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movimientos sociales en Brasil

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  • NUEVA SOCIEDAD NRO.111 ENERO- FEBRERO 1991, PP. 54-62

    Movimientos sociales en Brasil. Desafos en la construccin de la ciudadana

    Jacobi, Pedro

    Pedro Jacobi: Brasileo. Investigador del Centro de Estudios de Cultura Contem-pornea (CEDEC), Sao Paulo. Profesor de la Facultad de Educacin de la Universi-dad de Sao Paulo.

    Desde sus inicios, en los movimientos reivindicativos urbanos de Brasil participan un conjunto de actores con orgenes y prcticas polticas diferenciadas. Aunque sus concepciones no sean uniformes, principalmente en cuanto a las estrategias de movilizacin y al significado poltico de las luchas, la actividad en los barrios revela su importancia no slo como espacio de sobrevivencia frente al control ejercido por el rgimen sobre las actividades polticas y sindicales durante la mayor parte de los aos 70, sino como marco explcito de demandas relativas a la reproduccin social y a las condicin es de vida de los sectores ms excluidos en las ciudades y metrpoli del pas.

    En la coyuntura de la crisis del autoritarismo, el ascenso de los movimientos y de las organizaciones polticas de oposicin configura la consolidacin de los pobla-

    dores barriales en la lucha por el derecho a la ciudadana. Muchos movimientos se

    vuelven catalizadores de un discurso antiestatal a escala nacional, como reflejo del

    corte que se opera entre la sociedad civil y el Estado, que estimula el surgimiento

    de diversas formas de resistencia. Los cambios polticos posteriores implican un

    paulatino proceso de redemocratizacin de la sociedad, e instalan la permanente

    tensin existente entre el carcter de resistencia del movimiento social y su institu-

    cionalizacin.

    Desigualdades metropolitanas y movilizacin popular

    En Brasil, el aceleramiento del proceso de urbanizacin est marcado por una acen-

    tuacin de las diferencias en las condiciones de vida entre los habitantes de las re-

    DanielResaltado

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  • NUEVA SOCIEDAD NRO.111 ENERO- FEBRERO 1991, PP. 54-62

    as centrales y perifricas de las ciudades. En este contexto se destaca la ciudad de

    Sao Paulo, como uno de los ejemplos ms notorios de politizacin de la problem-

    tica urbana, con el surgimiento de formas populares de organizacin que comien-

    zan a enfrentar gradualmente las carencias de servicios urbanos bsicos.

    El cuadro de las carencias se va agravando cada vez ms en la periferia, provocan-

    do una elevacin en los ndices de mortalidad infantil, como consecuencia de la es-

    casez de servicios bsicos de saneamiento, adems de la creciente falta de vivienda,

    la precariedad en los sistemas de transporte y la problemtica de los salarios.

    Durante ese perodo la Iglesia, a partir del trabajo de las Comunidades Eclesisti-

    cas de Base (CEBs) y de otros agentes pastorales, desarrolla un trabajo que es prc-

    ticamente la nica alternativa de participacin de las clases populares a nivel de los

    problemas del barrio y el embrin de gestacin de innumerables movimientos rei-

    vindicatorios urbanos. La Iglesia comienza a intensificar la lucha por los derechos

    humanos, partiendo de las necesidades de la poblacin en las zonas ms carentes.

    Este trabajo se inicia alrededor de 1970, momento en que la represin alcanza sus

    niveles ms intensos y en estas condiciones, la accin de la Iglesia se configura

    como una de las pocas, la nica tal vez, alternativa de participacin existente para

    los pobladores de las zonas perifricas de la ciudad.

    Con el empeoramiento de las condiciones de vida de la poblacin de las zonas

    marginales, las Sociedades de Amigos de los Barrios comienzan a proporcionar a

    estas poblaciones programas de accin y a obtener apoyo poltico de las mismas.

