introducción 2: anexo 1 el reino que israel esperaba · das las demás naciones. «los príncipes...

22
Introducción 2: Anexo 1 1 El REINO que ISRAEL ESPERABA _______________________________________________________________ 1. La esperanza de Israel Es difícil sintetizar las distintas corrientes de pensamiento (el profetismo: Is 52,7; Sof 3,14-16; Dn 7,13s; etc.; los salmos: 94, 97,98,99,110; la li- teratura apocalíptica y los apócrifos: Salmo de Salomón 17) y las varia- das maneras de concebir la liberación. Una especie de denominador común podría ser el siguiente: El reinado de Dios sería inaugurado por el MESÍAS: Líder consagrado (“ungido”) por Dios. Rey de Israel restaurador de la monarquía de David (“Hijo de Da- vid”). Guerrero victorioso que expulsaría a los romanos, derrotaría y humillaría a las naciones paganas. Gracias a él, Israel dominaría to- das las demás naciones. «Los príncipes extranjeros serían sus jardi- neros, las princesas sus siervas... Multitudes de camellos cargados de oro y plata traerían los impuestos a Jerusalén» (Is 61,2ss). El Talmud calculaba que serían más de mil los esclavos y esclavas pa- ganos que tendría cada israelita). La gran esperanza de Israel, sobre todo a partir de la amarga experiencia de la deportación a Babilonia, era el reinado de Dios, que cambiaría el curso de la historia, empezando la época de justicia, paz y prosperidad anunciada por los profetas.

Upload: trinhtuong

Post on 02-Dec-2018

216 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Page 1: Introducción 2: Anexo 1 El REINO que ISRAEL ESPERABA · das las demás naciones. «Los príncipes extranjeros serían sus jard- i neros, las princesas sus siervas... Multitudes de

Introducción 2: Anexo 1

1

El REINO que ISRAEL ESPERABA _______________________________________________________________

1. La esperanza de Israel

Es difícil sintetizar las distintas corrientes de pensamiento (el profetismo: Is 52,7; Sof 3,14-16; Dn 7,13s; etc.; los salmos: 94, 97,98,99,110; la li-teratura apocalíptica y los apócrifos: Salmo de Salomón 17) y las varia-das maneras de concebir la liberación. Una especie de denominador común podría ser el siguiente:

El reinado de Dios sería inaugurado por el MESÍAS:

Líder consagrado (“ungido”) por Dios. Rey de Israel restaurador de la monarquía de David (“Hijo de Da-

vid”). Guerrero victorioso que expulsaría a los romanos, derrotaría y

humillaría a las naciones paganas. Gracias a él, Israel dominaría to-das las demás naciones. «Los príncipes extranjeros serían sus jardi-neros, las princesas sus siervas... Multitudes de camellos cargados de oro y plata traerían los impuestos a Jerusalén» (Is 61,2ss). El Talmud calculaba que serían más de mil los esclavos y esclavas pa-ganos que tendría cada israelita).

La gran esperanza de Israel, sobre todo a partir de la amarga experiencia de la deportación a Babilonia, era el reinado de Dios, que cambiaría el curso de la historia, empezando la época de justicia, paz y prosperidad anunciada por los profetas.

Page 2: Introducción 2: Anexo 1 El REINO que ISRAEL ESPERABA · das las demás naciones. «Los príncipes extranjeros serían sus jard- i neros, las princesas sus siervas... Multitudes de

Introducción 2: Anexo 1

2

Custodio y maestro de la Ley (Jn 4,25: «Cuando venga el Mesías, el ungido, él nos lo explicará todo»).

El juez justo, defensor de los desvalidos, débiles y pobres, de las viudas y de los huérfanos (Sal 72). El rey que por fin implantaría en la tierra el ideal de la verdadera justicia (Sal 45 y 72; Is 11,3-5; 32,1-3. 15-18); purificaría al pueblo e inauguraría la época donde no habr-ía pobres ni oprimidos, cuando todas las instituciones, rey, templo, sacerdocio, tribunales, funcionarían como era debido. Se acabaría el pecado, el hambre y la desgracia, para entrar en una so-ciedad feliz.

NOTA: Según muchos, el Mesías debía hacer su aparición en el alero del templo (Mt 4,5; Lc 4,9), desde donde haría su proclama al pueblo y empe-zaría su campaña victoriosa. Para la expectativas mesiánicas en tiempos de Jesús, ver el cántico de Mar-ía+Isabel (Lc 1,46-55) y el cántico de Zacarías (Lc 1,68-79); además: Lc.3,15s; 24,21; Jn 1,20s. 41.45; 7,26s; 9,22.

Temores y esperanzas respecto a mí país, Iglesia, comunidad, familia y a mí mismo/a. ¿En quién o en qué se cifran mis espe-ranzas?

Page 3: Introducción 2: Anexo 1 El REINO que ISRAEL ESPERABA · das las demás naciones. «Los príncipes extranjeros serían sus jard- i neros, las princesas sus siervas... Multitudes de

Introducción 2: Anexo 1

3

2. Actitudes ante esta esperanza

A - LOS SADUCEOS (clase dirigente, poder político, religioso y económico) Habían renunciado a la esperanza del reinado de Dios, prefiriendo la componenda con la situación política del momento. _____________________________________________

• Eran la aristocracia de Israel, miembros de las familias más ricas del país. Dominaban por su número en el Gran Consejo o Sanedrín. El sumo sacerdote primado era el jefe religioso y político de la nación el representante de Dios en la tierra. Su persona era sagrada. Era el único mortal que podía entrar en el inaccesible “Santo de los Santos” un día al año. La “eterna santidad” de su cargo, lo convertía en “el más grande de todos los hombres” (Lv 21,19).

• Respecto a la dominación romana habían llegado a una especie de con-cordato tácito, por el que los romanos reconocían la autoridad del sumo sacerdote y del Gran Consejo en los asuntos internos, aunque con cier-tas limitaciones, mientras que los dirigentes procuraban evitar conflictos abiertos con el poder romano. De ahí que los movimientos populares los tacharan de colaboracionistas. No les interesaba el Reino de Dios, que pondría en cuestión su hegemonía. Se conformaban con la situación existente, que les aseguraba el poder.

