hugo zemelman. debates teóricos

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    En esta seccin, destinada a abrir yestimular los debates tericos, sepresentan a la consideracin dellector, en este nmero, tres trabajosa cargo de distinguidos especialis-

    tas. El primer articulo, de Hugo Zemelman, nos in-terpela sobre la responsabilidad tico-poltica que lecabe a las ciencias sociales ante la realidad del capi-talismo salvaje que signa la regin latinoamericana.A partir de un replanteo de las preguntas bsicas dela reflexin social, Zemelman valoriza el ngulo de

    lectura que parte del par sujeto-conflictividad en sucapacidad radical de poner la mirada en la gnesis de los sujetos y la historicidad de losprocesos. En este sentido, contra las visiones economicistas y naturalizadoras de lo social,la reflexin del autor propone una aproximacin de corte epistemolgico que de cuenta,en su propio formato, de la responsabilidad y el aporte indispensable que le cabe a las cien-cias sociales en la tarea de forjar utopas.

    El segundo artculo, de Ellen Meiksins Wood se adentra con agudeza en un par de pro-blemas cruciales: la naturaleza de la globalizacin y, por otra parte, el papel del estado-na-cin. En relacin al primer tema, ntimamente vinculado a la problemtica de la competen-cia en el interior y entre las economas capitalistas, la autora seala que la intensificacindel proceso de globalizacin, o mundializacin, es la expresin de la lgica capitalista porexcelencia y que la fase actual, lejos de testimoniar la atenuacin de las rivalidades capita-listas no ha hecho sino exacerbarlas, abriendo as las puertas para una efectiva lucha anti-capitalista. En lo tocante al segundo tema Meiksins Wood plantea que si bien es innegableque han habido procesos de transferencia de soberana desde el estado-nacin hacia los ac-tores supra o transnacionales, lo cierto es que aqul contina siendo un agente crucial paraasegurar la reproduccin del capital en la economa global, y que la conquista del estadopor parte de las clases populares contina siendo un objetivo de inigualable importancia.

    Finalmente la contribucin de Ren Mouriaux y Sophie Beroud, partiendo de sendostrabajos anteriores sobre las huelgas y movilizaciones del 95, 97 y 98 en Francia, avan-za en una extremadamente rica reflexion acerca de distintas conceptualizaciones sobre elmovimiento social y sus inscripciones tericas. En este camino, tras la permanente referen-cia a la experiencia del movimiento social en Francia, los autores analizan crticamente lasinterpretaciones y aproximaciones tericas de dos de los mas conocidos socilogos france-ses como son Pierre Bourdieu y Alain Touraine, proponiendo una tercera interpretacinque hunde su inspiracin terica en la obra de Marx.

    En este sentido confiamos que este texto, junto a los dos referidos anteriormente, sir-van a los efectos de enriquecer el filoso debate que la reflexion social critica se plantea al-rededor del conflicto y los movimientos sociales.

    Debates tericos

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    1.- La actual situacin en Amrica Latina apa-rentemente sin otra salida que el capitalismosalvaje, obliga a trabajar profundamente poralternativas que rompan con el discursohegemnico dominante, que, disfrazado del

    lenguaje de la tecnologa, presume ser inevitable y excluyen-te. Los esfuerzos por romper con este mandato valrico enra-

    zan con el afn de sobrevivencia de gran parte de la especiehumana. Pues los favorecido por esta nueva arca de No delcapitalismo transnacional neoliberal son pocos, quizsdemasiado pocos. La mayora estn quedando a la intemperiede la sorda y ciega lucha por quin domina a quin.

    En ste contexto debemos plantearnos los interrogantessobre el papel de las ciencias sociales si concordamos en questas tienen una responsabilidad tico poltica, en la medidaque el conocimiento que construyen tendra que servir desoporte a decisiones de polticas. En consecuencia, la natura-leza de los problemas que se planteen, o son expresin dedecisiones previamente definidas, o, por el contrario, implicandecisiones vinculadas con opciones diferentes de construccinsocial. En efecto Qu significa preocuparse de problemascomo la pobreza, la paz, la gobernabilidad, etc?

    Una posibilidad de respuesta es contribuir a consolidar elfuncionamiento de los poderes establecidos o bien, anticiparproyectos diferentes de sociedad. Lo que decimos coloca en elprimer plano de la discusin metodolgica lo que significaconstruir un problema.

    Sabemos construir un problema? Sabemos plantearnosfrente a la realidad una agenda que difiera de las agendas de laburocracias nacionales e internacionales, o bien de las agen-cias de financiamiento? Estamos rompiendo con los par-metros de lectura que imponen las lgicas del poder? Dednde surgen los temas que preocupan actualmente a las cien-

    cias sociales? Surgen de una imaginacin alerta y rupturista,o ms bien de su vocacin por ser eficazmente tiles a los pro-blemas que imponen los proyectos de sociedad hoy dominan-tes?

    2.- Desde sta perspectiva enfrenta el conocimiento socio histrico un desafo fundamental entre los muchos posibles:han quedado arrumbadas algunas referencias del pensamientoque han servido para orientarlo, como ser la crisis de los acto-

    res histricos con los que se identificaba la construccin de lasociedad del futuro; y, de otra parte, la certeza de un procesode transicin hacia una etapa ticamente superior en la vida delos hombres. En su lugar se multiplican una proliferacin deactores sin proyectos de largo plazo, todos los cuales, o granparte de los cuales, se arremolinan al interior de un capitalis-mo que parece impune a sus embates, que, por el contrario,avanza inexorablemente hacia una especie de triunfo parad-jico: la autodestruccin colectiva como el costo que la huma-nidad tendra que pagar por la ceguera del lucro, de la ganan-cia, de la rentabilidad.

    Como se ha dicho, la precariedad asume el status de defi-nitividad casi ontolgica, perdindose la idea de historia quecontenga el desafo de otras posibilidades de construccinsocial. El inters particular de grupos minoritarios se disfrazade objetividad, la ceguera irresponsable se identifica con elcurso de la historia, la estulticia de diestro manejo de lo dado.Ante ello Qu decir? Adems del reclamo casi proftico porla reinstalacin de los valores orientados hacia el rescate delhombre y de su futuro, de la incorporacin de la utopa comofuerza social y moral, y de los esfuerzos por liberar a la inte-ligencia de la tecnologa convertida muchas veces en estupi-dez, el Frankestein del siglo XXI, de manera de doblegarla envez de transformarla en el molde de los futuros sujetos, conriesgo de perder lo que caracteriza especficamente a lo huma-no, el lenguaje Qu decir desde las ciencias sociales, este

    conjunto de conocimientos que supuestamente surgieron parahacer posible una vida ms libre, justa y digna? Qu decir yqu hacer? Quiz algo ms modesto pero central: repensarnuestro quehacer y nuestro modo de enfrentarnos con la reali-dad social.

    3.- En este marco histrico y existencial se plantean cues-tiones bsicas. Entre stas est la de recuperar ngulos desdelos cuales organizar nuestra mirada de la sociedad; ngulos

    Conocimiento social y conflictoen Amrica Latina

    Notas para una discusin

    Por Hugo Zemelman*

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    que no queden atrapados ni por lo tanto limitados por grandesverdades. En ste sentido pensamos que un ngulo fundamen-tal por su vastedad y resistencia a convertirse en contenidode teoras cerradas, es la naturaleza y prctica de los sujetossociales, si estamos de acuerdo que la realidad socio- histri-ca es siempre una construccin de una variada gama de suje-tos. El esfuerzo por impulsar construcciones sociales diferen-tes, tambin contradictorias, conforman un eje estructuradorcentral de la realidad social como es el conflicto en todas susmanifestaciones, espacios y temporalidades. Y que no es sinola expresin fenomnica de la capacidad de activacin de lossujetos y de sus distintas proyecciones histricas. De ah quepara dar cuenta de cualquier problema social, econmico,poltico o cultural no se pueda prescindir del ngulo de lectu-ra conformado por el par sujeto conflictividad; ya que aludea las dinmicas constituyentes de la realidad social. Ello, si noqueremos dejar de reconocer la especificidad histrica que tie-nen los diversos temas y problemas: Qu es la paz? Qu esel progreso o la llamada modernizacin? Qu es la democra-cia? Qu es la justicia social? Qu significa hablar del futu-

    ro o de la integracin latinoamericana?

    4.- Pero De dnde surgen los sujetos? Del mundo de lasnecesidades y de su despliegue que articulan como tales lasnecesidades propias de la memoria y las necesidades vincula-das con las visiones utpicas. Memoria y utopa que muchasveces pierden las particularidades del sujeto al que pertenecenpara ser convertidas en esquemas generales que ocultan ladiversidad de fuerzas que pugnan por ser en su propia cons-truccin de la realidad histrica. Por ello recibe aqu el ncleogerminador de la condicin conflictiva de toda realidad: laposibilidad de reconocer por cada sujeto, desde sus espacios ytiempos, sus propias opciones resistiendo a la pretensin delpoder por imponer su homogeneizacin como si sta respon-diera a una ley natural. En verdad, cada actor tiene su espacio

    y su tiempo no pudiendo ser ubicado para su debida interpre-tacin y evaluacin de sus fuerzas en el espacio y tiempo, porejemplo, del orden dominante. Aunque est claro que los rit-mos de cada uno de ellos es diferente con lo que se determinauna situacin de conflictividad particular.

    A este respecto, cabe mencionar los procesos de polariza-cin social y econmica que resultan de dinamismos no nece-sariamente sincrnicos entre lo que son los mecanismos deconstitucin de la pobreza y de la riqueza. La creacin depobres, as como el surgimiento de la conciencia de ser pobre,no es simtrica con la creacin de la concentracin de riquezani con la conciencia de ser rico. Es indudable que el ritmo deconstitucin de la riqueza es ms acelerado que el de su opues-to, lo que se relaciona con el viejo tema de la asincrona en el

    desenvolvimiento del factor trabajo y del factor capital. Heaqu un tronco de conflictividad que plantea desafos mlti-ples. Entre stos est el de la creacin y reconocimiento deespacios desde los cuales leer a la sociedad, porque sta tien-de a ser leda desde lo ya constituido como poder, equilibrio,riqueza, que es lo que consiste la hegemona. Por eso hay queresistir a interpretaciones de la sociedad y de su futuro orga-nizadas desde los espacios sociales y los ritmos impuestos por

    los parmetros de la dominacin hegemnica; lo que es con-dicin para poder descomponer los procesos internos de ladominacin y su fijacin de lo socialmente establecido. Es elaporte con que contribuyen al pensamiento crtico algunosmovimientos sociales protagonizados por sectores subalter-nos. Es el caso de los movimientos indgenas.

