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Introducción La economía española suele presentarse a menudo, a principios del Siglo XXI, como modelo de economía integrada en el conjunto de la economía mundial. El camino ha sido, sin embargo, largo. Todo empezó, básicamente, en 1959, cuando la economía española emprendió un Plan de Estabilización y Liberalización, que se considera el germen de la actual situación de amplia integración económica española. Félix Varela Parache puede ser considerado, sin lugar a dudas, uno de los mayores patrocinadores, con sus escritos y con su labor formadora, durante años, de sucesivas promociones de economistas, de la corriente de opinión favorable a una mayor integración de la economía española en la economía mundial. La Integración Económica entre países consta de cuatro fases claramente diferenciadas: la formación de un Area de Libre Comercio, la extensión de la misma a una Unión Aduanera, la constitución de un Mercado Común y la etapa final de formación de una Unión Económica y Monetaria. Integración Comercial España es un caso clarísimo de éxito económico. Se suele poner mucho énfasis en los beneficios que le ha reportado a la economía española su pertenencia a la Unión Europea, pero el proceso empezó hace mucho tiempo, a finales de los años 50, cuando España empezó a aprovecharse de los beneficios de la integración comercial y financiera, o de lo que, hoy en día, se podría re denominar las ventajas de la globalización. El año clave fue 1959, en el que se acometió en España un Plan de Estabilización y Liberalización, bajo los auspicios del, tantas veces en los últimos tiempos denostado, Fondo Monetario Internacional (FMI). Anteriormente a dicho año, y por más de dos décadas, los sucesivos gobiernos del General Franco habían venido desarrollando políticas económicas basadas en la autarquía y en la sustitución de importaciones. Tales políticas autárquicas resultaron ser un fracaso total, creando importantes problemas inflacionarios en nuestro país, así como una economía en permanente estado de estancamiento. La Renta per Cápita de España del año 1935 no se consigue recuperar hasta el año 1952,

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Introducción

La economía española suele presentarse a menudo, a principios del Siglo XXI, como modelo de economía integrada en el conjunto de la economía mundial. El camino ha sido, sin embargo, largo. Todo empezó, básicamente, en 1959, cuando la economía española emprendió un Plan de Estabilización y Liberalización, que se considera el germen de la actual situación de amplia integración económica española.

Félix Varela Parache puede ser considerado, sin lugar a dudas, uno de los mayores patrocinadores, con sus escritos y con su labor formadora, durante años, de sucesivas promociones de economistas, de la corriente de opinión favorable a una mayor integración de la economía española en la economía mundial.

La Integración Económica entre países consta de cuatro fases claramente diferenciadas: la formación de un Area de Libre Comercio, la extensión de la misma a una Unión Aduanera, la constitución de un Mercado Común y la etapa final de formación de una Unión Económica y Monetaria.

Integración Comercial

España es un caso clarísimo de éxito económico. Se suele poner mucho énfasis en los beneficios que le ha reportado a la economía española su pertenencia a la Unión Europea, pero el proceso empezó hace mucho tiempo, a finales de los años 50, cuando España empezó a aprovecharse de los beneficios de la integración comercial y financiera, o de lo que, hoy en día, se podría re denominar las ventajas de la globalización.

El año clave fue 1959, en el que se acometió en España un Plan de Estabilización y Liberalización, bajo los auspicios del, tantas veces en los últimos tiempos denostado, Fondo Monetario Internacional (FMI). Anteriormente a dicho año, y por más de dos décadas, los sucesivos gobiernos del General Franco habían venido desarrollando políticas económicas basadas en la autarquía y en la sustitución de importaciones. Tales políticas autárquicas resultaron ser un fracaso total, creando importantes problemas inflacionarios en nuestro país, así como una economía en permanente estado de estancamiento. La Renta per Cápita de España del año 1935 no se consigue recuperar hasta el año 1952, y en este año el comercio exterior de España era todavía un tercio del nivel registrado en 1931.

La situación se deterioró dramáticamente en el año 1959, cuando el nivel de reservas era prácticamente cero y España no podía hacer ningún pago en moneda extranjera, ni siquiera para pagar sus importaciones alimentarias.

