Hoz; y Martnez de Hoz fue el maestro de Sourrouille. Talesbpedos son considerados las guilas de la repblica, dira Alberdi.

    Justo no se detena ah. En todos sus libros afirmaba que la "poltica criolla" era detestable. Seimpona adoptar una poltica "cientfica". De ah su aversin hacia Yrigoyen. Por razones fami-liares yo experiment desde chico simpata por el "peludo" y goc del privilegio de escuchar lassutiles explicaciones de Jorge Faras Gmez, yrigoyenista y luego peronista. De modo que laprdica de Justo contra el radicalismo "incoherente" y "no programtico" me encontraba vacu-nado. Tambin, precoces lecturas del anarquista espaol Rafael Barret, donde examinaba lapoltica criminal del general Mitre contra el Paraguay, y del gegrafo francs Eliseo Reclus,tambin anarquista, igualmente esclarecedor sobre el genocidio paraguayo, haban despertadoen mi espritu extraas convergencias. Recuerdo que Justo defenda el exterminio de las tribusnegras de Africa por la colonizacin blanca, fundado en la necesidad expansiva de la "civiliza-cin". En realidad, era una parfrasis de opiniones semejantes de Federico Engels sobre losdespojos territoriales sufridos por Mxico por los zarpazos norteamericanos. La ptica europeade los "mundos excntricos" dominaba el pensamiento de Justo y hay que reconocer que enesamateria no difera mucho de Marx. Hasta cuando Estados Unidos separa a Panam en nombrede la "civilizacin", el partido de Juan B. Justo observa un "progreso" en la "independencia deuna nueva nacin". Juan B. Justo fue mitrista en historia, spenceriano en filosofa y librecambis-ta en economa. Su herencia intelectual ha marcado hasta la mdula a las izquierdas en la Ar-gentina. Esto revela no slo el poder de la europeizacin entre nosotros, sino tambin el hasta

    ahora invencible carcter agrarista de la sociedad argentina. Para Justo, el mayor adversario eraYrigoyen y no los conservadores de la clase vacuna. Por esta razn, estos ltimos votaron enocasiones al Partido Socialista en la Capital Federal, para debilitar a Yrigoyen, lo que permiti ano pocos socialistas sentarse en la Cmara de Diputados a fin de hostigar al yrigoyenismo. Estosigue ocurriendo en nuestros das con los diversos retazos del izquierdismo cosmopolita. Puedeleer "El Contubernio" de Joaqun Coca quien se interese en el tema.

    Pero el agudo pensamiento de Trotsky, expulsado de Rusia por Stalin y exiliado en Mxico en1937, abri un espacio luminoso en la densa oscuridad staliniana. Justamente Trotsky examin

    el carcter revolucionario del gobierno del general Lzaro Crdenas y de la revolucin nacionalen ese pas; estudi el carcter del Brasil de Vargas y hasta se expidi sobre la hiptesis de una

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    guerra entre el Brasil dictatorial de Vargas y la democrtica Inglaterra. En ese caso, afirmaba,para apoyar a Vargas en esa guerra no se deba juzgar el rgimen poltico de ambos pases sinosu naturaleza histrica respectiva.

    El pas semicolonial, segn Trotsky -que haba estudiado Amrica Latina a raz de su exilio enMxico- deba ser sostenido sin vacilar en esa hipottica guerra contra el pas imperialista brit-nico, aunque Brasil fuese gobernado por un dictador y Gran Bretaa contara con un gobiernosocialista. Para Trotsky, la causa del progreso histrico estaba en el Brasil y no en Inglaterra.Como era de esperar, Trotsky fue lapidado como "fascista" por la misma burocracia de Stalin,que ordenara su asesinato poco despus. En cuanto a los trotskistas, en su mayora resultarondisgustados por tales juicios respecto de Crdenas y Vargas Trotsky apoyando a un general y aun dictador! En la Argentina todo resultara con el tiempo ms chocante y revelador con la apa-ricin de Pern y de la guerra de Malvinas. El tema fue olvidado rpidamente. Los supuestosadmiradores del revolucionario ruso se acipayaron rpidamente. En nuestros das, en fin, hemos

    visto asombrosas kermeses polticas: trotskistas y stalinistas aliados contra su enemigo comn:la clase obrera de filiacin peronista.

    La Segunda Guerra Mundial, con sus horrores y sus mistificaciones ("democracia contra fas-cismo") result la prueba categrica de que nuestra desconfianza hacia los socialismos ymarxismos en boga estaba justificada. Socialistas, comunistas e izquierdistas varios prestaron suardiente apoyo a los bandos aliados en dicho conflicto. Aunque hubo algunos grupos nazisvernculos que aplaudan al otro grupo imperialista, el poder anglo-franco-yanqui en la Argen-tina era irresistible. La clase media se estremeca de ansiedad por la victoria de sus amos.

    De modo que la lucha de la "izquierda unida" contra el Frente Nacional del peronismo en 1945,su complicidad con la Revolucin Libertadora en 1955 y luego con la dictadura de Videla, com-pletan un cuadro deplorable. Al fin y al cabo, los marxismos y socialismos diversos se habanadaptado a las particularidades de los mltiples procesos nacionales y a las deformaciones, atro-fias e hipertrofias que una historia implacable opone a sus ocurrencias.

    No hay duda que ese destino de los marxismos y socialismos ha producido una verdadera yradical ruptura con el pensamiento nuclear de Marx aunque el propio Marx, en lucha a brazopartido en su exploracin terica, ofreca a cada paso argumentos contrarios a todo aquel quepretenda un sistema acabado y puro como acero inoxidable. Cada uno de los mltiples marxis-mos sucumbi bajo el peso de la tradicin cultural y el marco histrico y poltico del pas res-pectivo. Slo sealar que entre el pensamiento y la accin de "Juan el Patriota" (durante mu-chos aos el seudnimo de Ho-Chi-Min en Vietnam) y la historia poltica e intelectual de Lenino Fidel Castro, media un abismo. Naturalmente, hay otro ms profundo an entre los citados ylos escritos de Marx. Es preciso, pues, separar los marxismos diversos del propio Marx y no esmenos importante examinar en cuntos momentos Marx se enfrenta con Marx.

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    En aquellos pases del rea "socialista", que algunos llaman el "socialismo real", reina una doc-trina oficial, inmovilizada, que slo actualiza ocasionalmente el Secretario General de acuerdocon las necesidades del Estado. Esta doctrina, trada y llevada un milln de veces, se ha disocia-do de la vida y cuenta con una feligresa unnime y escptica. La doctrina marxista en talesEstados tiene tanto que ver con Marx como la pornografa con el amor.

