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Infodiversidad Sociedad de Investigaciones Bibliotecológicas [email protected] ISSN: 1514-514X ARGENTINA 2004 Florencia Spinelli LAS FATIGAS DE UNA COLABORACIÓN: CASIODORO H. J. VLEESCHAUWER Infodiversidad, año/vol. 7 Sociedad de Investigaciones Bibliotecológicas Buenos Aires, Argentina pp. 127-146

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InfodiversidadSociedad de Investigaciones Bibliotecológicas

[email protected]

ISSN: 1514-514X

ARGENTINA

2004 Florencia Spinelli

LAS FATIGAS DE UNA COLABORACIÓN: CASIODORO H. J. VLEESCHAUWER Infodiversidad, año/vol. 7

Sociedad de Investigaciones Bibliotecológicas Buenos Aires, Argentina

pp. 127-146

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Las fatigas de una colaboración: Casiodoro1

VLEESCHAUWER, H. J. DETraducción de Florencia Spinelli2

Resumen:Es la traducción de un artículo de Vleeschauwer en el que presenta lacreación del monasterio de Vivarium por Casiodora.

Palabra clave:Casiodoro.Vivarium

Abstract:Casiodoro: The fatigues of a collaborationIt is the translation of the article by Vleeschauver in which he presents thecreation of the monastery of Vivarium by Casiodoro.

Key:Casiodoro. Vivariumn.

En los momentos en que la historia pasa por grandes relevos dehombres y cosas, por ejemplo la sustitución de los romanos por losgermanos y la del antiguo régimen por la democracia liberal, siemprehay algunos clarividentes del orden antiguo, pero que ya tienen con-ciencia de lo ineluctable del nuevo, que se empeñan en llevar elmundo antiguo al nuevo siguiendo los caminos de la moderación y dela prudencia para beneficio de todos. A menudo ellos son las vícti-mas, porque tanto el antiguo como el nuevo no poseen su sabiduría.Se los llama colaboradores. Casiodoro es uno de esos colaboradoresnotables y por dos sentidos. Era un colaborador romano en el mundoostrogodo de Teodorico en Ravena: y fue un colaborador clásico en elmundo cristiano de Roma. Él, el noble romano, heredero de la grantradición de la administración y de la cultura romanas, se transformóen funcionario y autor asalariado del nuevo régimen. Al mismo tiem-1 Vleeschawer, H .J. de. Les fatigues d’une collaboration: Cassiodore. Pretoria,:University of South Africa. (Mousaion, n° 1). Traducción al español por FlorenciaSpinelli2 Florencia Spinelli, bibliotecaria – email: [email protected]

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po comprende que la cultura clásica no tenía otra salida que la dehacerse cristiana y refugiarse en las iglesias de los monasterios. Elpurismo latino que reina en Roma en el momento de la caída delImperio no le fascina. Le pareció más útil tanto para el antiguo mun-do como para el nuevo poner la cultura profana del pasado al serviciode los altares y de la creación de una nueva ciencia teológica, enlugar de oponerse, como pagano valeroso pero condenado al fracaso,a la marea ascendente de la religión triunfante. Como los Símaco, losBoecio, los Pretextato y los Nicomaco, herederos de la envejecidaaristocracia senatorial, él escoge las funciones político-administrati-vas al lado del jefe de los godos, al punto de reunir en Ravena, sucapital, esa mezcla de buena voluntad y arribismo que siempre seencuentra alrededor de los tronos nuevos.

En el 538 la colaboración se volvía muy peligrosa. Casiodorodebía tener alrededor de cincuenta años cuando el emperador Justinianoenviaba a Belisario y Narsés a la reconquista de Italia ocupada porlos bárbaros. Se lo destituye de sus funciones políticas. La tragediaanterior de Boecio y Símaco no lo asustaron tanto. Esta vez había queprotegerse contra un exceso posible de un régimen casi vuelto delexilio. Desde hace tiempo la política ingrata no correspondía a laorientación del siglo VI. Le buscó un sustituto a gran distancia, enRoma misma. Cansado de la política se dedicó a la religión, o máscorrectamente, a la teología; cansado del emperador, se volvió haciael Papa. Se presentó en la Iglesia provisto de toda la alta cultura de laaristocracia romana y con una idea aceptable. Salvar a esta culturacristianizándola: tal fue el deber del intelectual romano hasta la mé-dula frente al ocaso inevitable del clasicismo sinceramente paganocomo el de Simaco, o insinuante pero poco franco como el de Ausonio.Si él hubiera podido prestar atención al poeta campesino convertidoen ermitaño napolitano, un Paulino de Nola le habría podido servir demodelo con el acento un poquito más clásico que el del Bordelés.Para él el valor cristiano tenía futuro. Incluso no tenían sentido elvalor nacional de la romanidad ilustrada ni el valor puramente inte-lectual de la cultura helenística. Ponerlo a disposición de esa culturateológica y de ese modo rendirle el último tributo al clasicismo y alpasado; tal cosa le parecía como la única salida para conservar lo queaún podía ser conservado de la tradición.

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Esta cultura cristiana elevada no la veía concretamente en ningu-na parte del suelo italiano. Había una religión, un culto, una organiza-ción eclesiástica, pero no había ni ciencia ni cultura en esa Italiatironeada en direcciones diferentes desde que San Agustín desapare-ció de la escena. Esta iglesia jerárquica, secular, reflejó más las pre-ocupaciones políticas que culturales y, no sin razón, Casiodoro dedu-cía que el monasterio constituía el único refugio del espíritu y de laciencia. Él, el laico que ciertamente no tenía ninguna vocación para elclaustro, se volcó a esta forma de vida cristiana que, hasta ese mo-mento, no dio la menor prueba de que era accesible a la cultura o quetendría un mínimo interés hacia la ciencia por lo menos en occidente,pero por su carácter retirado que lleva, fácilmente podía prestarse aun nuevo destino: el de una vida a la vez devota y estudiosa, repartidaentre la oración y el estudio.

