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II.- AGRICULTURA DE GRANDES EXPLOTACIONES AGRARIAS PRIVADAS En este bloque englobamos las explotaciones agrícolas que, bordeando el casco urbano, alcanzaban las tierras que delimitan el barranco del Ral y el del Corcot hasta su unión con el de La Mota. Es decir, la otra zona colindante con el pueblo; en efecto, si a la vertiente que recae al barranco La Mota la englobamos genéricamente como la gran vega, la zona complementaria de ella sería todo el resto que delimitaría el perímetro poblacional. Ciertamente nos encontramos, en la actualidad con un gran problema a la hora de enumerar y, lógicamente, describir los pozos que existían al servicio de esta agricultura, especialmente por cuanto ha sido la zona del ensanche urbano. En efecto, las calles Santísimo, san Ramón o Trinidad, así como las travesías de Rosario y san Antón, las calles santa Bárbara y san José, las plazas de la Fuente y de la Era con santo Tomás, amén de las calles de reciente construcción, incluido el trazado de lo que fueran las sucesivas circunvalaciones del pueblo, todo ello, digo, ha ido asentándose sobre la rica agricultura enguerina propiedad de las familias más pudientes. De todo ello, decimos, sólo podemos observar los residuos siguientes: El pozo de Cabezas y el chorro Casimiro (hoy están tapados) Saliendo de Enguera por el camino del cementerio, hay, a la izquierda de una serie de campos de cultivo, escalonados, el último de los cuales forma una amplia terraza sobre dicho camino y del que le separa un elevado ribazo, revestido de piedras. En los intersticios de éstas se ve un agujero amplio, por donde brota en los grandes temporales un grueso caudal de agua, que corre a lo largo de una cuneta para desembocar en el inmediato barranco. Este caudal, proyectado en forma de chorro saliente, es conocido en el pueblo con el nombre de chorro de Casimiro, y procede del desague (sic) de los campos superiores, empapados de agua. Durante largos años permanece seco este agujero. Y cuando al cabo de pertinaz sequía surge el opulento chorro, los agricultores enguerinos se muestran alborozados, porque ven en su caudal un símbolo de prosperidad, representada por la sazón del valle, cuyo suelo ha embebido codiciosamente el agua benéfica que es anuncio de buenas cosechas”. Albiñana, J.Mª. Historia de la Villa de Enguera y de sus hijos ilustres. Edic. mecanografiada. pág. 40. Cabezas Chorro Casimiro S 0699879 S 0699910 UTM 4316885 UTM 4316924 Altitud 294 Altitud 290 La información sobre la existencia de un pozo tapiado me la pasa Joaquín Ballester Aparicio,“Cabila”. En efecto, hablando de la noria de su abuelo, hoy de su hermana, me refiere la existencia de este pozo y, como no puede ser de otro modo, me acerco a visitarlo. En el camino que va al Vapor, pasada la casa de Joaquín y frente a los pisos que termina de hacer la constructora PNL, existía el chorro Casimiro que manaba a la cuneta del camino. Entre mis recuerdos consta el correr los monaguillos, cuando volvíamos del cementerio con motivo de algún entierro de primera, para ver quién era el primero o el último en beber de sus aguas.

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Page 1: II.- AGRICULTURA DE GRANDES EXPLOTACIONES AGRARIAS …biblioteca.fundacionlasierra.org/sites/default... · Entre mis recuerdos consta el correr los monaguillos, cuando volvíamos

II II ..-- AAGGRRII CCUULL TTUURRAA DDEE GGRRAANNDDEESS EEXXPPLL OOTTAACCII OONNEESS AAGGRRAARRII AASS PPRRII VVAADDAASS En este bloque englobamos las explotaciones agrícolas que, bordeando el casco urbano, alcanzaban las tierras que delimitan el barranco del Ral y el del Corcot hasta su unión con el de La Mota. Es decir, la otra zona colindante con el pueblo; en efecto, si a la vertiente que recae al barranco La Mota la englobamos genéricamente como la gran vega, la zona complementaria de ella sería todo el resto que delimitaría el perímetro poblacional. Ciertamente nos encontramos, en la actualidad con un gran problema a la hora de enumerar y, lógicamente, describir los pozos que existían al servicio de esta agricultura, especialmente por cuanto ha sido la zona del ensanche urbano. En efecto, las calles Santísimo, san Ramón o Trinidad, así como las travesías de Rosario y san Antón, las calles santa Bárbara y san José, las plazas de la Fuente y de la Era con santo Tomás, amén de las calles de reciente construcción, incluido el trazado de lo que fueran las sucesivas circunvalaciones del pueblo, todo ello, digo, ha ido asentándose sobre la rica agricultura enguerina propiedad de las familias más pudientes. De todo ello, decimos, sólo podemos observar los residuos siguientes:

El pozo de Cabezas y el chorro Casimiro (hoy están tapados)

“Saliendo de Enguera por el camino del cementerio, hay, a la izquierda de una serie de campos de cultivo, escalonados, el último de los cuales forma una amplia terraza sobre dicho camino y del que le separa un elevado ribazo, revestido de piedras. En los intersticios de éstas se ve un agujero amplio, por donde brota en los grandes temporales un grueso caudal de agua, que corre a lo largo de una cuneta para desembocar en el inmediato barranco. Este caudal, proyectado en forma de chorro saliente, es conocido en el pueblo con el nombre de chorro de Casimiro, y procede del desague (sic) de los campos superiores, empapados de agua. Durante largos años permanece seco este agujero. Y cuando al cabo de pertinaz sequía surge el opulento chorro, los agricultores enguerinos se muestran alborozados, porque ven en su caudal un símbolo de prosperidad, representada por la sazón del valle, cuyo suelo ha embebido codiciosamente el agua benéfica que es anuncio de buenas cosechas”. Albiñana, J.Mª. Historia de la Villa de Enguera y de sus hijos ilustres. Edic. mecanografiada. pág. 40.

