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INTRODUCCIÓN La "Prosecución del Azul”, no es una frase mía, sino de Ambroise, uno de los personajes principales de la novela “Las Cometas”, de Romain Gary. En esta obra que transcurre durante la 2ª Guerra Mundial, las cometas se enarbolan como símbolo de la resistencia francesa y la libertad. Ambroise no empuñaba armas, pero sí construía cometas que luego remontaba en busca del “azul” del cielo. Cada vez que se elevaba una de ellas en “prosecución del azul”, él soñaba y creía firmemente que algún día la guerra culminaría y llegaría la paz tan anhelada. Las cometas subían, acariciadas por el viento que las remontaba más y más cerca del cielo y sin embargo, Ambroise se cuestionaba por qué debían estar sujetas por hilos que luego las traían de vuelta, las sujetaban y en cierto sentido, las privaban de ser libres del todo. Eran manejadas siempre por alguien que buscaba, por un lado, cuidarlas de que no se dañen, de buscar la mejor corriente de viento para que de esa manera alcanzasen mayores alturas, pero contradictoriamente, les impedía seguir su curso libre. De la misma manera, y realizando una transpolación literaria, he retomado esta frase “la prosecución del azul” como título de mi libro como símbolo de la búsqueda de la libertad y el posible diálogo con los “hilos” que nos impiden alcanzarla, que simbolizan a su vez nuestras limitaciones, experiencias del pasado, complejos, traumas, o cualquier cosa que nos trabe,

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Page 1: INTRODUCCIÓN€¦ · esquivar la muerte una y otra vez, a adquirir habilidades que antes no tenían y usarlas en su provecho. Tanto Edgar como Juan reconstruyeron sus vidas en la

INTRODUCCIÓN

La "Prosecución del Azul”, no es una frase mía, sino de Ambroise, uno de los personajes

principales de la novela “Las Cometas”, de Romain Gary. En esta obra que transcurre durante

la 2ª Guerra Mundial, las cometas se enarbolan como símbolo de la resistencia francesa y la

libertad. Ambroise no empuñaba armas, pero sí construía cometas que luego remontaba en

busca del “azul” del cielo. Cada vez que se elevaba una de ellas en “prosecución del azul”, él

soñaba y creía firmemente que algún día la guerra culminaría y llegaría la paz tan anhelada.

Las cometas subían, acariciadas por el viento que las remontaba más y más cerca del cielo y

sin embargo, Ambroise se cuestionaba por qué debían estar sujetas por hilos que luego las

traían de vuelta, las sujetaban y en cierto sentido, las privaban de ser libres del todo. Eran

manejadas siempre por alguien que buscaba, por un lado, cuidarlas de que no se dañen, de

buscar la mejor corriente de viento para que de esa manera alcanzasen mayores alturas, pero

contradictoriamente, les impedía seguir su curso libre.

De la misma manera, y realizando una transpolación literaria, he retomado esta frase “la

prosecución del azul” como título de mi libro como símbolo de la búsqueda de la libertad y el

posible diálogo con los “hilos” que nos impiden alcanzarla, que simbolizan a su vez nuestras

limitaciones, experiencias del pasado, complejos, traumas, o cualquier cosa que nos trabe,

Page 2: INTRODUCCIÓN€¦ · esquivar la muerte una y otra vez, a adquirir habilidades que antes no tenían y usarlas en su provecho. Tanto Edgar como Juan reconstruyeron sus vidas en la

haga patinar, o directamente anule alguna

posibilidad de alcanzar nuestras metas, o

nuevas metas, o metas jamás aunque sea,

imaginadas.

Esta frase se encuentra en el prólogo de mi

tesis de licenciatura en letras, en la cual

analizo los testimonios autobiográficos de

dos sobrevivientes de la shoah (Holocausto)

que luego de haber logrado resistir y

sobrevivir hasta el final de la 2ª Guerra

Mundial emigraron a la Argentina para

recomenzar sus vidas, ya que la guerra se

llevó consigo la vida de la mayoría de sus

familiares y pertenencias. Los visité en sus

hogares y grabé sus experiencias.

Dos cosas noté que tenían en común Edgar Wildfeuer y Juan Lichtig (los sobrevivientes entrevistados):

instinto de supervivencia (durante la guerra), y

deseos de escribir sus memorias

Cuando les pregunté por qué motivo escribieron sus testimonios, con todo lo que ello implica, como por ejemplo volver a revivir esas experiencias, lo que conlleva dolor, emoción y llanto, ellos me respondieron:

“…lo hacemos por los seis millones que no pudieron sobrevivir, y para que esto nunca más vuelva a suceder”

Miles, millones murieron despacito, poco a poco, porque era tal la tristeza, la desesperanza, los deseos de morir y parar esa locura que les había tocado vivir, que simplemente se entregaron a la muerte, harapos vivientes, macilentos, apaleados, explotados, muertos de frío y hambre.

