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  • LA EFICACIA COMO CRTICA Y UTOPA. NOTAS SOBRE LA CADA DE ILLIA*

    CATALINA SMULOVITZ**

    1. Introduccin Es un lugar comn entre las interpretaciones1 que explican la cada del gobierno

    de lllia atribuir su colapso a su escasa legitimidad. Sin embargo, y en tanto dicha caracterstica lo marc desde el inicio2, cabe preguntarse por qu no cay antes o cmo logr sobrevivir tres aos. A diferencia de lo que se sostiene habitualmente, el anlisis comparado muestra que la ilegitimidad de un rgimen no es causa suficiente para provocar su colapso. Es ms, algunos autores3 han sealado que slo cuando la ilegitimidad se combina con la presencia de una alternativa de organizacin poltica que aparece como una opcin real para los individuos, puede considerarse que la estabili- dad de un rgimen est amenazada.

    Se articul, en esos aos, un consenso alternativo? Fue esto un factor determi- nante de la cada del gobierno radical? Si se fue el caso, cmo se organiz y alrededor de qu temas se orden el nuevo consenso? Responder a estas preguntas ser el objeto de este trabajo. Anticipemos en esta introduccin las lneas centrales del argumento.

    * Este artculo es una versin revisada y resumida de un captulo de mi tesis doctoral "Opposition and Government in Argentina. The Frondizi and Illia Administrations', The Pennsylvania State University, 1991.

    ** Centro de Estudios de Estado y Sociedad - CONICET [ CEDES / Snchez de Bustamante 27 / 1173 Buenos Aires / 865-1707/01 y 87-5204 / Fax: (541) 862-0805 ]

    1 Ver, por ejemplo, Gary WYNIA: Argentina in the Post-War. Politics an Economa Policy Making in a Divided Society, Alburquerque, University of New Mxico Press, 1978; William SMITH: "Crisis of the State and Military Authoritarian Rule in Argentina 1966-1973", tesis de doctorado. Stanford University, 1980 (pp, 105-108); Eduardo VIOLA: "Democracia e Autoritarismo na Argentina Contempornea", tesis de doctorado, Universidad de San Pablo, 1982 (p. 101).

    2 En julio de 1963, la UCRP gan las elecciones con el 25% de los votos, el voto en blanco obtuvo la segunda minora con el 20 % y la UCRI el tercer lugar con el 17 % del electorado. Uno de los hechos que caracteriz a la campaa electoral de 1963 fue la contusin respecto del alcance de las interdicciones a la participacin del peronismo. Segn lo declarado por el general Rosas Mndez, esta confusin fue un efecto buscado a fin de desdibujar el significado do la abstencin peronista y a fin de impedir que los otros partidos negociaran una reedicin del frente de 1958. Ver Eugenio KVATERNIK: Crisis sin salvataje, Buenos Aires, Ediciones del IDES, 1987 (pp. 128-129). La estrategia de las FF.AA. fue efectiva en impedir la reedicin del "pacto"; sin embargo, la masa de votos en blanco puso en evidencia, desde el comienzo, la precariedad del mandato que haba llevado a la UCRP al poder.

    3 Adam PRZEWORSKI: "Soma Problems in the Study of the Transition to Democracy" en Guillermo O'DONNEL et al.: Transitions from Authoritarian Rule. Comparalive Perspectives, Baltimore, The John Hopkins University Press, 1986 (p. 52).

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  • A partir de mayo de 1965 viejas preocupaciones como el temor a la restauracin peronista y a la expansin del comunismo se reincorporaron, bajo una nueva forma, al debate pblico. Entre 1963 y 1965 haban habido, adems, otros conflictos y otros temas entre los enfrentamientos que marcaron la relacin entre la oposicin y el gobierno. La anulacin de los contratos petroleros, el plan de lucha y la toma de fbricas, la cuestin dominicana, etctera, son slo algunos ejemplos de las disputas que tambin caracterizaron esa relacin. Si bien la importancia de estos antecedentes no puede ser minimizada, en este artculo slo analizar lo sucedido en el ltimo ao y medio de la gestin de Illia, momento en el cual las diversas oposiciones a medidas particulares y las diversas denuncias sobre la ilegitimidad del gobierno consiguieron articularse en una coalicin opositora alternativa4. El reingreso de esas "viejas" preocu- paciones a la agenda tuvo lugar a travs de su transformacin en un nuevo tema: la "ine- ficacia gubernamental". Mientras el temor a la restauracin peronista se transform en una demanda de mayor "eficacia gubernamental" para asegurar objetivos en el orden interno, el temor al avance comunista se convirti en un reclamo de "mayor operatividad" presidencial frente a situaciones de crisis y de peligro externo. La conversin de estos "viejos" temas en problemas de ineficacia gubernamental fue una operacin clave para la conformacin de un nuevo consenso. A partir de ese momento, la cuestin de la eficacia se convirti en el eje organizador del debate pblico. Y si bien el tema no era una novedad, ya que desde el inicio del gobierno radical puede registrarse su presen- cia5, en 1965 se modific la intensidad y la forma en que la cuestin ti el debate pblico. En los siguientes quince meses la discusin sobre la eficacia gubernamental tuvo un doble rol: agreg indiferenciadamente las crticas y la oposicin de los diversos actores a la gestin gubernamental, a la vez que articul y organiz un consenso alternativo en torno de las caractersticas del nuevo gobierno que, en oposicin a! existente, deba ser eficaz y moderno. Este tercer tema, la construccin de un pas moderno, se constituy en el argumento ordenador hacia el futuro. Se relacionaba con la crtica a la eficacia en tanto se supona que un pas moderno era eficaz. En consecuen- cia, entendemos que el perodo que precedi a la cada del gobierno de Illia puede leerse como la historia de la produccin de este consenso alternativo, en donde la apelacin a la eficacia se constituy tanto en crtica como en utopa.

    2. Los argumentos de la ineficacia

    a) La ineficacia del sistema de partidos y la construccin de un liderazgo alternativo La incapacidad para mantener el orden interno y la ineficacia para defender la

    soberana frente a los peligros externos fueron los temas centrales del argumento de la ineficacia gubernamental en su forma crtica. Mientras el temor a un probable triunfo peronista en las elecciones de 1967, la expansin del comunismo y de la guerrilla y la

    4 Para un anlisis de las otras disputas que tambin marcaron la relacin entre la oposicin y el gobierno radical ver Catalina SMULOVITZ: "Opposition and Government in Argentina; The Frondizi and Illia Administrations". tesis de doctorado, The Pennsylvania State University, 1991.

    5 Muestras tempranas de la aparicin de este tema pueden encontrarse en La Nacin, 17 de enero de 1964, 12 de abril, 24 de mayo de 1964, 31 de mayo de 1964, 4 de junio de 1964; y en Primera Plana, N 44, 45, 46, 69, 78 y 82. Asimismo, vale la pena recordar que la clsica caricatura de Illia como una tortuga empez a aparecer en el N 82 de Primera Plana.

    crtica a la gestin econmica y social del gobierno constituyeron las dimensiones internas de la cuestin, el temor a la expansin mundial del comunismo y la conducta del gobierno frente a los conflictos limtrofes con Chile fueron los componentes de la dimensin internacional. La acusacin de ineficacia encubra, sin embargo, una confu- sin. Ya que si la eficacia6 de un rgimen se refiere a su capacidad para encontrar soluciones a los problemas bsicos que enfrenta cualquier sistema poltico, entonces, el gobierno radical ms que ineficaz se mostr poco efectivo; esto es, incapaz de alcanzar con sus polticas los resultados deseados.

    Consideremos, en primer lugar, la vieja cuestin peronista. En 1964 el gobierno radical haba empezado a desarrollar una estrategia tendiente a resolver la cuestin peronista; el objetivo era garantizar la integracin gradual del peronismo a la escena partidaria. Su xito dependera de que los polticos peronistas locales aceptaran acceder a cargos electivos secundarios a cambio de renunciar al liderazgo personal de Pern. En la propuesta estaba implcito que los alcances futuros de dicha integracin dependeran del xito que tuvieran los polticos locales del peronismo para reemplazar, de manera creble y eficiente, dicho liderazgo7. Si bien los resultados de las elecciones de marzo de 1965 no fueron totalmente adversos a los buscados por el gobierno, tam- poco garantizaron el ritmo de incorporacin lento y gradual deseado por el conjunto de fuerzas no peronistas. Mariano Grondona resuma de esta forma el estado en que para los sectores antiperonistas qued planteada la cuestin despus de las elecciones:

    La integracin del peronismo en el pas poltico se ha de realizar. Este es un hecho inexorable. Pero que su curso sea pacfico o accidentado depende de un solo factor: el tiempo. Un gobierno peronista en 1975, probablemente no conmovera al pas. Un gobierno peronista en 1969, quiz sea prematuro... El reingreso gradual del peronismo en la legalidad primero como una 'oposicin de Su Majestad' y luego como un nuevo oficialismo, sera asimilado. Pero una sbita 'inundacin' peronista desde la cima hasta el llano, sera difcilmente tolerada. Y despus de marzo, el radicalismo, concebido an por sus crticos, como un eficaz moderador poltico de la energa justicialista, no muestra a la opinin una nueva estrategia, sino una nueva perplejidad8.

