j yjtjl el robo del tesoro de la catedral de pamplona
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J—yjTJL Bedaccióny. Adminisíracióri Calle de Zar ra , 8. Madfid, Diario independiente de la noclie fundado por D. Nicolás M. Ui^oití en. 1920 Precio:' 15 céntimos. Año XVI. N.° 4.558. Martes 20 agosto 1935.
EL ROBO DEL TESORO DE LA CATEDRAL DE PAMPLONA Todo ka sido rescatado, menos la famosa
arqueta hispanoárabe ¿Hay una p i s t a segura para
poder encontrarla?. . . Ahora resulta que el robo fué
anterior al domingo En la Dirección General de Seguridad dan cuenta de todos los
objetos que se encuentran Los informadores de la Direc
ción Gsneral áe Seguridad ax;udie-íon muy da mañana a ¡os despa-cnos oficiales en busca de nott-135 de este asunto, que pasa por
®i periodo culminante. Tanto el subdirector de Seguridad, Sr. Fernandez Mato, como el Jefe sups-^W interino, Sr. Ribas, alegaron que el hecho de no hallarse aún Itimado el servicio y de que se ocontraran actuando aún con
gran intensidad tanto la aiutoridad juaicial como los agentes da Policía de Pamplona y el personaj
s Madrid les obligaba a guardar ^^ g:ran discreción y reserva, para no perjudicar ni comprometer ,. ® ito de los trábalos de inves-tig:ación.
Esto hizo que los periodistas tu-i6ran que procurarse por otro onducto las noticias relacionadas on las aetuacioneí que s» siguen
^ Pamplona para el asolare ci- • ™'ento total del audaz robo del T^^""" ''-í ' i' o- Estos trabajos pe-'oaisticos dieron por resultado sa-sr que las autoridades de Pam-
Wona habían continuado la dili- . «sncia d)3 registro comenzada
yer en el domLcdlio del relojero cii^i '^^^^^' y a consecuencia de la J^ai fué hallado parte del tesoro. ^ efecto, esta mañana, en una "Minuciosa requisa hscha en otras ^^Pendenoias del cuarto habitado por dicho relojero y en el piso superior al en quie él habita, fué ha-Caf ° ^ resto de lo robado en la ^i-edrai, a excepción de la famo-«n ^'"'í^^'^3' hispanoárabe, que se onsidera como el objeto de más J^r de todos los substraídos,
^ o n s i s t e lo encontrado esta ma-deT ^" trece trozos de la corona Dn !f ^''"^en y una cruz corres-wndiente al remate; las letras de
inscripción "Ave María, gratia cr^'^^"' ^ excepción de ocho; una ele t '' '-^^^1 esmaltada pertene-^6nte al célebre "lígnum crucis"; del *^ !*' ^ ° y piedras preciosas tío- '"^^''^^'^o; " " pelícano esmalta-cio ^^°^ cabujones y piedras pre-^ osas y un camafeo y un engan-
e Con más de cincuenta perlas. (. °^ estos objetos queda, como an, j.gf'°^inente decimos, completa la j , ' i' n de lo desaparecido, a ex-árah*^" de la arqueta hispano-
^^ busca la verdadera persona-•flad de los "organizadores"
de! robo de I '^^^i" de la Policía, aparte tienri ^^^^^ " 6 ^ famosa arqueta, d e ^ ^ a precisar la personalidad Rol '^°^ ' °^ autores del audaz j^ ipe y ,3gi papel que cada uno ^7^ podido desempeñar en la co-ri-f'?n del delito. A un lado los retalles ta Ovi,
comprometedores que has-ahora aparecen contra José
Caí- de la Mota por haber en-tn ^^'^° a un cerrajero la cons-
ucciún de una llave igual a la ^ e Servía para abrir determinada cia í' ^ de la catedral, y la presento y trato constante de Ferdinan-
, Papaelo con el mencionado concreto apá^° ' ningún cargo
jr°''"ece a la hora en que escribi-te}4 ^*-^ líneas respecto a su in-teg. 'ención directa en el robo dei g ,°''o- Están detenidos, como se cortf' ^' relojero José Arias y una jj j ^drona, madre política dej ho^''^°' • ^ papel de amibos en la ^J"^ presente parece reducido al Ve i ^*'''* -3 intermediarios de )a
í^a de las alhajas robadas, fle 1 "^'^™o José Arias, en las j ciaraciones presitadas, no faci-. a datos muy claros respecto a
idantifioación de los autores J^ateriaies del hecho. Se limita a ^ Qicar el nombre de dos malean-^^' que apenas conoce, y facilita í lino un nombre y apellido har-
