introducción laa arquitectura del s xx

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La arquitectura del S. XX: racionalismo y organicismo Introducción Pocas veces en la Historia del Arte podemos asistir a un episodio de renovación tan profunda como el que experimentó la arquitectura desde comienzos del siglo XX. Con la consolidación de las revoluciones industriales, esta centuria había traído a las sociedades desarrolladas cambios de todo tipo y, con ellos, en el campo constructivo, se generó un nuevo abanico de necesidades. ¿Cómo atender a las demandas de una población en crecimiento y concentrada en las ciudades? ¿Cómo resolver los problemas que genera el tráfico, ya sea por carretera, ferroviario o aeroportuario? ¿Cómo organizar los grandes espacios industriales? ¿Y los grandes centros de estudio e investigación? ¿Cómo debe construirse en los nuevos países que ahora aparecen? A todas esas cuestiones y a muchas otras dieron cumplida respuesta los grandes arquitectos de la primera mitad del siglo. Con ellos se produce una absoluta ruptura con respecto a las tradiciones constructivas de épocas pasadas. Se pretende romper las cadenas que ligan al arquitecto al pasado y crear un nuevo lenguaje caracterizado por la libertad absoluta. Se rechaza cualquier referencia a estilos anteriores. Esto confiere a la arquitectura del siglo XX un carácter universal y autorreferencial: un edificio no deberá hacer referencia a nada, tan sólo a sí mismo. Es lo que llamamos el movimiento moderno. Un periodo en el que los cambios aparecen por doquier. El más significativo es, quizás, la idea de que cada edificio debe adaptarse a la función que va a desempeñar, lo que requiere una tipología de los edificios bien diferenciada. Pero hay mucho más: las nuevas posibilidades constructivas que ofrecen el hormigón armado, el acero laminado, el vidrio plano en grandes dimensiones y otros materiales van a ser profundamente desarrolladas. Si hasta ahora la columna o el arco eran elementos distintivos del quehacer arquitectónico, los pilares y las plantas diáfanas van a pasar a ocupar el primer plano. La línea recta se adueña de la arquitectura. En definitiva, nuevos materiales, nuevas formas, nuevos volúmenes. En este renovado panorama arquitectónico encontramos dos

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La arquitectura del S. XX: racionalismo y organicismo

IntroducciónPocas veces en la Historia del Arte podemos asistir a un episodio de renovación tan profunda como el que experimentó la arquitectura desde comienzos del siglo XX. Con la consolidación de las revoluciones industriales, esta centuria había traído a las sociedades desarrolladas cambios de todo tipo y, con ellos, en el campo constructivo, se generó un nuevo abanico de necesidades. ¿Cómo atender a las demandas de una población en crecimiento y concentrada en las ciudades? ¿Cómo resolver los problemas que genera el tráfico, ya sea por carretera, ferroviario o aeroportuario? ¿Cómo organizar los grandes espacios industriales? ¿Y los grandes centros de estudio e investigación? ¿Cómo debe construirse en los nuevos países que ahora aparecen?A todas esas cuestiones y a muchas otras dieron cumplida respuesta los grandes arquitectos de la primera mitad del siglo. Con ellos se produce una absoluta ruptura con respecto a las tradiciones constructivas de épocas pasadas. Se pretende romper las cadenas que ligan al arquitecto al pasado y crear un nuevo lenguaje caracterizado por la libertad absoluta. Se rechaza cualquier referencia a estilos anteriores. Esto confiere a la arquitectura del siglo XX un carácter universal y autorreferencial: un edificio no deberá hacer referencia a nada, tan sólo a sí mismo. Es lo que llamamos el movimiento moderno. Un periodo en el que los cambios aparecen por doquier. El más significativo es, quizás, la idea de que cada edificio debe adaptarse a la función que va a desempeñar, lo que requiere una tipología de los edificios bien diferenciada. Pero hay mucho más: las nuevas posibilidades constructivas que ofrecen el hormigón armado, el acero laminado, el vidrio plano en grandes dimensiones y otros materiales van a ser profundamente desarrolladas. Si hasta ahora la columna o el arco eran elementos distintivos del quehacer arquitectónico, los pilares y las plantas diáfanas van a pasar a ocupar el primer plano. La línea recta se adueña de la arquitectura. En definitiva, nuevos materiales, nuevas formas, nuevos volúmenes.En este renovado panorama arquitectónico encontramos dos tendencias fundamentales. De un lado, el racionalismo, en el que destacan Le Corbusier, Gropius, Mies van der Rohe y Rietveld. De otro, el organicismo, cuyo más destacado representante en Frank Lloyd Wright. En ambos casos, lo importante es la función del edificio, aunque sea concebido desde distinta manera. La decoración pasa a un lugar secundario. Y esta idea básica significó una nueva manera de buscar la belleza, distinta a la que entonces había presidido el quehacer arquitectónico. Aún hoy se trabaja siguiendo estas grandes aportaciones. El cambio fue absoluto. Una nueva época había llegado a la arquitectura.