    El editorialista reconoca los beneficios que la estrategia de integracin electoral elegida por el gobierno podra haber brindado, pero simultneamente la cuestionaba por no producir los resultados deseados. Y era en ese punto, cuando los resultados electorales se rebelaban, que el gobierno se volva ineficaz. Sin embargo, la crtica era difcil de satisfacer. Cmo asegurar los resultados deseados si el instrumento elegido para alcanzarlos era la eleccin democrtica?9.

    6 Juan LINZ: Crisis Breakdown an Reequilibration, Baltimore, The John Hopkins Univ. Press, 1978 (pp. 20-22). 7 Ver Catalina SMULOVITZ: "En bsqueda de la frmula perdida: argentina, 1955-1966", en Desarrollo

    Econmico, vol. 31, N 121, abril-junio 1991 (p. 118). 8 Mariano GRONDONA; "Conflictos y tensiones", Primera Plana. 1 de junio de 1965, p. 7 (subrayado de CS). 9 La siguiente cita muestra los escasos grados de libertad que, desde la perspectiva de la oposicin, tena la

    estrategia gubernamental. En su columna de Primera Plana Grondona escriba: "La permanencia del peronismo en este perodo presidencial y en el siguiente como 'oposicin de Su Majestad' puede consolidar la continuidad constitucional. Tanto su victoria como su proscripcin, en cambio, minaran decisivamente las bases del rgimen", Primera Plana, 29 de junio de 1965 (subrayado de CS).

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  • - Ante la imposibilidad de asegurar resultados deseados, la oposicin empez a delinear una posible salida. Las dificultades encontradas para obtenerlos eran interpre- tadas no slo como consecuencia de la incapacidad del partido radical para detener Ia "avalancha" peronista sino tambin como producto de la inoperancia del sistema de partidos y de los mecanismos electorales en su conjunto. Lentamente se fue construyen- do un consenso cultural, un clima de ideas, caracterizado por la crtica a la eficacia y legitimidad del sistema de partidos como mecanismo de asignacin de poder poltico En otro editorial Grondona escriba: "La opinin pblica extrajo de esos comicios [se refiere a marzo de 1965] la idea de que la polarizacin es insuficiente para establecer un equilibrio razonable entre el peronismo y el oficialismo"10. Esta opinin sobre la incapa- cidad del sistema de partidos era reforzada por otros actores. lvaro Alsogaray declar, en el acto de creacin del Partido Cvico Independiente, que los partidos han sido los factores determinantes de los males que padece el pas11. Jos Alonso, lder de la CGT, sealaba: "El pas comienza a salir ahora de la crisis para entrar en el caos. Este corsette de la Constitucin ahoga al pas y lo desgarra"12. Y pasado slo un mes de las elec- ciones de 1965 Oscar Alende declaraba a: "El pas no tiene salida constitucional"13.

    La critica generalizada a los mecanismos electorales y al sistema constitucional era acompaada por comentarios que sealaban la necesidad de constituir un lideraz- go fuerte capaz de provocar un cambio hacia un pas moderno. Por qu un nuevo liderazgo? El argumento de la oposicin era que ante la ineficacia del sistema de partidos para hacer frente al liderazgo de Pern, era necesario construir un contraliderazgo a fin de confrontarlo con xito. Grondona, a quien en este trabajo hemos recurrido reiteradamente por considerarlo una de las expresiones pblicas ms consistentes del proyecto alternativo, expuso en varios de sus editoriales las razones que justificaban la constitucin de dicho liderazgo: "...el fin que el Presidente se ha propuesto es inaccesi- ble. Nunca llegar la calma que l ansia. Y, por lo tanto, nunca llegar el momento que l juzga oportuno para emprender la tarea de fondo". En consecuencia, conclua Grondona, "el no peronismo no detendr la avalancha peronista mediante concilibulos reglamentaristas o artificios legales, sino con la efectiva creacin de un liderazgo alternativo14". La constitucin de un contraliderazgo apareca, entonces, como la solucin para resolver la incapacidad del sistema de partidos argentinos para derrotar a la mayora electoral del peronismo.

    Sin embargo, la experiencia haba mostrado que el antiperonismo no poda ser el argumento convocante del nuevo liderazgo. Los intentos de polarizacin intentados hasta esa fecha haban mostrado ser poco fructferos. Por lo tanto, el nuevo liderazgo no poda ser planteado como una solucin abiertamente antiperonista. Por el contrario, su xito dependa de la posibilidad de aparecer desligado de las partes de la tradicional antinomia. Slo si consegua constituirse como un tercero con independencia de los polos de la antinomia podra, el nuevo liderazgo, aparecer como una instancia superadora

    10 Mariano GRONDONA: "Vaticinios". Primera Plana, 31 de julio de 1965. Semanas antes haba sealado: "El problema central de la coalicin no peronista es, como en 1946, algo quiz insuperable: los votos". M. GRONDONA: "Dos frentes". Primera Plana, 7 de julio de 1965.

    1' La Nacin, 3 de enero de 1965. 12 Primera Plana, 19 de enero de 1965. 13 La Nacin. 15 de abril de 1965. 14 Mariano GRONDONA: "Conflictos y tensiones", Primera Plana, N 134, 1 de junio de 1965 (subrayado de CS).

    de sta y resolver por elevacin la vieja cuestin peronista15. Es cierto que la urgencia por detener el avance peronista nunca abandon la escena; es ms, las fechas y los tiempos estuvieron totalmente determinados por esa eventualidad16. Sin embargo, a diferencia de lo que haba sucedido en los golpes precedentes, esta vez la convocatoria no fue exclusivamente defensiva. La experiencia reciente haba mostrado que los golpes defensivos afrontaban serios problemas para consolidar su autoridad y que tenan pocas posibilidades para remontar su ilegitimidad de origen. A esa altura an lo propios golpistas saban que era conveniente evitar esos problemas. En consecuencia, el nuevo liderazgo adems de comunicar "fe y entusiasmo a un pas frustrado"1', deba atacar y resolver sus problemas de fondo18, a saber: "la convivencia entre el peronismo y el antiperonismo; la modernizacin y el desarrollo de la comunidad. Concordia poltica, racionalizacin y eficiencia tcnica econmica y social19". Estos objetivos, adems de recoger aspiraciones incuestionables, permitan agregar voluntades provenientes de campos antagnicos a la vez que transformaban al golpe en un evento productivo ms que defensivo.

    Pero por qu se crey en estos objetivos?, por qu fueron escuchados?, por qu consiguieron ser algo ms que una declaracin de metas rimbombantes?, por qu de pronto la eficacia se volvi carisma? Desde muy temprano era conocida, va rumores e informaciones periodsticas, la identidad de aquel que comandara el golpe: el general Juan Carlos Ongana20. En esos aos Ongana era, a la vez, una y todas las cosas. Para algunos era el militar legalista que en 1963 haba vencido a los "colorados" que se oponan a la realizacin de los comicios. Para otros era el militar antiperonista que impedira el acceso del peronismo al poder en 1967. Su capacidad para restablecer la calma en la conflictiva disputa entre "azules" y "colorados" le permiti construir una

    15 Luego de los comicios de marzo Grondona escriba: "Hay un 'tercer pas' que rechaza el condominio peronista-radical... Este tercer pas no se siente representado por el esquema vigente, pero tampoco encuentra expresin partidaria ni sabe, siquiera, de su propia existencia.

    16 El tercer pas considera 'vieja' la alternativa peronista-antiperonista. Siente a unos y a otros como supervivientes de un pasado estril. Quiere otra cosa, quizs una Argentina pujante, unida y moderna. Pero no tiene voceros y se pierde en los laberintos polticos. Sus habitantes no se conocen. Y sus representantes naturales pelean entre s... Algn partido, algn hombre, alguna minora tendr que fecundarlo. En algn rincn de nuestro espacio, alguna patria joven se levantar de golpe". Mariano GRONDONA: "La tercera fuerza", Primera Plana, 30 de marzo de 1965.

    Y en mayo de 1966 en el editorial de Criterio poda leerse: "Y, por fin, surge hoy en ciertos crculos la idea de recurrir a un 'padre' que, actuando como arbitro y como dictador en el sentido romano... , tendra con los anteriores intentos autoritarios la diferencia de que no ejercera su poder contra el peronismo o contra el antiperonismo sino para superar el dilema que los enfrenta y nos paraliza". "Argentina poltica", Criterio, 12 de mayo de 1966.

    16 "Si las elecciones de 1967 se anuncian con rasgos similares a las de 1965, la legalidad corre peligro: el pas poltico trabaja sobre la base de este axioma". Mariano GRONDONA: "Las salidas", Primera Plana, 13 de julio de 1965. Unas semanas ms tarde escriba: "Polticamente, es imposible proyectar la Argentina haca una fecha razonablemente distante: un cuello de botella muy prximo, las elecciones de 1967, bloquea la imaginacin M. GRONDONA: "Vaticinios", en Primera Plana, 31 de agosto de 1965.

    17 La revista Criterio dedic varios editoriales a la necesidad de crear liderazgos convocantes que movieran a la accin. Ver "Los objetivos nacionales", Criterio, N 1476, 27de mayo de 196S; "Decisin y prospectiva", Criterio, N 1471, 11 de marzo de 1965.

