historia literaria de españa en el siglo xviii
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Aguilar Piñal, Francisco, ed. Historia literaria de España en el siglo XVIII. Madrid:
Editorial Trotta, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1996. (La dicha
de enmudecer; serie Teoría Literaria). BLAA 860.9 H47i.
Aguilar Piñal, Francisco. “Presentación”. Aguilar Piñal, Francisco, ed. Ob.
cit. 9-10.
“siglo XVIII español, el ‘gran desconocido’” (Aguilar Piñal, 1996a: 9)
Histoire littéraire de la France (1733) de los monjes benedictinos de Saint-Maur.
Historia literaria de España (1766), de los franciscanos Pedro y Rafael Rodríguez
Mohedano.
Origen, progresos y estado actual de toda la Literatura (1784-1806), del jesuita
Juan Andrés, traducida del italiano al español en diez volúmenes.
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Diccionario de Autoridades (1726-1739)
Aguilar Piñal, Francisco. “La ilustración española”. Aguilar Piñal, Francisco,
ed. Ob. cit. 13-39.
Siglo XVIII: “una centuria de crisis ideológica” (Aguilar Piñal, 1996b: 13)
“la emancipación de las colonias inglesas de América (1776) y sin la Revolución
francesa (1789)” (Aguilar Piñal, 1996b: 13)
Siècle des Lumières – Francia.
Ilustración – España.
Enlightenment – Mundo anglosajón.
Illuminismo- Italia.
Aufklärung – Alemania.
Benito Jerónimo Feijoo (1676- 1764) (Monje benedictino)
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---. Teatro crítico universal (1726)
"Si las instituciones académicas y las sociedades económicas eran un refugio de
actividades altruistas y desinteresadas para los ilustrados, no de puede decir lo
mismo de las docentes o profesionales, en las que muchos escritores encontraban
un modo de vida. Entre estas detaca la Biblioteca Real, a la que sirvieron notables
intelectuales como Gregorio Mayans, Juan de Iriarte, Tomás Antonio Sánchez,
Vicente García de la Huerta, José Rodríguez de Castro, Juan Antonio Pellicer y
otros (...) en aquella época el hecho de ser bibliotecario suponía casi siempre la
dedicación a la investigación histórica y a la edición de textos clásicos" (Aguilar
Piñal 18).
Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII
Buscar correspondencia de MSR con personajes históricos contemporáneos
"...en las universidades de Francia se estudiaba desde 1750 la literatura francesa,
algo impensable para la española, que tímidamente comenzaba su andadura a
finales de siglo en la cátedra de Historia Literaria de los Reales Estudios de San
Isidro" (Aguilar Piñal 20).
"la doble realidad de barroco y clasicismo acompañó toda la producción artística
de los reinados de Carlos III y Carlos IV" (P. Navascués. "La formación de la
arquitectura neoclásica". Historia de España. Madrid: Espasa-Calpe, 1987. t. XXXI.
v. I. 657. cit. en Aguilar Piñal 23).
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Aguilar Piñal afirma que la Ilustración hispánica, y en eso parecería estar
incluyendo también la experiencia hispanoamericana, se limitó a comedidas
exposiciones teóricas y medianos resultados prácticos: "Ni el poder político ni la
sociedad en su conjunto se atrevieron a llegar a las últimas consecuencias de la
filosofía ilustrada, extremadamente peligrosa para sus intereses" (Aguilar Piñal
24).
"Barroco es sinónimo de hipérbole, exageración culta en la creación artística y
literaria, que presupone unas estructuras sociales basadas en la desigualdad y
privilegios estamentales, en el vasajalle y la sumisión en el orden político tanto
como en el ideológico, con el dominio absoluto de la teología sobre la filosofía y
todas las demás ciencias. En la Ilustración, por el contrario, se alza la Razón como
diosa rectora de los destinos del hombre, independizándose la filosofía de la
teología, pero sin mayores consecuencias sociales, ya que sus frutos no se verán
hasta después de la Revolución francesa. Sin sustanciales modificaciones,
continuarán en el siglo XVIII las mismas divisiones de una sociedad basada en el
privilegio, pero algunos españoles se impondrán como meta la desaparición de la
hipérbole y el extemismo religioso del Barroco, sustituidos por la sencillez, el buen
gusto y una mayor libertad en las costumbres sociales" (Aguilar Piñal 24-25).
Buscar estadísticas de alfabetización en la Nueva Granada de la última década del
siglo XVIII.
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El acceso a la cultura escrita era un privilegio que segregaba del resto a un
porcentaje muy pequeño de la población española (Aguilar Piñal 25). Según el
padre Sarmiento, sólo la décima parte de los españoles sabían leer y escribir. (cit.
