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Fray Mariano Toribio Jáquez, primer franciscano de Chihuahua Para la historia eclesiástica de Chihuahua la figura de Fray Mariano Toribio merece ser recordada debido a su relevancia en los últimos años del siglo XVIII y a los testimonios de la santidad de su vida en tiempos de crisis que impactaron lo que hoy es México debido a la expulsión de los jesuitas por parte de la monarquía española. Pocos conocen la vida de este humilde franciscano y su importancia evangelizadora en la Nueva Vizcaya. Para esta biografía se siguen los datos que proporcionan el Prof. Zacarías Márquez Terrazas, historiador del periodo virreinal, y el P. Dizán Vázquez Loya, historiador de la Arquidiócesis de Chihuahua, acerca de la vida y obra de Fray Mariano. Este franciscano, originario de El Real de San Felipe de Chihuahua (Cd. Chihuahua), se destacó por su cultura, disciplina, fidelidad a los ideales franciscanos de observancia y vida de piedad, su nombre al profesar como religioso fue Fray Mariano de Jesús María Toribio Jaquez, o fray Mariano Toribio de Jesús María. Parte de la biografía de este misionero nos remite al libro Crónicas de la Provincia de Nuestro Padre San Francisco de Zacatecas, escrita por el Padre Fray José Arlegui a fines del siglo XVIII, revisada y aumentada en el siglo XIX (Edición de 1851). En esta segunda edición aparece el fraile chihuahuense porque el continuador de la revisión del libro, Fray Antonio Gálvez, fue discípulo de Fray Mariano en Zacatecas y de primera mano pudo conocer la vida virtuosa y la observancia religiosa de quien fuera su venerado maestro de novicios. Fray Mariano nació en 1744 en la naciente pero prospera villa de Chihuahua; Se destaco por su piedad y muy joven entró en la orden de frailes menores franciscanos en Zacatecas donde hizo su noviciado y profeso uniendo a su nombre de bautismo los de Jesús y María. Fue ordenado sacerdote en Zacatecas en 1768 y pronto tuvo trabajo debido a sus talentos y capacidad intelectual. Su formación y disciplina hicieron que fuera elegido como maestro de estudiantes y de gramática, que englobaba varias disciplinas dentro del trívium y cuatrivium. Entre 1769 y 1781 dicta clases en la escuela del hospicio de San José en Chihuahua y ejerce los cargos de lector (o maestro) de filosofía y de gramática y además de ser predicador conventual, un título dado por sus dotes de oratoria. Desde el pulpito expresa su profunda unión con Dios y su amor por la vida religiosa franciscana. En 1767 los padres de la Compañía de Jesús fueron expulsados de territorio español y en el norte de México su labor se vio truncada ya que gran parte de la sierra Tarahumara estaba a cargo de estos misioneros de San Ignacio de Loyola. En la ciudad de Chihuahua tuvieron que cerrar el colegio de Loreto pero los franciscanos hicieron lo posible por suplir el vacío que dejaron en este campo de la educación. Para eso contaron con la colaboración de Fray Mariano Toribio en ese entonces responsable de la Iglesia de San Jerónimo de Estridión en el poblado del mismo nombre, hoy Aldama, Chih. Fray Mariano y los frailes tenían toda la buena intención de rescatar la cultura jesuita pero las autoridades novohispanas prohibieron a los nuevos maestros franciscanos el

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Fray Mariano Toribio Jáquez, primer franciscano de Chihuahua Para la historia eclesiástica de Chihuahua la figura de Fray Mariano Toribio merece

ser recordada debido a su relevancia en los últimos años del siglo XVIII y a los testimonios de la santidad de su vida en tiempos de crisis que impactaron lo que hoy es México debido a la expulsión de los jesuitas por parte de la monarquía española. Pocos conocen la vida de este humilde franciscano y su importancia evangelizadora en la Nueva Vizcaya.

Para esta biografía se siguen los datos que proporcionan el Prof. Zacarías Márquez

Terrazas, historiador del periodo virreinal, y el P. Dizán Vázquez Loya, historiador de la Arquidiócesis de Chihuahua, acerca de la vida y obra de Fray Mariano.

Este franciscano, originario de El Real de San Felipe de Chihuahua (Cd.

Chihuahua), se destacó por su cultura, disciplina, fidelidad a los ideales franciscanos de observancia y vida de piedad, su nombre al profesar como religioso fue Fray Mariano de Jesús María Toribio Jaquez, o fray Mariano Toribio de Jesús María.

Parte de la biografía de este misionero nos remite al libro Crónicas de la Provincia

de Nuestro Padre San Francisco de Zacatecas, escrita por el Padre Fray José Arlegui a fines del siglo XVIII, revisada y aumentada en el siglo XIX (Edición de 1851). En esta segunda edición aparece el fraile chihuahuense porque el continuador de la revisión del libro, Fray Antonio Gálvez, fue discípulo de Fray Mariano en Zacatecas y de primera mano pudo conocer la vida virtuosa y la observancia religiosa de quien fuera su venerado maestro de novicios.

Fray Mariano nació en 1744 en la naciente pero prospera villa de Chihuahua; Se

destaco por su piedad y muy joven entró en la orden de frailes menores franciscanos en Zacatecas donde hizo su noviciado y profeso uniendo a su nombre de bautismo los de Jesús y María. Fue ordenado sacerdote en Zacatecas en 1768 y pronto tuvo trabajo debido a sus talentos y capacidad intelectual.

Su formación y disciplina hicieron que fuera elegido como maestro de estudiantes y de gramática, que englobaba varias disciplinas dentro del trívium y cuatrivium. Entre 1769 y 1781 dicta clases en la escuela del hospicio de San José en Chihuahua y ejerce los cargos de lector (o maestro) de filosofía y de gramática y además de ser predicador conventual, un título dado por sus dotes de oratoria. Desde el pulpito expresa su profunda unión con Dios y su amor por la vida religiosa franciscana.

