historia de murcia y su reino

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G.

5 9 5 '

MURCIA Y DE SU REINO.

IplSCUAiaeGiTAUGOsl

HISTORIA DE

MURCIA Y DE SU REINO, DESDE LOS TIEMPOS MAS REMOTOS

hasta nuestros dias, PRECEDIDA DE LOS DISCURSOS HISTÓRICOS

a a

motados y continuados con arreglo á los documentos y crónicas encontradas tanto

en las Bibliotecas municipales, como en las particulares,

POR DON R A F A E L DEL CASTILLO,

CRONISTA DE MURCIA. Obra ilustrada con profusión de láminas

representando monumentos, armas, instrumentos, usos y costumbres de los tiempos antiguos y modernos.

TOMO I.

M U R C I A .

Imprenta de Francisco Bernabeu, Correo Viejo, 2. 1868.

AL E X » . É 1LLS10. AYUNTAMIENTO Y

EXCMA. DIPUTACIÓN PROVINCIAL

Representantes fieles del pueblo que las ha elegidlo; guardadoras incorruptibles de sus patrias glorias; defensoras leales de sus inmunidades y privilegios, á tan dignas Corporaciones solamente puedo dedicar el fruto de mis tareas, humilde, por la inteligencia que le ha confeccionado; grande, por la idea que representa.

Aceptado por ambas, teniendo en cuenta mas lo segundo que lo primero, están ya suficientemente recompensados los afanes de

R. del Castillo.

INTRODUCCIÓN

. i .

La maldición de Dios acababa de r e tumbar en el espacio. Nues t ros pr imeros padres la escucharon ext remecidos . Los que no habían temblado al cometer la falta, se lle

naron de t e r r o r r a l sentir las consecuencias de ella. Arrojados" 1 del^fparaiso, sugetos á todas las debilidades y

miserias h u m a n a s , el h o m b r e g a n ó el pan con el sudor de su ros t ro y la m u g e r par ió con do lor .

Su descendencia m a n c h a d a con una falta y -ennegrec ida con un cr imen se esparció por la t ie r ra .

F o r m ó chozas , cons t ruyó aldeas , las aldeas se convir t ieron en pueblos , los pueblos en ciudades y las ciudades cons t i tuyeron grandes imper ios .

Religiones dis t intas , caracteres encon t rados , cos tumbres opuestas y necesidades crecientes s iempre, engendraron g r a n des vicios, é hicieron resal tar también g randes v i r tudes .

P a r a elogiar las unas y est igmatizar los o t ros , hubo n e cesidad de emplear o t ros medios que la palabra t rasmit ida de generación en generación y desde las «tablas de la ley»

VIII hasta el «papirus» de los r o m a n o s , todos los pueblos fueron comprend iendo la necesidad de cons ignar sus hechos , sus códigos ó sus preceptos rel igiosos, de una manera que hiciese ver á las futuras edades lo que en aquellas habia eger -c ido m a y o r influencia.

Los héroes necesi taron poetas que cantasen sus hazañas , y los poe tas , elementos bas tantes para que sus obras pasa ran á la poster idad, no como canto y memor ia de un pue blo entusiasta , sino como obra de ingenio y de es tudio .

Los pueblos necesi taron á la vez h is tor iadores , y estos tu vieron la exigencia just ís ima de medios pa ra legar al po rve nir los hechos y las conquis tas que his tor iaban.

\i\ cincel sirvió para la p iedra , el «estilo» pa ra las planchas de cera ó de meta l y el «punzón» i m p r e g n a d o en a lgunas sustancias te r reas , para el «papi rus» .

Merced á todos estos ndelantos, hijos, por decirlo así, de la necesidad, adelantos hechos paula t inamente , hemos ido p u -diendo conocer y aprec iar con a lguna cer t idumbre la h i s toria an t igua .

Hasta el año 7 7 6 antes de Jesucris to no tienen fechas pos i t ivas , según los mas autor izados cronologis tas , hechos ni pe r sonas , pues las tradicionales noticias no podian fijarlas con la precisión que el his tor iador necesita, e scep tuandode es to , sin e m b a r g o , al pueblo hebreo , quien por efecto de sus tradiciones rel igiosas pudo sa lvarsede aquella ignorancia para el porvenir .

Respecto á los demás pueblos , ni la revolución operada po r Licurgo en Espar ta , ni aun los reinos de Lidia, Asiria y demás es tados de Oriente , tenían anales positivos que p u dieran dar luz al his tor iador ó al filósofo.

Mas como ya h e m o s manifestado, llegó un dia en que los pueblos al estenderse sobre la superficie de la t ie r ra , tuvieron necesidades y exigencias, y la historia nació de estas.

Los libros de Moisés, de David y de Sa lomón, y el «Chou-King,» libro canónico de mora l y de historia , escrito en China el siglo XXIII antes de nuestra e ra , nos dan á conocer la impor tanc ia , el deseo y mas que nada , la necesidad de ir legando á las venideras generac iones , l ibros en que ap ren diesen y supieran lo que en el pasado sucedió.

La «lliada» y la «Odisea» de Homero y la «Teogonia» y el poema de las «Obras» y «los Dias» de Hesiodo, si admi t i mos lo que dice Herodoto ; los «Vedas» y el código atr ibuido á Manú, demost raban que la India lo mismo que Grecia y al igual de los demás pueblos , iban comprend iendo la necesidad de his tor iar , la necesidad de ins t ru i r .

Desde la coronación de Corebo en los j uegos Olímpicos el año 7 7 6 an tes de Jesucr is to , ya la c ronología , nos precisa fechas, y por ellas vemos mas palpablemente demos t rada esta verdad.

Copiando la feliz espresion de un his tor iador c o n t e m p o r áneo , desde esta época «se multiplican los nacimientos de «ciudades, de imper ios , de gobiernos .»

Sardanápa lo , el monarca sivarita, el déspota Asirio, se hunde con estrépito y su hundimiento produce la creación de nuevos pueblos.

Los g r i egos , esparciéndose por el l i toral del Mediterráneo, llevan con su rel igión, con sus cos tumbres y con su comer c io , una civilización nueva á los pueblos donde van .

Grecia, en el siglo Vil antes de Jesucr is to , según Daunou, «se conmueve al oir los cantos de T i r t eo , aplaude los ta len-«tos líricos de Safo, y recibe las leyes de Tales que habia «profundizado todos los conocimientos de su t iempo,» pero sin propens ión á fundirse en una sola nac ión , no acepta las leyes de Dracon por creer las demasiado restrict ivas y fuertes.

R o m a desenvolviéndose lentamente como el gusano den-Tono i. 2

Iro de su capullo, iba tegiendo con afanosa solicitud y con tardío , pero seguro paso , la inmensa red en que debía mas larde envolver al m u n d o conocido.

En Grecia y en Asiría; en Persia y en Egip to ; en China y en R o m a , los conocimientos adelantan , brotan los ingenios y á la vez que las ciudades nacen y crecen y se desarrol lan , los hombres se educan , los talentos se pulen y se coleccionan las obras de H o m e r o . Safo y Er ina florecen en Les-bos; los filósofos y re formadores chinos Lao-Tseu y K o n g -Fu-Tseu ó Confucio se comprenden ; Anaximandro de Mileto cons t ruye una esfera y traza el p r imer mapa-rnundi cono cido; su discípulo Anax imeno , toma y perfecciona de los asirios el cuadran te solar ; Esqui lo , Sófocles y Eurípides dan esplendor á la t ragedia gr iega ; Espur io Casio es precipi tado desde la roca Tarpeya por haber presentado la p r imera ley ag ra r i a ; P índa ro forma, por decirlo así , la poesía lírica, y las ar tes y las letras hacen del siglo de Pericles un verdadero siglo de o ro pa ra la Grecia, que contaba en su seno valientes y entendidos genera les , artistas de verdadero ge nio , hombres científicos, y todos elios verdaderos historiadores de su e ra , pues sus historias quedaban esculpidas en ios m o n u m e n t o s que al porvenir legaban.

¿Acaso podia dejarse una historia mejur escrita que el «Par thenon ,» templo levantado en honor de Minerva; el «Odeon» consagrado á los cer támenes de música, y el t emplo de Eleuxis empezado por Corebo y cont inuado por Methágenes?

Fidias con su «Minerva» del Par thenon y su «Júpiter Olímpico» de Elide; Paneno y Pol ignoto ornando el Peci lo; Po l i c l e tode Sicione con su «Juno de Argos» y el «Canon;» Calimaco inventando el ar te arqui tectónico cor in t io , y tan tos o t ros ¿podían dejar mejores historias que sus obras , admi -

XI pación y estudio de las venideras generaciones?

Creemos que no. Una sencilla piedra con una inscripción resistiendo serena

é impávida los furiosos y devastadores embates del t iempo, encierra para nosot ros toda una his tor ia , todo un poema de grandeza y de gloria que á veces suele decir mas que el l ibro mejor escr i to .

His tor ias escritas en piedra , t razadas en un lienzo con el pincel, significadas por un descubr imiento en el vasto c a m p o del ar te ó de la ciencia, ó escri tas en los cantos de un poema ó en los preceptos de una rel igión, es lo que todos los pueblos deben t ra ta r de legar á sus sucesores , lo que los pueblos pr imit ivos comprend ian , y lo que venían haciendo.

Los his tor iadores Tucídides , Jenofonte y T e o p o m p o con su historia de las gue r ra s del Pe loponeso; Aristófanes y Só focles con sus comedias el u n o , y su t ragedia «Edipo en Colona» el o t ro ; «La Historia de los Persas ,» por Ctesins, médico de Aítajerjes; el compañero de P la tón , Eudoxio de Guido con su «it inerario Universal» ó sea Viaje a l rededor del m u n d o y el p r imero que dio al año trescientos sesenta y cinco dias y un cuar to ; Hipócra tes con sus t ra tados de los Aires , de las Aguas y de los L u g a r e s ; La «Leptimia,» «Las Filípicas» y «Las Olintias» de Demóstenes; P to lomeo Fila-delfo, fundador en Alejandría del Museo y de su famosa biblioteca; Teócr i to de Siracusa con sus «Bucólicas;» el Egipcio Maneton con su historia de Eg ip to ; la p r imera gue r r a púnica que sirve de pun to de par t ida al his tor iador Pol ibio: el poeta Nevio con sus comedias crít icas ridiculizando á los magna tes r o m a n o s ; Apolonio de Rodas con su poema d e «Los Argonautas ;» Fulvio Novilior con los «Fastos» de R o m a ; las comedias de Terencio ; los filósofos Diógenes , es to ico , Carneades , académico y Criptolao per ipa té t ico , b t r o -

XII (luciendo en R o m a las «ciencias filosóficas;» Los «r\nales» de Calpurnio ; el «De oficiis» del estoico Paneccio; el emperador chino W u - T i mandando reunir los libros salvados de la destrucción ordenada por Ths in-ch i -hoang-Ti ; las memor ia s históricas ó el «Sse-Ki,» historia de la China escrita por Sse-Ma-Ths ian; las «Verrinas,» «las Catiliuarias» y «las Filípicas» de Cicerón; Diodoro de Sicilia con su «Biblioteca Histórica,» Terencio Varron con su traLado de «Lingua latina;» «Las Églogas ,» las «Geórgicas» y la «Eneida» de Virgilio, y Dionisio de Malicarnaso con sus «Antigüedades Romanas ,» un i dos á los g randes hechos de a r m a s , á la creación de Impe-. r ios , á la destrucción de pueblos y á la civilización creciente, , fueron por decirlo así, los g randes heraldos que venian prepa rando y a l lanando el camino para el gran acontec imiento , p a r a la inmensa y t rascendental revolución, para ese subl imísimo poema de tan colosales consecuencias en el orden moral y mater ia l del m u n d o , pr incipiado en un mísero establo de Belén, para te rminar treinta y tres años después en el Gólgota .

II.

Con el nacimiento del Salvador, una era nueva debia pr incipiar pa ra el m u n d o existente y el mundo del porvenir .

La civilización habia emprendido su fecundizante marcha y nada la detenia .

Cer rado el templo de J a n o , en R o m a , señal de que la se ñora del m u n d o no tenia gue r ra s con ot ros pueblos, al a m p a r o de esta ca lma las ciencias y las ar tes florecían y se desa r ro l laban .

Algo menos delicada que las épocas anter iores , la que se

XIII abría con la Era cris t iana, lo fué m a s abundante en frutos, mas espléndida.

Permit iéndonos una frase un tanto vu lga r , d i remos que si en calidad disminuían a lgo , en cambio a u m e n t a r o n en can tidad.

Si hay mas oscuridad en los versos de Pers io ; si Marcial es menos , mucho menos que Gátulo; si Itálico y Valerio Flaco no empuñan cual debieran la épica t r o m p a , las Sát i ras de Juvenal y las obras de L u c a n o , d ignas son de aprecio y es tudio.

La geografía de Pompon io Mela; el a r te militar de F r o n t i no ; la agr icul tura de Plinio y Oolumela; la medicina de Celso; Quinti l iano en la re tór ica y Séneca sobre lodo , son lumbre ra s bastantes para i luminar un siglo y dejar sus vivos resp landores á los s iguientes.

Al mismo t iempo el moral is ta g r i ego Epi lec to , Dion, Dios-córides, Es t rabon, Josefo y Plutarco anadian sus luces á las luces r o m a n a s y todas ellas a lumbraban aquella triunfal car rera que tuvo comienzo en la huida á Egip to y desenlace en el «campo de la sangre .»

A la terminación del p r imer siglo del cr is t ianismo y a la luz de las an torchas manifestadas ya, se leian los cua t ro «evangelios» de Mateo, Marcos, Lucas y Juan y aunque invadido este siglo por el «platonismo» impor tado de Grecia , Apuleyo, Aulo Gelo, F lo ro , Jus t ino , Quinto Curc io , He rmógenes , Arist ides, Marco Aurelio, Máximo de T i ro , Apiano , Pausan ias , Claudio Ptolorneo, Luciano de Sainosata y otros', marcaban una nueva etapa en la civilizadora marcha .

Los cr is t ianos que no han encont rado mas que persecuc iones ; que r iegan el camino que corren con la sangre de sus már t i r e s , no tienen h is tor iadores , pero sí apologis tas como Atenágoras , Jus t ino , Tac iano , San Irineo y San Clemente de Alejandría que recogiendo las floridas pa lmas de las manos

XIV

de aquellos pr imeros soldados del cr is t ianismo comentaban su gloria y envidiaban su suer te .

Poco después , Orígenes , Ter tu l iano , San Cipriano y Ar-nob io , defienden los dogmas del Evangel io y á veces los ama l g a m a n con la filosofía de Atenas ó los cont raponen á ella.

Varios doctores en su celo por defender las verdades evangélicas descendían hasta la heregía , y en medio de estas cont rovers ias , el cr is t ianismo seguía p ropagándose en el tercer s iglo, cul t ivándose a d e m á s la jur isprudencia por Julio P a u l o , Cayo y o t ros , al mi smo t iempo que Lampr idas escribía la «Historia Augusta .»

De siglo en siglo, de generación en generac ión , de edad en edad , venia haciéndose sentir mucho mas la necesidad de la historia y los hombres ansiaban estudiar en los hechos de los hombres , y dejar á o t ros los que ellos hicieran.

Durante el IV siglo, las persecuciones hacen su postrer esfuerzo; Diocleciano adquiere una tr is te celebridad, y junio á la negra rfoche de las oscuras tumbas mandadas abrir por él , para tantos millares de cr is t ianos, aparece el sol radiante y p u r o , el perfumado incienso, la alegría , el consuelo y la paz bajo el re inado de Constant ino.

Apolinar pre tendiendo que Jesucris to no es mas que Dios; Arrio c reyendo que no es mas que hombre y Macedonio imp u g n a n d o la divinidad del Espír i tu Santo , ayudados por los pe lag ianos , por los donat is tas y los prescil ianitas, forman dist intas sectas y hacen necesarios los dos concilios celebrados por entonces en Nicea y Constant inopla, contra los a r r i a -nos el p r imero y contra Apolinar y Macedonio el s egundo .

Pero toda esta lucha, todo este encarnizamiento para imp u g n a r y defender, solo sirvió para 'elevar ese magnífico m o numen to cris t iano formado por unos cuantos l ibros , en los cuales hay nombres tan dignos de respeto*) 7 veneración como

los de L a c l a n d o , San Hilario de P o i t i e r s / S a n Ambros io Obispo de Constant inopla , Rufino, San Gerón imo , Prudenc io el Poeta y Obispo de Zaragoza , San Agustín de quien dice un es cri tor con temporáneo que su «Ciudad de Dios,» será el mayor m o n u m e n t o l i terario del siglo V;» Eusebio, San Atanasio de Alejandría, San Basilio, San Gregor io de Nacianzo y San Juan Crisós tomo á quien l laman con razón «boca de oro ,» p o r q u e efectivamente, sus obras son un r iquísimo tesoro de e locuencia.

Mas como no hay sol sin ocaso , todo el esplendente sol del cr is t ianismo sino a p a g a d o , po rque imposible era , quedó oscurecido duran te algún t iempo por la i r rupción del siglo V.

El cr is t ianismo, idea divina, llama que sobrenadada por encima de todo el mater ia l i smo de su t i empo , al hundirse los edificios, al sucumbir los hombres bajo los cascos de los cor celes invasores de los bá rba ros , no podia mor i r , debia renacer mas bri l lante, mas pu ro , m a s dominador , y así fué.

El mundo an t iguo se desploma sobre sus carcomidos cimientos y solo queda subsistente la c ruz .

La cruz que está l lamada á realizar la unión de dos sociedades , de dos épocas , de dos pueblos .

Un cambio inmenso se opera en el sistema terr i tor ia l , polít ico y religioso del mundo y este cambio verificándose du ran te un la rgo per iodo que l l amamos «edad media» principia en el Visogodo Alarico y termina con la toma de Constant inopla por Mahometo II.

Las sucesivas i r rupciones de las t r ibus del Nor te , dest ruyen y aniquilan toda la civilización y las gue r ra s sucesivas impiden que fructifique y p rospere .

Mas apesar de es to , en medio de semejante caos , ent re el bá rba ro es t répi to de aquel las cor tes g o d a s sin freno y sin o t ra ley que la del h ie r ro , el corazón y la mente se deleitan recor-

XVI dando á San Isidoro Arzobispo de Sevilla en sus inmortales obras «Las Et imologías , Fábr ica del m u n d o , Biblioteca, Varones Ilustres é Historia de los godos ,» y a lgunos o t ros eminentes aunque escasos genios , que como brillantes pero rá pidos meteoros desaparecieron, l egando sin embargo al p o r venir los destellos brillantes de su luz.

Pero á los monarcas visogodos entronizados en España suceden los á rabes , y la civilización impor tada con ellos á nues t ro pais , con el que ya so lamente nos re lac ionaremos en lo sucesivo durante este exordio , hecha raíces fo rmando nuevos cimientos sobre las ru inas de las de los Cartaginenses y R o m a n o s , raíces que si bien combat idas á cada m o m e n t o por la gue r ra sin t regua iniciada por Pelayo en Covadonga , fueron bastantes para que al empezar la era del renac imiento diesen opimos frutos.

Las a r t e s , las ciencias, la industria y la agr icu l tura , cult ivadas por los sectarios del profeta, no pudieron sin e m b a r g o aprovecharse debidamente por los castel lanos, tanto por la intolerancia religiosa y política, cuanto por la gue r r a sin t reg u a que se les hacia .

P o r lo tanto y pasando po r al to todo este t iempo hasta el ú l t imo suspiro de Boabdil, al separarse para s iempre de Gra nada , l legaremos á la verdadera época del desenvolvimiento y adelanto mora l y mater ia l de nues t ro pa ís .

*

III.

Terminaba la edad media . La era del renacimiento pr incipiaba, y el «lux facta est» del

Génesis , iba á ser una verdad pa ra el m u n d o de la ciencia. El coloso de h ier ro que duran te largos años tuvo oprimida

XVII k la Europa ent re sus férreos brazos, languidecía abat ido bajo su mismo peso y la au ro ra del saber , el refulgente sol del g e nio brillaba en el cielo de la intel igencia .

El siglo XV estaba l lamado á operar una revolución en el m u n d o conocido .

La oscura noche en que yacían sumidos los siglos a n t e r i o r e s , en t re las preocupaciones monacales y la opresión de los señores feudales, alejaron de Europa las ciencias y las a r t e s , obl igándolas á refugiarse en lo mas recóndito de los conventos ó á t raspasar los mares pa ra esconderse en la par le opues la del Alias .

Allí, en medio de las inmensas l lanuras de Mesopotamia, los á rabes del Senaar , los seres considerados como bárbaros por los gue r re ros eu ropeos , g raduaban la circunferencia de la tierra y t razaban el camino para nuevos descubr imien tos , para atrevidas invenciones y para que el genio creciera, , des ar ro l lándose en medio del oscuro caos de ignoranc ia donde tan to t iempo permanec ie ra envuel to .

Al principiar el siglo XV, el talento se abría paso á t ravés de las preocupaciones absurdas y de las opresiones t i ránicas .

El c iudadano de Maguncia, el pobre huérfano que pasó á S l rasburgo para ocul tar tal vez la miseria que le amenazaba , concluia de inventar el a r le t ipográfico.

¡Quién pensara que tan maravil losa invención, cuaren ta años mas ta rde sirviera para cons ignar el m a s famoso de los descubr imientos h u m a n o s !

Ticho Brahé poseía en su observator io de Oraniembourg-e l p r imer reló con las horas divididas por segundos y minutos ; los ana tómicos Leuven!ocl y S w a m m e r d a m usaban el mic ros copio pa ra sus disecciones y la brújula modificada en par le , servia ya á los mar inos holandeses y venecianos.

Las ar tes causaban una revolución en el inundo mater ia l , TOMO I. 3

XVIII de la misma manera que las ciencias la operaban en el intelectual .

La l i teratura clásica desper taba también de su le ta rgo y las obras de Táci to y de Terencio , la Iliada y la Odisea, eran leídas con avidez po r los nuevos sacerdotes de la mode rna l i te ra tura .

Pl inio, Pomponio Mela y Es t r abon , esponian á los ojos de aquella sociedad, ansiosa de saber , la geografía an t igua , y escitaban el deseo, a lentaban el valor , encendiendo la fantasía de los jóvenes escolares para buscar un «mas allá» sobre lo que decían los geógrafos g r i egos y r o m a n o s .

La juventud de aquella época se asemejaba á una mult i tud de mar iposas que iban á encender sus alas en la espléndida luz de la ciencia.

Álfrajano, Alverroes y P to lomeo , los científicos árabes y gr iegos de otros t i empos , se buscaban con anhelo , se leian con entusiasmo y el talento t ra taba de comprender al ta lento y aun de sobrepujarle si era posible . Y lo fué.

Galileo y Newton, Gopérnico y Frankl in , vinieron m a s larde á demos t ra r que la ciencia no tenia l ímites conocidos y que el «mas allá» existia.

Los descubrimientos geográficos eran el faro que atr ia to das las mi radas , es tando dest inado á i luminar con sus fulgentes resplandores un siglo tan fecundo en invenciones y descubr imien tos .

Asombrado el hombre de su propia ignorancia y des lumhrado ante aquel meteoro de ciencia, cada paso que daba por el nuevo m u n d o estendido delante de su capacidad, le parecía un descubrimiento que le enorgullecía y que le a lentaba pa ra cont inuar ade lan te .

Manuscr i tos t razados en ot ras épocas , e ran devorados por las nuevas generac iones , que aprendían en ellos, demos t ran-

XIX do con esto la necesidad absoluta que existe de la historia de un pueblo para los pueblos que le sucedan .

Al principiar la décima quinta centur ia , nada se sabia de cierto respecto á los profundos mister ios del Occéano.

Una confusión inmensa , una especie de caos en que lo a b surdo se mezclaba con lo sublime, y lo rea l con lo fantástico, re inaba en la esfera de la náut ica , y las famosas reg iones del At lante , la fábula de Platón, era comentada de dis t intas m a neras sin que las dispersas luces de la geograf ía an t igua , buscadas entonces con a rdo r , bas taran á i luminar la oscuridad en que se estaba respecto á aquel mundo desconocido.

Con religioso respecto, con superst ic ioso temor se cons i deraban las affuas del Occéano v el mi smo escri tor árabe Xerif-al-Edrizi , compat r io ta de los navegantes mas audaces de su t iempo, al hablar del Atlántico, lo hace , par t ic ipando de los e r rores y de las creencias de entonces .

Cuando Colon vino al m u n d o , los conocimientos geográficos y los adelantos de la navegación, existián reconcent rados en Po r tuga l . ;1

Siglo de desenvo lv imien to para el a r t e ; e ra en que la imaginación se exaltaba con facilidad ext raord inar ia á la na r r a ción de maravil losos descubrimientos y de inconcebibles aven turas ; época en que la ciencia que permaneciera larva duran te .e l feudalismo, se tornaba en mar iposa y abandonaba su capullo pa ra estender sus alas doradas sobre la t ie r ra , necesario era que influyese mucho pa ra encender el genio de un hombre atrevido como Colon, haciendo bullir en su mente cien ideas dis t intas , que reunidas y trabajadas en el vasto taller de su pensamien to , diéronle p o r resul tado la convic-cion ínt ima de que en el o t ro lado de los mares existia un, m u n d o desconocido y que solo á él estaba reservado descorre r el misteriosojvelo que le ocul taba .

XX Y efectivamente fué así . El generoso impulso de Isabel «La Católica» proporcionó-

á Colon los medios de realizar su sueño y este sueño le valió á España un m u n d o .

La historia ant igua sirvió á Colon para aprender , y la h i s toria moderna en virtud del nuevo descubr imiento de Gut-lemberg , según hemos dicho en ot ro lugar , vino á servir p a ra consignar ese y o t ros hechos que hoy consti tuyen n u e s t r o orgul lo y en los cuales es tudiamos lo que nuest ros an tepasa dos h ic ieron.

El a r te t ipográfico, exigencia ya de la nueva sociedad, v i no á satisfacer el afán de aprender , y los manuscr i tos se impr imie ron , y las crónicas eran leídas con afán y cada pueblo tenia una página que regis t rar en la genera l h is tor ia . La emulación hacia ge rminar g randes ideas y realizaba maravi l losas obras que ya no podian mor i r po rque quedaban cons ignadas en indelebles carac teres .

Reunidas en una todas las historias par t icu lares , fué suficiente entonces para satisfacer á los que á leer se dedicaban y que ansiaban conocer , no el detalle de la historia que á su localidad correspondía , sino la historia general de los pueblos y de los acontecimientos, y las crónicas de cada reinado p r ime ro , y después las historias de Mariana, de Zur i ta , de Morales, de Ortiz y o t ros , fueron satisfaciendo aquella necesidad.

Pero las his torias generales no s iempre detallan; describen á g randes rasgos y de aquí que cada provincia sint iendo crecer en ella el deseo de saber y conocer , h a buscado la historia propia , la que describe los hechos d e sus hijos, la que conserva las glor ias de su misma localidad para enorgullecerse con ellas; para honra r en el presente á los hombres descendientes de los héroes del pasado , y de

XXI aquí que tanto en los dos siglos an ter iores como en el a c tual , se hayan publicado tantas historias par t iculares c o m o en provincias se halla dividido el re ino .

El man to de p ú r p u r a que cubre el solio de nues t ros reyes , r ico, sembrado de glor ias , bordado con laureles y esmal tado con grandes y nobles hechos , está formado por los cuarteles de cada una de las provincias españolas .

Murcia en t re todas , descuella po r lo espléndido de su g lo r ia , por su inmarcesible laurel y por lo noble de sus hechos, y tanto es así , que r a ra , muy r a r a es la provincia de España que como ella cuente tantas his tor ias par t iculares de los distintos pueblos que su demarcación encier ra .

La existencia de estas his tor ias demues t ra la abundacia de hechos que h is tor iar .

ü. Francisco Cáscales, el buen hablis ta , el correcto escri tor y el hombre erudi to , enriqueció su patr ia con un m o n u m e n t o elogiado por propios y es t raños , aunque depr imido á veces por la envidia ó la ignoranc ia .

No n e g a r e m o s noso t ros , po rque el escri tor debe ser impa r cial s iempre , que en «Los Discursos Históricos» no exista en determinadas páginas , sobra de credulidad y aun equivocaciones his tór icas , pero ¿acaso esto es bas tante pa ra eclipsar las bellezas de su obra?

¿Quién es el hombre infalible cuyas apreciaciones son exactas y que j a m á s padece errores?