Vulgares y un apodo demasia-, Corriente entre las gentes del pf^piPa, y del otro, tan sólo el
troníjQico. Añade que éstos son g ,? que le IJevaron a vender las
''ajas del tesoro. Como puede -•feciarse, todo ello es bien con-cir E>e momento no deja trasiu-ifa" /^^Ponsabilidad ;s directas pa-ah ^^ personas a quienes hasta
Ora viene atribuyendo la Poli-. ^ el papel más importante en la °»iisión del delito. '
¿Quién quería la ar^eta? j^^^-Xaminado concienzudamente el -^arrollo de los hechos, y si se ,J^ la atención en las fig^uras que
sde un principio han venido apa-Cien<jg por lo menos como ins-
^ '"adores y organizadores del es-. "daloso "affaire" y la vulgari-gp . ' e las otras comprometidas
'•'amenté al ser descubierto el g^í'^dero de las joyas, se nota un '^traño Tontraste, que nos lleva ecesariamente a varias deducclo-®?. y son éstas las siguientes:
•j -^s posible que el golpe, planea-° por gente experta y nada vul
gar, se dirigiera tan sólo a apoderarse de la famosa arqueta hispanoárabe, de precio incalculable, arqueta que no sería aventurado suponer que ya en alguna otra ocasión se hubiera intentado adquirir por medios legales, y que al ser rechazada la proposición por el Cabildo, ante el temor del escándalo que había de producir la falta de dicha alhaja en el tesoro, se hubiera propuesto por el supuesto adquirente el entregar otra labrada en marfil exactamente igual a la auténtica, proposición ésta que también fué rechazada. En este caso debió de pencarse ya en Ja substracción de la joya, que fué encomendada a personas secundarias y expertas en esta cla-S3 de golpes; pero que al apoderarse de la arqueta decidieran aumentar el botín con la substracción del resto del tesoro para aprovecharse, ya en beneficio propio, del metal y piedras preciosas desmontando las joyas.
Otra hipótesis que también tiene verosimilitud puede consistir en que, en efecto, hubieran ideado el plan de apoderarse de algunas de las alhajas, por lo menos de las de más valor, pues parece que se ha llegado a averiguar que alguien hace algún tiempo se presentó a determinado artífice, al que presentó un diseño de la corona de la Virgen y del Niño, y pretendió que le faibricara otras iguales, aunque con metal y piedras falsas.
De una u otra forma, se acusan en' el hecho dos intervenciones bien patentes: una, que pudiéramos decir la directora, posiblemente financiada por elementos de gran altura, y otra, la ejecuti-tiva, encomendada a 'Otra clase de gentes.
Un antecedente digno de tenerle en cuenta
¿ Qué enlace puede existir entre, ambas intervenciones ? E s e es hasta ahora el nudo gordiano de tan arduo asunto. E r temor a entorpecer la acción de la justicia nos obliga a guardar una prudente reserva s obre algunos extremos. Sin embargo, hemos de ha blar, siquiera sea muy someramente, de alguno de ellos, porque ya, en estas mismas columnas de LA VOZ hemos insistido días pasados en la necesidad de que no se perdiera de vista con respecto a este asunto el hecho de que el robo del tesoro artístico de la catedral de Pamplona había sido ya planeado en no muy lejana fecha
Yo he conocido al presunto ladrón Oviedo de la Mota tiene mal genio, no es partidario de la democracia y el parlamentarismo y charló con Uzcudun de su
"match" frente a Schmeling
La arqueta desaparecida y que ha sido el objetivo principal del robo
en algunas .cárceles de España. Nos mueve a insistir en este detalle el hecho siguiente:
Hace próximamente dos afios se ocupó la Prensa de la desaparición de un famoso y valios'i^mo tríptico que fué substraído de una de las catedrales más importantes de España.
A raíz dé la desaparición de la joya, la Policía de Madrid y la de la provincia en donde está enclavado el histórico templo a que nos referimos practicaron activas pesquisas para descubrir el pararero del valioso objeto de arte.