El crecimiento de la economía española en las últimas cuatro décadas ha sido posible, en gran parte, como consecuencia del proceso de liberalización e integración iniciado en 1959. Proceso que podemos dividir en cuatro fases, y que condujo a una conveniente desregulación y des-intervención de la economía española, con la consecuente exposición de la producción doméstica a la competencia extranjera.

Los cuatro episodios de liberalización resultan ser: el primer momento de liberalización de 1959-66, que se inicia con el Plan de 1959; el episodio de 1970-1975, que comienza con el

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Acuerdo Preferencial entre España y la entonces CEE; el episodio 1977-1980 que se origina con el comienzo de la democracia tras la muerte del General Franco; y, finalmente, la situación actual tras la entrada de España en la Unión Europea en 1986.

La Primera Fase Liberalizadora, 1959-1966

El Plan de Liberalización y Estabilización de Julio de 1959 contenía decisiones muy importantes respecto al sector exterior de la economía española. En primer lugar, se acometió una importante devaluación que fijó el tipo de cambio de la peseta con el dólar en 60 pesetas por dólar. En segundo lugar, se eliminó el sistema anterior de tipos de cambio múltiples y se estableció un tipo único. En tercer lugar, y seguramente más importante aún, se acometió un plan de liberalización del sector exterior que afectó rápidamente al 50 por ciento de las importaciones del país. En Junio de 1960 se aprobaron una nueva Ley Arancelaria y una nueva Ley de Inversiones Extranjeras que permitieron mayores facilidades e incentivos para la inversión extranjera en España.

El indicador de apertura económica de la economía española creció en este período más de 5 puntos porcentuales, pasando del 15% en 1959 al 20,2% en 1966.

El Segundo Episodio Liberalizador

Tras años de muy difíciles negociaciones con la entonces Comunidad Económica Europea (CEE), España finalmente firmó el 29 de Junio de 1970 un Acuerdo Preferencial con la CEE, haciéndose efectivo el 1 de Octubre de aquel año.

Mientras tanto, la segunda parte de la década de los 60 venía presentando importantes problemas macroeconómicos. Alrededor de 1966, el ciclo económico expansivo que se inicia en 1960 empieza a perder vigor, la inflación empieza a ser un importante problema y surgen tensiones deficitarias en la balanza de pagos (a pesar de los importantes ingresos en concepto de servicios, principalmente turismo, así como por remesas de emigrantes). Todo ello condujo al Gobierno a diseñar en Noviembre de 1967 un nuevo programa económico que, entre otras cosas, incluyó una segunda devaluación de la peseta de un 16,7 por ciento.

El Acuerdo Preferencial con la CEE de 1970 incluyó importantes medidas liberalizadoras del comercio exterior, como la progresiva eliminación de las restricciones cuantitativas al comercio (de modo que en 1976 solamente el 5% del total de importaciones españolas de la CEE estaban sujetas a cuotas) e importantes reducciones arancelarias que hicieron que el 60 por ciento de las importaciones españolas procedentes de la CEE se vieran afectadas por tales reducciones de aranceles.

El índice de apertura pasó del 27,4% en 1970 al 30,8% en 1975 (un aumento de 3,4 puntos porcentuales).

El Tercer Episodio Liberalizador

Coincidente con el advenimiento de la democracia en España, este tercer episodio también coincide con momentos de turbulencia macroeconómica que produjeron, entre otras medidas,

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dos devaluaciones de la peseta - en 1976 y 1977 -, y los denominados Pactos de la Moncloa encaminados a controlar drásticamente la inflación en España.

Por lo que se refiere al proceso de liberalización del sector exterior, se prosiguen las disminuciones de aranceles y el desmantelamiento del sistema de cuotas, ayudados por dos acontecimientos en la escena internacional. Por un lado, en 1979, España firma un Acuerdo Comercial con los países miembros de la entonces E.F.T.A. (Asociación Europea de Libre Comercio). Por otra parte, en Julio de 1980, concluye exitosamente la Ronda Tokyo del G.A.T.T. y el Gobierno español aprueba una reducción arancelaria que se extiende a todos los países miembros del G.A.T.T..

El indicador de apertura económica de la economía española pasa, en ese período, del 30,95 del año 1977 al 33,8% de 1980.

