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II Encuentro de Jóvenes Investigadoresen Historia Moderna. Líneas recientesde investigación en Historia Moderna

Comunicaciones

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eCOLECCiÓN ESTUDIOSEDICIONES CINCAN° 5

Esta publicación se ha realizado dentro del Grupo de Excelencia de la URJC:"La Configuración de la Monarquía Hispana a través del sistema cortesano (siglos XIII-XIX):organización política e institucional, lengua y cultura (GE-2014-020)" financiado porel Banco de Santander

IVI4lMVERSIDAD AllOtnfA,

PRIMERA I<:DICIÓN:junio Qo 1¿-.

© Los autores

© DI<: ESTA EDlCIÓEdiciones Cinca. S.A.Sen icio de Publicaciones de la Uni\er~idad Rey Juan Carlo~

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DEPÓSITO LI<:GAL: M-21596-'¡OI5ISBN: 978-84-15:305-87-:3

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La participación de los caballeros de hábito en las empresas bélicas de la monarquía española: el Batallón de las Órdenes (1640-1700).

Agustín Jiménez Moreno URJC

[email protected]

Resumen: A principios del año 1640, y tras varios intentos infructuosos, se hizo realidad uno de

los objetivos más perseguidos por el Conde Duque de Olivares: la movilización de los caballeros de

hábito. Con ellos se formó una unidad de caballería que pasó a conocerse como el Batallón de las

Órdenes. Aunque no fue capaz de conseguir un servicio personal de carácter masivo, el tiempo vino a

demostrar su utilidad. A este respecto debe tenerse en cuenta que la presencia en el campo de batalla no

era más que una de las muchas formas en que se podía asistir al monarca, que también gozaban de una

alta estimación. Partiendo de este punto, y con el objetivo de cuestionar los planteamientos heredados de

la historiografía tradicional, que inciden el abismo existente entre las Órdenes Militares y la profesión de

las armas, pretendo abordar la evolución y adaptación de los servicios prestados por los caballeros de las

Órdenes Militares durante el resto de la centuria.

Palabras clave: Órdenes Militares; Conde Duque de Olivares, Caballeros de Hábito; Servicio

Militar; Caballería.

Abstract: After several failures, in 1640 the Count Duke of Olivares reached one of his most

desired: mobilizing the knights of Military Orders.With them was formed a cavalry troop was known as

“Batallón de las Órdenes”. Although not got a personal service on a massive scale, over time proved their

worth. In this regard, it should be noted that the presence in the battlefield was just one of many ways in

which the king could be served. From this point, and in order to challenge the inherited proposals from

the traditional historiography, which focused on the gap between the Military Orders and war, I intend to

analyze the evolution and transformation on services provided by “los caballeros de hábito” during the

rest of the seventeenth century.

Key Words: Military Orders; Count Duke of Olivares; Knights of Military Orders; Military

Service; Chivalry.

1. PLANTEAMIENTOS INICIALES

A la hora de abordar este tema es complicado no dejarse influenciar por las ideas

preconcebidas que señalan la toma de Granada, y el fin de la Reconquista, como el

momento a partir de cual empezó a disolverse el vínculo que unía a las Órdenes

Militares con la profesión de Marte1. Si bien pienso que la mayor parte de quienes

1 A. DOMÍNGUEZ ORTIZ (1955). “La movilización de la nobleza castellana en 1640”. Anuario de Historia del Derecho Español, 25, pp. 799-823. E. BENITO RUANO (1956). “Las Órdenes Militares españolas y la idea de Cruzada”. Hispania, 62, pp. 3-15. M.A. LADERO QUESADA (1967). Castilla y la

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denunciaron la progresiva desmilitarización de estas corporaciones exageraban

intencionadamente la situación, pues buscaban regresar a un pasado idílico que ya

nunca volvería, y al mismo tiempo acaparar la mayor parte de las concesiones de

hábitos para gratificar a los soldados, no es menos cierto que conforme avanzó el

Quinientos, y sobre todo en sus últimas décadas, la dimensión bélica había quedado

reducida a un plano testimonial2.

Esta fue la situación que, con respecto a estas instituciones, se encontró el Conde

Duque cuando irrumpió en la escena política española a principios de la década de los

20 del siglo XVII. Lo cierto es que este panorama tenía difícil acomodo dentro de sus

proyectos para configurar una nobleza de servicio, aspecto que consideraba capital si la

monarquía española quería conservar su hegemonía. Por ese motivo desde que alcanzó

el poder empezó a trabajar en dos aspectos: uno, recuperar el papel de las Órdenes

Militares como milicias al servicio de la Corona; y dos, utilizar los hábitos y las

encomiendas en una triple dirección. En primer lugar como herramienta con la que

remunerar servicios, sobre todo de naturaleza militar, sin tener en cuenta el origen de la

persona que los había realizado. Dos, como premio para conseguir que profesionales de

las armas, con largas trayectorias a sus espaldas, se comprometieran a continuar

sirviendo durante un número variable de años a cambio de recibir el hábito. Y en último

lugar como señuelo gracias al cual animar a determinados perfiles, en particular a los

cuadros inferiores del estamento privilegiado o vástagos de la nobleza titulada, a

iniciarse en esta profesión3. Para el tema que me ocupa me centraré en el primero de

ellos, si bien ambos están relacionados. En este sentido la inminencia del conflicto con

conquista del reino de Granada. Valladolid, pp. 135-140. A. ANTELO IGLESIAS (1967) “El ideal de cruzada en la Baja Edad Media peninsular”. Cuadernos de Historia, 1, pp. 37-43. C. TORRES-FONTES SUÁREZ (1977). “Rodrigo Téllez Girón, maestre de Calatrava”. Miscelánea Medieval Murciana, 3, pp. 75-118. 2 Recuerdo dado a SM de Ramón Ezquerra, sobre las tres Órdenes Militares de Santiago, Calatrava y Alcántara, y ejercitar la nobleza de España. S.l., 28-11-1596. Biblioteca Nacional [En adelante BNE], Manuscritos [En adelante Mss], 904, fols. 169r-172v. Batallón de los treinta y seis mil a caballo (…) S.f., s.l. Archivo General de Simancas [En adelante AGS], Estado, Leg. 493. Edición moderna: E. GARCÍA HERNÁN (2005). Milicia general en la Edad Moderna. El Batallón de D. Rafael de la Barreda y Figueroa. Madrid, pp. 101-116. Discurso sobre el ejercicio militar de las Órdenes Militares para la defensa de las costas de África. S.l, s.f. BNE, Mss, 9442, fols. 130r-140v. F. MURCIA DE LA LLANA (1624). Discurso político del desempeño del reino, seguro de la mar, y defensa de las costas de la Monarquía de España. Madrid. B. DE PEÑALOSA (1629). Libro de las cinco excelencias que despueblan a España para su mayor potencia y dilación. Pamplona. 3 J.I. GUTIÉRREZ NIETO (1990). “El reformismo social de Olivares”. En J.H ELLIOTT y A. GARCÍA SANZ (coords.). La España del Conde Duque de Olivares. Valladolid, pp. 419-441. A. JIMÉNEZ MORENO (2009). “En busca de una nobleza de servicio. El Conde Duque de Olivares, la aristocracia y las Órdenes Militares (1621-1643)”. En M. RIVERO RODRÍGUEZ (coord.). Nobleza hispana, nobleza cristiana. La Orden de San Juan. Madrid, vol. I, pp. 209-256.

