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Introducción I Las sociedades aprenden a conocerse sociológicamente cuando se reco- nocen como el producto de su trabajo y de sus relaciones sociales, cuando lo que primero parece un conjunto de "datos" sociales se reconoce como el resultado de una acción social, de decisiones o de transacciones, de una dominación o de conflictos. Por eso, nuestra época, orientada al desarrollo, crea poco a poco la sociología. La sociología, durante mucho tiempo oculta por todas las formas de filosofía social que relacionan los hechos sociales con un principio no social de explica- ción —la providencia, la ley, la evolución, las necesidades "naturales"—, difícil- mente se libra del recurso a una fuerza creadora: energía, idea, valores, que conquistan y organizan la naturaleza salvaje. Ésa es en realidad la forma más común del pensamiento presociólogico, asociado a los triunfos de la industriali- zación, el capitalismo industrial y los imperios coloniales. En la actualidad, esa filosofía social del progreso, optimista o pesimista, ya no se comprende porque nuestras sociedades industrializadas hayan adquirido, con- fusa pero consistentemente, la certidumbre de que tenían pleno poder sobre ellas mismas: el de destruirse, el de someterse al orden totalitario o el de hacer crecer su producto en proporciones hasta entonces inauditas. Después de haberse evaluado en nombre de los principios, después de haberse situado en una evolución, la sociedad se reconoce como una red de acciones y de relaciones. Para conocer su presente, se dirige cada vez menos a su pasado, porque la parte de lo transmitido no deja de disminuir en comparación con la de lo adqui- rido, y se dirige cada vez más a su futuro, es decir, hacia las decisiones que toma y los debates o los conflictos que las acompañan. Esa imagen es demasiado simple, y esa transformación no data de ayer. Pero hoy en día posee la suficiente claridad como para crear una demanda de análisis sociológico cada vez más fuerte. ¿Es necesario agregar que esa demanda se satis- face con lentitud porque, allí donde las sociología no está prohibida ni domesti- cada, todavía tropieza con las antiguas categorías de análisis de la realidad social? La sociología encuentra dificultades para desprenderse del recurso a lo no social como explicación de lo social, para deshacerse de la sumisión a las "leyes" o a la "lógica" interna de una categoría de hechos sociales. Esta fragmentación entre la interpretación y el análisis positivista ya no es posible a partir del mo- mento en que ninguna garantía metasocial domina el funcionamiento de la sociedad. Ya no se puede huir del análisis sociológico subordinándolo al cono- [23]

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Introducción

I Las sociedades aprenden a conocerse sociológicamente cuando se reco-nocen como el producto de su trabajo y de sus relaciones sociales, cuando lo queprimero parece un conjunto de "datos" sociales se reconoce como el resultado de

una acción social, de decisiones o de transacciones, de una dominación o de conflictos. Poreso, nuestra época, orientada al desarrollo, crea poco a poco la sociología.

La sociología, durante mucho tiempo oculta por todas las formas de filosofíasocial que relacionan los hechos sociales con un principio no social de explica-ción —la providencia, la ley, la evolución, las necesidades "naturales"—, difícil-mente se libra del recurso a una fuerza creadora: energía, idea, valores, queconquistan y organizan la naturaleza salvaje. Ésa es en realidad la forma máscomún del pensamiento presociólogico, asociado a los triunfos de la industriali-zación, el capitalismo industrial y los imperios coloniales.

En la actualidad, esa filosofía social del progreso, optimista o pesimista, ya nose comprende porque nuestras sociedades industrializadas hayan adquirido, con-fusa pero consistentemente, la certidumbre de que tenían pleno poder sobreellas mismas: el de destruirse, el de someterse al orden totalitario o el de hacercrecer su producto en proporciones hasta entonces inauditas.

Después de haberse evaluado en nombre de los principios, después de habersesituado en una evolución, la sociedad se reconoce como una red de acciones y derelaciones.

Para conocer su presente, se dirige cada vez menos a su pasado, porque laparte de lo transmitido no deja de disminuir en comparación con la de lo adqui-rido, y se dirige cada vez más a su futuro, es decir, hacia las decisiones que toma ylos debates o los conflictos que las acompañan.

Esa imagen es demasiado simple, y esa transformación no data de ayer. Perohoy en día posee la suficiente claridad como para crear una demanda de análisissociológico cada vez más fuerte. ¿Es necesario agregar que esa demanda se satis-face con lentitud porque, allí donde las sociología no está prohibida ni domesti-cada, todavía tropieza con las antiguas categorías de análisis de la realidad social?

