i; 1razón estuve a punto de rechazar al animal y arrojarlo de mí, pero se frotó contra mí...

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----�I; ___ _ 1 de abril de 1975: «Señores del Consejo, nuestro resonante éxito con el virus B 23 ha demostrado que en un virus pueden codificarse configuraciones y directrices de conducta complejas y precisas. Po- dríamos, por ejemplo, poner en movimiento to- da una sociedad idiota que gire en torno a los gatos... Se oirían los maullidos a kilómetros de distancia.» (El escritor estaba escribiendo su propio tu- ro). «A los trabajadores se les paga en gatos y comida para gatos. La categoría social de un hombre depende del número y calidad de los ga- tos que puede mantener. Para quienes no pue- den mantener un gato de acuerdo con las rígidas normas del Departamento de Colocación e Ins- pección de Gatos, hay casas de gatos autorizadas donde se les puede cuidar por horas, (bajo su- pervisión constante, por supuesto, no sea que algún hereje intente un 'gaticidio'). «Hay casas de 500 $ la hora para viajeros adi- nerados, que albergan siameses, abisinios, per- sas, korats y rusos azules. Más caros y restricti- vos son los contactos con los «exóticos exquisi- tos». Los pretendientes han de pasar una exi- gente batería de tests que determine su idonei- dad psíquica y sica antes de reunirse con el manchado rruginoso de Sri Lanka de un kilo. Una mano tosca o poco amable podría matar a esa delicada bestezuela igual que un neco en libertad puede morir de miedo si una mano hu- mana le toca. «Salas de lo penal gatunas, flanqueadas de es- tatuas de bronce de la diosa egipcia Bast han si- do constituidas para juzgar las onsas contra los gatos. En el antiguo Egipto, hacer daño a un ga- to podía ser delito penado con la muerte, y hoy en día en ciertos casos... 'Un juez de Warwick, Rhode Island, declaró culpable de crueldad con los animales a un hombre y le condenó a una multa de 200 $ por matar a un gato vagabundo en su horno de microondas'. Bien, declaramos al acusado culpable de asesinato con agravante egipcia.» El Bolsín se ha visto invadido por los especu- ladores de turos de gato... «En la sesión de hoy, los persas han suido una erte caída; los de angora se mantuvieron y cerraron ligeramen- te al alza; el verde mutante sale a cotización». Ahora todas las naciones están unidas, puesto que todos conocen el propósito de la vida: «iGATOS!». EL GATO DE DENTRO William S. Burroughs 86 Fondos anteriormente destinados a la densa nacional se dedican ahora a programas gigantes de investigación para desarrollar nuevas razas gatunas y mejorar las especies ya existentes. Se presta una atención especial a los híbridos y mu- tantes: gatos-murciélago, gatos-nutria, gatos-le- mur... Un virus que moldea las conductas y deja tras de sí un vacío, un hueco doloroso que puede servir de puerta hacia el espacio, (en este caso, de gatera,). * * * 4 de mayo de 1985. Preparo la maleta para un corto vie a Nueva York para hablar con Brion del libro de los gatos. En el cuarto delantero, don- de se guardan los gatitos, Calicó Jane amamanta a uno negro. Cojo mi maletín. Lo noto pesado. Miro dentro y allí están los cuatro. «Cuida de mis pequeños. Llévalos contigo a donde vayas.» * * * Estoy en la sección para animales del super- mercado Dillon's escogiendo comida para gatos, y me encuentro con una anciana. Al parecer, sus gatos no comen ninguna comida que tenga pes- cado. Bueno, me digo, los míos son justo lo con- trario. Prefieren las comidas de pescado como 'Banquete de salmón' y 'Cena de mariscos'. -Bueno -me dice-, la verdad es que acompa- ñan mucho. ¿ Y qué puede hacer por su compañía si no hay Dillon's ni tiendas de animales? lQué pue- do hacer yo? Sencillamente, no puedo soportar ver hambrientos a mis gatitos. Pensando en mi primera adolescencia, me viene una sensación recurrente de acariciar a al- gún ser contra mi pecho. Muy pequeño, del ta- maño aproximado de un gato. No es un niño pe- queño pero tampoco un animal. No exactamen- te. Es en parte humano y en parte otra cosa. Re- memoro una ocasión en la casa de Price Road. Debo tener doce o trece años. Me pregunto qué es.. una ardilla no del todo. No puedo verlo con claridad. No sé qué necesita. Pero sé que cona absolutamente en mí. Mucho más adelante descubriría que me co- rresponde el papel de guardián, de crear y criar una criatura que es en parte gato, en parte hom- bre y en parte algo todavía inimaginable, que puede surgir de una unión que no se ha produ- cido en millones de años. En estos últimos años me he convertido en un rviente amante de los gatos y ahora he re- conocido a esa criatura como un espíritu gatuno, un pariente. Sin duda tiene cosas de gato y cosas también de otros animales: zorros voladores, ni- ños de la selva, lemures deslizantes de enormes ojos amarillos que viven en los árboles y quedan indensos en el suelo, lemures de cola anillada

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Page 1: I; 1razón estuve a punto de rechazar al animal y arrojarlo de mí, pero se frotó contra mí maullan do suplicante. Desde que adopté a Ruski, los sueños de ga tos son frecuentes

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1de abril de 1975: «Señores del Consejo, nuestro resonante éxito con el virus B 23 ha demostrado que en un virus pueden codificarse configuraciones y

directrices de conducta complejas y precisas. Po­dríamos, por ejemplo, poner en movimiento to­da una sociedad idiota que gire en torno a los gatos ... Se oirían los maullidos a kilómetros de distancia.»

(El escritor estaba escribiendo su propio futu­ro). «A los trabajadores se les paga en gatos y comida para gatos. La categoría social de un hombre depende del número y calidad de los ga­tos que puede mantener. Para quienes no pue­den mantener un gato de acuerdo con las rígidas normas del Departamento de Colocación e Ins­pección de Gatos, hay casas de gatos autorizadas donde se les puede cuidar por horas, (bajo su­pervisión constante, por supuesto, no sea que algún hereje intente un 'gaticidio').

«Hay casas de 500 $ la hora para viajeros adi­nerados, que albergan siameses, abisinios, per­sas, korats y rusos azules. Más caros y restricti­vos son los contactos con los «exóticos exquisi­tos». Los pretendientes han de pasar una exi­gente batería de tests que determine su idonei­dad psíquica y física antes de reunirse con el manchado ferruginoso de Sri Lanka de un kilo. Una mano tosca o poco amable podría matar a esa delicada bestezuela igual que un feneco en libertad puede morir de miedo si una mano hu­mana le toca.

