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    Apuntes de las intervenciones de Davide Prosperi y Julin Carrn en la Jornada

    de inicio de curso de los adultos y de los estudiantes universitarios de CLde Lombarda. Rho-Pero, 26 de septiembre de 2009

    PGINAUNO

    Lo que debera brillar

    en nuestra mirada

    todos los das(Luigi Giussani)

    OCTUBRE 2009 IHenri Matisse caro, 1947. Metropolitan Museum of Art de Nueva York (Foto Scala Florencia/Art Resource).

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    LO QUE DEBERA BRILLAR EN NUESTRA MIRADA TODOS LOS DASPGINA UNO

    Apuntes de las

    intervenciones

    de Davide

    Prosperi y

    Julin Carrn

    en la Jornada de

    inicio de curso

    de los adultos

    y de los

    estudiantes

    universitarios

    de CL de

    Lombarda.

    Rho-Pero, 26

    de septiembrede 2009

    JULIN CARRNConscientes de nuestra necesidad, pidamos al Es-

    pritu que lleve a cumplimiento abrindolo de paren par ese deseo que nos ha trado hasta aqu.

    Desciende Santo EsprituDamos la bienvenida a todos y saludamos a nues-

    tros amigos que estn conectados desde las distin-tas regiones de Italia y desde el extranjero. Es un in-tento irnico como todo lo que hacemos haceruna Jornada de inicio de curso en directo desde Mi-ln. Pero no basta estar presentes fsicamente paraque este momento sea un gesto; es necesario que cadauno de nosotros, est donde est, se halle presentecon toda su persona, para que lo que suceda en-cuentre en nosotros esa apertura, esa grieta a tra-

    vs de la cual pueda entrar la gracia que el Seorquiera darnos.

    DAVIDE PROSPERIComenzamos nuestro encuentro de este ao a par-

    tir del punto en el que concluimos el encuentro delao pasado. Hace un ao nos habamos concentradoen la figura del testigo, en la importancia esencialdel testigo dentro del camino que nos lleva hacia lamadurez de la fe, hacia la certeza de la fe. Como nosha recordado Carrn en su carta a la Fraternidadnada ms volver del Snodo, nuestra principal

    contribucin a la Iglesia y al mundo no est ante todoen una accin cultural, civil o poltica (se trata defrutos que maduran como y cuando Dios quiere),y menos an en una forma de hegemona aunquesea por motivos nobles. Nuestra principal contri-bucin es el testimonio del acontecimiento que haconformado nuestra vida, y, al hacerlo, ha hecho deella, da a da, algo distinto, ms humano, ms ca-paz de gratuidad, de leticia, tan capaz de leticia queresulta envidiable, incluso para aquellos que por milrazones nos han criticado siempre... Lo hemos vis-

    to muy bien en el Meeting. Una de las cosas que msha impresionado a los que llegaban all por primeravez ha sido la pasin y la gratuidad de los volun-tarios voluntarios que dan all su propio tiempoy sus propias energas, adems de pagar para podercontribuir a este gesto que manifiesta, tambin a ni-vel cultural, el corazn y la capacidad expresiva dela experiencia, un hecho inexplicable con las ca-tegoras habituales con las que estamos acostum-brados a concebir las cosas de cada da. Permitid-me que cite un editorial de Il Tempo firmado porRoberto Arditti: en l cuenta que haba ido al Meeting

    lleno de escepticismo por una antigua aversin almovimiento de CL nacida y crecida en los aos de

    la Universidad. Un da en Rimini dice me ha obli-gado a cambiar radicalmente de idea. Ante lo queha visto, se pregunta:El mundo laico de finales delsiglo XX, qu ha dejado en herencia a los ms j-

    venes? Hemos sabido construir alguna fuerzatil? No encuentro respuestas convincentes a es-tas preguntas, y en cambio los chicos del Meetingson libres y fuertes (sin mitificarlos, por favor). Alas 11 de la noche vuelvo al aparcamiento en bus-ca de mi coche. Hay una chica sentada sola en unapequea silla de plstico. Me saluda sonriendo y meacompaa al coche. Trabaja (como voluntaria) enel aparcamiento, menudo privilegio! All est, consu camiseta del Meeting, contenta por lo que hace.Y le sonre a una persona a la que ve durante unos

    pocos segundos. La noche anterior me encontrabacenando en el Billionaire [uno de los clubes vera-niegos ms exclusivos de Europa]. All nadie son-rea como aquella chica del aparcamiento. Me re-fiero tambin a aquellos que han venido a Rminia medirse con lealtad con la propuesta que se les ha-ba hecho, dando testimonio valiente de cmo elacontecimiento cristiano se convierte en un juiciocultural nuevo, como nos han mostrado, por ejem-plo, Tony Blair y Mary Ann Glendon, por citar dosde ellos. Y esto porque el testigo no indica slo unaforma de hacer las cosas, sino una concepcin nue-

    va de la realidad y de la propia relacin con ella.Pero la experiencia de este ao ha situado en pri-

    mer plano tambin el riesgo de una superficialidad,de una concepcin reducida, sentimental, de lo quesignifica mirar al testigo. Se corre el riesgo de re-ducir al testigo a un ejemplo positivo, a alguien queme hace experimentar un sentimiento de exaltacin,o de consolacin precaria, un sentimiento que sinembargo se va por donde ha venido, dando lugara una insatisfaccin, a la sensacin de estar siempreen el punto de partida. Pero el testigo, literalmen-

    te, quin es? A lo largo del ao nos hemos plante-ado esta pregunta con frecuencia. El testigo, en sen-tido estricto, es alguien que me cuenta un hecho ver-dadero, del que est seguro porque lo ha visto, por-que ha hecho experiencia de l. El testigo es alguienque me atestigua que el hecho de Cristo es verda-dero, porque ha hecho experiencia de l, lo sabe porexperiencia, est seguro de ello porque este hechoha cambiado su vida y est presente aqu y ahora,siempre, como dice el ttulo del nuevo libro que re-ne los Equipe (Qui e ora. 1984-1985, Bur, Miln2009). Por tanto, el testigo es alguien que conoce la

    Verdad. Y lo que hace de l un sujeto distinto es elhecho de que se apoya en algo slido, en el nico que

    II OCTUBRE 2009

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    LO QUE DEBERA BRILLAR EN NUESTRA MIRADA TODOS LOS DASPGINA UNO

    Jvenes en un tramde Miln.(Las fotos reproducidas

    en estas pginas

    son de

    Gianni Berengo Gardin)

    ha vencido a la muerte. Siempre me ha impresio-nado la observacin de Giussani de que en la Bibliala idea de verdad se expresa a travs de la imagen dela roca. La verdad no es un pensamiento, no es unconcepto intelectual. Es una Presencia sobre la queme puedo asentar, sobre la que puedo apoyar todomi yo. Una Presencia que impide que me hunda,como dice el Salmo 40: Me levant de la charca fan-gosa; afianz mis pies sobre roca (Sal40,3). El tes-tigo es aquel que vive apoyado por completo sobre

    la roca. Y por eso deseas pegarte a l.Aqu surge, entonces, una primera pregunta: si

    el testigo es lo que hemos dicho, por qu, an es-tando rodeados de tantos testigos, sigue siendo tandbil en nosotros la certeza? Este verano has em-pezado a insistir en que no basta el testigo. Entonces,cul es el paso que tenemos que dar? Dnde nosbloqueamos?