La sociología encuentra dificultades para desprenderse del recurso a lo nosocial como explicación de lo social, para deshacerse de la sumisión a las "leyes"o a la "lógica" interna de una categoría de hechos sociales. Esta fragmentaciónentre la interpretación y el análisis positivista ya no es posible a partir del mo-mento en que ninguna garantía metasocial domina el funcionamiento de lasociedad. Ya no se puede huir del análisis sociológico subordinándolo al cono-

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cimiento del orden divino, de la esencia de lo político o del homo economicus. Lasesencias se disuelven y, al mismo tiempo, hacen que desaparezca la ilusión deque hay leyes no sociológicas que rigen ciertos fenómenos sociales. Ya no podemosinterrogarnos sobre la naturaleza de la sociedad, sino únicamente sobre su funciona-miento, es decir, sobre sus orientaciones, su poder, sus mecanismos de decisión,sus formas de organización y de cambio.

2. Aceptemos entonces que la sociedad no descansa nada más que sobre laacción social, que el orden social no tiene ninguna garantía metasocial, religiosa,política o económica, y que es por entero el producto de relaciones sociales. Locual equivale a aceptar que se reflexiona sobre la sociedad a partir de la expe-riencia, nueva pero aquí considerada ejemplar, de sociedades que actúan de lamanera más profunda sobre ellas mismas mediante el crecimiento económico yla revolución social. En efecto, esas sociedades ya 110 se definen como creacionesde Dios o de Prometeo, sino como sistemas de relaciones sociales.

Sin embargo, ¿queda bastante definida nuestra perspectiva con esa eleccióninicial, y con el reconocimiento de que la sociedad es un sistema capaz de trans-formarse y no sólo de reproducirse?

No, pues a partir de esto se nos abren dos vías, cuya divergencia define las op-ciones principales de la sociología.

Se puede pensar que la liquidación de los antiguos dualismos y de la identidaddel ser de la sociedad con su acción debe conducir a reanalizar todo lo quecomúnmente denominamos como estructuras sociales en términos de proceso decambio. Cada vez más, habría que concebir la sociedad como una red de personasque deciden y disponen de una cierta influencia, y mediante cuya interacciónse realiza de modo empírico, muy imperfecto pero aceptable, la adaptación delconjunto considerado a las modificaciones de su entorno y a sus cambios inter-nos. Junto con las antiguas filosofías sociales, tendría que desaparecer el recurso alos valores, a los principios, a los absolutos en la teoría y en la práctica de laacción social. Cuanto más compleja es la sociedad, menos mecánica es e implicamás zonas de incertidumbre, de desorganización, de innovación, de disidencia yde imaginación.

¿Cómo no ver en ello el renacimiento de los temas que acompañaron a la re-volución industrial? El llamamiento liberal al pragmatismo, a la adaptación, a la aper-tura al cambio, a la búsqueda de la diversidad y de la heterogeneidad, comple-tado por la conciencia de los límites de los recursos naturales y de los peligros dela industrialización.

Es cierto que la mayor parte de las investigaciones sociológicas no invoca demodo explícito esa manera de ver, ya sea porque se ampara tras un desglose de larealidad que no pone en duda, en nombre de un objetivismo ingenuo, ya seaporque se refiere a imágenes antiguas de la sociedad, para las que existe un or-den social basado en el consenso de los valores o, en caso contrario, en una do-minación impuesta. No obstante, es ese neoliberalismo el que anima la mayoríade los desarrollos recientes del análisis sociológico. El neoliberalismo renovó elconocimiento de las organizaciones, dio una importancia central al análisis de las

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decisiones y abordó con seriedad el estudio de los cambios endógenos. Para de-nominarla de un modo que evoque más una trayectoria que una ideología,hablemos en este caso de sociología "política", no para designar un capítulo de lasociología, sino una concepción de conjunto: la sociedad es el resultado de susdecisiones, que remiten a los intereses, discusiones, conflictos y transacciones através de los cuales, siempre de manera provisional e inestable, se persiguencambios en el sentido de una mayor diversificación, de una flexibilidad creciente,de un relajamiento de las normas, de los sistemas simbólicos y de las obligacionessociales.