    18 Mariano GRONDONA: "La filosofa del presidente", Primera Plana, 17 de agosto de 1965. 19 Mariano GRONDONA: "En torno al golpismo", Primera Plana, 22 de junio de 1965. 20 Es conveniente recordar que ya en 1963, durante las negociaciones que tuvieron lugar en el gobierno de

    Guido para la formacin del Acuerdo Nacional, se haba mencionado y ofrecido al general Ongana el cargo de presidente. Ver KVATERNIK, op. cit.

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  • imagen de dirigente eficaz y con autoridad para imponer decisiones sobre las partes en conflicto. A diferencia de Aramburu, quien por haber participado en la Revolucin Libertadora era percibido como el representante de una parte, Ongana, an cuando no contaba con la adhesin expresa del peronismo, no tena en su historia eventos que lo separaran definitivamente de l21. Slo la historia permitira saber si poda competir con Pern y reemplazar su liderazgo. Sin embargo, hasta que ese enigma se resolviera jugaban a su favor la aspiracin de convertirse en un tercero por encima de las partes, el fantasma de la prxima desaparicin fsica de Pern, as como el potencial apoyo de polticos en general y de sindicalistas peronistas en particular, que deseaban independizar sus proyectos y carreras de los lmites que les impona la obstinacin de Pern de seguir gravitando en la escena local. Por otra parte, y en tanto hasta esa fecha Ongana era visto como un "outsider" de la poltica, su figura apareca exenta de sus vicios. En ese contexto caracterizado por el desprestigio de las instituciones representativas, su extraamiento del sistema poltico partidario era una virtud22. Hasta el momento del golpe su silencio contribuy a alimentar la verosimilitud de todas sus facetas. En tanto se mantuvo como una esfinge silenciosa, cada uno de los actores pudo atribuirle la capacidad para resolver los ms variados enigmas de la poltica argentina. En este sentido, cabe notar que Grondona estaba en lo cierto cuando sealaba que si Ongana consegua resistir la tentacin de la poltica encontrara en el silencio su destino23. Hasta junio de 1966, ese silencio le permiti convertirse en lo que cada uno de los otros actores aspiraban.

    b) Ms argumentos: la infiltracin comunista Desde la perspectiva de la oposicin, adems de la cuestin peronista, el gobier-

    no presentaba otros flancos dbiles que mostraban su incapacidad para mantener el orden interno: la inaccin frente a la presunta infiltracin comunista y la inoperancia frente al peligro de la explosin social. Ambas acusaciones se complementaban con aquellas que sealaban su inefectividad para enfrentar el avance del comunismo a nivel continental.

    Una serie de condiciones contextuales otorgaron verosimilitud a estas acusacio- nes y permitieron que el temor a la expansin comunista se instalara en la agenda poltica de la poca. Acontecimientos internacionales como la Revolucin Cubana y el fin del perodo crtico de la Guerra Fra contribuyeron a esta reincorporacin del tema en la agenda local y a su jerarquizacin dentro de la agenda militar (i.e., discurso de Ongana en West Point). Por otra parte, en esos aos la prensa empez a registrar que existan actos de violencia armada y que stos tenan una intencin revolucionaria24. El

    21 Ver Mariano GRONDONA: "Vidas paralelas", Primera Plana, 28 de diciembre de 1965. 22 Ver el Editorial "Inestabilidad", en Criterio, N 1478, 24 de junio de 1965. 23 Mariano GRONDONA: Primera Plana, 30 de noviembre de 1965.

    En 1964 se registraron una serie de hechos que dieron relevancia al peligro de la extensin de la lucha armada a nivel local: a) se descubri en Salta un campamento del Ejrcito Guerrillero del Pueblo, b) un desprendi- miento de izquierda de Tacuara asalt el Policlnico Bancario, c) explot una bomba en un edificio de Barrio Norte en la Capital, d) se descubri una clula de la Central Operativa de la Resistencia, y e) se tuvo conocimiento de la fundacin del Movimiento Revolucionario Peronista. Sin embargo, y ms all de la alta visibilidad pblica de estos hechos, los datos histricos muestran que si bien la violencia poltica armada durante el gobierno de Illia fue alta, su frecuencia no vari significativamente respecto de sus niveles histricos. Ver Archive on Social Political Protest in Argentina, elaborado por Guillermo O'DONNEL, William SMITH y Lila MILUTIN, cit. en SMULOVITZ. Opposition and Government..., op. cit. (p. 377).

    consenso acerca de la aparente novedad y atipicidad del fenmeno otorg cierta verosimilitud a los temores acerca del peligro comunista, as como cierta legitimidad a la nueva misin que se autoasignaron las FF.AA. La verosimilitud que adquiri el problema fue, a su vez, reforzada por el temor a los efectos expansivos de la Revolucin Cubana. Temor que tena ahora no slo referentes imaginarios, como en 1959, sino reales: la aparicin de movimientos guerrilleros en Venezuela, Per, Guatemala y Colombia encuadraban los acontecimientos locales dentro de un contexto ms amplio, en donde la guerrilla argentina apareca como parte de una escalada global en el continente. Por otro lado, persista el temor a que la resistencia peronista se volcara masivamente hacia la va armada. Quizs, el rasgo ms atpico que tuvo la reaparicin de la violencia armada en estos aos fue el encuentro entre sectores de la izquierda marxista y el nacionalismo. Sin embargo, en 1965, cuando la frecuencia de actos de violencia decreci, y a pesar de que fuentes polticas, policiales y militares concordaban en que los grupos guerrilleros que hablan surgido en 1964 haban sido desarticulados, las denuncias persistieron pero se trasladaron al campo cultural y a la poltica exterior del gobierno.

    Ante la coincidencia de las acusaciones acerca de la extensin y ubicuidad de la infiltracin comunista en el aparato del Estado y en la universidad y ante la diversidad de los acusadores25, las respuestas del gobierno aparecieron como reacciones ingenuas y ajenas a los tiempos que le tocaba enfrentar. Mientras la oposicin afirmaba que el enemigo era "tenaz, fluido y sinuoso" y le atribua formas "sutiles e inesperadas" de penetracin, el gobierno responda que "al comunismo se lo combate con las armas de la ley, a travs de la justicia26", y que el mejor camino para combatir al comunismo es la creacin de condiciones que permitan salir de la miseria27. Dada la urgencia y perentoriedad que tanto las FF.AA. y algunos partidos atribuan al problema, los diagnsticos y las respuestas del gobierno se convirtieron en evidencia de la acusacin. Ya sea por ingenuidad o por desaprensin, el gobierno terminaba siendo cmplice de la presunta infiltracin. Para aquellos que pedan medidas drsticas, las respuestas del gobierno resultaban inoperantes en el corto plazo. En un contexto en donde la reitera- cin de denuncias difusas se convirti en el elemento de prueba, en donde el consenso ms que la evidencia sostena a la acusacin, la accin del gobierno se convirti en incompetencia.

    Este desborde de denuncias difusas encontr en algunos hechos puntuales las pruebas que confirmaban el peligro denunciado. La desarticulacin de una clula guerrillera en Buenos Aires28, la explosin de una bomba en Salta29, los conflictos gremiales de principios de 1966 y la disputa por el presupuesto universitario en mayo de

    25 A modo de ilustracin sobre la diversidad y el tono de las acusaciones, pueden verse las declaraciones de Celestino Gelsi (La Nacin. 14 de febrero y 26 de junio de 1965), de Pedro Eugenio Aramburu (La Nacin, 9 de julio de 1965), de Alvaro Alsogaray (La Nacin, 14 de febrero de 1965), de los diputados Jofre y Cottonaro (Cmara de Diputados de la Nacin: Diario de Sesiones, ao 1965, agosto 20 de 1965) y de Oneto Gaona, entonces presidente de la UIA (cit. en Pedro SNCHEZ: El gobierno de Illia, CEAL, 1982. pp 112).

    26 Vicente Palmero en la interpelacin parlamentaria del 20 de agosto de 1965. Ver Cmara de Diputados de la Nacin, Diario de Sesiones, ao 1965, t. IV (p. 2361).

    27 SNCHEZ, op. cit. (p. 112). 28 La Nacin, 25 de febrero de 1965. 29 La Nacin, 29 de agosto de 1965.

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  • ese mismo ao, se constituyeron en evidencias de la acusacin. Sin embargo, fue el conflicto azucarero, en Tucumn, el argumento ms convincente de la acusacin.

    A fines de 1965 una produccin rcord de azcar desestabiliz nuevamente el precario equilibrio que la economa tucumana haba obtenido en base a la expansin del monocultivo y de la proteccin estatal. Desde comienzos de siglo Tucumn se habla constituido en la mayor proveedora del azcar consumido en el pas. La contrapartida de este proceso haba sido la desaparicin de otros cultivos y actividades productivas, as como una creciente dependencia de subsidios y crditos que al posibilitar la extensin de la produccin a zonas marginales de la provincia y asegurar un mnimo de empleo, permitieron la subsistencia de la actividad a pesar de sus elevados costos internos e internacionales. Como consecuencia de la zafra rcord de 1965 se agudizaron los retrasos en el pago a los obreros y los caeros, se multiplicaron las deudas impagas de las empresas con el Estado y por consiguiente el gobierno provincial entr prctica- mente en cesacin de pagos. La protesta obrera que se inici en diciembre de 1965 ante la falta de pago de los salarios adeudados, se extendi a lo largo de los primeros meses del ao 1966. Asimismo, la bancarrota del estado tucumano impidi el pago en trmino a los empleados pblicos, a los maestros, a los empleados judiciales, al personal hospitalario y a la polica, lo que dio lugar a una seguidilla de huelgas de servidores pblicos que agrav la ya complicada situacin social. Poco tiempo despus se agregaron denuncias de corrupcin gubernamental en la preparacin de los festejos del Sesquicentenario de la Independencia.

