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La Mortificación del Pecado 1616 – 1683 JOHN OWEN Traducido por Víctor B. García del libro “Temptation and Sin” (capítulo del 2 Tomo 6 de las obras de John Owen) ¿QUIEN ES JOHN OWEN? Owen fue un prominente pastor puritano inglés, considerado, junto a Juan Calvino y Jonathan Edwards, como uno de los más grandes teólogos reformados de todos los tiempos. Poseía una mente lúcida que le permitió ingresar a Queen’s College (Universidad de Oxford) a los doce años y obtener una Maestría a los 19. Cuando tenía veinte años, la convicción de pecado le produjo una turbulencia espiritual tan grande que por tres meses apenas pudo proferir palabra. Esto le trajo a la fe en Cristo en quien encontró el perdón de pecados y la paz de su conciencia. En 1637 comenzó su pastorado; en 1640 fue capellán de Oliver Cromwell, y en 1651 fue nombrado decano de la facultad más grande de la universidad de Oxford, “Christ Church” (en la foto). En 1652 recibió el nombramiento adicional de vice-canciller de la universidad, la cual reorganizó con notable éxito. Después de 1660 guió a las iglesias independientes a través de los difíciles años de persecución en Inglaterra. Owen, después de haber servido fiel y fructíferamente a Dios promoviendo la verdadera espiritualidad bíblica y escribiendo más de 80 obras de gran solidez teológica y experimental, murió en 1683-- COMENTARIOS SOBRE OWEN Y SU LIBRO “LA MORTIFICACIÓN DEL P ECADO---------- -- Los libros de John Owen “El Pecado en el Creyente” y “La Mortificación del Pecado” son, en mi opinión, los escritos más útiles que existen sobre la santidad personal (Jerry Bridges) -- Yo le debo a John Owen más de lo que le debo a ningún otro teólogo, antiguo o contemporáneo; y le debo a su libro [“La Mortificación del Pecado”] más que a ningún otro que haya escrito (J. I. Packer). -- Hay en Owen, aun al leer sus porciones más dificiles (y algunos de sus escritos son verdaderamente densos), un motivo y un diseño que lo mueve a uno a la adoración. Si nos esforzamos en entender su estilo (lo cual se hace más fácil a medida que lo hacemos), él no fallara en conducirnos a los pies de Cristo Jesús (Sinclair B. Ferguson). ---------------- LA MORTIFICACIÓN DEL PECADO Aun los mejores cristianos, aquellos que con toda seguridad han sido liberados de la condenación del pecado, tienen que ocuparse todos los días de mortificar el poder del pecado que mora en ellos. e esto habla apóstol en Colosenses 3.5: “Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros.” ¿A quiénes les habla? A quienes han “resucitado con Cristo,” (v.1), a quienes han “muerto” en Él (v.3), cuya vida es Cristo y que serán “manifestados con Él en gloria” (v.4). Haz que la mortificación del pecado sea tu labor diaria; mantente haciéndolo mientras vivas; no ceses ni un día de laborar en ello; mata el pecado o él te matará a ti. Aunque tú estés muerto con Cristo y hayas resucitado con Él no tienes excusa para descuidar esta responsabilidad. Nuestro salvador nos dice que el Padre limpia cada rama viviente de la vid verdadera para que D

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Biografía de John Owen

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La Mortificación delPecado

1616 – 1683JOHN OWEN

Traducido por Víctor B. García del libro“Temptation and Sin” (capítulo del 2 Tomo 6 de

las obras de John Owen)

¿QUIEN ES JOHN OWEN?Owen fue un prominente pastor puritano inglés,considerado, junto a Juan Calvino y Jonathan

Edwards, como uno de los más grandes teólogosreformados de todos los tiempos. Poseía una

mente lúcida que le permitió ingresar a Queen’sCollege (Universidad de Oxford) a los doce

años y obtener una Maestría a los 19. Cuandotenía veinte años, la convicción de pecado le

produjo una turbulencia espiritual tan grandeque por tres meses apenas pudo proferir

palabra. Esto le trajo a la fe en Cristo en quienencontró el perdón de pecados y la paz de su

conciencia. En 1637 comenzó su pastorado; en1640 fue capellán de Oliver Cromwell, y en

