homenaje a la antigüedad académica a juan velarde fuertes

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INSTITUTO DE ESPAÑA HOMENAJE A LA ANTIGÜEDAD ACADÉMICA CELEBRADO EL 19 DE DICIEMBRE DE 2017 EN HONOR DEL EXCMO. SR. D. JUAN VELARDE FUERTES DE LA REAL ACADEMIA DE CIENCIAS MORALES Y POLÍTICAS MADRID, 2017

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INSTITUTO DE ESPAÑA

HOMENAJE A LA ANTIGÜEDAD ACADÉMICA

CELEBRADO EL 19 DE DICIEMBRE DE 2017EN HONOR DEL EXCMO. SR. D.

JUAN VELARDE FUERTESDE LA REAL ACADEMIA

DE CIENCIAS MORALES Y POLÍTICAS

MADRID, 2017

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INSTITUTO DE ESPAÑA

HOMENAJE A LA ANTIGÜEDAD ACADÉMICA

MADRID, 2017

Juan Velarde FuertesDE LA REAL ACADEMIA

DE CIENCIAS MORALES Y POLÍTICAS

Celebrado el 19 de diCiembre de 2017 en honor del exCmo. Sr. d.

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Depósito legal: M-32533-2017

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Homenaje ofrecido en nombre del Instituto de Españapor el Excmo. Sr. D. Ramón Tamames Gómez,

de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas

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Señor Presidente del Instituto de España,

Señoras y señores Académicos,

Señoras y señores,

El hecho de intervenir en este acto, del Instituto de España, en homenaje a la antigüedad académica del Prof. Juan Velarde Fuertes, es para mí un alto honor, tal vez como discípulo más antiguo del Maestro que hoy ha superado la frontera nonagésima, y que desde la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas está presente en este Instituto con su sabiduría y veteranía.

Estuve pensando cómo hacer mi presentación, y al final, me pareció que sería útil plantear toda una serie de cuestiones en las que Don Juan fue expresándose a lo largo de su vida con total libertad, y también verán que con llaneza, buen juicio, y erudición al mismo tiempo. Creo que es un método mejor que un discurso solemne con una larga relación de méritos y obras que, por lo demás, figuran, por separado, en la parte final del pequeño libro que se distribuirá al final de este encuentro.

Así que, procederé con el método socrático, y Vds. me perdo-narán la petulancia que pueda haber en esa presentación, como habría dicho Pío Baroja, que tantas veces citaba la calle ancha de San Bernardo en la que se desarrolla nuestra sesión de trabajo. Irán, como en la mayor parte de mi intervención, tras un preám-bulo obligado con la semblanza del homenajeado, una sucesión de preguntas y respuestas.

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Y en ese sentido, empezaré dando la palabra aquí al Prof. Emilio de Diego, que fue el editor y prologuista del Liber Amicorum que hace diez años dedicamos al Prof. Velarde, al cumplir los 80, y cito:

Tal vez sea éste uno de los rasgos que mejor definen la per-sonalidad de Juan: su impulso permanente a la apertura de ámbitos de conocimiento, de un saber que derribe los obstá-culos para la comprensión. Algo que, como puede verse aquí, se pone de manifiesto en tantas y tan diferentes etapas de su vida: en sus primeros años de estudio; en su juventud; en su andadura política; en su labor profesional...; desde su tierra asturiana hasta todos y cada uno de los lugares que ha conocido a lo largo y ancho del mundo…

Pero a mí me sorprendió, aún más, otro aspecto de su per-sonalidad y de su comportamiento. Juan Velarde es la única persona, con las que yo me he encontrado, que antes de que termines de pedirle un favor ya está decidido a hacértelo, y encima te da las gracias 1.

Y seguimos con algunas observaciones de personas en el largo historial del Profesor, la siguiente de muy señalado autor, como Vds. verán al final:

Pues con todo este abrumador currículo, Velarde se mantiene joven y simpático; dispuesto siempre a atender a cualquiera que le necesite, y a seguir la actualidad económica en artículos sugerentes e interesantísimos. La Economía, como el mar, tiene sus olas y sus corrientes, e incluso sus tsunamis; basta leer en un periódico los abiertos, oportunos e ingeniosos comentarios de Juan Velarde para saber por dónde van las cosas. Todos tenemos mucho que agradecerle, y cada uno un favor o servicio particular 2.

1 “Prólogo” de Emilio de Diego, La búsqueda del saber. Liber amicorum de Juan Velarde, Actas Editorial, Madrid, 2007.

2 Manuel Fraga Iribarne, “En el homenaje a Juan Velarde”, La búsqueda del saber. Liber amicorum de Juan Velarde, Actas Editorial, Madrid, 2007.

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Palabras de Manuel Fraga Iribarne que compartimos todos, de persona tan exigente, como a veces reglamentista y contundente.

Y de un historiador insigne, como fue Gonzalo Anes, que dedicó toda una vida a la Historia del siglo XVIII, y a dirigir multitud de estudios con largo provecho para todos, proceden las palabras que leo a continuación, también de gran sinceridad, pronunciadas sobre la marcha sobre su Maestro y colega, porque Don Juan también es historiador en muchos de sus libros:

Mi amistad con el Prof. Velarde comenzó a fraguarse cuando él se incorporó como catedrático a la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Madrid, en la que yo era pro-fesor desde 1962 y catedrático desde 1968. Coincidíamos en las Juntas de Facultad y en la Sala de Profesores, entre clase y clase. Yo seguía muy de cerca, con cariño y admiración, a Juan Velarde, sorprendido siempre por su capacidad de trabajo, por sus conocimientos de economía, por su erudición enciclopédica y por su curiosidad sin límites 3.