3. Podría definir este libro diciendo que comparte con esa sociología políticaneoliberal la idea de que la sociedad es un sistema de relaciones sociales y que sufuncionamiento es el resultado de su acción, pero que a partir de esa concepción,que se opone a cualquier recurso a los valores y a las esencias, explora una líneade análisis profundamente diferente, tanto en su orientación como en sus impli-caciones ideológicas. Si estamos de acuerdo en que la sociedad no es sólo unsistema cuyo piloto mantendría el equilibrio y la continuidad gracias a diversosmecanismos de control social, integradores y represivos a la vez, tampoco puedeser reducida a un sistema capaz de modificar sus fines y su organización median-te mecanismos de aprendizaje y reforzamiento de determinadas formas de con-ducta o de organización. La sociedad no es sólo reproducción y adaptación; también escreación, producción de sí misma. Tiene la capacidad de definir, y por lo tanto detransformar, por obra del conocimiento y su bloqueo, sus relaciones con su en-torno, de constituir su medio. La sociedad humana dispone de una capacidad decreación simbólica gracias a la cual, entre una "situación" y las conductas socia-les, se interpone la formación del sentido, un sistema de orientación de las conductas.La sociedad humana es el único sistema natural conocido que posee esa capaci-dad de formar y de transformar su funcionamiento a partir de sus bloqueos y dela imagen que tiene de su capacidad de actuar sobre sí misma. Llamo historicidad aesa distancia que la sociedad guarda en relación a su actividad, y a esa acción porla que determina las categorías de su práctica. La sociedad no es lo que es, sino loque se hace ser: por el conocimiento, que crea un estado de relaciones entre lasociedad y su entorno; por la acumulación, que retira una parte del productodisponible del circuito que desemboca en el consumo; por el modelo, que capta lacreatividad en formas que dependen de la acción práctica de la sociedad sobre supropio funcionamiento. La sociedad crea el conjunto de sus orientacionessociales y culturales mediante una acción histórica que es a la vez trabajo ysentido.

Así se forma la imagen de una sociedad que 110 es sólo un sistema de intercam-bios, internos o externos, sino ante todo un agente de producción de sí mismo,de creación de las orientaciones de la acción social a partir de la práctica y de laconciencia de la producción del trabajo.

Esta imagen no reintroduce los antiguos dualismos; no contrapone una ener-gía prometéica a la inercia de la materia, ni la realización del progreso a las re-

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sistencias de la tradición. Pero se opone a la imagen de una sociedad reducidaa sus procesos de cambio.

Esta imagen descarta del análisis todo recurso a un más allá de la naturaleza, aesencias o a un sentido de la historia. Identifica la sociedad con su acción, y porello se interroga sobre los caracteres específicos de los sistemas sociales.

No es necesario escoger entre la reducción de la sociedad a un sistema delmismo tipo que una máquina o que un organismo, y el recurso a un vitalismo so-cial que subordina la explicación a la intervención de fuerzas y de energías, a unsentido de la evolución o a necesidades fundamentales del hombre. La sociolo-gía debe reflexionar sobre el ejemplo que le proporciona la biología, construir eltipo de sistema que permita dar cuenta de las características específicas de lasconductas sociales, es decir, orientadas por fines, y reconocer que toda sociedadconstituye y transforma sus orientaciones sociales y culturales.

Esto implica no reducir la sociedad a su funcionamiento y a sus intercambios,sino captarla primero en la producción de sí misma.

Y en tanto que la sociedad siempre está dividida entre la producción y lareproducción de sí misma, yo defiendo dos ideas importantes:

— Primero, que la evolución social no es continua, no es lineal y no puede serreducida a una tendencia general a la complejidad, a la diferenciación, a la fle-xibilidad crecientes. Hay que distinguir, por el contrario, diversos sistemas deacción histórica que corresponden a un modo de conocimiento, a un tipo de acu-mulación, a un modelo cultural cualitativamente diferente de otros. Esto es másimportante aún para comprender el presente que para ordenar el pasado, por-que no ingresamos en una sociedad de pura adaptación, sino en un tipo postin-dustrial de sociedad que se define, como cualquier otra, por sus orientaciones ysus relaciones de clase y, en consecuencia, por lo que que saca a la luz y lo quedeja en la oscuridad.

