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INVESTIGACIÓN, EDUCACIÓN Y ARTE I. INTRODUCCIÓN La temática Creatividad y nuevas formas de conocer: experiencias en las universidades púublicas fue abordada con ayuda de un grupo de 25 jóvenes estudiantes de la licenciatura de psicología de la Universidad Autónoma de Querétaro. Compartimos el seminario de investigación que se cursa en el cuarto semestre. Su principal interés fue realizar una indagación que se materializara en un protocolo. Los alumnos previamente cursaron un semestre de epistemología, dos de metodología, además materias de psicología y de tipo sociohistórico. En forma ideal los 25 muchachos estaban listos para investigar. Algunos realizaron su investigación con gusto, otros sin demasiado interés y a unos pocos más les resultó indeseable. Este trabajo muestra experiencias, al impulsar prácticas inherentes al trabajo científico, vividas con estos jóvenes. Su propósito es compartir límites y potencialidades encontrados en la tarea de transmitir el oficio de científico. Este escrito inicia con ideas sobre cómo comprender la acción social de estudiantes y maestro con apoyo del estructuralismo genético de Bourdieu. Más tarde muestra diferencias entre ignorar y conocer. Ofrece ideas acerca de relaciones entre ciencia y arte y qué entender por el oficio de investigar. Muestra resultados y algunos de sus aportes. Esta experiencia en la formación de nuevas generaciones de científicos encuentra justificación porque añora revertir esta máxima de Antonio Gramsci: "el sentido común es de la masa y el conocimiento teórico es de la élite" (Abercrombie 1986: 60 y 61). II.1 ESTRUCTURALISMO GENÉTICO Para comprender lo que sucedía, al actuar maestro y estudiantes en este proyecto, eché mano de una teoría sociológica basada en estructuras: formas duraderas de ser y de valorar y campos de juego. Elegí esta teoría por su poder explicativo y porque despersonaliza las acciones: abstrae a maestro y alumnos, de carne y hueso, y deja en su lugar estructuras: problemas o acuerdos de maestro y alumnos no son entre personas, sino entre disposiciones duraderas de ser y de valorar. No estudié seres humanos en toda su complejidad. Sí fue una reducción: habitus encarnados por maestro y alumnos durante el proyecto: la historia que han hecho propia en maneras de actuar y de valorar (Bourdieu 1988, 1990 e Ibarra 1998, 1999, 2000 obras que usaré sin mencionarlas a futuro).

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INVESTIGACIÓN, EDUCACIÓN Y ARTE

I. INTRODUCCIÓN

La temática Creatividad y nuevas formas de conocer: experiencias en las universidades

púublicas fue abordada con ayuda de un grupo de 25 jóvenes estudiantes de la licenciatura de

psicología de la Universidad Autónoma de Querétaro. Compartimos el seminario de

investigación que se cursa en el cuarto semestre. Su principal interés fue realizar una indagación

que se materializara en un protocolo. Los alumnos previamente cursaron un semestre de

epistemología, dos de metodología, además materias de psicología y de tipo sociohistórico. En

forma ideal los 25 muchachos estaban listos para investigar. Algunos realizaron su investigación

con gusto, otros sin demasiado interés y a unos pocos más les resultó indeseable. Este trabajo

muestra experiencias, al impulsar prácticas inherentes al trabajo científico, vividas con estos

jóvenes. Su propósito es compartir límites y potencialidades encontrados en la tarea de transmitir

el oficio de científico.

Este escrito inicia con ideas sobre cómo comprender la acción social de estudiantes y maestro con

apoyo del estructuralismo genético de Bourdieu. Más tarde muestra diferencias entre ignorar y

conocer. Ofrece ideas acerca de relaciones entre ciencia y arte y qué entender por el oficio de

investigar. Muestra resultados y algunos de sus aportes.

Esta experiencia en la formación de nuevas generaciones de científicos encuentra justificación

porque añora revertir esta máxima de Antonio Gramsci: "el sentido común es de la masa y el

conocimiento teórico es de la élite" (Abercrombie 1986: 60 y 61).

II.1 ESTRUCTURALISMO GENÉTICO

Para comprender lo que sucedía, al actuar maestro y estudiantes en este proyecto, eché mano de

una teoría sociológica basada en estructuras: formas duraderas de ser y de valorar y campos de

juego. Elegí esta teoría por su poder explicativo y porque despersonaliza las acciones: abstrae a

maestro y alumnos, de carne y hueso, y deja en su lugar estructuras: problemas o acuerdos de

maestro y alumnos no son entre personas, sino entre disposiciones duraderas de ser y de valorar.

No estudié seres humanos en toda su complejidad. Sí fue una reducción: habitus encarnados por

maestro y alumnos durante el proyecto: la historia que han hecho propia en maneras de actuar y

de valorar (Bourdieu 1988, 1990 e Ibarra 1998, 1999, 2000 obras que usaré sin mencionarlas a

futuro).

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II.1.1 Hábitos y habitus. Para explicar la acción social de los seres humanos el norteamericano

John Dewey expresó una valiosa sentencia:

“… en último análisis existen sólo tres fuerzas que controlan la sociedad: el

hábito, la fuerza coercitiva violenta y la acción dirigida por la inteligencia.

En tiempos normales, el hábito y la costumbre constituyen con mucho la

fuerza más poderosa…” (Dewey 1961: 95).

Hábitos y costumbres son respuestas, más o menos, mecánicas a ciertas condiciones de vida. Esta

visión se enriqueció con la teoría del estructuralismo genético del francés Pierre Bourdieu. En

ella acuñó términos: habitus o disposiciones duraderas de ser y de valorar; campo de juego o

espacio estructurado y estructurante; identidad o distinción; illusio o inversión de energía y

principio fundante. También hizo teorías para explicarlos.

Las formas duraderas de ser y de valorar constituyen la capacidad generadora, creadora, activa e

inventiva del agente actuante. Los habitus son el principio no elegido de tanta elección, son la

potencialidad para responder a exigencias del campo. Potencialidad construida social e

individualmente, que no representa un molde rígido que constriñe acciones y valoraciones de

forma inexorable. Los habitus sólo son la posibilidad de contar con capacidades para generar,

ejecutar y valorar acciones. Tienen vínculos con lo impreciso y vago. Los habitus son el principio

generador de prácticas objetivamente diferentes y el sistema de diferenciación de prácticas. Las

disposiciones duraderas de ser y de valorar son definidas por la relación entre dos capacidades: la

de producir prácticas y la de diferenciar o apreciar esas prácticas: la capacidad de producir el

gusto. Por ejemplo, algunos alumnos se distinguen por seguir la forma duradera de ser y de

valorar que privilegia al juego, mientras que otros al estudio y unos más por generar sus propias

ideas. Unos invierten energía por unas cosas. Otros por otras. Unos descalifican a sus

compañeros por “matados”. Otros por “flojos”. Todos, en algún momento, hacen lo que no

valoran: estudiar o jugar. Cada uno se distingue porque sigue más una tendencia que otra.

II.1.2 Campo de juego. Los habitus son comprensibles en el contexto de espacios estructurados y

estructurantes, de campos; se aprecian dentro de ciertos espacios, fuera de ellos tienen

valoraciones diferentes. Cada campo produce sistemas clasificatorios y prácticas sociales

consideradas elogiables y desdeñables. Campos y habitus son históricos. En un espacio, el salón

de clases, existen campos estructurados que obedecen a distintas lógicas: los del rincón de atrás y

los de la primera fila de mesabancos. Campos y habitus siguen la lógica de lo tendencial. El

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aparente caos de la vida cotidiana puede articularse al conformar campos subsumidos en sistemas

mayores, que se oponen a otros y que persiguen tendencias que los distinguen.

II.1.3 Identidad y distinción. La identidad de cada habitus es definida y afirmada por sistemas de

diferenciación: se distingue por aquello a lo que se opone, se encuentra en las diferencias, en los

principios que organizan y distinguen disposiciones duraderas de ser y de valorar. Identidad y

sistemas de diferenciación son un par dialéctico que no opera disociado: expresan desigualdades

objetivamente inscritas en determinadas condiciones de vida y dejan ver condicionamientos

específicos que hacen menospreciar y valorar. En el ejemplo dado, se es nerd en la medida en que

existe “juguetón” o “despreocupado”.

II.1.4 Principios fundantes, principios construidos. La afinidad, al encarnar habitus similares,

permite pensar que cada una de las prácticas sociales, tendencialmente comunes, representa una

alegoría de cualquiera de las demás con las cuales guarda semejanza. Esta afinidad se opone a

otras disposiciones duraderas y se materializa al distinguir a unos de otros. La distinción entre los

que pertencen a un campo de juego se debe a principios que, en cierta medida, contienen

prácticas y formas de valorar similares. Esta afinidad entraña el peligro de reducir diferencias

existentes entre habitus a principios demasiado genéricos y simplificadores, la tipología nerd no

considera que existen matados que además son simpáticos, por caso. Los principios no son

palabras cuasimágicas que determinen acciones y formas de valorar concretas. Sí son

manifestaciones objetivas de estructuras, de historias encarnadas como campos y habitus. Al

enunciar un principio que conjunta una tendencia perseguida por algún tipo de habitus, por una

tendencia a invertir energía para conseguir bienes simbolícos específicos, no se agota la compleja

realidad del actuar humano. Sólo se da una idea de ella. Un ‘juguetón’ en ocasiones es, además,

nerd, pero se inclina más por una fo rma de ser que por otra. Los principios muestran la identidad

y sugieren de lo que se distinguen, con lo que riñen.

II.1.5 Illusio, interés e inversion en el juego

Los intereses y lo que está en juego contribuye a comprender por qué sucede algo en lugar de

nada: intereses y bienes simbólicos en juego guían la acción. Las manifestaciones prácticas de los

habitus son influidas por aquello que valoran como deseable o perverso, indeseable o plausible.

Las acciones son interesadas, no son ajenas a disgustos o apetencias. Los intereses -positivos o

negativos- encarnados se expresan en mohines de disgusto o en risas de alegría. El Nerd enrojece

de ira o vergüenza al recibir una calificación o comentario que, según él, atenta contra su

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autoestima, el relajiento se burlará del comentario o de la número y los descalificará.

II. 2 IGNORANCIA Y CONOCIMIENTO

El interés del seminario de investigación, es lograr que el alumno avance en su proceso de ser

científico: apropiarse y recrear maneras de valorar y de proceder del oficio encargado de producir

conocimento verdadero. El verbo conocer denota la principal actividad del científico. Para mí fue

la actividad más deseable a realizar por el estudiante. Aprender, y en consecuencia, ser aprendiz

de un maestro con más tiempo en el campo, estuvo subordinado a conocer. Los alumnos

demandaron más guía y dirección (aprender), que conocer por sí mismos. No es que haya sido

uno u otro. Sí es que mi apuesta fue propiciar la autonomía intelectual, gracias a tener apetencia o

deseo por conocer. Y, un tanto menos, a aprender trucos o el modus operandi del científico. En la

añeja contradicción, entre educar como dirigir y educar como desarrollar, se movió la actividad

de alumnos y maestro. Se inclinó más al terreno de impulsar o desarrollar formas de valorar y

menos de actuar. Tuvo, pues, mucho de ‘idealista’. Para contrarrestarla revisamos artículos que

sugieren mañas para investigar.

II.2.1 IGNORANCIA

Para hablar de conocer es necesario tener idea de qué es ignorar. Es bueno mostrar juicios sobre

la antípoda del conocimiento: la ignorancia. Ésta sigue varias tendencias. Nadie padece sólo una.

Incurrimos en formas de ignorancia, en momentos, de acuerdo a sólo una, en otros operaron

varias maneras de ser ignorante en el mismo acto. La siguiente clasificación remarca en lo que

más se invierte energía. Sólo es una mera descripción.

II.2.1.1 La ignorancia es una relación social. Quien encarna el acto de conocer ‘algo’ está

vinculado con otros jóvenes. Cada grupo propicia algún tipo de ignorancia o, bien, lo

contrarresta. Cada grupo social clasifica según su interés: es ignorante quien no sabe lo que

debiera saber. Por supuesto, el "deber ser" es según el grupo que determina cuáles son los saberes

legítimos y plausibles. La ignorancia no es una cosa, es una relación social asimétrica para

clasificar y descalificar. Los estudiantes que seguirán el área de psicología clínica psicoanalítica

ven como ignorantes a los que se inclinan por los temas de psicología laboral. A la inversa no es

distinto.

