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HOMILIAS DE PAGOLA 2008 Lunes, 14. Enero 2008 - 15:24 Hora Domingo 2º del Tiempo Ordinario VIVIR CONTRA LA MUERTE Ése es el que ha de bautizar con Espíritu Santo La gente no quiere oír hablar de espiritualidad porque no sabe lo que encierra esta palabra; ignora que significa más que religiosidad y que no se identifica con lo que tradicionalmente se entiende por piedad. «Espiritualidad» quiere decir vivir una «relación vital» con el Espíritu de Dios, y esto sólo es posible cuando se le experimenta a Dios como «fuente de vida» (fons vitae) en cada experiencia humana. Como ha expuesto J. Moltmann, vivir en contacto con el Espíritu de Dios «no conduce a una espiritualidad que prescinda de los sentidos, vuelta hacia dentro, enemiga del cuerpo, apartada del mundo, sino a una nueva vitalidad del amor a la vida». Frente a lo muerto, lo petrificado o lo insensible, el Espíritu despierta siempre el amor a la vida. Por eso, vivir «espiritualmente» es «vivir contra la muerte», afirmar la vida a pesar de la debilidad, el miedo, la enfermedad o la culpa. Quien vive abierto al Espíritu de Dios vibra con todo lo que hace crecer la vida y se rebela contra lo que hace daño y la mata. Este amor a la vida genera una alegría diferente, enseña a «vivir sin armas», de manera amistosa y abierta, en paz con todos, dándonos vida unos a otros, acompañándonos en la tarea de hacernos la vida más digna y dichosa. A esta energía vital que el Espíritu infunde en la persona J. Moltmann se atreve a llamar «energía erotizante» pues hace vivir de manera gozosa, atractiva y seductora. Esta experiencia espiritual dilata el corazón: comenzamos a sentir que nuestras expectativas y anhelos más hondos se mezclan con las promesas de Dios; nuestra vida finita y limitada se abre a lo infinito; estamos acertando en lo esencial. Entonces descubrimos también que «santificar la vida» no es moralizarla sino vivirla desde el

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Page 1: Homilias de Pagola 2008 A

HOMILIAS DE PAGOLA 2008

Lunes, 14. Enero 2008 - 15:24 Hora

Domingo 2º del Tiempo Ordinario

VIVIR CONTRA LA MUERTE

Ése es el que ha de bautizar con Espíritu Santo

La gente no quiere oír hablar de espiritualidad porque no sabe lo que encierra esta

palabra; ignora que significa más que religiosidad y que no se identifica con lo que

tradicionalmente se entiende por piedad.

«Espiritualidad» quiere decir vivir una «relación vital» con el Espíritu de Dios, y esto

sólo es posible cuando se le experimenta a Dios como «fuente de vida» (fons vitae) en

cada experiencia humana.

Como ha expuesto J. Moltmann, vivir en contacto con el Espíritu de Dios «no conduce

a una espiritualidad que prescinda de los sentidos, vuelta hacia dentro, enemiga del

cuerpo, apartada del mundo, sino a una nueva vitalidad del amor a la vida».

Frente a lo muerto, lo petrificado o lo insensible, el Espíritu despierta siempre el amor

a la vida. Por eso, vivir «espiritualmente» es «vivir contra la muerte», afirmar la vida a

pesar de la debilidad, el miedo, la enfermedad o la culpa. Quien vive abierto al Espíritu

de Dios vibra con todo lo que hace crecer la vida y se rebela contra lo que hace daño y

la mata.

Este amor a la vida genera una alegría diferente, enseña a «vivir sin armas», de

manera amistosa y abierta, en paz con todos, dándonos vida unos a otros,

acompañándonos en la tarea de hacernos la vida más digna y dichosa. A esta energía

vital que el Espíritu infunde en la persona J. Moltmann se atreve a llamar «energía

erotizante» pues hace vivir de manera gozosa, atractiva y seductora.

Esta experiencia espiritual dilata el corazón: comenzamos a sentir que nuestras

expectativas y anhelos más hondos se mezclan con las promesas de Dios; nuestra

vida finita y limitada se abre a lo infinito; estamos acertando en lo esencial. Entonces

descubrimos también que «santificar la vida» no es moralizarla sino vivirla desde el

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Espíritu Santo, es decir, verla y amarla como Dios la ve y la ama: buena, digna y bella,

abierta a la felicidad eterna.

Ésta es, según el Bautista, la gran misión de Cristo: «bautizarnos con Espíritu Santo»,

enseñarnos a vivir en contacto con el Espíritu. Sólo esto nos puede liberar de una

manera triste y raquítica de entender y vivir la fe en Dios.

DIOSES PARA NO CREER

Sabemos que las gentes que conocieron a Jesús quedaron impresionadas porque

enseñaba con una autoridad nueva. Pero, tal vez, más de uno se pregunte: «¿qué

puede enseñarnos Jesús a los hombres de este siglo? ¿Qué nos puede decir que ya

no sepamos?

Sin duda, lo primero que Jesús enseña es a creer en el Dios verdadero. De ordinario,

los hombres nos ponemos ante Dios con la misma actitud de egoísmo, engaño y

autodefensa con que nos ponemos ante los demás. No acabamos de fiarnos de El.

Nos tememos que venga a estorbar nuestros planes, deseos y ambiciones. Y, así, sin

apenas darnos cuenta, nos vamos construyendo esos falsos dioses que el teólogo

catalán Josep Vives llama «dioses para no creer».

Está, en primer lugar, «el Dios tapagujeros». Son muchos los que acuden a El, como

si Dios tuviera que emplear todo su poder en favorecerles a ellos y en arreglar el

mundo según sus gustos. Luego se quejan de que Dios no hace tal o cual cosa, no

remedia los problemas como ellos entienden que debiera hacer.

Jesús nos enseña, por el contrario, que Dios no está ahí para complacer nuestros

gustos o suplir nuestra falta de responsabilidad, sino justamente para hacernos más

responsables ante nuestra propia vida.

Entonces se puede pensar fácilmente en un «Dios apático», un Dios lejano y frío,

insensible a nuestras penas y necesidades.

Jesús nos revela, por el contrario, a un Dios cercano, enemigo de todo lo que

esclaviza y hace sufrir al hombre, interesado en conducir la historia y la conducta de

las personas hacia el bien y la felicidad de todos. Otros siguen creyendo en un «Dios

Page 3: Homilias de Pagola 2008 A

sádico», convencidos de que a Dios le agrada más el sacrificio y sufrimiento de los

hombres que su vida gozosa y feliz. Incluso piensan que Dios sólo ha quedado

satisfecho gracias a la sangre de su Hijo, cuando todo el Nuevo Testamento nos está

diciendo que Dios nos perdona y nos ama de manera absolutamente gratuita, y la

muerte de Jesús es precisamente el testimonio más evidente de que Dios nos sigue

amando, incluso aunque los hombres crucifiquemos al Hijo que más quiere.

Otros se imaginan a un «Dios interesado». Estamos tan acostumbrados a que entre

nosotros casi nada se dé gratuitamente, que no podemos pensar que Dios sea

absoluta gratuidad. Sin embargo, Jesús nos revela que Dios es amor gratuito, puro

gozo de dar. Que Dios nos ama porque sí, porque ser Dios es precisamente amar,

darse, comunicarse, dar la felicidad total al ser humano.

Está también «el Dios policía, juez y verdugo» que nos acecha por todas partes para

pillarnos en pecado y descargar sobre nosotros el peso implacable de su Ley, «el Dios

del orden y la seguridad», que defiende los intereses de aquellos a los que les va

bien... Verdaderamente los hombres somos capaces de imaginar cualquier cosa de

Dios.

Estoy convencido de que muchos que se dicen hoy ateos o increyentes volverían a

hacer un sitio a Dios en sus vidas si alguien les ayudara a intuir y conocer al Dios

verdadero que se nos revela en Jesucristo.

Jesús no es un teólogo, ni siquiera un profeta más. Como dice el Bautista, «éste es el

Hijo de Dios». Puede hablarnos de El.

UN GRAVE MALENTENDIDO

El que quita el pecado Jn 1, 29-34

Son bastantes los cristianos que llevan en el fondo de su alma la caricatura de un Dios

desfigurado que tiene muy poco que ver con el verdadero rostro del Dios que se nos

ha revelado en Jesús.

Dios sigue siendo para ellos el tirano que impone su voluntad caprichosa, nos

complica la vida con toda clase de prohibiciones y nos impide ser todo lo felices que

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nuestro corazón anhela.

Todavía no han comprendido que Dios no es un dictador, celoso de la felicidad del

hombre, controlador implacable de nuestros pecados, sino una mano tendida con

ternura, empeñada en "quitar el pecado del mundo".

Son bastantes los cristianos que necesitan liberarse de un grave malentendido. Las

cosas no son malas porque Dios ha querido que sean pecado. Es, exactamente, al

revés. Precisamente porque son malas y destruyen nuestra felicidad, son pecado que

Dios quiere quitar del corazón del mundo.

Se nos olvida, con frecuencia, que, al pecar, no somos sólo culpables sino también

víctimas.

Cuando pecamos, nos hacemos daño a nosotros mismos, nos preparamos una trampa

trágica pues agudizamos la tristeza de nuestra vida, cuando, precisamente, creíamos

hacerla más feliz.

No olvidemos la experiencia amarga del pecado. Pecar es renunciar a ser humanos,

dar la espalda a la verdad, llenar nuestra vida de oscuridad.

Pecar es matar la esperanza, apagar nuestra alegría interior, dar muerte a la vida.

Pecar es aislarnos de los demás, hundirnos en la soledad, negar el afecto y la

comprensión.

Pecar es contaminar la vida, hacer un mundo injusto e inhumano, destruir la fiesta y la

fraternidad.

Por eso, cuando Juan nos presenta a Jesús como «el que quita el pecado del mundo»,

no está pensando en una acción moralizante, una especie de «saneamiento de las

costumbres».

Está anunciándonos que Dios está de nuestro lado frente al mal. Que Dios nos ofrece

la posibilidad de liberarnos de nuestra tristeza, infelicidad e injusticia. Que, en Jesús,

Dios nos ofrece su amor, su apoyo, su alegría, para liberarnos del mal.

El cristianismo sólo puede ser vivido sin ser traicionado, cuando se experimenta a

Jesucristo como liberación gozosa que cambia nuestra existencia, perdón que nos

purifica de nuestro pecado, respiro ancho que renueva nuestro vivir diario.

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TESTIGOS

Juan dio testimonio

Hay un proverbio judío que expresa bien la importancia que tiene el testimonio de los

creyentes: «Si no dais testimonio de mí, dice el Señor, yo no existo».

Lo mismo se puede decir hoy del testimonio de los cristianos. Si no sabemos ser

testigos, el Dios de Jesucristo permanece oculto e inaccesible a la sociedad.

La única razón de ser de una comunidad cristiana es dar testimonio de Jesucristo.

Actualizar hoy en la sociedad el misterio del amor salvador de Dios manifestado en

Cristo. La Iglesia no tiene otra justificación.

En su último libro «Un Dios para hoy», M. Neusch nos ha recordado que este

testimonio de los creyentes se ha de dar hoy en un contexto sociológico en el que Dios

sufre un proceso condenatorio.

En la sociedad actual se está llevando a cabo, de muchas maneras, un juicio sobre

Dios y, con frecuencia, los testigos que hablan contra El reciben más audiencia que los

que se pronuncian a su favor.

Hemos de recordar que, en este contencioso sobre Dios, no todo lo que viven los

creyentes testimonia a su favor ni todo de la misma manera. La Iglesia puede atraer

hacia Dios, pero puede también alejar de El.

Lo verdaderamente importante no es el número de testigos, pues la verdad no se

decide por el criterio de las cifras. Lo decisivo no es tampoco el mensaje verbal que se

pronuncia, aunque hemos de seguir hablando de Dios.

Lo que ha de crecer no es tanto el número de bautizados, sino su fe y su amor. Lo que

ha de cambiar no es tanto el mensaje verbal de la Iglesia cuanto la vida de las

comunidades cristianas.

Difícilmente ayudará hoy la Iglesia a creer en Dios desarrollando información religiosa

y doctrinal, si no es, al mismo tiempo, en sí misma, manifestación del amor salvador

de Dios.

Page 6: Homilias de Pagola 2008 A

Dios no se impone en una sociedad por la autoridad de los argumentos, sino por la

verdad que emana de la vida de aquellos creyentes que saben amar de manera

efectiva e incondicional.

No hemos de olvidar que «el único testimonio creíble es el de un amor efectivo a los

hombres, pues sólo el amor puede testimoniar del Dios Amor».

Tal vez una de las tragedias del mundo actual tan radicalizado en muchos aspectos,

es el no contar hoy con experiencias de «fe radical» y de «testigos vivos» de Dios.

La figura del Bautista, verdadero testigo de Jesucristo, nos obliga a hacernos una

pregunta: Mi vida, ¿ayuda a alguien a creer en Dios o más bien aleja de El?

Amor a la vida

La gente no quiere oír hablar de espiritualidad porque no sabe lo que encierra esta

palabra; ignora que significa más que religiosidad y que no se identifica con lo que

tradicionalmente se entiende por piedad. “Espiritualidad” quiere decir vivir una “relación

vital” con el Espíritu de Dios, y esto sólo es posible cuando se le experimenta a Dios

como “fuente de vida” en cada experiencia humana.

Como ha expuesto J. Moltmann, vivir en contacto con el Espíritu de Dios “no conduce

a una espiritualidad que prescinda de los sentidos, vuelta hacia dentro, enemiga del

cuerpo, apartada del mundo, sino a una nueva vitalidad del amor a la vida”.

Frente a lo muerto, lo petrificado o lo insensible, el Espíritu despierta siempre el amor

a la vida. Por eso, vivir “espiritualmente” es “vivir contra la muerte”, afirmar la vida a

pesar de la debilidad, el miedo, la enfermedad o la culpa. Quien vive abierto al Espíritu

de Dios vibra con todo lo que hace crecer la vida y se rebela contra lo que hace daño y

la mata.

Este amor a la vida genera una alegría diferente, enseña a “vivir sin armas”, de

manera amistosa y abierta, en paz con todos, dándonos vida unos a otros,

acompañándonos en la tarea de hacernos la vida más digna y dichosa.

Page 7: Homilias de Pagola 2008 A

A esta energía vital que el Espíritu infunde en la persona J. Moltmann se atreve a

llamar “energía erotizante” pues hace vivir de manera gozosa, atractiva y seductora.

Esta experiencia espiritual dilata el corazón: comenzamos a sentir que nuestras

expectativas y anhelos más hondos se mezclan con las promesas de Dios; nuestra

vida finita y limitada se abre a lo infinito; estamos acertando en lo esencial.

Entonces descubrimos también que “santificar la vida” no es moralizarla sino vivirla

desde el Espíritu Santo, es decir, verla y amarla como Dios la ve y la ama: buena,

digna y bella, abierta a la felicidad eterna. Ésta es, según el Bautista, la gran misión de

Cristo: “bautizarnos con Espíritu Santo”, enseñarnos a vivir en contacto con el Espíritu.

Sólo esto nos puede liberar de una manera triste y raquítica de entender y vivir la fe en

Dios.

Lunes, 21. Enero 2008 - 18:06 Hora

Domingo 3º del Tiempo Ordinario

AGUAR EL EVANGELIO

…curando las enfermedades y dolencias del pueblo

Quienes han bebido de otras aguas podrán gustar en Cristo un «vino nuevo», una

experiencia buena de Dios. Algo de esto quiere decir el relato de las bodas de Caná.

Desgraciadamente siempre es fácil «aguar» el evangelio y olvidar su sabor original.

Basta perder la perspectiva de Jesús.

El profeta de Galilea no pensó en otra cosa sino en llamar a las gentes a vivir

acogiendo «el reino de Dios y su justicia». Para él, todo lo demás era secundario.

Veinte siglos después, nosotros vivimos ocupados en cuestiones doctrinales y morales

que pueden ser legítimas para organizar bien una religión, pero que más de una vez

nos distraen de lo primero que interesa a Dios: que los pobres, los hambrientos y los

que lloran, puedan ser más felices.

Propiamente, Jesús no enseñó una doctrina para ser aprendida por sus seguidores,

sino que anunció un acontecimiento que pide ser buscado y acogido. Según él, Dios

Page 8: Homilias de Pagola 2008 A

está ya actuando en este mundo invitando a todos a buscar un orden de cosas más

humano y más justo. A nosotros nos parece muy importante saber qué pensamos de

Dios. Jesús, por el contrario, soñaba en que hubiera en la tierra hombres y mujeres

que comenzaran a actuar como actúa Dios. Era su obsesión: ¿cómo sería la vida si la

gente se pareciera más a Dios?

Jesús gritaba: «Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso». Era su

llamada primera y más importante. Por eso enseñaba a todos a mirar a las personas

de manera diferente: los pecadores eran sus amigos, las prostitutas le parecían más

dignas que muchos piadosos, los últimos eran para él los primeros, los enfermos

constituían su debilidad... ¿Qué ha sido de la mirada compasiva de Jesús? Para

nosotros, las prostitutas son prostitutas, los pecadores son pecadores mientras no se

conviertan, y los últimos son los últimos.

Uno de los peligros que nos amenaza hoy a los cristianos es vivir correctamente

dentro de una religión organizada, sin atender ni entender en su verdad original el

evangelio de Jesús. Lo que saboreamos no es muchas veces el «vino nuevo»

aportado por él, sino el cristianismo «aguado» por nosotros mismos.

El evangelio nos recordará siempre la vida de Jesús: recorría Galilea «proclamando la

Buena Noticia de Dios... y curando las enfermedades y dolencias del pueblo».

ENTRE EL RECHAZO Y LA NECESIDAD

Vivimos tiempos de crisis religiosa. Parece que la fe va quedando como ahogada en la

conciencia de no pocas personas, reprimida por la cultura moderna y por el estilo de

vida del hombre de hoy. Pero, al mismo tiempo, es fácil observar que de nuevo se

despierta en bastantes la búsqueda de sentido, el anhelo de una vida diferente, la

necesidad de un Dios Amigo.

Es cierto que se ha extendido entre nosotros un escepticismo generalizado ante los

grandes proyectos y las grandes palabras. Ya no tienen eco los discursos religiosos

Page 9: Homilias de Pagola 2008 A

que ofrecen «salvación» o «redención». Ha disminuido, hasta casi desaparecer, la

esperanza misma de que pueda realmente oírse una Buena Noticia para la

humanidad.

Pero, al mismo tiempo, crece en no pocos la sensación de que hemos perdido la

dirección acertada. Algo se hunde bajo nuestros pies. Nos estamos quedando sin

metas ni puntos de referencia. Nos damos cuenta de que podemos solucionar

«problemas», pero que somos cada vez menos capaces de resolver «el problema» de

la vida. ¿No estamos más necesitados que nunca de salvación?

Vivimos también «tiempos de fragmentación». La vida se ha atomizado. Cada uno vive

en su compartimiento. Queda muy lejos aquel humanismo que buscaba la verdad y el

sentido de totalidad. Hoy no se escucha al sabio humanista, sino al experto

especialista que sabe mucho de una parcela, pero lo ignora todo sobre el sentido de la

vida.

Pero, al mismo tiempo, no pocas personas comienzan a sentirse mal en este mundo

vertiginoso de datos, informaciones y cifras. No pueden evitar los interrogantes eternos

del hombre. ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? ¿No hay dónde encontrar un

sentido último a la vida?

Son también tiempos de pragmatismo científico. El hombre moderno ha decidido (no

se sabe por qué que sólo existe lo que puede comprobar la ciencia. No hay más. Lo

que a ella se le escapa, sencillamente no existe.

Naturalmente, en este planteamiento tan simple como poco científico, Dios no tiene

cabida y la fe religiosa queda relegada al mundo desfasado de los no progresistas.

Sin embargo, son muchos los que van tomando conciencia de que este planteamiento

se queda muy corto, pues no responde a la realidad. La vida no es un «gran mecano»,

ni el hombre sólo «una pieza» de un mundo que pueda ser desentrañado por la

ciencia. Por todas partes se presiente el misterio: en el interior del ser humano, en la

inmensidad del cosmos, en la historia de la humanidad.

Page 10: Homilias de Pagola 2008 A

Por eso, surge de nuevo la sospecha: ¿No serán justamente las «cuestiones» sobre

las que la ciencia guarda silencio, las que constituyen el sentido de la vida? ¿No será

una grave equivocación perder la respuesta al misterio de la existencia? ¿No es una

tragedia prescindir tan «ingenuamente» de Dios?

Mientras tanto, siguen ahí las palabras de Jesús: «Convertíos, porque está cerca el

Reino de Dios.»

LA SEGUNDA LLAMADA

Jesús los llamó

De ordinario, casi siempre que se habla de la vocación o de la llamada de Dios, se

considera que es un asunto de jóvenes que todavía apenas han estrenado la vida.

Y, ciertamente, para un creyente es muy importante la escucha de Dios en esa

decisión o dirección inicial que uno da a su existencia, al elegir un determinado

proyecto de vida.

Pero Dios no se queda mudo al pasar los años, y su llamada, discreta pero

persistente, nos puede interpelar cuando hemos caminado ya un buen trecho de vida.

Esta «segunda llamada» puede ser, en ocasiones, tan importante o más que la

primera.

Es normal, en plena juventud, seguir la propia vocación con temor pero también con

ilusión y generosidad. La pareja que se casa, el sacerdote que sube al altar, la

religiosa que se compromete ante Dios, saben que inician «una aventura», pero lo

hacen con entusiasmo y fe.

Luego, los roces de la vida y nuestra propia mediocridad nos van desgastando. Aquel

ideal que veíamos con tanta claridad parece oscurecerse. Se puede apoderar de

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nosotros el cansancio y la insensibilidad.

Tal vez seguimos caminando, pero la vida se hace cada vez más dura y pesada. Ya

sólo nos agarramos a nuestro pequeño bienestar. Seguimos «tirando», pero, en el

fondo, sabemos que algo ha muerto en nosotros. La vocación primera parece

apagarse.

Es precisamente en ese momento cuando hemos de escuchar esa «segunda llamada»

que puede devolver el sentido y el gozo a nuestra vida. Dios comienza siempre de

nuevo. Es posible reaccionar.

Liberar la vida

CONVERTÍOS porque está cerca el Reino de Dios». ¿Qué pueden decirle estas

palabras a un hombre o una mujer de nuestros días? A nadie nos atrae oír una

llamada a la conversión. Pensamos enseguida en algo costoso y poco agradable: una

ruptura que nos llevaría a una vida poco atractiva y deseable, llena sólo de sacrificios y

renuncia. ¿Es realmente así?

Para comenzar, el verbo griego que se traduce por «convertirse» significa en realidad

«ponerse a pensar», «revisar el enfoque de nuestra vida», «reajustar la perspectiva».

Las palabras de Jesús se podrían escuchar así: «Mirad si no tenéis que revisar y

reajustar algo en vuestra manera de pensar y de actuar para que se cumplan en

vosotros los sueños de Dios».

Si esto es así, lo primero que hay que revisar es aquello que bloquea nuestra vida.

Convertirse es «liberar la vida» eliminando miedos, egoísmos, tensiones y

esclavitudes que nos impiden crecer de manera sana y armoniosa. La conversión que

no produce paz y alegría no es auténtica. No nos está acercando a Dios.

Hemos de revisar luego si cuidamos bien las raíces. Las grandes decisiones no sirven

de nada si no alimentamos las fuentes. No se nos pide una fe sublime ni una vida

perfecta; sólo que vivamos confiando en la grandeza del amor que Dios nos tiene.

Page 12: Homilias de Pagola 2008 A

Convertirse no es empeñarse en ser santo sino aprender a vivir distendido y en paz

con Dios. Sólo entonces puede comenzar en nosotros una verdadera transformación.

La vida nunca es plenitud ni éxito total. Hemos de aceptar lo «inacabado», lo que nos

humilla, lo que no acertamos a corregir. Lo importante es mantener el deseo, no ceder

al desaliento, no decir: «no merece la pena», «siempre lo estropeo todo». Convertirse

no es vivir sin pecado sino aprender a vivir del perdón, sin orgullo ni tristeza, sin

alimentar la insatisfacción por lo que deberíamos ser y nos somos. Así dice el Señor

en el libro de Isaías: «Por la conversión y la calma seréis liberados» (Is. 30, 15).

La escucha de la «segunda llamada» es ahora más humilde y realista. Conocemos

nuestras posibilidades y nuestras limitaciones. No nos podemos engañar. Tenemos

que aceptarnos tal como somos.

Es una llamada que nos obliga a desasimos de nosotros mismos para confiar más en

Dios. Conocemos ya el desaliento, el miedo, la tentación de la huida. No podemos

contar sólo con nuestras fuerzas. Puede ser el momento de iniciar una vida más

enraizada en Dios.

Esta «segunda llamada» nos invita, por otra parte, a no echar a perder por más tiempo

nuestra vida. Es el momento de acertar en lo esencial y responder a lo que pueda dar

verdadero sentido a nuestro vivir diario.

La «segunda llamada» exige conversión y renovación. Dice L. Boros que «sólo el

pecador es viejo, pues conoce el hastío de la vida, y el hastío es una señal de vejez».

Dios sigue en silencio nuestro caminar, pero nos está llamando. Su voz la podemos

escuchar en cualquier fase de nuestra vida, como aquellos discípulos de Galilea que,

siendo ya adultos, siguieron la llamada de Jesús.

PUNTOS CLAVE

Page 13: Homilias de Pagola 2008 A

Es fácil resumir el mensaje de Jesús: Dios no es un ser indiferente y lejano, que se

mueve en su mundo desconocido, interesado sólo por su honor y sus derechos. Es

alguien que busca para todos lo mejor. Su fuerza salvadora está actuando en lo más

hondo de la vida. Sólo quiere la colaboración de sus criaturas para conducir el mundo

a su plenitud: «El reino de Dios está cerca. Cambiad».

Pero, ¿qué es colaborar en el proyecto de Dios?, ¿en qué hay que cambiar? La

llamada de Jesús no se dirige sólo a los «pecadores» para que abandonen su

conducta y se parezcan un poco más a los que ya observan la Ley de Dios. No es lo

que le preocupa. Jesús se dirige a todos, pues todos tienen que aprender a mirar la

vida y a actuar de manera diferente. Su objetivo no es que en Israel se viva una

religión más fiel a Dios, sino que sus seguidores introduzcan en el mundo una nueva

dinámica: la que responde al proyecto de Dios. Señalaré los puntos clave.

Primero. La compasión ha de ser siempre el principio de actuación. Hay que introducir

en el mundo compasión hacia los que sufren: «Sed compasivos como es vuestro

Padre». Sobran las grandes palabras que hablan de justicia, igualdad o democracia.

Sin compasión hacia los últimos no son nada. Sin ayuda práctica a los desgraciados

de la tierra no hay progreso humano.

Segundo. La dignidad de los últimos ha de ser la primera meta. «Los últimos serán los

primeros». Hay que imprimir a la historia una nueva dirección. Hay que poner a la

cultura, a la economía, a las democracias y a las iglesias mirando hacia los que no

pueden vivir de manera digna.

Tercero. Hay que impulsar un proceso de curación que libere a la humanidad de todo

lo que la destruye y degrada. «Id y curad». Jesús no encontró un lenguaje mejor. Lo

decisivo es curar, aliviar el sufrimiento, sanear la vida, construir una convivencia

orientada hacia el máximo de felicidad para todos.

Esta es la herencia de Jesús. Nunca en ninguna parte se construirá la vida tal como la

quiere Dios, si no es liberando a los últimos de su humillación y sufrimiento. Nunca

será bendecida por Dios ninguna religión si no busca justicia para ellos.

Page 14: Homilias de Pagola 2008 A

Lunes, 28. Enero 2008 - 17:45 Hora

Doming 4º del Tiempo Ordinario

Dichosos los pobres

Mt, 5, 1-12

Dios y la felicidad

POR lo general no se asocia la idea de Dios con la idea de felicidad. Más bien, es al

revés. Para mucha gente, Dios es alguien que no nos deja vivir felices: nos prohíbe

cosas que nos gustan y nos obliga a hacer otras que nos resultan duras y

desagradables. Por eso, su recuerdo genera tantas veces sentimientos de culpa,

inseguridad y miedo. ¿Cómo ser feliz con ese Dios?

Naturalmente, si las cosas son así, por más que nos digan que Dios es bueno y nos

quiere, es fácil que lo dejemos de lado a la hora de organizarnos la vida. Llevamos tan

dentro de nosotros el deseo de felicidad que, si Dios nos resulta un problema o

conflicto para ser felices, se convierte en inaceptable y hasta detestable.

Se comprende que haya tanta gente que no quiera saber nada de él.

Sin embargo, hay que afirmar con toda claridad algo que es básico en la fe cristiana.

La aspiración suprema del ser humano es vivir feliz.

Ahora bien, si Dios se ha encarnado y se ha «fundido» con la condición humana, está

claro que Dios no puede estar en contra de la felicidad de vivir. Al contrario, su

aspiración suprema coincide con la nuestra. Lo primero que Dios quiere es vernos vivir

dichosos y felices.

Esto no lleva a buscar la felicidad de cualquier manera y a cualquier precio, según mis

conveniencias, intereses y egoísmos, atropellando la felicidad y la dignidad de los

demás.

Page 15: Homilias de Pagola 2008 A

Esa sería la mejor manera de destruir en el mundo la felicidad que Dios quiere para

todos.

Las bienaventuranzas de Jesús no son un programa diseñado para personas piadosas

y sacrificadas sino que plantean de manera provocativa el estilo de vida de quien

busca de verdad la felicidad de todos.

¿Qué sucedería si acertáramos a vivir con un corazón más sencillo y transparente, sin

tanto afán de posesión, más atentos a los que sufren, con hambre y sed de justicia,

trabajando siempre por la paz, soportando el peso de la vida con mansedumbre?

Sencillamente, estaríamos construyendo un mundo más digno y feliz para todos.

DICHOSAS

Probablemente, Jesús sólo pronunció tres bienaventuranzas: las que declaran

dichosos a los pobres, a los hambrientos y los afligidos. Las demás fueron añadidas

más tarde extendiendo a otras áreas su mensaje y dándoles un contenido más moral.

¿Será excesivo atrevimiento hacer hoy algo semejante ante la violencia doméstica?

Dichosas vosotras que sufrís en silencio la amenaza constante de vuestros esposos,

sin que nadie sospeche vuestra angustia, vuestro miedo, insomnios y depresión.

Aunque os cueste creerlo, Dios no se olvida de vosotras.

Ay de nosotros los varones, que no tenemos inteligencia ni corazón para reconocer el

sufrimiento que generamos en la mujer desde nuestras posiciones machistas y

dominantes. Dios confundirá un día nuestra ceguera y prepotencia.

Dichosas vosotras que vivís aterrorizadas por los insultos, golpes y agresiones de

vuestra pareja, sin saber cómo defenderos a vosotras mismas y a vuestros hijos e

hijas de su acoso y violencia diaria. Dios está sufriendo con vosotras.

Ay de nosotros que seleccionamos las víctimas que merecen nuestra atención e

interés, y olvidamos a las mujeres que sufren el «terrorismo doméstico», dejando sin

Page 16: Homilias de Pagola 2008 A

protección a quienes más lo necesitan. Dios desprecia nuestra indiferencia e

hipocresía.

Dichosas vosotras que os sentís ridiculizadas y humilladas por vuestra pareja ante

vuestros propios hijos y ante amigos y conocidos, hasta ver destruida vuestra

personalidad. Dios es el primer defensor de vuestra dignidad.

Ay de nosotros, los creyentes, que vivimos tranquilos pidiendo a Dios por el bienestar

de nuestras familias, sin recordar en nuestras Eucaristías a las víctimas de esta

tragedia doméstica. ¿Cómo va a escuchar Dios nuestra plegaria?

Dichosas vosotras que vivís en la impotencia, la inseguridad y el desprecio, sometidas

al servilismo o perversamente culpabilizadas por vuestra pareja. Tenéis un lugar

especial en el corazón de Dios.

Ay de nosotros, los eclesiásticos, que lo ignoramos casi todo de la violencia doméstica

y no gritamos a los varones la necesidad urgente de conversión. ¿Quién reconocerá

en nuestra predicación al Dios de Jesús?

MAL PROGRAMADOS

Dichosos...

Todos experimentamos que la vida está sembrada de problemas y conflictos que en

cualquier momento nos pueden hacer sufrir. Pero, a pesar de todo, podemos decir que

la «felicidad interior» es uno de los mejores indicadores para saber si una persona

está acertando en el difícil arte de vivir. Se podría incluso afirmar que la verdadera

felicidad no es sino la vida misma cuando está siendo vivida con acierto y plenitud.

Nuestro problema consiste en que la sociedad actual nos programa para buscar la

felicidad por caminos equivocados que casi inevitablemente nos conducirán a vivir de

manera desdichada.

Una de las instrucciones erróneas dice así: «Si no tienes éxito, no vales». Para

conseguir la aprobación de los demás e, incluso, la propia estima hay que triunfar.

La persona así programada difícilmente será dichosa. Necesitará tener éxito en todas

sus pequeñas o grandes empresas. Cuando fracase en algo, sufrirá de manera

indebida. Fácilmente crecerá su agresividad contra la sociedad y contra la misma vida.

Page 17: Homilias de Pagola 2008 A

Esa persona quedará, en gran parte, incapacitada para descubrir que ella vale por sí

misma, por lo que es, aun antes de que se le añadan éxitos o logros personales.

La segunda equivocación es ésta: «Si quieres tener éxito, has de valer más que los

demás». Hay que ser siempre más que los otros, sobresalir, dominar.

La persona así programada está llamada a sufrir. Vivirá siempre envidiando a los que

han logrado más éxito, los que tienen mejor nivel de vida, los de posición más brillante.

En su corazón crecerá fácilmente la insatisfacción, la envidia oculta, el resentimiento.

No sabrá disfrutar de lo que es y de lo que tiene. Vivirá siempre mirando de reojo a los

demás. Así, difícilmente se puede ser feliz.

Otra consigna equivocada: «Si no respondes a las expectativas, no puedes ser feliz».

Has de responder a lo que espera de ti la sociedad, ajustarte a los esquemas. Si no

entras por donde van todos, puedes perderte.

La persona así programada se estropea casi inevitablemente. Termina por no

conocerse a sí misma ni vivir su propia vida. Sólo busca lo que buscan todos, aunque

no sepa exactamente por qué ni para qué.

Las Bienaventuranzas nos invitan a preguntarnos si tenemos la vida bien planteada o

no, y nos urgen a eliminar programaciones equivocadas. ¿Qué sucedería en mi vida si

yo acertara a vivir con un corazón más sencillo, sin tanto afán de posesión, con más

limpieza interior, más atento a los que sufren, con una confianza grande en un Dios

que me ama de manera incondicional? Por ahí va el programa de vida que nos trazan

las Bienaventuranzas de Jesús.

APATIA

Felices los que lloran.

Si algo aparece claro en las bienaventuranzas es que Dios es el Dios de los pobres,

los oprimidos, los que lloran y sufren.

Dios no es insensible al sufrimiento de los hombres. Dios no es apático. Dios «sufre

donde sufre el amor». Por eso, el futuro proyectado y querido por Dios pertenece a

esos hombres que sufren porque apenas hay un lugar para ellos ni en la sociedad ni

en el corazón de los hermanos.

Page 18: Homilias de Pagola 2008 A

Son bastantes los pensadores que creen observar un aumento creciente de la apatía

en la sociedad moderna. Parece estar creciendo la incapacidad del hombre para

percibir el sufrimiento ajeno.

Apatía significa «no-sufrir», incapacidad para sufrir. Es la actitud del hombre ciego que

ya no percibe el dolor. El embotamiento de quien permanece insensible ante el

sufrimiento.

De mil maneras vamos evitando la relaci6n y el contacto con los que sufren.

Levantamos muros que nos separan de la experiencia y la realidad del sufrimiento

ajeno.

Uno intenta mantenerse lo más lejos posible del dolor, sin ser tocado ni afectado por el

sufrimiento de los demás. Se preocupa sólo de sus asuntos, vive «asépticamente» en

su mundo privado, después de colocar el correspondiente «Not disturb».

Y la organización de la vida moderna parece ayudar a encubrir la miseria y soledad de

las gentes, y a ocultar el sufrimiento hondo de las personas.

Raramente experimentamos de forma sensible e inmediata el sufrimiento y la muerte

de los otros. No es frecuente encontrarse de cerca con el rostro perdido de un hombre

marginado. No tocamos la soledad y la desesperación del que vive junto a nosotros.

Hemos reducido los problemas humanos a números y datos. Contemplamos el

sufrimiento ajeno de forma indirecta, a través de la pantalla televisiva. Corremos cada

uno a nuestras ocupaciones sin tiempo para detenernos ante quien sufre.

En medio de esta apatía social, se hace todavía más significativa la fe cristiana en un

«Dios amigo de los pobres», un Dios crucificado, que ha querido sufrir junto a los

abandonados de este mundo.

«Podemos cambiar las condiciones sociales bajo las cuales sufren los hombres...

Podemos hacer retroceder y suprimir incluso el sufrimiento, que aún hoy se produce

para provecho de unos pocos. Pero, en todos esos caminos tropezamos con fronteras

que no se dejan traspasar. No sólo la muerte... También el embrutecimiento y falta de

sensibilidad. El único medio de traspasar estas fronteras consiste en compartir el dolor

con los que sufren, no dejarlos solos y hacer más fuerte su grito».

VIVIR BIEN

Page 19: Homilias de Pagola 2008 A

Dichosos...

A menudo se piensa que la fe, en todo caso, es algo que tiene que ver con la

salvación eterna del ser humano, pero no con la felicidad concreta de cada día, que es

lo que ahora mismo nos interesa. Más aún. Hay quienes sospechan que sin Dios y sin

religión seríamos más dichosos. Por eso es saludable recordar algunas convicciones

cristianas que han podido quedar olvidadas o encubiertas por una presentación

desacertada o insuficiente de la fe. He aquí algunas.

· Dios nos ha creado sólo por amor, no para su propio provecho o pensando en su

interés, sino buscando nuestra dicha. A Dios lo único que le interesa es nuestro bien.

· Dios quiere nuestra felicidad, no sólo a partir de la muerte, en eso que llamamos

«vida eterna», sino ahora mismo, en esta vida. Por eso está presente en nuestra

existencia potenciando nuestro bien, nunca nuestro daño.

· Dios respeta las leyes de la naturaleza y la libertad del ser humano. No fuerza ni la

libertad humana ni la creación.

Pero está junto a los hombres apoyando su lucha por una vida más humana y

atrayendo su libertad hacia el bien. Por eso, en cada momento contamos con la gracia

de Dios para ser lo más dichosos posible.

· La moral no consiste en cumplir unas leyes impuestas arbitrariamente por Dios. Si él

quiere que escuchemos las exigencias morales que llevamos dentro del corazón por el

hecho de ser humanos es porque su cumplimiento es bueno para nosotros. Dios no

prohíbe lo que es bueno para la humanidad ni obliga a lo que puede ser dañoso. Sólo

quiere nuestro bien.

· Convertirse a Dios no significa decidirse por una vida más infeliz y fastidiosa, sino

orientar la propia libertad hacia una existencia más humana, más sana y, en definitiva,

más dichosa, aunque ello exija sacrificios y renuncia. Ser feliz siempre tiene sus

exigencias.

· Ser cristiano es aprender a «vivir bien» siguiendo el camino apuntado por Jesucristo,

y las bienaventuranzas son el núcleo más significativo y «escandaloso» de ese

Page 20: Homilias de Pagola 2008 A

camino. Hacia la felicidad se camina con corazón sencillo y transparente, con hambre

y sed de justicia, trabajando por la paz con entrañas de misericordia, soportando el

peso del camino con mansedumbre. Este camino diseñado en las bienaventuranzas

lleva a conocer ya en esta tierra la felicidad vivida y experimentada por el mismo

Jesús.

Lunes, 4. Febrero 2008 - 10:58 Hora

Domingo 1º de Cuaresma

Al Señor tu Dios adorarás... »

Mt 4, 1-11

Ayuno Escapar de Dios

¿Hay que seguir así?

Estropear la vida

No todo es consumo

No todo es consumo

VIVIMOS en plena cultura del consumo. Por lo general, lo primero que ocupa y

preocupa hoy a la mayoría de las personas es ganar dinero y adquirir cosas con las

que ir satisfaciendo las diversas necesidades. ¿Cómo vivir de manera sana e

inteligente en esta sociedad consumista?

Lo primero, tal vez, es ver qué compramos y qué dejamos de comprar.

No es lo mismo gastar en cenas y restaurantes que en libros, música o arte. Detrás de

nuestras opciones de consumo hay siempre un proyecto de vida. Nuestra manera de

gastar o de organizarnos el fin de semana puede indicar qué es lo importante para

nosotros.

Es indispensable, después, no someterse a la dictadura de la publicidad.

Page 21: Homilias de Pagola 2008 A

Aprender a comprar no de manera impulsiva o por seguir la moda, sino con sensatez,

distinguiendo lo superfluo de lo que nos puede ayudar a vivir con más calidad humana

y de manera más digna y creativa. Es un buen ejercicio desenmascarar la falsedad de

las promesas publicitarias.

Es necesario, además, no caer ingenuamente en el inmediatismo pensando que la

mejor manera de vivir bien es buscar en cada instante lo que más placer produce. En

realidad, quien hace en cada momento lo que más le apetece, sin alimentar proyecto

alguno, no crece como persona ni se capacita para disfrutar de lo más hondo que

encierra la vida.

Si uno vive motivado por algo digno y valioso, pronto se da cuenta de que es mejor

vivir de manera más moderada. ¡Qué respiro se siente al recorrer un hipermercado y

descubrir la enorme cantidad de productos y objetos que se ofrecen y que uno no

necesita para vivir feliz!

En cualquier caso, lo más importante es caer en la cuenta de que las cosas pueden

satisfacer muchas necesidades pero no sacian los deseos más hondos del corazón.

Para vivir bien no basta tener de todo. Hay algo que no se compra en El Corte Inglés y

que el ser humano busca para ser feliz: amor, amistad, paz interior, belleza, verdad,

encuentro con Dios.

Lo decía Jesús: «No sólo de pan vive el hombre...».

AYUNO

Son muchas las costumbres y prácticas sociales que, en pocos años, han quedado

superadas por el ritmo de la vida moderna. Hoy sólo sirven para el recuerdo divertido y

el comentario jocoso. Algo de esto sucede con el ayuno y la abstinencia. ¿Quién se

atreve a proponer seriamente algo tan anacrónico?

Sin embargo, el ayuno sigue teniendo una curiosa vigencia en la actual sociedad.

Pocas veces se han observado dietas tan severas para eliminar la obesidad, cuidar la

silueta o prevenir problemas de salud. Por otra parte, ¿quién se burla de los que hacen

Page 22: Homilias de Pagola 2008 A

«huelga de hambre» como signo de protesta o gesto de presión en favor de causas

justas?

Lo importante en estas cosas es no olvidar el valor original y la sabiduría que

encierran. Estoy convencido de que introducir ayuno y austeridad en nuestra vida

individual y colectiva no es ninguna necedad. Al contrario, puede ser remedio eficaz

para más de una enfermedad.

Naturalmente, lo primero es aclarar que no se trata de «mortificar» el cuerpo porque sí,

ni de matar en nosotros el gusto por la vida y el disfrute agradecido de las cosas. Es lo

contrario.

Liberarnos de aquello que nos impide ser dueños de nosotros mismos para disfrutar

de una vida sana y humana.

Quien vive de forma sobria, mantiene una libertad crítica frente a los reclamos insanos

de la cultura consumista. Se hace más sensible hacia quienes sufren necesidad, y

más disponible para la ayuda solidaria. Le resulta más fácil cultivar la vida del espíritu

y abrirse a la dimensión trascendente de la existencia.

Cada uno sabrá cómo introducir en su vida más ayuno y austeridad. Algunos

necesitan urgentemente moderar sus comidas y no caer en el exceso de alcohol y

tabaco. A otros les haría bien ser menos esclavos de la publicidad y liberarse de cosas

superfluas que asfixian su vida. Algunos necesitarían «ayunar» de tanta televisión y

romper su dependencia del mando a distancia. Otros, renunciar a un estilo de «fin de

semana» agotador y frustrante.

Pero lo importante no es ayunar, sino acertar a alimentarse bien. De ahí la máxima

evangélica: «No sólo de pan vive el hombre. » Es necesario también el silencio, la

reflexión, la apertura a la naturaleza, el arte, la oración. Para el creyente, es vital la

escucha de la Palabra de Dios.

Los cristianos comenzamos estos días un tiempo litúrgico que se llama «cuaresma».

Es un tiempo en el que nos esforzamos por cuidar más nuestra comunicación con

Dios, la escucha del Evangelio y la conversión a Cristo. No tiene por qué ser un tiempo

triste y sombrío. Al contrario, es un tiempo de renovación que nos llevará a vivir la

Page 23: Homilias de Pagola 2008 A

Pascua «resucitando» a una vida nueva.

ESCAPAR DE DIOS

Escapar de Dios ha sido siempre la gran tentación de muchos hombres. Paul Tillich

llega a decir que «el hombre que jamás ha intentado huir de Dios, es el que jamás tuvo

experiencia del Dios que es realmente Dios».

Pero, en la sociedad moderna, son muchos los que reprimen, incluso, la pregunta

misma sobre Dios y ahogan, de diversas maneras, todo planteamiento religioso.

Bastantes se han creado «pequeños dioses» que llenan sus vidas y con quienes

conviven con cierta tranquilidad, aun sin poder ahuyentar del todo una vaga sensación

de insatisfacción y tristeza.

Otros viven siempre «ocupados», siempre forjando planes, siempre metidos en

preparativos, siempre huyendo de lo más profundo de sí mismos, evitando con

cuidado cualquier posible encuentro con Dios.

En el fondo, nos resistimos a que Alguien conozca lo que somos y lo que hacemos.

Intentamos ocultar las profundidades de nuestra alma a nuestros propios ojos. No

podemos soportar un Dios que sea realmente Dios y nos sondee hasta los rincones

más oscuros de nuestro ser.

Por eso, son bastantes los que protestan silenciosamente contra ese Dios, desean que

no exista, lo rebajan hasta el nivel de las cosas dudosas y huyen hacia el ateismo.

Pero, ¿existe algún refugio último que nos aísle y «defienda» de Dios? ¿No estamos

sostenidos y contenidos por algo que es mayor que nosotros mismos, que abarca

nuestra vida y nuestra muerte y que está exigiendo nuestra respuesta?

Por un tiempo, podremos arrojarlo de nuestra conciencia, rechazarlo de mil maneras,

refutarlo, buscar razones para convencernos de que no existe, vivir confortablemente

sin él. Pero, ¿escapa uno de Dios sólo porque trata de olvidarlo?

Sin atrevernos a confesarlo públicamente, ¿no seremos los hombres y mujeres de hoy

unos «reprimidos religiosos»?

Page 24: Homilias de Pagola 2008 A

El relato de las tentaciones de Jesús nos invita a hacernos una pregunta decisiva:

¿Cuál es la manera más humana de enfrentarse a la pregunta sobre Dios? ¿Huir de él

o buscarlo?

Según Jesús, no se trata de huir de Dios sino de descubrir su presencia amistosa y el

rostro de infinita bondad de un Dios que no es nuestro rival, sino el fondo mismo de

nuestra fuente creadora de nuestro existir, el destino último al que tendemos

misteriosamente.

Muchos de nuestros contemporáneos saben en lo secreto de su corazón que

necesitan «reconciliarse» con Dios.

¿HAY QUE SEGUIR ASÍ?

No sólo de pan vive el hombre

Lo propio de nuestra «sociedad consumista» es que no sólo consumimos lo necesario

para la vida, sino que consumimos sobre todo y fundamentalmente bienes superfluos.

Éste es el hecho esencial que mueve básicamente la política y la economía. Lo

importante es «aumentar el crecimiento» y «subir el nivel de consumo». Es lo que

esperan unánimemente todos los ciudadanos.

Todo gira en torno a este consumo de bienes superfluos. Los individuos han aprendido

a cifrar su éxito, su felicidad y hasta su personalidad en poseer tal modelo de coche o

vestir con tal marca. Es el modo natural de vivir. En este consumo «vivimos, nos

movemos y existimos».

Pero, ¿sabemos lo que estamos haciendo?, ¿queremos seguir consumiendo de esta

manera?, ¿es éste el mejor estilo de vida en una sociedad progresista?, ¿no nos

interesa cambiar y humanizar un poco más nuestra vida?

Tal vez, lo primero es tomar conciencia de lo que estamos haciendo. Es un primer

Page 25: Homilias de Pagola 2008 A

paso, pero importante. ¿Por qué compro tantas cosas?, ¿es para estar a la altura de

los amigos y conocidos?, ¿para demostrarme a mi mismo y a los demás que soy

«alguien»?, ¿para que se vea que he triunfado?

Podemos preguntarnos también si somos libres o esclavos. ¿Soy dueño de mis

decisiones o compro lo que me dicta la publicidad?, ¿adquiero lo que me ayuda a vivir

de manera digna y dichosa o estoy llenando mi vida de cosas inútiles?, ¿sé boicotear

anuncios que tratan de manipularme de manera torpe y degradante o soy uno de esos

«esclavos satisfechos» que presumen de tal o cual marca?

Nos hemos de preguntar, sobre todo, si este consumismo tan irresponsable nos

parece justo. Ya nada es bastante para vivir bien. Seguimos creando y creando

necesidades siempre nuevas, y nunca nos sentimos satisfechos. Mientras tanto,

millones de seres humanos no tienen lo necesario para sobrevivir. ¿Qué pensar de

todo esto? ¿No es injusto y estúpido?

«No sólo de pan vive el hombre». Estas palabras de Jesús no son una exhortación

piadosa para creyentes. Encierran una verdad que necesitamos escuchar todos.

ESTROPEAR LA VIDA

Es lamentable ver con qué facilidad nos dejamos arrastrar por costumbres y modos de

vivir que se implantan poco a poco en nuestra sociedad, vaciando de su verdadero

contenido las experiencias más nobles y gozosas del ser humano.

Pensemos, por ejemplo, en lo que ha venido en llamarse la cultura del «tírese después

de usado», que tiende a imponer entre nosotros todo un estilo de vida. Una vez de

usar un producto, hay que buscar rápidamente otro nuevo que lo sustituya.

Page 26: Homilias de Pagola 2008 A

Esta cultura puede estar configurando nuestra manera de vivir las relaciones

interpersonales. De alguna manera, se introduce la tentación de «usar» a las personas

para desecharlas cuando ya no interesan.

Lo podemos constatar diariamente: amistades que se hacen y deshacen según la

utilidad; amores que duran lo que dura el interés y la atracción física; esposas y

esposos abandonados para ser sustituidos por una relación más excitante.

No siempre somos conscientes de cómo podemos estropear nuestra vida cuando

damos culto a modas y estilos de vivir que terminan por deshumanizarnos.

Es una equivocación vivir esclavos del dinero, del éxito profesional, del prestigio social

o de cualquier otro ídolo, sacrificándoles todo: el descanso, la amistad, la familia, la

vida entera.

Cuántas personas, al pasar los años, lo constatan secretamente en su interior. Ganan

cada vez más dinero, tienen prestigio, han logrado lo que perseguían, pero se sienten

cada vez más solas y frustradas.

Su vida se ha llenado de cosas, pero ha quedado vacía de amistades verdaderas.

Saben competir y luchar, pero no saben dar ni recibir amor. Dominan las situaciones

más difíciles, pero no aciertan a crecer como personas.

La advertencia de Jesús siempre será de actualidad: «No sólo de pan vive el hombre,

sino de toda palabra que sale de la boca de Dios». No basta alimentar la vida de

dinero, prestigio, poder o sexo. Lo sepa o no, el hombre necesita amar y ser amado,

perdonar y ser perdonado, acoger y ser acogido.

No le basta al ser humano escucharse a sí mismo y alimentar egocéntricamente sus

propios intereses. Necesita abrirse a Dios y escuchar las exigencias y las promesas

del amor.

Page 27: Homilias de Pagola 2008 A

La conversión no es una práctica ya en desuso que hay que recordar en tiempos de

cuaresma. Es la orientación nueva de toda nuestra vida, el cambio de rumbo que

necesitamos para vivir de manera más sana sin estropear todavía más nuestra

persona.

Martes, 12. Febrero 2008 - 00:04 Hora

Domingo 2º de Cuaresma-A

Éste es mi Hijo... escuchadle Mt 17,1-9

En lo secreto Encontrarse con Dios

Humanizar los conflictos Nueva identidad

NUEVA IDENTIDAD

Para ser cristiano, lo importante no es qué cosas cree una persona sino qué relación

vive con Jesús. Las creencias, por lo general, no cambian nuestra vida. Uno puede

creer que existe Dios, que Jesús ha resucitado y muchas cosas más, pero no ser un

buen cristiano. Es la adhesión a Jesús y el contacto con él lo que nos puede

transformar.

En las fuentes cristianas se puede leer una escena que, tradicionalmente, se ha

venido en llamar la «transfiguración» de Jesús. Ya no es posible hoy reconstruir la

experiencia histórica que dio origen al relato. Sólo sabemos que era un texto muy

querido entre los primeros cristianos pues, entre otras cosas, les animaba a creer sólo

en Jesús.

La escena se sitúa poéticamente en una «montaña alta». Jesús está acompañado de

dos personajes legendarios en la historia judía: Moisés, representante de la Ley, y

Elías, el profeta más querido en Galilea. Sólo Jesús aparece con el rostro

transfigurado. Desde el interior de una nube se escucha una voz: «Éste es mi hijo

Page 28: Homilias de Pagola 2008 A

querido. Escuchadle a él».

Lo importante no es creer en Moisés ni en Elías, sino escuchar a Jesús y oír su voz, la

del Hijo amado. Lo decisivo no es creer en la tradición ni en las instituciones sino

centrar nuestra vida en Jesús. Vivir una relación consciente y cada vez más vital y

honda con Jesucristo. Sólo entonces se puede escuchar su voz en medio de la vida,

en la tradición cristiana y en la misma Iglesia.

Sólo esta comunión creciente con Jesús va transformando nuestra identidad y

nuestros criterios, va cambiando nuestra manera de ver la vida, nos va liberando de

las imposiciones de la cultura, va haciendo crecer nuestra responsabilidad.

Desde Jesús podemos vivir de manera diferente. Ya las personas no son simplemente

atractivas o desagradables, interesantes o sin interés. Los problemas no son asunto

de cada cual. El mundo no es un campo de batalla donde cada uno se defiende como

puede. Nos empieza a doler el sufrimiento de los más indefensos. Podemos vivir cada

día haciendo un mundo un poco más humano. Nos podemos parecer a Jesús.

EN LO SECRETO

Los hechos más importantes de nuestra vida acontecen dentro de nosotros. En lo

secreto del corazón, ante la mirada insondable de Dios. Ahí se recompone nuestro ser,

tal vez roto y maltratado por la vida. Ahí se decide la orientación que queremos dar a

nuestra existencia en un momento determinado. Ahí se despierta de nuevo la luz y el

aliento para seguir caminando.

Tarde o temprano, todos nos podemos ver sacudidos por la crisis. No sabemos

exactamente lo que nos sucede, pero nos sentimos mal. La paz ha desaparecido de

nuestro corazón. Nada logra iluminarnos por dentro. Nadie consigue alentarnos desde

fuera. ¿Quién nos puede arrancar de «las tinieblas»?

Hay algo de importancia suma dentro de toda crisis: nuestro deseo de encontrar paz,

luz y vida. Todo nos está llamando a vivir. Lo que necesitamos es ir a lo esencial,

Page 29: Homilias de Pagola 2008 A

dejando a un lado lo que tiene menos importancia o no nos hace bien.

Necesitamos algo más: sentirnos «acogidos» de manera incondicional. Saber que, en

el fondo de todo y a pesar de todo, Dios está protegiendo nuestra vida. Él nos acepta

tal como estamos: con nuestra fragilidad, frustraciones, errores y heridas. Podemos

confiar en él sin temor a ser juzgados o avergonzados. Dios no quiere vernos sufrir.

Necesitamos, además, luz. Una luz que puede emerger precisamente con más

hondura en esos momentos de sufrimiento interior. En la confusión o la huída de sí

mismo no es posible gustar la paz. Sabernos acogidos por Dios nos puede ayudar a

aceptarnos con nuestras sombras y heridas.

Consolados por la misericordia de Dios, podemos dejarnos iluminar hasta el fondo,

reorientar nuestra vida e iniciar humildemente un camino más auténtico.

Sin duda, hay personas que nos pueden ayudar mucho desde fuera con su acogida y

su luz, pero nadie como ese Amigo y Maestro interior de vida, que es Jesús.

El relato evangélico nos habla de unos discípulos que se sobrecogen y asustan al

verse «envueltos en una nube» que lo oscurece todo. Pero, desde el interior mismo de

la nube, escuchan una voz que los orienta hacia Jesús: «Éste es mi Hijo... escuchadle

a él».

HUMANIZAR LOS CONFLICTOS

«escuchadle....

Para el cristiano la actitud de «escucha» es algo esencial. Sólo el que sabe escuchar y

prestar atención a la voz de la verdad que sale de Jesús, puede crecer como creyente.

Así se nos invita hoy en el relato evangélico. «Este es mi Hijo... escuchadle».

Esta escucha no es sólo una disponibilidad general ante las palabras de Jesús. Es una

voluntad eficaz de configurar nuestro estilo de vida siguiendo las huellas del Maestro.

Por eso, es importante aprender a ver en Jesús el modelo de actuación concreta que

puede guiar nuestra conducta en medio de una sociedad tan conflictiva como la

nuestra.

Jesús ha vivido en una sociedad profundamente conflictiva e inestable. ¿Cuál ha sido

su actitud fundamental?

Page 30: Homilias de Pagola 2008 A

Jesús no ignora los conflictos ni los elude cómodamente. Pero, los conflictos, en

cuanto oposición y enfrentamiento de hombres que todavía no se aceptan en

fraternidad, justicia y verdad, han de ser humanizados.

Por eso, Jesús se hace presente en la conflictividad de su tiempo como creador de

fraternidad y justicia, haciendo del amor real a todo hombre la norma decisiva de

conducta, incluso ante los enemigos.

Por eso su actuación no es la de quien busca «prudentemente» la neutralidad y el

equilibrio, sino la de quien se pone de parte de los que más sufren las consecuencias

de los conflictos.

Jesús no conocerá la vida tranquila del que adopta una postura de indiferencia,

mutismo o inhibición ante las injusticias. Precisamente porque busca una verdadera

reconciliación y no una falsa «pacificación», el creador de fraternidad se convertirá en

fuente de conflictos.

Su búsqueda de una sociedad más reconciliada en la justicia, provocará

inevitablemente la reacción violenta de quienes sienten amenazados sus propios

intereses.

Pero, aun entonces, la reacción personal de Jesús ante la agresión de sus adversarios

será siempre de amor incondicional.

Jesús, creador incansable de convivencia y fraternidad, morirá en la cruz solo,

aparentemente fracasado, víctima del conflicto y rechazo de los hombres, pero

ofreciendo su perdón generoso en un gesto último y decisivo de reconciliación,

amistad y fe en el hombre.

¿No es urgente entre nosotros la presencia de hombres y mujeres capaces de

humanizar nuestros conflictos aun a costa de sufrir alguna crucifixión?

ENCONTRARSE CON DIOS

Para encontrarse con Dios, lo importante no es darle muchas vueltas a la cabeza.

Tampoco se trata de hacer esfuerzos sobrehumanos para llegar hasta lo impenetrable,

ni de proferir fuertes gritos para hacernos oír por El.

Lo primero es hacer silencio, por fuera y por dentro, y escuchar su presencia en

Page 31: Homilias de Pagola 2008 A

nosotros. Sosegar nuestra casa interior para acoger al que habita en nosotros. Como

dice J. Martín Velasco, «afinar el oído para captar el murmullo, casi siempre suave

como la brisa, de su paso».

El encuentro con Dios es siempre personal. Intransferible. Podemos interceder unos

por otros, pero nadie puede orar en lugar de otra persona. No es posible comunicarse

con Dios por procurador. Cada uno ha de abrirse confiadamente a su presencia.

Es cierto que podemos utilizar fórmulas heredadas de generaciones anteriores, para

orar a Dios. Puedo repetir los salmos y plegarias que otros creyentes han utilizado en

otros tiempos. Pero, al final, soy yo el que tengo que recorrer mi propio camino y

encontrar a Dios en mi vida.

Lo decía León Felipe en los conocidos versos de su poema: «Nadie fue ayer, / ni va

hoy, / ni irá mañana / hacia Dios / por este mismo camino / que yo voy. / Para cada

hombre guarda / un rayo nuevo de luz el sol... / y un camino virgen / Dios.»

Cada uno camina hacia Dios desde sus propias peripecias, sus problemas y estados

de ánimo.

Por eso, una oración despersonalizada es una contradicción. Sólo tiene de oración el

nombre y la apariencia. Cuando se da verdadera comunicación con Dios, allí hay una

persona viva, un hombre o una mujer que interroga, que busca, que suplica, que goza

o se queja, que alaba o confía.

Esta comunicación viva y personal con Dios es capaz de transformar a la persona y

reorientar de manera nueva su vida. Cuando uno escucha con paz a Dios en el fondo

de su corazón, se le iluminan zonas oscuras que antes escapaban a su mirada;

aprende a diferenciar lo real de lo meramente aparente y engañoso; descubre en su

interior fuerzas que parecían haber desaparecido para siempre. La vida se transforma.

Uno cuenta con una luz nueva, una fuerza que conforta, un espíritu que libera del

desaliento. Y, sobre todo, se siente amado y con fuerzas para amar.

En el relato evangélico, cargado de hondas resonancias bíblicas, una nube cubre a los

discípulos que se echan a temblar. De la nube surge una voz: «Este es mi Hijo...

escuchadle. »

La vida del creyente cambia y pasa del miedo a la paz cuando sabe escuchar el

misterio de Dios revelado en su Hijo Jesús

Page 32: Homilias de Pagola 2008 A

Lunes, 18. Febrero 2008 - 18:27 Hora

Domingo 3ª de cuaresma

Si conocieras el don de Dios Jn 4, 5-4

Dios y moral Encontrarse a gusto con Dios

Conflicto cultural Si conocieras el don de Dios

El don de Dios

LOS cristianos han oído decir desde siempre que «Dios es Amor» (1 Jn 4,8), pero

muchos ni siquiera sospechan lo que se quiere decir con esta afirmación central y

decisiva del cristianismo. Si un día cayeran en cuenta, nacería en ellos una fe en Dios

absolutamente diferente y nueva.

En realidad, no nos atrevemos a creer que Dios es amor, es decir, que no sólo nos

tiene amor y nos quiere, sino que, en su ser más íntimo, es amor y que, por lo tanto,

de él no puede brotar más que amor, incluso cuando nosotros no merecemos ser

amados. Dios es así; amor sin condiciones ni restricciones.

A nosotros nos resulta «increíble» que podamos ser amados sin condiciones. Por eso,

enseguida proyectamos sobre Dios nuestros fantasmas y miedos recortando y

deformando su amor.

En el fondo pensamos que Dios es muy bueno y nos quiere, pero sólo si sabemos

corresponderle: es decir, Dios ama como amamos nosotros, con condiciones, incluso

exigiendo más que nosotros.

Este Dios no resulta muy agradable. Bastantes lo sienten como un ser peligroso, una

amenaza, una censura constante, un juez implacable que no hace sino generar

sentimientos de culpa, inseguridad y miedo. No es extraño que haya tanta gente que

no quiera saber nada de él.

Junto al pozo de Jacob, Jesús conversa con una mujer doblemente despreciable para

un judío, por mujer y por samaritana. Jesús que mira siempre el corazón de las

personas, le dice estas palabras inolvidables: «Si conocieras el don de Dios y quién es

el que te pide de beber, le pedirías tú y él te daría agua viva».

Page 33: Homilias de Pagola 2008 A

Muchos cristianos no conocen el «don de Dios» y no pueden sentirse a gusto con él

porque sólo conocen sus exigencias, no su amor incondicional y gratuito. No pueden ni

sospechar que Dios podría ser para ellos «agua viva» que les haría vivir de manera

más digna y dichosa.

En la Iglesia, como en tiempos de Jesús, hay jerarcas, doctores, sacerdotes y

escribas, pero, ¿hay testigos capaces de contagiar y sugerir con su palabra y su vida

el verdadero rostro de Dios? Y si no hacemos esto, ¿para qué hacemos todo lo

demás?

DIOS Y MORAL

Hay un dicho que se recuerda entre los moralistas y encierra no poca sabiduría:

«Dime qué imagen de Dios tienes y te diré qué tipo de moral practicas», y

viceversa: «dime qué moral vives y te diré qué idea de Dios tienes». Es así. Hay

una relación estrecha entre nuestra imagen de Dios y nuestra manera de entender y

vivir la dimensión moral de lalvida. Una imagen de Dios, descomprometido de la

historia de los hombres e interesado sólo por su honor, su gloria y sus derechos,

conduce a un divorcio entre fe y compromiso moral. Si a Dios no le importa nuestra

felicidad, ya nos preocuparemos nosotros de conseguirla. Cuando a Dios se le percibe

alejado de nuestra realidad, las personas se van olvidando de Dios y organizan la vida

a su manera. Cuando a Dios se le considera como el «legislador» universal que, al

crear el mundo, lo ha ordenado según unas leyes eternas que hemos de cumplir para

no terminar condenados, la moral se convierte en fuente de una vida infantil e

inmadura, que no ayuda a desarrollar la propia responsabilidad. Es fácil entonces caer

en el miedo al castigo o en la búsqueda del premio, sin aprender a amar la vida, el

mundo y las personas desde lo más hondo de nuestro ser.

Dios se puede convertir también en carga pesada para la conciencia moral. La imagen

de un Dios «justiciero», atento siempre a nuestros pecados, puede arruinar la paz de

las personas. Cuántos escrúpulos, angustias y falsos rigorismos han convertido la vida

de no pocos en un tormento.

Sólo la fe en un Dios, Padre de misericordia, que mira con amor nuestra vida y busca

Page 34: Homilias de Pagola 2008 A

con pasión nuestra felicidad, puede hacernos vivir una moral sana y responsable. Hay

quienes temen que un «Dios Amor» pueda conducir a una vida moral cómoda e

irresponsable. No es así. Cuando alguien se siente amado por Dios, se esfuerza como

nadie en responder de manera fiel y exigente.

Lo primero no es el esfuerzo moral sino la fe y la experiencia de Dios. Algo de esto le

sugería Jesús a la samaritana: «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te

pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva».

ENCONTRARSE A GUSTO CON DIOS

Son bastantes las personas que, a lo largo de estos años, se han ido alejando de Dios,

casi sin advertir lo que realmente estaba ocurriendo en sus vidas.

Hoy Dios les resulta un «ser extraño». Cuando entran en una iglesia o asisten a una

celebración religiosa, todo les parece artificial y vacío. Lo que escuchan se les hace

lejano e incomprensible.

Tienen la impresión de que todo lo que está ligado con Dios es infantilismo e

inmadurez, un mundo ilusorio donde falta sentido de la realidad.

Y, sin embargo, esas mismas personas en cuya vida apenas hay experiencia religiosa

alguna, andan con frecuencia a la búsqueda de paz interior, de profundidad, de

sentido. Más aún. Aunque ya no creen en «el Dios de su infancia», acogerían de

nuevo a Dios si lo descubrieran como la Realidad gozosa que sostiene, alienta y llena

todo devida. Pero, ¿se puede encontrar de nuevo a Dios una vez que la persona se ha

alejado de toda religiosidad? ¿Es posible una experiencia nueva de Dios? ¿Por dónde

buscar?

Algunos buscan «pruebas». Exigen garantías para tener seguridad. Pretenden

controlar a Dios, verificarlo, analizarlo, como si se tratara de un objeto de laboratorio.

Pero Dios se encuentra en otro plano más profundo. A Dios no se le puede aprisionar

en la mente. Quien lo busca sólo por la vía estrecha de la razón corre el riesgo de no

encontrarse nunca con El. Dios es «el Misterio del mundo». Para descubrirlo, hemos

de ahondar más.

Precisamente por esto, algunos piensan que Dios no está a su alcance. Tal vez esté

en algún lugar lejano de la existencia, pero habría que hacer tal esfuerzo para

Page 35: Homilias de Pagola 2008 A

encontrarse con El, que no se sienten con fuerzas.

Sin embargo, Dios está mucho más cerca de lo que sospechamos. Está dentro de

nosotros mismos. O lo encontramos en el fondo de nuestro ser o difícilmente lo

encontraremos en ninguna parte.

Si yo me abro, El no se cierra. Si yo escucho, El no se calla. Si yo me confío, El me

acoge. Si yo me entrego, El me sostiene. Si yo me dejo amar, El me salva.

Tal vez la experiencia más importante para encontrar de nuevo a Dios es sentirse a

gusto con El, percibirlo como presencia amorosa que me acepta como soy. Cuando

una persona sabe lo que es sentirse a gusto con Dios a pesar de su mediocridad y

pecado, difícilmente lo abandona. Recordemos las palabras de Jesús a la samaritana:

«Si conocieras el don de Dios... le pedirías de beber y él te daría agua viva».

Muchas personas están abandonando hoy la fe sin haber saboreado a Dios. Si

conocieran lo que es encontrarse a gusto con El, lo buscarían.

CONFLICTO CULTURAL

Los judíos no se trataban con los samaritanos...