    De lo anterior se deriva la importancia de centrar nuestraatencin en los lugares sociales donde se contiene la capaci-dad de conflicto. Es as como se pueden distinguir distintasmodalidades de conflictividad:

    a) Aquellas que se circunscriben a los lmites de las reali-dades parametralizados por el poder: v.gr.: los sindicatos,el movimiento feminista, algunas reivindicaciones ecolo-gistas; y b) Aquellos otros conflictos relacionados conrealidades que transgreden esos parmetros, que, por lomismo problematizan a la hegemona ms all del simplejuego de acomodos: vgr.: los movimientos indgenas, lademanda por tierra, las reivindicaciones por transformar a

    la democracia en un espacio abierto a mltiple proyectos.

    5.- Esta capacidad de conflicto, ms que sus expresionesmorfolgicas, debe ser nuestra preocupacin pues apunta a unade las cuestiones ms profundas del actual momento histrico,como son los intentos por minimizar sistemticamente los ries-gos de presin sobre el modelo econmico. Entre los mecanis-mos utilizados para este propsito se encuentra la atomizacinsocial, la disolucin de las relaciones de horizontalidad; perotambin estn los esfuerzos por acotar los espacios dentro de loscuales se pueden los sujetos desarrollar legtimamente, estoes, sin cuestionar el orden establecido. Es la imposicin de par-metros de un orden permisivo de mrgenes de conflictividad.

    Una manifestacin concreta de lo anterior es la rpida

    conformacin de la democracia de ser un sistema polticocaracterizado por la garanta de espacios de alternancia entreproyectos, a una democracia que se identifica exclusivamentecon un solo proyecto de desarrollo econmico y poltico. Escuestin de constatar cunto pensamiento socialdemcrata,incluso socialista que dice mantener su raigambre marxista,transformado en administrador y aval de polticas conducen-tes al cumplimiento de se objetivo estratgico. Lo anterior sinentrar en mayores profundidades como los intentos por crearun ser humano que se respete para continuar siendo sujeto,pero siempre que no rompa con la condicin de ser un suje-to mnimo. Mnimo en pensamiento, en emocionalidad, encapacidad para vislumbrar su propio futuro, mnimo en suvoluntad para enfrentar las circunstancias que lo someten a lacondicin de explotado y subalterno.

    El ngulo que defendemos conformado por el par sujeto- conflictividad no se corresponde con ningn calificativo ide-olgico de los que dominaron la discusin casi todo el sigloXX, como ser el de gradualismo y revolucin; ms bien impli-ca todas las formas de cuestionamiento de la hegemona enforma de adentrarse en sus intersticios. Esto es, en sus dina-mismos constituyentes como ser el surgimiento, desarrollo y

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    La revuelta indgena de enero del 2000Conocimiento social y conflicto en Amrica Latina

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    transformacin de los sujetos, atendiendo a sus diferentes sig-nificaciones histricas para el momento actual, pero tambintomando en cuenta su proyeccin en el mediano y largo plazo.Lo que trae consigo la necesidad de revisar a la actual teoradesde las exigencias de cmo recuperar la historicidad delmomento actual, es decir, su condicin de ser un producto yadems todas las potencialidades que permanecen ocultas; lascuales dependern de la presencia de determinados sujetossociales aunque tambin individuales, en la medida que la rea-lidad social no es el resultado del juego de leyes celestes sinouna construccin de los propios hombres. Claro que en estembito de la realidad cabe lo que no es posible en la naturale-za: que la aceptacin conformista se transforme en regularidademprica.

    Desde el ngulo que hemos expuesto se desprende lanecesidad de definir algunas conclusiones respecto a lasCiencias Sociales. El conocimiento de cualquier fenmenosocial, en su acepcin genrica, tendr que considerar las exi-gencias que se derivan de este ngulo. Estas las resumimos en

    las siguientes:

    a) el movimiento interno de los sujetos: gnesis, desen-volvimiento y transformacin, as como la naturaleza desus proyecciones en los distintos planos de la realidad;

    b) la influencia de las coyunturas en la construccin delconocimiento y su ensamble con una perspectiva transco-yuntural, de mnera de no quedar atrapado en la condicinde producto de los fenmenos;

    c) relativizar a las estructuras destacando sus dinamismosinternos, sus momentos de despliegue y repliegue, demanera de cuestionar los parmetros que tienden a fijar elfluir de los fenmenos en una identidad histrica particular.

    De manera mas concreta, lo que decimos se correspondecon la urgencia de discutir para poder resolver la cuestin delos lmites disciplinarios, por cuanto estos ya no permiten darcuenta de la complejidad de los fenmenos que emergen, enrazn de estar sometidas a la lgica simplificada de objetosaislados. En esta direccin, tambin se hace imperativa la dis-cusin a cerca de las diferentes modalidades de los sujetos queen el marco del actual sistema clasificatorio de las cienciasquedan prisioneros de esos recortes disciplinarios.

    Por ltimo, es un imperativo recuperar las grandes formasde pensamiento ante la historia, mas all de sus teorizacioneshistrico sociales concretas, las cuales se busca hoy inteligen-temente olvidar con la complicidad de tanto ingenuo o tonto

    ilustrado, ya que en ellas se encuentra la raz de un pensa-miento capaz de trascender la pura descripcin de lo que sepresenta como inevitable, por lo mismo fatal, sino de avanzaren la aventura por ayudar a la liberacin del hombre.

    Cabe ilustrar estas breves notas de reflexin con lo queocurre en Amrica Latina. Como venimos sosteniendo 1

    Amrica Latina vive un momento de reajuste que se pretende

    constituye un esfuerzo por recuperar la creatividad de la per-sona, creatividad que se busca identificar con la dinmica libe-radora del mercado... es una idea que se vincula con la demo-cracia, que se ofrece depurada de las contaminaciones propiasde cualquier sistema de poder para revestir el carcter de unvalor universal. Se olvida todo aquello que encubre en cuantoa situaciones de privilegio y subalternidad econmica social ypoltica. Y se difunde con tal fuerza por los medios de comu-nicacin que no se ofrece mas alternativa que la de confor-marse, esto es, la de encontrar la armona y el consenso social.La poltica, por tanto, parece ser la encarnacin misma de unautopa aorada que resulta, inesperadamente, ser parte de lamisma realidad. Se nos ubica en una inercia, como si la reali-dad constituyera un tnel fuera del cual no cabe pensar nisoar.

    Desde la lgica que nos rige, la realidad parece haberencontrado su utopa, de manera que carece de sentido cual-quier esfuerzo imaginativo que la cuestione y con ello sepretende aplastar todo intento conducente a liberar al hombre

    en una sociedad mas justa.

    Es una necesidad imperativa salirse de los marcos de lec-tura fijados por el discurso econmico del poder, que cada vezse reproduce en forma mas homognea por todas las latitudesde la regin latinoamericana; hay que romper con sus linea-mientos para ser capaces de vislumbrar realidades diferentes.Esta posibilidad exige afrontar el desafo de una utopa comola base constituyente de visiones renovadas de futuros para eldesarrollo de Amrica Latina. Desafo utpico necesario pararomper con la trampa, pero que obliga a que la gente realmen-te quiera una utopa alternativa.

    Para ver realidades nuevas hay que necesitarlas. Para for-jar utopas se requiere de esta necesidad por una realidad dife-rente, lo que supone reconocer a esta, saber distanciarse de lo

    establecido. Simplemente eso: distanciarse. Hay que saberreconocerla. Pero, pregunta: reconocemos a la realidad quenos circunda?

    Reconocer a la realidad significa algo mas que conocerla.Exige saber ubicarse en el momento histrico que se vive, elcual es una forma de asombro que obliga a colocarse en unumbral desde el cual poder mirar, no solamente para contem-plar sino tambin para actuar; la utopa, antes que nada, es latensin del presente.

    Notas

    *. Profesor e investigador de El Colegio de Mxico. CoordinadorGrupo de Trabajo de Teora y Mtodologa de las Ciencias Socialesde CLACSO.

    1. Zemelman Hugo. Sobre bloqueo histrico y utopa en AmricaLatina. Revista Estudios Sociolgicos de El Colegio de Mxico.Vol. 10. N 30. 1992.

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    El movimiento obrero estadounidense nuncaha tenido realmente su propia organizacinpoltica, ya fuera un partido socialista fuer-te, socialdemcrata, o al estilo del laboris-mo Britnico. El partido demcrata tiene en

    la actualidad menos aun que ofrecer al movimiento obreroque en el pasado. Pero hoy el caso norteamericano parecemenos excepcional de lo que pareci alguna vez, en la me-

    dida en que los partidos de la clase trabajadora mejor esta-blecidos -comunista, socialista, socialdemcrata, y obrero-se han separado efectivamente de sus races de clase, espe-cialmente en Europa.

    Los partidos comunistas y socialistas europeos, porejemplo, abandonaron la poltica y el lenguaje de la lucha declases, mientras que la eleccin del New Labor en Gran Bre-taa llev al poder a un liderazgo basado en cortar los lazoshistricos del partido con el movimiento sindical, dejando aGran Bretaa, al menos por el momento, en una situacin si-milar a la del modelo norteamericano: un estado de partidonico, o como lo enunciara Gore Vidal, un partido con dosalas derechas.

    Es posible que incluso esta ambigua victoria para la iz-quierda, o la subsiguiente eleccin de gobiernos socialdem-cratas en Francia y Alemania, abran nuevas perspectivas po-lticas. Pero por el momento, muchas personas parecen darpor hecho que la desaparicin de la poltica de la clase tra-bajadora es algo natural, y que el terreno poltico sobre elcual los partidos revolucionarios y electorales de la clase tra-bajadora operaban, sencillamente ya no existe. Ese terrenoha sido ms o menos obliterado, en gran medida por la glo-balizacin. O al menos eso es lo que se nos dice.

    Necesitamos detenernos ms de cerca sobre tal presun-cin. Debemos explorar de manera ms crtica las conse-cuencias polticas de la globalizacin, y lo que stas signifi-can para el movimiento obrero y la lucha de clases.

    Qu es la globalizacin?

    La actual crisis global ha empaado la entera idea deglobalizacin hasta un punto tal que quienes solan ser susms entusiastas defensores estn ahora cuestionando sus

    principios ms bsicos. Los hechiceros financieros neolibe-rales no slo estn contemplando medidas como el controldel capital, que apenas ayer les habran parecido horriblesviolaciones a la ley natural, sino que incluso estn plantean-do nerviosamente ciertas preguntas acerca del capitalismode libre mercado en general. Mientras que una significati-va revisin terica es previsible como consecuencia de lacrisis, la idea de globalizacin, sin embargo, no est muerta,y representa una seria preocupacin para los movimientos

    obreros en todas partes.