1651 fue nombrado decano de la facultad másgrande de la universidad de Oxford, “Christ

Church” (en la foto). En 1652 recibió elnombramiento adicional de vice-canciller de la

universidad, la cual reorganizó con notableéxito. Después de 1660 guió a las iglesias

independientes a través de los difíciles años depersecución en Inglaterra. Owen, después de

haber servido fiel y fructíferamente a Diospromoviendo la verdadera espiritualidad bíblicay escribiendo más de 80 obras de gran solidez

teológica y experimental, murió en 1683--COMENTARIOS SOBRE OWEN Y SU LIBRO “LA

MORTIFICACIÓN DEL PECADO”----------

-- Los libros de John Owen “El Pecado en elCreyente” y “La Mortificación del Pecado” son,

en mi opinión, los escritos más útiles que existensobre la santidad personal (Jerry Bridges)

-- Yo le debo a John Owen más de lo que le deboa ningún otro teólogo, antiguo o

contemporáneo; y le debo a su libro [“LaMortificación del Pecado”] más que a ningún

otro que haya escrito (J. I. Packer).

-- Hay en Owen, aun al leer sus porciones másdificiles (y algunos de sus escritos son

verdaderamente densos), un motivo y un diseñoque lo mueve a uno a la adoración. Si nos

esforzamos en entender su estilo (lo cual se hacemás fácil a medida que lo hacemos), él no

fallara en conducirnos a los pies de Cristo Jesús(Sinclair B. Ferguson).

----------------

LA MORTIFICACIÓN DELPECADO

Aun los mejores cristianos, aquellos que contoda seguridad han sido

liberados de la condenación del pecado, tienenque ocuparse todos

los días de mortificar el poder del pecado quemora en ellos.

e esto habla apóstol en Colosenses 3.5:“Haced morir, pues, lo terrenal envosotros.” ¿A quiénes les habla? A quienes

han “resucitado con Cristo,” (v.1), a quienes han“muerto” en Él (v.3), cuya vida es Cristo y queserán “manifestados con Él en gloria” (v.4).

Haz que la mortificación del pecado sea tu labordiaria; mantente haciéndolo mientras vivas; noceses ni un día de laborar en ello; mata el pecadoo él te matará a ti. Aunque tú estés muerto conCristo y hayas resucitado con Él no tienesexcusa para descuidar esta responsabilidad.Nuestro salvador nos dice que el Padre limpiacada rama viviente de la vid verdadera para que

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lleve más fruto (Jn. 15.2). Él no la poda lasramas por uno o dos días; Él lo hace y lo harácada día sin cesar mientras estemos en estemundo.

En 1 Corintios 9:27 el apóstol nos dice cómopracticaba la mortificación: “golpeo mi cuerpo,y lo pongo en servidumbre.” Él dice, “lo hagodiariamente; es el trabajo de mi vida: no lodescuido; es mi ocupación.” Y si este era eltrabajo y la ocupación de Pablo, quien estaba tanincomparablemente por encima de la medidaordinaria de los creyentes en gracia,revelaciones, comunión, privilegios y consueloespiritual, ¿en qué podemos basarnos nosotrospara descuidar este trabajo y responsabilidadmientras estemos en el mundo? He aquí seisrazones por las cuales la mortificación esnecesaria:

1. SIEMPRE TENDREMOS PECADO ENNOSOTROS MIENTRAS VIVAMOS, PORLO TANTO DEBEMOS MORTIFICARLO

No me voy a ocupar ahora en las discusionesvanas, necias e ignorantes de los que dicen quese pueden guardar perfectamente losmandamientos de Dios o vivir vidas perfectas enesta tierra. Lo más probable es que quienespredican estas abominaciones nunca hanconocido lo que es guardar ni uno sólo de losmandamientos y que su grado de perfección estan bajo que nunca han sido sinceros en suobediencia, ni parcial ni universalmente.