    Muchas veces es como si nos detuviramos, porcomodidad o, en el fondo, por falta de estima pornosotros mismos, ante la vibracin que produce en

    nosotros la belleza de los efectos del hecho, es de-cir, ante la vibracin en nosotros de la belleza de losfrutos que la pertenencia a Cristo introduce en al-gunos momentos o en algunas personas. Nos de-tenemos en el gozo que nos produce la fascinacinde la humanidad de algunas personas, sin que estocmo decirlo? suscite un bro, un deseo, y portanto un trabajo, un camino, en definitiva, un mo-vimiento hacia el origen escondido de esa huma-nidad distinta.

    Este verano alguno de nosotros hemos visto el v-deo de una intervencin de don Giussani hablan-

    do sobre Leopardi (vdeo de un encuentro con losestudiantes universitarios del Politcnico de Miln

    en 1996 proyectado en la Asamblea Internacional deResponsables de CL La Thuile, 18-22 agosto2009; ndr). Yo personalmente me qued sin pala-bras, embelesado por esa forma de sentir, de mirary de percibir lo humano. Pero al cabo de dos das,me di cuenta de que ya no pensaba en ello. Es de-cir, es como si corrisemos continuamente el ries-go de quedarnos en un reflejo sentimental, esttico,incluso ante el mayor de los testimonios, y com-prendo que el paso al que nos reclamas incansable-

    mente implica ir hacia otro nivel, para que algo deaquellos ojos, de aquel modo con el que Giussani ha-blaba de lo humano, entre en la forma con la quenosotros afrontamos todas las cosas, con la que voya trabajar por la maana, con la que me encuentrocon los amigos, con la que saludo a mis hijos y a mimujer cuando vuelvo a casa por la noche. Es lo mis-mo que debi ver el director de Il Tempo en aque-lla chica del aparcamiento del Meeting. Si no es as,aunque est rodeado de una multitud de testigos, mequedo en el mismo estado de confusin, ni ms ni

    menos, que aquellos que no han tenido mi encuentro.Y aqu llegamos a la segunda pregunta, que en cier-to sentido incluye tambin la primera: qu puedevencer la confusin?

    JULIN CARRN1. LA VICTORIA SOBRE LA CONFUSIN

    ES UNA EXPERIENCIA

    La confusin es vencida por una experiencia, y loque caracteriza la experiencia es el juicio, no el re-flejo sentimental que me provocan las cosas, comomuchas veces vemos en nosotros. El juicio es lo que

    permite que algo que uno hace llegue a ser expe-riencia. Por eso don Giussani nos ha testimoniado

    OCTUBRE 2009 III

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    constantemente que si no queremos sucumbira la confusin, si queremos llegar a hacernos adul-tos deca, sin resultar engaados, alienados, es-clavizados por otros e instrumentalizados, tenemosque habituarnos a confrontarlo todo con la expe-riencia elemental, con ese conjunto de exigenciasy de evidencias que constituyen nuestro yo. Perodon Giussani es consciente de que lo que proponees una tarea que no es nada fcil, que es ms bienimpopular. Normalmente, de hecho, todo se afron-

    ta con la mentalidad comn que sostienen y pro-pagan quienes detentan el poder en la sociedad. Desuerte que [atencin!] la tradicin familiar y la tra-dicin del contexto ms amplio en el que uno cre-ce se sedimentan encima de nuestras exigencias ori-ginales y constituyen como una gran costra que al-tera la evidencia de aquellos primeros significados,de los criterios primigenios que constituyen esasexigencias (El sentido religioso, Encuentro, Madrid1998, pp. 26-27). Y nosotros debemos ser conscientesde esto, porque lo que a continuacin llamamos co-

    razn no es otra cosa que esas sedimentaciones, ex-presiones de la mentalidad de todos; y por eso mu-chas veces nos encontramos perdidos y confundi-dos como todos (basta con mirar a nuestro alre-dedor). Don Giussani, amigos, era perfectamenteconsciente del tipo de desafo que nos lanzaba: Eldesafo ms audaz a esa mentalidad que nos domina[atencin!] y que influye en nosotros a todos los efec-tos desde la vida del espritu hasta el vestido es jus-tamente habituarnos a juzgar todas las cosas a la luzde nuestras evidencias primeras, y no estar a mer-ced de nuestras reacciones ocasionales [es decir, del

    reflejo sentimental de las cosas] (Ibidem, p. 27). Portanto, si queremos vencer realmente esta confusin,

    debemos decidir si aceptamos el desafo de ejercerhabitualmente este juicio. El uso de la experien-cia elemental, o de nuestro corazn, es impopu-lar sobre todo ante nosotros mismos, pues el co-razn es precisamente el origen de ese malestar in-definible que se experimenta, por ejemplo, cuan-do a uno se le trata como objeto de inters o de pla-cer (Ivi). Es impopular ante nosotros mismos: esms fcil repetir lo que dicen todos, no hacer lascuentas con ese malestar indefinible que experi-

    mentamos. Juzgar es empezar a liberarnos de la con-fusin. Pero, por qu es impopular? Responde:Larecuperacin de la profundidad existencial [esa pro-fundidad que se halla bajo la costra], que permiteesta liberacin, no puede evitar el esfuerzo de ir con-tra la corriente. Se podra llamar a esto trabajo as-ctico, donde la palabra ascesis indica la obra delhombre que busca la madurez de s mismo, en cuan-to que directamente se centra en el camino haciasu destino. Es un trabajo, y no un trabajo obvio [alcontrario de lo que pensamos muchas veces]; es algo

    simple, pero que no se puede dar por descontado[en absoluto!]. Como hemos dicho hasta ahora, esalgo que hay que reconquistar. Aunque en todos lostiempos el hombre ha tenido que trabajar para re-conquistarse a s mismo, vivimos en una poca enla que la exigencia de esta reconquista es ms cla-ra que nunca. En trminos cristianos, este esfuer-zo forma parte de la metanoia o conversin (Ibi-dem, pp. 27-28).

    Resulta impresionante releer estas pginas en elcontexto actual en el que nos encontramos. No haynada que describa mejor lo que nos sucede. Es di-

    fcil encontrar palabras ms pertinentes con respectoa la confusin en que vivimos.

    PGINA UNOLO QUE DEBERA BRILLAR EN NUESTRA MIRADA TODOS LOS DAS

    IV OCTUBRE 2009

    Matrimonio en el parquede Cinisello Balsamo, unpueblo cerca de Miln.