    Este hecho coincide con la avasallante victoria de la oposicin en las elecciones par-

    lamentarias, reflejando la crisis de legitimidad del rgimen. A esta altura, se en-

    cuentran en la lucha contra la arbitrariedad los liberales del MDB (Movimiento De-

    mocrtico Brasilero), la Iglesia y la izquierda que, venida de la experiencia de la de-

    rrota de la lucha armada, reconoce la importancia de los valores democrticos. Por

    el arraigo de la Iglesia en la experiencia histrica brasilera y su incuestionable legi-

    timidad, ser bajo su amparo que esta unin saldr de los crculos ms restringidos

    de las lites polticas, pasando al escenario pblico.

    En este clima, los movimientos ligados a la Iglesia, tienden a proliferar tanto en los

    barrios como en las fbricas. Estas ltimas a travs de las oposiciones sindicales y

    del naciente Sindicalismo Autntico, ambos con gran influencia catlica. Estos

    movimientos hacen cada vez ms explcito el rechazo al orden que los oprime pro-

    duciendo la carencia en los barrios, el control en las fbricas y el silencio en el con-

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    junto de la sociedad, llevndolos a identificar al Estado como el gran antagonista

    de su actividad. La identificacin del conjunto de estos movimientos, aunque auto-

    rizados, y su carcter opositor, permiten un ensayo de participacin conjunta que

    se materializa en el Movimiento Contra la Caresta. Este movimiento, verdadera

    asamblea de movimientos sociales, busca en el cuestionamiento y en el costo de la

    vida un denominador comn para las expresiones ms particularizadas. No por ca-

    sualidad sus reuniones se llevan a cabo en locales de la Iglesia y sus principales l-

    deres expresan la alianza bsica entre los sectores populares.

    Los 70: la visibilidad de las luchas populares

    A mediados de la dcada de los 70, surgen y se multiplican los movimientos rei-

    vindicatorios en la zona perifrica de la ciudad de Sao Paulo. Este proceso de orga-

    nizacin se inicia principalmente alrededor del trabajo desarrollado por las CEBs, a

    partir de 1972. A travs de grupos de jvenes, club de madres y otras actividades

    las CEBs representan una de las pocas, si no la nica alternativa para las clases po-

    pulares de comenzar una discusin sobre las condiciones de vida de los pobladores

    , propiciando as el desarrollo de formas democrticas de participacin de base y el

    surgimiento de liderazgos locales.

    A partir de la reflexin conjunta sobre la situacin del barrio, la accin de las CEBs

    propicia un crecimiento de la experiencia colectiva, estimulando la prctica de la

    solidaridad entre sus pobladores. As van siendo creadas las primeras iniciativas y

    la formulacin de los problemas cotidianos del barrio, instancias que algunos aos

    ms tarde se transformarn en movimientos reivindicatorios.

    El trabajo de las CEBs se configura a partir de la multiplicacin de las experiencias

    de compras comunitarias, que aglutinan en actividades colectivas a los pobladores

    de los barrios como solucin autogenerada a los problemas de abastecimiento y

    frente a las dems actividades ligadas al cuestionamiento de las condiciones de

    vida de la poblacin, que estaba viviendo en agrupamientos desprovistos de mni-

    mas mejoras urbanas. Los pequeos ncleos que existan aisladamente en los ba-

    rrios comenzaron a diseminarse, articulando ms zonas y permitiendo la unifica-

    cin de algunas luchas, consolidando as su organizacin colectiva. En la periferia

    de la zona sur de Sao Paulo, los pequeos grupos de pobladores que se formaron

    en los aos anteriores articulan poco a poco un mtodo de trabajo que convoca a la

    poblacin a participar en l. A partir de investigaciones, requerimientos, visitas de

    casa en casa, estos militantes catlicos atraen a ms personas para pensar colectiva-

    mente en la solucin de sus propios problemas cotidianos, presentando una pers-

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    pectiva de accin colectiva que atrae tambin a personas con experiencia de partici-

    pacin y prcticas polticas anteriores.