II.2.1.2 La ignorancia también es natural. Algunos jóvenes no conocen como otros por sus

condiciones neuro-fisiológicas. La naturaleza biológica de cada persona, el potencial genético,

sus "dones" favorecen -o no- conocer. Conocer o ignorar está intrísecamente vinculado con la

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naturaleza, con órganos sensibles, con el sistema nervioso. La vida impone límites y potencia

conocer e ignorar. Por caso, algunos comprenden muy rápido, tienen una velocidad de

procesamiento de información superior al del común. Otros tienen más aguzado el sentido de la

vista. Unos más son sensibles al dolor ajeno. Neuronas y su unión no siempre opera a voluntad.

Todos los alumnos tienen la posibilidad de conocer. Cada uno cuenta con su propia constitución

fisiológica que lo distingue.

II.2.1.3 La ignorancia es histórica y geográfica. Lo desconocido depende del tiempo y del lugar

en que se vive. La ignorancia no es una "sustancia" o sólo una huella genética que esté depositada

en los ignorantes. No basta ser muy inteligente y perspicaz para saber, condiciones espacio-

temporales favorecen o impiden ignorar. Por muy bien ‘dotado’ que sea, por muy favorables

condiciones en las que se esté, todos ignoramos algo. Nadie puede conocer todo. Lo ignorado

está relacionado con el lugar que distingue al alumno.

III.2.1.4 Todos nacimos ignorantes. Aunque también todos tuvimos algunos conocimientos

instintivos al nacer. Algunos contrarrestan con mejor éxito que otros su desconocimiento sobre

algún aspecto. Otros siguen más sus instintos primarios. Nadie lo s puede ignorar totalmente.

III.2.1.5 Nadie es totalmente ignorante. Algunos conocen, con amplitud y rigor, temas valiosos

para la Facultad de Psicología y sus diferentes especialidades. Otros son descalificados porque lo

desconocen con el despectivo adjetivo de "ignorantes". Empero, en muchos casos los mismos que

descalifican no saben que los menospreciados conocen asuntos que pasan desapercibidos para los

que se adjudican sabiduría.

III.2.1.6 Todo ser humano sabe algo. La petulancia del que exalta su conocimiento y

menosprecia al que ignora saberes legítimamente establecidos en su grupo de referencia, oculta

otras manifestaciones de la ignorancia y del saber. No existe ser humano que sea totalmente

ignorante. Desconce algunas cosas. Sabe otras.

III.2.1.7 Ignorar que se ignora. Acaso la manifestación más común de la ignorancia es

desconocer que se desconoce y suponer que se sabe aun cuando, en estricto sentido, sólo se

emitan opiniones o suposiciones infundadas. En este caso, las ideas vertidas, los

pseudoconocimientos, no son producto de relacionarse con el objeto de conocimiento, sólo

provienen de conjeturas.

II. 2.1.8 Reconocer la ignorancia. El viejo adagio “sólo sé que no sé nada” es propio de sabios.

Admitir los límites propios y afanarse en superar la ignorancia, caracteriza a quien tiene la

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soberbia de querer saber y la humildad de reconocer: su desconocimiento y las bases que tiene

para conocer. Esta forma de ser y de valorar pondera percatarse de que ignora. No se conforma

con ignorar. Tiene el anhe lo de saber. La ignorancia mueve a la acción de conocer. Reconocer la

ignorancia implica no actuar dogmáticamente. Conduce a actuar con mesura y con cierta pasión

por defender lo que se conoce. También induce a ser tolerante con el otro y su desconocimiento.

II.2.1.9 Ignorante. La ignorancia es encarnada por maestro y alumnos. Este trabajo no designa

ignorante a quien no sabe tal o cual demanda social. No admite por ignorante lo que la llamada

alta cultura dicta. Es ignorante quien, en determinadas condiciones, no avanza en el proceso de

conocer, quien evita con estratagemas conocer y lo suple con opinión o conjetura.

El ignorante sigue, entonces, tres tendencias:

a) Ignorar que no se sabe y pensar que se conoce.

b) Ser consciente de la ignorancia y sólo pretender subsanarla con opiniones.

c) Reconocer el desconocimiento y envanecerse de él o -por lo contrario- sentir pena y esforzarse

en suplir la opinión y en crear nuevos conocimientos, prácticas u obras que suplan la ignorancia.

II.2.2 MODOS DE CONOCER

Conocer es una técnica para la comprobación de un objeto cualquiera o la posesión de una

técnica semejante. Técnica de comprobación es cualquier procedimiento que haga posible la

descripción, el cálculo, la previsión controlable, la interpretación o explicación, la crítica o la

transformación del objeto a conocer. Por objeto se entiende cualquier entidad, cosa, hecho,

realidad o propiedad. Así técnica puede ser el uso normal de los sentidos ante un objeto como la

música o poner en ejecución complicados mecanismos de cálculo (cfr. Abbagnano 1982, pp 217-

227). La técnica también puede ser la crítica, interpretación o la transformación de aquello que es

motivo del conocer.

La diferencia entre conocer e ignorar estriba en que el primero lleva implícito un cierto

apropiamiento del objeto o de la realidad: descripción, manipulación, interpretación, explicación,

crítica o transformación. Mientras que desconocer implica -con o sin conciencia de la ignorancia-

falta de relación y apropiación del objeto. Esa carencia conduce a la opinión o a la conjetura.

También lleva a la sabiduría: investigar lo que se ignora e indagar lo que se cree o sobre lo que se

opina; asimismo conduce a la creación tecnológica o artística o, bien, abre la oportunidad de

jugar. La ignorancia conduce a otras acciones según se invierta energía ante ella.

Ignorar no es "malo" ni conocer "bueno". Ambos son inseparables: sólo se puede conocer en la

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medida en que se ignora; únicamente se ignora en tanto se conoce. Conocer e ignorar, es histórico

social. No es algo de una vez y para siempre. El hombre sólo puede serlo al vivir en compañía de

otros humanos. Conforma su vida individual y colectiva al comunicarse con los demás, gracias al

lenguaje, y al realizar conjuntamente prácticas sociales de conocer de forma: a) objetiva (ciencia

y tecnología), b) sentimental (afecto), c) normativa (leyes y preceptos) (Habermas 1993), d)

recreativa (juego y arte). Entre realidad, prácticas sociales, conocer y lenguaje existen relaciones

imposibles de separar. Conocer propicia prácticas sociales que manipulan, describen, interpretan,

explican, critican o transforman la realidad. Conduce a establecer límites y valores para la

convivencia, a experimentar sentimientos necesarios para la vida en común y es simultáneo a

divertirse, gozar o padecer gracias al juego y al arte.

Otra clasificación del conocer es gracias a considerar grupos sociales que lo ejecutan. El que

soporta a los demás es el del pueblo o conocimiento vulgar. Existen otros humanos encargados de

establecer relaciones con lo sobrenatural y elaboran conocimiento mágico o religioso. Unos más

producen conocimiento tecnológico o científico y satisfactores materiales para la vida humana.

Algunos más ofrecen sentido a la vida humana y formularon conocimiento filosófico. Otros seres

humanos se afanan en deleitar con sus conocimientos artísticos o de diversión. Si alguno de estos

conocimientos faltase la raza humana no sería como ahora es.

Si ignorar sigue tendencias, conocer también surge siguiendo impulsos, invirtiendo energía en

bienes simbólicos. Abajo describo formas de conocer e impulsos o resortes que lo detonan. No

son más que una absurda simplificación de lo ofrecido por sus prestigiados creadores. Cada

tendencia tiene distintas manifestaciones. Lo aquí esquematizado simplifica la teoría general y

sus distintas vertientes. Esta parte no es un tratado de epistemología. Sólo es una guía para

comprender, valorar y actuar en el terreno de conocer. Soportó decisiones en el seminario.

II.2.2.1 Sensible. La escuela empiris ta afirma que conocer siempre es a través de sensaciones y

percepciones. Hobbes aseguró que todo conocimiento entra por los sentidos. La experiencia

sensible es el modo de conocer. En el usual modelo de objeto y sujeto predomina la realidad a

conocer y los sentidos con los que se aproxima a ella. Si siguieramos este modelo para conducir

el seminario, entonces, debiera privilegiarse la experiencia sensible, la traída y llevada fórmula

‘investigar se aprende investigando’. Sin esa experiencia sensible resultaría, imposible transmitir

el oficio de investigar. Tampoco habría conocimiento que ‘reflejara’ la realidad.

II.2.2.2 Racional. Para seguidores de esta corriente, como Descates, conocer sólo es producto de

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la razón, gracias a ideas o universales. Dudan de lo ofrecido por la experiencia. Se conoce, como

en la alegoría de la caverna de Platón, sobre la base de conceptos e ideas que eleven del mundo

de las apariencias sensuales. Para ellos el conocimiento empírico es engañoso. No es la realidad.

La realidad son ideas o conceptos. Si ésta fuese nuestra idea, debieramos quedar en el mundo de

teorías sobre investigar. Sin ellas no habría formación de investigadores. Ni nuevas terorías

II.2.2.3 Intuición. Esta forma de admitir al conocer afirma que, de manera inopinada,

súbitamente, sin obedecer al interés consciente del que conoce, el conocimiento surge como un

rayo que ilumina lo que antes era confuso y sin sentido. La corriente Gestalt indica que una

totalidad antes caótica se cierra y logra tener sentido para el que intuye y conoce. Si ésta fuese la

dirección del seminario, debiese conducir a dejar a los alumnos a su tiempo y ritmo para que -por

sí mismos- tuviesen el insight que los llevase a conocer. Y, como resultado de su indagación,

debiera esperarse que mostrasen totalidades con sentido.

II.2.2.4 Interés por el objeto. Otros filósofos (Herbart o Dewey) establecen como principal motor

del conocimiento al interés: sentimiento especial distinto de la empatía o del coraje, orilla a

centrar la atención en aquello que se va a conocer. Este sentimiento tiene fines prácticos o de

utilidad y beneficio para la humanidad: pragamtismo norteamericano de Peirce y James. Para

ellos conocer es imposible si no está unido al accionar y encontrar consecuencias útiles para la

vida. El desarrollo del seminario, de acuerdo a esta postura, debiera encaminarse a resultados

útiles para la vida como profesionales de la psicología y a, realizar investigaciones específicas.

II.2.2.5 Conocer como praxis. La marxista es otra manera de ver al conocer: la actividad práctica

y transformadora es la base del conocer y es su criterio de verdad. La ‘actividad práxica’ es la

compleja relación entre hacer, reflexionar sobre lo realizado y volver a actuar con soportes de lo

conocido y ejercido. Si siguiesemos la prescripción marxista, deberíamos transformar la realidad,

no únicamente describirla ni interpretarla. Además, debiesemos transformar la realidad con plena

conciencia de clase y en beneficio de la clase trabajadora; es decir, los productos de la

investigación, de la praxis investigativa, debieran ser productos en provecho de revolucionar y

desalienar.

II.3.6 Producto del ocio. Otro motor que impulsa al conocimiento es la no acción, la más grande

ociosidad, una actitud contemplativa. En momentos en que el sujeto se abstiene de producir, de

comer, de manipular; en fin, al abstrarse de actividades comunes de la vida, cuando el sujeto

siente un enorme tedio, percibe lo que tiene ante sí, se percata de sus "intramundos". El que

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conoce, sobre la base de la percepción sensible (de objetos tangibles e intangibles) puede decir

algo sobre ello. Al interpretar, al decir, percibir se convierte en determinar expresado en

proposiciones y éstas son conocimientos producto de la no actividad corporal, del

ensimismamiento, de estar por encima de preocupaciones, exigencias y emociones de la vida

común. Esparcimiento es contrario a concentración, a la posibilildad de conocer. La obra estética

exige concetrarse en ella, perderse en ella, contemplarla. La experiencia estética requiere ocio.