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    Pero, amigos, cul es esta dificultad? Nosotros per-cibimos el trabajo que nos propone don Giussanide juzgarlo todo como algo aadido, intelectual, slopara personas que se complican la vida. En realidad

    pensamos vivir es otra cosa, hacer experiencia esotra cosa, juzgar es slo para tipos complicados oconfusos. Y por eso ni siquiera lo tomamos en con-sideracin, ni siquiera nos tomamos la molestia deaceptar el desafo y afirmamos: Pero, qu cosas de-cs! Juzgar? Venga ya Seamos serios!.

    El mayor escollo que tenemos ante la propuestadel carisma y esto nos sucede desde hace aos, des-de hace aos lo tenemos delante de los ojos es com-prender cul es el problema, reconocer cul es la cues-tin. Siempre recordamos la frase de Chesterton, de-

    dicada a nosotros, que somos los sabios: Lo malono es que los sabios no vean la respuesta, sino queno ven el enigma (G.K. Chesterton, Ortodossia, Edi-zioni Martello, Miln 1988, p. 49). No compren-demos de qu se trata, y por eso nos vemos per-fectamente descritos en la frase de Brbara Ward ci-tada en El sentido religioso: Los hombres raramenteaprenden lo que creen ya saber (p. 138).

    Por tanto, no se trata ante todo de un problemade contenido, sino de caer en la cuenta de una di-ficultad que tenemos dentro de nosotros, y cuyasconsecuencias sufrimos: es como si no consigui-

    semos comprender el origen de ese malestar, de esaconfusin que experimentamos, de esta dificultadpara estar dentro de la realidad, para vivir en las cir-cunstancias. Y por eso, por un lado repetimos ges-tos y, por otro, vivimos oprimidos por lo cotidia-no. Os leo una carta: Don Giussani dijo, y t noslo has repetido muchas veces, que las circunstanciaspor las que Dios nos hace pasar son un factor esen-cial de nuestra vocacin, de la misin a la que nosllama, no un factor secundario, y esto es algo queinteresa y juzga nuestra vida, normalmente distra-

    da y apresurada. Y sin embargo, despus de aosy aos en el movimiento, me sigue costando vivirlo cotidiano [gracias a Dios, dira yo, porque po-demos construir en nuestra cabeza todos los casti-llos que queramos, pero siempre hay algo que nofunciona]: las cosas pequeas, la sencillez de un ges-to habitual con mis hijos, la alegra de un momen-to normal en familia, todo esto lo vivo siempre comosi fuese una prdida, como si lo ms importante deese momento fuese otra cosa (el encuentro de Es-cuela de comunidad, la asamblea de Tizio o Caio,participar en las Tiendas de Navidad, o bien ofre-

    cer mi disponibilidad para la Colecta de alimentos),y me doy cuenta de que haciendo esto vivo otra

    realidad, como si huyera de las circunstancias quese me dan cada da para vivir.

    Cuando leo estas cosas, me dan ganas de llorar.Que todo lo que hacemos por el movimiento no nos

    sirva para vivir lo cotidiano... Entonces, para qusirve el movimiento? Cunta razn tena donGiussani cuando nos empujaba a pasar de una l-gica de grupo a una dimensin de conciencia per-sonal! (Qui e ora. 1984-1985, Bur, Miln 2009, p.320): la sola pertenencia al grupo no es suficientepara que lo cotidiano no se convierta en algo inso-portable. Y por este motivo propona comofrmula: Pasemos de hacer el movimien-to a vivir la experiencia del movimiento(Certi di alcune grandi cose. 1979-1981. Bur,

    Miln 2007, p. 149).Entonces, cul es el problema? El pro-blema es la falta de experiencia, es decir, dejuicio, pero esto nos parece extrao, exage-rado, porque pensamos que hacemos ex-periencia, hablamos siempre de ella, peroconfundimos la experiencia con lo que noes experiencia. Pensamos que juzgamos,pero la mayora de las veces nos detenemosmucho antes de realizar el juicio, nos con-tentamos con la reaccin o con el prejuicio.

    El ejemplo ms claro de esto es lo que nos

    sucede muy a menudo con el testigo, porqueno es que el testigo escape a esa forma quetenemos de vivir la relacin con la realidad.Podemos reducir al testigo ms significativo como deca antes Davide a un reflejo sentimental,y dos das despus nos encontramos como al prin-cipio: porque no basta la experiencia que ha hechootro. El testigo nos muestra una posibilidad real, mshumana, de vivir las circunstancias que se nos po-nen delante, pero si esto no nos empuja a hacernosotros mismos experiencia personal de lo que el

    testigo nos muestra, antes o despus el testigo de-jar de interesarnos nos hartamos de tantos tes-timonios, porque nunca llega a ser algo nuestro.Por eso, como nos ha dicho siempre don Giussani,si lo que intuyo o presiento como valor a travs deun testimonio, del testimonio de otro, no hago el es-fuerzo de verificarlo, antes o despus acabar mar-chndome (cfr. Ibidem, p. 158); si no veo que vuel-ve a suceder en m, con el tiempo dejar de intere-sarme. Y pona este ejemplo: A los sesenta aos, unopuede haber probado todo lo que se puede probar,pero no por ello es necesariamente una persona ex-

    perimentada; la experiencia es la capacidad de com-paracin con el ideal. Si no es as, uno no hace

    LO QUE DEBERA BRILLAR EN NUESTRA MIRADA TODOS LOS DASPGINA UNO

    OCTUBRE 2009 V

    Amigos, cul esesta dificultad?

    Nosotros

    percibimosel trabajo quenos propone

    don Giussani dejuzgarlo todo como

    algo aadido,intelectual. Y poreso, ni siquieranos tomamos

    la molestia deaceptar el desafo

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    experiencia de nada, y vive con la actitud ca-racterstica de muchos viejos, llenos de vaco y denada (Ibidem, p. 148).

    ste es nuestro destino, si nos limitamos a pro-

    bar, probar, probar... sin hacer realmente una ex-periencia: nos convertiremos en viejos vacos. Poreso insista en que debamos pasar de hacer el mo-vimiento a vivir la experiencia del movimiento, loque llamaba personalizacin. Y la clave de estepaso es el juicio eso que nosotros consideramoscomo algo aadido, extrao a la experiencia por-que el juicio es lo que permite que llegue a ser ex-

    periencia lo que uno hace.

    2. LAS REDUCCIONES DE LA EXPERIENCIA

    Ayudmonos a comprender cules sonlas reducciones de la experiencia que lle-vamos a cabo habitualmente.