Aguilar Piñal 37, n. 35) (Véase La educación de la juventud; edición y estudio
crítico por J. L. Pensado. Xunta de Galicia, 1984, n. 129.
Ver:
R. Froldi. "Apuntaciones críticas sobre la historiografía de la cultura y de la
literatura españolas del siglo XVIII". Nueva Revista de Filología Hispánica
33(1989): 59-72.
Según lo caracteriza Aguilar Piñal, el "sujeto del cambio" hacia la Ilustración en
España habría sido un intelectual perteneciente a una minoría culta no
necesariamente universitaria, que actuando desde la política, la enseñanza, la
magistratura o la administración pública, completa su formación en tertulias y en
ocasiones participa voluntariamente en instituciones culturales propias de la época
como academias, sociedades económicas, jardines botánicos o bibliotecas
públicas, todo como parte de los "intentos de europeización del país", basados en
la confianza en el progreso científico, la valoración de la naturaleza y una
paulatina secularización. En lo social el ilustrado propugna por la felicidad pública,
pero sin considerar la voluntad del pueblo bajo y en ese sentido promueve el
trabajo y la modernización de las técnicas mecánicas. El beneficio público y la
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utilidad son las palabras de orden. En lo político acepta la monarquía
fervorasamente, confiando en la actitud de la corona hacia las reformas (Aguilar
Piñal 25-26).
Felipe V (Versalles, 1683 - Madrid, 1746)
Carlos III (Madird, 1716-1778). Hijo de Felipe V.
Carlos IV (Nápoles, 1748-1819). Hijo de Carlos III.
"españoles del Setecientos" (Aguilar Piñal 27).
"Ni todo el siglo fue ilustrado, ni todos los ilustrados lo fueron por igual, ni el
progreso del movimiento fue sostenido y uniforme" (Aguilar Piñal 28).
"En la Europa de las Luces, España no cuenta por derecho propio, sino en cuanto
caja de resonancia, y aun así con notables carencias y deformaciones. Lo cierto
es que no contamos con pensadores originales, con ninguna empresa módelica
que se haya tenido como ejemplo en el resto del continente. Lo que se aceptó de
fuera se hizo con excesivas precauciones doctrinales y políticas. Todo parece
proteger privilegios sin cuento y unas tradiciones ideológicas que no tenían cabida
en el nuevo mundo que se alumbraba al norte de la península ibérica" (Aguilar
Piñal 29).
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"Miedo supersticioso a la libertad, como si fuera el monstruo desencadenante de
los males. Tal puede ser el límite de nuestra Ilustración y el diagnóstico de la
España oficial dieciochesca, en apretada síntesis" (Aguilar Piñal 29).
"Esta 'conciencia de siglo' es común a toda Europa, donde se impone la idea de
las 'luces' que iluminan mediante el uso de la razón, mientras que en España se
rechaza la noción de 'iluminar' y se sustituye por la de ílustrar', más didáctica y
menos filosófica, más científica y menos teológica. España - vienen a decir los
forjadores de la palabra- no necesita más luz que la de la fe" (Aguilar Piñal 29).
existencia de españoles ilustrados y españoles anti-ilustrados, son presicamente
estos últimos los que habrían difundido el concepto de siglo 'ilustrado' con un
sentido satírico (Aguilar Piñal 30).
¿Hubo Ilustración en la Nueva Granada?, ¿Cuál habría sido su signo y cuáles sus
logros?
"La enorme vitalidad literaria de nuestro Siglo de Oro y el rechazo romántico al
siglo XVIII fueron factores determinantes para la marginación sufrida por los
escritores del Setecientos durante el siglo XIX". Se debe destacar en este sentido
los juicios adversos de Menéndez Pelayo (Aguilar Piñal 31).
Aguilar Piñal rechaza los términos: despotismo ilustrado, Ilustración cristiana e
Ilustración liberal, por resultar sintagmas antitéticos (Aguilar Piñal 32-36).
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..."pienso que no se debe hablar de Despotismo ilustrado, ni de Ilustración
cristiana o de Ilustración liberal. Hablemos de Ilustración, a secas. Cualquier tipo
de adjetivación puede resultar tendencioso o confuso. Porque la Ilustración
española rechaza los extremos. En ella caben creyentes convencidos y
materialistas escépticos o furibundos anticlericales, conservadores y liberales,
nobles y burgueses, castizos y afrancezados"(Aguilar Piñal 35-36).
Cebrián, José. “Historia literaria.” Historia literaria de España en el siglo XVIII. Ed.
Aguilar Piñal, Francisco. Madrid: Editorial Trotta, Consejo Superior de
Investigaciones Científicas, 1996. 513-592. Print.
