hobsbawm eric, la era de la revolucion, 1789-1848.pdf

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  • iE rjc H obsbawm

    La ERADE LA REVOLUCIN,

    1789-1848

    C rticaG r u p o E d it o r ia l P l a n e t a

    B u e n o s A ir es

  • Ttulo original: The Age o f Beoolution. Burope 1789-J848 W eidenfeld a n d Ncolson, Londres

    Traduccin castellana: Flix X iranei de Sandoval

    Redix*o de tapa: G ustavo M acrIlustracin: Fragm ento de La L ibertad gu iando a l pueblo, leo de E ugne Delacroix

    909.82 Hbsbawm. EticCDO La era de la revolucin'. 1789-1848.- 6* ed . 1* reimp.*

    Buenos Aires: Crftc*. 2009.344 p . ; 19x12 cm.- (Biblioteca E. J. Hobebawm de

    Historia Contempornea)

    Traducido por: Felipe Ximnez che Sandoval

    ISBN 978-987-9317-14-3

    L Titulo 1 . Historia Universal

    6 - edicin, 2007 i 9 reimpresin, 200$

    Reoer-yfrdos todos te d*ichco. lcid** n la Uy*a, la reproduccin imtcmJ total

  • 8 LA ERA DE LA REVOLUCION. 1789-1848

    de este Ubro es de segunda y hasta de tercera mano, e inevitablemente contendr errores y cortes que algunos lamentarn como e l propio autor. A l fin a l figura una bibliografa como gua para un estudio posterior ms amplio.

    Aunque la trama de la historia no puede desenredarse en hilos separados sin destruirla, es muy conveniente, a efectos prcticos, cierta subdivisin del tema bsico. De una manera general, he intentado dividir el libro en dos partes. La primera trata con am plitud el desarrollo principal del perodo, mientras la segunda esboza la clase de sociedad producida por la doble revolucin. Claro que hay interferencias deliberadas, pues la divisin no es cuestin de teora, sino de pura conveniencia.

    Debo profundo agradecimiento a numerosas personas con quienes he discutido diferentes aspectos de este libro o que han ledo sus captulos en el manuscrito o en las pruebas, pero que no son responsables de mis errores: sealadamente, a J. D. Berna!, Douglas Dakin, E m st Fischer, Francis Haskell, H. G. Koenigsberger y R. F. Leslie. En particular, el capitulo 14 debe mucho a las ideas de E m st Fischer. La seorita P. Ralph me prest gran ayuda como secretaria y ayudante en el acopio de documentacin.

    Londres, diciembre de 1961E. J. H.

    INTRODUCCIN

    Las palabras s o d testigos que a menudo hablan ms alto que los documentos. Consideremos algunos vocablos que fueron inventados o que adquirieron su significado moderno en el perodo de sesenta aos que abarca este volumen. Entre ellos estn: industria, industrial, fbrica, clase media, clase trabajadora, capitalismo y socialismo. Lo mismo podemos decir de aristocracia y de ferrocarril, de liberal y conservador, como trminos polticos, de nacionalismo, cientfico, ingeniero, proletariado y crisis (econmica). Utilitario y estadstica, sociologa y otros muchos nombres de ciencias modernas, periodismo e ideologa fueron acuados o adaptados en dicha poca.' Y lo mismo huelga y depauperacin.

    Imaginar el mundo moderno sin esas palabras (es decir, sin las cosas y conceptos a las que dan nombre) es medir la profundidad de la revolucin producida entre 1789 y 1848, que supuso la mayor transformacin en la historia humana desde los remotos tiempos en que los hombres inventaron la agricultura y la metalurgia, la escritura, la ciudad y el Estado. Esta revolucin transform y sigue transformando al mundo entero. Pero al considerarla hemos de distinguir con cuidado sus resultados a la larga, que no pueden limitarse a cualquier armazn social, organizacin poltica o distribucin de fuerzas y recursos internacionales, y su fase primera y decisiva, estrechamente ligada a una especfica situacin social e internacional. La gran revolucin de 1789-1848 fue el triunfo no de la industria como tal, sino de la industria capitalista; no de la libertad y la igualdad en general, sino de la clase media o sociedad burguesa y liberal; no de la economa moderna, sino de las economas y estados en una regin geogrfica particular del mundo (parte de Europa y algunas regiones de Norteamrica), cuyo centro fueron los estados rivales de Gran Bretaa y Francia. La transformacin de 1789-1848 est constituida sobre todo por el trastorno gemelo iniciado en ambos pases y propagado en seguida al mundo entero.

    Pero no es irrazonable considerar esta dble revolucin la francesa,

    1. La mayor parte de palabras tienen curso internacional o fueron traducidas literalmente en los diferente idioma*. As, socialismo y periodismo se internacionalizaron, mientras la combinacin camino y hierro es la base de ferrocarril en todas partes, menos en su pa/s de origen.

  • 10 LA ERA DE LA REVOLUCIN. 1789*1848

    ms bien poltica, y la Revolucin industrial inglesa no tanto como algo perteneciente a la historia de los dos pases que fueron sus principales mensajeros y smbolos, sino como el doble crter de un anchsimo volcn regional. Ahora bien, que las simultneas erupciones ocurrieran en Francia y Gran Bretaa y tuvieran caractersticas ligeramente diferentes no es cosa accidental ni carente de inters. Pero desde e l punto de vista del historiador, digamos, del ao 3000, como desde el punto de vsta del observador chino o africano, es ms relevante anotar que se produjeron una y otra en la Europa del noroeste y en sus prolongaciones ultramarinas, y que no hubieran tenido probabilidad alguna de suceder en aquel tiempo en ninguna otra parte del mundo. Tambin es digno de sealar que en aquella poca hubieran sido casi inconcebibles en otra forma que no fuera el triunfo (1 capitalismo liberal y burgus.

    Es evidente que una transformacin tan profunda no puede comprenderse sin remontarse en la historia mucho ms atrs de 1789, o al menos a las dcadas que precedieron inmediatamente a esta fecha y que reflejan la crisis de los anciens rgimes del mundo occidental del norte, que la doble revolucin iba a barrer. Quirase o no, es menester considerar la revolucin norteamericana de 1776 como una erupcin de significado igual al de la anglo-francesa, o por lo menos como su ms inmediata precursora y acuciadora; quirase o no, hemos de conceder fundamental importancia a las crisis constitucionales y a los trastornos y agitaciones econmicas de 1760*1789, que explican claramente la ocasin y la hora de la gran explosin, aunque no sus causas fundamentales. Cunto ms habramos de remontamos en la historia hasta la revolucin inglesa del siglo xvii, hasta la Reforma y el comienzo de la conquista militar y la explotacin colonial del mundo por los europeos a principios del siglo xvi e incluso antes, no viene al caso para nuestro propsito, ya que semejante anlisis a fondo nos llevara mucho ms all de los lmites cronolgicos de este volumen.

    Aqu slo necesitamos observar que las fuerzas sociales y econmicas, y los instrumentos polticos e intelectuales de esta transformacin, ya estaban preparados en todo caso en una parte de Europa lo suficientemente vasta para revolucionar al resto. Nuestro problema no es sealar la aparicin de un mercado mundial, de una clase suficientemente activa de empresarios privados,o incluso (en Inglaterra) ta de un Estado dedicado a sostener que el llevar al mximo las ganancias privadas era el fundamento de la poltica del gobierno. Ni tampoco sealar la evolucin de la tecnologa, los conocimientos cientficos o la ideologa de una creencia en el progreso individualista, secular o racionalista. Podemos dar por supuesta la existencia de todo eso en 1780, aunque no podamos afirmar que fuese suficientemente poderosa o estuviese suficientemente difundida. Por el contrario, debemos, si acaso, ponemos en guardia contra la tentacin de pasar por alto la novedad de la doble revolucin por la familiaridad de su apariencia externa, por el hecho innegable de que los trajes, modales y prosa de Robespierre y Saint-Just no habran estado desplazados en un saln del anden rgiit, porque Jcremy Bentham,

    INTRODUCCIN 11

    cuyas ideas reformistas acoga la burguesa britnica de 1830, fuera el hombre que haba propuesto las mismas ideas a Catalina la Crande de Rusia y porque las manifestaciones ms extremas de la poltica econmica de la clase media procedieran de miembros de la Cmara de los Lores inglesa del siglo xvm.

    Nuestro problema es, pues, explicar, no la existencia de esos elementos de una nueva economa y una nueva sociedad, sino su triunfo; trazar, no el progreso de su gradual zapado y minado en los siglos anteriores, sino la decisiva conquista de la fortaleza. Y tambin sealar los profundos cambios que este sbito triunfo ocasion en los pases ms inmediatamente afectados por l y en el resto del mundo, que se encontraba de pronto abierto a la invasin de las nuevas fuerzas, del burgus conquistador, para citar el ttulo de una reciente historia universal de este periodo.

    Puesto que la doble revolucin ocurri en una parte de Europa, y sus efectos ms importantes e inmediatos fueron ms evidentes all, es inevitable que la historia a que se refiere este volumen sea principalmente regional. Tambin e inevitable que por haberse esparcido la revolucin mundial desde el doble crter de Inglaterra y Francia tomase la forma de una expansin europea y conquistase al resto del mundo. Sin embargo, su consecuencia ms importante para la historia niversal fue el establecimiento del dominio del globo por parte de unos cuantos regmenes occidentales (especialmente por el britnico) sin paralelo en la historia. Ante los mercaderes, las mquinas de vapor, los barcos y los caones de Occidente y tambin ante sus ideas , los viejos imperios y civilizaciones del mundo se derrumbaban y capitulaban. La India se convirti en una provincia administrada por procnsules britnicos, los estados islmicos fueron sacudidos por terribles crisis, frica qued abierta a la conquista directa. Incluso el gran Imperio chino se vio obligado, en 1839-1842, a abrir sus fronteras a la explotacin occidental. En 1848 nada se opona a la conquista occidental de los territorios, que tanto los gobiernos como los negociantes consideraban conveniente ocupar, y el progreso de la empresa capitalista occidental slo era cuestin de tiempo.

    A pesar de todo ello, la historia de la doble revolucin no es simplemente la 1 triunfo de la nueva sociedad burguesa. Tambin es la historia de la aparicin de las fuerzas que un siglo despus de 1848 habran de convertir la expansin en contraccin. Lo curioso es que ya en 1848 este futuro cambio de fortunas era previsible en parte. Sin embargo, todava no se poda creer que una vasta revolucin mundial contra Occidente pudiera producirse al mediar el siglo xx. Solamente en el mundo islmico se pueden observar los primeros pasos del proceso por el que los conquistados por Occidente adoptan sus ideas y tcnicas para devolverles un da la pelota: en los comienzos de la reforma interna occidentalista del Imperio turco, hacia 1830, y sobre todo en la significativa, pero desdeada, carrera de Mohamed AJf de Egipto. Pero tambin dentro de Europa estaban empezando a surgir las fuerzas e ideas que buscaban la sustitucin de la nueva sociedad triunfante. El espectro del comunismo ya rond a Europa en 1848, pero pudo ser exor-

  • cizado. Durante mucho tiempo sera todo lo ineficaz que son tos fantasmas, sobre todo eo el mundo occidental ms inmediatamente transformado por la doble revolucin. Pero si miramos al mundo de la dcada de 1960 no caeremos eo la tentacin de subestimar la fuerza histrica de la ideologa socialista revolucionaria y de la comunista, nacidas de la reaccin contra la doble revolucin, y que hacia 1848 encontr su primera formulacin clsica. El perodo histrico iniciado con la construccin de la primera fbrica del mundo moderno en Lancashire y la Revolucin francesa de 1789 termina con la construccin de su primera red ferroviaria y la publicacin del M anifiesto comunista.

