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JOSÉ MIGUEL MERINO DE CÁCERES - MARÍA REYNOLDS ÁLVAREZ LA IGLESIA DE SAN MARTÍN DE SEGOVIA. ANÁLISIS MORFOLÓGICO Y EVOLUTIVO

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JOSÉ MIGUEL MERINO DE CÁCERES - MARÍA REYNOLDS ÁLVAREZ

LA IGLESIA DE SAN MARTÍN DE SEGOVIA.

ANÁLISIS MORFOLÓGICO Y EVOLUTIVO

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“Efte fortifsimo fitio, que la naturaleza formó in-expugnable, efcogio Hercules, nueftro fundador,para vna Ciudad, propugnáculo entonces de lomejor de Efpaña” (1)

Es claro el interés estratégico del enclave en que se asientala ciudad de Segovia, lo que justifica plenamente la existencia deun primer asentamiento prerromano. En el año 218 a.c. los ro-manos penetran en la Península quedando nuestra ciudad in-cluida, hacia el año 27 a.c. en la Península Citerior, una de lasdos provincias en que los romanos dividieron inicialmente His-pania (Ulterior y Citerior).

Apoyando la hipótesis de un primitivo asentamiento romano,tenemos las estructuras aparecidas durante las obras de restaura-ción que realizamos en 1983 en el adarve de saliente del Alcázar;las excavaciones llevadas acabo en el curso de aquellas sacaron ala luz partes importantes del antiguo basamento de la fortaleza,fundaciones que los expertos calificaron como obra romana (2).La presencia del colosal acueducto, en una ciudad en la que laausencia de otros vestigios arquitectónicos de carácter romano esmanifiesta, no se justificaba más que con la pretérita existencia deun establecimiento militar, adecuadamente fortificado y de im-portancia pareja a la de la monumental puente Seca. Por la im-portancia de esta y la sólida construcción de los restos aparecidos,Segovia habría sido una importante plaza en la Hispania Citerior,confirmándose así las antiguas hipótesis sobre la existencia de unemplazamiento castrense de cierta entidad en época romana.

Hacia el año 410 d.c. comenzó la entrada de los pueblos bár-baros en Hispania y en el 494 se asentaron en su solar los visi-

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godos, instituyendo un orden nuevo. Durante esta etapa, y trasla conversión al cristianismo de Recaredo, se erigió el obispadode Segovia, hacia el año 527 d.c., de cuyo posterior desarrollo ypresunta disolución tras la invasión sarracena, apenas tenemosnoticias (3).

En el año 711, musulmanes provenientes del norte de Áfricainvadieron la Península; como consecuencia, los habitantes delterritorio comprendido entre la Sierra y el Duero huyeron haciael norte, quedando la zona en gran medida despoblada. Este va-cío demográfico fue ocupado por un asentamiento de poblaciónbereber; de todas las distintas etnias que traspasaron el estrechode Gibraltar (árabes, sirios, eslavos, bereberes …), fue a estos úl-timos a los que se les asignaron las peores tierras del nuevo te-rritorio conquistado.

Este hecho provocó un descontento generalizado y, conse-cuentemente, una serie de revueltas que fueron aprovechadaspor el joven rey leonés Alfonso I para acoger en sus dominios atoda la población cristiana que huía de los bereberes. De estamanera creó una línea defensiva de tierra yerma entre sus terri-torios y los musulmanes difícil de atravesar: la llamada “tierra denadie”.

A pesar de esta caída demográfica, debió quedar una peque-ña minoría cristiana que permaneció en la ciudad de Segovia.Según el marqués de Lozoya, las tierras segovianas no quedarondel todo despobladas, basándose en pruebas arqueológicas quedemuestran que los templos románicos se levantaron junto a lasnecrópolis visigodas, lo que probaría la continuidad de los asen-tamientos cristianos durante los siglos VIII y IX. Así, esta mino-ría se convirtió en la comunidad mozárabe, dato fundamentalpara la comprensión del origen de la iglesia de San Martín, en-tre otras.

En el siglo X los condes castellanos iniciaron una tímida la-bor de repoblación, a la que puso fin el caudillo musulmán Al-

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manzor. Aún así, Segovia se convirtió en el s. XI en importantecentro de colonización de las tierras ahora ocupadas por los cris-tianos. Tras la toma de Toledo (1085) el rey Alfonso VI, ayuda-do por su yerno Raimundo de Borgoña, acometió la consolida-ción del territorio y la repoblación de la zona, formada por gen-tes libres, que gozaban de primas reales y se organizaban enconcejos. Este afianzamiento territorial sería apoyado por unamodalidad arquitectónica común en todos los reinos cristianos,el estilo románico.

Sin embargo, el nuevo estilo, aun con múltiples puntos encomún, no se desarrolló por igual en todos los pueblos. Debidoa la mezcolanza cultural de los nuevos pobladores, el románicosegoviano se vio fuertemente influenciado por una importantetradición mozárabe, aún perdida la cadena transmisora, estable-ciéndose una convivencia que continuó en los siglos XII y XIII.Igualmente llegaron a la provincia influencias aragonesas y bur-galesas, penetrando de norte a sur como camino de transmisióny por el este las de Soria; luego, por el noroeste, se introdujo lainfluencia de Sahagún y el románico de ladrillo leonés. Todas es-tas corrientes se fusionaron con la estética mudéjar, de presenciano suficientemente justificada en la zona (4).

En los albores del siglo XII la arquitectura románica se im-puso de manera generalizada en los reinos cristianos. El románi-co fue un estilo que de inmediato se identificó con la prosperanobleza castellano-leonesa; sobria, recia, áspera, monástica,… einmediatamente el aspecto de las ciudades como Segovia tomótintes del nuevo estilo emergente.

Bien que tardiamente, el románico tuvo un extraordinarioarraigo en toda la provincia de Segovia, como lo demuestra elhecho de que se siguieran elevando edificios conforme a esta es-tética, cuando ya el estilo gótico estaba introducido en Castilla.La anacrónica construcción del claustro de Santa María de Nieva,en tiempos de Catalina de Lancaster, es singular muestra de ello.

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La iglesia de San Martín es una de las más singulares de Sego-via e, indudablemente, la de morfología más compleja. Situada enel centro del peñón rocoso en que se asienta la vieja ciudad amu-rallada, con un pronunciado declive topográfico hacia el sur, teníauna privilegiada ubicación dentro de la compleja y dispar tramaurbana. A mitad del camino de la principal arteria de la ciudad, lacalle Real, que enlaza el mercado mayor y el Azoguejo, en su en-torno fluía la mayor vitalidad de la ciudad. Rodeada de mansionesseñoriales y casas fuertes, la vecindad del palacio real la llevó ensu tiempo a asumir un importante papel en la vida religiosa de lacomunidad cristiana segoviana, viniendo a ser la iglesia más im-portante y rica de la ciudad. Hoy, el entorno urbano de San Martínencierra gran parte de la historia segoviana de todas las épocas yno cabe duda de que, en el aspecto artístico, conforman ambosun conjunto del máximo interés.

Señalemos cómo, tradicionalmente y de forma generalizada,se ha considerado la iglesia de San Martín como un notable tem-plo románico; clasificación correcta, por supuesto, bien que efec-tuada apresuradamente y sin mediar un detenido estudio morfo-lógico del edificio. Así, aunque lo románico sea lo más destaca-ble en su aspecto global, es manifiesto la presencia de otros mo-dos y etapas históricas, tanto en la configuración de la planta co-mo en la concepción espacial, bastante poco románicas ambas.

