intertextualidad y anarquía: la argentina del centenario a través de la pluma libre de rafael...
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UNIVERSIDAD NACIONAL DE ROSARIOFACULTAD DE CIENCIA POLÍTICA Y R.R.I.I.
ESCUELA DE COMUNICACIÓN SOCIAL
TESINA DE GRADO
Intertextualidad y anarquía: la Argentina del Centenario a través
de la pluma libre de Rafael Barrett
ALUMNA: Rocío Gómez
DIRECTORA DE TESINA: Myriam Stanley
Rosario, Abril de 2005.
INDICE
INTRODUCCIÓN 1
METODOLOGÍA 2
ESTRUCTURACIÓN 4
1° PARTE: INTRODUCCIÓN 6
¿QUIÉN ES RAFAEL BARRETT ? 7
BAJO OTROS CIELOS. BARRETT Y BUENOS AIRES 11
CONTEXTO HISTÓRICO 15
EL APARATO REPRESIVO DEL ESTADO 17LAS LEYES REPRESIVAS 19
LA IDEOLOGÍA ANARQUISTA 21
PILARES IDEOLÓGICOS DEL ANARQUISMO 23
EL MOVIMIENTO LIBERTARIO EN ARGENTINA 25
2° PARTE: ANÁLISIS 28
1. EL ESTADO, LA LEGISLACIÓN Y LAS PRÁCTICAS POLÍTICAS
EL ESTADO 28LAS LEYES 29LA CUESTIÓN SOCIAL 31LAS PRÁCTICAS POLÍTICAS 33
2. EL CENTENARIO 35
LA PATRIA 39
3. EL TERROR ARGENTINO 42
LA TIERRA. LOS SALARIOS 43PSICOLOGÍA DE CLASE 45EL TERRORISMO 50
CONCLUSIÓN 55
BIBLIOGRAFIA 59
CRONICAS DE RAFAEL BARRETT SELECCIONADAS 59
BIBLIOGRAFIA GENERAL CONSULTADA 60
Intertextualidad y Anarquía:la Argentina del Centenario a través
de la pluma libre de Rafael Barrett
Agradezco a Pedro Munich el haber puesto en mis manos
la obra de Rafael Barrett, y a la profesora Myriam Stanley,
la paciencia y dedicación brindadas a esta tesina.
A mis padres.
INTRODUCCIÓN
Este trabajo se centró en las crónicas periodísticas escritas por Rafael
Barrett que abordan específicamente la situación política, económica y social
de Buenos Aires y que han sido publicadas entre los años 1908 y 1910 en
diversos periódicos de Paraguay y de Uruguay. Esta selección se debe a que
el propósito de la tesina ha sido analizar los escritos de Barrett sobre una de
las ciudades -Buenos Aires- que modificó su vida y que, particularmente por
aquellos años, estuvo envuelta en un clima de agitación social marcado por
la impronta del movimiento anarquista.
El límite temporal tiene que ver con el auge de la conflictividad y con la
importancia de los sucesos ocurridos en esos años, así como por la fecunda
producción de artículos sobre lo acontecido en la ciudad, que Barrett ofrece
en este período de tiempo.
Rafael Barrett escribió mucho sobre Buenos Aires, sobre su literatura, su
arte, pero fue sin duda el clima social, que esta ciudad respiraba, lo que
motivó gran parte de sus trabajos periodísticos. Con una mirada ácida e
irónica, denunció, describió e interpretó, desde Paraguay y Uruguay, la
realidad argentina del 900.
Figura notable de la literatura anarquista de aquella época, Barrett es
hoy rehén del olvido. Quizás porque se ocupó de denunciar lo que muchos no
querían escuchar. Autoproclamado “obrero de la pluma”, vivió en diálogo
con el mundo que lo rodeaba. Y Buenos Aires era parte de ese mundo. Los
numerosos escritos sobre la ciudad y su folleto El terror argentino, publicado
en el año de los festejos del Centenario, dan cuenta de su conocimiento y su
preocupación sobre lo que acontecía en nuestro país.
Pero ¿Por qué elegir los escritos de un anarquista español desconocido,
muerto prematuramente hace casi cien años? ¿Por qué razón hurgar en las
páginas olvidadas de un escritor que sólo pasó fugazmente por estas tierras?
Todas las respuestas se encuentran después de leerlo. ¿Cómo sustraerse de
1
aquellas páginas tan llenas de vida, cómo dejar pasar un material tan rico y
singular?
La escritura de Rafael Barrett ofrece un interesante material discursivo
por sus matices de singularidad y por la rica intertextualidad de su obra. Su
escritura interactua constantemente con los discursos circulantes en la
sociedad porteña de principios de siglo pasado, y brinda la posibilidad de leer
en sus páginas pedazos de historia. Barrett no sólo registra el mundo que le
ha tocado vivir, lo interpela. Y en esa discusión comparte espacios y se nutre
con otras prácticas discursivas.
El objetivo de este trabajo ha sido registrar y analizar, en las crónicas
periodísticas de Rafael Barrett, las temáticas y reivindicaciones privilegiadas
por el movimiento anarquista de principios de siglo XX en nuestro país,
identificando el discurso barrettiano como una toma de posición dentro de un
campo determinado. Si se piensa la comunicación como un conjunto de
intercambios a partir del cual se van procesando identidades, valores,
acumulando y legalizando saberes y poderes, construyendo, en definitiva,
diferentes sentidos del orden social, es sumamente interesante la posibilidad
de recuperar aquellas estrategias discursivas que buscaron consolidar una
mirada crítica sobre las posiciones oficialmente instituidas, y que aún hoy,
siguen injustamente silenciadas.
La dimensión polémica de las crónicas de Barrett, inclusive dentro del
campo mismo del anarquismo, permite entrever no sólo la originalidad de su
posición sino también, cómo se filtran en lo textos los otros materiales
discursivos presentes en el período analizado y de que manera son
confrontados. La disputa discursiva que Barrett establece con los otros le
permite reconocerse y mostrarse ante los demás, y echar luz a la mirada
original de un anarquista tan influyente en el movimiento y en la literatura
de la época, nos permite además, incursionar en un período clave de la
historia cultural, social y política de nuestro país.
METODOLOGÍA
2
La metodología que se utilizó para abordar el tema propuesto estuvo
definida por el análisis del discurso, por ser considerada válida para
realizar un abordaje profundo de la situación particular que se analiza.
Considerando que el discurso es un proceso de operaciones mediante
las cuales se produce un sentido y que está dado por un conjunto de
significaciones que se ubican dentro de un contexto, dentro del cual forman
parte los sujetos que lo hacen posible, fue pertinente y central el uso del
concepto de polifonía de Mijail Bajtin, ya que permitió analizar las marcas
discursivas en la obra que dan cuenta de la presencia de enunciados ajenos,
es decir, del material discursivo circulante en la época analizada. El concepto
de sujeto hablante que propone Oswald Ducrot posibilitó examinar esa
pluralidad de voces en el marco de los enunciados barrettianos, permitiendo
analizar fenómenos diversos como la ironía, la concesión, el estilo indirecto
libre, la argumentación de autoridad, etc.
Bajtin propone además el concepto de géneros discursivos, que se
definen por el modo en que cada esfera de la práctica humana se apropia de
enunciados, a los que caracteriza por su contenido temático, su estilo y su
forma de estructuración. Esta idea se plantea sobre la base de una división
entre géneros primarios, presentes en diálogos cotidianos y géneros
secundarios, que resultan más elaborados. La importancia de trabajar con
este concepto estuvo dada por la posibilidad de observar en los textos el
modo en que pueden entrecruzarse distintos géneros, por la coexistencia de
marcas literarias, entre otros ejemplos, dentro del género periodístico.
También ha sido incluido el concepto de subjetividad planteado por
Emile Benveniste, lo que permitió conocer el modo en que eran definidos los
sujetos dentro de los discursos analizados. De esta forma, se tuvo en cuenta
en la investigación el análisis de la enunciación, como una noción
propuesta también por Benveniste que se constituye en nexo entre las
partes que alternativamente componen un discurso: la fuente productora y la
meta. El autor define a la enunciación como una forma de construir
instancias discursivas a través de la acción del lenguaje.
3
En lo que respecta a la dimensión polémica de los discursos, se partió
de las nociones planteadas por Perelman y Olbrechts, referidas a las formas
que adopta la retórica de la argumentación en los textos analizados. Esta
técnica resultó apropiada para examinar cómo se produjo la persuasión en
los discursos y los recursos utilizados. Permitió también conocer el modo en
que el escritor tuvo en cuenta al auditorio (lectores), y como intentó lograr la
adhesión de los mismos.
ESTRUCTURACIÓN
A partir de un conocimiento amplio del tema objeto de estudio, logrado
a través de la investigación documental (análisis bibliográfico y
hemerográfico y de documentos relacionados, etc.) se logró delimitar el
presente trabajo de acuerdo la información teórica y empírica disponible1,
considerando conveniente estructurarlo de la siguiente manera:
Introducción, Análisis y Conclusión.
En la Introducción se trazaron líneas generales para poder
comprender el momento histórico en el cuál se sitúa la producción textual
analizada incluyendo la biografía tan poco conocida de Rafael Barrett así
como una breve descripción de la ideología anarquista en general y del
movimiento anarquista argentino en particular.
El Análisis del material discursivo, fundamentado en un cuerpo de
teoría específico, se dividió en tres apartados, delimitados a partir de la
consideración de los temas privilegiados por Rafael Barrett que abordan
puntualmente la situación económica, política y social de Buenos Aires.
1 Luego de una ardua tarea de recopilación de material bibliográfico y biográfico acerca de Rafael Barrett se consideró llevar a cabo la presente investigación con los artículos extraídos de la edición de 1943 de sus Obras Completas realizada por la Editorial Américalee, edición que no cuenta con la totalidad de sus obras (a pesar del título) ni con la fecha y localización de sus artículos, considerando que todos ellos fueron recopilados de periódicos y revistas de la época. Muchos de estos datos fueron suplidos gracias a los materiales biográficos encontrados.
4
1.El Estado, las leyes y las prácticas políticas, en el cual se analiza
la mirada de los anarquistas frente al Estado, la legislación, las prácticas
políticas y la cuestión social desde la óptica barrettiana.
2.El Centenario. En este segundo apartado se busca establecer el
significado que tuvo esta fecha tanto para el movimiento libertario como
para la élite, y cuál fue la mirada de Rafael Barrett sobre este punto de
inflexión en la batalla librada entre estos dos actores sociales.
3.El terror argentino. Debido a su profundidad, este tercer apartado se
centra
exclusivamente en la última intervención política que Rafael Barrett efectuó
frente a la represión post-Centenario. El terror argentino es el manuscrito
más completo y acabado por ser un análisis global de la realidad tanto
política como social y económica de la ciudad de Buenos Aires. Escrito luego
de los festejos del Centenario y meses antes de la muerte del escritor
español, el folleto busca sintetizar la toma de posición de Rafael Barrett, y
tanto por su densidad temática y literaria, como por la dimensión polémica
de su discurso es que se consideró conveniente analizarlo en forma
separada.
5
1° PARTE: INTRODUCCIÓN
“De ahí que por el ancho espectro de su problemática como por la densidad de su escritura y de su militancia, o por el rigor de su “biblioteca mental”,
Barrett deba situarse - en el mapa latinoamericano del anarquismo- a la altura del peruano González Prada o del mexicano Flores Magón.
Ambos, por cierto, santificados por la cultura administrativa tanto de Lima como de México, mientras Barrett permanece relegado de cualquier santoral patrio”.
David Viñas2
Sepultado en el olvido, silenciado por la desmemoria oficial, Rafael
Barrett resurge después de casi 100 años para recordarnos que son pocas las
cosas que cambiaron y que nada cambia si no cambiamos primero nosotros.
A la memoria tenemos que alimentarla con el reconocimiento, y reconocer la
escritura barrettiana es reconocernos a nosotros mismos.
¿Qué perdimos no leyendo a Barrett? ¿Qué perdimos sentenciándolo al
olvido? Indudablemente, perdimos una obra muy valiosa, pero por sobre
todo perdimos una mirada original sobre esta parte del continente, una
mirada crítica y revolucionaria, inclasificable y llena de humanidad.
2 David Viñas, Anarquistas en América Latina, Buenos Aires, Editorial Katún, 1983, pág. 154.
6
Con este trabajo intento saldar un asunto personal con Rafael Barrett.
Cuando llegaron a mi sus obras, casi por casualidad, quedé atrapada al leer
las primeras páginas. Me sorprendió enormemente dar con un material
literario y periodístico tan fresco y tan lleno de vida, un material que, muy a
mi pesar, desconocía y que devoré urgentemente palabra por palabra. Y
leerlo a Barrett es un goce. En cada una de sus frases se respiran aires
frescos y puros que invitan a la rebeldía, que empujan al descontento, ese
que construye porque no se conforma con la crítica, porque le urge el
cambio. Barrett es como un árbol frondoso del que nacen más y más
retoños, tiernos, verdes, que vuelven el aire más puro.
Con este escrito no sólo busco poner de relieve una de las producciones
literarias más significativas (y más injustamente olvidadas) del repertorio
anarquista de principios del siglo XX, una muestra de militancia libertaria y
un ejemplo de periodismo en muchos aspectos adelantado a su tiempo; sino
también alumbrar una época decisiva para nuestra historia, recuperando
aquellas estrategias discursivas que buscaron consolidar una mirada crítica
sobre las posiciones oficialmente instituidas.
¿QUIÉN ES RAFAEL BARRETT?
“¿Y yo qué soy ? El caballero andante de los pobres...¡Ah ! El apóstol
bien abrigado, bien alimentado, en su cómoda vivienda; el rebelde que se
permite el lujo de cantar las verdades a los jueces y que no consigue correr
riesgo alguno; el feliz revolucionario que tiene amigos en la policía y mira
desde la ventana al lamentable ejecutor del código, al esclavo con casco y
machete y polainas...”3
Este es Barrett. El que se combate a si mismo. El que cuestiona su
propia condición privilegiada frente a la de quienes él considera sus
hermanos. Barrett clava sus dardos en el centro de lo que considera injusto,
que algunos sean privilegiados y que muchos sólo se limiten a sufrir.
3 Rafael Barrett, “Tristezas de la lucha”, en: Obras Completas de Rafael Barrett, Buenos Aires, Américalee, 1943, pág. 190.
7
Rafael Angel Jorge Julián Barrett y Alvarez de Toledo nació el 7 de enero
de 1876 en Torrelavega, España. Su padre era un súbdito británico de
formación científica y literaria que se dedicaba a vigilar intereses ingleses en
España, su madre estaba emparentada con los Duques de Alba, un tronco de
la alta aristocracia española. Desde muy pequeño, y a raíz de la profesión de
su padre, Rafael reside en París, donde consolida una firme formación
educativa. Barrett domina el francés, el inglés, el latín y el español, toca el
piano con gran habilidad, es un gran conocedor de pintura y de literatura
pero sin duda hay un campo sobre el que ejerce un gran dominio: las
matemáticas. Con 20 años inicia en Madrid la carrera de Ingeniería en la
Escuela de Caminos. Barrett es un “niño bien” que sin embargo difiere del
resto por ciertas peculiaridades ligadas a su carácter. Su vida en España
estará signada por la polémica: entre duelos a muerte, acusaciones de
inmoralidad y un suicidio ficticio que los periódicos madrileños anuncian en
sus portadas. Amigo de Ramón del Valle-Inclán, padrino de honor de sus
duelos, y de Ramiro de Maetzú, Barrett compartirá la misma atmósfera
conflictiva de la juventud madrileña de finales de siglo, la llamada Juventud
del 98, formada por jóvenes que, entre el Modernismo y el
Regeneracionismo, se cuestionaban política e intelectualmente la situación
de conflicto que vivía España por esos tiempos. Sin embargo, la literatura
barrettiana no germinará en estas tierras.