    Un e r a DE LA REVOLUCIN. 1789-IMS

    &i'

    Primera parte

    EVOLUCIONES

  • 16 LA ERA DE LA REVOLUCIN. 1789-1848

    cruzados por las pistas marcadas por los mercaderes o los exploradores. Pero por las burdas informaciones de segunda o tercera mano recogidas por los viajeros o funcionarios eo los remotos puestos avanzados, sos espacios blancos habran sido incluso mucho ms vastos de lo que en realidad eran.

    No solamente el mundo conocido era ms pequeo, sino tambin el mundo real, al menos en trminos humanos. Por no existir censos y empadronamientos con finalidad prctica, todos los clculos demogrficos son puras conjeturas, pero es evidente que la tierra tena slo una fraccin de la poblacin de hoy; probablemente, no ms de un tercio. Si es creencia general que Asia y Africa tenan una mayor proporcin de habitantes que boy, la de Europa, con unos 187 millones en 1800 (frente a unos 600 millones hoy), era ms pequea, y mucho ms pequea an la del continente americano. Aproximadamente, en 1800, dos de cada tres pobladores del planeta eran asiticos, uno de cada cinco europeo, uno de cada diez africano y uno de cada treinta y tres americano y ocenico- Es evidente que esta poblacin mucho menor estaba mucho ms esparcida por la superficie del globo, salvo quiz en ciertas pequeas regiones de agricultura intensiva o elevada concentracin urbana, como algunas zonas de China, la India y la Europa central y occidental, en donde existan densidades comparables a las de los tiempos modernos. Si la poblacin era ms pequea, tambin lo era el rea de asentamiento posible del hombre. Las condiciones climatolgicas (probablemente algo ms fras y ms hmedas que las de hoy, aunque no tanto como durante el perodo de la pequea edad del hielo, entre 1300 y 1700) hicieron retroceder tos lmites habitables en el rtico. Enfermedades endmicas, como el paludismo, mantenan deshabitadas muchas zonas, como las de Italia meridional, en donde las llanuras del litoral slo se iran poblando poco a poco a lo largo del siglo xix. Las formas primitivas de la economa, sobre todo la caza y (en Europa) la extensin territorial de la crashumancia de los ganados, impidieron los grandes establecimientos en regiones enteras, como, por ejemplo, las llanuras de la Apulia; los dibujos y grabados de los primeros turistas del siglo xix nos han familiarizado con paisajes de la campia romana: grandes extensiones paldicas desiertas, escaso ganado y bandidos pintorescos. Y, desde luego, muchas tierras que despus se han sometido al arado, eran yermos incultos, marismas, pastizales o bosques.

    Tambin la humanidad era ms pequea en un tercer aspecto: los europeos, en su conjunto, eran ms bajos y ms delgados que ahora. Tomemos un ejemplo de las abundantes estadsticas sobre las condiciones fsicas de los reclutas en las que se basan estas consideraciones: en un cantn de la costa ligur, el 72 por 100 de los reclutas en 1792*1799 tenan menos de 1,50 metros de estatura.3 Esto no quiere decir que los hombres de finales del siglo xvm fueran ms frgiles que los de hoy. Los flacos y desmedrados soldados de la Revolucin francesa demostraron una resistencia fsica slo

    2. A. Hovclacque, La caille dans un cantan ligurc. R evut Mensuclle de t'coU d'An-thropolagie (1896), Ptrs.

    EL MUNDO EN 1780-1790 17

    igualada en nuestros das por las ligersimas guerrillas de montaa en las guerras coloniales. Marchas de una semana, con ua promedio de cincuenta kilmetros diarios y cargados con todo el equipo militar, eran frecuentes en aquellas tropas. No obstante, sigue siendo cierto que la constitucin fsica humana era muy pobre en relacin con la actual, como lo indica la excepcional importancia que los reyes y los generales concedan a los mozos altos, que formaban los regimientos de elite, guardia real, coraceros, etc.

    Pero si en muchos aspectos el mundo era ms pequeo, la dificultad e in- certidumbre de las comunicaciones lo haca en la prctica mucho mayor que hoy. No quiero exagerar estas dificultades. La segunda mitad del siglo xvm fue, respecto a la Edad Media y los siglos xvi y xvn, una era de abundantes y rpidas comunicaciones, e incluso antes de la revolucin del ferrocarril, el aumento y mejora de caminos, vehculos de tiro y servicios postales es muy notable. Entre 1760 y el final del siglo, el viaje de Londres a Glasgow se acort, de diez o doce das, a sesenta y dos horas. El sistema de mail-coacheso diligencias; instituido en la segunda mitad del siglo xvm y ampliadsimo entre el final de las guerras napolenicas y el advenimiento del ferrocarril, proporcion no solamente una relativa velocidad el servicio postal desde Pars a Estrasburgo empleaba treinta y seis horas en 1833 , sino tambin regularidad. Pero las posibilidades para el transporte de viajeros por tierra eran escasas, y el transporte de mercancas era a la vez lento y carsimo. Los gobernantes y grandes comerciantes no estaban aislados unos de otros: se estima que veinte millones de cartas pasaron por los correos ingleses al principio de las guerras con Bonaparte (al final de la poca que estudiamos seran diez veces ms); pero para la mayor parte de los habitantes del mundo, las cartas eran algo inusitado y no podan leer o viajar excepto tal vez a las ferias y mercados fuera de lo comente. Si tenan que desplazarse o enviar mercancas, haban de hacerlo a pie o utilizando lentsimos carros, que todava en las primeras dcadas del siglo xtx transportaban cinco sextas partes de las mercancas francesas a menos de 40 kilmetros por da. Los correos diplomticos volaban a travs de largas distancias con su correspondencia oficial; los pos* tillones conducan las diligencias sacudiendo los huesos'de una docena de viajeros o, si iban equipadas con la nueva suspensin de cueros, hacindoles padecer las torturas del mareo. Los nobles viajaban en sus carrozas particulares. Pero para la mayor parte del mundo la velocidad del carretero caminando al lado de su caballo o su mua imperaba en el transporte por tierra.

    En estas circunstancias, el transporte por medio acutico era no slo ms fcil y barato, sino tambin a menudo ms rpido si los vientos y el tiempo eran favorables. Durante su viaje por Italia, Goethe emple cuatro y tres das, respectivamente, en ir y volver navegando de Npoles a Sicilia. Cunto tiempo habra tardado en recorrer la misma distancia por tierra con muchsima menos comodidad? Vivir cerca de un puerto era vivir cerca del mundo. Realmente, Londres estaba ms cerca de Ptymouth o de Lcith que de los pueblos de Brcckland en Norfolk; Sevilla era ms accesible desde Veracruz que desde Valladolid, y Hamburgo desde Baha que desde el interior de Pomera-

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    na. El mayor inconveniente del transporte acutico era su intermitencia. Hasta 1820, los correos de Londres a Hamburgo y Holanda slo se hacan dos veces a la semana; los de Suecia y Portugal, una vez por semana, y los de Norteamrica, una vez al mes. A pesar de ello no cabe duda de que Nueva York y Boston estaban en contacto mucho ms estrecho que, digamos, el condado de Maramaros, en los Crpatos, con Budapest. Tambin era ms fcil transportar hombres y mercancas en cantidad sobre la vasta extensin de los ocanos por ejemplo, en cinco aos (1769-1774) salieron de los puertos del norte d Irlanda 44.000 personas para Amrica, mientras slo salieron cinco mil para Dundee en tres generaciones y unir capitales distantes que la ciudad y el campo del mismo pas. La noticia de la cada de la Bastilla tard trece das en llegar a Madrid, y, en cambio, no se recibi en Pronn, distante slo de Pars 133 kilmetros, hasta el 28 de julio.

    Por todo ello, el mundo de 1789 era incalculablemente vasto para la casi totalidad de sus habitantes. La mayor pane de stos, de no verse desplazados por algn terrible acontecimiento o el servicio militar, vivan y moran en la regin, y con frecuencia en la parroquia de su nacimiento: hasta 1861 ms de nueve personas por cada diez en setenta de los noventa departamentos franceses vivan en el departamento en que nacieron. El resto del globo era asunto de los agentes de gobierno y materia de rumor. No haba peridicos, salvo para un escaso nmero de lectores de las clases media y alta la tirada corriente de un peridico francs era de 5.000 ejemplares en 1814 , y en todo caso muchos no saban leer. Las noticias eran difundidas por los viajeros y el sector mvil de la poblacin: mercaderes y buhoneros, viajantes, artesanos y trabajadores de la tierra sometidos a la migracin de la siega o la vendimia, la amplia y variada poblacin vagabunda, que comprenda desde frailes mendicantes o peregrinos hasta contrabandistas, bandoleros, salteadores, gitanos y titiriteros y, desde luego, a travs de los soldados que caan sobre tas poblaciones en tiempo de guerra o las guarnecan en tiempos de paz. Naturalmente, tambin llegaban las noticias por las vas oficiales del Estado o la Iglesia. Pero incluso la mayor pane de los agentes de uno y otra eran personas de la localidad elegidas para prestar en ella un servicio vitalicio. Aparte de en las colonias, el funcionario nombrado por el gobierno central y enviado a una serie de puestos provinciales sucesivos, casi no exista todava. De todos los empleados del Estado, quiz slo los militares de carrera podan esperar vivir una vida un poco errante, de la que slo les consolaba la variedad de vinos, mujeres y caballos de su pas.