Cabezas Chorro Casimiro S 0699879 S 0699910 UTM 4316885 UTM 4316924 Altitud 294 Altitud 290 La información sobre la existencia de un pozo tapiado me la pasa Joaquín Ballester Aparicio,“Cabila”. En efecto, hablando de la noria de su abuelo, hoy de su hermana, me refiere la existencia de este pozo y, como no puede ser de otro modo, me acerco a visitarlo. En el camino que va al Vapor, pasada la casa de Joaquín y frente a los pisos que termina de hacer la constructora PNL, existía el chorro Casimiro que manaba a la cuneta del camino. Entre mis recuerdos consta el correr los monaguillos, cuando volvíamos del cementerio con motivo de algún entierro de primera, para ver quién era el primero o el último en beber de sus aguas.

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Era una especie de ventanuco en la calzá, a la altura del camino, por el que manaba creo que de manera muy continua. La sequía y el esplendor del asfaltado con alquitrán, al ensanchar el camino a costa de las cunetas, acabaron con la existencia de dicho chorro. Supongo que el agua habrá ido buscando nuevas vías de salida, Pues bien, terminado el inciso sobre el chorro Casimiro, volvamos a nuestro pozo y ereta de Cabezas. Siguiendo el camino hacia el Vapor, en la misma curva y a la izquierda hay un subidor; entrando por él nos encontramos con una higuera. Por cierto, este subidor no es el acceso al campo, ya que el de Cabezas lo tenía en el extremo opuesto y era una puerta de barrotes de hierro y una cadena, sino el del vecino, ‘Vuelta, va y vuelta viene’: no veo nada sino un enorme montón de tierra como plastificada y con apariencia de roca. En ese campo existía una plataforma, eso también lo recuerdo, en la que se asentaba la ereta de Cabezas y, bajo la higuera, a escasa distancia quedaba el pozo, que no he encontrado salvo, como dije, una especie de montañita imitando una roca, que debe ser la tapadera que han colocado para cubrir el pozo.

Bodega de doña Teresa Noria Mina S 0699974 S 0699919 UTM 4317205 UTM 4317284 Altitud 283 Altitud 275 Bajo este epígrafe englobamos tres pozos interconectados por tres minas, cuando menos, a saber: la noria bajo la olivera de los Fabra, el pozo de la casa en el patio y la mina que surtía a dos balsas.

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El primer elemento, hoy tapiado, se encontraba en el ángulo que formaban el camino de san Antón y la senda de acceso a los campos del margen derecho del barranco. Me indican que esta noria era el elemento primordial para el servicio agrícola de la finca que, previsiblemente, formara un todo con la finca de doña Amalia, la farmacéutica, que aquí hemos denominado ‘noria del camino del Santo’ pues, como quedó dicho, no en vano eran familia los propietarios de ambas explotaciones. Esta noria, atendiendo al espacio actual, permite suponer que era de extracción animal e, incluso, que pudiera estar interconectada con la del camino del Santo1. Por su ubicación también permite aceptar las voces de quienes, mientras se tapiaba, proclamaban que de ella hubieran abrevado sus animales de labor e, incluso, que hubieran lavado sus esposas. El hecho de estar a la vera de camino tan importante, en el mundillo agrícola de la época, como el de san Antón lo hace lógico y verosímil.

El hecho de estar a la vera de camino tan importante como el de

san Antón lo hace lógico y verosímil. El segundo elemento, a saber: el pozo de la casa en el patio, debía ser el utilizado para atender las necesidades de la casa. La extracción del agua se realizaba mediante cuerda y cubo, de forma manual. Hoy todavía se conserva, si bien en su momento la comunicación con el tercero de los elementos, para evitar rebosamientos, lo mantiene casi sin uso. En el contexto arquitectónico ubicado aparece destacado.

1 Me cuenta el actual propietario que hace unos años Pepe Poquet venía cargado con una gavilla de cañas por medio del campo, que estaba recién labrado, cuando perdió el soporte del suelo, quedando en el vacío y sostenido, gracias a la gavilla de cañas.

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El tercer elemento hídrico, al que parece confluyen en la actualidad las aguas de los otros anteriores, se encuentra entre lo que eran las dos balsas de almacenamiento en el exterior. En su momento se montó un sistema de extracción del agua por motor y ello hizo que desplazara los otros dos elementos y se convirtiera, de hecho, en lo que se conoció como el pozo de la Bodega de doña Teresa, nombre con el que yo lo conocí en mi infancia; aún más, logró que se olvidara incluso de la existencia de la noria que fue el inicio del cultivo de regadío de la explotación, así como del suministro de agua para la almazara, que yo conocí cedida, en su explotación, al tío Enrique, padre de mis amigos de infancia, los hermanos Rosita y Paco García de la calle Verde, y abuelo de Manolo García el de la oficina de desarrollo local de la plaza de las Palmeras. Y todo ello, repito, retomando el del antiguo lagar de la familia de doña Teresa Pérez. Gracias a la mecanización de la extracción del agua a las dos balsas, así como al cambio en el modelo de producción agraria, apareció la plantación de naranjos que, con tesón y a pesar de la climatología, hizo vislumbrar la posibilidad del naranjo en las tierras no tradicionales de la Vall. Hoy la finca está muy cambiada. Quedan olivos centenarios en la parte lindante con el camino de san Antón, precisamente donde se encontraba la noria; pero el resto, excepción hecha de las construcciones habitacionales en una residencia de alto ‘standing’ enguerino, son un ejemplo de aprovechamiento de las aguas subálveas por mor del cuidado y mino de sus propietarios.

El Huerto del Convento El minero Juan Marín se compromete con los religiosos

Carmelitas de esta villa el hacer una excavación en busca de aguas por la cantidad de 52 libras y 4 sueldos, cuyo trabajo dio por

resultado el nacimiento conocido con el nombre de ‘Pozo de los Frailes’” Fue el 30 de agosto de 1661.Calendario de Efemérides

* * * “Yo, con mi hijo Paquito (q.e.p.d), estaba cazando pajaritos con un rifle que tenía, en los árboles de la noria que estaban enfrente de la almazara de Estruch, y ví que entraba mucha gente en el huerto, eran los de la reunión de S. Antón…” Paco “El Castellano”, un abanderado

que no era labrador. Revista ABANDERADOS 1996, pag. 23 En mi infancia fue uno de los lugares de referencia por varias razones, de las que destaco dos por motivos sentimentales. En primer lugar, porque al ir a la escuela de doña Amparito nuestro horizonte infantil arrancaba desde las ventanas que daban a él. En segundo lugar, porque mi amigo Pepe Perales Barberá era el hijo, entre cuatro hermanas, de los caseros: del tío Pepe y la señora Remedios del Huerto.