Sabiendo eso, algunos más astutamente hablande perfección afirmando que ésta consiste en queno hay diferencia entre lo bueno y lo malo. Ellosse consideran perfectos, no porque seanperfectos en lo que conocemos como bueno,sino porque para ellos todo es lo mismo y loelevado de su libertinaje es su perfección. Otrosapoyan la doctrina de la perfección absolutanegando la pecaminosidad innata y permanentede nuestra naturaleza y mitigando laespiritualidad de la ley de Dios para ajustarla ala carnalidad de sus corazones. Así,manifestando claramente su ignorancia de lavida en Cristo y de su poder, inventan una nuevajusticia de la cual el evangelio no dice nada,estando vanamente hinchados en su mentecarnal.

Para nosotros, que no nos atrevemos a ser massabios de lo que está escrito, ni a gloriarnos en laideas de otros hombres, decimos que mientras

vivamos en este mundo, el pecado aun residedentro de nosotros en cierto grado y medida. Nonos atrevemos a hablar como si hubiésemosalcanzado la perfección (Fil. 3.12). Día a día“nuestro hombre exterior se va desgastando” (2Corintios 4:16).

El hombre viejo se fortalece o decae de acuerdoa la renovación del nuevo. En esta vida nosotros“conocemos en parte” (1 Cor. 13.12), pues aunhay un remanente de penumbra que es removidogradualmente a medida que crecemos en “lagracia y el conocimiento de nuestro SeñorJesucristo” (2 Pedro 3.18). Pablo dice, “el deseode la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritues contra la carne; y éstos se oponen entre sí,para que no hagáis lo que quisiereis” (Gal. 5:17;por esa razón, nuestra obediencia, tanto comonuestra luz son defectuosas (1 Jn. 1.8). Tenemosun “cuerpo de muerte” (Rom. 7.24) del cual noseremos librados sólo hasta que muramos (Fil.3.21).

Siendo nuestra tarea mortificar el pecadomientras esté en nosotros, tenemos quemantenernos trabajando en ellopermanentemente. El que es mandado a matar aun enemigo, si deja de atacarlo antes que muera,estará haciendo sólo la mitad de su trabajo (Gal.6.9; Heb. 12.1; 2 Cor. 7.1).

2. EL PECADO NO SOLO HABITA ENNOSOTROS SINO QUE SE MANTIENEACTIVO PARA HACER QUE LAS OBRASDE LA CARNE SE MANIFIESTEN

Cuando el pecado deje de asecharnos nosotrosdejaremos de combatirlo. Y puesto que elpecado nunca está menos quieto que cuandoparece más quieto, y sus aguas nunca son másprofundas que cuando parecen más serenas,nuestra vigilancia debe ser vigorosa en todotiempo y condición, aun cuando hay menossospecha de que esté actuando. El pecado nosolo habita en nosotros sino que, como Pablodice, “la ley de mis miembros se rebela contra laley de mi mente, y me lleva cautivo a la ley delpecado que está en mis miembros.\" (Romanos7:23). \"¿O pensáis que la Escritura dice envano: El Espíritu que él ha hecho morar ennosotros nos anhela celosamente?\" (Santiago4:5).

La mortificación es una batalla continua “porqueel deseo de la carne es contra el Espíritu y el delEspíritu contra la carne” (Ga. 5.17) y porque la

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concupiscencia nos tienta, concibe y da a luz elpecado (Sant. 1.14). En cada acción humanasiempre está presente la inclinación a lo malo, elestorbo a lo bueno o la turbación del espíritu enla comunión con Dios. En cuanto a lainclinación a lo malo Pablo dice, “no hago elbien que quiero, sino el mal que no quiero, esehago” (Rom. 7.19). ¿De donde viene esto?:“porque en mi,” dice Pablo, “esto es en micarne, no mora el bien” (Rom. 7.18). En cuantoal estorbo a lo bueno Pablo dice de nuevo,“porque no hago el bien que quiero, sino el malque no quiero, ese hago (Rom 7.19)—por estarazón, no hago el bien o no lo hago comodebería y todas mis intenciones santas estáncontaminadas con el pecado. En cuanto a laturbación de nuestro espíritu en la comunión conDios, el escritor de Hebreos habla del peso y delpecado que nos asedia (Heb. 12.1). Es de aquí dede donde vienen los terribles lamentos de Pabloen Romanos 7.

