isonomía, isegoría, isomoiría y democracia a escala global

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NOTAS Y DISCUSIONES una inocencia natural", En ella se dan relaciones de opresión sexual, explotación laboral, discriminación étnica, etcétera. , Para una introducción a esta particular y com- pleja problemática tienen especial interés algunos tra bajos de P. y 1994). Isonomía, Isegoría, Isomoiría * y democracia a escala global PHILIP RESNICK Universidad de Brítish Columbia Desde la antigüedad hasta nuestros días, virtualmente todos los defensores a ultranza de la democracia y del gobierno republicano han subrayado de manera enfática cómo las desigual- dades económicas amenazan la dcmo- cracia, Robert Dahl 1 Uno de los procesos más sorprendentes de finales del siglo xx es la tendencia hacia la globalizacíón de la democracia. En Lati- noamérica, la transición de autoritarismo a democracia dominó la política durante la década de los ochenta y trajo consigo la restauración de regímenes democráticos a lo largo de todo el cono sur, así corno una mayor democratización de la vida polí- tica en Centroarnérica y México 2. Desde 1985,con la ascensión de Mijail Gorbachov a la posición de Secretario General del Par- tido Comunista de [a Unión Soviética, [os términos glasnost y perestroika se convir- tieron en los emblemas de una fase nueva, más democrática, en la Unión Soviética y, por añadidura, en toda Europa del Este 3. El modelo marxista-leninista de partido de vanguardia y de sistema de partido-Estado centralizado, comenzó a dejar paso a algo substancialmente más abierto, pluraíista y descentralizado en la Unión Soviética mis- ma, en donde se producía una creciente separación entre el Estado y el partido, el centro y las repúblicas de la unión, la sociedad civil y el estado, que se acabarían por convertir en norma. Desde Polonia hasta Bulgaria se producía, a finales de la década de los ochenta, un aceleramiento de la historia con el hundimiento de la mañana a la noche del modelo marxista-le- ninista. La victoria del movimiento Soli- daridad en Polonia, la caída del muro de Berlín y la subsecuente unificación de las dos Alemanías, la Revolución de Tercio- pelo checoslovaca, la adhesión de Hungría a la economía de mercado, el violento derrocamiento de Ceaucescu, la significa- tiva erosión del apoyo al comunismo en Bulgaria, Yugoslavia y (ironía de ironías) en la estalinista Albania, todo esto signi- ficaba el comienzo de un nuevo capítulo en esa parte del mundo. Tanto en el sureste asiático como en el sur de Asia se han producido avances, aunque frágiles, hacia la democratización: en países como Corea del Sur, Taíwan y Filipinas, así como en Pakistán, Ncpal y Bangladesh, Si bien estos avances hacia la democracia se han visto acompañados, * Traducción de Elvira Barroso. Una primera versión del presente trabajo fue publicada por Praxis tnternational 170 ISEGORíA/13 (1996)

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Page 1: Isonomía, Isegoría, Isomoiría y democracia a escala global

NOTAS Y DISCUSIONES

una inocencia natural", En ella se dan relaciones deopresión sexual, explotación laboral, discriminaciónétnica, etcétera.

, Para una introducción a esta particular y com­pleja problemática tienen especial interés algunos trabajos de P. Ródella~(1991 y 1994).

Isonomía, Isegoría, Isomoiría *y democracia a escala global

PHILIP RESNICKUniversidad de Brítish Columbia

Desde la antigüedad hasta nuestrosdías, virtualmente todos los defensoresa ultranza de la democracia y delgobierno republicano han subrayadode manera enfática cómo las desigual­dades económicas amenazan la dcmo­cracia,

Robert Dahl 1

Uno de los procesos más sorprendentes definales del siglo xx es la tendencia haciala globalizacíón de la democracia. En Lati­noamérica, la transición de autoritarismoa democracia dominó la política durantela década de los ochenta y trajo consigola restauración de regímenes democráticosa lo largo de todo el cono sur, así cornouna mayor democratización de la vida polí­tica en Centroarnérica y México 2. Desde1985, con la ascensión de Mijail Gorbachova la posición de Secretario General del Par­tido Comunista de [a Unión Soviética, [ostérminos glasnost y perestroika se convir­tieron en los emblemas de una fase nueva,más democrática, en la Unión Soviética y,por añadidura, en toda Europa del Este 3.

El modelo marxista-leninista de partido devanguardia y de sistema de partido-Estadocentralizado, comenzó a dejar paso a algosubstancialmente más abierto, pluraíista y

descentralizado en la Unión Soviética mis­ma, en donde se producía una crecienteseparación entre el Estado y el partido,el centro y las repúblicas de la unión, lasociedad civil y el estado, que se acabaríanpor convertir en norma. Desde Poloniahasta Bulgaria se producía, a finales de ladécada de los ochenta, un aceleramientode la historia con el hundimiento de lamañana a la noche del modelo marxista-le­ninista. La victoria del movimiento Soli­daridad en Polonia, la caída del muro deBerlín y la subsecuente unificación de lasdos Alemanías, la Revolución de Tercio­pelo checoslovaca, la adhesión de Hungríaa la economía de mercado, el violentoderrocamiento de Ceaucescu, la significa­tiva erosión del apoyo al comunismo enBulgaria, Yugoslavia y (ironía de ironías)en la estalinista Albania, todo esto signi­ficaba el comienzo de un nuevo capítuloen esa parte del mundo.

Tanto en el sureste asiático como enel sur de Asia se han producido avances,aunque frágiles, hacia la democratización:en países como Corea del Sur, Taíwan yFilipinas, así como en Pakistán, Ncpal yBangladesh, Si bien estos avances hacia lademocracia se han visto acompañados,

* Traducción de Elvira Barroso. Una primera versión del presente trabajo fue publicada por Praxistnternational

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NOTASY DISCUSIONES

ciertamente, de dramáticos retrocesoscomo por ejemplo en China, Birmania (hoyMyanmar) y, más recientemente, Tailan­dia, Sin embargo, el ímpetu hacia la demo­cratización está bastante vivo en lo que vade década. También en África, países dela importancia de Nigeria y Sudáfriea hanexperimentado la democratización en losúltimos años, y el modelo de partido únicoha desaparecido en Mozambique, Angola,el Congo y Etiopía, por poner sólo cuatroejemplos. Hemos de intervenir entre estastransformaciones, tanto en términos de lasfuerzas mayores (económicas, ideológicas,culturales) que operan en nuestro mundode finales del siglo xx, como a la luz delas lecciones negativas que nos han ense­ñado los estados de seguridad nacional deLatinoamérica y los regímenes marxista-le­ninistas 4.

Estos cambios no se han producido enel vacío. Como mínimo, las últimas dos otres décadas han sido testigos del surgi­miento de una división internacional nuevadel trabajo, más global en carácter quecualquiera de las anteriores. Las corpora­ciones multinacionales y los bancos llevana cabo sus actividades de continente a con­tinente. Incluso en los gustos de los con­sumidores y en las formas culturales delcapitalismo avanzado, se pueden observarparalelismos significativos desde Tokyo,pasando por París, hasta San Francisco. Latecnología de la información, la televisióny las películas, en particular, han traídoJos estilos de vida de Occidente, con suconsumo de masas y sus imágenes de abun­dancia, a las pantallas del segundo y el ter­cer mundo, y durante este proceso han con­tribuido a crear una opinión pública másreceptiva a los modelos económicos .Y polí­ticos de Occidente. Asimismo, las fallas evi­dentes de la economía centralizada, pla­nificada, del tipo soviético o la supresiónde libertades elementales bajo los regíme­nes autoritarios (tanto de derechas comode izquierdas), han contribuido él crear los

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elementos, entre intelectuales, estudiantes,miembros de la clase media y de la clasetrabajadora y del campesinado, para laconstitución de algo más claramente demo­crático.