— En segundo lugar, que las orientaciones del sistema de acción histórica de-finen el campo de las relaciones sociales, de las relaciones políticas, de las formasde organización social y, por tanto, la puesta enjuego directa o indirecta de todoslos órdenes de conflictos o de negociaciones, y no un cuerpo de valores que per-mitiría la integración social diversificándose en normas y en expectativas de roles.

Hay que rechazar toda sociología de los valores, pero esto no puede hacerse re-duciendo la sociedad a un aparato de dominación, que obliga a suponer la exis-tencia de un orden metasocial, "natural", en nombre del cual se manifiesta esejuicio; tampoco puede hacerse limitándose a una visión pragmática de la socie-dad, como si no existiera un orden social dominante que trata de imponerse y dereproducirse. El problema central de la sociología es comprender cómo una sociedad sefunda en un conjunto de orientaciones, aunque esté dirigida y organizada por un poder;comprender que la sociedad es una y doble, historicidad y relaciones de dominación. Esteproblema no se puede resolver más que reconociendo la capacidad de la sociedadpara determinar por sí misma, mediante su acción histórica, mediante su trabajosobre su trabajo, las orientaciones que rigen su funcionamiento. Ese distancia-miento de sí implica necesariamente la división de la sociedad en dos clases opuestas.

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no es la sociedad, sino una parte de ella, la clase dirigente, la que se hace cargode la historicidad y sale de su funcionamiento para ir más allá de su propiareproducción, gracias a la acumulación, al conocimiento y al modelo cultural. Esuna categoría particular, por tanto, la que se identifica con lo que hay de másgeneral en una sociedad: su historicidad. A la vez, ésta se convierte también enobjeto de una apropiación privada. Los que no pertenecen a la clase dirigente yconstituyen la clase popular se defienden contra ese dominio y contra la acciónhistórica misma, pero también impugnan su apropiación privada y tratan de reto-mar el control derribando el dominio de la clase dirigente. De modo que el con-flicto de clases no se puede definir de otro modo que como la lucha por el objetosupremo, que es la dirección de la acción histórica.

Las orientaciones del sistema de acción histórica, en vez de traducirse direc-tamente en normas, están "marcadas" por las relaciones y la dominación de clase,!o cual permite rechazar la noción de valores que introduce una corresponden-cia directa entre las orientaciones culturales de una sociedad y los juicios de losactores sobre las conductas sociales. Entre unas y otros se interponen las rela-ciones de clase.

El problema de las clases sociales, que no ha dejado de ocupar el centro delanálisis sociológico desde fines del siglo XVIII, no se puede plantear con claridadmás que a partir del momento en que se reconoce que la sociedad no es un con-junto o un orden, sino un sistema cuya característica principal es producir susorientaciones y, por lo tanto, las condiciones de su funcionamiento.

Si por el contrario se sigue representando la sociedad como un orden social, obien hay que recurrir a la unidad de un consenso social mantenido por el controlsocial y la socialización, unidad desmentida por la existencia de conflictos y demovimientos sociales y que no es más que una invención de la ideología de lasclases dominantes, o bien es necesario admitir que la sociedad en su totalidad esobra de la dominación, de la violencia y de la ideología, lo cual, repito, suponeque se invoca, más allá de la sociedad, una naturaleza que acabará por liberarsede las contradicciones de la sociedad, idea que ha dominado ampliamente de lasmaneras más diversas el historicismo del siglo XIX.

El desarrollo de la sociología sólo es posible si se renuncia a identificar lossistemas sociales con sistemas mecánicos, como lo ha hecho desde hace tiempo elespíritu jurídico, o incluso con sistemas orgánicos, para reconocer su naturalezaparticular: en vez de estar gobernados por un código, los sistemas sociales tienenla capacidad de elaborar orientaciones que, mediante los conflictos de clase y losmecanismos políticos, rigen las categorías de la práctica. Lo cual debe descartartodas las representaciones de la sociedad como un actor, denominado sistema de valores,espíritu de la época, civilización, o más concretamente Estado, que gestionaríasoberanamente sus diversas actividades y las condiciones de su sobrevivenciacomo actor.

4. Este análisis parte de esas tres nociones: la historicidad, que define los ins-trumentos de producción de la sociedad por ella misma; el sistema de acción histó-rica, conjunto de orientaciones sociales y culturales mediante las cuales la his-

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toricidad ejerce su influencia sobre el funcionamiento de la sociedad; las relacionesde dase, luchas por el control de la historicidad y del sistema de acción histórica.