Él tríptico había sido enterrado en la cuneta de una carretera, junto a úri poste del telégrafo, poste que por una modificación de dicho servicio desapareció poco después, lO' que causó desorientación a los encargados de desenterrar la alhaja. Rondaron durante varias noches por aquellos lugares, y su presencia llamó la atención de unos obreros que trabajaban en la carretera. XK)S obreros advirtieron de estb a las autoridades,, que se apostaron en las Inmediaciones, 'y al llegar una de la'j nuches los que iban en 'oasax
¡Y VA A DIVORCIARSE!
del tríptico se produjo una coli. bión eJ tre los guardias mui^cipa-le.3 ene habían acudido y io-j CA-traí5os merodeadores, a conso,;i-.-n. c'a de la cual resultaron un muerto y algunos heridos El trífti^tc fu5 hallado, y algunos de ios autores de la substracción sufrieron ctndena puor el hecho cometido
Parece quiase sabe que uno de los que con tal motivo se hallan aún presos escribió no hace mucho una carta a otro que ya se halla en libertad, y que retirado de su aventurera vida se fué a Asturias, hEiblándolis del plan de robo del tesoro artístico de la catedral de Pamplona, y aludiendo a determinada persona de las que más se destacan ahora con motivo del robo, y por íuenta de la cual hahía de hacerse el negocio.
Se asiegura que ésta ha sido la base de que la Policía tuviera conocimiento en los primeros momentos de algún nombre que sirviera para abrir diversas pistas.
Es indudable que todo esto deben de saberlo las autoridades y que habrá de eEelarecerss debidamente para concretar reErponsabi-lidades.
Eintre tanto, como ya hemos dicho al principio de esta informar ción, la Policía no descansa para dar con el paradero de las personas a quienes hasta ahora acusa el relojero José Arias de ser los individuos que le llevaron a vender las alhajas encontradas en su casa. Estas gestiones de la Policía no sólo sé realizan en determinadas poblaciones de España, sino tam-
' bien en el propio Madrid.-
Cómo se obtuvo la pista de las alhajas
PAMPLONA 19 (12 n.).—J:>as-de luego, parece comprobado que se ha llegado aJ descubrimiento de las alhajas, porque en un Banco de esta población se presentó un Individuo para cambiar una moneda de oro, antigua. El encargado de la caja entró en sospechas, y avisó a la Poücia. Esta se presentó en la calle de Arrieta, núm. 12, domicilio de Arias, practicando un minucicso registro, que dio por resultado el hallazgo, en unos pucheros de manteca, en unas macetas y en unas medias tendidas en el patio, parte del tesoro de la catedral.
Faltan la arquita y algunas esmeraldas de gran tamaño.
Casi todas las joyas se hallan destrozadas.
Elsta tarde en el café Naona ha
estado un carnicero de Psmploina, el caul ha enseñado varias monedas antigruas. Cuando se hallaban examinándolas llegó un cliente, y dijo: "Ya han encontrado lo robado en la catedral. Lo había robado José Arias, el relojero." Al oír esto, el carnicero recogió las monedas y salió precipitadamente para tomar un taxi y marchar a San Sebastián. Dijo que su señora estaba verajieando en este punto con la esposa del ladrón, y que las .monedas se las había vendido Arias hacia unos días diciendo que estaba apurado de dinero. Añadió que él no pudo nunca sospechar que procediesen del robo de la catedral.
José Arias, supuesto • autor del i'obo, había sido expulsado del Cuerpo de Carabineros hace años.
José Eleuterio Arias dice que el robo estaba planeado desde hace más de
un mes
Añade que un portugués fué el que lo invitó a participar en el
"negocio" PAMPLONA 20 (5 m.).—Pare.
ce que Arias ha declarado que hace más de un mes tuvo noticias de que sa iba a cometer un robo en la catedral.
Estas noticias ss las comunicó un portugués, diciéndole que le llevarían toda» las alhajas y pie
dras preciosas que se lograran con el robo.
Después de las cuatro de la madrugada ha salido ds Pamplona el detenido José Eleuterio Arias, con varios agentes de Policía de las brigadas de Madrid y esta provincia.
Se cree que van a algún sitio de loa alrededores de esta ciudad para practicar tma diligencia que se considera de gran imnortancia.