    Movimientos sociales y Estado: dos polos en proceso

    Dadas las caractersticas asumidas por los movimientos sociales en Brasil, stos se

    desarrollan principalmente como un reflejo de la precariedad o de la ausencia di-

    recta de canales de representacin, o de las sujeciones institucionales existentes en

    el periodo autoritario. A medida que esta situacin comienza a revertirse y los par-

    tidos adquieren presencia y competitividad en la sociedad, los movimientos pier-

    den su dinamismo y su visibilidad, denotando su carcter coyuntural, vinculado a

    la inexistencia de canales de participacin y al hecho de que el Estado, al renunciar

    a su funcin de proveedor de servicios colectivos, genera en las poblaciones caren-

    ciadas un potencial reivindicatorio delimitado en el tiempo y en el espacio (Jacobi,

    1987).

    El discurso autnomo de los movimientos sociales y su carcter antiestatal, confi-

    gura una relacin de negacin y oposicin que oculta el potencial del Estado de ac-

    tuar como inductor de las demandas. Esto deriva principalmente del hecho de que

    estos movimientos se constituyen como una respuesta a la propia violencia institu-

    cional del Estado que afecta principalmente a los pobladores de los barrios perifri-

    cos en la esfera de lo cotidiano.

    Un examen de los movimientos reivindicatorios, indica que stos no se han logra-

    do en el sentido de transformar a la sociedad imprimindole una nueva direccin,

    pero actan, principalmente, como grupos de presin sobre el Estado a fin de obte-

    ner respuestas concretas a sus demandas a travs de dinmicas diferenciadas, aun-

    que pautadas por un mayor encuadramiento institucional. En este sentido, el ciclo

    de vida y el alcance de los movimientos se torna un indicador de su dimensin ins-

    titucionalizada. La mayora de los movimientos no presentan manifestaciones ms

    amplias, a pesar de la voluntad y de los intentos de los militantes partidarios que

    actan en diferentes barrios. Aquellos presentan un ciclo de vida bastante acotado,

    pasando por etapas de mayor y de menor movilizacin, pero configurando un pro-

    ceso donde el logro de las metas inmediatas representa, generalmente, el trmino

    de la actuacin colectiva. La sobrevivencia de algunos movimientos a lo largo de

    los aos refleja principalmente la capacidad de los liderazgos para mantener nive-

    les significativos de participacin, expresados en la contraposicin a las formas tra-

    dicionales de movilizacin (Machado e Ribeiro, 1985).

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    Los factores que afectan la movilizacin de la poblacin estn vinculados directa-

    mente a la percepcin de carencias comunes, en una profunda conexin con la no-

    cin de derechos bsicos. Los movimientos se constituyen a partir de dos elemen-

    tos tradicionales: las carencias y el trabajo desarrollado por la organizacin de los

    pobladores. Entre ambos, existe un elemento articulador, constituido por un con-

    junto de mecanismos internos al movimiento que permite el paso de la necesidad a

    la reivindicacin, medida por la afirmacin de un derecho.

    La presencia de otros sectores sociales y polticos posibilita, a travs de dinmicas

    diferenciadas, la formacin de carencias de relacionamiento y dirigidas a una for-

    ma de accin. Se constata que la poblacin movilizada acta principalmente en

    funcin de una demanda concreta y puntual. Algunos movimientos representan

    una forma ms desarrollada del llamado patrn comunitario, conjunto organizati-

    vo de cuestionamiento de las prcticas burocrticas, con fuerte influencia del mo-

    delo de las Comunidades Eclesisticas de Base por su nfasis en la igualdad y en la

    constitucin del colectivo en el plano pblico. En esta perspectiva, el aspecto ms

    significativo es el peso que tiene la vivencia de carencias cotidianas y de privacio-

    nes en la construccin de una ciudadana colectiva en una sociedad que tradicio-

    nalmente ha marginado a los sectores populares. Este proceso ampla la vivencia

    individual y provoca reformulaciones en la esfera de lo privado, donde la respues-

    ta del Estado se convierte en un fuerte indicador de la accin colectiva (Cardoso,

    1987).