    Qu significa entonces la globalizacin? Los rasgosbsicos de la concepcin convencional, o lo que algunos handado en llamar la tesis de la globalizacin, son lo suficien-temente conocidos: a principios de los 70 el mundo entr enuna nueva poca de globalizacin, marcada por una cre-ciente internacionalizacin del capital -no slo un mercadoglobal sino una produccin internacionalizada, e incluso unaclase capitalista internacionalizada; el creciente poder de lasagencias internacionales del capital como el FMI, BancoMundial, y la World Trade Organization; rpidos movimien-tos del capital financiero acelerados por las nuevas tecnolo-gas de la informacin; la transferencia de capitales desdeeconomas con altos costos de mano de obra a economas debajos salarios que sirve como justificacin para la dismi-nucin de salarios y los ataques a los beneficios sociales enpases capitalistas avanzados; y un desplazamiento de la so-berana hacia afuera de los lmites del estado-nacin.1

    La concepcin general de globalizacin no es, por su-puesto, universalmente aceptada.2 Nadie duda que el capita-lismo se ha vuelto un sistema ms universal que nunca, y

    Trabajo, clase y estado en elcapitalismo global*

    Por Ellen Meiksins Wood

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    tampoco que estamos viviendo en una economa globalcon mercados cada vez ms internacionales y transaccioneseconmicas de todo tipo que abarcan al planeta entero. Peroalgunos escritores de izquierda han expresado dudas acercade cunta produccin se ha internacionalizado en realidad,

    acerca de cun mvil es verdaderamente el capital industrial,y acerca de la existencia misma de corporaciones multina-cionales. Tales crticas han sealado que la vasta mayorade la produccin an sucede en compaas de base nacional,en locaciones nicas. Han argumentado tambin que noexiste lo que se ha dado en llamar corporaciones multina-cionales, y que slo hay corporaciones de base nacional conalcance transnacional.

    Los crticos de las ideas convencionales sobre la globa-lizacin tambin han sealado que mientras que las fugas delcapital hacia las economas de bajos salarios podran consti-tuir un serio problema, la inversin extranjera directa se haconcentrado de manera abrumadora en pases capitalistasavanzados, con el capital movindose entre stos. Existen di-ferencias entre las grandes economas capitalistas, con algu-nas ms expuestas que otras a las presiones competitivas in-ternacionales. Los Estados Unidos, por ejemplo, estn prote-gidos de algunas formas de competencia porque una propor-cin relativamente pequea de su economa esta dedicada ala manufactura, y la fraccin de la fuerza laboral norteame-ricana empleada en la manufactura es an menor. Ms del 70% del empleo total en los Estados Unidos se encuentra en elsector de servicios, la mayora en industrias que simplemen-te no pueden relocalizarse en otras economas con fuerzas la-borales baratas y desorganizadas.

    Pero cualquiera sea la proporcin de la industria manu-facturera en la economa norteamericana (o en otros pases

    capitalistas avanzados), sta constituye todava -y probable-mente lo siga haciendo- una cantidad desproporcionadamen-te grande de la produccin mundial total. En este sector lacompetencia ciertamente se ha intensificado, generalmenteal interior de los pases capitalistas avanzados entre s. LosEstados Unidos, en particular, han sido profundamente afec-tados por la competencia de Japn y Alemania. Al mismotiempo, la solucin preferida no ha consistido simplementeen exportar industrias a los pases del Tercer Mundo. Las in-dustrias manufactureras son mucho menos mviles de lo queel saber convencional acerca de la globalizacin sugiere -noen escasa medida debido a que las inversiones de capital degran escala y a largo plazo son difciles de abandonar. En es-ta situacin, las estrategias competitivas no tienen muchas

    posibilidades de basarse en el traslado del capital a otros lu-gares, por lo que la opcin ms corriente es la de tratar de re-ducir los costos laborales en las propias economas avanza-das. De hecho, una de las ms notables caractersticas de laactual economa global no es la industrializacin y enrique-cimiento de los pases ms pobres del Tercer Mundo, sinopor el contrario, un creciente empobrecimiento de las econo-mas dejadas en los mrgenes de la globalizacin y una cre-ciente polarizacin entre ricos y pobres.

    Resulta entonces difcil formular cualquier proposicinsimple acerca de la competencia entre economas de bajossalarios y de altos salarios, o de los peligros de las fugas decapital en respuesta a la organizacin y lucha de la clase tra-bajadora. En trminos ms generales, no existe una correla-

    cin simple entre las polticas o la ideologa de la globali-zacin y la actual exposicin de las economas capitalistasavanzadas a la competencia internacional, al menos a lacompetencia por parte de las economas de bajos salarios. Laglobalizacin es ciertamente una amenaza efectiva, y porende una estrategia poltica poderosa. Pero no debemosequiparar acrticamente amenaza con realidad.

    Ms all de estos desafos empricos a la nocin conven-cional de globalizacin, existen preguntas ms amplias, dosde las cuales debemos esbozar aqu. En primer lugar, debi-ramos preguntarnos cun nuevo es este fenmeno. De acuer-do con la tesis de la globalizacin, hemos estado viviendo enuna nueva poca desde inicios de los 70. Sin embargo, na-da ms obvio que la improbable semejanza entre el mundoburgus tan vvidamente retratado por el Manifiesto Comu -nista en 1848 y la poca de la globalizacin en la que es-tamos viviendo hoy:

    Mediante la explotacin del mercado mundial, la bur-guesa dio un carcter cosmopolita a la produccin y al con-sumo de todos los pases. ... Las antiguas industrias naciona-les han sido destruidas y estn destruyndose continuamen-te. Son suplantadas ... por industrias que ya no emplean ma-terias primas indgenas, sino materias primas venidas de lasms lejanas regiones del mundo y cuyos productos no slose consumen en el propio pas sino en todas las partes delglobo. En lugar de las antiguas necesidades, satisfechas conproductos nacionales, surgen necesidades nuevas, que recla-

    man para su satisfaccin productos de los pases ms aparta-dos. ... En lugar del antiguo aislamiento de las regiones y na-ciones que se bastaban a s mismas, se establece un inter-cambio universal, una interdependencia universal de las na-ciones.

    Y todas las crisis del siglo veinte, hasta la reciente enAsia inclusive, se anticipan aqu:

    (T)oda esta sociedad burguesa, que ha hecho surgir tanpotentes medios de produccin y de cambio, se asemeja almago que ya no es capaz de dominar las potencias inferna-les que ha desencadenado con sus conjuros. ... Basta mencio-nar las crisis comerciales que, con su retorno peridico,

    plantean, en forma cada vez ms amenazante, la cuestin dela existencia de toda la sociedad burguesa. ... Durante las cri-sis, una epidemia social, que en cualquier poca anterior hu-biera parecido absurda, se extiende sobre la sociedad: la epi-demia de la superproduccin.

    En vista de la presciencia de Marx, cmo podemos sos-tener la nocin de que la globalizacin marca una nuevapoca que comenz a principios de los 70? Una explicacin

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    mucho ms plausible para la conexin entre el mundo deMarx y el nuestro es que la globalizacin no es una nuevapoca, sino un proceso de largo plazo; no se trata de un nue-vo tipo de capitalismo, sino de la lgica del capitalismo talcomo ste ha sido desde el principio.

    Este punto de vista, por supuesto, no ignora los cambiosmasivos que han acontecido en el siglo y medio pasado. Porel contrario, las leyes de movimiento capitalistas comoMarx saba mejor que nadie- son precisamente leyes delcambio constante. Pero cmo interpretemos dichos cambiosdepende en gran parte de las coordenadas desde las cualeslos observamos. Por ejemplo, vista como una poca, desde laperspectiva de las teoras convencionales de la globaliza-cin, sta tiende a percibirse como una era totalmente nue-va, en la cual el triunfo final del capitalismo ha clausuradotodas las alternativas. Vista desde la perspectiva de Marx,como un proceso de largo plazo, la globalizacin aparece co-mo algo profundamente contradictorio, en el cual cada avan-ce en la expansin del capitalismo ha trado consigo desde elprincipio nuevas inestabilidades y nuevas posibilidades delucha.

    Esto nos lleva a la segunda gran pregunta acerca de laglobalizacin, que concierne al papel de la competencia enla tesis de la globalizacin. Bajo su luz, la competencia pa-rece estar en el corazn mismo de la tesis: para la derecha,porque cada esfuerzo del capital destinado a empeorar lascondiciones de los trabajadores, cada ataque al estado bene-factor se justifica en nombre de la competitividad y los ri-gurosos nuevos requerimientos de la competencia en unaeconoma globalizada; para la izquierda, porque muchas delas mismas presunciones han llevado al derrotismo y la con -viccin de que lo nico que podemos hacer es desarrollar

    nuestras propias estrategias, ms humanas, de competitivi-dad.

    An as, existe una curiosa contradiccin en la tesis dela globalizacin, y aunque parezca extrao, dicha contradic-cin es ms visible en algunas variantes de izquierda. La te-sis est basada en la premisa y sta es la razn por la cualtiene implicanciaspolticas de tan amplio alcance- de que elefecto de la globalizacin es la formacin de un capital in-ternacional cada vez ms unido y todopoderoso, contra elcual las fuerzas anticapitalistas seran poco menos que impo-tentes. Pero al examinar dicha presuncin encontramos algu-nas inconsistencias. Pareciera como que en la tesis de la glo-balizacin la transnacionalizacin del capital no significara

    la intensificacin de la competencia sino, por el contrario,su declinacin entre las mayores potencias capitalistas. Ensuma: esto significara la interpenetracin de capitales na-cionales, y su creciente colaboracin, aparentemente en lu -gar de la competencia.3

    Ahora bien, an el terico ms extremo de la globaliza-cin jams dira que la globalizacin est creando un solocapital internacional unificado. Obviamente, la globaliza-

    cin todava tiene un largo camino por recorrer, y en el futu-ro, hasta donde resulta predecible, todos los que participanen el mercado tendrn que pelear para permanecer en la ci-ma. Pero la implicancia ms fuerte de la tesis de la globali-zacin es que existe una relacin inversa entre globalizacin

    y competencia: cuanto ms globalmente integrado se vuelveel capitalismo, ms unificada estar la clase capitalista. Estopareciera implicar que la globalizacin no es el crecimientode la competencia, sino su supresin.

