(in)seguridad humana en las sociedades del riesgo. estudio de las consecuencias de la modernidad...

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UNIVERSIDAD DE CHILE FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES DEPARTAMENTO DE ANTROPOLOGÍA MAGÍSTER EN ANTROPOLOGÍA Y DESARROLLO (IN)SEGURIDAD HUMANA EN LAS SOCIEDADES DEL RIESGO Estudio de las Consecuencias de la Modernidad aplicado al ámbito del trabajo Tesis presentada para obtener el grado de Magíster en Antropología y Desarrollo PABLO CÉSAR OLIVOS JARA Autor SERGIO GONZÁLEZ RODRÍGUEZ Profesor Guía SANTIAGO, MARZO 2001

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Olivos, P. (2001). (IN)SEGURIDAD HUMANA EN LAS SOCIEDADES DEL RIESGO. Estudio de las Consecuencias de la Modernidad aplicado al ámbito del trabajo. Tesis presentada para obtener el grado de Máster en Antropología y Desarrollo. Universidad de Chile.

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UNIVERSIDAD DE CHILE FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES

DEPARTAMENTO DE ANTROPOLOGÍA MAGÍSTER EN ANTROPOLOGÍA Y DESARROLLO

(IN)SEGURIDAD HUMANA EN LAS SOCIEDADES DEL RIESGO

Estudio de las Consecuencias de la Modernidad aplicado al ámbito del trabajo

Tesis presentada para obtener el grado de Magíster en Antropología y Desarrollo

PABLO CÉSAR OLIVOS JARA Autor

SERGIO GONZÁLEZ RODRÍGUEZ

Profesor Guía

SANTIAGO, MARZO 2001

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(IN)SEGURIDAD HUMANA EN LAS SOCIEDADES DEL RIESGO Pablo Olivos Jara

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Agradecimientos

A diferencia de las tesis de postgrado que me ha tocado leer, yo no puedo limitarme a inscribir tres líneas con los nombres o la adscripción de parentesco familiar de aquellos

que me han acompañado de alguna u otra forma en este proceso. Por lo tanto, debo detenerme en este punto para agradecer a todos y cada uno de los que me tendieron –

aun sin saberlo- una mano, con fe en el éxito de esta aventura académica.

En primer lugar a mi madre, cuya confianza incondicional sostuvo mi entusiasmo en los momentos más difíciles.

A Hilda, a quién debo su paciencia y sus numerosos intentos por alivianar la carga que me

acompañó permanentemente durante mis estudios.

A Héctor Moncada, colega y amigo cuyas contribuciones al desarrollo de esta tesis me permitieron alcanzar la meta en el tiempo preciso y sin cuya ayuda no me hubiera sido

posible hacerlo.

A Emilio Moyano, mentor, colega y amigo, a quién debo no solo el interés por el mundo académico, sino además, el cultivo de la constante inquietud por aprender e investigar,

que me ha llevado hasta este punto... el inicio de mi carrera. A Sergio González, por su confianza en mis decisiones y por sus comentarios, que no solo

se limitaron al contenido de la tesis, sino también a la difícil tarea de gestionar este proceso.

A Marcelo Arnold, quien siempre estuvo dispuesto a hacer de mi experiencia de postgrado

una nueva oportunidad de aprendizaje.

A Fernando Robles, por sus valiosos aportes a mi reflexión en torno a temas con los que cuesta encontrar gente para conversar en nuestro país y muy especialmente por compartir

conmigo un volumen de su libro antes de su publicación oficial.

A Manuel Canales, por las experiencias de aprendizaje que compartí con él como alumno, que me enseñaron tanto de metodología, como de comprensión y empatía.

A todos y todas mis compañeras de Magister, en quienes supe encontrar el

compañerismo, la amistad y el placer por disentir de vez en cuando.

GRACIAS

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Resumen

El tema de esta tesis se centra en el concepto de riesgo social, ligándolo al ámbito del trabajo y las inseguridades provocadas por el devenir de la modernidad, a través del diseño de un enfoque teórico - metodológico particular para su estudio. La matriz de preguntas guías de la investigación intenta responder ¿porqué un análisis del discurso de grupos, en torno a la seguridad humana, no da cuenta de la subjetividad que se declara como problema?, ¿porqué, si esta metodología incorpora altas cuotas de interpretación del investigador y supone un cierta ingenuidad en los sujetos observados, no se va más allá en la elaboración de contenidos explicativos?, ¿cómo se podrían reinterpretar las conclusiones de un estudio sobre inseguridades humanas, considerando como imputs de información los análisis de sus propios autores?. Todo ello inspirado en los resultados de los informes del PNUD 1998 y 2000, en cuyos análisis del discurso de las personas, que busca interpretar sus experiencias de seguridad e inseguridad, no logran dar cuenta de la subjetividad que pretende –sobretodo el informe de 1998– no sólo por reducir las claves de la seguridad a factores institucionalizados (y no subjetivos), sino que además, al ignorar los elementos de la psicología del grupo que definen una cultura en torno al riesgo, que relativiza la posición de los sujetos en el eje seguridad - inseguridad. Este estudio pretende lograr conceptualizaciones integradas de las dimensiones de riesgo, incertidumbre y trabajo, a partir de una revisión bibliográfica del tema y una propuesta de análisis cualitativo de tercer orden. Para ello, se realiza una síntesis bibliográfica específica y actualizada, que integra los conceptos; y se construye una matriz de análisis cualitativo, a la luz del marco teórico revisado; lo que permitirá realizar una primera aproximación prospectiva de un análisis de tercer orden en la materia. Palabras claves: Riesgo; Incertidumbre; Seguridad Humana; Desarrollo Humano; Modernidad; Globalismo; Trabajo; Análisis de Tercer Orden.

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ÍNDICE Agradecimientos

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Resumen

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Índice

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1.- El problema y su importancia

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1.1 Riesgo, Seguridad y Trabajo en Chile, según el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo

5

1.2 Objetivos

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2.- Marco teórico - conceptual

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2.1. Dimensiones y debates hacia el concepto de riesgo

10

2.2 Modernidad y promoción de la incertidumbre

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2.3 De la Sociedad del Riesgo y la búsqueda de seguridades en la sociedad moderna

24

2.4 El trabajo y el ser humano en las sociedades del riesgo

31

3.- Metodología

38

3.1 Justificación teórica al procedimiento

39

3.2 Matriz de relaciones conceptuales

42

4.- Resultados

46

5.- Discusión y conclusiones

58

5.1 Distinciones de riesgo

59

5.2 Niveles de emergencia, identidad e institucionalidad en crisis

60

5.3 De falacias y tolerancias

62

5.4 Acerca de los conceptos de Desarrollo y Seguridad Humanos

63

5.5 Alcances y Proyecciones

65

6.- Referencias 68

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1.- EL PROBLEMA Y SU IMPORTANCIA

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1.1 Riesgo, Seguridad y Trabajo en Chile, según el Programa de

Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD)

El tema se circunscribe en uno de los campos más debatidos por las Ciencias Sociales en la actualidad, en el que se cuestiona críticamente la modernidad -y particularmente su acción instrumental, la modernización- como proceso de cambio social, económico y político que trasciende las barreras grupales y geográficas, y que se instala en lo más profundo de las estructuras sociales, sus valores y los ámbitos de la cotidianeidad que envuelve.

Se introduce así el tema del riesgo social, ligado al ámbito del trabajo y las

inseguridades provocadas por el devenir de la modernidad, diseñando un procedimiento teórico - metodológico para su estudio, el cual busca complementar las actuales descripciones del fenómeno hechas en nuestro país, complejizándolas de modo tal que se puedan lograr descripciones más completas de los posibles cambios producidos en la significación y estructura social ligada al trabajo y su integración en los proyectos de vida de las personas. Riesgo y seguridad son dos conceptos que últimamente han entrado con fuerza en el debate de las Ciencias Sociales, no sólo como una discusión acerca de las amenazas físicas de la humanidad, sino también como un efecto de los cambiantes estilos de vida de nuestra sociedad. Es así como en el informe de 1998 del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD, 1998), sobre el desarrollo humano en Chile, se vuelve un eje central de análisis, cuantitativo y cualitativo, la descripción de las tendencias centrales y consensuales de las significaciones de la experiencia de inseguridad en nuestro país, siendo muy importantes aquellas relativas al trabajo. En dicho informe se definió Desarrollo humano como el proceso de ampliación de la gama de oportunidades de que dispone la gente, y la Seguridad Humana como la posibilidad que ellos tienen de ejercer esas opciones en forma segura y libre, y que pueden confiar en que las oportunidades que tienen hoy no desaparecerán totalmente mañana. Los resultados indican que las personas muestran lo que el informe llama una “subjetividad vulnerada”, ya que su discurso tiene en general un carácter crítico y negativo, que expresa el malestar que surge de la desprotección, reconociendo en la sociedad chilena actual la fuente de dichas inseguridades y negando, al mismo tiempo, la protección necesaria para contrarrestar sus efectos. No obstante, se menciona que las inseguridades manifiestas de la gente debieran estar acompañadas tácitamente por “importantes cuotas de seguridad habitual incuestionada” (PNUD, 1998: 117).

La Seguridad Laboral es entendida como la “certidumbre en las posiciones

y reconocimientos sociales que provienen del trabajo gracias a la estabilidad de éste y a la probabilidad de ascenso social provista por la institucionalidad laboral”

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(PNUD, 1998: 120). Ahora bien, según el propio análisis expuesto en el informe, el “discurso” se centra en las necesidades subjetivas de la gente y no en los requisitos de estabilidad de los sistemas institucionales, por ello destacan tres temores básicos que estarían a la base del discurso de la población: el temor al otro, referido a una pérdida de la confianza en los demás; el temor a la exclusión social, referido al sentido de pertenencia; y el temor al sin sentido, referido a las certidumbres que ordenan el mundo de la vida cotidiana.

Es en este sentido que el trabajo se vuelve una fuente importante de seguridad, no sólo en lo que respecta a bienestar material, sino además, a bienestar psíquico, como promotor de autoestima y autorrealización individual y grupal al condicionar las relaciones de confianza y sociabilidad de las personas. Así, en la medida que la inseguridad percibida se inscribe en el espacio de las relaciones sociales, el trabajo cobra especial relevancia como el principal espacio en el que se realiza la integración social. No es la posibilidad de quedar fuera de la red de consumo de bienes y servicios un temor de las personas, sino más bien, el temor a la exclusión, a perder la posición y la identidad social que otorga el trabajo. Las condiciones de inseguridad están determinadas por un cambio en las estructuras sociales de interacción y de trabajo, estrechamente relacionado con la forma que adopta el sistema para procesar la oferta y demanda de empleos y su integración a estructuras de gestión organizacional particulares. Así por ejemplo, se espera que la flexibilización del empleo aumente en el futuro, incrementando las oportunidades y los riesgos, volviéndose un tema crucial para el desarrollo de seguridades el aprendizaje de estrategias de adaptación de las personas a una fuerte rotación del empleo. Sin embargo, las percepciones de inseguridad varían de acuerdo a ciertas condiciones que funcionan como hipótesis explicativas de los resultados encontrados en el informe del PNUD 1998 y otras encuestas sociales. Por ejemplo, en la medida que los empleos son más estables y menor sea el tiempo que los desocupados han buscado empleo desde su último trabajo regular, la inseguridad sería menor, expectativa lejana a la actual situación de los desempleados en Chile ya que el 43,5% de ellos han permanecido sin trabajo por periodos superiores a seis meses (Universidad de Chile, 2000). También se menciona la inclusión en redes como una fuente importante de seguridad, debido a la alta rotación de los empleos y el auge de los trabajos independientes, condicionando los ingresos ya no a una escala institucional de remuneraciones sino a la inclusión en este tipo de agrupaciones, lo que permitiría a la sociedad chilena del siglo XXI enfrentar el desamparo de los individuos potenciando sus capacidades tanto individuales como colectivas, condición que parece ir mejorando en nuestro país, aun cuando el registro de la asociatividad en Chile resulta particularmente complejo debido a su escasa visibilidad (PNUD, 2000).

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No obstante, cuando en el informe del PNUD 1998 se hace referencia a los mecanismos de seguridad, sólo se hace un recuento de los mecanismos institucionales clásicos como el ingreso mínimo, la negociación colectiva, la educación y capacitación, y el contrato obligatorio. Sin embargo, reportes de MIDEPLAN (1998 y 2000) indican que la mayor parte de los ocupados ha firmado contrato de trabajo, alcanzando el 63,5% en 1996 y 66,2% en el 2000.

Esto apoya la idea de que estos mecanismos no son la principal fuente de seguridad de las personas. A pesar de estar la mayoría bajo un sistema de contrato indefinido o de recibir capacitación laboral, no sólo predomina en la población un sentimiento de inseguridad, sino que además se involucra en situaciones de riesgo con la esperanza de acceder a nuevas oportunidades o seguridades. Un ejemplo de ello lo constituyen los empleados de más de cuarenta y cinco años, que acceden a su jubilación anticipada apostando a una nueva oportunidad de empleo o remuneración, dejando atrás años de experiencia y regalías para enfrentarse a un destino incierto, más lleno de ilusiones que de certezas. Esa seguridad desestimada es la que en el informe PNUD se describe como el círculo vicioso de la seguridad-inseguridad, a través del cual los empleados se adaptan a un contexto inevitable de incertidumbre mediante su rendimiento y sometimiento al sistema, el cual ve aumentado su poder para disponer a voluntad de la fuerza de trabajo. De esta forma, el análisis del discurso de las personas descrito por el informe, que pretende interpretar su experiencia de seguridad e inseguridad, no logra dar cuenta de la subjetividad que pretende. Ello ocurre no sólo por reducir las claves de la seguridad a factores institucionalizados, sino que además, por ignorar los elementos de la psicología del grupo que definen una cultura en torno al riesgo, que relativiza la posición de los sujetos en el eje seguridad-inseguridad. Por lo tanto, cabría preguntarse ¿porqué el análisis del discurso de los grupos no da cuenta de la subjetividad que se declara como problema?, ¿porqué, si esta metodología incorpora altas cuotas de interpretación del investigador y supone un cierta ingenuidad en los sujetos observados, no se va más allá en la elaboración de contenidos explicativos?, ¿cómo se podrían reinterpretar las conclusiones de un estudio sobre inseguridades humanas, considerando como inputs de información los análisis de sus propios autores?. De esta forma, las definiciones expuestas y el análisis del discurso sobre las seguridades e inseguridades laborales de los chilenos reportado hasta ahora, sitúan las problemáticas sociales que amenazan la expresión de desarrollo y de seguridad en el campo de los riesgos sociales, cuyos aspectos teóricos serán tratados en los antecedentes generales y los metodológicos en el plan de trabajo general.

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1.2 Objetivos

El objetivo general de la investigación es: a) Lograr conceptualizaciones integradas de las dimensiones de seguridad

humana, riesgo y trabajo, a partir de una revisión bibliográfica del tema y una propuesta de análisis cualitativo de tercer orden.

Los objetivos específicos pueden desagregarse en los siguientes: a) Realizar una síntesis bibliográfica específica y actualizada, que integre los

conceptos de seguridad humana, riesgo y trabajo. b) Construir una matriz de análisis conceptual, a la luz del marco teórico revisado. c) Realizar una primera aproximación prospectiva de un análisis de tercer orden

en la materia.

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2.- MARCO TEÓRICO - CONCEPTUAL

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2.1. Dimensiones y debates hacia el concepto de riesgo

Definir “riesgo” no es tarea fácil, debido a que no es posible que la comunidad científica logre un acuerdo para ofrecer una definición en común a todas las disciplinas y enfoques. En su origen epistemológico (Moyano y Olivos, 1999), la palabra ‘riesgo’ proviene del antiguo resgar, cortar, del latín resecâre, significando contingencia o proximidad de un daño. Sin embargo, los orígenes exactos de la palabra son desconocidos (Luhmann, en Giddens, Bauman, Luhmann y Beck, 1996). Algunos hablan de su posible procedencia árabe, significando algo similar al precio que hay que pagar para ganarse el pan cada día. En Europa el término se encuentra en documentos medievales, extendiéndose con la llegada de la imprenta, especialmente en Italia y España. La lengua inglesa (risk) contiene testimonios de su uso desde la segunda mitad del siglo XVII y el alemán desde medidos de siglo XVI (Luhmann, en Giddens, et. al., 1996). Algunas definiciones actuales que se pueden hallar sobre el concepto de riesgo hacen referencia a diferentes enfoques desde los que se aborda.

“Por riesgo se entienden los posibles daños, que en el presente puedan ser anticipados y que resultan de una acción específica” (Robles, 2000: 9)

“correr riesgo es estar una cosa o persona expuesta a perderse o a no verificarse” (Dicc. de la Lengua Española, 1970, en Moyano y Olivos, 1999) “la probabilidad que tiene un suceso de presentarse u ocurrir y que en cierto modo se considera nocivo, éste se expresa y manifiesta en diversas formas” (Koronios y Ruminot, 1997: 27).

Se pueden apreciar dos grandes líneas que responden a dos tipos de enfoques diferentes en el tema de los riesgos (Puy, 1995): el de las Ciencias Naturales y la Técnica, frente a la posición adoptada por las Ciencias Sociales.

Desde las Ciencias Naturales y la Técnica, podemos apreciar una

aproximación que es más bien probabilística o cuantitativa, que tiene su origen en disciplinas como la economía e ingeniería, entre otras. En este enfoque se caracteriza al riesgo de una forma unidimensional y objetiva, inclusive puede ser reducido a un número y definido, por ejemplo, por medio de estadísticas y tasas de accidentes.

En las Ciencias Sociales, en cambio, la conceptualización de riesgo que se

propone coloca mayor énfasis en lo subjetivo, orientándose hacia los aspectos personales, sociales y culturales, entendiendo el riesgo como un sinónimo de amenaza o daño.

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Podemos decir entonces, integrando ambos aspectos en un ejercicio de precisión conceptual, que el riesgo tiene un carácter multidimensional, debido a que no solamente encontramos una dimensión numérica de probabilidad y número de pérdidas, sino que también podemos encontrar un conjunto de aspectos cualitativos que los seres humanos consideran al momento de estimar un riesgo. Se ha hecho frecuente, al hablar de riesgos, contraponer el concepto de seguridad, como la antítesis de las condiciones de riesgo. Al respecto, Luhmann (en Giddens, et. al., 1996) dice que en la retórica política esto conduce automáticamente a la idea de que la seguridad es un anhelo, si bien se dan situaciones en el mundo en las que hay que asumir ciertos riesgos. De esta manera, para los expertos en seguridad, la seguridad absoluta es inalcanzable, ya que siempre puede ocurrir algo inesperado. Por eso ellos emplean el concepto de riesgo para precisar, mediante el cálculo, el nivel de seguridad al que se puede acceder o el que se está dispuesto a aceptar. Dirá este autor que la seguridad, en tanto categoría contraria a la del riesgo, refiere en esta constelación a un concepto “vacío”, que sólo es útil en tanto concepto de reflexión, o como categoría que sirve de válvula de escape para exigencias sociales relativas al cálculo del riesgo. De esta forma, la distinción “riesgo/seguridad” conforma un esquema de observación que posibilita, en principio, estimar las decisiones bajo el punto de vista de su riesgo, permitiendo la universalización de la conciencia del mismo. En este sentido, otra distinción importante que destaca Luhmann en sus reflexiones sobre el riesgo corresponde a la diferencia entre “riesgo y peligro”, diferenciación que presupone la existencia de cierta incertidumbre respecto a un daño futuro. Se hablará de riesgos cuando el daño eventual es visto como consecuencia de la decisión, y de peligro cuando el hipotético daño, entendido como causado desde el exterior, se le atribuye al entorno. Ambas distinciones son importantes para analizar el papel del riesgo en la sociedad moderna y cómo es que las personas son agentes activos en su procesamiento y determinación.

