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1 II SENAC SEMINARIO NACIONAL DE CATEQUESIS Biblia y Catequesis La Palabra de Dios como estilo de vida para los jóvenes

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II SENAC SEMINARIO NACIONAL DE CATEQUESIS

Biblia y Catequesis

La Palabra de Dios como estilo de vida para los jóvenes

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Movimiento de la Palabra de Dios – Proceso Comunitario para la Confirmación

Introducción

En este tiempo en el que como Iglesia reflexionamos y buscamos nuevos caminos para la Evangelización y la

transmisión de la fe cristiana, se nos invita a desarrollar una catequesis donde la Palabra de Dios sea el centro,

se nos invita a volver a las fuentes.

El Papa emérito Benedicto XVI nos dice: “Un momento importante de la animación pastoral de la Iglesia en el

que se puede redescubrir adecuadamente el puesto central de la Palabra de Dios es la catequesis, que, en sus

diversas formas y fases, ha de acompañar siempre al Pueblo de Dios…” 1

Como catequistas, discípulos misioneros, sabemos que la Palabra de Dios es el corazón de toda la catequesis, la

Palabra acompaña el proceso paulatino de crecimiento en la fe y lleva al culmen de la Liturgia, mesa de la

Palabra y de la Eucaristía, lugar de celebración de los Sacramentos, de encuentro de la comunidad, de fiesta y de

gozo.

Lo que muchas veces nos sucede como catequistas es que no sabemos el cómo hacer que la Palabra de Dios sea

el centro de la catequesis.

1. El catequista en comunidad, punto de partida

El catequista recibe un llamado de Dios y discierne su vocación desde la pertenencia a una comunidad fraterna

de oración; el catequista sirve desde una comunidad; la vida fraterna con otros alimenta su espíritu y lo impulsa

a ser catequista anunciador de la Palabra de Dios. La vida comunitaria no es algo más en la vida del catequista

sino lo esencial; en la comunidad se comparte la vida, se ora junto a otros y se recibe de Dios lo que se necesita

para la misión y el anuncio.

1Exhortación Apostólica Post Sinodal Verbum Dominin° 74.

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Desde la pertenencia a una comunidad, el catequista es el varón ola mujer de la Palabra, no solo escucha y

recibela Palabra de Dios en la celebración de la Misa dominical, sino que es un discípulo, un testigo, un amigo de

la Palabra, la hace cotidiana a su vida; sabe que Jesús es la Palabra de Dios que le habla en todo momento, se

vincula con la Palabra desde la cercanía y el amor a su Maestro, habla con Dios a través de la Palabra y Dios le

habla a través de ella, es un diálogo de confianza y de amor.

El catequista hace de la Palabra de Dios su estilo de vida, sale de su boca en todo momento, la anuncia, la

proclama, la vive, la reza, se hace uno con la Palabra y desde este vínculo la transmite a otros. El catequista

desarrolla una espiritualidad de la Palabra de Dios.Podemos decir que el catequista es sacramento de la Palabra

de Dios.

2. El testimonio como vía de anuncio de la Palabra de Dios

Ciertamente hay una diversidad importante de itinerarios catequísticos, cada uno prioriza o desarrolla un

aspecto o una metodología por la cual hacer que se produzca el encuentro de Dios con los hombres; lo

importante, en esta diversidad de caminos, es no perder el sustento seguro de la Palabra y propiciar el horizonte

del encuentro personal y comunitario de los jóvenes con Dios.

El magisterio de la Iglesia es abundante en estos temas; el Concilio Vaticano II con sus Constituciones, en

especialla Dei Verbum; las Encíclicas papales y las Exhortaciones Apostólicas Post Sinodales, específicamente la

Verbum Domini del Papa emérito Benedicto XVI fruto del Sínodo de los Obispos sobre la Palabra de Dios. Todo el

tesoro del magisterio de la Iglesia constituye un punto referencial seguro desde donde orientarse y caminar.

Quizás nos pueda ayudar a comenzar a vislumbrar el cómo hacer para pasar del saber (del pensamiento y del

documento) a lo actuado, a la vivencia concreta y real en el camino catequístico; la víadel testimonio.