Comenzó confiando en el jefe de la iglesia de Occidente, inclusoantes de hacer su dimisión de la política. Se dio cuenta que Italia, queel occidente, no tenía ninguna escuela superior propia, comparable ala escuela del patriarca de Alejandría o a la de Edesa perdida en lasinmensidades del Asia Menor, o la de Nisibia en el corazón de Persia.Evidentemente la iglesia estaba satisfecha con las escuelas de retóricapagana, tornadas ligeramente tolerantes o ligeramente cristianas, delas que salieron personas como San Ambrosio, San Agustín o SanJerónimo. También en esto la decadencia había hecho su obra.Casiodoro sugirió al Papa, Agapito I, la idea de crear en su residenciafamiliar ad clivium Soauri, una escuela teológica superior en la queestudios profanos, es decir, las Artes liberales, se pondrían al serviciode la formación religiosa del clero y en la que la religión tomaría laforma científica y de este modo, quitar la religión en el clasicismo delmundo romano que acaba. La muerte inesperada del Papa apenas unaño después de su elevación al trono de San Pedro, redujo a nada labuena voluntad recíproca ante el proyecto. Pues el papa estuvo deacuerdo con sus planes y dio un principio de ejecución al proyecto deCasiodoro: estableció una biblioteca, que para nosotros representa ungran problema.. Debemos contentarnos aquí con mencionarla sin po-der entrar en detalles.

Ante el golpe de suerte, Casiodoro no abandonó la idea, y en elmomento oportuno retornó a ella. Esta vez, él mismo fue el autor de

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ella. Era más seguro. Poseía muy cerca de Esquilache en Calabria, alpie del monte Moscius, grandes dominios que recibieron el nombrede Vivarium a causa de los viveros que se habían establecido, situa-dos cerca del mar. Destinó una parte para construir un monasterio y,un poco apartada, una ermita para los que querían estar aún másretirados.

No estando él ordenado, dejó el cuidado de la dirección espirituala dos abates. En el Codex Bambergensis de sus Institutiones (patr.67) hay una bella miniatura que representa estilizado al Vivarium queP. Courcelles pudo identificar en el terreno. (La Cité du Monastère deCassiodore. Melanges d’Archeologie et d’Histoire, 1938, pp. 259 ss.)identificación que confirma el capítulo 29 de las Institutiones, titula-do: De positione Monasterii Vivariensis. Alrededor de él reunió aalgunos discípulos instruidos y entusiastas que tenían sus mismasopiniones, tanto sobre la poca importancia de esa época como sobrelas relaciones entre la ciencia y la vida superior cristiana.

En su espíritu y en su funcionamiento esta creación casi no co-rresponde al tipo normal del monaquismo contemporáneo, aunque,para mí, es evidente que se exageró mucho la originalidad. El monas-terio no se creó en función de la ciencia teológica, menos todavía enfunción de la ciencia o de la letras profanas. El perfeccionamientoindividual de la vida y el alma por la oración, la meditación y lamortificación constituían allí la razón de ser y el fin, mientras que eltrabajo manual estaba incorporado siempre para conservar el equili-brio psíquico de la persona humana. Otro noble romano, San Benito,había abandonado en el 525 su retiro de anacoreta en Subiaco, parainaugurar una forma personal de monaquismo cenobítico en MonteCassino sobre una base absoluta y únicamente religiosa y devota. Apesar de la cultura y la amplitud de la ciencia de su autor, la reglamonástica de San Agustín, en la que se inspiró el noble campesinoBenito, no reflejó nada de esa ciencia. La orden monástica de Casiano,el Marsellés tampoco incorporaba la formación intelectual y científi-ca. En consecuencia Casiodoro no podía encontrar, entre las múltiplesinstituciones similares de su época, ninguna que respondiese más omenos a sus visiones personales.

Al contrario, fue mucho más ecléctico que sus predecesores. Seadecuó al sentido mismo del monaquismo que conserva el ideal reli-

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gioso e hizo de ese ideal la razón de ser de su creación. Pero junta-mente con eso, la compañía que encerraba Vivarium era una compa-ñía erudita o compuesta de aspirantes a sabios. Los puso al serviciode las Escrituras y de la teología. Dejando a sus abates el cuidado deponerlos al servicio de la religión, del culto y de la perfección cristia-na. Su institución era anfibia a todas luces. Por consiguiente, en elinterior de ese auténtico monasterio, sin disimular y sin introducir enél un elemento que lo dividiera, fundó una academia cristiana, unaespecie de pequeño Mousaion cristiano al estilo de Alejandría, comodebo llamarlo de aquí en más. Por el carácter enciclopédico del jefe ydel trabajo impuesto a los miembros, por el carácter esencialmentecrítico de ese trabajo, por los cuidados al manuscrito y a los adornosexteriores del libro, por la concentración de gran parte del trabajo enla redacción de modelos escolares; por todas esas característicasVivarium refleja al Mousaion y su compañía de eruditos, además delcarácter cristiano. Los mismos rasgos caracterizaron a la academiacarolingia de Aix-la Chapelle, sin que esta vez haya que sustraer aquíla nota cristiana.