Ninguno: «Los Discursos Históricos» con todos sus defectos, son en nuestra humilde opinión ,una d é l a s obras q u e m a s deben enorgul lecer á nues t ro país , y en tanta est ima la t ene m o s y tal veneración nos inspi ra , que hoy , al pensar escribir una historia de la contestana provincia donde el Ca r t ag i nés asentó su planta ; donde el r o m a n o g ravó su huel la; don de el godo des t ruyó en su ignoran te saña lo que c o m p r e n -

XXII

/{. del Castillo.

der no podía; donde el árabe formó un oasis en su fértil s u e lo, y donde el renacimiento plantó su civilizadora cruz, t r a t amos de poner nuestro oscuro nombre á la sombra del suyo, buscando en él apoyo y protección, como la débil hiedra en la robus ta encina.

Si al pasar nues t ro libro á las futuras edades, lleno el e s pacio que media entre el siglo *X Vil- hasta donde escribió Cáscales y el úl t imo tercio del XIX en que t e rmina remos noso t ros , a lgún vigor y a lguna pureza existe en los cuadros que t r acemos , no será por méri to nues t ro , será ún icamente porque el modelo de que nos servimos es tan acabado, que* no puede menos de pres tar una par te de su vida á la mas-desaliñada y humilde copia.

DISCURSOS HISTÓRICOS DE

MURCIA Y SU REINO, 'escritos por

DON FRANCISCO CÁSCALES.

Discurso 1.° (1)

Reinando los romanos, los godos, los moros hasta" D. Femando el sanio.

C A P I T U L O I.

dado

ETERMÍNOME á escribir de Murcia su valor, insignes hechos, nobles linages y cosas dignas de memoria, pero con aquella modestia, que al verdadero historiador conviene, sin que el amor me deslumbre los ojos, ni la pasión me los aparte de la verdad, blanco á donde tira la venerable historia. Esta no puedo llevar consecutiva en el discurso primero sin in

tervalos, y lagunas de por medio: que el tiempo pasado nos ha sido enemigo, ó (hablando mas claro), nuestros mayores

i cuidaron tan poco de encomendar á la posteridad sus cosas, que los mas de ellos (justa pena de su descuido), han que-

sepultados en perpetuo silencio, y nosotros frustrados de sus heroicas

(I) Respetando el testo del erudito 1). Francisco Cáscales, en nada hemos alterado la ortografía que tiene el original de que nos servimos.

2 HISTORIA proezas; que las adivinamos por tales, sacando por las uñas el león, eon* cibiendo de los rasgos que dieron con escasa pluma algunos autores, vivas esperanzas, mas envueltas en ceniza. De entre ella es menester agora trabajar de sacarlas á la luz de medio dia, y de libros anales conservados curiosamente en los Archivos nuestros Eclesiástico y Seglar y de los Historiadores así latinos, como vulgares, y de las escrituras y memorias que nuestros Ciudadanos cada uno en su honor y gloria guardan, y últimamente de las probables congeluras hacer nuestros discursos históricos, con el mayor estudio y mas cierta averiguación que yo pudiere.

Empresa es digna de los hombros de otro Atlante, ó de su sustituto Hércules. Mas ¿qué tengo de hacer, si esta Novilísima Ciudad, por decreto suyo me la comete? Obedeceré agradecido á tanla honra como me hace: pues siendo el menor y menos digno de sus hijos, se digna de poner en mí los ojos principalmente. No lo puedo escusar; tanto mas teniendo yo un ferventísimo deseo de ver cosas de mi Patria entregadas á la inmortalidad de la fama. Y cuando otro premio no sacara de aquí, (que saco muchos,) po-dréme gloriar como hijo celoso de su honra, que soy su primera pluma.

Es opinión asentada hasta nuestros tiempos, que el primer poblador de España fué Tubal y que de este primero fundador han quedado algunos nombres en ella, Sétubal, Tubela 6 Tíldela, y de Noé, que después visitó á España, que quedó Noega y Noela. Y que de Ibero, hijo de Tubal, tomó su nombre el Rio Ibero, y toda España Iberia, y que del Rey Héspero se llamó Hesperia, y que de otro Hispan últimamente'fué llamada Hispania. Está tan sembrada esta opinión por los Coronistas en la memoria de la gente Española, y tan arraigsda en muchos, y diversos libros, que pienso se levantarán todos contra mí con lanzas en puño, si dixese yo agora, que iodo esto (excepto la venida de Tubal) es fabuloso, y que no hubo tales fundadores, ni tales reyes, ni casi lodos los demás que la Cronografía ensarta. Yo bien sé, que no tienen mucha culpa los Escritores de España, por que todos se han engañado por Beroso, y su Intérprete Annio Vitcrbiense, habiéndose fiado del nonnbre y autoridad con que han corrido hasta oy, ó á lo menos hasta Go-ropio Becano, gran Matemático, gran Griego, gran Hebreo y gran Latino,

DE MURCIA 3 acuda á él el mas arrogante, y presumtuoso, y verá largamente probado no ser aquel Beroso el verdadero que fué antes de Alexandro Magno, y que lo que estotro Pseudo Beroso escribe es commenticio y falso, sin fundamento, ni verdad, y entenderá, quede Luso, ó Lysa tomó su apellido Lu-aitania, y de Pan Prefecto de Luso le vino el nombre á toda España, y que Gargoris, según Justino, fué con verdad Rey de los Tartesios antiquísimo, y que á este le sucedió Habis, y que Macrobio hace mención de Terón, Rey de la citerior España, fuera de lo que todos saben de Argan-lonio, de Gerión, y de Mandonio, y Indibilis. Si bien estos dos últimos fueron mas Dinastas, ó reguíos, que no Reyes, y que lo demás que se cuenta así de primeros fundadores sacado de Beroso y Annio, como del Catálogo de los Reyes antiguos de España es fabuloso, y sin autoridad. Esto es en suma lo que dice Becano. Quien se hallare tan valiente que quiera chocar con él, hallará allí prueba real de lo que propone. Pues si una cosa tan asentada como los pobladores, y reyes de España, nos la han hecho pleito, y pleito tan bien fundado, que maravilla será, que hablemos con poca seguridad en el origen, y nombre de Murcia, la cual Antonio Beu-ler, y otros autores, dicen ser población de los Morgetes. Pero oíd á Lu-dovico Nonio, que tratando de Murcia, dice así:

Antonio Beuter y otros fabuladores, le dan su derivación de los Morgetes, los cuales escriben, que pasaron á Italia primero, y que á la buella fundaro?i á Murcia y otras Ciudades de su nombre.

Lo que afirman conformes, unánimes Marieta, Josefo Molecio y Abra-liam Hortelio, en su descripción de la Vieja España, es, que la Menlaria de Claudio Ptolomeo, situada en los pueblos contéstanos es nuestra Murcia. Pero Máximo Cesaraugustano, en su crónica dice, que Murcia antiguamente se llamó Bigastro; Carolo Clusio y otros muchos dicen, que se llamó Murgis, el Arzobispo D. Rodrigo, dice, que antiguamente se dixo Oreóla; Florian de Ocampo la llamó Ormela. Y todo esto es ir fantaseando con la fiebre y navegar á Barlovento apartándose de la via recta. Porque para mí sin duda ninguna tuvo Murcia siempre, y conservó el nombre que oy tiene. Lo primero, cuando menos tiene Murcia con este

TOMO I. i

•i HISTORIA

nombre mil aíios de antigüedad; porque novecientos á que se llama Murcia, como oy se llama. Así lo dice Abulcacin Tarife Abentarique, de nación árabe, en la Historia de la destruicion de España, cuyas son estas palabras.

Dieron la vuelta él, y el Gobernador Muza hacia la parte del medio dia, á una provincia, la cual llaman los Españoles en su lengua Murcia.

Esta es la menguante de la antigüedad de esta Ciudad, vámosle dando su creciente. Este Moro á estas partes ó pueblos Contéstanos, intitula la provincia de Murcia; luego sigúese, que entonces ya era la cabeza de este Reino. Pues desde su grandeza, retrocediendo hasta su primera infancia, cuántos años habrían pasado? no pocos. Pedro Apiano en las descripciones de España en Murcia, cita una piedra con esta letra.

Castori, etc. Polluci dls magnis Sttlpitice, Q, Sulpil I, F. votum ob filium sahiti restitutuní; dice traducido. Voto de Sulpicia hija de Q. Sulpicio á los grandes dioses Castor y Polux por haberle dado sa-ud á su hijo. Y en la portada de la Iglesia de San Nicolás, Parroquia de esta Ciudad, hay otra con esta letra. L. Petronius. L. F. Celer, que en

romance dice: Lucio Petronio Celer, hijo de Lucio Petronio. Estos lucilos, ó piedras de Sulpicios yPetronios, Caballeros Romanos, testifican harto la antigüedad de Murcia.

Nuestro español Pomponio Mela, quando describe á España, llegando á este parage, dice, que en este seno todos eran lugarejos fuera de Cartagena. En el tiempo que dice Pomponio, Cartagena estaba en suma grandeza, era la brida y propugnáculo de España, no la habia tocado Scipion, ni visto de sus ojos, entonces era Murcia lugar pequeño, aunque después de Scipion acá se trocaron las suertes. Pinciano, uno de los doctos humanistas que goza la Christiandad, sobre este mismo lugar de Mela, dice así:

Donde dice Mela Virgi; Ptolomeo pone Urce: y un Códice mió antiguo de, Plinio, dice Murci, reteniendo todavía su antiguo nombre el lugar: aunque algo apartado de la mar.

Grandemente favorece este lugar citado á la antigüedad de Murcia:

DE MURCIA 5

porque se prueba con esto haber sustentado su nombre Murcia perpetuamente con sola la adición de una letra, y esta seria después de la venida de Publio Scipion á España, el que ganó á Cartagena.

La venida de Publio Scipion el Africano á España, fué por los años quinientos y cuarenta y cuatro de la fundación de Roma, y 208 antes del nacimiento de Chisto nuestro Salvador. En este tiempo los Romanos, tenidos sus comicios con gran conformidad del Senado, y aclamación del pueblo, delegaron el Imperio de España á Publio Scipion, hijo y sobrino dé los dos Scipiones, poco antes muertos en España, el qual vino juntamente con Marco Julio Silano. Este quedó en Tarragona, y él pasó á Cartagena, Ciudad (como dice Tilo Livio decada 3. lib. 6.) opulenta ya por sus riquezas, ya por el aparato bélico que allí habia, armas, dineros, y los rehenes de toda España, situada oportunamente para pasar en África, con un puerto amplísimo para la mayor armada. Nadie sabia de todo el Exército donde llevaba Scipion su derrota fuera de Cayo Lelio. Este viniendo por General de la ilota Romana, traía tal orden, que en un punto llegó Scipion á Cartagena con su Exército, y él surgió en ella con sus naves.

Llegado aquí, y hecha una larga oración, manda convalida por mar y por tierra, opónesele Magon, Capitán de los Africanos Cartagineses, dispone, y forma su campo de esta manera. Pone dos mil hombres Españoles de Cartagena contra los Romanos, mete en el Alcazaba quinientos soldados, otros quinientos en el monte de la Ciudad, que mira al Oriente, y reserva todo el resto de su gente para á donde el clamor, y súbita violencia le llamase, con que resistir á qualquiera fuerza del enemigo. Abre la puerta que iba derecha acia donde Scipion tenia plantado su real, y hecha gente para escaramuzar, los Romanos por mandado de su Capitán se retiraron un poco, porque con mas facilidad se les pudiera dar socorro si fuera menester, y al principio pelearon con igual fortuna, luego los Romanos, no solo hicieron huir á los enemigos, pero de tal manera los apretaron, que si no tocaran á recoger, hubieran por ventura juntamente con los que huian metídose en la ciudad. Hubo entonces tal alboroto, y pavor, que muchos dejaron sus puestos, muchos las murallas, escapándose por donde podíanr

O HISTORIA

lo qualX como eclió de ver Scipion subióse al collado que llaman Mercurio Teutates, y descubriendo de allí que en muchas partes estaban los muros sin defensa, y guarda alguna, llama á sus soldados, mándales venir á dar el asalto, y poner las escalas, él llevando ante sí opuestos los paveses de tres valerosos soldados (porque de la muralla le arrojaban muchas lanzas) entra en la Ciudad, exorta, manda lo que via ser necesario, y lo que mas importó para encender los ánimos de los soldados fué hallarse presente por testigo del valor, y cobardía de cada uno. Asi que arremete, y no es bastante la'resistencia de los que sobre los muros estaban para dexar de entrar á la Ciudad.

Al mismo tiempo de las naves se comenzó á convatir por la parte de la Ciudad mas cercana á la Mar. En fin había tanto tumulto, que no se echaba de ver el convate, unos á poner escalas, otros á saltar en tierra, con la priesa, y porfía se impiden unos á otros. En el ínterin el Capitán Cartaginés guarnece las murallas, y acude con gran copia de armas: pero ni la gente, ni las armas defendían tanto como las mismas murallas se defendían con su grande altura: y no habia escalas que alcanzasen, antes cuanto mas altas menos fuertes eran; porque como el que mas alto estaba no alcanzara al muro, y subiesen muchos sin poderse ver unos tras otros, con el mismo peso se quebraban, y algunos que subían por escalas firmes, desvanecidas las cabezas de la mucha altura daban con sus cuerpos abaxo.

Viendo Scipion esta dificultad, y cansancio en vano, así como le fué avisado por unos pescadores Tarragoneses, que yá con barcas, yá á pié por el baxio se podia subir á las murallas por medio del albufera, pasa, y sube con su gente al muro que estaba flaco por allí, respecto de ser el estanque su mayor defensa, principalmente, que como no se recelaba la Ciudad por aquella parte, estaban los vecinos ocupados en las otras peleando, y llevando socorro donde era menester. Asi como entraron por aquí en la Ciudad, corren derechos á la puerta donde era la principal batalla, y cogidos por las espaldas, y turbados los defensores, se hizo un estrago, y matanza lastimosa. El mismo Magon jquiso defender! el alcazaba, y vien-

DE MURCIA 7 do que todo estaba lleno de enemigos, y que no le quedaba esperanza ninguna, entregóse él, y el alcázar, y el presidio todo. Entonces, hecha señal se dio fin á la batalla, acudiendo todos al despojo que fué mucho, y de muchas maneras. Sacó de aquí diez mil hombres nobles cautivos; á los Ciudadanos de la nueva Cartago despidiólos; mandó dos mil Oficiales al pueblo Romano, con esperanza de darles luego la libertad, si fuesen diligentes en los ministerios de la guerra; la demás multitud de moradores, y esclavos echólos al remo, y aumentó con los cautivos remeros ocho Navios. Fuera de esta turba habia Cavalleros rehenes Españoles, de los quales mandó tener particular cuidado, y hacer buen tratamiento. Tomáronse muchos aparatos de guerra, como fueron catapultas, escorpiones mayores y menores, armas, y lanzas número infinito, vanderas militares sesenta y quatro, llevóse el general gran copia ile oro, y plata: copas de oro doscientas y setenta y seis; diez y ocho mil y trescientas libras de plata, sin grandísimo número de vasos de plata. Todo esto se le entregó por su cuenta y razón al Questor Cayo Flaminio: de trigo quarenta mil mo-dios, de cebada ciento y setenta mil. También se tomaron en el puerto setenta y tres Naves honerarias con sus cargazones de trigo, armas, bronce, hierro, lienzos, y esparto, y otros materiales para labrar Naves. De manera, que bien mirado entre tantas riquezas, lo menos que se tomó fué la misma Ciudad de Cartagena, como lo dice por estas palabras el dicho autor.

Ul minhmm omnium ínter tantas opes bellicos Cartahago ipsa fuit. Últimamente, después de muchas cosas pasadas, habiendo mandado

embarcar á Magon, y á los cautivos en una Nave, los embió á Roma por mensageros de la Victoria, y él se volvió á Tarragona. Ganada pues Cartagena, los Romanos que aquí quedaron como vencedores confirmarían Á la población que acá hallaron el nombre de Murcia. Muévome por esta conjetura. Los Romanos fueron muy devotos de la Diosa llamada por ellos Murcia, que con otro nombre fué Venus, y en su Ciudad, y en otras muchas partes le levantaron Templos. Hacen menrion de rslo gravísimos Autores. Plinio.

ü HISTORIA Hubo una ara dedicada á Venus Myrcia, Que agora la llaman Murcia. Así leyó, y enmendó este lugar Hernio-

lao Bárbaro, como quiera que comunmente se leia Myrcia, y el mismo Plinio en otra parte.

A las aras Murcias en Veiente. Quiere decir, las aras consagradas á Venus Murcia. Así lo declaran todos; aunque Celio Rodigino sospecha, que se ha de

leer; á las aras Mudas: como si aquellos altares fueran levantados en honra de Quinto Mucio Scevola, no diferente género de honra, de la que se hizo á Scipion, y á Catón, poniendo la estatua de aquel en la Capilla de Júpiter Capitolino, y la de este en la Curia. Y como los Siracusanos á gloria de Marco Marcelo hicieron unas fiestas llamadas Marceleas, y así conjetura Rhodigino, que los Asiáticos inventarían otras que las llamarían Mucias al buen nombre de Mucio: pero la lección de Plinio es la mejor. Publio Víctor de la undécima región de Roma dice:

El Templo de Murcia; y añade Panvinio; ó el Templo de Venus Murcia.

Antonio Augustin refiere un libro de la librería de Daniel Bárbaro, que tratando del monte Aventíno, dice así:

La falda misma donde los juegos Circenses se celebraron se llamó Murcia; porque según algunos, el monte su vecino se llama Murco, otros porque hubo allí un Templo d-e Venus Vorticordia junio al qual habia un bosque lleno de murtas.

Livio hablando de unos nuevos vecinos de Roma en tiempo del Rey Anco dice:

A los guales se les señaló lugar donde edificasen junto al Templo de la Diosa Murcia.

Plutarco dice, que al mirto, como árbol dedicado á Venus, le tenían por cosa religiosa, y divina. Y Marón en el Melibeo, égloga octava.

Agradable es el álamo á su Alcides, la parra alegre, y dulce al niño Baco, el myrto á Venus bella, el lauro á Febo.

DE MURCIA 9 A lo que el Griego pronuncia myrto, el Latino dice murto con u, y

esto siente Angelo Caninio en las reglas de los dialectos á donde dice, que la ypíilon se ha de pronunciar como u, ó como los que con las narices cogen el olor ahincadamente. En fin los Latinos, casi siempre las convierten en u, como Syla, Sula, y Tityro, Tituro, botrys, botrus, etc. Y conforme á esta regla tanto es decir myrto, como murto, y tanto Myrcia, como Murcia. Antes añado, que se llama entre los latinos murto, y murta, como en este Reyno la llamamos, conservando tenacísimamente las dos dicciones Latinas Murcia, y murta, á lo que en Castilla la Vieja llaman arraihan. Y Dionisio Lambino sobre la Epístola 15 de Horacio, libro primero, dice:

De Murto se dice Murcia Venus. Agora pues, cuando los Romanos llega á este Lugar, que Plinio

dice Murci, vieron la frescura del rio, y todas sus riveras cubiertas de murtas (porque no hay tierra en toda España donde con mayor facilidad, y feracidad nazcan) juzgaron asistir en él como lugar particularmente suyo la Venus Murcia, amiga de aguas, y murtas, y así por la gran devoción que la tenían, es cosa muy verosímil, que añadiendo la letra a, la dirían llanamente Murcia.

Siendo yá los Romanos Señores absolutos de Cartagena, cierto es, que como hombres tan prudentes, y doctos, / tan cudiciosos de ensanchar su imperio, viendo tan cerca de la misma Cartagena (que habían acabado de ganar) una vega tan ancha, tan fértil, y tan hermosa como esta, y con población (aunque no grande) en ella, el migajon, y grosura de la tierra, la fertilidad con que produce trigo, cebada, aceyte, vino, frutas, y todo género de legumbres, los saladares tan acomodados al buen pasto de los ganados, la mucha abundancia de caza, el deleyte, y frescura, la utilidad incomparable, que el rio causaría con su caudaloso riego; y advirtiendo, que quanto provechoso, y deleytoso naturaleza ha criado, lo abarca esta tierra, cierto es, y masque cierto, que concurrirían á poblar, aumentar, y engrandecer este lugar.

Esto es lo que del origen, y nombre de Murcia he podido juntar, y de

10 HISTORIA

ello hice sumario en un epigrama dias pasados, que escribí al Doctor Salvador de León, que dice así:

Qtueris amice Leo, guá traxit Murcia ñamen. Quccrere sat facile est, solvere non facile. Urcem Mela vocat, nisi mavis dicere Múreos. Plinius ut teteu códice prodit: etc. hinc. Aut quod Aventino, qim culta est Murcia colle. Victis Hispanis, lúe coleretur: etc. hinc. Aut quod in his pratis quam plurima murta virescat,

declinat niurtam Varro Latinus: etc. hinc. Aut tvahito á myrtis, nan vates Bilbilis altee, Myrrhina non raro Murrhina dicit: etc. hinc. Dicitur aut Murgis, quod struxerat ardua quondam,

momia Murgetum copia grandis: etc. hinc. Quazris plura? patent cunctis oracula Phwbi, inde petas id, quod

queeris, amice Leo.

DE MURCIA 11

ACLARACIONES ¥ COMENTARIOS SOBRE

LOS DISCURSOS HISTÓRICOS

Primitivos pobladores de España.—Fenicios, Cartagineses y Romanos.—Cartagena y Murcia.

^SJ CHAQUE lia sido de muchos escritores, y escritores de fama y de valer, buscar remotas antigüedades para los pueblos cuyo pasado iban á historiar, dando rienda suelta á su fantasía, para que recorriendo á su antojo el vacío que tras de sí contemplaban, buscasen una pequeñísima piedra sobre la cual levantar el edificio que intentaban, sin tener en cuenta la exigüidad y pequenez del cimiento que habia de sustentarle.

Con temerario empeño, y dejándose llevar muchas veces de un pueril orgullo, con el afán único de dar antigüedad á distintos pueblos, se han vertido frases que las edades modernas han considerado como fa-

(1) El arden que nos proponemos seguir en toda la obra, es de ir haciendo las aclaraciones, comentarios y correcciones á continuación de un capitulo ó de varios de los en que Cáscales divide sus discursos, con el objeto de no cansar tanto al lector obligándole a buscar las notas al Gn de cada tomo.

por

D. RAFAEL DEL CASTILLO.

C A P I T U L O 1 ° (i)

TOMO I. 5

12 HISTORIA bulosas, puesto que no existían pruebas bastantes que las pudieran justificar.

Ardua y no exenta de responsabilidad, espinosa y con mas peligros que combatir que ventajas que reportar, es la tarea que nos hemos impuesto.

Natural es que al vernos hoy en frente del trabajo que hemos de hacer, nos suceda lo que á aquel viajero que considerando á larga distancia una montaña escarpada, la cree de fácil acceso y únicamente cuando está al pié de ella adquiere el verdadero convencimiento de las dificultades que han de ofrecérsele para llegar á la cumbre; mas á pesar de esto, si nos faltan fuerzas, ánimo nos sobra; si peligros hay en el camino, perseverancia y energía y fé tenemos en nuestra idea para seguir adelante.

No hablamos de nuestra inteligencia harto mezquina de suyo, y mas mezquina todavía, ante una obra de tan colosales proporciones; hablamos solamente de nuestro deseo, del pensamiento que surgió há muchos años en nuestra mente y en la realización del cual venimos ocupándonos tiempo há.

Tal vez nuestra nulidad, nuestro corto ingenio, no sean bastantes para historiar cual se deben, hechos que requerían pluma mejor cortada é inteligencia mas pulida, pero la voluntad es grande y supla ella lo que de talento nos falte.

íbamos diciendo, que achaque ha sido aun de doctos y entendidos historiadores, sacrificar muchas veces la verdad histórica al afán de dar antigüedad á sus pueblos, y basándose sobre noticias lígerísimas han venido trasmitiendo el error de generación en generación.

Los primeros pobladores que tuvo España han sido objeto de distintas versiones, tanto por parte de los antiguos historiadores griegos y latinos, cuanto por otros mas modernos.

Noé, Tubal, ó Thobel y hasta los dioses del Olimpo, han figurado como primitivos pobladores de nuestro suelo, y sin embargo los conocimientos modernos y las luces de la civilización contemporánea

DE MURCIA 43 han hecho conocer que nada de cierto había en aquellas noticias y que no debia darse crédito á lo que sobre tan deleznables cimientos se asentaba.

Muy conformes con nuestro historiador moderno. D. Modesto Lafuen-te, negamos la venida de Tubal á España, puesto que apoyándose solamente en un pasage de Flavio Joseíb en sus «Antigüedades del pueblo hebreo» que dice *Thobel señaló asiento á los Thobelianos que hoy son Iberos» no nos convence por estilo alguno.

¿En qué se funda el historiador Judio para decir esto? Guarda un silencio absoluto respecto á la fuente que le suministra

ra esta noticia y el hecho ocurrido dos mil años antes que él escribiera, es imposible que pase hasta nosotros como verdad histórica basada solamente en su aseveración.

Por lo tanto y haciendo caso omiso de un hecho que no encontramos suficientemente justificado, diremos con el erudito historiador á quien ya hemos nombrado, que en esos tiempos pre-históricos, en esa primitiva época oculta con un tupido velo á la investigación del historiador, según las mas probables congeturas, debieron ser los Iberos procedentes de la India escítica los primeros pobladores de España.

Estrabon y Diodoro de Sicilia al ocuparse de este período, indican posteriormente la llegada de los Celtas aunque discordando en los medios de que se valieron para llegar á fundirse, por decirlo así, en una sola nacionalidad, bajo la denominación de Celtiberos.

Dice el uno que esto lo consiguieron los Celtas por medios pacíficos y conciliadores; por alianzas y matrimonios; por la dulzura y la benignidad, mientras asegura el otro que únicamente pudieron obtenerlo á fuerza de tiempo y de incesante lucha.

Muévenos á dar mas crédito á esto, el que siendo los Indo-escitas vastagos de una raza nómada y guerrera, poseyendo un país por derecho propio, y habiendo ya creado en él intereses con arreglo á sus necesidades y á sus costumbres, no parece lógico que le dejasen invadir por gentes estrañas, para que se utilizaran de lo que ellos ha-

ii HISTORIA bian hecho, sin combatir ni defenderse hasta el último estremo.

Después de la lucha y de conocer su impotencia para deshacerse de los invasores, capitularían, formarían alianzas y el matrimonio y la familia acabarían lo que la guerra indudablemente debió principiar.

Dos grandes razas en un estenso territorio, natural era que se extendiesen por él, y de aquí que fraccionándose en distintas tribus ó familias, fueran á establecerse en distintos puntos, haciéndose independientes unas de oirás, para lo cual la topografía del terreno les servia maravillosamente.

Dada ya esta población á España en general, buscaremos si posible nos es, la fundación de nuestro reino y la historia de él, objeto principal de nuestra obra.

I I .

Extremadamente oscura está la primitiva época de nuestro país. La falta de documentos y como consecuencia de ella, la multitud

de fábulas inventadas por los falsos cronistas, falsedad reconocida y plenamente justificada, obligan al historiador moderno á acoger con cierta desconfianza cuanto á aquellos tiempos ante históricos se refiere, poniéndole en el caso único de hacer congeturas mas ó menos fundadas.

Hemos tratado de buscar la verdadera luz que nos iluminase en medio del tenebroso caos de esa primitiva edad, y con sentimiento nos vemos obligados á confesar que nuestros esfuerzos han sido inútiles.

No de otro modo le ha sucedido también al erudito y entendido historiador D. Modesto Lafuente, que á pesar de sus diligentísimas investigaciones ha visto que todos sus afanes se estrellaban ante la carencia de datos positivos que le dieran, segura brújula y norte cierto acerca de este mismo asunto.

Ya hemos indicado que á quien mas fundadamente'^se atribuye la

DE MURCIA 15 primitiva población de España es á los Iberos, y Yandoncourt, los hace aborigénes de nuestro país ó sea los primeros pobladores de él.

Respecto al idioma que hablaron estos pueblos, opinan algunos que fué el que hoy conservan todavía los eúskaros ó sean los vascos, mientras que Cortés en el «Diccionario Geográfico-Histórico de la España antigua» afirma que el idioma primitivo de los Iberos fué el hebreo-fenicio ó un dialecto nacido del hebreo, del cual dice, han quedado á la lengua española una gran parte de sus voces.

