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II. 5. POEMAS LARGOS (LARGOS )( 101-125)
Elías Nandino
101. NO SÉ CÓMO... (Elías Nandino, México)
No sé como mirar para encontrarte, horizonte de amor en que me excito, distancia sin medida donde habito para matar las ansias de tocarte. No sé como gritar para llamarte, en medio de mis siglos de infinito, donde nace el silencio de mi grito movido por la sangre de buscarte. Mirar sin que te alcance la mirada sangrar sin la presencia de mi herida llamarte sin oírme la llamada y atado al corazón que no te olvida ser un muerto que tiene por mirada mi cuerpo que no vive sin tu vida.
Rafael de León
102. PENA Y ALEGRÍA DEL AMOR (Rafael de León, España)
Mira cómo se me pone la piel, cuando te recuerdo... Por la garganta me sube un río de sangre fresco de la herida que atraviesa de parte a parte mi cuerpo. Tengo clavos en las manos y cuchillos en los dedos
y en mi sien una corona hecha de alfileres negros.
Mira cómo se me pone la piel cada vez que me acuerdo que soy un hombre casado y sin embargo, te quiero. Entre tu casa y mi casa hay un muro de silencio, de ortigas y de chumberas, de cal, de arena, de viento, de madreselvas oscuras y de vidrios en acecho. Un muro para que nunca lo pueda saltar el pueblo, que está rondando la llave que guarda nuestro secreto. ¡Y yo sé bien que me quieres! ¡Y tú sabes que te quiero! ¡Y lo sabemos los dos y nadie puede saberlo!
¡Ay pena, penita, pena de nuestro amor en silencio! ¡Ay, qué alegría, alegría quererte como te quiero! Cuando por la noche a solas me quedo con tu recuerdo, derribaría la pared que separa nuestro sueño, rompería con mis manos
de tu cancela los hierros, con tal de verme a tu vera, tormento de mis tormentos, y te estaría besando hasta quitarte el aliento, y luego, qué se me daba quedarme en tus brazos muerto. ¡Ay, qué alegría y qué pena quererte como te quiero! Nuestro amor es agonía, lucha, angustia, llanto, miedo, muerte, pena, sangre, vida, luna, rosa, sol y viento. Es morirse a cada paso y seguir viviendo luego, con una espada de punta siempre prendida del pecho.
Salgo de mi casa al campo solo con tu pensamiento, por acariciar a solas la tela de aquel pañuelo que se te cayó un domingo cuando venías al pueblo y que no te he dicho nunca, mi vida, que yo lo tengo. Y lo estrujo entre mis manos lo mismo que un limón nuevo, y miro tus iniciales y las repito en silencio
para que ni el campo sepa lo que yo te estoy queriendo.
Ayer, en la Plaza Nueva, - vida, no vuelvas a hacerlo- te vi besar a mi niño, a mi niño, el más pequeño, y cómo lo besarías, ¡ay, Virgen de los Remedios! que fue la primera vez que a mí me distes un beso. Llegué corriendo a mi casa, alcé a mi niño del suelo y sin que nadie me viera, como un ladrón en acecho, en su cara de amapola mordió mi boca tu beso. ¡Ay, qué alegría y qué pena quererte como te quiero!
Mira, pase lo que pase, aunque se hunda el firmamento, aunque tu nombre y el mío lo pisoteen por el suelo, aunque la tierra se abra y aun cuando lo sepa el pueblo y ponga nuestra bandera de amor, a los cuatro vientos, sígueme queriendo así, tormento de mis tormentos.
¡Ay, qué alegría y qué pena quererte como te quiero!
103. NECESITO DE TI (Rafael de León, España)
Necesito de ti, de tu presencia,
de tu alegre locura enamorada.
No soporto que agobie mi morada
la penumbra sin labios de tu ausencia.
Necesito de ti, de tu clemencia,
de la furia de luz de tu mirada;
esa roja y tremenda llamarada
que me impones, amor, de penitencia.