Existe, sin embargo, una gran ambigüe­dad en torno a términos como democraciamundial y a las implicaciones de las trans­formaciones que estamos observando. Paramuchos de los que ocupan las posicionesde poder en las sociedades occidentales,y, por consiguiente, en las sociedadesdemocratizadas recientemente, la demo­cracia es de tipo rnultipartidista, en dondese convocan elecciones nacionales demanera regular. Las legislaturas nacionalestendrán representación de los partidospolíticos mayoritarios; la rama ejecutivadel gobierno tendrá suficiente área demaniobra entre elecciones, un cuerpoburocrático de cierto tamaño; el podermilitar estará subordinado al poder ejecu­tivo; el judicial será independiente; la pren­sa será libre, etc. Los actores económicos,en su mayor parte, serán independientesde los políticos, con principios de mercadopropios en los que sólo de manera modestaintcnvcndrá el gobierno, haciendo balance,suministrando los soportes para una socie­dad libre 5. Éste es el modelo que otras(menos afortunadas) sociedades han deimitar, si se pretende que, este mundo seaseguro para la democracia.

Bajo el triunfalismo de los líderes occi­dentales y los portavoces de los medios decomunicación, que glorifican la victoria de«nuestro» sistema sobre sus rivales, yace,curiosamente, un asunto inacabado. Nohace mucho tiempo los mismos líderes deopinión se lamentaban de la «crisis de lademocracia» originada por la sobrecargadel sistema político a través de las deman­das que emanan de los estudiantes, Jos acti­vistas negros, etc 6. Tampoco se han mos­trado receptivos los archideíensores de losprincipios del mercado en las pasadas déca­das, hacia las dimensiones comunitarias e

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NOTAS Y DISCUSIONES------------igualitarias de la democracia; cuestionesque han puesto sobre el tapete los adhe­sores a los movimientos ciudadanos, eco­logistas o feministas. Ciertamente, no estáclaro que, si se vieran obligados a elegirentre los polos abiertamente capitalista oabiertamente democrático de la sociedadcontemporánea, Milton Friedrnan, Frie­drich Hayek y James Buchanan no aca­barían escogiendo el primero 7. Los críticosliberales de la democracia en el siglo XIX

solían criticar sus excesos igualitarios 8, yéste parece ser también ei Ieitmotif de loscríticos neo-conservadores del gasto social,la intervención estatal y la irresponsabili­dad fiscal.

Por otra parte, mucho del criticismo queha surgido en Occidente acerca del exce­sivo poder de que gozan las grandes cor­poraciones, acerca de la concentración delos medios de comunicación o acerca dela influencia del dinero en la competenciaelectoral y el sistema de partidos, ha sidosugerido en nombre de la democracia. Des­de C. Wright Milis, con su crítica del poderelitista de mediados de los cincuenta enlos Estados Unidos 9, pasando por los teó­ricos de la democracia participativa de ladécada de los sesenta 10, hasta las llamadasrecientes al control comunitario de losdepósitos de residuos tóxicos nucleares, oa conceder parcelas de poder a las pobla­ciones aborígenes, las mujeres, las minoríasétnicas y de otros tipos, el principio racio­nal que subyace parece ser el mismo. Lapolítica del tipo jerárquico, tal y como lavivimos en las sociedades occidentales (ono occidentales) es demasiado excluyente,demasiado carente de respuestas a lasnecesidades y demandas (ya sean éstas eco­nómicas, culturales o políticas), como paramerecer el título de «democrática», en elsentido de «gobierno del pueblo». Nues­tros sistemas políticos, podría sostenerse,son sistemas que están regulados cada vezmás por la lógica de un capitalismo globalcon elementos liberales y principios repre-

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sentativos a modo de hojas de parra, conlos que cubre su desnudez moral y política.

Uno no está obligado a abandonar lademocracia liberal total o parcialmente, nia negar sus méritos (superiores, sin duda,si se comparan con el resto de modelosde que se dispone en el siglo XX, desdeel fascismo hasta el estalinismo), para reco­nocer cierta verdad en este criticismo. Larelación entre liberalismo y democracia hasido siempre problemática, como NorbertoBobbio nos recuerda:

«El liberalismo amputa el individuo delcuerpo orgánico [...], la democracia losvuelve a unir una vez más, junto a otrosiguales a éL El liberalismo subraya la capa­cidad de autocreación del individuo l ...] encondiciones de libertad máxima de todaconstricción impuesta externa o coerciti­vamcnte; la democracia tiene en la másalta estima la capacidad del individuo parasuperar el aislamiento al [...] permitir lainstauración de un poder común bené­volo» 11.

Además (como el liberal francés Ben­jamin Constant subrayó al principio delsiglo XIX), existía una contrapartida signi­ficativa entre los derechos de los ciuda­danos que participaban en la toma de deci­siones colectiva de la polis o la res públicade la antigüedad, y las libertades indivi­duales y derechos que en comparación sondominantes en los tiempos modernos 12.

Existen, y deben de existir, ciertas dudasacerca del alcance de nuestros logrosdemocráticos, cuando pensamos en otrosmodelos más partícipativos del pasado ocuando, al quitarnos nuestras anteojerasideológicas, contemplamos la desigualdadde condiciones y, por consiguiente, depoder, que el capitalismo, debido a su pro­pia naturaleza, engendra.

Para explorar un poco más algunas delas tensiones del discurso democrático con­temporáneo entre los modelos represen­tativo y participatorio, entre los principiosde libertad e igualdad, entre las esferas

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políticas y económicas, pennítanme sugeriruna breve vuelta a los griegos. Como inven­tores de la democracia, por decirlo dealgún modo, y de las categorías asociadasa ella, los griegos de los siglos VI y IVa.e.,aún tienen cierta influencia en nuestro pro­pio mundo. A pesar de las deficiencias dela democracia ateniense con respecto a losesclavos, y a la exclusión de las mujeresy los extranjeros de la categoría de ciu­dadanía, sigue siendo el prototipo paramucha de la experimentación democráti­ca que se ha venido produciendo desde en­tonces.

El término demokratia, sorprendente­mente, no era el término crucial que seempleaba durante los siglos v y VI, cuandose hacía referencia al gobierno demuchos 13. El término empleado más fre­cuentemente era, de hecho, el de isono­mia 14, que hacía referencia a la igualdadde todos los ciudadanos atenienses antela ley. La igualdad de derechos de ciuda­danía podría contrastarse con la situaciónde las aristocracias y las monarquías, endonde uno o unos pocos poseen privilegiosque se les niega a los demás. Como con­secuencia de las reformas de Clístenes enel 510 a.C, y de las Guerras Persas, Atenasintrodujo el más básico y elemental de lospreceptos.

Un segundo término empleado en elsiglo v a.e. como sinónimo de democraciase derivó también de la raíz griega ison,o igual. Es el término de isegoria 15, quehace referencia al derecho de los ciuda­danos atenienses a formar parte de las reu­niones de la asamblea y, por consiguiente,a hablar y votar en materias que conciernena la polis. Este término captura el elementode participación en la democracia atenien­se, el cual, por supuesto, era mucho másimportante de lo que hoy en día es en lasformas más indirectas de democracia.

Hay un tercer término, isomoiria, quese refiere a la división igual de la tierra,y que puede ser interpretado como la

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demanda del elemento más radical de lapoblación de Atenas y de la Ática 16.

Encontrarnos el término en un poema deSolón al principio del siglo VI, donde ellegendario legislador se enorgullece de queaun cuando había cancelado las hipotecas(de los campesinos), no cedió ante lasdemandas de quienes reclamaban igualdivisión de la tierra 17. Si bien el términoparece no haber sido utilizado con dema­siada frecuencia durante los siglos V yIV a.C; hace referencia a las demandas deformas de democracia económicas, ademásde políticas. Y es este sentido más igua­litario, en Jo que concierne a la propiedad,lo que ha debido hacer que Aristóteles,en un célebre parágrafo de su Política, defi­niera la democracia no tanto como elgobierno de muchos, sino como el gobiernode los pobres 18.

