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Identidad y pertenencia de la nobleza cusqueña en el mundo colonial temprano Gonzalo Lamana Durante años la rápida conquista del imperio in ca fu e planteada en términos de superior id ad militar, de brutalidad española, del fatalismo del mome nt o s uc esorio. En tiem- pos rec ient es s ur gió la alternativa de ver al Tawantinsuyu como un conjunto heterogéneo de pu ebl os. Alianzas entre indios y españoles jugaron un papel central en la caída. Lo que se operó e nt onces fue un cambio en las id entidades planteadas: de "Incas vs . Españoles" se pasó a "Españoles aliados con diversos Grupos Etnicos vs. Incas ali ados con diversos Gru- pos Etnicos". Aparecieron matices. Lo que este trabajo pretende mostrar es que la conducta de la nobleza incaica frente a la conquista mostró distintas actitudes que no se resuelven en la oposición pro-españoles vs. pro-indígenas, términos en los cuales se la ha tratado (Temple 1940, Lockhart 1982, Hemming 1982, Tamayo Herrera 1992). En cambio, sugerimos que la iden tidad que orientó su acción y se mantuvo in cólume a lo largo de todo el peodo en estudio ( 1533-1550) fue la de formar parte de una elit e. Con esta hipótesis haremos un breve recue nt o de los acon- tec imi e nt os, anali za nd o el proceso de confo rmación del mundo coloni al cusqueño a través de un a lectura que haga un co rt e en las conductas propias de un a elit e, y no en la oposición español es/ in cas. Esto, sostenemo s, pennitirá entender más acerca del proceso, y hacerlo con mayor proximidad a la perspectiva de los actores involucrados. Intentaremos así que sea no sólo otro el enfo que, sino que se adecúe a lo que un habitante del Cusco en el siglo XVI concebía en términos de representaciones sociales. Si bien nuestro s uj eto serán las elites cusqueñas (" inca ica" y "de conquista"), el mi s- mo no será construido desde un planteo inductivo, ya que resultaría imposible acercarse a la tota lid ad de sus integra ntes. Nuestra intención será mostrar, dentro del abanico de conductas N 2 1, julio 1996 73

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Identidad y pertenencia de la nobleza cusqueña

en el mundo colonial temprano

Gonzalo Lamana

Durante años la rápida conquista del imperio inca fue planteada en términos de superioridad militar, de brutalidad española, del fatalismo del momento sucesorio. En tiem­pos rec ientes surgió la alternativa de ver al Tawantinsuyu como un conjunto heterogéneo de pueblos. Alianzas entre indios y españoles jugaron un papel central en la caída. Lo que se operó entonces fue un cambio en las identidades planteadas: de "Incas vs . Españoles" se pasó a "Españoles aliados con diversos Grupos Etnicos vs. Incas ali ados con diversos Gru­pos Etnicos". Aparecieron matices.

Lo que este trabajo pretende mostrar es que la conducta de la nobleza incaica frente a la conquista mostró distintas actitudes que no se resuelven en la oposición pro-españoles vs. pro-indígenas, términos en los cuales se la ha tratado (Temple 1940, Lockhart 1982, Hemming 1982, Tamayo Herrera 1992). En cambio, sugerimos que la identidad que orientó su acción y se mantuvo incólume a lo largo de todo el período en estudio ( 1533-1550) fue la de formar parte de una elite. Con esta hipótesis haremos un breve recuento de los acon­tec imientos, anali zando el proceso de conformación del mundo colonial cusqueño a través de una lectura que haga un corte en las conductas propias de una elite, y no en la oposición españoles/ incas. Esto, sostenemos, pennitirá entender más acerca del proceso, y hacerlo con mayor proximidad a la perspectiva de los actores involucrados. Intentaremos así que sea no sólo otro el enfoque, sino que se adecúe a lo que un habitante del Cusco en el siglo XVI concebía en términos de representaciones sociales.

Si bien nuestro sujeto serán las elites cusqueñas ("incaica" y "de conquista"), el mis­mo no será construido desde un planteo inductivo, ya que resultaría imposible acercarse a la totalidad de sus integrantes. Nuestra intención será mostrar, dentro del abanico de conductas

N2 1, julio 1996 73

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posihles. respuestas culturales a una situación particular dada (la conquista y el cambio del lugar social de pertenencia). Es decir, no apuntaremos a una generalización de casos, sino que hablaremos de las racionalidades, las coherencias que se pueden armar, en el análisis de la trayectoria de dos personajes clave dentro de la elite incaica: Manco y Paullu 1

Tomando esta postura como punto de partida, se abren al considerar el proceso sociocultural, que va de 1532 a l 550, inten-ogantes que plantearemos aquí para retomarlas luego al final del texto. Básicamente cuál.fue el lugar que ocupó la nobleza incaica en la sociedad colonial. Esta pregunta puede ser pensada en varias situaciones distintas:

Hay elementos culturales compartidos, de un modo amplio, por ambas sociedades: ¿cómo puede ser abordada, desde una perspectiva identitaria, la dicotomía conceptual planteahle entre: la sumisión y el desapego que resultan de la adopción de patrones culturales hispánicos, y la resignificación y apropiación ele éstos con fines estratégicos ele supervivencia"7

La elite incaica era el grupo privilegiado por excelencia dentro de la estructura imperial , ¿cuáles fueron las opciones que se le presentaron a la hora de revalidar su posición frente a la población nativa y frente a los españoles?

Los españoles imponen una economía que funciona sobre principios radicalmente extraños a los andinos: existenc ia de mano de obra asalariada, propiedad privada de la tien-a. ¿Producen las nuevas normas generales de acumulación que impone el sistema mercantil una adecuación, dentro de la nobleza incaica, que cuestione su lugar desde una perspectiva de pertenencia y legitimidad?

Dos trayectorias

Como dijimos, el trabajo se centrará en el análisis de la trayectoria de Manco y Paullu, los dos hijos de Huayna Cápac que resaltan entre la elite nativa durante la conquista, luego de la muerte de Atahualpa y Huáscar2• A menudo se ha planteado la relación entre ambos como una oposición entre la resistencia y la traición (Cúneo Vidal 1925, Temple 1939, l 940, Tamayo Hen-era 1992). La figura de Paullu Inca es señalada como un caso lamentable de sumisión al invasor y aculturación, donde su descendencia heredará el gusto por el acomodo logrado a costa de traicionar a su raza y favorecer desde un principio a los españoles. Manco Inca por el contrario es mostrado como el paradigma de la resistencia lúcida que jamás cedió al invasor ni se inmiscuyó en peleas internas, cuya lucha, haciendo un hiato temporal, triunfará unos siglos más tarde al echar a los españoles del Perú. Revisaremos esta lectura a través de algunos episodios que en nuestra opinión tienden a mostrar que la coherencia de sus acciones debe ser buscada en el sentimiento de pertenencia que les era más natural: ser elite'.

La propuesta metodológica está extensamente desarrollada en Lamana 1995. El presente artículo es un desa1rnllo particular de nuestra tesis de licenciatura a la cual nos remitimos (Lamana 1994).

2 No por ello pretenderemos que estas dos trayectorias representen a toda la elite, y que todo aquel que pertenecía a la misma haya seguido alguno de los caminos que sus lógicas de acción abrieron.

3 Como el análisis abarca un período hi stórico extensamente conocido no haremos un seguimiento detallado de los acontecimientos. Para e llo. consultar Hemming 1982.

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En el momento en que llegan los españoles al Cusco (noviembre de 1533), la ciudad estaba ocupada por las tropas norteñas, cuyos generales estaban llevando a cabo una extensa matanza y persecución sobre la nobleza incaica en la capital del imperio, y en especial sobre la panaca de Huáscar. Manco sale al encuentro de los cristianos, y rápidamente se establece una alianza en pro de la derrota definitiva y expulsión de los ejércitos de ocupación quiteños, tarea en la que se entretendrán durante los siguientes seis meses. Luego de la primera incursión sobre los enemigos, a poco de recuperar la ciudad, el joven noble es coronado como nuevo soberano con el auspicio de los españoles. Es evidente que éstos son percibidos como una ayuda en la solución de problemas internos: si el Inca pretendía afianzar su liderazgo frente a otros candidatos a la sucesión, primero tenía que echar a los invasores .

La historia de este primer período puede ser vista a través de la alternancia entre dos escenarios: por un lado el de los espacios militares, donde los aliados no dejan de obtener victorias sobre los ejércitos de Quito. Manco conseguirá en las batallas sucesivas la sanción heroica indispensable para aspirar a ser un Inca legítimo. Por otro lado, el de la confinnación instituida en la ciudad, ya que este éxito militar necesitaba ser retribuido para completar su sentido social. Así, al regresar de cada expedición los ejércitos y los dioses eran agasajados en grandes fiestas de agradecimiento, que retribuían la ayuda recibida4 . Los dos espacios se relacionan así con dos frentes : en las batallas se define el enfrentamiento con las tropas norteñas, en la ciudad con los otros candidatos a ocupar de manera reconocida el lugar de Inca. Para los españoles, que llevaban adelante una conquista impensada, la situación no será radicalmente distinta. En sus salidas militares sienten entrar en la dimensión heroica de la gesta militar (y religiosa) que alentaba en parte su tarea. En la ciudad, donde son recibidos corno liberadores, era posible el saqueo organizado y constante de las riquezas que tenía la capital de un imperio habitada por señores5•

Durante las salidas militares los "líderes" máximos delegan en sus lugartenientes el control de la ciudad: Paullu estará a cargo del Cusco incaico, Hemando de Soto, Almagro, o alguno de los hermanos Pizarro del español6. Al volver, los motivos que llevaban a la alianza se diluían, dando lugar a un problema que se tomará insoluble: la confirmación que el Inca recibía en la ciudad del éxito obtenido con sus aliados se veía diluida por la actividad práctica y simbólicamente agresiva que éstos desarrollaban.

Los dos escenarios presentaban así dinámicas distintas, y si bien la alianza no durará mucho, es válido preguntarse por qué habrá que esperar hasta 1536 para ver su fin . Más allá de la coyuntura militar innegable, la respuesta está, en parte, relacionada con una similitud en la conformación de ambos grupos que no ha sido suficientemente resaltada: cada uno presenta internamente un conjunto de tensiones derivadas de su estructura "básica", que ordena su acción dotándola de una dinámica prescindente de la presencia del otro.

4 La ciudad "sagrada" era el escenario donde la elite dirigente imperial desplegaba regularmente sus formas de pertenencia y legitimación; por eso el Inca invariablemente debía validar allí ante los orejones los éxitos obtenidos en sus campañas de conquista.

5 La consolidación de la tarea de conquista, a través de la creación de fuentes propias de legitimidad. será una tarea que encontrará luego en la misma ciudad su lugar de ser.

6 Seis miembros de la familia Pizarra formaban parte de la empresa de conquista del Perú: los her­manos Francisco, Hernando, Gonzalo. Juan. y Martín de Alcántara y un primo de Francisco, Pedro Pizano el cronista.

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Por el lado español , a la competencia natural entre los distintos capitanes que parti­cipaban de la empresa de conquista del Perú7, se sumará un desarrollo histórico que perju­dicó a algunos en beneficio de otros: en marzo de 1534, cuando la alianza militar aún era importante, Pizarro funda la ciudad española del Cusco, instituyendo solemnemente sus regidores y demás autoridades, y a fines del mismo mes otorga las primeras encomiendas, tarea que proseguirá luego. Las razones de estas acciones políticamente riesgosas apuntan a los mismos conquistadores. Por un lado, al afán de lucro que era la base de toda compaña, se sumaba la creación de las instancias propias de sanción social que asegurarían el reco­nocimiento de la fortuna. Por otro, en febrero de 1534 había llegado a la costa norte Pedro de Alvarado, gobernador de Guatemala, y su presencia suponía un riesgo inmediato para la autoridad de Pizarro y Almagro sobre lo conquistado, que evidentemente excedía los límites de la gobernación acordada con la reina8. Por eso, Almagro partirá hacia el Norte en bús­queda de Alvarado y Pizarra reafirmará el statu quo de su conquista fundando ciudades y encomendando entre sus aliados y amigos los distintos grupos que comprendían el Tawantinsuyu. Como consecuencia del apuro, la diferencia en los beneficios obtenidos por los miembros de la compañía Almagro-Pizarro era cada vez más aguda: al hecho de que los hombres del Adelantado no habían recibido sino una suma simbólica del reparto del rescate de Atahualpa9

, se agregaba que la fundación del Cusco y el reparto de los espacios de reconocimiento y poder, así como el otorgamiento de las primeras encomiendas, se habían hecho durante la ausencia de Almagro de la ciudad.