Necesito tus riendas de cordura
y aunque a veces tu orgullo me tortura
de mi puesto de amante no dimito.
Necesito la miel de tu ternura,
el metal de tu voz, tu calentura.
Necesito de ti, te necesito.
104. ENCUENTRO
(Rafael de León, España)
Me tropecé contigo en primavera,
una tarde de sol delgada y fina,
y fuiste en mi espalda enredadera
y en mi cintura, lazo y serpentina.
Me diste la blandura de tu cera
y yo te di la sal de mi salina.
Y navegamos juntos, sin bandera,
por el mar de la rosa y de la espina.
Y después, a morir, a ser dos ríos
sin adelfas, oscuros y vacíos,
para la boca torpe de la gente...
Y por detrás, dos lunas, dos espadas,
dos cinturas, dos bocas enlazadas
y dos arcos de amor de un mismo puente.
Bécquer
POEMAS DE GUSTAVO ADOLVO BÉCQUER
( Las Rimas )
105. Rima LIII
Volverán las oscuras golondrinas en tu balcón sus nidos a colgar, y otra vez con el ala a sus cristales jugando llamarán; Pero aquéllas que el vuelo refrenaban tu hermosura y mi dicha a contemplar, aquéllas que aprendieron nuestros nombres
ésas... ¡no volverán! Volverán las tupidas madreselvas de tu jardín las tapias a escalar, y otra vez a la tarde aún más hermosas sus flores se abrirán; Pero aquellas cuajadas de rocío, cuyas gotas mirábamos temblar y caer, como lágrimas del día …, ésas... ¡no volverán! Volverán del amor en tus oídos las palabras ardientes a sonar; tu corazón, de su profundo sueño tal vez despertará; Pero mudo y absorto y de rodillas como se adora a Dios ante su altar, como yo te he querido..., desengáñate, ¡así no te querrán!
106. Rima XCI
¿No has sentido en la noche, cuando reina la sombra una voz apagada que canta y una inmensa tristeza que llora?
¿No sentiste en tu oído de virgen las silentes y trágicas notas que mis dedos de muerto arrancaban a la lira rota? ¿No sentiste una lágrima mía deslizarse en tu boca, ni sentiste mi mano de nieve estrechar a la tuya de rosa? ¿No viste entre sueños por el aire vagar una sombra, ni sintieron tus labios un beso que estalló misterioso en la alcoba? Pues yo juro por ti, vida mía, que te vi entre mis brazos, miedosa; que sentí tu aliento de jazmín y nardo y tu boca pegada a mi boca.
107. Rima XLI
Tú eras el huracán, y yo la alta
torre que desafía su poder:
¡tenías que estrellarte o abatirme!...
¡No pudo ser!
Tú eras el Océano, y yo la enhiesta roca que firme aguarda su vaivén:
¡tenías que romperme o que arrancarme…! ¡No pudo ser!
Hermosa tú, yo altivo; acostumbrados uno a arrollar, el otro a no ceder; la senda estrecha, inevitable el choque... ¡No pudo ser!
Juan Ramón Jiménez
108. ESTOY TRISTE, Y MIS OJOS NO LLORAN (Juan Ramón Jiménez, España )
Estoy triste, y mis ojos no lloran y no quiero los besos de nadie;
mi mirada serena se pierde en el fondo callado del parque. ¿Para qué he de soñar en amores si está oscura y lluviosa la tarde y no vienen suspiros ni aromas en las rondas tranquilas del aire? Han sonado las horas dormidas; está solo el inmenso paisaje; ya se han ido los lentos rebaños; flota el humo en los pobres hogares. Al cerrar mi ventana a la sombra, una estrella brilló en los cristales; estoy triste, mis ojos no lloran, ¡ya no quiero los besos de nadie! Soñaré con mi infancia: es la hora de los niños dormidos; mi madre me mecía en su tibio regazo, al amor de sus ojos radiantes; y al vibrar la amorosa campana de la ermita perdida en el valle, se entreabrían mis ojos rendidos al misterio sin luz de la tarde... Es la esquila; ha sonado. La esquila ha sonado en la paz de los aires; sus cadencias dan llanto a estos ojos
que no quieren los besos de nadie. ¡Que mis lágrimas corran! Ya hay flores, ya hay fragancias y cantos; si alguien ha soñado en mis besos, que venga de su plácido ensueño a besarme. Y mis lágrimas corren... No vienen... ¿Quién irá por el triste paisaje? Sólo suena en el largo silencio la campana que tocan los ángeles.