    A pesar del carcter secular y recurrente de la crisis, el gobierno nacional encontraba serias dificultades para actuar. Si bien las demandas de cada una de las partes eran difciles de satisfacer en tiempos de crisis, en pocas normales se volvan complementarlas. A los industriales azucareros la compra asegurada y los precios subvencionados les permitan mantener niveles de actividad y ganancia relativamente independientes de los costos y del precio internacional del producto. Si bien a los trabajadores este sistema no les permita aumentar su poder adquisitivo, s les asegura- ba cierta estabilidad de las fuentes de trabajo. Finalmente, al gobierno local la manuten- cin de las subvenciones le permita garantizar la relativa paz social de la provincia en tiempos normales. Ante esta serie de intereses concatenados, cualquier solucin que modificara el sistema de relaciones entre las partes resultaba explosiva.

    A fines de diciembre de 1965 el gobierno nacional intent hacer aprobar una ley que contemplaba la declaracin del estado de emergencia en los procesos de indus- trializacin, produccin, distribucin y comercializacin del azcar hasta el 31 de diciembre de 1969, lapso en el cual se limitara la produccin de los cultivos caeros y se fijara un lmite mnimo del rendimiento sacarfero de la caa. La ley intentaba reducir la produccin pero mantena una perspectiva distributiva en tanto estableca reduccio- nes forzadas en la produccin en proporcin inversa a la dimensin de las fincas30. Cuando la ley se aprob, se elimin la exigencia de reduccin de las reas de cultivo, uno de los requisitos que poda llegar a resolver el problema de la superproduccin.

    No importa aqu si la ley propuesta era adecuada o no; luego del corto debate que precedi a su tratamiento en la Cmara, la percepcin era que nuevamente la poltica se

    30 Horacio BONEO: Desarrollo regional, incentivos fiscales y localizacin industrial, Estudios CEDES, 1985 (p. 23).

    haba constituido en un freno para la toma de decisiones eficientes. El tratamiento de la ley en la Cmara permiti equiparar al conjunto de los partidos como actores incapaces de instrumentar las polticas necesarias. Las crticas y los bloqueos impidieron la aprobacin del proyecto ms drstico propuesto por el Ejecutivo. Emilio Hardoy, de la Federacin de Partidos de Centro, declar entonces: "...lo que quiso ser una ley de fondo fue luego de semifondo para terminar en una mala disposicin de emergencia"31

    Cuando a principios de 1966 el conflicto social volvi a estallar en Tucumn, no faltaron comentarios referidos al peligro subversivo. Algunos, como el presidente del Jockey Club local, no vacilaron en predecir que "Tucumn podra convertirse, del da a la noche, en otra Sierra Maestra"32. De esta forma, entonces, y dado que en este pequeo territorio parecieron concentrarse la mayora de los ingredientes que esgriman los crticos de la eficacia de las instituciones democrticas irresolucin de un problema estructural, corrupcin administrativa y peligro comunista, Tucumn se convirti en un leading case de los argumentos golpistas.

    c) El argumento de las fronteras indefensas

    A fines de 1965, cuando la crisis tucumana an no haba concluido, surgi un nuevo frente de conflicto. Al terminar octubre, cuarenta carabineros chilenos irrumpieron en la zona de Laguna del Desierto (provincia de Santa Cruz), izaron la bandera chilena y detuvieron al propietario de una estancia. Ante la noticia, el general Ongana orden "el traslado de efectivos a la zona... para desalojar a los invasores chilenos"33. El 2 de noviembre 150 gendarmes fueron trasladados a la zona. Mientras tanto, Mendoza era el marco de un cordial encuentro entre los presidentes Arturo Illia y Eduardo Frei, quienes en un principio permanecieron ajenos al incidente. Antes de que los gendarmes arribasen a la zona los presidentes de ambos pases acordaron un plazo para el retiro de los carabineros del lugar.

    Ya entonces era posible advertir diferencias entre las FF.AA. y el gobierno. Mientras el ministro de Defensa declaraba que el episodio haba sido un incidente menor y que haba quedado zanjado34, fuentes de la Secretara de Guerra afirmaban que "las rdenes no han sido cambiadas. Si para desalojar a los carabineros es necesario emplear la fuerza, se emplear la fuerza"35. Cuando pareca que el episodio haba concluido pacficamente, el 6 de noviembre se produce un enfrentamiento armado entre carabineros chilenos y gendarmes argentinos. Segn la versin de las fuerzas argentinas, los carabineros que deban abandonar la zona el 5 de noviembre, se hallaban en ella cuando el da 6 los gendarmes arribaron al lugar. En el enfrentamiento muri un soldado chileno. La versin chilena sealaba, en cambio, que en el momento del enfrentamiento an no haba vencido el plazo autorizado para la evacuacin.

    Luego de los incidentes del 6 tanto las FF.AA. argentinas como las chilenas deciden reforzar su presencia en las zonas aledaas. El general Julio Alsogaray imparti rdenes de "vigilar la zona e impedir nuevos desplazamientos de carabineros sobre los

    31 Primera Plana, 4 de enero de 1966. 32 Primera Plana, 24 de mayo de 1966. 33 Primera Plana, 9 de noviembre de 1965. 34 Ibdem. 35 Ibdem.

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  • lmites establecidos"36. Sin embargo, el presidente Illia se interpuso nuevamente a la iniciativa militar y orden frenar cualquier tipo de movimiento. Poco tiempo despus, el 5 de diciembre de 1965, los gobiernos de ambos pases anunciaron que la Comisin Mixta de Lmites se hara cargo del tratamiento del problema. La solucin no satisfizo a las FF.AA. que consideraban que las decisiones pendientes podan demorarse y que no haba garantas de que se arribase a acuerdos. Su propuesta segua siendo la ocupa- cin del territorio a fin de evitar futuras intromisiones.

    Ms all de la opinin de las FF.AA. es indudable que el gobierno logr controlar el incidente. Al conseguir encuadrar el caso por vas diplomticas obtur el margen de accin militar y evit la escalada del conflicto. Sin embargo, los beneficios de esta forma de resolucin del conflicto no alcanzaron para contrarrestar las crticas. Para las FF.AA.37, su desplazamiento de las decisiones claves del conflicto eran nueva eviden- cia de la ineficacia gubernamental: desde su perspectiva una vez ms los que "saban" eran alejados del problema. En consecuencia, era de esperar que la solucin obtenida fuese percibida como inferior a la que se hubiera podido conseguir a travs de su participacin directa. El nacionalismo y la rivalidad que el incidente despert permitieron caracterizar la solucin diplomtica obtenida como producto de la ineficacia y la debilidad del gobierno ms que como resultado de la serenidad y la astucia. Los partidos no cuestionaron la evaluacin que las FF.AA. hicieron del episodio. Emitieron una declaracin en solidaridad con la firme actitud de las FF.AA. y de la Gendarmera y el jefe del bloque peronista reclam en un telegrama la ocupacin de Laguna del Desierto por las FF.AA.38. Para stas la solucin obtenida constitua un nuevo eslabn en la lista de "entregas" de la Cancillera del gobierno radical. Al Acta de Montevideo que habra "regalado" al Uruguay el condominio de las aguas del estuario, al Acta de Buenos Aires que habra "obsequiado" al Paraguay el uso indiscriminado del ro Paraguay, haba que agregar ahora la "capitulacin" de Ro Encuentro y la de Laguna del Desierto39. En consecuencia, Laguna del Desierto pas a engrosar la lista de ejemplos de inoperancia e ineficacia gubernamental.

    Estos episodios, sumados a los producidos en 1963 y 1964, no slo articularon un consenso acerca de la escasa capacidad y efectividad gubernamental sino que tambin intensificaron y expusieron pblicamente el conflicto entre el gobierno y las FF.AA. Conflictos que adems de poner en evidencia el malestar y los desacuerdos de las FF.AA. en relacin a la poltica exterior, a la poltica respecto del peronismo y a la poltica econmica, empezaron a mostrar que tambin estaba en cuestin el rol que les caba a las FF.AA. en la formulacin e implementacin de polticas especficas. El desconocimiento que hizo el gobierno de la propuesta de envo de la Fuerza Interamericana a Santo Domingo, de la solicitud de intervencin a la Facultad de Filosofa y Letras y a la provincia de Tucumn, de la propuesta para responder militarmente en el conflicto de Laguna del Desierto y de los deseos del general Ongana en contra del nombramiento de Castro Snchez como secretario de Guerra no hicieron ms que aumentar la intensidad del enfrentamiento. En cada uno de estos casos las

    36 Primera Plana, 16 de noviembre de 1965. 37 Un resumen de la posicin de las FF.AA. respecto al accionar del gobierno durante este conflicto puede

    leerse en Confirmado, 11 de noviembre de 1965. 38 Primera Plana, 7 de diciembre de 1965. 39 Primera Plana, 9 de noviembre de 1965.

    FF. AA. o algn vocero autorizado hicieron saber pblicamente su posicin. La publici- dad funcionaba como presin; pero tambin indicaba que las partes ya no tenan inters en evitar la agudizacin del conflicto.