Arias ante la justicia
Esta mujercita, ruborosilla, discreta, llena de comedimiento y cortedad de espíritu, es la artista inglesa Mar-got Grábame, que regresa a Londi'es, desde HoUywood, a bordo del "He de France". Esta muchacha se casó con el actor Francis Lister. Y viene dispuesta a pedir el divorcio. Sin duda piensa Margot que la vida de matrimo
nio no va a su carácter apocado • - (Foto Ortlz.)
¿Ha declarado el relojero Arias dónde ha sido enterrada la ar
queta? PAMPLONA 20 (3 t) .—A pe
sar de la absoluta reserva de la Policía, por conducto que merece absoluto crédito se há sabido esta tarde que el relojero detenido José Arias parece que ha dicho, con respecto a la célebre arqueta hispanoárabe que figura entre los objetos substraídos, y única joya que queda por descubrir, que se halla enterrada en un monte distante varios kilómetros de Pamplona, También parece que el de-
tenido ha ' hecho manifestaciones de las que se desprende que los autores de la substracción, al pensar que la arqueta no iba a tener fácil venta en la población, por ser joya conocidísima, decidieron enterrarla en el lugar a que antes nos hemos referido, para más tarde enviarla a Francia —quizá a Burdeos—, donde ya podían operar más fácilmente. El temor a que en algún registro domiciliario fuera descubierta fué indudablemente la causa que los indujo a enterrarla en el campo. (Febus.)
(Continúa esta información en la página octava.i
En París, en la estación de Orsay
Estamos en la "gare d'Orsay", de Parts. Son las diez de la noche del sábado 16 de marzo de este año. Pronto saldrá el tren que ha de conducimos de regreso a España. Ahorramos al lector la descripción de la escena de todos conocida: movimiento de viajeros y de gente que viene a despedirlos, carrcs de mano Henos de maletas, bultos o sacos de correspondencia, emoción de las personas que se van o temen llegar tarde o no encontrar el necesario acomodo... Por nuestra parte, recorremos dos o tres vagones, y por fin encontramos un lugar relativamente libre, que pensamos ocupar. Y decimos relativamente libre porque encima hay una almohada que pertenece a un señor que está ahora en el andén, jimto a la ventanilla del v a gón, charlando animadamente con su familia, una señora esbelta, morena, bien parecida y dos o tres jóvenes; en el grupo hablan italiano, y hablan fuerte, nerviosamente, con la inquietud' de la despedida. Preguntamos si aquel sitio está ocupado efectivamente, y el mencionado señor, desde fuera, nos dice sonriente que podemos sentamos, pues tiene reservado con un maletín el asiento de enfrente.
—Merci bien, monsieur—^le agrá-decenios.
Se oye el silbido del tren; se precipitBíi a sus vagones los viajeros, que están fuera; la familia italiana se despide con cariñosas frases en su idioma; el hombre sube al vagón y desde la ventanilla abierta da los últimos adioses a los suyos. Una tierna escena familiar, en suma. El tren se, pene en marcha lentamente. "Addío I Ad-dío!"
En el tren. El mejicano Dejamos atrás la estación ilu
minada y entramos en , 1 túnel que conduce a la próxima' "gare" de Austerlitz, tirado el convoy por una máquina eléctrica. Entonces aquel señor ae vuelve y nos saluda; le agradecemos de nuevo la amabilidad de habernos cedido el asiento, mientras le vemos ocupar su sitio. Els un caballero de aspecto agradable, correctamente vestido de gris obscuro, de cara pequeña y frente despejada, mediana estatura (im metro sesenta aproximadamente), más bien delgado que grueso, es moreno, y al creerle italiano nos suponemos que será de Ñapóles.
—¿El señor ea italiano, ain duda?—le decimos minutos después, entrando en conversación.
—No, señor, soy mejicano—nos responde amablemente.
—¡Ah! Como hablaba usted en italiano con esa señora y esos jóvenes, pensábamos...—agregamos, ya hablando en español.
—Esa señora es mi esposa—nos dice comunicativo—, y la señorita y el joven son mis hijos. He vivido durante muchos años en Italia y allí fundé mi hogar.
Y al saberle mejicano, nuestra simpatía hacia el agradable desconocido aumenta. Estábamos, como si dijéramos, ante un compatriota. Le dijimos que éramos periodistas españoles y colaboradores de importantes órganos de la Prensa de su país.
Cuando supo nuestra profesión, el mejicano nos comunicó que él, a su vez, también escribía y había publicado el primer tomo de una gran monografía profusamente ilustrada acerca del arte religioso y los templos europeos, por los cuales sentía irresistible pasión.
