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I ENTREVISTA DE GONZALO FERNÁNDEZ DE OVIEDO A JUAN CANO Edición de José Luis Martínez"" LA ENTRKVISTA La vida en Santo Domingo, capital de la isla La Española, tenía poca anima- ción hacia 1544. Había pasado la época de florecimiento de las islas antillanas cuando eran las únicas tierras colonizadas en el Nuevo Mundo; había descen- dido el trato comercial y la afluencia de viajeros a la Nueva España y comenza- ba la década peruana, de 1540 a 1550. Pero aunque los navios se dirigieran a la Nueva España o al Perú, La Española y Cuba seguían siendo escala obligada para descansar y renovar provisiones. Y en ocasiones, en esos puertos había que esperar la salida de otra nave que permitiera concluir el viaje proyectado. Desde 1536 era alcaide de la fortaleza de Santo Domingo Gonzalo Fernán- dez de Oviedo. Tras de los imponentes muros de la torre del homenaje y la for- taleza que eran sus dominios, situados en una prominencia al lado del río y del puerto, el alcaide tenía normalmente poco que hacer: inspecciones rutinarias y atención a necesidades cotidianas. Pero el historiador tenía una tarea larga y absorbente: revisar, retocar y completar su Historia general y natural de las In- dias, iniciada muchos años atrás. Por ello, cuando se enteró de que en la nave procedente de España, llega- da a Santo Domingo el 8 de septiembre de 1544, venía un hijodalgo residente en México, llamado Juan Cano, de quien tenía algunas noticias, decidió bus- carlo para conversar con él. Juan Cano permaneció en Santo Domingo hasta el ' Publicada con el permiso de José l.uis Martínez, autor de la edición de 1986. Editorial Ambos Mundos. 119

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I

ENTREVISTA DE GONZALO FERNÁNDEZ DE OVIEDO A

JUAN CANO Edición de José Luis Martínez""

LA ENTRKVISTA

La vida en Santo Domingo, capital de la isla La Española, tenía poca anima- ción hacia 1544. Había pasado la época de florecimiento de las islas antillanas cuando eran las únicas tierras colonizadas en el Nuevo Mundo; había descen- dido el trato comercial y la afluencia de viajeros a la Nueva España y comenza- ba la década peruana, de 1540 a 1550. Pero aunque los navios se dirigieran a la Nueva España o al Perú, La Española y Cuba seguían siendo escala obligada

para descansar y renovar provisiones. Y en ocasiones, en esos puertos había que esperar la salida de otra nave que permitiera concluir el viaje proyectado.

Desde 1536 era alcaide de la fortaleza de Santo Domingo Gonzalo Fernán- dez de Oviedo. Tras de los imponentes muros de la torre del homenaje y la for- taleza que eran sus dominios, situados en una prominencia al lado del río y del puerto, el alcaide tenía normalmente poco que hacer: inspecciones rutinarias y atención a necesidades cotidianas. Pero el historiador tenía una tarea larga y absorbente: revisar, retocar y completar su Historia general y natural de las In- dias, iniciada muchos años atrás.

Por ello, cuando se enteró de que en la nave procedente de España, llega- da a Santo Domingo el 8 de septiembre de 1544, venía un hijodalgo residente en México, llamado Juan Cano, de quien tenía algunas noticias, decidió bus- carlo para conversar con él. Juan Cano permaneció en Santo Domingo hasta el

' Publicada con el permiso de José l.uis Martínez, autor de la edición de 1986. Editorial Ambos Mundos.

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jueves 25 del mismo septiembre. Y poco antes de su salida conversaron en el despacho de Fernández de Oviedo o en los prados contiguos -donde ahora se levanta una hermosa estatua del historiador- acerca de temas de la historia re-

ciente de la Nueva España. Al ordenar sus apuntes de las conversaciones con Cano, que incluirá en el

capítulo [jv del libro xxxill de su obra, Fernández de Oviedo tuvo una idea afortunada: ponerlos en forma de diálogo entre el historiador y el viajero.

E porque, como en otras partes he dicho -escribirá Fernández de Oviedo- yo he

tenido por estilo el dar ios contextos e nombrar ios testigos de io que escribí donde me he hallado, será el capítulo presente continuando a la manera de diálogo.

Y explica en seguida que para no repetir los nombres:

donde hobicre tales letras ALC, quiere decir Alcaide, e donde estovieren aquestas CA, quiere decir Joan Cano, e así yo preguntando e Joan Cano respondiendo, diré aquellas cosas de que platicamos, porque no hobo tiempo para más.

Gonzalo Fernández de Oviedo estaba, pues, en septiembre de 1544, ha- ciendo una entrevista a Juan Cano, acaso la primera en lengua española, con las características que tiene actualmente este género periodístico. No era el diálogo clásico o renacentista de indagación filosófica o moral entre personajes imaginarios, sino un diálogo entre personas reales, el entrevistador y el entre-

vistado, cuyo propósito es averiguar opiniones y recoger informaciones acerca de temas que se consideran interesantes. Un diálogo en el que se reflejan las

circunstancias personales de los actores y se procura registrar textualmente las palabras con que el entrevistado ha dicho su pensamiento. De ahí el interés formal de este texto, además de las peculiares condiciones de la vida de Cano y sus puntos de vista, así como la curiosidad de Fernández de Oviedo por acla- rar hechos acerca de los cuales había escrito.

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I T

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II

EL HISI'ORIADOR

GONZALO I-KRNÁNDKZ DK ÜVIKDO

KL AUTOR

Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés nace en Madrid, de familia asturiana, en agosto de 1478. La primera parte de su vida es la de un cortesano y huma- nista. A los doce años ingresa como mozo de cámara del príncipe don Juan de .dragón, con el que se educa. Presencia el sitio y la toma de Granada y la lle- gada de Cristóbal Colón a Barcelona, ante los Reyes Católicos. Desde el regre- so del primer viaje del descubridor es compañero de los hijos de éste, Diego y Fernando, que entran también al séquito de don Juan. A la muerte del príncipe, a fines de 1497, Fernández de Oviedo pasa a Italia, donde se dedica al estudio de las letras, aprende el toscano y trata a hombres eminentes del Renacimien- to. Entra al servicio de don Fadrique, rey de Ñapóles, y a su caída acompaña a Sicilia a la reina desterrada. En 1502 vuelve a España, primero a Valencia y lue-

go a Madrid. Aquí casa en 1507 con Margarita de Vergara, una de las mujeres más hermosas de su tiempo, que muere tres años más tarde. Agobiado por tan- tas desventuras y empobrecido, a los treinta y seis años, en 1514, solicita un cargo en las Indias. Designado veedor de las fundiciones de oro de Tierra Fir- me, viaja en la expedición de Pedrarias Dávila, rumbo a Castilla del Oro. Entre sus compañeros van también Bernal Díaz del Castillo y Bernardino Vázquez de Tapia. Regresa a España a fines del año siguiente y presenta un memorial al rey denunciando el desastre de la expedición y el lamentable estado de la colonia. Con un nombramiento administrativo vuelve Fernández de Oviedo en 1520 a las Indias y se instala en Darién. Estorba una vez más los lucros ile- gales de Pedrarias y otros oficiales, quienes urden intrigas y aun un atentado contra él, y vuelve una vez más a España, en demanda de justicia, en 1523. Vindicado, emprende la travesía de nuevo en 1526 como gobernador de Carta- gena, pero no llega a ocupar el cargo. De Nombre de Dios pasa a Nicaragua y a Panamá, donde decide un nuevo viaje a España. Allí permanece de 1530 a 1532 en que es designado Cronista de Indias y vuelve a Santo Domingo como alcalde de la fortaleza. Un nuevo viaje a la península, de 1534 a 1535, le permi-

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te desahogar asuntos legales y presentar al Consejo de Indias la primera parte de la Historia general y natural de las Indias, cuya impresión cuida. Del año si- guiente hasta una década más tarde permanece en la isla Española, en su pues- to de alcalde de Santo Domingo. Por quinta vez, para atender asuntos legales y ocuparse de sus libros vuelve a España en 1546 y tres años más tarde regre-

sa a la fortaleza antillana. A los setenta y ocho años, en 1556, renuncia a su car- go y regresa definitivamente a España para procurar que se imprima su Histo- ria completa, lo que no llegaría a ver realizado. Muere en Valladolid el 26 de junio de 1557. Doce veces había cruzado el Atlántico aunque su conocimiento de las Indias se redujo a la región antillana y centroamericana.