Tanto Edgar como Juan experimentaron depresión, pero la pelearon y siguieron adelante. Edgar llegó a un punto en el cual ya deseaba morirse y estaba por hacerlo, pero sus propios camaradas de habitación e inclusive guardias nazis que tenían empatía para con los judíos lo reconvinieron, lo retaron y hasta lo sacudieron para que no lo hiciera.

Con absolutamente todo en contra, contra todos los pronósticos y con un hilito de fuerzas y esperanza, miles de judíos lograron sobrevivir al genocidio jamás perpetrado en nuestro planeta, y si algún motivo hay para ello, es por el instinto de superviviencia que los motivó a esquivar la muerte una y otra vez, a adquirir habilidades que antes no tenían y usarlas en su provecho.

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Tanto Edgar como Juan reconstruyeron sus vidas en la Argentina, rearmaron su familia, ya que habían perdido las suyas en el Holocausto, y lograron encontrar trabajo, lo cual les implicó a ambos encontrar y construir estabilidad emocional y económica.

Al comienzo de mi tesis se lee: Al optar por el presente tema de investigación, vinieron a mi mente conceptos que la profesora de hermenéutica, quien afirmaba en cuanto a la elección de los temas de investigación de monografías o tesis, que cuando elegíamos por tal o cual objeto de análisis, en realidad nos poníamos en contacto con cuestiones internas que tienen que ver con nuestra experiencia personal. Y cuánta razón tenía.

Al elegir las memorias de sobrevivientes de la Shoah e investigar cómo se construyen ellos mismos como narradores 50 o 60 años después de lo ocurrido, en realidad también estoy indagando cómo se relacionan ellos con su pasado, con sus recuerdos, con su niñez y adolescencia antes de ser truncada por la guerra.

Creo que como personas todos tenemos un pasado con el cual nos relacionamos, bien o mal. A veces, cuando ese pasado presenta heridas aún no resueltas, se transforma entonces en un látigo, en un azote mental que nos hiere, haciendo que en realidad nos exiliemos dentro de nosotros mismos y no podamos vivir una vida de libertad y plenitud.

Al indagar e investigar las memorias de Juan Simón Lichtig y Edgar Marek Wildfeuer desde el punto de vista discursivo, también estoy descubriendo cómo se relacionan ellos con su pasado. Y creo también que asimismo estoy indagando cómo me relaciono yo con mi propio pasado.

Creo que, aunque no todos pasamos por la experiencia de la Shoah, muchas personas conviven con un pequeño Auschwitz interior, ya que, en mayor o menor grado, las personas conservan algún hecho de supremo dolor con el cual se relacionan.

En relación a este tema, (sigue el prólogo de mi tesis), he elegido una pintura del artista plástico Néstor Villar Errecart y una cita del libro “Las Cometas”, de Romain Gary, las cuales hacen referencia a la libertad y su búsqueda, como también la necesidad de hablar, como medio de explorar el sentido de las cosas que nos suceden a todos los seres humanos. El pintor Errecart ha querido expresar en esta obra las ataduras que nos impiden ser verdaderamente libres. En contacto con el pintor marplatense en virtud de este tema, me escribió:

“Estimado Marcelo …

“La pintura a que haces referencia, es todo lo contrario de la libertad, me he sentido muchas veces, un barrilete amarrado a alguien o a algo y sin tener la libertad de ser libre, valga lo redundante de la frase. Hoy he cortado varios hilos, y casi te diría, que vuelo muy a gusto, un abrazo y que todo vaya muy bien con tus cosas y volá … cordialmente”

Juan Lichtig y Edgar Wildfeuer han enfrentado su pasado, esa experiencia de dolor supremo como lo fue la Shoah. Han escrito sus memorias, las han publicado y dan su testimonio personal para demostrar que todos podemos relacionarnos con nuestro pasado, darle un nuevo sentido y resolverlo de alguna manera.

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Ellos lo han hecho. Sin olvidar lo que les tocó atravesar, han reconstruido sus vidas y se dedican en el presente a testimoniar (Juan ya no está con nosotros), advirtiendo a la sociedad de que eventos tan inhumanos como lo fue la Shoah pueden evitarse o no repetirse.

Si ellos pudieron hacerlo, creo que cualquier persona también puede enfrentarse a su pasado y reconstruirlo. Al enfrentarlo y dialogar con él, seguramente podremos darle un nuevo valor, un nuevo sentido.

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Hola!, mi nombre es Marcelo Finuchi,

y decidí escribir este libro con

la intención de contar mi experiencia

como sujeto que padeció depresión,

mi testimonio de lo que es haber

enfrentado y superado un de los

flagelos mentales más agudos,

complicadas, dolorosas y a la vez en

Con ella llegan la enajenación del

sujeto, la despersonalización, la

tristeza, los problemas, y la infinita

soledad del ser ante los avances de

las ciudades como masas donde el

hombre es apenas uno más entre la multitud.

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Es un padecimiento a tener muy en cuenta, porque si no se lo trata a tiempo y en

forma adecuada, no solo el individuo puede ver su vida arruinada, sino que

también puede llegar a un intento de suicidio, o directamente el suicidio. La

Organización Mundial de la Salud (ONU), confirma estos alarmantes datos.