Así que el pecado siempre está actuando,concibiendo, seduciendo y tentando. ¿Quién quehaya tenido comunión con Dios o haya hechoalgo para Dios no puede decir que el pecado nohaya metido su mano tratando de corromperlotodo? Y esta situación continuará toda la vida,algunos días más y algunos menos, perosiempre. Por lo tanto, si el pecado se mantieneactuando y nosotros no lo mortificamos, estamosperdidos. El que se queda pasivo y deja que suenemigo lo abofetee una vez tras otra sin ponerleresistencia, sin duda será derrotado. Si el pecadoes sutíl, vigilante, fuerte y siempre activo en suintento de matar nuestra alma, y nosotros somosperezosos, negligentes y tontos en la forma enque lo combatimos, ¿podremos esperar unagradable final? No hay un solo día en que elpecado no venza o sea vencido, que prevalezca osea sometido; y esto será así mientras tengamosvida.

Yo absuelvo a cualquiera de esta lucha si lograque el pecado se comporte y cese de levantar susarmas en guerra contra su alma. Si el pecado lodeja de molestar algún día (siempre y cuandoesa persona conozca la espiritualidad de laobediencia y la sutileza del pecado) que se tomeun descanso y diga, “alma, reposa.” Peroaquellos santos, cuyas almas ya están con elSeñor después de haber luchado y sido liberadosde la perturbadora rebelión del pecado en estatierra, saben que no hay seguridad contra elpecado sino en la batalla.

3. EL PECADO NO SOLO INSISTE,ACTÚA, SE REBELA, TURBA EINQUIETA, PERO SI NO SE LECOMBATE Y SE LE MORTIFICACONTINUAMENTE, SE CONVIERTE ENLA CAUSA DE PECADOSESCANDALOSOS, GRANDES YDEPLORABLES QUE DESTRUYEN ELALMA

En Gal. 5.19-21, el apóstol enumera las obras ylos frutos del pecado: “manifiestas son las obrasde la carne, que son: adulterio, fornicación,inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías,enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas,disensiones, herejías, envidias, homicidios,borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas.”

Ustedes saben lo que el pecado hizo en David yen muchos otros. El pecado siempre apunta a lomás alto; cada vez que se levanta para tentar oseducir es capaz de provocar la peor caídaposible. Todo pensamiento o mirada impurabusca convertirlo en adulterio; todo deseocodicioso en opresión, toda incredulidad enateismo; cada vez que logra desarrollarse losuficiente provoca estas cosas.

Los hombres pueden llegar a falsas conclusionescuando ese pequeño pecado que cometen no lesdice a su corazón ni una sola palabraescandalosa, es decir, no parece guiarles aningún gran pecado. Sin embargo, cada vez quebrota la impureza, si ésta sigue su curso, puedeperfectamente convertirse en la peor bajezamoral. El pecado es como el sepulcro que nuncase satisface. Y es aquí donde reside una parte nopequeña del engaño del pecado, por el cual elcorazón de los hombres se endurece y la ruinalos alcanza (Heb. 3.13). El pecado, en susprimeros movimientos e insinuaciones sepresenta modesto, pero una vez que asienta supie en el corazón, sigue usurpando terreno ypresionando buscando llegar más y más lejos. Yeste avance y presión suceden mientras el almaapenas se da cuenta de que ha entrado en undescenso en su relación con Dios. El alma asíengañada, piensa que su pecado es neutro y quetodo estará bien mientras no siga haciendo cosaspeores; pero en la medida en que se insensibilizaal pecado—es decir, deja de ser sensible como lorequiere el evangelio—en esa medida sigueendureciéndose. Mientras tanto, el pecado siguepresionando sin límites con un desprecio y unaoposición absolutas hacia Dios, avanzando pocoa poco y aprovechándose del terreno que ha

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ganado por la dureza del corazón que provoca,una dureza que no es propia del creyente, peroque el pecado logra por el engaño y laseducción.

Nada puede prevenir esta debacle sino lamortificación. Solo ella puede arrancar la raíz yazotar la cabeza del pecado continuamente,interponiéndose en su intento, cualquiera quesea. No hay santo, ni el más sobresaliente, que sidescuida la tarea de la mortificación no puedacaer en los pecados más abominables que puedahaber.