Los judíos despreciaban a la comunidad samaritana porque su población, después de

la invasión asiria, había quedado mezclada con sangre de colonos extranjeros. Por su

parte, los samaritanos habían reaccionado construyendo su propio templo en el monte

Garizín, como rival del que se levantaba en Jerusalén.

El enfrentamiento llegó a alcanzar caracteres dramáticos. El año 128 a.C., los judíos

destruyeron el templo samaritano. A su vez, en tiempos del procurador Coponio,

siendo Jesús todavía un adolescente, los samaritanos consiguieron profanar el templo

de Jerusalén esparciendo en él huesos humanos durante las fiestas de pascua.

Jesús sufrió en su propia carne el enfrentamiento, mutuo desprecio y odio existentes

entre las dos comunidades.

En cierta ocasión, los habitantes de una aldea samaritana lo rechazan, sencillamente,

porque ven en él un peregrino judío que se dirige al odiado templo de Jerusalén. Por

otra parte, sus mismos compatriotas judíos lo insultan y llaman «samaritano» porque

se atreve a criticar a los suyos y trata de crear un nuevo clima entre las dos

comunidades.

Page 36: Homilias de Pagola 2008 A

Sin embargo, la actitud de Jesús es siempre la misma: derribar las barreras de

enemistad que separa a aquellos dos pueblos hermanos, apelando a la fe en un

mismo Padre de todos.

Por eso, Jesús en el diálogo con la mujer samaritana, no admite una liturgia que

separe a los hombres y los enfrente entre sí. Los que dan «culto verdadero» han de

hacerlo movidos por un espíritu de fraternidad y de verdad.

Dos grandes tradiciones culturales conviven desde hace siglos en nuestra tierra. Dos

culturas diferentes que han ido configurando dos modos de ser y dos sensibilidades

colectivas diferentes.

Con frecuencia, lo que podría ser mutuo enriquecimiento y complementación se

convierte en fuente de conflictos, motivo de mutuo desprecio y enfrentamiento

pernicioso para todos.

Concepciones puristas de la propia cultura, actitudes despectivas ante la cultura ajena,

opciones políticas vividas con apasionamiento, están desgarrando la convivencia de

«euskaldunes» y no «euskaldunes».

La reconciliación en nuestro pueblo pasa hoy por una mutua valoración y apertura de

ambas culturas, un esfuerzo de mutuo enriquecimiento, evitando el dominio

hegemónico de una cultura sobre otra, atendiendo de manera más cuidada la que está

más amenazada. ¿Seremos capaces de construir un único pueblo desde tradiciones

culturales diferentes o caeremos una vez más en el enfrentamiento y la mutua

agresión?

SI CONOCIERAS EL DON DE DIOS

Son bastantes las personas que, al abandonar las prácticas y ritos prescritos por la

Iglesia, han eliminado también de su vida toda experiencia religiosa. Ya no se

comunican con Dios. Ha quedado rota toda relación con El.

Esta incomunicación con Dios no es buena. No hace a la persona más humana, ni da

más fuerza para vivir. No ayuda a caminar por la vida de manera más sana. Por otra

parte, es bueno recordar que hay muchos caminos para comunicarse con Dios, y no

todos pasan necesariamente por la Iglesia. Yo diría que hay tantos caminos como

Page 37: Homilias de Pagola 2008 A

personas. Cada vida puede ser un camino para encontrarse con ese Dios Bueno que

está en el fondo de todo ser humano.

Dios es invisible. «Nadie lo ha visto», dice la Biblia. Es un Dios escondido. Pero, según

Jesús, ese Dios oculto se revela. No a los hombres grandes e inteligentes, sino a los

«pequeños y sencillos», estén dentro o fuera de la Iglesia.

Dios es inefable. No es posible definirlo ni explicarlo con precisión. No podemos hablar

de El con conceptos adecuados. Pero podemos hablarle a El y, lo que es más

importante, El nos habla, incluso aunque no abramos nunca las páginas de la Biblia.

Dios es trascendente y gratuito. No está obligado a nada. Nadie lo puede condicionar.

Es Amor libre e insondable. Ningún hombre o mujer queda lejos de su ternura, viva

dentro o fuera de una comunidad creyente.

A veces, podemos captar su cercanía en nuestra propia soledad. En el fondo, todos

estamos profundamente solos ante la existencia. Esa soledad última sólo puede ser

visitada por Dios. Si escuchamos hasta el fondo nuestro propio desamparo, tal vez

percibamos la presencia del Amigo fiel que acompaña siempre. ¿Por qué no abrirnos a

El?

Otras veces, lo podemos encontrar en nuestra mediocridad. Cuando nos vemos

cogidos por el miedo o amenazados por la depresión y el fracaso, El está ahí. Su

presencia es respeto, amor y comprensión. ¿Por qué no invocarle?

Podemos intuirlo incluso en nuestras dudas y confusión. Cuando todo parece

tambalearse y no acertamos ya a creer en nada ni en nadie, queda Dios. En medio de

la oscuridad puede brotar la claridad interior. Dios entiende, ama, lo conduce todo

hacia el bien. ¿Por qué no confiar en El?

Dios está también en las mil experiencias positivas de la vida. En el hijo que nace, en

la fiesta compartida, en el trabajo bien hecho, en el acercamiento íntimo de la pareja,

en el paseo que relaja, en el encuentro amistoso que renueva. ¿Por qué no elevar el

corazón hasta Dios y agradecerle el don de la vida?

Hemos de recordar aquella verdad que decía el viejo catecismo: «Dios está en todas

partes. » Está siempre, está en todo. Nadie está olvidado por su amor de Padre, todos

tienen acceso a El por medio de su Hijo, en todos habita su Espíritu. Dios es un regalo

para quien lo descubre. «Si conocieras el don de Dios... El te daría agua viva. »

Page 38: Homilias de Pagola 2008 A

Martes, 26. Febrero 2008 - 10:30 Hora

Domingo 4º de Cuaresma-A

PARA QUE LOS QUE NO VEN, VEAN JN, 9. 1-41

Testigo de la verdad Mentirse a sí mismo

El ateismo de la insinceridad Abrir los ojos

Quedarse ciego

QUEDARSE CIEGO

HAY muchas maneras de quedarse ciego en la vida, sin verdad interior que ilumine

nuestros pasos. Formas diversas de caminar en tinieblas sin saber exactamente qué

queremos o hacia dónde vamos.

No es superfluo señalar algunas.

Es muy fácil pasarse la vida entera ocupado sólo por las cuestiones más inmediatas y,

aparentemente, más urgentes y prácticas, sin preguntarme nunca «qué voy a hacer de

mí». Nos instalamos en la vida y vamos viviendo aunque no sepamos ni por qué ni

para qué.

Es también corriente vivir programado desde fuera. La sociedad de consumo, la

publicidad y las modas van a ir decidiendo qué me ha de interesar, hacia dónde he de

dirigir mis gustos, cómo tengo que pensar o cómo voy a vivir.

Son otros los que deciden y fabrican mi vida. Yo me dejo llevar ciegamente.

Hay otra manera muy posmoderna de caminar en tinieblas: vivir haciendo «lo que me

apetece», sin adentrarme nunca en la propia conciencia. Al contrario, eludiendo

siempre esa voz interior que me recuerda mi dignidad de persona responsable.

Probablemente el mejor modo de vivir ciegos es mentirnos a nosotros mismos.

Construirnos una «mentira-raíz», fabricarnos una personalidad falsa, instalarnos en

ella y vivir el resto de nuestra vida de manera falsa y engañosa.

Es también tentador ignorar aquello que nos obligaría a cambiar. Cerrar los ojos y

«autocegarnos» para no ver lo que nos interpelaría.

Ver sólo lo que queremos ver, utilizar una medida diferente para juzgar a otros y para

Page 39: Homilias de Pagola 2008 A

juzgarnos a nosotros mismos, no enfrentarnos a la luz.

Según el relato del ciego de Siloé, Jesús puede «abrir los ojos» a la persona pero hay

que dejarse trabajar por él.

Por eso, el relato termina con estas palabras: «Si estuvierais ciegos, no tendríais

pecado, pero como decís que veis, vuestro pecado permanece».

Son palabras que hacen pensar.

TESTIGO DE LA VERDAD

Hay un rasgo que define el ser de Jesús y configura toda su actuación: su voluntad de

vivir en la verdad. Es sorprendente su decisión de vivir en la realidad, sin engañarse ni

engañar a nadie. No es frecuente en la historia encontrarse con un hombre así. Jesús

no sólo dice la verdad. Cree en la verdad y la busca. Está convencido de que la verdad

humaniza a todos.

Es por eso que no tolera la mentira o el encubrimiento. No soporta la tergiversación o

las manipulaciones. No hay en él atisbos de disimular la verdad o de convertirla en

propaganda. Su honradez con la realidad lo hace libre para decir toda la verdad. Jesús

se convertirá en «voz de los sin voz y voz contra los que tienen demasiada voz» (J.

Sobrino).

Jesús va siempre al fondo de las cosas. Habla con autoridad porque habla desde la

verdad. No necesita falsos autoritarismos. Habla con convicción pero sin

dogmatismos. No necesita presionar a nadie. Basta su verdad. No grita contra los

ignorantes sino contra los que oprimen interesadamente la verdad para actuar de

manera injusta.

Jesús invita a buscar la verdad. No habla como los fanáticos que la imponen ni como

los funcionarios que la «defienden» por obligación. Dice las cosas con absoluta

sencillez y soberanía. Lo que dice y hace es diáfano y fácil de entender. La gente lo

percibe enseguida. En contacto con Jesús, cada uno se encuentra consigo mismo y

con lo mejor que hay en él. Jesús nos lleva a nuestra propia verdad.

Cuando este hombre habla de un Dios que quiere una vida digna para los más

desgraciados e indefensos, se hace creíble. Su palabra no es la de un farsante

interesado por su propia causa. Tampoco la de un religioso piadoso en busca de su

Page 40: Homilias de Pagola 2008 A

bienestar espiritual. Es la palabra de quien trae la verdad de Dios para quienes la

quieran acoger.

Según el cuarto evangelio, Jesús dice: «Yo he venido a este mundo para que los

que no ven, vean, y los que ven, se queden ciegos». Es así. Cuando reconocemos

nuestra ceguera y acogemos su evangelio, comenzamos a ver la verdad.

MENTIRSE A SI MISMO C

omo decís que veis, vuestro pecado persiste

Siempre me ha sorprendido cuánto se habla y se escribe condenando abusos e

injusticias de todo género, y qué poco se analiza la mentira e hipocresía que se

encierra detrás de no pocos comportamientos.

Sin embargo, la experiencia nos dice que, para hacer el mal, el ser humano necesita

casi siempre mentir y, sobre todo, mentirse a sí mismo. Raras veces el hombre hace el

mal llamándolo «mal». Necesita enmascararlo o maquillarlo de alguna manera, pues,

de lo contrario, no se soportaría a sí mismo.

Pocas veces se estudia el mecanismo de la mentira y la gravedad que encierra. Antes

de mentir y engañar a otros, el hombre comienza por mentirse y engañarse a sí

mismo. Casi sin darse cuenta, la persona se construye una «mentira-raíz», se implanta

en ella y desde ahí orienta toda su vida de manera falsa y engañosa.

Llama la atención con qué fuerza ha destacado J.L. Segundo en su último estudio

cristológico, «La historia perdida y recuperada de Jesús», la actuación de Cristo como

«desenmascarador» de esa mentira sobre la que se asienta la conducta equivocada

de no pocos hombres.

Jesús no condena «las mentiras», sino ese mecanismo de la mentira implantado en el

corazón de la persona, capaz de viciar de raíz toda su existencia. Lo que le preocupa

no es la mentira ocasional de quien, para salir del paso, trata de ocultar avergonzado

su actuación equivocada, sino la postura de hipocresía y ceguera del que vive

engañándose a sí mismo.

Jesús desenmascara, en primer lugar, la mentira religiosa. Esa hipocresía de quien

vive una relación puramente exterior con Dios, que no cambia en nada lo profundo de

su persona. Su crítica se resume en aquella frase de Isaías que Jesús repite:

Page 41: Homilias de Pagola 2008 A

«Hipócritas... Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de

mí. »

Reprueba, asimismo, la hipocresía condenatoria. Esa postura de quien tiene una

medida diferente para medirse a sí mismo y para medir a los demás. La crítica de

Jesús se resume en estas palabras: «Hipócrita, ¿cómo es que miras la brizna que

hay en el ojo de tu hermano y no reparas en la viga que hay en tu ojo?»

Jesús condena también el engaño de quien sólo ve lo que quiere ver y desconoce lo

que no quiere conocer. No se trata de ignorancia o desinterés, sino de un positivo

interés de la persona por desconocer aquello que la obligaría a cambiar. Su

pensamiento se recoge en esta frase: «Todo aquel que obra el mal detesta la luz, y no

se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. »

Lo más grave que le puede suceder a un hombre es acostumbrarse a caminar en la

mentira creyendo que camina en la verdad. El Evangelio nos recuerda las duras

palabras de Jesús: «Si estuvierais ciegos, no tendríais pecado; pero como decís que

veis, vuestro pecado persiste. » Quien se miente a sí mismo se cierra a la verdad. Esa

es su gran desgracia, pues sólo la verdad renueva y trae alegría a la vida.

EL ATEISMO DE LA INSINCERIDAD

para que los que no ven, vean. A

lguien ha dicho que el ateísmo que nos amenaza realmente en estos tiempos es «el

ateísmo de la insinceridad».

No nos atrevemos ya a plantearnos con seriedad las preguntas fundamentales en las

que Dios nos puede salir al encuentro.

Por lo general, el hombre actual no tiene coraje para preguntarse de dónde viene y a

dónde va, quién es y qué debe hacer en el breve tiempo que va entre el nacimiento y

la muerte.

Estas preguntas no encuentran ya respuesta alguna. Más aún. La inmensa mayoría ni

se las plantea.

Son muchos los que dicen no encontrar un sentido a la vida. ¿No sería más exacto

decir que han perdido la capacidad de buscar sentido a la vida?

Debajo de muchas actitudes de autosuficiencia, superficialidad o pasotismo, se

Page 42: Homilias de Pagola 2008 A

esconde, con mucha frecuencia, un hombre que no tiene valor para bajar con

sinceridad a lo más hondo de su ser.

Es más fácil buscar satisfacciones inmediatas que enfrentarse responsablemente a la

vida. Más fácil instalarse cómodamente en la seguridad que aspirar a vivir

sinceramente como hombre hasta las últimas consecuencias.

¿No encuentra aquí una de sus raíces más profundas el ateísmo de muchos de

nuestros contemporáneos? «Ser religioso significa preguntar apasionadamente por el

sentido de la vida y estar abierto a una respuesta, aún cuando nos haga vacilar

profundamente». Cuando falta esta búsqueda honrada, comienza uno a deslizarse

hacia el ateísmo.

Según el célebre neurólogo V. Frankl, fundador de la logoterapia, «un hombre que ha

perdido el sentido de la vida, la razón de existir, aunque sea sano psíquicamente, está

espiritualmente enfermo». Quizás, una de nuestras primeras tareas sea la de

reconocer que muchas de nuestras incoherencias, contradicciones y conflictos

internos tienen su origen en nuestra incapacidad de buscar sinceramente la luz.

Podríamos decir más. Hay cegueras profundas en nosotros que sólo pueden ser

curadas si sabemos abrirnos con humilde sinceridad a ese Jesús que es luz venida al

mundo «para que los que no ven, vean, y los que ven, no vean».

Jesucristo siempre será para los hombres una llamada al deber y al coraje de ser

veraces y sinceros en la existencia. Hay una luz capaz de iluminarnos. El hombre

puede rehuirla, pero al hacerlo, reduce el mundo a su propia oscuridad.

ABRIR LOS OJOS

Empecé a ver

Posiblemente, bastantes juzgarán excesivamente negativa la afirmación del pensador

húngaro Ladislaus Boros cuando dice que «nuestra vida es en gran parte una

mentira».

Es cierto que hay en nosotros momentos de honradez, lealtad y franqueza, y, sin

embargo, ¿no es también cierto que, de alguna manera, nos mentimos a nosotros

mismos a lo largo de toda la vida?

Page 43: Homilias de Pagola 2008 A

Con esto no queremos decir que nos pasemos la vida falseando los hechos o tratando

de engañar a los que nos rodean. Se trata de algo más sutil y profundo. Lo podríamos

llamar «inautenticidad de nuestra existencia».

Nuestra vida consiste, en gran parte, en eludir. No queremos enfrentarnos a lo que nos

obligaría a cambiar. No queremos reconocer nuestras equivocaciones y nuestro

pecado. Quizás no obramos con mala intención. Sencillamente eludimos lo que nos

urgiría a vivir con más verdad.

No escuchamos las llamadas que nacen desde nuestra conciencia, invitándonos a ser

mejores. Pasamos de largo ante todo aquello que cuestiona nuestra vida. No

mentimos con nuestra boca, pero mentimos con nuestra vida.

Preferimos seguir cerrando los ojos y el corazón. Tal vez, proclamamos los grandes

ideales de «verdad», «justicia» y «paz» para otros. Pero nosotros no damos ningún

paso para transformar nuestra vida.

Entonces corremos el riesgo de limitarnos a «vegetar». Casi sin advertirlo, nuestra

vida se va haciendo monótona e insulsa. Tratamos de reavivarla con mil distracciones

y proyectos, pero la monotonía va envolviendo lentamente toda nuestra existencia de

tedio y vaciedad.

El que no vive su vida desde su verdad más honda, puede conocer el éxito y el

bienestar, pero no sabrá nunca lo que es la felicidad interior. Y la razón de este

descontento es muy simple, aunque hoy casi todos lo olviden: el ser humano es

incapaz de ser totalmente superficial.

De ahí la necesidad de reaccionar y dejar brotar en nosotros esa «verdad interior»

que, una y otra vez, pugna por abrirse camino en nuestra vida.

Lo que necesitamos es mayor lealtad ante nosotros mismos y ante Dios. Una actitud

más sincera y transparente que nos permita vernos tal como somos y abrirnos más

humildemente a la verdad.

No encerrarnos tercamente en nuestra ceguera. No obstinarnos en defender lo que es

indefendible en nuestra vida. No seguir engañándonos por más tiempo. Abrir los ojos.

El episodio de la curación del ciego de Siloé nos recuerda que cuando un hombre se

deja iluminar y trabajar por Cristo, se le abren los ojos y comienza a verlo todo con luz

nueva.

Page 44: Homilias de Pagola 2008 A

Lunes, 3. Marzo 2008 - 16:29 Hora

Domingo 5º de Cuaresma-A

¿SOLO ESTA VIDA?

Estamos demasiado cogidos por el «más acá» para preocuparnos del «más allá».

Sometidos a un ritmo de vida que nos aturde y esclaviza, abrumados por una

información asfixiante de noticias y acontecimientos diarios, fascinados por mil

atractivos objetos que el desarrollo técnico ha puesto en nuestras manos, no parece

que necesitemos un horizonte más amplio que «esta vida» en que nos movemos.

¿Para qué pensar en «otra vida»? ¿No seria mejor encauzar todas nuestras fuerzas a

organizar lo mejor posible nuestra existencia en este mundo? ¿No deberíamos

esforzarnos al máximo en llevar la vida que se nos ha dado ahora lo más

humanamente posible y callarnos respecto a todo lo demás? ¿No es mejor aceptar la

vida con su oscuridad y sus enigmas y dejar «el más allá» como un misterio del que

nada sabemos?

Sin embargo, el hombre contemporáneo, como el de todas las épocas, sabe que en el

fondo de su ser está latente siempre la pregunta más seria y difícil de responder: ¿qué

va a ser de todos y cada uno de nosotros?

Cualquiera que sea nuestra ideología, nuestra fe o postura ante la vida, el verdadero

problema al que estamos enfrentados todos es nuestro futuro. ¿Qué final nos espera?

P.L. Berger nos ha recordado con profundo realismo que «toda sociedad humana es,

en última instancia, una congregación de hombres frente a la muerte».

Por ello, es ante la muerte precisamente donde aparece con más claridad «la verdad»

de la civilización contemporánea que, curiosamente, no sabe qué hacer con ella si no

es ocultarla asépticamente y eludir al máximo su trágico desafío.

Más honrada nos parece la postura de hombres como nuestro Eduardo Chillida que,

en alguna ocasión, se ha expresado en estos términos: «De la muerte, la razón me

dice que es definitiva. De la razón, la razón me dice que es limitada».

Es aquí donde hemos de situar la postura del creyente que sabe enfrentarse con

Page 45: Homilias de Pagola 2008 A

realismo y modestia al hecho ineludible de la muerte, pero lo hace desde una

confianza radical en Cristo resucitado.

Una confianza que, difícilmente, puede ser entendida «desde fuera» y que sólo puede

ser vivida por quien ha escuchado, alguna vez, en el fondo de su ser las palabras de

Jesús: «Yo soy la resurrección y la vida».

MÁS QUERIDOS QUE NUNCA

Por lo general, no sabemos cómo relacionarnos con los seres queridos que se nos han

muerto. Durante un tiempo vivimos con el corazón apenado llorando el vacío que han

dejado en nuestra vida. Luego los vamos olvidando poco a poco. Llega un día en que

apenas significan algo en nuestra existencia.

Está muy extendida la idea de que los difuntos son seres etéreos, despersonalizados,

con una identidad vaga y difusa, aislados en su mundo misterioso, ajenos a nuestro

cariño. A veces se diría que pensamos como los antiguos judíos cuando hablaban de

la existencia de los muertos en el «sheol», separados del Dios de la vida.

Sin embargo, para un cristiano morir no es perderse en el vacío, lejos del Creador. Es

precisamente entrar en la salvación de Dios, compartir su vida eterna, vivir

transformados por su amor insondable. Nuestros difuntos no están muertos. Viven la

plenitud de Dios que lo llena todo.

Al morir, nos hemos quedado privados de su presencia física, pero, al vivir

actualmente en Dios, han penetrado de forma más real en nuestra existencia. No

podemos disfrutar de su mirada, escuchar su voz, ni sentir su abrazo. Pero podemos

vivir sabiendo que nos aman más que nunca pues nos aman desde Dios.

Su vida es incomparablemente más intensa que la nuestra. Su gozo no tiene fin. Su

capacidad de amar no conoce límites ni fronteras. No viven separados de nosotros

sino más dentro que nunca de nuestro ser. Su presencia transfigurada y su cariño nos

acompañan siempre.

No es una ficción piadosa vivir una relación personal con nuestros seres queridos que

viven ya en Dios. Podemos caminar envueltos por su presencia, sentirnos

Page 46: Homilias de Pagola 2008 A

acompañados por su amor, gozar con su felicidad, contar con su cariño y apoyo, e,

incluso, comunicarnos con ellos en silencio o con palabras, en ese lenguaje no

siempre fácil pero hondo y entrañable que es el lenguaje de la fe.

Somos muchos los que estos días recordaremos a seres queridos que ya no viven

entre nosotros. No los hemos perdido. No han desaparecido en la nada. Viven en

Dios. Los tenemos cerca. Los podemos querer más que nunca. Para siempre.

No los hemos perdido. No han desaparecido en la nada. Los podemos querer más que

nunca pues viven en Dios. Es Jesús el que sostiene nuestra fe: "Yo soy la resurrección

y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto vivirá"

EN MEDIO DE LA CONFUSION

Los estudios sobre las creencias del hombre contemporáneo llevan a una conclusión

paradójica: una eran parte de europeos consideran que la muerte es el final de todo; y,

sin embargo, el interés por las cuestiones sobre «el más allá» sigue creciendo de

manera inusitada.

Un ejemplo es el sondeo llevado a cabo por una revista francesa. Según datos

recogidos, un 42 por cien de los franceses opinan que con la muerte se termina todo.

Sólo un 45 por cien afirma que la muerte es el paso hacia «otra cosa».

Lo más sorprendente es la confusión existente en la sociedad moderna. Un 38 por

cien de personas que se dicen «católicas» creen que no hay nada después de la

muerte. Por el contrario, un 29 por cien de ateos creen en alguna forma de vida más

allá de la muerte. Al parecer, la actitud de las personas ante «el más allá» ya no

depende necesariamente de su condición de creyente o increyente.

La confusión es todavía mayor cuando se pregunta directamente por esa «vida

después de la muerte». Unos creen en la resurrección, otros en la reencarnación; un

42 por cien piensa que podemos comunicarnos con los muertos; un 46 por cien estima

que hay que tomar en serio lo que nos dicen quienes «han vuelto» de la muerte.

Mientras tanto, es cada vez mayor el éxito de los libros que abordan estas cuestiones.

Page 47: Homilias de Pagola 2008 A

En ambientes más científicos se considera la muerte come «un proceso normal de

degradación biológica»; pero, cuando se interroga a cada científico personalmente,

son muchos los que se resisten a reducir al ser humano a una simple máquina

bioquímica perfeccionada pero destinada a la nada. Como decía André Malraux «el

problema no es que el hombre tenga que morir; sino que yo me voy a morir». Esa es la

cuestión.

Creyente o ateo, racionalista o místico, el hombre del siglo XXI sigue planteándose la

eterna cuestión que el ser humano lleva en su corazón: «¿Qué hay después de la

muerte? ¿Qué va a ser de todos y de cada uno de nosotros?» Todos los vivientes

mueren, pero sólo el hombre sabe que debe morir. Ahí está su grandeza y también su

problema.

Cuando los cristianos hablamos de «resurrección» no pretendemos saberlo todo ni

comprenderlo todo. No nos dedicamos tampoco a especular con nuestra imaginación.

Sabemos muy bien que «el más allá» escapa a los esfuerzos que puede hacer la

mente humana.

La actitud básica de quien cree en la resurrección de Cristo es una actitud de

confianza en un Dios que nos mira con amor. No estamos solos ante la muerte. Hay

un Dios que no defraudará los anhelos y esperanzas que habitan al ser humano. En el

interior mismo de la muerte nos espera el amor infinito de Dios.

A lo largo de la historia, los hombres han formulado de muchas maneras su anhelo de

vida más allá de la muerte. Nosotros encontramos en Cristo resucitado el camino más

humano, realista y esperanzado para adentrarnos en el misterio de la muerte. Lo

expresaba hace muchos años san Pablo con estas palabras: «No ponemos nuestra

confianza en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos.»

En medio de la confusión actual, cada uno hemos de responder a la pregunta de

Cristo: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto

vivirá... ¿Crees tú esto?»

CREER PARA TENER VIDA

Page 48: Homilias de Pagola 2008 A

Una de las ideas más insidiosas que se han extendido en la sociedad moderna en

torno a la religión es la sospecha de que hay que eliminar a Dios para poder salvar la

dignidad y felicidad de los hombres.

De hecho, son bastantes los que poco a poco van abandonando su «mundo de

creencias y prácticas» porque piensan que es un estorbo que les impide vivir. No

entienden que Cristo pueda decir que ha venido, no para que los hombres perezcan»,

sino para que «tengan vida definitiva».

La religión que ellos conocen no les ayuda a vivir. Hace tiempo que no pueden

experimentar a Cristo como fuente de vida, y se sorprenden al saber que hay hombres

y mujeres que creen en él precisamente porque desean vivir de manera más plena.

Y, sin embargo, es así. El verdadero creyente es una persona que no se contenta con

vivir de cualquier manera. Desea dar un sentido acertado a su vida. Responder a esas

preguntas que nacen dentro de nosotros: ¿De dónde le puede llegar a mi vida un

sentido más pleno? ¿Como puedo ser yo más humano? ¿En qué dirección he de

buscar?

Si hay tantas personas que hoy, no solo no abandonan la fe, sino que se preocupan

más que nunca de cuidarla y purificarla, es porque sienten que Cristo les ayuda a

enfrentarse a la vida de un modo más sano y positivo.

No quieren vivir a medias. No se contentan con «ir tirando». Tampoco les satisface

"ser un vividor". Lo que buscan desde Cristo es estar en la vida de una manera más

convincente, humana y gratificante.

Lo lamentable no es que algunas personas se desprendan de una «religión muerta»

que no les ayuda en modo alguno a vivir. Eso es bueno y purificador. Lo triste es que

no lleguen a descubrir una «manera nueva de creer» que daría un contenido

totalmente diferente a su fe.

Para esto, lo primero es entender la fe de otra manera. Intuir que ser cristiano es,

antes que nada, buscar con Cristo y desde Cristo cuál es la manera más acertada de

vivir. Como ha dicho J. Cardonnel, «ser cristiano es tener la audacia de ser hombre

Page 49: Homilias de Pagola 2008 A

hasta el final».

Alentado por el mismo Espíritu de Cristo, el cristiano va descubriendo nuevas

posibilidades a su vida y va aprendiendo maneras nuevas y más humanas de amar, de

disfrutar, de trabajar, de sufrir, de confiar en Dios.

Entonces la religión va apareciendo a sus ojos como algo que antes no sospechaba: la

fuerza más estimulante y poderosa para vivir de manera plena. Ahora se da cuenta de

que abandonar la fe en Cristo no sería solo «perder algo», sino «sentirse perdido» en

medio de un mundo que no tendría ya un futuro y una esperanza definitivos.

Poco a poco, el creyente va descubriendo que esas palabras de Jesús «Yo soy la

resurrección y la vida» no son sólo una promesa que abre nuestra existencia a una

esperanza de vida eterna; al mismo tiempo va comprobando que, ya desde ahora,

Jesucristo es alguien que resucita lo que en nosotros estaba muerto, y nos despierta a

una vida nueva.

Martes, 11. Marzo 2008 - 10:48 Hora

Domingo de Ramos

Dios no es sádico

NO son pocos los cristianos que entienden la muerte de Jesús en la cruz como una

especie de «negociación» entre Dios Padre y su Hijo. Según una determinada manera

de entender la crucifixión, el Padre, justamente ofendido por el pecado de los

hombres, exige para salvarlos una reparación que el Hijo le ofrece entregando su vida

por nosotros.

Si esto fuera así, las consecuencias serían gravísimas. La imagen de Dios Padre

quedaría radicalmente pervertida, pues Dios sería un ser justiciero, incapaz de

perdonar gratuitamente; una especie de acreedor implacable que no puede salvarnos

si no se salda previamente la deuda que se ha contraído con él. Sería difícil evitar la

idea de un Dios «sádico» que encuentra en el sufrimiento y la sangre un «placer

Page 50: Homilias de Pagola 2008 A

especial», algo que le agrada de manera particular y le hace cambiar de actitud ante

sus criaturas.

Este modo de presentar la cruz de Cristo exige una profunda revisión. En la fe de los

primeros cristianos, Dios Padre no aparece como alguien que exige previamente

sufrimiento y sangre para que su honor quede satisfecho y pueda así perdonar. Al

contrario, Dios envía a su Hijo sólo por amor y ofrece la salvación siendo nosotros

pecadores. Jesús, por su parte, no aparece nunca tratando de influir en el Padre con

su sufrimiento para compensarle y obtener así de él una actitud más benévola para la

Humanidad.

Entonces, ¿quién ha querido la cruz y por qué? Ciertamente, no el Padre que no

quiere que se cometa crimen alguno y menos contra su Hijo amado, sino los hombres

que rechazan a Jesús y no aceptan que introduzca en el mundo un reinado de justicia,

de verdad y fraternidad. Lo que el Padre quiere no es que le maten a su Hijo, sino que

su Hijo lleve su amor a los hombres hasta las últimas consecuencias. Dios no puede

evitar la crucifixión pues para ello debería destruir la libertad de los hombres y negarse

a sí mismo como Amor. Dios no quiere sufrimiento y sangre, pero no se detiene ni

siquiera ante la tragedia de la cruz y acepta el sacrificio de su Hijo querido solo por su

amor insondable a los hombres. Es lo que celebramos los cristianos esta Semana

llamada Santa.

UNA SEMANA DIFERENTE

Todavía se sigue llamando «Semana Santa», pero ya ha desaparecido casi del todo

aquel clima tan «especial» que se respiraba estos días entre nosotros con la supresión

de cines y espectáculos, la celebración de procesiones o la programación religiosa de

radios y T.V.

Hoy son muchos los que aprovechan estas fechas para desplazarse fuera de su hogar

Page 51: Homilias de Pagola 2008 A

y disfrutar de un pequeño descanso en algún rincón tranquilo. De alguna manera, la

semana santa viene a ser para bastantes esas «vacaciones de primavera» que

permiten seguir trabajando hasta que llegue el descanso veraniego.

Este nuevo clima social de vacación y descanso no tiene por qué impedir a los

creyentes una celebración digna de los misterios centrales de su fe. Lo importante es

aprender a vivir la Semana Santa conjugando de manera responsable e inteligente ese

descanso tan necesario con la celebración viva de la liturgia. He aquí algunas

sugerencias.

Lo primero es programarnos de tal manera que podamos tomar parte en las

celebraciones de cada día. No es difícil acercarnos a una iglesia del entorno,

informarnos de los horarios, detener nuestra excursión en el lugar adecuado. Siempre

es una experiencia enriquecedora compartir la propia fe con gentes de otros pueblos.

Participaremos en celebraciones sencillas, pero transidas de honda piedad popular o

viviremos la liturgia cuidada de un monasterio. Lo importante será nuestra

participación personal. De ahí la conveniencia de llegar a tiempo a la celebración,

ocupar un lugar adecuado en el templo, escuchar con atención interior la Palabra de

Dios, vivir los gestos litúrgicos, cantar con el corazón.

Tal vez podamos también encontrar un hueco para el silencio, la oración y el

encuentro con Dios. Nos ayudará a descansar de manera más armoniosa y completa.

Las posibilidades son múltiples: la oración silenciosa ante el sagrario al anochecer del

jueves, la lectura reposada de la Pasión del Señor en un lugar recogido de la casa, la

mirada agradecida al crucifijo, el concierto sacro o la música religiosa que eleva

nuestro corazón hacia Dios.

La semana santa ha de culminar siempre en esa celebración pascual de la noche del

sábado. Es una pena ver que bastantes cristianos que celebran los días anteriores la

muerte del Señor, desconocen esta celebración de su resurrección, la más importante

Page 52: Homilias de Pagola 2008 A

y central de toda la liturgia cristiana. Redescubrir su hondo contenido puede ser para

muchos una experiencia renovadora.

El cirio pascual encendido en medio de la noche, la solemne invitación a vivir la alegría

pascual, la proclamación gozosa de la resurrección de Cristo, el canto jubiloso del

aleluya, la celebración agradecida de la Eucaristía, son la mejor invitación a resucitar a

una vida nueva.

NO TE BAJES DE LA CRUZ

Según el relato evangélico, los que pasaban ante Jesús crucificado se burlaban de él

y, riéndose de su sufrimiento, le hacían dos sugerencias sarcásticas: Si eres Hijo de

Dios, «sálvate a ti mismo» y «bájate de la cruz».

Ésa es exactamente nuestra reacción ante el sufrimiento: salvarnos a nosotros

mismos, pensar sólo en nuestro bienestar y, por consiguiente, evitar la cruz, pasarnos

la vida sorteando todo lo que nos puede hacer sufrir. ¿Será Dios así? ¿Alguien que

sólo piensa en sí mismo y en su felicidad?

Jesús no responde a la provocación de los que se burlan de él. No pronuncia palabra

alguna. No es el momento de dar explicaciones. Su respuesta es el silencio. Un

silencio que es respeto a quienes lo desprecian, comprensión de su ceguera y, sobre

todo, compasión y amor.

Jesús sólo rompe su silencio para dirigirse a Dios con un grito desgarrador: «Dios

mío, Dios mío, ¿por qué me hasabandonado?» No le pide que lo salve bajándolo de

la cruz. Sólo que no se oculte, ni lo abandone en este momento de muerte y

sufrimiento extremo. Y Dios, su Padre, permanece, en silencio.

Sólo escuchando hasta el fondo ese silencio de Dios, descubrimos algo de su misterio.

Page 53: Homilias de Pagola 2008 A

Dios no es un ser poderoso y triunfante, tranquilo y feliz, ajeno al sufrimiento humano,

sino un Dios callado, impotente y humillado, que sufre con nosotros el dolor, la

oscuridad y hasta la misma muerte.

Por eso, al contemplar al crucificado, nuestra reacción no es de burla o desprecio, sino

de oración confiada y agradecida:

«No te bajes de la cruz. No nos dejes solos en nuestra aflicción.

¿Para qué nos serviría un Dios que no conociera nuestra cruz? ¿Quién nos

podría entender?»

¿En quién podrían esperar los torturados de tantas cárceles secretas?

¿Dónde podrían poner su esperanza tantas mujeres humilladas y violentadas sin

defensa alguna?

¿A qué se agarrarían los enfermos crónicos y los moribundos?

¿Quién podría ofrecer consuelo a las víctimas de tantas guerras, terrorismos,

hambres y miserias?

No. No te bajes de la cruz pues si no te sentimos «crucificado» junto a nosotros,

nos veremos más «perdidos».

DEGRADACION DE LA CRUZ

Los hombres somos capaces de envilecer y degradar los símbolos más venerables.

Así ha sucedido a lo largo de los siglos con el signo más cargado de significado para

Page 54: Homilias de Pagola 2008 A

los cristianos: la Cruz de Cristo.

Todavía hoy la podemos ver convertida en joya compuesta de zafiros, esmeraldas y

rubíes, o fabricada de oro, platino o cualquier metal precioso. La Cruz de Cristo, que

evoca una vida austera, de entrega incondicional y abnegada, termina siendo adorno

frívolo o símbolo de ostentación en medio de una sociedad que sacrifica a los menos

favorecidos para asegurar el bienestar de los privilegiados.

La «cruz-espada» es otra de las caricaturas con que se ha degradado el signo de la

Cruz a lo largo de la historia. Siempre hay quienes se sienten obligados a

«desenvainar la espada» para hacer de la cruz y de la religión un arma para destruir a

los adversarios.

Sin embargo, la Cruz siempre será el recuerdo de la actitud radicalmente contraria del

Maestro que pidió a Pedro

«meter su espada en la vaina» y prefirió ser crucificado antes de crucificar a nadie.

La cruz ha servido también para adornar las coronas de los reyes, legitimar «imperios

sagrados» y poner en marcha «cruzadas» de todas clases. Una «cruz imperial» que

desfigura y falsea la Cruz de aquel que murió por instaurar en el mundo «un reino de

paz, de justicia y de fraternidad».

Está también la «cruz-condecoración», que sirve para poder lucirla con orgullo en las

grandes ocasiones, o la «cruz-amuleto» que puede traer suerte y liberar de males.

Cruces «degradadas» que impiden captar el verdadero contenido de la Cruz de Cristo.

Nos hemos acostumbrado demasiado a la Cruz. La hemos adornado y desfigurado de

tantas maneras que ya no nos resulta incómoda ni peligrosa. Sin embargo, la Cruz de

Cristo siempre estará ahí desvelando la verdad o la mentira de nuestro cristianismo.

Ese Cristo crucificado por su fidelidad al Padre, su amor a la verdad y su identificación

Page 55: Homilias de Pagola 2008 A

con los más humillados es el que mejor desenmascara nuestras mentiras, cobardías y

mediocridad. El juez más implacable de nuestra falsa acomodación al espíritu de los

tiempos, del aburguesamiento de la fe y de nuestra despreocupación por los

crucificados.

La Cruz de Cristo puede ser celebrada y admirada. Puede suscitar compasión y debe

despertar el agradecimiento inmenso del creyente al amor insondable de Dios. Pero, al

mismo tiempo, la Cruz invita a la conversión. Hace pensar. Nos obliga a preguntarnos

qué hay en nuestra vida de verdadera fidelidad al Padre y de amor incondicional a los

que sufren.

COMPROMETER LA VIDA

Estamos tan familiarizados con la cruz del Calvario que ya no nos causa impresión

alguna. La costumbre lo domestica y lo «rebaja» todo. Quizás, esta semana de tan

hondo significado para los creyentes, sea una buena ocasión para recordar aspectos

demasiado olvidados del Crucificado.

Empecemos por decir que Jesús no ha muerto de muerte natural. Su muerte no ha

sido la extinción esperada de su vida biológica. A Jesús lo han matado violentamente.

Peto no ha muerto tampoco víctima de un accidente casual ni fortuito, sino ajusticiado,

después de un proceso solemne llevado a cabo por las fuerzas religiosas y civiles más

influyentes de aquella sociedad.

Su muerte ha sido consecuencia de la reacción que provocó con su actuación libre,

fraterna y solidaria con los más pobres y abandonados de aquella sociedad.

Esto quiere decir que no se puede vivir el evangelio impunemente. No se puede

construir el reino de Dios que es reino de fraternidad, libertad y justicia, sin provocar el

Page 56: Homilias de Pagola 2008 A

rechazo y la persecución de aquéllos a los que no interesa cambio alguno. Imposible

la solidaridad con los indefensos sin sufrir la reacción de los poderosos.

Jesús se comprometió a vivir el amor al hombre hasta el final. Y precisamente por eso,

vio comprometida su vida. Su compromiso por crear una sociedad más justa y humana

fue tan concreto y serio que hasta su misma vida quedó comprometida.

Y, sin embargo, Jesús no fue un guerrillero ni un líder político ni un fanático religioso.

Sino un hombre en el que se encarnó y se hizo realidad el amor ilimitado de Dios a los

hombres.

Por eso, ahora sabemos cuáles son las fuerzas que se sienten amenazadas cuando el

amor verdadero penetra en una sociedad, y cómo reaccionan violentamente tratando

de suprimir y ahogar la actuación de quienes buscan una fraternidad más justa y libre.

El evangelio siempre será perseguido por quienes ponen la seguridad y el orden legal

por encima de la fraternidad y la justicia (fariseísmo).

El reino de Dios siempre se verá obstaculizado por toda fuerza política que se

entienda a sí misma como poder absoluto (Pilato). El mensaje del amor será

rechazado en su raíz por toda religión en la que Dios no sea Padre de todos

(sacerdotes judíos).

El seguimiento a Jesús conduce siempre a la cruz. Implica disponibilidad a sufrir el

conflicto, la polémica, la persecución y hasta la muerte.

Pero la resurrección de Jesús nos descubrirá que éste es el camino de salvación y nos

recordará algo que tampoco hoy debemos olvidar: no se salva al hombre matándolo

sino muriendo por él.

Martes, 18. Marzo 2008 - 17:40 Hora

Domingo de Resurrección

Page 57: Homilias de Pagola 2008 A

LAS CICATRICES DEL RESUCITADO

«Vosotros lo matasteis, pero Dios lo resucitó». Esto es lo que predican con fe los

discípulos de Jesús por las calles de Jerusalén a los pocos días de su ejecución. Para

ellos, la resurrección es la respuesta de Dios a la acción injusta y criminal de quienes

han querido callar para siempre su voz y anular de raíz su proyecto de un mundo más

justo.

No lo hemos de olvidar jamás. En el corazón de nuestra fe hay un crucificado al que

Dios le ha dado la razón. En el centro mismo de la Iglesia hay una víctima a la que

Dios ha hecho justicia. Una vida «crucificada», pero motivada y vivida con el espíritu

de Jesús, no terminará en fracaso sino en resurrección.

Esto cambia totalmente el sentido de nuestros esfuerzos, penas, trabajos y

sufrimientos por un mundo más humano y una vida más dichosa para todos. Vivir

pensando en los que sufren, estar cerca de los más desvalidos, echar una mano a los

indefensos… seguir los pasos de Jesús no es algo absurdo. Es caminar hacia el

Misterio de un Dios que resucitará para siempre nuestras vidas.

Los pequeños abusos que podamos padecer, las injusticias, rechazos o

incomprensiones que podamos sufrir, son heridas que un día cicatrizarán para

siempre. Hemos de aprender a mirar con más fe las cicatrices del resucitado. Así

serán un día nuestras heridas de hoy. Cicatrices curadas por Dios para siempre.

Esta fe nos sostiene por dentro y nos hace más fuertes para seguir corriendo riesgos.

Poco a poco hemos de ir aprendiendo a no quejarnos tanto, a no vivir siempre

lamentándonos del mal que hay en el mundo y en la Iglesia, a no sentirnos siempre

víctimas de los demás. ¿Por qué no podemos vivir como Jesús diciendo: «Nadie me

quita la vida, sino que soy yo quien la doy»?

Seguir al crucificado hasta compartir con él la resurrección es, en definitiva, aprender a

Page 58: Homilias de Pagola 2008 A

«dar la vida», el tiempo, nuestras fuerzas y tal vez nuestra salud por amor. No nos

faltarán heridas, cansancio y fatigas.

Una esperanza nos sostiene: Un día «Dios enjugará las lágrimas de nuestros ojos, y

no habrá ya muerte ni habrá llanto, ni gritos ni fatigas porque todo este mundo viejo

habrá pasado».

Lunes, 24. Marzo 2008 - 18:24 Hora

Domingo 2º de Pascua-A

CONFIANZA

LA confianza es una palabra humilde, sencilla, natural, pero es al mismo tiempo una

de las más esenciales para vivir. Sin confianza no hay amor, no hay fe, esperanza,

vida. Sin confianza caminamos solos, aislados en una especie de túnel construido con

nuestros problemas, nuestras preocupaciones y nuestras inquietudes» (O. Clement).

A veces se olvida que Pascua es, antes que nada, la fiesta de la confianza. Ahora

sabemos en manos de quién estamos. Nuestra vida, creada por Dios con amor infinito,

no se pierde en la muerte. Todos estamos englobados en el misterio de la resurrección

de Cristo. No hay nadie que no esté incluido en ese destino último de vida plena.

En el fondo, todos nuestros miedos y angustias brotan de la angustia ante la muerte.

Tenemos miedo al dolor, a la vejez, la desgracia, la incertidumbre, la soledad. Nos

agarramos a todo lo que nos pueda dar algo de seguridad, consistencia o felicidad.

Proyectamos sobre los otros nuestra angustia tratando de sobresalir y dominar,

luchando por tener algo o ser alguien.

La fiesta de Pascua nos invita a reemplazar la angustia de la muerte por la certeza de

la resurrección. Si Cristo ha resucitado, la muerte no tiene la última palabra. Podemos

vivir con confianza. Podemos esperar más allá de la muerte. Podemos avanzar sin

caer en la tristeza de la vejez, sin hundirnos en la soledad y el pesimismo, sin

agarrarnos al consumismo, a la droga, al erotismo y a tantas formas de olvido y

Page 59: Homilias de Pagola 2008 A

evasión.

Vivir desde esta confianza no es dejar de ser lúcido. Sentimos en nuestra propia carne

la fragilidad, el sufrimiento y la enfermedad. La muerte parece amenazarnos por todas

partes. El hambre y el horror de la guerra destruyen a poblaciones enteras. Siguen la

tortura, el exterminio y la crueldad. La confianza en la victoria final de la vida no nos

vuelve insensibles. Al contrario, nos hace sufrir y compartir con más profundidad las

desgracias y sufrimientos de la gente. Llevamos dentro de nuestro corazón la alegría

de la resurrección, pero, por eso precisamente nos enfrentamos a tanta insensatez y

maldad que arranca a las personas la dignidad, la alegría y la vida.

ALIENTO NUEVO

Exhaló su aliento sobre ellos

Nadie sabe cómo ocurrió. Los primeros discípulos sólo nos dicen que, a partir de su

resurrección, las cosas no volvieron a ser como antes. Experimentaban a Jesús de

otra manera. Su presencia no era como en Galilea, pero era igualmente real y

transformadora. Su vida también se transformó. En adelante vivirían de su Espíritu.

Lo primero que Jesús Resucitado les transmitía era una paz nueva e inconfundible.

Una paz que curó su miedo y lo transformó en alegría. Tal vez, es lo primero que

necesitamos en la Iglesia. Una paz que nos libere de los miedos que nos paralizan.

Una paz que no la vamos a encontrar buscando poder y seguridad sino acogiendo el

espíritu de Jesús.

Jesús Resucitado los sacó, además, de su actitud cobarde, su desencanto y

desesperanza. Sus seguidores no podían permanecer recluidos en su «cenáculo» a la

defensiva de sus posibles adversarios. Ni entonces ni hoy. Una Iglesia encerrada en

sus propios problemas, sin otro horizonte que los posibles riesgos y peligros, no es

una Iglesia impulsada por el espíritu de Jesús.

Jesús Resucitado los arrancó del pasado y los puso mirando al futuro. No había que

Page 60: Homilias de Pagola 2008 A

seguir «soñando» en Galilea. Era el momento de introducir una esperanza nueva en el

mundo y de encender en los corazones el fuego que Jesús quería ver ardiendo. No se

puede acoger el espíritu de Jesús Resucitado con la mirada puesta en el pasado. El

evangelio de Jesús nos pone siempre mirando al futuro.

Jesús Resucitado movilizó a los primeros creyentes y los puso en marcha hacia la

misión evangelizadora. Con Jesús Resucitado presente en medio de la comunidad no

es posible la pasividad, la rutina tranquila, la comodidad de la inercia. Donde está vivo

el espíritu de Jesús Resucitado se despierta la creatividad y se abren caminos siempre

nuevos de evangelización.

Comunidades cristianas faltas de alegría, excesivamente replegadas sobre sí mismas,

con las «puertas cerradas» y sin apenas horizonte, ¿no necesitamos, antes que nada,

el aliento, la alegría y la paz de Jesús Resucitado? ¿No será esto lo primero que

hemos de cuidar?

¿SERÁ VERDAD?

No seas incrédulo, sino creyente

Pocos meses antes de morir, J. P. Sartre hacía esta confesión en una entrevista

concedida al diario Le Monde: «Ante ese amasijo miserable que forma nuestro

planeta, vuelve a atormentarme la desesperación; es la idea de que todo se acabará,

de que sólo existen fines particulares por los que luchar... no hay un objetivo

humano..., no hay más que desorden.»

Estas palabras no recogen sólo el testamento pesimista del célebre filósofo francés.

Expresan bien la sensación de no pocos hombres y mujeres de nuestros días. Yo

mismo las he escuchado en conversaciones confidenciales: «No sé si hay Dios o no,

pero tengo la sensación de que todo se acaba con la muerte. Es una pena. Quisiera

creer otra cosa, pero no puedo. No sé quién me podrá convencer de lo contrario.»

Page 61: Homilias de Pagola 2008 A

Qué fácil es comprender este género de confesiones. Todos llevamos muy dentro el

deseo de una vida eterna; el mismo Sartre se resistía a morir sin esperanza: «Me

resisto con toda justicia y sé que moriré con alguna esperanza que, sin embargo, sería

preciso fundamentar.»

Todos querríamos, tras la muerte, volver a ver a nuestros seres queridos, conocer una

vida nueva y dichosa, ser felices para siempre. Pero está la muerte con su oscuridad y

su misterio cerrándonos el paso a cualquier ilusión ingenua.

Tal vez por esto mismo, no es una insensatez interesarnos por lo que se dice de

Cristo. Hay algo que no se puede negar: nunca, en ningún lugar, y de nadie se ha

afirmado algo parecido a lo que la fe cristiana se atreve a confesar de Cristo cuando

dice que «ha sido resucitado de entre los muertos». ¿Está aquí el secreto último de la

vida?

Hoy todo sigue mezclado y confuso: vida y muerte, sentido y sinsentido, justicia e

injusticia; todo aparece en desorden y a medias; dentro de nosotros mismos luchan

entre sí el deseo de vida eterna y la desesperanza.

¿Será verdad que no todo acaba con la muerte?, ¿será cierto que al final está Dios

rescatando al ser humano para una vida nueva y feliz? Desde Cristo resucitado nos

llega una invitación humilde. Las palabras de Jesús a Tomás están dirigidas también a

nosotros: «No seas incrédulo, sino creyente.»

SIN HABER VISTO

Dichosos los que crean sin haber visto.

Las experiencias de Pascua terminaron un día. Ninguno de nosotros se ha vuelto a

encontrar con Jesús, el resucitado. Al parecer, ya no tenemos, hoy día, experiencias

semejantes.

Page 62: Homilias de Pagola 2008 A

Pero, si las experiencias que se esconden tras esos relatos no son ya accesibles a

nosotros, y si no pueden ser revividas, de alguna manera, en nuestra propia

experiencia, ¿no quedarán todos estos relatos maravillosos en algo muerto que ni la

mejor de las exégesis logrará devolver a la vida?

Sin duda, ha habido a lo largo de la historia, hombres que han vivido experiencias

extraordinarias. No se puede leer sin emoción el fragmento que encontraron en una

prenda de vestir de Blas Pascal.

Con toda exactitud nos indica el gran científico y pensador francés el momento preciso

en que vivió una experiencia estremecedora que dejó huella imborrable en su alma.

No parece tener palabras adecuadas para describirla: «Seguridad plena, seguridad

plena... Alegría, alegría, alegría, lágrimas de alegría... Jesucristo. Yo me he separado

de El; he huido de El; le he negado y crucificado. Que no me aparte de El jamás. El

está únicamente en los caminos que se nos enseñan en el Evangelio».

No se trata de vivir experiencias tan profundas y singulares como la vivida por Pascal.

Mucho menos, todavía, pretender encontrarnos con Jesús resucitado de manera

idéntica a como se encontraron con él los primeros discípulos sobre cuyo testimonio

único descansan todas nuestras experiencias de fe.

Pero, ¿hemos de renunciar a toda experiencia personal de encuentro con el que está

Vivo? Obsesionados sólo por la razón, ¿no nos estamos convirtiendo en seres

insensibles, incapaces de escapar de una red de razonamientos y raciocinios que nos

impiden captar llamadas importantes de la vida?

¿No tenemos ya nadie esas experiencias de encuentro reconciliador con Cristo en

donde uno encuentra esa paz que le recompone a uno el alma, le reorganiza de nuevo

la vida y le introduce en una existencia más clara y transparente?

Page 63: Homilias de Pagola 2008 A

¿No hemos tenido nunca la «certeza creyente» de que el que murió en la cruz vive y

está próximo a nosotros? ¿No hemos experimentado nunca que Cristo resucita hoy en

las raíces mismas de nuestra propia vida?

¿No hemos experimentado nunca que algo se conmovía interiormente en nosotros

ante Cristo, que se despertaba en nosotros la alegría, la seducción y la ternura y que

algo se ponía en nosotros en seguimiento de ese Jesús vivo?

El hombre crítico, atento sólo a la voz de la razón y sordo a cualquier otra llamada,

objetará que todo esto es especulación irreal a la que no responde realidad objetiva

alguna.

Pero el creyente comprobará humildemente la verdad de las palabras de Jesús:

«Dichosos los que creen sin haber visto».

EL REGALO DE LA ALEGRÍA

Todos hemos conocido alguna vez momentos de alegría intensa y clara. Tal vez, sólo

ha sido una experiencia breve y frágil, pero suficiente para vivir una sensación de

plenitud y cumplimiento. Nadie nos lo tiene que decir desde fuera. Cada uno sabemos

que en el fondo de nuestro ser está latente la necesidad de la alegría. Su presencia no

es algo secundario y de poca importancia. La necesitamos para vivir. La alegría

ilumina nuestro misterio interior y nos devuelve la vida. La tristeza lo apaga todo. Con

la alegría todo recobra un color nuevo; la vida tiene sentido; todo se puede vivir de otra

manera.

No es fácil decir en qué consiste la alegría, pero ciertamente hay que buscarla por

dentro. La sentimos en nuestro interior, no en lo externo de nuestra persona. Puede

iluminar nuestro rostro y hacer brillar nuestra mirada, pero nace en lo más íntimo de

nuestro ser. Nadie puede poner alegría en nosotros si nosotros no la dejamos nacer

Page 64: Homilias de Pagola 2008 A

en nuestro corazón.

Hay algo paradójico en la alegría. No está a nuestro alcance, no la podemos «fabricar»

cuando queremos, no la recuperamos a base de esfuerzo, es una especie de «regalo»

misterioso. Sin embargo, en buena parte, somos responsables de nuestra alegría,

pues nosotros mismos la podemos impedir o ahogar.

Desde una perspectiva cristiana, la raíz última del gozo está en Dios. La alegría no es

simplemente un estado de ánimo. Es la presencia viva de Cristo en nosotros, la

experiencia de la cercanía y de la amistad de Dios, el fruto primero de la acción del

Espíritu en nuestro corazón. El relato evangélico dice que «los discípulos se llenaron

de alegría al ver al Señor».

Es fácil estropear esta alegría interior. Basta con encerrarse en uno mismo, endurecer

el corazón, no ser fiel a la propia conciencia, alimentar nostalgias y deseos imposibles,

pretender acapararlo todo. Por el contrario, la mejor manera de alimentar la alegría es

vivir amando. Quien no conoce el amor cae fácilmente en la tristeza. Por eso, el

culmen de la alegría se alcanza cuando dos personas se miran desde un amor

recíproco desinteresado. Es fácil que entonces presientan la alegría que nace de ese

Dios que es sólo Amor.

RESUCITAR LO MUERTO

Exhaló su aliento sobre ellos.

La muerte no es sólo el final biológico del hombre. Antes de que llegue el término de

nuestros días, la muerte puede invadir diversas zonas de nuestra vida.

No es difícil constatar cómo, por diversos factores y circunstancias, se nos van

muriendo a veces, la confianza en las personas, la fe en el valor mismo de la vida, la

capacidad para todo aquello que exija esfuerzo generoso, el valor para correr

Page 65: Homilias de Pagola 2008 A

riesgos...

Quizá, casi inconscientemente, se va apoderando de nosotros la pasividad, la inercia y

la inhibición. Poco a poco vamos cayendo en el escepticismo, el desencanto y la

pereza total.

Quizás ya no esperamos gran cosa de la vida. No creemos ya demasiado ni en

nosotros mismos ni en los demás. El pesimismo, la amargura y el malhumor se

adueñan cada vez más fácilmente de nosotros.

Acaso descubrimos que en el fondo de nuestro ser la vida se nos encoge y se nos va

empequeñeciendo. Quizás el pecado se ha ido convirtiendo en costumbre que somos

incapaces de arrancar, y se nos ha muerto ya hace tiempo la fe en nuestra propia

conversión.

Tal vez sabemos, aunque no lo queramos confesar abiertamente, que nuestra fe es

demasiado convencional y vacía, costumbre religiosa sin vida, inercia tradicional,

formalismo externo sin compromiso alguno, «letra muerta» sin espíritu vivificador.

El encuentro con Jesús Resucitado fue para los primeros creyentes una llamada a

«resucitar» su fe y reanimar toda su vida.

El relato evangélico nos describe con tonos muy oscuros la situación de la primera

comunidad sin Jesús. Son un grupo humano replegado sobre sí mismo, sin horizontes,

«con las puertas cerradas», sin objetivos ni misión alguna, sin luz, llenos de miedo y a

la defensiva.

Es el encuentro con Jesús Resucitado el que transforma a estos hombres, los

reanima, los llena de alegría y paz verdadera, los libera del miedo y la cobardía, les

abre horizontes nuevos y los impulsa a una misión.

Page 66: Homilias de Pagola 2008 A

¿No deben ser nuestras comunidades cristianas un lugar en el que podamos

encontrarnos con este Jesús Resucitado y recibir su impulso resucitador? ¿No

necesitamos escuchar con más fidelidad su palabra y alimentarnos con más fe en su

Eucaristía, para sentir sobre nosotros su aliento recreador?

Martes, 1. Abril 2008 - 17:09 Hora

Domingo 3º de Pascua-A

Crisis

DESDE que nacemos, no hacemos otra cosa que buscar, anhelar, reclamar algo que

no poseemos pero que necesitamos para vivir con plenitud. Nuestro error está en

pensar que podemos saciar los anhelos más hondos del corazón satisfaciendo

nuestras pequeñas necesidades de cada día. Por eso, no es malo sentir la sacudida

de la crisis que nos advierte de nuestro error.

A veces, la crisis no es una ruptura desgarradora

. Sólo el «mal sabor» que va dejando en nosotros una existencia vivida de manera

frívola y mediocre. Tengo de todo, podría ser feliz. ¿De dónde me brota esa fastidiosa

sensación de vacío y falsedad? ¿Por qué esa nostalgia a veces tan fuerte de algo

diferente, más bello y auténtico que todo lo que me rodea?

Otras veces es el cansancio, la insatisfacción de vivir haciendo siempre lo mismo y del

mismo modo, la frustración de vivir de manera repetitiva y mecánica. ¿Eso es todo?

¿Me he de contentar con levantarme, trabajar, descansar el fin de semana y volver de

nuevo a repetir el mismo recorrido? ¿Qué es lo que anhela mi ser?

Tarde o temprano, llega también la crisis que rompe nuestra seguridad. Vivíamos

tranquilos, sin problemas ni preocupaciones. Todo parecía asegurado para siempre.

De pronto, la sombra de una enfermedad grave, la muerte de un ser querido, la crisis

de la pareja... ¿por qué no hay paz duradera? Una cosa es clara: mis deseos no tienen

límite pero yo soy frágil y limitado. En el fondo, ¿no estoy deseando algo que supera

Page 67: Homilias de Pagola 2008 A

todo lo que conozco?

Estoy convencido de que son muchas las personas que experimentan algo de esto

más de una vez en su vida, aunque luego no hablen de ello ni sepan cómo explicarlo a

otros.

Pero estas crisis se dan y son importantes porque crean un espacio para hacernos

preguntas, para liberarnos de engaños y para enraizar mejor nuestra vida en lo

esencial.

Así es la crisis de esperanza que viven los dos discípulos de Emaús: nada ha sido

como esperaban; sus ilusiones han quedado rotas; ya nada tiene sentido. Sin

embargo, la presencia cercana de Cristo resucitado les infunde una confianza nueva.

La crisis les ayudará a descubrir un sentido más hondo a su vida, aprenderán a

caminar en una nueva dirección.

CADA DOMINGO

Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan

La Eucaristía no es sólo el centro de la liturgia cristiana. Es, además y por eso mismo,

la experiencia que, vivida domingo tras domingo, puede alimentar las grandes

actitudes que configuran la vida de un cristiano. El que come y bebe en esa cena,

alimenta su vida de discípulo fiel de Cristo.

En primer lugar, la Eucaristía es acción de gracias a Dios por la vida y por la salvación

que nos ofrece en su Hijo Jesucristo. Las palabras de acción de gracias, la estructura

de todo el conjunto, el tono de toda la celebración contribuyen a vivir una experiencia

intensa de alabanza y agradecimiento a Dios que no debe reducirse a ese momento

cultual. La vida cotidiana de un cristiano ha de estar marcada por la acción de gracias.

Page 68: Homilias de Pagola 2008 A

La Eucaristía es, además, comunión con Cristo resucitado. Jesús no es una figura del

pasado, alguien cada vez más lejano en el tiempo, sino el Señor de todos los tiempos

que permanece vivo entre los suyos. No somos seguidores de ur gran líder del

pasado. La Eucaristía nos enseña a vivir en comunión con un Cristo actual, acogiendo

realmente hoy su Espíritu y fuerza renovadora.

La Eucaristía es también escucha de las palabras de Jesús que son «espíritu y vida».

Para un discípulo de Cristo, el evangelio no es un mero testamento literario o un texto

fundacional. En la Eucaristía nos reunimos para escuchar la palabra viva de Jesús que

ilumina nuestra experiencia humana de hoy. Esa acción dominical nos invita a no vivir

como ciegos, sin evangelio ni luz alguna. El cristiano vive alimentado por la Palabra de

Jesús.

La Eucaristía es un acto comunitario por excelencia. Todos los domingos, los

cristianos dejan sus hogares, se reúnen en una iglesia y forman comunidad visible de

seguidores de Jesús. Todas las oraciones de la Eucaristía se dicen en plural:

invocamos, pedimos perdón, ofrecemos, damos gracias... siempre juntos. Los textos

dicen que somos «familia», «pueblo» «Iglesia». No se nos debería olvidar. Los

cristianos no somos individuos aislados que, cada uno por su cuenta, tratan de vivir el

evangelio. Formamos una comunidad que quiere ser en el mundo testimonio e

invitación a vivir de manera fraterna y solidaria.

La cena de Jesús resucitado con sus discípulos en la aldea de Emaus es una

invitación a reavivar nuestras eucaristías dominicales.

¿QUE HA SIDO DE LA ALEGRIA?

¿No ardía nuestro corazón...

Los relatos pascuales nos hablan sin excepción de la alegría irreprimible que inunda el

Page 69: Homilias de Pagola 2008 A

corazón de los creyentes al encontrarse con el resucitado.

Los discípulos de Emaús en «el viaje de vuelta de la desesperanza» sienten que su

corazón arde y se ilumina con la presencia y compañía del Señor.

¿Dónde está hoy esa alegría pascual? ¿Qué ha sido de ella en esta Iglesia, a veces

tan cansada y temerosa, como sociedad que hubiera dado ya lo mejor de sí misma y,

exhausta de fuerzas, tratara de buscar apoyos diversos fuera de Aquel que la puede

llenar de vigor y alegría nueva?

¿Dónde está la alegría pascual en esa Iglesia, con frecuencia, tan seria, tan poco dada

a la sonrisa, con tan poco humor para reconocer sus propios errores y limitaciones, tan

ocupada en girar una y otra vez en torno a sus propios problemas, buscando su propia

defensa más que la de la humanidad entera?

¿Dónde está el gozo pascual en esos cristianos que siguen «practicando la religión»

tristes y aburridos, sin haber descubierto con emoción lo que es celebrar la vida

cristiana?

Se diría que los cristianos no somos capaces de vivir la alegría cristiana , y a la larga,

ni siquiera de aparentarla.

Porque esta alegría que se respira junto al resucitado no es el optimismo ingenuo de

quien no tiene problemas. No es tampoco la satisfacción que produce el haber saciado

nuestros deseos o el placer que se obtiene del confort, la comodidad y la posesión.

Esta alegría es fruto de una presencia del Señor en el fondo del alma y en medio de la

vida. Una presencia que llena de paz, disipa el temor, dilata nuestras fuerzas, nos

hace aceptar con serenidad nuestras limitaciones, nos hace vivir ante la presencia del

Dios de la vida. Esta alegría no se da sin amor y oración. Es alegría que se

experimenta como «nuevo comienzo» y resurrección. Es fruto del encuentro sincero y

Page 70: Homilias de Pagola 2008 A

agradecido con el Señor que pide calladamente albergue y acogida. J. M. Velasco

llega a decir que «tan central es esta experiencia para la vida cristiana que puede

decirse sin exageración que ser cristiano es haber hecho esta experiencia y

desgranarla en vivencias, actitudes, palabras y acciones a lo largo de la vida».

Esta alegría no se vive de espaldas al sufrimiento del mundo. Al contrario, sólo es

posible cuando uno ha percibido que este mundo de muerte, tan triste, maltrecho y

sombrío, es aceptado con amor y ternura infinitas por ese Dios que ha resucitado a

Jesús de la muerte. ¿No ha de ser hoy una de las tareas más importantes de la Iglesia

redescubrir esta alegría en su propio corazón que es Cristo resucitado e irradiarla y

difundirla en la sociedad?

LA TENTACION DE LA HUIDA

No son pocos los que miran hoy a la Iglesia con pesimismo y desencanto. No es la

que ellos desearían. Una Iglesia viva y dinámica, fiel a Jesucristo, comprometida

realmente en construir una sociedad más humana.

La ven inmóvil y desfasada, excesivamente ocupada en defender una moral obsoleta

que ya a pocos interesa, haciendo penosos esfuerzos por recuperar una credibilidad

que parece encontrarse «bajo mínimos».

La perciben como una institución que está ahí casi siempre para acusar y condenar,

pocas veces para ayudar e infundir esperanza en el corazón humano.

La sienten con frecuencia triste y aburrida y, de alguna manera, intuyen con G.

Bernanos que «lo contrario de un pueblo cristiano es un pueblo triste».

La tentación fácil es el abandono y la huida. Algunos hace tiempo que lo hicieron,

incluso de manera ostentosa. Hoy afirman casi con orgullo creer en Dios, pero no en la

Iglesia.

Page 71: Homilias de Pagola 2008 A

Otros, tal vez, se van distanciando de ella poco a poco, «de puntillas y sin hacer

ruido». Sin advertirlo apenas nadie, se va apagando en su corazón el afecto y la

adhesión de otros tiempos.

Ciertamente, sería una equivocación alimentar en estos momentos un optimismo

superficial e ingenuo, pensando que llegarán tiempos mejores. Más grave aún sería

cerrar los ojos e ignorar la mediocridad y el pecado de la Iglesia.

Pero nuestro mayor pecado sería «huir hacia Emaús», abandonar la comunidad y

dispersarnos cada uno por su camino, movidos sólo por la decepción y el desencanto.

Hemos de aprender «la lección de Emaús». La solución no está en abandonar la

Iglesia, sino en rehacer nuestra vinculación con algún grupo cristiano, comunidad,

movimiento o parroquia donde poder compartir y reavivar nuestra esperanza.

Donde unos hombres y mujeres caminan preguntándose por Jesús y ahondando en su

mensaje, allí se hace presente Jesús Resucitado. Es fácil que un día, al escuchar el

evangelio, sientan de nuevo «arder su corazón».

Donde unos creyentes se encuentran para celebrar juntos la Eucaristía, allí está Jesús

Resucitado alimentando sus vidas. Es fácil que un día «se abran sus ojos» y lo vean.

Por muy muerta que aparezca ante nuestros ojos, en la Iglesia habita Jesús

Resucitado. Por eso, también aquí tienen sentido los versos de A. Machado: «Creí mi

hogar apagado, revolví las cenizas..., me quemé la mano».

Martes, 8. Abril 2008 - 20:36 Hora

Domingo 4º de Pascua-A

LA VOZ

Las ovejas lo siguen porque conocen su voz

Page 72: Homilias de Pagola 2008 A

En algunos ámbitos de la Iglesia se insiste más que nunca en la necesidad de un

«magisterio eclesiástico» fuerte para dirigir a los fieles en medio de la crisis actual.