Numerosos edificios religiosos por toda la Península nos ha-blan de comportamientos similares, dentro de un proceso deevolución y crecimiento a lo largo del tiempo, en función de lasnecesidades de la comunidad que lo ha utilizado, tales como lalitúrgica, el acrecentamiento poblacional, los condicionantes cul-turales y estéticos del momento,… por eso hemos de considerartodos estos factores para la correcta lectura del monumento.

Las etapas que más claramente han dejado su impronta enSan Martín son la mozárabe, la románica y la barroca, siendo la

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mozárabe, por su condición de original, la más significativa e in-fluyente de las tres, aún cuando exteriormente sea la menos ma-nifiesta. Como ahora veremos en detalle, la composición originaldel templo, la concepción del espacio interior y la metrología delnúcleo primitivo responden claramente a un planteamiento mo-zárabe; y es por ello que, podemos afirmar que el origen de SanMartín está más vinculado a la manera de hacer oriental, que alo románico occidental. Así hemos de entender que se trata deun edificio de concepción mozárabe, que posteriormente fueadaptándose a las nuevas necesidades, en función de los diver-sos condicionantes socioculturales de las épocas en que se des-arrollaron las sucesivas etapas constructivas.

EL TEMPLO PRERROMÁNICO

El primitivo núcleo de San Martín parece corresponder al si-glo X, encuadrado en esa oscura etapa, pobre y modesta, previaa la definitiva repoblación de la ciudad por Alfonso VI, siendopresumiblemente sus artífices mozárabes de aluvión; pareceaventurado atribuir a la población local capacidad suficiente pa-ra la construcción de un templo como el que nos ocupa. En to-do caso, y siguiendo el principio de la “permanencia de los lu-gares de culto en el solar”, cabe la posibilidad de que este tem-plo mozárabe estuviera construido sobre un anterior santuariovisigodo, que, a su vez, se hubiera edificado sobre un antiguoara o lugar de culto prerromano, teniendo en cuenta la perma-nencia, hasta no hace muchos años, de dos berracos celtibéricosde piedra berroqueña en la vecina plaza de las Sirenas (5).

Todo esto no son sino hipótesis, ante la falta de documentos,pero lo que sí es incuestionable es el perfume mozárabe del tem-plo primero: por su disposición en planta; por su morfología es-tructural; por sus proporciones y por su técnica constructiva, setrata indudablemente de una obra de arquitectura anterior a lo ro-mánico y seguramente relacionada con la primera repoblación.

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La voz “mozárabe” procede del árabe mustarib, arabizado. Ladoctrina coránica establece muy claramente que “El Islam pre-dominará y así nada se elevará sobre él”; sin embargo, bajo cier-tas condiciones, generalmente fueron respetadas las creencias re-ligiosas de la “gente del Libro”, es decir, de judíos y cristianos.Así, los cristianos gozaron de bastante tolerancia para practicarsu culto, pero en los lugares de predominio de la población mu-sulmana no podían hacer ostentación de sus creencias y ritos. Deesta manera se les permitía la plena posesión de sus iglesias ypropiedades, pero no la construcción de nuevos templos, y sí tansolo la reparación de los ya existentes. Por ello, no es extrañover cómo, en determinadas áreas, el llamado arte mozárabe vie-ne a ser un consorcio de elementos tradicionales latino-godos yde otros árabes, que se desarrollaron hasta el siglo XII, cuandolas invasiones musulmanas, almorávides y, especialmente almo-hades, llegaron a borrar de la sociedad arabizada española cual-quier vestigio de las tradiciones judías y cristianas.

Resulta ocioso por demás proponer un modelo arquitectóni-co único para las llamadas iglesias de repoblación del siglo X,profusamente estudiadas por Gómez Moreno (6). Morfológica-mente tienen notables similitudes tipológicas con Bizancio y po-demos aventurar su procedencia sarracena por el sur, o goda porel norte, con evidente influencia oriental. El sello bizantino semanifiesta en los esquemas de las plantas, las formas de above-damiento, la compartimentación espacial y la tendencia ascen-sional del espacio. Los esquemas planimétricos más repetidosson tanto los basilicales, con elementos orientalizantes que re-cuerdan basílicas áfrico-sirias tardorromanas, como los de cruzgriega, quizás por la influencia de construcciones visigodas detradición hispánica, o de la “nea eclesia” bizantina.

Estas iglesias de repoblación tienen en común un marcadointerés por la compartimentación espacial en celdas, rectangula-res o cuadradas, de pequeño tamaño, debido probablemente ala jerarquización del rito, propio de la liturgia hispánica, así co-mo a los escasos medios y conocimientos técnicos. Esta frag-

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mentación del espacio interior, tiene adecuada respuesta al ex-terior en su alzado y volumetría, de manera que el cuerpo cen-tral sobresale del conjunto en altura y el resto de los espacios loanillan o cinchan alrededor, en una suerte de apiramidamiento.Estos cuerpos, construidos sobre el crucero, son del todo nove-dosos, así como sus modos de sustentación y cubrición, con va-riedad de soluciones para ello. Los grandes cimborrios centrales,referencian el espacio desde el exterior, vertiendo luz hacia el in-terior mediante huecos abiertos en las distintas caras, algo quealcanzará su máxima expresividad en el románico zamorano definales del siglo XII.

Las cabeceras suelen ser de dos tipos: cuadradas o circulares.Los presbiterios cuadrados acostumbran a cerrarse con bóveda dearista y disponen columnas de apeo en los ángulos; los circularessuelen trazarse en planta de herradura y se cubren con bóvedasde gajos (Mazote). Caso más raro es el de los presbiterios cua-drados cubiertos por bóveda de cascos, como la que encontra-mos en el cimborrio de Mazote, de difícil solución constructiva.A veces encontramos unas cámaras de notable entidad a los piesdel templo, a modo de contra-ábsides, rectos al exterior y circu-lares al interior, con sentido funerario (Mazote, Peñalba); repitenel esquema del ábside principal y así, por su situación, la entra-da al templo se realiza por el lateral sur. Igualmente los cimbo-rrios se cubren de esa manera, si bien no son extrañas las bóve-das de arista. Cuando presentan nave de crucero, los brazos secubren con bóveda de cañón, a veces rematados en los extremoscon exedras gallonadas.

El arco ultrasemicircular fue de generalizada utilización porlos mozárabes, llegando a ser un referente claro de toda la ar-quitectura de repoblación, hasta el punto de haber sido frecuen-te la identificación de estas formas con su arquitectura. Sin em-bargo se puede comprobar cómo, con anterioridad, ya había si-do profusamente utilizado por los visigodos en sus templos, bienque tan sólo con sentido constructivo y rara vez como directrizplanimétrica. Era este producto de un sistema de construcción de

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tradición tardorromana, con leve ultrasemicircularidad que nosobrepasaba 1/3 del radio con trasdós que caía en perpendicu-lar al sobrepasar la línea del centro. El mozárabe, sin embargo,era consecuencia de lo cordobés, anterior a lo califal, con ultra-semicircularidad de 1/2 del radio y concordancia de intradós ytrasdós.

Por último, dentro de la arquitectura mozárabe, cabe reseñarel generalizado uso de la columna, con tendencia al modelo co-rintio con basa ática, frecuentemente utilizando elementos deacarreo. Así los soportes son columnarios (Mazote, Escalada) omixtos con núcleo central cuadrado (Lebeña). Igualmente fuehabitual el uso de columnas adosadas en la embocadura de losábsides (Peñalba, Mazote, Escalada, Lebeña) y en la formaliza-ción de los iconostasios, hoy perdidos casi en su totalidad.