Sin embargo, sería errado darle un sentido muy clásico a Vivarium,como se hizo a menudo. Siempre se insiste en que consideró sumonasterio más como la cumbre de la cultura literaria que como unaverdadera institución ascética. Evidentemente es exagerado. Segura-mente la esencia allí era religiosa, pero contrariamente a la prácticamonástica corriente, ahí la cultura literaria clásica se mantenía conesmero, porque se veía en ella un poderoso auxiliar para la cienciateológica. Este agregado de la cultura clásica a los estudios religiososy la organización específica de una asociación monástica ad hoc inau-gura una tradición que no suplantó ni destruyó al monaquismo reinan-te, pero que iba a absorberlo y asimilarlo. Y una vez más, a menudose habla de un modo incorrecto sobre este tema ¿Demasiado a menu-do no se habla de esto como si en la base de la metamorfosis queCasiodoro hizo experimentar en el monasterio estuviese la evidenciade que el clasicismo no era hostil al cristianismo y fácilmente sedejaba conciliar a él? Para mí no es una cuestión de conciliación, sinoque verdaderamente, es un presupuesto indiscutible de la fundación.Al contrario se trata entre ellos de una relación de medio y fin. Esdecir Casiodoro reconocía plenamente una cosa en la que los mejores

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monásticos aún no habían pensado, porque su existencia no la postu-laba: esencialmente que las artes liberales (pues de ellas se trata)pueden servir a la formación teológica, aparte quizás de San Jerónimoy de Rufino. Los postulantes venían a buscar en el monasterio piedady devoción, y no ciencia, aunque fuese teológica. El monasterio ysobre todo el monasterio aún reciente de San Benito creciendo rápi-damente ante los ojos de Casiodoro, no estaba fundado sobre la basede una intelectualización o cientificismo religioso.

La academia monástica cristiana de Casiodoro llegó a ser, pien-so, una ciudadela de las letras, a pesar de que el fundador no era unverdadero monje, sino un monje de circunstancias. Allí el estudio seunía a la oración contando con que el estudio era una forma deoración, agradable a Dios como ésta. El trabajo manual impuesto parasostener el equilibrio psíquico y prevenir las aberraciones y anoma-lías, encontraba utilidad en la copia de los manuscritos, en la que lomanual y lo espiritual se encuentran y se compenetran armoniosa-mente. El monaquismo era asimétrico en su aparición primitiva y eneso llevaba los trazos indelebles de su origen oriental. La iglesia deOccidente más prudente pudo asimilar fácilmente las exageracionesorientales por el sentido práctico que impedía toda desmesura.

Entonces a ciertas horas el monasterio se transformaba en acade-mia e instituto de altos estudios. Todos estos estudios se centralizanen la ciencia sagrada y los textos sagrados. Se podía hacer el estudiode las Escrituras con un fin espiritual; en calidad de alimento sustan-cial del alma piadosa y de su vida interior, en una palabra con un finedificante. También se podía hacer el estudio de las Escrituras con unfin científico, es decir perfeccionando su texto, extrayendo el sentidode sus textos por métodos exegéticos apropiados, ajustando las verda-des religiosas que allí están encerradas por medio de deducciones yde inferencias lógicas y representando de esa manera un conjuntocoherente de la doctrina cristiana. En esta última concepción de lalectura sagrada, no como meditación, sino como ciencia y estudio, sefundamenta exactamente la creación de la teología. Ese estudio y esaciencia: la teología, no se hacía con la experiencia sino que suponíauna base de instrucción que el monasterio no podía suplir si tal basefaltaba desde el principio.

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En suma, lo que Alejandría con sus Calímacos y tantos otros hizopor la cultura clásica, Casiodoro va a hacerlo en Vivarium por lacultura sagrada. La Biblia aquí ocupa el lugar central y espera elmismo tratamiento que Homero. El objeto se desplaza: la disciplinaqueda. Con vistas a esta cultura sagrada, se dirige a las cienciasoperativas: la crítica de textos, informes enciclopédicos, confección demanuales. A su vez Casiodoro redactó una obra que no desarrolla sólola ciencia de una manera enciclopédica, sino que al mismo tiempoexpone una pedagogía y un método científicos que fijan el objeto de unestudio y el método para realizarlo. Esta es Institutiones divinarum etsaecularium lectionum (o a veces, literarium). El título no llega delmismo Casiodoro, y no siempre se transmitió de una misma forma.Este compendium de la actividad literaria de Casiodoro y la exposiciónde su programa escolar está dividido en dos libros: el primero trata dela teoría de las ciencias teológicas (littera divina) y el segundo contienela teoría de las artes liberales o de las letras profanas.

La formación dada sobre la base del trivium y del quadrivium,3 o,en otras palabras, la cultura clásica no está comprendida en ese pro-grama como un valor en sí, sino como un valor instrumental. Sumi-nistra la preparación lógica, científica y técnica indispensable a laobra crítica para la que Vivarium fue creado en realidad. Es evidenteque el ejercicio de las facultades críticas puede hacerse mucho máslibremente en materia de artes profanas que en materia de las Escritu-ras. Esta materia exige del cristiano más respeto, ya que ella se ocupade la palabra de Dios. Pero, a pesar de eso el trabajo crítico apunta aestablecer un texto sagrado correcto. Es en la corrección que Casiodoropuso el acento como el objetivo final de la filología sagrada. Losprincipios de ella se resumen en los dos imperativos siguientes: re-montarse a las fuentes, después confrontar las fuentes. Este dobleimperativo, presupone un trabajo bibliotecario que consiste en adqui-rir, conservar y poner a disposición esas fuentes indispensables.Casiodoro puso en práctica todos los medios de que dispone cual-quiera que quiera formar un stock premeditado y preestablecido. Or-ganizó la compra: ¿tenía los medios financieros necesarios para este

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3 Materias básicas en la educación medieval: las tres artes liberales (trivium) y lascuatro artes matemáticas (quadrivium (N. del T.)

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fin? Se ocupó del préstamo a monasterios e iglesias vecinas o a ami-gos devotos que no le debían faltar. Dispuso, ante todo, el trabajo decopia in situ.