La Cuarta Etapa Liberalizadora: De la entrada de España en la CEE a la actualidad

La entrada de España en la CEE el 1 de Enero de 1986 inicia el último, y más importante, episodio de liberalización comercial de la economía española reciente. Los aranceles para los productos provenientes de la actual Unión Europea se redujeron a cero y España adoptó el Arancel Externo Común para los productos provenientes de terceros países. Ello, unido al ambiente internacional favorable al libre comercio, propiciado por la conclusión de la Ronda Uruguay y la creación de la OMC, así como el diseño de políticas comerciales favorecedoras del libre comercio, tanto por parte de la Unión Europea como por parte de Estados Unidos, ha permitido que España sea hoy en día uno de los países con economía más abierta de la OCDE. El índice de apertura económica de España ha crecido desde 1986 casi 20 puntos porcentuales, pasando de 37,5%, el año de la entrada en la CEE, al 56% en 1999.

Podemos decir, parafraseando a Aninat (2001) que el caso de España es una caso estrella. Otros importantes factores han contribuido al éxito, entre ellos, como después comentaremos, la entrada de la peseta en 1989 en el Sistema Monetario Europeo y la posterior entrada de España en el Euro en 1999, pero no cabe duda de que gran parte del éxito reciente de la economía española se debe a su cada vez mayor integración (medida a través del indicador de apertura) en la economía mundial.

Mucho se ha escrito últimamente sobre los efectos y las consecuencias de la integración económica mundial bajo el referente de una sola palabra, la Globalización. En particular, gran parte de la discusión se viene centrando en los efectos que la Globalización provoca sobre la convergencia entre países ricos y pobres, así como en la distribución de la renta dentro de los países.

Por lo que se refiere a la evidencia empírica, trabajos recientes presentados en De la Dehesa (2003) parecen confirmar la presunción teórica de que la productividad, los salarios y las rentas de muchos ciudadanos de países pobres están claramente convergiendo con los del Primer Mundo.

España se presenta, junto con otros muchos países (Irlanda, Chile...), como un caso clarísimo de lo anterior. El crecimiento de su renta per cápita, hasta los 18.000 euros actuales de

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principios del Siglo XXI, ha sido impresionante, e igualmente, y obviamente, lo ha sido el crecimiento de los salarios, tal y como se aprecia en la Tabla

1, donde se observa la clara relación existente entre apertura económica, output y salarios de las tres últimas décadas de la economía española.

Integración Monetaria

Dentro del proyecto más amplio de unificación europea, España ha alcanzado, hoy en día, el mayor grado posible de integración monetaria y financiera: España ha abandonado su propia unidad monetaria y posee ahora lo que podemos denominar una moneda global, el Euro.

Tampoco fue fácil, en 1999, acceder al Euro. En 1998, hubo que cumplir los siguientes requisitos de convergencia estipulados en el Tratado de Maastricht:

- Estabilidad de Precios: La tasa anual de inflación no podía exceder más del 1,5 por ciento de la inflación media de los tres países con menor inflación.

- Convergencia de Tipos de Interés: Los tipos de interés de los bonos a 10 años no podían exceder en más de dos puntos porcentuales a los tipos de interés de los tres países con menor inflación.

- Dos Condiciones de Sostenibilidad de la Posición Financiera de los Gobiernos:

a) El ratio Déficit Fiscal/PIB no podía superar el 3 por ciento.

b) El ratio Deuda Pública/PIB no podía exceder el 60 por ciento, salvo que su evolución fuera decreciente y acercándose al 60%.

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- Estabilidad Cambiaria: Ausencias de devaluaciones y mantenimiento de los tipos de cambio dentro de los márgenes de fluctuación del Mecanismo de

Cambios durante los últimos dos años.

Veamos brevemente las razones que subyacen a los Criterios de Convergencia. Las razones detrás de los criterios de inflación y de convergencia de tipos de interés son las mismas. Si dos países quieren tener la misma moneda, o, a los mismos efectos, si un país quiere utilizar la moneda de otro país, tendrán que tener, lógicamente, los mismos tipos de interés. Teniendo en cuenta que los tipos de interés se descomponen en los tipos de interés reales más las tasas de inflación, de ello se deduce que las tasas de inflación han de ser aproximadamente iguales.