“Junto al esquema riesgo/peligro se encuentra el interés por la seguridad (o la aversión al riesgo o evitación del peligro), si bien no se “marca” lo suficiente, ya que se da por supuesto. La diferencia riesgo y peligro hace posible que se marquen ambas partes, pero no a la vez. Si se marcan los riesgos se olvidan los peligros, por el contrario, si se marcan los peligros se hace lo propio con todo lo positivo que se pudiera lograr con una decisión arriesgada. En sociedades no diferenciadas se destaca el peligro, en la moderna el riesgo, ya que en esta se pretende siempre un mejor aprovechamiento de las oportunidades. Sin embargo la pregunta es si la actual situación se

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queda en eso o si se caracteriza por el hecho de que el que decide y los afectados acentúan diferentes partes de una y la misma diferencia, tras lo cual entran en conflicto, ya que disponen de su propia atención y de la que suponen a los otros.” (Luhmann, en Giddens, et. al., 1996. Pág. 136).

Así, aquellos peligros cuya probabilidad es muy baja, su infravaloración no esta determinada tanto por su escasa o inexistente posibilidad de ocurrencia como por la escasez de control que sobre ellos tienen las personas que los consideran. Según Luhmann, de esta forma es que la sociedad moderna constata los peligros en clave de riesgo y los asume en tanto riesgos, reduciendo así su carácter catastrófico y la ansiedad asociada a su inminente exposición. El peor desastre no lo generaría un terremoto en su expresión telúrica, sino la capacidad tecnológica de predecirlo. Por otra parte, al hablar de riesgo es posible distinguir algunas categorías asociadas al tema de los riesgos y su exposición. Así, por ejemplo, si hablamos de un “riesgo aceptable”, veremos que es difícil poder llegar a un consenso en torno a qué sería un riesgo aceptable y qué no lo sería, así como definir para quién es aceptable o bajo qué circunstancias. A pesar de ello, algunos autores proponen ciertos criterios de evaluación que se utilizarían para determinar la aceptación o no de un riesgo: si el riesgo es comprensivo; si es lógicamente consistente; si es práctico; si es abierto a la evaluación; si es políticamente aceptable; si es compatible con instituciones ya existentes; y si ayuda a la toma de decisiones. De cumplirse una cantidad considerable de estos criterios, los involucrados en la situación de riesgo realizan un análisis de los elementos implicados. Si la evaluación es positiva, existiría una alta probabilidad de aceptación del riesgo. En todo caso, el riesgo aceptable se ve más que nada como un problema de decisión, en el cual se implican los valores de aquellos que estén involucrados en el riesgo (Olivos y Martínez, 1999). Algunos autores proponen que el término aceptable no refleja la importancia del problema ni la aversión que las personas muestran comúnmente hacía la mayoría de las actividades riesgosas, en especial aquellas que involucran una alta posibilidad de muerte o daño. Debido a esto se propone que el término “riesgo tolerable” podría reflejar mejor la verdadera importancia y seriedad del problema. Así por ejemplo, el Ministerio de Seguridad y Salud inglés, en 1988, entregó en un reporte una definición de riesgo tolerable que refleja esta discusión:

“Tolerancia no significa aceptación. Se refiere a la complacencia de vivir con un riesgo, que asegure ciertos beneficios y en la confianza que es adecuadamente controlado. Tolerar un riesgo significa que nosotros no lo consideramos como negligencia o algo que podríamos ignorar, pero sí como algo que necesitamos mantener bajo la vista y reducirlo más si se pudiese” (Koronios y Ruminot, 1997: 36, en Olivos y Martínez, 1999)

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Otra distinción ampliamente comentada por la literatura corresponde a la que se hace entre “riesgo objetivo y subjetivo”, la que ha derivado en variados otros conceptos, que van formando los lineamientos de las teorías, tales como por ejemplo, el concepto de percepción subjetiva del riesgo. Resulta a lo menos complicado realizar una separación clara y no ambigua de ambos conceptos, es decir, de riesgo subjetivo por un lado y de riesgo objetivo por otro, debido a que si tenemos un conjunto de riesgos reales y socialmente compartidos (objetivos), éstos se definen como tales por una evaluación del riesgo más bien personal. Existe un punto importante a considerar al intentar evaluar el riesgo objetivo, el cual consiste en si se puede estar totalmente libre de elementos de juicio y por lo tanto, libre de algún grado de subjetividad. Pero se presenta un problema, ya que en cualquier análisis de costo beneficio, los juicios entran en el momento que realizamos la evaluación de consecuencias, por lo cual es un punto que se continua debatiendo. Sin embargo, al interior de las ciencias sociales también hay disensos, los que han marcado de algún modo el debate sobre estas distinciones. Por una parte, se encuentra un discurso marcado por la ciencia de la conducta, liderada por una corriente psicológica cognitivista, que reduce la estimación del riesgo y de su aceptabilidad a probabilizaciones cognitivas individuales del tipo costo-beneficio, como se señaló recién, a través de las cuales se intentan reproducir las estimaciones de riesgo de las ciencias económicas y técnicas.

El concepto también ha tratado de ser precisado por la sociología, desde tres perspectivas (Robles, 2000). La postura objetivista liderada por Ulrich Beck quien sostiene que la cuestión del tratamiento del riesgo se desprende de condiciones primeramente estructurales. Este autor ha distinguido entre “riesgos biográficos y peligros biográficos”, siendo los primeros las circunstancias de inseguridad de las personas localizadas en un tiempo y en un lugar, y los segundos las inseguridades que le impiden a los individuos continuar calculando y controlando inseguridades (Beck, 1998). Las implicancias de esta distinción son comentados más adelante, no obstante, estas permiten destacar que, aun cuando se puedan elaborar indicadores objetivos, el límite entre los riesgos biográficos calculables y los peligros biográficos impredecibles “abre de par en par la puerta a la subjetividad de la opinión, de la subordinación, de las expectativas, de la esperanza y del desconocimiento” (Beck, 1998, Pág. 210).

La perspectiva de Niklas Luhmann, según quien no importa tanto la

existencia “real” de los riesgos ni su potencial daño, sino la probabilidad de que dichos daños percibidos (especulados) formen parte del proceso de toma de decisiones. De esta manera, como lo destaca Robles aludiendo a Luhmann, una sociología del riesgo tiene siempre presente el problema del procesamiento de la inseguridad en el contexto de decisiones contingentes (Luhmann, 1992a).

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Y una postura constructivista, representada por Mary Douglas, quien desarrolla la construcción cultural de las semánticas de riesgo. Según este enfoque, de carácter antropológico, al aplicarlo al análisis de los riesgos a nivel organizacional (Mary Douglas, 1996), revela que gran parte de los estudios de las funciones o papeles de las instituciones en la percepción del riesgo, ha sido hecha sobre las unidades de observación equivocadas (los individuos en lugar de las instituciones), ignorando que los cálculos de credibilidad de las fuentes, los valores y las probabilidades, que caracterizan a estos estudios, vienen preparados con suposiciones y ponderaciones aprendidas culturalmente. Esta autora critica, sin reconocer explícitamente en la psicología el sesgo especializado que cuestiona, un enfoque clínico en el estudio psicológico de los riesgos, que enfatiza los factores o rasgos de personalidad por sobre las variables determinadas culturalmente.

“El sesgo de la personalidad quizás sea genético, como el color del cabello o el grupo sanguíneo, o podría ser aprendido. Por desgracia, es prácticamente imposible verificar elementos innatos de la personalidad. Cuando se reflexiona sobre una conducta proclive al riesgo es mejor centrarse en la posible influencia social que en tratar de eliminarla. Cuando la incertidumbre está en un nivel muy elevado y todo el mundo corre grandes riesgos, las normas culturales estimularán a buscar más riesgo.” (Douglas, 1996, Pág. 118)

El análisis psicológico -desde una perspectiva clínica y esencialmente cognitivista- supone, al igual que el enfoque economista, que el nivel crítico de quien toma la decisión tiende a fijarse de forma privada, sin embargo, el análisis mejora si se considera que “niveles inferiores que definen una catástrofe (y niveles superiores que definen una sobrerrealización) pueden ser fijados de forma comunitaria” (Douglas, 1996, Pág. 122), cobrando más sentido una explicación centrada en una determinación cultural, por sobre una basada en los límites individuales de la conducta económica, entendiendo por cultura la experiencia acumulada de la sociedad y su adaptación al entorno. No obstante estas observaciones, la dimensión psicológica de los riesgos sigue siendo una herramienta de ajuste, igual de instrumental y protectora que las demás estrategias diseñadas para generar sensaciones y/o condiciones de seguridad. Las críticas comentadas permiten sostener que es un error condicionar las conductas de riesgo a algún tipo de personalidad, cuando obedecen a estrategias cognitivas adaptativas y flexibles. Por lo tanto, no tiene sentido dedicarse al estudio de personalidades que busquen o rechacen el riesgo, sino más bien, al análisis de estrategias de adaptación diseñadas colectivamente en un proceso de acoplamiento -mejor o peor logrado- a las condiciones de riesgo y que se expresan en la conducta individual.

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Por su parte, Luhmann (en Giddens, et. al., 1996) también hace una crítica al tratamiento de los riesgos desde una perspectiva de las probabilidades. En un análisis sociológico, el autor sostiene que el tema de la valoración y la aceptación del riesgo no es únicamente un problema psíquico - entendiendo por psíquico nuevamente el enfoque parcial de la psicología, basado en el cálculo cognitivo de probabilidades- sino fundamentalmente social, proponiendo que la conducta individual se adecua a las expectativas socialmente mantenidas por los grupos de referencia relevantes -en el sentido expuesto por Douglas- o bien responde a procesos de socialización específicos, a favor o en contra del criterio socialmente admitido. Sostendrá éste y otros autores, que el problema del riesgo no puede reducirse a un problema de medición, ya que éstos son esencialmente un problema de convenciones, cuando en realidad los riesgos son muy distintos de lo que se mide como tal. Así por ejemplo, mientras para las ciencias exactas el riesgo se expresa en forma de cálculos, el lenguaje ordinario los expresa de una manera más imprecisa.

“Lo que subyace a esta idea es que hay demasiadas razones por las que algo de manera improbable puede cambiar su curso como para considerarlas en un cálculo racional. Esta máxima nos conduce al centro de la controversia política actual sobre las consecuencias de los problemas tecnológicos y ecológicos de la sociedad moderna.” (Luhmann, en Giddens, et. al., 1996. Pág. 124)

“Los riesgos exhiben las matemáticas y presumen de ellas. Nunca son sino probabilidades, y nada más; son, sin embargo, probabilidades que no excluyen nada. Es posible desestimar hoy las críticas hablando de un riesgo que tiende a cero sólo para lamentar mañana, una vez que la catástrofe ha ocurrido, la estupidez de una opinión pública que malinterpreta las aserciones probabilísticas. Los riesgos son infinitamente reproducibles, puesto que se multiplican con las decisiones y los puntos de vista con los que uno puede y debe evaluar las decisiones en la sociedad pluralista”. (Beck, Giddens y Lash, 1994, pág. 23)

Por lo tanto, aún cuando algunos expertos han analizado estadísticamente datos históricos y han llegado a estimar la equivalencia de algunos riesgos de muerte equivalentes (Chávez, 1994), como por ejemplo, viajar 16 kilómetros en bicicleta, 480 kilómetros en automóvil, 1400 kilómetros en avión, comer cien filetes asados o vivir dos días en Nueva York, ¿de qué sirven estas estimaciones, si en la próxima esquina podemos chocar con un taxi colectivo, ser asaltados esta tarde a la entrada de nuestra casa o terminar con una infección intestinal después de comernos un solo completo en “el persa”?.

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2.2 Modernidad y promoción de la incertidumbre

Por modernidad se entiende un modo de vida u organización social,

originado en Europa en torno al siglo XVII, cuyas bases institucionales –que lo han vuelto un fenómeno mundial- se sientan sobre la industrialización, el capitalismo y el control expresado a través de la institucionalización de la vigilancia (Giddens, 1993, 1995).

Diversos elementos caracterizan la modernidad, siendo la racionalización, la individuación y su pretensión de control, predictibilidad y planificación, las principales.

Todo se gesta cuando el modernismo reemplazó la idea de sujeto y la idea de Dios. La concepción clásica de modernidad (filosófica y económica) la define como triunfo de la razón, como liberación y como revolución. Los manuales de historia se refieren al periodo moderno como el periodo que va desde el Renacimiento a la Revolución Francesa y a los comienzos de la industrialización masiva de Gran Bretaña. Las sociedades en las que se desarrollaron las prácticas y el espíritu de la modernidad trataban de poner cierto orden, a través de la organización del comercio y de las reglas del intercambio mercantil, la creación de una administración pública y del estado de derecho, la difusión del libro, la crítica de las tradiciones, las prohibiciones y los privilegios (Touraine, 1994).

Sin embargo, la idea de modernidad no reemplaza la idea de Dios por cualquier idea, lo hace por la de “Ciencia”, dejando en el mejor de los casos la religión para el ámbito privado. De esta manera es que la idea de la modernidad se relaciona con la de racionalización.

El pensamiento modernista afirma que los seres humanos pertenecen a un mundo gobernado por las leyes naturales que la razón descubre y a las cuales la razón misma esta sometida. Y ese pensamiento identifica al pueblo –nación- con un cuerpo social en conformidad con leyes naturales, intentando así liberarse de la dominación irracional de revelaciones o decisiones sobrehumanas.

Es así como la modernidad provoca el remezón de las convicciones, las costumbres y de las creencias, la salida de los particularismos y la entrada en el universalismo, o también la salida del estado de naturaleza y la entrada en la edad de la razón.

Avanzada la modernidad en el pensamiento occidental, ésta quiso pasar del papel esencial reconocido a la racionalización a la idea más amplia de una sociedad racional, en la cual la razón no sólo rige la actividad científica y técnica sino también el gobierno y la administración de las cosas. Ante todo hay que describir esta concepción de la modernidad y de la modernización como creación de una sociedad racional cuyas expresiones más elocuentes se encuentran en

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las pretensiones de predicción y control de inseguridades, y en la construcción de nuevas formas de significación de esta realidad a la vez amenazante y controlada. Para explicar ello podemos seguir a Luhmann y a Habermas, respectivamente.

Esta racionalización está al servicio del desafío planteado al ser humano moderno de aplicar su conocimiento y tecnología para la anticipación de las amenazas con que se ha encontrado, e incluso, con las que se va a encontrar, lo que caracteriza a las sociedades del riesgo.

En este sentido es que Luhmann se refiere al término contingencia como una de las características de la modernidad, aludiendo con él a lo accesorio, lo que cambia, es decir, la diversidad de existencias posibles en una cultura (Luhmann, 1992b). Este concepto destaca la forma a través de la cual las sociedades modernas pueden anticiparse a las eventuales amenazas, conceptualizando el futuro desde la distinción de lo probable o improbable. Por ello es que Luhmann sostiene que sólo se puede tener una aproximación a nivel de probabilidades de ocurrencia respecto del futuro, lo que implica que el cálculo de probabilidades sólo es una forma de atenerse a una realidad duplicada, una realidad ficticia. Esta postura frente al futuro se puede resumir en la formula final que adopta el riesgo, según el autor, la cual sería una forma de descripción presente del futuro y no un futuro presente. De esta manera, los riesgos de la modernidad conciernen a daños posibles, que resultan de una decisión, que puede ser producida por ella misma, extendiendo las posibilidades de riesgo no sólo al exterior, sino también internamente a la dinámica del proceso de toma de decisiones. (Luhmann, 1992b)

Desde un enfoque no centrado en el riesgo, pero muy consciente de las amenazas de la modernidad, Habermas (1997) releva una discusión en torno al lenguaje y su papel en la construcción de realidades. Él argumenta que el mundo puede ser visto como un proceso de comunicación dinámica, articulado en torno a normas y reglas, aceptadas intersubjetivamente. Este “mundo de la vida”, como él lo llama, es donde se produce la acción comunicativa, y se caracteriza por tres componentes: la cultura, la sociedad y la personalidad.

La relación de estos componentes determinará la ocurrencia de perturbaciones en la reproducción del saber, cuyo matiz dependerá también del componente involucrado. Así, cuando hablamos de perturbaciones a nivel cultural, estaremos frente a problemas de pérdida del sentido, cuando sean perturbaciones a nivel social, serán problemas de anomia y cuando correspondan a la personalidad, serán enfermedades anímicas, según Habermas.

Para este autor, entre el mundo de la vida y los sistemas que lo dominan (el capitalista y el administrativo) se producen perturbaciones que se expresan, por una parte, en la pérdida de motivación y de legitimación y por otra, en la pérdida de sentido y la anomia. Todo ello debido a la imposición de los sistemas capitalista y de administración, los que han repercutido en el “mundo de la vida” con un

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ataque a la estructura comunicativa provocando su anquilosamiento que se observa, entre otras cosas, en tradiciones culturales empobrecidas y procesos de socialización perturbados.

Claramente estas visiones contribuyen a visualizar desde una perspectiva global y holística los fenómenos sociales que se derivan de la modernidad y que devienen en riesgos.

En este sentido cobra relevancia rescatar el aporte de Habermas en su conceptualización transversal de las disfuncionalidades de la modernidad, las que para Luhmann y otros autores se concentran en la reproducción y globalización de los riesgos que de ella resultan. El capitalismo se sirve de las sociedades de la modernidad para satisfacer las demandas del mercado, sembrando riesgos e inseguridades a su paso. Su forma de expansión es a través de lo que Beck identifica como “globalismo”, concepción según la cual el mercado desaloja o sustituye el quehacer político, es decir, es “la ideología del dominio del mercado mundial o ideología del liberalismo”. (Beck, 1998, Pág. 27). El globalismo revela como las distintas formas económicas, culturales y políticas no dejan de entremezclarse, significando por “sociedad mundial” la totalidad de las relaciones sociales que no están integradas en la política del Estado nacional, ni están determinadas a través de esta.

Y precisamente en este punto se circunscribe una diferencia entre lo que se identifica como primera y segunda época de la modernidad, me refiero al carácter irreversible de la globalidad alcanzada y la desorganización del capitalismo global, ya que en el aspecto económico y político no existe ningún poder hegemónico ni tampoco ningún régimen internacional. De este modo el globalismo, según Beck, reduce la nueva complejidad de la globalidad y de la globalización al aspecto económico, el cual sólo se concibe como una ampliación constante de condicionamientos impuestos por el mercado mundial.