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Francia motivó que desde 1634, y ante la eventualidad de un ataque enemigo en la

frontera pirenaica, se diseñaran proyectos para convocar a los caballeros de las Órdenes

Militares de un modo muy parecido a como se hacía en tiempos medievales. No

obstante se trataba de movilizaciones inscritas dentro de llamamientos generales al

estamento privilegiado, que no empezaron a delimitarse hasta los años siguientes, y que

estaban supeditados a la presencia del monarca en el frente4.

La ruptura de las hostilidades entre ambas coronas, en mayo de 1635, motivó

que se dinamizara este designio5. Dicho acontecimiento, junto con la invasión francesa

de Guipúzcoa y el posterior sitio al que sometieron a Fuenterrabía6, convencieron a

Olivares de la imperiosa necesidad de implicar a los caballeros de hábito en la defensa

de la frontera pirenaica, si bien se creyó conveniente destinarlos al frente catalán.

Durante los últimos meses de 1638 y 1639 se fueron perfilando las líneas maestras de lo

que constituyó la convocatoria oficial de los caballeros de hábito y comendadores en

enero de 16407, quienes constituirían la unidad de caballería que pasó a conocerse como

Batallón de las Órdenes8. Al igual que otras iniciativas aparecidas durante el ministerio

4 Instrucciones que han traído a la Junta de la Ejecución de las Prevenciones de la Defensa, tocantes a las comisiones que S.M. mandó encargar a diferentes ministros. S.l., s.f. (1634). AGS, Guerra Antigua [En adelante GA], Leg. 1099. Consulta que se tuvo en el aposento del conde duque, diciendo lo que se le ofrece cerca de los inconvenientes que tendría dar luego principio a las levas. Madrid, 22-1-1635. AGS, GA, Leg. 1121. 5 Consulta de D. Juan de Chaves y Mendoza, en la que da cuenta de lo que escriben algunos corregidores, acerca de la prevención de los caballeros que han de salir sirviendo a S.M., en caso de ir personalmente a la guerra. Madrid, 21-12-1635. AGS, GA, Leg. 1150. 6 Consulta del Consejo de Estado y Guerra pleno, en la que representa a V.M. lo que se podrá ordenar para socorrer a Navarra y Guipúzcoa, y lo que se le ofrece para en caso de hacer entrada el enemigo con ejército, con ánimo de sitiar alguna plaza de las de aquellas fronteras. Madrid, 30-6-1638. AGS, GA, Leg. 1218. Consulta del Consejo de Estado y Guerra pleno sobre las noticias que se han tenido, por D. Juan Chacón, del estado en que se halla la provincia de Guipúzcoa, y de lo que conviene prevenir para su defensa. Madrid, 5-7-1638. AGS, GA, Leg. 1329. 7 Decreto sobre el servicio militar de los caballeros de hábito. Madrid, 1-1-1640. BNE, Mss, 11.362, fols. 27r-28v. 8 Se trata de un tema al que la historiografía no ha prestado demasiada atención. Hasta finales de la década de los 80 del siglo XX las únicas excepciones fueron: A. DOMÍNGUEZ ORTIZ (1955). op. cit. L.P. WRIGHT (1982). “Las Órdenes Militares en la sociedad española de los siglos XVI y XVII. La encarnación de una tradición histórica”. En J.H. ELLIOTT (ed.). Poder y Sociedad en la España de los Austrias. Barcelona, pp. 15-56. [Publicado por primera vez en Past and Present, nº 43 (1969). pp. 34-70]. Posteriormente han aparecido otros trabajos que han profundizado en la participación de los caballeros de hábito en la guerra, entre los que destacan los siguientes: E. POSTIGO CASTELLANOS (1988). Honor y privilegio en la Corona de Castilla. El Consejo de las Órdenes y los caballeros de hábito en el siglo XVII. Valladolid, sobre todo pp. 48, 96 y 214. E. POSTIGO CASTELLANOS (1989). “Notas para un fracaso: la convocatoria de las Órdenes Militares, 1640-1645”. En Las Órdenes Militares en el Mediterráneo Occidental (Siglos XIII-XVIII). Madrid, pp. 397-414. F. FERNÁNDEZ IZQUIERDO (2004). “Los caballeros cruzados en el ejército de la Monarquía Hispánica durante los siglos XVI y XVII: ¿anhelo y realidad?”. Revista de Historia Moderna. Anales de la Universidad de Alicante, 22, pp. 11-60. A. JIMÉNEZ MORENO (2009). “Poder central y poderes locales. El cumplimiento de la convocatoria de los caballeros de hábito del año 1640 en Jerez de la Frontera”. En J.J. BRAVO CARO y S. VILLAS TINOCO (eds.). Tradición versus innovación en la España Moderna. Málaga, vol. II; pp. 705-728. A.

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de D. Gaspar de Guzmán, el primer ministro optó porque la gestión de lo relativo a la

puesta en marcha de esta formación corriera por cuenta de una junta, en este caso la

Junta de la Milicia de las Órdenes, compuesta por individuos de su máxima confianza9.