«Salas de lo penal gatunas, flanqueadas de es­tatuas de bronce de la diosa egipcia Bast han si­do constituidas para juzgar las ofensas contra los gatos. En el antiguo Egipto, hacer daño a un ga­to podía ser delito penado con la muerte, y hoy en día en ciertos casos ... 'Un juez de Warwick, Rhode Island, declaró culpable de crueldad con los animales a un hombre y le condenó a una multa de 200 $ por matar a un gato vagabundo en su horno de microondas'. Bien, declaramos al acusado culpable de asesinato con agravante egipcia.»

El Bolsín se ha visto invadido por los especu­ladores de futuros de gato... «En la sesión de hoy, los persas han sufrido una fuerte caída; los de angora se mantuvieron y cerraron ligeramen­te al alza; el verde mutante sale a cotización».

Ahora todas las naciones están unidas, puesto que todos conocen el propósito de la vida: «iGATOS!».

EL GATO DE DENTRO

William S. Burroughs

86

Fondos anteriormente destinados a la defensa nacional se dedican ahora a programas gigantes de investigación para desarrollar nuevas razas gatunas y mejorar las especies ya existentes. Se presta una atención especial a los híbridos y mu­tantes: gatos-murciélago, gatos-nutria, gatos-le­mur ...

Un virus que moldea las conductas y deja tras de sí un vacío, un hueco doloroso que puede servir de puerta hacia el espacio, ( en este caso, de gatera,).

* * *

4 de mayo de 1985. Preparo la maleta para un corto viaje a Nueva York para hablar con Brion del libro de los gatos. En el cuarto delantero, don­de se guardan los gatitos, Calicó Jane amamanta a uno negro. Cojo mi maletín. Lo noto pesado. Miro dentro y allí están los cuatro.

«Cuida de mis pequeños. Llévalos contigo a donde vayas.»

* * *

Estoy en la sección para animales del super­mercado Dillon's escogiendo comida para gatos, y me encuentro con una anciana. Al parecer, sus gatos no comen ninguna comida que tenga pes­cado. Bueno, me digo, los míos son justo lo con­trario. Prefieren las comidas de pescado como 'Banquete de salmón' y 'Cena de mariscos'.

-Bueno -me dice-, la verdad es que acompa­ñan mucho.

¿ Y qué puede hacer por su compañía si no hay Dillon's ni tiendas de animales? lQué pue­do hacer yo? Sencillamente, no puedo soportar ver hambrientos a mis gatitos.

Pensando en mi primera adolescencia, me viene una sensación recurrente de acariciar a al­gún ser contra mi pecho. Muy pequeño, del ta­maño aproximado de un gato. No es un niño pe­queño pero tampoco un animal. No exactamen­te. Es en parte humano y en parte otra cosa. Re­memoro una ocasión en la casa de Price Road. Debo tener doce o trece años. Me pregunto qué es .. una ardilla no del todo. No puedo verlo con claridad. No sé qué necesita. Pero sé que confía absolutamente en mí.

Mucho más adelante descubriría que me co­rresponde el papel de guardián, de crear y criar una criatura que es en parte gato, en parte hom­bre y en parte algo todavía inimaginable, que puede surgir de una unión que no se ha produ­cido en millones de años.

En estos últimos años me he convertido en un ferviente amante de los gatos y ahora he re­conocido a esa criatura como un espíritu gatuno, un pariente. Sin duda tiene cosas de gato y cosas también de otros animales: zorros voladores, ni­ños de la selva, lemures deslizantes de enormes ojos amarillos que viven en los árboles y quedan indefensos en el suelo, lemures de cola anillada

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y lemures-ratón, martas, mapaches, visones, nu­trias, mofetas y fenecos del desierto.

Hace quince años soñé que había enganchado un gato blanco con caña y anzuelo. Por alguna razón estuve a punto de rechazar al animal y arrojarlo de mí, pero se frotó contra mí maullan­do suplicante.

Desde que adopté a Ruski, los sueños de ga­tos son frecuentes y vívidos. Sueño a menudo que Ruski ha saltado sobre mi cama. Natural­mente que esto sucede algunas veces, y que Fletch es un asiduo visitante que se sube a la ca­ma y se acurruca contra mí ronroneando tan fuerte que no me deja dormir.

El País de los Muertos ... Un tufo a cloaca hir­viendo, gas de hulla y plástico quemado ... Man-

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chas oleosas ... Montañas rusas y norias cubier­tas de enredaderas y yerbas exhuberantes. No logro encontrar a Ruski, le llamo... -iRuski! iRuski! iRuski!

Una profunda sensación de tristeza y presen­timiento.

-iNo tenía que haberlo traído aquí!Me despierto con lágrimas corriéndome por la

cara. Anoche encontré en el sueño un gato con un

cuello muy largo y cuerpo como de feto huma­no, gris y traslúcido. Lo acaricio. No sé qué ne­cesita ni cómo proporcionárselo... Otro sueño, hace años, de un niño con ojos sobre tallos. Es muy pequeño pero sabe andar y hablar. «lNo me quieres?» De nuevo, no sé cómo cuidar al niño. Pero me esfuerzo en protegerlo y alimen­tarlo a toda costa. La función del guardián es proteger a los híbridos y mutantes durante el vulnerable estadio de la infancia.

Considérese la diversidad de felinos salvajes, muchos del tamaño de un gato doméstico, algu­nos considerablemente mayores y algunos mu-

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cho más pequeños, no mayores, de adultos, que un gatito de tres meses. Muchas de estas espe­cies felinas no se pueden domesticar a ninguna edad ... fieros y salvajes sus pequeños espíritus de gato.

Pero con paciencia, dedicación y cruces ... ga­tos sin pelo de un kilo, sinuosos como comadre­jas, increíblemente delicados, con largas patas delgadas, dientes como agujas, orejas enormes y ojos de color ámbar brillante. Esta es sólo una de las razas exóticas que alcanzan precios desor­bitados en el mercado de los gatos ... gatos vola­dores y deslizantes ... un gato azul eléctrico vivo que exhala un leve olor a ozono ... gatos acuáti­cos de pies palmeados ( emerge con una trucha degollada en las mandíbulas) ... delicados, finos, ligeros gatos de pantano con grandes zarpas pla­nas que pueden deslizarse sobre el barro y las arenas movedizas a velocidades increíbles ... di­minutos gatos-lemur de enormes ojos ... un gato escarlata, anaranjado y verde con piel de reptil, cuello vigoroso y garras venenosas ( el veneno es semejante al del pulpo de anillos azules: dos pa­sos y te caes de bruces, una hora más y estás muerto) ... gatos-mofeta de tufo mortífero que mata en pocos segundos como las garras en el corazón... y gatos de uñas envenenadas que inyectan el veneno de una enorme glándula en el centro de su pezuña.