Libros acerca de la depresión hay muchos, pero libros que relaten la experiencia

desde el punto de vista de un paciente no conozco demasiados, y es mi intención

compartir mi caso con vos para que de alguna manera sirva y no se vuelva a

repetir en otras vidas. No será un libro de fácil lectura, no es un trámite, no es una

columna de chistes, ni siquiera es anecdótico, ni un ensayo literario, es un

testimonio real donde hay muchas tristezas, fracaso y dolor.

Este libro y el blog que publiqué no son ni fruto de la casualidad, ni un tiro al

blanco solamente por participar, ni probar a ver qué pasa. No, tuve que tomar una

decisión: contar todo (bueno, casi todo) lo que me pasó y enforma detallada. Así lo

entiendo, creo que es mi misión: contar, hablar, para que "EL SILENCIO NO HABLE

MÁS FUERTE..."

Yo, a mis 41 años, más o menos la mitad de la vida, tuve que parar y reflexionar

un poco acerca de mi vida, porque no podía ser que me fuera tan mal. ¡Me había

cansado de perder!, repodrido de fracasar en casi todo lo que había hecho o

intentado hacer!, ¡me había hartado de ser el descartado, el aplazado, el vencido,

el que pide misericordia, el que siempre llega tarde! ¿Así son las cosas?, me

preguntaba, ¡no podía ser!

Hay que tener lucidez en esos momentos y la serenidad necesaria para no dejarse

llevar por la inmediatez de las circunstancias, porque en ese tipo de contexto todo

es complicado, complejo, hay apuro y desesperación, hay muchísima presión, y

parar para ver qué está pasando pareciera ser algo antinatural.

Me di cuenta de que estaba siendo agredido, golpeado y maltratado por muchas

circunstancias, situaciones, medio ambientes y relaciones interpersonales que a

esa altura ya podía considerarlas como tóxicos para mi integridad personal. Y, por

lo tanto, mi primera decisión fue comenzar a alejarme de esos entornos y

encontrar o construir espacios en donde encontrara cierta tranquilidad o por lo

menos no ser más lastimado.

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Eso me llevó mucho tiempo, coraje y dinero también, tuve que medir cada

centavo, pero pude llegar a tener esa pequeña estabilidad e independencia que

necesitaba y que me hizo sentir que tenía una vida digna.

Esa es la primera medida que podría tomar una persona con depresión antes de que sea demasiado tarde, parar, medir los impactos, tomar las decisiones que sean necesarias y ¡a tiempo! No juegue ni coquetee con este tipo de padecimientos,

reaccione y haga los cambios que se requieran.

Quisiera hacer hincapié en la gravedad y seriedad de la temática que estamos

abordando y que será el eje de lectura principal de este libro: ¿cómo vencer su

depresión?

Este flagelo mental destruye y arruina miles de vidas en estos tiempos de la postmodernidad, y puede llegar a ser letal. No tiene ningún tipo de compasión ni de consideración, no hace acepción de personas, paraliza y enloquece a su víctima,

y si puede, también la mata.

Esta es una lucha contra la misma muerte y si no lo toma en serio, la depresión lo

pulverizará hasta dejarlo hecho jirones tirados en un tacho de basura.

Si no la vences, ésta te vencerá a ti de diversas maneras: puedes perder su trabajo, su salud, su matrimonio, su familia, puede quebrar su empresa y quedar en la calle, y dependiendo de la gravedad del caso, le indicarán que vaya dejando

sus obligaciones y tareas, hasta inclusive, como me pasó a mí, gestionar un certificado de invalidez (ya que mi salud llegó a ser muy frágil) con todo lo que ello implica… Dependiendo del caso, nunca más volverá a ser el mismo, tendrá que

aceptar y asumir un gran deterioro en su calidad de vida.

Si estás atravesando una situación parecida, o tienes un amigo o un conocido que

la pasa mal, este libro es para ti, y es mi anhelo que este libro te ayude a detectar problemas concretos, y que trates de darles una solución y que ojalá, nadie repita mi experiencia ni ande sufriendo por cosas que tienen solución si se

tratan convenientemente y (vuelvo a recalcar) A TIEMPO.

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BREVE SINOPSIS PERSONAL

En cuanto a mi historia personal, para que me conozcas mejor, por cuestiones ambientales y

genéticas, he sido tratado por depresión y ansiedad ya desde niño. Tenía problemas de

ansiedad poco comunes a esa edad, me angustiaban las pruebas en la escuela, y podía pasar

días previos enteros haciéndome drama por ese motivo. En fin, era un niño preocupado y

triste mayormente.

Me realizaron un electroencefalograma entre otros estudios, el cual dio que había mayor

actividad eléctrica de la común. El doctor que me asistió en ese momento me recomendó

salir más de campamento, hacerme menos problemas por las cosas de la vida.