    El "centralismo democrtico" ha terminado en el centralismo burocrtico. Un snodo de pocosmiembros, sostenido por una casta privilegiada que consume gran parte de la renta nacional, seatribuye la verdad total en nombre de Marx. No es concebible que un disidente como monse-or Levefre fuera tolerado en la iglesia de Mosc, como lo hace la iglesia de Roma. Aqu, elvocablo socialismo pierde todo significado. La palabra "marxismo" se trueca en el mayor ma-lentendido de nuestra poca. Desde luego que parte del pensamiento del propio Marx, que am-bicionaba dotar al hombre total del gobierno de su propio destino, ha sucumbido cuando estpor concluir el siglo XX.

    No se ha confirmado la ley de la miseria creciente del proletariado ni el descenso a largo plazode la tasa de beneficio. La marcha hacia la "dictadura del proletariado" slo ha producido ladictadura sobre el proletariado. En cuanto a la religin como "opio del pueblo", slo hemosvisto una pattica confrontacin: al Papa de Roma canta una misa en los Astilleros "Lenin" dePolonia, despus de cuarenta aos de "socialismo real". La subestimacin de Marx hacia lasreligiones como pura "superestructura", se ha visto refutada por naciones enteras del MedioOriente que a travs de su fe religiosa realizan su revolucin y defienden su soberana ante laspotencias civilizadas.

    Contra las predicciones de Marx, el proletariado tiende a disminuir en Europa, Estados Unidos yJapn por obra de la robotizacin y la revolucin tecnolgica; en el mundo semicolonial, encambio, el nmero de obreros decrece pero no a causa de la robtica sino porque el imperialis-mo impide a los latinoamericanos desarrollar el capitalismo y, en consecuencia, aumentar elnmero de trabajadores industriales. En otras palabras, el imperialismo, con la ayuda objetiva deno pocas izquierdas, demcratas y derechistas locales, cierra en Amrica Latina el camino delcapitalismo y al mismo tiempo le prohibe emprender la lucha por el socialismo a la criolla, estoes el nacionalismo revolucionario, al que acusa de fascista. Obsrvese a los ridculos liberalesvernculos, vinculados al capital extranjero, que hablan de la "economa de mercado" en la erade los monopolios; a los variados marxistas que verbalizan sobre la "revolucin obrera" en unocano agrario, o a los "democrticos" de tipo alfonsinista que proponen mantener las libertadespersonales a la clase media a cambio de hundir a la sociedad semicolonial en el estancamiento ola disgregacin.

    Ustedes preguntan sobre la influencia del marxismo en Europa y si puede esperarse aqu algoparecido al mayo francs. En Occidente, y en particular en Europa, los marxismos han declina-

    do drsticamente. No hay que realizar una investigacin filosfica para encontrar una respuesta.

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    La Europa burguesa goza de una prosperidad sin precedentes en toda la historia del capitalismo.Ah debe buscarse la explicacin central.

    Su clase obrera se ha aburguesado; la clase media esqua sobre la nieve de los Pirineos. HastaEspaa, el pas otrora ms atrasado de Europa, goza de un creciente bienestar. La mayora elec-toral ha votado por la OTAN y por la Comunidad Econmica Europea. Espaa, la conquistadorade Indias, ha vuelto sus espaldas despreciativamente a la Amrica Hispnica. Nosotros somos,para las capas ilustradas de su estpida clase media, "los sudacas". Ha nacido en la madre de laspatrias americanas otra expresin despectiva: "es un tercermundista". Los descastados hijos deUnamuno quieren ser europeos a toda costa. Espaa ha huido de Amrica. Juzga el descubri-miento como una lacra vergonzosa.

    Felipe Gonzlez enva a sus hijos a estudiar a los Estados Unidos. A Marx hace tiempo que loha expedido al Olimpo de los justos.

    Y como el marxismo ha perdido influencia en Europa y la droga socialdemcrata proporcionaun sueo profundo a la rebelda juvenil, las semicolonias de Amrica Latina reflejan, por sucondicin simiesca, la decepcin europea de los socialismos. En la Europa opulenta, dichofenmeno parece de algn modo natural. Los ultrarrevolucionarios de Copenhague, como nopueden hacer la revolucin en Dinamarca, ya que cada fiord rebosa prosperidad, envan ropausada al Africa y dinero para comprar armas a los pobres sudamericanos. Es cierto que hay su-

    damericanos que viajan a pedir ropa usada a Dinamarca y, de paso, ideas usadas.

    En Amrica Latina la introduccin del "liberalismo conservador" parece una verdadera burla. Yel descrdito de los marxismos no slo se explica por el descreimiento europeo en la revolucin,sino por el fracaso de dichos marxismos en proporcionar una respuesta al drama de AmricaLatina. Los ejemplos que he dado del tema en la Argentina podran ser completados con monta-as de hechos similares en el resto de la Patria Grande.

    Para resumir, es evidente que Marx, como genial pensador de Occidente, puede resultar muytil para percibir ciertos aspectos del capitalismo mundial o para elaborar un mtodo crtico enel anlisis de la historia. No cabe duda que la burguesa no dio a luz otra figura mayor que Marxpara cantar las excelencias productivas del capitalismo en despliegue. Pero, por desgracia, per-tenecemos a un continente que se distingue no por su desarrollo capitalista, que estudi Marxtomando como modelo a Inglaterra, sino por la ausencia del capitalismo; no por el papel de laburguesa como clase dominante, sino como clase dominada por la oligarqua financiera, terra-teniente o comercial; no como escenario de la lucha de "clase contra clase", sino como lugar delenfrentamiento de dos bloques histricos: Frente Democrtico (o de izquierdas) y el Frente Na-cional. La Argentina en tiempos de Yrigoyen y de Pern proporcion dos grandes ejemplos para

    su examen en laboratorio, fenmeno que los marxistas notorios de todos los colores desconocie-ron a coro. Dir que la "izquierda nacional", para llamarla de algn modo, que naci hacia 1940

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    y que hoy resume el programa del socialismo latinoamericano y el socialismo criollo, pretendiser una sntesis de las ideas que procuraron hacer de la Argentina un pas dueo de su destino enuna Amrica Latina unida.

    Ustedes me preguntan sobre los estudiantes de hoy y las influencias que se ejercen sobre ellos.Si Alfonsn y Alsogaray se reparten influencias, conviene recordar que los estudiantes universi-tarios son una parte privilegiada de una clase insegura que vive en un soliloquio perpetuo,vctima de su individualismo srdido y sujeta al influjo deformante de los grandes imperios.Como casi siempre en su historia, los estudiantes universitarios son "demcratas reaccionarios","liberales reaccionarios" o, ltimamente, peronistas que desconfan de los obreros. Una minoraentre ellos, que no siempre puede expresarse, conserva el culto a la patria y la repulsin hacia elimperialismo. Si se hiciera una encuesta entre los estudiantes de hoy, sugerencia que dejo plan-teada, y se les pidiera unas pocas palabras valorativas sobre ciertos nombres qu responderan?

