Ella nos recibe en su im-presionante casa de Mia-mi, rodeada de exhube-rante vegetación. Las fies-tas que celebra se han convertido en «lo más» para los cientos de colec-cionistas, marchantes y celebridades que visitan la ciudad. Izquierda, Ella, el pasado 21 de febrero, con el ministro español Íñigo Méndez de Vigo, firmando en Madrid el memorán-dum que permite poner en marcha la cesión a Espa-ña de obras de su colec-

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Al borde del mar, está en Coral Gables, una de las zonas más caras y exclusivas de Miami, tiene embarcadero propio e impresionantes vistas de la ciudad

ELLA FONTANALS-CISNEROSEN CASA DE LA MUJER QUE ACABA DE DONAR

A ESPAÑA PARTE DE LAS TRES MIL OBRAS DE ARTE DE SU MULTIMILLONARIA COLECCIÓN

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EL gran novelista Henry James al-guna vez escribió: «El arte es lo

que tiene vida, interés, importancia… y no conozco nada que reemplace la fuerza y la belleza de su proceso». Esa parece que ha sido una de las premi-sas en la vida de Ella Fontanals-Cisne-ros, considerada hoy una de las mayo-res coleccionistas de arte contemporá-neo del mundo. Nacida en Cuba y exiliada con trece años, en Caracas, junto con su familia, pocos años des-

pués de la revolución de 1959, es una de esas mujeres cuya vida es una obra de arte en sí misma. Dueña de un «allure» propio de las actrices de cine, su vida dio un giro cuando, en 1968, se casó con el magnate venezolano Oswaldo Cisneros, miembro de una de las familias más ricas y poderosas de América Latina. Después de criar a sus tres hijas —Marisa, Claudia y Ma-riela—, se dio cuenta de que quería darle un nuevo sentido a su vida y co-

menzó a involucrarse en varias causas filantrópicas, hasta que encontró ese ingrediente que le faltaba para alcan-zar la felicidad: el arte.

El idilio entre Fontanals-Cisneros y el arte comenzó cuando Ella abrió una galería en Caracas —transcurría 1969—, donde comenzó a promover el trabajo de artistas venezolanos. Sin embargo, su entrega total sucedió hace casi veinte años, en 1998, cuan-do se dejó llevar por su intuición y co-

menzó a comprar obras de artistas como Jesús Rafael Soto y Rufino Ta-mayo, con la visión y el virtuosismo propios de los coleccionistas. Solo tu-vieron que pasar tres años para que Ella decidiera crear la Fundación de Arte Cisneros Fontanals (CIFO) para encauzar todo su entusiasmo y orde-nar sus sentimientos hacia el arte con inteligencia. Así, en 2002, nació una fundación que, más allá de su gran la-

Ella con sus tres hijas, Marisa Cisneros-Rizzon, Clau-dia Cisneros y Mariela Cisneros-Mestre, en el salón principal. Detrás, espectacular obra de madera, he-cha a medida, en 2013, por el estadounidense Leonar-do Drew. Al lado, otra imagen del salón. Decorada por el español Luis Bustamante, la casa es un pequeño museo en el que Ella disfruta de varias de sus obras favoritas. Al fondo, colección de 60 objetos impresos y fabricados en distintos materiales, realizada por la afroamericana Ellen Gallagher. A la derecha, obra del premiado artista cubano René Francisco Rodríguez

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Nos recibe junto a sus tres hi-jas: «Mis abuelos eran cana-rios y catalanes, y yo tengo

nacionalidad española»

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Arriba, Ella rodeada por sus hi-jas. Izquierda, detalle de una de las habitaciones, decorada to-talmente con espejos con colo-res tenues y sólidos. Derecha, también en tonos grises, otro de los dormitorios, con una gran fotografía, de 1988, de Louise Lawler. Y debajo, dos distintos rincones de su casa,

llena de obras de arte

bor museística y de preservación, tiene como fin otorgar becas y or-ganizar comisiones para artistas la-tinoamericanos. Por supuesto, unos años antes, Ella abrió su pro-pio museo, al que bautizó Miami Art Central (MAC), el cual, aun-que carecía de una colección per-manente, pronto se posicionó en-tre el circuito de los grandes mu-seos gracias a las fantásticas exhibiciones de arte contemporá-neo que organizaba. Sin embargo, tiempo después decidió donar los recursos del MAC al Museo de Arte local, por lo que se puede afirmar que gracias a Ella, Miami es hoy una de las capitales artísti-cas del mundo.

Por supuesto, Ella es una de las asistentes imprescindibles de la Art Basel de Miami —una de las ferias de arte más importantes del mundo en la actualidad y el lugar en donde cada año se reúne lo más granado del mundo artístico y los representantes más célebres de la «jet set»—, pues ahí se mueve como pez en el agua. Las fiestas

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Nacida en Cuba, Ella se casó, en 1968, con el magnate ve-nezolano Oswaldo Cisneros, miembro de una de las fami-lias más ricas y po-derosas de América

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que celebra en su espectacular casa de Coral Gables —donde nos recibe para realizar este reportaje— se han convertido en «lo más» para los cientos de colec-cionistas, marchantes y celebridades.