2. PRIMEROS PASOS Y DESARROLLO

Al igual que en otros requerimientos dirigidos a conseguir la participación

personal del estamento privilegiado, en el caso de comendadores y caballeros de hábito

también se buscó trocar dicha la obligación de presentar un hidalgo sustituto por un

pago en metálico. No obstante si algo caracterizó el proceso de formación de la unidad

durante los primeros meses fue la negativa de la Corona, encarnada en el Conde Duque,

a permitir cualquier innovación al respecto10. Pese a las presiones recibidas para

autorizar la entrega de cierta cantidad de dinero en lugar de la presencia de un sustituto

se mantuvo firme en su decisión, ya que consideraba que el aceptar esa modalidad

asistencial supondría un duro golpe para la continuidad del Batallón11. Esta insistencia

revela uno de los objetivos que esperaba alcanzar con la formación de esta unidad:

explotar el efecto psicológico que tendría sobre una población sometida a numerosos

sacrificios, y a la que aún se exigirían más durante los años siguientes, en términos de

prestigio y de ejemplaridad.

Pero junto a tales consideraciones se encontraban las propiamente militares. A

este respecto debe tenerse en cuenta que su institución perseguía dos objetivos: el

primero de ellos era insuflar nuevos bríos al binomio Órdenes Militares-profesión de las

armas; mientras que el segundo era ofrecer una oportunidad (sobre todo a hidalgos y a

militares experimentados) de ingresar en estas milicias a través de la asistencia personal

en el campo de batalla. Esta dualidad escondía una de las paradojas que rodeó el

establecimiento del Batallón de las Órdenes, pues si bien se trataba de una fuerza donde

el peso de la sangre adquirió un destacado papel, la piedra angular sobre la que se

JIMÉNEZ MORENO (2011). Nobleza, guerra y servicio a la Corona. Los caballeros de hábito en el siglo XVII. [recurso electrónico], pp. 532-865. http://eprints.ucm.es/12051/1/T32672.pdf 9 Para esta responsabilidad escogió a ocho individuos: el conde de Monterrey y D. Antonio de Luna para centralizar todo lo relacionado con los caballeros de Santiago; el conde de Castrillo y D, Diego de Cevallos se encargarían de Calatrava; el marqués de Castrofuerte y D. Juan de Chacón de Alcántara; y finalmente D. Melchor Sisternes y D. Jerónimo de Villanueva se ocuparían de la orden de Montesa. J.F. BALTAR RODRÍGUEZ (1998). Las Juntas de Gobierno en la monarquía hispánica (siglos XVI-XVII). Madrid, pp. 387-390. A. JIMÉNEZ MORENO (2011). op. cit. p. 531. 10 Papel del conde de Monterrey al secretario D. Gregorio de Tapia. Madrid, 4-3-1640. Archivo Histórico Nacional [En adelante AHN], Órdenes Militares [En adelante OO.MM], Leg. 4642. 11 Decreto dirigido al conde de Monterrey, en el que se ordena no se admita dinero en lugar de los sustitutos de los comendadores y caballeros de las órdenes. Madrid, 5-3-1640. AHN, OO.MM, Leg. 4642.

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sustentaría todo este entramado fueron aquellos individuos con experiencia en la

milicia, sobre todo en la caballería, la mayor parte de los cuales pertenecían el

estamento llano. En mi opinión tal disyuntiva no era más que un ejemplo práctico de

algo que llevaba debatiéndose durante largo tiempo entre la intelectualidad de la época,

y más en concreto por los tratadistas nobiliarios: ¿qué confería la verdadera nobleza: el

origen o los méritos12?

Pese a las dificultades que encontró la Junta de la Milicia de las Órdenes para

conseguir que el Batallón fuera una realidad, lo cierto es que tras ocho meses de duro

trabajo se había conseguido formar una unidad de caballería integrada (entre caballeros

y sustitutos) por algo más de un millar de individuos13. A este respecto considero que

ese logro tiene que ser valorado de manera muy positiva, pues se había conseguido algo

que unas décadas antes parecía prácticamente imposible: obligar a los caballeros y

comendadores a que prestaran servicio militar o, al menos, que asumieran el coste de un

sustituto que lo hiciera en su lugar.

Los primeros testimonios de su presencia en el teatro de operaciones catalán

datan de los primeros días del mes de diciembre, y todos ellos mencionan cómo la

unidad estuvo a la altura de las circunstancias, sobre todo en la toma de la población de

Cambrils (acontecimiento que se produjo el día 15 del referido mes)14. Este éxito

supuso una merecida recompensa para el Conde Duque, pues justificaba todos los

sinsabores padecidos para conseguir que los caballeros de las Órdenes Militares (bien

por ellos mismos, bien mediante un sustituto) prestaran servicio en primera línea de

combate. Se trataba de un triunfo en todos los sentidos, ya que demostró la validez de

12 A. DOMÍNGUEZ ORTIZ (1973). Las clases privilegiadas en la España del Antiguo Régimen. Madrid, pp. 185-197. J.I. GUTIÉRREZ NIETO (1973). “La estructura castizo-estamental de la sociedad castellana del siglo XVI”. Hispania, 125, pp. 519-563. J.A. MARAVALL (1979). Poder, honor y élites. Madrid, pp. 202-215. A. CARRASCO MARTÍNEZ (1998). “Herencia y virtud. Interpretaciones e imágenes de lo nobiliario en la segunda mitad del siglo XVI”. En L. RIBOT y E. BELENGUER (coords.). Las sociedades ibéricas y el mar a finales del siglo XVI. Tomo IV. La Corona de Castilla. Madrid, pp. 231-271. A. CARRASCO MARTÍNEZ (2004). “La formación de los valores nobiliarios en el reinado de Isabel la Católica”. Cuadernos de Investigación Histórica, 21, pp. 21-37. J.A. GUILLÉN BERRENDERO (2007). La idea de nobleza en Castilla durante el reinado de Felipe II. Valladolid. J.A. GUILLÉN BERRENDERO (2012). La Edad de la Nobleza. Identidad nobiliaria en Castilla y Portugal (1556-1621). Madrid. 13 Por razones de espacio no puedo extenderme en los pormenores de la formación, ni en el proceso de selección del alto mando y de la oficialidad que comandaría las compañías que integraron el Batallón de las Órdenes. Para ello véase: A. JIMÉNEZ MORENO (2011). op. cit. pp. 542-565. 14 Marcha del ejército desde Tortosa a Barcelona hasta retirarse a Tarragona. S.f., s.l. (principios de diciembre de 1640). BNE, Mss, 2371, fols. 121v-123r. F.M. de MELO (1645). Historia de los movimientos, separación y guerra de Cataluña. San Vicente. [Edición de J. Estruch Tobella (1996). Madrid, pp. 283-285]. Diario de la guerra de Cataluña. BNE, Mss, 2371, fols. 160r-161r. Relación de los sucesos de D. Álvaro de Quiñones, teniente general de la caballería de las Órdenes Militares, después de la sublevación de Cataluña, y lo que ha obrado…S.f., s.l., BNE, Mss, 2372, fol. 311r.