• Para Jesús, el pecado de los saduceos es el materialismo, pues sus objetivos en la vida son el dinero y el poder anejos a la posición social que ocupan. Ellos, las autoridades religiosas supremas que se llaman representantes de Dios, administran el templo y ejercen el culto, en rea-lidad no lo conocen ni en su palabra, ni en su acción, pues ignoran lo que Dios ha dicho (la Escritura) y lo que hace (su Fuerza dadora de vi-da: Mc 12,24). Su horizonte es tan sólo esta vida; y en ella procuran mantener su posición de poder y privilegio.

Page 4: Introducción 2: Anexo 1 El REINO que ISRAEL ESPERABA · das las demás naciones. «Los príncipes extranjeros serían sus jard- i neros, las princesas sus siervas... Multitudes de

Introducción 2: Anexo 1

4

• La institución que oficialmente era signo de la presencia de Dios en me-dio del pueblo, para Jesús se había convertido en instrumento de ex-plotación en manos de los dirigentes. Por culpa de ellos Israel ha traicionado su misión universal: debía haber constituido una sociedad justa que hubiese atraído a los paganos al conocimiento del verdadero Dios; pero, como lo demuestra el templo mismo, es una sociedad ex-plotadora. Cuando Jesús sube a Jerusalén, lo primero que hace es denunciar que el templo es un lugar de pillaje, calificándolo de cueva de bandidos (Mc 11,15-18).

Las riquezas del templo -el primer banco del mundo y la mayor empresa de Palestina- eran tales, que cuando los romanos se apoderaron de ellas, el precio del oro bajó a la mitad en el imperio.

(Ver más abajo «La riqueza del Templo» - pág. 6)

Los vendedores de palomas, a los cuales Jesús dice: “¡Saquen esto de aquí! ¡No hagan de la casa de mi Padre una casa de negocios!” (Jn 2,16) representan a la jerarquía sacerdotal que comercia con el favor de Dios y explota en particular a los pobres, ofreciéndoles por di-nero presuntos favores divinos. Son ellos los que tienen que desistir de su comercio, que presenta a Dios como un comerciante más, un ti-rano ávido y exigente en lugar de un Padre dador de vida. Esta acusación es la más grave de las que hace Jesús: la explotación del pueblo por medio del culto (sacrificios de animales) y del im-puesto (cambistas); pero sobre todo, por el interesado engaño de los pobres con el fraude de lo sagrado. ¡Dios está subordinado a la co-dicia y es utilizado para explotar a la gente! También en la parábola del buen samaritano hay una durísima crítica a la conducta del sacerdote y del levita quienes, para no incapacitarse para su servicio sacerdotal, prácticamente rematan al que los bandidos habían herido. Jesús echa abajo toda piedad religiosa que pretenda honrar a Dios olvidándose del hombre. El culto que centra a los fieles en Dios sin comprometerlos en un es-fuerzo por la justicia, es alienante y falso. El culto de los templos y de las religiones no significa nada para Dios, pues él no quiere homenajes, sino una actividad en favor del hombre como la suya.

• Son los saduceos, en particular los sumos sacerdotes, quienes exi-gen de Pilato la condena de Jesús (Jn 19, 15.21) y azuzan a la gente contra él (Mc 15,11).

Page 5: Introducción 2: Anexo 1 El REINO que ISRAEL ESPERABA · das las demás naciones. «Los príncipes extranjeros serían sus jard- i neros, las princesas sus siervas... Multitudes de

Introducción 2: Anexo 1

5

1. ¿Alguna vez fui cómplice de una injusticia o me conformé con una situación injusta, no hice nada para cambiarla y has-ta me opuse al cambio, porque eso era lo que me convenía y no quería tener problemas?

2. ¿Cuáles son mis verdaderos objetivos en la vida? ¿Qué es-peranzas me da mi religión?

3. Mi fe, ¿me lleva a las prácticas religiosas o a dedicar mi vida al bien de los demás?

4. ¿Conozco a miembros de la jerarquía clerical católica que se parecen más a los saduceos que a Jesús? ¿En qué? ¿Son pocos o muchos?

5. ¿Creo yo que los sacerdotes son personas sagradas y que es necesaria su mediación (en tiempos y lugares sagrados) para llegar hasta Dios?

6. ¿Qué le reprochaba Jesús a los saduceos? ¿Qué le repro-charía al clero de hoy? ¿Qué me reprocharía a mí en cuanto a la práctica del culto y de los sacramentos (bautizos, misas, matrimonios, etc.)?

7. ¿Por qué los sacerdotes quisieron a toda costa la muerte de Jesús? Lo que más me extraña, ¿es que lo mataran o que tardaran tanto en matarlo?

Page 6: Introducción 2: Anexo 1 El REINO que ISRAEL ESPERABA · das las demás naciones. «Los príncipes extranjeros serían sus jard- i neros, las princesas sus siervas... Multitudes de

Introducción 2: Anexo 1

6

La riqueza del Templo de “El Evangelio de Juan” - J. Mateos y J. Barreto

La denuncia que hace Jesús del templo, como instrumento de la explotación económica del pueblo, puede sustanciarse con datos de la época. El templo, en efecto, era una potencia económica de primer orden.