REDACCIÓN V MANUSCRirOS

Aunque Fernández de Oviedo mismo afirmó que trabajaba en sus obras histó- ricas desde 1492, el año del descubrimiento del Nuevo Mundo, hasta 1548 (Historia, lib. L. cap. xxx), puede suponerse que comenzó a hacerlo sistemáti- camente hacia 1519, cuando solicitó y obtuvo un mandamiento real para que los gobernadores y adelantados le remitieran relación de sus hechos, a fin de completar la historia que tenía comenzada.

Inicialmente compone de memoria, durante uno de sus viajes a España o en su segunda permanencia en la península entre 1523 y 1526, una especie de anticipo o bosquejo panorámico de su obra mayor, al que llama Sumario de la

natural historia de las Indias. Prosigue su obra y nueve años más tarde, durante su cuarta estancia en España, logra imprimir en 1535 la primera parte de su

Historia. Entre esta última fecha y 1548 en que la da por concluida, continúa trabajando en su obra. Como Cronista de Indias la presenta al Consejo Real de Castilla, pero fray Bartolomé de las Casas, según López de Gomara, estorba su publicación. Con todo, en su último año de vida Fernández de Oviedo alcanza- rá a ver impreso exclusivamente el libro XX, primero de la segunda parte de su Historia, que sólo se conocerá completa tres siglos más tarde.

Los manuscritos de las obras de Fernández de Oviedo se conservan dentro

de la Colección Muñoz en la Biblioteca de la Real Academia de la Historia en Madrid.

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EDICIONES Y TRADUCCIONES

El Sumario de la natural historia de ¡as Indias se publicó por primera vez, impre-

so por Ramón de Petras, en Toledo, en 1526. Lo reimprimió Andrés González Barcia en su Historiadores primitivos de Indias (Madrid, 1749, vol. l) y se repro- dujo asimismo en la Biblioteca de Autores Españoles, de Rivadeneyra (vol. 22,

1.1, de Historiadores primitivos de Indias, Madrid, 1852). La edición más recien- te es de México y lleva introducción y notas de José Miranda (Biblioteca Ame- ricana, Fondo de Cultura Económica, México, 1950).

La primera parte, entonces llamada Historia general de las Indias, la impri- mió por primera vez Juan Cromberger, en Sevilla, en 1535. Se reimprimió, li- geramente aumentada, por Juan de Junta en Salamanca, en 1547.

El Libro XX de la segunda parte de la general historia de las Indias, lo imprimió

Francisco Fernández de Córdova, en Valladolid, en 1557.

Tanto el Sumario como la primera parte de la Historia se incluyeron en la obra de Juan Bautista Ramusio, Delle navigationi et via^i, en el mismo vol. lll (Venecia, 1556, reimpreso en 1565 y 1606) dedicado a América, en que tam- bién se publicaron la relación del "Conquistador Anónimo", tres de las Cartas de relación de Cortés y otros documentos de la historia mexicana.

La primera edición completa, con las tres partes de la Historia, es la si- guiente: Historia general)' natural de las Indias, islas y Tierra Firme del mar océa- no, por el capitán Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés, primer cronista del Nuevo Mundo. Publícala la Real Academia de la Historia, cotejada con el códice origi- nal, enriquecida con las adiciones y enmiendas del autor e ilustrada con la vida y el juicio de las obras del mismo por D. José Amador de los Ríos, Imprenta de la Real Academia de la Historia, Madrid, 1851-1855, 4 vols.

Existe otra edición de la Historia general (\ViC reproduce el texto y las notas de la edición madrileña, con prólogo de J. Natalicio González (Editorial Gua- ranía de Asunción del Paraguay, Buenos Aires, 1945, 14 vols.). La edición más reciente estuvo a cargo y lleva un estudio preliminar de Juan Pérez de Tudela Bueso, en los volúmenes 117 a 121 de la Biblioteca de Autores Españoles, de Rivadeneyra (Madrid, 1959, 5 vols.).

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La primera parte de la Historia, publicada en 1535, fue traducida, poco des-

pués de su aparición, al francés, toscano, turco, alemán, latín, árabe y griego, distinción que no alcanzará hasta entonces obra alguna moderna, según José Amador de los Ríos. El Sumario fue traducido también inmediatamente al la- tín, italiano e inglés.

Además de sus obras dedicadas a la historia de la Indias, Fernández de Oviedo escribió, a partir de 1519, muchos otros libros sobre historia de España y temas diversos. Algunos se han impreso y otros se conservan manuscritos. Enuméranse a continuación abreviando sus títulos. Del primero de ellos, una

novela de caballería, se ha llegado a suponer que fuera original de él aunque se da como traducción.

Claribalte: libro del muy esforzado e invencible caballero de Fortuna [...] nueva- mente empñmido y venido en esta lengua castellana: el cual procede por nuevo y galán estilo de hablar por medio de Gonzalo Fernández de Oviedo, alias de Sobrepeña, veci- no de la noble villa de Madrid, Juan Venao, Valencia, 1519.

Respuesta a la Epístola moral del Almirante, 1524. Manuscrita en la Biblioteca Nacional de Madrid. Respuesta a la "Epístola moral" que le envió el Almiran- te de Castilla Fadrique Enríquez sobre los males de España.

Relación de lo subcedido en la prisión del rey Francisco de Francia desque fue traí- do a España y por todo el tiempo que estuvo en ella hasta que el emperador le dio liber- tad y volvió a Francia, casado con Madama Leonor hermana del emperador Carlos V, rey de F.spaña [...] 1524. Ms. en la Biblioteca Nacional de Madrid. Impreso por Modesto Pérez, Madrid, 1920.

Relación hecha por Gonzalo Fernández de Oviedo de los males causados en Tierra- Firme por el gobernador Pedrarias, 1524. Ms. en el Archivo General de Siman- cas, Real Academia de la Historia, Colección Muñoz.

Catálogo real de Castilla y de todos los reyes de las Españas y de Sicilia y de todos los reyes y señores de las casas de Francia, Austria, Holanda y Borgoña [...], 1535. Ms. de mano de Fernández de Oviedo en la Biblioteca del Escorial.

Libro de la cámara real del príncipe don Juan y oficios de su casa e servicio ordi- nario, 1546-1548. Ms. autógrafo en la que fue biblioteca patrimonial del rey. Editado por J. M. Escudero de la Peña, Colección de Bibliófilos Españoles, Madrid, 1870.

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Reglas de la vida espiritual y secreta teología. Traducción impresa por Domingo de Robertis, Sevilla, 1548.

Batallas y quinquagenas, escriptas por el capitán Gonzalo Fernández de Oviedo^ 1550. Ms. del cual se conservan tres códices en la Biblioteca Nacional de Ma- drid. Menéndez y Pelayo dice que esta obra es "un inmenso tesoro de anécdo- tas, sin el cual es imposible conocer íntimamente la España de la los Reyes Ca- tólicos". {Estudios y discursos de crítica histórica y literaria, Vil).

Tractado general de todas las armas e diferencias deltas, e de los escudos e diferen- cia que en ellos hay, e de la orden que se debe guardar en las dichas armas, para que sean ciertas no falsas, e de las colores e metales que hay en armería, e de las reglas e cir- cunstancias a este efecto convinientes, 1550-1551. Ms. en la Real Academia de la Historia.