Tras el escándalo social que se produjo luego de uno de sus duelos, deja
Madrid, marchándose a París donde trabajará como corresponsal y
periodista. Esta profesión será la que le proporcionará el sustento económico
ya en Argentina, donde arriba en 1903. Poco más de un año dura su estadía
en Buenos Aires. Sin embargo, será un período sumamente fecundo para
Barrett ya que se desarrollará como periodista, demostrando sus grandes
dotes literarias, y también entrará en contacto con la cruda realidad de una
ciudad sumamente conflictiva como lo era Buenos Aires a principios del siglo
XX.
8
Escribe en la efímera revista Ideas del escritor Manuel Gálvez, en El
Correo Español de Justo López Gomara y en El Tiempo de Carlos Vega
Belgrano, participa en actos políticos de la inmigración republicana y funda la
Unión Matemática Argentina junto al matemático español Julio Rey Pastor.
A fines de 1904 el periódico El Tiempo lo envía como corresponsal a
Paraguay para cubrir el levantamiento militar del general liberal Benigno
Ferreyra contra el gobierno del partido Colorado. Sin dudarlo, Barrett se alista
en las filas revolucionarias y se queda en Asunción. Paraguay lo deslumbra y
lo enamora. Su primera ocupación es la de auxiliar en la Oficina General de
Estadística y luego de secretario general en los Ferrocarriles. En 1905 publica
sus primeros artículos para la prensa paraguaya, y un año después se casa
con Francisca López Maíz, Panchita, con quien tiene un hijo, Alex. Poco a poco
Barrett, que ya había abandonado su trabajo de oficina, se va introduciendo
en el ambiente intelectual paraguayo. Junto a su labor periodística, se
desempeña como profesor particular de matemáticas. Cada vez más
comprometido con el sufrimiento de los que menos tienen, identificado
abiertamente con el anarquismo y vinculado a la Federación Obrera Regional
Paraguaya, Barrett ofrece, en 1908, conferencias a los obreros y publica una
importante serie de artículos periodísticos donde denuncia las explotaciones
que sufren los trabajadores de los yerbatales. “Lo que son los yerbales”
provoca la reacción del gobierno y de las clases altas del Paraguay. “Yo
acuso de expoliadores, atormentadores de esclavos y homicidas a los
administradores de la Industrial Paraguaya y de las demás empresas
yerbales. Yo maldigo su dinero manchado en sangre. Y yo les anuncio que no
deshonrarán mucho tiempo más este desgraciado país”.4 Por ese entonces,
ya había contraído la tuberculosis.
Poco tiempo después de su denuncia, se produce el golpe de estado del
Coronel Albino Jara en Paraguay. En medio de la lucha armada, Rafael y José
Guillermo Bertotto, su “compañero de armas”, salen a recoger heridos por
las calles de Asunción. Barrett no podía callarse ante las atrocidades que sus
ojos percibían y, haciendo oídos sordos a la censura oficial, funda junto a
4
? Rafael Barrett, “El botín”, en: Op. cit., p. 126.
9
Bertotto el quincenario Germinal. Pero la tuberculosis le quita fuerzas y
decide recluirse en San Bernardino, dejando la publicación en manos de su
amigo. Germinal solo llega al undécimo número. Clausurado el periódico,
continua luchando como puede. Escribe volantes de denuncia, es apresado, y
luego deportado, primero a Brasil, después a Uruguay.
En Uruguay hará Barrett buenos amigos y comenzará un fecundo
período de publicaciones en el periódico La Razón de Samuel Blixén. La
intelectualidad uruguaya lo recibe con los brazos abiertos y le ofrece el
reconocimiento que su amado Paraguay le niega. Pero Barrett, después de
algunos meses, y aquejado por la enfermedad, decide volver. Confinado en
una estancia de Yabebyry, el escritor espera, inmerso en la realidad del
campo. Al cabo de un año le permiten radicarse en San Bernardino, cerca de
Asunción. Desde allí colabora con el periódico El Nacional denunciando
nuevamente las atrocidades a las que son sometidos los campesinos. En
agosto de 1910 ve publicado en Uruguay su libro Moralidades Actuales, que
compila una serie de artículos periodísticos, mientras sale también a la luz el
folleto El terror argentino, como respuesta a lo ocurrido en Buenos Aires tras
los festejos del Centenario de la Revolución de Mayo.
Pero Barrett está muy enfermo y decide trasladarse a Francia para
ensayar una milagrosa cura con inyecciones de agua de mar. En su paso por
Montevideo entrega a Orsini Bertani los originales de El dolor paraguayo, que
serán publicados en 1911. Continúa escribiendo a bordo del vapor italiano
para periódicos uruguayos, paraguayos y argentinos. Después de varios
meses en Francia, Rafael Barrett muere el 17 de diciembre de 1910 en
Arcachón a la edad de 34 años. Su muerte es conocida en América en enero
de 1911.5
5
? Para la biografía de Rafael Barrett véase: Vladimiro Muñoz, El pensamiento vivo de Rafael Barrett, Bs. As., Editorial Rescate, 1977, del mismo autor Barrett en Montevideo, Montevideo, s/e, 1982 y Barrett, Separata de la Revista de la Biblioteca Nacional de Montevideo, Dic. 1976. También: Francisco Corral Sanchez-Cabezudo, “Rafael Barrett. El hombre y su obra”, Jose María Fernandez Vazquez, “El periodista y el dolor paraguayo” y Miguel Angel Fernandez, “Germinal. Cuestiones preliminares”, todos ellos en www.cervantesvirtual.com o en www.ensayistas.org./filosofos/paraguay/barrett.
10
BAJO OTROS CIELOS. BARRETT Y BUENOS AIRES
“No lamentéis que hable un extranjero. No soy un extranjero. No soy un extranjero entre vosotros.
La verdad y la justicia, cualquiera que sea la boca que las defienda, no son extranjeras en ningún sitio del mundo”.
Rafael Barrett6
Se cree que Rafael Barrett arriba a tierras argentinas en 1903, aunque
la fecha es imprecisa. Con escaso dinero y con parientes en Buenos Aires,
Barrett abandona España. Poco se sabe de las causas que lo llevan a
América. Lo cierto es que esta parte del mundo será crucial en su vida.
6 Rafael Barrett, “Bajo el terror”, en: Op. cit., p. 209.
11
Su permanencia en Buenos Aires es corta, sin embargo escribirá
muchísimo sobre la ciudad porteña, demostrando un profundo interés y
conocimiento de su historia y su presente.
Cabe mencionar que Buenos Aires era por aquel entonces, reina de las
opulencias y epicentro de las luchas, y que Barrett se cruzó con esa Buenos
Aires, una ciudad fuertemente polarizada y efervescente que su pluma no
pudo dejar pasar.
En Buenos Aires encuentra una profesión: el periodismo. Profesión que
ejercerá en tres medios gráficos porteños: la revista Ideas dirigida por el
escritor Manuel Gálvez y los periódicos El Correo Español de Justo López
Gomara y El Tiempo de Carlos Vega Belgrano. También desarrolla una
fecunda actividad matemática, fundando la Unión Matemática Argentina, y
descubriendo una fórmula elogiada por el mismísimo Henri Poincaré7. Asiste
asiduamente a actos de la inmigración republicana española y prosigue en su
afán de batirse a duelo, provocando nuevamente un escándalo que los
diarios porteños no tardan en publicar. Más allá del tinte anecdótico y
pintoresco, la ciudad marca sin dudas a Barrett. Basta leer su artículo
“Buenos Aires”8, publicado en El Correo Español, que provoca una fuerte
discusión con su director, para darse cuenta de que era algo más que un
simple visitante de ocasión en la gran metrópoli. Describe una ciudad que se
sueña europea a fuerza de profundos contrastes y que se vanagloria de ser
democrática aunque diste mucho de serlo, y deja entrever en sus líneas el
dolor que esto le proporciona9. No puede ni quiere callarse, y por eso es
obligado a abandonar la publicación.
7 El 6 de Octubre de 1903 Rafael Barrett escribe al matemático Henri Poincaré (1854-1912) debido al descubrimiento de una fórmula matemática para determinar el número de los números primos inferior a un límite dado. Poincaré, físico francés y unos de los principales matemáticos del siglo XIX, le responde “felicitándolo” por su fórmula de “alta matemática”. Veáse: Vladimiro Muñoz, El pensamiento vivo de Barrett, Bs. As., Editorial Rescate, 1977. También: Santiago Alba Rico “Rafael Barrett, La sombra en llamas”, prólogo a Rafael Barrett, A partir de ahora el combate será libre, Madrid, Ladinamo Libros, 2003, en www.rebelion.org o www.ladinamo.org. 8 Rafael Barrett, Op. cit., pág. 21.9 “Chiquillos extenuados, descalzos, medio desnudos, con el hambre y la ciencia de la vida retratadas en sus rostros graves, corren sin aliento, cargados de prensas, corren, débiles bestias espoleadas, a distribuír por la ciudad del egoísmo la palabra hipócrita de la democracia y del progreso, alimentada con anuncios de rematadores”. Rafael Barrett, “Buenos Aires”, en: Op. cit., p. 22.
12
Podríamos decir por lo tanto que Buenos Aires es la primera ciudad que
Barrett “sufre”. Sin embargo, y exceptuando el artículo anteriormente citado,
sus ideas políticas son por esos tiempos prematuras. Sus colaboraciones en
los periódicos transcurren entre precursoras críticas de arte y cultura en
general. La mayor parte de sus crónicas políticas sobre Buenos Aires son
escritas y publicadas estando ya en Paraguay.
El peso de los acontecimientos ocurridos en los años próximos al
Centenario de Mayo llevará a Barrett, decididamente internacionalista, a
escribir numerosos artículos sobre la represión policial, las leyes
antiinmigratorias, la actitud del gobierno para con los trabajadores y la fuerza
del anarquismo en Buenos Aires. Internacional como las injusticias que
denuncia, Barrett no conoce de fronteras porque siente en lo más hondo los
dolores humanos, y porque para él la patria es la humanidad toda. Los
abusos le molestan en los lugares en donde ocurran. Los poderosos lo irritan
sin considerar nacionalidades.
Más allá de la distancia geográfica, Barrett mantuvo siempre un
contacto estrecho con la ciudad, a través de amigos, lo que le permitió contar
con información fluida y muchas veces más profunda que la que brindaban
por entonces los grandes periódicos porteños. Cabe mencionar además que
por aquel entonces, salvando el precario desarrollo de los sistemas de
comunicación, los anarquistas, fieles a su internacionalismo, habían
constituido una especie de región de enlace hispanoamericana en la cual la
información fluía a través del telégrafo, las cartas, la prensa, los
corresponsales, etc..
A partir de esos materiales y de un conocimiento bastante amplio de la
situación política, económica y social de la Argentina, fruto de un vasto
acervo cultural, Barrett denuncia, interpela, invita a la reflexión, incita,
conmueve. La distancia, que para la labor periodística juega como un
obstáculo, es paradójicamente en él una ventaja ya que le permite ver con
mayor claridad mucho de los acontecimientos que revolucionan la Buenos
Aires del 900.
13
Su vida, tan efímera como intensa, lo llevará a desarrollar lo más
prolífico de su obra poco antes de morir. En sus últimos años, escribirá
cuentos cortos para la revista porteña Caras y Caretas y publicará crónicas
periodísticas en la prensa de Asunción y Montevideo. Sin embargo, su
espíritu inquieto y rebelde no le dará tregua, y frente a la dura represión
posterior a la celebración del Centenario con la consiguiente Ley de Defensa
Social, Barrett grita su indignación a través de El terror argentino, folleto que
publica en Julio de 1910 en Paraguay.
Marchando ya para Francia, comentará con alegría en cartas a su
esposa la posibilidad de convertirse en periodista del diario La Nación.10
Casi 100 años después de la muerte de Rafael Barrett, Argentina, que
en palabras de Vladimiro Muñoz ha sido el país que más ha divulgado su
obra, guarda hoy en los anaqueles de su memoria y de su historia las
páginas olvidadas de un escritor maravilloso que no se limitó a pasar
fugazmente por estas tierras, sino que se hizo eco y carne de lo que en ella
pasaba. Muchos de sus escritos en la prensa porteña aun no han sido
recopilados y, rehenes del olvido, permanecen ignorados.11 Aunque Barrett
haya brillado en su época, celebrado por un joven Borges que veía en su
escritura libertad y audacia12, disputado por los grandes periódicos porteños,
10 En: Vladimiro Muñoz, El pensamiento vivo de Rafael Barrett, Bs. As. , Editorial Rescate, 1977, pág. 75.11 El acceso a la obra de Rafael Barrett es difícil y trabajoso. En Argentina sus Obras Completas fueron editadas en 1943 y reeditadas en 1956 por la editorial Americalee, pero sin considerar la localización y fecha de aparición de los textos, redactados originariamente en periódicos. La edición completa que consta de cuatro tomos se llevó a cabo en Paraguay entre 1988 y 1990, recopilando además de los datos anteriormente citados un número considerable de artículos que no figuraban en la argentina. En lo que respecta a la biografía del escritor, existen obras muy completas como la de Francisco Corral Sanchez-Cabezudo pero acceder a ella no es tarea sencilla ya que sólo se halla editada en España. En cuanto a la obra de Vladimiro Muñoz, a pesar de ser exhaustiva, carece de ciertas precisiones y se centra en la relación que Barrett mantuvo con Uruguay. Este último autor invitaba a que algún interesado hiciera lo mismo que él en Argentina, ya que sobre los datos de la estadía de Barrett en Buenos Aires quedan muchas zonas sin explorar.12 En 1917, Jorge Luis Borges le escribía a su primo Roberto Godel: "Ya que tratamos temas literarios te pregunto si no conoces un gran escritor argentino, Rafael Barrett, espíritu libre y audaz. Con lágrimas en los ojos y de rodillas te ruego que cuando tengas un nacional o dos que gastar, vayas derecho a lo de Mendesky -o a cualquier librería- y le pidas al dependiente que te salga al encuentro un ejemplar de "Mirando la vida" de este autor. Creo que ha sido publicado en Montevideo este libro. Es un libro genial cuya lectura me ha consolado de las ñoñerías de Giusti, Soiza O Reilly y de mi primo Alvarito Melián Lafinur." en Vaccaro, Alejandro. "Cartas del poeta adolescente". La Nación, Buenos Aires, 9 de junio de 1996, en: Francisco Corral Sanchez-Cabezudo, “Rafael Barrett. El hombre y su obra”, www.cervantesvirtual.com.
14
inmortalizado por el movimiento anarquista local para quien era genio y
figura, en el presente poco se conoce de este escritor tan prolífico como
efímero. Reconocerlo no sólo es una manera de hacer justicia sino de
reconocernos a nosotros mismos. “Todos seguimos en un poema, no una
ficción, sino una historia y no una historia cualquiera, sino nuestra propia
historia”.13
CONTEXTO HISTÓRICO
“ “Orden y progreso”, la clásica fórmula del credo positivista condensaba así las preocupaciones centrales de una época: aquella en que comenzaban a difundirse en América Latina
relaciones de producción capitalista”.
Oscar Ozslack14
13 Rafael Barrett, “De estética”, en: Op. cit., p. 430.14 Oscar Ozslack, “Formación histórica del Estado en América Latina: Elementos teórico-metodológicos para su estudio”, Cap. I, Buenos Aires, Ed. de Belgrano, 1985, p. 27.
15
A principios del siglo XX, Buenos Aires se convierte en la cara visible del
nuevo escenario configurado en el país a partir de 1880. El primer paso para
la constitución del Estado-Nación ya había sido dado al definir claramente los
límites territoriales. La siguiente tarea fue consolidar el rumbo del país hacia
el progreso.
Las medidas adoptadas por el Estado para insertar al país en la
economía mundial se centraron en la profundización de la relación con Gran
Bretaña, convertida rápidamente en el mayor inversor; la unificación del
territorio mediante la red ferroviaria, lo que posibilito junto al puerto, la
expansión de la agricultura y la ganadería, las dos actividades por
excelencia; y el fomento de la inmigración, que brindó al país la mano de
obra necesaria para su crecimiento.
Casi dos millones de extranjeros arribaron a Argentina entre 1901 y
1910. Procedentes de los rincones más pobres y atrasados de Europa y no de
las zonas con que soñaron Alberdi y Sarmiento, los inmigrantes no solamente
modificaron la composición demográfica del país sino también su fisonomía.