    He aqu unos nombres y hechos escogidos al azar para esa imaginaria encuesta: el General An-gel Vicente Pealoza, Facundo Quiroga, Mariano Fragueiro, Brigadier Ferr, Emilio de Alvear,Alfonso Baldrich, Cura Muecas, General Belzu, Simn Rodrguez, Torrijos, Pern, la guerrade Malvinas, Manuel Ugarte. Permtanme anticipar los resultados de la encuesta. La mayor par-te dira que desconoce tales nombres. Y aquellos que de algn modo los recuerdan, quizs co-mentaran que no les agradan por alguna causa, o les despiertan indiferencia. Sin esos nombres,sin embargo, Amrica Latina no habra entrado en la historia. La crisis de la Argentina empujara muchos estudiantes a romper el chaleco de fuerza del cipayismo cultural y de la abulia polti-ca. Estoy seguro de ello. Por esa causa, el gran tema de nuestra poca no pasa por el universa-lismo marxiano sino por la constitucin yunificacin de la Nacin Latinoamericana.

    II

    Los cambios sobrevenidos en el mundo contemporneo desde la segunda guerra imperialistamundial resultan tan notables que aun no han sido asimilados por entero en la conciencia colec-tiva. Han surgido nuevos problemas tanto en el mundo "avanzado" como en el "atrasado". Lanaturaleza de la revolucin socialista o de la revolucin nacional han sido objeto de anlisis queno siempre resultan tiles para el destino de los pueblos del Tercer Mundo. Durante el sigloXIX, la creencia general entre las mltiples sectas socialistas era que los "pueblos salvajes"seran arrastrados hacia la corriente de la civilizacin por la expansin y universalizacin de laproduccin capitalista.

    A principios del siglo XX, los diversos marxistas consideraban que dichos pueblos salvajesseran redimidos con la llegada del socialismo en los pases civilizados. Tanto las sectas pre-

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    marxistas como las corrientes llamadas marxistas, arrastraban un obvio sedimento de liberalis-mo y racionalismo, infundido por la poca al conjunto del pensamiento europeo.

    Despus de la Revolucin Rusa, las cosas no cambiaron sino en el sentido de que se evidencia-ron muchas tentativas de "adoptar", "adaptar", o "aplicar" lo que genricamente se entendacomo el pensamiento de Marx a la esquiva y confusa realidad prehistrica de Amrica Latina,segn el piadoso precepto hegeliano.

    La obsesin por "aplicar" Marx a la historia de Amrica Latina tropez con la resistencia queopone el propio pensamiento marxista en cualquiera de sus acepciones (y hay muchas). En ver-dad, habra que aplicar Amrica Latina a Marx. En resumidas cuentas, sus propios creadoresreconocen tres fuentes del marxismo: la filosofa alemana, el socialismo francs y la economa

    poltica inglesa. La tarea de lograr una sntesis aceptable de tres elementos tan diversos, consti-tuy la proeza intelectual de Marx. Pero la esencia de toda la construccin resida en la inque-brantable conviccin de Marx de que el objeto de su anlisis era el capitalismo, el sujeto de lahistoria universal, el proletariado y Europa el teatro de tal historia. Ahora bien, el rasgo diferen-cial de Amrica Latina (y del tercer Mundo) es la ausencia del capitalismo examinado por Marxy, en consecuencia, la inexistencia del proletariado tanto como de modos de produccin y clasessociales dominantes e histricamente acabadas en el escenario histrico dado. Tropicalizado elmarxismo, slo poda manifestarse como un esquema ilusorio, flotando en el vaco histrico. Noes otra la "saga" de las organizaciones autodenominadas marxistas en Amrica Latina. Pero ladificultad no slo resida en los introductores mestizos sino en el objeto mismo de la aplicacin,concebido a la luz declinante de la Revolucin Francesa y con la vista puesta en el horror de lasfbricas inglesas donde agonizaban decenas de miles de nios y mujeres mientras se obtena la"acumulacin".

    En la Amrica Latina del siglo XX, por el contrario, la industrializacin significaba el mejora-miento inmediato de la vida en la poblacin nativa y no el espanto de las fbricas que contemplMarx.

    Para decir lo menos, resultaba algo extrao pretender que una doctrina revolucionaria resultaratil en Amrica Latina en tanto se fundaba en el socialismo francs del sigo XIX, la filosofaalemana del siglo XVIII y la economa poltica inglesa de la misma poca. El marxismo originalresultaba de una fusin de la historia de los pases ms importantes de Europa, en cuanto a sudesarrollo histrico, cultural e industrial y contena la idea, muchas veces expresada por Marx,de que el mundo brbaro sera arrastrado primero a la corriente internacional del capital y luegoincorporado a la verdadera civilizacin socialista, cuando los pases europeos hubieran estable-cido el socialismo. En Marx la idea era muy clara. En Engels se hace notoriamente euro-nacional y hasta germano-nacional.

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    La Segunda Internacional reposa sobre el poder de Europa sobre el mundo, y la Tercera Interna-cional, rpidamente dominada por el nacionalismo gran ruso de Stalin, lejos de encabezar elTercer Mundo, pacta primero con la Europa Occidental y luego con Hitler en 1939, para desapa-recer sin dejar rastro justamente cuando la extensin de los llamados "pases socialistas" hacaprever un robustecimiento del "internacionalismo proletario". Por el contrario, el triunfo de las

    revoluciones burocrticas o populares indic claramente que, por medio de caminos no capita-listas, la necesidad de crear nuevos Estados nacionales y de impulsar las fuerzas productivascomprimidas por la presin extranjera era ms poderosa e infinitamente ms real que las profec-as del "Manifiesto Comunista". Y as como la revolucin de Francia haba convocado paraenmascarar su carcter nacional a la universalidad de los smbolos romanos y de los ropajesromanos, la revolucin nacional rusa, china y otras, llamaron en su auxilio a las figuras venera-bles de dos intelectuales europeos del siglo anterior, en cuyo nombre se desarrollaban procesosque muy probablemente hubieran despertado su asombro -y quizs su condenacin- de habervivido para verlos.

