ipa - krotz - alteridad y pregunta antropológica

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  • 7/28/2019 IPA - Krotz - Alteridad y pregunta antropolgica.

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    ALTERIDADES, 19944 (8): Pgs. 5-11

    Alteridad y pregunta antropolgica

    En lo que sigue se trata de esclarecer el significado quetiene y que podra tener el trmino antropologa desdeel punto de vista de las ciencias antropolgicas comoparte de las ciencias empricas.1

    Como es sabido, desde el surgimiento de las cien-

    cias antropolgicas como tales a fines del siglo pasado,existe una gran maraa de denominaciones y, por ello,tambin mucha confusin sobre su delimitacin conrespecto a disciplinas vecinas. Hasta el da de hoy, lapalabraantropologa tiene significados distintos en losdiversos idiomas europeos. En alemn, por ejemplo,

    este nombre ha sido tradicionalmente sinnimo deuna sola rama de las ciencias antropolgicas, a saber,de la llamada antropologa fsica o bioantropologa,

    mientras que en Mxico el nombre evoca a menudo es-pontneamente el significado de otra de estas ramas,a saber, de la arqueologa. Por esto, muchos tratadossistemticos generales o histricos de las ciencias an-tropolgicas contienen una discusin sobre nombre ydefiniciones de la disciplina que no es usual en otrasdisciplinas cientficas. A esto se agrega que en las dife-rentes reas lingsticas se han usado por largo tiem-po denominaciones especiales pinsese, por ejemplo,

    en la diferenciacin habitual en Alemania entreVlker-

    kunde [ciencia de los pueblos] yVolkskunde [cienciadel pueblo], en las definiciones de etnologa yetnografa

    en Rusia y en la antropologa francesa (que, por cierto,se distinguen de modo diferente en cada caso) o muyespecialmente en la contraposicin que se conform

    * Unidad de Ciencias Sociales, Universidad Autnoma deYucatn.

    entre las dos guerras mundiales entre laantropologasocial britnica y laantropologa cultural norteame-ricana.

    Puede reconocerse o construirse un denominadorcomn a estas posiciones tan distintas? Una pers-

    pectiva que unifique el pasado como un panorama consentido y que al mismo tiempo permita vislumbrar elperfil de un futuro posible?

    Orgenes de la pregunta antropolgica

    Hay muchaspreguntas antropolgicas, si esto significa:preguntas acerca del ser humano o sobre lo humano.

    As, varias disciplinas cientficas y tambin ciertasreas o corrientes de la filosofa y la teologa pretendentener como objetivo central unapregunta sobre el serhumano. A stas pertenecen, por ejemplo, la psicologa,la patologa y la ecologa, aun cuando a ellas tiene queagregrseles el prefijo humano para distinguirlas,como tambin a la fisiologa, la etologa o la geografade reas de investigacin no referidas primariamenteal ser humano. Otras ciencias tales como la economa,

    la sociologa o la politologa son en un sentido ms es-tricto antropologa, lo que considerado desde el puntode vista etimolgico, en primera instancia significanicamente tratado sobre el ser humanooconocimientode los humanos. Por tanto, para la caracterizacin delas ciencias antropolgicas, de las que aqu se trata, esnecesario indicar bajo qu aspecto se ocupan del serhumano.

    De hecho hay unapregunta antropolgica, que hasido formulada una y otra vez de nuevo desde el iniciode la vida humana en este planeta. Puede ser presen-

    ESTEBAN KROTZ*

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    tada a partir de las situaciones, a primera vista un tan-

    to dispares, del encuentro de grupos humanos paleo-lticos, del viaje, y de la extensin imperial del poder.