Y terminaremos las microsemblanzas que aquí he traído, con una referencia que figura en el citado Liber Amicorum, de la Pro-fesora Josefina Fernández Arufe, que nos relata, poetizándolo des-pués, un hecho concreto y bien expresivo de la entusiasta vida económica de quien hoy es premio de una antigüedad fructífera que todos admiramos:

No puedo dejar de mencionar su investidura como doctor Ho-noris Causa por la Universidad de Valladolid en el año 2000. Tuve la fortuna de ser su madrina y efectuar la correspondiente laudatio. Recuerdo el júbilo con el que recibió la noticia de su nombramiento. Su discurso versó sobre: Nacimiento, vida y muerte de la peseta. La historia desde un sueño a otro (1868-2002). Evocó la elección que en su día efectuó para

3 Gonzalo Anes y Álvarez de Castrillón, “De hijosdalgo y de señores”, La búsqueda del saber. Liber amicorum de Juan Velarde, Actas Editorial, Madrid, 2007.

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desarrollar su actividad profesional en el campo del sector público, rememorando al poeta norteamericano Robert Frost cuando escribió:

«Dos caminos se separaban en un bosque doradoY no pudiendo seguir los dos,Tomé aquel menos frecuentado,Y eso lo cambió todo» 4.

* * *

Entraremos ahora en una segunda fase de este discurso, en el que he recogido toda una serie de cuestiones fundamentales del presente como historia, que habría dicho Paul Sweezy por su libro del mismo nombre. Son declaraciones hechas por el Prof. Velarde, en una entrevista que le hice hace ya algún tiempo, para el diario La Razón de Madrid. En esa dirección, me referiré primero a la actividad profesoral en sus años más juveniles, de él, y también míos. Cuando con un colega con el que tanto convivió, tuvimos un primer contacto. E incluso puedo decir que mi vocación por la Estructura Económica viene de aquel momento:

Esos dos profesores eran Juan Velarde y Enrique Fuentes Quin-tana, con la asignatura de Estructura Económica de España, que dispensaban al alimón en este viejo Caserón. Y no será casi preciso decirlo, que es la materia que más me interesó, pues en ella se explicaba el verdadero funcionamiento de la eco-nomía española. Para lo cual habían redactado unos apuntes de calidad muy superior a otros de por entonces 5.

Yo había estudiado bastante a fondo los temas y me presenté al examen oral de Estructura creo que bastante bien preparado, y vestido de Alférez Eventual; tal vez para fardar aunque por entonces no era raro ver a milicianos como yo vestidos de

4 Josefa Fernández Arufe, “Juan Velarde fuertes, maestro y amigo”, La bús-queda del saber. Liber amicorum de Juan Velarde, Actas Editorial, Madrid, 2007.

5 Ramón Tamames, Más que unas Memorias, RBA, Barcelona, 2013.

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oficiales. Yo estaba haciendo las prácticas de la Milicia Univer-sitaria en Inca, Baleares. Y el caso es que tengo grabadas en la mente las preguntas que me hizo Fuentes, cuando hablando de agricultura me inquirió por la equivalencia entre mulas y tractores:

— Un tractor de 25 CV, equivale, en principio, a una pareja de mulas. Claro es que un tractorista experimentado, puede conseguir un rendimiento muy superior, y además trabajar muchas más horas, porque las mulas tienen que comer y hay que dejarlas descansar. También hay que echar gasóleo a la máquina, pero con ella puede traba-jarse incluso de noche con buenos faros; sobre todo en el verano, sin el calor del día.

La pregunta que me hizo Juan Velarde la tengo menos grabada, entre otras cosas porque antes de entrar en materia, estuvo muy amable y anduvo preguntándome dónde estaba destinado como militar, cómo iba la cosa, qué planes tenía, etc.

Después, andando el tiempo, ya con los títulos de Economista y de Derecho, quise volver a entrar en la Universidad como profesor, en alguna cátedra estructuralista. Y en vista de la negativa que tuve en la ocasión de alguien que parecía preocupado por mi posible afiliación política, recurrí a Juan Velarde, ya catedrático en Madrid, después de haber pasado dos cursos en Barcelona. De Más que unas Memorias, uno de mis últimos libros, cito concretamente:

Con Juan ya había tenido alguna relación como profesor mío en la Universidad. Además, del Prof. Velarde enseguida adquirí el regusto por sus artículos de Economía, que tenían algo de detectivesco, de investigación sobre los centros del verdadero poder económico; por ejemplo, en el estupendo estudio publi-cado en la Revista de Economía Política sobre las actividades monopolísticas en el sector papelero 6.

6 Ramón Tamames, Más que unas Memorias, RBA, Barcelona, 2013.

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La receptividad de Juan Velarde –desde su cátedra de Estructura II— fue de lo más alentadora. Enseguida asumí con él la función de profesor de clases prácticas, en 1964. Y de mi nuevo mentor universitario, recordaré un episodio que me parece significativo.