En el caso de la iglesia de San Martín, lo que se conserva delnúcleo originario lo constituye un cuadrado, dividido en nuevecompartimentos mediante cuatro pilares cruciformes centrales;un esquema muy sencillo que responde claramente al modelomozárabe anteriormente descrito. Pero debemos señalar que es-te modelo, al parecer procedente del mundo musulmán vecino,hunde sus raíces formales en el lejano Bizancio.

La relación de las construcciones de repoblación y las igle-sias bizantinas es meramente tipológica y parece poco probableque los constructores mozárabes de la Península, conocieran otuvieran influencia directa de los modos de hacer bizantinos.Pero sí es coherente que, a través de los musulmanes (por elsur), o de los godos (por el norte), llegaran a la Península estosmodelos de segunda mano, siendo adoptados por la comunidadmozárabe. Reforzando esta idea encontramos las mezquitas tole-danas del Cristo de la Luz y de las Tornerías, con idéntica orga-nización en planta, cuadrada dividida en nueve espacios, y cuyoprototipo, según Chueca, hay que buscarlo en las iglesias bizan-tinas de la dinastía de los Commenos (7). Lojendio nos comentaasí estas similitudes tipológicas:

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“La parte mas antigua es, sin duda, el núcleo central, quees de estructura cuadrada y esta dividido por columnas ennueve compartimentos, al modo que está también la famo-sa iglesia del Cristo de la Luz de Toledo. Esta estructura hade considerarse fundamentalmente prerrománica, de esearte que tanto se considera visigótico o mozárabe, como ar-quitectura de repoblación (8).”

Sin embargo hay que considerar que tanto la mezquita deBab al-Mardum (c. 999), como la de las Tornerías (S.XI), sonconstrucciones más tardías que los templos mozárabes de plan-ta centralizada (Lebeña, Bamba o San Martín). En todo caso en-tendemos que tal tipología debió ser tomada de la lejanaBizancio y, aun a falta de ejemplares anteriores que lo atesti-güen, debió ser bien conocida y empleada por los musulmanesen pequeños oratorios, siendo de esta manera como los mozá-rabes la conocieron y asimilaron como propia.

El origen de las iglesias de planta central de este tipo, bienque con precedentes probablemente sirios, hemos de buscarloen Armenia, en los últimos años del siglo VI (9), donde se desa-rrolla el modelo con innumerables variantes. Perdura durante lossiglos siguientes con leve evolución, experimentando un vigoro-so renacimiento en el siglo X cuando, en el área del mar de Már-mara, se expande profusamente. Morfológicamente, la planta delnúcleo primitivo de la iglesia segoviana responde, según Kraut-heimer, a una tipología bizantina de Periodo Medio (864-1204d.c.).

Es en esta época cuando eclosionan las tipologías de plantabizantina: la cruz griega atrofiada, el octógono con cúpula, el oc-tógono cruciforme, la iglesia ambulatoria, la planta de cruz ins-crita…, etc. De todas ellas la más repetida a lo largo de todo elImperio, y por tanto la mas difundida, es la nea-eclesia: de cruzgriega inscrita en un cuadrado, cubierta con bóveda de arista ocañón en los espacios secundarios y cúpula en el central, espa-cio por tanto jerarquizado. También al exterior, donde existe un

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juego de volúmenes pesados y compactos que se escalonan enfunción de su importancia funcional y formal.

Este es precisamente el esquema al que responde San Martínde Segovia: pequeña, alta, encerrada en el perfil de un cuadra-do, con un núcleo compuesto por nueve elementos en el pue-den distinguirse los brazos de una cruz. Los nueve espacios ge-nerados por los cuatro pilares están cubiertos por bóvedas de di-ferente formulación. Llamó poderosamente la atención deLampérez la forma de abovedamiento, que desde el punto devista constructivo resulta perfecta por la disposición alternativade cañones y aristas (10). Ello es el resultado de emplear un ca-ñón que recorre el perímetro de la planta, de modo que en lasesquinas se produce la intersección de dos cañones perpendicu-lares, dando lugar a bóvedas de aristas. De aristas es igualmen-te la solución adoptada por el espacio central, excesivamente re-ducido para disponer una estructura cupuliforme (11).

En cuanto a la cubierta de la iglesia mozárabe, no es difícilimaginar que estaría conformada por un sencillo tejado a cuatroaguas, cabalgando sobre la planta cuadrada; sobre ella, y mar-cando el espacio central, un pequeño torreoncillo, conformandouna suerte de cimborrio, con cubierta a cuatro aguas también, quesería el antecedente de actual torre. Los ábsides, por su parte, secubrirían a tres aguas, el central, y a dos aguas los laterales.

Atendiendo al retallo que aparece en la fachada meridional,en correspondencia con la tercera línea de pilares, podemos de-ducir que en ese lugar doblaban los muros del templo. Ademásdichos pilares no son tales, sino los restos de un muro, continuoen origen, al que abrirían los ábsides en arcos de los que el cen-tral sería de mayor entidad. Sin embargo poco sabemos de la for-malidad de estos ábsides. Antonio Ruiz opina que existiría unúnico ábside (12), pero nosotros nos inclinamos más por la exis-tencia de tres, de manera similar a Mazote, Bamba o Lebeña, re-metidos los laterales como en el caso de estas dos últimas; serí-an estos los equivalentes a la prótesis y el diacónicon. En el cur-

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so de las obras que realizamos en la iglesia en 1975, llevamos acabo una pequeña exploración arqueológica en la base del cim-borrio románico (en la nave de crucero), buscando el posible áb-side central sin que aparecieran cimentaciones que informarandel posible carácter circular del mismo y sí tan solo restos, muydeteriorados, de un muro recto en la parte de mediodía; a nortey saliente tan solo piedras sueltas, todo ello revuelto por la eje-cución de sepulturas posteriores, que también aparecieron re-movidas (13). En consecuencia nos inclinamos a pensar en unpresbiterio cuadrado para la nave central e igual disposición pa-ra las cámaras adyacentes y, puestos a elucubrar, imaginamosuna cúpula gallonada cubriendo el presbiterio y bóvedas de aris-ta en las capillas colaterales.

Los cuatro pilares que compartimentan el espacio interior soncruciformes con codillos, construidos con fábrica mixta, de sillaren las partes bajas, y ladrillo en las superiores. Sobre ellos vol-tean los arcos que, en el espacio central, sostienen los paños delcimborrio (hoy convertido en torre, como hemos señalado), altiempo que apean las bóvedas de las naves laterales, todas rea-lizadas en ladrillo sobre cimbra continua. Este carácter com-puesto de los pilares es una aportación mozárabe y son simila-res a los de Lebeña, pero más complejos aunque sin columnas.Las que aparecen actualmente en la segunda línea de pilares, enlas caras interiores, parece que fueron añadidas en época romá-nica, como veremos más adelante; también las tuvieron los pila-res de la primera fila, pero fueron eliminadas al colocar la tribu-na coral gótica.

El espacio interior presentaba unas cualidades espaciales bas-tante distintas a las que podemos apreciar hoy en día. En cual-quier caso es sencillo imaginar el esquema original: cada una delas nueve partes claramente identificables y cuya referencia seríael espacio centralizado, en contraposición al desarrollo longitu-dinal que le imprime en la actualidad el ábside de la nave cen-tral. El volumen conformado originalmente resultaría más com-pacto y cerrado, con escasa iluminación, debido a la parquedad

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y menudencia de los huecos, característica esta que denota unmarcado primitivismo en la construcción.

