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CILNIANA 22/23, 2009 - 2010: 95-116 ISSN 1575-6416 LA FIESTA DE TOROS EN MARBELLA DURANTE EL ANTIGUO RÉGIMEN RESUMEN Está fuera de toda duda que la Fiesta de Toros ha sido y es el espectáculo popular español por antonomasia. En el convencimiento de la innegable influencia que las celebraciones de corridas de toros han tenido en la idiosincrasia de nuestros pueblos, intentamos a través de este artículo hacer una breve exposición de cómo pudieron ser estas funciones en la Marbella del Antiguo Régimen, comprobando que la trayectoria aquí seguida varía poco de la que se produjo en todo el reino. PALABRAS CLAVE Antiguo Régimen, obligados de la carne, vacada, ordenanzas municipales, capea, plaza Pública. ABSTRACT There is no doubt that the «Fiesta de Toros» has been and is the most popular Spanish festival by far. It is absolutely undeniable the influence of the celebrations that bullfighting has had in the idiosyncrasy of our villages, we will try to make a short explanation through this article of how these actions might have been in the Marbella of the times of the Ancient Regime. In accordance with the development followed here, the festival varies very little from what happened in the whole Kingdom. KEY WORDS Ancient Regime, suppliers of the meat, herd of cows, municipal ordinances, amateur bullfight, Public square. FERNANDO MARÍA ÁLVAREZ CANTOS Investigador de la historia de Marbella 1. A MODO DE PRÓLOGO A un cuando el objeto principal del presen- te trabajo no es otro que el hacer una bre- ve historia sobre lo que pudo ser la Fiesta de Toros en Marbella a lo largo del Antiguo Régi- men, no nos resignamos a dejar de enunciar las distintas formas de tauromaquia que se practica- ban de forma generalizada con anterioridad a la Reconquista, para desde ahí tratar de intuir razo- nadamente las que pudieron celebrarse específi- camente en esta tierra. No existe, que sepamos, ninguna publicación sobre este particular y de- bemos advertir al lector de que buena parte de las deducciones que expondremos en este apar- tado, relativas a las circunstancias específicas de Marbella, serán más el producto de nuestro razonamiento que de unos hechos constatables. Es fácil comprender, dado lo relativamente pequeña que fue esta ciudad, la penuria de festejos, tanto en número como en calidad, que se celebra- ron en Marbella a lo largo de ese período. Ello ex- plicaría, junto con la pérdida de registros escritos, la escasez de fuentes documentales conservadas. No obstante, hemos encontrado algunos datos y documentos antiguos que, junto a otros relativos a diferentes zonas de España, pueden darnos una ligera idea de lo que pudo ser la Fiesta de Toros en Marbella durante el periodo que nos ocupa. También hemos creído oportuno dedicar otro apartado al análisis de lo que pudo ser en Marbella la cría de ganado vacuno, labor ésta liga- da de manera imprescindible a la propia existencia de la Fiesta. Anotaremos conclusiones que serán el producto de nuestras investigaciones y análisis estadísticos. Y veremos cómo este término muni- cipal, que pudo llegar a ser una importante zona ganadera, devino en una comarca cuyo censo de bóvidos careció de toda transcendencia. 2. DESDE LA PREHISTORIA HASTA LA RECONQUISTA De forma muy amplia podríamos definir “la lidia” como toda operación o trabajo que

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Cilniana 22/23, 2009 - 2010: 95-116 ISSN 1575-6416

La Fiesta de torosen MarbeLLa durante eL

antiguo régiMen

RESUMENEstá fuera de toda duda que la Fiesta de Toros ha sido y es el espectáculo popular español por antonomasia. En el convencimiento de la innegable influencia que las celebraciones de corridas de toros han tenido en la idiosincrasia de nuestros pueblos, intentamos a través de este artículo hacer una breve exposición de cómo pudieron ser estas funciones en la Marbella del Antiguo Régimen, comprobando que la trayectoria aquí seguida varía poco de la que se produjo en todo el reino.

PALABRAS CLAVEAntiguo Régimen, obligados de la carne, vacada, ordenanzas municipales, capea, plaza Pública.

ABSTRACTThere is no doubt that the «Fiesta de Toros» has been and is the most popular Spanish festival by far. It is absolutely undeniable the influence of the celebrations that bullfighting has had in the idiosyncrasy of our villages, we will try to make a short explanation through this article of how these actions might have been in the Marbella of the times of the Ancient Regime. In accordance with the development followed here, the festival varies very little from what happened in the whole Kingdom.

KEY WORDSAncient Regime, suppliers of the meat, herd of cows, municipal ordinances, amateur bullfight, Public square.

Fernando María Álvarez CantosInvestigador de la historia de Marbella

1. A modo de prólogo

Aun cuando el objeto principal del presen-te trabajo no es otro que el hacer una bre-ve historia sobre lo que pudo ser la Fiesta

de Toros en Marbella a lo largo del Antiguo Régi-men, no nos resignamos a dejar de enunciar las distintas formas de tauromaquia que se practica-ban de forma generalizada con anterioridad a la Reconquista, para desde ahí tratar de intuir razo-nadamente las que pudieron celebrarse específi-camente en esta tierra. No existe, que sepamos, ninguna publicación sobre este particular y de-bemos advertir al lector de que buena parte de las deducciones que expondremos en este apar-tado, relativas a las circunstancias específicas de Marbella, serán más el producto de nuestro razonamiento que de unos hechos constatables.

Es fácil comprender, dado lo relativamente pequeña que fue esta ciudad, la penuria de festejos, tanto en número como en calidad, que se celebra-ron en Marbella a lo largo de ese período. Ello ex-

plicaría, junto con la pérdida de registros escritos, la escasez de fuentes documentales conservadas. No obstante, hemos encontrado algunos datos y documentos antiguos que, junto a otros relativos a diferentes zonas de España, pueden darnos una ligera idea de lo que pudo ser la Fiesta de Toros en Marbella durante el periodo que nos ocupa.

También hemos creído oportuno dedicar otro apartado al análisis de lo que pudo ser en Marbella la cría de ganado vacuno, labor ésta liga-da de manera imprescindible a la propia existencia de la Fiesta. Anotaremos conclusiones que serán el producto de nuestras investigaciones y análisis estadísticos. Y veremos cómo este término muni-cipal, que pudo llegar a ser una importante zona ganadera, devino en una comarca cuyo censo de bóvidos careció de toda transcendencia.

2. desde lA prehistoriA hAstA lA reconquistA

De forma muy amplia podríamos definir “la lidia” como toda operación o trabajo que

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el hombre realiza con aquellos bóvidos que, al sentirse acosados, reaccionan acometiendo y corneando, atacando y no huyendo. En este sig-nificado, y sólo en éste, deberemos de aceptar que la primera forma de lidia no fue otra que la brega efectuada por el hombre primitivo en la práctica cinegética con el toro salvaje o uro1. Este humano antiguo, por necesidad vital, tuvo que aprender las diversas reacciones de los ani-males ante los distintos estímulos, así como sus costumbres y querencias para poder aplicar es-tos conocimientos prácticos en su propio benefi-cio a la hora de ejecutar su caza.

Este gesto de utilizar el conocimiento para anticiparse a los previsibles movimientos del toro constituye el principio fundamental de todo tipo de lidia o tauromaquia: el aprovecha-miento por parte del hombre del conocimiento de las normas de conductas del toro para conse-guir en cada momento superar con su habilidad y técnica la fuerza superior del animal y hacer con él lo que se pretende, hasta lo sumo de crear arte. Con el tiempo, el hombre encontrará en sus provocaciones al animal y en las correspon-dientes, y casi siempre previsibles, reacciones del mismo, un desafío que al mismo tiempo le acarrea una diversión; entonces se produce el nacimiento del “juego con el toro”, de la lidia propiamente dicha.

Hay suficientes pruebas de la presencia del hombre primitivo en distintas zonas de Mar-bella. En una de ellas, nos ha quedado represen-tada en una pintura roja la figura de un toro2. Esta pintura nos demuestra, cosa lógica por otra parte, pues Marbella no iba a ser una excepción en la península, la existencia de bóvidos en esta zona. Admitiendo por tanto la coexistencia en Marbella del hombre primitivo con el toro, de-beremos de aceptar que aquel cazaría a éste y que, por tanto, aquí se dio lo que acabamos de definir como primera manifestación de lo que, en sentido amplio, entendemos por lidia, y que no fue otra que la caza.

Con el tiempo, el hombre se hizo más se-dentario y tornó su dependencia vital de la caza hacia la cosecha agrícola, completando ésta con la sucesiva domesticación de distintos animales, incluidos los bóvidos. Para conseguirlo, tuvo que acortar la distancia de actuación y continuar ampliando y aplicando sus conocimientos sobre el toro; es decir, siguió “lidiando” o “bregando” para capturar al toro, ya fuera con fines domés-ticos, ya fuera con fines rituales-religiosos. Así lo explica Ramón Grande del Brío:

“El toro empezaría a ser considerado como animal inmolatorio cuando ya la hu-manidad comenzase a alternar la primiti-va actividad cazadora y recolectora con la nueva actividad agrícola, que, en muchos lugares, gozaría enseguida de preponde-rancia sobre la anterior. […] El valor del sacrificio como factor de potenciación de las fuerzas genésicas de la naturaleza tam-bién fue reconocido por el hombre neolíti-co bajo el rito del sacrificio del toro, hasta el punto de elevarlo a la máxima categoría religiosa.”3

En los albores de lo que consideramos Historia, en torno al Mediterráneo se fueron acrisolando una serie de pueblos y culturas de cuya mutua influencia y sucesión a lo largo de los siglos surgió lo que sería la Civilización Occiden-tal. Dentro de las manifestaciones culturales que de forma ininterrumpida se fueron transmitien-do de generación a generación se encuentran los juegos taurinos.

Fue en Creta, en la que se desarrolló la que ha venido en llamarse “Civilización Mi-noica”, donde nos aparece por primera vez la evidencia de estos juegos. En sus frescos y en otras manifestaciones artísticas, esa civiliza-ción nos ha dejado constancia de cierta forma de juegos lúdicos-religiosos que sus habitantes realizaban con toros. Los estudiosos no se po-nen de acuerdo sobre si estos juegos tenían un carácter puramente ritual, antes del sacrificio del animal a los dioses, o si se trataba de ejer-cicios con una finalidad lúdica, o si eran ambas cosas a la vez.

Estos mismos juegos se transmitieron a la sociedad griega, que los acogió y practicó. Fue precisamente en la zona del Egeo donde la otro-ra necesidad cinegética del hombre primitivo se convirtió definitivamente en puro rito, ya fuera, como hemos dicho, de carácter religioso, ya fue-ra de carácter deportivo y como demostración de habilidad y valor.

Con los romanos se dio un paso adelante en la evolución de los juegos taurinos, evolución que afectó tanto al lugar de su ejecución como a la forma en que la realizaban. Así, el escenario pasó a los circos y el juego, aun cuando pudo ha-ber conservado en muchos casos la parte ritual egea, se transformó en espectáculo de masas, a las que divertía y apasionaba, por lo que pode-mos considerarlo como un claro antecedente del devenir de la Fiesta.

1 ABAD OJUEL, A. y OLIVA, E. L.: Los Toros, Barcelona, Argos, 1966, p. 29. Parece que la acepción de la palabra uro la introdujo Julio César en su libro La Guerra de las Galias al latinizar, probablemente por facilidad fonética, la expresión celta “auroch”, que significa “toro salvaje”.

2 PEREZ-MALUMBRES LANDA, A.: “El patrimonio arqueológico en Marbella. Algunas reflexiones”, en I Jornadas Patrimonio Histórico Local, Marbella 1999, Marbella, Asociación Cilniana, 2000, p. 17.

3 GRANDE DEL BRÍO, R.: El culto al toro. Ritos y símbolos de la tauromaquia, Madrid, Ediciones Tutor, 1999, pp. 95 y 96.

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En lo que a Marbella se refiere, no nos consta la existencia de asentamientos helenos en el litoral de esta ciudad, por lo que presumi-blemente en nuestra zona no llegarían a practi-carse los rituales y juegos taurinos de la cultura greco-minoica. Por otra parte, a pesar de la cons-tatada y evidente romanización de esta costa, no parece probable que aquí se dieran las ma-nifestaciones taurinas romanas. La presencia de los habitantes del Lacio en estos territorios, en cuanto a su número, no fue lo suficientemente importante como para hacernos pensar que lle-garan a celebrarse espectáculos circenses, entre otras razones por la inexistencia de un recinto apropiado.

Con la caída del Imperio y la ocupación bárbara, tanto desde el nuevo poder dominan-te como desde la Iglesia, se impuso la abolición de todas las manifestaciones públicas de origen romano, entre ellas el circo. En este sentido, y para hacernos una idea del nuevo talante y de su segura repercusión, baste con citar las manifes-taciones al respecto de San Isidoro de Sevilla:

“Estos espectáculos y esta exhibición de vanidades no sólo están sometidas por los vicios de los hombres, sino que se es-tablecieron por mandato del demonio; por tanto, nada debe haber en común en el cristiano con las locuras circenses, con la impudicia del teatro, con la crueldad del anfiteatro, con lo bárbaro de la arena, con la lujuria de los juegos. Niega a Dios el que asiste a estas cosas y se hace prevaricador de su fe el que de nuevo apetece aquello a que renunció en el santo bautismo, a saber: al demonio, a sus pompas y a sus obras.”4

Este mensaje de animadversión hacia todo tipo de festejos que desde la Iglesia se intenta-ba imponer al pueblo, se vio además favorecido por una de las principales consecuencias socia-les que produjo la invasión bárbara: el paulatino empobrecimiento de la población, que hace que ésta se convierta más rural en detrimento de las grandes ciudades, lo que conllevaba, por pura ló-gica numérica, a la decadencia de la celebración de esos espectáculos.