    De acuerdo con dichos argumentos, es verdad que un ca-pital altamente mvil se mueve libremente a travs de lasfronteras nacionales en busca de mano de obra barata, y almismo tiempo hace descender los salarios en su pas de ori-gen. Pero esto aparentemente no sucede debido a los anti-guos imperativos de competencia entre capitalistas, quesiempre los han llevado a aumentar la rentabilidad y la par-ticipacin en el mercado por medio de la baja de los costoslaborales. Sucede simplemente porque el capital es ahora li-bre de hacer sentir su gravitacin por doquier, ejerciendo sincortapisas su poder. La tesis de la globalizacin, entonces,que constantemente invoca la necesidad de competencia,tambin remite a una internacionalizacin del capital que ex-pulsa la competencia, une al capital formando una nica cla-se internacional, y desarticula toda oposicin.

    Pero vista desde un enfoque diferente la globalizacinsignifica exactamente lo contrario. En primer lugar, no debe-mos olvidar que el capitalismo siempre e indefectiblementecomporta competencia. La competencia est en el coraznmismo del sistema. Esto obviamente no significa que el ca-pital no har lo posible para evadir la competencia. Por elcontrario, es una ley de la competencia que el capital procu-rar evadirla. La competencia capitalista significa tratar

    siempre de mantener e incrementar la participacin en elmercado, y una manera clsica de hacerlo es cooperar secre-tamente con los competidores, crear monopolios -como bienlo saba ya Adam Smith- o dejar fuera a los rivales por la pu-ra fuerza del tamao y las economas de escala. Y, por su-puesto, una de las consecuencias de la competencia es quelos perdedores sern tragados por los ganadores an cuan-do los ganadores de hoy podran ser los perdedores de ma-ana. Por consiguiente, el aumento en la concentracin ycentralizacin del capital no es la anttesis de la competen-cia sino una de sus expresiones. Los competidores puedenhaberse ampliado: no slo enormes compaas domsticassino firmas transnacionales (y esto, nuevamente, no suelesignificar empresas no-nacionales, sino compaas naciona -

    les con alcance transnacional). Pero todo esto ciertamenteque no ha disminuido la competencia. Por el contrario, lacompetencia entre economas capitalistas avanzadas se haintensificado a medida que nuevos y agresivos jugadores haningresado al juego.

    Tomemos por ejemplo el caso clsico de un capitalismohegemnico y monoplico -los Estados Unidos en los iniciosdel perodo de posguerra. La economa de EE.UU. era tem-

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    poralmente hegemnica y prcticamente no enfrentaba desa-fos, en gran medida debido a la guerra. Pero la recuperacinde las potencias vencidas pronto incorpor nuevos y ms di-nmicos competidores al juego (y aqu, el perodo de hege-mona de los EE.UU. podra incluso haberse tornado un han-

    dicap competitivo). El resultado fue sin duda ms monopo-lios capitalistas no slo norteamericanos, sino tambin ja-poneses y alemanes- que de ninguna manera significaronmenos competencia. Por el contrario, unidades mayores hanhecho a la competencia ms feroz y destructiva. Por un ladoeste tipo de competencia significa el colapso de las compa-as pequeas; y por el otro vemos ahora nuevas formas demacro-competencia, por llamarla de alguna manera, coneconomas nacionales enteras envueltas en implacables riva-lidades y nuevas formas de intervencin estatal para asistir-las.

    Por lo tanto, la colaboracin capitalista nunca ha sido in-compatible con la competencia. De hecho, la interaccin en-tre ambas es otra de esas contradicciones caractersticas delcapitalismo. An la ms avanzada colaboracin transnacio-nal convive mano a mano con la competencia ms feroz.Basta con echar una mirada a la Unin Europea en la actua-lidad. La Unin tiene como objetivo precisamente fortalecera las economas europeas en su competencia con los EE.UU.y Japn. Pero es tambin el terreno de la competencia entreestados europeos. De hecho, uno de los resultados espera-dos, incluso deseados, de la Unin Monetaria Europea y lamoneda comn, es la intensificacin de la competencia al in-terior de las economas europeas e incluso entre s, en la me-dida que las diversas economas nacionales son despojadasde sus protecciones nacionales (por ejemplo, poltica mone-taria y manipulacin de las tasas de cambio) contra la fuerzaarrolladora del mercado competitivo.

    Qu conclusiones debiramos sacar entonces de estacompetencia intensificada entre los pases capitalistas avan-zados? Una conclusin obvia es que la globalizacin podrasignificar menos y no ms unidad capitalista. De manera talque por lo menos la parte de la tesis de la globalizacin quepostula la existencia de un capital internacional cada vezms unificado se ve desmentida por la competencia capita-lista.

    Pero esta intensificacin de la competencia: significaque los tericos de la globalizacin estn en lo correcto al in-vocar los requerimientos de la competitividad? Ms de untexto en este volumen expondr los defectos de las estrate-

    gias competitivas de izquierda y explicar por qu son ma-las para los trabajadores. Por eso limitar mis argumentos aun nico punto, a saber: la principal conclusin que el mo-vimiento obrero y la izquierda debieran extraer de la globa-lizacin, o la universalizacin del capitalismo, es que el ca-pitalismo se encuentra hoy ms que nunca abrumado por suscontradicciones internas, y que sta es una razn para inten-sificar, no abandonar, las luchas anticapitalistas.

    La universalizacin del capitalismo significa que mseconomas capitalistas estn ingresando a la competenciaglobal; que las mayores economas capitalistas estn depen-diendo de las exportaciones hasta grados casi suicidas; y quelas crisis de sobreproduccin son cada vez ms severas. Al

    mismo tiempo, para hacerse competitivas, dichas economascapitalistas restringen la capacidad de compra de los propiosconsumidores que estn compitiendo para alcanzar. La m-xima rentabilidad para el capital hoy depende cada vez me-nos del crecimiento absoluto o de la expansin hacia afuera,y ms de la redistribucin y de una brecha cada vez ms ex-tensa entre ricos y pobres, tanto al interior de las naciones-estado como entre ellas.

    La situacin difcilmente podra ser ms contradictoriade lo que ya es. El punto, entonces, es que las fortalezas delcapitalismo son tambin sus debilidades, y que la globaliza-cin podra estar ampliando, y no restringiendo, el espaciopara las polticas de oposicin.

    El Estado y la lucha de clase

    Esta argumentacin acerca de las nuevas posibilidadespolticas sera hueca si la tesis de la globalizacin estuvieraen lo cierto en lo tocante a sus supuestos bsicos sobre el es-tado y la transferencia de soberana de ste al capital global.Repetidas veces se nos dice que la globalizacin ha tornadoirrelevantes a los estados nacionales. Para algunos, esto sig-nifica que nada queda por hacer, que no existe un espacioreal para las polticas socialistas, porque su blanco tradicio-nal, el estado-nacin, se ha desvanecido. Para otros, signifi-ca que la lucha debe trasladarse de inmediato al plano inter-nacional. En ambos casos, una poltica reconocible como

    propia de la clase trabajadora parecera estar fuera de todaposibilidad.

    Esta es, entonces, la presuncin que quiero desafiar aho-ra. Pretendo argumentar que la globalizacin ha hecho a lapoltica de la clase trabajadora una poltica dirigida al es-tado y al poder de clase concentrado en el estado- ms, y nomenos, posible e importante.

    Los marxistas solan enfatizar las maneras en que el cre-cimiento del capitalismo alienta el desarrollo de la concien-cia y la organizacin de clase. La socializacin de la produc-cin y la homogeneizacin del trabajo, y la interdependencianacional, supranacional e incluso global de sus partes cons-

    tituyentes, se supona que creaban las condiciones para laemergencia de la conciencia de clase y la organizacin en es-cala masiva, e incluso para la solidaridad internacional. Pe-ro los desarrollos a lo largo del siglo XX han socavado dichaconviccin de manera creciente y, algunos diran, de modoirreparable.

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    La incapacidad de la clase trabajadora para satisfacer lasexpectativas del marxismo tradicional es tpicamente citadapor intelectuales izquierdistas como la razn principal paraabandonar el socialismo, o por lo menos para buscar actoresalternativos. En dcadas recientes, el marxismo occidental,

    luego el post-marxismo y el postmodernismo han, uno trasotro, asignado esta responsabilidad histrica (si es que toda-va creen, siquiera mnimamente, en la historia o en susagentes) a los intelectuales, a los estudiantes, a los nuevosmovimientos sociales a cualquiera excepto a la clase tra-bajadora. Hoy, el movimiento obrero casi ha desaparecido delas variantes ms de moda entre los tericos y polticos iz-quierdistas. Y la globalizacin pareciera haber dado el lti-mo golpe.

    La mayora de los que hablan acerca de la globalizacin,por ejemplo, probablemente digan que en la era del capita-lismo global la clase trabajadora, si es que an existe, estms fragmentada que nunca. Y si estn en la izquierda, esprobable que digan que no hay alternativa, que lo mejor quepodemos hacer es liberar un poco ms de espacio en los in-tersticios del capitalismo por medio de muchas luchas parti-culares y separadas el tipo de luchas que a veces se deno-mina polticas de la identidad.

    Ahora bien, existen muchas razones para esta tendenciaa repudiar la poltica de clases en favor de la fragmentacinpoltica y las polticas de la identidad. Pero sin duda una ra-zn de peso es el supuesto de que, cuanto ms global se tor-na el capitalismo, ms global deber ser la lucha contra l.Despus de todo, reza el argumento, acaso no es cierto quela globalizacin ha transferido el poder desde los estados na-cionales a las instituciones y fuerzas transnacionales? Y noes obvio que ello significa que cualquier lucha en contra del

    capitalismo deber operar en ese nivel transnacional?

    Entonces, dado que la mayora de las personas tienen di-ficultades razonables para creer en tal grado de internaciona-lizacin y en la posibilidad misma de organizarse a ese nivel,naturalmente llegan a la conclusin de que en realidad el jue-go se ha terminado. Concluyen que el capitalismo lleg pa-ra quedarse, que ya no tiene ningn sentido tratar de cons-truir un movimiento poltico masivo, o una fuerza polticainclusiva y de amplio alcance como las que los antiguos par-tidos de la clase trabajadora aspiraban a ser. En otras pala-bras: la clase como fuerza poltica ha desaparecido, y juntoa ella el socialismo como un objetivo poltico. Si no pode-mos organizarnos a escala global, lo nico que nos queda es

    ir al otro extremo. Todo lo que podemos hacer, aparentemen-te, es volvernos hacia adentro, concentrndonos en nuestraspropias opresiones locales y particulares.

    En el otro extremo se encuentra un tipo de internaciona-lismo abstracto carente de bases materiales. Una cosa es re-conocer la importancia de la solidaridad internacional y lacooperacin entre movimientos obreros nacionales. Ese tipode internacionalismo no slo es esencial para los valores so-

    cialistas sino tambin estratgicamente indispensable para elxito de muchas luchas de clase a nivel nacional. Pero algu-nos en la izquierda invocan una sociedad civil internacio-nal como la nueva arena de lucha, o la ciudadana globalcomo la base para una nueva solidaridad y eso suena me-

    nos como una estrategia anti-capitalista que como un silbidoen la oscuridad. Cuando dicen que la arena internacional esla nica para los socialistas, que el capital global slo puedeenfrentarse con una respuesta autnticamente global, parece-ran estar diciendo con no menos certeza que los abogadosde la poltica fragmentada que la lucha contra el capitalis-mo efectivamente se ha terminado.