Libros de linajes y armas [...], 1551-1552. Ms. en la Real Academia de la Historia.

Las quinquagenas de los generosos e ilustres e no menos famosos reyes, príncipes, duques, marqueses y condes e caballeros e personas notables de España [...] 1555- 1556. Ms. en la Biblioteca Nacional de Madrid, publicado por Modesto La- fuente, con prólogo, en Madrid, 1880. Obra de intención moral para poner ante los ojos de la juventud ejemplos de valor y sacrificio.

CONTENIDO

El Sumario es una obra relativamente breve que consta de 86 capítulos. La Historia, en cambio, es una obra de gran extensión formada por una primera parte de 19 libros, una segunda también de 19 y una tercera de 12, que hacen un total de 50 libros.

Cuando redactó el Sumario, el propósito de Fernández de Oviedo se limi- taba a la revelación de las particularidades de la naturaleza americana, de ahí que la mayor parte de los capítulos estén dedicados a la fauna y a la flora, aunque se ocupa también de las características de la población, de las costumbres y ri- tos de los indios de Tierra Firme, de algunas cuestiones geográficas, de las mi- nas de oro y de las pesquerías, refiriéndose exclusivamente a algunas islas antillanas y a parte de Centroamérica.

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En la primera parte de la Historia aún conservaba un interés principal por la naturaleza americana y aspiraba a ser un nuevo Plinio. Pero en la segunda y la tercera partes fue dando cabida cada más amplia a la "historia general", a los relatos de expediciones y conquistas y aun a noticias simplemente curiosas. Dentro de este vasto plan unitario que es para él la historia de la Indias, de

acuerdo con su última concepción, el libro XXXIII o Xiv de la segunda parte de su Historia, está dedicado a "la provincia e gobernación e conquista e pobla-

ción de la Nueva España".

FUENTES

En los 57 capítulos que forman este libro XXXIll de su Historia, Fernández de Oviedo, que recibió de Cortés las Cartas de reladón que se publicaron en aque- llos años, las sigue como fuente principal, aunque analizándolas con sentido

crítico. Aprovechó también otras relaciones y cartas, como una del virrey An- tonio de Mendoza y una entrevista con Juan Cano, hidalgo que casó con doña Isabel, hija de Motecuhzoma, que no era afecto a Cortés. Caso excepcional en- tre los cronistas de la época, Oviedo precisó siempre escrupulosamente las fuentes de donde provenían sus informaciones.

OBSERVACIONES

El libro dedicado a México y a su conquista en la Historia de Fernández de Oviedo no ofrece informaciones originales, si no es el juicio crítico que impone

al testimonio de Cortés, al que compara no obstante con Julio César (libro XXXIII, cap. x). La parte substancial de este libro dedicado a la Nueva España -capítulos 45 a 57- así como el capítulo en que Oviedo criticó al padre Las Casas -V del libro xix- ha sido publicada por Edmundo O'Gorman con un "Prólogo": G. F. de O., Sucesos y diálogos déla Nueva España, Biblioteca del Es- tudiante Universitario, 62, Ediciones de la Universidad Nacional de México, 1946. Fernández de Oviedo, que conoció bien las Indias, a las que hizo seis viajes entre 1514 y 1556 y en las que residió largos años, aunque nunca viniera

a México, no reconoció ni el valor de la lucha de los indios contra los invasores,

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ni llegó a interesarse por su cultura. Estos juicios despectivos y otros choques y desacuerdos atrajeron a Fernández de Oviedo las censuras de De las Casas.

A pesar de estas limitaciones de juicio, Fernández de Oviedo fue hombre de inteligencia y cultura excepcionales. Abrazó su tarea de historiador con ri-

gor, lucidez y esfuerzo sostenido a lo largo de muchos años. Fue el primero que intentó la historia global de las Indias. El capítulo final de su Historia general y natural de las Indias, que escribe cuando ha pasado ya los setenta años, es un

encendido elogio de las aptitudes que ha ganado la lengua castellana y una re- flexión memorable acerca de su "oficio historiográfico" y del sentido que tiene para él la historia.'

III

JUAN CANO, KL ENTREVISTADO

Juan Cano nació hacia 1502 en la villa extremeña de Cáceres. Su padre y sus abuelos sirvieron a los Reyes Católicos en las guerras de Granada y de Italia. Muy joven debió pasar a las Indias y en 1519 vino de Cuba a la Nueva España

' Bibliografía acerca de Fernández de Oviedo: José Amador de los Ríos, Vida y escritos de Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdez y Advertencias preliminares

en G.F. de O., Historiador general y natural de las Indias, Madrid, 1851-1855, 4 vols. Kmesto Chinchilla y Aguilar, Algunos aspectos de la obra de Oviedo, Revista de Historia de América, México,

1949, vol. XXVIII, pp. .?03-33().

Ramón Ezq uerra, Gonzalo Fernández de Oviedo. De la natural historia de las Indias. Madrid, 1942. Ramón Iglesia. Gonzalo Fernández de Oviedo (1942), Cronistas e historiadores de la conquista de México,

Sepsetentas, México, 1972. Edmundo O'Gorman, Oviedo y su Historia general y natural de las Indias (1946), CAiatro historiadores de Indias,

Sepsetentas, México, 1972. Juan Pérez de lúdela Bueso, Vida y escritos de Gonzalo Fernández de Oviedo, en G.F de O., Historia general y

natural de las Indias. Biblioteca de Autores Españoles. Madrid, 19.S9, 5 vols., t.l. pp. vii-CLXXV. .Mberto Salas, Fernández de Oviedo, crítico de la conquista y de los conquistadores. Cuadernos Americanas, México, 1954, año Xlll, núm. 2. Fernández de Oviedo, Tres cronistas de Indias, Fondo de Cultura Económica, México, 1959, pp. 63-158.

Manuel Ballesteros Gaibrois,C»/;s<7/o/'>níií»/jlrsí¿Ot;«M'<i, Fundación Universiuria Española, Madrid, 1981. América y la España del siglo xvi. Homenaje a Gonzalo Fernández de Oviedo, Cronista de Indias en el V Centenario

de su nacimiento (Madrid, 1478). edición preparada por Francisco de Solano y Fermín del Pino, csic. Instituto

Gonzalo Fernández de Oviedo, Madrid, 1982.

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con los soldados de Panfilo de Narváez. Participó en la conquista de la ciudad de México y sus alrededores y después en acciones en tierras de zapotecas, en la Huasteca, en Michoacán y en Xeiitra y Cuzcatlán, según lo dice en su Me-

morial de méritos y serx'icios. Cano tuvo en encomienda el pueblo de Macuilsu- chitle, en Panuco, "el cual es de muy poco provecho por ser de chichimecas".'

En 1525 y en años siguientes, el cabildo de la ciudad de México le concedió solares. Tenía, además, un negocio de madera o leña, pues en 1533 fue castiga- do por talar árboles en pie. En 1554, junto con Antonio de la Cadena, fue al- calde ordinario de la ciudad y los mismos fueron alcaldes de mesta el año si-

guiente.' El 3 de noviembre de 1529 Juan Cano declaró en una averiguación deriva-

da del juicio de residencia que la primera audiencia seguía a Cortés, la Proban-

za de Juan Tirado, de la cual se ha perdido el principio. En estas declaraciones defendió a su antiguo jefe. Panfilo de Narváez, y elogió la actuación de los per- niciosos Gonzalo de Salazar y Peralmíndez Chirinos, de los que llegó a decir que "tuvieron la tierra en mucha paz e concordia".^ Se inclinó, pues, al bando del factor y el veedor reales, que luego se asociaron con la primera audiencia en contra de Hernán Cortés y sus partidarios.