Si la época visigoda se caracteriza por el oscurantismo y la ausencia de testimonios en todos los órdenes fundamentales de la historia, no iba a ser menos en lo relativo a los festejos taurinos. No existen documentos que demues-tren la existencia de tales celebraciones. Y lo que parece una reprimenda del rey Sisebuto (612-

621) al obispo de Barcelona “por su afición a las fiestas de toros”5, se trata, al decir de José M. ª de Cossio, de un error de transcripción de la pa-labra latina “faurorum” por “taurorum”. Sin em-bargo, el propio De Cossio acepta la posibilidad de que en esas fechas se celebraran algún tipo de festejo taurino pues, argumenta, en el texto anteriormente descrito de San Isidoro se habla de los espectáculos circenses de origen romano en presente, es decir, como si en esa época se dieran tales espectáculos y, por ende, dado que entre aquellos se incluían los taurinos, supone la subsistencia de éstos6.

Deberíamos, por tanto, aceptar que tam-poco en la Marbella visigoda se celebraron es-pectáculos taurinos: no parece razonable que aquí fueran a imponerse unas costumbres roma-nas justo en el momento de la desaparición ge-neralizada de las mismas.

Con el Islam y su rápida expansión asisti-mos a la división de la península ibérica en dos desiguales zonas. En cada una de ellas, y en lo que a los festejos taurinos se refiere, se obser-varán igualmente desiguales desarrollos. En la diminuta región asturiana, refugio de los cris-tianos, no sólo se gesta el embrión de la futura Reconquista, sino que también, a lo largo de los varios siglos de guerras contra el Islán, se genera el nacimiento de nuevas fórmulas de juegos tau-rinos que aún hasta nuestros días no han dejado de incrementarse.

Por el contrario, en la extensa zona mu-sulmana no debió de darse manifestación taurina alguna. Actualmente no existe ningún autor que defienda la teoría, considerada hoy como pura leyenda, del origen árabe de la Fiesta de Toros, principalmente porque este pueblo no podía traer algo que desconocía. Sin embargo, sí parece cierto que fueran los musulmanes de al-Ándalus los causantes indirectos del nacimiento de una nueva forma de fiesta de toros, la que practica-ron primera y especialmente los caballeros, cuan-do, para ejercitarse en el manejo del caballo con fines guerreros y cinegéticos, lanceaban toros7.

Actualmente no existe ningún autor que defienda la teoría, considerada hoy

como pura leyenda, del origen árabe de la Fiesta de Toros, principalmente porque estos no podían traer algo que

desconocían

4 LÓPEZ IZQUIERDO, F.: Historia del toro de lidia, Madrid, Agualarga, 1996, p. 48.5 CLARAMUNT, F.: Historia ilustrada de la tauromaquia, Vol. I, Madrid, Espasa Calpe, 1989, p. 74.6 COSSIO, J. M. ª de: Los Toros, Vol. III, Madrid, Espasa Calpe, 1989, pp. 812 y 813.7 ALAMEDA, J.: El hilo del toreo, Madrid, Espasa Calpe, 2002, p. 23.

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No obstante, hay autores que defienden la posibilidad de que en la zona fronteriza, debido al largo periodo de contacto con los cristianos, los árabes aprendieran y ejecutaran el lanceo de toros, lo que quedaría avalado por las referen-cias que sobre ello se dan en el Romancero. De hecho, en la ciudad de Granada, durante el reina-do de Muhammad V (1354-1391), se celebraron combates de fieras consistentes en el enfrenta-miento de un toro con varios perros entrenados para que mordieran las orejas del bóvido. Al final del espectáculo, “salen jinetes que pican al toro y le dan muerte”, interviniendo en esta última faena el propio Muhammad V8.

Es de suponer, visto todo lo anterior, que Marbella estuvo también durante la ocupación árabe sin ningún tipo de celebración taurina. Aun-que quizá en la última etapa islamita del Reino de Granada, dada la cercanía de nuestra ciudad con la frontera cristiana, pudiera pensarse en la posibili-dad, más como excepción que como regla, de que algún militar árabe se atreviera a lancear toros.

La única cita que nos ha quedado sobre la existencia de festejos taurinos en la Alta Edad Media está inserta en las “Generales” de Alfonso X el Sabio y se refiere al organizado por Alfonso II el Casto durante las cortes que en el año 815 se celebraron: “E mientras que duraron aquellas cor-tes lidiaban cada día toros e bofordaban de cada día e facían grandes alegrías”. El problema de esta cita, según José M.ª de Cossio, estriba en que la “General” fue escrita cuatro siglos más tarde de la fecha a que se refiere la acción que describe, sin que exista ningún otro soporte documental que acredite su veracidad, lo que da pie a De Cossio para interpretar que el rey sabio se limitó a extra-polar la costumbre del siglo XIII al siglo IX9.

Con el avance de los cristianos, se iba pro-duciendo en las zonas reconquistadas un impa-rable proceso de generalización de las corridas de toros, donde todas las ciudades y villas adqui-rieron la costumbre de celebrar al santo patrón con dichos festejos. Es decir, que el Reino de Gra-nada fue el último lugar de la península Ibérica en adoptar las costumbres taurinas10.

3. siglos XV y XVi.lAs primerAs corridAs en mArbellA

Por lo expuesto en el párrafo anterior, po-demos afirmar que la primera vez que se corrie-

ron toros en Marbella tuvo que ser, como muy pronto, en el año 1485, y que a partir de ahí, y sucesivamente cada año, debió de festejarse al santo patrón con esta fiesta popular, establecién-dose una costumbre que se ha mantenido, con alguna excepción, hasta nuestros días.

Una de las primeras tareas que tuvie-ron que acometer los nuevos pobladores fue sin duda la de instaurar un nuevo modelo de ciudad, para lo cual fue imprescindible la crea-ción del Concejo11. Y entre las prioridades de éste, figuró la de asegurar el abastecimiento de alimentos a la población. Para solventar el problema del abasto, la mayoría de estas insti-tuciones optaron por la figura del “obligado”12. Los obligados eran personas entendidas y con capacidad económica suficiente (o respaldadas por fiadores), que en pública subasta se hacían con la exclusiva obligación (de aquí lo de “obli-gados”) del suministro y la venta de algunos de los productos básicos, normalmente alimenti-cios, para el consumo de los habitantes de la ciudad, lo que descargaba, lógicamente, las pre-ocupaciones del Concejo.

Según parece, no era fácil encontrar un “obligado” con la solvencia suficiente, lo que se deduce de las muchas facilidades que en las or-denanzas se ofrecían a estos abastecedores13. Tal fue así que, a cambio de la exclusiva, no se les solicitaba más prestación, ni siquiera económica, que la de asegurar el abastecimiento y, en el caso de la carne, la donación de algún que otro animal como carnero, cabrito o ternero, dependiendo de la época, para alimentar a los enfermos; y uno o varios toros, según las ciudades, para ser corri-dos normalmente en las fiestas patronales14.

8 RODRÍGUEZ LÓPEZ, J.: “Juegos de guerra y acoso de fieras en al-Ándalus y reinos cristianos peninsulares ibéricos”, Universidad de Granada, en http://www.cafyd.com/HistDeporte/htm/pdf/6-2.pdf, p. 2.

9 COSSIO, J. M. ª de: Los toros, op. cit., Tomo I, p. 639.10 LÓPEZ IZQUIERDO, F.: Historia…, op. cit., p. 49. 11 CASTRO, T. de: El Abastecimiento Alimentario en el Reino de Granada. (1482-1510), Edición on-line de la autora, Parte I, 2. Los

Concejos.12 Ibídem, Parte I, 1.3 El Obligado.13 Ibídem, Parte III, La Carne / 1 – 2.2 Los Abastecedores.14 Ibídem, Parte III, La Carne / 2 - 2.1 El consumo estacional.

A los abastecedores de carne, a cambio de la exclusiva, no se les solicitaba más prestación, ni siquiera económica, que la de asegurar el abastecimiento y uno o varios toros, según

las ciudades, para ser corridos normalmente en las fiestas

patronales

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No tenemos documentado que, al prin-cipio de su conquista, se celebraran corridas en Marbella; aunque, dada la unanimidad de todos los municipios vecinos a la hora de imponer a los “obligados” la donación de toros para las corridas, podemos considerarlo un hecho. Sí que tenemos constancia de que, al menos desde 1517, también en Marbella existió esta obligación contractual por parte de los abastecedores de carnes:

“Y que dará dos toros para quando la cibdad se los demandare apercibiéndole la cibdad ocho días antes e que sean de qua-tro años arriba y que se pesen después de corridos en la carneçería a precio de siete maravedís la libra.”15

Queda meridianamente descrito que el primer destino de los toros requeridos a los obli-gados no era otro que el ser corridos.

Por otro lado, tomando como referencia las ciudades de Ronda y Málaga, en las que al menos desde 1496 se imponía a los carniceros en sus contratos la obligación de regalar toros a la ciudad16, tenemos la convicción de que eso mismo debió de ocurrir en Marbella, lo que acer-caría más las primeras celebraciones de festejos taurinos al día de su reconquista.

Otra prueba de celebración de corridas en Marbella la encontramos en las más antiguas “Cuentas de Propios” que se conservan en este Ayuntamiento, y que corresponden a las que se hicieron en 157817, relativas a los gastos de 1577. En ellas se detallan dos partidas, cuyas transcrip-ciones18son:

“Toros: Más se le reciben en cuenta por el dicho Juan de Paz19 cuatro ducados que dio en pago a García de Valderrama escribano del concejo de esta ciudad de los que se gastó en comprar dos toros que se corrieron el día de San Juan del año de setenta y siete y se le mandaron librar por-que esta ciudad tiene provisión y licencia de Su Majestad para poder gastar en se-mejantes fiestas tres mil maravedíes de los propios y por cuenta se le mandaron dar los dichos cuatro ducados por libranza de primero de Abril del dicho año, con carta de pago ………..…....……1.496.- marav.”

“Toros: Recíbansele más en cuenta dos ducados que dio a Salvador Pérez de Vargas por la quiebra y pérdida que hubo en un toro que el dicho dio por mandato de esta ciudad para correr el día de San Bernabé del año setenta y siete y se le mandaron librar de los tres mil marave-díes de que esta ciudad tiene licencia para gastar por cédula de Su Majestad en se-mejantes fiestas, nuestra libranza de diez y seis de Abril del dicho año con carta de pago…..……….…………… 748.- marav.”

De ambos apuntes contables podemos deducir que el Ayuntamiento tenía licencia Real para dedicar de los fondos de los Propios 3.000 maravedíes anuales en la compra de toros para ser corridos en las festividades indicadas. La con-secuencia de esta licencia la seguirá utilizando el Concejo hasta entrado el s. XX.

En el segundo de los asientos contables se nos muestra documentalmente, por primera vez según nos consta, la celebración de corridas de toros en honor de San Bernabé. También nos permite aseverar casi con toda seguridad que en esa fecha aún seguía existiendo la figura del “obligado de la carne”, con el compromiso de dar toros a la ciudad para ser corridos. ¿Cómo si no se podría explicar el “dio por mandato de esta ciudad” del tal Salvador Pérez de Vargas? Nuestra interpretación es que este Salvador era el “obligado de carnes”, ya que sólo a los de este oficio se les podía imponer, por medio de cláu-sula contractual en la concesión del abasto de dicho alimento, la donación de toros. En este caso, dado que un toro había sufrido quiebra, el Concejo tuvo que pagar un sustituto, lo que hizo del sobrante de la licencia de disposición de los fondos de los Propios.

Por la forma indeterminada de expresar la quiebra del toro (“un toro”), deducimos que en esta fecha de 1578 aún seguía imponiéndose al obligado la donación mínima de dos toros ya comentada para 1517; pues de tratarse sólo de uno, se habría escrito “el toro”.

Para Bartolomé Bennassar, este sistema de “obligados” se generalizó por toda España, incluso en muchas pequeñas localidades; sólo dejaría de usarse a partir de la grave crisis econó-mica de 162020. Sin embargo, tenemos constan-

15 AGS, CR, leg. 57.11, f. 14v – Esta referencia, probablemente el testimonio más antiguo que sobre la celebración de corridas en Marbella exista, nos ha sido facilitada por la doctora Catalina Urbaneja Ortiz, a la que agradecemos su siempre inigualable amabilidad y disposición.

16 AMG, leg. 779 / l, doc. 3 y 5. Datos cedidos también por Catalina Urbaneja.17 AMMb, Caja (C.) 1045-H / 1, “Cuentas de Propios”.18 Estas transcripciones corresponden, en primer lugar, al investigador malagueño Juan Manuel García Manzano (q.e.p.d.).

Posteriormente fue Catalina Urbaneja quien nos las revisó y completó.19 Este Juan de Paz era el Mayordomo de Propios en el citado año, a quien correspondía detallar todas las cuentas de dichos

Propios.20 BENNASSAR, B.: La España del Siglo de Oro, Barcelona, Crítica, 2001, p. 126-127.