Forzada a una superurbanización para la que no estaba preparada,
Buenos Aires se encontrará a principios de siglo con una nueva imagen.
Ferrocarriles, tranvías, fábricas, espacios verdes, edificios públicos, serán
elementos de este crecimiento explosivo de la ciudad. Crecimiento que
remodelará también, y por sobre todas las cosas, a la sociedad argentina, en
donde convivían sin equidaduna oligarquía que gozaba del poder y la riqueza
junto a sectores medios y populares.
La oligarquía argentina, formada en buena parte por los más grandes
ganaderos de la provincia de Buenos Aires y beneficiada por la especulación
financiera y las nuevas posibilidades que abría la exportación era el grupo de
poder económico y político. Poseedores de la tierra, una de las mayores
fuentes de riqueza del país, y portadores de apellidos de renombre dentro de
la “historia oficial argentina”, los miembros de la oligarquía se consideraban
a si mismos los legítimos dueños de los destinos del país.
16
La expansión del sistema capitalista también favoreció el crecimiento de
sectores medios, sobre todo en las grandes ciudades. Estos sectores, que no
pertenecían ni a la clase obrera ni a la burguesía, estaban conformados por
empleados públicos, profesionales independientes, maestros, comerciantes,
trabajadores cuentapropistas, etc. Un sector que se caracterizaba por una
marcada heterogeneidad, en ella convivían extranjeros y sus hijos
argentinos, criollos, buscadores del “ascenso social”, defensores de las clases
proletarias, inmigrantes desinteresados por asimilarse a su país adoptivo e
hijos fascinados por el estilo de vida del “rico argentino”.
En lo más bajo de la pirámide social, se hallan los sectores populares.
Conformados por obreros, artesanos calificados, sirvientas, costureras,
vendedores ambulantes, trabajadores portuarios, la gran mayoría con un
origen inmigratorio, estos sectores padecían una exclusión tanto económica
como política y social. Imposibilitado su acceso a la tierra, muchos se
ubicaban en las grandes ciudades, padeciendo condiciones de vida
deplorables. Sus salarios eran magros y las jornadas laborales
completamente abusivas, el índice de mortalidad por accidente de trabajo
era muy alto, así como la cifra de menores trabajadores. Vivían hacinados en
conventillos, el hábitat obrero por excelencia, los cuales en la mayoría de los
casos carecían de baños y de agua potable, por lo que la situación sanitaria
era caótica; no existían en ellos pautas edilicias y casi todos eran inundables;
carecían de inspecciones; sus reglamentos internos eran sumamente
restrictivos y arbitrarios, y el hacinamiento de los obreros y sus familias en
las piezas era corriente.
Este cambio abrupto de la población junto al crecimiento explosivo de la
ciudad y la adopción de relaciones de tipo capitalistas ocasionará numerosos
conflictos que tendrán como actor principal a una naciente clase obrera. En la
vereda opuesta, una maquinaria política consolidada a lo largo de los años y
conformada en torno a la figura del presidente, garantizaba el
mantenimiento de la oligarquía en el poder. La ausencia de dispositivos de
alternancia, la exclusión política y el fraude electoral eran los mecanismos a
17
los que se apelaba. Del voto, ni secreto, ni obligatorio, estaban marginados
inmigrantes y mujeres, es decir, gran parte de la población.
Con un fuerte poder en tanto puerto económico y centro político, la
ciudad se erigía en el núcleo de las decisiones. En la cima del sistema político,
estas pasaban por los acuerdos entre el presidente y los gobernadores. En
los niveles más bajos, la competencia se daba entre los caudillos. Todo se
hallaba estructurado en torno a un único partido, eximiendo de la
competencia a partidos políticos alternativos. De los restantes, muchos eran
obligados a votar a punta de pistola o sencillamente sus votos eran
comprados. En general, la participación del electorado era insignificante en
un país “constitucionalmente” democrático.
El sistema político diseñado por la élite empezó a mostrar sus
debilidades frente a estos nuevos actores, que encauzados principalmente
por el movimiento anarquista, se constituyeron en un poderoso grupo de
presión. La sociedad estaba impregnada de tensiones y conflictos. Los
presidentes que se sucedieron en este período: Manuel Quintana (1904-
1906) y Figueroa Alcorta (1906-1910) trataron de hacer frente a la llamada
“cuestión social” de diversas formas. Sin embargo la descomposición del
régimen proseguía: el movimiento anarquista crecía, las huelgas se
multiplicaban y la brutalidad de la represión enrarecía aun más el clima
social. La incapacidad de la élite de reconocer que el problema se hallaba en
el seno de esa naciente sociedad argentina y no en un enemigo externo, la
llevó a sancionar leyes francamente inconstitucionales como la Ley de
Residencia y la de Defensa Social, y a adoptar frente al anarquismo, la cara
más visible de dicho movimiento, actitudes claramente represivas.
EL APARATO REPRESIVO DEL ESTADO
Adecuándose a los nuevos tiempos de intensa agitación social, la fuerza
policial sufrió una fuerte reestructuración a principios del siglo XX. Este
cambio en el aparato represivo partía, como sostiene Juan Suriano, de la
visión negadora de un Estado que percibía el conflicto social como algo
externo al cuerpo social y no como un elemento inherente a las relaciones de
18
tipo capitalista introducidas por la nueva realidad económica. La opinión que
predominaba era que la represión era la solución a un problema que se
consideraba importado. Esta visión de la cuestión social como una cuestión
meramente policial cuya solución devenía de la expulsión y/o represión de
los elementos conflictivos, llevó al Estado a operar perfeccionando el cuerpo
represivo, sancionando leyes sumamente duras y en algunos casos
inconstitucionales (Ley de Residencia y Ley de Defensa Social). 15
La figura clave de este período fue, sin lugar a dudas, el Coronel Ramón
Falcón. De amplia trayectoria dentro de las fuerzas policiales, Falcón fue
senador y diputado, redactó numerosos reglamentos, aumentó el número de
comisarías y creó la Escuela de Policía y el Cuerpo de Cadetes. Como Coronel
y Jefe de la Policía de la ciudad de Buenos Aires, enfrentó las grandes huelgas
que se sucedieron entre los años 1906 y 1909. Indudablemente, Falcón fue
un personaje clave en esta época, no sólo por las modificaciones que se
produjeron al interior de la institución durante su mandato (ampliación del
número de comisarias, creación del prontuario y de la cédula de identidad,
etc. ) sino por la pública batalla que libró contra el movimiento anarquista
local. Batalla que culminó con su asesinato, tras los graves hechos de la
llamada Semana Roja de 1909, a manos del anarquista Simón Radowitzky. 16
Durante los años en que Falcón permaneció al frente de la Policía de
Buenos Aires, la institución adoptó posiciones francamente autoritarias,
traspasando muchas veces los límites de su injerencia. Los informes
policiales emitían apreciaciones y juicios de valor sobre los detenidos
políticos, las actividades anarquistas eran controladas minuciosamente
15 Sobre las medidas adoptadas en el perfeccionamiento del cuerpo represivo, véase: Juan Suriano, “El Estado argentino frente a los trabajadores urbanos: política social y represión, 1880-1916”, en: 14° Anuario, Escuela de Historia, Facultad de Humanidades y Artes, Rosario, UNR Editora, 1989-90.16 El primero de mayo de 1909, los anarquistas realizan una gran huelga por cumplirse un aniversario más del asesinato de los trabajadores de Chicago, huelga que fue duramente reprimida arrojando el saldo de 8 trabajadores muertos y un centenar de heridos. El movimiento libertario respondió a esta actitud con una huelga general que se llevó a cabo durante la semana siguiente a la represión. El conflicto movilizó a más de 200.000 trabajadores que exigían la renuncia de Ramón Falcón, jefe del operativo. Sin embargo, Falcón no es removido por el gobierno. El 14 de noviembre de ese año, Simón Radowitzky, un joven anarquista ruso, atenta contra el jefe de policía provocándole la muerte. Detenido de inmediato, Radowitzky es trasladado al penal de Ushuaia, donde permanecerá hasta 1929, año en que será indultado por el presidente radical Hipólito Yrigoyen. Véase: Jacinto Oddone, Gremialismo proletario argentino, Ediciones Líbera, Bs. As., 1975 ; Diego Abad de Santillán, El movimiento anarquista en la Argentina. Desde sus comienzos hasta el año 1910, Editorial Argonauta, Bs. As., 1930.
19
mediante la infiltración de policía de civil en reuniones y actos políticos, el
mismo Falcón efectuaba asiduamente peticiones al Poder Ejecutivo de
reformas de leyes para reprimir a los elementos más radicalizados, y existía
una notoria pasividad frente a las acciones parapoliciales de los grupos
nacionalistas de extrema derecha que por ese entonces comenzaban a
emerger.
LAS LEYES REPRESIVAS
La Ley de Residencia es sancionada en 1902 bajo la presidencia de Julio
A. Roca. Frente a las grandes huelgas iniciadas aquellos años por los obreros
del Mercado Central de Frutos y de Barracas17, a las cuales la F.O.R.A18 decide
apoyar convocando a una huelga general, llegando incluso al interior del
país, la policía y el Ejército inician la represión. Se declara el Estado de Sitio,
allanándose locales obreros, secuestrando periódicos, encarcelando
huelguistas. Sin embargo, la intensidad del movimiento no disminuye.
El gobierno recurre entonces a un antiguo expediente de 1896, en el
cual la Unión Industrial Argentina dirigiéndose al Poder Ejecutivo solicitaba la
expulsión de aquellos que perturbaran el orden social. El proyecto, concebido
por el senador Miguel Cané en 1899, es sancionado y aplicado con una
inusitada rapidez frente a los acontecimientos de noviembre de 1902.
La ley N° 4144, llamada Ley de Residencia o Ley Cané facultaba al
Poder Ejecutivo para ordenar la expulsión del territorio argentino a todo
extranjero que perturbara el orden público, que delinquiera o comprometiera
la seguridad nacional, así como impedir la entrada a todos los extranjeros
que poseyeran los antecedentes descriptos anteriormente. La
inconstitucionalidad de esta Ley provocó numerosas críticas y
manifestaciones, sin embargo, su aplicación fue intensa.
17 Los más de 5.000 obreros que se declararon en huelga solicitaban un aumento de jornal y una reducción de la jornada laboral a 9 hs. diarias de trabajo. 18 F.O.R.A (Federación Obrera Regional Argentina). En 1901, anarquistas y socialistas forman la Federación Obrera Argentina. Con mayoría anarquista, la unión se disuelve muy pronto, constituyendo los socialistas la Unión General de los Trabajadores (U.G.T). Contando con la adhesión de los gremios más fuertes y convocantes, la FOA se estableció rápidamente en un poderoso elemento de presión, convocando en 1902 a la primera huelga general del país.
20
Heredera del mismo espíritu que engendrara la anterior, la Ley de
Defensa Social fue sancionada el 28 de Junio de 1910 luego de los festejos
del Centenario y bajo la presidencia de Figueroa Alcorta.19 La ley N°7029 es
el correlato brutal de la Ley de Residencia, y como ésta, es sancionada y
aplicada con inusitada rapidez. La Ley de Defensa Social constaba de tres
extensos capítulos en donde, entre otras cosas, se penaba a los expulsados
que retornaran al país con 3 a 6 años de prisión como también a quienes
osaran introducirlos; prohibía la asociación o reunión de personas que
tuvieran por objeto la propagación de las doctrinas anarquistas así como la
utilización de emblemas, estandartes o banderas ácratas en ámbitos
públicos; penaba con prisión a quienes verbalmente, por escrito o por
impreso hicieran pública la apología de un hecho o del autor de un hecho que
la ley previera como delito, así como insultaran a la bandera, al escudo o
desconocieran la constitución.
Aplicadas en numerosas oportunidades, las leyes antiinmigratorias
recayeron sobre los pensadores e intelectuales más vigorosos del
movimiento libertario (Rodolfo Gonzalez Pacheco, Félix Basterra, Eduardo
Gilimón, Teodoro Antillí, Apolinario Barrera, Orsini Bertani, entre otros) que
fueron expulsados y apresados, sufriendo el anarquismo local una gran baja.
19 El 26 de junio estalla una bomba debajo de una butaca desocupada de la platea del teatro Colón en Buenos Aires, mientras se llevaba a cabo un espectáculo. El atentado sólo ocasiona daños materiales. La policía procesa y condena a un anarquista de apellido Romanoff.Al día siguiente, los legisladores sancionan la Ley de Defensa Social.
21
LA IDEOLOGÍA ANARQUISTA
“... el anarquismo se constituyó en la más descarnada de todas las autopsias políticas modernas
y en la más exigente de todas las propuestas superadoras del estado de cosas en el siglo XIX. Justamente, por haber elegido un ángulo de observación tan vertiginoso,
también el anarquismo se convirtió -imperceptiblemente, al comienzo, para sus propios padres fundadores- en un saber trágico.
Pues descubrir que la jerarquía es constante histórica, peso ontológico y enraizamiento psíquico
tan imponentes conduce a la asunción de que su desafío suscita pánico, tanto como renegar de un dios olímpico o abandonar para siempre jamás la casa paterna.
Los anarquistas son conscientes de su propia desmesura conceptual y política”.
Christian Ferrer20
Las raíces intelectuales del anarquismo pueden rastrearse en el
liberalismo clásico y en la Ilustración. Este sistema filosófico y político hace su
aparición histórica en el siglo XIX de la mano de cuatro grandes pensadores:
Max Stirner, Pierre-Joseph Proudhon, Mijail Bakunin y Piotr Kropotkin.
Nacido en la atmósfera de la filosofía romántica alemana el anarquismo
de Max Stirner (1806-1856) fue una forma extrema de individualismo que
colocaba al individuo único antes de todo, proponiendo asociaciones libres de
individuos únicos, lo que el llamó “unión de egoístas”. Stirner atacó tanto al
capitalismo como al socialismo de estado, construyendo las bases del
anarquismo tanto individualista como comunista por su crítica del capitalismo
y el Estado que lo sostiene.
Pierre Joseph Proudhon (1809-1865), escritor y teórico político
francés del siglo XX, ha sido considerado desde una perspectiva histórica el
padre del anarquismo filosófico. Proudhon imaginaba una sociedad donde la
naturaleza ética y el sentido moral de la responsabilidad estarían tan
desarrollados en el pueblo que no sería necesaria la existencia de un
20 Christian Ferrer, “El drama cultural del anarquismo/2. Técnica en una sociedad autogestionaria”, en: BICEL (Boletín interno del Centro de Estudios Libertarios Anselmo Lorenzo), N°11, Madrid, Abril 2001, en: www.cnt.es/fal/bicel.
22
gobierno. En la sociedad ideal, lo que él llamaba “orden en la anarquía”, el
pueblo actuaría de forma ética y responsable y por su propia voluntad. Sus
teorías de mutualismo y federalismo tuvieron una influencia profunda en el
crecimiento del anarquismo como movimiento de masas y describieron con
claridad como un mundo anarquista funcionaría. Se considera que la obra
más importante de Proudhon es su Sistema de las contradicciones
económicas, o La Filosofía de la miseria (1846), que le valió la réplica de Karl
Marx en su ensayo Miseria de la filosofía (1847). Las ideas de Proudhon
constituyen la fuente inmediata del anarquismo tanto social como
individualista.
El pensador revolucionario ruso Mijail Bakunin (1814-1876) es la
figura central en el desarrollo de las ideas y del activismo anarquista
moderno. Bakunin recalcó el papel del colectivismo, la insurrección de las
masas y la revuelta espontanea en la creación de una sociedad libre y sin
clases sociales. También dio importancia a la naturaleza social de la
humanidad y la individualidad rechazando el individualismo abstracto del
liberalismo como la negación de la libertad. En el transcurso de la I
Internacional, se opuso al pensador socialista Karl Marx; enfrentamiento que
concluyó con la expulsión de Bakunin de la Internacional en 1872 y con la
definitiva ruptura entre los marxistas y los anarquistas. Defensor de los
principios revolucionarios antiautoritarios, por oposición al centralismo estatal
de los marxistas, rechazó cualquier autoridad y legislación por considerarlas
propias de una minoría dominante. Sus ideas fueron centrales durante el
siglo XX dentro de grandes secciones del movimiento obrero de izquierda.
