intensos e intonsos

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Intensos e intonsos En una ocasión, un intrépido periodista de sucesos, realizó un reportaje objetivo sobre un acontecimiento acaecido en su zona de trabajo de campo. Le enviaron a cubrirlo, y ampliaba la noticia sobre la aparición del cuerpo de una persona de mediana edad en el fondo de un pozo. En su narración relataba que el sujeto había caído en el interior de la profunda excavación a cinco metros de altura. Uno de sus lectores habitual u ocasional, no sé si además es importante, se le ocurrió rectificarle mediante el envío de una carta nominativa dirigida al bueno del periodista, pero remitida a la dirección del periódico. En ella apelaba a que se realizara la siguiente corrección: _ Se referirá usted a cinco metros de profundidad. La directora del periódico planteó al periodista que analizara la posibilidad de comunicar la rectificación dado que el error de estilo en su escritura le parecía evidente. El periodista, tras un inmediato examen de la propuesta de publicación de una fe de erratas, contestó así al lector y a su superior: _ No encuentro razón alguna para considerarlo como un error de escritura. Escribía desde la perspectiva del muerto. Y es que todos pasamos por situaciones donde nuestra excesiva y especial sensibilidad sobre algún asunto nos hace creer, pensar y opinar de una forma arbitraria. A veces inoportuna. A veces absurda. A veces improcedente. Cuando la sensibilidad es la principal manera de entender y sentir ciertas cosas, a menudo nuestra facultad de concebir y juzgar se resiente. En lugar de comprender bien algo, formamos nuestro parecer en torno a un sentimiento que estamos experimentando, y nos resta capacidad de aforo en el raciocinio, mucha capacidad. La suficiencia con la que llegamos a opinar nos impide acertar con la valoración en toda su dimensión. Pensamos, y sin autoridad moral hacemos pensar al prójimo de los entornos más adyacentes, que la intención, tradición y propósito del rectificado no es sana, limpia o admirable. El adonis o la helena que pudiera ser protagonista de este momento, hay que derribarlo, dejarlo abatido. Cuando la idea transmitida no crea confusión, aunque alguien lo hubiera dicho o escrito con una ortodoxia superior, parece que la oscuridad y la distorsión es más bien provocada por quien se centra en el pequeño detalle del resbalón, sin ecuanimidad. Resaltar los traspiés de los restantes, incluso con esbelta concurrencia, es el método del que disponemos los recientes para no solo ocultar los propios, sino esquivar la oportunidad de repararlos, mientras tanto preocupan los de los demás. Los resortes por los que incluso cualquiera de ellos se afana en protegerse así, hace emerger una situación de pleno desafuero. Las formas de considerar las cosas

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Intensos e intonsos

En una ocasión, un intrépido periodista de sucesos, realizó un reportaje objetivo sobre un acontecimiento acaecido en su zona de trabajo de campo. Le enviaron a cubrirlo, y ampliaba la noticia sobre la aparición del cuerpo de una persona de mediana edad en el fondo de un pozo. En su narración relataba que el sujeto había caído en el interior de la profunda excavación a cinco metros de altura. Uno de sus lectores habitual u ocasional, no sé si además es importante, se le ocurrió rectificarle mediante el envío de una carta nominativa dirigida al bueno del periodista, pero remitida a la dirección del periódico. En ella apelaba a que se realizara la siguiente corrección: _ Se referirá usted a cinco metros de profundidad.

La directora del periódico planteó al periodista que analizara la posibilidad de comunicar la rectificación dado que el error de estilo en su escritura le parecía evidente. El periodista, tras un inmediato examen de la propuesta de publicación de una fe de erratas, contestó así al lector y a su superior: _ No encuentro razón alguna para considerarlo como un error de escritura. Escribía desde la perspectiva del muerto.

Y es que todos pasamos por situaciones donde nuestra excesiva y especial sensibilidad sobre algún asunto nos hace creer, pensar y opinar de una forma arbitraria. A veces inoportuna. A veces absurda. A veces improcedente. Cuando la sensibilidad es la principal manera de entender y sentir ciertas cosas, a menudo nuestra facultad de concebir y juzgar se resiente. En lugar de comprender bien algo, formamos nuestro parecer en torno a un sentimiento que estamos experimentando, y nos resta capacidad de aforo en el raciocinio, mucha capacidad. La suficiencia con la que llegamos a opinar nos impide acertar con la valoración en toda su dimensión. Pensamos, y sin autoridad moral hacemos pensar al prójimo de los entornos más adyacentes, que la intención, tradición y propósito del rectificado no es sana, limpia o admirable. El adonis o la helena que pudiera ser protagonista de este momento, hay que derribarlo, dejarlo abatido.

Cuando la idea transmitida no crea confusión, aunque alguien lo hubiera dicho o escrito con una ortodoxia superior, parece que la oscuridad y la distorsión es más bien provocada por quien se centra en el pequeño detalle del resbalón, sin ecuanimidad. Resaltar los traspiés de los restantes, incluso con esbelta concurrencia, es el método del que disponemos los recientes para no solo ocultar los propios, sino esquivar la oportunidad de repararlos, mientras tanto preocupan los de los demás. Los resortes por los que incluso cualquiera de ellos se afana en protegerse así, hace emerger una situación de pleno desafuero. Las formas de considerar las cosas admite muchas perspectivas, la del muerto y la del vivo cuanto menos, pero sobre todo obliga a razonar aquella desde la que cada cual transmite sus razones.

Por tanto, no solo existen recientes y restantes, sino que existen intensos e intonsos. Una guerra de individuos intensos, configura numerosas contiendas y rivalidades entre intonsos al fin y al cabo. Así se acaban volviendo aunque ellos consideran haber compilado en su perímetro egocentrista la máxima virtud edulcora de verdad y autenticidad.

En muchas de estas ocasiones, todo el propósito es no moverse nunca ni un palmo de su pensamiento, posición impostada o apariencia envenenada.

Viernes, 10 de febrero de 2017Félix Sánchez

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