Es aquí que, en breve, abordamos la actividad intermedia entre eltrabajo filológico de la academia y el trabajo puramente bibliotecarioy del scriptorium. Instaló y equipó completamente un scriptorium enel instituto de Vivarium y allí introdujo por primera vez una particu-laridad esencial del monaquismo futuro. Casiodoro comprendió queel scriptorium tenía para su academia cristiana una importancia tancapital como el scriptorium idéntico de Alejandría para la academiahelenística del Mousaion. La integración del trabajo manual de laescritura a las funciones puramente idealistas y espirituales del mo-nasterio, daban al escriba una posición y una consideración socialesque la antigüedad clásica siempre le había negado. Aquí Casiodorocreaba una de las más elevadas actividades monásticas. En efecto, laRegula Sancti Benedicti que gobernó desde el 525 la fundación deMonte Cassino y rápidamente se expandió por Occidente, no preveíanada parecido, a pesar de que en su horario el monje tenía un tiempoconsagrado a la lectura de los textos sagrados. San Benito no preveíaninguna actividad científica, ni sagrada ni profana. En verdad, laorden benedictina que iba a tener el monopolio absoluto hasta el sigloXII, sólo más tarde se volcó a este trabajo del espíritu y de las técni-cas del scriptorium, y seguramente el ejemplo de Vivarium no le seríadesconocido.

Esta innovación de Casiodoro en las funciones normales del mo-nasterio, aparentemente contraria a la vocación primitiva monástica,iba a la par de las altas exigencias que imponía a su scriptorium y asus escribas. En efecto, ellos trabajaban para la academia y su santamisión científica. Ese scriptorium era conocido como el taller de laciencia. No era un simple taller de reproducción o de multiplicaciónde textos establecidos en otro lugar. Los mismos miembros compo-nían el personal. Eran escribas como los otros. En verdad había quecopiar servilmente los textos, pero la copia comportaba al mismotiempo el establecimiento del texto correcto, ya sea siguiendo, encaso de divergencia, los mejores manuscritos, ya sea, llegado el caso,por prudentes conjeturas. En suma, todo el mundo, cualquiera fuerasu edad, participaba de los trabajos de escritura, incluido Casiodoro

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mismo. Probablemente incumbía a personas calificadas, mas que atodos los monjes, el ocuparse especialmente de la enmienda del texto.Era el trabajo sabio que un simple copista no podía emprender, sinoque el académico mismo debía ocuparse. Por otra parte, de ningunamanera se descarta que Casiodoro en persona haya estado relacionadacon este tipo de trabajo.

Entonces, es lícito representarse el famoso monasterio de Vivariumcomo una institución anfibia. Había monjes que sólo eran monjes ylos cuales sólo atendían la copia pura y simple. Por consiguiente lacopia para ellos reemplazaba simplemente el trabajo manual previstopara toda orden monástica incluidas las de Casiano y San Benito.Otra parte estaba compuesta por sabios o aspirantes a sabios y Vivariumrepresentaba para los primeros una alta escuela, para los segundosuna academia. Es a ellos a quienes correspondía el cotejo de lostextos, su enmienda y después la redacción definitiva bajo la direc-ción de Casiodoro. La nueva tarea que cupo al monasterio por elimpulso del ejemplo de Vivarium dio lugar a una academia de filolo-gía sagrada igual que el Mousaion formó una academia de filologíaclásica. La oposición sacro-clásica sólo se relaciona con el tema. Laciencia formal, todas las reglas de esta filología, la crítica de lostextos eran exactamente iguales en los dos casos. El maestro se encar-gaba de dos cosas en la manipulación de los textos y en su redaccióndefinitiva. En primer lugar, se encargaba de que el manuscrito finaltuviese una presentación exterior cuidadosa en la escritura y en laterminación material y él mismo lo hacía. Pero insistía más sobre sucorrección gramatical y sobre la fidelidad de la ortografía. Probable-mente tenía sus razones al insistir tan vehementemente sobre esteúltimo punto en un momento en que el clasicismo se perdía rápida-mente. Pasando los noventa años, incluso redactó un tratado Deorthographia en honor de sus monjes para que les sirva de manual yde dirección en la ejecución de la tarea antedicha y para aclarar susvacilaciones y sus dudas.

Por suerte sabemos algo respecto a esos trabajos científico-religio-sos, ya que se practicaba a propósito de la página divina. La base laformaban el texto griego de la Biblia, la edición llamada de los Setentay la Vulgata, obra de San Jerónimo. Vivarium confeccionó al menos

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tres ediciones de las Escrituras: primero una Vulgata en nueve volúme-nes, después un codex grandior y un codex minor: grandior y minor serelacionan más al formato y a la ejecución que al texto. Los originalesse han perdido, pero por suerte poseemos una copia directa del Codexgrandior. Un abad anglosajón de nombre Ceolfrido, la adquirió enRoma y la envió a su monasterio de Wearmonth o de Jarrow donde fuecopiada hacia fines del siglo VII, después del 678 en todo caso. Unacopia de esta edición monumental hizo el mismo camino pero en senti-do inverso, destinada a ser presentada al Papa. Ella cumplió finalmentey fue descubierta en el monasterio del Monte Amiata. De ahí su nom-bre codicológico de Codex Amiatinus. Las ilustraciones probablementese copiaron del original de Vivarium. Ya mencionamos la reproduccióndel monasterio en el Codex Bambergensis, otra copia del Codex grandior.El Amiatinus empieza con la célebre reproducción de un monje delantede un armarium abierto que contiene una docena de libros, dispuestosde plano sobre los anaqueles inclinados. El copista anglosajón no dio aconocer la identidad del personaje representado. Decididamente se ledio el nombre de Esdras, el codificador de la Biblia después de la tomade Babilonia. Según otra conjetura, bastante fundada, la miniatura, ori-ginaria de Vivarium mismo, representaba a Casiodoro en persona tra-bajando. Yo no tomaría partido con respecto a esta atribución de tipocompletamente conjetural, pero esa miniatura nos da una idea bastanteprecisa sobre un elemento de biblioteca de esa época lejana de donde labiblioteca tomó su grandeza. La presencia de una edición de los Setentay la de la Vulgata nos hace suponer que las Biblias de Vivarium tuvie-ron un texto como resultado del estudio comparativo de ambas dos.Agregando a esto la advertencia hecha por Casiodoro a sus hombres,especialmente la de recurrir también al texto hebreo si era posible, nospermite agregar que Casiodoro ya tenía en este idea del Trilingue unaconcepción clara de las exigencias para una edición crítica de los docu-mentos escritos del cristianismo, es decir que se adelantaba a Erasmounos mil años aproximadamente. Por otra parte, introdujo en las edicio-nes de la literatura cristiana las innovaciones aportadas por la academiadel Mousaion de Alejandría en la confección de los libros, como porejemplo su división en libros, capítulos, etc.