Recuerdo que pequeñas dificultades me causaban gran angustia y estrés. Por ejemplo, le

pedí a mi mamá un block de hojas usadas (que armaba mi padre) para hacer anotaciones,

pero al mismo tiempo le preguntaba qué iba a suceder cuando me quedaran dos o tres nada

más, "te doy otro", respondía; "...y si no hay?", "no te preocupes por eso falta mucho", pero

para mí era un problema a la vuelta de la esquina y podía pasar horas tratando de resolver

qué alternativas podía tener cuando llegara ese momento angustiante de quedarme con

pocas hojas.

También me preocupaba mucho saber si

cuando me cruzaba con una persona,

ésta hubiera escuchado con claridad mi

saludo. Podía pasar el resto del día

angustiado imaginando si se había

escuchado bien o no, y en caso contrario

qué se habrá quedado pensado, qué

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habrá pensado de mí... ¿A todo esto, el desgaste mental de esa angustia era muy intensa, y

notaba que era algo que me sucedía a mí y no a mis compañeros y amigos...qué raro...qué

era, de qué se trataba?

Todos los lunes, sin excepción, luego del fin de semana de descanso y ante la inminencia de

la semana de compromisos, exámenes en el colegio, me daba un dolor de cabeza

impresionante, muy punzante, a tal punto que debía cancelar mis actividades de la tarde y

acostarme a dormir. "Mañana empiezo mejor", me decía. Y tal cual, el martes desaparecía

el malestar y podía continuar con mis actividades. ¿Por qué?, me preguntaba, ¿qué es?, ¿por

qué a mis compañeros no?

Mi parto fue muy complicado, casi morimos mi madre y yo. Aparente mala praxis del

ginecólogo quien prefirió no practicar cesárea ya que venía complicado el alumbramiento,

y habría omitido eso en el informe médico el uso de fórceps, un método totalmente

anticuado y que puede dejar consecuencias de por vida en el bebé.

Nací sin respirar, no lloraba. Tuvieron que hacerme reanimación boca a boca ¡durante 7

minutos!, momento en que se oyó mi primer llanto. El oxígeno que no llega al cerebro en

esos primeros minutos de vida puede traer graves consecuencias. Algunos médicos, con el

correr de los años, me dijeron que pudo haber sufrimiento fetal, otros, que no. Lo agrego a

este libro solo como un dato más para que, como lector, te armes un panorama más

completo de los comienzos de mi vida.

Y la depresión no llega sola, viene de la mano de otros trastornos como la ansiedad, fobias

sociales, la obsesión compulsiva, trastornos de la conducta, la epilepsia y esquizofrenia en

algunos casos. Yo, por ejemplo, tengo que luchar contra tres trastornos de la conducta:

Uno más complicado que el otro, uno más difícil de sobrellevar que el otro, uno te afecta la

calidad de vida peor que el otro. Y también lo que más me duele, es la incomprensión de

los demás (o también su incapacidad para comprender), pues estos trastornos de la conducta

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son difíciles de explicar para personas que no saben del tema o un mínimo de psicología, o

no atravesaron alguna vez una situación como esta.

Es difícil inclusive para los profesionales en el ámbito de la psicología/psiquiatría, y

también para el paciente, comprender los mecanismos de funcionamiento del cerebro ya

que son muy complejos y complicados. Los conocimientos que las comunidades de

científicos expertos en neurología tienen son aún embrionarios, apenas se sabe lo básico a

pesar de los avances de la ciencia y las continuas investigaciones de profesionales del tema.

Te la hago simple: es muy difícil conocer cómo funciona el cerebro, es, por lejos, el órgano

más complejo del cuerpo humano.

Mis amigos y/o familiares a menudo no entienden cómo ciertas situaciones que para todos

son comunes, implican un desafío tan grande, un sacrificio y esfuerzo enormes para

enfrentar (como levantarse a la mañana, hacer tareas, cumplir horarios y/o compromisos).

He tenido que asumir que la única manera de enfrentar estos azotes que hacen que la

calidad de vida de una persona común se recienta tanto, sea aprender a convivir con ellos

de la mejor manera, amigarme, más o menos manejarlos mínimamente. Y que no logren

anularme de tal manera de quedarme encerrado solo en mi casa enrulado con esos

pensamientos negativos, a menudo catastróficos, cíclicos, que hacen de tu cabeza una

tortura constante.

A mí las cosas me cuestan el doble o el triple que a los demás, y he tenido que

asumirlo. Maldigo, insulto, le pego trompadas a la pared, me pregunto ¿POR QUÉ A MÍ?,

pero luego pienso que lo mejor es aceptar esta condición (la cual en TODOS los casos es

TEMPORAL, ya que con un abordaje profesional se logra superar). No soy el mismo que

hace 20 años atrás, el tiempo pasa y en la vida te puede pasar de todo, porque no existen

garantías, y que yo sepa nadie las tiene, ni en el amor, ni en la salud, ni en el conocimiento,

ni en la economía, y así podríamos seguir...