La constitución de un tesoro para el servicio del templo se remontaba a una tradición de Moisés (Ex 30,11-16), según la cual éste hab-ía recibido de Dios la orden de obligar a todo israelita a pagar un impuesto de medio siclo (= 5 gr. de plata) al ser inscrito en el censo a los veinte años, como rescate a Dios por su vida. El impuesto era igual para todos, ricos y pobres, como signo de que sus vidas valían lo mismo ante Dios. Tomando por modelo este impuesto, se intro-dujo en tiempos de Nehemías otro, de un ter-cio de siclo anual por cabeza, para contribuir a los gastos del culto (Neh 10,33s). Éste último, subido a medio siclo (dos dracmas), era el que pagaba anualmente en tiempos de Jesús todo varón mayor de veinte años. En Palestina y en el extranjero, un mes antes de Pascua (el 15 del mes de Adar) se colocaban por todo el país las mesas de los recaudado-res, y diez días después se instalaban en el templo. En cada localidad había personas designadas para recaudar el impuesto del distrito, aunque podía mandarse directamente al templo. Si no podía entregarse en moneda legítima, había que pagar una tasa adicional del dos por ciento para los cambistas. Para facilitar el transporte desde el extranjero a Jerusalén se permitía cambiar las sumas del impuesto en monedas de oro. La entrega se realizaba en tres ocasiones al año: lo proce-dente de Palestina, medio mes antes de la fiesta de Pascua, es decir, hasta el 1° de Nisán, para que los sacrificios por la comuni-dad israelita al comenzar el nuevo año litúrgico pudiesen ser ofrecidos pagando con lo recau-dado el mismo año. Para las comarcas veci-nas, el plazo terminaba medio mes antes de la fiesta de Pentecostés. El impuesto de las re-giones lejanas debía ser entregado medio mes antes de la fiesta de las Chozas (septiembre). Flavio Josefo habla de los muchos miles de hombres que se ocupaban del transporte (Ant. XVIII, 9,1).

El dinero del impuesto se depositaba en el templo, en las cámaras del tesoro; para em-plearlo en el culto se retiraba en tres ocasio-nes determinadas, antes de cada una de las tres fiestas citadas: Pascua, Pentecostés y Chozas. Se sacaban cofres grandes llenos de siclos de plata para costear los sacrificios du-rante las festividades y pagar el personal su-pletorio. El tesoro recibía también la plata del rescate de los primogénitos (Nm 18,15-16), los vo-tos, para los que existía una tarifa/arancel preciso, como puede verse en Lv 27, y los do-nes voluntarios, ofertas o colectas (2 Re 12, 5-6), aunque proviniesen de no judíos (Esd 7,15-20). Sólo estaba prohibido admitir dinero procedente de prostitución (Dt 23,18) o actos criminales. En la reconstrucción del templo llevada a cabo por Herodes, éste había situado el tesoro junto al llamado «atrio de las mujeres». En la fa-chada exterior de este atrio había trece cepi-llos de madera, de forma cónica (como trom-petas invertidas, por lo que se les llamaba so-parot, en heb. trompetas), donde los fieles echaban sus limosnas obligatorias o volunta-rias Siete de estos cepillos, donde se echaban las limosnas obligatorias, tenían letreros en arameo indicando su finalidad: medio siclo del año en curso; medio siclo del año anterior; pa-ra tórtolas, pichones, leña, incienso; oro y pla-ta para los utensilios del templo. Los seis cepi-llos restantes llevaban la inscripción «a volun-tad», especificando la intención: para sacrificio expiatorio, impurezas legales o simplemente como oferta, etc. El dinero de los siete cepillos, especialmente de los destinados a palomas y tórtolas y a holocaustos era empleado por los sacerdotes, que ofrecían sacrificios según las sumas re-caudadas. El de los seis últimos se destinaba a victimas para holocaustos. Otra parte de los fondos costeaba diferentes trabajos de reparación y conservación del templo, de sus acueductos y de las torres y muros de la ciudad. Se compraba también vino, aceite

Page 7: Introducción 2: Anexo 1 El REINO que ISRAEL ESPERABA · das las demás naciones. «Los príncipes extranjeros serían sus jard- i neros, las princesas sus siervas... Multitudes de

Introducción 2: Anexo 1

7

y harina que se vendían, con una ganancia para el tesoro, a los particulares que deseaban hacer ofrendas. La administración estaba obli-gada a socorrer a los obreros del templo que se quedaban sin trabajo. Además de los destinados a guardar las su-mas en metálico, los locales que componían el Tesoro eran numerosos: se guardaban en ellos los corderos de los sacrificios cotidianos, los panes de la dedicación y la sal de los sa-crificios, había otros para curtir las pieles de los animales sacrificados y para lavar las entrañas. Existía además un depósito para la leña un local con una fuente para la limpieza del templo y la Sala de los sillares lugar de la reunión del Gran Consejo. Siempre tuvo el tesoro del templo fama de opulento y atrajo la atención y ambición de los reyes. En la primera época, bajo Roboán, Si-sac, rey de Egipto, se apodero de él cuando entró victorioso en Jerusalén (2 Cr 12 9). Lo mismo hizo Nabucodonosor (2 Cr 36,18; ver Dn 1,2). Pasó por muchas vicisitudes, provo-cadas incluso por los reyes de la nación; por ejemplo Asá de Judá robo el oro y la plata del tesoro y se los envió a Benadad rey de Siria, para decidirlo a tomar partido contra Basá, rey de Israel (2 Cr 16 1-3) Joás pagó con sus ri-quezas la paz del país (2 Re 12,19). Después del exilio, el tesoro fue reconstituido por Ciro, que restituyó los objetos sagrados (Esd 1,8-11) y por numerosas donaciones es-pontáneas (Esd 8,24-30; Neh 10,33-40). Del tiempo de los Macabeos se cuenta que bajo el sumo sacerdote Onías, «los mismos reyes honraban el lugar santo y engrandecían el templo con regalos magníficos; hasta el mismo Seleuco, rey de Asia, pagaba de sus entradas personales todos los gastos necesarios para los sacrificios litúrgicos» (2 Mac 3,2-3), y un cierto Simón, administrador del templo, in-formó al gobernador de Celesiria y Fenicia de que «el tesoro de Jerusalén estaba repleto de riquezas indescriptibles, tantas que era incon-table la cantidad de ofrendas, y desproporcio-nada para el presupuesto de los sacrificios» (2 Mac 3,6). La información no parece exagerada si se tiene en cuenta que Antíoco IV Epífa-nes, que saqueó completamente el tesoro, se llevó de él unos cincuenta mil kilos de plata (2 Mac 5,21; Josefo, Ant XIV, 4,4; Bell. 1,7,6) cuatro veces menos que en tiempos de Craso

