humanismo cívico 2

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    Civilizar. Ciencias Sociales y Humanas

    ISSN: 1657-8953

    [email protected]

    Universidad Sergio Arboleda

    Colombia

    Irizar, Liliana Beatriz

    Humanismo cvico: sus nudos conceptuales (II)

    Civilizar. Ciencias Sociales y Humanas, vol. 7, nm. 13, julio-diciembre, 2007, pp. 211-224

    Universidad Sergio Arboleda

    Bogot, Colombia

    Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=100221524011

    Cmo citar el artculo

    Nmero completo

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    Red de Revistas Cientficas de Amrica Latina, el Caribe, Espaa y Portugal

    Proyecto acadmico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

    http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=100221524011http://www.redalyc.org/comocitar.oa?id=100221524011http://www.redalyc.org/fasciculo.oa?id=1002&numero=21524http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=100221524011http://www.redalyc.org/revista.oa?id=1002http://www.redalyc.org/http://www.redalyc.org/revista.oa?id=1002http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=100221524011http://www.redalyc.org/fasciculo.oa?id=1002&numero=21524http://www.redalyc.org/comocitar.oa?id=100221524011http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=100221524011http://www.redalyc.org/revista.oa?id=1002
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    Humanismo cvico:sus nudos conceptuales (II)*

    Liliana Beatriz Irizar**

    Docente InvestigadoraUniversidad Sergio Arboleda

    Fecha de recepcin del artculo: 25 de agosto de 2007Fecha de aprobacin del artculo: 2 de octubre de 2007* Resultado del proyecto: Humanismo cvico. Un nuevo modo de pensar y comportarse polticamente (Fase I). El presente artculo expone de mane rasinttica parte de las conclusiones recogidas en el informe final. Por tratarse de un resultado final, el informe es considerablemente extenso, razn porla cual es presentado por medio de diferentes artculos que distinguimos con el numeral (I): Humanismo Cvico: Hacia una renovacin humanista dela vida poltica; Revista CIVILIZAR N 12; (II), que es el presente artculo. El proyecto de investigacin es financiado y avalado por la UniversidadSergio Arboleda.** Docente investigadora de la Escuela de Filosofa y Humanidades de la Universidad Sergio Arboleda. Coordina el grupo Lumen -reconocido porConciencias 2006, Categora C- en el que dirige el proyecto Humanismo cvico. Direccin electrnica: [email protected].

    Resumen

    El humanismo cvicose presenta como un nuevo modo de pensar y vivir la poltica. Un modohumano de habitar en la ciudad. Ahora bien, la reivindicacin de lo humano que constituye su entraaterica y prctica se cifra en que se esfuerza en recuperar la dignidad esencial del ser humano comocriatura corpreo-espiritual, abierta a la trascendencia y en posesin de una capacidad innata deejercer actos libres y liberadores, es decir, configuradores de su plenitud humana. Pero para el humanismocvico, tal plenitud o vida buena slo es alcanzable a travs de la educacin de la libertad que seconsigue con la adquisicin de virtudes intelectuales y ticas; virtudes aprendidas y ejercitadas en elambiente frtil de las comunidades de amistad.

    Palabras clave

    Antropologa humanista,dignidad personal, educacin de la libertad, vida buena, virtudes, biencomn, Humanismo cvico.

    Abstract

    Civic Humanism relates a new way of thinking and living when it comes to politics: a humane wayof living in the city. It revindicates the human being and constitutes the profound theory and practicethat focus on recuperating the essential dignity of humans as spiritual creatures, open to transcendenceand in possession of an innate capacity to exercise free will. In other words, creators of human

    plenty. But for Civic Humanism, this plenty orgood life is attainable only through the education offreedom that is attained through the acquisition of intellectual and ethical virtues; virtues that have

    been learned and exercised in the fertile environment of love and friendship.

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    Problema de investigacin y mtodo

    Cules son los nudos conceptuales propiosdel humanismo cvico que permiten identificarlocomo un modelo sociopoltico capaz de humanizarla vida cvica?

    Para resolver la pregunta se ha empleado el

    mtodo expositivo analtico y se ha recurrido parael desarrollo argumentativo, especialmente a lafilosofa poltica de Aristteles, Toms de Aquino yAlejandro Llano. Desde los fundamentos doctrinalesde dichos autores y en dilogo con otros

    pensadores se han abordado cada uno de los temasconsiderados nudos conceptuales del humanismocvico. Este modo de proceder, ha permitidoacceder a la constatacin de la hiptesis y concluirque, efectivamente, el modo de pensar y de vivir

    polticamente denominado humanismo cvicoestestructurado sobre unos elementos conceptuales

    metafsicos, antropolgicos y ticos que permitendefinirlo como una autntica propuesta derenovacin humanista de la praxis social.

    Introduccin

    El humanismo cvico, como en general todomodelo socio-poltico, se fundamenta sobre unaantropologa y una tica bien definidas. Suconcepcin sobre el ser humano se caracteriza

    por ser integral en la medida en que no reduce al

    hombre slo a uno o algunos de sus aspectosesenciales. Por el contrario, lo estudia en suintegridad corpreo-anmica salvando sucondicin de animal racional. Es decir, asumelas implicaciones que supone reconocer al serhumano como ser dotado de un cuerpo, pero almismo tiempo afirma su ndole espiritual. Dichocon otras palabras, una pieza doctrinal clave delhumanismo cvico consiste en sostener que el

    hombre es un ser racional o espiritual, lo queequivale a afirmar que est capacitado de modoinnato para comunicarse y establecer relaciones

    profundas, por un lado, con otros seres racionalescomo l; y por otro, para abrirse al absolutotrascendente. Esta capacidad y, a la vez,vocacin suya de apertura a la realidad humanay sobrenatural es lo que permite definirlo como

    un ser excntrico: "Somos seres excntricos,no slo porque hacemos con frecuencia cosasextraas, sino porque nosotros mismos con-sistimos en la rareza que presentara unacircunferencia cuyo centro estuviera en elexterior de s misma" (Llano, 2007, p. 31). Elcentroo foco de sentido y plenitud de la personahumana est ms all de ella misma: se sita enlas dems personas y en Dios.