El testimonio es el camino del testigo, del que habla por lo que ha visto y oído, el camino del que narra una

experiencia, del que comparte una vivencia, una modalidad, una forma.

El testimonio que queremos compartir surge de la experiencia del acompañamiento de jóvenes en el Proceso

Comunitario para la Confirmación, un proceso catequístico de iniciación cristiana de estilo catecumenal, en

etapas, con una fuerte impronta kerigmática, un desarrollo Cristocéntrico y un sustento bíblico, donde se

anuncia el kerygma en orden a la conversión de la vida.

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El Padre Marcelo Gil nos testimonia su experiencia profunda de Dios durante su adolescencia en el Proceso

Comunitario para la Confirmación

La gracia de la Confirmación en mi historia En 1984, a los 15 años, yo cursaba mis estudios secundarios en el Instituto Nuestra Señora de Loreto en Avellaneda, Buenos Aires. Tenía una vida sin sobresaltos, salvo los propios de la adolescencia: inestabilidad emocional, alguna “peleíta” con mis padres, dudas y confusión, muchos sueños, entusiasmo y la búsqueda de cambiar el mundo que me rodeaba. A comienzos de ese año empecé a percibir que en el colegio “algo” estaba sucediendo: algunos compañeros de los cursos superiores habían hecho la experiencia de prepararse para la confirmación y muchas actitudes habían cambiado en ellos; se los veía muy contentos, contagiaban alegría, se trataban mejor que de costumbre y comenzaron a hablar de Dios al resto, a darnos testimonio con la palabra y la vida. Así, movido por mi búsqueda y por ese testimonio, me acerqué al Proceso Comunitario para la Confirmación (PCC), el modo pastoral de prepararse al sacramento que había comenzado en 1982 en la parroquia del colegio y era llevado adelante por algunos miembros del Movimiento de la Palabra de Dios. Durante el Proceso mi corazón fue abriéndose a Dios cada día más. Participando de la catequesis comencé a salir de mis vaivenes adolescentes; creo que empecé a madurar. Al mismo tiempo, entendí lo que significaba compartir la vida con otros, expresar mis anhelos más profundos y recibir las necesidades de los demás en un ambiente comunitario. Comencé un camino de vinculación con Dios, sobre todo a través de la lectura de la Palabra y la oración espontánea y abierta al Espíritu Santo. Empecé a servir a Dios y al prójimo; mi anhelo por la evangelización crecía y busqué muchas formas de concretarlo (como catequista de primera comunión en la parroquia, dando testimonio en casa, anunciando a Jesús a mis amigos, etcétera). ¡Me convertí! Ésta es la expresión más adecuada; mi vida antes del PCC había sido la de un adolescente común y, a partir de ese año, el Señor cautivó mi corazón y me abrió un horizonte nuevo de vida y de fe. Comencé a anhelar profundamente anunciar el Evangelio a los que no lo conocían. Nada fue igual para mí desde entonces; fui consciente de la presencia viva de Dios en mi corazón, me encontré con Él y comencé a seguirlo en lo cotidiano, a preguntarle qué quería para mí. Me incorporé a un grupo de oración del Movimiento de la Palabra de Dios y desde entonces me comprometí a servir, especialmente anunciando a Jesús a los jóvenes a través de la catequesis para la Confirmación (…) Durante muchos años pude ser testigo de la obra de Dios no sólo en mí, sino también en los que hacían el PCC y optaban por abandonar “la vida del hombre viejo”; estos hermanos recibían gracias de reconciliación familiar, con amigos y otros, de renuncia al pecado en todas sus formas, de sanidad al dejar la droga, el alcohol, los desórdenes de la sexualidad, de testimonio en el medio ambiente juvenil, etcétera. Todo esto me animaba más y me llamaba a entregarme a Jesús en su Iglesia (…) El Señor me ha llamado a ser su servidor, catequista en su Iglesia, pastor de su pueblo y en este momento creo que Dios-Espíritu Santo sigue soplando con fuerza a través de este servicio (…)

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P. Marcelo Gil

Comunidad Nazaret Masculino

Revista Cristo Vive 147 - pág. 6

3. El anuncio de la Palabra de Dios desde la fuerza del Espíritu Santo

Este proceso de Catequesis de Iniciación Cristiana, “Proceso Comunitario para la Confirmación – PCC”tiene,

como ya dijimos, un sustento Bíblico, es decir que es sostenido y desarrollado desde el anuncio de la Palabra de

Dios. El término “anuncio” no pasa desapercibido en este proceso, ya que no es una proclamación, una lectura,

o un comentario bíblico; sino un anuncio.