    El problema es que nos cuesta realmentehacer experiencia, y esto se ve en la con-fusin. La confusin evidencia justamen-te la reduccin que efectuamos en la ex-periencia, una reduccin que es grave, muygrave. Por qu es muy grave? Porque de-bilita y hace vano el mtodo fundamentaldel desarrollo humano. Lo que Giussaniconsidera experiencia es esto: la experiencia

    no es una palabra dicha sin ton ni son, laexperiencia es el camino del desarrollo dela persona, es el instrumento que tenemosen nuestras manos para nuestro desarro-

    llo, para nuestro crecimiento. Por eso, si lo utilizamosmal o lo reducimos, todo lo que nos sucede en lavida es intil (como record en el Meeting, citan-do a los Glatas), es estril, no sirve, no incrementanuestro yo, no desarrolla nuestra persona, y as po-demos convertirnos en viejos vacos aunque ha-yamos vivido muchas cosas, porque no hemos he-

    cho experiencia verdaderamente.Cmo se produce la reduccin de esta expe-riencia? Reducimos muchas veces la experiencia alimpacto que las cosas provocan en nosotros. Ha-blamos de los hechos, pero todo se limita a eso, y des-pus no queda nada. Esto sucede porque general-mente, tambin entre nosotros, la experiencia seidentifica nicamente con el impacto que las cosasprovocan en m, con las impresiones que he teni-do, que son todas reales no es que utilicemos pa-labras sin sentido: no, contamos hechos, hablamosde cosas reales, pero son slo impresiones. La ex-

    periencia, por tanto, es ciega, mecnica. Lo quenosotros llamamos experiencia con frecuencia no

    es otra cosa que un mero probar, una mera sensa-cin, sin inteligencia, sin juicio; o bien es subjeti-va (lo cual es peor), es decir, algo sentimental. DonGiussani nos ha descrito esto con pelos y seales: De

    ah la cantidad de acepciones inadecuadas, aunquefrecuentes, de la palabra experiencia [reducida]: porexperiencia se entiende [en la lista que sigue a con-tinuacin hay sitio para todos nosotros] la reaccininmediata a determinadas propuestas, la multipli-cacin de vnculos por mera proliferacin de ini-ciativas, la fascinacin repentina o disgusto por lascosas nuevas, la afirmacin de una elaboracin o deun esquema propios, un recuerdo del pasado queno revive como valor del presente, o hasta un acon-tecimiento que se cita con el fin de bloquear una as-

    piracin o amortiguar un ideal (L. Giussani,Edu-car es un riesgo, Encuentro, Madrid 2006, p. 119).Don Giussani nos ayuda a comprender cmo re-

    alizamos esta reduccin: Sin una capacidad de va-loracin, en efecto, el hombre no puede tener nin-guna experiencia. [] Es verdad que la experien-cia coincide con el probar algo, pero sobre todocoincide con el juicio que se tiene sobre lo que seprueba (El sentido religioso, op. cit., pp. 20-21). Poreso he dicho este verano: La incomprensin dela palabra experiencia se pone de manifiesto porla forma en la que habitualmente la oponemos a

    juicio o conocimiento: all donde est la unano est el otro, son alternativos. Es la prueba msclara de que tenemos una gran confusin con res-pecto a ambos trminos. Si para nosotros la ex-periencia se reduce a esa especie de impacto, deshock mecnico, muchas veces el juicio nos pare-ce como algo intelectual, casi aadido. Y justamentepor eso muchas veces sentimos el juicio como algoforzado, como algo que nosotros imponemos so-bre la realidad, como algo que creamos nosotros[]: si tenemos que juzgar tambin las cosas bo-

    nitas, las cosas intensas, parece que esto arruina elencanto de lo que vivimos, de alguna manera pri-va de poesa a la experiencia, como si la estrope-ase. Por eso, cuando las cosas han sido interesan-tes, bonitas, persuasivas, qu necesidad hay de juz-garlas? Hemos disfrutado de ellas y con eso bas-ta. Entonces [] la insistencia con la que muchasveces se nos invita a juzgar parece un incordio. Endefinitiva, por qu si vivimos una cosa bonita te-nemos que juzgarla? Es decir, nos parece que lle-vamos a cabo una operacin artificial y trabajo-sa (Experiencia: el instrumento para un camino

    humano. Asamblea Internacional de Responsablesde Comunin y Liberacin, La Thuile, agosto 2009,

    PGINA UNOLO QUE DEBERA BRILLAR EN NUESTRA MIRADA TODOS LOS DAS

    VI OCTUBRE 2009

    Por eso insistaen que debamos

    pasar de hacerel movimiento a vivir

    la experienciadel movimiento,lo que llamaba

    personalizacin. Yla clave de este pasoes el juicio, porqueel juicio es lo que

    permite que lleguea ser experiencialo que uno hace

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    PGINA UNOLO QUE DEBERA BRILLAR EN NUESTRA MIRADA TODOS LOS DAS

    supl. a Huellas, n.8/2009, pp. 11-12). Si podemosahorrrnosla, mejor.

    Qu nos perdemos al actuar as? La respuestaa esta pregunta nos dice hasta qu punto nos cues-ta comprender. Porque la cuestin crucial es jus-tamente sta: que haciendo esta experiencia tan re-ducida, regodendonos en ella y no sintiendo la ne-cesidad de juzgarla, nos parece que no nos faltanada. El verdadero desastre es que nos parece queno nos falta nada! Es una reduccin de lo huma-

    no digna de lstima! Todo se convierte en forma-lismo, en superficialidad, en conformismo. Comolos nueve leprosos que hemos citado otras veces:no se preguntan nada, no les falta nada, no sien-ten la urgencia de otra cosa. Que nosotros sinta-mos el juicio como algo extrao quiere decir queno nos falta nada ms, y esto pone de manifiestohasta qu punto es espantosa la reduccin de lo hu-mano. Porque no juzgar es perderse lo mejor, esdetenerse antes de llegar a lo que verdaderamen-te me interesa; pero nosotros no lo echamos de me-

    nos, nos parece algo para intelectuales.Es verdaderamente impresionante que lo que esms nuestro (aquello que debera ser ms nuestro),es decir, el deseo de plenitud ante la realidad, sea lacosa ms extraa para nosotros. Qu separacin denosotros mismos! Somos impopulares para nosotrosmismos, como dice don Giussani en el texto que hecitado. Pero, qu sucede cuando nos despertamosdel sueo? Cuando termina el regodeo, qu que-da? Quedamos nosotros, solos con nuestra nada,cada vez ms perdidos, cada vez ms escpticos.Comprendis ahora por qu crece la confusin?

    Qu diferente es lo que don Giussani nos ha tes-timoniado lo recordaba antes Davide leyendo a

    Giacomo Leopardi! Porque es imposible que unovea esa humanidad y no desee esa mirada, no des-ee participar en esa forma de relacionarse con larealidad; porque lo que vemos en ese vdeo es unhombre, un testigo de cmo se puede estar ante larealidad, de cmo leer a Leopardi descubriendo, tes-timoniando ese Misterio eterno / de nuestro ser(Sobre el retrato de una bella mujer, en Carabelt, Bur, Miln 1996, p. 96), es decir, lo que nosotrossomos. Cul es este misterio? Naturaleza huma-

    na, cmo si tan frgil y vil en todo, si polvo y som-bra eres, tan alto sientes? (Ibidem, p. 97). T, sien-do tan frgil, tienes deseos grandes. Pero nosotrosdecimos a menudo que estos deseos no existen, quees como si hubiesen desaparecido. Pero don Gius-sani resulta impresionante escucharle mientras leeapasionado a Leopardi dice: no, en absoluto, el pen-samiento dominante es ste: Dulcsimo, podero-so / dominador de mi profunda mente (El pen-samiento dominante, en Ibidem, p. 77). Este gri-to, esta exigencia de felicidad, vuelve a brotar del nau-

    fragio universal, porque la infinita vanidad de todo(A s mismo, en Ibidem, p. 84) no consiste enarrancar la semilla de este pensamiento dominan-te, de esta sed, de esta pasin por la felicidad: Lomismo que una torre / en solitario campo, / t es-ts solo, gigante, en medio de ella (El pensamientodominante, en Ibidem, pp. 77-78). Podemos en-contrarnos en medio de este naufragio universal, deesta confusin total, pero el pensamiento dominantevuelve a emerger de forma implacable. Puedes es-tar todo lo confundido que quieras, pero cuando al-guien comete una injusticia contigo vuelve a emer-

    ger tu exigencia de justicia; puedes estar todo lo can-sado que quieras, pero ante la belleza no puedes

    OCTUBRE 2009 VII

    Partido de ftbol en Pars.