Entre tanto, en el frente nativo la situación tampoco era fácil. Ya en el momento de la lectura del famoso requerimiento, luego de la coronación del Inca, varios jefes militares habían mostrado su disconformidadw. De ahí en más, la coyuntura particular que le había permitido a Manco lograr su lugar de Inca no haría sino deteriorarse: si bien había obtenido victorias sobre los quiteños, impensables meses antes, los cristianos se iban convirtiendo de aliados necesarios en personajes disruptivos de una violencia insostenible. Ello hacía que la lucha entre los candidatos a la sucesión, expresión de la rivalidad entre las panacas, cues­tionase su autoridad de Inca: más allá del triunfo militar, era cada vez más claro que la presencia de los españoles minaba las formas imperiales de autoridad.

Siete meses después de la entrada al Cusco, en junio de 1534, las tropas de Quizquiz son definitivamente derrotadas cerca de Jauja, y la necesidad de una alianza concreta co­mienza a diluirse. Esto produce una simplificación de los escenarios, llevando el peso de la

7 Como apunta James Lockhart: "Todo el aspecto organizativo y político de la expedición estaba caracterizado por la pugna entre el dominio de PizalTo y Trujillo y la autoafirmación del cuerpo de hombres [con distintos líderes], cuyo resultado tardó en definirse hasta años después." (Lockhart 1986: 101).

8 Ver Urteaga y Romero 1926. 9 La captura del Inca había sido hecha en ausencia de los almagristas, quienes estaban camino de la

siena con bastimentas para la compaña. Como el reparto de lo que se obtenía en la campaña estaba en directa relación con la participación de los hombres en la acción, el grupo de gente a cargo de Almagro recibió sólo una suma simbólica del reparto del rescate (ver Loredo 1958, Lockhart 1986: t. l ).

1 O " .. dos de los señores principales eran los que habían dicho no haber estado nunca sus antecesores sometidos a nadie, y por consiguiente, ni ellos ni el Cacique debían someterse tampoco .. "(Sancho xiii : 1986: 117)

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acción a la ciudad, lo que agudiza las tensiones a un tiempo que logra que estas mismas tensiones internas se presenten al otro bando como facciones utilizables en pro de los propios intereses. Los españoles y los incas comienzan a ver las ventajas de envolverse en alianzas cruzadas. Ante el deterioro de su posición frente al resto de la nobleza que teóricamente representaba y encabezaba, Manco decide solucionar problemas internos eliminando oponentes en la elite dirigente incaica: varios nobles son asesinados, con la participación de almagristas en su apoyo (en particular Paullu asesina a un hermano del Inca ayuda de cámara de Pizarro 11 ), luego de lo cual Manco se junta con la gente del Adelantado12 • Y es que entre los españoles la situación tampoco era idílica. A las desigualdades antes mencionadas se sumaba ahora el apetito de recompensas y honor de los hombres de Pedro de Alvarado, recién llegados al Cusco con Almagro. En su camino habían tenido que enfrentar a los ejércitos incaicos del norte, que luchaban por su propia tierra, y no habían recibido aún ninguna recompensa, ni tampoco parecía haber demasiadas posibilidades de lograrlo allí, ya que el tesoro del Cusco se había repartido, la tierra conocida estaba encomendada, y los cargos en los cabildos ocupados por los hombres de Pizarro. Convivían entonces en la ciudad, incómodamente, unos nobles desposeídos con unos "vecinos" millonarios, en medio de los cuales circulaban unos cuantos conquistadores insatisfechos.

En abril de 1535 Pizarro debe volver al galope al Cusco ante las noticias de un enfrentamiento casi abierto entre Almagro y sus hermanos Juan y Gonzalo Pizarro. A su lle­gada se hizo una reunión de negociación (de la que tomaron parte los dos conquistadores, Manco, su hermano Paullu y varios orejones) en la cual la posición del Inca quedó en evidencia: luego de un discurso conciliador, Pizarro abrió el espacio para la discusión, produciendo una situación crítica; Manco rechazó la posibilidad de plano, cuestionando que sus parientes pu­diesen hablarle abierta y directamente. Fue Paullu quien se hizo portavoz del Inca,

"¿ Porqué vosotros os atrevéis a hablar al Inga, vuestro señor, tan libremente y le decís lo que queréis con favor de los cristianos? Os podéis poner de rodillas delante de él y pedirle perdón de tan gran atrevimiento como habéis tenido; quereros igualar con su persona" (Malina el almagrista 1968: 80, itálica nuestra)

a lo que la reacción de Pizarra (luego de pedir que le tradujeran) fue pegarle un bofetón a Paullu, con lo cual la reunión terminó sin mayor acuerdo. ¿Por qué la situación que provocó Pizarro fue conflictiva para Manco? Por un lado, un Inca no hablaba directamente sino que lo hacía a través de un portavoz, y no se le dirigía la palabra sino luego y a través de un

11 Junto con Martín Cote, un almagrista (ver Betanzos 2a parte: xxviii 1987: 289). 12 "Estos mató Almagro siendo teniente del marqués en el Cuzco de gobernador, con ruin fin, que era tener

a Mango Inga por amigo para que le favoreciese en tomar el Cuzco por su gobernación porque ya tenía nueva que le venía la merced hecha por su Majestad." (Pedro Pizarra 1965: 196). Según Malina el almagrista. era en cambio Manco quien había decidido tomar parte en las disputas entre españoles, apo­yando a Almagro: " .. el Inga mandó a un español, su amigo, que de noche fuese a casa de un hermano suyo, que era muy gran señor, y le matase, y luego fue hecho, y el Inga se velaba de noche y hacía que durmiesen con él españoles de los de Almagro, porque aquella parcialidad seguía él." (Malina el almagrista 1968: 80). Posiblemente ambos consideraban útil reunir apoyo en pro de sus propios intereses.

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complicado ceremonial. Un relajamiento del respeto que los orejones le debían en presencia de los españoles no podía ser tolerado. Por otro, un cuestionamiento a su desempeño hecho en público terminaría forzando la injerencia de la autoridad española en asuntos internos nativos, y habría significado un avance de la autoridad de Pizarro a costa de la suya. El episodio tuvo otra consecuencia que mostraría luego toda su importancia: Paullu había quedado desautorizado frente a los españoles por su acción en defensa del Inca, sin que este pudiera hacer nada para evitarlo. Por su parte, Almagro y Pizarro luego de jornadas de negociación, llegan a un acuerdo que permitía salvar de momento sus diferencias: el Ade­lantado partiría hacia el sur a la conquista de Chile llevando consigo los hombres de Al varado, con lo que el Gobernador lograba quitarse de encima dos problemas juntos.

Una vez que la disputa está situada en el ámbito de la ciudad, la apropiación de los tiempos y lugares en la misma es sin lugar a dudas una lucha cotidiana. Es por eso que la nobleza decide llevar adelante en abril de 1535, a pesar del hambre de oro que había entre los conquistadores, la fiesta del Sol con gran despliegue de riquezas. La misma constituía para el Inca una oportunidad de afianzar su debilitada posición de regente, al tiempo que la elite nativa reafirmaba frente a los indios del común su posición de superioridad. Porque si una demostración tal impresionaba a un español1 3

, a un indio le recordaba el orden social. La roturación simbólica de la tierra que se realizaba en el Cusco era la que marcaba el comienzo de la labranza en todo el Tawantinsuyu; renunciar hubiera implicado, para la elite nativa, dejar un vacío muy significativo en la organización de la pauta más elemental de la actividad social andina, y por tanto relegar el papel de organizadora de la vida simbólica imperial. Por otra parte, muchos españoles estaban visitando sus encomiendas, lo cual creaba el problema de que en algún momento los curacas locales decidirían a quién tribular y reconocer corno señor. La alianza que se había prolongado durante dos años y medio (desde noviembre de 1533 hasta mayo de 1536) carecía ya por completo de sentido, por lo que luego de la afirmación ritual realizada en la fiesta del Sol, el Inca decide preparar un levantamiento general contra los cristianos, como forma de solucionar sus problemas inter­nos y externos. Con la partida de Almagro hacia Chile las fuerzas españolas quedarían divididas, Manco se encargaría del Cusco y Paullu de la columna del Adelantado 14 .

Este alzamiento ha sido generalmente visto corno el primer acto de resistencia al invasor, resistencia que se presume de un alto grado de adhesión fruto de la cristalización de solidaridades ante la presencia de "los conquistadores" (con la solitaria excepción de Paullu). Varias objeciones se pueden hacer al grado de adhesión de los distintos grupos étnicos al alzamiento, pero no es tema de nuestro trabajo. Por el contrario, al interior de la elite incaica se presentaron diferencias que evidenciaron el fracaso de la estrategia de Manco. Durante el primer cerco (y levantamiento general), Paullu se mantiene leal a Almagro, descartando su participación activa en pro del movimiento. Primera actitud criticada del noble incaico: ¿Por qué no apoyó activamente la rebelión liquidando la columna del Ade­lantado? Creemos que su decisión expresa una lógica de acción acorde con su pertenencia

13 Ver la emotiva descripción de Malina el almagrista 1968: 82. 14 El acuerdo explícito de Paullu a su tarea en el alzamiento, que había sido insistentemente buscado

por Temple, está confirmado en la segunda parte de la crónica de Betanzos (xxix: 1987: 291 ). Si bien su comienzo se pospuso algunos meses, esto no afecta nuestro planteo.

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noble y su lugar particular: Paullu estuvo indudablemente al tanto de lo que ocurría en el centro del imperio durante la expedición a Chile, por lo que supo que los más de 200.000 guerreros convocados por su hermano no habían logrado tomar la ciudad en manos de unos pocos españoles. Por otra parte, si Manco triunfaba él quedaba en el lugar indeseado de la sucesión, luego de un éxito militar que habría consolidado el liderazgo del Inca. Si por el contrario triunfaban los españoles, habría perdido su favor inútilmente.

La actitud de resistencia de Manco, por su parte, no sólo tenía un ojo puesto en los problemas con los españoles y otro en la situación al interior de la elite cusqueña. El Inca había esperado hasta que todas las tropas del norte fuesen derrotadas por los españoles cerca de Quito para rebelarse. Si bien ninguna crónica menciona la existencia de este cálculo de intereses, como coincidencia no deja de ser digna de atención, ya que indudablemente tenía pleno conocimiento de lo que estaba ocurriendo en todo el Tawantinsuyu 15•

Luego del fracaso del cerco, almagristas y pizarristas se enfrentan en su primera batalla abierta en Abancay (agosto de 1537). Contento con el triunfo obtenido y satisfecho de la colaboración de su aliado, Almagro decide darle la borla a Paullu, coronándolo como Inca. El año 1538 comienza así con dos bandos divididos en grupos fuertemente enfrentados: almagristas contra pizarristas, y Manco desde la montaña contra Paullu en el Cusco.

Una vez que su hermano está en abierta resistencia, Paullu decide reafirmar su lugar ya definido en el Cusco español , desde donde pondrá en juego una serie de prácticas que le darán un amplio reconocimiento entre indios y entre cristianos. Luego de la derrota de Almagro en Salinas a manos de Hemando y Gonzalo Pizarro (26 de abril de 1538), el Inca se convierte en un firme pizarrista. Afirmando su lugar entre los españoles abandona su posición pasiva, y junto con Gonzalo Pizarro se enfrenta a las tropas leales a Manco en el Collasuyu 16

• Luego del éxito Paullu pasa a la categoría superior de la sociedad española de conquista: el 22 de enero de 1539 Pizarro le otorga la encomienda de Hatun-Cana 17• Ob­tendrá también beneficios de la Corona y el apoyo de la Iglesia cusqueña como reconoci­miento a su actitud (ver infra).