    De acuerdo con lo poco que sabemos sobre la mayor

    parte de la historia de la especie humana, sta consistacasi siempre de grupos relativamente pequeos, cuyos

    miembros estaban separados y al mismo tiempo inte-rrelacionados ante todo segn aspectos de gnero, deedad y de parentesco. Su vida entera era marcadacompletamente por su comunidad. Durante miles de

    generaciones los as llamados cazadores-recolectoresobtenan lo necesario para la vida o sea, no slo ali-mentos, sino tambin medicamentos, materias primaspara herramientas, vestimenta y casa y hasta para losadornos y los artefactos utilizados en el juego y cere-monias religiosas a travs de la caza, la pesca y ac-tividades de recoleccin. Pero de ninguna manera setrataba aqu de hordas que todo el tiempo estaban

    buscando alimento y apenas vegetaban en los mrge-nes de la sobrevivencia fsica; as se ha querido pre-sentar esta era de la humanidad, la ms larga hastaahora, desde la invencin de la agricultura y ms to-dava desde la emergencia de la cultura urbana. Todolo contrario: dejando de lado excepciones, parece quems bien se trataba de una forma de vida, que ente-ramente puede ser caracterizada como buena vida.Incluso ha sido calificada como la primerasociedad deabundancia2 aquella poca de la historia humana enla cual ciertamente no se creaban grandes almacena-mientos de provisiones ni se acumulaba otro tipo de

    bienes materiales lo que no puede esperarse en unmodo de vida nmada, en la cual, empero, normal-mente ningn ser humano tena que trabajar ms decinco horas, incluso ms bien menos, para la procu-racin de la comida del da. Esta constatacin es aquimportante tambin porque de esta manera se evidencia

    que estos cazadores y recolectores tenan, por as de-cirlo, libre la mayor parte de sus das para otrascosas (aunque, desde luego, no se daba una separacincomo la existe en el presente, entre tiempo de trabajo

    y tiempo libre).Aunque carecera de sentido considerar pueblos

    existentes todava durante los siglos XIX y XX con tec-nologa paleoltica y economa de caza y recoleccin

    como relictos congelados de pocas prstinas de la hu-manidad (porque todas las sociedades humanas tienensu historia, aunque sta es determinada por ritmosendgenos e impulsos exgenos diferentes en cadacaso y aunque esta historia se encuentra presente demodo diverso en la memoria colectiva [Lvi-Strauss,1988: 59]), el estudio de tales pueblos, empero, propor-ciona elementos tiles para el conocimiento de la po-ca ms temprana de la historia humana. Ante todo, de

    este modo queda comprobado que relaciones que sue-

    len ser presentadas demasiado rpido como necesarias,no lo son. As, por ejemplo, como lo ha demostrado demanera impresionante C. Lvi-Strauss3, no existe nin-gn motivo para suponer una correlacin necesaria oincluso solamente predominante entre sencillez tec-

    nolgica o caza y recoleccin y capacidad del habla ydel pensamiento rudimentario u orientado exclusiva-mente de modo utilitario. Visto de manera conjunta,parece bastante acertada la suposicin de que la so-

    ciedad cazadora-recolectora nmada con su detalla-da y precisa observacin de la naturaleza y sus desa-rrollados mecanismos sociales de cooperacin y coor-dinacin exiga y, al mismo tiempo, impulsaba unaintensiva comunicacin entre sus miembros, a pesarde que slo el hecho de la lengua misma, pinturasrupestres y adornos paleolticos as como restos deofrendas mortuorias de aquel tiempo han permane-

    cido como escasas y casuales huellas de todo ello. Estosignifica que hay que suponer tambin para aquellapoca de la humanidad la existencia de una rica re-flexin y creacin intelectual; tal vez incluso se dabande manera ms constante y con una participacinmucho ms general de lo que es el caso hoy en da enlas sociedades llamadas desarrolladas.

    Tal reflexin se ocupaba naturalmente tambin deun suceso quizs no demasiado frecuente, pero que

    ocurra una y otra vez: el encuentro entre uno o variosmiembros del grupo con miembros de otras comu-nidades humanas. Como lo documentan descripciones

    de este tipo de contactos de tiempos mucho ms pos-teriores todava, estas situaciones constituan en pri-mer lugar un problema cognitivo. Cuando los seres

    vivientes no pertenecientes al grupo propio no eranvistos de antemano como monstruos ininteligibles,entonces haba que aclarar si ellos o sus huellas eran

    realmente de naturaleza humana. De acuerdo con lasclasificaciones muchas veces testimoniadas a lo largode la historia de tales contactos, poda tratarse aqutanto de seres vivos infrahumanos, por ejemplo, deuna variedad de animales especiales, como tambinde seres suprahumanos, tales como espritus, demo-

    nios o dioses. El paso decisivo en esta reflexin consistasiempre en ver aotros seres humanos como otros. Es

    decir, precisamentea pesar de las diferencias patentesa primera vista ya pesar de muchas otras, que emer-gen slo con la observacin detenida y que pueden re-ferirse a cualquier esfera de la vida, siempre se tratade reconocer a los seres completamente diferentescomo iguales.