Cuando ya llevaba unos meses como asociado de Velarde, el runruneo sobre mi pertenencia al PCE estaba ya muy extendi-do, y un día, el Cátedro me llamó y me preguntó directamente si yo pertenecía a esa organización.

Yo no le podía decir ni que sí ni que no: decirle que sí, podría haber supuesto tal vez el final de nuestra relación, aparte que no tenía por qué decir nada sobre mi adscripción política; y decirle no, habría sido una mentira. Mi contestación fue de tercera vía:

— Lo único que puedo decirte, Juan, es que yo estoy por la democracia, y no pienso participar en ningún proyecto de autoritarismos de ninguna clase. Mis ideas tendrán un origen u otro, pero, perdóname que te lo diga, ya me he expuesto algo como para mostrar que aquello a que aspiro fundamentalmente es que España sea un día un país normal, democrático, con libertades; con una Constitución para convivir todos libremente…

Ante esa contestación Juan reaccionó en el sentido más positivo:

— Con eso me basta, Ramón, con eso me basta. Ya lo has dicho todo… ¡Hala, seguiremos trabajando juntos!

* * *

Naturalmente, la historia personal de cada uno es fundamental, y como decía el gran poeta Rilke, nuestra patria es en gran medi-da nuestra propia juventud. Y de aquellos sentimientos juveniles surgen luego reflexiones que se quedan grabadas para siempre. En esa línea de pensamiento le pregunté yo al Prof. Velarde a propósito de sus sentimientos más juveniles:

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P: Cuando empezó la guerra civil tenías nueve años y, ob-viamente, doce al terminar: ¿qué sensaciones guardas de en-tonces?

R: En ocasiones, la evocación es perversa, y puede que uno la deforme por la memoria, el cambio de ambiente, o lo que sea. El 18 de julio de 1936 lo rememoro con pavor, porque desde los dos bandos parecía como si hubiera un consenso letal: “ya podemos empezar a matarnos…” y en ese trance sucedieron las cosas más atroces: en Salas se fusiló al portero del equipo local de fútbol por parte de los republicanos, y a continuación acabaron con el delantero centro los nacionales… todo un signo terrible de que algo muy serio estaba fallando entre nosotros. Fue tremendo…

Pero lógicamente, la memoria no sólo es individual, también hay un recuerdo colectivo, a veces con grandes controversias, como se ve en las siguientes pregunta y respuesta, que expresa la in-quietud por ciertos recordatorios más intencionados que otra cosa:

P: A propósito de esos recuerdos, ¿qué piensas de la llamada “recuperación de la memoria histórica”? ¿Qué efectos ves que pueda tener?

R. El asunto me parece muy grave, y me retrotrae a una vivencia más que significativa: fue un día de verano, en una marcha del Frente de Juventudes que dirigía alguien a quien yo conocía, López Cancio. Yo les estaba mirando, como un veraneante más recién llegado de Madrid. Iban a colocar una corona floral en la cruz de los caídos, y uno que estaba leyendo de una lista, va y dice: “el camarada Fulanito y el camarada Prenganito co-locarán la corona de flores ante la cruz”. Y en ese momento, uno de los chicos nombrados, que salió de la formación, se cuadró delante de López Cancio y le espetó: “¿Por qué caídos vamos a poner la corona?”. Cancio se quedó dudando un ins-tante, pero reaccionó bien pronto: “Por todos los que murieron limpiamente por España”. Y del chico, aliviado, salieron estas palabras: “Pues ya puedo poner la corona, porque mi padre

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murió combatiendo en el ejército republicano”. Yo pensé: se ha acabado la guerra, justamente ahora.

* * *

Sobre otro tema, también importante en los jóvenes años de aprendizaje, era obligado interesarnos por los maestros literarios. Y así fue mi pregunta:

P: Y de los economistas –Adam Smith, Marx, Stuart Mill, Mar-shall, Keynes, Schumpeter—, ¿quiénes te influyeron más?

R: Los tres grandes para mí, siguen ahí. El primero, John May-nard Keynes, en tiempos en que todos éramos keynesianos. Porque quien por entonces no lo era es que había dejado de ser joven. El segundo, ¡qué gran impresión!, y uno de cuyos libros siempre tengo a mano, fue Joseph Schumpeter, con su “Historia del Análisis Económico”, y los “Ciclos económicos”. Y el tercero, era la referencia para continuas consultas: Alfred Marshall, con sus “Principios”. Esos eran mis habituales.

Y en la misma interlocución sobre el pasado, no de doctrinas económicas, sino de hechos y políticas, creo que será provechoso para todos rescatar algunas ideas sobre el gran cambio, que es una de las grandes inquietudes permanentes del Prof. Velarde, cuando escribía sus artículos económicos en el periódico Arriba, de los que todavía guardo algunos recortes de un papel ya muy envejecido:

P: El cambio que presagiabais comenzó en 1951-53, con toda una serie de atisbos: mejores cosechas, créditos del exterior, pactos con EE.UU. y el Vaticano… ¿Cómo fue la cosa?