Y mis gatos, entregados a un ritual que se re­monta miles de años atrás, lamiéndose plácida­mente después de comer. Animales prácticos, que prefieren que otros les provean de alimen­to ... alguno lo hará. Tiene que haber un corte entre los gatos que aceptaron la domesticidad y los que no.

Volvamos al presente con un suspiro fatigado. Cada vez habrá menos animales exóticos, her­mosos. El gato sin pelo mejicano ya se ha extin­guido. Los minúsculos gatos salvajes de tres li­bras fáciles de domesticar son cada vez más ra­ros, más lejanos, espíritus quejumbrosos perdi­dos en espera de la mano del hombre que nunca llegará, frágil y triste como la barquichuela de hojas muertas que un niño suelta en el estanque del parque, o los murciélagos fosforescentes que surgen una vez cada siete años para llenar el aire de imposibles torbellinos de perfume... melo­diosas, lejanas llamadas de los gatos-vampiro y los lemures deslizadores... las selvas húmedas de Borneo y de Sudamérica están desaparecien­do ... para dejar sitio la qué?

En el rancho escuela Los Alamas, donde más tarde hicieron la bomba atómica y no podían más de ganas de soltarla, los muchachos, senta­dos en troncos y piedras, comen alguna clase de -comida. Abajo de la pendiente hay un arroyo. El monitor era un sureño con pinta de político. Nos contaba historias junto al fuego, recogidas de la basura racista de Sax Rohmer -Oriente es el mal y Occidente es el bien-. De repente irrumpe entre los chicos un tejón; no sé por qué lo hizo, por jugar, amistoso e inexperto como

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los indios aztecas que traían frutas a los españo­les y éstos les cortaban las manos. De modo que el monitor se precipita sobre la silla de montar y saca su colt 45 automático 1911 y empieza a dis­parar contra el tejón y falla todos los disparos, a dos metros. Finalmente, sitúa el arma a tres pul­gadas del costado del animal y dispara. Esta vez el tejón rueda por la pendiente hasta el arroyo. Puedo ver el animal herido, la cara triste que se arruga, rueda pendiente abajo, sangra, muere.

-Si veis un animal, lo matáis, lno es eso? Po­día haber mordido a alguno de los chicos.

El tejón sólo quería retozar y jugar, y se lleva un tiro de un arma oficial del 45. Haz contacto con eso. Identifícate con eso. Siente eso. Y pre­gúntate qué vida vale más: la del tejón o la de ese pedazo de mierda blanca del demonio.

Como dice Brion Gysin: «iEl hombre es mal animal!»

Un corto de televisión sobre el yeti. Senderos y vistas de las zonas motañosas del noroeste. Entrevistas con habitantes de la zona. Aquí te­nemos a un mastuerzo hembra de 150 kilos:

-En su opinión, lqué habría que hacer conesos seres si existiesen?

Una sombra oscura le cruza su fea cara y los ojos le brillan de convicción:

-iMatarlos! Pueden hacerle daño a alguien.Cuando tenía cuatro años tuve una visión de

Forest Park, San Luis. Mi hermano iba delante de mí con una escopeta de aire comprimido. Y o remoloneaba detrás de él y vi un pequeño reno verde, más o menos del tamaño de un gato, a la luz de atardecer, tan claro y preciso como si lo viera a través de un telescopio.

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Más tarde, cuando estudiaba antropología en Harvard, supe que era una visión de un animal totémico y comprendí que nunca hubiera podi­do matar un venado. Todavía más tarde, durante unos experimentos de cine en Londres con An­tony Balch, llegué a reconocer el extraño medio fijo en el que flota el reno verde, algo como (comparativamente) un sujeto sin movimiento proyectado a cámara lenta. Trucos viejos de fo­tógrafo.

Otra visión por aquellos mismos años: al ama­necer, estoy despierto en el desván y veo unos hombrecitos grises que juegan en mi casa de ju­guete. Se mueven muy deprisa, como en un film acelerado de 1920... desaparecidos... barridos. Sólo queda la casita de la construcción, vacía a la luz gris del alba. En esta secuencia estoy in­móvil, testigo silencioso.

El medio mágico ha sido arrasado con máqui­nas. No más renos verdes en Forest Park. Los ángeles van dejando vacíos los huecos en todas partes. El medio en el que subsisten unicornios, gigantes y renos verdes disminuye más y más, como las selvas húmedas y las criaturas que vi­ven y respiran en ellas. Todo el universo mágico está muriendo del mismo modo que caen los bosques para dejar sitio a los moteles, los hil­tons y los macdonalds.

Recurro a un excelente libro de referencia de Angela Taylor, El libro completo de los gatos. Enumera las especies existentes de felinos sal­vajes, unas treinta. Muchas de ellas no pueden domesticarse ni siquiera aunque manos huma­nas los críen con biberón desde que nacen. La letanía de los gatos sin domesticar e indomesti­cables: el gato montés europeo ... imposible de domesticar a cualquier edad ... tamaño de un ga­to doméstico grande ... gato de Jeoffrey ... evita

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-----�I; ____ _ los asentamientos humanos ... difícil de domesti­car. .. unos cinco kilos ... indio del desierto ... si­milar al montés europeo ... igualmente difícil de domesticar ... cerval africano de la sabana ... be­llo, delgado, sinuoso, de grandes orejas ... unos diez kilos ... la foto muestra a un cerval escu­piendo a la cámara ... difícil de domesticar... gato leopardo ... difícil de domesticar y desgraciado en cautividad .. de mármol... Borneo ... bello y extremadamente feroz ... tamaño de un gato do­méstico grande ... de Margay ... imprevisible, pe­ligroso, exótico animalito ... ocelote ... imprevisi­ble, peligroso, muy juguetón ... salta a tu lado y te abraza las piernas con las patas, ronroneando, y más vale hacer que siga ronroneando ... dieci­siete kilos de gato caprichoso... gato tigrado ... unos diez kilos ... no son buena compañía ... va­rias personas han muerto tratando de domesti­car a esta pequeña bestia salvaje ... perverso co­mo un gatito que se hace más perverso al madu­rar. .. asombroso que un gato de diez kilos pueda matar a un hombre fuerte ... recuérdese que el gato silvestre americano es aproximadamente del mismo tamaño y que muchos tramperos han sido malheridos e incluso muertos por ellos ... los gatos se aferran con los dientes y las garras delanteras y arañan con las traseras ... curiosida­des como el jaguarundi... del sur de Texas a la Argentina ... puede moverse por los árboles tan rápido como en el suelo ... un gato que comefru­ta ... cuerpo largo, sinuoso, metro y cuarto de lar­go, sólo pesa diez kilos ... una criatura fronteriza, apenas si parece un gato ... cabeza como de nu­tria con orejas pequeñas hacia atrás.

