iconologÍa de las sirenas en santiago de guatemala

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23 ICONOLOGÍA DE LAS SIRENAS EN SANTIAGO DE GUATEMALA Lic. Jorge Enrique Cáceres Escuela de Historia Universidad de San Carlos de Guatemala Edificio S-1, 2do. Nivel, Ciudad Universitaria, Zona 12 [email protected] INTRODUCCIÓN Un número considerable de representaciones de sirenas en Santiago de Guatema- la, denota la importancia que tuvo este elemento iconográfico particularmente en el siglo XVIII. Sin embargo, su significado, la disposición dentro de la antigua ciudad, sus tipologías y el contexto donde se ubican son temas que normalmente los expertos y algunos interesados conocen, pero pasan tan desapercibidas para la gran mayoría. Además, es un tema que se cree desconocido en Guatemala, acerca de ese tópico las únicas publicaciones al respecto son las de Luis Luján, a principios de los años 80 del siglo pasado. A partir de ese aporte en adelante ya no hay más referentes locales. A raíz de esta breve investigación, ha sido posible notar que no es un tema totalmente desconocido, goza de varias publicaciones desde diversos puntos de vista, tanto en España como Italia. La variedad de representaciones de sirenas y sus contextos remiten un manejo ge- neralizado, situación que orientaría a otorgarle un significado ornamental o estéti- co, hallándoseles en fachadas, fuentes, búcaros, cúpulas, cornisas y otros lugares, tanto en arquitectura religiosa como secular y bienes muebles. Se debe considerar que las carencias de aquel entonces hicieron que la espontaneidad decorativa fue- ra limitada, máxime en conceptos sui generis como el de las sirenas. En esta oportunidad se intenta explicar su significado histórico, mismo que incluye hallazgos arqueológicos en las proximidades del Mediterráneo, siendo determinantes para identificar el origen y antigüedad. También, se aproxima a las relaciones con

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ICONOLOGÍA DE LAS SIRENAS EN SANTIAGO DE GUATEMALA

Lic. Jorge Enrique CáceresEscuela de Historia

Universidad de San Carlos de GuatemalaEdificio S-1, 2do. Nivel, Ciudad Universitaria, Zona 12

[email protected]

INTRODUCCIÓN

Un número considerable de representaciones de sirenas en Santiago de Guatema-la, denota la importancia que tuvo este elemento iconográfico particularmente en el siglo XVIII. Sin embargo, su significado, la disposición dentro de la antigua ciudad, sus tipologías y el contexto donde se ubican son temas que normalmente los expertos y algunos interesados conocen, pero pasan tan desapercibidas para la gran mayoría.

Además, es un tema que se cree desconocido en Guatemala, acerca de ese tópico las únicas publicaciones al respecto son las de Luis Luján, a principios de los años 80 del siglo pasado. A partir de ese aporte en adelante ya no hay más referentes locales. A raíz de esta breve investigación, ha sido posible notar que no es un tema totalmente desconocido, goza de varias publicaciones desde diversos puntos de vista, tanto en España como Italia.

La variedad de representaciones de sirenas y sus contextos remiten un manejo ge-neralizado, situación que orientaría a otorgarle un significado ornamental o estéti-co, hallándoseles en fachadas, fuentes, búcaros, cúpulas, cornisas y otros lugares, tanto en arquitectura religiosa como secular y bienes muebles. Se debe considerar que las carencias de aquel entonces hicieron que la espontaneidad decorativa fue-ra limitada, máxime en conceptos sui generis como el de las sirenas.

En esta oportunidad se intenta explicar su significado histórico, mismo que incluye hallazgos arqueológicos en las proximidades del Mediterráneo, siendo determinantes para identificar el origen y antigüedad. También, se aproxima a las relaciones con

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Santiago de Guatemala, todo ello mediante un compendio de datos y reflexiones de diversos autores, a manera de entender el origen y significado de este elemento iconográfico llamado “sirena”.

