hugo carlos vera-subjetividades a la intemperie

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    Subjetividades a la intemperie es necesaria la inclusin?

    por Hugo Carlos Vera sdb

    Gratitud por la posibilidad de hablar despus del silencio del afuera. Esa es la primeraexperiencia y constatacin de esta tarde. Hablar para luego nuevamente callar y dejar que la

    voz silenciosa de la pregunta siga resonando por la ausencia... deseara fuera la segunda. Voz

    extranjera del que habiendo sido parte se aventur a partir hacia una fontica de lo extrao.

    Paradoja existencial del pensamiento del afuera.

    Lejos de mi intencin est conferenciar desde un registro academioso sino

    movilizarme y movilizarlos con algunos utensilios filosficos acopiados en estos viajes del

    pensar. Por eso el ttulo, ms que un programa de exposicin, se propone ensayar ejercicios de

    problematizacin de algunos supuestos que se asientan a veces en nuestra tarea educativa,

    pastoral, de trabajo juvenil, de relaciones familiares, de amistad o de la simple experiencia de

    s mismo.

    Quisiera partir de una metfora. Quiz la alegora sea la nica posibilidad que nos ha

    quedado para hablar del sujeto en nuestro tiempo. La intemperie, ese abierto espacial de la

    torridez ms asfixiante o del glido vendaval en los que es imposible sostenerse. La

    intemperie, orificio hermenutico por el que podemos espiar los restos del naufragio moderno

    de aquel espejismo al que una vez nombramos como subiuectum universalis. Nada ms

    parecido a la ausencia de referencias y de referentes que esta intemperie que nos rodea "por

    dentro y por fuera". Como aquel recibimiento abismal de Morfeo en La Matrix 1:

    "Bienvenidos al desierto de lo real".

    La Modernidad mostr, en su lento pero sostenido declinar, la desilusin de un sujeto

    consumado en la consumicin de s mismo. Del racionalismo a la fenomenologa, de

    Descartes a Husserl, la nocin de sujeto oper una sobreidentificacin progresiva que, a modo

    de un agujero negro, se termin engullendo a s misma:pienso luego existo,evidencia primera

    de una oclusin metafsica de la primera persona por la que sta se funda (y se funde) en el

    crisol de la razn; el sujeto moral autnomopor el que Kant pretende una validez universal

    del imperativo a travs de la experiencia subjetiva que se emancipa de toda heteronoma; lo

    racional es real y lo real es racional, piedra fundamental del edificio hegeliano por la que el

    sujeto adquiere dimensiones totalizantes que abandonan una de las ltimas islas de la

    posibilidad de diferenciacin, la singularidad; el ego cogito cogitatum por el que Husserl

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    reduce el mundo y el otro a una vivencia de un sujeto trascendental de conciencia

    intencional, que pretende ir a las cosas mismas desde un punto de partida, a mi entender,

    limitado por la clausura del ego cartesiano. Este tortuoso callejn sin salida, laberinto

    conducente al mismo trmino inicial, fue visto y deconstruido con derivas muy diversas tanto

    por Heidegger como por Levinas, sin olvidar, por cierto, la prediccin de un sordo clamor de

    derrumbe operada por Nietzsche an desde dentro del sujeto moderno decadente.

    Sin detenerme en el desarrollo, resultar bueno recordar, a este punto, que las

    instituciones fundantes de la arquitectura del Occidente Moderno, encontraron en este

    sujeto singularmente universalizado en su autoidentidad la clave de bveda de sus

    paquidermos mecnicos y moldeantes por los que se fabricara al ciudadano, al alumno, al

    enfermo, al delincuente, al trabajador, al creyente, al amante, al cientfico, al ustedes

    pueden seguir la lista.

    Este autoclave del sujeto, activ una suerte de efecto no deseado (o spienso

    nuevamente en Nietzsche, por ejemplo) de su programa, provocando que la engullida

    implotante de s mismo se desparramara en mil esquirlas fragmentadas y ms fragmentables

    que, por efecto de rebote, tuvieran una onda expansiva incontenible que sigue (y an

    seguirpienso) sembrando la intemperie de subjetividades que, a modo de restos de un

    naufragio, dejan entrever la incomponible totalidad de la que fueron parte alguna vez pero a la

    que no podrn ser restituidas pues lo nico que sta sujeta hoy es su ausencia.