    Exactamente ste es el lugar de la pregunta antro-polgica de la que aqu se trata: lapregunta por laigualdad en la diversidad y de la diversidad en la

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    igualdad. Abundando un poco, este problema de iden-

    tidad y diferencia humana tambin podra expresarseas: es la pregunta por los aspectos singulares y por latotalidad de los fenmenos humanos afectados poresta relacin, que implica tanto la alteridad experi-mentada como lo propio que le es familiar a uno; es la

    pregunta por condiciones de posibilidad y lmites, porcausas y significado de esta alteridad, por sus formas

    y sus transformaciones, lo que implica a su vez la pre-gunta por su futuro y su sentido; finalmente es tam-

    bin siempre la pregunta por la posibilidad de la inte-ligibilidad y de la comunicabilidad de la alteridad ypor los criterios para la accin que deben ser derivadosde ella.

    Una forma del contacto cultural como lugar de lapregunta antropolgica que se da en trminos crono-lgico y de historia civilizatoria mucho ms tarde, esel viaje.4 Dejando de lado nuestro propio siglo, parece

    que en todos los tiempos al menos en lo que se refierea Europa han sido los guerreros y los comerciantesquienes han provisto los mayores contingentes de via-

    jeros, pero tambin hay que recordar a los exploradoresy los mensajeros, los peregrinos y los misioneros, losrefugiados y los marineros; de modo ms bien mar-ginal y slo en la poca moderna de Europa se agregana ellos los aventureros y los artistas, los estudiosos ylos trabajadores migrantes. Estos viajeros proporcio-

    naban en las regiones, que atravesaban y en los pue-blos, donde permanecan, toda clase de impresionessobre las culturas de las que provenan. Esto suceda

    ya a travs de su idioma extrao, sus ropas y armas,sus costumbres alimenticias y ritos religiosos, sus

    joyas y en dado caso su mercadera, sus relatos y susrespuestas a preguntas asombradas. De regreso a suslugares de origen, eran entonces sus relatos y los obje-tos trados consigo aparte de mercancas principal-

    mente trofeos de toda clase, los que daban noticia alos que se haban quedado en casa de mundos extra-os, a menudo tan desconocidos como inesperados.Por cierto, llamar al viaje una forma de contacto entresociedades y civilizaciones implica que siempre viaje-ros concretos son los medios de este contacto, por lo

    que estos encuentros entre culturas y as todos losencuentros entre culturas y sus testimonios siempre

    slo difcilmente pueden ser separados de caracters-ticas de personalidad y de circunstancias de vida ca-suales de cada uno de los viajeros.

    El viaje como forma, como marco del encuentroentre culturas, implica tambin siempre la posibilidaddel acostumbramiento a lo que primero resulta com-pletamente desacostumbrado y de la aceptacin de lohasta entonces desconocido; incluso puede darse elcaso de estar finalmente extraado ante lo que alguna

    vez haba sido familiar. Empero, a causa de que tantos

    viajes tienen un objetivo claramente definido no puedeocasionar sorpresa que la experiencia del hecho del en-

    cuentro a veces se desvanece en la conciencia del via-jero, mientras que esta sorpresa es experimentada demodo ms intenso por quienes slo tienen acceso a

    otras formas de convivencia humana a travs de la na-rracin de aquel.