La nueva libertad que trajo la modernidad, implicó para el sujeto no sólo tomar las riendas de un destino tradicionalmente entregado a la fe, sino además asumir la responsabilidad sobre las decisiones que a diario toma basado en el ejercicio de esa razón, práctica que contribuye a aumentar su angustia. Esto queda en evidencia en el ámbito del trabajo, que es sustituido por el conocimiento y el capital, llegando a generar modelos en los que se sugiere sustituir la participación salarial por la participación en la propiedad. En el lugar de la figura social del empleado y del trabajador como contrapuestos a capitalistas y empresarios aparece, por una parte, el modelo del trabajador autónomo y, por otra, la del empresario público. El trabajador autónomo sabe que ya no le es posible continuar contando con un trabajo que otros estén obligados a darle. Por lo tanto procede en consecuencia, sabiendo que su trabajo ha de basarlo y hallarlo en el sentido de un valor de uso ampliado, lo que presupone no sólo una gran identificación con las necesidades ajenas, sino también con el trabajo. El trabajo

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autónomo siempre conlleva, en este sentido, trabajo en sí mismo y para los demás. Esto implica un matiz capitalista de empresario de sí mismo que gestiona las propias capacidades de trabajo. Ya no es suficiente cumplir el horario y marcar la tarjeta, el compromiso con el trabajo se muestra en el logro de las metas que además el mismo trabajador se debe fijar. Lo increíble esta en que, para tales efectos, el trabajador no subestima su rol al interior de la organización, todo lo contrario.

De esta forma es que, mientras el capitalismo temprano se orientó a explotar el trabajo, el contemporáneo explota la responsabilidad.

“Antes los que participaban tuvieron que generar la resistencia al trabajo, hoy se ven forzados a contribuir al resultado del negocio. Antes sólo tenían que colaborar, hoy han de implicarse en los planes y riesgos. Antes estaban subordinados al proceso de elaboración como una pieza del engranaje, hoy el proceso de elaboración queda supeditado a su compromiso. La explotación ajena, siempre precaria y que genera resistencia viene a ser sustituida por la absorción de la autoexplotación en principio ilimitada. De ahí que en la actualidad las grandes empresas procedan, en amplios sectores, a reconvertir las mentalidades a fin de fragmentar el poder de decisión. No se trata sólo de que se constituyan centros de beneficios descentralizados, sino que incluso cada equipo de trabajo no ha de cumplir un plan de trabajo sino que ha de demostrar su propia eficacia económica”. (Beck, 1998, Pág. 207)

Este es uno de los motivos que lleva a pensar que el intento de concebir la

sociedad racionalizada ha fracasado. Primero porque la idea de una administración racional de las cosas que sustituyera al gobierno de los hombres es una idea dramáticamente falsa y segundo, porque la vida social que se imaginaba transparente y regida por decisiones racionales se manifestó como una vida llena de poderes y de conflictos, en tanto que la modernización misma se manifestaba cada vez menos endógena y cada vez más estimulada por una voluntad nacional o por revoluciones sociales (Touraine, 1994).

Lo anterior permite identificar las amenazas del Estado Nacional, que se ve desafiado en el interior por la fuerza explosiva del multiculturalismo y desde el exterior por la presión problemática de la globalización. Esto nos lleva a que las fuentes de solidaridad social pierdan poder cada día, ya que el Estado es incapaz de integrar democráticamente a la población, porque se ve impotente ante las nuevas dinámicas de la economía de mercado y porque es prepotente en la representación y en el cuidado del bien público de los ciudadanos (Hermosilla y Uribe, 2000). Este fenómeno Beck lo llama “el dilema de la política social en la época de la globalidad”, refiriéndose a que mientras el desarrollo económico surge

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en la política nacional, las consecuencias sociales se concentran en las redes del Estado nacional, aumentando el nivel de conflictos sociales producto de la distribución y carácter forzoso de decisiones políticas impopulares: reformas laborales que amenazan el derecho a huelga; alza cuantiosa del impuesto específico a los combustibles; estímulo a la expansión urbana; etc. Esto afecta a los “perdedores de la globalización”, como los llama Beck, quienes están situados en niveles medios o elevados de la jerarquía profesional, que ya no luchan por más descanso y mejor salario, ni por garantías de seguridad en su restringido bienestar. Este grupo se considera engañado no sólo por la política “de derecha”, favorecida por la globalización, sino también por los programas “de izquierda”, pues “gente que teme por su futuro económico no necesita de ningún partido político que pretenda disminuir aun más las ganancias inseguras para ayudar así a los que no trabajan”. (Beck, 1998, Pág. 171) Todo ello indica, como diría Touraine, la forma en que “La fuerza liberadora de la modernidad se agota a medida que triunfa… Apelar a la luz puede conmover cuando el mundo esta sumido en la oscuridad de la ignorancia, en el aislamiento y en la esclavitud” (1994, Pág. 93). La racionalización de la vida de la sociedad pareciera entonces, al no ser delimitada o cuestionada, conducir a un sistema capitalista liberal crudo donde no se consideran las aristas psicológicas, fisiológicas y sociales del ser humano que trabaja. Siguiendo los planteamientos de este autor se podría afirmar que ésta es la principal causa de la crisis de la modernidad, a saber la pérdida de la racionalidad, la cual estaba llamada a ser garante de la sociedad tras la pérdida de las tradiciones e instituciones que socializaban y promovían un sentido de identidad y pertenencia.

Un punto crítico de este proceso resultó del derrumbe del sistema

comunista, lo cual fue para occidente una señal de que el sistema de mercado no puede reformarse y que, por lo tanto, sólo queda adscribirse a este sistema económico tratando de extenderlo por el mundo. Siguiendo la metáfora de Touraine (1994), es así como en Occidente y en Oriente estamos embarcados en una sociedad formada por tres grupos: los pilotos, grupo poco numeroso de aquellos que si bien no mandan, responden a las incitaciones del mercado y del ambiente en general; los pasajeros que son consumidores, al igual que los miembros de la tripulación; y finalmente, los despojos que han sido empujados por la tempestad o lanzados al mar como restos inútiles. Esa sociedad liberal, que sustituye a la sociedad de clases fomentada por la socialdemocracia u otras formas de Estado benefactor, reemplaza la explotación por la exclusión y sobre todo reemplaza un modelo de funcionamiento por una estrategia de cambio, una visión sincrónica por una visión diacrónica. Este agotamiento de la modernidad trae consigo angustia, propia de la pérdida de sentido en cuanto a la justificación de las acciones, las cuales ya no se fundamentan en la razón y el orden natural, sino en una racionalidad instrumental, puramente técnica, al servicio del consumidor.

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En resumen la modernidad, por medio de la racionalidad rompió con las

viejas ataduras, sin embargo, con la subordinación a la leyes del mercado, marcó el final del reinado de la razón objetiva, haciendo ya imposible retornar a la idea de un mundo enteramente regido por las leyes de la razón descubiertas por la ciencia. Claro ejemplo de ello es la proliferación de los debates profesionales en torno a la ética de su ejercicio, lo que ha llevado la discusión desde el terreno técnico (cómo hacer las cosas) al terreno moral (cómo se deben hacer las cosas), despojando a los procedimientos de su carácter referencial y desplazando las certezas del desempeño a la discrecionalidad disfrazada de acuerdo.

Esta disociación completa de la racionalidad instrumental, traducida a estrategias en mercados móviles y comunidades cerradas en su diferencia, define la posición conocida como Posmoderna. (Touraine, 1994)

Siguiendo a diversos autores, Hermosilla y Uribe (2000) destacan tres principios que pueden definir la posmodernidad. En primer lugar la deslegitimación de los grandes discursos de la modernidad, tales como la razón argumentativa, el sujeto histórico y el abandono de las pretensiones totalizantes de la razón. En segundo lugar, el paso de la legitimación de lo único a lo diverso, referente a un relativismo en las explicaciones, dejando de lado la observación como el sistema objetivo que permite explicar y refutar las cosas. Por último, una distinción y des-diferenciación reflejados en el lenguaje, como producto de la acción cultural y no como un espejo del mundo interior. No obstante, el debate respecto de si la modernidad esta agotada, dando paso a la posmodernidad, o si esta última corresponde a una etapa comprendida dentro de la evolución esperada de la modernidad, no ha concluido. Ello no implica que sus efectos se sigan sintiendo y que las formas que adopta su evolución contribuyan tanto a complejizar su red de amenazas como a estimular la reacción adaptativa de la ciudadanía.

En el análisis que González (1998) hace respecto de los procesos de la modernidad, se destaca el impacto que tienen estos cambios sobre la estabilidad individual y grupal, además de arrojar una sensación de incontrolabilidad sobre los inquietantes procesos de transformación. Sin embargo, a pesar de las certezas existentes, “el riesgo se externaliza porque la modernidad permite al individuo comprar seguridades [aparentes] sobre su espacio cercano” (González, 1998, pág. 44). Son los temas de contenido de la modernidad, como proyecto cultural (equidad social, respeto a la diversidad, a las heterogeneidades étnicas y subculturales, el respeto a los derechos individuales), los que son desplazados por otras prioridades temáticas, que no parecen dar cuenta de los problemas y amenazas concretas que la modernidad siembra a su paso.

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El autor sostiene que, a modo de estrategia colectiva de enfrentamiento de la incertidumbre y la angustia, una posible solución al desencuentro entre las personas y la modernidad pasa por la construcción y reforzamiento de ciudadanías, las que permitirían dar sentido a las modernizaciones. Corresponde este a un esfuerzo por realizar proyectos culturales con “humanidad visible en personas concretas” (González, 1998, pág. 47), lo que lleva el tema del desarrollo humano más allá de la preocupación por la descripción de los modos de vida, sino que además, a ocuparse del tema de la calidad de vida. Este enfoque incluiría, por ejemplo, una reflexión acerca de la conjunción entre los tiempos instrumentales con los personales o propios. La modernidad nos encierra en un círculo vicioso, que contamina la cotidianeidad hasta el punto de perderse en la globalidad de sus riesgos.

“Salir de la dinámica ‘trabajólica’ puede significar pérdidas de niveles de consumo en ocio y recreación a los cuales se ha adscrito sincrónicamente. Los desencuentros entre los mandatos de la sociedad productiva y los de la sociedad hedonista, se aparecen con todos sus detalles copando las deliberaciones más personales. Nuevas modalidades de conflicto entre el deber y el deseo.” (González, 1998, pág. 51)

En definitiva, la modernidad va creando desencantos y desconfianzas, como lo señala el informe de desarrollo humano (PNUD, 1998). Estas desconfianzas obedecen a riesgos que van más allá de las amenazas físicas inmediatas, incluyendo riesgos producto de amenazas sociales de estabilidad, según la participación de las personas en el sistema de bienes y servicios transados en el mercado o relativamente disponibles a través de subvenciones (de los que ya se ha dado cuenta en los resultados de dicho informe). Sin embargo, al mismo tiempo que la modernidad es fuente de inseguridades, va creando respuestas a esas incertidumbres. Así, surgen concepciones de seguridad construidas culturalmente, a partir del discurso científico u otras convenciones sociales. La cultura vende seguridades y la sociedad las compra, validándolas y legitimándolas (Olivos, 1999).

En un análisis microscópico del fenómeno, la relación de los individuos con

los riesgos –a nivel del proceso de toma de decisiones -, se refiere entonces más a ideas de moral y de justicia, como señala Mary Douglas, que con ideas probabilísticas de costos y beneficios en la aceptación de riesgos. En otras palabras, la elección o aceptación de determinado tipo de riesgos habla más del tipo de sociedad en la que se vive y desea vivir un individuo que de sus estimaciones probabilistas (Olivos, 1999), comprometiendo una dimensión más psicosocial que cognitiva en la toma de decisiones.

De este modo, la explicación relativa a la aceptabilidad de los riesgos puede

estar develando un tema ausente en la descripción de las inseguridades de la población chilena, reportadas por el informe del PNUD 1998 (Olivos, 1999). Así,

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hay un bagaje psicosocial que no está siendo reportado por el informe y que hace crisis en la vida cotidiana cuando hablamos, por ejemplo, del número de muertos por accidentes de tránsito, de los niveles de estrés de la población, del surgimiento de profesiones y oficios alternativos o emergentes, de redes de apoyo comunitario, incluso cuando nos referimos a los elementos de aceptabilidad de determinados riesgos que han hecho posible hasta ahora que un gran grupo de personas acepte trabajar en el actual transporte público y que sobrevivan a ello.

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2.3 De la Sociedad del Riesgo y la búsqueda de seguridades en la sociedad moderna

Lo que algunos autores han llamado el surgimiento de la sociedad del

riesgo, es una de las características fundamentales de la época que venimos comentando. Beck (en Giddens, et. al., 1996) afirma que la sociedad del riesgo se origina allí donde los sistemas de normas sociales fracasan en relación a la seguridad prometida ante los peligros desatados por la toma de decisiones. Cuando los sistemas normativos establecidos no cumplen sus exigencias, cuando la demanda de control no es cuestionada de manera aislada sino masivamente, cuando no sólo el control sino también la controlabilidad deben ser cuestionadas. Según este autor dicha situación, que involucra tanto las normas como las instituciones, deja a un lado el tema de la diferente percepción cultural (estimación y valoración) de consecuencias y peligros, probablemente debido a que la humanidad no está en condiciones de mirar con atención aquellos peligros amenazantes para la vida que en nada pueden cambiar. De esta forma, la sociedad del riesgo emerge en el momento en que los peligros decididos y producidos socialmente sobrepasan los límites de la seguridad. La sociedad misma produce y determina su propio desarrollo de modo tal que, más allá de los límites de protección, se da un desplazamiento no pretendido de la sociedad industrial a la sociedad del riesgo en virtud de los peligros producidos de forma sistemática. En las propias palabras de Beck:

“Así, se gesta en la cúspide de la modernidad el desafío de nuestra época: ¿qué hacer a título individual y colectivo frente a la incertidumbre e incontrolabilidad producida por una racionalización que avanza sin norte?” (Beck, en Giddens, et. al., 1996, pág.212)

Al pretender convertir los contextos de la vida humana en una estructura

controlable, la sociedad industrial – y el “estado benefactor”, por su parte- ha conducido, en la actual sociedad del riesgo a efectos secundarios imperceptibles, con los que se trasciende la exigencia de control, gatillando la aparición de lo incierto, de lo ambiguo. Dicho, según el autor, “el regreso de lo desconocido”. De esta forma dejan de aparecer medios sociales, roles e instituciones creadoras de órdenes, portadoras de seguridades ciertas. “Con esta crisis de autoseguridad de la sociedad industrial la incertidumbre pasa a ser el modo básico de experimentar la vida y la acción” (Beck, en Giddens, et. al., 1996, pág. 219). Para Beck (en Beck, Giddens y Lash,1994) el retorno de la incertidumbre a la sociedad significa, en primer lugar, que cada vez más conflictos sociales son tratados como problemas de riesgo, caracterizándose por carecer de soluciones inequívocas. Así, las medidas organizativas, los principios y categorías éticos y legales, los malos procedimientos políticos de decisión, e incluso los criterios de responsabilidad o culpa, son inadecuados para comprender o legitimar este retorno a la incertidumbre e incontrolabilidad, lo que se extiende a la ciencia y su tradicional rol de experto (Beck, 1996). Esto corresponde, según Giddens (1993),

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a la ‘inevitabilidad’ de vivir con peligros que están alejados del control de las personas y de las grandes organizaciones, incluidos los estados. Otro punto importante que ha dado pie al desarrollo de esta sociedad del riesgo, y al que en parte ya nos hemos referido, destaca lo que ha sucedido con uno de los principales ejes culturales de seguridad, la tradición y, por ende, las instituciones como su expresión concreta. Según Giddens (en Beck, Giddens y Lash, 1994) durante la mayor parte de su historia, la modernidad ha reconstruido la tradición a medida que la ha disuelto. No obstante, aun cuando las acciones cotidianas de un individuo tienen consecuencias globales, las colectividades intermedias y las agrupaciones de toda especie, incluido el Estado, no desaparecen como consecuencia de esto, sino que tienden a ser reorganizadas o reconfiguradas. Para Giddens el proceso de la modernidad influye y es influido por la penetración de las instituciones modernas en el tejido de la vida cotidiana.

“No es sólo la comunidad local, sino también rasgos íntimos de la vida personal y del yo los que se entretejen con relaciones de extensión espacio-temporal indefinida. Todos estamos atrapados en experimentos cotidianos cuyos resultados, en un sentido genérico, están tan abiertos como los que afectan a la humanidad en su conjunto.” (Giddens, en Beck, Giddens y Lash, 1994, pág.79)

Así, la cotidianeidad afecta a cuestiones muy fundamentales que tienen que

ver con el yo y la identidad, pero también implican una multiplicidad de cambios y adaptaciones en la vida cotidiana misma.

Relacionado a esto último el autor, en otras reflexiones acerca del riesgo y

el peligro en el mundo moderno, describe un perfil de riesgo de la modernidad (Giddens, 1993), caracterizado por:

1. La globalización del riesgo en el sentido de intensidad, es decir, como los

riesgos globalizadores de esta índole, no respetan las divisiones entre ricos y pobres o entre las distintas regiones del mundo (salvando la nueva distinción que surge en el mundo de la modernidad, bajo la distribución diferencial de riesgos entre los privilegiados y los no privilegiados). Punto sobre el cual Beck expresa algunas diferencias, puesto que el globalismo distribuye pandémicamente los riesgos pero desigualmente los beneficios reportados por la exposición global de la sociedad a ellos.

2. La globalización del riesgo en el sentido del creciente número de sucesos

contingentes que afectan a gran número de personas en el planeta, lo que se refiere más bien a la extensión mundial de los ambientes de riesgo y no a su intensidad, lo que marca el surgimiento de nuevos riesgos.

3. El riesgo que origina el entorno creado, o la naturaleza socializada,

referido a la incorporación de conocimiento humano al entorno material y la

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incorporación al trasfondo de nuestras vidas aquellos problemas insolubles que nos bombardean diariamente. Al respecto Beck coincide en señalar esta época como aquella en la que se privilegia el involucramiento y la responsabilidad como criterios de éxito y aceptabilidad.

4. El desarrollo de medios de riesgo institucionalizado que afectan las

oportunidades de vida de millones de seres humanos, de tal forma que los riesgos son creados por formas de actividad sancionadas normativamente como podría ser el caso de los juegos de azar o los deportes extremos.

5. La consciencia del riesgo como riesgo, que ha hecho pasar la confianza de

la sociedad de percepciones religiosas o mágicas particulares, útiles en concretos dominios de riesgo, a un entorno predominantemente secular, donde existen distintas formas de intentar trasmutar el riesgo en una suerte de fortuna providencial, “pero conservan siempre parte de superstición en vez de constituirse en verdaderos soportes psicológicos” (Giddens, 1993, pág. 124).

6. La consciencia de riesgo ampliamente distribuida, referida al conocimiento

de la gente profana de los entornos de riesgo, lo que conduce al conocimiento de los límites de los expertos y a la negación de los muchos peligros a los que nos enfrentamos colectivamente.