Los tres primeros capítulos de este libro están dedicados a la presentación de esastres nociones.

En los dos siguientes se muestra el paso de ese primer nivel de análisis al de lasdecisiones políticas, a las que denomino indiferentemente sistema institucional osistema político, y después al nivel de la organización social. La tarea principal delanálisis consiste en conciliar la jerarquía de esos niveles con la autonomía de cadauno de ellos. Esa autonomía tiene dos razones de ser: una colectividad política ouna organización son conjuntos sociales concretos, limitados por fronteras, y portanto, tienen problemas de integración o de adaptación que rio se reducen a losde la historicidad; por otra parte, son unidades definidas históricamente más quesociológicamente, y en consecuencia heterogéneas, de modo que ni siquieraInglaterra a finales del siglo XIX puede ser plenamente identificada con el capi-talismo industrial.

En cuanto a la jerarquía de los sistemas, significa que tanto las instituciones comolas organizaciones son campos de la vida social que no son independientes de lasorientaciones de la acción histórica, sino que, por el contrario, les dan forma, demodo que en cada uno de los dos tipos de sistemas figuran, a modo de elementosesenciales, el estado de las orientaciones del sistema de acción histórica y elestado de las relaciones de clase.

Para terminar, los dos últimos capítulos del libro constituirán la tercera parte,dedicada a los actores más que a los sistemas y su estructura. El primero está de-dicado a los movimientos sociales, conductas colectivas situadas en el nivel del cam-po de la historicidad, es decir, del conjunto formado por el sistema de acciónhistórica y por las relaciones de clase, y que ponen en práctica el conflicto porla gestión de la historicidad. El segundo capítulo sale del análisis sincrónico paraaportar una respuesta al problema del cambio social, el más difícil en la perspectivaque se elabora en este libro. Mientras que la sociología neoliberal se sitúa deentrada en el cambio y rechaza como superstición del pasado todo lo que pare-cen orientaciones o conflictos fundamentales de una sociedad, lo cual le confierepor lo menos la ventaja de captar de un modo muy directo el proceso de cambio,el privilegio que yo concedo al estudio de la producción de un campo de his-toricidad, de instituciones políticas y de formas de organización social vuelve muydifícil la explicación del cambio, problema al que el pasado de la sociología, seaésta funcionalista o no, aportó muy pocas aclaraciones.

Una teoría del cambio ha de partir de las tensiones que existen entre uncampo de historicidad y el conjunto histórico heterogéneo al que siempre estáasociado. En una sociedad en la que esta tensión se reduce al mínimo, el paso deun campo de historicidad a otro se puede hacer sin rupturas; y la "moder-nización" implica modificaciones en la organización social, y más tarde en lasinstituciones, que provocan el surgimiento de los elementos de un nuevo sistemade acción histórica. En este caso, al contrario de cuando existe una gran hete-rogeneidad, que es lo propio de las sociedades dominadas, se produce una lucha

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internacional de clases en la que la nación dominante habla de su acción moder-nizadora cuando abre los mercados, extrae sus ganancias e impone su cultura, yen la que la clase popular se apoya a la vez en su historia y sus particularidadesv tiende, mediante la lucha contra la dominación, a la creación de un campo dehistoricidad al que todavía no corresponde su experiencia.

Lo anterior descarta la ideología de que las naciones deben pasar todas por lasmismas etapas. La preocupación por comprender la diversidad de los modos detransformación de las sociedades es tan constante en este libro como la de seguircodas las manifestaciones de los movimientos sociales, desde la retirada defensivaen la identidad colectiva, el estallido de la violencia y la disidencia, hasta la crea-ción de contramodelos de sociedad y el involucramiento en un conflicto generalpor la gestión de la acción histórica. Pues no hay nada que manifieste de unmodo más directo la producción de la sociedad por ella misma como el enfren-lamiento de los movimientos sociales y las políticas de cambio social.

5. Cada uno de los campos definidos de este modo dentro de la sociología seha de analizar como un proceso, no como la respuesta a unas funciones. El soció-logo no puede contentarse con relacionar las conductas con situaciones, como sise pudiera comprender las relaciones sociales a partir de otras categorías dehechos, como por ejemplo, el estado de las técnicas o el nivel de los ingresos.Desde sus inicios, la sociología no se cansa de recordar que para intervenir en elanálisis, esas situaciones se han de reformular primero en términos de relacionessociales.