54 a. C. (unos doscientos cuarenta mil quilos de plata) El tesoro hacía las funciones de banco; en él se depositaban bienes de particulares, sobre todo de la aristocracia de Jerusalén, en espe-cial de las altas familias sacerdotales. Los fon-dos del templo, unidos a sus propiedades en terrenos y fincas, hacían de él la mayor insti-tución bancaria de la época. Para dar una idea de las riquezas que ence-rraba el templo, basta recordar que en el tem-plo de Herodes (19-20 a. C. - 62-64 d.C.) por cualquier parte que se entrase había que pa-sar por portones recubiertos de oro y plata, a excepción de la puerta de Nicanor (llamada “la hermosa” Hch 3,2) que era de bronce de Corinto, y que superaba en valor a las demás puertas (Josefo, Bell V,5,3). La fachada del santuario, que medía 27,5 m2, estaba toda ella recubierta de placas de oro, como también la pared y la puerta entre el vestíbulo y el Santo. Las placas ten-ían el grosor de un denario. También eran de oro las puntas agudas que había sobre el templo, como “defensa contra los cuervos”. De las vigas del vestíbulo colgaban cadenas del mismo metal, y una de las dos mesas que allí había era también de oro macizo. Sobre la en-trada que conducía del vestíbulo al Santo se extendía una parra de oro; ésta crecía conti-nuamente con las donaciones de sarmientos que los sacerdotes se encargaban de colgar. Sobre esta entrada, además de otras ofren-das, pendía un espejo de oro, que reflejaba los rayos del sol naciente, y que había sido donado por la reina Helena de Adiabene. En el Santo, que contenía singulares obras maestras, está el candelabro de siete brazos de oro macizo, de cerca de 70 kilos de peso, y la mesa de los panes de la proposición, de mayor peso aún. También el Sancta-Sancto-rum estaba recubierto de oro. Tan grande debió de ser la riqueza del templo, junto con la de las familias sacerdotales de Je-rusalén, que después de la conquista de la ciudad el precio del oro bajó a la mitad en toda la provincia de Siria (Josefo, Bell VI,6,1). Todo ello acabó cuando Jerusalén fue des-truida por Tito (70 d.C.) a quien el sacerdote Jesús y el tesorero Fineas hicieron entrega del Tesoro.

Page 8: Introducción 2: Anexo 1 El REINO que ISRAEL ESPERABA · das las demás naciones. «Los príncipes extranjeros serían sus jard- i neros, las princesas sus siervas... Multitudes de

Introducción 2: Anexo 1

8

B - Los fariseos (clase dirigente, poder espiritual) Integristas(1) moderados que no ocultaban su odio a los romanos, y se dedicaban a la práctica de la religión, pensando que con eso acelerarían la llegada del reinado de Dios, pero no hacían nada por mejorar la situación social injusta de la que ellos eran también culpables y en la que mantenían una posición de privilegio. Se imaginaban que, si eran fieles a la ley religiosa, Dios intervendría en su momento con una especie de golpe de Estado, sin colaboración humana alguna. ______________________________________

• Eran la aristocracia de Israel, miembros de las familias más ricas Los fa-riseos anhelaban la llegada del reinado de Dios, pero consideraban que este hecho se produciría por exclusiva acción divina. Su idea de la tras-cendencia divina, que excavaba un abismo entre Dios y el hombre, les impedía concebir que tocaba al hombre cooperar en la llegada del Re-ino. Para ellos, la única tarea del hombre era la minuciosa obser-vancia de la Ley, pensando que esto aceleraría la acción exclusiva-mente divina. Ante los acuciantes problemas sociales de su tiempo no tenían propuesta que hacer. Sólo recomendaban el estudio de la Ley, la piedad individual y la absoluta sumisión a DiosLlegaron a decir que si todos observasen perfectamente un sólo sábado (precepto que compendiaba la Ley) el Mesías llegaría inmediatamente. Puede caracterizarse esta tendencia como un espiritualismo de-voto sin compromiso alguno con la realidad social.

.

• Aunque estaban en profundo desacuerdo con el sacerdocio dirigente, los fariseos no habían roto con la institución religiosa; asistían al templo y al culto. Concebían el reinado de Dios como una restauración purifica- (1) Integrista = el creyente que, apoyándose en la tradición, rechaza todo tipo de evolu-

ción.

Page 9: Introducción 2: Anexo 1 El REINO que ISRAEL ESPERABA · das las demás naciones. «Los príncipes extranjeros serían sus jard- i neros, las princesas sus siervas... Multitudes de

Introducción 2: Anexo 1

9

dora de las instituciones tradicionales. Por otra parte, un sector del mo-vimiento fariseo, el grupo de los letrados, formaba parte del Consejo su-premo o Sanedrín y, con ello, participaban en el poder político y reli-gioso. Por su fama de santidad tenían, además, un enorme influjo sobre el pueblo, que respetaba a los letrados como a maestros.

• En los evangelios, el enfrentamiento de Jesús con los fariseos y le-trados es continuo. Jesús les echa en cara el ideal que se han propuesto, la perfecta ob-

servancia de la Ley, llevada hasta el absurdo con sus interpreta-ciones. Esta pretensión los lleva al engreimiento y a buscar la fama de santidad que les permite dominar y explotar al pueblo (Mt 6,2.5.16; Mc 12.28-40). Por otra parte, desemboca en muchos casos en la hipocresía (Mt 15,7; 23,25).

También denuncia Jesús su falta de compromiso: son ellos quie-nes filtran el mosquito y se tragan el camello, es decir, los que pagan religiosamente el diezmo del comino, pero se despreocupan de la justicia y del derecho (Mt 23,23).

Desprecian al pueblo que no conoce la Ley ni puede dedicarse a una observancia tan absorbente (Jn 7,49); pero, además, Jesús de-nuncia que la ideología que propugnan, centrando al hombre en complacer a Dios por la minucia continua, le quita toda libertad e iniciativa, reduciéndolo a un estado de invalidez humana (Mc 3,1-7a).

El ideal fariseo de un reino de Dios fundado en la perfecta observan-cia de la Ley, impuesta por el Mesías-maestro, es el que Juan refuta en su evangelio en la escena de Nicodemo (Jn 3,1-12). Para Jesús, no es la imposición externa de normas las que construyen una sociedad nueva, sino la existencia del hombre nuevo, movido por el Espíritu (Jn 3,3).