    Se debe destacar, entre tanto, el significado que las transformaciones del proceso

    poltico ms amplio provocan en el perfil del movimiento a medida que ste pasa a

    ser reconocido cada vez ms como interlocutor. En el proceso del dilogo con los

    movimientos populares el discurso se transforma, incorporando paulatinamente

    las demandas de la poblacin de los barrios perifricos.

    El Estado no contina viendo los movimientos solamente como sus adversarios y

    legitima sus reivindicaciones. Muchos de estos movimientos apuntan, a partir de la

    posicin del colectivo, hacia una calidad diferente de participacin en la gestin de

    la cosa pblica, donde la representacin no resume todo el esfuerzo de organiza-

    cin, pero s configura parte de un proceso donde los pobladores crean las condi-

    ciones para influir en la dinmica de funcionamiento de un organismo del Estado.

    DanielResaltado

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    Accin colectiva y prctica de los actores

    Los movimientos reivindicatorios urbanos en Brasil exhiben, a lo largo de su exis-

    tencia, la participacin de un conjunto de actores con orgenes y prcticas polticas

    bien diferenciadas. El papel de los actores vinculados a los movimientos sociales

    aqu analizados, definidos como miembros de la comunidad y asesores, articu-

    ladores sociales, mediadores, o agentes externos (Iglesia, agentes pastorales,

    profesionales - arquitectos, mdicos, abogados, etc,-, militantes de partidos polti-

    cos y organizaciones de izquierda), asumen suma importancia en la articulacin y

    desarrollo de estas luchas. Se destacan las representaciones que estos sujetos elabo-

    ran alrededor de la interaccin de sus prcticas y de sus concepciones acerca del

    cambio social. Esta reflexin en torno a la accin permite pensar no solamente

    cmo los movimientos articulan su movilizacin a partir de sus valores de referen-

    cia, sino sobre la influencia de los asesores en la construccin de las demandas del

    da a da.

    El papel desempeado por los movimientos sociales ms recientemente, ha dado

    lugar a interpretaciones divergentes. Al optimismo predominante en la dcada de

    los 70, y a la posibilidad de ampliar el nivel de participacin de los sectores ms

    desheredados en el contexto de los gobiernos de oposicin iniciados en 1983, se su-

    cede la decepcin. Los movimientos tenan como punto de convergencia la contes-

    tacin de la legitimidad del poder en la lucha por sus necesidades bsicas. Con el

    ascenso de los gobiernos democrticos en 1983, se verifica que la posibilidad de

    cambio no corresponde a las expectativas, tanto en el plano de la participacin po-

    pular como en el plano de las realizaciones, lo que provoca un reflujo en los movi-

    mientos.

    Con los cambios que ocurren en el cuadro poltico institucional del pas a partir de

    1983, los movimientos reivindicatorios urbanos pasan a enfrentar efectivamente la

    permanente tensin, que les es caracterstica, entre la innovacin y la institucionali-

    zacin. El aspecto innovador puede ser visto en cuanto a su relativa autonoma

    frente al Estado, partidos polticos y los polticos propiamente dichos. La institucio-

    nalizacin representa bsicamente la perspectiva de negociar e interactuar con el

    Estado, lo que frecuentemente ha provocado interpretaciones contradictorias sobre

    el carcter de los movimientos y su potencial de transformacin.

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    Actores sociales en proceso

    A mediados de la dcada de los 70, un conjunto de actores comienza a intervenir

    activamente, dando a conocer las carencias de las poblaciones de las zonas perifri-

    cas - la Iglesia y sus agentes pastorales, militantes partidistas, militantes de izquier-

    da asociaciones de vecinos, club de madres y asesores.

    La Iglesia se consolida como un espacio de referencia para la organizacin popular

    en barrios, y los ncleos tambin se convierten tanto en puerta de entrada como en

    soporte institucional, donde la interaccin de influencias recprocas es, tal vez, la

    caracterstica bsica de las experiencias movilizatorias. El papel de la Iglesia asume

    caractersticas bastante diferenciadas. En algunas regiones el apoyo se manifiesta

    ms por la accin de cada padre que por una concepcin de trabajo articulado,

    donde las Comunidades Eclesisticas de Base y el trabajo de las Pastorales Obreras

    son los embriones del surgimiento de muchos movimientos.

