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25 1.1. EVOLUCIÓN HISTÓRICA EN EL ESTUDIO DE LOS PROBLEMAS SOCIALES Nuestro propósito con este acercamiento histórico no es el mostrar una his- toria lineal perfectamente incardinada cronológicamente, sino más bien señalar una serie de acontecimientos, hitos e ideas que se han ido desarrollando a lo largo de la disciplina y que permiten evidenciar el compromiso de la Psicología social con el bienestar humano a través de la solución de los problemas sociales. La historiografía clásica sitúa en los años 70 el nacimiento de la Psicología social aplicada. Sin embargo, asumir esa década como el momento en el que surge la aplicación en nuestra disciplina es como negar la existencia previa en la misma de una preocupación por la solución de los problemas reales hasta esa década. Evi- dentemente esto no es así, y a ello ya nos iremos refiriendo a lo largo de este primer capítulo. El interés por los problemas sociales y por encontrar formas eficaces de solucionarlos ha existido siempre en el desarrollo de nuestra disciplina, por tanto, tal y como señalaron Blanco y de la Corte, sería ilógico hacer una historia de la Psicología social aplicada al margen de la Psicología social. Desde este punto, también puede parecer un sinsentido revisar la historia de la Psicología social sin tener presente las orientaciones más aplicadas de la disciplina, dirigidas a la solución de los problemas sociales reales. En palabras de Stephenson está en la propia naturaleza de la Psicología social el ser aplicable... I. LA APLICACIÓN EN PSICOLOGÍA SOCIAL

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1.1. EVOLUCIÓN HISTÓRICA EN EL ESTUDIO DE LOS PROBLEMAS SOCIALES

Nuestro propósito con este acercamiento histórico no es el mostrar una his-toria lineal perfectamente incardinada cronológicamente, sino más bien señalar una serie de acontecimientos, hitos e ideas que se han ido desarrollando a lo largo de la disciplina y que permiten evidenciar el compromiso de la Psicología social con el bienestar humano a través de la solución de los problemas sociales.

La historiografía clásica sitúa en los años 70 el nacimiento de la Psicología social aplicada. Sin embargo, asumir esa década como el momento en el que surge la aplicación en nuestra disciplina es como negar la existencia previa en la misma de una preocupación por la solución de los problemas reales hasta esa década. Evi-dentemente esto no es así, y a ello ya nos iremos refiriendo a lo largo de este primer capítulo.

El interés por los problemas sociales y por encontrar formas eficaces de solucionarlos ha existido siempre en el desarrollo de nuestra disciplina, por tanto, tal y como señalaron Blanco y de la Corte, sería ilógico hacer una historia de la Psicología social aplicada al margen de la Psicología social. Desde este punto, también puede parecer un sinsentido revisar la historia de la Psicología social sin tener presente las orientaciones más aplicadas de la disciplina, dirigidas a la solución de los problemas sociales reales. En palabras de Stephenson está en la propia naturaleza de la Psicología social el ser aplicable...

I.LA APLICACIÓN EN PSICOLOGÍA SOCIAL

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Una de las cuestiones centrales durante la denominada crisis de la Psico-logía social fue la escasa relevancia social del conocimiento producido desde los laboratorios y la poca utilidad de los resultados de la investigación. De hecho, una de las consecuencias del periodo de crisis ha sido el impulso de la aplicación en el seno de la disciplina. Sin embargo, el término Psicología social aplicada no es reciente, ya que la Psicología social se ha caracterizado desde sus inicios por su énfasis en la aplicación, aunque este no haya sido institucional. Desde sus primeros momentos, ha sido sensible a los problemas sociales de la época, inten-tando explicarlos, prevenirlos, y controlarlos. Baste como ejemplo ver el objeto de estudio en los textos como los de McDougall, Le Bon, etc., pasando por las investigaciones de E. Mayo o por los trabajos desarrollados durante la II Guerra Mundial, hasta fechas más recientes con aportaciones en las áreas de los Servi-cios Sociales, Salud, Evaluación de programas, etc. El propio objeto de estudio de la Psicología social permite y casi obliga a este énfasis aplicado.

La idea mantenida aún por muchos psicólogos sociales acerca de que la Psicología social aplicada surge fundamentalmente como resultado de la crisis en Psicología social, y que hasta entonces era casi inexistente, significa menos-preciar a muchos de los grandes de la Psicología social como Durkheim, Mead, Lewin o Vygotski, entre otros. Bien es cierto, que tras dos décadas de trabajos desarrollados casi exclusivamente en el laboratorio, apartados de la realidad y escasamente relevantes, en los años setenta surge con más fuerza la necesidad de que los investigadores sociales salgan de sus cubículos académicos para insertar-se en el mundo real. Es entonces una etapa de reivindicación de los problemas sociales como objeto de estudio y de nuevos intentos para llegar a su solución.

Pero revisemos ahora brevemente algunos planteamientos teóricos que han sido clave en evidenciar el compromiso de la Psicología social con el bienestar humano a través de la solución de los problemas sociales.

En consonancia con la sensibilidad que envolvía los planteamiento de pen-sadores europeos del siglo XIX ante los problemas sociales originados por las nuevas formas de producción derivados de la revolución industrial (es el caso de Comte, Durkheim o Marx), al otro lado del Atlántico, el Pragmatismo y la Escue-la de Chicago, asumieron como propio el deseo de dar respuesta a las necesidades de la población y satisfacer las expectativas generadas por los antiguos ideales de progreso y del método científico, con una conceptualización similar aplicada a las ciencias sociales para la mejora de la sociedad.

El movimiento del Pragmatismo americano surge como rechazo al pensa-miento especulativo europeo del siglo XIX y como un intento de acercamiento

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a los problemas sociales de la época: la industrialización, la masiva llegada de inmigración a las ciudades o los problemas derivados de la urbanización. Fue introducido por Charles Peirce y posteriormente divulgado por Williams James, pero su aplicación a los problemas sociales llegó de la mano de John Dewey y George Herbert Mead.