Bakunin influyó sobre muchos movimientos sindicalistas, especialmente en
España.
Piotr Kropotkin (1842-1921), científico de formación, hizo un detallado
y sofisticado análisis anarquista de las condiciones modernas relacionadas
con una receta completa para la sociedad futura -el anarcocomunismo-.
Identificó el apoyo mutuo como la mejor manera por la cual los individuos
pueden desarrollarse y crecer. El tema central de los numerosos trabajos de
Kropotkin fue la abolición de toda forma de gobierno en favor de una
23
sociedad que se rigiera exclusivamente por el principio de la ayuda mutua y
la cooperación, sin necesidad de instituciones estatales. Esa sociedad ideal
(anarcocomunista) sería el último paso de un proceso revolucionario que
pasaría antes por una fase de colectivismo (el anarcocolectivismo).
Las variadas teorías propuestas por estos "fundadores anarquistas”
están interrelacionadas de muchas maneras y han sido gérmenes de
diversas corrientes al interior del movimiento: al anarcosindicalismo, el
anarcocomunismo, el colectivismo, el anarquismo individualista, etc.
PILARES IDEOLÓGICOS DEL ANARQUISMO
El anarquismo es un cuerpo de ideas, enmarcado en una teoría filosófica
y política, que tiene como valor supremo la libertad. El anarquismo se opone
al principio de autoridad ya que proclama la libertad del individuo, y por lo
tanto rechaza cualquier clase de sumisión o subordinación, ya sea estatal,
religiosa, cultural o económica. La negativa absoluta a adherirse a toda teoría
jurídico-política del mandato y de la representación parte de la creencia en la
libre organización social, en el autogobierno. Para el anarquismo donde hay
representación hay opresión, y la desconfianza se extiende a todas las
formas de poder en las cuales un grupo se halla sometido por otro. Su
objetivo es la disolución del sistema político, económico y psicológico de
dominación. “En una palabra, rechazamos toda legislación y autoridad
privilegiada, diplomada, oficial y legal, aunque provenga del sufragio
universal, convencidos de que sólo puede desembocar en beneficio de una
minoría dominante y explotadora frente a los intereses de la gran mayoría
esclavizada. En este sentido es en el que somos realmente anarquistas”.21
Los anarquistas sostienen que la anarquía, la ausencia de soberanos, es
una forma viable de sistema social y funciona para llevar al máximo la
libertad individual y la igualdad social.
La transformación radical de la sociedad existente tiene como primera
condición un cambio radical en la situación económica. La colectivización
permite la igualdad en el plano económico al socializar la economía y 21 Mijail Bakunin, Escritos de Filosofía Política, Tomo I. España, Editorial Altaya, 1995, pág. 324.
24
transformar el trabajo en igual y obligatorio para todos. El capital, la tierra,
los medios de producción y la infraestructura pasan a manos de las comunas
y asociaciones de trabajadores libres. El Estado, sustituido por una
Federación de Comunas Libres, deja de existir como tal, y el pueblo toma las
decisiones colectivamente, resolviendo sus propios conflictos sin ningún tipo
de intermediarios. Decididamente internacionalistas, los anarquistas
proclaman la Federación Libre de todos los pueblos, sin ningún tipo de
fronteras.
La revolución social que lleva al cambio no puede ser decretada,
proyectada, impuesta, ni elegida por sufragio universal, sino que debe ser
obra del mismo pueblo, a través de la acción masiva continua y espontánea.
Para el anarquismo, la liberación personal y la liberación colectiva son
indisociables, y de nada sirve imponer un sistema de gobierno si los hombres
no creen en él.
El socialismo libertario descansa sobre una determinada concepción del
hombre, cree en la “buena fe”, el “libre albedrío” y la “voluntad”, como
elementos subjetivos de cambio social. Su impulso se nutre de una poderosa
confianza en la rebeldía y en el espíritu libre de los hombres. El anarquismo
afirma que sin una confianza en el individuo no tiene absolutamente ningún
sentido hablar de autonomía. El pensamiento libertario no duda en señalar
que el hombre es social por naturaleza, pero su corrupción no viene de la
vida en sociedad como decía Rousseau, sino de la situación de injusticia en
que vive la sociedad: es la opresión del Estado, del poder económico, de la
Iglesia, y de la violencia ejercida por el ejército, lo que impide una existencia
armónica. Los enemigos del pueblo (Estado, Iglesia y Ejército) tienen que
desaparecer en cuanto éstos representan el desprecio por la autonomía de
los hombres.
La cultura y la educación juegan un rol muy importante en el ideario
anarquista. Para los anarquistas, la redención de los trabajadores debe ser
obra de ellos mismos, por medio de la educación al alcance de su mano,
pues el progreso, no es mecánico ni determinista, sino producto de la
25
voluntad y la actividad humanas. El proletariado debe instruirse y adquirir así
conciencia de sus merecimientos, de sus potencialidades y derechos.
La educación permite a los hombres la liberación de sus ataduras
mentales al proveer un hilo conductor a través del cual las personas abran
sus propios caminos. Para el anarquismo, el individuo necesita una
transformación libre de cualquier tipo de imposición.
El arte tiene, para el socialismo libertario, un papel revolucionario por su
doble propósito: la liberación y la creación. El anarquismo cree en la
liberación de las potencialidades creativas de los hombres a través de la
función ético-social del arte.
EL MOVIMIENTO LIBERTARIO EN ARGENTINA
A principios del siglo XX, el anarquismo era un movimiento de
vanguardia entre las masas populares del Río de La Plata, con mayor
desarrollo en algunos países como Argentina y Uruguay, pero con un enorme
peso en todo el territorio sudamericano.
Los comienzos del movimiento anarquista en nuestro país pueden
situarse a fines del siglo XIX con la llegada de numerosos internacionalistas
europeos perseguidos. En el año 1884 se constituye el primer círculo
comunista anárquico en Buenos Aires, que distribuye gratuitamente La
Questione Sociale, periódico bilingüe publicado por el anarquista italiano
Errico Malatesta. Malatesta llega a nuestro país en 1885, permaneciendo
aquí 4 años, en los cuales desarrolla una labor sumamente fecunda. Notable
difusor de la ideología libertaria, es quien redacta el programa de la primera
sociedad cosmopolita de resistencia, la de los obreros panaderos de Buenos
Aires, y sin lugar a duda, su presencia marca el inicio y posterior desarrollo
del movimiento anarquista en nuestro país.
1890 es un año clave para el movimiento porque sale a la luz el primer
periódico anarquista de larga duración, El perseguido. Es en este período
también, que se inicia la divulgación de literatura anarquista a través de
folletos y libros, se llevan a cabo numerosas conferencias, se editan revistas
26
y periódicos extranjeros y nace en 1894 el primer órgano gremial de los
anarquistas: El obrero panadero .
Es un período sumamente intenso para el movimiento libertario
argentino, un período en el que se lucha en todos los frentes.
El 13 de Junio de 1897 es una fecha para recordar, ya que se funda el
gran periódico anarquista de renombre internacional: La Protesta, pieza
clave para el movimiento libertario del Río de La Plata.22
La llegada del italiano Pietro Gori a nuestro país en 1898 marcó también
un punto de inflexión en el movimiento. Poeta, sociólogo, abogado y notable
orador, Gori dio un estímulo extraordinario al movimiento, recorriendo el país
con sus conferencias.
Con una fuerte conexión entre ellos, los anarquistas desarrollaron
numerosas actividades en diversos ámbitos, siendo en algunas de ellas
pioneros. Fieles a su ideología, impulsaron y fomentaron la unión de los
obreros en la lucha por mejores condiciones de vida, creando sociedades de
resistencia, en donde no sólo se trataban cuestiones específicamente
laborales sino que se emprendían numerosos proyectos que buscaban el
crecimiento intelectual y moral de los obreros. La actividad libertaria tenía
como eje la lucha por la construcción de un tejido social solidario, y en
función de ello, los anarquistas fundaron círculos culturales, escuelas
racionalistas, centros de estudios, bibliotecas, etc.
Buenos Aires y Rosario eran los principales centros de actividad ácrata
en nuestro país. Había una intensa vida anarquista en la Argentina que
irradiaba a los países vecinos. Se editaban numerosos periódicos y revistas,
se organizaban conferencias y veladas artísticas, obras teatrales, etc.
En mayo de 1901 los anarquistas fundan junto a los socialistas la
Federación Obrera Argentina. Pronto los socialistas se retiran formando la U.
22 Creada por obreros anarquistas de diversos gremios, su primer director fue el ebanista catalán Gregorio Inglán Lafarga. Denominada en un principio La Protesta Humana, pasaron por su redacción las figuras más notables del movimiento libertario: Alberto Ghiraldo (quien fuera redactor en 1904), Florencio Sanchez, Rodolfo Gonzalez Pacheco, Juan Más y Pi, Eduardo Gilimón, Alejandro Sux, Teodoro Antillí, etc. Único medio gráfico diario del movimiento, La Protesta llegó a tener una tirada de 15.000 ejemplares, contando con un vespertino llamado La Batalla, secciones en italiano e iddish, suplementos culturales, etc. Clausurada y allanada en innumerables oportunidades, La Protesta fue el más importante órgano de comunicación del movimiento anarquista local.
27
G. T., Unión General de los Trabajadores. La F.O.R.A (Federación Obrera
Regional Argentina) será el órgano clave en la organización anarquista. Con
gran cantidad de gremios, con un órgano de prensa propio y con un número
notable de militantes, la F.O.R.A se constituirá en un elemento clave en la
organización de las luchas obreras.
Como ya se mencionó anteriormente, en 1902, tras grandes huelgas, se
aprueba la Ley de Residencia y se declara el estado de sitio. Hay centenares
de detenidos, se clausuran locales obreros, y en virtud de la ley
recientemente sancionada son expulsados de nuestro país numerosos
activistas libertarios. Acontecimientos como estos se sucederán con el correr
de los años siguientes.
1906 y 1907 son años intensos de luchas obreras, se producen
centenares de conflictos y huelgas de los cuales el movimiento libertario es la
mayoría de las veces el principal protagonista. Sus reclamos no se limitan a
lo estrictamente laboral sino que son mucho más amplios. Sus consignas son
levantadas en contra del servicio militar, de la educación oficial, de la religión,
del casamiento, del patriotismo, en definitiva, de todas las formas posibles de
sumisión.
Convertido a principios del siglo XX en un fuerte grupo de presión, el
anarquismo será fuertemente reprimido por un Estado que veía en este un
peligroso enemigo en notable crecimiento.
Los festejos del Centenario de la Revolución de Mayo en Buenos Aires
marcarán una bisagra en el desarrollo del anarquismo argentino. Tras la
masacre de Plaza Lorea, las muertes de anarquistas y el posterior asesinado
de Falcón, se sucede una violenta respuesta desde el gobierno.
El Centenario será la ocasión para demostrar quien tiene el máximo
poder. Nada debía opacar los festejos que simbolizaban la grandeza y el
crecimiento de Argentina ante los ojos del resto del mundo. Los anarquistas,
quienes también veían esta fecha como un momento clave para hacerse oír
con fuerza, son duramente reprimidos y silenciados. La imprenta de La
Protesta es incendiada, se producen numerosas deportaciones, son miles los
presos y muchos los enviados al penal de Ushuaia. Tras esta represión, en
28
julio, y como broche de oro, es que fue sancionada la Ley de Defensa Social.
La violencia del Centenario produjo una gran baja en el movimiento
libertario que ya no tuvo la fuerza suficiente para alcanzar el peso obtenido
en este principio de siglo.23
2° PARTE: ANÁLISIS
1. EL ESTADO, LA LEGISLACIÓN Y LAS PRÁCTICAS POLÍTICAS
EL ESTADO
“Ninguna jerarquía, autoridad ni explotación; cada cual con su propio cerebro, grande o pequeño, que sea,
pero cerebro de alquiler, ninguno”.
El perseguido, Buenos Aires, 1890
El Estado es para la ideología anarquista la forma más acabada de
ejercicio de la autoridad, y por lo tanto de opresión. “El Estado, cualquier
Estado -aunque este vestido del modo más liberal y democrático- se basa
forzosamente sobre la dominación y la violencia, es decir, sobre un
despotismo que no por ser oculto resulta menos peligroso”, afirma Bakunin24.
23 Sobre el movimiento anarquista en la Argentina véase: Diego Abad de Santillán, El movimiento anarquista en la Argentina. Desde sus comienzos hasta el año 1910, Buenos Aires, Argonauta, 1930 ; del mismo autor: F.O.R.A. Ideología y trayectoria, Buenos Aires, Proyección, 1971. También: Juan Suriano, Anarquistas. Cultura y política libertaria en Buenos Aires. 1890-1910, Buenos Aires, Manantial, 2001.
24 Mijail Bakunin, en: Op. cit., p. 261.
29
La negación del aparato estatal y todo lo que este implica diferencia a los
anarquistas de otras corrientes de izquierda, y lo ubica en una posición
diametralmente opuesta en sus reclamos y manifestaciones. Los anarquistas
no buscan la inclusión, sino la destrucción del aparato de poder.
El movimiento anarquista local estaba unido por esta oposición al
Estado como símbolo máximo de autoridad. El Estado violaba el orden
natural de unión libre, sin mandato ni imposición, y la razón de su existencia
era la defensa de los intereses de las clases dominantes.
Desde este punto de vista, impugnaban los pilares sobre los que se
edificaba este Estado moderno: la ley, la noción de patria, el ejército y la
política parlamentaria.
LAS LEYES
Barrett analiza en numerosos artículos el papel de la legislación como
garante del sometimiento y elemento indispensable para la supervivencia del
Estado, pero son dos los sucesos puntuales que generan las intervenciones
políticas más incisivas: el pedido de reformas del Jefe de Policía de Buenos
Aires, Ramón Falcón, al Poder Ejecutivo luego de los sucesos del 1° de Mayo
de 1909 (“El anarquismo en la Argentina”25) y el proyecto de ley del diputado
Lucas Ayarragaray (“El proyecto Ayarragaray”26). En estos dos artículos,
desmenuza el significado que para él posee la legislación.
Barrett define con minuciosa claridad, en “El proyecto Ayarragaray”,
porque las leyes, a su entender, son inmorales y antiprogresivas. Tres son los
factores: la pretensión de uniformidad que encierran (“El ideal mismo de una
ley idéntica para todos es el colmo de la injusticia, por no tener en cuenta las
morales variadas de los individuos”27); la imposición sobre la que se fundan
(“La única ley uniforme legítima sería la moral de un Francisco de Asís o de
un Tolstoi, pero al ser impuesta perdería ya su perfección”28) y la traba que
25 Rafael Barrett, en: Op. cit., p. 91.26 Idem, pág. 430.27 Idem, pág. 431.28 Ibidem.
30
implican al cambio (“Toda ley es un obstáculo. El progreso consiste en hacer
posible el desarme de las leyes”29). Las leyes, “hijas de una minoría
bárbara”30, permiten la cristalización de relaciones sociales de explotación,
colocando un corset a la conducta humana.
Este ataque no es sólo a la ley en tanto entidad abstracta, construida e
impuesta sino también a las acciones legislativas concretas efectuadas por el
parlamento argentino. Sobre todo, Barrett critica, como el conjunto del
movimiento libertario local, cualquier tipo de proyecto de legislación
represiva, haciendo hincapié en la Ley de Residencia.
Duramente combatidas por el grueso de los anarquistas a través de las
numerosas publicaciones periódicas, las leyes represivas afectaron
claramente al movimiento libertario: gran parte de sus miembros más
notables fueron encarcelados en el penal de Tierra del Fuego o expulsados
del país. “Leyes ad hoc que relegan la flamante república a la sucia Edad
Media”31 fueron implementadas por un Estado que creía eliminar el problema
de la cuestión social “filtrando” inmigrantes.