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Sólo lecturaLa arquitectura vive un cambio radical en sus concepciones y en sus objetivos al llegar el nuevo siglo. Modernismo y Eclecticismo resultan tendencias demasiado decorativas y ornamentadas para la nueva mentalidad de muchos jóvenes arquitectos e ingenieros, que invierten el sentido de la arquitectura y pasan ahora a buscar como objetivo principal la funcionalidad constructiva más que una intencionalidad puramente plástica. Nace así un concepto racionalista de la arquitectura que tendrá un enorme éxito y que por ello se divulgará por todo el mundo occidental como un paradigma de cambio y sobre todo de modernidad. Por ello se denomina así, Movimiento Moderno a esta nueva concepción de la arquitectura dominada por su racionalismo, dentro del cual se suceden una serie de tendencias diferentes, aunque todas bajo el manto común de su alejamiento de la ornamentación y del pragmatismo funcional, de hecho proclaman como lema de su arquitectura que la "forma sigue a la función".Todo comienza curiosamente antes de que comience el siglo y en Estados Unidos, cuando una serie de circunstancias hacen posible la aparición de los primeros rascacielos, que dan origen, en la ciudad de Chicago, a la tendencia conocida como Escuela de Chicago, primer movimiento que considera el utilitarismo constructivo como la premisa esencial de la arquitectura. Desde allí llega a Europa esta nueva concepción que desembocará sucesivamente en movimientos como el Racionalismo de la Bauhaus, el Funcionalismo de Le Corbusier; el Neoplasticismo  (sigue los postulados racionalistas, pero trataba de simplificarlos aún más). Y así como la pintura neoplástica queda reducida a puros signos definidos por líneas, planos y colores elementales, así la nueva arquitectura va a estar definida por la combinación de entramados de líneas rectas, tabiques planos y bloques asimétricos. Se sigue defendiendo además la planta libre; la descomposición de volúmenes en planos; la interpenetración de espacios, para que la concepción del espacio interior no quede nunca limitada ni encerrada; y un nuevo y revolucionario protagonismo de la aplicación del color al ámbito de la arquitectura. Sus principales representantes fueron en primer lugar Theo Van Doesburg (Utrcht 1883- Davos 1931), que fue miembro del grupo De Stijl y también director de la Bauhaus sustituyendo a Walter Gropius, y Ludwig Mies Van der Rohe (Aquisgrán 1886- Chicago 1969), que aplica las propuestas neoplásticas y el funcionalismo a la arquitectura alcanzando una enorme repercusión en toda la arquitectura posterior.el Constructivismo rusoe incluso, a pesar de manifestar ya algunas reticencias al frío concepto arquitectónico del racionalismo, con la arquitectura Orgánica de las primeras obras de F.L. Wright o A.Aalto.

No obstante, las primeras experiencias racionalistas se encuentran en las fábricas de principios de siglo, donde es más lógico el objetivo del pragmatismo arquitectónico sin ninguna frivolidad ornamental. En Alemania la fábrica de turbinas AEG de P. Behrens o la fábrica Fagus del joven W. Gropius, ponen las bases de una tendencia constructiva austera, sencilla, funcional y barata. Aspectos todos ellos que ganan crédito al finalizar la I Guerra Mundial con su secuela de precariedades y recesión, por lo que tampoco es una época muy propicia para alegrías decorativas. La ornamentación queda al margen y sólo vale la racionalidad constructiva, que se extiende por el mundo occidental con gran celeridad.