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Al Huerto se entraba por la puerta que, recayente a la carretera, todavía existe aunque en distinta configuración. El caminal quedaba delimitado por una inmensa calzá a la izquierda y por un ribazón, donde estaban los alioneros y castaños, por los lados izquierdo y derecho respectivamente, mientras en el segundo tramo los emparrados lo cubrían. El caminal, en suave pendiente, desembocaba en la casa, bajo cuya parra la señora Remedios nos permitía jugar horas y horas interminablemente densas.

La imagen que del paraje viene a mi memoria era de brillante luminosidad por la ubicación, de frescor derivada de la sombra de los árboles y de bienestar en un pueblo que, por contrastes, vestía de negros, araba campos resecos y vivía amores ocultos o sofocados, a los que algunos han pretendido reflejar como reprimidos.

Edificio del Convento y campos de cultivo en primer plano, derecha

Pero aquí corresponde hablar de pozos; y en tal sentido, lo primero que me eché en cara en relación al Huerto, fue lo que escribiera el autor de Efemérides, y hace de entradilla, del tenor siguiente: “El minero Juan Marín se compromete con los religiosos Carmelitas de esta villa el hacer una excavación en busca de aguas, por la cantidad de 52 libras y 4 sueldos, cuyo trabajo dio por resultado el nacimiento del conocido con el nombre de ‘Pozo de los Frailes’”2. Y aquí comienzan los problemas. En efecto, el primero es el de ubicar el dicho Pozo de los Frailes, si es que fuera alguno de los tres que existían en el Huerto cuando yo lo conocí, a saber: el que estaba pegado a los “viveretes” –que fuera anteriormente una noria–, el pozo ciego –que era un pozo enorme, junto a una higuera que había pegado al camino de la parte alta, tras pasar la casa– y el del bancal del hondo. Tratemos de localizarlos y comentar lo que recuerdo de ellos.

2 Sucías, P. Calendario de Efemérides de Enguera. Imprenta de Ricardo Fillol Monfort. Valencia, 1906. Efem del día 30 de agosto de 1661.

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El tercero, el del bancal hondo, es decir el que estaba junto al barranco, se ubicaba junto al viver que llenaba, pienso que mediante una noria de rotación animal. Este campo venía a ser, con alguna posible variación, el espacio que hoy ocupa el Parque de la Oliveta.

El segundo, que denominábamos el pozo ciego, tal vez por el enorme brocal que tenía contrapuesto a la poca luz de que disponía por la cobertura que le proporcionaba la higuera, nunca vi que se utilizara. Ahora bien, el pozo importante para el riego de la finca era el otro, el que estaba, como dije, pegado a los “viveretes”. Estos eran dos y los conocí debajo mismo del muro de vallado, que cercaba el Huerto, a la altura de lo que entonces era la entrada a la almazara de Estruch; es decir, donde la calle Lavadero Viejo deja de ser una replaza para colocar contenedores de residuos sólidos. En ese mismo lugar existía, creo recordar, un portón que en su momento desapareció. Este pozo, cuya extracción de aguas yo ya conocí hacerla con motor, estaba dentro de una especie de casita muy próxima a los “viveretes” y, mediante una tubería de hierro, vertía el agua al primero de ellos, del que pasaba al segundo, que era más grande y más profundo. En este segundo no nos dejaban bañar alegando la suciedad del agua. De este pozo se regaba todo el huerto salvo dos pequeñas parcelas: la del bancal hondo que, como dijimos, se regaba de su propio pozo y los bancales de almendreros que había al final del recinto, junto al actual transformador frente a la carretera de Benali. Me decía una vecina que en el Huerto “se criaban unas lechugas que dejaban los labios como si te los untaras de manteca, ¡qué ricas! ¡ni los estubenyeros las podían igualar!”. Pero no es la única referencia a la calidad de la producción de verduras. Para evitar la repetición sólo traigo la información que me llegó de Josefa, la segunda de las hijas, al afirmar que salían a la plaza a vender, mientras su padre iba a La Canal a repartir los pedidos.

Con todo, y entre tanto ditirambo, conviene no confundir al personal en relación a los volúmenes de producción de verduras. En efecto, los factores limitativos eran muchos, aunque sólo señalo los dos básicos: por el lado de la oferta, la inexistencia de abonados y tratamientos fitosanitarios químicos y, por el de la demanda, las pocas necesidades alimenticias de la época o, mejor, las nulas satisfacciones posibles de los consumidores.