    Por lo dems, el capitalismo brutal que conoci Marx en su propia cuna inglesa y que observen su versin atemperada de la Inglaterra victoriana hacia 1880, difera notablemente del capita-lismo norteamericano de un siglo ms tarde o el de la Europa de la Comunidad en nuestros das.Aunque el rgimen imperialista financiero no perdi su ferocidad, para su propio hogar nacionalla clase obrera dispone de un nivel de vida y de una legislacin protectora difcil de imaginarcien aos antes. El heredero de la filosofa clsica alemana, segn Engels, es una columna slidadel rgimen burgus en la Alemania Federal, tan adaptado como lo era bajo el sistema prusianoy bismarkiano de los tiempos de Engels, cuando los dirigentes obreros preferan trabajar el 1 demayo y hacer un picnic socialdemcrata el domingo siguiente. En tanto el capitalismo contem-

    porneo conserve su impulso, beneficie a la sociedad burguesa y ofrezca al proletariado ciertonivel de prosperidad, la verdadera expresin poltica de la clase obrera continuar siendo elsocialismo y el eurocomunismo, conservadores del orden social y del sistema parlamentario.Tales son los hechos. En cambio, el Tercer Mundo, el "mundo sin historia", no tiene otra salva-cin que la revolucin, ni otro enemigo principal que el imperialismo extranjero, por ms civili-zado, demcrata y hasta socialista que sea.

    III

    Cuando faltaban pocos aos para que el "Manifiesto Comunista" cumpliera un siglo, el ltimode los grandes marxistas del siglo XX expona su visin de la sociedad capitalista. Len Trots-ky, en vsperas de su asesinato en Mxico, sostena en un artculo que si de la gran guerra mun-dial que estaba en curso no naca en Europa una revolucin socialista, sobrevendra el "ocaso dela civilizacin". Agregaba que en ese caso quedara demostrado que el proletariado, por alguna

    razn, era incapaz socialmente de hacerse cargo de las tareas histricas que el marxismo tradi-cional le haba asignado. Y que "el programa socialista, edificado sobre las contradicciones

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    internas de la sociedad capitalista, era una utopa". Estas lneas fueron escritas en septiembre de1939, pocos das despus de iniciada la Segunda Guerra Mundial. Trotsky afirmaba que si en elcurso de la guerra la revolucin de Octubre "no encontrara su continuacin en alguno de lospases avanzados; si por el contrario el proletariado se encontrara por doquier arrojado haciaatrs, entonces indudablemente tendramos que plantear la cuestin de revisar nuestra concep-

    cin de la poca actual y de sus fuerzas motrices".

    Ante el panorama europeo, con el triunfo del fascismo, del nazismo y del stalinismo, formulabaen 1938 la siguiente reflexin: "Si se acepta que la causa de las derrotas son las cualidades so-ciales del proletariado mismo, es preciso reconocer entonces que la situacin de la sociedadcontempornea es desesperada. En las condiciones del capitalismo en putrefaccin, el proleta-riado no crece ni en nmero ni en cultura". En otro estudio del mismo ao observaba: "Las fuer-zas productivas del capitalismo han dejado de crecer. No se producen nuevas invenciones niinnovaciones tcnicas. El capitalismo est en agona". Coronaba su sombro anlisis con la si-

    guiente prediccin: "Es absolutamente evidente que si el proletariado internacional, como con-secuencia de la experiencia de toda nuestra poca y de la actual nueva guerra se mostraba inca-paz de convertirse en amo de la sociedad, eso significara el hundimiento de todas las esperan-zas de revolucin socialista, ya que es imposible esperar otras condiciones ms favorables paraella; en todo caso nadie puede preverlas desde ahora, ni caracterizarlas".

    Al concluir su trabajo, agregaba una nota de optimismo, que no lograba disipar en el lector lapenosa impresin de las duras alternativas planteadas.

    En efecto, al darse trmino a la guerra mundial mediante el acto criminal de Hiroshima y Naga-saki, el mundo se informaba de los avances de la ciencia nuclear y de la cohetera. Se vislum-braban ya las conquistas de la ciberntica. En el rgimen capitalista comenzaba un desarrollocientfico y tecnolgico colosal, imposible de concebir en esa decadente sociedad burguesa queTrotsky tena bajos sus ojos en 1939.

    Todas las predicciones resultaron desmentidas por la lgica de hierro de los acontecimientos.

    Fue necesario cambiar las perspectivas aprendidas, las caracterizaciones globales, el conceptode la clase pura y del proletariado inoxidable, las leyendas heroicas de remotas revoluciones yhasta el vocabulario, ya que las palabras estn lejos de ser indiferentes a la carga histrica yemocional que sobrellevan. Y las palabras europeas o asiticas, las metforas y analogas, aque-llos thermidorianos, esos bonapartismos, los bolchevismos y la narodnaya volya, "La Madre",de Mximo Gorki, el cautivante Smolny y los disparos del crucero Aurora, tenan para los lati-noamericanos de varias generaciones ms intimidad, encarnadura y pasional resonancia que labatalla de Caseros, Tacuaremb, Ayacucho o Junn, que los campos de mo mo, los gauchos deArtigas o las arengas de Simn Bolvar.

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    A esos inflexibles y solitarios adolescentes de mi poca les resultaba ms familiar el ro Neva(que no podamos encontrar ni con el auxilio del mapa) que el Desaguadero, el Amazonas o elMapocho. Y debimos reconstruir, como lo anticipaba Trotsky, de todas sus piezas, un programarevolucionario que abandonara las hiptesis del siglo XIX, ms utpicas que cientficas, y queprocurara hundir sus races en nuestra historia y no en otra. Debimos mirar ms de cerca, a

    nuestro lado y bajo nuestros cielos. Resolvimos elaborar un socialismo justamente criollo, por-que todos los dems eran incomparables en tanto eran nacionales de otras naciones y como talesininteligibles e inaplicables, aunque gozaban de buena prensa y nos haban ganado el lado delcorazn. La enajenacin (no la capitalista, sino la marxista) dur la friolera de unos 70 aos ydej un crter mayor que la Luna. Claro que dicho socialismo criollo, a su vez, deba asumirsecomo la expresin ms revolucionaria del nacionalismo popular genrico de la patria oprimida.Pues bien, comprendimos tardamente que resultaba errneo estudiar "El Capital" sin leer almismo tiempo el "Sistema de economa poltica" de Federico List, o los escritos econmicos deManuel Belgrano, abogado, general y economista de la revolucin (no la de octubre de 1917,que era rusa, sino la de mayo de 1810, que era sudamericana) y luego, las pginas del cordobs

    Mariano Fragueiro y del mexicano Mariano Otero.