    En ltimo trmino, se trata de la imagenhumanista del hombre y del ciudadano postulada

    por el humanismo cvicocomo punto de partiday de llegada de toda autntica renovacinhumanista de la vida poltica:

    Pues bien, tal imagen no es definible enpocos trazos, porque el ser humano no sedeja prender en un diseo acabado, porcomplejo que sea. El hombre es un

    proyecto para s mismo: no es, sino queser. De ah que la mxima que sintetizalas paradojas y posibilidades del humanis-mo siga siendo este pensamiento de

    Pascal: "El hombre supera infinitamenteal hombre" (Llano, 1999, pp. 173-174).

    Desde esta perspectiva, el humanismo cvicoamarra sus reflexiones, fundamentalmente, a tresclaves antropolgicas: la persona y su condicinde ser corpreo y esencialmente dependiente; la

    persona como ser capaz de absoluto y de sentido;la persona como ser constitutivamente dialogante.

    Key words

    Humanist Anthropology, human dignity, education of freedom, flourishing life, virtues, commongood, Civic Humanism.

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    Asimismo, esta imagen humanista delhombre implica que se reconozca a las accioneshumanas su carcter intrnsecamente tico. Estoes, para el humanismo cvico slo es posible

    pensar en la revitalizacin de lo humanoen elmbito socio-poltico si se parte como premisainamovible de que el ser humano es un serracional, libre y naturalmente social. De maneraque se lo reconozca como dueo, configurador yresponsable de su propia vida y tambin, en loque de l depende, de la vida comunitaria. Surgen,as, otras importantes claves doctrinales delhumanismo cvico, en este caso, de ndole tico:la educacin de la libertad como clave tica para

    la configuracin de la nueva ciudadana y lascomunidades de amistad como escenario naturalde la formacin ciudadana.

    Tres claves antropolgicasdel humanismo cvico

    Para comprender al hombre como ser polticoes necesario partir de su integral unidad. Nadade lo que pertenece a su condicin esencial puededejarse a un lado. Cmo discernir, si no, lascondiciones sociales capaces de generar un clima

    deflorecimientoespecficamente humano? Dequ modo, entonces, se estara en situacin depromover las situaciones y actitudes individualesy comunitarias que conducen a la justicia y a la

    paz social?

    En primer lugar, es preciso reconocer ladignidad del cuerpo humano, porque si la

    persona es digna, ha de serlo tambin su cuerpo,ya que yo no tengo cuerpo, sino que soy micuerpo. Y "precisamente porque yo soy micuerpo, ste y sus manifestaciones merecen un

    absoluto respeto, que no admite excepciones"(Llano, 2001b, p. 117).

    El humanismo poltico que se precie de tal nopuede menos que repudiar por su intrnsecainjusticia cualquier ley o acto que, desconociendoel valor sagrado del ser humano y de su cuerpo,

    pretenda reducirlo a mero material biolgico.Es bien sabido cmo la sociedad actual,

    valindose de la vara eugensica de la eficiencia,ha establecido categoras o clases entre losseres humanos (Spaemann, 2007). Pues bien,este modo de proceder constituye uno de losfactores ms poderosamente deshumanizadoresde la cultura occidental. De ah que el humanismocvico parta, como premisa fundamental, de lanecesidad de defender al ser humano en su almay en su cuerpo desde el momento de laconcepcin como nica alternativa vlida de

    proteccin de la persona, de cada persona enparticular y de la humanidad toda:

    La fabricacin de hombres en laboratorio,

    el aborto, la prolongacin o extincinartificial de la vida humana: todo elloconforma un gran fenmeno al quesubyace la pretensin de dominardefinitivamente la vida humana. Nuncacomo hoy ha sido tan importante el

    pensamiento de la creacin, nunca ha sidoste tan opuesto a la corriente dominanteen la civilizacin. Hoy es clara laalternativa: el cinismo pblico contra lavida humana, o la proteccin efectiva dela misma. El final de la doble moral es

    ambiguo: despus de ese final, todo puedeser mucho peor, o mejor incluso de lo queera antes. (Spaemann, 2007, p. 224)

    Pero precisamente su naturaleza corpreapone de re li eve ot ra verdad de enormeimportancia para la vida del ser humano. Tal comolo ha destacado MacIntyre (2001) el hombre esunser esencialmente dependiente. Ciertamente,su constitutiva condicin corprea hace de l unser necesitado de los dems; vulnerable, en mayoro menor medida, durante toda su vida. Se

    comprende cmo esta antropologa de ladependencia (Llano, 2001b) es capaz de aportarelementos iluminadores para la consecucin deuna convivencia poltica justa y pacfica:

    Acaso somos menos humanos en laprimera infancia o en la senectud?Disminuye tal vez nuestra condicinantropolgica en un perodo posoperatorio

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    o a raz de un infarto? O es que hemos detratar como realidades mostrencas a lostetrapljicos o a los autistas? Las repercu-siones ticas de las posibles respuestas atales interrogantes son de la mximarelevancia. Y no slo para las personas quese encuentran en tales situaciones dedependencia profunda, sino tambin paraaquellos que hemos pasado por ellas o porellas llegaremos a pasar, adems de tenerque cuidar de personas que no se valen

    por s mismas. (Llano, 1999, p. 174)