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Sólo un selecto grupo podía permitirse el lujo de tomar dieta mediterránea, aún a pesar de que se conocía y los médicos mandaban tratamientos dietéticos. El resto gustábamos las lechugas en ‘pascuas’, la sandía en la salida al monte o a la caseta por ‘sanjaime’ y el consumo de la berenjena, el tomate o el pimiento se producía al disminuir las pocas reservas que tenían las familias de proteínas, centradas en la ‘toñineta’, las gañas y, algunos pocos, el embutido y el frito. Pero dejemos de divagar y volvamos a los pozos y al sistema de riego. En efecto, el sistema de riego que se utilizaba era el conocido como riego a manta, es decir que, mediante un sistema de acequias –en nuestro caso eran diminutas por razón del exiguo caudal que transportaban–, que alcanzaban a todas y cada una de las parcelas, el agua llegaba a cada uno de los surcos donde se cultivaban las diferentes especies de plantas, denominadas genéricamente verduras: coles, pimientos, tomates, bledas –hoy acelgas–, berenjenas, alcachofas3, nabos, etc. Otro tema a estudiar sería aquel relativo a la existencia del viejo lavadero. Es cierto que en el callejero se ubica aquí la calle Lavadero Viejo, pero ello no quiere decir, por sí mismo, que aquí estuviera un lavadero público en el sentido que luego se conocería. En efecto y en primer lugar, el ensanche de la senda se realiza durante la alcaldía de Piqueras. En segundo lugar, el origen pudo deberse a que los frailes sí lavaban en los “viveretes”, pero sólo ellos y, como máximo, alguna familia allegada. Por el contrario, la existencia de un acceso4, al que se hizo ya referencia, así como el remate de la parte alta de los muros de los viveres, en forma de losa de lavar con pendiente hacia el agua, pudiera permitirnos afirmar la existencia del arranque o conato de lo que, con el devenir del tiempo desembocaría en lavadero público. Inés Tárrega , la del huerto –“que sí, que nací hace 93 años y me crié en el Huerto hasta que nos fuimos a vivir a la calle santo Tomás”–, recordaba, y amablemente así me lo hacía saber entre recuerdos a la mutua amistad y cariño que se profesaban ella y mi madre, que el uso de las aguas del pozo para lavar quedaba circunscrita a las personas de la plaza del Convento y algunas otras casas del entorno, así como a los momentos en que su padre, el tío Salvador de los Carros –“pues mi padre hacía de recadero a Alcudia”–, ponía en funcionamiento el pozo. “Llegaban por la senda y entraban por el portón. Se ponían a lavar en un viver y aclaraban en el de más arriba, que tenía el agua más limpia y clara”. En cualquier caso, aquí está parte de nuestra historia, también agrícola, que deseamos pueda aflorar sin necesidad de tener que derruir, arrasando, algo tan sublime como cuanto ha quedado encima de la noria, los pozos y el huerto de los frailes, como un todo. Pero hay que tener algo más que utilitario sentido político para integrar el pasado y el futuro de un pueblo. ¡Lástima de historia perdida!

Bodega de Arcona Se trataba de una explotación agraria, a la altura de la actual cruz de piedra5, exactamente en lo que hoy es el almacén de ajos de Salvador e hijos.

3 Porque las pencas –hoy cardos– en Enguera estaban en los ribazos de secano de tierra blanca. 4 Hablo de acceso en referencia a que debían ser las personas externas quienes lo utilizaran, toda vez que los frailes debían acceder al huerto desde las propias dependencias del convento. 5 Digo actual que, por cierto, no es de piedra sino de tubos pretensados. La de piedra estaba situada en el lateral izquierdo de la antigua casa de la Oliveta, donde hoy existe una especie de garaje o similar entre la antigua casa y el taller de Soler. Allí, poco más o menos, donde hoy existe una construcción con el número tres de cartería llegué yo a conocer los basamentos del complejo, junto al camino de acceso al campo de olivos que, durante un tiempo, fuera de mi padre.

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En dicha explotación agrícola nos consta, al menos, la existencia de forma sucesiva de un lar, una almazara y unos campos de riego que se surtieron de un pozo, al parecer de nacimiento, con extracción de aguas mediante un sistema de motor.

Vista de la Bodega

En primer término las ramas de Piqueras

De mis recuerdos de niñez extraigo la existencia de un portalón de acceso al caminal desde el camino Viejo, totalmente enmarcado por palmeras, cuyas pilastras servían de punto de arranque de sendas balsas que, todavía hoy, pueden ser observadas enteras o sus restos:

- una, la más cercana al pueblo era de la cooperativa de riegos; servía para almacenar el agua del lavadero y, además, de distribuidor entre los dos ramales de riego existentes: por encima y por debajo del camino Viejo;

- la más pequeña, la de la derecha de la verja de entrada, se llenaba del pozo de la finca y, además de servir para regar los campos de naranjos, también servía para que, en diferente horario, tomaran el baño los niños y las niñas de los respectivos grupos de amigos de los sobrin@s de la dueña. El recuerdo y la acumulación de datos en la cadencia de esta explotación me lleva a la consideración de si esta explotación no fue una de las múltiples plantaciones de moreras que, con la reducción de mano de obra por la expulsión de los moriscos, se convirtió en viña hasta que la filoxera la hizo devenir en olivarera y, por el agua, en naranjos. Tema

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sobre el que habrá que volver en otro momento, pues los cañizos en las cambras de las casas de agricultores llegaron hasta bien entrado el siglo pasado6.

II II II ..-- PPRRII MM OORREESS AAGGRRAARRII OOSS EENN TTII EERRRRAASS RROOJJAASS Ahora sí, en este tercer bloque nos referimos a aquella agricultura, con punto álgido de esplendor en el cambio de siglos, con origen en la inmigración de gente de la Marina que, o bien huyen de los primeros síntomas de la filoxera o, tal vez, buscan materializar los excedentes en nuevas áreas de cultivo que, además, tenían diferencial significativo con los altos costes de producción en la Marina, relativos a la uva pasa. Testimonios de dicha inmigración todavía son apreciables, aunque sólo sea atendiendo a la aparición de nuevos apellidos y algunos apodos con que la sociedad enguerina del momento los fue integrando tras “boltizarlos”. En efecto, los Carrió, los Panseros7, los Canalí, los Barrenos y bastantes más son enguerinos provenientes de las Marinas –Alta y Baja–, que un día comenzaron a llegar a nuestras tierras y revolucionaron la producción del viñedo enguerino. A todo ello nos referimos cuando hablamos del cultivo de uvas no vinificables, tradición del cultivo de vid entre nosotros, para dar entrada al cultivo de uvas pasas, a las que, como primores, debemos añadir la producción de aquellas para consumo en fresco como uvas de mesas. En tal sentido, tres son los enclaves en que, pensamos, destacaron mayoritariamente, a saber: el Saytón hasta la Boquera, las Archemas y Benamil, a la que tal vez hubiera que añadir la zona de Fraga.

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Pozo Canalí S 0695722 W 4318729 Altitud 324’8 Este pozo se encuentra en medio del campo de naranjos, existente bajo la caseta de Paco Peris; es decir, se encuentra en el caminal que va desde la finca del Saytón a la carretera

6 Hago referencia a los cañizos existentes en las cambras, por ejemplo de mi abuelo materno y en casas de amigos, colgando de las armolás, donde se asentaban los gusanos de seda, aunque algunos, en nuestra infancia, pensáramos que eran para secar los higos tras ser saneados por el método del escaldado. 7 Del valenciano panser: el que trabaja en la elaboración de pasas.