Siguiendo los pasos de grandes mujeres como Pe-ggy Guggenheim y Louisine Havemeyer, Ella ha entra-do ya por la puerta grande de la historia del coleccio-nismo junto a otros grandes mecenas de los últimos tiempos, como Benaki, Ghez, Ludwig, Leopold, De Menil, Arnault y Saatchi. Porque esta cubana con co-razón venezolano y alma latinoamericana, ha dedica-do buena parte de su vida a la excepcional y no siem-pre fácil tarea de perseguir determinadas obras de arte por un mundo muchas veces desconocido, pero siempre con un objetivo muy claro: crear un conjunto de piezas capaz de representarla y de hablarle al mun-do sobre su propia personalidad. Al recibir a ¡HOLA! por primera vez y junto a sus tres hijas en su fabulosa casa-museo de Miami, la protagonista de nuestra his-toria abre su corazón y nos demuestra que el coleccio-

nismo no es un capricho, sino un medio de expresión y una genuina declaración de su identidad latina.

—¿Cuáles son los mayores recuerdos que tiene de su niñez en Cuba y luego su juventud en Venezuela?

—Mi padre era compositor y músico. Una persona muy espiritual y sumamente dulce, y creo que esa par-te de su personalidad la heredé. Siendo pequeña, me encantaba dibujar, y lo hacía todo el tiempo y en todas partes. En el colegio, mientras la profesora daba cla-ses de matemáticas, ¡yo dibujaba! —risas—. Debo confesar que siempre quise ser pintora, por lo que di clases de pintura varios años cuando aún vivíamos en Cuba, pero después, la historia de mi país dio un vuel-co y nos fuimos a vivir a Venezuela, donde me cambió la vida.

—¿Cuándo supo que quería dedicar una importan-te parte de su vida al arte?

—Creo que la afición por el arte es algo muy perso-nal que no se aprende de un día para otro. Es un proceso que lleva años y se genera dentro de uno

Arriba, comedor. A la derecha de la ima-gen, colección de ja-rrones de vidrio de los años veinte, de René Lalique. La vaji-lla de porcelana (al lado, izquierda) es de Limoges, pintada a mano; la cubertería de plata, de Christo-fle; copas de Bacca-rat y dos gallos de plata. Detrás, original obra del estadouni-dense Fred Tomase-lli, de 1992. Derecha, la cocina, con una gran mesa central. Y abajo, comedor junto

a la piscina

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«Negarme a que Andy Warhol me hiciera un retrato en su día, creo que es de lo que hoy más me arrepiento. ¡Aún me cuesta creer cómo no me di cuenta de la enorme oportu-

nidad que la vida me estaba brindando!»

mismo. De lo que sí estoy conven-cida es que tengo una idea de la estética muy definida. Siempre me fascinó pintar y dibujar, por lo que mi amor por las cosas bellas me ha acompañado siempre. Por supues-to que cuando comienzas a colec-cionar, tropiezas y cometes erro-res, pero es precisamente ese pro-ceso lo que hace que, con el tiempo, te des cuenta si la obra de un artista es valiosa o no. Hoy pue-do decir que he evolucionado a lo largo de los años y que, a diferen-cia de mis inicios como coleccio-nista, me gusta más descubrir nue-vos artistas o recuperar la obra de aquellos que han pasado al olvido.

—¿Se acuerda de la primera obra que compró?

—¡Por supuesto! Una obra del venezolano Tomás Golding. Era una pintura que fue muy famosa en su época, titulada «La quema», que retrataba un campo ardiendo.

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Izquierda, Ella en la entrada a la casa, cons-truida con piedra y maderas exóticas. Abajo, en el jardín de las «mil orquideas», uno de sus lugares favoritos, donde atesora una enorme colección de estas flores, de las que cada se-mana se ocupa un jardinero especializado. Ella, que divide su vida entre sus casas de Miami, Gstaad, Madrid y Nápoles, se desplaza por el mundo en su «jet» privado, pintado en blanco y rojo. Arriba, junto a sus hijas al borde de la piscina, con unas impresionantes vistas de Miami detrás. Derecha, Claudia salta diver-tida al lado de sus hermanas, Mariela y Marisa

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Desgraciadamente, me la robaron hace tiempo, en Venezuela.

—¿En qué aspectos cambió el arte su vida?

—En todos los aspectos posibles, hasta el punto de que, en la actuali-dad, es lo único a lo que me dedico. Mi vida está volcada completamente a mi fundación, a los artistas, a la promoción de su obra. Poco a poco he ido dejando el mundo de los ne-gocios para dedicarme únicamente a esto. Disfruto mucho de estar muy cerca de los artistas, compartir con ellos, no solo su obra, sino también

su vida; entender su manera de pen-sar y de ver el mundo… El arte me ha cambiado la vida, porque vivir el mundo del arte como yo lo hago es realmente un privilegio. La gente tiene que entender que el arte está en nuestra vida diaria.

—¿Le hace ilusión que sus hijas continúen con su legado?