Estas llamadas no logran, sin embargo, detener su creciente «devaluación» entre

amplios sectores de cristianos.

De hecho, no pocas intervenciones de los obispos provocan reacciones encontradas.

Unos las alaban con fervor, otros las critican duramente y la mayoría las olvida a los

pocos días. Mientras tanto, en el evangelio se nos recuerdan unas palabras de Jesús

que nos interpelan a todos: «Las ovejas siguen al pastor porque conocen su voz».

Lo primero y decisivo también hoy es que, en la Iglesia, los creyentes escuchemos «la

voz» de Jesucristo en toda su originalidad y pureza, no el peso de las tradiciones ni la

novedad de las modas, no las «preocupaciones» de los eclesiásticos ni los «gustos»

de los teólogos, no nuestros intereses, miedos o acomodaciones.

Esto exige no confundir sin más la voz de Jesucristo con cualquier palabra que se

pronuncia en la Iglesia. No hemos de dar por supuesto que en toda intervención de los

obispos, en toda predicación de los curas, en todo escrito de los teólogos o en toda

exposición de los catequistas se está escuchando fielmente la voz de Jesús.

Siempre existe un riesgo. Que llenemos la Iglesia de escritos y cartas pastorales, de

documentos y libros de teología, de catequesis y predicaciones, sustituyendo con

nuestro «ruido» la voz inconfundible de Jesús, nuestro único maestro. Lo recordaba

una y otra vez el obispo san Agustín: «Tenemos un solo maestro. Y, bajo él, todos

somos condiscípulos. No nos constituimos en maestros por el hecho de hablar desde

el púlpito. El verdadero Maestro habla desde dentro».

Hemos de preguntarnos si la palabra que se escucha en la Iglesia proviene de Galilea

y nace del Espíritu del resucitado. Esto es lo decisivo pues el magisterio, la

Page 73: Homilias de Pagola 2008 A

predicación o la teología han de ser una invitación a que cada creyente escuchemos

de manera fiel y responsable la voz de Cristo. Sólo cuando uno «aprende» algo de

Jesús se convierte en su seguidor.

LIBRES PERO NO LIBERADOS

Pocas veces se habrá hablado de la libertad con tanta ambigüedad y confusión como

en nuestros días.

Hay una «liberación» impuesta por el nuevo contexto social que lejos de ser un camino

de crecimiento personal es represión y anulación de una verdadera personalidad

humana.

«¿Todavía no te has liberado?» Esta es la llamada que se nos hace hoy desde

diversos ámbitos de la sociedad, invitándonos a romper con tradiciones, costumbres o

fidelidades pasadas, para entrar en otra esclavitud impuesta por nuevas modas y

presiones sociales.

Hay quienes se creen más libres por el hecho de romper con todo lo prohibido

anulando toda conciencia de culpabilidad. Olvidan que éste es el camino mejor para

caer en la irresponsabilidad, el narcisismo autocomplaciente y la esterilidad.

Otros quieren ser «libres como pájaros» y rehuyen todo aquello que puede exigirles

compromiso y entrega. Olvidan que estamos hechos para ser libres no como pájaros

sino como hombres.

Ser libre es una ilusión si no nos conduce a ser más humanos. ¿Qué es la libertad si

no nos lleva a una mayor fidelidad a nosotros mismos, una coherencia mayor con

nuestras convicciones más profundas, una búsqueda sincera y sacrificada de lo que

puede dar un sentido más digno y noble a nuestra vida?

Page 74: Homilias de Pagola 2008 A

¿Puede decirse que un hombre «se ha liberado» por el simple hecho de haber

superado escrúpulos tradicionales en el campo religioso, moral y social, si vive

aburrido, sin proyecto ni horizonte alguno, incapaz de dar sentido a su vivir diario?

¿Puede decirse que «se ha liberado» quien actúa movido únicamente por espíritu de

competencia, eficacia y éxito, utilizando su poder para imponerse, lleno de horror ante

el fracaso, incapaz de nada que signifique entrega generosa y gratuita al otro?

Son muchos los contagiados por eso que alguien ha llamado «el mal de la libertad»,

es decir, la búsqueda obsesiva de una libertad vacía de contenido, que no quiere

saber nada de entrega, fidelidad, solidaridad, crecimiento personal y comunitario.

Ser creyente es vivir vinculado a Cristo. Pero precisamente, esa vinculación y

adhesión a Cristo es lo que permite al cristiano dar contenido humano a su libertad. El

es la puerta que da acceso a la auténtica liberación.

Esta es la promesa de Jesús: «yo soy la puerta. Quien entre por mi se salvará y podrá

entrar y salir, y encontrará pastos». Responder a su llamada, orientar la vida en la

dirección que señala su mensaje, comprometerse en construir «el reino de Dios», es lo

que puede ayudarnos a conocer la verdadera liberación.

EL MANDATO DE VIVIR

Yo he venido para que tengan vida

Nos quejamos tanto de los problemas, trabajos y penalidades de nuestro vivir diario,

que corremos el riesgo de olvidar que la vida es un regalo. El gran regalo que todos

hemos recibido de Dios.

Si no hubiéramos nacido, nadie nos habría echado en falta. Nadie habría notado

nuestra ausencia. Todo habría seguido su marcha y nosotros hubiéramos quedado

Page 75: Homilias de Pagola 2008 A

olvidados para siempre en la nada.

Y, sin embargo, vivimos. Se ha producido ese milagro único e irrepetible que es mi

vida. Como dice el genial pensador judío M. Buber, «cada uno de los hombres

representa algo nuevo, algo que nunca antes existió, algo original y único».

Nadie, antes de mí, ha sido igual que yo ni lo será nunca. Nadie verá jamás el mundo

con mis ojos. Nadie acariciará con mis manos. Nadie rezará a Dios con mis labios.

Nadie amará nunca con mi corazón.

Mi vida es insustituible. Es tarea mía y sólo yo la puedo vivir. Si yo no lo hago, quedará

para siempre sin hacer. Habrá en el mundo un vacío que nadie podrá llenar.

Por eso, aunque muchas veces lo olvidamos, el primer mandato que los hombres

recibimos de Dios es vivir. Mandato que no está escrito en tablas de piedra, sino

grabado en lo más hondo de nuestro ser.

Nuestro primer gesto de obediencia a Dios es vivir, amar la vida, acogerla con corazón

agradecido, cuidarla con solicitud, desplegar todas las posibilidades encerradas en

nosotros.

Pero vivir no significa sólo asegurar un buen funcionamiento de nuestro organismo

físico o lograr un desarrollo armonioso de nuestro psiquismo, sino crecer como seres

plenamente humanos.

El ideal de «mens sana in corpore sano» puede ser algo perfectamente inhumano y

empobrecedor, si no vivimos escuchando la llamada del Absoluto, abiertos al amor,

creando en nuestro entorno una vida siempre más humana.

Son bastantes los cristianos que no llegan siquiera a sospechar que la fe es

precisamente un principio de vida y vida sana. Les falta descubrir por experiencia

Page 76: Homilias de Pagola 2008 A

personal que Dios no es algo que, de todas maneras, debe existir y a quien conviene

tener en cuenta por si acaso, sino que Dios es precisamente y antes que nada

«alguien que hace vivir».

A pesar de todas las dudas e incertidumbres, el creyente va descubriendo a Dios

como alguien que sostiene la vida incluso en los momentos más adversos, alguien que

da fuerzas para comenzar siempre de nuevo, alguien que alimenta en nosotros una

esperanza indestructible cuando la vida parece apagarse para siempre.

Al escuchar las palabras de Jesús: «Yo he venido para que tengan vida y la tengan

abundante», el creyente no necesita acudir a otros para que le expliquen su sentido. El

sabe que son verdad.

SABER ESCUCHAR

Mis ovejas escuchan mi voz.

El saber escuchar es uno de los rasgos que caracterizan al verdadero creyente. El

cristiano es un hombre que trata de comprender y vivir toda su existencia a partir de la

escucha sincera de Jesucristo y su mensaje. Las ovejas saben escuchar su voz.

Pero saber «escuchar» el evangelio no es tan sencillo como pudiéramos creer.

Cuando leemos el mensaje de Jesús, cada uno de nosotros va acentuando aquello

con lo que mejor sintoniza, y va subrayando lo que mejor y más directamente

responde a sus planteamientos y su visión personal de la vida.

De esta manera, cada uno hacemos nuestra propia lectura del evangelio y vamos

configurando el mensaje de Jesús y dándole vida desde nuestra propia comprensión.

Con frecuencia, no sospechamos los creyentes el riesgo que corremos de adulterar el

Page 77: Homilias de Pagola 2008 A

contenido de la fe. No somos conscientes de la influencia que ejerce en nuestra

lectura del mensaje cristiano, la mentalidad de la clase a la que pertenecemos, la

ideología que predomina en nuestra concepción de la vida, la posición ante los

problemas concretos de nuestra sociedad, las opciones que vamos tomando en la

vida...

El tomar conciencia más clara de la parte de subjetividad que se encierra en toda

escucha puede ser ya muy positivo. Precisamente, aquél que ingenuamente cree

acercarse al evangelio con objetividad, sin sospechar de sus prejuicios y

predisposiciones, es el que más riesgos corre de falsearlo.

Pero la escucha fiel del evangelio tiene además exigencias concretas que los

cristianos deberíamos recordar. Sólo señalamos alguna.

Es necesario abrirse a la verdad total del mensaje de Jesús, evitando una selección

ilegítima del evangelio y una polarización exclusivista sobre determinados aspectos del

mensaje cristiano. Quizás esta lectura parcial y reduccionista del evangelio sea una de

las tentaciones más graves que nos acechan siempre a los cristianos. Por otra parte,

nunca podemos tener la pretensión de que nuestra escucha del evangelio sea la única

auténtica, ni siquiera la más fiel. Nadie puede asegurar que lo que a él se le escapa no

sea relevante para la comprensión de la fe o que sea menos importante que lo que

otros descubren y viven.

Es necesario el diálogo, la confrontación, la complementariedad con otras lecturas del

evangelio hechas desde otros presupuestos distintos y por creyentes que viven quizás

otra experiencia cristiana diferente a la nuestra.

ESCUCHAR

Somos víctimas de una lluvia tan abrumadora de palabras, voces y ruidos que

corremos el riesgo de perder nuestra capacidad para escuchar la voz que necesitamos

Page 78: Homilias de Pagola 2008 A

oír para tener vida.

¿Cómo pueden resonar en esta sociedad las palabras de Jesús que leemos hoy en el

evangelio? «Mis ovejas escuchan mi voz... y yo les doy vida eterna».

Apenas sabemos ya callarnos, estar atentos y permanecer abiertos a esa Palabra viva

que está presente en lo más hondo de la vida y de nuestro ser.

Convertidos en tristes «teleadictos» nos pasamos horas y más horas sentados ante el

televisor, recibiendo pasivamente imágenes, palabras, anuncios y todo cuanto nos

quieran ofrecer para alimentar nuestra trivialidad.

Según estudios realizados, son mayoría los que ven de dos a tres horas diarias de

televisión, lo cual significa que cuando hayan cumplido 65 años habrán estado 9 años

consecutivos ante el televisor.

Envuelto en un mundo trivial, evasivo y deformante, el «teleadicto» sufre una

verdadera frustración cuando carece de su alimento televisivo.

Necesita esa pequeña pantalla llena de colores, que se convierte con frecuencia, en

una pantalla en sentido literal y estricto, entre el individuo y la realidad. Ya no vive

desde las raíces de la misma vida. Apenas escucha ya otro mensaje sino el que recibe

a través de las ondas.

El hombre contemporáneo necesita urgentemente recuperar de nuevo el silencio y la

capacidad de escucha, si no quiere ver su vida y su fe ahogarse progresivamente en la

trivialidad.

Necesitamos estar más atentos a la llamada de Dios, escuchar la voz de la verdad,

sintonizar con lo mejor que hay en nosotros, desarrollar esa sensibilidad interior que

percibe, más allá de lo visible y de lo audible, la presencia de Aquel que puede dar

Page 79: Homilias de Pagola 2008 A

vida a nuestra vida.

Según K. Rahner, «el cristiano del futuro o será un místico, es decir, una persona que

ha experimentado algo, o no será cristiano. Porque la espiritualidad del futuro no se

apoyará ya en una convicción unánime, evidente y pública, ni en un ambiente religioso

generalizado, sino en la experiencia y decisión personales».

Lo que cambia el corazón del hombre y lo convierte no son las palabras, las ideas y

las razones, sino la escucha sincera de la voz de Dios.

Esa escucha sincera de Dios que transforma nuestra soledad interior en comunión

vivificante y fuente de nueva vida.

Martes, 15. Abril 2008 - 17:42 Hora

Domingo 5º de Pascua-A

Hacerse más cristiano

ESTO que vivo yo es fe?, ¿cómo se hace uno más creyente?, ¿qué pasos hay que

dar? Son preguntas que escucho con frecuencia a personas que desean hacer un

recorrido interior hacia Jesucristo pero no saben qué camino seguir. Cada uno ha de

escuchar su propia llamada, pero a todos nos puede hacer bien recordar cosas

esenciales.

Creer en Jesucristo no es tener una opinión sobre él. Me han hablado muchas veces

de él; tal vez, he leído algo sobre su vida; me atrae su personalidad; tengo una idea de

su mensaje. No basta. Si quiero vivir una nueva experiencia de lo que es creer en

Cristo, tengo que movilizar todo mi mundo interior.

Es muy importante no pensar en Cristo como alguien ausente y lejano. No quedarnos

en «el niño de Belén», el «Maestro de Galilea» o «el crucificado del Calvario». No

reducirlo tampoco a una idea o un concepto. Cristo es una «presencia viva», alguien

que está en mi vida y con quien puedo comunicarme en la experiencia de cada día.

Page 80: Homilias de Pagola 2008 A

No pretendas imitarle rápidamente. Antes, es mejor penetrar en una comprensión más

intima de su persona. Dejarnos seducir por su misterio. Captar el espíritu que le hace

vivir de una manera tan humana. Intuir la fuerza de su amor al ser humano, su pasión

por la vida, su ternura hacia el débil, su confianza total en la salvación de Dios.

Un paso decisivo es leer los evangelios para buscar personalmente la verdad de

Jesús. No hace falta saber mucho para entender su mensaje. No es necesario

dominar las técnicas más modernas de interpretación. Lo decisivo es ir al fondo de esa

vida desde mi propia experiencia. Guardar sus palabras dentro del corazón. Alimentar

el gusto de la vida con su fuego.

Leer el evangelio no es exactamente encontrar «recetas» para vivir. Es otra cosa. Es

experimentar que, viviendo como él, se puede vivir de manera diferente, con libertad y

alegría interior. Los primeros cristianos vivían con esta idea: ser cristiano es «sentir

como sentía él» (Fil 2,5); «revestirse de Cristo» (Gal 3,27), reproducir en nosotros su

vida. Esto es lo esencial. Entonces entiende el creyente desde dentro las palabras de

Cristo y las hace suyas: «Tú eres para mi el camino, la verdad y la vida» (Jn 14,6).

ENCONTRARSE CON CRISTO

Yo soy el camino, la verdad y la vida. Jn 14,1-12

Hay en la vida momentos de verdadera sinceridad en que, de pronto, surgen de

nuestro interior con lucidez y claridad desacostumbradas, las preguntas más decisivas:

En definitiva, ¿yo en qué creo? ¿qué es lo que espero? ¿en quién apoyo mi

existencia?

Ser cristiano es, antes que nada, creerle a Cristo. Tener la suerte de habernos

Page 81: Homilias de Pagola 2008 A

encontrado con él. Por encima de toda creencia, fórmula, rito, ideologización o

interpretación, lo verdaderamente decisivo en la experiencia cristiana es el encuentro

con Cristo.

Ir descubriendo por experiencia personal, sin que nadie nos lo tenga que decir desde

fuera, toda la fuerza, la luz, la alegría, la vida que podemos ir recibiendo de Cristo.

Poder decir desde la propia experiencia que Jesús es Camino, verdad y vida.

En primer lugar, descubrirlo como camino. Escuchar en él la invitación a andar, a

cambiar, avanzar siempre, no establecernos nunca, renovarnos constantemente,

sacudirnos de perezas y seguridades, crecer como hombres, ahondar en la vida,

construir siempre, hacer historia más evangélica. Apoyarnos en Cristo para andar día

a día el camino doloroso y al mismo tiempo gozoso que va desde la incredulidad a la

fe.

En segundo lugar, encontrar en Cristo la verdad. Descubrir desde él a Dios en la raíz y

en el término del amor que los hombres damos y acogemos. Darnos cuenta, por fin,

que él hombre sólo es hombre en el amor. Descubrir que la única verdad es el amor. Y

descubrirlo acercándonos al hombre concreto que sufre y es olvidado.

En tercer lugar, encontrar en Cristo la vida. En realidad, los hombres creemos a aquel

que nos da vida. Ser cristiano no es admirar a un líder ni formular una confesión sobre

Cristo. Es encontrarse con un Cristo vivo y capaz de hacernos vivir.

A Jesús siempre lo empequeñecemos y desfiguramos al vivirlo. Sólo lo reconocemos

al amar, al rezar, al compartir, al ofrecer amistad, al perdonar, al crear fraternidad.

A Jesús no lo poseemos. A Jesús lo encontramos cuando nos dejamos cambiar por él,

cuando nos atrevemos a amar como él, cuando crecemos como hombres y hacemos

crecer la humanidad.

Page 82: Homilias de Pagola 2008 A

Jesús es «camino, verdad y vida». Es otro modo de caminar por la vida. Otro modo

de ver y sentir la existencia. Otra dimensión más honda. Otra lucidez y otra

generosidad. Otro horizonte y otra comprensión. Otra luz. Otra energía. Otro modo de

ser. Otra libertad. Otra esperanza. Otro vivir y otro morir.

SEGUIR EL CAMINO DE JESÚS

Los catecismos suelen hablar de algunas «notas» o atributos que caracterizan a la

verdadera Iglesia de Cristo. Como confesamos en el credo, la Iglesia de Cristo es

«una, santa, católica y apostólica». Ciertamente, no podríamos reconocerla en una

Iglesia de comunidades enfrentadas, donde predominara la injusticia, se excluyera a

los demás y se abandonara la fe inicial predicada por los apóstoles.

Pero hay algo que es previo y no hemos de olvidar. Una Iglesia verdadera es, ante

todo, una Iglesia que «se parece» a Jesús. Si no tiene algún parecido con él, en esa

misma medida estamos dejando de ser su Iglesia, por mucho que sigamos repitiendo

que pertenecemos a una Iglesia santa, católica y apostólica.

Parecerse a Jesús significa reproducir hoy su estilo de vida y su manera de ser;

encarnarse en la vida real de la gente como se encarnaba él; despertar en el corazón

de las personas confianza en Dios y, sobre todo, amar como amaba él. Lo dice Jesús:

«Yo soy el camino, la verdad y la vida». La manera de caminar hacia el Padre es

seguir sus huellas.

A la Iglesia se le nota que es de Jesús si se preocupa de los que sufren, si se arriesga

a perder prestigio y seguridad por defender la causa de los últimos, si ama por encima

de todo a los desvalidos. Si queremos a la Iglesia hemos de preocuparnos de que en

ella y desde ella se ame a la gente como la amaba Jesús.

Una Iglesia donde se quiere a las personas y se busca una vida más digna y dichosa

Page 83: Homilias de Pagola 2008 A

para todos «se hace notar» en el mundo de hoy porque eso es precisamente lo que

más falta en el mundo: en las relaciones entre pueblos ricos y pobres, en la economía

controlada por los poderosos, en la sociedad dominada por los fuertes.

Por otra parte, sólo así se hace la Iglesia creíble. Si no sabemos reproducir hoy el

amor de Jesús, es inútil que tratemos de hacernos creíbles por otros medios. Se verá

que somos como todos: incapaces de regirnos sólo por el amor compasivo. No

seremos «Iglesia de Jesús» pues nos faltará el rasgo que mejor lo caracterizó a él.

Jesús habrá dejado de ser para nosotros «el camino, la verdad y la vida».

ETAPA DECISIVA

Llevo un cierto tiempo leyendo diversos trabajos sobre la llamada «tercera edad».

Trato de conocer mejor esa etapa tan decisiva para el ser humano, pues me parece

importante ver, cómo puede la fe cristiana, iluminar el atardecer de la vida de los

hombres y mujeres de nuestros días.

Es incontable el número de libros que ofrecen orientaciones para envejecer

sabiamente desarrollando de manera sana las diversas dimensiones de la vida. Quiero

señalar aquí, por su carácter sencillo y práctico, la colección "Para Mayores" de

Editorial Popular con títulos como «Envejecer es vivir». «La fuerza de la experiencia».

«Alimentarse con salud»..

Sin embargo, no siempre se atiende a la dimensión religiosa ni a la profunda crisis que

puede aflorar en ese momento de la vida, cuando, sin poder evitarlo, la persona

comienza a hacerse las grandes preguntas de la existencia: ¿Por qué he trabajado

tanto?, ¿para qué he vivido?, ¿esto era todo?, ¿qué me espera ahora?

Cada edad tiene su forma propia de expresión religiosa, y esta última etapa de la vida

puede ser un auténtico regalo de Dios si el creyente sabe reavivar su fe y descubrir

Page 84: Homilias de Pagola 2008 A

todas las posibilidades que se le ofrecen.

La jubilación es un tiempo propicio para encontrarse con uno mismo y llegar más al

fondo del corazón. Es el momento de escuchar «llamadas olvidadas» y de poner la

atención en lo importante. La persona ha recorrido ya un largo trecho de su existencia.

Conoce mejor su debilidad y limitaciones. Sabe «lo que da la vida». Ahora llega el

momento de la verdad.

La jubilación puede ser, sobre todo, un tiempo de encuentro sincero con un Dios

Amigo y Salvador. Dios está ahí, en medio de nuestra vida. Ha estado siempre aunque

nosotros hayamos caminado largos años olvidados de él. Es el momento de confiar en

su perdón y escuchar lo que quiere decirnos en el atardecer de nuestra vida.

Tal vez lo primero que se nos pide es aprender a abandonarnos en sus brazos. Estar

ante él en silencio, sin hablar mucho, sin pedirle muchas cosas. Sencillamente, estar

ante él con fe, esperando su gracia y su perdón, dándole gracias porque, al final de

todo, nos espera y nos ofrece su salvación.

Qué consolador puede ser para los creyentes escuchar al final de la vida las palabras

de Jesús: «No perdáis la calma, creed en Dios y creed también en mí... Cuando

vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo

estéis también vosotros.» Todos tenemos ya preparado un lugar en el corazón de

Dios.

Lunes, 21. Abril 2008 - 20:44 Hora

Domingo 6º de Pascua

En lo cotidiano

NUESTRA vida se decide en lo cotidiano. Por lo general, no son los momentos

extraordinarios y excepcionales los que marcan más nuestra existencia. Es más bien

esa vida ordinaria de todos los días, con las mismas tareas y obligaciones, en contacto

Page 85: Homilias de Pagola 2008 A

con las mismas personas, la que nos va configurando. En el fondo, somos lo que

somos en la vida cotidiana.

Esa vida no tiene muchas veces nada de excitante. Está hecha de repetición y rutina.

Pero es nuestra vida. Somos «seres cotidianos». La cotidianeidad es un rasgo

esencial de la persona humana. Somos al mismo tiempo responsables y víctimas de

esa vida aparentemente pequeña de cada día.

En esa vida de lo normal y ordinario podemos crecer como personas y podemos

también echarnos a perder. En esa vida crece nuestra responsabilidad o aumenta

nuestra desidia y abandono; cuidamos nuestra dignidad o nos perdemos en la

mediocridad; nos inspira y alienta el amor o actuamos desde el resentimiento o la

indiferencia; nos dejamos arrastrar por la superficialidad o enraizamos nuestra vida en

lo esencial; se va disolviendo nuestra fe o se va reafirmando nuestra confianza en

Dios.

La vida cotidiana no es algo que hay que soportar para luego vivir no sé qué. Es en la

normalidad de cada día donde se decide nuestra calidad humana y cristiana. Ahí se

fortalece la autenticidad de nuestras decisiones; ahí se purifica nuestro amor a las

personas; ahí se configura nuestra manera de pensar y de creer. K. Rahner llega a

decir que «para el hombre interior y espiritual no hay mejor maestro que la vida

cotidiana».

Según la teología del cuarto evangelio, los seguidores de Jesús no caminan por la vida

solos y desamparados. Los acompaña y defiende día a día «el Espíritu de la verdad»,

es decir, la presencia viva de Cristo que los ilumina y alienta poniendo verdad en su

vida cotidiana. Se ponen en boca de Cristo estas palabras: «Vosotros viviréis

porque yo sigo viviendo».

Lo importante es recordar la consigna: «No busquéis entre los muertos al que está

vivo». En el día a día de la vida cotidiana hemos de buscar al Resucitado en el amor,

no en la letra muerta; en la autenticidad, no en las apariencias; en la verdad, no en los

Page 86: Homilias de Pagola 2008 A

tópicos; en la creatividad, no en la pasividad y la inercia; en la luz, no en la oscuridad

de las segundas intenciones; en el silencio interior, no en la agitación superficial.

OTRO DEFENSOR

...que os dé otro Defensor Jn 14,15-21

La verdad es que los humanos somos bastante complejos. Cada individuo es un

mundo de deseos y frustraciones, ambiciones y miedos, dudas e interrogantes. Con

frecuencia no sabemos quiénes somos ni qué queremos. Desconocemos hacia dónde

se está moviendo nuestra vida. ¿Quién nos puede enseñar a vivir de manera

acertada?

Aquí no sirven los planteamientos abstractos ni las teorías. No basta aclarar las cosas

de manera racional. Es insuficiente tener ante nuestros ojos normas y directrices

correctas. Lo decisivo es el arte de actuar día a día de manera positiva, sana y

creadora.

Para un cristiano, Jesús es siempre su gran Maestro de vida, pero ya no le tenemos a

nuestro lado. Por eso, cobran tanta importancia estas palabras del evangelio: «Yo le

pediré al Padre que os dé otro Defensor que esté siempre con vosotros, el

Espíritu de la verdad».

Necesitamos que alguien nos recuerde la verdad de Jesús. Si la olvidamos, no

sabremos quiénes somos ni qué estamos llamados a ser. Nos desviaremos del

evangelio una y otra vez. Defenderemos en su nombre causas e intereses que tienen

poco que ver con Jesús. Nos creeremos en posesión de la verdad al mismo tiempo

que la desfiguramos.

Necesitamos que el Espíritu Santo active en nosotros la memoria de Jesús, su

Page 87: Homilias de Pagola 2008 A

presencia viva, su imaginación creadora. No se trata de despertar un recuerdo del

pasado: sublime, conmovedor, entrañable, pero recuerdo. Lo que el Espíritu del

resucitado hace con nosotros es abrir nuestro corazón al encuentro personal con

Jesús como alguien vivo. Sólo esta relación afectiva y cordial con Jesucristo es capaz

de transformarnos y generar en nosotros una manera nueva de ser y de vivir.

Al Espíritu se le llama en el cuarto evangelio «defensor» o «paráclito» porque nos

defiende de lo que nos puede destruir. Hay muchas cosas en la vida de las que no

sabemos defendernos por nosotros mismos. Necesitamos luz, fortaleza, aliento

sostenido. Por eso, invocamos al Espíritu. Es la mejor manera de ponernos en

contacto con Jesús y vivir defendidos de cuanto nos puede desviar de él.

EL ARTE DE VIVIR

Nunca los cristianos se han sentido huérfanos. El vacío dejado por la muerte de Jesús

ha sido llenado por la presencia viva del Espíritu del resucitado.

Este Espíritu del Señor llena la vida del creyente. El Espíritu de la verdad que vive con

nosotros, está en nosotros y nos enseña el arte de vivir en la verdad.

Lo que configura la vida de un verdadero creyente no es el ansia de placer ni la lucha

por el éxito ni siquiera la obediencia estricta a una ley, sino la búsqueda gozosa de la

verdad de Dios bajo el impulso del Espíritu.

El verdadero creyente no cae ni en el legalismo ni en la anarquía, sino que busca con

el corazón limpio la verdad. Su vida no está programada por prohibiciones sino que

viene animada e impulsada positivamente por el Espíritu.

Cuando vive esta experiencia del Espíritu, el creyente descubre que ser cristiano no es

Page 88: Homilias de Pagola 2008 A

un peso que oprime y atormenta la conciencia, sino que es dejarse guiar por el amor

creador del Espíritu que vive en nosotros y nos hace vivir con una espontaneidad que

nace no de nuestro egoísmo sino del amor.

Una espontaneidad en la que uno renuncia a sus intereses egoístas y se confía al

gozo del Espíritu. Una espontaneidad que exige regeneración, renacimiento y

reorientación continua hacia la verdad de Dios.

Esta vida nueva en el Espíritu no significa únicamente vida interior de piedad y

oración. Es la verdad de Dios que genera en nosotros un estilo de vida nuevo

enfrentado al estilo de vida que surge de la mentira y el egoísmo.

Vivimos en una sociedad donde a la mentira se la llama diplomacia, a la explotación

negocio, a la irresponsabilidad tolerancia, a la injusticia orden establecido, a la

sensualidad amor, a la arbitrariedad libertad, a la falta de respeto sinceridad.

Esta sociedad difícilmente puede entender o aceptar una vida acuñada por el Espíritu.

Pero es este Espíritu el que defiende al creyente y le hace caminar hacia la verdad,

liberándose de la mentira social, la farsa de nuestra convivencia y la intolerancia de

nuestros egoísmos diarios.

Se ha dicho que el cristiano es un soldado sometido a la ley cristiana. Es más exacto

decir que el cristiano es un «artista». Un hombre que bajo el impulso creador y gozoso

del Espíritu aprende el arte de vivir con Dios y para Dios.

¿HAY QUE DECIRLE LA VERDAD?

No os dejaré desamparados

Page 89: Homilias de Pagola 2008 A

¿Hay que decirle la verdad al enfermo terminal? ¿Hay que ocultarle la proximidad de

su muerte? He aquí una cuestión siempre difícil para los profesionales que atienden al

enfermo y para todos los que acompañan de cerca a un ser querido en su última

enfermedad.

La célebre doctora E. Kübler-Ross llega a la conclusión de que los enfermos prefieren

conocer la verdad y organizarse. Por otra parte, según sus estudios, no pocos

enfermos llegan a saber su estado, sobre todo, por el especial comportamiento de sus

familiares y del personal sanitario.

Sin embargo, la actuación más generalizada hoy entre nosotros es la de tener

informada a la familia mientras se priva al enfermo de cualquier dato realmente grave.

Se crea así en torno al enfermo una «conspiración de silencio», que él aceptará

«dejándose engañar» o ante la cual se rebelará mostrando su resentimiento. ¿Qué se

puede decir?

Parece que hay que partir del derecho del enfermo a conocer la verdad. El hecho de

morir es algo personal e íntimo, que pertenece al enfermo. El es el primero que tiene

derecho a la información adecuada para tomar sus decisiones y ser protagonista de su

propio morir.

Por otra parte, parece que cada caso requiere su planteamiento particular. Hay que

considerar bien qué verdad hay que comunicar, cuánta verdad, cuándo y quién ha de

comunicar esa verdad. Por eso, las primeras preguntas han de ser ésas: ¿Quiere el

enfermo más información? ¿Qué es lo que desea saber? ¿Está preparado para recibir

toda la información? ¿Cómo puede reaccionar?

En cualquier caso, hay que recordar que la comunicación de la verdad no ha de ser

algo puntual, sino un proceso continuado que respete el ritmo y las condiciones

personales del enfermo. Por otra parte, aunque se dé mucha información, es

importante no quitar nunca al enfermo toda esperanza.

Page 90: Homilias de Pagola 2008 A

Todos los expertos advierten que hay que seguir acompañándole de cerca y

respondiendo a sus necesidades:

¿Qué es lo que más le preocupa? ¿Desea algo más? ¿Cómo se siente? ¿Cómo

quiere que se le ayude? El enfermo ha de estar seguro de que no se le abandonará.

Que se harán todos los esfuerzos por cuidarlo, por aliviar su dolor, por ayudarle a

sentirse bien.

Qué importante puede ser entonces para el enfermo creyente sentir de cerca la

presencia de personas que le ayudan a vivir esos momentos tan difíciles desde la fe.

El pasado, con sus errores y pecados, pertenece a la misericordia de Dios; el presente

puede ser vivido desde la confianza total en El; el futuro queda en sus manos.

Hoy, Día del Enfermo, el relato evangélico nos recuerda un fragmento de las últimas

conversaciones de Jesús con los suyos, próxima ya su muerte. Con qué paz escucha

el enfermo creyente las palabras de Jesús: «No os dejaré desamparados, volveré...

Vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces sabréis que yo

estoy con mi Padre, vosotros conmigo y yo con vosotros. »

Lunes, 28. Abril 2008 - 20:44 Hora

Fiesta de la Ascensión-A

EL GRAN SECRETO

Jesús no es un difunto. Es alguien vivo que ahora mismo está presente en el corazón

de la historia y en nuestras propias vidas. No hemos de olvidar que ser cristiano no es

admirar a un personaje del pasado que con su doctrina puede aportarnos todavía

alguna luz sobre el momento presente. Ser cristiano es encontrarse ahora con un

Cristo lleno de vida cuyo Espíritu nos hace vivir.

Por eso Mateo no nos ha dejado relato alguno sobre la ascensión de Jesús. Ha

Page 91: Homilias de Pagola 2008 A

preferido que queden grabadas en el corazón de los creyentes estas últimas palabras

del resucitado: "Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo».

Este es el gran secreto que alimenta y sostiene al verdadero creyente: el poder contar

con Jesús resucitado como compañero único de existencia.

Día a día, él está con nosotros disipando las angustias de nuestro corazón y

recordándonos que Dios es alguien próximo y cercano a cada uno de nosotros.

El está ahí para que no nos dejemos dominar nunca por el mal, la desesperación o la

tristeza. El infunde en lo más íntimo de nuestro ser la certeza de que no es la violencia

o la crueldad sino el amor, la energía suprema que hace vivir al hombre más allá de la

muerte.

El nos contagia la seguridad de que ningún dolor es irrevocable, ningún fracaso es

absoluto, ningún pecado imperdonable, ninguna frustración decisiva.

El nos ofrece una esperanza inconmovible en un mundo cuyo horizonte parece

cerrarse a todo optimismo ingenuo. El nos descubre el sentido que puede orientar

nuestras vidas en medio de una sociedad capaz de ofrecernos medios prodigiosos de

vida, sin poder decirnos para qué hemos de vivir.

El nos ayuda a descubrir la verdadera alegría en medio de una civilización que nos

proporciona tantas cosas sin poder indicarnos qué es lo que nos puede hacer

verdaderamente felices.

En él tenemos la gran seguridad de que el amor triunfará. No nos está permitido el

desaliento. No puede haber lugar para la desesperanza. Esta fe no nos dispensa del

sufrimiento ni hace que las cosas resulten más fáciles.

Pero es el gran secreto que nos hace caminar día a día llenos de vida, de ternura y

esperanza. Jesús está con nosotros.

Page 92: Homilias de Pagola 2008 A

SALVACIÓN

Yo estoy con vosotros

Hay dos hechos que todos podemos comprobar cada uno a nuestra manera. Por una

parte, está creciendo en la sociedad moderna la expectativa y el deseo de un futuro

mejor. No nos contentamos con cualquier cosa. Queremos algo diferente. El mundo

debería ser más digno, más justo, más humano y feliz para todos.

Al mismo tiempo, está creciendo el desencanto, el escepticismo y hasta el miedo ante

el futuro. Vamos viendo a lo largo de la vida tantos sufrimientos absurdos en las

personas y en los pueblos, tanta injusticia y abuso, tantas guerras y miserias que no

es fácil mantener la esperanza.

El ser humano ha logrado resolver muchos males y sufrimientos valiéndose de la

ciencia y de la técnica. En el futuro logrará éxitos todavía más espectaculares. Aún no

somos capaces de intuir la capacidad que se encierra en la mente humana para

desarrollar el bienestar físico, psíquico y social.

Sin embargo, este desarrollo nos va «salvando» sólo de algunos males y de manera

muy limitada. Ahora que disfrutamos más de los avances de la ciencia, empezamos a

ver con más claridad que el ser humano no puede darse a sí mismo todo lo que anda

buscando. Hay cosas que nunca logrará resolver la técnica, y los científicos lo saben

mejor que nadie: tener que envejecer, no poder escapar de la muerte, el poder extraño

del mal. La historia es muy obstinada y sigue generando una y otra vez sufrimiento,

intolerancia, guerras y muerte.

Después de una conferencia que he tenido recientemente en una ciudad española

sobre «El sentido de la fe hoy», alguien manifestó que el hombre actual no necesita ya

Page 93: Homilias de Pagola 2008 A

de ningún Dios «salvador». Otro me indicó que hablar de la «salvación de Dios»,

además de falso y anacrónico, es hoy una ideología ofensiva para el hombre moderno.

Comprendo estas posiciones pero no me pueden convencer. Son muchos los que

reclaman «algo» que no es técnica, ni ciencia, ni doctrina ideológica. Algo o alguien

donde poder poner su esperanza última. El cristiano puede vivir lleno de dudas e

incertidumbres, pero vislumbra dónde está la salvación final. Es lo que hoy nos

recuerda la fiesta de la Ascensión de Jesús a la vida eterna del Padre.

AMOR Y FIESTA

A lo largo de los siglos se han divulgado formas muy diversas de «imaginar» el cielo. A

veces se ha considerado el paraíso como una especie de «país de las maravillas»,

situado más allá de las estrellas, el «happy end» de la película terrestre, olvidando

prácticamente a Dios como fuente del cumplimiento definitivo del ser humano.

Otras veces, por el contrario, se ha insistido casi exclusivamente en la «visión beatífica

de Dios», como si la contemplación de la esencia divina excluyera o hiciera superflua

toda otra felicidad o experiencia placentera que no fuera la comunicación de Dios con

las almas.

Se habla también con frecuencia de la «paz eterna» que expresa bien el fin de las

fatigas de esta vida, pero que puede reducir indebidamente el rico contenido de la

plenitud final a una experiencia inerte, monótona y poco atractiva.

La teología contemporánea es muy sobria al hablar del cielo. Los teólogos se cuidan

mucho de describirlo con representaciones ingenuas. Nuestra plenitud final está más

allá de cualquier experiencia terrestre aunque la podemos evocar, esperar y anhelar

como el fascinante cumplimiento en Dios de esta vida que hoy alienta en nosotros. Los

Page 94: Homilias de Pagola 2008 A

teólogos acuden, sobre todo, al lenguaje del amor y de la fiesta.

El amor es la experiencia más honda y plenificante del ser humano. Poder amar y

poder ser amado de manera íntima, plena, libre y total: ésa es la aspiración más

radical que espera cumplimiento pleno. Si el cielo es algo, ha de ser experiencia plena

del amor: amar y ser amados, conocer la comunión gozosa con Dios y con las

criaturas, experimentar el gusto de la amistad y el éxtasis del amor en todas sus

dimensiones.

Pero, «donde se goza el amor nace la fiesta». Sólo en el cielo se cumplirán

plenamente estas palabras de san Ambrosio de Milán. Allí será «la fiesta del amor

reconciliador de Dios». La fiesta de una creación sin muerte, rupturas ni dolor; la fiesta

de la amistad entre todos los pueblos, razas, religiones y culturas; la fiesta de las

almas y de los cuerpos; la plenitud de la creatividad y de la belleza; el gozo de la

libertad total.

Los cristianos de hoy miramos poco al cielo. No sabemos levantar nuestra mirada más

allá de lo inmediato de cada día. No nos atrevemos a esperar mucho de nada ni de

nadie, ni siquiera de ese Dios revelado como Amor infinito y salvador en Cristo

resucitado. Lo decía Teilhard de Chardin hace unos años: «Cristianos, a sólo veinte

siglos de la Ascensión, ¿qué habéis hecho de la esperanza cristiana?»

Pregustar El Cielo

EL cielo no se puede describir pero lo podemos pregustar. No lo podemos alcanzar

con nuestra mente pero es imposible no desearlo. Si hablamos del cielo no es para

satisfacer nuestra curiosidad sino para reavivar nuestra alegría y nuestra atracción por

Dios. Si lo recordamos es para no olvidar el anhelo último que llevamos en el corazón.

Ir al cielo no es llegar a un lugar sino entrar para siempre en el Misterio del amor de

Dios. Por fin, Dios ya no será alguien oculto e inaccesible.

Page 95: Homilias de Pagola 2008 A

Aunque nos parezca increíble, podremos conocer, tocar, gustar y disfrutar de su ser

más íntimo, de su verdad más honda, de su bondad y belleza infinitas. Dios nos

enamorará para siempre.

Pero esta comunión con Dios no será una experiencia individual y solitaria de cada

uno con su Dios.

Nadie va al Padre si no es por medio de Cristo. «En él habita toda la plenitud de la

divinidad corporalmente» (Col 2,9). Sólo conociendo y disfrutando del misterio

encerrado en este hombre único e incomparable, penetraremos en el misterio

insondable de Dios. Cristo será nuestro «cielo». Viéndole a él «veremos» a Dios.

Pero no será Cristo el único mediador de nuestra felicidad eterna. Encendidos por el

amor de Dios, todos y cada uno de nosotros nos convertiremos a nuestra manera en

«cielo» para los demás.

Desde nuestra limitación y finitud, tocaremos el Misterio infinito de Dios saboreándolo

en sus criaturas. Gozaremos de su amor insondable gustándolo en el amor humano.

El gozo de Dios se nos regalará encarnado en el placer humano.

El teólogo húngaro L. Boros trata de sugerir esta experiencia indescriptible:

«Sentiremos el calor, experimentaremos el esplendor, la vitalidad, la riqueza

desbordante de la persona que hoy amamos, con la que disfrutamos y por la que

agradecemos a Dios.

Todo su ser, la hondura de su alma, la grandeza de su corazón, la creatividad, la

amplitud, la excitación de su reacción amorosa nos serán regalados».

Qué plenitud alcanzará en Dios la ternura, la comunión y el gozo del amor y la amistad

que hemos conocido aquí. Con qué intensidad nos amaremos entonces quienes nos

Page 96: Homilias de Pagola 2008 A

amamos ya tanto en la tierra.

Pocas experiencias nos permiten pregustar mejor el destino último al que somos

atraídos por Dios.

Martes, 6. Mayo 2008 - 10:58 Hora

Domingo de Pentecostés

Acoger la vida

HABLAR del Espíritu Santo es hablar de lo que los seres humanos podemos

experimentar de Dios en nosotros. El Espíritu es Dios actuando en nuestra vida: la

fuerza, la luz, el aliento, la paz, el consuelo, el fuego que podemos experimentar en

nosotros y cuyo origen último está en Dios, fuente de toda vida.

Esta acción de Dios en nosotros se produce casi siempre de forma escondida,

silenciosa y callada; el mismo creyente sólo intuye una presencia casi imperceptible.

A veces, sin embargo, nos invade la certeza, la alegría desbordante y la confianza

total: Dios existe, nos ama, todo es posible, incluso la vida eterna.

El signo más claro de la acción del Espíritu es la vida. Dios está allí donde la vida se

despierta y crece, donde se comunica y expande.

El Espíritu Santo siempre es «dador de vida»: dilata el corazón, resucita lo que está

muerto en nosotros, despierta lo dormido, pone en movimiento lo que había quedado

bloqueado. De Dios siempre estamos recibiendo «nueva energía para la vida» (J.

Moltmann).

Esta acción recreadora de Dios no se reduce sólo a «experiencias íntimas del alma».

Penetra en todos los estratos de la persona. Despierta nuestros sentidos, vivifica el

cuerpo y reaviva la capacidad de amar. Por decirlo brevemente, el Espíritu conduce a

Page 97: Homilias de Pagola 2008 A

la persona a vivirlo todo de forma diferente: desde una verdad más honda, desde una

confianza más grande, desde un amor más desinteresado.

Para bastantes, la experiencia fundamental es el amor de Dios y lo dicen con una

frase tan sencilla como «Dios me ama». Esa experiencia les devuelve su dignidad

indestructible, les da fuerza para levantarse de la humillación o el desaliento, les ayuda

a encontrarse con lo mejor de sí mismos.

Otros no pronuncian la palabra Dios pero experimentan una «confianza fundamental»

que les hace amar la vida a pesar de todo, enfrentarse a los problemas con ánimo,

buscar siempre lo bueno para todos.

Nadie vive privado del Espíritu de Dios. En todos está él atrayendo nuestro ser hacia la

vida. Acogemos al Espíritu Santo cuando acogemos la vida. Éste es uno de los

mensajes más básicos de la fiesta cristiana de Pentecostés.

CUIDAR EL CORAZÓN

En la cultura actual el «corazón» es la sede del amor. No ha sido siempre así. Según

una tradición que hunde sus raíces en la fe bíblica y que fue cultivada por grandes

místicos de los primeros siglos, el «corazón» es lo más íntimo de la persona, el lugar

desde donde el individuo puede integrar y armonizar todas las dimensiones de su ser.

La visión de estos padres y madres del desierto es grandiosa. El ser humano no es

sólo un compuesto biológico: un alma aprisionada en la carne, un «pobre animal»

zarandeado por toda clase de fuerzas y pulsiones. En lo más íntimo de su «corazón»

hay un espacio donde puede acoger al Espíritu de Dios que es fuente de vida,

integración y armonía de toda la persona.

En la soledad del desierto, estos hombres y mujeres llegaron a conocerse

interiormente de una manera difícil de superar. Para ellos, el pecado no es un «asunto

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moral», sino la fuerza que descentra al individuo, lo disgrega y le hace perder su

armonía destruyendo la alegría interior.

Lo peor que le puede suceder a una persona es vivir con un corazón de piedra, reseco

y endurecido, incapaz de abrirse al Espíritu Santo; un corazón cerrado al amor y la

ternura, dividido y disperso, sin fuerza para unificar su ser y alimentar su vida.

Los hombres y mujeres de hoy creemos saber mucho de todo y no sabemos siquiera

cuidar nuestro corazón. Víctimas de nuestra frivolidad, no conocemos una vida

armoniosa e integrada: vivimos aburridos a fuerza de buscar diversión; siempre

cambiando y siempre perseguidos por la monotonía; siempre en busca de bienestar y

siempre decepcionados. Nos falta un corazón abierto al Espíritu de Dios que nos haga

conocer dónde está la fuente de vida.

Por eso, invocar al Espíritu de Dios no es una oración más. Gritar desde el fondo de

nuestro ser: «Ven, Espíritu Santo», es desear vida nueva. Nuestro corazón de piedra

se puede convertir en corazón de carne; nuestro vacío interior se puede llenar de

Espíritu. La fiesta cristiana de Pentecostés vivida en esta actitud de invocación debería

ser punto de partida de una vida renovada por el Espíritu.

DADOR DE VIDA

Según estimaciones de sicólogos norteamericanos, la mayoría de las personas sólo

viven al diez por cien de sus posibilidades.

Ven el diez por cien de la belleza del mundo que los rodea. Escuchan el diez por cien

de la música, la poesía y la vida que hay a su alrededor. Sólo están abiertos al diez

por cien de sus emociones, su ternura y su pensamiento. Su corazón vibra sólo al diez

por cien de su capacidad de amar. Son personas que morirán sin haber vivido

realmente.

Page 99: Homilias de Pagola 2008 A

Algo semejante se podría decir de muchos cristianos. Morirán sin haber conocido

nunca por experiencia personal lo que podía haber sido para ellos la vida creyente.

En esta mañana de Pentecostés muchos volverán a confesar aburridamente su fe en

el Espíritu Santo "Señor y dador de vida», sin sospechar toda la energía, el impulso y

la vida que pueden recibir de él.

Y sin embargo, ese Espíritu, dinamismo misterioso de la vida íntima de Dios, es el

regalo que el Padre nos hace en Jesús a los creyentes, para llenarnos de vida.

Es ese Espíritu el que nos enseña a saborear la vida en toda su hondura, a no

malgastarla de cualquier manera, a no pasar superficialmente junto a lo esencial.

Es ese Espíritu el que nos infunde un gusto nuevo por la existencia y nos ayuda a

encontrar una armonía nueva con el ritmo más profundo de nuestra vida.

Es ese Espíritu el que nos abre a una comunicación nueva y más profunda con Dios,

con nosotros mismos y con los demás.

Es ese Espíritu el que nos invade con una alegría secreta, dándonos una

transparencia interior, una confianza en nosotros mismos y una amistad nueva con las

cosas.

Es ese Espíritu el que nos libra del vacío interior y la difícil soledad, devolviéndonos la

capacidad de dar y recibir, de amar y ser amados.

Es ese Espíritu el que nos enseña a estar atentos a todo lo bueno y sencillo, con una

atención especialmente fraterna a quien sufre porque le falta la alegría de vivir.

Es ese Espíritu el que nos hace renacer cada día y nos permite un nuevo comienzo a

pesar del desgaste, el pecado y el deterioro del vivir diario.

Page 100: Homilias de Pagola 2008 A

Este Espíritu es la vida misma de Dios que se nos ofrece como don. El hombre más

rico, poderoso y satisfecho, es un desgraciado si le falta esta vida del Espíritu.

Este Espíritu no se compra, no se adquiere, no se inventa ni se fabrica. Es un regalo

de Dios. Lo único que podemos hacer es preparar nuestro corazón para acogerlo con

fe sencilla y atención interior.

ORACION DE UN HOMBRE MEDIOCRE

Señor, hoy celebramos ese gran regalo que Tú nos haces a todos y a cada uno de los

seres humanos y que es tu Espíritu Santo. Hoy es Pentecostés.

¿Por qué siento esta mañana con fuerza tan especial mi vacío interior y la mediocridad

de mi corazón? Mis horas, mis días, mi vida está llena de todo, menos de Ti. Cogido

por las ocupaciones, trabajos e impresiones, vivo disperso y vacío, olvidado casi

siempre de tu cercanía. Mi interior está habitado por el ruido y el trajín de cada día. Mi

pobre alma es como «un inmenso almacén» donde se va metiendo de todo. Todo

tiene cabida en mí, menos Tú.

Y luego, esa experiencia que se repite una y otra vez. Llega un momento en que ese

ruido interior y ese trajín agitado me resultan más dulces y confortables que el silencio

sosegado junto a Ti.

Dios de mi vida, ten misericordia de mí. Tú sabes que cuando huyo de la oración y el

silencio, no quiero huir de Ti. Huyo de mí mismo, de mi vacío y superficialidad. ¿Dónde

podría yo refugiarme con mi rutina, mis ambigüedades y mi pecado?

¿Quién podría entender, al mismo tiempo, mi mediocridad interior y mi deseo de Dios?

Dios de mi alegría, yo sé que Tú me entiendes. Siempre has sido y serás lo mejor que

Page 101: Homilias de Pagola 2008 A

yo tengo. Tú eres el Dios de los pecadores. También de los pecadores corrientes,

ordinarios y mediocres como yo. Señor, ¿no hay algún camino en medio de la rutina,

que me pueda llevar hasta Ti? ¿No hay algún resquicio en medio del ruido y la

agitación, donde yo me pueda encontrar contigo?

Tú eres «el eterno misterio de mi vida». Me atraes como nadie, desde el fondo de mi

ser. Pero, una y otra vez, me alejo de Ti calladamente hacia cosas y personas que me

parecen más acogedoras que tu silencio.

Penetra en mí con la fuerza consoladora de tu Espíritu. Tú tienes poder para actuar en

esa profundidad mía donde a mí se me escapa casi todo. Renueva mi corazón

cansado. Despierta en mí el deseo. Dame fuerza para comenzar siempre de nuevo;

aliento para esperar contra toda esperanza; confianza en mis derrotas; consuelo en las

tristezas.

Dios de mi salvación, sacude mi indiferencia. Límpiame de tanto egoísmo. Llena mi

vacío. Enséñame tus caminos. Tú conoces mi debilidad e inconstancia. No te puedo

prometer grandes cosas. Yo viviré de tu perdón y misericordia. Mi oración de

Pentecostés es hoy humilde como la del salmista: «Tu Espíritu que es bueno, me guíe

por tierra llana» (Sal 142, 10).

Lunes, 12. Mayo 2008 - 20:28 Hora

Domingo de la Stma. TRinidad

Ternura

El misterio de Dios supera infinitamente lo que la mente humana puede captar. Pero

Dios ha creado nuestro corazón con un deseo infinito de buscarle de tal manera que

no encontrará descanso más que en él. Nuestro corazón con su deseo insaciable de

amar y ser amado nos abre un resquicio para intuir el misterio inefable de Dios.

En las páginas del delicioso relato de El Principito escrito por Antoine Saint-Exupéry se

hace esta admirable afirmación: «Sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es

Page 102: Homilias de Pagola 2008 A

invisible a los ojos».

Es una forma bella de exponer la intuición de los teólogos medievales que ya entonces

decían en sus escritos: «Ubi amor, ibi est oculus»: «donde reina el amor, allí hay ojos

que saben ver». San Agustín lo había dicho también de un modo más directo: «Si ves

el amor, ves la Trinidad».

Cuando el cristianismo habla de la Trinidad quiere decir que Dios, en su misterio más

íntimo, es amor compartido.

Dios no es una idea oscura y abstracta; no es una energía oculta, una fuerza

peligrosa; no es un ser solitario y sin rostro, apagado e indiferente; no es una

sustancia fría e impenetrable. Dios es Ternura desbordante de amor.

Ese Dios trinitario es fuente y cumbre de toda ternura. La ternura inscrita en el ser

humano tiene su origen y su meta en la Ternura que constituye el misterio de Dios. Por

eso, la ternura no es un sentimiento más; es signo de madurez y vitalidad interior;

brota en un corazón libre, capaz de ofrecer y de recibir amor, un corazón «parecido» al

de Dios.

La ternura es sin duda la huella más clara de Dios en la creación; lo mejor que ha

desarrollado la historia humana; lo que mide el grado de humanidad y comprensión de

una persona. Esta ternura se opone a dos actitudes muy difundidas en nuestra cultura:

la «dureza de corazón» entendida como barrera, como muro, como apatía e

indiferencia ante el otro; el «repliegue sobre uno mismo», el egocentrismo, la soberbia,

la ausencia de solicitud y cuidado del otro.

El mundo se encuentra ante una grave alternativa entre una cultura de la ternura y, por

tanto, del amor y de la vida, o una cultura del egoísmo, y por tanto, de la indiferencia,

la violencia y la muerte. Quienes creen en la Trinidad saben qué han de promover.

Page 103: Homilias de Pagola 2008 A

VIVIR A DIOS DESDE JESÚS

Los teólogos han escrito estudios profundos sobre la vida insondable de las personas

divinas en el seno de la Trinidad. Jesús, por el contrario, no se ocupa de ofrecer este

tipo de doctrina sobre Dios. Para él, Dios es una experiencia: se siente Hijo querido de

un Padre bueno que se está introduciendo en el mundo para humanizar la vida con su

Espíritu.

Para Jesús, Dios no es un Padre sin más. Él descubre en ese Padre unos rasgos que

no siempre recuerdan los teólogos. En su corazón ocupan un lugar privilegiado los

más pequeños e indefensos, los olvidados por la sociedad y las religiones: los que

nada bueno pueden esperar ya de la vida.

Este Padre no es propiedad de los buenos. «Hace salir su sol sobre buenos y malos».

A todos bendice, a todos ama. Para todos busca una vida más digna y dichosa. Por

eso se ocupa de manera especial por quienes viven «perdidos». A nadie olvida, a

nadie abandona. Nadie camina por la vida sin su protección.

Tampoco Jesús es el Hijo de Dios sin más. Es Hijo querido de ese Padre, pero, al

mismo tiempo, nuestro amigo y hermano. Es el gran regalo de Dios a la humanidad.

Siguiendo sus pasos, nos atrevemos a vivir con confianza plena en Dios. Imitando su

vida, aprendemos a ser compasivos como el Padre del cielo. Unidos a él, trabajamos

por construir ese mundo más justo y humano que quiere Dios.

Por último, desde Jesús experimentamos que el Espíritu Santo no es algo irreal e

ilusorio. Es sencillamente el amor de Dios que está en nosotros y entre nosotros

alentando siempre nuestra vida, atrayéndonos siempre hacia el bien. Ese Espíritu nos

está invitando a vivir como Jesús que, «ungido» por su fuerza, pasó toda su vida

haciendo el bien y luchando contra el mal.

Page 104: Homilias de Pagola 2008 A

Es bueno culminar nuestras plegarias diciendo «Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu

Santo» para adorar con fe el misterio de Dios. Y es bueno santiguarnos en el nombre

de la Trinidad para comprometernos a vivir en el nombre del Padre, siguiendo

fielmente a Jesús, su Hijo, y dejándonos guiar por su Espíritu.

CON EL CORAZÓN APENADO

No quiero vivir la fiesta de la Trinidad apartando la mirada del mundo. No puedo estar

alegre y celebrar la «fiesta de Dios» olvidando a sus hijos e hijas, torturados,

aterrorizados, violados y degradados de mil maneras. Me resulta imposible escribir

algo sugerente sobre el misterio de Dios cuando llevo meses con el corazón encogido

por la fuerza destructora del mal.

Necesito creer en Dios «Padre» de todos los pueblos y religiones, fuerza creadora que

nos quiere bien a todos. Roca firme y sólida en quien podemos echar nuestras raíces

con confianza y sin temor en estos tiempos de inseguridad y brutalidad. El «único

bueno» como decía Jesús.

Necesito creer en Jesús, «Hijo de Dios» y hermano, a quien podemos agarrarnos para

no olvidar nuestra dignidad. En él descubro el rostro y el corazón de Dios. En él le

siento a Dios muy cerca, torturado y crucificado junto a tantos otros. A él me quiero

aferrar en estos tiempos de confusión en que se nos quiere engañar de tantas

maneras.

Necesito creer en el «Espíritu transformador» de Dios que no abandona nunca a

ningún ser humano. Dador de vida y defensor de todos los pobres en estos tiempos de

tanta indefensión y desvalimiento. Necesito dejarme alentar por él para no caer en la

desesperanza.

Quiero amar a Dios Padre amando la vida que nace de él y luchando siempre a favor

Page 105: Homilias de Pagola 2008 A

de sus criaturas. Es mejor construir que destruir, es mejor hacer el bien que dañar, es

mejor la paz que la guerra, es mejor acoger que rechazar, besar que no besar, ser que

no ser.

Quiero amar a Jesús, Hijo de Dios encarnado, defendiendo antes que nada y por

encima de todo su proyecto de vida. Jesús lo llamaba el «reino de Dios y su justicia».

Un proyecto tantas veces olvidado, traicionado, desfigurado y trivializado por quienes

nos decimos la «Iglesia de Jesús».

Quiero acoger al Espíritu Santo de Dios para mantener siempre mi resistencia firme

ante los «amos del mundo».

Quiero pensar, sentir y actuar contra sus proyectos de muerte y desprecio a los

pequeños.

No me puedo imaginar otra manera de vivir amando a Dios y alabando su misterio de

Amor.

LA INTIMIDAD DE DIOS

Si por un imposible, la Iglesia dijera un día que Dios no es Trinidad, ¿cambiaría en

algo la existencia de muchos creyentes? Probablemente, no.

Por eso queda uno sorprendido ante la confesión del P. Varillon: «Pienso que si Dios

no fuera Trinidad, yo sería probablemente ateo... En cualquier caso, si Dios no es

Trinidad, yo no comprendo ya absolutamente nada».

La inmensa mayoría de los cristianos no sabemos que al adorar a Dios como Trinidad,

estamos confesando que Dios, en su intimidad más profunda, es sólo amor, acogida,

Page 106: Homilias de Pagola 2008 A

ternura.

Es quizás la conversión que más necesitemos: el paso progresivo de un Dios

considerado como Poder a un Dios adorado gozosamente como Amor.

Dios no es un ser «omnipotente y sempiterno» cualquiera. Un ser poderoso puede ser

un déspota, un tirano destructor, un dictador arbitrario. Una amenaza para nuestra

pequeña y débil libertad.

¿Podríamos confiar en un Dios del que sólo supiéramos que es Omnipotente? Es muy

difícil abandonarse a alguien infinitamente poderoso. Es mejor desconfiar, ser cautos,

salvaguardar nuestra independencia.

Pero Dios es Trinidad. Dinamismo de amor. Y su omnipotencia es la omnipotencia de

quien sólo es amor, ternura insondable e infinita. Es el amor de Dios el que es

omnipotente.

Dios no lo puede todo. Dios no puede sino lo que puede el amor infinito. Y siempre

que lo olvidamos y nos salimos de la esfera del amor, nos fabricamos un Dios falso,

una especie de Júpiter extraño que no existe.

Cuando no hemos descubierto todavía que Dios es sólo Amor, fácilmente nos

relacionamos con él desde el interés o el miedo. Un interés que nos mueve a utilizar

su omnipotencia para nuestro provecho. O un miedo que nos lleva a buscar toda clase

de medios para defendernos de su poder amenazador.

Pero una religión hecha de interés y de miedos está más cerca de la magia que de la

verdadera fe cristiana.

Sólo cuando uno intuye desde la fe que Dios es sólo AMOR y descubre fascinado que

no puede ser otra cosa sino AMOR presente y palpitante en lo más hondo de nuestra

Page 107: Homilias de Pagola 2008 A

vida, comienza a crecer libre en nuestro corazón la confianza en un Dios Trinidad del

que lo único que sabemos en Cristo es que no puede no amarnos.

NUESTRO DIOS

El que cree en él, no será condenado. Jn 3, 16-18

Los hombres han tendido siempre a identificar a Dios con la imagen que de él se

crean. Voltaire lo decía ya con su acostumbrada ironía: «Dios creó al hombre a su

imagen y semejanza, y el hombre le ha pagado con la misma moneda».

Y sin embargo, nuestra «imagen» personal de Dios no se identifica nunca con su

realidad profunda, ni debe interponerse o impedir nuestra búsqueda sincera del Dios

vivo.

Los creyentes no somos siempre conscientes de que ninguna imagen tallada por

nosotros en madera, en conceptos o palabras puede expresar adecuadamente la

realidad última de Dios.

Nuestras «imágenes» hay que tomarlas siempre como camino y estímulo para seguir

caminando al encuentro de Dios como realidad fundamental desde donde cobra

sentido toda nuestra vida. Tenía razón Teilhard cuando decía que los místicos son los

más realistas de los hombres.

La postura de las primeras comunidades cristianas no fue tanto el indagar la esencia

de Dios cuanto el descubrir y vivir todo lo que Dios puede ser para el hombre.

Hace unos años el gran teólogo francés I. Congar hacia esta afirmación: «Tal vez la

Page 108: Homilias de Pagola 2008 A

mayor desgracia del catolicismo moderno es haberse convertido en teología y

catequesis sobre el «en sí» de Dios y la religión, sin insistir al mismo tiempo sobre la

dimensión que todo ello encierra para el hombre».

Y ciertamente se puede constatar en la historia última de la teología una tendencia, a

veces extrema, a intentar penetrar en el «misterio» de Dios, sin preocuparse

demasiado de lo que ese Dios puede y debe ser para el hombre.

Y, sin embargo, lo más importante no es investigar «el mundo intra-trinitario» de Dios

que «supera todo conocimiento», sino el descubrir lo que significa para nosotros el

creer en un Dios que es Trinidad.

Aprender a vivir en el horizonte de un Dios que es amor infinito de Padre, y descubrir

que «el hombre consiste en estar viniendo de Dios».

Aprender a vivir siguiendo a Jesús, el Hijo de Dios y descubrir que la verdadera

postura en la vida es la actitud filial ante Dios y la actitud fraterna ante los hombres.

Aprender a vivir guiados por el Espíritu de Dios que nos invita a caminar siempre por

caminos de verdad, amor, justicia y paz.

Lunes, 19. Mayo 2008 - 21:07 Hora

Domingo del Corpus Christi

El que como de este pan vivirá para siempre Jn 6/51-59

Abuso El nuevo domingo

La experiencia de la Misa Mesa abierta a todos

ABUSOS

Page 109: Homilias de Pagola 2008 A

Se ha publicado recientemente un documento romano que tiene como finalidad

«proteger» la celebración litúrgica de la Eucaristía frente a determinados «abusos» en

la observancia del ritual. Sin embargo, el mismo documento advierte en su

introducción que «la mera observancia externa de las normas, como resulta evidente,

es contraria a la esencia de la sagrada liturgia».

No basta observar correctamente los ritos. Nos puede preocupar que no se observe

estrictamente la normativa, pero lo que nos ha de inquietar es seguir celebrando

rutinariamente la Cena del Señor sin plantearnos una renovación más profunda de

nuestra vida. Lo dijo Jesús. Lo decisivo no es gritarle «Señor, Señor», sino hacer la

voluntad del Padre. Por eso, hemos de recordar otros posibles abusos.

Es un grave abuso terminar convirtiendo la misa en una especie de «coartada

religiosa» que tranquiliza nuestra conciencia, y nos dispensa de vivir día a día en el

seguimiento fiel a Jesús. El teólogo y biblista Von Alimen llega a decir: «La Cena hace

enfermar a las Iglesias cuando no es un lugar de un amor confesado y compartido, y

cuando no lanza a los creyentes al mundo para que den en él testimonio del

evangelio».

Es un abuso comulgar con Cristo ritualmente sin preocuparnos de comulgar con los

hermanos; compartir el pan eucarístico ignorando el hambre de millones de seres

humanos privados de pan, justicia y dignidad; celebrar «correctamente» el memorial

del Crucificado y seguir insensibles ante los crucificados que prolongan hoy su pasión.

Es un abuso celebrar semanalmente el sacramento del amor sin hacer algo más por

suprimir nuestros egoísmos y sin cultivar con más cuidado la amistad y la solidaridad.

Es una «comedia» darnos sonrientes la paz del Señor y no eliminar de nuestro

corazón resentimientos, odios y actitudes de exclusión.

Hoy celebramos los cristianos la fiesta del «Corpus Christi» ¿Qué diría hoy Jesús de

nuestras Eucaristías? ¿Qué le preocuparía? ¿Nos mandaría de nuevo interrumpir

Page 110: Homilias de Pagola 2008 A

nuestros ritos ante el altar, para ir antes a crear una sociedad más justa y

reconciliada?

EL NUEVO DOMINGO

El domingo ya no es lo que era hace unos años. En poco tiempo ha crecido y se ha

convertido en el «fin de semana», que comienza ya el viernes por la tarde y en el que

gran parte de la población puede vivir de manera diferente escapando de las

obligaciones del trabajo, de los horarios impuestos y de la rutina diaria.

No todos vivimos este «nuevo domingo» de la misma manera. Para algunos es una

verdadera suerte; tienen iniciativa, posibilidades y fantasía para disfrutar a su gusto de

estos días. Para otros es un tiempo cruel, pues sienten con más fuerza su soledad,

enfermedad o vejez; el domingo sólo despierta en ellos tedio y nostalgia.

Otros temen el domingo, no saben qué hacer con él, se aburren; si no hubiera fútbol

sería insoportable.

Teólogos y liturgistas se preguntan hoy cómo será en el futuro el domingo cristiano.

¿Se reducirá a una celebración de la misa, aislada y sin conexión alguna con el fin de

semana de la gente? Por el contrario, «¿no será posible una integración dinámica de

los valores humanos del fin de semana en la mística del domingo?»

El domingo cristiano puede ser el alma del fin de semana, que ayude a los creyentes a

experimentar mejor su libertad de hijos de Dios, sin imposiciones ni fines utilitaristas.

La Eucaristía podría ayudar a recuperar el sosiego y reavivar el aliento interior. El fin

de semana podemos ser un poco más «nosotros mismos».

Por otra parte, se podría recuperar el sábado como fiesta de la creación; de esta

manera se podría proseguir el domingo con la celebración de la salvación. Así piensan

Page 111: Homilias de Pagola 2008 A

algunos liturgistas. La fe ayudaría entonces a vivir el fin de semana como una

celebración al Creador y un encuentro con la naturaleza, no por medio del trabajo, sino

del disfrute y de la contemplación.

Por último, la celebración de la «asamblea eucarística» puede animar y dar un sentido

más hondo a esa otra dimensión del fin de semana que es la comunicación entrañable

y gratificante con amigos y familiares o el encuentro con otras personas y otros

pueblos. El fin de semana puede ser experiencia de encuentro y comunión de

hermanos.

¿Crecerá el domingo cristiano hasta ser «fermento y sal» del fin de semana de la

actual cultura? En cualquier caso, podemos hacernos una pregunta en esta fiesta de la

Eucaristía: ¿sabemos los cristianos extraer de la Eucaristía dominical aliento y alegría

para vivir el nuevo domingo?

LA EXPERIENCIA DE LA MISA

El que come este pan vivirá para siempre Jn 6, 51-59

El pueblo cristiano ya no es mero espectador en la celebración de la Eucaristía

dominical. Puede escuchar la Palabra de Dios en su propia lengua, toma parte activa

con sus cantos y oración, y son bastantes los que intervienen animando la acción

litúrgica, leyendo o distribuyendo la comunión. Todo ello constituye uno de los frutos

más positivos del último Concilio.

Bastantes, sin embargo, no conocen la estructura básica de la Eucaristía, ignoran el

sentido de los símbolos y las expresiones más habituales, nadie les ha enseñado de

manera práctica cómo vivir cada momento de la misa.

Una de las tareas más urgentes de nuestra Iglesia es, sin duda, ofrecer a los fieles una

catequesis que les ayude a vivir mejor la Eucaristía del domingo. Propongo en esta

fiesta del Corpus unas sugerencias elementales.