En 1767 los padres de la Compañía de Jesús fueron expulsados de territorio español y en el norte de México su labor se vio truncada ya que gran parte de la sierra Tarahumara estaba a cargo de estos misioneros de San Ignacio de Loyola. En la ciudad de Chihuahua tuvieron que cerrar el colegio de Loreto pero los franciscanos hicieron lo posible por suplir el vacío que dejaron en este campo de la educación. Para eso contaron con la colaboración de Fray Mariano Toribio en ese entonces responsable de la Iglesia de San Jerónimo de Estridión en el poblado del mismo nombre, hoy Aldama, Chih.

Fray Mariano y los frailes tenían toda la buena intención de rescatar la cultura jesuita pero las autoridades novohispanas prohibieron a los nuevos maestros franciscanos el

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utilizar los textos que había empleado anteriormente los padres de la expulsada Compañía de Jesús. Gran parte del legado cultural se perdió.

En 1781 Fray Mariano hace un viaje desde Chihuahua a Zacatecas, descalzo y a pie, para tomar parte en el capítulo provincial de la orden franciscana, allí le solicitan que permanezca auxiliando en el convento como maestro de novicios cargo que ostentaría hasta 1784 y luego regresa al norte, a Chihuahua.

Es designado a la región centro sur del actual estado encargándose de la misión de San Antonio de Julimes, allí permanecerá hasta 1796. Durante su tiempo en esta misión y al ver el crecimiento del pueblo de San Pablo, hasta el momento dependiente espiritualmente de Julimes, le corresponderá ser testigo de la elevación de San Pablo Apóstol a la categoría de parroquia 1794 independizandose de San Antonio y siendo además los nuevos párrocos capellanes militares del Presidio de San Pablo (Hoy Cd. Meoqui).

Un dato muy significativo de Fray Mariano es su denotada entrega en la misión y la reivindicación de los derechos de los indígenas, a quienes no duda en defender contra las injusticias de que son víctimas ya que el 1° de diciembre de 1785 dirige una carta al corregidor Don Francisco Javier del Campo donde sale en defensa de los moradores del pueblo San Pablo, hoy ciudad Meoqui. En la carta protesta ante las autoridades pues se les quería despojar de tierras y del uso del agua a los legítimos pobladores. Es pues un defensor de los derechos de los indígenas y de los pobladores de San Pablo frente a las arbitrariedades de algunos militares del presidio.

Siguiendo la redacción del Prof. Márquez Terrazas, en este tiempo sus correrías apostólicas se extiende hasta la recién fundada población de San Antonio de Chorreras, en la que firma actas entre el 20 de junio de 1787 y el 1° de octubre de 1788. En 1790 funge como secretario del custodio franciscano de Parral, Fray José García Rico, que residía en Santa Cruz de Tapacolmes (Rosales). Su labor misional para con los indígenas es paternal y llena de unción.

Posteriormente se traslada al convento franciscano de la Purísima Concepción de María en Zacatecas donde continua su apostolado con sencillez y tras recibir con piedad los auxilios espirituales muere cargado de virtudes en 1804 a la edad de 60 años, siendo llorado por la comunidad de los franciscanos que fueron testigos de su vida virtuosa.

Los franciscanos que le conocieron dieron testimonio de su santidad y seguimiento los ideales de San Francisco y por su entrega en los trabajos misioneros.

Fray Antonio Gálvez, discípulo de Fray Mariano y uno de sus novicios habla de él con afecto y admiración en la crónica franciscana que completó: “Puesto al frente de los novicios, desempeñó en toda su extensión tan grave ministerio, siendo el primero que se levantaba, el primero que barría, el primero que se presentaba para llevarnos al coro, a la iglesia, al refectorio; limpiaba los faroles cuando nos descuidábamos de hacerlo; repicaba con nosotros si faltaba quien nos ayudara; con nosotros rezaba la corona, el oficio de la Santísima Virgen, el de difuntos, y los viernes el Viacrucis; pero con la circunstancia de que mi maestro lo rezaba caminando de rodillas y con la cruz a cuestas, sin exigir de nosotros esa penitencia... Duro para sí mismo como el que más, para nosotros fue siempre manso, condescendiente y suave”.

Entre sus virtudes se alaba la dedicación que ponía en la oración y muy especialmente su devoción al Santo Rosario. “Murió en el convento de la Purísima Concepción de Zacatecas, después de haber recibido con singular devoción los Santos Sacramentos en 1804”.

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Estos son los datos sucintos del primer franciscano chihuahuense, de quien en su tiempo se alabaron sus virtudes y vida ejemplar, dejo honda huella a pesar de ser desconocido para los actuales pobladores de los lugares donde paso. En nuestra investigación no pudimos encontrar su sepulcro u otros datos mas los de la Crónica debido a que a mediados del siglo XIX los franciscanos fueron victimas de persecución durante la guerra de Reforma, sus propiedades incautados o destruidas y gran parte de su antiguo archivo histórico expoliado o robado.

Queda pues en la memoria el paso de Fray Mariano Toribio Jáquez, chihuahuense, santo, misionero y promotor de la justicia social. No tiene causa de beatificación y solo el recuerdo y los testimonios históricos de la época dan fe de sus virtudes. Bibliografía: Márquez T., Zacarías (2004) Las misiones coloniales de Chihuahua. Ramos G., José A. (2015) San Pablo de Meoqui, apuntes para la historia de un pueblo y su templo. Vázquez L. Dizán (2011) Misiones franciscanas en Chihuahua.