• Es instructivo poner en contraste el programa de Jesús con el de los fa-riseos, sus continuos adversarios: Frente a una Ley que programa la vida, Jesús da al hombre plena li-

bertad. No se trata ya de obedecer a Dios, sino de ser como él (Mt 5,48), secundando el impulso del Espíritu que él comunica y que identifica con él.

Page 10: Introducción 2: Anexo 1 El REINO que ISRAEL ESPERABA · das las demás naciones. «Los príncipes extranjeros serían sus jard- i neros, las princesas sus siervas... Multitudes de

Introducción 2: Anexo 1

10

Por otra parte, la fidelidad a Dios no se expresa con la observancia minuciosa de un código de preceptos, sino con el amor de obra a los demás. Este amor ha de ser universal, sin establecer discrimi-naciones (Mt 5,43-48).

Este binomio, libertad y amor, caracteriza al seguidor de Jesús; ex-presa la libertad responsable, por la que el hombre, dueño de su propia vida, la entrega para el bien de los demás.

• Nunca invita Jesús a un fariseo a ser discípulo suyo. El fariseo, es-clavo de la Ley, no conoce ni desea la libertad y, absorto en su empeño de ser fiel a Dios, olvida la fidelidad a los hombres.

1. ¿Pienso que este mundo no tiene remedio y, puesto que nada puedo hacer

para cambiarlo, debo preocuparme sólo de salvar mi alma sin compromiso alguno con la realidad social?

2. ¿Soy uno de esos creyentes que, muy apegados a las costumbres y a las tradiciones, rechazan toda renovación y cambio?

3. Por mi manera de pensar y actuar, ¿estoy más cerca de los fariseos o de Jesús?

4. ¿Creo, como los fariseos, que Dios ama a los buenos y los premia, detesta a los malos y los castiga? ¿O creo, como Jesús, que ofrece a todos su vida y su amor independientemente de su conducta y de su respuesta, sin tomar en cuenta su condición moral, social, religiosa o sexual?

5. ¿Dios sigue siendo para mí el soberano todopoderoso cuyos mandamien-tos debo obedecer so pena de castigo eterno, o estoy aprendiendo a ver en él al Padre que sólo quiere que crezca la vida que me comunica para que yo me parezca cada vez más a él?

6. ¿Entiendo mi religión como un “cumplir con Dios” (rezos, misas, sacra-mentos) o procurar el bien al prójimo?

7. El pecado, para los fariseos, consistía en la transgresión de la voluntad di-vina expresada en los mandamientos y preceptos de la ley de Moisés. Para Jesús, pecar es frustrar o impedir, de la manera que sea, la realización del designio divino que es la plenitud humana. ¿Qué es el pecado para mí?

8. ¿Peco más como opresor (privando a los demás de vida y libertad) o como oprimido

9. ¿Mi conducta está determinada por mis impulsos y deseos (el “ello” freu-diano), por las normas de la sociedad en que vivo (el “super-yo”) o por el Espíritu-Amor de Cristo Jesús (el que realiza mi verdadero “yo”)?

(dejando que los demás me priven de libertad y vida a mí)?

Page 11: Introducción 2: Anexo 1 El REINO que ISRAEL ESPERABA · das las demás naciones. «Los príncipes extranjeros serían sus jard- i neros, las princesas sus siervas... Multitudes de

Introducción 2: Anexo 1

11

10. ¿Tengo experiencia de curación interior y liberación del pecado por la fe en el Amor del Padre que Jesús me comunica?

11. ¿Qué era lo más chocante en la conducta de Jesús, para los maestros de la ley y los fariseos?

12. ¿Qué era lo peor en la conducta de ellos, para Jesús?

13. ¿A quiénes se aplican hoy los reproches de Jesús a los fariseos? ¿Cuáles se aplican a mí?

14. ¿Cuáles son las formas de hipocresía religiosa más frecuentes en nuestro medio? (Explicar con ejemplos.)

“Sí, señor, soy ya un poco cristiano porque sé mentir un po-co; un día sabré mentir mucho, y entonces seré muy cristia-no.” (Un indígena al P. Bartolomé de Las Casas que le preguntaba si era cristiano)

Page 12: Introducción 2: Anexo 1 El REINO que ISRAEL ESPERABA · das las demás naciones. «Los príncipes extranjeros serían sus jard- i neros, las princesas sus siervas... Multitudes de

Introducción 2: Anexo 1

12

C - LOS ESENIOS (Secta integrista extrema)

Aguardaban el reinado de Dios como los fariseos, sin ocuparse de nada que estuviera fuera de su círculo de elegidos. _____________________________________________

• Constituían una secta fanática y exclusivista y sus miembros se conside-raban los únicos constitu-yentes del verdadero Is-rael. Habían roto por completo con la institución religiosa, pues considera-ban ilegítimo el sumo sa-cerdocio existente. Vivían separados, en el desierto o en las ciudades; tenían sus propios ritos de inicia-ción y pronunciaban te-rribles juramentos de guardar en secreto lo que concernía a la secta.

Excavaciones del monasterio de Qumrán, centro del esenismo, a 1 km del Mar Muerto

En las excavaciones se han encontrado los tinteros con restos de la tinta que usaban y las pilas para el agua con que purificarse los dedos todas las veces que iban a escribir el nombre de Dios.

Los miembros de la comunidad se tur-naban día y noche para copiar inin-terrumpidamente las Escrituras.

Page 13: Introducción 2: Anexo 1 El REINO que ISRAEL ESPERABA · das las demás naciones. «Los príncipes extranjeros serían sus jard- i neros, las princesas sus siervas... Multitudes de

Introducción 2: Anexo 1

13

• Esperaban la llegada de un Ungido de Aarón, es decir, de un nuevo su-mo sacerdote, y de un Ungido de David, es decir, el mesías guerrero. Un conflicto final daría la victoria a los hijos de la luz sobre los de las ti-nieblas, que eran todos excepto ellos mismos.