Cuando se quiere conocer y juzgar razonablemente a la Bibliote-ca como a la política bibliotecaria de Casiodoro jamás se debe perder

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de vista a la misión académica que ellas estaban destinadas a mante-ner como instrumento de trabajo en este monasterio de característicasnuevas. Antes de su retiro, Casiodoro, poseía una biblioteca privadaubicada en Roma, que probablemente siguió la dirección de Ravenadurante su estancia en la nueva capital. A menos que se crea queposeía dos, lo que no se descarta, pues así era seguramente en elmundo romano; se puede presumir que él la llevó consigo para lapermanencia definitiva en sus tierras familiares de Calabria, evitandoel tiempo agitado que se anunciaba para la Italia septentrional. Ellocal destinado a servir de biblioteca estaba adornado con una pinturaque representaba el templo de Salomón, el templo de la sabiduría.Beda, el Venerable también se inspira para su desarrollo sobre elsantuario judío (Libro II: De Tabernaculis, capítulo 12). El localestaba amueblado con armaria o placares que contenían los libros,probablemente todos parecidos a esos de los que el Codex Amiatinusnos conservó la imagen. Sabemos que había nueve armarios destina-dos a contener los libros de teología de los cuales el octavo se reser-vaba a los textos griegos. Podemos decir que el stock se repartía engrupos según los temas y que la ordenación alfabética no desempeña-ba ningún rol. Además, como los manuscritos griegos estaban juntos,pero aparte de los latinos, hay que ver en eso una supervivencia de lacostumbre romana de hacer dos bibliotecas paralelas: una griega yuna latina. Casiodoro reservó primero un lugar especial en cada gruposistemático para el stock griego.

Para tener una idea sobre el contenido y la amplitud de estabiblioteca monástica, hay que extraerlo de las Institutiones que encierta forma contienen la teoría de lo que existía, de lo que se hacía yde lo que se esperaba realizar en Vivarium. Ya Mabillon reconocióque la obra capital de Casiodoro era para nuestro propósito el catálo-go razonado de su biblioteca, porque esta obra se apoyaba completa-mente en la práctica corriente del monasterio-academia (Tractatus destudiis monasticis, I, 24-25). Por consiguiente, a falta de un catálogodirecto podríamos reconstruirlo con la ayuda del texto de lasInstitutiones, ocasionalmente complementado con menciones de otrasobras de Casiodoro. Se pudo fijar la redacción primitiva de lasInstitutiones hacia el año 555, pero el texto mismo se mantuvo actua-lizado hasta los últimos años de la vida de Casiodoro. Se puede

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encontrar la más reciente reconstrucción del catálogo por H. Leclerqen el Dictionnaire d’Archeologie et de Liturgie chretiennes (París,1925, t. II, col 2359-2365). Sin embargo, no osaría decir que se pu-diese deducir de una cita la presencia de la obra en la biblioteca, nique la ausencia de una cita constituya a su vez la prueba absoluta deque el texto correspondiente no formaba parte. En efecto, las exigen-cias de una redacción ordenada no siempre permiten mencionar abso-lutamente todo. No vamos a recopiar el catálogo dirigido y publicadopor Leclerq. Basta con dirigirnos a las Institutiones para orientarnosen el contenido, la extensión y la política de esta colección. Y el frutode esta confrontación nos da una confirmación patente de que laevaluación de una biblioteca depende de su función y de que estafunción, en nuestro caso, se encuentra en la obligación de servir comoinstrumento a una corporación erudita.

La primera conclusión que se deduce de los textos, es sobre laactividad libresca de Casiodoro, relacionada con el carácter infatiga-ble del maestro de buscar sistemáticamente por todas partes dondeentreveía una simple esperanza de éxito. El tomo III de Milkau nos danumerosos ejemplos que creo inútil repetir aquí y a los que me remi-to. Sin embargo en todas estas ocasiones se ve que esta búsqueda deobras no dependía de la imaginación individual del líder, sino que, alcontrario, éste siempre tenía en vista las necesidades prácticas de suescuela erudita y del scriptorium. Verdaderamente Casiodoro poseíael alma del gran maestrescuela, quizás un poco superficial y un pocopedante a causa de eso mismo, pero siempre atraído por las preocupa-ciones didácticas. Cuando digo esto, no quiero decir que sólo tenía encuenta la educación de niños. Sólo tenía hombres maduros para ha-cerlo, ya instruidos por sí mismos, pero que quería guiar al nivel deuna especie de “Escuela de Chartes” de escritura y para lo cual noeconomizaba ningún esfuerzo. Instaló un seminario bíblico y teológi-co para los internos de Vivarium, que apoyaba a una comunidadmonástica, la que, para el resto, no difería mucho de la orden monásticareinante, de inspiración agustiniana. Casiodoro vivía para su escuelay su seminario, y la mayoría de las obras que publicó desde la funda-ción de Vivarium hasta su muerte, las produjo para el adoctrinamientode sus discípulos. Son manuales de aspecto enciclopédico, de genera-lidades o de detalles según el caso, pero evidentemente emprendidas

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por el maestro en beneficio de su institución. Aquí la función dominaal sabio. La ciencia para la ciencia no parece existir para él y lasinvestigaciones particulares encontraron siempre su inspiración direc-ta en alguna exigencia planteada por la didáctica científica desplega-da en Vivarium.