4. LA PRINCIPAL RAZÓN POR LA QUEDIOS NOS DA SU ESPÍRITU Y UNANUEVA NATURALEZA ES PARA QUEPODAMOS OPONERNOS AL PECADO YLA CONCUPISCENCIA

“El deseo de la carne es contra el Espíritu.”Bueno, ¿y entonces qué? Entonces “el Espírituse opone a la carne” (Ga. 5.17). Hay unapropensión del Espíritu Santo y de la nuevanaturaleza espiritual, a actuar contra la carne;igualmente lo hace la carne contra el Espíritu. 2Pedro 1.4-5 nos dice que, para los creyentes, serparticipantes de la naturaleza divina nos brindaun escape de la contaminación que hay en elmundo a causa de la concupiscencia. Romanos7.23 nos habla también de la ley de la mente (lanueva naturaleza) y de la ley de los miembros (elpecado).

No habría cosa más injusta e irrazonable en elmundo que si dos combatientes están peleando,amarremos a uno impidiéndole defenderse ydejemos libre al otro para que hiera a su antojoal que está amarrado. Y no habría cosa másnecia que amarrar al que pelea a favor de nuestrobien eterno y dejar tranquilo al que buscanuestra ruina absoluta. La lucha entre la carne yel Espíritu es por nuestras vidas y nuestrasalmas. No ocuparse diariamente de mortificar elpecado con el poder del Espíritu y la nuevanaturaleza es descuidar el excelente auxilio queDios nos ha dado contra nuestro más grandeenemigo. Si somos negligentes en usar lo quehemos recibido, Dios puede con justicia dejar dedarnos más. Él nos da su gracia y sus dones paraque los usemos, los ejercitemos y los pongamosa trabajar. No mortificar el pecado diariamentees pecar contra la bondad, la compasión, lagracia y el amor de Dios que nos ha equipadocon los medios para hacerlo.

5. LA NEGLIGENCIA EN LA TAREA DELA MORTIFICACIÓN LANZA AL ALMAA UNA CONDICIÓN PERFECTAMENTECONTRARIA A LA QUE EL APÓSTOLNOS DICE EN 2 COR. 4.16 QUE ÉLDISFRUTABA: “AUNQUE ESTENUESTRO HOMBRE EXTERIOR SE VADESGASTANDO, EL INTERIOR NOOBSTANTE SE RENUEVA DE DÍA ENDÍA.”

En los negligentes el hombre interior se desgastay el exterior se renueva de día en día; en ellos elpecado es como la casa de David y la graciacomo la casa de Saúl (2 Sam. 3.1). El ejercicio yel éxito son los dos principales tesoros de lagracia en el corazón; pero cuando se deja que lagracia esté pasiva, ésta se marchita y decae, todolo que tiene que ver con ella esta listo para morir(Ap. 3.2) y el pecado gana terreno endureciendoel corazón (Heb. 3.12).

Lo que yo busco es que nos demos cuenta que alomitir la mortificación del pecado la gracia semarchita, la concupiscencia florece y lacondición del corazón se empeora; y el Señorsabe cuán desesperada y aterradora ha llegado aser la condición de muchos por esta causa.Cuando el pecado, por la negligencia de lamortificación, logra una considerable victoria,este quiebra los huesos del alma (Sal. 31.10;51.8), y hace que el cristiano que peca sedebilite, se enferme y llegue al borde de lamuerte (Sal. 38.3-5), sin poder levantar sumirada hacia arriba (Sal. 40.12). Y cuando unapobre criatura llega a esa triste condiciónrecibiendo golpe tras golpe, herida tras herida,derrota tras derrota de parte del pecado sinnunca levantarse para pelear vigorosamentecontra él, ¿qué puede esperar sino endurecersemás por el engaño del pecado mientras su almase desangra hasta la muerte? (2 Juan 8).

Ciertamente es una cosa muy triste considerar elhorrendo resultado de esta negligencia, lo cualnosotros vemos todos los días frente a nuestrosojos. ¿No conocemos a gente que eran cristianoshumildes, sensitivos, quebrantados de corazón,tiernos, prudentes, celosos de Dios, de suscaminos, de sus días de reposo y de susordenanzas, y que ahora, por su negligencia ypor no velar en la tarea de la mortificación sehan vuelto terrenales, carnales, distantes,iracundos, conformándose a los hombres y a lascosas del mundo? ¿No son estos ahora unescándalo para el evangelio y una causa de

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terrible tentación para quienes los conocen?