YUXTAPOSICIÓN DE CONCEPTOS

En principio, es necesario observar que muchas culturas tienden a yuxtaponer con-ceptos, a manera de trascender las capacidades básicas del ser humano. Entonces, es una mezcla de virtudes de dos o más entes que permiten ir más allá de los lími-tes humanos. Al respecto de las sirenas, se dice que:

(…) las Sirenas son híbridas. Mitad mujeres, mitad animales. O mejor: divinida-des femeninas que comparten el orden animal. Coexistencia de dos entidades, doble índole. Seres divinos, que gozan de las prerrogativas de ambos componen-tes. Imágenes de lo irracional, que continúan provocando y turbando. Ya Lucrecio (¿98? – 55 a. C.), en su deseo de abatir los temores humanos con la fuerza de la razón, refutaba la hibridación de dos criaturas con tiempos vitales diferentes (Meri Lao 1995: 22).

En la Mesoamérica prehispánica se ve una serie de yuxtaposiciones, en toda la cosmo-visión de las diversas culturas que se desarrollaron en esta área geográfica, como la mezcla del jaguar y el hombre, o el águila y el hombre. El tema de la “yuxtaposición” ameritaría un análisis específico y detallado, profundizando en los ámbitos de la se-miótica.

En este caso, ya existe el elemento yuxtapuesto, donde muy coloquial puede de-cirse que fue importado por el cristianismo y éste a su vez traído a la colonia espa-ñola en Latinoamérica. No obstante, es necesario ir más allá del cristianismo para trascender en el significado.

EL PRINCIPIO DE LAS SIRENAS

En primera instancia, llama la atención las referencias anteriores a las griegas, las que parten de ideas en pueblos del oriente en el Mediterráneo. Así, es oportuno entender el origen etimológico del concepto de “sirenas”, indicando lo siguiente:

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(…) según opiniones, se deriva de la palabra púnica SIR, que significa canto, o bien del vocablo semítico SEIREN, hembra que fascina con sus cantos (Rodríguez López 1998).

La misma autora también señala que el origen estaría en el cercano oriente del Mediterráneo 1000 años antes de Cristo, con representaciones de seres barbados de las profundidades, que son mitad humanos y mitad pisciformes. Menciona como ejemplo los relieves asirios del Palacio de Khorsabad siglo XVIII a. C., conservados en el Museo del Louvre, además de una pieza cerámica llamada Pyxide ático de Egina del 460 a. C. en el Museo Nacional de Atenas.

De ahí pasaron a la mitología clásica, donde en las alegorías del mar, tienen formas hibridas: Nereo, Tritón y los tritones. Desde la perspectiva de Rodríguez López, interpretando el canto duodécimo de la Odisea y Ulises, los cantos de las sirenas también aluden a aquello que las personas quieren oír como una tentación:

(…) parece probable que los diferentes elementos constitutivos de la compleja iconografía de Escila –uno de los monstruos marinos más famosos de la mitología griega que se caracteriza por poseer siete cabezas-, y sobre todo, su condición femenina, influyeran a posteriori, en la evolución iconográfica de las sirenas. Co-nocidos episodios de la Odisea fueron el de la victoria personal de Ulises ante la tentación de las sirenas, y frente al feroz ataque de Escila que se narra en el mis-mo canto duodécimo, lo cual pudo dar lugar a cierta confusión – o asimilación- de fuentes entre las sirenas, las tritonisas y Escila. (Rodríguez 1998).

UN ORIGEN COMO AVES

Entre otras cosas, resulta curioso que las sirenas no hayan empezado siendo muje-res-pez, donde el único elemento afín al ser humano sea la cabeza, y que textual-mente no existan referencias concretas que expresen detalles físicos de las sirenas en la iconografía griega. Así se dice que:

Leyendo el texto de la Odisea, resulta evidente que Homero no hace ninguna des-cripción física de las sirenas ni tampoco alude a su número. La imagen que la mayoría de nosotros tenemos de las sirenas clásicas, de las sirenas griegas, “paga-

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nas”, nos viene dada por el tantas veces reproducido στ_μνς ático de figuras rojas (…); en él aparece representado el episodio de la Odisea: las sirenas son tres (una lleva escrito el nombre de Himeropa; de “deseo”, “que inspira deseo o atracción” y presentan la apariencia de aves con cabeza femenina; no tienen brazos, sino alas, y además patas con garras; la parte humana se limita única y exclusivamente a la cabeza (Pena 2007: 122).