Esta academia, escuela o seminario –el nombre poco importa contal que se distinga el espíritu y la esencia– no tiene nada de compañíaclásica. Es una compañía cristiana. Toda su actividad científica y susinvestigaciones críticas se centraron en el estudio de las Escrituras,subordinadas a la filología sagrada tan apta en sus medios y en susprocedimientos técnicos como la del Mousaion alejandrino. El cotejode los textos es uno de sus grandes procedimientos técnicos puesto enpráctica y eso supone que los aprendiz-filólogos de Vivarium siempretenían en sus manos las ediciones básicas indispensables para este tipode trabajo, así como las obras fundamentales de las numerosas discipli-nas que le permitiesen comprender y, llegado el caso, poner a punto elsentido y los datos de las Escrituras sagradas. Por consiguiente la bi-blioteca no respaldaba una vida espiritual interior o de meditación dealmas devotas como lo da a entender la lectura prevista por Casiano ySan Benito. Se trata de una biblioteca de estudio que toma su carácterespecializado por el objeto mismo para el cual la institución fue funda-da; se trata de una biblioteca de trabajo comparable por su carácterespecializado a una biblioteca de seminario o de sociedad erudita. Enfin, se trataba de procesar la literatura cristiana, sagrada, a la manerafilológica de Alejandría, para presentar a la cristiandad en lo sucesivoun texto indiscutible desde el punto de vista tanto de su terminaciónexterna como de su corrección interna. Entonces la primer condiciónera la reunión de toda esa literatura cristiana que se revelaba útil parahacer el “toilette” científico de algo santo. Esta biblioteca tal comoaparece en su catálogo reconstruido se presenta para nosotros en unaatmósfera científica y de plena racionalidad. Todo espíritu devociona-rio está ausente. La devoción parece ser el resultado del trabajo de losdos abates ascendidos a la dirección espiritual y especialmente nom-brados para eso, pero no de Casiodoro. En realidad, incluso se podríacolocar a uno de esos paganos escépticos, no fanáticos seguro, ya quela misión a cumplir en Vivarium no suponía necesariamente creencia y

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devoción, como tampoco hay que ser estrictamente budista para estu-diar científicamente los textos de Buda.

Por consiguiente la parte esencial de esta biblioteca corresponde-rá al sector cristiano. Cuando se mira más de cerca, no se puede dejarde destacar la singular deficiencia de los autores griegos, a pesar deque la teología cristiana encuentra la mayor cantidad de documentosy los más importantes en el pensamiento de la iglesia de Oriente.Hubo autores orientales y griegos, pero no son muchos. Sin embargoson numerosos los griegos presentes en los armarios de Casiodorobajo la forma de traducción latina. La traducción del griego al latíndebió ser muy activa y muy impulsada en Vivarium. Epifanio yMuciano lo secundaron como jefes de traductores. Hablando de esto,un día Casiodoro remitió a sus alumnos a los textos griegos origina-les, justificando el empleo de la traducción sólo para aquellos que noestaban familiarizados con esa lengua. Sin embargo, me pregunto siesto no constituía más bien un Wunschbild4 mientras que la prácticade Vivarium era todo lo contrario.. Se está tentado de deducir eso dela composición de su biblioteca teológica. Entre paréntesis, recuerdoque, si ella contiene textos literarios paganos latinos, no figura allíningún texto puramente literario griego.

Hay que ver en eso, me parece, el efecto de un cierto realismo departe del maestro y de parte de los socios. Los monjes italianos pro-bablemente eran muy inexpertos en griego en la época de los últimoscoletazos de la civilización y del imperio romano. Roma conoció unúltimo refugio del purismo en las capas letradas y eruditas paganas.Las provincias como Galia conservaban mejor las viejas tradicionesculturales que la metrópoli ¿El trabajo de Casiodoro fue alcanzadopor ese purismo. manifestación de un anhelo romano, en ese momen-to, tan pueril como vano? ¿Y Casiodoro mismo? Comprendemos quedesde la escisión del Imperio, las dos partes se desarrollan comorivales, y que desde la ocupación de Italia por los godos, el Orienterepresentaba para el maestro de Ravena, el adversario al que Boeciofue, implacable pero inútilmente sacrificado. La tensión política dealgún modo también se transmitió a los dos troncos de la Iglesia y elreconocimiento del obispo de Roma como jefe universal de esa Igle-

4 Ideal (Nota de T).

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sia es algo que no iba aislado y que no dejaría de provocar agitación.La gran teología cristiana es oriental; también la gran ortodoxia gra-cias al inmenso esfuerzo conciliar. Verdaderamente San Agustín erael único occidental que podía rivalizar con Oriente. La reconquista deOccidente estaba en plena ejecución e incluso fue la causa ocasionalde la fundación de Vivarium. Los dos imperios sólo estaban separa-dos uno del otro por fronteras de provincias. Así todo conspirabacontra el Oriente cuyo predominio cultural además se estaba debili-tando a ojos vista y cuya decadencia se anunciaba de una manera tanciega como en el Occidente latino. La traducción latina sólo permitetender un puente por encima de los dos abismos en los que zozobrabapor completo la intelectualidad antigua, a pesar de que la caída semostró más precipitada aún en Occidente que en Oriente. De todasformas, la traducción está entre los grandes medios operativos de labiblioteca de Vivarium. Sin embargo, algunas veces son inexplicableslas lagunas que se observan en la literatura oriental griega. La escasezde modelos sólo nos permite conformarnos. Y aún eso no explicagran cosa.

Continuando nuestra pequeña investigación relativa a esta biblio-teca monástica modelo, hay que prestar atención a otra cosa, esencial-mente al hecho de que la gran Patrística está compitiendo en nuestrocatálogo con los recentiores5 de la época misma de la decadencia. Sinduda, por algo es la proximidad cronológica. La producción contempo-ránea, o casi, no plantea problemas, ¿es una explicación suficientemen-te satisfactoria?. No me animo a responder afirmativamente. Debióhaber habido razones de otro tipo. Ciertamente, se está tentado deapelar al gusto enciclopédico de Casiodoro que tenía interés por todo einvestigaba todo. Quizás eso explica en parte la presencia de losrecentiores, pero eso no explica del todo la ausencia de la gran tradi-ción teológica. Teóricamente el gusto enciclopédico habría debido ex-tenderse a todo. Tengo la impresión, pero debo dejar el juicio final apersonas más competentes que yo en el tema, que Casiodoro jamás fueen esencia un teólogo y que el teologismo de Vivarium constituía almenos para él, un remedio para salir del paso. Me cuesta trabajo ver enél, un carácter profundamente religioso y su teología sin duda represen-

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5 Más recientes (N del T)

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taba un raro eclecticismo; tan raro que se indaga en vano en la psicolo-gía normal, es decir en la psicología desagradable al teólogo.