En cuanto al aparejo del templo original, se pueden observar,aun hoy, muros de esta etapa mozárabe. Serían en su mayoría deladrillo, muy sencillamente empleado, con elementos que no res-ponden a una homologación fabril, si bien los hay de gran tama-ño; durante la reforma románica se intercalaron en su fábrica si-llares de dispar tamaño, posiblemente en sustitución de partes da-ñadas. Los muros de mediodía, sin embargo, están construidos abase de grandes sillares en la parte baja, luego fábrica de hormi-gón sobre encofrado en la zona intermedia y finalmente ladrillocon sillares intercalados anárquicamente en la parte más alta. Lasbóvedas son todas de ladrillo, volteadas sobre cimbras, y segura-mente estuvieron enlucidas; los revocos que presentan algunas,con despiece simulado, parecen corresponder a época bajome-dieval, siendo otros claramente barrocos y no faltando alguna vil-mente descarnada. Se conserva buena parte del cornisamientodel bloque inicial, con excepción del frente de saliente, si bien noparece que corresponda al momento mozárabe, sino más bien aun románico primerizo. La cornisa es de billetes de tres filas y loscanes son parecidos a los del cimborrio de Jaca, algunos simila-res a los clásicos mozárabes, pero ahora con rollos sobre direc-triz recta, a 45º, y no en curva cóncava como aquellos.

Como referencia más cercana a la primitiva planta mozárabede San Martín ya hemos señalado las iglesias, presumiblementecoetáneas, de Santa María de Bamba (14) y Santa María de Lebeña,en las que encontramos importantes similitudes tipológicas.

El primero de los casos, Santa María de Bamba, o Wamba, es,como San Martín, un ejemplo claro de planta de cruz inscrita bi-zantina. Compartimentación espacial, cubrición con bóvedas, conla particularidad de que en este caso, los empujes de las arqueríasson contrarrestados con estribos de influencia asturiana. Además laproporción entre naves es bien distinta. Responde a un esquemade tradición occidental presentando un marcado sentido longitu-

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dinal; las naves laterales son algo más estrechas que la central, enuna proporción de 2/3, de manera que desaparece el esquema deplanta cuadrada, adoptando un cierto sentido longitudinal.

La relación de San Martín de Segovia con Santa María deBamba, cobra especial relevancia no solo por las similitudesmorfológicas de ambos templo, sino por la circunstancia de lamención de un “Frunimius episcopus Segovienses sedis”, en unaescritura de Alfonso IV del Archivo de la catedral de León (15),según nos relata Manuel Carriedo Tejedo: posiblemente esteFrunimio de Segovia “fue uno de esos obispos (“in partibus infi-delius”) que se documentaron al frente de sedes que todavía seencontraban en territorio musulmán, o en plazas que no habíansido repobladas oficialmente, sitas en “tierra de nadie”, pero quelos cristianos ya veían próximas a alcanzar” (16). Con fecha de15 de junio de 938 aparece nuestro Frunimio residente en unmonasterio de la localidad de Wamba, estimando Carriedo queel tal monasterio de Wamba no sería exclusivamente el simplerefugio de un obispo, sino que tuvo carácter de sede-monaste-rio, bien que en 950 se trasladase a Simancas (17).

Por su parte, Santa María de Lebeña, presenta un tipo arqui-tectónico cruciforme, muy desarrollado por los godos, pero queaparece vinculado a oriente desde el siglo X. La compartimenta-ción espacial es evidente. Las capillas laterales están, como en SanMartín, cubiertas con cañones y la elevación de la nave central estres veces su anchura. Sin embargo, el esquema de cruz inscritaen cuadrado no tiene respuesta al exterior. Solo se eleva el espa-cio central, quedando el resto como un cerco bajo y uniforme. Laplanta responde al esquema bizantino, pero no así el alzado.

Análisis metrológico

Para entender adecuadamente la arquitectura debemos apo-yarnos en la medición creadora, la cual, ya de por sí, nos puede

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aportar información importante a la hora de datar los edificios.Además, solo podremos entender adecuadamente la conceptua-lidad del edificio y sus similitudes con otros paralelos, si lo ana-lizamos desde su metrología original. Por ejemplo, dos claustrosmonásticos pueden ser muy distintos en tamaño, y aun así seridénticos en cuanto a su concepción proyectual, dependiendodel módulo constructivo utilizado en cada caso. Por eso no sepuede entender conceptualmente un edificio midiéndolo connuestro actual sistema de medición, el métrico decimal.

En el caso de San Martín identificamos perfectamente comounidad creadora del núcleo primitivo de la iglesia el pie mozá-rabe, de valor 33.2786 cm (18) y, de acuerdo con él, el trazadogenerador muestra una lógica aplastante. Se genera a partir deuna cuadrícula de 18 pies de lado (19), en la que se apoyan losejes de los pilares y las caras interiores de los muros perimetra-les, estos de 3.5 pies de espesor. De esta forma el replanteo dela traza resultaba ciertamente fácil: un esquema planimétricomuy sencillo, para una construcción muy primitiva. El conjuntomozárabe original se disponía según un cuadrado de 61 pies delado, más un cuerpo de ábsides en ligero escalón a saliente, so-bresaliendo el central otros 18 pies, en total 79 pies de largo. Elinterior venía a ser un cuadrado de 54 pies y el ábside centralotro de 16.25 pies de lado, igual dimensión que el espacio cen-tral del cuadrado base de los nueve compartimentos. Se trata deuna típica composición ad cuadratum, característica del mundoromano y de la alta Edad Media.

Comparado San Martín de Segovia con Santa María de Lebe-ña y Santa María de Bamba, vemos que se trata de un temploconsiderablemente mayor. En el caso de Lebeña la cuadrículaordenadora mide 12 pies (20) (1/3 menos que la de San Martín),el cuadrado base 36 pies de lado al exterior y 32 al interior, y elábside central sobresale otos 12 pies. En el caso de Bamba te-nemos un rectángulo base de 52 x 35 pies, siendo el muro peri-metral de tan sólo 2.5 pies, pero estando reforzado por contra-fuertes; la nave central mide 13.5 pies a eje de pilares y las late-

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rales 8.25 pies (de eje de pilar a cara de muro), lo que totalizaun ancho interior de 30 pies. Así el ancho interior en la iglesiade Bamba es de 30 pies, en Lebeña 32 pies y en San Martín 54pies, valores que están en la relación de 1; 1.06 y 1.8. En cuan-to a las dimensiones del espacio central, que condiciona el an-cho de la nave mayor, en Lebeña es de 12 pies, en Bamba 13.5y en Segovia 18, lo que da una relación de 1; 1.125 y 1.5.

En lo referente a las elevaciones, en la iglesia segoviana tene-mos una altura de 45 pies para el espacio central y de 32.50 piespara los satélites lo que, sobre los 16.25 pies de lado de los cua-drados base, supone una proporción cercana a la triple en el pri-mer caso (2.77) y exactamente dupla en el segundo. Efectuandola medición sobre la “campata”, es decir, sobre los ejes de la cua-drícula base, la proporción sería de 45/18 = 2.5. En el caso de lasotras iglesias comparadas, encontramos las siguientes relaciones:Bamba, nave central relación o ratio 2.8; nave lateral, ratio 3 ensentido N-S y ratio 2 en sentido E-W. Lebeña: ratio 3 para la navecentral y 1.9 y 1.75 para las laterales (tramos oriental y occidental.