Conocer también. Si antes fue la acción aquí es la quietud. Para ser consistentes con esta forma,

debiesemos disfrutar del ocio para el trabajo intelectual y práctico del oficio de investigar de

alumnos y maestro. No debiesen someterse a ninguna presión institucional. El ocio fecundo y

creador sería el motor de investigar. Sus productos serían la determinación de límites y

características de lo investigado.

II.2.2.7 Empatía por el objeto de conocimiento. No es factible conocer si quien lo quiere hacer,

no posee la capacidad de suponer y asumir formas de ser y de valorar de aquello que ignora, de

establecer una corriente de solidaridad, de colocarse en la posición de lo desconocido. Weber

(1992) y Comte (1990) son mágnificos representantes de esta modalidad, ambos adviertieron la

necesidad de experimentar un sentimiento de solidaridad, de tender puentes adicionales a los de

tipo racional, con lo que se desea conocer. Los presocráticos afirmaron: "lo semejante conoce a lo

semejante". Si los consejos de Weber o Comte guiaran el seminario llevarían a afanarse en lograr

empatía por el objeto a investigar o conocer y empatía por el mismo acto de conocer. Sin ella, sin

solidaridad por lo que hay a conocer, resultaría imposible interpretar y explicar los objetos de

estudio.

III.2.2.8 Producto de la lucha. De manera opuesta a la anterior, otra forma señala que el

conocimiento surge como una chispa al chocar espadas, una de ellas representa lo ya conocido y

la otra aquello que se ignora. Del intenso combatir entre sabido y desconocido o, bien, opuesto

surge súbitamente algo distinto de ambos, el conocimiento: una chispa, una radiante luz, que al

principio enceguese y despúes ilumina la obscuridad, la ignorancia. La chispa, el conocimiento,

no es lo que se opone, tampoco es lo conocido ni lo ignorado, proviene de éstos, pero no se limita

a ellos. Es un nuevo producto, como nueva y diferente es la chispa que surge del encontronazo de

un machete y una espada. Foucault (1980) ofrece lecciones para comprender esta posibilidad de

conocer. Anaxágoras aseguró: "el alma conoce lo contrario por lo contrario". No es posible

conocer si no es en un campo de luchas y diferencias. El seminario, para ser consistente con esta

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forma, debiera ser campo de batalla donde debatieran lo ya conocido con lo nuevo por conocer,

las certezas y lo ignorado. Del combate, de fuertes encontronazos, saldrían chispas: protocolo de

investigación.

II.2.2.9 El paréntesis fenomenológico. En la versión fenomenológica, por ejemplo, de Husserl o

Heidegger, conocer es gracias a que el sujeto que conoce consigue suspender transitoriamente sus

juicios: hace de lado pre-juicios, sigue el método de ‘reducción’ o de poner en suspenso el juicio,

a fin de juzgar las cosas mismas, atenerse a ellas prescindiendo de discursos y opiniones.

Conocer, para esta visión, es describir esencias del fenómeno. No es explicar ni interpretar ni

encontrar leyes. Conocer es dejarse llegar lo esencial que tiene la cosa, sin hacerlo a partir de lo

sabido, después, describirla en lo que tiene de más distintivo, de propio. El actuar del seminario,

si se guiase así, favorecería el deseo de poner entre parentésis deseos y fobias, conceptos y

explicaciones. El resultado de investigar describiría esencias de aquello que se indagó.

II.2.2.10 Sobre la base de estructuras previas. Piaget y Vigotsky ven al conocer con diferencias:

el primero centrado en el individuo y el otro en la relación social de quien conoce. A pesar de sus

discrepancias, aseguran que resulta inviable conocer si no se parte de estructuras previas sobre las

que se cimiente el acto de conocer y su producto, el conocimiento. Conocer, entonces, obedece a

interrelacionar estructuras: las del objeto a conocer y las que posee quien está conociendo. Esa

interacción desequilibra estructuras conceptuales y propicia un reacomodo, un nuevo equilibrio,

el conocimiento estructurado de la realidad a conocer. Para otros, como Bruner, se conoce gracias

a herramientas que ofrece la cultura. Sin ellas no hay modo de conocer. Para que este seminario

fuera fiel a esta postura, tendríamos que reconocer estructuras previas de estudiantes y maestro

para, sobre esta base, engendrar nuevas estructuras de conocimiento que derivaran de las

primeras y de aquello que se investigó.

III.2.2.11 Eros y conocer. La palabra griega sophia de filosofía se entiende mejor al considerar

que, al sufrir la comunidad una enfermedad orgánica que la hace peligrar, su reconstrucción sólo

partirá de un grupo reducido y sano de seres humanos identificados en ideas, que sirva de célula

germinal para un nuevo organismo. Tal es siempre el significado de la philia, de acuerdo a la

interpretación de Jaeger sobre el eros platónico. La philia es la forma fundamental de toda

comunidad humana que no sea puramente natural, sino una comunidad espiritual y ética inclinada

en beneficio de la polis (Jaeger 1988: 205). Luego entonces, conocer será posible en el marco de

una comunidad que comparta ideas y sentimientos de afecto por su comunidad y que ponga por

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encima de sus diferencias individuales, los intereses y el amor por la polis. Conocer está

inextricablemente unido a la philia, al amor por el otro y los otros del mismo Estado. El

seminario de investigación, por tanto, requeriría que estudiantes y maestro amaran por encima de

todo a México y a la comunidad de investigadores conformada en el seminario. Amor necesario

para encarar dificultades de México, por encima de las diferencias que entre nosotros hubiesen.

El fin último de los productos de la investigación de alumnos y maestro atendería ‘la enfermedad

orgánica de la polis’, la crisis que México padece desde hace más de tres décadas.

Otra forma de eros platónico más usualmente conocida: el amor no material ni carnal que ayuda a

emprender el vuelo del intelecto y alejarse del mundo de las apariencias. Es una fuerza que lleva

del mundo sensible al mundo de las ideas. Esta forma de eros es ajena al otro y radica por entero

en el individuo que conoce, que se eleva al mundo de los conceptos. Esta forma exhortaría al

placer y pasión por investigar como un fin en sí mismo. Los productos serían temporales: bases y

resortes de nuevos procesos de indagar, de nuevos placeres y pasiones.

De acuerdo a otra versión de eros, conocer no es un acto distante entre sujeto objeto, sino que se

crea en la proximidad de quienes conocen, de acuerdo a Luis Porter (citando a Pacheco), conocer

es traer el mundo al mundo, es construir el momento del conocimiento como el momento de la

proximidad, sólo ocurre a través de un acto de amor que significa reconocimiento del otro y, en

consecuencia, se traduce en compromiso, solidaridad y transformación, en la posibilidad de

construir la utopía abierta a distintos futuros. Siguiendo a Porter (Porter 2004: 4), conocer surge

de la tensión-dolor-emoción con y por el otro para transformarse en alegría, en un futuro

deseable. El seminario, para seguir estas indicaciones, debiera propiciar amor por los sujetos que

son motivo de estudio y dirigirse a formular la alegre utopía que abriera un porvenir promisorio

para ellos y los que los estudiaron.

Durkheim ofreció otra visión acerca de eros, conocer y grupos humanos. Para él un grupo social,

sea el que sea, adquiere una coherencia suficiente, una indispensable conciencia de sí mismo y de

su unidad moral, no sólo con que sus miembros tengan una cierta cantidad de ideas y

sentimientos comunes, sino que también debe existir algo que le induzca a oponerse a otros

grupos que le resistan y limiten. Es necesario que la lucha lo obligue a replegarse sobre sí mismo

y a organiarse fuertemente (Durkheim 1992: 120-121). En este caso la philia no se reduce al

amor al otro, sino y sobre todo a oponerse a otro grupo: eros rechazando otros. Para investigar,

acorde a esta manera, debieran reconocerse y valorarse nexos que enlazan a estudiantes y

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maestro, así como identificar quién se opone al seminario, al trabajo investigativo; sería necesario

unirnos por sentimientos comunes, organizarnos y enfrentar al grupo que se opone y se burla de

la posibilidad de investigar en el cuartro semestre de la licenciatura en psicología.

II.2.2.12 Azar y conocer. Las explicaciones anteriores no contemplan lo fortuito para explicar al

conocer. Conocer también es comprensible si se admite que es producto de lo contingente,

aleatorio e impredecible. Ante determinismos como: amor, estructuras, sensible, racional, interés,

empatía, paréntesis fenomenológico, lucha, praxis o intuición, ante motores y circunstancias que

definen al conocer, también acontece por caualidad. El principio de la indeterminación de la

física cuántica da solidez a esta posibilidad. Congruentes con esta forma, alumnos y maestro

debieramos dar paso al azar. No apurarse en que todo esté controlado y predeterminado. No

afanarse por dirigir acciones y exigir productos con tales o cuales características.

II.2.2.13 Conocer y posmodernidad. Para encarar la arista indeseable de la época posmoderna,

advertida por Lyotard, del grado cero de cultura en la que todo y nada vale, para evitar el

eclecticismo cínico, en el seminario de investigación ‘algo’ fue insoslayable, aunque

cuestionable. Ese ‘algo’ no fue un único fin ni un único modo de llegar a él. Tampoco una única

filia ni fobia. Ese ‘algo’ fue tan nebuloso y complejo como conocer y sus productos. Al mismo

tiempo que admitimos determinismos y azar, valoramos la conveniencia de ‘conocer algo’. La

importancia de conocer fue opuesta al todo y nada vale. En el seminario muchas cosas valieron.

Pero no todo fue admitido. Apostamos a producir conocimiento verdadero como nexo común.

II.3 CIENCIA Y ARTE El modo de pensamiento estético hace sensible a quien tiene la suerte de poseerlo: existen

personas que no tienen ritmo y por más que se afanan no pueden bailar, no pueden seguir el

compás de la música con su cuerpo. Hay otras que -sin saber y sin mayores dificultades- siguen

placentera y plásticamente la música al bailar. Unas más saben cómo es el ritmo, además también

saben y pueden seguirlo; incluso pueden crearlo. Los primeros no se dan cuenta de la importancia

del ritmo, los otros lo pueden seguir sin saberlo y los últimos saben y disfrutan al moverse

rítmicamente o al producir ritmo (Willems 1964).

Acaso el pensamiento vulgar desprecie estas diferencias. Empero, también es factible que quienes

desairan al arte, padezcan al momento que otros bailan o se divierten con la música. Por desairar

al mundo de la estética se incurre en ser un "pesado", por alguien "sin chiste" o, peor, por alguien

insensible. En el seminario algunos no valoramos nuestra incompetencia para actuar de manera

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bella: fuimos groseros o demasiado bruscos. Maestro y alumnos apreciaron bienes estéticos en

obras (poemas o pinturas de Goya o Carrington). Lamentablemente el ‘buen gusto’ no siempre se

llevó a acciones cotidianas del aula: hubo hechos sociales o cosas feas, grotescas que produjeron

discusiones innecesarias. Con todo, no vimos contrapuesta ciencia y arte. Aprendimos de ellas,

en alguna medida, a ser sensibles a la realidad. Con certeza falta mucho camino por delante.

Adolfo Sánchez Vázquez señaló que la estética es una forma de vida y que es imposible que

alguien no tenga una manera de mostrarse al mundo: maniqueísta o simplona, con dos colores,

(bueno-malo, falso verdad, útil- inútil) u otra, lucirse con diversidad de matices y de manera

compleja (sinúmero de colores y tonalidades). Blanco y negro de suyo no es desdeñable

(Ensueños de Goya, por caso). Ni todos los colores producen, por fuerza, algo estético.