    D

    El mundo de 1789 era preponderantemente rural y no puede comprenderse si no nos damos cuenta exacta de este hecho. En pases como Rusia, Es- can di navia o los Balcanes, en donde la ciudad d o haba florecido demasiado, del 90 al 97 por 100 de la poblacin era cam p an a . Incluso en regiones con

    EL MUNDO EN 1780-1790 19

    fuerte, aunque decada, tradicin urbana, el tanto por ciento rural o agrcola era altsimo: el 85 en Lombarda, del 72 al 80 en Venecia, ms del 90 en Calabria y Lucania, segn datos dignos de crdito.* De becho, fuera de algunas florecientes zonas industriales o comerciales, difcilmente encontraramos un gran pas europeo en el que por lo menos cuatro de cada cinco de sus habitantes no fueran campesinos. Hasta en la propia Inglaterra, la poblacin urbana slo super por primera vez a la rural en 1851. La palabra urbana es ambigua, desde luego. Comprende a las dos ciudades europeas que en 1789 podan ser llamadas verdaderamente grandes por el nmero de sus habitantes: Londres, con casi un milln; Pars, con casi medio, y algunas o tm con cien mil ms o menos: dos en Francia, dos en Alemania, quiz cuatro en Espada, quiz cinco en Italia (el Mediterrneo era tradicionalmente la patria de las ciudades), dos en Rusia y una en Portugal, Polonia, Holanda, Austria, Irlanda, Escocia y la Turqua europea. Pero tambin incluye la multitud de pequeas ciudades provincianas en las que vivan realmente la mayor pane de sus habitantes: ciudades en las que un hombre poda trasladarse en cinco minutos desde la catedral, rodeada de edificios pblicos y casas de personajes, al campo. Del 19 por 100 de los austracos que todava al final de nuestro perodo (1834) vivan en ciudades, ms de las tres cuartas panes residan en poblaciones de menos de 20.000 habitantes, y casi la mitad en pueblos de dos mil a cinco mil habitantes. Estas eran las ciudades a travs de tas cuales los jornaleros franceses hacan su vuelta a Francia; en cuyos perfiles del siglo XVI, conservados intactos por la paralizacin de los siglos, los poetas romnticos alemanes se inspiraban sobre el teln de fondo de sus tranquilos paisajes; por encima de las cuales despuntaban las catedrales espaolas; entre cuyo polvo los judos hasides veneraban a sus rabinos, obradores de milagros, y los judos onodoxos discutan las sutilezas divinas de la ley; a las que el inspector general de GogoJ llegaba para aterrorizar a los ricos y Chichikov, para estudiar la compra de las almas muertas. Pero estas eran tambin las ciudades de las que los jvenes ambiciosos salan para hacer revoluciones, millones o ambas cosas a la vez. Robespierre sali de Arras; Gracchus Babeuf, de San Quintn; Napolen Bonaparte, de Ajaccio.

    Estas ciudades provincianas no eran menos urbanas por ser pequeas. Los verdaderos ciudadanos miraban por encima del hombro al campo circundante con el desprecio que el vivo y sabihondo siente por el fiiene, el lento, el ignorante y el estpido. (No obstante, el nivel de cultura de los habitantes de estas adormecidas ciudades campesinas no era como para vanagloriarse: las comedias populares alemanas ridiculizan tan cntelmente a las Kraehwinkelt o pequeas municipalidades, como a los ms zafos patanes:) La lnea fronteriza entre ciudad y campo, o, mejor dicho, entre ocupaciones urbanas y ocupaciones rurales, era rgida. En muchos pases la barrera de los

    3. l~ Da! Pane. Siora d t lavara dagli 'm i del scalo xvut a l SIS, 1958, p. 133. R. S. Ecfcaus, (The North-South DifereniiaJ in Itahao Econotnic Devefopmenb, Journal o f Econo- m lc History. XX! (1961). p . 290.

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    consumos, y a veces hasta la vieja linea de la muralla, divida a ambas. En casos extremos, como en Prusia, el gobierno, descoso de conservar a sus ciudadanos contribuyentes bajo su propia supervisin, procuraba una total separacin de las actividades urbanas y rurales. Pero aun en donde no exista esa rgida divisin administrativa, los ciudadanos eran a menudo fsicamente distintos de los campesinos. En una vasta extensin de la Europa oriental haba islotes germnicos, judos o italianos en lagos eslavos, magiares o rumanos. Incluso los ciudadanos de la misma nacionalidad y religin parecan Hisrintns de los campesinos de los contornos: vestan otros trajes y realmente en muchos casos (excepto en la explotada poblacin obrera y artesana del interior) eran ms altos, aunque quiz tambin ms delgados.4 Ciertamente se enorgullecan de tener ms agilidad mental y ms cultura, y tal vez la tuvieran. No obstante, en su manera de vivir eran casi tan ignorantes de lo que ocurra fuera de su ciudad y estaban casi tan encerrados en ella como los aldeanos en sus aldeas.

    Sin embargo, la ciudad provinciana perteneca esencialmente a la economa y a la sociedad de la comarca. Viva a expensas de los aldeanos de las cercanas y (con raras excepciones) casi como ellos. Sus clases media y profesional eran los traficantes en cereales y ganado; los transformadores de los productos agrcolas; los abogados y notarios que llevaban los asuntos de los grandes propietarios y los interminables litigios que forman parte de la posesin y explotacin de la tierra; ios mercaderes que adquiran y revendan el trabajo de las hilanderas, tejedoras y encajeras de las aldeas; los ms respetables representantes del gobierno, el seor o la Iglesia. Sus artesanos y tenderos abastecan a los campesinos y a los ciudadanos que vivan del campo. La ciudad provinciana baba declinado tristemente desde sus das gloriosos de la Edad Media. Ya no eran como antao ciudades libres o ciuda- des-Estado, sino rara vez un centro de manufacturas para un mercado ms amplio o un puesto estratgico para el comercio internacional. A medida que declinaba, se aferraba con obstinacin al monopolio de su mercado, que defenda contra todos los competidores: gran parte del provincianismo del que se burlaban los jvenes radicales y los negociantes de las grandes ciudades proceda de ese movimiento de autodefensa econmica. En la Europa meridional, gran parte de la nobleza viva en ellas de las rentas de sus fincas. En Alemania, las burocracias de los innumerables principados que apenas eran ms que inmensas fincas satisfacan los caprichos y deseos de sus serensimos seores con las rentas obtenidas de un campesinado sumiso y respetuoso. La ciudad provinciana de finales del siglo xvm pudo ser una comunidad prspera y expansiva, como todava atestiguan en algunas partes de Europa occidental sus conjuntos de piedra de un modesto estilo neoclsico o rococ. Pero toda esa prosperidad y expansin proceda del campo.

    4. En 1823-1827 los ciudadanos de Bruselas medan oes centmetros ms que k u hombres de las aldeas rurales, y los de Lovarna. dos centmetros ms. Existe un considerable volumen de estadsticas militares sobro este punto, aunque todas corresponden a) siglo XIX (Quete- let, d u d o por Maoouvrer, Sor la taille des parisin*, Buiterin de la Socit Arahmpoioguiue de Pars, 1888, p. 171.

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    m

    El problema agrario era por eso fundamental en el mundo de 1789, y es fcil comprender por que la primera escuela sistemtica de economistas continentales los fisicratas franceses consideraron indiscutible que la tierra, y la renta de la tierra, eran la nica fuente de ingresos. Y que el eje del problema agrario era la relacin entre quienes poseen la tierra y quienes la cultivan, entre los que producen su riqueza y los que la acumulan.

    Desde el punto de vista de las relaciones de la propiedad agraria, podemos dividir a Europa o ms bien al complejo econmico cuyo centro radica en la Europa occidental en tres grandes sectores. Al oeste de Europa estaban las colonias ultramarinas. En ellas, con la notable excepcin de los Estados Unidos de Amrica del Norte y algunos pocos territorios menos importantes de cultivo independiente, el cultivador tpico era el indio, que trabajaba como un labrador forzado o un virtual siervo, o el negro, que trabajaba como esclavo; menos frecuente era el arrendatario que cultivaba la berra personalmente. (En las colonias de las Indias Orientales, donde el cultivo directo por los plantadores europeos era rarsimo, la forma tpica obligatoria impuesta por los poseedores de la tierra era la entrega forzosa de determinada cantidad de producto de una cosecha: por ejemplo, caf o especias en las islas holandesas.) En otras palabras, el cultivador tpico no era libre o estaba sometido a una coaccin poltica. El tpico terrateniente era el propietario de un vasto territorio casi feudal (hacienda, finca, estancia) o de una plantacin de esclavos. La economa caracterstica de la posesin casi feudal era primitiva y autolimitada. o. en todo caso, regida por las demandas puramente regionales: la Amrica espaola exportaba productos de minera, tambin extrados por los indios virtualmente siervos, pero apenas nada de productos agrcolas. La economa caracterstica de la zona de plantaciones de esclavos, cuyo centro estaba en las islas del Caribe, a lo largo de las costas septentrionales de Amrica del Sur (especialmente en el norte del Brasil) y las del sur de los Estados Unidos, era la obtencin de importantes cosechas de productos de exportacin, sobre todo el azcar, en menos extensin tabaco y caf, colorantes y, desde el principio de la revolucin industrial, el algodn ms que nada. ste formaba por ello parte integrante de la economa europea y, a travs de la trata de esclavos, de la africana. Fundamentalmente la historia de esta zona en el perodo de que nos ocupamos podra resumirse en la decadencia del azcar y la preponderancia del algodn.

    Al este de Europa occidental, ms especficamente an, al este de la lnea que corre a lo largo del Elba, las fronteras occidentales de lo que hoy es Checoslovaquia, y que llegaban hasta el sur de Trieste, separando el Austria oriental de la occidental, estaba la regin de la servidumbre, agraria. Social- monte, la Italia al sur de la Toscana y la Umbra, y la Espaa meridional, pertenecan a esta regin; pero no Escandinavia (con la excepcin parcial de Dinamarca y el sur de Suecia). Esta vasta zona contena algunos sectores

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    de cultivadores tcnicamente libre: los colonos alemanes se esparcan por todas paites, desde Eslovenia basta el Volga, en clanes virtualmcnte independientes en las abruptas montaas de Dira, casi igualmente que ios hoscos campesinos guerreros que eran los panduros y cosacos, que haban constituido basta poco antes la frontera militar entre los cristianos y los turcos y los trtaros, labriegos independientes del seor o el Estado, o aquellos que vivan en los grandes bosques en donde no exista el cultivo en gran escala. En conjunto, sin embargo, el cultivador tpico no era Ubre, sino que realmente estaba ahogado en la marea de la servidumbre, creciente casi sin interrupcin desde finales del siglo xv o principios del xvi. Esto era menos patente en la regin de los Balcanes, que haba estado o estaba todava bajo la directa administracin de los turcos. Aunque el primitivo sistema agrario del pre- feudalismo turco, una rgida divisin de la tierra en la que cada unidad mantena, no hereditariamente, a un guerrero turco, haba degenerado en un sistema de propiedad rural hereditaria bajo seores mahometanos. Estos seores rara vez se dedicaban a cultivar sus tierras, limitndose a sacar lo que podan de sus campesinos. Por esa razn, los Balcanes, al sur del Danubio y el Save, surgieron de la dominacin turca en los siglos xix y xx como pases fundamentalmente campesinos, aunque muy pobres, y no como pases de propiedad agrcola concentrada. No obstante, el campesino balcnico era legalmente tan poco libre como un cristiano y de hecho tan poco libre como un campesino, al menos en cuanto concerna a los seores.

    n el resto de la zona, el campesino tpico era un siervo que dedicaba una gran parte de la semana a trabajos forzosos sobre la tierra del seor u otras obligaciones por el estilo. Su falta de libertad poda ser tan grande que apenas se diferenciara de la esclavitud, como en Rusia y en algunas partes de Polonia, en donde podan ser vendidos separadamente de la tierra. Un anuncio insertado en la Gaceta de M osc, en 1801, deca: Se venden ties cocheros, expertos y de buena presencia, y dos muchachas, de dieciocho y quince aos, ambas de buena presencia y expertas en diferentes clases de trabajo manual. La misma casa tiene en venta dos peluqueros: uno, de veintin aos, sabe leer, escribir, tocar un instrumento musical y servir como postilln; el otro es til para arreglar el cabello a damas y caballeros y afinar pianos y rganos. (Una gran proporcin de siervos servan como criados domsticos; en Rusia eran por lo menos el 5 por 100.)5 En la costa del Bltico la principal ruta comercial con la Europa occidental , los siervos campesinos producan grandes cosechas para la exportacin al oeste, sobre todo cereales, lino, camo y maderas para la construccin de barcos. Por otra parte, tambin suministraban mucho al mercado regional, que contena al menos una regin accesible de importancia industrial y desarrollo urbano: Sajonia, Bohemia y la gran ciudad de Viena. Sin embargo, gran parte de la 2ona permaneca atrasada. La apertura de la ruta del mar Negro y la creciente urba-

    3. H. Se. Esquise d 'u n t histaire du rglme agrairc en Europt au xvttt e l xix siicU s, 1921, p . 184. i . Blum, Lord and Peasant n Russia, 1961, pp. 455-460.