Antonio Machado
109. SOÑÉ (Antonio Machado, España)
Soñé que tú me llevabas
por una blanca vereda,
en medio del campo verde,
hacia el azul de las sierras,
hacia los montes azules,
una mañana serena.
Sentí tu mano en la mía,
tu mano de compañera,
tu voz de niña en mi oído
como una campana nueva,
como una campana virgen
de un alba de primavera.
¡Eran tu voz y tu mano,
en sueños, tan verdaderas! ...
Vive, esperanza, ¡quién sabe
lo que se traga la tierra!.
110. INVENTARIO GALANTE (Antonio Machado, España)
Tus ojos me recuerdan las noches de verano, negras noches si luna, orilla al mar salado, y el chispear de estrellas del cielo negro y bajo. Tus ojos me recuerdan las noches de verano. Y tu morena carne,
los trigos requemados, y el suspirar de fuego de los maduros campos.
Tu hermana es clara y débil como los juncos lánguidos, como los sauces tristes, como los linos glaucos. Tu hermana es un lucero en el azul lejano... Y es alba y aura fría sobre los pobres álamos que en las orillas tiemblan del río humilde y manso. Tu hermana es un lucero en el azul lejano.
De tu morena gracia de tu soñar gitano, de tu mirar de sombra quiero llenar mi vaso. Me embriagaré una noche de cielo negro y bajo, para cantar contigo, orilla al mar salado, una canción que deje cenizas en los labios... De tu mirar de sombra quiero llenar mi vaso.
Para tu linda hermana arrancaré los ramos
de florecillas nuevas a los almendros blancos, en un tranquilo y triste alborear de marzo. Los regaré con agua de los arroyos claros, los ataré con verdes junquillos del remanso... Para tu linda hermana yo haré un ramito blanco.
111. CUANDO SEA MI VIDA (Antonio Machado, España)
Cuando sea mi vida, toda clara y ligera como un buen río que corre alegremente a la mar, a la mar ignota que espera llena de sol y de canción. Y cuando brote en mi corazón la primavera serás tú, vida mía, la inspiración de mi nuevo poema. Una canción de paz y amor al ritmo de la sangre que corre por las venas.
Una canción de amor y paz. Tan solo de dulces cosas y palabras. Mientras, mientras, guarda la llave de oro de mis versos entre tus joyas. Guárdala y espera.
Manuel Machado
112. EL QUERER (Manuel Machado, España)
En tu boca roja y fresca beso, y mi sed no se apaga, que en cada beso quisiera beber entera tu alma. Me he enamorado de ti y es enfermedad tan mala, que ni la muerte la cura, ¡bien lo saben los que aman!
Loco me pongo si escucho el ruido de tu charla, y el contacto de tu mano me da la vida y me mata. Yo quisiera ser el aire que toda entera te abraza, yo quisiera ser la sangre que corre por tus entrañas. Son las líneas de tu cuerpo el modelo de mis ansias, el camino de mis besos y el imán de mis miradas. Siento al ceñir tu cintura una duda que me mata que quisiera en un abrazo todo tu cuerpo y tu alma. Estoy enfermo de ti, de curar no hay esperanza, que en la sed de este amor loco tu eres mi sed y mi agua. Maldita sea la hora en que contemplé tu cara, en que vi tus ojos negros y besé tus labios grana. Maldita sea la sed
y maldita sea el agua, maldito sea el veneno que envenena y que no mata. En tu boca roja y fresca beso, y mi sed no se apaga, que en cada beso quisiera beber entera tu alma.