Los rara pero potencialmente domesticables: gato sin pelo mejicano ... raza extinguida ... cuer­po largo, patas largas y delgadas, grandes orejas de murciélago y ojos de ámbar ... kokod ... estri­baciones de los Andes ... muy pequeño, muy ra­ro ... de dos a dos kilos y medio ... caza en jauría ... gato de cabeza plana ... muy raro ... Borneo, Su-matra ... muy pequeño ... un kilo y medio o dos ... caza a lo largo del río ... montañés ... manchado ferruginoso ... sur de la India ... extremadamente raro... fácilmente domesticable de pequeño .. . pesa apenas kilo y medio ... gato del desierto .. . norte de Africa ... tamaño de un gato doméstico con el hocico corto y ojos grandes y expresivos ... dorado de Temminck ... Tibet, China ... rojo do­rado intenso ... se domestica con facilidad de pe­queño, se le pueden enseñar habilidades ... más de un metro de largo, unos diez kilos.

Agosto de 1984. James andaba por el centro, calle 7 esquina a Massachusetts, cuando oyó que un gato maullaba muy fuerte como con do­lor. Fue a ver lo que pasaba y un gatito negro le saltó a los brazos. Lo trajo a casa y cuando em­pecé a abrir una lata de comida el animalito sal­tó al estante y se abalanzó sobre la lata. Comió hasta hincharse, cagó hasta llenar la caja de ba­suras y luego en la alfombra. Lo llamé Fletch. Es puro destello y relámpago y encanto, gloto­nería transmutada en inocencia y belleza.

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Fletch, el pequeño expósito negro, es un animal precioso, delicado, de pelo negro rutilante, cabe­za negra, esbelta como la de una nutria, sinuosa y ágil, de ojos verdes.

Después de dos días en la casa saltó a mi ca­ma y se frotó contra mí, ronroneando y ponién­dome las manos en la cara. Es un macho entero de unos seis meses con salpicaduras blancas en el pecho y la barriga. Lo tuve en casa cinco días y cuando le dejamos salir se subió a un árbol de un salto de quince metros y tuve miedo de que se quedara enganchado y tuviéramos que llamar a los bomberos. En el árbol parecía una pantera negra en miniatura. Hasta que Ruski se subió tras él y bajaron los dos juntos.

A Fletch le doy la calificación de cuatro estre­llas en monería. Como muchas otras cualidades, la monería se delimita por aquello que no es. La mayoría de la gente no es nada mona, si acaso superan rápidamente esa cualidad... elegancia, gracia, delicadeza, belleza, y falta de conciencia de sí mismos. Un ser que sabe que es mono pronto deja de serlo ... tamaño diminuto (un leo­pardo es demasiado grande y peligroso para ser mono) ... inocencia y confianza. Recuerdo que hace cuarenta años, en mi huerto de hierba al este de Tejas, levanté la vista cuando examinaba una planta y me encontré un cachorro de zorri­llo. Alargué la mano y lo acaricié y me miró con una confianza absoluta. Uno de los animales más monos que hay en la tierra es el feneco, el zorro del desierto. Apenas se considera más fuerte que un ratón. Se caga de miedo a la vista de un ardillón. Vive mayormente de huevos, se cuela en el gallinero como un fantasmita gris ... ZAS ... demasiado tarde ... se ha comido un hue­vo y se ha escapado. Los más osados hacen pre­sa en los polluelos todavía sin plumas, en el ni­do ... se desliza rápido y furtivo con un gusano en los dientes y ellos creen que aquí está mamá

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con el gusano y abren sus boquitas amarillas. Les atraviesa el cuello de un mordisco y sorbe la sangre con avidez, arranca bocados de carne con los ojos brillándole de gozo, sangre en los mo­rros rojos y los dientecillos blancos de aguja co­mo los de un niño que en la escuela rasga ávido un dulce. Casi desagradable. Redimido por la belleza y la inocencia, eructa y salpica de salsa de fresas la camisa del director.

-Esto, lo siento muchísimo lo del eructo y to­do eso ... no volverá a pasar.. déjeme que le lim­pie, señor... -sale corriendo y vuelve con una fregona vieja que chorrea agua sucia. Echa la fregona maloliente sobre él-. Le dejaré limpio y arreglado en un instante, jefe -riega al atónito director de arriba abajo con el agua apestosa-. Vaya barco asqueroso que tienen aquí, si me permite decirlo, señor... caramba, vaya por Dios, se te ha metido un montón de mierda en el pla­to, compañero.

Golpea al director en la cara y lo hace caer de la silla.

Un inglés de clase alta que odiaba a los gatos me confesó que había adiestrado a un perro para romperles el espinazo a los gatos de un solo gol­pe ... y recuerdo que en una fiesta vio un gato y gruñó entre los largos dientes amarillos de cabe­llos que se le apretaban en la boca: iMaldito ani­malejo apestoso!» Por entonces yo estaba muy impresionado por los de su clase y no sabía nada de gatos. Ahora, me hubiera levantado de mi si­lla y le hubiera dicho:

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-Perdona, v1eJo, pero tengo que largarme,porque no puedo estar junto a un maldito apes­toso.

Aprovecharé la ocasión para denunciar y con­denar esa vil costumbre inglesa de cazar zorros a caballo con perros. Así, los cazadores, bien em­papados, pueden contemplar cómo sus perros hediondos hacen pedazos un bello y delicado zorro. Reconfortados por tan grosero espectácu­lo, regresan a la gran casa de campo para embo­rracharse más de lo que ya estaban, y no son mejores que sus sucias bestias cazadoras, come­doras de mierda, revolcadas en carroña, asesinas de criaturas.