    A este punto, recuerdo al entraable Jos Ramn Prez, el viejo Prez como

    cariosamente lo apodbamos, dicindome una vez a partir de alguna intervencin filosfica

    que me designaran hacer en su honor: Dime con quin andasy te dir quin eres, a lo que

    yo le retruqu: Dime con quin andasy yo te dir quin puedes llegar a ser. La

    posibilidad de ensayar algunos registros para hacernos pensar estas subjetividades a la

    intemperieantes anunciadas se me ocurri que eran posibles, entre otras opciones, intentando

    poner en dilogo algunos dispositivos de pensamiento tomados de una relacin de amistad

    afectiva e intelectual nunca efectivizada entre dos filsofos contemporneos. Incluso para

    algunos imposible a todas vistas. Se trata de Michel Foucault y Emmanuel Levinas. Ellos

    nunca anduvieron juntos; pero s anduvo entre ellos el escritor e intelectual francs

    Maurice Blanchot. Este pensador podr ayudarnos a componer un trasluz de

    complementacin, suma e incluso contraste entre los dos anteriores.

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    Mi intencin no es hablar de Blanchot, ni de Levinas ni Foucault. Para ello ustedes

    tienen un espacio de formacin acadmica en el que, de necesitarlo, lo podrn solicitar,

    sugerir o, simplemente, suplir de manera personal. Tampoco quiero hacerlo desde ellos. S,

    en cambio, quiero pensar, aunque sea brevemente con ustedes, a partir de ellos, asumiendo

    la inquietud vital e intelectual que el encuentro con ellos me suscita.

    La intemperie que habitamos, y nos habita, requiere de nosotros una osada, pero a la

    vez responsable creatividad intelectual para hacernos cargo de nuevas configuraciones de la

    subjetividad que son fctica cuando no trgicamente existentes. Mucho ms si nuestra tarea

    se corresponsabiliza con desolaciones juveniles y geografas de marginalidad, vulnerabilidad

    y pobreza. Les confieso que, como salesiano, muchas veces me asalta la urgencia de pensar,

    de ser capaz de hacer filosofa no tanto para entender a los jvenes, sobre todo si son pobres

    y diferentes, sino para no desentenderme de ellos.

    En un recorrido no exhaustivo, slo a modo de ejercicio crtico de lo que somos o

    podemos ser, les propongo valernos de algunos trasluces o tornasoles (dara para largo la

    explicacin de estas categoras pero no quiero desviar el foco) que nos sirvan para

    problematizar, sospechar, desarmar, desplazar algunas lgicas que se nos ocultan cuando

    acostumbramos el ojo del pensar. He querido nombrarlas con una semntica llamativa para

    darles ese tonito que tanto gusta en los crculos acadmicos. Denme crdito a esta ficcin

    permitida. Los invitar a visitar unos locus-focus, unos lugares de enfoque desde los que

    abordar coordenadas para una cartografa inestable de posibles subjetividades actuales.

    Un primer locus-focus lo podramos encontrar en el afuera como plano-contracara

    para designar lo que no est, no tiene lugar, no contiene. El afuera, desde la ptica de la

    subjetividad que venimos trayendo, vendra a ser el no lugar del sujeto o el espacio

    abismalmente vaco del no-sujeto. El afuera se constituye en ese desgarro de la presencia,

    ese no ser visto, no acogido, abandonado. De aqu que otro modo de mirar a trasluz el

    afuera sea el destierro en tanto despojo de una pertenencia, confinamiento al nomadismo,

    expulsin de la patria que dota de un nombre propio, una identidad. Pero tambin podemos

    pensar el afuera como la frontera, esa lnea de demarcacin que advierte sobre lo indebido de

    dar un paso ms all y establece la prohibicin respecto al paso ms ac para quien habita

    los silencios o los aullidos nocturnos de la extraeza de sentido. Finalmente, si miramos al

    afuera como superficie de escritura de lo fuera de sujecin, podemos percibirlo como el

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    margeno los mrgenesen los que se anota lo fuera de texto, la sintaxis de lo provisorio,

    la exclusa de lo descartable.

    Un segundo lugar de enfoque podramos encontrarlo en el cuerpo, espacio mudo que

    grita la gramtica de lo no-sujeto asujetado. Desde la filosofa el cuerpo no ha sido una

    categora considerada de relevancia para el destino del sujeto. Baste recordar a Platn como

    muestra. Pero, paradjicamente, ha sido el cuerpo en su carnalidad hedionda pero a la vez

    sensual, el que ha sufrido los ataques histricos ms brutales cuando un sujeto quera ser

    aniquilado o desaparecido. Nos ha tocado protagonizar un tiempo en el que esto va mutando.

