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1 HISTORIA TRISTE DE UN PASADO FELIZ (Narraciones verdaderas que tienen el propósito de advertir los escollos que tiene que superar aquél que aspire el pastorado en la iglesia de Nuestro Señor Jesucristo). Por Rev. Edgar Salas Rizzo El llamamiento Siempre he enseñado que el llamamiento tiene dos fases, el interno y el externo, pero cuando comenzó el interno no lo sé; pero sí recuerdo que desde que recibí a Jesucristo como mi Salvador, sentí una gran necesidad de compartir con otros esta nueva vida. Desde mi conversión hubo una constante, no faltar a los cultos y actividades de la iglesia, quería estar en todo, me gustaba que me involucraran en todo lo que hacía la iglesia, dramas, coral, paseos, excursiones, evangelización, etc. Mi primera práctica como Ministro A partir de los 14 años tomé en serio eso de la evangelización. Mi jefe de Tropa el Sr. Luis Ledesma, fue mi primer objetivo evangelístico. Siempre cuando hablábamos salía a relucir el tema de la religión, el era un excelente católico cursillista, muy consagrado en su fe, y él me manifestaba cierta admiración por la insistencia de yo convertirlo a él al evangelio. La primera especialidad que tuve después de ser un Scout de Segunda clase, fue la de Acólito. Para lograr esa especialidad mi Jefe de Tropa me hizo investigar mi fe, qué era lo que creíamos y por qué, luego él me hizo un cuestionario y le pareció extraordinario el cómo exponía mi convicción religiosa. En una oportunidad, en la sala de mi casa en el Barrio Belén de Maracay, sentados en unos muebles de semicuero rojo, estuvimos hablando hasta altas horas de la noche del tema de la fe. El punto giró sobre dos cosas: Uno, el fumar como costumbre indigna de un cristiano y dos, la reverencia a las imágenes. Mi Jefe de Tropa fumaba mucho, por su temperamento nervioso quizás y siempre que lo veía fumando le decía que si es cristiano no debería fumar. Esa noche él insistía en que eso no ofendía a Dios, y yo le dí el siguiente ejemplo: -Imagínese al Sacerdote mientras levanta la hostia tenga un cigarro en la boca, ¿Cómo lo ve?.... El se pone a reir y dice ¡horrible!.. no me lo puedo ni imaginar y sigue riendo… y continué diciéndole, Cristo no sólo está en esa hostia como Ud. cree, Cristo está en su presencia en todo momento. Recuerdo que él me dijo, ¡oye Edgar! Te prometo que a partir de hoy no voy a fumar… te lo prometo… Ese ejemplo me convenció. Pero no contento con esa primera victoria le dije: ¡Ah! Pero todavía ofendes a Dios porque sigue con su devoción a las imágenes. Él tenía una medalla de oro de la virgen en su cuello, se la saca y me dice: Mira Edgar, yo sé que esta no es la virgen, yo no soy tan tonto para creer que este pedacito de oro es la Virgen, esta imagen representa a la Virgen y yo la venero a ella y no a este pedacito de oro. Es mas, continuó, yo trato esta medalla con la misma devoción como tu tratas a tu Biblia. Yo tenía abierta en ese momento mi Biblia de tapa roja, y sin pensarlo agarré mi Biblia y la tiré contra la pared y le dije mirándolo a los ojos: -agarra la medallita y tírala contra la pared- y él horrorizado por la

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HISTORIA TRISTE DE UN PASADO FELIZ

(Narraciones verdaderas que tienen el propósito de advertir los escollos que tiene que superar aquél que aspire el pastorado en la iglesia de Nuestro Señor Jesucristo).

Por Rev. Edgar Salas Rizzo

El llamamiento Siempre he enseñado que el llamamiento tiene dos fases, el interno y el externo, pero cuando comenzó el interno no lo sé; pero sí recuerdo que desde que recibí a Jesucristo como mi Salvador, sentí una gran necesidad de compartir con otros esta nueva vida.

Desde mi conversión hubo una constante, no faltar a los cultos y actividades de la iglesia, quería estar en todo, me gustaba que me involucraran en todo lo que hacía la iglesia, dramas, coral, paseos, excursiones, evangelización, etc.

Mi primera práctica como Ministro A partir de los 14 años tomé en serio eso de la evangelización. Mi jefe de Tropa el Sr. Luis Ledesma, fue mi primer objetivo evangelístico. Siempre cuando hablábamos salía a relucir el tema de la religión, el era un excelente católico cursillista, muy consagrado en su fe, y él me manifestaba cierta admiración por la insistencia de yo convertirlo a él al evangelio. La primera especialidad que tuve después de ser un Scout de Segunda clase, fue la de Acólito. Para lograr esa especialidad mi Jefe de Tropa me hizo investigar mi fe, qué era lo que creíamos y por qué, luego él me hizo un cuestionario y le pareció extraordinario el cómo exponía mi convicción religiosa.

En una oportunidad, en la sala de mi casa en el Barrio Belén de Maracay, sentados en unos muebles de semicuero rojo, estuvimos hablando hasta altas horas de la noche del tema de la fe. El punto giró sobre dos cosas: Uno, el fumar como costumbre indigna de un cristiano y dos, la reverencia a las imágenes. Mi Jefe de Tropa fumaba mucho, por su temperamento nervioso quizás y siempre que lo veía fumando le decía que si es cristiano no debería fumar. Esa noche él insistía en que eso no ofendía a Dios, y yo le dí el siguiente ejemplo: -Imagínese al Sacerdote mientras levanta la hostia tenga un cigarro en la boca, ¿Cómo lo ve?.... El se pone a reir y dice ¡horrible!.. no me lo puedo ni imaginar y sigue riendo… y continué diciéndole, Cristo no sólo está en esa hostia como Ud. cree, Cristo está en su presencia en todo momento. Recuerdo que él me dijo, ¡oye Edgar! Te prometo que a partir de hoy no voy a fumar… te lo prometo… Ese ejemplo me convenció. Pero no contento con esa primera victoria le dije: ¡Ah! Pero todavía ofendes a Dios porque sigue con su devoción a las imágenes. Él tenía una medalla de oro de la virgen en su cuello, se la saca y me dice: Mira Edgar, yo sé que esta no es la virgen, yo no soy tan tonto para creer que este pedacito de oro es la Virgen, esta imagen representa a la Virgen y yo la venero a ella y no a este pedacito de oro. Es mas, continuó, yo trato esta medalla con la misma devoción como tu tratas a tu Biblia. Yo tenía abierta en ese momento mi Biblia de tapa roja, y sin pensarlo agarré mi Biblia y la tiré contra la pared y le dije mirándolo a los ojos: -agarra la medallita y tírala contra la pared- y él horrorizado por la

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proposición agarró su medalla y la metió de nuevo dentro de su camisa. Y me dijo, no Edgar yo no haria eso…. Y le dije: -¡Esa es la diferencia!.

Como guía de patrulla, en todos los campamentos antes del pitazo de silencio, el tema que se hablaba en nuestra carpa era los temas bíblicos. Esta peculiaridad como guía de patrulla, hizo que me ganara el respeto de los muchachos. Ellos siempre me buscaban para que solucionara sus conflictos, y sentía que eso era lo mío, sentía placer en ayudar, en aconsejar, en hablarles de Cristo. Entre ellos logré ganarme a un jovencito que luego de adulto fue agregado militar en la china donde se bautizó. Cuando regresó me trajo su certificado de bautismo y me contó que antes de bautizarse dijo que había llegado a los pies de Cristo por medio de mi.

Predicando en las camionetas y Terminal de Pasajeros A los 16 años, tomé como reto aprenderme el contenido de los folletos, para recitarlo delante de un público. Viendo a un jovencito que decía poesías en los autobuses de las Delicias, se me vino la idea de hacer lo mismo pero repitiendo el contenido de un folleto. El pasaje costaba 0,25 ctms en esa época y con un bolívar podía hacer cuatro viajes. Así que mi método era tomar el autobús repetir el contenido del folleto a los pasajeros, repartir el mismo folleto y bajarme para volverlo hacer tres veces mas.

Es interesante que para la mayoría de los adolescentes, los 18 años es una meta para alcanzar la liberación, hacer lo que uno quiere… Yo tenía muchos deseos de alcanzar los 18 años, porque era requisito indispensable para entrar en un bar para predicar el evangelio a los “borrachos” (decía yo). Los bares de aquella época tenían una especie de Paraban que no permitía que los de la calle miraran hacia adentro, por lo general tenían un letrero “Sólo Mayores de 18 años”. Si alguien compraba una botella de licor en un bar, para tomarla en la calle, se la metían en una bolsa de papel. Frecuentemente se veía en la calle hombres tomando una cerveza con la botella metida dentro de la bolsa de papel.

Al menos de 50 metros de la iglesia estaba el bar “La Mano Abierta”, en una esquina, y al salir de la iglesia o llegar a ella era inevitable pasar por esa esquina. Quien me motivó a hablarle a los borrachos de la palabra de Dios fue mi mamá. Ella tuvo una experiencia muy interesante que creó en mí las ganas de predicarle a los hombres que libaban licor en los bares.

Contaba mi mamá que todos los domingos al salir del culto, veía a un borrachín sentado en la acera y recostado de un poste de luz dormido, y cada vez que ella pasaba al lado de él, le dejaba en el bolsillo un folleto. Dice ella que en una oportunidad, cuando metió el folleto en su bolsillo, el borrachin le tomó por la muñeca y le dijo: -¡Ah!, eres tú la de los folletos…. Y el continuó diciéndole: -Quiero que sepas que cuando despierto de mi borrachera siempre leo los folletos. Quiero que me acompañes a mi casa para que le hables a mi esposa y mis hijos. (El hombre vivía muy cerca, en el barrio el Carmen). Mi mamá fue y su esposa y él aceptaron a Cristo.

Pasados los años, cuando mi madre estaba en el lecho de muerte, la vino a visitar una pareja muy bonita, ambos con sus Biblias en la mano, después que salieron de la habitación, mi madre me llamó y me dijo: -Ese es el borracho que te conté y su esposa-

Esta experiencia, fue la motivación de iniciar un ministerio con las personas que ingerían licor. Mi método consistía en pedir primeramente permiso al señor de la barra para hablarle a los que estaban en las mesas, uno de ellos me dijo en una oportunidad: -¡Predícale a esos borrachos!-. Por lo general me escuchaban de buen agrado, quizás por la juventud que representaba. Dejé de hacerlo cuando sin querer, entré a un prostíbulo y me dí cuenta el peligro que corría mi testimonio, aunque la intensión era buena. Dejé de hacerlo, pero la inquietud hasta el sol de hoy permanece. Siempre he pensado que los hombres

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que frecuentan estos lugares andan buscando aliviar sus penas o quizás olvidar un mal recuerdo, y son el tipo de persona que vino a buscar Jesucristo.

Cuando inauguran el Terminal de Pasajeros me pareció un lugar interesante para predicar la palabra, recuerdo que me paraba en un banquito y les hablaba a las personas que estaban esperando los autobuses que salían a Caracas o Valencia.

Trabajo en la Iglesia

A los 18 me estrené como Presidente de los jóvenes de la iglesia. El pensamiento organizacional comenzaba a gestase y desarrollarse. Hice un fichero con todos los datos de los jóvenes de la iglesia. Mantenía un control de su asistencia a los servicios y actividades. Por primera vez creé un plan de trabajo juvenil. Recuerdo que los momentos sociales eran mi especialidad, tanto así que dí una charla en un campamento de cómo hacer una reunión social juvenil con éxito. Tuve que aprender a tocar la guitarra, porque el único que sabía y que la tenía, nunca llegaba temprano a las reuniones de jóvenes, y por lo general llegaba sin la guitarra. Me cansé de depender de él para animar las reuniones

juveniles, ahorré y me compré una guitarra acústica que me costó 300 bolívares, y de una manera autodidáctica aprendí a tocarla. Lo mismo sucedió con el piano. Los que tocaban el piano al principio eran mujeres misioneras, la hermana Eva de Kimbler y luego la hermana Swaeder. Luego quedó el joven de la guitarra, que aprendió muy bien a tocar el instrumento, pero que no estaba dispuesto a enseñar a otro.

Recuerdo que en la iglesia sólo prediqué dos veces y a nadie le gustó, porque nunca mas me invitó el pastor a hacerlo, ni siquiera como estudiante del Seminario.

Aprendiendo a tocar el piano Lo primero que hice fue sentarme cerca del pianista para ver cómo lo hacía. En varias oportunidades logré que el joven pianista me dijera cómo lo hacía. Él de una manera muy rápida lo decía, sin ningún método de enseñanza. Para poder practicar, le pedí al pastor el cargo de Conserje. Limpiando rápidamente, el resto del tiempo me la pasaba sentado en el piano, tratando de repetir lo que me dijeron, o lo que había visto en el culto. Tenía un cuaderno donde anotaba cada descubrimiento. La primera canción que logré tocar fue “El Amor es Azul”, y el coro “Pasa a Macedonia”. Cuando el diácono me escuchó tocar, un miércoles de oración me pidió que tocara “Pasa a Macedonia”. Me lo había aprendido en do mayor, y él me dijo que le subiera el tono… ahí me fue cuando supe eso de los tonos. Seguí preguntando y el joven que sabía tocar el piano, me dijo, -mira, al do mayor corre el dedo del centro hacia la izquierda a la tecla negra y es do menor. Eso fue suficiente para entender el principio de los acordes. El resto fue práctica a solas.

Como presidente de los jóvenes propuse llevar una campaña a la Primera Iglesia Bautista de Guanare, logré que cinco jóvenes se entusiasmaran en la idea, e hicimos los planes para ir. Pero había un problema, yo no tenía dinero para el pasaje; opté por vender un viejo Gocar, que había recibido a cambio de una moto vieja, sabía que el vecino estaba enamorado de ese carrito y se lo vendí por 20 bolívares. Ya había solucionado el problema. Fuimos todos y tuvimos dos días de campaña. Evangelizamos en la mañana y tarde. Predicamos dos noches, predicando yo la primera noche. Sentía un gran placer en lo que hacía,

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sabía que esto era “lo mío”. Me sentía como pez en el agua. La segunda noche toqué el piano el himno “Tal como soy de pecador”, como fondo musical en el llamamiento que duró mas de 30 minutos.

Persecución dentro de la iglesia Como era conserje, yo tenía llaves de la iglesia. En una oportunidad, cuando me tocaba limpiar el templo, conseguí en el cuartito de los primarios, el hijo del diácono con una joven besándose. Les advertí que se salieran del templo. El hijo del diácono me dijo, cuidado con lo que vayas a decir y salieron los dos. El día siguiente, el domingo, después de la escuela dominical la mejor amiga de la muchacha me dice: -Si le dices algo al pastor te voy a reventar la boca- y le contesté diciéndole, -bueno me prepararé porque se lo voy a decir-. Pero antes se lo consulté a mi mamá que era diaconisa, y ella me dijo que mejor es con pruebas, que no lo haga a las primeras.

En otra oportunidad encontré un papel en la iglesia que decía, “a las cuatro nos vemos, espérame aquí”, salí corriendo y se lo dije a mi mamá que estuviera a esa hora….Ella fue y les formó un zaperoco.

En una reunión de asunto mi mamá acusa al hijo del diácono y a la hermana de que usaban el templo para sus citas. La resolución que tuvo la asamblea fue expulsar a mi mamá por chismosa.

Mi mamá me dijo: -Vente conmigo- y yo le dije que no, -que yo era bautista y no era lo mismo congregarse en otra denominación.

Al domingo siguiente, la hermana cuarto bate que me ofreció el golpe junto con su amiguita me dijo: -¿Por qué no te vas con tu madre que tiene la lengua larga como un tren?- A pesar de eso no me fui.

Ya adulto, casado y con mi primogénita recién nacida, muere mi madre fuera de la iglesia que la vió nacer espiritualmente. Ese miércoles voy a la iglesia al culto de oración, y un hermano anciano de apellido Bolívar, pasándome el brazo por el hombro me dijo: -No se aflija hermano, aunque su mamá era una chismosa está en el cielo- le contesté con estas palabras: -Déle gracias al Señor que todavía soy cristiano, por que si no lo fuera en este momento estaría Ud. en el piso por el golpe que le daría- Inmediatamente bajó su mano de sobre mi hombro y se hizo el loco y se sentó.

Cuarto y quinto año de Bachillerato un pensamiento que no me dejaba El cuarto año en el Joaquín Avellán, fue mi escuela de la predicación. En los recesos largos invitaba a los compañeros rezagados, aquellos que no andaban en grupos, los que no estaban en el campo deportivo. Los invitaba a mi salón y les explicaba las cuatro leyes con dibujos. Llegué a tener un discípulo llamado Hugo al cual le regalé una Biblia con portada roja. En una salida del liceo me espera afuera una muchacha y me dice: -¿Tu eres al que le dicen Salita?... sí le dije, - Mira, yo soy la hermana de Hugo y quiero saber de qué habla el libro rojo que le regalaste, en la casa estamos preocupados, al llegar del liceo lo que hace es leerlo y no quiere que nadie lo interrumpa. Yo le pregunté quién te lo dio y él me habló de ti y me dijo como eras y a qué hora salías hoy. Yo le dije: -El libro que le regalé es la Biblia, la Palabra de Dios- y aproveché para explicarle las cuatro leyes.

En una oportunidad, cuando le explicaba a Hugo lo que significaba el arrepentimiento y le hice énfasis que era enmendar lo malo que habíamos hecho, él dijo: -Salitas, entonces tengo un gran problema, no puedo arrepentirme- al preguntarle por qué dijo: -Es que le robé un televisor a la vecina, y si arrepentimiento es devolver lo robado, me van a meter preso. ¿qué puedo hacer?. Le fui sincero y le dije que en verdad no sabía como proceder. Al siguiente día, él contento me dice: -Salita resolví el problema, ahora sí estoy arrepentido- al preguntarle como hizo me dijo: -Esperé la madrugada y le puse el televisor en la puerta de su casa, toqué duro la puerta y salí corriendo, me puse de lejos y ví que se sorprendieron ver su televisor. ¡Me sentí muy bien al hacer eso!, dijo.

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El quinto año en el José Luis Ramos, el deseo de predicar, era demasiado fuerte para mí. Cada día planificaba el cómo iba a predicar el evangelio en el Liceo. Una de las cosas que hice fue buscar a los evangélicos de salón en salón, logré reunirlos en un salón y les propuse hacer un club. Hicimos unos distintivos que consistía en una paloma blanca sobre un círculo azul hecho en fieltro. Nos reuníamos una vez en la semana en el receso largo. Recuerdo además, que repartí mucha literatura, compartí las cuatro leyes con casi todo mi salón y otros compañeros, escribí un folleto en contra de la teoría de la evolución y la Jefe de Seccional me felicitó y le sacó copias.

Tuve problemas con mi tesis de Biología, recuerdo que se titulaba “Aplicando el Método Científico en la conversión del hombre”…. Cuando entregué el anteproyecto la profesora muy amablemente me dijo: -Salas el tema está muy bonito, pero eso es Teología no Biología. Y agregó: -Tú deberías estudiar Teología-, este comentario le dio orientación a mis deseos, ya sabía hacia donde iba. Aunque los dos años anteriores, en el día del Seminario, yo pasaba al frente cuando hacían llamamiento al Ministerio, pero me frustraba cuando no me dejaban llenar la planilla por ser menor de edad y por no haber concluido mi bachillerato. Pero fue esa profesora de Biología quien me dio la orientación vocacional, la que definió mis pensamientos. A partir de ahí no pensaba en otra cosa que en ingresar al Seminario.

En el José Luis Ramos llegué a ganarme a un joven que hasta la fecha es Pastor evangélico.

Mi familia y el llamamiento Ya en mi familia estaba la presencia del evangelio por la influencia de mi mamá, ella siempre les hablaba en cualquier oportunidad. Cuando tomé conciencia en mi responsabilidad con mi familia, me di la tarea de hablar con cada uno de ellos, comenzando con el hermano mayor, explicándole el plan de salvación, lo mismo hice con los sobrinos, de los cuales uno de ellos Es el pastor actual de la Iglesia Jesús es Paz” en Río Blanco 2 de Maracay.

Una experiencia triste, fue cuando hablándole con dibujos a los dos hijos mayores de mi hermano Luis, éste los levantó por los brazos quitándolos de mi enseñanza, y sentó él con un lápiz y papel, y me retó diciéndome, enséñame a mí, yo si puedo contradecirte, ellos no… cuando le dije que mi intención no era discutir sino explicar lo que dice la Biblia, él se paró y dijo en tono amenazante: -Si le vuelves a hablar de religión a mis hijos te meto un coñ… Este hermano fue aquél que le dijo a mi hermana Lilian: -Edgar es evangélico porque anda detrás de mi mamá, ya vas a ver que al separarlo de la influencia de ella él deja de ser evangélico- (para ese tiempo tendría yo 16 años). Y Casi lo logró, pues con su influencia de hermano mayor, logró que viviera los días mas tristes de mi adolescencia, llevándome a cervecerías, prostíbulos y a llevarle seretanas a sus “novias adulterinas”, de los

cuales Dios no permitió que me hundiera o contaminara, y gracias a que mi hermana Lilian me dijo: -apártate de Luis, él no quiere que tú seas evangélico-.

Tres experiencias con brujos

Una rana viva. Estábamos realizando una campaña en una carpa de circo en el Barrio José Gregorio de Maracay, y me sentía muy emocionado y sintonizado con lo que más me gustaba, evangelizar, me sentía como mucha consagración y poder. En esa semana había salido en la prensa que en el Barrio San Rafael una mujer estaba vomitando clavos y alambres, y que los médicos no sabían de dónde procedían o cómo entraban en la mujer. Después de leer el artículo de prensa invité a un hermano a que buscáramos esa casa, pues la carpa quedaba cerca de ahí. Preguntamos a los niños donde estaba la mujer que vomitaba alambres y nos llevaron.

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La casa era un rancho de latas, la mujer estaba acostada, muy delgada y el hombre estaba sentado al lado de ella. Entramos y nos presentamos y le pedimos permiso para orar por ella. El hombre nos enseñó una lata de leche con las cosas que había vomitado, había clavos alambres, hasta una cucaracha. Y nos dijo:- Hagan lo que quieran, a ella la han visto de todo, brujos, espiritistas… ¡órenle!. Al decirnos eso nos arrodillamos pusimos nuestras manos sobre su cabeza y reprendimos ese espíritu. Inmediatamente tuvo una convulsión la señora, y vomitó una rana viva, el hombre la agarró y la metió en un frasco de mayonesa. Un niño asustado me dijo: ¡Perro!, esa brujería es peor que la que le echaron a mi mamá… ¡Mi mamá vomitó un ratón muerto, pero esta señora una rana viva.!

Una cabeza de ajo En otra oportunidad visité una pareja de supuestos espiritistas o santeros. Mientras evangelizaba al señor, este lo que hacía era sonreír y su esposa si manifestaba disgusto por la conversación. En eso el hombre le dice a la esposa: -Tráele un buen café al joven-, sin dejar de sonreír, al rato se aparece la mujer con una taza de peltre con abundante café negro. A medida que le hablaba tomaba sorbos de café, hasta que observé dentro de la taza que había algo en el fondo. Levanto mis ojos y veo al hombre que no borra la sonrisa de sus labios, y la mujer que se había puesto de pié detrás de él viendo como me tomaba el café. Y les pregunto: ¿Uds. Saben lo que hay aquí? Y ellos en silencio movieron la cabeza, sin dejar de verlos me tomé el último sorbo de un golpe y observé que en el fondo había una cabeza de ajo con unas piedritas o algo así.

Traté de no hacerle comentario sobre lo que vi en el café y terminé de explicarle las cuatro leyes, cuando me voy el hombre me dice, Ud. es un varón de Dios.

Confundí a Manuel con Miguel. (ya a los 21 años) Un hermano, me invitó a visitar en la Cooperativa a unos brujos que él conoció cuando era mundano. Entramos a su casa y nos trató muy amablemente, le pregunté por qué tenía un ranchito de lata en el patio de su casa pintado de blanco. El hombre nos condujo hasta dentro, tenía un gran altar con muchas imágenes, y había una mesa con varias sillas con un mantel, y dijo que en cierto tiempo el colocaba la mesa para que vinieran a comer. Luego nos ofreció un asiento en el patio de su casa.

Mi famoso compañero (un hombre como de 30 años), por la confianza que le tenía le dijo: -Quítate ese crucifijo que tienes en el pecho, eso es idolatría- Él le argumentó que no porque eso era lo que lo protegía de personas como él, cuando el hermano comenzó exhortarlo, este señor le dijo: -dame la mano, si te caes en el suelo eres un mentiroso, si me caigo, yo soy el mentiroso-. El hermano no quiso darle la mano y yo le dije: -Déle la mano hermano- y él me dijo: -Ud no sabe lo que es esto hermano, Ud. está muy muchacho, y le dice al brujo: -El Señor te reprenda- y sale de la casa, pero yo no salí con él, y él me gritaba desde afuera: -¡Véngase hermano ese hombre es peligroso!. Yo me vuelvo a este individuo y le digo Mire señor Miguel…. Este señor al escuchar ese nombre alzó los brazos y dijo en alta voz: - Muchacho detrás de ti está el Ángel de los siete nudos, ese es tu protector yo me llamo Manuel y no Miguel y lo acabas de invocar, está detrás de ti en este momento y me está mirando. Lo que se me ocurrió decirle en ese momento fue: -Mire, déme la mano, si me caigo soy un mentiroso y si no, crea que le estoy hablando es palabra de Dios.

El hombre me dio la mano y cerró los ojos y me dijo: -Hijo obedece al llamado de Dios, Dios cuidará de tus padres, no te preocupes por ellos.- y me soltó. Estas palabras finalizaron la conversación, porque dijo justamente el conflicto que tenía con el llamamiento para ir al Seminario, ya que yo era el menor de los hijos y mis padres ya estaban viejos. Cuando salí de su casa no cansaba de decirme: -El Señor está contigo-

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Inicios de mi Capacitación Ministerial A los 19 años me invitan a una reunión en el patio engramado de una quinta en la Urb. San Miguel de Maracay. Un grupito de jóvenes sentados en la grama cantando al compás de una guitarra acustica y aprendiendo a evangelizar, a llevar a otros a Cristo de una manera metódica, con la 4 Leyes Espirituales, creación de Bill Brigth. Era la Cruzada Estudiantil Para Cristo, que en ese lugar se hacían llamar Movimiento Alfa y Omega.

¡Como caído del cielo, lo que yo andaba buscando!, que alguien me enseñara como evangelizar de una manera efectiva. Inmediatamente me integré al grupo, aprendí el Método y hasta recibí el primer CAL (Campamento de Adiestramiento para Líderes).

Para ese momento, ya me había comprado una guitarra y sabía charrasquearla, también me compré una flauta de madera Horner y aprendí a sacar melodías….. Con el conocimiento que me dio Alfa y Omega y el poco conocimiento musical, decidí ir por mi propia cuenta a la evangelización. Me hice un saquito de tela de pana verde, de un viejo pantalón, y le cosí una Fornitura (correa militar donde se lleva la cantimplora o cuchillo). Metí en ella la Biblia, Mi Flauta y folletos de las 4 Leyes Espirituales y la Guitarra terciada en la espalda y salí a la conquista de las almas. El método era sencillo: Salía en las tardes, cuando las personas estaban a las puertas pasando el calor, me acercaba y les decía: -Buenas…¿quieren que les toque una canción?, luego que accedían y les cantaba coros o himnos, procedía a explicarles las 4 Leyes Espirituales.

En una oportunidad, un borracho me pidió que le cantara varias veces, al rato me interrumpe y me dice: -¡Espera!... se metíó a la casa y sacó un grabador… y me dijo: -En este momento no entiendo nada porque estoy borracho…. Graba lo que me vas a decir, y cuando se me pase la borrachera lo escucharé….-. Y asi lo hice.

Entrada al Seminario El día decisivo donde manifesté mi decisión absoluta de servir al Señor, fue en un culto del día del Seminario, predicaba el Dr. Roy Lyon. Juntos con otros jóvenes y hermanos pasé al frente llorando, diciéndole al Señor que estaba dispuesto a dar mi vida a su servicio.