Lo que quiero sostener en este ensayoes que estos tres términos griegos, nomi­nalmente, isonomta, isegoria e isomoiria,tienen un espacio en una teoría democrá­tica contemporánea, especialmente, en unaque pretenda tener cierto atractivo univer­sal. No estoy convencido de que cualquierade ellos preceda absolutamente a los otrosdos, sino que, por el contrario, querría sos­tener la necesidad de un equilibrio razo­nable entre los tres.

Isonomia puede parecer el más inequí­voco de estos términos, si bien ha sufridola tendencia a ser el precepto democráticomás violado en los regímenes de tipo auto­ritario o de partido único. La igualdad for­mal de los ciudadanos ante la ley y un granpaquete de derechos no significan nada enuna sociedad de torturadores y policíasecreta, una prensa y una vida intelectualamordazadas, un proceso político jerarqui­zado, centralizado y totalmente controla­do. La libertad de expresión, de reunión,de conciencia no son libertades puramenteformales que disfrazan la realidad de ladominación burguesa y del capitalismomonopolista, como la ideología marxis-

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ta-leninista quería que creyéramos. ¿Ouiénpuede leer pasajes como el siguiente dela era Brezhnev, ensalzando el carácterdemocrático del socialismo real, sin partirsede risa'?

«El sistema socialista posee un criteriocompletamente nuevo para juzgar la demo­cracia; criterio que es desconocido paratoda sociedad explotadora [...]. La parti­cipación de cada ciudadano en la admi­nistración de asuntos comunes es la esenciadel concepto marxista-leninista de demo­cracia [...[, Los ciudadanos soviéticos tie­nen garantizadas la libertad de expresión,de prensa, de asamblea l...J. Tienen el dere­cho de asociarse en organizaciones públi­cas, el derecho a la libertad de conciencia[...] a la inviolabilidad de la persona y elhogar, a la privacídad de su corresponden­cia, conversaciones telefónicas y comuni­caciones telegráficas» 19,

El culto a la personalidad en muchosregímenes marxista-leninistas, la existenciade un estrato privilegiado de autoridadeso nomenklatura, la marginalizaeión, encar­celación o supresión de los disidentes polí­ticos y la omnipresencia del partido, se diri­gían a una sociedad en donde la isonomiaera una palabra vacía. Como Tatyana Zas­lavscaya, la socióloga soviética más emi­nente de nuestros días, observa:

«La totalidad de la vida social estabaimpregnada de hipocresía [...[, La sociedadsoviética estaba caracterizada por la excep­cionalmente desigual distribución delpoder político y un nivel extremadamentebajo de participación en el gobierno porparte de las masas trabajadoras [...]. Laadministración de la arena cuItural era tanburocrática como la administración de laeconomía. Las casas editoriales más po­derosas entendían que su meta en estavida consistía en dejar de editar tudo loque fuera inusual, colorido, animado. Elpensamiento libre y sin prejuicios levan­taba la indignación de los editores» 20,

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Del mismo modo, en las sociedades fas­cistas de los años veinte y treinta y en susramificaciones latinoamericanas o asiáticastras la Segunda Guerra Mundial, apenasquedaba espado para los derechos de losciudadanos. Ciertos individuos y gruposeran prima [acie designados como enemi­gos del pueblo (comunistas, socialistas, sin­dicalistas, intelectuales independientes,judíos, «subversivos», lo que fuera), y seles privaba de todo estatuto cívico. Los másaltos intereses de Estado, el Reich, la doc­trina de la seguridad nacional, prevalecíansobre cualquier preocupación escrupulosaacerca de los derechos, los cuales, a su vez,eran producto del degenerado credodemocrático liberal. Los líderes fascistas,los caudillos militares y gobernadores oli­garcas, se situaban más allá de cualquiersanción constitucional y, como los tiranosde la antigüedad, habían convertido elEstado en un propio dominio personal.

La experiencia del siglo xx nos enseña,una vez más, los grandes peligros del podertiránico. Es una lección que los teóricosdemocráticos de los siglos IV y v habíandigerido ya, y que subyace a la introducciónde la democracia a consecuencia del derro­camiento de las tiranías de Pisístrato y sushijos Hypias e Hiparco 21, Ninguna ciuda­danía puede proclamarse libre o ejercerverdadero poder si una persona o un grupose apropia de todo el poder. La isonomiavino a significar el control de los ciuda­danos sobre las cortes de ley y los consejos,las asambleas y todas las oficinas cívicasde Atenas. Gobernar en nombre del pue­blo, como todo tirano pretende hacer, noera sustituto posible al gobierno del pue­blo 22,

Implícitamente, la isonomia engendratambién la necesidad de cierto grado efec­tivo de participación ciudadana. La isego­ría, el segundo de nuestros términos grie­gos, habla de esta dimensión participativa,bastante más presente en la antigua socie­dad de Atenas que en la de nuestros días.

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Los rasgos participativos de la polis ate­niense (500 miembros rotativos anualmen­te en el bulé, o consejo, elegidos al azar;30-40 reuniones anuales de la ekklesia, oasamblea popular, en la que todos los ciu­dadanos atenienses podían formar parte;un gran número de cargos judiciales y cívi­cos que se cubrían al azar) han sido amplia­mente discutidos en la literatura 23. Nonecesitamos idealizar los logros de la ise­goria ateniense pretendiendo que la mayo­ría de los ciudadanos se aprovechara delderecho de atender cada reunión de laasamblea (aun cuando se pagara por aten­derlas dos óbolos, desde finales del si­glo ven adelante), y mucho menos dc queparticiparan o intervinieran en los debates.Ni debemos entusiasmarnos con el modeloateniense de democracia por encima denuestro propio modelo, rebajando así laimportancia de las serias restricciones queexistían para acceder a la categoría de ciu­dadano o ignorando las tan diferentes con­diciones de vida en las ciudades-Estado,en comparación con las naciones Estadosen que vivimos.

Sin embargo, he de confesar el atractivoirresistible, a pesar de sus muchas limita­ciones, que la democracia ateniense tienepara quienes han de ser los teóricos dela democracia de finales del siglo xx. Escomo si su misma inmediatez, todo lo con­trario a nuestro modelo indirecto, nosimportunara en nuestra conciencia colec­tiva; corno si sus presuposiciones norma­tivas acerca de la virtud cívica nos aguzaraen nuestras preocupaciones modernas(más privativas); y su misma frescura sealzara como un reproche a la realidad máscínica y hastiada de la política democráticaliberal. Como Marx observaba en otro con­texto: «¿Por qué no habría de ejercer lainfancia de la sociedad humana, en dondehabía obtenido su desarrollo más hermoso,un encanto eterno como una edad que nun­ca habrá de volvcr?» 24.

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Un gran número de teóricos (desdeJames Madison a los adhesores al modelocompetitivo de élite del siglo xx) nos hancontado, por supuesto, que la democraciaateniense es, en el mejor de los casos, unaimposibilidad y, en el peor, una dystopiaincompatible con las complejidades de lassociedades modernas, los imperativos dela estabilidad gubernamental o las verda­des de la naturaleza humana 25. Además,no se puede negar ni la existencia de unadivisión laboral evidente entre gobernantesy gobernados en toda sociedad a gran esca­la, ni el interés esporádico (en el mejorde los casos) que los ciudadanos corrientesdemuestran hada la participación políticaen los largos intervalos que hay entre elec­ciones. Los teóricos políticos pueden esbo­zar sus modelos de democracia participa­tiva, democracia a nivel de base, tele-de­mocracia, democracia unitaria, democraciaeconómica, hasta sus últimas consecuen­cias: la energética isegoria aparece comoun retroceso hacia un pasado irrecupe­rable.