R: El 53 marcó el cambio. ¿Por qué? Pues muy sencillo, porque la base del proteccionismo no era otra que la neutralidad, desde la línea marcada por Antonio Cánovas del Castillo en el “Congreso de Geografía Colonial y Mercantil” de 1882, cuando vino a señalar que si España se insertaba económicamente en Europa, desaparecería. Por tanto, para Don Antonio, teníamos

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que ser neutrales y no vernos presionados por nadie para ir a un sistema más abierto. Y por ello mismo, el país necesitaba producir un poco de todo, aunque eso fuera a costa de la propia eficiencia del sistema, siempre arropado por un pro-teccionismo a ultranza.

P: ¿Tanta importancia le das a la neutralidad?

R: Sí, sí, y mucho que nos afectó, porque tardó tiempo en romperse… con un primer intento, en plena segunda guerra mundial, para que España combatiera al lado de Hitler. Pero esa opción quedó aplastada, entre otras muchas cosas, por la crítica terrible que del nuevo orden europeo hizo en la “Revista de Estudios Políticos” un técnico comercial más que avezado, José Piera Labra. Para él, entrar en guerra equivalía a convertirnos en una mera colonia del III Reich. Pero con todo, la salida de la neutralidad no llegó hasta 1953, cuando se decidió entrar en la guerra fría al lado de EE.UU. Así es como se llegó, en 1953, a los pactos Franco/Eisenhower.

Y en la conversa, inevitablemente llegamos a lo que seguramen-te fue la clave del gran cambio, el Plan de Estabilización, que marcó el paso definitivo de unas pretensiones autárquicas ya en declive, a un modelo que hoy llamaríamos OCDE, en tiempos en que to-davía la política era marcadamente autoritaria. Si bien un día me dijo Marcelino Camacho: “También por entonces, Ramón, abrimos brechas de libertad, con la negociación colectiva, con el derecho de huelga que dejó de ser delito de sedición para transformarse en conflictos laborales”. En ese contexto, le pregunté a Don Juan:

P: Luego viene el Plan de Estabilización en 1959, y de sus figuras políticas más destacadas, Ullastres, Navarro Rubio y Laureano López Rodó, ¿quién fue para ti el más significativo?

R: Alberto Ullastres, sin duda. Era extraordinario, porque sabía bien lo que quería. Cuando yo le pregunté un día: “Pero bue-no, ¿cómo os atrevisteis a meteros en el Plan de Estabilización con aquella balanza exterior tan absolutamente negativa?”. Y

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me contestó: “Había leído a fondo el libro de Perpiñá Grau [De economía hispana] y vi claramente que España no tenía ningún futuro de no abrirse al exterior, por muchos que fueran los riesgos. Así pues, esa era la carta que teníamos que jugar”. En cambio, Mariano Navarro Rubio casi se fijaba sólo en la estabilidad presupuestaria y con eso se daba por satisfecho. En cuanto a Laureano López Rodó, era un administrativista que cuando se adentraba en economía no acababa de saber por dónde iba. Imitaba modelos franceses de planes indicativos, pero realmente eso acabó sirviendo para poco.

* * *

Y ¿cómo no?, aquí llega, en la sucesión de grandes temas, siempre estudiados cabalmente, el que nos ha ocupado a casi todos durante el año 2017, que es Cataluña:

P: Cambiando de tercio, ahora viene una pregunta de pers-pectiva muy actual. En 1960 ganaste la cátedra de Estructura Económica de la Universidad de Barcelona. Y me gustaría saber qué sacaste en claro de ese tu primer contacto con la sociedad catalana, ¿Qué recuerdos conservas? ¿Crees, como José Ortega y Gasset, que la cuestión catalana habrá que conllevarla siempre?

R: Vamos por partes… Porque si algo tengo claro, y lo recuerdo nítidamente, es que cuando llegué a la estación de Sants en Barcelona para incorporarme a la Cátedra, estaban esperándo-me dos jóvenes economistas: Narcis Serra y Ernest Lluch, para acompañarme a la Facultad. Y a partir de ese momento, y por las cosas que empezaron a contarme, comprendí que entraba en una sociedad muy diferente de la que había salido, para mí la castellano-asturiana. Lo de Cataluña era tan distinto en tantos aspectos...

P: Perdona. A mí, dos años después, cuando fui a dar mi pri-mera conferencia en Barcelona, también me esperaban en la estación de Sants. En mi caso, fueron Ernest Lluch, con Jacinto Ros Hombravella. Sigue, por favor…

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R: El caso es que, por lo que luego fui observando durante mi estancia en Barcelona, desde el Circuito Ecuestre hasta el famoso “Club Comodín”, que luego se convertiría en el Círculo de Economía, incluyendo los paseos con mis ayudantes, los amigos de La Vanguardia, el ambiente que había en el Colegio Mayor San Jorge donde vivía, todo era una sociedad distinta. Pero no sé, no sé si eso de conllevar encaja bien…

P: ¿No te gusta la palabra?

R: No tanto, y sinceramente creo que el tema es otro. En ese sentido, en mis conversaciones con Ramón Trias Fargas, llegué a la conclusión de que no sería malo que muchos de los valores que imperaban en Cataluña se interiorizasen en el conjunto de España, que bastantes cosas de lo que se vivía en Barce-lona y que me parecían positivas, pasaran a ser normal en el conjunto de España. O sea, que no es exactamente conllevar, sino convivir y ver naturales las influencias mutuas.