Llenamos una planilla y al poco tiempo me llegó una carta para hacerme una entrevista. Quien me entrevistó fue el Vicerrector hno. Efraín Silva Ovalles. Me dio una hoja para que escribiera por qué creía que Dios me llamaba. Tomé el lápiz y el papel y recuerdo que escribí. “Creo que el Señor me

llama, porque puedo guiar un grupo pequeño de personas porque lo aprendí en los Boy Scouts, me es fácil hablar en público, escribo a máquina a buena velocidad, siempre se me ocurren muchas ideas para evangelizar, se me hace fácil reunir personas para hablarles de Cristo…. Etc.”

El Vicerrector después de leer el papel, me dijo: -Ud. está confundido, el Señor no nos llama por lo que sabemos hacer, o lo hábil que somos en hacer algunas cosas. Piénselo mejor.- y me despidió.

Salí de aquella entrevista frustrado, pensando en la manera que metí la pata, en verdad eso no era lo que quise decir… pero era cierto, yo todavía no sabía por qué debía aceptar el llamado del Señor. Llegué a mi casa desilusionado.

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A la semana siguiente me llegó una carta para que ingresara en el período escolar 1975-76. Estaba en la casa en ese momento mi hermana Mildred y fue la primera que me dijo: -Ese deseo de ser pastor se te quita cuando se te pase la emoción, tu nunca terminas lo que comienzas…”. Cuando se lo dije a mi única tía que es Testigo de Jehová, me dijo: -Eso no es para ti, tu no naciste para eso, deja quieto que te vengan las tentaciones…-

A mi tío Francisco (Diácono de la iglesia católica en Caracas), mi mamá le había dado la noticia, que tenía un hijo que iba a ir al Seminario. En una oportunidad cuando vino a Maracay pasó por mi casa, me abrazó y me dijo: -Le dije al Obispo que tenía un sobrino protestante que iba a entrar al Seminario, y me felicitó, y me mandó a decirte, que tienes la bendición del Obispo-, yo lo tomé a chiste, claro.

En cambio, sabía que para mi madre era un gran orgullo saber que su último hijo, iba a ser un pastor. A todo el mundo se lo decía. Esto la emocionó mucho, más que cuando supo que había sido elegido para ir al Japón para representar a Venezuela en un Jamboree Mundial.

Recuerdo que me compró una pijama azul clarito… (yo jamás la había usado, creía que eso lo usaban los enfermos del hospital nada mas), me compró un paño y unos interiores.

En la iglesia hicieron un culto especial, donde me sentaron en una silla delante de la iglesia, y cada uno me decía un versículo o consejo, se cantaron unos himnos de llamamiento que me hacían llorar, entre ellos el himno “Te cuidará el Señor”. Al finalizar cada uno me abrazó y me deseó lo mejor. Las damas me regalaron útiles personales. Recuerdo que mi mamá lloraba por eso.

Mi morral, compañero desde el 1971, lo llené con todas mis ilusiones, mis esperanzas que a partir de esa salida de mi casa, no había retroceso. Estaba consciente que era una de mis mas grandes aventuras, prepararme para ser un siervo de Dios. Cuando me amarraba mis botas Frazani con su suela torcida y recosida con alambre, me imaginaba llevando el evangelio a lugares recónditos. Pensaba que iba a entrar en un lugar celestial, donde sólo los mejores entran y me sentía afortunado, muy especial.

Antes de ingresar al Seminario, ya tenía un perfil de lo que yo esperaba ser cuando fuese un pastor. Cada vez que veía una virtud en los hombres que me pastorearon, decía: -Cuando sea pastor voy a ser así- y cuando les veía defectos, me decía: -No lo hagas cuando seas pastor-.

Después que me designaron la cama litera, en mi primera oración de acción de gracias, le decía al Señor que siempre quería ser pobre para poder llegar a los pobres, a los que mas necesitan de una esperanza. Esta oración fue mi bandera siempre, ver mi pobreza como la singularidad de mi ministerio. Cuando escuché las palabras de mi profesor de Ministerio Pastoral que decía: -No acepten regalos porque compran conciencia, vivan sólo de su sueldo- me parecieron palabras tan sabias, que cuadraban con mi ideal pastoral.

Una cosa observé desde el principio en mi estadía en el Seminario, que cada compañero de clase tenía una aspiración común…. Pastorear una gran iglesia en una zonas urbanas… Sólo los más pilas se cuadraron en lugares estratégicos, donde podían asegurar su obra práctica y salir con trabajo seguro. Sólo los más despistados, los que no teníamos “padrinos” ni “agallas” nos tocaba ir a lugares sin “futuro económico” para el estudiante.

Llegué a conocer egresados del Seminario, que jamás conocieron el campo de los barrios o los sitios marginales. Al egresar, pasaron a Iglesias grandes y cómodas, algunos de ellos salieron directamente como profesores del mismo Seminario o a las oficinas del Centro de Comunicaciones en Caracas. Jamás estuvieron donde la tierra pica y el sol quema.

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Las oportunidades las pintan calvas En el Seminario había una norma que el seminarista soltero, no podía casarse en su primera año de estudio, sino a partir del segundo año. Además, en ese segundo año iban a desocupar uno de los apartamentos de casado y era mi oportunidad de “ahora o nunca”. Si esperaba otro año, y otro estudiante aprovechaba en casarse, no tendría oportunidad de apartamento, pues casi todos los casados estaban saliendo y estaban entrando puras parejas lista para el matrimonio.

En verdad esa fue la razón más fuerte que me llevó a apurar mi matrimonio. El noviazgo con Gladys sólo duró seis meses (creo que menos). Ella y yo nos casamos en esas vacaciones y al arrancar el segundo año ya era un hombre casado.

El primera apartamento que ocupamos, era el mas frío y húmedo de todos. En ese apartementico fue donde recibimos a Keila en su nacimiento.

Cuando anuncié en Rectoría la fecha de mi matrimonio, me dijeron que ya todos los apartamentos mejores fueron comprometidos por los que se casaron antes que nosotros (en esas mismas vacaciones). Pudimos cambiar de

apartamento en el tercer año, por una pareja que salía por graduación.

Marcado para siempre por atentar contra “El Ilustre”. Ya en mi segundo año, en un trabajo de investigación mandado por una de las materias vistas, escribí una monografía que se titulaba: “El Peligro de la Teología Aulariana”; Donde denunciaba los peligros de ingresar como material bautista, la literatura de la Cruzada Estudiantil Para Cristo (a la cual yo pertenecí).

La crítica consistía en que esta literatura y su metodología estaba siendo promocionada por la Convención, para ser usada en las marchas y la capacitación de los miembros sin una revisión o adaptación para el uso de la iglesia.

Este material estaba diseñado para ser neutral, no contiene ningún aspecto denominacional, era muy universal.

Pero el énfasis que le dí a la monografía, fue la crítica sobre el concepto que le da Bill Brigth al hombre carnal y hombre espiritual.

Lo titulé así, porque fue Francisco Aular, “El Ilustre”, “El Intocable”, “al que no se le podía contradecir”, el que lo había propuesto como herramienta en la gran idea de las “Marchas Evangelísticas”.

Recuerdo que en una clase de jóvenes en la Buen Pastor de Maracay, La maestra dijo: Cuando un cristiano es espiritual, no lo puede someter nadie, y puede hacer lo que él quiera… por ironía le pregunté, ¿¿puede tocar el piano sin que nadie le enseñe??? Y mirándome con gran disgusto dijo: ¡Sí! ¡Hasta eso!

En Alfa y Omega me habían enseñado ese punto de vista, y casi todos pensaban igual. Ellos decían que la mayoría de las iglesias estaban en la carne, por eso el movimiento no invitaba a nadie de sus conversos a las iglesias, sino a sus células de estudio bíblico. Aunque yo participé con ellos por tres años, jamás compartí esa posición, pensaba que la iglesia era importante, que era la institución que Cristo había fundado y debía ser promocionada y no atacada.

Este mismo principio fue el que llevó al “Ilustre” a menospreciar la decisión de la Asamblea de perdonar a aquél adúltero arrepentido. Siendo su argumento que “él estaba orando en el espíritu” mientras votábamos por perdonarlo.

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El haberme atrevido a escribir algo que contradecía los designios de este Ministro, fue lo que me marcó definitivamente como “muchacho malo” en el seminario. Ya no podía ser recomendado por nadie, haga lo que haga por el pecado cometido.

Recuerdo que en mi inocencia sobre lo que es la personalidad humana, hice unos dibujos y estrategias para que fuesen usada en los campamentos de adiestramiento de líderes en las marchas y se las presenté al “Ilustre”, las vió y dijo: -muy bueno, pero ya mi Team está completo-.

Recuerdo haberle arruinado una pregunta de difícil respuesta (para él), cuando él explicaba en el campamento de la Guásima a un grupo de jóvenes su proyecto de las Marchas Evangelísticas. Estaba explicando la progresión de la estrategia por cinco años…y al final preguntó: -Haber… qué creen Ud. que vendrá luego después de los cinco años??... Todos guardaban un silencio reverencial… mientras él esbozaba una sonrisa, insistió varias veces y yo le dije: Se comienza de nuevo…. Él bajó la lámina que tenía en su mano y se le borró la sonrisa de sus labios.

Esta osadía, fue definitiva para mi exclusión del grupo de los famosos. Ya había entendido la seña que jamás tendría un “Padrino” y que no sería bienvenido en ninguna iglesia que estuviera influenciada por “El Ilustre”. Recuerdo haber dicho irónicamente: “Meterse con él en los bautistas, es como meterse con la Virgen María en los católicos”. En una revista llegó a ser comparado con Simón Bolívar. ¡Verdaderamente estaba perdido!

Problemas con los profesores En el seminario, constaté la humanidad de los profesores, su carnalidad, piratería y falsos conceptos. Era el pan de cada día. Por ejemplo: Teníamos un profesor norteamericano que decía que los negros era una raza inferior, hecha para el trabajo y no para ser intelectuales, tuve otro profesor, norteamericano también, que nos decía que El Comunismo es el Reino del Mal; teníamos además un profesor recién graduado en el mismo Seminario, que jamás tenía una respuesta acertada.

Mi profesor de Teololgía (Dr. Roy Lyon) exhibía orgulloso su anillo de oro con el compás y la escuadra, pues era Masón de grado 33, y que de una manera muy abierta había eligió el símbolo masónico de la corona y la cruz (Emblema de su grado) como emblema del Seminario:

Este profesor nos enseñaba que no debemos descartar la teoría de la evolución como cierta. Recuerdo que mientras él se esmeraba a explicar esto en clase, y dibujé un mono gigante sobre un rascacielos que dejaba caer a un hombre de sus manos, con la leyenda: “El hombre

desciende del mono”, el dibujo fue pasando de mano en mano y el que lo veía se sonreía… el profesor pidió que le enseñaran el papelito… lo vió y lo arrugó con mucho disgusto y dijo: -no es gracioso-

En una oportunidad me llamaron al Rectorado y había una especie de Concilio de profesores y me sentaron delante de ellos, simplemente porque había dicho que los profesores nos estaban pirateando. Un respetado profesor de la cátedra de Homilética me preguntó: -Hermano Salas, Ud. cree que aquí en el seminario se enseña “pura paja”- sin inmutarme por la pregunta capciosa, le respondí: -Paja no, poca Biblia es lo que enseñan aquí- Al salir, todos mis compañeros decían que me iban a votar del seminario.

Tuve otro profesor, el de arquitectura, que le puso muy buena nota a un

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compañero que había contestado el examen exactamente igual al mío (con preguntas de sí o no y completación), en cambio a mí me colocó muy baja nota. Cuando le llevo los dos exámenes y le demuestro que tenemos exactamente las mismas respuestas, él me dice: -Si yo quiero ser justo con él, ¿a ti qué? - (aplicando de una manera grotesca el pasaje bíblico a mi pregunta). Cuando fui a reclamar en control de Estudios se me dijo: -tranquilo Salas, él es sólo un arquitecto, no es un profesor- y yo le dije: -pero yo soy un alumno, no un arquitecto-, y mi nota siguió igual.

El profesor de Ética (made in USA), había salido un momento y nosotros formamos un zaperoco… cuando entra nos grita diciendo: –Cuando el Gato sale los ratones reinan- (o algo así), yo le pregunté en ese momento, -¿nosotros somos ratones…?. Esto me marcó en su clase, nunca pude sacarle buena nota. En una oportunidad me escribió en una examen que había dado de desarrollo en letras grandes: “ESTA ES UNA CLASE HUMANISTICA ES NECESARIO QUE EXTIENDA SUS RESPUESTAS”. En el siguiente examen, en la pregunta de desarrollo, llené dos páginas por ambos lados con la respuesta, en letras mayúsculas y al final le escribí: ETC, ETC. Esto lo disgustó muchísimo y me colocó al final… NO ERA NECESARIO. Y me siguió colocando baja nota.

El Director del coro, otro norteamericano (para variar), me hizo el examen de voz y dijo que yo no tenía oído musical y nunca en cuatro años, pude cantar en el coro.

Arruinando la Cena Navideña Recuerdo que en un diciembre, en una cena de navidad, quise hacer un chiste, criticando lo desconsiderados que eran los profesores al exigirnos tantos trabajos. Fabriqué un robot con dos cajas, una grande que era el cuerpo y una chica que era la cabeza, sobre la cabeza una luz que se encendía y se apagaba, en su pecho había otra cajita donde había puesto tres silbadores que estaban puesto para encenderse en secuencia, mis piernas las cubrí de cartón así como mis pies y yo estaba metido dentro de la caja que hacía de cuerpo.

El robot representaba un alumno del seminario, quien tenía una ranura en su cuerpo para que sea introducida las tareas pedidas por los profesores. El chiste consistía en que entraban diferentes profesores diciéndole, -traiga este trabajo para mañana- y el robot a medida que le introducían papelitos, saltaba. Y llegó el momento en que encendí el primer silbador y éste al apagarse encendía el siguiente….. En verdad fue muy cómico, pero no había considerado, que el silbador botaba mucho humo, y el humo y el olor a pólvora llenó todo el comedor y como había neblina y mucho frío, el humo no podía salir por las ventanas… Todos salieron del comedor tosiendo y casi asfixiados… Tuvieron que sacar las mesas para afuera….. para mí fue muy gracioso, para los profesores fue fatal.-

Mi experiencia con John Elí. Este era un personaje famoso para todos los seminaristas que me antecedieron, todos hablaban de él y contaban anécdotas diversas, pero ninguno se atrevió a acercársele, porque era el brujo del barrio La Planta. Su casa estaba abajo, al pié de la loma donde se encuentra el Seminario.

Según decían los seminaristas viejos, la casa de ese señor era frecuentada por personas adineradas y artistas de televisión porque era muy poderoso.

El hombre se vestía de blanco y tenía el pelo y una barba larga blanca y todas las mañanas colocaba su mano derecha en la boca y la izquierda apuntando hacia el seminario (como si estuviera apuntando con una escopeta) y soplaba…. Eso lo hacía todas las mañanas.

Un día me decidí a bajar y hablar con él. Detrás del apartamento donde vivía, había una escalera que bajaba directamente a esa calle. Mientras bajaba él me apuntaba y soplaba, sin embargo seguía bajando, llegué a la calle y comencé a caminar hacia su casa, cuando estaba muy cerca, él se metió rápidamente, y

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luego salió con un machete. Pensé en ese momento que el hombre me iba a cortar en dos, pero pasó el machete cerca de mis pies y por encima de mi cabeza y me dijo: -Yo sé quien eres tú-, entonces le dije; si sabes quien soy entonces déme su mano, y le extiendo la mano. John Elí, inmediatamente me la tomó, apretándola fuertemente y cerró los ojos, diciéndome: -Cuando me veas así, no soy yo, son ellos- Al momento comenzó a llorar un niño en su casa, y me dijo: -me voy, ellos le están pegando a mi hijo- y se metió a su casa y nunca más nos apuntó en la mañana.

Último semestre asustado

El último año fue el mas traumático, donde las tensiones como estudiante sobre el futuro que me esperaba, las veía muy oscura. Fue el tiempo en que se puso a prueba mi fe, pues venía el período donde no iba a tener las tres comidas en el comedor, ni un apartamento donde no me cobraban alquiler. Iba a salir de un lugar donde me sentía protegido, a un lugar donde sólo debía depender de la mano invisible de Dios.

Soy llamado a Rectoría al comienzo el año, para informarme que ya no podía optar por la Licenciatura en Teología, ya que no había consignado el título de bachiller.

En el Seminario me aceptaron en la carrera de Licenciatura porque sólo debía reparar de quinto año: Matemáticas, Física y Ciencias de la Tierra. Las cuales cursé en un liceo Nocturno de los Teques, ingresando en el primer año, pero tenía que estar a las siete de la noche. Debido a eso, muchas veces no podía cenar para poder llegar a la hora y tenía que regresar al Seminario caminando, y llegaba todos los días a la una y media de la mañana.

El Segundo año en el Seminario se me hizo mas difícil pues ya estaba casado y era mucha la tentación, pues las noches las quería pasar con mi esposita. El tercer año, me fue también difícil, pues nació nuestra primogénita y había que lidiar con ella en las noches, para ayudar a mi esposa para que haga las tareas mientras yo la cuidaba. Y en todo este tiempo, lo más complicado era estudiar tres materias mas de las que me exigía el Seminario. En verdad, para mí fue una locura.

Me informaron que ese último año sólo iba a cursar materias para optar a Bachiller en Teología. No pedí otra oportunidad por que sabía que no lo iba a lograr, ahora menos, que tenía que trabajar en mis horas libres como beca trabajo, ya que ninguna iglesia me ayudaba a pagar mis estudios.

-Lo ayudo con la mudanza- me dijo el Rector Faltándome un mes para terminar mis estudios, me llaman de la rectoría para darme la noticia, que no puedo inscribirme en ese mes que falta porque ya traía un mes sin pagar. Al rector le expliqué las razones de mi retraso, le dije que me habían quitado la beca y que los 50 bolívares que me daban para ir a Macapo, se me iba en pasaje y hacer mercado. La beca de trabajo no me ayudaba en nada, porque era trabajar sin remuneración.

Le supliqué al rector y le dije: -por favor ayúdeme- y él me contestó: -Si, lo voy ayudar…- mi corazón saltó de alegría y esperanza cuando dijo esas palabras… peo agregó: -Voy a conseguirle el camión para su mudanza-. Cuando ví que era inútil la conversación le dije: -Está bien hermano, pero quiero que sepa que fue Dios quien me trajo aquí, y es Dios quien me dirá cuando me voy,- y salí.

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Entré a la capilla y lloré un rato, pidiéndole ayuda al Señor. Sabía que en ese momento no tenía a nadie que me pudiera socorrer económicamente, y la sentencia del Rector, al decir que me buscaría el camión para la mudanza, le entendí que ya no me daría ni un día mas de chance.

Llegué llorando al apartamento y le participé a mi esposa la decisión del Rector. Hicimos nuestro morral y recogimos los enseres de la niña y bajamos muy tristes a la carretera. Era un día martes.

Bajamos hasta la carretera a esperar el autobús de Cabotaje para que nos llevara a los Teques. En mi mente sólo estaba este pensamiento: “Todos los que apostaron a mi fracaso dirán que tenían razón, que yo sólo soy un perdedor”. Mi condición de casado me desesperaba mas y mis pensamientos negativos no me permitían agarrarme de la esperanza en el Señor.

Mientras estábamos en la parada con las maletas, pasa un compañero de clases con su esposa y nos dice: ¿Qué hacen ustedes aquí?, tenemos clase, ¿para dónde van?... Le conté lo que nos sucedía y él dijo: -¡esperen un momento!-… subió al Seminario y al rato viene en una carrera con el dinero que nos faltaba para cancelar la deuda y me dijo: -Toma paga y entra a clase-.

Mi esposa y yo subimos rápidamente, entré a la rectoría y le dije al Rector: -¿Se da cuenta?, fue Dios quien me trajo aquí, y él no quiere que me vaya todavía…-. Le firmé el recibo y él no me dijo absolutamente nada.

En el día de mi graduación, sentí que se me caía una cadena, podía decir: -¡Si puedo terminar lo que comienzo!!. Y este paso me dio valor para confiar en el instrumento de la constancia, la cual la he usado durante todo mi ministerio. Aprendí que hay momentos en nuestras vidas que parecen el fín de la historia, pero si uno se aguanta y espera en Dios, la luz sale de nuevo, y la sonrisa regresa al rostro.

Experiencias pastorales. Mi primera experiencia pastoral, fue en el 1975-1976 (cursando mi primer año). La obra donde fui enviado quedaba en un nuevo barrio, José Gregorio Hernández al Sur de Maracay, donde sus calles eran de tierra y sus casas de láminas de zinc. El templo que se levantó, estaba ubicado en un terreno invadido por una de las hermanas, y que ésta había “prestado” a la iglesia para que construyera el local de la misión. El templo era de madera y techo de zinc, construido

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por los hombres de la familia fundadora. Ellos mismos también habían echado el piso y construido los bancos y el púlpito. Cuando llego a mi lugar de trabajo me pareció un lugar hermoso, donde iba a comenzar a aplicar aquella vocación al ministerio que estaba a punto de ser estrenada; y más me gustó el sitio porque en ella se encontraba la mujer de mis sueños, aquella chica que se había ido de la iglesia principal porque yo “le caía gordo”, pero en ese mismo año unimos nuestras vidas en matrimonio. El local de esta misión tenía como familias vecinas los siguientes: Por el norte (que era su patio) la casa de la hermana que concedió el terreno para que se levantara el rancho para el local de la misión, la cual vivía con uno de sus hijos; por el Este uno de sus hijos con su esposa y cuatro niños, además de vivir en el mismo rancho una hija con su esposo y una niña de un año. Por el Sur, cruzando la calle de tierra, otro hijo con su esposa sin hijos. Todos estos asistían a la misión un total de 13 personas. Una decisión importante descalificada por mi Pastor.

Mi primera decepción fuerte como ministro, fue el rechazo que mi pastor “El Ilustre”, le hizo a mi novia. A él no le pareció bien mi elección, me dijo textualmente: -“por encima se le ve que no es conveniente como la esposa de un pastor”-. ¿qué le observó este ministro a ella para decir eso…? ¿por su forma de vestir?, por su forma de hablar…?, ella había creído en Cristo de adolescente y se bautizó a los 16 años, era fiel a los servicios y en el momento que le propongo matrimonio (21 años) era maestra de la clase de primarios en la misión, nunca había tenido un novio, para mí era perfecta como compañera, aunque ya, en mi habitación de soltero en el Seminario,

había reflexionado en su personalidad, sabía que nunca me iba acompañar en un dúo, no porque no quería sino porque en verdad no afinaba, o jamás jugaría una partida de ajedrez o acampar en la montaña. Eso en verdad no me interesaba, lo que yo ví en ella era la perfecta madre de mis hijos y mi compañera fiel para toda la vida. ¿Qué le vió este pastor, para descalificarla…?, obviamente se guió por sus prejuicios, simplemente por que era una joven que le gustaba arreglarse y usar minifaldas, creo que para ese pastor era demasiado “tentadora” para ser una esposa de un pastor.

Esta actitud de aquel pastor, creó en mi corazón una tristeza que me fue difícil superar, pues uno de mis anhelos era sentir la aprobación de aquel que, de alguna manera, sentía gran admiración.

Hoy, 2007, todavía es mi esposa, madre de mis cuatro hijos, abuela de mis tres nietos (y otro en camino) y su ministerio mayor ha sido la asistencia como educadora de los niños y niñas de la iglesia. Seguimos juntos, a pesar del mal augurio de aquel falso profeta.

Momentos tristes en mi primera experiencia pastoral

Encuentro mortal con el Tesorero.

Al inicio de mi ministerio en esa primera misión, fue el sembrar la idea de recolectar dinero para comprar un rancho en el mismo sector que lo vendían por 11.000 bolívares, donde construiríamos en el futuro el templo.

Para lograr este objetivo sugerí a la misión que comprara una caja de sobrecitos y mandara hacer un sello húmedo con la identificación de la Misión y un versículo. El plan era darle a cada vecino de la

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comunidad un sobrecito y decirle que pasaría por él el fin de semana, con la idea que cada quien meta en él lo que pudiera. Con ese método recogimos 10.000 bolívares los cuales los tenía el tesorero en su casa.

El encontronazo con el tesorero sucede cuando le sugiero a la misión que dicho dinero sea depositado en el banco en la cuenta de la Iglesia, de la cual éramos misión, pues consideraba que era mucho dinero para tenerlo en una casa y cuando lo completemos pedírselo a la Iglesia.

Todos estuvieron de acuerdo excepto el tesorero, el cual dijo que ese dinero no se lo iban a quitar tan fácilmente, le recordé que ese dinero era el esfuerzo de la iglesia y que la asamblea había decidido meterlo en el banco; ¡mas vale que no!... aquél hombre le dio una crisis se levantó y me dijo: ¡Mira, ni con la policía me lo vas a quitar! Y te recomiendo que no te metas conmigo porque ¡yo soy un Adeco!..... y salió de la reunión.

Fui y le expliqué el problema al pastor de la Iglesia lo que había sucedido, el pastor que estaba en ese momento de turno (no era el mismo de la anterior anécdota), “negoció” con el tesorero el asunto, supuestamente lo depositó en la cuenta de la iglesia, pero nunca regresó a la misión dicho dinero, ni se rindió cuenta ni a la misión, ni a mí como su pastor. El rancho nunca fue comprado y el dinero “desapareció”.

Nunca entendí, porqué se procedió de esa manera ni por qué no se le exhortó al tesorero de su mala acción.

Un domingo, antes del momento de recoger las ofrendas, observé al tesorero ir de banco en banco susurrándole algo en el oído a cada miembro de la misión. Al recoger las ofrendas, el platillo regresó vacío a la mesita que estaba delante del púlpito. Al terminar el servicio me acerqué a uno de los miembros y le pregunté qué cosa les decía el tesorero al oído, y él me dijo: -“el hermano nos dijo que no ofrendáramos por que Ud. estaba aquí por el dinero y la forma de sacarlo de la misión es no ofrendando”-

Esa actitud me pareció hasta chistosa, porque en ese momento sólo era un estudiante soltero del primer año en el Seminario y ellos ni siquiera para el pasaje me daban. En verdad no me sentí ofendido y no le dí importancia al asunto, simplemente ignoré esa acción vil del famoso tesorero.

Sin embargo, ese suceso y el anterior eran señas de lo que me esperaba en el ministerio. Cosa terrible es luchar contra el mundo, pero más terrible era luchar contra el mundo dentro de la iglesia.

El pitazo de un vecino

Ya casado, con mi linda esposa, la cual ingresa al seminario, salíamos cada sábado a evangelizar y hacer visitas a las casas vecinas del local. Los ranchos donde vivían estas familias eran de varios tipos, los mas pobrecitos estaban hechos con hojas de lata con que hacían los envases de sardinas y diablitos, otros ranchos tenían sus paredes de láminas de zinc y cartón, y los mas pudientes hacían sus ranchos de madera, que adquirían de Intersan, donde ensamblaban chutos de gandolas.

El lindero de los ranchos era con alambre púa o listones de madera. El agua llegaba a cada rancho por mangueras enchufadas a una toma clandestina del INOS. Los baños eran pozos sépticos improvisados hechos con perolones. En la tarde no faltaban los grandes zancudos que salían de una acequia que quedaba a treinta metros del local de la misión.

Casi todos los niños andaban con la “pata en el suelo” haciendo sus necesidades donde lo agarrara las ganas. Los hombres se aglutinaban en los ranchos donde vendían cerveza todos los fines de semana y algunas mujeres quemando monte para espantar los zancudos.

Mientras atravesábamos las parcelas de los ranchos para acortar camino en la visitación, una señora nos dijo: -Muchachos, vengan acá un momento- y con voz baja continuó –vénganse un viernes por la tarde

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para que vean lo que hacen los evangélicos en la parte de atrás de la iglesia-. Nosotros no visitábamos los viernes porque era el día de regreso del Seminario, pero le acepté la invitación para ver de qué me hablaba el vecino.