Pero iJo es realmente? En ciertos aspec­tos, la isegoria está verdaderamente vivaen las sociedades contemporáneas. Unejemplo obvio es el referéndum, ya sea enmateria constitucional (Australia, Fran­cia), como en cuestiones de soberanía(Reino Unido, Irlanda, Dinamarca yNoruega, al considerar la in legración enla Comunidad Económica Europea), comoen los acuerdos federales (Ouebec, Eslo­venia, Croacia, las repúblicas Bálticas), yen toda una gama de cuestiones políticasy sociales (Italia, Suiza, algunos estados delos USA). Aunque son los gobiernos quie­nes a menudo inician las consultas median­te referéndum, no siempre es éste elcaso 26. Además, si bien están ciertamentesujetos al maluso y al abuso (el ejemplode California viene a la mente), parece uninstrumento particularmente apropiadopara decidir las cuestiones más importan­tes de la política nacional, las cuales reper-

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NOTAS Y DISCUSIONES

cutirán a largo plazo en la sociedad (cues­tiones constitucionales, cuestiones de sobe­ranía, erc.),

Más allá del referendum existe otra esfe­ra de actividad política a nivel local o sub­nacional (pero también a nivel nacional)que invita a la participación directa. Lasformas más dramáticas que ésta puedeadoptar son los momentos de protesta odesobediencia civil del tipo que agitó lassociedades occidentales en los años sesenta(Japón, Francía, Alemania Occidental y losEstados Unidos); o amplios movimientospopulares que han ayudado a iniciar latransición de regímenes autoritarios a regí­menes de tipo más democrático en Lati­noamérica (Brasil en 1984; Chile), África(Argelia y Tunicia), Europa del Este (Po­lonia, Alemania Oriental, Checoslovaquia,Rumania, Albania, varias repúblicas Bál­ticas), y Asia (Corea de] Sur, Filipinas,Bangladesh), Si bien los movimientos deradicalización y movilización popular son,por definición, temporales, pueden llegara tener un impacto positivo y duradero enel desarrollo democrático de una nación.

No menos relevantes son los movimien­tos sociales que representan la auto-orga­nización de la sociedad con miras a lademocratización de grandes áreas de lavida cotidiana, económica o social. Unopiensa en los movimientos de [os campe­sinos en varias partes del tercer mundo,en los recién formados sindicatos en socic­dades que experimentan una rápida indus­trialización (Corea del Sur o Brasil entrefinales de la década de los setenta y prin­cipios de la de los ochenta). Uno piensaen el feminismo y, más generalmente, enel movimiento de mujeres, con su reto alas relaciones de género existentes, las polí­ticas sociales y el límite mismo entre losdominios de lo público y lo privado 27. Elecologismo (un movimiento cada vez másglobal en carácter) también viene a la men­te, con su insistencia en el control local,comunal o indígena de los recursos, y que

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entiende el desarrollo como una cuestiónde conservación y sostenimiento a largoplazo, en vez de creer en el ethos del cre­cimiento y del beneficio de un capitalismotransnacional, altamente concentrado y enabsoluto democrático 2H. Del mismo modofuncionan varios movimientos por los dere­chos humanos: desde Las Madres de la Pla­za de Mayo en Argentina, pasando porCharter 77 y Foro Cívico en Checoslova­quia, hasta los estudiantes disidentes enla plaza de Tiananmen en la primavera de1989, por citar sólo tres ejemplos de luchapor la democratización en varias partes delmundo.

Reducir la democracia a una serie dearreglos de procedimiento en los que tie­nen que ver las preferencias de represen­tantes electos y cargos oficiales, a quienesse delega el poder de tomar decisionescada cuatro, cinco o seis años, es unarenuncia muy seria de la capacidad de par­ticipación. Es ignorar las luchas que hubie­ron de librarse para alcanzar la democra­cia, desde aquellos que extendieron los pri­vilegios en Gran Bretaña, pasando por losmovimientos abolicionistas y de derechosciviles en los Estados Unidos, hasta lasvarias revoluciones en Francia desde 1789en adelante (así como en otras partes delmundo). Es iluminar el hecho de que lademocracia (como Perícles, por citar unejemplo, perfectamente entendió), implicael interés constante y el compromiso detoda la ciudadanía en su conjunto 29, Unapolítica sin isegoria es una política en dondeel demos habla con una voz muda.

Al afirmar esto, sin embargo, soy tam­bién consciente del pelígro que supone lle­var el impulso participatorio demasiadolejos. No tenemos elección en nuestrassociedades densamente pobladas, con sugran división laboral y su base territorialextensa sino la de aceptar el principiorepresentativo como la expresión principalde la política democrática. No podemosrecrear sociedades a pequeña escala como

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las que apuntó Rousseau, por ejemplo,aunque podemos, puntual y localmente, sercapaces de introducir una política másdirecta a nivel local o de la comunidad.No hay modo, sin embargo, de darle vueltaa la página, retrocediendo hasta ciertoestadio de desarrollo anterior a la na­ción-Estado; el camino hacia una demo­cracia más global implicará, si acaso, unaextensión mayor del principio representa­tivo en instituciones a nivel planetario.

Además, como Bobbio destacó, existeuna tensión entre los polos liberal y demo­crático en teoría democrática liberal. Enel discurso filosófico contemporáneo deOccidente, esto se refleja en los debatesentre liberales y comunitaristas acerca dela posición que deben ocupar los derechosy la relativa importancia de las dimensionesindividual y colectiva del comportamientopolítico 30. Invocar los términos de isono­mía e isegoria, una vez más, puede per­mitirnos rastrear la genealogía de estadivisión.

Si uno interpreta la isonomia comoigualdad de derechos ante la ley, entoncesuno está justificado parcialmente en dara esos derechos (por ejemplo, el derechoa un juicio justo o a la libertad de expre­sión) un cierto tono individualista. Éstosno eran, por supuesto, derechos que pudie­ran ser ejercitados de algún modo fuerade la comunidad de la polís, ni yo estoysosteniendo que jos griegos compartierantotalmente nuestra moderna noción delibertad individual ~l. La isonomia, por lomenos, no cierra la puerta a tal concepción.La isegoria, por el contrario, posee un tonomás colectivista con su énfasis en la par­ticipación en las deliberaciones de la asam­blea. Es el medio por el cual el demos,la ciudadanía congregada colectivamente,por decirlo de algún modo, ejercita elpoder. Mientras que el choque de opinio­nes es una parte inherente del proceso dedeliberación, el resultado final son edictos

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o decretos que atan colectivamente y queno permiten el disenso individual.

En su acepción moderna, la isegoria(particularmente en los períodos revolu­cionarios como, por ejemplo, en la faseJacobina de la Revolución Francesa, la faseBolchevique de la Revolución Rusa o laRevolución Cultural China de mediados delos sesenta) puede conducir a una versiónde la participación extremadamente antí­liberal. Los disidentes de la línea oficialreciben el sello de traidores o contra-re­volucionarios; las libertades para esosmiembros de la sociedad van desaparecien­do, y más adelante comienzan a desapa­recer para todo el mundo 32. Igualmente,la participación en grandes convocatoriasal estilo de la de Nürernberg durante elperíodo culminante del régimen Nazi, tie­ne poco que ver con la democracia tal ycomo la entendemos. El propósito de misejemplos no es denigrar el concepto de par­ticipación, al que defendí en un pasajeanterior; sino, simplemente, reconocer lanecesidad de hacer un balance en teoríade la democracia, entre la isegoria y laslibertades más formales a las que se refierela isonomia (tal y como podríamos inter­pretarlas para nuestra propia época). Nosólo es una imposibilidad la participaciónde todos los ciudadanos en los asuntos polí­ticos de manera continua, sino que la par­ticipación en masa, cuando es orquestadadesde la cúspide o forzada mediante lacoerción (física o ideológica) a gran escala,puede adquirir un tono radicalmenteanti-democrático. Esto, ciertamente, nosha enseñado la pseudo-participación en losregímenes autoritarios del siglo xx,

Esto me conduce al tercero de nuestrostérminos griegos, isomoiria, para hablar delas dimensiones económicas de la demo­cracia. Ésta es la dimensión de la que, másobviamente, se carece en Asia o Latino­américa hoy en día, y que, hasta ahora,ha sido menos articulada desde Occidente,

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NOTAS Y DISCUSIONES

a pesar de la llegada del Estado de bie­nestar.