En todos los casos vemos que se trata de proporciones degran esbeltez, con valores que no se repetirán en la arquitecturarománica y muy excepcionalmente en la gótica. La catedral deÁvila, la más esbelta de la Península, tiene una proporción tripleen la nave central gótica, proporción a la que no llega la catedralde Reims y quizás tan solo es superada por Beauvais con 3.4.

EL TEMPLO ROMÁNICO

El románico segoviano es marcadamente tardío, no encon-trándose en la capital obras anteriores a los últimos años del si-glo XI. Este arte, que se introduce y difunde en España como unsistema arterial a través del Camino de Santiago, llega primero alas poblaciones más importantes de la mano de artistas itineran-tes, que trasmiten sus conocimientos a artesanos locales que in-

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corporan acentos particulares. Así llegan a la provincia deSegovia las influencias aragonesas y burgalesas, penetrando des-de el norte; por el este las de Soria y más tarde por el noroestelas de Sahagún y el románico de ladrillo leonés. Todas estas co-rrientes se fusionan con las tradicionales de la población mozá-rabe segoviana, dando como resultado una enorme variedad desoluciones arquitectónicas y decorativas.

Durante el siglo XII, con la amenaza musulmana ya lejana, escuando se produce el momento constructivo de mayor vitalidad.Las pequeñas aldeas pierden su carácter provisional y se conso-lidan, al tiempo que las villas y poblaciones importantes experi-mentan un notable crecimiento demográfico y económico. Seconstruyen nuevos templos, se amplían los ya existentes, se lesañaden las características galerías porticadas, nuevas naves (igle-sia de San Andrés), torres, capillas, etc. todo dentro de un tenazrománico. Un románico que se desarrollará con tanta intensidadque hasta el s. XV no se producirá la eclosión del gótico, en ma-nos de Juan Guas, e igualmente será entonces cuando tenga lu-gar un despertar auténticamente mudéjar.

Ampliación de núcleo mozárabe

Tras la ocupación de Segovia en 1088 por parte de AlfonsoVI, se repueblan y reconstruyen los arrabales de la ciudad, mar-cando el inicio de una intensa actividad constructiva. Es lógicopensar en esta época como un periodo de estabilidad política yeconómica, a la que inevitablemente asociamos un aumento dela población, aunque mucho tardaría en cuajarse el peñón roco-so. Debido a este crecimiento demográfico el pequeño templomozárabe de San Martín no podría satisfacer la necesidad de cul-to de sus feligreses, y por tanto sería urgente una ampliación delmismo. Y ello habida cuenta de que San Martín vendría a con-vertirse en la parroquia más importante intramuros, centro de lavida religiosa de Segovia, en la que se celebrarían los más des-

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tacados actos religiosos de la ciudad, y en consecuencia necesi-taría de un espacio litúrgico acorde con su relevancia.

Pero no pensemos que la ampliación de nuestra iglesia se de-bió exclusivamente al aumento de población en la ciudad. Amedida que la Reconquista avanzaba los nuevos territorios tení-an que consolidarse y a esta tarea acudieron gentes de diversoslugares y culturas: gallegos, aragoneses, riojanos, vascos y “fran-cos”, atraídos por primas y privilegios reales; nuevos pobladoresque se mezclaron con los mozárabes y bereberes que ya habita-ban Segovia durante la etapa anterior. Ante esta diversidad cul-tural se hizo necesario un nexo unificador, unos criterios comu-nes que establecieran un carácter propio a la nueva Hispaniacristiana. Es por ello que Alfonso VI (1065-1109) recogió el mo-vimiento unificador carolingio impulsado por Cluny y lideradoen aquellos momentos por Gregorio VII (1073-1085) que, comosabemos, intentaba homologar la liturgia en toda la Europa, algoque condicionaría de manera decisiva la configuración arquitec-tónica de los templos (21). Impulsor de la reforma en Castilla fueel “Concilio de Burgos”, celebrado en 1080, el cual, desde elpunto de vista arquitectónico, prescribía reformas en las cabece-ras de numerosos templos existentes, ya que lo cerrado de losábsides, muchos de ellos en planta de herradura, y los iconosta-sios del siglo X, y de hasta bien avanzado el XI, impedían a losfieles la contemplación del rito de la consagración eucarística:deberían abrirse los ábsides hasta el semicírculo, dar la mayoramplitud posible a los arcos triunfales y eliminar los iconostasios.Así, debemos entender que el espacio litúrgico de San Martín nosería el apropiado y debía cambiarse.

No obstante, prácticamente nada sabemos del proceso decambio litúrgico en nuestra ciudad, en la que no se restauraría elobispado hasta 1120, treinta y dos años después de su repobla-ción. Sabemos que entre 1107 y hasta la llegada de Don Pedro deAgen la administración eclesiástica de Segovia estuvo en manosdel arzobispo de Toledo, Bernardo de Sedirac, bien que actuan-do este como arcediano (22); es de suponer que sería durante es-

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te período transitivo cuando se llevaría a cabo la rehabilitación delos viejos lugares de culto y, en consecuencia, donde debemosencuadrar la transformación estructural de la iglesia de San Martín.

La renovación románica

La transformación del viejo templo mozárabe en otro románicosuponemos sería una operación larga y compleja, habida cuenta delo accidentado del solar de asiento y de lo variado del resultado fi-nal. En una primera campaña se llevaría a cabo la transformaciónde la cabecera, seguramente a principios del siglo XII, durante lareferida etapa transitiva; en un segundo momento, ya en la segun-da mitad de esta centuria, se llevaría a cabo la construcción de latorre e, inmediatamente después, posiblemente incluso alcanzandoel siglo XIII, la adición de los pórticos costaneros.

Esta compleja secuencia renovadora es la razón de la apari-ción de algunas irregularidades de la planta, tales como rebajes,resaltos y modificaciones de algunos muros. Y ello no solo se de-be a los lógicos errores de ejecución, sino también a la adapta-ción de dos distintos módulos constructivos; una delicada laborde encaje, para conseguir adecuar las nuevas ampliaciones a laconstrucción original, compaginando dos diferentes tramas com-positivas.

Primera campaña románica: transepto, cabecera y torre

En la primera ampliación, por tanto, se construyeron el tran-septo y la cabecera; la nueva liturgia exigía un desarrollo longi-tudinal del espacio interior y había que ampliar la iglesia haciaoriente. La ampliación partió de los nueve cuadrados que con-formaban el núcleo mozárabe, derribando los primitivos ábsides;sobre su solar se dispuso una nave transversa, a la que se ado-saron los nuevos. Será esta una nave crucero alineada con el

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cuerpo de naves, tanto por influencia de Jaca y Frómista, comopor lo abrupto del terreno que no facilitaba un desarrollo cruci-forme.

La nave transversa, de tres tramos, se cubrió con bóveda decañón, disponiendo en el central un cimborrio: sobre un ochavoconformado por trompas, se apoya la cúpula, esférica, reforzadapor dos nervios que se cruzan en el centro “de clara raigambremusulmana, fórmula ya vista en las torres de El Salvador deSepúlveda y de la ermita de Navares de las Cuevas” (23). La fá-brica es en su mayor parte de ladrillo, empleando la piedra úni-camente en las partes bajas del hastial de mediodía y en las cor-nisas del exterior. De estas se ha perdido la del cimborrio, al serreformado en época barroca, quedando tan solo las de los bra-zos del crucero, que son marcadamente diferentes de las delcuerpo mozárabe; son de sencilla moldura en caveto, apoyadasobre canes de decoración muy elemental, bien que gran partede estos es de reposición moderna. En el hastial sur se abrió du-rante la reforma barroca un óculo y dos grandes ventanas, altiempo que otras dos similares en el paño central de la nave.