    An cuando no es posible minimizar el papel que la intensificacin del conflicto entre el gobierno y las FF.AA. tuvo en la ocurrencia del golpe, y ms all del peso que hechos como los mencionados tuvieron en l, en este trabajo he preferido concentrar el anlisis en el proceso de constitucin de la legitimidad alternativa y obviar aquellos aspectos relacionados con la operatoria militar del golpe40. Por lo tanto, y a fin de completar el anlisis de la construccin de una legitimidad alternativa, consideremos a continuacin un episodio que contribuy fatalmente a confirmar el carcter ineficaz del gobierno: las elecciones para gobernador en la provincia de Mendoza.

    d) Mendoza: la prueba final En abril de 1966 deban tener lugar los comicios para elegir un nuevo gobernador

    en la provincia de Mendoza. El hecho era dramticamente significativo. Su resultado definira varios destinos: la suerte del intento gubernamental de integrar al electorado peronista en forma independiente del liderazgo de Pern, la suerte del intento de Vandor de formar un partido peronista con cierta autonoma de dicho liderazgo, la suerte personal de Pern de seguir gravitando en la escena local y la fortaleza de los argumentos antigubernamentales para demostrar la ineficacia del sistema de partidos como mecanismo de control del electorado peronista.

    A partir de 1962 se haban sucedido una serie de enfrentamientos entre Vandor y Pern por el control poltico local del movimiento peronista41. Sin embargo, hasta 1965 ninguno haba producido resultados definitivos. A fines de octubre de ese ao y luego de la Declaracin del Congreso de Avellaneda, el conflicto entre Pern y Vandor pareci alcanzar un punto de no retorno. La declaracin del congreso reafirm el compromiso de institucionalizar el movimiento a travs de un partido organizado de "abajo hacia arriba", con elecciones internas democrticas. Pero fue la filtracin de una frase presuntamente pronunciada por Vandor lo que indicaba la irreversibilidad del conflicto. Segn el testimonio de diversos medios, en dicha ocasin Vandor habra declarado "que es necesario enfrentar a Pern para salvar a Pern"42. A partir de ese momento ya no fue posible para Vandor esconder sus retos y desafos a la autoridad de Pern bajo la forma de una interpretacin libre de sus rdenes, y tampoco fue posible para Pern justificar las desobediencias de Vandor como errores o malentendidos. A partir de Avellaneda ambos necesitaban un test que definiera sus respectivas suertes, ya que ambos tambin saban que a partir del desafo pblico no podan convivir. Y las elecciones mendocinas tuvieron ese rol.

    Adems de Pern y Vandor exista otro actor interesado en el resultado de esta disputa: el gobierno. Por otras razones, para el gobierno Mendoza tambin constitua un

    40 Para un anlisis de los aspectos poltico-militares de dicho golpe ver Eugenio KVATERNIK: El pndulo cvico- militar, Buenos Aires, Editorial Tesis-Norma, 1991

    41 Ver SMULOVITZ: Government and Opposition..., op. cit, y James MCGUIRE: "Peronism without Pern: Unions in Argentine Politics 1955-1966", tesis de doctorado, Universidad de California, Berkeley, 1989.

    42 Ver Primera Plana, 2 y 9 de noviembre de 1965; Confirmado, 28 de octubre de 1965; MCGUIRE, op. cit., p. 230; Daniel JAMES: Resistence and Integration: Peronism and the Argentine Working Class, 1946-1976, Cambridge, Cambridge University Press, 1988.

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  • test importante. Deba demostrar que era posible derrotar electoralmente al peronismo que ste ya no era el mismo, que su lder histrico haba perdido la capacidad para controlar con firmeza a sus seguidores y que en su lugar haban surgido otros con capacidad para conducirlos en el escenario local. Qu hizo el gobierno para alcanzar sus objetivos?, y por qu fracas?

    En las ltimas elecciones mendocinas el Partido Demcrata haba obtenido 104.000 votos y la UCR 88.000. Esta vez y ante la inminencia de la participacin del peronismo en los comicios era necesario introducir algn artilugio que asegurara el triunfo de alguno de los dos partidos no peronistas. A tal efecto se reuni una convencin constituyente que reemplaz la eleccin directa de gobernador por un sistema indirecto. Esta modificacin le permitira a los radicales y demcratas mendocinos juntar fuerzas, en caso de ser necesario, en el Colegio Electoral y evitar as un probable triunfo justicialista. A fines de marzo de 1966 eran varios los que consideraban al pacto conservador- radical como un mal necesario. Segn las estimaciones de la poca, Alberto Ser Garca, del Movimiento Popular Mendocino (neoperonista), obtendra en una primera instancia entre 140 y 150.000 votos43. Este candidato peronista reuna aquellas condi- ciones que volvan "potable" al peronismo; l mismo se haba descripto como el primer rebelde en contra de Pern44. Exista tambin un segundo candidato por el peronismo, Ernesto Corvaln Nanclares; sin embargo, a principios de marzo ningn observador le otorgaba muchas probabilidades de xito45. En consecuencia, a principios de marzo, el gobierno pareca tener el control de la situacin. An sin obtener el primer lugar, el gobierno pareca estar en condiciones de lograr su principal objetivo: incorporar electoralmente al peronismo y marginar el liderazgo personal de Pern.

    La estrategia gubernamental empez a tener problemas cuando el conflicto entre Pern y Vandor se entrometi en la poltica mendocina. Desde un primer momento eran conocidos los lazos que unan a Ser Garca con Vandor. Sin embargo, hasta mediados de marzo, la mencionada disputa no se haba manifestado explcitamente en la lucha preelectoral de la provincia. En marzo de 1966, cuando Ser Garca volvi de Madrid sin ser recibido por Pern, declar: "...que mientras otros esperan rdenes, Vandor y yo entendemos que el peronismo debe actuar por s mismo y organizarse como un partido"46. Luego de estas declaraciones era inevitable el ingreso de Pern al ruedo mendocino; el desafo haba sido abiertamente personal y obviarlo significaba aceptar la marginacin. El 23 de marzo de 1966 Pern respondi anunciando su apoyo a la candidatura de Ernesto Corvaln Nanclares.

    La apuesta de Pern result, para muchos, incomprensible. Como se mencionara, el candidato elegido pareca contar con escasas probabilidades de xito; es ms, algunos medios hablan sealado que dada la evolucin del proceso preelectoral era factible que Corvaln retirara su candidatura. Para otros medios la eleccin de Pern constitua una nueva demostracin de sus decrecientes capacidades fsicas e intelectuales.

    Y fue quizs esta decisin, que para la mayora de los actores de la poca mostraba que "el fin de Pern" haba, finalmente, arribado lo que motiv un sutil cambio

    43 Confirmado, 31 de marzo de 1966. 44 Primera Plana. 22 de marzo de 1966. 46 Confirmado, 10 de marzo de 1966. 46 Primera Plana, 22 de marzo de 1965.

    en las prioridades de la estrategia gubernamental y termin provocando su fracaso. Como ya mencionramos, el objetivo central del gobierno en Mendoza era mostrar que el peronismo poda ser derrotado electoralmente pero que adems en el futuro iba a participar en la arena electoral a travs de polticos independientes del liderazgo personal de Pern. Cuando Pern decide avalar a Corvaln Nanclares, tanto el gobierno como la mayora de los actores de la poca suponen que ambas metas estaban al alcance de su mano. El acuerdo con el Partido Demcrata mendocino garantizaba que el ganador de los comicios sera un candidato no peronista y, por otro lado, el apoyo popular con que pareca contar Ser Garca sumado al desconcertante aval de Pern a Corvaln Nanclares permita pensar que en Mendoza se sellara finalmente el ciclo caracterizado por su gravitacin personal en la poltica argentina. Suponiendo controla- da la situacin mendocina, el gobierno decide, entonces, empezar a trabajar para las elecciones que sucederan a esa contienda.

    Para marzo de 1967 estaban previstas una serie de elecciones de gobernadores en distritos considerados tradicionalmente importantes: Santa Fe, Crdoba y Buenos Aires. Si en Mendoza, distrito que no se caracterizaba por la fortaleza del aparato sindical, el candidato vandorista haca la excelente eleccin que prevean los pronsti- cos, entonces haba que suponer que el vandorismo resultara difcil de vencer en Buenos Aires, Santa Fe y Crdoba, donde la estructura sindical era tradicionalmente fuerte. El temor de enfrentar en el futuro a un poderoso partido peronista conducido por el vandorismo, decidi al gobierno a iniciar una tarea de erosin de su eventual podero. Para eso la herramienta ms accesible era el fortalecimiento de aquella nica fuerza que poda restarle votos, esto es, el partido encabezado por Corvaln Nanclares. As es que antes de las elecciones de Mendoza se llega a la paradjica situacin en la cual, si bien el gobierno necesita que Ser Garca haga una buena eleccin, facilita y colabora indirectamente con la campaa de Corvaln Nanclares a fin de evitar que el triunfo de Vandor sea arrasador. El gobierno, entonces, se abstiene de aplicar las leyes que podran haber impedido la propaganda peronista de la campaa de Corvaln Nanclares, no interfiere con el viaje de Isabel Pern explcitamente orientado a desarrollar una campaa antivandorista, otorga a dicho candidato el derecho exclusivo a utilizar el nombre del Partido Justicialista y finalmente, dos das antes de la eleccin, permite que las radios y la televisin mendocina emitan, por primera vez desde 1955, un mensaje grabado de Pern convocando a sus seguidores a votar por Corvaln Nanclares47 y en donde el viejo lder sealaba, entre otras cosas, que "Hay que pegar duro y a la cabeza de Vandor. Yo no me opongo a que viejos peronistas hagan poltica, pero si tienen edad para ponerse los pantalones largos es mejor que no usen mi camiseta"48.