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    nizacin de Europa occidental, y principalmente de Inglaterra, acababan de empezar haca poco a estimular las exportaciones de cereales del cinturn de tierras negras rusas, que seran casi la nica mercanca exportada por Rusia hasta la industrializacin de la URSS. Por ello, tambin el rea servil oriental puede considerarse, lo mismo que la de tas colonias ultramarinas, como una economa dependiente de Europa occidental en cuanto a alimentos y materias primas.

    Las regiones serviles de Italia y Espaa tenan caractersticas econmicas similares, aunque la situacin legal de los campesinos era distinta. En trminos generales, haba zonas de grandes propiedades de la nobleza. No es imposible que algunas de ellas fueran en Sicilia y en Andaluca descendientes directos de ios latifundios romanos, cuyos esclavos y coloni se convirtieron en los caractersticos labradores sin tierra de dichas regiones. Las grandes dehesas, los cereales (Sicilia siempre fue un riqusimo granero) y la extorsin de todo cuanto poda obtenerse del msero campesinado, producan las rentas de los grandes seores a los que pertenecan.

    El seor caracterstico de las zonas serviles era, pues, un noble propietario y cultivador o explotador de grandes haciendas, cuya extensin produce vrtigos a la imaginacin: Catalina la Grande reparti unos cuarenta a cincuenta mil siervos entre sus favoritos; los RadziwiU, de Polonia, tenan propiedades mayores que la mitad de Irlanda; los Potocki posean milln y medio de hectreas en Ucrania; el conde hngaro Esterhazy (patrn de Haydn) lleg a tener ms de dos millones. Las propiedades de decenas de miles de hectreas eran numerosas.6 Aunque descuidadas y cultivadas con procedimientos primitivos muchas de ellas, producan rentas fabulosas. El grande de Espaa poda como observaba un visitante francs de los desolados estados de la casa de Medina-Sidonia reinar como un len en la selva, cuyo rugido espantaba a cualquiera que pudiera acercarse,7 pero no estaba falto de dinero, igualando los amplios recursos de los milores ingleses.

    Adems de los magnates, otra clase de hidalgos rurales, de diferente magnitud y recursos econmicos, expoliaba tambin a los campesinos. En algunos pases esta clase era abundantsima, y, por tanto, pobre y descontenta. Se distingua de los plebeyos principalmente por sus privilegios sociales y polticos y su poca aficin a dedicarse a cosas como el trabajo indignas de su condicin. En Hungra y Polonia esta clase representaba el 10 por 100 de la poblacin total, y en Espaa, a finales del siglo xvm, la componan medio milln de personas, y en 1827 equivala al 10 por 100 de la total nobleza europea;1 en otros sitios era mucho menos numerosa.

    6. Despus de 1918 fueron confiscadas en Checoslovaquia ochenta propiedades de m is de 10.000 hectreas. Entre ellas las de 200.000 de los Schoenbon y los Schwarzenberg. y tas de 130.000 y 100.000 de tos Licchtenstein y los Kinsky (T. Hachich. Deutsche Lasifundien, 1947. pp .,2?ss.).

    7. A. Goodwin, ed The European Nobility m he EighteeniJt Ctnxury, 1953, p. 52.8. L. B. Namier, 1&48, rhe Revolution o{the InteUeetuats, 944. J. Vicens Vives, Historia

    econmica de Espaa. 1959.

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    IV

    Sociaknenie. ia estructura agraria en el resto de Europa no era muy diferente. Esto quiere decir que, para el campesino o labrador, cualquiera que poseyese una finca era un caballero, un miembro de la clase dirigente, y viceversa; la condicin de noble o hidalgo (que llevaba aparejados privilegios sociales y polticos y era el nico camino para acceder a los altos puestos del Estado) era Inconcebible sin una gran propiedad. En muchos pases de Europa occidental el orden feudal implicado por tales maneras de pensar estaba vivo polticamente, aunque cada vez resultaba ms anticuado en lo econmico. En realidad, su obsolescencia que haca aumentar las rentas de' los nobles y los hidalgos, a pesar del aumento de precios y de gastos, baca a los aristcratas explotar cada vez ms su posicin econmica inalienable y los privilegios de su nacimiento y condicin. En toda la Europa continental los nobles expulsaban a sus rivales de origen ms modesto de los cargos provechosos dependientes de la corona: desde Suecia, en donde la proporcin de oficiales plebeyos baj del 66 por 100 en 1719 (42 por 100 en 1700) al 23 por 100 en 1780, hasta Francia, en donde esta reaccin feudal precipitara la revolucin. Pero incluso en donde haba en algunos aspectos cierta flexibilidad, como en Francia, en que el ingreso en la nobleza territorial era relativamente fcil, o como en Inglaterra, en donde la condicin de noble y propietario se alcanzaba como recompensa por servicios o riquezas de otro gnero, el vnculo enere gran propiedad rural y clase dirigente segua firme y acab por hacerse ms cerrado.

    Sin embargo, econmicamente, la sociedad rural occidental era muy diferente. El campesino haba perdido mucho de su condicin servil en los ltimos tiempos de la Edad Media, aunque subsistieran a menudo muchos restos irritantes de dependencia legal. Los fundos caractersticos haca tiempo que haban dejado de ser una unidad de explotacin econmica convirtindose en un sistema de percibir rentas y otros ingresos en dinero. El campesino, ms o menos libre, grande, mediano o pequeo, era el tpico cultivador del suelo. Si era arrendatario de cualquier clase, pagaba una renta (o, en algunos sitios, una parte de la cosecha) al seor. Si tcnicamente era un propietario, probablemente estaba sujeto a una serie de obligaciones respecto al seor local, que podan o no convertirse en dinero (como la obligacin de vendet su trigo al molino del seor), lo mismo que pagar impuestos al prncipe, diezmos a la Iglesia y prestar algunos servicios de trabajo forzoso, todo lo cual contrastaba con la relativa exencin de los estratos sociales ms elevados. Pero si estos vnculos polticos se hubieran roto, una gran parte de Europa habra surgido como un rea de agricultura campesina; generalmente una en la que una minora de ricos campesinos habra tendido a convertirse en granjeros comerciales, vendiendo un permanente sobrante de cosecha al

    9 . Sien Carlssoo, StandssamMUe och st&ndsptrsonf /700-/6&5, 1949.

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    mercado urbano, y en la que una mayora de campesinos medianos y pequeos habra vivido con cierta independencia de sus recursos, a menos que stos fueran tan pequeos que les obligaran a dedicarse temporalmente a otros trabajos, agrcolas o industriales, que les permitieran aumentar sus ingresos.

    Slo unas pocas comarcas haban impulsado el desarrollo agrario dando un paso adelante hacia una agricultura puramente capitalista, principalmente en Inglaterra. La gran propiedad estaba muy concentrada, pero el tpico cultivador era un comerciante de tipo medio, granjero-arrendatario que operaba con trabajo alquilado. Una gran cantidad de pequeos propietarios, habitantes en chozas, embrollaba la situacin. Pero cuando sta cambi (entre 1760 y 1830, aproximadamente), lo que surgi no fue una agricultura campesina, sino una clase de empresarios agrcolas los granjeros y un gran proletariado agrario. Algunas regiones europeas en donde eran tradicionales las inversiones comerciales en la labranza como en ciertas zonas de Italia y los Pases Bajos , o en donde se producan cosechas comerciales especializadas, mostraron tambin fuertes tendencias capitalistas', pero ello fue excepcional. Una excepcin posterior fue Irlanda, desgraciada isla en la que se combinaban las desventajas de las zonas ms atrasadas de Europa con las de la proximidad a la economa ms avanzada. Un puado de latifundistas absentistas, parecidos a los de Sicilia y Andaluca, explotaban a una vasta masa de pequeos arrendatarios cobrndoles sus rentas en dinero.

    Tcnicamente, la agricultura europea era todava, con la excepcin de unas pocas regiones avaazadas, tradicional, a la vez qu asombrosamente ineficiente. Sus productos seguan siendo los ms tradicionales: trigo, centeno, cebada, avena y, en Europa oriental, alforfn, el alimento bsico del pueblo; ganado vacuno, lanar, cabro y sus productos, cerdos y aves de corral, frutas y verduras y cierto nmero de materias primas industriales como lana. Uno, camo para cordaje, cebada y lpulo para la cervecera, etc. La alimentacin de Europa todava segua siendo regional. Los productos de otros climas eran rarezas rayanas en el lujo, con la excepcin quiz del azcar, el ms importante producto alimenticio importado de los trpicos y el que con su dulzura ha creado ms amargura para la humanidad que cualquier otro. En Gran Bretaa (reconocido como el pas ms adelantado) el promedio de consumo anual por cabeza en 1790 era de 14 libras. Pero incluso en Gran Bretaa el promedio de consumo de t per capita era 1,16 libras, o sea,apenas dos onzas al mes.

    Los nuevos productos importados de Amrica o de otras zonas tropicales haban avanzado algo. En la Europa meridional y en los Balcanes, el maz (cereal indio) estaba ya bastante difundido y haba contribuido a asentar a los campesinos nmadas en sus tierras de los Balcanes y en el norte de Italia el arroz empezaba a hacer progresos. El tabaco se cultivaba en varios pases, ms como monopolio del gobierno para la obtencin de rentas, aunque su consumo era insignificante en comparacin con los tiempos modernos: e] ingls medio de 1790 que fumaba, tomaba rap o mascaba tabaco no consuma ms de una onza y un tercio por mes. El gusano de

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    seda se criaba en numerosas regiones del sur de Europa. 1 ms importante de esos nuevos productos la patata empezaba a abrirse paso poco a poco, excepto en Irlanda, en donde su capacidad alimenticia por hectrea, muy superior a la de otros, la haba popularizado rpidamente. Fuera de Inglaterra y los Pases Bajos, el cultivo de los tubrculos y forrajes era excepcional, y slo con las guerras napolenicas empez la produccin masiva de remolacha azucarera.