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sus propuestas no solo en el plano teórico, sino también en la práctica. Esto fue posible

porque su proyecto ofrecía alicientes, tanto a los caballeros que estaban dispuestos a

acudir en persona, como sobre todo a los sustitutos (entre los que se incluían un

importante número de profesionales de la carrera de las armas, e individuos con

vocación castrense), que vieron en el servicio en esta fuerza montada una ocasión

inmejorable para alcanzar los honores que se les negaban. De la mima manera, estos

individuos podían llegar a constituirse como la nobleza de servicio que D. Gaspar tanto

anhelaba.

Pese a todo, al igual que en otras ocasiones el primer ministro sacó conclusiones

excesivamente optimistas, que la propia dinámica de los acontecimientos se encargaría

de devolver a la realidad. Uno de ellos fue el desgaste padecido por el Batallón durante

su primera campaña en el frente, tanto de sus efectivos humanos como de las monturas;

aunque también el revés sufrido por las tropas realistas como consecuencia de la derrota

de Montjuich, y el sitio al que las fuerzas franco-catalanas sometieron a Tarragona. Por

ese motivo el estado que presentaba el Batallón de las Órdenes a principios del año

1642 era muy delicado. Tal situación era extensible al resto de las fuerzas españolas, y

empeoró aún más, cuando D. Pedro de Aragón, marqués de Povar, fue derrotado y

capturado por enemigo a finales de marzo cuando trataba de socorrer Perpiñán15.

Este acontecimiento terminó por convencer al monarca de la necesidad de

abandonar la Corte y dirigirse al teatro de operaciones catalán. No obstante la decisión

de partir hacia Aragón ya estaba tomada antes de este revés, pues unos días antes de que

se produjeran tan desgraciado acontecimiento se había comunicado a la primera nobleza

del Reino esta decisión16, estableciéndose como fecha de partida el día 23 de abril17. La

principal consecuencia que tuvo esta decisión para los caballeros de hábito fue la

resolución del monarca, a instancias de D. Jerónimo Díaz de Aux, marqués de

Carpinete, de formar una nueva unidad de caballería compuesta por caballeros y

sustitutos, que se encargaría de su protección mientras estuviera en campaña18.

15 Relación del socorro que iba a los condados de Rosellón y Cerdaña a cargo de D. Pedro de Aragón, hermano del duque de Cardona y Segorbe, capitán general del ejército de Aragón, del consejo supremo de Guerra, y de la llave dorada de S.M. (...) escrita por los capitanes Tomás de Lubiano, Gabriel Manrique, Pedro Portocarrero y Alfonso de Padilla. S.l. 4-5-1645. BNE, Mss, 18.666/47. 16 A modo de ejemplo véase: Carta del rey dirigida al conde de Fuensalida para que le acompañe en su jornada a la Corona de Aragón. Madrid, 16-3-1642. SNAHN, Frías, 26/5. 17 R.A. STRADLING (1989). Felipe IV y el gobierno de España (1621-1665). Madrid, pp. 312-314. [1ª edición inglesa: Cambridge University Press, 1988]. A. SIMÓN I TARRÉS (2010). “La Jornada Real de Cataluña que propició la caída del Conde Duque de Olivares”. Revista de Historia Moderna. Anales de la Universidad de Alicante, 28, pp. 235-268. 18 Papel de D. Jerónimo Díaz de Aux. S.f., s.l. [mediados de marzo de 1642]. AHN, OO.MM, Leg. 4644.

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Dos fueron las novedades con respecto a lo acontecido en 1640: en primer lugar,

que a partir de ese momento se empezó a ver con mejores ojos el aceptar un pago en

metálico en lugar del servicio personal. Se trataba un acuerdo ventajoso para ambas

partes; en primer lugar la Corona podía pagar un combatiente profesional, cuya

operatividad sería mayor que la de un individuo sin relación con la milicia. Mientras

que el caballero podría eximirse de esta obligación mediante una contribución

económica, mucho mejor que acudir al frente19.

Pienso que esta decisión se produjo por el deseo de tramitar este asunto lo antes

posible, y por ese motivo lo más cómodo sería exigir 120 ducados de plata, o su

equivalente en vellón, a los caballeros que no sirvieran en persona20. Este

acontecimiento es muy revelador de la dirección hacia la que se encaminaba la

participación de los miembros de las Órdenes Militares en el esfuerzo bélico, pues se

trata de una de las primeras muestras inequívocas de que la movilización de los

caballeros de hábito estaba evolucionando hacia una forma de tributación encubierta.

La segunda fue el esfuerzo de la Corona para conseguir que este proyecto saliera

adelante, ofreciendo un hábito a cambio de servir en el Batallón la campaña de 1642,

siempre y cuando se costeara su propia montura y el equipo de combate, aunque de

nuevo se reservó esta inmejorable oportunidad a militares con experiencia y a los

cuadros inferiores del estamento nobiliario. Lo sucedido ese año echa por tierra uno de

los argumentos más empleados para explicar las dificultades militares de la monarquía

española: la falta de hombres. A este respecto considero que debe elevarse a la primera

línea todo lo relacionado con la falta de incentivos y la inexistencia de un sistema de

gratificación de los servicios que hiciera atractiva la profesión de Marte. Una prueba de

ello fue que la Junta de la Milicia de las Órdenes recibió más de mil solicitudes de

ingreso en el Batallón, viéndose obligada a rechazar un buen número de candidaturas21.

Por otra parte, se debatió sobre la conveniencia de introducir alguna regulación

temporal al servicio prestado por los integrantes de esta unidad, planteándose la opción

de circunscribir su periodo de servicio a la presencia del monarca el frente, tras lo cual

19 Decreto del rey, dirigido al conde de Oñate, presidente del Consejo de Órdenes, sobre el llamamiento de los caballeros de hábito, y forma que han de servir los ocupados e impedidos en esta ocasión. Madrid, 30-3-1642. AHN, OO.MM, Leg, 4668. 20 Consulta de la Junta de la milicia de las Órdenes sobre lo que se ahora se ofrece en el llamamiento de los caballeros de hábito, conforme las órdenes que V.M. tiene dadas. Madrid, 23-4-1642. AHN, OO.MM, Leg. 4668. 21 Consulta de la Junta de la Milicia de las Órdenes en la que representa que será de suma conveniencia se cumpla el ofrecimiento que se hace, por premio preciso, a los hijosdalgo y soldados que salieren a servir en el batallón de ellas. Madrid, 5-5-1642. AHN, OO.MM, Leg. 4668.