La forma maniquea lleva incluso a asegurar: amigo-enemigo. En el seminario, al no valorar sus

límites, nos confrontamos de fea manera. Tardíamente, al enfrascamos en inútiles conflictos

provocados más por la forma y no tanto por el contenido, nos percatamos del imperio de los

gustos en pugna y la manera inadecuada de discutir. Por fortuna hubo quienes nos contuvieron

dentro de mejores formas a los que nos excedimos en clase. Lo que no resultó evidente, durante

el semestre y sólo se hizo patente al término, en la evaluación final, fue la manera de ser y de

valorar de algunos estudiantes que dieron la apariencia de que ‘todo estaba bien’; no obstante,

expresaron que no todo lo visto les resultó ni agradable ni útil: vivieron el disgusto pero no lo

externaron: la simulación de aparente camaredería sólo fue coraje oculto: no todos los colores

necesariamente producen lo estético, no todo vale. Entre coraje demasiado manifiesto y

ocultamiento (‘dar el avión’), existe la misma acitud: mi gusto es el que debe predominar, no hay

la sensibilidad de apreciar ni abrirse a otros bienes simbólicos, a otras formas. En suma, hubo

quienes supieron ‘bailar’, que se mostraron agradables al actuar y otros nos distinguimos por

ignorarlo, por ‘bailar’ desacompasadamente de manera grotesca. Algunos alumnos con una fina

sensibilidad nos llamaron la atención sobre nuestras deficiencias: supieron ‘bailar’, se mostraron

de bella y simpática manera y no ‘dieron el avión’: lucieron muy bien y defendieron sus gustos

con gracia. Curiosamente, en el seminario coexistieron: cólera (sentimiento extremadamente

fuerte), desinterés del ‘avión’ (sentimiento muy débil), risa (sentimiento de desconcierto y

sorpresa) y diálogos dirigidos al acuerdo (sentimientos entre mezclados con donosura).

La estética es una manifestación que humaniza al hombre alentando sentimientos que ennoblecen

o enaltecen: épica de Homero o tragedia de Sófocles. La estética no sólo se ocupa de la belleza,

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también recrea lo trágico, cómico, sublime, épico, horroroso e inaudito. Las producciones

estéticas recrean formas de ser y de valorar. Resulta imposible estudiar fenómenos humanos

(psicología) si no se han experimentado la riqueza de emociones derivadas del arte. Coraje ni

‘avión’ son malos. Son habitus que no debieran obturar otras formas de ser y de valorar. Avanzar

en la conformación de otros gustos ayuda en la tarea de humanizar al proceso de transimitir el

oficio científico: experimentado sentimientos más nobles y diversos y, simultáneamente,

valorando e interactuando con mayor tino ante los encarnados por otros: es distinto saber qué es

estético, actuar estéticamente y producir bienes estéticos, es diferente a ser ’pesado’ o ‘mamila’.

El filósofo alemán Alexander Gottlieb Baumgarten (1714-1762) separa el estudio de lo bello en

una disciplina específica: la estética. Antes sólo era una parte de la filosofía. Baumgarten, al

estudiar la estética, esclareció el conocimiento sensitivo previo al conocimiento racional: el

conocimiento estético. El objeto de arte, de acuerdo a él, son representaciones confusas pero

claras, o sea sensibles pero perfectas. El objeto del conocimiento racional son representaciones

distintas, los conceptos (Abbagnano 1982: 452-461).

El conocimiento sensitivo previo al racional, conduce al goce y la producción estética: fue

notorio que quienes carecían o no tenían tan desarrollada la forma de ser y de valorar estética,

sensible a bienes estéticos de la llamada alta cultura (representaciones confusas pero claras,

sensibles pero perfectas), les resultó más difícil tener habitus estéticos para discutir en clase con

tendencia al entendimiento y no a la imposición o al conflicto; de igua l forma, les fue más arduo

ser sensible a la realidad para problematizarla: la veían ‘bien’, sin mayores dificultades. El

habitus de investigador, de alumnos o maestro, se favoreció si valoró y desplegó la forma de

conocer estética: desarrolla el poder de la imaginación, la sensibilidad ante lo humano y lo

natural, y propicia maneras de ser estéticas en el actuar cotidiano y al conocer y recrear la

realidad con representaciones distintas: conceptos. Entre estética y ciencia, entre obras de arte y

producciones científicas, no existen distancias insalvables. Existen conjugadas: Einstein tocó con

cierto virtuosismo violín y Nietzsche disfrutó del piano. En el seminario vino a bien la presencia

de formas de ser y de valorar estéticas, apreciadas como bellas, simpáticas, con enrojecimiento

facial y voz quebrada por la pena y el dolor, o con donaire y gracia. No sólo para la relación entre

maestro y alumnos también para quien las encarnó al momento de recrear la realidad con su

conocimiento racional.

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II. 2.4 INVESTIGADOR El seminario buscó la formación de los estudiantes en el oficio de investigar. Para tal fin fue

preciso recrear ideas y experiencias. Aquí muestro al oficio con ayuda de autores alemanes Max

Weber (El político y el científico), y Carlos Marx (La ideología alemana), norteamericanos

Wrigth Mills (La imaginación sociológica), George Devereux (De la ansiedad al método), y

Tomás S. Kuhn (Las revoluciones científicas) y franceses Pierre Bourdieu (La distinción) y Edgar

Morin (Introducción al pensamiento complejo). Varias de estas obras fueron motivo de estudio

en el seminario. Diez tesis para entender al oficio de investigar:

II.2.4.1 Investigador es un papel en la divisón social del trabajo. Como cualquier otro oficio

requiere formas duraderas de ser y de valorar. Sin embargo, y aunque suene tautológico,

investigador sólo es aquel que investiga. No basta con desear hacerlo o tener cualidades para tal

actividad. Hay que hacerlo y, además, que la comunidad científica de su campo lo pondere.

II.2.4.2 Sólo por su obra se conoce al investigador. La ciencia, producto del investigador, ofrece

símbolos que, debidamente articulados, describen, explican, interpretan, prescriben o transforman

comportamientos de realidades específicas. Así pues, investigador es quien describe, explica,

interpreta, formula leyes o transforma fragmentos de la realidad. Quizá otros agentes sociales lo

intentaran; únicamente el investigador lo realiza de forma plausible, verosímil, útil o verdadera.

II.2.4.3 El investigador trabaja en un campo científico específico. La comunidad científica de

un determinado campo avala quien es y quien no es investigador. Casi cualquiera puede ser

investigador. Empero, son pocos los investigadores en Querétaro y en México. Pocos en relación

a países con mayor tiempo en este campo. Son pocos los reconocidos por el SNI, o el sistema de

estímulos a la investigación de la UAQ. Sin comunidad científica no hay ciencia ni investigador.

II.2.4.4 El investigador es un ser humano. Tiene el frío cálculo, paciencia y pasión para realizar

experimentos y elucubraciones. Es frío porque su trabajo requiere de la previsión racional, de

disciplinar emociones ante fracaso o denuesto; porque ha hecho de la objetividad una de sus

metas; porque hace a un lado sus prejuicios e historia personal ante sus hallazgos. Frío, pues,

porque el cálculo que realiza es sobre la base de razones y, no tanto de emociones. Es paciente

porque sigue la añeja práctica de ensayo y error. No desespera en adelantar resultados ni ante la

adversidad. Tiene la virtud de saber que está equivocado en tal o cual, pero no en aquello que

permite adelantar. Tiene pasión porque la vida se le va en encontrar respuesta a una interrogante,

en formularse una dificultad insospechada. Tiene la pasión del enamorado que, a toda costa,

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pretende conquistar su amada, la ciencia. Es pasional en su trabajo porque éste no es sólo una

forma de ganarse la vida, es la vida misma, es lo que le da sentido.

II.2.4.5 El investigador tiene soberbia y humildad. Tiene la arrogancia de considerar su obra

indispensable para la humanidad, la considera de vital importancia, aunque esté en ciernes. Sabe

que tiene sólo una única misión en la vida: producir conocimiento verdadero sobre una idea que

le obsesiona. Es tan orgulloso que estima que puede decir teorías, mejores y más verosímiles, que

su maestro o su oponente en la ciencia. Sin esta soberbia, sin considerar por encima de todo la

importancia de su tarea y de sus productos, sólo quedaría en repetidor de lo que otros han dicho:

maestro. Simultaneamente es humilde porque se rinde ante la evidencia de sus hallazgos o ante la

contundencia de sus críticos. Porque reconoce sus errores. Es humilde porque sabe que toda

ciencia es perentoria y que nace para ser superada por otras producciones. Su soberbia lo lleva a

participar en congresos y publicar sus resultados. Su humildad a esperar detractores para aprender

de ellos. No hay ciencia ni investigador sin soberbia ni humildad. Sus vergüenzas y sus orgullos

son influjos sociales producidos en el campo de la ciencia.

II.2.4.6 El investigador está determinado, y escapa a limitaciones de su época y grupo social.

En la medida en que es miembro de un género, de una clase social, de una etnia, de un momento

histórico, en tanto es un ser humano concreto, recibe determinaciones del lugar y de las personas

y grupos o clases sociales con las que convive. No investiga en abstracto. Hace suyas

preocupaciones de su momento y lugar: sobre la base de sus conocimientos previos, de sus

prejuicios, formula conocimiento inédito. El sentido común (científico o del vulgo) repite lo que

le enseñaron, acaso agregue algo; sin embargo, no formula nuevas teorías. El investigador escapa

a determinaciones porque establece nuevas dificultades, porque sobre la base de teorías con que

entra al campo produce otras. Sólo existen investigadores al superar sus límites histórico sociales.

II.2.4.7 El investigador es un artesano con prácticas laborales específicas. Sabe, observar,

olfatear, sentir, escuchar o leer comprensiva, empática y críticamente. Su lectura no es

únicamente a libros o documentos. ‘Lee’ la realidad y encuentra datos insospechados para otros.

Elabora fichas de trabajo y registra sus hallazgos; no es un diletante que, ocasionalmente,

produzca ciencia. Posee heramientas de trabajo, ya sea matraces, computadora, libros o

grabadora. Su artesanía consiste en tener destreza práctica al operar sus instrumentos de trabajo.

Cuando investiga, como cualquier artesano, sabe prácticamente lo que hará, aunque no tenga idea

clara de lo que resultará. En artesanía se domina todo el proceso de producción. En la ciencia es

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similar. El investigador posee la destreza que exige su campo profesional. Sabe jugar entre

empatía, conflicto y paréntesis fenomenológico, sigue exigencias del método que lo guía. Sin la

maestría artesanal de su campo no se es investigador.

II.2.4.8 El investigador es sensible ante la realidad. El investigador, a diferencia de otros

agentes sociales, encuentra ocasión de "sentir que algo anda mal", que no debiera ser así: se

asombra. El investigador tiene la gracia, la plasticidad de permitirse otras explicaciones de las

usualmente aceptadas. La sensibilidad del investigador lo faculta a experimentar ideas

inconcebibles. La lógica lo lleva a pensamientos racionales que demuestran argumentos. La

intuición sensible descubre lo velado. La imaginación es otra herramienta. El investigador es más

intuitivo que lógico. Tiene la sensibilidad e imaginación de encontrar relaciones en fenómenos

que otros ven desconectados. Sin sensibilidad e imaginación es imposible ser investigador.

II.2.4.9 El investigador vive las teorías de la incertidumbre y la relatividad. El sentido común

vigente fue educado dentro de la física de Newton y no de la contemporánea. Los ajenos a la

ciencia saben que si pasa A es por B. Así, mecánicamente, razonan: "habla bonito porque me

quiere". Sus explicaciones son monocausales. El pensamiento vulgar divide en pares antitéticos:

arriba abajo, feo bonito, moderno antiguo. En la opinión, ajena a la ciencia, no existe la

incertidumbre. Se puede opinar sobre lo que sea. El investigador no encuentra así de fácil la

realidad. Sabe que dentro de ciertas condiciones pasa X, mientras que en otras puede suceder Y o

Z. Encuentra que condiciones que determinan fenómenos los hacen variables al modificarse

éstas. La ciencia que aporta está acotada, pues, a determinaciones. Sin éstas, sin condiciones

relativas al fenómeno estudiado, no hay ciencia. El investigador sólo produce conocimiento

científico en cuanto sabe y, al mismo tiempo, duda de sus saberes, en la medida en que admite

que sabe unas respuestas y, paradójicamente, también intuye que bajo otras condiciones esas

respuestas o teorías operan de manera distinta.