    En muchos barrios, las Sociedades de Amigos de los Barrios se organizan a partir

    de una articulacin entre militantes ligados a la Iglesia, militantes de izquierda de

    diferentes orgenes polticos y militantes obreros residentes en la regin, adquirien-

    do una dinmica que se propone como ms poltica a medida que los presupuestos

    de accin trascienden las reivindicaciones locales. La accin de las Sociedades de

    Amigos de los Barrios - algunas bajo la direccin de militantes de partidos clandes-

    tinos de izquierda y dirigentes sindicales, otras con orientacin ms autnoma,

    prximas a la Iglesia, con una mayor o menor politizacin - se concentra, bsica-

    mente, alrededor de los problemas especficos de los barrios.

    Los activistas sociales adquieren, a travs de su intermediacin, el papel de agluti-

    nadores de los vecinos dispersos en los barrios que a pesar de estar afectados por

    problemas urgentes no se manifestaban ni organizaban colectivamente. Las prcti-

    cas de los articuladores sociales, con matrices ideolgicas diferentes - Iglesia, mili-

    tantes de izquierda, profesionales - definen un proceso donde estos actores poseen

    respecto a la poblacin discursos que representan diversas formas de abordaje de

    la realidad y distintas alternativas de actuacin y articulacin frente a los proble-

    mas vividos, considerados como inaceptables, y frente a la percepcin de sus dere-

    chos.

    La principal preocupacin consiste en estimular la participacin poltica de los po-

    bladores de la regin a travs de las luchas por las mejoras de los barrios. De todos

    modos, sus presupuestos de movilizacin no siempre logran una repercusin gene-

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    ralizada, consiguiendo la adhesin de algunos lderes pero sin alcanzar la base. A

    pesar de que la coyuntura sociopoltica est proporcionando un clima de politiza-

    cin y demandas, el nivel de despolitizacin de la mayora de los pobladores es un

    obstculo para motivarlos a participar ms activamente.

    Tambin adquiere una relevancia especial el trabajo de las mujeres en las organiza-

    ciones no institucionales, como es el caso de los Clubes de Madres. La participacin

    de las mujeres se da en la labor cotidiana del movimiento, resaltando su preferen-

    cia por el anonimato, y el trabajo en pequeos grupos pautados por el estmulo de

    las prcticas. Los Clubes de Madres funcionan como inductores de las luchas en di-

    versos barrios y, como en otros sitios, el papel de las mujeres se destaca a medida

    que recae sobre ellas la solucin de mltiples problemas derivados de las carencias

    cotidianas. Sus integrantes elaboran, a partir de las necesidades y luchas, una no-

    cin colectiva de derecho que es fruto de reconocimiento de su privacin, no ya en

    la esfera individual sino tambin en el plano social. En muchas situaciones, la prc-

    tica de los Clubes de Madres est articulada a travs del trabajo pastoral y de la

    Iglesia Catlica, de su crecimiento y de su relacin con los movimientos ms es-

    tructurados.

    El papel de las mujeres, no slo a travs del Club de Madres, sino en formas menos

    estructuradas, tambin representa una ruptura con los patrones tradicionales de vi-

    vencia en la esfera de lo privado. A partir de su compromiso con los problemas del

    barrio y sus carencias, la participacin de las mujeres ha contribuido para romper

    el aislamiento en que stas se situaban tradicionalmente en calidad de amas de ca-

    sa. Al instalarse, en cierta forma, dentro de una prctica de reflexin colectiva, ellas

    se transforman en verdaderas articuladoras de estos movimientos.

    Frecuentemente la Iglesia fortalece al movimiento popular, principalmente a travs

    de trabajo de sus agentes pastorales, que ejercen el papel de inductores proporcio-

    nando soportes materiales y no materiales a los esfuerzos movilizatorios de la po-

    blacin, sin substituir con eso la accin de los propios pobladores. La Iglesia se

    configura no slo como un soporte institucional, sino mas bien como un agente

    motivador y dirigente de las bases , promoviendo una nueva mentalidad institu-

    cional y definiendo los lmites de su propia accin.