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estarían autorizados a regresar a sus casas. A pesar de todo no se contemplaba

desmantelar totalmente el Batallón, sino que se dejaría operativo un pequeño

contingente sobre el que organizarle para el año siguiente, de un modo muy similar (en

lo relativo a los meses establecidos para permanecer en el frente) a cómo hacía la

monarquía francesa con las unidades nobiliarias de caballería22. En mi opinión lo más

importante de esta controversia es que evidencia la disparidad de planteamientos, en

cuanto a las condiciones en las que debía realizarse el servicio militar que estaba

obligado a prestar el segundo estado, entre el monarca y sus principales súbditos. Si

algo estaba claro era que el estamento privilegiado (en sentido amplio, desde grandes y

títulos hasta hidalgos) no tenía ningún deseo de tomar parte en conflictos bélicos que

acarrearan su presencia de forma permanente, pues según la legislación vigente solo

debían hacerlo durante el tiempo que el rey estuviera en campaña23. Esto suponía que si

se incumplía la premisa que les obligaba a ello, no quedaba más remedio que pactar

unas condiciones de servicio que fueran aceptables para ambas partes24.

Pero todas las esperanzas puestas en obtener una victoria decisiva ese año se

desvanecieron a principios del mes de octubre, cuando las fuerzas realistas fueron

derrotadas en Lérida por los franco-catalanes. Este revés, y la situación en que quedaron

las tropas de Felipe IV, tuvieron unas consecuencias muy negativas para el Batallón de

las Órdenes que a punto estuvieron de suponer su desaparición. A este respecto a

mediados de noviembre ya se habían suprimido algunas compañías del cuerpo formado

unos meses antes25. Si bien se llevaron a cabo otras actuaciones para garantizar su

continuidad, pues se contaba con ésta fuerza montada para el año siguiente. Una de ellas

fue fusionar ambos batallones en uno, compuesto por nueve compañías y, con el

objetivo de elevar la moral de sus integrantes, remitir a cada una de ellas una cédula de

22 Consulta de la Junta de la Milicia de las Órdenes sobre el título con que ha de gobernar el batallón de ellas el señor conde de Monterrey. Madrid, 16-5-1642. AHN, OO.MM, Leg. 4668. 23 B. de PEÑALOSA. op. cit. Fol. 88r. 24 Véase: J. HERNÁNDEZ FRANCO y S. MOLINA PUCHE (2004). “El retraimiento de la nobleza castellana con motivo de la guerra franco-española (1635-1648). El ejemplo contrapuesto del Reino de Murcia”. Cuadernos de Historia Moderna, 29, pp. 111-130. A. JIMÉNEZ MORENO (2011). “Las repercusiones de la guerra sobre los privilegiados: el Escuadrón de la Nobleza (1641-1643)”. Estudios Humanísticos. Historia, 10, pp. 71-94. 25 Certificación del marqués de La Hinojosa, maestre de campo general de los ejércitos de la Corona de Aragón, su lugarteniente general de toda la caballería de España, en que concede licencia al capitán D. Juan Florez de Quiñones. Alcañiz, 18-12-1642. AHN, OO.MM, Leg. 114(2), nº 2.

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hábito con el nombre del beneficiario en blanco, para que fueran los capitanes quienes

designaran al agraciado con este honor de entre los soldados más beneméritos26.

Esta decisión supuso asumir que se había fracasado en el objetivo de garantizar

el ingreso en estas milicias a quienes se habían alistado a cambio de dicha distinción. En

mi opinión esto se debía a que la Corona no tenía capacidad suficiente para ello, y se vio

forzada a reconocer que a pesar de haber servido a satisfacción, la mayor parte de ellos

no recibirían el hábito. Y además tuvo que hacer frente a la oposición del Consejo de

Órdenes, pues este organismo estaba dispuesto a obstaculizar el despacho de las

mercedes de individuos que no tenían unos orígenes esclarecidos. Como alternativa se

pensó en reservar los empleos de alférez y teniente de las compañías del Batallón para

gratificar a quienes hubieran militado en la unidad durante al menos dos campañas (a

pesar de que no tuvieran los años exigidos en las Ordenanzas Militares)27. A pesar de

todo los testimonios recogidos en los últimos días de 1642 indican que ninguna de éstas

propuestas tuvo el éxito esperado, pues el número de abandonos de la unidad (tanto con

permiso como sin el) aumentaban día a día. Pero las deserciones no solo se produjeron

entre los individuos pertenecientes al estamento llano, sino que mucha “gente de

calidad” retornó a sus localidades de origen28.

3. NUEVOS TIEMPOS

De cualquier modo lo acontecido ese año supuso un punto de inflexión en lo

relativo al servicio militar de los caballeros de hábito, pues a partir de entonces, y

coincidiendo con la salida de Olivares de la vida política29, se limitó mucho más la

concesión de hábitos a cambio de formar parte del Batallón y esta asistencia comenzó a

transformarse en una figura impositiva más. Así se derogó la obligatoriedad de prestar

servicio personal, que pasó a ser una opción voluntaria, y se instituyó la obligatoriedad

26 Carta de D. Diego Brizuela Salcedo al marqués de Leganés. Pina de Ebro, 19-12-1642. AHN, OO.MM, Leg. 4644. 27 Ibídem 28 Carta de D. Francisco de Unzueta, veedor y contador de la caballería de las Órdenes, al secretario D. Gregorio de Tapia,. Belchite, 22-12-1642. AHN, OO.MM, Leg. 4644. 29 No obstante, y a diferencia de otras juntas creadas durante el ministerio de D. Gaspar de Guzmán, se creyó conveniente que continuara trabajando. Se trata de una decisión que pone de manifiesto que hasta sus más acérrimos enemigos no tenían más remedio que reconocer la validez de sus propuestas con respecto a la participación de los caballeros de las Órdenes Militares en la defensa de la monarquía, pues había conseguido algo que parecía inalcanzable unas décadas antes. Pese a todo no se trató de una decisión consensuada, pues algunos de los miembros del organismo a quien se cometió evaluar la continuidad o la supresión de las juntas creadas durante el periodo olivarista propugnaron su desaparición. Consulta de la Junta de Reformación de juntas sobre lo que se ha obrado hasta ahora. Madrid, 8-3-1643. AHN, Consejos, Leg. 12431. Sobre este proceso véase: J.F. BALTAR RODRÍGUEZ. op. cit. pp. 89-102.