II.2.4.10 El investigador tiene pensamiento complejo. Admite la paradoja de lo uno y lo

múltiple, de lo enredado, del desorden, la ambigüedad y la incertidumbre, de la entropía. Parte de

eso y de un cierto orden para re-ordenar el conocimiento, para acotar lo incierto, para clarificar,

distinguir y jerarquizar. Sin embargo, no puede, por más que se afane, reducir todo a la

simplicidad de una única ley, explicación o descripción. Reconoce la incertidumbre, la

contradicción y la complejidad de la realidad. Se inclina, humildemente, ante el poderío de la

realidad y ve con soberbia que, en alguna medida, pudo domeñarla con su ciencia. Su

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pensamiento complejo no lo deja satisfecho con sus hallazgos. Se ve urgido a buscar

conocimiento verdadero que responde a dificultades que antes no contemplaba.

III. METODOLOGÍA

La forma de buscar, obtener y tratar la información necesaria para este proyecto, estuvo dirigida

por intereses conceptuales de describir, interpretar y explicar. Para ser consistente con esos

propósitos, fueron importantes lecciones de fenomenología y hermenéutica. De igual manera,

eché mano de exhortaciones que hace la investigación participativa. Generó tensiones: a) la

actitud de empatía, inherente a la hermenéutica, con el objeto de estudio (formas duraderas de ser

y de valorar encarnadas por maestro y alumnos) al mismo tiempo que b) el ‘paréntesis

fenomenológico’ de suspender juicios y c) la necesidad de intervenir como maestro responsable

de conducir al seminario. Mis resultados del autoestudio de nuevas perspectivas en la generación

de conocimientos se inclinan más por describir. Aunque algunas ideas se aportan para propiciar la

discusión: es irrecusable un enfoque ecológico ajeno a sólo causa efecto. Es provechoso también

valorar la intervención estética, pedagógica, observación o acción científica: decidir cuándo

enseñar-disciplinar, cuándo dejar surgir lo innédito, cuándo observar con cuidado lo que se vive,

cuándo generar-permitir caos u ocio, cuándo reír lamentarse. La respuesta no está en ningún

manual de formación docente. Está en la posesión del arte de educar, de teorías para favorecer la

transmisión del oficio de científico y en la continua duda sobre la realidad.

IV. FORMAS DE TRABAJO EN EL SEMINARIO

El trabajo realizado en el seminario vivimos: a) Presentaciones del maestro: daba clase de alguna

lectura previamente elegida. b) Visita y comentarios a dos exposiciones de pinturas. c) Invitados

que presentaban su obra y daban noticias de sus formas de trabajo y de vida: un articulista y autor

de varios libros sobre las formas de vida en la Sierra Gorda de Querátro, un poeta y el autor de la

Universidad de Papel. También asistimos a la presentación de una revista de la propia facultad,

hecha por profesores de la UAM-Xochimilco. d) Discusión grupal. e) Trabajo en pequeños

grupos (3 ó 4 alumnos) o individual para investigar. f)Asesorías.

IV.1 Presentación del maestro. Seguramente, incurrí en la monotonía de ‘dar la clase’ y, en otros

momentos, de propinar sermones. Hubieran sido valiosas otras formas de trabajo menos

personalizadas en la discusión del tema y con algunas alumnos que encarnaron habitus de

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‘avión’, cólera o desinterés. Como importante también hubiese sido si el maestro callase más y

alentase más a los alumnos a expresar sus juicios. Con todo quizá contribuyó la forma de actuar

en el aula empática y, al mismo tiempo, discutir desacuerdos con algunos estudiantes. Sólo muy

tardíamente comprendí la exigencia de ser más directivo y de dar a conocer ‘lo que quería’.

Hubiese ayudado más propiciar un clima para establecer propósitos del seminario de manera

consensuada. Al entregar el programa y comentarlo supuse, tontamente, que los estudiantes

admitían lo señalado en él. No fue del todo así. Seguramente no lo fue porque casi sólo al

redactar este informe final valoré la mayor importancia que di a las formas de valorar, por encima

de las formas de actuar del investigador. En el seminario no cobré conciencia plena de la apuesta

a generar empatía por la investigación, en lugar de volcar mi trabajo más al modus operandi del

investigador. Seguramente es necesario revalorar tal decisión a la luz de los planteamientos de los

alumnos y de los resultados del proyecto: no basta con ‘motivar’ o incitar a valorar la

investigación. Es necesario que los alumnos se apropien de formas de actuar al indagar.

IV.2 Asistencia a exposiciones de pinturas. Favoreció a que algunos estudiantes valoraran la

importancia de contemplar la obra de arte o la realidad, y expresar jucios de valor para dar a

conocer cómo les había impactado la contemplación de agua-fuertes de Goya y oleos de Leonora

Carrington y, al mismo tiempo, ayudó a argumentar sus gustos y disgustos. Es muy seguro que

no fue suficientemente explotada esta posibilidad porque no se acentuó la exhortación ‘miren,

piensen y expresen sus juicios’. No se sacó jugo a la práctica social de mirar, pensar y opinar

porque hubiera sido valioso propiciar más riqueza al enunciar el pensamiento abstracto: pasar a

palabras imágenes: “Leonora a la mejor padeció mucha soledad en su niñez”, dijo una alumna y

lo argumentó rememorando la mirada triste de una niña en una de sus pinturas, sólo que otros

estudiantes hicieron juicios demasiado apresurados y sin bases explícictas. También hubiese sido

más provechoso si se comentase con más precisión el compromiso con la tarea: algunos

estudiantes no fueron o sólo dieron un vistazo rápido a los cuadros, sin detenerse a

contemplarlos, mientras que otros salieron beneficiados al disfrutar y dolerse con lo que

contemplaron y después expresaron. Como hubiera dado más fruto si se hubiese destacado con

mayor nitidez la creatividad lograda al describir de distintas maneras lo contemplado o la

pobreza al expresar juicios muy categóricos y lacónicos.

IV.3 Presencia de autores (de libros, artículos de periódicos, poesías y ensayos sobre la

universidad en México y dos colegas que presentaron un libro que recupera ensayos de

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profesores de la facultad). Favoreció conocer formas de vida de artesanos de la palabra: no ajena

a las de muchos otros oficios. Los alumnos se percataron que se produce conocimiento estético o

científico, sin ser un super dotado. La sencillez y lo afectuoso del trato de los autores favoreció

que pudieran identificarse con ellos, que los vieran como seres humanos cálidos e interesados por

bienes simbólicos valiosos. También sirvió para que valoraran sus formas de trabajo: no se

limitan a lo científico o artístico, se extiende a ser una forma de vida. Sus disertaciones sirvieron

para que apreciaran formas de argumentación y paladearan el aplauso que se lleva un

investigador al ofrecer sus productos. De igual forma, en las presentaciones de los libros, los

alumnos vivieron la discución entre adultos que discrepan por cosas valiosas.

IV.4 Discusión grupal. En momentos la mayoría de los estudiantes se interesaron en expresar sus

juicios, especialmente con experiencias que derivaron de asistir a escuchar a los autores. En otros,

los alumnos se mostraron distantes y poco interesados por escritos que aconsejan sobre el oficio

de investigar. Se expresó esta respuesta grupal coincidiendo con lo abstracto o complejo de las

argumentaciones escritas por autores revisados: a mayor grado de abstracción y poder heúristico,

menor interés de la mayoría de los estudiantes. A mayor concreción empírica y menor uso de

teorías y conceptos abstractos y complejos, mayor participación. Por ejemplo, para la mayoría

resultó más grata la poesía de una prostituta arreglándose el precio con su cliente que la

desgarradora y sólo insinuada disputa con el padre.

Las palabras y formas de ser de algunas alumnas (3 ó 4) y de uno ó 2 estudiantes se tornaron

ríspidas cuando exhorté a mayor empatía por el oficio de investigar. Con seguridad lo hice de fea

manera y generó una reacción en contra: “¡Total! ¡Yo seré psicóloga! ¡Y en este momento no me

interesa investigar!”. El interés o illusio de ocupar ese puesto de la división del trabajo fue poco

encarnado por la mayoría de los estudiantes. Socialmente no se ha generado formas duraderas de

ser y de valorar que inciten a apropiarse del oficio de investigar. La gran mayoría de los

estudiantes se ven a sí mismos como profesionales de la psicología y no como investigadores de

ese campo científico. Para comprender mejor la no valoración conviene ver la situación nacional,

estatal, de la UAQ y de la Facultad, en material de producción científica: ¡paupérrima! A pesar de

esa difícil realidad, más de dos señoritas aseguraron, en la sesión de evaluación final, su enorme

deseo (illusio) de presentar su investigación en un futuro congreso de estudiantes o de publicarlo

en alguna revista: el habitus del científico, su soberbia, se hizo presente. Cosa, o hecho social,

que me alegró enormemente.

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IV.5 Trabajo en pequeños grupos o individual fuera de clase. Siguió tendencias, las más

recurrentes fueron: avidez por transcribir profusamente teorías sin, previamente, mostrar lo que

querían investigar o, bien, sin relacionar las teorías con sus intereses: la ‘teoría’ obturó la

investigación al inicio, ya que su inversion de energía fue buscar libros que estimaron

interesantes y, no tanto, expresar sus dudas, molestias o inquietudes a propósito de un tema

susceptible de convertirse en objeto de estudio, con apoyo de teorías. Este comienzo tortuoso fue

sucedido, a invitación expresa del maestro, por la discusión y negociación en cada grupito (3 a 5

estudiantes) del tema y enfoque a seguir. Las actividades del grupito encarnan la división del

trabajo: estudiantes más reflexivos y comprometidos con la tarea, mientras otros se

‘parapetaron’en el trabajo de sus compañeros. Tal condición fue visible porque, al presentarse a

asesoría, sólo 1 ó 2 alumnos sabían cómo defender y argumentar el proceso de investigar que

vivieron, mientras que los otros estaban expectantes y, si llegaban a participar, lo hacían en forma

errónea, contradiciendo su escrito. El trabajo en pequeños grupos también recuperó la dinámica

del grupo todo: unos cuantos interesados en investigar y la mayoría de los grupos casi solo

cumpliendo con la tarea, sin mucho compromiso visible. Las pláticas con los pequeños grupos no

favorecieron la emergencia del disgusto algunos estudiantes, es muy posible que la figura de

autoridad que encarnaron los estudiantes y la que desplegué, no propiciaron un clima de

confianza. Lo que disgustó a los estudiantes en la asesoría al pequeño grupo sí emergió en clase:

“¡No nos gusta que no admita nuestro trabajo, que lo critique! ¡Nos disgusta que invertimos

mucho tiempo en el trabajo y usted lo derriba!”. Es seguro que la falta de experiencia de maestro

y alumnos en el arte de discutir y llegar a acuerdos llevó al coraje de algunos alumnos. Quizás

algunas prácticas y formas de valorar de los alumnos pudieron favorecerse con esta actividad:

discusión y análisis de temas, negociar, saber buscar apoyo en libros y maestros, redactar de

manera más clara y precisa, organizar el trabajo y sus resultados, soportar la crítica, ambigüedad

e incertidumbre y, en general, pensar y actuar de manera más sistemática.

IV.6 Asesorías. Esta forma de trabajo consisitió en mi lectura y comentarios, al grupito, del

resultado de su investigación. De manera previa lo entregaban impreso o lo enviaban por correo

electrónico. Mi retroalimentción intentó mostrar ‘sus fortalezas y debilidades’, sugerí lecturas o,

bien, consulta con profesores de la facultad que sabía conocían el tema de estudio. El diálogo en

las asesorías siguió tendencias similares a la forma de ser y de valorar que cada alumno externó

en el grupo; con la salvedad de que favoreció, en algunos estudiantes, la expresión más

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espontánea o deshinibida. En la mayoría de los casos fue posible crear y recrear la ciencia y sus

formas de trabajo. Alumnos que rehuyeron al trabajo oral o escrito en el grupo, también se

presentaron menos veces a asesoría; de igual forma, los niveles de discusión sobre contenidos y

forma de presentarlos tuvieron estrecha relación con lo vivido en el salón de clases: diálogos

difíciles (dogmáticos o desinteresados) o conversaciones animadas.