En abril de 1539, se le presenta a Paullu una nueva ocasión de liquidar el pleito pendiente con su hermano: Gonzalo Pizarro organiza una entrada sobre Vilcabamba (refugio de Manco), y el Inca decide participar aportando unos 4.000 hombres. Su acción resultará decisiva para el éxito de la empresa, consiguiendo así afirmar su capacidad militar y prestigio entre los indios, y su importancia ante los españoles. En una carta al rey el obispo del Cusco dice textualmente:

" .. agora tenemos mucha necesidad de un hijo de Guainacaba que se dice Paulo, con el cual se acaudillan los indios desta tierra que están de paz en nuestro favor [ .. ] y como este Paulo sea amigo nuestro, y pretende ser él el Inca nuestro, el otro que anda

15 Luego de muchas batallas los generales quiteños, luchando por su propia tierra, habían caído derro­tados por las fuerzas españolas al mando de Sebastián de Benalcázar. A comienzos de 1535, los últimos visos de resistencia incaica estaban siendo aplastados.

16 Ver Temple 1939 y 1940 para un tratamiento extenso de su actuación. 17 La cédula de encomienda está en Cúneo Vida! 1925: 169. Los grupos comprendidos se ubican en las

cercanías del lago Titicaca.

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alzado tenemos por muy cierto que lo traerá de paz o lo matará. porque tiene copia de gente." (Valverde CD/A: 1865: 3: 114, itálica nuestra).

Durante la entrada, Paullu conseguía convencer a indios del bando de Manco para que se plegasen a los cristianos (Temple 1940: 38), lo cual habla de lo poco convencidos que estaban los indios respecto de qué hacer, y del grado de reconocimiento que ten ía su figura.

De aquí en más, cada uno en su espacio desplegará acciones tendientes a legitimar su lugar de Inca. Manco desde Vilcabamba intentará remontar el desprestigio que implicó el fracaso de sus movimientos de rebelión , a través de sus pennanenles salidas de saqueo y castigo, las que deben ser vistas en un sentido más amplio que el militar. Si bien le servían para conseguir bienes españoles preciados, al mismo tiempo estaban marcando la presencia del Inca en el espacio de las representaciones de los hatunruna: de algún modo, "el Inca todavía vive", y está cerca, logrando mantener presente su autoridad en zonas que estaban bajo el dominio español (volveremos sobre ello). Aunque es claro que en ningún momento los hombres de Manco ponen en peligro la conquista española, lo que sí hacen es reforzar la vigencia del Inca en tiempos de colonia. Recreará también su propio espacio de legitimación a través de su Estado neo-inca, arrastrando su movimiento a parte de la población nativa de la ciudad,

" .. que cierto es gran lástima de ber lo que está despoblado que era poblado antes. Especialmente en la cibdad del Cuzco / había gran población y en su arrabal, que era de dos leguas hasta la angostura de una banda y de otra y grande, se alzaron los indios que fuera acha que palos, cristianos para no dexalles estaca ni piedra en fiesta se destruyó toda, y es que se alzaron o el Inga se alzose .. " (Morales 1951 : 23918).

El liderazgo de Paullu en su condición de Inca, entre tanto, seguirá siendo reconocido por los indios del común, y en general por parte de la nobleza incaica. En lo que al mundo español se refiere, está moviéndose con inteligencia en el Cusco para asegurar una conducta que le permitirá reclamar recompensas.

Más allá del planteo de los escenarios, el éxito militar y la capacidad de liderazgo eran para el Inca una sanción imprescindible. Así como en tiempos precolombinos conso­lidaba la coalición de panacas que lo había consagrado, dentro de la colonia su importancia se acentuó ante el reconocimiento que el "buen capitán" tenía entre los españoles. Todas las participaciones militares, tanto de Manco como de Paullu , apuntan también a demostrar su habilidad en las batallas frente al común de los indios. Lo que estaba en juego, entonces, no era sólo el final de la misma (el triunfo particular), sino algo más general, que era obtener la consagración militar, indispensable en la disputa por el lugar de Inca. Creemos que en este sentido debe ser también leído el período que consideramos. Ambos eran parte de la elite, y querían seguir siéndolo. los españoles representaban la tendencia dominante, no enten­dida como "lo malo" de manera uniforme. Tomó muchísimo tiempo verlos como un grupo

18 La versión ha sido modernizada para faci litar la lectura limitándose a la separación de sílabas, puntuación y desanollo de abreviaturas.

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adversario homogéneo, y hay que ver hasta qué punto esto generó un "nosotros" enfrentado con un "ellos". Que se produzca un consenso respecto de quiénes son los adversarios no implica que a un tiempo todos los que se les oponen conforman un "nosotros" cohesionado. Más aún, si consideramos las peleas internas de la elite nativa, ya no sólo incaica 19

La actividad de ambos Incas tenía resultados concretos: como vimos, ya en 1534 Pizarro había repartido entre los distintos conquistadores la fuerza de trabajo con que se sostenía el Tawantinsuyu en mercedes de encomienda ¿Cómo mantienen entonces su posi­ción los nobles cusqueños a lo largo de todo este tiempo? Dos consideraciones pueden ser hechas: respecto del grado de concreción que tenía el dominio español, y de la perduración que tenían las instituciones incaicas en tiempos coloniales.

La efectividad de la presencia española no debe ser sobrevaluada. El marco de lucha generalizada e inseguridad complicaba la explotación. Así, salvo en los casos de encomien­das cercanas a las cuatro ciudades coloniales, la materialidad de la autoridad española en áreas rurales no pasaba de ser esporádica hasta fines de los cuarenta20• Las panacas, por su parte, recibían lo necesario para su subsistencia de la redistribución estatal que, según Betanzos, duró "hasta que los españoles en ella entraron con cuya entrada todo se perdió" (Betanzos 2ª: XIII : 1987: 63). Sin embargo, las collcas incaicas que impresionaron a los españoles tardaron bastante en agotarse (el mismo ejército de La Gasea (1546-1549) se mantuvo en Jauja durante siete meses con lo que allí encontró21 ). Retomando a Polo, cuando introduce lo que para él era un tercer período que comienza con la visita de La Gasea (c.1548) dice:

" .. vino otro tienpo y pasó en medio del alc;:amiento de la tierra, y vinieron en conosc;:imiento de los rrepartimientos y los yndios de sus amos y a entender que podían exentarse de la jurisdicción y dominio el inga y echar los govemadores, y acudieron a seruir a sus encomenderos .. " (Polo de Ondegardo 1940: 175, itálica nuestra).

Es decir que la memoria del Tawantinsuyu se mantenía a Jo largo de todos estos años, paralela a la caótica ocupación española, y resulta un tanto increíble que un gobernador tuviera bienes fruto de la tributación y la elite imperial careciera de ellos. De todos modos, a medida que los españoles avanzan en la tierra y hacen más efectiva su presencia, es más difícil ocultar que el Inca está en decadencia, por lo que es lógico suponer que los bastimentos se le hayan ido reduciendo a los ayllus reales hasta llegar a una situación límite.

Pero la nobleza cusqueña no sobrevivía en la época sólo de los restos del aparato estatal. Dentro del Tawantinsuyu existían en distintas partes tierras privadas de Incas que las

19 Por algo el mayor levantamiento uniforme del Perú no se dio hasta dos siglos después (y no con protagonistas de esta elite).

20 " .. pocos venían a servir ni se tenían quenta con tributo, sino cada uno pedía a su cacique lo que avía menester de comida, y servicio, y él se lo traía; y los que estaban más lexos yvan en persona con los soldados que les parescían necesario para su siguridad, y llegados a su provincia, pedían lo que podían sacar, y bolvíanse; ... " (Polo de Ondegardo 1940: 157).

21 " .. y así, cuando el presidente La Gasea pasó con el ejército de Su Magestad por el valle de Jauja en seguimiento de Gonzalo Pizarro, con detenerse allí siete meses, no faltaron vituallas para el campo en todo ese tiempo; porque se hallaron recogidas en los depósitos de frutos de muchos años más de quinientas mil hanegas de comidas; ... " (Cobo 1.12: c.30: 1956: 92: 126).

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panacas usufructuaban 22. En tiempos incaicos, como la elite cusqueña recibía sus provisiones de los almacenes estatales, nos inclinamos a afirmar que la posesión de estas tierras expre­saba las diferencias de rango existentes entre ayllus2·1. Pero durante la colonia la importancia de estas tierras tiene que haber cambiado radicalmente. Ante la paulatina desaparición de la redistribución estatal, los nobles cusqueños debieron recurrir a otras formas de asegurar el sustento de su posición y estas propiedades privadas (que incluían la fuerza de trabajo que las hacía producir) pueden haber jugado un papel clave.

Según el análisis de Glave y Remy , quienes trabajan sobre el valle de Ollantaytambo ("propiedad" de varias panacas), algunos nobles cusqueños lograron maniobrar con éxito dentro del contexto colonial temprano, y mantener e incluso aumentar, sus propiedades: "Al destruirse la organización estatal andina,[ .. ] la sociedad noble mantuvo su "propiedad" y los españoles la respetaron. Una y otra vez "sujetos" que "sirven" a un señor indígena aparecen en los documentos locales de la zona que estudiamos; eran los yanas de la nobleza, here­dados de los soberanos. Tie1Tas y hombres se mantuvieron en poder de la nobleza." (Glave y Remy 1983 : 48). Por supuesto, lo que era posesión de la panaca incaica pasa a serlo a título individual, con lo que la redistribución y solidaridad en el interior de los ayllus cobra ahora nuevo sentido. Si bien en este terreno no tenemos información suficiente para concluir en ningún sentido en particular, es necesario poner de manifiesto que en 1570 había en el Cusco más de 1500 indios "cuscos" con sus yanas, exentos de tributar por su origen supuestamente noble (Cook 1975). Es decir, de algún modo habían logrado organizar las nuevas fuentes de ingresos, "repartiendo" los beneficios que la alianza de los principales descendientes de Huayna Cápac habían logrado con los conquistadores. Lo cual sin embargo no abarcaba la totalidad de la nobleza. Polo de Ondegardo, al hablar de los nobles en 1561 dice:

" .. y estos [principales] avnque de los viejos ay pocos, tanbién son libres agora, y rresiden en aquella c;iudad, y algunos tienen ayuda de su magestad, y el señor que a dado alguna comida a algunos dellos viejos y pobres .. " (Polo de Ondegardo 1940: 147)

La elite incaica logró entonces adaptarse a la nueva situación, confirmando, a título de propiedad privada, tierras que tomaron la posta de una redistribución estatal que iba desapa­reciendo lentamente, a medida que la presencia española se consolidaba a costa de la incaica. Esto exigió una redefinición de solidaridades al interior de la nobleza, que muy posiblemente expresó las tensiones que siempre la cruzaron y que se exacerbaron durante la colonia. No creemos casual que en la periodización de Polo el fin de la memoria del Inca (y el afianzamiento de la autoridad española), coincidiera con el lapso en que mueren los dos hermanos.

El análisis de sus trayectorias sirve, por otra parte, para evaluar el grado de reconoci­miento que ambos habían logrado: Manco Inca muere en 1544, a manos de unos españoles

22 La posesión incaica era siempre grupal , abarcando los límites del ayllu "Tanbién tuvieron horden en las sub¡;:esiones, ansí del que avía de ser inga señor principal, como en todos los demás señoríos y herem;:ias particulares [ .. ] y lo que havía de quedar para el cuerpo, el ay llo e par¡;:ialidad del que moría" (Polo de Ondegardo 1940: 194).

23 No todos los ayllus reales tenían la misma extensión, ni las conquistas realizadas por el Inca fundador la misma importancia. y la competencia por espacios de poder era permanente.

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partidarios de Almagro que se habían refugiado en Vilcabamba huyendo de Gonzalo Pizarro, luego de la batalla de Chupas (septiembre de 1542). Su muerte estuvo rodeada del mayor secreto hasta la designación de su hijo Sayri Túpac como nuevo regente, luego de lo cual se realiza­ron las manifestaciones de duelo a la usanza tradicional. Vilcabamba continuará luego existiendo como estado neo-inca, demostrando que la acción de Manco supo conservar los apoyos indis­pensables para convocar pueblos aliados24 • A diferencia de lo ocurrido con su hermano, la muerte de Paullu no se vio afectada por el contexto de conflictos irresolutos. El Inca murió por causas naturales en mayo o junio de 1549, y su noticia tuvo importantes repercusiones: cientos de indios de guerra del Cusco con sus armas tradicionales cuidaron de su casa y su mujer, lo que habitualmente se hacía a la muerte de un Inca para evitar que grupos rivales se apoderasen de ellas (Molina el almagrista 1968: 81 ). Años después de su muerte, su figura era recordada ceremonialmente de acuerdo con el ritual incaico reservado a los grandes señores, de igual modo que lo hubiera sido la de Manco de haber vivido en el Cusco25 .