    En lo referente a los recursos colocados a disposicin del movimiento, se destaca la

    capacidad de encontrar profesionales que interacten con el movimiento popular,

    en el sentido de proporcionar subsidios fundamentales que posibiliten una articu-

    lacin de sus demandas frente al Estado. Entre los asesores, se destaca el papel de-

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    sempeado por mdicos sanitaristas, abogados, arquitectos, trabajadores sociales y

    otros profesionales, que trabajan junto a la poblacin. Estos proporcionan informa-

    ciones que los organismos pblicos no desean ver difundidas entre la poblacin, la

    cual a partir de estos datos tiene mejores condiciones para exigir sus demandas. El

    trabajo de los asesores es diverso de acuerdo a la lnea poltica de cada grupo. Las

    diferencias se amplan, inclusive, en la forma en que estos actan frente a los fun-

    cionarios del Estado.

    La influencia de los articuladores sociales o asesores como mediadores en el

    plano del desenvolvimiento popular hacia una prctica participativa, a travs del

    desarrollo de la conciencia crtica es innegable; el papel de estos agentes asume ca-

    ractersticas bastante diversificadas dentro de los distintos movimientos. Se verifica

    una representatividad significativa de grupos de profesionales cuyo trabajo hace

    posible, entre la asistencia y la militancia activa, una universalizacin de conoci-

    mientos, auxiliando a los pobladores y distribuyendo informacin para que stos

    alcancen sus reivindicaciones de manera ms activa. El papel de los profesionales y

    asesores asume rasgos muy significativos a travs de su accin pedaggica, aspecto

    relevante en el crecimiento del grado de concientizacin de los pobladores en la

    medida en que contribuyen a ampliar e incorporar cuestiones colocadas ms siste-

    mtica y orgnicamente en la elaboracin de los movimientos, en el proceso de

    presin y negociacin con el Estado.

    Dimensiones de la accin colectiva

    La mayora de los movimientos representan manifestaciones puntuales en cuanto a

    las caractersticas de sus demandas, lo que no los identifica con formas inferiores

    de movilizacin. Sus lmites estn dados por la existencia de objetivos definidos

    principalmente por la obtencin de necesidades vitales para una reproduccin ade-

    cuada de su fuerza de trabajo.

    Algunos movimientos configuran el surgimiento de prcticas que redefinen las re-

    laciones entre el Estado y la poblacin, generando demandas en un espacio que, a

    pesar de regulado por el Estado, no controla plenamente su institucionalizacin.

    En algunas situaciones emergen formas de movilizacin que reflejan una expan-

    sin en el nivel de politizacin de las demandas y la posibilidad concreta de am-

    pliar el nivel de participacin popular en la gestin de la cosa pblica.

    Se trata de movimientos sectoriales que aglutinan un cierto nmero de grupos de

    base de un determinado sector de la poblacin que cuenta con el apoyo de diferen-

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    tes agentes. Su origen tambin es variado. Frecuentemente han surgido por iniciati-

    va de los mismos grupos de base a partir de un cierto nivel de desarrollo. Mientras

    tanto, su configuracin y visibilidad pblica se consolid como consecuencia del

    trabajo de los activistas, intelectuales y centros de promocin vinculados al desa-

    rrollo de prcticas participativas con miras al cambio social. Son movimientos diri-

    gidos por sus participantes, sin desconocer por esto la influencia de los agentes

    externos o asesores. Las personas afectadas en la esfera de lo cotidiano se perca-

    tan de que el Estado no les asegura su bienestar comn, siendo entonces necesario

    que la poblacin presione a los organismos pblicos para resistir a la pobreza y a la

    exclusin.