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    evitar que surja en ti el asombro. Ese pensa-miento dominante al que llamamos corazn es unarealidad que se puede olvidar, falsificar, unarealidad ante la que se puede objetar, pero que esinextirpable (Uomini senza patria. 1982-1983. Bur,Miln 2008, p. 256). Don Giussani nos da testi-monio de su lealtad con la experiencia, que en-cuentra en Leopardi un compaero de camino. Enmedio del desastre, existe una realidad inextirpa-ble que se yergue impetuosa, grandiosa. Si algu-

    na vez nos decidisemos a seguir esto...El testigo es aquel que utiliza la razn de esta for-

    ma, que tiene una lealtad consigo mismo, que estdefinido por este pensamiento dominante, y portanto no puede entrar en relacin con ninguna cosasin que en l brote el deseo de todo. En esto con-siste el juicio. Es necesario comparar todo con nues-tra humanidad. Esta exigencia brota en la relacincon todas las cosas, pero hace falta la lealtad que ve-mos en Giussani y en Leopardi: slo aqul que tomaen serio este pensamiento dominante, esta exigencia

    que se halla dentro de sus entraas, que brota enla relacin con todo y que no se contenta con unaexigencia que no sea total, puede comprender ver-daderamente qu es la experiencia.

    3. LA IMPLICACIN LTIMADE LA EXPERIENCIA HUMANA

    Lo que caracteriza a la experiencia es entenderunacosa, descubrir su sentido. La experiencia implica,por tanto, la inteligencia del sentido de las cosas(Educar es un riesgo, op. cit., p. 118) Cundo en-tiendo las cosas? Cuando doy razn de todos los fac-

    tores implicados en la experiencia. Cuando decimosque juzgar es artificioso, decimos algo que es con-

    tradicho por nuestra misma experiencia. Es nece-sario mirar la experiencia elemental que hacemosante la realidad, ante las montaas, ante el canto, parareconocer cmo aparece ah el juicio enseguida, deforma simultnea: Son bonitas. Y hay quiendice que es artificioso Los artificiosos somosnosotros, que no nos damos cuenta de lo que su-cede verdaderamente cuando hacemos experiencia.

    Me contaban los universitarios que en las excur-siones que hicieron por la montaa durante las va-

    caciones, con frecuencia haba personas que se pre-guntaban, al ver a ochocientas personas subir en si-lencio: Pero vosotros, quines sois?. En uno deestos episodios, un matrimonio pregunt: Qui-nes sois?. Universitarios. S, pero, quinessois? De dnde vens?. De La Thuile. S, pero,de dnde vens?. Miln, Palermo No, no.Quines sois? De dnde vens?. Somos de Co-munin y Liberacin. Ah, es una maravilla ve-ros subir!. Es artificiosa esta insistencia para lle-gar al origen, es un aadido, o tal vez se trata de per-

    sonas que no detienen su humanidad ante la pro-vocacin de la realidad, y son leales con esa provo-cacin? Los mismos chicos se quedaron impresio-nados por esta lealtad: Tambin en nosotros he-mos sorprendido la misma pregunta, una pregun-ta sobre el origen ltimo de lo que tenamos antenosotros, que habra sido artificioso bloquear an-tes de llegar a una respuesta adecuada.

    Otros dos amigos me escriben contndome la ex-periencia de sus vacaciones: Queramos contar-te un episodio que sucedi el ltimo da de nues-tras vacaciones, mientras estamos preparando las

    maletas. Te ponemos un poco en antecedentes: du-rante estas vacaciones estbamos con los amigos en

    PGINA UNOLO QUE DEBERA BRILLAR EN NUESTRA MIRADA TODOS LOS DAS

    VIII OCTUBRE 2009

    Francia, turistas mirandoal panorama.

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    una residencia en la que cada uno tena su propioapartamento, pero nos juntbamos siempre paracomer y para cenar, adems de compartir obvia-mente el resto del da. Al lado de nuestros aparta-

    mentos, estaba el apartamento de un matrimoniotoscano de unos sesenta aos (que vean con fre-cuencia nuestro ir y venir de un apartamento a otrocon un nio en brazos, propio o ajeno), cuya mesaestaba junto a la nuestra en un jardn delante de losapartamentos (nosotros ramos ocho adultos y tresnios). El da que nos marchbamos, el seor tos-cano se acerc a Ciccio, uno de nuestros amigos,y le dijo: Te quiero hacer una pregunta y me gus-tara que me dieras una respuesta precisa. Os he-mos observado mucho en estos das, hemos visto

    cmo comis juntos, cmo rezis, cmo estis convuestros hijos, pero, ms all de vuestra amistad (alo mejor sois compaeros de trabajo, pero no meparece suficiente razn para explicarlo), cul es elhilo conductor que os une?. Ciccio le respondi queramos del movimiento, que ramos cristianos yque eso era lo que haba unido nuestras vidas y noshaba hecho amigos. l respondi: Lo saba!, y leexplic que en Pistoia, donde l vive, haba cono-cido gente del movimiento, y que tambin l era ca-tlico, y luego nos dio las gracias por la compaaque le habamos hecho a l y a su mujer y nos dijo:

    Sois un espectculo!. No existe experiencia has-ta que no se llega a entender. Pero para entenderes necesario no detenerse hasta encontrar una res-puesta exhaustiva a lo que se ve: unos amigos queestn juntos de forma distinta. Y entonces brota lapregunta: Pero, cul es el hilo conductor que osune?. Es algo propio del hombre, basta con queexista un hombre con una humanidad verdadera.Prosigue la carta: Cuando Ciccio nos cont estedilogo, nos conmovimos con la misma conmo-cin de la que habla Rose, la que brota de ver al Mis-

    terio acontecer, obrar. Nos impresion mucho el usode la razn de este hombre que, mirndonos, se ha-ba dejado asombrar y, sobre todo, interrogar; ob-serv nuestra forma sencilla de estar juntos (comer,discutir en la mesa, rezar) y vio algo distinto quele impresion; pero no se qued en ese sentimientode asombro, sino que se plante la pregunta: dednde vendr este modo de ser amigos? Cul pue-de ser el hilo conductor que les une? Trat de bus-car una explicacin, y cuando se dio cuenta de queninguno de sus intentos de respuesta poda bastarpara dar razn plenamente de aquella diferencia,

    vino directamente a nosotros y nos pidi poder re-cibir una respuesta precisa.