En el artículo “El anarquismo en la Argentina”, Barrett condena, por
medio de una argumentación tan aguda como sarcástica, la pretensión del
Poder Ejecutivo argentino y del Coronel Ramón Falcón de detener las ideas
en las dársenas. “Protesto” dice Barrett tomando a su cargo la enunciación,
“contra los que persiguen un sistema de ideas” figurándose que “la idea
abstracta conduce al crimen”32. La ignorancia y la soberbia de las
autoridades nacionales radica, desde la óptica barrettiana, en la pretensión
de detener el movimiento progresivo del mundo, movimiento que implica el
cambio, porque el cambio es la vida. El tan divulgado “Destruir es crear” de
Mijail Bakunin. “¿De dónde viene el orden presente sino del desorden de un
minuto genial ?33, increpa Barrett. “Por favor, permita el Poder Ejecutivo que
siga girando el mundo y no se obstine en emitir juicios finales. Tenga un poco
de modestia, y recordando las enseñanzas de la historia, admita que las
29 Ibidem.30 Rafael Barrett, “Mi Anarquismo”, en: Op. cit., p. 511.31 Rafael Barrett, “El Estado y la sombra”, en: Op. cit., p. 202.32 Rafael Barrett, “El anarquismo en la Argentina”, en: Op. cit., p. 92.33 Ibidem.
31
instituciones de 1909 no sean definitivas”.34
Barrett polemiza abiertamente contra los discursos oficiales, los incluye,
asumiendo explícitamente su opinión. El hecho de formular preguntas,
contestarlas, refutar las propias objeciones, es característico de los géneros
retóricos y permite la representación convencional de un ida y vuelta, de un
diálogo con los enunciados ajenos pertenecientes a una esfera dada. Asimila
los discursos oficiales contra la inmigración “malsana”, elemento perturbador
del orden, así como las críticas que desde otras esferas se esgrimían contra
el anarquismo: su relación con la violencia (“Muchos ladrones profesan el
capitalismo. Muchos asesinos adoran a Dios. Aún hay quien se figura que la
idea abstracta conduce al crimen”35), la imposibilidad de su proyecto (“¿Qué
la sociedad de hoy no esta preparada para constituirse anárquicamente? Es
muy probable. Discútase, examínese. ¿Qué tiene que ver todo esto con la
inmigración “malsana”?).36
Buscando siempre finalizar sus artículos con párrafos moralizadores o
irónicos, Barrett arremete, siempre superando los límites, exponiendo
claramente el temor oficial a toda forma de cambio social que significara la
alteración del orden constituido: “No se asuste tanto del anarquismo.
Consuélese con la certidumbre de que los anarquistas parecerán algún día
anticuados y demasiado tímidos; sólo la vida es joven”.37
LA CUESTIÓN SOCIAL
Barrett analiza la problemática de la emergente “cuestión social” en
varios de sus artículos, pero es en el cuento “La gran cuestión”38, publicado
en La Razón de Montevideo el 28 de mayo de 1909, en donde, a través de la
ironía, refleja los discursos circulantes en las esferas del poder en torno a este
tema.
Liberándose de la seriedad que amerita la crónica periodística, Barrett
34 Ibidem.35 Ibidem.36 Ibidem.37 Ibidem.38 Rafael Barrett, en: Op. cit., p. 230.
32
se permite, utilizando un género primario como el diálogo cotidiano,
condenar a través del ridículo a quienes él identifica como los hacedores de
este sistema de explotación: el político, el militar y el banquero, los grandes
“enemigos del pueblo”.
Con la sencillez y la claridad que el diálogo brinda, trasluce la visión
negadora del Estado frente a un problema propio de la inserción del país en
el sistema capitalista mundial. Adoptando una serie de máscaras que le
permiten filtrar en el texto los decires oficiales frente a la cuestión social,
Barrett va desentramando las posiciones de los diferentes actores sociales.
La comprensión de la cuestión social ocupó un lugar de privilegio en el
esquema ideológico y propagandístico anarquista destinado a los
trabajadores. Numerosos son los artículos que sobre este tema aparecen en
la prensa libertaria. La posición que Barrett adopta frente a lo que él llama
irónicamente “la gran cuestión” es nuevamente radical y provocativa.
Cada réplica posee una conclusión específica en la cual se pueden
visualizar las posiciones de los diferentes sujetos discursivos.
La justificación natural de la desigualdad con la consecuente
subestimación del pensamiento libertario se ve claramente reflejada en el
discurso del político-personaje, “El nuevo evangelio trastorna la sociedad,
fundada en que unos produzcan sin consumir, y otros consuman sin producir.
Son funciones distintas, especializadas. Pero váyales usted con ciencia seria a
semejantes energúmenos. Los locos de gabinete tienen la culpa, los
teorizadores y poetas bárbaros a lo Bakounine, a lo Gorki, que pretenden
cambiar el mundo sin saber siquiera latín”.39 La afirmación de la
inconsistencia teórica de la ideología ácrata era un elemento más en el
profuso arsenal utilizado por la clase dominante para desvalorizar al
anarquismo, siempre ubicado en un “afuera” de los discursos sociales
aceptados.
Menosprecio que escondía una desconocimiento, una profunda irritación
y un temor indisimulable, que Barrett refleja claramente a lo largo de todo el
diálogo, en donde también son ensayadas las respuestas posibles a la
39 Rafael Barrett, “La gran cuestión”, en: Op. cit., p. 231.
33
situación.
La declaración del general-personaje encierra la reacción represiva de
gran parte de la clase dominante. “Yo, militar, hubiera hecho fuego sobre los
huelguistas. Los hubiera considerado extranjeros, enemigos de la patria.
¡Sacrílegos! A mi, sin la patria, no me sería posible vivir.”40 Reacción que
devenía de la imposibilidad de ver el problema de la cuestión social como
inherente a esa naciente sociedad y por lo tanto, como conflicto sobre el cual
el Estado debía intervenir a través de políticas integradoras. Las palabras del
político-personaje son elocuentes “Y sigamos elevando salarios, y
disminuyendo horas de labor, para que el obrero -¡Maldita cultura superflua!-
compre libros o aprenda a fabricar bombas”.41
La homogeneidad de voces con respecto a “la gran cuestión” da cuenta
de una reacción-respuesta de clase. El movimiento obrero, claramente
influenciado por el anarquismo, era percibido como un elemento perturbador
del orden y del progreso de la Nación.
Esta reacción-respuesta se tradujo en una cuestión meramente policial.
Los anarquistas que “con el pretexto de que no tienen patria, viajan por otras
patrias, llevando consigo la rebelión y la dinamita”42 eran el principal blanco
de los ataques. La batalla contra ese enemigo externo importador de ideas
peligrosas fue librada en todos los frentes. Las respuestas devendrían en
acciones represivas, leyes anticonstitucionales y en la formación de una
matriz de pensamiento nacionalista que operaba transformando al
anarquismo en un enemigo de la patria.
La Argentina, abierta al aluvión inmigratorio, hoy “llora de ser tan
hospitalaria”43, exclama Barrett, y propone una mirada más profunda a sus
lectores de esta situación, "El terror tiene su lado cómico. Tiene también su
alcance instructivo. En estos choques un país se vomita a si propio; es el
momento de estudiarlo. Estudiad, pues, la desesperación con que Buenos
Aires defiende su bolsa del espectro anarquista...”.44
40 Ibidem..41 Ibidem. 42 Ibidem.43 Rafael Barrett, “El terror”, en: Op. cit., p. 448.44 Ibidem.
34
Barrett, con su pluma encendida, advierte: “Las persecuciones de hoy
traerán las bombas de mañana, que traerán otras persecuciones, y la sangre
renueva el terror que hace verter más sangre”.45
LAS PRÁCTICAS POLÍTICAS
La práctica política es vista por Barrett al igual que los anarquistas
argentinos como una farsa, una puesta teatral. El fraude, el clientelismo y la
corrupción electoral no era tópicos de crítica por excelencia del movimiento
libertario sino un lugar común de condena de la opinión pública. La crítica a
esos mecanismos electorales era generalizada, ya sea por el grado de
impunidad alcanzado por estos como por la creencia cada vez más fuerte de
que esta forma de hacer política estaba agotada. Las variedades del fraude
son descriptas con elocuencia por Barrett: adueñarse de las urnas por la
fuerza (“Don Angel _Si las elecciones son reñidas, no es difícil recibir como
premio al civismo un puñal o un revólver. Pero por lo común se marcha a las
urnas a sablazos y a patadas. Dos o tres asesinatos son de regla en los
comicios de mayor actividad. El afán de ejercer los derechos políticos es en
ciertos momentos tan imperioso, que hace salir a los presidiarios de sus
mazmorras”46) o por la compra de los votos (“El dato que nos importa
retener es el precio actual del voto: 20 pesos en Buenos Aires. El balance de
un siglo de evolución política arroja una cifra indeleble: 20 pesos moneda
nacional. Lo demás es literatura.”47) son las prácticas comunes de la “farsa
democrática”.48
Sin embargo, la crítica libertaria iba más allá de la condena a las
prácticas electorales corruptas. Fieles a los extremos, los anarquistas no
pugnaban por una política parlamentaria “limpia y sana” sino por otra forma
de política, la “no-política”. Identificando el concepto “política” con política
burguesa, los anarquistas clamaban por la antipolítica, negando las prácticas
representativas que llevaban a la delegación por parte de los ciudadanos de
45 Ibidem.46 Rafael Barrett, “Politiquerías”, en: Op. cit., p. 271.47 Rafael Barrett, “Sufragio”, en: Op. cit., p. 509.48 Rafael Barrett “Politiquerías”, en: Op. cit., p. 270.
35
su bien más preciado: la libertad. La negativa absoluta a adherirse a toda
teoría jurídico-política del mandato y de la representación, partía de la
creencia en la libre organización social, en el autogobierno.
La “bestia de voto”49 es el nuevo esclavo del sistema que ofrece en el
mercado un original producto, “un lote de libertad pública”50, enriqueciendo
no sólo su bolsillo sino las arcas de la Nación. “¿Y acaso no es preferible para
un miserable obrero, vender su partícula de libertad que no entregarla a
fuerza de patadas y de palos ? No hay más libertad que la libertad
económica”51, exclama Barrett, quien con un gesto paródico concluye,
siempre buscando dejar en la memoria de los lectores la esencia de lo
dicho “¡Ingeniosa democracia! ¿Pero habría calamidad parecida a la ley del
sufragio libre? Si estáis acordes en creer que la mayoría de los hombres son
imbéciles y malvados, ¿Deseáis seriamente que sean ellos los que
manden?”.52
2. EL CENTENARIO
El grado de tensión entre los anarquistas y el Estado estaba en su punto
más álgido al llegar a 1910. Los sucesos de la llamada “Semana Roja” y el
posterior atentado anarquista que terminara con la vida del Coronel Ramón
Falcón, habían llevado el conflicto al extremo. La fecha era decisiva, y los
anarquistas reanudan la batalla pero esta vez con más fuerza.
Es una fecha de demostraciones. La oligarquía quería que el mundo
viera a esa Argentina opulenta y gloriosa. Los anarquistas querían mostrar lo
49 Rafael Barrett, “Sufragio”, en: Op. cit., p. 509.50 Ibidem.51 Ibidem.52 Ibidem.
36
que esa Argentina escondía y silenciaba, y los gérmenes revolucionarios que
en ella afloraban.
Aprovechando el marco de los festejos, el movimiento libertario preparó
una huelga general con el propósito de obtener la derogación de la Ley de
Residencia, la libertad de los presos por cuestiones políticas y la amnistía
para los infractores a la ley del Servicio Militar Obligatorio. El gobierno, para
asegurarse de que nada empañara su fiesta, declaró el estado de sitio el día
14 de mayo y por tiempo indeterminado. Se allanaron locales, se
destruyeron imprentas, y las “bandas de patriotas” salieron a la caza de
anarquistas. Todo tenía que estar en orden para el 25 de mayo, y a cualquier
precio.
La batalla política y social que sacudía a Buenos Aires por aquellos
tiempos tiene un fuerte correlato en el campo discursivo. El anarquismo lleva
a cabo una labor tan prolífica como desprejuiciada en este terreno. Los
periódicos anarquistas utilizan su más preciado arsenal contra los símbolos
que la oligarquía había montado para la gran celebración. El objetivo era
destruírlos. La batalla simbólica se aviva con el correr de los días. El diario La
Protesta alcanza una tirada histórica de 15000 ejemplares, fundando un otro
vespertino llamado La Batalla, dirigido por Teodoro Antillí y Rodolfo Gonzalez
Pacheco. Cientos de periódicos salen a la calle con una retórica en llamas.
Desde la otra vereda, la oligarquía se posiciona discursivamente a partir
de la referencia obligada a la identidad nacional, una identidad nacional que
debía ser recuperada a través de las tradiciones y de los símbolos. Las “ideas
foráneas” destruían la nacionalidad, el nosotros, y por lo tanto, entorpecían el
proyecto organizativo del país perseguido por la élite y por un número
notable de intelectuales.
Desde la oficialidad eran alimentados los discursos a una Argentina
pujante, altiva, vanidosa. En palabras de Natalio Botana, el clima intelectual
del Centenario, favorecía una suerte de retórica vacía, plagada de alabanzas
al progreso ilimitado de un país en crecimiento.53
53 Natalio Botana “La reforma política de 1912” en El régimen oligárquico. Materiales para el estudio de la realidad argentina (hasta 1930), Marcos Giménez Zapiola, Bs. As., Amorrortu Ediciones, 1975, pág. 233.
37
El Centenario tuvo un significado crucial en la batalla iniciada por los
anarquistas y la oligarquía a finales del siglo XIX y principios del XX.
Rafael Barrett se suma, desde Paraguay, al combate de voces con
numerosas intervenciones políticas desde el papel: “Condecoraciones”54,
“Embajadas literarias”55, “Clemenceau”56, “A propósito del Centenario
Argentino”57 y “Patriotismo”58 son parte del arsenal que Barrett utiliza, y que
cerrará con la publicación del folleto El terror argentino59, casi dos meses
después de los festejos.
Pero ¿cuál es la mirada de Barrett sobre la gran fiesta patria?
En una sociedad acostumbrada a los centros, Barrett descubre los
márgenes de los grandes problemas. Su escritura parte de lo ínfimo, de lo
soslayado por la opinión pública, para dar cuenta hasta que punto nos
hallamos impregnados por la injusticia del ejercicio del poder. La anécdota
más pequeña se transforma en material para desmenuzar la realidad más
compleja. Las condecoraciones, los agasajos y los agasajados, son la materia
que alimenta su crítica certera y aguda, a la batalla simbólica librada con
motivo de la celebración del Centenario.
Los pomposos festejos organizados por el gobierno argentino buscaban
ofrecer una imagen de confianza interna, producto del crecimiento
económico del país, imagen que ocultaba las fisuras que se estaban
produciendo tanto desde el interior de la propia élite debido al agotamiento
de un sistema político fraudulento y restrictivo, como desde el exterior, con
numerosas huelgas y manifestaciones anarquistas. La fiesta era el momento
de demostrarle al mundo la imagen soñada de una Argentina opulenta y
ordenada.
La ostentación que caracterizaba a la oligarquía alcanzó su punto más
alto a raíz de los festejos. Era necesario “tirar la casa por la ventana”. Se
inauguraron monumentos y edificios públicos, se emitieron estampillas
54 Rafael Barrett, en: Op. cit., p. 479.55 Idem, p. 601.56 Idem, p. 512.57 Idem, p. 523.58 Idem, p. 633.59 Idem, p. 129.
38
recordatorias, se invitaron a notables personalidades de la cultura y la
política, todo esto dentro del marco de una tranquilidad impuesta a fuerza de
decretar el estado de sitio y de aplicar la Ley de Residencia.
Símbolos de poder, las condecoraciones (“bisutería de que se han
mostrado tan pródigos hoy los gobiernos extranjeros como los
conquistadores, hace 400 años, de su pacotilla de cuentas de vidrio para
seducir vanidades autóctonas”60) sobre las que Barrett elabora una de sus
crónicas, son uno de los tantos signos de reconocimiento al cual apeló la
oligarquía. Cruces, bandas, placas, que no significan tan sólo adornos sino
que encierran un valor “positivo y calculable”: dotan a quienes las portan de
inmunidad. “La cruz, más que emblema fatuo, es póliza de seguro contra los
mil accidentes del trajín colectivo”61, advierte Barrett jugando en los límites
de la literatura y el periodismo. Consciente de las funciones de consagración
y diferenciación de las condecoraciones, Barrett da cuenta también de la
necesidad de que ese sistema simbólico sea compartido por todos, para que
pueda ser efectivamente un elemento de distinción social. Es porque “los
mayorales del tranvía y los empleados de ferrocarril se humanizan”62 ante
estos talismanes, que poseen su poder distintivo.