Dewey, desde la Universidad de Chicago, estableció un contacto directo con la ciudad, tomándola como base para el estudio de los problemas sociales, fundamentalmente todos aquéllos derivados del entorno urbano. Es así como la teoría y la práctica adquieren una estrecha relación en sus trabajos. La ciudad de Chicago era un tema central de la reforma social y uno de los trabajos priorita-rios de la Universidad fue ayudar a solucionar los problemas comunitarios. Así, Dewey encabezó un grupo compuesto por filósofos y psicólogos con el objetivo de aplicar los conocimientos científicos a la solución de los problemas sociales. Los hogares institucionales de la ciudad sirvieron como laboratorios para poner a prueba los primeros programas de intervención sistemática y científicamente diseñados.

El trabajo de G.H. Mead estuvo estrechamente ligado a la figura de Dewey. Ambos colaboraron en los distintos proyectos desarrollados desde la Universidad de Chicago. Mead puede ser considerado la otra gran figura del Pragmatismo y, al igual que en Dewey, se caracteriza por el funcionalismo, la intersubjetividad y el humanismo. Mead es un claro ejemplo del compromiso con la reforma política y el cambio social. La solución a los problemas sociales acontece en un contexto social, donde el individuo coopera y se comunica con los demás miembros de la comunidad para llegar a comprender las necesidades e intereses de los demás y participar en las decisiones comunitarias. El cambio y la reforma social serían elementos característicos de un ideal de sociedad democrática. Tal como hiciera Dewey, Mead resaltó la unión entre teoría y práctica. La solución de los proble-mas sociales era la vía práctica en la que se concretan sus ideas sobre el funcio-nalismo y la intersubjetividad. Rechazó todo tratamiento especulativo propio de la filosofía y se apoyó en la ciencia para realizar una investigación empírica y socialmente comprometida, como única vía posible de llegar al conocimiento científico.

La Escuela de Chicago de Sociología se configura hacia 1918, cuando un grupo de investigadores que coinciden en su preocupación por los problemas sociales, se reúnen en la Universidad de Chicago ante la demanda de Dewey. En contra del movimiento individualista que estaba imperando por entonces en Psicología social, comenzaron una corriente de pensamiento comprometido con

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el cambio y la reforma social. Junto a Dewey y Mead, los representantes más significativos de la Escuela de Chicago fueron W.I. Thomas (su fundador) y R.E. Park. La preocupación de todos ellos se centró básicamente en los problemas urbanos derivados de la industrialización y procesos de inmigración de la ciudad de Chicago.

Tras las catastróficas consecuencias económicas y sociales que trajo con-sigo la Gran Depresión de 1929, se requirió de los psicólogos su mayor com-promiso con los problemas por los que atravesaba la sociedad americana. Como resultado de esta demanda, en 1936 se constituye la Society for the Psychological Study of Social Issues (SPSSI), otro claro ejemplo del compromiso social de los psicólogos de la época y prueba de su interés por la aplicación.

Con Watson como presidente, los fundadores de la SPSSI querían hacer de ella una organización interesada tanto por la investigación como por la acción social, aunque en la práctica y una vez que el grupo ya estaba consolidado pri-mó básicamente el primero de los objetivos, centrándose prioritariamente en la investigación. Eso sí, en una investigación socialmente relevante como única vía de llegar a la mejora de la calidad de vida de las personas.

En definitiva, durante los años treinta se dio un gran empuje dentro de las ciencias sociales en general, y de la Psicología social, en particular, al desarrollo de la metodología de investigación y su aplicación para la solución de problemas socialmente relevantes, como el desempleo, los conflictos industriales o los con-flictos bélicos.

Los años 40 y, fundamentalmente, el periodo de posguerra pueden ser con-siderados como uno de los momentos más fructíferos en el desarrollo de trabajos provenientes de la Psicología social destinados a dar respuesta a los problemas del momento (Brewster Smith). Son significativos, los trabajos del Intitute for So-cial Research de Michigan, los del Grupo de Yale, las investigaciones del grupo de la Universidad de Berkeley o los del grupo de la Universidad de Nueva York.

La participación de los psicólogos en tareas relacionadas con la guerra ayudó a legitimar la profesión y aumentó su optimismo en relación al papel que podían jugar en la solución de problemas sociales urgentes.

Pero si en el ámbito de la Psicología social alguien requiere una mención especial ése es Kurt Lewin; además de sus importantes contribuciones teóricas, se preocupó por contrastar empíricamente sus postulados. Su investigación orien-tada a la acción (Action-Research) supone un ejemplo de habilidad para el estudio de los problemas sociales en una combinación perfecta entre teoría y práctica. Se trata de llevar a cabo investigaciones socialmente relevantes que conduzcan

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a resultados que puedan ser utilizados para la acción social (Lewin). La teoría es más que un medio para avanzar en el conocimiento, pues proporciona orien-taciones para solucionar los problemas sociales. Apoyándose en el método de investigación-acción, Lewin no se limita al planteamiento teórico y su corres-pondiente aplicación práctica, sino que, partiendo de la realidad social, desarrolla sus investigaciones para volver a ella con propuestas útiles para la mejora, el cambio y la solución de los problemas sociales. Su Psicología social combina teoría y praxis, concibe los problemas dentro de la realidad social contextual en que surgen y contribuye, a través de una teoría de la acción social, a dar respuesta a esos problemas sociales. Lewin desarrolló la Action-Research como alternativa a la investigación tradicional, que mantenía una separación radical entre teoría (o ciencia) y aplicación.

Los principios que caracterizan la investigación-acción son, básicamente, el carácter participativo, el impulso democrático y la contribución simultánea al cambio social y a la ciencia social. El proceso de investigación-acción consta de cuatro etapas a modo de espiral de ciclos: (a) análisis, recogida de datos y conceptualización acerca de los problemas, clarificando y diagnosticando una situación problemática para la práctica, lo que constituye la explicitación de la teoría en la acción; (b) planificación o formulación de estrategias de intervención o programas a modo de hipótesis de acción; (c) ejecución de la acción planificada para resolver el problema identificado; y (d) recogida de datos para evaluar las es-trategias de acción y contrastar así las hipótesis formuladas. Esta última fase, a la que Lewin llama de reconocimiento, pretende determinar el impacto que el plan de ejecución ha tenido sobre la situación inicial, y tendría, según Lewin, cuatro funciones: (a) evaluación de la acción, (b) mostrar si lo obtenido está por encima o por debajo de lo esperado, (c) proporcionar a los planificadores la oportunidad de aprender acerca de las fortalezas y debilidades de ciertas técnicas de acción, y (d) proporcionar la base para planificar correctamente el nuevo paso de la ac-ción (Morales). Los resultados de la evaluación conducen de nuevo a analizar la situación para conocer si se han resuelto los problemas iniciales, así se entraría una vez más en un nuevo ciclo de investigación-acción (Elliot; Pérez Serrano).