    El siglo xvm no supuso, desde luego, un estancamiento agrcola. Por el contrario, una gran era de expansin demogrfica, de aumento de urbanizacin, comercio y manufactura, impuls y hasta exigi el desarrollo agrario. La segunda mitad del siglo vio el principio del tremendo, y desde entonces ininterrumpido, aumento de poblacin, caracterstico del mundo moderno: ende 1755 y 1784, por ejemplo, la poblacin rural de Brabante (Blgica) aument en un 44 por 100.10 Pero lo que origin numerosas campaas para el progreso agrcola, lo que multiplic las sociedades de labradores, los informes gubernamentales y las publicaciones propagandsticas desde Rusia hasta Espaa, fue, ms que sus progresos, la cantidad de obstculos que dificultaban el avance agrario.

    V

    El mundo de la agricultura resultaba perezoso, salvo quiz para su sector capitalista. El del comercio y el de las manufacturas y las actividades tcnicas e intelectuales que surgan con ellos era confiado, animado y expansivo, as como eficientes, decididas y optimistas las clases que de ambos se beneficiaban. El observador contemporneo se senta sorprendidsimo por el vasto despliegue de trabajo, estrechamente unido a la explotacin colonial. Un sistema de comunicaciones martimas, que aumentaba rpidamente en volumen y capacidad, circundaba la tierra, beneficiando a las comunidades mercantiles de la Europa del Atlntico Norte, que usaban el podero colonial para despojar a los habitantes de las Indias Orientales" de sus gneros, exportndolos a Europa y frica, en donde estos y otros productos europeos servan para la compra de esclavos con destino a los cada ve2 ms importantes sistemas de plantacin de las Amricas. Las plantaciones americanas exportaban por su parte en cantidades cada vez mayores su azcar, su algodn, etc., a los puertos del Atlntico y del mar del Norte, desde donde se redistribuan hacia el este junto con los productos y manufacturas tradicionales del intercambio comercial este-oeste: textiles, sal, vino y otras mercan

    10. Picrre Lebran et a l., La rivoluadone m duatriak in Belgio, Studi Siorici, . 3-4 (1961), pp. 564-565.

    11. Tambin con alguna extensin al Extremo Oriente, eo donde compraban d as , t. porcelana. te., productos d e tos que era creciente te demanda en Europa. Pero la independencia poltica de China y 1 Japn quitara a este comercio una ptrte de $ti carcter de piratera.

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    cas. Del oriente europeo venan granos, madera de construccin, lino (muy solicitado en los trpicos), camo y hierro de esta segunda zona colonial.Y entre las economas relativamente desarrolladas de Europa que incluan, hablando en trminos econmicos, las activas comunidades de pobladores blancos en las colonias britnicas de Amrica del Norte (desde 1783, los Estados Unidos de Amrica) la red comercial se haca ms y ms densa.

    ' El nabab o indiano, que regresaba de las colonias con una fortuna muy superior a los sueos de la avaricia provinciana; el comerciante y armador, cuyos esplndidos puertos Burdeos, Bristol, Liverpool haban sido construidos o reconstruidos en el siglo, parecan los verdaderos triunfadores econmicos de la poca, slo comparables a los grandes funcionarios y financieros que amasaban sus caudales en el provechoso servicio de los estados, pues aquella era la poca en la que el trmino oficio provechoso bajo la corona tena un significado literal. Aparte de ellos, la clase media de abogados. administradores de grandes fincas, cerveceros, tenderos y algunas otras profesiones que acumulaban una modesta riqueza a costa del mundo agrcola, vivan unas vidas humildes y tranquilas, e incluso el industrial pareca poco ms que un pariente pobre. Pues aunque la minera y la industria se extendan con rapidez en todas partes de Europa, el mercader (y en Europa oriental muy a menudo tambin el seor feudal) segua siendo su verdadero director.

    Por esta razn, la principal forma de expansin de la produccin industrial fue la denominada sistema domstico, o puiting-out system, por la cual un mercader compraba todos los productos del artesano o del trabajo no agrcola de los campesinos para venderlo luego en los grandes mercados. El simple crecimiento de este trfico cre inevitablemente unas rudimentarias condiciones para un temprano capitalismo industrial. El artesano, vendiendo su produccin total, poda convertirse en algo ms que un trabajador pagado a destajo, sobre todo si el gran mercader le proporcionaba el material en bruto o le suministraba algunas herramientas. El campesino que tambin teja poda convertirse en el tejedor que tena tambin una parcelita de tierra. La espe- cializacin en los procedimientos y funciones permiti dividir la vieja artesana o crear un grupo de trabajadores semiexpertos entre los campesinos. El antiguo maestro artesano, o algunos grupos especiales de artesanos o algn grupo local de intermediarios, pudieron convertirse en algo semejante a sub- contratistas o patronos. Pero la llave maestra de estas formas descentralizadas de produccin, el lazo de unin del trabajo de las aldeas perdidas o los suburbios de las ciudades pequeas con el mercado mundial, era siempre alguna clase de mercader. Y los industriales que surgieron o estaban a punto de surgir de las filas de los propios productores eran pequeos operarios a su lado, aun cuando no dependieran directamente de aqul. Hubo algunas raras excepciones, especialmente en la Inglaterra industrial. Los forjadores, y otros hombres como el gran alfarero Josiah Wedgwood, eran personas orgu- llosas y respetadas, cuyos establecimientos visitaban los curiosos de toda

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    Europa, Pero el tpico industrial (la palabra no se haba inventado todava) segua siendo un suboficial ms biea que un capitn de industria.

    No obstante, cualquiera que fuera su situacin, las actividades del comercio y la manufactura florecan brillantemente. Inglaterra, el pas europeo ms prspero del siglo xvtn, deba su podero a su progreso econmico. Y hacia 1780 todos los gobiernos continentales que aspiraban a una poltica racional, fomentaban el progreso econmico y, de manera especial, el desarrollo industrial, pero no todos con el mismo xito. Las ciencias, no divididas todava como en el acadmico siglo XIX en una rama superior pura y en otra inferior aplicada, se dedicaban a resolver los problemas de la produccin: los avances ms sorprendentes en 1780 fueron los de la qumica, ms estrechamente ligada por la tradicin a la prctica de los talleres y a las necesidades de la industria. La gran Enciclopedia de Diderot y D Alembcrt no fue slo un compendio del pensamiento progresista poltico y social, sino tambin del progreso tcnico y cientfico. Pues, en efecto, la conviccin del progreso del conocimiento humano, e l racionalismo, la riqueza, la civilizacin y el dominio de la naturaleza de que tan profundamente imbuido estaba el siglo xvm, la Ilustracin, debi su fiierza, ante todo, al evidente progreso de la produccin y el comercio, y al racionalismo econmico y cientfico, que se crea asociado a ellos de manera inevitable. Y sus mayores paladines fueron las clases ms progresistas econmicamente, las ms directamente implicadas en los tangibles adelantos de los tiempos: los crculos mercantiles y los grandes seores econmicamente ilustrados, los financieros, los funcionarios con formacin econmica y social, la clase media educada, los fabricantes y los empresarios. Tales hombres saludaron a un Benjamn Franklin, impresor y periodista, inventor, empresario, estadista y habilsimo negociante, como el smbolo del futuro ciudadano, activo, razonador y auto formado. Tales hombres, en Inglaterra, en donde los hombres nuevos no tenan necesidades de encarnaciones revolucionarias transatlnticas, formaron las sociedades provincianas de las que brotaran muchos avances cientficos, industriales y polticos. La Sociedad Lunar (Lunar Society) de Birmingham, por ejemplo, contaba entre sus miembros al citado Josiah Wedgwood, al inventor de la mquina de vapor. James Watt, y a su socio Matthew Boulton, al qumico Priestley, al bilogo precursor de las teoras evolucionistas Erasmus Darwin (abuelo de un Darwin ms famoso), al gran impresor Baskerville. Todos estos hombres, a su vez, pertenecan a las logias masnicas, en las que no contaban las diferencias de clase y se propagaba con celo desinteresado la ideologa de la Ilustracin.

    Es significativo que los dos centros principales de esta ideologa Francia e Inglaterra lo fueran tambin de la doble revolucin; aunque de hecho sus ideas alcanzaron mucha mayor difusin en sus frmulas francesas (incluso cuando stas eran versiones galas de otras inglesas). Un individualismo secular, racionalista y progresivo, dominaba el pensamiento ilustrado. Su objetivo principal era liberar al individuo de las cadenas que le opriman: el tradicionalismo ignorante de la Edad Media qye todava proyectaba sus som

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    bras sobre el mundo; la supersticin de las iglesias (tan distintas de la religin natural o racional); de la irracionalidad que divida a los hombres en una jerarqua de clases altas y bajas segn el nacimiento o algn otro criterio desatinado. La libertad, la igualdad y luego la fraternidad de todos ios hombres eran sus lemas. (En debida forma seran tambin los de la R e v o lu c i n francesa.) El reinado de la libertad individual no podra tener sino las ms beneficiosas consecuencias. El libre ejercicio del talento individual en un mundo de razn producira los ms extraordinarios resultados. La apasionada creencia en el progreso del tpico pensador ilustrado reflejaba el visible aumento en conocimientos y tcnica, en riqueza, bienestar y civilizacin que poda ver en tomo suyo y que achacaba con alguna justicia al avance creciente de sus ideas. Al principio de su siglo, todava se llevaba a la hoguera a las brujas; a su final, algunos, gobiernos ilustrados, como el de Austria, haban abolido no slo la tortura judicial, sino tambin la esclavitud. Qu no cabra esperar si los obstculos que an oponan al progreso los intereses del feudalismo y la Iglesia fuesen barridos definitivamente?

    No es del todo exacto considerar la Ilustracin como una ideologa de clase media, aunque hubo muchos ilustrados y en poltica fueron los ms decisivos que consideraban irrefutable que la sociedad lbre sera una sociedad capitalista.13 Pero, en teora, su objetivo era hacer libres a todos los seres humanos. Todas las ideologas progresistas, racionalistas y humanistas estn implcitas en ello y proceden de ello. Sin embargo, en la prctica, los jefes de la emancipacin por la que clamaba la Ilustracin procedan por lo general de las clases intermedias de la sociedad hombres nuevos y racionales, de talento y mritos independientes del nacimiento, y el orden social que nacera de sus actividades sera un orden burgus y capitalista.

    Por tanto, es ms exacto considerar la Ilustracin como una ideologa revolucionaria, a pesar de la cautela y moderacin poltica de muchos de sus paladines continentales, la mayor parte de los cuales hasta 1780 ponan su fe en la monarqua absoluta ilustrada. El despotismo ilustrado supondra la abolicin del orden poltico y social existente en la mayor parte de Europa. Pero era demasiado esperar que los anciens rgimes se destruyeran a s mismos voluntariamente. Por el contrario, como hemos visto, en algunos aspectos se reforzaron contra el avance de las nuevas fuerzas sociales y econmicas. Y sus ciudadelas (fuera de Inglaterra, las Provincias Unidas y algn otro sitio en donde ya haban sido derrotados), eran las mismas monarquas en las que los moderados ilustrados tenan puestas sus esperanzas.

