historias de la catedral de tuxpan, veracruz
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Historias de la Catedral.
Hechos históricos y familiares en torno a la Catedral de Nuestra Señora de la Asunción en Tuxpan, Veracruz,
México.
Pedro Paunero.
Un poco de historia.
Las crónicas indican que hay partidas de bautismo que datan de 1750. Se dice que había una antigua construcción que dataría del año 1752, construida en piedra. Se nombró
parroquia en 1754 , su sacerdote se llamó Nicolás Suárez.
En 1757 Fray Junípero Serra predicaría en Tuxpan, Tabuco y Tamiahua, cuando estas poblaciones pertenecían a la jurisdicción del curato de Temapache, a su vez dependiente
de Huauchinango, Puebla.
El obispo Veracruzano Francisco de Paula, de la Arquidiócesis de Xalapa (1863 – 1869) fue quién ordenó la construcción del campanario en 1866, no incidándose sino hasta el
18 de enero de 1901.
Don Joaquín Arcadio Pagaza en una visita pastoral en Tuxpan donó $100.00 pesos para su edificación.
El texto en griego, en cada uno de los costados, dice: “Agios Oqeos Agios Iscuros Agios Aqanatos Eleison Imas” que significa “Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal ten
piedad de nosotros”.
“En los años en que frecuentaba la [escuela] Lerdo se levantó la torre de la iglesia. La vi desplantarse en el ángulo de la fachada que da a la calle principal. El maestro, Antonio Vásquez, se aplicaba a tramar y pegar sus hileras de ladrillos. La construcción ascendía progresivamente. A veces
algún ocioso de poca fe decía: “¡Apuesto a que se cae!” pero yo sabía que estaba bien hecha. Que no se caería. Estaba rigurosamente a plomada. Poco a poco se dibujaron las ventanas y se cerró el primer cuerpo, y no
tardó en comenzarse el segundo. La obra se elevaba cada día más gracias al nivel y a los golpes rectificadores de la llana del albañil, hasta que la vimos enhestada, como un florón de nuestro progreso. Y la torre no se
cayó. Ahí está”.
Manuel Maples Arce(1900-1981)
A la orilla de este río.
Manuel Vázquez Iglesias era tío abuelo de mi madre.
Gustavo y Fernández Díaz.
Entre los cadetes que custodiaron a Francisco I. Madero a Palacio Nacional se encontraba el hermano de Esperanza
Rita y Fernández Díaz, casada con José Paunero Hermano. El cadete llevaba el nombre de Gustavo y Fernández Díaz.
En aquel entonces la casa de la familia era de madera y estaba situada en la actual Calle 5 de Febrero No. 8. En esta se
encontraba Esperanza y Fernández Díaz, postrada en cama debido a insoportables dolores por reúma.
Había intentado alcanzar un revólver para suicidarse y acabar con
sus penas pero no había podido levantarse de la cama.
Se había cerrado el Colegio Militar dónde a Gustavo le apodaban “costillas de hierro” porque durante los ejercicios militares, algunos de los cuáles consistían en soltar caballos briosos y
montarlos a pelo, cayó al suelo y uno de los caballos le rompió varias costillas. Gustavo y Fernández viaja a Tuxpan.
Por alguna razón se refugia en el viejo panteón de Galeana. Dos mujeres denuncian que un hombre armado se encuentra en ese cementerio.
Una partida militar lo desarma y apresa. Gustavo intenta escapar pero resbala en grava suelta. Cuando sus captores tratan de golpearlo con
la culata de sus armas él expresa: “Al vencido no se le maltrata”.
Tras hacerle un juicio, Gustavo es llevado atado al centro de la ciudad. Forman el cuadro de fusilamiento justo al pie de la torre de catedral, sobre la actual Calle
Juárez. No permite que le venden los ojos y pide él mismo dirigir su ejecución. El comandante
acepta. Dice en voz alta:
“¡Preparen… apunten… fuego!”Y luego:
“¡Por ti muero, Alcazar bendito!”
Inexplicablemente todos los vidrios de las ventanas en la casa de madera de la familia revientan o se agrietan de arriba a abajo, Esperanza se levanta de la cama y pronuncia:
“Gustavo… ha muerto Gustavo”Hay prácticamente dos cuadras que separan la casa de la familia de la Catedral. Sólo los
vidrios de las ventanas de esa casa se rompieron, los de los vecinos permanecieron intactos.
En el sepelio, aparte de la familia, sólo algunas mujeres de la Familia Cruz, vecinos de toda la vida en esa calle, acompañan el duelo.
Manuel Maples Arce menciona el trágico incidente como de pasada en su obra “A la orilla de este río”, mencionando la juventud de Gustavo que le conmovería al ser fusilado.
El incidente del tornillo faltante.
En 1936, a los 17 años de edad, Pedro Rubén Paunero y Fernández, tenía la comisión diaria de darle cuerda al reloj de catedral. Le pagaban $20.00 al mes. A las ocho de la mañana
subía una escalera de madera en la que faltaban varios tramos, con un barandal cayéndose a pedazos con intervalos de tres
descansos o rellanos.
Subía Pedro con una llave parecida a una manigueta con la cual giraba el mecanismo de pesas que semejaban piñas que íban subiendo poco a poco. Él tenía como costumbre atisbar el paseo de las chicas lindas que caminaban a lo
largo de la calle. Un día uno de los tornillos del mecanismo del reloj se soltó. Cayó al suelo. Se perdió. En cada una de
las carátulas del reloj las manecillas enloquecieron, empezaron a dar una hora distinta todas.
Abajo, los transeúntes y los dueños de las tiendas en el Edificio Núñez (actualmente Hotel Reforma) miraban hacia
el reloj del campanario completamente confundidos. Todas las tiendas abrieron tarde ese día.