Ese viernes me dispuse a ir solo al local de la misión, y sigilosamente me escabullí para ver que ocurría e el patio de atrás del local… no era otra cosa que los miembros de la iglesia (La familia fundadora de la misión) jugando agilei (cartas) y tomando cerveza en franca camaradería. Antes que me avistasen, les saludo y ellos se sorprenden y sin pedirles explicación, les dije que desocuparan inmediatamente ese espacio que pertenecía a la iglesia o si no iba a llamar a la policía. Estos sin inmutarse dijeron que el terreno donde estaba la capilla era de su mamá y ella se lo había prestado a la iglesia y que yo no podía decirles eso. Pedí a la madre de ellos, que estaba presente, que les pidieran que dejaran lo que estaban haciendo porque perjudicaba el evangelio y respondió que ellos estaban en su casa.

Me regreso a mi casa derrotado, sin saber cómo enfrentarme a esta situación. Ellos. al domingo siguiente, estaban fielmente congregados, cantando los coros e himnos de siempre “como si nada”. Por supuesto no faltó el sermón de exhortación, pero eso les “resbalaba”. Recuerdo que en ese sermón dije: Si no arreglan sus vidas este local será destruido por Dios…. En eso se escucha un ruido como si alguien raspara algo… y le digo a los hermanos: -guarden silencio… escuchen-…. En el silencio que mantuvieron los hermanos buscando de dónde venía el ruido, caía una especie de llovizna de aserrín… venía de las vigas que sostenía el techo de zinc. Luego supe que una mañana ese techo se desplomó y nunca mas fue levantado, cumpliéndose al pie de la letra la sentencia.

Declarado como “el problemático” En el culto de la tarde, el hermano que estaba casado con la hija de la dueña del terreno, me lleva al baño de su casa, el cual consistía sólo en un piso rodeado de tablas sin techo, con un hueco que servía de poceta. El hermano me dice en ese lugar: -Mire pastor donde están las huellas del mayor de los hijos de su cuñado- (un muchacho de 14 años), En una de las paredes del baño observé la marca de unos zapatos. –Sorprendí a mi esposa con él dentro del baño pastor; cuando estaba forzando la puerta, saltó por este lado-, me dijo…

Traté de pastorear este caso, pero ella lo negaba y la madre del muchacho decía que eran calumnias del marido de ella….. Lo cierto es que sucediendo esto último, opté por pedir consejo al pastor de la Iglesia, y le planteé los problemas serios que tenía la misión en cuanto a la moral y hábitos de estos miembros. El pastor nombró una comisión para que hablara con ellos y conmigo, luego me llamaron y me dijeron que yo era el problema, que yo los había calumniado y que había creado el conflicto en la misión. El pastor fue mas enfático cuando me dijo: -le recomiendo ponga su renuncia, porque si no lo hace, pediré a la asamblea que lo quite de su cargo como misionero-

Para mí fue muy traumática la petición que se me hacía, pues ya había bautizado a cinco creyentes y había realizado mi primer matrimonio, además de tener nuevos creyentes que atender. Sin embargo me sometí al ultimátum del pastor y en Asamblea de la Iglesia Principal presenté mi renuncia.

En esa fatal asamblea escuché frases como: -Si Ud. renuncia será un fracasado por toda su vida- (Obviamente que ella no sabía lo que el pastor me había ordenado), otro dijo: -Yo nunca estuve de acuerdo que el hermano Salas fuera al Seminario, no me gusta la forma moderna como predica- otro llegó a decir: -Yo sabía que él no servía para el Ministerio-. Sin poder dar explicación de mi proceder, por el compromiso que tuve con el pastor a solas.

Insistí en mi renuncia con gran dolor de mi alma, porque en verdad le había tomado amor a aquellas personas, sobre todo aquellas que dejé en su pleno nacimiento espiritual.

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A partir de ese momento en esa iglesia me cerraron todas las puertas para hacer la obra práctica exigida por el Seminario como materia obligatoria. Recuerdo que unos meses después se había nombrado una comisión para que apoyara unos cultos de barrio en Mariara, entusiasmado les pedí a los hermanos de la Comisión que me dieran la oportunidad de ayudarles y uno de ellos me dijo –déjeme preguntarle al pastor primero-… hasta el sol de hoy estoy esperando su respuesta.

Para ese momento, recibía de la Iglesia una beca de 50 bolívares mensual por ser seminarista, ya mi esposa estaba embarazada, esperábamos a nuestro primer bebé (Keila). La obra práctica exigida por el Seminario la tenia que cumplir, repartiendo folletos en la calle y haciendo una escuelita bíblica en el patiecito de nuestra casa en el barrio el Carmen, y ayudando aun hermano que pasaba películas evangélicas en los barrios.

¿Y en qué quedó la Misión? Luego de esa mala experiencia, salí del Edo. Aragua por un año, en una de mis visitas a Maracay, pregunté por la Misión, y me dijeron que habían designado a varios hermanos para que la pastorearan, pero a ninguno le gustaba meterse a ese barrio tildado de “peligroso”. Lo último que supe fue que designaron a un misionero norteamericano para que se hiciera cargo y cuentan que cuando fue al sitio donde estaba el local, lo que encontró fue un piso de cemento y en la taríma donde se solía poner el púlpito había un trono y sobre ese trono la nieta de la dueña del terreno, la cual habían elegido como Reina del Carnaval, el misionero norteamericano ni siquiera se bajó de su carro, éste retrocedió y nunca mas se levantó obra alguna ahí.

Toda esta familia fundadora se fue al mundo, así como los recién bautizados, excepto una, la que logró casarse con un seminarista que había pastoreado esa obra anteriormente.

El famoso diácono quedó congregándose en la Iglesia principal muy orondo, feliz de la obra destructiva que había hecho.

Una sugerencia que me costó la beca En una asamblea extraordinaria convocada por el Pastor de turno, presencié un caso de disciplina a un miembro acusado de adulterio. Estaba presente la esposa y el “presunto adúltero”, el pastor hace una introducción sobre el caso, se le pide al acusado a que confiese su pecado delante de la congregación, el cual, mirando a todos, confesó su falta y agregó que su esposa ya lo había perdonado. El pastor procede a someterlo a votación de la asamblea para que considere si hay que expulsarlo o no. El resultado de esta votación fue perdonarlo y que continúe como miembro.

Pero el cuento no quedó ahí…. Un hermano, “El Ilustre”, expastor de esa iglesia, tutor del pastor Titular, quien gracias a su oportuna recomendación le sucedió en el pastorado, pidió la palabra después de la votación a favor del perdón en la asamblea. Y dijo: -Pido la palabra para decirles, que mientras Uds. Estaban votando, yo estaba orando en “espíritu”, y yo creo que este señor no debe ser perdonado, pues en su confesión no se le vió ni una lágrima, por lo tanto pido que se vuelva a votar pero en el “espíritu”.

Después del secundo, se procedió a la discusión y yo muy alarmado por las palabras de este Ilustre pastor, me atreví a decir: -Hermanos, en los tiempos antiguos cuando un hermano pecaba por haber entregado las Escrituras y pedía perdón, tenía que pasar un año ante la puerta del templo, el siguiente año de pié dentro del templo y el tercer año podía tomar la cena… creo que ya superamos esa parte histórica y creo que debemos aceptar el arrepentimiento y confesión de este hermano, ya que su esposa, la primera interesada le perdonó. Además, ya la iglesia votó y no creo que debe hacerse de nuevo….. Inmediatamente el Ilustre, se pone de pié se voltea para mirarme con desprecio y me dice: -Hermano Salas, los libros que Ud. ha leído y mas, he leído yo, y pido a la asamblea que se vuelva a votar. Al querer replicar, el pastor me

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mandó a callar y a sentar. Se aprobó la propuesta y se expulsó al “adúltero”……. Es interesante resaltar que esta pareja no se separó, a pesar que la iglesia le condenó.

Este “Ilustre” fue el mismo que profetizó mi fracaso con mi linda novia y esta vez volvió a errar su profecía.

Al terminar esta asamblea, “El Ilustre” me llamó a uno de los salones de la iglesia y convocó al Pastor Titular y le dijo: -Le sugiero que se le quite la beca al hermano Salas por la falta de respeto que me hizo en público- quise replicarle pero dijo estas palabras: -Descárgate, soy todo oídos- y cruzó los brazos… me detuve y le dije, -olvídelo no vale la pena-. Hasta ese día recibí mis 50 bolívares. Esta gente no consideró que era un estudiante que tenía que pagar mis estudios y que estaba casado con una esposa que esperaba un bebé.

En cuestión de minutos, no sólo me quedé sin obra práctica, sino también sin ayuda económica para continuar con mis estudios.

Buscando oxígeno en otro Estado En el Seminario me exigían más obra práctica, no era suficiente repartir folletitos o trabajar de forma independiente, debía servir en una iglesia local. Le planteo esta exigencia a mi pastor y éste me dice: -Lo siento no hay vacante para ti-. Esto fue definitivo, decidí irme a San Carlos de Cojedes para ayudar en la iglesia donde uno de mis compañeros fue llamado como pastor.

En San Carlos, este compañero de estudio me recibió en su iglesia pero como un simple miembro, sin darme participación alguna, ni siquiera en la Escuela Dominical. Angustiado por la presión de hacer m obra práctica, hablé con mi profesor de Griego, y éste me dijo que necesitaba un misionero en Macapo Cojedes, que sustituyera a otro estudiante que había manifestado irse de la zona.

Acepté la invitación y éste hermano me comenzó a pagar 50 bolívares mensuales de su bolsillo.

Macapo Prueba de Fuego Ya estaba en mi cuarto año en el Seminario, a punto de salir, sin un lugar donde ejercer el llamado que Dios me había hecho. Macapo representó para mí una oportunidad de demostrar a mí mismo si en verdad nací para este “negocio”, de ello dependía mi futuro. La mayoría de mis compañeros de curso ya estaban pastoreando iglesias, con un buen sueldo, otros eran pupilos de “El Ilustre”, quien gracias a su padrinazgo consiguieron trabajo en iglesias grandes y prósperas, y otros de ellos, gracias a él, fueron al exterior y están pastoreando en el Norte, ganando en dólares y con doble nacionalidad (Junto con “EL Ilustre” claro).

Mi esposa ya había dado a luz a mi primogénita (Keila Nahomi) y estaba embarazada del segundo cuando aceptamos el reto misionero, a ir donde nadie quería ir. Macapo, un pueblito rural caluroso, donde se llegaba por medio de unos porpuestos que se esperaban debajo de un Samán a la orilla de la Carretera Panamericana. Era un pueblito de cuatro calles, una iglesia católica, una medicatura, Una licorería, una mueblería, dos bodegas, un bar y una placita, en las afueras había un río que se adentraba en un bosque espeso.

El local de la Misión de Macapo estaba en las afueras de este pueblito, se llegaba por una calle de tierra, casi llegando al río. La casa estaba dividida en tres piezas, una grande con un portón que daba a la calle y dos mas, una que nos serviría de cuarto y otra de cocina. El salón tenía sillas de metal plegables, un púlpito rústico y un ventilador pequeño muy antiguo que pesaba mucho, de color gris. Había una cocina al lado del fregadero y un gabinete. Ese era todo el mobiliario.

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El cuarto tenía una cama de hierro de una persona. Nuestros enseres era sólo un corral grande, que compré ahí mismo en el pueblo. Yo dormía en la cama y Gladis dormía en el Corral con la niña.

Mi profesor de Griego me advirtió que el único problema de esa casa era que no tenía baño, y que en caso de necesidad pidiera el baño al vecino, el cual era el dueño de la casita. En mi inexperiencia en estas lides, eso no me pareció problema, hasta que me dí cuenta que a media noche no se puede tocar la puerta del vecino para usar el baño, o había que esperar que ellos llegaran a la casa para usarlo, porque justamente la mayoría de los fines de semanas (cuando nosotros llegábamos) ellos salían para el pueblo.

Este profesor, que era un norteamericano muy querido, no pensó que para una mujer embarazada le era mas difícil salir a hacer sus necesidades al monte, como lo hacía el seminarista que nos precedió, el cual era soltero y el baño no era un problema para él.

Así que el baño fue nuestro primer problema a enfrentar como Misioneros lejos de nuestra tierra natal. Le sugerí varias veces a la dueña de la casa que me permitiera construir un pequeño pozo séptico hecho con perolones en el patio de su casa, que lindaba con la casita que habitábamos. Esta se negó rotundamente y mantenía su oferta que usaran su baño cuando quisiéramos.

Solucionando el problema del baño El asunto empeoró cuando necesitamos lavar los pañales de la niña, los cuales eran de tela (no existían los desechables). El pupú de la niña lo echábamos por la batea donde fregábamos los platos, creyendo que esa tubería daba a una cloaca… como a las dos semanas, la dueña de la casa me llama y me invita a pasar al patio de su casa, cuando voy observo que el tubo de desagüe no caía en cañería alguna, sino desemboca ba en el patio de su casa, y se había formado un gran barrial con residuos fecales de la niña, dando un olor nauseabundo todo ese lado del patio. Apenado, tuve que raspar con una pala todo ese pedazo de patio y botar ese barro de albañal a las afueras del pueblito.

Aún así, la dueña de la casa, no permitía que hiciera un pozo séptico provisional. Mi esposa tenía que hacer sus necesidades en un periódico, el cual lo envolvía y me lo daba para que yo lo botara en un lugar cercano al río. Nunca podré olvidar la escena de ver a mi esposa bañándose parada en un tobo de plástico y embarazada. Yo no tenía problemas, pues para hacer mis necesidades me iba rumbo al río.

En una oportunidad le dije a ella que en vez de bañarse en el tobo, nos bañáramos en el río, fuimos y así lo hicimos, al rato nos dimos cuenta que el sitio donde nos bañabamos estaba contaminado de aceite de carro y de gasolina, pues en un lugar cercano lavaban autos. Salimos de allí con sarpullido y picazón en los ojos.

Saliendo a trabajar Nuestro trabajo en Macapo se iniciaba los días viernes. Al salir del Seminario en Los Teques, debíamos tomar un autobús hasta Maracay, pasar la noche en nuestra casita en el Barrio El Carmen, y el sábado salir temprano hacia San Carlos, esto debíamos hacer todos los fines de semana. La tensión que tenía en esa época era que se acercaba el fin de mis estudios y parecía que ese era el lugar donde quedaría “enterrado”.

Nuestro trabajo consistía en la visitación evangelística, predicación con un megáfono los sábados por la noche, y atender una escuelita de niños los días domingo.

La hermana María El único adulto que teníamos era una anciana llamada María, la cual era la mendigo del pueblo que no faltaba ningún domingo o predicación. Ella estaba refugiada en una casa rural donde funcionó en el

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pasado la escuelita de la comunidad. Esta casa estaba en ruinas, el techo se llovía mucho, sin embargo ella procuraba darle un ambiente habitable.

Para solucionarle el problema del techo roto, convoqué a los muchachos de la comunidad para arreglarle el techo a María, unos pocos les pareció buena la idea y me ayudaron a quitar los asbestos rojos rotos, por láminas de zinc.

En una oportunidad, después de la clase dominical, ella me invitó a cenar en su casa y con mucho gusto acepté la invitación. Puso en su mesa de madera, un pedazo de cobija casi transparente a modo de mantel, y me sirvió en un pocillo sopa acompañada de una arepa. La sopa sólo tenía unos pedazos de papa y yuca, pero sabía a carne de res, pero no se veía ningún pedacito de dicha carne en la sopa.

A modo de ser amable le dije: -¡Que rica está la sopa de verduras!, aunque sabe a carne- ella se ríe poniendo sus manos en la boca y dice: -¡Ah, es que yo le doy el gusto con este hueso- y me trae un hueso amarrado a un alambre, que ya lo había visto desde hacía mas de dos semanas guindado en la cocina.

Ella emocionada por que me gustó su comida, me invitó a cenar la próxima semana, y para evitar que me volviera a dar sopa de ese hueso viejo le dije que me gustaría venir, pero es que en verdad no me gusta mucho la carne; y ella contesto, ¡ah! Ud. es vegetariano, bueno le voy a preparar unas caraoticas; y sin poder rechazar la invitación, acepté.

Ciertamente, el siguiente domingo me sirve en el mismo pocillo, caraotas en su caldo solas, su único acompañante es una arepa y una ensalada hecha sólo con tomate, cebolla y trocitos de lechuga. Después de la oración por los alimentos de rigor, al meter la cucharilla y sacar las caraotas que estaban sumergidas en su jugo, salen unas caraotas picadas por gorgojos. Ella está a un lado de la mesa con sus ojos atentos, esperando que yo tome el primer bocado esperando que la vuelva a felicitar por la exquisita comida.

Sin quitar la mirada en las caraotas de la cucharilla le dije: -Hermana… ¿Quién le vendió estas caraotas picadas?.... ella me dijo con una sonrisa, -nadie me las vendió hermano- Esas eran unas caraotas que el del abasto había botado en la calle, y cuando yo pasé las recogí porque ellas no están malas, sólo que están picadas. -No se preocupe- agregó, -yo les saqué todos los gorgojos, están limpiecitas.-. No me quedó mas remedio que comerme esas deliciosas caraotas.

Me sentí muy complacido al alegrarle la vida a esta ancianita al compartir su mesa, estoy seguro que se sintió muy feliz que el pastor compartiera su pobreza con ella.

En las rodillas de la hermana María, se habían formado dos carnosidades, como callos. En una oportunidad le pregunté por qué tenía las rodillas así, si había sido un accidente, y ella me dijo que no, que se le formaron por las horas que dura en oración.

Me contó que su madre, que era ciega, la enseñó a orar de rodillas. Ella me mostró una silla de madera y cuero de chivo donde su madre solía apoyar sus codos cuando oraba de rodillas y le dio instrucciones que cuando la viera orando no la interrumpiera por nada. En una oportunidad, ella observó que su madre como que oraba mas de la cuenta, y por el miedo de interrumpirla en su oración, ella esperó casi toda la mañana que se parara de orar y tomara algo de alimento, sin embargo casi al mediodía se le acerca y la toca por el hombro para decirle que vaya a comer, su sorpresa fue que ella no le respondió por que ya hacía varias horas que había fallecido, quedando en la posición de oración.

La hermana María, quien nunca aprendió a leer, que toda su vida se dedicó a atender a su madre ciega y que su sustento era la misericordia de los vecinos, aprendió a orar con pasión por medio del ejemplo de su madre, el tiempo que la conocí fue ejemplo en devoción y convicción en la oración. No sabía gran cosa de la Biblia, pero era experta en la oración.

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Yo intenté convencerla de la necesidad de su bautismo, pero ella argüía diciendo esta frase: -No hermano, yo no puedo ser bautizada por que no voy a aguantar, yo voy a gritar- y al preguntarle por qué iba a gritar ella dijo: -Cuando me pasen el gato negro por la espalda yo voy a gritar-, sorprendido le pregunté: ¿y quién le dijo eso?... –El cura- respondió, -él me dijo que los evangélicos antes de bautizar a una persona le pasan un gato negro por la espalda para que lo rasguñe, si la persona grita la sacan del agua y no la bautizan, pero si aguanta la bautizan… ¡hay hermano! Yo voy a gritar….-, Debido al escaso tiempo que duré como misionero en Macapo no logré llevarla al bautismo.

Sintiendo la fortaleza y la presencia de Dios Después de la emoción de la graduación del último año en el Seminario, sentí un silencio, como si caía a la nada, allí estaba con mi esposa embarazada y una bebé de un año metidos en un lugar borrado en el mapa, dependiendo económicamente sólo del bolsillo de mi profesor de griego. Sentí un gran temor, pensé de qué manera iba a mantener a mi familia con el sueldo que tenía en este pueblito, donde el único adulto que asistía a los servicios dominicales era la limosnera del pueblo; ¿quién podría saber que un seminarista recién graduado, con todo su bagaje de conocimiento, estaba perdido en este recóndito lugar?...

Ya mudados a nuestro lugar de trabajo, comenzó otra crisis de adaptación. Mi esposa había tenido un conato de aborto y poco después la niña presentó una diarrea que la deshidrató en minutos. Inmediatamente la llevamos al ambulatorio, donde el doctor me da un ampolleta con un líquido transparente, y me dice que busque quien se la inyecte, que eso le detendrá la diarrea. Compré la inyectadora y estaba dispuesto a colocársela yo mismo, pues mi madre me había enseñado de muy joven a poner inyecciones. Al llevar la niña a la casita, mi esposa y yo oramos, pidiendo dirección de Dios, después de la oración le dije a mi esposa: -No, mejor no se la pongo, vamos a llevarla al Hospital en San Carlos haber que nos dice el médico, no confío en ese doctor-. Así lo hicimos, nos preparamos y fuimos hasta San Carlos. Cuando le enseño al Dr. La ampolleta que su colega había recomendado colocarle, el Dr. nos dice: -Deben darle gracias a Dios que no le pusieron esa inyección, por que está descontinuada y es para adulto. Hubieran matado a la niña.-

En ese pueblito había unos zancudos que dejaban unos tumores con un gusano peludo, que sólo salía aplicando chimó caliente con aguardiente. Aunque de este tipo ninguno llegó a picar a la niña, si le dejaban rosetones grandes que aumentaban la temperatura en la zona afectada.

Resolución de un enigma

Al segundo conato de aborto que tiene mi esposa, pedí ayuda a mi tutor (el profesor de Griego) y él nos consiguió una cita en la Clínica Santa Sofía del Cafetal en Caracas. Una clínica de gente de mucho dinero, muy elegante y a todo lujo, mi esposa y yo parecíamos campesinos en ese lugar.

Allí le atendieron de maravilla y no tuvimos que pagar nada.

Casualmente me consigo en el ascensor al Pastor de la Iglesia Central De Caracas para ese entonces que iba con su esposa. Después del saludo de rigor le comento que tenía un enigma en mi mente, que me gustaría que me ayudara a resolver.

Le dije: -Hermano, temo que si mantengo mi familia en Macapo en esas condiciones, se me puede morir uno de mis hijos o mi esposa y no sé cual es la voluntad de Dios, si es correcto quedarme a pesar del riesgo sirviendo al Señor o salir de allí para salvar a mi familia.

Este pastor, sin titubear me dijo: -Si Ud. renuncia a Macapo. Nunca será un ministro de Dios, siempre será un fracasado…. Aquella sentencia me dejó frío y pensativo durante todo el camino hacia Maracay, donde mi esposa iba a guardar el reposo recomendado por el Médico.

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No conforme con esa respuesta, fui hasta el Seminario a entrevistarme con mi ex profesor de Etica Ministerial y le hice la misma pregunta: -¿Debo quedarme por amor a la obra arriesgando a mi familia? O ¿Debo por amor a mi familia, sacarla de la obra donde sirvo al Señor?. Este profesor, no se apresuró a contestar, pensó un poco y me dijo: -Si Ud. decide renunciar por amor a su familia hace bien, pero si Ud. decide sacrificar a su familia por amor a la obra, también hace bien; porque Ud. es Ministro de su familia y del Señor, no es mas ministro de una que de otra. Cualquiera de las decisiones que Ud. tome es correcta, sólo decídase. Este consejo trajo alivio a mi alma.

Regresando solo a Macapo, en el autobús, le dije en oración al Señor: -Señor pongo ante ti mi preaviso de renuncia, si en 15 días no me llega un llamamiento de una iglesia y un suplente para que se quede en mi lugar, es tu señal que debo quedarme trabajando en el campo, a pesar de todos los riesgo que mi familia está pasando. Pero si en 15 días me llega un llamamiento y un suplente sé que has aceptado mi renuncia.

Esos quince días se me hicieron eternos, trabajando solo, sin la ayuda de mi esposa. El día número 15 venía de Maracay hacia Macapo, y oraba diciendo: -Hoy es el día Señor, espero tu respuesta-.

Al llegar, la hija de la Señora, dueña de la casita, salió a saludarme con un sobre en la mano y me dijo: Por aquí pasó una señora de apellido Villamizar y me pidió que le entregara esta carta. Todavía no me había quitado el morral de la espalda cuando la abro emocionado, era una invitación a predicar en la Primera Iglesia Bautista de San Cristóbal; querían conocerme. Yo casi salto de la alegría, porque justamente el día 15 como lo había pedido en oración, pero luego recordé que había pedido dos cosas, un llamado y un suplente, y en verdad no quería salir de allí echando al traste el trabajo que habíamos realizado con los niños de la comunidad, ese suplente era importante.

Ya entrada la tarde, llega un jovencito recién ingresado al Seminario diciéndome que le habían recomendado hacer la obra práctica en Macapo, ya que mi esposa estaba de reposo…. En otras palabras me había llegado el suplente que había pedido. Esta fue la señal irrefutable que Dios consideró el sufrimiento de mi familia y me abrió las puertas de una iglesia donde podía ejercer toda mi potencial. Estaba Feliz por la respuesta.

FIN DE LA PRIMERA PARTE

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II PARTE

Mi Primera Iglesia Éxito y Derrota. Entre las oraciones que le decía al Señor, cuando estaba en Macapo era: -Señor, ponme en un lugar donde pueda desarrollar todos mis talentos…- y soñaba con pastorear una iglesia ya constituida. Para ese momento, en mi inmadurez, pensaba igual que todos los recién egresados, llegar a una obra ya establecida, y no en una donde debía comenzar de cero. Yo no tenía la conciencia del misionero, sino del pastor ejecutivo, diseñador de estrategias y guía de masas. En verdad el hno. Efraín, tenía razón, yo confiaba mucho en mis destrezas mas que en la dirección y protección de Dios. Esta verdad la descubrí después de pasar por el crisol del sufrimiento.

Después de predicar en la Primera de San Cristóbal, me llegó otra carta, pero a Maracay, donde estaba mi esposa esperando dar a luz a mi segundo hijo E. Josué. En la carta me comunicaban que habían decidido llamarme como pastor. Para mí fue una gran alegría pues iba a ser mi primera experiencia en una iglesia establecida. Los primeros días y semanas tuve que ir sólo, pues Gladys estaba en el último mes de embarazo y no podía viajar. Teníamos nuestra casita provisoria en el Barrio El Carmen de Maracay. Luego que nace Josué, dejamos la casa al cuidado de mi cuñado y su esposa, que también estaba recién dada a luz. La primera vez que fui a San Cristóbal, en busca de la iglesia que me hacía el llamado, llegué hasta el Pasaje Cumaná con la Carrera 9. Era un cruce de cuatro esquinas, donde el pasaje Cumaná terminaba en un barranco. Llegué como a las 8 de la mañana, en esquina no había ninguna señal de existir ninguna iglesia, a lo menos fachada de iglesia no tenían ninguna de las casas a 100 mts. de distancia. Opté por sentarme en una acera a esperar que sean las 9 y media de la mañana. A las personas que pasaban les preguntaba dónde quedaba la iglesia Bautista y todos me hablaban de la Iglesia la Ermita y la Catedral, nadie sabía donde quedaba esa iglesia. Ya a las 10 am, un jovencito está abriendo un portón justamente enfrente donde estaba sentado, y le pregunto: -Joven, dígame, dónde queda la Primera Iglesia Bautista?- y él me dijo, ésta es. Estuve sentado todo este tiempo en frente. Era sólo una casa en una esquina con un portón de dos puertas de metal marrón. Conociendo la iglesia En la Escuela Dominical sólo había trece personas y una niña como de dos años. Esa era toda la iglesia. La casa era un galpón, parte platabanda y parte acerolit de techo muy alto. Parte de la platabanda la sostenían dos columnas acanaladas. El púlpito era de madera sobre una tarima alta de cemento con dos escaleras a los extremos. Tenía una escalera de metal que subía hacia un ranchito en la azotea, donde guardaban unos muebles y artefactos eléctricos, de una familia que la habían mandado a desocupar donde estaban alquilados. Este ranchito de techo de zinc, vino a ser nuestra casa pastoral por tres años.

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Recuerdo que mi primer sueldo fueron mil bolívares en billetes de cinco y de diez. Nunca había tenido tanto dinero junto en mi vida. Cuando regresé a Maracay, metí la “faja” de billetes como plantilla en mis zapatos, tenía mucho miedo que me lo robaran en el camino de regreso a Maracay.

Encuentro mortal con el Pastor saliente Una de las personas que me dio la bienvenida, fue el pastor saliente, el cual, al verme, pensó que mi juventud era señal de incapacidad para pastorear la iglesia que él había renunciado. Él trató de convertirse en mi tutor, cosa que no me molestaba, pero su actitud de seguir siendo el pastor de la iglesia sí.