Algunos autores explican que Homero no describió a las sirenas debido a que en la edad micénica (1500 a. C.) eran muy conocidas. Por aparte, hay un aspecto que llama la atención, se trata del hecho de que las sirenas canten, puesto que ello va implicar la utilización de instrumentos, denotando una evolución en cuanto a su aspecto formal, pasarán a tener más características humanas, ya no solo la cabeza. En tal sentido se dice que:

Cuando su canto irresistible –característica suprema- requiera el acompañamiento de instrumentos musicales como la lira, el aulós, címbalos, panderos y crótalos, las Sirenas dispondrán de manos humanas para tañerlos (Lao 1995: 15).

La autora María José Pena refiere un detalle antiguo en otros vasos, donde se ex-ponen cambios. Sin embargo, indica que la feminización de la sirena se da hacia el período clásico, donde habría tenido variantes como el torso femenino y las patas de tipo acuático, hacia el siglo III d. C., se van humanizando más:(…) hacia finales de este siglo (+ - 520 a.C.) lo encontramos sobre cerámica ática y con un notable cambio: las sirenas tienen brazos y sostienen con sus manos instru-mentos musicales (lira, siringa, flauta doble), así que su melodioso canto estaría acompañado por música (Pena 2007: 122). Como puede apreciarse, ciertos cambios iconográficos se van dando en las repre-sentaciones cerámicas antes de nuestra era. En el caso de Santiago de Guatema-la, existen representaciones de Sirenas aladas, denotando ese principio de aves. Una en contexto religioso, asociada al agua como es el caso de la monumental fuente del convento mercedario (Fig. 1) y otra en contexto secular en un búcaro del Ayuntamiento, mismas que disponen de alas y manos. Además de una serie de detalles iconográficos en su contexto (Fig. 2). Por aparte, otros autores explican lo siguiente:

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En el siglo VI a. C. se inicia un auge descriptivo e iconográfico de las sirenas, sobre todo por la representación en la cerámica. Este hecho incide en la evolución físi-ca de ellas, partiendo de la apariencia de jóvenes doncellas -primero los brazos, después el torso con pechos y después la cintura y los muslos-, a la vez que sus ac-titudes se tornan más ambiguas y amenazantes, remarcando su actitud en contra del hombre (Marín 2010: 200).

Richepin (1951: 304), intenta responder al problema del origen de las sirenas con cabeza de mujer y cuerpo de ave, indicando tres versiones:

• El padre de las sirenas era “Forcis”, anciano del mar.• Las sirenas son producto de las gotas de sangre caídas de la punta del

río Aqueloo y les daba por madre a Gea (la Tierra), y a una de las Musas: Terpsícore, Melpómene, Calíope. A este parentesco con las Musas deberían las sirenas el armonioso encanto, que se desprende de su voz.

• Competencia de sirenas y Musas (quién cantara mejor): al ganar las Musas, les arrancaron las plumas, con las que se hicieron coronas. Las sirenas se refugiaron en las rocas escarpadas de las costas, donde hechizaban a nave-gantes imprudentes.

ULISES Y LAS SIRENAS

Dentro de esta evolución inicial, vale la pena visualizar el relato original que les da vida a las sirenas, en el que es necesario entender las ideas intrínsecas de Homero en la justa dimensión de la mitología griega. En principio, hace una referencia ex-plícita a la “ignorancia”, es decir, cae en sus encantos la persona que desconoce, que es ignorante; asímismo, después de ello se deriva la desintegración social, cuando separan al hombre de la familia; entre otras cosas, el hechizo ofrece placer y conocimiento:

Homero, en la Odisea, hace decir a Circe, hablándole de las sirenas a Ulises: “En-cantan a cuantos hombres se acercan a ellas; ¡desgraciado del que por ignorancia va a su encuentro y las escucha: ni su mujer, ni sus tiernos hijos se regocijarán ya más de su regreso, ni volverán a estar a su lado. Las sirenas le hechizarán con

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su armonioso canto, sentadas en una pradera, rodeadas de un montón de huesos humanos y de carne, que la corrupción consume (Richepin 1951: 303).