    Mi propia conclusin es diferente, porque parto de pre-misas diferentes. Permtaseme decir en primer lugar quesiempre he tenido reservas respecto de la relacin directa en-tre el crecimiento del capitalismo y la unidad de la clase tra-bajadora. Unos diez y siete aos atrs, en un artculo titula-do La separacin de lo econmico y lo poltico en el capi-talismo, me refer a la fuerza centrfuga del capitalismo, alas maneras en que, contrariamente al saber convencionaldel marxismo, la misma estructura de produccin y explota-cin en un capitalismo completamente desarrollado tiende afragmentarla lucha de clase y a domesticarla, a volcarla ha-cia adentro, a hacerla sumamente local y particularista. 4 Elcapitalismo ciertamente tiene efectos homogeneizantes, y laintegracin de la economa capitalista provee las bases ma-teriales para la solidaridad de la clase trabajadora ms all delos muros de la empresa individual e incluso de las fronte-ras nacionales. Pero el efecto ms inmediato del capitalismoes limitar el conflicto de clase a las unidades individuales deproduccin, descentralizando y localizando la lucha de cla-se.

    Debemos enfatizar que este desenlace no es producto deuna falla en la conciencia de clase de los trabajadores. Es unarespuesta a una realidad material, a la forma en que el mun-do social es realmente organizado por el capitalismo. Valeagregar aqu que pese a que los conflictos de clase son loca-lizados de esta manera la clase trabajadora es, paradjica-mente, dividida an ms por la competencia entre las empre-sas, en la cual los trabajadores son llevados a verse comoaliados de sus explotadores en contra de sus competidores,tanto capitalistas como trabajadores. Esta es una tendenciaque la ideologa de la globalizacin est tratando de promo-cionar por todos los medios.

    El repliegue hacia adentro de la lucha de clases tambin

    significa, como suger, que en el capitalismo los asuntos po-lticos son en cierta forma privatizados. Los conflictos sobrela autoridad y la dominacin, que en las sociedades pre-ca-pitalistas estn directamente dirigidos a los poderes jurisdic-cionales o polticos de seores y estados, en el capitalismo sehan desplazado hacia la empresa capitalista individual. Sibien el capital contina dependiendo del poder del estado pa-ra sustentar el sistema de propiedad y mantener el orden so-cial, no es en el estado sino en el proceso de produccin, y

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    en la organizacin jerrquica de ste, que el capital ejerce supoder sobre los trabajadores ms directamente.

    Pens tambin que esto tena algo que ver con el hechode que las revoluciones modernas han tendido a ocurrir don-

    de el capitalismo estaba menos, y no ms, desarrollado. Don-de el estado mismo es el explotador de primer orden porejemplo, explotando a los campesinos por medio de los im-puestos- las luchas econmicas y polticas son difciles deseparar, y en casos as, el estado puede fcilmente volverseel foco de luchas masivas. Es, despus de todo, un enemigode clase mucho ms visible y centralizado de lo que el capi-tal en s mismo podra nunca llegar a ser. Cuando en cam-bio la gente confronta directamente con el capital general-mente lo hace slo oponindose a capitales individuales yseparados, o a empleadores concretos. Es por ello que inclu-so las revoluciones proletarias han tendido a ocurrir all don-de los conflictos de la clase trabajadora con el capital se fu-sionaron con otras luchas pre-capitalistas, principalmente lade los campesinos contra los terratenientes y los estados ex-plotadores.

    Pero mientras planteaba que el capitalismo tiene unatendencia a fragmentar y privatizar las luchas, tambin mepareca que se presentaban algunas nuevas tendencias com-pensatorias: la creciente integracin internacional del merca-do capitalista estaba desplazando los problemas de la acu-mulacin de la empresa individual a la esfera macroecon-mica, y el capital estaba siendo forzado a confiar ms y msen el estado para crear las condiciones adecuadas para laacumulacin. De modo que suger que la creciente complici-dad del estado en los propsitos antisociales del capital pue -de eventualmente significar que el estado se tornara cadavez ms en un blanco primario de la resistencia en los pases

    capitalistas avanzados, y podra empezar a contrarrestar al-gunos de los efectos centrfugos del capitalismo, tales comosu tendencia a fragmentar y domesticar a la lucha de clases.

    Ahora bien, por ese entonces yo nunca haba odo hablarde la globalizacin, y no saba que bien pronto la gente esta-ra dando por hecho que la integracin internacional del mer-cado capitalista debilitara a los estados-nacin, desplazandoel foco del poder capitalista fuera del estado. En los ltimostiempos, cuando la globalizacin est en boca de todos, mehe descubierto argumentando en contra del supuesto amplia-mente difundido de que la globalizacin est tornando al es-tado-nacin cada vez ms irrelevante. He estado argumen-tando que, cualesquiera fueran las funciones que el estado

    podra estar perdiendo, est ganando otras nuevas como con-ducto principal entre el capital y el mercado global. Ahoraquiero sugerir que este desarrollo podra estar comenzando agenerar las consecuencias para la lucha de clase que, all por1981, vislumbraba como una perspectiva para el futuro.

    Podemos debatir cunta globalizacin ha tenido lugarefectivamente; o qu se ha internacionalizado verdadera-mente o no. Pero una cosa est clara: en el mercado global,

    el capital necesita al estado. Lo necesita para mantener lascondiciones de acumulacin y competitividad en varias for-mas, incluyendo subsidios directos y operaciones de rescatefinanciadas por los contribuyentes (Mxico, los Tigres Asi-ticos). Necesita al estado para preservar la disciplina laboral

    y el orden social frente a la austeridad y la flexibilidad, ypara acrecentar la movilidad de capital al tiempo que blo-quea la movilidad de los trabajadores.

    Detrs de cada corporacin transnacional hay una basenacional que depende de su estado local para sustentar suviabilidad, y de otros estados para darle acceso a otros mer-cados y otras fuerzas de trabajo. Los ejecutivos, escribe elperiodista del New York Times Thomas L. Friedman, dicencosas como No somos una compaa americana. SomosIBM USA, IBM Canad, IBM Australia, IBM China. Ah,s? Bueno, entonces la prxima vez que se meta en proble-mas en China, llame a Li Peng para que lo ayude. Y la pr-xima vez que el Congreso cierre otra base militar en Asia llame a la marina de Microsoft para que le asegure las rutasmartimas de Asia5

    En cierta forma, el punto central de la globalizacinconsiste en que la competencia no es tan slo ni siquieramayormente- entre firmas individuales, sino entre econo-mas nacionales. Yen consecuencia, el estado-nacin ha ad-quirido nuevas funciones como un instrumento de la compe-tencia. En todo caso, el estado-nacin es el agente principalde la globalizacin. El capital estadounidense, en su cruzadapor la competitividad, requiere un estado que mantenga loscostos sociales en su mnima expresin a la vez que mantie-ne en caja el conflicto social y el desorden generados por laausencia de prestaciones sociales. En la Unin Europea, quese supone es el modelo de organizacin transnacional, cada

    estado europeo es el agente principal en la imposicin a susciudadanos de las austeridades y padecimientos necesariospara cumplir con los severos requerimientos planteados porla unin monetaria, y cada estado es el principal instrumen-to de contencin de los conflictos engendrados por estas po-lticas el principal agente para mantener el orden y la disci-plina laboral. An si los impulsos fuertemente nacionalistasde los estados europeos permiten que la integracin conti-ne, una vez que estos estados ceden sus instrumentos tradi-cionales para absorber los shocks econmicos, tales como eldficit pblico y las devaluaciones de moneda, el estado se-r an ms necesario para mitigar el malestar social (o, co-mo muchos crticos esperan, los estados individuales simple-mente violarn las reglas de la Unin). La unin monetaria

    podra entonces hacerse aicos contra las rocas de la convul-sin social. Si sobreviviera a estas acechanzas es ms queprobable que en el futuro estos estados-nacin continen ju-gando un rol central en el mantenimiento del entorno ade-cuado para la acumulacin de capital y la competitividad.

    En varios pases el estado juega tambin otros roles. Enparticular, nuevamente, mantiene a la mano de obra inmovi-lizada mientras que el capital se mueve a travs de las fron-

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    teras nacionales, o en los capitalismos menos desarrolladosacta como una correa de transmisin para otros estados ca-pitalistas ms poderosos. Por supuesto, es posible que el es-tado cambie su forma, y que el tradicional estado-nacin dlugar, por un lado, a estados ms estrechamente locales y,

    por otro, a autoridades polticas regionales ms amplias. Pe-ro sea cual sea su forma, el estado continuar siendo crucial,y es probable que por un largo tiempo an el viejo estado-na-cin siga jugando su rol dominante.

    Cul ha sido entonces el efecto de las nuevas funcionesdel estado? Cules han sido las consecuencias para la luchade clases? Es cierto que, tal como lo suger anteriormente,las nuevas funciones del estado en un capitalismo globali-zado, flexible, estn haciendo de l el blanco de la luchade clase y el nuevo foco de la unidad de la clase trabajado-ra? Es muy pronto an para juzgar, pero para empezar pode-mos tomar nota de la creciente cantidad de protestas masivasy demostraciones callejeras en Francia, Alemania, Canad,Corea del Sur, Polonia, Argentina, Mxico, y en algunosotros lugares. Sin avanzar sobre ellas o sus posibles efectos,es vlido de todos modos considerar su denominador comn.

    Sin duda la mayora de las personas aceptaran que tie-nen algo que ver con la globalizacin. An si tenemos nues-tras dudas acerca de ciertos aspectos de la globalizacin,consideremos apenas aquellos sobre los cuales estamos deacuerdo: se trata de una reestructuracin que est teniendolugar en cada pas capitalista avanzado, y como una parteimportante de dicha reestructuracin se cuentan los esfuer-zos para eliminar varios tipos de prestaciones sociales enaras de la competitividad. Este es exactamente el tipo decomplicidad entre estado y capital al que me estaba refirien-do: no slo la retirada del estado de sus funciones paliativas

    sino su cada vez ms activo papel en la reestructuracin dela economa en pos de los intereses del capital y en detrimen-to de todos los dems. Las acciones del estado han empuja-do a la gente a las calles para oponerse a las polticas del es-tado en pases tan diversos como Canad y Corea del Sur.