    El olvido de ese aspecto crucial del hombre,

    cuya raz hay que buscarla en la concepcinilustrada del ser humano como pura razn,condujo al desconocimiento, e incluso desprecio,de ciertas valoraciones y actitudes genuinamentehumanas como la dependencia, la solidaridad,la capacidad de servicio y atencin al otro, yde manera particular la misericordia opiedad;virtudes que, cuando se practican, iluminan y

    permiten orientarsabiamentela comprensin delhombre y de las complejas y dramticas circuns-tancias en que la vida humana a menudo sedesenvuelve. En este sentido apunta MacIntyre

    (2001) que:

    (...) suele reconocerse con frecuencia yen trminos generales la dependencia delos dems, normalmente como algonecesario para alcanzar metas positivas,

    pero por lo general falta un reconocimientode la magnitud de esa dependencia y delhecho de que, de varios modos, provienede la vulnerabilidad y las aflicciones (p. 17).

    El humanismo cvicoconsidera, por eso, que

    asumir en serio la constitutiva indigencia quecaracteriza a toda persona puede abrir a lasociedad a consideraciones de mayor justicia ysolidaridad redimindola, as, del individualismoy la indiferencia, para dar paso a la benevolencia.Base de toda amistad humana (Aristteles, trad.1993), la benevolencia es una especie de empatanatural con la humanidad del otro mezcla, comoyo, de miseria y grandeza que fuerza a creer

    que la ltima palabra de la convivencia social nola tienen el egosmo ni la sospecha.

    Si bien la persona es una criatura corporal,no obstante, posee una naturaleza racional oespiritual. Destaca en todo el universo creado

    por su inteligencia que le permite abrirse al mundoy, superando los lmites sensibles del mismo,revestirse de cierta infinitud. Porque, comoensea Aristteles (trad. 1978) el alma humana,adems de ser lo que es en virtud de su naturalezaespecfica, puede llegar a ser intencionalmentetodas las cosas y hacer suya la perfeccin deluniverso.

    Reivindicar la capacidad de la inteligencia parapercibir lo intangible que se encuentra envueltoen la realidad tangible, reviste una importanciasocial y poltica difcil de imaginar. Porque son

    precisamente estos datos imperceptibles a lasensibilidad los que permiten descifrar el sentido

    profundo de las real idades humanas y nohumanas. De ah que la negacin del alcancemetafsico de la razn, negacin tan cara a losdenominados filsofos postmodernos, hayaconducido al actual vaco de sentidovivenciado

    dramticamente por incontables hombres ymujeres.

    Se trata de unsigno de los tiempos cientfica-mente atestiguado por los estudiosos sobre eltema:

    El mal est en la absolutizacin delpensamiento tecnocientfico, en pensarque estos aciertos suprimen todos losdems horizontes que, en ciertos casos,son los que prestan esplendor a la vida.

    La ausencia de este esplendor, la ceguerapara esa riqueza eludida, es lo que, en elfondo, est alimentando la desgana de vivirde nuestro tiempo, sus depresiones y susdesvaros (Rof Carballo, 1988, p. 74) .

    Se puede afirmar, por tanto, que el hombre esun animal de sentido. Su racionalidad lo inducede manera natural a buscar fuera del aqu y

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    ahora el significado ltimo de sus afanes yproyectos. Por encima de las ideologas reinantestales como el nihilismo, el relativismo y elconsumismo, el corazn del hombre, anhelantede sentido, no se resigna a una vida impropia desu dignidad espiritual. Es, justamente, su ndoleesencialmente espiritual lo que lo empujainstintivamente a buscar un horizonte designificacin en todo lo que hace:

    Ms que del alimento material, loshumanos vivimos del sentido. Compar-timos un logos comn que est en la razde toda conversacin ciudadana y, por

    tanto, en la base del progreso cientfico ytecnolgico. En nuestro tiempo, la tesisdel humanismo cvico es la tesis delsentido: la vida humana posee sentido, noes vana ni intil, no es falaz ni del todoilusoria, no se reduce a algo meramentefuncional o reactivo que fuera ms

    primitivo o anterior a ella. Mas lo que pasacon el sentido en nuestro tiempo es queno acabamos de saber dnde se halla. No"recordamos" que se encuentra precisa-mente en la tierra natal de la propia

    naturaleza humana, en el modo de sercaracterstico de esos seres anmicos ycorpreos que las mujeres y los hombressomos. (Llano, 1999, p. 181)

    Pero, en ltimo trmino, la tesis delhumanismocvico es la tesis del sentido porque su tesisdefinitivamente fundante es la tesis del absoluto(Llano, 2001a). Sin duda, la suerte de estehumanismo poltico se juega de modo decisivo enel empeo terico y prctico que pongamos endesvelar la imagen de Dios en cada una de las

    personas; en aceptar su condicin de criaturas.Decir criatura en el caso del ser humano alude ala posesin de una dignidad indeleble que enrazaen el Creador, de quien es imagen.

    Se ven as, las implicaciones que supone parala humanizacin de la vida poltica admitir lacondicin espiritual del ser humano y,consiguientemente, aceptar los alcances meta-

    fsicos de su inteligencia. Slo bajo este doblereconocimiento es posible ofrecer a los

    ciudadanos la posibilidad de reencontrarse a smismos y desde ah abrirse al encuentro profundocon los dems y con el origen comn y absolutoque los solidariza. Adems, nicamente por estecamino se abre a los ciudadanos la posibilidad dela comunicacin autntica que descansa en la

    base de todo entendimiento y de todo progresohumano legtimo.