En una oportunidad le dije: -Hermano, si todavía Ud. es el pastor de esta iglesia yo estoy sobrando aquí. Le agradezco que me permita laborar con libertad. Respondiéndome él –Yo todavía soy el pastor aquí, yo lo que pasa es que soy Pastor Misionero. Inmediatamente convoqué una Asamblea para preguntar quién era el pastor titular de la iglesia, y que constara en Acta.

Luego de mi confirmación como Pastor titular, opté por hacer un inventario de los bienes de la iglesia, entrevistando a los miembros y descubrí que una buena parte de dicho bienes lo tenía este pastor en su casa, desde dinero, hasta un Multígrafo Gestener. Por este acto me lo gané de enemigo en todo el tiempo que estuve ministrando esa iglesia.

Además del inventario actualicé la nómina de los miembros activos, así como hacer una lista de visitación a los exmiembros de la iglesia. Leí todas las actas de las Asambleas y descubrí cantidad de injusticias hechas, por casi todos los pastores que me antecedieron. Esta lectura me ayudó a comprender quienes eran los miembros pilotos de la iglesia y los más problemáticos. Orienté a la tesorera para el control de los libros y cuentas de la iglesia, a la secretaria para una mejor redacción de los asuntos aprobados en Asamblea.

Les propuse además: abrir una cuenta protemplo a plazo fijo, Le realización de la fachada de la iglesia, la construcción del bautisterio. Eliminación de la acera alta, que usaban los vecinos para sentarse y jugar dominó los domingos. Nuevas ventanas y mas luz al salón. Impermeabilización de la azotea, y la Compra de equipo de sonido.

Obra Misionera: Esta iglesia tenía una misión en El Nula, Edo. Apure por mas de 10 años. Me movilicé hasta allá y constaté que había un

grupo pequeño de miembros y creyentes. Poseían un terreno muy grande enfrente de la Plaza Bolívar. Ya estos hermanos habían echado las bases de lo que iba a ser el templo y la casa pastoral.

El dinero que tenía en posesión el pastor saliente, era de la misión del Nula. Con ese dinero mas con una campaña protemplo allá mismo, logré que se construyera el templo y Constituimos la Primera Iglesia Bautistas del Nula.

Fue en San Cristóbal cuando comencé a madurar la idea de lo que es la Iglesia por Extensión. Un domingo sugerí a la Iglesia dividirnos en cuatro sectores, según el sitio donde vivían los hermanos. Propuse un plan que una vez al mes la iglesia tuviese la Escuela Dominical dividida en esos cuatro sectores: 23 de Enero, Barrio Libertador, Puente Real y el local del Templo. Así se hizo, como experimento y resultó una experiencia muy buena, pero los hermanos no entendieron muy bien la visión y no querían separarse de la iglesia grande.

En el Barrio el Río, se hizo el intento de abrir una misión, en el patio de atrás de la casa de una familia grande que tenía una bodega en ese sector. En el 23 tenía una escuela de niños todos los sábados.

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Pedía a la iglesia comprar el equipo de ACUDE (Un programa de alfabetización del Banco Unión)., consistía en un tocadiscos portátil, discos y libros para enseñar a leer. Con este método se lograron muchos contactos para la evangelización.

Un trabajo exitoso y gratificante Por medio de la predicación, visitación y campañas evangelísticas, la iglesia creció en miembros. Logramos tener las seis clases de la Escuela Dominical y subir el presupuesto. Puedo decir que mis

primeros tres años en San Cristóbal, fue el campo ideal para desarrollar todas mis aptitudes. Viéndolo desde ese punto de vista fue todo un éxito. Llegó un momento donde me sentí realizado en toda el área pastoral, como administrador, como maestro, como consejero y evangelista. Me sentía inmensamente feliz. Me sentía amado, respetado y admirado por la congregación, tanto así, que la iglesia me ofreció un buen sueldo, casa pastoral y colaboró para que tuviera un carro a mi nombre.

Fué esta iglesia la que reconoció en mí un Ministro de Dios y decidió ordenarme en el Ministerio. Los que conformaron el concilio de ordenación fueron los hermanos: Alirio Eustache, Rector del Seminario; James Kraford Vicerrector del Seminario, para la época y Ricardo Beal misionero de la Convención del Sur.

Dirigiendo un programa Radial por R.S.C. Junto con el Pastor Serafín Contreras de la Iglesia Cuadrangular, comencé a producir un programa radial que lo denominamos: “Los del Camino”. Este programa nos duró un año, pero como a los tres meses, el pastor Serafín me dejó solo con el programa. El éxito se medía por las llamadas y cartas que recibíamos. Por medio de ese programa traté varios casos. En una de las llamadas telefónicas, un gandolero me dijo lo siguiente: -Acabo de tener un accidente con mi gandola, yo transporto gasolina, venía escuchando su programa y Ud. había dicho que si clamamos a Dios en la dificultad él nos iba a responder, en eso me di cuenta que me fallaron los frenos y clamé a Dios, como Úd. Dijo… no se como pero regresaron los frenos y pude parar la gandola. Lo primero que hice después de darle gracias a Dios, fue buscar un teléfono para decirle que es cierto lo que Ud. dijo, Dios me ayudó en el momento que clamé a él.- Consejero evangélico en la Penitenciaría de Santa Ana. En mi trabajo como consejero penitenciario, tuve una experiencia muy singular… Uno de los reclusos me pide que le lleve una carta a una amiga. Yo le había dicho que no se la podía enviar sin antes leerla, y así lo hice. En la lectura no ví nada anormal, él le decía a la mujer que le enviara el dinero que le debía con el portador de esta carta.

La carta estaba dirigida a una tal Marisela, que vivía a las afueras de San Cristóbal en un lugar llamado Sector las Pavas. Me monto en el bus con mi corbata, saco y con una Biblia en mi mano, como solía salir a

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visitar y al entrar al pueblo (que no recuerdo cual era) le digo al chofer, -Por favor déjeme en el Sector las Pavas-, el chofer me mira sorprendido de arriba a bajo, y se escuchan unas risas en el bus. El chofer me dice que falta mucho todavía. Al rato le vuelvo a recordar y las risotadas son mas abiertas. Al fin el chofer dice: -¡Hermano, llegó al Sector las Pavas! Y se ríe. Me bajo del bus ignorando el chiste.

En la calle le pregunto a una persona: -¿Esta es la calle Sector las Pavas?, el hombre me mira de arriba abajo y observa mi Biblia y dice: El sector las Pavas es aquella casa grande que está allá. Después de darle las gracias me dirijo hacia allá, y lo primero que se encuentra es un restaurant, me acerco a una mujer que está en la caja y le pregunto –Disculpe ¿La señora Marisela trabaja aquí?... Y esta mujer, sorprendida me ve y me dice: Ud. busca a Marisela?.... y se pone a reír… llama a otra mujer y le dice: -¡Oye dile a Marisela que la buscan!, y se ríe… la otra mujer me invita a pasar mas adentro de la casa, donde hay un pasillo largo y a su orilla izquierda varias puertas. Desde allí la mujer vuelve a gritar: -¡Marisela te buscan!... Eso se abre una de las puertas y se asoma una mujer y me dice, pase…. Al entrar al cuarto, veo que es un homosexual pintado como una mujer, con un short muy femenino y sin camisa. Y le digo, -perdón, ¿y Marisela?... –Yo soy Marisela- me dijo. En ese momento fue que entendí dónde estaba y por que todos se reían cada vez que preguntaba. Estaba en un prostíbulo, con mi facha de pastor y con mi bibliota en la mano.

Después de manifestarle mi disgusto y mandarlo casi al infierno… le entregué la carta, me dijo que no tenía dinero… y le recontesté diciendo que por toda esta pena que había pasado le exigía que me diera el dinero que le pedían en la carta… Ella, digo él, muy contrariado le pidió a otra de sus amigas prestado y me dio el dinero.

Al llegar a la cárcel, le dije al hombre la vergüenza que me había hecho pasar y él me dijo que si le hubiera dicho la verdad me hubiera negado a hacerle el favor (y estaba en lo cierto).

A la semana siguiente, al visitar la cárcel, otro preso me dijo: -Pastor, sabe?, Ud. ayudó a (me dijo el nombre que no recuerdo) a escaparse. El tipo se metió en un pote de basura, cuando vino el camión se lo llevó y cuando paró en la bomba de gasolina, uno de le dijo al chofer, que se había salido un hombre de la basura…. Y le pregunté: -Por qué cree Ud. que yo le ayudé a escapar, por que él me dijo que con el dinero que Ud. le llevó iba a comprar ropa y pasaje para salir del Edo. Táchira.

Experiencias raras en S.C.

Estar en tres sitios a la vez En una oportunidad me llega una de las diaconisas a la casa y me dice: -Pastor, me dejó con el café en la mano- y le dije ¿cuándo?, respondiéndome dijo: - ayer en la tarde, Ud. llegó le mandé a pasar, pero estaba muy callado, y le dije que le iba a traer una taza de café, cuando salí Ud. ya no estaba.- Yo no le dí importancia y seguimos hablando de otras cosas.

Luego me llega otro hermano y me dice: Pastor, ¿por qué se fue de la casa y no oró conmigo?... extrañado le pregunté cuándo fue eso, y me dijo: ayer en la tarde. –Yo estaba orando en mi cuarto, cuando abro los ojos, Ud. estaba arrodillado junto a mi con los ojos cerrados. Pensé que a lo mejor mi esposa lo hizo pasar y no quiso interrumpirme, cerré los ojos para que Ud. también oraba y no escuchaba nada, cuando abro los ojos Ud. no estaba. Le pregunté a mi esposa dónde estaba Ud. y me dijo que Ud. no había ido a la casa. Acredité esta experiencia como un deseo de él de que yo lo acompañara y tampoco le dí importancia al cuento.

Me alarmo cuando el domingo, una joven me dijo, en forma de reclamo lo siguiente: -Pastor, no me gustó lo que Ud. hizo… Estábamos mi hermana y yo en el cuarto listas para dormir, cuando Ud. entró y se quedó parado viéndonos, me paré y le dije que si iba a hablar con nosotras nos esperara en la sala. Mi hermana me preguntó con quién estaba hablando, me volteé para verla y le dije que con el pastor y ella me dijo que ahí no había nadie y me asusté.

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Luego de preguntarle el día, concordó con el mismo día de los dos casos anteriores. Ahí me comencé a preocupar mucho y el miércoles siguiente cometí el grave error de comentárselo a la iglesia, en el culto de oración y les dije que me parecía cosa satánica todo eso.

Rechinado los dientes

Un domingo, llega al servicio, en el tiempo de la predicación, una mujer con un bolso. A medida que yo predicaba, ella se iba poniendo más incómoda, y cada vez que decía Jesús, ella rechinaba los dientes y gruñía. Hasta que mirándola la reprendí, ella se paró y se encerró en el baño. Al terminar el servicio y despedir a todos, le pedí a las diaconisas y a mi esposa que la convencieran de salir del baño. Cuando ella sale, le pregunto qué le sucedió, que si necesitaba ayuda. Ella abrió el bolso y sacó un cuchillo y me dijo, -yo vine a esta iglesia para matarlo a Ud.-, luego se puso a llorar y fue liberada. Nos hicimos muy buenos amigos y nos llegó a visitar varias veces a nuestra casa con un niño que tenía.

Arrancando la cartelera Otro domingo, mientras predicaba entró un joven en silencio, y se sentó en el primer banco. Sin avisar dio un salto y me

quitó el micrófono y comenzó a maldecir y decir palabras incoherentes. Le pedí a la congregación asustara que se sentaran y que se pusieran a orar. Traté de entender qué era lo que decía, pero vi una oportunidad de torcerle la mano y neutralizarlo….Él dobla su cuerpo por el dolor que yo le infringía torciéndole los dedos y me dijo… -¡Ganaste, ganaste¡, le dije con voz de autoridad: -¡Siéntate y escucha!. Lo llevé hasta el banco donde estaba sentado y le solté la mano y subí al púlpito. En eso el individuo se levanta del banco sale caminando por el pasillo, y cuando llega al final, arranca la cartelera y se la lanza en la cabeza a los hermanos que estaban sentados al final y grita diciendo ¡Hipócritas!... y sale.

Tres testimonios de influencia satánica. Estaba en mi oficina, cuando llega una joven llorando, le preguntó qué le sucede y me enseña un folleto que decía en la portada “Dios te Ama”. Cuenta ella que pasando por el Viaducto de la 5ta. Av. Escuchó una voz que le decía que se lanzase, cuando estaba lista para hacerlo, un jovencito le toca la espalda y le dice: “Oye Dios te ama”, cuenta ella que cuando escuchó esas palabras, volvió en sí, buscó al muchacho pero no lo vió. Por eso es que estaba en la iglesia.

Una mujer en un árbol

A la iglesia había llegado una familia muy peculiar. Era un campesino colombiano que cuidaba una hacienda de café en un lugar a las afueras de S.C. llamado Río Negro. Para llegar a ese lugar había que caminar como dos horas por la montaña.

Esta familia conoció a Cristo en mi ministerio. Estaba compuesta por el matrimonio y 10 hijos, todos nacidos uno después del otro. Después de recibir a Cristo, se casaron por el civil y pidieron ser casados por la iglesia. Lo hermoso de este matrimonio fue que el cortejo lo conformaron todos sus hijos. Fue en verdad muy hermoso. En una oportunidad le pregunté cómo hacía para que le atendieran el embarazo de su mujer, ya que vivía tan lejos de la ciudad. Y él me dijo que él había atendido el nacimiento de todos sus hijos, cuando le pregunté dónde lo había aprendido, él me dijo: -Aprendí atendiendo el parto de la cochina y del ganado.-

A pesar de lo lejos que le quedaba su casa de la iglesia, no faltaban los domingos… Un día de semana llegó a mi casa este hermano solicitando que le acompañara hasta su casa, porque decía que su esposa la

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habían hechizado, según decía, le pregunté la causa de su sospecha, y él dijo que se había montado a un árbol y ya iba para el segundo día que no se bajaba.

Le dije al hermano que iba a ir al siguiente día con un hermano de la iglesia, que me enviara uno de sus hijos que nos esperara en la carretera, para que nos sirva de guía al entrar en la montaña.

Al llegar al sitio, el jovencito nos comenzó a guiar. Como a la hora de camino nos conseguimos que había ocurrido un deslave en la montaña. Parte del cerro se había derrumbado cuesta abajo arrastrando los árboles y el camino. Del otro lado del deslave se veía la continuación del camino. Tuvimos que atravesar por encima de los árboles caídos y el barrio hasta llegar al camino.

Al poco tiempo de seguir, venía en sentido contrario un hombre a caballo, como en el camino era muy angosto, nos apartamos los tres para que pasara. Pero el hombre cuando iba frente a mí, detuvo su caballo y mirándome dijo: -Sé quien eres tú y a que has venido-, y le dio con los talones al caballo para seguir la marcha, sin darme oportunidad para entablar con él ni un saludo.

Observamos al hombre seguir al paso de su caballo, cuando veo al muchacho que nos guiaba estaba pálido, viendo como se alejaba y le invité a que siguiéramos el camino, y el muchacho me dijo muy asustado: -Pastor, ese es el brujo que hechizó a mi mamá y lo reconoció a Ud.- Le invité de nuevo que siguiéramos el camino que ahora sí estaba muy interesado en llegar a ver en qué quedó lo de la mujer en el árbol.

Cuando llegamos, el hermano mostró mucha alegría, su esposa ya había bajado del árbol pero estaba en cama. Luego de hablar con ella, orar y leer la Biblia, le dije que estas cosas habían sucedido por el temor que él le tenía al brujo. Le pregunté si él había caído en hacerle una contra. Contestándome que acudió a otro brujo y le recomendó que hiciera un entierro. Le pedí que me llevara donde lo había hecho, fuimos y sacó un preparado con estampitas, un frasquito con un líquido y otras cosas. Le expliqué que él tenía que destruir eso. Al principio se negó, pero luego venció su temor y lo destruyó. A partir de ahí su mujer mejoró, se levantó de su cama y nos preparó café.

El viaducto de la 5ta. Av. Todo un reto

Cada vez, en el periódico La Nación resaltaban la noticia de otra persona que se suicidaba lanzándose por el Viaducto. Mas de treinta ya se habían lanzado, y de repente me entró una desesperación, como un deseo de ayudar a esas personas que usaban el Viaducto para solucionar sus problemas emocionales.

Me conmovió el caso del niño que se lanzó al Viaducto porque su mamá le había amenazado de pegarle si le llevaba malas notas. El niño prefirió lanzarse antes de que su mamá leyera el boletín. Esto fue lo que me impulsó definitivamente a llevar a cabo un plan de participación cristiana en esta problemática.

Ideé un proyecto que consistía en colocar unas mallas de tela metálica Ciclón, con un techo de Eternit curvado sobre la acera y unos porrones alargados entre la acera y el viaducto, con flores. La idea era dificultarle al suicida el medio para lograr su fin.

Hice un dibujo en tres dimensiones con todos los detalles de la idea, se lo llevé al Dpto de Ingenieria Civil de la Gobernación. El Ingeniero dijo que no era posible hacer eso sobre el

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viaducto, porque le agregaba un peso extra que no estaba calculado. También visité a los bomberos y al Dpto de Prevención al Delito pero todo fue infructuoso.

Me reuní con los pastores de la zona para que unifiquemos criterio sobre esa problemática e hiciéramos un planteamiento común al Gobernador. En la primera reunión, el pastor que tenía más influencia dijo: -¡Eso no soluciona el problema!, lo que puede ayudar son versículos bíblicos. Propuso que entre todas las iglesias pagáramos unas vallas con versículos bíblicos, para cuando el suicida intentara lanzarse, leyera los versículos y desistiera de la idea.

Le pregunté a ese pastor, ¿qué pasa con los que no saben leer..? y él sin inmutarse dijo: -¡Aquí no hay analfabetas, todos saben leer- Cuando le contradije me respondió muy molesto ¡Bueno, que se lancen todos los que no saben leer!, y salió muy disgustado de la reunión. Quedamos al final ir a la prensa y al gobernador… pero sólo un joven pastor de la Getsemaní me acompañó a la prensa y ninguno al gobernador. Tuve que ir sólo, además a las tres radios para exponer la problemática y la propuesta.

¡Dios me dijo¡ Un poco desesperado por no tener el apoyo que esperaba tener, un domingo en la mañana, le dije a la iglesia: ¡Dios me dijo que mañana vamos a entrevistarnos con el Gobernador¡!.... En verdad yo no estaba seguro, pero quería motivar a la congregación.. Les propuse, que fuésemos mañana con una cinta negra amarrada al brazo y que llevásemos pancartas con palabras de clamor por los suicidas. Les propuse además que fuésemos en procesión hasta la 5ta. Av. Y nos arrodillemos en medio de la calle como protesta por la indiferencia del gobierno, ante esta problemática. Un hermano se paró y me dijo: -¡Pastor, esta es una iglesia no un liceo para hacer manifestaciones!. Recuerdo haberle dicho, si Ud. no quiere ir hermano, no vaya, pero ¡yo iré.¡

Ese lunes muy temprano nos dimos cita sólo un grupito de miembros frente al Palacio de los Leones (La Gobernación). Le dije a los hermanos: -Esperen aquí mientras el hno. Ramón y yo vamos a hablar con el Gobernador-, Al entrar al palacio, lo primero que observé es que no había absolutamente nadie, había una especie de exposición de no se de qué. Seguimos caminando por el pasillo hacia el Bufete del Gobernador, y nos encontramos con una señora que limpia, y le preguntamos…¿Por qué no hay nadie?.... -¿No lo saben?-.. –El gobernador salió de vacaciones desde la semana pasada. No hay despacho-…. Me quedé frío en el sitio…. Yo le había dicho a la iglesia que Dios me había

dicho… Sin hablarnos, nos dimos media vuelta y sin hablarnos, comenzamos a salir del edificio. Yo iba pensando…. ¿y ahora que le digo a los hermanos?, yo les dije que Dios me había dicho.

Cuando ya salíamos del edificio, frente a nosotros se para un carro negro y se bajan unas personas, entre ellos un Guardia Nacional y el Gobernador…. En las escaleras lo abordé y le dije a lo que veníamos, él nos explicó que venía era de paso porque estaba de vacaciones, pero de todos modos nos invitó a pasar a su despacho, nos sentamos alrededor de una mesa grande, de conferencias, me pidió que les explicara el proyecto y le pareció muy

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interesante, me prometió que mandaría a hacer el estudio y apartar una partida para ese proyecto.

Recuerdo que salí con un gran aire de victoria, que en verdad Dios me había hablado… era ese lunes…. Ya le había informado al gobernador lo que íbamos a hacer en el Viaducto, él nos dijo que no era mala idea, que nos daba permiso.

Al Salir, invité a los hermanos a que camináramos con nuestras pancartas hasta la 5ta. Av. Cuando llegamos nos arrodillamos y comenzamos a orar para que Dios reprendiera toda fuerza que llamaba al suicidio en ese lugar y para que se lograra la realización del proyecto. Un periodista de la Nación me hizo una entrevista y nos tomaron varias fotos…. Al día siguiente nos dedicaron toda una página con el título “Voz diabólica llama al suicidio en el Viaducto”.

Pasaron varios meses y no sucedía nada. Disgustado, pensando que el gobernador nos había vacilado, redacté una carta que pensaba llevársela personalmente donde lo hacía culpable por cada persona que se tirara por el viaducto.

Pedí de nuevo audiencia y mientras esperaba había un sacerdote también antes que nosotros. Al salir este de la oficina del Gobernador, el secretario me dijo: -Hay que ver.. ese cura que vieron salir, pidió audiencia para que le devolvieran una pistola que le habían decomisado, y Uds. Los evangélicos piden audiencia para que la gente no se tire por el viaducto… ¡qué diferencia!.

El Gobernador nos informó que debido a la crisis del viernes negro (Gobierno de Luis Herrera), la partida no se dio para el proyecto, que lo lamentaba mucho…que quizás mas adelante se realizaría dicho proyecto. Sus palabras me parecieron sinceras y desistí de la idea.

Para este año 2007, hace más de 10 años que esa idea fue realizada, quizás no tal cual la presenté pero a lo menos, después de poner las mallas ciclón, no hubo mas suicidio en ese sitio.

Esta fue una de mis primeras experiencias de la lucha social, usando la iglesia como instrumento valioso para dar una solución a un problema común.

Esas mallas en el viaducto son para mí una comprobación que ¡Dios me lo dijo!.

Casos de Consejería pastoral Fue aquí donde me estrené como consejero, con mis aciertos y desaciertos, pero con una satisfacción del deber cumplido. Entre los casos de consejería que atendí en esos cuatro años estuvieron: Casos de Adulterio, fornicación, alcoholismo, violación, posesión demoníaca, violencia familiar, idolatría, drogas, enemistades, tentaciones, engaños, estafa, etc.

Llegando en un momento critico En un día de visitación, llegué a la casa de uno de los miembros, la puerta estaba semiabierta, escucho voces en la sala y termino de abrir la puerta, en eso veo a la esposa en el suelo y al esposo encima de la esposa con un pedazo de baldosa lista para pegársela en la cabeza a la esposa. El hermano cuando me ve, se queda como paralizado con la mano en alto, luego la suelta, se sienta en un mueble y se pone a llorar.

Luego de un buen rato de conversación y mediación, ellos se perdonaron mutuamente y les pedí que se dieran un abrazo reconciliador, que terminó por ese momento, el conflicto entre los dos.

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Un falso letrerito En otra de mis visitas a los miembros de la iglesia, llego ante una puerta que tiene un letrerito en papel engomado que decía: “Hogar Feliz”, pero detrás de la puerta se escuchaban gritos de pelea y maldiciones. Arranqué el papelito de la puerta con mucho cuidado y toqué la puerta. Cuando escucharon el “toc, toc”, se escuchó un silencio, y al rato sale la hermana y me dice con una gran sonrisa: -¡Pastor, como está… Dios le bendiga!!, le puse el letrerito en la mano y le dije: -hermana no ponga mentiras en la puerta-. Y le hice la respectiva visita y consejería en cuanto a la paz que debe haber en un hogar.

Malas interpretaciones de una enseñanza o consejo. En cierta ocasión prediqué sobre la sinceridad en la oración, y dije esta frase: -hermanos, cuando oremos debemos desnudarnos completamente ante el Señor….¡-. El miércoles de esa semana se me acercó una de las hermanas y me dijo: -Hermano pastor, hable con mi esposo, la noche del domingo, lo vi que se quitó toda la ropa, hasta los interiores, y se arrodilló en el cuarto y le pregunté “¿qué estás haciendo viejo?... y él me dijo: ¿No escuchó al pastor???, él dijo que debíamos desnudarnos completamente cuando oráramos…. (parece un chiste pero es auténtico).

Las malas interpretaciones hacia mis palabras siguieron… En una escuela Dominical dije: -Lo que hace daño del cigarro es su última parte, lo que le llaman la colilla, porque allí está concentrada toda la nicotina.- En una de mis visitas, quise ir a visitar en su trabajo de latonero a uno de los hermanos, y de lejos lo ví con un cigarro en la boca, al acercarme y verme, botó el cigarro, y le dije: -Hermano, ya lo vi….- y él inmediatamente me dijo: -Hermano, yo me lo estaba fumando hasta la mitad, Ud. dijo que lo que hace daño es la colilla…..

En esa misma clase, había dicho que una cerveza no hacía daño, pero nuestra lucha no era contra la última sino contra la primera, pues sin la primera no habrá una segunda… etc. Pues fui mal interpretado de nuevo, una hermana me dice: -Pastor hable con mi esposo, todos los días en el almuerzo se está tomando una cerveza, cuando le dije que no lo hiciera él me dijo que el pastor había dicho que una cerveza no hacía daño.

Escondiendo una barriga En una oportunidad me llega una hermana llorando diciéndome que le habían dicho, que el esposo de su hermana (que era miembro de la iglesia), tenía otra mujer en un pueblo a las afueras de San Cristóbal. Le pregunté si sabía dónde ubicar a esta mujer, y ella sólo me dijo el nombre del pueblo. Le dije que me consiguiera una foto de su cuñado y saldríamos al día siguiente a comprobar lo cierto del chisme.

Al día siguiente, oramos y partimos, en ese momento yo tenía mi automóvil, cuando entramos al pueblo volvimos a orar, y comenzamos a recorrer las calles, y estacioné el auto frente a una de las casas, me bajé, toqué la puerta y salió una señora, le enseñé la foto y le dije: -Disculpe, ¿conoce Ud. a este señor?...- y ella me dijo: -Claro que sí, es el esposo de mi hija-….. Le pedí a la hermana que bajara del auto y le expliqué a la Señora lo que estábamos haciendo. Ella nos mandó a pasar y conocimos a la joven. Comprobado esto fuimos a la casa de la esposa y tuve que darle la noticia para que juntos solucionemos el problema.

Ella tuvo una buena actitud, aunque sufrió mucho el impacto de la noticia, estaba dispuesta a rescatar su matrimonio (no tenían hijos para ese entonces, se pensaba que ella era estéril). Luego de la consejería con ambos hubo un pacto de abandonar esa actitud y comenzar de nuevo fortaleciendo el matrimonio.

Pasó el tiempo y se había dado por terminado el asunto, pero regresaron las sospechas de sus andanzas con esta muchacha. Fui hasta la casa de su mamá, y tuve una conversación muy franca con él, y le pedí que confesara si los rumores de sus amoríos eran ciertos, y me dijo que sí y no sólo eso, sino que estaba embarazada. Le insistí en que me dijera dónde estaba ella, pues me extrañaba que en tantos años de casado no haya engendrado un hijo, pero con esta sí. Me sorprendí grandemente cuando me dijo, que la tenía en

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un cuarto en la casa de su mamá…. Le pregunté ¿desde cuando?, desde hacía 4 meses… ( eso fue en un mes de enero), le pregunté, aquí tu y tu esposa recibieron el año, ella estaba en ese cuarto ¿todo ese tiempo?... y me dijo que si. Quedé horrorizado.