¿Cuál fue su preparación teológica antes de despedirse del mun-do?. Su actividad literaria no nos permite suponer que haya roto contodas las sutilezas de la profesión. No dudo de la sinceridad de sucristianismo; dudo simplemente de su preparación teológica. Toda lacarrera de Casiodoro un poco nos deja bajo la impresión de unasuperficialidad desconcertante. El carácter de un hombre extremada-mente inteligente, demasiado inteligente para someterse a trabajosmuy duros, muy dogmáticos, muy peligrosos. Su enciclopedismo siem-pre es más de superficie que de profundidad. En cierta forma esoexplicaría la desproporción entre dos fracciones de autores teológicoscristianos en la biblioteca: los presentes y los ausentes. Por ejemplodecir que no pueden citarse todas sus fuentes y todo lo que conteníanlos armaria, no resuelve la cuestión. Pues sería necesario entoncesexplicar porque el silencio preferentemente recayó sobre una parte,para colmo la más importante, en lugar de extenderse uniformementea toda la literatura.

Cuando se cuentan los autores cristianos que ejercitaron su plu-ma sobre temas no específicamente teológicos, tales como los histo-riadores, los geógrafos, los cosmógrafos y hasta comprende los agró-nomos, se advierte que están proporcionalmente bien representadosen el catálogo. El mismo enciclopedismo entrometido de Casiodoropodría resolver eso si no hubiera más remedio, si no hubiese unarazón más seria para explicarlo. La biblioteca de Vivarium es uninstrumento y su función explica su composición. Debía apoyar unaobra de filología de las Escrituras. Ahora bien, esos autores cristia-nos, cada uno por separado y con un punto de vista particular, sumi-nistraban una contribución auxiliar indispensable al fin general que seproponía Vivarium. La comprensión perfecta del texto sagrado, suinterpretación y su presentación correcta no podían más que ganarpor ejemplo con la identificación de los datos exactos, con la descrip-ción detallada de los lugares y con la exposición adecuada de lasrealia mencionadas en el texto. No es necesario más para justificar supresencia.

Por otra parte se destaca que la filosofía se encuentra representa-da de una manera más o menos satisfactoria. La gran tradición filosó-

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fica pertenecía al pasado y no hay por qué suponer en Casiodoro unbrusco renacimiento del interés filosófico. Por otra parte, no veo queviolencia podía ejercer el fin de la institución sobre Casiodoro paradar una representación preferencial a la filosofía entre sus instrumen-tos académicos. Quizás hay una explicación más humana: la casicontemporaneidad de Boecio. Fue ejecutado en el 524, cuandoCasiodoro ya había entrado desde hace tiempo en la misma carrerapeligrosa y en la misma colaboración fatigante. Aunque diferentes decarácter, hubo mucho en común entre estos dos espíritus, y sus almaspodían comunicarse espontáneamente. Descendían del mismo patri-ciado romano, animados con la secreta esperanza de rehacer un impe-rio sobre la base común de Ravena y Roma. Los dos eran romanistasy romanos que colaboraban con el ocupante en la misión romana enesa época, misión europea eterna. Quizás Casiodoro se asustó uninstante, cuando Símaco y Boecio cayeron víctimas –mártires dirá laEdad Media– de la desconfianza de Teodoro pese a ser instruido y debuena voluntad, pero continuó sirviendo al maestro, mientras leíaprobablemente a escondidas, afligido y melancólico, los acentos delDe consolatione philosophiae, de un estoicismo pagano apenas toca-do superficialmente por el cristianismo de su gran congénere. Decidióabandonar ese servicio de buena voluntad y patriotismo romano ydejó el mundo cuando, habiendo alcanzado la mitad de la cincuentena,no creía más en el partido, es decir cuando el conflicto entre elromanismo de Bizancio y el de Occidente godo se agudizó. ¿Ya que-ría abandonar el servicio de una colaboración muy pesada y muypoco prometedora cuando propuso al papa Agapito en el 535 fundaruna universidad cristiana occidental? ¿Apuntaba a convertirse en elprimer rector de esa academia pontificial y romana antes de realizarlaél mismo a sus expensas? No sabemos nada, pero son preguntas quese plantean espontáneamente. En todo caso, Boecio fue un colabora-dor-filósofo que repartía su tiempo entre las dos funciones igualmenteatrayentes. Quería volver a Aristóteles accesible al mundo latino conla traducción y el comentario de sus obras completas y con otrostrabajos más personales. Casiodoro no puede dejar de tenerlas en susvillas de Roma y Ravena y, probablemente por eso, le vino la aficióna una disciplina tan peligrosa como útil para la obra que inició en suretiro calabrés.

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Además se observa en ese catálogo reconstruido que las ArtesLiberales propiamente dichas, el triviuem y el quadrivium están pocorepresentadas proporcionalmente hablando, a excepción de la gramá-tica y de la ortografía. En seguida decimos que esta deficiencia relati-va es, en el fondo, más aparente que real en el sentido de que entrelos autores cristianos ya mencionados, se podían encontrar muchossuplentes para esas disciplinas. Entonces no se puede alegar una faltade interés de parte de Casiodoro hacia las Artes en general ni unafalta de utilidad de esas disciplinas para su instituto. Quizás aquí sepodría pensar que la nomenclatura que nos facilitó la obra de Casiodorono está completa. Sin embargo, es innegable que, cuando algo real-mente le interesaba, vemos a los autores reaparecer ordenadamente,Tal es el caso, por ejemplo para la gramática y la ortografía. Si por sucarácter profano las otras artes liberales estaban escasamente repre-sentadas, aquí tenemos algo que decir de dos disciplinas esencialespara una sociedad erudita que se ocupa de presentar textos cristianosmás puros y con la mayor corrección posible. La preparación filológicay la preparación del scriptorium, todo conspiraba para una gran for-mación previa en el orden gramatical y ortográfico. Incluso para re-dactar manuales especiales en ese dominio, era necesario el trabajodel pedagogo práctico. Formaba escribas y sabios a la altura de suoficio respectivo. No hay por qué extrañarnos demasiado de eso. Lasexigencias prácticas están en la base de una y de la otra.