La cabecera se amplió a todo el ancho del frente oriental, co-rrespondiendo un ábside a cada nave, los laterales ligeramentemás estrechos que el central, 14 pies, frente a los 17 de aquel,en valores del interior. Este es más prominente no solo en di-mensiones, sino también por el desarrollo del rectángulo delpresbiterio que, con 20 pies, rebasa a los otros en 3 pies. Esta je-rarquía responde al cambio de liturgia mencionado anteriormen-te, que obliga a un tratamiento longitudinal del espacio. Luego,durante la reforma realizada en el siglo XVII, se suprimió el áb-side central reemplazándolo por una poco agraciada cabecerarectangular, si bien, atendiendo a la morfología de los ábsidesmenores, podemos imaginar como sería el desaparecido.

Exteriormente los ábsides se articulan en dos cuerpos super-puestos, separados por un baquetón: en el superior se abren loshuecos de iluminación, cobijados por arcos de medio punto so-

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bre columnas y taqueado en el guardapolvos, mientras que el in-ferior se modula con una arquería ciega, de labra mas torpe, sinarquivoltas y con guardapolvos sencillo; la del ábside norte seencuentra semienterrada y notablemente dañada, en tanto que ladel sur fue restaurada hace medio siglo con escasa fortuna (24).Las ventanas se disponen de una manera un tanto peculiar yaque, en lugar de disponerse en el centro y a 60º, lo hacen conun desvío de 15º con relación a eje del ábside. Suponemos queen el ábside central se abrirían tres vanos, correspondiendo elcentral con el eje de la nave y simétricos los laterales, y la com-posición exterior respondería en líneas generales a la de los áb-sides menores, aunque probablemente no tan sencilla.

De igual manera la torre parece haber sido construida en el si-glo XII, en paralelo al crucero. Tiene la singularidad de ser de laspocas que hay en la ciudad construidas en ladrillo, junto con lasde San Lorenzo y San Andrés y los cuerpos superiores de la deSan Sebastián. Aunque su aspecto actual es el de una imagen ba-rroca, debido al chapitel, se trata de una construcción en la ondamudéjar con elementos del románico culto, como son los maine-les de los ventanales. Originalmente tendría una sencilla cubiertade madera a cuatro aguas, como todas.

Su recia fábrica de ladrillo, cabalga sobre los cuatro pilarescentrales, sobre el viejo cimborrio mozárabe, remetidos sus para-mentos medio pie con relación a los de aquel (25).Consta de trescuerpos con idéntica composición en cada frente. El inferior en-globando el antiguo cimborrio mozárabe, aunque remodelado es-teriormente, con una dimensión de 21 pies mozárabes en cadacara, lo que equivale a poco más de 25 pies castellanos; en suparte baja se abren las antiguas ventanas, también remodeladas yhoy ocultas en parte por las cubiertas; sobre ellas una pareja deventanas de cumplido tamaño, de medio punto peraltado y do-blado, con mainel de caliza de orden corintio, en la primera do-bladura de los arcos. En el siguiente cuerpo, tras un casi imper-ceptible releje, se repite el tema de la doble ventana, en tanto queel superior, tras retallar 1/3 de pie, muestra cuatro huecos más pe-

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queños, abiertos también con arcos de medio punto, enmarcadoscon sencillos alfices de medio pie. Cada cuerpo está separado delanterior por una imposta de ladrillo de esquinilla en dos hiladas,con gruesos tendeles que no llegan a los extremos y comple-mentadas con otras que organizan un pequeño vuelo.

La introducción de la torre implicó la construcción de una es-calera de acceso al campanario. Es esta de caracol y se ubica enel muro de poniente, aprovechando el regruesamiento que sufrióeste al construirse la portada románica principal, durante la mis-ma campaña constructiva. En cuanto a la portada de mediodía, apesar de los arcaísmos que muestran alguna de sus partes, nos in-clinamos a pensar que se abriría en época posterior, posiblemen-te coincidiendo con la elevación del pórtico. Probablemente setrate de la romanización de un primitivo paso mozárabe, tal y co-mo han apuntado algunos, bien que resulta extraño debido algran desnivel que separa el templo del nivel de calle Real. Habríaque pensar entonces en la existencia de una escalera, antece-dente de la que existió hasta la reforma del atrio realizada en elsiglo XIX.

Segunda campaña románica: atrio y pórticos

Los pórticos costaneros son los elementos más característicosy diferenciadores del románico segoviano, además de ser de granimportancia por su incidencia urbana. No en vano el pórtico esuno de los elementos que, de manera decisiva, más ha contri-buido al aislamiento de las iglesias respecto de la trama urbana,generando un espacio abierto a su alrededor, que generalmentese convierte en plaza.

Conceptualmente tendría su remoto origen en la stoa, con sucarácter asambleario y de reunión y, aunque seguramente surgecon fines funerarios, acaba convirtiéndose en el lugar de reuniónde los parroquianos, donde se debaten problemas de la colecti-

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vidad. Es, en cierto modo, una simplificación del claustro mo-nástico: sería como un claustro civil, donde se reunía el concejopara tratar temas de interés particular de la comunidad, al noexistir todavía edificios destinados a las reuniones populares.Ruiz Hernando señala la perfecta adecuación del atrio a la fun-ción de reunión, demostrada por la curiosa tendencia actual delos fieles de “permanecer allí a la salida de la misa en animadacharla”. En definitiva, la función del atrio es la equivalente a lade los soportales de una plaza, donde las gentes pueden charlaral abrigo de un espacio cubierto.

Los atrios son siempre posteriores a las iglesias y suelen estarorientados a mediodía (La Trinidad, San Clemente, Santo Tomás);pocas veces también a poniente (San Juan, San Esteban, SanLorenzo, El Salvador), y excepcionalmente a norte y a sur (SanMillán, San Andrés (26)). El caso de San Martín es totalmente atí-pico, ya que cuenta con pórticos en tres de sus costados.

Parece probable que, en San Martín, el nartex de ponientefuera la primera adición que recibiera la iglesia. Se conforma co-mo un amplio espacio cúbico abovedado, que hace las veces demonumental antesala del templo, todo ello realizado en piedracaliza de excelente labra. A derecha e izquierda se abren losatrios norte y sur mediante dos arcos apuntados, sin molduras yapoyados directamente sobre el muro. La bóveda es de crucería,con ojivos de sección románica y arcos de cabeza muy leve-mente apuntados, que descansan sobre unos canecillos antropo-mórficos adosados al muro del templo y en capiteles con moti-vos vegetales que, a su vez, apoyan en columnas antropomórfi-cas adosados al muro de poniente del nartex. Se abre al exteriormediante una portada, abocinada con espléndidas arquivoltas,que constituye la más grande entre las románicas de la ciudad.La portada está flanqueada por estatuas que representan a loscuatro profetas (Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel); junto conlos atrios configura el más importante conjunto de escultura ro-mánica en la ciudad.

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Por lógica edificatoria es de suponer que el primero de losatrios en construirse fuera el del costado norte: habida cuenta delfuerte desnivel del terreno en que se levantó la iglesia, es fácilpensar que la fachada sur quedaría notablemente elevada sobrela calle, por lo que sería más sencillo construir el atrio norte ydespués ir avanzando por el oeste para, finalmente, tras estable-cer una plataforma niveladora sobre el escarpe, terminar de ro-dear la iglesia con el atrio de mediodía.