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de depositar 300 ducados al recibir el hábito, imposición que solo podría eludirse

sentando plaza en el Batallón (si bien poco después se estableció que quedaran exentos

quienes combatieran en los otros frentes que tenía abiertos la monarquía española).

Otra de las medidas adoptadas, que confirma el cambio de tendencia hacia

posiciones mucho más restrictivas, fue el hecho de que durante los primeros meses de

1643 se paralizó otro de los expedientes acordados a finales de 1642: el ofrecimiento de

un hábito a todos aquellos caballeros que entregaran un hidalgo que los sustituyera

(armado y pagado por 18 meses), antes de mediados del mes de febrero de 1643,

merced que podrían hacer efectiva (sin ningún tipo de limitación) en la persona que

creyeran oportuno. El móvil que se encontraba detrás de esta iniciativa era el deseo de

asegurar la continuidad del Batallón, debido a los parcos rendimientos que ofrecían las

rentas consignadas para este fin30. Lo cierto es que la preferencia del servicio monetario

fue cada vez mayor, pues la Junta de la Milicia de las Órdenes debía hacer frente a los

gastos de formación de nuevas compañías, así como la recomposición de las que

estaban en activo, y sus fondos no eran suficientes para atender a todo. A ello hay que

sumar la voracidad de la Corona, que en momentos concretos secuestró parte o la

totalidad de sus ingresos para atender otros compromisos31.

Pero esto no supuso el fin del Batallón como fuerza de combate, si bien obligó a

replantarse los objetivos a conseguir. En este sentido se optó por unas metas mucho más

modestas que las contempladas en 1640, y gracias a ello la caballería de las Órdenes

Militares pudo continuar operativa durante el resto de la centuria. A este respecto, tras la

firma de la Paz de los Pirineos el Batallón de las Órdenes estuvo presente en los últimos

años de la guerra contra Portugal y participó en la batalla de Estremoz o Ameixial,

acaecida el 8 de junio de 1663. En ella D. Antonio de Montenegro, que servía como

30 Carta del rey a D. Francisco Pérez de los Cobos, caballero de la orden de Santiago, en que le ofrece un hábito para la persona que designare, presentando un sustituto. Madrid, 28-12-1642. AHN, OO.MM, Leg. 4646. 31 Por ejemplo en 1645, cuando se apropió de la de las cantidades abonadas por los caballeros de hábito del Nuevo Mundo para la conservación de la unidad. La razón aducida para ello era atender el pago de unos asientos suscritos por el conde de Castrillo con diferentes hombres de negocios sevillanos, para el abastecimiento de los ejércitos que combatían en la península, parte de cuyo resarcimiento estaba consignado en la plata americana. Pero el cargamento desembarcado era inferior al de otros años y no fue suficiente para liquidar las deudas, por lo que la Corona embargó la totalidad de los metales precisos que arribaron dicho año. Con tal decisión la Junta de la Milicia de las Órdenes vio como desaparecía de sus manos una cantidad en plata cercana a los 224.000 reales. Cédula del rey, dirigida al presidente de la Casa de la Contratación, para que se entreguen al conde de Castrillo los 7.616.544 que han venido registrados en los galeones para el receptor de la junta de la milicia de las Órdenes. Madrid, 23-2-1645. AHN, OO.MM, Leg. 4641

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comisario general de la caballería de las Órdenes, fue hecho prisionero por los

portugueses junto con otros 4.000 hombres32.

En 1668, una vez concluidas las operaciones en ese sector en virtud del Tratado

de Lisboa, el Batallón o Trozo de las Órdenes Militares, volvió a su antiguo destino

donde participó en las guerras que enfrentaron a España y Francia, distinguiéndose en la

reconquista de Camprodón (Gerona) en 168933. Además, el año anterior, parte de esta

unidad fue empleada en el socorro de Orán, que sufrió un duro asedio entre los meses de

abril y diciembre34. En esta ocasión su presencia estaba más que justificada, pues se

trataba de un enclave ubicado en tierra de infieles. Su periodo en activo también se

prolongó a la centuria siguiente, pero rebasa el límite cronológico de este trabajo35.

Más allá de si combatió en tal o cual batalla, considero que lo verdaderamente

importante es que se consiguió encontrar una fórmula que asegurara la continuidad del

Batallón de las Órdenes, consistente en el ofrecimiento de hábitos a individuos

seleccionados (siempre con cuidado de no abrir demasiado la mano) y buscando integrar

en sus filas a militares experimentados y a hidalgos aunque también a caballeros,

ofreciéndoseles otras mercedes, como hábitos para familiares, empleos civiles o

militares y ascensos. En función de estos nuevos propósitos, el factor económico

adquirió cada vez más peso. Por ese motivo no puede resultar una sorpresa que unos

años más tarde, en 1647, el poder real exigiera a la Junta de Milicia de las Órdenes que

dispusiera un número variable de caballos con cargo a sus rentas, para la conservación

de la unidad36. Esta nueva petición parecía responder mejor a las necesidades de la

monarquía, pues cada vez había más necesidad de monturas para los soldados y era más

difícil aprestarlos37. Si bien este modo de servicio no tuvo una existencia longeva, pues

32 Relación de la famosa y memorable victoria que el ejército del rey de Portugal, gobernado por el conde de Villaflor, D. Sancho Manuel, alcanzó del rey de Castilla, gobernado por su hijo D. Juan de Austria, en la provincia del Alentejo, en 8 de junio de 1663 (…). S.f, s.l. BNE, Mss, 11.021, fols. 313r-327v. 33 Relación de los servicios de D. José de Salazar, caballero de la orden de Santiago y comisario general del Trozo de ellas. S.l., s.f. (1694). Archivo General de Indias [En adelante AGI], Indiferente, Leg. 130/66. 34 Relación de los servicios del capitán de caballos corazas D. Pedro Sancho González del Valle y Miranda. Madrid, 12-12-1690. AGI, Indiferente, Leg. 132/108. 35 J.A SAMANIEGO (1738). Disertación sobre la antigüedad de los regimientos de infantería, caballería y dragones de España. Madrid. [Edición de: M. Gómez Ruiz y V. Alonso Juanola (1992) pp. 145-148]. S. Mª de SOTTO Y ABACH (1853). Historia orgánica de las armas de infantería y caballería desde la creación del ejército permanente hasta el día. Madrid, vol. IV, pp. 462-475. F. FERNÁNDEZ IZQUIERDO. op. cit. pp. 47-52. 36 Orden de S.M., dirigida al presidente del Consejo de Órdenes, para que la Junta de la Milicia de ellas de 200 caballos para la campaña del año que viene. Madrid, 11-12-1646. AHN, OO.MM, Leg. 4669. 37 Sobre la escasez de caballos para su uso militar véase: R.A. STRADLING (1984). “Spain´s military failure and the supply of horses, 1600-1660”. History, 226, pp. 208-221.