    La mencin de este tipo de relacin conduce a otraforma de contacto entre sociedades conformadas de

    modo distinto, que en la historia de la humanidad sedio ms tarde an. Bajo ciertas condiciones, determi-nados tipos de organismos sociales, a saber, civiliza-ciones organizadas de modo estatal, parecen rendirsecasi de modo obligado al impulso hacia la expansinabsoluta. Esta persigue la mayora de las veces unacombinacin de intereses territoriales, demogrficos,econmicos, religiosos y militares y est encaminada

    hacia el aumento de prestigio de la sociedad en cues-tin ante s misma o ante las deidades y lleva a laincorporacin ms o menos violenta de otros gruposhumanos. As, los imperios que se forman de estamanera institucionalizan un contacto cultural, peroste es por principio asimtrico. Sin embargo, hastaahora siempre ha habido un momento en el correr deltiempo en el cual se ha revelado la fragilidad por prin-cipio de una integracin realizada sobre la base de una

    comunidad slo afirmada o exigida. Porque siendonormalmente ms esquema doctrinal que realidad po-ltica, esta base usualmente no es capaz de disolver las

    tensiones de las confrontaciones socioculturales queresultan de la siempre intentada supresin de tradi-ciones econmicas, polticas y cosmolgicas. El con-quistador y el lugarteniente, el rehn y el recolector detributo, el colono y el soldado de las tropas de ocupacin,los inspectores y los funcionarios de las instituciones

    necesarias para el aseguramiento de la hegemona seconvierten en las figuras determinantes de esta formadel contacto cultural. Los reinos de los sumerios y delos babilonios, de los asirios y de los persas, de los chi-nos y de los egipcios, de los romanos y de los aztecaspertenecen a los ejemplos tempranos ms conocidos

    de tales imperios; pero a pesar de sus extensionesenormes y de su esplendor, la importancia de todos

    ellos no super el carcter regional. Durante el siglopasado sucedi por primera vez que un tipo determi-nado de sociedad humana, a saber, la sociedad indus-trial europea, se extendi en pocas generaciones sobretodo el globo terrqueo. As, sta inici una relacindirecta, casi siempre impuesta con todos los demspueblos y en este marco incluso puso en contacto amuchas culturas no europeas, que hasta entonces nohaban tenido conexin entre s. Con esto se inici una

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    nueva era de contacto cultural de intensidad, multi-

    plicidad y complejidad hasta entonces desconocidas,uno de cuyos resultados fue la aparicin de una formaespecial de la pregunta antropolgica, a saber: lasciencias antropolgicas. Como en todas las formas deplantear la pregunta antropolgica, su categora central

    era la de alteridad.

    Alteridad: experiencia y categora

    La pregunta antropolgica de que se habla aqu, noexiste por s sola. Ms bien tiene que serformulada.

    Tambin por eso ella no existe de modo abstracto, sinodepende siempre tambin del o de los encuentros con-cretos de los que nace y de las configuraciones cultu-rales e histricas siempre nicas, de las cuales estosencuentros son, a su vez, partes integrantes. Tambin

    podra decirse que la pregunta antropolgica es elintento de explicitar el contacto cultural, de volverloconsciente, de reflexionar sobre l, de resolverlo sim-

    blicamente. Pero esta manera de expresarlo tiene va-lor slo cuando puede evitarse el peligro de una doblereduccin. Por un lado, esto no se refiere a la elevacinal concepto, tan cara al racionalismo occidental, que,dicho sea de paso, constituye slo una entre muchasformas de tal reflexin (por ejemplo, al lado del ritual,

    de la imagen, de la poesa y del mito). Por el otro lado,una comunidad no siempre y no slo se expresa atravs de sus discursos, por lo que tambin en sus ins-

    tituciones, patrones de conducta, formas comunica-cionales y creaciones estticas se puede encontrar,por as decirlo, de modo materializado, tal reflexin.

    Pero en la medida en que sea posible de algn modoun enunciado general sobre los contactos culturales

    al menos en el rea cultural occidental, ste con-

    siste en la demostracin de que la pregunta antropo-lgica a tratar aqu tiene su momento decisivo en lacategora de laalteridad.