    Precisamente, el modelo de ciudadana queel humanismo cvico promueve resultaincomprensible y, ms an, inviable desde una

    visin del ser humano que no repare suficien-temente en ese ncleo de racionalidad que hacede l un animal que hablay, por lo mismo, unanimal poltico, segn las dos clsicas defini-ciones de Aristteles (trad. 198I). Porque, advierteel profesor Llano (1999):

    La comunicacin humana es posible:as reza hoy la primera mxima delhumanismo cvico, tanto por lo que

    presupone como por lo que de ella sederiva. Presupone, desde luego, que el

    hombre es un animal que habla y, por todolo dicho, que su lenguaje posee unaimprescindible dimensin semntica (pp.177-178) .

    Lo que equivale a afirmar que su lenguaje essiempre portador de significado en la medida enque es vehculo del pensamiento (Llano, 1999,

    p. 176). En este sentido ensea Aristteles(trad.1981) que efectivamente:

    La palabra sirve para expresar lo til y loperjudicial, y, por consiguiente, tambin lojusto y lo injusto. Tal es, en efecto, elcarcter distintivo del hombre frente a losdems animales; slo l tiene el sentidodel bien y del mal, de lo justo y de lo injusto,y de los otros valores, y la comunidad deestas cosas constituye la casa y la ciudad.(p. 58).

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    Desde la perspectiva del humanismo polticoclsico slo es posible hablar de comunidad

    poltica a partir del acuerdo de los ciudadanosrespecto de aquello que resulta beneficioso o, ensu caso, perjudicial para la ciudad.

    La configuracin humanista de la vida socialy poltica se decide, sin duda, en esta instanciaepistemolgica. Es decir, en la medida que sereconozca a los ciudadanos su innata idoneidad

    para intervenir en los asuntos pblicos es posiblepensar que lo humano comience a permear elmbito de la toma de decisiones polticas. Porquela raz de la actual deshumanizacin de la vida

    poltica obedece, entre otras razones, a que sedescalifica al ciudadano para deliberar sobre losasuntos comunes porque se desconfa del usoque l pueda hacer de la razn. En efecto, larazn cientfica extrapolada al terreno de la

    poltica arroja como resultado que en los asuntospbl icos slo sean vlidas las decisionesdiscrecionales de "los detentores del monopoliode la interpretacin pblica" (Spaemann, 2004,

    p. 17). Son precisamente los "expertos en intersgeneral" (Llano, 1999, p. 27) los encargados decontrolar que se respeten las frmulas legales

    lo meramente procedimental y la correccinpolticaen la toma de decisiones cuyo contenidoprcticamente no se cuestiona, ni se somete aun examen serio y libre de cualquier manipulacinideolgica.

    Resulta evidente el pragmatismo social quese sigue de esta comprensin de la razn pblicadesgajada de la tica, o razn tcnica (razn demedios y resultados). Las cuestiones ticasfundamentales: qu es lo verdaderamentebueno para la persona?, qu condiciones

    sociales sern las ms aptas para promoverel autntico bien humano, aqu y ahora?,nose plantean siquiera en la arena pblica porquese las considera asuntos estrictamente privados,es decir, privativos del juicio y de las preferenciasindividuales.

    Pues bien, recuperar la razn y la verdadprcticas, dos nociones genuinamente aristotlicas

    (Aristteles, trad. 1993), constituye un elementodoctrinal clave en la construccin de unhumanismo cvico. Conforme a esta tesis, existeuna racionalidad intrnseca de las accioneshumanas. Desde Aristteles (trad. 1993) sabemosque larazn prctica es la inteligencia en tantoque ordenadora de la accin. Es decir, laencargada de determinar la verdad de lasactuaciones,o verdad prctica, que no es otracosa que lapraxis buenacapaz de conducir alhombre y a la mujer a la consecucin de unavida lograda. Actuar con verdad en el terrenotico o poltico supone actuar en sintona con el

    bien humano, esto es, implica tomar decisiones

    que hacen bueno humanamente al hombre. Laverdad poltica es verdad prctica. Por tanto, esverdad tica, pero no es slo una verdad tica.Una decisin polticamentebuena es, sin duda,una decisin justa pero tambin oportuna, eficaz,

    procedente. Tal como ha subrayado DanielInnerarity (2002) "cabe pensar la poltica comouna peculiar gestin de la contingencia" (p. 24),y la contingencia invita a la flexibilidad de quiensabe adaptarse a la circunstancias y buscarnuevas alternativas.

    Aparece aqu otra nota distintiva de la raznpoltica: su carcter dialgico. Porque el dilogoracional representa el mtodo ms apropiadode la razn pblica en una sociedad democrtica(participativa, libre, pluralista). A travs delverdadero dilogo la ciudadana se enfrenta a lacomplejidad de los asuntos sociales en unasituacin de evidente ventaja. Cuando lasapreciaciones y puntos de vista diversos seexponen y debaten en un mbito de pblicadiscusin permiten alumbrar la verdad que debeguiar la toma de decisiones polticas. La verdad

    poltica debe constituir, en efecto, el hilo conductorde todo dilogo autnticamente democrtico.

    Pero el dilogo racional, entendido comodilogo al servicio de la verdad (Spaemann,1980) debe revestir algunas condicionesinsoslayables como son la voluntad de verdadde los interlocutores. Quien "acepta intervenir enun dilogo admite desde el primer momento que

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    no existen nicamente intereses individuales, sinoal menos un inters comn: el inters por laverdad" (Spaemann, 1980, p. 67).

