impresión anastática

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Page 1: Impresión anastática

Impresión anastática EDGAR A. POE

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Librodot Impresión Anastática Edgar A. Poe

LIBRODOT Mayo de 2006

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Impresión anastática∗ ["Anastatic Printing", Broadway Journal, 12 de abril de 1845.]

Todos admiten que últimamente se ha producido una invención bastante singular, llamada Impresión anastática, cuya invención puede posiblemente conducir, con el correr del tiempo, a algunos resultados notables, entre los cuales, aquel en el cual se insiste que es la abolición de proceso ordinario de estereotipia: pero esto parece ser todo, al menos en Estados Unidos, de lo que se entiende distintamente del asunto.

"No hay ninguna belleza exquisita", dice Bacon, "sin alguna rareza en las proporciones". El filósofo hacía referencia, aquí, a la belleza en su acepción común, pero el comentario es igualmente aplicable a todas las formas de belleza, es decir, a todo lo que despierta profundo interés en el corazón o el intelecto del hombre. En cada uno de ellos, la rareza –en otras palabras, la novedad–resultará ser el elemento principal; y tan universal es esta ley que no tiene excepción alguna, aun en el caso de este elemento principal mismo. Nada, a menos que sea novedoso –ni siquiera la novedad misma– dará origen a una muy intensa emoción en los hombres. Así, el aburrido que viaja con la esperanza de disipar su aburrimiento por la perpetua sucesión de novedades, se sentirá inevitablemente defraudado al final. Recibe la impresión de novedad tan continuamente que finalmente no es novedad recibirla. Y el hombre, en general, del siglo XIX –más precisamente de nuestro período particular de él– se encuentra muy especialmente en la situación del viajero en cuestión. Estamos tan habituados a nuevas invenciones, que ya no obtenemos de la novedad el vivo interés que debería despertar lo nuevo, y ningún ejemplo podría ser aducido más evidentemente para mostrar que la mera importancia de una novedad no bastará para atraer a ella la atención universal que encontramos respecto de la invención de la Impresión Anastática. No excita la quincuagésima parte de los comentarios provocados por la comparativamente frívola invención de Sennefelder*; pero él vivió en los buenos viejos tiempos cuando una novedad era novedosa. Sin embargo, mientras que la litografía abrió el camino para un pasatiempo muy agradable, le tocó a la Impresión anastática revolucionar el mundo.

Por medio de este descubrimiento cualquier cosa escrita, dibujada o impresa puede estereotiparse a sí misma, con perfecta exactitud, en cinco minutos.

Tomemos, por ejemplo, una página de esta revista; suponiendo que sólo un lado de la hoja está impresa. Humedecemos la hoja con un ácido diluido y luego la colocamos entre dos hojas de papel secante, para absorber la humedad superflua. Luego ponemos el lado impreso en contacto con una placa de zinc que está sobre la mesa. El ácido en los espacios entre las letras inmediatamente corroe el zinc, pero el ácido sobre las letras mismas no produce ese efecto, habiendo sido neutralizado por la tinta. Retirando la hoja al cabo de cinco minutos, encontramos una hoja invertida, en ligero relieve, de lo impreso en la página; en otras palabras, tenemos una placa en estereotipo, de la cual podemos imprimir un gran número de facsímiles absolutos de la página impresa original, la cual no había sido dañada en absoluto en el proceso, es decir, podemos todavía producir de ella (o de cualquier impresión de la placa en estereotipo) nuevas placas ad libitum. Cualquier grabado, o dibujo a la pluma, o cualquier manuscrito, puede ser estereotipado exactamente de la misma manera.

Los hechos de la invención están establecidos. El proceso está funcionando ∗ [En noviembre de 1845, Poe imprimió una carta como circular "anastática". El número de copias que Poe imprimió y distribuyó se desconoce, aunque por lo menos cuatro están registradas y tres han sobrevivido.] (N. del E.) * Aloys Senefelder (1771-1834) nacido en Praga, inventor de la litografía. [Poe escribe mal el nombre: con doble "n".]

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exitosamente tanto en Londres como en París. Hemos visto varios especímenes de impresos hechos a partir de las placas descriptas, y tengo ahora delante de mí una hoja (de la London Art-Union) cubierta de dibujos, manuscritos, letras de imprenta e impresiones de grabados en madera, todos ellos impresos de los estereotipos "Anastáticos" y garantidos por la Art-Union de ser perfectos facsímiles del original.

El proceso puede apenas ser considerado como una nueva invención, y parece ser más bien la modificación y exitosa aplicación de dos o tres principios previamente establecidos: los de grabado, electrografía, litografía, etc. De esto se sigue que será muy dificultoso establecer o mantener un derecho de patente y es probable que los beneficios del proceso pronto se harán conocer al mundo. En cuanto al secreto sólo puede serlo de nombre.

Que el descubrimiento (si podemos llamarlo así) haya sido hecho, no puede sorprender a ninguna persona pensante, el único asunto que sorprende es que no haya sido hecho hace muchos años. Lo obvio del proceso, sin embargo, no disminuye su importancia en medida alguna. Por cierto, sus resultados inevitables encienden la imaginación y perturban el entendimiento.