7. La conciencia de las limitaciones de la experiencia, según la cual se

reconoce que ningún sistema experto puede serlo totalmente, cuestionándose no sólo los límites o lagunas de conocimiento experto, sino la insuficiencia que compromete la auténtica idea del experto.

Sin embargo, las personas desarrollan ciertas estrategias para enfrentarse a

este amenazante escenario. Así, Giddens (1993) reconoce cuatro posibles reacciones adaptativas de las personas:

1. La aceptación pragmática, relativa al sobrevivir, en la que está presente un

cierto aturdimiento que frecuentemente refleja profundas ansiedades subyacentes, que en algunos individuos, emergen a la superficie del plano consciente con cierta regularidad.

2. Un optimismo sostenido, caracterizado por una persistente fe en la razón

providencial, a pesar de los peligros que puedan amenazar en la actualidad. Es emocionalmente atractivo, por estar fundamentado en la convicción de que el pensamiento racional, particularmente la ciencia, ofrecen garantías de seguridad a largo plazo que ninguna otra orientación puede igualar.

3. El pesimismo cínico, que supone, a diferencia de la aceptación pragmática, la

participación directa en las ansiedades provocadas por los peligros de graves consecuencias. El pesimismo, unido al cinismo, proporciona una visión con implicaciones prácticas, puesto que el cinismo lima las asperezas del

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pesimismo dada su neutralizadora naturaleza emocional, y su potencial de humor.

4. El compromiso radical, es una actitud de contestación práctica contra lo que

se percibe como fuentes de peligro. Es una postura optimista, pero que a su vez va estrechamente ligada a la acción contestataria en lugar de la fe en el análisis y la discusión racional. Su principal vehículo es el movimiento social.

Otra forma de referirse a estos procesos de adaptación humanos, que

atraviesan el desenvolvimiento cotidiano y marcan los estilos de vida de las personas, lo señala Douglas (1996), estableciendo un puente crítico entre las explicaciones psicológicas, frente al tema del riesgo, y las culturales.

Sostendrá, por ejemplo, que dichas explicaciones podrían hacerse según un

“modelo de cojín neumático de la personalidad” (Douglas, 1996, pág. 118) según el cual el monto total de la búsqueda de riesgo es aproximadamente el mismo. De esta forma, se esperaría que los individuos con ocupaciones que exigen correr riesgos, deberían buscar refuerzo en sus elecciones de ocio, es decir, quienes trabajan en ocupaciones muy constantes descargarán sus propensiones naturales a la búsqueda del riesgo eligiendo emociones peligrosas en el tiempo libre: paracaidismo, vuelo con ala delta o el juego. Esta es una de las formas a través de las cuales el riesgo entra en nuestras vidas, en nuestros proyectos de vida, y se expresa conductual y culturalmente a nuestro alrededor, exigiendo la elaboración de una sensación de seguridad que favorece la exposición.

“La cuestión de los niveles aceptables de riesgo forma parte de la cuestión de los niveles aceptables de vida y de los niveles aceptables de moralidad y decencia; y no se puede hablar con seguridad del aspecto del riesgo mientras se evita la tarea de analizar el sistema cultural en el que se han formado los otros niveles.” (Douglas, 1996, pág. 127)

Esta es sólo una forma a través de las cuales las personas pueden enfrentarse a los riesgos de la modernidad y los peligros del entorno. Para Douglas (1996), las personas están en una constante búsqueda de seguridad, para lo cual desarrollan (o más bien aprenden) estrategias complejas de estimación de amenazas y priorización de decisiones, cuya complejidad supera la capacidad de cualquier análisis racional probabilístico. Esto se expresaría, por ejemplo, en el aprendizaje de procedimientos simplificados para enseñar o aprender ideas para facilitar un tratamiento rápido de problemas complejos. Estas heurísticas (Douglas, 1996) son convenciones compartidas dentro de una comunidad que permiten resolver problemas de coordinación, y que no sólo ayudan a valorar el riesgo, sino que capacitan a cada miembro de la comunidad para predecir lo que los otros harán en un contexto dado. La autora destaca su importancia, más allá de establecer una agenda para la toma de decisiones, para

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la creación de cierta pronosticabilidad y al hacer posible un acuerdo sobre valores culturales.

“La fortuna de la comunidad que los rodea expone vívidamente en las vidas de sus amigos las consecuencias de una excesiva asunción del riesgo o de una excesiva aversión al mismo. La cultura ofrece los límites de una elección económica racional cuando define la pauta de vida y las exigencias de ayuda mutua” (Douglas, 1996, pág. 126)

En este sentido, un análisis local de las condiciones que explicarían las percepciones de (in)seguridad en la población, las revela el informe de Desarrollo Humano del PNUD (1998). Buttazzoni (1998) hace una síntesis de los hallazgos de dicho informe, los que permitirían diferenciar las percepciones acerca de la seguridad humana enfatizando en los factores que explicarían la profunda sensación de desconfianza que predomina entre los chilenos. Al respecto la autora destaca que, en lo relativo a problemas económicos y de salud, las personas perciben que podrían ser más apoyadas cuando éstas son más jóvenes y cuentan con una mejor situación económica, siendo la red de apoyo familiar la que se percibe como la institución que más apoyaría ante eventuales problemas de salud. No obstante, la percepción de desconfianza en las redes primarias de apoyo aumenta en la medida que aumenta la edad y disminuyen los niveles de educación (escolaridad) y los ingresos económicos. Además, predomina una desconfianza generalizada respecto de las posibilidades que tiene la comunidad de organizarse en torno a la resolución de un problema que requiere la ayuda de todos, siendo esta percepción aun más negativa entre los habitantes de zonas urbanas y reforzándose por una desconfianza en la generosidad (entendida como ayuda desinteresada), sobre todo en niveles socioeconómicos bajos. Destaca también otras señales de esta percepción de desconfianza, a saber, una sensación de intolerancia y la falta de credibilidad en las opiniones compartidas. Así por ejemplo, aparecen diferencias según la edad y la zona geográfica habitada, las que indican que los más jóvenes (entre 18 y 24 años de edad) y los residentes urbanos estiman que en Chile no se respetan las opiniones de los demás. Y que, a menor nivel socioeconómico y menor escolaridad, más se desconfía de la información obtenida a través de conversaciones con los demás. No obstante, estos resultados contrastan con una opinión mayoritaria (sin diferencias según grupos) de que en Chile es fácil hacer buenos amigos. La síntesis de Buttazzoni (1998) termina proponiendo que hay que tener presente que estos datos no pueden ser interpretados como un sinónimo de infelicidad e insatisfacción. El mismo estudio indica que la mayoría de la población se considera satisfecha con su vida, aumentando la satisfacción en la medida que disminuye la edad. Sin embargo, al seguir la lógica de análisis reportado en el informe del PNUD, la autora ignora la diferencia que implica hablar de seguridad humana en lugar de hablar de riesgos, debido a que hay algunos riesgos que no son conscientes y que incluso son aceptados por la población. De esta manera, la

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aparente inconsistencia que se refleja en esta sensación de inseguridad -basada en la pérdida de confianzas básicas- puede no ser tal, ya que ante un escenario de riesgos cambiantes e incontrolables las personas desarrollan un sentido de seguridad sobre ambientes socialmente construidos en los que los riesgos son aceptados (e incluso ignorados) llegando a validarse la exposición a ellos. Por su parte, Carla Lehmann (1998) también hace reflexiones acerca de los resultados del informe del PNUD, pero destacando en sus comentarios el papel de la educación como una herramienta contra esta sensación de inseguridad generalizada. Dice que, la sensación de indefensión, la inaccesibilidad a redes de comunicación y ayuda, y la percepción de no poder recibirla en caso de tener algún problema específico, aumenta en la medida que disminuyen los años de escolaridad. Además, en lo que respecta a problemas de salud, el acceso oportuno y la calidad de atención, junto a la confianza en tener capacidad de cubrir los costos -no cubiertos por su sistema de pensión- ante una enfermedad catastrófica, aumentan en la medida que el nivel de escolaridad es superior. En lo concerniente al ámbito del trabajo, la autora destaca los resultados que indican que la continuidad en el trabajo, las tasas de desempleo, la capacitación recibida y la confianza en su inserción laboral -tanto entre los cesantes como entre aquellos que especulan sobre esta posibilidad si pierden su actual empleo-, también varían a favor de “los más educados” (Lehmann, 1998, pág. 4). Otros factores, como el uso de diversas fuentes de información (TV, radio, conversaciones, diarios y revistas), considerada una fuente importante de seguridad en nuestros tiempos, también es favorable para el grupo de mayor escolaridad, que sería el que usaría la mayor cantidad de estas fuentes. Concluye entonces Lehmann, sosteniendo que “la educación es una herramienta poderosa como reductor de inseguridad. Esto porque, como ha sido ilustrado, el nivel de educación de la persona es en sí mismo el mecanismo de seguridad más eficiente, la llave que permite que las personas accedan a los otros mecanismos de seguridad anteriormente expuestos” (Lehmann, 1998, pág. 7). Las líneas de acción que se desprenden de esta conclusión son claras: más educación para más chilenos y de mejor calidad. Pero ¿es realmente esta una estrategia para la reducción de inseguridades en nuestro país?. En un pequeño pie de página la autora reconoce que existe una asociación entre las variables escolaridad y nivel socioeconómico, limitándose a reportar resultados estadísticamente significativos, sin ir más allá en la explicación detrás de esas posibles diferencias. Beck (1998) al hacer una reflexión sobre el proceso modernizador de la Alemania de postguerra, señala que, a pesar del gran esfuerzo por derrotar el analfabetismo, permanecieron estables los contrastes entre una pequeña minoría de “cultos” y la mayoría de los “incultos”. Los efectos de esta “revolución educativa” se reflejan en la pérdida cuantitativa de significado de la escuela básica y en las ganancias de las escuelas superiores, llegando a triplicarse el número de

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personas que recibieron algún tipo de educación superior durante un periodo de casi treinta años. Sin embargo, y considerando incluso el aumento del acceso a este tipo de educación por parte de las mujeres, “no ha cambiado nada en la vinculación ‘feudal’ al trabajo doméstico, igual que tampoco se han desmontado las inseguridades y desigualdades en la integración profesional” (Beck, 1998, pág. 106). Surgen entonces nuevos miedos e inseguridades, de los que el acceso a la educación no da cuenta y que son producto de un proceso de cambio sociocultural, que la ingenua esperanza en la educación como soporte de seguridades alimenta, en un circulo vicioso.

“Con la prolongación de la educación escolar, las orientaciones, las formas de pensar y los estilos de vida tradicionales son relativizados o sustituidos por condiciones de enseñanza y de aprendizaje, por contenidos del saber y formas lingüísticas de tipo universalista. La educación posibilita (de manera diferente de acuerdo con la longitud y con el contenido) un mínimo de procesos de búsqueda de sí mismo. Además, la educación va unida a la selección y exige, por lo tanto, orientaciones para el ascenso individual que son operantes incluso donde el ‘ascenso mediante la educación’ es una ilusión y la educación es transformada en un medio necesario contra el descenso y es devaluada” (Beck, 1998, pág. 107)

Lo que hace cinco o seis años era un antecedente de formación que prácticamente aseguraba el ingreso a un puesto de trabajo, hoy es sólo un buen antecedente para concursar por el mismo puesto, y lo que anteriormente era requisito para acceder a un puesto laboral, hoy se exige como requisito de postulación. Así por ejemplo, en un grupo excepcional de escolaridad, los académicos universitarios, es impensable acceder a un puesto de planta en una Universidad tradicional sin dos o tres años de estudios de postgrado (cursados y de preferencia exitosamente concluidos). Por lo tanto, la escolaridad destacada en el informe del PNUD, parece ser más bien la expresión individualizada de una diferencia de clase o nivel socioeconómico y su aspiración sólo reproduce, a gran escala y mediano plazo, el circuito diferenciador entre una sensación de seguridad y la exposición a condiciones sociales de riesgo.

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2.4 Algunos alcances sobre el trabajo y el ser humano en las sociedades del riesgo

Reconocer en el trabajo uno de los factores más importantes en la constitución de la vida de un ser humano, sólo depende de la época a la que nos estemos refiriendo. Que el trabajo hoy sea tan importante, como para estructurar nuestra identidad individual, es producto de un proceso de cambios históricos, políticos y económicos tan variados y complejos de los que bien podría dar cuenta un buen historiador. Sólo a modo de referencia se puede destacar que desde la Grecia Clásica, época en la que el trabajo manual era despreciado reservándose su ejecución para los esclavos de la ciudad y donde el valor del ocio consagraba a los ciudadanos a tareas de reflexión filosófica, hasta nuestros días, en los que cada persona se define a sí misma por su ocupación y cuando una de las principales preocupaciones de los gobiernos y economías mundiales es el aumento del desempleo, han transcurrido procesos de cambio cultural que sitúan nuestra época moderna en la antesala de lo que podría llegar a constituirse en una nueva forma de organización del trabajo. Este proceso de cambio, estaría sustentado en el desarrollo de la técnica (surgimiento de nuevos sistemas informáticos, el teletrabajo, entre otros) y una orientación de la motivación humana en el trabajo hacia la autoactualización. Incluso, en un escenario futuro, según algunos autores, se podría llegar a trabajar menos, ese trabajo estaría más ligado a otros ámbitos de la vida social, como el ocio y la educación, y se generarían formas más flexibles de organización por el impacto de la tecnología (Hopenhayne, 1988). Sin embargo, el mismo Hopenhayne destaca el lado perverso de este proceso, el cual destruye estas “ingenuas” proyecciones acerca del trabajo en el futuro, y que estarían ligadas a grandes cambios sociales como un crecimiento demográfico, la revolución en las expectativas, la agudización de la brecha generacional, la transformación de la cultura popular y la declinación de las instituciones tradicionales.

“Una posibilidad es que, considerando un alto ingreso percápita, un sector terciario altamente computarizado y una demanda muy elástica en relación a lo que produce este sector, nos encontraremos en países industrializados, en pocos años, con un gran contingente de desempleados y una mano de obra reducida pero muy bien pagada en los servicios donde la cibernación no haya logrado sustituir el trabajo humano” (Hopenhayne, 1988, pág. 209).

Estas proyecciones, hoy no deben ser desconocidas para el común de las personas. Es más, pueden constituirse en el eje gatillador de una serie de amenazas, temores e inseguridades percibidas, frente a las cuales las personas desarrollan ciertas resistencias, estrategias de negación y/o de afrontamiento, de acuerdo a la estrategia natural con la que enfrentan la vida.

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Si nos concentramos en la época actual, podemos ver como el trabajo se constituye en eje central de la vida de los individuos y las comunidades. Así, por ejemplo, dentro de lo que podrían llamarse las funciones psicosociales del trabajo, Blanch (1996, en Jiménez y Valdivia, 1999) destaca ciertas áreas funcionales:

Organiza el tiempo cotidiano y familiar. Es un eje central de la actividad personal y familiar, de sus estructuras,

ritmos, rutinas y rupturas. Es fuente de roles, estatus, prestigio, reconocimiento e identidad

sociales. Facilita, amplía y regula las experiencias compartidas e interacciones

sociales que trascienden los ámbitos vecinal y familiar. Contexto para la socialización secundaria y la consiguiente asunción

personal de valores, normas y criterios morales organizacionales. Oportunidad para el desarrollo de aspiraciones y expectativas, con la

consecuente percepción de utilidad social y de cumplimiento de un deber moral.

Aprendizaje y despliegue de conocimientos, destrezas y habilidades sociales y profesionales.

De esta forma, Jiménez y Valdivia (1999) reconocen tres campos de funcionalidad para el trabajo en la sociedad laboral chilena, a la luz de los resultados del informe del PNUD (1998) e inspirados en esta clasificación. En primer lugar, identifican un contexto de relaciones sociales e interpersonales, donde se reconoce un factor de satisfacción de necesidades sociales al trabajo el que provee de grupos sociales primarios fuera del contexto íntimo del espacio familiar. En el caso de nuestro país, el informe del PNUD (1998) destaca el papel de estos contactos en la generación de vínculos sociales que permiten fortalecer su autosuficiencia económica y conductual, factor que es altamente valorado por la población al incluirlo dentro de sus temores o inseguridades en el sistema socioeconómico imperante. Por otra parte, reconocen en el trabajo un contexto para el ejercicio de un papel y autorrealización personal, en la medida que el proceso de socialización secundaria permite la adquisición de roles sociales. Por último, el trabajo permitiría, según los autores (y siguiendo nuevamente a Blanch), la organización del espacio-tiempo antropológicos, en el sentido de que el trabajo humano se constituye en un factor determinante de las nociones de espacio, toda vez que en torno a él se generan las principales redes de transmisión y obtención de información y comunicación, situación que reduce los espacios de privacidad y la percepción de la territorialidad. Es por lo anterior que la realidad del trabajo y el empleo es un tema que trasciende la esfera productiva, y es esencialmente sensible en nuestro país debido a la alta permeabilidad de la actividad económica productiva nacional

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respecto de las economías extranjeras. De acuerdo al informe de MIDEPLAN (1998) sobre empleo y remuneraciones, el sostenido crecimiento que experimentó la economía hasta 1998 se reflejó en procesos de creación de empleos, que significaron tanto una reducción de la tasa de desocupación, como un mejoramiento de la calidad de los mismos. La interrupción de este crecimiento en 1999 significó un aumento de la desocupación, que no alcanzó a ser revertido en el año 2000, debido a que el crecimiento del PIB sólo logró un 5,5% del 6% esperado. Así, durante el periodo 1990-1999, la fuerza de trabajo creció a un promedio anual de 2,1% y lo mismo sucedió con la tasa de participación que aumentó desde 53,1% a 55,0%. Respecto a las remuneraciones reales, entre 1989 y 1999 crecieron a un 3,8% promedio anual y el salario mínimo a un 5,6% promedio anual y la productividad media por trabajador aumentó en un 52,9% (MIDEPLAN, 2000).

Como se mencionó anteriormente el tema “trabajo-empleo” es muy sensible a lo que acontece fuera de nuestras fronteras (cada vez más difusas), es así que, como consecuencia de las repercusiones internas de la crisis internacional y de la política de ajuste, entre 1990 y 1999, la tasa de desocupación aumentó, de 5,3% en 1997 a 8,9% en 1999. Esta realidad ha hecho surgir como un tema de debate público relevante el desempleo. A este respecto indicadores recientemente publicados en la Encuesta de Ocupación y Desocupación en el Gran Santiago del Departamento de Economía de la Universidad de Chile (Universidad de Chile, 2000), correspondiente al mes de diciembre del 2000, señalan una baja en 1,6% respecto al indicador de cesantía entre los meses de septiembre y diciembre del 2000 (de 15,0% a 13,4%), sin embargo esta mejora sigue siendo insuficiente en comparación a la situación ocupacional en los mismos meses los años anteriores (11,4% en 1998, y 12,4% para 1999). En el gráfico 1 se puede observar la tasa de desempleo trimestral, desde diciembre de 1998 a diciembre de 2000.