Los invitados especiales también se “ostentan”. Un Clemenceau63, un
Blasco Ibañez64, un Anatole France65 distinguen a la flamante república con
su presencia. En “Embajadas literarias” y en “Clemenceau” Barrett aborda,
con justa ironía, la contradicción que desde la ignorancia se le plantea a la
élite con semejantes agasajados. “¡Diablo!”, exclama Barrett con sorna,
“Todo esto es peligroso en un país que acaba de declarar subversiva la
60 Rafael Barrett, “Condecoraciones”, en: Op. cit., p. 479.61 Idem, p. 481.62 Ibidem.63 George Clemenceau (1841-1929) Médico, periodista y político francés. Fue presidente del Consejo (1906-1909) y líder del Partido Radical (1917-1920). Como diputado se unió a la extrema izquierda, aunque manteniendo siempre una posición moderada.64 Vicente Blasco Ibañez (1867-1928) Novelista español nacido en Valencia. Autor muy popular durante el primer tercio del S. XX tanto en Europa como en Estados Unidos. Representante del realismo naturalista, participó en su juventud del movimiento republicano, siendo Diputado del mismo entre los años 1898 y 1907 en España.65 Anatole France (1844-1924) Novelista y premio Nobel francés (1921). Se encontró entre los intelectuales franceses que exigieron la exculpación de Alfred Dreyfus. Defensor de causas humanitarias, atacó con amargas y brillantes sátiras los abusos sociales, políticos y económicos de su época. La isla de los pinguinos (1880) demuestra su arraigada conciencia social y su elocuencia clásica.
39
constitución”.66
Anatole France, novelista y premio Nobel francés, defensor de causas
humanitarias, a quien Barrett rinde admiración denominándolo “emperador
de pensamiento contemporáneo” es uno de los invitados especiales para la
ocasión. Aunque “ya se sabe que los discursos diplomáticos son anodinos y
de una prudencia impotente”67, Barrett irónicamente se pregunta cómo le
caerá a los “tímidos porteños” el discurso del autor de Crainquebille. Barrett
no puede dejar de desnudar lo paradójico de festejar el Centenario
“arrasando las escuelas Ferrer, presididas hoy por....Anatole France, el más
agasajado de sus huéspedes”.68
LA PATRIA
“Que la mentira patriótica- que exagerando el afecto natural por el país nativo en una especie de quijotismo fanático, ciega la mente de los trabajadores
hasta el punto de impedirles comprender la unidad de la familia humana (...) e impidiéndoles comprender que la cuestión social es cosmopolita - no desaparecerá
sino cuando los proletarios de todos los países, por encima de cuestiones de nacionalidad, reivindiquen para todo ser viviente el bienestar,
66 Rafael Barrett, “Clemenceau”, en: Op. cit., p. 514.67 Rafael Barrett, “Embajadas literarias”, en: Op. cit., p. 601.68 Rafael Barrett, “Clemenceau”, en: Op. cit., p. 514.Las escuelas Ferrer o escuelas racionalistas promovían la modalidad educativa propuesta por el pedagogo catalán Francisco Ferrer y Guardia (1859-1909) arrestado y fusilado en el castillo de Montjuich por la monarquía española. Cuando Barrett señala a France como la nueva cabeza visible de las escuelas Ferrer hace alusión a la defensa encendida que el intelectual llevó a cabo junto a otros literatos como Haeckel y Maeterlink al hacer público un manifiesto en Paris pidiendo la libertad del educador español.
40
la libertad y la fraternidad de todas las patrias”.
Declaración de principios de la Federación Libertaria de los grupos socialistas y anarquistas de Buenos Aires, redactada por Pietro Gori.
“En un momento en donde el patriotismo y los sentimientos nacionales crecían al compás del fortalecimiento de las naciones,
el anarquismo, otra vez a contramano de ciertas tendencias dominantes en el proceso histórico en el que estaba inmerso,
creía en una sociedad sin fronteras y en un universo sin nacionalidades”.
Juan Suriano69
La crítica del movimiento anarquista local al concepto de patria se
apoyaba en el grado de abstracción del mismo y en el interés por parte del
Estado en su definición para legitimar, bajo bases ideológicas, la dominación.
Numerosos son los discursos que en este sentido contribuyeron a elaborar el
“ser argentino”, posibilitando la defensa de una patria, de una lengua y de
una cultura frente a lo extranjero. Era indispensable inculcar la idea y el amor
a la patria, y para ello se contribuyó a crear un sentimiento patriótico a través
de símbolos, próceres, fechas recordatorias, himnos, etc. Numerosos eran los
debates en los cuales se discutía sobre el idioma argentino, la literatura
nacional o el criollismo, etc. La “argentinidad” estaba en pleno proceso de
definición, y por lo tanto de exclusión.
La conmemoración del Centenario se erigió como la fecha clave de
demostraciones de este clima de patriotismo edificado por la élite. Pero
también como la fecha clave que el movimiento anarquista eligió para
atropellar los símbolos montados.
Rafael Barrett, siempre en diálogo con el mundo que lo rodea, apunta
su pluma certera al significado oficial de la celebración del Centenario.
Para introducir su argumentación, recurre a materiales propios del
discurso periodístico. Un cúmulo de testimonios recogidos de la
correspondencia entre familiares y soldados franceses, por un lado, y
daneses por el otro, a fin de averiguar de manera fehaciente “el estado de
espíritu de un pueblo durante la guerra”.70
69 Juan Suriano, en: Anarquistas..., p. 265.70 Rafael Barrett, “A propósito del Centenario Argentino”, en: Op. cit., p. 523.
41
“Ninguna alusión al patriotismo”71 advierte en quienes deberían, por su
rol de fuerzas armadas, ser los primeros en manifestarse por la patria.
Barrett, audaz expropiador de discursos ajenos, genera a partir de la
inclusión de otras voces, la polémica con su voz. “Diréis,” escribe haciendo
uso del recurso a la concesión, tan común en la argumentación, “que la masa
ignora pero siente. Sin embargo, ¿A qué se reduce un sentimiento que no se
manifiesta en palabras y actos habituales? Conversad con un labrador, con
un obrero; se ocupará de sus cosas, de su oficio; nada os hará suponer que
piensa en la patria. [...] No hablan a cada momento de la patria los que la
engendran, sino los que la explotan”.72 La patria es para Barrett una
abstracción, un concepto construido, edificado por quienes buscan otorgar un
asidero ideológico a su dominación.
“El patriotismo, exclama, es un molde muy chico para nuestro futuro
porque al delimitar la naturaleza nos homogeneizamos. El patriotismo es la
división. No venceremos desunidos”.73
Apelando al lector directamente mediante frases imperativas, hace un
llamamiento encendido: ”Amad vuestra tierra, y también la ajena. Amad
vuestros hijos y también los ajenos. Admirad los héroes de aquí o de allá. Y
no admiréis los héroes asesinos, aunque sean de aquí.
Pero si no amáis sino lo vuestro, no amáis, odiáis”.74
Pero ¿Cuál es el significado que debería poseer el Centenario según
Barrett?
Con la osadía intelectual que lo caracteriza, va siempre más allá,
sugiriendo lo que el festejo debería ser para los argentinos:
“...la Argentina cometería un error si diera a su centenario un alcance
exclusivamente patriótico, en lo que el patriotismo tiene de celoso, hostil a lo
que no es él, aislador, subrayador de fronteras. Si la Argentina, exaltada por
lo solemne de la hora, imagina que es la idea de la patria quien ha presidido
su soberbia prosperidad, yerra en absoluto. Dejemos esas cándidas
mitologías a los manuales de instrucción primaria. No es el culto a la patria lo 71 Ibidem.72 Ibidem.73 Rafael Barrett, “El patriotismo”, en: Op. cit., p. 633.74 Idem, p. 635.
42
que ha hecho grande a la Argentina, sino el trabajo, y el trabajo moderno
lejos de subrayar fronteras, acabará por barrerlas y borrarlas, devolviendo al
hombre su “patria celeste”, ¡El astro en que vive!”.75
La riqueza, exclama Barrett, objeto de devoción de las clases
poseedoras, es esencialmente internacional como el trabajo que la engendra.
“¿Qué le importa al ganadero de la pampa vestir con la lana de sus ovejas al
argentino o al inglés? [...] ¿Creéis que los abonos con que el argentino
fertilizan sus campos obran de una manera argentina?”.76
“Todo colabora con todo, y nos estamos acercando a una época de
cooperación indivisible,” profetiza Barrett, siempre adelantado a su tiempo,
“en que no habrá nación ni ciudadano que pueda reivindicar progreso alguno
como propiedad suya”.77
“El Centenario, para los que miran en la patria una transición a la
humanidad, es la fiesta del trabajo americano, es la conciencia de un vasto
organismo, vibrante de esperanzas y ansioso de esparcir a los cuatro vientos
del planeta los gérmenes generosos de su juventud”.78
3. EL TERROR ARGENTINO
“...Buenos Aires, que es el mercado, el puerto, la aduana; que es la capital, por ser elcapital,
75 Rafael Barrett, “A propósito del Centenario Argentino”, en: Op. cit., p. 524.76 Ibidem.77 Ibidem.78 Ibidem.
43
anexando el gran volante de la administración a la feria de las vanidades y de los negocios; Buenos Aires, que por ser caja fuerte es tribunal y cuartel;
Buenos Aires, alambique céntrico, teatro instructivo de la lucha de clases en la América Latina; Buenos Aires, donde los miles que usufructúan el lujo y los cientos de miles obligados
a fabricar el lujo y a usufructuar la indigencia, se mezclan unos a otros en la democracia de las calles
- la única democracia de estas latitudes-, se aprietan y se frotan, cargándose de una electricidad de venganza...”
Rafael Barrett79
“Estoy preparando un folleto sobre la Argentina, y como he tenido noticias de un atentado en el Colón,
necesito los números de La Prensa y La Nación de esos días, donde se ha publicado la Ley Social recientemente sancionada
y datos y consideraciones sobre aquel suceso”.
Carta a Teodoro Antillí, San Bernardino, 20 de Junio de 1910.
Un mes después de los sucesos ocurridos con motivo de los festejos del
Centenario sale a la luz El terror argentino.80 Con formato de folleto y dividido
en tres apartados (“La tierra. Los salarios”, “Psicología de clase” y “El
terrorismo”), El terror argentino está escrito al calor de lo acontecido pero
con ánimo de reflexión. Barrett no sólo denuncia enérgicamente la actitud
del gobierno sino que analiza las causas y las consecuencias de la profunda
desigualdad económica, social y política que separa a la Argentina en dos.
Esas dos Argentinas que ya se vislumbran en el título que escoge para
el escrito. El terror describe el estado en que se encuentra un país con un
sistema política y económicamente injusto. El terror es lo que el anarquismo
representa para el gobierno. La equiparación terrorismo-anarquismo era
común en el discurso tanto de la élite dirigente como de la policía. “El
terrorismo” es el subtítulo que Barrett elige para el tercer y último apartado
del folleto, donde el anarquismo aparece como la respuesta a tal estado de
cosas.
En la gran mayoría de los artículos publicados por los periódicos
anarquistas, ”predominaba una tendencia a analizar la sociedad concreta y
real desde vagas postulaciones generales, de un alto grado de abstracción a
partir de las cuales parecía difícil elaborar interpretaciones y conclusiones
79“El terror Argentino”, en: Op. cit., p. 130.80 Rafael Barrett, en: Op. cit., págs. 128 a 140.
44
medianamente certeras”81 dice Suriano. Este hilo conductor en la manera de
abordar la realidad no es el que Barrett prefiere para entretejer su particular
visión de lo que por estas tierras sucedía. Abandonando el tono abstracto que
caracterizaba al discurso anarquista, busca en El terror argentino corporizar
la denuncia social.
LA TIERRA. LOS SALARIOS
Barrett se propone develar didácticamente en este primer apartado del
folleto las razones del profundo “abismo de odio” que separa a la Argentina
en dos. La clave de tan profunda desigualdad la halla en el problema de la
posesión de la tierra. Problema que se arrastra de lejos (“Los privilegios de la
colonización han mantenido, bajo una forma distinta, el viejo monopolio de
las mercedes reales”82) destruyendo toda posible estructuración igualitaria.
“Hay todavía latifundios a las puertas del capital”83 afirma Barrett.
En países con una economía agrícola-ganadera como Argentina no
resulta difícil comprender porque Barrett ve a la propiedad como el principal
enemigo del pueblo. El banquero, el comerciante, el capitalista son
“inofensivos” frente al propietario. En un país gobernado por terratenientes
esta era la lectura que más se aproximaba a la realidad. Su crítica se dirige a
la propiedad por la desigualdad que crea, el poder que confiere y el régimen
de autoridad que encierra.
La imposibilidad de posesión de la tierra, primero por parte de la clase
baja nativa y luego por parte del inmigrante, conllevó a un acaparamiento de
las tierras en pocas manos. La “clave económica de todo el siglo XX”84 radica
en este acceso desigual. Los inmigrantes, en su mayoría imposibilitados de
acceder a alguna parcela, “Son rechazados por una sociedad donde caben y
se reclaman brazos sueltos, pero no familias; que alquila el plasma humano,
pero no lo adquiere, lo fija ni se lo incorpora”85, escribe Barrett. El sistema de
arriendos, que destruía la tierra y a quienes la trabajaban, sólo beneficiaba a
81 Juan Suriano, en: Anarquistas..., p. 83.82 Idem., p. 129.83 Ibidem.84 Julio Mafud, La vida obrera en la Argentina, Buenos Aires, Proyección, 1976, pág. 19.85 Rafael Barrett, en: Op. cit., p. 130.
45
su poseedor: el estanciero argentino. Este veía crecer desmesuradamente el
valor de su propiedad, como describe de manera detallada y concisa a través
de informaciones sobre el valor de la hectárea en la provincia de San Luis,
por un lado, y la valorización de los inmuebles urbanos en la Capital Federal.
“En 20 años los latifundios se han valorizado 50 veces”86, enfatiza el
escritor.
Mientras tanto, los trabajadores veían descender cada vez más su
salario, en un marco donde las condiciones de vida eran cada vez más
deplorables. Aquí Barrett introduce datos acerca del costo de vida en Buenos
Aires, su mirada busca lo cotidiano, el día a día de los hombres que apenas
sobreviven, y entre las cifras del salario de los obreros (“En Buenos Aires, el
salario normal oscila de 1,50 a 3 pesos”87), y hace un alto en la situación
miserable de las trabajadoras (“Cincuenta mil obreras se resignan, en su
mayoría, a salarios de hambre. Las costureras de blanco, las chalequeras,
pantaloneras y afines trabajan 14 y 16 horas diarias para no perecer. Hay
aprendizas que se sostienen con 50 centavos”88), compara precios de
alimentos de la canasta básica (“El kg. de pan cuesta 0.30, la papa 0.15, los
porotos 0.25, un repollo 0.10. La fruta es inaccesible. Los precios de la carne
y de la leche se han elevado tanto, que hace poco la Dirección de la
Asistencia Pública aconsejaba instalar puestos para la venta de carne de
caballo, de mula y de burro”89) con el costo de los alquileres en los
conventillos de Buenos Aires, “ya célebres en los anales de la patología
social”.90
“Este violento contraste entre la prosperidad del hombre que posee y la
del que trabaja en la Argentina, tuvo que abrir entre ellos un abismo de
incomprensión y odio”91, concluye Barrett, para quien no se puede ser libre
en un mundo donde unos pocos viven en la opulencia mientras la mayoría
permanece en la miseria.