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cia documental de que en Marbella en 1779 aún se seguía usando la fórmula del obligado para cubrir el abasto de la ciudad, aunque desconoce-mos si su utilización fue de forma continuada a lo largo de los tres siglos o, por el contrario, fue retomada a partir de una fecha. En dicho año se formalizaron cuatro escrituras de obligación de la ciudad contra distintos obligados: el del abas-to del aceite al por menor, el del jabón, el de las carnes de vacas y machos (entendemos que ca-brío) y el de la nieve21. Pero es más, el 16 de abril de 1792, encontramos una nueva obligación por parte de Francisco Prieto y Salvador Periáñez a favor de los Propios de esta ciudad y el abasto de carnes de ella22. En lo referente a este trabajo, la diferencia principal entre los contratos de es-tos tardíos abastecedores de carne y los prime-ros del s. XVI estriba precisamente en la cláusula de donación de toros, la cual en el s. XVIII había desaparecido.

Hay otra consecuencia que podemos ex-traer de la celebración de corridas en la festivi-dad de San Bernabé, que es la confirmación de que dicho santo, desde el principio, fue el patrón del la ciudad. Este hecho, cuestionado, no sin ra-zón, por algún autor23, consideramos que queda zanjado con la anotación citada24.

Sin embargo, nos queda la duda de por qué el Ayuntamiento pagaba los toros que se co-rrían en San Juan si lo normal era, como hemos apuntado, que este tipo de celebraciones fueran por cuenta de la propia hermandad del santo. Hemos encontrado una posible explicación de esto: en el año 1567, el papa Pío V, en su bula “De salutis gregis dominici”, prohibió los festejos tau-rinos en todo el mundo cristiano. Poco después, en 1572, el rey Felipe II mandó una cédula a los concejos de las ciudades y villas castellanas soli-citando de éstas el fomento y refundación de las antiguas cofradías de caballeros, con el fin de que estos, al efectuar sus acostumbradas celebracio-nes de los “juegos de la guerra” (torneos, justas y cañas) estuvieran adiestrados y preparados ante una posible situación de defensa del reino. Los concejos se apresuraron a exponer al Rey su total

acuerdo con la misiva, siendo frecuente que en la respuesta utilizaran, excusándose en un mejor cumplimiento de la misma, la solicitud de que se autorizaran los festejos taurinos, ya que des-de que estos no se celebraban había disminuido considerablemente el número de caballeros que poseían caballos, lo que se subsanaría con la in-clusión de las corridas de toros entre las cele-braciones de estas cofradías a su santo patrón. Además, en sus respuestas, los concejos dejaban claro que los caballeros no querían asumir la fi-nanciación de los festejos, proponiendo que ésta fuera con cargo a los Propios de la ciudad25. En 1575, el nuevo papa Gregorio XIII, en su Exponis nobis super, y a petición de Felipe II, levantó la prohibición taurina, aunque sólo a los legos.

No nos ha sido posible comprobar si Mar-bella fue destinataria de la real cédula26. Es pro-bable que sí, y que en esta ciudad se fundara una cofradía de caballeros bajo la advocación de San Juan, lo que explicaría que Felipe II autorizara las corridas de toros en honor de dicho santo con cargo a los Propios, eximiendo a sus cofrades del coste de los animales.

Otra prueba de la celebración de corridas de toros en Marbella en el siglo XVI, la encontra-mos en la exposición que Andrés García Baena hace en su libro Marbella Andalusí y fortificaciones anexas27, cuando describe los comentarios que sobre dicha ciudad hace a su vez Pedro de Me-dina en la edición de 1595 de su libro Primera y segunda parte de las grandezas y cosas notables de España:

“Marbella es ciudad muy antigua […] es ciudad muy fuerte, y bien cerrada con tan fuertes murallas que se huelgan los moços corriendo por cima de ellas toros y vacas enlazadas”.

En nuestra opinión, lo de correr toros en-cima de las murallas nos parece un tanto exage-rado, no constándonos que se dé esta modalidad en ningún otro lugar. Sin embargo, no ocurre lo mismo con lo de enlazar a los toros, que sí fue

21 AHPM, leg. P 4917, fols. 937 al 939v (22-03-1779 y 03-04-1779) y el día 12-05-1779, fol. 949 y 949v.22 AHPM, leg. P 4920, fol. 626.23 CABRILLANA, N.: Marbella en el siglo de Oro, Granada, 1989, p. 190. “Ninguna vez aparece citado San Bernabé, ni hay nadie

en la localidad que lleve el nombre, contra la costumbre de la época, lo cual nos hace dudar del patronazgo que se le atribuye”.

Coincidimos con Cabrillana en lo relativo al escaso número de marbellíes que a lo largo de los siglos han tomado el nombre de Bernabé y también en lo concerniente a las poquísimas veces que es nombrado en todos los documentos antiguos. Francamente no encontramos una explicación a este hecho constatado.

24 Hemos encontrado abundantes citas en las que se afirma que cada año, en todos los pueblos, después de su reconquista se celebraban corridas de toros en honor del Santo Patrón. De todos ellos, tomamos sólo dos ejemplos: BENNASSAR, B.: Historia de la Tauromaquia, Real Maestranza de Caballería de Ronda, 2000, p. 32 y CASTRO, T. de: El Abastecimiento…, op. cit., que expresa con total nitidez este hecho.

25 MARTÍN RODRÍGUEZ, J. L.: “Cofradías de Caballeros en la Castilla del quinientos. El caso de Ávila”, Espacio, Tiempo y Forma. Serie IV: Historia Moderna, 7, 1994, pp. 409-434.

26 El autor del artículo al que hacemos referencia en el apartado anterior se basa en un expediente del AGS, Sección Diversos de Castilla, leg. 25, pieza (él la llama folio) 1 que ocupa 714 págs. El importante número de páginas nos ha hecho desistir de la posibilidad de solicitar fotocopia del expediente al archivo.

27 GARCÍA BAENA, A.: Marbella Andalusí y fortificaciones anexas, Málaga, Arguval, 2004, p. 80.

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una variedad muy frecuente28 y que, de ser cier-ta esa afirmación, nos daría una pista de cómo pudieron ser algunas de las primitivas fiestas de toros en Marbella. Otra cuestión sería saber qué tipo de corridas se celebraban aquí. Para ello, veamos brevemente cuáles fueron los festejos que por esas fechas se daban en España, y que fundamentalmente eran de dos tipos:

“Corridas Caballerescas”. Tienen su origen en la Edad Media, probablemente hacia finales del siglo XIII, en el reinado de Alfonso X, y como consecuencia del adiestramiento de los nobles caballeros para la guerra. En ellas no podían inter-venir más que caballeros guerreros que lanceaban desde el caballo a los toros, a modo de como se lanceaba en las batallas y en los torneos.29 Estos caballeros eran ayudados por sus criados y lacayos, que debían hacerlo siempre a pie. De entre estas corridas caballerescas, sin duda, las más importantes son las llamadas “reales”, que, como su nombre indica, eran orga-nizadas por mandato regio para festejar algún suceso relacionado con la corona (boda, nacimiento, coronación, etc., de la realeza) o de la nación en general (victoria militar, etc.), en las que la asistencia de los monarcas, aún siendo bastante frecuente en las celebradas en las ciudades en que en esos momentos eran estantes, no era condición necesaria para ser consideradas como reales. Se celebraban en las plazas mayores, con la concurrencia de la noble-za y el pueblo. El protocolo, la etiqueta y el ordenamiento preestablecidos eran el distintivo de estas corridas. Sin embargo, cuando eran organizadas por el ayunta-miento, las cofradías de nobles (anteceso-ras de las Reales Maestranza de Caballería) o alguna entidad benéfica (hospital, casa de misericordia, etc.) para celebrar algún evento religioso o recaudar fondos, aún con asistencia de la monarquía, perdían su condición de reales. En Madrid las llama-ban “corridas de la villa”30 y en el resto de España eran, simplemente, caballerescas. Tuvieron su máximo auge cuando disfruta-

ron del apoyo real, y por ende de la noble-za, durante los siglos XVI y XVII, comen-zando su declive en el XVIII,31 a partir de la llegada de los Borbones, siendo Felipe V el primero en desistir de darles el apoyo real que hasta entonces habían brindado sus antecesores, lo que trajo consigo la re-tirada paulatina de los nobles.

“Corridas populares”. Solían celebrarse por motivos diversos, principalmente en honor de un santo, bien por su patronaz-go, bien por la devoción que hacia él había en la ciudad o pueblo. Contrariamente a las caballerescas, eran siempre a pie, y la anarquía, el desorden y la violencia bru-tal, muchas veces cruel, eran dueños de todo el festejo, siendo su única finalidad la diversión y el jolgorio popular. Aquí, como en tantas otras facetas, cada pueblo quería ser diferente al vecino, por lo que existen a lo largo de toda España infinidad de variedades que solían nombrarse como “juegos de toros”, y siendo la más común el correr los toros hasta la plaza donde se celebraba el festejo que, en la mayoría de los casos, derivará con el tiempo hacia lo que se conoce como “capea”32.

Para que nos hagamos una idea más exac-ta de lo que se entiende por capea, hemos recu-rrido a la definición que de ella hace José M.ª de Cossio:

“El lidiar reses vacunas tumultuaria y anárquicamente, en plazas públicas dis-puestas provisionalmente para la función, fue sin duda la forma primitiva del espectá-culo taurino. No debemos dudar que cuan-do textos venerables medievales hablan de ‘correr toros’, se refieren a espectáculos de este tipo. Es seguro que en ellos, y pro-miscuamente, actuaban nobles y plebeyos, aficionados y profesionales, gentes, en fin, sin más denominador común que su deseo de medirse con los toros.”33

Era frecuente, sobre todo en las grandes ciudades, que los festejos fueran mixtos, de ma-

28 Esta suerte de jugar con toros enlazados existe hoy en día aunque bajo la denominación de “toros ensogados” (los toros enlazados, en la actualidad, es una suerte campera practicada en los rodeos americanos) y que, a pesar de su progresiva prohibición en algunas comunidades debido a su crueldad y violencia, se sigue practicando en todas las regiones de España con distintos nombres. Así, por ejemplo, en Cataluña, en Tarragona, se la conoce como “bous capllaçats”, en Valencia como “bous ensogats”, en Vascongadas “sokamuturra”, en Castilla-León “toros enmaromados”, en Madrid y en Andalucía están prohibidos, sin embargo, en esta última existen doce pueblos con licencia. Datos de la web: http://galeon.hispavista.com/ayudaanimales/fiestas/torosensogados.htm.

29 MENA CABEZAS, I. R.: “Caballeros, toros y toreros en el siglo XVI: un texto de Don Luis Zapata de Chaves”, Revista de Estudios Taurinos, 8, 1998, p. 160.

30 COSSIO, J. M.ª de: Los toros…, op. cit., Tomo I, p. 648.31 MENA CABEZAS, I. R.: “Caballeros…”, op. cit., p. 161.32 BENNASSAR, B.: La España…, op. cit., pp. 32 y 33.33 COSSIO, J. M. ª de: Los toros…, op. cit., Tomo I, p. 679.

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nera que el día que había festejo, en primer lugar se efectuaba el popular, normalmente por la ma-ñana, y por la tarde el caballeresco34. Pero lo que hubo siempre fue una clara división entre ambas formas de celebración:

“Ahora el pueblo tendrá un toro propio donde cebar su torpeza y desaliño. Des-pués, una vez concluido el villano espec-táculo y, despejado el espacio festivo de aquel infamante contagio, los caballeros actuarán en una arena socialmente inma-culada, es decir, ocupada por su única y exclusiva presencia”35.

Lo que sí parece claro es que las moda-lidades tienen una idea común: su concepción como espectáculo. La presencia de público y el carácter festivo de ambas, independientemente de la formalidad dispar de cada una, son su pun-to de encuentro. Y es a partir de este concepto del espectáculo como se fraguará la futura socie-dad taurómaca36.

¿Y en Marbella? ¿Cuál de estas dos moda-lidades se practicaba? ¿O se dieron ambas? Casi con toda seguridad, parece que fue la “corrida popular” o “capea” la que a lo largo de cuatro siglos ha marcado la regularidad de los festejos celebrados37, aunque tenemos indicios suficien-tes para creer que también, al menos en ciertas ocasiones, se pudieron haber organizado corri-das caballerescas; lo veremos más adelante.

En cuanto a la variedad descrita por Pedro de Medina de correr toros enlazados, ya fuera encima o no de las murallas, pudo ser una mo-dalidad que puntualmente, y sólo en la época a que se refiere, pudo haberse dado. Aún hoy, con independencia de la generalizada de toros enso-gados, se celebran en muchos pueblos de España diferentes juegos populares taurinos tales como el Toro de la Vega, de Tordesillas; el Toro de San Marcos, en Beas de Segura; el Toro Embolado, en Valencia; el Toro del Alba, en Paterna de la Rivera; el Bous a la Mar, en Castellón; etcétera.

4. el siglo XVii

Una exageración extrema en el arte, en los gustos, en los espectáculos públicos y, en ge-neral, en todas las facetas culturales de la vida, podría servirnos como definición escueta de la

filosofía y del pensamiento barroco. También en lo taurino se aprecia durante el s. XVII la misma tendencia barroca que en el resto de manifesta-ciones. Así, a lo largo de la centuria, los festejos taurinos caballerescos adquieren una espectacu-laridad sublime; el ornato, la armonía, la aparien-cia social de sus personajes y las demostraciones de valor ante el toro, especialmente cuando se pretende agasajar a una dama, son algunas de las características intrínsecas a este tipo de ce-lebración.