Hacia 1532 Juan Cano casó con Isabel Moctezuma, con quien tuvo seis hi- jos, cuatro hombres y dos mujeres, como dice en su Memorial de méritos y servi- dos. De ellos se conocen los nombres de Pedro, Gonzalo, Juan, Isabel y Cata- rina. Pedro no tuvo descendencia, Gonzalo Cano Moctezuma casó con doña Ana del Prado Calderón y fue el primero que tuvo el mayorazgo Cano de Saa- vedra, fundado por su padre el 24 de marzo de 1571. El otro hijo, Juan, casó con Elvira de Toledo, quien ya tenía el mayorazgo de Toledo Cáceres, y juntos

- La fecha de nacimiento de Cano la deduzco de su declaración en la probanza de Juan Tirado, Sumario de

la nádmáa tomada a don Femando Curtes, (México, 1853, t. II. p. .ÍSy) en el cual, en 1529, '¡e dice que "es de edad este testigo de veinte e siete años poco más o menos". Krancisco A. de ¡caza, Diccionario aulohin-

griifiro de conquistadores y pobladores de Sueva España, Madrid, 19¿.?, ficha 51, t. i, p. .35.

' Informaciones de los Libros de actas de cabildo de la ciudad de México, recogidos por Guillermo Porras Muñoz, El golñenio de la ciudad de México en el siglo X\'l, IN'AM/Institutode Investigaciones Históricas. México. 1982. pp. 219-224.

' Sumario de la residencia, op. o/., t. II, pp. .i90 y 394.

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formaron el mayorazgo de Moctezuma en Granada, en 1577. Ambos mayoraz- gos Cano Moctezuma serán origen de ilustres familias. Las dos hijas, Isabel y Catarina, fueron monjas fundadoras del Convento de la Concepción en México.

Juan Cano debió morir, ya viejo, después de 1571.

IV

DOÑA ISABEL MOCTKZUMA

Buena parte de la curiosidad del historiador Fernández de Oviedo por Juan Cano debió originarse en el hecho de que éste estuviese casado con una hija del legendario señor de México, con la "última princesa azteca".

La princesa Tecuichpo o Ichcaxóchitl (F"lor de Algodón), que cristianizada se llamó Isabel (1509-1550) hija preferida de Motecuhzoma Xocoyotzin, tuvo una vida dramática. Aún niña, fue dada sucesivamente como esposa, para legi- timar el poder, a Cuitláhuac y a Cuauhtémoc, los dos últimos señores mexicas. Años después de la conquista, al volver de la expedición de las Hibueras y an- tes de ser desposeído de los últimos cargos que conservaba de capitán general y administrador de los indios, Hernán Cortés hizo un acto noble: asignar tie- rras, el 27 de de junio de 1526, a doña Isabel, hija mayor superviviente de Mo- tecuhzoma, y el 14 de marzo de 1527 a doña Marina, la otra hija existente. En el documento de donación,' Cortés manifiesta que Motecuhzoma le encargó especialmente el cuidado de sus tres hijas, Isabel, María y Marina, y que en recuerdo de los muchos servicios que el señor de México prestó a los conquis- tadores, asigna a doña Isabel, en nombre del rey, el pueblo de Tacuba y su ju- risdicción, que era parte de su propio patrimonio. Y a doña .Marina da los pue- blos de Ecatepec, Acolhuacan y Cuautitlán. La tercera hija, doña María, había muerto en la retirada de la Noche Triste.

Al mismo tiempo que la donación. Cortés casó a doña Isabel con Alonso de Grado, a quien designó simultáneamente juez visitador general de la Nueva España, cargo recién creado." El alocado Alonso de Grado murió poco después.

' Donaáón /k limas a doña IsnbelMoircuizuiiia hecAn por Heniiin Conis. México, 27 de junio de 1526, ;\rchivo General de Indias, Prescot, Hisloríii de la com/uisla de Méxiro, Apéndices. diK. xii.

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Cuando doña Isabel, que apenas tenía dieciocho años, quedó viuda por tercera

vez, el conquistador la llevó a su casa. Según lo denunciaron sus malquerientes en el juicio de residencia de 1529,

Cortés tenía en aquellos años -entre 1526 y 1528-, como declaró Bernardino Vázquez de Tapia:

Infinitas mujeres dentro de su casa, de la tierra e otras de Castilla [...] con cuantas en su casa había tenía acceso, aunque fuesen parientes unas de otras [...] se echó con dos o tres hermanas, hijas de Motunzuma.'

Cuando a la joven viuda doña Isabel le faltaban pocos meses para dar a luz, don Hernán decidió casarla por cuarta vez, ahora con Pedro Gallego, "hombre gracioso y decidor", dirá Berna! Díaz. Leonor Cortés y Moctezuma se llamó la hija de doña Isabel y don Hernán. Gallego tuvo, a su vez, un hijo con Isabel, llamado Juan Andrada Moctezuma, y también murió pronto. En fin, por quin- ta vez, poco después de 1531 y acaso por su propia voluntad, doña Isabel casó con Juan Cano, hombre reposado y convenenciero, con el que tuvo los cinco hijos ya mencionados. Doña Isabel, respetada por los indios a los que favorecía, pasó tranquila y rica, siempre triste, sus últimos años.'

Una vez conocidos sus personajes, he aquí la entrevista. (^

México, junio de 1986.

José Luis Martínez

" Provisión de Hernán Cortes al ayuntamiento de México nombrando a Alonso de Grado juez visitador general de ¡a

Nueva España, Temixtitán, 27 de junio de 1526. en Acias de cabildo de la ciudad de México, 28 de junio de 1526. ' Sumario de la residencia, t. I, pp. 62 y 63.

' Véanse Sara García Iglesias, Isabel Moctezuma, la última princesa azteca. Vidas mexicanas, 27, Ediciones Xóchitl, México, 1946.

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I

DIÁLOGO DEL ALCAIDE DE LA FORTALEZA DE LA CIBDAD E PUERTO DE SANCTO

DOMINGO DE LA ISLA ESPAÑOLA, AUCTOR E CRONISTA DESTAS HISTORIAS,

DE LA UNA PARTE. E DE LA OTRA UN CABALLERO VECINO DE LA GRAN CIBDAD

DE MÉXICO, LLAMADO JOAN CANO

ALC: Señor, ayer supe que vuestra merced vive en la gran cibdad de México, e que os llamáis Joan Cano; e porque yo tuve amistad con un caballero llamado Diego Cano, que fue criado del serenísimo príncipe don Joan,' mi señor, de gloriosa memoria, deseo saber si es vivo, e de dónde sois, señor, natural, e cómo quedastes avecinado en estas partes. E recebiré merced que no recibáis pesa- dumbre de mis preguntas, porque tengo necesidad de saber algunas cosas de la Nueva España y es razón que para mi satisfacción yo procure entender lo que deseo de tales personas e hábito que merezcan crédito. Y así señor, recibi- ré mucha merced de la vuestra en lo que digo.

CA: Señor alcaide, yo soy el que gano mucho en conoceros, e tiempo ha que

deseaba ver vuestra persona, porque os soy aficionado, e querría que muy de veras me toviésedes por tan amigo y servidor como yo os lo seré. Y satisfa- ciendo a lo que vuestra merced quiere saber de mí, digo que Diego Cano, es- cribano de cámara del príncipe don Joan, e camarero de la tapicería de su Al- teza, fue mi tío, e ha poco tiempo que murió en la cibdad de Cáceres, donde vivía e yo soy natural. E cuanto a lo demás, yo, señor, pasé desde la Isla de Cuba a la Nueva España con el capitán Panfilo de Narváez,^ e aunque mozo e

' El príncipe don Juan (1478-1497), hijo de los Reyes Católicos, de quien fue mozo de címara y compañero de estudios Fernández de Oviedo. Don Juan casó en abril de 1497 con Margarita de Austria. Su complexión débil se resintió con los placeres del matrimonio y el príncipe murió en (Ktubre siguiente, a los diecinueve años. Fernández de Oviedo describió su corte propia en el Libro de la cámara real del príncipe don Juan. ' Panfilo de Narváez (.'-1528) originario de Valladolid o de Cuéllar, pasó primero a Jamaica y luego a Cuba, donde comenzó a servir a Diego Velázquez. En varías acciones en esta última isla se distinguió por su cruel- dad con los indígenas. Velázquez lo envió a España como procurador en 1518 y le obtuvo los títulos de ade- lantado y teniente de gobernador. Cuando Cortés se apoderó de la expedición a tierras mexicanas que Ve- lázquez le había confiado, éste, furioso, prendió una flota de 19 naves, I 400 soldados y numerosos caballos y armamentos. Puso en ella como capitán a Narváez con el propósito de sujetar al infidente. Para entonces. Cortés se encontraba en posesión pacífica del imperio de Moctezuma. Para evitar el choque, de Santo Do- mingo se envió al oidor Lucas Vázxjuez de Ayllón, pero Narváez lo apresó y expulsó. Ya en costas mexicanas.