Habría que comentar con más detenimiento esas palabras, por-que la expresión orteguiana no puede satisfacernos. En pleno siglo XXI es preciso un acuerdo, para que en vez de conllevar podamos compartir, y en vez de un eterno ritornello de reivindicaciones y respuestas, tengamos un nuevo dispositivo que de fluidez a lo que de por sí es una comunicación económica y cultural inmensa.

* * *

Volvemos al gran cambio económico sólo para tomarlo de punto de partida para el político. Que llegaría en 1977 con las primeras elecciones generales democráticas, que acabaron con muchos prejuicios, en una operación impregnadora de nuevas sen-saciones insuficientemente valoradas. Aquí tenemos las palabras:

P: Cuando en 1977 llegó el cambio político a la democracia, esa nueva gran mutación, ¿cómo incidió en la economía el inicio de una nueva etapa que con sus altibajos ha dado tanta prosperidad a España?

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R: Antes de contestarte, me gustaría apreciar dos cosas di-ferentes. La primera, se refiere a la apertura económica que había empezado en 1959 y que había seguido con el acuer-do preferencial España/CE de 1970, impulsado también por Ullastres, ya como Embajador de España ante la CEE. Un tratado que nos introdujo en el ámbito comunitario europeo, que en 1972 se amplió con el Reino Unido, Irlanda y Dina-marca. Tú explicaste todo eso muy bien en tu tesis doctoral sobre “Formación y desarrollo del Mercado Común Europeo”, evidenciando cómo a la luz del Informe Birkelbach, España no podía ingresar en el gran proyecto, con el que se busca-ba, primero, la unión arancelaria, segundo, la económica y, tercero, la política. Y a España hasta 1977 le faltaba el ele-mento político, algo que en la lógica de la Historia, acabaría por llegar.

P: Y el cambio político, ¿por qué se produjo sin tensiones insu-perables? ¿Te acuerdas de la tesis de Vernon Walters cuando por encargo de Nixon se personó en El Pardo y Franco le dijo que la sucesión estaba asegurada “merced a una gran aliada”: ¿Cuál era?

R: Las clases medias, que habían engrosado la sociedad espa-ñola, y que en aquel momento, aunque fuera de otro modo, estaban pidiendo algo que se planteó por primera vez en la Revolución Francesa: la necesidad de una mayor libertad indi-vidual, un cambio político radical. Y eso es lo que finalmente se alcanzó en 1977.

P: Y la parte más opulenta del régimen anterior ¿se adaptó?

R: Se adaptó, y ya está. En aquel momento en medio de un gran maremágnum económico y social, el cambio se produjo a pesar de posiciones bien contrarias. Recuerdo que en una publicación, el bueno de Nicolás Sartorius se refería todavía al asalto al palacio de invierno por el proletariado, etc. Pero en el conjunto de los economistas que estábais en los diversos partidos políticos, de izquierda a derecha, ya veíais las cosas de

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otro modo. Y con esas ideas se hicieron los Pactos de La Mon-cloa, con los Suárez, los Fuentes, los Fraga, los que estuvisteis en La Moncloa para elaborarlos en octubre de 1977. Ignorar esa gran oportunidad, yo lo repito continuamente, habría sido un disparate. Y todo cambió.

* * *

Saliendo por un momento de nuestro propio Ruedo Ibérico, para visionar el ancho mundo de la globalización, que tanta con-troversia ha generado en pro y en contra, la pregunta era obvia:

P: Ya con la Constitución de 1978 funcionando, Juan, pasamos a otro ámbito de cuestiones, hoy en el candelero, si te parece: la globalización y sus descontentos.

R: La globalización es algo que nos llegó de fuera, implacable e inevitable, y que hubo de asumirse. Es como si en España, de repente, gritan en Castilla porque hace calor, o en Asturias porque llueve mucho. Esos son hechos exógenos, están ahí, y punto. Y se trata de aprovechar las circunstancias de la mejor manera posible. Y ¡ojo!, desde España la globalización está aprovechándose con buenos resultados, y a ese respecto yo pregunto: ¿cómo se entiende la gran progresión de un espa-cio económico como el de la Comunidad Valenciana? ¿Cómo se entiende sin China, sin India, sin la conexión con Europa? ¿Cómo cabe interpretar sin todo eso el tremendo auge del puerto de contenedores de Valencia, el primero de España, en pocos años? Es sólo una muestra de lo mucho que hemos aprovechado la globalización.

Y dentro de la globalización, lo hemos visto, el Prof. Velarde se centra sobre todo en los países emergentes, la gran novedad de nuestro tiempo, hoy casi personificada como países en los BRICS:

P: ¿Y en materia de países emergentes, China e India? No sé si viste mi libro “El siglo de China. De Mao a Primera Potencia Mundial”.

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R: Ahí lo tengo, el tercero en la lista de los que he de reseñar en el diario Expansión en las próximas semanas. Ya lo verás.

P: Muchas gracias, y la pregunta, por mucho que parezca tópica, es la siguiente: ¿Cómo ves el ascenso de esos dos países emergentes?