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de Benali. En su momento formó parte de la finca y casa conocida como Corral de Canalí, si bien en la parte de dicha finca que recae a la Rambla. El pozo daba su prestancia, como puede observarse a pesar de haber sido cubierto en parte el brocal, debía formar parte de una gran finca. En efecto, según mis averiguaciones, la finca comprendía una enorme extensión de terreno, con gran casa comprensiva de zona habitacional, cuadras para caballerías y corrales para el ganado. El pozo y parte del terreno, gracias a las sucesivas particiones y alguna adquisición, ha llegado a ser de la hija casada con Paco, el hermano de Vicente Peris.

Pero volviendo al estudio del pozo, según me dicen, el origen de todo este emporio fue una familia que llegó de Alcalalí (Alicante) con la intención de producir uvas pasas. En principio eran dos hermanos, cuyas respectivas ramas fueron conocidas en el pueblo como Canalís unos y los otros como Panseros. Cultivaron vides en toda la zona que conocemos como el Saytón hasta la llegada de la filoxera. Con la hecatombe derivada de la filoxera devino el declive de dichas familias, así como del peso específico de que socialmente gozaban. Comenzaron a dividir las propiedades y algunos de ellos fueron desprendiéndose de sus partes en la propiedad original, si bien era tan extensa la explotación agraria que, a fecha de hoy, todavía es significativa la propiedad que permanece en manos de la familia de la rama de los Canalís, toda vez que la parte de los Panseros fue vendida a los Perellós. Dentro de todo este ir y venir cabe destacar, por la trascendencia económica y social que tuvo, al abuelo de los actuales propietarios, conocido con el nombre del ‘sacre del Saytón’, precisamente por su tenacidad en el mantenimiento y desarrollo de la propiedad y defensa del patrimonio familiar. Yo sólo llegué a conocer a uno de sus hijos, el que tenía carros y se dedicaba al transporte de materiales, una vez que abandonaron la vivienda en el Saytón y se trasladaron al pueblo. En efecto, le recuerdo llevando materiales para la construcción del primer grupo de casas construidas en la avenida de la Constitución que, siendo como ahora carretera, se denominaba Falangista López Bregado en memoria de quien fuera hijo de don Eduardo López Palop. Pues bien, éste otro que fuera hijo del ‘sacre del Saytón’, me dicen, era digno de su padre, el patriarca del que derivan todos los Canalís.

Pozo el Cigarret S 0697531 UTM 4319024 Altitud 303

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Se trata de un pozo con brocal de ladrillo rojo y un arco de metal que sostiene la carrucha, pero cuyo pozo está revestido de piedra y de boca ancha. Se encuentra a la izquierda del camino de la Boquera: tras cruzar la Rambla, habiendo dejado a la derecha un cuco de Chapín, se sube una pequeña pendiente y se ve delante de una caseta fuera del cercado. El pozo aparece dentro de una propiedad que, cruzada por el camino del Saytón, tiene el formato de una alargada franja de terreno con casa antigua incluida descendiendo hasta la rambla. Como quiera que la construcción descrita se encuentra al otro lado del camino donde se halla el pozo y, además, existe una segunda casa más próxima al pozo, todo ello me condujo al craso error de pensar que fueran dos realidades diferentes. He escrito craso error porque, tras largas averiguaciones, llegué al esclarecimiento de cuanto paso a referir.

En efecto, lo primero que hice fue tratar de averiguar quién pudiera ser el tal Cigarret que daba nombre a tan singular construcción hidráulica. Ello me condujo a localizar un tal Eduardo Ballester Riera que casó con Josefa Martinez García del Campo, quien era hija del tío Leopoldo de la calle san Miguel y hermana de mis compañeros de escuela y juegos; este matrimonio vivió en el Merendero y, posteriormente, abrieron otro bar frente a la farmacia de la carretera donde se preparaban las mejores clóchinas de la comarca. Pero por aquí poca información podía obtener sobre el pozo, así que continué con mis averiguaciones. Ciertamente averigüé que Eduardo tenía dos hermanas: Amparo y Rosario que casaron, respectivamente, con un Polsero y con Marín. Prosigo con mis averiguaciones y descubro que Amparo, a quien impusieron el nombre en recuerdo de una hermana de su padre que murió ahogada en el naufragio del malogrado Príncipe de Asturias, tiene dos hijas, entre las que repartió dicha propiedad. Por lo tanto, debo descartar a Eduardo Ballester Riera como causante del nombre del pozo. Y es en este instante cuando me aparece el dato más significativo del pozo: el padre de los tres –de Amparo, Eduardo y Rosario Ballester Riera–, que vivió en la calle san Jerónimo, ¡vino de un pueblo de la Marina! Y ello ¿qué importancia pudo tener? Pues que debió ser uno de los pioneros del cultivo de la uva de pasa que, provenientes de la Marina previsiblemente con los Cantó, se estableció en la zona donde aquellos se asentaron como veremos al referirnos al pozo de Canalí y su conexión con los Panseros. Y, claro, el pozo y el terreno al igual que las construcciones –¿vivienda y riu rau?– tomaban todo su significado original. El pozo, tal como aparece en la actualidad, se compone de dos tipos de construcciones diferentes: el brocal, de realización reciente, como apunté al inicio, en ladrillo rojo y el pozo propiamente dicho, a saber: la parte antigua, cuyo formato y estilo recuerda los

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grandes pozos que perduran de la zona, como el de Canalí para las necesidades de la técnica del escaldado de las uvas.

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Pozos del Barreno Casa Pozo del Corral S 0697275 S 0697815 UTM 4313584 UTM 4313304 Altitud 403 Altitud 414’5 El primero de los pozos se encuentra en la finca del mismo nombre, al sur de la casa, junto a una higuera. Leo en libro La Sierra de Enguera que es “un caserío de nueva construcción. Había otra casa en la umbría de la plana, hoy en ruinas, donde existían varios pozos en la partida del Colchón del Cucharón”, nombre este reciente ya que de siempre se ha conocido la partida y los regueros como los Albertos, pues los propietarios eran una familia de “albertos” hasta llegar al actual Alberto “Briales”. En efecto, en relación a estos dos segundos pozos y en mi inspección ocular he encontrado uno junto al mismo desaguador y bajo mismo de lo que se denomina corral del Barreno, con hornacina muy vieja y una pila, separada y tirada, bajo de un joven nogal. Al edificio del corral o casa no pude acceder no sólo por estar en ruinas sino, sobre todo, por la vegetación tan exuberante que la envuelve.