    Pues vinimos a saber que estudiar en Amrica Latina un capitalismo casi inexistente (en el sen-tido de una estructura dinmica generalizada en todos los niveles y clases de la sociedad) sinestudiar los mtodos de la acumulacin nacional ligada al Estado, no slo pona en discusin lasupuesta necesidad histrica de integrarnos al mercado mundial sino tambin la caracterizacindel Estado formulada por Marx, como "comit administrativo de la burguesa", aplicable al cua-dro de la Europa burguesa.

    En Amrica Latina resultaba quimrico luchar contra la burguesa como enemigo principal -segn exiga el "Manifiesto Comunista"-, por la sencilla razn de que la burguesa no ocupabael poder (ni poltico ni econmico) y era frecuentemente perseguida, arruinada, encarcelada yhasta expatriados sus representantes por la rosca oligrquica asociada al imperialismo extranje-ro. Bastar recordar los casos de Gelbard y Broner en la Argentina, para convenir que los nicossectores de la "burguesa nacional" que participaban del poder social y poltico eran aquellosasociados al capital imperialista. Sealaramos, para dar otro ejemplo, a los sectores ms influ-yentes de la Unin Industrial Argentina, cuya poltica general es habitualmente similar a la de laBolsa Argentina de Comercio, la sociedad Rural Argentina y la Asociacin de Bancos "Nacio-

    nales".

    Considerado desde este punto de vista, el rigor antiburgus de los marxismos conduca recta-mente a sus creyentes a combatir la causa nacional, que dichos doctrinarios identificaban con lacausa de la burguesa. Omitan por completo el hecho de que en Amrica Latina la clase domi-nante no es el "burgus vido y cruel" del himno "La Internacional" sino la oligarqua ilustradaliberal y "progresista", agraria, comercial y financiera. Precisamente por su debilidad relativa ysu escasa visin histrica, la burguesa nacional no crea al movimiento nacional sino que, dealgn modo, es creada por l y lo traiciona cada vez que le conviene.

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    De tal suerte, nos dedicamos a husmear en los textos sacros la ms insignificante referencia delos consagrados maestros a la Amrica Latina, el Estado-nacin y los pueblos dbiles. Nos lle-vamos amargas sorpresas.

    Aunque Marx haba expresado su simpata por la cuestin nacional planteada en Irlanda y Polo-nia, y comprendi la imperiosa necesidad de concluir con las excrecencias feudales y absolutis-tas reinantes en los principados alemanes y en el resto de la Europa monrquica, su visin de los"pueblos sin historia" (Asia, frica y Amrica Latina) no logr despojarse nunca del aire sober-bio y despreciativo de un europeo conspicuo. Empleaba con frecuencia, en el mismo sentidodespectivo que Sarmiento, la frmula "civilizacin y barbarie". En este orden, y en otros que losfilsofos examinarn, continuaba siendo un perfecto hegeliano. En punto al juicio que le merec-an aquellas culturas europeas o extraeuropeas indignas de sobrevivir, su maestro de Berln nohabra tenido nada que reprocharle. Juzg a Bolvar un "pillo, canalla y cobarde" y a los puebloseslavos del sud, "pequeos, minsculos, invlidos e impotentes". Rechaz sin contemplaciones

    el "principio de autodeterminacin de los pueblos"(que saldra de la cabeza de Lenin en el sigloXX) y slo postul la creacin de grandes naciones con viabilidad histrica -obviamente nacio-nes de cultura europea que fueran "una necesidad de la historia". Segn se sabe, no es sencillointerrogar a la historia sobre sus secretos designios.

    Pero si el poder de su genio penetrara en la intimidad de la economa capitalista y, de algnmodo, compondra un repertorio de ideas aptas para investigar ciertos antagonismos de la socie-dad moderna, la llegada de su obra a Amrica Latina adquiri caracteres deformados, propiosdel mecanismo montado en una gran semicolonia para nutrirse pasivamente de la herencia cul-tural de Europa. El Marx que se propag en los crculos cultos de Amrica Latina fue el Marxde la historia cosmopolita y esquemtica del "Manifiesto Comunista", el de la postulacin de ladictadura del proletariado (que el propio Marx olvid y Lenin revivi), el de la idea de un mer-cado mundial sometido a normas uniformes para la expansin capitalista, el del rol mesinicodel proletariado como hroe de la historia y el del desprecio hacia los campesinos con su "idio-tismo rural", el de la personificacin de los obreros alemanes como albaceas de la filosofaclsica alemana, y el Marx esencialmente abstracto que afirm que los obreros "no tienen pa-tria". En Quito, en Lans, en Mxico y en Potos, tales ideas encontraron un eco tan profundocomo estril. Marx crey hasta el fin de su vida en una historia universal sometida a inexorablesleyes, tal cual haba dictaminado el infalible determinismo del marqus de Laplace. Pero luego

    de Marx, hizo su aparicin Lenin, un inigualable realista y pragmtico, que sucumbi bajo elpeso de un experimento trgico.

    Las determinaciones psicolgicas oriundas de la revolucin rusa, con su vocabulario militarfundado en la tctica y la estrategia, complet el sistema intelectual de inhibiciones para el pen-samiento latinoamericano, que haba comenzado con Augusto Comte y culminado con Marx.Ahora, el gran resplandor de la revolucin de octubre encegueci a los devotos que conquist enel Tercer Mundo. La presunta victoria de una revolucin ajena (que llevaba en sus entraas unmonstruo como Stalin) los condujo a preparar las derrotas de las revoluciones propias.

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    Amrica Latina se vio castigada por la doctrina reduccionista de someter las polticas nacionalesal imperio de las normas generales emitidas desde un todopoderoso centro de la revolucinmundial que result ser nada ms que la plataforma geogrfica de un nacionalismo ruso tandesptico y expansivo como su antecesor zarista. Tardamente, poco antes de su muerte, Leninadvirti el carcter puramente ruso de las tesis organizativas del bolchevismo. En sus ltimos

    momentos sospech, con espanto, que la vieja estructura social del brutal gendarme zarista,apenas barnizada de rojo, en apariencia vencida, amenazaba con devorar al partido gobernante.Su propia muerte natural est sujeta a discusin. Lenin deca que la esperanza de la humanidadno poda depositarse en Europa sino en el Oriente, y en las colonias donde se encontraban lospueblos revolucionarios.

    Amrica Latina forma parte de esos pueblos. Para liberarse necesita ver claramente su camino.La experiencia ha demostrado que las limitaciones de una filosofa de la historia fundada en elcarcter especfico de la historia europea, resulta un peligroso instrumento de medicin y dia-

    gnstico.