    Otra condicin inseparable de la anteriorradica en la disposicin a dejarse convencer porel interlocutor. Porque tal como seala AlejandroLlano (2001b): "En la relacin dialgica,con-vencero ser con-vencido representa una tareacomn:es vencer-con el otro. Cuando en el cursodel dilogo se alumbra la verdad, han sido losdos interlocutores los que se han enriquecido. Eldilogo es incompatible con la pretensin de unaimposicin unilateral" (p. 140).

    Por ltimo, el dilogo autntico exige unacierta benevolencia entre los interlocutores que

    presuponen recprocamente en los dems lavoluntad de llegar a la verdad.

    Bajo estas tres condiciones cabe esperar queel dilogo desemboque en el consenso racionalo acuerdo sobre soluciones razonables, es decir,

    justas y que no siempre coincide con el consensofctico de la mayora. Sin embargo, por tratarsede un consenso racional, es al mismo tiempo unconsenso universal, por cuanto, sus argumentos

    razonables postulan por principio lo que todapersona razonable puede aducir (Llano, 1999).

    La rehabilitacin de la razn prctica, elpensar meditativo y el dilogo realidadesnucleares de este humanismo poltico repre-sentan, por tanto, poderosos recursos antropo-lgicos que pueden resarcirnos del poso de vacoy frustracin que han ido depositando en nuestrasvidas la razn tcnica y dos de sus derivacionesms deshumanizantes: el individualismo y laincomunicacin.

    La educacin de la libertad:clave tica para la configuracin de la

    nueva ciudadana

    Una idea de libertad imperante en nuestroentorno cultural es la que la concibe comocapacidad efectiva de cada sujeto para seguirlas propias apetencias y secundar las preferencias

    personales sin ningn tipo de restriccin. Setrata de la libertad negativa, en expresindefinitivamente consagrada por Isaiah Berlin,

    para quien libertad en este sentido significa "estarlibre de interferencias ms all de una fronteravariable, pero siempre reconocible" (2001, p. 54).

    En realidad, como ha advertido AlejandroLlano, la libertad negativa en su significadooriginario no es otra cosa que la libertad de(eleccin)o libre albedro que Santo Toms deAquino (trad. 1954-1960) identifica con lacapacidad de elegir, que corresponde espec-ficamente a la voluntad. Sin embargo, la

    comprensin de la libertad gestada al amparo delracionalismo individualista desgaja a la libertadde su ncleo antropolgico, representado por lanaturaleza humana creada; el resultado que seobtiene es esa versin reducida y, por lo mismo,errnea de libertad, la propia del individualismoliberal y cuyas races cabe remontar a la filosofade Hobbes (Rhonhaimer, 1997). Se trata de unalibertad curvada sobre s misma y que noreconoce un norte natural en sintona con el cualdeba dirigir su despliegue y que no admite, portanto, otros lmites como no sean los que marca

    la libertad ajena.

    Esta visin reductiva de la libertad obedece,en efecto, al abandono de la naturaleza entendidaa partir de su intrnseca teleologa o normatividad.Para la metafsica clsica, tratndose de lanaturaleza humana, cabe hablar de una leynaturalcuyo contenido lo constituyen los bieneso fines de la naturaleza humana, que consisten,ha enseado Santo Toms de Aquino (trad. 1950-1964), en aquellas cosas a las que el hombre seinclina naturalmente. Aludir a la ley natural

    implica, pues, referirse a una ley del ser; en estecaso del ser humano. Ley intrnseca y, por tanto,no impuesta desde fuera que se constituye ennorma y medida del obrar humano y en la que elhombre descubre un horizonte ilimitado para ellibre y creativo engrandecimiento de su ser.

    Se revela, de este modo, como inexistente elpresunto dilema cultural actual que contrapone

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    como incompatibles la libertad y la ley porque lacomprensin metafsica de la naturaleza no dalugar a establecer ningn tipo de disociacin entreambas realidades. De acuerdo con la metafsicacreacionista, pieza doctrinal decisivamenteconfiguradora del humanismo cvico, la libertadhumana es la libertad de una criaturay por lomismo sabiamente legislada o medida por suCreador; no es, por tanto, anrquica ni absoluta.Y la regla por la cual ha de regirse es, ante todo,y principalmente, la naturaleza humana y sus finesespecficos o ley natural. Conviene remarcar queesta normatividad natural, por procederespontneamente del ser mismo del hombre, no

    slo no coarta la libertad sino que asegura, en elcaso de ser secundada, el ejercicio plenamentehumano de la libertad (Llano, 1981).

    En cambio, la libertad concebida comoautodeterminacin absoluta y pura espontaneidadse anula a s misma conduciendo libremente alfracaso existencial:

    Son los casos del alcohlico, deldrogadicto, del vanidoso patolgico o del

    play-boy. Cada una de estas personas

    acta con pasiones compulsivas queprcticamente la obligan a comportarsede una manera autodestructiva, a pesarde no tener ningn obstculo externo paradejar de comportarse de manera racional;o quiz precisamente por no tenerlo, enuna sociedad que muchas veces confundela libertad con el permisivismo. En un nivelsuperficial, puede decirse que una personade este tipo hace lo que quiere; pero esoque, aqu y ahora, quiere impulsada porun placer o un dolor casi irresistibles no

    es precisamente lo que ella mismaquisiera querer (). Porque lo mssignificativo de estos casos de emotivismodesbocado es que en ellos se distorsionala visin de la realidad, se pone como algoesencial aquello que en el mejor de loscasos slo es accidental, y cada vezresulta ms difcil saber cmo son las cosasy quin soy yo. (Llano, 2007a , p. 53)

    El humanismo cvico asume como presu-puesto de la libertad, la verdad sobre el hombrea la que se acaba de hacer alusin. Sobre esta

    base distingue tres aspectos que articulan yconfiguran esencialmente el dinamismo de lalibertad humana. Ellos son: lalibertad negativa,la libertad positiva y la libertad como libera-cin de s mismo.