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a mediados de 1651, e invocando la importancia de prevenir los fondos necesarios para

afrontar con éxito el asedio de Barcelona, se participó a los consejos de la monarquía

que cada uno de ellos debía aportar una suma en metálico. En el caso de la Junta de la

Milicia de las Órdenes, la petición fue cursada a través de su organismo nodriza: el

Consejo de Órdenes. No obstante éste descargó gran parte del servicio solicitado sobre

los fondos de aquella38.

En un principio se trató de una medida extraordinaria, al modo de lo acontecido

en años anteriores, en esta ocasión motivada por la necesidad de golpear decisivamente

a los rebeldes tomando su capital, pero desde la administración real se empezó a

plantear la posibilidad de sustituir definitivamente la entrega de los equinos por un pago

en efectivo; si bien no fue hasta el año 1655 cuando se oficializó. Tras esta medida se

encuentran las dificultades económicas de la monarquía española para atender a sus

compromisos militares, pero también su incapacidad para satisfacer sus necesidades

logísticas, que debían ser resueltas (al menos en parte) por contratistas privados39. Por

ese motivo, a principios de 1655 dieron instrucciones tanto a la Junta como al Consejo

para que en lugar de las monturas que debían prevenir, reunieran su equivalente en

dinero y lo pusieran a disposición de D. Sebastián Cortizos40, quien se encargaría de

proveerlos41.

Desde un punto de vista práctico se trataba de la opción más favorable para

ambas partes, pues con ella se relevaba a la Junta de la Milicia de las Órdenes del

engorro de juntar las monturas por sus propios medios, limitándose a una contribución

de naturaleza monetaria. Además con esta decisión se trataba de legalizar una práctica

que ya estaba realizando con anterioridad: la entrega de esta partida a asentistas de la

38 Consulta del Consejo de Órdenes en la que representa lo que se le ofrece sobre el servicio de los 200.000 escudos en plata solicitado a los consejos para el asedio de Barcelona. Madrid, 22-8-1651. AHN, OO.MM, Leg. 6347. 39 Sobre esta cuestión véase: I.A.A. THOMPSON (1981). Guerra y decadencia: Gobierno y administración en la España de los Austrias, 1560-1620. Barcelona, pp. 375-390. [1ª edición en ingles: Londres, 1976]. I.A.A. THOMPSON (1990). “Aspectos de la organización naval y militar durante el ministerio de Olivares”. En J.H. ELLIOTT y A. GARCÍA SANZ (coords.). op. cit. pp. 251-274. 40 C. SANZ AYÁN (1989). Los banqueros de Carlos II. Valladolid, pp. 176-178. C. SANZ AYÁN (2002). “Consolidación y destrucción de patrimonios financieros en la Edad Moderna: Los Cortizos (1630-1715)”. En R. ROBLEDO HERNÁNDEZ y H. CASADO SOTO (coords.). Fortuna y negocios: formación y gestión de los grandes patrimonios (siglos XVI-XX). Valladolid, pp. 73-98. 41 Decreto de S.M., para que la Junta de la milicia de las Órdenes disponga los medios más prontos y efectivos para la remonta de 120 caballos para la caballería de Cataluña, y que se entregue a D. Sebastián de Cortizos el dinero que importaren. Madrid, 27-2-1655. AHN, OO.MM, Leg. 4649. Decreto de S.M. para que el Consejo de las Órdenes le sirva con 50 caballos para la remonta de la caballería de Cataluña, y que se entregue a D. Sebastián Cortizos el dinero que importare. Madrid, 27-2-1655. AHN, OO.MM, Leg. 4670.

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Corona como parte del pago por los servicios que habían corrido por su cuenta42. De la

misma manera, Cortizos era un empresario con experiencia en el suministro de caballos

para el ejército, pues durante los años anteriores se había encargado de su envío tanto a

Cataluña como a Portugal43, y lo inteligente sería aprovechar su pericia en la materia

para acortar los plazos de entrega. Vista la concomitancia de intereses entre todas las

partes el acuerdo era inminente, de modo que a partir de ese momento la Junta quedaba

relevada de su contribución equina a cambio de entregar a este hombre de negocios una

cantidad anual, tasada en 200.000 reales (o 20.000 escudos) de vellón, en teoría para

proporcionar corceles a las fuerzas montadas de la monarquía44.

4. LOS APUROS FINANCIEROS DE LA CORONA Y SUS CONSECUENCIAS

Pese a tratarse de una iniciativa satisfactoria para todos, y que posiblemente era

la que mejor se adaptaba a las circunstancias, debe tenerse en cuenta otra perspectiva:

los efectos psicológicos que tendría esta decisión sobre el prestigio de la unidad. Como

ya he referido, la importancia de esta materia era capital en todo lo relacionado con las

milicias católicas, y dicha decisión acarreaba que el organismo encargado de gestionar

el servicio armado de los caballeros de hábito quedaba reducido a poco más que un

recaudador de impuestos, sin ningún control sobre los fondos aprestados pues éstos irían

a parar a un asentista sin ninguna vinculación con ella (más allá de la meramente

financiera). Con todo aún quedaba un escalón por descender en la devaluación de la

idea original, circunstancia que se produjo en 1666. Ese año, con la excusa de atender

un compromiso de la Corona, la Real Hacienda se apropió de la contribución de la

Junta. Se trataba de un préstamo adelantado a la regente Mariana de Austria, consistente

en 100.000 escudos de vellón, para costear el viaje de la infanta Margarita Teresa a

Viena, donde contraería matrimonio con su tío, el Emperador Leopoldo I. Y entre las

42 Por ejemplo, entre 1650 y 1655 el propio D. Sebastián Cortizos y su hermano Manuel percibieron 873.000 reales de vellón, procedentes de los fondos de la junta, para satisfacer el pago de monturas y otros suministros para la caballería del ejército de Cataluña. Relación de los maravedíes entregados por la Junta de la Caballería de las Órdenes a Manuel y D. Sebastián Cortizos de Villasante, hermanos, caballeros de la de Calatrava. S.f., s.l. (mediados de 1655). AHN, OO.MM, Leg. 4738. 43 C. SANZ AYÁN (1989). op. cit. pp. 34-35 y 176-178. 44 Decreto para que el presidente del Consejo de las Órdenes, y de la Junta de la Milicia de ellas, entregue a D. Sebastián Cortizos 200.000 reales de vellón, en lugar de los 120 caballos que había de dar para la remonta de la caballería. Madrid, 22-10-1655. AHN, OO.MM, Leg. 4738.