Respecto a los criterios de sostenibilidad de la posición financiera de los gobiernos, la razón por la cual se exigen déficits públicos bajos recae en la presión alcista que sobre los tipos de interés provocarían los altos déficits públicos en un país, mientras que el resto de países estarían persiguiendo la convergencia de tipos de interés. Además, si un país tuviera altos déficits públicos ello contrarrestaría los esfuerzos anti-inflacionarios de los demás países, pues tales déficits fiscales en ese país tenderían a provocar un déficit de balanza de pagos global en toda la euro-zona, que presionarían al euro a la baja y que tenderían a provocar más inflación en la zona.

Del mismo modo, la exigencia de que los ratios Deuda Pública/PIB no excedan un cierto límite radica en el hecho de que, si los ratios fueran altos, los altos pagos por intereses podrían producir, a su vez, subsecuentes altos déficits fiscales en esos países.

Respecto a los valores exactos del 3 y del 60 por ciento, se podrían haber elegido otros valores para los Criterios de Maastricht, pero, en todo caso, dentro de una política de contención de la inflación, esos mismos valores se deberían haber fijado a niveles más bien bajos .

La razón de ser del quinto criterio de Maastricht, el relativo a la estabilidad del tipo de cambio, radica en el deseo de evitar devaluaciones de última hora, por parte de los países miembros, quienes, beneficiándose de tales devaluaciones competitivas, perjudicarían a los restantes países miembros del euro.

Durante la década de los 90, España realizó grandes esfuerzos para conseguir la necesaria convergencia en inflación. El objetivo de inflación se consiguió en 1998 tras una serie de acontecimientos, entre los que cabe destacar la entrada, en 1989, de la peseta en el Sistema Monetario Europeo – por cierto con una benefactora apreciación de la peseta frente al Marco Alemán, al fijarse el tipo de cambio en 65 Pesetas por Marco. Igualmente, hay que destacar en la lucha contra la inflación de los años 90, la importante política monetaria restrictiva ejecutada durante toda la década, así como su conjunción con una política fiscal restrictiva a finales de los 90.

¿Cuáles son los aspectos positivos y los negativos del Euro para un país como España?

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El primero, y más obvio, ha resultado ser la eliminación de las recurrentes crisis cambiarias y de balanza de pagos que España vino sufriendo desde 1959, tras la incorporación al FMI, con la consiguiente devaluación de la peseta, mencionada anteriormente. Al no contar ya con una moneda propia, desaparece, por tanto, cualquier posibilidad de devaluación, y, por otra parte, igualmente desaparecen las perniciosas salidas de capital que, usualmente, surgen previas a toda devaluación.

Otra clarísima ventaja, mencionada más arriba, ha sido la del logro de la convergencia en tasas de inflación y en tipos de interés, con el resto de los países de la Eurozona, en particular con Alemania, país ancla del anterior Sistema Monetario Europeo y que, todavía hoy, puede considerarse en el contexto del Euro. La Tabla 2 muestra, a continuación, el importante proceso de convergencia en inflación y tipos de interés que ha tenido lugar, en las dos últimas décadas, entre España y Alemania:

El advenimiento del euro consiguió, por tanto, eliminar prácticamente el diferencial de riesgo-país de España frente al resto de los países de la Eurozona. Tal acontecimiento ha resultado ser crucial a la hora de explicar, en una gran parte, la importante bajada en los tipos de interés en España, que se observa en la Tabla 2, y que continúa todavía más a principios de la década del 2000, explicando, en parte, el consiguiente boom económico reciente en nuestro país.

En relación con la temática fiscal, la tremenda bajada de tipos de interés ha propiciado una clara ventaja a España a la hora de provocar la reducción del déficit fiscal, pues al disminuir, de manera importante, el servicio de la deuda pública, ello ha contribuido a hacer más llevadero en nuestro país el ajuste entre ingresos y gastos del Sector Público. El esfuerzo de ajuste fiscal se observa, a continuación, en la Tabla 3, donde, de nuevo, aparecen los datos referidos a Alemania, a efectos comparativos.