    Segn ensea Alejandro Llano (1999): "Elprimer sentido de la libertad, el ms simple yobvio, es el que suele llamarse libertad-de. Yome siento libre cuando estoy exento deconstricciones u obstculos que me impiden llevara cabo las acciones que deseo realizar" (p. 75).Como se ha anotado anteriormente, se trata dela libertad de eleccin o capacidad de decisinque es innata y psicolgica.

    Pero la libertad madura slo se haceperceptible a travs de decisiones que aprendena entrecruzarse de modo estable y comprometidocon otras libertades. Surge, as, otra dimensinde la libertad que es crucial para la construccinde una democracia autntica: la libertad positivao libertad para. La libertad positiva impulsa,de hecho, a implicarse en:

    La realizacin de proyectos que mecomprometen de manera estable y que

    antes incluso de alcanzar los nivelespropiamente econmicos o polticos mevinculan a comunidades humanas en lasque no slo considero las posibilidades deaumentar mis beneficios, mi poder o miinfluencia, sino que me doy cuenta de lanecesidad que muchas personas tienen de

    ser cuidadas, de recibir un trato diferen-ciado y digno. (Llano, 2003, p. 111)

    La negacin terica y prctica de laconstitutiva dimensin social de la libertadhumana explica, en buena medida, el porqu dela inoperancia y la fragilidad de la mayor partede los sistemas demo-crticos. Porque,

    "segn deca el poltico y pensador anglo-irlands Edmund Burke, cuando los

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    ciudadanos actan concertadamente, sulibertad es poder. Tal es, segn el huma-nismo cvico, la esencia de la democracia:el convencimiento operativo de que lafuente del poder poltico no es otra que lalibertad concertada de los ciudadanos"(Llano, 1999, p. 80)

    Pero la natural capacidad del ser humano paracomprometer sus decisiones mucho ms all delyo y sus preferencias necesita, para hacerseefectiva, de un aprendizaje. Se trata del apren-dizaje que se consuma en la libertad de s mismoo libertad emocional,que es fruto de una labor

    paciente y esmerada sobre s mismo. Comoafirma el filsofo espaol, para conquistar esteelevado nivel de la libertad personal, si bien esnecesario, no es sin embargo suficiente conejercer acciones libres; es preciso practicar actosliberadores, esto es, acciones por medio de lascuales el yo se expansione "hacia valores que letrascienden y que, a la vez, le afectan y le compro-meten" (Llano, 1985, p. 83).

    A partir de su disposicin innata a la aperturaal otro, el ciudadano puede aprender a conquistar

    esta libertad cabalmente humana. Es unverdadero aprendizaje, el requerido para adquirirel oficio de la ciudadana.

    Uno de los principales retos del humanismocvico lo constituye, precisamente, el poderofrecer los instrumentos tericos y operativos quese requieren para este autntico craft,es decir,el arte que consiste en aprender a sopesar lasdecisiones personales a la luz del bien comuni-tario. Brevemente, una de las metas primordialesdel humanismo poltico radica en promover la

    educacin ciudadana autntica:

    () La educacin representa la pruebade fuego de las diversas concepcionesacerca de la sociedad y de la personahumana. Si tales concepciones estnequivocadas, si no responden a la articu-lacin real entre naturaleza humana ycultura, la educacin por decirlo as no

    funciona. No es que se eduque equivo-cadamente, segn valores deficientes, esque no se educa en modo alguno: seinterrumpe la dinmica del saber, por nohaber sabido pulsar los adecuados resortesde la realidad misma (Llano, 1999, p. 155).

    De ah que la formacin ciudadana que elhumanismo cvicopromueve se inserta dentrode las coordenadas antropolgicas y ticas quedefinen "esteotro modo de pensar y comportarse"(Llano, 1999, p. 192).

    Ya se ha hecho alusin a las lneas funda-

    mentales de la antropologa que subyace alhumanismo cvico. Resta todava ahondar ensus presupuestos ticos. Uno de ellos, tal vez, elms importante lo representa el nfasis puestoen el cultivo de hbitos antropolgicos buenos ovirtudes.

    Formar ciudadanos supone, entonces, crear lascondiciones sociales que pongan al alcance detodos la posibilidad de adquirir, en palabras deMacIntyre (2001), "las cualidades intelectuales yde carcter que permiten a una persona identificar

    los bienes pertinentes y emplear las habilidadesnecesarias para conseguirlos" (p. 110).

    Conviene, ante todo, precisar el concepto devirtud como un hbito operativo, esto es, unadisposicin estable para la operacin. La funcindel hbito consiste en corregir la indeterminacinnatural de la facultad en que radica. En el casode la inteligencia, la indeterminacin se traduceen la posibilidad que sta tiene de emitir juiciosya verdaderos, ya falsos, sobre las realidades queconoce. Cuando al entendimiento se sobreaade,

    entonces, un hbito virtuoso, queda determina-damente apto o capacitado para conocer bien,es decir, con verdad. De las virtudes dianoticasunas son perfectivas del entendimiento espe-culativo: elintelecto, la ciencia y lasabidura,y otras radican en el entendimiento prctico: la

    prudencia y el arte(Aristteles, trad. 1993).Laprudenciaes la virtud de la razn prctica quecapacita al ser humano para que pueda indagar

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    y juzgar certeramente acerca de los medios msadecuados para alcanzar un objetivo buenoencaso contrario se trata no de prudencia, sino deastucia. En suma, la virtud de la prudencia lohabilita para conocer cmo realizar y, dehecho, practicar acciones buenas o virtuosas(Aristteles, trad. 1993).