Los órdenes arquitectónicos son de canon corto, con colum-nas de doble fuste sobre basas sencillas y arcos de medio punto.Los del lado norte, de arista viva y moldura envolvente con ta-queado y los del lado sur también con las aristas vivas, pero sinmolduras ni guardapolvos. Los capiteles forman una serie muynotable, con iconografías de todo tipo: bestiarios, acantos, geo-métricos…, pero algunos se encuentran muy deteriorados y otroshan desaparecido. En el pórtico sur fueron repuestos en el sigloXIX diversas piezas, con copias de otras del monasterio de Silos.También hay que resaltar la cornisa de canecillos historiados ycon distintos motivos decorativos, de carácter figurativo y geo-métrico, y metopas con florones.

La construcción de los atrios configuró la definitiva ocupa-ción del templo, la cual se inscribe en un rectángulo de 164.5 x109 pies, lo que arroja una proporción sesquiáltera.

El pórtico norte debió tener una vida corta ya que en el si-glo XV fue ocupado por capillas privadas, perdiendo así su fun-ción asamblearia, aunque no la funeraria. La edificación de estascapillas comportaría una obra compleja, con la excavación delsubsuelo del atrio y la construcción de un recio muro de con-tención. Luego, el adecentamiento y adecuación de las mismasse prolongaría hasta el siglo XVII.

La primera capilla, a partir del crucero, se construyó como sa-cristía, uso que vino a recuperar tras la demolición en el siglopasado de la nueva al mediodía. Tiene planta rectangular y está

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cubierta por una bóveda de medio cañón. Bajo la bóveda hay unrótulo que dice: “Esta capilla y panteón de los Excmos. Sres.Marqueses de Miranda de Ebro, compró para sí y los sucesores ensu mayorazgo el Licenciado Antonio de Junguito y su mujer do-ña Ginés Gimilio Vera. Año de N. Sr. Jesucristo de 1668”.

A continuación viene una anodina estancia que tiene en unade sus esquinas un arranque de bóveda gótica y que en la ac-tualidad está destinada albergar las instalaciones.

La más interesante de la serie es la siguiente, la capilla de losHerrera. Presenta una portada del gótico flamígero, formada porun arco carpanel de cinco centros con conopio, recuadrado conalfiz y decoración de cardinas en las jambas. En las enjutas es-cudos con las armas de los Herrera y Barros todo ello en deli-cadísima talla en piedra blanca. Tradicionalmente se ha atribui-do su construcción a Juan Guas, presentando similar estructuray composición que las portadas del Monasterio del Parral, la delos del Campo, en la Trinidad y las desaparecidas de los Cáceresen San Francisco. El retablo de la capilla es una de las piezas másimportantes de la escultura gótica española del siglo XV, con se-pulcros labrados en alabastro.

La última capilla es la de San Ildefonso, actual museo. Hayuna inscripción de los fundadores que dice :”Esta capilla fundóAlonso Moreno, Tesorero que fue del real ingenio de la Casa Baxade la Moneda de esta ciudad. Costó en su sitio 180.000 Mrvds.Falleció a uno de agosto del año 1569”.

A esta época pertenecen también los arcosolios sepulcrales yhornacinas abiertos en los muros de las naves laterales y los áb-sides, algunos de ellos en la onda artística de Juan Guas, maes-tro hispanoflamenco tan vinculado a nuestra ciudad.

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EL TEMPLO BARROCO.

Aunque pueda parecer excesivo el salto del románico al ba-rroco, este viene motivado por la escasa relevancia de los estilosintermedios (gótico y renacimiento) en la génesis arquitectónicade la iglesia de San Martín. Sin embargo sí es interesante fijarnuestra atención en este último período, ya que en su tiempocambió manera notoria la fisonomía de la iglesia, fundamental-mente en su aspecto externo.

En primer lugar señalemos la adición del chapitel de pizarrade la torre, a mediados de siglo XVII. Este elemento conformóun hito característico de San Martín, que hace que sea visibledesde toda la ciudad. El chapitel sustituyó la antigua cubrición acuatro aguas, en un intento de darle más relevancia y esbeltez alcampanario. Desde su adición hasta hoy ha sufrido numerosasreparaciones, en la última de las cuales, no excesivamente afor-tunada, se le eliminó un curioso barandal metálico que poseía enla parte inferior y que le aportaba un sello muy característico.

En segundo lugar hay que reseñar la mutilación de la antiguacabecera románica: se derribó el ábside central y en su lugar secoloco una nueva cabecera recta al exterior. Este elemento en-jarja con los muros preexistentes del ábside, pero se amplia enaltura y dimensiones hacia oriente, imprimiendo mayor desarro-llo longitudinal al interior de la iglesia y afectando notoriamentesu aspecto exterior. Desde el exterior a simple vista se distinguenlos muros románicos de la antigua cabecera, no así en el interiorque quedan ocultos tras un revestimiento unificador. En cual-quier caso esta intervención presenta graves problemas de re-planteo; los nuevos muros están claramente girados, con un es-viaje de 1,6º respecto del eje horizontal.

Las obras fueron realizadas por los maestros de obras JuanCarretero y Lorenzo de Rioseco, como figura en la escritura del8 de mayo de 1667. La demolición se llevó a cabo con motivode la catorcena de 1668 y el mismo año se encargó el retablo

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mayor a los artesanos José Vallejo Vivero y Juan de Pardo; el do-rado y pintura del retablo fue hecho por el dorador segovianoFrancisco Ximénez de Ocaña.

A finales del siglo XVIII tuvo lugar otra intervención quecambió de forma sustancial el aspecto exterior de la iglesia: laconstrucción de una sacristía en la cabecera, adosada al ábsidesur, pieza nada agraciada y que, afortunadamente, fue demolidahace unos años.Tras un acuerdo del 3 de Mayo de 1792 la juntaparroquial acordó lo siguiente: “...Que siendo la sacristía suma-mente húmeda de forma que los ternos y demás ropas que se ha-llaban en las cajonerías para su guarda y custodia estaban muydeteriorados por dicha humedad y que cada día se iban deterio-rando más, para evitar estos perjuicios, se hizo presente a los fe-ligreses, si los parecía conveniente, hacer una nueva sacristía enla parte más cómoda”... “Convinieron todos, sin voto en contra,en que se ejecutase dicha sacristía”... “Se pidió ayuda a los feli-greses, a fin de que, de ese modo, fuese menor la cantidad en quese empeñase la iglesia”.

Poco después comenzaron las obras. En 1795 se rediseñó elproyecto por los maestros Lorenzo Ciudad y José Anselino, quetrabajaban en el Real Sitio de San Ildefonso, incluyendo dosfuentes exteriores. El Arquitecto fue don Juan Pla de la Torre.

La última intervención de relevancia en la morfología de laiglesia tuvo lugar en el siglo XIX, y afectó al atrio sur, que fueremodelado. Santos Sancristobal nos da información precisa so-bre las obras de reforma y ampliación, de acuerdo con los datosdel archivo parroquial:

”En 1866 se comenzó la obra de completar los arcos delatrio Sur del templo, pidiéndose permiso al Obispado el 13de febrero. Como se trataba de una obra de envergadura,y que afectaba a una de las zonas más importantes de laciudad, se inició también un expediente ante el Ayunta-miento y ante el Gobierno Civil. El coste de la obra se tasó

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en 91.000 reales, y al año siguiente se determinó arreglarel pavimento interior de todo el atrio.