Le pedí que la sacara para conversar con ella, nos montamos en mi auto y tuvimos allí la conversación. Él me dijo que la conoció en la carretera, en una cola que le dio en su auto. Le dije a ella, lo angustiante de la situación, que por esta aventura un matrimonio iba a ser destruido, ella llorando reconoció el mal que estaba haciendo y me dijo que cuando él la encontró por primera vez, ya estaba embarazada de un amigo y como vió tan buena gente, a este hermano, luego de tener relaciones le dijo que ese hijo era de él.

Inmediatamente me dí a la tarea de ayudarlo a demostrar que era imposible que ese embarazo fuese de él, pues sospeché que la muchacha no decía la verdad, o que era una componenda entre los dos. Fuimos al médico y le diagnosticaron un problema en los testículos que era de operación. Luego fuimos a un abogado, debido a que esta chica era menor de edad, el propósito era pedirle consejo sobre este caso. El abogado no nos permitió terminar de contarle el cuento y nos corrió de su bufete diciendo: -Yo no atiendo casos de sinvergüenzas que dejan embarazadas a menores de edad…- Esta vergüenza que pasé, me enseñó a que jamás me queme las manos por este tipo de problemas, la vergüenza fue inmensa.

Esta otra mala noticia, también tuve que comunicárselo a la esposa, él estaba dispuesto a divorciarse, pero ella no. Les recomendé a ambos que salieran del Edo. Táchira, a otro ambiente y otro clima, a ver si esto era beneficioso para la concepción de su bebé. (Este consejo fue tomado luego como argumento en mi contra por esta hermana).

Muchos años después me enteré que ese hijo sí era de él, pues el parecido físico es innegable.

Un problema de drogas Me llega a mi oficina un joven colombiano de nombre Higinio, con pantalones blu jeans y una chaqueta gruesa verde militar. Y me pregunta si yo soy el pastor… Después de identificarme, me pone sobre el escritorio una bolsita de plástico con marihuana y me dice: Quiero que me ayude, la droga hizo que mi esposa me abandonara con mi hijo (3 años), y éste se me cayó de un columpio y le detectaron un tumor cerebral. Quiero ayudar a mi hijo, pero la droga no me deja trabajar.

Después de orar con él un buen rato, le dije: -Vamos a empezar deshaciéndonos de esa droga y él me dijo: -para eso se la traigo, quíteme esta tentación, sé que es el mismo diablo. Nos levantamos y fuimos hasta el baño de los caballeros, vacié la bolsita en la poceta y bajé la palanca. Lo invité a la iglesia y se fue de mi oficina.

A los tres días se aparece de nuevo, con otra porción de Marihuana, con la misma escena, llorando y arrepentido, hablando lo mucho que quería a su hijo. Hicimos el mismo procedimiento y se fue tranquilo.

Tres o cuatro días después vuelve a aparecer con el mismo tema, pero esta vez le dije… -Mira vamos a orar, pero le vas a decir a Dios esta oración: -¡Señor, si vuelvo a consumir esta droga que me muera!... él se paró asustado y me dijo: -¡Está loco!, como cree… no voy a orar así!, -Entonces no es cierto lo que tu dices, no la quieres dejar… y lo peor es que no quieres a tu hijo, le dije… Al escuchar eso se arrodilló y gritó orando diciendo: -¡Señor, si tomo de esta droga que me muera!!. Luego se levantó y dijo: -Vamos pues-, él pensaba que íbamos a echar de nuevo la droga por la poceta, pero esta vez, la agarré y se lametí dentro de la chaqueta y le dije: No, no la vamos a botar, esta vez te la llevas, si pruebas de ella te vas a morir, como se lo pediste al Señor….. ¡Pero pastor, me voy a llevar a el diablo!... le contesté. -Tranquilo… llévatela, Dios sabe lo que hace.

Esa noche como a las 12 o una de la madrugada, tocan a la puerta, cuando abro, es él con el niño, le pedí que pasara… Tenía la garganta muy inflamada, no podía hablar y estaba prendido en fiebre, cuando le pregunté qué le pasaba, sacó un “pucho” de marihuana sin terminar…. Entendí inmediatamente. Le acosté

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en una cama improvisada en uno de los salones de la iglesia, le tomé la temperatura con el termómetro y tenía 41 grados.. Lo llevé a la ducha, y pasé toda la noche colocándole compresas mojadas. Fui a la farmacia y compré un antibióticos y algo para la fiebre, le dije que íbamos a esperar hasta el amanecer, si seguía así íbamos a ir al hospital.

Toda esa semana la pasó con nosotros, mi esposa y yo le atendimos. Nos contó muchas historias de su vida realenga. Aceptó a Cristo de una manera muy sincera. La noche del viernes no llegó a la iglesia, el sábado llega en la mañana herido por arma blanca a un costado del abdomen, la camisa rota y bañada en sangre. Al preguntarle qué le había pasado me dijo, que estaba en una parada cuando un delincuente, le amenazó con un cuchillo, como no se sometió le pasó el cuchillo por el abdomen, cortándolo. Él dice que el muchacho salió corriendo, como vió que la herida era superficial, usó su franela para detener la sangre y comenzó a seguir al delincuente…. Dice que lo siguió hasta el barrio que queda debajo del viaducto… Esperó afuera de su casa, calculando que él se durmiera, abrió la puerta (del rancho), se metió en su cuarto, y sacó debajo de su almohada el cuchillo, en eso, dice él escuchó la voz de una mujer que llamaba al muchacho, él inmediatamente fue a ver y encontró a la madre del delincuente enferma con las dos piernas muy hinchadas. Él dice que le preparó a la doña algo de comer, pues decía ella que duró todo el día sin comer por que su hijo no había regresado a casa.

Este joven siguió narrando y me contó que se sentó al lado del muchacho, esperando que amaneciera… A la mañana del día siguiente, después de hacerle el café a la señora, el delincuente se levanta y busca el cuchillo, y éste le dice, -¡lo tengo yo¡ ahora siéntate y escucha, diciéndole estas palabras –Yo soy el tipo que apuñalaste anoche, y estoy aquí para decirte, que yo fui así como tú, y que no te maté cuando entré a tu casa por que ahora soy cristiano… Cuenta el joven que esa mañana el delincuente aceptó a Cristo y a partir de ahí fue discípulo de él.

A este joven, le planteé un negocio, como el sabía repujar el cuero, le dí de mi sueldo trescientos bolívares y le dije, -oye se acerca las Ferias de San Sebastián, compra material para que vendas algo en la Feria- él se alegró muchísimo, inmediatamente compró cuero, alambra de bronce y unas barritas de bronce y comenzó a trabajar.

En la Feria, el presidente de la República (Carlos Andrés Pérez), se detuvo y vió su trabajo, y le dio trabajo en el INCE para que enseñara su arte, además de dinero en efectivo. Al poco tiempo su esposa, regresó de Colombia, aceptó a Cristo y se casaron y su hijo, la iglesia le llevó a un médico, y cuando le hicieron las placas de nuevo, no salía absolutamente nada en el cerebro.

A este joven fue quien le regalé la guitarra que había comprado con 300 bolívares y que me había acompañado en mi soltería en la evangelización. Este muchacho me dijo: -Para que Ud. haga eso me debe amar mucho y nunca lo defraudaré-

Una buena acción que se convirtió en un dolor de cabeza

A la iglesia siempre llegaban personas buscando ayuda de muchas formas, en una oportunidad llegó un hombre, que se veía que tenía tiempo sin bañarse y tenía muy mal aspecto. Confesó que había salido de la cárcel por el delito de homicidio. Que había conocido en la cárcel al llamado “Monstruo de Guarenas”.

Le ofrecí que se quedara ese día con nosotros, se bañó, se afeitó, le conseguí ropa limpia, y su aspecto cambió inmediatamente, se veía mas decente y tenía un hablar muy educado. Le dimos refugio por una semana. Le conseguí trabajo como mesero, le compré el uniforme y le pedí a la iglesia que le consiguiéramos una cama y le alquiláramos una pieza cerca de la iglesia. Para mí fue una gran experiencia ver el hombre que recibí en la puerta y el hombre nuevo que era después. A la siguiente semana, llegando al fin de semana, me dijo que quería visitar a su familia que vivía en San Carlos de Cojedes y que deseaba visitar la Iglesia Bautista de esa localidad, y me pidió una carta de referencia que constara que yo lo

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conocía y que tenía buen testimonio. En mi novatada como pastor, así lo hice, con mi firma y sello de la iglesia.,

El lunes de la siguiente semana no supimos de él, lo fui a buscar a su trabajo y me dijeron que el viernes había pedido su semana de trabajo porque se iba a otro estado. Cuando lo busqué en la pieza la señora me dijo que no usaba la pieza durante mas de cuatro días. Fue muy decepcionante para mí el ver que había sido burlado. Pero eso en verdad no me preocupaba, pues estaba satisfecho de haber hecho el bien.

Pasado como tres meses, me llega una carta de la Convención donde me dicen que un hombre con una carta firmada por mí y con el sello de la iglesia, había robado cuatro iglesias, que lo habían recibido y le habían alojado en el templo. Que era necesario que yo lo detuviera. Lo único que pude hacer inmediatamente fue girar una serie de cartas donde advertía el carácter delictivo de este individuo y que dieran por no válida la carta que llevaba.

Tres borrachos Tocan a la puerta y entran tres borrachos con una bolsa de limones, y uno de ellos me dice: -hermano cómpreme estos limones para tomar aguardiente……. El otro borracho lo interrumpe y dice: -ellos no te van a dar dinero para comprar aguardiente…. Y el otro borracho dice: -Bueno dicen que los evangélicos son gente muy buena…. Mire tenemos hambre dennos de comer, y se pone a reír. Cuando dijo eso, les invité a pasar al salón de los niños, donde había unas sillitas y mesas de pantri. Les pedí que se sentaran, subí y le dije a Gladis que preparara tres platos de caraota (que estaban recién hechas) por que invité a unas personas a comer. Les serví las caraotas con algo de arroz y unas arepas…. Cuando se disponía a comérsela, les dije: -¡No! ¡Como cochinos no, vamos a orar!…. Y los puse a dar gracias por los alimentos. Comieron rapiditos… y luego se pararon y salieron, y uno de ellos le dijo al otro….-¡Oye, es verdad lo que dicen de los evangélicos!

Tratando un caso difícil A la iglesia me llegó un domingo una familia constituida por la pareja y un hijo. Este individuo era todo un personaje en la comunidad evangélica; era escritor de mas de cuatro libros, locutor de radio, Profesor en el Instituto Evangélico Ebenezer, predicador y conferencista muy cotizado.

En verdad yo no lo conocía, él mismo, después del culto de ese domingo, me pidió la oportunidad de hablar conmigo y me invitó a su casa. Allí tuvimos una larga conversación sobre su vida y el problema que lo llevó a asistir a nuestra iglesia.

Él me había explicado que lo habían excomulgado de su iglesia por calumnias infundadas y que había introducido dos demandas a los pastores de la Iglesia Libre Buen Pastor por injuria y maltrato moral a su persona y familia, y casi suplicándome me pidió que le permitiera asistir a la iglesia junto con su familia.

Cuando me dijo que era el autor del libro “Cuando Llora un Guerrillero”, me sorprendió, pues ese libro había tocado muchos corazones, entre ellos a la de mi sobrina Rosa.

Le expliqué que me iba a informar mejor de su caso y que podía asistir a la iglesia cuando quisiera, pero ara hacerse miembro de la iglesia tenía que reconciliarse con la iglesia que lo había disciplinado. Él sostuvo que eso era imposible. No quise seguir insistiendo para no incomodar su deseo de asistir a la iglesia.

A la semana siguiente me llegan a la oficina los dos pastores de dicha iglesia Libre y me dicen, que no permitiera que ese “hombre” se congregara con nosotros, que era peligroso. Me contaron que había amenazado una mujer con un arma para que no lo delatara ante su esposo como adúltero, que este personaje había hecho un acto lascivo con un menor de edad en la escuela dominical (le sacó el pene del pantalón para explicarle qué era el prepucio). Le acusaban de homosexualidad, de tráfico de drogas y pacto satánico. Me enseñaron unas carpetas donde estaban las pruebas de todo lo que me decía, yo les dije que

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no era necesario ver eso, pues el libro de la vida lo tenía el Señor y que iba a ser abierto en el día final y no ahora. Ellos un poco molestos casi me ordenaban que no dejara que él se congregara. Su actitud me molestó mucho y les dije: -Miren hermanos, si a esta iglesia llega una prostituta, un homosexual, un asesino o Ustedes; yo los dejaría entrar, porque la iglesia se hizo para los pecadores. Ellos en su esfuerzo de hacerme entender me dijeron que él tenía un espíritu religioso, que le era indispensable congregarse, que era todo un demonio. Como no les hice caso ellos se molestaron mucho, se pararon y se fueron.

Luego de esta entrevista lo llamé por teléfono y le dije que lo esperaba en la iglesia. Cuando llegó le dije todo lo que ellos me habían comentado, lo cual todo lo negó y dijo que ahora mas que nunca le iban a pagar esas injurias… Le dije que si en verdad no es cierto y que él era un cristiano íntegro, debía retirar la demanda contra esos pastores e ir a reconciliarse con ellos pidiéndoles perdón por todo aquellos que les ha perturbado.

El se molestó mucho y me dijo que nunca haría eso… que él no estaba en capacidad de perdonar esas calumnias… entonces yo le dije que ellos tenían razón, -Ud. no es un cristiano- le dije. Él muy molesto salió de la iglesia.

Perseguido por dos cuadras por un pastor gritando Estando en el correo, mientras buscaba cartas en el apartado, se me acerca un anciano de pelo blanco y me pregunta: -¿Ud. es el pastor Salas de la Iglesia Bautista?... y le dije: -Sí, mucho gusto-, inmediatamente alzó la voz y me dijo: -¡Saque de su Iglesia a L.M. Ese hombre tiene un demonio poderoso, sáquelo de su iglesia¡¡¡- gritaba mas fuerte…. La gente que estaba en el correo veía al anciano gritar y no sabía lo que pasaba. Le recordé al anciano donde estábamos, que por favor bajara la voz…fue peor, porque alzó la voz mas aún diciéndome: -Ud. está hechizado, ¡¡él lo ha hechizado!!, ¡SÁQUELO, SÁQUELO DE LA IGLESIA!!!!.

Al ver que no se controlaba, salí de prisa del edificio, pero siguiéndome él, al salir comencé a correr pero el anciano corría detrás de mí gritando: ¡Ud. está hechizado, está embrujado!!. El viejito lo perdí a la segunda cuadra…. Luego supe que ese anciano era el padre de uno de los pastores de la Iglesia “El Buen Pastor” de S.C.

Buenas Noticias A las dos semanas aproximadamente, llegan a la iglesia de nuevo estos dos pastores y me dicen: -Qué le hizo Ud. a M…?- -¿Por qué?- pregunté. –Este hombre llegó a nuestra oficina, se arrodillo en la puerta, y de rodillas caminó hacia nosotros llorando pidiéndonos perdón. Les expliqué el reto que le hice y parece que había cumplido al pie de la letra todo lo que le dije… Ellos me dijeron: -Le felicitamos, Ud. hizo lo que ninguno de nosotros pudo hacer.-

Luego el hermano M. llega a la oficina con un manuscrito, el último libro que había escrito, titulado: “Las razones de Satanás” (o algo así), él me dijo que en ese manuscrito trataba sobre la defensa de Satanás ante las acusaciones de Dios. Me contó además que estando él en su casa, una serpiente entró a su apartamento atravesando la pared, se enrolló y le habló, pidiéndole que por favor escribiera este libro. Me siguió contando que durante varios meses la serpiente lo visitó hasta que terminó el libro.

Le pregunté el por qué me había traído ese material, y él me dijo que deseaba que yo lo quemara, porque fue inspirado por el mismo Satanás. Yo le expliqué que el que debía destruirlo era él y no yo… porque si yo lo hacía él le seguía manteniendo el respeto.

Delante de mí, agarró las páginas manuscritas y las rompió y las arrugó, le busqué un tobo de metal que había en la iglesia, echó las hojas ahí y le prendió fuego. Oramos y dimos por victoria ese momento.

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A partir de ese momento, este hermano pasó a ser un hombre de confianza, se hizo miembro de la iglesia junto con su esposa y bauticé a un jovencito que él siempre llevaba a los cultos. Se había dado a la tarea de adularme en todo lo que hacía, tanto que me molestaba.

Faltando a mis principios éticos Ya casi al final del año que salí de San Cristóbal, me dijo: -Hermano, Ud. siempre usa el mismo saco y la misma corbata, Ud. es un hombre que debería vestirse mejor, permítame hacerle un regalo a Ud. y a su familia. Yo le cuestioné su sugerencia diciéndole que había aprendido en el Seminario que el pastor no debe recibir “regalos” porque eso compraba conciencia,. Pero él con lágrimas en sus ojos me pidió que por favor le permitiera darme ese obsequio. Al verlo así accedí y nos citó a mi esposa e hijos a un viaje a Cúcuta donde nos vistió a todos. A mí me regaló un traje blanco, con camisa, medias y hasta interiores.

Fue este hermano, quien promovió que se me comprara un automóvil, junto con un hermano que tenía una zapatería. Me enteré luego, que el plan era comprarle el Wolswagen a él por siete mil bolívares y dárselo como obsequio al pastor. Cuando él se entera que otros pastores, entre cuadrangulares y pentecostales, estaban recogiendo dinero para regalarme un automóvil. Él sugirió que la iglesia pusiera algo mas de dinero y me compraran un automóvil mas grande. El auto fue un Doge Dart 77, color mostaza y costó 21.000 bolívares.

Convoqué una asamblea para hablar sobre este regalo y les expliqué que yo había aprendido en el Seminario que no debía aceptar regalos, por lo tanto estaba dispuesto a pagar el costo de este automóvil. Sugerí que el carro estuviera a nombre de la iglesia, y sea llamado “el carro pastoral”. Todos los miembros se negaron, dijeron que eso no era necesario, sin embargo le insistí, hasta que un hermano propuso que el carro estuviera a nombre del pastor y que lo pagara como él quiera. Otro mejoró la propuesta y dijo que lo pagara de un bolívar mensual… y cuando no pudiera pagarlo la iglesia le perdonara la deuda. Me pareció buena la proposición y así se aprobó y constó en acta.

El haber recibido estos “regalos”, trajo para mí un sufrimiento nuevo en el ministerio, la humillación pública. Resulta que en una asamblea, me tocó acusar a ese hermano de algo que no recuerdo en este momento. Este hermano, al verse acusado inmediatamente dijo: -Me extraña pastor, que Ud. diga eso de mí, yo que lo llevé a Cúcuta y los vestí a Ud y a sus hijos, hasta la ropa interior de su esposa se la regalé yo….- Eso para mí fue mortal. Esa misma tarde agarré todo sus obsequios en sus respectivos ganchos y se los guindé en la reja de la puerta de su apartamento.

Al poco tiempo llegó a la casa llorando, preguntándome el por qué le había hecho ese desprecio. Le ratifiqué la enseñanza aprendida en el Seminario. Después de esto se apegó mas a mí, pidiéndome que usáramos todos los viernes en la noche para ayunar y orar en mi casa. En verdad no pude rechazar esa invitación que me pareció muy piadosa.

Este hombre se puso tan empalagoso, que en una oportunidad le escribe un poema a mi esposa, para que lo recite un domingo….. Ella me comenta y me dice: -Mira lo que me escribió.. mira lo que dice aquí,- decía entre otras cosas: “…te entrego mi sexo….”, Ese papel me llamó la atención, no sólo por el texto, sino por la forma como corregía en su máquina de escribir cuando se equivocaba (con un slash /). Recordé una carta que me dieron los pastores de la Iglesia Libre, que me dijeron que él había escrito cuando amenazó a la mujer con el arma.

Busqué esa carta y la comparé con la poesía, era la misma máquina de escribir, y los errores eran corregido con el mismo Slash. La Carta estaba firmada por Fausto (quien había echo un pacto con el Diablo) y la rúbrica era un tridente. Había demostrado que él sí había escrito esa carta que negó en el pasado.

Lo llamé, lo confronté y le dije que ya no me podía engañar….. que en verdad todo lo que decían de él era cierto… Él llorando me dijo que si, que era cierto todo lo que le habían acusado. A partir de ese momento nos distanciamos mutuamente.

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Un sueño premonitorio Una mañana me desperté muy asustado, soñé que bajaba por la escalera que daban al salón de adoración. Al llegar abajo observé que la pared detrás del púlpito bajaba una grieta, y a través de esa grieta se veía el cielo azul, sin nubes. La grieta bajaba y rompía el piso por debajo del púlpito y seguía por todo el salón, partiendo la iglesia en dos.

El domingo siguiente le testifiqué sobre mi preocupación sobre el posible significado que podría tener este sueño, advirtiendo mi desconfianza en la interpretación a la ligera de los sueños. Sin embargo me atreví a darle una interpretación en ese momento, diciendo que es probable que se presente un problema de división de la iglesia causado por el pastor. Dije esto en plena ignorancia del problema que se avecinaba.

Error pastoral que me costó el Ministerio en San Cristóbal Había una joven miembro de la iglesia, que desde mi llegada a la iglesia, se mostró muy interesada en ayudar en todo aquello donde pudiera participar. Siempre llegaba temprano, todo lo que se le encomendaba lo hacía con entusiasmo.

Por su deseo de trabajar, fue nombrada Secretaria de la Iglesia, por lo tanto también estaba presente en todos aquellos asuntos de la oficina del pastor: por lo tanto se creó un vínculo muy especial entre el pastor y la secretaria.

Debido a la inexperiencia en estos casos, no me percibí del peligro que corría, varios adultos, entre ellos los diáconos y mi esposa me advertía de lo riesgoso del trabajo conjunto con la secretaria. Todos me advertían que en ella se le veía un interés más allá de lo que ella profesaba. En varias oportunidades les exhorté a que dejaran la malicia y los malos pensamientos hacia nuestro trabajo. En verdad, a lo menos al principio, no veía que existía riesgo ninguno, me parecía que había una buena relación de trabajo con esta joven.

Lamentablemente, me confié en mi juicio y no en el consejo de los mas ancianos, sobre todo en el consejo de mi esposa, a quien le decía que eran “puro celo morboso” sus críticas. Después de mi equivocación entendí que las sospechas de una mujer casada, no deben ser menospreciada o catalogadas como simples “celos”.

Lo cierto fue que esta joven se convirtió para mí en mi mano derecho en todas aquellas actividades que planificaba para la iglesia. Hasta llegó a ser pareja de visitación a inconversos y enfermos, ocupando el lugar que sólo corresponde a la esposa del pastor.

En ninguna manera pretendo justificar mis errores con lo que a continuación diré, pero en mi juicio pienso que fue la situación que me llevó a depender de la compañía de esta joven en mi labor pastoral.

Cuando mi esposa llega a San Cristóbal, estaba recién dada a luz del segundo hijo, llevándole éste a la primera sólo meses de diferencia. En verdad era muy difícil que me acompañara a la visitación o a las actividades que tenía con los adolescentes con el grupo de Boy Scout, o con la tarea de alfabetización. Al principio de mi ministerio, esta joven llenó ese vacío, por eso salía con ella a ser la visitación semanal. Luego de nacer el segundo hijo, al poco tiempo sale embarazada del tercero, sintiéndose muy mal durante todo su embarazo. Cuando nace el tercer hijo, esta joven se ofreció a ayudarla en su convalecencia postparto.

Jamás debí permitir que el lugar que debía ocupar mi esposa, lo ocupara otra persona, y mucho menos una del sexo femenino. Reconozco que en mi novatada pastoral, fui muy torpe, pues ni siquiera hice uso de mi sentido común. No sospechaba, aunque sí me lo decían las hermanas más expertas, que esta relación de trabajo era caldo de cultivo para que naciera un sentimiento peligroso por parte de la joven hacia su pastor.

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Yo estaba seguro de lo que yo sentía, pero no advertí que no podía garantizar lo que ella podía llegar a sentir.

Una confesión comprometedora En una oportunidad estaba en la oficina y llega esta joven llorando, y le dije al verla así: -¿Qué te sucede?- Ella no quería responder a esa pregunta. Me pareció curioso que hacía un mes atrás, la hermana de ella llegó a mi oficina con la misma actitud y a través de preguntas logré la confesión de su angustia.

Le pregunté: -¿Estas enamorada y no eres correspondida?, y ella me consintió con su cabeza. Le pregunté si era un joven compañero de estudio o de su trabajo, y lo negó con su cabeza, sin levantar la mirada. -¿Es de la iglesia?- insistí, y lo volvió a negar. Luego levantó la cabeza y dijo que al que ella amaba era prohibido. A partí de allí me preocupó y le dije que por favor me dijera el nombre para poder la magnitud del problema. Y ella me dijo: -Ese hombre es Usted-.

En ese momento me paré y subí a la casa pastoral que quedaba en el primer piso de la iglesia, y le dije a mi esposa lo que acababa de escuchar, y le pedí que por favor bajara para que hablara con ella. Lamentablemente, la inexperiencia de mi esposa en estas lides, al igual que la mía, la llevó a decirme: -¡Ese es tu problema!, ya yo te lo había dicho. Le pedí que por favor bajara y la ayudara, porque yo no sabía que decirle… y ella volvió a repetirme: ¡Ese es tu problema!. Muy molesto bajé y traté de confrontarla de lo peligroso de su confesión. Ella pidió perdón, insistiendo que no podía controlar ese sentimiento, y se fue a su casa llorando.

Quedé muy conmocionado, esperando que eso no iba a pasar de allí, pero su presencia en la iglesia ya comenzaba a perturbarme. Varios sentimientos luchaban dentro de mí, entre ellos: miedo, curiosidad, piedad, pánico. No sabía como armonizar, mi rol de pastor con mi instinto de preservación. El hecho de haberla visto llorar y confesar sinceramente sus sentimientos, sentí la necesidad de ayudarla, pero sabía que en esa intención de ayuda, iba a quedar ardiendo en ese fuego.

De una manera muy torpe no rompí la relación de trabajo con ella, seguimos trabajando juntos y de vez en cuando hablábamos del tema. Mi relación con mi esposa se empeoraba día a día, pues ella ya estaba al tanto de sus sentimientos y del peligro que yo corría.

La falta de experiencia se complica Debido a lo delicado del asunto, procuré mantener discreción, ya que consideraba que sus sentimientos no constituían una falta grave mientras no pase de ahí, o no sea correspondida. Sin embargo, solicité consejo sobre este asunto a Germán Núñez, cuando nos hizo una visita de cortesía y éste no le dio gran importancia, sino que me animó a que mantuviera mi testimonio limpio. En otra oportunidad le pedí consejo a Ricardo Beal, un misionero norteamericano. Él me invitó a comernos un sándwich en un centro comercial para hablar sobre el asunto. Luego que le cuento llorando el problema, el me dijo en tono jocoso: -No se preocupe hermano, en verdad Ud. es un hombre bien parecido y no tiene nada de extraño que una joven se fije en Ud.-. Al ver que este hermano no tomó en serio mi crisis, me paré y lo dejé en la mesa. En verdad me sentía ridículo, quizás ellos tenían razón, y yo estaba creando una tormenta en un vaso de agua.

Cuando el hermano M. me sugirió que hiciéramos un medio ayuno (sin cena) y oración los viernes en mi casa, vi como una gran oportunidad para que él conociera sobre el asunto, y así me ayudase con sus consejos y sus oraciones. En varias oportunidades me vió llorando por la impotencia de no poder hacer nada. Él sólo se limitaba a oírme y a decirme que lo pongamos en oración.

La relación de trabajo, con esta joven continuaba, porque en verdad deseaba ayudarla, pero en vez de suceder eso, mi vida espiritual iba en decadencia, había despertado hacia ella un sentimiento diferente, no se salía de mi mente, y en vez de apartarla, buscaba cualquier excusa para que estuviéramos juntos. Esta actitud le dio seguridad, pues se sentía correspondida.

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Sin embargo, ella decidió irse de S.C. a estudiar medicina en el Zulia. De hecho se fue, pero al poco tiempo regresó, diciéndome que no podía estar lejos de mí, y que no podía concentrarse en los estudios.