Dejando esta cuestión á los filólogos, cuestión que abundando en los mismos deseos de un ilustre historiador, desearíamos ver pronto resuelta, diremos que poblado nuestro territorio por los Iberos y posteriormente por los Celtas, subdividiéronse en tribus que repartiéndose á su vez todo el inmenso territorio que poseian, aislaríanse entre sí, para lo cual se prestaba extraordinariamente la topografía del país y sin necesidades, sin poder apreciar debidamente las ventajas de la asociación y de las relaciones comerciales, atendían solo á sus mas precisas necesidades, haciéndose unas á otras la guerra por los mas frivolos protestos, como lógica consecuencia de su ignorancia.

Entre todas estas tribus ó fracciones distintas de un mismo pueblo, las mas principales eran, las que estendiéndose por la Betica, ó Andalucía llevaban la denominación de Turdetanas; lo que hoy es Ronda y el condado de Niebla hallábase habitado por los Bastulos; los Vetu-rios, Sierra Morena; los Edetanos, Valencia y Aragón hasta los confines de la Celtiberia; los Bastetanos y Contéstanos en las tierras de Murcia y Valencia; y desde el Ebro hasta los Pirineos, los Cosetanos, Ausetanos y otros varios.

Según Strabon, el centro de la península le ocupaban los Arevacos que eran los mas poderosos entre todos; los Carpetanos, los Vacceos, y los Oretanos.

Referir detenidamente los límites del territorio que cada una de estas tribus ocupaba, así como sus costumbres, religión, armas y fiestas, tras de ser en nuestra opinión improcedente tratándose de una

l f¡ HISTORIA

historia local, como quiera que aquellos primitivos tiempos todavía se conservan envueltos en la sombra, por mas que muy distinguidos historiadores hayan tratado de investigar con la luz de la inteligencia ese confuso caos, omitiremos cierta clase, de detalles para los cuales no podríamos prescindir de citar distintas opiniones, que no harían mas que aumentar nuestra confusión, y solo diremos, que teniendo en cuenta la rusticidad é ignorancia de aquellos primitivos moradores, rústicas y groseras debían ser también sus costumbres.

Strabon dice hablando de los Cántabros, que á tal estremo llevaban su ferocidad y su espíritu independiente, que rechazaban toda comunicación con los demás pueblos, viviendo satisfechos y contentos en sus inaccesibles montañas. Horacio refiere que otra tribu, hacia su bebida favorita de la sangre del caballo, y si hemos de tener en cuenta que aquellos pueblos se hallaban, por decirlo así, en su infancia, debemos conceder, que todas las tribus en general habían de ser enérgicas, feroces, haciendo de la fuerza un derecho, rechazando cada una á su convecina, y viviendo aisladas entre sí, por mas que los que habitaban la costa meridional de la península, cual eran los Iberos, difiriesen bastante de la nueva raza que al fundirse con ellos, habia producido las distintas tribus de que venimos ocupándonos.

Siempre hemos creído, que las condiciones topográficas y climatológicas de una comarca egercen una marcada influencia en los hábitos, en las costumbres y en los sentimientos de sus hijos.

Los Iberos, establecidos según manifestamos ya, como descendientes de los Indo-escitas, en el litoral del Mediterráneo ó en las plácidas orillas del Betis, creemos con un historiador contemporáneo, que participando de la influencia de aquel clima, y de la espléndida vegetación de tan privilegiado suelo, dulcificando su primitiva rusticidez, suavizó sus instintos, siendo por lo tanto mas apegados á la tranquila vida, y al cultivo de sus campos, que á las guerras y perennes luchas de las tribus montañesas ó de los habitantes del interior.

Mas como esta parte de la península no puede servirnos de regla zz-

DE MURCIA 17 neral para juzgar á toda la masa común, que aunque en distintas fracciones poblaba nuestro suelo, diremos, que los rasgos comunes, eran, según Tito Livio, la rnsticidez, el valor, el desprecio de la vida y una sobriedad á toda prueba.

Tales eran las condiciones del pueblo madre si así podemos espresarnos y sin perder de vista este primitivo carácter, sigámosle, siquiera sea á grandes rasgos, en el desenvolvimiento social que fué progresivamente teniendo aquel mundo antiguo en sus tres dominaciones, Fenicia, Cartaginense y Romana.

m.

Intrépidos navegantes, comerciantes atrevidos, y entendidos especuladores, los Fenicios, sosteniendo relaciones en todo el mundo conocido hasta entonces, parece muy natural que tal vez por el azar que les arrojase á las costas de España ó por deliberada intención de admirar un país desconocido, desembarcaran en sus costas; estableciendo relaciones comerciales con los naturales.

Las condiciones de estos, unidas á la fertilidad del suelo en que habitaban, llamarían indudablemente la atención de aquellos entendidos especuladores, y tan luego como las armas de Josúe les obligaron á abandonar parte del inmenso territorio que disfrutaban, pasaron á crear establecimientos tanto en África como en España.

En prueba de ello, el historiador de la guerra de los Vándalos, cita una inscripción fenicia hallada en Tánger, que dice: «Aquí llegamos nosotros huyendo del ladrón Josúe, hijo de Nave,» inscripción que Lafuente copia también en su historia y es una prueba elocuentísima de la época en que los Fenicios vinieron á nuestro país que debió ser después de establecer sus primeras factorías en África.

El islote de Santi Espíritu, cubierto hoy en su mayor parte por las olas, fué su primer establecimiento fundando mas tarde á Cádiz bajo el nombre d&Gadir, erigiendo un templo á Hércules, su divinidad tutelar.

18 HISTORIA

Partiendo de esta base y poseyendo ya un centro de operaciones, si así podemos calificar á Gadir, continuaron estendiéndose por todo el litoral de la Bética, fundando varias poblaciones, buscando los lugares mas á propósito para su objeto y dirigiéndose hacia el interior donde la riqueza de aquel suelo, era un cebo constante para su codicia.

Indudablemente las riquezas de España debieron ser considerables, toda vez que por entonces adquirió Tiro su verdadero engrandecimiento comercial, pues según vemos en los libros sagrados, sus flotas venían con extraordinaria frecuencia á las factorías de Europa, de donde regresaban cargadas de ricas maderas, de metales preciosos y de otras materias sumamente apreciadas en los bazares de Oriente.

El versículo 22, capítulo X, libro 3-° de los Reyes, dice: «Porque la flota del Rey iba por mar con la flota de Hiram una vez cada tres años á Tharsis á traer de allí oro y plata y colmillos de elefante, y monas y pabos reales. »

Y este Tharsis que en nuestra opinión debía referirse á nuestro país, lo aclara y corrobora el padre Scio diciendo en la nota correspondiente al mismo versículo: «Nos parece probable que los hebreos entendían frecuentemente por Tharsis el mar en general, como los latinos le señalaban también con el nombre de Poníus que es un nombre particular del mar de el Ponto, y que los bageles de Tharsis significaban ya los que partían de Asionga-ber, para las espediciones del Occeano y llegaban hasta el estrecho de Hércules; ya los que salían de Joppe para el Mediterráneo.»

Especuladores antes que tiranos; comerciantes antes que guerreros, y con la codicia escitada por el buen resultado de sus primeros pasos, lógico era que los fenicios, al internarse por el país que de tal modo cscitaba su codicia, trataran de captarse las simpatías de sus naturales, bien por medio de una aparente bondad y buena fé puramente de conveniencia, bien deslumhrándoles con baratijas ú objetos, que importados de su país, habían de ejercer una grande influencia en gentes sencillas é ignorantes, como los primitivos pobladores de España.

Y merced á esta conducta, y llevados por su espíritu esplotador, poco

DE MURCIA '19 á poco fueron estendiendo su dominación pacífica y beneficiosa, puesto que si bien exportaban para su país las riquezas del nuestro, en cambio habían importado una civilización que dulcificando la rusticidez y dureza de los Celtiberos les iba haciendo comprender las ventajas de la industria, del comercio, y de la navegación, aunque de una manera imperfecta, como fácilmente puede comprenderse.

Civilizadores los Fenicios también déla Grecia, donde tenían algunas de sus colonias, inoculáronles su espíritu aventurero y emprende^ dor, y los Rodios y los Focenses siguiendo un movimiento inverso al de los Fenicios, se estendieron por las costas de Cataluña llegando hasta Valencia compitiendo con sus vecinos los fenicios.

Mas como el orgullo y la altanería suelen con tanta frecuencia ser causa de graves yerros, los Fenicios de Cádiz, cuya colonia tanto por ser la primera, cuanto por el cuidado y celo que en ella se desplegara, era la mas próspera y floreciente, enorgullecidos, según sospecha un historiador con su poder y sus riquezas, olvidando su carácter de comerciantes por el de señores, abusaron sin duda de la franca y noble hospitalidad que de los naturales recibieron, dando lugar con esto á que la altivez española, mostrándose ya desde entonces, tratara de arrojar de su suelo á los que como huéspedes penetraron en él para olvidar mas tarde el favor recibido.

Dolíales á los Fenicios haber de abandonar un país donde ya tenían intereses creados y donde pensaban tener asegurada ya su dominación, sin comprender que ellos solos eran culpables del aprieto en que se encontraban, y para remediar su yerro, fueron precisamente á cometer otro mucho mas grave y de peores consecuencias.

Cartago, colonia fenicia también, habíase ido ensanchando y esparciéndose por la costa africana en términos, que emancipándose de Tiro, se hizo cabeza de todas las factorías africanas y metrópoli de la república á que dio su nombre.

Mas audaces los cartagineses que los fenicios españoles; mas valientes y mas guerreros, tiempo hacia que miraban con envidia la próspe-

TOMO I. 6

20 HISTORIA ra suerte de sus hermanos de España, y solo se ocupaban de pensar que causa podría servirles de pretesto para apoderarse de la rica joya

que ambicionaban. Esa providencia que sin duda alguna rige los destinos de los pueblos y

que los eleva ó los abate según á sus altos fines conviene, ofreció á los cartagineses la favorable ocasión que apetecían.

Invocado su auxilio por los fenicios, apresuráronse á concedérsele y después de haber peleado con los naturales, revolviéronse con inaudita cfeslealtad contra aquellos en cuyo auxilio vinieran, y tomando á Cidiz se eslienden por el litoral del Mediterráneo; arrebatan Córcega á los griegos Focenses y se apoderan de las Baleares, obligando á las colonias griegas de España ha aliarse con los romanos para resistir á tan audaz enemigo, siendo el tratado hecho á consecuencia de esto, el mas

antiguo que la historia consigna, y cuyo conocimiento se debe al historiador Polibio.

A mediados del siglo V antes de Jesucristo, los cartagineses uniéndose con los persas invaden la Sicilia con objeto de abatir el poder délos griegos, y con esta invasión, da principio aquella serie de guerras, para las cuales los cartagineses levantando gentes en las provincias españolas, llevaban como auxiliares á aquellos mismos á quienes mas tarde habían de esclavizar.

La primera guerra púnica producida por el auxilio que los mamer-tinos invocaron de los romanos, costó á los cartagineses inmensos t e s o ros y considerables pérdidas de hombres juntamente con la evacuación de Italia, evacuación que hubieron de verificar bajo durísimas condiciones, y que influyó directamente en la suerte futura de España.

IV.

Según el historiador Polibio, apenas terminóla horrible guerra de los mercenarios, llamada así por que las feroces bandas que estaban á suel-

DE MURCIA 21

do de los cartagineses, irritadas al ver que no les abonaban los sueldos que ya tenían devengados y arrastrando tras sí los pueblos cansados ya por los escesivos tributos, obligaron al Senado á reprimir con mano fuerte aquella terrible insurrección, cuyo resultado fué la matanza horrible decretada por Amilcar Barca, tras de la cual pasó á España de orden del Senado para posesionarse de aquel inmenso territorio en el que hasta entonces solo se habian establecido colonias y sacado gente que les sirviese de auxiliar en las guerras de Italia.

Privados de aquella Sicilia tan ventajosamente situada para poder amenazar á Roma, necesario se hacia, que Cartago buscase otro pueblo en que poder apoyarse para hacer frente con ventaja á la señora del mundo.

Amilcar, dominando sucesivamente la Bélica, dirigióse á la Bastetania y Contestania, pueblos hoy de las provincias murcianas, valencianas y al-merienses, y siguiendo su marcha por el Ebro fundó Barcelona, á la que dio el nombre de Barcino.

Iba de nuevo á continuar su camino cuando recibió noticia de que algunas de las tribus españolas se hallaban dispuestas á defender su amenazada independencia.

Pero mal podrían unas tribus, aunque arrojadas, sin instrucción é inhábiles para combatir con las aguerridas huestes africanas, obtener la victoria que apetecían, y derrotadas por Amilcar, aumentaron la arrogancia y el temor que ya empezaron á infundir los invasores.

Sin embargo, sitiando la antigua Bellia, que según cree un historiador fuese Delchite, á consecuencia de una traición, traición que siempre condenaremos, pues tanto no nos ciega el amor patrio que desconozcamos y dejemos de censurar» las malas acciones ejecutadas por nuestros compatriotas, dio al traste con el ejército de Amilcar pereciendo el general cartaginés en aquella refriega, sucediéndole su yerno AsJrubal.

Deseoso este de vengar la derrota y muerte de Amilcar, arrojóse sobre sus enemigos consiguiendo vencerlos y obligándoles á aceptar la paz bajo las condiciones que les impuso.

2 2 H I S T O R I A

El nuevo caudillo ganoso de gloria, y queriendo perpetuar su memoria de la misma manera que lo hiciera su suegro, tanto por medio de las victorias sobre los celliveros, cuanto por el establecimiento de ciudades que aseguraran mas y mas su dominación, buscó un lugar ápro-púsito donde poder fundar una ciudad, metrópoli de la España Cartaginense así como Carlago lo era de África.

Entonces se fijó probablemente en nuestra Cartagena de hoy, que sin duda en aquellos tiempos no debia ser otra cosa que una pequeña factoría bien de los griegos, bien de los fenicios, aunque á juzgar por un descubrimiento verificado no ha mucho tiempo en una de las minas de aquel distrito, nos atrevemos á creer fuesen mas bien los segundos que los primeros, toda vez que habiendo seguido un movimiento inverso al correrse unos y otros por ias costas españolas, los griegos según nos dicen escritores de gran valer y profundos investigadores de los secretos de tan remotos tiempos, no pasaron de Murviedro, mientras que los fenicios primeros visitadores de nuestro país, diestrísimos comerciantes, y especuladores sin rival, no se contentarían con recorrer las pintorescas y risueñas costas andaluzas, sino que lo mas posible es, que continuando en el Mediterráneo abordasen todos los puntos fáciles para el embarque, y desembarque observando al mismo tiempo con escrupulosa atención si el terreno que pisaban era susceptible de esplo-tacion.

Sabido es, que Cartagena ha debido encerrar, y aun en nuestros dias lo hemos alcanzado, infinitos tesoros en las entrañas de sus montes.

¿Y no es factible que los Fenicios, pueblo escesivamente civilizado con relación á todos los demás de su tiempo, conocieran y apreciaran las buenas condiciones de aquel puerto, la riqueza de sus montes y establecieran en aquel sitio una pequeña colonia para la esplotacion de sus minas y arribo de sus buques?

Fray Leandro Soler, erudito y entendido autor de la historia de Cartagena, ó sea Cartagena ilustrada, siguiendo el parecer de Silio Itálico opina, porque la fundación de Cartagena se debe á Teucro, ca-

DE MURCIA 23

pilan griego, que vino ú nuestras costas después de la destrucción de Troya, en busca de un lugar apropósito para establecerse.

Sin tratar de hacer la oposición á semejante idea, diremos, quemas probable parece, toda vez que en esta época no podemos caminar, mas que sobre congeluras, que los fenicios, predecesores en' muchos años á los griegos en la esploracion de nuestro territorio, fueran los primeros que llegasen á Cartagena, pues según los cronologistas mas autorizados, mucho tiempo antes de la destrucción de Troya estaban ya aquellos comerciando con los productos de nuestros paises.

Con esto, no queremos decir que Teucro no viniese al lugar que hoy ocupa Cartagena; pudo llegar en efecto y aumentando su población con la gente que traia, y continuando y ensanchando la es-plotacion de su suelo, darle mayor importancia de la que hasta entonces tuviera.

Sin vacilación alguna, y concedida ya y plenamente justificada la venida de los fenicios á España, tiempo antes que los griegos, nos atrevemos á decir, que la existencia de Cartagena, sea la que fuere su denominación, es anterior á la venida de Teucro.

Fomentada por este debió encontrarla Asdrubal, y sus favorables condiciones obligáronle á hacer de ella, según dice con suma razón D. Francisco Cáscales «la brida y propugnáculo de España,» la metrópoli de las posesiones cartaginesas de la península, el basto arsenal, el centro de su comercio, y el emporio de las ciencias y las artes.

Y tal debia ser, y tanta su importancia, cuando Roma al recomenzar el duelo á muerte empeñado con Cartago, para herirla en el corazón pensó apoderarse de Cartagena, creyendo con harto fundamento que posesionada de ella, conseguía inmediatamente la posesión de España.

Aníbal sucede á Asdrubal, y siguiendo la misma marcha de su padre, á pesar de haber los Saguntinos demandado ausilios al Senado Romano para resistir al audaz conquistador, sucumbieron con un he-, roismo tal, que la historia al registrar aquel hecho, lo ha consignado en letras de oro, esculpiéndole con indelebles caracteres.

24 HISTORIA

El resplandor del incendio que á Sagunto destruía, llegó hasta Roma, obligándola á declarar la segunda guerra púnica en que tan mal parada habia de quedar la señora del mundo.

Derrotados en Italia los Romanos, creyeron con sobrado fundamento que en España donde se toleraba, pero no se quería, el yugo de los Cartagineses, les seria fácil provocar un conflicto.

Y efectivamente, razón tuvieron al pensar así. Cneo Escipion viene á España, derrota al Cartaginés Annon, y la mayor parte de los pueblos sin comprender que no hacían mas que cambiar de tirano, rompen el yugo Cartaginés y contribuyen al momentáneo triunfo de las legiones de Roma, y decimos momentáneo, porque Massinisa al frente de la caballería numida combatiendo con los Cartagineses, derrota de nuevo á los Romanos, y Cartago se ostenta mas altiva que nunca.

Pero en el libro de los destinos de los pueblos estaba decretada ya la destrucción de aquella famosa república, y Publio Cornelío Escipion haciendo juramento de vengar á sus parientes, recibe del Senado Romano la investidura del mando de once mil soldados, y desembarcando en Ampúrias se arroja como el halcón sobre su presa sobre la nova Cartago, y se apodera de ella.

Descrita ya en el primer discurso de D. Francisco Cáscales la toma de tan importante plaza, y estando conforme su relación con la de otros historiadores, nada tenemos que añadir, contrayéndonos á la parte que en el mismo discurso dedica á Murcia buscando la etimología de su nombre, en la cual según nuestra opinión, no andubo nada acertado.

V.

Con sobrada ligereza acogido si se lo digeron, y con poco cálculo estampado, opina nuestro docto D. Francisco Cáscales, que la denominación de Murcia, proviene del tiempo de los Romanos, denominación á la cual dio origen la murta que crecia en abundancia en sus campos.

DE MURCIA 25 Cuantas pruebas trata de aducir son insuficientes, tanto por que no

hay una autoridad bastante que las apoye, cuanto porque fantaseando á su capricho, se aleja de lo verosímil ó probable.

Si hubiese supuesto que de Mursa, Ciudad de Italia que encontramos en el itinerario de Antonino, siguiendo la costumbre Romana le hubiesen puesto el nombre á la población que en España encontraban, merecía alguna disculpa, por mas que tampoco nosotros estuviéramos conformes con semejante opinión.

Repasando una y otra vez ese mismo itinerario, hemos hallado una Murgi, á la cual sin duda alude Cáscales, sin tener en cuenta que esta Murgi pertenece al territorio poblado por los Vástulos, que ocupaban las tierras de Ronda.

Fácilmente podían los habitantes de aquella Murgi haber fundado una población hija de aquella; pero en este caso siguiendo la sabia opinión del doctor Lozano, la hubieran llamado Murgia.

Mas probabilidades, sobre mejores datos, se apoya el doctor citado al ocuparse de este asunto.

Todo son congeturas, la oscuridad que reina en esas épocas, es tan grande que no basta ni la constancia ni el afán del historiador para penetrar en ese caos donde todo es confusión, de donde mucho se habla y de donde la verdad es, que casi lodo se ignora.

El canónigo Lozano supone, teniendo en cuenta la posición que las tablas Plolomeicas dan á la antigua Orcelis, hoy Orihuela, que la Arci-lácis que aquellas indican en la parte de Occidente es nuestra Murcia, tanto por la distancia que entre una y otra media, como por la exactitud que resulla de cualquier combinación que se haga.

Teniendo en cuenta, que los fenicios y los griegos estubieron en Cartagena y recorrieron toda la costa, verosímil parece que al internarse, bien que hallaran ya una población, bien que les llamara la atención la feracidad y condiciones del suelo en que hoy se levanta Murcia, le dieran un nembre, y precisamente el Arcilácis latino proviene según el mismo Plolomeo del Arxilaxis griego, y la Ardía ó Argila roma-

26 HISTORIA na, se aplica á una tierra suave, que sin ser gredosa cede fácilmente ante el arado, y tanto esta como el Argilios griego significaba esa tierra pesada, grasienta, tan estimada por los alfareros, de cuyo arte quedan preciosas muestras en búcaros que hemos tenido ocasión de admirar en distintas colecciones.

Respecto al cis, partícula final de Arcilacis, nos hallamos completamente de acuerdo con el canónigo Lozano, pues es una adición que quiere decir «después» y parece referirse á otro pueblo dentro del territorio Arcilaciense que podría ser Archena, y en este caso efectivamente Arcilacis para los que venían del interior, se hallaba después de las renombradas termas.

Gomo no tenemos un dato seguro volvemos á repetir, como sobre esto no nos da mas luz ningún autor, fuerza nos es aceptar lo que Lozano nos indica, toda vez que es lo mas verosimil, puesto que dada la esplicaciou de la palabra Arcila ó Argila y conocida la afinidad de las lenguas madres, vemos que la denominación podia aplicarse conjusticia á nuestra población y si así no era, tiene desde luego mas probabilidades que la afirmación hecha por Cáscales.

Emitida ya nuestra opinión respeto á esos tiempos de que no existen mas que conjeturas mas ó menos razonadas seguiremos á Cáscales en toda la dominación Romana hasta la invasión de los Árabes, verdadera época en que tuvo importancia nuestro país, y de la cual tenemos gran copia de antecedentes y noticias de que tan avaro se mostró aquel.

DE MURCIA 27

DISCURSOS HISTÓRICOS.

DESDE EL CAPÍTULO II HASTA EL VIH. (1)

1

ICE Livio, que después de haber Scipion castigado los amotinados de Cazlona, volvió á Cartagena á cumplir el voto de hacer las obsequias á su padre y tio. Yo tengo para mí, que en este mismo parage de Murcia fueron las obsequias de los dos

^ hermanos Scipiones, hechas por nuestro Publio Scipion, hijo, y sobrino suyo, por lo que dice Plinio

en el libro 3, cap. 2, cuyas palabras son estas: Thaber fluvius qui Carthaginensem agrum rigal,

'• Morci refugit Scipionis rogum. De aquí entenderemos dos cosas: que el rio de Segura riega el campo de Car

tagena, y que en Illorci huye el cuerpo á la hoguera de Scipion, y así nos obliga á que sepamos, que se entienda aquí por Illorci. En la sierra de Segura nacen dos Rios famosos, de aquella parte el Andaluz Guadalquivir, ó Betis, y de esta nuestro Segura: á quien Claudio Plholomeo llama Estaber, y Plinio, Thader; este dice, que baña el campo de Carta-

(1) Siendo bastante coitos algunos de los capítulos de tos «Discursos Históricos» de D. Francisco Cáscales y habiendo de comentarlos á continuación, hemos adoptado el sistema de reunir todos los que se reüeran ¡i un periodo histcSrico completo, i á un reinado y de este modo podremos completar mas nuestro trabajo juzgando, comentando y aumentando las noticias que aquel da, creyendo que no disgustaremos con ello a nuestros lectores.

TOMO I. 7

28 HISTORIA

gena, no se ha de entender de la Sierra allá, que es imposible sino estotra parte citerior. Y llamar Plinio campo de Cartagena al que riega Segura, que es el nuestro, es porque antes Cartagena abrazaba en su espacioso término á Murcia; y así le pudo decir campo Carthaginense, como á territorio suyo. Desde Scipion acá fué Cartagena baxando, y Murcia subiendo: cosa ordinaria en quanto sugetá el cerco de la Luna. Qué Africano no tembló de Sagunlo? Qué Romano no oyó con pavor, y miedo el nombre de Numancia? Pues qué se hizo Sagunto? Deshecha yace, y olvidada, las mas altas columnas, y levantados mármoles abscondidos en sus humildes entrañas; que no solamente las casas y edificios sump-tuosos, pero su muro está verde de las plantas, y yervas, que en él han nacido. .Y Numancia donde está? no hay humo, ni sombra de ella, aun no podemos decir; aquí fué Numancia. Pleyto pendiente hay entre los Historiadores sobre el asiento, siquiera, que antes tuvo.

Seame licito decir aqui dos palabras en este proposito con el sentimiento debido. No tenemos en las Historias Romanas memoria mas honrada, que la de estas dos Ciudades, ambas terror de los Cartaginenses, ambas espanto de los Romanos; aqui vinieron, y acudieron unos, y otros; ambas fueron la fuerza, y propugnáculo de España, el theatro del Imperio Púnico, y Romano; y oy (vergüenza nuestra) no hay Español que resucite los huesos de tan honrados antecesores. Aragón, por qué no buelves por tu Sagunto? Castilla, porqué no le dueles de tu Numancia? España, porqué has dexado caer de tu Cabeza dos tan preciosas Coronas Sagunto, y Numancia, Numancia, y Sagunto? mil veces al dia os quisiera repetir dulcísimas Ciudades, mas el dolor que siento añuda en mi garganta vuestros felicísimos nombres. Príncipes tiene Aragón, y Príncipes tiene Castilla, que pueden proponer esta empresa á nuestro potentísimo Filipo: con facilidad podría reedificarlas, mandando á las Ciudades de Aragón, y Castilla, que de sus propios hiciesen los Castellanos en su sitio antiguo de Numancia, y los Aragoneses en el de Sagunto cada Ciudad sendas casas, y á los moradores de ellas se les diesen franquezas, y libertades con que animados poblasen como

DE MURCIA 29 poblarían con gran brevedad la nueva Nuraancia, y nueva Sagunto. No se ofenda Cartagena de verse oy menos de lo que fué, pues estos dos ilustrísimos lugares son yá campos de pan llevar.

Lo segundo que toca Plinio en la autoridad que alegamos arriba es, que en el lugar llamado Illorci nuestro Rio de Segura huye, y se aparta del brasero de Scipion. El muy diligente, y curioso indagador Ambrosio de Morales en la segunda parte de su Chronica general, en el capítulo veinte y siete del libro sexto piensa (yo no sé quan bien) que Illorci es la Ciudad de Lorca. Mas cómo podrá ser esto: pues por donde mas cerca de ella corre este Rio son once, ó doce leguas. Y las palabras de Plinio denotan, que Segura lame las tierras donde se encendió la hoguera de Scipion? Otros Autores dicen ser Lorquí un Lugarejo en la ribera de este Rio tres leguas mas arriba de Murcia, y mas camino llevaban los que esto- dicen, si en otra cosa mas se fundaran, que en el sonido de la voz Illorci. Pero quien viere el Lugar, y su disposición, y el poco talle de antigüedad que en el, ni en toda su comarca hay, para que esto se pueda afirmar, tendrá por donayre este parecer. Ambos los refiere el Padre Mariana en el cap. 23 del lib. 2 y no se dá por entendido, qual esjel que mas le agrada. Lo mismo hace Abrahan Hortelio sobre esta palabra Illorci; mas á mí que con los ojos lo he sondeado, ninguno de los dos me pueden dar cumplida satisfacción: por que fuera de la razón que he dado, el fundamento que tienen en el sonido de la voz Illorci, para decir unos que es Lorca, y otros Lorquí, es ninguno, por ser muy probable estar corrompido el texto común de Plinio, que es lo que á estos graves Autores engañó. Pues no ha de decir Illorci, sino como se halla en los códices Véneto, Co-loniense, y Parisiense, illeocior. Asi lo dice Dalecampio, y asi lo leyó, y traduxo Ludovico Domeniche en su Plinio Italiano.

// fliume Tader che bagna il territorio di Carthagine efuge rato la sepoltura di Scipione.