    En este volumen, Sam Gindin sugiere que de hecho laglobalizacin ha creado nuevas oportunidades para la lucha.Con la reestructuracin econmica nacional e internacionalviene un grado ms alto de integracin de componentes yservicios, especializacin e inventarios muy ajustados, es-cribe, y esto hace a las corporaciones ms vulnerables a cier-tos tipos de luchas locales, regionales y nacionales. Lo queestoy diciendo es que precisamente este tipo de integracin

    ha vuelto al estado, en muchos sentidos, ms importante quenunca antes para el capital. De esta y otras formas, la sim-biosis entre capital y estado es ms estrecha que nunca, y esoconvierte a cada estado en un foco potencial de conflicto ylucha de clases en un grado ms alto que nunca antes en laseconomas capitalistas avanzadas.

    Por lo tanto difcilmente sea ahora el momento para quela izquierda abandone este terreno poltico en favor de pol-

    ticas fragmentadas o un internacionalismo completamenteabstracto. Si el estado es el principal agente de la globaliza-cin, de la misma manera y muy en especial en los pases ca-pitalistas avanzados, aqul an posee las armas ms podero-sas para bloquearla globalizacin. Si el estado es el canal a

    travs del cual el capital se mueve en la economa globaliza-da, entonces es igualmente el medio por el cual una fuerzaanticapitalista podra cortar de raz esa lnea de vida capita-lista. Viejas formas keynesianas de intervencin podran seran menos efectivas hoy de lo que fueron antes. Pero lo queesto significa es que la accin poltica ya no puede sencilla-mente tomar la forma de interveniren la economa capitalis-ta. Ahora se trata ms bien de separarla vida material de lalgica del capitalismo.

    En el corto plazo, esto significa que la accin poltica nopuede dirigirse tan slo a ofrecer incentivos de capital parahacer cosas socialmente productivas, o a compensar los es-tragos del capital por medio de redes de seguridad. La po-ltica debe dirigirse cada vez ms a utilizar el poder del esta-do para controlarlos movimientos del capital y para colocarsu asignacin y la disposicin del supervit econmico cadavez ms bajo el alcance de una accountability democrticay en concordancia con una lgica social diferente de la l-gica de la competencia y la rentabilidad capitalista.6

    Conclusin

    Uno de los principales problemas que dificultan la orga-nizacin de las luchas anticapitalistas siempre ha sido que elcapital no presenta un blanco nico y visible. Y la separacinformal entre las esferas econmica y poltica que es caracte-rstica del capitalismo en la cual la explotacin tiene lugar

    mediante un intercambio aparentemente libre entre igualesjurdicos, en un contrato entre capital y mano de obra, y larelacin entre ellos es mediada por un mercado imperso-nal- ha creado lo que superficialmente se percibe como unestado neutral que no interviene de manera visible en losenfrentamientos cotidianos entre capital y mano de obra. Pe-ro dado que el capital depende del estado para abrirse cami-no a travs de la economa global, ya sea por medio de pol-ticas neoliberales o apelando a otros recursos, el poder delcapital se vuelve ms concentrado en el estado, y la conni-vencia de ste con el capital se torna cada vez ms transpa-rente.

    Esta es una importante razn por la cual necesitamos ser

    cuidadosos acerca de cmo usamos el trmino globaliza-cin. Debemos evitar tratar a las tendencias que se asociana dicho trmino como si fueran procesos naturales inevita-bles, en vez de procesos capitalistas histricamente espec-ficos: la explotacin capitalista de seres humanos y recursosnaturales, ayudados e instigados por una colaboracin direc-ta entre estado y capital. De hecho, el concepto de globaliza-cin juega hoy un rol tan prominente en la ideologa capita-

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    lista precisamente porque ahora se necesitan poderosas ar-mas ideolgicas para enmascarar y mistificar esta cada vezms directa y obvia connivencia.

    Si el estado puede hoy ms que nunca servir como blan-

    co de la lucha anticapitalista, puede tambin, en tanto focode las luchas de clase locales y nacionales, ser una fuerzaunificadora al interior de la clase trabajadora en contra de sufragmentacin interna, y tambin entre el movimiento obre-ro y sus aliados en la comunidad. Al mismo tiempo, mientrasla lgica destructiva del capitalismo se torna cada vez msuniversal, las luchas nacionales contra aqulla pueden cons-tituirse en la renovada y fortalecida base de un nuevo inter-nacionalismo. ste no reposara sobre una nocin abstracta ypoco realista de una sociedad civil internacional o ciudada-na global, ni en la ilusin de que podemos mejorar las cosasincrementando la representatividad de la izquierda en orga-nizaciones transnacionales como el FMI, sino en el apoyomutuo entre varios movimientos locales y nacionales en susluchas contra sus propios capitalismos y estados nacionales.

    Esto no significa que no haya lugar para esfuerzos co-munes a nivel transnacional, o que el movimiento obrero de-ba descuidar las organizaciones transnacionales como laUnin Europea, en las que podra marcar una diferencia. Pe-ro los esfuerzos colaborativos de este tipo en ltima instan-cia dependen de un movimiento obrero nacional fuerte ybien organizado. De haber un lema para resumir este tipo deinternacionalismo el mismo bien podra ser Trabajadores detodos los pases, unos pero la unin empieza por casa.

    An cuando, como ahora parece posible, la actual crisisglobal ponga un freno a la globalizacin neoliberal, la mis-ma no terminar con la universalizacin del capitalismo y las

    crecientes contradicciones que resultan de ella, y el capitalseguir necesitando la ayuda del estado para navegar las tur-bulentas aguas de la economa global. La organizacin pol-tica de la clase trabajadora es ahora ms importante y poten-cialmente efectiva que nunca.

    Notas

    Tomado de Resurgiendo de las cenizas? El trabajo en la era del ca -pitalismo global

    Editado por Ellen Meiksins Wood, Peter Meikins, y Michael Yates,Monthly Review Press, New York

    Traduccin de Florencia EnghelRevisin Tcnica de Atilio A. Boron)

    1. Los lectores estarn sin duda familiarizados con las versiones con-vencionales de la tesis de la globalizacin, por el mero hecho de leerlos diarios. Existen tambin varias versiones de izquierda de dicha te-sis. Para una expresin moderada y relativamente juiciosa, vase Ri-chard B. DuBoff y Edward S. Herman, ACritique of Tabb on Glo-balization,Monthly Review 49 (November 1997): 27-35. Una ver-sin algo ms exagerada puede encontrarse en A. Sivanandan, Capi-talism, Globalization and Epochal Shifts: An Exchange, MonthlyReview 48 (February 1997): 19-21. Para una versin particularmenteextrema, ver Roger Burbach, The Epoch of Globalization, URPENewsletter29 (Fall 1997): 3-5.

    2. Ver, por ejemplo, Greg Albo, The World Economy, Market Impe-ratives, and Alternatives,Monthly Review 48 (December 1996): 6-22; Doug Henwood, Post What? Monthly Review 48 (September

    1996): 1-11; Harry Magdoff, Globalization: To What End? (NewYork: Monthly Review Press, 1992); L. Panitch, Globalisation andthe State, in R. Miliband and L. Panitch, eds., Socialist Register1994: Between Globalism and Nationalism (London: Merlin, 1994),60-93; William K. Tabb, Globalism Is an Issue, The Power of Capi-tal Is the Issue, Monthly Review 49 (June 1997): 20-30.

    3. Para el alegato ms explcito y extremo sobre esta posicin, verBurbach, The Epoch of Globalization.

    4. Ese artculo, publicado en 1981 en la New Left Review, ha apare-cido ms recientemente en mi libroDemocracy Against Capitalism:Renewing Historical Materialism (Cambridge: Cambridge Univer-sity Press, 1995), 19-48.

    5. New York Times, 10 de abril de 1998.

    6. Sobre estos temas ver Albo, The World Economy.

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    Despus de varios trabajos de investigacin1

    sobre las huelgas del servicio pblico fran-cs del otoo del 95 y sobre las moviliza-ciones de los desocupados del invierno del97 y del 98, quisimos orientar nuestra re-

    flexin sobre un segundo enfoque: cuestionar la definicinmisma del concepto de movimiento social, a partir de laprincipales teoras que se enfrentan en este terreno, con el

    objetivo de entender en sus relaciones dinmicas el sentidode las palabras y de las cosas, el carcter multidimensionaly conflictivo del objeto de estudio.

    La necesidad de esta reflexin se entiende, por lo me-nos, en tres niveles. En primer lugar, durante las huelgas re-feridas anteriormente se inici una polmica sobre la formade calificarlas. Por ejemplo, el historiador Franois Furetlas design como una simple suma de movimientos socia-les corporativos en su ltimo artculo. Polarizada en laconfrontacin entre dos peticiones2, la batalla semnticaparticip no solamente en la comprensin de la realidad si-no tambin en su desarrollo, lo que influy en las diferentesmaneras de vivir, de relatar y de analizar el evento.

    En segundo lugar, esta mediacin por el lenguajesiempre en situacin incita a romper con las representacio-nes dadas por el sentido comn en el reto de comprenderla lgica que es propia al objeto en lo que este objeto es pro-pio.3 Como la comprensin del concreto pasa por la abs-traccin, y la del movimiento por sus rasgos constantes, elproblema concierne a la falsa abstraccin: al hecho deformalizar ciertas propiedades de la realidad para establecerun concepto intemporal que permite, en seguida, clasificarlo real desvindonos de un conocimento concreto en el quelo real sanciona justamente, y hace evolucionar, la propiadefinicin. Todo concepto escribe Lucien Sve, mas allde sus aspectos abstractos, generales, intemporales, es el

    producto de un momento preciso del conocimiento, el cualrefleja a su vez un momento preciso del desarrollo de loshechos.4 Parte integrante de la vida social, el pensamiento,gracias al ejercicio de la definicin, procura al mismo tiem-po explicar las estructuras histricas del conocimiento e ilu-minar la gnesis propia del objeto.

    En tercer lugar, y como lo apunta Michel Verret, nohay definicin que no implique, de manera implcita o ex-plcita, su teora de la definicin.5 Definir el concepto demovimiento social con la ambicin de entenderlo en su for-ma contempornea consiste en proponer un abordaje de laproblmatica de las luchas sociales. En este sentido, la de-finicin ser distintiva en un doble sentido: en su esfuerzode confrontacin con las teoras existentes, y en la propiaconstruccin del objeto que propone.