En el momento en que sentí que estaba atrapado, decidí hablar con los diáconos. Estos me recomendaron que guardáramos discreción, que le iban a pedir a la joven que se fuera de la iglesia, pero sin armar escándalo. Les dije que eso no podía hacerse, que ella se resistiría por ser un acto injusto y sin razón. Les argumenté que si no tenían otra sugerencia mejor que esa, iba a convocar una Asamblea para tratar este asunto.

Intentos para que esto no salga a la luz Cuando a ella le llegó la noticia de mi decisión de hacer esto público, me escribió una carta de tres páginas, donde me confesaba de nuevo su amor y pedía que dejara eso así, que ella se iba a ir y que no dañaría mi ministerio, que estaba dispuesta a sacrificarse, con tal de no hacer daño.

Esa carta la rompí y la tiré por la poceta. Sus palabras hacían un efecto en mí, donde la piedad, la responsabilidad y el miedo se entrelazaban. Tenía más miedo a lo que yo le podía hacer, en lo que ella podía hacerme a mí. Mi actitud, fue de romper toda comunicación con ella, la evitaba en todo momento.

Toda explicación que yo le daba a mi esposa, sobre mis sentimientos de huir de esa situación, no eran creíbles para ella. Por mas que le explicaba que ella era la que me daba motivos, no me creía, y en verdad tenía razón, pues no tenía el valor de tomar una decisión definitiva sobre este problema.

En una oportunidad llegó a la casa su hermana menor, y al saludarme pone en mi mano un papelito y se despide, cuando trata de irse, le agarro la muñeca y le digo: -espérate un momento-, abro el papel y en él decía que me esperaba en un lugar que no recuerdo…. Inmediatamente llamé a mi esposa y le dije: -¡Aquí está la prueba¡, mira como ella es la que me cita, la que me busca…- Le pedí que fuera ella a esa cita y que la insultara, si es posible que le diera una bofetada y que le demostrara que estaba metiéndose con un hombre casado y con hijos…. Ella me dijo que no iría, que no estaba dispuesta a rebajarse, sin embargo le insistí, y ella fue.

Al rato de haber salido, regresa a la casa, pero con la joven. Al verla entrar, me agarré la cabeza y le dije: -¿Por qué la trajiste…?... –Ella quiere que conversemos los tres-… le dije que no que ya todo estaba dicho que yo no tenía que hablar con ella. La joven entonces se arrodilló y abrazó las rodillas de mi esposa y llorando le dijo: -Hermana es que yo lo amo, lo amo, perdóneme, pero lo amo…- Gladys en vez de tener una actitud de reclamo, no le dijo nada sino que la paró y le habló muy tranquilamente. Yo desesperado me metí al cuarto, decepcionado por la actitud tan pasiva de mi esposa. Al irse ella, le reclamé fuertemente por qué no le dio de bofetadas, pero ella insistió que así no era su carácter, que ella no tenía la culpa, que el culpable era yo, porque ninguna mujer se enamora sin que le den motivo… dijo ella.

Desesperado convoqué una Asamblea. En esa asamblea se trató el caso donde yo explicaba que no podía trabajar como pastor mientras tuviera a esta joven como tentación constante en mi ministerio. Les confesé a todos que era humano, que si la iglesia no me ayudaba yo iba a caer. Agregué diciendo que los dos no podíamos estar en la misma iglesia, o se iba ella o me iba yo.

Al decir esto, el hermano R. dijo: -Ud. no nos puede decir eso, porque Ud. nos enseñó a amar y a perdonar. Lo que debe haber aquí es perdón y no es necesario que ninguno de los dos se vaya.- Volví a argumentar que era imposible porque ya los sentimientos estaban declarados.

Al darle la palabra a la joven, ella aceptó su culpa y manifestó que se iría de la iglesia. En todo tiempo me dio la razón. En ningún momento me acusó.

Cuando ella dijo eso, le pedí a la Secretaria, que era su hermana, que lo hiciera constar en acta, pero ella contestó que no, que no iba a escribir eso, que su hermana estaba bajo presión. Recuerdo haber dicho: - O

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lo escribe Ud. o lo escribo yo..-, en eso otra hermana dijo: -Yo lo asiento en el acta..-. La asamblea concluye con la decisión de la joven de irse voluntariamente de la iglesia.

El pastor saliente contraataca Para la época el pastor saliente, ya había sido instalado como pastor en la Iglesia Bautista Enmanuel de Rubio; sin embargo aprovechó la oportunidad para meter debajo de la puerta de mi casa una carta de dos páginas, donde decía todo tipo de improperio y ofensas. Donde me acusaba de inmoral, corrupto, mentiroso, etc. Todo esto, sin tener prueba alguna de lo que estaba sucediendo. Sólo era una buena oportunidad para decirme lo que sentía por mí desde el momento que llegué a S.C.

Luego de leer su carta, redacté otra, donde le recordé que nada de lo que decía tenía pruebas, pero todo lo que yo le iba a decir en esa carta tenia las pruebas irrefutables de lo que él era. (Reconozco que fue un acto de mi carnalidad, pero me enfureció su ensañamiento sin razón alguna). La carta que le escribí también se la metí debajo de la puerta de su casa, igual que hizo conmigo.

Buscando auxilio en la oración Esta situación me tenía aterrorizado. Había descubierto que yo no era el que creía ser. No era aquél que se sentía seguro de sí mismo, de mucha convicción y fortaleza espiritual. Me dí cuenta que era solamente un humano vendido al pecado, tan frágil como aquellos que en el pasado juzgué a la ligera. Recordaba a mi cuñado él parecía de tanta convicción, siempre trataba de corregirme todo el tiempo, criticaba duramente el modo de vestir de mi esposa. Me hablaba de santidad y perfección. Cuando se descubrió su pecado, le dije a mi esposa, temo que a mí me vaya a pasar lo mismo. Inmediatamente fui reprendido por ella y me exhortó que para un cristiano no existía esa posibilidad por ser hijos de Dios. Traté de explicarle que yo estaba hecho del mismo material que él, y bajo las mismas circunstancias podía caer. Ella insistió diciéndome que las promesas de Dios no lo permitirían.

En ese momento reconocí en mi interior esa verdad y por algunos años creí en ese principio: “el Señor no lo va a permitir…”. Y me olvidé de considerar siempre mi debilidad ante la tentación.

Cuando me vi en el borde del abismo, debido a que tenía una puerta abierta para tirar a la basura tantos sueños y vida consagrada, decidí hacer un ayuno, buscando la respuesta del Señor. Quería saber qué era lo correcto: ¿Insistir en que ella se fuera de la iglesia?, ¿ayudarla en su crisis sentimental?, ¿renunciar a el ministerio en S.C. lo cual creía, por la forma que fui llamado, un llamado divino?. Sabía que si no conseguía la respuesta mis días estaban contados en S.C.

Agarré el morral, el saco de dormir, la carpa y mi Biblia y me adentré en una zona montañosa llamada “El Cerro el Indio”. Allí en la carpa, sin alimentos duré tres días, buscando la dirección de Dios, mas que todo una respuesta.

Otra metida de pata por inexperto Al domingo siguiente, ella y su familia no asistieron a la iglesia, pero cometí la imprudencia de predicar sobre ese tema y dije: -Estábamos orando para que el Señor sacara el demonio de la iglesia y se fue toda una familia-, Esta metida de pata, molestó a los amigos de la familia y fueron y llevaron el “chisme”, regresando en bloque toda la familia para hacer la guerra definitiva contra el pastor.

Última Asamblea en mi defensa Viendo que la situación se había empeorado, convoqué una asamblea nuevamente, para que se ratificara o se negara la inocencia del pastor en este lío. A esta asamblea asistió “hasta el gato”, estuvieron todos los miembros. Allí se caldearon los ánimos. Esta familia fue apoyada por varios hermanos, entre ellos el hermano M. El punto de discusión era que yo mentía, que ella no era la que me seducía sino que era yo quien lo hacía y supuestamente tenían todas las pruebas.

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En mi defensa decía que si yo hubiese sido el “seductor”, ¿por qué saqué esto a la luz?, si habían suficientes pruebas para comprobarlo, ¿por qué no acepté el consejo de los diáconos de mantener esto en secreto?.... La joven en cuestión no habló en ningún momento, los que hablaban eran sus familiares y los hermanos “protectores”. Todos ellos me acusaron de “supuestos” pero no de hechos. El hermano R., hizo una descripción vulgar de lo que yo pude haber hecho con la joven. Cuando le pregunté si él estaba allí para decir eso con tanta seguridad, él dijo: -Yo soy hombre y yo entiendo de eso-.

Al llegar el momento de la votación, la mayoría estuvo de acuerdo que el pastor quedaba libre de todas estas acusaciones mal fundamentadas y que continuara con su pastorado en la iglesia. Sólo trece miembros votaron en contra (casi los mismos que me llamaron). Y más de 30 estuvieron a favor.

Al terminar la votación dije estas palabras: -Debido a que mi testimonio estuvo entre dicho por un lío de faldas, presento ante Uds. mi renuncia irrevocable a la iglesia, y pido que en los quince días de preaviso se haga la diligencia de llamara a otro pastor y hacer la transición correspondiente.- Todos estuvieron de acuerdo y fue asentado en acta.

Lo anterior fue un sábado, el miércoles de oración siguiente, cuando mi familia y yo íbamos a entrar en el templo, observo que habían cambiado el cilindro de la puerta de entrada al templo, y escucho que había ruido dentro del mismo. Toco la puerta para ver quién me podía dar razón del cambio de cilindro, y alguien me contesta de dentro: -¿Quién es…?- le respondo: -¡El Pastor, ábrame la puerta!, se asoma una hermana por el balcón y me dice desde arriba: -¡Ud. no puede entrar a esta iglesia!... ¿Por orden de quién?, pregunto, y me contestó: por orden del hermano R…

El día siguiente en la mañana, fui hasta el mercado, donde trabajaba uno de los hermanos que creían en mi versión. Fui buscando unas cajas para embalar nuestras cosas. En verdad no tenía deseos de decir a nadie que me iba, pero este hermano dijo esta frase: -Pastor, cuando alguien busca cajas es por que está que se muda…- Esas palabras me hicieron llorar y le dije que sí, que me iba a ir a Maracay, y le conté lo que había sucedido ese miércoles.

Este hermano convocó a un buen grupo de miembros y fueron hasta la casa, entre ellos, había un hermano que tenia un taller mecánico y me pidió que no me fuera, que la iglesia en su mayoría estaba conmigo, que podía seguir con la iglesia pero en el local de su taller, a todos les pareció buena idea y comenzamos ese domingo el primer culto, como a 400 mts, del local de la iglesia.

Buscando un Acta de salvación Yo sabía que una de las familias que se quedaron en el local y con el grupo minoritario, me tenían cierto aprecio y me aventuré de ir hasta su casa, ya que la esposa de ese matrimonio, era la que había tomado las dos actas donde se demostraba que la joven aceptaba su culpa y el acta donde la iglesia aceptaba mi preaviso y renuncia.

Al llegar le digo a la hermana: -Hermana, búsqueme el acta donde aparece la confesión de la joven y la última asamblea. Ella me dijo: -¡Hay hermano!, no puedo, el libro de actas se lo llevó el hermano M. y dijo que iba a arreglar la redacción…. En ese momento, sentí que había llegado tarde, que ya se me habían adelantado para distorsionar la verdad, y dije: ¡Si cambian el contenido del Acta, soy capaz de quemar la iglesia!.... Obviamente no lo dije en forma literal, fue una expresión desafortunada, pues fue tomada mas adelante como argumentación en mi contra.

Vendedor de queso Esta situación me llevó a un gran problema, ¿de qué vivía?, el sueldo ya no lo recibía y necesitaba sobrevivir. Los hermanos hacían lo que podían en darnos ofrendas de amor, pero era insuficiente, puesto que el poder económico de la iglesia lo tenían quienes quedaron en el local del templo.

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Recuerdo que tenía 50 bolívares y estaba en esta disyuntiva… ¿compro alimento o lo invierto?..... Busqué el periódico y conseguí un anuncio que decía: “Queso entero Bs, 50”. Como tenia el auto, fui inmediatamente al sitio y compré un queso de 50. Luego fui a la casa de una de las hermanas y le dije que si podía darme para comprar unas bolsitas plásticas, que luego se lo devolvía. Al comprar las bolsitas, llegué hasta la casa de otra hermana y le pedí prestado la balanza que tenía.

Agarré el queso y lo partí en pedazos de kilo, los metí en bolsitas y fui de casa en casa vendiendo el producto. Esa misma mañana lo vendí todo y le había ganado 20 bolívares mas y ya tenía 70 Bs. Fui corriendo al vendedor y le compré un queso de 70 Bs. Hice lo mismo, y regresé a la quesera terminando la tarde con 130 bolívares para comprar mas queso, En eso el hombre me pregunta: ¿qué está haciendo?... y le explico lo de cortarlo, pesarlo y venderlo…. El se sonrió y me dijo: -No, lo está haciendo mal… Vaya a las bodegas, ponga el queso en el mostrador y diga: ¡te traje el queso, pruébalo!. Compré dos quesos, los metí en el carro y a la mañana siguiente le seguí el consejo. A mitad de la mañana estaba en la quesera comprando cuatro quesos… fue todo un éxito.

Tuve para hacer un buen mercado y seguir invirtiendo…. Hasta que…. Me aumentaron el queso… y comencé a perder clientela… tuve que compensarla vendiendo matas, que me regalaba la hermana Antonia en el mercado. De esta manera mantuve a mi familia el tiempo que pastoreé la iglesia en el taller mecánico.

Domingo de Reconciliación Mientras en ese taller se reunían mas de 40 personas, en el local de la iglesia se reunían 13 a 16 personas. Allí permanecimos por el período de un mes. La hermana A., sugirió buscar un local mas adecuado y todos estuvieron de acuerdo. Cuando ví que la división de la iglesia iba a ser definitiva, los reuní un domingo y les dije que esta división no era de Dios, les expliqué que el problema era yo, y era yo quien tenía que irse. Todos oramos y llorábamos por la situación. Les inspiré a regresar a la iglesia. Todos se levantaron de sus asientos y fuimos en una procesión hacia el local de la iglesia.

Cuando llegamos, estaba predicando el hermano M., Después que todos se sentaron pedí la palabra y me permitieron hablar. Les dije que era necesario que me fuera, que no estaba de acuerdo con la división de la iglesia y que debíamos perdonarnos unos a los otros. Después que dije eso, el grupito se levantó y comenzó a insultarme. De repente todos discutían en alta voz, una de las hermanas me agarró por el brazo clavándome sus uñas, diciéndome una gran cantidad de insultos. Mientras tanto, otros comenzaron a empujarme y me sacaron de la iglesia. Cuando estaba afuera con mi esposa me dí cuenta que Josué se había quedado dentro, y comencé a empujar la puerta con gran fuerza y ellos haciendo lo contrario con gran escándalo, y les gritaba: ¡saquen a mi hijo!, cuando lo sacaron me tiraron la puerta. Al voltear veo que los vecinos estaban a las puertas de su casa viendo este espectáculo bochornoso. Hundido en gran vergüenza regresamos a la casa.

Ese mismo domingo en la tarde, se presentan tres hermanos a la casita (que estaba siendo alquilada por la iglesia y donde ya estábamos consumiendo el depósito, pues ellos habían dejado de pagar el alquiler), exigiendo la desocupación de la casa. A ellos no les importaba que tuviese tres niños y sin recursos para pagar una mudanza, ellos lo que querían era que desocupara. Me amenazaron con policía y demás, todo esto en la calle en presencia de los vecinos que también salieron de sus casas a observar el espectáculo.

Saliendo con las tablas en la cabeza Derrotado, avergonzado, amenazado y sin dinero, llamo a la CNBV, para que me ayude a salir de S.C., ellos no me dieron seguridad, pero me prometieron que enviarían a alguien a buscar los muebles. En el transcurso de esa semana llegó un hermano con un camión y nos hizo la mudanza hasta Maracay.

La hermana A. me dio para la gasolina, metí a mi familia en el auto y nos fuimos a Maracay, donde debíamos comenzar una nueva historia.

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Un retorno con lágrimas. Mientras iba en la carretera, rumbo a Maracay, trataba de cantar el himno “Da lo mejor al Maestro”… de vez en cuando interrumpía el canto por las lágrimas y el llanto. Jamás había pasado por un momento tan triste en mi vida, el verme derrotado y fracasado. Pensaba que toda mi carrera pastoral había terminado. Pensaba en la vergüenza que me esperaba al enfrentarme a mi familia. El tener que empezar a vivir una vida secular, lejos de lo que más me gustaba, servir al Señor. En verdad yo no sabía ejercer ninguna profesión que no fuese el pastorado; nunca aprendí otro oficio. Me sentía todo un inútil, asustado por el futuro de mi familia. Las nueve horas que duró el viaje, fue de llanto y tristeza.

Necesidad de tomar una decisión El primer problema que debíamos solucionar era dónde llegar. En la casa del barrio el Carmen, no podíamos regresar, pues mi cuñado, a quién se la había dejado la casa para que la cuidara, al irse, se la entregó a mi papá, y éste entregó la casa a mi tía Angelina, la cual quería que desocupara esa casa porque le negaba en vida, el derecho que mi mamá tenía sobre esa propiedad. A la casa materna no podíamos llegar pues mi madre había muerto cuando nació Keila, y esa casa estaba habitaba mi hermano Luís con su familia. Teníamos dos opciones, la casa de una de mis hermanas (que se había ofrecido en recibirnos) o la casa de la Suegra…… Conociendo el carácter de mi hermana, decidimos llegar a la casa de los suegros.

Una visión premonitoria Luego de tener esa decisión sucedió lo siguiente: mis tres niños iban en el asiento de atrás, dos de ellos dormidos y Josuecito iba parado mirando la carretera entre Gladys y yo. En eso, miro su carita apoyada en sus bracitos por el espejo retrovisor y le noto una cicatriz en su mejilla izquierda; miro la carretera y vuelvo a mirar por el retrovisor… y la cicatriz ya no la tenía. Asustado, le dije a mi esposa: -Oye, acabo de ver una cicatriz en la mejilla de Josué.

Creo que si vamos a la casa de tu mamá, uno de los perros le va a morder la cara al niño, mejor llegamos a la casa de mi hermana, a lo menos ella no nos va a morder. Y así lo hicimos.

Acomodándonos en Maracay En la casa de Mildred ocupamos el garaje de su casa cerrando la parte que daba a la calle con Cartón piedra y tela de malla plástica y dividimos el cuarto de la cocina con una cortina.

Una de las primeras cosas que hicimos fue solicitar la membresía en la Iglesia El Buen Pastor, donde habíamos, creído y donde salimos al Seminario hacía 8 años.

Recuerdo que el día de la solicitud, antes de la votación, me hicieron muchas preguntas del porqué salí de San Cristóbal. Una de las respuestas que les causó furia, fue cuando dije que me había topado con muchos caciques en la iglesia, que sus decisiones pasaban por alto la opinión de las mayorías. Un hermano que tenía una gran calva, se paró, y notándose sus ojos enfurecidos detrás de sus lentes de gruesos cristales, entre otras cosas dijo: -¡Cómo se le ocurre llamar a los miembros de la iglesia caciques!, ¡Ud. es un falta de respeto…!.

En el momento de la discusión, nos pidieron pasar a un salón contiguo, donde se oía todo perfectamente. Se escucharon gritos y negativas de la propuesta de hacernos miembros. Escuché muchos improperios de hermanos que yo creía que nos amaban, en verdad nadie deseaba que fuésemos miembros de la iglesia.

Cuando los ánimos se caldearon, el pastor dijo: -Hermanos, todos aquí sabemos como es el hermano Edgar. Todos sabemos que es un soberbio, altanero, de mal testimonio, etc, etc… - y de una manera muy “piadosa” dijo: -démosle una oportunidad….- Y al someterlo a votación. Por muy poco margen nos aceptaron como miembros.

CONTINÚA EN LA III PARTE

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III PARTE Jugando Banco en la Iglesia Obviamente, nunca me ofrecieron algún cargo, ni siquiera de conserje. Nos aplicaron la ley del hielo en todo su rigor. La indiferencia y el desprecio de ellos lo sentimos profundamente.

Solamente un hermano misionero norteamericano, era el que nos asistía en lo económico, eso si yo le pedía ayuda, de otra manera no. En una oportunidad le dije que me apenaba tener que pedirle ayuda, y él dijo que lo tenía que hacer, porque Dios no me iba a ayudar a través de un ángel sino a través de un ser humano. Me pareció correcto, pero lamenté que sólo me ayudaba si se lo pedía.

De pastor a fabricante de papagayos En la calle, en búsqueda de trabajo, para llevar alimento a mi familia, pasé por el frente de una casa antigua que la estaban demoliendo y vi una gran cantidad de caña brava (las que sostenían el techo de teja), agarré las que pude y me las llevé a casa. Luego compré papel de colores, pega e hilo, y comencé a fabricar papagayos. Se vendían como pan caliente, hasta que el poco dinero de la venta no me alcanzaba para invertir y comprar alimento… así que tuve que usar el ingenio para que el negocio no desapareciera.

Se me ocurrió entonces tomar bolsas plásticas de tintorería que tenía mi papá guardada y compré una cinta plástica. Para ese entonces los papagayos eran hechos aún de papel de seda de colores, y era una novedad los papagayos que yo hacía, de plástico. Quizás sea una “echonería” de mi parte, pero no existían los papagayos hechos de plástico, a lo menos jamás los había visto volando en los cielos de Maracay o los lugares que visitamos. De esta manera mantuve por un tiempo el alimento de mi casa.

Buhonero, barbero, vendedor de ropa, torteras, Renawere Cuando pasó la época del papagayo, fui hasta Caracas para comprar juguetes y venderlos en el mercado libre. Recuerdo haber comprado unos Frisby y unos paracaídas entre otros. LA venta de juguetes no me fue muy bien, me fue difícil venderlos.

También llegué a cortar el pelo a los niños del barrio a Bs. 5. Tampoco me fue muy bien… en verdad los dejaba trasquilados y creo que sus madres se daban cuenta.

Tuve la idea de fabricar títeres, escribir los guiones y venderlos en bolsas plásticas con etiquetas, a las iglesias evangélicas. Esta idea se la planteé a varios hermanos, para que me prestaran dinero y comenzar con este nuevo negocio. Pero a nadie le interesó. Ese fue otro de mis momentos mas solitarios.

Antes de irnos a San Cristóbal, le había regalado a Gladys una máquina de coser… y mi cuñada que trabajaba en una fábrica de sábanas, le trajo una bolsa de retazos que estaba para ser botada en la basura. Mi esposa se puso a hacer ropa con esos retazos para niñas, según su imaginación. Me dí la tarea de salir a vender lo que ella producía. El primer día vendí todo, y nos entusiasmamos mucho. Los vestidos, bragas y pantaloncitos, los vendía a 2, 4 y hasta ¡5 bolívares!. Fue todo una novedad también, pues eran hechos con tela de sábana. Para la época esto no era usual.. Recuerdo que las mujeres me decían: -¡Ah pero esto es tela de sábana!... otros decían: ¡Parece tela de cortina…!, pero los modelos eran tan hermosos que vendía todo. Hasta que, el dueño de la fábrica de sábanas se dio cuenta, que de su basura producía dinero y a partir de ahí, a su basura le puso precio y se me hizo imposible pagar lo que pedía y mantener los precios bajos, así que volví a fracasar.

Pedí ayuda a mi hermano el carpintero y él me dijo que vendiera unas bases para tortas que él había hecho hace tiempo y las tenía arrumadas. El negocio era que le diera a él lo que yo quisiera de la venta. Luego de venderlas regresé contento a su casa para llevarle lo acordado, pero él no estaba sino su esposa

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45(mi cuñada); cuando le doy el dinero para su esposo, ella me dijo: -¿A cuánto vendiste las torteras?.... – a tanto- le contesté… Ella enfurecida me reclamó que las había regalado, que yo era un inconsciente, que había regalado el trabajo de su esposo, etc., etc. Viendo su actitud, le entregué el dinero y le dije: -Eso me pasa por hablar con la esposa del carpintero y no con el carpintero-… mas enfurecida aún contestó diciendo: -¡por eso todos los Salas son una Mi…!. Y se me acabó mi incursión de vendedor; bueno aunque no totalmente, pues hice el intento de nuevo como vendedor de Renawere y fui todo un fracaso.

Buscando trabajo en el Ministerio del Trabajo Agotado mi ingenio para crear trabajo, fui al Ministerio del Trabajo, y presenté una prueba de actitud. Me clasificaron como Secretario de Primera, por mi alta velocidad de trascripción en la máquina de escribir, así como en la ortografía y redacción. Diciéndome al final que pasara todos los días para ver las ofertas de trabajo en el pizarrón.

Cada día que pasaba era un día más de pedigüeño, ya las personas que me ayudaban al verme venir de lejos se escondían, se me había agotado las fuentes de ayuda para mantener mi familia. En una oportunidad fui hasta Valencia, para pedirles ayuda a dos pastores conocidos. El uno me ayudó con dinero y el otro con un buen mercado que nos llevó a la casa.

En una de mis visitas al Ministerio del Trabajo para ver la pizarra, leo: “Se solicita personal de limpieza para el Hospital Central de Maracay”… Los ojos me brillaron y pensé que esa era mi oportunidad. Voy a la oficina de la mujer que designa el empleo y me pide la tarjeta para ver mi clasificación y ella me dice: -Ud. no está clasificado para ese trabajo, aquí dice que Ud. es Secretario de Primera y no Vedel-. Le contesté diciendo: -A mí no me importa si es para vedel, yo necesito trabajo para alimentar a mi familia-, Ella sin inmutarse, replicó: -Lo siento aquí dice Secretario de Primera, no Vedel-. Le insistí, le lloré, le supliqué…. Y volvió a contestar: -Lo siento aquí dice Secretario de Primera, no Vedel-. Delante de ella rompí la tarjetita y le dije: -¡Hágame el examen de vedel! Y clasifíqueme de nuevo… Respondiéndome: -Haga el favor y se vá, aquí no se hacen esos exámenes, Ud. es un grosero…-

Mi esposa me esperaba en el carro con los niños, y allí duré un buen rato llorando mi desgracia de ser un “Secretario de Primera” y no un “Vedel”.

Cambiando la membresía En vista de ser mal querido en nuestra iglesia, decidimos pasar nuestra membresía a una iglesia bautista que se estaba formando. Era la Iglesia bautista El Amor de Dios en Santa Rosa. Era un grupo disidente de la Buen Pastor, se reunían en la casa del hermano Paredes, un ancianito como de 80 años. Nos pareció un buen sitio donde creíamos que hacíamos falta. Pero ¡que va!, todo igual, ya estaba estigmatizado, y les daba temor darme una oportunidad como maestro o como predicador. Sin embargo me dieron oportunidad de formar la comisión redactora de la constitución de esa iglesia, donde la mayoría de la redacción de los artículos los presenté para su consideración siendo aprobados.

Llegó el día que el misionero norteamericano decidió irse de Venezuela. La iglesia nombró una comisión de postulación en búsqueda de un pastor. Formé parte de dicha comisión y en esa reunión, se consideraron varios candidatos…. Pero yo… graduado de un Seminario y con a lo menos seis años de experiencia en el ministerio, no fue considerado…(en verdad yo esperaba que lo consideraran debido a mi condición de desempleado).

Lo cierto es que en dicha comisión se postuló a otro misionero norteamericano, y alguien dijo que era mejor llamar a un pastor que podía ayudarnos con sus diezmos, y los norteamericanos diezman en “dólares”. Y la decisión final fue por supuesto un misionero norteamericano. Esta decisión me molestó mucho, pues la norma de la elección fue el dinero y no la capacidad de trabajo. Una de las miembro de la comisión me dijo que mi molestia era porque no me habían elegido a mi… y dijo que no lo hacían

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46porque ellos no me veían como un pastor sino como un hermano mas de la iglesia. En verdad me molesté de la desconsideración, pero en verdad me indignó el motivo vil de la elección.