El Pao Tader, que baña el territorio de Cartagena, y huye apriesa de la sepultura de Scipion.-

30 HISTORIA De suerte, que en estas palabras nos dice Plinio tres cosas, lo

primero del Rio de Segura, que riega los campos de Cartagena, entendiendo los llanos de esta Ciudad por territorio de ella: lo segundo, que en saliendo á la vista de ellos, corre con mayor desenfado, y ligereza. Y ello es asi, porque á seis, ó siete leguas de Murcia, como vá encañado entre sierras, y embarazado entre ellas culebreando á una, y otra parte, vá haciendo represas, hasta que saliendo á lo ancho, y derramándose libremente por su madre, pasa con gran ligereza regando todas estas llanuras: y lo tercero, que notamos, es el brasero de Scipion. Acerca de esto pienso, que nadie ignora la usanza de los Romanos en quemar sus cadáveres, y guardar sus cenizas: pero quien no lo supiere con la curiosidad que ellos lo hacian, aguarde un poco, que luego lo verá por extenso.

Desembarazados pues del nombre Illorci, que ha sido el común estropiezo de todos aquí, digo, que pues los Autores concuerdan, que hizo Scipion las obsequias en Cartagena, y esta vega es campo Carthaginen-se, y según lo nota Plinio, las hizo en aquella parte donde Segura se apresura mas, no se puede decir, que esto fuese en Lorca, nienLor-quí, sino en la vega de nuestra Ciudad de Murcia, como queda probado. (4)

Hechas las obsequias se partió Scipion á la prosecución de sus guerras.

II.

Solían los antiguos (dice Claudio Minos sobre las emblemas de Alcia-to) pintar á Mercurio Dios de las Letras, y Letrados, sobre un dado, ó basa quadrada, porque de esta manera significaban ser el fundamento, y estado de los Estudios, y artes liberales firme, y seguro, como quien no podía ser tumbado de ningún golpe de Fortuna, y ello es así, que las scien-

(1) Para no cansar á nuestros lectores hemos creído prudente suprimir la descripción de los funerales romanos que pone en este sitio D. Francisco Cáscales.

DE MURCIA 3l cias son de los bienes, que no puede quitarnos la fortuna. Por esta razón Biante saliendo de su Patria Priene saqueada de los enemigos desnudo, dixo, que llevaba todos sus bienes acuestas. Dando á entender, que la sciencia que tenia, no se la habían podido robar los enemigos: y al mismo fin Aristipo Cireneo mandó á sus ciudadanos, que procurasen tales bienes, que ofreciéndoseles navegar, quando la nave diese al través pudiesen escapar salvos con ellos. Estos son los verdaderos bienes del alma, que no están sugetos á casos fortuitos: no los de la Fortuna, que al contrario de Mercurio la dibuxaban el pié sobre una vola cerrados los ojos con un bastardo en las manos, symbolo de su instabilidad, y mudanza, como largamente se escribe en una Oración de Galeno, y según otros de Menodoto.

Cómo podrá la Fortuna governar la Nave siendo ciega? qué derecho llevará su rumbo? cómo podrá la Fortuna ser constante, andando sobre una vola? por fuerza ha de rodar, y dar bueltas por momentos en todo aquello sobre que tiene imperio.

Pobre España, primero fuiste tuya, luego de los Romanos, Señores del mundo, fueron estos echados, y dominaron los Godos, salieron estotros, y se apoderaron de tí los Muzas, y Tarifes, los Moros. Miróte Dios con sus benignos, y serenos ojos, y no solamente te cobró, y restituyó, perol te aumentó, y ensalzó sobre todas las Naciones. En poder de los Romanos levantó cabeza Murcia, los Romanos hallaron aquí una humilde población en rico, y fértil sitio capacísimo de una gran Ciudad conociéronla, y estimáronla, y'vino á la felicidad que merecía. Después los Godos ganaron á España; y Gunderico baxando de Galicia con sus Vándalos vino á Cartagena, y la derribó, dexandola tal, que ni. pudo jamás bolver en sí. Esta furiosa bestia de Gunderico desmanteló entonces á Murcia: si bien con el tiempo tomó espíritu, y aliento, como lugar fundado en tan famoso terreno. Esta fué la primera toma de Murcia, y pasó en el año de quatrocientos y veinte y quatro del Nacimiento de nuestro Señor Jesu-Christo. Y reynaron los Godos en España 310 años.

32 HISTORIA

III .

La segunda fue en el año setecientos y catorce después de haber lido vencido D. Rodrigo, ultimo Rey Godo de España. Y después de haber conquistado los Moros á Cordova, Malaga, Granada, y Jaén, ba-xaron á Murcia el Obispo Don Orpas, y Amiramech, sobrino de Muza con tres mil Gavalleros, y mucha gente de á pie: y estos fueron los que mas tarde se partieron del Conde Don Julián, y de Tarife, el qual se habia ido á Toledo; y cuando supieron en Murcia el numeroso Exer-cito con que los Moros venian, tomaron todos las armas Cavalleros, y Peones, y acordaron de salir á ellos, y librar supleyto por batalla. Pusiéronse en una vega muy llana, que oy se llama Sangonera, por la sanguinaria batalla que allí se dio. Embió Don Orpas á reconocer la Ciudad, y bueltos los reconocedores dixeron, que la gente de Murcia estaba esperando la batalla puestos á punto de guerra. Don Orpas, y Amiramech, preguntaron qué tanta gente podia ser, y ellos dixeron, que bien llegarían á mil Caballeros, y á quatromil peones. Y sabiendo esto, ordenaron dos esquadrones, el primero governó Amiramech con mil y seiscientos Caballeros, el segundo el Obispo Don Orpas con mil y cuatrocientos, los mil Christianos, y los quatrocientos Moros, y ordenados asi, comenzaron á marchar contra Murcia. Era Señor de Murcia Barbale, hombre viejo muy prudente, y discreto, tenia dos hijos, el uno llamado Tebar, y el otro Listari, valientes, y animosos con todo eslremo: y que se habian hallado en las guerras, que precedieron en la pérdida general de España, y se hallaron principalmente en la batalla donde murió el Príncipe Don Sancho, hijo del Rey Acosta. Aninf&do pues de sus hijos (ó por mejor decir de sus dos Martes) salió Barbate con su gente á la campaña: pero quando vido venir los Moros, y á los Generales Don Orpas, y Amiramech, llamó ante sí á sus hijos, y díxoles como adivino de su daño, que se bolviesen á la Ciudad, y la defendiesen de sus muros, que

DE MURCIA 33

era gran temeridad hacer otra cosa. Y apenas dixo estas palabras quan-do bolvió las riendas al cavallo; y su hijo Tebar que mas cerca estaba le asió de la rienda, y le dixo con amor y con rabia. Padre, y señor mió, desechad los agüeros, y alegraos, que todos estos enemigos, que yá cargan sobre nosotros, presto los veréis muertos, sin que escape hombre con la vida, y aquí vengaremos la muerte del buen Infante Don Sancho, y las grandes, y muchas heridas que recibimos en aquella batalla, y con esto seremos vengados, y vos loado para siempre; defenderéis vuestra tierra, que no os la tomen por fuerza, ni os hagan besar sus manos, gente de quien tantas malas obras habéis recibido, esforzad vuestro corazón, y no hagáis otra cosa sino estaros quedo, y mirar, que antes me matarán á mí, que lleguen á ver, y conocer quien sois: debéis hacer esto por vuestra honra, por la nuestra, por la vergüenza de tantos buenos Cavalleros como tenéis cerca de vos, que morirán antes todos que consientan llegue hombre á tocaros la fimbria de vuestra ropa. Con esto calló Barbate, y mal contento con la resolución del hijo se retiró á ver algo de lexos su desventura, que yá tenia por presente, y cierta, para desde allí poder ir á reparar como pudiese su fortuna. Entonces Tebar formó dos esquadrones, él llevó el primero con seiscientos Cavalleros, y mil y quinientos Peones, y Listari su hermano rigió el otro con quatrocientos Cavalleros, y dos mil y quinientos Peones.

Ya estaban juntos los dos campos, hecho alto de una y otra parte, y Tebar que vio los enemigos muy cerca de sí, al paso de los cavallos comenzó á mover su escuadrón, y quando se vieron cercanos, dieron de espuelas á los cavallos y hiriéronse de las lanzas grandes golpes, tales' que de este encuentro cayeron mas de doscientos Cavalleros por el suelo, y fué la escaramuza tan reñida, que con ser tan pocos los de Tebar emparejaron con ellos en la fortaleza, y ayudábale mucho lo que los peones hacían hiriendo al enemigo con dardos y piedras, tanto, que no lo podían sufrir los caballeros de Amiramech, y se retiraron atrás mas de quatro tiros de ballesta. Andaba Tebar tan furioso, que se salió de los suyos, y se metió en batalla solo con los enemigos, y como Amir

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le vio fuera de su gente, cerró sobre él con todos los suyos, pensando derribarle, mas luego acudieron los de Murcia, y todos juntos embistieron, haciendo tal riza en ellos, que dexaba campo abierto, y bien abierto para los que le seguian, y echando de ver Tebar, que quien mas se señalaba en contrastarle era Amiramech, y que este entre todos alzaba cabeza enfadado de tanta resistencia, arrebató á un caballero por fuerza de las manos una lanza corta que traia, y corriendo con su caballo acia la parte donde le vido, y cerrando con él, le dio tan grande golpe de lanza, que le derribó del cavallo, teniéndole sin que se pudiese levantar.

Quando Todomir un Godo pariente del Rey Don Rodrigo, que se bolvió Moro, y tenia estrecha amistad con Amiramech, supo, que su gran amigo era muerto, raviaba de pesar, y no tenia consuelo, y movido de la amistad ó del enojo, juró que moriria ó le vengaría, y desde entonces exortaba los Moros que le acompañasen y cargasen sobre los de Tebar, hasta darle la muerte: yendo pues Todomir por la batalla adelante, viole, dexóse ir á él con una lanza, y dióle por medio de los pechos en lo descubierto del escudo, que le pasó la lanza de la otra parte. Gayo muerto, y aunque los suyos le quisieron vengar, y lo intentaron, no pudieron contrastar la potencia del enemigo, antes iban perdiendo el campo. Listari que esto vio, apretando las piernas al caballo, desde lejos comenzó á decir á voces á los suyos. Amigos este es tiempo de aflojar? No falte ánimo á quien le sobra la razón, vuestra muerte habéis de reparar con vender bien vendida la vida, vuestros hijos se han de honrar con tan valerosa muerte: quanto mas, que arriscando la vida podéis escapar de la muerte, y la cobardía en un punto acaba la vida, y la honra disculpa tenéis bastante con el inmenso número de los enemigos; para gente humilde, y baxa legítima escusa es la presente: pero para Cava-lleros, y tan nobles no hay remedio que suelde tan torpe quiebra: que en la herida del rostro, aun las cicatrices, y señales afean, y mucho mas afean las heridas en el honor. Esto que oyeron los suyos arremetieron juntamente con Listari, y tocando de nuevo las caxas y trompetas acometieron á los enemigos con tal furia, que en el primer ren-

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suentro derribaron mas de ciento, y hicieron retirar masque de paso á los contrarios. El Obispo Don Orpas que vio huir su gente con la nueva venida, y refresco de Listari movió de tropa con los suyos gente de ápie, y d e a caballo, y se encendió la batalla furiosamente derribando, y matando igualmente por ambas partes, y aunque esta batalla se trabó bien de mañana, ya era medio dia, y otra cosa no hacian sino pelear. Pero afrentado Don Orpas de que con tanta copia de gente no los hubieran podido desbaratar, loco y fuera de sí tomó mas de quatrocientos Cavalleros, y con ellos se fué derecho contra Listari con que hizo ancha plaza, y corriendo todos de tropa contra él le medio rindieron, y yá bien imaginaba que su hermano Tebar era muerto pues no le socorría; pero haciendo su mayor posible se lanzó sobre todos basta que maltratado, y mal herido cayó muerto. Viendo los de Murcia que estos dos valientes Caballeros hermanos Tebar, y Listari eran yá muertos sin esperanza de remedio determinaron antes rendir las vidas que rendirse, y cargando sobre ellos de tropa el apostata Don Orpas, y el renegado Todomir que los Godos llamaban Teodomiro los mataron todos sin dexar uno. Viendo Barbate su vaticinio cumplido se retiró á la Ciudad, de cuyas murallas, como le viesen algunas mugeres (que en ellas estaban esperando el suceso) baxaron á abrirle las puertas, y avisadas en breve, y doloroso razonamiento de la general desgracia, y muerte de sus maridos, padres, hijos, y hermanos, le respondieron ellas que no perdiese el ánimo, que no eran ellas de diferente sangre que los que la habían' derramado en la batalla, ni de menos nobles pensamientos que los que en ella habían muerto para vivir en el Cielo: que las mugeres estaban obligadas á seguir á los hombres, las casadas á sus maridos, y las hijas á sus padres, y que tan aparejada estaba la gloria para las hembras, como para los varones, que ellas eran Christianas, que por Christo querían morir pues en él habían vivido. Viendo Barbate los ánimos de aquellas Evadnes hijas de Marte consolado, y animado juntamente fabricó en su animo un gallardo estratagema. Mudóse vestido, y fingiendo ser men-sagero del Señor de Murcia, salió á dar una embaxada á Don Orpas, y

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Todomir, y puesto en su presencia (que yá con su Exercito estaba á vista de las murallas) les dixo: Poderosos Príncipes el Señor de Murcia os embia por mi á saludar, reconoce vuestro valor y las ventajas de tan numeroso Exercito; conoce que vuestra potencia es bastante no para una Ciudad, mas para contrastar un mundo, pide y espera de vuestro magnánimo corazón piedad honesta, considerad que á todos es concedido defenderse á si y á su Patria, y que esta defensa no debe parecer mal á los ojos de los buenos; si de los vuestros han quedado muertos, y heridos muchos, yá veis que de los nuestros no quedó vivo ninguno; en la batalla perdimos nuestras vidas, deuda que todos los hijos honrados debemos á nuestra patria. Si esta disculpa os parece legitima, lo que os pide el Señor nuestro es, que no abreviéis vuestra mano, y nos perdonéis, que concediéndonos las vidas, y las haciendas, y morada en su Ciudad os la rendirá luego reconociéndoos él, y sus Ciudadanos por Señores nuestros ofreciéndoos los tributos que los vasallos ofrecen á su Rey. Ojiando esto decía Barbate, todas las mugeres Murcianas, habíanse quitado las tocas, y garbines por orden, y industria suya se mostraron en las murallas con lanzas, y adargas pareciendo en sus semblantes otras Amazonas esperando alli el ultimo trance de la Fortuna.

Orpas que vio tanta gente armada sobre los muros, considerando que aun le quedaba mucho que hacer para ganar la Ciudad, parecióle mejor acuerdo recibir buenamente lo que le daban que tomarlo por fuerza, y asi respondió con rostro benigno, y grave: Id amigo, y decid á vuestro Señor, que Orpas acepta sus pactos, y le recibe en su gracia y amistad, que fie de mi que los Murcianos y Africanos serán tratados con igualdad, y que le doy mi palabra por la fé de Cavallero que no se la faltaré jamás en ningún acontecimiento. Oido esto Bar-bate bolvióse á la Ciudad y saliendo después de poco rato en hábito decente, les entregó las llaves con humilde cortesía diciéndoles que entrasen en su Ciudad. Entró Don Orpas, y Todomir con su gente, y visitando todas las calles viéndola yerma, y despoblada con solas las mugeres que habían decendido de los ¡muros, unas con lanzas, otras

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cañas en las manos, hallándose burlados del ardid bélico, quisieron Volver atrás su palabra, pero entendiendo que eran trances de guerra, y que en ella no se castigan los dolos pasó con ellos alabando en su pecho la industria de Barbate, y el valor de las mugeres Murcianas.

¡O hecho memorable así el de los hombres, como el de las muge-res de Murcia! Publicada ha sido en millares de pregones la final resolución de los Numantinos, que siendo (como dice Lucio Floro, en el capítulo diez y ocho del libro segundo) últimamente apretados de Scipion Africano se resolvieron á morir matándose unos con hierro y otros con veneno, y al fin abrasándose así, y á todas sus casas, antes que rendirse con ignominia. Semejante á esta fué la otra de los Saguntínos, que no se queriendo sugetar al capitán Aníbal, como escribe Ravisio por perseverar en la fé, y amistad de los Romanos, desesperados de remedio se juntaron todos, y en un común fuego se acabaron. Para gentiles que entonces eran, y faltándoles otro mejor remedio estas dos hazañas fueron propias de Españoles: pero no para Chistianos que no es permitido darse la muerte. El hecho de los Murcianos nuestros debe ser con perpetuas alabanzas celebrado que fué de Chistianos contra enemigos de la Fé de Christo. Esta si que fué heroyca determinación salir todos sin quedar ninguno á morir por su patria, á dar las almas por Dios, quando defenderla no pudieran. O muertes dignas de eterna vida, pues la guerra es de Christianos contra Moros, la defensa de la patria, la religión de no ver mezquitas las que antes eran Iglesias, y el celo de ensalzar la Casa de Dios. Pues el industrioso atrevimiento de las mugeres quiénjo alabará dignamente? no me encarezca Plutarco las heroydas Troyanas, las Focenses, las Chias, las Argivas, las Pcrsides, las Celtas, las Melias, las Tirrenas, las Licias, que esas y las demás que él refiere no pueden hacer digno parangón con las Murcianas, que de mugeres se hicieron hombres, y no qualesquier hombres sino muy belicosos: pues habiendo visto todos los suyos degollados, de cuyos cuerpos manó mas gloria que sangre, y estando ciertas que no eran poderosas para resistir al enemigo le aguardaban para morir á [ ss

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filos de las Africanas cimitarras, y para ser conmartyres de sus padres> de sus maridos, hermanos, y hijos.

Ganada la Ciudad, y puesta en ella la guarnición necesaria, ydexan-do por su Alcayde al Capitán Abrahen Azcandari natural de África, se fué acia Toledo donde les aguardaba Tarife.

El Doctor Francisco Martínez en su libro de las grandezas de Ori-gucla atribuye este hecho á la toma de Origuela sin fundamento ninguno. Pienso que la congetura de lo que dice el Arzobispo Don Rodrigo libro tercero capítulo veinte y tres con estas palabras:

De incle ad urbem, quce tune Oreóla mine Murcia dicitur pro-peravit. Et dominus Murcien egrediens contra eos infeliciter est agre-sus, etc. in urbis ambitu circuinseptus, cum esset prudens,. etc. dis-cretus fecü mulierum capita circumeidi, ut in muris aforis apparen-tes viri eminus viderentur.

Quien puede de este lugar colegir otra cosa que el haber sido la toma de Murcia, y el estratagema del Señor de Murcia, como lo dice claro domi?ius Murcia. Y el llamar á Murcia Oreóla fué yerro, y en su lugar se ha de poner Ormela que este nombre dicen que tuvo Murcia anticipadamente, el Obispo Gerundense, Florian de Ocampo, Mariana y otros. Tanto mas que todos los escriptores que tratan de este ardid bélico lo atribuyen á Murcia, Fernán Pérez de Guzman lib. 3. cap. 4. Florian de Ocampo parte 3 . cap. 1. Mariana lib. 6. cap. 24. tom. 1. el Maestro Pedro de Medina, y con el Mesa en las grandezas de España, el Arzobispo Don Rodrigo ubi supra, Ambrosio de Morales libro 12. cap. 27. Antón Beuter cap. 28 del primer lib. Y dice que el campo donde se dio la batalla se dixo desde entonces Sangonera el qual es en Murcia sobre la Villa de';Alcantarilla, y no Origuela. De manera que esto es lo cierto sin haber autor clásico que diga cosa en contrario.

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IV.

Teniendo abiso el gran Califa Miramamolin Almanzor de la bienandanza y felicidad de sus dos capitanes Muza y Tarife los embió á llamar, lo uno para saber de ellos á boca las cosas de España, lo otro para ciertas novedades que halla pasaban. Despedidos de España se partieron á hacer y cumplir lo que el Rey Miramamolin les habia mandado, y llegados á África donde fueron muy bien recibidos con intento que España se poblase de mucha gente, y se cultivase la tierra en aprovechamiento, 5 aumento de las rentas de su Rey, publicaron un pregón real que á todos los que quisieren pasar voluntariamente de África á España se les prometería dar, y repartir tierras, y casas con mucha comodidad, y grandes libertades, y exempciónes concedidas por el Miramamolin Jacob Almanzor su señor. Publicado este vando vino por Gobernador de España Abulcacin Habdilvar con exercito formado, fuera de los Moros, y Judíos pasageros que con hijos y mugeres vinieron á poblar. Y no solo en esta pero en otras embarcaciones pasó infinita gente tanto que por las copias que el Governador de España Abulcacin habia hecho se hallaron de pasageros cincuenta mil casas, las qua-les luego que llegaban las iba él repartiendo por todas las Provincias de España, ordenando álos Alcaydes les diesen repartimientos de tierras y buena conmodidad para poblar^y vivir. Y fué tanta la diligencia que se puso en esto que en breve tiempo se hallaron los Lugares tan poblados como antes de la destrucción, y ruina general. Viéndose Habdilvar tan. poderoso de gente puso sitio á Sevilla una y muchas veces, pero nunca la pudo ganar, y corrido se hubo de retirar del sitio, si bien hacia lo ultimo de potencia por ganar honra, y fama como la habían hecho los Capitanes sus antecesores Muza, y Tarife. Considerando Abubacre Handali Governador de la Ciudad de Valencia cuan sin suerte

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andaba Abulcacin Gobernador de España, perdióle el respeto; y pare-ciendole que podia se quiso hacer Señor absoluto de toda aquella Provincia teniendo grangeada la voluntad de todos los Alcaydes, y gente de guerra que residían en ella, y determinó alzarse y se alzó en efecto negando la obediencia á Jacob Almanzor su Señor. Sabido esto por el Capitán Abulcacin Habdilvar mandó juntar un Exército de diez mil hombres de á pie, y ochocientos de á cavallo, y atravesó con ellos á este Reyno, y Ciudad de Murcia, que confina con el de Valencia, y llegado aqui fué muy bien recibido y agasajado por el Alcayde de Murcia Abrahen Ezcandari, y sabiendo el intento que llevaba Habdilvar le ofreció su ayuda contra el Alcayde de Valencia. Y habiendo juntado muchos Moros de toda esta tierra marchó juntamente con él la via de Valencia. Cuando el Alcayde revelado vio que tan numeroso Exército. venia contra él acobardóse mucho, pero como no tenia recurso á una parte, ni á otra donde valerse, y que era forzoso remedio aguardarles en campaña y dalles batalla campal para morir ó vencer, resoluto asi mandó poner en orden su gente esperando á Habdilvar, el qual luego que se vieron las casas travo con él la escaramuza y le rompió con no poca sangre de los suyos, fué preso Habulbacre Handali al qual mandó Habulcacin cortar la cabeza y ponerla en un hierro de una lanza sobre la puerta de la Ciudad de Valencia, y mandó saquearla y prender á todos los culpados en la rebelión, degollando muchos Alcaydes, y Capitanes. Hecha esta justicia nombró por nuevo Alcayde de Valencia á un Capitán suyo llamado Mahometo Abenbucar, y dexando hallanada toda la tierra, y despidiéndose de Ezcandari dio la buelta á

la Ciudad de Cordova y el Alcayde de Murcia á la suya.

V.

Estando Muza en el gobierno de África murió en la Arabia Mira-mamolin Jacob Almanzor, y un Alcayde Abilhachec por nombre, con

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quien Muza tenia odio interno, con el favor de muchos Alcaydes amigos suyos fué coronado por Rey sucediendo al gran Califa Almanzor; pero como Muza considerase que Abilhachec no tenia acción á la Casa Real, y que habia sido coronado sin justo título determinó hacer él otro tanto, y convocados los Alcaydes de todo su govierno de África les dio á entender que no debia prestar obediencia al Rey electo, pues no era sucesor legítimo de la casa de Almanzor, y así les rogaba y rogó le alzasen por Rey de la África; atento bien lo que habia servido y governado aquellas repúblicas, representándoles la benignidad con que les habia tratado, y hecho Alcaydes, y los beneficios y buenas obras que de él habían recibido, y como la verdad persuade tanto movidos de sus dulces y buenas razones, y del gran renombre que tenia cobrado, sin faltalle voto fué jurado y coronado por Rey del Reyno Africano.

Pasó esta nueva á España, y como lo supiese Abulcacin Habdilvar que la governaba, hizo la misma consideración, y con el mismo presupuesto mandó llamar á todos los Alcaydes, que governaban las provincias de España, y estando juntos en la Ciudad de Córdova les abrió unas cartas recien recibidas con la nueva de como su Rey y Señor Jacob Almanzor era muerto, y que en él habia acabado el linaje de los Reyes Almanzores, y pidióles que pues en aquellos Reynos faltaba heredero le coronasen á él por Rey de España; prometiéndoles de gobernar con justicia y benignidad. Los Alcaydes admirados de tan nueva y es-traña resolución le¡ pusieron muchas dificultades, y dixeron últimamente que por ser tan arduo el caso querian verse sobre ello, y tomar el mejor acuerdo; pero sin despedirse del cada Alcayde se bolvió á la provincia que governaba, y se coronó por Rey y Señor absoluto de ella, y el Governador Habdilvar hizo lo mismo en Córdova, y así fué dividida España en siete Reynos en esta manera: Abulcacin Habdilvar se' reveló y alzó por Rey de Córdova; Beliz Abenhabuz de Granada; Abenbucar de Valencia; Abrahen Ezcandari de Murcia; Mahometo Abenrahmin de Toledo; Ismail Abenhud de Aragón; Mahometo Abencorba de Baeza. Y con estas nuevas coronaciones, así en España, como en África, como

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en las Arabias ardia la guerra haciéndola unos contra otros procurando despojar este á aquel, y adquirir cada uno mayor mando, y Señorío. Las cuales disensiones fueron causa que se dividiese la Corona del Rey Abilgualid entre tantos Reyes.

VI.

Todos estos nuevos Reyes, ó por mejor decir nuevos tiranos procuraban unos á otros morderse y con pocas ocasiones y achaques estenderse á los límites ágenos, y algunos habia que sin causa ninguna (colorada siquiera) embestían con sus vecinos. Asi lo hizo Abenbucar Rey de Valencia, que hallándose ocioso y con gente de guerra acordó de ensanchar su Reyno conquistando el de Murcia donde reynaba Abrahen Ezcandari, y con este fin mandó juntar los Alcaydes de su govierno y les pidió parecer sobre ello, los cuales concluyeron que se hiciese guerra contra el Rey de Murcia, y que le estaba bien conquistar aquel Reino por ser el paso que habia menester para alargarse á otras tierras. Con esta resolución mandó publicar la guerra y sus Alcaydes orgullosos hicieron gente de buena gana.