R: No, no es un tópico, es una realidad mayúscula. Se han puesto en marcha todo un conjunto de fuerzas del mundo oriental, muy al margen de esas historietas de la “Alianza de las Civilizaciones” y demás… La verdadera clave es que Chi-na e India están occidentalizándose. Primero lo hicieron los japoneses, y ahí está Japón. Después sucedió lo mismo con Corea del Sur, Singapur, Taiwán y Hong Kong. Y ahora le toca a los chinos posicionarse bien en el escenario. A veces me da risa pensarlo. ¡Marx ¿de dónde rayos era y dónde trabajó?!: en Occidente. Y Marx ¿qué significó para los rusos primero y para los chinos después?: un impulso de occidentalización. Y lo mismo ocurre con los hindúes, porque los ingleses les dejaron allí los posos, que ahora, por fin, están sabiendo aprovechar y potenciar. Toda Asia oriental está occidentalizándose para su mayor y más rápido desarrollo…

Y dentro del panorama global, inevitablemente teníamos que ir a los emergentes de Iberoamérica, con uno de los temas más significativos para nosotros, con las cosas que sucedieron, por ejemplo en Argentina, a propósito de Repsol y de sus yacimientos petroleros de la Vaca Muerta. En 2007 le pregunté al Prof. Velarde:

P: ¿Qué pasaría en Argentina si en las próximas presidenciales ganara Doña Cristina Fernández Arroyo en sucesión a su señor esposo Néstor Kirchner?

R: Cualquier cataclismo. Habría que salir pitando de allí, sobre todo nosotros, los españoles.

P: Fíjate lo que está pasando en Venezuela: miles de pasa-portes españoles expedidos en el 2006 en nuestro consulado

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en Caracas, para los que quieren dejar el país más rico en hidrocarburos de toda Iberoamérica…

R: Desde luego, no van por el mejor camino. Y en cambio, a México le está ocurriendo lo contrario de lo que dijo Porfirio Diaz: “¡Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de EE.UU.!”. Pues fíjate que ahora, precisamente por estar cerca de EE.UU., les va mejor… tienen problemas, pero les va mucho mejor que a otros países del área hispanohablante.

* * *

E inevitablemente, un recuerdo a los hermanos mexicanos en momentos tan duros como los actuales, tras el fuerte terremoto con duras réplicas. Seguimos, con una pregunta que parece de final, pero que todavía no lo es:

P: En tus juveniles 80 años, Juan, no voy a preguntarte cuántas conferencias dictas al año, cuántos artículos escribes, cuántos libros prologas, o cuántos produces tú mismo. Entrar en todo eso, sería una cuantificación inquietante para todos. Por eso, más operativo para el entorno, te planteo la cuestión de otra mane-ra: ¿qué recomiendas a los más jóvenes que están en la fase inicial de su vida activa como estudiosos de la vida económica?

R: A los jóvenes colegas les recomendaría que no abandonen nunca el mundo intelectual. Que trabajen en él, como haces tú de manera implacable y sistemática. Y a continuación de eso, pueden pedir tener suerte. ¿Por qué digo esto? Porque la fisiología acaba mandando, y la patología es a veces algo ho-rroroso. Estar fresco, sano, estar despierto es la gran suerte de la vida. Y sobre todo, tener un lema. Como el que yo aprendí en el bachillerato, de un compañero que tenía al lado, José María Valverde: Valverde y Velarde, estábamos al lado, por el orden alfabético…

Y desde aquellos tiempos, de manera permanente hasta ahora, hay una presencia en la vida de Juan, sobre la que disponemos

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de un comentario en el libro Testigo del gran cambio, publicado en 2016, y que escribieron a dúo Mikel Buesa y Thomas Baumert, que dan entrada en directo a las evocaciones juveniles del propio Velarde, comentando lo dicho por algunos estudiantes colegas:

Y me dijeron: «¡Oye, que hay un guateque en la calle General Mola, ¡vente!». —«¡Ah, pues muy bien, contad conmigo!». Y allí que me fui. Y en ese guateque estaba Alicia... Bromeamos con aquello de «señor Valiente», ¡y ahí ya empezó todo!

Hasta hoy...

Sí, hasta hoy, hasta este mismo momento, hasta esta mañana en la que me despedí de ella. Por cierto que, me ocurrió una anécdota curiosa. En una ocasión en la que estaba yo en Méxi-co, no recuerdo exactamente el motivo, hubo un cocktail en la editorial Fondo de Cultura Económica. Y a aquel cocktail asistió también el agregado comercial en México que, por lo que se ve, había estudiado Económicas. La cuestión es que se me acerca y me pregunta: «Oye, ¿es verdad que tú te has casado con Alicia Valiente?» —«Sí». Y dice con cara de absoluta incredulidad: «¡¡¡Pero si era la chica más guapa de la Facultad!!!». — «Bueno, ¿y qué?» [risas]. Aquélla fue una conversación absolutamente pintoresca, no sé qué pretendía insinuar [más risas]. Alicia se pone muy nerviosa cuando sabe que lo cuento y me amonesta: «¡Eso no se cuenta!» 7.

Y por último, queda la despedida, y nada mejor que hacerlo con palabras del propio Profesor Velarde:

De todo lo dicho he intentado mostrar, en mis diálogos con los autores de este libro, que quedasen claros los dos lemas que he procurado seguir en mi vida. El uno lo expuso muy bien Oscar Wilde en De profundis, al señalar que Cristo predicó que lo único importante «es vivir con plenitud cada minuto, y que para ello es preciso buscar incansablemente lo mejor».

7 Juan Velarde, conversaciones con Mikel Buesa y Thomas Baumert, Testigo del gran cambio, Ediciones Encuentro, Madrid, 2016.