Page 112: Homilias de Pagola 2008 A

La misa comienza con un conjunto de ritos de introducción (canto de entrada, saludo,

rito penitencial, gloria y oración). No se trata de unos minutos sin importancia para dar

tiempo a que la gente se acomode. Es el momento de recoger nuestra vida concreta

de la semana con sus alegrías y sufrimientos, sus preocupaciones y pecados, para

prepararnos a vivir un encuentro con Dios. Él nos está esperando. Cantamos

meditando lo que decimos, pedimos perdón, nos sentimos unidos a los demás

creyentes y preparamos nuestro corazón.

Viene luego la escucha de la Palabra de Dios (lecturas bíblicas, homilía). Durante este

tiempo estamos sentados, en actitud de escucha a Dios. Lo importante no es oír lo que

dice el sacerdote, sino escuchar internamente a Jesucristo. Hemos oído toda clase de

palabras, voces y ruidos a lo largo de la semana. Ahora escuchamos algo diferente,

que puede iluminar nuestra vida y poner otra alegría en nuestro corazón. Es un

momento importante para alimentar nuestra fe.

Después del ofertorio, comienza la plegaria eucarística que se inicia con el prefacio y

concluye con una alabanza final. Es el momento de «levantar el corazón» hasta Dios y

agradecer su amor salvador manifestado en la muerte y resurrección de Cristo. Es

«justo y necesario», es «nuestro deber y salvación», es lo más grande que podemos

hacer. Para un creyente, el momento más gozoso e intenso de la semana.

Sigue después la comunión. Nos preparamos todos juntos, como hermanos. Por eso

recitamos o cantamos el «Padre nuestro» y nos damos la paz del Señor. Luego nos

acercamos con fe a recibir a Cristo. Lo acogemos con alegría, pues él alimenta y

sostiene nuestra vida. Nos sentimos más unidos que nunca a él. No sabríamos ya vivir

sin Cristo.

La misa termina con unos ritos de conclusión. Nos despedimos recibiendo la bendición

de Dios. Comenzamos así una nueva semana renovados interiormente. Dios nos

acompaña.

Page 113: Homilias de Pagola 2008 A

Mesa abierta a todos

Nosotros, hablamos de «misa» o de «Eucaristía». Pero los primeros cristianos la

llamaban «la cena del Señor» o incluso «la mesa del Señor». Tenían todavía muy

presente que celebrar la Eucaristía no es sino actualizar la cena que Jesús compartió

con sus discípulos la víspera de su ejecución. Pero, como advierten hoy los exegetas,

aquella «última cena» fue solamente la última de una larga cadena de comidas y

cenas que Jesús acostumbraba celebrar con toda clase de gentes.

Las comidas tenían entre los judíos un carácter sagrado que a nosotros hoy se nos

escapa. Para una mente judía el alimento viene de Dios. Por eso, la mejor manera de

tomarlo es sentarse a la mesa en actitud de acción de gracias y compartiendo el pan y

el vino como hermanos. La comida no era sólo para alimentarse sino el momento

mejor para sentirse todos unidos y en comunión con Dios, sobre todo el día sagrado

del sábado en que se comía, se cantaba, se escuchaba la Palabra de Dios y se

disfrutaba de una larga sobremesa.

Por eso, los judíos no se sentaban a la mesa con cualquiera. No se come con extraños

o desconocidos. Menos aún, con pecadores, impuros o gente despreciable. ¿Cómo

compartir el pan, la amistad y la oración con quienes viven lejos de la amistad de

Dios?

La actuación de Jesús resultó sorprendente y escandalosa. Jesús no seleccionaba a

sus comensales. Se sentaba a la mesa con publicanos, dejaba que se le acercaran las

prostitutas, comía con gente impura y marginada, excluida de la Alianza con Dios. Los

acogía no como moralista sino como amigo. Su mesa estaba abierta a todos, sin

excluir a nadie. Su mensaje era claro: todos tienen un lugar en el corazón de Dios.

Después de veinte siglos de cristianismo, la eucaristía puede parecer hoy una

celebración piadosa reservada sólo a personas ejemplares y virtuosas. Parece que se

Page 114: Homilias de Pagola 2008 A

han de acercar a comulgar con Cristo quienes se sientan dignos de recibirlo con alma

pura. Sin embargo, la «mesa del señor» está abierta a todos como siempre. La

Eucaristía es para personas abatidas y humilladas que anhelan paz y respiro; para

pecadores que buscan perdón y consuelo; para gentes que viven con el corazón roto

hambreando amor y amistad. Jesús no viene al altar para los justos sino para los

pecadores; no se ofrece a los sanos sino a los enfermos. Es bueno recordarlo en la

fiesta del Corpus.

Lunes, 26. Mayo 2008 - 20:39 Hora

Domingo IX del Tiempo Ordinario

Edificó su casa sobre roca Mt 7, 21-27

Vida lograda Las palabras de Jesús

El verdadero criterio El cielo son los otros

VIDA LOGRADA

Los moralistas y pedagogos apenas hablan hoy de virtudes. Prefieren exponer valores

concretos que atraigan la conducta de la persona. Probablemente se quiere evitar con

ello el sentimiento del deber que a muchos se les presenta como una exigencia poco

atrayente. Sin embargo, es evidente que, por muy atractivos que sean los valores —

pensemos en la solidaridad, la libertad o la justicia—, incorporarlos a la propia vida

siempre exigirá un esfuerzo que no podrá llevar a cabo quien carezca de energía

moral.

Page 115: Homilias de Pagola 2008 A

Por eso, hemos de acoger con gratitud ese pequeño libro que nos regala al final de su

vida B. Háring —uno de los teólogos que más ha aportado a la renovación de la moral

católica en los últimos tiempos— donde, con profunda sabiduría humana y cristiana,

clarifica el sentido y la importancia de las virtudes (Proyecto de vida lograda, PPC

1996).

Aunque el lector encontrará en el libro páginas deliciosas sobre la fortaleza, la gratitud,

el entusiasmo, la alegría, la magnanimidad, la honradez y tantas virtudes demasiado

olvidadas, no se trata evidentemente de «coleccionar virtudes». Lo importante es esa

decisión fundamental de orientar la propia vida hacia la verdad, el bien y la belleza.

Las virtudes son «el fruto» de esa opción que da sentido y orientación global a nuestro

pensamiento, nuestro sentir y nuestro hacer.

Necesitamos recuperar el gusto por ser buenos viviendo con una conciencia de

calidad, distinguiendo con más claridad lo que proviene de la verdadera libertad,

cultivando «una relación sana, santa y lograda» con uno mismo, con los demás y con

la creación entera. Según B. Häring, «sin virtud todo está podrido y desabrido... sin

virtud el hombre no sirve para nada, se convierte en un peligro público».

La primera virtud con fuerza (virtus) para dinamizar la vida es el amor. «Si no tengo

amor, nada soy», como dice san Pablo. El amor no tiene precio. El amor irradia alegría

y paz, infunde confianza, genera fortaleza. Del amor nace una visión más clara. El

amor despierta el entusiasmo y la creatividad. El amor alimenta la nobleza de espíritu

y toda forma de generosidad. El amor hace fecunda la vida.

El «discurso de la montaña» termina con una pequeña parábola que nos recuerda

cuándo logra la persona, según Jesús, realizar con acierto su vida. No basta decir:

«Señor, Señor.» Es necesario «escuchar» las palabras de Jesús y «ponerlas en

práctica». Sólo entonces «se edifica sobre roca».

Page 116: Homilias de Pagola 2008 A

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LAS PALABRAS DE JESÚS

El que escucha mis palabras

y las pone en práctica

Cuando los primeros discípulos de Jesús se convencieron de que Dios lo había

resucitado desautorizando a cuantos lo habían condenado, tomaron conciencia de que

en la vida y el mensaje de Jesús se encerraba algo único, confirmado por el mismo

Dios.

Entonces sucedió un hecho singular y desconocido en toda la literatura universal. Los

discípulos comenzaron a recoger las palabras que le habían escuchado a Jesús

durante su vida terrestre, pero no como se recoge el testamento de un maestro muerto

ya para siempre, sino como palabras de alguien que está vivo y sigue hablando ahora

mismo a los que creen en él. Nació así un género literario nuevo y desconocido: los

evangelios.

En las primeras comunidades cristianas se leía el evangelio no como palabras que dijo

Jesús en otros tiempos en Galilea, sino como palabras que ahora mismo nos está

diciendo el resucitado para iluminar nuestros problemas de hoy. Las escuchaban como

palabras que son «espíritu y vida», «palabras de vida eterna», un mensaje que nos

hace vivir en la verdad y nos da vida.

Un cristiano no confunde nunca el evangelio con ningún otro escrito. Cuando se

dispone a leer las palabras de Jesús, sabe que no va a leer un libro, sino que va a

Page 117: Homilias de Pagola 2008 A

escuchar a Cristo que le habla al corazón. El concilio Vaticano II quiso despertar de

nuevo esta fe de los primeros cristianos proclamando solemnemente que «Cristo está

presente en la Palabra pues es él mismo quien habla mientras se leen en la Iglesia las

sagradas escrituras».

Cuando los creyentes abrimos los evangelios, no estamos leyendo la biografía de un

personaje difunto. No nos acercamos a Jesús como a algo acabado. Su vida no ha

terminado con su muerte. Sus palabras no han quedado silenciadas para siempre.

Jesús sigue vivo. Quien sabe leer el Evangelio con fe, lo escucha en el fondo de su

corazón. Nunca se sentirá sólo.

Es el mismo Jesús quien nos invita a construir nuestra vida sobre sus palabras: «El

que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece al hombre prudente

que edificó su casa sobre roca».

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EL VERDADERO CRITERIO

El que cumple la voluntad de mi Padre

No es fácil valorar lo que representa la New Age en la historia de la religiosidad. Se

trata todavía de un fenómeno vago y difuso, y, por otra parte, nos falta perspectiva

para constatar sus resultados. En cualquier caso, cada vez será más necesario un

esfuerzo de discernimiento para saber si nos encontramos ante una mística

enriquecedora o una mistificación regresiva.

Page 118: Homilias de Pagola 2008 A

La New Age ha supuesto, entre otras cosas, la atención y el aprecio de las llamadas

«energías», un ámbito desconocido para la cultura cristiana y para la medicina o

psicología occidental. Entre nosotros no se ha contemplado el mundo de las «auras»,

los «chakras» o la irradiación de los cuerpos. La incorporación de este tipo de

conocimientos puede significar un avance en el conocimiento de lo real, pero no hay

que minusvalorar un grave riesgo: reducirlo todo a técnicas de equilibrio y bienestar

interior sin comprometerse en una transformación o conversión de la persona.

Otro rasgo de la nueva religiosidad es la sacralización de la experiencia personal: ella

es el criterio último para verificar lo auténtico y verdadero. La fuente de verdad está en

el interior de la persona, en la cualidad y la calidad de las experiencias llamadas

«espirituales». Se comprende esta reacción frente a ciertos dogmatismos y

racionalizaciones de las religiones tradicionales, pero, ¿qué será de una religión cuya

verdad no pueda ser verificada por las obras, la solidaridad, la entrega generosa, la

lucha por la justicia o el amor al débil?

En los nuevos planteamientos religiosos se busca la plenitud humana y divina; pero,

¿qué hay detrás de un lenguaje tan atractivo?, ¿hacia dónde conduce la religiosidad

de la New Age?, ¿hacia la entrega generosa o hacia el ensimismamiento egoísta?,

¿hacia la solidaridad fraterna o hacia una «espiritualidad anestesiada» que busca el

propio bienestar y se desentiende del sufrimiento de los demás?

Para Jesús el criterio de la verdadera religión no es la oración, el culto, las tradiciones,

tampoco la experiencia religiosa ni los milagros, sino algo mucho más real: el

cumplimiento de la voluntad del Padre. «No todo el que dice: "Señor, Señor" entrará

en el Reino de los cielos, sino el que cumpla la voluntad de mi Padre.» Se ha dicho

que la nueva religiosidad corre el riesgo de convertirse en «un consumismo de

novedades que no transforman a la persona, sino que simplemente la entretienen» (J.

Melloni). Algo parecido se puede decir de cualquier religión hecha de prácticas

tranquilizadoras, pero sin fuerza de conversión.

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EL CIELO SON LOS OTROS

Nadie puede describir el cielo con representaciones ingenuas tomadas de esta vida,

pues es algo que supera cualquier experiencia terrestre. Jesús solamente nos dice

que en él entrarán quienes cumplan la voluntad del Padre.

Pero no por eso hemos de acallar nuestro corazón y permanecer mudos ante nuestra

felicidad última, como si fuera totalmente enigmática e impenetrable.

Al contrario, podemos evocar y presentir el cielo de muchas maneras, pues en él se

cumple de manera plena lo que todavía hoy no es sino aspiración, deseo, expectación.

El cielo no será sólo encuentro amoroso con Dios sino amistad, convivencia

desbordante, gozo compartido con los demás hombres y mujeres.

La comunión gozosa con Dios no excluye a los otros sino que fundamenta, alimenta y

lleva a plenitud nuestra relación amorosa con todos los que comparten "la nueva

Jerusalén" .

Transfigurados por Dios, cada uno de nosotros nos convertiremos en "cielo" para

aquellos que amamos. Unidos por un mismo amor que brota de Dios, nuestro abrazo

mutuo se convertirá en fuente de felicidad eterna.

Entonces nos conoceremos unos a otros por vez primera pues hoy, aun aquellos que

mejor se conocen y aman, son siempre el uno para el otro un profundo misterio.

Ya no nos tendremos miedo. Podremos querernos sin egoísmos ni engaños. Nos

Page 120: Homilias de Pagola 2008 A

comunicaremos de manera total y transparente, en perfecta comunión e intimidad.

Ya no existirá la tortura del tiempo que pasa, del encuentro amoroso que termina, la

fiesta jubilosa que se acaba. Ya no existirá la tortura del espacio que nos separa ni la

despedida que entristece.

El malogrado teólogo húngaro L. Boros evocaba esta dimensión fraterna del cielo en

estos términos: "Sentiremos el calor, experimentaremos el esplendor, la vitalidad, la

riqueza desbordante de la persona que amamos, con la que disfrutamos y por la que

damos gracias a Dios. Todo su ser, la hondura de su alma, la grandeza de su corazón,

la creatividad, la amplitud, la excitación de su reacción amorosa nos serán regalados".

Nada nos impide, por otra parte, pensar con S. Tomás de Aquino que el amor nos

unirá eternamente y de manera singular con aquellas personas a las que el afecto, la

solidaridad o la ternura nos ha ligado de manera especial en la tierra.

Dios irá a buscar en el fondo de cada uno de nosotros el lugar en el que podemos ser

más capaces de felicidad y este lugar es, sin duda, aquél en el que están grabados los

nombres de las personas que más queremos.

Entonces, como dice César Vallejo, "serán dados los besos que nunca pudisteis dar".

Lunes, 2. Junio 2008 - 17:47 Hora

Domingo X del Tiempo Ordinario-A

He venido a llamar a los pecadores

Mt 9, 9-13

Para pecadores Lo primero

Caminar No excluir a nadie Para inaceptables

Page 121: Homilias de Pagola 2008 A

Para inaceptables

Hay una frase que se pone repetidamente en boca de Jesús y que, sin duda, refleja

una convicción y un estilo de actuar que sorprendieron y escandalizaron a sus

contemporáneos: «No tienen necesidad de médico los sanos sino los enfermos... Yo

no he venido a llamar a los justos sino a los pecadores». El dato es histórico: Jesús no

se dirigió a los círculos piadosos sino a los indignos e indeseables.

La razón es sencilla. Jesús capta rápidamente que su mensaje es superfluo e

innecesario para quienes viven seguros y satisfechos en su propia religión. Los justos

apenas tienen sensación de estar necesitados de «salvación». Tienen suficiente con la

tranquilidad que proporciona el sentirse dignos ante Dios y ante la consideración de

los demás.

Lo dice gráficamente Jesús: A un individuo lleno de salud y fortaleza no se le ocurre

acudir al médico. ¿Para qué necesitan el perdón de Dios los que, en el fondo de su

ser, no se sienten pecadores? ¿Cómo van a agradecer su amor inmenso y su

comprensión inagotable quienes se sienten protegidos ante él por la observancia

escrupulosa de sus leyes?

El que se siente pecador vive una experiencia muy diferente. Tiene conciencia más

clara de su miseria. Sabe que no puede presentarse con suficiente dignidad ante los

ojos de nadie; tampoco ante Dios; ni siquiera ante sí mismo. ¿Qué puede hacer sino

esperarlo todo del perdón de Dios? ¿Dónde va a encontrar salvación si no es

abandonándose confiadamente a su amor infinito?

Yo no sé quién puede llegar a leer estas líneas. En estos momentos pienso en los que

os sentís incapaces de vivir de acuerdo con las normas que impone la sociedad; los

Page 122: Homilias de Pagola 2008 A

que no tenéis fuerzas para vivir el ideal moral que establece la religión; los que estáis

atrapados en una vida indigna; los que no os atrevéis a mirar a los ojos a vuestra

esposa ni a vuestros hijos; los que salís de la cárcel para volver de nuevo a ella; las

que no podéis escapar de la prostitución... No lo olvidéis nunca: Cristo ha venido para

vosotros.

Cuando os veáis juzgados por la ley, sentíos comprendidos por Dios; cuando os veáis

rechazados por la sociedad, sabed que Dios os acoge; cuando nadie os perdone

vuestra indignidad, sentid el perdón inagotable de Dios. No lo merecéis. No lo

merecemos nadie. Pero Dios es así: amor y perdón. Vosotros y vosotras lo podéis

disfrutar y agradecer.

PARA PECADORES

Sin duda, son muchos hoy los que «pasan» de Dios y viven en una actitud de total

indiferencia a cualquier llamada religiosa. Sus oídos se cerraron hace tiempo a toda

invitación de la gracia.

Pero también hay muchos hombre y mujeres en cuyo corazón el recuerdo de Dios

permanece vivo. Un Dios, quizás olvidado y arrinconado con frecuencia, pero que no

está ausente de sus conciencias.

Pero bastantes de ellos no viven en paz con El. Dios les recuerda inmediatamente su

vida pequeña, empobrecida por el egoísmo, la mediocridad y la búsqueda superficial

del placer. Son creyentes que sienten necesidad de Dios, pero no se atreven a

acercarse a El desde su conciencia de pecado.

Todos tenemos la tentación de pensar que el pecado es algo que aleja a Dios de

nosotros. Pocos creen en un Dios que se acerca a los hombres precisamente cuando

nos ve más desorientados y necesitados de vida y de paz.

Page 123: Homilias de Pagola 2008 A

Creemos en un Dios que mira complacido a quienes viven una existencia fiel pero

cuyo rostro se enfurece y llena de ira frente a los pecadores.

Hemos hecho de Dios una caricatura a nuestra imagen y semejanza. Lo imaginamos

tan pequeño como nosotros. Alguien que ama exclusivamente a quienes le aman y

que rechaza automáticamente a quienes le contrarían. Nos resulta difícil creer en un

Dios grande, que ama a los hombres sin fin, no porque nos lo merezcamos sino

porque lo necesitamos.

Los creyentes hemos de recordar una y otra vez la actuación y las palabras de Jesús:

«No tienen necesidad de médico los sanos sino los enfermos. No he venido a llamar a

los justos sino a los pecadores».

Cometemos una grave equivocación cuando buscamos primeramente ocultar nuestro

pecado, pacificar nuestra conciencia o justificar nuestra vida, para poder, en un

segundo momento, presentarnos con una cierta dignidad ante Dios.

Nuestro pecado, por muy grave que sea, no ha de ser nunca un obstáculo para

acercarnos humildemente a Dios. Al contrario, pocas veces está el hombre tan cerca

de Dios como cuando se reconoce pecador y acoge agradecido el perdón de Dios y su

fuerza renovadora.

En el interior mismo de nuestro pecado, podemos siempre encontrarnos con el Dios de

Jesucristo que nos perdona, nos llama y nos invita a una vida mejor y a una felicidad

mayor.

LO PRIMERO

No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos

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A Dios le duele el sufrimiento de la gente. Por eso, su primera reacción ante el ser

humano es la compasión. Dios no quiere ver sufrir a nadie. Tampoco Jesús. Lo

primero para él era eliminar o aliviar el sufrimiento. Si le duele el pecado, es

precisamente porque el pecado hace sufrir o permite que la gente siga sufriendo.

Por eso, la compasión no es una virtud más. Es la única manera de parecernos a Dios,

el único modo de ser como Jesús y de actuar como él. Lo primero que Jesús pide a

sus seguidores: «sed compasivos como vuestro Padre es compasivo».

La compasión ha de ser, por tanto, la actitud que inspire y configure toda la actuación

de la Iglesia. Si lo que hacemos desde la Iglesia no nace del amor compasivo, será

casi siempre irrelevante, e incluso peligroso, pues terminará desfigurando la misión de

la Iglesia y el verdadero rostro de Dios.

A la Iglesia, como a toda institución, no se le hace siempre fácil reaccionar con

compasión. Menos aún, mantener por encima de todo la supremacía de la compasión.

Nos cuesta ponernos en la carne de las personas concretas que sufren. Le cuesta a la

Iglesia llamada «institucional» y le cuesta a la Iglesia llamada «progresista».

Pero, ¿qué es una Iglesia sin compasión?, ¿quién la escuchará?, ¿en qué corazón

tendrá eco su mensaje? Sin duda, la sociedad necesita directrices morales y principios

de orientación, pero las personas concretas necesitan ser comprendidas con sus

problemas, sufrimientos y contradicciones. Una palabra que no esté transida de

compasión difícilmente será bien acogida.

No se trata sólo de que los cristianos hagamos «obras de misericordia», sino de que la

Iglesia entera sea signo de la misericordia y del amor compasivo de Dios al hombre y

la mujer de hoy.

Esta sociedad «enferma» necesita urgentemente una palabra de crítica y de aliento. Y

Page 125: Homilias de Pagola 2008 A

la Iglesia se la puede comunicar desde el evangelio. Pero, probablemente, para ser

escuchada, ha de provenir de una Iglesia cercana y compasiva (nunca permisiva) a la

que se le vea sufrir con las heridas físicas, morales y espirituales de las personas. Lo

dijo Jesús: «No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos».

CAMINAR

Se levantó y lo siguió Mt 9, 9-13

Nadie pone en discusión que ser cristiano significa seguir a Jesucristo. Ahí está la

clave para entender y vivir fielmente el cristianismo. Hay vida cristiana donde hay

seguimiento a Cristo. A lo largo de los siglos, se han dicho y se han escrito muchas

cosas sobre este seguimiento, pero, como sucede tantas veces, también aquí se corre

el riesgo de olvidar lo más sencillo y elemental.

Seguir a Jesús significa, antes que nada, caminar, moverse, dar pasos, vivir en

conversión constante. El que se queda quieto, el que se instala, el que no se renueva,

va quedándose cada vez más lejos. Cada vez entenderá menos qué es ser creyente.

Por eso, el primer obstáculo y el más grave para seguir a Jesús es ese inmovilismo

que se puede introducir de muchas maneras en la vida de los cristianos.

Algunos se paran porque se detienen en el pasado y viven su fe en dependencia casi

total de lo que vivieron en otros tiempos. No están dispuestos a seguir caminando. Su

cristianismo quedó ya fijo en una posición determinada de la que nadie los moverá.

Casi sin darse cuenta, se han instalado interiormente. Ya no se dejan enseñar por

nada ni por nadie. No buscan, no se renuevan, no crecen. Sin embargo, la vida sigue y

Jesús sigue llamando y el Espíritu sigue actuando también hoy. No es extraño que

estas personas sufran. Intuyen que van quedando desplazadas y se aferran, a veces

de manera fanática, a su propia seguridad. Sin embargo, en su vida falta esa

experiencia gozosa de seguir a Jesucristo en estos tiempos.

Page 126: Homilias de Pagola 2008 A

Es fácil también caer en un cristianismo hecho de inercia y rutina. Con los años la fe

resulta algo sabido. La religión puede ir quedando en fórmula vacía de vida. El pecado

se convierte en costumbre. Entonces, todo se reduce a «ir tirando», sin deseo alguno

de conversión, sin cambio ni creatividad alguna.

Otras veces caemos en una actitud de conformismo y seguridad. El miedo, la cobardía

o la pereza nos impiden aventurarnos a seguir a Cristo con más radicalidad.

Preferimos la tranquilidad a cualquier precio, «la gracia barata» de la que habla D.

Bonhóffer, la religión que da seguridad y no el Evangelio que inquieta y desinstala.

Tal vez los cristianos de hoy hemos de recordar de nuevo que no es posible seguir a

Cristo y, al mismo tiempo, no querer moverse de donde está cada uno. Los primeros

que se adhirieron a Jesús fueron hombres que dejándolo todo, lo siguieron, como

Mateo que abandona su oficio de publicano, se levanta y sigue a Jesús de manera

incondicional. La vida cristiana es camino, escucha de llamadas siempre nuevas,

disponibilidad para la conversión permanente.

NO EXCLUIR A NADIE

No hay ninguna duda. El gesto más escandaloso de Jesús fue su amistad con

pecadores y gentes indeseables. Nunca había ocurrido algo parecido en Israel. Lo de

Jesús era inaudito. Jamás se había visto a un profeta conviviendo con pecadores en

esa actitud de confianza y amistad.

¿Cómo un hombre de Dios los podía aceptar como amigos?, ¿cómo se atrevía a

comer con ellos sin guardar las debidas distancias? No se come con cualquiera. Cada

uno acoge en su mesa a los suyos. Hay que proteger la propia identidad y santidad sin

mezclarse con gente pecadora. Ésta era la norma entre los grupos más piadosos de

Page 127: Homilias de Pagola 2008 A

aquel pueblo que se sentía santo.

Jesús, por el contrario, se sentaba a comer con cualquiera. Su identidad consistía

precisamente en no excluir a nadie. Su mesa estaba abierta a todos. No hacía falta ser

santo. No era necesario ser una mujer honrada para sentarse junto a él. A nadie le

exigía previamente signo alguno de arrepentimiento. No se preocupaba de que su

mesa fuera santa sino acogedora.

Lo guiaba su experiencia de Dios. Nadie le pudo convencer de lo contrario: Dios no

discrimina a nadie. Lo llamaron «amigo de pecadores» y nunca lo desmintió, porque

era verdad: también Dios es amigo de pecadores e indeseables. Él vivía aquellas

comidas como un proceso de curación: «No necesitan de médico los sanos sino los

enfermos».

Era verdad. Aquellos recaudadores y prostitutas no lo veían como un maestro de

moral, lo sentían como un amigo que los curaba por dentro. Por vez primera podían

sentarse junto a un hombre de Dios. Jesús rompía toda discriminación. Poco a poco,

crecía en ellos la dignidad y se despertaba una confianza nueva en Dios. Junto a

Jesús todo era posible. Incluso, empezar a cambiar.

¿Dónde se reproduce hoy en nuestra Iglesia algo parecido? Nosotros confesamos

repetidamente que la Iglesia es santa, como si temiéramos que nadie lo note.

¿Cuándo nos llamarán «amigos de pecadores»? Parejas rotas que no han podido

mantener su fidelidad, jóvenes derrotados por la droga, delincuentes indeseables para

todos, esclavas de la prostitución, ¿nos ven como una Iglesia santa, como una Iglesia

acogedora?

Lunes, 9. Junio 2008 - 20:47 Hora

Domingo XI del Tiempo Ordinario

Id y proclamad...

Mt 9, 36-10, 8

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Una mirada diferente Sanar y poner vida

Compartir Sanar

SANAR

Las primeras tradiciones cristianas describen a Jesús como alguien que pone en

marcha un profundo proceso de sanación tanto individual como social. Esa fue su

intención de fondo: curar, aliviar, restaurar la vida. Los evangelistas ponen en boca de

Jesús frases que lo dicen todo: «Yo he venido para que tengan vida y la tengan en

abundancia» (Jn 10,10).

Por eso, las curaciones que Jesús lleva a cabo a nivel físico, sicológico o espiritual son

el símbolo que mejor condensa e ilumina el sentido de su vida. Jesús no realiza

curaciones de manera arbitraria o por puro sensacionalismo. Lo que busca es la salud

integral de las personas: que todos los que se sienten enfermos, abatidos, rotos o

humillados, puedan experimentar la salud como signo de un Dios amigo que quiere

para el ser humano vida y salvación.

No hemos de pensar sólo en las curaciones. Toda su actuación trata de encaminar a

las personas hacia una vida más sana: su rebeldía frente a tantos comportamientos

patológicos de raíz religiosa (legalismo, hipocresía, rigorismo vacío de amor...); su

lucha por crear una convivencia más humana y solidaria; su ofrecimiento de perdón a

gentes hundidas en la culpabilidad y la ruptura interior; su ternura hacia los

maltratados por la vida o por la sociedad; sus esfuerzos por liberar a todos del miedo y

la inseguridad para vivir desde la confianza absoluta en Dios.

No es extraño que, al confiar su misión a los discípulos, Jesús los imagine no como

Page 129: Homilias de Pagola 2008 A

doctores, jerarcas, liturgistas o teólogos, sino como grandes curadores: «Proclamad

que el Reinado de Dios está cerca: curad enfermos, resucitad muertos, limpiad

leprosos, arrojad demonios». La primera tarea de la Iglesia no es celebrar cultos,

elaborar teología, predicar moral, sino curar, liberar del mal, sacar del abatimiento,

sanear la vida, ayudar a vivir de manera saludable. Esa lucha por la salud integral es

camino de salvación.

Lo denunciaba hace algunos años B. Häring, uno de los más prestigiosos moralistas

del siglo veinte: la Iglesia ha de recuperar su misión sanadora si quiere enseñar el

camino de la salvación. Anunciar la salvación eterna de manera doctrinal, intervenir

sólo con llamamientos morales o promesas de salvación desprovistas de experiencia

sanadora en el presente, pretender despertar la esperanza sin que se pueda sentir

que la fe hace bien, es un error. Jesús no actuó así.

UNA MIRADA DIFERENTE

Jesús le daba una importancia grande a la manera de mirar a las personas. De ello

depende, en buena parte nuestra manera de actuar. Una de las fuentes más antiguas

recoge esta observación de Jesús: «La lámpara de tu cuerpo son tus ojos. Si tus ojos

están sanos, todo tu cuerpo estará iluminado. Pero si tus ojos están enfermos, tu

cuerpo entero estará a oscuras». Una mirada clara permite que la luz entre dentro de

nosotros y podamos actuar con lucidez.

¿Cómo era la mirada de Jesús?, ¿cómo veía a la gente? Los evangelistas repiten una

y otra vez que su mirada era diferente. No era como la de los fariseos radicales que

sólo veían impiedad, ignorancia de la Ley e indiferencia religiosa. Tampoco miraba

como el Bautista que veía en el pueblo pecado, corrupción e inconsciencia ante la

Page 130: Homilias de Pagola 2008 A

llegada inminente de Dios.

La mirada de Jesús estaba llena de cariño, respeto y amor. «Al ver a las gentes, se

compadecía de ellas porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas sin

pastor». Sufría al ver tanta gente perdida y sin orientación. Le dolía el abandono en

que se encontraban tantas personas solas, cansadas y maltratadas por la vida.

Aquellas gentes eran víctimas más que culpables. No necesitaban oír más condenas

sino conocer una vida más sana. Por eso, inició un movimiento nuevo e inconfundible.

Llamó a sus discípulos y les dio «autoridad», no para condenar sino para «curar toda

enfermedad y dolencia».

En la Iglesia cambiaremos cuando empecemos a mirar a la gente de otra manera:

como la miraba Jesús. Cuando veamos a las personas más como víctimas que como

culpables, cuando nos fijemos más en sus sufrimientos que en su pecado, cuando

miremos a todos con menos miedo y más piedad.

Nadie hemos recibido de Jesús «autoridad» para condenar sino para curar. No nos

llama a juzgar el mundo sino a sanar la vida. Nunca quiso poner en marcha un

movimiento para combatir, condenar y derrotar a sus adversarios. Pensaba en

discípulos que miraran el mundo con ternura. Los quería ver dedicados a aliviar el

sufrimiento e infundir esperanza. Ésa es su herencia, no otra

PROGRAMA LIBERADOR

Muchos cristianos pensamos estar viviendo nuestra fe con responsabilidad porque nos

preocupamos de cumplir determinadas prácticas religiosas y tratamos de ajustar

nuestro comportamiento a unas normas morales y unas leyes eclesiásticas.

Page 131: Homilias de Pagola 2008 A

Asimismo, muchas comunidades cristianas piensan estar cumpliendo fielmente su

misión porque se afanan en ofrecer diversos servicios de catequesis y educación de la

fe y se esfuerzan por celebrar con dignidad el culto cristiano.

¿Es esto lo que Jesús quería poner en marcha al enviar a sus discípulos por el

mundo? ¿Es ésta la vida que quería infundir en medio de los hombres?

Necesitamos escuchar de nuevo las palabras de Jesús para redescubrir la verdadera

misión de los creyentes en medio de esta sociedad. Así recoge el evangelista Mateo

su mandato: «ld y proclamad que el Reino de los Cielos está cerca. Curad enfermos,

resucitad muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios. Gratis habéis recibido. Dad

gratis».

Nuestra primera tarea también hoy es proclamar que Dios está cerca del hombre,

empeñado en salvar la felicidad de la humanidad. Pero este anuncio de un Dios

salvador no se hace a través de discursos y palabras sugestivas. No se proclama por

la radio ni se difunde desde la pantalla del televisor. No se asegura sólo con

catequesis ni clases de religión.

Sólo hay una manera de proclamar a Dios: Trabajar gratuitamente por infundir a los

hombres nueva vida.

Curar enfermos, es decir, liberar a las personas de todo lo que las paraliza, les roba

vida y hace sufrir. Sanar el alma y el cuerpo de todos los que se sienten destruidos por

el dolor y angustiados por la dureza despiadada de la vida diaria.

Resucitar muertos, es decir, liberar a las personas de todo aquello que bloquea sus

vidas y mata su esperanza.

Despertar de nuevo el amor a la vida, la confianza en Dios, la voluntad de lucha y el

Page 132: Homilias de Pagola 2008 A

deseo de libertad de tantos hombres y mujeres en los que la vida se ha ido muriendo.

Limpiar leprosos, es decir, limpiar esta sociedad de tanta mentira, hipocresía y

convencionalismo. Ayudar a las gentes a vivir con más verdad, sencillez y honradez.

Arrojar demonios, es decir, liberar a las personas de tantos ídolos que nos esclavizan,

nos poseen y pervierten nuestra convivencia. Allí donde se está liberando a las

personas allí se está anunciando a Dios.

SANAR Y PONER VIDA

Curad enfermos, resucitad muertos...

El reino de Dios no es sólo una salvación que comienza después de la muerte. Es una

irrupción de gracia y de vida ya en nuestra existencia actual. Más aún. El signo más

claro de que el reino está cerca es precisamente esta corriente de vida que comienza

a abrirse paso en la tierra. «Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca. Curad

enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios.» Hoy más que

nunca deberíamos escuchar los creyentes la invitación de Jesús a poner nueva vida

en la sociedad.

Se está abriendo un abismo inquietante entre el progreso técnico y nuestro desarrollo

espiritual. Se diría que el hombre no tiene fuerza espiritual para animar y dar sentido a

su incesante progreso. Los resultados son palpables. A bastantes se les ve

empobrecidos por su dinero y las cosas que creen poseer. El cansancio de la vida y el

aburrimiento se apoderan de muchos. La «contaminación interior» está ensuciando lo

mejor de no pocas personas. Hombres y mujeres en desarmonía consigo mismos, sin

una razón clara para vivir. Personas que viven corriendo, sumergidas en una nerviosa

e intensa actividad, vaciándose interiormente, privándose de descanso y paz interior,

Page 133: Homilias de Pagola 2008 A

sin saber exactamente lo que quieren.

¿No estamos de nuevo ante hombres «enfermos» que necesitan ser curados,

«muertos» que necesitan resurrección, «poseídos» que esperan ser liberados de

tantos demonios que les impiden vivir como seres humanos? Hay muchos hombres y

mujeres que, en el fondo, quieren volver a vivir. Quieren curarse, resucitar. Volver a

reír, disfrutar de la vida, enfrentarse a cada día con alegría.

Y sólo hay un camino: aprender a amar. Y aprender de nuevo a vivir cosas que exige

el amor y que no están muy de moda: sencillez, austeridad, acogida, amistad,

solidaridad, atención gratuita al otro, fidelidad... Entre nosotros sigue faltando el amor.

Alguien lo tiene que despertar.

A los hombres de hoy no los va a salvar ni el confort ni la electrónica, sino el amor. Si

en nosotros hay vida y capacidad de amar, la tenemos que contagiar. Se nos ha dado

gratis y gratis lo tenemos que regalar de muchas maneras a quienes encontremos en

nuestro caminar diario.

COMPARTIR

Gratis habéis recibido, dad gratis

Los encontramos cada vez con más frecuencia. El color de su piel, los rasgos de su

rostro, su forma de hablar o vestir están transformando el paisaje urbano de nuestras

ciudades. Son los inmigrantes. Hombres y mujeres que viven entre nosotros, muchas

veces sin documentación en regla, sin trabajo ni seguridad, con problemas de

vivienda, de lengua y de convivencia. ¿Cómo podemos reaccionar?

Podemos mirarlos desde la distancia, el desconocimiento y la superioridad. No son

como nosotros. No tienen derechos. Son «ilegales». Su presencia es una «invasión»

Page 134: Homilias de Pagola 2008 A

amenazadora, una «ola migratoria» que hay que detener. Sin darnos cuenta, podemos

levantar muros de desconfianza, prejuicios y hasta de rechazo total.

Podemos mirarlos desde una perspectiva utilitarista. Necesitamos mano de obra

extranjera. Ellos pueden cubrir los puestos de trabajo que nosotros ya no nos

dignamos ocupar.

Con su trabajo es más fácil garantizar las cotizaciones a la Seguridad Social y

asegurar nuestras pensiones. Eso sí, lo que nos interesa es su trabajo. Luego,

preferiríamos que desaparecieran de nuestras calles y de nuestros bares.

Los podemos mirar desde una actitud paternalista y tratarlos como si fueran

marginados. Sin embargo, quien viene hasta nosotros buscando trabajo no es un

marginado que pide asistencia caritativa. Es un ciudadano capaz de derechos y de

deberes, y con voluntad de organizarse su vida en nuestro país. Lo que pide es poder

realizar sus proyectos.

Tal vez, lo primero es conocerlos mejor, escucharlos, tratar con ellos, ponernos en su

piel. No nos resultará fácil superar miedos, desconfianzas y prejuicios. Pero puede ser

una gran oportunidad para tomar conciencia de nuestra responsabilidad en la tragedia

del Tercer Mundo y, sobre todo, para aprender a construir una sociedad más fraterna,

más abierta y más integrada. La acogida a los inmigrantes nos puede ayudar a los

cristianos europeos a vivir un poco más esa gratuidad que Jesús inculcaba a sus

discípulos: «Gratis habéis recibido, dad gratis».

Lunes, 16. Junio 2008 - 20:36 Hora

Domingo XII delTiempo Ordinario-A

No tengáis miedo

Mt 10, 26-33

Page 135: Homilias de Pagola 2008 A

Eliminar miedos Confiar

Nuestros miedos No al miedo

Eliminar miedos

A nadie sorprende que una persona sienta miedo ante un peligro real. La vida es una

aventura no exenta de riesgos y amenazas. Por eso el miedo es sano, nos pone en

estado de alerta y nos permite reaccionar para orientar nuestra vida con mayor sentido

y seguridad.

Lo que resulta extraño es que siga creciendo en la sociedad moderna el número de

personas que viven con sensación de miedo, pero sin motivo aparente. Individuos

atrapados por la inseguridad, amenazados por riesgos y peligros no formulados,

habitados por un miedo difuso, difícil de explicar.

Este miedo hace daño. Paraliza a la persona, detiene su crecimiento, impide vivir

amando. Es un miedo que anula nuestra energía interior, ahoga la creatividad, nos

hace vivir de manera rígida, en una actitud de continua autodefensa. Esa inquietud no

resuelta impide afrontar la vida con paz y, muchas veces, conduce a una vida

ajetreada y frívola para acallar la desazón interior.

Sin duda, el origen de este miedo insano puede ser diferente y requiere en cada caso

una atención específica adecuada. Pero no es exagerado decir que, en bastantes,

tiene mucho que ver con una existencia vacía, un individualismo empobrecedor, una

falta de abrumadora de sentido y una ausencia casi total de vida interior.

La exégesis actual está destacando, en la actuación histórica de Jesús, su empeño

por liberar a las gentes del miedo que puede anidar en el corazón humano. Los

evangelios repiten una y otra vez sus palabras: «No tengáis miedo a los hombres»,

Page 136: Homilias de Pagola 2008 A

«no tengáis miedo a los que matan el cuerpo», «no se turbe vuestro corazón», «no

seáis cobardes», «no tengáis miedo, vosotros valéis más que los gorriones». B.

Hanssler llega a decir que Jesús es «el único fundador religioso que ha eliminado de la

religión el elemento del temor».

La fe cristiana no es una receta sicológica para combatir los miedos, pero la confianza

radical en un Dios Padre y la experiencia de su amor incondicional y eterno, pueden

ofrecer al ser humano la mejor base espiritual para afrontar la vida con paz. Ya el

fundador del psicoanálisis afirmaba que «amar y ser amado es el principal remedio

contra todas las neurosis».

CONFIAR

No tengáis miedo a los que matan el cuerpo

En todas las épocas ha habido «profetas de desgracias» dedicados a anunciar toda

clase de males para el futuro. También hoy aparecen aquí o allá personas poco

equilibradas que profetizan catástrofes y desgracias, incluso el fin del mundo, tal vez

porque ellos mismos viven su vida como catástrofe y proyectan sobre el mundo sus

propios deseos destructivos.

Estos falsos profetas pueden tocar un punto sensible en el alma frágil de algunos, pero

no son los más peligrosos. Mayor daño hacen quienes constantemente van destilando

su pesimismo envenenando la vida cotidiana con su visión sombría y sus pronósticos

pesimistas.

El creyente no se hace ilusiones sobre la situación del mundo. No se engaña

«resolviendo» los problemas desde una fe ingenua. Conoce la fuerza del mal, pero su

fe en Dios le ayuda a no olvidar que el mundo no está abandonado a su desgracia.

Más allá de los titulares de la prensa y los datos de las estadísticas, el creyente ve la

Page 137: Homilias de Pagola 2008 A

realidad en su hondura última que es la salvación que viene de Dios.

Ésta es la confianza fundamental que Jesús quiere transmitir a sus discípulos: «No

tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma.» Es cierto

que la vida está llena de experiencias negativas y la fe no ofrece recetas mágicas para

resolver los problemas. Pero la existencia del ser humano está en manos de Dios.

Sólo en Él está nuestra salvación de la muerte y del fracaso final.

Esta fe robusta en Dios no lleva a la evasión o la pasividad. Se traduce, por el

contrario, en coraje para tomar decisiones y asumir responsabilidades. Conduce a

afrontar riesgos y aceptar sacrificios para ser fiel a sí mismo y a la propia dignidad. Lo

propio del verdadero creyente no es la cobardía y la resignación, sino la audacia y la

creatividad.

Otra consecuencia de la confianza en Dios es la paciencia, ese arte de asumir la

adversidad y resistir a la agresividad del mal sin perder la propia dignidad ni destruirse.

La palabra «paciencia» en el primitivo lenguaje griego de las primeras comunidades

cristianas se dice «hypomone», y significa literalmente «permanecer en pie»

soportando el mal de cada día. Ésa es la actitud secreta de quien pone su confianza

última en Dios.

NUESTROS MIEDOS

Cuando nuestro corazón no está habitado por un amor fuerte o una fe firme, fácilmente

queda nuestra vida a merced de diferentes miedos.

Muchas veces, el miedo a perder prestigio, seguridad, comodidad o bienestar, nos

detiene al tomar nuestras decisiones. No nos atrevemos a arriesgar nuestra posición

social, nuestro dinero o nuestra pequeña felicidad.

Page 138: Homilias de Pagola 2008 A

Otras veces, nos paraliza el miedo a no ser acogidos. Nos aterroriza la posibilidad de

quedarnos solos, sin la amistad o el amor de las personas. Tener que enfrentarnos a

la vida diaria sin la compañía cercana de nadie.

Con frecuencia, vivimos preocupados sólo de quedar bien. Nos da miedo hacer el

ridículo, confesar nuestras verdaderas convicciones, dar testimonio de nuestra fe.

Tememos las críticas, los comentarios y el rechazo de los demás. No queremos ser

clasificados.

A veces nos invade el temor al futuro. No vemos claro nuestro porvenir. No tenemos

seguridad en nada. No confiamos quizás en nadie. Nos da miedo enfrentarnos al

mañana.

Siempre ha sido una tentación para los creyentes buscar en la religión un refugio

seguro que los libere de sus miedos, incertidumbres y temores. Pero sería una

equivocación ver en la fe el agarradero fácil de los pusilánimes, los cobardes y

asustadizos.

La fe confiada en Dios, cuando es bien entendida, no conduce al creyente a eludir su

propia responsabilidad ante los problemas. No le lleva a huir de los conflictos para

encerrarse cómodamente en el aislamiento.

Al contrario, es la fe en Dios la que llena su corazón de fuerza para vivir con más

generosidad y de manera más arriesgada. Es la confianza viva en el Padre la que le

ayuda a superar cobardías y miedos para defender con más audacia y libertad a los

que son injustamente maltratados en esta sociedad.

La fe no crea hombres cobardes sino personas más resueltas y audaces. No encierra

a los creyentes en sí mismos sino que los abre más a la vida problemática y conflictiva

de cada día. No los envuelve en la pereza y la comodidad sino que los anima para el

Page 139: Homilias de Pagola 2008 A

compromiso. Cuando un creyente escucha de verdad en su corazón las palabras de

Jesús: «No tengas miedo», no se siente invitado a eludir sus compromisos sino

penetrado por la fuerza de Dios para enfrentarse a ellos.

NO AL MIEDO

No es pecar de dramatismo el constatar que crece entre nosotros el miedo social, la

sospecha de todo, la inseguridad y la necesidad de defenderse y buscar cada uno su

salida en la vida.

La vida está cada vez más difícil o, al menos, así lo percibe mucha gente que se siente

amenazada de muchas maneras y no ve claro el futuro.

En nuestra sociedad hay miedo. Y no se trata sólo de grupos terroristas que desde

intereses y posturas ideológicas muy distintas se esfuerzan por crear un clima de

miedo e inestabilidad que favorece a sus proyectos políticos.

El miedo social es algo más profundo. Es la impresión casi imperceptible, pero real, de

que las instituciones sociales políticas y económicas existentes no son capaces de

resolver los problemas actuales.

Este miedo no se manifiesta siempre de la misma manera ni tiene los mismos efectos

en todos.

Hay quienes sienten necesidad de consumir más para sentirse más protegidos, y de

lanzarse a una vida de divertimiento que les permita olvidar los problemas de cada día.

Hay quienes caen en la pasividad, la resignación y el desencanto, pues se sienten

dominados por una sensación de impotencia, al tener muy pocas posibilidades de

protagonismo en una sociedad tan compleja y tan sometida al interés de los

Page 140: Homilias de Pagola 2008 A

privilegiados.

No faltan quienes, acobardados ante el riesgo que supone una mayor libertad social,

desean volver a situaciones más dictatoriales y anhelan un Estado fuerte, defensor de

un orden rígido y seguro.

Es posible también que un número no pequeño de personas busquen en la religión la

seguridad que no encuentran en otra parte. Ahora bien, cuando lo que nos empuja a lo

religioso es el deseo de seguridad y no la búsqueda de sentido, la fe corre el riesgo de

ser mal entendida e incluso manipulada.

El miedo hace imposible la construcción de una sociedad más humana. Pero la

superación del miedo no es sólo ni principalmente cuestión de buena voluntad.

El hombre necesita descubrir una esperanza definitiva y una fuerza que dé sentido a

su luchar diario. Necesita encontrar un principio perenne de nuevas posibilidades, una

razón para vivir, una confianza para morir.

El que ha comprendido a Jesucristo, entiende sus palabras: «No tengáis miedo». Pues

la fe es quizás antes que nada, fuerza contra todo miedo y osadía para seguir

creyendo en el futuro del hombre desde un compromiso humilde y desde una

confianza ilimitada en el Padre de todos.

Lunes, 23. Junio 2008 - 19:44 Hora

Fiesta de S. Pedro y S. Pablo

Señor, ¿a quién iremos? Jesucristo y su evangelio

Nuestra Iglesia ¿Qué hago yo?

Señor, ¿a quién iremos?

La fiesta de San Pedro y San Pablo nos ofrece las figuras más fundamentales de la

Page 141: Homilias de Pagola 2008 A

predicación del mensaje cristiano y también su modo de entenderlo, de vivirlo y de

proclamarlo.

Se nos presenta los perfiles de los verdaderos apóstoles humanos y fielmente

coherentes con la verdad que proclaman.

¿Por qué Pedro fue la piedra, la roca, sobre la cual Jesús edificó su Iglesia? Lo hemos

escuchado en el evangelio: porque Pedro fue un hombre de fe. Es sobre esta fe

sencilla, generosa, convencida, firme de Pedro sobre la que se va construyendo la

comunidad de los seguidores de Jesús.

Hay una cosa curiosa en los evangelios. Y es que si Pedro nos es presentado como el

primer apóstol como el primer Papa, al mismo tiempo los evangelios no escamotean

hablarnos de sus defectos, de sus debilidades, de su pecado.

Los cuatro evangelios coinciden en narrarnos la cobarde negación de Pedro: él, el

primero que había afirmado que Jesús era "el Mesías, el Hijo de Dios vivo", él que

-cuando la gente empieza a abandonar a Jesús- tiene aquella admirable

manifestación: "Señor, ¿a quién iremos? Sólo tú tienes palabras de vida eterna".

Ese Pedro es el mismo que en el momento crucial de la pasión, se acobarda y niega

que le conoce a Jesús. Esta referencia a los defectos de Pedro nos recuerda que no

nos encontramos en un libro de leyendas sino en la historia concreta y real, limitada de

los hombres y mujeres que siguen a Jesús. ¿Por qué esta insistencia de los

evangelios? Muy probablemente, para subrayar así que lo realmente importante en

Pedro es su fe. Su fe, su creer en Jesús radicalmente, sencillamente, desde lo más

íntimo de su corazón y su AMOR reencontrado con Jesús.

Y esto es precisamente lo que el ejemplo de Pedro nos puede ayudar a revisar hoy.

Afirmar nuestra fe como algo incondicional, radical. Vivir la fe y el amor que nos vienen

de Jesús, como lo único que define al creyente, a la Iglesia. La fe y el amor es lo que

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nos une a los cristianos más allá de todas las diferencias, legítimas, que puede haber

entre nosotros.

Y junto a este ejemplo de fe de Pedro, también el ejemplo de Pablo. Sin la valentía y la

libertad de Pablo, la primitiva Iglesia se hubiera quedado encerrada en el pequeño

círculo del pueblo judío. Es la fe intrépida de Pablo la que abre a la primitiva

comunidad cristiana a otras culturas, a otros pueblos. Es la fe intrépida de Pablo la que

encuentra nuevas formas de comunicar esa fe, liberándola de la estrechez de las

normas y costumbres de sólo un pueblo, de sólo una tradición.

Por eso su ejemplo es también hoy necesario para nosotros. Nuestra fe cristiana debe

ser firme, convencida, pero al mismo tiempo nuestra fe cristiana debe ser valiente y

abierta, capaz de liberarse de formas y culturas que son de un tiempo determinado, de

una historia concreta, pero que quizás no son las de nuestro tiempo, las del milenio ya

iniciado.

Mirad, la fe convencida de Pedro y la fe libre de Pablo no son dos maneras distintas de

manifestar la fe. Es una misma fe, es la fe en Jesucristo muerto y resucitado, Señor de

la vida.. ESTA FE es lo más importante que tenemos y -por ello mismo- lo que no

podemos aprisionar identificándola con nuestros gustos o tradiciones.

Hermanos, lo que Pedro dice hoy en el Evangelio, en nombre de los Doce, es un

testimonio vivo en favor de Jesús. Y la respuesta de Jesús es la manifestación de un

compromiso: Jesús seguirá presente en la Iglesia a pesar de los vaivenes. Las puertas

del infierno no podrán prevalecer contra ella porque es Jesús quien sustenta su

Iglesia, la orienta y la defiende.

¿Es nuestra fe convencida, generosa, libre, abierta, intrépida, valiente?

No te olvides: Jesús sabe que puede haber una gran fidelidad, incluso allí donde hay

defectos, debilidades y mezquindad. ¿Es nuestro caso? ¿Nos lo pensamos un rato?

Page 143: Homilias de Pagola 2008 A

Jesucristo y su Evangelio

La crisis religiosa ha modificado profundamente la actitud de las gentes ante la Iglesia,

Hoy se pueden observar entre nosotros las posturas más diversas ante la institución

eclesial.

Algunos viven anclados en la nostalgia del pasado. La Iglesia, según ellos, ha

cambiado demasiado. Ya no es lo que era. Se ha roto la unidad. Falta valentía para

predicar la doctrina y la moral tradicional: La Iglesia se ha acomodado a las exigencias

del mundo olvidando su verdadera misión.

Otro grupo mucho, más numeroso y heterogéneo, vive de forma pacífica. No piden

mucho a la Iglesia ni a sus responsables: ni talante evangélico ni compromiso social.

Casi todo les parece bien.

Ellos se preocupan, sobre todo, de su relación con Dios. A la Iglesia sólo le piden que

organice bien los servicios religiosos.

Hay sectores que se sienten incómodos dentro de la Iglesia. Critican su mediocridad y

se distancian de ciertas actuaciones de la jerarquía. La Iglesia se les presenta como

poco sensible a los valores de la modernidad, sin espíritu democrático, incapaz de

asumir los derechos de la mujer, cerrada a la aportación de los teólogos más

renovadores. Todo les empuja a vivir su fe cristiana 'por libre'.

Otros se han distanciado mucho más. Sólo sienten por ella desapego y hasta

antipatía. No conocen demasiado la vida interna de la Iglesia ni les interesa. Ven en

ella una gran 'multinacional' que defiende sus propios intereses y que, pese a ciertos

retoques renovadores, siempre favorecerá el inmovilismo y una moral poco

progresista.

Page 144: Homilias de Pagola 2008 A

Hay, sin embargo, sectores importantes de cristianos que está viviendo en estos

momentos una experiencia nueva de la Iglesia. La sienten más suya. Han descubierto

que lo más importante que ella tiene es Jesucristo y su evangelio. Y esto es lo primero

que buscan en ella. Por eso, no la magnifican ingenuamente, tampoco la descalifican

con agresividad. Conocen de cerca sus problemas e infidelidades. Lo sufren como

propios y, por eso, la critican y tratan de purificarla desde dentro.

Para éstos, la Iglesia es, antes que nada, una comunidad donde celebran con gozo su

fe y donde escuchan, junto a otros creyentes, el evangelio de Cristo que alimenta su

esperanza.

Pero es también una comunidad llamada por Cristo a hacer un mundo más fraterno,

más justo y más humano. Por eso, se comprometen de forma activa.

Son estos creyentes los que, con su crítica lúcida, su adhesión cálida y su

participación responsable, pueden colaborar en la conversión y renovación de esa

Iglesia que Cristo quería ver construida sobre la 'roca' de Pedro.

Nuestra Iglesia

La Iglesia que conocemos hoy entre nosotros se nos ofrece como una organización

sociológica que abarca a todos los ciudadanos que son registrados como bautizados a

los pocos días de su nacimiento.

No es fácil ver en ella a la comunidad de los que han descubierto el evangelio, han

creído con gozo en Jesucristo salvador e intentan vivir desde las exigencias y la

esperanza del mensaje de Jesús.

La Iglesia ha venido a ser en nuestra sociedad una institución de la que no se puede

Page 145: Homilias de Pagola 2008 A

decir que sea el conjunto de hombres y mujeres que se esfuerzan por vivir de acuerdo

con el evangelio.

La pertenencia a la Iglesia no se debe a que una persona haya descubierto a

Jesucristo y se convierta a la fe, sino, sencillamente, a que ha nacido en una familia de

bautizados. En consecuencia, los miembros de la Iglesia no son necesariamente los

convertidos al evangelio, sino los nacidos en determinados países "cristianos" o en

determinados grupos sociológicos. De esta manera, la Iglesia deja de ser la

comunidad de convertidos a Jesús y se configura como la masa de bautizados que

piden con mayor o menor frecuencia unos servicios religiosos.

Necesitamos caminar desde una Iglesia entendida como un mero hecho sociológico,

hacia una Iglesia entendida como la comunidad de los que viven esforzándose por

seguir a Jesucristo.

Necesitamos comunidades cristianas en las que las exigencias del evangelio sean

bien conocidas y claramente propuestas. Comunidades de hombres y mujeres que

saben muy bien a qué se comprometen cuando deciden libremente entrar a formar

parte de la comunidad cristiana.

Comunidades en las que todos se sientan responsables y protagonistas de la misión

evangelizadora de la Iglesia. Comunidades no separadas ni disociadas las unas de las

otras, sino estrechamente relacionadas y unidas para hacer presente también hoy la

fuerza del evangelio en nuestra sociedad.

¿No son éstas algunas de nuestras necesidades más urgentes en estos momentos?

En este sentido es significativo el planteamiento sincero que nuestras Iglesias locales

hacen sobre su vida de seguimiento auténtico de Jesús.

Hoy en día, obispos, sacerdotes y seglares reflexionan juntos sobre el modelo de

Page 146: Homilias de Pagola 2008 A

Iglesia que debemos buscar y los pasos concretos que debemos de dar para que

todos manifestemos la Buena Noticia del amor de Dios a todos los seres humanos.

Es sólo un signo modesto de una Iglesia que busca renovarse y convertirse en la

comunidad que Jesús quiso construir sobre Pedro, portador fiel de su evangelio.

¿QUÉ HAGO YO?

La fiesta de San Pedro y San Pablo es una invitación a preguntarnos qué Iglesia

queremos para nuestros tiempos y qué es lo que hacemos cada uno para construir

una comunidad de discípulos y seguidores más fiel a Jesucristo. La Iglesia no necesita

tanto de nuestras confesiones de amor o nuestras críticas cuanto de nuestro

compromiso real.

¿Qué hago yo por crear un clima de conversión colectiva en el seno de esta Iglesia

siempre necesitada de renovación y transformación? ¿Cómo sería la Iglesia si todos

vivieran la adhesión a Cristo más o menos como la vivo yo? ¿Sería más o menos fiel a

Jesús?

¿Qué aporto yo de espíritu, verdad y autenticidad en esta Iglesia tan necesitada de

radicalidad evangélica para ofrecer un testimonio creíble de Jesús en medio de una

sociedad indiferente y descreída?

¿Cómo contribuyo con mi vida a edificar una Iglesia más cercana a los hombres y

mujeres de nuestro tiempo, que sepa no sólo enseñar, predicar y exhortar, sino, sobre

todo, acoger, escuchar y acompañar a quienes viven perdidos, sin conocer el amor ni

la amistad?

¿Qué aporto yo para construir una Iglesia samaritana, de corazón grande y

compasivo, capaz de olvidarse de sus propios intereses, para vivir volcada sobre los

Page 147: Homilias de Pagola 2008 A

grandes problemas de la humanidad?

¿Qué hago yo para que la Iglesia se libere de miedos y servidumbres que la paralizan

y atan al pasado, y se deje penetrar y vivificar por la frescura y la creatividad que nace

del evangelio de Jesús?

¿Qué aporto yo en estos momentos para que la Iglesia aprenda a «vivir en minoría»,

sin grandes pretensiones sociales, sino de manera humilde, como «levadura» oculta,

«sal» transformadora, pequeña «semilla de mostaza» dispuesta a morir para dar vida?

¿Qué hago yo por una Iglesia más alegre y esperanzada, más libre y comprensiva,

más transparente y fraterna, más creyente y más creíble, más de Dios y menos del

mundo, más de Jesús y menos de nuestros intereses y ambiciones? La Iglesia cambia

cuando cambiamos nosotros, se convierte cuando nosotros nos convertimos.

Martes, 1. Julio 2008 - 00:04 Hora

Domingo XIV del Tiempo Ordinario-A

No basta Encontrar descanso

Saber descansar Aprender de los sencillos

NO BASTA

Hay cansancios típicos en la sociedad actual que no se curan con las vacaciones. No

desaparecen por el mero hecho de irnos a descansar unos días. La razón es sencilla.

Las vacaciones pueden ayudar a rehacernos un poco, pero no pueden darnos el

descanso interior, la paz del corazón y la tranquilidad de espíritu que necesitamos.

Hay un primer cansancio que proviene de un activismo agotador. No respetamos los

ritmos naturales de la vida. Hacemos cada vez más cosas en menos tiempo. De un día

queremos sacar dos. Vivimos acelerados, en desgaste permanente, deshaciéndonos

cada día un poco más. Ya llegarán las vacaciones para «cargar pilas».

Page 148: Homilias de Pagola 2008 A

Es un error. Las vacaciones no sirven para resolver este cansancio. No basta

«desconectar» de todo. A la vuelta de vacaciones todo seguirá igual. Lo que

necesitamos es no acelerar más nuestra vida, imponernos un ritmo más humano, dejar

de hacer algunas cosas, vivir más despacio y de manera más descansada.

Hay otro tipo de cansancio que nace de la saturación. Vivimos un exceso de

actividades, relaciones, citas, encuentros, comidas. Por otra parte, el contestador

automático, el móvil, el ordenador, el correo electrónico facilitan nuestro trabajo, pero

introducen en nuestra vida una saturación. Estamos en todas partes, siempre

localizables, siempre «conectados». Ya llegarán las vacaciones para «desaparecer» y

«perdernos».

Es un error. Lo que necesitamos es aprender a «ordenar» nuestra vida: elegir lo

importante, relativizar lo accidental, dedicar más tiempo a lo que nos da paz interior y

sosiego.

Hay también un cansancio difuso, difícil de precisar. Vivimos cansados de nosotros

mismos, hartos de nuestra mediocridad, sin encontrar lo que desde el fondo anhela

nuestro corazón. ¿Cómo nos van a curar unas vacaciones? No es superfluo escuchar

las palabras de Jesús: «Venid aquí los que estáis cansados y agobiados y yo os

aliviaré». Hay una paz y un descanso que sólo se puede encontrar en el misterio de

Dios acogido en Jesús.

ENCONTRAR DESCANSO

Venid a mí todos los que estáis cansados...

Somos algo mucho más importante que nuestro trabajo, oficio, cargo o profesión.

Page 149: Homilias de Pagola 2008 A

Somos seres humanos hechos para vivir, amar, reír, ser.

Por eso, en contra de lo que muchos puedan pensar, «descansar no es tan fácil.

Porque no es divertirse dando rienda suelta al consumo, ni «hacer vacaciones» para

alardear o alimentar la propia vanidad.

Descansar es reconciliarse con la vida. Disfrutar de manera sencilla, cordial y

entrañable del regalo de la existencia. Hacer la paz en nuestro corazón. Limpiar

nuestra alma. Reencontrarnos con lo mejor de nosotros mismos.

Por eso, no hay que recorrer largas distancias para encontrar descanso. Basta

recorrer la que nos lleva a encontrar la paz en nuestro corazón. Si ahí no la hallamos,

inútil buscarla en ninguna parte del mundo.

Necesitamos salir al aire libre y encontrarnos con la naturaleza. Pero necesitamos

también salir de nuestros egoísmos y mezquindades, y abrirnos a la vida y a las

personas.

Descansar es descubrir que uno está vivo, que puede mirar con ojos más limpios y

desinteresados a la gente, que es capaz de enamorarse de las cosas sencillas y

buenas, que hasta se puede tomar uno tiempo para ser feliz.

Pero sólo descansamos cuando liberamos nuestro corazón de angustias egoístas y de

mil complicaciones insensatas que nos creamos mutuamente sin necesidad alguna.

No basta salvarnos de la asfixia que el nerviosismo, el ruido, la agitación o el trabajo

producen en nosotros. No se puede descansar cuando la insatisfacción, la tristeza, el

miedo, el remordimiento o la culpabilidad nos atenazan.

¿Cómo transformar todo esto en paz? ¿Cómo dejarnos iluminar en lo más hondo de

nuestro ser? ¿Cómo acoger de nuevo la energía de la vida?

Page 150: Homilias de Pagola 2008 A

Los creyentes sabemos que un Dios acogido en nuestra vida, no como un ser vago e

impersonal sino como amigo querido y cercano, es camino de pacificación, iluminación

interior, unificación de todo nuestro ser, perdón y liberación de nuestras

contradicciones, errores y pecados.

Acertar a abrirnos a Dios es encontrar descanso verdadero.

Ojalá, al organizar nuestras vacaciones, sepamos escuchar en las palabras de Jesús

la llamada de ese Dios amigo: «Venid a mí todos los que estáis cansados y

agobiados y yo os aliviaré».

SABER DESCANSAR

Somos muchos los hombres y mujeres de nuestra sociedad que vivimos sometidos a

un ritmo duro de trabajo que nos va desgastando a lo largo de los meses.

Por eso, al llegar esta época veraniega, todos buscamos de una manera o de otra, un

tiempo de descanso que nos ayude a liberarnos de la tensión, el agobio, el desgaste y

la fatiga que hemos ido acumulando a lo largo de los días.

Pero, ¿qué es descansar? ¿Es suficiente recuperar nuestras fuerzas físicas, tomando

el sol durante horas y más horas junto a la orilla de cualquier mar? ¿Basta con olvidar

nuestros problemas y conflictos sumergiéndonos en el ruido de nuestras fiestas y

verbenas?

Al retorno de las vacaciones, más de uno siente en su interior la sensación de

haberlas perdido. Y es que también en vacaciones podemos caer en la tiranía de la

agitación, el ruido, la superficialidad y la ansiedad del disfrute fácil y agotador.

No todos saben descansar. Y quizás el hombre moderno necesita urgentemente

Page 151: Homilias de Pagola 2008 A

iniciarse en el arte del verdadero descanso.

Necesitamos, antes que nada, encontrarnos más profundamente con nosotros mismos

y buscar el silencio, la calma y la serenidad que, tantas veces nos faltan durante el

año, para escuchar lo mejor que hay dentro de nosotros y a nuestro alrededor.

Necesitamos recordar que una vida intensa no es una vida agitada. Queremos tenerlo

todo, acapararlo y disfrutarlo todo. Y nos hacemos rodear de mil cosas superfluas e

inútiles, que en definitiva ahogan nuestra libertad y espontaneidad.

Necesitamos redescubrir la naturaleza, contemplar la vida que brota cerca de

nosotros, detenernos ante las cosas pequeñas y las gentes sencillas y buenas.

Experimentar que la felicidad tiene poco que ver con la riqueza, los éxitos y el placer

fácil.

Necesitamos recordar que el sentido último de la vida no se agota en el esfuerzo, el

trabajo y la lucha. Por el contrario, se nos revela con más claridad en la fiesta, el gozo

compartido, la amistad y la convivencia fraterna.

Pero, sin duda, necesitamos enraizar más nuestra vida en ese Dios amigo de la vida,

fuente del verdadero y definitivo descanso para el hombre. ¿No necesitamos los

hombres un descanso interior para nuestras almas? ¿Puede descansar el corazón del

hombre sin reconciliarse con Dios?

Escuchemos con fe las palabras de Jesús: «Venid a mí todos los que estáis

fatigados y agobiados y yo os haré descansar».

APRENDER DE LOS SENCILLOS

Jesús no tuvo problemas con las gentes sencillas del pueblo. Sabía que le entendían.

Lo que le preocupaba era si algún día llegarían a captar su mensaje los líderes

Page 152: Homilias de Pagola 2008 A

religiosos, los especialistas de la Ley, los grandes maestros de Israel. Cada día era

más evidente: lo que al pueblo sencillo le llenaba de alegría, a ellos los dejaba

indiferentes.

Aquellos campesinos que vivían defendiéndose del hambre y de los grandes

terratenientes le entendían muy bien: Dios los quería ver felices, sin hambre ni

opresores. Los enfermos se fiaban de él y, animados por su fe, volvían a creer en el

Dios de la vida. Las mujeres que se atrevían a salir de su casa para escucharle,

intuían que Dios tenía que amar como decía Jesús: con entrañas de madre. La gente

sencilla del pueblo sintonizaba con él. El Dios que les anunciaba era el que anhelaban

y necesitaban.

La actitud de los «entendidos» era diferente. Caifás y los sacerdotes de Jerusalén lo

veían como un peligro. Los maestros de la Ley no entendían que se preocupara tanto

del sufrimiento de la gente y se olvidara de las exigencias de la religión. Por eso, entre

los seguidores más cercanos de Jesús no hubo nunca sacerdotes, escribas o rabinos.

Un día, Jesús descubrió a todos lo que sentía en su corazón. Lleno de alegría, le rezó

así a Dios: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has

escondido estas cosas a sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla».

Siempre es igual. La mirada de la gente sencilla es, de ordinario, más limpia. No hay

en su corazón tanto interés torcido. Van a lo esencial. Saben lo que es sufrir, sentirse

mal y vivir sin seguridad. Son los primeros que entienden el Evangelio.

Esta gente sencilla es lo mejor que tenemos en la Iglesia. De ellos tenemos que

aprender obispos, teólogos, moralistas y entendidos en religión. A ellos les descubre

Dios algo que a nosotros se nos escapa. Los eclesiásticos tenemos el riesgo de

racionalizar, teorizar y «complicar» demasiado la fe. Sólo dos preguntas: ¿Por qué hay

tanta distancia entre nuestra palabra y la vida de la gente? ¿Por qué nuestro mensaje

resulta más oscuro y más complicado que el de Jesús?