    El 19 de abril tuvieron lugar los comicios. Emilio Jofr, candidato por el Partido Demcrata, gan tal como se esperaba. Sin embargo, el acontecimiento relevante del da no fueron los 129.000 votos de Jofr ni los 89.000 de la UCRP sino los 102.000 votos que Corvaln Nanclares consigui reunir en contra de los 62.000 del candidato vandorista. Tanto Pern como el resto de los actores haban construido a los comicios mendocinos

    47 La Nacin, 21 de abril de 1966; La Nacin, 19 de abril de 1966; Confirmado, 21 de abril de 1966; y Primera Plana, 26 de abril de 1966. Una versin del mensaje de Pern emitido por los medios mendocinos se encuentra en La Nacin, 17 de abril de 1966.

    48 Primera Plana, 19 de abril de 1966.

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  • como un test que medira la permanencia de la lealtad de la base peronista con su lder, y la respuesta fue inequvoca. Es ms, al avalar Pern a un candidato al que todos consideraban un seguro perdedor, la contundencia de la demostracin fue an ms elocuente. Pocos das ms tarde, Grondona escriba: "Despus de Mendoza, la capital del peronismo est otra vez en Madrid"49.

    Cul fue el significado de este resultado y cules sus consecuencias? La persistencia de la lealtad de la base peronista a las decisiones de su lder mostr que el proyecto de creacin de un partido peronista autnomo era poco factible. Esto afect en distinta medida al gobierno y a Vandor. Ante la evidencia de que no era posible escapar a las decisiones del "gran elector", al gobierno le quedaron slo dos estrategias para las futuras y cada vez ms cercanas elecciones de 1967: la proscripcin abierta o la renovacin de la gran coalicin antiperonista.

    Una serie de obstculos dificultaban la implementacin de estas estrategias. Si bien las interdicciones polticas haban permitido el ascenso del gobierno radical, ste pretenda mostrar, como uno de sus principales logros, que era posible el levantamiento de las mismas. Recurrir, ahora, a la proscripcin era admitir la derrota en uno de los pocos campos en los que hasta sus principales opositores le reconocan, hasta ese momento, xitos. Por otra parte, y luego de reiteradas experiencias, los actores saban que las elecciones con proscripcin tenan pocas posibilidades de producir resultados estables. La proscripcin, entonces, no resultaba el camino ms aconsejable. La segunda posibilidad, la reconstruccin de la alianza antiperonista, poda ser, si resulta- ba exitosa, una estrategia ms conveniente. Sin embargo, la historia reciente haba mostrado que hasta la fecha dicha alianza no haba alcanzado el nmero necesario para triunfar. En consecuencia, si bien poda ser la estrategia ms conveniente, su implementacin no ofreca garantas. Por otra parte, en tanto las futuras elecciones tendran lugar en distritos en donde el peronismo era tradicionalmente fuerte, las perspectivas de xito eran an ms inciertas. Asimismo, hay que recordar que los militares ya haban anticipado que no estaban dispuestos a correr el riesgo de perder en un enfrentamento bipolar50. En consecuencia, si bien el gobierno y sus candidatos parecieron optar por esta segunda alternativa51, la eleccin era riesgosa ya que sus resultados eran inciertos y en consecuencia era probable que los militares intentaran un golpe preventivo antes que volver a protagonizar el "desastre institucional" de 1962.

    Las consecuencias de la derrota fueron tambin inmediatamente percibidas por Vandor. Una vez conocidos los resultados electorales, varios gremios como el cervece- ro, el telefnico y el de trabajadores rurales cambiaron sus alianzas; abandonaron las "62 Leales" y pasaron a formar parte de las "62 De Pie"52. La seccional La Matanza de la UOM se rebel abiertamente contra la direccin nacional y los papeleros retiraron el permiso que permita a Fernando Donaires continuar como Secretario General de la CGT en representacin del vandorismo53. Era previsible que luego de los resultados de Mendoza, el bandwagon effect produjera una unificacin de las fuerzas del peronismo y

    49 Mariano GRONDONA; "Despus de Mendoza", Primera Plana, 26 de abril de 1966 50 Ver declaraciones de Ongana, La Nacin, 24 de enero de 1965. 51 Ver Primera Plana, 24 de mayo de 1966. 52 Primera Plana, 10 de mayo de 1966. En relacin al conflicto abierto por el control de las 62 Organizaciones

    entre las fuerzas vandoristas y alonsistas, ver SMULOVITZ, op, cft., y MCGUIRE, op. cit. 5 MCGUIRE, op. cit., p. 265

    del neoperonismo bajo la conduccin de Pern y del partido peronista "oficial". Sin embargo, si bien era claro que despus de Mendoza el proyecto poltico de autonomizacin haba abortado, restaba ver si Vandor tendra capacidad para mantener su hegemona en el campo gremial. Dado el alcance y la peligrosidad que para el liderazgo personal de Pern haba alcanzado su proyecto partidario, era de esperar que Pern tambin intentara desplazarlo de su retaguardia gremial tal como lo haba sugerido en declaraciones recientes. Ante este conjunto de embestidas, Vandor busc una estrategia que le permitiera, a la vez, subsistir y resguardarse de esos previsibles ataques. En este contexto, la estrategia de integracin va golpe como la propiciada por Alonso, en donde los lderes sindicales accedan directamente como grupos de presin dentro del Estado, era la que mejor se adecuaba a su nueva situacin. Si bien Vandor no fue un temprano entusiasta de esta alternativa como Alonso, su nueva situacin dio lugar a un cambio en sus preferencias. Ante la derrota de su proyecto de autonomizacin partidaria, Vandor reconsider las ventajas de la estrategia golpista no slo porque evalu que el golpe era inevitable sino tambin porque ste era quizs la nica opcin que le permitira resguardarse de los embates de Pern. Por lo tanto, otra de las consecuencias de las elecciones mendocinas fue la reorientacin de la estrategia vandorista. No pudiendo ganar en el plano electoral, slo podra intentar subsistir si consolidaba su alianza con los militares54.

    El incuestionado ganador de las elecciones mendocinas fue Pern. Sin embargo, las derivaciones previsibles de dicho triunfo no necesariamente eran lo que ms le convena. El triunfo en Mendoza lo dejaba en una inmejorable posicin para reorganizar el partido, ahora s, bajo su frrea y revalidada conduccin. En este nuevo contexto, la estabilidad institucional y la perspectiva de una triunfante participacin en las futuras elecciones de 1967 aparecan como la opcin preferencial. La alternativa golpista, en cambio, pareca ofrecer un refugio institucional a sus potenciales impugnadores, quie- nes si conseguan reforzar su poder va la incorporacin corporativa podan terminar marginndolo, a pesar de su reciente triunfo. Sin embargo, Pern, al igual que el resto de los actores, tambin saba que luego de Mendoza la ocurrencia del golpe era un hecho casi inevitable. Por lo tanto, su estrategia futura deba considerar un escenario que posiblemente iba a estar gobernado por otras reglas. Cmo evitar, entonces, que el proyecto sindical de incorporacin corporativa terminara marginndolo? Al igual que en otras oportunidades en que no pudo enfrentar a sus impugnadores, Pern opt por unirse a ellos a fin de apropiarse de aquello que se presentaba como un proyecto independiente. A los diez das de las elecciones mendocinas declaraba: "Estoy seguro de que los militares advertirn la necesidad de un cambio de estructuras con la colaboracin del pueblo, como mejor mtodo en la lucha contra el comunismo"55. Y un mes ms tarde deca: "La tregua concluye a mediados de junio. Entonces, habr golpe. O en agosto... El gobierno que se instale despus del golpe no sera capaz de solucionar los problemas argentinos bajo la oposicin de radicales, conservadores y

    54 Diversas fuentes dan cuenta de la profundizacin de los contactos entre sindicalistas vandoristas y los militares. Ral CARDOSO y R. AUDI: Sindicalismo: El poder y la crisis, Buenos Aires, Editorial de Belgrano, 1982 (pp. 67-68); Juan Carlos TORRE: Sindicatos y trabajadores en la Argentina 1955-1976, Buenos Aires, CEAL, 1983 (p. 33); argumentacin de Eugenio KVATERNIK en el Seminario del Instituto Di Tella, 30 de noviembre de 1988; MCGUIRE, op. cit.; VIOLA, op. cit. (p. 97).

    55 Confirmado, 28 de abril de 1966.

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  • gorilas. Vendrn a pedir apoyo del peronismo. Con elecciones o sin ellas, el peronismo siempre es el rbitro de las situaciones"56.