La contribución de Lewin a la Psicología social es una de las muestras más claras del compromiso de la ciencia social con la solución de los problemas sociales. Sus trabajos son una excelente muestra de combinación entre teoría y práctica; concibe los problemas dentro de la realidad social contextual en que surgen y contribuye, a través de su teoría de la acción social, a dar respuesta a esos problemas sociales. La separación, manejada por algunos, entre lo básico y

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lo aplicado no tienen ningún sentido para Lewin. Ambos extremos son parte de un mismo proceso. En este sentido, el investigador social adquiere un papel fun-damental en la solución de los problemas reales; aunque no es él quien determina la política social, ayuda a la toma de decisiones respecto a la misma.

Por otro lado, la creación del Centro de Investigación de Dinámica de Gru-pos supuso un claro modelo en el que se combinan teoría y práctica, la realidad social con los principios epistemológicos, y la metodología de corte positivista y experimental con otra más cualitativa. Así, el progreso de la ciencia social se llevará a cabo a partir de una sensata combinación de teoría y método, de defini-ciones operacionales y conceptuales (Blanco).

Su implicación fue constante en distintos estudios que hacían referencia a problemas sociales reales del momento. Prueba de ello son sus trabajos con Margaret Mead y el National Research Council, dirigidos a investigar el mejor método para cambiar los hábitos alimenticios durante el periodo de la II Guerra Mundial; o el estudio sobre los efectos de la participación en grupo sobre la toma de decisiones en la productividad de la Harwood Manufacturing Corporation; o, también, la evaluación de las actividades bélicas de la Office of Strategic Servi-ces, en Washington. Tampoco podemos olvidar, por ejemplo, los estudios desa-rrollados en la Commission for Community Interrelations, acerca de fenómenos como las actitudes interraciales, las tensiones intergrupales, la integración de las minorías y el vandalismo; o, por citar alguno más, los del Research Center for Group Dynamics, sobre relaciones intergrupales, comunicaciones y percepción social y ecología grupal.

Los oscuros años cincuenta en los Estados Unidos se caracterizaron por un clima de pesimismo y duda respecto a la capacidad de las ciencias sociales para analizar los problemas sociales y promover la aplicación de los conocimientos científicos a los temas sociales reales (McGrath). El evidente predominio de un enfoque eminentemente cognitivo y la vuelta al estudio de laboratorio apartaría, en gran medida, a la disciplina de los asuntos de verdadero interés social. Brews-ter Smith, se refiere a esta época de la siguiente manera:

Echo de menos una Psicología social interesada en los problemas sociales, no tanto en el sentido tecnológico de la ingeniería humana, sino en el espíritu emancipatorio de ayudar a la gente a afrontar la vida con más garantía (Brewster Smith).

A pesar del marcado enfoque cognitivista y la vuelta a los experimentos de laboratorio que caracterizaron este periodo, la Psicología social no se apartó radi-

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calmente de su interés por los problemas sociales, quedando siempre un nutrido grupo de profesionales que, aunque fuera de forma marginal, creían en la discipli-na como una ciencia al servicio del bienestar humano. Los autores mencionados aguantaron esa presión hacia el laboratorio y fueron una buena muestra de que la Psicología social nunca se ha apartado de su verdadera razón de ser como ciencia al servicio del bienestar humano (Blanco y De la Corte).

Ya en los años sesenta, los trabajos aplicados se multiplicaron en campos denominados clásicamente aplicables de la disciplina, y prueba de ello son las investigaciones desarrolladas, por ejemplo, en el área de la Psicología de las orga-nizaciones (Katz y Kahn), la Psicología de los grupos (Bradford y cols.), la Psico-logía de la persuasión, procesos y comunicación de masas (Hovland, Lumsdaine y Shefield) la Psicología social de la educación (Oelke), la Psicología social de la salud (Davis), o en Evaluación de programas (Tyler; Cronbach).

De todos modos, no podemos obviar que es en los años setenta cuando el interés por la aplicación se da de forma especial y consciente. Por ejemplo, en 1971, se crea el Journal of Applied Social Psychology, y aparece el libro de Va-rela Psychological solutions to social problems. En 1975 se publica el Applying social psychology: implications for research, practice and training de Deutsch y Hornstein. En la década siguiente aumenta el número de libros, capítulos de libro, números monográficos de revistas no aplicadas y series anuales dedicadas al tema (en España, el primer manual aparece en 1985: Morales, Blanco, Huici y Fernández-Dols). Es también este el momento en el que la Psicología social de la salud se expande con fuerza a partir de la nueva concepción de salud adoptada por la OMS en 1978, y con ella algunos conceptos psicosociales básicos como bienestar y calidad de vida, objetivos que vertebran el desarrollo de las distintas áreas aplicadas de la Psicología social. A juicio de Blanco y cols., todo este cre-cimiento tendrá como consecuencia la clarificación del área de aplicaciones en Psicología social y la formalización de su existencia.

1.2. PSICOLOGÍA SOCIAL Y PROBLEMAS SOCIALESLa manera de conceptualizar los problemas sociales ha cambiado sustan-

cialmente en el desarrollo de la Psicología social; la inexistencia de una defini-ción ampliamente consensuada y convincente de su campo de estudio pone de manifiesto la complejidad del tema y su estado aún en periodo de formación y desarrollo. En este sentido, Spector y Kitsuse llegaron a afirmar en su momento que no hay una definición adecuada en Sociología de los problemas sociales y no hay, ni nunca ha habido, una Sociología de los problemas sociales.

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En la actualidad, la Psicología social, como disciplina multiparadigmática y plural, ha sido capaz de centrar su atención en el estudio de los problemas so-ciales y en las vías para su solución, cumpliendo así con el compromiso que tiene con la sociedad y reforzando a su vez una de las tradiciones más destacables de la disciplina.