Page 153: Homilias de Pagola 2008 A

Lunes, 7. Julio 2008 - 21:37 Hora

Domingo XV del Tiempo Ordinario-A

Una fuerza oculta Sembrar con fe

Hedonismo Hombre light

Creatividad

UNA FUERZA OCULTA

La parábola del sembrador es una invitación a la esperanza.

La siembra del evangelio, muchas veces inútil por diversas contrariedades y

oposiciones, tiene una fuerza incontenible.

A pesar de todos los obstáculos y dificultades y aun con resultados muy diversos, la

siembra termina en cosecha fecunda que hace olvidar otros fracasos y es superior a

todas las expectativas.

Los creyentes no hemos de perder la alegría a causa de la aparente impotencia del

reino de Dios. Siempre parece que «la causa de Dios» está en decadencia y que el

evangelio es algo insignificante y sin futuro. Y sin embargo, no es así.

El evangelio no es una moral ni una política, ni siquiera una religión con mayor o

menor porvenir. El evangelio es la fuerza salvadora de Dios «sembrada» por Jesús en

el corazón del mundo y de la vida de los hombres.

Empujados por el sensacionalismo de los actuales medios de comunicación, parece

que sólo tenemos ojos para ver el mal. Y ya no sabemos adivinar esa fuerza de vida

que se halla oculta bajo las apariencias más apagadas o descorazonadoras.

Page 154: Homilias de Pagola 2008 A

Si pudiéramos observar el interior de las vidas, nos maravillaríamos ante tanta bondad,

entrega, sacrificio, generosidad y amor verdadero.

Hay violencia y sangre entre nosotros. Pero está creciendo en muchos hombres el

anhelo de una verdadera paz.

Se impone el consumismo egoísta en nuestra sociedad, pero cada vez son más los

que descubren el gozo de la vida sencilla y del compartir.

La indiferencia parece haber apagado la religión, pero son muchos los corazones

donde se despierta la nostalgia de Dios y la necesidad de la plegaria.

La energía transformadora del evangelio está ahí trabajando a la humanidad. La sed

de justicia y de amor seguirá creciendo. La siembra de Jesús no terminará en fracaso.

Lo que se nos pide es acoger la semilla. Dar la vuelta a nuestra vida como una dura y

difícil tierra que es preciso remover para que reciba y haga fructificar la siembra de

Dios.

¿No descubrimos en nosotros mismos esa fuerza que no proviene de nosotros y que

nos invita sin cesar a crecer, a ser más humanos, a transfigurar nuestra vida, a edificar

unas relaciones nuevas entre las personas, a vivir con más transparencia, a abrirnos

con más verdad a Dios?

SEMBRAR CON FE

Salió el sembrador a sembrar.

Mt 13, 1-23

Page 155: Homilias de Pagola 2008 A

En pocos años, estamos pasando de una sociedad profundamente religiosa donde el

cristianismo jugaba un papel decisivo en la vida de las personas y la regulación de la

sociedad, a otro estilo de vida más laico e increyente donde lo religioso va perdiendo

importancia. Acostumbrados a una «sociedad de cristiandad» donde lo religioso

estaba presente visiblemente en nuestras calles, plazas, escuelas y hogares, son

muchos los creyentes que sienten malestar y sufren ante la nueva situación.

Más aún. Casi sin darnos cuenta, podemos llegar a pensar que el evangelio ha

perdido su anterior virtualidad, y el mensaje de Jesús no tiene ya garra ni fuerza de

conviccción para el hombre moderno.

Por eso, se hace necesario escuchar con atención la parábola de Jesús. Los

creyentes no debemos olvidar que, aun en su aparente insignificancia y modestia, el

evangelio sigue encerrando una virtualidad poderosa para «salvar» al hombre de lo

que le deshumaniza.

Cuando se va penetrando en todo el contenido y la fuerza del mensaje de Jesús, uno

se va convenciendo de que difícilmente encontrará el hombre de hoy algo o alguien

que pueda dar un sentido más humano y liberador a su vida que el evangelio.

Sin duda, que para ejercer toda su fuerza liberadora, este evangelio debe ser

presentado con fidelidad, en toda su verdad, sus exigencias y su esperanza. Sin

deformaciones ni cobardías. Sin parcialismos intencionados ni manipulaciones

interesadas.

Sin duda, también, que el evangelio exige una acogida sincera y una disponibilidad

total. Y son muchos los factores que, como la riqueza, los intereses egoístas o la

cobardía, pueden ahogar y anular la eficacia de la palabra de Jesús.

Page 156: Homilias de Pagola 2008 A

Y, quizás, hay que insistir entre nosotros en la fidelidad al evangelio precisamente

cuando es mal recibido en la sociedad, y nos puede enfrentar a nuestros amigos,

nuestra familia y nuestro propio pueblo.

Pero el evangelio sigue teniendo hoy una energía humanizadora insospechada.

Olvidarlo sería un error lamentable para el hombre moderno. En cualquier caso, los

creyentes hemos de recodar que no es éste momento de «cosechar», sino hora de

sembrar, con una fe convencida en la fuerza renovadora que se encierra en el

evangelio.

HEDONISMO

Queda estéril

Mt 13, 1-23

Siempre ha buscado el hombre el placer. Nada hay de ilegítimo en ello. Querer gozar y

saber hacerlo es algo esencial en una vida sana y feliz.

Pero hay épocas en las que se exalta el placer hasta convertirlo prácticamente en el

único objetivo de la vida. A nadie se le oculta que hoy vivimos en una sociedad

hedonista, fuertemente polarizada por la búsqueda del placer.

Este hedonismo contemporáneo tiene sus rasgos propios y característicos. No es el

hedonismo del maestro Epicuro que, para disfrutar de la felicidad, exigía en ocasiones

renunciar al placer, rechazar lo superfluo y practicar una vida sobria.

No es tampoco el hedonismo de J. Stuart Mill, que aspiraba a una máxima felicidad

Page 157: Homilias de Pagola 2008 A

para el mayor número de hombres. Una felicidad «a la altura del hombre», que exige

justicia, igualdad y solidaridad.

En el hedonismo actual se busca la intensificación del propio placer.

Interesan muchos placeres, placeres intensos, abundancia de excitantes,

experimentación continua. Por otra parte, hay una tendencia a sofisticar el placer.

Atraen los placeres caros, los que cuestan dinero. Los placeres sencillos y gratuitos

interesan menos.

Este hedonismo es claramente descomprometido. El hedonista moderno no se

compromete a nada que sea arriesgarse de verdad. De ahí la crisis generalizada de

toda clase de militancias. Pero es además individualista y ególatra. Incapaz muchas

veces de crear relaciones interpersonales de carácter estable y creador. Interesa la

relación breve, novedosa, intensa y fugaz. Es el nuevo estilo. Todo se usa y se tira.

También las personas.

Este hedonismo se está convirtiendo en el verdadero «opio» de la sociedad moderna.

Por otra parte, está sin duda en la raíz de un alejamiento cada vez mayor del

evangelio como forma de vida fraterna y solidaria. No hemos de olvidar que para ser

hedonista y postmoderno hay que tener un determinado nivel económico y vivir en las

sociedades del bienestar.

La parábola de Jesús es significativa. La Palabra de Dios queda estéril en muchas

vidas porque la persona «no tiene raíces», o porque «los afanes de la vida y la

seducción de las riquezas la ahogan».

HOMBRE «LIGHT»

Sembrado en terreno pedregoso...

Page 158: Homilias de Pagola 2008 A

Mt 13,1-23

Así llama el catedrático de psiquiatría E. Rojas a cierto tipo de hombre, fruto típico de

la civilización contemporánea.

Todos conocemos esos productos modernos «rebajados» de su verdadero contenido:

café descafeinado, leche descremada, tabaco sin nicotina. Alimentos y bebidas en

forma «light», ligeros de calorías y atenuados en su fuerza natural.

Pues bien, según prestigiosos sociólogos y siquiatras, parece crecer entre nosotros un

tipo de hombre «rebajado» de su verdadero contenido humano. Un hombre «light».

Se trata de un hombre relativamente bien informado, pero con escasa formación

humanística. Muy atento a todo lo pragmático, pero con poca hondura. Interesado por

muchas cosas, pero sólo de manera epidérmica.

Un hombre trivial y ligero, cargado de tópicos, incapaz de hacer una síntesis personal

de cuanto va llegando hasta él. Un ser con poca consistencia interna, que camina por

la vida sin criterios básicos de conducta.

Un hombre que ha escuchado tantas doctrinas y teorías, y ha visto tantos cambios y

tan rápidos que ya no sabe a qué atenerse. Su actitud es la del «qué más da», «todo

es parecido», «para qué soñar».

Entonces se busca lo más fácil, lo más placentero, lo que se puede conseguir al

instante con sólo mostrar la tarjeta de crédito.

«Ahora dinero equivale a éxito. Ya no hay otras formas de triunfar socialmente.

Vivimos tiempos de hedonismo y consumismo».

Page 159: Homilias de Pagola 2008 A

No es difícil reconocer el perfil del hombre «light» en algunos rasgos de las personas

retratadas por Jesús en su parábola del sembrador. Hombres «sin raíces», en los que

el evangelio o no puede penetrar o queda rápidamente ahogado «por los afanes de la

vida y la seducción de las riquezas».

Pero este hombre comienza a sentirse víctima de su propio vacío. Es un ser a la

deriva, que está perdiendo hasta el gusto mismo de vivir.

«El hombre light no tiene referente, ha perdido el punto de mira y está cada vez más

perdido ante los grandes interrogantes de la existencia»

Este hombre comienza a sentir necesidad de una mayor autenticidad humana. No se

resigna a vivir como un autómata en una sociedad estandarizada. Intuye que hay otros

caminos para ser libre sin caer en la esclavitud del «becerro de oro». Algo le llama a

una vida más saludable y natural.

El evangelio tiene hoy de nuevo su oportunidad. El hombre contemporáneo lo necesita

para vivir de manera más intensa y más sana. Sembrado con convicción, puede

producir también hoy nuevos frutos.

CREATIVIDAD

El que escucha la Palabra... ése dará fruto

Durante muchos siglos, las sociedades premodernas, se han ido desarrollando

siguiendo la tradición. Las generaciones aprendían a vivir mirando al pasado. La

tradición ofrecía un código de saberes, valores y costumbres que se transmitía de

padres a hijos. La sabiduría del pasado servía para regir la vida de las personas y de

la sociedad entera.

Page 160: Homilias de Pagola 2008 A

Hoy no es así. La tradición ha entrado en crisis. La sociedad moderna cambia de

manera tan acelerada que el pasado apenas tiene autoridad alguna si no se ve con

claridad su interés para el futuro. Se vive mirando hacia adelante. No hay por qué

hacer las cosas como se han hecho siempre. Las soluciones del pasado no sirven

para resolver los problemas inéditos de estos tiempos. No basta mirar a la tradición.

Hay que aprender a vivir con creatividad.

No es ésta, de ordinario, la actitud en la Iglesia actual. La creatividad es un concepto

prácticamente ausente en el magisterio de la Iglesia. Por lo general, se tiende a

abordar las cuestiones inspirándose en la tradición. Sin embargo, una Iglesia sin

creatividad es una Iglesia condenada a estancarse. Si el cristianismo es percibido

como un «asunto del pasado», cada vez interesará menos.

La Iglesia actual tiene miedo a promover la creatividad. Este miedo tiene algo de

razonable pues hay quienes confunden «creatividad» con espontaneidad,

improvisación o arbitrariedad. Pero cortar la creatividad y oponerse sistemáticamente a

nuevos planteamientos ante problemas inéditos en el pasado puede conducir a la

Iglesia a un inmovilismo que está lejos del espíritu que animó a Jesús.

Sorprende la creatividad que desarrolló la Iglesia en los primeros siglos respondiendo

con audacia a las nuevas circunstancias a las que se fue enfrentando. Impresiona, por

ejemplo, su capacidad para abandonar el contexto cultural y religioso en el que nació

el movimiento de Jesús y enraizarse en la cultura griega o latina. ¿No tiene el

cristianismo actual un derecho a la creatividad semejante al cristianismo de otras

épocas?

La parábola del sembrador nos sigue interpelando también en nuestros tiempos: ¿Qué

frutos podría producir hoy la Palabra de Jesús acogida con fe en nuestros corazones?

Lunes, 14. Julio 2008 - 21:12 Hora

Domingo XVI del Tiempo Ordinario-A

Page 161: Homilias de Pagola 2008 A

Dejadlos crecer juntos...

Mt 13,24-43

Conviviendo con no creyentes Fermento de humanidad

Propietarios de la fe Más de lo que se ve

Dios conoce a los suyos

CONVIVIENDO CON NO CREYENTES

Pese a la advertencia de Jesús, una y otra vez caemos los cristianos en la vieja

tentación de pretender separar el trigo y la cizaña, creyéndonos naturalmente «trigo

limpio» cada uno.

Sorprende la dureza con que ciertas personas que se sienten «creyentes» se atreven

a condenar a quienes, por razones muy diversas, se han ido alejando de la fe y de la

Iglesia.

Pero creencia e increencia, lo mismo que el trigo y la cizaña de la parábola, están muy

entremezclados en nosotros, y lo más honrado sería descubrir al increyente que hay

en cada uno de nosotros y reconocer al creyente que late todavía en el fondo de

bastantes alejados.

Por otra parte, no es el escándalo o la turbación la única reacción posible ante los

increyentes. Su presencia puede, incluso, ayudarnos a entender y vivir mejor nuestra

propia fe.

En primer lugar, el hecho de que haya hombres y mujeres que pueden vivir sin creer

en Dios me descubre que soy libre al creer. Mi fe no es algo que me viene impuesto.

Page 162: Homilias de Pagola 2008 A

No me siento coaccionado por nada ni por nadie. Mi fe es un acto de libertad.

Por otra parte, los no creyentes me enseñan a estar más atento y ser más exigente al

confesar y vivir mi fe. Con frecuencia observo que los increyentes rechazan un Dios

ridículo y falso que no existe, pero que lo pueden deducir de la vida de los que nos

decimos creyentes.

No deberíamos olvidar las palabras del Vaticano II: «En esta proliferación del ateísmo

puede muy bien suceder que una parte no pequeña de la responsabilidad cargue

sobre los creyentes en cuanto que, por el descuido en educar su fe o por una

exposición deficiente de la doctrina... o también por los defectos de su vida religiosa,

moral o social, en vez de revelar el rostro auténtico de Dios y de la religión se ha de

decir que más bien lo velan».

Los increyentes me obligan, además, a recordar que en mí existe también un

incrédulo. Es cierto que podemos hablar hoy de creyentes y no creyentes. Pero esta

división es, a veces, demasiado cómoda. La frontera entre fe e increencia pasa por

dentro de cada uno. Entonces aprendo a no ser un creyente arrogante, engreído o

fanático, sino a seguir caminando humildemente tras las huellas del Dios oculto.

No me siento mal entre increyentes. Creo que Dios está en ellos y cuida su vida con

amor infinito. No puedo olvidar aquellas palabras tan consoladoras de Dios: «Yo me he

dejado encontrar de quienes no preguntaban por mí; me he dejado hallar de quienes

no me buscaban. Dije: "Aquí estoy, aquí estoy" a gente que no invocaba mi nombre»

(Isaías 65,1).

FERMENTO DE HUMANIDAD

Se parece a la levadura...

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Mt 13, 24-43

Sorprende ver con qué frecuencia se dirige Jesús a sus discípulos para ponerlos en

guardia contra una falsa "impaciencia mesiánica" que no sabe respetar el ritmo de la

acción discreta pero vigorosa de Dios.

A los que esperan de él la puesta en marcha de un movimiento contundente y

arrollador, capaz de expulsar del teatro de la vida otras corrientes y alternativas, Jesús

les habla de una acción de Dios más humilde y respetuosa.

El mundo es un campo de siembras opuestas. Y el Reino de Dios crece ahí, en la

densidad de esa vida a veces tan ambigua y compleja. Ahí está Dios salvando al

hombre. En esos comportamientos colectivos de la humanidad animados a veces por

grandes ideales y otras por oscuros egoísmos. En esos mil gestos que hacemos los

hombres cada día y donde se mezclan la generosidad con las mezquindades más

inconfesables.

A quienes esperan el despliegue de algo espectacular y poderoso, Jesús les habla de

un reinado de Dios más sencillo y discreto. Algo que no está hecho para

desencadenar movimientos grandiosos de masas.

El Reino de Dios está ya actuando pero como un grano de mostaza minúsculo y casi

irrisorio que empuja hacia la vida, como un trozo imperceptible de levadura que se

pierde en la masa fermentándola desde dentro.

Jesús no ha encontrado imágenes más apropiadas para evocar y explicar lo que él

quiere poner en marcha en el mundo. Pero los cristianos seguimos sin querer

entenderle.

La salvación no vendrá de tal institución, de tal movimiento, de tal nación, de tal

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teología ni de tal iglesia, sólo porque nosotros pretendamos ver ahí el Reino de Dios.

Al Reino de Dios no le abriremos camino lanzando excomuniones sobre otros grupos,

partidos o ideologías ni condenando todo lo que no coincide con nuestro «dogma

particular».

El Reino de Dios no lo implantaremos en la sociedad concentrando grandes masas en

los estadios o logrando el aplauso pasajero de las muchedumbres.

El Reino de Dios es un «fermento de humanidad» y crece en cualquier rincón oscuro

del mundo donde se ama al hombre y donde se lucha por una humanidad más digna.

Al Reino de Dios le abriremos camino dejando que la fuerza del evangelio «fermente»

nuestro estilo de vivir, de amar, trabajar, disfrutar, luchar y ser.

PROPIETARIOS DE LA FE

Sembró buena semilla

Mt 13,24-43

Por lo general, no somos conscientes de la influencia que ejerce en nosotros "la

sociedad adquisitiva" en la que vivimos.

No nos damos cuenta hasta qué punto el tener, el adquirir, el poseer van configurando

toda nuestra persona, empobreciendo nuestro ser más rico y profundo.

En su penetrante análisis "¿Tener o Ser?', E. Fromm ha descrito con lucidez cómo el

"tener" va sustituyendo al "ser" en la experiencia cotidiana del hombre contemporáneo.

Page 165: Homilias de Pagola 2008 A

Para muchos niños, aprender no es abrirse a la vida e interesarse por un mundo

siempre nuevo, sino almacenar datos para guardarlos cuidadosamente en sus notas o

retenerlos en su memoria.

Para muchas personas, el saber se limita a "tener conocimientos". No viven creciendo

en sabiduría y experiencia humana. Simplemente "poseen" una cultura.

Son muchos también los que no saben ser amigos y acercarse amistosamente a los

demás. Lo único que les preocupa es "tener amigos", "adquirir" nuevos contactos,

"poseer" un círculo amplio de relaciones.

Otros muchos para crecer necesitan "poseer" un nivel económico más elevado,

hacerse con una posición social, tener algún puesto de relevancia.

Este modo de entender y vivir las cosas ha penetrado tan profundamente en nosotros

que está incluso deformando sustancialmente la vida de fe de muchos hombres y

mujeres de hoy.

Hay cristianos que entienden la fe como algo que se tiene. Unos la poseen y otros no.

Felizmente ellos están en posesión de la verdad.

Se someten a unas fórmulas creadas en su tiempo por otros creyentes, se hacen su

propia síntesis del cristianismo y ya no se dejan transformar. Se han instalado

interiormente. Ya no crecen. No se aventuran a dar pasos en seguimiento de

Jesucristo.

Precisamente el sentirse "felices propietarios de la fe verdadera" les dispensa de

buscar por sí mismos y de abrirse día a día al misterio de Dios.

Sin embargo, la fe no es algo que se posee, sino una vida que crece en nosotros.

Jesús nos habla en sus parábolas de "la semilla que crece" y de "la levadura que

Page 166: Homilias de Pagola 2008 A

fermenta la masa".

La fe es orientación de toda nuestra persona hacia Dios. Es búsqueda, renacimiento

constante, crecimiento interior, expansión en toda nuestra vida.

Quien ha entendido a Jesús sabe que no es lo mismo "poseer fe" que creer en El y

caminar tras sus pasos.

MÁS QUE LO QUE SE VE

Por lo general, tendemos a buscar a Dios en lo espectacular y prodigioso, no en lo

pequeño e insignificante. Por eso, les resultaba difícil a los galileos creerle a Jesús

cuando decía que Dios estaba ya actuando en el mundo. ¿Dónde se podía sentir su

poder? ¿Dónde estaban las “señales extraordinarias” de las que hablaban los

escritores apocalípticos?

Jesús tuvo que enseñarles a captar la presencia salvadora de Dios de otra manera.

Les descubrió su gran convicción: la vida es más que lo que se ve. Mientras vamos

viviendo de manera distraída sin captar nada especial, algo misterioso está

sucediendo en el interior de la vida.

Con esa fe vivía Jesús: no podemos experimentar nada extraordinario, pero Dios está

trabajando el mundo. Su fuerza es irresistible. Se necesita tiempo para ver el resultado

final. Se necesita, sobre todo, fe y paciencia para mirar la vida hasta el fondo e intuir la

acción secreta de Dios.

Tal vez, la parábola que más los sorprendió fue la de la semilla de mostaza. Es la más

pequeña de todas, como la cabeza de un alfiler, pero con el tiempo se convierte en un

hermoso arbusto. Por abril, todos pueden ver bandadas de jilgueros cobijándose en

Page 167: Homilias de Pagola 2008 A

sus ramas. Así es el “reino de Dios”.

El desconcierto tuvo que ser general. No hablaban así los profetas. Ezequiel lo

comparaba con un “cedro magnífico”, plantado en una “montaña elevada y excelsa”

que echaría un ramaje frondoso y serviría de cobijo a todos los pájaros y aves del

cielo. Para Jesús, la verdadera metáfora de Dios no es el “cedro” que hace pensar en

algo grandioso y poderoso, sino la “mostaza” que sugiere lo pequeño e insignificante.

Para seguir a Jesús no hay que soñar en cosas grandes. Es un error que sus

seguidores busquen una Iglesia poderosa y fuerte, que se imponga sobre los demás.

El ideal no es el cedro encumbrado sobre una montaña alta, sino el arbusto de

mostaza que crece junto a los caminos y acoge por abril a los jilgueros.

Dios no está en el éxito, el poder o la superioridad. Para descubrir su presencia

salvadora, hemos de estar atentos a lo pequeño, lo ordinario y cotidiano. La vida no es

sólo lo que se ve. Es mucho más. Así pensaba Jesús.

Dios conoce a los suyos

Vivimos en una sociedad caracterizada por lo que algunos autores llaman «la

diseminación religiosa». Podemos encontrarnos con creyentes piadosos y con ateos

convencidos, con personas indiferentes a lo religioso y con adeptos a nuevas

religiones y movimientos, con gente que cree vagamente en «algo» y con individuos

que se han hecho una «religión a la carta» para su uso particular, con personas que

no saben si creen o no creen y con personas que desean creer y no saben cómo

hacerlo.

Sin embargo, aunque vivimos juntos y mezclados, y nos encontramos diariamente en

el trabajo, el descanso y la convivencia, lo cierto es que sabemos muy poco de lo que

realmente piensa el otro acerca de Dios, de la fe o del sentido último de la vida. A

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veces ni las parejas conocen el mundo interior del otro. Cada uno lleva en su corazón

cuestiones, dudas, incertidumbres y búsquedas que no conocemos.

Entre nosotros se llama «increyentes» a los que han abandonado la fe religiosa. No

parece un término muy adecuado. Es cierto que estas personas han abandonado

«algo» que un día vivieron, pero su vida no se asienta en ese rechazo o abandono.

Son personas que viven de otras convicciones, difíciles a veces de formular, pero que

a ellas les ayudan a vivir, luchar, sufrir y hasta morir con un determinado sentido. En el

fondo de cada vida hay unas convicciones, compromisos y fidelidades: la decisión de

vivir de una determinada manera.

No es fácil saber cómo Dios se abre hoy camino en la conciencia de cada persona. La

«parábola del trigo y la cizaña» nos invita a no precipitarnos. No nos toca a nosotros

identificar a cada uno. Menos aún excluir y excomulgar a quienes no se identifican en

el «ideal de cristiano» que nosotros nos fabricamos desde nuestra manera de

entender el cristianismo y que, probablemente, no es tan perfecta como nosotros

pensamos.

«Sólo Dios conoce a los suyos» decía san Agustín. Sólo él sabe quién vive con el

corazón abierto a su Misterio, quién responde a su deseo profundo de paz, amor y

solidaridad entre los hombres. Quienes nos llamamos «cristianos» hemos de estar

atentos a los que se sitúan fuera de la fe religiosa pues Dios está vivo y operante en

sus corazones. Descubriremos que hay en ellos mucho de bueno, noble y sincero.

Descubriremos, sobre todo, que Dios puede ser buscado siempre por todos.

Lunes, 21. Julio 2008 - 19:53 Hora

Domingo XVII del tiempo Ordinario-A

b]Un tesoro escondido en el campoMt 13, 44-52

Page 169: Homilias de Pagola 2008 A

El gozo de creer Para no envejecer

Un tesoro escondido Un tesoro sin descubrir

EL GOZO DE CREER

y lleno de alegría va a vender todo...

Mt 13, 44-52

Son muchos los hombres y mujeres que parecen condenados a no entender nunca el

evangelio como fuente de vida y alegría.

Dios se les presenta como alguien exigente que hace más incómoda la vida y más

pesada la existencia. En el fondo piensan que la religión es un peso que impide vivir la

vida en toda su espontaneidad y riqueza.

Sin embargo, Jesús en sus parábolas nos describe al creyente como un hombre

sorprendido por el hallazgo de un gran tesoro e invadido por un gozo arrollador que

determina en adelante toda su conducta.

¿Por qué escasean tanto hoy esos creyentes llenos de vida y de alegría? Lo ordinario

es encontrarse con cristianos «cuyas vidas no están marcadas por la alegría, el

asombro o la sorpresa ni lo estuvieron nunca». Cristianos que nunca han creído nada

con entusiasmo.

Hombres y mujeres que apoyan su fe en la doctrina o la organización de la Iglesia pero

en cuyas vidas no se nota ni gozo ni sorpresa, porque nunca han descubierto por

experiencia propia el evangelio como «el gran secreto de la vida».

Page 170: Homilias de Pagola 2008 A

A lo largo de los siglos, los cristianos hemos elaborado grandes sistemas teológicos,

hemos organizado una Iglesia universal, hemos llenado bibliotecas enteras con

comentarios muy eruditos al evangelio, pero son pocos los creyentes que sienten el

mismo gozo que el hombre que halló aquel tesoro oculto.

Y sin embargo, también hoy «puede suceder que un hombre se encuentre

repentinamente frente a la experiencia de Dios, y que de ahí resulte un gozo arrollador

capaz de determinar en adelante toda su vida».

Lo que se nos pide es «cavar» con confianza. Detenernos a meditar y saborear

despacio lo que con tanta ligereza e inconsciencia confiesan nuestros labios.

No quedarnos en fórmulas externas ni en cumplimiento de ritos, sino ahondar en

nuestras vivencias, descubrir las raíces más profundas de nuestra fe, abrirnos con paz

a Dios, tener el coraje de abandonarnos a él.

Entonces descubriremos quizás por vez primera y sin que nos lo digan otros desde

fuera, cómo Dios puede ser fuente de vida y gozo arrollador. Entonces sabremos que

la renuncia y el desprendimiento no son un medio para encontrarnos con Dios sino la

consecuencia de un hallazgo que se nos regala por sorpresa.

PARA NO ENVEJECER

Mt 13, 44-52

La vejez trae consigo limitaciones importantes que todos conocemos. Los sentidos se

entorpecen; comienza a fallar la memoria; se pierde la vitalidad de otros tiempos. Es lo

propio de la edad avanzada. Pero hay también otros signos, que pueden aparecer a

cualquier edad y que siempre revelan un proceso de envejecimiento espiritual.

Page 171: Homilias de Pagola 2008 A

Así sucede cuando la persona va recortando poco a poco el horizonte de su existencia

y se contenta con «ir tirando». Nada nuevo aparece ya en su vida. Siempre los

mismos hábitos, los mismos esquemas y costumbres. Ningún objetivo nuevo, ningún

ideal. Sólo la rutina de siempre.

En el fondo, la persona se ha cerrado, tal vez, a toda llamada nueva que pueda

transformar su existencia. No escucha esa voz interior que desde dentro, nos invita

siempre a una vida más elevada, más generosa, más noble y más creativa.

El individuo corre entonces el riesgo de encerrarse en su propio egoísmo. La vida se

reduce a buscar siempre las propias ventajas, lo que sirve al propio interés. No

cuentan los demás. Cerrado en su pequeño mundo, el individuo ya no vive los

acontecimientos que sacuden a la Humanidad, ni se conmueve ante las personas que

sufren junto a él.

Pero, cuando el amor se apaga, se apaga también la vida. La persona no se comunica

de verdad con nadie. No acierta a amar gratuitamente. La vida sigue, pero el individuo,

envuelto en su mediocridad, ya no vibra con nada. Pronto percibirá en su corazón algo

difícil de definir, pero que no está lejos del aburrimiento, la decepción, la soledad o el

resentimiento.

No es fácil reaccionar y romper esa trayectoria decadente. La persona necesita

encontrarse con algo que toque lo más hondo de su ser e infunda una luz y un sentido

nuevo a su existencia. Algo que despierte en ella la dignidad y el deseo de una vida

diferente. Algo que genere un estilo de vivir más generoso, más sano y más gozoso.

Para muchos, Dios es hoy una palabra gastada, un concepto vacío, algo así como un

personaje cada vez más nebuloso y lejano. Por eso, puede sorprender que, en la

pequeña «parábola del tesoro encontrado en el campo», Jesús presente el encuentro

con Dios como una experiencia gozosa, capaz de transformar a la persona

trastocando su vida entera.

Page 172: Homilias de Pagola 2008 A

Sin embargo, es así. El encuentro con Dios es siempre creador y transformador. No es

posible la experiencia de Dios sin vivir, al mismo tiempo, la experiencia de una luz que

ilumina todo de manera diferente, una alegría que abre horizontes nuevos a la vida,

una fuerza honda que permite enfrentarse a la vida con confianza. Naturalmente,

también en la vida del creyente hay momentos malos, de oscuridad y vacío, pero quien

se ha encontrado de verdad con Dios ya no lo olvida.

UN TESORO ESCONDIDO

Un tesoro escondido

Mt 13, 44-52

E. Fromm escribe así en una de sus obras: «Nuestra cultura lleva a una forma difusa y

descentrada de vivir, que casi no registra paralelo en la historia. Se hacen muchas

cosas a la vez... Somos consumidores con la boca siempre abierta, ansiosos y

dispuestos a tragarlo todo... Esta falta de concentración se manifiesta en nuestra

dificultad para estar a solas con nosotros mismos.»

Es precisamente en esta cultura donde hemos de escuchar la llamada de Jesús a

ahondar en la existencia para encontrar ese «tesoro escondido» que puede

transformar nuestra vida. Tal vez, lo que necesita urgentemente el hombre de hoy para

encontrarlo se puede resumir en tres cosas: huir de la dispersión, vivir desde dentro y

recuperar la paz.

Nuestro primer esfuerzo ha de ser luchar contra la dispersión. No dejarnos desbordar

por el diluvio de informaciones que cae cobre nosotros. Resistirnos a ser juguete de

tantos estímulos, imágenes e impresiones que pueden arrastrarnos de un lado para

otro, destruyendo nuestra armonía interior. Naturalmente, esto exige una ascesis

Page 173: Homilias de Pagola 2008 A

personal y un adiestramiento. La dispersión sólo se supera cuando uno vive enraizado

en las grandes convicciones que dan sentido a su vida. Es aquí donde el creyente

descubre el poder unificador de la fe en Dios y la importancia de la experiencia

religiosa para adquirir una consistencia interior.

Necesitamos también vivir las cosas desde dentro. Sólo entonces encontramos

nuestra propia verdad; cada pieza de nuestro «puzzle» interior se va colocando en su

sitio y aflora nuestro verdadero rostro. Sólo entonces nos relacionamos con las

personas desde nuestro verdadero ser, sin proyectar sobre ellas nuestras ilusiones,

frustraciones o tentaciones de dominio. Naturalmente, también esto exige disciplina.

Es necesario vivir de manera consciente cada una de nuestras actividades. Estar

«aquí y ahora» en cada momento del día. Es entonces cuando el creyente descubre y

experimenta la hondura que proporciona a la existencia el vivir la vida ante Dios.

El hombre de hoy necesita, además, sosiego interior. Pero como la paz del corazón no

se puede comprar con dinero, muchas personas que lo tienen casi todo, no saben

cómo adquirirla. La serenidad del corazón sólo llega cuando limpiamos nuestro interior

de miedos, culpabilidades y conflictos. Tal vez, uno de los mayores regalos de la vida,

a veces tan dura e inhóspita, es el poder experimentar a Dios como fuente de verdad

última, de paz interior y descanso verdadero. Quien sabe estar así ante Dios, aunque

sea de vez en cuando, «bebiendo sabiduría, amor y sabor» (S. Juan de la Cruz)

encuentra «un tesoro escondido».

UN TESORO SIN DESCUBRIR

No todos se entusiasmaban con el proyecto de Jesús. En bastantes surgían no pocas

dudas e interrogantes. ¿Era razonable seguirle? ¿No era una locura? Son las

preguntas de aquellos galileos y de todos los que se encuentran con Jesús a un nivel

un poco profundo.

Page 174: Homilias de Pagola 2008 A

Jesús contó dos pequeñas parábolas para «seducir» a quienes permanecían

indiferentes. Quería sembrar en todos un interrogante decisivo: ¿no habrá en la vida

un «secreto» que todavía no hemos descubierto?

Todos entendieron la parábola de aquel labrador pobre que, estando cavando en una

tierra que no era suya, encontró un tesoro escondido en un cofre. No se lo pensó dos

veces. Era la ocasión de su vida. No la podía desaprovechar. Vendió todo lo que tenía

y, lleno de alegría, se hizo con el tesoro.

Lo mismo hizo un rico traficante de perlas cuando descubrió una de valor incalculable.

Nunca había visto algo semejante. Vendió todo lo que poseía y se hizo con la perla.

Las palabras de Jesús eran seductoras. ¿Será Dios así?, ¿será esto encontrarse con

él?, ¿descubrir un «tesoro» más bello y atractivo, más sólido y verdadero que todo lo

que nosotros estamos viviendo y disfrutando?

Jesús estaba comunicando su experiencia de Dios: lo que había transformado por

entero su vida. ¿Tendrá razón? ¿Será esto seguirle?, ¿encontrar lo esencial, tener la

inmensa fortuna de hallar lo que el ser humano está anhelando desde siempre?

En los países del Primer Mundo mucha gente está abandonando la religión sin haber

saboreado a Dios. Les entiendo. Yo haría lo mismo. Si uno no ha descubierto un poco

la experiencia de Dios que vivía Jesús, la religión es un aburrimiento. No merece la

pena.

Lo triste es encontrar a tantos cristianos cuyas vidas no están marcadas por la alegría,

el asombro o la sorpresa de Dios. No lo han estado nunca. Viven encerrados en su

religión, sin haber encontrado ningún «tesoro». Entre los seguidores de Jesús, cuidar

la vida interior no es una cosa más. Es imprescindible para vivir abiertos a la sorpresa

de Dios.

Page 175: Homilias de Pagola 2008 A

Lunes, 28. Julio 2008 - 21:25 Hora

Domingo XVIII del Tiempo Ordinario

Partió los panes y se los dio.

Mt 14, 13-21

El otro hambre Compartir el pan

En torno a la mesa Solidarios

EL OTRO HAMBRE

Partió los panes y se los dio.

Mt 14, 13-21

Vivimos en una sociedad en la que se ha alcanzado un grado notable de desarrollo

industrial y un nivel de vida superior al de muchos países.

Pertenecemos al área privilegiada de la tierra en donde la pobreza no presenta, por lo

general, los rasgos extremos que la miseria adquiere en las naciones del tercer

mundo.

Las nuevas generaciones no conocen la experiencia del hambre. Y aunque vamos

sintiendo cada vez con más fuerza las consecuencias de una grave crisis económica,

nuestro principal problema no es buscar unos alimentos que llevarnos a la boca.

Paradójicamente, para muchos el problema está precisamente en ayunar y privarse de

un exceso de alimentación que pone en peligro su salud o desfigura su silueta física.

Y sin embargo, en esta sociedad aparentemente satisfecha y bien alimentada, no es

Page 176: Homilias de Pagola 2008 A

difícil descubrir mil clases de hambre profunda.

Quizá la más terrible de todas, la soledad moderna. Una soledad que no se cura

poniendo a las personas unas junto a otras. Hoy más que nunca las gentes se

amontonan en las ciudades, en los edificios de las nuevas barriadas, en los lugares de

diversión, en las playas de las costas.

Pero, quizás, es precisamente en medio de la gente o, incluso, en la camaradería de

una reunión ruidosa, donde muchos advierten con más lucidez su pavorosa soledad.

Esta soledad que hoy en día envuelve a tanta gente nace, con frecuencia, de un

profundo vacío espiritual, de una pobreza interior aterradora, de una falta de vitalidad

interna.

Los mismos siquiatras y sicólogos no pueden hacer gran cosa para curarla desde

fuera. Es la persona misma la que debe curarse.

Tenemos miedo al silencio, a la apertura a Dios, a la plegaria. No nos atrevemos a

amar con generosidad a los otros. Buscamos falsas soluciones a nuestra soledad,

hundiéndonos en la «anestesia» de mil caprichos superficiales. Pero seguimos

teniendo hambre de algo más profundo.

Quizá tan sólo el retorno a Dios como Padre que nos espera bondadoso, y el

seguimiento más generoso del evangelio de Jesucristo, pueda «hacer el milagro» de

alimentar nuestra hambre interior y llenar nuestro deseo profundo de una vida mejor y

diferente.

EN TORNO A LA MESA

Pronunció la bendición

Page 177: Homilias de Pagola 2008 A

Mt 14,13-21

Casi sin darnos cuenta y empujados por diversos factores hemos ido deshumanizando

poco a poco ese gesto tan entrañable y humano que es el sentarse a la mesa a comer

juntos.

La comida del mediodía se ha convertido para muchos en algo puramente funcional

que es necesario organizar de manera rápida y precisa dentro de la jornada laboral.

Cada vez es más raro ese momento privilegiado de encuentro familiar en torno a la

mesa. En muchos hogares, esa mesa hecha para ser rodeada ya no sirve para que

padres e hijos se encuentren, compartan sus vidas, rían y descansen juntos.

Bastantes se van habituando a «alimentar su organismo» en esas comidas

impersonales de los restaurantes o en el rincón del «self-service» de turno. No pocos

se ven obligados a participar en comidas protocolarias o de trabajo, donde el gesto

amistoso del comer juntos es sustituido por el interés, la funcionalidad o la ostentación.

El gesto de Jesús invitando a las gentes a recostarse para compartir juntos una

comida sencilla bendiciendo a Dios por el pan que recibimos, puede ser una llamada

para nosotros. "Comer es mucho más que «introducir una determinada ración de

calorías en el organismo".

La necesidad de alimentarnos de la tierra es, antes que nada, signo de nuestra

indigencia radical. Oscuramente los seres humanos percibimos que no nos

fundamentamos a nosotros mismos. En realidad, vivimos recibiendo, nutriéndonos de

una vida que atraviesa el cosmos y se nos regala día a día a cada uno. Por eso, es un

gesto profundamente humano el recogerse antes de comer para agradecer a Dios

esos alimentos, fruto del esfuerzo y trabajo del hombre, pero, al mismo tiempo, regalo

originario del Dios creador que sustenta la vida.

Page 178: Homilias de Pagola 2008 A

Pero, además, comer no es sólo un acto individualista de carácter biológico. El hombre

está hecho para comer con otros, compartiendo su mesa con familiares y amigos.

Comer juntos es confraternizar, dialogar, crecer en amistad, compartir el regalo de la

vida.

Por eso es tan difícil dar gracias a Dios cuando uno tiene más comida que la que

necesita, mientras otros sufren miseria y hambre. Nos sentimos acusados por aquellas

palabras de Gandhi: «Todo lo que comes sin necesidad lo estás robando al estómago

de los pobres.» Tal vez en el Primer Mundo debamos aprender a bendecir la mesa de

otra manera. Dando gracias a Dios, pero, al mismo tiempo, pidiendo perdón por

nuestra insolidaridad y tomando conciencia de nuestra responsabilidad ante los

hambrientos de la tierra.

COMPARTIR EL PAN

partió los panes...

Mt 14, 13-21

Un proverbio budista dice que «cuando el dedo señala la luna, el estúpido se queda

mirando al dedo.

Algo semejante se podría decir quizás de nosotros cuando nos quedamos

exclusivamente en el carácter portentoso de los milagros de Jesús, sin llegar hasta el

mensaje que encierran.

Porque Jesús no era un milagrero cualquiera realizador de prodigios propagandísticos.

Sus milagros son signos que abren brecha en este mundo de pecado y nos apuntan

ya hacia la realidad del Reino de Dios que ocupará un día su lugar.

Page 179: Homilias de Pagola 2008 A

De diversas maneras el relato de la multiplicación de los panes nos invita a descubrir

que el proyecto de Jesús es alimentar a los hombres y reunirlos en una fraternidad real

en la que sepan compartir su «pan y su pescado» y convivir como hermanos.

La fraternidad no es una exigencia junto a otras. Es la única manera de construir entre

los hombres el Reino del Padre. Y por lo tanto, la tarea fundamental del cristianismo.

Pero la fraternidad bien entendida es «algo peligroso». Con demasiada frecuencia la

confundimos con «un egoísmo vividor que sabe comportarse muy decentemente».

Pensamos amar al prójimo simplemente porque no le hacemos nada especialmente

malo, aunque luego vivamos con un horizonte mezquino y estrecho, despreocupados

de todos los demás, impulsa dos únicamente por la solicitud de nuestra propia vida y

la de los nuestros.

La Iglesia como Sacramento de fraternidad está llamada a descubrir incesantemente

nuevas exigencias y tareas de amor al prójimo y de creación de una fraternidad más

honda y viva entre los hombres.

Los creyentes hemos de aprender a vivir con un estilo más fraternal escuchando las

necesidades del hombre de hoy.

La lucha a favor del desarme, la protección del medio ambiente, la solidaridad con los

pueblos hambrientos, el compartir con los parados las graves consecuencias de la

crisis económica, la ayuda a los drogadictos, la preocupación por los ancianos solos y

olvidados.... son otras tantas exigencias para quien se siente hermano y quiere

«multiplicar» para todos el pan que necesitamos los hombres para vivir.

No podemos comer tranquilos nuestro pan y nuestros peces mientras junto a nosotros

haya hombres amenazados de tantas hambres.

Page 180: Homilias de Pagola 2008 A

solidarios

LA exégesis contemporánea descubre en el relato de la multiplicación de los panes un

texto muy trabajado teológicamente en el que es fácil detectar diversas llamadas para

entender a Cristo como fuente de vida, para comprender mejor la cena eucarística o

para vivir de manera más responsable la solidaridad con los necesitados. ¿Cómo leer

hoy este relato en el horizonte de ese tercio de la Humanidad que muere de hambre y

de miseria?

El relato habla de una muchedumbre necesitada de alimento, en medio de un desierto

donde no es posible satisfacer el hambre. Los discípulos presentan «cinco panes y

dos peces», símbolo expresivo de la penuria y escasez en aquel grupo que podría, sin

embargo, alimentarse en las aldeas cercanas. Así viven hoy millones de seres

humanos junto a países ricos donde hay medios suficientes para alimentar a la

Humanidad.

¿Qué hacer ante esta situación? El relato rechaza el fatalismo o las respuestas fáciles

de la insolidaridad. Los discípulos piensan enseguida la solución menos comprometida

para ellos: «que vayan a las aldeas y se compren de comer», es decir, que cada uno

resuelva sus problemas con sus propios medios. Jesús, por el contrario, los llama a la

responsabilidad: «Dadles vosotros de comer», no los dejéis abandonados a su suerte.

Más tarde, Jesús «levanta los ojos al cielo» para recordar a todos a ese Dios Padre

del que proviene la vida y todo lo que la alimenta. La vida es un don de Dios y no

podemos «levantar nuestros ojos» hacia él si privamos a alguien de lo que necesita

para vivir. El pan que comemos es verdaderamente humano cuando es compartido

entre todos los hijos de Dios.

El relato culmina con un gesto que llama a la solidaridad responsable. Los discípulos

cambian de actitud y ponen a disposición de Jesús todo lo que hay entre ellos. Jesús,

por su parte, bendice al Padre y pone toda su fuerza al servicio de aquella

Page 181: Homilias de Pagola 2008 A

muchedumbre hambrienta. Los panes van pasando de Jesús a sus discípulos. De

alguna manera, el texto insinúa que es entre las manos de los discípulos donde se va

a multiplicar el pan que saciará a todos.

Este «milagro» realizado por Jesús es signo del mundo querido por Dios. Un mundo

solidario y fraterno donde todos compartamos dignamente los bienes que recibimos de

Dios.

Martes, 5. Agosto 2008 - 11:04 Hora

Domingo XIX del Tiempo Ordinario

Señor, sálvame

Mt 14, 22-33

Sobre el agua Dudas de fe

Oración del que duda Las dudas del creyente

SOBRE EL AGUA

Echó a andar sobre el agua

Son muchos los creyentes que estos últimos años se han sentido a la intemperie y

como desamparados en medio de una crisis y confusión general. Los pilares en los

que tradicionalmente se apoyaba su fe se han visto sacudidos violentamente desde

sus raíces. La autoridad de la Iglesia, la infalibilidad del Papa, el magisterio de los

Obispos, ya no pueden sostenerlos en sus convicciones religiosas. Un lenguaje nuevo

y desconcertante ha llegado hasta sus oídos creando un malestar y una confusión

antes desconocidos. La «falta de acuerdo» en los mismos sacerdotes y hasta en los

Obispos les ha sumido en el desconcierto.

Con mayor o menor sinceridad, son bastantes los que se preguntan: ¿Qué debemos

Page 182: Homilias de Pagola 2008 A

creer? ¿A quién debemos escuchar? ¿Qué dogma hay que aceptar? ¿Qué moral hay

que seguir? Y son muchos los que, al no poder responder a estas preguntas con la

certeza de otros tiempos, tienen la sensación de estar «perdiendo la fe».

Sin embargo, no debemos confundir nunca la fe con la mera afirmación teórica de

unas verdades o principios. Ciertamente, la fe implica una visión de la vida y una

peculiar concepción del hombre, su tarea y su destino último. Pero ser creyente es

algo más profundo y radical. Y consiste, antes que nada, en una apertura confiada a

Jesucristo como sentido último de toda nuestra vida, criterio definitivo de nuestro amor

a los hermanos, y esperanza última de nuestro futuro.

Por eso, se puede ser verdadero creyente y no ser capaz de formular con certeza

determinados aspectos de la concepción cristiana de la vida. Y se puede también

afirmar con seguridad absoluta los diversos dogmas cristianos y no vivir entregados a

Dios en actitud de fe.

Mateo nos ha descrito la verdadera fe al presentar a Pedro que «caminaba sobre el

agua» acercándose a Jesús. Eso es creer. Caminar sobre el agua y no sobre tierra

firme. Apoyar nuestra existencia en Dios y no en nuestras propias razones,

argumentos y definiciones. Vivir sostenidos no por nuestra seguridad, sino por nuestra

confianza en él.

DUDAS DE FE

Hace todavía unos años, los cristianos hablaban de la incredulidad como de un asunto

propio de ateos y descreídos, algo que merodeaba a nuestro alrededor, pero que a

nosotros no nos rozaba de cerca.

Hoy no nos sentimos tan inmunizados. La increencia ya no es algo que afecta sólo a

Page 183: Homilias de Pagola 2008 A

«los otros», sino una cuestión que el creyente se ha de plantear sobre su propia fe.

Antes que nada, hemos de recordar que la fe nunca es algo seguro, de lo que

podemos disponer a capricho como de una posesión privada inamovible. La fe es un

don de Dios que hemos de acoger y cuidar con fidelidad. Por eso, el peligro de perder

la fe no viene tanto del exterior cuanto de nuestra actitud personal ante Dios.

Bastantes personas suelen hablar de sus «dudas de fe». Por lo general, se trata en

realidad de dificultades para comprender de manera coherente y razonable ciertas

ideas y concepciones sobre Dios y el misterio cristiano.

Estas «dudas de fe» no son tan peligrosas para el cristiano que vive una actitud de

confianza amorosa hacia Dios. Como decía el cardenal H. Newman «diez dificultades

no hacen una duda».

Para hablar de la fe, en la cultura hebrea se utiliza un término muy expresivo: «aman».

De ahí proviene la palabra «amén». Este verbo significa «apoyarse», «asentarse»,

«poner la confianza» en alguien más sólido que nosotros.

En eso consiste precisamente lo más nuclear de la fe. Creer es vivir apoyándonos en

Dios. Esperar confiadamente en El, en una actitud de entrega absoluta y de confianza

y fidelidad inquebrantables.

Esta es la experiencia que han vivido siempre los grandes creyentes en medio de sus

crisis. San Pablo lo expresa de manera muy gráfica: «Yo sé de quién me he fiado» (2

Tm 1,12).

Esta es también la actitud de Pedro que, al comenzar a hundirse, grita desde lo más

hondo: «Señor, sálvame», y siente la mano de Jesús que lo agarra y le dice: «¿Por

qué has dudado?».

Page 184: Homilias de Pagola 2008 A

Las dudas pueden ser una ocasión propicia para purificar más nuestra fe enraizándola

de manera más viva y real en el mismo Dios. Es el momento de apoyarnos con más

firmeza en El y orar con más verdad que nunca.

Cuando uno es «cristiano de nacimiento» siempre llega un momento en el que nos

hemos de preguntar si creemos realmente en Dios o simplemente seguimos creyendo

en aquellos que nos han hablado de él desde que éramos niños.

Inicio

ORACIÓN DEL QUE DUDA

Dios está en el fondo de todo ser humano. «El hombre es un ser con un misterio en su

corazón que es mayor que él mismo.» Si es así, ¿por qué no lo captamos?, ¿por qué

Dios se nos escapa y nos parece a veces tan lejano y desconocido? La mística

francesa, Madeleine Delbrel, mujer seglar por cierto, se dirigía a Dios de esta forma

tan curiosa: «Señor, si Tú estás en todas partes, ¿cómo es que yo me las arreglo para

estar en otro sitio?» Dicho de otra manera, ¿por qué no se produce el encuentro?

Algunos rechazan de entrada la presencia de Dios en su vida. No sienten necesidad

de nadie para resolver su existencia. Se bastan a sí mismos. No necesitan ninguna

otra luz ni esperanza. Tienen bastante con lo que ellos se pueden proporcionar a sí

mismos. Desde esta postura de autosuficiencia no es posible encontrarse con Dios.

Otros lo dejan todo muy pronto. Intuyen que Dios les puede traer complicaciones, y

ellos quieren tranquilidad. Nada de replantearse la vida. Es mejor olvidar estas cosas e

instalarse en la indiferencia. No parece la postura más valiosa, pero probablemente es

hoy la más frecuente.

Page 185: Homilias de Pagola 2008 A

El creyente vive una experiencia diferente. Sabe que el ser humano no se basta a sí

mismo. Al mismo tiempo, siente de diversas formas el anhelo de infinito. En su

corazón brota la confianza. Es otra manera de plantearse todo: en lugar de teorizar se

pone a escuchar, en vez de caminar solo por la vida se deja acompañar por una

presencia misteriosa, en vez de desesperar se abre confiadamente al amor de Dios.

Esta experiencia es personal. No se vive «de oídas» ni se conoce por procurador. No

basta creer lo que otros dicen. Cada uno ha de encontrar su camino hacia Dios. «Cada

hombre tiene una plegaria que le pertenece, igual que tiene un alma que le pertenece.

Del mismo modo que a un hombre le es difícil encontrar su alma, también le es difícil

encontrar su plegaria. La mayoría de la gente vive con almas y recita oraciones que no

son las suyas; hoy, has encontrado tu oración.»

Es justamente lo que necesitamos. Encontrar cada uno nuestro camino hacia Dios,

encontrar nuestra propia oración. Pero, ¿cómo hacerlo cuando uno está lleno de

dudas y no tiene tiempo ni fuerzas para buscar a Dios? Muchas veces he pensado que

para muchas personas que no aciertan a creer, la mejor oración tal vez sean esas

palabras cargadas de sinceridad que Pedro dirige a Jesús cuando comienza a

hundirse en el mar de Tiberíades: «Señor, sálvame.»

LAS DUDAS DEL CREYENTE

¿Por qué has dudado?

Mt 14, 22-23

No es fácil responder con sinceridad a esa pregunta que Jesús hace a Pedro en el

momento mismo en que lo salva de las aguas: "¿Por qué has dudado?".

A veces las más hondas convicciones se nos desvanecen y los ojos del alma se nos

Page 186: Homilias de Pagola 2008 A

turban sin saber exactamente por qué. Principios aceptados hasta entonces como

inconmovibles comienzan a tambalearse. Y se despierta en nosotros la tentación de

abandonarlo todo sin reconstruir nada nuevo.

Otras veces, el misterio de Dios se nos hace agobiante y abrumador. La última palabra

sobre mi vida se me escapa y es duro abandonarse al misterio. Mi razón sigue

buscando insatisfecha una luz clara y apodíctica que no encuentra ni podrá jamás

encontrar.

No pocas veces, la superficialidad y ligereza de nuestra vida cotidiana y el culto

secreto a tantos ídolos nos sumergen en largas crisis de indiferencia y escepticismo

interior, con la sensación de haber perdido realmente a Dios.

Con frecuencia, nuestro propio pecado quebranta nuestra fe, pues ésta decae y se

debilita cuando negamos a Dios el derecho a ser luz y principio de acción en nuestra

vida.

Si somos sinceros, hemos de confesar que hay una distancia enorme entre el creyente

que profesamos ser y el creyente que somos en realidad.

¿Qué hacer al constatar en nosotros una fe a veces tan frágil y vacilante?

Lo primero es no desesperar ni asustarse al descubrir en nosotros dudas y

vacilaciones. La búsqueda de Dios se vive casi siempre en la inseguridad, la oscuridad

y el riesgo. A Dios se le busca «a tientas». Y no hemos de olvidar que muchas veces

«la fe genuina sólo puede aparecer como duda superada».

Lo importante es aceptar el misterio de Dios con el corazón abierto. Nuestra fe

depende de la verdad de nuestra relación con Dios. Y no hay que esperar a que

nuestros interrogantes y dudas se encuentren resueltos, para vivir en verdad ante ese

Dios.

Page 187: Homilias de Pagola 2008 A

Por eso, lo importante es saber gritar como Pedro: «Señor, sálvame». Saber levantar

hacia Dios nuestras manos vacías, no sólo como gesto de súplica sino también de

entrega confiada de quien se sabe pequeño, ignorante y necesitado de salvación.

No olvidemos que la fe es «caminar sobre agua», pero con la posibilidad de encontrar

siempre esa mano que nos salva del hundimiento total.

Miércoles, 13. Agosto 2008 - 21:21 Hora

Fiesta de la Asunción y Domingo XX del Tiempo Ordinario

ASUNCION DE MARIA

Se puso en camino... Lc 1, 39-45

ACOMPAÑAR A VIVIR

En este día de la Asunción de María, vamos a intentar descubrir uno de los rasgos

más característicos del amor cristiano, se trata de saber acudir junto a quien puede

estar necesitando nuestra presencia.

Ese es el primer gesto de María después de acoger con fe la misión de ser madre del

Salvador. Ponerse en camino y marchar aprisa junto a otra mujer que necesita en

estos momentos su cercanía.

Hay una manera de amar que debemos recuperar en nuestros días y que consiste en

"acompañar a vivir" a quien se encuentra hundido en la soledad, bloqueado por la

depresión, atrapado por la enfermedad o sencillamente vacío de toda alegría y

esperanza de vida.

Estamos consolidando entre todos una sociedad hecha sólo para los fuertes, los

agraciados, los jóvenes, los sanos y los que son capaces de gozar y disfrutar de la

vida.

Estamos fomentando así lo que alguien ha llamado «el segregarismo social».

Reunimos a los niños en las guarderías, instalamos a los enfermos en las clínicas y

Page 188: Homilias de Pagola 2008 A

hospitales, guardamos a nuestros ancianos en asilos y residencias, encerramos a los

delincuentes en las cárceles y ponemos a los drogadictos bajo vigilancia...

Así, todo nos parece que está en orden. Cada uno recibirá allí la atención que

necesita, y los demás nos podremos dedicar con más tranquilidad a trabajar y disfrutar

de la vida sin ser molestados.

Entonces procuramos rodearnos de personas simpáticas y sin problemas que no

pongan en peligro nuestro bienestar, convertimos la amistad y el amor en un

intercambio mutuo de favores, y logramos vivir «bastante satisfechos».

Sólo que así no es posible experimentar la alegría de contagiar y dar vida. Se explica

que muchos, aun habiendo logrado un nivel elevado de bienestar y tranquilidad,

tengan la impresión de que viven sin vivir y que la vida se les escapa aburridamente

de entre las manos.

El que cree en la encarnación de un Dios que ha querido compartir nuestra vida y

acompañarnos en nuestra indigencia, se siente llamado a vivir de otra manera.

No se trata de hacer «cosas grandes». Quizás sencillamente ofrecer nuestra amistad a

ese vecino hundido en la soledad y la desconfianza, estar cerca de ese joven que

sufre depresión nerviosa, tener paciencia con ese anciano que busca ser escuchado

por alguien, estar junto a esos padres que tienen a su hijo en la cárcel, alegrar el rostro

de ese niño solitario marcado por la separación de sus padres.

Este amor que nos hace tomar parte en las cargas y el peso que tiene que soportar el

hermano es un amor «salvador», pues libera de la soledad e introduce una esperanza

y alegría nueva en quien sufre, pero se siente acompañado en su dolor

Domingo XX del Tiempo Ordinario

Mujer, ¡qué grande es tu fe...!

Mt 15, 21-28

Suplicar con fe Al ritmo de cada díaUna fe grande

Page 189: Homilias de Pagola 2008 A

SUPLICAR CON FE

Nos hemos acostumbrado a dirigir nuestras peticiones a Dios de manera tan

superficial e interesada que probablemente hemos de aprender de nuevo el sentido y

la grandeza de la súplica cristiana.

L. Boros señala algunas dificultades que hacen imposible la súplica y contra las que

tenemos que luchar decididamente.

A algunos les parece indigno rebajarse a pedir nada. El hombre es responsable de sí

mismo y de su historia. Pero, aun siendo esto verdad, también lo es el que los

hombres vivimos de la gracia. Y reconocerlo significa enraizarnos en nuestra propia

verdad.

Para otros, Dios es algo demasiado irreal. Un ser indiferente y lejano, que no se

preocupa del mundo. Por un lado, vivimos los hombres sumergidos «en el laberinto de

las cosas terrenas» y por otro, vive Dios en su mundo eterno.

Y sin embargo, orar a Dios es descubrir que está incondicionalmente de nuestro lado

contra el mal que nos amenaza. Suplicar es invocar a Dios como gracia, liberación,

alegría de vivir.

Pero es entonces precisamente cuando Dios aparece demasiado débil e impotente. Ya

no hay en el mundo un lugar para un Dios que actúa, interviene y ayuda a los

hombres.

Y es cierto que Dios no lo puede todo. Ha creado el mundo y lo respeta tal como es,

sin entrar en conflicto con él. Su amor al hombre está de hecho limitado hoy por la

imperfección del mundo y por nuestra libertad.

Pero los acontecimientos del mundo y nuestra propia vida no son algo cerrado en sí

mismos. Y la súplica es ya fecunda en sí misma porque nos abre a ese Dios que está

ya trabajando nuestra salvación definitiva por encima de todo mal.

Si nosotros oramos a Dios no es para lograr que nos ame más y se preocupe con más

atención de nosotros. Dios no puede amarnos más de lo que nos ama.

Somos nosotros los que, al orar, nos dejamos transformar por su gracia, descubrimos

la vida desde el horizonte de Dios y nos abrimos a su voluntad salvadora. No es Dios

Page 190: Homilias de Pagola 2008 A

el que tiene que cambiar sino nosotros.

La humilde mujer cananea, arrodillada con fe a los pies de Jesús, puede ser una

llamada y una invitación a recuperar en nuestra vida el sentido de la súplica confiada

al Señor.

AL RITMO DE CADA DÍA

Ten compasión de mí

Mt 15, 21-28

Son muchos los creyentes que han perdido casi totalmente la costumbre de orar.

Recuerdan, quizás, oraciones que hacían de niños, pero hoy no aciertan a dirigirse a

Dios. Desearían, tal vez, volver a comunicarse con él, pero no saben por dónde

empezar.

Seamos realistas. ¿Cómo puede orar un hombre o mujer sometido al ritmo ordinario

de la vida moderna? ¿Qué pasos puede dar? Yo sugiero comenzar por recuperar de

forma sencilla la oración de la mañana y de la noche.

Hay muchas maneras de levantarse, pero lo ordinario es iniciar el día de forma casi

autómata. La persona se va sacudiendo de encima el sueño de la noche mientras se

da prisa para no llegar tarde a sus ocupaciones. Sin embargo, el despertar no es algo

trivial, sino un acontecimiento importante: se nos está regalando un nuevo día para

vivir.

Algunos tienen posibilidades de pararse unos minutos y comenzar el día de manera

más consciente. Si lo hacemos, enseguida nos vendrán a la mente las preocupaciones

de la víspera y los problemas que nos aguardan. Puede ser el momento de recogernos

ante Dios para darle gracias por el nuevo día y pedir su fuerza y su luz. El nos

acompañará a lo largo del día. El rezo de una oración conocida -padrenuestro o

avemaría- nos pueden servir de ayuda.

Otras personas no tienen tiempo ni condiciones para empezar el día orando con

calma. Hay que darse prisa, los hijos pequeños no nos dejan en paz, nuestra cabeza

está ocupada por mil cosas. También entonces la persona creyente puede elevar su

Page 191: Homilias de Pagola 2008 A

corazón a Dios y pensar con gozo: «Dios me ama y me acompaña de cerca también

hoy.» Basta. Lo importante es reavivar cada día esta fe.

La oración de la noche es diferente. Por lo general, la persona cuenta con más tiempo

y posibilidades. Nos disponemos ya a descansar de las tensiones y trabajos del día.

Entregarse al sueño puede convertirse para el creyente en un acto de abandono

confiado en manos de Dios. Pedimos perdón y nos confiamos a su misericordia. El

signo de la cruz o el rezo de una oración sencilla nos pueden ayudar.

Estos gestos tan sencillos -a más de uno le pueden hacer sonreír- inscritos en el ritmo

diario de nuestra vida, hecha de días y de noches, nos permite vivir de modo más

consciente nuestro ser de «hijos de Dios» hablando con él «como un amigo con su

amigo» (san Ignacio de Loyola). Esta oración no es una obligación. Es una necesidad

gozosa para quien camina por la vida acompañado por un Dios Amigo.

El relato evangélico nos presenta a Jesús alabando la fe grande de una mujer

cananea que no hace sino gritarle con palabras sencillas, pero sinceras, su necesidad:

«Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David.»

UNA FE GRANDE

Qué tentador resulta en una época como la nuestra el medir la grandeza o pequeñez

de una vida desde el éxito o los logros conseguidos.

Condicionados por una cultura que casi sólo piensa en el rendimiento y la producción,

apenas somos capaces de emplear otros criterios para valorar a la persona si no es su

actividad y eficacia.

No es extraño que, a la hora de evaluar la calidad de la fe, busquemos

inmediatamente la eficacia transformadora y el compromiso práctico que esa fe es

capaz de generar en nuestra sociedad.

Y hacemos bien, pues el mismo Jesús nos enseñó a distinguir el árbol bueno del malo

a partir de sus frutos. Y la fe es «una savia» que corre por todo nuestro ser y debe

traducirse en compromiso y actuación cristianos.

Pero sería una equivocación el considerar «grandes creyentes» sólo a aquellos

Page 192: Homilias de Pagola 2008 A

hombres y mujeres que se esfuerzan generosamente en transformar nuestra sociedad

desde un compromiso social o político animado por la fe, menospreciando como a

«creyentes de segunda categoría» a aquellos que, por factores muy diversos, no

pueden comprometerse a ese mismo nivel, aunque vivan toda su vida desde una

postura creyente.

Jesús admira la grandeza de fe de una mujer sencilla que, por amor a su hija, no duda

en invocar al señor con insistencia, a pesar de todos los obstáculos y dificultades.

Cuántos hombres y mujeres sencillos de nuestros pueblos saben vivir su vida de

manera totalmente honrada y leal, animados por una fe profunda en Dios.

Cuántos son capaces de enfrentarse al sufrimiento, la desgracia y la adversidad, sin

deshumanizarse ni destruirse, apoyados en su confianza total en Dios.

Cuántos saben gastarse en un servicio sencillo y callado a los demás, sin recibir

homenajes solemnes ni pretender grandes aplausos, impulsados solamente por su

amor generoso y desinteresado a los hermanos y su fe en el Padre de todos.

Es una temeridad medir con nuestros criterios estrechos y parciales el misterio de la fe

de un creyente, pues, en último término, la fe debería ser medida por nuestra

capacidad de abrirnos al misterio insondable de Dios.

Sábado, 23. Agosto 2008 - 08:45 Hora

Domingo XXI del Tiempo Ordinario

¿Quién decís que soy yo?

Mt 16, 13-20

Dichoso Nuestra imagen de Cristo

Page 193: Homilias de Pagola 2008 A

¿Quién para nosotros? ¿Qué misterio se encierra en él?

El misterio de Jesús

DICHOSO

Con frecuencia pensamos que seremos más felices el día en que cambie el entorno

que nos rodea, cuando las personas nos traten mejor o cuando nos sucedan cosas

buenas. En el fondo buscamos que la vida se adapte a nuestros deseos. Creemos que

entonces seremos felices.

Sin embargo, hay una pregunta que no podemos ni debemos eludir. Para conocer la

felicidad, ¿tiene que suceder algo fuera de mí, o justamente dentro de mí mismo?,

¿tienen que cambiar los demás, o tengo que cambiar yo?, ¿ha de mejorar el mundo

que me rodea, o he de transformarme yo?

En el relato que nos ofrece el evangelista Mateo, Jesús le declara feliz a Pedro por

algo que ha ocurrido en su interior: el Padre del cielo le ha revelado que Jesús no es

un profeta más, sino «el Mesías, el Hijo de Dios vivo». No es difícil detectar dos

matices en las palabras de Cristo: «Qué suerte tienes, Simón, hijo de Jonás, porque el

Padre te ha desvelado una verdad tan decisiva.» Pero, al mismo tiempo: «Qué dichoso

eres por haberte abierto a esa luz que el Padre ha puesto en ti.»

A nosotros nos puede resultar un tanto extraño que una «revelación interior» pueda

convertirse en fuente de felicidad. Sin embargo, pocas cosas pueden desencadenar

una experiencia tan gozosa y estable como el descubrir con luz nueva las

convicciones fundamentales que sostienen la vida de la persona.

Page 194: Homilias de Pagola 2008 A

Los cristianos olvidamos con frecuencia un dato elemental. Lo que encontramos al

comienzo del cristianismo no es una doctrina, sino una experiencia vivida con fe por

los primeros discípulos. La fe cristiana nació cuando unos hombres y mujeres se

encontraron con Cristo y experimentaron en él la cercanía de Dios. Este encuentro dio

un sentido nuevo a sus vidas; descubrieron a Dios como Padre cercano y bueno;

pusieron en Cristo todas sus esperanzas de salvación.

Ahora bien, lo que para ellos fue una experiencia viva, a nosotros nos llega como una

tradición religiosa que ha sido formulada en un lenguaje concreto y ha cristalizado a lo

largo de los siglos en un determinado cuerpo doctrinal. Pero, evidentemente, ser

creyente es mucho más que aceptar dócilmente esa doctrina. Cada uno hemos de vivir

nuestra propia experiencia y hacer nuestra la fe primera de aquellos discípulos.

No basta afirmar teóricamente que Cristo es el Hijo de Dios encarnado o atribuirle

títulos tan solemnes como Salvador del Mundo o Redentor de la Humanidad. Es

necesario, además, creer en él, adherirnos a su persona, abrirnos a su acción

salvadora, acoger su palabra, dejarnos trabajar por su Espíritu. Por eso, también hoy

dichoso el creyente que, al confesar a Cristo como «Mesías, Hijo de Dios vivo», no

sólo afirma una verdad doctrinal del Credo, sino que se deja iluminar internamente por

el Padre.

NUESTRA IMAGEN DE CRISTO

¿Quién decís que soy yo?

Mt 16, 13-20

Page 195: Homilias de Pagola 2008 A

La pregunta de Jesús: «Quién decís que soy yo?» sigue pidiendo todavía una

respuesta entre los creyentes de nuestro tiempo. No todos tenemos la misma imagen

de Jesús. Y esto, no sólo por el carácter inagotable de su personalidad, sino, sobre

todo, porque cada uno de nosotros vamos elaborando nuestra imagen de Jesús a

partir de nuestros propios intereses y preocupaciones, condicionados por nuestra

sicología personal y el medio social al que pertenecemos, y marcados de manera

decisiva por la formación religiosa que hemos recibido.