• En la época de Jesús no estaban comprometidos social ni políticamente, pero en años posteriores y, en particular, al acercarse la guerra contra Roma, fueron ganados por el espíritu zelota.

• El grupo de los esenios no se nombra en los evangelios. El dicho que aparece en Mt 5,43: «Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo», es típicamente esenio. Jesús lo desautoriza totalmente, mostrando que es contrario al ser del Dios verdadero.

Gruta a medio km. del monasterio ese-nio. Allí, en 1947, un joven beduino, al perseguir una cabra extraviada entre las rocas, descubrió por casualidad unos manuscritos de su biblioteca. Los mon-jes habían logrado esconderla, en esa y otras grutas, durante la guerra contra Roma, antes que la décima legión al mando de Vespasiano destruyera el monasterio, el año 68 de nuestra era.

Page 14: Introducción 2: Anexo 1 El REINO que ISRAEL ESPERABA · das las demás naciones. «Los príncipes extranjeros serían sus jard- i neros, las princesas sus siervas... Multitudes de

Introducción 2: Anexo 1

14

En la espiritualidad cristiana oración y compromiso son inseparables

La espiritualidad cristiana es la vida que se deja llevar por el Espíritu de Dios. El Espíritu impulsa a la oración y a la experiencia religiosa por una parte, y a la lucha por la causa del Reino de Dios, por otra. Ninguna de estas dos dimensiones debe faltar.

Una espiritualidad desprestigiada Lo que ocurre, a veces, es que la pre-sencia y la acción del Espíritu se con-funde y se la limita a lo puramente “espi-ritual”, es decir a la oración, la celebra-ción litúrgica, la experiencia íntima en el secreto del alma... y el consiguiente ale-jamiento del mundo y de sus preocu-paciones. Esto es lo que pasa en ciertos ambien-tes religiosos, en algunas comunidades carismáticas y en no pocas personas que se distinguen más por su buena vo-luntad que por su lucidez cristiana. Los que piensan y actúan de esta ma-nera, con la mejor voluntad del mundo,

lo que hacen en realidad es despresti-giar la espiritualidad. La convierten en característica de gente apocada y asustadiza, gente muy místi-ca pero muy inútil, incapaz de acometer algo serio en la vida. Y entonces, el Espíritu se utiliza para camuflar el raqui-tismo y la miseria de los que no son ca-paces de enfrentarse con la vida. Este tipo de personas ha entrado, a veces, en los conventos y en los seminarios; o han pululado en determinadas organi-zaciones piadosas.

La espiritualidad auténtica Frente a semejantes desviaciones, tiene que quedar muy en claro que el Espíritu de Dios, tal como aparece en los diver-sos escritos del NT, es ante todo y so-bre todo Espíritu de profecía y de auda-

cia. Es el Espíritu que inspiró e impulsó a los profetas de Israel; el que se comu-nicó a Jesús y le llevó derechamente al enfrentamiento con los poderes malig-nos del mundo; el que Dios dio a los

Anoto lo más significativo para mí en el texto siguiente.

Page 15: Introducción 2: Anexo 1 El REINO que ISRAEL ESPERABA · das las demás naciones. «Los príncipes extranjeros serían sus jard- i neros, las princesas sus siervas... Multitudes de

Introducción 2: Anexo 1

15

primeros apóstoles y a las primeras co-munidades cristianas para que anuncia-

ran el evangelio con audacia, valentía y libertad.

Oración y compromiso son inseparables «¿Por qué el compromiso profético y el espíritu de oración tienen que ir siempre juntos, como ocurrió en el caso de Jesús, que fue profeta de Dios y hombre de profunda oración? Cuando una persona o una comunidad experimentan la verdad de Dios, expe-rimentan por eso y al mismo tiempo, el dolor del mundo. Y ante tanto dolor y tanto sufrimiento, no se pueden callar ni estarse quietos. Así surgen los profetas, sus compromisos y sus conflictos. Pero al mismo tiempo, el individuo o la comunidad que se enfrentan derecha-

mente con el dolor del mundo, experi-mentan la impotencia para remediar tan-to sufrimiento y tanta injusticia. Y enton-ces surge necesariamente la necesidad del recurso a Dios, en la oración prolon-gada y acuciante. Compromiso y oración se unifican en-tonces, se apoyan y se exigen mutua-mente, de tal manera que lo uno lleva a lo otro, sin tensión ni exclusivismo, sino como la cosa más natural del mundo.» (J. M. CASTILLO, Espiritualidad para comunidades, 173-176).

Page 16: Introducción 2: Anexo 1 El REINO que ISRAEL ESPERABA · das las demás naciones. «Los príncipes extranjeros serían sus jard- i neros, las princesas sus siervas... Multitudes de

Introducción 2: Anexo 1

16

D – LOS NACIONALISTAS ZELOTAS (reformistas radicales,

pertenecientes a la clase oprimida) Esperaban el reinado de Dios, pero no se cruzaban de brazos como los fariseos, sino que pretendían hacer una revolución violenta, cuyo primer objetivo sería liberar a Israel del dominio romano. La revolución debía ser al mismo tiempo social, para mejorar la suerte de los pobres, y política, eliminando a los dirigentes indignos. ________________________________________

• Del movimiento fariseo derivó, por lo que parece, el grupo de los zelotas.

También fanáticos de la Ley, no se conformaban con la inactividad de los fariseos; pensaban que había que colaborar en la llegada del Reino, tan-to en la liberación del yugo extranjero como en la reforma de las insti-tuciones. Nutrían así por una parte un odio implacable contra el invasor y pensaban encontrar la solución en una sublevación armada que sería apoyada por Dios. Respecto a la situación interior de la nación, eran muy sensibles a la in-justicia social y propugnaban un reformismo violento, acusando a las autoridades de colaboracionismo con el poder romano.