Un anuncio es comunicar una Buena Noticia, es dar a conocer a una Persona; el anuncio de Jesús es la Buena

Noticia, tiene la fuerza de la novedad, irrumpe kerigmaticamente en la vida de quienes lo escuchan, despierta la

curiosidad, el entusiasmo, el ardor, la decisión, el seguimiento, la radicalidad por el Señor.

El anuncio de la Palabra atraviesa primeramente la vida de quien anuncia, lo hace testigo creíble de lo que dice,

pone fuego en sus palabras, genera una unión íntima y fuerte entre palabra anunciada y palabra vivida, provoca

el testimonio.

El Papa Pablo VI, en la Exhortación Apostólica Postsinodal sobre la evangelización del mundo contemporáneo

“EvangeliiNuntiandi”, nos invitó renovadamente a volver al anuncio de la Buena Noticia del Amor de Dios a

todos los hombres, dejándonos un mensaje esperanzador que no pierde vigencia: “Conservemos, pues, el fervor

espiritual. Conservemos la dulce y confortadora alegría de evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre

lágrimas. Hagámoslo —como Juan el Bautista, como Pedro y Pablo, como los otros Apóstoles, como esa multitud

de admirables evangelizadores que se han sucedido a lo largo de la historia de la Iglesia— con un ímpetu interior

que nadie ni nada sea capaz de extinguir. Sea ésta la mayor alegría de nuestras vidas entregadas. Y ojalá que el

mundo actual —que busca a veces con angustia, a veces con esperanza— pueda así recibir la Buena Nueva, no a

través de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de ministros del

Evangelio, cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo, y

aceptan consagrar su vida a la tarea de anunciar el reino de Dios y de implantar la Iglesia en el mundo.”2

Desde este ardor misionero por el anuncio de la Palabra de Dios a los jóvenes, compartimos el testimonio de

Yanina, catequista del PPC en la provincia de Córdoba.

2Pablo VI. EvangeliiNuntiandi. Exhortación Apostólica Postsinodal sobre la evangelización del mundo contemporáneo.