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El otro es, ante las tareas emprendidas, no cejar jamás, de acuerdo con el lema de la infantería de Cromwell: Vestigia nulla retrorsum, o sea «Ni un paso atrás».

Son dos citas interesantes y valientes, una de un irlandés, y otra de un inglés. Expresivas de un temperamento poco frecuente de serenidad, y también de ferviente convicción a la hora de buscar la verdad y el futuro: ese es el Maestro a quien hoy rendimos homenaje, y a quien también deseamos que cumpla muchos más años, para seguir dejando la huella ecológica de su buen saber y sentido de la amistad.

Enhorabuena, querido Juan.

Muchas gracias.

Ramón Tamames

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Contestación del Excmo. Sr. D.Juan Velarde FuerteS

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Mucho agradezco lo que significa este acto vinculado a mi larga adscripción al mundo académico español. En primer lugar he de señalar que esta gratitud se dirige inmediatamente a las palabras del académico Ramón Tamames. Sus extraordinarios elogios, no sólo a mí, sino también a mi esposa, una universitaria ejemplar —véase cómo recogió aportaciones suyas otro Académico, Enrique Fuentes Quintana y como están éstas larvadas en el discurso de ingreso en la Real Academia Española de Luis Ángel Rojo, des-graciadamente inéditas sobre la visión económica de Madrid por Galdós—, la cual sacrificó su propia actividad investigadora a mi comodidad hogareña, para facilitar mis trabajos académicos.

Y éstos se movieron siempre debido a la importancia que he concedido a esta concreta tarea: la académica. Debo a Laín Entralgo diferenciar la actividad de docencia universitaria y la de investigación, de la académica, que él consideraba la culminación de ambas, en debate continuo obligado con otros colegas, lo que hacía culminar ambos campos previos, debate que se producía precisamente en el ámbito físico de las Reales Academias.

No me olvidaré nunca del impacto que me causó mi primer contacto con estas el 17 de marzo de 1946. Había decidido yo cursar unas asignaturas voluntarias, además de las obligatorias, para la licenciatura en Ciencias Económicas. Una de ellas se de-dicaba a La economía de la época mercantilista, y la desarrollaba un doctor en Historia que pasaría a convertirse, no mucho tiempo después en un importante economista, Leopoldo Zumalacárregui. Al concluir una de sus lecciones, me preguntó si podía interesarme el tema del discurso de ingreso de su padre en la Real Academia

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de Ciencias Morales y Políticas, titulado La ley estadística en la economía. Le contesté que mucho y me entregó una invitación para que pudiese asistir al acto, porque al final podría recoger el texto ampliado de las palabras expuestas por su padre. Así hice aquel domingo, y recuerdo lo mucho que me impresionó todo lo sucedido allí, incluyendo el rito del acto y por supuesto, la apor-tación de José María Zumalacárregui. Sobre este Académico he escrito ya bastantes cosas, por todo lo que supuso en la ciencia económica española y también en otros aspectos de nuestra vida.

Y cuando repaso quienes fueron mis maestros, me encuentro con la extraordinaria significación de los que eran académicos de la Real de Ciencias Morales y Políticas. ¿Cómo no voy a tener siempre en cuenta a Luis Olariaga? No sólo era un gran economista, un buen escritor, un gran profesor. Yo fui, en su cátedra de Economía Política de la Facultad de Derecho, ayudante suyo de clases prác-ticas, y como yo, nada más licenciarme en Ciencias Económicas pasé a trabajar en la Sección de Estadística del Consejo Superior Bancario, del que era director Olariaga, cuando concluía sus clases en el edificio universitario de la calle San Bernardo, le acompañaba andando hasta el Consejo Superior Bancario, en la calle Marqués de Cubas. En ese paseo me fascinaba su conversación, llena de aportaciones sobre la economía y, también, sobre la historia con-temporánea de España. Y seguimos en contacto, aunque nuestras vidas se separaron, hasta su muerte. Mucho me formó, y desde luego sigo teniendo muy en cuenta sus aportaciones económicas sobre la conducta adecuada para España a partir de 1950.

Pero, ¿quién me comunicó el necesario espíritu crítico sobre la política económica de cada momento y me llevó al ámbito de las macromagnitudes?

Pues fue otro Académico, de Ciencias Morales y Políticas, Ma-nuel de Torres. Tuve además la fortuna de participar con él en multitud de tareas, como por ejemplo, en la actualización tem-poral de la tabla input output de la economía española de 1954, para enviar respuestas más actuales a planteamientos que nos hacía Ullastres desde Bruselas, cuando debatía la base inicial de

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nuestra incorporación a la Europa Comunitaria que fue el Acuerdo Preferencial de 1970. Manuel de Torres mucho me enseñó sobre cuál debería ser el papel, ante los problemas españoles, de un académico.

¿Y cómo puedo ignorar lo mucho que debo a Valentín Andrés Álvarez, desde sus cursos maravillosos en la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas y en el Instituto de Estudios Políticos, y las aportaciones continuas en el terreno de la economía, simplemente en conversaciones? Tuve la extraordinaria suerte de que aceptase contestar a mi discurso de ingreso en la Real Academia de Ciencia Morales y Políticas en 1978. Nunca olvidaré, tampoco, sus conver-saciones sobre temas literarios, sobre cuestiones asturianas. Por eso recientemente me ha alegrado presentar su vida, en el Centro de Estudios Superiores Cardenal Cisneros, como preludio a la puesta en escena de nuevo, de aquella deliciosa obra teatral suya titu-lada Tararí, auténticamente revolucionaria, intentando yo vincular sus tareas literarias con su vida como economista extraordinario.