• La situación de hambre y falta de trabajo que se padecía sobre todo en Galilea, donde predominaba el latifundio, hacía que encontrasen eco en las multitudes de miserables que carecían de medios para subsistir. Naturalmente, tampoco los zelotas discutían la legitimidad de las institu-ciones ni la diferencia de clases dentro de la sociedad. Pretendían que mandasen «los buenos», es decir, los que coincidían con sus ideas. NOTA: Los zelotas fueron los principales responsables de la gran insurrección

de los años 66-70, en los cuales su fanatismo llegó al paroxismo. Los que se libraron de la muerte cuando el sitio y la toma de Jerusalén, se reagruparon en el desierto de Judá, en las cercanías del Mar Muerto, para ofrecer una extrema, heroica y desesperada resistencia en la fa-mosa fortaleza de Masada. Para no caer vivos en manos de los roma-nos, los insurrectos y sus familias -unas 900 personas- se degollaron

Page 17: Introducción 2: Anexo 1 El REINO que ISRAEL ESPERABA · das las demás naciones. «Los príncipes extranjeros serían sus jard- i neros, las princesas sus siervas... Multitudes de

Introducción 2: Anexo 1

17

mutuamente, cuando ya no les fue posible impedir la ocupación de la plaza fuerte. Habían logrado resistir cerca de dos años. El estado de Israel ha convertido ese sitio en monumento nacional. Es ahí donde los cadetes del ejército israelí juran defender su tierra hasta la muerte. Una nueva y última insurrección estalló 45 años después, bajo el rei-nado de Adriano (117-138). Simón Bar Kokeba (“el hijo de la estrella”), reconocido como Mesías por muchos y apoyado por el rabino Akiba, fue el animador del movimiento de liberación de Israel. Fue el último le-vantamiento de un partido cuyos miembros habían preferido siempre morir antes que someterse. A partir de entonces, el judaísmo posterior fue prácticamente fariseo.

• Varios autores han querido hacer de Jesús un zelota, pretendiendo leer entre líneas el relato evangélico. Esta pretensión contradice, sin em-bargo, todo lo que explícitamente han dejado escrito los evangelistas. Para Jesús, el uso de la violencia no ofrece solución. Además de

condenarla en la esfera individual (Mt 5,38-42; Lc 6,29s), tampoco la acepta como medio para instaurar la sociedad nueva. Ésta no llegará a través del cambio de los cuadros dirigentes ni tampoco mediante el cambio de estructuras

La solución de los zelotas, basada en la lucha violenta por el cambio social, lleva al fracaso, pues,

.

si no cambian los hombres, la reforma

Page 18: Introducción 2: Anexo 1 El REINO que ISRAEL ESPERABA · das las demás naciones. «Los príncipes extranjeros serían sus jard- i neros, las princesas sus siervas... Multitudes de

Introducción 2: Anexo 1

18

caerá en los vicios del sistema anterior.

Usar los medios violentos del sistema significa compartir sus falsos valores. La nueva sociedad no puede basarse sobre la coacción, sino sobre la libertad de opción. El uso de la violencia muestra que aún no existe el hombre nuevo.

Solamente la existencia de una nueva clase de hombre, el que ha renunciado a la ambición y a la revancha, permitirá la llegada de una sociedad justa.

Las soluciones no vienen de fuera adentro, sino de dentro afuera. Jesús no pretende una reforma de las instituciones; las declara todas caducadas (Mc 2,22: «a vino nuevo, odres nuevos»), incluida la Ley (Mc 2,28).

Toca a los hombres nuevos ir encontrando en cada época la organización social que exprese la nueva realidad y las nuevas relaciones humanas.

NOTA: Numerosos son los pasajes de los evangelios donde se alude a la

inutilidad de la violencia zelota y al rechazo que de ella hace Jesús. A veces, se le ofrece que acepte el papel de líder popular, para lle-

var a cabo la empresa. Así lo propone Marcos en la sinagoga de Cafarnaún, donde el poseído por un espíritu inmundo, figura del se-cuaz fanático de una ideología, lo proclama «el Consagrado por Dios», esperando que, en vez de derribar la ideología nacionalista del sistema judío, la haga suya y se erija en liberador nacional (Mc 1,24)

Las multitudes judías y paganas, marginadas y abandonadas, creen ver en él al líder esperado (Mc 3,11s).

Otras veces los evangelistas utilizan imágenes, sobre todo la del agua (=éxodo violento de Moisés, con destrucción de los enemigos) y la del fuego (= celo ardiente y violento de Elías contra la monar-quía corrompida). Así, en el episodio del paralítico de Juan (Jn 1-18), la agitación del agua en la piscina representa la rebelión vio-lenta que anhela el pueblo reducido a la impotencia (Jn 5,7). Jesús no secunda ese deseo, pero ofrece al hombre fuerza y libertad, rompiendo con la institución que lo sometía (Jn 5,8s.). El niño en-demoniado y epiléptico se veía forzado por el mal espíritu a tirarse al fuego o al agua (se unen aquí ambas figuras), lo que causaría su destrucción (Mc 9,22).

Page 19: Introducción 2: Anexo 1 El REINO que ISRAEL ESPERABA · das las demás naciones. «Los príncipes extranjeros serían sus jard- i neros, las princesas sus siervas... Multitudes de

Introducción 2: Anexo 1

19

La escena de Getsemaní, donde un discípulo saca el machete y ataca al siervo del sumo sacerdote (Mt 26,51), representante en la escena de la más alta jerarquía del judaísmo, expresa el espíritu reformista violento que poseía al grupo de discípulos. Jesús le ordena renunciar a la resistencia (Mt 26,52).

• En cuanto a la otra característica de los zelotas, el odio a los romanos invasores y el deseo de revancha, nada más opuesto al espíritu de Jesús. Él, que proclama y practica el amor y la fraternidad universal de hombres y pueblos, no puede querer la ruina de los romanos, ni la ven-ganza contra ellos (cf. Mt 8,5-13). Por eso no arenga a la rebelión ar-mada, sino que enseña el amor a los enemigos (Mt 5,44 - Ver el diálogo entre Jesús y Barrabás en la película “Jesús de Nazaret” de F. Zeffirelli).

Para él, las naciones paganas son, como la judía, pue-blos oprimidos por minorías dirigentes (Mc 10,42). La labor de todos los que siguen a Jesús, también de los discípulos de origen judío, es ponerse al servicio de esos oprimidos de toda raza para rescatarlos de su esclavitud (Mc 10,45).