—¿Y se dedica usted en la actualidad a escribir esa obra?—le preguntamos.
—No por ahora—nos dijo entrando ya francamente en el terreno de las confidencias—. Yo he tenido bastante dinero. Heredé de mis padres una cuantiosa fortuna (nos parece recordar que dijo doscientos mil dólares); pero reveses de la vida me obligaron a tener que ganármela. Estuve rnu-cho tiempo enfermo a consecuencia de una caida de caballo, en la que sufrí una grave fractura de la cabeza. He vivido algún tiempo en los Estados Unidos antes de venir a Europa.
Nuestro compañero de viaje se refirió después en términos de gran admiración al régimen fascista italiano, haciendo una entusiástica apología de Mussolini y de su Gobierno expedito. Nos comunicó que su hijo, que había nacido en la patria del "duce", era canciller del Consulado de Italia en París y que era un joven preparadísimo, que ganaba en el desempeño de su cargo unos cuatro mil francos por mes.
Las ideas fascistas del mejicano Por nuestra parte le dijimos
que aunque no conocíamos directamente la vida italiana bajo el fascismo, pues no habíamos visi
tado ese país, no éramos partidarios de las dictaduras, francas ni disfrazadas, y preferimos los regímenes democráticos de verdade. ra representación popular. El mejicano era partidario del gobierno de un hombre enérgico, omnipotente y bienintencionado, y no tenia palabras para ponderarla obra realizada por el fascismo. Nosotros le replicamos aludiendo discretamente a los enormes impuestos que aplastan el comercio y ja ini'u.stria de Italia, al déficit cuantiosísimo del presupuesto de ese país, a las grandes medidas de rigor, al asesinato de Mateotti...
Nuestras palabras le disgustaron un tanto; pero, hombre correc-
fué del agrado del mejicano, y suponiendo sin duda que pretendía abusar, le reconvino violentamente, dando muestra de un carácter irascible. El conductor del coche, cortésmente, le explicó que no había mejor camino por la nueva organización del tráfico en las car lies de San Sebastián.
Paulino Uzcudun también lo co< noció
Llegamos al restaurante. El me« jicano pagó lo que marcaha el taxímetro. Entramos bajo la lluvia. Era un establecimiento modestito, servido por las propias dueñas, jóvenes primas del boxeador Pau-
'O t
JosE O V I E D O DE LA M O T P ^RILUANTS e M E R A U O E S
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'HoTÉ/ 7~3 }^ / /7PAR19 R. C. 4 7 4 6 5 6
to y medido, de gran facundia y notab'es recursos dialécticos, nos retalia con habilidad:
—U.'sted no conoce Italia—nos decía—; si visitara ese país quedaría maravillado. Es cierto que esa obra gubernamental exige sacrificios y cuesta muchísimo dinero; pero considero justo que los gobernar tes saquen los medios económicos donde los encuentren para empiearlos en beneficio de la nación.
Cómo mataron a Mateotti Respecto de la muerte de Ma
teotti nos dio la siguiente versión: dijo que los fascistas no habían querido ultimarle, sino sola-meiile hacerle injerir como escarnio aceite de ricino. Un grupo üe fascistas se apoderó por sorpresa del diputado socialista y le con dujo a un automóvil. Dentro dei carruaje se arrojaron sobre ci in-íeUz y trataron de verterle en la boca el contenido de una ool'^lla: pi^ro Mateotti se defendió enérgicamente, y echado como estaba, boca arriba, en el asiento del co-ctié, se debatió contra aquellos su. jetos que lo agarrotaban y propinó una soberbia patada a u.no de ellos. Este, un atleta, al sentirse golpeado, se abalanzó contra aquel hombre indefenso y le d'ó un tremendo puñetazo en el pecho, produciendo a Mateotti un gran vómito de sangre, del que murió a los pocos momentos...
El mejicano iba a Pamplona Actualmente, el mejicano se de-
dedicaba en París, seg^n nos dijo, al negocio de la venfa de joyas, y con frecuencia se desplazaba a España con el oibjeto de visitar a su clientela de la Península. -
—¿Se dirige usted a Madrid, seguramente ?—le interrogamos.
