homilía de la misa del alba 2014 · cautivo - trinidad
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MISA DEL ALBA · 12 DE ABRIL DE 2014
Homilía del Obispo de Málaga, Monseñor Jesús Catalá para la Misa del
Alba de la Real, Muy Ilustre y Venerable Cofradía de Nazarenos de Ntro.
Padre Jesús Cautivo, Mª Stma. De la Trinidad Coronada y del Glorioso Apóstol
Santiago.
Lecturas: Ez 37, 21-28; Sal (Jr 31, 10-13); Jn 11, 45-57
1. El profeta Ezequiel anuncia que el Señor recogerá a sus hijos dispersos de
entre las naciones para hacer un solo pueblo (cf. Ez 37, 21), que sea
gobernado por un solo rey (cf. Ez 37, 22). Naturalmente, en su sentido último
esta profecía se refiere a Jesús de Nazaret, el Rey de reyes, que gobernará
con cetro de equidad (cf. Sal 46, 7; Heb 1, 8) a todos los pueblos, a todos
nosotros.
Pero como sucede con las paradojas de la vida, quien debía gobernar con
cetro de justicia a todas las naciones, fue maniatado y clavado en una cruz.
Jesús Cautivo tuvo que sufrir el desprecio de las gentes, la burla de sus
adversarios y el escarnio de sus enemigos. Quienes le ataron las manos y lo
sujetaron a la cruz, pensaban que se deshacían de él, para seguir ellos
gobernando e imponiendo su voluntad.
Los dirigentes político-religiosos en tiempos de Jesús tenían miedo de que la
gente les abandonase y se fuera tras el Nazareno. Convocaron el consejo y se
preguntaron qué hacer con el Maestro, porque hacía muchos signos (cf. Jn 11,
47) y pensaban que los romanos destruirían su lugar santo y su nación (cf. Jn
11, 48). Temían perder su poderío y sus lugares emblemáticos; de tal manera
que decidieron darle muerte, como hemos escuchado en el Evangelio de hoy
(cf. Jn 11, 50.53).
2. Frente a estos planteamientos, de quienes desean ejercer su poder y
mantener su “estatus”, el Siervo de Yavé, Jesús Cautivo, aparece como el
único soberano y buen pastor de todo el mundo, sin pretensiones de poderío.
Él es el único Maestro, que enseña la verdad y ofrece la vida; por eso, según
la profecía de Ezequiel, todos los pueblos caminarán según sus preceptos y
cumplirán sus mandatos (cf. Ez 37, 24).
Pero nosotros estamos tentados de obedecer a otros señores, que, bajo capa
de libertad, nos tiranizan y nos embaucan con falsas promesas; estamos
tentados de seguir a otros maestros, que nos prometen una felicidad nunca
alcanzada.
En esta mañana de primavera podemos preguntarnos ante la imagen de Jesús
Cautivo: ¿Por qué nos resulta fácil contemplar a Jesús al llegar cada Semana
Santa, pero nos resulta tan difícil seguirlo y ser sus discípulos durante todo el
año? ¿Por qué aceptamos algunas de sus enseñanzas, las que nos gustan;
mientras rechazamos otras, que nos cuestan o nos disgustan?
3. Tal vez nos fabricamos nuestros propios ídolos, para adorarlos y desviar
nuestro corazón del Señor Jesús, que es nuestro único Salvador.
A veces nos cuesta aceptar los criterios y normas, que la Iglesia nos ofrece
para bien nuestro; y con la pretensión de ser libres, independientes y
autónomos, nos construimos los propios altares, para adorar lo que nos
conviene. Sería de esperar que los cristianos de hoy tuviéramos la valentía de
decir una palabra clarificadora ante las idolatrías de nuestra sociedad; y sin
embargo, caemos también en ellas.
En este tiempo se están debatiendo leyes sobre el respeto a la vida humana,
sobre la justicia social, sobre el trabajo, sobre la familia, sobre la
convivencia, sobre la aportación de cada ciudadano al erario público y al bien
común, sobre el buen uso de los bienes materiales, que el Señor nos regala. Y
da la impresión de que los cristianos permanecemos indiferentes, como si
estos temas no tocaran nuestra fe, como si estas cuestiones no tuvieran que
ver nada con nosotros.
Sin embargo, los cristianos, y por ende todo cofrade, tenemos la misión de
transformar la sociedad a la luz de Cristo, a la luz del Evangelio, iluminar
desde la fe todas las realidades temporales. Cristo, queridos fieles, no ha
muerto en vano por nosotros.
4. Como se nos ha dicho en la monición de entrada tenemos hoy dos motivos
especiales para venir a encontrarnos con el Cautivo para darle gracias.
En primer lugar, el setenta y cinco Aniversario de la Bendición de su Imagen.