Luego tuvo noticia de ello Abrahen Ezcandari, y comunicada esta novedad con los Alcaydes de su Reyno le dixeron que eligiese luego Capitanes que hiciesen gente contra el Rey de ¡Valencia, y demás de esto que pidiera socorro á su amigo Abencorba Rey de Baeza que podía dársele con facilidad por estar rico de moneda y de gente de guerra; y por tener paz y amistad con los Reyes de Toledo y de Córdova; y que no dexase de procurar este socorro aunque le contribuyese algún interés. El Rey Ezcandari tuvo por bueno este consejo y despachó luego un Embaxador á toda prisa; el qual llegado á Baeza fué bien recibido del Rey Abencorba, y sabida su embaxada se resolvió de socorrer al Rey de Murcia, y con esta respuesta despachó al Embaxador alegre,

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y luego mandó hacer gente en su Reyno, y juntó quinientos hombres da á cabailo, y mil infantes, y proveído todo lo necesario para aquella jornada, nombro por General de esta gente á un Alcayde suyo llamado Abenzuhail, el qual marchó á grandes jornadas hasta llegar á Murcia donde fué dignamente recibido del Rey Abrahen Ezcandari, y dado buen 'refresco á su gente y su persona muy regalada. El Rey Aben-bucar habia hecho un Exercito de seis mil hombres de á pié, y mil y docientos de á caballo con que marchó á este Reyno de Murcia. Ezcandari juntó toda la mas gente que pudo, y'halló en su campo ocho mil hombres de ¡i pié, y mil y quinientos de á caballo con los quales le salió al encuentro y se vinieron á confrontar los Moros junto al Rio que se llama en lengua Arábiga Guad-harbuala, y en castellano Rio de Origüela... Puestos los dos campos frente á frente, salian de una parte y de otra algunos á particulares escaramuzas, hasta que vino á parar en batalla campal. Batióse (como dicen) el cobre temerariamente muriendo de ambos campos gran número de gente, y* á no sobrevenir tan de improviso la noche pocos llegaran á ver el alva; pero apenas salió cuando renovando la batalla pelearon hasta las nueve en que se reconoció la victoria por el Rey de Murcia. Lo qual visto por Aben-bucar receloso de no venir á manos de su enemigo salió huyendo de la batalla en su caballo, y por apresurallc tanto cayó en tierra y se mal hirió en la cabeza; pero al fin llegó á Valencia, y el Rey de Murcia siguió el alcance lo que pudo y mató muchos hasta que por pies se pusieron en salvo y recogidos los despojos de aquel campo d¡ó la buelta con su gente á la Ciudad de Murcia, aunque antes de partirse mandó labrar junto al Rio Segura donde se dio la batalla un castillo muy fuerte para guarda de aquel paso, al qual puso por nombre Heznharbuala, también mandó hacer muchos algibes de agua llovediza entre la Ciudad de Murcia, y Cartagena, que llamaron los Moros Fahz-arrabeh, que quiere decir campo de pasto, porque de allí adelante no hirviese falta de agua en aquel campo. Habiendo pues llegado á la Ciudad de Murcia le recibieron los suyos con mucho regocijo por la victoria habida

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contra Abenbucar. Remuneró el Rey á los Alcaydes que le habian acudido con muchas joyas y promesas de acrecentamiento, y despidió al Alcayde Abenzuhail con la gente del Rey Abencorba con cartas y con muchos dones y joyas, con que unos fueron y otros quedaron contentos, y por mayor cortesía embió un Embaxador al Rey de Baeza, ofreciéndole de su bella gracia cada año de tributo por la buena obra que habia recibido dos mil pesantes de plata, que valen sesenta mil maravedís de nuestro tiempo. El Rey Abencorba holgó mucho del buen suceso de esta guerra y estimó el ofrecimiento de los dos mil pesantes. Abenbucar así de la herida con que llegó á Valencia, como de la congoja de su pérdida cayó tan gravemente enfermo, que murió dentro de pocos dias. Dexó un hijo heredero de poca edad, pero atosigóle un deudo suyo Alcayde llamado Abubacre Abenbucar y se coronó, y llamó Rey de aquel Rey-no. Todo esto sucedió en el año de III de la Hegira que concuerda con el del Nacimiento de nuestro Señor Jesu-Christo. 731.

Con esta nueva coronación se alteraron algunos Alcaydes, y principalmente Ali-Cinhigi, que se alzó con la Ciudad de Morviedro, y otro Alcayde llamado Ali-Abenhudmin que se alzó con unos Lugares que llaman los Árabes, Guid Rocod: que sin duda es lo que llamamos oy Valde Ricote.

VII.

El año del Señor de 735 baxaron de África tres Reyes Moros llamados Aben Ragel, Abenzulema, Abenzuleiman, y vinieron á parar á Sevilla donde los recibió muy bien Abenhimce Rey de Sevilla, los qua-les venían despojados de sus Reynos, y le advirtieron que mirase por si que Mahometo Abdalacis, Capitán General de Abencirix, Rey de las Arabias su señor, que era quien los habia despojado de sus Reynos tenia hecha prevención para venir á España, y que si no se unian todos los Reyes della corrían mucho peligro por que el Rey Abencirix era

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muy poderoso, y su General Abdalaciz gran soldado, y que si no hacían todos los Reyes de España un cuerpo para impedirle su enlrada, que una vez entrado, no se habian de poder defender del. Abcnliimce avisado de este peligro acordó de consultallo con los demás Reyes de Es-

; paña. Abencorba, Rey de Baeza, y Abdilvar, Rey de Cordova fueron de su parecer: pero no Aben Rahmin, Rey de Toledo, ni Abenhud, Rey de Aragón, y los Reyes de Granada, de Murcia, y de Valencia se es-cusaron diciendo, que sus Reynos estaban en frontera de Cristianos, y que no podían dexar de las manos las armas, por que tenían harto que hacer en guardar sus tierras. Esta respuesta dieron; pero según juzga Aben Tarife, no fue esa la verdadera causa de no acudir con socorro, si no que á estos Reyes consultados entre si les pareció que era mayor discrepcion aguardar la venida de Abdalaciz, y estar á la mira, y cuando viesen que les sucedía mal á los demás Reyes, prestar ellos obediencia al Rey Abencirix, y escusarse de peligro conservando sus Rey-nos en sosiego.

Partido de las Arabias Mahometo Abdalaciz vino al Reyno de África donde aprestó gente de guerra, y los pertrechos bélicos necesarios. La armada que traia fue de seiscientas y tres velas. Y aunque primero hizo punta acia el Levante por desvaratar los desiños de los Reyes de España, al fin vino á tomar puesto en las Algeciras donde el Rey Abenhimce tenia mucha gente de guarnición para defenderle la entrada, y á fuerza de armas la hecho en tierra, aunque con grande pérdida de los suyos. El Rey Abenhimce se desconsoló mucho de ver la potencia del enemigo asi de infantería como de cavalleria; mas con todo eso se determinó de darle la batalla, y se dio animosamente, y al cabo de muchas desgracias el General Abdalaciz alcanzó la victoria, y despojó todo el campo, y dio el despojo á los Soldados sin dexar para sí cosa ninguna. Y para mas animar los suyos á la conquista de España les concedió grandes libertades en nombre del Rey Abencirix su Señor, y entre otras cosas un privilegio por el qual todos sus soldados fuesen ávidos, y tenidos de allí adelante por hombres Hijos-Dalgo.

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Desde este año que fue el de 736 corrió tan buena fortuna Abda-laciz, que ganó los Reynos de Sevilla, y Córdova, y habiendo enfermado en ella, embió á su hijo Abrahen Abdalaciz á conquistar el Reyno de Granada contra Betiz Zunuci, Rey della, y la ganó, aunque no mató ni prendió al „Rey Betiz que se metió en las Alpujarras, y se hizo fuerte en ellas. Con esta victoria se bolvió á Córdova de que se alegró]mucho". su padre Mahometo, el qual como estaba todavía flaco y debilitado de la enfermedad pasada no se atrevió á ponerse en camino para continuar la conquista, y asi animado de lo bien que su hijo lo habia hecho en la de Granada, acordó de embiarle con el Exército que tenia sobre los Reynos de Baeza, Murcia, y Valencia.

Abrahen Abdalaciz con la orden de su padre salió de Córdova, y haciendo reseña de la gente que llevaba halló quarenta y cinco mil hombres de á pié y seis mil de á caballo, con los quales comenzó á marchar contra Abencorba, Rey de Baeza, para desposeerle de aquel Reyno; y como Abencorba vio la gran pujanza de su enemigo, y las victorias que cada dia ganaba, y considerando que su Reyno era corto, y de pocas fuerzas para hacerle resistencia, acordó de desamparar sus tierras, y pasó con toda su gente al Reyno de Murcia con propósito de juntarse con los Reyes comarcanos y vengar su injuria, ó morir en la demanda. Abrahen Abdalaciz halló las Ciudades Ubeda, y Baeza desocupadas y sin resistencia, y dexando allí gente presidiaría pasó sin detenerse atravesando algunas sierras que caen acia la parte oriental de aquel Reyno. Por otra parte el Rey Abencorba llegado con su exército al Reyno de Murcia fué bien recibido del Rey Abrahen Ezcandari con quien celebraba gran amistad, y habiendo conferido entre los dos lo que convenia á proveer en aquel presente peligro resolvieron de embiar, y embiaron Embaxadores al Rey Hacen de Valencia, y al Rey Abenhud de Aragón, rogándoles entre sí concordia y liga contra el Rey Abencirix, significándoles que de no hacelle resistencia era fuerza perder los Reynos. El Rey Abenhud no se determinó á tomar armas contra el General Mahometano Abdalaciz; porque habia él y el Rey de Toledo Abenrrahmin tratado yá paz^y amis-

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tad poniéndose baxo la obediencia del Rey Abencirix con ciertos pactos y condiciones; pero el Rey de Valencia Hacen no quiso obedecer á nadie, y asi se unió con los Reyes de Bacza y Murcia, y recogió luego toda la mas gente de á pie y á caballo que pudo, y así los dos Reyes de Baeza y Valencia juntaron sus Exercitos en el Reyno de Murcia con el de Abrahen Ezcandari, y estubieron aguardando á su enemigo con buena orden, y concierto alistada su gente hicieron reseña de ella, y hallaron entre los tres Reynos unidos ocho mil hombres de á caballo y treinta y cinco mil infantes, todos buenos y lucidos soldados.

Llegó con su Exercito Abrahen Abdalaciz á vista del campo de sus contrarios! distancia de dos millas, y embióles á decir con unmensagero que dexasen las armas y prestasen obediencia al Rey Abencirix su Señor, representando el derecho quo tenia á estos Reynos, ó que se apercibiesen á la batalla protestándoles que si prestaban la obediencia debida los tendría debaxo la protección y amparo del Rey Abencirix, y les otorgaría perdón de todo lo pasado. Sobre esta embaxada entraron en consejo los Reyes Hacen, Abencorba y Ezcandari, y considerado el poder de! contrario, y como había hallanado á todos los demás Reyes que en África y en España le hicieron resistencia, resolvieron de reconocer vasallage con juramento al Rey Abencirix con condición que siempre se habían de llamar Reyes como hasta alli se habían llamado, y que habían de estar quietos, y pacíficos en sus Reynos como habían estado, y juntamente había de ser condición que Abrahen Abdalaciz se habia de bolver con su Exercito sin entrar mas adentro en estos Reynos. Abrahen Abdalaciz oida la respuesta la consultó con dos Alcaydes principales de su Exercito, y acordó con ellos de dar parte de esto á su padre Mahometo Abdalaciz, el qual respondió luego que eran disparates las condiciones que pedían los tres Reyes y que no recibiese condición ninguna, sino fuese dando los tres Reynos libres y desembargados para tomar la posesión de ellos reduciéndose á ser Alcaydes particulares como en efecto lo eran. Llegado este mensajero, Abrahen Abdalaciz le mandó ir con esta resolución de su padre á los tres Reyes Hacen, Abencorba, y Ezcandari, el qual

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lúe i ellos coa la resolución Jueves 29. dias de la Luna de Iabuel del año 116 de la Hegira, que concuerda con el año de 736 por el mes de Octubre del Nacimiento de Cristo nuestro Señor; pero no vinieron en ello sino de morir en la defensa de sus Reynos, y asi puestos sus Exer-citos frente á frente salieron dos mangas de una y otra parte á escaramuzar y se travo, y encendió en tal manera la batalla, que duró desde las nueve de la mañana hasta la noche, sin que se reconociese ventaja en ninguna de las dos partes^; murió en ella mucha gente de á (•aballo y de á pie, y otro dia al alva renovaron la batalla campal, y pelearon desesperadamente hasta las dos de la tarde con igual fortuna, hasta que el Rey Abencorba enfadado de tanto convatir, sin esperanza de victoria, se metió con mil hombres de á cavallo por un lado del Exercito de Abrahen Abdalaciz, y como un león desatado haciendo riza en ellos, le hizo retirar gran espacio atrás, y estuvo á pique de perderse aquel dia todo el Exercito de Abdalaciz, y á no sobrevenir la noche no fuera maravilla quedar vencido. Retirados el uno y otro Exercito, reconocieron el estrago de la gente, y hallaron que en aquellos dos dias habian sido muertos de ambas partes veinte y tres mil hombres de á pie, y quatro mil de á cavallo. En esta ultima refriega salió mal herido el Rey Abencorba de una lanzada en el muslo, con que se afligieron los Reyes sus compañeros, pareciendoles que habian perdido en el tiempo de la mayor necesidad su mayor pujanza, y tenían yá por cierta su perdición. Abencorba que los vio con aquella tristeza los animó de nuevo y después de haberse curado cavalgó en su cavallo, y mandó poner el Exercito en buen concierto, y en breve razonamiento les dixo, que peleasen como buenos caballeros y muriesen honradamente, que con aquello pagaban la deuda que debian á la ley de ca-vallería.

Hecho este parlamento arremetieron unos contra otros determinando firmemente de gastar el hierro donde habian gastado el acero, y ello salió asi que dentro de poco rato murieron los tres Reyes con mayor parte de su gente, y Abrahen Abdalaciz despojó el Exercito contrario, y se ense-

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ñoreó de los tres Reynos de Murcia, de Baeza y de Valencia, tomando la posesión de ellos, y luego hizo mensageros de esta victoria con relación de la gente que habia perdido que fué mas de la mitad de su infantería y caballería. Su padre Abdalaciz aunque se holgó muchísimo viendo que le habia faltado tanta gente de guerra le embió á mandar que asistiese en el Reyno de Murcia, y en el de Valencia hasta que le embiase otra orden.

El qual habiendo convalecido de su enfermedad pareciendole ser necesario visitar todo el Reyno de España, y poner en el buen gobierno se partió de allí, y se fué á la Ciudad de Murcia, y habiendo descansado con su hijo y Alcaydes de su Exercito premió á muchos que se habían abentajado en aquella guerra con que quedaron muy contentos, y resolviéndose de pasar al Reyno de Aragón á conquistarle mando reparar, y rehacer el Exercito que tenia entretenido en estos Reynos de Murcia y Valencia, y antes de partir se dexó por Alcayde de Murcia á Ali Abenzayde, Africano de gran valor.

VIII.

En los años del Señor 739, era Rey de las Asturias y León, Alfonso el Catholico, yerno de Pelayo, y Califa duodécimo Gualid. Este embió á España por Governador á Abdul Malic, el qual traxo consigo infinitos Alárabes, y habiendo muerto en batalla á su enemigo Abeci, que tenia el govierno de España, vino sobre la Ciudad de Cartagena que aun estaba por los Christianos Godos, y la ganó, y bolviendose á Córdoba murió antes de llegar á ella. Así lo dice Luis del Marmol en su descripción de África libro 2. parte 1.

El año 1030 era Rey de Murcia (según Egydio de Zamora) Alboa-cen habiéndolo sido de Segura y Caravaca. Este tuvo dos hermanos Ga-lafre el mozo que fué Rey de Toledo, y Ali que fue Chistiano, y Santo

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Martyr llamado Nicolás, y todos estos Reyes Moros eran feudatarios del Rey de Castilla.

Después en los años 4155 hubo en España un grande Monarca Rey de Marruecos dicho Ali Miramamolin á quien los Reyes Moros de España estavan sujetos. Este ganó el Reyno de Toledo, y Murcia con toda la Andalucía, y dexando por señor absoluto á su hijo Tuxofino queriéndose bolver á África, le mandó que del Andalucía, Granada, Murcia, y Valencia, Caravaca, y Segura que él dcxaba ganado recogiese los Christianos mas nobles hombres, mugeres, y niños, y se los embiase á su Corte, como lo hizo su hijo, y entre los Captivos que hizo embarcar fueron los Farfanes con sus mugeres, y hijos, Cavalleros de este Reyno de Murcia, antecesores de aquellos Farfanes que vinieron á España á volverse Christianos en tiempo del Rey Don Juan el Primero de Castilla. Al Rey Tuxoíino, sucedió Alboali, y á este Ab-delmon, y á este Aben-Jacob, que ganó la batalla de Alarcos. Deste quedaron dos hijos Mahomad, y Abuceid, Aben Mohamad se perdió en las Navas de Tolosa junto á Ubeda victoria bien celebrada. Abuzeid muerto su hermano governava los Reynos de Valencia, y Murcia por los años 1179 en este tiempo los Reyes de Aragón, y Castilla acordaron de verse por algunas diferencias que tenían cerca del repartimiento, y división que se habia hecho de los Reynos, y tierras que cada uno pretendía ser de su conquista. Entró pues el Rey Don Jayme de Aragón con poderoso Exercito por el Reyno de Valencia, y pasando á vista de Morviedro, Lugar fortisimo, y muy famoso por las ruinas de la antigua Sagunto en la Región de los Edetanos atravesó acia la Andalucía, y fuese á ver con el Rey de Castilla Don Fernando Tercero, y vieronse en veinte de Marzo deste año en un Lugar llamado Cazóla. Fueron con el Rey de Aragón, Don Pedro Tarroja, Obispo de Zaragoza: Arnaldo de Tarroja, Maestre de la Orden del Temple, Pedro de Castellezuelo, Blasco Romeu, Arnaldo de Pons, Artal de Alagon, Alférez de el Rey, Sancho Duarte, Mayordomo, Miguel de Santacruz, Be-renguer de Entenza, Pedro de Sanvicente, Fortun de Vergua y Garcia

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de Albero. Con el Rey de Castilla se hallaron el Conde Don Pedro Ruiz de Azagra, Pedro de Arazuri, Gómez Garcia, Pedro Ruiz de Guzmán, Tel Pérez, Garcia de Puertolas, Martin Ruizde Azagra, SuerPelayo, y Garci Muñoz. Alli se concordaron los Reyes en que todo el Reyno de Valencia sin contradicción alguna fuese de la conquista, y Señorío del Rey de Aragón con la Ciudad de Xativa hasta Biar, y con la Ciudad, y Reyno de Denia, dexando al Rey de Castilla la otra tierra, y Señorío desde el Puerto de Biar abaxo; y que asi se guardase por ellos y sus sucesores, quedando por el Rey de Castilla Alicante, Elche, y Origuela, y las Villas, Aldeas, y Castillos hasta Murcia.

Tomado este asiento cerca de la división de sus conquistas, renovaron las confederaciones, y ligas contra Moros, y Christianos, y señaladamente contra D. Sancho Rey de Navarra, y asentaron de valerse el uno al otro en persona, lo qual juraron departe del Rey de Castilla Pedro de Arazuri, Gómez Garcia de Villamayor su Alférez, y Tel Pérez. De parte del Rey de Aragón Sancho Duarte su mayordomo, Artal de Alagon, Alférez, y el Obispo de Zaragoza.

IX.

Siendo Governador del Reyno de Valencia Abuceid se alzó con él, y con el de Murcia, habiendo sido hasta entonces de Ali Miramamolin juntamente con los Reynos de Sevilla, Murcia, y Granada, según Az-cloto cap. 5 . y Mariana fojas 5 6 9 . de la impresión Latina; pero la gente de Cuenca, Huete, Alarcon, y Moya se juntaron por mandado del Rey de Castilla, y corrieron la tierra del Reyno de Valencia al tiempo que el mismo Rey Don Fernando cargó con poderoso Exercito sobre la Andalucía, y ganó la Villa de Quesada, y hizo que el caudillo deBaeza, y Abuceid le pagasen tributo.

Por este tiempo andaba este Rey Moro tan zeloso de su falsa secta, T O M O I . 1 0

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que en la Ciudad de Valencia y en toda su comarca habia dado mar-tyrio á muchos Christianos, y en el Reyno de Murcia mandaba tener á los cautivos en crueles, y rigurosos cerralles.

Cuentan Antón Beuter lib. 2. cap. 22. y Marieta cap. 24. lib. 3 . de los Santos de España (tomándolo el uno y el otro de la Crónica de San Francisco) que este glorioso Padre embió cuatro de sus discípulos al Reyno de Aragón, dos de ellos quedaron en Lérida, y otros dos pasaron á Teruel, estos postreros se llamaban Fray Juan Sacerdote, y Fray Pedro Lego, donde dieron raras, y admirables muestras de santidad. De allí moviéndoles la palma del martyrio determinaron de irse á Valencia, que entonces era poseída de Moros para bever el Cáliz del Señor. Reynaba en ella como he dicho Abuceid; y llegados los Siervos de Dios á la Ciudad se fueron á congregar con los Christianos, que quedaban del tiempo' de Godos, y acudían á la Iglesia del Santo Sepulcro.

Aqui travaron también amistad con algunos Cavalleros Christianos, que por estar en deservicio de su Rey se entretenían en la gracia del Rey Moro de Valencia, y tomando aliento con el amparo de estos se arrojaron los buenos Religiosos á predicar publicamente el Evangelio.

Sintieron esto grandemente los Moros Alfaquies y fueron á dar que-xas con grandes rebatos al Rey Abuceid, á una Casa Real y guerta fuera de los muros viejos en el mismo sitio donde agora vemos levantado el Monasterio de San Francisco. Mandólos traer á su presencia, ellos vinieron asidos, traydos á empellones, poniendo fuerza en los que con tanta voluntad vcnian, como si los llevaran á un explendido y regalado banquete, que por tal lo estimaban.

Puestos delante el Rey les amenazó con la muerte sino dexaban la predicación, y la Fé de Cristo. Entonces ellos hicieron mayores piernas en su proposito viendo el Cielo abierto para recibir la corona de mar-tyres; vista pues su resolución de morir antes que dexar de sembrar la palabra de Dios, y que no bastaban amenazas á desfalcarlos de sus encendidos deseos se determinó de cortarles las cabezas en el patio de

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su Palacio á 1. de Noviembre año 1221. según dice Fray Joan Egidio de Zamora.

Estando yá para ser degollados, le dixeron al Rey que en agradecimiento de la honra que les hacia con la corona de Martyrcs habian rogado á Dios por él, y que le hacían saber que moriría Christiano como ellos. El Rey les dixo que muriesen agora, que eso severia después, y cumplióse todo; porque los dos Santos Frayles murieron degollados, y el Rey se bolvió Christiano, como luego se verá. Dada Eclesiástica sepultura á estos Santos Religiosos por los Christianos que en la Ciudad habia, el Rey Abuceid se partió de Valencia á visitar el Rey-no de Murcia donde tenia Christianos cautivos en duras prisiones; y llegando á la Villa de Caravaca le sucedió el famoso milagro de la Cruz, que según la Historia escrita de aquella Iglesia, y pintura del milagro en el castillo, y según Bleda, libro de la Cruz, milagro 62. pasó en la forma siguiente, á 3. de Mayo del año 1231.

La Villa de Caravaca que está sentada sobre ásperos montes, tiene un Castillo fuerte, y en lo baxo del muchas cavernas, y secretas grutas labradas en una peña viva, que en tiempo de Moros servia de cárceles, y mazmorras para encerrar los Christianos cautivos. En la visita que hizo este Rey Moro como los vio tan mal parados, obrando yá en él aquella secreta centella del Espíritu Santo, advertido por aquellos dos martyres Franciscanos, movióse á piedad, y sacándolos de las oscuras tinieblas mandó, que cada uno trabaxase en su oficio con livertad, y pasasen su cautiverio con mas alegría en provecho de la república. Llegó á su presencia entre otros un Sacerdote llamado Don Ginés Pérez Quirino, Canónigo de Cuenca, que preguntando que oficio tenia, dixo;. Yo tengo el mejor oficio que hay en el mundo. Al Moro se le encendió el deseo de vérsele exercitar, y mandóle que hiciese su oficio, el Sacerdote replicó que no tenia ornamentos Sacerdotales; y mandados buscar por orden del Rey, formaron un Altar en el Castillo dia de la Invención de la Cruz de Mayo, y revestido ya con todo lo necesario, detúvose el Sacerdote sin comenzar la Misa. Preguntó el Rey la causa, y

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el dixo, que no comenzaba por que faltaba una Cruz, y apenas pronunció la última palabra quando se abrió un arco en la pared, y vieron entrar dos Angeles con una Cruz, y asentarla en el Altar. Con este milagro se convirtieron muchos Moros, y el Rey Abuceid dio muy grande demostración de hacer lo propio, auuque no lo efectuó en esta ocasión, si bien hay quien dixo que si, y que fué luego baptizado. Por lo menos dio licencia ¡í los .Chistianos para edificar una Capilla dentro del Castillo donde pusieron la Angélica Cruz, en una arca, que hasta hoy se conserva, y está cerrada con tres cerraduras, y tres llaves, la una ¡tiene el Alcayde del Castillo, la otra el Vicario, y la otra el Consejo de la Villa. Cada año á tres de Mayo, que es el dia de este célebre milagro, se repite esta memoria, llevando la Santísima Reliquia en solemne procesión desde el Castillo á un arroyo donde la bañan tres veces, de cuyo contacto sagrado quedan santificadas las aguas de modo, que muchos enfermos hallan su remedio, y salud en ellas. Y es cosa maravillosa; que con hacer cerca de cuatrocientos años dura la madera de aquesta milagrosa Cruz, jamás ha padecido corrupción, ni carcoma. Dice Fray JoanEgidio, que esta Cruz Santa fué del propio madero de la en que murió nuestro Señor Jesu-Christo, y que teniéndolo en su pecho, que la llevaba por reliquia el Santo Patriarca de Jerusalen Ruperto, se la quitaron del pecho los dos Angeles, que la truxeron para el servicio de esta Misa, y dice mas, que quando el Sacerdote alzaba la Hostia, vio Abuceid en ella.] un Niño hermosísimo con que quedó movido, y determinado de ser Christiano. Bolviose el Rey Abuceid á Valencia donde se conservó en paz hasta los años mil y doscientos y veinte y nueve. En este tiempo se alzó un Moro llamado Zaen con el Reyno de Valencia, y otro Moro Abenhud con el de Murcia, como luego veremos. Era Zaen cautivo de Denia hijo de Modefe, y nieto de Mahamete Lobo, Rey que fué de Valencia, y Murcia. Y como siempre tuvo dentro de ella valedores de la casa, y nombre del Rey su agüelo, halló aparejo en sus voluntades para cobrar aquel Reyno, diciendo los de está parcialidad, y representando al vulgo la mucha amistad, que Abuceid hacia á los Chris-

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tianos, y que era un tirano intruso en el Reyno. Entendidas por Abu--ceid las dañadas intenciones del vando contrario procuró con mucha vigilancia grangear amigos, y conservar los que eran de su devoción, lo qual pudo hacer con mas comodidad por una quadrilla de Caballeros Aragoneses, que vinieron á ampararse de él en su Corte. Estos eran Don Blasco, y Don Artal de Alagon, que por un disgusto que Don Blasco dio al Rey Don Jayme huyó de sus Reynos, y siguiéronle sus deudos y amigos en el año de 4226, y en el espacio de dos años, que sirvieron al Moro dentro de la Ciudad como refiere el Rey Don Jaime en su Crónica le hicieron tan buenas espaldas, que le tuvieron sosegado el lugar. Pero apenas le llegó el perdón á Don Blasco, quando á buelta de cabeza, de él y de su gente la represa de esotra parcialidad reventó, y prevaleció el Moro Zaen, y fué recibido por Rey en Valencia, y echado Abuceid. Salido de aqui Abuceid con su hijo Mahamed, se fortificó en el Castillo de Segorbe, y de alli se partieron los dos á verse con el Rey Don Jaime en Zaragoza, representóle su agravio, yelde-seo que traía de bolverse Christiano. Y porque el Rey de Aragón era fama pública que armaba su exercito contra Valencia, y su Rey Zaen, le ofreció Abuceid su Compañía para esta guerra. En fin en los años 1236. ya se habia baptizado, y tomado el nombre de Vicente por San Vicente martyr, Patrón de Valencia. Casóse Abuceid en Zaragoza con una Dama principal de la misma Ciudad llamada Dominga López, en quien hubo una sola hija, que se llamó Doña Alda, y esta casó con Don Ximen Pérez de Tarazona. Fué Abuceid muy observador de la Religión Christiana, tanto que en un privilegio de población, que concedió á los de Villa hermosa año 4242. entre otras condiciones pone una muy digna de un Catholico Principe. Que si alguno de aquellos nuevos pobladores, ó sucesores de ellos, muriese de enfermedad sin recibir los Sacramentos de la confesión, y comunión por negligencia suya, pagase el quinto de sus bienes.

Murió finalmente en el año 4247. y tienen en Valencia por tradic-cion que yace enterrado en el Claustro de la Iglesia de San Jayme de

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Uclés, donde se vén en la pared unas letras que parecen Arábigas. Murió á 3. de Mayo día de la Cruz en que se convirtió. En vida de Abu-ceid yá Christiano se levantó Abenhud, Señor del Valde Ricote, valiente y brioso Moro, y electo por Rey de Valencia, y Murcia, en breve tiempo se hizo el mas poderoso Rey de toda España; ganó no solo esle y el Reyno de Valencia, pero casi toda la Andalucía, donde andaba con un gran Exército de gente que habia sacado de esle Reyno de Murcia, sin la que se le habia juntado del Andalucía. Tuvo también intentos de desalojar de su Reyno al Rey de Granada; el qual con este recelo (estando Abenhud en Almería) dio traza para que le matasen á tray-cion. Muerto Abenhud sucedióle en el Reyno de Murcia Abenhudiel su hijo. Este no salió con el animo de su padre, antes se metió siempre dentro de la concha de este Reyno, y en él vivió azorado, y temeroso del Rey de Granada.