    Toda la correspondencia de Marx y Engels est penetrada de ese optimismo histrico y, de al-guna manera, del progresismo decimonnico: una sociedad agotada engendrar otra nueva quehabr de reemplazarla; una clase suceder a la otra; la historia es la historia de la lucha de cla-ses. La burguesa es la clase dominante de la ltima etapa. La suceder la dictadura del proleta-riado, a la que seguir la lenta extincin del Estado. La humanidad sustituir el gobierno de loshombres por la administracin de las cosas. Se pasar del reino de la necesidad al reino de lalibertad. El marxismo, en todos sus matices, afirmaba poseer las llaves del Reino. Pero nadasucedi as.

    No resultaba accidental que el nombre de Darwin apareciera con frecuencia en sus libros, ni queEngels, ante la tumba recin abierta de Marx, estableciera una analoga entre aquel que descu-bri las leyes de la evolucin de las especies y el que realiz la misma tarea en el campo de laciencia social. Evolucionismo y biologismo acompaaran siempre de cerca el formidable lega-do de Marx y el pensamiento de sus herederos. Y la teora marxista de la historia sera la vcti-ma: la historia posea su lgica, sus leyes y sus objetivos.

    IV

    Hemos observado antes que la revolucin socialista no tuvo lugar en la Europa avanzada, lo quedesminti toda la tradicin del pensamiento marxista. A partir de 1945, en el mundo colonial deAsia, frica y Amrica Latina, se pona en marcha una formidable conmocin revolucionaria.No sera el proletariado de los textos de Marx o Trotsky el hroe central de dicho terremoto

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    social sino, sobre todo, el campesinado, la pequea burguesa colonial y la "inteligencia" pos-tergada del Tercer Mundo. Salvo en la Argentina, donde la clase obrera industrial, junto al Ejr-cito, elevara al poder al coronel Juan Domingo Pern, mientras los partidos marxistas, excep-cin hecha del la Izquierda Nacional, condenaran al coronel como "nazi-fascista".

    En todas partes, la revolucin triunfante sera una revolucin nacional. No se inspiraba en unprograma socialista sino, para decirlo con un lenguaje no siempre claro, en un programa bur-gus, aunque llevado a cabo frecuentemente sin la embrionaria burguesa.

    Detrs de la terminologa archimarxista, Mao y Ho-Chi-Min panificaron una especie de capita-lismo de Estado y, finalmente, dejaron entrar a los bancos extranjeros, la Pepsi-Cola y las Hon-da japonesas. La revolucin que irrumpa no era la revolucin prevista por los clsicos del so-

    cialismo. No se desarrollaba en los pases de evolucin industrial ms lograda sino en los msatrasados. Y no era un partido de clase, el partido proletario, "el caudillo de la nacin" en armas,sino un confuso y poderoso frente de las clases revolucionarias emergidas del primitivismo co-lonial. En algunos casos los jefes eran militares nacionalistas o intelectuales marxistas. Se defin-an como "gobiernos patriticos" o "regmenes socialistas". Lograban a veces reestructurar supas. Otras terminaban arrastrndose en la marcha errtica de burocracias polticas dispuestas apactar con Occidente o con el poder sovitico. En la mayor parte de las revoluciones nacionales,desde 1945 hasta la actualidad, los nuevos gobiernos asumieron la plenitud del poder e inicia-ron, por medio del Estado, vas de desarrollo no capitalistas. En otros casos indujeron la forma-cin de "burguesas nativas" engordadas con crditos del Estado, aunque generalmente con ma-gros resultados. La fe religiosa, en otras ocasiones, se ofreca como ideologa nacional de larevolucin. Tales movimientos pusieron en jaque al imperialismo mundial, mientras el famoso"proletariado europeo" se instalaba en el marco de la incomparable prosperidad alcanzada por laburguesa en los ltimos cuarenta aos y miraba con indiferencia, cuando no con sospecha, muylejos del "internacionalismo proletario", las luchas sangrientas del Tercer Mundo por su inde-pendencia nacional. En cambio, el "proletariado mundial" o la "revolucin mundial" resultabanser puras abstracciones, reflejos doctrinarios de un mercado mundial sujeto a no menores limita-ciones.

    Al revs de las previsiones de los marxistas de la preguerra, todas las revoluciones, aun las quese denominaran "socialistas", estallaron en el Tercer Mundo: China, Vietnam, Laos, Corea,Cuba, Nicaragua, Egipto y los nacionalismos africanos y asiticos. En Europa Oriental, losregmenes "socialistas" resultaron el fruto de la irrupcin del Ejercito Rojo en sus capitales alterminar la Segunda Guerra Mundial, excepcin hecha de Yugoslavia, que se autoliber con suspropias armas pero que no era un pas "avanzado". El proceso segua rumbos no establecidospor los textos marxistas. La Unin Sovitica, a su vez, que haba formado una poderosa e inata-cable burocracia (casta o nueva clase, no es tema para este anlisis) se converta en una granpotencia. Lenin haba resumido en una breve sentencia que el socialismo en Rusia era "el poderde los soviets ms la electrificacin". Como el poder democrtico de los soviets (consejos obre-ros) fue rpidamente eliminado por el nuevo poder burocrtico, slo qued la electrificacin.

    Pero nadie poda sostener seriamente que la electricidad era el fundamento del socialismo, ni

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    que la sociedad planificada, monoltica y militar de la Unin Sovitica tena alguna relacin conel socialismo, sea cual fuere la definicin que se pretenda formular acerca del trmino.

    El aplastamiento de la revolucin hngara, de la revolucin de Praga o de la crisis en Polonia,para no hablar de la ocupacin militar de Afganistn, ofrecen testimonios sobreabundantes delas dolorosas aventuras sufridas por la palabra socialismo, y de la necesidad de redefinirla.

    En realidad, la historia contempornea exhibira los efectos nocivos de la canonizacin de Marxy del marxismo practicado por los legatarios de la revolucin rusa. Salta a la vista la discordan-cia entre el mundo real y la doctrina.

    Impregnada de evolucionismo y de positivismo, es decir, del racionalismo de la Ilustracin die-ciochesca, la herencia marxista oficial ms se parece hoy a una utopa cientfica que el socialis-mo utpico de los soadores premarxistas.

    La fundacin de una "academia" de ciencia marxista-leninista sostenida por el Estado soviticoofrece una confirmacin de que el marxismo sovitico es una ciencia fundada en textos intangi-bles y en dogmas incontrovertibles. La autoridad que respalda tal ideologa institucional es lapolica secreta. Las observaciones de Marx, frecuentemente contradictorias, pues a diferencia desus epgonos estaba lejos de ser el creador de una "doctrina" -ms bien se consider siempre un

    explorador del mundo social- se han convertido en una "doctrina de Estado" en varios pases,con sus guardias, sacerdotes, vestales y verdugos. Aquel que tena como divisa "Duda de todo",ha venido a resultar un dios omnisciente en un imperio donde esta prohibido dudar de nada. Sinembargo, las propias revoluciones en Rusia, China, Cuba o Vietnam, tan alejadas de las previ-siones o conceptualizaciones de los textos marxistas, han permitido analizar y cuantificar lo queest muerto y lo que est vivo en las ideas del marxismo. Ms aun, han aparecido tantosmarxismos como pases "socialistas" y tantos socialismos como partidos de esta denominacinexisten en el mundo.