Todos percibirán, inmediatamente, que el proceso ordinario de estereotipar será abolido. A través de su proceso ordinario, un editor puede con seguridad mantener los medios de producir una edición tras otra de cualquier obra cuya venta cierta justifique el costo del estereotipado, que es insignificante en comparación con el de recomponer el material. Pero, sin embargo, el costo (de estereotipar) es, positivamente, grande. Además, no siempre puede haber certeza sobre las ventas. Los empresarios se ven a menudo obligados a recomponer obras que no son publicadas en absoluto, porque las ediciones pequeñas no rinden y las ventas anticipadas no garantizarán el costo del estereotipo. Algunas de estas dificultades serán inmediatamente remediadas por la Impresión anastática y serán remediadas en un corto lapso. Un editor sólo necesita imprimir el número de copias exigido por la demanda inmediata. No necesita por cierto imprimir más de una docena, aunque confíe totalmente en su éxito. Conservando una copia, puede, a partir de ella sin ningún costo excepto el del zinc, producir con la rapidez deseada, tantos ejemplares como considere apropiado. Alguna idea de las ventajas así acumuladas, puede deducirse del hecho de que en varios de los depósitos londinenses de publicaciones hay depositada en placas de estereotipo solamente, propiedad por la suma de un millón de libras esterlinas.

El próximo punto de vista sobre el caso, en cuanto a su evidencia, es que, de ser necesario, pueden tomare de cualquier diario o publicación similar cien mil impresiones por hora, o infinitamente más. Pueden ser puestas en funcionamiento tantas prensas como la ocasión lo requiera, por cierto, no puede haber límite al número de ejemplares que pueden producirse, siempre que no tengamos límites al número de imprentas.

La tendencia de todo esto a abaratar la información, a difundir el conocimiento y el entretenimiento y a poner a disposición del público las obras que son más valiosas, pero que circulan menos en razón de su dificultad de venta, es algo que apenas necesita ser sugerido a nadie. Pero tales beneficios son meramente los inmediatos y más obvios, en modo alguno los más importantes.

Por algunos años –tal vez– el fuerte espíritu de convencionalismo –de con-servadurismo– inducirá a muchos autores, en, general, a recurrir, como es corriente, a los tipos móviles. Un libro impreso, actualmente, es más agradable a la vista, y más legible, que un manuscrito, y por algunos años no se descartará la idea de que este estado de cosas es necesario. Pero gradualmente se recordará que, mientras el manuscrito fue una necesidad, los hombres escribieron de una manera que ningún libro escrito en los tiempos modernos ha superado sus manuscritos, ni en exactitud ni en belleza. Esta consideración llevará al cultivo de un estilo prolijo y distinto de escritura a mano, porque los autores percibirán la inmensa ventaja de entregar sus propios manuscritos directamente al público, sin la costosa interferencias del tipógrafo y la a menudo ruinosa intervención del editor. Todo lo que un hombre de letras tiene que hacer es prestar alguna atención a la legibilidad del manuscrito, ordenar las páginas a su conveniencia y estereotiparlas instantáneamente como han sido

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ordenadas. Puede intercalar sus propios dibujos, o cualquier otra cosa que se le ocurra a su imaginación, en la certeza de que será impecablemente presentado a sus lectores, con toda la frescura de su concepción original.

Al llegar a este punto nos detiene una consideración de infinita importancia, aunque aparentemente de un carácter confuso. El cultivo de la precisión en los manuscritos, así hecho valer, tenderá con un ímpetu inevitable a toda clase de perfeccionamiento en el estilo –más especialmente en cuanto a la concisión y distinción– y esto, a su vez, en un grado aún más perceptible, a la precisión del pensamiento y a la clara disposición del asunto. Hay una muy peculiar y fácilmente inteligible influencia recíproca entre lo escrito y la forma de escribirlo, pero la última tiene la influencia más fuerte de ambas. El efecto más remoto sobre la filosofía en general, que resultará inevitablemente del mejoramiento del estilo y el pensamiento en cuanto a concisión, distinción y precisión, sólo necesita ser sugerido para que se lo conciba.

Como consecuencia de la atención dirigida a la elegancia y la belleza del manuscrito, será revivida la antigua profesión de escriba, proporcionando abundante trabajo a las mujeres, ya que la delicadeza de su modalidad las hace particularmente aptas para tales tareas. La amanuense femenina, por cierto, ocupará muy aproximadamente la posición del actual tipógrafo, cuya labor será desviada forzosamente a otros canales.

Estas consideraciones son de vital importancia, pero todavía hay una más allá de todas ellas. El valor de cada libro es un compuesto de su valor literario y su valor físico o mecánico, como producto del trabajo físico aplicado al material físico. Pero actualmente, este último valor predomina grandemente, aun en las obras de los autores más estimados. Se verá, sin embargo, que la nueva condición de las cosas dará todavía precedencia al valor literario, y es así como los libros llegarán a ser estimados por los hombres pos su valor literario. El opulento caballero que goza de una vida regalada perderá su posición ventajosa de que ahora goza y se verá obligado a inclinarse en términos de igualdad con el pobre diablo del autor. Actualmente, el mundo de las letras es una especie de congreso anómalo, en el que la mayoría de los miembros están obligados a escuchar en silencio, mientras que toda la elocuencia procede de unos pocos privilegiados. En el nuevo régimen, los más humildes hablarán tan a menudo y tan libremente como los más elevados y estarán seguros de recibir exactamente la cuota de atención que merezca el mérito intrínseco de sus discursos.

De lo que hemos dicho resultará evidente que el descubrimiento de la Impresión anastática no sólo no evitará la necesidad de las leyes de derechos de autor y especialmente de la ley internacional, pero hará dicha necesidad más imperativa y evidente. Se ha mostrado que al disminuir el valor material de un libro, la invención elevará proporcionalmente el valor de su aspecto espiritual, y puesto que es sólo para proteger este último que son necesarias las leyes de derechos de autor, la necesidad de protección será más urgente y obvia que nunca.