X.

La tercera toma de la Ciudad de Murcia pasó en el año de nuestro Señor Jesu-Christo de 12M. Estando el Santo Rey Don Fernando en la Ciudad de Burgos, acabada ya la tregua que tenia puesta con el Rey de Granada Mahomad Aben Alhamar, embió á la frontera al Infante Don Alonso el Sabio su hijo, y sucesor, el qual encontró llegado á Toledo unos mensajeros de Abenhudiel hijo de Abenhud, Rey Moro de Murcia que iban al Rey su padre á entregar este Reyno; mas el Infante haciendo bolver á los mensageros, vino acá en compañía de Don Pelayo Pérez Correa, maestre de Santiago, y tomó el Reyno tan voluntariamente dado. Hizo esto Abenhudiel temeroso del Rey de Granada, contrario suyo, por verle tan poderoso, que si no se ayudaba del poder del Rey de Castilla era imposible escaparse de sus manos. Las condiciones de la entrega fueron, que el Rey Don Fernando, y el Rey de Murcia gozasen á medias las rentas del Reyno, y que el Rey Moro quedase por su vasallo.

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Desta forma, tomó primeramente el alcázar de la Ciudad de Murcia y habiendo dado orden en las cosas del nuevo Reyno, y en lo que habian de llevar los Arraezes de Alicante, Elche, Origuela, Crevillen, Alhama, y Cieza, y quedando á voz del Rey Don Fernando el Reyno de Murcia, excepto Lorca, Cartagena, y Muía que en ello no consintieron (aunque mal de su grado lo ficioron después) bolvió á Castilla el Infante Don Alonso muy alegre habiendo sin armas adquirido este Reyno. Y dexan-do T)uen presidio en él fuese á Toledo donde supo que estaba su padre á darle razón del nuevo Reyno.

Mucho holgó el Rey Don Fernando del prospero suceso del Infante su hijo, y pareciendole cosa casi increíble, quiso personalmente, y á vista de ojos visitar el Reyno, y vino á gran priesa lleno de contento donde fué recibido con mucha demostración de alegría. Violo, y reconociólo todo, dando el mejor asiento, y orden que fué posible, con que la parcialidad de los Moros que con su Rey Abenhudiel habian rendido la tierra, quedaron muy contentos, y los otros desengañados del miedo que tenían al mal tratamiento, y con animo de servir de allí adelante á su nuevo Rey con alegre rostro. Hallándose aquí el Rey Don Fernando confirmó á la Iglesia de Santa María de Valpuesta todas las mercedes, privilegios, y excepciones que en tiempo de los Reyes sus predecesores habian tenido y gozado, especialmente en tiempo del famosísimo Rey Don Alonso su agüelo de preclara recordación. Otorga el Rey Don Fernando esta Escritura juntamente con la Reyna Doña Beatriz su mu-ger, y con los Infantes sus hijos Don Alonso, Don Fernando, y Don Enrique, y con consentimiento de la Reyna Doña Berenguela su madre á Don Hilarión, Arcediano de Valpuesta, que a l a sazón era, y á sus sucesores. Es la data en Murcia á dos de Julio de 1241.

Aqui también se halló con el Rey Don Fernando Abuceid ya llamado Don Vicente Belvis, y traxo consigo sus dos hijos, y se bautizaron en la Arrexaca, siendo sus padrinos el Rey, y el Infante, y de sus nombres fueron llamados Don Fernando, y Don Alonso.

Conclusos los negocios del Reyno de Murcia, el Rey Don Fernán-

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do, y el Infante Don Alonso su hijo bolvieron á Burgos, y en el Monasterio de las Huelgas metieron en Religión á la Infanta Doña Beren-guela, y dióle el Habito Don Juan.'Obispo de Osma, Chanciller del Rey.

XI.

Habiéndose apercibido el padre, y el hijo de gruesos Exercitos, el padre se partió para la frontera contra el Rey de Granada, y el hijo vino poderoso de gente, y bastimentos de guerra á su Reyno de Murcia. Venian con él personas eminentes como fueron Don Gonzalo, Obispo de Cuenca, Pelayo Pérez Correa, Maestre de Santiago, Don Pedro Yañez, Maestre de Alcántara, Martin Martinez del Temple en los Rey-nos de Castilla, Portugal, y Navarra, Don Gonzalo Ramírez, hijo de Don Ramiro Fruela, Fernando Ruiz de Manzanedo, Don Diego López de Haro, Señor de Vizcaya, y Alférez del Rey, Don Lope López, hijo de Don Lope Díaz de Haro, Don Alonso Tellez, que tenia entonces el govierno de Cordova, Don Juan Alfonso su hijo, Don Pedro Nuñez de Guzmán, Don Alvar Gil, hijo de Don Gil Manrique, y Pero López de Franco, que le sirvieron en esta jornada.

En aquella sazón un caballero que se habia señalado mucho llamado Sancho Sánchez de Mazuelo, á quien el Infante Don Alonso por sus servicios hizo merced de la Villa, y Castillo de Cabdete, y de la torre de Regin que está entre Yecla, y Chinchilla, tenia gente de guerra en las fronteras del Reyno, y traia su trato con el Arráez de Alcira, por esta novedad el Rey de Aragón se fué acercando acia aquella frontera continuando siempre la guerra contra los Infieles con proposito de acabar la conquista de la otra parte del rio Xucar. Entonces sucedió, que el Arráez de Alcira recelándose que el Rey de Aragón tenia aviso de los tratos que se llevavan con Sancho Sánchez de Mazuelo, y con el Infante Don Alonso temió no fuese contra él, y salióse de Alcira con

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treinla de á cavallo, y recogióse á la Ciudad de Murcia. Los vecinos de aquel Lugar que quedaban sin Señor ni caudillo avisaron al Rey de Aragón, y trataron de rendirle la Villa dexandolos en sus heredades, y en la secta, y costumbres quetenian en tiempo de los Almohades.

Prosiguiendo el Infante Don Alonso su conquista por el Reyno de Murcia, ganó en este año de 1244. á Muía, Lorca, y Cartagena; y primeramente sitió á Muía. Estaban los Moros tan confiados en su Villa de Muía, que con mucha risa decían el Proverbio usado en todas Naciones que la ganaría quando la muía pariese, teniendo por tan imposible la expugnación de su Villa como parir una muía, que repugna á naturaleza, como dicen los Naturales; pero el Proverbio quedó salvo, y no la Villa, pues á pocos dias fué ganada. De aquí pasó á Lorca, y Cartagena, y con brevedad las sujetó, de manera, que tuvo todo el Reyno de Murcia á su voz, y¿ de fuerza, yá de grado.

Hicronymo Ráeles dice, que hallándose Don Pedro Yañez, Maestre de Alcántara, con sus Cavalleros de la Orden, y algunos de sus vasallos, en esta conquista del Reyno de Murcia, el Infante Don Alonso, le dio para su orden una alcarria junto á Murcia á quien el Maestre puso nombre Alcantarilla, y que después siendo Rey se la tomó á la Orden, y le dio en recompensa los Castillos de Elves, y Cambullón, y la torre de Alpechín.

Como era fuerza al Infante Don Alonso acudir á menudo á Castilla, y Andalucía, nombró por su Adelantado mayor, y Administrador deste Reyno á su hermano el Infante Don Manuel, y él por su Teniente á Diego Sánchez de Bustamante, y diólc por juro de heredad las Villas, y Castillos de Elche, Crevillen, Aspe, y el valle de Elda. Y nombró por Obispo (que fue el primero con que comenzó la Iglesia de Cartagena) i Don Pedro Gallego, varón santísimo, y doló á él, y á su Iglesia, dándole diez alcarrias, y 1500 maravedís en sus rentas reales,' aunque estos lugares, y renta en dinero se los coinutó después en trecientas altabas do tierra. Gallardo, y glorioso con estas victorias el Infante Don Alonso cada dia se iba metiendo en la conquista de Yaleiv-

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cia, y el Rey Don Jayrne por donde podía en la de Castilla hasta que el año de 1246, hubo entre los dos Reyes de Aragón, y Castilla buenos terceros, y se confederaron mediante el matrimonio del Infante Don Alonso, hijo primogénito del Rey de Castilla con la Infanta Doña Violante, que fue la mayor de las hijas del Rey Don Jayme, dicho el Conquistador, y fue llevada la Tnfanta á Castilla, y en Valladolid se celebraron sus bodas por el mes de Noviembre del año dicho con muchas fiestas. Era el Rey Don Fernando Principe tan recto en sus negocios, y t.in amigo de equidad, que entre los Royes de Castilla, y León fué el primero de quien se escrive haber formado consejo. Formóle de doce personas de letras, que muy señalados en diversas Ciencias, especialmente en Derecho Cesáreo, y Pontificado los hizo buscar para su consejo, y govierno de sus Estados, y en faltando uno, luego proveía otro. De tal manera, que de aqui tomaron muchos Reyes de G islilla, sucesores suyos, la orden de tener consejo real de personas de letras. Estos graves varones, por mandado de el mismo Santo Rey comenzaron en su tiempo ordenar las leyes del Reyno llamadas las siete partidas que después se acabaron en tiempo del Rey Don Alonso su hijo, siendo necesario grande espacio dé tiempo para la ordenación de tan insigne, y necesaria obra, y de volúmenes tan copiosos de materias. Esta forma de consejo fué vanándose algunas veces poniendo en él, ya Prelados, ya Cavalleros, sin letras juntamente con Letrados para las cosas de govierno; y después también vino esta insigne Congregación á llamarse Cnancillería como Tribunal donde se decidían los pleytos, según agora las de Valladolid, y Granada; y tenían sus sentencias la misma fuerza sin suplicación, que oy tienen las pronunciadas en Consejo Real. Sus Oidores andaban siempre con la Corte en el acompañamiento de los Reyes, hasta que los Catholicos Don Fernando, y Doña Isabel comenzaron tí dar la orden presente con distinción de Chancille-rías, y Consejo Real.

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XII.

Estando en Murcia el Infante Don Alonso quiso conquistar á Xa-tiva, halló para ello ocasión informado, que el Alcayde de ella estaba enemistado con el Rey de Aragón. Y asi procuraba cohecharle de secreto, solicitando que le rindiese aquella Villa. Entendia en esto un hermano del Obispo de Cuenca, y antes que llegase la gente del Rey de Aragón á cercarla (que marchaba para este efecto á gran priesa) habia diversas veces entrado dentro so color de mandar hacer una tienda labrada á la Berberisca para el Infante Don Alonso. Y sucedió, que al tiempo que estaba el Rey sobre la Villa, bolvió él mismo á persuadir al Alcayde que se tuviese, porque el Infante iria en su socorro si queria guardar la concordia que entre sí habian capitulado. Entre tanto hubo varias escaramuzas entre los Moros de Xativa, y la gente del Real, y acaso un dia en cierto encuentro, que se movió con los de Xativa, que salían á defender no les talasen los panes de la vega, un Caballero de la Casa del Rey Don Jayme, llamado Don Pedro Lobera, se topó con el hermano del Obispo de Cuenca y le prendió, y traxo ante el Rey, y fué condenado á muerte y executada su sentencia. Porque el Rey con recelo de aquel Caballero que entraba en Xativa habia mandado echar vando, que pena de la vida ninguno hablase con los Moros de Xativa, ni entrase dentro, y qualquiera que tuviese habla con los Moros sin su licencia fuese preso. La muerte de este Cavallero sintió por estremo el Infante Don Alonso, y mal enojado apercibió su gente, y dentro de pocos dias se puso cerca de Xativa, y tomó la Villa de Enguera, que era del Señorío de Xativa, y entregó la Tenencia del Castillo á Don Pedro Nuñez de Guzman. De esto hubo el Rey Don Jayme gran pesar, sintiendo gravemente, que el Infante su yerno se entremetiese en ocupar de los Moros los Lugares que eran de su conquista, estando él en per-

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sona en ella, y entonces mandó ir á correr lodo el término de aquelia Villa, y habiendo hecho los Aragoneses una emboscada, prendieron diez y siete Moros, luego fué el Rey sobre ella, y requirió á lodos los vecinos que se la rindiesen, y no lo queriendo hacer, mandó ;\ vista de olios ahorcar los diez y siete Moros prisioneros, amenazándoles, que otro tanto haría de los que cautivase, hasta que la Villa quedase yerma. En este medio el Infante Don Alonso embió á decir á su suegro tuviese por bien, que se viesen en Alcira, y respondió, que haciendo primero satisfacción del agravio que le habia hecho, daría lugar á las visitas, y precediendo en estos conciertos tuvo el cauto Rey inteligencia, y trato con cierto Ca-vallero de la Orden de Calalraba, que tenia por el Infante á Villena, y Sax, que le entregase los Castillos. Y hubo de los Moros en aquella sazón los de Cabdete y Bugarra que tenia el Infante pertenecientes á su Conquista, y quando quiso acudir á Villena, ya los Aragoneses estaban apoderados de los Castillos de los otros Lugares de su Señorío. Entonces se concertaron de ver entre Almizra (donde el Rey estaba alojado) y los Cabdetes donde el Infante tenia sus tiendas. Fueron con el Rey Don Guillen de Moneada, el Maestre del Espital, Don Ximcn Pérez de Árenos, Carroz, Señor de Rebolledo, y algunos Cavalillos de la Casa Real. Con el Infante se hallaron los Maestres del Temple, y de Uclés, Don Diego López de Haro, Señor de Vizcaya, y otros ricos hombres de Castilla, y Galicia. Después de haberse visto en el campo el Infante se vino al Real por ver á la Reyna. Otro dia el Maestre de Uclés, y Don Diego López de Maro pidieron al Rey que tuviese por bien de dar al Infante su yerno la Villa de Xativa, pues no habia dado parle ninguna de aquel Reyno que se habia conquistado en contemplación de dote á la Infanta su hija como era razón, y se lo habia ofrecido al tiempo del casamiento en su nombre Diego García, que fué el que le concertó, y concluyó. Mas el Rey mostrando sentimiento de aquella demanda, respondió, que dixese al Infante que no pensase á ver á Xativa, que el nunca prometió aquella Villa, ni otro Lugar de su Señorío, y que quando el casó con la Reyna Doña Leonor su tia no se

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le dio con ella en tierra, ni dinero, y que no entendía él estar obligado á dar mas á ningún Rey con su hija, que el recibió en dote con la del Rey de Castilla. Porfiando en esto aquellos ricos hombres que hablaban por el Infante mezclando con la demanda, consejo, y pidiendo mas con amenazas, que con ruegos, al fin llegaron á decir al Rey que debía hacerlo; porque quando no lo tuviese por bien, el Alcayde de Xa-tiva se la daría. A esto respondió el Rey con ira; que ningún recelo tenia que nadie le tomase la Villa, ni el Alcayde la osaría dar, y que quien, quiera que pensase entrar en Xativa, habia de romper primero con él y enojado del modo, y porfía de los Caballeros Castellanos los despidió con proposito de partirse luego de aquel lugar. Vista la dicha desconveniencia se interpuso la Reyna juntamente con el Maestre, y con Don Diego López de Haro, y se convinieron en que partiesen la tierra por los limites antiguos de los Reynos de Valencia, y Murcia, y que el Rey entregase ;í su yerno á Villena, Sax, los Cabdetes, y Bu-garra, y el Infante á su suegro á Enguera, y Moxente. Hizose división de los Lugares de la conquista de suerte, que al Reyno de Murcia se adjudicaron Almansa, Sarazul, y el Rio de Gabriel; y al de Valencia, Castalia, Biar, Relleu, Saxoma, Alarch, Inestrar, Torres, Po-lop, y la Muela, que está junto de Aigues, y Altea; y todo lo que se incluía dentro de los términos de estos Lugares, y con esto partieron muy conformes el Rey al cerco de Xativa, que al fin la tomó, y el Infante á Murcia.

XIII.

Estando el Infante en Murcia luego después de esla concordia tuvo cartas del Rey Don Fernando su padre, que estaba sobre Sevilla meses habia, y entonces muy fatigado, y afligido por la gran resistencia que los Moros hacian, principalmente en defender el castillo de Triana. Pedíale socorro encarecidamente, y el Infante hallándose desocupado, y

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gallardo con toda la gente que pudo sacar de Murcia, y de todo su Reyno, y con los mas de los Cavalleros fronterizos que en este Reyno habia, partió para Sevilla. Y asi el Santo Rey con la ayuda de su hijo, y del Rey Don Jayme, que también le embió socorro, y del Rey de Granada Mahomad su vasallo, puso en tanto aprieto á los Moros de Sevilla, que luego comenzaron á tratar de pactos. A ningunos partidos dio el Rey Don Fernando lugar, sino á la libre y universal entrega. En fin fiados en la piedad del Santo Rey, entregaron el Alcázar de la Ciudad Lunes 23. de Noviembre, y la Ciudad Martes 22. de Diciembre año de 1248.

El Santo Rey habiendo ordenado las cosas de la Ciudad de Sevilla, últimamente se ocupó en poblarla de donde nunca mas bolvió á Castilla. Porque queriendo pasar á conquistar á Berbería con una poderosa armada, que mandó hacer en las marinas de Cantabria enfermó en Sevilla, y de aquella enfermedad murió á 30. de Mayo Jueves año 1252.

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ACLARACIONES Y COMENTARIOS DE

LOS DISCURSOS HISTÓRICOS POR

D. RAFAEL DEL CASTILLO. •——•—

CAPÍTULO II.

Dominación Romana.—Irrupción de los Bárbaros.

I.

un muy reducido espacio encierra D. Francisco Cáscales todo un larguísimo periodo, que si bien oscuro y falto de verídicos datos en su principio, amplísimos y de seguro norte para el historiador, los va ofreciendo después.

Tocando muy ligeramente toda la dominación Romana de la cual conservamos todavía muchos y preciosos restos, apenas dice nada de la devastadora irrupción de los bárbaros, que destruyendo todo lo existente pasó como una maléfica tromba sobre la rica civilización Romana, hasta que los Godos posesionados de nuestro territorio pudieron reedificar aunque lenta y trabajosamente el soberbio edificio, que aquellos destruyeron en su ignorante saña.

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Del mismo modo, poquísimo es lo que dice también de las monarquías Godas, y no sabemos calificar lo parco de sus noticias refiriéndose á dominación árabe, dominación que en nuestro país, tal vez mas que en ninguno otro, hecho tan hondas raices que prestando una gran vida al Reyno Murciano dejaron implantadas en él muchas de sus costumbres y monumentos, que todavía son y serán la admiración de propios y de estraños, sin contar, con la preponderancia y el buen nombre de Murcia en aquella tan lejana época.

No siendo nuestro ánimo detallar los vestigios que de la dominación romana se conservan en nuestro país, puesto que reservamos esto para la parte puramente artística del mismo según el orden que para nuestro trabajo nos hemos trazado, diremos sí, que del mismo modo que los cartagineses habian procurado hacer de Cartagena la metrópoli de sus posesiones españolas, el vasto arsenal donde debían surtirse sus ejércitos para marchar á sostener las guerras que la necesidad y su desmedida ambición les impulsaban, los romanos, sin perder de vista la importancia de aquella ciudad que encontraban ya cercada y fortificada perfectamente, engrandecieron también á Murcia, pues los vestigios de las murallas de aquella época si bien unidos ó aprovechados en algunos puntos por los de los árabes, demuestran que el perímetro del tiempo de la dominación romana era mayor que el que tuvo posteriormente, y el que en el dia conserva.

Antes de continuar adelante, parécenos muy del caso tomar nota de algunos episodios subsiguientes á la toma de Cartagena, episodios que cita Tito Livio, y de los cuales Fray Leandro Soler, se ocupa también en la «Cartagena Ilustrada» por mas que alguno de ellos, ni nuestro erudito Cáscales, ni el moderno D. Modesto Lafuente, hagan mención tal vez por parecerlcs de poco interés; mas como nosotros creemos que un solo detalle basta á veces para juzgar un carácter, en el episodio á que nos referimos vemos gráficamente delineado el de Publio Corne-lio Scipion.

Los romanos tenían fijado un premio para aquel de sus soldados

DE MURCIA 67 que escalase primero el muro de una población enemiga, consistiendo aquel, en una corona de oro que se llamaba corona mural.

Apenas se hubo verificado la toma de Cartagena trató Scipion de averiguar quien habia sido aquel de sus soldados merecedor de tan distinguida recompensa, mas con gran sorpresa suya, hallóse con que estos eran dos, pertenecientes cada uno á distinto cuerpo de ejército, y como consecuencia de ello, dividido este en dos bandos, de los que cada uno queria para sí la gloria de aquella distinción.

Perplejo debió quedarse el caudillo romano, puesto que no previsto en las leyes ó prácticas romanas un caso semejante, no podia conceder la corona mural á uno sin dejar descontento al otro; y este, descontento, cuando mas necesitaba tener su ejército unido y compacto, podia ocasionarle en un momento dado serios disgustos; mas con su acertado ingenio supo evitarlos diestramente, porque convencido de la justicia con que por ambas partes se reclamaba el premio, dispuso que á cada uno de los dos soldados Quinto Trevelio y Sexto Digicio según Livio, se le adjudicase una corona, con cuya acertada resolución acreditó su equidad concillándose el afecto general de todos sus soldados.

La política del General Romano fué tan acertada en todos sus actos inmediatos, que poniendo en libertad á los prisioneros españoles' que tenian los Cartaginenses, atrajo así haciendo aliados de los romanos á todos los parientes y amigos de aquellos, que no cesaban de elogiar la dulzura, amabilidad y buenas prendas del vencedor de los Cartaginenses,

Con el mismo acierto ofreció franquicias y libertades á los artífices y operarios que existían en Cartagena, alistándolos como ciudadanos romanos, y no permitiendo que fueran maltratados y vejados por sus tropas vencedoras.

Ocupado se hallaba, tanto con sus medidas diplomáticas, respecto á los cautivos, cuanto por la administración y gobierno de su nueva conquista, cuando según Livio, presentóse la esposa de Mandonio y las hijas de Indivil, caudillos españoles enemigos de los romanos, y que

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prisioneras de estos, se encontraban, según las bárbaras leyes de aquel tiempo á la absoluta voluntad del vencedor.

La afligida matrona rogóle, que ÍPniendo en cupnta la pureza de aquellas tiernas llores, que apenas empezaban á abrir sus perfumadas corolas, las librase de los ultrajes de los. soldados; pues en tanto estimaban su honra, que se hallaban dispuestas á perder la vida antes que consentir la menor ofensa á su pudor.

Enternecido el General por las palabras de la dama, cogió la mano de esta y aplicándola á su corazón la significó que él era quien la respondía mas que sus labios de que nadie seria atrevido á profanar tan riquísimos tesoros, y que respirasen con entera libertad, puesto que él mas afanoso de enemigos que combatir, que no de doncellas que forzar, las haría respetar dando el ejemplo.

Este hecho y el de su continencia con la desposada del Príncipe Celtivero Allucio ó Luceyo, la cual fué presentada al valiente romano por sus soldados, como el presente mejor, para su fogoso temperamento y ardientes pasiones, y que este supo respetar devolviéndosela á su esposo, hablan muy alto de aquel General tan joven, y que con tanta prudencia como valor sabia proceder, tanto en las batallas, como en las victorias que á estas sucedían.

Su proceder le atrajo la amistad de casi todos los Príncipes españoles, entre los cuales se hallaban Indivil y Mandonio, cuyas familias les habia devuelto y respetado, olvidando que uno de ellos contribuyera en mucho á la derrota y aun á la muerte de su mismo padre.

Perdida Cartagena, Asdrubal trató de vengar aquella pérdida, mas Scipion que le encontró no muy lejos de Castulon ó sea Cazlona, en la provincia de Jaén, le desvarató por completo cogiéndole considerable número de prisioneros de los que, reservándose como esclavos á los cartagineses, puso en libertad á todos los españoles, consecuente con la política que se habia trazado con respecto á esta nación.

Pasando por alto todo esto, supone Cáscales, que Scipion regresando inmediatamente á Cartagena dedicóse á rendir un tributo á los manes

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de su padre y de su tio, celebrando suntuosas exequias. Cinco años largos habían pasado desde que Scipion entrara en Es

paña hasta que las fatigas de la guerra y la administración y gobierno de los estados que iba adquiriendo le permitieron dedicarse á aquella función religiosa, función sobre la cual andan tan discordes los paree-res de la mayor parte de los autores que han tratado de ese asunto, que apurados nos vemos para formular una opinión en medio de tan distintas como se han emitido.

Sin embargo no debemos perder de vista que Livio, que es quien mas luz puede dar sobre los acontecimientos de aquella época, no precisa un lugar determinado para que tuvieran lugar aquellas exequias.

Plinío, á quien cita Cáscales tampoco precisó nada, puesto que ocupándose de los ríos Segura y Betis que nacen á corta distancia, dice que el Bclis huye apresurado del brasero ó sea la hoguera con que acostumbraban los romanos á celebrar sus funerales.

El autor de los «Discursos históricos,» deduce que fué en la vega de Murcia donde tuvieron lugar aquellos; el padre Moróte sacando también deducciones sin tener una fuente segura para darlas origen, lo contrae á Lorca; el padre Mariana ni afirma ni niega nada respecto al lugar donde se celebraron, aunque mas bien se inclina por Lorquí; Fray Leandro Soler, quiere que sea en Cartagena y nuestro erudito y entendido D. Modesto Lafuente guarda silencio respecto á esto.

Hallándose tan distantes las opiniones de los historiadores particulares de tres poblaciones separadas por muy corta distancia, y todas pertenecientes á un mismo Señor, y no dando sobre el particular base segura los historiadores anteriores, ni los mas modernos, ¿cómo es posible que nosotros emitamos un juicio sin herir la susceptibiliJad de los unos ú ofender el amor patrio de los otros? pero fuerza es formular una opinión porque el historiador, no por pueriles temores debe dejar de consignar lo que su conciencia y su razón le dicte.

Entre todas la sopiniones con la que mas conformes nos hayamos, porque es en la que vemos mas razón de ser, es con la de Fray Leandro Soler.

70 BISTOfJA

II

Murcia, como dice muy bien Cáscales, era en aquella época una población sin gran importancia y su vega llevaba el nombre de campo cartaginés, por que era Cartagena la metrópoli de las posesiones que en el Mediterráneo tenian los Cartagineses.

El interpretar á Plinio suponiendo que el Táder se alejaba ó huia del brasero de Scipion no dá derecho para pensar que en la vega de Murcia se celebraran las exequias, sino que como el rio Táder era el que verdaderamente tenia importancia en el territorio cartaginés, pudo muy bien usar la figura de que apresuraba su paso para alejarse de la hoguera de Scipion, habiendo tenido lugar este en el campo de Cartagena, prescindiendo de que no es esto lo que dice Plinio según veremos.

El canónigo Lozano, eruditísimo é inteligente guia de quien nos vamos sirviendo para muchas de las aclaraciones referentes á nuestro reino, corroborando la opinión que ya teníamos formada antes de haberle consultado, cree positivamente que Cartagena fué el lugar donde se celebraron las exequias de Scipion, añadiendo que el testo de Plinio, viciado en algunas ediciones, pudo dar lugar á la suposición de Cáscales y á la afirmación de Fray Pedro Moróte, refiriéndose á Murcia el uno, y á Lorca el otro.

Supone y no sin alguna razón que no era el Táder el rio á que Plinio se referia, sino el Betis, puesto que en una edición hecha en Parma en el año 1481, dice así: «Nace el Betis en la Tarraconense, no en Mentesa, sino en el salto Tygiense y cerca de él nace el Táder que riega el campo cartaginés. Aquel huye muy apresurado la hoguera de Scipion, y volviéndose al ocaso desemboca en el Occéano.»

Sin necesidad de esforzarnos mas, se vé bien claro, que ni en Lor-ra tuvieron lugar aquellas exequias, ni en Murcia, ni en Lorquí; ape-

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sar de la gran antigüedad de que disfruta este pueblo, por mas que Cáscales se la niegue; y apesar también de haber sido violentamente muerto en la torre del Junco, no muy distante de aquel pueblo, uno de los Scipiones, tio del de quien nos vamos ocupando, puesto que del testo citado se desprende bien claro no ser el Táder y sí el Betis el que se aleja de la hoguera y vá á desembocar al Occéano.

Además, mayor verosimilitud tiene el que Scipion, queriendo dar una muestra á el pueblo recientemente conquistado, tanto de su ostentación, cuanto del respeto y veneración que tenían á sus muertos, celebrase aquellas exequias en las cercanías de Cartagena, que no se marchase á celebrarlas á Murcia, sin importancia todavía ó á Lorca, que tenia mucha menos.