Son muchos años que el pueblo de Málaga acude para encontrarse con su
Señor y Maestro; aunque esté atado y cautivo. Muchos años de bendiciones
por parte de Cristo a esta querida ciudad y a todos los fieles que acuden.
Y el segundo motivo es el veinticinco Aniversario de la visita de la Imagen del
Cautivo a los enfermos en el Hospital Civil. Ellos piden su bendición, su
cercanía, su gracia, su perdón y su apoyo. Ellos necesitan la fuerza necesaria
para llevar con elegancia, y gozo incluso, el sufrimiento y la enfermedad.
5. El profeta de Ezequiel nos prometía una purificación de nuestras rebeldías
y una superación de nuestras idolatrías: «No volverán a contaminarse con sus
ídolos, sus acciones detestables y todas sus transgresiones (…). Los purificaré,
ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios» (Ez 37, 23).
El Cautivo es nuestro Dios; éste es vuestro Dios. Hay que abandonar otros
ídolos. Hay que sacar de nuestro corazón lo que no sintoniza con Cristo.
Contemplando al Cautivo hagamos hoy firme propósito de cambiar nuestra
actitud y de corresponder a su gran amor, a su infinito amor por nosotros. La
alianza eterna, que se nos promete (cf. Ez 37, 26), implica volver nuestra
mirada al Salvador del mundo, rechazar los ídolos que nos apartan de él y
aceptar su amistad, abriendo nuestro corazón a su amor.
Jesús Cautivo quiere poner su morada entre nosotros; quiere ser nuestro Dios;
quiere reinar en nosotros (cf. Ez 37, 27); quiere acompañarnos en el camino
de la vida, para que lleguemos a la eternidad y poder gozar de la verdadera
felicidad.
6. ¡Contemplad la Imagen del Cautivo! Las manos de Cristo Cautivo están,
como vemos, muy atadas. Cada acto de desamor nuestro es una atadura más,
que aprisiona sus manos.
Cada vez que rechazamos sus enseñanzas como Maestro nuestro, amarramos
sus manos; cada vez que despreciamos su Palabra, encadenamos sus manos;
cada vez que no seguimos su ejemplo, anudamos sus manos; cada vez que
aceptamos las ideologías contrarias a la fe, inmovilizamos sus manos; cada
vez que no atendemos al hermano necesitado, ligamos sus manos; cada vez
que no somos testigos de su vida y de su doctrina, agarrotamos sus manos.
Entre todos, fieles cristianos y cofrades, lo hemos aprisionado. Pero su
atadura será rota con su muerte y resurrección; ésta es nuestra esperanza; y,
liberadas sus manos, nos bendecirá y nos resucitará a nosotros.
7. Hemos de vivir como verdaderos discípulos de Jesús Cautivo y ayudarnos,
mutuamente y de modo responsable, a serle fieles.
Cada cofrade debe ser consecuente con su compromiso bautismal y con las
exigencias de la fe cristiana. Y si alguno no lo hiciere, los demás hermanos, en
un ejercicio de fraternidad y de corresponsabilidad eclesial, deben corregir al
interesado, como nos enseña Jesús en el Evangelio (cf. Lc 17, 3).
Cada cofradía debe tener los resortes necesarios y el mecanismo adecuado,
para resolver, de modo responsable y fraterno, cualquier problema; sobre
todo, si va contra la doctrina de la Iglesia. Para corregir a un hermano, que se
desvía del camino, debería ser suficiente la corrección fraterna de los otros
hermanos; no haría falta ninguna intervención más.
No añadamos más ataduras a las manos del Señor Cautivo; busquemos, más
bien, el modo de desatar las cuerdas que hayamos podido ponerle con
nuestros pecados, con nuestros intereses y con nuestros deseos.
8. Hago un llamamiento a todos los fieles cristianos, y de modo especial a los
cofrades, para conocer mejor las enseñanzas del Maestro, transmitidas por la
Iglesia, que es la garante de las mismas.
Uno que se precie de ser cristiano no puede aceptar las ideologías que van
contra la verdad del hombre y contra Dios.
Pedimos al Cautivo que nos dé su fuerza para seguirle y para ser sus testigos.
Él soportó la ignominia y la cruz por nosotros; y espera que nosotros le
correspondamos.
El Señor, clemente y compasivo (cf. Sal 86,15), está dispuesto a perdonar
siempre; es lento a la ira, rico en clemencia y lleno de bondad (cf. Neh 9,17);
su misericordia es eterna; él perdona todas nuestras culpas y cura todas
nuestras enfermedades (cf. Sal 102,3). Él desata nuestras cadenas y nos
otorga la verdadera libertad.
Queridos fieles, al comenzar la Semana Santa, contemplemos a Jesús Cautivo
y pidámosle su gracia y su perdón. Cada clavel que pongáis hoy a sus pies que
sea una oración y un deseo de convertirnos a Él. Amén.