A viso para todos los matrimonios jóvenes que están esperando un feliz acontecimiento: libraos del perro de la familia.

-iQué! lNuestro Fluffy hace daño a un niño?iVamos, eso es ridículo!

Que tu hijo viva lo bastante para pensar eso, madrecita, que estás meciendo amorosamente a tu hijo y diciéndole niñerías cuando Fluffy, ra­bioso de celos, se abalanza sobre el niño, le per­fora el cráneo de un mordisco y lo mata.

Los perros son el único animal, además del hombre, que distingue el bien del mal. De ma­nera que Fluffy sabe lo que le espera cuando lo sacan a rastras lloriqueando de debajo de la ca­ma donde está agazapado. Comprende toda la extensión de su transgresión. Ningún otro ani­mal establecería esa relación. El perro es el úni­co animal hipócrita.

Y a la caza de cochinos ... aquí es tan Clem y Cash, en lo profundo de la marisma de Florida ... su mejor diversión es matar cochinos salvajes a cuchillo ... saltan sobre la espalda del puerco y le cortan la garganta. Pero no pueden dedicarse a su grosero pasatiempo sin una jauría de treinta perros ladradores ruidosos que distraigan e in­movilicen a los cerdos.

-Cuando los perros te acorralan una punta decerdos tienes que llegar a toda prisa porque un cochino puede abrir a un perro de arriba abajo con los colmillos como un bisturí. Y a veces se llega demasiado tarde. Ver a un perro valiente medio destripado y continuando su ataque te pone las lágrimas en los ojos.

lA los ojos de quién trae lágrimas eso, bestia, patán? Los cerdos andan por allí viviendo su vi­da, comiendo bayas y raíces y llegan al asalto Clem y Cash y sus horribles perros.

Sin querer le di con el pie a Fletch que estaba durmiendo junto a la puerta de mi habitación. Echó a correr, no a morder o arañar. Lo traje de vuelta y lo puse sobre la cama y enseguida ron­roneó y se acostó sobre la espalda. Tiene una ca­ra que es algo entre gato, murciélago y mono ... la parte de arriba es negro brillante, lisa, las ore­jas en punta, como de murciélago. La cara con su hocico negro y unos labios largos y expresi­vos, como un mono triste ... es fácil imaginarse un gato vampiro, con alas como de cuero negro

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----�I; ___ _ brillante, dientecillos agudos, ojos verdes que destellan. Todo su ser irradia una dulzura pura y salvaje, volando por los bosques en la noche en­tre chillidos melodiosos en alguna misión indes­cifrable. También hay en esta criaturilla confia­da un aura de tristeza y condenación. La han abandonado muchas veces a lo largo de los si­glos, le han dejado morir en los fríos callejones de las ciudades, en los solares vacíos, ardientes al mediodía, cascotes de ladrillo, paredes de ba­rro en ruinas, ortigas. Muchas veces ha pedido auxilio en vano.

Ronroneando mientras duerme, Fletch alarga sus patitas negras para tocarme las manos, guar­dando las uñas, sólo un suave roce para asegu­rarse que estoy aquí a su lado mientras duerme. Debe soñar imágines mías ... se dice que los ga­tos son daltónicos ... así que un blanco y negro granulado, una película de plata parpadeante lle­na de desgarrones cuando salgo de la habita­ción, entro, salgo, lo cojo. lQuién podría hacer daño a un ser así? iAdiestrar a su perro para ma­tarlo! Odiar a los gatos es reflejo de un espíritu grosero, feo, estúpido, intolerante. No puede haber compromisos con tan Feo espíritu.

He alabado al feneco, una criatura tan asusta­diza y delicada en estado salvaje que muere de miedo si la toca el hombre .. el zorro rojo, el zo­rro plateado, el zorro de orejas de murcielálago africano ... todos son hermosas bestias. Lobos y coyotes en estado salvaje son aceptables. lqué fue lo que tan horrendamente se torció en el pe­rro doméstico? El hombre lo moldeó a su propia imagen pero ... intransigente como una banda de linchadores, servil y retorcido, lleno de las más viles perversiones coprófagas ... ly qué otro ani­mal intenta follarte en las piernas? Las preten­siones caninas a nuestro afecto hieden a senti­mentalismo fraudulento y falso. El mayor dolor del Viejo Pastor. Tardaron tres días en encon­trar al viejo bobo y para entonces el perro le ha­bía comido media cara. Levanta la vista, pone sonrisa de comer mierda y se revuelca en la ca­rroña.

No odio a los perros. Odio lo que el hombre ha hecho de su mejor amigo.

El rugido de una pantera es ciertamente más peligroso que el de un perro, pero no es feo. El furor del gato es hermoso, arde con una pura lla­ma felina, todo el pelo erizado soltando chispas azules, ojos que llamean y bufan. Pero el gruñi­do de un perro es feo... es el gruñido de un montón de patanes linchadores, cazaindios ... gruñido de alguien que se pone en la solapa una insignia de «mata un marica por Cristo», un gru­ñido de hipócrita ocupado. Cuando ves ese gru­ñido estás mirando a álguien que no tiene rostro propio. La furia de un perro no es suya. Está dic­tada por quien le adiestró. Y la furia de una ban­da de lichadores está dictada por su condiciona­miento.

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El momento de acariciar a un gato es cuando está comiendo. Pero no es el momento de acari­ciar a un perro. Es bueno acariciar a un gato dor­mido. Se estira y ronrronea mientras duerme. Pero mejor dejar dormir a los perros. Me acuer­do que en el festival de poesía de Roma, John Giorno y yo bajábamos a desayunar. Hay un pe­rro grande durmiendo en un rellano.

-Este es un perro muy cariñoso -'-dijo John yse agachó para acariciarlo, y el perro gruñó ame­nazadoramente y enseñó sus dientes amarillos.

He enumerado unas cuantas especies de feli­nos pequeños, de tamaño aproximado al de los gatos caseros y todos ellos, excepto un puñado, completamente intratables incluso si los han criado desde pequeños manos humanas. Enton­ces, lcuándo y de dónde procedían los primeros gatos domésticos?