Trato de apegarme estrictamente al principio central del análisis sociológico:fl sentido de las conductas no se ha de explicar por la conciencia del actor o por la situaciónen que se encuentra, sino por las relaciones sociales en qué está implicado. Sociología yanálisis de las relaciones sociales son sinónimos. Hay que distinguir además losdiferentes géneros de relaciones sociales a los que corresponden los grandescapítulos de la sociología.

En el nivel de la organización social, en los conjuntos sociales delimitados quegestiona una autoridad central, se pueden aislar relaciones sociales que se basanen papeles, es decir, en las conductas emitidas por un actor en una posición daday reconocidas como legítimas por aquellos con los que el actor interactúa en esaposición. Las relaciones entre los actores se basan por lo tanto en su participacióncomún en normas y en un orden. Por una parte, hay reciprocidad de las conduc-tas entre los actores que ocupan posiciones complementarias en la aplicación deuna norma, y por la otra, hay estratificación, es decir, diversidad en los nivelesde participación en la emisión, difusión y consumo de bienes y conductas valo-rizadas por la sociedad. Por lo tanto, las relaciones son de reciprocidad y dediferencia.

En el nivel de la formación de las decisiones, las relaciones son de otro orden. Losactores ya no actúan dentro de un conjunto de normas, sino que concurren en latoma de decisiones que fijan las normas y las expectativas legítimas. Las relacionesson, así pues, de concurrencia y no de reciprocidad, de influencia y no de dife-rencia.

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Agregemos además, antes de llegar a las relaciones sociales situadas en el nivelde la acción histórica, que en el nivel de la organización y en el político, el actorentra también en relaciones con otros actores situados en otros conjuntos socia-les, con los que ya no comparte normas comunes ni ha de llegar a decisionescomunes.

En el nivel del campo de la historicidad de una sociedad, las relaciones se esta-blecen entre actores que no están ni en reciprocidad ni en concurrencia, sino enconflicto, que no están situados ni en una escala de participación ni en unaposición de influencia, sino en una relación de dominación. La acción histórica, eltrabajo de la sociedad sobre su propio trabajo, sólo se ejerce a través del conflictode clase, en una lucha que no es un simple conflicto de intereses o de valores, sinouna lucha por la gestión de la historicidad y de las orientaciones sociales yculturales del sistema de acción histórica.

Esas clases, esos actores históricos, no son actores concretos, observables de unmodo directo. La historia no es la gesta de la clase capitalista o de la clase obrera.En este, como en otros casos, sólo se puede definir a un actor analizando suinteracción con otros. Pero el principio es de aplicación más directa y más estrictacuando se trata de clases. No se explica una conducta diciendo que pertenece a una clase,sino situándola con respecto a la oposición de las clases y con sus intentos antagónicos decontrolar el sistema de acción histórica. Una sociología de la acción nunca ha de identifi-carse con una reconstitución de la praxis de actores de clase, sino que es ante todo elanálisis de las relaciones de dominación que determinan conflictos, movimientose ideologías. Y digo relaciones de dominación porque se trata de accionesdirigidas por una apuesta, que es un conjunto de orientaciones sociales y cultu-rales y, más allá de eso, la historicidad misma, que es una acción y no un estadode cosas.

6. Esas relaciones sociales son en parte manifiestas y en parte ocultas. Manifiestasen la medida en que dominantes y dominados están en conflicto y luchan por elcontrol de la historicidad. Por lo tanto, la sociedad no es un orden ni un orga-nismo, sino que está dividida en su propio seno y cada una de sus orientaciones esobjeto de intentos de apropiación contrapuestos. Esta es la razón por la cual eneste libro se da constantemente una importancia primordial a los debates, a losconflictos, a los movimientos y la crítica, retomada innumerables veces de las ilu-siones de integración social.

Ocultas en la medida en que se impone una dominación que encubre la im-pugnación popular mediante la opresión, la alienación, la propaganda y la desin-tegración o la reducción a la violencia o a la retirada. El sociólogo no ha deidentificarse con la ideología de ningún autor, pero para alcanzar la indepen-dencia sin la que su trabajo es imposible, tiene que ponderar con toda atenciónpara restablecer la naturaleza de las relaciones sociales que se ocultan de estemodo, para dar la palabra a los que no la tienen, para sacar a la luz lo que se oculta,prohibe o encierra, para quebrar los discursos ideológicos y la falsa evidencia delas categorías de la práctica social.