—No, señor; voy a Pamplona. —Y como nos sorprendiera que
un joyero de París hiciera este viaje para vender su lujosa mercancía en Pamplona, ncs explicó:
—A pesar de todo, tengo muy buena clientela en esa ciudad y hago excelentes negocios.
—Ya en el tren español, desde Irún a San Sebastián, volvimos a hablar de joyas y piedras preciosas.
—Habrá mucho contrabando de esas piedras a España—inquiri-mce.
—No, ninguno-r-contestónos—. Pagan ,pna insignificancia por derechos aduaneros, pues el mercado español importa muy poco esta mercancía Vea usted lo que acabo de pagar por derechos al pasar estos brillantes—agregó; y diciendo estíj mostrónos un paquetito de peiqueños brillantes que llevaba entre algodones y un recibo de la Aduana por muy pocas pesetas—. En efecto, no valia la pena...
Llegada a San Sebastián Era el domingo 17 de marzo.
Llovía bastante al llegar nosotros a San Sebastián. Nuestro compañero de viaje nos invitó a comer en su compañía. Nos propuso que fuéramos a un restaurante popular de la plaza de la Escuela, adonde él solía ir cuando se detenía en San Sebastián. Aceptamos.
Seguía la lluvia pertinaz. Tomamos un taxi, y el mejicano dio al chófer la dirección del parador del autobús que va a Pamplona y que saldría esa misma tarde para la capital navarra. Allí dejó la maleta, y después dio la dirección del restaurante. Por cierto que el chófer cogió un camino que no
lino Uzcudun, según supimos después. Y en efecto, rindiendo honor al parentesco, allí no había máa decoración que el retrato del famoso púgil vasco en ampliaciones fotográficas de diferentes tamaños, colores y actitudes defensivas. Poco después apareció el mismo Uzcudun en persona, que sa detuvo un rato en nuestra mesa, pues lo conocemos desde París, cuando empezaba su carrera de boxeador en Francia. Uzcudun estuvo hablando con el mejicano y con nosotros de las posibilidades de su próximo encuentro con Schmeling en Berlín, para el cual había recibido proposiciones en esos días.
Nuestro acompañante era por cierto muy conocido en la casa. Hablaba con cierta familiaridad a las muchachas que servían y le» daba bromas con un oliente d;e una mesa contigua, un rentista cincuentón y calvo, de Pamplona, que se hallaba pasando una temporada en San Sebastián y »e alojaba en la casa.
Terminamos de comer y quisimos pagar el importe de los dos cubiertos; pero el mejicano se opu. so terminantemente y prefirió que pagase cadia cual el suyo.
Un café de despedida Había calmado la lluvia. Salimos
del restaurante y noa dirigimoa, acompañados dsl mejicano y del viejo rentista, a un gran oafé da la avenida, en las proximidadea de Correos. Allí estuvimos hablando y oyendo música durante una hora aproxinxadamente. Salimos y coa despedimos en la puerta. Antes noa habíamos d a d o recíprocamente nuestras tarjetas. Y sobre la cartulina, en la mesa del café, había escrito ©1 mejicano de su puño y letra su dirección de Francia y da España. En esa tarjeta, que hemos conservado hasta ahorra en nuestro poder, se lee: "José Oviedo de la Mota, perles, brillants, emeraudes, Montmartre 1336, 12 rué Saint - Isaure. R. C. 47 4656, Pairis. Hotel La Peirla, Pamplona."
Hasta nuestro retiro veraniego ha llegado a nosotros la noticia del escandaloso robo del tesoro de la catedral de Pamplona, cuyo valor se calcula en más de cuatro millones de pesetas. E¡n los primeros momentos, al hablarse del mejicano al que se señala como organizador y director del audaz robo, pensamos en nuestro misterioso compañero de viaje, sospechando que pudiera tratarse de la misma persona. Encontrada la tarjeta que nos diera, y que babíaanoa traspapelado sin retener el nombre, hemos visto que, en efecto, el presunto ladrón y nuestro mejicano son una misma persona; el retrato que ha publicado la Prensa, y donde aparece más joven de lo que era cuando lo conocimos, nos ha disipado cualquier duda que pudiéramos abrigar.
Decididamente, el ángel tutelar de los periodistas nos tenia reservada, por las circunstancias referidas, la misión de escribir la primera entrevista con el hoy famoso aventurero,
MANUEL R. CARRASCO
(Servicio del Consorcio ínterno-cional de Prensa. Beproduccióñ prohibida.)
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