    12. Como Turgot, Oeuvres, p. 244: Quienes conocen la marcha del comercio saben tambin que toda importante empresa, de trfico o de industria, exige el concurso de dos clases de hombres, tos empresarios ... y los obreros que trabajan por cuenta d e ios primeros, medanle un salario estipulado. Tai es el verdadero origen de la distincin entre los empresarios y los maestros, y los obreros u oficiales, fundada en la naturaleza de las cosas.

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    VI

    Con la excepcin de Oran Bretaa (que haba hecho su revolucin en el siglo xvji) y algunos estados pequeos, las monarquas absolutas gobernaban en todos los pases del continente europeo. Y aquellos en los que no gobernaban, como Polonia, cayeron en la anarqua y fueron absorbidos por sus poderosos vecinos. Los monarcas hereditarios por la gracia de Dios encabezaban jerarquas de nobles terratenientes* sostenidas por la tradicional ortodoxia de las iglesias y rodeadas por una serie de instituciones que nada tenan que las recomendara exceptcr un largo pasado. Cierto que las evidentes necesidades de la cohesin y la eficacia estatal, en una poca de vivas-.rivalidades internacionales, haban obligado a los monarcas a doblegar las tendencias anrquicas de sus nobles y otros intereses, y crearse un aparato estatal con servidores civiles, no aristocrticos en cuanto fuera posible. Ms an, en la ltima parte del siglo xvm, estas necesidades y el patente xito internacional del poder capitalista britnico llevaron a esos monarcas (o ms bien a sus consejeros) a intentar unos programas de modernizacin econmica, social, intelectual y administrativa. En aquellos das, los prncipes adoptaron el sobrenombre de lustrados para sus gobiernos, como los de los nuestros, y por anlogas razones, adoptan el de planificadores. Y como en nuestros das, muchos de los que lo adoptaron en teora hicieron muy poco para llevarlo a la prctica, y algunos de los que lo hicieron, k> hicieron movidos menos por un inters en las ideas generales que para la sociedad suponan la ilustracin o la planificacin, que por las ventajas prcticas que la adopcin de tales mtodos supona para el aumento de sus ingresos, riqueza y poder.

    Por el contrario, las clases medias y educadas con tendencia al progreso consideraban a menudo el poderoso aparato centralista de una monarqua ilustrada como la mejor posibilidad de lograr sus esperanzas. Un prncipe necesitaba de una clase media y de sus ideas para modernizar su rgimen; una clase media dbil necesitaba un prncipe para abatir la resistencia al progreso de unos intereses aristocrticos y clericales slidamente atrincherados.

    Pero la monarqua absoluta, a pesar de ser modernista e innovadora, no poda y tampoco daba muchas seales de quererlo zafarse de la jerarqua de los nobles teiratenientes, cuyos valores simbolizaba e incorporaba, y de los que dependa en gru parte. La monarqua absoluta, tericamente libre para hacer cuanto quisiera, perteneca en la prctica al mundo bautizado por la Ilustracin con el nombre de feudalidad o feudalismo, vocablo que luego popularizara la Revolucin francesa. Semejante monarqua estaba dispuesta a utilizar todos los recursos posibles para reforzar su autoridad y sus rentas dentro de sus fronteras y su poder fuera de ellas, lo cual poda muy bien llevarla a mimar a las que eran, en efecto, las fuerzas ascendentes de la sociedad. Estaba dispuesta a reforzar su posicin poltica enfrentando a unas clases, fundos o provincias contra otros. Pero sus horizontes eran los de su9

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    historia, su funcin y su clase. Difcilmente poda desear, y de hecho jams la realizara, la total transformacin econmica y social exigida por el progreso de la economa y los grupos sociales ascendentes.

    Pongamos un ejemplo. Pocos pensadores racionalistas, incluso entre los consejeros de los prncipes, dudaban seriamente de la necesidad de abolir la servidumbre y los lazos de dependencia feudal que an sujetaban a los campesinos. Esta reforma era reconocida como uno de los primeros puntos de cualquier programa ilustrado, y virtualmente no hubo soberano desde Madrid hasta San Petersburgo y desde Npoles hasta Estocolmo que en el cuarto de siglo anterior a la Revolucin francesa no suscribiera uno de estos programas. Sin embargo, las nicas liberaciones verdaderas de campesinos realizadas antes de 1789 tuvieron lugar en pequeos pases como Dinamarca y Saboya, o en las posesiones privadas de algunos otros prncipes. Una liberacin ms amplia fue intentada en 1781 por el emperador Jos II de Austria, pero fracas frente a la resistencia poltica de determinados intereses y la rebelin de los propios campesinos para quienes haba sido concebida, quedando incompleta. Lo que abolira las relaciones feudales agrarias en toda Europa central y occidental sera la Revolucin francesa, por accin directa, reaccin o ejemplo, y luego la revolucin de 1848.

    Exista, pues, un latente que pronto seria abierto conflicto entre las fuerzas de la vieja sociedad y la nueva sociedad burguesa, que no poda resolverse dentro de las estructuras de los regmenes polticos existentes, con la excepcin de los sitios en donde ya haban triunfado los elementos burgueses, como en Inglaterra. Lo que haca a esos regmenes ms vulnerables todava era que estaban sometidos a diversas presiones: la de las nuevas fuerzas, la de la tenaz y creciente resistencia de los viejos intereses y la de los rivales extranjeros.

    Su punto ms vulnerable era aquel en el que la oposicin antigua y nueva tendan a coincidir: en los movimientos autonomistas de las colonias o provincias ms remotas y menos firmemente controladas. As, en la monarqua de los Habsburgo, las reformas de Jos U hacia 1780 originaron tumultos en los Pases Bajos austracos la actual Blgica y un movimiento revolucionario que en 1789 se uni naturalmente al de Francia. Con ms intensidad, las comunidades blancas en las colonias ultramarinas de los pases europeos se oponan a la poltica de sus gobiernos centrales, que subordinaba los intereses estrictamente coloniales a los de la metrpoli. En todas panes de las Amricas espaola, francesa e inglesa, lo mismo que en Irlanda, se produjeron movimientos que pedan autonoma no siempre por regmenes que representaban fuerzas ms progresivas econmicamente que las de las metrpolis , y varias colonias la consiguieron por va pacfica durante algn tiempo, como Irlanda, o la obtuvieron por va revolucionaria, como los Estados Unidos. La expansin econmica, el desarrollo colonial y la tensin de las proyectadas reformas del despotismo ilustrado multiplicaron la ocasin de tales conflictos entre los aos 1770 y 1790.

    La disidencia provincial o colonial no era fatal en s. Las slidas monar

  • 3 2 LA ERA DE LA REVOLUCIN. 1789-1848

    quas antiguas podan soportar la prdida de una o dos provincias, y la victima principal del autonomismo colonial Inglaterra no sufri las debilidades de los viejos regmenes, por lo que permaneci tan estable y dinmica a pesar de la revolucin americana. Haba pocos pases en donde concurrieran las condiciones puramente domsticas para trna amplia transferencia de los poderes. Lo que haca explosiva la situacin era la rivalidad internacional.

    La extrema rivalidad internacional la guerra pona a prueba los recursos de un Estado. Cuando era incapaz de soportar esa prueba, se tambaleaba, se resquebrajaba o caa. Una tremenda serie de rivalidades polti- cas imper en la escena internacional europea durante la mayor parte del siglo xvm, alcanzando sus perodos lgidos de guerra general en 1689-1713, 1740-1748, 1756-1763, 1776-1783 y sobre todo en la poca que estudiamos,1792-1815. Este ltimo fue el gran conflicto entre Gran Bretaa y Francia, que tambin, en cierto sentido, fue el conflicto entre los viejos y los nuevos regmenes. Pues Francia, aun suscitando la hostilidad britnica por la rpida expansin de su comercio y su imperio colonial, era tambin la ms poderosa, eminente e influyente y, en una palabra, la clsica monarqua absoluta y aristocrtica. En ninguna ocasin se hace ms manifiesta la superioridad del nuevo sobre el viejo orden social que en el conflicto entre ambas potencias. Los ingleses no slo vencieron ms o menos decisivamente en todas esas guerras excepto en una, sino que soportaron el esfuerzo de su organizacin, sostenimiento y consecuencias con relativa facilidad. En cambio, para la monarqua francesa, aunque ms grande, ms populosa y ms provista de recursos que la inglesa, el esfuerzo fue demasiado grande. Despus de su derrota en la guerra de los Siete Aos (1756-1763), la rebelin de las colonias americanas le dio oportunidad de cambiar las tomas para con su adversario. Francia la aprovech. Y naturalmente, en el subsiguiente conflicto internacional Gran Bretaa fue duramente denotada, perdiendo la pane ms imprtame de su imperio americano, mientras Francia, aliada de los nuevos Estados Unidos, result victoriosa. Pero el coste de esta victoria fue excesivo, y las dificultades del gobierno francs desembocaron inevitablemente en un perodo de crisis poltica interna, del que seis irnos ms tarde saldra la revolucin.

    Vil

    Parece necesario completar este examen preliminar del mundo en la poca de la doble revolucin con una ojeada sobre las relaciones entre Europa (o ms concretamente la Europa occidental del norte) y el resto del mundo. El completo dominio poltico y militar del mundo por Europa (y sus prolongaciones ultramarinas, las comunidades de colonos blancos) iba a ser l producto de la poca de la doble revolucin. A finales del siglo xvm, en varias de las grandes potencias y civilizaciones no europeas, todava se consideraba iguales al mercader, al marino y al soldado blancos. El gran Imperio chino, entonces en la cima de su podero bajo la dinasta manch (Ch'ing),

    EL MUNDO EN 1780-1790 3 3

    no era vctima de nadie. Al contrario, una parte de la influencia cultural cooa desde el este hacia el oeste, y los filsofos europeos ponderaban las lecciones de aquella civilizacin distinta pero evidentemente refinada, mientras los artistas y artesanos copiaban los motivos a menudo ininteligibles del Extremo Oriente en sus obras y adaptaban sus nuevos materiales (porce- f ann) a los usos europeos. Las potencias islmicas (como Turqua), aunque sacudidas peridicamente por las fuerzas militares de los estados europeos vecinos (Austria y sobre todo Rusia), distaban mucho de ser los pueblos desvalidos en que se convertiran en el siglo xdc. frica permaneca virtual- nteaie inmune a la penetracin militar europea. Excepto en algunas regiones alrededor del cabo de Buena Esperanza, los blancos estaban confinados en las factoras comerciales costeras.