    Es sencillo: he aqu un yo comprometido conlo que prueba. Esta exigencia de comprender,quin de nosotros la siente como extraa, comoaadida a la belleza de la experiencia, hasta el pun-

    to de estropear su encanto? Preguntarse para po-der comprender forma parte de la experiencia quehago, pues de otro modo la experiencia est in-completa, no consigo comprender, captar todo loque veo ante m. Por eso, la persona que tiene unahumanidad as no siente el juicio como algo arti-ficioso o extrao.

    Utilicemos el ejemplo que don Giussani nos hapuesto tantas veces, elemental en su sen-cillez, para desmontar de una vez por to-das esta idea de que el juicio es algo arti-

    ficioso: ante un ramo de flores, hay alguienque sienta como algo artificioso pregun-tarse quin lo ha enviado? No es que estapregunta estropee algo: preguntar quinme las ha mandado forma parte, de for-ma contempornea, del impacto que pro-ducen las flores que me encuentro en casa.Hay alguien que sienta como intelectualel hecho de preguntarse por el origen l-timo de la presencia de esas flores? Cadauno puede responder por s mismo. Elquin es la implicacin ltima de esas flo-

    res que tengo ante m. Es suficiente conque uno no sea de piedra! No es necesa-rio hacer ningn recorrido extrao: bas-ta sencillamente con acusar el impacto,porque dentro de ese impacto est conte-nida toda la implicacin.

    Por eso don Giussani nos dice que no existe ex-periencia hasta que uno no reconoce a Dioscomo la implicacin ltima de la experiencia hu-mana y, por tanto, la religiosidad como dimensininevitable de toda experiencia autntica y comple-

    ta (Ibidem, p. 119). Establezcamos una compara-cin entre lo que nosotros llamamos experienciay esta afirmacin, y nos daremos cuenta de hasta qupunto la reducimos...

    Es tan sencillo que he elegido como ttulo de nues-tro encuentro esta frase de Leopardi: Rayo divinopareci a mi mente, / mujer, tu hermosura (As-pasia, en Cara belt, op. cit., p. 86). Es tan sencilloque Leopardi no puede evitar descubrir el rayo di-vino en el impacto que le produce la belleza de lamujer que ama. Aqu se nos muestra la experien-cia en toda su sencillez: la belleza de la mujer con-

    duce a Leopardi a reconocer dentro de ella el rayodivino. A esto nos referimos cuando decimos que

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    OCTUBRE 2009 IX

    El testigo es aqulque utiliza la razn

    de esta forma, quetiene una lealtad

    consigo mismo, queest definido poreste pensamientodominante, y portanto no puede

    entrar en relacincon ninguna cosa

    sin que brote en lel deseo de todo.En esto consiste

    el juicio

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    no existe verdadera experiencia que no tenga den-tro de s el Misterio, que no implique al Misteriocomo explicacin exhaustiva. Pero, acaso diceesto Leopardi porque tenga que drselas de inte-

    lectual? Leopardi no poda vivir su experiencia derelacin con la belleza de la mujer sin que sta le re-mitiese al Misterio, le hiciese percibir el rayo divi-no. Para esto hace falta un hombre como Leopar-di, hace falta una lealtad con ese pensamiento do-minante que vuelve a emerger constantemente en

    el naufragio universal, de manera que no nosdetengamos antes.

    En nosotros no existe esta inmediatez;a nosotros nos cuesta porque, como hemosexplicado otras veces, una costra cubre

    nuestras exigencias elementales, y slo tra-bajando podremos hacerlas salir a la luz.Hemos visto el esfuerzo que tenemos quehacer para llegar a describir la experien-cia en su totalidad (este verano hemos he-cho experiencia de esto en los gestos quehemos vivido juntos). Pero es lo que donGiussani nos ha dicho siempre: que unoque dice yo con toda la conciencia, contoda la autoconciencia de s mismo, nopuede evitar implicar al T que le hace:Yo soy t-que-me-haces (El sentido re-

    ligioso, op. cit., p. 152), sta es la frmulade la experiencia completa. As pues, yano dir yo soy conscientemente, de to-tal acuerdo con mi estatura humana, sinoidentificndolo con yo soy hecho (Ibi-dem, p. 153). Y para comprender hasta qupunto estamos lejos de esto, es suficientecon observar cuntas veces decimos: yosoy sin esa autoconciencia.

    Sin la percepcin y el reconocimiento del Miste-rio como factor de la realidad no existe experien-

    cia, en ninguna circunstancia; y esto nos haceconscientes de la limitacin que tenemos, la cual haceque sea arduo, difcil, no inmediato el recorrido dela razn hasta llegar al T, a esa implicacin l-tima de la experiencia humana que se encuentra yaen su interior. No es necesario aadirLo. Como nosha enseado don Giussani con la imagen de los es-caladores: somos como los escaladores de hace cienaos que [para subir a la cumbre] se vean obliga-dos a afrontar una larga marcha de aproximacin(Por qu la Iglesia, Encuentro, Madrid 2004, pp. 42-43). Podremos conseguirlo nicamente si sentimos

    en nosotros la urgencia de esa exigencia de expli-cacin total que slo el Misterio puede cumplir.

    4. LA PRUEBA DEL NUEVE DE LA EXPERIENCIA:DARNOS CUENTA DE QUE CRECEMOS

    Sin embargo, tras muchos aos en el movi-miento, nos damos cuenta de que todava nos

    cuesta mucho hacer este trabajo, y esto se pone demanifiesto en muchas ocasiones. Lo he visto, porejemplo, de forma clamorosa durante la asambleadel Equipe del CLU de este verano, cuando trat-bamos de comprender verdaderamente hasta elfondo qu es la experiencia; por lo menos en tresocasiones a lo largo de la asamblea dieron la res-puesta adecuada, pero cuando les peda que lo re-pitieran, no lo conseguan: lo haban dicho por ca-sualidad. Y este es el motivo se trata de algo de-cisivo para nosotros, porque decimos muchas ve-

    ces cosas verdaderas, pero no nos damos cuentade ellas de que don Giussani insista: La expe-riencia conlleva, por tanto, el hecho de darnoscuenta de que crecemos (Educar es un riesgo, op.cit., p. 117). Si no nos damos cuenta de ello, aun-que lo digamos muchas veces, como deca antesDavide, volvemos a partir siempre de cero. Se veque no hacemos experiencia porque la experien-cia no nos hace crecer en la autoconciencia. Y en-tonces volvemos a la confusin.

