Muy buenos días a todos los presentes. Como representante de la promoción “Virgen de Fátima”, egresada de la primaria en 1982, quiero agradecer a la señora directora por permitirme expresar unas palabras de aprecio a quien fuera nuestra profesora a lo largo de seis inolvidables años.

Ella, Delia Sotelo de Álvarez, está aquí ahora, bajo el mismo cielo que iluminó sus pasos por este patio, por estos pasillos, a lo largo de tres décadas.

Ella, la jovencita que en 1954 pisó por primera vez este recinto, ahora es una venerable madre y abuela y ha vuelto a su antiguo centro de labores para ver qué ha sido de sus vistosas paredes, de sus firmes columnas, de sus ruidosos salones.

Ella, nuestra querida maestra, hoy echa una mirada a su alrededor y escucha en nosotros las voces de las diversas generaciones que contribuyó a formar.

Y ahora que me encuentro de nuevo en la escuela en la que hice mil y una travesuras, me parece oír de nuevo a nuestra maestra, invitándonos a leer las Santas Escrituras y a encontrar en ellas todas las respuestas a las infinitas preguntas que surgían en nuestras mentes infantiles.

Y vuelvo a vivir los tiempos en que, por diversos motivos, las clases se suspendían o postergaban hasta nuevo aviso. Era en esos días cuando Delia Sotelo demostraba que era una verdadera educadora, ya que —en vez de plegarse a huelgas, paros o manifestaciones— siempre encontraba la manera de que sus alumnos no perdieran clases.

Y mientras leo ante ustedes este apresurado discurso, pienso en las numerosas melodías que la maestra Delia nos hizo aprender y entonar para tal o cual ocasión. Pienso en las amistades que forjamos bajo su atenta mirada. Pienso en el futuro promisorio que se dibujaba en cada uno de sus sabios consejos.

Ese futuro es ahora nuestro presente. Es este preciso momento, cuando me siento muy orgullosa de pertenecer a la última promoción que pasó por sus diestras y generosas manos.

Yo tuve la suerte de ser uno de los cientos de niños a los que la profesora Delia supo transmitir, además de sus conocimientos, su amor por las cosas bien hechas, por las metas cumplidas.

Ella alcanzó esa meta hace exactamente 32 años, cuando, satisfecha por la labor cumplida, dejó este colegio para dedicarse a su hogar y empezar a recordar las tres décadas que dedicó a “La Sagrada Familia”.

Hoy, 23 de octubre de 2015, la promoción “Virgen de Fátima”, parte de la familia que acogió y custodió por seis imborrables años, le rinde homenaje y le asegura que sus enseñanzas vivirán siempre con nosotros, con nuestros hijos y con nuestros nietos.

Desde aquí, el lugar donde aprendimos a ser niños y empezamos a ser adultos, saludamos y honramos

a la persona que nos enseñó a leer y escribir, a la mujer con la que aprendimos a cantar y a contar, a la maestra que nos hizo lo que somos.

Y le decimos, con el mayor de los cariños y el más inmenso aprecio: ¡Muchas gracias por todo, maestra Delia Sotelo!