113. AUSENCIA (Manuel Machado, España)
No tienes quien te bese tus labios de grana, ni quien tu cintura elástica estreche, dice tu mirada.
No tienes quien hunda las manos amantes en tu pelo hermoso, y a tus ojos negros no se asoma nadie.
Dice tu mirada que de noche, a solas, suspiras y dices en la sombra tibia las terribles cosas...
Las cosas de amores que nadie ha escuchado, esas que se dicen los que bien se quieren a eso de las cuatro.
A eso de las cuatro de la madrugada, cuando invade un poco de frío la alcoba y clarea el alba.
Cuando yo me acuesto, fatigado y solo, pensando en tus labios de grana, en tu pelo y en tus ojos negros....
Luís Cernuda
114. TE QUIERO (Luis Cernuda, España)
Te quiero.
Te lo he dicho con el viento,
jugueteando como animalillo en la arena
o iracundo como órgano impetuoso;
Te lo he dicho con el sol,
que dora desnudos cuerpos juveniles
y sonríe en todas las cosas inocentes;
Te lo he dicho con las nubes,
frentes melancólicas que sostienen el cielo,
tristezas fugitivas;
Te lo he dicho con las plantas,
leves criaturas transparentes
que se cubren de rubor repentino;
Te lo he dicho con el agua,
vida luminosa que vela un fondo de sombra;
te lo he dicho con el miedo,
te lo he dicho con la alegría,
con el hastío, con las terribles palabras.
Pero así no me basta:
más allá de la vida,
quiero decírtelo con la muerte;
más allá del amor,
quiero decírtelo con el olvido.
115. CANCION DE LA VERDAD SENCILLA (Julia de Burgos, Puerto Rico)
No es él el que me lleva . . .
Es mi vida que en su vida palpita.
Es la llamada tibia de mi alma
que se ha ido a cantar entre sus rimas.
Es la inquietud de viaje de mi espíritu
que ha encontrado en su rumbo eterna vía.
Él y yo somos uno.
Uno mismo y por siempre entre las cimas;
manantial abrazando lluvia y tierra;
fundidos en un soplo ola y brisa;
blanca mano enlazando piedra y oro;
hora cósmica uniendo noche y día.
Él y yo somos uno.
Uno mismo y por siempre en las heridas.
Uno mismo y por siempre en la conciencia. Uno mismo y por siempre en la alegría.
Yo saldré de su pecho a ciertas horas,
cuando él duerma el dolor en sus pupilas,
en cada eco bebiéndome lo eterno,
y en cada alba cargándome una sonrisa.
Y seré claridad para sus manos
cuando se vuelquen a trepar los días,
en la lucha sagrada del instinto
por salvarse de ráfagas suicidas.
Si extraviado de senda, por los locos
enjaulados del mundo, fuese un día,
una luz disparada por mi espíritu
le anunciará el retorno hasta mi vida.
No es él el que me lleva. . .
Es su vida que corre por la mía.
Julia de Burgos
NOCHE DE AMOR EN TRES CANTOS
116. I – OCASO
(Julia de Burgos, Puerto Rico)
¡Cómo suena en mi alma la idea
de una noche completa en tus brazos
diluyéndome toda en caricias
mientras tú te me das extasiado!
¡Qué infinito el temblor de miradas
que vendrá en la emoción del abrazo,
y qué tierno el coloquio de besos
que tendré estremecida en tus labios!
¡Cómo sueño las horas azules
que me esperan tendida a tu lado,
sin más luz que la luz de tus ojos,
sin más lecho que aquel de tu brazo!
¡Cómo siento mi amor floreciendo
en la mística voz de tu canto:
notas tristes y alegres y hondas
que unirán tu emoción a tu rapto!