A veces me da vergüenza, ¿cómo yo, Marcelo Finuchi, pude llegar a esto? La verdad, no

vale la pena ponerse a razonar ni con uno mismo, ni con la vida, ni con Dios, eso es perder

el tiempo. La verdad es que hoy tengo 41 años y esta es mi situación, esta es la versión

2015 último modelo de Marcelo Finuchi, me guste o no, les guste a los demás o no.

A mí la vida me empujó, me golpeó, me insultó, me humilló, y aún tirado en el piso

malherido me siguió dando de patadas y piñas. Me arrastró, me anuló, no tuvo ningún tipo

de piedad ni misericordia, me dio trompadas de KO (un término del boxeo -Knock out-,

(significa que caes al piso y el árbitro comienza el conteo hasta 10 segundos, si no te

levantas, perdiste la pelea).

Continuando con esta metáfora del boxeo, me levantaba, por una cuestión de instinto (en

esos momentos en que te ves de cara, de frente, con la muerte) en el segundo Nº 8 (como a

Maravilla Martínez, boxeador argentino), tan solo para que mi oponente, mi rival, mi

enemigo (¿la vida?), me volviera a abofetear hasta hacerme caer a la lona, un y otra y otra

vez, tantas como cada intento de levantar la cabeza y salir adelante. Cada vez que intentaba

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enfrentar las circunstancias y comenzaba a abordarlas y resolverlas, inexorablemente venía

la piña del KO, y al piso nuevamente.

Me levantaba por dignidad, y la bofetada en medio de la cara, y al piso de nuevo. Es muy,

muy difícil salir adelante y superar situaciones o circunstancias complejas, no hay que

desistir nunca (cuando la depresión, justamente, afecta la capacidad volitiva, la fuerza

voluntad). Hay que ser persistente y levantarse cuantas veces sea necesario (aun cuando

uno ya no da más, y en ocasiones simplemente desea la muerte).

Es IMPRESCINDIBLE contar con la FAMILIA, (cuando se pueda, ya que en ocasiones

son justamente algunos de sus miembros la que ocasionan o infligen el daño...). Con

AMIGOS, (cuando resulta que en su mayoría cada uno anda en lo suyo, con alguien que se

comprometa y tome parte en la situación, (cuando en realidad nuestro prójimo es

indiferente). Con un equipo interdisciplinario de PROFESIONALES (psicólogo/a,

psiquiatra, acompañante terapéutico/a) que trabajen con el sujeto en cuestión, (cuando

muchas veces el acceso a esta prestación de salud es muy caro, y/o el sujeto no quiere

abordar su problemática, la niega, y rechaza el tratamiento por una cuestión de estigma

negativo social, el qué dirán los demás, o simplemente orgullo personal.

Todo lo que vi en esta vida fue caos, destrucción, ruina, dolor y tristeza. Una tristeza que

padecía, pero otra que sentía al ver tanto dolor y destrucción alrededor de mí, una tristeza

de tipo existencial, profunda como las cordilleras oceánicas del Pacífico, Atlántico o

Índico.

Tuve que dejar varios trabajos por motivos de salud. Fracasé en mi matrimonio, y de allí

barranca abajo, comencé a transitar la pendiente de la ruina. Como mi salud estaba muy

debilitada y no podía trabajar, tuve que gestionar un certificado de invalidez, lo cual, para

mí, en esas circunstancias, fue una humillación más.

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Pero lo tuve que asumir. Quizá no esté narrando las circunstancias en forma ordenada

cronológicamente, lo hago como me sale y me acuerdo, sucedieron muchas cosas y es

difícil ordenarlas y mucho más, contarlas de manera que se entiendan.

Lo que yo quiero explicarte a ti lector, es que a este punto puedes llegar si no cuidas tu

salud y practicas un estilo de vida saludable. Generalmente todo comienza con un episodio

de estrés o algún síntoma de salud menor, pero con el tiempo se transforma en depresión, la

cual, como te mencioné previamente, viene con un combo de otros flagelos mentales

(trastorno de ansiedad, de conducta, angustia, epilepsia, esquizofrenia, etc.) que no te los

deseo ni recomiendo para nada.

Lo que sí mereces es tener la vida que deseas junto con una excelente calidad de vida,

objetivos logrados, éxito laboral, en lo afectivo, en las relaciones interpersonales, salud y

fortaleza física y mental,

y una inquebrantable

proyección de futuro.

No aspires ni aceptes

menos que esto, sino

todo lo contrario, no

pares hasta llegar al

AZUL DEL CIELO,

suelta todos tus amarres

y prosigue hacia la

materialización de tus

sueños, proyectos

y aspiraciones

personales.

Yo perdí mi salud

Yo perdí mi salud, perdí mi familia, perdí mi trabajo, y también casi pierdo la vida. A este

punto puedes llegar si no prestas atenciones a pequeños síntomas (estrés, bajones anímicos,

desgano, falta de fuerzas, apatía, etc.), y no tomas medidas de prevención a tiempo y en

forma.