Y sin embargo, la imagen de Cristo que podamos tener cada uno, tiene importancia

decisiva para nuestra vida creyente, pues, condiciona esencialmente nuestra manera

de entender y vivir la fe.

Una imagen empobrecida, unilateral, parcial o falsa de Jesús nos conducirá a una

vivencia empobrecida, unilateral, parcial o falsa de la fe.

De ahí la importancia de tomar conciencia de las posibles deformaciones de nuestra

visión de Jesús y de purificar nuestra adhesión a Jesucristo.

Por otra parte, es pura ilusión pensar que uno cree en Jesucristo porque «cree» en un

dogma o porque está dispuesto a creer «en lo que la santa Madre Iglesia cree».

En realidad, cada creyente cree en lo que cree él, es decir, en lo que personalmente

va descubriendo en su seguimiento a Jesucristo, aunque naturalmente, lo haga dentro

de la comunidad cristiana.

Por desgracia, son bastantes los cristianos que entienden y viven su religión de tal

manera que probablemente nunca podrán tener una experiencia un poco viva de lo

que es encontrarse personalmente con Cristo.

Ya en una época muy temprana de su vida, se han hecho una idea infantil de Jesús,

cuando quizás no se habían planteado todavía con suficiente lucidez las cuestiones y

Page 196: Homilias de Pagola 2008 A

preguntas a las que Cristo puede responder.

Más tarde, ya no han vuelto a repensar su fe en Jesucristo, bien porque la consideran

algo banal y sin importancia alguna para sus vidas, bien porque no se atreven a

examinarla con seriedad y rigor por temor a perderla, bien porque se contentan con

conservarla de manera indiferente y apática, sin eco alguno en su ser.

Desgraciadamente no sospechan lo que Jesús podría ser para su vida. M. Legaut

escribía esta frase dura pero quizás muy real: «Esos cristianos ignoran quién es Jesús

y están condenados por su misma religión a no descubrirlo jamás».

¿QUIEN ES PARA NOSOTROS?

Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?

Mt 16, 13-20

No es fácil intentar responder con sinceridad a la pregunta de Jesús: «¿quién decís

que soy yo?».

En realidad, ¿quién es Jesús para nosotros? Su persona nos llega a través de veinte

siglos de imágenes, fórmulas, ideologizaciones, experiencias, interpretaciones

culturales... que van desvelando y velando al mismo tiempo su riqueza insondable.

Pero, además, cada uno de nosotros vamos revistiendo a Jesús de lo que nosotros

somos. Y proyectamos en él nuestros deseos, aspiraciones, intereses y limitaciones. Y

casi sin darnos cuenta, lo empequeñecemos y desfiguramos incluso cuando tratamos

de exaltarlo.

Page 197: Homilias de Pagola 2008 A

Pero Jesús sigue vivo. Los cristianos no lo hemos podido disecar con nuestra

mediocridad. No permite que lo disfracemos. No se deja etiquetar ni reducir a unos

ritos, unas fórmulas, unas costumbres.

Jesús siempre desconcierta a quien se acerca a él con una postura abierta y sincera.

Siempre es distinto de lo que esperábamos. Siempre abre nuevas brechas en nuestra

vida, rompe nuestros esquemas y nos empuja a una vida nueva.

Cuanto más se le conoce, más sabe uno que todavía está empezando a descubrirlo.

Seguir a Jesús es avanzar siempre, no establecerse nunca, crear, construir, crecer.

Jesús es peligroso. Percibimos en él una entrega a los hombres que desenmascara

todo nuestro egoísmo. Una pasión por la justicia que sacude todas nuestras

seguridades, privilegios y comodidad. Una ternura y una búsqueda de reconciliación y

perdón que deja al descubierto nuestra mezquindad. Una libertad que rasga nuestras

mil esclavitudes y servidumbres.

Y sobre todo, intuimos en él un misterio de apertura, cercanía y proximidad a Dios que

nos atrae y nos invita a abrir nuestra existencia al Padre.

A Jesús lo iremos conociendo en la medida en que nos entreguemos a él. Sólo hay un

camino para ahondar en su misterio: seguirle. Seguir humildemente sus pasos,

abrirnos con él al Padre, actualizar sus gestos de amor y ternura, mirar la vida con sus

ojos, compartir su destino doloroso, esperar su resurrección.

Y sin duda, saber orar muchas veces desde el fondo de nuestro corazón: «Creo,

Señor, ayuda mi incredulidad».

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¿QUÉ MISTERIO SE ENCIERRA EN ÉL?

«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Cada uno ha de responder. No basta seguir

repitiendo fórmulas y tópicos sobre Jesús. Es necesario un esfuerzo por intuir cada

vez mejor qué misterio se encierra en este hombre en el que los creyentes

descubrimos como en ninguna otra parte el rostro vivo de Dios. Voy a señalar algunos

aspectos que destacan hoy investigadores y especialistas sobre Jesús.

Jesús fue un profeta que comunicó a las gentes una experiencia única y original de

Dios, sin desfigurarla con los miedos, ambiciones y fantasmas que las religiones

suelen proyectar de ordinario sobre la divinidad.

Para Jesús, Dios es amor compasivo. La compasión es la manera de ser de Dios, su

primera reacción ante el ser humano y ante la creación entera.

Toda religión auténtica ha de potenciar el amor compasivo a los que sufren.

Jesús sólo vivió para implantar en el mundo lo que él llamaba «el reino de Dios». Fue

su gran sueño. La pasión que alentó su vida entera. Quería ver realizado entre los

hombres el proyecto de Dios: una vida más digna y dichosa para todos, ahora y para

siempre.

Jesús no se dedicó a organizar una religión más perfecta desarrollando una teología

más precisa sobre Dios o una liturgia más digna. Lo que verdaderamente le preocupó

fue la felicidad de la gente. Por eso se entregó a eliminar el sufrimiento y a luchar

contra todo lo que hace daño o permite la humillación de las personas.

Jesús amó a los más pobres e indefensos de la sociedad. Otros muchos lo han hecho

también antes y después de él. Lo más sorprendente es que, por encima de los

Page 199: Homilias de Pagola 2008 A

pobres, nada ha amado más Jesús que a ellos, ni siquiera la religión, la ley o las

tradiciones más venerables.

¿Quién es este hombre que, además de vivir sólo para la felicidad de los demás, se ha

atrevido a sugerir que Dios se parece a él, pues sólo quiere y busca una vida más

digna y dichosa para todos? ¿Qué misterio se encierra en él? Para intuirlo, nada mejor

que seguir sus pasos.

el misterio de Jesús

EN cualquier lugar y en cualquier época, quienes deseen vivir fielmente la fe cristiana

tendrán que preguntarse una y otra vez: ¿Quién fue Jesús de Nazaret? ¿Quién es hoy

Cristo para nosotros? ¿Qué podemos esperar de él? Por eso, todos los años se

recuerda en la comunidad cristiana el diálogo de Cesarea de Filipo y se escucha esa

pregunta decisiva de Jesús: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?».

Con frecuencia, se trata de responder a esta pregunta en clave doctrinal recordando lo

que los grandes concilios han proclamado sobre él. Planteada así la cuestión, unos

afirman que Jesús es el Hijo de Dios consustancial al Padre, otros entienden que es

sólo un hombre extraordinario pero no de naturaleza divina, otros prefieren no

pronunciarse pues no llegan a entender qué es lo que se quiere decir exactamente con

este tipo de fórmulas.

Con ser decisiva, no es ésta, sin embargo, la única clave para acercarse a la

verdadera identidad de Cristo, sobre todo en una época de fuerte crisis metafísica en

Page 200: Homilias de Pagola 2008 A

la que muchos buscan orientación para su vida en medio de conflictos, interrogantes y

contradicciones. Hay otra manera de ahondar en la personalidad de Cristo y es

recorrer el camino iniciado por él.

A muchos hombres y mujeres de hoy no les ayuda mucho analizar lo que dicen los

concilios sobre la naturaleza divina y humana de Cristo o escuchar las explicaciones

de los teólogos sobre la posibilidad de que Dios se haga hombre. Es mejor conocer el

relato evangélico sobre Jesús, captar lo esencial de esa vida y ponernos a seguirle.

Quien sigue a Jesús se acerca cada vez más a su misterio. Se encuentra con un

hombre movido sólo por el amor, sintoniza con él, comienza a entender la existencia

desde otra perspectiva y se pregunta qué misterio se encierra en este ser humano que

no vive para sí mismo sino para los demás. Se sorprende ante su libertad inaudita,

trata de seguirle en su «camino de verdad» y se pregunta dónde está el origen último

de esa seguridad misteriosa que lo lleva a poner la ley, el culto y la religión al servicio

del ser humano.

Lo que más nos acerca al misterio de Cristo no es confesar rutinariamente las grandes

fórmulas cristológicas sino tratar de seguirle día a día abriéndonos a su Espíritu y

sintonizando con su estilo de vivir.

Martes, 26. Agosto 2008 - 21:20 Hora

Domingo XXII del Tiempo Ordinario

¿De qué le sirve ganar el mundo entero... ?

Mt 16, 21-27

Estropear la vida nte el sufrimiento

¿Fe congelada?Contra la muerte del espíritu

CONTRA LA MUERTE DEL ESPÍRITU

Page 201: Homilias de Pagola 2008 A

Es un Manifiesto diferente. Lo lanzaron hace unos años el escritor colombiano, Álvaro

Mutis, premio Cervantes y el editor Javier Ruiz Portella. No está redactado para

denunciar políticas, repudiar injusticias económicas o protestar contra actividades

sociales específicas. Su voz quiere alertar sobre algo más profundo y más grave: el

riesgo de que quede aniquilada la vida del espíritu.

Según el Manifiesto, una «profunda pérdida de sentido conmueve a la sociedad

contemporánea». Todo se ha reducido a «preservar y mejorar la vida material».

Muchos viven sólo para trabajar, producir, consumir y divertirse. El fondo del problema

está en que el hombre se ha proclamado no sólo «dueño de la naturaleza», sino

también «dueño y señor del sentido».

Para los autores del Manifiesto, lo que peligra hoy no son los beneficios materiales

alcanzados por la ciencia y la técnica, es la vida del espíritu la que se ve amenazada.

La pregunta de fondo es ésta: «para qué vivimos y morimos nosotros. los hombres que

creemos haber dominado el mundo..., el mundo material, se entiende?, ¿cuál es

nuestro sentido, nuestro proyecto, nuestros símbolos..., estos valores sin los que

ningún hombre ni ninguna colectividad existirían?, ¿cuál es nuestro destino?» Si ésta

es la pregunta que da sentido a cualquier civilización, hoy tendríamos que decir que

«nuestro destino es estar privados de destino, es carecer de todo destino que no sea

nuestro inmediato sobrevivir». Lo más angustioso es que, salvo algunas voces

aisladas, la muerte del espíritu «parece dejar a nuestros contemporáneos sumidos en

la más completa de las indiferencias».

Mientras leía el Manifiesto, resonaban en mí las palabras de Jesús: «¿De qué le sirve

al hombre ganar el mundo entero, si malogra su vida? o ¿qué podrá dar para

recobrarla?»

Este texto, traducido de manera incorrecta, ha sido leído en estos términos: ¿de qué le

Page 202: Homilias de Pagola 2008 A

sirve al hombre ganar este mundo si al final pierde su alma y se queda sin la vida

eterna? Las palabras de Jesús tienen otro sentido: ¿De qué le sirve al ser humano

ganarlo todo si se pierde él? Hay algo de valor infinito en la persona, que, si se pierde,

no puede ser recuperado con nada.

El Manifiesto habla también de un sentido y un misterio que transciende al ser humano

y que hoy se está olvidando. Sin tomar una posición religiosa, los firmantes se

preguntan, sin embargo, si no hemos de plantearnos, sobre bases radicalmente

nuevas, «la cuestión que la modernidad había creído olvidar para siempre. la cuestión

de Dios».

ESTROPEAR LA VIDA

Casi sin darnos cuenta, hemos construido una sociedad donde lo importante es

«obtenerlo todo y ahora mismo».

Una educación excesivamente permisiva, una falta casi total de autodisciplina, un

ambiente social lleno de estímulos que nos empujan sólo a ganar, gozar, gastar y

disfrutar, el miedo a no vivir intensamente, el temor a aparecer como fracasados y

reprimidos... nos está llevando a un estilo de vida donde la renuncia no tiene ya lugar

alguno.

Pero comenzamos a constatar que no es ése el camino acertado para vivir en plenitud.

Cuando, sistemáticamente, vamos satisfaciendo nuestros deseos de manera

inmediata, no crecemos como hombres. No acertamos a saborear con gozo la

satisfacción obtenida. Nuestro espíritu no se aquieta. Siempre surge un nuevo deseo

más apremiante y excitante que el anterior.

Page 203: Homilias de Pagola 2008 A

Y comenzamos a vivir en tensión, sin saber ya cómo saciar nuestros deseos e

insatisfacciones cada vez más voraces. Y la existencia se nos convierte en una carrera

alocada donde lo único que nos llena es tener siempre más y disfrutar con mayor

intensidad.

Y tras la satisfacción lograda, de nuevo el vacío, el decaimiento, la tristeza y el hastío.

Y de nuevo, vuelta a empezar, atrapados en una trampa que no tiene salida hacia la

verdadera libertad.

Quizás esta experiencia nos puede ayudar a entender mejor las palabras de Jesús:

«¿de qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si malogra su vida? ¿O qué

podrá dar para recobrarla?».

Lo queramos o no, el hombre madura y crece, cuando sabe renunciar a la satisfacción

inmediata y caprichosa de todos sus deseos en aras de una libertad, unos valores y

una plenitud de vida más noble, digna y enriquecedora.

Todavía más. Si uno quiere obtenerlo todo ahora, inmediatamente, a cualquier precio y

de cualquier manera, sin abrirse a una vida futura, eterna y definitiva, corre el riesgo

de perderse definitivamente.

¿No hemos de introducir en nuestras vidas una dosis mayor de renuncia, sana

austeridad y simplicidad en el vivir?

El que quiere seguir a Jesús hasta la plenitud de la resurrección ha de saber vivir de

manera crucificada.

¿FE CONGELADA?

...y me siga

Page 204: Homilias de Pagola 2008 A

Creer en Dios no es algo estático, una manera de pensar o de sentir que se conserva

congelada en algún rincón interior de la persona. La fe consiste en vivir confiando en

Dios, y la vida es la vida; no se congela en ningún momento; está llamada a crecer y

desarrollarse. Cuando se vive ante Dios, no es posible quedarse siempre en el mismo

punto. El creyente busca siempre vivir con más hondura. Repiensa las decisiones

pasadas y toma otras nuevas. Trata de vivir siempre con más coherencia y dignidad.

Lucha, cae, se arrepiente, vuelve a empezar... pero no permanece inerte.

Por eso, ser cristiano no consiste sólo en evitar el pecado. En nuestras vidas siempre

hay pecado porque hay arrogancia, egoísmo, orgullo, exclusión del otro,

acaparamiento y muchas cosas más. El creyente no es perfecto, pero es de corazón

inquieto. Su fe le lleva a reconocer su pecado para reaccionar, levantarse, reorientar

su vida, crecer.

Los primeros cristianos nunca entendieron su fe en Cristo de manera estática y

repetitiva. Pensaron más bien en un proceso de crecimiento constante. Para ellos, ser

cristiano consiste en «seguir» a Jesús, caminar tras sus huellas, aprender a vivir como

él, reproducir su estilo de vida sencillo, fraterno, cercano al sufrimiento ajeno, abierto a

la confianza en Dios.

Por eso, cuando se nos pregunta si somos cristianos, no deberíamos responder sin

más: «Sí, soy cristiano». Deberíamos decir: «Me voy haciendo cristiano», «estoy

tratando de seguir con más verdad a Cristo», «no quiero que se me escape la vida sin

aprender a vivir como Él». Con este lenguaje modesto y realista solía hablar K.

Rahner, uno de los teólogos más lúcidos del siglo veinte.

Ciertamente, es arriesgado y exigente seguir a Cristo: no se puede servir al Dios de

Jesús y dedicarse sólo a ganar dinero; no es posible enfrentarse al futuro como él y

volver la mirada atrás; se corre el riesgo de verse sin apoyo donde reclinar la cabeza.

Pero es una manera apasionante de entender y afrontar la vida. A pesar de su

Page 205: Homilias de Pagola 2008 A

mediocridad, el verdadero creyente se da cuenta de que nada ni nadie podría poner un

estímulo más vigoroso y una fuerza más apasionante en su vida que este

planteamiento de «seguí»» a Jesús. Un planteamiento que nunca se sabe

exactamente hasta dónde nos puede llevar.

ANTE EL SUFRIMIENTO

Que cargue su cruz y me siga

Pocos aspectos del mensaje evangélico han sido tan distorsionados y desfigurados

como la llamada de Jesús a «tomar la cruz». De ahí que no pocos cristianos tengan

ideas bastante confusas sobre la actitud cristiana a adoptar ante el sufrimiento.

Recordemos algunos datos que no hemos de ignorar si queremos seguir al Crucificado

con mayor fidelidad.

En Jesús no encontramos ese sufrimiento que hay tantas veces en nosotros, generado

por nuestro propio pecado o nuestra manera desacertada de vivir. Jesús no ha

conocido los sufrimientos que nacen de la envidia, el resentimiento, el vacío interior o

el apego egoísta a las cosas y a las personas.

Hay, por tanto, en nuestra vida un sufrimiento (según los expertos, puede llegar en

algunas personas al 90% de su sufrimiento) que hemos de ir suprimiendo de nosotros

precisamente si queremos seguir a Cristo.

Por otra parte, Jesús no ama ni busca arbitrariamente el sufrimiento ni para El ni para

los demás, como si el sufrimiento encerrara algo especialmente grato a Dios.

Es una equivocación creer que uno sigue más de cerca a Cristo porque busca sufrir

arbitrariamente y sin necesidad alguna. Lo que agrada a Dios no es el sufrimiento, sino

Page 206: Homilias de Pagola 2008 A

la actitud con que una persona asume el sufrimiento en seguimiento fiel a Cristo.

Jesús, además, se compromete con todas sus fuerzas para hacer desaparecer de

entre los hombres el sufrimiento. Toda su vida ha sido una lucha constante por

arrancar al ser humano de ese sufrimiento que se esconde en la enfermedad, el

hambre, la injusticia, los abusos, el pecado, la muerte.

El que quiera seguirle no podrá ignorar a los que sufren. Al contrario, su primera tarea

será quitar sufrimiento de la vida de los hombres. Como ha dicho un teólogo, «no hay

derecho a ser feliz sin los demás ni contra los demás».

Por último, cuando Jesús se encuentra con el sufrimiento provocado por quienes se

oponen a su misión, no lo rehúye, sino que lo asume en una actitud de fidelidad total al

Padre y de servicio incondicional a los hombres.

Antes que nada, «tomar la cruz» es seguir fielmente a Cristo y aceptar las

consecuencias dolorosas que se seguirán, sin duda, de este seguimiento.

Hay rechazos, padecimientos y daños que el cristiano ha de asumir siempre. Es el

sufrimiento que sólo podríamos hacer desaparecer de nuestra vida dejando de seguir

a Cristo. Ahí está para cada uno de nosotros la cruz que hemos de llevar detrás de él.

Martes, 26. Agosto 2008 - 21:20 Hora

Domingo XXII del Tiempo Ordinario

¿De qué le sirve ganar el mundo entero... ?

Mt 16, 21-27

Estropear la vida nte el sufrimiento

¿Fe congelada?Contra la muerte del espíritu

Page 207: Homilias de Pagola 2008 A

CONTRA LA MUERTE DEL ESPÍRITU

Es un Manifiesto diferente. Lo lanzaron hace unos años el escritor colombiano, Álvaro

Mutis, premio Cervantes y el editor Javier Ruiz Portella. No está redactado para

denunciar políticas, repudiar injusticias económicas o protestar contra actividades

sociales específicas. Su voz quiere alertar sobre algo más profundo y más grave: el

riesgo de que quede aniquilada la vida del espíritu.

Según el Manifiesto, una «profunda pérdida de sentido conmueve a la sociedad

contemporánea». Todo se ha reducido a «preservar y mejorar la vida material».

Muchos viven sólo para trabajar, producir, consumir y divertirse. El fondo del problema

está en que el hombre se ha proclamado no sólo «dueño de la naturaleza», sino

también «dueño y señor del sentido».

Para los autores del Manifiesto, lo que peligra hoy no son los beneficios materiales

alcanzados por la ciencia y la técnica, es la vida del espíritu la que se ve amenazada.

La pregunta de fondo es ésta: «para qué vivimos y morimos nosotros. los hombres que

creemos haber dominado el mundo..., el mundo material, se entiende?, ¿cuál es

nuestro sentido, nuestro proyecto, nuestros símbolos..., estos valores sin los que

ningún hombre ni ninguna colectividad existirían?, ¿cuál es nuestro destino?» Si ésta

es la pregunta que da sentido a cualquier civilización, hoy tendríamos que decir que

«nuestro destino es estar privados de destino, es carecer de todo destino que no sea

nuestro inmediato sobrevivir». Lo más angustioso es que, salvo algunas voces

aisladas, la muerte del espíritu «parece dejar a nuestros contemporáneos sumidos en

la más completa de las indiferencias».

Mientras leía el Manifiesto, resonaban en mí las palabras de Jesús: «¿De qué le sirve

al hombre ganar el mundo entero, si malogra su vida? o ¿qué podrá dar para

recobrarla?»

Page 208: Homilias de Pagola 2008 A

Este texto, traducido de manera incorrecta, ha sido leído en estos términos: ¿de qué le

sirve al hombre ganar este mundo si al final pierde su alma y se queda sin la vida

eterna? Las palabras de Jesús tienen otro sentido: ¿De qué le sirve al ser humano

ganarlo todo si se pierde él? Hay algo de valor infinito en la persona, que, si se pierde,

no puede ser recuperado con nada.

El Manifiesto habla también de un sentido y un misterio que transciende al ser humano

y que hoy se está olvidando. Sin tomar una posición religiosa, los firmantes se

preguntan, sin embargo, si no hemos de plantearnos, sobre bases radicalmente

nuevas, «la cuestión que la modernidad había creído olvidar para siempre. la cuestión

de Dios».

ESTROPEAR LA VIDA

Casi sin darnos cuenta, hemos construido una sociedad donde lo importante es

«obtenerlo todo y ahora mismo».

Una educación excesivamente permisiva, una falta casi total de autodisciplina, un

ambiente social lleno de estímulos que nos empujan sólo a ganar, gozar, gastar y

disfrutar, el miedo a no vivir intensamente, el temor a aparecer como fracasados y

reprimidos... nos está llevando a un estilo de vida donde la renuncia no tiene ya lugar

alguno.

Pero comenzamos a constatar que no es ése el camino acertado para vivir en plenitud.

Cuando, sistemáticamente, vamos satisfaciendo nuestros deseos de manera

inmediata, no crecemos como hombres. No acertamos a saborear con gozo la

satisfacción obtenida. Nuestro espíritu no se aquieta. Siempre surge un nuevo deseo

más apremiante y excitante que el anterior.

Page 209: Homilias de Pagola 2008 A

Y comenzamos a vivir en tensión, sin saber ya cómo saciar nuestros deseos e

insatisfacciones cada vez más voraces. Y la existencia se nos convierte en una carrera

alocada donde lo único que nos llena es tener siempre más y disfrutar con mayor

intensidad.

Y tras la satisfacción lograda, de nuevo el vacío, el decaimiento, la tristeza y el hastío.

Y de nuevo, vuelta a empezar, atrapados en una trampa que no tiene salida hacia la

verdadera libertad.

Quizás esta experiencia nos puede ayudar a entender mejor las palabras de Jesús:

«¿de qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si malogra su vida? ¿O qué

podrá dar para recobrarla?».

Lo queramos o no, el hombre madura y crece, cuando sabe renunciar a la satisfacción

inmediata y caprichosa de todos sus deseos en aras de una libertad, unos valores y

una plenitud de vida más noble, digna y enriquecedora.

Todavía más. Si uno quiere obtenerlo todo ahora, inmediatamente, a cualquier precio y

de cualquier manera, sin abrirse a una vida futura, eterna y definitiva, corre el riesgo

de perderse definitivamente.

¿No hemos de introducir en nuestras vidas una dosis mayor de renuncia, sana

austeridad y simplicidad en el vivir?

El que quiere seguir a Jesús hasta la plenitud de la resurrección ha de saber vivir de

manera crucificada.

¿FE CONGELADA?

Page 210: Homilias de Pagola 2008 A

...y me siga

Creer en Dios no es algo estático, una manera de pensar o de sentir que se conserva

congelada en algún rincón interior de la persona. La fe consiste en vivir confiando en

Dios, y la vida es la vida; no se congela en ningún momento; está llamada a crecer y

desarrollarse. Cuando se vive ante Dios, no es posible quedarse siempre en el mismo

punto. El creyente busca siempre vivir con más hondura. Repiensa las decisiones

pasadas y toma otras nuevas. Trata de vivir siempre con más coherencia y dignidad.

Lucha, cae, se arrepiente, vuelve a empezar... pero no permanece inerte.

Por eso, ser cristiano no consiste sólo en evitar el pecado. En nuestras vidas siempre

hay pecado porque hay arrogancia, egoísmo, orgullo, exclusión del otro,

acaparamiento y muchas cosas más. El creyente no es perfecto, pero es de corazón

inquieto. Su fe le lleva a reconocer su pecado para reaccionar, levantarse, reorientar

su vida, crecer.

Los primeros cristianos nunca entendieron su fe en Cristo de manera estática y

repetitiva. Pensaron más bien en un proceso de crecimiento constante. Para ellos, ser

cristiano consiste en «seguir» a Jesús, caminar tras sus huellas, aprender a vivir como

él, reproducir su estilo de vida sencillo, fraterno, cercano al sufrimiento ajeno, abierto a

la confianza en Dios.

Por eso, cuando se nos pregunta si somos cristianos, no deberíamos responder sin

más: «Sí, soy cristiano». Deberíamos decir: «Me voy haciendo cristiano», «estoy

tratando de seguir con más verdad a Cristo», «no quiero que se me escape la vida sin

aprender a vivir como Él». Con este lenguaje modesto y realista solía hablar K.

Rahner, uno de los teólogos más lúcidos del siglo veinte.

Ciertamente, es arriesgado y exigente seguir a Cristo: no se puede servir al Dios de

Jesús y dedicarse sólo a ganar dinero; no es posible enfrentarse al futuro como él y

volver la mirada atrás; se corre el riesgo de verse sin apoyo donde reclinar la cabeza.

Page 211: Homilias de Pagola 2008 A

Pero es una manera apasionante de entender y afrontar la vida. A pesar de su

mediocridad, el verdadero creyente se da cuenta de que nada ni nadie podría poner un

estímulo más vigoroso y una fuerza más apasionante en su vida que este

planteamiento de «seguí»» a Jesús. Un planteamiento que nunca se sabe

exactamente hasta dónde nos puede llevar.

ANTE EL SUFRIMIENTO

Que cargue su cruz y me siga

Pocos aspectos del mensaje evangélico han sido tan distorsionados y desfigurados

como la llamada de Jesús a «tomar la cruz». De ahí que no pocos cristianos tengan

ideas bastante confusas sobre la actitud cristiana a adoptar ante el sufrimiento.

Recordemos algunos datos que no hemos de ignorar si queremos seguir al Crucificado

con mayor fidelidad.

En Jesús no encontramos ese sufrimiento que hay tantas veces en nosotros, generado

por nuestro propio pecado o nuestra manera desacertada de vivir. Jesús no ha

conocido los sufrimientos que nacen de la envidia, el resentimiento, el vacío interior o

el apego egoísta a las cosas y a las personas.

Hay, por tanto, en nuestra vida un sufrimiento (según los expertos, puede llegar en

algunas personas al 90% de su sufrimiento) que hemos de ir suprimiendo de nosotros

precisamente si queremos seguir a Cristo.

Por otra parte, Jesús no ama ni busca arbitrariamente el sufrimiento ni para El ni para

los demás, como si el sufrimiento encerrara algo especialmente grato a Dios.

Es una equivocación creer que uno sigue más de cerca a Cristo porque busca sufrir

Page 212: Homilias de Pagola 2008 A

arbitrariamente y sin necesidad alguna. Lo que agrada a Dios no es el sufrimiento, sino

la actitud con que una persona asume el sufrimiento en seguimiento fiel a Cristo.

Jesús, además, se compromete con todas sus fuerzas para hacer desaparecer de

entre los hombres el sufrimiento. Toda su vida ha sido una lucha constante por

arrancar al ser humano de ese sufrimiento que se esconde en la enfermedad, el

hambre, la injusticia, los abusos, el pecado, la muerte.

El que quiera seguirle no podrá ignorar a los que sufren. Al contrario, su primera tarea

será quitar sufrimiento de la vida de los hombres. Como ha dicho un teólogo, «no hay

derecho a ser feliz sin los demás ni contra los demás».

Por último, cuando Jesús se encuentra con el sufrimiento provocado por quienes se

oponen a su misión, no lo rehúye, sino que lo asume en una actitud de fidelidad total al

Padre y de servicio incondicional a los hombres.

Antes que nada, «tomar la cruz» es seguir fielmente a Cristo y aceptar las

consecuencias dolorosas que se seguirán, sin duda, de este seguimiento.

Hay rechazos, padecimientos y daños que el cristiano ha de asumir siempre. Es el

sufrimiento que sólo podríamos hacer desaparecer de nuestra vida dejando de seguir

a Cristo. Ahí está para cada uno de nosotros la cruz que hemos de llevar detrás de él.

Lunes, 1. Septiembre 2008 - 21:23 Hora

Domingo XXIII del Tiempo Ordinario

Repréndelo a solas

Mt 18, 15-20

Ayudarnos a ser mejores Reunidos en su nombre

Lo primero es la vida

Page 213: Homilias de Pagola 2008 A

AYUDARNOS A SER MEJORES

Cansados por la experiencia diaria, nacen a veces en nosotros preguntas

inquietantes y sombrías. ¿Podemos ser los hombres mucho mejores?

¿Podemos cambiar nuestra vida de manera decisiva? ¿Podemos transformar

nuestras actitudes equivocadas y adoptar un comportamiento nuevo? Con

frecuencia, lo que vemos, lo que escuchamos, lo que respiramos en torno a

nosotros, no nos ayuda a ser mejores, no eleva nuestro espíritu ni nos anima a

ser más humanos.

Por otra parte, se diría que hemos perdido capacidad para adentrarnos en

nuestra propia conciencia, descubrir nuestro pecado y renovar nuestra

existencia. No queremos interrogarnos a nosotros mismos. El tradicional

«examen de conciencia» que nos ayudaba a hacer un poco de luz ha quedado

arrinconado como algo ridículo y sin utilidad alguna. No queremos inquietar

nuestra tranquilidad. Preferimos seguir ahí, «sin interioridad», sin abrirnos a

ninguna llamada, sin despertar responsabilidad alguna. Indiferentes a todo lo

que pueda interpelar nuestra vida, empeñados en asegurar nuestra pequeña

felicidad por los caminos egoístas de siempre.

¿Cómo despertar en nosotros la llamada al cambio? ¿Cómo sacudirnos de

encima la pereza? ¿Cómo recuperar el deseo de bondad, generosidad o

nobleza?

Los creyentes deberíamos escuchar hoy más que nunca la llamada de Jesús a

corregirnos y ayudarnos mutuamente a ser mejores. Jesús nos invita, sobre

todo, a actuar con paciencia y sin precipitación, acercándonos de manera

personal y amistosa a quien está actuando de manera equivocada. «Si tu

hermano peca, repréndelo a solas, entre los dos. Si te hace caso, habrás salvado

Page 214: Homilias de Pagola 2008 A

a tú hermano.»

Cuánto bien nos puede hacer a todos esa crítica amistosa y leal, esa

observación oportuna, ese apoyo sincero en el momento en que nos habíamos

desorientado. Todo hombre es capaz de salir de su pecado y volver a la razón y

a la bondad. Pero necesita con frecuencia encontrarse con alguien que lo ame

de verdad, le invite a interrogarse y le contagie un deseo nuevo de verdad y

generosidad.

Quizás lo que más cambia a muchas personas no son las grandes ideas ni los

pensamientos hermosos, sino el haberse encontrado en la vida con alguien que

ha sabido acercarse a ellas amistosamente y las ha ayudado a renovarse.

REUNIDOS EN SU NOMBRE

Allí estoy yo en medio de ellos

Mt 18, 15-20Está muy extendida entre nosotros la idea de que la fe es un asunto

puramente individual que cada uno ha de resolver en lo íntimo de su conciencia,

Por eso, no resulta nada extraña la actitud de quienes, sintiéndose cristianos,

creen poder alimentar su fe sin vincularse con ninguna comunidad creyente.

Hay también quienes van seleccionando su propia comunidad según sus

gustos, su sensibilidad religiosa o, sencillamente, la comodidad del momento.

Incluso, no es raro en núcleos urbanos algo densos, el encontrarse hoy con

cristianos que ignoran cuál es la comunidad parroquial a la que pertenecen y

desconocen el templo al que son invitados como miembros de la Iglesia.

Page 215: Homilias de Pagola 2008 A

Y, sin embargo, la fe no es sólo una experiencia que se vive individualmente ni

un proceso interior que se alimenta en la intimidad del propio corazón.

El verdadero creyente alimenta su fe en el seno de una comunidad compartiendo

con otros hombres y mujeres la misma esperanza en el Dios de Jesucristo.

Sin duda, las comunidades concretas que cada uno conocemos no son como

quisiéramos. Las celebraciones litúrgicas en que tomamos parte nos pueden

resultar a veces aburridas y hasta penosas. Es fácil entonces la tentación de

distanciarnos poco a poco.

Pero puede ser también el momento de creer y vivir con realismo y humildad la

presencia de Cristo en medio de los creyentes. Nuestra mediocridad no impide

que se cumplan sus palabras: "Donde dos o tres están reunidos en mi nombre,

allí estoy yo en medio de ellos".

En medio de esa modesta asamblea de hombres y mujeres agitados por deseos,

conflictos y esperanzas tan diferentes, está El.

En esas oraciones pronunciadas distraídamente por unos y murmuradas con fe

sincera por otros, en esos cantos salidos a veces del exterior de los labios y

nacidos otras del hondo del corazón, está El.

En ese evangelio escuchado distraídamente o acogido con fe, en esa comunión

recibida rutinariamente o anhelada con verdadera hambre, está El.

Su presencia la pueden percibir aquellos que saben "reunirse en su nombre".

Los que buscan algo más que un clima grato o una liturgia acomodada a sus

gustos. Los que saben sentirse solidarios de las alegrías y las penas de los

hermanos. Los que saben invocarle no sólo desde su corazón sino desde el

corazón de esta humanidad necesitada del Dios de la vida.

Page 216: Homilias de Pagola 2008 A

Lo primero es la vida

SE ha dicho que las religiones han sido origen de lo mejor y también de lo peor

que se ha vivido a lo largo de la historia. No sé si es así. Lo cierto es que las

religiones han cometido y siguen cometiendo graves agresiones contra la vida,

la libertad y la dignidad de las personas.

Por eso es tan importante caer en la cuenta de que, para Jesús, lo primero no es

la religión sino la vida. Lo decisivo es ver si la religión da vida o produce muerte,

si potencia la libertad y dignidad de las personas o si conduce hacia la

mediocridad y el aburrimiento. Esa es la disyuntiva: ¿para qué es la religión?

¿para dar vida o para dar muerte?

Los exégetas señalan tres rasgos básicos en la actuación de Jesús, que

permiten captar el núcleo de su religión.

En la curación de enfermos se revela su interés por una vida sana, liberada del

sufrimiento y del mal. En la expulsión de demonios se desvela su lucha por una

vida rescatada de la humillación, la indignidad y la esclavitud. En el perdón a los

pecadores se manifiesta, su empeño por liberar de la culpabilidad, la

desconfianza y el miedo a Dios.

Para Jesús, Dios es «Amigo de la vida». Su actuación y su mensaje no dejan

lugar a dudas: La religión ha de servir para potenciar la vida y la dignidad de las

personas, no para adormecerlas o empequeñecerlas. Cualquier otra forma de

entender y vivir la religión queda lejos del proyecto salvador de Jesús.

Desde su nacimiento, el cristianismo cuidó con esmero el encuentro semanal de

los seguidores de Jesús. Esta reunión era vivida con tal hondura que Mateo

pone en boca de Jesús estas palabras: «Donde dos o tres están reunidos en mi

Page 217: Homilias de Pagola 2008 A

nombre, allí estoy yo en medio de ellos». Hoy, después de veinte siglos, la misa

dominical sigue siendo el acto religioso más importante de los cristianos, pero

¿nos reunimos en el nombre de Jesús? ¿se hace él presente entre nosotros?

No son pocas las preguntas que hemos de hacernos los cristianos: ¿es Jesús

quien reaviva nuestros encuentros religiosos?, ¿dónde está su fuerza para

contagiar vitalidad y despertar nuestra dignidad?, ¿dónde ha quedado el fuego

que quiso encender en el corazón de los hombres?, ¿qué hemos hecho de sus

palabras llenas de vida?

Martes, 9. Septiembre 2008 - 18:40 Hora

La Exaltación de la Santa Cruz

Tanto amó Dios al mundo...

Jn 3, 13-17

Algo más que sobrevivir La Exaltación del Amor

ALGO MAS QUE SOBREVIVIR

Son muchos los observadores que, durante estos últimos años, vienen detectando en

nuestra sociedad contemporánea graves signos indicadores de «una pérdida de amor

a la vída».

Se ha hablado, por ejemplo, del síndrome de la pasividad como uno de los rasgos

patológicos más característicos de nuestra sociedad industrial. Son muchas las

personas que no se relacionan activamente con el mundo, sino que viven sometidas

pasivamente a los ídolos o exigencias del momento.

Page 218: Homilias de Pagola 2008 A

Individuos dispuestos a ser alimentados, pero sin capacidad alguna de creatividad

personal propia. Hombres y mujeres cuyo único recurso es el conformismo. Seres que

funcionan por inercia, movidos por «los tirones» de la sociedad que los empuja en una

dirección o en otra.

Otro síntoma grave es el aburrimiento creciente en las sociedades modernas. La

industria de la diversión y el ocio (TV, cine, sala de fiestas, conferencias, viajes...)

consigue que el aburrimiento sea menos consciente, pero no logra suprimirlo.

En muchos individuos sigue creciendo la indiferencia por la vida, el sentimiento de

infelicidad, el mal sabor de lo artificial, la incapacidad de entablar contactos vivos y

amistosos.

Otro signo es "el endurecimiento del corazón". Personas cuyo recurso es aislarse, no

necesitar de nadie, vivir «congelados afectivamente», desentenderse de todos y

defender así su pequeña felicidad cada vez más intocable y cada vez más triste.

Y, sin embargo, los hombres estamos hechos para vivir y vivir intensamente. Y en esta

misma sociedad se puede observar la reacción de muchos hombres y mujeres que

buscan en el contacto personal íntimo o en el encuentro con la naturaleza o en el

descubrimiento de nuevas experiencias, una salida para «sobrevivir».

Pero el hombre necesita algo más que «sobrevivir». Es triste que los creyentes de hoy

no seamos capaces de descubrir y experimentar nuestra fe como fuente de vida

auténtica.

No estamos convencidos de que creer en Jesucristo es tener vida eterna, es decir,

comenzar a vivir ya desde ahora algo nuevo y definitivo que no está sujeto a la

decadencia y a la muerte.

Page 219: Homilias de Pagola 2008 A

Hemos olvidado a ese Dios cercano a cada hombre concreto, que anima y sostiene

nuestra vida y que nos llama y nos urge desde ahora a una vida más plena y más

libre.

Y, sin embargo, ser creyente es sentirse llamado a vivir con mayor plenitud,

descubriendo desde nuestra adhesión a Cristo, nuevas posibilidades, nuevas fuerzas y

nuevo horizonte a nuestro vivir diario.

LA EXALTACIÓN DEL AMOR

Hoy celebramos los cristianos una fiesta extraña y desconcertante. ¿Qué sentido

puede tener hablar de la «exaltación de la Cruz» en medio de una sociedad que sólo

parece exaltar el placer y el bienestar? ¿No es esto ensalzar el dolor, glorificar el

sufrimiento y la humillación, fomentar una ascesis morbosa, ir contra la alegría de la

vida?

Sin embargo, cuando un creyente mira al Crucificado y penetra con los ojos de la fe en

el misterio que se encierra en la Cruz, sólo descubre amor inmenso, ternura

insondable de Dios que ha querido compartir nuestra vida y nuestra muerte hasta el

extremo. Lo dice el evangelio de Juan de manera admirable: «Tanto amó Dios al

mundo que entregó a su único Hijo para que todo el crea en él no perezca, sino que

tenga vida eterna». La Cruz nos revela el amor increíble de Dios. Ya nada ni nadie nos

podrán separar de él

Si Dios sufre en la cruz, no es porque ama el sufrimiento sino porque no lo quiere para

ninguno de nosotros. Si muere en la cruz, no es porque menosprecia la felicidad, sino

porque la quiere y la busca para todos, sobre todo para los más olvidados y

humillados. Si Dios agoniza en la cruz, no es porque desprecia la vida, sino porque la

ama tanto que sólo busca que todos la disfruten un día en plenitud.

Por eso, la Cruz de Cristo la entienden mejor que nadie los crucificados: los que sufren

Page 220: Homilias de Pagola 2008 A

impotentes la humillación, el desprecio y la injusticia, o los que viven necesitados de

amor, alegría y vida. Ellos celebrarán hoy la Exaltación de la Cruz no como una fiesta

de dolor y muerte, sino como un misterio de amor y vida.

¿A qué nos podríamos agarrar si Dios fuera simplemente un ser poderoso y

satisfecho, muy parecido a los poderosos de la tierra, sólo que más fuerte que ellos?

¿Quién nos podría consolar, si no supiéramos que Dios está sufriendo con las víctimas

y en las víctimas? ¿Cómo no vamos a exaltar la cruz de Jesús si en ella está Dios

sufriendo con nosotros y por nosotros?

Lunes, 15. Septiembre 2008 - 20:45 Hora

Domingo XXV del Tiempo Ordinario

¿Vas a tener envidia porque soy bueno?

Mt 20, 1-16

Dios rompe nuestros esquemas Escandalosamente bueno

Caricaturas Dios no es un ordenador

DIOS ROMPE NUESTROS ESQUEMAS

Los cristianos no terminamos de creer en el Dios increíblemente bueno del que habla

Jesús. Los predicadores no acertamos a presentarlo con convicción. Por eso, el

mensaje evangélico, sorprendente y provocativo, no produce hoy ninguna sorpresa.

Nosotros seguimos con nuestras ideas acerca de Dios.

Los exégetas consideran hoy la parábola de «los trabajadores de la viña» como una

de las más revolucionarias de Jesús. El relato es conocido. El dueño de una viña va

contratando obreros para que trabajen en su propiedad. Al primer grupo los contrata

muy de mañana por un denario que era la cantidad que se consideraba necesaria para

Page 221: Homilias de Pagola 2008 A

alimentarse cada día. A lo largo del día, va contratando a otros obreros que también

van a la viña, pero trabajan mucho menos y sin soportar el peso del día y del calor. Al

terminar la jornada y, aunque el trabajo ha sido desigual, sorprendentemente el dueño

paga a todos un denario. Y cuando los primeros se quejan, responde así: «¿no puedo

hacer lo que quiero con lo mío? ¿o vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?»

El mensaje de Jesús rompe todos nuestros esquemas. El dueño de la viña no se fija

en el esfuerzo y trabajo que han realizado los diversos grupos de obreros sino en lo

que necesitan para vivir. Así es Dios, dice Jesús. Aunque a nosotros nos sorprenda,

Dios no está mirando nuestros méritos sino nuestras necesidades. Por eso, Dios

increíblemente bueno, nos regala incluso lo que no nos merecemos. Si nos tratara

según nuestros méritos, no tendríamos salida.

Alguno podría pensar que esta manera de entender la bondad de Dios llevaría a una

vida irresponsable y arbitraria. Nada más contrario a la realidad pues, según Jesús,

esta bondad de Dios es la que ha de inspirar nuestras relaciones y nuestra

convivencia. Dicho de manera clara y sencilla: cuando nos encontramos con alguien,

no hemos de preguntarnos qué se merece de nosotros sino que necesita para vivir.

Sólo señalaré un ejemplo sangrante. Ante los inmigrantes que luchan por entrar a

convivir con nosotros, no hemos de preguntarnos qué derechos tienen, sino qué

necesitan para vivir dignamente.

ESCANDALOSAMENTE BUENO

A veces se habla mucho de la importancia de creer o no creer en Dios. Pero se olvida

que lo importante es saber en qué Dios cree cada uno. No es lo mismo creer en un

Dios incomprensiblemente bueno con todos, que «hace salir su sol sobre buenos y

malos», o creer en un Dios del orden y de la ley, con el que hay que hacer toda clase

de cálculos para saber a qué atenerse.

Page 222: Homilias de Pagola 2008 A

Creer en un Dios Amigo incondicional puede ser la experiencia más liberadora y

gozosa que se puede imaginar, la fuerza más vigorosa para vivir y morir. Creer en un

Dios justiciero y amenazador puede convertirse, por el contrario, en la neurosis más

peligrosa y destructora del ser humano.

La imagen de Dios que nos ha llegado hasta nosotros está inevitablemente

amalgamada de ideas y concepciones de otras épocas, a veces con aciertos

luminosos, otras, con ambigüedades peligrosas. ¿Cómo ir liberando nuestra

representación de Dios de tantas falsas adherencias que se han podido ir acumulando

en el fondo de nuestra conciencia?

Lo primero es dejarle a Dios ser Dios. No empequeñecerlo encerrándolo en nuestros

esquemas o reduciéndolo a nuestros cálculos. Dejar que sea más grande y más

humano que lo más grande y humano que hay en nosotros. No representarnos a Dios

a partir de nuestra mediocridad y nuestros resentimientos; buscar más bien su

verdadero rostro siguiendo a Jesús, aunque a veces esa imagen de Dios nos

sorprenda y hasta «escandalice».

Nunca olvidaré el impacto que me produjo, el descubrir que no fue el rigor o la

radicalidad de Jesús lo que provocó irritación y rechazo, sino su anuncio de un Dios

«escandalosamente bueno».

La parábola de los trabajadores de la viña es particularmente significativa. Su

contenido es tan revolucionario que todavía no nos atrevemos a asumirlo. Y, sin

embargo, el mensaje de Jesús es claro: lo mismo que «el Señor de la viña» da a todos

sus obreros su «denario», lo merezcan o no, sencillamente porque su corazón es

grande, así, Dios no hará injusticia a nadie, pero puede ofrecer su salvación, incluso a

los que, según nuestros cálculos, no se la han ganado.

Dios es bueno con todos los hombres, lo merezcan o no, sean creyentes o sean ateos.

Page 223: Homilias de Pagola 2008 A

Su bondad misteriosa desborda todos nuestros cálculos y está más allá de la fe de los

creyentes y del ateísmo de los incrédulos. Ante este Dios lo único que cabe es el gozo

agradecido. Olvidarnos de nuestros esquemas, hacer silencio dentro de nosotros y

abrirnos confiadamente a su bondad infinita.

CARICATURAS

Cada vez estoy más convencido de que muchos de los que, entre nosotros, se dicen

ateos, son hombres y mujeres que, cuando rechazan a Dios están rechazando en

realidad un "ídolo mental" que se fabricaron cuando eran niños.

La idea de Dios que llevaban en su interior y con la que han vivido durante algunos

años se les ha quedado pequeña. Llegado un momento, ese Dios les ha resultado un

ser extraño, incómodo y molesto y, naturalmente, se han desprendido de él.

No me cuesta nada comprender a estas personas. Dialogando con alguno de ellos, he

recordado más de una vez aquellas certeras palabras del patriarca Máximos IV

durante el Concilio: "Yo tampoco creo en el dios en que los ateos no creen".

En realidad, el dios que han suprimido de sus vidas era una caricatura que se habían

formado falsamente de él. Si han vaciado su alma de ese "dios falso", ¿no será para

dejar sitio algún día al Dios verdadero?

Pero, ¿cómo puede hoy un hombre honesto y que busca la verdad, encontrarse con

Dios?

Si se acerca a los que nos decimos creyentes es fácil que nos encuentre rezando no al

Dios verdadero sino a un pequeño ídolo sobre el que proyectamos nuestros intereses,

miedos y obsesiones.

Page 224: Homilias de Pagola 2008 A

Un Dios del que pretendemos apropiarnos y al que intentamos utilizar para nuestro

provecho olvidando su inmensa e incomprensible bondad con todos.

Cómo rompe Jesús todos nuestros esquemas cuando nos presenta en la parábola del

"señor de la viña" a ese Dios que "da a todos su denario", lo merezcan o no, y dice así

a los que protestan: "¿Vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?".

Dios es bueno con todos los hombres, lo merezcamos o no, seamos creyentes o

ateos. Su bondad misteriosa está más allá de la fe de los creyentes y de la increencia

de los ateos.

La mejor manera de encontrarnos con él no es discutir entre nosotros, intercambiarnos

palabras y argumentos que quedan infinitamente lejos de lo que El es en realidad.

Tal vez, lo primero sea dejar a un lado nuestras ideas, olvidarnos de nuestros

esquemas, hacer silencio en nuestro interior, escuchar hasta el fondo la vida que

palpita en nosotros... y esperar, confiar, dejar abierto nuestro ser. Dios no se oculta

indefinidamente a quien lo busca con sincero corazón.

DIOS NO ES UN ORDENADOR

En los últimos años de su vida, el gran teólogo alemán K. Rahner utilizaba con

frecuencia una expresión un tanto rebuscada para designar a Dios. En vez de

nombrarlo directamente, prefería hablar del «Misterio que de ordinario llamamos

Dios».

De esta manera, según él, intentaba hacer notar que «no debemos poner bajo el

nombre de Dios cualquier cosa: un anciano de barbas, un moralista tirano que vigila

nuestra vida o algo semejante».

Decimos con razón que Dios es «misterio insondable», pero hemos de confesar que

Page 225: Homilias de Pagola 2008 A

muchas veces los creyentes, incluidos los sacerdotes, hablamos de El como si lo

hubiéramos visto y conociéramos perfectamente su modo de ver las cosas, de sentir y

de actuar.

Lo peor es que, al encerrarlo en nuestras visiones estrechas y ajustarlo a nuestros

esquemas, terminamos casi siempre por empequeñecerlo. El resultado es, con

frecuencia, un Dios tan poco humano como nosotros y, a veces, menos humano.

Son bastantes, por ejemplo, los que sólo creen en un Dios cuyo quehacer esencial

consiste en anotar los pecados y méritos de los hombres para retribuir exactamente a

cada uno según sus obras. ¿Podemos imaginar un ser humano dedicado a esto

durante toda su existencia?

Dios queda convertido entonces en una especie de «ordenador», de memoria

prodigiosa, que va almacenando todos los datos de nuestra vida para hacerlos

aparecer en pantalla en el momento de la muerte.

Este Dios no tiene corazón. Es tan pequeño y peligroso como nosotros. Lo más seguro

es «estar en regla» con El, cumplir escrupulosamente los deberes religiosos y

acumular méritos para asegurarnos la salvación eterna.

La parábola de «los obreros de la viña» introduce una verdadera revolución en la

manera de concebir a Dios. Según Jesús, la bondad de Dios es insondable y no se

ajusta a los cálculos que nosotros podamos hacer.

Dios no hará injusticia a nadie. Pero, lo mismo que el señor de la viña hace con su

dinero lo que quiere, sin que nadie tenga derecho a protestar envidiosamente, así

también Dios puede regalar su vida, incluso a los que no se la han ganado según

nuestros cálculos.

Hemos de aprender una y otra vez a no confundir a Dios con nuestros esquemas

Page 226: Homilias de Pagola 2008 A

religiosos y nuestros cálculos morales. Hemos de dejar a Dios ser más grande que

nosotros. Hemos de dejarle sencillamente ser Dios.

Tenemos el riesgo de creer que somos cristianos sin haber asumido todavía ese

mensaje que Jesús nos ofrece, de un Dios cuya bondad infinita llega misteriosamente

hasta todos los hombres.

Probablemente, más de un cristiano se escandalizaría todavía hoy al oír hablar de un

Dios a quien no obliga el derecho canónico, que puede regalar su gracia sin pasar por

ninguno de los siete sacramentos, y salvar, incluso fuera de la Iglesia, a hombres y

mujeres que nosotros consideramos perdidos.

Domingo, 21. Septiembre 2008 - 23:53 Hora

Domingo XXVI del Tiempo Ordinario

Pero no fue...

Mt 2, 28-32

Profesionales de la religión Las prostitutas por delante

Instalarse en la fe Miedo a la religión

PROFESIONALES DE LA RELIGIÓN

Los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera Mt 21, 28-32

La parábola de Jesús es breve y clara. Un padre envía a sus hijos a trabajar en su

viña. El primero le responde: «No quiero», pero después se arrepiente y va. El

segundo le dice: «Ya voy», pero luego no marcha a trabajar. Jesús pregunta: ¿Quién

de los dos hizo la voluntad del padre?

Page 227: Homilias de Pagola 2008 A

La parábola, dirigida por Jesús a los sacerdotes y dirigentes religiosos de Israel, es

una fuerte crítica a los «profesionales» de la religión, que tienen continuamente en sus

labios el nombre de Dios pero, acostumbrados a la religión, terminan por olvidar o ser

insensibles a la verdadera voluntad del Padre del cielo. Según Jesús, lo único que

Dios quiere es que sus hijos e hijas vivan desde ahora una vida digna y dichosa. Ése

es siempre el criterio para actuar según su voluntad. Si alguien ayuda a las personas a

vivir, si trata a todos con respeto y comprensión, si contagia confianza y contribuye a

una vida más humana, está «haciendo» lo que desea el Padre.

Jesús advierte muchas veces a los escribas, sacerdotes y dirigentes religiosos de uno

de los peligros que amenazan a los «profesionales» de la religión: hablan mucho de

Dios, creen saberlo todo de él, predican en su nombre la ley, el orden y la moral.

Pueden ser personas celosas y diligentes, pero pueden terminar haciendo la vida de

las personas más dura y penosa de lo que ya es.

No es mala voluntad, pero hay un modo de entender lo religioso que no contribuye a

una vida más plena y digna. Hay personas muy «religiosas» que acusan, amenazan y

hasta condenan en nombre de Dios, sin despertar nunca en el corazón de nadie el

deseo de una vida más elevada. En esa forma de entender la religión, todo parece

estar en orden, todo es perfecto, todo se ajusta a la ley, pero al mismo tiempo, todo es

frío y rígido, nada invita a la vida.

Al terminar la parábola, Jesús añade estas palabras terribles: «Los publicanos y las

prostitutas os llevan la delantera en el camino del Reino de Dios». Los excluidos

oficialmente del ideal religioso, los que no saben cómo poner en orden su vida, los que

aparentemente tienen poco que ver con Dios, están más cerca de él que los teólogos y

sacerdotes, pues entienden y acogen mejor la comprensión y la bondad de Dios con

todos.

LAS PROSTITUTAS POR DELANTE

Page 228: Homilias de Pagola 2008 A

Jesús conoció una sociedad estratificada, llena de barreras de separación y

atravesada por complejas discriminaciones.

En ella encontramos judíos que pueden entrar en el templo y paganos excluidos del

culto. Personas "puras" con las que se puede tratar y personas "impuras" a las que

hay que eludir. "Prójimos" a los que se debe amar y "no prójimos" a los que se puede

abandonar.

Hombres "piadosos" observantes de la ley y "gentes malditas" que ni conocen ni

cumplen lo prescrito. Personas "sanas" bendecidas por Dios y "enfermos" malditos de

Yahvé. Personas "justas" y hombres y mujeres "pecadores", de profesión deshonrosa.

La actuación de Jesús en esta sociedad resulta tan sorprendente que todavía hoy nos

resistimos a aceptarla.

No adopta la postura de los grupos fariseos que evitan todo contacto con impuros y

pecadores. No sigue la actitud elitista de Qumrán donde se redactan listas precisas de

los que quedan excluidos de la comunidad.

Jesús se acerca precisamente a los más discriminados. Se sienta a comer con

publicanos. Se deja besar los pies por una pecadora. Toca con su mano a los

leprosos. Busca salvar lo que está perdido": La gente lo llama "amigo de pecadores".

Con una insistencia provocativa va repitiendo que "los últimos serán los primeros", que

"el hijo perdido' entrará en la fiesta y el observante quedará fuera, que los publicanos y

las prostitutas van por delante de los justos en el camino del Reino de Dios.

¿Quién sospecha hoy realmente que los alcohólicos, vagabundos, pordioseros, y

todos los que forman el desecho de la sociedad puedan ser un día los primeros?

¿Quién se atreve a pensar que las prostitutas, los heroinómanos o los afectados por el

SIDA pueden preceder a no pocos cristianos de "vida íntegra"?

Page 229: Homilias de Pagola 2008 A

Sin embargo, aunque ya casi nadie os lo diga, vosotros, los indeseables y

anatematizados, tenéis que saber que el Dios revelado en Jesucristo sigue siendo

realmente vuestro amigo.

Vosotros podéis "entender" y acoger el perdón de Dios mejor que muchos cristianos

que no sienten necesidad de arrepentirse de nada.

Cuando nosotros os evitamos, Dios se os acerca. Cuando nosotros os humillamos, El

os defiende. Cuando os despreciamos, os acoge.

En lo más oscuro de vuestra noche no estáis solos. En lo más profundo de vuestra

humillación, no estáis abandonados.

No hay sitio para vosotros en nuestra sociedad ni en nuestro corazón. Por eso

precisamente tenéis un lugar privilegiado en el corazón de Dios.

INSTALARSE EN LA FE

Pero no fue... Mt 2, 28-32

Son bastantes los cristianos que terminan por instalarse cómodamente en su fe sin

que su vida apenas se vea afectada lo más mínimo por su relación con Dios.

Se diría que su fe es un añadido, un complemento de lujo o una nostalgia que se

conserva todavía de los años de la infancia. Pero no algo nuclear que anima su vivir

diario.

Cuántas veces la vida de los cristianos queda cortada en dos. Actúan, se organizan y

viven como todos los demás a lo largo de los días, y el domingo dedican un cierto

Page 230: Homilias de Pagola 2008 A

tiempo a dirigirse a un Dios que está ausente de sus vidas el resto de la semana.

Cristianos que se desdoblan y cambian de personalidad según se arrodillen para orar

a Dios o se entreguen a sus ocupaciones diarias. Dios no penetra en su vida familiar,

en su trabajo, en sus relaciones sociales, en sus proyectos o intereses.

La fe queda convertida así en una costumbre, un reflejo, una «relajación semanal» y,

en cualquier caso, en una prudente medida de seguridad para ese futuro que tal vez

exista después de la muerte.

Todos hemos de preguntarnos con sinceridad qué significa realmente Dios en nuestro

diario vivir. Lo que se opone a la verdadera fe no es, muchas veces, la increencia sino

la falta de vida.

¿Qué importa el credo que pronuncian nuestros labios, si falta luego en nuestra vida

un mínimo esfuerzo de seguimiento sincero a Jesucristo?

¿Qué importa -nos dice Jesús en su parábola- que un hijo diga a su padre que va a

trabajar en la viña, si luego en realidad no lo hace? Las palabras, por muy hermosas y

conmovedoras que sean, no dejan de ser palabras.

¿No hemos reducido, con frecuencia, nuestra fe a palabras, ideas o sentimientos?

¿No hemos olvidado demasiado que la fe es una actitud ante Dios que da un

significado nuevo y una orientación diferente a todo el comportamiento del hombre?

Los cristianos no deberíamos ignorar que, en realidad, no creemos lo que decimos con

los labios sino lo que expresamos con nuestra vida entera.

Los creyentes hemos llenado de palabras muy hermosas la historia de estos veinte

siglos, hemos construido sistemas doctrinales monumentales que recogen el

pensamiento cristiano con hondura, pero la verdadera fe hoy y siempre la viven

Page 231: Homilias de Pagola 2008 A

aquellos hombres y mujeres que saben traducir en hechos el evangelio.

MIEDO A LA RELIGION

Mt 21,28-32

Dorothee Sólle, tal vez la mujer teólogo de mayor prestigio en nuestros días, habla en

uno de sus libros de un fenómeno social claramente observable en occidente: «el

miedo a tener religión».

No está bien visto ocuparse de religión o interesarse por el hecho religioso. La misma

palabra «religión» despierta en bastantes una actitud de defensa. Basta plantear la

cuestión religiosa en un grupo para provocar malestar, silencios tensos o un discreto

desvío de la conversación.

Practicar una religión, orar o celebrar la propia fe es visto a menudo como un

comportamiento desfasado e, incluso, impropio de un hombre progresista.

La religión pertenece, en opinión de muchos, a un estadio infantil de la humanidad ya

superado, y no se comprende bien qué función pueda tener en una sociedad más

adulta y emancipada.

Este «miedo a tener religión» puede estar provocado por factores socio-culturales

diversos, pero la teólogo alemana cree ver una raíz más profunda: el hombre

occidental siente miedo «ante lo absoluto de la exigencia que la religión recuerda».

Tenemos miedo a la religión porque tenemos miedo a plantearnos la vida en toda su

profundidad. Nos da miedo toda experiencia que pueda poner en peligro nuestro

pequeño mundo egoísta, descubrir el vacío de nuestra vida y plantearnos exigencias

radicales. Preferimos seguir «funcionando sin alma», vivir sólo de pan, continuar

muertos antes que exponernos al peligro de estar vivos.

Page 232: Homilias de Pagola 2008 A

Pero hay otra manera de eludir las exigencias más hondas de la existencia, y es

confesar nuestra adhesión a una religión oficial y sentirnos, por ello mismo,

dispensados de escuchar las exigencias concretas de Dios.

En la parábola de los dos hijos Jesús critica precisamente la postura ambigua de

quienes dicen «sí» a Dios con la boca para luego decirle «no» con el comportamiento

de cada día.

No hemos de sentirnos creyentes por el solo hecho de confesarnos «católicos». El

carácter religioso de nuestros padres, el ambiente cristiano de la infancia o la

educación recibida no son garantía de una fe auténtica.

K. Rahner solía decir de sí mismo que era un hombre «que esperaba llegar a ser

cristiano». Cuando, en cierta ocasión, le preguntaba un entrevistador cómo podía

hablar así después de más de cincuenta años dedicados a la investigación teológica,

Rahner explicaba. que «ser cristiano quiere decir siempre estar haciéndose cristiano».

Y luego, con esa humildad propia de los sabios, le revelaba una oración que él mismo

repetía y que, a su juicio, cualquier cristiano, sacerdote, obispo o incluso el mismo

Papa puede hacer siempre: «Dios mío, ayúdame a no contentarme con creer que soy

cristiano, sino haz que llegue a serlo de verdad».

Lunes, 29. Septiembre 2008 - 20:03 Hora

Domingo XXVII del Tiempo Ordinario-A

Cuando venga el dueño de la viña

Mt 21, 33-43

Riesgo Reconstruir la vida Un pueblo que dé frutos Los frutos de un pueblo

¿Cómo acertar?

Page 233: Homilias de Pagola 2008 A

RIESGO

Un pueblo que produzca sus frutos

Cuando el año setenta las tropas romanas destruyeron Jerusalén y el pueblo judío

desapareció como nación, los cristianos hicieron una lectura terrible de este trágico

hecho. Israel, aquel pueblo tan querido por Dios, no ha sabido responder a sus

llamadas. Sus dirigentes religiosos han ido matando a los profetas enviados por él;

han crucificado, por último, a su propio Hijo. Ahora, Dios los abandona y permite su

destrucción: Israel será sustituido por la Iglesia cristiana.

Así leían los primeros cristianos la parábola de los «viñadores homicidas», dirigida por

Jesús a los sumos sacerdotes de Israel. Los labradores encargados de cuidar la «viña

del Señor» van matando uno tras otro a los criados que él les envía para recoger los

frutos. Por último, matan también al hijo del propietario con la intención de suprimir al

heredero y quedarse con la viña. El señor no puede hacer otra cosa que darles muerte

y entregar su viña a otros labradores más fieles.

Esta parábola no fue recogida por los evangelistas para alimentar el orgullo de la

Iglesia, nuevo Israel, frente al pueblo judío derrotado por Roma y dispersado por todo

el mundo. La preocupación era otra: ¿Le puede suceder a la Iglesia cristiana lo mismo

que le sucedió al antiguo Israel? ¿Puede defraudar las expectativas de Dios? Y si la

Iglesia no produce el fruto que él espera, ¿qué caminos seguirá Dios para llevar a

cabo sus planes de salvación?

El peligro siempre es el mismo. Israel se sentía seguro: tenían las Escrituras

Page 234: Homilias de Pagola 2008 A

Sagradas; poseían el Templo; se celebraba escrupulosamente el culto; se predicaba la

Ley; se defendían las instituciones. No parecía necesitarse nada nuevo. Bastaba

conservarlo todo en orden. Es lo más peligroso que le puede suceder a una religión:

que se ahogue la voz de los profetas y que los sacerdotes, sintiéndose los dueños de

la «viña del señor», quieran administrarla como propiedad suya.

Es también nuestro peligro. Pensar que la fidelidad de la Iglesia está garantizada por

pertenecer a la Nueva Alianza. Sentirnos seguros por tener a Cristo en propiedad. Sin

embargo, Dios no es propiedad de nadie. Su viña le pertenece sólo a él. Y si la Iglesia

no produce los frutos que él espera, Dios seguirá abriendo nuevos caminos de

salvación.

RECONSTRUIR LA VIDA

No son pocos los que piensan que algo ha sucedido en la vida interior y espiritual del

hombre occidental. Algo que impide a muchas personas construir gozosa y

dignamente su vida.

Hay quienes sencillamente no aciertan a construirse a sí mismos. Quedan mutilados.

Sin desarrollar las energías y posibilidades que en ellos se encierran.

Otros construyen solamente su mundo exterior. Pero por dentro están inmensamente

vacíos. Son personas que apenas dan ni reciben nada. Simplemente se mueven y

giran por la vida.

Otros construyen su identidad de manera falsa. Desarrollan un «yo» fuerte y poderoso,

pero inauténtico. Ellos mismos saben secretamente que su vida es apariencia y

ficción.

Hay también quienes construyen su persona de manera parcial e incompleta. Atentos

sólo a un aspecto de su vida, descuidan dimensiones importantes de la existencia.

Page 235: Homilias de Pagola 2008 A

Pueden ser buenos profesionales, personas cultas y dinámicas que, sin embargo,

fracasan como seres humanos ante sí mismos y ante las personas que quieren.

Sin duda, son muy complejos los factores de todo orden que generan este clima

inhóspito y difícil para el crecimiento del ser humano. Hemos destruido ligeramente

creencias donde se enraizaban el ser de muchas personas. La familia ha dejado de

ser «hogar» para no pocos. El contacto personal y la relación cálida y amistosa se ha

hecho difícil. La vida interior de muchos está sofocada y reprimida. No es fácil así

creer y construirse.

Muchas personas se sienten desguarnecidas y sin defensa ante los ataques que

sufren desde fuera y desde dentro de su ser. Necesitarían esa «fuente de luz y de

vida» que, a juicio del célebre psiquiatra Ronald Laing, ha perdido el hombre

contemporáneo.

No parece, por ello, ninguna necedad escuchar el mensaje de Jesucristo que se ofrece

como «piedra angular» para todo hombre que quiera construirse de manera digna. Era

costumbre entre los maestros de obra judíos seleccionar bien cada una de las piedras

destinadas a la construcción de un edificio. Aplicándose a sí mismo un viejo salmo

judío, Jesús pronuncia estas palabras: «La piedra que desecharon los arquitectos es

ahora piedra angular.»

Los arquitectos de la sociedad contemporánea desechan hoy la fe como algo

perfectamente inútil. ¿No será, sin embargo, ésa precisamente «la piedra angular»

que podría fundamentar y rematar la construcción del hombre contemporáneo?

UN PUEBLO QUE DÉ FRUTOS

La parábola de los «viñadores homicidas» es, sin duda, la más dura que Jesús

pronunció contra los dirigentes religiosos de su pueblo. No es fácil remontarse hasta el

Page 236: Homilias de Pagola 2008 A

relato original que pudo salir de sus labios, pero probablemente no era muy diferente

del que podemos leer hoy en la tradición evangélica.

Los protagonistas de mayor relieve son, sin duda, los labradores encargados de

trabajar la viña. Su actuación es siniestra. No se parecen en absoluto al dueño que

cuida la viña con solicitud y amor para que no carezca de nada.

No aceptan al único señor al que pertenece la viña. Quieren ser ellos los únicos

dueños. Uno tras otro, van eliminando a los siervos que él les envía con paciencia

increíble. No respetan ni a su hijo. Cuando llega, lo «echan fuera de la viña» y lo

matan. Su única obsesión es «quedarse con la herencia».

¿Qué puede hacer el dueño? Terminar con estos viñadores y entregar su viña a otros

«que le entreguen los frutos». La conclusión de Jesús trágica: «Yo os aseguro que a

vosotros se os quitará el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus

frutos».

A partir de la destrucción de Jerusalén el año setenta, la parábola fue leída como una

confirmación de que la Iglesia había tomado el relevo de Israel, pero nunca fue

interpretada como si en el «nuevo Israel» estuviera garantizada la fidelidad al dueño

de la viña. Jesús no dice que la viña será entregada a la Iglesia o a una nueva

institución, sino a «un pueblo que produzca frutos».