Durante el curso de los trabajos surgieron dificultades, yhubo que adaptar la terminación del proyecto a la junta deObras Públicas.

Finalmente, después de múltiples papeles y trámites, elmaestro de obras Basilio Hidalgo concluyó la obra en ma-yo de 1871 en la cantidad de 10.748 pts., sobre el precioiniciado. Parte de esta cantidad la dieron los feligreses yparte la dieron diferentes corporaciones.”

La ampliación mencionada correspondió a los cinco arcosmás próximos a la cabecera. La solución adoptada no se puedecalificar de neorrománica, sino de clara imitación de lo original,ya que se incorporaron réplicas de los antiguos, realizados congran perfección, hasta el punto de que hoy día apenas se pue-den distinguir de los originales.

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NOTAS

(1) COLMENARES, Diego de, “Historia de la Insigne Ciudad de Segovia yCompendio delas Historias de Castilla”.

(2) MERINO DE CÁCERES, J. M., “La Fábrica del Alcázar de Segovia”, Patro-nato del Alcázar de Segovia, Madrid 1991, pp. 18-20.

() Ver CARRIEDO TEJEDO, Manuel, “Dos Obispos de Segovia en el siglo X:Fruminio de Wamba (927) e Ildereo de Simancas (960)”, EE. SS. Nº 102,Segovia 2002, pp. 47 – 78.

(4) Ver RUIZ HERNANDO, José Antonio, “La Arquitectura de Ladrillo en laProvincia de Segovia, siglos XII y XIII”, Excma. Diputación Provincial de Sego-via. Segovia, 1988.

(5) Según un dibujo de Bourgeois, grabado por Perdoux, de hacia 1820, es-tos berracos, las populares marranas o puercos, se encontraban afrontados alos pies del pretil del cementerio de la iglesia. Luego fueron situados a la puer-ta de la capilla de Viejos, cuando albergó el Museo Provincial. Más tarde se ubi-caron delante de la torre de Lozoya y recientemente han sido trasladados alMuseo Provincial, en la Casa del Sol. El tramo de la Calle Real que discurríafrontero a la iglesia de San Martín era conocido como Calle del Puerco.

(6) GÓMEZ MORENO, Manuel, Iglesias Mozárabes. Arte Español de los SiglosIX a XI, Centro de Estudios Históricos, Madrid 1919.

(7) CHUECA GOITIA, Fernando, “Historia de la Arquitectura Española. EdadAntigua y Edad Media”, Editorial DOSAT, Madrid 1965, pág. 110.

(8) LOJENDIO, L.M. y RODRÍGUEZ, A. “Castilla/2”. La España Románica,Madrid, 1979., pág. 255. Equivoca aquí Lojendio el sistema estructural de SanMartín, ya que los soportes no son columnas, como en la mezquita toledana,sino pilares cruciformes con codillos.

(9) Ver KRAUTHEIMER, R., Arquitectura Paleocristiana y Bizantina, Edicio-nes Cátedra, S.A. Madrid 1984, pág. 381 y ss.

(10) Vicente LAMPÉREZ Y ROMEA, Historia de la Arquitectura Cristiana Es-pañola en la Edad Media, Madrid 1908, Tomo Primero, pp. 431 y 515.

(11) Ruiz Hernando sugiere la pretérita existencia de un cimborrio, presumi-blemente cupuliforme, algo que no creemos posible. Ello entra en colisión conla presencia de los codillos en los ángulos interiores del prisma base, lógicosapeos de una bóveda de aristas. Ver RUÍZ HERNANDO, José Antonio, La Arqui-tectura de Ladrillo en la Provincia de Segovia, Siglos XII y XIII, Segovia 1998,págs. 25 y 149.

(12) Op. Cit. Pág. 25

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(13) La investigación que llevamos a cabo entonces fue muy superficial, ac-tuación precautoria para no destruir restos que en un futuro pudieran ser ade-cuadamente estudiados por expertos.

(14) Ya Gómez Moreno llama la atención sobre esta similitud, aunque sin in-cidir en el tema. Op. Cit., pág. 196.

(15) Archivo Catedral de León, Tumbo de León, ff. 384v-386r

(16) CARRIEDO TEJEDO, Manuel, “ Dos Obispos de Segovia en el siglo X: Fru-minio de Wamba (927) e Ildereo de Simancas (960)”, EE. SS. Nº 102, Segovia2002, pág. 53.

(17) Ibidem.

(18) El “pie mozárabe” no es una unidad de medida única, sino que presentavalores diferentes, bien que siempre en el entorno de los 32 y 33.5 cm, muy simi-lar al pie carolingio de valor 32.19 cm. Claramente derivan ambos del pie visigo-do, cuyo valor aproximado era de 33.33 cm, bien diferente del que más adelanteserá de generalizada utilización en Castilla, el pie castellano, de valor 27.86 cm.

(19) Curiosamente, el otro edifico mozárabe que se conserva en Segovia, latorre de la iglesia de San Millán, está construida también según un cuadrado de18 pies de lado, bien que de valor algo menor, 32.045 cm. Ver J. M. MERINODE CÁCERES, “La torre mozárabe de la iglesia de San Millán de Segovia”, EE.SS.NÚM. 104, Segovia 2004, pp. 19-41. Por otra parte, la nave central de SanCebrián de Mazote, en Valladolid, mide igualmente 18 pies (5.97 m).

(20) Siempre sobre el módulo metrológico del pie mozárabe, de valor 0.3327m.

(21) El cambio del rito mozárabe o hispano al romano, supuso en el reina-do de alfonso VI un importante progreso. Se inició a partir de 1074, a peticióndel papa Gregorio VII, no sin grandes dificultades ante la oposición de muchasdiócesis. El papa tuvo que enviar al cardenal legado Ricardo para conseguirlo,con la ayuda de la reina Constanza, segunda esposa de Alfonso VI, y los nu-merosos monjes cluniacenses que vinieron con ella.

(22) Para una mejor comprensión de lo que supuso el cambio de rito en laciudad de Segovia, remitimos al lector al trabajo de Juan Pablo RUBIO SADIA,“Raíces cluniacenses del breviario de Segovia. El oficio de Todos los Santos”,publicado en este mismo número de Estudios Segovianos.

(23) Ruíz Her nando, José Antonio , La Arquitectura de Ladrillo en la Pro-vincia de Segovia, Siglos XII y XIII, Segovia 1998, pág. 149 . Dice este autor quela cúpula es de ocho paños, seguramente confundido por la decoración barroca.

(24) En el curso de estas obras, sobre proyecto de J.A. Arenillas Asín de 1965,fue demolida la inoportuna sacristía que se había adosado al ábside sur en épo-ca barroca.

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LA IGLESIA DE SAN MARTÍN DE SEGOVIA

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(25) Es curiosa la existencia de un encamisado de medio pie, también de la-drillo, en la parte inferior de la torre, para apoyo de las armaduras de maderade las naves. No hemos conseguido descubrir el arranque de este forro, ocul-to por las bóvedas de las naves, pero muy posiblemente su cara exterior estépañeando con la original del cimborrio.

(26) Quedan restos del pórtico norte, que aparecieron en el curso de lasobras que llevamos a cabo en 1974. Este pórtico debió ser ocupado durante lareforma barroca para albergar la nave del evangelio; posiblemente la nave dela epístola fuera en origen también un pórtico costanero.

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JOSÉ MIGUEL MERINO DE CÁCERES - MARÍA REYNOLDS ÁLVAREZ