    1. Entender las contradicciones del movi-

    miento social a la luz de sus interpretaciones

    Durante las huelgas del otoo del 95, la batalla entredos peticiones fue reducida por los medios de comunica-cin a un enfrentamiento entre la revista Esprity el soci-logo Pierre Bourdieu. Se puede presentar, ms precisamen-te, como una oposicin entre varios intelectuales cercanos ala CFDT (Confdration Franaise Dmocratique du Tra-vail) de Nicole Notat quin aprob el proyecto de reformade la proteccin social lanzado por el gobierno de derecha,entre quienes se encontraba Alain Touraine, y otros intelec-tuales, opuestos a esta reforma y deseosos de sostener a lossindicatos que protagonizaban las huelgas, a travs de laasociacin Ressy. En este sentido, las dos peticiones repre-

    sentaban anlisis opuestos de una fase muy importante lams grande en trminos cuantitativos de manifestantes y dehuelguistas desde mayo del 68 de las luchas sociales enla Francia contempranea. Respecto a este conflicto inter-pretativo que se desarroll a partir del conflicto laboral pro-piamente dicho, parece pertinente cuestionar las teoras delmundo social elaboradas por Pierre Bourdieu y por AlainTouraine.

    Para una definicin del conceptode movimiento social

    Por Ren Mouriaux* y Sophie Beroud**

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    Es verdad, sin embargo, que la oposicin entre los dossocilogos franceses no resume, por si sola, la variedad delas problemticas sobre los movimientos sociales. Se sabeque la sociologa de la accin colectiva tiene varias ramifi-caciones en el campo cientfico que algunas obras de snte-

    sis han intentado clasificar de manera racional,6

    continuan-do el trabajo de comparacin efectuado por Franois Cha-zel en un captulo del Trait de Sociologie dirigido por Ray-mond Boudon.7 Hemos eligido no tener en cuenta las distin-ciones propuestas entre las teoras psicolgicas y comporta-mentales, las teoras de la construccin identitaria y la de lamovilizacin de recursos por varias razones. Adems de serfragmentarias e inspiradas por una visin utilitarista de lasrelaciones humanas, estas teoras tienen como objetivoprincipal el hecho de explicar el paso de lo individual a ladimensin colectiva en la medida en que ven a la accin co-lectiva como algo artificial, construido y, como continua-cin de la paradoja de Mancur Olson, la interpretan comouna especie de milagro.8 Es nicamente bajo la referencia a

    una estructura de las oportunidades polticas, como la for-mula Sidney Tarrow,9 que se permite integrar la teora de lamovilizacin de los recursos en una visin dinmica y mu-cho ms larga de las relaciones entre clases sociales, de losmecanismos de explotacin, de subordinacin y de domina-cin. Pero, an en este ltimo caso, la reflexin terica que-da centrada en la figura del empresario de la movilizacincolectiva (el que la fabrica y la pone en marcha), en la ne-cesidad de tener recursos efectivos y simblicos, en la des-cripcin de las formas de accin (acto pblico, peticin,marcha, etc.) y deja siempre de lado lo que nos parece fun-damental, es decir, la posibilidad estructural de la accincolectiva.

    Otro tipo de advertencia, de naturaleza metodolgica,concierne al corpus por comparar. El libroLe Grand refusacaba de formalizar la visin defendida por Alain Tourainede lo que es un movimiento social: se apoya en una refle-xin abierta desde mayo del 68 que, paso a paso, fue ela-borada a travs de varias investigaciones prcticas y teri-cas.10 En este camino intelectual, la obra Le Mouvementouvrierque insisti en el tema de la institucionalizacin de-finitiva del movimiento obrero y sindical constituye unpunto decisivo, sin retorno, cuando afirm claramente queel antagonismo capital / trabajo perteneca al pasado de lasociedad industrial, y no al presente del cambio social. El t-tulo del libro sobre el 95, Le Grand refus11 (El gran recha-zo) designa justamente una de las etapas que marcan el pa-so de la sociedad industrial a la sociedad post-industrial,programada en el vocabulario de Alain Touraine. As, lainterpretacin que da de las huelgas del otoo del 95 norompe la homogeneidad general de su teora, sino que alcontrario, la confirma.

    Esta visin coherente no existe en la sociologa de Pie-rre Bourdieu. Con esto no pretendemos subrayar una ausen-cia, sino apuntar que hasta ahora el socilogo no quiso ela-

    borar una concepcin sistematizada de los movimientos so-ciales. Claro que esta diferencia de corpus - de un lado, unasdiez obras que se suceden y se responden, y del otro, ape-nas unos textos y discursos pblicos sin vocacin cientfi-ca12 - podra invalidar nuestra comparacin. Sin embargo,

    las entrevistas presentadas en 1993 en La Misre du mon -de13 y la voluntad, a travs de esta investigacin, de consti-tuir un intelectual colectivo demostr una real evolucin,que ya estaba presente de cierta manera en la ambicin ge-neral de la sociologa de la dominacin. En su estudio sobrePierre Bourdieu et la thorie du monde social , su discpuloLouis Pinto no vacila en cuestionar los fundamentos teri-cos de las tomas de posicin polticas del Profesor del Co-legio de Francia 14. La lectura que propone justifica que po-damos proponer otra y, sobre todo, nos ayuda a confrontarnuestras crticas a las suyas.

    Las manifestaciones y huelgas de noviembre y di-ciembre del 95 dejaron por lo menos sin respuestas tres

    problemas que conciernen plenamente a las sociologas dePierre Bourdieu y de Alain Touraine. Se trata de la forma ens misma del movimento, de las clases o fracciones de cla-ses sociales comprometidas en la lucha, y por fin, del con-tenido poltico tanto implcito como explcito de sta.

    En qu medida se puede hablar de un movimiento so-cial? Indica el uso del singular que se puede entender a tra-vs de una sola denominacin el conjunto de las luchas so-ciales en un momento dado? Es admisible, desde un puntode vista de un anlisis concreto, unificar las distintas mani-festaciones de la conflictividad que marcan una coyuntura?Se puede considerar como un objeto a la vez nico y ml-tiple la lucha de los trabajadores en situacin ilegal (losSin papeles) desde el verano del 96 para obtener el dere-cho a una residencia legal, la lucha de los desocupados du-rante los inviernos del 97 y del 98 que pedan trabajo, lamovilizacin del cuerpo docente, de los alumnos y de susfamilias en la primavera del 98 en el departamento de laSeine-Saint-Denis en favor de una igualdad real respecto alas condiciones de estudio con el resto de Francia y la huel-ga general de los trabajadores de Renault Vilvorde despusde la noticia del cierre de la fbrica?

    Frente a este primer problema, la respuesta formaliza-da por la sociologa de Alain Touraine es muy clara, puestoque concierne a una de sus temticas principales. Se supo-ne que la unicidad del espacio poltico y social existe en ca-da una de las sucesivas fases histricas y resulta de manerasistemtica de la oposicin central entre dos actores que lu-chan con la finalidad de obtener el control social del siste-ma de conocimiento y de imponer un cierto tipo de consu-mo del producto del trabajo. Alain Touraine propone un es-quema del desarrollo histrico en el cual privilegia las no-ciones de dualidad y de identidad: en cada momento, uno delos dos protagonistas del conflicto central se vuelve el ni-co capaz de asumir el nuevo rumbo de la accin histrica.

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    En relacin con las hiptesis del socilogo estadounidenseDaniel Bell, la perspectiva avanzada por Alain Touraine tie-ne algo de proftico: el declive del conflicto central de lasociedad industrial descalifica al movimiento obrero de ma-nera irremediable y da por segura la posibilidad de su insti-

    tucionalizacin y de su integracin en el aparato del Estado.Corresponde al socilogo la tarea de descubrir los nuevosactores del conflicto estructural de la sociedad an en ges-tacin y, sobre todo, de distinguir el momento del gran re-chazo que es solamente un momento de transicin en elproceso de desestructuracin y de reconstruccin, de la ex-presin de un conflicto pasado y del verdadero movimentosocial.

    Esta lectura introduce un sesgo normativo. En efecto,importa ms el hecho de descalificar ciertas formas de con-testacin social como formas arcaicas (la lucha del 95 en elsector pblico, por ejemplo), o de subrayar la novedad deotras (la movilizacin de los desocupados) que de pensar la

    unidad concreta que existe en el movimiento social. Paraque se forme un movimiento, escribe Alain Touraine, nobasta que se oponga a una dominacin ; debe reivindicar ennombre de un atributo positivo. 15 Retoma as la triple cali-ficacin que ya haba enunciado para todo movimiento so-cial : los principios de identidad, de oposicin y de totali-dad.16

    La cuestin de los protagonistas del conflicto y de sucontenido poltico tambin se ve determinada por esta bs-queda de lo indito. Si las luchas de los Sin (Sin pape-les, Sin alojamiento, sin trabajo ... al ejemplo de losSin tierra) conforman, en la concepcin defendida porAlain Touraine, los nuevos movimientos sociales, la pre-sencia de militantes polticos en su seno les hace correr elriesgo de una desviacin. Lejos de representar una riquezapotencial, el acercamiento con las luchas laborales parecemutilar la dimensin cultural, es decir su posibilidad decontribuir a una regeneracin del sujeto, de estos nuevosmovimentos sociales. La frontera entre luchas sociales yluchas laborales es vista tan necesaria como insuperable.

    Permite el constructivismo estructural de PierreBourdieu entender, por su parte, las articulaciones y las im-bricaciones entre los conflictos del trabajo y los conflictosms transversales? La nica totalizacin posible sealaLouis Pinto cuando comenta la referencia que hace PierreBourdieu al mvil de Calder, pasa por el conocimientocientfico de la totalidad de los puntos y no por una cons-ciencia que revele los fines ltimos.17 La teora de los cam-pos contribuye a poner en claro los fenmenos de domina-cin que actuan en el espacio social pero la ausencia de unorden de determinacin entre los diferentes campos no ayu-da a explorar la interdependencia entre estos fenmenos enel marco de un proceso general de reproduccin del capi-tal.18 Pierre Bourdieu justifica una triple ruptura con la teo-ra marxista en su concepcin de las clases sociales; preten-

    de romper, en particular, con una visin economicista quereducira el espacio social multidimensional al nico cam-po econmico.19 La hiptesis de una autonoma de los cam-pos sociales proviene de la idea que en cada uno de ellos

    juegan mecanismos de diferenciacin a la vez similares y

    particulares, en el reto de obtener un capital especfico.Adems de esta segmentacin del mundo social, el uso ni-co del concepto de dominacin en perjuicio de la nocin deexplotacin prohibe una concepcin dinmica de las deter-minaciones sociales. De este modo, la unicidad de las lu-chas sociales es vista ms bien como el resultado artificialde una coyuntura poltica - hoy el neoliberalismo - que co-mo el producto de las relaciones sociales estructuradas porel modo de produccin.