    Esta alteridad u otredad no es sinnimo de unasimple y sencilladiferenciacin. O sea, no se trata dela constatacin de que todo ser humano es un individuo

    nico y que siempre se pueden encontrar algunasdiferencias en comparacin con cualquier otro ser hu-

    mano (dicho sea de paso que la mismaconstatacindediferencias pasajeras o invariantes de naturaleza fsica,psquica y social depende ampliamente de la cultura,a la que pertenece el observador).

    Alteridad significa aqu un tipo particular de diferen-ciacin. Tiene que ver con la experiencia de lo extrao.Esta sensacin puede referirse a paisajes y clima,plantas y animales, formas y colores, olores y sonidos.Pero slo la confrontacin con las hasta entonces

    desconocidas singularidades de otro grupo humanolengua, costumbres cotidianas, fiestas, ceremoniasreligiosas o lo que sea proporciona la experiencia de

    lo ajeno, de lo extrao propiamente dicho; de all luegotambin los elementos no-humanos reciben su calidadcaractersticamente extraa. El cazador paleoltico re-conoce en seguida al extrao; el viajero medieval sesabe constantemente en el extranjero y a su regresopermite participar a otros de l mediante su narracin;

    conquistadores, lugartenientes y tropas de ocupacinligan penosa y violentamente pueblos mutuamenteextraos en una unidad renitente. Pero la experiencia

    del extranjero no es posible sin el entraamiento de lasiempre previa patria-matria,5 que se recuerda justa-mente estando en el extranjero. Por ello, desde el co-mienzo el pas extranjero se encuentra cargado detensin inquietante: extrao es el extranjero, son losextranjeros primero siempre. Pero esto no tiene quequedar as: la nostalgia es al menos, en la modernidadeuropea, poca que proporciona la perspectiva en cu-

    yos trminos aqu se habla algo tan difundido como

    el anhelo por lo lejano; el rechazo angustiado se en-cuentra tan testimoniado como la partida colmada deansia e incluso el xodo definitivo.

    Alteridad no es, pues, cualquier clase de lo extraoy ajeno, y sto es as porque no se refiere de modo ge-neral y mucho menos abstracto aalgo diferente, sinosiempre aotros. Se dirige hacia aquellos seres vivientes,que nunca quedan tan extraos como todava lo que-

    dan el animal ms domesticado y la deidad vueltafamiliar en la experiencia mstica. Se dirige haciaaquellos, que le parecen tan similares al ser propio,

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    que toda diversidad observable puede ser comparada

    con lo acostumbrado, y que sin embargo son tan dis-tintos que la comparacin se vuelve reto terico y prc-tico. En esto, tanto la historicidad de la existencia delser humano individual como de las sociedades abre ladimensin del tiempo, a menudo slo captada de mo-

    do poco claro y que se hace ms visible en el caso delviajero: cuando repite su viaje, entonces frecuente-mente llega a la conclusin de que el extranjero hacambiado; adems, puede ser ms fcil para l que

    para quienes visit o para quienes se quedaron encasa, percibir su propio tiempo de vida como trans-curriendo.

    Alteridad, pues, capta el fenmeno de lo humano

    de un modo especial. Nacida del contacto cultural ypermanentemente referida a l y remitiendo a l, cons-tituye una aproximacin completamente diferente detodos los dems intentos de captar y de comprender el

    fenmeno humano. Es lacategora central de una pre-gunta antropolgica especfica.6 Contemplemos bre-

    vemente algunas de las caractersticas ms importantesde esta categora, al mismo tiempo, si es lcito decirloas, total y dinmica.

    Un ser humano reconocido en el sentido descritocomo otrono es considerado con respecto a sus parti-cularidades altamente individuales y mucho menoscon respecto a sus propiedades naturales como tal,

    sino como miembro de una sociedad, como portador deuna cultura, como heredero de una tradicin, comorepresentantede una colectividad, como nudo de una

    estructura comunicativa de larga duracin, como ini-ciado en un universo simblico, como introducido auna forma de vida diferente de otras todo esto signi-fica tambin, como resultado y creador partcipe de unproceso histrico especfico, nico e irrepetible. Enesto no se trata de una sencilla suma de un ser huma-