¡Oh la noche regada de estrellas
que enviará desde todos sus astros
la más pura armonía de reflejos
como ofrenda nupcial a mi tálamo!
117. II - MEDIA NOCHE
(Julia de Burgos, Puerto Rico)
Se ha callado la idea turbadora
y me siento en el sí de tu abrazo,
convertida en un sordo murmullo
que se interna en mi alma cantando.
Es la noche una cinta de estrellas
que una a una a mi lecho han rodado;
y es mi vida algo así como un soplo
ensartado de impulsos paganos.
Mis pequeñas palomas se salen
de su nido de anhelos extraños
y caminan su forma tangible
hacia el cielo ideal de tus manos.
Un temblor indeciso de trópico
nos penetra la alcoba. ¡Entre tanto,
se han besado tu vida y mi vida...
y las almas se van acercando!
¡Cómo siento que estoy en tu carne
cual espiga a la sombra del astro!
¡Cómo siento que llego a tu alma
y que allá tú me estás esperando!
Se han unido, mi amor, se han unido
nuestras risas más blancas que el blanco,
y ¡oh milagro! en la luz de una lágrima
se han besado tu llanto y mi llanto...
¡Cómo muero las últimas millas
que me ataban al tren del pasado!
¡Qué frescura me mueve a quedarme
en el alba que tú me has brindado!
118. DAME TU HORA PERDIDA
(Julia de Burgos, Puerto Rico. De poema en veinte surcos) De tu existencia múltiple dame la hora perdida..
cuando vacío de todo, no sientas ni la vida..
Cuando te encuentres solo, tan lejos de ti mismo
que te pese la mera conciencia del mutismo..
Cuando estés tan distante del farsante murmullo
que deshagas la fórmula de tu arrogante orgullo..
Entonces, ya vacío de todo, con tu nada
acércate a mi senda y espera mi llegada..
Yo te daré la nota más cierta de mi vida..
Tú me darás la nada de tu hora perdida..
Yo te daré inquietudes, sentidas emociones
que turben tu vacío y broten en canciones..
Tú me darás la nada de la inmortal mentira
de eternizar las cosas en su inmortal mentira..
Yo te daré verdades de todo lo tangible
para pesar la nada de tu vida insensible..
Y así, tú te darás en mí como si fuera
mi vida un aletazo de la ida primavera..
Que nunca ha sido, y siempre se extiende en nuestras almas..
como verdad de nada, igual que las no almas..
Y yo me daré en ti como futuro incierto..
de tiempos que no han sido, y canción que no ha muerto..
Y alzaremos en ritmo vibrante y alocado..
la sublime mentira de habernos encontrado..
Yo.. en la nada insensible de tu hora perdida..
y tú en la también nada de mi frívola vida..
Giaconda Belli
119. YO SOY TU INDÓMITA GACELA (Giaconda Belli, Nicaragua. De “Línea de Fuego”)
Yo soy tu indómita gacela, el trueno que rompe la luz sobre tu pecho. Yo soy el viento desatado en la montaña y el fulgor concentrado del fuego del ocote. Yo caliento tus noches, encendiendo volcanes en mis manos, mojándote los ojos con el humo de mis cráteres. Yo he llegado hasta vos vestida de lluvia y de recuerdo, riendo la risa inmutable de los años. Yo soy el inexplorado camino, la claridad que rompe la tiniebla. Yo pongo estrellas entre tu piel y la mía y te recorro entero, sendero tras sendero, descalzando mi amor,
desnudando mi miedo. Yo soy un nombre que canta y te enamora desde el otro lado de la luna, soy la prolongación de tu sonrisa y tu cuerpo. Yo soy algo que crece, algo que ríe y llora. Yo, la que te quiere.