Me dicen que hay otro en el camino que sube por el carril de Panblanc, a saber: el que se toma desde la carretera pasado el pozo de Carbonell. Tendré que ir a verlo. ¿Será aquí donde esté el Colchón del Cucharón? Es posible, aunque otros me dicen que es el pozo Rojo, nombre incorrecto para este pozo, sino que es el que denominamos de Figuereta que se analiza a continuación.

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Pero volviendo a la casa nueva, en efecto, tiene un pozo en el lado sur cuya hornacina, cuadrada y blanqueada, tiene una puerta metálica con candado que me impidieron analizar el interior, si bien sí pude observar que debe estar en uso, toda vez que observé la existencia del cubo o pozal. El agua de la lluvia está canalizada hacia él y en la foto se observa la enchilaga o aliaga para el filtrado de agua. Pero volviendo al origen del actual nombre del pozo, de la edificación y de la finca, según mis informaciones, en toda esta umbría y hasta el río Mínguez, solamente existían dos grandes propiedades: Benamil y los Albertos. Como de Benamil hablaremos en su momento, ahora nos compete hablar de la finca de los Albertos. Esta finca comprendía la extensión de terreno que abarcaba las actuales casas de los Barrenos y Dineros. Sus propietarios lo habían sido los sucesivos miembros de la familia Albertos –los hoy conocidos como “Briales”–, hasta que los primos José Luis Server Fornés y Jaime Carrió la adquirieron. Estas familias venían de la Marina, al igual que también llegaron de la misma zona los Canalí, los Panseros y los Cigarret por aquellas mismas fechas y, como iremos viendo, todas ellas se dedicaron, mientras fue posible, al cultivo de la uva de pasas. Pues bien, los Server y los Carrió, naturales de Pedreguer, y sus familias edificaron ambas casas y se establecieron en ellas.

En un primer momento faenaron juntos, pero las desavenencias aparecieron y Jaime marchó a hacer las américas en Argentina y su esposa se deshizo de su parte, que le compró un Carbonell que tenía dos ramas de herederos, una era Alfredo Carbonell y la otra radicaba en Mogente. Como la rama de Mogente también se deshizo de su parte, se consumó de esta guisa la separación de la finca los Albertos en varias porciones, así como la aparición de otros pequeños propietarios entre las dos partes mayores: las casas Barreno y Dineros. Pues bien, me cuenta uno de los nietos de José Luis que por la rama materna era sobrino de las “barrenas” que tenían la tienda en las Cuatro esquinas, pues su abuelo estaba casado con una oriunda también de la Marina emparentada con ellas. Pero, volvamos a los pozos, que es nuestro hilo conductor. Me dicen que el abuelo José Luis era bastante caprichoso en sus gustos, vamos, que el dinero le quemaba en el bolsillo, amén de otros tipos de fuegos que le ardían en otras partes. Siendo ello así, fue él quien ordenó hacer las excavaciones junto a la casa actual y, como el pozo que venimos denominando del Corral era pobre de aguas, hizo una mina para recoger las de las torrenteras del reguero que, al asolarse y quedar al descubierto, fue el origen de la información sobre la existencia de un segundo pozo en el Colchón.

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Lo que sí existe es un pequeño clochón en el inicio del ramal de los Albertos más próximo a Pan blanc, me dicen, pero que no he podido verificar.

Pozos de la Casa Dineros

Pozo de la Casa Pozo de la Carretera S 0697429 S 0697119 UTM 4313695 UTM 4313492 Altitud 393 Altitud 403 Con tal denominación aparece en la cartografía, aunque en el pueblo se conoce como finca de la casa Carbonell, en razón de quien fue su propietario y, por idéntica razón, podríamos denominarla de Pedro Micó, o de sus herederos.

El pozo que abastece la casa se encuentra junto al ángulo sur de la misma, unido a aquella mediante la construcción para la recogida de aguas de lluvia. En sus orígenes se encontraba en la parte delantera de la vivienda, de forma que satisfacía con comodidad las necesidades para lo que se construyó, sustituyendo el pozo antiguo. Hoy se encuentra cerrado por puerta y formando parte de un coqueto rincón compuesto por escalinata en forma de dintel sobre la que descansan elegantes maceteros de arcilla así como mesa y asientos en formato rústico. El otro elemento hídrico es aquel que venimos de denominar pozo antiguo. Se trata de la original hornacina que, a la vera de la carretera de Ayora y frente al entrador de la finca, luce bonita. Es la hornacina del pozo que, antes de ser seccionada la propiedad por la carretera, abastecía del agua necesaria a la casa en Benamil.

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La hornacina, que adopta figura poco corriente para construcciones similares en la Vall, tiene una única abertura. Con todo, la razón de su singularidad descansa en dos motivos: el primero es el grosor de las paredes, que recuerdan las construcciones de mampostería de cal y arena que, en la actualidad, aparecen enlucidas o recubiertas con la típica “barrecha” de arena y cemento, muy cuidada; el segundo, y no menos significativo, se refiere a la forma de la abertura, que es estrecha en la base y más amplia en la parte superior, a la vez que es mayor en el exterior que en la zona recayente a la cavidad interior, haciendo juego con la figura cilíndrica de la hornacina. Como no tiene elemento de cierre, se puede disfrutar de la vista del interior. El nivel del agua es elevado y, si hacemos caso al sonido de la piedra lanzada al agua, debe tener una profundidad no inferior a los diez metros. Siguiendo la historia de los vecinos primos oriundos de Pedreguer, ya dejamos dicho que ésta parte de la propiedad correspondía Carmen Sanchiz, esposa de Jaime Carrió, tras las desavenencias con su primo Luis Server Fornés.