La afición taurina en España fue creciendo significativamente (exageradamente diríamos) hasta el punto de convertirse en “la diversión por excelencia en la España moderna”38, gracias, sobre todo, al fuerte apoyo dado por los reyes Felipe III y IV, grandes aficionados que, con sus continuas asistencias a las corridas, arrastraron a la nobleza y ésta, a su vez, a la alta burguesía, a compartir sus regios gustos taurinos. La plebe no necesitaba de esa fuerza de arrastre. El pue-blo, con tal de apartarse de sus cotidianas pe-numbras, siempre estuvo dispuesto para “el pan y el circo”.

El entusiasmo de la Corte se contagió por todo el reino. No había un solo rincón en la península donde dejaran de celebrarse los eventos en honor de la Corona (nacimientos, bautizos, bodas y entronizaciones), de aconte-cimientos militares nacionales (batallas y gestas coetáneas o conmemoraciones de las pasadas) o de todos los hechos religiosos relevantes, principalmente las canonizaciones de santos. Llegándose al colmo de la contradicción cuan-do en 1654 se celebró la de Santo Tomás de Villanueva, arzobispo de Valencia y “acérrimo enemigo de las corridas”39, con varios festejos taurinos.

En el plano local, en las ciudades peque-ñas y en los pueblos, fueron las hermandades, juntas de administración de hospitales40 u otras entidades benéficas las que solicitaban la corres-pondiente licencia para la celebración de corri-das, ya fuera con miras recaudatorias, ya con la finalidad únicamente lúdica41 de festejar al titu-lar de la hermandad.

Nos ha quedado constancia de que en Marbella, como en el resto de España, también se organizaron corridas por parte de las herman-dades. Se puede comprobar en una escritura pú-blica otorgada en esta ciudad el 10 de Septiem-

34 AMIGO VÁZQUEZ, L.: “Fiestas de toros en el Valladolid del XVII. Un teatro del honor para las élites de poder urbanas”, Studia Historia. Historia Moderna, 26, 2004, p. 284.

35 GARCÍA-BAQUERO, A.; ROMERO DE SOLÍS, P. y VÁZQUEZ PARLADÉ, I.: Sevilla y la Fiesta de Toros, Sevilla, 1994, p. 44.36 BENNASSAR, B.: La España…, op. cit., p. 38.37 AMMb, AA. CC., C. 19-H / 1, fol. 11, sesión del 25-05-1901, “Las tres capeas de vacas según costumbre”.38 AMIGO VÁZQUEZ, L.: “Fiestas…”, op. cit., p. 283.39 BENNASSAR, B.: La España…, op. cit., p. 28.40 GARRIDO, F. y GARRIDO, A.: II Centenario de la Plaza de Toros de la Real Maestranza de Caballería de Ronda: 1785-1985, Ronda,

1988, p. 25.41 BENNASSAR, B.: La España…, op. cit. (Citado en A. GUILLAUME-ALONSO, op. cit., p. 36).

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bre de 165242. En ella, el escribano Cristóbal de Acevedo, compareció ante el también escribano García Pastor para comprometerse a donar un toro a la hermandad que bajo la advocación de Nuestra Señora del Pópulo formaban los escriba-nos de este número. Aunque es un dato aislado, nos puede servir como exponente de que, al me-nos hacia la mitad del siglo, en Marbella, como en todo el reino, hubo una afición importante a las corridas de toros. Por lo curioso del texto y por los datos que de él se extraen hemos decidi-do incluir su transcripción parcial.

<La cofradía de Ntra. Sra. del Pópulo contra Cristóbal Acevedo>

“Sepan cuantos esta escritura vieren cómo yo Cristóbal Acevedo, escribano pú-blico del número de esta ciudad de Marbe-lla, vecino de ella, otorgo y digo que por cuanto Francisco Martínez Cordero, difun-to, escribano público y del cabildo que fue de su número, por su testamento, bajo de cuyas disposiciones murió, dejó de limosna un toro para que se lidiara en la fiesta que los escribanos de este número hacen a Ntra. Sra. del Pópulo en cinco de Agosto de cada año. Y asintiendo con esta voluntad, D. Mi-guel Cordero, su hijo, lo entregó en la fies-ta que se hizo este presente año, el que se pesó en la carnicería de esta ciudad y pro-cedieron de él trescientos reales poco más o menos y cuya cantidad entró en poder de mí el dicho otorgante y que he gastado en dichos gastos tocantes a la dicha fiesta. Y porque siempre así, por la memoria del di-cho Francisco Martínez Cordero, me obligo a que cada y cuando que haya fiesta de Ntra. Sra. del Pópulo, por una vez y por los dichos trescientos reales, y no más, daré un toro, de los mejores de mi rebaño, para que se lidie en la dicha fiesta. Y lo que de él procediere se compren uno o dos utreros en conformi-dad con lo dispuesto por el dicho Francisco Cordero. Y porque desde luego me doy por entregados en los dichos trescientos reales sobre que renuncio a la excepción de las pe-cuarias y leyes de la entrega como en ella se contiene. Y si así no lo cumpliere, por la Jus-ticia Real de esta ciudad, como patrona de esta fiesta, se me pueda ejecutar y apremiar con todo rigor. Y para que así lo cumpliere mi persona y bienes...”

La escritura es bastante clara. No sólo nos informa de la existencia de festejos taurinos que

se celebraban todos los años el cinco de agosto en conmemoración de una festividad religiosa, sino que también nos delata el hecho de que los escribanos de Marbella formaban hermandad bajo la advocación de Ntra. Sra. del Pópulo. Ade-más, la donación testamentaria, como limosna, de un toro para festejar a un santo, que se dice dispuso el notario Martínez Cordero, es otro he-cho bastante frecuente en el seiscientos español, llegando a ser verdadera legión los mandamien-tos testamentarios de celebración de corridas por el alma del testado; eran las llamadas “corri-das funerarias”43.

No estamos seguros de cómo interpretar la frase “por la Justicia Real de esta ciudad, como patrona de esta fiesta”. Dudamos sobre si lo que se quiere decir es que la Justicia Real (al igual que hoy en día lo es el Ministerio del Interior a través de las Fuerzas de Seguridad) era la respon-sable del orden y cumplimiento del festejo o que el gremio formante no era sólo el de los dichos fedatarios públicos, sino que a su vez los jueces eran cofrades de la misma y ejercían también como patrones del festejo.

Hay un dato en esta escritura que pare-ce indicar el estilo caballeresco de estas corridas que organizaban los escribanos. En todos los do-cumentos anteriores a éste en los que se hacía mención a los festejos taurinos celebrados en Marbella, se utilizó la palabra “correr” para de-finir la acción que se realizaba ante el toro. Sin embargo, en éste se utiliza la de “lidiar” (“daré un toro, de los mejores de mi rebaño, para que se lidie en la dicha fiesta”). En tauromaquia, es-tas dos palabras tienen un significado muy dis-tinto. El “correr toros” es un hecho colectivo, anárquico y que suele terminar con el festejo en sí, ya sea capea o corrida, dependiendo del lu-gar. El concepto “lidiar toros”, por el contrario, se refiere a una tarea generalmente de carácter individual, en la que un protagonista se enfrenta al animal realizando una serie de suertes norma-lizadas que se ejecutan según unos cánones es-tablecidos y dentro de un orden que finaliza con la muerte del toro. En su significado taurino más estricto (no en el amplio, del que hemos hablado al principio de este trabajo) la forma de lidia que se practicaba en 1652 era la que los caballeros hacían desde el caballo y que, en esa fecha, po-día ser la tradicional de lancear toros o la nueva que ya se imponía de rejonearlos44.

No hemos encontrado ningún otro do-cumento del s. XVII marbellí relacionado tan claramente con su tauromaquia. Además, no se conservan ni las Cuentas de Propios ni las Ac-tas Capitulares del Ayuntamiento, fuentes que

42 El hallazgo de esta escritura se lo debemos a Vicente Murillo Utor. Desde aquí hacemos público nuestro agradecimiento.43 GARCÍA-BAQUERO, A.; ROMERO DE SOLÍS, P. y VÁZQUEZ PARLADÉ, I.: Sevilla…, op. cit., p. 18.44 La suerte de lancear se practicó con anterioridad al siglo XVII y la de rejonear a partir del XVII.

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casi con toda seguridad nos habrían permitido la extracción de algún dato al respecto. Sí que nos han quedado algunas escrituras de arrenda-miento, que comentaremos en otro apartado, en las que hay constancia de la celebración de estos festejos durante el siglo que nos ocupa.

En nuestra opinión, basada principalmen-te en la comparación con el resto de ciudades de España y en que la Marbella cristiana estuvo desde sus orígenes dotada de una guarnición permanente de militares, es muy probable que algunas de las corridas que a lo largo del s. XVII se celebraron en esta ciudad no tuvieran el ca-rácter normal de populares o capeas, sino que fueran de la forma caballeresca, en la que los caballeros militares (Domínguez , Arias Maldona-do, Marmolejo, Godoy, etcétera) se atrevieran a lancear o rejonear toros.

5. siglo XViii

La instauración de la dinastía borbónica en nuestro país trajo consigo, entre otros resul-tados, la transformación de buena parte de las estructuras del Estado. La mentalidad francesa se dejó sentir en todos los estamentos de la na-ción y las corridas de toros también se vieron influenciadas por los nuevos gustos, para nada taurinos, de Felipe V.

De la misma forma que la gran afición taurina de los Austrias supuso el principal aliento y sostén para la prolife-ración de las corridas caballerescas, la abu-lia taurina del primer rey Borbón español trajo como conse-cuencia la desapa-rición paulatina de

aquéllas. Los nobles, siempre dispuestos al ha-lago de los caprichos regios, fueron poco a poco abandonando la que otrora fuera su gran diver-sión, orientando sus nuevas preferencias hacia temas y costumbres importadas del país vecino.

Sin embargo, no todos los nobles optaron por el abandono; tal era el arraigo que algunos sentían hacia lo taurino, que no pocos de estos privilegiados españoles decidieron dejar España y trasladarse a Portugal, donde a la sazón reina-ba Joao V el Magnánimo (1706-1750), gran im-pulsor de la Fiesta de Toros en el país vecino,

para poder seguir practicando y disfrutando con su afición45.

Y lo que pudo haber terminado con la Fies-ta, no fue sino el principio de la gran revolución, entendida como cambio, de la tauromaquia. El alejamiento de las clases altas por el gusto tauri-no produjo un vacío en el panorama festivo del pueblo. Pero éste, siempre ansioso y ávido de di-versión, fue rellenando silenciosa y lentamente esta carencia con otra Fiesta de Toros, en este caso ejecutada a pie por gente plebeya, que no hizo sino sacar a la luz, hasta su aceptación ge-neralizada y definitiva, lo que ya se daba furtiva-mente en el matadero de San Bernardo de Sevilla desde al menos el siglo XVI46:

“Coincidiendo con el cambio dinástico y el inicio de la nueva centuria tiene lugar en el siglo XVIII el nacimiento, consolida-ción y desarrollo de un nuevo espectácu-lo parateatral: la fiesta de toros tal como la conocemos en la actualidad. Aunque proveniente de la Fiesta Real del periodo barroco, en la que la nobleza quebraba rejones y alanceaba toros, los cambios realizados durante la Ilustración son de tal magnitud que podemos afirmar que nos encontramos ante dos espectáculos total-mente diferentes; aunque reminiscencias del primero llegarán, más o menos modi-ficadas, hasta nuestros días. […] un grupo de hombres, tan aguerridos como poco numeroso, se lanza a los ruedos. Provie-nen de los más bajos estratos sociales del campo y la ciudad.”47

Esta nueva forma fue adquiriendo una mayor expansión a raíz de que el toro fue muer-to a estoque por el torero, de poder a poder, cara a cara, tomando definitivamente cuerpo y forma de espectáculo de masas, hecho que se produjo hacia 1730-174048.

¿Llegó todo esto a influir en las corridas-capeas que se celebraban en Marbella? Probable-mente, en aquel tiempo, no. De hecho, al igual que no tenemos constancia de la celebración de corridas caballerescas en esta ciudad, tampoco la tenemos de la celebración de corridas moder-nas hasta principios del s. XX; por lo que, presu-miblemente, aquí se siguieron dando los festejos taurinos populares o capeas de siempre, sin que los marbelleros pudieran disfrutar en sus feste-jos de la presencia de las emergentes figuras po-pulares: los matadores de toros.

No tenemos constancia de la celebración de

corridas caballerescas en esta ciudad, tampoco

la tenemos de la celebración de corridas

modernas hasta principios del s. XX

45 HENRIQUES, J.: “Historia del toreo a caballo en Portugal”, Capítulo I, Los Orígenes, 6 Toros 6, 552, 25-01-2005, p. 27.46 TORO BUIZA, L.: “Sevilla en la historia del toreo”, 6 Toros 6, 550, 11-01-2005, p. 22. 47 SÁNCHEZ ÁLVAREZ-INSÚA, A.: “Toros y Sociedad en el siglo XVIII. Génesis y desarrollo de un espectáculo convertido en seña

de identidad nacional”, Arbor, 182 (722), 2006, p. 905.48 Ibídem.