GRÁFICO Nº1.- TASA DE DESEMPLEO EN CHILE, DICIEMBRE 1998 A DICIEMBRE 2000 (UNIVERSIDAD DE CHILE, 2000)

11,4

12,915,4

14,412,4 13,1

14,4 15 13,4

02

46

81012

141618

Dic-98 Mar-99 Jun-99 Sep-99 Dic-99 Mar-00 Jun-00 Sep-00 Dic-00

Evolución de la Tasa de Desempleo(Fuerza de Trabajo Total)

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La menor tasa de desocupación del último trimestre está asociada a

descensos en las tasas de cesantía de los sectores de la construcción y de la industria, los cuales habían alcanzado niveles muy elevados en la medición del mes de septiembre de 2000. De esta manera, la tasa de cesantía en la industria disminuyó desde 18,0% en septiembre a un 13,3% en diciembre, mientras que la cesantía en la construcción cayó de 29,3% a 24,2%. Por otra parte, la situación de desocupación no experimenta cambios de importancia en los sectores de comercio y de servicios. (ver cuadro 1)

CUADRO 1.- MAGNITUD DE LA CESANTÍA POR RAMA DE ACTIVIDAD ECONÓMICA (UNIVERSIDAD DE CHILE, 2000)

RAMA DE ACTIVIDAD DIC-98 MAR-99 JUN-99 SEP-99 DIC-99 MAR-00 JUN-00 SEP-00 DIC-00

PRODUCCIÓN DE BIENES 15.1 17.8 22.4 20.1 16.2 15.5 19.3 21.6 16.6

Industria manufacturera 11.4 12.0 14.8 15.3 13.1 11.3 15.1 18.0 13.3

Construcción 24.4 31.5 38.6 32.2 22.5 22.7 28.2 29.3 24.2

PRODUCCION DE SERVICIOS 7.4 8.5 10.3 10.2 8.8 10.5 10.3 10.1 9.9

Comercio 9.7 9.5 12.3 10.8 9.9 11.1 12.5 10.6 10.4

Servicios de Gobierno y financieros 5.5 8.5 10.3 10.3 8.3 11.1 10.3 10.3 10.3

Servicios personales y de los hogares 7.5 9.2 8.9 10.2 10.4 12.1 10.8 10.7 10.2

Servicios comunales y sociales 5.8 6.2 8.4 9.5 6.3 8.0 4.6 8.3 8.0

Transporte, Comunicaciones y servicios de utilidad pública

7.2 10.6 14.2 11.3 7.3 9.1 12.7 10.5 11.1

TOTALES 9.7 11.4 14.2 13.2 10.8 11.8 12.8 13.6 11.8

Las cifras muestran que la mayor tasa de cesantía sigue presentándose en la construcción, donde la población cesante representa un 24.2% de la fuerza de trabajo en el sector, seguido por la industria manufacturera con un 13.3%. No obstante lo anterior, debe destacarse que las ganancias de mayor empleo ocurridas en el último trimestre se dan precisamente en estos sectores, los cuales registran importantes caídas respecto de los niveles de desocupación registrados en septiembre de 2000. Por otra parte, la tasa de desempleo permanece relativamente estable en los sectores productores de servicios: comercio, servicios de gobierno y financieros, servicios personales y de hogares, servicios comunales y sociales.

En el gráfico nº 2 se ilustra la situación del desempleo a nivel de los hogares, el cual entrega antecedentes importantes a la hora de evaluar las implicancias sociales del desempleo. Así, un 18.6% de los hogares en la región metropolitana incluía el mes de septiembre a alguna persona desempleada. Sin embargo, en la mayor parte de estos casos (13.4% del total) hay al menos una persona ocupada en el mismo hogar. En el restante 5.3% hay una situación más

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Análisis de Hogares

81,4%

13,4%

5,3%

Hogares sin desocupados

Hogares con desocupados yocupadosHogares con desocupados y sinocupados

complicada, puesto que no hay personas ocupadas en el hogar. En términos de ingresos familiares, la encuesta de junio del 2000 entregó para el segmento de hogares sin desocupación un monto promedio de $477.700; los hogares donde coexisten ocupados y desocupados el ingreso promedio es $285.900 mientras que en los hogares que incluyen sólo desocupados el ingreso familiar alcanza en promedio a $98.600.

GRÁFICO Nº2.- PORCENTAJE DE DESEMPLEADOS SEGÚN HOGARES EN SEPTIEMBRE DE 2000 (UNIVERSIDAD DE CHILE, 2000)

Estas cifras pueden observarse como un signo de mejoría de la situación de los chilenos, pero también deben circunscribirse a determinados factores. Por una parte estacionalmente en diciembre siempre han subido los índices de ocupación. Por otra, y más profundamente tenemos la cuestión de qué tipo de trabajo estamos hablando. Los trabajos temporales, reemplazos, son incluidos dentro del gran paquete del pleno empleo (parafraseando a Beck), y como se puede deducir de ello, los "viejos pascueros del Paseo Ahumada" no tiene mucho que hacer en enero.

Siguiendo a Beck (1998), en su análisis de la globalización y las consecuencias para la sociedad, la segunda modernidad y la constitución de un mercado mundial ha traído, sobretodo para los países desarrollados, un desmejoramiento de las condiciones del trabajo en inversa proporción a los beneficios alcanzados para las grandes empresas.

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Gracias al globalismo (termino usado por Beck para referirse a la mirada estrictamente económica) las grandes empresas son capaces de abaratar costos de producción llevándose la mano de obra donde es más barata, y a si mismo sortear los impuestos que les imponen los Estados para pagarlos donde sean menos costosos. Esta situación disminuye las oportunidades de trabajo y además lo desmenuza. De este modo el proceso de producción puede estar "repartido" en diferentes puntos geográficos, siendo por lo tanto los trabajadores, a parte de alienados, dadores de servicios fácilmente reemplazables.

Esta realidad se hace cada vez más nuestra. Una muestra de ello es el crecimiento de los llamados “trabajos temporarios”. Quienes trabajan bajo esta modalidad, son personas contratadas por un tercero distinto a la empresa en la que presta servicios, lugar en el que permanece de forma temporal o permanente. Para este tipo de trabajo, actualmente en nuestro país no existe una cobertura legal pertinente, de este modo las personas que son contratadas temporariamente estarían desprovistas de algunas garantías previsionales o indemnizaciones (MTG, 8 Enero 2001).

Retomando el tema de la ley relativa al trabajo, nuestro código del trabajo fue pensado para un empleado típico: contrato indefinido, a tiempo completo, con un solo empleador y con una relativa estabilidad. A este respecto Beck (1998) también reflexiona, afirmando que esta es una ilusión en la cual todos nos movemos.

"los políticos, las instituciones y también nosotros mismos nos movemos en el ficticio mundo conceptual del pleno empleo. Inclusive la casa de ahorro para la vivienda y las compañías aseguradoras hacen sus balances suponiendo que los clientes que están "ocupados" poseen unos ingresos duraderos. Pero el "ni esto ni eso", que tan rápidamente se esta extendiendo - no tener trabajo ni ingresos fijos -, no encaja en este estereotipo." (pág. 94)

Otra consecuencia de la segunda modernidad (marcada por la globalización)

es la pérdida de control y recursos por parte de los Estados. Uno de los grandes perdedores de estos tiempos son los Estados asistenciales, quienes al escaparse los impuestos, ven reducidos sus ingresos, lo que finalmente repercute en una menor capacidad de repuesta a las demandas asistenciales de toda la población. He aquí una de las grandes paradojas descritas por Beck, pues los grandes empresarios tributan en otros países pero hacen uso de los beneficios en los propios (colegios, carreteras, parques, etc.). La consecuencia de todo es el aumento de la conflictividad también en el campo de la economía, es decir, entre los contribuyentes virtuales y los contribuyentes reales. Mientras que las multinacionales pueden eludir al fisco del Estado nacional, las pequeñas y medianas empresas, que son las que generan las mayor parte de los puestos de trabajo, se ven atosigadas y asfixiadas por las infinitas trabas y gravámenes de la burocracia fiscal.

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Una de las respuestas previsibles a esta situación, son los intentos de los

Estados nacionales por mantenerse aislados, sin embargo, esto sólo genera contradicciones ya que la única salida para subsistir en medio de la competencia de la sociedad mundial es que cada país trate de atraer imperiosamente capital, mano de obra. De esta forma según algunas proyecciones ya comentadas, el avance descontrolado de la modernidad y de la imposición de políticas diseñadas a partir del exclusivo prisma económico, incrementará el problema del desempleo.

A partir de lo expuesto en este capítulo se puede señalar que la reactivación de la economía y la baja en los índices de desempleo, claramente son elementos que deben ser reflexionados y discutidos, pero siguiendo a Beck, temas más profundos deben abordarse para comprender cabalmente el fenómeno de la modernidad (en especial la globalización), y sus implicancias para esferas tan importantes en la vida de los individuos como lo es el trabajo. Probablemente la pregunta no es ¿cuántos trabajos se pueden generar?, sino que, ¿qué tipo de trabajo estamos generando y cuáles son sus costes sociales?. Como se mencionó al principio de este capítulo el trabajo tiene una gran significación para las personas, y es por esto que las inseguridades y riesgos de estos tiempos tienen una repercusión mucho más profunda que en los niveles de productividad, involucrando temáticas como las del bienestar psicológico, relaciones sociales, crisis de identidad, etc.

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3.- METODOLOGÍA

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3.1 Justificación teórica al procedimiento

La presente investigación busca innovar en el diseño metodológico del estudio de temas altamente debatidos en Ciencias Sociales, como lo son los de modernidad y riesgo. Para ello se propone una metodología de “análisis de tercer orden”, la cual corresponde a un enfoque teórico-metodológico, basado en una síntesis e integración cruzada de información, donde el investigador hace el análisis de los resultados y las conclusiones reportadas por investigaciones previas en la materia. La decisión de explorar este enfoque metodológico obedece a dos razones. En primer lugar, la investigación en las disciplinas de las Ciencias Sociales tradicionalmente ha carecido de enfoques teóricos integradores, generándose un explosivo aumento de los estudios aplicados (con un positivo impacto en la productividad científica del área), que constantemente están replanteando y refundando la teoría, sin favorecer un ejercicio de síntesis en torno a conceptos y modelos teóricos muy conocidos y frecuentemente citados. En el mismo sentido, los aportes críticos a líneas de investigación en Ciencias Sociales son escasos, clasificándose la mayoría de los estudios de algunas de estas disciplinas como exploratorios o re-descriptivos, los que a pesar de referir a investigaciones previas en el área vuelven a parir de cero, planteando aplicaciones o derivaciones del núcleo teórico que, en lugar de fortalecerlo, lo debilitan. En segundo lugar, los diseños metodológicos y las técnicas disponibles en nuestras disciplinas están destinadas principalmente para el trabajo con datos obtenidos directamente desde nuestros objetos de estudio, y en lugar de adaptar aquellas a un trabajo de replanteamiento de observaciones desde enfoques teóricos estructurados, se adapta todo lo que se desea estudiar a “objetos” aprensibles por las técnicas y diseños de los que se dispone. Esta tendencia en la forma de construir estudios –porque de una u otra forma repercute en problemas estrictamente metodológicos- responde al llamado hecho a las Ciencias Sociales para acudir de manera concreta a la solución de los problemas relevantes de la población y el entorno, pero que ha descuidado el fortalecimiento de las bases teóricas con las que sustentan sus explicaciones y propuestas. De ahí la intención de realizar una investigación basada en un enfoque metodológico que refuerce el ejercicio crítico en torno a un tema, fundamentada en enfoques teóricos específicos. Su intención es profundizar en el análisis iniciado por otros investigadores, estimulando la continuidad del estudio. Aun cuando no existen descripciones sistemáticas de este procedimiento, es posible distinguirlo del análisis de contenido o de discurso, en dos aspectos. En primer lugar, el análisis de tercer orden consiste en una propuesta de diseño metodológico, mientras que las otras son técnicas de investigación. En segundo lugar, de las técnicas necesarias para el logro de un análisis de tercer orden no se obtienen

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solamente conclusiones, como ocurre con los análisis de contenido y de discurso convencionales, sino que se hace el análisis estableciendo un diálogo con las perspectivas reportadas por los autores de las investigaciones en estudio. En una referencia a la circularidad de la acción, que caracteriza a la investigación e intervención cualitativa de enfoque constructivista, Pakman (en Delgado y Gutiérrez, 1995) sostiene que:

“El intento es aquí el de facilitar el hecho de que el conocimiento acerca de algo aparece como consecuencia de envolverse en diálogos que lo hagan posible en tanto disfunciones novedosas, y no como un círculo de información que ‘ya estaba ahí’ antes del diálogo”. (Pakman, en Delgado y Gutiérrez, 1995: 372)

La propuesta investigativa del presente estudio, tiene una línea de

continuidad con la etnometodología, cuyas bases epistemológicas se sientan en el principio rector de la hermenéutica, como ejercicio de reinterpretación.

Siguiendo a Geertz (1998), en su formulación de la descripción densa como

meta de la etnografía antropológica, éste dice que consiste en la elaboración de una especulación cuyo objeto es alcanzar “una jerarquía estratificada de estructuras significativas atendiendo a las cuales se producen, se perciben, y se interpretan los tics, los guiños, los guiños fingidos, las parodias, los ensayos de parodias y sin las cuales no existirían, independientemente de lo que alguien hiciera o no con sus párpados” (Pág. 22). Todo ello considerando que “el impulso de dar un sentido a la experiencia, a darle forma y orden es evidentemente tan real y apremiante como las más familiares necesidades biológicas”. (Pág. 129)

Las investigaciones que siguen esta línea relevan un conjunto de

información a la cual frecuentemente llamamos “datos”, pero que en realidad son “interpretaciones de interpretaciones de otras personas sobre lo que ellas y sus compatriotas piensan y sienten” (Geertz, 1998, Pág. 23)

Por lo tanto, la etnografía en tanto descripción densa según Geertz, consiste en alcanzar una multiplicidad de estructuras conceptuales complejas, muchas de las cuales están superpuestas o enlazadas entre sí, estructuras que son al mismo tiempo extrañas, irregulares, tácitas, y a las cuales el etnógrafo debe ingeniarse de alguna manera, para captarlas primero y para explicarlas después.

Los estudios antropológicos en esta línea “son ellos mismos interpretaciones y por añadidura interpretaciones de segundo y tercer orden. (Por definición, sólo un ‘nativo’ hace interpretaciones de primer orden: se trata de su cultura). De manera que son ficciones; ficciones en el sentido de que son algo ‘hecho’, algo ‘formado’, ‘compuesto’- que es la significación de fictio-, no necesariamente falsas o inefectivas o menos experimentos metales de ‘como sí’”. (Geertz, 1998, Pág. 28)

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Este proceso se lleva a cabo no como una curva ascendente de comprobaciones acumulativas, sino como una atrevida secuencia discontinua pero coherente.

“Los estudios se realizan sobre otros estudios, pero no en el sentido de que reanudan una cuestión en el punto en el que otros lo dejaron, sino en el sentido de que, con mejor información y conceptualización, los nuevos estudios se sumergen más profundamente en la misma cuestión”. (Geertz, 1998, Pág. 36)

Los objetivos que persigue entonces un “análisis de tercer orden”, deben

ser satisfechos con una aproximación técnica particular. Para ello en la presente investigación se siguen dos procesos, en primer lugar se debe construir una “matriz de relaciones conceptuales”, con la que se producen ejes teórico-conceptuales con los que se contrasta la información seleccionada. El otro proceso, destinado a la selección de la información de acuerdo a la matriz construida, obedece al análisis de contenido de los estudios en investigación. Es importante señalar aquí que, este análisis de contenido busca destacar el aspecto simbólico del mensaje, es decir, lo que representa, da a entender o se sobreentiende de él, por lo cual se ha escogido como unidad de registro el tema y el objeto referente, definidos como “la unidad de significado que se desprende naturalmente de un texto analizado según ciertos criterios relativos a la teoría que guía la lectura” y “temas eje a cuyo alrededor se organiza el discurso en su totalidad” (Clemente Díaz, 1992: 181). Para el análisis de este tipo de unidad de registro se sugiere establecer como unidad de contexto el párrafo, procedimiento que se sigue en esta investigación.

Este estudio se adscribe a la definición de Janis (1949, en Clemente Díaz,

1992) quien sostiene que el análisis de contenido es una técnica para la clarificación de signos-vínculos, que depende de una serie de juicios que pueden ser ordenados desde discriminaciones perceptuales hasta auténticas intuiciones de un investigador y donde los signos pueden encajarse en dichas categorías, con una serie de reglas formuladas explícitamente, que permiten proveer a los juicios del investigador de inferencias científicas.

Estos antecedentes sirven para contextualizar el presente estudio en el que

se construirá una matriz de relaciones conceptuales –sin pretender ser un análisis etnográfico ni mucho menos alcanzar los profundos detalles descritos por Geertz para una descripción densa– con la que se reinterpretará el análisis de resultados y conclusiones de los estudios del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, que han revelado interesantes antecedentes referidos al estado del Desarrollo Humano en nuestro país abordando el tema del riesgo y la inseguridad, en lo concerniente al ámbito del trabajo en la sociedad moderna. Las investigaciones a analizar son los informes “Desarrollo humano en Chile, las paradojas de la modernización”, publicado en 1998, y “Desarrollo humano en Chile, más sociedad para gobernar el futuro”, publicado en marzo del 2000.

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3.2 Matriz de relaciones conceptuales y procedimiento

De acuerdo a las formulaciones expuestas en el marco teórico-conceptual, en el que se agrupó un conjunto de autores en torno al tratamiento de los conceptos de riesgo y modernidad, acentuando su aplicación al ámbito del trabajo, se destacan a continuación los conceptos que constituirán la matriz de análisis con que se abordarán los informes del PNUD, en lo concerniente a este ámbito de aplicación.

CUADRO 2.- MATRIZ DE RELACIONES CONCEPTUALES: RIESGO, INCERTIDUMBRE

Y MODERNIDAD HACIA UNA COMPRENSIÓN DEL FENÓMENO DEL TRABAJO

Autores Conceptos Descripciones Ulrich Beck a. Falacia del pleno

empleo Ilusión de las sociedades en la modernidad. Creencia errada de la realidad del trabajo duradero. En general en la sociedad moderna el trabajo ha cambiado su configuración (menos estable) convirtiéndose en una fuente de riesgo por sus condiciones inestables.

b. Responsabilidad (compartir riesgos)

La nueva libertad que trajo la modernidad, implicó para el sujeto no sólo tomar las riendas de un destino tradicionalmente entregado a la fe, sino además asumir la responsabilidad sobre las decisiones que a diario toma basado en el ejercicio de esa razón, práctica que contribuye a aumentar su angustia. Esto queda en evidencia en el ámbito del trabajo, que es sustituido por el conocimiento y el capital, llegando a generar modelos en los que se sugiere sustituir la participación salarial por la participación en la propiedad.

c. Globalismo Concepción según la cual el mercado desaloja o sustituye el quehacer político, es decir, es “la ideología del dominio del mercado mundial o ideología del liberalismo”. De este modo el globalismo, reduce la nueva complejidad de la globalidad y de la globalización al aspecto económico, el cual sólo se concibe como una ampliación constante de condicionamientos impuestos por el mercado mundial.