Sea por las desavenencias entre ellos sea por la llegada de la filoxera a nuestros campos, lo cierto es que Jaime marchó a Argentina donde fallece. Allá marcha su viuda con un bebé en brazos. Madre e hijo, junto a 5 enguerinos más, perecieron en la travesía, cuyo recuerdo recoge una lápida que guarda el Cementerio8, cuyo texto exclama:

“Enguera llora y reza por estos hijos suyos que perecieron

en el naufragio del ‘Príncipe de Asturias’ ocurrido en aguas

del Brasil el 5 de marzo 1916…”

y los enumera, uno tras otro, primero los varones y después las mujeres. ¿Fue tras las muertes cuando se deshacen de la propiedad? ¿O, tal vez, se vendió para financiar los pasajes? Lo cierto y verdad es que pasa a manos de los Carbonell, tal y como hemos dejado constancia al inicio de este relato. Nota.- En Albiñana, J.Mª. Historia de la Villa de Enguera y de sus hijos ilustres. Edic. mecanografiada. págs. 351 – 352 aparece un tal Salvador Sanchiz Piqueres que fuera alcalde constitucional. Entre sus acciones

8 Lápida colocada en la pared, a la derecha del acceso al Camposanto desde el templo, y ubicada según sistema UTM en las coordenadas 30 S 0699465 y 4316915.

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consta: el establecimiento del escudo constitucional del municipio, a saber: el del castillo coronado con hoz y martillo en 1891.

Caseta del Botecari Pozo Mina S 0699297 S 0699385 W 4317209 W 4317140 Altitud 307 Altitud 293 La propiedad en que se encuentran ambas construcciones hidráulicas está en la antigua senda del Boneguillo, en el llano que arranca en el Plano Almansa y finalizará en el camino de san Antón. Se trataba de una gran extensión de cultivo de uva pasa que, abancalada, asignaba a cada bancal o unidad de producción una específica denominación. Los habitantes de nuestro pueblo asignaban a la explotación el nombre del promotor de la misma, que debía tener por oficio ser farmacéutico, además de ser oriundo de zona valenciano hablante. La propiedad debió ir pasando a los herederos quienes, en parte, fueron deshaciéndose de ella, mientras otros, por el contrario, la mantuvieron. Precisamente aquellos que la retuvieron fueron quienes, con origen en el acatamiento de las obligaciones formales derivadas de las normas de la II República, financiaron la perforación de la mina.

El pozo se mantiene en su forma primitiva de hornacina abovedada, dentro de una construcción protectora de estilo moderno, que hace juego con el edificio de la vivienda. En tal sentido son observables, entre los elementos primeros: el brocal interior, el recubrimiento de piedra, la pileta y la carrocha sujeta a una barra de hierro que cruza la hornacina. El segundo elemento, que hemos denominado la mina, no era un nacimiento de agua, en sentido estricto, sino una perforación, hoy cubierta, que ramificaba en galerías de almacenamiento de aguas en temporadas de alta pluviosidad.

FFRRAAGGAA A modo de introducción: Esta parte está descrita en La Vall 4 pero, aunque los pozos de esta zona ya fueron publicados, convendría hacer referencia a ellos porque parece zona de Primores en tierra roja y consta que, además de la Noria de Esparza y el Molino de viento, en esta zona se debió cultivar la pasa como alargadera de Lucena, enclave del que hablaremos a propósito de las grandes construcciones hídricas. Con todo y a guisa de introducción, no

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podemos rehusar transcribir aquellos párrafos del insigne dr. Albiñana, quien dejó escrito:

“… a media hora escasa del pueblo estaba Lucena, una de las más hermosas fincas de la Marquesa;… allí había de todo: monte, llano, aire, sol, aves, agua, flores, quietud y alegría. Un verdadero paraíso… “Conocía desde su infancia aquel Edén de Lucena, con su estanque de riego, grande como un lago, en el cual se había zambullido más de cien veces juntamente con sus compañeros de escuela, en las tardes agosteñas, inflamadas por el Sol de Levante; recordaba la fuente, brotando próvida de la falda de un cerro, con sus primeras linfas burbujeantes, corriendo por el barranquillo enjuncado, revestido de verde musgo, flotante y aterciopelado que jugueteaba con las ondas cristalinas, perdidas después en la inmensas tragaderas del estanque. Y entre aquellos frutales circundantes, bordeando los campos escalonados, a cuyas rampas tantas veces trepara en sus años niños, para coger a hurtadillas las jugosas pomas del tío Sento…” 9

Así pues, los que hemos denominado pozos las Carteretas, especialmente el Cuadrado, el de Cisneros en barranco Lucena, el pocico de la caseta Briales, el de las casetas los Panseros o de los Correos, así como las norias de la Mateana y Esparza conformaron uno de los principales enclaves que, como vimos en la introducción a este apartado de Cultivo de Primores, hiciera exclamar a nuestro ilustre paisano aquello de:

“Llegó a Lucena … y … entretúvose presenciando las operaciones de la escaldá. “Era el tiempo de la pasa. “Delante de la casa, en un ángulo de la amplia plazoleta, alzábase una gigantesca caldera de cobre, la misma de la matanza, sobre unos trébedes de hierro, enrojecidos por las llamaradas que elevaban gruesas gavillas de sarmientos. El tío Sento, un entendido pansero de la Marina, colocaba en un hondo cazo de alambre enrejado nutridos puñados de uva moscatel, que cogía con las dos manos, de un capacho repleto, y hundía el cazo con su carga en la hirviente lejía de la caldera, preparada con ceniza10. Sostenía el recipiente por el largo rabo durante breve rato; y cuando la escaldá estaba en su punto, vertía las humeantes uvas sobre dilatados cañizos; varias mujeres, prácticas en el negocio, entreteníanse en separar cuidadosamente los escaldados racimos, extendiéndolos, aislados, sobre la superficie de cañas; y cuando el cañizo estaba totalmente cubierto de fruto, trasladábanlo al centro de la era, para que el sol, con sus ardorosas caricias, completara la operación. Al anochecer, para que el relente no perjudicara la superficie rugosas de las uvas, devolviéndoles su tersura, las mismas mujeres apilaban los cañizos, superponiéndolos, y colocando en sus ángulos los tarugos, prismas rectangulares de madera, que evitaban el aplastamiento de unos contra otros; sobre cada pila, extendíase una fuerte lona protectora contra el rocío o la lluvia; y de este modo, los montones de cañizos aparecían como inmensas piezas de hojaldre durmiendo bajo tiendas de campaña. “Un aroma exquisito, de fruta fresca, extendíase por el espacio. “Al cabo de unas semanas, los contratistas de la Marina llegaban con sus carros para trasladar el riquísimo fruto al puerto de Denia, enterrándolo en el fondo de las naves, a través del Mediterráneo y el Atlántico, para resucitarlo en los mercados de Glasgow y Liverpool. “Y meses después, el pastoso pudding, al ser herido por el cuchillo de plata de alguna Miss rubia y elegante, descubriría en su blando seno, como incrustaciones de ébano, las negras pasas de Lucena, azucaradas por el Sol de Levante.”11