Para Torregrosa, el estudio de los problemas sociales implica necesaria-mente poner en juego una gran variedad de perspectivas, niveles de análisis, dis-ciplinas y recurrir a la teorización (Torregrosa). Para evitar caer en explicaciones psicologicistas, Torregrosa propone una vía de análisis que pase por considerar y utilizar de forma explícita una definición psicosociológica de los problemas so-ciales; la pluralidad existente en nuestra disciplina permite conjugar los distintos paradigmas en el estudio de los mismos. Por un lado, las aportaciones del para-digma experimental positivo ponen énfasis en la idea de control, de forma que de él se derivan modelos de intervención próximos o propios de la ingeniería social. El paradigma interpretativo por su parte, se apoya en postulados más construc-tivistas y comprensivos, y permite definir los problemas desde el consenso, las expectativas, experiencia y vivencias de quienes los sufren. Por último, el para-digma crítico asume íntegramente los postulados del interpretativo, pero además considera los problemas como resultado de las contradicciones de la sociedad, para lo cual recurre a presupuestos propios del marxismo (descripción de las condiciones objetivas) y del psicoanálisis (experiencia subjetiva de determinadas condiciones objetivas).

La diversidad de formas de enfocar el estudio de los problemas sociales y su inherente dificultad no implica necesariamente que debamos rehuir a su análi-sis, más bien todo lo contrario, la urgencia y gravedad de algunos de estos pro-blemas exige una movilización de todos los recursos disponibles para hacerles frente a través de la potenciación de las mejores prácticas interventivas.

El estudio de los problemas sociales exige realizar una aclaración concep-tual de los mismos para saber de qué hablamos cuando nos referimos a ellos. La forma u óptica desde la que enfoquemos la conceptualización de los problemas, determina el papel que la Psicología social debe adoptar para la solución de los mismos; en palabras de Caplan y Nelson, la manera en que un problema social es definido determina los intentos de remediación (...) al sugerir no solo el foci y las técnicas posibles sino también al excluir alternativas posibles.

Antes de entrar de lleno en las definiciones propuestas acerca de los pro-blemas sociales, quizá convendría señalar las características o criterios más co-múnmente aceptados por los autores que trabajan en este campo a la hora de de-

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terminar qué se entiende por problema social. Según la formulación de Sullivan, Thompson, Wright et al., para considerar la existencia de un problema social es necesario que se den los siguientes requisitos:

1. Existencia de amplio consenso entre los miembros de una sociedad acerca de la determinación de cuáles son los problemas; así, un problema solo será considerado como tal si la opinión pública en general lo cree así, mientras que si únicamente lo sufre un grupo minoritario, se asume la inexistencia de dicho problema. En esta línea se encuentra la clásica definición de Fu-ller y Myers, al considerar como problemáticas solo aquellas condiciones en las que un considerable número de personas asumen que existe una desviación de las normas sociales habituales.

2. Posibilidad de identificar a los grupos sociales que definen la existencia de los problemas y que, por tanto, tienen intereses en su solución. En esta línea, los problemas sociales se definen como las actividades de los grupos que realizan aseveraciones sobre condiciones penosas y efectúan intentos para solucionar dichas condiciones (Kitsuse y Spector).

3. Imbricación de los valores sociales que determinan la existencia del pro-blema y establecen las prioridades de los distintos grupos sociales. Desde esta orientación, un problema social existe cuando un grupo de influencia es consciente de una condición social que amenaza sus valores y que pue-de ser remediada por la acción colectiva (Sullivan, Thompson, Wright et al.).

4. Identificación del problema como una cuestión pública, donde solo caben actuaciones colectivas o comunitarias para su solución.En nuestro país, Sánchez Vidal recoge los componentes básicos que desde

las distintas aportaciones y perspectivas de estudio, se incluirían en una hipotéti-ca definición de problema social. Estas son:

1. Distinción entre problemas personales y cuestiones sociales. En el caso de los problemas sociales, los fines y valores de un grupo amplio son debati-dos públicamente y requieren soluciones colectivas.

2. Existencia de una condición objetiva y una elaboración subjetiva de dicha condición, aunque puede existir el componente subjetivo sin el primero.

3. El componente subjetivo es construido por un grupo que comparte ciertos valores.

4. Existe una discrepancia entre el estado actual y lo que determinado grupo poblacional considera estado ideal.

5. Esa discrepancia es percibida por un grupo significativo, influyente o po-deroso.

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6. Existe una percepción colectiva de que es necesario actuar para cambiar la situación actual.

7. La acción se lleva a cabo por los grupos interesados que pueden estar o no directamente afectados por el problema.

8. La consideración de un problema como tal varía de una a otra comunidad, grupo o clase social, de forma que la existencia de un determinado proble-ma en un grupo puede ser la solución al problema de otro grupo.

9. Se puede dar la coexistencia de problemas patentes y problemas latentes; de los primeros hay conciencia de su existencia, mientras que los segun-dos, aunque existen objetivamente, no existe conciencia de ellos, no se aceptan como tales o se consideran situaciones inalterables.Más recientemente, Expósito, a partir de la definición de problema social

de Sullivan y cols., entiende que desde una perspectiva intervencionista los ele-mentos fundamentales de los problemas sociales son:

1. Existencia de un grupo de influencia, o grupo de personas con cierto poder en el debate público.

2. Existencia de una condición social antecedente a la existencia del problema social, y cuya identificación resulta fundamental para el diseño de inter-venciones dirigidas a la solución de los problemas sociales.

3. Conciencia de la existencia de una condición social indeseable para un grupo de población; cuando la sociedad entiende una determinada condi-ción social como indeseable, es cuando los problemas individuales pasan a convertirse en problemas sociales.

4. Afectación negativa a los valores de un determinado grupo social.5. Necesidad de una acción colectiva para la solución de una determinada

condición social indeseable. Teniendo presente las características expuestas, pasemos a hacer un breve

repaso por las definiciones más significativas de los problemas sociales. En ge-neral, estas se pueden agrupar en dos grandes perspectivas en función del énfasis puesto en cada uno de los componentes que integran el concepto.

Así, por ejemplo, Merton y Nisbet apuestan por una separación entre las condiciones objetivas y subjetivas de los problemas sociales, cara a una mejor comprensión del fenómeno, lo que les llevó a la distinción entre problemas so-ciales manifiestos y problemas sociales latentes (Clemente). En este sentido, nos encontramos con definiciones que enfatizan la necesaria identificación de las si-tuaciones perjudiciales por amplios sectores de la sociedad y que acentúan las condiciones objetivas que deberían ser cambiadas:

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..una situación que viola una o más normas generales com-partidas y aprobadas por una parte del sistema social (Merton y Nisbet, p. 1).