    Su dinmica de accin configura un cuadro donde la mayora de las prcticas rei-

    vindicatorias no se han pautado en el sentido de transformar a la sociedad, impri-

    mindole un nuevo sentido. Estas luchas poco afectan a la esfera poltica, pero han

    representado una presin permanente, marcada por coyunturas de flujo y reflujo,

    sobre el Estado, para obtener respuestas concretas a sus demandas a travs de lgi-

    cas especficas de funcionamiento, pautadas por un mayor o menor encuadramien-

    to institucional.

    Los movimientos reivindicatorios urbanos han puesto de manifiesto una identidad

    conformada a partir de la construccin colectiva de una nocin de derechos, que

    implicada directamente con la ampliacin del espacio de la ciudadana, da lugar al

    reconocimiento pblico de sus carencias.

    Dentro de la gran variedad de movimientos sociales que explicitan un cambio de

    forma de la accin colectiva en las sociedades contemporneas, los movimientos

    reivindicatorios urbanos, as como tantos otros, a pesar del discurso de los partidos

    de oposicin al conferirles un espacio, prcticamente no encuentran formas de ex-

    presin en el sistema poltico, problema particularmente agudo en los recientes

    procesos de revalorizacin de la democracia y de la apertura poltica.

    Las diferencias polticas e ideolgicas originarias de los agentes que trabajan den-

    tro de los movimientos reivindicativos urbanos permiten establecer matices entre

    los diversos actores implicados y su relacin con los pobladores. Mientras que una

    parte significativa de agentes externos asume su papel como asistentes que facili-

    tan la accin de los pobladores, otra se ve como parte integrante del propio movi-

    miento social que est siendo construido, asumiendo un inequvoco compromiso

    con las luchas populares. Se trata de un tema muy polmico, en el que existe una

    cierta tendencia a percibir a los articuladores sociales como parte del propio mo-

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    vimiento, convirtiendo en una tarea difcil el establecer diferencias sustanciales en-

    tre los actores envueltos.

    Los movimientos reivindicatorios urbanos configuran una sumatoria de cuestiones

    que se reflejan en la constitucin de una cultura poltica bastante especfica. Como

    se ha descrito, se trata de sujetos sociales que exigen la satisfaccin de sus necesi-

    dades urbanas bsicas. En este proceso diversos movimientos pasaron de la necesi-

    dad objetivamente existente hacia la conciencia de la necesidad a partir de la su-

    perposicin de diversos factores de los cuales resulta la prctica reivindicatoria.

    Esta, por su parte, se convierte en marco de una posible identidad social, principal-

    mente en la constitucin de diferentes formas de organizacin pblica.

    En la mayora de los casos, el barrio o la regin se estructuran como una unidad de

    referencia, a partir de la carencia de servicios y/o equipos urbanos. Mientras que

    en la dinmica de reivindicacin diferenciada no se puede afirmar que la situacin

    de carencia sea directamente vinculada al nivel de movilizacin desarrollado, pero

    s al nivel de socializacin y de elaboracin del sentimiento derivado de la ausencia

    de servicios o de precariedad en las condiciones de vida.

    Los movimientos reivindicatorios, en su mayora, no colocan demandas innovado-

    ras de institucionalizacin o de representacin social, mientras que configuran re-

    clamos de ciudadana social, estructurados de diferente manera y determinados

    por el actual proceso de revalorizacin de la democracia. As, con pocas excepcio-

    nes los movimientos no formulan una propuesta ms amplia, pero refuerzan un

    discurso de rechazo de la poltica, lo cual acaba reproduciendo de forma ms per-

    manente la dimensin especfica de sus demandas, a pesar de explicitar, a partir de

    la nocin de sus derechos, la necesidad de superar el aislamiento cotidiano para

    enfrentar un orden injusto (Jacobi, 1985).

    Actualmente se observa que la modificacin del orden poltico no es un requisito

    de sobrevivencia de los movimientos urbanos, mientras no se puede dejar de consi-

    derar que algunos representaron una ruptura con elstatus quo predominante en los

    procesos reivindicatorios. Esta ruptura se da cuando los integrantes del movimien-

    to trascienden su espacio privado y se formalizan en el plano pblico, cuestionan-

    do frecuentemente las normas que rigen determinados procesos, como es el caso

    de la implantacin de concejos populares u otras formas de autogestin.