Uno de los objetivos de este libro es la PREVENCIÓN, la toma de conciencia de que, si no

se presta atención a indicadores como el estrés, el desánimo, las peleas conyugales, el tedio

y desmotivación por el trabajo, esto puede aumentar y convertirse en un episodio de

depresión, y de allí en adelante, como le mencioné antes, usted potencialmente está en

riesgo de perder no solo su salud, sino su familia, su trabajo y quizás su propia vida.

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Esto es muy serio, es muy grave, no es un flagelo mental más, va camino a convertirse en la

enfermedad del sXXI según las estadísticas, y te va a destruir a ti y a todos los que pueda si

no se le presta atención.

He luchado desde que tengo uso de memoria, a brazo partido con estos sufrimientos que

hacen que uno corra con una gran desventaja con respecto a los demás. Lo que para otros es

normal, para mí significa un desafío doble o triple de esfuerzo.

La depresión es una dolencia mental muy dura y compleja de tratar, te afecta el centro

mismo del motor, que es la fuerza de voluntad. Uno siente simplemente ganas de no vivir

(o no tiene ganas de vivir). Eso significa que el trabajo se ve afectado, las relaciones

sociales, el matrimonio, tus amigos, tu desempeño en la comunidad a la que perteneces, tu

productividad, tu proyección a futuro, planes y proyectos.

Uno se va aislando cada vez más hasta convertirse en un ente prácticamente inútil que no

sale de la casa ni de su habitación. El dolor es fuerte y punzante, la angustia: feroz, y no se

alcanza a ver esperanza en el futuro mediato e inmediato.

Yo no soy médico, ni psicólogo ni psiquiatra, pero tengo muchos años de experiencia en el

tema como paciente, y es esa experiencia la que quiero contarte, la perspectiva de una

persona como cualquiera, que pasó por muchísimas dificultades, varios episodios de

depresión y los trastornos con los que generalmente viene asociada.

He pasado de consultorio en consultorio, probado método tras método, medicación tras

medicación, y me han dado diagnóstico tras diagnóstico, pero parecía que nada cambiaba la

tristeza profunda que sentía, la desmotivación, la soledad, los continuos fracasos seriales en

el ámbito afectivo.

No crecí en un medio-ambiente familiar feliz, y eso me ha afectado, no sé empíricamente

hasta qué punto, pero lo cierto es que he llegado a ser una persona tan frágil, vulnerable y

susceptible, que apenas salgo adelante con los desafíos de la vida.

Logré ir a estudiar a una universidad nacional en el interior de mi país, donde sufrí una gran

recaída de la depresión. Me costó muchísimo adaptarme a una realidad totalmente distinta

como lo fue salir de un pueblito de 5000 habitantes, a una ciudad de 15000000 donde la

gente no se saluda, donde había que defenderse de los avivados, o sea, superar la inocencia,

y comenzar a estudiar apuntes y libros de centenares de páginas de una semana para otra.

Yo era un alumno de 10 en la secundaria, y ahora comenzaban a llegarme los reprobados

(aplazo), las notas bajas y la dificultad para entender los textos complejos universitarios.

Y también, aunque cueste entender, extrañaba mi casa, con todas las falencias que tenía.

Lloraba cada vez que llegaba a Córdoba. Lloraba gran parte del día. Gasté una fortuna en

llamadas telefónicas a mi casa, tan solo para oír la voz de mis padres.

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Subí llorando al colectivo que me llevó hacia la universidad el primer día de clases. Sentía

una angustia inenarrable. Atravesaba un desarraigo atroz donde mi casa paterna era el

centro del universo, mi lugar, y Córdoba la jungla salvaje, llena de peligros y situaciones

nuevas que me superaban ampliamente.

Pasé de un pueblito en el campo a un séptimo piso en un edificio con ventanas con barrotes.

No entendía nada. Lo que narro aquí lo hago con 15 años de distancia temporal, pero en

aquel momento si me preguntabas qué me pasaba no hubiese podido explicarlo.

Cuando eres superado por las circunstancias, y colapsa tu capacidad de abordarlas y

manejarlas, pierdes tu capacidad de, aunque sea explicar. No sabes lo que te pasa, y si en

algún punto lo sabes eres incapaz de decirlo en palabras. Todo ello fue demasiado para mí,

y me sumí nuevamente en otra depresión.

Sin embargo, con muchísimo coraje tomé la decisión de enfrentar este nuevo desafío

(porque fácilmente podría haberme vuelto a mi casa, mi pueblo, y estudiar otra cosa o hacer

otra cosa), más el acompañamiento de mi médico psiquiatra que fue un pilar en este

tremendo momento.

Lo que fue un nuevo escenario, un desafío que implicó de mí un doloroso desarraigo de

todo lo conocido por mi hasta ese momento, y la adaptación a una realidad totalmente

amenazante y agresiva para mí, como lo fue pasar de la secundaria a la universidad, y salir

de mi casa y mi pueblo donde más o menos me sentía contenido a una ciudad de multitudes

despersonalizadas, donde yo era uno más en el montón. Tuve que aprender a defenderme

de situaciones agresivas para mí, como tomar un colectivo y pagar el boleto (no sabía cómo

se hacía), como ir a la verdulería de la esquina a comprar tomates y contar el vuelto, como

defender mi lugar en una cola para comprar apuntes o hacer un trámite o una consulta.