Y de este modo se cierra el ciclo de esta biblioteca extraordinariatanto por su extensión como por su orientación. instrumental. Estabiblioteca nació para cumplir una función determinada; ella se expli-ca por la función que dio lugar a su nacimiento, a su composición ysu uso. Por esa razón estuvimos obligados a hablar de ella más deteni-damente. Vivarium –academia y escuela– en suma, es un Mousaioncristiano, de dimensiones mucho más modestas que su prototipo, re-conozco, pero parecido en cuanto a la inspiración. También parecidopor los ímpetus salidos de él. Entonces Vivarium es el modelo demonasterio medieval donde el scriptorium, la biblioteca y el libroocupan un lugar de honor, a pesar de que todo eso sólo puede teneruna relación muy lejana con el ascetismo que inspiró las institucionesmonásticas desde su origen hasta nuestros días. Es un Mousaion en elsentido de que Vivarium apuntaba a enseñar la ciencia cristiana y que

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para conseguirlo, comenzaba por disciplinar la escritura, elscriptorium,el libro y el texto cristiano. La Edad Media consideró alos ejemplares de Vivarium como modelos, guías y ejemplos. A pesarde eso, su carrera fue muy insegura. Nacido con Casiodoro, Vivariumcasi se hundió con él. Aún le sobrevivió algún tiempo para desapare-cer definitivamente. Ciertamente, había algo anormal en esta institu-ción anfibia, a la cual ni Occidente, ni la cristiandad estaban habitua-dos. Un monasterio es un monasterio, y el Mousaion es un Mousaion,pero la amalgama de dos cosas tan extrañas entre sí, tan divergentesen sus funciones y en sus ocupaciones a pesar de la habilidad deCasiodoro para tenerlas unidas, salía demasiado de lo común parapoder figurar en el futuro, al menos en el futuro inmediato. Bajo esteaspecto podemos decir que Vivarium fue un fracaso total. Sin embar-go, alcanzó cierta perpetuidad pero por un retroceso. Y el retrocesofue la fundación puramente ascética de San Benito.

Cuando, poco después el mundo agotado se hundía cada vez másen el caos merovingio, enérgicamente se imponía la urgencia de latarea de enseñar en las fundaciones monásticas. El deber de la escuelay a continuación de ella, el deber de la ciencia cristiana, se impusie-ron a pesar de todo a una regla cenobítica que no tenía nada previstopara esto. Y ante las necesidades urgentes, la orden benedictina reco-gió el espíritu y la actividad bicéfalos de Vivarium. Este recibimientode una tradición opuesta a la suya no se hizo como consecuencia deuna orden expresamente dada, sino que se impuso a todo el mundocomo una presión anónima de la historia universal a la que nadiepodía oponerse. El monasterio benedictino que fue el refugio de lapiedad cristiana, y también puede ser del descontento cristiano contrala jerarquía oficial, transformándose lentamente, llegó a ser el refugiode la alta cultura cristiana y el depósito de las tradiciones del clasicis-mo antiguo. El monasterio benedictino iba a convertirse en el refugiode las Artes y el refugio de la ciencia, un poco en detrimento de suvocación espiritual primitiva. Periódicamente movimientos de refor-ma internos iban a corregir la situación y a llevarla a un estado deequilibrio.

Vivarium desapareció. Lo que sucedió con esa biblioteca enérgi-camente constituida, nadie lo sabe con certeza. Los “palimpsestos” deBobbio sólo representan una teoría seductora. Quizás es exagerado

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decir que toda ella carece de fundamento. Pero de ahí a decir que esvaledera verdaderamente sería muy audaz. Una colaboración tan es-trecha entre el monasterio y la academia y entre la academia y labiblioteca, a la manera griega, realmente haría de Vivarium una insti-tución única y solitaria entre dos mundos: entre el mundo griego deAlejandría y el mundo europeo de Aix.-la-Chapelle. Bajo cierto as-pecto, la influencia de Casiodoro fue sobreestimada. A pesar de lasapariencias, jamás fue un clásico de la Edad Media, aceptado univer-salmente. Vivió más para las técnicas que para las letras. Conoció eldestino de los iniciadores y de los clarividentes, el destino de estar yde quedar solo y solitario. Incluso la tradición es más viva en Irlanday Gran Bretaña donde su política encontró mayor eco, aunque sunombre no estuviese ligado más que en otro lugar. La Amiatinus esuno de los tributos más auténticos de ello. Las peregrinaciones de losinsulares hacia el continente en los siglos VII y VIII sirvieron devínculo, la mayoría de las veces anónimos, entre un momento meteóricodel pasado y una tradición cristiana.

En cuanto a nosotros, Casiodoro fue un ejemplo y una ilustraciónnotable de nuestra opinión de que la biblioteca siempre sirve a intere-ses extrínsecos y normalmente se somete a maestros extraños. Por lafuerza misma de las cosas, esos maestros a menudo son grupos osociedades destinadas a trabajos científicos, cualesquiera sea su natu-raleza y su amplitud. Casiodoro quiso usar la ciencia antigua para laelevación de una ciencia cristiana. La biblioteca se creó y desarrollópara atender a las necesidades de esa institución tan plena de porve-nir. Ella fue muy digna de la cristiandad y muy digna de nuestracivilización occidental.