—Ese es un tema que he pensado mucho últimamente, ya que me gus-taría donar parte de mi colección para que pueda ser disfrutada por la gente. Después de hablar con otros

«Mis hijas ya tienen sus vidas hechas: Marisa es filántropa, Mariela, coleccio-nista solo de arte realizado por muje-res, y Claudia, hasta hace poco coleccio-

naba fotografía»

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coleccionistas acerca del legado que quiero de-jar, me di cuenta de que una colección es algo muy personal y no puedo pretender que alguien siga mis pasos solo por obligación. Mis hijas ya tienen sus vidas hechas: Marisa es filántropa, Mariela es coleccionista solo de arte realizado por mujeres y Claudia, hasta hace poco, colec-cionaba fotografía, pero ahora ha decidido ex-pandirse hacia otras áreas. Mantener una colec-ción es un trabajo muy pesado que requiere una inmersión total para su cuidado, y como no quie-ro que ellas se sientan forzadas a seguir mis pa-sos, decidí que casi todas mis obras latinoameri-canas queden en un espacio público. Mi deseo es encontrar instituciones en distintos países que sean supervisoras y se ocupen de mantener las obras que hoy forman mi colección en perfecto estado para el disfrute de las futuras generacio-nes. Y aunque debo decir que dos de mis hijas están muy involucradas en la fundación, no debo pensar en el ahora, sino en dónde quiero que estén estas obras en doscientos años.

—¿Qué es lo que más le gusta de España?—España ha sido para mí un descubrimiento

de mis raíces. Mis abuelos eran canarios y catala-nes. Después de dejar Venezuela, compré una casa en Madrid y comencé a tener un vínculo

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muy estrecho con este país, hasta el grado de decidir adoptar la ciudada-nía española.

—De todos los coleccionistas que han existido a lo largo de la historia, ¿cuáles son los que usted más admira?

—Creo que me siento muy identifi-cada con Peggy Guggenheim, pues ella, al igual que yo, adoraba vivir ro-deada de artistas y participaba activa-mente en sus vidas.

—¿Se arrepiente de algo?—Creo que, de lo que más, fue de

haberme negado a que Andy Warhol me hiciera un retrato. En los años ochenta, durante varios de mis viajes a Nueva York, tuve la oportunidad de encontrarme con él, que era muy tí-mido. En uno de esos encuentros, Andy se ofreció a hacerme un retrato, algo que no me pareció interesante, pues en esa época yo estaba totalmen-te volcada en el surrealismo y el arte pop me parecía lejano. ¡Aún me cues-ta creer cómo no pude darme cuenta de la enorme oportunidad que la vida me estaba poniendo delante!

—¿Qué consejo le puede dar a una persona que quiere empezar una co-lección?

—Creo que una buena idea es co-menzar coleccionando artistas emer-gentes. A pesar de que muchos pien-san lo contrario, debo decir que no se necesita mucho dinero para comen-zar una colección. Hay que descubrir e investigar, porque toda colección tiene un valor propio para aquel que la forma. Por lo tanto, es fundamental saber qué tipo de obra quieres colec-

cionar y comenzar a hacer tu propio camino.

—¿Le queda alguna asignatura pendiente en su vida?

—Organizar mi donación, porque los coleccionistas, aunque dedicamos nuestra vida al arte, en realidad so-mos guardianes de un legado que debe perdurar por siempre. Después de que uno se va, viene otro amante del arte y se convierte en el siguiente guardián de un patrimonio histórico. Así es que me falta definir quién será el custodio de todo lo que he colec-cionado hasta ahora.

—Por último, y cambiando de tema. ¿Cómo fue decorar esta casa?

—Realmente divertido, ya que me involucré en todo el proceso de cons-trucción. Porque debo confesar que soy una arquitecta frustrada y me fasci-na todo lo relacionado con la arqui-tectura. He tenido la oportunidad de estar involucrada con la construcción de muchas propiedades a lo largo de mi vida, por lo que siempre me doy cuenta de todo, desde dónde debe ir un enchufe hasta dónde quiero poner una gran obra. Para la decoración, contraté al interiorista español Luis Bustamante, quien no tuvo una tarea fácil, pues no fue una casa que cons-truí pensando en el arte. Sin embargo, creo que Luis logró un resultado mag-nífico. Esta casa es muy funcional y, aunque paso solamente cuatro meses al año en ella, la disfruto mucho.

Realización y texto: RODOLFO VERA CALDERÓN

Fotos: MAURICIO DONELLI

Ella (arriba y al lado) y sus hijas en uno de los alma-cenes de su fundación, ro-deadas por algunas de las obras de su colección lis-tas para ser trasladadas. Considerada una de las mujeres más influyentes y poderosas del mundo del arte, ha tenido una vida dedicada totalmente a la preservación de obras de artistas latinoamericanos y a la búsqueda de nuevos talentos. Izquierda (arriba), fachada del edificio de la antigua Fábrica de Taba-cos de Madrid, donde se instalará la colección que Ella ha cedido a España

Ella posa en su fundación rodeada de obras de arte embaladas y listas para ser trasladadas: «No quiero que mis hijas se sientan forzadas a

continuar mi tarea»

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