El mismo poeta transcribe los “cantos armoniosos” con que las sirenas tratan de atraer a Ulises, fuertemente atado al mástil de su navío: “Acércate”, glorioso Uli-ses, honor de Grecia: detén tu nave para poder oír nuestra voz. Jamás nadie pasa en su bajel sin que oiga los dulces cantos que se escapan de nuestros labios, y se alejan después transportados de placer y sabedores de muchas cosas (Richepin 1951:304).

Se dice con frecuencia que el episodio de Ulises representa el triunfo del ra-cionalismo sobre la imaginación y la fantasía. Esta interpretación ha pesado y pesa sobre la tradición literaria; pero las sirenas homéricas no prometen belleza, juventud, amor, libertad…, todo ello más allá de las convenciones sociales, sino sabiduría; la opinión de Cicerón es significativa: las sirenas prometían el conoci-miento, eran doctae (Ovidio); entonces ¿Por qué eran tan peligrosas? , ¿es mejor “no saber” más allá de ciertos límites? (Pena 2007: 127).

A decir de estas explicaciones y considerando que etimológicamente existe la pro-babilidad de un origen semítico, da la impresión de tener similitud con la idea de la antigua Mesopotamia narrada en el Génesis cuando Dios le indica a Adán y Eva que: Puedes comer de todos los árboles del jardín, pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no deberás comer, Génesis 2: 16-17. Así, hay una tendencia a un elemento prohibido y de entrar o caer en él, genera conocimiento, con la salvedad de que este contexto es mucho más antiguo. Por aparte, dentro de la mitología, se hace referencia explícita de la relación del canto y la sirena.

(…) debe haber una relación directa entre el canto y el hecho de que sean pájaros con cabeza femenina. Cuando se produzca la evolución iconográfica tardía, re-sultarán unos “peces cantantes” que, puesto que se trata de “monstruos”, ya no asombrarían a nadie. Pero, antes de que esto suceda, y a pesar de su “derrota” por Orfeo y por las musas, el canto de las sirenas se convirtió en un referente de canto hermoso y melodioso (Pena 2007: 127).

En este recorrido se aprecia la transición del símbolo y su significado, pero dentro de ello existen elementos que permanecen y que aun dejan incógnitas por no tener

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un principio claro. Este es el caso del tema del “canto”, qué dice que provoca, cúal es el resultado de ellos y sobre todo cómo son, al respecto se dice que:

(…) la transmisión de los símbolos a través del tiempo lleva consigo un cambio de significado, aunque en este caso se mantenga una corriente: sucumbir a los “cantos de sirenas” comporta graves riesgos, sea perder la vida, sea perder el alma. Pena cierra su trabajo cuestionándose nuevamente ¿Qué cantaban las sire-nas? (Pena 2007: 134).

En realidad, ésta es la clave de todo el mito. Nadie puede ni podrá nunca expli-carlo, porque cada uno oye algo diferente, oye aquello que desea oír, aquello que le atrae, que le tienta: Ulises, el relato de su propia gloria; Cicerón, la sapientia; otros, los placeres más o menos prohibidos; Lampedusa, la quies, el descanso de la muerte con rostro de mujer bajo las azules aguas de un clásico e impoluto Me-diterráneo (Pena 2007: 134).

Dentro de esta diversidad de fuentes en cuanto al surgimiento de las Sirenas, Meri Lao resalta constantes como: hijas de un dios marino, tienen por madres seres destacados en música, memoria y sabiduría secreta (1995: 31).

LAS SIRENAS EN EL CRISTIANISMO

Después de revisar los orígenes de las sirenas en el Mediterráneo y la antigua Gre-cia, corresponde ahora observar el paso a Roma y por ende al Cristianismo.

Vinculándose a las concepciones de los antiguos filósofos, Cicerón (106-43 a.C.) sostiene que las Sirenas –lo mismo que la serpiente del Edén- tentaban con el co-nocimiento. (…) el pensador romano deduce que el amor por el saber es innato en el ser humano (Lao 1995: 48).

Más de un autor coincide en testimoniar el auge de las Sirenas durante el reinado de Adriano. Mientras se afirma que aparecieron realmente a la vista de Dionisio Areopagita, en Sorrento, otros le otorgan un puro significado metafórico. Las Sirenas, eso sí, encuentran un lugar especial en los Bestiarios, comenzando por el Fisiólogo, un libro alejandrino del siglo II que reúne las culturas gnóstica, helénica

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y judaica y, conjuntamente con la Biblia, será el más difundido en la Edad Media (Lao 1995: 49).

