introducción a la filosofía

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Introducción a la Filosofía 1. Y la Filosofía, ¿Para qué? Durante veinticinco siglos ha existido una disciplina intelectual con el nombre de Filosofía. En sus inicios se presentó como la primera forma de interpretación racional de los fenómenos físicos y humanos. Prácticamente hasta el siglo XVII, se mantuvo como la única ciencia, y sus teorías y conocimientos eran tenidos por muy verdaderos, y a veces, inmodificables. A partir de aquella época, se presentó el nacimiento de las ciencias empíricas, las cuales al margen y a veces contradiciendo a la Filosofía, comenzaron a plantear sus propias explicaciones. Las ciencias se desarrollaron aceleradamente gracias a su carácter experimental y a su aplicabilidad en la producción industrial. En consecuencia sus teorías aumentaron en número y calidad. Estas no sólo fueron en muchas oportunidades más claras que las filosóficas, sino que además, eran demostradas suficientemente por la experiencia, prueba ésta, que la Filosofía estaba en completa incapacidad de llevara a acabo. Entonces, ¿qué razón de ser tiene hoy en día el ejercicio de la Filosofía? Es decir, ¿la Filosofía para qué ? Hemos de estudiar la Filosofía, no como la solución al problema o como la respuesta a las preguntas, sino como el estudio de las herramientas y los ladrillos que nos permitirán y ayudarán a construir nuestras propias respuestas, acordes a nuestras necesidades. Se trata entonces, en todo momento, de reflexionar sobre los problemas existenciales buscando además de una solución práctica, un sentido, un fundamento a esta solución que

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Page 1: Introducción a La Filosofía

Introducción a la Filosofía

 

1. Y la Filosofía, ¿Para qué?

 

Durante veinticinco siglos ha existido una disciplina intelectual con el nombre de Filosofía. En sus inicios se presentó como la primera forma de interpretación racional de los fenómenos físicos y humanos. Prácticamente hasta el siglo XVII, se mantuvo como la única ciencia, y sus teorías y conocimientos eran tenidos por muy verdaderos, y a veces, inmodificables.  A partir de aquella época, se presentó el nacimiento de las ciencias empíricas, las cuales al margen y a veces contradiciendo a la Filosofía, comenzaron a plantear sus propias explicaciones.

 

Las ciencias se desarrollaron aceleradamente gracias a su carácter experimental y a su aplicabilidad en la producción industrial. En consecuencia sus teorías aumentaron en número y calidad.  Estas no sólo fueron en muchas oportunidades más claras que las filosóficas, sino que además, eran demostradas suficientemente por la experiencia, prueba ésta, que la Filosofía estaba en completa incapacidad de llevara a acabo.

 

Entonces, ¿qué razón de ser tiene hoy en día el ejercicio de la Filosofía? Es decir, ¿la Filosofía para qué ?

 

Hemos de estudiar la Filosofía, no como la solución al problema o como la respuesta a las preguntas, sino como el estudio de las herramientas y los ladrillos que nos permitirán y ayudarán a construir nuestras propias respuestas, acordes a nuestras necesidades.  Se trata entonces, en todo momento, de reflexionar sobre los problemas existenciales buscando además de una solución práctica, un sentido, un fundamento a esta solución que permita verla no sólo como útil o conveniente, sino también como satisfactoria a mis anhelos e ideales en la vida.

 

2. Consideraciones Generales

 

Idea preliminar de filosofía

La palabra “Filosofía” no es completamente extraña en nuestro vocabulario cotidiano. Sin necesidad  de ser filósofos o especialistas en la materia, muchas veces la usamos en nuestras pláticas de la vida diaria. Ejemplo: “mi filosofía es no  dejarme de nadie”.

 

Inicio del saber humano

Page 2: Introducción a La Filosofía

La historia de las culturas nos revela que el hombre, desde sus orígenes, ha necesitado del conocimiento para subsistir: conocer cómo puede conseguir alimento, cómo cazar y cosechar, cómo construir sus moradas, cómo eliminar las enfermedades, etc.

 

El desarrollo de la ciencia ha sido penoso y gradual. En el despertar de las civilizaciones encontramos a las primeras formas, muy rudimentarias, de conocimiento: los mitos. En todas las culturas, por avanzadas que sean, encontramos mitos y leyendas, los cuales pretendían informar a la gente cómo era el mundo.

 

Los mitos y creencias, ofrecían una explicación de los fenómenos que les afectaban y daban una razón acerca del origen del mundo y del hombre. Estos se elevaban a la abstracción en forma de religión o de tradiciones y por tanto, también fueron formas de saber, es decir, interpretaciones de los fenómenos.

 

Grecia la cuna de la Filosofía, no escapa a esta situación. En efecto, en los tiempos antiguos, la población griega se conformaba con tener un conocimiento labrado a base de mitos y tradiciones religiosas, muy arraigadas, que explicaban las cosas acudiendo a una serie de dioses que poblaban el universo. Estos entes eran imaginados bajo una forma humana y a pesar de que tenían las mismas debilidades comunes a todos los mortales (envidia, soberbia, celos, ira) de ahí que se les llama dioses antropomórficos, se les suponía sumamente poderoso y en consecuencia más que humanos, superhombres con facultades extraordinarias o sobrenaturales.

 

Estos mitos que rápidamente se difundían por boca de las rapsodias o relatores de mitos, eran inventados por los poetas (o mitólogos).

En la antigua Grecia tenemos a dos muy importantes: Homero y Hesíodo. Al primero de ello se le atribuye la Iliada y la Odisea, obras en las que se narran  episodios históricos, batallas y aventuras, mezclados con hechos imaginarios y legendarios.  El segundo escribe obras como la Teogonía, en la cual relata el nacimiento así como la historia de los dioses y el mundo a partir de un caos o desorden original.

 

Ahora bien, los pensadores que iniciaron la investigación filosófica consideraron que esas arcaicas explicaciones míticas eran absurdas para construir una imagen real y acertada del mundo. Y de esta manera, antepusieron al saber mitológico y tradicional un saber racional, escrutador, crítico y eminentemente reflexivo.   El propósito era que este saber nos permitiera explicar el por qué y el cómo de las cosas del mundo en general, aunque de una manera racional y consistente, y no ingenua y superficial, como en el caso de los mitos o el conocimiento común.