O aquellas otras que ponen el énfasis en el componente subjetivo, de forma que un grupo significativo de la sociedad percibe determinadas situaciones como problemáticas y pone en marcha actuaciones dirigidas a su solución (López Ca-banas y Chacón; Liazos; Rivas).

Un problema social es una situación que un considerable nú-mero de personas juzga desagradable o desfavorable, y que según ellas existe en su sociedad. Por lo tanto, un problema social es una cuestión de definición... carece de existencia objetiva, más bien la gente atribuye carácter problemático a ciertos hechos o conductas y les asigna significado desfavorable. Incluso puede llegar a definir como problema social algo inexistente (...) Ninguna circunstancia o conducta, por desusada que sea, constituye un problema social a menos que las personas lo definan como tal (...) no es un problema social si los miembros de la sociedad misma no lo consideran tal (Vander Zanden).

Esta última definición parte de la idea de que aunque la mayoría de los pro-blemas sociales poseen elementos objetivos, su existencia se ve modelada por la manera de experimentarlos y percibirlos por un determinado grupo de población, adquiriendo pues un tinte claramente subjetivo. Desde este punto de vista, en ge-neral, los problemas sociales se conceptualizan como productos de una definición colectiva más que de las condiciones realmente objetivas.

Otros autores, sin embargo, intentan una integración de ambos componen-tes de los problemas sociales, los objetivos y los subjetivos. La clásica definición propuesta por Henslin es un buen ejemplo de esa integración:

Un problema social es algún aspecto de la sociedad (condi-ción objetiva) acerca del cual un amplio número de personas están preocupadas (condición subjetiva) (Henslin).

Otras propuestas son algo más ambiguas; es el caso de la definición defen-dida por Rubington y Weinberg, para quienes

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...un problema social se da cuando se alega la existencia de una situación incompatible con los valores de un número significa-tivo de personas que están de acuerdo en que es necesario actuar para alterar la situación.

En definitiva, quizá puedan sintetizarse las características de los proble-mas sociales en la propuesta hecha por D´Zurilla, para quien un problema puede ser conceptualizado como: (a) una discrepancia entre las demandas y la disponi-bilidad de respuestas; (b) un desequilibrio que es percibido por el individuo, la comunidad o la sociedad en general; (c) un desfase entre lo que es y lo que debe-ría ser; (d) la inexistencia de una respuesta inmediatamente efectiva para afrontar y superar tal situación, y (e) una maximización de las consecuencias positivas o beneficios, y una minimización de las negativas o costes.

Desde presupuestos constructivistas, se asume que los problemas sociales no tienen existencia por sí mismos, sino que son el resultado de una construcción social colectiva (Blumer). Solo se definen a partir de un consenso entre un consi-derable y significativo número de personas que reconocen una situación como in-adecuada y no deseada. La definición del problema implica un complejo proceso en el que intervienen múltiples agentes (actores de la comunidad e instituciones públicas), entre los que se encuentran los responsables de las políticas sociales, los miembros de la comunidad, los grupos de poder y los expertos e investiga-dores, que ejercen presión, poniendo en juego cada uno sus propios intereses para que se lleve a cabo una futura acción o intervención social (Blumer; Casas; Vander Zanden).

Estas últimas acepciones, extremadamente subjetivistas, olvidan el com-ponente real u objetivo en la determinación de lo que es un problema, asumiendo que este solo existe en la medida en que es reconocido como tal por una parte importante de la población, lo que incidirá significativamente en la futura inter-vención sobre el mismo. No podemos olvidar que existen problemas sociales reales que afectan objetivamente a determinados grupos de población y que no son percibidos como tales, por lo que desde esta aproximación constructuivista no serían considerados problemas sociales.

Para terminar, y teniendo presente la falta de acuerdo a la hora de determi-nar lo que es un problema social, cabría hacerse una serie de preguntas básicas: ¿quién/es decide/n lo que puede ser considerado un problema?, ¿quién/es defi-ne/n algo como problema social?, ¿quién/es habla/n en nombre de la mayoría?,

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¿quién/es tienen autoridad para ello?, ¿a quién/es representan las élites que deci-den?, ¿qué ocurre con las minorías y la justicia social?, etc. (Sullivan, Thompson, Wright et al.). Pues bien, parece ser que la definición de los problemas viene marcada por la autoridad o poder que tenga un grupo de interés concreto, quienes además de convencer a los demás sobre la existencia del problema, ejercen toda su influencia para luchar contra el cambio social si este implica un cambio en su statu quo.

Sin embargo, para Casas, una característica fundamental de la política so-cial de los estados democráticos es que se muestra sensible a las presiones de la sociedad, de forma que el concepto de problema social no se refiere a la percep-ción de este por parte de la autoridad, sino que es la percepción de los ciudadanos la que da cuenta, en mayor medida, del mismo. Así, la idea de satisfacción de las necesidades manifestadas por los individuos de la comunidad gracias a las actua-ciones públicas pasa a tener una vital importancia.

Llegados a este punto, debiéramos preguntarnos ¿qué papel juega el inves-tigador social en la determinación del problema social, en su análisis y estrategias de solución?; ¿quién decide qué problema social se analiza y cuál es la meta de la intervención?, o lo que es lo mismo, ¿hacia dónde debe dirigirse el cambio?, y ¿qué papel juega el psicólogo social aplicado? (Expósito). Evidentemente, los científicos sociales no están ajenos a la realidad que les circunda, son un grupo más de implicados y, por tanto, no tiene sentido hablar de asepsia científica en nuestros días. El investigador social trabaja sobre la base de ciertos valores, que están presentes en la selección de los problemas que estudiamos, en los concep-tos clave que utilizamos al definir esos problemas y en el curso seguido para su solución. Los psicólogos sociales ocupan una posición privilegiada para dar res-puesta a los problemas que nos rodean, apostando por una investigación relevante y comprometida.

1.3. PSICOLOGÍA SOCIAL BÁSICA VS. PSICOLOGÍA SOCIAL APLI-CADA

La sensibilidad hacia la cuestión social desde la Psicología social ha ido desembocando en una cada vez mayor preocupación (y ocupación) por dar res-puesta a las necesidades humanas, a través de intervenciones sociales planifica-das. Esto ha propiciado un interés especial por la aplicación, lo que no implica en ningún caso rechazar el carácter básico de la disciplina. La unión entre teoría y práctica es necesaria cuando nos referimos a la solución de problemas sociales.