120. SENCILLOS DESEOS (Gioconda Belli, Nicaragüa)
Hoy quisiera tus dedos escribiéndome historias en el pelo
y quisiera besos en la espalda,
acurrucos
que me dijeras las más grandes verdades
o las más grandes mentiras,
que me dijeras, por ejemplo,
que soy la mujer más linda del mundo,
que me quieres mucho,
cosas así
tan sencillas,
tan repetidas,
que me delinearas el rostro
y me quedaras viendo a los ojos,
como si tu vida entera dependiera de que los míos sonrieran
alborotando todas las gaviotas en la espuma.
Cosas quiero como que andes mi cuerpo
camino arbolado y oloroso,
que seas la primera lluvia del invierno
dejándote caer despacio
y luego en aguacero.
Cosas quiero como una gran ola de ternura
Deshaciéndome,
un ruido de caracol ,
un cardumen de peces en la boca,
algo de eso,
frágil y desnudo,
como una flor a punto de entregarse a la primera luz de la
mañana
o simplemente una semilla, un árbol
un poco de hierba
una caricia que me haga olvidar
el paso del tiempo
la guerra
los peligros de la muerte.
121. COMO GATA BOCA ARRIBA (Giaconda Belli, Nicaragua)
Te quiero como gata boca arriba,
panza arriba te quiero,
maullando a través de tu mirada,
de este amor-jaula
violento,
lleno de zarpazos
como una noche de luna
y dos gatos enamorados
discutiendo su amor en los tejados,
amándose a gritos y llantos,
a maldiciones, lagrimas y sonrisas
(de esas que hacen temblar el cuerpo de alegría)
Te quiero como gata panza arriba
y me defiendo de huir,
de dejar esta pelea
de callejones y noches sin hablarnos,
este amor que me marea,
que me llena de polen,
de fertilidad
y me anda en el día por la espalda
haciéndome cosquillas.
No me voy, no quiero irme, dejarte,
te busco agazapada
ronroneando,
te busco saliendo detrás del sofá,
brincando sobre tu cama,
pasándote la cola por los ojos,
te busco desperezándome en la alfombra,
poniéndome los anteojos para leer
libros de educación del hogar
y no andar chiflada y saber manejar la casa,
poner la comida,
asear los cuartos,
amarte sin polvo y sin desorden,
amarte organizadamente,
poniéndole orden a este alboroto
de revolución y trabajo y amor
a tiempo y destiempo,
de noche, de madrugada,
en el baño,
riéndonos como gatos mansos,
lamiéndonos la cara como gatos viejos y cansados
a los pies del sofá de leer el periódico.
Te quiero como gata agradecida,
gorda de estar mimada,
te quiero como gata flaca
perseguida y llorona,
te quiero como gata, mi amor,
como gata, Gioconda,
como mujer,
te quiero.
122. AHUYENTEMOS EL TIEMPO, AMOR (Giaconda Belli, Nicaragua)
Ahuyentemos el tiempo, amor, que ya no exista; esos minutos largos que desfilan pesados cuando no estás conmigo y estás en todas partes sin estar pero estando. Me dueles en el cuerpo, me acaricias el pelo y no estás y estás cerca te siento levantarte desde el aire llenarme pero estoy sola, amor, y este estarte viendo sin que estés me hace sentirme a veces como una leona herida me retuerzo, doy vueltas, te busco y no estás.. y estás allí tan cerca.
123. COMO TINAJA (Giaconda Belli, Nicaragua)
En los días buenos,
de lluvia,
los días en que nos quisimos
totalmente,
en que nos fuimos abriendo
el uno al otro
como cuevas secretas;
en esos días, amor
en mi cuerpo como tinaja
recogió toda el agua tierna
que derramaste sobre mí
y ahora
en estos días secos
en que tu ausencia duele
y agrieta la piel,
y el agua sale de mis ojos
llena de tu recuerdo
a refrescar la aridez de mi cuerpo
tan vacío y tan lleno de vos.
124. REGLAS DEL JUEGO PARA LOS
HOMBRES QUE QUIERAN AMAR A
MUJERES.