    Me asombra con qu claridad y evidencia iden-tifica don Giussani todos los factores de la expe-

    riencia, y cmo puede acompaarnos ahora. Confrecuencia decimos: S, ya lo s!, pues, habien-do escuchado muchas veces estas cosas y repi-tindolas, nos parece que ya las sabemos. En micaso, entiendo perfectamente a qu se refiere, por-que es lo que me sucedi a m: yo pensaba que sa-ba ciertas cosas, y por eso la decisin ms gran-de de mi vida fue aceptar empezar a comprenderlo que crea ya saber, empezar a aprender lo quecrea que ya saba. No estoy reprochando nada anadie, porque por mi experiencia s perfectamente

    cul es el problema: yo repeta las palabras justas,pero luego la realidad me poda. En cambio, lo queme ha permitido hacer un camino ha sido acep-tar volver a empezar. Y esto don Giussani lo tenamuy claro. Me sorprende releer lo que dijo durantesu primera hora de clase: Siempre he dicho a misalumnos desde la primera hora de clase que di: Noestoy aqu para que vosotros consideris comovuestras las ideas que yo os doy, sino para ensearosun mtodo verdadero de juzgar las cosas que os voya decir. Y las cosas que os voy a decir son una ex-periencia que es el resultado de un largo pasado

    de dos mil aos (Ibidem, p. 19). Saba que no po-da ayudar a nadie si no pona en movimiento el

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    X OCTUBRE 2009

    Esta exigenciade comprender,

    quin de nosotros

    la siente comoextraa, comoaadida a

    la belleza dela experiencia,hasta el puntode estropearsu encanto?

    Preguntarse parapoder comprender

    forma parte dela experienciaque hago, puesde otro modo

    la experienciaest incompleta

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    yo de aquellas personas, que no era suficiente conlo que l deca, que no bastaba ni siquiera su tes-timonio: era consciente de que slo poda ayudarofreciendo un mtodo para que sus estudiantes pu-diesen juzgar todas las cosas que l deca. Es decir,desde el inicio don Giussani desafa el corazn deaquellos que el Seor le pone delante. Es la exal-tacin de la persona: t eres capaz de juzgar por-que existe un pensamiento dominante, una to-rre en medio del naufragio universal que te per-

    mite juzgar, hacer un camino para salir de la con-fusin. Y aade: El respeto de este mtodo ha ca-racterizado desde que empec mi compromisoeducativo, indicando con claridad su objetivo: mos-trar la pertinencia de la fe a las exigencias de la vida[es decir, el deseo de felicidad]. Por mi formacinprimero en la familia y en el seminario, y por pro-pia meditacin despus, me haba persuadido pro-fundamente de que una fe que no pudiera perci-birse y encontrarse en la experiencia presente, queno pudiera verse confirmada por ella, que no pu-

    diera ser til para responder a sus exigencias, nopoda ser una fe en condiciones de resistir en unmundo donde todo, todo, deca y dice lo opuestoa ella (Ibidem, p. 19). Primera hora de clase!

    5. EXPERIENCIA CRISTIANALo que l describe acerca de la experiencia en ge-

    neral, sucede de forma ms eminente en la expe-riencia cristiana. Por qu es ms fcil an en la ex-periencia cristiana? Nos lo ha dicho siempre:porque cuanto ms excepcional es la presencia conla que me encuentro, ms fcil resulta reconocer-

    la. Cuanto ms bellas son las montaas, ms fciles para nosotros reconocerLe, cuanto ms bella es

    la mujer de la que me enamoro, tanto ms fcil esreconocerLe. La exigencia brota ms fcilmente, nosaferra de tal manera, es tan imponente que nos haceasombrarnos ante los hechos excepcionales. Po-demos estar distrados, pero ante ciertas cosas esimposible no sobresaltarnos, no preguntarnos porQuin las hace posibles. Esto es universal, y lo heintuido en mi ltima visita a Brasil, cuando Na-talia, una chica metodista, dijo en una asamblea:El tema sobre el que tenamos que trabajar este

    mes era la correspondencia: tenamos que buscaralgo que correspondiera al propio corazn. Yo heencontrado algo que corresponde a mi corazn, yson estas personas de la Asociacin de Cleuza yMarcos, porque, aunque pueda parecer increble,vivimos en una poca en la que si vosotros decsque sois catlicos, los evanglicos se quitan de enmedio, se van; si digo que soy evangelista, son loscatlicos los que se marchan. Vine aqu y dije a qureligin perteneca. Luego, al volver a casa, pens:soy consciente de lo que provocar en mi vida lo

    que he dicho? Pero sucedi lo contrario de lo quepensaba, porque cuando llegu aqu todos me son-rean, me preguntaban si todo marchaba bien. Noentenda, pero respond: Todo va bien. Y luegollegaba otro y deca: Ests bien? Cmo ests?.Entonces empec a comprender qu es Dios, ques la fe en Dios: en ningn otro lugar me haba sen-tido nunca tan acogida, tan amada como aqu. Enmi vida me haba sentido tan respetada. Para darrazn de la experiencia de ser respetada y amadaas, Natalia debe implicar lo divino, hasta ese pun-to es extraordinaria la experiencia.

    Slo si aceptamos en cada experiencia esta im-plicacin ltima podremos vencer la confusin.

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    OCTUBRE 2009 XI

    Mntua, un grupode estudiantesen la niebla.

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    La contribucin que nos ofrece don Giussanitestimonindonos que Dios es la implicacin l-tima de la experiencia es la respuesta ms adecuadaa la pregunta. Pero nosotros muchas veces, ante loshechos excepcionales, permanecemos en la con-fusin, porque bloqueamos esa exigencia quesurge, la pregunta inevitable de Quin hace posi-ble toda esa belleza. Mirad cmo nos lo testimo-nia: El encuentro del que parte la imagen per-suasiva de Cristo, en el que se intuye que Cristo es

    algo pertinente a la vida, que interesa para la vidase producir con una compaa o incluso con unasola persona, no porque t comprendas que alldentro est Cristo, sino porque te hace decir:Cmo es que todos stos son as?. [] Por tan-to, t comienzas este camino cuando encuentrasun compaero, una compaera, o bien cuando vesa un grupo que tiene algo interesante, y vas detrsde l. Y escuchas a stos que dicen que lo ms in-teresante que tienen es porque Est el Seor; yvas detrs de ellos con un poco de curiosidad, pero

    sin estar definida por aquello, sin estar determi-nada por aquello. Pero llega un momento en el queeste reclamo se hace mayor, [] esas palabras y esasideas van adquiriendo una mayor resonancia enti; y cada vez te conmueves ms cuando la gentete dice: Mira, nosotros estamos juntos por este mo-tivo [por el Seor]. Esto constituye un salto cua-litativo con respecto a la impresin inicial; entoncesempiezas a tomar en serio aquello: [] a medi-da que sigues con continuidad esta evolucin, Je-ss se vuelve ms importante que los rostros de losque estn juntos [ste es el ncleo de la cuestin:

    que Jess Jess! se vuelve ms importante quelos rostros de los que estn juntos]. Es ms, se vuel-

    ve tan importante que comprendes que sin l [sinJess] los rostros desapareceran y t te hartar-as. ste es el destino de muchsima gente que pasapor nosotros y luego se marcha. Como en El ho-gar, de Pascoli: se marchan por su cuenta, porqueno han tomado en consideracin de forma ade-cuada, no han sido serios con lo que la compaaque les ha atrado ha expresado como motivo desu existencia. La compaa dice: Estamos juntospor ste; uno no se lo toma en serio y se conten-

    ta con la compaa, le gusta la compaa; pero notiene en cuenta el motivo. Despus de algn tiem-po, os juro que dejar incluso la compaa [staes la consecuencia de que no lleguemos al juicio,porque una realidad sin motivo adecuado se es-fuma]! El motivo adecuado que explica esta com-paa es otra cosa. Y esto es lo que debera brillaren nuestra mirada todos los das, porque todos losdas se trata de esto (Tu (o dellamicizia), Bur,Miln 1997, pp. 175-177).