La discusión entre lo básico y lo aplicado en Psicología social se remon-ta a los tiempos de Lewin. La distinción entre ambas no es aceptada de igual

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manera por todos los profesionales; mientras que algunos autores propugnan su separación formal (Bickman; Varela), para otros es inaceptable (Eiser; Gergen y Basseches; Mayo y La France; Proshansk), y otros piensan que la diferencia es prácticamente inexistente, relativamente artificial y se difumina en la práctica (Hollander; Kidd y Saks; Saxe y Fine).

En nuestro país, este debate ha suscitado también posiciones encontradas y ha derivado en múltiples publicaciones desde el trabajo original de Morales en los años ochenta hasta nuestros días, conjugándose perspectivas tan encontradas como las de Blanco (Blanco y De la Corte) (Blanco, Rojas y De la Corte) e Ibáñez (Ibáñez e Íñiguez), con alguna otra intermedia como la propuesta de tendencia lewiniana de Torregrosa.

La polémica relación entre lo básico y lo aplicado es importante para llegar a una definición de la Psicología social aplicada, por lo que intentaremos sinte-tizar en las siguientes páginas las distintas aportaciones que los autores han pro-puesto en este sentido. Lo que nadie pone en duda es la idea de que la Psicología social aplicada debiera ser capaz de utilizar los conocimientos producidos por la Psicología social para poder intervenir en la realidad social. De la misma manera, la Psicología social básica se beneficiaría e incrementaría el conocimiento teórico a partir de la intervención social o aplicada.

La propuesta de Varela es un ejemplo de la distinción clara y tajante entre lo básico y lo aplicado; para este autor, la investigación básica descubre princi-pios básicos mientras que la tecnología los sintetiza y utiliza pragmáticamente para resolver problemas concretos. Uno y otro son mundos diferentes, con sus propias leyes de funcionamiento, y es el tecnólogo social el encargado de poner-las en conexión.

Pero es L. Bickman, quien en su artículo de 1981, ha establecido las más rotundas diferencias entre el enfoque básico y el aplicado. Para Blanco y De la Corte la distinción establecida por Bickman es totalmente improcedente y ha su-puesto uno más en la lista de desafortunados dualismos que han transitado con inusitada fortuna a lo largo de la peripecia histórica de nuestra disciplina... (p. 33).

El dualismo básico-aplicado establecido por Bickman surgió, en palabras del propio Bickman, de su experiencia profesional, lo que le permitió agrupar las diferencias entre ambos polos en función de cuatro categorías: los fines persegui-dos, el método seguido, el contexto de trabajo y el rol o estilo interventivo. El cuadro 1.1. recoge dicha síntesis (extraído de Blanco y De la Corte).

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En primer lugar, para Bickman, las actividades básica y aplicada persiguen metas distintas; mientras que el trabajo básico persigue acumular conocimientos, estableciendo relaciones entre variables y centrándose en las causas, el aplicado persigue básicamente resolver problemas.

También la metodología utilizada es diferente; mientras que la investiga-ción básica persigue maximizar la validez interna y la de constructo, prefiriendo del uso del método experimental; la aplicada persigue la validez externa, hace uso de metodología cuasi-experimental, centrándose en varios niveles de análisis y prefiriendo optar por el multimétodo.

El contexto en el que se desarrolla la investigación básica y la aplicada es también una fuente de diferenciación para Bickman; la investigación básica tiene como espacio preferido la Universidad y el laboratorio, donde el tiempo de du-ración de la investigación es un factor irrelevante ya que no existe una urgencia temporal por dar solución a algún grave problema. No sucede lo mismo en el caso de la investigación aplicada, donde las empresas que operan en condiciones de mercado han de producir efectos visibles y resultados inmediatos, en condiciones de limitados recursos y tiempos escasos.

Por último, en la investigación básica el investigador adquiere el rol de especialista, trabaja en solitario y la compensación por su trabajo es simbólica, principalmente en forma de prestigio. Para el investigador aplicado, las compen-saciones materiales son mayores, tiene un rol generalista y dirige su trabajo hacia las peticiones del cliente.

Con estas diferenciaciones, queda claramente representada la postura de rotunda distinción entre la Psicología social básica y aplicada establecida por Bickman, algo que queda aún más patente cuando afirma que:

la Psicología social básica y aplicada son decididamente di-ferentes en cuanto a sus fines, métodos, contexto y estilo. Cuando estas diferencias se ignoran, el resultado es la confusión y oscuri-dad de objetivos y comparaciones odiosas entre la Psicología social básica y la aplicada... La Psicología social básica y la aplicada conducen asimismo a programas de formación y a trayectorias profesionales distintas. Creo, además, que es relevante hablar de diferencias entre los dos tipos de aproximaciones de investigación porque esta es la expresión de los valores e intereses del propio investigador. Es importante intentar clarificar las diferencias entre la investigación básica y la aplicada, de manera que las personas

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puedan determinar el tipo de trabajo que los hace sentirse más con-fortables y más productivos (Bickman).

Con una orientación bien distinta, en nuestro país, Ibáñez e Íñiguez, desde una perspectiva posmoderna rechazan lo que ellos denominan las tres falacias pertinaces de la epistemología positivista: (a) representacionalismo, esto es, que la teoría refleja la realidad, aunque para Ibáñez (Ibáñez e Íñiguez) lejos de li-mitarse a reflejarla, la teoría genera realidad a partir de la percepción y las re-presentaciones sociales de esa realidad; (b) externalismo, o lo que es lo mismo el distanciamiento existente entre el observador y el practicante social; este no puede situarse, según estos autores en una posición de exterioridad, sino que debe mantener una interioridad propia de una posición endógena a la práctica social; (c) aplicacionismo o lo que es lo mismo, que la práctica se deriva de la teoría y se subordina a esta. Frente a esta falacia, Ibáñez e Íñiguez optan por una visión alternativa que enfatiza el carácter autónomo de la práctica con respecto a la teoría.

