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POR .JULIÁN A. LÓPEZ AMOZURRUTIA U na actitud epistemológica característica de la postmodernidad es el relativismo. No se trata del escepticismo clásico, sino de una posición más matizada, que reconoce el valor del conocimiento humano, pero renunciando a todo acercamiento que tenga pretensiones absolutas. Se justifica, incluso, como una actitud moderada, que rescata la humildad del pensamiento humano, celebra la orientación pragmática de la razón y renuncia a la violencia ejercida a nombre de una ideología impuesta por la intransigencia y la intolerancia. Sus repercusiones, sin embargo, son semejantes a las del escepticismo, porque de hecho desconfia de la verdad objetiva, sacrificándola por el marco cultural de una sociedad determinada o por la perspectiva individual del posicionamiento existencial, negando el valor perenne de cualquier verdad

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Page 1: Jesus Symbol ofGod"Jesucristo liberador. Lectura histórico-teológica de Jesús de Nazaret" y "La fe en Jesucristo. Ensayo desde las víctimas" del padre Jan Sobrino, s.j.. 26 noviembre

POR .JULIÁN A. LÓPEZ AMOZURRUTIA

Una actitud epistemológica característica de la postmodernidad es el

relativismo. No se trata del escepticismo clásico, sino de una posición más matizada, que reconoce el valor del conocimiento humano, pero renunciando a todo acercamiento que tenga pretensiones absolutas. Se justifica, incluso, como una actitud moderada, que rescata la humildad del pensamiento humano, celebra la orientación pragmática de la razón y renuncia a la violencia ejercida a nombre de una ideología impuesta por la intransigencia y la intolerancia. Sus repercusiones, sin embargo, son semejantes a las del escepticismo, porque de hecho desconfia de la verdad objetiva, sacrificándola por el marco cultural de una sociedad determinada o por la perspectiva individual del posicionamiento existencial, negando el valor perenne de cualquier verdad

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Es así que las principales advertencias de la Congregación para la Doctrina de la Fe en tiempos recientes en cuestiones cristológicas ha portado esta nota dominante 3 Como ejemplo, podemos tomar el •

caso de R. Haigth. El teólogo americano afirma en su obra Jesus Symbol ofGod que «no se puede reclamar a Cristo como el centro absoluto respecto al cual todas las otras mediaciones históricas son relativas»4. En realidad, tal afirmación es consecuencia natural de asumir el pluralismo como una condición irrenunciable de la postmodemidad, sin realizar una crítica a ésta desde el cristianismo, para detectar su evidente incompatibilidad. Tal afirmación de hecho contesta el corazón mismo de la profesión de fe cristiana, que encuentra precisamente en la proclamación de Jesús resucitado al Señor de la historia como centro de su propia identidad. De ahí que la notificación de la Congregación para la Doctrina de la fe señale justamente que el autor busca un diálogo con el mundo postmodemo permaneciendo fiel a la revelación originaria ya la tradición constante, a través de una correlación crítica, pero «esta "correlación crítica" se traduce, de hecho, en una subordinación de los contenidos de la fe a su plausibilidad e inteligibilidad en la cultura postmoderna»5. En la raíz hay un problema epistemológico, cuyos presupuestos son la imposibilidad de hacer afirmaciones directas, asertivas, sobre el misterio, de modo que toda mediación de la comunicación de Dios en el fondo no sólo es insuficiente, sino en realidad ineficaz. De ahí la anotación de la Congregación: «La cristología debería insertarse en el marco de una "teoría general de la religión en términos de epistemología religiosa". Un elemento fundamental de esta teoría sería el símbolo, como medio concreto... que da a conocer y hace presente otra realidad, como la realidad trascendente de Dios, que es parte del medio y al mismo tiempo es distinta de él, a la que remite. El lenguaje simbólico, estructuralmente poético, imaginativo y figurativo, expresaría y produciría una experiencia determinada de Dios, pero no proporcionaría informaciones objetivas sobre Dios mismo». Como consecuencia inevitable, esta «opción epistemológica de la teoría del símbolo, tal como la entiende el autor, mina en su base el dogma cristológico»6. La negociación con la postmodernidad termina por aceptar en el regateo renunciar a la misma identidad cristiana.