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Fernando María Álvarez Cantos La Fiesta de Toros en Marbella durante el Antiguo Régimen

Hemos observado que con la reinstaura-ción de los festejos taurinos en Marbella, de la que no tenemos constancia hasta la segunda mi-tad del XVIII, se produjo un importante cambio en lo referente a la edad de los animales utili-zados. Vemos cómo en todas las citas relativas a esta ciudad que hasta ahora hemos insertado, los bóvidos son nombrados como “toros”; es más, al abastecedor de carnes se le obligaba a que los por él donados debían de superar los cuatro años49. Sin embargo, en esta nueva etapa siempre, a excepción de la primera de las citas que hemos encontrado, aparecen como novillos; e incluso, ya en el s. XX, como erales50. No será hasta los años sesenta de dicho siglo, coincidien-do con la construcción de las actuales plazas de toros, cuando vuelven a lidiarse cuatreños en esta ciudad.

Si en la escritura ya comentada de la her-mandad de Nuestra Señora del Pópulo podría entreverse la posibilidad de que los festejos organizados por esta cofradía pudieran ser de forma caballeresca, existe otro documento del s. XVIII marbellí que nos relata la celebración de festejos taurinos en esta ciudad, con la pe-culiaridad de que, de la descripción que se hace de tales festejos, podría deducirse la posibili-dad de que éstos pudieran haber alcanzado el rango de “corrida real”, lo cual sería claramente anacrónico.

Nos referimos al cuaderno que se editó sobre las fiestas que con motivo de la procla-mación del rey Carlos IV se celebraron en Mar-bella durante los días 11, 12, 13, 14 y 15 de febrero de 179051. Sobre lo acontecido el día 12 se dice: “La tarde de este día se corrieron novillos con alegría general en la plaza mayor, a que asistió la ciudad en sus balcones, teniendo convidados al Clero, Cuerpos Militares, Ministe-rio de Marina y personas de distinción”. Sobre el día 13 sólo se dice: “El trece continuaron las corridas de novillos, por mañana y tarde, […]” ¿Llegaron a ser corridas reales? La condición de celebrarse por un evento real es clara, como lo es la asistencia de caballeros, con sus sirvientes y lacayos; quedando descrito así: “A las tres de la tarde se congregó la ciudad en el Consistorio, y diputó los comisarios de fiestas para que con maceros y clarines pasasen a caballo a conducir al Alférez Mayor52 desde sus casas a las Capi-

tulares. Presentándose con efecto en la plaza de ellas sobre un brioso caballo con tocados de seda […]. Iba servido de cuatro volantes y seis lacayos […]”. También se describe el or-nato suntuoso de la plaza y la asistencia a ella de todo el estamento social de la ciudad (clero, cuerpo militar, marina, personas distinguidas y el pueblo llano). Sin embargo, sólo le falta, para que efectivamente consideremos que se trata-ron de corridas reales, que en el documento se explicitara si en las citadas corridas intervinie-ron los caballeros de la ciudad para rejonear los novillos, cosa que no se dice y que, casi con toda seguridad, no llegó a ocurrir, pues, en esas fechas habían desaparecido las celebraciones de corridas caballerescas.

Durante los siglos anteriores, los caba-lleros y los nobles habían sido los verdaderos artífices de la Fiesta, sin embargo, como ya he-mos comentado, el protagonismo de estos des-aparece de la escena taurina a comienzos del s. XVIII. Aunque pronto retomarían el timón, poniéndose al frente de las Reales Maestranzas de Caballerías y volviendo a demostrar su pa-sión por los toros al apoyar la celebración de las nuevas corridas a pie, hasta el extremo de ser los promotores de las construcciones de plazas fijas (dedicadas exclusivamente a la organiza-ción de estos festejos) con las que se abando-naría paulatinamente la celebración de corridas en las plazas mayores.

Estas antiguas organizaciones de caba-lleros, que con tanta eficacia habían ayudado a la defensa de la Monarquía, se convirtieron durante el siglo de la Ilustración en sociedades a través de las cuales sus miembros adquirían cierto prestigio social, relegándose el sentido guerrero para las que fueron creadas, aunque sí continuaron fomentando y perfeccionando el arte de la doma y la equitación, más en un sentido elitista de demostración de un estatus social que en el de la práctica guerrera para la que fueron creadas.

Precisamente, el devenir fastuoso de las Reales Maestranzas pudo haber sido el principal motivo de la creación en Marbella, a partir del s. XVIII, de una importante nómina de caballeros maestrantes, pertenecientes todos a la Real de Ronda. Veamos en el cuadro siguiente53 quiénes fueron estos caballeros maestrantes:

49 La edad mínima de un toro es de cuatro años. Con tres se le llama novillo, con dos, sin llegar a tres recibe el nombre de utrero, con más de uno y menos de dos se le conoce como eral y a los más pequeños añojo y becerro.

50 AMMb, C. 20 H / 7, AA. CC., fol. 7, sesión del 10-05-1915. “[…] con la única condición de que tanto las reses de la capea como las de muerte han de ser erales, y los toreros profesionales […]”

51 Documento que se conserva en el Archivo Díaz Escobar de Málaga, C. 109. 52 En otra parte del documento se dice que se trata de D. Miguel de Chinchilla Varona Ponce de León y Villavicencio, caballero

maestrante de la Real de Caballería de Ronda.53 Datos facilitados por Francisco Rosales Martín, archivero de la Real Maestranza de Caballería de Ronda.

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Es extraña la ausencia en esta relación de maestrantes del mayorazgo Tomás Domínguez y Vargas. No se explica el por qué de su falta. Tenemos sobrada constancia de su pertenencia a la sociedad maestrante rondeña, lo que queda patente en casi todas las escrituras que otorgó desde al menos 1773, en las que a continuación de su nombre, como era costumbre, aparecen sus títulos, y entre estos el de “Caballero de la Real Maestranza de Caballería de Ronda”54 .

Si tenemos presente, como ya se ha di-cho, el importante vínculo que existió entre los maestrantes y el “mundo del toro”, debemos de aceptar que estos caballeros marbellíes debieron influir en un posible incremento del número de corridas celebradas en la ciudad, lo que conlleva-ría, lógicamente, un aumento de vecinos aficio-nados a la Fiesta.

Pero la Fiesta de Toros es como un ente vivo que no ha parado de crecer y de modificarse desde sus orígenes. Al referirse a la evolución de la corrida, dice Araceli Guillaume-Alonso55:

“Espectáculo fuertemente ritualizado pero en modo alguno estático, la corrida de toros es el resultante de cinco siglos de depuración de las formas, de afianzamien-to del concepto sacrificial del toro –que no estaba inscrito en los orígenes– y de adaptación a los cambios sociales y menta-les de su país fundacional que es España.”

¿Se puede afirmar que en Marbella hubo tal evolución durante los cinco siglos de existen-cia de corridas de toros? En lo referente a la que probablemente fuera la primera innovación de cierta relevancia que se produjo en la tauroma-quia después de su implantación en Marbella, es decir, la desaparición de la lanza en beneficio del rejón, es difícil ofrecer una opinión mínimamen-te fundada si admitimos, como queda dicho, que no está claro ni tan siquiera que aquí se celebra-sen corridas caballerescas.

En lo tocante al otro cambio, sin duda el más importante de cuantos ha sufrido la tauro-maquia, o sea, el toreo a pie, deberíamos ajustar-nos a la constancia documental que poseemos, la cual nos indica que no fue hasta 1908, año de la construcción de la primera plaza de toros56 de esta ciudad, cuando se celebraron auténticas novilladas modernas estoqueadas por un profe-sional ayudado de su correspondiente cuadrilla. Sin embargo, existe un indicio que nos abre la posibilidad de que en el palenque de la plaza del Ayuntamiento también pudieron haberse ce-lebrado este tipo de novilladas modernas57. Sea

Cuadro N.º 1Caballeros MaestraNtes de Marbella

Si tenemos presente el importante vínculo que existió entre los maestrantes y el

“mundo del toro”, debemos de aceptar que estos caballeros marbellíes debieron influir en un posible incremento del número de

corridas celebradas en la ciudad

54 AHPM, leg. P 4924, fol. 743. Hemos tomado como ejemplo, entre otras muchas, la escritura de testamento de D. Tomás Domínguez y Vargas (06-03-1804): “[…] como nos Dn. Thomás Domínguez y Vargas, Caballero Profeso que soy de la Real Distinguida Orden Española de Carlos 3º; Alférez Mayor del Santo Oficio de la Inquisición de este Reyno de Granada, por mar y tierra, en esta ciudad; Individuo de la Iltre. Real Maestranza de Cavallería de la ciudad de Ronda; y Regidor Perpetuo, el más preeminente que soy de esta ciudad de Marvella […]”

55 GUILLAUME-ALONSO, A.: “De Ginebra a El Puerto de Santa María o la universalidad de la corrida de toros”, 6 Toros 6, 579, 2-08-2005, p. 12.

56 AMMb, , C. 20H / 2, AA. CC., fol. 9 y 9v, sesión del 20-05-1908. Esta plaza fue fabricada de madera en los Llanos de San Luis, donde posteriormente se edificó la de mampostería conocida como la de Otal, siendo el novillero Antonio Ruiz (Ponce) el profesional que figura en el primer cartel de toros de Marbella (AMMb, C. 450 H / 32) que se conserva y al que le cupo el honor de matar las tres novilladas (de uno y de dos novillos) que se celebraron en esta primera plaza durante la feria

57 Hemos visto en las actas capitulares de los primeros años del s. XX cómo, al referirse a los festejos de la feria, los nombran como de “novillos de muerte”, lo que sería un claro indicio sobre la posible celebración de corridas modernas en la plaza del ayuntamiento.

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como fuere, lo más probable es que la nueva tau-romaquia tardara muchos años en hacerse reali-dad en Marbella, de forma que, por ejemplo, en 1845 aún no se celebraban en la feria más que las acostumbradas capeas58.

6. el escenArio. lA historiA A trAVés de un testigo:el mesón de lA plAzA

Hasta aquí hemos hablado siempre de la fiesta en sí; del cómo, del cuándo y del por qué de los distintos festejos. Hablemos ahora del lu-gar o, mejor, lugares en que a lo largo del tiempo pudieron celebrarse las corridas en Marbella.

Una primera referencia sobre el particu-lar la encontrábamos antes al comentar la cita referida a la improbable forma de correr toros encima de las murallas, aun en el caso de que estos estuvieran ensogados. Particularmente, y con las lógicas reservas, creemos que se trata de una exageración y que, por tanto, debemos descartar las murallas como primitivo escenario taurino marbellí.

Si consideramos que en los pueblos de España se acostumbraba, por lo general, a correr los toros por las calles hasta la plaza principal, en la que se concluía la fiesta59 con la celebración de una capea, debemos aceptar que en Marbella debió ocurrir lo mismo y que fue en dicha plaza donde se celebraban todos los festejos taurinos.

Esta suposición nos viene avalada por el hecho de que, según parece, la plaza pública y el edifi-cio del ayuntamiento se construyeron en 149360, lo que nos induciría a pensar que ya desde los inicios de la fiesta, y hasta 1908, se han celebra-do allí los festejos.

Analizando la distribución del callejero marbellí en el entorno de su Plaza Mayor, no ve-mos por cuáles de estas calles pudieron correr los mozos a los toros del festejo. La costumbre en estas celebraciones era que los toros pasaran la noche anterior a la corrida pastando en los eji-dos extramuros de la ciudad, desde donde eran conducidos o corridos por las calles, normalmen-te de madrugada, tal y como hoy se sigue ha-ciendo en Pamplona y otros muchos sitios, hasta los provisionales corrales. Teniendo en cuenta la situación antigua de los ejidos de Marbella (ac-tuales zonas del edificio Berrocal y de la Alame-da), difícilmente se pudieron correr toros, dada la sinuosa estrechez de sus calles, desde estos lugares hasta la plaza. Por tanto, a nuestro en-tender, los toros debieron de ser conducidos por pastores con cabestros, también de madrugada, aunque sin ser corridos, hasta los corrales, don-de permanecerían a la espera de la celebración del festejo.

La escasez de sitios apropiados dentro de las plazas desde donde visualizar bien el espec-táculo produjo en toda España bastantes proble-

58 AMMb, C. 9 H / 8, AA. CC., s/f, sesión del 22-05-1845: “Y la Corporación acordó se den dos capeas de novillos, uno en el día del patrono y el otro en el de San Antonio…”

59 Aún sigue siendo hoy en día una costumbre en muchos pueblos, si bien sólo las celebradas en Pamplona y en San Sebastián de los Reyes llegan a ser conocidas por el gran público.

60 MORENO FERNÁNDEZ, F. J.: El centro histórico de Marbella: Arquitectura y Urbanismo, Universidad de Málaga, Ayuntamiento de Marbella y Cilniana, 2004, p. 189.

Suelta de vaquillas en la plaza de la Constitución a finales del s. XIX.Fuente: SERRANO LIMA, A. (coord.): Imágenes de Marbella III: El Casco Antiguo. Catálogo de la Exposición,

Asociación Cilniana, 1998, p. 29

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mas y disputas por la consecución de una buena ubicación. El Conde de las Navas lo expresó así:

“Arrobas y arrobas de papeles hemos visto, conteniendo peticiones, pleitos, procesos y alegatos para hacer constar el derecho de una persona o familia a tener ventana (cuando las corridas se celebra-ban en la plaza pública) en las fiestas de los toros, en tenerla en piso más bajo, o poder disponer de dos. Y no son menos frecuentes y curiosas las cuestiones de eti-queta que se promovían en tales fiestas, hasta por el decorado de los asientos de la plaza.”61

Desde el siglo XVI, y hasta al menos el XIX, ha existido en la plaza pública de Marbella un “testigo” que, de alguna forma, nos ha dejado constancia de las distintas etapas por las que ha transcurrido la historia de la tauromaquia marbe-llí. Se trata del que era conocido como Mesón de la Plaza62. Su privilegiada ubicación en la esqui-na norte que forman la actual calle del General Chinchilla con la plaza, hizo de sus balcones pla-ceros un lugar apreciado, cotizado y disputado para la observación de los espectáculos, civiles y religiosos, que se celebraban o que transitaban por la plaza. Este mesón perteneció a la familia Bazán, pasando más tarde su propiedad, al igual que el resto de sus bienes, al hospital de la En-carnación o de Bazán.