El afán, como ya hemos dicho en otro lugar, de dar importancia á determinadas localidades, ha hecho que muchos autores fantaseando á su antojo, mas aguijoneados por el amor propio que por la fría razón y el recto criterio del historiador, han cojido una frase y haciéndola rodar á impulso mas de su deseo que de la verdad, han formado una bola de nieve para levantar sobre ella un edificio que el Sol de los siglos que les han sucedido ha concluido por derretir, haciendo que el edificio viniese á tierra.

No queremos decir con esto que nuestra opinión sea mas valedera, y mas recto nuestro criterio que el suyo; respetamos su saber y su discretísima diligencia para buscar hechos y noticias respecto á la ciudad que historiaban; emitimos solamente nuestra opinión conforme ellos emitieron la suya, aunque analizando todas las razones que ellos adugeron, y tratando de buscar lo que mas verosímil sea, teniendo en cuenta que carecemos al igual que ellos carecían de un origen seguro para fijar determinados hechos.

El mismo canónigo Lozano en corroboración de esto dice: «En el apuro finalmente de dar caza á la verosimilitud, la encuentro en Cartagena.»

Tito Livio fija en ella el lugar de las exequias, allí supone el com-

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liití!.' i.le los gladiatores y el de los dos Príncipes Corvis y Orsua según ya diremos, y aunque omite lo de la hoguera, Plinio la nombra, y teniendo en cuenta las costumbres romanas, debemos creer que pudo formarse aquella, y en vez de arrojar los cadáveres para que se calcinasen sus huesos y conservar ¡as cenizas, pudieron arrojarse dos es-i lúas que representasen los personages en cuya honra se hacían.

Tito Livio refiere el combate de dos ricos españoles Corvis y Orsua, que según la versión hecha por Cáscales, dice así:

«Volvió Scipion á Cartagena á cumplir luego sus votos á los dioses y dar el juego gladiatorio, que habia prevenido en honor de la muerte de su padre y tio. El espectáculo gladiatorio fué, no de aquel linage de hombres, que suelen traer los maestros de Esgrima, escogidos los mejores esclavos, y libertos, que para este fin venden su sangre. Toda fué gente voluntaria, y libre los que pelearon; por que unos vinieron enviados por los Príncipes y Señores españoles á dar muestras en esta ocasión de su valor y fuerza. Otros se ofrecieron ellos mismos de pelear en gracia del General, á otros los trajo la emulación y competencia, unos desafiando y otros no negando el desafío, otros las controversias, que con pleitos no habían podido acabar, ó no habían querido convenidos entre si, que quien en esta justa ó certamen fúnebre venciese al otro quedase por vencedor del pleito, y entre otros dos primos hermanos, no de humilde linage, sino caballeros ilustres, que pleiteaban sobre el derecho y dominación de una ciudad que llaman Ibis, llamados Coibis y Orsua, y diéronles licencia para pelear, su pleito fué este, el padre de Corbis era Señor de Ibis, murió dejando muy niño á su hijo Corbis, apoderóse del Principado el padre de Orsua, Corbis le pretende como legítimo heredero, y Orsua lo defiende como poseedor: Scipion los quiso componer con palabras, y quitarlos de pesadumbres, y ni el uno, ni el otro, quisieron tal, diciendo, que no habían de tener otro Dios, ni otro hombre, sino á Marte por Juez: el mayor Corbis era mas valiente, el menor Orsua con la flor de la edad mas brava, y ambos querían antes la muerte, que rendirse el uno al otro, y no

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pudiéndoles nadie apear de este furor, y rabia, hicieron con las muestras de su valor una insigne fiesta y espectáculo. Claro documento del daño que causa entre los mortales la codicia de! imperio. En fin, Cor-bis como era príetico en las armas, fácilmente sobrepujó la bravura de Orsua. Tras este juego gladiatorio se siguieron los dem'.s requisitos délas exequias, según y como mejor se pudo hacer, así de parle de la Providencia, como del Ejército.»

Este acontecimiento que simboliza la solución de una cuestión de derecho por medio de un combate, es el primero que registra la historia, según dice un escritor contemporáneo, siendo también el boceto de los famosos juicios de Dios, tan célebres después, durante la edad media.

Esta descripción que Tito Livio hace, y que une á las exequias de Scipion sin detallar el lugar en que se efectuaron, ni decir mas, sino que de vuelta á Cirtagena las hizo, nos acaban de demostrar, que no tiene un apoyo bistante ni la suposición de Cáscales, ni la de Moróte, ni la del padre Mariana, y como mas noticias no hayamos, ni en mejores razones podemos fundarnos, creemos del mismo modo, que Fray Leandro Soler, y el canónigo Lozano, que tuvieron estas lugar en Cartagena.

m.

Después de este hecho, Cáscales pasa muy á la ligera todo cuanto en nuestro Reino pueda referirse á la dominación romana; describe en muy cortas líneas la invasión de los bírbaros y la dominación goda, y entra según ya habrín visto nuestros lectores, en la épjca árabe, respecto á la cual también se muestra sobradamente parco.

Una de las frases que escribe el autor de los «Discursos,» es la de que después de la toma de Cartagena, esta iba bajando, en proporción que Murcia iba subiendo, mas sin entrometerse en detalles, sin analizar las causas que contribuir podían para el descenso de la una y el aseen-

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so de la otra, deja al lector que conocer quiera la historia del país en que ha nacido, sin una justificación suficiente de aquello, que aun siendo una verdad como lo es, debiera haber esplicado.

Cartagena, por su situación topográfica, por su proximidad á las costas africanas, tenia para los cartagineses una importancia verdadera; con suma facilidad podrían dar y recibir socorro, y lógico era, que pusieran todo su conato en engrandecer una población cuyo puerto era el primero del Mediterráneo conforme hoy lo es todavía, cuyas ricas minas les producían tesoros, y que ensanchada y engrandecida por ellos, era su arsenal, su depósito comercial, y la corte por decirlo así de todas sus posesiones españolas.

Naturalmente, al abrigo de aquellos muros, atraídos por el movimiento comercial que en aquel puerto habia, excitados por el espíritu guerrero de la época, á Cartagena acudían comerciantes, especuladores y aventureros, que sabían tenian allí colocación segura los unos, despacho para sus mercancías los otros, y buenas negociaciones con los productos de las esplotaciones de sus minas.

Pero la dominación romana, si bien no mató, porque matar no podia la vida propia que tenia la población, en cambio su importancia militar por decirlo así, hubo de resentirse bastante, pues los romanos tenian otros puertos además, y su sistema de conquistas como mas es-tenso que el de los Cartaginenses, y su administración distinta, les obligaba á internarse y á establecer conventos jurídicos ó provincias, que eran otros tantos centros para la industria, para las artes y para el comercio.

Jamás á los Cartaginenses se les ocurrió facilitar comunicaciones con los pueblos del interior, por mas que algunos estubieran sugetos á su dominio, mientras que los romanos construyendo sus famosas vias, de las cuales aun nos quedan restos, pusieron en contacto unas poblaciones con otras, y á la par que aseguraban el paso de sus tropas, facilitaban el comercio del interior, que habia de dar vida á distintas poblaciones que de ella carecieron hasta entonces.

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Merced á esle tan diverso sistema de dos grandes naciones que tanto diferian en sus usos y en su política, Murcia, casi desconocida en tiempo délos Cartagineses, principió á tener importancia en la época Romana, importancia que llegó á su apogeo durante la dominación Árabe.

Las condiciones especiales de su suelo, el rio que riega su estensa huerta y la benignidad de su cielo, llamar debieron la atención de los Romanos.

Para el Cartaginés, le bastaba un puerto seguro para sus naves, una proximidad grande con su tierra, minerales preciosos en las montañas para satisfacer su sed de oro, y robustas murallas tras las cuales te-ter sus depósitos de armas; mientras que los Romanos, si bien no despreciaban esto, apreciaban en mucho el terreno apropósito para las faenas agrícolas, y las condiciones climatológicas cuya influencia en el individuo podian servir para el desarrollo de las artes y de las ciencias.

IV.

Según el «Itinerario de Antonino,» tres eran las vías Romanas que cruzaban el terreno Murciano, debiéndose á las investigaciones del canónigo Lozano el descubrimiento de otro, que quizás aquel lo omitiera por no servir para el paso de tropas, principal obgeto que se puede decir tenian las vías Romanas.

Estos caminos, de los cuales se ocupa el mencionado historiador, partían según el itinerario que á la vista tenemos, desde Liminio, el uno, en el campo de Monliel, hasta César Angusta ó sea Zaragoza; tocaba en Parielinis, en Puteaba y Valeponga, pueblos del reino Murciano, siguiendo después directamente hasta el punto en que terminaba. De Nar-vona, nacia el segundo, hasta Tarragona y corriéndose por la costa Oriental de Murcia tocando en Ylici, Thiar, Cartagena, Eliocrota y Mo-rum, terminaba en Caslulon, ó sea Cazlona, en el Reyno de Andalu-

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7G HISTORIA , cía; y el tercero, partiendo de Cazlona, fenecía en Málaga.

En cuanto al cuarto, de que nos habla el canónigo Lozano, nacia en Cartagena é iba á terminar, bien en las Thermas de Archena, ó bien en Setavi, que es Játiva en el día.

A la sombra de estos caminos y de la protección Romana, brotaron pueblos donde antes habia pequeños caseríos y los pueblos se fueron transformando en Ciudades. '

En nuestro reino especialmente tuvo esto lugar en grande escala. Principiando por Murcia que anteriormente no tuvo importancia y

concluyendo por otra porción de poblaciones de las cuales hoy apenas quedan restos, nacieron y crecieron y se desarrollaron después de la dominación Romana, y si el espíritu altanero é inquieto de los españoles excitado por la mala fé de sus dominadores no les hubiera llevado á tratar de romper á cada momento su yugo, mayores resultados podía haber tenido su civilizadora estancia en nuestro suelo.

Pero la demasía de un procónsul, la licencia de un soldado, la intolerancia de un general ó la inconveniencia de un pretor, daban pá-vulo á la indignación de los españoles, impulsándoles á hacer esfuerzos que casi siempre eran castigados con extraordinaria dureza por los que entraron como libertadores" para convertirse muy pronto en tiranos.

V.

Dice Stravon, que si los Iberos hubieran reunido sus fuerzas, ninguno de los pueblos que los subyugaron lo hubiesen podido conseguir.

Efectivamente, la desunión que entre los primitivos pobladores de España existia, desunión á la cual se prestaba maravillosamente según ya hemos dicho, la situación topográfica del terreno que habitaban, fué una de las primeras causas que contribuyeron para que los Celtas, los Feni-

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cios, los Griegos, los Cartagineses y los Romanos fueran eslableciéndose primero, y dominándoles después.

Faltos de comunicaciones, sin poder conocer las utilidades que el espíritu de asociación reporta, en su ruslicidez de costumbres, en su ignorancia, y en su estremada sencillez no podían comprender la falacia y la doblez de los que mas civilizados que ellos, se presentaban solamente como mercaderes para trasformarse mas tarde en dominadores y señores absolutos.

Sin embargo, el dia en que algunas tribus llegaron á convencerse de que algo valían y que alguna utilidad se sacaba del suelo que les pertenecía cuando tantos venían áesplotarle, irritáronse contra sus huéspedes, y los primeros destellos de la libertad, brillaron entonces.

Pero ni con los Griegos primero, ni con los Cartagineses después, ni con los Romanos mas larde, sirviéronles de nada estos alardes de independencia, porque estaban aislados, porque carecían de instrucción, porque si bien tenían el indomable valor de las primitivas razas, vigorosas, enérgicas y audaces, carecían de la enseñanza que regulariza y dá dirección á ese mismo valor.

Como libertadores acogieron á los Cartagineses, y como libertadores también acogieron á los Romanos creyendo en su ignorante credulidad, que todos eran parecidos á Publio Cornelio Scipion.

Pero muy pronto habian de salir de su error. Cierto es, que Roma durante su dominación dio una gran vida á casi

toda la península Ibérica; es cierto que facilitó las comunicaciones, que fomentó las artes y las ciencias, que pobló lugares que despoblados habia, pero esto ¿lo hizo Roma en obsequio á los Españoles ú obrando en beneficio propio?

Si en España hubiese implantado su civilización, si al mostrarles á los Españoles los beneficios que de la asociación entre sí podían reportar les hubiera dejado su libertad de acción, su gobierno especial aunque vaciado en un molde parecido al suyo, limitándose á celebrar tratados y obtener alianzas ventajosas para su comercio, los Españoles de na-

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da hnbieran podido reprocharles; por el contrario, hubiéranles tenido que agradecer mucho á pesar de guardar siempre el recuerdo de Sagunto sacrificada por la política astuta y las vacilaciones del Senado Romano.

Pero los descendientes de Rómulo no obraron de ese modo. Fingiéronse libertadores de los Españoles, sedujéronles con todos sus

aparatos de fuerza, de legalidad y justicia; su estremada política les halagó y mas tarde, cuando llegaron á convencerse de que no habían hecho otra cosa que cambiar de Señores, ya no era posible quebrantar aquel yugo de hierro.

Los romanos tenían aliados entre los españoles; los romanos se habían introducido en el hogar doméstico, las dos razas se habían mezclado, y las relaciones de familia por una parte, los afectos de amistad por otra, y las mismas diferencias entre los caudillos españoles hacían imposible arrojar lejos de sí aquella mano de hierro que se desplomaba sobre sus cabezas.

Si Scipion hubiese podido ser eterno, ó si hubiera tenido muchos imitadores, habría sido mas fácil hacer á los españoles mas llevadera su situación, pero como esto no fué posible, de aquí que tan pronto cayese la venda de sus ojos demostrándoles el nuevo abismo en que habían caído.

VI.

Desde Istolacio, Indortes y Orison, nombres que la historia nos ha conservado, hasta Viriato ¿cuantas tentativas de independencia y de libertad no se hicieron?

Verdaderamente que ancho campo se ofrece al historiador para meditar sobre el destino de un pueblo que desde su cuna parece que está predestinado á sufrir dominaciones y á intentar en vano romper su yugo.

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Un historiador contemporáneo dice y nosotros estamos muy conformes con él, que de aquel primer grito de independencia lanzado por los tres caudillos mencionados ya, «arranca esa cadena de resistencias y de luchas contra las dominaciones estrañas que vemos irse prolongando por espacio de mas de veinte siglos en este suelo perpetuamente de invasiones trabajado.»

Efectivamente, á la par que avancemos en nuestro trabajo, á la vez que vengamos ascendiendo de generación en generación hasta llegar al dia, veremos que las mismas causas que en los tiempos primitivos contribuyeron á impedir quebrantar el yugo del primer dominador, han venido sucediéndose en los siglos posteriores respecto á las demás dominaciones.

La falta de unidad en pueblos que reconociendo una misma madre, y cobijándose bajo un mismo regazo se aislaban entre sí; la carencia de instrucción siempre, relativamente á los que se erigían como sus Señores, y su estremada confianza, han sido razones que en todos los tiempos han hecho estériles, en cuanto á resultados beneficiosos, todas las tentativas encaminadas á obtenerla libertad y la independencia.

VIL

Antes de terminar este reducido estudio sobre el carácter y condiciones, tanto de los Españoles, cuanto de los pueblos que les dominaron, no creemos se disgusten nuestros lectores de que les demos algunas noticias respecto á los dos grandes Capitanes que representando dos grandes pueblos distintos, tanta influencia ejercieron en nuestra nación en general y en el país que venimos estudiando particularmente.

Hablamos de Aníbal y Scipion. El concienzudo historiador D. Modesto Lafuente dice, que la histo

ria de estos dos hombres encierra grandes lecciones para la humanidad,

80 HISTORIA

y ocupándose de este mismo asunto continua hablando respecto á Scipion.

«Después de los triunfos de España y África que acabamos de referir, después de haber contribuido á mantener á Filipo, rey de Mace-donia, y á Prusias, rey de Bitinia, en la alianza de Roma; después de haberle sido debida la victoria que su hermano Lucio ganó en Magneria contra Antioco, rey de Siria; después de hecha con este rey una paz que aprobó el Senado, á su regreso á Roma le esperaban ya acusaciones en lugar de honores. El austero, el duro Catón, su principal enemigo, le hizo llamará la barra del pueblo. Compareció Scipion y dijo:— «Romanos, hoy mismo hace años que gané en África una brillante victoria contra el enemigo mas terrible de la república, hoy soy llamado »á responder á los cargos de un proceso. Desde aqui voy al Capitolio á »dar las gracias á Júpiter de que me haya proporcionado tantas ocasio-»nes de servir gloriosamente á mi patria. Seguidme Romanos, y acom->pañadme á pedir á los Dioses que os dé jefes que se me parezcan. Bien •puedo usar este lenguage, por que si es cierto que vuestras disfincio-»nes se han anticipado á mis años, también lo es que mis servicios han »ido delante de mis recompensas.»—El pueblo se levantó y le siguió entusiasmado: los tribunos acusadores se quedaron solos.

En otra ocasión calumniaba el mismo Catón su conducta con el rey Antioco, y en pleno Senado le pedia cuentas de los gastos de las negociaciones.—«Las cuentas, esclamó Scipion enseñando sus libros, aquí «están: están corrientes y claras: pero no me haréis la injuria, ni os la «haréis á vosotros mismos de exigirmelas.»—El Senado pasó á otro «asunto.

Ni aun su valor estuvo exento de las insinuaciones pérfidas de sus enemigos. Decíanle que no sabia ser soldado.—«Cierto, respondió Scipion, pero he sabido siempre ser capitán.»

Parece que para ponerse á salvo de los tiros de la envidia, hubo de retirarse á una modesta alquería, donde pasó el resto de su vida dedicado á los cuidados de la agricultura como otro Cincinato, y á los

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estudios de la literatura griega á que habia tenido afición desde su mas tierna edad. Grande debió ser la ingratitud de Roma cuando en un momento de despecho le obligó á exclamar:—«Ingrata patria, no poseerás ni aun mis huesos: ingrata patria, ne ossa quidemmea habebis.*— Era un castigo para Roma privarla de las cenizas de un grande hombre. Murió Scipion en el mismo año que Anibal, el 572 de Roma.

No le estuvo reservada á Anibal mejor suerte. Al principio siguió dominando en Cartago, llegó á la suprema magistratura, é introdujo algunos cambios en el gobierno de la ya pequeña y desarmada república. Pero no permitiéndole su genio dejar de suscitar enemigos á Roma, se concertó para ello con el rey Antioco de Siria. Noticioso el Senado romano, se"quejó al cartaginés, y temiendo Anibal ser entregado por sus propios compatricios, huyó secretamente á Siria, donde tomó una parte activa en la guerra de aquel rey con los Romanos. Encontráronse Scipion y^nibal en la corte de aquel príncipe. En una de sus entrevistas le preguntó Scipion: —«¿Quién os parece el mayor de los generales que «ha habido en el mundo?—«Alejandro, respondió Anibal.—¿Y después de Alejandro?—Pirro, rey de Epiro,—¿Y el tercero?—«El tercero yo, respondió Anibal con arrogancia.—¿Yr que dirias si me hubierais vencido? —Entonces, contestó Anibal, me contaría yo el primero de todos.»

Como una de las condiciones de la paz con Antioco fuese la entrega de Anibal como promovedor de la guerra, tuvo que fugarse igualmente de Siria, y buscar un asilo en Betinia, á cuyo rey prestó también importantes servicios contra los aliados de Roma. Hasta allí le persiguió el odio de los Romanos, y temiendo por la seguridad de su persona intentó escaparse: pero el rey Prusias le tenia bien custodiado, y entonces aquel grande hombre desesperado de poder librarse del hado cruel que le perseguía, tomó un tósigo que llevaba siempre consigo, y murió á la edad de sesenta años.

Tal fué el fin de aquellos dos ilustre rivales, de quienes dependieron los destinos de sus respectivas repúblicas, y que tanta influencia ejercieron en el de todo el antiguo mundo.»

82 HISTORIA

VIII.

Conocido ya el carácter de Scipion fácilmente puede comprenderse que sus sucesores, careciendo de su prudencia, hicieron cada vez mas intolerable la dominación romana al pueblo español, que si permaneció su-geto á Roma lo fué únicamente á la fuerza y tratando siempre por cuantos medios pudo de romper su yugo.

Como la índoie de nuestro trabajo no nos permite detallar toda la historia Romana, sino únicamente ocuparnos á grandes rasgos de una época que influyó extraordinariamente tanto en la suerte de España en general, cuanto en la de nuestro territorio particularmente, dejando como ya hemos dicho, para la parte artística todos los monumentos hallados en distintos puntos, y que prueban bien claro la importancia que tuvo nuestro reino en aquel tiempo, importancia que apesar de la irrupción de los bárbaros, siguió obteniéndola en la época de los Árabes, repetiremos que tanto Murcia como Lorca y otra porción de poblaciones nacieron verdaderamente, y tuvieron vida durante aquel tiempo.

Menos belicosos los habitantes de los terrenos meridionales que sus convecinos, se resignaron con mas facilidad á sufrir la dominación de los romanos, y como consecuencia natural, estos protegiendo y fomentando los intereses generales, á la par que en su propio beneficio trabajaban, hacíanlo también en pro del país, cuyos resultados hubiera podido tocar, ha haber conseguido romper á aquel lazo sin que otro nuevo le hubiera sugetado.

Mas á pesar de todo, los romanos dejaron implantada, por decirlo así, una civilización, que aunque mas tarde ahogáronlos bárbaros entre el polvo que levantaban sus corceles, al disiparse aquella inmensa polvareda, los Godos se aprovecharon de ella, dándole nuevo impulso del que á su vez se utilizaron mas tarde los árabes.

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Que el espíritu general del país se principió á revelar, como dice muy bien un historiador, á quien mucho respetamos por que mucho vale, desde los primeros esfuerzos hechos por Istolacio y sus compañeros para evadirse del círculo de hierro cartaginés, no se puede negar.

Crédulo, sencillo en demasía, dejábase engañar por cuantos se acercaban á él y cuando reconocía el engaño,.con el enojo y la imprevisión del niño, si bien con el arrojo y la pujanza del gigante se lanzaba sobre el enemigo, é iba á estrellarse siempre contra una fuerza mas superior que la suya, superioridad á lo cual el mismo contribuyera.

Si repasamos la historia de nuestro pueblo, veremos que siempre ha sido el mismo, que la civilización que ha ido recibiendo puede haber modificado sus costumbres, pero que en el fondo es siempre aquella misma raza Celtibera, crédula, y fácil de dejarse seducir; que acoje generosamente á todo el que á ella se acerca, y que al principiar á desengañarse es tarde ya para remediar el mal que hizo.

Dos siglos cabales empleó Roma en sugetar á España y estos dos siglos de perenne y constante lucha en la cual militaban de una parte las mas aguerridas legiones romanas mandadas por sus mejores caudillos mientras que en la otra lidiaban puñados de hombres sin táctica, sin instrucción, mal armados en comparación de sus enemigos, pero arrojados y valientes, dicen mucho en pro de un pueblo que tanto tesón y tanta fé mostraba para recobrar su perdida independencia.

Ejemplos sublimrs dieron los Españoles durante aquella larga guerra de su valor y heroísmo.

Sagunto contra los Cartagineses y Numancia y Calahorra contra los romanos, dieron bien claras muestras del espíritu de aquellos pueblos; así fué que la civilización romana dejó menos huellas en unos puntos que en otros, por que la guerra que constantemente se les hacia era un persistente obstáculo para ello.

Los de nuestro territorio como ya hemos dicho, menos belicosos lucharon sí, pero en menos tiempo sojuzgados, se resignaron con su suerte y merced á esto, en las obras de arte de que á su tiempo nos ocupare-

T O M O I . 1-4

84 HISTORIA

ruos, podremos ver retratadas las distintas fases de la dominación romana, durante el período que pesó sobre nuestro país.

IX.

La sangrienta victoria de los godos obtenida en agosto del año 379 de la era cristiana, según nuestros mas modernos cronologistas, que costó la vida al emperador Valente, fué por decirlo así, la inauguración de las bárbaras irrupciones que desbordándose por Italia, vinieron hasta nuestro país, destruyendo todo lo existente, sepultando entre las ruinas la civilización romana.

Mas como digimos ya en la introducción de nuestra obra al diseñar á grandes rasgos esta época, entre las ruinas de aquellas magníficas obras de arte que demolía el hierro de la barbarie, entre las humeantes pavesas del incendio, entre los charcos que formaba la sangre de los infinitos que sucumbieron ante aquel devastador torrente, solo quedó subsistente una cruz.

Cuatro siglos antes, el infame madero considerado hasta entonces como deshonroso era ennoblecido, purificado y santificado por la sangre del mártir del Gólgota.

'Gentes crédulas, sencillas, ignorantes, que coní-afan le habian seguido; que tenían una fé ciega en sus doctrinas, se esparcieron por el mundo demostrando las bellezas de una religión que principiando por consolar, terminaba perdonando las ofensas recibidas.

Teniendo trazado en el plan general de nuestra obra, dedicar una'parte á la historia religiosa de nuestra Diócesis, así como otra parte puramente artística y monumental, reservamos para ella los progresos y el adelanto que el Cristianismo hizo en nuestro suelo, y las persecuciones que en el mismo hubo de sufrir.

La cruz al quedar subsistente sobre las ruinas de la barbarie, signifi-

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eaba que la civilización no habia muerto, que el Cristianismo eminentemente civilizador se hallaba simbolizado por ella, y que mas tarde al disiparse las espesas tinieblas en que el mundo se hallaba envuelto, esparciría sus fecundizantes rayos sobre el mundo del porvenir.

Teodosio el grande, el tercer emperador que saliade España para ocupar el primer trono del mundo, trató con sus acertadas disposiciones de reparar el desastre de Valente, pero en el libro del destino estaba ya decretada la muerte de Roma, y muerto Teodosio ni Arcadio ni Honorio sus dos hijos, pudieron sostener aquel viejo y ruinoso edificio «que ibaá venir á tierra parte demorronándose, parte desplomándose con estrépito.»

X.

Los bárbaros contenidos por la sabia política de Teodosio, bajo la negligente y abyecta dominación de sus hijos, se desbordan, y Aladeo a! frente de los godos, se hace proclamar rey de la Iliria y no contento con esto invade la Italia, donde en castigo de su osadía es derrotado por Estilicon.

Pero el paso estaba dado, la riveras meridionales del Báltico arrojan sobre la Italia innumerables hordas de vándalos, suevos, godos y alanos, que otra vez vencidos por Estilicon van á desahogar su cólera sobre las Galias, mientras Alarico al frente de nuevas hordas, mas audaz que nunca, pero mucho mas cauto, haciendo alarde de respetar á Honorio y aparentando marchar á las Galias, á España y á la Bretaña donde al famoso manto de los Césares se le habian arrancado tres girones, consigue del Senado por medio de Estilicon, cuatro mil libras de oro, y que se le encomiende la defensa de las fronteras Italianas.

Irrítanse algunos patricios con este proceder, y la muerte de Estilicon y de todos sus amigos, á la vez que satisface una venganza popular, dejó

86 HISTORIA á Marico libre del único que pudiera haberle vencido segunda ver.

¿A donde vas? Preguntó un hermitaño á Alarico encontrándole en medio del camino al frente de sus tropas.—Dios lo sabe respondió el godo, siento dentro de mí una voz secreta que me dice: Anda y ve á destruir á Roma.

Y obedeciendo á esta voz, planta sus tiendas delante de la Señora del muedo y la que habia impuesto leyes, lo que por do quiera dominaba, la que paseaba sus ejércitos por todas partes, mandó emisarios al rey bárbaro demandándole humildemente la paz.—Aun hay mucha gente en Roma, digéronle tratando de sacar partido del efecto que esto pudiera causarle.—Cuanto mas espesa nace la yerba mejor se corta, respondió Alarico exigiéndoles cinco mil libras de oro, treinta mil de plata, otras treinta mil de pimienta, cuatro mil túnicas de seda y tres mil piezas de púrpura en cambio de la vida que les concedía. Y Roma la Señora del mundo, la que habia concentrado en sí todas las riquezas de sus bastas posesiones, la que de nuestro territorio habia obtenido tan pingües tesoros de sus preciadas minas, aquella que con los impuestos tantas vejaciones causara y tanto dinero recojiera, aquella Roma en fin que habia nadado entre el fausto y la opulencia, aquella que tan grande hicieron los Césares, tanto por su valor cuanto por los despojos que reunieron en ella, tuvo para reunir el rescate exigido por Alarico, que fundir las estatuas de oro de la virtud y el valor.