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Labor tanto más difícil cuando más se acerca uno a las luchas y los movimien-tos que animan el campo de la historicidad, cuanto más se involucran los actorescolectivos en su ideología y tratan de imponer sus valores. Cuanto más apasionadaes la lucha por la dominación social o más absoluto es el poder, más se recha-za también el análisis crítico del sociólogo.

Este libro habla de la sociedad a través de la sociología. Reflexionando sobresu propio trabajo de conocimiento es como el sociólogo responde mejor a laspreguntas de los propios actores sociales. Porque su tarea consiste en poner al desnu-do las relaciones y los procesos sociales, liberándose de todos los controles sociales eideológicos mediante los que se protegen y justifican el poder y el orden estable-cido. Sólo así puede la sociología asegurar su propia existencia. Cada, vez que lasociología trata de ordenar lo vivido y de extraer sus leyes generales, o se esfuerzaen explicar con la ayuda de las mismas nociones la estructura y el cambio, seconvierte en una extravagancia de la historia. La sociología tiene que desviarse sinlamentos tanto de las historias universales como de las sociologías generales quetienen como fin el de situar y explicar las sociedades. ¿Pero no es una sociologíade la acción la que más se moviliza contra esa pseudociencia de las sociedades?-•Qué otra proclama con más claridad que no hay sociología de las situaciones so-ciales, sino únicamente relaciones sociales? La sociología no es la única que avan-za en esa dirección. Otras disciplinas, y la economía en primer lugar, que consi-dera modelos de relaciones sociales más simples, han avanzado con mucha másrapidez hacia su formalización. La sociología avanza con mayor lentitud porquese ocupa de conjuntos más complejos. Por eso avanzará durante mucho tiempoaún de dos maneras complementarias: mediante la separación de conjuntos par-ticulares de relaciones sociales susceptibles de un tratamiento más elaborado, ymediante la construcción de esquemas teóricos poco formalizados, pero que re-presentan un avance en la definición de una perspectiva y en la identificación delos mecanismos estudiados.

7. Este libro, tan alejado en apariencia del análisis de la actualidad social, nacióde una reflexión y un malestar suscitados por el momento en que fue escrito. Losque toman decisiones económicas y políticas cada vez se dan más cuenta de quedeben intervenir en el conjunto de la vida social. No se puede asegurar el cre-cimiento sin una movilización social y política o, por el contrario, sin una campa-ña ideológica al servicio de la ganancia de las empresas.

Esos dirigentes imponen a las sociedades su utopía y su ideología, se identi-fican con la "satisfacción de las necesidades", con la prosperidad, con la inno-vación y con la igualación de las oportunidades. La influencia de los dirigentessobre las sociedades ha aumentado inmensamente, y como marca de nuestrosiglo quedará que la palabra y la letra del jefe poseyeron a la sociedad entera, queel lenguaje se convirtió en fuerza material, que el encantamiento hizo surgir laorganización.

Frente a ese nuevo poder de los centros de decisión cunde la confusión. Unosson arrastrados en la acción de los aparatos, otros les contraponen barreras cons-

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truidas para otro enemigo, otros más ponen en entredicho de un modo global auna sociedad, y no a su poder.

¿Hay que renunciar a creer que el pequeño nuevo poder encontrará nuevosadversarios? Ya es demasiado tarde para vender el opio del fin de las ideologías.

El mundo universitario y sobre todo el territorio que ocupan los sociólogoshan sido casi los primeros en ver resurgir movimientos sociales o sus signos pre-cursores.

Cómo puede creer el sociólogo que lo que escribe es indiferente o neutrofrente a esa gran pregunta que domina nuestra época: ¿cuáles son y serán losactores, los terrenos y los objetos de las luchas sociales en esas sociedades en lasque el poder se extiende a todos los aspectos de la actividad colectiva, y por lotanto, ya no puede ser denominado político o económico, sino que debe serreconocido como la dirección y la apropiación de la organización y del cambiosocial? Este libro prepara una respuesta a esa interrogante. Es más, quiere jus-tificar la importancia central de la pregunta que se plantea. No se alejará nuncade su propio campo, el de la reflexión sociológica, y no tratará de abrigarse alcalor de los acontecimientos. Pero el autor, que estará ausente del libro, tieneel derecho, en el momento de abandonarlo, de decir por qué le dedicó la partecentral de su vida.