Niklas Luhmann

d. Falacia del futuro presente

Respecto al futuro las sociedades modernas sólo pueden tener una aproximación a nivel de probabilidad. Esta postura sería una forma de descripción presente del futuro y no un futuro presente. De esta manera, los riesgos de la modernidad conciernen a daños posibles, que resultan de una decisión, que puede ser producida por ella misma, al interior de la dinámica del proceso de toma de decisiones.

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e. Contingencia Una de las características de la modernidad, referente a lo accesorio, a lo que cambia, es decir, la diversidad de existencias posibles en una cultura. A la luz de este concepto se conceptualiza el futuro desde la distinción de lo probable o improbable

f. Toma de decisiones No importa tanto la existencia “real” de los riesgos ni su potencial daño, sino la probabilidad de que dichos daños percibidos (especulados) formen parte del proceso de toma de decisiones. De esta manera, una sociología del riesgo tiene siempre presente el problema del procesamiento de la inseguridad en el contexto de decisiones contingentes.

Mary Douglas g. Heurísticas Las personas están en una constante búsqueda de seguridad, para lo cual desarrollan (aprenden) estrategias de estimación de amenazas y priorización de decisiones. En este contexto las heurísticas son convenciones compartidas dentro de una comunidad que permiten resolver problemas de coordinación, y que no sólo ayudan a valorar el riesgo, sino que capacitan a cada miembro de la comunidad para predecir lo que los otros harán en un contexto dado.

Anthony Giddens

h. Tradición Históricamente un componente de seguridad para el individuo han sido las instituciones, tradiciones, cultura, sobre las cuales se generan las identidades particulares. Según el autor durante la mayor parte de su historia, la modernidad ha reconstruido la tradición a medida que la ha disuelto. Sin embargo, este es un proceso que no tiene como producto la desaparición de las instituciones y tradiciones sino su reorganización o reconfiguración.

Jürgen Habermas

i. Acción comunicativa El mundo puede ser visto como un proceso de comunicación dinámica, articulado en torno a normas y reglas, aceptadas intersubjetivamente. Para este autor, entre el mundo de la vida y los sistemas que lo dominan (el capitalista y el administrativo) se producen perturbaciones que se expresan, por una parte, en la pérdida de motivación y de legitimación y por otra, en la pérdida de sentido y la anomia. Todo ello debido a la imposición de los sistemas capitalista y de administración, los que han repercutido en el “mundo de la vida” con un ataque a la estructura comunicativa provocando su anquilosamiento que se observa, entre otras cosas, en tradiciones culturales empobrecidas y procesos de socialización perturbados.

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A partir de estos conceptos, se definen ejes de análisis que no

necesariamente incluyen extremos opuestos, sino más bien, proyecciones conceptuales hacia ámbitos de solución o enfrentamiento de los problemas derivados de la modernidad. Por lo tanto, es posible decir que mientras un extremo del eje es teórico-abstracto, el otro es teórico-propositivo.

A partir de estos ejes se hace un análisis en paralelo de los estudios del PNUD señalados, considerando la continuidad temática que siguen. De esta manera, para cada eje se destacan ideas fuerza de los estudios –seleccionados mediante un análisis de contenido temático–, que reflejan un elemento de contenido que interpreta el elemento paradojal de riesgo asociado al tema del trabajo, en el informe de 1998, y la proyección asociada a los cambios observados en la sociedad a propósito de ese punto en el informe de 2000.

El primer eje, denominado el “eje de la institucionalidad tradicional”, va desde la crisis de motivación, sentido y normatividad que atraviesa a los procesos de socialización en la sociedad moderna, destacados por Habermas, hasta las oportunidades de cambio que la misma modernidad le ofrece al reconstruir la institucionalidad y las estructuras de identidad ligadas a ellas, según Giddens.

El segundo eje de análisis, el “eje de las falacias” alinea las concepciones de Luhmann y Beck. En un extremo se encuentra la discusión respecto a la falacia del futuro presente, donde se observa críticamente el error de las sociedades al desconocer la importancia de la toma de decisiones en el presente, atendiendo a un futuro que ya no es algo cierto, debido a que sólo se concibe en torno a sus infinitas probabilidades –dadas por la actualización de lo probable e improbable, es decir, por la contingencia. Al respecto se desprende que es importante tomar conciencia de que lo único cierto que tenemos es el presente y que las decisiones tomadas hoy dan cuenta del futuro que visualizamos (y/o queremos, esperamos) como más probable.

En el otro, como una extensión aplicada de la falacia del futuro presente, se encuentra la falacia del pleno empleo, error de visualización de la realidad que se enfrenta en el ámbito del trabajo donde las condiciones ha cambiado radicalmente, desde la segunda fase de la modernidad. Esta situación da cuenta de una visión truncada de las proyecciones futuras y las distintas variables que influyen el devenir de las sociedades, considerando alternativas de solución inmediata a la crisis del empleo. Se circunscribe esto en lo que Beck llama el globalismo, caracterizado por la determinación total de la sociedad por las leyes del mercado.

Por último, el tercer eje, el “eje de las decisiones”, se inicia en la desmitificación del riesgo aparejado a un daño real, para resaltar la importancia de la probabilidad del daño posible, lo que vuelve al sujeto protagonista de la estimación subjetiva de amenazas, basado en el ejercicio pleno de su racionalidad, según Luhmann. Pero esta atribución trae aparejada una

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responsabilidad para el sujeto, la que se traduce, según Beck, en una práctica que contribuye a aumentar su angustia.

En el extremo propositivo del eje se encuentran las estrategias de estimación de amenazas y priorización de decisiones, correspondientes a convenciones compartidas por una comunidad, a las que Douglas llama heurísticas y que Habermas desarrolla en su teoría de la acción comunicativa.

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4.- RESULTADOS

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A continuación se presentan los resultados, seleccionados y analizados según el procedimiento descrito en la metodología recién expuesta. Como los análisis se han llevado a cabo según los ejes de contenido, se mencionan primero los resultados relativos al eje de la institucionalidad tradicional, seguido de los resultados del eje de las falacias y del eje de las decisiones. Cada resultado va acompañado de un cuadro en el cual se ejemplifica, con elementos de contenido provenientes de cada informe, el tema identificado que compone el análisis de resultados.

Así es como, en el eje relativo a la institucionalidad tradicional, se observa una profundización de una de las principales consecuencias de la modernidad: la pérdida de referentes sociales. El PNUD 2000 aporta una nueva visión con respecto al informe 1998, a través de conceptos como el de individualización, abriendo con él la posibilidad de reinventar las redes sociales. La modernidad destruye pero al mismo tiempo promueve la participación activa de las personas para resolver inseguridades y minimizar riesgos.

Esta ambivalencia se explica debido a que, frente a la incertidumbre que genera la pérdida de las instituciones tradicionales, las personas deben organizarse, ya no frente a cuerpos simbólicos otorgados por las autoridades, sino que entre pares, consolidando agrupaciones en torno a intereses comunes, lo que se expresa en las diversas formas de asociacionismo emergentes.

El informe PNUD 1998 retrata la matriz de temores básicos de la población chilena, los que se centran en la vulneración de sus necesidades subjetivas, y que conducirían a esta nueva disposición a organizarse colectivamente. El temor al sin sentido, referido a las certidumbres que ordenan el mundo de la vida cotidiana, claramente refleja la pérdida de los referentes institucionales a los que alude el eje comentado. Por otra parte, el temor al otro, referido a una pérdida de la confianza en los demás, y el temor a la exclusión social, referido al sentido de pertenencia, indicarían que los antiguos soportes de identidad (incluso extralaborales) también se ven amenazados.

De esta forma, y siguiendo el análisis del continuo que describe el eje, los resultados dan cuenta de las dos polaridades de la institucionalidad tradicional. Por una parte el PNUD 1998 se refiere esencialmente a la perdida de los referentes, y a su consecuencia para el devenir de la sociedad. Por otra, el PNUD 2000 señala una perspectiva propositiva frente a esta realidad, que da pie a formas de participación emergentes.

Esas formas de participación se estructuran en torno a los procesos de individualización, búsqueda de identidad, governance, desarrollo endógeno y construcción de estructuras comunicacionales como referentes de orden e identidad –como dirían Habermas o Douglas-, estructurándose la demanda de modernización de la política asistencial del estado.

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Con la individualización, la subjetividad es afectada por una tendencia secular, característica de la modernidad y que se diferencia del “individualismo” en que este último alude a una categoría moral, mientras que la individualización corresponde a la paulatina pero continua desvinculación del individuo de su entorno tradicional. Al producirse una desnacionalización por globalización, surgen simultáneamente oportunidades para estrechar nuevos lazos sociales.

La identidad social corresponde a un proceso psicológico a través del cual las personas adquieren un sentido de quienes son, derivado de su pertenencia a grupos. Las instituciones, tradiciones y la cultura, históricamente han sido un componente de seguridad para el individuo, en torno a los cuales se generan estas identidades particulares, las que ahora se ven socavadas por la modernidad y sus perversas consecuencias.

Por último, la noción de governance que acuña el informe 2000, plantea un desafío de transformación del Estado, tendiente a dotarlo de instituciones y mecanismos más complejos que involucren al conjunto de la sociedad, produciendo un “buen gobierno” en la medida que articula a los múltiples actores y factores que componen la vida social. Dichos desafíos y cambios son los que implican el advenimiento de un “Estado red”, que fortalece su penetración nacional, articulándose con las iniciativas de los municipios y las regiones. A su vez, también se proyecta hacia fuera, promoviendo ciertas tendencias de la globalización y frenando o amortiguando sus consecuencias indeseadas. Ello implica la operación de resistencias o defensas que tiendan a favorecer un desarrollo endógeno, producto también de la tendencia psicosocial a discriminar positivamente al endogrupo (Hewstone, et al, 1990).

CUADRO 3.- RESULTADOS SOBRE EL EJE DE LA INSTITUCIONALIDAD

TRADICIONAL

PNUD 1998 PNUD 2000 EJE DE LA INSTITUCIONALIDAD TRADICIONAL

La modernización no genera por sí sola aquellos sentidos sociales vinculantes capaces de suscitar el reconocimiento y adhesión de los sujetos. Para ello se precisa que en democracia a la modernización se le envista de sentidos normativos que iluminen y legitimen su despliegue. El peligro de que el sistema económico o político se independicen de sus funciones sociales no es banal. Produce un desplazamiento de modo

Mientras que la globalización redimensiona el proceso de modernización, en el otro extremo la subjetividad es afectada por una tendencia secular que impulsa el segundo rasgo de esta nueva época, cual es el proceso de individualización. No se habla de “individualismo” como categoría moral, sino de la paulatina, pero continua desvinculación del individuo de su entorno tradicional. (Pág. 25) Al expandirse la autonomía

En el PNUD 1998 se considera el tema de la pérdida de referentes institucionales tradicionales, problema que la modernidad no soluciona. En el 2000 se ahonda en las consecuencias perversas de la modernidad sobre el mantenimiento y confirmación de las instituciones tradicionales. Es decir, la modernidad se desentiende de los lazos sociales en torno a las instituciones tradicionales, y además las personas deben reaccionan promoviendo nuevas formas de vinculación, descritas en el informe del PNUD como asociacionismo.

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que la lógica interna de los sistemas suplanta a los fines sociales, y por lo tanto distorsiona la eficacia de dichos sistemas. (Pág. 221)

individual se socavan las normas, creencias y convenciones que habían asegurado la cohesión de la vida social. ¿Qué significado tiene lo nacional en la era de la globalización? Ya es de sentido común hablar de una desnacionalización por globalización(45). Simultáneamente, sin embargo, surgen oportunidades para estrechar nuevos lazos sociales. La individualización significa, al mismo tiempo, desvinculación y revinculación. No obstante, no se trata de un proceso automático; la integración de la vida social es una tarea de nunca acabar. (25) Tanto el proceso de globalización como el de individualización obligan a plantearse ¿quiénes somos “nosotros”? Cuando una proporción importante de la población y de la estructura productiva chilena están insertas en circuitos transnacionales, la incertidumbre por al identidad nacional es inevitable. Cabe cuestionarse incluso, sobre la existencia de identidades colectivas. Cuando cada cual se percibe como un individuo singular, distinto a los demás, crítico de las costumbres heredadas y de los valores existentes ¿qué pasa con la identidad colectiva? (30) Por cierto, el Estado nacional no desaparece; se transforma. Representa el intermediario privilegiado entre los espacios nacionales y los procesos transnacionales. El desafío de governance exige una estructura de múltiples niveles. Ello implica un “Estado red” que fortalece su penetración nacional, articulándose con las

Otro aporte del informe 2000 se refiere al proceso de liberación de tradiciones. Se hace una distinción entre individualismo versus individualización, siendo este último el que caracteriza a la modernidad. La individualización, al contrario del individualismo da pie para la reconstrucción y la reinvención de lazos sociales. De esta forma el Estado es llamado a promover la revinculación, ya no otorgando instituciones (símbolos), sino coordinando y capacitando la vinculación (asociacionismo), estimulando el fortalecimiento de la sociedad civil. Esto implica un desafío de reestructuración, que hoy en día se entiende a través del proceso de modernización y de las políticas de participación y desarrollo local.

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iniciativas de los municipios y las regiones. A su vez, también se proyecta hacia fuera, promoviendo ciertas tendencias de la globalización y frenando o amortiguando sus consecuencias indeseadas. De este modo puede operar como un filtro de selección y fomentar un desarrollo endógeno que sea sustentable en el nuevo marco post-nacional. (45)

La primera condición de éxito para la superación de las inseguridades es el reconocimiento y codificación de lo que esta en juego en la inseguridad. La situación marginal tiene mucho que ver con la dificultad de esta codificación. En estas condiciones no se ven ni las amenazas más graves, ni tampoco las oportunidades disponibles. Las estrategias quedan cazadas en la superación de las necesidades inmediatas. Sólo en el momento en que se visualiza el contexto real de las inseguridades se pueden desplegar estrategias para su neutralización. Sin embargo, el lenguaje y la comunicación son procesos que dependen de la sociedad en su conjunto (Pág. 205)

La constelación post-nacional permite desvincular a la ciudadanía de una extrema interpretación nacionalista. La globalización crea un distanciamiento que permite descubrir que el pueblo y la nación son, al mismo tiempo, historia, territorio compartido y construcción simbólica. Ello modifica la naturaleza de la ciudadanía. Es no sólo un estatus jurídico derivado de la nacionalidad; es también, una práctica. Considerando el nuevo contexto, la ciudadanía se define tanto por el espacio territorial como por el ámbito comunicativo. (Pág. 46 En la época de la globalización parece necesario pensar a la sociedad nacional en términos de estructuras comunicativas. En un territorio, son las conversaciones sociales y las deliberaciones políticas, los universos simbólicos y los imaginarios colectivos, los que configuran “lo nacional”. (Pág. 46)

En el PNUD 1998 se señala la importancia de la codificación de lo expuesto frente a la inseguridad, es decir la vulnerabilidad de los vínculos sociales. El 2000 recoge esto dando un paso más allá al vizualizar que lo necesario en la modernidad es la redefinición de lo entendido por ciudadanía. Los elementos de la tradición dejan de ser objetos tangibles, objetivables, sino un proceso comunicacional que se construye. La identidad se debe buscar ahora en los microespacios. De este hecho se desprende la importancia de la tolerancia a la diversidad, ya que en los grandes escenarios vinculantes, predominan la heterogeneidad de intereses, voluntades, creencias, valores etc.

De acuerdo al análisis del eje relativo a las falacias, se observa una

profundización desde el informe 1998 al 2000. Por una parte, en el primero se visualiza el problema de la inseguridad laboral de forma acotada, restringiéndolo al análisis de indicadores concretos de la realidad del trabajo (acceso de la comunidad a diferentes tipos de contrato, sistema de pensiones, seguro de desempleo, etc.). Llama la atención entonces, que se aluda en definitiva al ingreso mínimo, la negociación colectiva, el contrato obligatorio, la capacitación y el nivel educacional, como mecanismos de seguridad, en un ejercicio operacionalizador

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que parece desplazar a las subjetividades vulneradas (comentadas en el eje anterior en forma de temores) a un plano casi anecdótico.

El segundo informe, en cambio, contempla lo planteado por los teóricos de la modernidad, abarcando en un nivel más amplio la problemática de la incertidumbre (riesgo) y el trabajo. Los problemas del desempleo, los seguros, las pensiones, sin duda son realidades que perturban a las personas, sin embargo, tal como lo rescata el informe 2000, esta situación trasciende el ámbito del trabajo, ya que la modernidad trae a éste inseguridades que son un marco en el cual se genera toda actividad humana. De esta forma si bien ambos informes consideran el tema de la inseguridad, pareciera que cada uno responde a niveles diferenciados, que pueden ser explicados en el análisis del continuo del eje en cuestión.

Los resultados y comentarios destacados por el informe de 1998 aluden de forma implícita a los conceptos ubicados a la base de la falacia del pleno empleo. Ello se aprecia al describir los temores de la población como “miedo al desempleo”. En cambio, los resultados del 2000 toman distancia de este fenómeno particular, para contextualizar las amenazas de la modernidad en lo que se podría explicar como la falacia del futuro presente. Así, por ejemplo, trata el tema del asociacionismo ligado a la comunión de ideologías y no necesariamente al territorio o a condiciones de proximidad geográfica. Un claro ejemplo de ello se expresa en una frase destacada en el cuadro 4, a propósito de la “alineación” del trabajo, fenómeno que ya no se manifiesta en los términos acotados a la línea de montaje, sino a un nivel mundial, donde la producción esta dispersa por distintos puntos del planeta. Otro lo constituye el párrafo que expresa la idea que los chilenos suelen valorar los sueños y tener ideas concretas respecto a las formas de convivencia social que desean, siendo sus aspiraciones más atingentes a la experiencia cotidiana, en definitiva más reales (Pág. 16 de la sinopsis del informe 2000).

A raíz de lo anterior, se destaca la estrecha relación que existe entre las oportunidades generadas por le desarrollo en la modernidad y el contexto en que se dan, lo que invita necesariamente a reflexionar acerca de los alcances del concepto de “desarrollo humano” que el mismo informe propone.

De esta forma, los resultados comentados en el eje, se desplazan desde la preocupación por la estabilidad del empleo (tema rescatado por el informe de 1998), a la preocupación por la identidad amenazada por este problema (en el PUND 2000).