Los Nuevos Hábitos

El desarrollo de la historia fáctica del período nos ha permitido presentar dentro de una trama significante las trayectorias de Manco y Paullu. Para alcanzar un cierto orden en su análisis pasaremos a considerar brevemente los distintos actores que se pueden discriminar en el mundo español, pues este constituyó en gran parte, con sus valores y contradicciones, el marco en que se movió la nobleza cusqueña. Abandonaremos entonces el seguimiento cronológico de los acontecimientos, para pasar a un análisis etnográfico de los tres actores que nos interesan, los conquistadores, la Iglesia cusqueña y la Corona, relacionándolo permanentemente con las tendencias históricas en conflicto que juegan como telón de fondo del proceso26

.

Los conquistadores

La Corona española intentó desarrollar en América una organización de sus dominios distinta a la de Tierra Firme, más secular e independiente de la mediación de los "señores de vasallos". Pero en un primer momento necesitó de los conquistadores como fuerza de

24 La muerte de Manco está relatada en Betanzos, ( 1987) e incluye un extenso duelo y la momificación de su cuerpo.

25 "Mandó [Pachacútec] que cada año a su muerte saliesen del Cuzco principales y que fuesen recorrien­do todos los lugares donde el Inca había estado en vida, y repitiendo las hazañas que había hecho [ .. ] y que esto habían de hacer quince días desde la mañana hasta la noche por los cerros y tierras y casas y calles de toda la ciudad[ .. ] y es verdad que yo vi hacer esta fiesta en la ciudad del Cuzco donde a un año que Paulo murió por él.." (Betanzos 1987: 146).

26 Este análisis intenta hacer una aproximación ajustada a la realidad histórica y social en estudio. Es lo que denominamos un "trabajo de campo histórico". Este debe no sólo recuperar la densidad de la etnografía tradicional sino complementarla con lo que ésta dejaba de lado: la dimensión temporal, la idea de proceso, el conflicto, etc. Así intentaremos mostrar desde las cuestiones más elementales de Radcliffe Brown sobre la estructura social en términos de "red de relaciones sociales", hasta las

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organización de la sociedad, como ejecutores mismos de la política real ; es decir, necesitó de ellos como agentes del gobierno. De lo cual resultó que los encomenderos en los hechos se convirtieran en los "señores de vasallos". Por su parte, la búsqueda de legalidad de los conquistadores en la Corona estaba dirigida a dirimir enfrentamientos con eventuales com­petidores, situación en la que se transformaba en un apoyo importante. Era también una búsqueda dirigida a lograr la legitimidad social de su misión, ya que la acumulación de riquezas no constituía un fin en sí misma en tanto no estuviese acompañada de la sanción y el reconocimiento social a la misma. Y sin ninguna duda el ideal de un conquistador era ser un noble a la usanza medieval, ideal frente al cual la Corona reaccionaría lentamente.

Si consideramos el monopolio de la fuerza legítima como elemento esencial de la constitución del Estado moderno, recién en 1557 la Corona, por intermedio del Virrey Cañete, crea la Guardia de Lanzas y Arcabuces, como fonna de proteger la figura del virrey de los avatares de la posición encomendera (Mendiburu 1902: 20). Hasta entonces, la fuerza pública estaba encamada en sus personas, rodeados de mercenarios a la caza de favores. Así, como los conquistadores mismos representaban a la Corona, cuando se alzaban no sólo lo hacían movidos por un injusto reparto de los premios, sino que estaban haciendo uso de su derecho a oponerse al tirano27 . Esto resulta especialmente cierto en el caso de Gonzalo Pizarro: la suya no sólo era la lucha guiada por móviles económicos, sino una reacción que cuestio­naba la posibilidad de que alguien, más allá del municipio, impusiera reglamentaciones a la relación que debía existir entre el señor y sus vasallos. Será justamente el modelo cortesano de comportamiento impulsado desde la Península, el que traerán los virreyes, quienes en cada una de sus llegadas eran acompañados por un numeroso séquito de criados2H. Este terminaría imponiéndose sobre el modelo señorial encomendero, acompañando la preemi­nencia de Lima sobre Cusco (Bronner 1977 y 1986).

Por otra parte, los españoles que llevaban adelante la conquista eran conscientes de su origen y de sus expectativas:

"tenían por refrán que aquella conquista no la hubieran de hacer con hombres comu­nes sino con hijos de príncipes, pues abundaban en tanto grado el oro, plata, [y] servicios de indios y mujeres; ... " (Molina el almagrista 1968: 64).

Eran en su mayoría hombres comunes, entre los que se encontraba algún hidalgo de la más baja condición, todos con una amplia experiencia militar: en el contingente inicial de Cajamarca más de la mitad eran veteranos de la conquista de América Central , en tanto que unos pocos habían participado en las guerras europeas, entre ellos Hernando y Francisco Pizarro (Lockhart 1986). Es por ello que a lo largo de sus marchas se maravillan permanen­temente ante lo que ven. Los caminos reales, los tambos, el orden y la coordinación del Tawantinsuyu, eran todos elementos impensables para un español del siglo XVI.

fuentes de legitimidad de Bourdieu, pasando por la comprensión funcional de Malinowski (en este caso desde una posición social en particular).

27 Derecho asentado en la jurisprudencia escrita medieval (ver Domínguez Ortiz 1974, especialmente cap.10).

28 Ver Vargas Ugarte ( 1949) para más detalles sobre los séquitos virreinales.

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Cuando tienen su primer encuentro con el real de Atahualpa, la vista de su magnitud los ll ena de espanto. Sin embargo, estos 72 hombres y 106 peones ponen en práctica lo que sería su estrategia más exitosa durante toda la conquista: hacer lo impensable, lo más riesgoso, pero también lo más heroico. En una actitud cuasi suicida planean la captura del Inca. Esto marca no sólo la concepción estratégica de sus líderes, sino el perfil de guerra heroica medieval que ellos trasladan a su tarea de conquista. Y es que a pesar (o tal vez por saber) de su condición de hombres comunes, no dejan de marcar su condición de hombres libres (en el sentido de por su propios medios), diferente de aquellos que eran simplemente hom­bres a sueldo. En efecto, la categoría de "soldado" en esos tiempos estaba asociada a la de mercenario: "Denotaba una persona que recibía un salario y por lo tanto dependía de otra persona" (Lockhart 1986: 33). Sólo a quienes no eran encomenderos, o no tenían un oficio o situación social claramente definida se les llamaba "soldados". Es por ello que ninguna de las crónicas tempranas utiliza este término, y que cuando participaban en las campañas siempre ponían de manifiesto que lo hacían equipados a su propio costo (en caso de éxito, podían pedir una "ayuda de costas" al rey o su representante).

Estos mismos hombres, tan atentos a las diferencias de estatus, ubicaban a los natu­rales en una condición de extrañamiento absoluto, coherente con su total desidia de lo ajeno. Es Molina el almagrista quien muestra con claridad los sentimientos de los conquistadores. En su relato de la primera entrada al Cusco,

" .. [como los españoles venían de paz] les salieron todos los naturales a recibir y les tomaron la ciudad con todo cuanto había de dentro, [ .. ] sin pensar que en ello hacían ofensa alguna divina ni humana; ... " (Molina el almagrista 1968: 70, itálica nuestra).

Exultantes luego de los triunfos, se consideraban los amos de todo aquello que era "de nadie", desconociendo toda autoridad no investida con algún toque español:

"En este tiempo, y más de doce años adelante, no había español, por pobre que fuese, que pasase por pueblo o camino que no le habían de dar oveja y cordero para comer él y sus piezas, y si el cacique o señor no se lo daba, le molía a palos [ .. ] sin haber español ni justicia que los amparase". (Molina el almagrista 1968: 62, 63).

Es por esto que Polo al igual que Valverde sostendrán la conveniencia de la enco­mienda: en los primeros tiempos, si bien los encomenderos iban acompañados de un grupo armado exigiendo todo aquello que querían,

" .. servían las encomiendas para que ningún otro osase hazer esto, sino fuese el encomendero; pero no para que vbiese en mucho tiempo ninguna orden quenta ni rrazón y tampoco se puede dar rregla en los malos tractamientos que a los indios se hazían .. " (Polo de Ondegardo 1940: 157, itálica nuestra), ya que " .. eran tan absolutos que en las haciendas y personas de los indios y sus mujeres, hacían lo que les daba a la voluntad' (Molina el almagrista 1968: 62, itálica nuestra).

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Los conquistadores desplegaron en el Perú sus ambiciones señoriales medievales. Desde su total superioridad situaban a los indios en una posición de extrañamiento extremo, reflejada en su explotación. Por entonces, frente a la debilidad de la Corona, la única institución con presencia efectiva en la sociedad colonial era la Iglesia.

El lugar de la Iglesia

Nuestra intención es mostrar el lugar que el cristianismo, en su aspecto institucional más que como conjunto de creencias, tenía en el Cusco del siglo XVI. Esto nos pennitirá acercamos a la delimitación de las fuentes de legitimidad existentes que son rescatadas por los nobles incaicos. Asimismo, evaluar la religiosidad de los españoles nos ayudará a com­prender la dinámica relación entre la imagen que éstos dan, y la que los nobles toman como referente en la búsqueda de su lugar en el mundo colonial.

Morales, provisor de la iglesia del Cusco, hace una descripción de las costumbres religiosas de los vecinos españoles según la cual, hacia 1540, la ciudad se parecía más a la tierra de la perdición que a la iluminada por la fe:

" .. serca desto no quiero decir a Vuestra magestad/ los enserramientos enparedamientos que hay en/ la dicha probirn;ia de indias paridas y preñadas en/ las casas de los españoles con sus camayos y mitayos/ a las puertas de sus seldas bibiendo en la ley de mahoma/ bida suzia y torpe a cauza de lo qua! las dichas indias/ e yndios naturales no dan a la sotana ni oír misa/ a las dichas iglesias" (Morales AGI, patronato 185, ramo 24, f. 14).

Esta contradictoria religiosidad de los españoles en América obsesionó a muchos historiadores, que exaltaban la tarea evangelizadora y no podían explicar este tipo de con­ductas ¿Cómo entender las costumbres de los cristianos españoles en Las Indias?

Por un lado, es necesario recordar que en el siglo XVI español la religión católica estaba aún en proceso de hacerse hegemónica y ecuménica, pero no era sino una más de las maneras de comunicarse con lo sobrenatural. Por eso, como conjunto de creencias, en tanto relación con lo mágico y desconocido, seguramente los conquistadores eran verdaderos cristianos, a un tiempo que conservaban otras formas paganas29 •

Por otro, en lo que a régimen de comportamiento social hace, es necesario diferenciar dos ámbitos en los que su influencia era dispar: En aquellas prácticas y espacios propios de la elite, los comportamientos adecuados, esto es, públicamente convenidos, eran los que convenían al conjunto de normas dictadas por la religión católica. En efecto, estamos aún en tiempos previos a la Contrarreforma, en los que la institución era mayormente corrupta y los altos puestos de la Iglesia eran ocupados por los poderosos (Elton 1974). De modo tal que en dete1minados contextos, y teniendo en cuenta quiénes estaban involucrados, los

29 Este proceso de "hegemonización" de la Iglesia estaba acompañado por el que realizaba la Corona hacia la conformación de un Estado moderno. Ambas cuestiones se implicaban, siendo el uno con­dición de existencia del otro (Domínguez Ortiz 1974. El ton 1974. Pictschmann 1989).

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comportamientos "cristianos" servían como norma de correspondencia entre señores. Por ello es dable sostener que así como era una conveniencia entre señores, más allá de ese ámbito, como pauta de comportamiento no tenía mayor vigencia. Es así como en la España de los Austrias la influencia de la Iglesia, en el ámbito rural, era casi nula:

"Muchos habitaban en chozas y cuevas, sin sacerdotes, ni sacramentos; tan rudos que aún signarse no saben algunos tan bárbaros en la lengua que no se trabaja poco para entenderlos, con muy poca diferencia en su traje ny manera de vivir de los indios" (Santiváñez, Historia de la Provincia de Andalucía de la Compañía de Jesús, libro 2º, cap. 5)311•

La diferencia pasaba entonces, básicamente, por un problema de reconoc1m1ento social. En el Cusco del siglo XVI, el conjunto de pautas generadas por la Iglesia no se extendía de manera universal, fundiendo y abarcando diversos ámbitos, sino que era un elemento más que permitía definir grupos de pertenencia, poniendo en juego diferencias de estatus. Por eso, considerando el lugar de extrañamiento en que hemos visto que los espa­ñoles situaban a los nativos, resulta coherente que fuesen fervorosos creyentes y violadores de indias: el desconocimiento del otro resultaba compatible con la práctica cristiana.