Todas las pruebas indican que los primeros gatos domesticados lo fueron en Egipto. Los egipcios almacenaban grano, que atraía a los roedores, que atraían a los gatos. (No hay prue­bas de que eso mismo sucediera con los mayas, aunque existen varias clases de gatos salvajes propias de su área.) No creo que esto sea exacto. Sin duda, no es la historia completa. Los gatos no empezaron de ratoneros. Como agentes de control de roedores, comadrejas, culebras y pe­rros son más eficaces. Y o postulo que los gatos empezaron como acompañantes psíquicos, co­mo Familiares, y nunca se han alejado de esta función.

Los perros empezaron de centinelas ... todavía su principal función en pueblos y caseríos, avi­sar de lo que se acerca, como cazadores y guar­dianes, y por eso odian a los gatos.

«Mira todos los servicios que procuramos, y todo lo que hacen los gatos es estar tumbados y ronronear. lQue cazan ratas? Un gato se tira una hora para matar un ratón. Todo lo que hacen los gatos es ronronear y apartar el afecto del Amo de mi cara sincera de comedor de mierda. Y lo peor de todo es que no tienen sentido del bien y del mal.»

El gato no ofrece servicios. El gato se ofrece a sí mismo. Desde luego, quiere cariño y protec­ción. El amor no se compra gratis. Como todas las criaturas puras, los gatos son prácticos. Para entender una cuestión antigua, tráela al presen­te. Mi encuentro con Ruski y mi conversión en hombre de gatos, reproduce la relación entre los primeros gatos domésticos y sus protectores hu­manos.

Hace cuatro años me mudé a una granja, la Casa de Piedra, a cinco millas de Lawrence. La casa estaba modernizada, tenía baño, calefac­ción de propano y aire acondicionado. Moderna y confortable. Hubo un invierno largo y frío. Al llegar la primavera veía de vez en cuando la si­lueta de un gato gris y le sacaba de comer; la co­mida desaparecía, pero nunca pude acercarme al animal.

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Era una tarde de abril, justo antes de oscure­cer. Salí al porche de atrás. Al fondo del porche estaba el gato gris y junto a él un gato blanco grande que no había visto antes. Entonces, el gato blanco avanzaba hacia mí restregándose contra la mesa, lentamente, titubeante. Final­mente, se tumba a mis pies, ronroneando. Era evidente que el gato gris lo había traído con él para establecer contacto. Me pareció que el gato blanco corría demasiado y no lo dejé entrar en la casa. Sin embargo, regresó dos noches después y esa vez lo dejé entrar.

3 de mayo de 1982. Este gato blanco me vol­vería loco si tuviera que vivir con él en el mismo apartamento, metiéndoseme debajo de los pies, frotándose contra mis piernas, tumbándose pa­tas arriba delante de mí, saltando sobre la mesa para poner las patas en la máquina de escribir... está encima de la televisión, de la tabla de la car­ne, en el fregadero, pone las patas en el teléfono.

Estoy apoyado en el aparador bebiendo algo. Creo que está fuera pero llega de un salto al fre­gadero y pone su cara a dos dedos de la mía. Acabo por sacarlo fuera y cerrar la puerta. No hay lío, simplemente se va, como un chico árabe que sabe que está molestando, sabe que mas tarde o más temprano lo pondrán en la calle y se

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esfuma por un callejón al anochecer y zás, se ha ido dejándome una vaga sensación de culpa.

Por ese tiempo entreví por primera vez a Ruski. Bil Rich y yo volvemos del establo después de una sesión de tiro y me dice señalando con el dedo:

-Ahí hay un gato joven.Atisbo de una silueta gris violácea que salta

ágilmente del porche trasero. Tenía unos seis meses, un gato gris azulado de ojos verdes ... Ruski.

No recuerdo exactamente cuándo entró en ca­sa. Recuerdo estar sentado en una silla junto a la chimenea con la puerta delantera abierta y que me vio desde veinte metros y vino corriendo lanzando esos chillidos parlanchines que nunca he oído a ningún otro gato, y saltó a mi regazo, ronroneando y poniéndome sus patitas en la ca­ra, y dándome con el hocico diciéndome que quería ser mi gato. Pero yo no le oí.

3 de junio de 1982. Tal vez debería escribir uno de esos libros vivarachos de «reparar mi ca­sa de campo» ... primer año en el jardín, un capí­tulo sobre el gato blanco al que un perro le mor­dió el culo y el gato gris ... un animal tan bello. Le llamamos Smoky, por el coronel Smoky, el estupa del otro bando de yanqui en la edición de Ace ... Bueno, Smoky promete ser un verda­dero engorro, frotándose contra mí y poniendo su cara junto a la mía, rascándose la cabeza con­tra mi mano y siguiéndome cada vez que quiero pegar un tiro. Es casi una pesadilla. Espero en­contrar un buen hogar para Smoky.

Releyendo estas notas, que no eran más que un diario de mi año en la Casa de Piedra, estoy absolutamente asombrado. Cuántas veces, re­memorando mi vida pasada exclamo «Dios mío, ly éste quién es?» Visto desde aquí parezco la caricatura más imposible de alguien bastante horrible para empezar... idiota, complaciente, despiadado ... «un perro le mordió el culo.» Fue una herida tremenda, a ambos lados del rabo y profunda y todo lo que hice fue ponerle un poco de pomada antibiótica. «Dejándome una vaga sensación de culpa» ... «como un chico árabe que sabe que está molestando» ... una voz afectada de viejo marica inglés ... «Espero encontrar un buen hogar para Smoky.»

Había tres gatitos que nacieron en la Casa de Piedra. La madre era una gata pequeña blanca y negra. Era obvio que el padre era el gato blanco grande. Uno de los gatitos era albino. Los otros dos eran predominantemente blancos, aunque tenían el rabo y las manos de marrón a negro. El macho gris grande cuidaba de los gatitos como si fueran suyos. Era gris, como Ruski, excepto por una mancha blanca en el pecho y estómago. Le llamé, restrospectivamente, Horado. Horado era un gato noble, masculino. De una naturaleza fuerte y dulce.

Ruski odiaba a los gatitos. El era el gatito mo­no. Los otros, intrusos. La unica vez que le pe­gué fue por atacar a uno de los pequeños, y he visto a la madre echarle del granero cuando es-

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taban allí los pequeños. Y Ruski le tenía terror a Horacio. Una tarde, en el porche trasero, Hora­cio fue hacia Ruski. (Entonces todavía no era Ruski. Todavía no sabía que era un ruso azul. Le llamaba Smoky.) Así pues, Horacio avanzó hacie él con aire despreocupado pero decidido y saltó sobre Smoky, que se metió corriendo de­bajo de la mesa.