VI.7 Habitus de alumnos.Algunas de las tendencias de los habitus encarnados por alumnos son

abajo descritas. Es necesario insistir que son disposiciones duraderas de ser y de valorar, es decir,

abstracciones. No son membretes para descalificar o denostar alumnos de carne y hueso. Ningún

alumno está atrapado en una sola forma. Sus prácticas sociales son mucho más complejas y ricas.

No obstante, acaso algunos estudiantes se puedan reconocer en los tipos ideales que se muestran.

Lo que observé durante el seminario, formas duraderas de ser y de valorar y campos de juego,

abajo es agrupado, gracias a un principio que conjunta y da sentido a un sinnúmero de acciones

que siguen una tendencia. La realidad del salón de clases no es así de ‘pura’. Ningún estudiante

siguió un solo principio. Encarnaron distintos. Empero, sí hubo tendencias al actuar y valorar.

Algunas principios y tendencias seguidas al ser ignorante, al vivir la ignorancia, son las formas

duraderas de ser y de valorar del:

IV.7.1 Osado. El temerario opina de todo aquello que se le ocurre. No tiene más límites que su

arrojo, locuacidad y verborrea. Opina y conjetura sin importarle ignorar el tema del que habla. Ni

siquiera se percata de su atrevimiento. En desacargo del osado hay que ver que las relaciones

dominantes del salón de clases ponderan al "listo"; reprueban al que queda callado o reconoce su

ignorancia y aplauden al que "participa", aun cuando lo que exprese sea insulso o, aun, falso.

También es necesario reconocer que el osado suele sostener animadas disertaciones. El tono y

ademanes del osado no son de quien tiene mesura. No, su manera de ser y de valorar es con

mucha seguridad, con voz alta y sin titubeos. Habla como si, efectivamente, conociera con detalle

lo que dice. Esta forma de ignorancia sigue la estrategia de ocultarse engolando la voz y

adoptando una postura doctoral, de sabiondo. Simpático ¿no? el desconocimiento se encubre con

aires de gran conocedor. El osado amedrenta y al reconocerlo da conmiseración.

IV.7.2 Creído. La ignorancia también se encarna en quien recibió enseñanzas que le resultaron de

tan impactantes incuestionables. Tal enseñanza la considera ‘palabra divina’. No la somete a la

crítica, al estudio. Toma por dogma lo que sólo es conocimiento. Le resulta intolerable dudar o

que duden de sus creencias. Lo que pudiera ser falso o parcial lo ve como La Verdad. La buena fe

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del creyente lo orilla a admitir por incuestionable lo que es sabido de una manera más cierta, más

elaborada o diferente. Lo conduce a no admitir otras explicaciones. Su forma dogmática lo induce

a luchar con valor en defensa de sus certezas. Menosprecia y se burla de la duda. Tiene respuesta

para lo que sea. Sus creencias son tan fuertes que impiden la generación de nuevos y más

poderosos conocimientos. El creído es por una doble "cualidad": cree de manera ciega (fanatismo

u obsecación) y sobrevalora sus conocimientos (engreimiento o vanidad). El creído genera duda.

IV.7.3 Cínico. Ser ignorante adoptó otra curiosa forma: no avergüeza desconocer, no provoca

desazón; al contrario, en algunos grupitos los que desconocen incluso se jactan de su ignorancia.

En el acto de conocer el cinismo opera de tal suerte que no exige conocer lo desconocido sino

que, al reconocer la ignorancia y manifestarla, ofrece la oportunidad al ignorante de distinguirse

por su "valentía", por presumir que desconoce. Esta manifestación de la ignorancia no reconoce

los límites en un acto de contrición que conduzca al saber. No, la ignorancia da oportunidad de

lucimiento: se presume por no saber y por "el valor" de reconocerlo y no afectarle.

IV.7.4 Gruñón. La ignorancia del gruñón se oculta en su visible molestia. Su coraje lo manifiesta

inculpando a: maestros que no enseñaron, textos incomprensibles, alumnos que dificultan su

aprendizaje, horario de clases demandante, instalaciones ineficientes, programa de estudios mal

elaborado, la Universidad que no apoya, la sociedad que no tienen trabajo para cuando egrese, en

suma, responsabiliza al mundo de sus límites. El enojón responsabiliza al otro de sus carencias.

Está molesto con el mundo. Es su víctima. El gruñón da coraje y luego risa.

IV.7.5 Vergonzoso. Otra forma de ser ignorante es quien sabe que desconoce pero, para no pasar

por ‘inculto’, ‘tonto’ o ‘no estudioso’, no se atreve a mostrar sus límites. No se permite preguntar

ni plantear dudas. Ante preguntas del maestro, la fuerte defensa del osado se transforma en

interés por pasar indavertido: el vergonzoso. Sólo tiene energía para ocultarse fingiendo saber, a

veces: asintiendo con la cabeza, con su sólo silencio o con su aspecto corporal de ‘todo bien’, ‘no

hay problema’. La inversión de energía de estos penosos jóvenes es comprensible si se admite

que ven con peligro la calificación. Asocian ignorancia con cero. No creen que la ignorancia sea

parte del juego. Le temen y avergüenza. Ante pregunta del maestro o un compañero, el titubeo de

su voz, su enrojecimiento facial, el temblor de sus manos, sus formas de ser y de valorar penosas,

propician confundir su ignorancia con la vergüenza de hablar en público. Es usual que otro joven

salga en su ayuda o, bien, que me apenase de la situación y pidiera “por favor, alguien ayude a su

compañero”. El vergonzoso da pena y luego pundonor para moverlo de su autoconmiseración.

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IV.7.6 Perezoso. Son concientes de su ignorancia, sólo que tienen la esperanza de, como en la

lotería, atinar con sus supuestos a lo desconocido. Es usual que enfrenten palabras, conceptos o

situaciones que les resultan inéditas; al percatarse de sus límites, les da flojera, por ejemplo,

consultar el diccionario o preguntar por lo que ignoran. Valoran mucho ahorrar energía y su

"puntería" en el acto de conocer. Por "no malgastar su tiempo ni sus esfuerzos" continúan siendo

ignorantes. Aunque hay que aplaudirles que, a veces, ofrecen comentarios que resultan de tan

"sesudos" chuscos, son humoristas involuntarios como otros ignorantes. El interés del perezoso

es no malgasatar energía indagando lo que desconoce. Es usual que cabeceen o bostecen en clase.

Su flojera no los apena, con singular presteza se estiran y hasta lágrimas salen por sus ojos

vidriosos. Su despreocupación es tan considerable que no temen hacer gala de su pereza. El

perezoso da flojera e incita a la vivacidad para sacarlo de su desgano.

IV.7.7 Evasivo. Este ignorante, astutamente, cambia el tema propuesto por personas con que

departe, al ser increpado con asuntos ignorados. Esta práctica es muy usual entre estudiantes que,

al desconocer lo que se les interroga, pretenden salir airosos cambiando lo que se les pregunta y

desconocen por otro tema que sí dominan. En estas ocasiones, cuando el engaño es detectado, se

sigue el refrán: "Hablando de maracas, fijate que el elefante...". No se evade sólo a alguien,

también es en soledad. Existen distintas formas de evadirse de las exigencias de conocer; una de

ellas es ser "especialista de..." e ignorar lo que se dificulta. El evasivo necesita límites.

IV.7.8 Juguetón. No sabe cómo ni por qué estarse quieto. Desconoce la seriedad, lo que es ser

acartonado o afectado. Ignora la suprema -para otros- importancia del recurso más preciado e

imposible de recuperar: el tiempo. Ignora que la vida es un valle de lágrimas. Se burla o juega

con el orden. En momentos su ignorancia de las normas lastima a serios o circunspectos. Esta

clase de ignorancia es -simultáneamente- temida y disfrutada, repelida y anhelada. El juguetón no

valora conocer. Disfruta del desorden que provoca. Apuesta al esparcimiento, no a la

concentración. Tienen magnífico sentido del humor. De todo se burla. La ciencia y su producción

no escapa a sus mofas. El juguetón da risa y molestia.

IV.7.9Trabajador. Esta tendencia la siguen algunos alumnos que trabajan y estudian. Otros

distintos de ellos además de trabajar, también responden a exigencias de su papel de estudiante.

El trabajador no. Se disculpa -o justifica- aduciendo que trabajar no deja tiempo para sus deberes

escolares: leer, estudiar, escribir fichas de trabajo, investigar sus dudas en libros o con profesores.

Su mayor disculpa es irrebatible: “primero es el filete y luego la ciencia; primero trabajo para

25

comer y luego, si hay modo, estudio”. El trabajador jerarquiza en segunda instancia sus

responsabilidades de estudiante de la Facultad; no asiste con asiduidad o de manera regular se

retrasa al llegar a clase. El trabajador apela a la comprensión. Él no entiende que debe estudiar.

Apena y orilla a conminarlo, como trabajador asalariado, a ser estudiante laborioso.

II.7.10 Tecnólogo. Otra forma de ignorar es la de quien se percata de que no sabe cómo resolver

dificultades prácticas de la vida. Su poderío reside en darse cuenta de la carencia o inoperancia de

tal o cual artefacto, objeto o práctica. Sabe de la producción y el consumo sólo que -a diferencia

de los demás- reconoce su ignorancia de cómo mejorar, cambiar lo existente o, bien, inventar. La

humildad de reconocer su ignorancia nos beneficia: elabora tecnología y nuevos objetos para el

consumo o la producción. A veces daña. En el seminario existieron alumnos con tendencia a

resolver necesidades prácticas: el tecnólogo. Formula conocimiento más práctico que teórico. Su

mayor illusio es guiar la acción. No tanto explicarla ni interpretarla. El tecnólogo induce a valorar

las consecuencias de investigar. En el seminario existieron alumnos con intereses prácticos.

IV.7.11 Artista. La humanidad goza otra tendencia al ignorar: la sensibilidad ante lo bello,

cómico, trágico, sublime y horroroso. El artista resulta tan sensible a lo estético que suele dedicar

su vida a tratar de producirlo y vivirlo. No se conforma con lo que la realidad ofrece. La conoce,

pero no le agrada o la ignora y, por ello, la recrea. Abre nuevos derroteros antes insospechados.

Sabe que está limitado, ignora cómo, por qué y con qué encarar sus límites, pero se afana en crear

obras. Su arte estriba en batallar con su inagotable ignorancia ante lo estético y en obsequiarnos

extraordinarias materializaciones de sus afanes: obras de arte. Una alumna del seminario deseaba

con mucha intensidad ser danzarina, su lugar de origen es famoso por la calidad de sus bailarines

de huapango, San Joaquín, Qro., ella lo disfrutó y aseguró que no lo bailaba mal, su bella forma

de ser lució sus intereses estéticos. Acaso esta manera de ser y de valorar favoreció su

investigación: la terminó con prontitud y con mucha calidad: plausible, versímil, y objetiva.

IV.7.12 Sabio. Ésta es otra expresión de la ignorancia; seguramente, es la más vital para producir

conocimientos verdaderos: la ignorancia de quien, humildemente, admite no saber y se afana en

indagar lo que desconoce. En ocasiones lo ignorado ya es conocido y sólo basta consultar fuentes

de información adecuadas; en otras, la falta de conocimiento es motor que impulsa la creación de

nuevos saberes. Sócrates es magnífico ejemplo de estos ignorantes. El sabio lega conocimiento

verdadero. En el seminario fue usual que alumnos vivieran esta forma de ser y de valorar:

humildad, soberbia, curiosidad, imaginación, disciplina, entusiasmo, moderación y deseo o illusio

26

por legar ‘algo’ a la humanidad.

V. RESULTADOS

La actividad del seminario tuvo productos: participación oral, reportes de lectura o de asistencia

a actividades académicas, avances del protocolo y, finalmente el protocolo. Lo que abajo se

presenta describe tendencias encontradas en manifestaciones del oficio de investigar. De nueva

cuenta es necesario insistir en que se presentan formas duraderas de ser y de valorar. No se

describe al alumno X o Z. Ningún estudiante se reduce a una sola forma de ser y de valorar, se

inclina ante varias, de acuerdo a diversas exigencias de los campos donde actúa. Es bueno

recordar la imprecision del ‘más o menos’: iracundo en cierta medida, por caso.