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En este contexto, un documento como Dominus Iesus puede parecer duro en su estilo, e incluso políticamente incorrecto, pero teológicamente es tan exacto como necesario. La afinnación de la

unicidad y universalidad de Jesucristo y de su Iglesia «no quita nada al hecho de que la Iglesia considera las religiones del mundo con sincero respeto, pero a,l mismo tiempo excluye esa mentalidad indiferentista "marcada por un relativismo religioso que termina por pensar que 'una religión es tan buena como otra"'»7.

Uno de los más notables esfuerzos en las últimas décadas por superar el dilema entre un positivismo teológico ingenuo y una. hennené~tica

teológica relativista, que no renunCIa al caracter histórico de la verdad ni a la dimensión asertiva del conocimiento humano lo constituye el documento sobre la interpretación de los dogmas de la Comisión Teológica Internacional6

En él se reconoce, por una parte, el carácter dogmático del pensamiento humano. «Por lo que se refiere a la relación entre verdad e historia, ya ha aparecido claramente que en principio no se da ningún conocimiento humano que carezca simplemente de prespuestos; más bien todo conocimiento y elocución humana están detenninados por una estructura de pre­cognición y pre-juicio. Sin embargo, en el conocer, hablar y actuar humanos, históricamente condicionados, tiene lugar cada vez una anticipación de algo último, incondicionado y absoluto. Ya en toda búsqueda e investigación de Ila verdad presuponemos siempre la verdad y también determinadas verdades fundamentales (como el principio de contradicción). De esta manera, siempre, ya antecedentemente, nos ilumina la verdad, es decir, resplandece para nosotros con evidencia objetiva en nuestra razón la realidad misma. Ya en la antigua Estoa, las aludidas pre­afilmaciones y presupuestos se designaban como dogmas. Por ello se puede hablar en un sentido que debe entenderse todavía de modo muy general de una estructura fundamental dogmática del hombre»".

A esto corresponde, en el nivel teológico, la necesidad de reconocer la estructura dogmática de la fe. Es derecho del fiel poder identificar aquello en lo que cree, no como un sentimiento vago o una experiencia informulable. La fe de?e. poder reconocerse a sí misma, alcanzar cntenos de discernimiento, reposar en la certeza de la realidad que conoce a través de las fónnulas. La diversidad de

fonnulaciones no debe convertirse en re1lativismo teológico, en incapacidad de diálogo entre acercamientos distintos. De ahí que se valore la estructura fundamentalmente dogmática del cristianismo, que se verifica de hecho en el acontecimiento mismo de la Revelación. «La presencia de lo eterno en una fonna concreta e histórica pertenece... a la estructura esencial del misterio cristiano de la salvación. En él la apertura indeterminada del hombre es determinada concretamente por Dios. Esta detenninación concreta e inequívoca tiene que ser detenninante también para la confesión de fe en Jesucristo. El cristianismo está, por ello, por así decirlo, concebido dogmáticamente en su estructura misma»lo.

Desde el punto de vista teológico, aún reconociendo la dimensión histórica del conocimiento, se subraya su alcance asertivo. Es decir, las afirmaciones teológicas, dogmáticas y de fe logran alcanzar de alguna manera la realidad que refieren, y en cuanto lo hacen tienen una validez perenne que, aunque no agote el misterio, sí lo fonnula. Se trata de una especie de "encamación" del mismo. Sólo por e.llo es posible decir, como lo hizo el Vaticano II, que qUien escucha a Cristo escucha en palabras humanas la voz de Dios (cf. DV 4). Hay una valoración cri.st~lógica en la crítica del relativismo teológico: la medlaclc, que el mismo Verbo de Dios realiza con la encamación rescata una dimensión positiva de la "carne", de las palabras y los signos que son las estructuras del lenguaje humano, de modo que se r~conoce que efectivamente pueden servir para comUl11car la verdad definitiva de Dios. De manera análoga a la mediación única de la humanidad de Jesucristo, históricamente situada, las fórmulas de fe tienen un carácter de verdad que trasciende la coyuntura histórica. Así se recon~ce a la hennenéutica teológica su valor y su Justa dimensión.