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de poca edad, yo me hallé cerca de él cuando fue preso por Hernando Cortés e sus maneras. Y en ese trance le quebraron un ojo, peleando él como muy va- liente hombre; pero como no le acudió su gente, e con él se hallaron muy po- cos, quedó preso y herido, e se hizo Cortés señor del campo, c trujo a su devo- ción la gente que con Panfilo había ido. Y en reencuentros y en batallas de manos en México, e todo lo que ha subcedido después, yo me hallado en ello.

Mandáis que diga cómo quedé avecindado en estas partes, e que no reciba

pesadumbre de vuestras preguntas. Satisfaciendo a mi asiento, digo, señor, que yo me casé con una hija legítima de Montezuma, llamada doña Isabel, tal per- sona, que aunque se hubiera criado en nuestra España, no estoviera más ense- ñada c bien doctrinada e católica, e de tal conversación c arte, que os satisfaría su manera e buena gracia. E no es poco útil e provechoso al sosiego c conten- tamiento de los naturales de la tierra, porque como es señora en todas sus co- sas, e amiga de los cristianos, por su respecto y ejemplo más quietud e reposo se

imprime en los ánimos de los mexicanos. En lo demás qu: se me preguntare, e de que yo tenga memoria, yo, señor, diré lo que supiere conforme a la verdad.

ALC: Yo acepto la merced que en eso recibiré, e quiero comenzar a decir lo que me ocurre, porque me acuerdo que fui informado que su padre de Monte- zuma tuvo ciento e cincuenta hijos e hijas, c que él tuvo cincuenta hijos e más,' e que le acaeció tener cincuenta mujeres preñadas; y así escribí esto, e otras

Narváez comenz» a maniobrar concrj Cortés, procurando atraer a los caudillos indíjicnas; y ("ortés hizo lo

iriismn. atrayendo y cohechando a los capitanes y soldados de Narváez. Cuando vino el choque, ('ortés dis- puso un ataque relámpago al refugio de Narváez en Cempoala que resolvió la situación. Kl pomposo don

Panfilo perdió un ojo y cayó prisionero. .Su poderoso ejército no funcionó y pasó a engrosar las huestes de (>)rtés.

Narváez quedó como prisionero varios años en Veracruz y luego en Coyoacán. y cuando al fin fue liberado y volvió a Kspaña en 1.52,S se dedicó a intrigar contra Coités en la corte. Años más tarde, en 1527, Narváez

fue autorizado a organizar una expedición, junto con Alvar Núñez Cabeza de Vaca, para conquistar la Flori- da, en busca de riquezas fabulosas, .aquella fue una sucesión de torpezas, desgracias y miserias. Nar\ áez pe- reció en noviembre de I.S28 y sólo quedaron como supervivientes Cabeza de Vaca y tres hombres más, como é.ste lo relatará en sus Naufragios.

' Hijn<, dehtotecuhxoma: Aparte de leyendas, el historiador mestizo l'ernando Alvarado'l'ezozómoc consigna los nombres y destinos de 19 hijos de Motecuhzoma, probablemente los legítimos. 11 hombres y S mujeres,

entre los cuales aparece como IH°, 'lécuichpotzin o doña Isabel: Crúnuu mexiiáyull, traducción del náhuatl por Adrián l.eón, l N\,\I. Imprenta Universitaria, Mé.xico, 1949, párrafos .í().v,524, pp. 150-I.SX.

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cosas a este propósito, en el capítulo NLVI/ Lo cual, si así fue, quería saber cómo podéis vos tener por legítima hija de Montezuma a la señora doña Isabel, vuestra mujer, e qué forma tenía vuestro suegro para que se conociesen los hijos bastardos entre los legítimos o espurios, e cuáles eran mujeres legítimas

o concubinas. CA: P'ue costumbre usada e guardada entre los mexicanos, que las mujeres

legítimas que tomaban, era de la manera que agora se dirá. Concertados el hombre e mujer que habían de contraer el matrimonio, para le efectuar, se jun- taban los parientes de ambas partes, e hacían un areito después que habían co- mido o cenado. E al tiempo que los novios se habían de acostar e dormir en uno, tomaban la halda delantera de la camisa de la novia, e atábanla a la manta de algodón que tenía cubierta el novio; e así ligados, tomábanlos de las manos

los principales parientes de ambos e metíanlos en una cámara, donde los deja- ban solos e a escuras por tres días continuos, sin que de allí saliesen él ni ella,

ni allá entraba más de una india a los proveer de comer e lo que habían menes- ter. En el cual tiempo deste encerramiento, siempre había bailes o areitos, que ellos llaman mitote, y en fin de los tres días no hay más fiesta. Y los que sin esta ceremonia se casan, no son habidos por matrimonios, ni los hijos que proceden por legítimos, ni heredan.'

Así, como murió Montezuma, quedáronle solamente por hijos legítimos mi mujer e un hermano suyo,'' e muchachos ambos; a causa de lo cual fue elegido por señor un hermano de Montezuma que se decía Cuitlavací, señor de Izta- palapa, el cual vivió después de su elección solos sesenta días, e murió de vi- ruelas. A causa de lo cual, un sobrino de Montezuma, que en papa o sacerdote mayor entre los indios, que se llam'aba Guatimucin, mató al primo, hijo legíti-

' l-'crnández de Oviedo escribió en el libni XXXlll, cap. xi vi de su Hisloña ■¿eneraly iwluralde las indias que Motecuhzoma tenía más de cuatro mil mujeres, que le acaeció tener cincuenta de ellas preñadas v que tuvo "cincuenta hijos c hijas o más". ' Una buena descripción de las ncgíKÍaciones previas y los rituales de los casamientos indígenas se encuen-

tra en .Sahagún, Hisloña general dt ¡as cosas de Nuna V^pafia. lib. VI. cap. \xili. ''Además de doña Isabel y de don Pedro Tlacahuepan, undécimo hijo de Moctecuhzoma al que Cortés llevó

a España en su viaje de 1.S2S. en 1.S27 vivía la hija llamada doña Marina, que recibió de Cortés pueblos en encomienda.

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mo de Montezuma, que se decía Asupacací,' hermano de padre e madre de doña Isabel, e hízose señor, e fue muy valeroso. Este fue el que perdió a Mé- xico, e fue preso e después injustamente muerto con otros principales señores e indios. Pues como Cortés e los cristianos fueron enseñoreados de México,

ningún hijo quedó legítimo, sino bastardos de Montezuma, excepto mi mujer, que quedaba viuda; porque Guatimucin, señor de México, su primo, por fijar mejor su estado, siendo ella muy muchacha, la tuvo por mujer, con la cerimo- nia ya dicha del atar la camisa con la manta, e no hobieron hijos ni tiempo para procreallos. Y ella se convirtió a nuestra sancta fe católica, e casóse con un hom- bre de bien de los conquistadores primeros, que se llamaba Pedro Gallego,* e hobo un hijo en ella, que se llama Joan Gallego Montezuma. E murió el dicho Pedro Gallego, e yo case con la dicha doña Isabel, en la cual me ha dado Dios tres hijos e dos hijas, que se llaman Pedro Cano, Gonzalo Cano de Saavedra, Joan Cano, doña Isabel e doña Catalina.''