En otro orden de cosas, en la sociedad colonial no había múltiples espacios en los que la actividad social se desenvolviese de manera regular, por lo que las partes del ritual eran fácilmente asimiladas a otras funciones sociales. La rítmica reiteración de la misa, por ejemplo, servía como lugar de reunión, dando una oportunidad para reactualizar el estatus. Las fiestas de los patronos, descritas hasta el cansancio en las crónicas, en las que se gastaban grandes cantidades de dinero y se realizaban esfuerzos de organización, posiblemente tuviesen una faceta específicamente religiosa, pero además eran situaciones en las que se daban ciertas relaciones sociales cuyo acontecer excedía ampliamente lo sacro. Había todo un habitus generado por la Iglesia que estructuraba comportamientos por fuera y por dentro del campo religioso, por lo cual la relación de los conquistadores con la Iglesia estaba indudablemente signada ( conside­rando la extracción social a la que pertenecían) por la capacidad de realizar un ascenso social.

En este marco, la actitud que los españoles, en tanto nuevos señores, tenían hacia la Iglesia, repercutía en la evaluación que los nobles incaicos hacían de ella. Como ejemplo retomaremos la actitud de Paullu Inca hacia la religión cristiana. En una relación de 1543 realizada en Sevilla a su vuelta de América, el bachiller Luis de Morales incluye una serie de párrafos acerca del noble incaico. En un contexto en donde critica el poco ejemplo que los indios pueden tomar de los españoles, Morales relata en particular su diálogo con Paullu, a quien se dirigió

" .. disiéndole que tomase una muger la que él quisiese porque tenía muchas, para que la bautizasen juntamente con él. [Paullu] dixo que para qué los otros cristianos tenían tantas mugeres, supone por tantos mancebos yndios. Pues que este que depone le

30 La descripción corresponde a los campesinos españoles de Huelva en tiempos de Felipe 11. La cita fue tomada de Domínguez Ortiz 1974: 168 cuya referencia bibliográfica está incompleta. no hemos podido encontrar el original.

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mandaba a él que tubiese una, e que él dixo que eran aquellos unos bellacos malos cristianos, e que no hazían lo que mandaba dios" (Morales 1951 : 237).

Al evaluar las aparentes contradicciones, Paullu decide actuar como un señor: por un lado reconoce la importancia de la Iglesia dentro de este contexto colonial y tennina acep­tando formalmente la posición del religioso, casándose con su mujer. Catalina Ussica; por otro, deja en sus múltiples mujeres secundarias una descendencia bastarda que acabará legitimando el rey por medio de una cédula especial. Es decir, toma nota de la propia actitud de los conquistadores españoles hacia el cristianismo, y no encuentra mayores inconvenien­tes en conformar sus normas señoriales.

La buena relación de Paullu con el sacerdote tiene otras alternativas. El Inca decide hacerle a Morales lo que parecería una declaración de todas la huacas que él conoce (cuya búsqueda era una obsesión para los religiosos), y en particular mostrarle el lugar donde estaba la momia de Huayna Cápac, la que fue enterrada por el provisor cusqueño.

" .. . con mucho llanto della madre del dicho Pablo y de otras, y se tiraron muchas piedras que las tenía por dioses de cosas particulares, y a la rredonda del Cuzco hiso derribar muchas guacas y relicatorios y otras casi momias que tenían los indios e indias de endechas ... " (Morales 1951: 238).

¿Sería el fervor del converso? No lo creemos así. Por un lado, el Inca sabe que tener una buena relación con la Iglesia es un medio más para legitimar su ascendencia e impor­tancia frente a la Corona, por lo que no deja pasar ocasión de quedar bien con Dios y con el rey. Pero además, está reconociendo claramente una fuente innegable de legitimidnd del mundo español; posiblemente la forma institucionalizada que poseía la sanción del orden legítimo, en relación simbiótica con la figura real. Y como vimos, Paullu es de los primeros en manejar códigos sociales españoles.

Si aceptamos que la religión católica no unía sino que diferenciaba grupos, y que además, marcaba un estatus, entonces está claro que el Inca la considera como un elemento más en el proceso de afirmación de su lugar como noble dentro del mundo español. En este mismo momento Paullu estaba escribiendo su probanza de méritos al rey (6 de abril 1540) solicitando diversas mercedes. En el documento, el Inca manifiesta su voluntad de conver­tirse al catolicismo, para lo cual declaraba estar siendo instruido, por lo que una buena relación con Morales era una ocasión más para reafirmar su lugar frente a la Corona.

Finalmente, en marzo de 1543 Paullu se convierte formalmente al cristianismo, adoptando el nombre de Cristóbal, inspirado por su padrino en la ceremonia de conversión, el gobernador Cristóbal Vaca de Castro31 • El Inca erigirá una capilla en honor a su santo, San Cristóbal, dotándola con fondos para su mantenimiento, en torno de la cual se organizará

31 Conversión que no afectó su lugar respecto de las prácticas religiosas incaicas: " Aunque Paullu Inca murió cristiano y como tal fue enterrado en la Iglesia. con todo eso los indios le hicieron una estatua pequeña y le pusieron algunas uñas y cabellos que secretamente le quitaron: la cual estatua se halló tan venerada dellos como cualquiera de los otros cuerpos de los reyes lncas."(Cobo l. xiv: cxx) .

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hacia 1560 una de las siete parroquias del Cusco, del mismo nombre, donde vivirán sus hijos secundarios legitimados.

Así el reconocimiento del lugar que la religión tenía entre los españoles fue entendido y utilizado por Paullu en su proceso de adaptación al mundo colonial español, sin encontrarlo contradictorio con sus pautas nobles32.

Conflictos entre señores y curas

Evidentemente, las relaciones entre estos nuevos señores españoles que ignoraban mayormente a los indios , y los religiosos cusqueños de tendencia lascasiana que procuraban su defensa, debía ser bastante áspera. Es nuevamente el provisor Luis de Morales el que se encarga de dar a conocer al rey la situación, detallando en cada aspecto del gobierno del Perú las falencias que el sistema colonial tenía33 .

En primer lugar, plantea que los españoles se negaban a reconocer la propiedad de los indios, resolviendo sus necesidades por medio del ranchear34. Sin ningún tipo de simpatía hacia los conquistadores, el provisor propone una impresionante lista de soluciones: que aquellos que gobiernan la ciudad no tengan tratos ni granjerías con los indios, ni tengan que ver en sus cosechas, ni vivan de sus tributos, ni se les permita llegar al Perú endeudados, ni con familiares (nada más). Sin lugar a dudas, era una forma de destacar (delatar no era necesario) los problemas que acarreaba la connivencia de los conquistadores con las auto­ridades locales españolas, que como hemos visto eran la misma persona.

En segundo lugar, el religioso se encarga de marcar las deficiencias que el primitivo sistema legal español tenía, en especial para su tarea de defensor de indios:

" ... yen esta materia este que depone junto todos los Religiosos y sacerdotes, sobre las confesiones para dar horden y no así bellos [a los indios], por que por la jurisdicción que este que depone tenía, no podía ni era parte, ni el obispo [ tampoco J. Por causa desto les dan poco fabor en justicias y el gobernador, y aún son injuriados y maltratados de algunas personas, sobre quienes descargan la conciencia en tal caso por que quieren bibir a su propósito y como moros, y que nadie les baje a la mano[ .. ] y como todos son de la mesma opinión se atrapa y disimula todo[ .. ] y que si bien algo hizo no fue más [ .. ] como quisiera, por que cada uno les besa la mano y aún sobre ello le amenasaban y no hay otro rremedio sino callar por los perjuizios y escandalos ... " (Morales 1951: 236, itálica nuestra).

32 Esta serie de consideraciones no se contraponen con aquellos aspectos que responden de lleno al terreno de las creencias: el dios cristiano había mostrado de momento su superioridad, por lo cual una buena relación con sus ministros y poderes era conveniente.

33 Las denuncias de Morales se encuentran repetidas en otros documentos eclesiásticos tempranos: ver por ejemplo la carta que el obispo del Cusco le envía al rey en 1539 (Yalverde CD/A: 1865).

34 Los españoles caen sobre los pueblos de naturales " .. haziendo daño en los indios rrobandoles así de sus obejas que tenían como de lo demás. y esta manera de rrobar se llama en aquella tierra rranchear ... " (Morales 1951 : 235).

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En efecto, como en estos primeros tiempos el cabildo es la autoridad absoluta, la administración de justicia está en manos de regidores que se escogen entre los más desta­cados vecinos, es decir, entre los encomenderos, por lo que la posición del defensor está atrapada en un círculo sin salida: su autoridad se limita a las causas de abuso sobre los indios, pero no alcanza para encarcelar a un español3'. Finalmente, el religioso condena el sistema de encomiendas, por los problemas que las abusivas exigencias autocráticas de los encomenderos causan, y de manera general, la convivencia de españoles e indios, pintando a los primeros como verdaderos animales en su relación con estos:

" .. y en los/ pueblos que Vuestra Magestad tiene poblados de españoles, los/ dichos españoles por la mayor parte tienen perros cami/ceros y i;ebados en los dichos indios naturales, que cierto/ hasta agora se ha fecho gran camei;ería en ellos con/ los dichos perros[ .. ]. Algunos sin propósito y algunos por hacer sus perros/ carniceros y feroses asoman los dichos perros a los dichos indios naturales medio burlando medio de veras, por/que sus perros estén inpuestos, e primero que se los/ tiran quedan liziados y casi que algunos degollan [ .. ]y quedan los probes indios maltratados/ y sin consuelo ni rremedio" (Morales AGI, patronato 185, ramo 24, f. 13).

A los enfrentamientos anotados, se sumaba el hecho de que los encomenderos se resistían a mantener a unos religiosos tan abiertamente críticos hacia ellos, negándose incluso a pagar el diezmo:

" ... que á muchos dellos les parece que no es bien pagar diezmos ni hacer otras cosas de cristianos." (Valverde 1865: 97).

Si bien es verdad que, como dice Porras Barrenechea, la crónica de Morales se ocupa de cargar las tintas sobre los defectos del dominio español36

, su relato es muy útil a la hora de mostrar la mala relación que la Iglesia tenía con los primeros vecinos encomenderos y los cazadores de fortunas. En última instancia, muestra la oposición más de fondo en tomo a las ideas que cada sector tenía con respecto a las Indias, conflictos que retomaremos a continuación.

Las alianzas y los incas

Las tensiones recién presentadas se articulaban en la trama social, dando lugar a una serie de alianzas cuyo análisis ayuda a comprender el complejo surgimiento de la sociedad colonial cusqueña. Estudiaremos la relación y dirección de estas alianzas entre los cuatro actores sociales que nos interesan: los conquistadores, los religiosos, la Corona y los nobles cusqueños.

35 El obispo del Cusco lo expresaba con toda claridad: "La provisión que V.M . me mandó dar acerca de la protección, interpretan á su propósito diciendo, que yo no soy juez, [ .. ] que solamente soy procurador de los indios, [y que como tal] tengo que irá las justicias á pedir que castiguen aquel que los maltrata" (Yalverde CD/A: 1865: 167).

36 Pmns Barrenechea 1949/50.

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Los conquistadores y los nobles

Si bien el desarrollo presentado de ruptura y conflicto en el interior de la elite indígena debería ir acompañado por otro de la elite hispana, esto escapa a las posibilidades de nuestro trabajo. Sin embargo, ciertas observaciones pueden hacerse respecto de la forma en que sus enfrentamientos eran percibidos por la dirigencia incaica. ¿Cómo eran estos encomenderos con los que se enfrenta la nobleza nativa? Su lugar, sus actitudes a lo largo de todo el período, abren dudas acerca de los móviles exclusivamente económicos de sus conflictos y rebelio­nes37 . Los enfrentamientos abiertos caracterizaron al grupo español tan pronto como los nativos les daban oportunidad. Almagro y los hermanos Juan y Gonzalo Pizarro se confundieron en las tensiones internas de la nobleza incaica, y la ambición de Hemando y las diferencias con sus hennanos penniten la fuga de Manco. En cuanto este se retira poniendo fin al primer cerco, almagristas y pizarristas se enfrentan en una batalla sin importar que poco tiempo atrás hubie­sen estado en acuciante situación frente a la ofensiva incaica.