Yo perdí mi matrimonio

Mi matrimonio fue un motivo más para recaer en depresión, ya desde el primer día de

casados nos dimos cuenta de que habíamos cometido una equivocación. Algo no andaba,

no funcionaba, mmmmmmmm, no era lo que nos habían dicho o imaginado.

Muchas variables juegan a la hora de elegir pareja, una de ellas, la más importante en mi

caso, fueron las religiosas. Todo lo que te enseñaron desde chico, tu sistema de creencias, la

tradición familiar, cómo o de qué manera absorbiste la normativa de tu religión.

La manera en que cada uno aplica en su vida todas esas normas que tienen que ver con

cómo elegir novio/a (tu futuro esposo/a). En este sentido, ¿cuál es, cómo se reconoce la

voluntad divina al respecto? Todo este combo, me jugaron una muy mala pasada. Creo que

todo lo que podía ser mal interpretado, todo lo que podía salir mal en este sentido, sucedió.

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De allí en adelante todo fue muy complicado, cuesta arriba, peleas, desunión, llanto, dolor y

fracaso. Cuando las cosas no van bien en tu hogar, eso repercute en tu salud y ámbito

laboral, y tarde o temprano comienzan a llegar síntomas o señales de que la cosa comienza

a empeorarse. Pasaron años, y la situación se complicaba cada vez más. Las peleas eran

más amargas y dolorosas, y mi angustia fue tal que llegué a una parálisis total (en lo

laboral, emocional, social, motivación, productividad, etc.).

La situación era compleja, y lo peor de todo era que mi pequeño hijo era testigo de eso. No

podía estar más tensa la cuerda, yo tirado en un rincón, sin fuerzas, angustiado, sin

motivación, sin ideas de cómo resolver la situación, complicado desde lo económico

también, mi ex esposa haciéndose cargo de todo..."esto no va, no va , no va", recuerdo que

decía. Era una bomba de tiempo que iba a explotar inexorablemente. Y explotó...¿había otra

alternativa.

Yo casi pierdo la vida

Como venía narrando, la situación con mi

ex esposa llegó a un límite, y una tarde

luego de una trifulca matrimonial en la que

hubo amargos reproches recíprocos,

violencia doméstica de mi parte (mi

pequeño hijo lamentablemente fue

testigo...), finalmente ella salió a buscar

ayuda. Mientras, yo quedé solo en casa.

Parecía que en mi cabeza todo había

explotado, un colapso general, un estado

como de somnolencia, de estar suspendido

en el aire, un zombi.

Me encerré en una pieza junto a mi

pequeño. Pensé que me lo iban a quitar, no sabía con quién vendría acompañada mi ex

esposa, podría ser la policía, no sé...por las dudas, tomé un machete y cuchillos para

defenderme. Sinceramente estaba dispuesto a cualquier cosa, esa situación podría haber

terminado mucho peor aún de lo que terminó siendo.

Por otro lado, entendí que ya nada valía la pena, no había luz más adelante, no había

solución, nada iba a cambiar... ¿para qué seguir? No tengo otra palabra para describir lo que

sucedía en mi mente en ese momento que un -colapso- No había otra opción que irme, irme

para siempre.

Como sabía de casos de intentos de suicidios con medicamentos que fueron encontradas a

tiempo, me aseguré de tomar tantas pastillas psicofármacos como pude, que eran muchas de

verdad, en realidad todas las que tenía en mi poder. Eran muchas cajas, muchos blísteres. El

tacho de basura se llenó de cajas vacías. No había vuelta atrás si pasaba mucho tiempo sin

recibir atención médica, no solo por la cantidad ingerida sino por la combinación de las

sustancias químicas combinadas.

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Me encontraron horas

después, y me llevaron a un

hospital, momento en que

ya estaba inconsciente;

llegué justo a tiempo para

realizarme un lavado de

estómago, ya que corría

riesgo de vida al asfixiarme

con la inhalación de los

psicofármacos.

Lo único que recuerdo es

haber bajado de la

camioneta de mi tío que me

llevó al hospital, y después

nada…o sea que ya ingresé

al sanatorio inconsciente, el

paso previo a la muerte.

Yo no me acuerdo de nada, me contaron mis familiares qué había sucedido. Me desperté

dos días después en terapia intensiva con caños por todas partes que me salían de mi boca.

Días después, cuando me dieron el alta luego de diez días de internación, me enteré de que

también la había maltratado físicamente a mi ex esposa, y que tenía una denuncia en la

policía.

Ella se mudó inmediatamente a su casa natal en otra provincia de mi país, lejos, con mi

hijo, así es que por lo pronto estábamos separados. Yo quedé en casa de mis padres,

obligado a iniciar un tratamiento psicológico (o retomarlo), ya que la denuncia efectuada

así lo establecía.