Deseos de recuperar el testimonio manchado

Auxilio a la Al Secretario General de la CNBV. Tomé la decisión de llamar por teléfono, desde la casa del misionero en las Delicias a Caracas, al Centro de Comunicaciones, para pedir que me ayuden a limpiar mi testimonio. La conversación con el Secretario General de la Convención fue de 45 minutos (lo sé porque delante de mí tenía un reloj de pared). Mientras ahogado en lágrimas le narraba lo ocurrido en San Cristóbal, él se limitaba con un ¡ujúm!.. ¡ujúm!.. Yo le pedía que por favor me hicieran un juicio, donde se lean las actas y se escuchen los testimonios. Estaba confiado en que se iba a descubrir el atropello de la minoría contra la mayoría. Además de comprobar que yo fui la víctima y no el victimario….. Llegó un momento en la conversación, que no le escuchaba el ¡ujúm!.. y le dije, secándome las lágrimas: -¿Aló?.. ¿Me estas escuchando…?, respondiéndome él lo siguiente: -¡Edgar la Convención no es una Agencia de Empleo, lo siento…!; al escuchar eso, me sequé las lágrimas y le dije: -Gracias Jacobo, perdóname haberte molestado…- y colgué.

Auxilio a la Unión de Ministros Esperé la Asamblea Anual de la Unión de Ministros Bautistas en la Guásima, para plantear mi caso. En el derecho de palabra, pedí que se considerara mi caso, les conté lo acontecido en la Primera de S.C., no faltaron las lágrimas. Les supliqué que me ayudaran a recuperar mi testimonio, insistía que se nombrara una comisión y se reuniera con la iglesia y se trajera a la luz la verdad de lo sucedido, y así probar mi inocencia.

En esa reunión estábamos sentado alrededor de una mesa de cemento, bajo la sombra de unos árboles frondosos, cerca de mí estaba sentado “El Ilustre” y se me ocurrió decir: -De los que están aquí, el que mas me conoce es el hermano A. Él puede decir dar fe de mi testimonio y que no soy capaz de hacer nada de lo que se me acusa en S.C.

“El Ilustre” levantó la mano pidiendo la palabra y dijo: -Una sola cosa puedo decir en cuanto a esto: “El aguijón de mi ministerio en Maracay se llamó Edgar Salas”-. Al escuchar eso me dí cuenta que estaba perdiendo mi tiempo ante estos super pastores, que minutos antes estaban eligiendo al pastor del año y en cual casa vacacional iba a disfrutar con los gastos pagados. ¿Qué les importaba todo mi argumento…?, Ninguno se molestó en abogar a mi favor… Me sentía como un inmundo pestilente ante ellos, sentía que era la vergüenza de sus ministerios. Opté por pararme de la reunión e irme de nuevo a Maracay, al garaje que me servía de casa, donde me esperaba mi esposa y mis tres hijos.

Auxilio a la Presidencia de la CNBV. En ese mes de enero, la Convención iba a Sesionar en el local de Ferias de Maracay, pensé que era mi oportunidad de insistir que se nombre una Comisión para que estudie mi caso en S.C. y se probara el atropello y mi inocencia.

Llegó el día de la Convención, mi esposa y yo ayudábamos a vender empanadas protemplo de la Iglesia donde nos congregábamos. Por no ser mensajero de ninguna iglesia, no tenía participación en ninguna de las asambleas, pero mi intención era contactar con el presidente de la Convención o algún líder nacional que pueda ayudarme a conformar esa Comisión.

Todos me decían que me iban a escuchar, pero por los momentos estaban muy ocupados. Logré plantearle el asunto al presidente de la CNBV para esa época, y me prometió que la Comisión se conformaría y fijarían la fecha para ir a S.C. Eso me hizo sentir tranquilo, y pasé los siguientes cinco días de convención mas tranquilo, esperando la respuesta de este hermano.

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47Llegado el último día de Convención, veo que todos los directivos y líderes montan en sus respectivos carros y van saliendo. Fui hasta el auto del presidente y él ya estaba montado y con el motor andando, listo para salir… Corriendo llegué a él y le dije: -Hermano ¿ya nombró la comisión?...- y él me contestó: -¿La qué…?- ¿Cuál comisión…?. Sentí un gran frío en mi estómago, no sé si de rabia o de decepción. Y le dije: Hermano, de lo que hablamos de mi problema en San Cristóbal. Y él contestó: ¡ah!, ¡ah!... ok… En el mismo estacionamiento, llamó a Germán Núñez a Efraín Silva (padre) y a Ricardo Beal, les explicó a grandes rasgos y ellos aceptaron en irnos a buscar (a mi esposa y a mí) en una fecha acordada para ir a S.C. (Con una improvisación excelente).

Preparando mi defensa Sabiendo que ya tenía fecha para ir a S.C. quería estar preparado, en caso que se demostrara mi inocencia, para reclamar mi arreglo por los cuatro años trabajados, pues me habían botado ilegalmente. El cálculo que me hicieron por mi tiempo trabajado fueron 21.000 bolívares.

También hice una redacción día a día de todos los hechos acontecidos que llevaron a mi expulsión injusta del pastorado. Esa era mi defensa.

Conversación en el camino a la silla eléctrica En la fecha acordada, fueron esos tres ministros a buscarnos (a mi esposa y a mí) para hacerme el juicio que había pedido.

En el camino de nueve horas, sólo conversaron con migo dos horas, el resto fue en silencio. En ningún momento se nos preguntó nada sobre el asunto que nos hacía ir a S.C. Ellos hablaron de muchas cosas menos de ese tema.

Hubo un momento donde Germán Núñez, que iba en el asiento delantero, se voltea a mi y me dice: -Hermano Salas, me gustaría saber su opinión. Sabe que le he dedicado muchos años al ministerio radial y la predicación, y quisiera dedicar mis últimos años de vida a la política a promocionar al partido ORA. ¿Cuál es su opinión?....

Viéndolo a los ojos le dije: -Es una lástima que habiendo comenzado con el Espíritu, vaya a terminar con la carne.-. Él se volteó sin contestar, y a partir de ahí, no me dirigió la palabra en ningún momento, hasta la Asamblea en S.C. Sentí que había metido la pata hasta el cogote.

En la silla Eléctrica Al llegar al templo, observé que había personas que no conocía, ya había pasado un año desde mi salida de la iglesia. Ninguno de ellos me saludó, solamente aquellos miembros que estuvieron en el taller mecánico que sabían que yo iba a ir esa tarde a la iglesia.

Al abrir la sesión, el hermano M., sirvió como “Fiscal Acusador” en todo tiempo, fue el que hizo la presentación de mas de 10 acusaciones, las cuales ignoraba que me las tenían, pues pensaba que se me acusaba sólo de una.

Entre las acusaciones estaban:

1. Sueños diabólicos (Endemoniado). 2. Estar en mas de dos lugares a la vez (Espiritista) 3. Robé los ingresos de la librería de la iglesia (Ladrón) 4. Me llevé el automóvil de la iglesia sin cancelarlo. (Estafador) 5. Proposiciones indecentes a una mujer casada (Adúltero) 6. Amenazas de quemar la iglesia (Pirómano) 7. Seducir a la secretaria de la iglesia (Acoso Sexual). (Esta era la última en su lista.) 8. Las otras no recuerdo, pero eran igual de falsas.

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48Leídas todas esas acusaciones, se me dio la palabra, lo primero que dije fue que la demostración de mi inocencia es el ensañamiento con esas acusaciones extras. Todas esas eran innecesarias, si la última era verdad.

De todas formas, rebatí, una a una. En cuanto a la librería, demostré que los mismos hermanos habían quebrado la librería, pues cuando tenían necesidad económica yo sacaba el dinero de la caja de la librería. En cuanto a lo de la mujer casada, fueron palabras que su esposo me pidió que le dijera, porque estaba dispuesto a abandonarla.; lo del automóvil demostré que constaba en acta que ellos decidieron no cobrármelo si no podía pagarlo, pero de todos modos, le enseñé el cálculo que me hizo el Ministerio del Trabajo y la cantidad era exactamente el costo del vehículo, y les dije: -Si así fuera como Uds. dicen, ya está pago con lo que Uds. me deben-

Las otras acusaciones no les dí importancia por lo absurdo de su presentación. En cuanto a la joven, conté mi versión de los hechos e insistí que había sido seducido por la joven y que mi reacción había sido en previsión a mi caída en pecado con ella. Insistí en que había sido yo quien confesó este caso, y que le exigía a la iglesia una solución, la cual nunca la dieron.

Apelé además a las actas que demostraban lo ilegal de la acción de unos pocos para sacarme del ministerio de la Iglesia, en contra de la voluntad de la mayoría. Estas actas nunca se leyeron.

Terminada mi defensa, pide la palabra “El Fiscal” el hermano M. Mirando fijamente a los ojos a la joven dice: -Hermana S., diga Ud. si es cierto que el hermano Salas, la seducía y la buscaba y que le hizo proposiciones indecorosas-, y ella dijo: -Si.- Este hermano levantó sus brazos al cielo y dijo: -¡eso es suficiente. Si ella mintiera no me hubiera visto a los ojos!. ¡Ella dice la verdad!.-

Cuando el fulano “Fiscal” se sienta, me paro y le digo: -Un momento, ¡hágamelo a mí!, Pregúnteme a mí. Este hermano, haciendo lo mismo, y sin dejar de mirarlo, me increpó diciéndome: Hermano Salas., diga Ud. si es cierto que Ud., seducía a la hermana S., la buscaba y le hizo proposiciones indecorosas-, y mirándole fijamente a los ojos le dije: -¡NO!.- . Y se sentó sin decir ninguna palabra. Yo repregunté: -¿Qué pasó…?, ¿no sirve que te mire a los ojos?... ¿yo no digo la verdad?

En ese momento la asamblea se convirtió en una gallera, unos decían una cosa y otros otra. En eso dirijo mi mirada hacia el hermano más anciano de la iglesia que fungía para ese momento como diácono, y le dije: Hermano Galaviz, dígame qué quiere que haga???... Y el hermano, con voz muy suave y misericordiosa me dijo: -Que se arrepienta pastor…- Al decirme eso, pasé al frente, delante de la asamblea y me puse de rodillas, confesándome culpable de todo lo que ahí sucedía, aceptaba todo lo que me acusaban y suplicaba el perdón de Dios y la iglesia…. Al terminar de orar, todos los hermanos vienen donde estoy y se arrodillan junto conmigo, y todos comienzan a llorar, dando gracias a Dios por lo que sucedía. Llegué a escuchar al hermano R., decir: -¡Este es el pastor que yo conozco!, ¡humilde y sencillo….!

Pero todo esto no convenció a Don Germán…. Él se levantó de su silla, se abrió paso entre todos los hermanos que estaban arrodillados junto a mí y abrazándome…. Me tomó por la pechera del saco y me levantó y me dijo con voz muy disgustado: -¡Hermano Salas! ¡Déjese de subterfugios y confiese su culpa¡ ¿Ud sedujo a la hermana S., y le propuso relaciones indecorosas..?. Lo miré y le dije: Hermano Estoy reconociendo mi culpa, soy culpable de todo lo que Uds. me acusan, cómo quiere que lo diga???. Cuando dije eso, él me soltó y levantó las manos diciendo: -¡Gloria a Dios!, el hermanos Salas está restaurado¡¡¡. Al soltarme caí de espalda y por uno momento perdí el conocimiento. Fue mi esposa quien me levantó y juntos salimos del salón.

La hermana Rosa fue la única quien nos acompañó, la sesión comenzó a las 5 de la tarde y terminó a las 10 de la noche, salimos, mi esposa y yo llorando caminando hacia el Terminal de pasajeros. En el camino me arranqué la corbata y me quité el saco y lo tiré por un barranco. Así mismo hice con el carnet de la Unión de Ministros. Recuerdo haber dicho en mi desesperación y llanto –¡Maldita sea esta tierra!-.

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49Palabras que no le gustó a la hermana Rosa, que años después tuve que pedirle perdón por ofender su gentilicio.

Aquellos Ministros que nos fueron a buscar en Maracay, nos dejaron en S.C. sin pasaje para regresar. Hasta el sol de hoy, ninguno de ellos preguntó cómo regresamos esa noche a nuestra casa. Creo que nunca les interesó.

Jamás recibimos una llamada, una visita, una carta. Ellos nunca supieron si dejamos de existir, si permanecíamos en los caminos del Señor o no. Dieron por terminado el asunto.

Un sermón y despedida En Maracay, en la Iglesia el Amor de Dios en Santa Rosa, una sola vez me invitaron a predicar y fue mi primer y último sermón ahí.

Sucedió que en el culto de la mañana había llegado un hermano muy pobre, que nos comunicó llorando que a él su esposa y niños, los sacaron de la casa donde estaban alquilados, que le habían sacado sus cosas a la calle, y le dijeron que la única forma de entra era pagar el alquiler… y nos solicitó ayuda. Escuchado esto un hermano se paró y dijo: -¡La iglesia no es una casa de beneficencia!- y nadie se ocupó de solucionarle el problema, yo tuve que salir con él y le llevé a casa de un hermano que sí podía ayudarle y esa noche pudieron pasarla dentro de la casa, pues se le pagó un mes mas de alquiler.

Me habían invitado a predicar en la noche…. Esa acción me dio el tema. El sermón se llamó: “La Iglesia es una Casa de Beneficencia”. Bueno les dije hasta el mal que se iban a morir, y que me avergonzaba pertenecer a una iglesia donde sus miembros tenían tan duro el corazón; y decidimos no regresar a esa congregación. Creo que hice feliz a muchos.

Necesidad de Servir al Señor Al decidir que no nos congregaríamos mas en la iglesia en Santa Rosa, optamos por asistir los domingos a una iglesia pentecostal en San Vicente llamada “Ríos de Agua Viva”, donde asistía mi hermana junto con sus hijos.

Allí ayudé con la música tocando el órgano, también ayudé a conformar un coro a cuatro voces en navidad. Ayudaba en la evangelización, y hasta me invitaron a predicar en una campaña de barrio. En verdad ellos vieron en mi un hombre de Dios, y no una peste como me veían mis colegas bautistas.

Yo necesitaba sentirme aceptado por Dios, quizás esa necesidad de estar activo era la esperanza que mi luz no se apagara. En ese templo tuve varios momentos de oración profunda, de arrepentimiento y confesión de pecados. Aprovechaba que mi hermana tenía las llaves del templo y lo usaba para orar siempre ahogado en llanto. Sentía que el castigo era demasiado para mí, el sentirme rechazado por mi iglesia y mis hermanos fue fatal. Mi oración constante era que Dios me ratificara el Ministerio que todos me negaban.

Una esperanza Guasipati

Gran alegría sentí cuando me llegó una carta desde La Iglesia Bautista de Guasipati, invitándome a predicar y a conocerme.

Feliz fui a la cita. Ese mismo día me hicieron el llamamiento, pero conociendo yo mi “mala fama”, les dije en esa reunión que antes de llamarme como su pastor, investiguen primero quién es Edgar Salas y qué es lo que se dice de él, no sea que después se arrepientan de haberme llamado.

El llamamiento fue confirmado y me fui con mi familia a Guasipati, “al confín del mundo”, muy lejos de nuestra familia materna. De mi fracaso en el Occidente ahora tenía una oportunidad en el Oriente de Venezuela.

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50Una experiencia en el camino Yendo por la carretera vía el Tigre, mi carro comenzó a fallar, no agarraba fuerza para avanzar. Mi gran temor era que no tuviese contratiempos, pues sólo tenía para la gasolina y muy poco dinero extra. Pero el carro siguió fallando hasta que se paró. Muy preocupado por la situación, porque en verdad no sabía que hacer, me meto en el carro y le digo a Gladys que lo que nos toca es orar y pedirle ayuda al Dios.

Luego de orar, salí del carro a tratar de parar otro conductor para que nos auxiliara, pero esa vía es muy rápida y ninguno se detenía. Miré a lo lejos como a 500 metros un camión que estaba parado a la orilla de la carretera. Inmediatamente pensé que casi todos los camioneros eran mecánicos y ese me podía ayudar.

Caminé hasta allá, cuando llegué, la cabeza del camionero no la veía porque estaba revisando su motor. Después e saludarlo, se incorporó y cuando me vió me dijo: -¡Epa Edgar!... ¿Qué haces por aquí?.... Yo no tenía la menor idea de quien era, pero él me reconoció al instante. Luego me recordó que habíamos sido compañeros de segundo año de bachillerato, me dijo que siempre me recordaba por el tipo de botas que usaba para ir al liceo (botas Frazani). En verdad no lo reconocí, pero agradecí a Dios que un viejo amigo haya sido la respuesta de nuestra oración.

Para él no fue necesario ir hasta donde tenía el carro, con sólo explicarle la falla, ya sabía lo que sucedía. Me recomendó a quitarle el filtro al carburador y que le comprara uno nuevo en la próxima estación de gasolina, le expliqué que sólo tenía para la gasolina y no reparó para darme el costo del filtro de aire. Con sólo esa recomendación pude llegar a Guasipati con mi familia.

Un inicio prometedor Llegamos con muchas ilusiones, esperando dejar nuestro pasado atrás. Nos instalaron en una casa grande alquilada, muy cómoda. Podíamos ir a cualquier parte caminando. En el primer mes de estadía ya la iglesia había aumentado en la asistencia. Una de las hermanas tenia una academia de secretariado y me había ofrecido trabajo como profesor de mecanografía. Había la posibilidad de llegar a tener una casa propia. Hasta un hermano nos ofreció regalarnos unas hectáreas en el campo con una vaca y un becerro. Parecía que mi pasado no me iba a alcanzar en el oriente del país.

Cambios que motivan el rechazo Lo primero que observé, era que una familia grande era la que tenía el control de la Iglesia.

Como todo pastor cuando llega a una iglesia nueva, intenté hacer algunos cambios. Por ejemplo: la literatura que usaban en la Escuela Dominical, era el material de la escuela sabática de los Adventistas. Luego supe que en el templo del local, los adventistas ya habían tenido tres campañas. En otras palabras, la familia dominante de la iglesia mantenía una amistad muy cerrada con esta denominación.

Inicié los cambios con la literatura de la Escuela Dominical, así como un taller sobre los Adventistas del 7mo día. El cual no pude terminar, porque recibí oposición inmediata cuando dije que ellos no son catalogados como evangélicos, sino como sectas, desde el punto de vista Bautista. Un miembro de esa familia llegó a decirme: -los adventistas son mas hermanos míos que Ud.-

Un solo problema una sola decisión

Estaba por culminar el segundo mes de nuestra estadía en Guasipati cuando sucedió la primera y única crisis que nos obligó a regresar a Maracay.

Era un domingo después de la Escuela Dominical, un niño se me acerca y me dice: -Pastor, dígale al hermano O. que me abra la puerta del baño porque me estoy orinando-. Este hermano estaba a cierta distancia y le dije: -¡Hermano por favor ábrale la puerta del baño al niño que va a orinar!. Este joven respondió diciendo que lo acababa de limpiar y que no lo iba hacer de nuevo. Le insistí en que me diera la llave, que yo lo iba a limpiar si éste lo ensuciaba. El joven con gran disgusto me tira la llave de donde

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51está cayendo al suelo. Después de llevar al niño al baño, le doy la llave y le digo que lo espero en mi casa para que conversemos, con gran desprecio me dijo que a él no le interesaba hablar nada conmigo.

Viendo la situación llamé a los diáconos y los invité a conversar esa tarde en mi casa. Como a las dos de la tarde llegaron, y en la sala les planteé el problema sobre la grosería del joven hacia el pastor. El diácono dijo que ese muchacho era su hijo espiritual y que yo podía lanzarlo al mundo si trataba de corregirlo. Este diácono me responsabilizó de la situación y no aceptó ninguna sugerencia pastoral para la corrección de este jovencito.

Luego de esta conversación cité una Asamblea Extraordinaria para tratar el asunto. En esta asamblea, la familia dominante, no permitió que yo dirigiera la reunión. Luego de explicarle a todos lo que había sucedido y la actitud de los diáconos hacia con el pastor, casi unánimemente todos decían que yo era el problema y no el muchacho.

Como me dí cuenta que la reunión estaba tomando un rumbo violento, llamé al muchacho lo abracé y le dije que me perdonara si le había ofendido….. pero cometí el error de decirle en el oído: -y yo te perdono-… cuando dije eso, el joven me empujó y casi caí sentado en el pasillo del templo. Cuando me paro le pregunto a la iglesia: -¿y Uds. van a permitir que se agreda al Ministro de Dios?... y uno de los ancianos, miembro de esa familia, dijo: -Ud. se lo está buscando. Viendo esta actitud, me senté, asustado. En eso el hermano que hacía de Presidente dijo: Sugiero que al pastor se le ponga en disciplina por dos meses, no podrá predicar ni enseñar en esta iglesia. Cuando escuché eso dije irónicamente: -Para eso me voy a mi casa y vengo dentro de dos meses- El fulano dijo: -No, Ud. tiene que recibir la disciplina aquí, estará sentado por dos meses. No me quedó otra que pararme y decirles, que no hacía falta, que yo renunciaba. Al escuchar esto una de las hermanas miembros de esa familia dijo: -Con razón el hermano Ludwin Villamizar (personaje de peso para la época de la CNBV) nos llamó y nos dijo que a Edgar Salas hay que tratarlo con ayuno y oración.-

Al día siguiente salí en mi auto de retorno a Maracay, con dos bujías quebradas y cuatro cauchos lisos y con dinero sólo para la gasolina. Derrotado de nuevo, rayado ahora en el Oriente del País.

El Ministerio en Guasipati nos duró sólo dos meses. A los tres meses de llegar a Maracay, nos llegó la mudanza.

Mudados a la casa de los suegros A la llegada de Guasipati reflexionamos sobre nuestro regreso al garaje de mi hermana. La estadía en esa casa se nos había hecho difícil; el hecho que mi esposa usara pantalones y se pintara la cara y las uñas, era suficiente para sentir la persecución por su parte. Cuando llegaba a la casa, encontraba a mi esposa triste y me contaba los rechazos que ella le hacía, llegó a decirle que ella iba a ser la causa de la perdición de sus hijas, por el mal ejemplo que les daba.

El continuo castigo que le daba a sus hijos, para que no se metieran en el garaje, donde hacíamos habitación, así como los castigos que les daba por hacer llorar a nuestros niños, nos hacía sentir muy incómodos. Llegó el momento en que entendí que el favor había llegado al final y era necesario salir de allí.

Decidimos mudarnos a la casa de los padres de Gladys en el barrio Campo Alegre, para evitar un problema mayor con mi hermana.

¿Escuché la voz de Dios? Mientras estaba en la casa de la suegra, seguía sin trabajo, y me dedicaba a repartir currículum en la zona Industrial de San Vicente y tiendas del centro. En una oportunidad sólo tenía cinco bolívares y había decidido ir a la zona industrial a buscar trabajo, contando con ese dinero como pasaje. En eso voy a entrar al cuarto para despedirme de los niños, y abro la puerta, y veo a Kelvin (dos años) de rodillas en actitud de oración diciendo: ¡Quiero Galleta!, ¡Quiero Galleta!. Al escucharlo se me salieron las

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52lágrimas y decidí gastar esos cinco bolívares en cambures, ya que mis hijos no habían desayunado. Me retiré sin molestarlo y salí a la calle.

Yendo a la frutería, pasé por el frente de una iglesia pentecostal “Luz del Mundo”, la cual tenía las puertas cerradas. Justo cuando pasaba por enfrente escuché por mi oído izquierdo estas palabras: “Toca la puerta”. Me detuve, busqué quien me hablaba y como no vi a nadie seguí hacia la frutería. De regreso, con los cambures en la mano, pasé de nuevo por enfrente de la puerta de la iglesia, y escuché de nuevo pero por el oído derecho: “Toca a la puerta”. Me detuve y presté atención a lo que sucedía dentro de la iglesia, y escuché que alguien trataba de tocar un órgano. Toqué la puerta, el órgano dejó de sonar, y un hermano abre la puerta y le digo: -¿quieres que te enseñe a tocar…?... y él dijo: ¡Claro!, le he estado pidiendo al Señor que alguien me enseñe…le dije que le iba a cobrar 10 bolívares la hora.. y él dijo, -¿Me das dos horas?... Corriendo fui a llevar los cambures y cuando regresé me tenía a tres hermanos mas los cuales me pagaron ese día ¡60 bolívares!... Feliz, al terminar las dos horas hice un buen mercado para mi familia.

Esto me dio la idea de ir a las iglesias a ofrecer mis servicios, y llegué a tener mas de 15 alumnos…. Me fue muy bien por unos cuantos meses, hasta que los órganos, por arte de magia, empezaron a dañarse y a perder los alumnos…. Y me ví otra vez el desempleado de siempre.

Promesa cumplida Cuando me encontré nuevamente sin trabajo, dramáticamente le dije a mi esposa que no regresaba a la casa hasta que consiguiera trabajo. Tomé mi auto y salí desde muy temprano a buscar trabajo, de lo que sea.

Pasando enfrente de un galpón, había un letrero que decía: “se solicitan vendedores de perros calientes”. Entré al local y me entrevisté con un joven encargado, él me preguntó cuándo podía comenzar, y le dije que en ese mismo instante. Inmediatamente él me hizo una lista de lo que iba a llevar al puesto, que quedaba en la Urb. Caña de Azúcar, lo metimos en la maleta de mi auto y me condujo hasta el lugar de trabajo. Me explicó el procedimiento y me dejó allí.

Eran las 4 de la tarde cuando me preparé para la venta. En verdad estaba agradecido a Dios por esta oportunidad de trabajar. Pasaron las horas, y ya en la noche hubo mucha venta de perros y refrescos. Estuve toda la noche y cerré el trailer a las cuatro de la madrugada, metí lo que había sobrado de material en la maleta y llegué hasta el frente de la casa de mi padre. Allí, dentro del carro dormí hasta las 7 de la mañana. No quise entrar por vergüenza, no quería saber que su hijo “el pastor” estaba vendiendo perros calientes.

Cuando llego al galpón, con el resto de panes, perros y refrescos que no vendí; el joven sacó la cuenta y me dijo que me correspondía 12 bolívares. No estando conforme con la cuenta que había sacado, lo hice yo, y el individuo me estaba restando mercancía que no me había entregado. Me correspondían 25 bolívares según mi cuenta. El joven encargado sacó los 12 bolívares y me dijo: -agarra lo tuyo y lárgate- y me los lanzó a la cara. En ese momento le quité la factura y le dije que iba a aclarar esto con el jefe y no con él. En reacción este joven sacó un largo cuchillo y me amenazó de cortarme si no le daba la factura. La secretaria gritaba decía: - ¡agarre el dinero señor!, ¡agarre el dinero!. No quise tomar el dinero del suelo y salí del galpón.

De vuelta al carro me puse a llorar y recordé que le dije a Gladys que no regresaría hasta que consiguiera trabajo.

Idea iluminada En oración le reclamaba a Dios el por qué me sucedía eso… le pregunté por qué permitía que me humillaran de esa manera. Le dije al Señor que yo tenía toda la intención de trabajar, que me diera la oportunidad. Y hasta le llegué a reclamar el por qué me hizo perder mi tiempo desde las cuatro de la

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53tarde hasta las cuatro de la madrugada…. Cuando digo eso en la oración, se me vino una imagen, una persona que me había comprado un perro esa madrugada. Mientras tenía los ojos cerrados, vi la placa del auto del taxista, y era una placa blanca… En eso, abro los ojos sobre exaltado y digo… ¡Claro!, tenía que estar en la calle esa noche para saber que existen los taxistas piratas… (Los taxistas piratas para esa época salían a partir de las 9 de la noche).

Inmediatamente averiguo cuanto costaba un casco de taxi y salgo a la casa de mi hermana que vivía en La Punta, y le digo que me preste 10 bolívares para comprarlo. Llego a la casa de la suegra y le digo a mi esposa lo que me sucedió. Salí esa noche a “ruletear” y regresé en la madrugada, con 1000 bolívares e hice un excelente mercado. A partir de esa noche era un taxista pirata.

Este trabajo me duró hasta que una noche un joven me pide una carrera y al detenerme, me encañona con una pistola. Inmediatamente apago el carro y subo las manos; Mientras me encañona por la ventana derecha, otro delincuente abre la puerta del conductor y me obliga a correrme en el asiento para él conducir. Al mismo tiempo otro trata de abrir la puerta de atrás. Los dos que tenía a la derecha no podían abrir las puertas para entrar al vehículo, y el de la izquierda, que ya estaba adentro, no podía encender el automóvil. Llegó un momento donde los tres me hablaban al mismo tiempo.