Gregorio Mayans y Siscar (1699-1781) definía en su Rhetorica (1757) que:
La historia literaria refiere cuáles son los libros buenos y cuáles los malos, su
método, estilo y uso; los genios e ingenios de sus autores; los medios de
promover sus adelantamientos o impedirlos; los principios y progresos de las
sectas eruditas; las universidades literarias, las academias y sociedades de varias
ciencias y el estado de la Literatura en ellas; y el adelantamiento o descuido de las
naciones en cada género de ciencia (Mayans 623. Cit. en Cebrián 513).
En la concepción de Mayans la historia literaria tiene todavía algo de preceptiva,
unido a un sentido de crítica literaria, todo dentro de la concepción de una nueva
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disciplina naciente, la de la historia literaria en sí, que sigue ocupándose de “cada
género de ciencia”. Emprender una revisión historiográfica de las poéticas,
retóricas, preceptivas e historias literarias que fueron publicadas o que circularon
en España en el siglo XVIII, implica partir de que el objeto que estas atendían: la
literatura, constituía algo bastante distinto a las concepciones que sobre esa
actividad tenemos desde finales del siglo XIX. Para el siglo XVIII europeo, incluida
España: “… Historia literaria será la sucesión cronológica de ‘hechos literarios’, o
textos escritos en un idioma particular, sin exclusión de temas o estilos. La
literatura se entiende, entonces, como cultura escrita, donde tienen cabida tanto
las Letras, como las Ciencias, formando parte de la historia cultural de un pueblo”
(Aguilar Piñal, Historia literaria 9).
“Lo ‘literario’, según el criterio de los hombres de la Ilustración, desborda el marco
de la estética para abarcar la totalidad de lo escrito, sin hacer distinción entre la
historia, las ciencias y la creación poética”, según lo consignaría el Diccionario de
Autoridades (1726-1739) (Cit. en Aguilar Piñal 10). Sin embargo, en el siglo XVIII
se produciría la restricción del concepto de literatura que pasaría a significar “arte
bello que emplea como instrumento la palabra” (Cebrián 513). Primero en Italia y
Francia, y luego en España “literatura” pasó a identificar a las Humanidades o
Bellas Letras, como opuesta a las Ciencias, es decir, adquiere el sentido que
actualmente tiene el término (514). Precisa Cebrián que: Aunque la existencia del
componente estético como rasgo distintivo de lo literario fue ganando terreno,
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![Page 10: Historia Literaria de España en El Siglo XVIII](https://reader036.vdocuments.co/reader036/viewer/2022072011/55cf9793550346d033925f9d/html5/thumbnails/10.jpg)
hasta bien entrado el Novecientos el sintagma ‘historia literaria’ continuó
conservando su sentido de desarrollo diacrónico y evolutivo de la cultura, si bien el
gradual proceso de reducción semántica lo rebajó a designar, aproximadamente a
partir de la tercera década, la historia de las obras artísticas expresadas por la
palabra” (514). De esta forma, a finales del siglo XVIII la literatura quedaría casi
totalmente restringida a las obras imaginativas en prosa y verso.
Cebrián considera que la Bibliotheca Hispana (1783-1788), de Nicolás Antonio, no
sólo sería el culmen de los estudios bibliográficos en España en el siglo XVIII, sino
que se constituiría en el antecedente no superado de la historia literaria en ese
país. El útlimo tomo de la Bibliotheca Hispana se reeditaría en 1788, año de la
muerte de Carlos III.
Ya desde el "Prefación al lector" de la Bibliotheca Hispana (1783-1788) la historia
literaria era tratada en "clave de alegato" (Cebrián 516).
La Biblioteca Real de Madrid, con sus Bibliotheca Hispana Nova (1783-1788) y la
Bibliotheca Hispana Vetus (1788), reeditada y anotada por Francisco Pérez Bayer
(1711-1794), que se encontraba al frente de la institutición, destacaría entre los
principales continuadores de la obra bibliográfica de Nicolás Antonio.
La fuente de una idea como la de la "Apología de los ingenios neogranadinos"
podemos encontrarla en la idea de Mayans de que era aconsejable limitar el
catálogo bibliográfico a una época, lengua, género literario o espacio geográfico
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(región, provincia, ciudad (Cebrián 520). En esta idea coincidirían Burriel en su
Apuntamientos de algunas ideas para fomentar las letras (1749) y Juan Sempere
en su Ensayo de una biblioteca española de los mejores escritores del reinado de
Carlos III (1785-1789).
"La primera generación de ilustrados compartió la ide de que el reformismo cultural
de las primeras décadas del siglo XVIII requería para afianzar sus cimientos de
una reinterpretación de los saberes acumulados por la humanidad, de una
cosmovisión evolutiva del pasado que abordara con nueva crítica el estudio
metódico del origen y progresos de todas las ciencias y artes, imprescindible para
una cabal inteligencia del inmediato presente o estado actual" (Cebrián 530).
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