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Anunciaré la Palabra a los jóvenes “Yo te conjuro delante de Dios y de Cristo Jesús, que ha de juzgar a los vivos y a los muertos, y en nombre de su manifestación y de su Reino: proclama la Palabra de Dios, insiste con ocasión o sin ella, arguye, reprende, exhorta, con paciencia incansable y con afán de enseñar. Porque llegará el tiempo en que los hombres no soportarán más la sana doctrina; por el contrario, llevados por sus inclinaciones, se procurarán una multitud de maestros que les halaguen los oídos, y se apartarán de la verdad para escuchar cosas fantasiosas.Tú, en cambio, vigila atentamente, soporta todas las pruebas, realiza tu tarea como predicador del Evangelio, cumple a la perfección tu ministerio.”2 Tim. 4, 1-5 Cuando tenía 17 años, el Señor me regaló esta Palabra. Durante varias semanas, había estado preguntándole al Padre qué quería de mi vida, para qué me había creado. Apenas la leí y sin saber bien por qué, no tuve dudas de que me quería anunciándoles la Palabra a los más jóvenes. Al poco tiempo me invitaron al retiro de catequistas. Y el primer sábado de servicio en el PCC,* orando en casa antes de salir para la parroquia, me volvió a hablar el Señor con esta Palabra. Era el año 1997, y vinieron después muchos años de servicio, de anunciar la Palabra, de ser testigo de tantas gracias que el Señor derrama en los jóvenes que se acercan al Proceso Comunitario para la Confirmación. Estuve en varias zonas pastorales: en Buen Pastor (Barrio de Caballito en Capital Federal), en Villa Adelina (Prov. de Buenos Aires), en Córdoba, en La Cumbre... en cada lugar el impulso del Espíritu en mí es el mismo, me lleva a "gastar" la vida para que muchos jóvenes se encuentren con El Amor que conquistó mi corazón casi a la misma edad que ellos tienen. Cada sábado me encuentro con el Amor del comienzo, me siento ungida por El Espíritu que me arrebata, que me saca de lo que sea que esté viviendo: dudas, preguntas, oscuridades... todo desaparece cuando le dejo paso al Señor para que haga lo que quiera conmigo y con ellos. Los frutos siempre son los mismos: un amor cada vez más grande por Jesús, que nos amó primero; una alegría honda del Espíritu por cada paso que dan los chicos, por cada compartir, por cada gesto y cada oración. ¿Cómo volver a dudar de que tenemos un Dios vivo y de que Él es Amor? ¿Cómo no querer pertenecerle a Él por completo? En cada reunión estoy cara a cara con Dios, con el llamado que me hizo, con la identidad de catequista que me regaló. Él me quiso consagrada a su Amor, y en mí esto se realiza en vivir consagrada al anuncio de la Palabra, consagrada a los jóvenes. Yo tengo sólo barro y dos monedas, pero ¡esto es todo lo que Él necesita! (…) ¡Dios quiera hacerme fiel a la vocación de catequista que me dio para poder seguir dando testimonio de su inmenso Amor!

YaninaManassero

Revista Cristo Vive 152 – pág. 11

4. La Palabra de Dios como estilo de vida en el proceso catequístico

Todo proceso catequístico comienza con la actitud del Buen Pastor por parte de los catequistas (Lc. 15). El

catequista va a buscar a la oveja que se había perdido, que estaba lejos, que no podía volver sola, que no sabía

el camino de regreso; ir a buscar a los jóvenes allí a donde ellos suelen estar; en las esquinas de los barrios, en

las aulas de los colegios, etc.; invitándolos a través del testimonio personal a hacer una experiencia del amor de

Dios; dando testimonio de lo que Dios hizo y hace en la vida de los catequistas. La expresión que surge en los

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jóvenes es “yo quiero vivir eso” y la respuesta de los catequistas es la que Jesús les dio a los discípulos de Juan

“vengan y lo verán” (Jn. 1, 39).

El primer tiempo del proceso catequístico busca preparar la tierra donde será sembrada la Palabra de Dios,

conocer al interlocutor, al catequizando o catecúmeno, al joven, son encuentros de presentación, de expresión,

de compartir. Tienen un fuerte componente personal y grupal, buscan generar las disposiciones necesarias para

recibir el anuncio de la Palabra de Dios, podríamos decir que el objetivo es buscar la tierra fértil sin espinas y sin

piedras.

El anuncio de la Palabra, es el anuncio de la persona de Jesús como Señor de la vida, es un anuncio del kerigma.

Jesús irrumpe en la vida de los jóvenes como lo hizo con sus discípulos cuando se acercó a ellos caminando

sobre el agua, acallando sus miedos, calmando la tormenta, frenando el viento en contra, invitando a caminar

hacia El aun en medio de muchas dificultades, dejándose sujetar por Él (Mt. 14, 22-33)

Luego de este encuentro se anuncia a Jesús como aquel que sana lo que parece que es imposible, las parálisis,

porque mira el interior del corazón de los jóvenes y los invita a ponerse de pie, a dejar de mirarse a ellos mismos

y lamentarse; y aun con dolor, ponerse de pie, tomar la camilla y comenzar a andar (Jn. 5, 1-9)

Ya en la brecha del proceso catequístico, se comienza un tiempo de vivencia y enseñanza de los caminos que nos

llevan a un encuentro personal y comunitario con el Señor, comienza una etapa de anuncio de los Sacramentos

como caminos que dan Vida en abundancia.