Por lo demás, con toda aquella enumeración llegaríamos al azagador de Fraga, donde ya analizamos el molino de viento, dentro del análisis de los sistemas de extracción de

9 Albiñana Sanz, J. Mª. Sol de Levante. Editorial Gerardo Sisniega. Mexico, D.F.1921 – 1922, pags. 170 y s. 10 Pienso deberíamos tomar la palabra lejía, en este contexto, tal como la acepción, que ofrece el diccionario de la Real Academia de la Lengua, siguiente: “Agua en que se ha disuelto álcalis o sus carbonatos. La que se obtiene cociendo ceniza sirve para la colada.” 11 Albiñana Sanz, J. Mª. Sol de Levante. Editorial Gerardo Sisniega. Mexico, D. F., 1921 – 1922, pags. 277. 228 y s.

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aguas de los pozos. Ahora vamos a centrarnos en dos enclaves específicos: La Noria de Esparza y los pozos de los Chalets del Río. Veámoslo.

La noria de Esparza S 0701889 UTM 4318898 Altitud 239 Con este nombre conocíamos en mi infancia una enorme propiedad que quedaba a la izquierda del camino Viejo. Su propietario, el tío Esparza, vivía con su mujer en la casa que hacía esquina entre la calle san Lorenzo con santa Bárbara, a espaldas de la fuente de Hierro, cuyas vidrieras de combinados colores verdes en la mampara de las puertas tanto atraían nuestra atención infantil. Lo quiero recordar como un hombre inmenso, grueso, que adelantó en muchos años a su esposa en su fallecimiento. La finca tenía, a nuestros efectos, dos norias, un viver y un pozo. De todo ello sólo queda, me dicen, el pozo –“aunque agua, no buena”– que quedaba, y queda supongo, dentro de la parte baja de la casa; así como sí puedo observar los restos de una de las dos norias.

Había una casa, donde vivían normalmente los caseros…

Delante de la casa estaba el viver y a la derecha una enorme nave – de la que, reconstruida, se puede observar el tejado a la izquierda–... al final de dicha nave existía la noria, que daba nombre a la finca y en mi

recorrido actual no he podido encontrar. Atendiendo a lo que me cuentan y a los recuerdos de mi memoria, la finca tenía una casa, donde vivían normalmente los caseros que, me parece recordar, era el Cantero, que después vivió en la calle san Miguel y era hermano del tío Pepe, el que fue sereno durante muchos años; y creo que fue allí donde tuvo el accidente que le costara un brazo. Delante de la casa, en el sentido de acceso a la finca, estaba el viver y a la derecha una enorme nave. Pues, bien, al final de dicha nave existía la noria, que daba nombre a la finca y en mi recorrido actual no he podido encontrar. Finalmente, y en la parte baja, estaba la segunda noria de la que he podido observar los restos del pozo de la misma, así como una parte del perímetro de recorrido del animal, en su rodar y rodar, manifestado en la curva que ofrece la calzá.

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La construcción es la protección de la perforación en que estaba

la segunda noria

Si mal no recuerdo, en la finca existían los siguientes cultivos mayoritarios: olivos, sementeras con granados en casi todos los márgenes y unas pocas parcelas regables a manta para verduras y alfalfa. Personalmente, puedo identificar como superficie regable el campo donde se encuentran los restos de la segunda noria, pues en él me pillaron, con otros amigos, haciendo travesuras propias de la edad. Por lo demás, sería curioso poder estudiar los hundimientos acaecidos en esta propiedad con motivo de las últimas transformaciones del terreno. En efecto, al parecer se dan los elementos suficientes para poder pensar en la existencia de un antiquísimo Qanat que uniera el pozo existente bajo la actual escalera de la casa, el de la casa de los caseros, las dos norias y los sucesivos hundimientos del terreno. Si se confirmara tal extremo nos remontaríamos a una nueva Turma romana, ésta próxima a Lucena.

Pozos de los Chalets del Río 1er. Chalet (ev) 2º. Chalet (ya en Anna) S 0702543 S 0702531 UTM 4319167 UTM 4319335 Altitud 334 Altitud 229 Como se deduce de la información anterior englobamos los dos pozos en el mismo epígrafe, sabiendo que, a nuestros propósitos, sólo importa el primero, es decir el que corresponde en la actualidad a Enguera Vitivinícola (ev).

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Se encuentra en medio del campo de vides que existe entre los caminales de acceso antiguo y actual. Sólo puede observarse el tubo por el que sale el agua, una manivela de regulación y el tramo que se interna en la tierra para llevar el agua extraída a la inmensa balsa que existe a la izquierda del chalet. En el mismo brocal antiguo del pozo se puede observar el cuadro de mando eléctrico. El pozo que es muy antiguo y de caudal abundante se pierde en la noche de los tiempos, si bien el boom de la industria textil enguerina, derivado de la Gran Guerra, propició la construcción de los chaletes y, consiguientemente, el montaje de la bomba de extracción movida por electricidad proveniente del salto de Estubeny.

La memoria colectiva hace que en dichos chaletes veraneara en alguna ocasión la hija de quien fuera Jefe del Estado y Generalísimo de los ejércitos. El boato que ello conllevara, así como las medidas de seguridad, propiciaron en la imaginería colectiva toda una serie de enigmas relativos al lujo de dichas construcciones, aisladas como estaban de las miradas de la gente del pueblo.