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Sólo aceptando este momento trascendente de la verdad históricamente condicionada es posible garantizar que la generalización de lo diverso no lleve a la pluralidad teológica al punto de volver irreconocibles entre sí las diversas fónnulas de fe. De hecho, ello no correspondería a la experiencia humana ni al camino de la fe. Más aún, eHo pennite un reconocimiento al valor de las coordenadas culturales que constituyen matrices de la tradición cristiana.

La apuesta por una razón fuerte desde la Teología no significa racionalismo. Toda pretensión de reducir la fe a la razón es inaceptable. La Teología descansa sobre la posibilidad del conocimiento de estar abierto al misterio, y del reconocimiento de la fe como un modo específico de conocimiento. Ello tampoco significa fideísmo. La Teología no pretende agotar en la razón al ser, ni al misterio, y tampoco renunciar al ejercicio del pensamiento. No claudica en la imposibilidad de hablar de Dios, cuando Dios mismo ha hablado de sí en modo humano y con carácter definitivo. En realidad, la más insospechada fuerza de la razón se debe precisamente a su apertura al misterio; es decir, al ejercicio teológico de la razón. En el fondo, la eficacia de la razón humana depende de la comprensión del Logos, es decir, del principio que está en Dios y que se participa a la creación. La unidad de la creación, la unidad de la verdad, la unidad del conocimiento, penniten con humildad, pero sin falsas modestias, que la razón se eleve con certeza a Dios.

revph [email protected]

NOTAS BIBLIOGRÁFICAS

1. Juan Pablo I1, Carta encíclica "Fides et ratio" sobre las relaciones entre Fey Razón, 14 septiembre 1998, n. 84.

2. 1. Ratzinger, «Las dimensiones del problema», en Comisión Teológica Internacional, Elpluralismo teológico, Madrid 1976, 15.

3. Cf. Congregación para la Doctrina de la Fe, Not(ficación a propósito del libro del Rvdo. P Jacques Dupuis, S.f., "Hacia una teología cristiana del plllralismo religioso ", 24 enero 2001; Notificación sobre el libro "Jesus Symbol ofCod" del Padre Roger Haight, S.f., 13 diciembre 2004; Not(jicación sobre las obras "Jesucristo liberador. Lectura histórico-teológica de Jesús de Nazaret" y "La fe en Jesucristo. Ensayo desde las víctimas" del padre Jan Sobrino, s.j.. 26 noviembre 2006.

4. «One can no 10ngercIaim... Christ as the absolute center to wich all other historical mediations are relative». R. Haight, JeSlls Symbol ofCod, Maryknoll, NewYork 1999,333.

s. Congregación para la Doctrina de la Fe, Not(jicación sobre el libro "Jesus Symbol ofCod" del Padre Roger Haight, S.f., 13 diciembre 2004.

6. Nottficación sobre el libro "Jesus Symbol ofCod" del Padre Roger Haight, SJ (2004).

7. Congregación para la Doctrina de la Fe, Declaración "Dominus 1esus" sobre la unicidady la universalidadsalvífica de Jesucristo y de la Iglesia, 6 agosto 2000, n. 22.

8. «La interpretación de los dogmas», en Comisión Teológica Intemacional,Documentos 1969-1996, Madrid 1998,417-453.

9. «La interpretación de los dogmas» (1998),423. 10. «La interpretación de los dogmas» (1998),434. 11. Juan Pablo 1I, Carta encíclica "Fides et ratio" sobre las

relaciones entre Fe y Razón, 14 septiembre 1998, D. 96.

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No. 03 Mayo/ Agosto de 2007

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