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CUADRO 4.- RESULTADOS SOBRE EL EJE DE LAS FALACIAS

PNUD 1998 PNUD 2000 EJE DE LAS FALACIAS Un incremento generalizado de las oportunidades de empleo, ingreso y consumo esta a la vista, mientras que las chilenas y chilenos manifiestan preocupación. Probablemente el malestar obedezca a muy diversos motivos. Discursivamente la incertidumbre aparece verbalizada bajo una formula conocida: miedo al desempleo. (Pág. 184) La sociedad y los individuos construyen mecanismos ad hoc que aseguran el desarrollo de la sociedad y de los individuos. Precisamente ello es necesario en el caso de que un curso de acción se vea interrumpido como efecto de las incertezas, peligros y riesgos y amenace con ellos en un grado intolerable la reproducción social, del individuo o de ambas. Es lo que ocurre con un seguro de cesantía, con la persecución de los delincuentes, o como en Chile, con el fondo de estabilización del precio del cobre. Ellos operan cuando los peligros y riesgos exceden un límite definido socialmente. Junto a estos mecanismos objetivos se hace necesario el reconocimiento y confianza de las personas para llevarlas a la práctica. (Pág. 60) Asegurada una oferta adecuada de empleo, es menester preguntarse cerca de su calidad. Un aspecto importante de l seguridad tiene que ver con la estabilidad, o sea, la duración del empleo y del eventual desempleo. (Pág. 182)

En general, las personas están habituadas a que el espacio territorial sea el marco físico que aglutine a determinada comunidad de personas junto a su riqueza, poder y cultura. Hasta fechas recientes, familia, amigos, trabajo, y toda experiencia concreta de comunidad se ha debilitado y, en forma frecuente, lo que “tiene lugar” desborda un territorio delimitado. La globalización de los flujos financieros y comerciales, tecnológicos y comunicacionales, migratorios y culturales adquiere tal densidad que sitúa a las personas frente a un proceso de desterritorialización. Así múltiples aspectos de la vida cotidiana van perdiendo su anclaje físico. (Pág. 38) Se ha hablado de una verdadera “expropiación” del espacio para destacar la asimetría entre la expansión de un poder extraterritorial, capaz de desplazarse por doquier según su conveniencia y las raíces territoriales de la gente. (Pág. 38)

En el PNUD 1998 se señala como el gran riesgo para la gente la pérdida del empleo, lo que muestra una visión restringida del proceso en que el país se iniciaba. Probablemente eso se debió a que dicho reporte daba cuenta, restringidamente, de la percepción de la gente en ese momento respecto del devenir de la sociedad, y no de las proyecciones de cambio estructurales del trabajo que abarcan esos temores. Ya en el PNUD 2000 se hace alusión a lo comentado por los autores, a saber la incertidumbre creada por la modernidad y la globalización. De este modo la incertidumbre no sólo se restringe a la eventualidad de estar cesante, sino además se genera un ambiente de riesgo general, que guarda relación, por ejemplo, con la “alineación” del trabajo (ya no sólo en los términos acotados a la línea de montaje, sino a un nivel mundial, donde la producción esta dispersa por distintos puntos geográficos)

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En la medida en que los empleos seas más estables y sea menor el tiempo en que los desocupados han buscado empleo desde su último trabajo regular, la inseguridad será menor. (Pág. 182) Otra dimensión de la seguridad laboral concierne a los ingresos. La seguridad presupone ingresos estables y suficientes, que permitan llevar un nivel de vida digno y acorde con las expectativas normales de cada sector social. (Pág. 183) En el futuro, el mercado laboral se caracterizará probablemente por una fuerte rotación. Habrá más oportunidades de empleo, particularmente para personas calificadas, pero el empleo será más inestable. El problema prioritario, según los entrevistados, ya no es la estabilidad del empleo actual, sino el permanente proceso de reinserción en un mercado extraordinariamente móvil.(Pág. 186)

Tanto el proceso de globalización como el de individualización obligan a plantearse ¿quiénes somos “nosotros”?. Cuando una proporción importante de la población y de la estructura productiva chilena está inserta en circuitos transnacionales, la incertidumbre por al identidad nacional es inevitable. (Pág. 30) Una sociedad es capaza de adueñarse de su destino cuando sabe pensar el futuro (Pág. 13 *) Chile ha entrado en una nueva fase de su desarrollo. Ni es posible un retorno al pasado ni existe un modelo único para el futuro. (Pág. 12 *)

Si bien en el informe 1998 se alude a la problemática del trabajo, y la inseguridad que genera sus condiciones presentes (y las proyectadas), en el informe 2000 se ahonda en las consecuencias de la modernidad para esta actividad humana. El PNUD 2000 recoge lo descrito por los autores de la modernidad y el riesgo constatando que el problema del trabajo tiene causales no sólo a nivel micro, sino también en un nivel mundial, cuyas consecuencias se dejan ver tanto en los grupos sociales como en los individuos. Además se recoge el extremo abstracto del eje, a saber la falacia del futuro presente. Constatando la importancia de visualizar el futuro en base a decisiones reales presentes, donde al no existir un futuro seguro, surge la importancia de la responsabilidad y participación activa de la ciudadanía en la construcción de la sociedad deseada,

Con este concepto se destaca que no basta un aumento de las oportunidades orientadas a las personas, tales como ingresos, longevidad, educación, si no

Al mismo tiempo que la globalización divulga el ideario democrático, en cierto sentido restringe la capacidad de la democracia para moldear dicho

Como en puntos anteriores, se percibe un distinto nivel de análisis. En el informe de 1998, se rescata la importancia de generar un

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están en un entorno social que permita acceder a ellas y disfrutarlas. Lo que se destaca es el entorno social que hace posible el Desarrollo Humano. Sin paz social, equidad, solidaridad, confianza, las oportunidades creadas por el desarrollo dejan de ser tales, pues dejan de ser accesibles para todos en condiciones equitativas, estables y seguras. (Pág. 58)

proceso en el que Chile está cada día, más incorporado. Desde la perspectiva histórica, el retorno a la democracia tiene lugar en el momento mismo en que la “domesticación democrática del capitalismo” – aportada por el Estado social – se debilita. (Pág. 35) El retraimiento del Estado Social podría abrir la brecha que importa cerrar: la distancia entre igualdad jurídica y desigualdad social. En la medida en que los obstáculos sistémicos impiden hacer uso efectivo de los mismos derechos de todos, la solidaridad social corre peligro. (Pág. 35)

El protagonismo de criterios mercantiles – competitividad, productividad, flexibilidad- crea sentimientos de incertidumbre, desconfianza y desamparo ante la ausencia de sistemas de protección social para los momentos de infortunio. En suma, la calidad de vida de muchos chilenos no ha mejorado de manera paralela al aumento del nivel de vida. Tales deficiencias representan los desafíos más urgentes, pero no los únicos. (Pág. 47)

ambiente social que trascienda las condiciones propias del trabajo, para fomentar el desarrollo humano. Por su parte el informe del 2000 ahonda en el proceso que genera esta carencia de bienestar, aludiendo directamente al papel del Estado como protector, y al concepto de democracia sobre el que se hace gobierno, sobretodo por sus intentos de reaccionar ante la desigualdad que genera el proceso de globalización.

* Párrafos textuales de la sinopsis del informe PNUD 2000.

Por último, en el eje de las decisiones, se observa un continuo en el trabajo de ambos informes. La temática central abordada es la participación de las personas en la revinculación. El fenómeno de desarraigo de las tradiciones, la apertura de fronteras en la producción -ambas características del advenimiento de la sociedad moderna-, generan incertidumbre (propia de la especie humana). Esto impulsa el activismo, volviendo a las personas protagonistas en la búsqueda de su bienestar.

Un punto importante que distingue un informe de otro, es la consideración de las desigualdades en el afrontamiento a la incertidumbre, esbozado como tema en 1998 (contextualizándolo principalmente en luchas de grupos de interés opuestos, donde el beneficio de uno va en desmedro de otro) y profundizada y ampliada en el informe 2000 (expandiendo la perspectiva para incluir la realidad

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global). Esta diferencia entre los informes parece ser producto de un proceso de análisis más profundo, y no de un salto temático o analítico. En este eje, al igual que en los anteriores, se dan los dos extremos del continuo. El informe 1998 reflexiona sobre la necesidad de ser activos en los procesos de revinculación, para lo cual se requiere el desarrollo de estrategias para la estimación de amenazas y priorización de decisiones, las que para Douglas son convenciones compartidas dentro de una comunidad que permiten resolver problemas de coordinación y que ayudan a valorar los riesgos y predecir lo que los otros harán en un contexto dado. Según Habermas, convenciones de este tipo se construyen e instalan en los grupos mediante normas y reglas, aceptadas intersubjetivamente.

El informe 2000 inicia una reflexión similar a la de su antecesor, aunque integrando formas de actuar que permiten superar las diferencias por medio de la asunción de conflictos, con una participación patrocinante (e incluso auspiciadora) y coordinadora del Estado. En este sentido, la estimación subjetiva de amenazas para la predicción de la probabilidad del daño posible, acarrea un aumento de la responsabilidad del sujeto, lo que a su vez aumenta su angustia. Las contingencias, según Luhmann, enfrentan al sujeto a la actualización de su futuro desde la distinción de lo probable o improbable. Para este autor, no importa tanto la existencia “real” de los riesgos ni su potencial daño, sino la probabilidad de que dichos daños percibidos formen parte del proceso de toma de decisiones.

Según este análisis, es posible decir entonces que la “actividad” con que se describe la disposición de las personas en el informe 1998, corresponde a una actitud participativa, por una parte, y a una disposición a asumir los riesgos repartidos junto a las oportunidades que distribuye la modernidad, por otra. Sin embargo, no detalla lo que si rescata el informe 2000, a saber, que la toma de decisiones resulta más arriesgada para los grupos excluidos de la distribución de seguridades, las que siguen repartiéndose desigualmente producto de las consecuencias de la modernidad.

Por lo tanto, siguiendo el eje y comparando ambos informes, la discusión se centra, por una parte, en los mecanismos de seguridad, mientras por otra, en la distribución y acceso a dichos mecanismos.

CUADRO 5.- RESULTADOS SOBRE EL EJE DE LAS DECISIONES

PNUD 1998 PNUD 2000 EJE DE LAS DECISIONES

El concepto de seguridad Humana hace además hincapié en el carácter dinámico y socialmente producido del ambiente que permite el goce de las oportunidades de

La percepción de estar sumergidos en un proceso fuera de control motiva distintas reacciones. Hay quienes se dejan llevar por la corriente, confiando en la existencia de

En el PNUD 2000 se refuerza lo señalado en 1998. La importancia de la participación activa de la ciudadanía para enfrentar la modernidad y sus consecuencias, siendo

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desarrollo. La Seguridad Humana no es algo que las personas puedan esperar y recibir pasivamente de las instituciones sociales; ella no debe confundirse con una suerte de muletas sociales. Forma parte circunstancial de ella la participación activa de las personas y su capacidad para asumir riesgos. (Pág. 58)

un piloto automático que los conduzca a un mañana exitoso. Algunos buscan escapar de la angustia refugiándose en una visión nostálgica del pasado, creyendo encontrar en el “antes” un soporte firme en medio del torbellino del ahora. Y otros, descreen de todo. Adoptan una posición escéptica para instalarse en el aquí y ahora, indiferentes tanto al porvenir como al pasado. Las tres reacciones tienen un denominador común, son pasivas. Renuncian a influir en el modelamiento del proceso social. Desisten, en el fondo, a la tarea propia de la modernidad: ser libres para adueñarse del destino. (Pág. 24)

protagonistas del proceso de revinculación, no obstante, se describe una disposición pasiva de las personas, que no le permite reaccionar en el juego de apuestas en que la modernidad talla y pone frente a los jugadores una variedad de riesgos y oportunidades.

Las personas necesitan de certezas y seguridades para desarrollarse. Esta necesidad tiene un fundamento antropológico. La especie humana tiene una contextura esencialmente abierta (el hombre no posee un repertorio biológico de orientaciones prefijadas que guíen su relación con otros seres humanos y con el entorno). Esta es la marca de origen de lo humano que explica su fragilidad, pero es también el desafío que da sentido y grandeza a su libertad. (Pág. 59) Las certezas, peligros y riesgos, así como los mecanismos de seguridad, están distribuidos desigualmente. La sociedad prioriza los riesgos a la hora de asignar seguridades. De esta manera, se brinda protección más a unos grupos que a otros. (Pág. 61)

En la medida en que los chilenos logren crear una vida social más rica y densa, tendrán más capacidades de incidir sobre la marcha del país. En consecuencia hay que promover el círculo virtuoso del mencionado triangulo para asegurar la “governance”. (Pág. 197) La inestabilidad de los mercados, la concentración de los capitales, la retracción de los Estados y la erosión de los valores sociales, son algunas de ellas [fuentes de incertidumbre]. Según manifiestan las recientes turbulencias financieras y fenómenos climáticos, ningún país y ningún grupo socialista está a salvo de los impactos externos. El “capitalismo accionario”, basado en expectativas de corto plazo, crea un ambiente de incertidumbre y vulnerabilidad. (Pág. 28) La mayor amenaza es, desde luego el incremento de las desigualdades entre los países

El activismo de las personas en el control de la incertidumbre es un punto reforzado en ambos informes, sin embargo en el 2000 se reconoce las desigualdades en este proceso desde una perspectiva más amplia, considerando a la modernidad como un factor contextualizante. En las decisiones se involucra la consideración de los riesgos, su jerarquización, y es en este proceso donde los soportes se distribuyen en forma desigual, privilegiando a algunos en desmedro de otros.

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y al interior de cada sociedad. Tienden a crecer las desigualdades en el empleo y los ingresos, vinculadas a una desigualdad nueva y fundamental. A la brecha creciente entre ricos y pobres se sobrepone una distancia cualitativa entre quienes están conectados a las redes globales y quienes se encuentran al margen de ellas. (Pág. 28)

La sociedad y sus miembros reconocen, dan nombre, explicaciones y prioridades a las amenazas. Los reconocimientos y explicaciones, es decir, la codificación de las amenazas, son socialmente relativos. En cualquier caso, no hay mecanismo de seguridad posible para amenazas no reconocidas ni codificadas socialmente (Pág. 60)

Como Indica Marta Lagos (1999), “la mayor distancia de la democracia chilena con una democracia como la describe la teoría esta dada por la actitud de su gente y de su elite, la que no cambia con las leyes. Es a nosotros a quienes nos falta democracia, no a las instituciones”. Pueden observarse actitudes abiertas a situaciones de incertidumbre, a la responsabilidad individual y a las redes de cooperación, pero también se aprecian resistencias a la diversidad, a la consideración por “el otro”y a las controversias. Y ello afecta a la convivencia de los chilenos. (Pág. 37) Mientras los conflictos de intereses y opiniones sean visualizados sólo como una amenaza a la unidad del orden, muchos de los problemas nacionales – desde la privatización de empresas públicas hasta la legislación del divorcio- no serán parte de una extensa e intensa deliberación ciudadana. (Pág. 37) Hablar del pasado, puede ser un elemento conflictivo para las relaciones sociales en Chile. Y, como sugieren las entrevistas en profundidad, sigue persistiendo un miedo a este conflicto. (Pág. 205)

Como se señaló anteriormente en el PNUD 1998, se resalta la Importancia de la codificación para el reconocimiento de realidades, lo cual es el primer paso para afrontar las inseguridades, obedeciendo esto al extremo propositivo del eje. En el informe 2000 se alude a este punto, recalcando el reconocimiento de las diferencias para poder abordarlas y fortalecer el sentimiento de comunidad. En otras palabras la negación del conflicto estanca el proceso de adaptación en la modernidad.

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5.- DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES

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La discusión y conclusiones que se exponen a continuación son producto del análisis de los resultados recién expuestos. No obstante, a pesar de surgir a partir de la identificación de ejes temáticos, los comentarios han sido estructurados en función de temas relevantes para la discusión acerca del Desarrollo Humano, el Riesgo y la Seguridad Laboral. Por lo tanto, se desglosan las conclusiones en cinco ámbitos, siendo el primero la referencia a distinciones de riesgos necesarios para la sobrevivencia en la modernidad, el segundo el análisis de los efectos de la crisis de la institucionalidad sobre la identidad, mirado desde niveles de emergencia diferentes, seguido de un tercer punto sobre comentarios a los resultados obtenidos en el análisis del eje de las falacias, y un cuarto punto con reflexiones en torno a los conceptos de desarrollo seguridad humanos. El quinto y último tema trata algunos alcances para un próximo estudio acerca del Desarrollo Humano y, muy particularmente, la Seguridad Humana.

5.1 Distinciones de riesgo El perfil de riesgo que describe la modernidad, refleja una clara influencia

del proceso globalizador, alcanzando y traspasando las barreras entre ricos y pobres o entre las distintas regiones del mundo, salvando la nueva distinción que surge en el mundo de la modernidad, bajo la distribución diferencial de riesgos entre los privilegiados y los no privilegiados. No obstante, aunque el globalismo distribuye pandémicamente los riesgos, reparte desigualmente los beneficios reportados por la exposición global de la sociedad a los riesgos. Este punto es tratado en profundidad en el informe 2000, el cual contextualiza como se priorizan los riesgos a la hora de asignar seguridades, brindando así protección más a unos grupos que a otros. De esta forma, en la sociedad moderna se han universalizado los peligros como claves de riesgo, pero la seguridad sigue distribuyéndose de acuerdo a las dinámicas de la exclusión.

Una de las ideas presentes en ambos informes, es la importancia de la simbolización a la hora de hacer frente a las realidades de la modernidad, frente a las angustias que se juegan ante la incertidumbre. Siguiendo esta línea surge como una necesidad la universalización de la conciencia del riesgo. Un elemento básico para alcanzar dichas conceptualizaciones consiste en la elaboración de distinciones, algunas de las cuales subyacen a la forma que tiene la población para relacionarse con los riesgos que los rodean.

Una primera distinción se refiere a los conceptos de “seguridad y riesgo”.

La seguridad, como se desprende de la falacia del futuro presente, es un ideal esperado que no existe. Como antes se mencionó, la incertidumbre es propia de la existencia humana, y es por esto que sólo podemos jugar con las probabilidades. En la modernidad nos sentimos alentados a tomar decisiones, las cuales confiamos reduzcan la probabilidad de que las amenazas eventuales se concreten. Pero esta estimación sólo se alcanza con la operacionalización del concepto del riesgo. De este modo, la seguridad es un concepto que niega la

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realidad de la modernidad, resultando más operacional la conceptualización de la inseguridad en términos de riesgos objetivables, cuantificables, que permiten reflexionar (estimar) las decisiones bajo el punto de vista de su riesgo, permitiendo la universalización de la conciencia del mismo.

Otra distinción importante sobre el riesgo corresponde a la diferencia entre “riesgo y peligro”. En primer lugar si bien ambos conceptos presuponen incertidumbre respecto a un daño futuro, se habla de riesgos cuando el daño eventual es visto como consecuencia de una decisión, y de peligro cuando el hipotético daño, entendido como causado desde el exterior, se le atribuye al entorno. De esta forma en las sociedades modernas, la pérdida de los grandes referentes lleva acompañada el cambio de los peligros en riesgos, resaltando con esto la responsabilidad de cada persona respecto al bienestar personal y colectivo. Otro punto corresponde a la diferenciación entre “riesgo objetivo y subjetivo”, la cual no resulta una separación clara, ya que al intentar evaluar el riesgo objetivo, no se puede estar totalmente libre de elementos de juicio y por lo tanto, libre de algún grado de subjetividad. A pesar de esto esa distinción resulta útil, ya que evidencia lo señalado anteriormente referente a que el riesgo influye en tanto estimación subjetiva (no por su real potencial dañino) y es de esta forma que incide en el proceso de toma de decisiones. A partir de esto, queda claro que en la modernidad las decisiones son centrales en el proceso de revinculación y en la medida que la sociedad aprehenda las distinciones asociadas al riego este proceso se enriquece.