    Los cuerpos han pasado a ser los territorios de subjetivacin ms prximos que se abordan:

    el cuerpo estetizado para hablar de opciones ticas, polticas, culturales, sociales; el cuerpo

    puesto como carne de can en los enfrentamientos ideolgicos; el cuerpo biopolitizado por

    mecanismos de dominacin y control; el cuerpo exaltado por el consumo de drogas y alcohol;

    el cuerpo orgsmico de la experimentacin y explotacin sexual; el cuerpo aislado en las

    prcticas de aprendizaje escolar; el cuerpo de comps colectivo en la murga, el rock, el

    cuarteto, la cumbia; el cuerpo puesto en el trabajo, el aguante, el amontonamiento en los

    barrios marginales, la calle como vivienda? a la intemperie. Y tantos otros cuerpos que

    podramos seguir enumerando. El cuerpo se ha convertido en potente clave hermenutica de

    las debilidades y las fortalezas de lo humano. De la pasividad del cuerpo-envase de lamodernidad hemos pasado a la actividad del cuerpo-lenguaje contemporneo.

    En estrecha conexin con los dos espacios de foco anteriores les propongo pasar por el

    locus-focus ms representativo, a mi entender, de la condicin contempornea de la

    subjetividad: el otro. El otro es lo que me excede (o talvez el excedente) en la posibilidad

    que tengo de hacer experiencia. No puedo, bajo ningn aspecto metafsico o gnoseolgico

    contener al otro. Slo desde la responsividad1tica puedo ingresar al recinto vaco de la

    subjetividad contempornea. Porque el otro est ah, demandndome, es que puedo

    comenzar a ser. La exterioridad absolutamente abismal del otro, con su rostro infinitamente

    irreconocible que me seduce en su amenaza, puede ser la puerta de ingreso de mi posibilidad

    de ser un alguien para l, con quien no me une nada en comn sino slo la deuda de un

    afuera irreconciliable. Resulta una filosofa incomprensible la que se desprende de la no-

    subjetividad del otro que me constituye, me asujeta, por una respuesta, dada o no dada, a su

    casi alarido tico: Hay alguien ah?. Sera muy bueno, y ustedes tienen aqu algunos con

    1Prefiero este neologismo al trmino responsabilidad ms usado comnmente ya que, a mi parecer, marca el

    aspecto de respuesta que el otrome solicita.

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    quienes hacerlo, extraer derivas polticas y prcticas (quiz alguno recuerde que yo prefiero

    usar la palabra prxicas) de este locus-focus. Hay algunos autores de filosofa de la

    educacin, por ejemplo, que ya lo vienen haciendo.

    Una cuarta perspectiva de mirada que quiero compartir en mis reflexiones con ustedes

    es la del fragmento. Por siglos los filsofos y pensadores hemos corrido tras los encantos de

    la quimera de la universalidad, de la totalidad, del sistema, de la objetividad. Y quiz, para

    decirlo en positivo, no sea slo una ilusin o un espejismo. Puede que esta nostalgia

    metafsica no sea el punto de partida (o de llegada) de nuestras bsquedas sino slo y

    principalmente la utopa que nos moviliza, como el horizonte, sin llegar nunca a l. Nuestro

    tiempo elogia el fragmento, la parte, lo incompleto, lo provisorio. En general, quiz por no

    habernos an movido de lo antes dicho, solemos no dar valor a la fragmentariedad o verla

    como algo negativo. Pero el fragmento instituye una escritura y un habla de la pluralidad

    necesariamente irreductible. Lo plural, en tanto suma de posibilidades permanentemente

    abierta, conjura la pretensin de la reduccin y del sentido totalizante. El decir de las

    subjetividades-fragmentos no busca imponerse pero tampoco esconderse. Las esquirlas o

    restos de naufragio, como ms arriba decamos, no vuelven a componer un todo, ni lo

    extraan ni lo anhelan. Slo viven el sentido del fragmento en tanto fragmento del sentido

    que nunca ms tendremos, que nunca ms impondremos. Fragmento como afirmacin de laparte por su ser parte. Subjetividad como aforismo que no pretende hacer un discurso

    para hablar de, sino slo suscitar una inquietud acerca de.

    Y llego, finalmente, a un ltimo drom de esta recorrida en la intemperie. Y digo

    ltimo no por conclusivo sino slo porque ocupa el puesto al fondo en estas miradas que les

    invito y me invito a continuar. Y por la deliberada incoherencia del fragmento que antes

    expona, me corro de los autores antes mencionados para hablar a partir de Hannah Arendt en

    este locus-focus. Muchos conocemos sus valiosos aportes para repensar la tica y la poltica

    en su texto La condicin humana. Propiamente con la mitrada puesta en ese pensamiento es

    que los invito a considerar las subjetividades de hoy desde el espacio de la incondicin, vale

    decir, desde la negacin, la obturacin, el bloqueo a que muchas, muchos, no accedan a la

    condicin de lo humano para poder actuar tico-polticamente y hablar con libertad desde ese

    lugar. Hablo de esta incondicin como la muy extendida, quiz protagonizada por nosotros

    mismos, impasividad en generar condiciones que garanticen una patria humana a nios,

    jvenes, mujeres, ancianos, trabajadores, migrantes, diferentes sexual, poltica oculturalmente. La incondicin es algo as como poner mute a los oprobios que desfilan ante

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    nuestros ojos para, en el mejor (o peordepende como se mire) de los casos hacer nuestros

    comentarios, subtitulados o traducciones a mi lengua de la vida desnuda que tantas veces

    acontece ante nosotros. No quiero detenerme, en este caso, en los dficits que esta incondicin

    provoca en los que la padecen. Mi intencin es sealar el locus vaco de esta negacin como

    reclamo de la responsividad que antes mencionaba para hacernos cargo respecto del otro en

    tanto subjetivador tico.