Para otros autores, entre los que cabe mencionar a Eiser (1980), existen varias razones que fundamentan la unión ineludible de teorías e investigación básica con investigación aplicada. En primer lugar, la teoría es fundamental para cualquier tipo de investigación; en segundo lugar, muchos experimentos básicos sobre temas, por ejemplo, de influencia social, actitudes, comunicación, relacio-nes intergrupales, persuasión, etc., se identifican claramente con el contexto de vida cotidiana; y, en último lugar, no hay que olvidar la investigación de campo que permite esa identificación de forma directa. Por tanto, posiblemente sea más importante dirigir nuestro interés a problemas tales como conseguir el rigor me-todológico de la investigación psicosocial en las aplicaciones que se realicen, o como adaptar el desarrollo teórico de la disciplina a cualquier problema social. En definitiva, la Psicología social como ciencia aplicada debería lograr una com-binación adecuada entre rigor metodológico y atención a los problemas sociales.

Así pues, las propuestas de sistematización de la Psicología social aplicada deberían combinar, desde diferentes modelos, las teorías psicosociales, los méto-dos de investigación y las habilidades prácticas. Hoy día resulta estéril plantearse en Psicología social, la dicotomía ciencia básica vs. ciencia aplicada (Morales; Expósito); por un lado, como se ha comentado, muchos de los procesos básicos estudiados por los psicólogos sociales están presentes en la vida cotidiana, ofre-ciendo conocimientos y técnicas de actuación en los distintos contextos en que se aplican; por otro lado, las aplicaciones pueden utilizarse para contrastar la teoría,

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puesto que cada ámbito de aplicación de la Psicología social selecciona aquellos procesos básicos que le serán útiles. Los resultados de la aplicación en dichos contextos permiten probar los conocimientos psicosociales en contextos reales, contribuyendo a perfeccionar sus propios análisis teóricos y empíricos básicos

Cuadro 1.1. Diferencias entre los enfoques básico y aplicado para Bickman.

FINES Y PROPÓSITOS

METODOLOGÍA

CONTEXTO

ROL YESTILO INTERVENTIVO

BÁSICA

Conocimiento, búsqueda de relaciones y causas, princi-pios de explicación univer-sales

- Validez interna- Constructo de causa- Único nivel de análisis- Único método- Método experimental- Alta precisión- Método conductual

- Universidad- Laboratorio- No preocupación por el tiempo- Corta duración- Iniciativa propia- Poca conciencia de costos- Flexible- Estable- Unidisciplinaria- Autónoma

- Especialista- Trabajo en solitario- Orientación por los colegas- Compensación media- Alto prestigio- Evaluación por medio de publicaciones- Habilidades sociales medias

APLICADA

Búsqueda relaciones signifi-cativas en la práctica, predecir efectos a largo plazo

- Validez externa- Constructo de efecto- Diferentes niveles de análisis- Múltiples métodos- Método cuasi-experimental- Baja precisión- Autoinforme

- Calle, industria- Campo- Tiempo real- Larga duración- Cliente, patrocinador- Alta conciencia de costos- Poco flexible- Poco estable- Multidisciplinaria- Dependiente

- Técnico general- Trabajo en equipo- Orientación por los clientes- Alta compensación- Prestigio medio- Evaluación por la experiencia- Habilidades sociales medias

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(Stephenson). Estaríamos, evidentemente, ante una estrecha asociación entre lo básico y lo aplicado.

En este sentido, estamos de acuerdo con Torregrosa cuando afirma que no es posible la separación entre la teoría y la aplicación, ya que, ...comprender o explicar una realidad, cuando se hace de un modo sistemático, es ya una inves-tigación aplicada. El conocimiento teórico es irremediablemente conocimiento práctico. Así, la distinción entre teoría y práctica es, además de errónea, una pos-tura que consideramos que en la actualidad está pasada de moda. La conclusión última en esta discusión nos lleva a concluir acerca de la improcedencia de la distinción básico-aplicado; lo relevante es encontrar una forma de trabajo psi-cosocial en la que se consiga lograr una ciencia válida, relevante y socialmente útil, y eso solo puede lograrse aceptando que no hay contraposición entre teoría y práctica, sino que ambos son momentos de un mismo proceso.

Además, la Psicología social se ha caracterizado por su especial interés por los problemas sociales, desarrollando para su solución teorías poseedoras de una dimensión característica y específica; las teorías desarrolladas como respuesta a problemas sociales capacitan a la Psicología social para estar en primera fila en los debates dentro de disciplinas aplicadas como la medicina, las relaciones laborales y la educación, averiguando qué es lo que debería hacerse para resol-ver los problemas sociales (Stephenson). Es absurdo sostener que la aplicación ha tenido un lugar solo secundario en el devenir de la disciplina. Al contrario, forma parte constitutiva de la Psicología científica, y la promoción del bienestar humano (Miller) es uno de los elementos que la definen, caracterizan y legitiman. Así lo defiende Blanco cuando afirma que la cuestión de si la Psicología en ge-neral, y especialmente la Psicología social, es aplicable, es una pregunta llena de retórica huera y ajena al devenir histórico y teórico de la disciplina (Blanco y De la Corte).

En definitiva, cada vez resulta más patente que las delimitaciones entre los aspectos básicos y los aplicados tienden a difuminarse, y que más allá de ser este un fenómeno poco positivo, realmente supone un refuerzo fundamental para el desarrollo y avance de una Psicología social considerándola de un modo global.

1.4. CONCEPTO DE PSICOLOGÍA SOCIAL APLICADAEn palabras de Blanco y De la Corte, es posible hablar de Psicología social

aplicada como una forma de acercamiento a la realidad caracterizada por: (a) el manejo de las teorías y la metodología psicosocial; (b) el tratamiento de proble-mas concretos que preocupan al ciudadano de la calle; (c) la comprobación de

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teorías o hipótesis en los contextos reales; y (d) la visión interdisciplinar. Solo de esta forma será posible el acercamiento y una mayor sensibilidad ante problemas sociales reales así como las decisiones políticas adecuadas para darles solución.

A pesar de que creemos haber dado un repaso acerca de lo que caracteriza a la Psicología social aplicada, no son muchas las definiciones explícitas que sinteticen en pocas palabras lo que esta subdisciplina significa (Sánchez Vidal, 2002). La mayoría de ellas suelen centrarse en la relación que se establece con la vertiente básica de la disciplina, y son el resultado de su conceptualización a partir de una serie de características distintivas.