Muchísimo, intelectual y personalmente, debo a otro gran aca-démico, José Castañeda, discípulo de Zumalacárregui y de Flores de Lemus. Se constituyó en un maestro indiscutido de todos los que se pueden denominar “los economistas de la escuela de Ma-drid”. Uno de sus puntos claves es precisamente su extraordinaria obra Lecciones de Teoría Económica, aparte de sus investigaciones econométricas. Además tuve la suerte de convivir con él en la vida académica. Nunca olvidaré tampoco sus reacciones ante los conflictos de la vida universitaria y el haber compartido con él, él de Decano, y yo de Vicedecano de la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas en momentos tempestuosos de la vida universitaria y política española.

Y si debo mucho a estos maestros, no debo menos a Aca-démicos contemporáneos. En vanguardia colocaré siempre a mi amigo Enrique Fuentes Quintana, desde que, a la altura de 1948, discutíamos ambos en el Ateneo, ya desde la equivocación de aplicar para el desarrollo de nuestra economía e incremento del déficit presupuestario y así conseguir una mayor cantidad de gasto

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público o el contenido de An Essays on Marxian Economics, de Joan Robinson, y no digamos sobre artículos de Lange o maravi-llarnos del libro de Hicks y Hart, titulado The Social Framework, del que procurábamos derivar magnitudes españolas para posibles trabajos nuestros. Fuentes fue quien me impulsó a actuar para, en la vacante de Olariaga, optar a ser Académico Numerario. Y fue persona clave para que, al ingresar automáticamente en esa vacante, y recuperar su puesto de Numerario, nada menos que Salvador de Madariaga, y ése fuese el que ocupase esa plaza, pero inmediatamente, Fuentes Quintana, fue quien logró que, aunque resultase ajena a la economía la posible vacante siguiente, yo pudiese optar a ella. Por eso yo he sido el sucesor, en la medalla 20 a Fernando María Castiella, quien había sido mi Decano en la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas, y al que siempre muchísimo he admirado, y eso me permitió hacer su elogio en mi discurso de ingreso.

Y a partir de ahí, mucho, más bien, muchísimo desde el pun-to de vista intelectual, debo al conjunto de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Mi última deuda es la de haber ésta enviado hoy aquí a ese compañero en ella que es Ramón Ta-mames, heredero en la Medalla 41, de aquel también magnifico Académico que fue mi amigo Fabián Estapé, con quien compartí, entre otros trabajos intelectuales, el desarrollar tres cursos acadé-micos como Catedrático en la Universidad de Barcelona, aparte de mil otras tareas.

Quiero decir, como síntesis de mi larga vida académica, que mil veces ante ella he tenido que plantearme aquellas estrofas de Gutierre de Cetina:

¡Ay, sabrosa reunión! ¡ay sueño suave!¿Quién te ha enviado a mí? ¿Cómo viniste?

Y a todos los asistentes, a Ramón Tamames, al Instituto de España, ¡Muchas gracias!

Juan Velarde Fuertes

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Breve biografía del Excmo. Sr. D. Juan Velarde FuerteS

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Juan Velarde Fuertes

26-VI-1927. Salas (Asturias).

Licenciado en Ciencias Económicas (1947) en la Primera Pro-moción de esta Carrera. Doctor con Premio Extraordinario (1956). Catedrático de Estructura Económica en la Universidad de Bar-celona y de Economía Aplicada en la Complutense. Rector de la Universidad Hispanoamericana de Santa María de La Rábida (1974-1977). Consejero Emérito del Tribunal de Cuentas. Presidente de la Real Sociedad Geográfica. Vicepresidente de la Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País, Director de los Cursos de La Granda desde 1978.

Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales (1992); Jai-me I de Economía (1996); Infanta Cristina de Economía de Castilla-León (1997); Rey Juan Carlos (2002); Campomanes (2005); Villa de Madrid de Economía (2010); Julián Marías (2011); Internacional Menéndez Pelayo (2017). Ingeniero Agrónomo de Honor. Doctor Honoris Causa por las Universidades de Oviedo, Sevilla, Comillas, Alicante, Valladolid, Francisco de Vitoria, UNED, Católica de Valencia y Rey Juan Carlos. Gran Cruz de Alfonso X el Sabio.

Miembro de Mérito de la Academia Portuguesa de la Historia, de Honor de la Real Academia Hispano Americana de Ciencias, Artes y Letras de Cádiz, y de la Academia de Ciencias Sociales y del Medio Ambiente de Andalucía, correspondiente de la Academia de Ciencias Políticas y Sociales de Venezuela.

Presidente de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.

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INSTITUTO DE ESPAÑA

HOMENAJE A LA ANTIGÜEDAD ACADÉMICA

CELEBRADO EL 19 DE DICIEMBRE DE 2017EN HONOR DEL EXCMO. SR. D.

JUAN VELARDE FUERTESDE LA REAL ACADEMIA

DE CIENCIAS MORALES Y POLÍTICAS

MADRID, 2017

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