    Hasta aqu el ejercicio de tornasoles de pensamiento sobre subjetividades que me

    propuse compartir con ustedes. Pero el periplo no concluye aqu. El t tulo prometa abordar,

    aunque mas no fuera problemticamente, el ngulo de la inclusin que es parte de la

    temtica de estas jornadas. Y debo confesarles que por ms que sea uno de las categoras

    fetiche ms atrayentes de la actualidad siento hacia ella un casi epidrmico rechazo. Pero no

    se asusten, no estoy para nada a favor de la exclusin a la que naturalmente se contrapone

    esta categora. No. An ms, alguna vez he afirmado con vehemencia que muchas veces

    operamos algo ms que exclusin: expulsin, a-bandono2.

    Quisiera partir de un sencillo rastreo filolgico para justificar mi posicin declarada

    respecto de la inclusin. Tanto los trminos exclusin como inclusin, que suelen ser

    usados como los dos nicos posible movimientos sobre ese plano, contienen en su etimologa

    el verbo latino cluderecuyo significado ms preciso es encerrar. Exclusin sera encerrar

    en el afuera para usar el locus-focus arriba expuesto, e inclusin, por ende, ser encerrar

    dentro. Pero ambos casos muestran una accin de encierro. De hecho el diccionario de la

    RAE reza respecto del verbo incluir: 1. Poner una cosa en el interior de otra o dentro de

    sus lmites, y 2. Contener o comprender [una cosa] a otra. En ambos casos el movimiento es

    el mismo, se incluye cuando algo que est fuera se coloca dentro. Y esto, si lo miramos con

    cierta ingenuidad o poco sentido crtico nos parece efectivamente muy bueno. Creo que es as

    como normalmente lo usamos. Permtanme slo por una ltima vez por hoy, sacar la navaja

    del filsofo y cortar un poco ms fino si se me entiende bien esta expresin. Me pregunto (y

    les pregunto) ser la inclusin la respuesta ms de fondo que podemos dar a las

    subjetividades a la intemperie que antes hemos ejercitado pensar? la dualidad de nuestro

    movimiento, bienintencionado claro est, no esconder un nuevo intento de totalidad ms

    estratgico que tico? si incluir coloca dentro de otra cosa o de sus propios lmites, no puede

    2A quienes quisieran profundizar esta categora les sugiero la lectura deHomo Sacer Ide Agamben.

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    ser una solapada o irresponsable operacin de anulacin de las diferencias plurales que antes

    sealbamos? No voy a responder a estas preguntas. Tampoco espero que ustedes lo hagan.

    Pero s, como todo cuestionamiento, intento dejar una intranquilidad constante ante

    soluciones sociales, polticas, pastorales que se contentan con la inclusin usada a modo de

    placebo. Alguien con quien compartimos inquietudes filosficas ya nos advirti sobre las

    trampas de la inclusin.

    Por este motivo es que me pregunto si es necesaria la inclusin, si no existir otro

    movimiento de descoloque de la exclusin que no sea dual sino que asuma la dinmica de lo

    singular-plural propio de las subjetividades contemporneas. Por ejemplo, y slo

    enuncindolo para mostrar una salida a la apora planteada podramos ensayar algunos

    caminos que hagan viables, no slo estratgica sino ticamente, polticas de interseccin?

    Me animo a pensar la interseccin como una alternativa al adentro-afuera por la que no

    busquemos inmunizarnos ante el otrosino reticular las diferencias en la construccin de una

    malla que integra sin anular.

    Concluyo este sencillo aporte de mi intervencin con una felicitacin a los que se han

    animado a pensar estas jornadas como una polifona disonante. La aventura de escuchar

    voces otras ayuda a ensayar pensamientos otros. Ese fue el regalo ms grande que me

    dejaron algunas personas de esta institucin cuando la recorr. Ese es el don que espero seguir

    cultivando en las intemperies que me toque habitar.

    Muchas gracias.

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    Bibliografa

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    Foucault, Michel (2015),La tica del pensamiento: para una crtica de lo que somos, Madrid:

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