    La seal de que estamos haciendo un camino

    nos dice es que Jess se vuelve ms importanteque los rostros de los que estn juntos, no porqueyo me olvide de ellos, sino porque no agotan todala exigencia de cumplimiento que tengo dentro dem; y si yo no llego hasta ah, hasta Jess, me can-so y me marcho. Por eso, si nosotros no llegamoshasta ah seguiremos diciendo que este recorridoes artificioso (porque lo importante es lo que toco,lo que veo, y todo lo dems son mentiras), y an-tes o despus nos marcharemos, porque, lo que-ramos o no, no corresponder nunca a la exigen-cia que tenemos dentro, a ese pensamiento do-

    minante que permanece, como torre en solitariocampo en medio del naufragio universal.

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    XII OCTUBRE 2009

    Museo del Teatrode la Scala en Miln

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    Cmo no conmoverse ante este testimonio deGiussani? Jess es lo que debera brillar en nues-tra mirada todos los das (Ibidem, p. 177). Sin estaexperiencia de Cristo, slo queda un discurso for-

    mal sobre Cristo, y nosotros seguiremos perdidosy confundidos como todos, sometidos por el nihi-lismo, ese husped inquietante de nuestro tiem-po, como lo ha definido el cardenal Angelo Bag-nasco. Sin experiencia real de Cristo, nosotros mi-ramos la realidad como todos. Para comprender queesto no es algo que haya que dar por descontado, bas-tara con que cada uno mirarse cmo se ha movi-do en los asuntos que han afectado a Italia, que dice de nuevo Bagnasco es atravesada cclicamentepor un malestar tan tenaz como misterioso (A. Bag-

    nasco, Discurso de apertura del cardenal Presidenteen el Consejo Permanente de la Conferencia Epis-copal italiana, Roma, 21 septiembre 2009). Cmolos hemos juzgado? Con qu criterio? Tanto albo-roto parece tener una nica finalidad: evitar que seplantee la nica pregunta exhaustiva que corres-ponde al corazn, aquella planteada por Henrik Ib-sen en Brand: Respndeme, Dios mo, a la hora enque la muerte se apodera de m: Basta toda la vo-luntad de un hombre para comprar un tomo desalvacin? [es decir: puede el hombre con sus fuer-zas llevar a cabo un solo acto verdadero?] (Brand,

    Encuentro, Madrid 1996, p. 164). Todo lo dems esun intento por esconder nuestra incapacidad pararesponder a nuestro mal y al de los dems.

    Lo que hace posible un gesto como el Meeting, endonde todos se sienten como en casa, es una expe-riencia. Y esto sucede, de forma paradjica, no es-condindonos, sino poniendo ante el mundo lo quesomos, lo que tenemos por ms querido, que es loque nos hace interesantes para todos. Sin esta ex-periencia real de Cristo no existe educacin, por-que nadie es capaz de desafiar el corazn.

    Por eso resulta impresionante lo que dijo donGiussani en 1980, tras leer en un encuentro con pro-fesores el testimonio de un exponente del Samiz-dat ruso, que estaba contento de haber sido con-denado al campo de concentracin por su fe (du-rante la lectura de la sentencia sus amigos cantaronel himno pascual de Cristo resucitado): Y nosotros,en una poca en la que existen personas que vivensu fe as, nos contentamos con ocuparnos de nues-tro grupo! Pero, qu es vuestro grupo? Qu es vues-tro grupo de chavales? Eres t el que ests frente almundo, frente a la escuela, frente a los profesores,

    eres t el que ests frente a los libros, a las ideas quecirculan, eres t, no tus chavales, no tu grupo, no el

    CLE, no CL. sta es la nica forma de hacer resur-gir el CLE y CL: tu fe y nada ms, sta es la cuestin,la fe vivida en primera persona [como experienciareal]. La cuestin no es el temperamento que tie-

    nes, las circunstancias del ambiente, los chavales quetienes, tu incapacidad ante los chicos, la clase en laque consigues algo y aquella en la que no consiguesnada. Si estuvieses solo y no hubiese ni Blas con-tigo sera lo mismo, ms doloroso, pero menos ilu-sorio y ms puro. Os aseguro que antes o despuslos dems vern! [] La cuestin ms importan-te es la fe vivida en primera persona.Nunca me cansar, al usar la palabra fe, derecordar qu quiere decir, porque no se sabelo que quiere decir, aunque se la defina te-

    olgicamente. La fe es el reconocimientoasombrado, agradecido, tmido y, al mis-mo tiempo, apasionante de una presencia;porque Dios ha venido y est entre nosotros.[] El contenido de la fe es lo ms hermosoy presente que existe, y yo no conozco otracosa sino esto. He venido en medio de vos-otros y no he conocido otra cosa sino a Cris-to, a Cristo histrico, crucificado, Dios he-cho hombre. Como se puede ser testigo sino es por esta fe, y no por nuestras capa-cidades mentales, habilidades particulares

    o posibilidades de tiempo? (Archivo de CL).Por este motivo, al comienzo de este cur-

    so cada uno de nosotros es llamado a de-cidir si hace el camino tal como nos lo pro-pone don Giussani, siendo leales con la experiencia,o se queda bloqueado de nuevo. Slo si hacemos unaexperiencia as, podremos ver la conveniencia hu-mana de la fe. Y esto no debemos darlo por des-contado, porque muchas veces confundimos la in-tencin de seguir con el seguimiento real, es decir,con esa comparacin estrecha con el mtodo que l

    nos propone. Con palabras ms explcitas todava,debemos decidir si queremos en verdad ser hijos, por-que slo as podr ser padre para nosotros cada vezms, generarnos en esa humanidad que hemos vis-to en l (y que tiene en el caro de Henri Matisse, quehemos elegido como imagen de nuestro encuentro,su representacin artstica): el sentimiento denosotros mismos definido por la conciencia de la pre-sencia del Padre, de modo que cada una de nuestrasexpresiones sea cada vez ms completa como rela-cin con el gran designio, por nuestro bien y el denuestros hermanos los hombres. ste es el desafo,

    la eleccin que cada uno debe hacer y en la que que-remos acompaarnos a lo largo de este ao.

    PGINA UNOLO QUE DEBERA BRILLAR EN NUESTRA MIRADA TODOS LOS DAS

    La seal de queestamos haciendo

    un camino es queJess se vuelvems importanteque los rostros

    de los que estnjuntos, no porque yome olvide de ellos,

    sino porqueno agotan todala exigencia de

    cumplimiento quetengo dentro de m