ALC: Señor Joan Cano, suplicóos que me digáis ¿por qué mató Hernando Cortés a Guatimucin.-* ¿Rebelóse después, o qué hizo para que muriese.?

CA: Habéis de saber, que así a Guatimucin como al rey de Tacuba, que se decía Tetepanquezal, e señor de Tezcuco, el capitán Hernando Cortés les hizo dar muchos tormentos e crudos, quemándoles los pies e untándoles las plan- tas con aceite e poniéndolas cerca de las brasas y en otras diversas maneras, porque les diesen sus tesoros,'" e teniéndolos en continuas fatigas, supo cómo

el capitán Cristóbal de Olit se le había alzado en puerto de Caballos e Hondu- ras, la cual provincia los indios llaman Guaimura; e determinó de ir a buscar e

' Asupacaá: No es posible identificarlo dentro de la nómina de hijos de Moctecuhzoma que da Alvarado

Tezozómoc. " Como se dijo al contar la vida de doña Isabel, su primer marido español fue Alonso de Grado y el segun- do este Pedro Gallego.

' Juan Cano componía a su gusto su parentela política. No menciona a Leonor Cortés y Moctezuma, la hija que tuvo años atrás su mujer con Cortés, y cambia el nombre del hijo que tuvo con Pedro Gallego, quien se llamó Juan Andrada Moctezuma.

'" .Senún López de Gomara {Com/uism de México, cap. cxi.vi) y Bernal Díaz (Histnria verdadera, cap. Cl.vil) el tesorero de la real hacienda, Julián de Alderete, exigió a (Cortés que atormentara a Cuauhtémoc para

averiguar dónde escondía el tesoro. Ln el juicio de residencia a Cortés en l.S2*í, el doctor Cristóbal de Ojeda afirmó que él había curado a Cuauhtémoc de sus heridas y que le quemaron pies y manos (Sumario de resi-

demia, t. I. p. 126).

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castigar al dicho Cristóbal de Oiit, e partió de México por tierra con mucha gente de españoles e de los naturales de la tierra, e llevóse consigo aquellos tres principales ya dichos," e después los ahorcó en el camino.'^ E, así enviudó

doña Isabel, e después ella se casó de la manera que he dicho, con Pedro Ga- llego, e después conmigo.

ALC: Pues en cierta información que se envió al emperador nuestro señor, dice Hernando Cortés que había subcedido Guatimucin en el señorío de Méxi- co tras Montezuma, porque en las puentes murió el hijo y heredero de Monte- zuma, e que otros dos hijos que quedaron vivos, el uno era loco o mentecapto y el otro paralítico, e inhábiles por sus enfermedades. E yo lo he escripto así en el capítulo x\i, pensando que ello sería así.

CA: Pues escriba vuestra merced lo que mandare, y el marqués Hernando Cortés lo que quisiere, que yo digo en Dios y en mi conciencia la verdad, y esto es muy notorio.

ALC: Señor Joan Cano, dígame vuestra merced: ¿de qué procedió el alza- miento de los indios de México, en tanto que Hernando Cortés salió de aque- lla cibdad e fue a buscar a Panfilo de Narváez e dejó preso a Montezuma en poder de Pedro de Alvarado? Porque he oído sobre esto muchas cosas, e muy diferentes las unas de las otras, e yo querría escribir verdad, así Dios salve mi

ánima. CA: Señor alcaide, eso que preguntáis es un paso en que pocos de los que

hay en la tierra, sabrán dar razón, aunque ello fue muy notorio, e muy mani- fiesta la sinrazón que a los indios se les hizo, e de allí tomaron tanto odio con

" Kn enero de 1524, Cortés confió ¿ Crlsióbal de Olid, uno de sus mejores capitanes, una armada con el

encargo de ir a explorar las Hibueras u Honduras. Olid entró en tratos con Diego Velázquez para rebelarse contra Cortés y alzarse con la tierra que iba a explorar. Cuando Cortés se enteró de la infidelidad, envió a Francisco de las Casas con cuatro naves y 150 soldados a las Hibueras para castigar a Olid. Éste fue dego-

llado. Impaciente por no haber recibido noticias. Cortés decidió ir él mismo y el 12 de octubre de 1524 salió de la ciudad de México rumbo a las Hibueras, con una nutrida expedición en la que llevó a Cuauhtémoc. El viaje será un despeñadero de desgracias. " Acusándolos de tramar una rebelión. Cíortés ordenó a ahorcar a Cuauhtémoc y a Tetlcpanquétzal, señor de Tacuba, el 28 de febrero de 1525, en Izancánac, provincia de Acalan. al sur de la laguna de Términos, en (Campeche. Para conocer las diversas versiones al respecto, véase Jorge Gurría Lacroix. Hisloriografta subtr la muerte de CuauJilémoc, Instituto de Investigaciones Históricas, INAM, México, 1976.

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los cristianos, que no fiaron más de ellos, e se siguieron cuantos males hobo después, e la rebelión de México, y pasó desta manera. Esos mexicanos tenían,

entre las otras sus idolatrías, ciertas fiestas del año en que se juntaban a sus ri- tos e ceremonias." E llegado el tiempo de una de aquéllas, estaba Alvarado en guarda de Montezuma, e Cortés era ido donde habéis dicho; e muchos indios principales juntáronse e pidieron licencia al capitán Alvarado para ir a celebrar sus fiestas en los patios de sus mezquitas o cues mayores, junto al aposento de los españoles, porque no pensasen que aquel ayuntamiento se hacía a otro fin; y el dicho capitán les dio la licencia. E así los indios, todos señores, más de seis-

cientos, desnudos, e con muchas joyas de oro y hermosos penachos e muchas piedras preciosas, e como más aderezados e gentiles hombres se pudieron e su- pieron aderezar, e sin arma alguna defensiva ni ofensiva, bailaban e cantaban e hacían su areito e fiestas, scgund su costumbre. E, al mejor tiempo que ellos estaban embebecidos en su regocijo, movido de cobdicia el Alvarado, hizo po- ner en cinco puertas del patio cada quince hombres, y el entró con la gente res- tante de los españoles, e comenzaron a acuchillar e matar los indios, sin perdo- nar a uno ni a ninguno, hasta que a todos los acabaron en poco espacio e hora. V ésta fue la causa por qué los de México, viendo muertos e robados aquéllos sobre seguro, e sin haber merecido que tal crueldad en ellos hobiese fecho, se alzaron e hicieron la guerra al dicho Alvarado e a los cristianos que con él esta- ban en guarda de Montezuma y con mucha razón que tenían para ello.

AI.C: Montezuma ¿cómo murió.' Porque diversamente lo he entendido, c así

lo he yo escripto diferenciadamente. CA: Montezuma murió de una pedrada que los de fuera tiraron, lo cual no

se hiciera si delante de él, no se pusiera un rodelero, porque como le vieran, ninguno tirara, e así por le cubrir con la rodela e no creer que allí estaba Mon-

tezuma, le dieron una pedrada, de que murió.'^ Pero quiero que sepáis, señor alcaide, que desde la primera rebelión de los indios, hasta que el marqués vol- vió a la cibdad después de preso Nan'áez, non obstante la pelea ordinaria que

'' Se traraba de la gran fiesra en honor de Huit/il(ipochtli, que se celebraba en el mes de túxitill, mayo.

'* I,a niuerte de Moctezuma por una pedrada en la cabeza lanzada por los indios es la versión más divulga- da. Scfiún el Cñitiie R/iiiiim Ip. '■<\). Moctezuma fue "inuerio a puñaladas ípie le mataron los españoles".