Como hemos visto, estos españoles eran un grupo atravesado por tensiones que formaban la estructura interna del grupo conquistador, por lo que en la práctica estaban lejos de mostrarse ante los nativos como un grupo homogéneo. Sus divisiones daban pie a los indios de los ayllus para pensar en alianzas verticales, y a la elite incaica en alianzas horizontales. Los conquistadores españoles, por su parte, encontraron buenas razones para establecer relaciones de alianza con los señores incaicos. Más allá de las rápidas coinciden­cias militares motivadas por una necesidad estratégica, la nobleza cusqueña representaba para los hombres de la conquista, dentro de la concepción épica de su gesta, la concreción del reconocimiento deseado. En un primer momento, la entrada al Cusco fue la cúspide de la ambición de fortuna medieval: llegaban al centro de un Imperio que liberaban, y eran los descubridores de una ciudad fantástica donde se encontraban con sus pares anhelados, en los que reconocían toda una serie de prácticas de estatus valoradas . Así, entre nobles podían verse reflejados como señores. Por eso en las primeras crónicas no hay sino admiración y revaluación del lugar del conquistador frente a lo que ha logrado:

"La ciudad del Cuzco, por ser la principal de todas cuantas servían de residencia a los Señores, es tan grande, tan bella, y con tantos edificios, que sería digna de ser vista en España. Está toda conformada por grandes casas señoriales ya que la gente pobre no vive en ella." (Sancho xvii : 1986: 135).

Luego de la gloria y la riqueza fruto del saqueo, comienza la etapa de la colonización, que constituía una tarea bien distinta. La atención del grupo de conquistadores girará hacia la consolidación de la sociedad colonial, dentro de la cual el lugar que ocupa la elite nativa es clave. La dinámica economía comercial que los españoles llevan adelante en el Perú ofrecía grandes ganancias, y una relación estrecha con los nobles incaicos aseguraba bene­ficios mutuos. Los encomenderos con propiedades alrededor del Cusco asumieron pronto la

37 Esta posición es sostenida por Lockhan en su trabajo sobre la conformación de la sociedad hi spanoperuana (ver Lockhart 1982. especialmente el cap. 1 ).

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conveniencia de una alianza con los orejones que aún conservaban la capacidad del control de la mano de obra, así como con aquellos que ocupaban lugares clave en la relación con Vilcabamba-'x . Glave y Remy, al analizar el desarrollo de la propiedad agraria en un valle cercano al Cusco llegan a la conclusión de que " . .fueron los españoles primigenios, los "señores de vasallos", los que se hicieron un solo cuerpo con los linajes incaicos. La socie­dad que de esa unión surgió, incorporó elementos aportados por unos y otros. Pero lo que resulta más importante, es el terreno común que descubrimos en los afanes de ambos estra­tos ." (Glave y Remy 1983: 43). La política temprana de apropiación de tierras en una zona propia de los incas muestra, entonces, que ambas etnias no sólo coincidían en intereses económicos, sino que el ideal señorial español encontraba un espejo y una reafirmación en la dimensión noble de la elite incaica.

Para ambos grupos, encomenderos y nobles, resultaba conveniente una alianza; sin embargo es difícil sostener que toda la nobleza incaica entrase en esta categoría de deseable, y que la alianza se pudiera sostener a largo plazo. En particular, la jdea de un rey nativo orgulloso comenzó a resultar intolerable cuando el hambre de nuevos tesoros apretaba a los que habían llegado tarde al reparto. Así, a medida que se consolidaba la presencia española, los conquistadores comenzaron a encontrar otras vías para lograr sus fines de apoderamiento y ascenso social. Por un lado, las alianzas con los señores locales comenzaron a mostrar su eficacia a medida que el espacio del Inca iba siendo reducido por los nuevos amos y la amenaza de Vilcabamba acotada. Por otro, la instalación del sistema institucional de gobier­no español ofreció, junto con el honor de la encomienda como reflejo de la gloria conseguida a través de las armas, fuentes de validación y reconocimiento de un ascenso social que relativizaban la importancia del trato de los "pares nobles" .

Sin embargo, la elite nativa no agotó en su relación con los encomenderos la fortuna de su lugar en el mundo colonial, ya que nunca consideró a los españoles como un todo homogéneo. Más allá de las diferencias personales entre conquistadores que plantea Lockhart, el grupo dominante estuvo atravesado por diferencias de proyecto que hacían a los distintos actores sociales en juego, abriendo otras posibilidades de negociación.

El Inca Cristiano, la evangelización y los nobles

Ante la paulatina pérdida de importancia de su valor estratégico y militar producto del afianzamiento del proceso colonial, los incas fueron variando sus estrategias de alianza. Comenzando por la temprana comprensión de Paullu, pronto empezaron a buscar en el rey, el nuevo "Inca cristiano" como dice Assadourian ( 1987), mercedes y reconocimientos a su categoría y posición. Claro que sumergirse en los caminos de la burocracia española requería de mucha clarividencia y más aún de consejo y guía; de una especie de tutela práctica en las cosas de los privilegios medievales. Este papel fue cumplido en parte por los mismos españoles cuando estaban aliados con los nobles, pero también por los religiosos.

38 Posiblemente las áreas de saqueo de Manco tuviesen en cuenta la alianza establecida en el Cusco por el encomendero en cuestión. Esto, que sugerimos a titulo de hipótesis, lo hemos confirmado para 1560 y será tratado en otro trabajo. aún en preparación.

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Retomando el planteo de Pietschmann ( 1989), en un primer momento la Corona se apoyó en los conquistadores para realizar la conquista y colonización de las Indias por carecer de medios propios. Pero si bien concedió recompensas que constituían delegaciones de atribuciones reales (como la merced de encomienda), nunca dejó de reclamar el derecho último a controlar sus nuevos dominios, y en especial a recibir el tributo directo de sus vasallos. Luego de la mala experiencia en América Central, donde una catastrófica baja demográfica obligó a introducir mano de obra esclava (esto es, no tributaria), la Corona desplazó el peso de la colonización a una alianza con la Iglesia (muy estrecha, si recordamos las prerrogativas que tenía en el nuevo mundo por el derecho de patronazgo39). Este planteo trasladado al Perú implica, sin embargo, la coexistencia de dos realidades distintas: por un lado, la conquista estaba en una etapa inicial, por lo cual un apoyo a la tarea de los conquis­tadores era inevitable. Por otro, la política de la Corona había dado ya un giro, apoyando desde el vamos la misión evangelizadora (transculturadora, diría Pietschmann) de la Iglesia.

Es así como desde un comienzo se aprecia un decidido apoyo de los reyes hacia la autoridad de los señores naturales. La ejecución de Atahualpa mereció la más dura reprimen­da del rey a Pizarro y despertó una polvareda en la corte. La Corona estuvo siempre presta a reconocer los derechos "nobiliarios" de la elite incaica, y de hecho numerosos orejones recibieron privilegios que pocos españoles podían ostentar. El príncipe Felipe enterado de la resistencia de Manco le envía una carta a través de Núñez de Vela invitándolo a "acercarse" a la Corona, junto con instrucciones precisas para el virrey relativas a su buen trato40.

Por su parte, como hemos visto, la Iglesia tenía fuertes razones para enfrentarse con los conquistadores. Las crónicas escritas por religiosos de tendencia lascasiana no dejan de poner de manifiesto las atrocidades que aquellos cometían, y el perjuicio que de ello resul­taba para las buenas costumbres de los naturales. Todos los males de la tierra eran atribuibles a la llegada de los españoles, y su encarnación concreta eran los encomenderos, por lo que apoyaban la autoridad y el orden que reinaba en los tiempos del Inca.

Esta alianza entre la Corona y la Iglesia, favorable a los señores naturales, que duraría según Assadourian ( 1987) hasta la gestión de Lope García de Castro ( 1564-1569), puede ser sintetizada en una frase que simboliza las razones por las que la coincidencia de intereses entre ambas funcionó muy bien en un principio:

" .. de lo cual Dios se ofendería mucho y se deservía al rey .. " (Calvete 1965: 26).

Hasta que no se derrotara definitivamente a los encomenderos (y no se llegara a las acuciantes necesidades de la Real hacienda en tiempos de Felipe 11) los objetivos no se contraponían: evangelizar, y conseguir tributación sin descenso demográfico.

39 Sobre la relación jurídica entre la Iglesia y la Corona española, ver Domínguez Ortiz 1974, especial­mente el cap. 11.

40 El príncipe le dice a Vela " .. hacedle buen tratamiento. porque, estando este Inca de Paz. será gran parte para que toda aquella tie1Ta esté en quietud, e los naturales de ella vengan más brevemente al seno de la Santa Fé Cathólica" Y al Inca: " .. he sido informado que vos, por algunos malos tratamien­tos que os han hecho los españoles nuestros súbditos [ .. ] os alzasteis, y habéis andado rebelde [ .. ) yo vos ruego y encargo que vengáis donde el dicho Blasco Núñez [ .. ]estuviere. que os recibirá y os hará todo buen 1ra1amien10 .. "(Cúneo Vida! 1925: 75).

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De todo esto, como siempre, se percató con singu lar habilidad Paullu Inca. Luego siguió, poco a poco, el resto de la nobleza cusqueña. Así comenzaron a mejorar los índices de conversión entre los naturales, lo cual para los prelados tenía especial importancia, ya que "Para estos hombres existía otro motivo fundamental para anhelar una alianza con el poder étnico. El justo título del dominio sobre las Indias dependía de una política específica: cumplir la misión evangélica a que se había obligado el rey de Castilla ante la cristiandad. Y en aquellos años primaba el convencimiento de que el fruto grande de la evangelización sólo se podría obtener conjuntando la piedad hacia los pueblos indígenas y el ejemplo de la conversión de los naturales." (Assadourian 1987: 330). Esto que se propone para 1550 era perfectamente válido hacia 1540: en una carta que el rey le dirige al gobernador Vaca de Castro (1541-1544) le dice "Será conveniente que se envíe a su lado [de Paullu] a persona que le enseñe y encamine en las cosas de nuestra santa fe católica y le ayude y favorezca y no le engañe" (Cúneo Vida! 1925: 168). Como si no bastase como muestra del empeño de la Corona, el gobernador le contesta a su rey, informándole que el Inca estaba casi li sto para el bautismo.

Como ejemplo de la capacidad de Paullu para manejar el mundo español, para esa fecha estaba preparando su formación religiosa con el bachiller Luis de Morales, con vistas a la probanza de méritos que elevaría al rey en 1542 en pos de mercedes diversas. El bautismo del Inca arrastraría a un buen número de orejones, pero " .. la conversión de tantos nobles señores no fue el éxito que los españoles esperaban" (Hemming 1982: 307). Con mucha razón Hemming achaca el fracaso relativo a la presencia de Vilcabamba, y cita a Santa Clara:

" . .los indios que escaparon de las refriegas y batallas[ .. ] se fueron a los andes a servir a Manco Inca [ .. ] a quién tenían por universal señor, y no a don Cristóbal Inca, porque era amigo de los cristianos que siempre andaba con ellos, y porque se había baptizado" (Gutiérrez de Santa Clara 1.3: e.SS: 1964: 230).

Manco rechazaba de plano la relación con los religiosos, a los que no consideraba (justamente), sino una parte del aparato de conquista y colonización. Y es que así como aquellos nobles que permanecían en el Cusco comenzaban a ver en los españoles a distintos actores utilizables para sus propias conveniencias, la posición de Manco restringía el margen de maniobra: para él todos los conquistadores representaban amenazas a su reivindicación tradicional de Inca. En su carta de 1539 Valverde explica claramente la posición de Manco:

" .. he preguntado á indios del Inca que anda alzado, que si sabe el Inca que yo soy venido á la tierra en nombre de S.M. para defendellos, dixo que muy bien lo sabía; y preguntado que porqué no se venia á mí de paz, dixo el indio que decía el Inca que porque yo cuando vine hice la mocha al Gobernador, que quiere decir que le quité el bonete, que no quería venir a mí de paz .. " (Valverde CD/A: 1865: 120, itálica nuestra).