V.1 Participación oral. En el semestre fue constante la posibilidad y gusto de algunos estudiantes

de hablar en clase; generalmente fueron mujeres (6 ó 7) y muy pocos hombres (2 ó 3) y con

menor tiempo y pasión o convencimiento al hablar. Otros jóvenes no se permitieron hablar en el

seminario (5 ó 6). Ocasionalmente el resto (10) expresó sus ideas. Las discusiones y comentarios

se centraron casi únicamente en los argumentos de los primeros 9 ó 10. El resto (16) escuchaba o

sólo oía sin demasiado interés. Los que hablaron siguieron las tendencias abajo descritas. Son

tendencias que siguen la lógica del ‘ más o menos’, no son puras.

V.1.1 Expresiones iracundas o molestas. Se expresaron en respuesta a lo que consideraron

deficiencias, errores o desatinos de las lecturas, del maestro o de sus compañeros (por parte de

gruñón, creído, cínico u osado). Una muestra, al externar juicios sobre pinturas de Leonora

Carrington o de Goya: “estas pinturas cualquiera las podría hacer ¡Parecen de niños!”. Sus

argumentos pudieron ser creíbles o atinados. La limitante fue la forma de reclamo o reproche con

que los externaron. No favorecieron diálogo ni acuerdo: no valoraron contra-argumentos que les

respondían. En este caso la soberbia no actuó en beneficio de ellos ni de la philia o del eros que

propicia elevar el espíritu. El invertir energía en defensa del pre-juicio, no favoreció el paréntesis

fenomenológico ni la empatía hermenéutica. Sí hubo lucha, pero no la de argumentos que al

encontrarse hacen que estallen y se cree otro nuevo, la chispa o el conocimiento. Existió diálogo

de sordos; participando en él -en no pocas ocasiones- el que escribe.

V.1.2 Expresiones desinteresadas, sin pasión o apáticas. Estas formas de ser y de valorar no

invitaron tampoco al diálogo ni a la producción de conocimientos. No, porque la abulia con que

hablaron (vergonzoso, perezoso o evasivo) no incitó a la discusión ni a sostener una lucha verbal.

27

El desgano al hablar se contagió. Esta forma de ser y de valorar no movió a la acción grupal ni a

la de algún estudiante. La falta de énfasis, de enjundia, propició que cosas susceptibles de ser

discutidas se perdieran. En estos casos, la soberbia que enalteció Weber como necesaria para el

investigador, estuvo casi ausente. También la re-creación de la ciencia y de la realidad.

V.1.3 Expresiones ausentes. Para algunos estudiantes (hombres y mujeres) la historia que

vivieron antes de este seminario pesó como una loza (mucho más pesada que la que llevó a

cuestas el mítico Pípila). Simplemente no pudieron articular palabra. Quizá el temor a las figuras

del grupo o del maestro lo indujo. En algunos casos esta carencia de comunicación oral fue

paliada por magníficos trabajos escritos o por una plática interesada durante las asesorías. En

otros no tanto, porque se ‘escondieron’ en el grupo con el que hicieron el protocolo o porque sus

trabajos escritos eran paupérrimos en contenidos e intereses. Resulta difícil pensar en el futuro

laboral para quienes encarnan estas formas de expresión. Ni qué decir del desarrollo de la cienc ia

si dependiera de estas formas duraderas de ser y de valorar.

V.1.4 Expresiones animadas e interesantes. Algunas disposiciones duraderas de ser y de valorar

encarnadas por estudiantes exitaron el diálogo y la pasión del grupo. Al mismo tiempo que

manifestaban soberbia y seguridad, también dejaron ver humildad y una cierta duda. Estos actos

de habla no eran dogmáticos ni totalmente desinteresados. Daban pie a que el otro terciara en la

conversación con sus juicios. Lo que era puesto en juego en estas expresiones era el interés por el

diálogo y la discusión. No el dogma ni la apatía. En momentos la forma de hablar denotaba

introspección y ensimismamiento, dejaba suponer que en esos momentos estaba pensando

detenidamente sobre lo que decía y lo que le habían dicho ¡Estaba generando conocimiento! En

otros momentos, mostraba pasión al defender sus argumentos. Fue usual que esta forma de ser y

de valorar tuviese sentido del humor y que, incluso, se burlase de algún juicio que previamente

había defendido. No fue ceremoniosa ni ampulosa. Tuvo calidez y sencillez.

V.2 Resumen. Una forma duradera de ser y de valorar dominante, al inicio del seminario, fue la

entrega de apretadas síntesis de la lectura o de las actividad extra clase encomendada. Sus

características fueron: distancia de los estudiantes con aquello que los ocupaba: no se implicaron

ni intelectual ni afectivamene con su objeto de conocimiento. ‘Cumplían’ la tarea (en el mejor de

los casos). Alguno de los estudiantes después confesó que era usual copiar una parte del texto,

incluso sin haberlo leído todo. Apostaban a la nota. No a conocer y menos a discutir argumentos

de los autores revisados.

28

El resumen, cuando estaba completo, cuando describía atinadamente partes significativas del

texto, tuvo la cualidad de abstraer y visualizar conocimientos. Fue meritorio porque demandó la

práctica de ‘hacer fichas’, porque disciplinó a trabajar.

La mayoría de los estudiantes entregaron trabajos impresos hechos en computadora, con un

manejo atinado del lenguaje. Destacaron pocos que dieron hojas de su cuaderno, recién

arrancadas, denotaban premura y desinterés en su elaboración: pésima caligrafía y ortografía,

ideas sin nexos, formas de sintaxis al estilo ‘telegrama’ y paupérrima recuperación de la lectura.

Acaso el mayor interés de quien siguió esta forma de actuar fue: mínimo de inversion de energía

para obtener la mayor ganancia posible: obtener puntos para la calificación. Otros cuantos más ni

siquiera resúmenes mal elaborados entregaron; por caso, trabajadores o perezosos.

El resumen, como cosa, como hecho social que se impone por encima de la voluntad de los

alumnos, dificulta la expresión y creatividad de los alumnos porque los estructura para que vean

como natural reproducir textos y no crear o recrearlos. El resumen favorece abstraer argumentos

principales. Sólo que son productos de otro. En pobre medida recrea la ciencia. Casi no la crea.

V.4 Glosa. Después de un tiempo, el resumen dio paso a comentarios de los alumnos a propósito

de una idea que provocase el texto estudiado. En este escrito predominó el gusto por cosas

prácticas y el malestar por teorías muy elaboradas. La glosa casi siempre la centraron en consejos

que rescataran de las teorías. De igual forma, comentaron ideas para comprender mejor el oficio

de investigar. La glosa tuvo la virtud de propiciar libertad de crear a partir del texto leído. Una de

sus limitantes fue que algunos comentarios sólo fueron para salir del paso, dejando distante lo

primordial de las teorías y conceptos estudiados. Fue difícil para los alumnos generar y ofrecer

sus ideas a propósito de una teoría.

A los alumnos resultó extraño que regresará sus trabajos con anotaciones que mostraban faltas

ortográficas, de sintaxis o de recuperación del texto; aun más inaudito les resultó la exhortación a

dialogar con argumentos del autor y a ofrecer sus ideas o críticas. No valoraron ni

experimentaron como ‘normal’ que el maestro dialogara con ellos a propósito de lo que

escribieron. Incluso algunos se molestaron por mis anotaciones. Acaso prefirieran una simple

calificación y no esa forma de retro-alimentación.

IV.4 Protocolo de investigación. Al inicio del seminario el protocolo generó angustia y

desconcierto: “¡No sabemos qué es lo que quiere maestro!”. Erré al no dar más tiempo para

comentar qué es un protocolo y qué fines persigue, incluso debí destinar más energía para

29

estudiar muestras. Una vez mal superada esta dificultad, resultó evidente que los alumnos se

inclinan más por ‘resolver problemas’ que por plantearlos. El maestro, yo, carece de formas

duraderas de ser y de valorar para transmitir con mayor eficiencia y sencillez esta parte del oficio:

plantear un objeto de estudio: construir objetos socialmente insignificantes, enfocándolos desde

un ángulo inusitado, gracias a teorías y métodos pertinentes. Seguramente nuestra limitante no es

distinta a la de muchísimos estudiantes y profesores: no saben abstraer de la realidad un tema

susceptible de examen y convertirlo en un ‘problema’: apuesta teórica sobre un objeto empírico

irrisorio e impreciso para explicar, predecir, describir, manipular o transformarlo.

Les ayudó a salir del atolladero (plantear su problema o ‘delimitar su objeto de estudio’), el

examen del estado del arte de su tema, la consulta con profesores de la Facultad y las

conversaciones que sostuvieron entre ellos. Les auxilió también recuperar teorías psicológicas

para ver con ojos distintos a los del sentido común. Y, en muchos más casos, contribuyó hacer

más eco a sus inclinaciones y necesidades prácticas. Como bien dice la literatura sobre este

particular, elegir sus temas y objetos de estudio fue por su implicación con ellos.

La elección y elaboración de teorías resultó mucho menos fácil de lo que supuse: no valoraron ni

el poderío de sus estudios-teorías ni vincularon su experiencia teórica con su experiencia práctica.

Al inicio sus conceptos los explicaban a la manera definición de diccionario y no lo relacionaban

con el problema que requerían explicar teóricamente: no hicieron argumentos solo enunciados;

entre enunciados no expresaron nexos. Cuando repentinamente -como intuición- valoraron la

importancia de las teorías, necesitaron reformular su objeto de estudio y argumentar relaciones

entre sus componentes, gracias a conceptos que explicaban o describían los elementos

constituyentes de la realidad bajo estudio, así como nexos entre partes y todo: teorizaron.

Otro momento difícil fue la elección de la metodología. Fue usual que confundiesen técnicas

(entrevista o cuestionario, por caso) con métodos. Los protocolos, se inc linaron más por

describir, unos pocos por interpretar y explicar y aún menos por dar pautas para guíar la acción.

Así fenomenología y hermenéutica fueron los modos de hacer ciencia más favorecidos. Ninguno

se inclinó por el control y manipulación de variables.

La formulación de objetivos e hipótesis también presentó dificultades: los alumnos ignoraron la

literatura sobre este tema y casi sólo apelaron a su sentido común para elaboralos. No mostraron

experiencia, habitus, al establecer vínculos que relacionarán sus teorías con sus dificultades bajo

estudio: hipótesis. Así mismo, sus apuestas teóricas no los condujeron, al inicio, a delimitar

30

objetivos precisos, lo que expresaban no mostraba aquello que deseaban conocer a través del

estudio y el método planteado previamente. Más parecía una manifestación de buenos deseos.

La elaboración del protocolo de investigación concluyó al expresar ruta crítica y bibliografía.

Las dificultades de estas etapas no fueron demasiado significativas; lo destacable fue no

encontrar suficiente apoyo bibliográfico para temas específicos; por caso, para estudiar formas de

control de esfínter o afectos que vive un niño con una enfermedad terminal ante su futura muerte.

Únicamente dos estudiantes, un hombre trabajador y una señorita vergonzosa, no concluyeron el

protocolo y, en consecuencia, no acreditaron el seminario. Predominaron los 8 (15) y hubo pocos

10 (5) y 7 (6). Los comentarios finales de los estudiantes los anexo en las conclusiones.