    V

    Al eurocomunismo le sucedi la "va francesa" o "italiana para el socialismo". Al internaciona-lismo proletario que estaba en la base de los discursos, tesis o libros de Lenin en los momentosestelares de la revolucin, ha sucedido un conjunto de "variantes nacionales", tanto en los pases

    imperialistas "civilizados" como en las naciones coloniales ms atrasadas. Semejante variedadtiende, de algn modo, a poner las cosas bajo una nueva perspectiva. Es conocida la maliciosa

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    observacin de Ho-Chi-Min sobre Mao y sus nuevas teoras filosficas: "El camarada Mao ha'chinizado' hbilmente las tesis de Lenin". Podra aadirse que el propio Lenin haba "rusifica-do" algunas ideas de Marx para advertir, poco antes de su muerte, que el bolchevismo era un"asunto ruso que slo los rusos podan aplicar y entender".

    Resulta muy significativo que a medida que aumentaba el nmero de pases socialistas, tenda adeclinar la popularidad del concepto de "internacionalismo proletario", cuando tericamentecabra imaginarle, por esa causa, ms vigencia que nunca. Asimismo, el silencio que tanto Chinacomo la Unin Sovitica mantienen acerca de sus peligrosas disputas territoriales -que les obli-ga a inmovilizar a dos millones de soldados a lo largo de una extensa frontera comn- indicabien a las claras que el nacionalismo, o la defensa del territorio nacional, atribuido a los apetitosdesenfrenados del mundo capitalista, subsiste aun despus del establecimiento de la economaplanificada y de un gobierno llamado a s mismo "socialista". Idntica situacin se plantea entreVietnam y Camboya. En plena guerra, ambos se denominan "Estados socialistas".

    La raz de la cuestin creemos que es preciso buscarla en la ambigedad original de los dia-gnsticos marxistas y en el curso propio que sigui la historia contempornea ms all de talesdiagnsticos. Recordemos que al da siguiente de que Marx entregara a la Liga de los Justos eltexto del "Manifiesto Comunista" de 1848 donde planteaba la sustitucin de la burguesa por elproletariado, el joven doctrinario se incorporaba a la "Nueva Gaceta Renana" en calidad de di-rector de esa publicacin democrtica, respaldada y financiada por la burguesa alemana.

    Engels dir ms tarde que era la nica manera de difundir sus ideas. Pero la "Nueva GacetaRenana" no difunda las ideas marxistas sino las ideas de la burguesa en favor de la democra-cia.

    De aquel documento clebre redactado por dos jvenes intelectuales, donde se afirmaba que"los obreros no tienen patria", poco quedara en el espritu de Engels, que en 1892 escribira: "Sillega el momento, slo deseo que mi vieja fractura no me impida montar a caballo", en caso deque Rusia o Francia atacaran a la Alemania imperial. De hecho, ambos no dejaron de ser dos

    patriotas alemanes, armados de una imponente doctrina internacionalista.

    El mismo Engels, que se propona defender con las armas a su patria en tiempos del Kaiser yBismark, se constitua en el precedente directo de la conducta que observaran tres dcadas mstarde los socialdemcratas alemanes, aquellos que votaron los crditos pedidos por el Empera-dor para hacer la guerra contra Francia (incluidos los obreros franceses). Aunque Lenin en 1917calific esta actitud como una "traicin al socialismo", se cuid muy bien de rastrear la influen-cia de Marx y Engels en tal poltica.

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    En que resida precisamente la ambigedad implcita de los primeros, como de los ltimostextos marxistas? En que la tesis central de Marx conceba al comunismo como un movimientotrado al mundo por la necesidad histrica en resuelta marcha para reemplazar al capitalismoagonizante. El vasto fresco histrico que Marx describe en el "Manifiesto", tanto como Engelsen "Socialismo utpico y socialismo cientfico", culmina invariablemente con citas latinas tales

    como "el sepulturero golpea a la puerta" o "sonar muy pronto la hora en que los desposedosexpropien a los expropiadores". En el prlogo al primer tomo de "El Capital", Marx deca: "Lospases industrialmente ms desarrollados no hacen ms que mostrar a los pases menos progre-sivos el espejo de su propio porvenir".

    Aun en 1871, el estallido de la Comuna de Paris movi a Marx a atribuirle un carcter histricotrascendente. Vio en ella el prlogo de la anhelada revolucin social. Sin embargo, no era elcomunismo el fantasma que recorra Europa en 1848 o en 1871, sino el nacionalismo. No era lasociedad socialista la que estaba en vas de establecerse sino el Estado nacional (tardo en el

    caso de Alemania e Italia y de un lejano futuro, en el siglo XX, en Amrica Latina, Asia y fri-ca).

    En suma, en lugar de producirse el colapso de la sociedad burguesa de modo inminente comosuponan Marx y Engels cada vez que se produca un alzamiento popular, cuando muri Engels,en 1895, se haba instalado cmodamente en Inglaterra la sociedad victoriana, clave de la bve-da en el floreciente capitalismo europeo. Como hasta las zonas de los "pases brbaros", como laIndia, eran alcanzadas por las orgullosas locomotoras de la civilizacin, el propio Marx suponaque la introduccin de los ferrocarriles en el continente hind revolucionara las arcaicas formasde produccin campesinas y desencadenara en la India una revolucin industrial semejante a lade Inglaterra.

    Segn la visin de Marx, la civilizacin barrera con la barbarie, extendiendo as las relacionesde produccin capitalista a todo el planeta. Luego, este formidable terremoto social producirasu negacin. A la gran industria, nacida en todas las latitudes, respondera la multiplicacinnumrica y social de la clase obrera. El proletariado urbano llegara a ser, a corto plazo, la clasems numerosa de la sociedad capitalista. As estara en condiciones, mediante una revolucin -opor medios pacficos, de tipo electoral, quizs en Inglaterra o en Alemania- de transfigurar supoder social en poder poltico. Con tal proceso se iniciara una revolucin que transformara noslo las instituciones burguesas, sino tambin al hombre alienado mismo, recuperando el gnerohumano, liberado de la estructura de clases, su plena soberana y dignidad.