86 Ibidem.87 Idem, p. 131.88 Ibidem.89 Ibidem. 90 Ibidem.91 Ibidem.
46
Es interesante preguntarse porque Barrett elige iniciar su juicio agudo
sobre la realidad argentina con la descripción de la situación económica de
Buenos Aires. En toda argumentación, el orden juega un rol muy importante
al establecer jerarquizaciones y permitir la sucesión. El enunciador alimenta
la intención abierta de llevar a su destinatario a sacar cierto tipo de
conclusiones. En Barrett, el orden adoptado no es casual, ya que su elección
tiene que ver con una suficiente intuición política para observar que era
necesario tener en cuenta las condiciones existentes para abolir el “dolor”. El
es consciente de que la transformación radical de la sociedad existente tiene
como primera condición un cambio radical en la situación económica.
PSICOLOGÍA DE CLASE
“Pero no simplifiquemos tanto”92, advierte Barrett a sus lectores. La
ecuación no es tan sencilla, señala. Buenos Aires esconde múltiples focos de
ejercicio del poder que no pueden ser reducidos a la oposición poseedores-no
poseedores, burguesia-proletariado; ni tampoco ser una esquemática
derivación de una estructura económica injusta. Para el anarquismo, y por lo
tanto para Barrett, la condena al sistema es sobre todas las cosas una
condena moral.
“Los bienes son el bien. La propiedad es Dios. El banco es el templo. La
sagrada escritura económica es el código, que manda al pobre seguir siendo
pobre, y al rico seguir siendo rico. Jamás, en ninguna parte, aplicó secta
alguna con semejante intransigencia un texto de teología”.93 La analogía que
establece entre la religión y la propiedad le permite deslizar en su crítica
factores éticos y culturales que van más allá de los económicos. En palabras
de Suriano, los anarquistas privilegiaban en su análisis elementos
educacionales, culturales y morales frente a las caracterizaciones
específicamente socioeconómicas, y en este sentido, lograron un esquema
del conflicto más flexible y genérico que el sustentado por el marxismo.
La crítica al sistema capitalista es también la condena a los hábitos y
92 Idem., p. 132.93 Ibidem.
47
valores que este engendra, y Barrett va a utilizar todo su arsenal contra la
moral de una sociedad que el considera dolorosamente injusta.
La centralización del poder, el culto a la propiedad, la posición
complaciente de la iglesia, el conservadurismo de las clases medias, el
silencio de la prensa, la corrupción del sistema político, la discriminación
hacia el pobre, la utilización del inmigrante, la idiosincrasia del poseedor
argentino y la ignorancia de los dirigentes, son los temas analizados en el
segundo y más extenso apartado de su folleto.
“Psicología de clase” se inicia con una frontal interpelación a la
modernidad y al progreso. La lectura barrettiana de la metrópoli capitalista,
geografía central de lo moderno, de esa Buenos Aires maquillada de
urbanidad, es una lectura que busca desnudar los signos y símbolos de una
ciudad que crece ampliando las diferencias entre quienes poseen y quienes
son objeto de posesión. El crecimiento urbano de Buenos Aires “...sólo a los
ojos de los turistas y en boca de los empresarios, pasa por exponente del
bienestar colectivo”94, señala Barrett. ”No hay bienestar colectivo. Hay
bienestar de una clase, cuyo dogma forzoso es la propiedad”95, sentencia.
La analogía que establece entre religión y propiedad le permite
arremeter contra un sistema de explotación que se imprime en los sujetos,
dirigiendo sus conciencias. El Estado y la Iglesia constituyen, para los
anarquistas, los más claros exponentes del desprecio por la autonomía de
los hombres, dependiendo mutuamente para justificar sus existencias, y en
tanto sistemas de dominación deben ser atacados y destruidos.
A partir de la introducción de un género discursivo estandarizado, el del
catolicismo, entreteje una particular visión en donde la propiedad se
internaliza en los individuos, a modo de fe, al punto de transformarlos en los
más feroces e ingenuos defensores y reproductores de la explotación. Las
expresiones bíblicas son invertidas con ironía, y Barrett, siempre radical y
provocativo, no duda en separar a su Jesús anarquista de la Iglesia-
institución, a la que desprecia y ataca.
Es recurrente en él la apelación al cristianismo, consecuencia quizás de
94 Ibidem.95 Ibidem.
48
su admiración y cercanía intelectual y moral con León Tolstoi. Apelación que,
sin embargo, no lo separa del ideario ácrata. “La suprema admiración de
Barrett hacia la figura de Cristo, su rechazo a la Iglesia Católica y su concepto
difuso e impersonal de Dios (el alma del mundo, la imagen intuida de la
humanidad futura, el conjunto de misterios que deja la ciencia) permitirían
calificar sus ideas religiosas como un auténtico "cristianismo ateo"”, aclara
Francisco Corral Sánchez-Cabezudo96, quien da cuenta también del contexto
en el cual Barrett se sitúa, signado por otra idea bastante difundida en la
polémica religiosa del final de siglo XIX: la contradicción entre el cristianismo
primitivo y la Iglesia como institución.
Esta “religión de la propiedad” que se basa en “el milagro burgués de
los panes y de los peces”97, “se arraiga tanto más en los poseedores cuanto
menos religiosos son”98, sentencia Barrett en clara alusión al discurso
anticlerical de la oligarquía argentina. “Al lado de la virgen de Luján y de San
Expédito, el viejo Cristo enamorado de los pobres resulta un poco anarquista.
Hubo que arreglarlo para el uso platense, habilitándole con un pequeño
capital. No se concibe un Cristo que no sea, ya que no estanciero, siquiera
propietario y conservador. Las casas católicas de este Jesús elegante no se
asemejan al establo de Belén ni a los conventillos del Sur. Estan
copiosamente subvencionadas”.99 Para corroborar la veracidad de su
afirmación, Barrett invita al lector a hojear el detalle (que transcribe a
continuación) de las partidas destinadas a las diferentes parroquias que
aparecen en el presupuesto nacional.
Desmenuzando los valores que la propiedad engendra en los hombres,
intenta dilucidar el “ser” argentino, describiendo con una asombrosa
minuciosidad lo que él llama “las taras hereditarias”, los valores morales del
grupo poseedor. Buscando ilustrar los matices locales tan poco tenidos en
cuenta en la crítica libertaria local, Barrett lleva a cabo una comparación
96 Francisco Corral Sanchez-Cabezudo pertenece al Instituto Cervantes de España. Sus artículos sobre Rafael Barrett se encuentran en los siguientes sitios de Internet : www.cervantesvirtual.com y www.ensayistas.org /filósofos/paraguay/barrett. La cita pertenece a su artículo “Rafael Barrett : El hombre y su obra”. 97 Rafael Barrett, en: Op. cit., p. 132.98 Ibidem.99 Idem, p. 133.
49
entre el latino y el anglosajón. Ateo, supersticioso o fanático; irregular,
burlón, escéptico y entusiasta; ingenioso y embustero; agresivo, inquisidor y
tramposo; el poseedor argentino ha aprendido bien de la madre patria”,
sentencia. “Así como en España los únicos reglamentos que se cumplen son
los relativos a las corridas de toros, en la Argentina las únicas leyes que se
cumplen -¡y con qué felina precisión!- son las relativas al confinamiento de
los desheredados”.100
La diversidad de los temas escogidos por Barrett nos habla de una
puesta incluyente por parte del escritor, de un ataque desde todos los frentes
a un sistema que subyuga al hombre tanto en su trabajo como en los
ámbitos más privados de la existencia. El problema para él es esencialmente
moral, es el respeto de la dignidad humana. Su crítica se dirige hacia las
múltiples estructuras que atan al individuo. “¿Será menester anotar que no
pinto la excepción, sino los rasgos vulgares? ¡Sublime excepción! [...] La
excepción es la que nos hace vivir”101, exclama con ardor.
La religión de la propiedad que “adora la cruz crucificando al prójimo”102
y “adora la propiedad expropiando los tuétanos del prójimo”103 ha llevado a
las formas más extremas la descalificación y la marginación. Discriminación
abierta cuyo blanco es, para Barrett, la pobreza. “Los inmigrantes son
“gringos”, “gallegos”, acreedores a motes viles y la mofa sempiterna;
mientras un capricho de la casualidad no los saque de pobres, estos
desgraciados que proporcionan bloques de oro a cambio de un pedazo de
pan, no son sino “hijos de la gran puta””.104 Aquí la pluma barrettiana recurre
nuevamente a la historia. “En 1890, los “muchachos” de los cantones se
solazaban en fusilar metecos distraídos [...] Llamaban a tan chistosa
operación “cagar indios”105. Hoy esa “dorada juventud” dedicada a la cacería
del prójimo es la autodenominada “indiada” de la calle Florida, denuncia el
escritor, probablemente la raíz de la famosa Liga Patriótica de los años ‘20.
100 Ibidem.101 Ibidem.102 Idem, p. 135.103 Ibidem.104 Ibidem.105 Idem, p. 134.
50
Hay en “Psicología de clase” una constante actualización de ciertos
hechos que le sirve para operar oblicuamente sobre los problemas
argentinos. La información detallada que escoge, asumiendo por momentos
su inclusión la forma de crónica, lo lleva a arremeter una vez más contra el
sistema político argentino. Sus “apuntes de actualidad” lo remontan a las
elecciones de 1909. Sus fuentes son el telégrafo y los periódicos porteños. La
Unión Nacional sostiene la candidatura de Saénz Peña, la Unión Cívica la de
Udaondo. “Cívica, Nacional..., a cualquier cosa llaman las patronas
chocolate!”106 exclama con burlona ironía. Con la inclusión de datos sobre el
número de votantes entremezclados con hechos periodísticos ocurridos en
los comicios, Barrett expone la notoriedad de la abstención electoral así
como la habitualidad de las prácticas políticas fraudulentas. Y en su ataque a
los hacedores de este régimen político represivo, corrupto y restrictivo, no
deja de insistir sobre la complicidad de quienes asisten indiferentes o pasivos
al espectáculo.
¿Y qué rol juegan los juristas, los intelectuales y la prensa frente a esta
situación? se pregunta. “Los doctores pululan. Los más solemnes plumean
sobre acertijos jurídicos o históricos, y van a La Haya a proponer teorías de
alto derecho internacional, sin preocuparse de la inhabilitabilidad política de
su país. Los literatos oscilan de una glacial erudición a un preciosismo
importado”.107
Para la prensa, Barrett escoge el lugar más destacado en su crítica. “La
prensa, cuyo mérito se evalúa por lo que pesa el papel de cada número, es
un largo índice informativo y comercial, despojado de toda significación
elevada, de toda valentía, de toda graciosa sutileza. Es una prensa castrada
y gorda como aquellos a quienes sirve; una prensa que se viste del talento
extranjero, y que trata las hondas cuestiones nacionales con la hipocresía o
el mutismo de las conciencias compradas. Ante la Ley Social del 28 de junio,
que da el supremo puntapié a la Constitución Argentina y a las libertades
conquistadas en cuatro siglos, entre ellas la de pensamiento y la de
106 Ibidem.107 Ibidem.
51
imprenta, ¿Qué ha hecho la famosa prensa bonaerense?”.108
Insistente en su polémica con los discursos circulantes en Buenos Aires,
Barrett renueva su ataque al sistema de dominación. La ignorancia de
quienes detentan el poder es el blanco de su arremetida, esta ignorancia,
que para el escritor es en un primer término “sentimental” (“Su género de
vida les incapacita para representarse las congojas y las rebeldías del
proletariado”109) y en un segundo término, producto del desconocimiento de
los hechos históricos y contemporáneos (ignorancia “menos excusable”110,
añade) permite que se vote una ley social “sin que un diputado ni un senador
haya aducido un argumento de índole social, un dato, una cifra sobre la
distribución de la propiedad, sobre los salarios o sobre la renta”.111 Barrett da
cuenta aquí de la visión negadora del Estado argentino que percibía la
cuestión social, no como un conflicto inherente a las relaciones de tipo
capitalista introducidas por la nueva realidad económica, sino como un
problema importado y cuya solución dependía exclusivamente del
perfeccionamiento del aparato represivo.
Pero lo que más lo irrita, fiel a su creencia en el progreso como fruto de
la indisciplina constante del pensamiento, es el convencimiento de los
poderosos, alimentado por la ignorancia, “de que la humanidad ha alcanzado
su meta; de que el orden actual es inmejorable, de que no hay nada que
añadir a la historia, de que no queda espacio en qué avanzar”.112 Incansable
inquietador de espíritus, Barrett promueve en las últimas líneas de
“Psicología de clase” la celebración del mundo en movimiento. Y con
palabras cargadas de poesía y esperanza, anuncia el cambio como fruto del
sacudimiento del edificio social de entonces: “En el fondo del valle florido los
falsos poderosos comen y se divierten. Allá arriba, en las ásperas gargantas
batidas por la nieve y fecundadas por el cielo, se forma poco a poco el fatal
alud de justicia”.113
108 Idem, p. 136.109 Ibidem.110 Ibidem.111 Ibidem.112 Idem, p. 137.113 Ibidem.
52
EL TERRORISMO
El último apartado del folleto es una defensa encendida del ideario
ácrata y un enérgico “yo acuso” dirigido a quienes, en palabras de Barrett,
inauguraron el terror.
“El terrorismo” se inicia con la descripción de las causas por las cuales el
anarquismo emergió en Argentina. Causas que Barrett fue desmenuzando a
través de los dos apartados anteriores, y que reitera para introducirse en un
diálogo con quienes consideran al anarquismo producto de importación.
“¿Pero por qué no estallan bombas ni en Inglaterra ni en Suiza, repletas de
terroristas?”114, interroga a un lector ficticio que Barrett imagina, para luego
responderle: “No. Las bombas estallan donde hace falta y hay motivo para
ello: Rusia, España, Argentina. El credo revolucionario de los pobres no viaja
ya en los bolsillos de los profetas. [...] El terrorismo es obra vuestra, y sea
dicho en honor de la Argentina: su anarquismo es argentino, y único
fermento de verdadera evolución hacia el bien”.115 Es recurrente en Barrett la
apelación a este recurso que Oswald Ducrot compara con el discurso
universitario. El escritor le hace formular una serie de preguntas a un lector
que el mismo construye, y que se transforma en enunciador de la pregunta,
convirtiendo al autor de la misma en destinatario. Recurso que da cuenta de
la pluralidad de voces que conviven no sólo dentro de los textos sino también
de los enunciados barrettianos. Porque, como señala Bajtin “nuestro mismo
pensamiento (filosófico, científico, artístico) se origina y se forma en el
proceso de interacción y lucha con pensamientos ajenos, lo cual no puede
dejar de reflejarse en la forma de la expresión verbal del nuestro”.116
Las palabras significan en el límite que se tocan con las palabras de
otros, y en la lucha por lograr el predominio de sus visiones, las voces se
enfrentan en un campo de batalla, al que Barrett suma la indisciplina
constante de su pensamiento. Reenviando, de manera explícita, a la
oligarquía la acusación de violencia que ha servido de pretexto a la
114 Ibidem.115 Ibidem.116 Mijail Bajtin, Estética de la creación verbal, Buenos Aires, Siglo XX Editor, 1992, pág. 282.
53
propaganda oficial contra el anarquismo, acusa: “Vosotros inaugurasteis el
terror con la Ley de Residencia. Vosotros lo instalásteis con la matanza del 1°
de Mayo de 1909. Los crímenes de los terroristas son un tenue reflejo de
vuestros crímenes. Las gotas de sangre y de lágrimas que os salpican a la
explosión de una bomba, ¿Qué son junto a los ríos de lágrimas y de sangre
que derramáis vosotros implacablemente, fríamente, año tras año, desde
que empuñáis el sable, el cheque y el hisopo? Por el asesinato de Falcón,
obra de un niño que en vuestras garras está, y por reclamar los trabajadores
durante el centenario la derogación de la ley de residencia, habéis
encarcelado, deportado, confinado, torturado millares de inocentes, y seguís
haciéndolo, seguís hundiendo familias y familias en la miseria y en la
desesperación. ¡Deuda tremenda ! Hay otros tribunales que los vuestros.