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rentas consignadas para su devolución se encontraban los 200.000 reales que debía

entregar la Junta de la Milicia de las Órdenes45.

A pesar de todo, lo que de nuevo iba a ser algo puntual se convirtió en un hecho

consumado. Pues desde entonces fue utilizada para atender obligaciones que no tenían

relación con la caballería y, en ocasiones, para financiar gastos ajenos al presupuesto

militar. Por ejemplo, en 1671 fue a obligada a contribuir con 22.000 reales (además de

los 200.000 ordinarios) para financiar los gastos ocasionados para conseguir la

canonización de Fernando III el Santo46. Y ese mismo año tuvo que hacer frente a la

más cuantiosa de todas, pues con motivo del ataque de Henry Morgan sobre la ciudad

de ciudad Panamá, se solicitó a los consejos una contribución extraordinaria con la que

financiar una flota de socorro con la que acudir a la defensa de estas posesiones, que en

su caso se tradujo en la aportación de otros 440.000 reales47.

Pero el punto culminante de esta política de intromisiones se produjo en 1690,

año en el que se tomó la decisión se utilizar parte de su consignación, correspondiente a

1691, para costear los trabajos de reparación del palacio de El Pardo y el

adecentamiento del personal asignado48. A la Junta no le quedó más remedio que

acceder a esta pretensión y entregó la cantidad solicitada (aunque solo para costear las

obras). Sin embargo representó su malestar por lo que a su juicio una actuación

irregular, pues con tales prácticas se devaluaba (todavía más) la causa que justificaba

dicha contribución. A pesar de haberse salido con la suya, Carlos II sabía que había

cometido una irregularidad. Por ese motivo ordenó que la cantidad tomada para ese fin

fuera restituida al año siguiente y, sobre todo, que bajo ninguna circunstancia se

revelase en qué se había utilizado, pues todos debían pensar que destinaría a gastos

militares49.

Pese a que decisiones de esa naturaleza amenazaban con echar por tierra el poco

prestigio que aún quedaba a la participación de los caballeros de hábito en la defensa de

la monarquía, a principios de 1697 se puso en marcha un proyecto que se acercaba

45 Copia del asiento firmado con Juan Bautista de Benavente, para que provea 100.000 escudos de vellón para la jornada de la serenísima señora emperatriz de Alemania, y apresto de la Armada. Madrid, 1-1-1666. AHN, OO.MM, Leg. 4649. 46 Memoria de los caudales que se han pagado del de la Junta de Caballería, demás de los 20.000 escudos. Madrid, 29-4-1688. AHN, OO.MM, Leg. 4649. 47 Consulta de la junta de la Caballería sobre la cantidad con que ha contribuido este año. Madrid, 9-6-1672. AHN, OO.MM, Leg. 4649. 48 Consulta del marqués de Fuentes en la que dice a V.M. lo que se le ofrece después de haber reconocido con José del Olmo el palacio y oficios de El Pardo. Madrid, 7-4-1690. AHN, OO.MM, Leg. 4649. 49 Ibídem.

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bastante a los miembros de la Junta de la Milicia de las Órdenes esperaban que fuera

dicha asistencia. El origen se encontraba en la intensificación del sitio que desde 1694

sufría la ciudad de Ceuta, y ante lo desesperado de la situación se planteó su

movilización para que acudieran al socorro de esta plaza norteafricana. Sin embargo no

estaba previsto que lo hicieran en una fuerza propia, sino que lo harían integrados en las

unidades del ejército destinadas para tal fin. Al mismo tiempo, y con la finalidad de

conseguir la participación del mayor número posible de caballeros, el poder real invocó

sus ineludibles obligaciones militares, nacidas de la posesión del hábito. Pero lo cierto

es que todo esto no era más que un adorno para ocultar el verdadero objetivo de la

Corona: conseguir que los caballeros de las Órdenes Militares entregaran 300 ducados

cada uno para sufragar el coste que supondría este nuevo frente. En este sentido, el

objetivo a conseguir desde el primer momento era el dinero, mientras que el servicio

personal era la excusa con la que maquillar algo tan desagradable como solicitar una

suma en metálico a cambio de la asistencia personal50.

5. CONCLUSIONES.

A modo de conclusión, y a pesar de que a finales del siglo XVII muy poco

quedaba del proyecto articulado por el Conde Duque, considero que el balance de la

participación militar de los caballeros de hábito arroja más luces que sombras. Si bien se

había fracasado a la hora de conseguir la prestación de un servicio armado general por

parte de los miembros de estas milicias, se consiguió imponer cierta regulación en un

campo donde antes reinaba el más absoluto caos y la Corona no obtenía ningún

beneficio. De tal modo se reconoció la poca utilidad de movilizar a la totalidad de los

caballeros, y se optó por un modelo mixto donde aquellos que se dedicaran al ministerio

de las armas, o quienes acabaran de recibir el hábito y tuvieran deseo de iniciarse en el,

pudieran hacerlo de forma voluntaria. Y por el contrario, aquellos sin ninguna

vinculación con este oficio participarían con una cantidad en metálico, que en principio

se destinaría el sostenimiento de la unidad.

De esta manera, creo que ya va siendo hora de replantearse la relación de la

nobleza (circunscrita en este caso a las Órdenes Militares) y la guerra, desechando

apriorismos como la supuesta ruptura del vínculo que unía a ambas. Insisto nuevamente,

creo que se ha concedido demasiada importancia al servicio militar personal a la hora de

50 Circular del presidente del Consejo de las Órdenes tocante al donativo que S.M. ha pedido a los caballeros de ellas. Madrid, 31-1-1697. AHN, Estado, Leg. 4827.

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servir como instrumento de medida del grado de compromiso del segundo estado (en

sentido amplio) con la defensa de la monarquía. Del mismo modo había otras muchas

posibilidades de colaborar con la Corona que eran tanto o más valoradas, y no llevaban

anejas el arriesgar la vida en el campo de batalla, que los defensores de la concepción

más tradicional de la asistencia al monarca parecen ignorar.

6. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS.

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