    Los movimientos reivindicatorios urbanos, en la prctica, muestran que aquellas

    formas han sido adecuadas para asumir su dimensin en el cotidiano social del pa-

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    s. Muchos autores exageraron la capacidad de los movimientos para forjar una

    nueva sociedad, resaltando su importancia en la creacin de mecanismos contra-

    culturales y anticapitalistas. Aunque sin ignorar los elementos innovadores presen-

    tes en algunos movimientos, la marca predominante es la de acciones reivindicato-

    rias puntuales destinadas a la obtencin de determinados objetivos concretos.

    En este sentido nuestra interpretacin se opone al abordaje bastante predominante

    que enfatiza la transformacin social a travs de las acciones alternativas, indepen-

    dientes y autnomas. Entendemos que no se trata de un proceso polarizado, en el

    sentido tradicional, conteniendo dos campos opuestos: de un lado el movimiento

    social - espacio de libertad y embrin de estrategia de contra-poder -, y del otro

    lado el sistema institucional locus de control y dominacin de los grupos reivindi-

    catorios. El proceso que deriva de esta polarizacin fue entendido, por muchos in-

    vestigadores, como un conflicto entre dos campos cuyo resultado casi nunca es co-

    nocido como una sntesis que transforma a ambos, pero generalmente s es identifi-

    cado como la dilucin de uno por la interferencia del otro. Aunque el elemento in-

    novador en estas experiencias sea su relativa autonoma frente al Estado, partidos

    y grupos polticos, estos movimientos no recusan frontalmente la posibilidad de

    una negociacin que, frecuentemente, institucionaliza sus prcticas, provocando

    transformaciones en ambos polos del proceso.

    Los intervalos polticos en la vida cotidiana estn representados no slo por el sig-

    nificado que la presencia de las diversas prcticas reivindicatorias urbanas ejercen

    sobre la accin del Estado, as como por el impacto de las polticas pblicas sobre

    los movimientos. Se trata de un arma de doble filo, frecuentemente oscurecida por

    el triunfalismo o por el reduccionismo de las interpretaciones. Las prcticas de rei-

    vindicacin, su consolidacin y su trascender del inmediatismo y del localismo re-

    presentan el cambio cualitativo del modo de pensar de la ciudadana social. La

    continuidad de la accin reivindicatoria no se registra en la mayora de los casos y

    la capitalizacin de las experiencias pasadas ocurre en situaciones especficas; la

    marca es la temporalidad y esto no representa su descalificacin pero s la defini-

    cin ms precisa de sus lmites. Sus potencialidades residen justamente en las posi-

    bilidades de ruptura que pueden significar ya sea en el plano de lo cotidiano, de la

    poltica y principalmente en la democratizacin de las prcticas institucionales de

    una sociedad que transita el arduo camino de la consolidacin democrtica.

    Referencias

    *Cardoso, Fernando E., REVISTA BRASILEIRA DE CIENCIAS SOCIAIS. 1, 3 - San Paulo. 1987; Mo-vimientos sociais na Amrica Latina.

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    *Jacobi, Pedro, POLITICAS PUBLICAS DE SANEAMENTO BASICO E SAUDE E REIVINDICAO-ES SOCIAIS NO MUNICIPIO DE SAO PAULO 1974-1984.TESIS DOCTORAL. - San Paulo, FFLCH-USP. 1985; Movimentos Sociais Urbanos no Brasil: Reflexao sobre a literatura nos anos 70 e 80.

    *Jacobi, Pedro, BOLETIM BIB. 23 - Ro de Janeiro, Brasil, ANPOCS. 1978; Paradigma e Movimento Social: Por Onde Andam Nossas Idas.

    *Machado, Luis A.; Ribeiro, Ana C., CIENCIAS SOCIAIS HOJE. - Sao Paulo, ANPOCS/Cortez. 1985;

    Este artculo es copia fiel del publicado en la revista Nueva Sociedad N 111 Enero- Febrero de 1991, ISSN: 0251-3552, .