Allí donde no llegan las palabras, llegan las imágenes. Las ilustraciones del Ma-nuscrito de Bruselas del Fisiólogo muestran dos Sirenas que desgarran de manera brutal las carnes de un hombre. En el antiguo arte figurativo cristiano, como en las alegorías del pensamiento patrístico, las Sirenas son asociadas al mal; ellas personifican, según las veces, las opiniones contrarias a la Iglesia, los placeres de los sentidos o la tentación diabólica (Lao 1995: 50).

Sería poco probable considerar que las sirenas representadas en las fachadas de las Iglesias y algunas casas en Santiago de Guatemala (Fig. 3, 4, 5 y 6) denoten la asociación con el mal, los placeres o la tentación, considerando que son ejemplos del siglo XVIII, las connotaciones y la época sí validarían el aspecto estético, des-cartando un significado explícito. Aunque son conocidos los casos de pintura mural que representan al mal dentro de las iglesias explícitamente, como el Santuario de Atotonilco en México de finales del siglo XVIII o los desnudos renacentistas del siglo XVI en Europa.

Particularmente en Santiago de Guatemala, las sirenas en las viviendas yacen con anagramas de Jesús y detalles bivalvos. Relacionando directamente estos elemen-tos, sin un significado negativo.

En realidad existe una alusión en la que se intuye la transformación de un ave a pez, pues en el Cristianismo las aves no suelen representar cosas horrendas o pecamino-sas y dado a la asociación de las sirenas al mar, era bastante práctico asociarlo con un pez, según lo refiere Pena más adelante. Sin embargo debe considerarse que se tienen evidencias de existir transformaciones morfológicas desde los griegos y quizás en el cristianismo ya tendrán un significado puntual, asociado a lo pisciforme.

En la antigüedad tardía, tanto la iconografía de las sirenas como su simbolismo sufren una profunda transformación: pasarán de las mujeres pájaro a las mujeres pez del imaginario cristiano y se convertirán en un símbolo de las peligrosas se-ducciones femeninas, fuente de placer y lujuria. De la seducción intelectual, se pasó a la seducción física (Pena 2007: 124).

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Entonces cabe preguntarse ¿cuál es el principio de las sirenas en el Cristianismo? Responder a esta pregunta colaboraría en mucho para entender lo que representa las sirenas en la antigua ciudad de Santiago de Guatemala. Así se dice que: Fue Tito Flavio Clemente (150-216), una de las grandes figuras de la Escuela de Alejandría, quién practicó una síntesis entre la nueva religión y la tradición cul-tural pagana, el primero que utilizó la imagen de Ulises atado al mástil en clave cristiana: el mástil como antema crucis, a la cual el cristiano debe atarse para atravesar la vida y huir de sus peligros y tentaciones; en consecuencia, las sirenas se convierten en el símbolo del naufragio en los placeres y los vicios. (…) Servio Honorato, que vivió a finales del siglo IV, a pesar de ser pagano y de ser el comen-tarista del más clásico de los poetas latinos, las considere ya como meretrices (Pena 2007: 124).

El hecho de observarse cierto sincretismo, se explica en que Clemente nació en Atenas y sabía escribir en griego clásico, era de padres paganos ricos. A pesar de volverse al Cristianismo, muchos de sus escritos incluyeron elementos de la cultura pagana.

Para Clemente de Alejandría, Ulises atado al mástil de la embarcación se asemeja nada menos que a Cristo, firme en la cruz. El sucesor de Clemente, Hipólito (siglo III), profesando la misma opinión, aconseja a los comunes mortales que se obturen los oídos contra el riesgo de la gnosis (Lao 1995: 51).

EL POR QUÉ DE LA COLA DE PEZ

En todas las referencias, las sirenas siempre se asocian a un relato marítimo (…) sin embargo, es posible que esta explicación “simple” no sea la correcta o sea muy parcial y que en el imaginario cristiano sea bastante más pecaminoso un monstruo marino que un monstruo alado (Pena 2007: 126).