    No hay duda que la historia ha seguido un curso muy diferente. Despus de dcadas de sufri-miento y oprobiosa explotacin de mujeres y nios en fbricas infernales, la clase obrera enInglaterra primero, y luego en los restantes pases europeos, adquiri bajo el rgimen capitalistaconsiderables derechos civiles, polticos y econmicos, construy grandes partidos y sindicatos,

    ocup los parlamentos y form numerosos gobiernos que mejoraron las condiciones de existen-cia cotidiana sin modificar en lo mas mnimo la estructura de la sociedad capitalista ni el rgi-

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    men de propiedad burgus. Se adapt a las ventajas obtenidas del sistema social vigente, se"aburgues" y se masacr mutuamente "en defensa de la patria" en las dos ltimas guerras mun-diales. Al mismo tiempo, result notable la indiferencia de los obreros franceses, ingleses,holandeses, belgas, etc., ante la explotacin colonial de sus respectivas metrpolis. La II Inter-nacional lleg a considerar deseable, en sus congresos de principios de siglo, la poltica colonial

    como medio de civilizar a los pueblos indgenas. Hasta el Partido Comunista francs no ocultsu preferencia por una "Argelia francesa".

    VI

    Antes de la Segunda Guerra Mundial, la Rusia sovitica estaba aislada por el "cerco capitalista".Dicho cerco era el mejor pretexto para justificar los Procesos de Mosc, donde Stalin fusil enmasa a la generacin leninista de la revolucin de octubre. El "cerco" explicaba todo. Pero des-pus de la guerra mundial, cuando el rea no capitalista se extiende por todos los continentes, seatena el enfrentamiento bipolar capitalismo-socialismo o, como se lo llama hoy, Este-Oeste. Labipolaridad slo resultaba conveniente a Estados Unidos y a la Unin Sovitica. Desde 1945hay otro factor: el Tercer Mundo, que no desea ser arrastrado a otros conflictos que no sean lospropios.

    La vieja anttesis de que el antagonismo entre la burguesa y el proletariado en el pas capitalistamaduro desembocaba en la revolucin socialista, fue en realidad sustituida por el antagonismoentre las naciones industriales avanzadas (cuyas diferencias internas con su clase obrera se hab-an armonizado) y los pases atrasados (ex coloniales o semicoloniales). Esto ltimo resultaraser la "contradiccin fundamental". En otras palabras, la lucha se planteara no entre la claseobrera internacional y la burguesa mundial, sino entre la burguesa mundial y los pases explo-tados del Tercer Mundo.

    De este modo se establece una solidaridad objetiva tanto entre las clases sociales de los pasesimperialistas como entre las clases sociales revolucionarias del pas oprimido. En los primeros,el proletariado, aunque sea socialista o comunista, para tomar el caso de Francia, no sali a lascalles de Pars para protestar contra la intervencin francesa en la repblica africana de Chad ocontra las explosiones atmicas contaminantes en el Pacifico sur. Este proletariado socialistacomparte, en la punta de la mesa, el festn burgus.

    Si se prefiere otro ejemplo, cuando Inglaterra invadi con sus flotas el Atlntico sur, toda lanacin inglesa y sus nacionalidades asociadas (menos Irlanda) aclamaron a la seora Thatcher.Ms aun, la agresin imperialista le permiti recuperar y ganar las elecciones, incluyendo votosobreros. Dnde se encontraba en ese momento el antagonismo burguesa-proletariado? Se hab-

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    a transfigurado en la solidaridad de las clases de la nacin imperialista contra un sospechosopas de la Amrica del Sur. En el otro polo se encontraban las clases sociales de la semicoloniaagredida, es decir la Argentina. La mayora de la poblacin, fueran militares, obreros, hacenda-dos, clases medias, reaccion patriticamente contra el imperialismo. Slo una minora, que noosaba decir su nombre, y la dirigencia de los partidos polticos "amaestrados", dejaron traslucir

    una sorda oposicin. Es el sector "occidentalizante" y culto del Tercer Mundo que se identificamuchas veces con la nacin dominante, y cuya suprema expresin poltico-artstica fue Borges.

    De este modo, la nacin avanzada tiene una minora antiimperialista (en la izquierda del PartidoLaborista) y el pas oprimido una minora cipaya, reclutada generalmente entre el progresismo yla izquierda cosmopolita. Esta ltima aspira a suprimir la unidad nacional del pas oprimido ennombre del "internacionalismo", mientras que no est en condiciones de eliminar la unidad in-terna del pas imperialista. As, desempea la funcin de facilitar, bajo la divisa de la lucha declases, y del socialismo, la dominacin imperial.

    Como se ve muy claramente, los presupuestos bsicos del socialismo marxista quedaban endiscusin a la luz de la experiencia de las ltimas cuatro dcadas. El eje de la revolucin ya nopasaba por el centro de Europa, modelo inimitable del desarrollo capitalista, o por su culmina-cin suprema, Estados Unidos. Por el contrario, la revolucin estallaba all donde no existan aveces rasgos de capitalismo, o haba simples estructuras tribales o embrionarias formas capita-listas no integradas. Pero, al mismo tiempo, en Europa, en Estados Unidos y Japn, lejos deaparecer la revolucin, se desplegaba un formidable desarrollo del capitalismo ms tecnificadoy complejo, acompaado por una elevacin sin precedentes en la historia de la humanidad delnivel de vida y del bienestar de la poblacin de tales pases.

    Haba desaparecido la famosa aristocracia obrera: todos los obreros eran "aristcratas", salvouna minora marginada de trabajadores extranjeros.

    El silencio profundo del mundo colonial o semicolonial, apenas quebrantado por episdicasrebeliones y represiones, concluy en 1945.

    Al concluir la guerra, segn dijimos, se puso en movimiento la gran revolucin nacional delsiglo, que no ha terminado. La Argentina particip de esa revolucin con el surgimiento delperonismo, singular alianza entre el Ejrcito, la clase obrera y parte de las clases medias urbanasy rurales. Despus de alcanzar altas cumbres, los movimientos nacionalistas y revolucionariosde Amrica Latina (el trabalhismo brasileo, el peronismo argentino, el velasquismo peruano, elMNR boliviano) sufrieron un reflujo no menos profundo.

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    Desde 1955 hasta hoy han ocurrido fenmenos para los cuales el "marxismo oficial" ni ningunade sus variantes secularizadas ofrece respuesta alguna. Pero si los marxismos no ofrecen ningu-na respuesta, se impone ofrecer una respuesta a los marxismos.

    Estas notas son una contribucin a esa respuesta.

    *Jorge Abelardo Ramos: LA NACIN INCONCLUSA, Ediciones de La Plaza, Montevideo,1994.

    Fuente: www.pensamientonacional.com.ar

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