El reino de Dios no es de la Iglesia. No pertenece a la Jerarquía. No es propiedad de

estos teólogos o de aquellos. Nadie se ha de sentir propietario de su verdad ni de su

espíritu. El reino de Dios está en «el pueblo que produce sus frutos» de justicia,

compasión y defensa de los últimos.

La mayor tragedia que puede sucederle al cristianismo de hoy y de siempre es que

mate la voz de los profetas, que los sacerdotes se sientan dueños de la «viña del

Señor» y que, entre todos, echemos al Hijo «fuera», ahogando su Espíritu. Si la Iglesia

Page 237: Homilias de Pagola 2008 A

no responde a las esperanzas que ha puesto en ella su Señor, Dios abrirá nuevos

caminos de salvación en pueblos que produzcan frutos.

LOS FRUTOS DE UN PUEBLO

A un pueblo que produzca sus frutos.

No es una visión simple la de aquellos que consideran «la propiedad privada, el lucro y

el poder» como los pilares en los que se basa la sociedad industrial occidental.

Si analizamos las constantes que estructuran nuestra conducta social veremos que

hunden sus raíces casi siempre en el deseo ilimitado de adquirir, lucrar y dominar.

Naturalmente, los frutos amargos de esta conducta son evidentes en nuestros días.

El afán de poseer va configurando normalmente un estilo de hombre insolidario,

preocupado casi exclusivamente de sus bienes, indiferente al bien común de la

sociedad. No olvidemos que si a la propiedad se la llama privada es precisamente

porque se considera al propietario con poder para privar a los demás de su uso o

disfrute.

El resultado es una sociedad estructurada en función de los intereses de los más

poderosos, y no al servicio de los más necesitados y más «privados» de bienestar.

Por otra parte, el deseo ilimitado de adquirir, conservar y aumentar los propios bienes,

va creando un hombre que lucha egoístamente por lo suyo y se organiza para

defenderse de los demás.

Va surgiendo así una sociedad que separa y enfrenta a los individuos empujándolos

hacia la rivalidad y la competencia, y no hacia la solidaridad y el mutuo servicio.

Page 238: Homilias de Pagola 2008 A

En fin, el deseo de poder hace surgir una sociedad asentada sobre la agresividad y la

violencia, y donde, con frecuencia, sólo cuenta la ley del más fuerte y poderoso.

No lo olvidemos. En una sociedad se recogen los frutos que se van sembrando en

nuestras familias, nuestros centros docentes, nuestras instituciones políticas, nuestras

estructuras sociales y nuestras comunidades religiosas.

Eric Fromm se preguntaba con razón: «¿Es cristiano el mundo occidental?». A juzgar

por los frutos, la respuesta sería básicamente negativa.

Nuestra sociedad occidental apenas produce «frutos del reino de Dios»: solidaridad,

fraternidad, mutuo servicio, justicia a los más desfavorecidos, perdón.

Hoy seguimos escuchando el grito de alerta de Jesús: «El reino de Dios se dará a un

pueblo que produzca sus frutos». No es el momento de lamentarse estérilmente. La

creación de una sociedad nueva sólo es posible si los estímulos de lucro, poder y

dominio son sustituidos por los de la solidaridad y la fraternidad.

¿COMO ACERTAR?

¿Qué hay que hacer en la vida para acertar? No es fácil responder, pero sin duda es

una pregunta vital. ¿Cómo hemos de vivir para que se pueda decir que nuestra vida es

un acierto? Nos podemos equivocar en muchas cosas, pero, ¿no habrá algo en que

hemos de acertar?

Se suele decir que para llenar una vida es necesario tener un hijo, plantar un árbol y

escribir un libro. Sin embargo, yo conozco a personas que no han hecho ninguna de

estas tres cosas y cuya vida me parece un acierto. Y conozco también a personas que

han tenido hijos y han escrito libros y cuya vida no parece muy acertada.

Page 239: Homilias de Pagola 2008 A

Sin duda, hay mucha sabiduría popular en ese dicho, pues, en definitiva, cuando se

habla de tener un hijo, plantar un árbol o escribir un libro, se está apuntando a algo

fundamental. En la vida se acierta cuando se vive un amor fecundo, capaz de

engendrar vida o hacer vivir a los demás. Sólo este amor justifica y llena una vida.

De ahí la dura amenaza que se escucha en el trasfondo de esa parábola de los

viñadores que, lejos de entregar los frutos de su trabajo, dan muerte al hijo del dueño.

Se les quitará todo para dárselo a otros labradores que «entreguen los frutos a su

tiempo». Hay muchas formas de «perder la vida». Basta dedicarse a hacer cada vez

más cosas en menos tiempo, creyendo que por el hecho de «hacer cosas» se vive

más. Es una equivocación. Por muchas cosas que uno haga, si vive sin amar y sin

poner vida en las personas y en el entorno, estará vaciando su vida de su contenido

más precioso.

Corre por ahí una reflexión de Luis Espinal, sacerdote jesuita, asesinado en 1980 en

Bolivia. Dice así: «Pasan los años y, al mirar atrás, vemos que nuestra vida ha sido

estéril. No la hemos pasado haciendo el bien. No hemos mejorado el mundo que nos

legaron. No vamos a dejar huella. Hemos sido prudentes y nos hemos cuidado. Pero,

¿para qué? Nuestro único ideal no puede ser llegar a viejos. Estamos ahorrando la

vida, por egoísmo, por cobardía. Sería terrible malgastar ese tesoro de amor que Dios

nos ha dado.»

Recuerdo que, al morir Juan XXIII, aquel Papa bueno que introdujo en la iglesia y en el

mundo un aire nuevo de esperanza, de bondad y de convivencia pacífica, el cardenal

Suenens pudo decir que «dejaba el mundo más habitable que cuando él llegó». De

Jesús quedó este recuerdo: «Pasó toda la vida haciendo el bien.» A alguno le

parecerá tal vez poco. Para el cristiano es el mejor criterio para vivir con acierto.

Martes, 7. Octubre 2008 - 23:39 Hora

Domingo XXVIII del Tiempo Ordinario-A

Page 240: Homilias de Pagola 2008 A

Los convidados no hicieron caso

Mt 22, 1-14

Dios no está en crisis Invitación

Seducción Pararse

DIOS NO ESTÁ EN CRISIS

A todos los que encontréis, convidadlos a la boda

Lo dicen todos los estudios. La religión está en crisis en las sociedades desarrolladas

de Occidente. Son cada vez menos los que se interesan por las creencias religiosas.

Las elaboraciones de los teólogos no tienen apenas eco alguno. Los jóvenes

abandonan las prácticas rituales. La sociedad se desliza hacia una indiferencia

creciente.

Hay, sin embargo, algo que nunca ha de olvidar el creyente. Dios no está en crisis.

Esa Realidad suprema hacia la que apuntan las religiones con nombres diferentes

(Dios, Yahvé, Alah...) sigue viva y operante. Dios está también hoy en contacto

inmediato con cada ser humano con una cercanía insuperable. La crisis de lo religioso

no puede impedir que Dios se siga ofreciendo a cada persona en el fondo misterioso

de su conciencia.

Desde esta perspectiva, es un error «demonizar» en exceso la actual crisis religiosa

Page 241: Homilias de Pagola 2008 A

como si fuera una situación imposible para la acción salvadora de Dios. No es así.

Cada contexto socio-cultural tiene sus condiciones más o menos favorables para el

desarrollo de una determinada religión, pero el ser humano mantiene intactas sus

posibilidades de abrirse al Misterio último de la vida, que le interpela desde lo íntimo

de su conciencia.

La parábola de «los invitados a la boda» nos lo recuerda de manera concluyente. Dios

no excluye a nadie. Su único anhelo es que la historia humana termine en una fiesta

gozosa. Su único deseo, que la sala espaciosa del banquete se llene de invitados.

Todo está ya preparado. Nadie puede impedir a Dios que haga llegar a todos su

invitación.

Es cierto que la llamada religiosa encuentra rechazo en no pocos, pero la invitación de

Dios no se detiene. La pueden escuchar todos, «buenos y malos», los que viven en

«la ciudad» y los que andan perdidos «por los cruces de los caminos». Toda persona

que escucha la llamada del bien, el amor y la justicia está acogiendo a Dios.

Pienso en tantas personas que lo ignoran casi todo de Dios. Sólo conocen una

caricatura de lo religioso. Nunca podrán sospechar «la alegría de creer». Estoy seguro

de que Dios está vivo y operante en lo más íntimo de su ser. Estoy convencido de que

muchos de ellos acogen su invitación por caminos que a mí se me escapan.

INVITACIÓN

Al parecer, la parábola del banquete fue muy popular entre las primeras generaciones

cristianas, y ha quedado recogida en Lucas, Mateo e, incluso, en el evangelio apócrifo

de Tomás. Las versiones son tan diferentes y las aplicaciones que se extraen tan

diversas que solo nos podemos aproximar a los elementos esenciales del relato

original.

Dios está preparando una fiesta final para todos sus hijos, pues a todos los quiere ver

Page 242: Homilias de Pagola 2008 A

sentados, junto a él, en torno a una misma mesa, disfrutando para siempre de una

vida plena. Ésta fue ciertamente una de las imágenes más queridas por Jesús para

«sugerir» el final último de la existencia. No se contentaba solo con decirlo con

palabras. Se sentaba a la mesa con todos, y comía hasta con pecadores e

indeseables, pues quería que todos pudieran ver plásticamente algo de lo que Dios

deseaba llevar a cabo.

Por eso, Jesús entendió su vida como una gran invitación en nombre de Dios. No

imponía nada, no presionaba a nadie. Anunciaba la buena noticia de Dios, despertaba

la confianza en el Padre, quitaba los miedos, encendía la alegría y el deseo de Dios. A

todos debía llegar su invitación, sobre todo, a los más necesitados de esperanza.

Jesús era realista. Sabía que la invitación podía ser rechazada. En la versión de

Mateo, se describen diversas posibilidades. Unos la rechazan de manera consciente:

«no quisieron ir». Otros responden con la indiferencia: «no hicieron caso». Les

importan más sus tierras y negocios. Hubo quienes reaccionaron de manera hostil

contra los criados.

Son muchos los hombres y mujeres que ya no escuchan llamada alguna de Dios. Les

basta con responder de sí mismos ante sí mismos. Sin ser, tal vez, muy conscientes

de ello, viven una existencia «solitaria», encerrados en un monólogo perpetuo consigo

mismos. El riesgo siempre es el mismo: vivir cada día más sordos a toda llamada que

pueda transformar de raíz su vida.

Tal vez, una de las tareas más importantes de la Iglesia sea hoy crear espacios y

facilitar experiencias donde las personas puedan escuchar de manera sencilla,

trasparente y gozosa la invitación de Dios a la Vida.

SEDUCCION

Page 243: Homilias de Pagola 2008 A

Los estudios de G. Lipovetsky nos han ayudado a tomar conciencia más clara de la

fuerza que la seducción ha ido adquiriendo en nuestros días. La seducción se ha

convertido en el principio que organiza, en gran parte, el consumo, las costumbres y la

vida cotidiana del hombre contemporáneo.

Lo que rige la vida no son las grandes ideas, sino el reclamo y la comunicación

publicitaria. La fascinación de «lo nuevo» es más fuerte que el interés por la verdad.

La actualidad candente interesa más que la exposición de las doctrinas.

Es en el consumismo contemporáneo donde resulta más fácil observar la fuerza

seductora que tiene hoy «lo nuevo». Las industrias innovan constantemente sus

productos para ganarse nuevos clientes. Lo importante es ofrecer modelos siempre

nuevos, aunque sea creando artificialmente nuevas necesidades. Pero no es sólo un

rasgo del consumismo actual. El hombre contemporáneo vive, en general, fascinado

por «lo nuevo». Lo conocido le aburre. Necesita la emoción de la novedad, la

excitación de lo diferente, lo que cambia. Esta seducción por «lo nuevo» rige hoy la

conducta de no pocos.

Elegir «lo nuevo» les da la sensación de ser personas libres, independientes, sin

ataduras respecto al pasado. Pueden presentarse a la sociedad como «progres».

Por otra parte, los medios de comunicación no hacen sino potenciar este clima. Lo

importante es seducir al público, impactar, «lograr el efecto». La información ha de

retener la atención, distraer, no aburrir. Los debates han de tener la emoción del

directo y mostrar el ingenio y los posibles «rifirafes» de los participantes.

La inquietud cultural, la búsqueda espiritual, los valores humanos van quedando

arrinconados. Lo anecdótico interesa más que lo fundamental. Lo importante es vivir

entretenidos y pasarlo bien, sin más pretensiones.

En este clima no es fácil escuchar un mensaje que nos invite a reaccionar. Las

Page 244: Homilias de Pagola 2008 A

personas se van acostumbrando a vivir distraídas, sin criterios ni sistema alguno de

referencia. Las convicciones religiosas y morales se van disolviendo poco a poco.

Interesa todo menos lo importante. Poco a poco, nos vamos quedando «sin oído para

lo religioso».

La parábola evangélica de las gentes que desoyen la invitación del rey resulta en este

contexto un fuerte aldabonazo a la conciencia de cada uno de nosotros.

Aunque sigamos desoyendo la llamada de Dios, perdiéndonos en mil formas de

evasión, Dios no cesa de invitarnos a una vida más humana. Y aunque su invitación

sea rechazada por muchos, siempre habrá hombres y mujeres que la escucharán con

gozo.

PARARSE

Nuestros pueblos y ciudades ofrecen hoy un clima poco propicio a quien quiera buscar

un poco de silencio y paz para encontrarse consigo mismo y con Dios. Es difícil

liberarse del ruido permanente y del asedio constante de todo tipo de llamadas y

mensajes. Por otra parte, las preocupaciones, problemas y prisas de cada día nos

llevan de una parte a otra, sin apenas permitirnos ser dueños de nosotros mismos.

Ni siquiera en el propio hogar, escenario de múltiples tensiones e invadido por la

televisión, es fácil encontrar el sosiego y recogimiento indispensables para descansar

gozosamente ante Dios.

Pues bien, paradójicamente, en estos momentos en que necesitamos más que nunca

lugares de silencio, recogimiento y oración, los creyentes hemos abandonado nuestras

iglesias y templos, y sólo acudimos a ellos masivamente en las eucaristías del

domingo.

Se nos ha olvidado lo que es detenernos, interrumpir por unos minutos nuestras

Page 245: Homilias de Pagola 2008 A

prisas, liberarnos por unos momentos de nuestras tensiones y dejarnos penetrar por el

silencio y la calma de un recinto sagrado. Muchos hombres y mujeres se

sorprenderían al descubrir que, con frecuencia, basta pararse y estar en silencio un

cierto tiempo, para aquietar el espíritu y recuperar la lucidez y la paz.

Cuánto necesitamos hoy ese silencio que nos ayude a entrar en contacto con nosotros

mismos para recuperar nuestra libertad y rescatar de nuevo toda nuestra energía

interior. Acostumbrados al ruido y a las palabras, no sospechamos el bienestar del

silencio y la soledad. Ávidos de noticias, imágenes e impresiones, se nos ha olvidado

que sólo nos alimenta y enriquece de verdad aquello que somos capaces de escuchar

en lo más hondo de nuestro ser.

Sin ese silencio interior, no se puede escuchar a Dios, reconocer su presencia en

nuestra vida y crecer desde dentro como hombres, mujeres y como creyentes. La

parábola de Jesús es una grave advertencia. Dios no cesa de llamarnos, pero, lo

mismo que los invitados del relato parabólico, seguimos cada uno, ocupados en

nuestras cosas, sin escuchar su voz con una cierta hondura.

Lunes, 13. Octubre 2008 - 18:40 Hora

Domingo XXIX del tiempo Ordinario-A

A Dios lo que es de Dios

Mt 22, 15-21

¿Qué libertad? Lo que es de Dios

¿Qué es creer en Dios? Lo primero la vida

¿QUE LIBERTAD?

Page 246: Homilias de Pagola 2008 A

Un deseo profundo de libertad personal y social late con fuerza en el hombre

contemporáneo. Todos defienden hoy la libertad como algo indiscutible, aunque

difícilmente se ponen de acuerdo a la hora de decidir qué es la libertad y cuál es su

verdadero contenido.

A bastantes, la palabra misma "libertad" les sugiere un clima de facilidad, abandono y

despreocupación. Olvidan que ser libre exige asumir aquellas renuncias y sacrificios

que son absolutamente necesarios para crecer como persona.

De hecho, este olvido está llevando hoy a bastantes jóvenes a una total inmadurez.

Dicen ser libres. Piensan que hacen lo que quieren. Pero, en realidad, están

totalmente en manos de fuerzas y de instintos que no son ellos mismos.

Para otros, libertad significa arbitrariedad, anarquía, ruptura de toda normal moral,

rechazo de toda fe en Dios. Olvidan que el hombre necesita orientación y sentido para

poder hacer un proyecto de sí mismo, para esforzarse activamente en la construcción

de su propio destino y para asumir su propia responsabilidad.

Cuando uno arrincona todo esto como algo ridículo y desfasado puede creerse muy

"liberado", pero corre el riesgo de terminar viviendo sin ideal alguno, sin aspiraciones

profundas, sin fidelidad alguna, al aire de la última moda.

Otros piensan que conservar la propia libertad es vivir de manera independiente,

preocupados exclusivamente de los propios intereses sin crear ningún lazo o

dependencia que nos obligue a ocuparnos de los demás. Olvidan que el ser humano

sólo puede disfrutar gozosamente de la vida cuando acierta a vivir en comunión y

amistad con los otros.

Cuántas personas que se creen libres e independientes viven esclavas de sus propios

egoísmos y frustraciones, atrapadas por su propia mediocridad, sin conocer las

Page 247: Homilias de Pagola 2008 A

posibilidades de crecimiento que da el vivir generosamente el amor y la amistad.

No son pocos los que piensan que conquistar la libertad es liberarse de esquemas,

tradiciones y "tabúes" del pasado. Olvidan que lo decisivo no es nunca "liberarse de"

sino "liberarse para" vivir algo que nos haga crecer como personas.

Si no es así, la persona supuestamente "liberada" cae en nuevas servidumbres y

convencionalismos, sin descubrir todavía su propia vocación y sus aspiraciones más

hondas.

El creyente descubre precisamente en su adhesión a Dios la fuente más genuina de

libertad. Quien sabe vivir en obediencia filial al Padre se libera de todo ídolo, todo

"césar", todo señor que pueda esclavizarlo.

LO QUE ES DE DIOS

La trampa que tienden a Jesús está bien pensada: «¿Es lícito pagar tributos al César o

no?» Si responde negativamente, lo podrán acusar de rebelión contra Roma. Si acepta

la tributación, quedará desacreditado ante aquellas gentes que viven en la miseria

exprimidas por los impuestos, y a las que él tanto quiere y defiende.

Jesús les pide que le enseñen «la moneda del impuesto». Él no la tiene, pues vive

como un vagabundo itinerante, sin tierras ni trabajo fijo; hace tiempo que no tiene

problemas con los recaudadores. Después les pregunta por la imagen que aparece en

aquel denario de plata. Representa a Tiberio y la leyenda decía: «Tiberius Caesar, Divi

Augusti Filius Augustus». En el reverso se podía leer: «Pontifex Maximus».

El gesto de Jesús es ya clarificador. Sus adversarios viven esclavos del sistema pues,

al utilizar aquella moneda acuñada con símbolos políticos y religiosos, están

reconociendo la soberanía del emperador. No es el caso de Jesús que vive de manera

pobre pero libre, dedicado a los más pobres y excluidos del imperio.

Page 248: Homilias de Pagola 2008 A

Jesús añade entonces algo que nadie le ha planteado. Le preguntan por los derechos

del César y él les responde recordando los derechos de Dios: «Pagadle al César lo

que es del César, pero dad a Dios lo que es de Dios». La moneda lleva la imagen del

emperador, pero el ser humano, como lo recuerda el viejo libro del Génesis, es

«imagen de Dios». Por eso, nunca ha de ser sometido a ningún emperador. Jesús lo

había recordado muchas veces. Los pobres son de Dios. Los pequeños son sus hijos

predilectos. El reino de Dios les pertenece. Nadie ha de abusar de ellos.

Jesús no dice que una mitad de la vida, la material y económica, pertenece a la esfera

del César, y la otra mitad, la espiritual y religiosa, a la esfera de Dios. Su mensaje es

otro: si entramos en el reino, no hemos de consentir que ningún César sacrifique lo

que sólo le pertenece a Dios: los hambrientos del mundo, los subsaharianos

abandonados en el desierto, los sinpapeles de nuestras ciudades. Que no cuenten con

nosotros.

¿QUE ES CREER EN DIOS?

Enseñas el camino de Dios

Mt 22, 15-21

Se habla a veces de manera tan superficial sobre las cuestiones más importantes de

la vida, y se opina con tal ignorancia sobre la religión, que hoy se hace necesario

aclarar, incluso, las cosas más elementales. Por ejemplo, ¿qué significa creer en

Dios?

En el lenguaje ordinario, «creer» puede encerrar significados bastante diferentes.

Cuando digo «creo que lloverá», quiero decir que «no sé con certeza, pero sospecho,

intuyo... que lloverá». Cuando digo «te creo», estoy diciendo mucho más: «me fío de ti,

Page 249: Homilias de Pagola 2008 A

creo en lo que tú me dices». Si alguien dice «yo creo en ti», está diciendo todavía algo

más: «yo pongo mi confianza en ti, me apoyo en ti». Esta expresión nos acerca ya a lo

que vive el que cree en Dios.

Cuando una persona habla «desde fuera», sin conocer por experiencia personal lo que

es creer en Dios, piensa, por lo general, que la postura del creyente es, más o menos,

ésta: «No sé si Dios existe, y no lo puedo comprobar con certeza, pero yo pienso que

sí, que algo tiene que existir.» De la misma manera que uno puede creer que hay vida

en otros planetas, aunque no lo pueda saber con seguridad.

Sin embargo, para el que vive desde la fe, «creer en Dios» es otra cosa. Cuando el

creyente dice a Dios «yo creo en Ti», está diciendo: «No estoy solo, Tú estás en mi

origen y en mi destino último; Tú me conoces y me amas; Tú no me dejarás nunca

abandonado, en Ti apoyo mi existencia; nada ni nadie podrá separarme de tu amor y

comprensión. » Esta experiencia del creyente tiene poco que ver con la postura del

que opina «algo tiene que haber». Es una relación vital con Dios: «Yo vengo de Dios,

voy hacia Dios. Mi ser descansa y se apoya en ese Dios que es sólo amor.»

Por eso, para creer, lo decisivo no son las «pruebas» a favor o en contra de la

existencia de Dios, sino la postura interior que uno adopta ante el misterio último de la

vida. Nuestro mayor problema hoy es no acertar a vivir desde «el fondo» de nuestro

ser. Vivimos por lo general, con una «personalidad superficial», separados del

«fondo». Y esta pérdida de contacto con lo más auténtico que hay en nosotros, nos

impide abrirnos confiadamente a Dios y nos precipita en la soledad interior.

Lo triste es que ese vacío que deja la falta de fe en Dios, no puede ser sustituido con

nada. Podemos hacer que nuestra vida sea más agradable poniendo en marcha

algunos resortes sicológicos. Pero nada puede aportar la estabilidad y salud interior

que experimenta el creyente: «Mi pasado pertenece a la misericordia de Dios, mi

futuro está confiado a su amor, sólo queda el presente para vivirlo de manera

agradecida.»

Page 250: Homilias de Pagola 2008 A

Según el relato evangélico, unas gentes se acercan a Jesús con estas palabras:

«Sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad. »

Esa debería ser hoy una de nuestras tareas: ser sinceros y ayudarnos unos a otros a

descubrir el verdadero «camino de Dios».

LO PRIMERO, LA VIDA

La exégesis moderna no deja lugar a dudas. Lo primero para Jesús es la vida, no la

religión. Basta analizar la trayectoria de su actividad. A Jesús se le ve siempre

preocupado por suscitar y desarrollar, en medio de aquella sociedad, una vida más

sana y más digna.

Pensemos en su actuación en el mundo de los enfermos: Jesús se acerca a quienes

viven su vida de manera disminuida, amenazada e insegura, para despertar en ellos

una vida más plena.

Pensemos en su acercamiento a los pecadores: Jesús les ofrece el perdón que les

haga vivir una vida más digna, rescatada de la humillación y el desprecio.

Pensemos también en los endemoniados, incapaces de ser dueños de su existencia:

Jesús los libera de una vida alienada y desquiciada por el mal.

Como ha subrayado J. Sobrino, «pobres son aquellos para quienes la vida es una

carga pesada pues no pueden vivir con un mínimo de dignidad». Esta pobreza es lo

más contrario al plan original del Creador de la vida. Donde un ser humano no puede

vivir con dignidad, la creación de Dios aparece allí como viciada y anulada. No es

extraño que Jesús se presente como el gran defensor de la vida ni que la defienda y la

exija sin vacilar, cuando la ley o la religión es vivida «contra la vida».

Ya han pasado los tiempos en que la teología contraponía «esta vida» (lo natural) y la

Page 251: Homilias de Pagola 2008 A

otra vida (lo sobrenatural) como dos realidades opuestas. El punto de partida, básico y

fundamental es «esta vida» y, de hecho, Jesús se preocupó de lo que aquellas gentes

de Galilea más deseaban y necesitaban que era, por lo menos vivir, y vivir con

dignidad. El punto de llegada y el horizonte de toda la existencia es «vida eterna» y,

por eso, Jesús despertaba en el pueblo la confianza final en la salvación de Dios.

A veces los cristianos exponemos la fe con tal embrollo de conceptos y palabras que,

a la hora de la verdad, pocos se enteran de lo que es exactamente el Reino de Dios

del que habla Jesús. Sin embargo, las cosas no son tan complicadas. Lo único que

Dios quiere es esto: una vida más humana para todos y desde ahora, una vida que

alcance su plenitud en su vida eterna. Por eso, nunca hay que dar a ningún César lo

que es de Dios: la vida y la dignidad de sus hijos.

Lunes, 20. Octubre 2008 - 10:54 Hora

Domingo XXX del Tiempo Ordinario-A

«Amarás a tu prójimo como a ti mismo» Mt 22, 34-40

¿Sentirse bien? Amar a Dios

La única tarea Quedarse con lo esencial

¿SENTIRSE BIEN?

No es difícil observar entre nosotros los rasgos más característicos del individualismo

moderno. Para muchos, el ideal de la vida es «sentirse bien». Todo lo demás viene

después. Lo primero es mejorar la calidad de vida, evitar lo que nos puede molestar, y

asegurar, como sea, nuestro pequeño bienestar material, sicológico y afectivo.

Para lograrlo, cada uno debe organizarse la vida a su gusto. No hay que pensar en los

problemas de los demás. Lo que haga cada uno es cosa suya. No es bueno meterse

en la vida de otros. Bastante tiene uno con sacar adelante su propia vida.

Page 252: Homilias de Pagola 2008 A

Este individualismo moderno está cambiando la vida de los creyentes de occidente.

Poco a poco, se va difundiendo una «moral sin mandamientos». Todo es bueno si no

me hace daño. Lo importante es ser inteligente y actuar con habilidad. Naturalmente,

hay que respetar a todos y no perjudicar a nadie. Eso es todo.

Va cambiando también la manera de vivir la fe. Cada uno sabe «lo que le va» y «lo

que no le va». Lo importante es que la religión le ayude a uno a sentirse bien. Se

puede ser un «cristiano majo» y sin problemas. Lo que hace falta es «gestionar» lo

religioso de manera inteligente.

El resultado es una clase media instalada en el bienestar, compuesta por individuos

respetables que se comportan correctamente en todos los órdenes de la vida, pero

que viven encerrados en sí mismos, separados de su propia alma y apartados de Dios

y de sus semejantes.

Hay una manera muy sencilla de saber qué queda de «cristiano» en este

individualismo moderno y es ver si todavía nos preocupamos de los que sufren. Jesús

precisó con toda claridad lo esencial: «amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón» y

«amarás al prójimo como a ti mismo». Ser cristiano no es sentirse bien ni mal, sino

sentir a los que viven mal, pensar en los que sufren y reaccionar ante su impotencia

sin refugiarnos en nuestro propio bienestar.

No hay que dar por supuesto que somos cristianos, pues puede no ser verdad. No

basta preguntarnos si creemos en Dios o lo amamos. Hemos de preguntarnos si

amamos como hermanos a quienes sufren.

AMAR A DIOS

El hombre contemporáneo parece sentir una necesidad grande de desmitificarlo todo,

destruir fachadas, echar abajo sistemas e ideologías para preguntarse qué es lo que

Page 253: Homilias de Pagola 2008 A

puede quedar realmente como importante.

Pues bien, para Jesús lo único importante y decisivo es que el hombre sepa amar a

Dios y al prójimo. Ahí se encierra como en germen todo lo que la humanidad ha de

desarrollar. Ese es el secreto de la vida.

Del amor al prójimo se habla y escribe mucho hoy en día. Del amor a Dios apenas

habla nadie en esta sociedad cada vez más insensible al encuentro con el Dios de

Amigo de la vida.

Y sin embargo, según Jesús, "este mandamiento es el principal y primero". Sería una

grave equivocación el olvidarlo.

El mandato de amar a Dios no consiste en cumplir una determinada acción de manera

que, una vez cumplido nuestro deber, podamos ya olvidarnos de El.

Amar a Dios es algo mucho más profundo. Nosotros estamos dispuestos a dar

cualquier cosa antes que darnos a nosotros mismos. Y el amor a Dios consiste

precisamente en esa entrega radical de nuestro propio yo.

El amor a Dios exige la entrega total de nuestro ser, la liberación progresiva de nuestro

egocentrismo, la orientación de nuestra existencia hacia el amor.

Cuando este amor se despierta en el interior de un hombre, Dios ya no es para él el

nombre de un gobernador supremo y lejano al que se respeta, con el que es peligroso

entrar en conflicto y al que, en el fondo, se evita observando sus mandamientos.

Dios es una presencia amorosa que vivifica y alienta nuestro ser y nuestro obrar. Una

fuente de vida y libertad que nos empuja a amar con hondura la vida, los seres vivos,

las cosas y, sobre todo, los hombres y mujeres todos.

Page 254: Homilias de Pagola 2008 A

Este amor al Dios vivo no nos aleja del amor concreto al prójimo. Al contrario, sólo

cuando vivimos habitados por este amor es posible liberarnos de nosotros mismos y

acercarnos. realmente al otro. Sólo entonces es posible perdonar en silencio, dar con

desinterés, "tocar" amorosamente el misterio del hermano.

Más aún. Este amor a Dios nos descubre con frecuencia que casi todo lo que

hacemos día tras día no es en realidad "amor al prójimo" sino una hermosa fachada

tras la cual se esconde y crece un egoísmo secreto e inconfesable.

LA UNICA TAREA

Hacemos muchas cosas en la vida. Nos movemos y agitamos tras muchos objetivos.

Pero, ¿qué es lo verdaderamente importante? ¿qué hay que hacer en la vida para

acertar?

Jesús lo ha resumido todo en el amor, asociando de manera íntima e inseparable dos

preceptos que conocía muy bien el pueblo judío: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu

corazón, con toda tu alma, con todo tu ser» (Deuteronomio); «Amarás a tu prójimo

como a ti mismo» (Levítico).

Todo se reduce a vivir el amor a Dios y el amor a los hermanos. Según Jesús, de aquí

se deriva todo lo demás. A más de uno, todo esto podrá parecer demasiado conocido,

demasiado viejo y demasiado ineficaz. Y sin embargo, hoy más que nunca

necesitamos recordarlo: Saber amar es la única cosa que importa.

¿Por qué tanta gente no tiene un aspecto más feliz? ¿Por qué las cosas que

poseemos nos dejan, a fin de cuentas, tan vacíos e insatisfechos? ¿Por qué no

acertamos a construir una sociedad mejor, sin recurrir a la extorsión, la mentira y el

asesinato? Es amor lo que nos falta.

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Poco a poco, la falta de amor va haciendo del hombre un solitario, un ser siempre

atareado y nunca satisfecho. La falta de amor va deshumanizando nuestros esfuerzos

y luchas por obtener unos determinados objetivos políticos y sociales.

Nos falta amor. Y si nos falta amor nos falta todo. Hemos perdido nuestras raíces.

Hemos abandonado la fuente más importante de vida y felicidad.

Y aunque, pocos se atrevan a confesarlo, los hambres de hoy tienen necesidad de

Dios, no como alguien vago, impersonal, abstracto, sino como un Padre cercano,

capaz de cambiar nuestra vida, y capaz de renovar nuestra existencia cada mañana.

Jesús no ha confundido el amor a Dios con el amor a los hombres. El «mandamiento

principal y primero» sigue siendo amar a Dios, buscar su voluntad, escuchar su

llamada.

Pero, no se puede amar «con todo nuestro ser» a ese Dios Padre, sin amar con todas

nuestras fuerzas a los hermanos. Y si no somos capaces de amar a los otros, nuestra

existencia no sirve sino para ocuparnos de nosotros mismos o de cosas

intranscendentes y sin vida.

Se oye hablar mucho de una renovación de nuestra sociedad, de una reforma de las

estructuras. Pero pocos se preocupan de acrecentar su capacidad de amar.

Por muchos que sean nuestros logros sociales, poco habrá cambiado todo si

seguimos tan inmunizados al amor, la atención a los desvalidos, el servicio gratuito, la

generosidad desinteresada, el compartir con los necesitados.

QUEDARSE CON LO ESENCIAL

No era fácil para los judíos contemporáneos de Jesús tener una visión clara de lo que

Page 256: Homilias de Pagola 2008 A

constituía el núcleo de su religión. La gente sencilla se sentía perdida. Los escribas

hablaban de seiscientos trece mandamientos contenidos en la Ley. ¿Cómo orientarse

en una red tan complicada de preceptos y prohibiciones? En algún momento, el

planteamiento llegó hasta Jesús: ¿Qué es lo más importante y decisivo? ¿Cuál es el

mandamiento principal, el que puede dar sentido a los demás?

Jesús no se lo pensó dos veces y respondió recordando unas palabras que todos los

judíos varones repetían diariamente al comienzo y al final del día: «Escucha Israel: El

Señor nuestro Dios es el único Señor. Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón,

con toda tu alma, con todo tu ser». Él mismo había pronunciado aquella mañana estas

palabras. A él le ayudaban a vivir centrado en Dios. Esto era para él lo primero.

Enseguida añadió algo que nadie le había preguntado: «El segundo mandato es:

Amarás a tu prójimo como a ti mismo». Nada hay más importante que estos dos

mandamientos. Para Jesús estos dos mandamientos son inseparables. No se puede

amar a Dios y desentenderse del vecino.

A nosotros se nos ocurren muchas preguntas. ¿Qué es amar a Dios? ¿Cómo se

puede amar a alguien a quien no es posible comprender ni ver? Al hablar del amor a

Dios, los hebreos no pensaban en los sentimientos que pueden nacer en nuestro

corazón. La fe en Dios no consiste en un «estado de ánimo». Amar a Dios es

sencillamente centrar la vida en él, vivirlo todo desde su voluntad.

Por eso añade Jesús el segundo mandamiento. No es posible amar a Dios y vivir

olvidado de gente que sufre y a la que Dios ama tanto. No hay un «espacio sagrado»

en el que podamos «entendernos» a solas con Dios, de espaldas a los demás. Un

amor a Dios que olvida a sus hijos e hijas es una gran mentira.

La religión cristiana les resulta hoy a no pocos complicada y difícil de entender.

Probablemente, necesitamos en la Iglesia un proceso de concentración en lo esencial

Page 257: Homilias de Pagola 2008 A

para desprendernos de añadidos secundarios y quedarnos con lo importante: amar a

Dios con todas mis fuerzas y querer a los demás como me quiero a mi mismo.

Lunes, 27. Octubre 2008 - 18:31 Hora

Fiesta de Todos los Santos y de los Difuntos

Dichosos... Mt 5,1-12

Mal programados

La felicidad no se compra

MAL PROGRAMADOS

Todos experimentamos que la vida está sembrada de problemas y conflictos que en

cualquier momento nos pueden hacer sufrir. Pero, a pesar de todo, podemos decir que

la «felicidad interior» es uno de los mejores indicadores para saber si una persona

está acertando en el difícil arte de vivir. Se podría incluso afirmar que la verdadera

felicidad no es sino la vida misma cuando está siendo vivida con acierto y plenitud.

Nuestro problema consiste en que la sociedad actual nos programa para buscar la

felicidad por caminos equivocados que casi inevitablemente nos conducirán a vivir de

manera desdichada.

Una de las instrucciones erróneas dice así: «Si no tienes éxito, no vales». Para

conseguir la aprobación de los demás e, incluso, la propia estima hay que triunfar.

La persona así programada difícilmente será dichosa. Necesitará tener éxito en todas

sus pequeñas o grandes empresas. Cuando fracase en algo, sufrirá de manera

indebida. Fácilmente crecerá su agresividad contra la sociedad y contra la misma vida.

Esa persona quedará, en gran parte, incapacitada para descubrir que ella vale por sí

misma, por lo que es, aun antes de que se le añadan éxitos o logros personales.

La segunda equivocación es ésta: «Si quieres tener éxito, has de valer más que los

Page 258: Homilias de Pagola 2008 A

demás». Hay que ser siempre más que los otros, sobresalir, dominar.

La persona así programada está llamada a sufrir. Vivirá siempre envidiando a los que

han logrado más éxito, los que tienen mejor nivel de vida, los de posición más brillante.

En su corazón crecerá fácilmente la insatisfacción, la envidia oculta, el resentimiento.

No sabrá disfrutar de lo que es y de lo que tiene. Vivirá siempre mirando de reojo a los

demás. Así, difícilmente se puede ser feliz.

Otra consigna equivocada: «Si no respondes a las expectativas, no puedes ser feliz».

Has de responder a lo que espera de ti la sociedad, ajustarte a los esquemas. Si no

entras por donde van todos, puedes perderte.

La persona así programada se estropea casi inevitablemente. Termina por no

conocerse a sí misma ni vivir su propia vida. Sólo busca lo que buscan todos, aunque

no sepa exactamente por qué ni para qué.

Las Bienaventuranzas nos invitan a preguntarnos si tenemos la vida bien planteada o

no, y nos urgen a eliminar programaciones equivocadas. ¿Qué sucedería en mi vida si

yo acertara a vivir con un corazón más sencillo, sin tanto afán de posesión, con más

limpieza interior, más atento a los que sufren, con una confianza grande en un Dios

que me ama de manera incondicional? Por ahí va el programa de vida que nos trazan

las Bienaventuranzas de Jesús.

LA FELICIDAD NO SE COMPRA

Nadie sabemos dar una respuesta demasiado clara cuando se nos pregunta por la

felicidad. ¿Qué es de verdad la felicidad? ¿En qué consiste realmente? ¿Cómo

alcanzarla? ¿Por qué caminos?

Ciertamente no es fácil acertar a ser feliz. No se logra la felicidad de cualquier manera.

No basta conseguir lo que uno andaba buscando. No es sufciente satisfacer los

deseos. Cuando uno ha conseguido lo que quería, descubre que está de nuevo

buscando ser feliz.

También es claro que la felicidad no se puede comprar. No se la puede adquirir en

Page 259: Homilias de Pagola 2008 A

ninguna planta de ningún gran almacén, como tampoco la alegría, la amistad o la

ternura. Con dinero sólo podemos comprar apariencia de felicidad.

Por eso, hay tantas personas tristes en nuestras calles. La felicidad ha sido sustituida

por el placer, la comodidad y el bienestar. Pero nadie sabe cómo devolverle al hombre

de hoy el gozo, la libertad, la experiencia de plenitud.

Nosotros tenemos nuestras «bienaventuranzas». Suenan así: Dichosos los que tienen

una buena cuenta corriente, los que se pueden comprar el último modelo, los que

siempre triunfan, a costa de lo que sea, los que son aplaudidos, los que disfrutan de la

vida sin escrúpulos, los que se desentienden de los problemas...

Jesús ha puesto nuestra «felicidad» cabeza abajo. Ha dado un vuelco total a nuestra

manera de entender la vida y nos ha descubierto que estamos corriendo «en dirección

contraria».

Hay otro camino verdadero para ser feliz, que a nosotros nos parece falso e increíble.

La verdadera felicidad es algo que uno se la encuentra de paso, como fruto de un

seguimiento sencillo y fiel a Jesús.

¿En qué creer? ¿En las bienaventuranzas de Jesús o en los reclamos de felicidad de

nuestra sociedad?

Tenemos que elegir entre estos dos caminos. O bien, tratar de asegurar nuestra

pequeña felicidad y sufrir lo menos posible, sin amar, sin tener piedad de nadie, sin

compartir... O bien, amar... buscar la justicia, estar cerca del que sufre y aceptar el

sufrimiento que sea necesario, creyendo en una felicidad más profunda.

Uno se va haciendo creyente cuando va descubriendo prácticamente que el hombre

es más feliz cuando ama, incluso sufriendo, que cuando no ama y por lo tanto no sufre

por ello.

Es una equivocación pensar que el cristiano está llamado a vivir fastidiándose más

que los demás, de manera más infeliz que los otros. Ser cristiano, por el contrario, es

buscar la verdadera felicidad por el camino señalado por Jesús. Una felicidad que

comienza aquí, aunque alcanza su plenitud en el cuentro final con Dios.

Page 260: Homilias de Pagola 2008 A

DIA DE LOS FIELES DIFUNTOS

En la casa de mi Padre hay muchas moradas

EN LAS MANOS DE DIOS

El hombre contemporáneo no sabe qué hacer con la muerte. Lo único que se le ocurre

es ignorarla y no hablar de ella. Olvidar cuanto antes ese triste suceso y volver de

nuevo al vértigo de la vida.

Pero, tarde o temprano, la muerte va visitando nuestros hogares arrancándonos

nuestros seres más queridos. ¿Cómo reaccionar entonces ante esa muerte que nos

arrebata para siempre a nuestra madre?

¿Qué actitud adoptar ante la agonía de ese esposo que nos dice su último adiós?

¿Qué hacer ante el vacío que van dejando en nuestra vida tantos amigos y personas

queridas?

La muerte es una puerta que traspasa cada hombre o mujer en solitario. Una vez

cerrada la puerta, el muerto se nos oculta para siempre. No sabemos qué ha sido de

él. Ese ser tan querido y cercano se nos pierde ahora en el misterio insondable de

Dios. ¿Cómo relacionarnos con él?

La liturgia cristiana nos revela cuál es la actitud de los creyentes ante la muerte de

nuestros amigos y hermanos.

La Iglesia no se limita a asistir pasivamente al hecho de la muerte ni tan sólo a

consolar a los que quedamos aquí llorando a nuestros seres queridos. Su reacción

espontánea es de solidaridad fraterna hacia el difunto.

La comunidad cristiana rodea al que muere, pide por él y le acompaña con su amor y

su plegaria en ese misterioso encuentro con Dios. Ni una palabra de desolación o de

rebelión, de vacío o duda. En el centro de toda la liturgia por los difuntos, sólo una

oración de confianza: "En tus manos, Padre de bondad, encomendamos el alma de

nuestro hermano".

Es como si dijéramos a ese ser querido que se nos ha muerto: "Te seguimos

Page 261: Homilias de Pagola 2008 A

queriendo, pero tú te vas y tu partida nos entristece. Sin embargo, sabemos que te

dejamos en mejores manos. Esas manos de Dios son un lugar más seguro que todo lo

que nosotros te podemos ofrecer ahora. Dios te quiere como nosotros no hemos

sabido quererte. En El te dejamos confiados".

Esta confianza que llena el corazón de los creyentes de paz y esperanza ante la

muerte de nuestros seres queridos no es un sentimiento arbitrario, sino que nace de

nuestra fe en Jesucristo resucitado: "Recuerda a tu hijo a quien has llamado de este

mundo a tu presencia. Concédele que así como ha compartido ya la muerte de

Jesucristo, comparta también con él la gloria de la resurrección".

Todo esto puede parecer inaceptable a muchos que se acercarán hoy al cementerio a

depositar unas flores y recordar experiencias vividas aquí con sus seres queridos.

Como decía K. Rahner, hay cosas que sólo podemos vivir "si tenemos un corazón

sabio y humilde y nos acostumbramos a ver lo que está sustraído a la mirada del

superficial y del impaciente".

Yo soy la resurrección y la vida.

Lo que nosotros llamamos muerte, no es sino terminar de morir. El último instante en

que se apaga la vida biológica. En realidad, tardamos en morir veinte, cuarenta o

setenta y cinco años. Desde que nacemos estamos ya muriendo. La muerte no es algo

que nos llega desde fuera, al final de nuestra vida. La muerte comienza cuando

nacemos.

Nos vamos muriendo segundo a segundo y minuto a minuto, gastando de manera

irreversible la energía vital que poseemos. Los hombres somos mortales no porque al

término de nuestra vida hay un final, sino porque constantemente nuestra vida se va

vaciando, se va desgastando y va «muriendo».

Pero la muerte no es problema sólo del individuo humano. La muerte está presente

dentro de toda vida, envolviendo con sus brazos poderosos a todo viviente. Se puede

afirmar que todo lo que vive está ya camino de la muerte.

Los animales que corren, vuelan y se agitan por la tierra entera, la vegetación

multicolor que cubre nuestro planeta, la vida que se puede encerrar en el universo

Page 262: Homilias de Pagola 2008 A

entero, camina hacia la muerte.

Pero hay que decir todavía algo más. Lo que construyen los vivientes, sus

organizaciones, sus grandes sistemas, sus revoluciones, logros y conquistas están

abocados también a morir un día.

Y sin embargo, desde el fondo de la vida, de toda vida, nace una protesta. Ningún

viviente quiere morir. Y esta protesta se convierte en el hombre en un grito consciente

de angustia y de impotencia que refleja y resume el deseo profundo de toda la

creación.

Los cristianos creemos que este anhelo por la vida ha sido escuchado por Dios.

Jesucristo muerto por los hombres, pero resucitado por Dios, es el signo y la garantía

de que Dios ha recogido nuestro grito y quiere encaminarlo todo hacia la plenitud de la

vida.

Por eso dentro de esta vida mortal, el creyente es un hombre que afirma la vida y

rechaza la muerte. Defiende y promueve todo lo que conduce a la vida, y condena y

lucha contra todo lo que nos lleva a la destrucción y la muerte.

Dios ha dicho no a la muerte. La actitud cristiana de defensa de la vida en todos los

frentes (aborto, eutanasia, muertes violentas, opresión destructora... ) nace de esa fe

en un Dios «amigo de la vida» que en Jesucristo resucitado nos descubre su voluntad

de liberarnos definitivamente de la muerte.

Lunes, 3. Noviembre 2008 - 18:28 Hora

Domingo XXXII-Consagración de la Basilica de S. Juna de Letran

No convirtáis en un mercado la casa de mi Padre. Jn 2, 13-22

Adulterar la liturgia El culto al dinero

ADULTERAR LA LITURGIA

Uno de los factores que llevó a Jesús a su ejecución fue sin duda su ataque frontal a la

Page 263: Homilias de Pagola 2008 A

liturgia del templo judío. Criticar la estructura del templo era poner en cuestión uno de

los pilares fundamentales de la sociedad judía.

Al subir a Jerusalén, Jesús encuentra el templo lleno de «vendedores y cambistas»,

hombres que no buscan a Dios, sino que se afanan egoístamente por sus propios

intereses. Aquella liturgia no es un encuentro sincero con Dios, sino un culto hipócrita

que encubre injusticias, opresiones, intereses y explotaciones mezquinas a los

peregrinos.

La crítica profunda de Jesús va a desenmascarar aquel culto falso. El templo no

cumple ya su misión de ser signo de la presencia salvadora de Dios en medio del

pueblo. No es la casa de un Padre que pertenece a todos. No es el lugar donde todos

se deben sentir acogidos y en donde todos pueden vivir la experiencia del amor y la

fraternidad.

Uno se explica la reacción de malestar y las quejas que puede provocar en algunos

creyentes el ver que algunas celebraciones litúrgicas no se ajustan en todos sus

detalles a una determinada normativa ritual. Pero antes que nada, si no queremos

adulterar de raíz la liturgia de nuestros templos, hemos de saber escuchar la crítica

profunda de Jesús que no se detiene a analizar el ritual judío sino que condena un

culto en donde el templo ya no es la casa del Padre.

Solamente recordaremos un hecho que desgraciadamente se repite constantemente

entre nosotros. Vivimos en una sociedad en donde los hombres se matan unos a otros

y donde todos traen sus muertos al templo cristiano para llorar su dolor y orar por ellos

a Dios. Con frecuencia son celebraciones ejemplares en donde la fe, la esperanza

cristiana y el perdón sincero prevalecen sobre los sentimientos de impotencia, rabia y

venganza que tratan de apoderarse de los familiares y amigos de las víctimas.

Pero, ¿qué decir de otras celebraciones que deforman el significado profundo de la

liturgia cristiana? ¿Se puede orar a un mismo Padre, llorando la muerte de unos

Page 264: Homilias de Pagola 2008 A

hermanos y pidiendo la destrucción de otros? ¿Se puede instrumentalizar la Eucaristía

y servirse de lo que debería ser el signo más expresivo de la fraternidad, para

acrecentar los sentimientos de odio y venganza frente al enemigo? ¿Se puede oír

fielmente la palabra de Dios, escuchando de él solamente una condena para los otros?

¿Se puede intentar «monopolizar» a Dios, tratando de identificarlo con nuestra causa y

nuestros intereses parciales y hasta partidistas?

La trágica situación que estamos viviendo, hace todavía más urgente la necesidad de

encontrar al menos en el templo un ámbito en donde todos nos dejemos juzgar por el

Unico que lo hace justamente, un lugar en donde tratemos de encontrarnos como

hermanos ante un mismo Padre, un espacio en donde busquemos en el Creador de la

vida fuerza para liberarnos del odio y la venganza. No convirtamos la casa del Padre

en un lugar de división, enfrentamientos y mutua destrucción.

EL CULTO AL DINERO

Hay algo alarmante en nuestra sociedad que nunca denunciaremos lo bastante.

Vivimos en una civilización que tiene como eje de pensamiento y criterio de actuación,

la secreta convicción de que lo importante y decisivo no es lo que uno es sino lo que

tiene.

Se ha dicho que el dinero es «el símbolo e ídolo de nuestra civilización» (Miguel

Delibes). Y de hecho, son mayoría los que le rinden y sacrifican todo su ser.

J. Galbraith, el gran teórico del capitalismo moderno, describe así el poder del dinero

en su obra «La sociedad de la abundancia». El dinero «trae consigo tres ventajas

fundamentales: primero, el goce del poder que presta al hombre; segundo, la posesión

real de todas las cosas que pueden comprarse con dinero; tercero, el prestigio o

respeto de que goza el rico gracias a su riqueza».

Cuantas personas, sin atreverse a confesarlo, saben que en su vida, lo decisivo, lo

Page 265: Homilias de Pagola 2008 A

importante y definitivo es ganar dinero, adquirir un bienestar material, lograr un

prestigio económico.

Aquí está sin duda, una de las quiebras más graves de nuestra civilización. El hombre

occidental se ha hecho materialista y, a pesar de sus grandes proclamas sobre la

libertad, la justicia o la solidaridad, apenas cree en otra cosa que no sea el dinero.

Y, sin embargo, hay poca gente feliz. Con dinero se puede montar un piso agradable,

pero no crear un hogar cálido. Con dinero se puede comprar una cama cómoda, pero

no un sueño tranquilo. Con dinero se puede adquirir nuevas relaciones pero no

despertar una verdadera amistad. Con dinero se puede comprar placer pero no

felicidad.

Pero, los creyentes hemos de recordar algo más. El dinero abre todas las puertas,

pero nunca abre la puerta de nuestro corazón a Dios.

No estamos acostumbrados los cristianos a la imagen violenta de un Mesías

fustigando a las gentes con un azote en las manos. Y, sin embargo, ésa es la reacción

de Jesús al encontrarse con hombres que, incluso en el templo, no saben buscar otra

cosa sino su propio negocio.

El templo deja de ser lugar de encuentro con el Padre cuando nuestra vida es un

mercado donde sólo se rinde culto al dinero. Y no puede haber una relación filial con

Dios Padre cuando nuestras relaciones con los demás están mediatizadas sólo por

intereses de dinero.

Imposible entender algo del amor, la ternura y la acogida de Dios a los hombres

cuando uno vive comprando o vendiéndolo todo, movido únicamente por el deseo de

«negociar» su propio bienestar.

Lunes, 10. Noviembre 2008 - 17:35 Hora

Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario-A

Page 266: Homilias de Pagola 2008 A

Fui a esconder tu talento bajo tierra Mt 25, 14-30

Arriesgarse Mucho más que conservar

Enterrar la vida Arriesgar

ARRIESGARSE

Con frecuencia se ha entendido la religión como un sistema de creencias y prácticas

que sirven para protegerse contra Dios, pero no ayudan a vivir de manera creativa.

Esta religión conduce a una vida triste y estéril donde lo importante es vivir seguros

ante Dios, pero donde falta alegría y dinamismo.

Hay que decirlo sin rodeos. En el fondo de esa religión sólo hay miedo. Quien busca

protegerse de Dios es que le tiene miedo. Esa persona no ama a Dios, no confía en él,

no disfruta de su misericordia. Sólo le teme y por eso busca en la religión remedio para

sus miedos y fantasmas.

Después de Jesús, no tenemos ya derecho a entender y vivir así lo religioso. Dios no

es un tirano que atemoriza a los hombres buscando egoístamente su propio interés,

sino un Padre que le confía a cada uno el gran regalo de la vida. Por eso, Jesús

imagina a sus seguidores no como «observantes piadosos» de una religión, sino como

creyentes audaces dispuestos a correr riesgos y superar dificultades para «inventar»

una vida más digna y dichosa para todos. Un discípulo de Jesús se siente llamado a

todo menos a enterrar su vida de manera estéril.

El tercer siervo de la parábola es condenado, no por hacer algo malo sino porque,

paralizado por el temor a su Señor, «entierra» los talentos que se le han confiado. El

Page 267: Homilias de Pagola 2008 A

mensaje es claro. A Dios no se le puede devolver la vida diciendo: «Aquí está lo tuyo.

La vida que me diste no ha servido para nada». Es un error vivir una vida

«religiosamente correcta» sin arriesgarnos a vivir el amor de manera más audaz y

creativa.

Quien sólo busca cuidar su vida, protegerla y defenderla, la echa a perder.

Quien no sigue las aspiraciones más nobles de su corazón por miedo a fracasar, ya

está fracasando.

Quien no toma iniciativa alguna para no equivocarse, ya se está equivocando.

Quien sólo se dedica a conservar su virtud y su fe, corre el riesgo de enterrar su vida.

Al final, no habremos cometido grandes errores, pero no habremos vivido.

Jesús es una invitación a vivir intensamente. A lo único que hemos de temer es a vivir

siempre con miedo a arriesgarnos, con temor a salirnos de lo «correcto», sin audacia

para renovarnos, sin valor para actualizar el evangelio, sin fantasía para inventar el

amor cristiano.

MUCHO MAS QUE CONSERVAR

En poco tiempo hemos visto hundirse entre nosotros ideales sociales y religiosos que

sólo hace unos años despertaban la generosidad y entrega de hombres y mujeres. Las

nuevas generaciones difícilmente encuentran causas nobles por las que merezca la

pena luchar. Mejor es vivir el presente intensamente exprimiéndole el máximo placer.

Al mismo tiempo, valores tan importantes como la familia, la autoridad, la tradición, el

magisterio de la iglesia, han quedado oscurecidos o se han debilitado profundamente

en la conciencia de muchos.

Page 268: Homilias de Pagola 2008 A

El desconcierto se ha hecho todavía mayor al caer por los suelos normas concretas de

comportamiento y leyes de conducta que hace unos años eran todavía intocables.

La crisis ha provocado en muchos una sensación de vértigo, vacío y desorientación.

No pocos se preguntan con inquietud: ¿Ha cambiado la moral? ¿Ya no hay pecado?

¿Hemos vivido equivocados hasta ahora? ¿Cuándo volverán de nuevo los tiempos

pasados?

No es de extrañar la reacción de muchos que se defienden instalándose íntegramente

en el pasado, cerrándose a toda novedad y gastando casi todas sus energías en

«conservar intacta la moral de siempre».

Sin embargo, la sorpresa del «tercer siervo» de la parábola, condenado solamente por

preocuparse de «conservar el talento» sin arriesgar nada más, nos recuerda que

seguir a Jesús es mucho más que conservar intacta nuestra moralidad frente a todo y

frente a todos.

La moral cristiana no consiste en conservar fielmente la herencia que hemos recibido

del pasado, sino en buscar, movidos por el Espíritu de Jesús, cómo ser más humanos

precisamente en el mundo de hoy.

Las leyes son necesarias. Nos indican la dirección en que hemos de buscar y nos

señalan los límites que no debemos franquear. Pero sería una equivocación pensar

que estamos respondiendo a las exigencias profundas de Dios sólo porque nos

mantenemos íntegros en el cumplimiento de unas leyes.

Ser creyente es algo mucho más grande y apasionante que enterrar nuestra vida en

unas leyes para conservarla segura.

El seguimiento a Jesús es siempre llamada a buscar y crear una humanidad nueva y

Page 269: Homilias de Pagola 2008 A

siempre mejor. Por eso mismo, seguir a Jesús es riesgo más que seguridad. Exigencia

fecunda más que cumplimiento estéril. Urgencia de amor más que satisfacción del

deber cumplido.

ENTERRAR LA VIDA

A pesar de su aparente «inocencia», la parábola de los talentos encierra una carga

verdaderamente explosiva. Sorprendentemente, el «tercer siervo» es condenado sin

haber cometido ninguna acción mala.

Su pecado consiste precisamente en «no hacer nada», no arriesgar su talento,

conservarlo del modo más seguro posible.

Según Jesús, es una grave equivocación pensar que el hombre da a Dios lo suyo con

tal de no cometer ninguna acción mala. Al contrario, el que no se arriesga de manera

positiva y creadora a realizar el bien, aunque no viole ninguna ley, está ya

defraudando las exigencias profundas de Dios.

El pensamiento de Jesús es claro. Nuestro gran pecado puede ser la omisión, el no

arriesgarnos en el camino del hacer el bien, el contentarnos con «conservar el

talento».

Basta recordar un cierto lenguaje «cristiano» para percibir en qué hemos puesto

nuestro cuidado. «Conservar» el depósito de la fe, «conservar» la gracia, «conservar»

las buenas costumbres, «conservar» la vocación... ¿Es este cristianismo «en

conserva» el querido por Jesús?

Alguien ha dicho que «la apatía constituye el pecado clave del mundo moderno».

Apatía que significa abandono y renuncia a ser realmente humano. Negativa a asumir

Page 270: Homilias de Pagola 2008 A

los riesgos de una vida responsable.

Los cristianos hemos visto con frecuencia al pecador como el hombre soberbio, de

actitud rebelde y desafiante. Quizás tengamos que recordar más este otro pecado de

quien «renuncia a las implicaciones de su propia dignidad humana».

Cada uno tenemos ante nosotros un quehacer al que no podemos renunciar. Una

tarea en la que nadie nos puede sustituir.

En concreto, tenemos que empezar por decidir quién quiero ser yo en realidad, y en

qué clase de sociedad quiero vivir. Debemos escuchar el evangelio como una llamada

a la iniciativa, a la creatividad, a la responsabilidad adulta.

Nada nos puede excusar de una actitud de pasividad, pereza y conservadurismo. No

vale decir que bastante tenemos con «seguir tirando», que apenas hemos recibido en

la vida más que un pequeño talento.

Todos estamos recibiendo «gracia». No como algo mágico que se nos da desde fuera

y se añade a nuestros esfuerzos, sino como aliento del Creador que anima toda

nuestra existencia.

Renunciar a la creatividad, no arriesgarse a crecer como personas, no

comprometernos en la construcción de una sociedad mejor, es enterrar nuestra vida y

traicionar no sólo nuestra propia dignidad humana sino también los designios del

Creador.

ARRIESGAR

El quehacer de la Iglesia no es conservar el pasado. Nadie puede poner en duda su

necesidad de alimentarse en la experiencia fundante de Cristo ni de reavivar una y

otra vez lo mejor que el Espíritu ha generado a lo largo de los siglos, pero la Iglesia no

Page 271: Homilias de Pagola 2008 A

ha de convertirse en monumento de lo que ha sido. De nada sirve ser fieles al pasado

cuando ese pasado apenas guarda relación con los interrogantes y desafíos del

presente.

El objetivo de la Iglesia no es tampoco sobrevivir. Esto significaría olvidar su misión

más profunda que es comunicar en cada momento histórico la Buena Noticia de un

Dios Padre que ha de ser estímulo, horizonte y esperanza para el ser humano. De

nada sirven las estrategias y adaptaciones externas para restaurar seguridades si no

es capaz de transmitir algo significativo a los hombres y mujeres de hoy.

Por eso las virtudes a desarrollar en el interior de la Iglesia actual no se llaman

«prudencia», «conformidad», «resignación», «fidelidad al pasado». Llevan más bien el

nombre de «audacia», «capacidad de riesgo», «búsqueda creativa», «escucha al

Espíritu» que todo lo hace nuevo. Arriesgar no es un camino fácil para ninguna

institución, tampoco para la Iglesia. Pero no hay otro si queremos comunicar la

experiencia cristiana en un mundo que ha cambiado radicalmente.

Cuando se vive del Espíritu creador de Dios, pertenecer a una institución que tiene dos

mil años no es una excusa para no arriesgarse. Algo está fallando en la Iglesia si la

propia seguridad y la preocupación por el futuro de las instituciones se vuelve más

importante que la búsqueda creativa y arriesgada para servir al hombre de hoy el

Evangelio y la esperanza cristiana.

Lo más grave del «tercer siervo» de la parábola evangélica no es que entierra su

talento sin hacerlo fructificar, sino que piensa equivocadamente estar respondiendo

fielmente a Dios con su postura conservadora, a salvo de todo riesgo.

El hecho de que no hagamos nada que suponga un cambio de dirección no significa

que estamos siendo fieles a Dios. Nuestra supuesta fidelidad puede ocultar cosas

como rigidez, cobardía, inmovilismo, comodidad y, en definitiva, falta de fe en la

creatividad del Espíritu.

Page 272: Homilias de Pagola 2008 A

La verdadera fidelidad a Dios no se vive desde la pasividad y la inercia de quien no

arriesga, sino desde la vitalidad y el riesgo de quien trata de escuchar hoy sus

llamadas.

Lunes, 17. Noviembre 2008 - 10:22 Hora

Domingo 34 del Tiempo Ordinario. Cristo Rey/A

Tuve hambre, y no me disteis de comer. Mt 25, 31-46

Acompañar Más que una limosna

Contra la depresión Calidad humana

ACOMPAÑAR

Venid, vosotros, benditos de mi Padre Mt 25, 31-46

No es fácil estar a la cabecera de un ser querido cuando se acerca su final. Nadie nos

ha preparado a familiares o amigos para coger su mano y recorrer juntos el último

tramo de su vida. Queremos acertar pero no sabemos muy bien qué hacer.

Lo primero es centrar nuestra atención en la persona enferma, no en la enfermedad.

Los médicos y enfermeras se ocuparán de su mal. Nosotros hemos de estar muy

atentos a lo que vive en su interior. Lo nuestro es no dejarle solo, acompañarlo de

cerca con cariño y ternura grande.

Acompañarlo quiere decir escuchar su pena e impotencia, entender sus deseos de

curarse, comprender su desconcierto y sus miedos. A veces, tendremos que sufrir tal

vez su irritación y sus enfados. No importa. Estamos así aliviando su tensión. Hemos

de evitar siempre lo que puede crear en ese enfermo querido turbación, resentimiento

o tristeza. Hemos de despertar en él paz, confianza y serenidad. Qué suerte es poder

Page 273: Homilias de Pagola 2008 A

entonces conversar desde la fe para ayudarle, también en esa hora terrible, a sentirse

envuelto por el amor inmenso de Dios.

No hay que utilizar tópicos ni frases vacías de verdad. No hay que decirle que está

bien si él se siente mal. No hay que engañarle cuando sospecha ya lo inevitable. Son

horas sagradas. Tenemos que hacerle preguntas acertadas: ¿quieres algo más?,

¿quieres hablar a solas con alguien? ¿cómo quieres que se te ayude mejor?

Cuando el final se acerca, las palabras resultan cada vez más pobres. Lo importante

son ahora los gestos: la mirada cariñosa, el beso suave, la caricia sentida, nuestras

manos apretando la suya. Qué consolador poder sugerir al enfermo una invocación

sencilla y confiada a Dios que pueda repetir en su corazón.

Jesús declara «benditos de su Padre» a quienes ayudan al necesitado, acogen al

extranjero, visten al desnudo o se acercan al enfermo y al preso, aunque no lo hagan

motivados por fe religiosa alguna. Nadie tan pobre, necesitado y desvalido como el

que está ya cerca de su muerte. Aunque no seamos muy religiosos o creyentes, Dios

nos bendice cuando nos ve ayudándonos mutuamente a morir con paz.

MAS QUE UNA LIMOSNA

Es bueno recordar el test definitivo de nuestra existencia, aunque nos sintamos una

vez más molestos ante la palabra de Jesús.

Nuestra suerte se decidirá a partir de nuestro comportamiento práctico ante el

sufrimiento ajeno de los pobres, hambrientos, enfermos, encarcelados... Esa será la

pregunta: ¿Qué has hecho tú ante ése hermano al que encontraste sufriendo en la

vida?

Page 274: Homilias de Pagola 2008 A

Nosotros lo hemos querido resolver todo de una manera muy sencilla: dando dinero,

aportando nuestra limosna y contribuyendo en las colectas.

Pero, las cosas no son tan sencillas. «Las exigencias del amor que aquí se piden no

se satisfacen con el sacramento del dinero, por la sencilla razón de que la misma

manera de adquirir este dinero vuelve a incrementar la pobreza que con él se quiere

remediar».

El amor a los necesitados no puede quedar reducido a «dar dinero», entre otras cosas

porque no tiene sentido expresar nuestra solidaridad y compasión al necesitado con

un dinero adquirido quizás de manera insolidaria y sin compasión de ninguna clase.

Para el hombre bíblico, la limosna tenía un contenido profundo que hoy se nos escapa.

La limosna se designa en hebreo con el término «sedaqa» que significa «justicia».

Podríamos decir que «dar limosna» equivale a «hacer justicia» en nombre de Dios a

quienes no se la hacen los hombres.

Nuestro amor a los necesitados no se puede reducir a una acción asistencial, aunque

ésta es totalmente imprescindible ante situaciones que no admiten demoras.

Tenemos que descubrir la injusticia que se encierra en nuestras vidas, aprendiendo

poco a poco a mirarnos a nosotros mismos y mirar nuestros bienes desde los ojos de

las clases y los pueblos pobres.

Hoy como siempre se nos pide dar un vaso de agua a quien encontremos sediento.

Pero se nos pide además, ir transformando nuestra sociedad al servicio de los más

necesitados y desposeídos.

Ante las injusticias concretas de nuestra sociedad, un cristiano no puede pretender

una neutralidad ingenua, diciendo que no se quiere «meter en política».

Page 275: Homilias de Pagola 2008 A

De una manera o de otra, con nuestras actuaciones o con nuestra pasividad, todos

«hacemos política», los individuos y las instituciones.

Por eso, no se trata de decidir si haremos política o no, sino de plantearse a favor de

quién haremos política. Un creyente que escucha las palabras de Jesús, siga el

partido que siga, sólo puede hacer una política: la que favorezca a los más

necesitados y abandonados.

CONTRA LA DEPRESION

Me lo hacéis a mí

Todo parece indicar que cada vez es mayor el número de personas que sufren crisis

depresivas y luchan por recuperar de nuevo el gusto por la vida

Sin duda, es muy importante la sicológica y la terapia de apoyo que les pueden prestar

los expertos. Pero, en definitiva, es la misma persona la que tiene que dar pasos

acertados.

Por lo general, quien padece una depresión se siente arrastrado a cavilar, una y otra

vez, sobre sus angustias, sus miedos e impotencia.

Pero mientras sigue girando alrededor de sí mismo sin acabar nunca en sus

reflexiones, el cerco se estrecha cada vez más y la persona se va hundiendo en una

especie de remolino sin salida.

Mientras uno sólo piensa en sus problemas y se atormenta a sí mismo preguntándose:

"¿dónde encontraré yo mi paz?, "¿dónde encontraré yo quien me comprenda?", no

está abriendo la puerta que le puede llevar a la paz y la salud.

Page 276: Homilias de Pagola 2008 A

Un prestigioso doctor llega a decir que "el estar plenamente a disposición del prójimo

es el único medicamento eficaz para la neurosis y la depresión".

Con frecuencia, no nos damos cuenta hasta qué punto somos nosotros mismos

quienes ahogamos en nosotros la vida y generamos nuestras crisis depresivas

dedicándonos exclusivamente a nuestras cosas y olvidando totalmente a los demás.

Jesús invita a todo el que quiera encaminarse hacia la vida verdadera a vivir siempre

abierto a todo hombre que encontremos en nuestro camino y pueda necesitar nuestra

ayuda.

Si le ofrecemos nuestro apoyo somos nosotros mismos quienes más recibiremos.

Porque al encontrarnos con esas personas hambrientas, enfermas, desnudas,

encarceladas o desvalidas, nos ponemos en contacto con Aquel que es el

fundamento, la fuente y la meta de la vida.

Esta es la promesa de Jesús: "Os aseguro que lo que hagáis a uno de estos

hermanos míos pequeños, me lo hacéis a mí". Quien está con el hermano necesitado

está en contacto con Aquel que es la Vida.