    Las declaraciones de Pern antes del golpe tuvieron una doble funcin. para Pern tenan por objeto impedir su marginacin poltica en el evento que se avecinaba. Al aparecer imponiendo condiciones de colaboracin cuando, en realidad, le estaban siendo impuestas a l, intentaba preservar su lugar de gran decisor y arbitro. El mensaje era claro: era su decisin y no la de Vandor o Alonso la que iba a orientar y garantizar el apoyo futuro del peronismo al golpe; l segua siendo el padre de la criatura. Para los militares la difusin de las declaraciones de Pern tena por objeto mostrar a los peronistas su aval implcito al golpe y garantizar as la apata y el consenso de stos frente al mismo. De esta forma, entonces, a pesar de que Pern triunf en Mendoza, enfrent importantes dificultades para consolidar dicho triunfo, y tal como puede apre- ciarse en la primera etapa del gobierno de la "Revolucin Argentina", estas dificultades alcanzaron a opacar por unos aos su liderazgo.

    Para los militares Mendoza fue la seal. Fracasada la salida institucional que el gobierno intentaba promover, los escasos cuadros legalistas se vieron superados por los golpistas. Desde principios de 1965, se discuta en el Ejrcito la conveniencia del golpe. Segn el general Lanusse, ya en enero de 1965 el general Ongana, en una conversacin con l y el general Fonseca, habran coincidido que poda "llegar un momento en que las Fuerzas Armadas no podrn mantenerse al margen o desentendi- dos (sic) de la situacin, y salvo reacciones o cambios de actitudes del gobierno, que a medida que ha ido pasando el tiempo las considera cada vez menos factibles, las Fuerzas Armadas tendrn que llegar a asumir la responsabilidad de la conduccin del pas y que siendo posible esa eventualidad... es necesario que no nos tome por sorpresa"57. Sin embargo, si bien los preparativos del golpe datan desde principios de 1965, la decisin slo se precipit cuando qued demostrado que la estrategia de integracin del peronismo propuesta por el gobierno radical haba fracasado. En ese momento y desde el punto de vista militar, el gobierno poda ser acusado no slo por su ineptitud para combatir al comunismo, por su ineficacia para despolitizar al sindicalis- mo, para fijar objetivos de poltica exterior y para conducir la economa58, sino tambin por no ofrecer soluciones para resolver la cuestin peronista.

    Aun ahora, despus de tantos aos, no deja de sorprender la pasividad y resignacin del presidente ante la escalada de indicios que anunciaban el golpe. Las explicaciones para tal actitud son diversas, aunque la mayora seala factores de orden individual y psicolgico. Sin embargo, independientemente de las razones que explican la actitud de Illia, es de sealar que para la fecha del golpe los militares haban conseguido no slo articular la crtica de lo realizado, proponer temas convocantes hacia el futuro y posicionar a un lder con consenso, sino que tambin haban consegui- do convencer sobre la conveniencia de establecer principios de legitimacin poltica alternativos a los de la democracia liberal.

    56 Confirmado, 24 de mayo de 1966. Ver otras declaraciones en Primera Plana, 7 de junio de 1966. 57 Alejandro LANUSSE: Protagonista y testigo. (Reflexiones sobre 70 aos de nuestra historia). Marcelo

    Lugones S.A. Editores, 1988 (pp. 179-180). 58 Ver Memorndum Reservado del Estado Mayor del Ejrcito. Confirmado. 17 de marzo de 1966.

    3. Conclusin: la eficacia como crtica y como utopa Guillermo O'Donnell ha escrito que luego de las elecciones de marzo de 1965

    poda advertirse entre sectores civiles y militares un "consenso de terminacin" y que lo nico que restaba por decidir era la fecha de realizacin del golpe59. En estas pginas hemos mostrado que dicho consenso no fue consecuencia de un evento particular sino ms bien producto de un conjunto de sucesos que fueron configurando un espacio poltico imposible. El agotamiento de las posibilidades de maniobra dentro del sistema partidario se volvi definitivamente evidente cuando los resultados de las elecciones mendocinas frustraron la posibilidad de incorporacin de un peronismo autnomo del liderazgo de Pern. Sin embargo, este hecho por s slo no fue causa suficiente para la realizacin del golpe ni explica su naturaleza.

    La intervencin militar de 1966 no se plante como una medida correctiva y transitoria destinada a reordenar conflictos preexistentes. A diferencia de los golpes anteriores, esta vez se aspiraba a "reformular los principios mismos de acuerdo con los cuales se ejerca la autoridad gubernamental"60. Adems de la presencia de aconteci- mientos detonantes, su ocurrencia dependi de la produccin de un consenso alterna- tivo que reformulase los principios mismos de legitimidad del poder poltico. Cules fueron estos principios y cules los argumentos que se esgrimieron en su favor?

    La argumentacin tuvo dos partes. La primera estaba orientada a justificar el golpe en s, la otra intentaba fundamentar la construccin de un nuevo orden. Los argumentos para legitimar al golpe derivaban de un diagnstico, por el cual la debilidad e ineficacia de la democracia as como la ineficacia de los partidos polticos aparecan como factores causales de la anarqua social, del mal funcionamiento de la economa y de la consecuente paralizacin del pas.

    Por qu y cmo la crtica a la ineficacia gubernamental pudieron convertirse en un argumento articulador de un consenso alternativo? Es obvio que la demanda de eficacia es en s misma legtima; se supone que un "buen" gobierno debe tener la capacidad de dar soluciones a los problemas que se le presentan y que adems dichas soluciones deben ser efectivas. Sin embargo, si los problemas a enfrentar son definidos y ordena- dos en forma distinta por el gobierno y por sus crticos, entonces los opositores encontrarn un problema de eficacia y de efectividad gubernamental all donde el gobierno no percibe siquiera la presencia de un problema. Una de las razones que explican la intensidad que adquiri la cuestin en el perodo es justamente el desacuer- do que existi respecto de la definicin de los problemas que necesitaban de la accin gubernamental. El conflicto por la fijacin de la agenda de problemas permiti a la oposicin partidaria, a la prensa y a las FF.AA. hablar de ineficacia e inoperancia gubernamental all donde el gobierno ni siquiera consideraba necesaria su presencia. Desde el punto de vista del gobierno, la cuestin de la ineficacia no exista porque el problema que segn sus crticos requera soluciones no exista. La cuestin de la ineficacia gubernamental no fue slo consecuencia de la escasa capacidad del gobier- no para dar respuesta a problemas especficos, tambin fue producto de un "malenten- dido" acerca de la naturaleza e identidad de los mismos.

    59 Guillermo O'DONNELL: "Modernizacin y golpes militares. Teora, comparacin y el caso argentino", Desarrollo Econmico, vol. 12, N 47, oct.-dic. 1972, p. 537.

    60 Marcelo CAVAROZZI: "La Argentina militarizada", mimeo, 1988.

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  • La crtica a la gestin gubernamental bajo la forma de un reclamo de mayor eficacia tuvo diversos beneficios para la estrategia opositora. El gobierno pudo ser acusado de ineficacia no slo por no dar soluciones a problemas puntuales sino tambin porque las soluciones que brind no se adecuaban a las deseadas por sus crticos. As, bajo la crtica de ineficacia se poda encubrir que la satisfaccin de dichas demandas implicaba resultados polticos predeterminados o la satisfaccin de recla- mos de actores particulares. Sucedi, entonces, que cuando la respuesta del gobierno se alejaba de la solucin esperada por los demandantes, la accin gubernamental fue juzgada como ineficaz. El juicio de ineficacia se refera, as, no tanto a la incapacidad del gobierno para dar soluciones a los problemas que podan presentarse, sino al hecho de que sus respuestas no se adecuaban a los resultados especficos esperados por los demandantes. Ms que un problema de eficacia hubo un problema de responsiveness a las demandas de los actores mejor organizados. Sin embargo, en el perodo se impuso la interpretacin que caracterizaba a este desencuentro como un problema de eficacia gubernamental.

    Al aparecer las demandas bajo la forma de un reclamo de mayor eficacia, la oposicin pudo transformar el carcter particular de sus reclamos en demandas generales y abstractas. En vez de demandar la proscripcin del peronismo, demanda que siempre tena la sombra de la ilegitimidad, poda exigirse eficacia en el manteni- miento del orden interno; en vez de demandar represin se poda exigir que el gobierno defendiera la soberana. De esta forma, la demanda particular, al desligarse de su parcialidad, adquira un tono universal que lo acercaba a un reclamo por el bien comn. Asimismo, el carcter aparentemente abstracto del criterio le otorgaba "objetividad" y verosimilitud a los juicios. Por su parte, y en tanto en el reclamo de eficacia no estaba necesariamente implcita la definicin de la solucin alternativa deseada, el argumento permita sumar descontentos. En un primer momento, la ambigedad en la definicin de los contenidos de la "respuesta eficaz" permiti generalizar y sumar adeptos al reclamo. Desligada del contenido de las soluciones implcitas, la demanda de mayor eficacia, al igual que la de justicia o libertad, se volvi incuestionable.

    Mientras los argumentos que justificaban el golpe estaban orientados a criticar la eficacia de los mecanismos democrticos y la ineficacia del sistema de partidos, la legitimidad del nuevo orden descansaba no tanto en la definicin de una institucionalidad alternativa, que an estaba por definirse61, sino en la proposicin de objetivos y realizaciones econmicas futuras. En este esquema, metas sustantivas como el des- arrollo y la modernizacin aparecan como objetivos que en s mismos justificaban y legitimaban el abandono de los procedimientos democrticos. Como sealara Natalio Botana, el nuevo orden inverta los trminos de la frmula alberdiana: "lejos de edificar un rgimen para el desarrollo, se pretende conquistar metas concretas de crecimiento econmico y de distribucin del ingreso para despus construir un rgimen poltico deseable"62.