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con los cristianos tenía, siempre Montezuma les hacía dar de comer. E después que el marqués tornó, se le hizo grand recebimiento, e les dieron a todos los españoles mucha comida. Más habéis de saber que el capitán Alvarado, como le acusaba la conciencia, e no arrepentido de su culpa, más queriéndole dar co- lor, e por aplacar el ánimo de Montezuma, dijo a Hernando Cortés que fingiese que le quería prender a castigar, porque Montezuma le rogase por él e que se fuesen muertos por muertos. Lo cual Hernando Cortés no quiso hacer, antes,

muy enojado, dijo que eran unos perros, e que no había necesidad de aquel cumplimiento y envió a un principal a que hiciesen el tiangues o mercado. El cual principal, enojado de ver la ira de Cortés e la poca estimación que hacía de los indios vivos, e lo poco que se le daba de los muertos, desdeñado el prin-

cipal e determinado en la venganza, fue el primero que renovó la guerra con- tra los españoles dentro de una hora.

ALC: Siempre oí decir que es buena la templanza e sancta la piedad, e abo- minable la soberbia. Dicen que fue grandísimo el tesoro que Hernando Cortés repartió entre sus milites todos, cuando determinó de dejar la cibdad e irse fuera della por consejo de un Botello, que se preciaba de pronosticar lo que está por venir.'^

CA: Bien sé quién era ése, y es verdad que él fue de parecer que Cortés e los cristianos se saliesen, e al tiempo de efectuarlo no lo hizo saber a todos, an- tes no lo supieron sino los que con él se hallaron a esa plática, e los demás que estaban en sus aposentos e cuarteles, se quedaron, que eran doscientos e sep- tenta hombres, los cuales se defendieron ciertos días peleando, hasta que de hambre se dieron a los indios; e guardáronles la palabra de la manera que Al- varado la guardó a los que es dicho. E así los doscientos e septenta cristianos, e los que dellos no habían seído muertos peleando, todos cuanto se rindieron

fueron cruelmente sacrificados."' Pero habéis, señor, de saber, que de esa libe-

" l'n soldado llamado Blas Botello, nigromante, había predicho que si en aquella noche -la Noche Triste, del 30 de junio de 152(>- no salían de México, todos perecerían. Entre los muchos que moririan se contó él y entre sus papeles hallaron las cifras de sus vaticinios que predecían su propia muerte. Bernal Díaz, cap. CXXVlll.

"' .'\cerca de los soldados españoles, sobre todo los recién llejiaJos con las huestes de Nar\áe/, que iwrccieron en la rezaga de la Noche Triste, hay varias versiones. Bernal Díaz (ihut.) dice que fueron ochen-

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ralidad que Hernando Cortés usó, como decís, entre sus milites, los que más parte alcanzaron deila e más se cargaron de oro y joyas, más presto los mataron; porque por salvar el aibarda, murió el asno que más pesada la tomó, e los que no las quisieron, sino sus espadas e armas, pasaron con menos ocupación, ha-

ciéndose el camino con el espada. ALC: Grand lástima fue perderse tanto tesoro e ciento e cincuenta e cuatro

españoles, e cuarenta e cinco yeguas, e más de dos mil indios, y entre ellos el

hijo e hijas de Montezuma, e todos los otros señores que traían presos. Yo así lo tengo escripto en el capítulo XIV de esta historia.

CA: Señor alcaide, en verdad quien tal os dijo, o no lo vido ni supo, o quiso callar la verdad. Yo os certifico que fueron los españoles muertos en eso (con los que como dije de suso quedaron en la cibdad, y en los que se perdieron en el camino, siguiendo a Cortés e continuándose nuestra fuga) más de mil e cien- to e septenta, e así pareció por alarde, e de los indios nuestros amigos de Tas- caltecle que decís dos mil, sin duda fueron más de ocho mil.

ALC: Maravillóme cómo después que Cortés se acogió, e los que escaparon, a la tierra de Tascaltecle, cómo no acabaron a él e a los cristianos, dejando allá muertos a los amigos; e aún así diz que no les daban de comer sino por rescate los de Guaulipa," que es ya término de Tascaltecle, y el rescate no le querían si no era oro.

CA: Tenedlo, señor, por falso todo eso, porque en casa de sus padres no pu- dieran hallar más buen acogimiento los cristianos, e todo cuanto quisieron, e aun sin pedirlo, se les dio gracioso e de muy buena voluntad.

ta; fray Francisco de Aguilar, en su Relación Breve (!'. Jornada), cree que serían hasta cuarenta; en el Códice

Ramírez (p. 91) se dice que fueron doscientos; Cervantes de Salazar (Crónica, lib. IV, cap. CXXlir) anota que "dicen muchos conquistadores que fueron trescientos e que puestos en lo alto [del Templo Mayor] pelearon tres días, hasta que cansados e enflaquecidos de la hambre, se les cayeron las espadas de las manos, tenien- do bien poco que hacer los enemigos para matarlos"; y Herrera (década II, lib. x, cap. Xll) y 'Ibrquemada (lib. IV. cap. LXXlI) repiten lo que Cervantes de .Salazar. Lo dicho por Cano, de que perecieron 270 hombres, pudo ser, pero es increíble que tantos ignoraran la huida acordada.

Kn su respuesta siguiente, Cano da cifras respecto a las pérdidas totales en la Noche Triste que parecen tam- bién exagerada.s: 1 170 españoles y 8 mil indios, cuando el cálculo más alto, de Bernal Díaz iibiti.) sólo llega i 870 españoles.

'' Giiaulipa: debe ser Hueyotlipan, en tierras de Tla.xcala.

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ALC: Para muchos ha seído el marqués, e digno es de cuanto tiene e de mu- cho más; e tengo lástima de ver lisiado un caballero tan valeroso, e manco de dos dedos de la mano izquierda, como lo escribí e saqué de su Relación, e puse en el capítulo XV; pero las cosas de la guerra así son, e los honores e la palma

de la victoria no se adquieren durmiendo. CA: Sin dubda, señor. Cortés ha seído venturoso e sagaz capitán, e los prín-

cipes suelen hacer mercedes a quien los sirve y es bien las hagan a todos los que en su servicio real trabajan; pero algunos he visto yo que trabajan e sirven e nunca medran, e otros que no hacen tanto como aquéllos, son gratificados e aprovechados, pero así fuesen todos remunerados como el marqués lo ha sido en lo de sus dedos, de que le habéis lastima. Tuvo Dios poco que hacer en sa- narle, e salid, señor, de ese cuidado: que así como los sacó de Castilla, cuando pasó la primera vez a estas partes, así se los tiene agora en España, porque nun- ca fue manco dellos ni le faltan; e así nunca hobo menester cirujano ni miraglo

para guarecer de ese trabajo. ALC: Señor Joan Cano ¿es verdad aquella crueldad que dicen que el mar-

qués usó con Cholula, que es una cibdad por donde pasó la primera vez que fue a México.''

CA: Muy grand verdad es, pero eso yo no lo vi, porque aún no era yo ido a la tierra, pero súpelo, después, de muchos que lo vieron e se hallaron en esa cruel hazaña.

ALC: ¿Cómo oíste decir qué pasó.'' CA: Lo que oí por cosa muy notoria, es que en aquella cibdad pidió Her-

nando Cortés tres mil indios para que llevasen el fardaje, e se los dieron, e los hizo todos poner a cuchillo, sin que escapase ninguno.'*

ALC: Razón tiene el emperador nuestro señor, de mandar quitar los indios a todos los cristianos.

CA: Hágase lo que Su Majestad mandare e fuese servido, que eso es lo que es mejor; pero yo no quería que padeciesen justos por pecadores. Quien hace

'" Juan Cano, como lo dice, no fue cestigo de la matanza de Cholula. Al parecer y como era natural, los cholultecas, en connivencia con los mexicas, preparaban una celada a las huestes de Cortés que se acerca- ban a la ciudad de México. Como dice el conquisudor, decidió "prevenir antes de ser prevenido y reconoce que en pocas horas murieron más de tres mil hombres".