Por las escrituras de arrendamiento63 del mesón, otorgadas periódicamente por los admi-nistradores del hospital, podemos comprobar cómo la afición taurina marbellí siguió, en tér-minos generales, las pautas seguidas en el res-to de España. Así, a través de la imposición, o no, de cierta cláusula en estos contratos públi-cos, podemos apreciar cómo hubo épocas en las que, coincidiendo con una mayor demanda hacia estos espectáculos por parte de las clases altas de la sociedad española, los balcones quedaban excluidos del arrendamiento, reservándose para el disfrute de los propios administradores. En otras etapas, en las que decayó casi totalmente el gusto por estos festejos, ni siquiera se hace mención a los balcones en el contrato. Por últi-

mo, coincidiendo con la institucionalización en España de personas, o entidades, que de forma profesional organizaban los festejos con fines lu-crativos64 (el afán de lucro fue muy antiguo en la Fiesta, si bien, en los siglos anteriores sólo eran los hospitales, las casas de misericordia o algunas hermandades las que conseguían licencia para organizar festejos que le depararan beneficios), también los balcones del mesón se nos aparecen como instrumentos capaces de producir para sus propietarios algunos reales, fruto del alquiler de los mismos durante los festejos.

Hemos encontrado tres escrituras de arrendamiento del mesón que nos confirman que en Marbella también existió la pasión que los festejos taurinos despertaban en los españo-les del s. XVII. La primera es de 1648. En ella que-da patente quiénes debían de ser los agraciados que dispondrían de tan privilegiada ubicación para disfrutar de las fiestas:

“[…] y es condición que han de quedar re-servadas del arrendamiento dos ventanas, la última y segunda comenzando desde el arca del agua65 de esta ciudad en los días que ubiere (sic) fiestas de toros u otro re-gocixo. La una para los Administradores del hospital y la otra para el capellán.”66

En 1669, los administradores seguían re-servándose su inmejorable puesto en las venta-nas. En el arrendamiento otorgado en dicho año vemos cómo no queda explicitada la celebración de corridas; pero estamos seguros de que con la expresión “qualesquiera fiestas” se refieren prin-cipalmente a los festejos taurinos, dado que por esas fechas, como hemos analizado al hablar del s. XVII, la afición taurina española alcanzó cotas memorables:

“Es condición que las dos ventanas que en dicho mesón están mirando a la plaza frente a la alcantarilla del agua an de que-dar para los Administradores y a los que adelante se dieren para los días del Cor-pus, semana Santa y qualesquiera fiestas que se hicieren en esta ciudad sin poder pedir por dichas bentanas cosa alguna”67

61 GUALBERTO LÓPEZ, J. (Conde de las Navas): El espectáculo más nacional, Madrid, Rivadeneyra, 1899, p. 590. Citado en MOREIRO, J. M. ª: Historia, cultura y memoria del arte de torear, Madrid, Alianza, 1994, p. 94.

62 El nombre de Posada de la Corona que parece dieron los viajeros románticos a este mesón (ALCALÁ MARÍN, F.: Crónica de Marbella, Marbella, 2006, pp. 402-403 y CARRASCOSA TINOCO, Ó. y BERNAL GUTIÉRREZ, J.: Marbella vista por los viajeros románticos, Málaga, Arguval, 2009, pp. 138-139) no lo hemos visto en ninguno de los muchos documentos por nosotros estudiados. En todos y cada uno de ellos se le nombra desde siempre como Mesón de la Plaza.

63 De haberse conservado un mayor número de protocolos notariales, habríamos tenido en estas escrituras de arrendamiento una fuente documental que nos hubiera permitido una cronología taurina de Marbella mucho más completa.

64 SHUBERT, A.: A las cinco de la tarde. Una historia social del toreo, Turner, Madrid, 2002, pág. 2765 Desconocemos qué pudo haber sido el arca del agua, aunque nos figuramos su relación con la alcantarilla del agua que se

nombra en la escritura que a continuación queda también parcialmente trascrita. 66 AMMb, C. 372 H / 31, , s/f “Fondo Bazán”.67 AHPM, leg. P 4905 / 2, fol. 320 y 320v (5-10-1669).

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68 AHPM, leg. P4912, cuaderno 3º de 1702, fol. 756. (12-06-1702)69 AHPM, leg. P4913, cuaderno 1º de 1723. fol. 26. (4-01-1723)70 AMMb, C. 394 H / 6, “Libro de cuentas del hospital de la Encarnación”, fol 463, 1785: “Ytt. son cargo ciento ochenta y siete

rs. que rentaron las ventanas del Mesón en las Fiestas de Toros…187-”71 AMMb, “Cuentas de Propios y Arbitrios”, C. 1046 H / 3, s/f, Gastos extraordinarios contabilizados en 1781, referentes al año

1780.72 AMMb, C. 1046 H / 8, “Cuentas de Propios y Arbitrios”: “D. Antonio Mª. Jiménez – Por el remate de las ventanas del Mesón

de la Plaza, que se remataron en el referido año pasado de 1783 […]”.73 AHPM, Leg. P 4918, s/f74 Es muy probable que esta posada de Josef de Tapia fuera en realidad el mesón propiedad del hospital que, en esta fecha,

aún estuviera arrendado por dicho Sr. Tapia. Todo apunta a que coincidiendo aproximadamente con el inicio del s. XIX, en Marbella cambió la costumbre de utilizarse la palabra mesón por la de posada. Así, aún hoy se sigue llamando de forma antonomástica al que fuera mesón de la Puerta del Mar (también propiedad del hospital de Bazán) como La Posada. En este mismo sentido, según nos ha declarado Juan Duarte Cuevas, que hasta su reciente fallecimiento ha sido el propietario del inmueble donde estuvo ubicado el mesón de la plaza, que en este edificio estuvo la posada de la plaza.

75 AMMb, C. 99 H / 3, libro 2º, “Juicios de Conciliación”, fol. 85v y 86.

La tercera escritura que de esta etapa hemos encontrado está datada en 1702. En ella ocurre lo contrario que en la anterior, de forma que la fiesta que se especifica es la de toros, que-dando indeterminadas las otras. También aquí los arrendadores del hospital no se andan con divagaciones y hacen su reserva de ventanas en la primera cláusula del contrato, casi enfatizando que era la más importante:

“Primeramente, es condición que las ventanas de dicho mesón que caen a la plaza no se incluyan en este arrendamien-to, porque quedan para que la parte de dicho Hospital pueda usar de ellas para la celebridad de las fiestas de toros y otras cualesquiera que se ofrezcan en la dicha plaza, sin que en estos casos pueda usar de ellas el dicho Francisco Ubalde para arrendarlas o darlas a persona alguna.”68

Se ha comentado en este trabajo cómo la llegada de los Borbones produjo el enfriamien-to gradual de la afición taurina de los caballeros y nobles, lo que provocó una fuerte caída en la organización de eventos taurinos. Este descenso en la organización de festejos ha quedado tam-bién reflejado en los arrendamientos del mesón, como podemos comprobar en el contrato de al-quiler concedido en 1723, en el que para nada se incluye la cláusula de reserva de las ventanas69.

Sin embargo, al igual que el resto de Espa-ña, pasado un tiempo, Marbella volvió a celebrar sus festejos taurinos. Y las ventanas del mesón, a partir del último tercio del s. XVIII, tuvieron nuevamente su protagonismo, aunque en esta nueva etapa cambió la mentalidad festiva de los administradores, tornando el interés otrora de-mostrado por el uso particular de las ventanas por otro interés crematístico, en beneficio del hospital, y basado en la renta producida por el al-quiler de aquéllas durante los días de festejos70. Incluso, en algún momento, el nosocomio utilizó dicha renta para ayudar a resarcir la deuda que tuvo que contraer con el Ayuntamiento al verse obligado a acometer unas obras de acondiciona-

miento del edificio para poder alojar a la tropa transeúnte71, siendo la propia institución munici-pal la que subastaba las ventanas para cobrarse lo prestado72.

Como administrador del hospital, el vi-cario y juez eclesiástico de Marbella Josef Mar-tín y Cantos otorgó el 16 de abril de 1795 un nuevo contrato de arrendamiento del mesón a favor de Josef de Tapia. Y aunque en él se omitió la condición contractual sobre las ven-tanas73, ello no fue óbice para que se siguieran arrendando.

En lo referente a la afirmación del Conde de las Navas sobre los muchos pleitos que pro-dujeron las disputas por los derechos de uso de las ventanas para las funciones taurinas, también nos ha quedado constancia de estos percances en Marbella. Así, el día 4 de junio de 1822, como consecuencia de la demanda interpuesta por Isabel Mesa, vecina de esta ciudad, contra Bea-triz Rodríguez, empleada de la posada de Josef de Tapia74, se celebró un juicio de conciliación (preciosa, romántica e ingenua invención de los liberales del Trienio) en el que la demandante de-nunció el engaño sufrido de la demandada en el alquiler de una ventana de la posada del dicho Josef de Tapia, que por el precio de treinta reales habían ajustado para el disfrute de la misma du-rante todos los festejos taurinos75.

7. lA gAnAderíA VAcunA

Considerando la indispensable dualidad de protagonistas en todo festejo taurino, el hombre y el toro, hemos creído oportuno dedi-car este último apartado a hacer un breve aná-lisis, visto desde un prisma taurino, de lo que pudo ser la ganadería vacuna en Marbella des-de su reconquista a los musulmanes hasta el s. XVIII. Comprobaremos cómo lo que fue una im-portante base de la economía local devino en un simple complemento de la actividad agrícola y alimentaria.

En primer lugar, queremos dejar bien cla-ro que no tenemos constancia de la existencia en esta ciudad de ningún tipo de ganadería específi-

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ca de reses de lidia76, por lo que todas las reseñas sobre vacadas que en este capítulo hagamos se referirán exclusivamente a las de ganado manso, únicas que aquí han existido.

En el mundo islámico, la explotación de los pastos se realizaba de forma comunal, es de-cir, libre para todos los musulmanes, sin ninguna restricción territorial de carácter administrativo. En 1485, cuando llegan los cristianos a Marbella, éste era el régimen existente en los pastos y bal-díos de la comarca77.

Los Reyes Católicos respetaron al principio todas las instituciones ganaderas de los nazaríes; eso sí, imponiendo a los propietarios mudéjares de ganados fuertes gravámenes. Precisamente a través de las relaciones de tipo fiscal que sobre ellos mandaron hacer, podemos conocer la impor-tancia de esta primitiva ganadería marbellí, que, en el obispado de Málaga y después de la de Ronda, fue la que poseyó un mayor número de cabezas de ganado, tanto cabrío como vacuno, amén de ser la única en la que aparecen censadas ovejas78.

Las grandes posibilidades ganaderas que Marbella tuvo después de su reconquista son achacables no sólo al buen clima y a la gran ex-tensión de su término en proporción a su insigni-ficante población, sino, y sobre todo, a la cédula firmada en Sevilla el 8 de marzo de 1491 por los Reyes Católicos por la que concedieron el disfrute de “comunidad de pastos” a todas las tierras com-prendidas en las jurisdicciones de Marbella y la villa de Casares. Esto significaba la libertad com-pleta para el tránsito, los pastos, los abrevaderos, etcétera del ganado de los vecinos de ambos tér-minos y lugares y villas de su jurisdicción79.

Esta extensa comunidad de pastos entre los términos de Casares y Marbella aún se ve-ría incrementada, probablemente sólo durante algunos meses predeterminados del año, con buena parte del sur de la Serranía de Ronda en su linde con el actual término de Benahavís, lo que se desprende del convenio firmado entre las

ciudades de Ronda y Marbella el 14 de Agosto de 1544 por el que se efectuaba el deslinde de sus términos para el aprovechamiento común de las “yervas y aguas” en beneficio del ganado80.

Toda esta infraestructura ganadera que poseyó Marbella trajo como consecuencia el que sus habitantes se inclinaran por el fomento y de-sarrollo de la cría de ganado en detrimento de las explotaciones agrícolas81. La importante ga-nadería que en 1573 declaró poseer el alcaide Alonso de Bazán, compuesta, sin contar sus ras-tras, por 929 cabezas82, sería un claro indicio de lo anteriormente comentado.

Una nueva prueba de la importancia ga-nadera de Marbella durante el siglo XVI la extrae también Cabrillana de los protocolos notariales, de sus escrituras de compra-venta de ganado, en las que aparecen distintas “castas” de vacunos. Lógicamente, el hecho de que existieran estas “castas” o nombres de ganaderos implicaba la subsistencia de las correspondientes ganaderías. Para hacer el anterior razonamiento, se basa Cabrillana en una escritura de compraventa de 1571 en la que se pagaron 37 ducados por cuatro reses vacunas, “una de la casta de Menora, otra de la de García Nieto, otra de la de Martín de Pe-ralta y otra de la del alcaide Alonso de Bazán”83.