    En cuanto a la sabidura, diremos quecualifica a la inteligencia tornndola apta paracomprender todas las realidades bajo una luznueva: la de su sentido ltimo y definitivo. Porque

    puede considerarse sabio a quien posee lacapacidad habitual de captar y ahondar en

    aquellas verdades que de modo ms radical dancuenta de la existencia. Inseparable como estambin esta virtud intelectual de todo elorganismo tico constituido por los hbitos

    prcticos, tampoco es posible ser sabio sin servirtuoso (Santo Toms, trad. 1954-1960).

    Hechas estas aclaraciones, conviene remarcarel papel decisivo que desempean las virtudesintelectuales en la vida socio-poltica. La virtudintelectual aguza el ojo del alma(Aristteles, trad.1993), es decir, que torna ms ntida la mirada

    intelectual permitindole penetrar en la realidadsocial y percibir de ella su verdad, captando lascosas tal como son. Mientras laignorancia y elerror nos achatan y esclavizan allanando, entreotros despotismos, el meditico, la verdad, encambio, es de suyo liberadora. Por tanto, slo unaciudadana habitualmente reflexiva, acostumbradaa pensar con hondura y por s misma est encondiciones de intervenir eficaz y creativamenteen los asuntos pblicos. Los hbitos del

    pensamiento, unidos a las cualidades virtuosas dendole tica, son garanta de civismo y, por tanto,

    de libertad. Sin duda, ha sido Tocqueville (trad.1957/2000) quien ha advertido con gran lucidezen qu medida el mantenimiento de la libertaddemocrtica depende del mantenimiento de lascostumbres, es decir, de "todo el estado moral eintelectual de un pueblo" (p. 287).

    Ciertamente, el fino discernimiento exigido porlas soluciones equitativas que tan imperiosamente

    reclaman las democracias occidentales, no puedeproceder del ciego automatismo del sistema;tampoco de los expertosen ciencia poltica. Tieneque provenir de seres humanos que, junto con sucompetencia profesional, se encuentren revestidosde una slida formacin tica, siendo as sensiblesy dciles al imperativo de la verdad y de la justicia.

    Pero la capacitacin profesional no puededesvincularse del cultivo humanista de lainteligencia. Formar intelectualmente a losciudadanos es mucho ms que formar tcnicoso especialistas en algn rea de conocimiento;consiste primordialmente en despertar en ellosel espritu crtico, en ayudarlos a asumir unaactitud reflexiva ante las grandes cuestiones

    personales y sociales, en estimular su creatividady favorecer su capacidad de innovacin. Justa-mente son las Humanidades, esto es, la literatura,la historia, la filosofa o el arte a las que lescompete este papel (Llano, 1999); estn llamadas,en efecto, a llenar el vaco formativo que hadejado la fragmentacin de las disciplinas y elmodo autorreferencial como son estudiadas eimpartidas.

    En cuanto a la formacin del carcter, es

    preciso subrayar que esta funcin la cumplen demodo primordial las virtudes ticas o morales alestablecer un equilibrio armnico entre lainteligencia y las emociones. Dicha armona seconsigue refrenandoy moderando la fuerza delas emociones frente al atractivo de lo placentero;

    fortaleciendola afectividad para que no retrocedaante el esfuerzo y las dificultades que implica

    practicar el bien; rectificando la voluntad paraque respete el derecho del otro como el suyo propio(Santo Toms, trad. 1954-1960). Se comprendela trascendencia social de las tres virtudes ticas

    descritas. La moderacin, la fortaleza y lajusticia sientan las bases de la madurez humanay, por tanto, ciudadana, porque habilitan para darel paso cvico desde una libertad de (de filiacinindividualista) hacia una libertad para (proyectadahacia el bien comunitario). Las virtudes mencio-nadas, que si se poseen realmente aparecenntimamente articuladas (Aristteles, trad. 1993),

    pueden, por ejemplo, redimir al ciudadano de la

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    realidad en su plural diversidad no es antagnica,sino complementaria. La variedad y riqueza de

    puntos de vista, inclinaciones, limitaciones yaptitudes repartidas entre los distintos integrantesdel cuerpo social invitan a cultivar actitudes decomprensin, respeto profundo, atencin yservicio hacia los dems. Las relaciones inter-

    personales necesitan hoy ms que nunca de unaatmsfera social impregnada de estos valores.Pero, si bien todo ciudadano est llamado a cultivarsu carcter en sintona con esos parmetrosticos y otros similares, no obstante, hay quereconocer la especial aptitud de que est dotadala mujer para captar la realidad desde la comple-

    mentariedad que en lo humano se traduce enasistencia y servicio. En ella se da de maneranatural el sentido de lo irrepetible y nico juntocon una exquisita capacidad conciliadora que laconstituye en educadora por excelencia de lasvirtudes cvicas y le confiere un papel insustituibleen la configuracin del humanismo cvico(Llano,2001b).

    El principio de solidaridad (Llano, 1987)representa finalmente un elemento crucial paradisponer los nimos hacia una convivencia justa

    y pacfica. La preocupacin por los socialmentems dbiles y el inters y el compromiso cvicosno pueden imponerse por decreto. Necesitan dela virtud de la solidaridad por la que el ciudadanose habita a hacerse cargo, a ponerse en lasituacin del otro. De nuevo la casa y la escuelaaparecen como los escenarios privilegiados parafomentar esa compenetracin vital con los demso empataque constituye la raz de la solidaridad(Llano, 2001b).