Para el Inca la única al ternativa viable era encontrarse con un representante directo del rey, que significase garantías concretas y el reconocimiento de una relación de monarca a monarca:

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" .. que él no había de venir de paz sino á uno que viniese de Castilla, que no hiciese la mocha al Gobernador, porque le paresce á él que este lo podrá defender por lo que ha hecho y no otro." (Valverde 1865: 120).

Por otra parte, la presencia de Vilcabamba dio al proceso de alianzas un giro muy especial. Los españoles, tanto la Corona como los conquistadores, tenían en cuenta el lugar que ocupaba la nobleza incaica que residía en el Cusco a la hora de tener las mejores relaciones con estos indios que constantemente asolaban el área. Pero si bien la existencia del estado neo-inca ponía trabas a la evangelización de los indios, tampoco hay que olvidar que en líneas generales la conversión de los naturales tardó mucho tiempo en alcanzar un éxito que no pasó de ser modesto; en particular nunca logró desplazar a las huacas, las deidades locales de los pueblos andinos.

Para comprender la actitud ambigua de los pueblos indígenas y de la elite incaica hacia los religiosos, es útil realizar una breve comparación de la religión católica y el culto del Sol en tanto religiones oficiales. La religión del Sol no era la del común de los pueblos andinos, sino la pauta religiosa imperial. Así, sus sacerdotes y lugares de adoración mismos estaban reservados para miembros de la elite. Esta proximidad con la realidad imperial produjo su rápido descrédito frente a la contundencia de la conquista, e incluso miembros de la elite incaica estuvieron prontos a aceptar el cristianismo ante su superioridad probada en los enfrentamientos militares . De igual modo puede ser entendida la relación entre la Iglesia católica y la dominación española. La primera era en América un brazo más del dominio colonial , gracias a las amplias prerrogativas que la Corona tenía sobre su organi­zación, y repetidas veces los religiosos dieron prueba de su fidelidad al rey rompiendo el secreto de confesión en pro del orden regio (Rowe 1957: 183, 187). Lo cual permite plantear que posiblemente los indios tomaron la religión cristiana como sucedánea de la del Sol, es decir, como la religión del grupo dominante, que era necesario observar en las relaciones con el mismo. Lo que antes notábamos en la religiosidad de los españoles tiene su contracara en la actitud de los indios hacia el catolicismo: en todo aquello que fuese necesario ser cristiano se era cristiano, sin mayores implicancias en el plano de las creencias.

La religión cristiana no dejó entonces de desplazar a la incaica y ocupar su lugar social, sobre todo en un principio, y es desde allí que debemos comprender las distintas actitudes de Manco y Paullu hacia ella. En tanto que el Inca de Vilcabamba la veía como una amenaza a su autoridad de rey nativo, el que permanecía en el Cusco comprendió su utilidad ante las diferencias que tenían los españoles en su conjunto. Aprovechando la coincidencia de inte­reses entre la Corona y la Iglesia en desmedro de los conquistadores, decidió adoptarla como una práctica acorde con su estatus de elite.

Conflicto y legitimidad

Como hemos visto, los nobles cusqueños comprendieron relativamente pronto, el caso más temprano es el de Paullu, cuál era la nueva fuente de legitimidad para ellos. Si bien buscaron en un primer momento identificarse con los conquistadores estableciendo una relación de igual a igual, poco a poco para la mayoría esa ficción fue desmoronándose . La

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situación de especulación personal de los líderes españoles e indígenas fue entonces dejando paso a una alianza más estructural, entre la Corona, los religiosos y los indios, en desmedro de los encomenderos. Los incas del Cusco paulatinamente fueron adquiriendo conciencia de las tendencias en lucha. Por un lado conocían personalmente a los encomenderos, sus nuevos vecinos; por otro sabían de ese rey, Inca Cristiano, y comenzaban a entender las bondades que de él podían obtener y las vías para lograrlo.

Es necesario entonces remarcar que las distintas disputas en el mundo español que hemos mostrado, principalmente las luchas entre los conquistadores, y de estos con la Iglesia y con la Corona, además de luchas armadas de violencia concreta, son luchas que fraccio­nan el espacio de la legitimidad. En sus enfrentamientos los españoles estaban disputando atributos de poder que hacían directamente al control de los espacios de sanción legitimante, al enfrentarse, por ejemplo, el modelo cortesano con el señorial, y los incas en el Cusco estaban buscando, justamente, cómo hacer para recuperar de manera legítima un espacio de reconocimiento como nobles dentro del contexto colonial. Esta fragmentación de la le­gitimidad en el mundo español necesariamente repercutió en la conducta incaica, de modo que el ideal español en que los incas se miraban como espejo era confuso. En medio del mar de contradicciones que el mundo español presentaba, los nobles cusqueños se movían sin saber exactamente hacia dónde ir, de manera tal que la actuación de Paullu no debe ser evaluada sólo en términos concretos de su errática alianza militar, sino como oscilación de una forma de reconocimiento a otra.

A esta existencia de más de una práctica legítima a la que responder debe sumársele la percepción que una pertenencia noble imponía a todos estos avatares. Las guerras, para un orejón, no eran sólo el recurso último a la fuerza; más allá de quién fuera el triunfador, la práctica militar era una forma de disputar la legitimidad. Un Inca para consolidar la alianza que lo había consagrado debía resultar ser el más fuerte y más capaz. En la colonia, ante el lugar que la gloria militar personal tenía entre los españoles (los nuevos señores), la relevancia del éxito personal con seguridad se agudizó. Lo cual, aunque no anula la consideración de la fuerza en sí, obliga a pensar las otras dimensiones que este acto implica. Del mismo modo que una conquista hecha sin la licencia de la Corona no tenía legitimidad (en un sentido más acotado pero no distinto), un Inca, más aún "español", sin triunfos tras de sí carecía de una sanción importante y necesaria.

Así los cambios de actitud de Paullu deben ser leídos no sólo como alianzas militares en pro de conveniencias guerreras, sino como búsquedas de las instancias de selección y consagración social en distintos espacios. Por eso decide "evangelizarse", ya que como mostramos era una práctica de elite, que además, sumaba los favores de una fuente de legitimidad, como lo era la Iglesia. Por otra parte, no duda en responder a la necesidad de confirmar su capacidad militar, en lo cual también interviene que toda alianza con la persona que poseyera el poder concreto era positiva en su enfrentamiento con su hermano.

Manco en los últimos años de su gobierno en Vilcabamba comenzó a mostrar, pa­ralelamente a su política de resistencia, ciertos indicios de reconocimiento del cambio de situación. Sin embargo, su decisión tuvo siempre en cuenta en qué medida estaba en pre­sencia de un representante de un rey, y no de un mero intermediario, homogeneizando de hecho los actores que hemos distinguido en el frente español. Así la negociación con Vaca

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de Castro se debilitó posiblemente por la estrecha relación de éste con Paullu, en tanto que las tratativas con Vela se verían truncas por la muerte de ambos41 •

Paullu y sus descendientes, a través de sus estrategias, estaban atrapados en una posición sin salida entre dos mundos: para conseguir beneficios del español tenían que reafirmar su origen noble incaico, recordando a un tiempo su condición indígena, es decir, inferior. Sayri Túpac (hijo de Manco) en cambio, aceptó el vasallaje para volver a ser Inca, no para dejar de serlo. Su presencia reavivó el conflicto entre los nobles por el lugar de Inca legítimo dentro del mundo colonial, siendo por ello perfectamente plausible que fuese ase­sinado. Por algo al bajar de Vilcabamba no fue a casa de su primo Carlos Inca, hijo de Paullu, sino de su tía Beatriz, en estrecha relación con Manco.

Una vez devotos creyentes (y desde siempre nobles), la Iglesia y la Corona comen­zaron a convertirse en los mejores aliados de los incas del Cusco. Esta coincidencia estruc­tural les proveyó de ventajas incuestionables como la exención tributaria y la posesión de varias encomiendas42

. La postura de Paullu tenía una sola salida, que fue la que siguieron sus descendientes: ser cada vez más españoles, lo que implicaba una paulatina mezcla de sangre. La opción de Manco Inca en cambio no tenía ninguna: tarde o temprano, como efectivamente ocurrió, la Corona iba a encontrar la existencia de un Inca como algo incon­veniente, porque no podía haber dos reyes en una misma tierra.

Algunas observaciones

El tramo de la conquista del Tawantinsuyu que hemos presentado ha sido objeto de estudio de numerosos autores. Nuestra intención ha sido reescribirlo a partir de una perspec­tiva teórica diferente, que permita leer el proceso desde un corte identitario que hace hincapié en los comportamientos propios de una elite.

Muchos de los trabajos de autores peruanos consideran este momento como el punto de partida de una dicotomía que duraría hasta la independencia: españoles explotadores versus indios explotados43 . Desde esta postura, la figura de Paullu Inca es tomada como un caso excepcional de cipayismo cultural: "vida de artimañas rastreras y de sumisión perpetua a España, y transitoria a cada conquistador triunfante, sin ningún ideal de fidelidad ni más objetivo que el de su propio acomodo." (Temple 1937: 287). Su descendencia heredará este gusto por el acomodo logrado a costas de traicionar a su raza y favorecer desde un principio a los conquis­tadores44. Manco por oposición encarna la resistencia lúcida, el rey nativo noble y valeroso, que logrará su victoria unos cientos de años después, cuando tenga lugar la independencia.

41 Yaca de Castro intercambiaría un par de embajadas con el Inca, ofreciéndole su perdón, y una serie de beneficios si aceptaba someterse a Su Majestad (Hemming 1982: 327). Luego Manco intercambiaría una embajada con Núñez de Vela (1544-46).

42 Ver Cook 1975 para datos sobre la tributación en 1570. 43 Cúneo Vida! 1925, Temple 1937, 1939 y 1940, Tamayo Herrera 1992, entre otros. 44 "Paullu [ .. ] significa la españolización de la raza imperial incaica[ .. ] no sólo porque la actitud externa

de Paullu fue la de un hispañolizante persistente, [ .. ] sino porque el reverso de su españolismo fue un antiindigenismo decisivo y militante" (Temple 1937: 285).

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Lo que hemos tratado de demostrar a lo largo de nuestro análisis es que esta postura tiene muchas falencias. En primer lugar, está claro que no hubo una conciencia de "los pueblos indígenas" enfrentados a los "invasores". Esto, que no fue así en general, tampoco lo fue en el interior del núcleo mismo del imperio incaico. Los españoles como los nativos estaban atravesados por un conjunto de tensiones internas, y el resultado de su entrecruzamiento fue un tejido dinámico de solidaridades cambiantes. Así, dentro de la eli te incaica hubo quienes lograron trabar alianzas provechosas con los conquistadores, consiguiendo, por ejemplo, que tierras parentales fueran confirmadas a título individual , en tanto que otros vivían en una situación degradada. A través del relato sugerimos que la forma en que la distribución de estos recursos se dio estuvo relacionada con los conflictos internos producto de su estructura, de modo tal que aquellas facciones que estaban enfrentadas no sólo no se apoyaron en lo más mínimo, sino que compitieron por el espacio reconocido de estatus legítimo dentro del contexto colonial. Por lo tanto, este reacomodamiento de la nobleza dentro del mundo español no homogeneizó a los actores, compactándolos frente a enemigos reco­nocidos, sino que sirvió para desplegar las tensiones preexistentes, que en un nuevo contexto se mostraron con distinta forma e intensidad.

Además, la disputa entre los dos Incas no se agotó en una simple rivalidad personal, sino que arrastró tras de sí a muchos de los nobles cusqueños. Hemos visto que la situación general de la elite nativa fue de fragmentación: una parte respondió al llamado de Manco, trasladándose a Vilcabamba o a zonas cercanas al Cusca, en tanto que otra permaneció en la ciudad, parte de ella posiblemente guiada por la figura de Paullu Inca, quien logró una capacidad de movilización puesta de manifiesto reiteradas veces. Por ello, no se corresponde con el proceso visto la imagen de un Manco aislado en las montañas resistiendo y un hermano traicionero que se acomoda en el Cusca a los nuevos amos.