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crueldades, pagúelas; más el que no comete delicto ¿por qué le han de casti- gar? Esto es materia para más espacio, e yo me tengo que embarcar esta noche y es ya cuasi hora del Ave María. Mirad, señor alcaide, si hay en México en qué

pueda yo emplearme en vuestro servicio: que yo lo haré con enteía voluntad e obra. Y en lo que toca a la libertad de los indios, sin dubda a 'mos se les había de rogar con ellos a que los toviesen e gobernasen, e los in^ istriasen en las co- sas de nuestra sancta fe católica, e otros se debiín quitar; pero pues aquí está el obispo de Chiapa, fray Bartolomé de las Casas, que ha sido el movedor e in- ventor destas mudanzas, e va cargado de frailes mancebos de su orden, con él podéis, señor alcaide, desenvolver esta materia de indios. E yo no me quiero más entremeter ni hablar en ella, aunque sabría decir mi parte."

ALC: Sin duda, señor Cano, vuestra merced habla como prudente, y estas cosas deben ser así ordenadas de Dios, es de pensar que este reverendo obis- po de Cibdad Real en la provincia de Chiapa, como celoso del servicio de Dios e de Su Majestad, se ha movido a estas peregrinaciones en que anda, e plega a Dios que él e sus frailes acierten a servirles. í'ero él no está también conmi- go como pensáis: antes se ha quejado de mí por lo que escribí cerca de aque- llos labradores e nuevos caballeros que quiso hacer, e con sendas cruces, que querían parecer a las de Calatrava, seyendo labradores e de otras mezclas e gé- nero de gente baja, cuando fue a Cubagua e a Cumaná; e lo dijo al señor obis- po de Sanct Joan, don Rodrigo de Bastidas, para que me lo dijese, e así me lo

dijo. E lo que yo respondí a su queja, no lo hice por satisfacer al obispo de Chiapa, sino a la auctoridad e bondad del señor obispo de Sanct Joan e su santa intención; e fue que le supliqué que le dijese, que en verdad yo no tuve cuen- ta ni respecto, cuando aquello escribí, a le hacer pesar ni placer, sino a decir lo que pasó; e que viese un libro, que es la primera parte de estas Historia de

l'Vay Bartolomé de las Casas, en su Drevisimti relación de ¡a deslnurióti de las Indias (15.S2, pp. 67-71), fue el

censor más violento de esta matanza. Para él no hubo celada de los cholultecas sino sólo el acuerdo de los españoles de hacer un castigo para sembrar el terror, y afirma que los sacrificados fueron cinco o seis mil

indios, que llegaron sin armas y desnudos. Bernal Díaz, que leyó las invectivas de Las Casas, desmintió airadamente las acusaciones del obispo (cap. I.xx.xill). '' Ksta di.scusión sobre pros y contras de la encomienda y acerca de Las Casas "movedor e inventor de estas mudan/as", es un eco de la inconformidad creada entre los antiguos conquistadores y pobladores por las

¡^■\es iiiinas. de 1,S42. que promovió en efecto Las (^asas y que restrinKÍan el rét»imen de las encomiendas.

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Indias, que se imprimió el año de mil e quinientos e treinta y cinco, e allí esta- ba lo que escribí; y que holgaba porque estábamos en parte que todo lo que dije e lo que dejé de decir se probaría fácilmente; e que supiese que aquel libro estaba ya en lengua toscana e francesa e alemana e latina e griega e turca e arábiga, aunque yo le escribí en castellana; y que pues él continuaba empre- sas, e yo no había de cesar de escribir las materias de Indias, en tanto que Sus Majestades desto fuesen servidos, que yo tengo esperanza en Dios que le de- jará mejor acertar en lo por venir que en lo pasado, e así adelante le parecería mejor mi pluma. Y como el señor obispo de Sanct Joan es tan noble, e le cons- ta la verdad, e cuan sin pasión yo escribo, el obispo de Chiapa quedó satisfe- cho. Aunque yo no ando por satisfacer a su paladar, ni otro, sino por cumplir con lo que debo, hablando con vos, señor, lo cierto.

Y por tanto, cuanto a la carga de los muchos frailes, me parece en verdad que estas tierras manan o que llueven frailes; pero pues son sin canas todos e de treinta años abajo, plega a Dios que todos acierten a servirle. Ya los vi entrar en esta cibdad, de dos en dos, hasta treinta dellos, con sendos bordones, e sus sayas y escapularios e sombreros, e sin capas, y el obispo detrás dellos. Ello pa- recía una devota farsa, e agora la comienzan; no .«¡abemos en qué parará; el

tiempo lo dirá y éste haga Nuestro Señor al propósito de su sancto servicio.'" Pero pues van hacia aquellos nuevos volcanes, decidme, señor, qué cosa son, si los habéis visto, e qué cosa es otro que tenéis allá en la Nueva España, que

se dice Guajocingo. CA: El volcán de Chalco o Guajocingo todo es una cosa e alumbrada de no-

che tres e cuatro leguas e más, c de día salía continuo humo, e a veces llamas de fuego; lo cual está en un escollo de la Sierra Nevada, en la cual nunca falta perpetua nieve, y está a nueve leguas de México. Pero este fuego e humo que he dicho duró hasta siete años, poco más o menos, después que Hernando Cor- tés pasó a aquellas partes, e ya no sale fuego alguno de allí; pero ha quedado

"'" K pesar de que Fernández de Oviedo parece dar por terminada su diferencia con el obispo Las Casas, aquí ap'.':vecha el pie que le da Juan Cano para una nueva crítica a la "devota farsa" de la procesión de los domini- cos, 'lampoco fray Bartolomé la olvidará del todo, pues según López de Gomara (Anales del emperador Carlos r. año 1548, p. 258). el obispo estorbará la publicación de la Historia general áe. Fernández de Oviedo en su versión completa.

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Page 24: I JU ENTREVISTA A DE NGONZALO … · Claribalte: libro del muy esforzado e invencible caballero de Fortuna [...] nueva- mente empñmido y venido en esta lengua castellana: elcualprocede

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mucho azufre e muy bueno, que se ha sacado para hacer pólvora, e hay cuan- to quisieren sacar dello.'' Pero en Guatemala hay dos volcanes o montes fo- gosos destos, muy espantables, e echan piedras muy grandísimas fuera de sí, quemadas, e lanzan aquellas bocas mucho humo, y es cosa de muy horrible as- pecto, en especial como le vieron cuando murió la pecadora de doña Beatriz de la Cueva, mujer del adelantado don Pedro de Alvarado." Plega a Nuestro Se- ñor de quedar con vuestra merced, señor alcaide, e dadme licencia: que atien-

de la barca para irme a la nao. ALC: Señor Joan Cano, el Espíritu Sancto vaya con Vuestra Merced, e os dé

tan próspero viaje e navegación, que en pocos días y en salvamento lleguéis a vuestra casa, e halléis a la señora doña Isabel e los hijos e hijas con la salud que vuestra merced y ellos os deseáis.

Gonzalo Fernández de Oviedo, Historia general y natural de las Indias, lib. XXXIII, cap. LIV. f}

" El Popocatépetl estuvo en erupción de 1519 a 1530.

" El terremoto que destruyó la ciudad de Guatemala y en el que pereció, entre muchas otras personas, doña Beatriz de la Cueva, viuda del conquistador Pedro de Alvarado. ocurrió la noche del 10 al 11 de septiembre de 1541. La gaceta de cuatro hojas, Relación del espantable temmolo, impresa por Juan Crombergeren México en 1541, que informó a la Nueva España de este suceso, es uno de los primeros impresos mexicanos.

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