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Otra clara ventaja del euro, a veces no tenida demasiada en cuenta, aunque cada vez más, si comparamos nuestra situación con la muchos países emergentes, es la eliminación de lo que se ha venido en llamar el “pecado original” que acucia a países emergentes, pero del cual España ha quedado prácticamente inmune, a partir de la incorporación al Euro en 1999. El problema del “pecado original” se refiere a los problemas en los que suele incurrir un país emergente o periférico a la hora de financiar sus déficits por cuenta corriente en los mercados internacionales, por el mero hecho de no disponer, como moneda nacional, de una moneda internacional de reserva, solvente y fiable, como pueden ser el dólar USA, el yen o el euro. Como consecuencia de ello, los países emergentes encuentran grandes dificultades a la hora de poder financiar sus déficits, en comparación con las facilidades financieras que, por el mero hecho de ser países emisores del dólar, del euro y del yen, encuentran los países centrales del sistema. No habría que remontarse muy atrás, para encontrar la última vez que España se encontró en tal situación. Corría el año 1992 y España no pudo, entonces, encontrar financiación para un déficit por cuenta corriente del orden del 3% respecto al PIB, mientras que, a comienzos de la década del 2000, estando el desequilibrio externo español en una situación muy similar, España no está encontrando grandes problema para encontrar la necesaria financiación, gracias al euro.

Además, y como última ventaja a resaltar, aparte de las ya mencionadas sobre la estabilidad de precios y los bajos tipos de interés, la entrada de España en el euro ha reforzado, todavía más, el importante y creciente proceso de integración comercial española, mencionado en el primer apartado de este trabajo. Ello como consecuencia, en parte, de los importantes ahorros en costes de transacción que la llegada del euro ha reportado respecto al comercio intracomunitario con una serie de países que ya estaban, entre sí, altamente integrados.

En relación con los costes del Euro para España, nuestro país ha perdido, ciertamente y lógicamente, soberanía económica al renunciar a las políticas monetaria y de tipo de cambio, como herramientas de la política económica. La literatura económica sobre los “choques

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asimétricos” resalta muy bien los problemas que podría afrontar nuestro país a la hora de afrontar un acontecimiento económico que afecte única y particularmente a España, sin poder acudir a esas dos herramientas de política. En todo caso, este problema de pérdida de soberanía económica conviene matizarlo recordando los grandes beneficios, mencionados más arriba, del logro del control de la inflación en nuestro país, así como de la convergencia en tipos de interés con la Eurozona. Además, y en relación con la posibilidad de los mencionados “choque asimétricos” para nuestro país, no hay que olvidar el importante papel que la política fiscal española podría jugar para contrarrestar los choques desfavorables, así como resaltar también la existencia de los importantes fondos europeos de Desarrollo Regional y de Cohesión que, en el transcurso de los últimos tiempos, han resultado ser tan beneficiosos para nuestro país a la hora de lograr la deseada convergencia real con Europa.

Por otra parte, conviene también mencionar la existencia de otra amplia literatura económica que reconoce limitaciones importantes al uso nacional de las mencionadas políticas monetaria y de tipo de cambio. Con respecto a esta última, existe cierto consenso en que muchas veces una devaluación puede acabar generando una mayor inflación en el país que pretendía con ella el logro de una mejoría en su competitividad de cara a la corrección de sus problemas de balanza de pagos. Ello podría implicar que en el futuro, más o menos inmediato, la economía española deberá, claramente, solucionar su actual problema de falta de competitividad ya sea a través de la contención salarial, utilizada con profusión en los últimos años, o a través de incrementos en la productividad.

Conclusiones: De la Autarquía al Euro.

Este artículo ha presentado, de una manera sucinta pero a la vez completa, el interesante caso de España en el contexto de lo que actualmente se ha venido en denominar el proceso de Globalización Económica. España ha pasado, en algo más de ocho lustros (¡poco menos de dos generaciones!), de ser un país profundamente autárquico a ser uno de los países de la OCDE más abiertos. En el aspecto monetario y cambiario, igualmente, España ha pasado a formar parte de un área monetaria como la del euro, que implicaría el grado máximo de integración económica entre países y, para nuestro país, el uso de lo que podría llamarse una moneda global –el euro.

La economía española podemos entenderla, por otra parte, a principios del Siglo XXI, como una economía meramente regional, plenamente integrada en la economía europea, cuyo reto más importante probablemente habrá de plantearse, en el futuro, en términos de la relación con los Estados Unidos de América, de tal modo que gran parte del éxito o fracaso relativo entre ambos bloques económicos dependerá de la evolución de la productividad a ambos lados del Atlántico.