He observado que en las peleas de gatos el agresor casi siempre vence. Si uno lleva la peor parte, no duda en huir, mientras que un perro luchará hasta una muerte estúpida. Como decía mi viejo instructor de jiu-jitsu: «Si tu truco no funcionar, mejor correr.»

8 de mayo de 1982. La gata mató hoy un cone­jo joven. Miré por la ventana panorámica y la ví traer en sus fauces al conejo y meterlo bajo el porche. James estaba horrorizado. Más tarde, se subió al porche a lamerse la sangre de las garras con expresión muy satisfecha. No me gustan gran cosa los conejos. No son monos, ni siquiera los pequeñitos. Lo único que saben hacer es in­tentar escapársete de las manos de un modo es­túpido, galvánico, y los grandes pueden hacer unas mordeduras muy malas. Traté de recuperar los restos antes de que se hicieran evidentes y empezasen a envolver el porche en el hedor de la carroña. No logro ver nada desde el extremo accesible del porche y no trato de arrastrame por allí debajo.

9 de mayo de 1982. Esta mañana encontré lo que quedaba del conejo que mató la gata, un po­co de piel y huesos mordidos esparcidos por el porche rodeados de moscas. Los gatitos lo des­garraron y se lo comieron, ciertamente. La gata cumple con gran sinceridad su papel de cazadora y trae carne a los cachorros. Los gatitos retozan, se abalanzan sobre los saltamontes. Comen y durmen y juegan.

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Afuera de la ventana panorámica hay un es­tanque en forma de riñon para peces. Lo limpié y metí unos cuantos peces grandes de colores que compré en una tienda de cebos. Los gatos están siempre tratando de pescarlos, sin éxito. Una vez el gato blanco saltó por encima del es­tanque sobre una rana. La rana se sumergió y el gato se cayó dentro. Se busca problemas.

En toda relación hay momentos cruciales, puntos decisivos. Había estado fuera diez días, en Naropa. Durante mi ausencia, Bill Rich fue cada día a dar de comer a los gatos.

Estaba de vuelta. Por la tarde, tarde, en el por­che de atrás. Veo a Ruski y se aleja. Luego se vuelve de costado, indeciso, no completamente seguro. Lo agarro rápidamente y me siento al borde del porche. Hay un momento luminoso: cuando me reconoce y empieza a frotarse y ron­ronear y hacer mimos. En ese momento sé por fin que es mi gato y decido llevármelo conmigo cuando deje la Casa de Piedra.

Para todos aquellos que no hayan vivido en el campo (me refiero al campo de verdad, el agrí­cola, no los Hamptons), una palabra sobre los gatos de granero. La mayoría de las granjas tie­nen gatos en los graneros para que no haya ratas ni ratones. A esos gatos les dan un alimento mínimo a base de leche descremada y restos de comida. De otro modo, no cazan. Naturalmente sucede con frecuencia que un gato de granero se convierte en el gato de la casa. Y esto es lo que quiere cualquier gato de granero, cualquier gato callejero. Esos desesperados intentos por lograr un protector humano me resulta profundamen­te conmovedor.

Me pregunto si perros y gatos tendrán seña-les, como las de los vagabundos:

Cuidado con el perro. Apártese de aquí. Viejo loco con escopeta. Bueno para una ayuda.

Y estrellas, como la guía Michelin. Comida ropa dinero y tabaco. Un príncipe ***Manduca y bebida. Un rey ****

Me di cuenta de que por la casa de piedra no aparecían perros vagabundos:

Jodida casa de gatos.

El arrendamiento de la Casa de Piedra estaba a punto de terminar y compré una casita en East Lawrence. Situada en un acre de terreno arbola­do, en una calle tranquila, es ideal para gatos. Un mes antes de trasladarme, el gato blanco de­sapareció. De no ser así me lo hubiera llevado conmigo puesto que Ruski y él coexistían en perfecta armonía. Lamenté tener que dejar allí a Horacio, pero no se llevaba bien con Ruski y la hembra y los gatitos le necesitaban. El nuevo in­quilino, Robert Sudlow, un pintor de Kansas muy conocido, me prometió cuidar de los gatos que quedaban.

Notas de principios de 1984: Mi relación con Ruski es un factor básico en mi vida. Siempre que voy de viaje, alguien que Ruski conozca y

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en que confíe tiene que venir a quedarse en la casa para cuidarlo y llamar al veterinario si algo va maL Cubriré cualquier gasto.

Cuando Ruski estuvo en el hospital con neumo­nía, llamaba cada pocas horas. Me acuerdo de que una vez hubo una larga pausa y el doctor llegó y dijo: «Lo siento, señor Burroughs» ... ila pena y de­solación que me embargaron! Pero se limitaba a disculparse por hacerme esperar tanto ... Ruski va muy bien ... menos fiebre ... creo que se curará.» Y mi alivio a la mañana siguiente .... : «Casi sin fiebre. Un día más y podrá irse a casa.»

9 de agosto de 1984, jueves. Mi relación con mis gatos me ha salvado de una ignorada mor­tal, profunda. Cuando un gato de granero en­cuentra un patronato humano que le eleve a la categoría de gato doméstico, tiende a exagerar de la única manera que sabe: ronroneando y fro­tándose y haciendo mimos y tumbándose patas arriba para llamar la atención. Esto me parece de lo más conmovedor y me pregunto cómo pude encontrar esto molesto alguna vez. Todas las re­laciones se basan en el intercambio y cada servi­cio tiene su precio. Cuando el gato está seguro de su posición, como Ruski ahora, hace menos demostraciones, tal y como debe ser.

Ojalá el gato blanco estuviera aquí ahora y sal­tase sobre la mesa y acariciase la máquina de es­cribir. Recuerdo un gato blanco en Tánger, calle Larache 4, el primer gato que entró en casa ... de­sapareció. Y un precioso gato blanco subido en una pared de barro rojo al atardecer, contem­plando Marrakech ... y un gato blanco el Algiers, en Nueva Orleans, al otro lado del río. Recuerdo un miiaauu débil, lastimero al oscurecer. El gato estaba muy enfermo, tumbado debajo de la me­sa de la cocina. Murió durante la noche. A la mañana siguiente, al desayunar (lestaban en su punto los huevos pasados por agua?) cuando

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metí los pies bajo la mesa, el gato estaba rígido y frío. Y se lo deletreé a Joan para no traumatizar a los niños ... «el gato blanco está M-U-E-R-T-0» y Julie miró el gato muerto inexpresivamen­te y dijo: «Llévatelo fuera porque apestará.»