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Su presencia a lo largo del S. XX. será una constante de nuestro tiempo. Tanto, que después de la Segunda Guerra Mundial su implantación estaba tan extendida, que lo que se había denominado hasta entonces Movimiento Moderno, se le llamó Estilo Internacional, y ello a pesar de que fueron muchas las voces que lo criticaron y que como consecuencia surgieron nuevas tendencias y movimientos diferentes que intentaron redimir a la arquitectura de tanta simplicidad y pragmatismo. Se consiguió en buena medida, si bien el sentido y el concepto de la arquitectura racionalista nunca desapareció y sigue vivo incluso en el panorama arquitectónico del nuevo S. XXI.

El convencimiento de que se había logrado un lenguaje constructivo definitivo para el siglo XX (tanto formal como técnicamente) y que tenía una validez universal hizo que los organizadores eligiesen para la muestra el significativo titulo de Estilo Internacional.Características del Estilo Internacional

- Establecimiento de unos principios de validez universal, aplicables en cualquier lugar del mundo.

- Creencia de que la arquitectura mejorará el mundo.- Obra de arte total. En la arquitectura confluyen todas las artes (pintura,

escultura y diseño de interiores, urbanismo…) y los elementos de la vida cotidiana: muebles, casas, ciudad…

- Uso de las nuevas tecnologías, la producción en serie y la prefabricación. Experimentación continúa con las posibilidades de los nuevos materiales industriales (hormigón armado, acero laminado y vidrio plano de grandes dimensiones).

- Plantas y alzados ortogonales; a veces asimétricos, pero siempre rigurosamente geométricos y funcionales.

- Concepción centrífuga del espacio, generada por la arquitectura de piel y huesos (pilotes sustentantes que permiten muro cortina exterior y muro mampara interior, no sustentantes). El interior ya no se define por contraposición con el exterior, sino que ambas se interrelacionan e interpenetran.

- Planta libre con articulación interior como un todo coherente y unitario. Se ajusta a la función a la que va destinada. Cada piso puede ser distribuido libremente debido a la ausencia de muros y al sistema de pilares.

- Decoración clara y reducida a la mínima expresión.

Los años siguientes fueron de dominio absoluto del Racionalismo en el campo arquitectónico. Sin embargo, poco a poco, se fueron poniendo de manifiesto algunas contradicciones internas que cuestionaban los principios del Movimiento Moderno. Así, lo que había nacido como una arquitectura progresista al servicio del pueblo, estaba derivando en construcciones megalómanas para las empresas multinacionales. También comenzó a resultar evidente que lo que era racional en la Francia de comienzos de siglo no tenía por qué serlo en Brasil o India diez años más tarde.Uno de los primeros en darse cuenta de estas contradicciones fue Le Corbusier. Por eso, después de la II Guerra Mundial su arquitectura cambia y comienza a levantar edificios innovadores como la Unidad de habitación de Marsella (1947-52), Notre Dame du Haut. en Ronchamp (1950-54).

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Notre Dame du Haut. Ronchamp

En todos ellos, Le Corbusier evita caer en el dogma racionalista planteando una arquitectura más humana, rica en significados, variada y plena de valores plásticos. Este giro valiente de Le Corbusier, mal entendido por muchos de sus colegas, es en cierta manera la semilla de la arquitectura posterior.Mucho menos críticos que Le Corbusier se mostraron Walter Gropius y Mies van der Rohe, éste último convertido en la década de los 50 en la figura emblemática del Estilo Internacional. Sus proyectos de esta época, entre los que destaca el Edificio Seagram (1958) se basa en volúmenes puros, superficies planas, orden axial y uso masivo del muro cortina. Para sus seguidores, con él se alcanza la esencia de la arquitectura moderna; para sus detractores, la simplificación más absoluta.

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Edificio Seagram

Dentro del Movimiento Moderno (aunque en su época se entendió como una alternativa al mismo) surgió en los años 50 la Arquitectura Orgánica. Sus formas escultóricas, materiales naturales, colorido y gusto por la curva, pretendían ser una respuesta humanizadora frente a la frialdad del Racionalismo, pero nunca una negativa de la validez de sus principios básicos. El estadounidense Frank Lloyd Wright (1869-1959) y el finlandés Alvar Aalto (1898-1976) fueron, pese a sus grandes diferencias, sus principales representantes.

Alvar Aalto. Villa Mairea

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