Como se puede observar en las esta­dísticas al uso, la distribución de la rentaen el tercer mundo sigue siendo bastantemás desigual que en el mundo desarro­llado. Éste, por su parte, tiene problemasfundamentales en el acceso a la educación,a servicios destinados a cuidar la salud, abienes económicos básicos y al sistemapolítico mismo.

¿Podemos hablar de igualdad de opor~

tunidades o de opinión cuando las dife­rencias de clase y de status están tan pro­fundamente entretejidas? Sin una medi­ción constante de los niveles de bienestaro de las redistribuciones mínimas de lariqueza a través del sistema de tributario,que provea una red de protección paratodo el mundo, ópueden las políticas, tantodel norte como del sur, decir que han esta­blecido las condiciones necesarias para lapolítica democrática?

Por lo que sabemos, Atenas en los si­glos v y IV a.C., no cumplía con el principiode isomoiria del mismo modo en que cum­plía la isonomia y la isegoria. Existían dife­rencias reales de riqueza y renta entre losciudadanos, posiblemente tan grandescomo en las democracias liberales occiden­tales de nuestros días :n. Lo que es cierto,sin embargo, es que Atenas, a través derecursos como el de pagar a quien asistieraa las asambleas (o medidas como la pro­puesta por Demóstenes en el 348 a.C,; deproveer un estipendo regular a cada ciu­dadano ateniense, para que pudiera rea­lizar cualquier tarea del Estado para la cualestuviera mejor preparado) 34, pudo man­tener viva una dimensión más igualitariade la ciudadanía. Además, el poder políticopodía ser movilizado (para escándalo delos críticos aristocráticos de la democraciacomo, por ejemplo, Platón) para erosionarlas, profundamente enraizadas, diferenciasde clase y status:

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Un rasgo clave de la democracia ate­niense era el uso del poder político porparte de sus usufructuarios para equilibrarlas desigualdades sociales, especialmente,la distribución desigual de la riqueza 35.

En el mundo moderno, éste parece serque era el objetivo del movimiento haciauna noción más positiva del estado entrelos pensadores liberales de finales del si­glo XIX, así como del ímpetu hacia el gastosocial y las soluciones keynesianas en polí­tica macroeconómiea desde la década delos treinta. Ciertamente, el consenso en elestado de bienestar keynesiano de los añossesenta, desde el punto de vista de escri­tores como Andrew Shonfield, equilibrabael poder económico del capital privado ydel mercado, con el poder político del esta­do sobre el que sindicatos y partidos deizquierda o liberales o cristiano-demócra­tas tenían una gran influencia )/i. Un ele­mento de la isomoiria funcionaba en lassociedades occidentales, a través de lasempresas del estado y, más significativa­mente aún, a través de los mecanismos dis­tributivos de un sistema tributario pro­gresista.

El consenso keynesiano de los años deposguerra había de dejar paso a la stag­flation* 37 de la década de los setenta, ya un retomo a las filosofías públicas másami-igualitarias y más orientadas hacia elmercado, asociadas con la nueva derecha.En el fondo del neo-conservatismo, ya seaen Gran Bretaña, los Estados Unidos deAmérica o en otras sociedades dernocrá­ticas liberales, yace un rechazo a la iso­moiria y a sus efectos, supuestamente debi­litantes, tanto para la libertad de las empre­sas como para la individual 31J.

En las sociedades que avanzan desdeel autoritarismo a la democracia, como porejemplo España y Portugal en la décadade los setenta, o ciertos países de Latino­américa en la de los ochenta, la cuestiónacerca de la isomoiria se ha entendido des­de una perspectiva diferente. Aun cuando

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profundas divisiones de clase del tipo capi­talista o precapitalista existían, el problemade una transición exitosa consistía, en unagran parte, en separar la cuestión de laredistribución económica de la, no menosespinosa, cuestión de la norma constrtu­cional. Era crucial, para los partidos delcentro y de la izquierda, asegurar a los inte­reses económicos dominantes dentro desus sociedades, que esos intereses no severían amenazados en un régimen menosautoritario que el de Franco o el de losmilitares latinoamericanos. Como SantiagoCarrillo, líder del Partido Comunista deEspaña, lo expuso: «Uno ha de tener elcoraje de explicarle a la clase trabajadoraque es mejor darle a la burguesía su plus­valía, en lugar de crear una situación quecontenga el riesgo de volverse contra noso­tros» 39, Sindicatos y grupos populares hande acallar sus demandas de isomoiria parapoder asegurar cierta isonomia e isegoria.El que vayan o no a ser capaces de poneren su agenda, en un período post-transí­cional, la reinvindicación de la isomoiriay de qué manera, determinará el ulterioréxito o fracaso de sus gobiernos, para satis­facer las necesidades económicas y socialesmás elementales de la mayoría de lapoblación,

En Europa del Este, la isomoiria seencontraba en el centro mismo de la ideo­logía marxista-leninista y en sus pretensio­nes de estar poniendo en funcionamientola verdadera democracia, en oposición ala democracia fraudulenta, clasista deOccidente. Si bien en ciertos aspectoshabía más igualdad en las sociedadesmarxistas-lcninistas entre trabajadores nocualificados y los profesionales 40, tal igual­dad implicaba un coste altísimo. No sóloeran inaccesibles los privilegios ele losdefensores del régimen para otros míem­hros de la sociedad, sino que también habíauna ausencia general de libertades paratodos y, en último término, el nivel de fun­cionamiento económico (y ecológico) puso

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a estas sociedades años atrás de los nivelesalcanzados por las economías mixtas capi­talistas. No es sorprendente, a corto plazoal menos, que la prioridad más acuciantcconsista en el desarrollo de más economíasde mercado, y en el consolidamiento delibertades formales que asociamos con eltérmino de isonomia. A medio y largo pla­zo, sin embargo, se puede sostener quealgunas de las razones que condujeron aldesarrollo de redes sociales e intervenciónestatal en Occidente (nominalmente, larampante desigualdad engendrada por uncapitalismo no regulado), entrarán en fun­cionamiento en Europa del Este también.Cuando esto ocurra (y puede que ya estéocurriendo), la isomoiria será rescatada delmaluso al que fue sometida por parte dela ideología marxista-leninista para justi­ficar la versión autoritaria del socialismode estado.

Mi propia opinión (y no esconderé aquíprejuicios de centro-izquierda) es que laisomoiria necesita constituir una parte inte­gral de toda teoría democrática que merez­ca ese nombre. No necesita, ni debe, con­vertirse en una preocupación tan abruman­te que amenace la existencia misma de laisonomia y de la isegoria. Pero, al mismotiempo, la igualdad formal de todos antela ley no debería servir como impedimentopara la introducción de grados de desigual­dad social y política significativamentemenores que los que prevalecen en laactualidad. La cuestión de una distribuciónmás justa de la tierra, un acceso más justoa la educación, a los servicios médicos, avivienda, a bienes materiales, son cuestio­nes candentes en muchas de las sociedadesdemocratizadas recientemente en Latino­américa, África y Asia. No menos impor­tante, cuando uno piensa retrospectiva­mente en Salón y en el campesinadoendeudado de la Ática, es el peso que ladeuda y la posición subordinada dentro dela división laboral internacional suponenpara estas sociedades. Las condiciones

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NOTASY DISCUSIONES

para el funcionamiento de la democraciaen el tercer mundo dependen, en buenaparte, de la cancelación o reducción drás­tica de la deuda, así como de la transfe­rencia de un 1 Ó 2 % del PIB al año delos países industrializados al tercer mundo,a través de instituciones internacionales,etcétera. Como René Dumont sostiene:

«La brecha creciente entre los paísespobres y los ricos se está haciendo cadavez más y más intolerable. Si continúaaumentando podríamos, para mediadosdel próximo siglo, tener más de diez milmillones de pobres en nuestro pequeñoplaneta, frente a mil millones de ricos. Talsituación sería isostenible políticarnen­te}~ 41.