    61 El problema de cmo definir las caractersticas y la legitimidad del nuevo sistema institucional es una

    cuestin que fue explcitamente abordada como una tarea propia por un grupo de intelectuales vinculados al Instituto de Ciencia Poltica de la Universidad del Salvador, entre los que se encontraban Ral Puigb, Alberto Castells, Carlos Floria, Mariano Grondona y Jos Luis de Imaz. Ver INSTITUTO DE CIENCIA POLTICA: La Revolucin Argntina, Universidad del Salvador, Ediciones Depalma, 1966.

    62 Natalio BOTANA, Rafael BRAUN y Carlos FLORIA: El rgimen militar, 1966-1973, Ediciones La Bastilla. 1973 pp. 313-314.

    La preocupacin por el desarrollo industrial y econmico no era un tema nuevo para los militares argentinos. Los generales Mosconi, Baldrich y Savio, ligados al desarrollo energtico y siderrgico nacional, eran tan importantes en la tradicin militar como los nombres de aquellos ligados a batallas militares. Sin embargo, la preocupa- cin por el desarrollo econmico adquiri en estos aos una dimensin diferente. De la intervencin en batallas econmicas localizadas, como el petrleo y la siderurgia, se pasaba ahora a una visin en la cual el desarrollo global de la economa era un elemento clave de la poltica de defensa63. En esos aos, algunos de los publicistas de esta posicin llegaron a afirmar que "sin una base industrial, la defensa es imposible hasta el punto de tornar superflua la misma existencia de una fuerza armada; sin el estableci- miento de objetivos nacionales aceptados por una comunidad, ninguna guerra podra ser librada"64. Esta redefinicin de los alcances y mbitos de la poltica de defensa implic una transformacin del rol que las Fuerzas Armadas se autoasignaban: de moderadoras de conflictos preexistentes pasaban a ser artfices de las decisiones y del rumbo futuro.

    En la nueva matriz, la legitimidad de los resultados se impona por sobre los valores inherentes al juego democrtico. Se sostena que la eficacia en la gestin, garantizada a travs del accionar de una nueva lite dirigente "moderna" con aptitudes tcnicas, libre de lealtades polticas preexistentes65 y conducida por un lder fuerte, permitira llevar adelante la gran empresa de transformacin nacional. La legitimidad del nuevo orden devendra, entonces, de los resultados de un gobierno eficaz.

    Para sus propulsores, esta operacin de inversin de la frmula alberdiana y de legitimacin va resultados tuvo una serie de ventajas. Por un lado, la promesa de los resultados eficaces cuya realizacin dependa de lderes con capacidad de mando e independientes de las lealtades polticas tradicionales permiti a las Fuerzas Armadas, y a Ongana en particular, presentarse como "por encima de la poltica"66. De esta forma, entonces, tanto Ongana como las Fuerzas Armadas pudieron, por lo menos en un primer momento, eludir compromisos especficos con los actores polticos que an aparecan ligados a los viejos conflictos y divisiones que marcaban la poltica argentina, y agregar, a la vez, voluntades en torno de una genrica convocatoria hacia el cambio.

    63 En el Curso para Coroneles desarrollado en 1965 en la Escuela Superior de Guerra, el director, general Juan Enrique Guglialmelli, afirmaba: "La guerra no es slo un choque entre fuerzas armadas sino, adems, una confrontacin de potenciales. La derrota puede subyacer en la paz ante la imposibilidad de movilizarlos, o ante estructuras econmicas incapaces de proveer los hombres y materiales con la calidad exigida para la lucha... En el estado actual de nuestra economa el concepto de desarrollo es sinnimo de construccin de la industria pesada (siderurgia, petroqumica, qumica pesada, energa, industria de maquinarias) y de la infraestructura (caminos, transportes, servicios)". Cit. en "Qu quiere el Ejrcito?", Confirmado, 16 de diciembre de 1965

    64 Confirmado, 16 de diciembre de 1965. 65 La creacin de una nueva lite dirigente y la importancia que sta poda tener en el xito del "movimiento

    revolucionario" era un tema que ya en 1965 apareca en los editoriales de Criterio, "...la Argentina no ha creado todava una lite dirigente nueva. Por lo tanto, un cambio poltico no aparecera como tal, sino como un "re-actuar", un volver atrs, en torno de figuras sin ascendiente popular. Puede objetarse a este planteo que un cambio poltico un golpe de Estado puede ser hecho por dirigentes que ya han circulado por el poder. Es verdad. Pero ciertamente nadie podr hacerse ilusiones de sus consecuencias". Y agregaba ms adelante: "As como es conocido el papel decisivo de las fuerzas armadas en cualquier cambio poltico no institucional, puede plantearse sin reservas un interrogante: produciran las fuerzas armadas un 'golpe' para someterse luego a los asesores 'civiles' y resignar la conduccin posterior de un proceso de esa envergadura? La respuesta debe ser: no". "Inestabilidad", en Criterio, 24 de junio de 1965, N 1478.

    66 Guillermo O'DONNEL: El Estado burocrtico-autoritario, Buenos Aires, Editorial de Belgrano, 1982, p. 86.

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  • En segundo lugar, en tanto la utopa del gobierno eficaz supona cambios y transformaciones en donde prevalecan los aspectos productivos y creativos de la poltica67, el proyecto consegua transformarse en una alternativa ms atractiva y capaz de desarticular aquella visin del gobierno radical, en donde la poltica slo apareca como la gris administracin de conflictos. En el nuevo discurso el logro de la eficacia, va modernizacin y desarrollo, se converta en llave maestra para la solucin de los problemas nacionales. La nueva utopa no resolva el problema de la construccin del rgimen poltico ampliado que en los ltimos tiempos haba caracterizado al sistema poltico argentino; sin embargo, al modificar el orden de los factores, anteponiendo la cuestin de la modernidad a la del rgimen poltico, consegua transformar en maneja- ble un problema que en los ltimos aos se haba mostrado indomable68. Asimismo, y en tanto la utopa de la eficacia y la modernidad apareca respondiendo a los genricos reclamos de cambio expresados por diversos actores, el argumento pudo convertirse en un tema convocante. Fue simultneamente una crtica y una alternativa a la poltica radical de conseguir la paz a travs de "la terapia del tiempo" y la normalidad.

    Finalmente, cabe sealar que la utopa de la eficacia tambin se impuso en la batalla semntica69. Frente a la visin reparatoria e incremental propuesta por el gobierno radical en donde los grandes hombres y las epopeyas desaparecan en medio de sucesos y problemas cotidianos, la utopa de la eficacia y la modernizacin propona una visin en donde la poltica, al recuperar sus aspectos creativos, se presentaba nuevamente como una prctica no trivial. Palabras como "sacrificio", "cambio revolucio- nario e integral", "liderazgo fuerte", volvieron a recuperar sus potencialidades mgicas. En una empresa autodefinida como majestuosa, "la unidad nacional en una sociedad moderna", unos pocos hroes volvan a ser ms importantes que los ciudadanos.

    En junio de 1966, entonces, se conjugaron una serie de factores. Por un lado, los resultados de las elecciones mendocinas mostraron un nuevo fracaso de los recurren- tes intentos de resolucin de la cuestin peronista, esta ltima vez va la formacin de un partido peronista independiente del liderazgo de Pern. Este fracaso, sumado a los otros intentos que haban tenido lugar a partir de 1955, configuraron un espacio poltico imposible, que llev a la mayora de los actores a concluir que la salida a la crisis argentina no poda tener lugar dentro de las posibilidades que ofreca el sistema de partidos. La impugnacin global al sistema de partidos dio lugar a una frmula alternati- va: el desarrollo y la modernidad se convirtieron en las precondiciones para la construc- cin de un orden poltico estable. Si bien la nueva frmula no resolva en lo inmediato la crisis poltica que haba marcado a la Argentina post-55, ofreca, en cambio, una respuesta alternativa e indita. En ese contexto, y aceptadas las nuevas premisas, la eliminacin de la poltica partidaria se volvi un corolario que los militares pudieron imponer, al menos en un primer momento, sin demasiados esfuerzos iniciales. El sistema de partidos casi no tuvo defensores porque cada uno de los actores, fueran stos sindicalistas, polticos o empresarios, crey posible controlar y/o cooptar a !os nuevos militares gobernantes. Hasta que el enigma empez a develarse, cada uno de ellos crey que el golpe que se avecinaba se convertira en su propio golpe.

    67 Ver Luis Alberto QUEVEDO: "Cultura y rgimen poltico en la Argentina. Los aos de Illia, Memoir1 de D.E.A. en Sociologie, Ecole de Haute Etudes en Sciences Sociales, 1984-1985.

    68 Sobre "la sustitucin de un problema por otro" como mecanismo de policy making, ver "Problem Solving and Policy Making: A Latin American Style?", en Albert HIRSCHMAN: Journeys Toward Progress, Studies of Economic Policy Making in Latin America, The Norton Library. 1973.

    69 Ver "The Semantics of Problem Solving", en HIRSCHMAN, Journeys Toward Progress, op. cit.

    RESUMEN

    En 1965 viejas preocupaciones, como el te-mor a la restauracin peronista y a la expansindel comunismo, reingresaron al debate pblicobajo la forma de cuestionamientos a la eficaciagubernamental. La conversin de estos 'viejos'temas en problemas de i