Esta promesa no es algo lejano e inverificable, sino una experiencia real para quien

sabe acercarse con fe a los que sufren.

El que libera a los demás de problemas y preocupaciones se ve liberado de los suyos.

El que ayuda a otros a vivir se ayuda a sí mismo. El que da amistad y apoyo recibe

fuerza y aliento para vivir.

CALIDAD HUMANA

No es la misericordia uno de esos «valores progresistas» que hayamos de cultivar

Page 277: Homilias de Pagola 2008 A

para estar al día. Basta con defender la democracia, el ejercicio de las libertades y la

racionalidad ética.

Lo deplorable es que, detrás de palabras tan hermosas, se esconde con frecuencia un

hombre cargado de cinismo, avidez y mediocridad, incapaz de reaccionar ante el

sufrimiento ajeno.

Lo importante es situarse lo mejor posible dentro del «estado de bienestar», de

espaldas a ese otro «estado de malestar» y al que vamos marginando a los más

débiles y desgraciados.

Hay que luchar, competir y ganar siempre más. Eso es todo. ¿Quién tiene tiempo para

pensar en «las víctimas»? ¿Quién puede tener el mal gusto de recordar la misericordia

en una sociedad inmisericorde y despiadada?

Sin embargo, es precisamente la misericordia lo que, según Jesús, define

radicalmente al hombre. Sin misericordia, la persona queda viciada de raíz y deja de

ser humana.

Por eso, en la parábola del «juicio de las naciones» se nos dice que la suerte de toda

persona se decide en virtud de su capacidad de reaccionar con misericordia ante los

que sufren hambre, sed, desamparo, enfermedad o cárcel.

Pero hay que entender esto bien. Vivir «con entrañas de misericordia» no es tener un

corazón sensiblero ni tampoco practicar, de vez en cuando, alguna «obra de

misericordia» que aquiete nuestra conciencia y nos permita seguir tranquilos nuestro

camino egoísta de siempre.

Para evitar malentendidos, sería mejor hablar del «Principio-Misericordia», es decir, de

un principio interno, siempre presente y activo en la persona, que da una determinada

dirección y estilo a toda su conducta.

Page 278: Homilias de Pagola 2008 A

Quien vive movido por el «Principio-Misericordia», reacciona ante el sufrimiento ajeno

interiorizándolo, dejándolo entrar en sus entrañas y en su corazón, con todas sus

consecuencias. Y es precisamente el sufrimiento de los demás, captado cordialmente,

el que se convierte en principio conductor de toda su actuación.

Es esta misericordia la que da «categoría humana» a la persona. No hay escapatoria

posible. Podemos triunfar profesionalmente, ocupar cargos relevantes, movernos con

éxito en las relaciones sociales. Si no sé reaccionar con misericordia ante el

sufrimiento de los demás, no soy humano.

Resulta fácil, por ello, conocer mi calidad humana. Basta responder a estas preguntas:

¿Sé ver el sufrimiento de las gentes? ¿Cómo reacciono ante ese sufrimiento? ¿Qué

hago por erradicarlo?

Lunes, 24. Noviembre 2008 - 20:31 Hora

Domingo 1º de Adviento-B

Despertar Despertar la esperanza

Vivir despiertos Reaccionar

Mc 13,33-37

DESPERTAR

Es muy fácil vivir dormidos. Basta con hacer lo que hacen casi todos: imitar,

amoldarnos, obedecer, ajustarnos a lo que se lleva, repetirnos una y otra vez. Basta

vivir buscando seguridad externa e interna. Basta defender nuestro pequeño bienestar

mientras la vida se va apagando en nosotros.

Llega un momento en que no sabemos ya reaccionar. Sentimos que nuestra vida está

Page 279: Homilias de Pagola 2008 A

vacía y la llenamos de conocimientos, información y diversiones. Nos falta vida interior

y nos engañamos viviendo en movimiento continuo, agitados por la prisa y las

ocupaciones. Podemos gastar la vida entera «haciendo cosas» pero sin descubrir en

ella nada santo ni sagrado.

Desgraciadamente, tampoco la religión logra a veces despertar nuestra vida. Se puede

practicar una «religión dormida» que da tranquilidad pero no vida. Vivimos tan

ocupados en nuestros trabajos y desdichas que jamás tenemos un momento libre en

el que podamos sentir qué es amar y compartir, qué es ser amable y solidario. Y sin

vivir nada de esto, ¡queremos saber algo de Dios!

Jesús repite una y otra vez una llamada apremiante: «despertad, vivid atentos y

vigilantes pues se os puede pasar la vida sin enteraros de nada». No es fácil escuchar

esa llamada pues, de ordinario, no escuchamos a quien nos dice algo contrario a lo

que pensamos. Y los hombres y mujeres de hoy pensamos que somos inteligentes y

lúcidos.

Para despertar es necesario conocernos mejor. Comenzamos a ser sabios cuando

tomamos conciencia de nuestra estupidez. Empezamos a ser más profundos cuando

observamos la superficialidad de nuestra vida. La verdad se abre paso cuando

reconocemos nuestros engaños. El orden llega a nosotros cuando advertimos el

desorden en que vivimos. Despertar es darnos cuenta de que vivimos dormidos.

Lo importante para vivir despiertos es caminar más despacio, cuidar mejor el silencio y

estar más atentos a las llamadas del corazón. Pero sin, duda, lo decisivo es vivir

amando. Sólo quien ama vive intensamente, con alegría y vitalidad, despierto a lo

esencial. Por otra parte, para despertar de una «religión dormida» sólo hay un camino:

buscar más allá de los ritos y las creencias, ahondar más en nuestra verdad ante Dios

y abrirnos confiadamente a su misterio.

Page 280: Homilias de Pagola 2008 A

DESPERTAR LA ESPERANZA

Alguien ha podido decir que "el siglo XX ha resultado ser un inmenso cementerio de

esperanzas". La historia de estos últimos años se ha encargado de desmitificar el mito

del progreso. No se han cumplido las grandes promesas de la Ilustración. El mundo

moderno sigue plagado de crueldades, injusticias e inseguridad.

Por otra parte, el debilitamiento de la fe religiosa no ha traído una mayor fe en el

hombre.

Al contrario, el abandono de Dios parece ir dejando al hombre contemporáneo sin

horizonte último, sin meta y sin puntos de referencia.

Los acontecimientos se atropellan unos a otros, pero no conducen a nada nuevo. La

civilización del consumismo produce novedad de productos, pero sólo para mantener

el sistema en el más absoluto inmovilismo.

Los filósofos postmodernos nos advierten de que hemos de aprender a "vivir en la

condición de quien no se dirige a ninguna parte"

Cuando no se espera apenas nada del futuro, lo mejor es vivir al día y disfrutar al

máximo del momento presente.

Es la hora del hedonismo y del pragmatismo. Una vez instalados en el sistema con

cierta seguridad, lo inteligente es retirarse al "santuario de la vida privada" y disfrutar

de todo placer "ahora mismo"

Por eso, son pocos los que se comprometen a fondo para que las cosas sean

diferentes.

Crece la indiferencia hacia las cuestiones colectivas y el bien común.

Page 281: Homilias de Pagola 2008 A

La democracia no genera ya ilusión ni concita los esfuerzos de las gentes para crear

un futuro mejor. Cada uno se preocupa de sí mismo. Es la consigna: "Sálvese quien

pueda".

Esta crisis de esperanza está configurada por múltiples factores, pero, probablemente,

tiene su raíz más profunda en la falta de fe del hombre contemporáneo en sí mismo y

en su progreso, la falta de confianza en la vida.

Eliminado Dios, parece que el ser humano se va convirtiendo cada vez más en una

pregunta sin respuesta, un proyecto imposible, un caminar hacia ninguna parte.

¿No estará el hombre de hoy necesitando más que nunca al "Dios de la esperanza"?

(Rm 15,13)

Ese Dios del que muchos dudan, al que bastantes han abandonado, pero un Dios por

el que tantos siguen preguntando.

Un Dios que puede devolvernos la confianza radical en la vida y descubrirnos que el

ser humano sigue siendo "un ser capaz de proyecto y de futuro".

La Iglesia no debería olvidar hoy "la responsabilidad de la esperanza" pues ésa es la

misión que ha recibido de Cristo resucitado. Antes que "lugar de culto" o "instancia

moral", la Iglesia ha de entenderse a sí misma y vivir como "comunidad de la

esperanza".

Una esperanza que no es una utopía más, ni una reacción desesperada frente a las

crisis e incertidumbres del momento.

Una esperanza que se funda en Cristo resucitado.

Page 282: Homilias de Pagola 2008 A

En él descubrimos los creyentes el futuro último que le espera a la humanidad, el

camino que puede y debe recorrer el hombre hacia su plena humanización y la

garantía última frente a los fracasos, la injusticia y la muerte.

Comenzamos hoy el Adviento, escuchando una vez más el grito de Jesús: "Velad,

vigilad".

Es una llamada a despertar la esperanza.

VIVIR DESPIERTOS

Jesús no se dedicó a explicar una doctrina religiosa para que sus discípulos la

aprendieran correctamente y la difundieran luego en todas partes. No era éste su

objetivo. Él les hablaba de un «acontecimiento» que estaba ya sucediendo: «Dios se

está introduciendo en el mundo. Quiere que las cosas cambien. Sólo busca que la vida

sea más digna y feliz para todos».

Jesús le llamaba a esto el «reino de Dios». Hay que estar muy atentos a su venida.

Hay que vivir despiertos: abrir bien los ojos del corazón; desear ardientemente que el

mundo cambie; creer en esta buena noticia que tarda tanto en hacerse realidad plena;

cambiar de manera de pensar y de actuar; vivir buscando y acogiendo el «reino de

Dios».

No es extraño que, a lo largo del evangelio, escuchemos tantas veces su llamada

insistente: «vigilad», «estad atentos a su venida», «vivid despiertos». Es la primera

actitud del que se decide a vivir la vida como la vivió Jesús. Lo primero que hemos de

cuidar para seguir sus pasos.

«Vivir despiertos» significa no caer en el escepticismo y la indiferencia ante la marcha

del mundo. No dejar que nuestro corazón se endurezca. No quedarnos sólo en quejas,

Page 283: Homilias de Pagola 2008 A

críticas y condenas. Despertar activamente la esperanza.

«Vivir despiertos» significa vivir de manera más lúcida, sin dejarnos arrastrar por la

insensatez que, a veces, parece invadirlo todo. Atrevernos a ser diferentes. No dejar

que se apague en nosotros el deseo de buscar el bien para todos.

«Vivir despiertos» significa vivir con pasión la pequeña aventura de cada día. No

desentendernos de quien nos necesita. Seguir haciendo esos «pequeños gestos» que,

aparentemente, no sirven para nada, pero sostienen la esperanza de las personas y

hacen la vida un poco más amable.

«Vivir despiertos» significa despertar nuestra fe. Buscarle a Dios en la vida y desde la

vida. Intuirlo muy cerca de cada persona. Descubrirlo atrayéndonos a todos hacia la

felicidad. Vivir, no sólo de nuestros pequeños proyectos, sino atentos al proyectos de

Dios.

REACCIONAR

Se dice que en las sociedades desarrolladas se está disolviendo la fe en Dios. No se

advierte, sin embargo, que lo que se está perdiendo no es sólo la dimensión religiosa,

sino las mismas raíces donde se asienta el ser humano.

Lo que queda fuera de la ciencia, la técnica o la economía parece siempre menos real

e importante. Lo material se ha apoderado de muchas vidas arrasando cualquier otro

tipo de ideales estéticos, espirituales o altruistas.

Ser «humano» ya no es una aspiración noble, sino un lenguaje cada vez más

anacrónico.

Page 284: Homilias de Pagola 2008 A

El progreso, tal como se está desarrollando, no genera personas más fuertes, sino

más débiles.

No está creciendo la capacidad para una comunicación más honda; lo que se extiende

cada vez más es el aislamiento, los contactos fugaces y las relaciones pasajeras y

superficiales.

No se fortalece la libertad interior, sino que aumentan las dependencias. De hecho, se

está debilitando la «responsabilidad moral», pues las gentes se someten a modas y

corrientes de opinión sin apenas capacidad para escuchar su propia conciencia.

¿Qué hacer? ¿Resignarse, maldecir el progreso, seguir apoyando la inconsciencia?

Sin duda, lo importante es sanar las raíces del ser humano y su capacidad de

reacción. Y es precisamente entonces cuando aparece en toda su gravedad un dato

del que Europa comienza a tomar conciencia.

Estamos ya viviendo, según muchos, en ese «mundo simulado», cada vez con menos

capacidad para distinguir el mundo real y el reproducido artificialmente por los medios

de comunicación.

Pero hay algo más grave. La televisión nos está privando de nuestras propias

imágenes, nuestro lenguaje y nuestro pensamiento propio. Todo se nos impone desde

fuera, y corremos el riesgo de convertirnos en esos «analfabetos satisfechos».

En este contexto cobra nueva fuerza la llamada de Jesús: «Vigilad».

No basta alimentarse del último «flash» televisivo. No todo ha de ser entretenimiento o

diversión. Para ser humana, la persona necesita cultivar el espíritu, escuchar su

conciencia, alimentar otras dimensiones, abrirse al misterio, acoger a Dios.

Page 285: Homilias de Pagola 2008 A

Esta es la llamada profunda de este tiempo de Adviento que hoy comienza.

Miércoles, 3. Diciembre 2008 - 18:11 Hora

Domingo 2º de Adviento y Fiesta de la Inmaculada

Mc 1, 1-8 Preparadle el camino al Señor.

Buscando caminos Es posible la esperanza

La esperanza es otra cosa

BUSCANDO CAMINOS

Casi todos los estudios que se vienen publicando sobre la sociedad contemporánea

insisten, de una u otra manera, en las contradicciones que caracterizan al hombre de

hoy. Por ello, no es extraño que cada vez sean más los que, sin acertar tal vez a

formular con claridad su malestar, andan buscando un sentido nuevo a su vida.

Estos años ha crecido de manera muy positiva el nivel cultural. Las nuevas

generaciones reciben una formación más amplia. Vivimos mejor informados que

nunca. Y, sin embargo, son cada vez más los que se sienten desprovistos de razones

convincentes para dar un sentido a la vida. ¿Qué le falta a nuestra cultura? ¿Qué es lo

que necesitamos para aprender a vivir?

Han crecido también los contactos entre las personas y la relación entre los pueblos.

Hoy es posible una comunicación rápida y eficaz por toda clase de medios. Y, sin

embargo, parece que el hombre contemporáneo es cada vez menos capaz de entablar

relaciones de amor y amistad. ¿Qué es lo que hace tan difícil la relación profunda

entre las personas?

Hemos de alegrarnos también de que la sociedad actual esté mejor equipada que

Page 286: Homilias de Pagola 2008 A

nunca para luchar contra el dolor, la enfermedad y el mal. Pero, al mismo tiempo,

parece que las personas se sienten cada vez más débiles para enfrentarse al

sufrimiento y las contrariedades de la vida. ¿Qué es lo que ha debilitado la

consistencia interior de las personas?

El hombre contemporáneo puede satisfacer necesidades y deseos que hace unos

años eran impensables para muchos. Cada vez son mayores las posibilidades de

viajar, divertirse, cultivar toda clase de aficiones artísticas y culturales. ¿Por qué crece

el número de personas profundamente insatisfechas?

No es necesario seguir enumerando contradicciones. Casi sin darnos cuenta,

comienzan a despertarse en nosotros graves interrogantes. ¿En qué no estamos

acertando? ¿Qué es lo que falla? No son preguntas forzadas. Es el planteamiento

realista de toda persona que quiere vivir su vida a fondo.

E. Rojas nos ha recordado en su libro "El hombre light" que la vida se nos presenta a

todos como un problema que hay que ir resolviendo día a día. Y como en cualquier

problema, "lo importante es plantearlo bien". Será el mejor modo de enfocarlo y

resolverlo con acierto.

No pocos hombres y mujeres sienten que su verdadero problema comienza ahí.

Intuyen que no tienen la vida bien planteada. Les falta coherencia interior, afán de

superación, proyecto, sentido, exigencia personal.

Cada hombre es responsable de buscar el camino acertado en la vida. Lo que

caracteriza al cristiano es que, al diseñar su vida, al darle un sentido y al vivirla, tiene

como punto de referencia clave a Jesucristo. De ahí la importancia de escuchar con

atención la voz del profeta: "Preparadle el camino al Señor".

¿Es posible la esperanza?

Los primeros creyentes han visto en Jesús, antes que nada, una buena noticia. Así ha

titulado su pequeño escrito el primer redactor cristiano que ha recogido los dichos y la

actuación de Jesús: «Buena noticia de Jesús el Cristo, el Hijo de Dios».

Una buena noticia trata siempre de un acontecimiento feliz que no es todavía

Page 287: Homilias de Pagola 2008 A

conocido, aunque en el fondo, el hombre lo espera y lo busca.

Pero, ¿qué ha anunciado y ofrecido Jesús, que todavía no es conocido por los

hombres aunque éstos lo esperan y buscan?

¿Hay todavía algo que los hombres de hoy siguen anhelando y que puede encontrar

una respuesta en Jesucristo?

La mayor originalidad de Jesús consiste en anunciar de manera convencida que con él

comienza ya a realizarse una utopía que estaba siempre viva en Israel y que es tan

vieja como el corazón del hombre: la desaparición del mal, de la injusticia, el dolor y la

muerte. Lo que Jesús llamaba el reino de Dios.

Este es el anuncio de Jesús: algo nuevo se ha puesto en marcha en la historia. La

humanidad no camina sola, abandonada a sus propios recursos. Hay Alguien

empeñado en la felicidad última del hombre. En el fondo de la vida hay Alguien que es

bondad, acogida, liberación, plenitud: Dios, nuestro Padre.

Esto lo cambia todo. Comienza una situación nueva en la que se nos invita a

comprender y vivir nuestra existencia de una manera nueva: construyendo el reino del

Padre, es decir, construyendo una convivencia fraterna, hecha de justicia, verdad y

paz.

Esta es la buena noticia y el reto, al mismo tiempo, de Jesús. «Sentimos que algo

radical, total, incondicional, nos es pedido; pero nos rebelamos contra ello, intentamos

rehuir su apremio, y no queremos aceptar su promesa».

Como ha señalado en alguna ocasión González Faus, hay iglesias que parecen

anunciar a un Dios, sin reino de justicia, verdad y fraternidad. Y hay humanismos que

pretenden buscar este reino de humanidad realizada, sin Dios.

Jesús es una crítica y un reto para ambos. No hay acceso a Dios nuestro Padre, sin

búsqueda dolorosa del reino de fraternidad. Así caen por tierra los falsos ídolos de un

Dios presentado como indiferente y pasivo ante la injusticia humana.

Pero no hay reino posible sino en Dios Padre, porque, en última instancia, el hombre

no puede darse a sí mismo la salvación que anda buscando. Caen así también los

falsos «paraísos totalitarios» en los que el hombre se hunde inevitablemente, siempre

que construye un reino, sin Padre.

Page 288: Homilias de Pagola 2008 A

LA ESPERANZA ES OTRA COSA

Cuando un hombre contemporáneo se detiene a mirar con cierta lucidez este mundo

donde crece la inseguridad, la incertidumbre y la angustia, no puede sentirse optimista.

Los optimismos han ido desapareciendo estos últimos años. Son muchos los

pensadores de la post-modernidad que llegan a la conclusión de que «no hay razón

para la esperanza».

La historia contemporánea aparece atrapada en una especie de «destino fatal».

Queremos cambiar muchas cosas, pero crece el sentimiento de que, en realidad,

apenas puede cambiarse nada.

¿Se puede ser hombre de esperanza en un mundo donde lo más «razonable» y

normal empieza a ser la desesperanza y la resignación?

Antes que nada, digamos que la esperanza cristiana no es un «optimismo barato» ni la

búsqueda de un consuelo ingenuo, sino todo un estilo de enfrentarse a la vida desde

la confianza radical en un Dios «Padre de todos, que está sobre todos, entre todos y

en todos» (Ef 4, 6).

No es cuestión de ser optimistas o pesimistas. La esperanza es otra cosa. El creyente

experimenta la vida como algo que está en marcha hacia su plenitud. La vida está

siendo trabajada por la fuerza salvadora de Dios.

En el interior del hombre de esperanza crece una convicción: Dios está viniendo. Y

cuando todas las esperanzas humanas parecen apagarse, el creyente sabe que Dios

«sigue viniendo en nuestros trabajos, sufrimientos, aspiraciones y luchas.

Por eso, el hombre de esperanza no se refugia cobardemente en el disfrute alocado

del momento presente, ni busca consuelo en un mundo artificial y engañoso ni se

hunde en un pesimismo destructor.

Sencillamente, "prepara el camino al Señor». Es decir, se niega a entrar por caminos

que no conducen a ninguna parte. Y se esfuerza por liberar todas las fuerzas que

bloquean el crecimiento y el progreso de una vida auténticamente humana.

Cada día es una nueva ocasión y una nueva posibilidad para hacer crecer entre

nosotros el reino de Dios. En cada una de nuestras actuaciones por pequeña que sea,

Page 289: Homilias de Pagola 2008 A

estamos engendrando o abortando esa nueva sociedad.

Cristianos, «profesionales de la esperanza» que repetimos palabras y ritos sin abrir

entre nosotros nuevos caminos a un Dios Salvador, ¿por qué nos dejamos desalentar

por «las malas experiencias de superficie» sin enraizar nuestra vida en un Dios que

sigue vivo y activo en medio de nosotros?

Fiesta de la Inmaculada Alégrate

Lc 1, 26-38

LA ALEGRIA POSIBLE

La primera palabra de parte de Dios a los hombres, cuando el Salvador se acerca al

mundo, es una invitación a la alegría. Es lo que escucha María: Alégrate.

J. Moltmann, el gran teólogo de la esperanza, lo ha expresado así: «La palabra última

y primera de la gran liberación que viene de Dios no es odio, sino alegría; no condena,

sino absolución.

Cristo nace de la alegría de Dios y muere y resucita para traer su alegría a este mundo

contradictorio y absurdo».

Sin embargo, la alegría no es fácil. A nadie se le puede obligar a que esté alegre ni se

le puede imponer la alegría por la fuerza. La verdadera alegría debe nacer y crecer en

lo más profundo de nosotros mismos.

De lo contrario; será risa exterior, carcajada vacía, euforia creada quizás en una «sala

de fiestas», pero la alegría se quedará fuera, a la puerta de nuestro corazón.

La alegría es un don hermoso, pero también muy vulnerable. Un don que hay que

saber cultivar con humildad y generosidad en el fondo del alma. H. Hesse explica los

rostros atormentados, nerviosos y tristes de tantos hombres, de esta manera tan

simple: «Es porque la felicidad sólo puede sentirla el alma, no la razón, ni el vientre, ni

la cabeza, ni la bolsa».

Pero hay algo más. ¿Cómo se puede ser feliz cuando hay tantos sufrimientos sobre la

Page 290: Homilias de Pagola 2008 A

tierra? ¿Cómo se puede reír, cuando aún no están secas todas las lágrimas, sino que

brotan diariamente otras nuevas? ¿Cómo gozar cuando dos terceras partes de la

humanidad se encuentran hundidas en el hambre, la miseria o la guerra?

La alegría de María es el gozo de una mujer creyente que se alegra en Dios salvador,

el que levanta a los humillados y dispersa a los soberbios, el que colma de bienes a

los hambrientos y despide a los ricos vacíos.

La alegría verdadera sólo es posible en el corazón del hombre que anhela y busca

justicia; libertad y fraternidad entre los hombres.

María se alegra en Dios, porque viene a consumar la esperanza de los abandonados.

Sólo se puede ser alegre en comunión con los que sufren y en solidaridad con los que

lloran.

Sólo tiene derecho a la alegría quien lucha por hacerla posible entre los humillados.

Sólo puede ser feliz quien se esfuerza por hacer felices a otros.

Sólo puede celebrar la Navidad quien busca sinceramente el nacimiento de un hombre

nuevo entre nosotros.

Martes, 9. Diciembre 2008 - 23:59 Hora

Domingo 3º de Adviento-B

Este venía como testigo Jn 1,6-8.19-28

Testigos de la luz El gran desconocido

Faltan testigos de Dios

TESTIGOS DE LA LUZ

Es curioso cómo presenta el cuarto evangelio la figura de Juan el Bautista. Es un

«hombre», sin más calificativos ni precisiones. Nada se nos dice de su origen o

condición social. Él mismo sabe que no es importante. No es el Mesías, no es Elías, ni

siquiera es el Profeta que todos están esperando.

Page 291: Homilias de Pagola 2008 A

Sólo se ve a sí mismo como «la voz que grita en el desierto: allanad el camino al

Señor». Sin embargo se nos dice que Dios lo envía como «testigo de la luz» capaz de

despertar la fe de todos. Una persona que puede contagiar luz y vida. ¿Qué es ser

testigo de la luz?

El testigo es como Juan. No se da importancia. No busca ser original ni llamar la

atención. No trata de impactar a nadie. Sencillamente vive su vida de manera

convencida. Se le ve que Dios ilumina su vida. Lo irradia en su manera de vivir y de

creer.

El testigo de la luz no habla mucho, pero es una voz. Vive algo inconfundible.

Comunica lo que a él le hace vivir. No dice cosas sobre Dios, pero contagia «algo». No

enseña doctrina religiosa, pero invita a creer.

La vida del testigo atrae y despierta interés. No culpabiliza a nadie. No condena.

Contagia confianza en Dios, libera de miedos. Abre siempre caminos. Es como el

Bautista, «allana el camino al Señor».

El testigo se siente débil y limitado. Muchas veces comprueba que su fe no encuentra

apoyo ni eco social. Incluso se ve rodeado de indiferencia o rechazo. El testigo de Dios

no juzga a nadie. No ve a los demás como adversarios que hay que combatir o

convencer. Dios sabe cómo encontrarse con cada uno de sus hijos e hijas.

Se dice que el mundo actual se va convirtiendo en un «desierto», pero el testigo nos

revela que algo sabe de Dios y del amor, algo sabe de la «fuente» y de cómo se calma

la sed de felicidad que hay en el ser humano.

La vida está llena de pequeños testigos. Son creyentes sencillos, humildes, conocidos

sólo en su entorno. Personas entrañablemente buenas. Viven desde la verdad y el

amor. Ellos nos «allanan el camino» hacia Dios.

Page 292: Homilias de Pagola 2008 A

EL GRAN DESCONOCIDO

El hecho puede parecer paradójico pero es real. Jesucristo, personaje aparentemente

conocido por todos, es para muchos contemporáneos un perfecto desconocido.

Son bastantes los que creen conocerlo suficientemente, incluso, como para opinar

categóricamente sobre él. Y sin embargo, lo que saben de Jesús apenas supera un

conjunto de tópicos, imágenes confusas o impresiones infantiles.

En realidad, su conocimiento de Jesús ha quedado reducido al recuerdo vago de unos

relatos simplistas y pintorescos. No sabrían decir que relación puede haber entre ese

Jesús y la realidad que viven día tras día.

Jesús es para ellos algo pueril y anecdótico que no puede aportar nada válido a la

existencia si no es un poco de poesía y utopía ingenua. El hombre realmente serio

tiene que buscar en otra dirección.

Más sorprendente resulta detectar la ignorancia de los que se dicen «cristianos». No

son pocos los que se contentan con afirmar con los labios «la doctrina católica» que la

Iglesia enseña sobre Jesucristo. Ello les proporciona suficiente seguridad y

tranquilidad religiosa como para no realizar esfuerzo alguno por conocer la persona, el

mensaje y la actuación de Jesús.

Otros se interesan, sobre todo, por el magisterio del Papa en la medida en que puede

ofrecer una estabilidad mayor a la familia, a la sociedad y a la historia de los hombres,

pero no se preocupan de encontrar en Jesús el inspirador de sus vidas. Se podría

eliminar de su religión la persona de Jesucristo y nada vital habría cambiado en ellos.

Si el Bautista recorriera hoy nuestra sociedad contemporánea, podría repetir las

Page 293: Homilias de Pagola 2008 A

mismas palabras de otro tiempo: "En medio de vosotros hay uno a quien no conocéis".

Antes que adoptar una postura seria y responsable ante la fe cristiana, deberíamos

conocer mejor la persona misma de Jesucristo y todo lo que puede significar de

interrogante, desafío, interpelación y promesa para el hombre de todos los tiempos.

Javier Sádaba ha afirmado que «lo normal y extendido en nuestros días es que un

hombre adulto y razonablemente instruido no es un creyente o un incrédulo, sino que

se despreocupa de tales cuestiones». Aparte de lo cuestionable de tal afirmación, es

triste encontrarse con «hombres adultos y razonablemente instruidos» cuya ignorancia

e indocumentación sobre Jesús es casi total.

FALTAN TESTIGOS DE DIOS

La figura de Juan el Bautista, "testigo de la luz", nos recuerda una vez más que todo

creyente, si lo es de verdad, está llamado a dar testimonio de su fe.

"A nuestra Iglesia le sobran papeles y le faltan testigos". Tal vez, con estas expresivas

palabras se apuntaba uno de los problemas más cruciales del cristianismo actual.

Durante muchos años han seguido funcionando entre nosotros los mecanismos que

tradicionalmente servían para "transmitir" la fe. Los padres hablaban a los hijos, los

profesores de religión a sus alumnos, los catequistas a los catequizandos, los

sacerdotes a los seglares.

No han faltado palabras. Pero, tal vez, ha faltado testimonio, comunicación de

experiencia, contagio de algo vivido de manera honda y entrañable.

Durante estos años muchos se han preocupado del posible quebranto de la ortodoxia

Page 294: Homilias de Pagola 2008 A

y del depósito de la fe. Y necesitamos, sin duda, cuidar con fidelidad el mensaje del

Señor. Pero nuestro mayor problema no es probablemente el depósito de la fe sino la

vivencia de esa fe depositada en nosotros.

Otros se han preocupado más bien de denunciar toda clase de opresiones e

injusticias. Por un momento parecía que por todas partes surgían nuevos "profetas". Y

cuánta necesidad seguimos teniendo de hombres de fuego que proclamen la justicia

de Dios entre los hombres. Pero, con frecuencia, junto a las palabras, han faltado

testigos cuya vida arrastrara a las gentes.

Tal vez, lo primero que nos falta para que surjan testigos vivos es "experiencia de

Dios". Karl Rahner pedía hace unos años que "hemos de reconocer de una vez la

pobreza de espiritualidad" en la Iglesia actual.

Nos sobran palabras y nos falta la Palabra. Nos desborda el activismo y no percibimos

la acción del Espíritu entre nosotros.

Hablamos y escribimos de Dios pero no sabemos experimentar su poder liberador y su

gracia viva en nosotros.

Pocas veces vivimos la acogida de Dios desde el fondo de nosotros mismos y, por

tanto, pocas veces llegamos con nuestra palabra creyente al fondo de los demás.

Creyentes mudos que no confiesan su fe. Testigos cansados, desgastados por la

rutina o quemados por la dureza de los tiempos actuales.

Comunidades que se reúnen, cantan y salen de las iglesias "sin conocer al que está

en medio de ellos".

Sólo la acogida interior al Espíritu puede reanimar nuestras vidas y generar entre

nosotros "testigos del Dios vivo".

Page 295: Homilias de Pagola 2008 A

Lunes, 15. Diciembre 2008 - 11:01 Hora

Domingo 4º de Adviento-B

Alégrate... el Señor está contigo Lc 1, 26-38

Alégrate La experiencia de la Navidad

¿A dónde va el mundo? Preguntas sobre la Navidad

ALÉGRATE

El relato evangélico de la anunciación a María, que se lee este último domingo de

Adviento, es una invitación a despertar en nosotros las actitudes básicas con las que

vivir no sólo las fiestas de Navidad ya próximas, sino la vida entera. Basta recorrer el

mensaje que se pone en boca del ángel.

Alégrate. Es lo primero que María escucha de Dios y lo primero que hemos de

escuchar también nosotros. «Alégrate»: ésa es la primera palabra de Dios a toda

criatura. En medio de estos tiempos que a nosotros nos parecen de incertidumbre y

oscuridad, llenos de problemas y dificultades, lo primero que sorprendentemente se

nos pide es no perder la alegría. Sin alegría la vida se hace más difícil y dura.

El Señor está contigo. La alegría a que se nos invita no es un optimismo forzado ni un

autoengaño fácil. Es la alegría interior y la confianza que nace en quien se enfrenta a

la vida con la convicción de que no está solo. Una alegría que nace de la fe. Dios nos

acompaña, nos defiende y quiere siempre nuestro bien. Podemos quejarnos de

muchas cosas, pero nunca podremos decir que estamos solos porque no es verdad.

Dentro de cada uno, en lo más hondo de nuestro ser está Dios nuestro Salvador.

No temas. Son muchos los miedos que pueden despertarse en nosotros. Miedo al

futuro, a la enfermedad, a la muerte. Nos da miedo sufrir, sentirnos solos, no ser

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amados. Podemos sentir miedo a nuestras contradicciones e incoherencias. El miedo

es malo, hace daño. El miedo ahoga la vida, paraliza las fuerzas, nos impide caminar.

Lo que necesitamos es confianza, seguridad, luz.

Has hallado gracia ante Dios. No sólo María, también nosotros podemos escuchar

estas palabras porque todos vivimos y morimos sostenidos por la gracia y el amor de

Dios. La vida sigue ahí con sus dificultades y preocupaciones. La fe en Dios no es una

receta para resolver los problemas diarios. Pero todo es diferente cuando uno vive

buscando en Dios luz y fuerza para enfrentarse a ellos.

Llega la Navidad. No será una fiesta igual para todos. Cada uno vivirá en su interior su

propia navidad. ¿Por qué no despertar estos días en nosotros la confianza en Dios y la

alegría de sabernos acogidos por Él? ¿Por qué no liberarnos un poco de miedos y

angustias enfrentándonos a la vida desde la fe en un Dios cercano?

LA EXPERIENCIA DE NAVIDAD

No es fácil en esta sociedad celebrar todavía con un poco de hondura la experiencia

central de la Navidad. Tal vez el mejor camino para intentarlo sea el silencio.

Así nos lo sugiere un viejo texto litúrgico al proclamar que la irrupción de Dios en la

humanidad sucedió "cuando un silencio sosegado lo envolvía todo".

He aquí algunas sugerencias para quienes deseen este año vivir la Navidad "de

manera diferente".

Lo primero es prepararse. Hacer el propósito de dedicar algún tiempo a preparar estas

fiestas. De lo contrario, es difícil sustraerse al ambiente trivial y engañoso que estos

días parece impregnarlo todo.

Page 297: Homilias de Pagola 2008 A

Después es necesario tener valor para estar a solas con nosotros mismos. Si lo

logramos, tal vez podamos descubrir algo nuevo. Una habitación tranquila, una iglesia

solitaria, un paseo retirado pueden servirte para "hacer silencio".

Dejarse penetrar por el silencio no es fácil, sobre todo cuando se vive siempre en el

ruido. Al comienzo, te sentirás lleno de sensaciones, impresiones, recuerdos. Si sabes

esperar y permanecer, poco a poco irán apareciendo dentro de ti tus verdaderas

preocupaciones, tus miedos, tu tristeza o tu alegría.

Si sigues todavía escuchando, podrás sentir una impresión inquietante. La soledad.

Estás solo en medio de la vida. Esas personas con las que te relacionas todo el día, a

las que rechazas o quieres, están lejos. En el fondo, todos estamos solos. Tú lo

experimentas ahora con más luz en esa sensación extraña que te invade.

Si, cerrando los ojos, te atreves a seguir en silencio en una actitud humilde de

confianza, es fácil que, en el interior de ese vacío y soledad, comience a insinuarse

una presencia.

No le des todavía el nombre de Dios. Es sólo una experiencia que te puede poner ante

la presencia de un Dios inmensamente lejano e incomprensible y, sin embargo,

inmensamente cercano e interior a ti mismo.

Entonces, deja que el silencio te hable. Por una vez, atrévete a escuchar esa

presencia cercana de Dios. No pienses en tus miedos ni en tu miseria. No pienses

siquiera si eres cristiano o no. Sencillamente, acoge el misterio.

Como dice K. Rahner, "esta experiencia es la más decisiva para comprender el

mensaje central de la Navidad: Dios se ha hecho hombre. Lo divino ha irrumpido en el

interior de lo humano".

Entonces, tal vez sientas tu corazón renovado. Será el mejor regalo que puedas recibir

Page 298: Homilias de Pagola 2008 A

en Navidad. Será también el mejor regalo que podrás hacer a los que te rodean.

¿A DONDE VA EL MUNDO?

Un filósofo aseguraba que «el mundo no va a ninguna parte». Se oponía así, desde su

visión filosófica, a tantos hombres y mujeres que, a través de los siglos, se han

atrevido a esperar un futuro no solo mejor, sino nuevo.

¿A dónde va el mundo con tanto dolor? Esta pregunta no es nueva. La han repetido de

mil maneras los hombres en momentos trágicos de guerras, en el azote de pestes

terribles, en medio del exilio o ante catástrofes naturales. Hoy, de nuevo, cristianos y

no cristianos se la plantean en el fondo de su conciencia: ¿A dónde va el mundo?

No es una cuestión arbitraria. No es tampoco una pregunta científica que busca

satisfacer nuestra curiosidad. Es un interrogante profundamente humano, pues, de

alguna manera, intuimos que en él nos va la vida y el destino último de la humanidad.

La pregunta se despierta en nosotros cuando nos informan de la velocidad con que se

talan los árboles en las selvas de Brasil, o de la desertización de grandes zonas de la

Tierra; cuando nos alertan de los daños irreparables de los accidentes nucleares, o

nos advierten de los efectos peligrosos de cierto tipo de residuos. ¿Se le puede llamar

progreso a esa alocada producción de bienes que solo beneficia a unos pocos,

mientras provoca tanto daño a la mayor parte de la humanidad?

Detrás de todo eso está el ser humano, que no acierta a conducir las cosas por

caminos más seguros. Por eso, la pregunta más concreta es otra: ¿A dónde vamos

nosotros los hombres dejando sin pan y sin trabajo a tantas gentes con tal de

conseguir el bienestar de los más afortunados? ¿A dónde vamos hundiendo en el

hambre y la miseria a pueblos enteros? ¿Nos vamos acercando así a alguna meta

digna del hombre? ¿Caminamos así hacia una plenitud?

Page 299: Homilias de Pagola 2008 A

Con este horizonte no es extraño caer en el pesimismo y en actitudes derrotistas. Por

eso resultan tan sorprendentes las palabras con las que el ángel anuncia a María el

nacimiento del Salvador y que, en el fondo, están dirigidas a toda la humanidad:

«Alégrate ... El Señor está contigo.» Es cierto que el horizonte puede parecer sombrío;

el ser humano puede destruir el mundo y provocar su propio hundimiento. Pero no

está solo. Dios está con nosotros. Es posible la salvación.

Esta fe es la que sostiene al creyente en la esperanza y le anima a trabajar siempre

por un mundo más humano. Llegará un día en el que, según las hermosas palabras

del Apocalipsis, Dios mismo «enjugará las lágrimas de sus ojos, ya no habrá muerte ni

llanto, no habrá gritos ni fatiga, pues el mundo viejo habrá pasado» (Ap 21, 4). Esta es

la promesa de Dios a los hombres. Y los creyentes confiamos en él. María, la madre

del Salvador, es nuestro modelo.

Lunes, 22. Diciembre 2008 - 10:47 Hora

Natividad del Señor

Luz verdadera que alumbra a todo hombre

Jn 1,1-18

Una noche diferente Símbolos vacíos

Demasiado bello No estamos solos

Un Dios cercano

NO ESTAMOS SOLOS

El hecho es cada vez más evidente. Está creciendo de manera notable el número de

personas vulnerables. Hombres y mujeres que se sienten solos, abandonados,

desarraigados, sin apenas fuerzas para vivir. Personas que no pueden seguir el ritmo

Page 300: Homilias de Pagola 2008 A

de la sociedad moderna y se sienten profundamente infelices y desasistidas.

El problema se agrava cuando la persona se siente sola. Necesitaría más que nunca

encontrarse con alguien que compartiera su fragilidad e impotencia, pero no es fácil. El

hecho es paradójico. Cada vez son más las personas que viven diariamente en

contacto con mucha gente, pero se sienten profundamente solas.

Nadie tiene tiempo para detenerse ante el otro y escuchar su vida. Cada cual carga

con su propia soledad. Cada vez son más las personas con necesidad de ser

escuchadas y cada vez son menos los que están dispuestos a escuchar. Está en crisis

la confidencialidad.

Los exégetas no dudan a la hora de resumir el corazón del mensaje de Jesús. Se

puede formular en pocas palabras: «No estamos solos. Dios está con nosotros. Es un

Padre que sigue de cerca nuestra vida. Lo podemos experimentar siempre que nos

ayudamos a vivir de manera amistosa y esperanzada».

En las primeras comunidades cristianas estaban tan convencidos de esto que, en un

evangelio escrito en los años 80, se dice que el mejor nombre para designar a Jesús

es «Emmanuel», es decir, «Dios con nosotros». Con esto está todo dicho.

Éste es el secreto de la Navidad. No estamos perdidos en una inmensa soledad. No

vivimos sumergidos en pura tiniebla. Dios está con nosotros. Hay una Luz en nuestra

vida. Con Dios entre nosotros todo cambia. Se puede vivir con esperanza.

La mejor manera de celebrar la Navidad es ayudar a las personas a no sentirse tan

solas y vulnerables. Dios está con nosotros, en nosotros y entre nosotros. Lo podemos

experimentar cuando nos reunimos para celebrar nuestra fe, cuando estrechamos

entre nosotros lazos de amistad y apoyo, cuando nos curamos mutuamente las

heridas de la vida.

Page 301: Homilias de Pagola 2008 A

Una comunidad cristiana donde se escucha, se acoge y acompaña a las personas

necesitadas, puede ser para no pocos un apoyo grande para no vivir tan solos ni tan

desasistidos. Puede ser la mejor invitación para creer que Dios está con nosotros.

UNA NOCHE DIFERENTE

La Navidad encierra un secreto profundo que, desgraciadamente, se les escapa a

muchos de los que hoy celebrarán «algo», sin saber exactamente qué. Muchos no

pueden ni siquiera sospechar que la Navidad nos ofrece la clave para descifrar el

misterio último de nuestra existencia.

Generación tras generación, los hombres han gritado angustiados sus preguntas más

hondas. ¿Por qué tenemos que sufrir, si desde lo más íntimo de nuestro ser todo nos

llama a la felicidad? ¿Por qué tanta humillación? ¿Por qué la muerte si hemos nacido

para la vida? Los hombres preguntaban. Y preguntaban a Dios porque, de alguna

manera, cuando estamos buscando el sentido último de nuestro ser, estamos

apuntando hacia él. Pero Dios parecía guardar un silencio impenetrable.

Ahora, en la Navidad, Dios ha hablado. Tenemos ya su respuesta. Pero Dios no nos

ha hablado para decirnos palabras hermosas acerca del sufrimiento, ni para

ofrecernos disquisiciones profundas sobre nuestra existencia. Dios no nos ofrece

palabras. No. «La Palabra de Dios se ha hecho carne». Es decir, Dios más que darnos

explicaciones, ha querido sufrir en nuestra propia carne nuestros interrogantes,

sufrimientos e impotencia.

Dios no da explicaciones sobre el sufrimiento, sino que sufre con nosotros. No

responde al porqué de tanto dolor y humillación, sino que él mismo se humilla. Dios no

responde con palabras al misterio de nuestra existencia, sino que nace para vivir él

mismo nuestra aventura humana.

Page 302: Homilias de Pagola 2008 A

Ya no estamos perdidos en nuestra inmensa soledad. Ya no estamos sumergidos en

pura tiniebla. Él está con nosotros. Hay una luz. «Ya no estamos solitarios, sino

solidarios». Dios comparte nuestra existencia.

Ahora todo cambia. Dios mismo ha entrado en nuestra vida. La creación está salvada.

Es posible vivir con esperanza. Merece la pena ser hombre. Dios mismo comparte

nuestra vida y con él podemos caminar hacia la plenitud. Por eso, la Navidad es

siempre para los creyentes una llamada a renacer. Una invitación a reavivar la alegría,

la esperanza, la solidaridad, la fraternidad y la confianza total en el Padre.

Recordemos esta mañana de Navidad las palabras del poeta Angelus Silesus:

«Aunque Cristo nazca mil veces en Belén, mientras no nazca en tu corazón, estarás

perdido para el más allá: habrás nacido en vano.»

Símbolos Vacíos

Lc 2, 15-20

Encontraron al Niño acostado en el pesebre

Apenas se acercan las fechas navideñas, nuestras calles se llenan de luces, estrellas,

árboles navideños, belenes. En muchas casas se sacan con cuidado las piezas del

nacimiento y se adorna el hogar con toda clase de motivos navideños.

Pocas veces nuestra sociedad adquiere un carácter ornamental tan intenso y festivo. Y

sin embargo, ¿qué se encierra tras todos estos símbolos entrañables? ¿Qué lee el

hombre actual en esos signos?

Se iluminan las ciudades con toda clase de luces y se encienden los cirios navideños

Page 303: Homilias de Pagola 2008 A

en los hogares, pero apenas le recuerdan a nadie a Aquel que es la Luz del mundo, el

que ha venido a iluminar las tinieblas de nuestra existencia.

Las calles se llenan de estrellas, pero, ¿a cuántos les orientan hacia aquel portal de

Belén en el que nació el Salvador de la humanidad?

Se colocan árboles de Navidad en las plazas y en los rincones de los hogares, pero,

¿quién se detiene a pensar que ese árbol simboliza a Jesucristo, el Árbol de la Vida, el

Mesías que trae nueva savia a los hombres? ¿Quién recuerda que ese árbol, lleno de

luces y regalos, es símbolo de Cristo, portador de luz y gracia para todos nosotros?

Pero, sobre todo, ¿quién se detiene a contemplar con fe el misterio que se encierra en

un Belén por modesta que sea su construcción.

Francisco de Asís inició la costumbre de montar el Belén movido por el deseo de hacer

más presente y real el misterio de la Encarnación, experimentar directamente la

alegría del nacimiento de Dios y comunicar esa alegría a los amigos.

Cuenta Tomás de Celano, su primer biógrafo, que Francisco contemplaba con alegría

indescriptible el misterio de Belén. «Afirmaba que ésta era la fiesta de las fiestas, pues

en ese día Dios se hizo niño y se alimentó de leche del pecho de su madre, lo mismo

que los demás niños. Francisco abrazaba con delicadeza y devoción las imágenes que

representaban al Niño Jesús y lleno de afecto y compasión, como los niños, susurraba

palabras de cariño».

Son muchos, sin duda, los factores que nos han hecho ciegos para leer los símbolos

navideños y detenernos ante ese Niño en el que no somos ya capaces de percibir

nada grande.

Por eso, tal vez, la manera más auténtica de vivir nosotros la Navidad sea empezar

por pedir a Dios esa sencillez y simplicidad de corazón que sabe descubrir en el fondo

Page 304: Homilias de Pagola 2008 A

de estas fiestas a un Dios entrañable y cercano.

DEMASIADO BELLO

Demasiado bello para ser verdad. Así se nos presenta hoy el mensaje de Navidad.

¿Cómo anunciar una «alegría grande» a todo el mundo cuando sabemos que la vida

es para tantos una amenaza continua de inseguridad, de sin-sentido y de miedo?

¿Cómo cantar la paz en la tierra cuando vivimos envueltos en crueles imágenes de

guerra y de terror?

¿Quién podrá consolar nuestro corazón del cansancio y de la desilusión?

Hace unos años K. Rahner escribió algo que quiero escuchar estos días:

«Cuando al pobre corazón le parece que lo que anuncia la Navidad es demasiado

bello para ser verdad, entonces la voz del corazón debe atender con más urgencia al

mensaje del Niño que ha nacido hoy».

Navidad nos dice, en primer lugar, quién es Dios. Hay algo muy metido en nosotros

que nos lleva a imaginarlo omnipotente, eterno y lejano. Sin embargo, Dios es

diferente de lo que nosotros pensamos de Él.

Dios se ha hecho niño, es humano, es frágil y cercano, es uno de nosotros.

El amor de Dios no es un invento de teólogos; es algo misterioso e increíble que ha

llevado a Dios a compartir nuestra existencia. ¿No es una suerte que Dios sea así?

Navidad nos revela, al mismo tiempo, quién es el hombre. Sentimientos contrarios se

Page 305: Homilias de Pagola 2008 A

entremezclan dentro de mí estos meses: decepción y confianza, pena por el ser

humano y deseo grande de paz, desilusión y secreta esperanza; no puedo «entender»

la lógica de los poderosos de la Tierra y me da pena el silencio de los hombres de

bien.

Navidad nos dice que la aventura humana no es un fracaso; que no estamos solos en

manos del mal; que Dios sufre con nosotros; que Él nos acompaña hacia la vida

eterna. Desde el desamparo del pesebre hasta el asesinato de la cruz, Cristo no dice

otra cosa. ¿De quién nos puede llegar la «salvación», si no es de él?

No es fácil pronunciar hoy esta palabra, pero tiene razón el teólogo belga A. Gesche

cuando afirma que «la idea de salvación merece ser escuchada de nuevo como una

de esas viejas palabras que vuelven a resonar en nosotros porque todavía tienen algo

que decirnos».

El mundo busca «salvación» y no sabe hacia dónde dirigir su mirada.

¿Nos atreveremos a escuchar el mensaje navideño:

«Alegraos: os ha nacido hoy un Salvador»?

UN DIOS CERCANO

Vino al mundo

Celebrar la Navidad es, ante todo, creer, agradecer y disfrutar de la cercanía de

Dios. Estas fiestas sólo puede gustarías en su verdad más honda quien se

atreve a creer que Dios es más cercano, más comprensivo y más amigo de lo

que nosotros podemos imaginar.

Ese Niño nacido en Belén es el punto de la creación donde la verdad, la bondad

Page 306: Homilias de Pagola 2008 A

y la cercanía cariñosa de Dios hacia sus criaturas aparece de manera más tierna

y bella.

Sé muy bien cómo les cuesta hoy a muchas personas encontrarse con Dios.

Quisieran creer de verdad en El, pero no saben cómo. Desearían poder rezarle,

pero ya no les sale nada de su interior. La Navidad puede ser precisamente la

fiesta de los que se sienten lejos de Dios.

En el corazón de estas fiestas en que celebramos al Dios hecho hombre, hay una

llamada que todos, absolutamente todos, podemos escuchar:

«Cuando no tengas ya a nadie que te pueda ayudar, cuando o veas ninguna

salida, cuando creas que todo está perdido, confía en Dios. El está siempre junto

a ti. El te entiende y te apoya. El es tu salvación».

Siempre hay salida. Lo más importante de nuestro ser, lo más decisivo de

nuestra existencia, está siempre en manos de un Dios que nos ama sin fin. Y

esta confianza en Dios Salvador ha de abrirse paso en nuestro corazón, incluso

cuando nuestra conciencia nos acuse haciéndonos perder la paz.

La fidelidad y la bondad de Dios están por encima de todo, incluso de toda

fatalidad y todo pecado. Todo puede ser nuevo si nos abrimos confiadamente a

su perdón. En ese Niño nacido en Belén, Dios nos regala un comienzo nuevo.

Para Dios nadie está definitivamente perdido.

Sé que las fiestas de Navidad no son unas fiestas fáciles. El que está solo, siente

estos días con más crudeza su soledad. Los padres que sufren el alejamiento

del hijo querido, lo añoran estas fechas más que nunca. La pareja en que se va

apagando el amor, siente aún más su impotencia para reavivar aquel cariño que

un día iluminó sus vidas.

Page 307: Homilias de Pagola 2008 A

Sé también que estos días es fácil sentir dentro del alma la nostalgia de un

mundo más humano y feliz que los hombres no somos capaces de construir. En

el fondo, todos sabemos que, al margen de otras muchas cosas, no somos más

felices porque no somos más buenos.

Pues bien, la Navidad nos recuerda que, a pesar de nuestra aterradora

superficialidad y, sobre todo, de nuestro inconfesable egoísmo, siempre hay en

nosotros un rincón secreto en el que todavía se puede escuchar una llamada a

ser mejores y más felices porque contamos con la comprensión de Dios.

Si los hombres huimos de Dios, en el fondo es para huir de nosotros mismos y

de nuestra superficialidad. No es de la bondad de Dios de la que queremos

escapar, sino de nuestro vacío y nuestra mediocridad.

Felices los que, en medio del bullicio y aturdimiento de estas fiestas sepan rezar

a un Dios cercano y acogerlo con corazón creyente y agradecido. Para ellos

habrá sido Navidad.

Jueves, 25. Diciembre 2008 - 19:31 Hora

Domingo de la Sagrada Familia

Luz para alumbrar a las naciones Lc 2, 22-40

LAS ABUELAS

La crisis de fe que se observa en la sociedad repercute de diversas formas en la

familia, verdadera «caja de resonancia» de cuanto se produce en el entorno social.

Algo ha cambiado durante estos años en no pocos hogares: han desaparecido, en

buena parte, los signos religiosos, se han perdido costumbres cristianas, son pocas las

familias que se reúnen para rezar. En general lo que se transmite a los hijos no es fe,

sino indiferencia religiosa y silencio.

Page 308: Homilias de Pagola 2008 A

La situación concreta es, sin embargo, más variada y compleja.

Hay ciertamente familias donde los padres adoptan una postura de rechazo a lo

religioso e impiden que sus hijos sean iniciados en la fe. No son muchos. En esos

hogares lo religioso sólo aparece para ser objeto de ataque o de burla.

Hay, por el contrario, hogares donde se mantiene viva la identidad cristiana. La fe es

un factor importante a la hora de configurar el clima familiar. Se reza, se cuidan los

valores religiosos, y los padres se preocupan de la educación cristiana de los hijos. Se

trata de un grupo más numeroso de lo que a veces se piensa.

La situación más generalizada es otra. No pocos padres se han alejado de la práctica

religiosa y viven instalados en la indiferencia. No rechazan la fe, pero tampoco les

preocupa la educación religiosa de sus hijos. No les parece algo importante para su

futuro. Bautizan a sus hijos, celebran su primera comunión, pero no les transmiten fe.

En estos hogares son las abuelas las que están desempeñando muchas veces una

labor de gran importancia dentro de su aparente humildad. Calladamente y de la forma

más natural, van enseñando al nieto o a la nieta a rezar, lo llevan a la iglesia y, a su

estilo y manera, le van explicando las «cosas más fundamentales» sobre Dios y Jesús.

Ni ellas mismas se dan cuenta de que están despertando en el niño las primeras

experiencias religiosas.

Algunas van más lejos, y se preocupan de comprarles una «Biblia para niños» o libros

adecuados para explicarles con detalle las parábolas de Jesús o el sentido de las

fiestas cristianas. No siempre es una labor solitaria. Cuentan muchas veces con la

«complicidad» del abuelo y el asentimiento agradecido de los padres que, en el fondo,

saben que todo eso es bueno para el hijo.

En esta fiesta de la Sagrada Familia quiero alabar la actuación de estas mujeres. Tal

Page 309: Homilias de Pagola 2008 A

vez un día, más de uno recuerde agradecido a la «abuela» que le habló de un Dios

que nos ama sin fin o le contó la parábola del hijo pródigo.

LA FAMILIA NECESARIA

En poco tiempo estamos asistiendo a un cambio profundo de institución familiar entre

nosotros.

La familia numerosa ha desaparecido para ser sustituida por una «familia nuclear»

formada por la pareja y un número muy reducido de hijos.

La mujer ha salido del hogar para realizar un trabajo profesional tan valorado como el

de su esposo, abandonando así su rol anterior de esposa y madre dedicada

exclusivamente a las labores del hogar.

Los divorcios y separaciones han crecido notablemente. Esta inestabilidad matrimonial

ha traído consigo el aumento de hijos que crecen en un hogar en que vive solamente

uno de los progenitores.

¿Significa todo esto que la familia está llamada a desaparecer? Los estudiosos de la

familia apuntan hoy, más bien, la posibilidad de que se extinga la familia tal como la

hemos conocido, pero ninguno de ellos anuncia la desaparición de la dimensión

familiar.

El ser humano necesita el ámbito familiar para abrirse a la vida y crecer dignamente.

Por otra parte, estamos viviendo momentos de graves crisis y la historia nos enseña

que en los tiempos difíciles se estrechan los vínculos familiares. La abundancia separa

a los hombres y la penuria los une.

Los problemas de la pareja y de la familia no se van a resolver con la ley del divorcio ni

con la despenalización del aborto. Es una equivocación pensar que es un progreso

Page 310: Homilias de Pagola 2008 A

establecer una mayor liberalización del divorcio y del aborto.

Lo que necesitan y reclaman los hombres y mujeres de esta sociedad no es poder

divorciarse sino poder formar una verdadera familia. Lo que nos tenemos que

preguntar seriamente todos es cuáles son las condiciones necesarias para formar un

matrimonio duradero y una familia estable, cálida y acogedora.

Los hombres y mujeres de nuestros días están necesitados de experiencias

fundamentales de amor y la familia es, tal vez, el marco privilegiado para vivir una

experiencia de amor amistoso, gratuito y confiado.

Para los creyentes este amor es precisamente experiencia privilegiada para expresar y

vivir la gracia y el amor de Dios.

INDIFERENCIA

La actitud más inhumana ante el sufrimiento de tantos hombres y mujeres que mueren

de hambre en el mundo es, sin duda, la apatía e insensibilidad de quienes nos

sentimos a salvo de tan trágica situación.

Gracias al desarrollo de los medios de comunicación hoy sabemos más que nunca de

la miseria, el hambre y las desgracias que asolan a pueblos enteros de la tierra. Pero

todo ello, lejos de estimular nuestra solidaridad, nos acostumbra a veces a mirarlo todo

con resignación y apatía.

Hemos aprendido a quedarnos indiferentes ante las cifras y estadísticas que nos

hablan de miseria y muerte.

Podemos calcular cuántos niños mueren de hambre cada minuto, sin que se

conmueva un ápice nuestra conciencia. Las imágenes más crueles y trágicas que

pueda servirnos la televisión quedan rápidamente borradas por el telefilme o el

Page 311: Homilias de Pagola 2008 A

concurso de turno.

Y, sin embargo, la muerte por hambre es la más indigna e inmoral de todas las

muertes porque es evitable y sólo se produce por nuestra indiferencia y complicidad.

Lo dicen los expertos: sobran alimentos, falta solidaridad.

La indiferencia en los países occidentales alcanza a veces rasgos escandalosos y

provocativos. Estas mismas navidades hemos podido ver anunciadas en la prensa

cenas de fin de año a 115 euros el cubierto.

A los pocos días se nos informaba que los indios de Chiapas (México) viven durante

todo el año con el equivalente aproximado a 85 euros. ¿Cómo se puede calificar este

estado de cosas?

Mientras cien mil personas mueren de hambre cada día, en nuestras sociedades ricas

casi la mitad de la población vive preocupada por problemas derivados de una

alimentación excesiva.

Sobre la misma tierra en que caen cada día tantos hombres y mujeres vencidos por el

hambre, nosotros, bien alimentados, paseamos, corremos o hacemos «footing» para

bajar el exceso de peso.

Este es nuestro pecado y también nuestra mayor vergüenza.

En esta fiesta de la Sagrada Familia hay algo que los creyentes no deberíamos

olvidar. Según Jesús, la familia no puede quedar reducida a quienes estamos unidos

por lazos de sangre. Todos los humanos formamos «la familia de Dios».

No podemos celebrar satisfechos la Navidad dentro de nuestro hogar mientras hay

familias en el mundo que mueren de hambre.

Page 312: Homilias de Pagola 2008 A

Lunes, 29. Diciembre 2008 - 10:58 Hora

Fiesta de Sta. Maria Madre de Dios

... meditándolas en su corazón Lc 2, 16-21

Horas importantes Balance

Comenzar un nuevo año Paz en la tierra

HORAS IMPORTANTES

Desconocemos lo que nos espera en el nuevo año. No sabemos siquiera si lo

terminaremos. Nadie lo sabe. Así caminamos los humanos a través del tiempo. Es

normal que broten de nosotros preguntas inquietantes: ¿qué nos traerá el nuevo año?,

¿con qué me iré encontrando a lo largo de los días?, ¿tendré suerte?, ¿me irá mal?

Tal vez, no son éstas las preguntas más importantes pues la vida no nos la hacen

desde fuera. También nos podemos preguntar: ¿cómo viviré yo este año?, ¿en qué

puedo crecer?, ¿en qué me puedo estropear?, ¿me renovaré interiormente o

envejeceré?, ¿será un año lleno de vida?, ¿será vacío y rutinario?

No todas las horas del nuevo año serán iguales. Habrá momentos importantes y

momentos que apenas dejarán huella en nosotros. A veces, experiencias que no

parecen dignas de ser registradas en un diario, pueden tener gran significado en

nuestra vida. Quiero recordar algunas.

Si en algún momento de este año soy capaz de renunciar al egoísmo en el que

Page 313: Homilias de Pagola 2008 A

normalmente vivo atrincherado y me decido a hacer algún gesto de bondad sin buscar

contrapartidas ni exigir reconocimiento, habrá sido una hora importante.

Si en alguna circunstancia me olvido de otros intereses y actuó simplemente por

honestidad, aunque sé que voy a quedar ante muchos como un imbécil, será una hora

importante pues habré recuperado mi dignidad.

Si un día de este nuevo año, decido por fin pararme a reflexionar para poner más

verdad en mi vida, escuchando la voz íntima de mi verdad en mi vida, escuchando la

voz íntima de conciencia, habrá sido una hora muy importante.

Si en algún momento renuncio a excusarme como acostumbro, escucho la crítica de

quienes me conocen bien, y hago un esfuerzo por corregir mi vida de defectos y

miserias que no aceptaría en los demás, será una hora importante pues empezaré a

cambiar.

Si un día, en vez de rezar como siempre de manera rutinaria y aburrida, me olvido de

pronunciar palabras y me quedo en silencio ante Dios despertando en mi corazón la

confianza y el agradecimiento, será una hora muy importante en la historia de mi fe.

BALANCE

Acabamos de concluir un año para comenzar otro nuevo. Son días propicios para el

balance y la reflexión. La persona que nunca se detiene para encontrarse consigo

misma, corre el riesgo de vivir ausente de su centro, dejándose llevar por la vida, sin

renovarse ni ser ella misma.

Por eso, es bueno en estas fechas detenernos para ponernos en contacto con nuestro

verdadero yo. Sin miedo alguno, con paz, ante ese Dios que sólo quiere nuestro bien.

Pero, ¿cómo se hace un balance personal? ¿Cómo comenzar el año en actitud de

renovación? He aquí algunas sugerencias.

Page 314: Homilias de Pagola 2008 A

Tal vez, lo primero es preguntarnos cuál es nuestro estado de ánimo en estos

momentos. Comienza un año nuevo, ¿qué siento dentro de mí? ¿Verdad, paz, vida? O

por el contrario, ¿percibo turbación, ansiedad y confusión? Es bueno mirar de frente

nuestros sentimientos y ponerles nombre. Ahí podemos encontrar ya alguna luz para

orientar nuestra vida por un camino más acertado.

Pero hemos de preguntarnos enseguida por lo positivo que hay en nuestra vida. ¿Qué

he recibido de bueno a lo largo de este año? ¿Qué experiencias y encuentros positivos

he vivido?

¿Qué es lo que más he de agradecer? Experimentar la vida como don que vamos

recibiendo gratuitamente es una de las maneras más espontáneas de ir descubriendo

la bondad de Dios. Sólo este convencimiento podría ya cambiar mi vida.

Hay otras preguntas de suma importancia. ¿Qué he aprendido este año? ¿Qué he

descubierto con más claridad sobre mí mismo o sobre los demás? He descubierto a

Dios en mis gozos y mis penas, en mis temores y en mis trabajos? ¿Ha habido algún

acontecimiento o alguna persona que me ha dado nueva luz? Nuestra experiencia no

crece sólo con el pasar de los años, sino con la reflexión que vamos haciendo sobre lo

vivido.

También hemos de revisar nuestros errores. ¿Qué equivocaciones he cometido a lo

largo de este año? ¿Qué relaciones he estropeado? ¿Qué es lo que más he

descuidado? ¿Por qué he vivido tan ocupado por mis cosas y tan olvidado del bien de

los demás? Arrepentirse y distanciarse de lo malo que ha habido en nuestra vida es ya

una manera de renovarse y despertar lo mejor que hay dentro de nosotros.

Ahora comienza un año nuevo. ¿No siento ninguna llamada en mi interior? ¿Cómo

quiero que sea este año? ¿Qué he de hacer para vivir de manera más sana y más

humana? No sabemos qué nos espera a lo largo de este año que comienza. Una cosa

Page 315: Homilias de Pagola 2008 A

es segura. Dios estará siempre buscando nuestro bien. Podremos confiar en El.

Comenzar un nuevo año

No es fácil comenzar un año nuevo. Lo desconocido inquieta, no sabemos lo que nos

traerá. Por eso lo festejamos de manera ruidosa: ya no es sólo la cena de Nochevieja

y las ofertas especiales de las cadenas televisivas; son cada vez más los que

comienzan el año echando cohetes o haciendo explotar petardos.

También los antiguos romanos metían ruido para ahuyentar los malos espíritus al

inicio del año. Pero se puede comenzar el año en silencio. Es, sin duda, la manera

más lúcida de adentrarnos en el misterio de ese tiempo que no podemos detener y

que constituye nuestra vida.

No es difícil recordar el año que se va: hemos vivido alegrías y sinsabores; hemos

hecho cosas buenas y hemos cometido errores; nos hemos encontrado con personas

nuevas; hemos amado y sufrido; algo ha crecido en mí y algo se ha apagado. Esa es

mi verdad, ése soy yo. Si en algún rincón de mi alma sigue viva una pequeña fe,

puedo agradecer, pedir perdón y confiar en ese Misterio que los creyentes llaman

Dios.

Llega ahora un año nuevo. Lo nuevo no sólo inquieta, también tiene su atractivo. Lo

nuevo es algo intacto, inédito, lleno de posibilidades: produce un placer especial

conducir un coche nuevo, escuchar por primera vez un compacto, estrenar una prenda

de vestir. Pero, ¿qué puede haber de realmente nuevo en el año que comienza? Tal

vez, lo que más novedad puede introducir en nuestra vida es nuestra manera nueva

de vivirla.

¿Puedo ser yo un «hombre nuevo», una «mujer diferente»?

Page 316: Homilias de Pagola 2008 A

¿Se pueden despertar en mí ideas y sentimientos nuevos?

¿Puedo recorrer caminos no transitados, encontrar gestos nuevos, amar con nueva

ternura, acercarme a Dios con corazón renovado?

No hace falta que lo cambie todo. En realidad, lo nuevo está ya en germen dentro de

mí. Lo importante es que viva atento a lo mejor que hay en mi corazón acogiendo

aquello que me puede hacer crecer.

Por eso, es bueno que nos deseemos mutuamente un Año Nuevo feliz, pero es mejor

todavía que nos preguntemos: ¿qué deseo realmente para mí?, ¿qué es lo que

necesito?, ¿qué busco?, ¿qué sería para mí algo realmente nuevo y bueno en este

año que comienza?

PAZ EN LA TIERRA

Comenzamos hoy un año nuevo. Un año todavía intacto, pero que viene ya marcado

por las luchas, los trabajos, sufrimientos y gozos vividos hasta el día mismo de ayer.

Todos comenzamos un año nuevo, pero todos de manera distinta. Algunos con la

incertidumbre quizás de perder su puesto de trabajo. Otros con el gozo de esperar un

nuevo hijo. Alguien con la angustia de entrar en el último año de su vida. Otro con la

ilusión de crear un nuevo hogar.

Cada uno con sus propios problemas. Sin embargo, a los creyentes se nos invita hoy a

que, olvidando nuestras preocupaciones individuales, iniciemos el nuevo año con la

mirada puesta en un objetivo urgente para la humanidad: la paz.

Hemos despedido un año sembrado de violencias, agresividad, muertes y sangre. Y

comenzamos otro que no nos ofrece un horizonte mejor.

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Oímos hablar de violencias injustas y de violencias legítimas. Distinguimos entre una

violencia opresora y otra represora. Pero el caso es que poco a poco va

consolidándose entre nosotros la convicción de que si se quiere realmente lograr algo,

es necesario utilizar "una dosis suficiente de violencia».

Sin embargo, esta idea no es sólo monstruosa sino falsa. La violencia es útil para

lograr ciertos objetivos inmediatos y parciales, pero nunca para crear una sociedad

más reconciliada, dialogante y fraterna.

Ni de la punta de las metralletas terroristas ni de los gritos de los torturados puede salir

una sociedad más humana. La paz y la justicia hay que construirlas por otros medios.

Ha llegado quizás la hora de que todos nos empeñemos en crear una nueva

conciencia colectiva de luchar por la «no-violencia» activa. No podemos dejar nuestro

futuro en manos del más violento.

Es urgente andar otros caminos. «La no-violencia es una última tentativa del espíritu y

de la libertad, más allá de la cual sólo hay unas fuerzas impersonales que se

enfrentan, sin otra posibilidad que la victoria de la más implacable».

El respeto a la vida del hermano es algo esencial a lo que un creyente no puede

renunciar. Desde el momento en que Dios se ha hecho hombre, ningún hombre puede

ser un sujeto sacrificable.

Sin duda, es poco lo que cada uno de nosotros podemos hacer. Pero todos podemos

colaborar en la creación de una nueva conciencia y de un nuevo estilo de vida, que

actúe como punta de lanza que abra a esta sociedad tan violenta hacia un futuro de

mayor fraternidad.