También dentro de las sociedades occi­dentales, la isomoirta continúa siendo unapreocupación viva. El control de quienesgozan de riquezas y privilegios sobre losmedios de comunicación o sobre las cam­pañas de recogidas de fondos para los par­tidos políticos en sociedades como losEstados Unidos 42, no puede sino viciar elfuncionamiento de la democracia. Laausencia de un sistema universal de segurosanitario en tales sociedades o las terriblescondiciones en que viven los pobres en elseno de las ciudades, son una denuncia auna política en que los valores de mercadose han descontrolado. Tampoco son losEstados Unidos la única sociedad occiden­tal en que existe un importante grado dedesigualdad. Uno se pregunta cómo setomaría Europa Occidental, Japón o Cana­dá las propuestas de John Stuart Mili, amediados del pasado siglo, de tasar en un80 % la renta por herencia 43, O hasta dón­de podría llevarse un impuesto sobre lariqueza del tipo propuesto. tímidamente,por el gobierno socialista francés experi­mentado al principio de la década de losochenta. En un período, además, que hasido testigo de la transferencia de rentaa modo de reforma tributaria desde losestratos medio e inferior de la sociedad

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hasta el 20 % más alto, la batalla puedeque consista menos en crear nuevos puntosde partida, cuanto que en la defensa delos principios de justicia social inherentesen el Estado de bienestar. Y esta batalla,cada vez más, necesita ser librada a escalaglobal.

Así como el capitalismo se ha ido glo­balizando cada vez más (los bloquescomerciales regionales han ido surgiendoen Europa, Norteamérica, etc.; el alcancede las corporaciones transnacionalcs yagencias internacionales como el FMI y elBanco Mundial han demostrado su cuasiomnipresencia, etc.), también nosotroshemos de pensar en la democracia de unmodo menos parroquial. Hemos de haceren occidente algo más que congratular anuestros (menos afortunados) compañerosde Latinoamérica, Europa del Este, sur deAsia y sudeste asiático, así como Áfricapor haber visto la luz. Hemos de reconocerla necesidad de hacer un balance entre iso­nomia, isegoria e isomoiria, no sólo en nues­tras respectivas sociedades, sino tambiéninternacionalmente.

En lo que se refiere a isonomia, un logrofundamental sería extender las proteccio­nes subrayadas en códigos tales como laDeclaración Universal de Derechos Huma­nos a todos los habitantes del planeta. Has­ta cierto punto, la presión exterior en tornoa los derechos humanos contribuyó a laliberalización y posterior democratizaciónde las sociedades de Europa del Este yde Latinoamérica. Cuando los derechoshumanos comiencen a gozar de mejorespuestos en la política exterior de los paísesdesarrollados que los que tienen los dere­chos de inversión, cuando los préstamosy la ayuda de parte de esas agencias in­ternacionales se unan a una visible mejoraen el balance de derechos humanos de losestados receptores, entonces comenzare­mos a ver el eclipse de la tiranía y la dic­tadura como formas políticas prevalecien­tes.

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NOTAS Y DISCUSIONES

Íntimamente relacionados con las liber­tades formales de opinión, religión o elec­ción política están los derechos sociales.También aquí documentos de las NacionesUnidas como la Declaración sobre el Pro­greso Social y el Desarrollo adoptada porla Asamblea General en 1969, contribuyena mostrar el camino a seguir, aunque másimportante será el grado de compromisoque los pueblos y los gobiernos del mundoden a una medida de isomoiria en todoel planeta. No estoy hablando de un balan­ce radical de la riqueza, ni de una erra­dicación absoluta de las diferencias verda­deramente reales de los standards de vidamedidos por el PIB per cápita, los porcen­tajes de mortalidad, el acceso a la edu­cación, la salud, etc., que distinga a los ciu­dadanos de países centrales de aquellos dela periferia en nuestros días. Las diferen­cias estructurales difícilmente desaparece­rán, si bien el porcentaje de esas diferen­cias puede reducirse en el tiempo. Un com­promiso hacia cierta versión básica deseguro sanitario, educación, comida yvivienda para todos los habitantes del glo­bo terráqueo no parece un objetivo impo­sible en un período en el que la tensióninternacional, al menos del tipo de laGuerra Fría, está en declive. ¿Puede lavoluntad moral y política que está a puntode realizar esto ser destruida?

En cuanto a la isegoria, difícilmentepodemos escapar a las estructuras denación-Estado en las que vivimos o cues­tionar en su totalidad a las institucionespolíticas representativas que someten almutismo a la participación ciudadana. Sinembargo, así como existen ejemplos de par­ticipación directa dentro de las nacio­nes-estado, también se dan en la arenainternacional. Organizaciones no guberna­mentales como Amnistía Internacional,Greenpeace, Oxfarn y muchas otras, hanjugado un papel fundamental haciendoavanzar la solidaridad internacional, con­firiendo también en cientos de miles de

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personas en el mundo la idea de que laparticipación a escala global no es unaimposibilidad. Estamos aún a años luz dealcanzar instituciones representativas qucposean un poder unificador a través de loscontinentes, dejando aparte la democraciadirecta del tipo de referendos, Aun así, enuna época de comunicaciones globales yde transmisiones instantáneas de informa­ción, no deberíamos subestimar las posi­bilidades de la participación política quepuedan surgir.

Quiero concluir con una nota realísta.La propia Atenas, el primer modelo en fun­cionamiento de democracia, tal y como laconocemos, duró más de dos siglos. Sinembargo, la isonomia falló por la exclusiónde una gran mayoría de la población enla categoría de ciudadanos; su isegoria nosignificaba que grandes líderes como Peri­eles, Cimón o Demóstenes no ejercieranuna influencia desproporcionada sobre laasamblea, en comparación con los ciuda­danos corrientes; en cuanto a la isomoiria,era más una aspiración de algunos, queuna realidad viva en los siglos VI, V YIV a.C,En el Mundo moderno, las democraciasliberales de Norteamérica o Europa occi­dental tienen uno o dos siglos. Tambiénellas excluyeron durante mucho tiempograndes grupos de población (los negrosy las mujeres, por ejemplo) de la ciuda­danía; la participación ciudadana ha sidomás episódica e infrecuente que en Atenas,y a pesar de modestos avances en 10 querefiere al estado de bienestar y a una polí­tica tributaria progresista, estos logros noexcluyen los rasgos desigualitarios de laeconomía de mercado.

Postular la isonomia, isegoria e isomoiriaa escala global, por consiguiente, podríaparecer un espejismo, tanto más cuantoque la democracia está aún siendo puestaa prueba en las políticas post-autoritariasde Latinoamérica, la Europa del Este, asícomo ausente del todo en partes de Áfricay Asia. Por otra parte, podríamos estar

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NOTASY DISCUSIONES

haciéndolo peor que intentando anticiparmodelos de democracia un siglo o dos enel futuro. Una teoría que incorpora lostres conceptos griegos que he estadosubrayando a lo largo de este ensayo,nominalmente, derechos de ciudadanía

iguales, la oportunidad igual de partici­pación política, y una medida de igualdadeconómica y social, pueden asegurar quela democracia, 2.500 años después de sucomienzo, retendrá todo su atractivonormativo.

NOTAS

I Roben Dahl, Democracy and its Critics (NcwHavcn: Yalc University Press, 1<)¡W). p. 333.