V. COMENTARIOS FINALES

1. La realidad es indomeñable. Es tozuda. Sólo parcialmente se puede comprender, interpretar y

explicar. Menos aún es factible manipularla a entera voluntad, gracias al influjo de deseos o

programas. Los exiguos resultados de este proyecto justifican esta forma de valorar pesimista o

realista. Al mismo tiempo, los seres humanos, maestros y alumnos transformamos, en alguna

medida, límites que nos condicionan. El científico social es un agua-fiestas, acaba con ilusas e

infundadas pretensiones, con voluntarismos ingenuos. También es cómplice de la utopía. No se

limita a determinismos que operan en él, en su momento y lugar de vida. Se debate entre el

anhelo y acciones por un mundo mejor y las limitaciones que impone la realidad. En este trabajo

es claro que los deseos de transmitir el oficio de investigador, sus formas duraderas de ser y de

valorar, no obedecen únicamente a afanes. La historia encarnada en mí, mis sueños, están en un

campo de juego en el que participan otras historias en forma de instituciones y de habitus. El

campo de juego de la ciencia en México, Querétaro, UAQ, la Facultad de Psicología, el grupo 4-4

y sus distintos grupitos de alumnos muestran contradicciones entre un mundo que nace (el de la

ciencia), otro que no lo favorece y unos más a los que poco o nada les interesa (el sentido común

vigente y polimórfico). El brocoli o fracatal de mayor tamaño (México o la UAQ, por caso)

ilustra lo que acontece en los pequeños brocolis o fractales que derivan de los mayores. A la

inversa es similar, lo que sucede en un grupo de tres señoritas al realizar su investigación deja ver

acontecimientos macro: interés-pugna-apatía por la ciencia, con distintas gradaciones cada una.

2. Son difíciles las perspectivas para la generación de nuevas relaciones sociales en el campo de

la ciencia y nuevas formas duraderas de ser y de valorar en el oficio de investigador, de productor

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de conocimiento verdadero. En los alumnos de la licenciatura de psicología socialmente no ha

sido construida la forma duradera de valorar al trabajo científico y menos de encarnarlo con

prácticas investigativas específicas. Al menos casi no existe el habitus científico en el grupo de

estudiantes con que ahora desarrollé este proyecto y tampoco con otros jóvenes que antes tuve

como alumnos. Son muy pocos los estudiantes que se reconocen como científicos en formación.

La mayoría valora y exalta su proceso de formación como profesionales de la psicología. No

tienen (¿aún?) la obsession de dedicar su vida a una sola causa que los intriga, que dé sentido a

vivir. Seguramente actúa en ellos su juventud en años de edad y en años de relación con producir

ciencia. Como actúa en los campos de juego en donde viven: el grupo 4-4, su pequeño grupo de

amistades en la facultad, su casa, su círculo social de amigos, la Facultad, la UAQ, Querétaro o

México. En mi caso seguramente tampoco existe, de forma definitiva y notoria, ese habitus;

alguna señorita dijo con tino en clase: “…supuestamente usted está interesado en la ciencia,

pero…”. O en caso de existir en mí -como en otros fractales o brocolis- convive conflictivamente

con otros que no permiten que sea el dominante.

3. Las disposiciones duraderas de ser y de valorar de los científicos que implican soberbia,

humildad, trabajo metódico y sistemático poco se encarnan. Paradójicamente, los alumnos sí

celebraron al trabajo científico y a los seres humanos que lo realizan; en boca de una joven y

bella señorita, a propósito de uno de los invitados, sus argumentos y su libro: “¡Me encantó!”. Es

contradictorio porque los jóvenes aplauden en el otro, lo que no estiman que ellos mismos pueden

realizar: seguir el oficio de investigar. Es contradictoria la relación de los alumnos con la ciencia

porque de ningún modo se conciben como meros aplicadores de saberes de otros, como técnicos

que siguen dictados de científicos; porque menosprecian la mera reproducción de la ciencia que

algunos colegas maestros les muestran al dar sus clases, al sólo repetir textos. Las formas

duraderas de ser y de valorar encarnadas por alumnos son paradójicas porque ya están en el

camino de producir ciencia, pero no se percatan plenamente de ello y porque casi no lo valoran.

El oficio de investigador -como construcción histórico social- ya lo viven estudiantes. Son

curiosas las disposiciones duraderas de ser y de valorar porque les asusta a los muchachos dejar

el mundo del sentido común (las fiestas, los amigos, la tv, el antro, el juego, en suma, la diversión

y el esparcimiento), en aras de concentrarse en el campo de la ciencia (lo identifican como trabajo

aislado y ajeno al placer). Es simpático porque, al mismo tiempo, ven con recelo una vida sin

sentido, sin trascender, sólo dedicada a resolver necesidades inmediatas.

32

4. La ayuda del arte y la artesanía intelectual de los investigadores que nos visitaron, sirvió para

establecer puentes entre la tarea del científico (lo verdadero), el trabajo del artista (lo bello) y el

afanarse del artesano (lo útil y bueno). Ninguna de las lecturas sobre el oficio de investigar ilustró

mejor que lo que hicieron las obras del poeta o las pinturas de Carrington o Goya. Estas

experiencias estéticas permitieron sensiblizar mejor de las dificultades y grandezas del campo de

la producción de bienes simbólicos. Los artesanos de la palabra científica mostraron con sus

formas de ser y de valorar en público aristas insospechadas para los jóvenes: la belleza del campo

de la ciencia y del actuar de los científicos. Por caso, cuando el poeta refirió el trabajo de

recuperar su experiencia cotidiana guardada en su agenda, una vez que cobró conc iencia de su

común línea temática y de la potencialidad de ser materia prima para poesías, después de que la

desbrozara y trabajara para darle forma. Otra visible ayuda del poeta fue cuando narró su

experiencia al escuchar a una prostituta y su potencial cliente: dejó ver que era poeta de tiempo

completo y que su illusio lo acompañaba a donde estuviese, incluso en situaciones inverosímiles.

Las pinturas ayudaron a focalizar la mirada, la atención, en objetos específicos: disfrutar de la

concentración. Auxiliaron también a verbalizar, a teorizar sobre lo observado y sentido.

5. Con este ensayo no se acaba el debate entre posturas que favorecen la importancia de la

transmisión de lo técnico y la que sostuve que valora el interés, valoración o deseo de producir

ciencia. Seguramente es una tonta manera de presentar el asunto: “¿Qué es primero la gallina o el

huevo?”. Es necesario regresar a ocuparse de la complejidad del actuar humano y no dar crédito a

disyunciones del pensamiento común. Al mismo tiempo, es conveniente reconocer la necesidad

de valorar los sentimientos y la sensibilidad de los que están siendo formados como psicólogos;

de otra manera, se expone la Facultad y sus maestros y alumnos a sólo alentar la apetencia por el

ejercicio de la profesión y no de investigador. Como indispensable es actuar para que las formas

artesanales del oficio de investigador sea encarnadas por las nuevas generaciones que están

formándose.

6. Es necesario reorientar el interés de alumnos que no valoran la producción de conocimiento

verdadero. El orgullo del osado, creído, gruñón y cínico no debiera detestarse, sí conviene

educarlo con la philia de amor por el otro, de respeto: salir de sí para encontrarse en el otro, la

alegría de la utopía que nos una. Al mismo tiempo que el orgullo, el coraje debiera orientarse en

contra de grupos sociales y económicos que no favorecen la producción de ciencia en México: los

conflictos de importancia no son entre los que comparten el aula. Son con los que fuera de ella no

33

dejan que progrese la ciencia. El ocio del perezoso debiera llevarse al extremo de darle tiempo al

tedio creador: el no hacer que faculta al pensar. La pena del vergonzoso, su humildad, requiere de

la contraparte del orgullo ante lo injusto de la vida y sus estructuras que lo hicieron a él así,

mientras que a otros los orilla a ser vanidosos; su coraje pudiera despertar al sentir y ver la

inequidad social. Al juguetón debiera llevarsele a jugar con la ciencia, es factible que su

desenfado le permitiese burlarse de lo instituido y ofrecer nuevas formas de juego científico. La

valoración del trabajador de su actividad laboral no es desdeñable; es preciso extender su

responsabilidad al terreno de la ciencia. Artista, tecnólogo y sabio son habitus que debieran

reconocerse y alentarse en las aulas. Usualmente quienes encarnan esta forma de ser y de valorar

se agrupan, conviene que otros alumnos gozaran de sus cualidades, que ellos enseñaran a sus

compañeros sus formas de ser y de valorar. En suma, es provechoso explicitar los habitus,

illusios y campos de juego que están dentro de las aulas: la luz de la razón os hará libres es un

viejo sueño que produce terribles pesadillas, pero también es una posibilidad para apuntalar

nuevas instituciones. No cobrar conciencia, no sentir coraje o pesadumbre por las estructuras que

contienen a la ciencia en las aulas, es detestable. Ciencia y arte debieran servir para formar

nuevos científicos y artistas.

7. Es útil explotar más las diversas posibilidades que el ser humano creó para conocer. Varios

alumnos, al término del seminario, siguieron exigiendo la enseñanza de la ciencia a través de la

experiencia: “Usted nos debiera dar una investigación a realizar…”, “No son buenas tantas

lecturas, es mejor practicar la investigación…”. Sin duda la forma de ser y de valorar basada en la

experiencia, debiera seguirse para cubrir expectativas de estudiantes: las escuelas empirista y

pragmática son poderosas y enseñan. Sólo que otras illusios no tienen porque omitirse: paréntesis

fenomenológico, empatía, intuición, praxis, lucha, estructural, ocio, azar, y, sobre todo, la basada

en eros. Derivada de la exigencia de recrear distintas formas de producir conocimiento, surge la

dificultad práctica de la intervención del maestro: dirigir o permitir el desarrollo. Weber

aleccionó al maestro cuando aseguró que una de sus principales finalidades es enseñar corrientes

de opinión contrarias a las encarnadas por sus alumnos, es decir, contrarias a las estructuras en las

que fueron educados (1991).

8. La tension entre dejar hacer y dirigir se agrava al considerar que incertidumbre, juego, ocio,

coraje y apatía son habitus que se recrean en el aula. Es más difícil porque reconozco la

implicación con la illusio de transmitir -otros dirán: desarrollar- el oficio de científico. La mayor

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dificultad estriba en reconocer que el lugar desde donde se valora, el interés por la ciencia, no

tiene porque ser el único interés legítimo ni deseable de recrear en mis clases. No obstante,

reconozco la tristeza y el coraje que sentí cuando algunos alumnos menospreciaron al trabajo

científico: les propiné un sermón, ante mi imposibilidad de modificar sus intereses con razones o

sentimientos. De poca cosa valió razón, reprimenda o conminación. Los alumnos que incomodé

con mis peroratas, hicieron el protocolo, cumplieron la tarea, pero no mostraron mayor

satisfacción con sus resultados. Acaso algún día valoren su propio esfuerzo y resultados. Por mi

parte, necesito mayor sabiduría para reorientar illusios de quienes se forman como científicos y

sólo se ven como profesionales de una disciplina.

9. El grupo de jóvenes, el 4-4, cuarto semestre grupo 4, fue muy valioso. Varios de sus

integrantes contuvieron a rijosos, apáticos, faltistas o sermoneros. Nos exhortaron a trabajar en

beneficio común. Sus bellas formas de contener nos avergonzaron e impulsaron a disfrutar de

mayor philia, dirán otros compañerismo, pero este eufemismo no deja ver el poderío de eros en la

producción de conocimiento. La ‘autoridad’ del maestro - la mía- en no pocas ocasiones fue

superada por aparentes débiles jovencitas que nos reconvenían. Es valioso reconocer al grupo

como gestor del conocimiento: eros encarnado por estudiantes de 19-21 años que salía de sí para

encontrarse en el otro ¡Claro! que hubo otros alumnos que no dieron a conocer sus disgustos sólo

hasta la última clase, se mostraron intolerantes y egoístas: “…cuando ustedes peleaban me decía

¡Qué güeva! y mejor ya no oía ni entraba con gusto…”

10. ¿¡Qué hacer!? ¿Inclinarse por empatía, lucha, epoche, interés, intuición, ocio, imaginación,

sensibilidad, experiencia, praxis, eros, juego o azar, para que los motores de conocer sean más

poderosos que los de ignorar, para que el oficio de investigar se encarne en provecho de la polis?

Seguramente una respuesta es apuntalar mejores y más complejas estrategias, para que avance la

justipreciación de los habitus del ignorante en sus distintas manifestaciones y para que los del

sabio, tecnólogo y artista se vivan y valoren más entrañablemente. Conocer con el impulso del

arte -poesía, pintura- es un sendero no recorrido ni valorado suficientemente. Es muy prometedor.

Convoca a lidiar con entereza y gracia.

VI. BIBLIOGRAFÍA

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Luis R. Ibarra Rivas

Facultad de Psicología, UAQ

diciembre de 2004.