Así terminó un capítulo de mi vida que jamás hubiera tenido que escribirse, con un intento

de suicidio, violencia doméstica y el patrullero de la policía en mi casa, con dos

uniformados que entraron, me llamaron, y me leyeron un acta de notificación que me

prohibía acercarme a donde estuviera mi ex esposa y mi propio hijo por el lapso de tres

meses, ¡una locura total!

Si lo hice una vez…¿por qué no otra?

Pasaron algunos años, y aunque había adherido bien a mi tratamiento psiquiátrico, las

circunstancias ambientales no cambiaban mucho. Mi ex regresó a mi pueblo por razones

laborales, y aunque vivíamos en viviendas separadas, noté que el circuito de variables que

me habían empujado hasta llegar al colapso se estaban repitiendo: presiones, malos o

tóxicos ambientes familiares, situación económica y de salud precarias, peleas por

diferentes motivos con la madre de mi hijo, cosas que no salían...

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En fin, mal humor constante, sensación de fracaso, poco horizonte de expectativas, muchos

quilombos (problemas) que no se resolvían o no veía la manera en que pudiera suceder, no

podía tampoco rehacer mi vida socio-afectiva. Había logrado un gran e importante avance

en mi tratamiento interdisciplinario, estaba como queriendo sacar la cabeza de debajo del

agua, pintaba lindo...pero en algún momento noté que comenzaba a retroceder.

El ovillo de lana se volvía a enmarañar, me sumergía en lo profundo, me quedaba sin aire,

la asfixia aumentaba. Las mismas circunstancias que me llevaron al intento de suicidio se

habían juntado de nuevo, estaba bajo mucha presión, y se lo comenté a algunas personas,

avisé...pero, así como una olla a presión cuando aumenta la temperatura y emite un silbido

que significa: apaguen el fuego que de lo contrario esto explota, así emitía yo síntomas de

una nueva erupción volcánica. Pero no se supo/pudo, no sé, pero volvió a pasar.

Luego de una intensa discusión con mi ex esposa, me llevaron a decirme: - ya está, para

qué, esto nunca se va a solucionar, listo-, y volví a tomar todos los blísteres de pastillas que

encontré. Esta vez, para asegurarme de que funcionara, me encerré en mi pieza bajo llave.

Me desperté nuevamente en Terapia Intensiva del mismo Sanatorio de mi

pueblo...¡¡¡¡¡Noooooooo!!!! ¡¡¡¡sopa otra vez!!!!! paciente recurrente, me dije. No sabía lo

que había sucedido, cómo había llegado allí, ¡¡si me había encerrado con llave!!

Al rato llega un amigo, mi vecino, - ¿Y, cómo andás? -, me dijo, -¡no!, respondí, ¿qué hacés

vos acá?-. -Si yo te traje-, replicó. -¿cómo?. -Sí, apareciste desmayado, tirado en el piso en

calzones en la cocina de tu casa, la empleada te encontró y dio aviso. Yo fui, te levanté,

llamamos a la ambulancia y te trajimos-. -¡La puta madre!-, dije, otra vez haciendo el

ridículo, qué papelón, nuevamente siendo noticia en el pueblo...

Lo que pasó es que esta vez ingerí menos cantidad de medicamentos (ya se había tomado

esa precaución desde el hospital donde realizaba mi tratamiento, aunque se me permitía

tenerlos; obviamente luego de este episodio quedaron en manos de otra persona para que

me los administre). Yo mismo abrí la puerta de mi cuarto, sedado por la medicación, bajé a

la cocina a buscar vaya saber qué, y allí sí, caí desplomado al piso.

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La depresión, bien tratada, se cura, dura un tiempo y luego se va. Es un lapso de tiempo, un

corte sincrónico, y que mientras abordamos nuestro problema se puede, al menos, mejorar

nuestra calidad de vida. Eso sí, con esfuerzo y constancia, son etapas de nuestras vidas que

no duran para siempre, y que dependen en gran medida de nuestro compromiso de seguir el

tratamiento, de tomar la medicación, de hacerle frente, confiar en Dios (y en su cualidad de

realizar intervenciones determinantes, fuera del ámbito humano), y en la capacidad,

potencialidad y resiliencia de uno mismo.

Estoy convencido de que el mejor medicamento para tratar cualquier problema, en nuestro

caso específico la depresión, es la motivación, la esperanza de que se la puede superar, que

no es una ilusión lisonjera, una promesa espuria, sino una realidad tangible, concreta, al

alcance de cualquiera que se lo proponga.

Te lo digo yo, Marcelo, que pasé no una, varias veces por esto. Hay que fijar esa esperanza,

obligarse a mantener esa meta, porque la lucha es sin cuartel entre la falta de energía,

desmotivación, y la fuerza de voluntad que hay que poner (porque naturalmente no está).

Una dicotomía, contracara, claroscuros, contradicción si los hay.

Si vencer la depresión no fuera una realidad, yo no estaría escribiendo este libro ni me

jugaría el pellejo contando mis miserias públicamente, afirmando que con táctica y

estrategia se puede ganar esta batalla.

Lo es, y deseo de corazón que sea tu experiencia y realidad.