    no y su cultura o de una cultura y sus seres humanos.Al divisar a otro ser humano, al producto material,institucional o espiritual de una cultura o de un indi-

    viduo-en-sociedad, siempre entra al campo de visinel conjunto de la otra cultura y cada elemento particu-lar es contemplado desde esta totalidad cultural lo

    que no quiere decir que se trate de algo integrado sintensiones y, al mismo tiempo, concebido como su

    parte integrante, elemento constitutivo y expresin.Contemplar el fenmeno humano de esta manera

    en el marco de otras identidades colectivas, empero,no significa verlo separado del mundo restante; al con-trario, este procedimiento implica siempre un remitirsea lapertenencia grupal propia. De este modo se refuerza

    y se enriquece la categora de la alteridad a travs desu mismo uso. As, para el observador, para el viajero,incluso para el lugarteniente, las situaciones del con-

    tacto cultural pueden convertirse en lugar para la am-

    pliacin y profundizacin del conocimiento sobre smismo y su patria-matria, ms precisamente, sobre smismo como parte de su patria-matria y sobre supatria-matria como resultado de la actuacin humana,

    o sea siempre tambin de su propia actuacin.

    Mirando ms de cerca, esta bipolaridad de grupopropio y grupo extranjero, que constantemente es in-cluda en la perspectiva, se revela como tripolaridad

    en caso de que esta formulacin no evoque la imagen

    equivocada de una base comn de un ser humanoabstracto, que slo se manifiesta en las dos formasculturales diferentes, que meramente aparece en lassituaciones de contacto cultural; se tratara de unarepresentacin que tendra mucho en comn condeterminada idea sobre la relacin entre sustancia yaccidentes. Lo que tienen en comn observadores yobservados, cultura familiar y cultura extranjera no se

    encuentra, pues, en la base o encima de las culturas,sino en ellas mismas yen su interjuego. De ah que en

    vez del hablar de bi- y tripolaridad sea ms convenienteel concepto de una pertenencia dinmico-dialctica,que remite al conjunto de los fenmenos sociocultu-rales el cual comprende a ambas culturas.

    A pesar de que el hablar de los unos y los otrospuede inducir a un modo esttico de ver las cosas (quese ha condensado en los estereotipos que se pueden

    encontrar en todo el mundo acerca de los pueblosvecinos respectivos y hacia el cual parece tender desdehace mucho la lgica cognitiva occidental), la catego-

    ra de la alteridad introduce por principio el procesoreal de la historia humana. Pues, con el correr deltiempo se modifica el ser otro observado y experi-mentado de los otros; despus de un cierto tiempo derecorrer el extranjero o de estada en l, la patria-matria ha cambiado y el regreso se convierte en nuevo

    inicio bajo condiciones modificadas; la relacin entrelos conquistadores y los pueblos dominados se trans-forma en complejos procesos de aculturacin e inno-

    vacin as como de resistencia. La valoracin de losotros y la disposicin afectiva hacia ellos igualmenteacusan tales transformaciones, por ms que stas,

    fuera de determinados momentos de crisis, no suelenser muy visibles.

    La alteridad tiene un alto precio: no es posible sinetnocentrismo. Etnocentrismo es la condicin natu-ral de la humanidad (Lewis,1976:13) y tan slo l po-sibilita el contacto cultural, la pregunta antropolgi-ca. Es la manera y la condicin de posibilidad de poderaprehender al otro como otro propiamente y en el sen-tido descrito. Entre el grupo propio y el grupo extran-

    jero existe, pues, una relacin semejante a la que hayentre lo conocido y lo desconocido en el acto cognitivo,

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    donde lo ltimo es accesible casi siempre slo a partir

    de lo primero. Ahora, es interesante ver cmo el con-tacto cultural igualmente puede reforzar y menguar eletnocentrismo; en esto, grado de distancia y de cercana,importancia de las diferencias y de los aspectos consi-derados centrales juegan un papel, al igual que dis-

    posiciones histricamente prefiguradas hacia encap-sulamiento o asimilacin. La modernidad occidentalmuestra que en el interior de una sociedad se encuen-tran con respecto a todo esto bastantes tensiones

    recurdese slo la fascinacin y el pavor que siempreprovocaron los pueblos y las culturas orientales enEuropa o la imagen ampliamente difundida de losindios norteamericanos, que en todas partes inspirabanmiedo por su carcter guerrero supuestamente innato

    y que al mismo tiempo suscitaban admiracin a causade su inocencia presuntamente natural.