Esta connotación pecaminosa del pez puede verse reflejada en una expresión de Jesús cuando los fariseos y maestros le pidieron una señal milagrosa y él les dijo:¡Esta generación malvada y adúltera pide una señal milagrosa! Pero no se le dará más señal que la del profeta Jonás. Porque así como tres días y tres noches estuvo Jonás en el vientre de un gran pez, también tres días y tres noches estará el Hijo del hombre en las entrañas de la tierra (Mateo 12, 39-40).

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Hablar de la simbología del pez en el Cristianismo puede resultar complejo y abun-dante, sin llegar a un punto específico, de hecho el mismo nombre de Cristo se sim-boliza con un pez; de seguro, esto es otra cosa y tiene una connotación con las de-nominaciones en griego para pescado y que también es el concepto para identificar a “Jesucristo, Hijo de Dios Salvador”, generándose tardíamente hacia el siglo II d. C.

De hecho las referencias a “pez” como tal, en la Biblia, solo hay dos y precisa-mente están en Jonás y esta respuesta de Jesús en el Nuevo Testamento que une a las dos, después solo hay una más para sacar un pez, abrirle la boca y sacar una moneda y pagar impuestos en Mateo 17, por lo demás habla de pescados, pesca, peces y otras afinidades. Se observa que en los inicios del Cristianismo se forma una serie de procesos sincréticos, donde la sirena y su significado fueron transfor-mados, llegando a formar parte de los conceptos cristianos.

Además de esta connotación cristiana entre el significado y la forma pisciforme descrita anteriormente, vale la pena considerar otros aportes, que además indican evidencias con un trasfondo anterior al cristianismo y ciertos problemas en el len-guaje, que a la hora de hacer representaciones gráficas, sufren transformaciones: No hay que excluir que en este asombroso cambio de especie zoológica haya obrado también cierta confusión lingüística debida a homofonía o paronimia. Ala y aleta, en griego, se designan con la misma palabra, pterüguion, y en latín, entre pennis y pinnis (pluma y aleta) hay apenas una vocal de diferencia (Lao 1995: 76).

Oannes (ser mitológico babilónico) evocará otros personajes bíblicos, como Jonás, representado casi invariablemente en el momento en que, saliendo de la boca de la ballena, forma un solo cuerpo con el cetáceo, y el mismo Juan Bautista, por sus relaciones con el agua, la bendición y el acceso a un mundo superior. Las deriva-ciones Oannes-Jonás-Juan parecen ser valoradas también por la homofonía de los nombres (Lao 1995: 77).

Contrariamente a lo que se creyó por mucho tiempo, las Sirenas pisciformes pro-vienen de la misma cuna en que nacieron las aladas. Dos hallazgos excepcionales, cuya autenticidad ha quedado definitivamente confirmada, lo documentan: un

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vaso de Megara del siglo II a. C., conservado en el Museo Nacional de Atenas y, una lámpara romana de los siglos I-II d. C., conservada en el Royal Museum de Canter-bury (Lao 1995: 81).

LAS SIRENAS EN LA EDAD MEDIA

Trascendiendo el siglo II d. C. en donde se toman elementos paganos para el Cris-tianismo, no era posible despojarse por completo de las ideas primitivas de las si-renas, sino que habría de pasar cierto tiempo para que la transformación de forma y significado se acentuara, así lo explica Rodríguez:Las fuentes literarias de la alta Edad Media mencionan tanto a las sirenas-pez como a las sirenas-ave, criaturas llenas de encanto fatal, que fueron asociadas por la Iglesia al pecado de la carne, y que estarían llamadas a ser las protagonistas de numerosas obras de arte, de forma sistemática, hasta los últimos días de la Edad Media (…) En el siglo XII es el momento en el que se produjo la definitiva muta-ción, tanto formal como simbólica; desde entonces, la sirena pisciforme fue el modelo iconográfico más utilizado para servir a los fines alegóricos de la Iglesia… (Rodríguez 1998).

(…) los iluminadores de manuscritos góticos representarían el pasaje de la ten-tación de Ulises, con sirenas pisciformes, tal y como aparecen en el bellísimo manuscrito Rodey, obra del siglo XIV (Londres, Museo Británico) (Rodríguez 1998).