Dellepiani caerá como cayó Falcón. Figueroa Alcorta caerá como tantos jefes
de estado han caído, víctimas de la dinámica social. El que a hierro mata, a
hierro muere”.117 La encendida advertencia que lleva a cabo en los últimos
párrafos refleja su postura frente a un tema que recorre toda la historia del
anarquismo. Si bien los atentados anarquistas en Argentina fueron escasos y
de poca relevancia118, el asesinato de Falcón a manos del libertario ruso
Simón Radowitsky, reavivo el debate en torno al derecho de matar al tirano.
Barrett se hace eco del mismo, expresando su posición, que lo ubica dentro
del común denominador del movimiento libertario local, que no idealizaba el
papel de la violencia dentro la revolución, pero si justificaba las acciones
violentas de abajo, como producto de la opresión de arriba.119
Barrett compara a la policía porteña con la rusa, y renueva su
advertencia “¿Y que ha conseguido Rusia? Engendrar los Bakounine, los
Tolstoi y los Gorki, iluminar la Europa con las llamas de su hoguera, precipitar
117 Rafael Barrett, en: Op. cit., p. 138. El General Dellepiane, Jefe de la Guarnición de Campo de Mayo, fue el sucesor de Ramón Falcón.118 En 1905, Salvador Planas atenta sin éxito contra el entonces Presidente Manuel Quintana. Tres años después Francisco Solano Rejis intenta asesinar a Figueroa Alcorta. En 1909, Simón Radowitzky mata a Ramón Falcón.119 En uno de sus artículos titulado “Terror”, Barrett expone claramente los sentimientos encontrados que el tema de la violencia generó al interior del movimiento libertario :“Yo quiero creer que somos mejores, que seremos mejores, que avanzamos, y no se avanza sin sangrar, sin desgarrarnos. Yo se que a veces el esfuerzo se vuelve convulsivo, y hay que herir y que hendir pronto, buscar el futuro y arrancarlo de las entrañas de la madre muerta. ¿Y si fuera mentira? ¿ Si al llevar el ideal en los labios, lleváramos en las manos la venganza ? ¿Si en lugar de ser cirujano fuéramos asesino?”, en: Op. cit., p. 447).
54
el triunfo a la inevitable justicia”.120
En referencia a la Ley de Defensa Social, escribe: “Me repugnaría
consignar los aullidos de esas sesiones memorables. Prefiero copiar el texto
de la ley para asombro y escándalo del piadoso lector”121, dejando, una vez
más, que los “hechos hablen” con su crudeza, explicitando lo superfluo de
todo comentario .
Este “monumento de sandez o de demencia, en el que no hay ni
gramática”122 no sólo debe ser objeto de ataque del movimiento libertario.
Barrett busca poner de relieve la gravedad de la sanción de esta ley
otorgando la palabra a representantes de un amplio arco ideológico que
excede a las de izquierda.
En los últimos párrafos de El terror argentino, Barrett “otorga la
palabra” a los juristas, economistas y patriotas en una especie de diálogo
cristalizado en que enunciadores diferentes del locutor responden/afirman
algo y un segundo enunciador, asimilable al escritor, contradice y corrige.
Lleva a cabo una refutación de enunciados afirmativos que se atribuyen a
enunciadores ficticios. La utilización del recurso a la concesión le permite
anticipar respuestas posibles de estos otros: (ellos) “os dirán...” es un
discurso ajeno y ficticio que se pone de relieve a través de las comillas. Estas
reacciones- respuesta de quienes se hallan en la vereda opuesta pero, sin
embargo, concuerdan en su ataque a la ley recientemente sancionada, le
permiten legitimar su posición. Los juristas “os dirán” que es contraria a la
Constitución; los economistas “os dirán” que producirá un retroceso
económico; los patriotas “os dirán” que manchará el honor argentino. “Y yo
os diré”, exclama, que la paz no depende de las leyes, ni de la riqueza
material, ni de la estimación ajena. “Yo no soy jurista, ni economista, ni
patriota; yo que no soy mas que un hombre que conoce el dolor, os repetiré
las palabras de vuestro hermano Emerson123”. El recurso a la cita de
120 Rafael Barrett, en: Op. cit., p. 138121 Idem, p. 139.122 Ibidem.123Emerson, Ralph Waldo (1803-1882). Poeta, ensayista y filósofo estadounidense. Primer autor angloamericano que influyó en el pensamiento europeo. Estudio teología y fue ordenado pastor en 1829. Gran amigo de Thomas Carlyle, en 1832 inició una gira por Europa. Su libro Naturaleza (1836) esta considerado su obra más importante y original, en la que brinda la esencia de su poética del
55
autoridad le permite al escritor convocar en su texto la voz de grandes
pensadores para legitimar su punto de vista. Con la radicalidad que lo
caracteriza, Barrett hace un llamamiento a quienes originaron el terror. Este
es un llamamiento a redimirse. La llave de la salvación, el altruismo,
tendencia radical de la naturaleza humana.
“¿Para qué buscar sanciones aparenciales y lejanas? La sanción es
interior y fulminante. En el minuto mismo en que os resignasteis a votar y
cumplir la ley social, el alma argentina, dentro de su cáscara de oro, se
entristeció, se empequeñeció y se arrugó como un fruto seco. Pero la vida es
elástica. La realidad es buena. Vosotros sois o seréis buenos, puesto que
existís. Dominad los instintos del miedo y de la codicia. Levantad los
corazones y las frentes, y vuestras manos manchadas se purificarán”.124
Con ecos cristianos, celebra una vez más su fe en la condición humana.
El hombre en tanto tal esta condenado a ser libre por imposición de las
propias leyes naturales, está forzado a conquistar su libertad. El voluntarismo
que Bakunin opone al fatalismo deviene altruismo en Barrett. “La idea de
que la posible clave para una ética práctica (que nos permitiría una cierta
"reconciliación con la muerte") se halla en la entrega y la contribución
individual al mejoramiento de la especie, afirma el valor ético fundamental
que Barrett postula, el altruismo, y a la vez sitúa la evolución de la especie en
el eje de sustentación de los principios éticos”.125
transcendentalismo, síntesis entre la religiosidad puritana y el idealismo romático. Atacó a la religión oficial, defendiendo la experiencia religiosa intuitiva e independiente. Participó activamente por la causa abolicionista, pronunciando numerosas conferencuias en contra de la esclavitud. En 1837 pronunció el famoso discurso del Humanista americano. Referencias biográficas extraídas de la Enciclopedia Microsoft Encarta 2004.124 Rafael Barrett, op. cit., p. 140.125 Francisco Corral Sanchez-Cabezudo, op. cit.
56
CONCLUSIÓN
“Se cosechan y se recogen los frutos de la historia, para articularlos, hacerlos hablar, re-memorar, re-leer y re-escribir,
y el lenguaje nace en el tránsito, en la interpretación”.
Ian Chambers.126
Al iniciar este trabajo de investigación surgió la pregunta acerca de la
relevancia de hurgar los escritos de un anarquista español, hoy casi
desconocido. que murió prematuramente a principios del siglo pasado. 126 Ian Chambers, Migración, Cultura, Identidad, Bs. As., Amorrortu, 1998, pág. 17.
57
Llegando al final de este trabajo, apenas embrionario, las respuestas a esta
pregunta inicial fluyeron, se multiplicaron. El placer de su lectura fue el punto
de partida, lo que motivó este viaje de exploración, pero es la posibilidad de
reconstrucción de un tiempo histórico en términos de investigación y la
reconstrucción de la memoria en términos de aprendizaje, lo que permitió
seguir andando.
La memoria de una sociedad se teje de ausencias y de presencias. El
anarquismo, tan afuera de los discursos sociales aceptados, participó a
principios del siglo pasado en la generación del discurso público en nuestro
país, instalando ciertos temas en el debate y actualizando determinadas
zonas oficialmente invisibles.
El rescate de la producción cultural, política y social de quienes
sostuvieron el ideal anarquista en la Argentina, trae aparejado una
reconstrucción tanto de las discusiones y los intercambios ideológicos que el
movimiento mantuvo con otros actores sociales, así como de la multiplicidad
de miradas que convivían en su seno. Lo diverso de las publicaciones denota
la heterogeneidad de intereses que tuvieron sus militantes, y remarca esa
impronta universalista y plural de un imaginario que resaltó en los sujetos,
más allá de cualquier diferencia, su pertenencia al género humano.
Rafael Barrett nunca fue considerado (ni se consideró él mismo) un
anarquista de partido, fue lo que Suriano bien describe como un libertario
heterodoxo127, con una amplitud ideológica que le permitía admirar a Jesús
tanto como a Bakunin, a France y a Tolstoi así como publicar en periódicos
“burgueses”. Indócil e inclasificable, crítico acérrimo de la inmovilidad que
conduce a la inercia, Barrett fue cambio, creación y destrucción.
El lugar de enunciación lo encontró en la redacción de sus crónicas
periodísticas y desde allí interpeló al mundo con una pluma libre y deliciosa.
La materia verbal con la cual labró su luminosa escritura es
inmensamente rica, porque en ella hablan múltiples voces. Su extraordinario
poder de absorción de otros discursos sociales no hace sino revalidar la
sentencia bajtiniana de que es el sujeto social el que en definitiva escribe el
127 Juan Suriano, en: “Anarquistas...”, p. 76.
58
texto. Rafael Barrett vivió en permanente diálogo con el mundo, abordando
los temas de su tiempo, partiendo en sus crónicas de la anécdota más
minúscula a las cuestiones más importantes de la existencia humana. Lo
denso y lo prolífico de su obra dan cuenta de un escritor que necesitaba
imperiosamente decir, comunicar. Su entrega evidencia un compromiso
profundo con la realidad que le tocó transitar.
Buenos Aires formaba parte de esa realidad y los tópicos que escogió
abordar en sus crónicas porteñas giraban alrededor de lo que por ese
entonces acontecía: la intensa agitación social, el fraude electoral, la
represión policial, la exclusión política y los despuntes de un nacionalismo
primerizo. La obra barrettiana desnudó una sociedad fuertemente injusta,
donde se habían difundido relaciones de producción capitalista y donde el
Estado nacional, definida su dominación territorial, ensayaba su dominio
interno a partir de la simbología patriótica. Un período conflictivo en donde
un nuevo actor social, la clase obrera, entraba en escena de la mano de
fuertes movimientos de protesta encauzados por anarquistas y socialistas. La
política represiva ensayada por el Estado para solucionar la “cuestión social”;
la marginación política y económica de gran parte de la población, en su
mayoría inmigrante; el enorme crecimiento del movimiento ácrata, señalado
como el principal enemigo externo y la perpetuación de la oligarquía en el
poder, bosquejaron un panorama del cual Barrett no pudo ni quiso
desentenderse. Fueron los acontecimientos del momento los que dieron pie
a sus escritos, pero son los temas de todos los tiempos los que en ellos se
discuten: el poder, la libertad, la igualdad.
Reconociéndose explícitamente como la fuente evaluativa de la
información, se arrogó la autoridad de tomar la palabra ajena, y generar, a
partir de su inclusión, la polémica. Así fue entretejiendo su discurso con
múltiples voces que se filtran en el entramado textual a través de diferentes
máscaras (préstamo directo, comentario, imitación, parodia, cita, concesión,
etc.). La inclusión le permitió establecer la batalla, con esos enunciados
Barrett polemizó, combatió, pero también de esos enunciados se impregnó,
se hizo eco.
59
En sus crónicas es posible leer pedazos de historia y recuperar las voces
de quienes la escribieron. Expropiando discursos, Barrett devuelve a través
de una práctica política específica, su propia versión de los hechos. No se
resigna a lo impuesto, lo re-signa en cada uno de sus actos. La escritura fue
su manera de transformar el mundo, las crónicas, su arsenal.
Capaz de jugar inteligentemente con los géneros y con las palabras,
ejerció un periodismo moderno cuyos rasgos fueron la economía del espacio,
una estructura basada en cortes rápidos, con frases de gran impacto y una
sintaxis simple pero no por eso descuidada. Su vasto conocimiento así como
su profuso interés nutrieron su escritura dotándola de variedad tanto en el
contenido como en la forma. Sus textos breves que nacieron del trabajo
periodístico, lo excedieron, poseyendo una densidad literaria. Los indicios del
discurso periodístico presentes en su formato así como en el uso de
documentos reales o testimonios de diversas fuentes, se desdibujan en una
escritura deliciosa, plagada de figuras retóricas así como de recursos
literarios (ironía, ridículo, concesión, formas de diálogo y estilo indirecto libre).
Con la fuerte presencia del enunciador en sus escritos, la
despersonalización periodística es negada abiertamente. Barrett se inscribe
en el texto, asumiendo explícitamente su posición. La escritura, minada de lo
que Ducrot denomina “gestos del habla”, se manifiesta fresca, como si
desbordara y fluyera sin reparos. Las entonaciones, interjecciones y
exclamaciones, junto a las marcas de enunciación y a los juicios de valor
autentifican el habla. El compromiso con lo real histórico es proclamado a
través de un texto vivo que apela frecuentemente al público lector,
interrogándolo. Busca estimularlo, inquietarlo. Para eso genera una suerte de
complicidad que pasa por los lugares comunes de condena, por un discurso
colectivo que se establece a partir de la identificación con el enunciatario,
gracias a la utilización del “somos”. La fuerte presencia de
sobreententendidos da cuenta de la necesidad de un saber contextual, de
una astucia del lector frente a un texto que abre numerosas ventanas
desencadenadoras de sentidos posibles y que comparte su espacio con otras
redes textuales.
60
Un texto vivo y libre que desnuda la vigencia de las injusticias sin
resignar, por ello, su defensa encendida de la anarquía. Una voz que desecha
lo adquirido y desafía el porvenir colectivizando la palabra, invitando a otras
voces a decirse.
Nadie definiría mejor su propuesta que él mismo: “No deseo llevar la
convicción, sino despertar la duda. Me complace que vuestro intelecto siga
funcionando después del mío, aunque sea contra el mío. Mi proyecto es
provocar en el interior de vuestros conceptos y de vuestra moral un pequeño
temblor de tierra; conseguir desnivelar un cimiento, agrietar un muro. Me
encantará que no salgáis de esta sala satisfechos y tranquilos, sino inquietos
y quizá algo irritados”.128
Hoy, bajo otros cielos tan lejanos pero no tan diferentes, Rafael Barrett
resurge. En una época signada por la crisis de las certeza, su escritura,
atravesada por el pulso de la vida, es tan fresca y actual como en aquella
que la vio nacer. Reconocerla es ayudar a construir la memoria de aquellas
voces silenciadas, es recuperar esas estrategias discursivas que buscaron
consolidar una mirada crítica sobre las posiciones oficialmente instituidas y es
generar lo nuevo como relectura de nuestra historia y nuestra memoria.
“La Historia, como la propiedad, es un robo. Devolvámonos la obra de
Rafael Barrett, para disfrute e instrucción de una humanidad más alta en otro
mundo posible. Porque este pequeño acto de justicia quizás prepare y
anuncie otros más grandes”.129
BIBLIOGRAFÍA
CRONICAS DE RAFAEL BARRETT SELECCIONADAS
128 Rafael Barrett ,“El progreso”, en: Op. cit., pág. 381.129 Santiago Alba Rico, “Rafael Barrett, la sombra en llamas”, prólogo a Rafael Barrett. A partir de ahora el combate será libre, Madrid, Ladinamo Libros, 2003 en www.ladinamo.org y www.rebelion.org.
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1. “Buenos Aires”, pág. 21.
2. “El anarquismo en la Argentina” , pág. 91.
3. “Insubordinación”, pág. 108.
4. “El terror argentino”, folleto, pág. 129.
5. “El estado y la sombra” , pág. 201.
6. “La gran cuestión”, pág. 230.
7. “Politiquerías”, pág. 270.
8. “El proyecto Ayarragaray”, pág. 430.
9. “Terror”, pág. 447.
10. “Condecoraciones”, pág. 479.
11. “Sufragio”, pág. 509.
12.“Mi anarquismo”, pág. 510.
13.“Clemenceau”, pág. 512.
14. “Frutos del tiempo”, pág. 522.
15. “A propósito del Centenario Argentino”, pág. 523.
16.“Embajadas literarias”, pág. 601.
17.“Patriotismo”, pág. 633.
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