    Finalmente, en esta presentacin de la categora

    alteridad hay que volver a recordar que los contactosculturales nunca se dan en el espacio vaco, o sea, queno pueden aislarse de la dinmica de la historia uni-

    versal de los pueblos que comprende. Lo que aparecepoco en el caso del cazador paleoltico, porque por ladensidad demogrfica relativamente reducida las reasde caza y recoleccin podan ser ampliadas casi siem-pre en varias direcciones, se hace patente en el casodel viajero y ms aun en el del tipo imperial de orga-

    nizacin social: los contactos culturales parecen habersido casi siempre un producto colateral de otros pro-cesos, que predisponan la configuracin y la utiliza-

    cin de la categora alteridad y que en dado caso tra-taban de aprovecharse de su uso. Cruzadas y comerciocon productos de lujo provenientes de lejos, emigracin

    y prestigio nacional, bsqueda de materias primas ymisin, investigacin en historia natural y asegura-miento militar de conquistas realizadas y planeadas

    no deben ser vistas, pues, como un marco de condi-ciones exterior a los contactos de Europa con el restodel mundo, sino como elementos de carcter consti-tutivo de stos. Como tales llegaron a formar parteintegrante de las formulaciones concretas de la pre-gunta antropolgica y, de modo peculiar, de las ciencias

    antropolgicas nacientes, al igual que los modelos dereflexin y las estructuras comunicativas en cada

    caso existentes.

    Notas

    1 Se trata de una versin ligeramente modificada de una

    parte del captulo segundo del libro Alteridad cultural

    entre utopa y ciencia, (Krotz, 1994).2 Vese Sahlins 1977: 13 y ss. y Clastres, 1981.

    3 Lvi-Strauss, 1964. Por cierto que dos generaciones an-

    tes, su compatriota E. Durkheim (1968) haba quedado

    fascinado por las clasificaciones de parentesco y reglas

    matrimoniales de los aborgenes australianos que hasta

    el da de hoy suelen ser tildados despectivamente de pri-

    mitivos; pero es comprensible que una civilizacin como

    la europea, que se estaba expandiendo ante todo con base

    en la violencia pura, siempre diriga su atencin a la tec-

    nologa de los pueblos por conquistar, por vencer y por

    volver tributarios. Sin embargo, los reportes etnogrficos

    de todos los tiempos han enfatizado la especialmente en

    su comparacin con la situacin europea moderna

    franca abundancia de concepciones y rituales religiosos

    y cosmolgicos de las llamadas sociedades tradicionales,

    an cuando stas siempre parecan quedar rezagadas

    con respecto a filosofas y teologas basadas en textos

    escritos.4 Acerca de este tema vanse dos trabajos previos: Krotz,

    1988 (publicado en un cuaderno monogrfico sobre ElOccidente y lo otro); 1991.

    5 Se usa aqu este compuesto para aproximarse al significa-

    do del trmino alemn Heimat, que tiene importantes

    connotaciones en el habla popular, el romanticismo y la

    filosofa de Bloch, por ejemplo y que supera lo que usual-

    mente suele estar contenido en la palabrapatria. Este

    ltimo puede complementarse mediante el significado de

    matria elaborado por L. Gonzlez (1987), que se refiere a

    los aspectos menos marciales del terruo y de lapatria

    chica.6 Podra decirse tambin, que es la perspectiva especfica

    que elabora la antropologa como disciplina cientfica (in-dependientemente de formas pre- y extracientficas) acerca

    de los fenmenos sociales; sta la distingue de las dems

    ciencias sociales que se diferencian unas de las otras,

    como es bien sabido, no por tratar fenmenos empricos

    diferentes, sino por tener maneras diferentes de enfocar

    estos fenmenos empricos.

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