INTERPRETACIONES COMO REMINISCENCIAS DEL MITO

Entre otros significados mismos que se desarrollan en contextos distintos a Grecia y su influencia directa en Roma y el Cristianismo, se destacan las cualidades que tendrían las sirenas, sin actuar negativamente sobre los hombres hacia el siglo XVI, quizás producto del Renacimiento. En ésta época se dan nuevas concepciones del hombre y su entorno, López-Peláez los cita así:(…) la conexión entre las sirenas y la capacidad oratoria, las ideas de renovación, pureza y fortaleza. Pueden apreciarse en Tratados por intelectuales de entornos diferentes, tales como:

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• Alemania: Joachim Camerarius.• Holanda: Pieter Cornelisz Hooft.• Italia: Paolo Giovio y Cesare Capaccio.• Inglaterra: Henry Peacham.

A manera de preámbulo para la Guatemala colonial, en los siguientes párrafos se refleja la consolidación de una simbología para las sirenas, propia de la época en la que se esculpirían en la antigua ciudad de Santiago, entre los siglos XVII y XVIII.

En la iconografía renacentista y barroca se enfatizó de forma especial la vincula-ción de las sirenas con el placer y el engaño. (…) advertencia a lo que llega a tra-vés de los sentidos. El engaño que se deriva tanto de su aspecto físico -al ocultar la parte monstruosa de su cuerpo -, como de la aparente dulzura de sus melodías (López-Peláez 2007: 140).

Durante el Renacimiento y el Barroco se reunían en estos seres mitológicos las ideas de belleza y de mentira, de placer, de lujuria, de mentira y de pecado (López-Peláez 2007: 140).

LAS SIRENAS EN SANTIAGO DE GUATEMALA

Sobre la considerable cantidad de representaciones de sirenas en Santiago de Gua-temala, Luján plantea que la mayoría de monumentos o esculturas se dan en el siglo XVIII, pero refiere que: “Las sirenas son una constante renacentista-manierista” (Lu-ján 1980: 179). Las diversas publicaciones de dicho autor indican que varios investi-gadores han trabajado el tema de “las Sirenas” y presta especial atención al doctor Ilmar Luks en la región andina. Luján también refiere que son José de Mesa, Teresa Gisbert y Graziano Gasparini quienes han abordado el tema de las sirenas, señalando que originalmente se les vincula con: (…) el amor impuro, ejemplificando las tentaciones del mundo para la iglesia como la representación característica del mal; empero, también aludía en su significa-ción al mar.

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En cuanto al significado en el contexto inicial de la Colonia en Guatemala, que a decir de los autores citados por Luján, el amor terrenal se habría manejado por diversas fuentes en ese período, mismo que alude al siglo XVI.

Tanto José de Mesa como Teresa Gisbert coinciden en que las sirenas eran el sím-bolo del amor terrenal, inspirándose para ello en diversas fuentes contemporá-neas de la época renacentista-manierista (Luján 1981: 138).

Siempre bajo el concepto de “amor terrenal” para las sirenas, Luján describe que Gasparini e IlmarLuks, refieren como fuente de inspiración en la colonia la obra de Emblematum Libellus de Andrea Alciati, publicada en 1531, cuya versión al español apareció en 1615, traducida por Diego López, con el título de Declaración magis-tral sobre los emblemas de Andrés Alciati.

Dice en el emblema 114, de la edición española, al referirse a las sirenas: Tenían la parte superior de la cinta arriba de mujeres, y la cinta debajo de peces. Eran muy diestras; una en música de voz, otra en tañer una flauta, la tercera en tocar una ci-thara o vihuela. Por el pez se entiende algunas veces la luxuria y el deleite por que el apetito y deseo desordenado trae consigo muchos monstruos (Luján 1931:138).

CONSIDERACIONES FINALES

En realidad, éste es un breve esbozo compilatorio para entender el significado de las sirenas y su historia implícita. Valdría la pena hacer los análisis iconográficos de cada representación en todo su contexto, es decir dentro de toda la iconogra-fía de las fachadas, de las fuentes y otros espacios, dentro del uso del edificio, la historia de las obras, sean de inmuebles o muebles, quién las hizo y cuáles fueron sus fundamentos o referencias, a manera de entender los significados particulares.