Un chiste para cóctel de neoyorquinos. Ya no tiene gracia ... un gato callejero flaco tirado con la basura. El gato blanco de Ciudad de México ... le golpeé en la cara con un libro. Todavía puedo verlo corriendo a través de la habitación para es­conderse debajo de un sillon viejo medio destri­pado ... Puedo oir las orejas del gato resonar con el golpe. Estaba literalmente haciéndome daño a mí mismo y no lo sabía.

Y luego, el sueño en el que un niño me ense­ña un dedo que le sangraba y yo exigía indigna­do saber quién le había hecho aquello. El niño me llevó hasta un cuarto a oscuras y me apuntó con el dedo que sangraba y me desperté gritan­do : «iNo! iNo! iNo!»

No creo que nadie pueda escribir una auto­biografía completamente sincera. Estoy seguro de que nadie soportaría leerla: Mi pasado fue un río de maldad.

Alguien dijo que los gatos son el animal más alejado del modelo humano. Eso depende de a qué especie humana se estén refiriendo y, natu­ralmente, a qué gatos. En ocasiones los gatos me parecen misteriosamente humanos.

En 1963, Ian Sommerville y yo acabábamos de mudarnos a una casa en la calle Larache 4 de Tán­ger. Varios gatos se reúnen ante la puerta abierta y entran y salen furtivamente pero tienen miedo de ponerse a nuestro alcance. Uno blanco avanza un poquito más. Alargo la mano. El gato arquea el lo­mo, se mueve atrás y adelante y ronronea bajo mi mano como siempre han hecho los gatos desde que el primero de ellos fue domesticado.

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----�I; ___ _ Los otros chillan y gruñen protestando: iPelo­

tillero de los amos! La voluntad de un gato es la voluntad del

viento y su amor es caprichoso, no como esa co­rriente constante de adulación servil del perro.Cuando Ruski no quiere que le cojan y le metenen casa, se escabulle con suavidad, pero con fir­meza. Si lo cojo, me mira inexpresivamente y se niega a ronronear. Las otras veces hace ruiditosde placer y frota la cabeza contra mí y me echalas patas hacia la cara. Jamás me toca con lasuñas sacadas.

Recuerdo la única vez que pegué a Ruski poratacar a uno de los gatitos. La manera en queme miró, con sorpresa y dolor, fue idéntica a laexpresión que me ponía mi amigo Kiki. Y o esta­ba adormilado y de malhumor. Entró y empezó a empujarme y acabé dándole una torta. En am­bos casos tuve que pedir disculpas. Ruski desa­pareció pero yo sabía donde estaba. Fui hasta elgranero, le encontré y me lo traje. Kiki se quedóallí sentado con una lágrima en el rabillo del ojo.Le pedí perdón y al final vino.

12 de septiembre de 1984. Algunas veces,cuando intento llevármelo de algún sitio dondequiere seguir jugando, Fletch me muerde enoja­do ... no lo bastante fuerte como para hacer da­ño, sólo un pronto de adolescente irritable ...«iDéjame en paz! iQuiero jugar!» Hace unos mi­nutos, como sabía que iba a sacarlo y no queríasalir, se metió debajo de un escritorio donde nopodía alcanzarlo ... unas reacciones muy de niñohumano.

Me acuerdo que salía al granero y allí estaba, encima de la pila de leña, la gata blanca y gris,con sus tres gatitos. Se acercó a mí y me puso lacabeza en las manos ... «Cuida de nosotros. Demis niños y de mí.» Era tan como Jane Bowles.

Ya he dicho que los gatos actúan como Fami­liares, compañeros psíquicos: «la verdad es que acompañan mucho». Los familiares de un viejo escritor son sus recuerdos, escenas y personajesde su pasado, reales o imaginarios. Un psicoana­lista diría que estoy simplemente proyectandoesas fantasías sobre mis gatos. Sí, completamen­te simple y literalmente los gatos sirven de pan­tallas sensibles para actitudes absolutamente precisas, si se les otorga el papel adecuado. Esos papeles pueden cambiar y un mismo gato hacer varios personajes ... mi madre, mi mujer, Joan, Jane Bowles, mi hijo Billy, mi padre Kiki y otros amigos, Den ton W elch, que me ha influido másque ningún otro escritor aunque nunca noshayamos conocido. Los gatos pueden ser mi úl­timo lazo vivo con una especie moribunda.

* * * * * * * * *

Así que aquí estoy, en Kansas, con mis gatos,como el agente consular honorario de un plane­ta que se apagó hace años luz. Tal vez lo sea.lQuién lo sabrá nunca? El director hace eses so-

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bre el puente vacío dando órdenes sin sentido.La radio no funciona.

La vida sigue, tal como es. Dillon's sigue es­tando abierto de siete de la mañana a doce de la noche los siete días de las semana.

Y o soy el gato que camina a solas. Y para mí,todos los supermercados son iguales.

Bebo zumo de naranja recién exprimido de Di­llon's y como huevos frescos de granja en una hue­vera que compré en Amsterdam. Wimpy se frotael hocico contra mis pies, se tumba patas arriba,ronronea te quiero te quiero te quiero me quiere.

Miiauuu. «Hola Bill». La distancia de allí aquí es la medida de lo

que he aprendido de los gatos. Está la anciana que da de comer a los gatos en

los jardines del consulado francés justo enfrentedel Café de France. Los gatos acuden corriendo,atrapan el pescado en el aire. Mi primer rusoazul cogía la carne con las patas. No recuerdoqué fue de él.

Amantes de los gatos todos, recordad los mi­llones de gatos que maúllan por las habitacionesdel mundo y depositan todas sus esperanzas ytoda su confianza en vosotros, como aquella pe­queña gata madre de la Casa de Piedra que apoyó su cabeza en mi mano, como Fletch saltóa los brazos de James y Ruski corrió a mi en­cuentro parloteando de alegría.

El gato ahumado de Tánger atrapa un trozo de carne con las patas delanteras como un mo­no ... mi monito blanco, mi animalito. El gatoblanco se acerca a mí restregándose, titubeante,esperanzado.

Somos los gatos de dentro. Somos los gatosque no pueden andar solos y para naso- � tras sólo hay un lugar. Anda sólo por no- � sotros. �

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