Paullu realizaba apropiaciones y experiencias exitosas en el mundo español, y Manco continuaba con acciones tradicionales con las que mantenía su vigencia entre las comunida­des, mostrando que ambos podían revalidar su lugar de Incas a través de lógicas distintas de concepción y organización de las prácticas con que hacer frente al nuevo contexto. Es decir, no sólo arrastraron en sus posturas a gran número de nobles sino que lograron, a partir de estrategias de respuesta a una situación disruptiva, conservar un lugar en el espacio simbólico que les valió ser reconocidos legítimamente como Incas.

¿Cuál fue el lugar que ocupó la nobleza incaica dentro de la sociedad colonial? En primer término es necesario resaltar que no se trata del mismo actor social, desde

el momento en que su lugar ha cambiado, pasando (no sin luchas), de una situación de hegemonía a un nuevo espacio de subordinación. Este nuevo lugar implicó un reordenamiento interno, ya que no sólo perdieron el poder absoluto que poseían, sino que toda una serie de prácticas, que servían para mostrar el lugar de privilegio que caracterizaba al ejercicio de ese poder, fueron apropiadas, superadas o destruidas por los españoles.

Así, el uso de las andas, las prendas de lujo, el despliegue del poder absoluto, son rasgos que los españoles tomaron, desplazando a la elite nativa. La sanción marcial , que era tan importante en el momento de consagrar la elección de un Inca, fue ampliamente superada por los conquistadores. El respaldo de las deidades adecuadas, que determinaban la vida y el éxito de todos los actos, mostraron la superioridad cristiana sobre los hijos del Sol. El severo ritual que rodeaba el contacto con el Inca fue siendo destruido poco a poco. Todo esto

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implicó, en definitiva, resignar paulatinamente el lugar central en la organización simbólica de la vida nativa.

Sin embargo, a pesar de esta serie de cambios violentos, como vimos, parte del aparato imperial sobrevivió y muy posiblemente sirvió para sostener a las panacas incaicas durante el período. ¿Cómo fue esto posible? Proponemos que dentro de la elite hubo respues­tas que tuvieron que ver con la apropiación de prácticas españolas y con la readaptación de prácticas incaicas al nuevo contexto, a través de las cuales directa o indirectamente, man­tuvieron vigente la importancia de la nobleza cusqueña, ocupando en los primeros tiempos un espacio de mediación cultural que les aseguró nuevamente una posición de preeminencia.

Para ejemplificar esta apropiación y readaptación, nos detendremos brevemente en el análisis del uso, por parte de la nobleza cusqueña, del ritual y la memoria histórica. Si consideramos el papel que estos juegan entre los españoles y entre los incas, vemos que en ambos casos se trata de formas de resolver disputas en sociedades donde las formas de consagración son restringidas, de modo tal que no hay una diversidad de espacios institucionales investidos de una sanción legitimante.

En el interior de la elite incaica existían una serie de disputas derivadas de su propia estructura interna por la conservación de su posición de privilegio, en las que el ritual y la memoria tenían un lugar clave. Por otra parte en la sociedad colonial española la posibilidad de escribir una crónica (o cualquier tipo de información que llegase al rey) permitía presentar una versión de la historia que fuera favorable a determinados intereses45, y más allá de esto, asentar públicamente, en una sociedad sin campos, la pertenencia a una dimensión heroica que no sólo era el paso necesario para aspirar a recompensas de parte de la Corona, sino que aseguraba un ascenso social46. La importancia que tenía era públicamente reconocida, a punto tal que el figurar bien en una crónica se vendía caro; había cronistas que al relatar las batallas se aprovechaban de las personas que habían estado allí,

" ... [al] informarse cómo pasaron, y de pedir intereses porque les pongan en la coránica, cosechándolos a doscientos y trescientos ducados porque les pusiesen muy adelante en lo que escribían." (Pedro Pizarro 1965: 229).

Por lo tanto es posible plantear que el manejo incaico de la memoria, típico de la época prehispánica, continuó adaptado al contexto colonial: el aparato de las panacas estaba ordenado por la posesión de las momias de los Incas muertos y la tarea de reactualización histórica de los "camayos de la memoria" . Luego, cuando Paullu le descubre al provisor Morales ciertas momias de Incas muertos47

, está realizando un doble movimiento: por un

45 Sobre todo en el caso de aquellos actores que no tenían un contacto institucional con la Corona; el ejemplo típico son las crónicas sobre hechos de conquista, por oposición a los informes religiosos que, como hemos visto, por lo general eran desfavorables a los conquistadores.

46 Por eso al enfrentarse con una crónica uno se siente inundado por una multitud de personajes y situaciones aparentemente anecdóticas, quién era regidor, quién estaba en tal fiesta, qué hizo, todo repetido hasta el cansancio.

47 Y no todas, como lo hubiera hecho si su móvil hubiera sido meramente religioso. Además, la momia de Huayna Cápac, que según Morales le había sido descubierta por Paullu, fue desenterrada años después por Polo.

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lado mejora su posición ante el rey y ante la Iglesia, como hemos analizado; por otro, está afectando la conservación de determinadas memorias que no le resultaban convenientes, continuando dentro del contexto colonial conflictos de elite. En tanto que la eliminación física directa enfrentaba el riesgo de represalias, o denuncias ante la justicia española, este método era más sutil y difícilmente recriminable, ya que conformaba la tradición clásica noble y la cristiana. Por lo tanto, la decisión de Paullu tuvo en cuenta elementos culturales españoles que fueron rápidamente comprendidos y utilizados desde paradigmas incaicos.

Sin embargo, aún se nos podría decir que se trata de una simple pérdida de identidad. Si retomamos las posturas de los autores antes mencionados, la objeción sería: Paullu se enfrenta a sus pares de raza, y realiza una maniobra por medio de la cual mejora su posición frente a los españoles, todo en beneficio personal. Más allá de si hay una españolización o una capacidad de maniobra en la utilización de determinadas prácticas culturales, se trataría de una traición individualista a una pertenencia grupal. Creemos que no fue así, y nuevamente la clave de nuestra posición pasa por la legitimidad. Paullu no es sólo un Inca entre los españoles, sino un Inca entre los incas. Es reconocido como Inca por los numerosos nobles que lo acompañan en sus acti­vidades militares, por los indios del común y en general por la sociedad nativa en el momento de su muerte. Nada de esto hubiese sido posible si él hubiera llevado adelante conductas que implicaran una ruptura identitaria con su papel de Inca dentro de la elite nativa.

La participación en los conflictos armados por parte de los dos Incas debe ser vista en el mismo sentido, como una maniobra de legitimación. Tanto las incursiones de Manco desde Vilcabamba como las entradas de Paullu en el Collao, además de un hecho de fuerza, reafirmaban la presencia incaica en un contexto militar. La capacidad para realizar alianzas exitosas seguía mostrando la habilidad táctica que confirmaba a un líder. Sólo planteando la capacidad para desarrollar estrategias eficaces dentro del contexto colonial por parte de la nobleza incaica es posible entender que parte del aparato estatal incaico haya continuado funcionando años después de la caída del Tawantinsuyu, y que en 1570 existiesen en el Cusca 1.545 indios exentos de tasa por ser supuestos descendientes de nobles, (junto con 1.271 yanaconas), y que siete de ellos tuviesen encomiendas de diversa importancia48•

Retomamos entonces desde el espacio de las representaciones sociales la pregunta acerca del lugar que ocupó la nobleza incaica. Proponemos que en un primer momento los orejones usaron el marco colonial como un lugar más donde resolver sus pleitos nobles, a lo que luego le sumaron la nueva disputa, en pos de resolver cuál era la facción legítima incaica que iba a merecer el lugar de tal, dentro de la estructura colonial española. Y en realidad, ambas cuestiones no se excluían, sino que se implicaban. Lo que hemos querido sugerir a través del ejemplo de Paullu, es que él seguía resolviendo sus cuestiones incaicas a través de la apropiación de elementos españoles desde una perspectiva de elite, plenamente compatible con la tarea de asegurar su futuro dentro de la sociedad colonial. Acabar con determinadas memorias que no le convenían, afirmaba su posición frente a otras panacas y tomaba en cuenta la importancia que la memoria tenía en la sociedad española, dentro de la cual siempre se mostró hábil. Actuaba dentro del mundo indígena y del español a un tiempo, porque en términos de elite esto resultaba perfectamente compatible.

48 Datos tomados de la Tasa de La visita gen.eral de Francisco de Toledo. Ver Cook 1975.

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Ni siquiera es realmente aseverable que se le representasen como legitimidades contrapuestas y escindidas a las que responder. Lo uno era parte de lo otro, o no tenía sentido sin lo otro. Por eso afirmamos que su lugar en el contexto colonial lo resolvieron a la usan za incaica, tomando elementos españoles a través de los marcos de estructuración de la realidad propios de la elite. La permanencia de esta identidad noble se pone de manifiesto al considerar que había hijos y mujeres de Atahualpa en el Cusco que vivían de limosnas , dos de ellos en un convento acogidos por los religiosos que llevaban adelante su defensa ante el rey49

. Si hubiesen tenido un espíritu de cuerpo cohesionado por la presencia española los hubiesen refugiado; en cambio, siguieron manteniendo sus rencores prehispánicos no encontrándolos inoportunos ante la nueva situación.

Como dijimos en un principio, la conquista impuso un contexto distinto que forzó un reordenamiento tanto en el interior de la misma elite como en su relación con el resto de los actores. Y este reordenamiento de ningún modo se agotó en los conflictos materiales a partir de las prácticas aceptadas. Sin caer en un mundo de espejos, creemos necesario plantear que no hubo en un comienzo un habitus común (en el sentido de estructuras estructurantes estructuradas)5'1; no hubo por tanto acuerdo sobre qué bienes se disputaban, hubo una lucha en todos los niveles por definir las formas mismas que fuesen legítimas, no sólo por la sanción legitimante. En palabras de Stern, "Por parte de cada uno de estos pueblos europeos y amerindios y en medio de su reciente unión, los tiempos desencadenaron no sólo luchas por el poder, sino luchas por la comprensión y la definición culturales. La lucha política por definir el botín y el significado de la conquista fue también una lucha cultural por definir e interpretar los valores y el orden social que prevalecería en una nueva época [ .. ] el año 1492 inauguró una época de tremenda volubilidad cultural, una lucha no simplemente por llevar a cabo guiones culturales heredados y valores del momento, sino por determinar cuáles serían los valores y las relaciones sociales del momento."(Stern 1992: 29, 30).

A modo de conclusión

Al no poder acceder a piezas discursivas genuinas, hemos tenido que reconstruir la identidad que Paullu y Manco logran construir a través de sus acciones y del reconocimiento que los terceros les otorgaban. De acuerdo con la trama presentada, no dudamos en afirmar que tanto uno como otro era tenido y reconocido como Inca, y que recibían el tratamiento acorde con ello. Lo cual nos obliga a aceptar que, dentro del mundo colonial temprano, las estrategias para mantener un lugar de Inca entre los nativos y lograr un reconocimiento entre los españoles admitieron comportamientos aparentemente tan disímiles como los analizados. En este sentido, ambos supieron lograr un manejo del espacio de las representaciones que les aseguró una legitimación de sus prácticas frente a sus propios súbditos, y que les otorgó un innegable reconocimiento de los espacios principales de producción de discursos legitimantes como lo eran la Corona y la Iglesia, los que fueron evaluados, dentro del

49 Ver Oberem 1976 para más datos sobre la descendencia de Atahualpa. 50 Ver Bourdieu 1993 para un uso extenso del concepto de habitus.

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proceso de cambio que aparejó la presencia de los espa,1oles. desde una innegable convic­ción de pertenencia a la elite. Esto, que es evidente en el ·caso de Paullu por su espacio físico de acción, se pone de manifiesto en los movimientos de Manco, tanto en sus acciones sobre los grupos circundantes como en sus visos de negociación con el poder Real.

La descendencia de ambos Incas continuará adelante con las líneas trazadas por sus padres: Sayri Túpac abandonará Vilcabamba para ser Inca "tradicional", aceptando la impor­tancia de la Iglesia en el camino del reconocimiento colonial, en tanto que Carlos Inca no sólo incrementará notablemente sus propiedades, sino que logrará casarse con una española, adoptando todos los elementos que implicaban el uso de los espacios e instancias del ritual de prestigio español.

Gonzalo Lamana

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