Por ejemplo, Oskamp enumera seis características fundamentales; a saber: (a) orientación a los problemas; (b) toma de posición respecto a ciertos valores; (c) búsqueda de la utilidad social; (d) enfoque interdisciplinar; (e) preferencia por la investigación de campo; y (f) consideraciones prácticas. Más tarde reduciría estas dimensiones a tres únicas características que resumen su perspectiva de lo aplicado: (a) la orientación por los problemas; (b) la consideración de los valores sociales y, (c) la investigación en escenarios y situaciones naturales (Oskamp).

Para Eiser, la Psicología social aplicada tiene una serie de dimensiones definitorias, entre las que se incluye la articulación con la investigación básica. Estas son: (a) tiene por objeto el estudio de la conducta social desde la perspec-tiva psicológica; (b) el conocimiento teórico es básico, que haya de ser aplicado no significa que tenga que ser menos teórico; (c) el modelo de sujeto como proce-sador de información es rico en implicaciones para la aplicación a los problemas sociales; (d) es posible realizar observaciones controladas fuera del laboratorio; (e) la teoría desarrollada en el laboratorio no es menos válida, porque las conclu-siones se extraen sobre procesos; (f) debe estar atenta a los cambios sociales; y (g) es preciso tomar precaución frente a la manipulación a la que se puede prestar el investigador, así como establecer cuál es su rol.

Partiendo de la categorización antes expuesta, Oskamp conceptualizó la Psicología social aplicada como la utilización de los métodos, teorías, principios o resultados de las investigaciones de la Psicología social para algún propósito o problema social. Desde este punto de vista, el objetivo de la aplicación siempre será la comprensión o solución de estos últimos.

Sin embargo, para Proshansky, la Psicología social aplicada no es más que una Psicología social que investiga un problema concreto donde realmente ocurre, y cuyo primer objetivo es reunir el conocimiento empírico y teórico que pueda ayudar a comprender los factores o condiciones responsables de la solu-ción o no del problema. Por tanto, este autor coincide con Oskamp en considerar que la aplicación en Psicología social debe orientarse a los problemas, tomar

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posición respecto de ciertos valores y perseguir la utilidad social. Sin embargo, hay discrepancias respecto al planteamiento de que los problemas sociales sean el objeto exclusivo de la Psicología social aplicada, planteándose la necesidad de considerar también la conducta humana normal, tal y como se da en los ambien-tes cotidianos.

Bickman identifica la Psicología social aplicada como la aplicación de mé-todos de investigación, teorías, niveles de análisis y perspectivas de la Psicología social. Esta definición es poco clarificadora y escasamente comprensiva, propia de la distinción tajante entre lo básico y lo aplicado defendida por el autor.

Algo más comprehensiva es la propuesta de Fisher al entender que la Psi-cología social aplicada es el campo socialmente interesado que trata de entender la conducta social humana como un proceso complejo, multideterminado y esen-cialmente racional y que busca mejorar los problemas sociales por medio de la aplicación de teorías, métodos de investigación y habilidades prácticas. En este sentido, distingue entre aplicando la Psicología social, de forma que esta se limi-taría a explicar la conducta social en el mundo real usando sus teorías, y la propia Psicología social aplicada, que partiendo del mundo real, genera los métodos y las teorías psicosociales para entenderlo (Sánchez Vidal).

Por último, Weyant parte de una visión humanista de la Psicología social aplicada, y la define como ...la aplicación humanista del conocimiento científico acumulado por la Psicología social sobre cómo los individuos son influidos por otros para intervenir sobre los problemas del mundo real, su utilización por otros y en la investigación aplicada para conocer mejor los problemas sociales reales (p. 3).

En nuestro país, Sánchez Vidal, ha sintetizado, a partir de la revisión de la literatura, los objetivos que persigue la Psicología social aplicada, encontrando básicamente tres grandes metas: (a) la prevención y solución de problemas psico-lógicos y sociales; (b) la promoción del bienestar social y la calidad de vida; y (c) el desarrollo personal mediante la competencia y el poder personal, la interacción con otros y la autoconsciencia y emancipación humanas.

Y, por último, Expósito estableció las características distintivas de la Psi-cología social aplicada y que la diferencian de otras áreas de la Psicología; estas son:

1. Orientada al problema.2. Imbricación de valores.3. Utilidad social de los temas abordados.4. Centrada en situaciones sociales.

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5. Aproximación de estudio comprehensiva y en relación con otras discipli-nas.

6. Contexto aplicado a través de estudios de campo.En definitiva, la mayoría de las definiciones coinciden en considerar que la

Psicología social aplicada utiliza los conocimientos y métodos de la Psicología social, bien para la solución de problemas, bien para la mejora de situaciones sociales, en sentido amplio. Todas ellas, se podrían encuadrar en alguna de las formas o modelos de aplicación que se han venido desarrollando desde esta dis-ciplina. En cualquier caso, y a juicio de Eiser, nunca hay que olvidar que la teoría es fundamental para el conocimiento e investigación científica y que la aplicación no excluye la teoría. Además, la Psicología social tiene temas de estudio que se relacionan claramente con la vida diaria (obediencia, poder, liderazgo, actitudes, presión social, etc.), y por tanto, existen situaciones fuera del laboratorio donde se pueden analizar teorías psicosociales sin que se manifiesten los sesgos de la artificialidad. Esto nos lleva a considerar la necesidad de apostar por conceptua-lizaciones de carácter abierto, que faciliten el avance en direcciones no preesta-blecidas, que incluyan posiciones multiplistas, sin tener que afrontar constante-mente el problema fundacional del estatus científico de la aplicación frente a la ortodoxia disciplinar.

Para concluir, es preciso señalar la gran importancia que está adquiriendo el campo aplicado dentro de nuestra disciplina. Cada vez existe mayor interés respecto a la utilidad de la Psicología social, como lo demuestra el incremento del número de contextos en los que se aplica y de disciplinas con las que se inte-rrelaciona. Así, en una revisión llevada a cabo por Blanco sobre las comunicacio-nes presentadas a los congresos de Psicología social, se evidencia la abrumadora ventaja, cuantitativamente hablando, de los trabajos de carácter aplicado; entre ellos se citan áreas como psicología de las organizaciones, gestión de recursos humanos, psicología comunitaria, psicología jurídica, psicología de la salud, am-biental, política, educación, etc. Esto muestra que los esfuerzos mayoritarios de la psicología social se están dirigiendo en la actualidad hacia las aplicaciones.