Los delincuentes de la derecha insistían que les abriera la puerta y el de la izquierda reclamándome por qué no encendía el auto. Yo decía, aún con las manos en alto: -¡el carro no tiene traba gas!, sólo enciéndelo- Y a los de la izquierda: -¡Las puertas no tienen el seguro pasado! ¡están abiertas!. Pero ellos insistían. El que me encañonaba perdió la paciencia y me golpeó con el cañón de su pistola en la cien y me gritó: -¡abre o te mato!-… en ese momento bajé los brazos y oré en alta voz y dije: -¡Señor, bendice a estos jóvenes ayúdalos, y envía tu ángel para que me defienda!... cuando termino de orar, el de la derecha me vuelve a golpear y escucho un disparo. De repente vi estrellitas, y me sentí flotando, creí que me habían matado…. Pero escuché que discutía y abrí los ojos, y los dos de la derecha estaban peleando entre sí. El que intentó entrar por la puerta de atrás le sostenía la pistola y le decía: -¡No lo mates chamo!, ¡No lo mates!- y forcejeaban entre sí, el uno con la intención de matarme y el segundo evitándolo. Llegué a escuchar dos disparos más. El que estaba sentado al lado mío intentando encender el auto me dice: -¡Mira, tú te salvas por que eres evangélico…! Y se bajó del auto.

Al bajarse el delincuente, tomo el volante y enciendo sin ningún problema el auto y me voy poco a poco viéndolos por el espejo retrovisor y los tres seguían forcejeando entre sí.

Al llegar a la casa y bajarme del auto, veo que el casco de taxi estaba destrozado y en el techo del auto tenía la marca de una bala que había “chanfleado”. Ahí me dí cuenta del peligro que corrí y sentí que me desmayaba en la calle.

Hasta ese momento duró mi profesión de taxista pirata. Le dí gracias a Dios y le prometí no volverlo a hacer nunca mas. En este trabajo sólo duré dos meses.

Oración desesperada Desesperado por no tener un trabajo estable, y cansado de esos “mata tigres”, decidí enseriarme con Dios. Fui muy de mañana con mi auto hasta el Castaño arriba; Dejé estacionado mi auto en una de las calles que colindan con uno de los cerros mas alto de esa zona y comencé a subir el empinado cerro. Este cerro lo había subido muchas veces en época de Boy Scouts, lo conocía muy bien. Al llegar a la cima, caí de rodillas, usando una piedra grande como reclinatorio comencé a llorar amargamente… orando en voz muy alta, le reclamaba a Dios mi condición, ya habían pasado dos años desde mi expulsión de San Cristóbal, ya me habían hecho el juicio y quedé peor, pues había reconocido públicamente cosas que no había hecho.

Esa mañana lloré mucho delante de la presencia de Dios… Le insistía que si me había rechazado me diera un trabajo estable, pero si no, que me confirmara mi llamamiento. Reclamé todas las promesas que Dios le da a los que se humillan. Nunca había orado tanto y con tanta pasión. Recuerdo haber

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54dicho –Señor dame la respuesta hoy… no quiero bajar de este cerro y seguir igual, dando lástima. ¡Ayúdame Señor!-.

Bajé de aquel lugar con la esperanza de que toda mi carga se la había dejado a él. Tomé mi auto y bajé a Maracay.

Pasando por enfrente de Sudamtex, vi una gran cantidad de hombres pegados a la cerca, en solicitud de empleo. Detuve el auto, me bajé y me paré en la acera del otro lado de la calle, pensando, al verlos de lejos, que yo no era el único que estaba en esta situación y que quizás fui muy egoísta al reclamarle a Dios que solucionara mi problema, sin saber que otros hombres, con hijos y esposa como yo, también anhelaban tener un trabajo digno.

Mientras estaba hundido en mis pensamientos, oigo un hombre del otro lado de la puerta que da entrada a la empresa, que grita: -¡Egar!...¡Egar!...¡Egar!... y movía los brazos con unos papeles en la mano. Extrañado dirigí la mirada hacia él viendo la insistencia como llamaba. Miré hacia atrás, como buscando a quién llamaba… y hasta le hice la señal con mi dedo colocándolo sobre mi pecho… y pregunté: -¿yo?.... y el gritó: -¡Si tu, ven, ven!.

Muy extrañado, cruzo la calle y me abro camino entre los otros hombres que esperaban ser llamados. Estos hombres ya habían introducido su currículum o estaban con recomendaciones del sindicato.

Al llegar a la reja, reconozco al personaje que me llamaba. Había sido uno de los jóvenes de la Escuela Dominical, cuando yo tenía 16 años… Él me pregunta: -¿Estás buscando trabajo?.... y casi hipnotizado le dije: -¡Si!, ¡Si!.... A disgusto de todos los que estaban esperando que los llamaran, me abrió la puerta y pasé con él a la oficina del Jefe de Personal, y le dijo: -Te recomiendo a este hombre-… Llené la planilla y al día siguiente comencé a trabajar en Sudamtex de Venezuela.

Aquí pude comprobar lo fiel que es Dios con sus promesas, de cómo el clamar en angustia trae la respuesta inmediata de Dios.

Esa noche previa a mi primer día de trabajo, sentí una depresión en lo mas profundo de mi alma, pues sentí que Dios me había rechazado como su siervo. El haberme abierto las puertas a un trabajo secular sentí que era la respuesta justa que le pedí al Señor en aquella montaña.

En Sudamtex de Venezuela duré trabajando 7 años. Al principio, cada vez que marcaba la tarjeta, sentía que se moría algo en mi, que mis sueños de servir al Señor por toda la vida, se alejaba cada día mas. Vivía una paradoja, estaba feliz porque al fin tenía un trabajo para llevar sustento a mi familia, y estaba muy triste porque no estaba haciendo lo que yo soñé hacer siempre, ser un pastor de la Iglesia de Jesucristo.

Necesidad de salir de la casa de los suegros Viviendo en la casa de los suegros, se cumplió la visión que había visto a través del espejo retrovisor de mi auto. En esa casa había tres perros, y uno de ellos, el más viejo, mordió en la mejilla a Josuecito y lo marcó hasta el sol de hoy.

Pero eso no fue suficiente, tuve problemas con dos de las cuñadas, de las cuales, una de ellas era la mas violenta y falta de respeto. Ella fue la causa de la salida de la casa de los suegros, pues pensé que iba a perder el control y darle una cachetada en cualquier momento, por lo vulgar que era cuando se disgustaba.

La casa paterna, última opción de refugio. Después de tener una discusión muy fuerte con la cuñada, fui a la casa de mi papá, quien había construido una casita en el patio de lo que fue en vida la casa de mi madre y le expliqué el peligro que corría en casa de los suegros, y le pedí que me permitiera meter a mi familia en un cuartito que tenía

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55desocupado en su casa. El accedió pero con la condición que “El era el jefe”, exigencia que acepté con gusto en el momento.

Mudé a mi familia a ese cuartito de cuatro por cuatro metros. Mientras yo estaba en mi nuevo trabajo, mi esposa tenía que lidiar con mis tres niños para que no molestaran al abuelo.

La casa de mi papá estaba separada de la casa donde vivió mi madre, por un patio grande y pensé que era un buen sitio para levantar un rancho provisional, para meter a mi familia sn que moleste a mi papá, mientras buscaba la manera de comprar un rancho en el nuevo barrio 13 de enero cerca de Campo Alegre. Había comprado unas tablas y madera para iniciar la construcción.

En mi mente estaba el vender el carro, y con ese dinero comprarme un rancho en el barrio 13 de enero, que ya lo había visto.

Cuando le comunico a mi papá la idea, me dijo: -Ese patio ya se lo dí a Rafael (mi hermano) para que construya una carpintería.- Le contesté: -Pero papá, yo no tengo casa, y es mientras tanto, no pienso quedarme aquí..- mas molesto aún mi papá me contestó: -¡Dije que no!, ese patio es de Rafael!.

Sus palabras me molestaron mucho, pues en ningún momento consideró que en un cuartito de su casa tenia a mi esposa con tres niños, sin derecho a usar la nevera y obligados a guardar silencio para que no lo molestaran.

Lleno de rabia, tomé un palo de escoba y comencé a hacer un trazado en la tierra y dibujé un gran cuadro en la tierra, y le dije: -Como no me permitió construir un ranchito de madera, ahora voy a construir una casa desde aquí…. Hasta aquí, con su permiso o sin su permiso. ¡Yo soy hijo de Rosa de Salas y tengo derecho!.

Al momento, clavé unos palos que estaban en el patio y usé unos asbestos, que fueron el techo de la casa vieja, y los usé como paredes, como pude le puse un techo de laminas de zinc que estaban agujereadas. Agarré a mi familia y mudé los pocos muebles que teníamos: (una cama, unos muebles de sala, un televisor, una cocina, una lavadora y una máquina de coser.). Esa misma noche la pasamos en ese rancho improvisado, con el piso de tierra e infectado por ratas gigantes, con las cuales tuvimos que luchar con ellas todas las noches para que no mordieran a los niños.

Al día siguiente mi papá, me trajo la llave de la casa y me dijo que regresara al cuarto. Le dije que no, que ya la decisión la había tomado. Al poco tiempo vino una procesión de hermanos, hijos de mi madre y padre, reclamándome lo que había hecho y que debía tumbar el rancho y volver al cuartito. Otros me intimaban a que saliera de la propiedad.

Ninguno de ellos consideró nuestra necesidad, todos estaban preocupados por el pedacito de tierra que pensaban heredar algún día. Para ellos mas importante era su heredad, que el sufrimiento de su hermano junto con su familia.

Esta lucha con mi familia, la tuve y la tengo hasta el sol de hoy. Una de mis hermanas me dijo recientemente: “Lleva a tu familia debajo de un puente…”.

Levantando la casa de mi familia

Sin soltar la lanza, fabriqué la casa en el lindero que había marcado con un palo de escoba. Todos los fines de semana compraba un poco de material, y cada vez que salía del trabajo era para pegar bloques y batir mezcla. Trabajé de día y de noche, junto con la ayuda de mi esposa. Aunque jamás había pegado un bloque o echado un piso.

En una oportunidad, mi padre, asusado por el hermano que tenía y tengo aún de vecino, me golpeó con el puño la cara. Todo con la intención de detener la construcción. Fui amenazado con abogados dos veces. Para ellos había llegado el diablo a quitarle su herencia.

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56Mi intención aún era estar ahí provisionalmente, pues la construcción que levantaba no estaba sobre bases sólidas, sino sobre una zanja con cemento.

El peor enemigo fue y ha sido mi hermano Luis Salas. Este hizo todo lo posible para que renunciáramos a la idea de construir nuestra casa en ese pedazo de terreno; desde hacerle proposiciones indecorosas a mi esposa, como intrigar a los vecinos para que vengan a herirme o matarme. En verdad todo lo que me ha costado vivir donde vivo, es otra historia.

Continúa mi vida espiritual El haber decidido no congregarnos mas en la Iglesia Bautista de Santa Rosa, y no estar motivado a congregarnos en la Buen Pastor, de la cual habíamos recibido el rechazo público. Decidimos congregarnos en la iglesia Bautista Bíblica del barrio Lourdes. Esta iglesia nos quedaba muy cerca de donde ahora vivíamos. Nunca nos hicimos miembros, pero el pastor me permitió ayudarle en los servicios dominicales.

La confianza creció y ya tocaba el piano y era maestro en la clase de jóvenes. Hasta un día que invité a una joven a orar en la clase. Al principio se negó pero luego lo hizo muy contenta.

El domingo siguiente, el pastor no dividió la clase y no me invitó a tocar el piano. Al finalizar el culto le pregunté el por qué hizo eso, y me dijo que yo estaba enseñanza falsas doctrinas. Y al preguntarle cuáles eran esas doctrinas extrañas, me dijo que había puesto a orar a una mujer, y según su doctrina las mujeres ni predican ni oran en público. Ellas deben estar en silencio en la congregación.

Al terminar su argumentación le dije: -Disculpa, creí que estaba en una iglesia Bautista. Estoy en el lugar equivocado hablando con la persona equivocada-. Y dejé de asistir a esa congregación.

Ayudando a fundar una iglesia no bautista Cerca de mi nueva casa estaban abriendo una nueva iglesia, en la planta alta de una casita. El misionero era un norteamericano junto con su esposa e hijo. En una conversación que tuve con él, me confesó que él era bautista, pero no pertenecía a la Convención del Sur en los Estados Unidos. Le pregunté si me permitía ayudarlo y le encantó la idea.

La iglesia se llamaba Congregación Bíblica del Centro, allí comencé a ayudar en un punto de predicación que tenían en el Barrio San Luis de Maracay. Conocí a la familia Romero y en su casa, ellos tenían una escuela bíblica donde asistían muchos niños.

Todo iba muy bien, hasta que el misionero se fue a los E.E.U.U., y dejan un joven pastor egresado del Seminario Asociado del Limón. Este hermano abandonó el apoyo a esta familia en el barrio San Luis, y tuve la osadía de sugerirle que me nombraran misionero ahí, para ejercer mi ministerio. El inmediatamente se negó, al preguntarle el por qué no me dijo: -Porque Ud. se tomará toda la gloria de la obra-, esa expresión me hizo reir y lo dejé con su razonamiento obtuso, en verdad no le dí importancia.

En una cena del Señor me invitó a dar la copa, en eso hace entrada un individuo que todos sabemos que es un mundano y se sienta. El que repartió el pan le dio a participar y yo le digo al pastor en el oído que ese individuo no es miembro de la iglesia y no es cristiano.

Este pastor le pregunta al individuo: -¿Ud. es cristiano?... y él dijo: -¡Si!, entonces -¡Déle el pan hermano!. Cuando hizo eso agarré la bandeja de las copas y se las puse en sus manos y le dije: -Lo siento, no participo en pecado ajeno- y salí de la congregación.

Encuentro casual con una iglesia Bautista desconocida Sin iglesia que congregarnos decidimos el siguiente domingo visitar una casa que decía Comunidad Cristiana… frente al Cementerio en la calle Sucre. Toda la familia nos levantamos temprano y caminamos hasta allá, pero las puertas estaban cerradas y no decía el horario de cultos.

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57Decidimos regresar a casa pero por una calle que cruza la Urb. San Ignacio, y ¡sorpresa! En una casita de dos aguas había un letrero que decía: “iglesia Bautista Cristo La Única Esperanza”.

Entusiasmados por “el descubrimiento”, entramos y estaban cinco personas, entre ellas una que me conocía de hacía muchos años en la Buen Pastor. Al llegar fuimos muy bien recibidos y decidimos quedarnos a congregar en esa casita que quedaba muy cerca de la nuestra.

Al segundo domingo, estos hermanos me hicieron el llamamiento, pues estaban sin pastor. Recordando mi experiencia en Guasipati, les recomendé que investigaran mi vida. La hermana que me conocía dijo que no hacía falta, que ella podía dar fe de mi conducta. Sin embargo no acepté, les propuse en cambio que me dieran seis meses de prueba como pastor y agregué: Si la iglesia crece es que soy un hombre de Dios, si no, llamen a otro.

Les pareció buena la proposición, y a partir de ese domingo comenzó mi labor como pastor a medio tiempo. En esos seis meses la iglesia creció en número de personas y presupuesto. La había recibido con cinco personas y a los pocos meses teníamos las seis clases correspondientes de la Escuela Dominical y con una asistencia promedio de 40 personas y realicé cinco bautismo.

Les presenté un estudio de la proporción de la membresía en relación al sitio donde vivían, demostrándole que la mayoría era de Brisas del Lago y les sugerí que mudáramos la iglesia a esa zona, ya que ese barrio era mas popular, además que el alquiler era muy caro, y estaban por aumentarlo. Sólo a los que no vivían allá no les pareció la idea; entonces les propuse de abrir una misión en Brisas del Lago, y comenzamos a trabajar en ese proyecto.

En ese tiempo llegan a la iglesia la familia Romero, los que habían iniciado una escuela bíblica para niños en el garaje de su casa. Estos confesaron que se querían congregar con nosotros debido a que en su iglesia no recibieron mas apoyo. Con mucho gusto les ofrecí ayuda y les dí todo el apoyo, que necesitaban. Comencé a predicar ahí e inmediatamente comenzaron los frutos, aceptan a Cristo el hno. Iter y su Esposa, al igual que la hna. Marina del mismo barrio San Luis.

Rechazando un ofrecimiento jugoso Entre los recién convertidos en mi ministerio, teníamos a dos familias con dinero. Una eran dueños de la textilera de Santa Cruz de Aragua y la otra eran dueño de la cadena de tintorerías Richard.

Un domingo llegó el hombre de la Administradora, informándonos la renovación del contrato que se había vencido y que el nuevo alquiler venía al doble del primero. Le manifestamos que no podíamos pagar esa cantidad de dinero. El hombre muy amablemente nos ofreció la opción de comprar la vivienda.

Aproveché la ocasión para decirles a los hermanos, que esa era nuestra oportunidad de entregar la casa y mudarnos para Brisas del Lago, ya que no teníamos para pagar el nuevo alquiler y mucho menos comprar la casa. En eso la nueva creyente dice: -Disculpen, pero ese señor es el contador de mi empresa, yo puedo arreglármelas con él para el nuevo alquiler. Mi esposo y yo lo pagamos, no se preocupen. Después de agradecerle la intención a la hermana le dije que el pago del alquiler debe salir es de la iglesia y no de un hermano en particular, que si lo deseaba aumentara su diezmo y de ahí completamos para pagar el alquiler. Ella salió un momento del salón a hablar con su esposo que la esperaba en un auto, al regresar dijo: -Mi esposo quisiera hablar un momento con Uds.- Después de saludar al Administrador como un viejo amigo le dijo: ¿Cuánto cuesta esta casa chico?... Te la compro para la iglesia… El hombre se alegró y casi delante de nosotros cerraban el trato, cuando le dije: -¡Alto!, disculpe pero la iglesia de Cristo no trabaja así. Es la iglesia la que debe comprar, si Ud. quiere haga una ofrenda y compramos la casa. No le pareció buena la idea y se quedó sentado en silencio.

Se sometió de nuevo a votación y decidimos mudarnos a Brisas del Lago, y le participamos al administrador que íbamos a consumir el depósito, con el fin de ahorrar para pagar la nueva casa.

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58¡Te conozco! Un domingo, entra un hombre alto y se sienta en el último banco ya comenzado el servicio y antes de finalizar, se levantó y salió.

Cuando termina el culto, había mandado a la familia a la casa porque quería quedarme un tiempo mas porque tenía un momento de consejería. Al terminar, cierro el templo y sigo rumbo a mi casa. En una esquina me está esperando este hombre alto. Lo reconozco y le ofrezco la mano para saludarlo, pero no me contesta el saludo y me dice: -Mire, yo vine a su iglesia para conocerlo personalmente y decirle que Ud. podrá engañarlos a ellos pero a mí no…..yo sé quien es Ud. Yo conozco su pasado miserable….

Al escuchar esto, sentí que mis orejas se enrojecían y le dije: ¡Ah!, ¡tú sabes quien soy!- -¡Sí, lo sé!, me contestó. -¡Bueno, como me conoces, corre, porque te voy a reventar la cara con la paliza que te voy a dar!- El hombre dio un paso atrás, y se fue.

Llegué a la casa llorando, pensando en esta mancha que llevaba, que aún los desconocidos me aborrecían por algo que no había hecho.

Pasó unas dos semanas de esa experiencia. Estaba concentrado echando el friso de la sala de mi casa, montado en un perolón, cuando hago el intento de bajarme para buscar mas mezcla, observo que en el pasillo está este hombre alto en silencio observándome.

Al principio me sorprendió… pero luego le dije: ¡Dios te bendiga!...¡Bienvenido a mi casa!, y limpiándome las manos le extendí el saludo, pero de nuevo no me lo contestó, pero dijo estas palabras: -Disculpe, no se moleste, sólo vine a decirle una cosa: . Yo soy miembro de la Iglesia Pentecostal “El Salvador”… Le confieso que me habían hablado cosas terribles de Ud. y decidí ir a su iglesia a reprenderlo y desenmascararlo… pero no me atreví, luego que Ud. me amenazó con golpearme, me puse a ayunar por siete días, pidiéndole al Señor que sometiera el demonio… pero sucedió que una voz me dijo: ¡Deja a mi siervo Edgar, déjalo en paz!... La voz que escuché fue muy fuerte y tuve mucho miedo… Vine a pedirle perdón por lo que le dije-, Al decir esto último me abrazó, no importándole que estaba todo lleno de cemento y lloró por un buen rato. Le invité a que pasara y que conversáramos con tranquilidad… y él se me negó diciendo, que vino sólo a eso. Me dio las gracias y se fue. Nunca mas he sabido de él.

Un invitado extraño Un sábado de ese período de seis meses, celebramos el cumpleaños de la iglesia. Alquilamos unos toldos blancos alrededor de la casita y sillas. Tuve el error de invitar a predicar al pastor de la Iglesia de Santa Rosa “El Amor de Dios” A.A.; en verdad no lo conocía, pero lo invito por sugerencia de uno de los miembros.

En la fiesta aniversaria, el pastor A.A:, me llama a parte y me manifiesta lo sorprendido que ha crecido la obra, me confiesa que él trató de ayudarla pero que la había dado por muerta. De repente bajó mas la voz y me preguntó: -¿Cuánto están recogiendo mensualmente?... me pareció impertinente la pregunta, pero como estaba orgulloso del crecimiento de la obra le dije: -7.000 bolívares mensuales-, este “hermano” peló los ojos e hizo un movimiento de cejas acompañado con un movimiento de boca, en señal de admiración y aprobación.

Satanás se manifiesta

Llegó el día en que debían decidir si me hacían el llamamiento formal o no. Ya habían pasado los seis meses de prueba. Se reúne la asamblea y doy la presidencia al hermano J., El hermano dice: ¿quién propone que sea llamado el pastor Edgar Salas?, se levanta unas manos, ¿quién lo secunda?, se levantan otras. En la discusión todos manifestaban complacencia por el trabajo pastoral en los seis meses. Al momento que el hermano J. va a someterlo a votación, se escuchan gritos al lado de la casa, todos se asustan y se asoman por las ventanas. Luego los gritos cesaron y todos se sentaron. El hermano J. vuelve

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59a tomar la palabra y al momento de preguntar quiénes estaban de acuerdo…. Unas abejas entran al salón y dos abejas le pican la boca a este hermano y le hinchan de inmediato la boca.

Después de auxiliarlo, les dije a los hermanos: -Hermanos, presiento que Satanás no quiere que aquí se tome la decisión-. Les pido a todos que tomen asiento y que procedan a la votación…. En eso veo al pastor A.A. bajar de un automóvil que se paró enfrente de la casa. Al verlo entrar le digo: -Bienvenido hermano; el culto ya terminó y estamos en una asamblea tomando una decisión muy importante, si puede esperar un momentico - El contestó de una manera altanera: -No puedo esperar- Le sugerí que si tenía algo muy importante que decirnos, esperara a que la asamblea le diera permiso, pues no era miembro de la iglesia. De una manera muy agresiva dijo: -No necesito permiso de nadie para hablar en esta iglesia…- y me enseña una crucecita que prendía en la solapa de su saco, me la coloca en la cara y haciéndome retroceder hasta llegar mi espalda contra la ventana, decía: -¿Tú sabes lo que es esto?...¿tu sabes lo que es esto?- (claro que lo sabía, era la insignia que dan a los que aprueban el Plan Maestro)… riéndome le dije: -¡Qué! ¿es enviado del Papa de Roma…? E insistí en que esperara afuera, como se resistió a salir, argumentando que él era Pastor Asesor de la iglesia, me volvía a la congregación y les dije: -Hermanos, pónganse de pié, se suspende la asamblea-. Los hermanos se pararon y salieron (a excepción de tres hermanas).

Como no salía, salí yo a la calle junto con los miembros de la iglesia, le pedí al conserje que cerrara la casa. Este hombre, enfurecido aún mas, comenzó a gritar ante los hermanos y los niños en la calle: ¡Ud. es un inmoral!, ¡inmoral!.... ¡A Ud. Lo botaron de San Cristóbal por inmoral…!, mientras mas me alejaba con mi familia, mas subía la voz.. ¡INMORAL!, ¡INMORAL!.

Llegué a mi casa con mi familia llorando mi desdicha. Sentí que había perdido la oportunidad de pastorear una iglesia que prometía mucho.

Expuse este caso de persecución ante la CNBV y la Unión de Ministros, y nunca tuve respuesta.

Como nota curiosa en este relato, este pastor A.A. fue expulsado en ese mismo año de la iglesia que pastoreaba por ladrón, luego se fue a la Iglesia Sión de San Carlos, donde lo expulsaron por la misma razón.

Luego a la casa llegaron tres hermanas, miembros de la iglesia, pidiéndome que no insista en ser pastor de esa iglesia, que renunciara a mis intenciones. Ellas mismas confesaron que se pusieron en contacto con el pastor A.A: para que impidiera mi llamamiento. Llegó un momento en que comenzaron a alterarse y a subir la voz. En eso, josuecito les dice: -¡No le griten a mi papá!- …. Inmediatamente guardaron silencio y dijeron: -¡Pobrecito, mira como tiene a los hijos!... se pararon y se fueron.

Ruina de una iglesia El fin de la iglesia bautista “Cristo La Única Esperanza”, fue muy triste. Estas tres hermanas tomaron el control de la iglesia, pero les fue imposible evitar su futuro. Fue de caída en caída, hasta que desapareció por completo. Hasta la casa que compraron en Brisas del Lago, que era su templo, se lo tragó la laguna.

Al pasar los años, estas tres mujeres, en tiempos diferentes, por encuentros fortuítos, aprovecharon para pedirme perdón con lágrimas en sus ojos.

Una familia la segunda respuesta de la oración Esa misma tarde llega a la casa los esposos Romero, quienes fueron testigos de la vejación recibida por este pastor. Ellos después de darme aliento, me pidieron que fundara una iglesia en su casa, que estaban dispuestos a trabajar fuertemente.

En verdad ya había comenzado a trabajar, pero la idea de fundar una iglesia en el Barrio San Luis, no estaba en mis planes. Este llamamiento lo tomé como la respuesta de Dios cuando le pedí una familia como señal de mi restauración al ministerio.

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60Una familia en Brisas del Lago también me pidieron que en su casa iniciara una obra, pero en verdad era una división de la Iglesia “Cristo La Única Esperanza”, aunque traté de trabajar con ellos, veía esta experiencia como una raya mas en mi ministerio. Ahora se me podía acusar de diccesionista. En cambio con la familia Romero, era diferente, pues no eran miembros de una Iglesia Bautista, así como los recién convertidos en el Barrio San Luis.

Un nuevo intento Acepté el reto y dirijo todo mi esfuerzo hacia el Barrio San Luis. Varios hermanos que habían creído en mi ministerio en CLUE, y se habían bautizado, quisieron seguirme a la nueva iglesia, les pedí que no lo hicieran, que siguieran en su iglesia, que mi intención era comenzar una obra de cero, no con miembros de una iglesia bautista.

Entre los que tuve que despachar, estaban los dueños de la textilera, (de los cuales había bautizado sólo a la esposa. Lamentablemente por no querer congregarse en otra iglesia, recibió clase de los Testigos de Jehová y actualmente es miembro de esa organización) y los de la Tintorería. Aunque la hermana J. dueña de la Tintorería Richard no estaba bautizada, pero la puse en contacto con el pastor Juan de Dios Vela y le recomendé que se quedara con él, pues el sitio donde iba a comenzar a trabajar no era indicado para la posición económica que ella estaba acostumbrada. Actualmente ella, junto con su hijo es miembro activo de la Iglesia Bautista “Dios me Ayuda”

Entre los hermanos que quisieron acompañarme en este nuevo ministerio pastoral, están: El hermano Luís Hernández (quién falleció dos años después), Gorge, Marioxi y su hijo Jorman, los cuales al poco tiempo se congregaron en la iglesia Presbiteriana.

Fin de una Historia de Dolor y Angustia.

Lo que siguió es una historia de Trabajo, trabajo y más trabajo. Donde Dios me confirmó el llamamiento, haciendo real la promesa que dice:

“Porque irrevocables son los dones y el LLAMAMIENTO de Dios”

ROMANOS 11:29