• Mientras que nunca Jesús invitó a un fariseo a ser discípulo suyo, en los tres evangelios sinópticos se nota expresamente que hay un zelota en el grupo de los Doce (Mt 10,4; Mc 3,18; Lc 6,15). Esta respuesta de los zelotas al anuncio del reinado de Dios se explica porque ellos eran sen-sibles a la injusticia social y querían ponerle remedio, aunque equivoca-damente lo buscasen en la reforma violenta, dentro de un espíritu nacio-nalista exaltado.

1. Películas para comentar: a. ‘JESUS’ (R.Young): Jesús, los zelotas y Barrabás; Judas y dos

zelotas en la entrada a Jerusalén; Judas y Jesús en la última cena.

b. ‘JESÚS de NAZARET’ (Zeffirelli): diálogo entre Jesús y Ba-rrabás.

c. ‘LA MISIÓN’: el diálogo entre el P. Gabriel y Rodrigo, cuando éste y los demás jesuitas optan por defender a los indios con las armas.

d. ‘ROMERO’: el diálogo entre Mons. Romero y el cura con una metralleta.

2. ¿Se justifica en algún caso el uso de la violencia? ¿Qué pensar de las cruzadas, de los cristeros mejicanos (1923) y de los curas guerrilleros de los años 70?

Page 20: Introducción 2: Anexo 1 El REINO que ISRAEL ESPERABA · das las demás naciones. «Los príncipes extranjeros serían sus jard- i neros, las princesas sus siervas... Multitudes de

Introducción 2: Anexo 1

20

3. Comentar: ‘ORO, ALMAS Y PÓLVORA’: Un círculo cuadrado: evangelio a la fuerza” pgs. 3-8 y 15

4. El racismo, la xenofobia, el fanatismo político-religioso, el nacio-nalismo, el sectarismo, ¿están en las antípodas del proyecto de Jesús? ¿Por qué?

¿Qué obstáculos encuentro dentro y fuera de mí, que me impiden res-ponder al mensaje de Jesús y seguirlo en la realización de su proyecto?

¿Quiénes no respondieron al mensaje de Jesús?

• Los causantes de la injusticia (como las clases dirigentes).

• Los indiferentes a ella (como los que seguían las doctrinas fariseas o esenias).

Las clases dirigentes eran, por tanto, o bien co-laboracionistas (saduceos) o bien espiritualis-tas inactivos (fariseos) que, aunque odiaban al régimen romano, no ponían en verdadero peli-gro su estabilidad.

Denominador común a todos los partidos era la creencia en la validez de las instituciones y en el privilegio de Israel; pero la jerarquía sadu-cea, colaboracionista con los romanos, era considerada indigna por los demás partidos.

También la denuncia profética había sido re-formista: la justicia que ellos exigían en nom-bre de Dios respetaba en fin de cuentas las instituciones transmitidas.

Page 21: Introducción 2: Anexo 1 El REINO que ISRAEL ESPERABA · das las demás naciones. «Los príncipes extranjeros serían sus jard- i neros, las princesas sus siervas... Multitudes de

Introducción 2: Anexo 1

21

E – El pueblo, despreciado y descuidado por los dirigentes, sin finalidad ni orientación en la vida (Mt 9,36: «maltrechos y abatidos como ovejas sin pastor»), simpatizaba con el partido nacionalista; y, perdida toda esperanza de justicia por parte de las clases dominantes, fácilmente se adhería a la violencia. _____________________________________________

• En la organización económica de Palestina existían prácticamente sólo

dos clases sociales: los pobres, en su mayoría gente de campo, y los propietarios o clase pudiente. No existía una clase media digna de men-ción, los artesanos pertenecían también a la clase humilde. Dada la distancia entre las dos clases y la falta de estados interme-

dios, no existía para los pobres esperanza de promoción humana ni tenían medios para cambiar su situación, dependiendo siempre de la voluntad de los poderosos.

El pobre del AT era, por tanto, al mismo tiempo el oprimido, el que ansiaba justicia, el que en casos extremos recurría a la violencia, úni-co modo de aliviar su situación, aunque fuera de momento.

En la última época del AT aparece entre estos pobres una tendencia, «los pobres de Yahvé», que, desesperando de toda ayuda humana, ponían su confianza en Dios, único capaz de hacerles justicia y de sacarlos de su miseria. De hecho, hasta la época de Jesús, aquella justicia no había llegado nunca.

• Desde el principio de la actividad de Jesús, el pueblo oprimido había mostrado su simpatía por él y había gozado con su crítica a los dirigentes (Mt 12,37). Su mensaje produjo un entusiasmo de tales proporciones que, a veces, rozan la exageración: ‘Su fama se extendió enseguida por todas partes, llegando a toda la comarca circundante de Galilea’ (Mc 1,28; Mt 9,26; Lc 4,14) También de Judea y Jerusalén, de Idumea y Transjordania y de las cercanías de Tiro y Sidon, mucha gente, enterán-dose de las cosas que hacía, acudió a él” (Mc 3,8). “Se hablaba de él en toda Siria...’ (Mt 4,23-25).

Page 22: Introducción 2: Anexo 1 El REINO que ISRAEL ESPERABA · das las demás naciones. «Los príncipes extranjeros serían sus jard- i neros, las princesas sus siervas... Multitudes de

Introducción 2: Anexo 1

22

El pueblo y las multitudes en general permanecieron fieles a Jesús hasta el final. Hasta el último momento había estado a favor de él; pero al ver que se había dejado prender sin resistencia y que a la fuerza de la ins-titución no oponía otra mayor, abandonó su causa y, para congraciarse con los dirigentes, sus opresores, pidió a gritos la muerte de Jesús (Mc 15,13s). Entre la seguridad que ofrecía la solidez del sistema injusto y el riesgo que implicaba la oposición a él, había elegido la primera. En el fondo, se trataba de optar entre una institución poderosa y la debilidad de quien se enfrentaba a ella sin otras armas que la verdad y el amor.

¿Yo también, alguna vez, por miedo a los que tienen dinero y poder me puse del lado de ellos, traicionando la causa de Jesús, que es la causa de los débiles y pobres?