En estas escrituras a que se refiere Ca-brillana queda ratificado lo que los aficionados tenemos por verdadero: que las palabras utiliza-das en la ganadería de bravos provienen, como no podía ser de otra manera, dado el origen de estas explotaciones, de las utilizadas en las anti-guas de mansos. Veamos dos ejemplos, del 31 de julio de 1559 y del 3 de junio de 1561, en los que se aprecia tal circunstancia:

“Isabel Ximénez, viuda de Gonzalo García, dona a sus nietos dos vacas, una bermeja retinta, otra con una becerra bra-gada y tres eralas, una rubia, otra bermeja y otra mohína.”

76 Para el lector no aficionado, aclararle que el toro de lidia es el resultante de las sucesivas selecciones que a lo largo de los siglos se han hecho en las ganaderías, particularmente a partir del s. XVIII cuando se inicia el proceso de creación de ganaderías específicas de toros para los festejos taurinos.

77 RAMOS IBASETA, J. R.: Política ganadera de los Reyes Católicos en el obispado de Málaga, Málaga, Diputación Provincial, 1988, p. 11.

78 Ibídem, pp. 10, 25 y 38.79 CABRILLANA CIÉZAR, N.: Marbella…, op. cit., p. 111.80 AHMMb, C. 110 / 3. Certificado hecho en 1805 por el Escribano Mayor del Cabildo de Ronda D. Rafael Granados sobre una

escritura de convenio otorgada el 22-03-1788 entre las ciudades de Ronda y Marbella para los pastos del ganado de los vecinos de ambas ciudades. Aquí se incluye el dato del convenio de 1544.

81 URBANEJA ORTIZ, C.: Marbella y su tierra en el tránsito de la época musulmana a la cristiana, Universidad de Málaga, Ayuntamiento de Marbella y Cilniana, Málaga, 2008, p. 474.

82 Ibídem, p. 112. 83 CABRILLANA CIÉZAR, N.: Documentos Notariales de Marbella (1536-1573), Sevilla, 1990, doc. 568. Opinamos que el significado

de la palabra “casta” en el siglo XVI, tal como se utiliza en estas escrituras de compra-venta, tiene un sentido más de expresar el nombre de la ganadería de procedencia, incluso el lugar de esta procedencia, que el de la “casta” (encaste) en el sentido de diversidad específica de cada ganadería con que la utilizamos hoy. Entendemos que en la escritura se está detallando los nombres de los ganaderos propietarios y no lo que hoy entendemos por distintos encastes. No es probable que en esa fecha hubiera en Marbella tantos encastes en el sentido actual del término. Lo lógico sería que hubiera varias ganaderías, y que todas ellas tuvieran el mismo o parecido encaste.

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“Alonso Abolía, cristiano nuevo, veci-no de Istán, se obliga a pagar a Juan de Pina, vecino de Marbella, 16 ducados de oro por un novillo bermejo rebalbo84 que le vendió, de su hierro y señal, en dicha cantidad. Se lo pagará el día de San Miguel de 1562 y 1563. Ahora le dará una gallina o dos reales y medio”85

Otro detalle interesante que observamos en las mencionadas escrituras transcritas por Cabrillana es el hecho de que ya en la segunda mitad del s. XVI , al igual que ocurre hoy con la ganadería de bravos, los propietarios vendedo-res poseían “hierro” y “señal” propios86, lo que podría tener su explicación en la circunstancia ya comentada de que estas ganaderías pastaban libremente en los pastos comunales y en las de-hesas boyales del concejo y, lógicamente, para evitar posibles conflictos, tenían que estar bien identificadas87.

Sin embargo, y pese a lo abundante del terreno, desde el mismo inicio de la Comunidad de Pastos, los ganaderos tuvieron no pocos pro-blemas derivados de la venta, el 24 de agosto de 1491, de la villa de Casares a D. Rodrigo Ponce de León, Duque de Cádiz, para la liquidación de deudas contraídas con los reyes durante la gue-rra. Aunque la comunidad siguió entre ambas ur-bes, D. Rodrigo y sus descendientes no pararon de poner trabas a la libre circulación de ganado por los terrenos de su propiedad, lo que desenca-denó un sinfín de pleitos entre ambas partes en la Real Chancillería de Granada, siempre manipu-lados por las influencias de los Ponce de León88.

El continuo aumento demográfico de Mar-bella y la repoblación de Estepona trajeron con-sigo un lógico incremento de huertas, arboledas, viñedos, etcétera, y todo ello en detrimento de los espacios baldíos del comunal. Este hecho, para Cabrillana89, no supuso una quiebra importante en la ganadería, pues seguía habiendo espacio más que suficiente para pastos. Sin embargo, sí trajo consigo enfrentamientos entre agricultores y ganaderos. Veamos un claro ejemplo de ello.

En 1700, los campesinos marbelleros, hartos del continuo abuso que sobre los pastos comunales ejercían los grandes ganaderos de la ciudad, decidieron interponer demanda contra ellos y contra los representantes de la ley, para lo cual otorgaron un poder el 18 de abril de 1700, cuya exposición de motivos transcribimos:

“[…] para que se querellen contra la jus-ticia de esta ciudad como de D. Carlos de Chinchilla y Ventimilla y de D. Luis de Go-doy y Espinosa90, vecinos de esta ciudad, porque los susodichos, con la mano de la autoridad, de poderosos y validos de las justicias y a su imitación otros, teniendo como tenemos señalada por los Reyes Ca-tólicos, desde que esta tierra ganaron a los moros, una dehesa para que el ganado paste en ella y no otro alguno, que es des-de la Loma de Río Verde hasta la Loma de los Arquillos y para en la Boca del Chopo, los susodichos con sus ganados así de la-nar como vacas de cría están apostados en ella sin que prevalezca la yerva ni pueda entrarla a pastar nuestro ganado de arada de que se ha seguido el decaimiento y des-trucción nuestra y de nuestros ganados, sin poder mantener ni conservar nuestras labores, tal que de este decaimiento se ha seguido que muchos, por nuestros cortos medios, cultivamos las tierras con vacas por no poder comprar bueyes porque con lo que se compra uno, por no poder hacer yuntas, se compran dos vacas y con ellas se hace yuntas porque muchos se conservan en esta forma por no poder más y con el motivo de entrar a pastar dichas vacas de arada dicha dehesa, los referidos y demás criadores de ganado vacuno y de lana se han introducido a pastarla con el supuesto de que pastando las nuestras vacas de ara-da la deben pastar sus vacas cerriles con que crían, sin atender a que el privilegio y concepción de la dehesa para el dicho ganado de arada, así bueyes como vacas,

84 El término “rebalbo” es en realidad “rebarbo”. Ignoramos si se trata de un error de transcripción o que en esa época se expresaba así. Actualmente este vocablo no se recoge en el DRAE; sin embargo, José Mª. de Cossio sí lo acepta en su “Vocabulario Taurino Autorizado” dentro del Tomo I de su mencionada obra Los Toros, p. 105, dándole el significado de “bociblanco”. Hemos encontrado otra cita referente a este término que nos confirma que se debió de utilizar antiguamente en la ganadería , así, en la corrida que el 20-04-1862 se celebró en Madrid con toros de la ganadería de Miura y en la que el toro Jocinero hirió de muerte al diestro José Rodríguez “Pepete”, también fue encunado el torero Cayetano Sanz por el toro de la misma camada llamado “Rebarbo”, según se detalla en el libro Datos para escribir la historia de las ganaderías bravas de un autor anónimo que se autodenomina “Un aficionado”, editada en Madrid en 1876 , p. 39.

85 CABRILLANA CIÉZAR, N.: Documentos…, op. cit., docs. 162 y 360.86 Ibídem, docs. 181, 359, 360, 382, 504 y 568. 87 Ibídem, docs. 183 y 232. Ambos documentos son escrituras de arrendamientos temporales del ganado y en ellas se dice que

los animales deberán ser devueltos, a la “Boyada del Concejo” de donde fueron tomados. 88 CABRILLANA CIEZAR, N.: Marbella…, op. cit., pp. 112-114 y URBANEJA ORTIZ, C.: Marbella…, op. cit., pp. 473 y 474.89 CABRILLANA CIEZAR, N.: Marbella…, op. cit., p. 115. 90 D. Luis de Godoy fue el suegro del mayorazgo Tomás Domínguez de Calatrava por el matrimonio de éste con Catalina Luisa

de Godoy y Pedrosa, hija de aquel.

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porque trabajan y cultivan la tierra para sembrarla y ha llegado restado por la cau-sa de no guardarse la dehesa para el dicho ganado, que el poco que tenemos es pre-ciso tener un guarda con él cada labrador fuera de dicha dehesa, que no tuviéramos si se guardara, pues se pudiera conservar Boyada del Concejo además del decaimien-to que tiene el dicho ganado que muchas veces por débil y flaco no pueden hacer la sementera y los granos que se ocasionan en los trigos y mieses [...]” 91.

Resulta interesante el contenido de esta escritura. De ella, amén de la confirmación de las disputas entre ganaderos y agricultores, po-

demos entresacar varios datos y conclusiones relacionados con el tema pecuario.

En primer lugar, la descripción, aunque muy escueta, de las lindes de lo que fue la dehe-sa boyal de Marbella, la cual estuvo ubicada en la “mesopotamia” de los ríos Verde y Guadaiza92. Para Catalina Urbaneja, esta dehesa se mantuvo durante todo el s. XVI93. La presente escritura no sólo confirma tal aseveración sino que la amplia, como poco, en un siglo.

En segundo lugar, en ella vemos claros in-dicios de que en Marbella, a comienzos del siglo XVIII, aún existían algunos ganaderos de vacuno de cierta entidad, pues, aunque no se nos indica el número de cabezas que componían las vaca-das de tan prepotentes y abusones criadores94,

Cuadro N.º 2los 26 gaNaderos Más iMportaNtes de Marbella eN 1752 (Más de 100 Cabezas)

Fuente: Elaboración propia en base a los datos obtenidos del AHPG, Ensenada, libro 1384, fols. 65 al 76

91 AHPM, leg. P 4912, Cuaderno 3º de 1700, fol. 159.92 URBANEJA ORTIZ, C.: Marbella…, op. cit., p. 112. Catalina Urbaneja, además, nos ha ampliado la información de su libro

asegurándonos esta ubicación interfluvial, así como que la dehesa fue la misma que tuvieron los musulmanes en época nazarí.93 Ibídem.94 A este número se podría haber llegado, al menos en el momento de su otorgamiento, por los testamentos de dichos ganaderos,

pero, muy a pesar nuestro, en los protocolos de Marbella que actualmente se conservan en el Archivo Histórico Provincial de Málaga, no existe el de D. Carlos de Chinchilla y aunque sí existe uno de D. Luis de Godoy y Espino otorgado como “cerrado” el 21-12-1701

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el hecho de que fueran denunciados porque su ganado producían el agotamiento de los pastos de la citada dehesa nos ratificaría en la importan-cia de sus manadas.

En la escritura también se nos dice que el ganado de los demandados era cerril, es decir, que era un ganado bronco y sin domar, lo que lo hacía propicio para que entre sus componentes se pudieran escoger los destinados a la celebra-ción de festejos taurinos.

Por otra parte, y como nueva confirma-ción de que a comienzos del s. XVIII aún exis-tían en Marbella criadores de vacuno de cierta importancia, veamos el potencial ganadero que declaran en sus testamentos, otorgados en 1704, Francisco Gil de Quiñones y Francisco Fernández Caracuel:

“Trescientas reses vacunas de hierro, bueyes y vacas, dos cobras de yeguas que son catorce cabezas, cuatro o cinco potros tusones, cincuenta puercos más o menos, setenta y dos ovejas que tengo dadas en arrendamiento […]”95

“[…] quinientas cabezas de ganado de lana, cien reses vacunas, bueyes y vacas, tres machos castellanos, uno de ellos muleto.”96

De ambos testamentos vislumbra-mos cómo estos ganaderos marbelleros de principios del siglo XVIII lo eran de más de una especie animal a la vez. Esta tendencia a la pluralidad quedará también reflejada entre los principales ganaderos en las respuestas que sobre la ganadería se dieron en las Generales del Catastro de Ensenada, donde entre los 26 ganaderos que declaran poseer más de 100 cabezas (he-mos considerado esta cifra por entenderla mí-nimamente importante), un buen porcentaje de ellos criaban más de una especie; los restantes debemos considerarlos como específicos de una sola especie, pues, aunque declaran poseer otras más, el ínfimo número de sus componentes nos impide considerarlas como actividad singular-mente ganadera97.

Precisamente es en estas Respuestas don-de se puede ratificar cómo la ganadería de vacu-no marbellera, otrora relativamente importante y que, junto con las de otras especies, fue ele-gida a expensas de la agricultura para tener una

mayor participación en el sostén económico de la ciudad, en 1752 era mayoritariamente un sim-ple complemento para la actividad agraria, ha-biendo desaparecido prácticamente las grandes vacadas que parece que existieron en los siglos anteriores.

Así, de los 337 vecinos que hicieron su declaración por posesión de animales (incluimos también a los apicultores), ya hemos visto que sólo 26 tenían más de 100 cabezas. De los 321 restantes que poseían menos de 100, la gran ma-yoría (el 78,5% de estos 321, que supone el 66,6% del total de 337) sólo disfrutaba de la tenencia de cinco o menos unidades, de los cuales 119 (el 35,3% del total y el 37,1% de los 321) sólo de-claró una cabeza (mayoritariamente un jumento, seguido de un cerdo, una vaca o una colmena).