La verdad es que la mortificación ha sidoenseñada equivocadamente. Por un lado estánlos que la sitúan dentro de un marco de rigidez yterquedad de espíritu que es mayormente unacuestión terrenal, legalista, censuradora yparcializada y que más bien instiga a la ira, laenvidia, la malicia y el orgullo. Por el otro, estánlos que presumen de falsa idea de libertad,gracia y no se que más cosas dañinas. Y enmedio de todo esto, la verdadera mortificaciónbíblica ha sido casi olvidada, de lo cualhablaremos a continuación.

6. ES NUESTRA TAREA PERFECCIONARLA SANTIDAD EN EL TEMOR DE DIOS (2COR. 7.1), CRECER EN LA GRACIA (1PEDRO 2.2; 2 PEDRO 3.18) Y RENOVARNUESTRO HOMBRE INTERIOR DE DÍAEN DÍA (2 COR. 4.16)

Estas cosas no se pueden hacer sin lamortificación diaria del pecado. El pecadoenfoca su fuerza contra todo acto de santidad yde crecimiento espiritual. Nadie piense estarcreciendo en santidad si no le pasa por encima asus concupiscencias. El que no mata el pecadomientras camina, no está avanzando en sujornada; el que no encuentra que el pecado se leopone y no se ajusta en todas la áreas paramortificarlo, está en paz con él, no haciéndolomorir.

Este es entonces el primer principio general delpresente discurso: a pesar de la mortificaciónmeritoria del pecado que nuestro SeñorJesucristo realizó en la cruz; y a pesar de que elverdadero fundamento de la mortificación fueinstituido en nuestra conversión inicial por laconvicción de pecado, la humillación por elpecado y la implantación de una nueva leyespiritual que se le opone y lo destruye; a pesarde todo eso, el pecado aun permanece, actúa yobra de tal forma, aun en los mejores cristianos,que la mortificación diaria y constante es denuestra incumbencia.

Pero antes de proceder a considerar el siguienteprincipio, no puedo sino censurar a muchos queprofesando ser cristianos, en lugar de producirfrutos abundantes y evidentes de mortificacióncomo sería de esperar, escasamente muestranalgunas hojas.

Nuestra generación, sin duda, ha recibido gran

luz y muchos dones espirituales que junto a otrasbendiciones han hecho multiplicarsemaravillosamente las multitudes en las iglesias.Tanto los que están aceptando a Cristo como losque ya profesan ser cristianos se hanincrementado y multiplicado excepcionalmente.Por todas partes se oye el bullicio de la religióny se ve la actividad religiosa; hay predicación enabundancia—y no toda ella es vacía, ligera,trivial o vana, sino que en gran proporción, esespiritual. De manera que si tú mides el númerode creyentes por la luz, los dones, y la profesiónde fe que hacen, la iglesia tiene motivos parapreguntarse, “¿Quién me engendró estos?”(Isaías 49.21). Pero si mides a estas multitudescon la gracia discriminadora de la mortificación,probablemente vas a encontrar que el número nose ha multiplicado tanto.

¿Dónde están los cristianos que gozando de tantabendición y hablando y profesando tantaespiritualidad no muestran la miseria de uncorazón no mortificado? Si el malgasto deltiempo, la ociosidad, la improductividad en sustrabajos, la envidia, las contiendas, lasdivisiones, la rivalidad, la ira, el orgullo, lamundanalidad y el egoísmo fuesen las marcasdel cristianismo, nosotros tenemos bastante deeso pues gente así abunda en nuestras iglesiasevangélicas. Y si esa es la condición de los quetienen mucha luz, la cual esperamos que seasalvadora, ¿Qué será de aquellos religiosos quedesprecian la luz del evangelio y que no sabennada de la mortificación de la que estamoshablando, sino solo algunas restriccionesexternas, que de todas maneras casi ni practican?

Que nuestro buen Señor envíe un espíritu demortificación para curar nuestras anomalíasespirituales, si no es así, estamos en una tristecondición.