(Giaconda Belli, Nicaragua )
I
El hombre que me ame
deberá saber descorrer las cortinas de la piel,
encontrar la profundidad de mis ojos
y conocer la que anida en mí,
la golondrina
transparente de la ternura.
II
El hombre que me ame
no querrá poseerme como una mercancía,
ni exhibirme como un trofeo de caza,
sabrá estar a mi lado
con el mismo amor
con que yo estaré al lado suyo.
III
El amor del hombre que me ame
será fuerte como los árboles de ceibo,
protector y seguro como ellos,
limpio como una mañana de diciembre.
IV
El hombre que me ame
no dudará de mi sonrisa
ni temerá la abundancia de mi pelo
respetará la tristeza, el silencio
y con caricias tocará mi vientre como guitarra
para que brote música y alegría
desde el fondo de mi cuerpo.
V
El hombre que me ame
podrá encontrar en mí
la hamaca para descansar
el pesado fardo de sus preocupaciones
la amiga con quien compartir sus íntimos secretos,
el lago donde flotar
sin miedo de que el ancla del compromiso
le impida volar cuando se le ocurra ser pájaro.
VI
El hombre que me ame
hará poesía con su vida,
construyendo cada día
con la mirada puesta en el futuro.
VII
Por sobre todas las cosas,
el hombre que me ame
deberá amar al pueblo
no como una abstracta palabra
sacada de la manga,
sino como algo real, concreto,
ante quien rendir homenaje con acciones
y dar la vida si necesario.
VIII
El hombre que me ame
reconocerá mi rostro en la trinchera
rodilla en tierra me amará
mientras los dos disparamos juntos
contra el enemigo.
IX
El amor de mi hombre
no conocerá el miedo a la entrega,
ni temerá descubrirse ante la magia del
enamoramiento
en una plaza pública llena de multitudes
Podra gritar —te quiero—
o hacer rótulos en lo alto de los edificios
proclamando su derecho a sentir
el más hermoso y humano de los sentimientos.
X
El amor de mi hombre
no le huirá a las cocinas
ni a los pañales del hijo,
será como un viento fresco
llevándose entre nubes de sueño y de pasado
las debilidades que, por siglos, nos mantuvieron
separados
como seres de distinta estatura.
XI
El amor de mi hombre
no querrá rotularme o etiquetarme,
me dará aire, espacio,
alimento para crecer y ser mejor,
como una Revolución
que hace de cada día
el comienzo de una nueva victoria.
125. RECORRIÉNDOTE (Giaconda Belli, Nicaragua)
Quiero morder tu carne,
salada y fuerte,
empezar por tus brazos hermosos
como ramas de ceibo,
seguir por ese pecho con el que sueñan mis sueños
ese pecho-cueva donde se esconde mi cabeza
hurgando la ternura,
ese pecho que suena a tambores y vida continuada.
Quedarme allí un rato largo
enredando mis manos
en ese bosquecito de arbustos que te crece
suave y negro bajo mi piel desnuda,
seguir después hacia tu ombligo
hacia ese centro donde te empieza el cosquilleo,
irte besando, mordiendo,
hasta llegar allí
a ese lugarcito
-apretado y secreto-
que se alegra ante mi presencia
que se adelanta a recibirme
y viene a mí
en toda su dureza de macho enardecido.
Bajar luego a tus piernas
firmes como tus convicciones guerrilleras,
esas piernas donde tu estatura se asienta
con las que vienes a mí
con las que me sostienes,
las que enredas en la noche entre las mías
blandas y femeninas.
Besar tus pies, amor,
que tanto tienen aún que recorrer sin mí
y volver a escalarte
hasta apretar tu boca con la mía,
hasta llenarme toda de tu saliva y tu aliento
hasta que entres en mí
con la fuerza de la marea
y me invadas con tu ir y venir
de mar furioso
y quedemos los dos tendidos y sudados
en la arena de las sábanas.