Centrándonos en la ganadería vacuna, di-remos que fueron 109 vecinos los que poseían ganado de esta especie, la mayoría de ellos en tan modesta cantidad que no debemos conside-rarlos más que como una demostración palpa-ble de su única utilidad en la pequeña economía agraria.

A la vista del cuadro anterior, y si conside-ramos la mencionada cifra de 100 cabezas para determinar el límite inferior de una ganadería de cierta envergadura, resulta que hay seis ganade-ros que cumplen dicho requisito, de los que sólo uno poseía más de 200.

El censo vacuno declarado por los vecinos en el Catastro alcanza la cifra de 1918 cabezas. Di-cho número y su distribución nos confirman el des-censo de esta actividad pecuaria en el cómputo de la economía local, hasta el punto de que la canti-dad que en su día declaró poseer el alcaide Alonso de Bazán casi iguala a la mitad de todo este censo. En el cuadro siguiente se constata lo dicho:

y abierto después de su fallecimiento a petición de su hija en Enero de 1702, en él no se detallan sus bienes por haberlo hecho, según declara, en otro anterior, al que se remite, el cual tampoco se conserva.

95 AHPM, leg. P 4912, Cuaderno 2º de 1704, fol. 1060, (19-06-1704).96 AHPM, leg. P-4912, Cuaderno 2º de 1704, fol. 1089, (19-12-1704).97 AHPG, Ensenada, libro 1384, fols. 65 al 76. Toda la información dada en este trabajo sobre las respuestas nº 18,19 y 20,

dedicadas a la ganadería en el Catastro de Ensenada de Marbella, han sido extraídas de estadísticas y análisis realizados por el autor del presente artículo.

Cuadro N. º 3gaNaderos de vaCuNo eN CuaNto al Nº de sus Cabezas

Fuente: Ibídem

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Estos datos, en los que se aprecia por un lado que sólo había 22 toros (probablemen-te sementales) repartidos entre nueve ganade-ros, y por otro la ausencia total de novillos, nos confirmarían la imposibilidad de ganaderías de bravo.

Aunque para algunos autores durante el s. XVII ya existieron bastantes ganaderías de vacu-nos dedicadas exclusivamente a la cría del toro bravo98 con finalidad taurina, para la mayoría de ellos debe discernirse entre dicho bravo y el de lidia, cuyas ganaderías específicas no tienen su erección hasta la segunda mitad del s. XVIII, justo con la invención y aplicación de “la tienta” como método selectivo. Hasta entonces, todo el ganado que se utilizaba en las corridas era esco-gido entre el vacuno de las manadas del lugar, que estaban dedicadas a la cría de ejemplares con la triple finalidad de carne, tracción y bra-vura. Esta opinión generalizada queda bastante patente en el siguiente párrafo:

“Muchos datos históricos nos demues-tran que siglos antes de que existieran en nuestro país ganaderías vacunas reconoci-das, dedicadas exclusivamente a cultivar y explotar el factor bravura con destino a la fiesta de los toros, había en muy distintos lugares de la Península numerosas “can-teras” de bravura entre el ganado vacuno que se criaba en libertad. De estas “cante-ras” más o menos cultivadas para el doble o triple fin carne-bravura-trabajo sacaban los aficionados los numerosos ejemplares

que lidiaban y mataban como festejo fun-damental para celebrar no sólo ferias, fies-tas y acontecimientos nacionales o locales, sino también bodas, bautizos, cánticos de primeras misas etc., etc., según puede leerse en documentos del siglo XVII.”99

En Marbella, donde nunca existieron ga-naderías específicas para la cría de toros desti-nados a servir en los festejos taurinos, lógica-mente tuvo que ser este último método el que se utilizara a la hora de escoger el ganado. Por tanto, como bien se explicita en la ya analiza-da escritura de la Hermandad de Ntra. Sra. del Pópulo [“(...) daré un toro, de los mejores de mi rebaño (…)”100], los toros utilizados en las fiesta populares marbellíes se entresacaban de las vacadas de la ciudad. Estas vacadas estaban compuestas tanto por ganado manso como por el bravío o cerril, llegándose a utilizar en las corridas unos y otros, ya que para que sirvieran en el festejo bastaba con que embistieran101. Es más, así debió de ser siempre hasta los prime-ros años del s. XX102, en que sólo a partir de la construcción en 1908 de su primera plaza de toros vemos el primer cartel taurino de esta ciudad en el que se anuncia el origen de los ani-males mediante la típica fórmula de “acreditada ganadería”:

“PRIMERA CORRIDA DE RESES BRAVAS con UN NOVILLO-TORO DE MUERTE de acreditada ganadería […]”103.

Pero, ¿quiénes eran los responsables de elegir de entre toda la manada a los animales que debían de ser utilizados en las corridas?; ¿qué criterios se seguían para dicha elección? Durante siglos, y al menos desde el XIV al XVII, las autori-dades del concejo delegaron en los carniceros y obligados de la carne para este cometido104. Es-tos señores tenían un mayor conocimiento sobre las reses, ya que parte de su trabajo consistía en patearse toda la dehesa boyal para escoger y com-prar los animales que con posterioridad sacrifica-ban para la venta de carnes. En esta tarea, acom-pañados por los boyeros y vaqueros como verda-deros conocedores del ganado, señalarían a los

Cuadro N. º 4reparto de las variedades

del gaNado vaCuNo

Fuente: Ibídem

98 SÁNCHEZ ÁLVAREZ-INSÚA, A.: “Toros …”, op. cit., pp. 899 y 906. 99 GILPÉREZ, L. y FRAILE, M.: El toro bravo. Origen y evolución del toro y del toreo, Sevilla, 1962, p. 55 (Citado por LÓPEZ IZQUIERDO,

F.: Historia…, op. cit., pp. 54 y 58). 100 Nos llama la atención la utilización de la palabra rebaño. De tener en la escritura la misma acepción que actualmente tiene

en el DRAE, nos confirmaría que en este término municipal, a mediados del s. XVII, existió al menos una gran ganadería de reses vacunas, lo que apoyaría todo lo comentado sobre las grandes posibilidades ganaderas que tuvo Marbella.

101 OYOLA FABIÁN, A.: Toros y Bueyes, la tradición ganadera y taurina de la dehesa, Badajoz, Diputación de Badajoz, 2008, p. 66.102 AMMb, C. 19 H / 1, AA. CC., fol. 46v, sesiones del 24 y 26-05-1902. El alcalde expuso el problema existente a la hora de

buscar ganado para los festejos en honor de San Bernabé ya que la mayoría de éste se encontraba infectado por la glosopeda, por lo que en la extraordinaria sesión siguiente se propuso la búsqueda entre el existente en la sierra de Benahavís.

103 AMMb, C. 450 H / 32.104 GILPÉREZ, L. y FRAILE, M.: El toro…, op. cit.; LÓPEZ IZQUIERDO, F.: Historia…, op. cit., p. 59 y ABAD OJUEL, A. y OLIVA, E.:

Los Toros…, op. cit., pp. 32 y 33.

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toros que por su comportamiento y reata dentro de la manada se les presuponían más bravos105.

Hemos comentado en este trabajo cómo los concejos locales, desde los Reyes Católicos, imponían a los “obligados” de la carne la dona-ción de un número variable de animales según la ciudad, entre los que se incluían algunos to-ros para ser corridos. Esta imposición debió de ser una norma generalizada en todo el reino, pues lo mismo se hacía en Salamanca106 como en Málaga. Así, la obligación en esta última ciu-dad fue de “[…] cuatro toros buenos e tales que sean a contentamiento de la cibdad de quinque-ño arriba para correr en un día del año qual la cibdad quisiere”107. Mientras que en la de Ronda el compromiso fue, al igual que en Marbella, de sólo “[…] dos toros madrigados a la cibdad para quando se los pidieren e que dellos faga la cib-dad lo que quisiere” 108.

Al analizar cuál pudo ser el primitivo método selectivo utilizado por los obligados en la selección de los animales que debían ser corridos, nos vamos a basar en dos testimonios de aquella época. En primer lugar el de Gabriel Alonso Herrera, de 1513:

“Si el señor de las vacas procura tener un buen toro castizo, habrá de él buena sucesión y linaje que en las reses más se parescen por la mayor parte a los padres que a las madres, y de los buenos toros salen buenos bueyes […]”109

En segundo lugar, el que hacia 1679-1680 nos dejó la francesa Condesa d’Aulnoy al comen-tar un viaje por España:

“Para las fiestas de los toros se pre-fieren los hijos o los hermanos de los que ocasionaron la mayor carnicería en las fies-tas precedentes […] Cuando el abuelo o bisabuelo de la fiera mató a tales o cuales hombres se confía con razón en que la prole no se muestre menos encarnizada […]”110

Por tanto, parece claro que el criterio que siguieron los obligados de la carne a la hora de elegir al toro que iba a ser corrido en los festejos no fue otro que el comportamiento de sus ances-tros111. Pero, si el toro moría al final del festejo, ¿cómo se aseguraba su descendencia?, ¿cómo llegaron a crearse las “canteras” de bravos que

Borrador del cartel anunciador de las corridas de toros incluidas en la Feria y Fiestas de Marbella del

año 1910 (rehecho sobre el del año 1909).Fuente: AMMb, C. 450 H / 32

105 GILPÉREZ, L. y FRAILE, M.: El toro…, op. cit. (Citado por LÓPEZ IZQUIERDO, F.: Historia…, op. cit., p. 59).106 ABAD OJUEL, A. y OLIVA, E.: Los Toros…, op. cit., p. 33. Según un documento de 1555 sobre el abasto de carnes a Vitigudino,

se obligaba al carnicero “a dar toros buenos para correr y matar a contento del concejo”.107 AMG, Leg. 779 / 1, doc. 5, Málaga, 15-03-1496108 AMG, Leg. 779 / 1, doc. 3, Ronda, 13-03-1496.109 HERRERA, G. A. de: “Obra de Agricultura”, Alcalá de Henares, 1513, Madrid, Biblioteca de Autores Españoles, 1970 (Citado

por LÓPEZ IZQUIERDO, F.: Historia…, op. cit., p. 50).110 LÓPEZ IZQUIERDO, F.: Historia…, op. cit., p. 56.111 Este método de selección sigue estando totalmente vigente en nuestros días, lo que queda patente cuando al indultarse

un toro en una corrida es imprescindible el consentimiento del ganadero, el cual dará o no su visto bueno dependiendo de las posibilidades que para semental vea en él.

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existieron entre los mansos y de las que se ex-traían los toros para las corridas?

No hemos encontrado ningún trabajo en el que se exponga alguna hipótesis que sirva de respuesta a estas dos cuestiones. Por nues-tra parte, a continuación, vamos a permitirnos el formular una teoría que pudiera ser novedosa por cuanto que imputa a los concejos municipa-les la responsabilidad de que los toros corridos dejaran descendencia y, por tanto, a partir de di-cha descendencia, de la creación del germen de las canteras de bravos.

Afirma Francisco López Izquierdo112 que ya desde la antigüedad el geógrafo gaditano del siglo I d.c. Pomponio Mela consideraba conve-niente que los toros no cubriesen a las vacas has-ta la edad de cuatro años, consejo éste que sigue siendo válido y practicado en nuestros días.

Hemos visto cómo, en las ordenanzas municipales que regulaban la contratación de los obligados de la carne, se hace hincapié en la edad de los toros que debían de ser regala-dos a la ciudad. Recordemos que en Marbella se exigía que fueran de cuatro o más años; en Má-laga, aparte de buenos, debían de ser cinqueños (“quinqueños”); mientras que en Ronda se daba un paso más y la exigencia pasaba por la pater-nidad del toro (“madrigados”). Si partimos de lo anteriormente comentado sobre la que ha sido norma ganadera a lo largo de los siglos respecto a la edad mínima que deben tener los toros para cubrir a las vacas, podemos crear una correspon-dencia biunívoca entre la edad y la paternidad. Así, los toros a partir de cuatro años, normal-mente, debían de ser padres; y los toros que eran padres debían de tener cuatro o más años.

Según el razonamiento anterior, con las imposiciones contractuales por parte de los ayuntamientos a los obligados sobre la edad o la paternidad del toro, lo que se estaba consiguien-do es que todos estos toros dejaran descenden-cia antes de morir.

Desconocemos la verdadera intención del legislador al incluir en las ordenanzas tal impo-sición. No podemos aseverar que lo hiciera pen-sando únicamente en preservar la descendencia de los posibles toros buenos, ni tampoco que su finalidad exclusiva fuera la de asegurarse la edad mínima de los animales. Sea como fuere, el resul-tado real es que, voluntaria o involuntariamente, desde los ayuntamientos, a través de sus orde-nanzas, se impuso que los toros que iban a ser corridos en las fiestas tuvieran ya descendientes. Los descendientes de los toros corridos que ha-bían demostrado mayor bravura, configurarían, sin duda, las primeras “canteras” o núcleos em-brionarios del futuro toro de lidia. n

Voluntaria o involuntariamente, desde los ayuntamientos, a través

de sus ordenanzas, se impuso que los descendientes de los toros corridos que habían demostrado

mayor bravura, configurarían, sin duda, las primeras “canteras” o núcleos embrionarios del futuro

toro de lidia

112 LÓPEZ IZQUIERDO, F.: Historia…, op. cit., p. 50.

Plaza de Toros de Otal.FotograFía: Serrano Lima, a. (coord.): Imágenes de Marbella IX: “La Minería”, Catálogo de la Exposición de Fotografías de la

Asociación “Cilniana”, 2004, p. 37