    Nos parece que la perspectiva de la homologa estruc-tural otorga ms importancia a la posicin ocupada por elsujeto-agente - el que se fija en las posibilidades existentesen un campo dado en funcin del tipo y de la cantidad de

    capital que posee y en funcin de su propia interiorizacinde las prcticas y de las situaciones20 - que en las condicio-nes de la lucha colectiva. Se pueden subrayar dos lmites deesta perspectiva: si el mundo social es dicho y construidode diferentes maneras 21 en la medida en que las clases so-ciales no existen por si mismas (en el papel) sino por lamediacin de la construccin poltica, la denuncia de losprincipios que permiten legitimar el orden social se imponecomo algo previo. El hecho de deshacer los mecanismos dealienacin, los cuales se entienden en la sociologa de Pie-rre Bourdieu como el resultado de la divisin social, comola objetivacin no objetivada por el agente de una serie depre-disposiciones; funciona gracias al entendimiento delas luchas por clasificar individuos y objetos. Pero des-pues qu? Se puede considerar la alienacin nicamentecomo el producto de una lucha de dominacin simblica?Las relaciones de fuerzas se reproducen en parte en las vi -siones del mundo social que fortalecen, a su vez, la perma-nencia de esas relaciones. Por lo tanto los principios que es-tructuran las visiones del mundo se enraizan en las estruc-turas objetivas del mundo social as como las relaciones defuerza estn tambin presentes en las consciencias bajo laforma de categoras de percepcin de estas relaciones22.Como esta perspectiva percibe como nico objetivo de lalucha poltica la voluntad de cambiar las categoras de per-cepcin del mundo, el anlisis solo puede dar cuenta de unaspecto fragmentario del problema y, en el peor de los ca-sos, se confunde con una visin tautolgica. Respecto a unaperspectiva marxista, esta posicin nos limita al campo delas formas tal como son creadas por la imposicin de la for-ma mercancia y es notable su renuncia a remitir a la gne-sis de las relaciones sociales, es decir a entender como laideologa viene de y participa en las contradicciones delmodo de produccin capitalista.

    Con la homologa de las posiciones y la invariabilidadde la relacin de dominacin en un campo, se puede pro-

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    La revuelta indgena de enero del 2000Para una definicin del concepto de movimiento social

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    yectar unas alianzas temporales entre grupos pero sobre labase de un malentendido ms o menos consciente. 23 Eneste sentido, se puede hablar sobre las luchas sociales des-pus del otoo del 95 como luchas giratorias, en la bs-queda de una unidad terica y sobre todo prctica.24 Pero

    Pierre Bourdieu no oculta que esta unidad viene ms biende una causa externa, la ofensiva neoliberal, y no de condi-ciones estructurales nicas. Como las clases sociales apare-cen solamente cuando se da una representacin y una vo-luntad de accin, se entiende porqu para el socilogofrancs y sus discpulos, reunidos en la asociacin Raisonsdagir, el riesgo consiste sobre todo en la posibilidad deuna recuperacin poltica, pues el portavoz de un grupo di-ce y muestra lo que es el grupo, que no existe sino a travsde esta voz. La mediacin poltica es entonces siempre si-nnimo de una desviacin en una lucha simblica que aca-ba por existir por si misma.

    No digan que el movimiento social excluye el movi-

    miento poltico. No existe movimiento poltico que no seasocial al mismo tiempo deca Carlos Marx en las ltimaslneas deMiseria de la filosofa. La limitacin de todo con-flicto a su nica dimensin simblica oculta una gran partede la realidad y permite, solamente por un razonamiento l-gico, superar la aparente fragmentacin de las luchas socia-les.

    2. Definir para abstraer, abstraer para

    entender el concepto

    La consciencia ordinaria no percibe siempre la reali-dad de los hechos. El fenmeno puede no ser ms que unaapariencia: el bastn puesto en el agua aparece roto, para unobservador del sentido comn, el sol da vueltas alrededorde la tierra, se levanta y se acuesta. La ciencia va ms allde lo que la percepcin propone, al comprender las ilusio-nes que puede contener. La fsica establece las leyes de larefraccin, la astronoma opera la revolucin copernicanacon el heliocentrismo.

    Los hechos humanos, individuales o colectivos, se-gn el precepto de Durkheim tienen que ser analizados co-mo cosas. Esta regla, que se puede enteder de forma bas-tanta diversa, incita a pensar, en prolongacin con lo que seacaba de decir, que la evidencia social tiene trampas anlo-gas, o por lo menos comparables, a las del mudo fsico. Lahegemona del poder se confunde con un orden natural quepropicia a algunos la autoridad de jure. Estas evidenciashan evolucionado con el tiempo. Los Espaoles perdieronsu imperio por considerar que la riqueza se asimilaba al oro.Al principio del siglo XX, el desempleo era considerado co-mo inevitable y sin paliativo, y segn el Grand Larousse, ensu edicin de 1899, el nico remedio a este problema quese puede avanzar es la previsin.

    Para romper con las pre-nociones, un primer trabajoconsiste en definir. Se trata de delimitar el objeto que sepretende analizar a travs de la indicacin de lo que lo es es-pecfico, y as decir lo que no es. Omnis determinatio estnegatio afirmaba Spinoza25 : lo impreciso de lo que pensa-

    mos conocer bien, las confusiones y las selecciones arbitra-rias son reemplazadas por una nocin coherente, clara y dis-tintiva. Estamos frente a un trabajo de abstraccin.

    La palabra y la cosa. Es til recapitular rapidamente lahistoria del trmino, para tomar consciencia de su carcterpolismico y de los diversos sentidos que lo atraviesan.

    Inicialmente, en griego antiguo existe la palabra ap -hairesis. Compuesta del prefijo p que marca la distanciay de air que significa tomar (y que di hereja). En el Cri -tias de Platn, est presente el sentido de reduccin. ConAristteles, en susAnalticos posteriores, se designa la abs-traccin.26

    El trmino, y su sentido, evolucionaron hasta tomardos sentidos en la poca contempornea, en la cual se en-tiende por operacin intelectual y resultado de sta, con lossentidos negativos de lo que elimina, lo que no toma encuenta. Pero este sentido no muestra toda la diversidad delos sentidos que los filsofos le han dado. El realismo espe-culativo de Aristteles, se basa en la capacidad de la inteli-gencia para entender la esencia de las cosas, con una gradua-cin del conocimiento que va de la sensacin a lo terico.Kant opera una revolucin copernicana al poner en el centrode la problemtica el ser-sujeto cuyas formas de la sensibili-dad y las categoras del entendimiento estructuran el fen-meno. Hegel trata de ir ms all de la oposicin entre fen-meno y nomeno gracias a una lgica en tres momentos, elmomento abstracto del entendimiento, el momento dialcti-co o negativamente racional, y el momento especulativo opositivamente racional. En este pensamiento en movimien-to, hay varios niveles de abstraccin, positivos y negativos.El ms abstracto es el ms concreto. En el curso de su histo-ria, la consciencia se objetiva (exteriorizacin, Verusse -rung) y a veces se pierde (alienacin,Entfrendung).

    Se puede descartar el idealismo hegeliano y el empi-rismo al preferir una perspectiva genetico-estructuralista,en continuidad y en ruptura con Hegel, tal y como est ex-puesta en laIntroduccin general a la crtica de la econo -ma poltica, en la cual el establecimiento de determinacio-nes abstractas definidas con precisin y puestas en relacinconlleva a la reproduccin de la situacin concreta por lava del pensamiento. Los mecanismos de la explotacin sonocultados en el capitalismo y esta invisibilidad conduce ailusiones. La abastraccin est utilizada en sentidos progre-sivos y diferentes: proceso general del pensamiento, con-ceptos ms sencillos, realidades fetichizadas, posibilidadestericas, abstracciones reales (el tiempo de trabajo social-mente necesario), totalidad concreta.

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    Para construir el objeto movimiento social, una do-ble perspectiva es necesaria, diacrnica y sincrnica. El pri-mer eje se centra en el proceso. Por su carcter factual, con-tingente, lo que significa sin causa, el movimiento social noest programado. Su acontecer no sigue un camino unifor-

    me, lineal o circular, sino que se expresa a travs de una es-pira27 de forma irregular. Un primer trabajo consiste en es-tablecer una periodizacin para sealar las etapas principa-les. Cada una de ellas tiene una extensin propia y una es-tructuracin particular. Es posible entenderlas segn el es-quema que emplea Aristteles para analizar la accin enuna tragedia, principio, medio y final. La dificultad resideen la designacin de las rupturas pertinentes y de los mo-mentos ejes.

    En el caso de la historia social reciente de Francia, sepodran distinguir siete espiras y ocho picos de huelgas. En-tre 1945 y 49 se desarrollan los conflictos de la inmediataposguerra, las luchas de la esperanza, la penuria y la decep-

    cin, con dos picos en 1947 y 49. Entre 1950 y 58, losconflictos salariales se inscriben en un contexto de trabajodesdeado, con un auge particular en 1953. Las huelgas delcrecimiento enconmico se desarrollan de 1959 a 65, don-de la movilizacin de los mineros constituye el punto fuer-te. Del 66 al 73 se dan a lugar las huelgas del crecimientoperturbado, con el acontecimiento histrico del 68. Entre el75 y el 85, el nivel de conflictividad baja, despus del 76,en el momento de la crisis perturbadora, a la que prolongael perodo del rigor dificilmente repartido (1986-94). Elsector pblico muestra un nivel de conflictividad ms fuer-te que el privado y participa en el pico del 89. El ao 1995constituye un momento importante y probablemente unaruptura. Desde esa fecha, estamos en el perodo del rechazodel liberalismo desenfrenado. La victoria electoral de la iz-quierda en el 97 es en parte un resultado de las luchas so-ciales del 95. Pero paradojicamente, la accin del gobiernosocialista ha contribuido a frenar el movimiento social quepermiti su regreso al poder. La periodizacin muestra lascontinuidades y las rupturas, las singularidades de una fasey su ritmo especfico.

    Tres tendencias importantes pueden observarse en lasluchas sociales del ltimo perodo. Primero, una gran varia-cin coyuntural de los temas de reivindicacin. En el 94-95, las movilizaciones se centran en la cuestin salarial,pues los trabajadores del sector privado reivindican un au-mento generalizado de 1500 F. El movimiento de noviem-bre-diciembre de 1995 se da sobre el plan de reforma del se-guro social propuesto por el Primer Ministro Jupp, y sobrelos regmenes especficos de jubilaciones. Los transportis-tas en huelga en el 96 y 97 reclaman mejores condicionesde trabajo y una alza de salarios, temas que los trabajadoresde las empresas pblicas de transportes urbanos completancon la creacin de empleos y la jubilacin a los 55 aos. Enel 98 y 99 los docentes reclaman ms puestos y recursossuplementarios par