    Sin embargo, ya la rpida y creciente expansin del comercio y las empresas capitalistas europeas socavaban su orden social; en frica, a travs de la intensidad sin precedentes del terrible trfico de esclavos; en el ocano ndico, a travs de la penetracin de las potencias colonizadoras rivales, y en el Oriente Prximo, a travs de los conflictos comerciales y militares. La conquista europea directa ya empezaba a extenderse significativamente ms all del rea ocupada desde haca mucho tiempo por la primitiva colonizacin de los espaoles y los portugueses en el siglo xvi, y los emigrados blancos en Norteamrica en el xvn. El avance crucial lo hicieron los ingleses, que ya haban establecido un control territorial directo sobre pane de la India (Bengala principalmente) y virtual sobre el Imperio mogol, lo que, dando un paso ms, los llevara en el perodo estudiado por nosotros a convertirse en gobernadores y administradores de toda la India. La relativa debilidad de las civilizaciones no europeas cuando se enfrentaran con la superioridad tcnica y militar de Occidente estaba prevista. La que ha sido llamada la poca de Vasco de Gama, las cuatro centurias de historia universal durante las cuales un puado de estados europeos y la fuerza del capitalismo europeo estableci un completo, aunque temporal -como ahora se ha demostrado, dominio del mundo, estaba a punto de alcanzar su momento culminante. La doble revolucin iba a hacer irresistible la expansin europea, aunque tambin iba a proporcionar al mundo no europeo las condiciones y el equipo para lanzarse al contraataque.

  • 2. LA REVOLUCIN INDUSTRIAL

    Tales trabajos, a pesar de sus operaciones, causas y consecuencias. tienen un mrito infinito y acreditan los talentos de este hombre ingenioso y prctico, cuya voluntad tiene el mrito, donde quiera que va, de hacer pensar a los hombres ... Liberadlos de esa indiferencia perezosa, soolienta y estpida, de esa ociosa negligencia que los encadena a los senderos trillados de sus antepasa* dos. sin curiosidad, sin imaginacin y sin ambicin, y tened la seguridad de hacer el bien- Qu serie de pensamientos, qu espritu de lucha, qu masa de energa y esfuerzo ha brotado en cada aspecto de la vida, de las obras de hombres como Brindicy, Watt Priestley. Harrison Arkwright...! En qu campo de la actividad podramos encontrar un hombre que no se sintiera animado en sus ocupaciones contemplando la mquina de vapor de Watt?

    A rthr Young, Tours n England and Wales1

    Desde esta sucia acequia la mayor corriente de industria humana saldra para fertilizar ai mundo entero- Desde esta charca corrompida brotara oro puro. Aqu la humanidad alcanza su ms completo desarrollo. Aqu la civilizacin realiza sus milagros y el hombre civilizado se conviene casi en un salvaje.

    A. de Tocqueville, sobre Manchestcr. en 18332

    I

    Vamos a empezar con la Revolucin industria!, es decir, con Gran Bretaa. A primera vista es un punto de partida caprichoso, pues las repercusiones de esta revolucin no se hicieron sentir de manera inequvoca y menos an fuera de Inglaterra hasta muy avanzado ya el perodo que estudiamos; seguramente no antes de 1830, probablemente no antes de 1840. Slo en 1830

    1. Arthur Young, Tours in England and Wales, edicin de la London School of Ecoao- roics. p. 269.2. A. de Tocqueville, Joum eyj io England and Ireland, edicin de J. P. Mayw, 1958.

    pp. 107-108.

    LA REVOLUCIN INDUSTRIAL 35

    I* literatura y las artes empiezan a sentirse atradas por la ascensin de la capitalista, por ese mundo en el que todos los lazos sociales se aflo

    jan salvo los implacables nexos del oro y los pagars (la frase es de Carty- e) La comedia humana de Balzac, el monumento ms extraordinario dedicado a esa ascensin, pertenece a esta dcada. Pero hasta cerca de 1840 no mpieza a producirse la gran corriente de literatura oficial y no oficial sobre ls efectos sociales de la Revolucin industrial: los grandes Bluebooks (Libros Azules) e investigaciones estadsticas en Inglaterra, el Tableau de l tat physique et moral des ouvriers de Vllerm, La situacin de la clase obrera en Inglaterra de Engels, la obra de Ducpetiaux en Blgica y los informes de observadores inquietos u horrorizados viajeros de Alemania a Espaa y a los Estados Unidos. Hasta 1840, el proletariado ese hijo de la Revolucin industrial y el comunismo, unido ahora a sus movimientos sociales el fantasma del M anifiesto comunista, no se ponen en marcha sobre el continente. El mismo nombre de Revolucin industrial refleja su impacto relativamente tardo sobre Europa. La cosa exista en Inglaterra antes que el nombre. Hacia 1820, los socialistas ingleses y franceses que formaban un grupo sin precedentes lo inventaron probablemente por analoga con la revolucin poltica de Francia.1

    No obstante, conviene considerarla antes, por dos razones. Primero, porque en realidad estall antes de la toma de la Bastilla; y segundo, porque sin ella no podramos comprender et impersonal subsuelo de la historia en el que nacieron los hombres y se produjeron los sucesos ms singulares de nuestro perodo; la desigual complejidad de su ritmo.

    Qu significa la frase estall la Revolucin industrial? Significa que un da entre 1780 y 1790, y por primera vez en la historia humana, se liber de sus cadenas al poder productivo de las sociedades humanas, que desde entonces se hicieron capaces de una constante, rpida y hasta el presente ilimitada multiplicacin de hombres, bienes y servicios. Esto es lo que ahora se denomina tcnicamente por los economistas el despegue (take-ojff) hacia el crecimiento autosostenido. Ninguna sociedad anterior haba sido capaz de romper los muros que una estructura social preindustrial, una ciencia y una tcnica defectuosas, el paro, el hambre y la muerte imponan peridicamente a la produccin. El take-off no fue, desde luego, uno de esos fenmenos que, como los terremotos y los cometas, sorprenden al mundo no tcnico. Su prehistoria en Europa puede remontarse, segn el gusto del historiador y su clase de inters, al ao 1000, si no antes, y sus primeros intentos para saltar al aire torpes, como los primeros pasos de un patito ya hubieran podido recibir el nombre de Revolucin industrial en el siglo xin, en el xvi y en las ltimas dcadas del xvu. Desde mediados del xvm, el proceso de aceleracin se hace tan patente que los antiguos historiadores tendan a atribuir a

    3. Asna Bezanson, The Early Uses o f tfae Tcrm Industrial Revolutioo. Quarreriy Journal of Economies, XXXVI

  • 36 LA ERA DE LA REVOLUCIN. I789-JS43

    la Revolucin industria] la fecha inicial de 1760. Pero un estudio ms detenido ha hecho a los expertos preferir como decisiva la dcada de 1780 a la de 1760, por ser en ella cuando los ndices estadsticos tomaron el sbito, intenso y casi vertical impulso ascendente que caracteriza al take-off. La economa emprendi el vuelo.

    Llamar Revolucin industrial a este proceso es algo lgico y conforme a una tradicin slidamente establecida, aunque algn tiempo hubo una tendencia entre los historiadores conservadores quiz debida a cierto temor en presencia de conceptos incendiarios a negar su existencia y a sustituir el trmino por otro ms apacible, como, por ejemplo, evolucin acelerada. Si la sbita, cualitativa y fundamental transformacin verificada hacia 1780 no fue una revolucin, la palabra carece de un significado sensato. Claro que la Revolucin industrial no fue un episodio con principio y fin. Preguntar cundo se complet es absurdo, pues su esencia era que, en adelante, nuevos cambios revolucionarios constituyeran su norma. Y as sigue siendo; a lo sumo podemos preguntamos si las transformaciones econmicas fueron lo bastante lejos como para establecer una economa industrializada, capaz de producir hablando en trminos generales todo cuanto desea, dentro del alcance de las tcnicas disponibles, una madura economa industrial, por utilizar el trmino tcnico. En Gran Bretaa y, por tanto, en todo el mundo, este perodo inicial de industrializacin coincide probablemente y casi con exactitud con el perodo que abarca este libro, pues si empez con el take-off en la dcada de 1780, podemos afirmar que concluy con la construccin del ferrocarril y la creacin de una fuerte industria pesada en Inglaterra en la dcada de 1840. Pero la revolucin en s, el perodo de take-off puede datarse, con la precisin posible en tales materias, en los lustros que corren entre 1780 y 1800: es decir, simultneamente, aunque con ligera prioridad, a la Revolucin francesa.

    Sea lo que fuere de estos cmputos fue probablemente el acontecimiento ms importante de la historia del mundo y, en todo caso, desde la invencin de la agricultura y las ciudades. Y lo inici Gran Bretaa. Lo cual, evidentemente, no fue fortuito. Si en el siglo xvm iba a celebrarse una carrera para iniciar la Revolucin industrial,'slo hubo en realidad un corredor que se adelantara. Haba un gran avance industrial y comercial, impulsado por los ministros y funcionarios inteligentes y nada cndidos en el aspecto econmico de cada monarqua ilustrada europea, desde Portugal hasta Rusia, todos los cuales sentan tanta preocupacin por el desarrollo econmico como la que pueden sentir los gobernantes de hoy. Algunos pequeos estados y regiones alcanzaban una industrializacin verdaderamente impresionante, como, por ejemplo, Sajonia y el obispado de Lieja, si bien sus complejos industriales eran demasiado pequeos y localizados para ejercer la revolucionaria influencia mundial de los ingleses. Pero parece claro que, incluso antes de la revolucin, Gran Bretaa iba ya. muy por delante de su principal competidora potencial en cuanto a produccin per capita y comercio.

    Como quiera que fuere, el adelanto britnico no se deba a una superiori-

    LA REVOLUCIN INDUSTRIAL 37

    ; dad cientfica y tcnica. En las ciencias naturales, seguramente los franceses superaban con mucho a los ingleses. La Revolucin francesa acentuara de nodo notable esta ventaja, sobre todo en las matemticas y en la fsica. Mientras el gobierno revolucionario francs estimulaba las investigaciones cientficas, el reaccionario britnico las consideraba peligrosas. Hasta en las ciencias sociales los ingleses estaban muy lejos de esa superioridad que haca de las econmicas un campo fundamentalmente anglosajn. La Revolucin industrial puso a estas ciencias en un primer lugar indiscutible. Los economistas de la dcada de 1780 lean, s, a Adam Sraith, pero tambin y quiz con ms provecho a los fisicratas y a los expertos hacendistas franceses Quesnay, TUr- got, Dupont de Nemours, Lavoisier, y tal vez a uno o dos italianos. Los franceses realizaban inventos ms originales, como el telar Jacquard (1804), conjunto mecnico muy superior a cualquiera de los conocidos en Inglaterra, y construan mejores barcos. Los alemanes disponan de instituciones para la enseanza tcnica como la Bergakademie prusiana, sin igual en Inglaterra, y la Revolucin francesa cre esc organismo impresionante y nico que era la Escuela Politcnica. La educacin inglesa era una broma de dudoso gusto, aunque sus deficiencias se compensaban en parte con las escuelas rurales y las austeras, turbulentas y democrticas universidades calvinistas de Escocia, que enviaban un flujo de jvenes brillantes, laboriosos y ambiciosos al pas meridional. Entre ellos figuraban James Watt, Thomas Telford, Loudon McAdam, James Mili y otros. Oxford y Cambridge, las dos nicas universidades inglesas, eran intelectualmente nulas, igual que los soolientos internados privadoso institutos, con la excepcin de las academias fundadas por los disidentes, excluidos del sistema educativo anglicano. Incluso algunas familias aristocrticas que deseaban que sus hijos adquiriesen una buena educacin, los confiaban a preceptores o los enviaban a las universidades escocesas. En realidad, no hubo un sistema de enseanza primaria hasta que el cuquero Lancaster (y tras l sus rivales anglicanos) obtuvo abundantsima cosecha de graduados elementales a principios del siglo xix, cargando incidentalmente para siempre de discusiones sectarias la educacin inglesa. Los temores sociales frustraban la educacin de los pobres.