    Pero el bien se irradia, es difusivo. De modo

    que estas destrezas ciudadanas cultivadas en elambiente familiar necesariamente irndespertando en los diferentes mbitos en que elsujeto se desenvuelva actitudes nuevas,inspiradas en este modo de ser suyo que l haido cultivando en la casa. Lo mismo puedeaplicarse a los otros grupos humanos, como laescuela, la parroquia o la universidad. Porque lared de solidaridades, participacin activa y

    compromiso responsable que constituye elentramado humano del humanismo cvico, recibevigor de las pequeas comunidades vitales enlas que se respira el clima de la amistad autntica.En efecto, la amistad cvica o social est llamadaa florecer nicamente en una tierra en que lasrelaciones interpersonales que constituyen elentramado de los grupos abarcables estnmarcadas por el dilogo sincero, la justicia, laconfianza recproca y la benevolencia mutua.Resuena aqu una vez ms la sabidura prcticadel Estagirita (trad. 1993) quien no duda enenfatizar que

    "Tal concordia existe entre los hombresbuenos, puestos que s tos estn deacuerdo consigo mismos y entre s;teniendo lo mismo en la mente, por asdecir (pues sus deseos son constantes yno fluctan como las aguas en el Euripo),quieren lo que es justo y conveniente, y aesto aspiran en comn". (p. 246)

    Conclusin

    " la ciudad que verdaderamente recibe este

    nombre, y no slo de palabra, debe preocuparsede la virtud; en caso contrario, la comunidad seconvierte en una alianza que slo se diferencialocalmente de las otras alianzas, cuyos aliadosviven lejos, y la ley en un convenio y () en unagaranta de los derechos recprocos, pero esincapaz de hacer a los ciudadanos buenos y

    justos." (Aristteles, trad. 1981). En este pasajede laPoltica, Aristteles ha dejado plasmadoen pocos trazos el verdadero sentido de la comu-nidad cvica. Para el humanismo de inspiracinclsica la ciudad posee un significado constituti-

    vamente tico: promover el florecimiento humanode cada uno de sus miembros.

    Se est ante una concepcin humanista de lapolis que presupone, a su vez, una comprensinhumanista del hombre. Y humanista quiere decirintegral, nocin esta ltima que puede traducirsecomo el esfuerzo especulativo por abarcar alhombre en su ntegra complejidad; en la radical

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    dignidad de su cuerpo y de su alma espiritual.Desde esta perspectiva, el humanismo cvico secaracteriza por ser una propuesta filosfico-

    poltica no neutral, pues, est de parte de lapersona y de su dignidad absoluta e indisponible.El hombre en cuerpo y almaes quien debe, porun lado, ser protegido en su dignidad intocable yreivindicado como protagonista nato del biencomn. A travs de este estudio se ha podidocorroborar, en efecto, cmo la apertura de suinteligencia a realidades no tangibles (alcancemetafsico de la razn) lo habilitan para descifrarde modo comunitario y dialgico elsentido de laexistencia individual y comn.

    Fuente de esa dignidad personal, el esprituhumano se difunde y dignifica todo el ser delhombre. Esta verdad bsica del humanismo

    poltico sostiene toda su trama conceptual yconfiere verosimilitud y coherencia a las

    propuestas operativas que brotan de l. Enefecto, apostar en serio por la persona conllevadar crdito a la libertad humana que se ha podidoverificar como otra pieza nuclear de este huma-nismo ciudadano. ste se define, precisamente,

    porque est empeado en devolver a cada

    hombre y mujer su derecho y competenciainnatas de configurar la vida pblica. Dichaconfiguracin, tal como se ha visto, se realiza a

    part ir de las libres iniciativas ciudadanasconcertadas a travs del dilogo en torno a laverdad poltica. Aparece, as, otra nocin medular:la de verdad prctica sobre cuya base nica-mente tiene sentido analizar y debatir acerca dela justicia o injusticia de las acciones. Slo a partirde esta premisa elemental adquiere significadoel debate poltico porque de estar ciertos deantemano que no alcanzaremos dicha verdad, el

    dilogo poltico se vaca; pierde contenido racionaly acaba en pura retrica.

    La imagen humanista de la ciudadana ofrececomo nota distintiva un modo nuevo decomprender y de ejercer la libertad. Es el usocreativo, innovador y solidario propio de unalibertad enraizada en una naturaleza racional. Sinembargo, la presente investigacin ha permitido

    constatar que tal uso de la libertad exige unaprendizaje: el que conduce paulatinamente a

    ejercer actos no slo libres (libertad negativa),sino tambin liberadores (libertad comoliberacin de s mismo) que impulsan a tomardecisiones de cara al bien comn (libertad para).Se necesita para eso conocer y ejercitar lasvirtudes tanto intelectuales como ticas.

    Pero el hombre es un animal social, unanimal que habla, por tanto, para aprender lasvirtudes y educar su libertad requiere insertarseen el ambiente fecundo de las comunidades deamistad. Necesita especialmente de un entorno

    familiar preocupado por cultivar en cada uno desus miembros una actitud reflexiva y crtica,terreno propicio de las virtudes intelectuales; ascomo deseoso de despertar en ellos, a travs delestmulo visible, el atractivo hacia actitudesticamente buenas.

    Se ha podido comprobar, que la posibilidadefectiva de un humanismo cvico implica unesfuerzo terico y prctico que est a la alturade la dignidad del hombre, pues, cuenta con su

    potencial de racionalidad y libertad como punto

    de partida y se dirige hacia l como trmino opunto de llegada. El humanismo cvico quedefendemos se presenta, as, como un modohumano de habitar en la polis, y en tanto quehumano accesible, realizable. Lo que hay queasegurar siempre y en todo caso son las condi-ciones espirituales del florecimiento humano encomunidades abarcables, luego, la ndole difusivadel bien har lo dems.

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