Los Sacramentos pueden ser anunciados desde la Palabra de Dios y desarrollados a través de la enseñanza del

Magisterio de la Iglesia y del testimonio personal del anunciador.

Se anuncia la Gracia del Sacramento del Bautismo desde la Palabra que relata el propio Bautismo del Señor (Mt.

3, 13-16); la Gracia de la Eucaristía desde el discurso joánico del Pan de Vida (Jn. 6. 35) y desde el relato que

Lucas realiza de la ultima cena de Jesús con sus discípulos (Lc. 22, 19-20); el Sacramento de la Reconciliación

desde la hermosa parábola del Padre Misericordioso (Lc. 15, 11-24); así la Palabra de Dios se hace cercana,

visible, cotidiana; se experimenta a un Dios que es Señor, que habla a la vida concreta de cada joven.

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El punto central del proceso catequístico lo constituye el anuncio del kerygma, la pasión, muerte y resurrección

del Señor, el kerygma es anunciado desde la Palabra de Dios, desde los Evangelios que relatan este hecho

central y fundamental de la vida del Señor y de toda la humanidad.

El testimonio aporta lo valioso de la encarnación de la Palabra de Dios en la vida del anunciador y abre la puerta

a la vivencia concreta de lo anunciado, la entrega de amor de Jesús en la cruz, su muerte y su Resurrección son

por cada joven en particular.

La Palabra de Dios nos sigue guiando en este camino catequístico; luego del anuncio y la vivencia del hecho

fundamental de la vida cristiana, se invita a los jóvenes a caminar con esperanza y confianza en las palabras que

el Señor dijo: no olvidar lo que hemos escuchado de Él, al igual que los discípulos de Emaús, para poder

reconocerlo al partir el pan (Lc. 24, 13-24);nos invita a permanecer íntimamente unidos en la comunidad de

hermanos (Hch 2, 42-47), donde se aprende a orar (Mt. 6, 5-13) , nos invita a vivir la fraternidad a través del

mandamiento nuevo (Jn. 13, 34-35), a estar junto a María aprendiendo a descubrir el plan de Dios y el propio

querer personal (Lc. 1, 26-38); y nos invita a salir al encuentro de los que más nos necesitan (Lc. 1, 39-56).

En la comunidad se espera confiadamente el cumplimiento de la promesa hecha por el Señor “recibirán la fuerza

del Espíritu Santo” (Hch. 1, 3-8) y se celebra la fiesta de la venida del Espíritu de Dios (Hch. 2, 1-11) a través del

Sacramento de la Confirmación, recibiendo el mandato de no callar lo que hemos visto y oído y siendo

impulsados por el Espíritu Santo a ir por todo el mundo anunciando la Buena Noticia del amor de Dios a toda la

creación (Mc. 16, 15)

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Compartimos el testimonio de Matías luego de su primer retiro de catequistas del PCC

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5. La Palabra de Dios es una fuente inagotable

Este proceso catequístico se continúa en un itinerario catequístico permanente, la Palabra de Dios continúa

guiando el camino y alimentando la vida de muchos jóvenes; la comunidad se constituye aquí en puente que

conduce y muestra el camino a seguir, en familia que acoge, sostiene e impulsa.

El Magisterio de la Iglesia, el Catecismo, el Directorio Catequístico General, la vida de los santos, el Ritual de

Catequesis de Adultos con sus pasos bien marcados, son instrumentos muy valiosos para encarar un camino

catequístico serio con jóvenes.

No se trata entonces de absolutizar posturas sino de enriquecer los itinerarios catequísticos con la Palabra de

Dios, el testimonio, el anuncio…

«Para proclamar de modo fecundo la Palabra del Evangelio, se requiere ante todo que se haga una profunda

experiencia de Dios»

Benedicto XVI

¿Quién podría decir lo que Dios haría de nosotros si nos atreviéramos sobre su Palabra a seguirlo hasta el final

de sus inspiraciones y abandonarnos a su providencia?

Teilhard de Chardin

Equipo Movimiento de la Palabra de Dios

Proceso Comunitario para la Confirmación

YaninaManassero Ana Fabretti Pablo Capurzio Juan Manuel Romero