5.2 Niveles de emergencia, identidad e institucionalidad en crisis

Una de las consecuencias características de la modernidad, comprendida

en el eje de las decisiones, es la revinculación de las personas tras la pérdida de la institucionalidad tradicional. Una cuestión que surge a partir de esta situación corresponde a la pregunta sobre cómo se generan esos nuevos vínculos, cómo se promueven, cuál es el “motor” que pone en marcha este proceso. Social o antropológicamente hablando se puede afirmar que la modernidad promueve un proceso de individualización, que en términos del PNUD 2000 desvincula y revincula, reconociendo la necesidad de un compromiso activo de las personas en la construcción de nuevos lazos. Dicha actividad esta compuesta por dos aspectos, en primer lugar la participación de la comunidad, y segundo, una aceptación de los riesgos que depara la modernidad en el ejercicio pleno de sus decisiones. En este compromiso activo de la ciudadanía, se efectúa un proceso de toma de decisiones, el cual según Luhmann, siempre está influido por el riesgo percibido.

Desde un nivel de emergencia menos complejo (individual), es posible dar cuenta de lo subyacente a esta revinculación, a saber la incertidumbre, o en otras palabras la subjetivización del riesgo. Como se menciona en los informes, los

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seres humanos son entidades abiertas, sin patrones instintivos complejos que le aseguren la sobrevivencia y seguridad. Además su conciencia le permite auto observarse, y por ello descubrirse como un ser con un futuro. De esta forma, desde su nacimiento esta constantemente buscando certezas y seguridades. Como se mencionó anteriormente, las personas pueden soportar cierto grado de inseguridad, las que incluso a veces pueden ser una fuente de placer. De esta forma, siguiendo a Douglas, se esperaría que quienes trabajan en ocupaciones muy constantes descarguen sus propensiones naturales a la búsqueda del riesgo creándolos en formas de actividad sancionadas normativamente como podría ser el caso de los juegos de azar o los deportes extremos, lo que podría esperarse también para las elecciones en otros ámbitos de la vida como el trabajo. Esta es una de las formas a través de las cuales el riesgo entra en la vida y sus proyectos, expresándose conductual y culturalmente, y exigiendo la elaboración de una sensación de seguridad que favorece la exposición. Sin embargo, a propósito de la modernidad y sus consecuencias, cuando se llega a niveles intolerables resulta nocivo y amenazante. Es en esos momentos cuando surge la necesidad de recuperar los niveles aceptados de seguridad y mientras esto no se logre, el individuo se descompensa afectando su vida personal y por supuesto, laboral. A partir de esta lógica se puede sostener que la revinculación es un proceso tanto esperado como necesario, para sostener el orden grupal y la estabilidad de los individuos. En la medida que los referentes de certeza se diluyen, dejando al individuo sujeto a los dominios de su discrecionalidad en la elección cotidiana de enfrentar los riesgos, aumenta la necesidad de asumir responsabilidad y una postura activa de la ciudadanía por el propio bienestar. Frente al quiebre que sostiene la falacia del futuro presente, en el que se piensa en un futuro seguro, único y previsible, la competencia de los expertos es cuestionada, siendo la ciudadanía más consciente de la presencia inminente del riesgo en cualquier decisión tomada, protegiéndose en última instancia en su desestimación o eliminación del umbral perceptual de las amenazas o peligros.

Entonces, aquellos que deseen ingresar a la fiesta de la modernidad, parafraseando a González, deberán involucrarse asumiendo y responsabilizándose por las propias decisiones, y tolerando la cuota de inseguridad provenientes de los problemas insolubles de nuestra sociedad.

El riesgo, retratado bajo el concepto de inseguridad laboral en la

modernidad aplicada al trabajo, es una temática que desborda este ámbito, siendo un componente de la vida en las sociedades del riesgo. Esto queda manifiesto en lo expuesto, ya con mayor continuidad en los análisis de los informes estudiados, respecto al eje de la institucionalidad tradicional y el eje de las decisiones. Las grandes instituciones que unían a las personas, se han perdido. Obviamente muchas no han desaparecido, pero cada vez ocupan un espacio más marginal en la vida de las sociedades. En definitiva, la modernidad va creando desencantos y desconfianzas, como lo señala el informe de desarrollo humano 1998. Estas desconfianzas obedecen a riesgos que van más allá de las amenazas físicas inmediatas, incluyendo riesgos producto de amenazas sociales de estabilidad,

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según la participación de las personas en el sistema de bienes y servicios transados en el mercado. Sin embargo, al mismo tiempo que la modernidad es fuente de inseguridades, va creando respuestas a esas incertidumbres. Así, surgen concepciones de seguridad construidas culturalmente, a partir del discurso científico u otras convenciones sociales. De esta forma a pesar de estar ante un escenario de riesgos cambiantes e incontrolables, las personas desarrollan un sentido de seguridad sobre ambientes socialmente construidos en los que los riesgos son aceptados (e incluso ignorados) llegando a validarse la exposición a ellos, tema que no es abordado por dicho informe ni forma parte de la profundización del tema que asume el informe 2000.

Este proceso de adaptación es producto de una reacción a la globalización

y sus consecuencias, que ubica a la sociedad ante situaciones de peligro, pero que por otra parte, también genera la posibilidad de enfrentarlas al transformarlas en condiciones de riesgo. Esto es posible sí y sólo sí las personas asumen la nueva responsabilidad para la construcción de su propio devenir. Esta responsabilidad se inscribe en lo representado por el eje de las decisiones, donde en ambos informes se relata el carácter activo de la ciudadanía en el proceso de revinculación. El análisis psicológico de sus alcances aborda los procesos de atribución causal y responsabilidad, en la medida que la primera alude a la forma en que el individuo se explica lo que pasa en su entorno y en sí mismo, asumiendo relaciones de causalidad detrás de los efectos de otras conductas o decisiones (incluso de las propias). En este proceso una atribución de causalidad externa favorecería la identificación de peligros, mientras que la atribución interna favorece la identificación de riesgos, ello debido a la posibilidad de implicarse en la matriz de relaciones causales que determina las consecuencias de las decisiones, lo que permitiría suponer que aquellas personas con un esquema atribucional interno estarían más dispuestas a asumir la responsabilidad que la modernidad tiene reservada para ellas en el juego de la distribución de riesgos, pero su integridad subjetiva sería más vulnerable.

En un nivel de integración superior, pero aludiendo al mismo proceso, se

fijan criterios para la identificación de sociedades civiles maduras, tendencia que comienza a expresar la sociedad chilena en las nuevas formas de asociativismo, que toma forma concreta finalmente en el desarrollo de la sociedad civil a través de mecanismos de participación ciudadana, fortalecimiento de la gestión local, fomento a iniciativas comunitarias, etc.

5.3 De falacias y tolerancias Es precisamente en este contexto en el que se insertan los informes del

PNUD, no obstante ¿comprenden éstos el marco global en el que se insertan los fenómenos del riesgo y la seguridad humanos? Tomando primero al PNUD 1998 se observa un foco de atención demasiado restringido a la realidad local, correspondiendo a lo definido hasta ahora como falacia del pleno empleo. Es

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decir, no existe un cuestionamiento sobre el cambio radical que está sufriendo la actividad del trabajo en la modernidad, sino que se atiende solamente a características accidentales de éste, que lo problematizan pero no lo alteran en su esencia. Como se mencionó anteriormente, la respuesta basada en la búsqueda de empleos temporales es sólo es una medida transitoria que no da respuesta al problema de fondo, el cual es la transformación estructural de lo entendido por trabajo.

De esta forma, el eje de las falacias revela mejor las deficiencias del PNUD 1998 al tratar las inseguridades humanas relativas al trabajo, mientras que los otros dos ejes pueden constituir un punto de continuidad en el análisis de los procesos sociales ligados a ellos. Esto se debe a que el asociacionismo y la toma de decisiones en la modernidad responden a un proceso de desarrollo social, entendido como proceso de cambio, producto de fenómenos descritos como el globalismo y la individualización. La descripción del informe de 1998 pierde de vista lo que, en un análisis global, orbita el informe del 2000, es decir, la significación del empleo y el valor de seguridad sustentado en las expectativas y lo que se apuesta por alcanzarlas. Esto corresponde a los riesgos tolerables a los que estamos dispuestos a exponernos para alcanzar un objetivo. Como se observó en el marco teórico, no existe un consenso respecto a lo entendido por riesgo tolerable (o aceptable), sin embargo, se considera la necesidad de que se cumpla una cantidad importante de criterios implicados en la situación de riesgo. En todo caso, el riesgo aceptable se ve más que nada como un problema de decisión, en el cual se implican los valores de aquellos que estén involucrados en el riesgo.

5.4 Acerca de los conceptos de Desarrollo y Seguridad Humanos

Se puede esperar que el trabajo será un ambiente menos propicio para la formación de redes de apoyo social, debido a su escasez e inestabilidad. De esta forma se tendrá que buscar nuevas redes de vinculación e identidad, donde la organización de la comunidad es la calve. Probablemente entorno a temáticas ya no tan amplias, sino pequeños focos de interés que compartan grupos de personas. Es trabajo de todos los ciudadanos reconstruir lazos, como se menciona en el eje de las decisiones, siendo la tolerancia y la aceptación de las diferencias y los conflictos temas primordiales para esta tarea.

Todos los fenómenos relativos al riesgo, comentados hasta ahora, permiten

al menos plantearse la reflexión del concepto de “desarrollo humano” que está detrás de los informes PNUD y que lo definen como el proceso de ampliación de la gama de oportunidades de que dispone la gente. Este concepto es lo suficientemente amplio como para dar cuenta de diversas estrategias a través de las cuales se puede alcanzar. La alternativa que se desprende de inmediato consiste en la generación de oportunidades, tarea que se espera sea asumida por

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el Estado, planteándose objetivos y adoptando formas que no sólo crean dichas oportunidades, sino que además comprometen a la comunidad en la construcción de las mismas.

De esta forma y siguiendo a Giddens (1993), la reacción adaptativa que

mejor representa a la población descrita por el informe PNUD 1998 consiste en la aceptación pragmática, caracterizada por presentar un cierto aturdimiento que frecuentemente refleja profundas ansiedades subyacentes –una subjetividad vulnerada según el informe– en los individuos, quienes siguen las oleadas con que azota la oleada de la segunda modernidad.

En el informe 2000, en cambio, se podría interpretar la disposición de la

población a través del pesimismo cínico, con una tendencia esperada hacia el compromiso radical. El primero corresponde a una reacción adaptativa que supone, a diferencia de la aceptación pragmática, la participación directa en las ansiedades provocadas por los peligros de graves consecuencias. Esto le da al pesimismo, que caracteriza a las consecuencias perversas de la modernidad, una visión con implicaciones prácticas, gracias a la capacidad neutralizadora de la naturaleza emocional del cinismo y su apelación a un componente elaborado que requiere cierta racionalización. En cambio, la segunda reacción adaptativa, consiste en una actitud de contestación práctica contra lo que se percibe como fuentes de peligro. Es una postura optimista, pero que a su vez va estrechamente ligada a la acción contestataria en lugar de la fe en el análisis y la discusión racional, y su principal vehículo es el movimiento social. Una combinación de ambos podría describir las formas de organización emergentes que la comunidad ha experimentado en Chile los últimos años, tendiente a la satisfacción de un “bienestar personal” pero en relación a otros (PNUD, 2000).

Del mismo modo es posible reflexionar en torno al concepto de “seguridad humana”, entendido como la posibilidad que la población tiene de ejercer las oportunidades que le brinda el desarrollo, en forma segura y libre, pudiendo confiar en que las oportunidades que tienen hoy no desaparecerán totalmente mañana, siendo la aplicación al ámbito del trabajo, el concepto de “seguridad laboral”, definido como la certidumbre en las posiciones y reconocimientos sociales que provienen del trabajo gracias a la estabilidad de éste y a la probabilidad de ascenso social provista por la institucionalidad laboral.

Uno de los grandes aciertos del informe 1998 consiste en reconocer que

este concepto alude a necesidades subjetivas de la gente, cuya carencia expresada por la población chilena se manifiestan en el temor al desempleo, presente a la base del discurso de la población, pero en el que se reconocen como soportes o estímulos, condiciones operacionales del sistema laboral y no elementos subjetivos asociados a ese temor como la identidad, el reconocimiento y la autoestima asociados al trabajo, los que son abordados de forma global por el informe 2000.

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Desde un enfoque psicosocial, se destacan elementos relativos a resistencias, estrategias de negación y/o de afrontamiento, que pueden dar cuenta de esta reticencia para analizar algo que inevitablemente trae consigo un cambio radical, en una actividad tan fundamental para el ser humano como lo es el trabajo. De esta forma, aferrarse a la concepción tradicional del trabajo puede ser una tentadora expectativa frente a la sensación de angustia e inseguridad que genera la nueva realidad.

Es precisamente la consideración del trabajo en términos tradicionales

(empleo de tiempo completo, seguro, permanente) lo que parece restringir el análisis en el informe de 1998. Asumir una transformación importante de lo significado por empleo, implica reconocer la necesidad de nuevas herramientas, incluso de una nueva estructuración del Estado. Esta nueva mirada tiene evidentemente repercusiones para la vida política y de la sociedad en general. Simbolizar esta realidad, se convierte en el primer paso, el cual se da en el PNUD 2000. La economía en la modernidad por momentos pareciera la gran actividad vinculante, la única que brinda sentido. Sin embargo, dejar en manos de las fluctuaciones de los mercados temas como la igualdad de oportunidades, la protección de los estratos de menos recursos (y por esto, más lejos de los beneficios de esta nueva economía), es otro riesgo. Como lo destaca el informe 2000, es el Estado el llamado a ser el promotor de esta nueva forma de enfrentar la vida en sociedad.

5.5 Alcances y Proyecciones El análisis hasta aquí comentado permite trazar algunas proyecciones

respecto al estudio de las (in)seguridades humanas asociadas al ámbito del trabajo. Se puede afirmar que la problemática en este tópico no guarda relación sólo con los efectos de la crisis económica y la proliferación del empleo estacionario (como se desarrolla en el informe 1998), sino también con el aumento de los tiempos de ocio asociado a los cambios estructurales del trabajo, fruto de la rápida y permanente evolución de la tecnológica asociada a la producción. La forma en que se proyecta y evoluciona el trabajo en la sociedad contemporánea, estaría asociado a grandes cambios sociales, según lo señala Hopenhayne (1988), como el crecimiento demográfico, la revolución en las expectativas, la agudización de la brecha generacional, la transformación de la cultura popular, y la declinación de las instituciones tradicionales.

El trabajo es, como se desarrolló en el marco teórico, una de las principales

actividades del ser humano, constituyéndose en una importante fuente de identidad y en un espacio donde se organizan formas de asociatividad. Entre los

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campos de funcionalidad que cumple, se encuentran el desarrollo de relaciones sociales e interpersonales, la generación de un contexto para el ejercicio de un papel y la autorrealización personal, y la organización del espacio-tiempo antropológicos. En la modernidad el trabajo esta tomando otra forma, se hace más flexible, cambiante, inestable, y además disminuye de forma creciente el número de puestos debido a los constantes avances tecnológicos. A propósito de este cambio la funcionalidad asociada al trabajo resulta cada vez menos satisfecha. Por lo tanto, un informe 2002 debiera atender dentro de sus temáticas principales el enfrentar una nueva estructuración del trabajo y el aumento de los tiempos de ocio. Temáticas importantes a considerar serían, por ejemplo, la nueva organización del tiempo cotidiano y familiar, fuentes alternativas de identidad donde se sustituya el contexto socializador, de aprendizaje y desarrollo del trabajo. Probablemente el asociacionismo resaltado en los informes sea una alternativa, la participación en grupos con intereses compartidos podría suplir las carencias que deja este cambio en la forma de trabajo.

A la luz de lo anterior, surge como tema para el próximo informe, estudiar

no sólo las significaciones en torno a la necesidad de estructurar mecanismos de control que protejan al trabajador frente a la era de la globalización y sus consecuencias (por ejemplo, la nueva Ley del trabajo), sino también la administración del creciente tiempo de ocio (o en palabras de Beck la administración del desempleo). Como se ha mencionado anteriormente, las amenazas para este tiempo tienen relación con la apertura de las economías, donde el Estado va perdiendo paulatinamente su poder de supervisión y protector de los sectores más vulnerables. En este sentido el PNUD 2000 genera algunas luces, postulando la transformación del Estado, hacia una función coordinadora y protectora del bienestar social. Sin embargo, este Estado protector no debe confundirse con un Estado benefactor, paternalista, sino más bien con uno que “instala” capacidades y entrena habilidades en los ciudadanos para que estos generen sus propias formas de revinculación y asuman sus riesgos.

Un tema que también podría ser abordado como profundización del estudio

de la subjetividad vulnerada, planteado por el informe 1998, corresponde a la valoración de los riesgos por parte de la población, en contraste con el proteccionismo que se deriva de la conceptualización de seguridad que se ha manejado hasta ahora en ambos informes. Al margen de los mecanismos operacionalizados que buscan otorgar condiciones de seguridad a los trabajadores que temen perder sus empleos, hay decisiones que están dispuestos a tomar asumiendo (o aceptando, lo que constituye el tema para el próximo informe) los riesgos que dichas decisiones acarrean, incluso si la amenaza de la inestabilidad laboral forma parte de ellas.

Otro tema que debiera ser contemplado en un próximo informe consiste en

analizar el cómo las personas desarrollan estrategias para enfrentar la diversidad a la que se exponen, al adscribirse a grupos heterogéneos, en busca de un nicho de identidad en la sociedad moderna. En sociedades sin la fuerza aglutinadora de

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las grandes instituciones tradicionales, resulta evidente que la asociatividad – que vincula esencialmente en torno a intereses comunes – es un nexo más frágil, que abre la posibilidad de que afloren diferencias. Un punto sensible de esta realidad en la profundización en las estrategias de manejo de conflictos de intereses y en los debates éticos que de ellos se desprenden.

Por último resulta importante, a la luz de las formas de asociacionismo

emergentes, profundizar en las estructuras y procesos que se dan en los grupos. De acuerdo al PUND 2000, se observa una gran heterogeneidad en las condiciones en que se establecen los grupos sociales, que van desde los que nacen al amparo de entidades más grandes (como las juntas de vecinos), pasando por las realidad de las nuevas formas de vinculación relacionadas al surgimiento de centros comerciales, hasta los grupos formados por jóvenes (los cuales a pesar de tener un fuerte componente de identidad, no gozan del reconocimiento pleno de la sociedad). De esta forma es interesante descubrir cuales son los procesos compartidos y diferenciados de esta variedad de asociaciones para satisfacción de necesidades individuales en organizaciones colectivas con intereses comunes.

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6.- REFERENCIAS

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