, Parte de la literatura más relevante acerca deesta transformación incluiría la siguiente: FernandoCardoso, «Dernocracy in Latin America», en Politicsand Society, 15, 1986, pp. 23-41: Elections and Dono­crutization in Latin America, P,1lI1 Drakc y EduardoSilva, editores (San Diego: University 01 California,1(86); Transitions from Authoruarian Rule, G. O'Don­nell, P. Schrnitter y L Whitchcad, editores (Baltimorc:John Hopkins University Press, 1(86); DcmocratizingBrazil, Alfrerl Stepan, ed, (Nueva York: Oxtord Uni­vcrsity Prcss, 19H9); así como J_tI parol« el le sang: poli­tique el société en Amériquc latine, de Alain Touruine(París: Editions Odílc Jacob, 19H8).

, Literatura relevante acerca de este fenómenoen la Unión Soviética y demás paises del Este podríaincluir los siguientes trabajos: The Uses of Adversity.de Timothy Garton Ash (Londres: Granta Books,1989); Archie Brown, «Political Chango in SovietUn ion», en World Poticy Ioumal, 1989, pp. 4(,9-501;Stcphcn Cohen y Katrina Vanden Hausen. editores.VOlee" o{ Glasnost: lnterviews with Gmhachel' 's Refor­men (Nueva York: Norton, 1989); Mik hail Gorbachev,Perestroika: New Thinkingfor OurCOlmlry and thc World(Nueva York: Harpcr and Row, 19í>7); Vaclav Havcl,UI:/ng ln Truth (Londres: Faber & Fabcr, 1989); Baruchl Iazan, Gorbachev's Gambie: Tire 19lh All-Union PartyGm{erence (Bouldt:r: Wcstview, 1990); G,lÍl Lapides,"Statc and Socicty: Toward the Fmergence of CivilSociety in the SO\'iet UníOll", cn Politics, Sodety andSecolld Socialist l?evolulion, Seweryn Bialer, ed. (Boul­d<:r: Wcstview, 19(0): y, finalmcnte, la obra de TanyaZaslavskaya, The Second Sociilli~{Revolution (Londre~:

L B, Tamis, 19(0).

4 Acerca de los rcgímcnes marxista-leninista, uno(,k los análisis más inteligentes continúa sicndo cl eleF. F':;h"r. A. Heller y G. Markus, DiclatorshipolW Needs(Oxford: Basil Blackwcll, [<¡tlJ),

; Muchos de los trabajadort:s en ciencia politicadcl pcriodo posterior ¡¡ la Segunda Guerra Mundial,especialmente en los Estados Unidos. discutcn tal posi­ciún. Algunos ejemplos incluirán los siguientcs traha­jos: G. A. Almond y S. Verba. The Chic Culture (80s­tOIl: Littk Brown, 1965);B. R Berdsun, P. F. Lazerfeldy W. N. McPhce. I/(Jling (Chícago: Univ..:rsity of ehi­cago Prc~s, 1954); Roben A. Dahl,A Pre{""eloDcfno-

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cratic Theory (Chicago: Univcrsity of Chicago Prcss.1956); y, finalmente, S. M. Lipset, Politica1 ,'vl(/n (NuevaYork: Double Day, 1963).

• M. Crozier, S. P. Huntíngton y J. Watunaki, TheCrisis ofDemocracy: Repon an the Governabity ofDemo­cracies lo the Trilaterai eommission (Nueva York: 1975).

t Me refiero a trabajos tales como Capitalism andFreedom de Milton Friedman (Chicago: University ofChicag« Prcss, 1%2); Fricdrich A. Hayck, 'I1,C Cons­titusion ofLiben)' (Chicago: Univcrsity of Chícago Prcss,t%0); Y James M. Buchanan, Libeny. Market ami State(Whcatsheaf Books, 1986).

, Cr. Jon Roper. Democracy and its Critics:Anglo-American Democratic Thought in the NineteenthCentury (Londres: Unwin Hyman, 1989).

, C. Wright Mills, The Power Elite (Nueva York:Oxford U niversity Press, 1956).

11 Algunos ejemplos podrían incluir algunos delos escritores en el libro Fronuers ofDemocratic Tlieory,Henry S. Kariel, ed. (Nueva York: Random House.1970), Parte 111; Carole Pateman, Partlcipation andDemocratic Throry {Carnhridge: Cambridge UnivcrxityPress, 1970); C. B. Macpherson, 'File Life and Timeso/liberu! Democrucy (Oxford: Oxford University Press.'1977); Jane Mansbridge, Beyond AdVf!~<"'y rJemoCTlIIY(Nueva York, 1980); Benjamín Barbcr, Strong Demo­cracy, Panicipatory Politics [or a New Age (Berkeley:Universitv of California Press, 19i'14); así como e] tra­hajo de Philip Resnick Parlamml 1's. People: A11 Essayon rJemocmey and Caflad/an P/liüü:ui Culture (Van­couver: Ncw Star Book~, 19l'i4).

" Norhcrto Bohhio, UI)(~rali.wll ami rJem'N'I'(J'}'(Londres: Verso, 1990), p. 43.

Il Benjamín Constant, "Thc Libcrty nf (he¡-\ncients compared wíth that 01 the Modems". en Poli­riml Writíngs. Bi<mcamaria Fontana, ed. (Cambridge:Cambridge Univcr~ityPres~. 19!)i'\).

tJ David Stocklun, The Classícal Ailwllian Demo·craq (Oxford: Oxford University Press, 1900), p. 1.

IJ lhid. Para una discusión anterior de los trestérminos que figuran en el título de cste trabajo, vcrel capítulo l.'" dc mi lihro T}¡e .Mask of Prolew: Cano­dian Refkclions 0/1rhe Sialc (Montrcal: McGiU-Quccn'sUnivcrsity Pres~, 19(0). e~pecialmell!e las pp. 30-31.

15 efr. J. D. Lewis. «lsegoria at Athens: WhenDid It Begin?», !lisloria, 20,1971, pp. ]29-140.

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NOTAS Y DISCUSIONES

" Hay una breve discusión del término isomoiriaen el ensayo de Claude Massé «Egalité», en La démo­cratie grecque {París: MA Editions, 1986). Para unavisión más negativa de isomoiria ver la obra de DonaldKagan, Pericles of Athens and the Birth of Dcmocracy(Nueva York: The Free Press, 1991), pp. 62 Y272. Vertambién la obra de Christian Maicr, Tite Greek Dis­coveryofPolitics (Cambridge: Harvard University Press.1990), cap. J.

l' CItado en Aristóteles, Constitution of Athens,12. en Dcmocracy: Ideas and Realities, Cosmo Rode­wald, ed, (Londres: J. M. Dent, 1974), p. 59.

" «El verdadero fundamento de la diferenciaentre la oligarquía y la democracia es la pobreza yla riqueza. Es evidente que cualquier constitución hayade ser una oligarquía si los gobernantes que gobiernenbajo ella son gobernantes en virtud de la riqueza, tantosi son unos pocos como muchos; y es igualmente ine­vitable que una constitución bajo la cual gobiernanlos pobres haya de ser una democracia.» Aristóteles,l'otitics, Libro Hl, trad. (al inglés) por Ernest Barker(Oxford: Oxford University Press, 1948), p. 134.

1. Soviet Democrucy in the Era ofDeveloped Sociatism (Moscow: Progress Publíshers, 1979), pp. 12, 13,16-17.

'" Zaslavskaya. The Second Socialist Revolution.pp. 15, 45-46, lIS.

" Stockton, Classical Athenian Democracy,pp. 21-28-

i: Como Giovanni Sartnri ha sostenido corree­tarncnte: «No gobierno del pueblo, ya que el pueblono sabe Jo bastante como para reconocer sus verda­deros intereses; sino gobierno sobre el pueblo, a pesardel mismo pueblo, en el interés del pueblo. Ésta esla justiñcación standard de todas las tiranías,» TheTheory of Democracy Revisited (New Jersey: ChatamHuuse Publishers, 1987), p. 475.