    Por fortuna, eran necesarios pocos refinamientos intelectuales para hacer la Revolucin industrial.4 Sus inventos tcnicos fueron sumamente modestos, y en ningn sentido superaron a los experimentos de los artesanos inteligen-

    4. Por una pane, es satisfactorio ver cmo los ingleses adquieren un rico tesoro p a n su vida poltica del estudio de los autores antiguo, aunque ste lo realicen pedantescamente. Hasta el punto de que con frecuencia los oradores parlamentarios citan a todo pasto a esos autores, prctica aceptada favorablemente por la Asamblea, en la que esas citas no d q an de surtir efecto. Por otra pane, no puede por menos de sorprendemos que en un pas en que predominan las tendencias manufacturera*, por lo que es evidente la necesidad de familiarizar al pueblo con las ciencias y las artes que las favorecen, se advierta la ausencia de tales temas en Vos planes de educacin juvenil. Es igualmente asombroso lo mucho que se ha realizado por hombres carentes de una educacin formal para su profesin (W. Wachsmuth. Europaeisehe Siengeschichte 5 , 2 (1839). Leipzig, p. 736).

  • tes en sus tareas, o las capacidades constructivas de ios carpinteros, constructores de molinos y cerrajeros: ia lanzadera volante, la mquina para hilar, el huso mecnico. Hasta su mquina ms cientfica la giratoria de vapor de James Watt (1784) no requiri ms conocimientos fsicos de los asequibles en la mayor parte del siglo la verdadera teora de las mquinas de vapor slo se desarrollara ex post faci por el francs Camot en 1820 y seran necesarias varas generaciones para su utilizacin prctica, sobre todo en las minas. Dadas las condiciones legales, las innovaciones tcnicas de la Revolucin industrial se hicieron realmente a s mismas, excepto quiz en la industria qumica. Lo cual no quiere decir que los primeros industrales no se interesaran con frecuencia por la ciencia y la bsqueda de los beneficios prcticos que ella pudiera proporcionarles.5

    Pero las condiciones legales se dejaban sentir mucho en Gran Bretaa, en donde haba pasado ms de un siglo desde que el primer rey fue procesado en debida forma y ejecutado por su pueblo, y desde que el beneficio privado y el desarrollo econmico haban sido aceptados como los objetivos supremos de la poltica gubernamental. Para fines prcticos, la nica solu- cin revolucionara britnica para el problema agrario ya haba sido encontrada. Un puado de terratenientes de mentalidad comercial monopolizaba casi la tierra, que era cultivada por arrendatarios que a su vez empleaban a gentes sin tierras o propietarios de pequesimas parcelas. Muchos residuos de la antigua economa aldeana subsistan todava para ser barridos por las Enclosure Acts (1760-1830) y transacciones privadas, pero difcilmente se puede hablar de un campesinado britnico en el mismo sentido en que se habla de un campesinado francs, alemn o ruso. Los arrendamientos rsticos eran numerossimos y los productos de las granjas dominaban los mercados; la manufactura se haba difundido haca tiempo por el campo no feudal. La agricultura estaba preparada, pues, para cumplir sus tres funciones fundamentales en una era de industrializacin: aumentar la produccin y la productividad para alimentar a una poblacin no agraria en rpido y creciente aumento; proporcionar un vasto y ascendente cupo de potenciales reclutas para las ciudades y las industrias, y suministrar un mecanismo para la acumulacin de capital utilizable por los sectores ms modernos de la economa. (Otras dos funciones eran probablemente menos importantes en Gran Bretaa: la de crear un mercado suficientemente amplio entre la poblacin agraria normalmente la gran masa del pueblo y la de proporcionar uo excedente para la exportacin que ayudase a las importaciones de capital.) Un considerable volumen de capital social el costoso equipo general necesario para poner en marcha toda la economa ya estaba siendo constituido, principalmente en buques, instalaciones portuarias y mejoras de

    5. Cf. A. E. Musson y E. ftobinson, Science and Indusrry n ihe Late Eightewuh Cen-lury, Economic Hisiory Revlew. XIII (2 de diciembre de 1960); y la obra de R. E. Scho&eld sobre los industriales de las Mtdlands y la Sociedad Lunar, sis, 47 (marzo de 1956); 48 (1957). Annals o f Scienc*^ U (junio do 1965), ele.

    3 8 LA ERA DE LA REVOLUCIN. 1789 1848

    LA REVOLUCIN INDUSTRIAL 39

    caminos y canales. La poltica estaba ya engranada con los beneficios. Las peticiones especficas de los hombres de negocios podan encontrar resistencia en otros grupos de intereses; y como veremos ms adelante, los agricultores iban a alzar una ltima barrera para impedir el avance de los industriales entre 1795 y 1846. Sin embargo, en conjunto se aceptaba que el dinero no slo hablaba, sino que gobernaba. Todo lo que un industrial necesitaba adquirir para ser admitido entre los regidores de la sociedad, era bastante dinero.

    El hombre de negocios estaba indudablemente en un proceso de ganar ms dinero, pues la mayor parte del siglo xvm fue para casi toda Europa un perodo de prosperidad y de cmoda expansin econmica: el verdadero fondo para el dichoso optimismo del volteriano doctor Pangloss. Se puede argir que ms pronto o ms temprano esta expansin, ayudada por una suave inflacin, habra impulsado a otros pases a cruzar el umbral que separa a la economa preindustrial de la industrial. Pero el problema no es tan sencillo. Una gran parte de la expansin industrial del siglo xvm no condujo de hecho, inmediatamente o dentro del futuro previsible, a la Revolucin industrial, por ejemplo, a la creacin de un sistema de talleres mecanizados que a su vez produjeran tan gran cantidad de artculos disminuyendo tanto su coste como para no depender ms de la demanda existente, sino para crear su propio mercado.* As, por ejemplo, la rama de la construccin, o las numerosas industrias menores que producan utensilios domsticos de metal clavos, navajas, tijeras, cacharros, etc. en las Midlands inglesas y en Yorkshire, alcanzaron gran expansin en este perodo, pero siempre en funcin de un mercado existente. En 1850, produciendo mucho ms que en 1750, seguan hacindolo a la manera antigua. Lo que necesitaban no era cualquier clase de expansin, sino la clase especial de expansin que generaba Manchcster ms bien que Birmingham.

    Por otra parte, las primeras manifestaciones de la Rev'C.Cn industrial ocurrieron en una situacin histrica especial, en la que el crecimiento econmico surga de las decisiones entrecruzadas de innumerables empresarios privados e inversores, regidos por el principal imperativo de la poca: comprar en el mercado ms barato para vender en el ms caro. Cmo iban a imaginar que obtendran el mximo beneficio de una Revolucin industrial organizada en vez de unas actividades mercantiles familiares, ms provechosas en el pasado? Cmo iban a saber lo que nadie saba todava, es decir, que la Revolucin industrial producira una aceleracin sin igual en la expansin de sus mercados? Dado que ya se haban puesto los principales cimientos sociales de una sociedad industrial como haba ocurrido en la Inglaterra de finales del siglo xvin, se requeran dos cosas: primero, una industria que ya ofreca excepcionales retribuciones para el fabricante que pudiera

    6. La moderna industria del motor es un buen ejemplo de esto. No fue la demanda de automviles existente n 1890 la que cre una Industria de moderna envergadura, sino la capacidad para producir automviles baratos la que dio lugar a la moderna masa de peticiones.

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    aumentar rpidamente su produccin total, si era menester, con innovaciones razonablemente baratas y sencillas, y segundo, un mercado mundial ampliamente monopolizado por la produccin de una sola nacin.7

    Estas consideraciones son aplicables en cierto modo a todos los pases en el perodo que estudiamos. Por ejemplo, en todos ellos se pusieron a la cabeza del crecimiento industrial los fabricantes de mercancas de consumo de masas principal, aunque no exclusivamente, textiles,* porque ya exista el gran mercado para tales mercancas y los negociantes pudieron ver con claridad sus posibilidades de expansin. No obstante, en otros aspectos slo pueden aplicarse a Inglaterra, pues los primitivos industrializadores se enfrentaron con ios problemas ms difciles. Una vez que Gran Bretaa empez a industrializarse, otros pases empezaron a disfrutar de los beneficios de ]a rpida expansin econmica estimulada por la vanguardia de la Revolucin industrial. Adems, el xito britnico demostr lo que poda conseguirse: ia tcnica britnica se poda imitar, c importarse la habilidad y los capitales ingleses. La industria textil sajona, incapaz de hacer sus propios inventos, copi los de los ingleses, a veces bajo la supervisin de mecnicos britnicos; algunos ingleses aficionados al continente, como ios Cockeriil, se establecieron en Blgica y en algunos puntos de Alemania. Entre 1789 y 1848, Europa y Amrica se vieron inundadas de expertos, mquinas de vapor, maquinaria algodonera e inversiones de capital, todo ello britnico.

    Gran Bretaa no disfrutaba de tales ventajas. Por otra parte, tena una economa lo bastante fuerte y un Estado lo bastante agresivo para apoderarse de los mercados de sus competidores. En efecto, las guerras de 1793-181S, ltima y decisiva fase del duelo librado durante un siglo por Francia e Inglaterra, eliminaron virtualmente a todos los rivales en el mundo extraeuropeo, con la excepcin de los jvenes Estados Unidos. Adems, Gran Bretaa posea una industria admirablemente equipada para acaudillar la Revolucin industrial en las circunstancias capitalistas, y una coyuntura econmica que se lo permita: la industria algodonera y la expansin colonial.

    C

    La industria britnica, como todas las dems industrias algodoneras, tuvo su origen como un subproducto del comercio ultramarino, que produca su material crudo (o ms bien uno de sus materiales crudos, pues el producto original era el fustn , mezcla de algodn y lino), y los artculos de algo

    7. Slo lentamente eJ poder adquisitivo aument con et crecimiento de poblacin, la renta per cepita, d precio de tos transportes y tas limitaciones del comercio. Pero el mercado se ampliaba, y la cuestin vital consista en que un producto de mercancas de p a n consumo adquiriera nuevos mercados que le permitieran una continua expansin de su produccin (K. Bcrrill, Interna- Dona! Tradc and the Rate o f Economk Growth, Ecotuynic History Revltw, XII

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    zonas subd