Para el caso concreto de las sirenas, en definitiva, tienen una razón de ser. En ello, el aporte de Luis Luján es un buen principio, considerando que no se sabe con cer-teza en que época de la Colonia fueron hechas las representaciones. Este dato es fundamental porque permitiría entender la razón de ser, que las haya en estuco, piedra y madera. Es decir, distintos materiales y distintos trabajos de manufactura.

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En cuanto a la forma, también hay mucho por analizar e investigar, siempre enten-dido en su contexto. Puesto que algunas representaciones en la antigua ciudad de Santiago, aparecieron aladas, exceptuando quizás las de Diego de Porres en el siglo XVIII (fachadas de las iglesias de Santa Clara y Ciudad Vieja, cúpulas de las iglesias de Ciudad Vieja y Escuela de Cristo) (Fig. 7).

Asimismo, la fuente de la plaza, en la que es necesario comentar que la actual no es original (reproducción de Oscar Gonzales Goyri en 1936) y la que hiciera Porres, que tal como Luján señala, tomó como modelo la fuente de Neptuno de Bologna, que sería concluida en 1566 y Giovanni Maggi publicaría la obra en 1618, no habría reparado en que se trataba de Nereidas y no de sirenas. Puesto que una de las características de éstas es aparecer montadas sobre delfines o monstruos marinos, y otra característica más es el tridente de Poseidón, representado en la misma fuente de Bologna.

Para el caso de Guatemala, no está de más recordar la confusión de las sirenas con los manatís en el siglo XVI, cuando los europeos llegaron a América y que en Chiapas han habido hallazgos fósiles de manatís del Oligoceno, denotando la presencia de estos seres también en las costas occidentales de África. También llaman la atención las ideas de Flavio Herrera en los años 30 del siglo XX, en el trabajo de “Poniente de Sirenas”, expresando: (…) una gaviota cayó palpitante a mis pies. ¿Qué trascendencia simbólica podía tener en mi vida aquel detalle? Sentí rozarme el soplo del augurio y un laberinto de asociaciones psíquicas me evocó a las sirenas (…) ¿por qué las sire-nas? (…). Pero (…) y las sirenas ¿no son pájaros? (...). El mito fue mixtificado desde la antigüedad por los artistas que, en la ignorancia de la fábula, representan a las sirenas mitad mujeres, mitad peces. Error. Error, si la fábula dice que son aves de li-naje marino y ¿por qué no las gaviotas? (...). Y por un enmadejamiento de imágenes, pensé en el amor. Gaviotas. Sirenas. Amor. (Herrera 1937: 51).

Por último, es evidente que existe una gran variedad de representaciones de sire-nas, pero no es posible abordarlas todas aquí. No me resta más que agradecer a Fernando Urquizú por su motivación en el tema y a Liwy Grazioso por compartir sus ideas y bibliografía sobre la iconografía. Se debe considerar la complejidad que reviste el aporte iconográfico del Cristianismo y de otras fuentes de conocimiento occidental en este caso el grecolatino.

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BIBLIOGRAFÍA

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Figura 1. Detalle de las sirenas representadas en la fuente del convento de La Merced, antigua ciudad de Santiago de

Guatemala (Fuente: J. Cáceres 2012)

Figura 2. Detalle de las sirenas en el búcaro del Ayuntamiento, nótese que están aladas (Fuente: J. Cáceres

2012)

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Figura 3. Detalle de sirenas en la fachada de viviendas (Fuente: J. Cáceres 2012)

Figura 4. Detalle de las sirenas en la iglesia de Santa Clara (Fuente: J. Cáceres 2012)

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Figura 5. Detalle de sirenas en la cornisa del colegio Tridentino (Fuente: J. Cáceres 2012)

Figura 6. Fachada de la iglesia Santa Isabel, las sirenas ya-cen en los costados de la sección superior muy deterioradas, a punto de desaparecer (Fuente: J. Cáceres 2012)

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Figura 7. Detalle de las sirenas en la cúpula de la iglesia de Ciudad Vieja (Fuente: J. Cáceres 2012)

Figura 8. Detalle de las sirenas en la fuente de San Francisco, dispuesta actualmente en el atrio de la iglesia de

La Merced (Fuente: J. Cáceres 2012)