'" Cf. M. 1. Finley, l'olitics in the Anclen! World(Cambridge: Cambridge University Prcss, 1983), capí­tulo 4."; VictO!' Ehrcnherg. The Creek Slale (Londres:Menthuen, 1969), pp. 52-74; Morgens Herman Hansen,The Arhenian Assembly in the Age ofDemoslhenes (Ox­rord: Basil Blaekwell, 1987); Josiah Ober, Mass andElite in DemocratÍC Athell.~ (Princeton, Princeton Uni­versity Press, 1990).

" Karl Marx, Gnmdísse, en el libro de DavidMcLelland, ed., Karl /l4arx: Se1ected Wrilings (Oxford:Oxfonl Universít}' Press, 1977), p. 360.

" James Madisúll, The Ft:dcralits Papel's, \'01. X;Joseph Shumpeter, Cilpltalism. Sociubm and D~mo­

craey (Nueva York: Harper & Bros., 1942), parte IV.

'" Cf los relerendos italianos o suizos, en dondeun pequeño porcentaje de firmas de cíudadanos es sufí­ciente para someter una cuestión al eleel.orano. eLtambién la práctica en varios Estados de los EstallosUnidos de América, como lo discute Thomas E. Croninen Dil'cct Democracy: Tite Politics of Jllíciative, Refe­rendum, and Recall (Boston: Harvard Unlverslty Press,1'!8'1).

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" Cf. Jcan Bcthke Elshtain, Public Man. PrivateWoman: Women in Social and Poluical Thought (Prin­ceton: Princcton University Press, 1981); Carole Pate­rnan y Elízabeth Gross, Fcminist Challenge,: Social andPoluical Theory (Londres: Allcn & Unwin, 19~6).

" CL Robcrt C. Paehlke, Environmentalism andthe Future ofProgressive Politics (New Haven: Yalc Uní­versity Press, 1989); Barry Comrnoner, Making P('I1Ce

With the Planet (Nueva York: Pantheon, 1990); BoyceRichardson, Time lo Change (Toronto: SurnmcrhillPress, 1990).

,. «No decimos que un hombre que no tiene inte­rés en política es un hombre que se meta sólo en suspropios asuntos; lo que decimos es que él no tieneaquí asuntos de ningún tipo». Oración Fúnebre de Pcri­des en Tucídidcs, History of the Pelaponnesian ¡.var,traducido (al inglés) por Rex Warner (Pcguin Books,1954), p. 147.

"-' CL Nancy Rosenblum. cd., Liberulism and theMoral Llfe (Cambridge: Harvard Uníversity Press,1989); Alasdair Maclntyre, Alter Virtue (Notre Dame:University ofNotre Dame Press, 19!Jl); Charles Taylor,Philosophicai Papas, II (Cambridge: Cambridge Uni­versity Press, 1985).

" CL Constant, «The Liberty of the Ancicutscornparcd with that of the Modcms», oh. cit.

" Cf. la discusión del fenómeno jacobino en ellibro de Ferenc Féher, The Frozen Revoiution: An Essoyon Iacobinism (Cambridge: Cambridge UniversityPress, 1987). Ver también de Stanislaw Ehrfich "Plu·ralisrn and Marxism», en Three Faces of Marxim, S.Ehrlich y G. Wootton, ed. (Aldershot: Gower, 1980),especialmente la sección "In What Sense Were Marx,Engels and the Bolsheviks Jacobins?», así como miartículo «La démocratic dirccte pcut-cllc cocxister avccl'état moderne", en Les formes modemes de la démo­eratie, Gémrd Boismenu, ed. (Montreal: Presses deL'Université de Montréal, 1992).

33 Cf. Kagan, Pendes, pp. 62 Y270.14 Ober, Mas.< and Elite iJl Democratic Athens, ob.

elL p. 202. Aunque esta medida se aprobó en la asam­blea, nunca se adoptó.

" ¡bid., 337.,,, Andrew Shunfield, Modan Capita!iym: Tlw

Changing Ralance 01' Pul)lic and Private Power (Oxford:Oxford University Prcss, 1965).

" * stagflatíon es un vocablo resultante de launIón de dos términos en inglés, nominalmenLe, slUg­

nalivn (estancamiento) e inflaúoll (inflación), para elcual no hay equivalente en castellano. (N. del T.)

" CL Keith Joseph y K. Sumpton, Eqtlalíly (LoR'dres: 1. Muna)', 1970); Samuel Brillan, lJ!e EconomicConsequet¡ces of' Democmcy (Londres: Temple Smith,1977) y la ohm de Jame~ M. Rllehanan y Richard F..Wagner, DemoCl'acy in De{icíl: Tite Potilical l.egacyof Lord Keynes (Nueva York: Aeademic Prcss, 1977),para ver algunos argumentos representativos. Para unanálisi~ crítico del giro neo-conservador ver, entreotros, F. F, Piven y R. A. Glowanl, The Ne .... CllJ.~' War

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NOTAS Y DISCUSIONES

(Nueva York: Panthcon, 1()K5); Ramesh Mishra, The

Welfare State in Capitalist Society (Toronto: University

uf Toronto Press, 1990).

" Citado en el artículo de Adam Przcworski, "SO­

rne Problema in thc Study ofTransition lo Democracy»

en G. O'Donnell, el al., Transitions {mm Authoritarian

Rule, oh. cit., p. 63.

'" Zaslavskaya, Second Socialist Revolution. oh.cít., p. 13l.

'1 Rcné Durnont, Démocrutie pour 1'Afrique (Pa­rís: Seuil. 1991), p. 9. La traducción es. mía.

41 Michacl Parenti, Democracy for the Few (NuevaYork: SI. Martín's Press, 1930),3." edición.

" John Stuarr Mili, Principies of Potuical Eco­nomy, P edición (1!l71), Libro Il, cap. 2.

A propósito de Holzwege I

ARTURO LEYTE COELLOUniversidad de Vigo

Holzwege es el título que propuso Heideg­ger para una obra publicada en el año1950 2. Como ocurre con muchos de suslibros, éste recoge diversos materialesescritos cuya procedencia data de los añosque van de 1935 a 1946. No hay por lotanto tal libro cerrado, sino un título bajoel que se recoge un trayecto.

Holzwege, traducido al castellano 3 ypublicado en Argentina en 1960, gozó ennuestro medio cultural de una singularbuena suerte. Tal vez se trate de la obramás leída de Heidegger en España, porencima incluso de Sery tiempo. No es inve­rosímil que causa de esta suerte sea el títulocon el que se tradujo e introdujo la obraen los países de habla española. En efecto,el sugestivo título de «Sendas perdidas»no fue en última instancia un mal reclamopara una obra que, juzgada desde la pers­pectiva del conjunto de la obra de Hei­degger, tanto por la época cuanto por elcontenido de cada uno de los ensayos, esde lo más compleja. El título, un aciertodesde la perspectiva editorial, a pesar deno ser completamente acertado, configurótodo un modo de lectura de Heidegger.En cierto modo, la sugestión y evocación

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del título condicionó de alguna manera lalectura de la obra, relegando los aspectosmás duros de la misma: las dificultades delgriego quedan veladas por la evocación delos pasajes donde la lengua griega hace supresencia; la compleja disquisición sobreel arte queda disminuida por la sencillareferencia a un cuadro de Van Gogh, dela misma manera que la extraña y dificilreflexión sobre el lenguaje y la poesía pare­ce dígerirse por medio de una poesía deRílke, sin percibir por cierto a su vez laintrínseca dificultad de ese poema; el ensa­yo sobre Hegel, quizás uno de los de mayordificultad técnica, parece más tratable encuanto se fija la atención en esa dinámicalectura de la conciencia como lucha; elconocimiento profundo de la historia dela filosofía que presupone el ensayo sobreNietzsche parece obviarse gracias a la sin­tética y aparentemente reduccionista com­prensión de la filosofía de Nietzsche comometafísica; en fin, el ensayo sobre lamodernidad -«La época de la imagen delmundos-e- parece a su vez despistar de suauténtica dificultad gracias al carácter dediagnóstico que ofrece en su primera pági­na, que lo convierte en una suerte de fácil

ISEGORíA/13 (1996)