¿De qué les servían ya á los romanos estas estatuas? la decadencia habia llegado para ellos y ni virtudes ni valor poseian.

Cargado Alarico con aquel inmenso botin, separóse de la ciudad por el momento, para volver al año siguiente, y apoderándose de ella, satisfacer aquella voz que le habia dicho «ve y destruye á Roma.»

Nos hemos detenido algo en estGs detalles porque ejerciendo una gran influencia la toma de Roma por Alarico en la suerte posterior de España, lo hemos creido necesario.

D E M U R C I A 8 7

X I .

La destrucción de aquella gran ciudad, no representaba solamente la caida de un imperio y la elevación de otro, no era una nacionalidad que desaparecía para formar otra nacionalidad, era de mucha mas importancia su significación. El mundo de la idolatría, el paganismo, los falsos Dioses rodaban por el polvo envueltos entre la púrpura romana, para servir de escabel á la cruz que se elevaba potente y dominadora.

Las palabras del Profeta podían aplicarse perfectamente á aquella ciudad, como dice muy bien el historiador Lafuente. El Señor habia hablado contra ella á causa de su¿ iniquidades, y la ciudad de las ciudades habia quedado destruida.

Marico dio orden para que se respetasen los templos cristianos, y :í los que en ellos se acogieron, y merced á esto muchos romanos, muchos de aquellos perseguidores implacables de los cristianos, muchos de aquellos que se regocij.íran ante los mas horrorosos martirios que sufrian, deben su salvación á aquel mismo ser á quien escarnecieran y vilipendiaran.

¿Que ejemplo mas grande puede darse de la bondad de una religión que de tal manera sabe perdonar y defender al mismo que la ultraja? Bárbaros eran Alarico y sus soldados, pero ya traian desde las legiones de donde habian salido la idea religiosa que habia de trastornar al mundo.

Los bárbaros destruyendo el imperio Romano, no eran mas que los medios de que la providencia se valia para realizar su colosal revolución.

Realizada esta, Alarico falleció como si hubiera ya concluido su misión sobre la tierra.

Ataúlfo, su cuñado, le sucedió ambicionando asentar su trono sobre las ruinas del de los romanos; mas dotado de alguna penetración, com-

88 HISTORIA

prendió que su pueblo no se hallaba todavía en el caso de poder recibir dignamente el impulso que él quería darle y alhagando á Honorio, á quien su cuñado había vencido, ofrecióle su amistad encargándose de arrojar de las Galias á las tribus que allí desconocían el poder romano.

Esta amistad y este encargo ejercieron una gran influencia en España. Los Alanos y los Suevos, que después de la derrota de Roma se

habian arrojado sobre las Galias, colocados al pié de los Pirineos, franquearon la distancia que les separaba de nuestro suelo.

Bien fuera que Geroncio les llamara, bien que ellos de motu propio vinieran, lo cierto fué que desprendiéndose de aquellas inaccesibles montañas, cayeron como una avalancha sobre las tierras españolas destruyendo cuanto á su paso encontraban.

X I I .

La guerra civil ardia por entonces en la España romana. Máximo, Constante y Geroncio, se disputaban el poder, y los españoles divididos entre los tres caudillos sufrían todos los horrores de aquella encarnizada lucha.

Diezmados ya por esta, divididos, sin fuerzas para oponerse al invasor torrente que descendía de los Pirineos, fueron arrastrados por él.

«Triste y horroroso espectáculo ofrecía entonces España» según todos los historiadores. «El jénio de la devastación» «según dice uno» se «apoderaba de ella. El incendio, la ruina, el pillaje, la muerte, era la «huella que dejaba tras sí la destructora planta de los nuevos invasores. «Campos, frutos, ciudades, almacenes, todo caía ó devorado por las 11a-»mas, ó derruido por el hacha de aquellas hordas feroces. Veíanse las «gentes morir transidas de hambre, sustentándose algunos con carne hu-»na, llegando el caso, al decir de algunos historiadores, de que unamu-»ger se alimentara sucesivamente con la carne de sus cuatro hijos; bar-

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»bárie horible que la costó ser apedreada por el indignado pueblo. Siguiéronse á los horrores del hambre los de la peste: porque los campos »se hallaban cubiertos de insepultos cadáveres, que con su podredumbre «infestaban la atmósfera, y á cuyo olor acudían manadas de voraces •lobos y nubes de cuervos y de buitres, que los unos con su aullidos, •con sus roncos y tristes graznidos los otros, infundían nuevo espanto »á los que presenciaban la calamidad. La cólera divina parecía querer «descargar entera sobre este desventurado pueblo. En este estado, hartos «los bárbaros de carnicería y de rapiñas, acordaron repartirse entre sí »la España, en cuya distribución tocó á los suevos la Galicia, á los ala-»nos la Lusitania y la Tarraconense, la Bética á los vándalos, que le • dieron el nombre de Vandalusía. Algunos pueblos de Galicia conservar o n su independencia en las montañas. Y no obstante, la ferocidad de »de estas gentes, cuando ya se asentaron, casi se felicitaban los indíge-»nas de verse sugetos á la dominación bárbara con preferencia á la sabia opresión de los magistrados romanos.»

Horrible es la descripción que en las líneas anteriores se hace de la Situación de España, y no creemos que exista exageración en ella, puesto que no es un historiador solo el que lo hace, bastando además para corroborarla, tener en cuenta solamente el espíritu general de los pueblos invasores, las condiciones del pueblo invadido, y la situación en que los españoles se encontraban.

Sin ley ni freno alguno que les sugetase; feroces por instinto; sanguinarios por costumbre, frugales, y sobrios en sus alimentos y comodidades, los bárbaros desconocian todos los adelantos, toda la civilización de los romanos; tratábanles de afeminados y en su ignorante saña destruían todo aquello que sus limitadas inteligencias no podia comprender. Además habian sido derrotados por Roma, y en su implacable sed de venganza herían de muerte todo aquello que procediese de ella.

España apesar de la opresión que sobre ella pesaba, y aun si así podremos espresarnos, por esa misma opresión, pues sabido es que el

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carácter Español en general es indolente, y si algo hace suele ser únicamente impulsado por la necesidad, estaba en condiciones de civilización y cultura verdaderamente envidiables. Alentada la agricultura por el inmenso despacho que sus productos tenia en los mercados de Roma, según dice Plinio se cogian dos cosechas anuales en las comarcas de la Celtiberia, y los vinos de la provincia Tarraconense, en la cual estaba comprendido nuestro territorio, ocupaban un lugar muy distinguido en las mesas de los Patricios romanos; los linos, la cera, la miel, las frutas, y otra multitud de productos del suelo Español, de los cuales estaban haciéndose repetidos embarques en Cartagena, Tarragona, Barcelona y otros puntos del litoral, demostraban bien claro el floreciente estado de una agricultura que los bárbaros desconocían, y que tanto por esto, cuanto por su origen romano, la despreciaban y aborrecían; y aborreciéndola y despreciándola, solo pensaban en destruirla.

Atrevidas construcciones, magníficos palacios, circos suntuosos, y templos atrevidos y severos, existían en las tres grandes provincias Tarraconense, Bélica y Lusitania, en que se hallaba dividida España. Los Conventos jurídicos de Tarragona, Cartagena, Cesar Augusta y todos los demás en que se subdividian aquellas provincias, ostentaban magníficas obras de arle que los invasores no podian apreciar, y que no apreciándolas, las reducían á escombros con insólito' furor.

Los españoles diezmados y divididos por las guerras civiles que ya dejamos indicadas y desapercibidos por completo para resistir al torrente que se desbordó por los Pirineos, sorprendidos en los primeros momentos, cuando trataron de rehacerse era sobrado tarde.

XIII.

Horda tras de horda, habíanse ido precipitando los bárbaros desde lo alto de los Pirineos, no de otro modo que los aludes se suceden en los

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ventisqueros de los Alpes, destruyendo el uno lo que el otro respetara, y contribuyendo todos el general esterminio.

¿Qué podían hacer los Españoles, pueblo que al fundirse con los romanos, después de la larga lucha que con ellos sostuvieran, habia, sino perdido, al menos modificado su primitiva rudeza é indómito valor, contra aquellas razas salvages en todo el lleno de su fuerza y su vigor?

Los que no militaban en alguno de los bandos que el poder se disputaban, eseesivamente trabajados por el yugo que les abrumaba, por los impuestos que les gravaban y por aquellas discordias civiles que se venian sucediendo tiempo hacia, fué débil la resistencia que opusieron aceptando gustosos la dominación de aquellos bárbaros, que preferían á la ilustrada de los romanos.

En este estado Ataúlfo creyó prudente hacer su entrada en España.

Las causas que á ello le impulsaron no nos es posible á nosotros definirlas. Discordes la mayor parte de los historiadores, carecen de un punto fijo'en que apoyarse.

Tal vez, lo mismo que Alarico habia sentido una voz que le impulsaba á ir á Roma para destruirla, sintiera otra Ataúlfo que le llevara á España para establecer un nuevo sistema de gobierno, sobre los escombros que habian ido hacinando por doquiera los bárbaros.

Con esta idea emitida por Lafuente nos hallamos completamente de acuer lo, toda vez que no existiendo otro dato seguro, y respondiendo los sucesos posteriores en un sentido favorable, parecen corroborarlo.

Del mismo modo que el primer sitio de Roma por los godos fué por decirlo así, la inauguración de todas las subsiguientes irrupciones de los pueblos del norte, así también podemos decir que la entrada de Ataúlfo en España, fué la inaguracion de una era completamente nueva.

Los cadáveres en el estado de descomposición, los escombros ai-ruándose sobre los cadáveres, el incendio que se apagaba con la sangre de las victimas, las mieses destrozadas, las ciudades destruidas, toda

T O M O I . 1 5

92 HISTORIA

esta masa enorme preparada ya, solo esperaba un rayo de sol que avivara su íirmentacion, y este rayo fué la entrada de Ataúlfo, á la cual podemos ya reconocer por origen de la dominación goda en nuestro suelo.

En el capítulo siguiente, á la vez que nos ocupemos de la importancia de Cartagena como convento jurídico, recorreremos aunque muy á la ligera por no permitírnoslo con demasiada estension la índole de nuestro trabajo, todas las luchas que sostuvieron los bárbaros en nuestro país hasta que quedó definitivamente consolidada la monarquía de los godos.

DE MURCIA 93

ACLARACIONES Y COMENTARIOS A LOS

DISCURSOS HISTÓRICOS.

CAPÍTULO III.

Dominación Goda.—Entrada de los Moros en España.

I.

O B S C U R E C I E N D O Murcia'de importancia, en la época de que nos ocupamos, toda ella estaba'reasumida en Cartagena.

Lápidas y antigüedades romanas se han encontrado en Murcia, mas estas lenguas de piedra no hablan lo suficientemente claro para que por ellas podamos congeturar la valía de la población en que se hallaban, sin perjuicio de que ni Plinio, ni Livio, dicen nada, cuando hablan de los Ilorcitanos, ó sea los habitantes de Ilorcí hoy Lorquí.

Población nacida durante la dominación romana, no podia Murcia tener la importancia de Cartagena toda vez que como otras muchas se hallaba comprendida dentro del estenso círculo que constituía el convento jurídico de Cartagena.

94 H I S T O R I A

La dignidad de convento jurídico y colonia romana, eran délas primeras que existían, equivaliendo tanto- en el orden civil, como en el militar especialmente para la primera, ¿ las capitanías generales y audiencias de nuestros dias. La provincia Tarraconense comprendía siete conventos, que eran los de Tarragona, Cartagena, Cesar Augusla, Clunia, Lucus, Asturica y Bracara.

La jurisdicción que Cartagena ejercía, según Plinio, era sobre se-, senta y dos pueblos con sus correspondientes comarcas, lo que le daba una importancia tal que con razón podia considerarse como la primera.

Como colonia romana disfrutaba de todos los privilegios é inmunidades concedidos á aquellas, puesto que estaban considerados sus habitantes como vecinos de Roma que se hallaban ausentes, y como convento jurídico ejercía arbitraje sobre los sesenta y dos pueblos indicados antes, entre los cuales los habia que poseían la dignidad de colonias romanas.

Su estenso territorio, la feracidad de algunas de las comarcas que dominaba, sus ricas minas, su cómodo puerto, y la residencia que en ella hacia el cónsul, según Strabon, en determinadas épocas del año, todo contribuía ha hacer de Cartagena, tal vez la primera ciudad de España, ó aun sin tal vez, según supone Fray Leandro Soler.

Por estas razones, lógico es creer que durante la irrupción de los bárbaros fuera nuestro territorio de los que mas sufrieran.

11.

Ya hemos indicado que las tribus del Norte odiaban á los Romanos, y natural parece que al tratar de satisfacer su odio, le hicieran recaer poderosamente sobre todo cuanto aquellos engrandecieran y de lo que mas satisfechos se hallasen.

Nada encontramos respecto á la suerte de nuestra provincia durante aquella deshecha tempestad.

DE MUKCIA 95

Muy conformes con la opinión, del muy discreto historiador de^Car-tagena, y teniendo en cuenta, las razones que espuestas1;llevamos, no vacilamos en afirmar, que Cartagena así como las demás colonias romanas, que tenían bajo su mando, y al igual de las demás poblaciones de importancia que tenían los romanos, sufrió todos los horrores consiguientes á aquel desbordado torrente.

Difícil sería marcar los límites de cada uno de aquellos pueblos en las divisiones que entre sí hicieron de nuestra desventurada península. Inquietos siempre, ambiciosos, acostumbrados a l a vida errante por decirlo así, conquistan hoy, saquean mañana, descansan un día y al siguiente se arrojan sobre otra nueva comarca.

Luchan entre sí, se disputan un terreno que abandonan después y no obedecen ¡i otro móvil que al interés del momento, á la irritación del instante ó á la pasión que les domina.

España sin poderse considerar como perdida para los romanos no puede juzgársela como sojuzgada á los suevos,- á los v'mdalos, á los alanos ni i los godos. Todos la saquean, la talan, la destruyen, pero ninguno se fija en un punto que forme para el historiador una verdadera nacionalidad.

En este estado de fermentación, en medio de este horrible caos, se estaba preparando la verdadera revolución social que no habia de lardar mucho en demostrarse. Era el embrión; dentro de poco el Sol alumbraría el nacimiento de una monarquía que por espacio de tres siglos habia de dominar en nuestro pais.

III.

Cuna del género humano el Asia, de ella vinieron todas aquellas razas que contenidas durante algún tiempo bien en la Escandinava ó Suecia, bien en la Rusia ó Dinamarca fijaban su avarienta pupila en

96 HISTORIA

Roma. Escalonadas todas estas hordas, las postreras empujaban á las que delante de sí tenían arrebatándoles poco á poco parte de su territorio y de esta fuerza impulsiva nació primero su invasión por Italia, posteriormente á las Galias, mas tarde á España, y aun algunas, después al África.

Las primeras escursiones por el territorio romano, fueron bien castigadas porque todavia quedaba valor en aquellas famosas legiones y energía en los emperadores, mas conforme unos y otros fueron degenerando, aquellas recobraron su audacia y cada vez mas escitadas por los pueblos que detras tenian, rompieron el dique y se desbordaron como un mar embravecido.

Los godos, primeras abanzadas que tenian los pueblos bárbaros y por lo tanto ios que con mayor facilidad penetraron en Italia habiánse puesto en contacto hasta cierto punto con aquella civilización y les habia alhaga-do; mas supieron aprovecharse para sus planes ulteriores, planes que como ya hemos dicho en otro lugar Aladeo consiguió ver realizados.

Las ciudades que veían, las comodidades que comparaban con su propio estado, todo esto unido al Cristianismo que también llevó hasta ellos sus vividos resplandores, sin hacerles perder nada de su valor, dulcificaba su salvaje rusticidéz.

Los Hunos pueblo el mas bravio y agreste de todos ellos, impaciente por apoderarse de los territorios de cuantos delante de él estaban, moviéndose sin cesar y hostilizándoles, les obligó á que rompiendo la valla, repasasen el Danuvio, con cuyo acontecimiento coincidió según San Isidoro, Jornandes y otros historiadores godos, la conversión de los godos al Arrianismo conseguida por el obispo de su misma nación Ulphilas.

Habiendo hablado ya de Alarico y de Ataúlfo, y dados aunque ligeramente cuantos antecedentes hemos creído necesarios é indispensables para el mejor conocimiento de la raza destinada á ejercer tanta influencia en nuestro país, proseguiremos ocupándonos de todas las vicisitudes por que este fué atravesando hasta el total eslrañamiento de todas aquellas hordas salvajes y definitivo encumbramiento de la monarquía goda.

DE MURCIA 97

IV.

Según ya dijimos, á Ataúlfo sucedió Sigerico y á este, Walia, quien sobradamente astuto supo contemporizar con Roma, haciendo creer á sus soldados que á quien debian combatir en primer término, era á los vándalos, á los suevos y á los alanos; y como consecuencia de esto, dieron principio las operaciones con tan dichoso éxito, que los vándalos se vieron obligados á buscar refugio entre los suevos de Galicia, suerte que también les cupo á los alanos obligándoles á hacerse tributarios del imperio Romano.

No hubiera sido este obstáeulo para que Walia continuase la guerra contra ellos emprendida, pero en la marcha política que se habia trazado no entraba el romper abiertamente con la misma nación con quien celebrara paces obedeciendo á su interés particular, y la respetó.

Este respeto de entonces, su muerte acaecida poco tiempo después y la de Honorio dando alas á los vándalos y á los alanos, hizo que faltando á todas las estipulaciones, abandonaran las montañas de Galicia y pasando á las islas Baleares lleváronlo todo á sangre y fuego, y tornando á la península, tomaron horrible venganza de aquellas poblaciones de los cuales les habían arrojado los godos.

Cartagena, la ciudad que habían respetado los godos por lo mucho que valia, fué donde mas se ensañaron los bárbaros en su horrible sed de venganza. Apoderáronse de ella á viva fuerza, destruyéronla sin piedad, principiando desde este año 423 de la era cristiana á contarse la decadencia de aquella población que en tanta estima tuvieron los cartagineses y que á tan grande altura elevaron los romanos.

Las versiones que de este acontecimiento han hecho algunos autores son tantas y tan distintas que nos obliga ha detenernos en un asunto de tamaña importancia.

El padre Mariana ocupándose de él dice: «Lo que mas hace al caso »es entender que desde aquel tiempo los privilegios de la ciudad dé Car-

98 HISTORIA

•tagena, que llamaban Cartago la Nueva, se pasaron á Toledo como lo • testifica un antiguo escritor de las cosas de España; y algunos lo encienden de la dignidad del metropolitano cartaginés, otros de la audienc ia en que se administraba á los pueblos la justicia, que dicen antes estaba en Cartagena, y desde allí se pasó á Toledo. Las razones por una »y otra parte no son concluyentes. Quedará el juicio libre al lector para «resolverse por lo' que en otros hallase. A mí mas me parece que lo que »se trasladó fué la autoridad eclesiástica y la dignidad del metropolitano.»

La «Crónica» de Morales, solo indica que la destrucción de Cartagena por los vándalos fué tan grande que jamás pudo restaurarse, sin que en lo sucesivo volviera á hacerse mención alguna de tan gran ciudad.

Lafuente solo indica que fué tomada y saqueada por los vándalos, los cuales se dieron á piratear por aquellas costas.

San Isidoro, señalando dos distintos sitios en Cartagena, ocupándose del primero por los vándalos dice 'Cartilágine Spartaria eversa* con lo cual quiere significar que si bien tuvo que sufrir todos los horrores de una población tomada por fuerza de armas y por tan salvajes hordas, no fué su destrucción inmediata y absoluta.

Cáscales refiriéndose á este mismo acontecimiento, supone que Cartagena quedó destruida y que Murcia fué también tomada por los bárbaros.

Nosotros ignoramos por completo de donde podría el conmista murciano haber sacado esto, pues solo por congetura podría ser, puesto que ningún autor nos dice nada sóbrela toma de Murcia.

Presumible es que habiendo nacido ya esta población, habiendo crecido y estando desarrollada según las páginas de piedra que nos legaron los romanos, los bárbaros pasarán por ella y si bien no la destruyeran por completo porque la resistencia que opondría no seria muy grande, al menos le harían todo el daño posible.

Esto no pasa de ser una congetura nuestra, puesto que volvemos á repetir que nada encontramos que nos lo corrobore.

DE MURCIA ! 99

Tal vez otros, mas felices puedan descubrir algo sobre este punto tan oscuro déla historia de Murcia,'de lo cual nosi felicitaríamos sinceramente.

Con respecto^ á la toma de Cartagena, ya habrán podido juzgar nuestros lectores, la diversidad de opiniones en unos, y la falta de detalles en otros.

Sí entre tantas opiniones, y opiniones de tan doctos varones, nos es permitido emitir la nuestra, diremos que no participamos en absoluto de ninguna de las ya enunciadas, pues si bien es un hecho incontestable el asedio y toma de Cartagena por los vándalos, no creernos como Morales asegura, que su destrucción fué tal, que jamás volvió á restaurarse.

V.

El padre Mariana opina que lo que se trasladó á Toledo después de la destrucción de Cartagena, fué la autoridad eclesiástica y la dignidad del metropolitano y nosotros sospechamos que pudo muy bien ser al contrario, que la potestad civil fuera la que se trasladase á Toledo, mientras que la silla episcopal permaneciera en Cartagena.

El obispo Idacio, supone en su Crónica, y todos los historiadores están conformes, que los vándalos al llegar á Cartagena habian antes en su asoladora marcha, atravesado la Bélica ó sea la tierra á la cual habian dado su nombre de Vandálusia y saquearon á Sevilla lo mismo que después hicieron con Cartagena.

¿Y acaso por esto la silla metropolitana de aquel punto> cambió de lugar? Permaneció allí según el referido historiador y si bien este no1 nos asegura que á la de Cartagena le sucediera lo mismo, existe al menos una razón en aquel hecho, para creer que así sucediera.

¿Por otra parte no parece lógico que el Cristianismo naciente todavía TOMO I. 16

100 HISTORIA

con toda la fé, con toda la unción religiosa, con todo el celo y toda la energía de aquellos primeros siglos, permaneciera en el sitio donde habia lágrima^ que enjugar, dolores que consolar y necesidades que socorrer, que no abandonase aquel suelo, dejando abandonado al mísero rebaño herido por el lobo sanguinario y cruel?

Creemos que así debió ser; el valor que admiramos en aquellos primeros atletas del Cristianismo, no nos dan lugar á sospechar siquiera, que después de una catástrofe como la de que fué victima Cartagena, pudiera su metropolitano abandonarla, cuando la desolación habia entrado en ella, cuando el infortunio pesaba de una manera terrible sobre sus habitantes. En buen hora que la autoridad civil desmanteladas sus fortalezas, destruida la guarnición con que contara, sin elementos de mando, se trasladara á cualquiera otro punto; pero la autoridad eclesiástica se nos hace muy dudoso de creer, prescindiendo de que tampoco encontramos suficientes pruebas que nos lo justifiquen.

VI .

Fray Leandro Soler, lo mismo que el padre Flores son también de nuestra opinión, mas para corroborar la suya, citan la firma del obispo Héctor en el concilio Tarraconense celebrado el año 516 ó sea un siglo después del hecho á que se refieren.

Esta aseveración fácilmente podia ser destruida, puesto que muy bien pudo el año 423 haber sido arruinada Cartagena, trasladada su silla-á Toledo, y en el inmenso espacio que medió entre una y otra fecha, y con los repetidos cambios que se verificaron en la península durante ese tiempo haber tenido lugar para reedificarse, trasladarse de nuevo á ella la silla episcopal y firmar su Obispo en el concilio Tarraconense.

Todos los argumentos presentados por Fray Leandro Soler se refieren á muchos años después que tuvo lugar el hecho, y fácilmente se

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comprende que ea una época de revueltas, en un periodo de movilidad constante como fué aquel, podía muy bien desaparecer hoy lo que ayer existia, para tornar nuevamente mañana á restablecerse.

Para nosotros, volvemos á repetir que la afirmación de Idacio respecto áSevilla, nos mueve á creer que lo mismo sucedería en Cartagena, ademas que la bondad de nuestra religión, y la fé, y el amor, con que aquellos primitivos Prelados se desvelaban por el bien de la grey puesta bajo su custodia, nos afirman en la idea de que no pudo ser trasladada la silla metropolitana á Toledo.

Respecto á la suposición de Cáscales de que Murcia también quedó desmantelada, ya hemos indicado nuestra opinión. Es presumible que participara al igual de otros pueblos pertenecientes al Convento jurídico cartaginés, y nacidos á la sombra y bajo el impulso de la dominación romana, la misma suerte de su metrópoli; mas ignoramos la fuente de donde aquel dignísimo escritor pudo beber la noticia que dá, y por lo tanto, ni la negamos, ni tampoco podemos afirmarla.

V i l .

Días de prueba debieron ser para Cartagena, aquellos en que la salvaje pisada del vándado, destruía sin compasión los ricos monumentos que en su seno encerraba, saqueaba sus casas y maltrataba sus vecinos; pero felizmente, los hábitos nómadas de aquellas hordas, y su espíritu de pillaje y de saqueo fueron causa de que España se viese libre do una parte de sus enemigos.

Durante la minoría del niño Valentiniano, hijo de Placidia, regía esta el imperio y nombró prefecto de África al conde Bonifacio, gobierno del cual fué muy pronto relevado por instigación de Aecio, consejero íntimo de la regente.

Irritado el conde Bonifacio, por lo que calificó de afrenta, y obede-

402 HISTORIA

ciendo solo á la voz de su resentimiento, invitó á los vándalos á que pasaran á aquel punto, cediéndoles dos partes de las posesiones que allí tenian los romanos, reservándose únicamente la otra tercera.

¡Traición insigne que tres siglos después habia de imitar otro conde resentido también, abriendo las puertas de España á los moros.!

: Aceptaron los vándalos la proposición, con gran contentamiento de toda la España, que con este motivo se vio libre de unos huespedes que tanto perjuicios la trageron; pero todavía le quedaban los suevos, quienes al ver abandonada la tierra que ocupaban los vándalos, y vencidos á los alanos se apoderaron de ellas, á pesar de la resistencia de los romanos y de los mismos naturales. 1 1 >

Rechiario, primer rey cristiano que tuvieron los suevos, no obtuvo-con su nueva religión la bondad, la dulzura, y todas esas demás dotes que hacen á un rey ser amado por los pueblos que rige, razón por la cual los españoles deseaban cada vez con mayor impaciencia quebrantar un yugo que tan pesado se les hacia. Bárbaros eran también los godos, y sin embargo, mas confraternizaban con ellos que con las otras tribus.

Esto tiene una esplicacion muy sencilla.

VIII.

Ya indicamos en otro lugar que los godos, avanzada de los pueblos bárbaros cerca dé las fronteras de Roma, en sus incursiones por este territorio habían aspirado el perfume de la civilización que en él reinaba. Su dominación en la Galia, habia desarrollado entre ellos este germen civilizador que trageron de Italia y aunque conservaban todavía una gran parte de la rusticidez y dureza peculiares en ellos/ y de las cuales tarda mucho un pueblo de desprenderse, estaban en mejores: disposiciones de asimilación para con los españoles que las feroces hordas de las otras tribus.

UE MURCIA 403

Mientras los vándalos y los suevos, se-sucedían unos á otros en la dominación de la Bética, de la Lusitanía, de la Galicia y hasta la Cartaginense, los godos ocupando la Tarraconense en el espacio comprendido entre los Pirineos, el Segre y el Llobregat, por mas que dominasen también en la Galia meridional, su rey Teodoredo deseaba ensanchar los limites de su territorio.

Infructuosa su tentativa respecto á ia ciudad de Arles en 426, púsose con su gente sobre Narbona en 437, y dos años mas tarde la corte de Roma vióse obligada á negociar la paz por mediación de Abito, suegro de Sidonio Apolinar, obispo, poeta, y cronista de los sucesos tan complicados y revueltos de su tiempo.

••Época de dolores y de angustias era esta ciertamente,» según dice un historiador contemporáneo cuyas palabras no podemos resistir al deseo do transcribir; «en todas parte lanzaba gemidos tristes la humanidad: »to,lo era pelea, todo matanza y desolación, todo desorden, confusión y «espanto, el mundo sufría una especie de movimiento convulsivo; no ha-»bia reposo para la gran familia humana en parte alguna: en oriente y »en occidente, á solis ortu usque acl occasum, se guerreaba sin ce-»sar: no se conocían los límites de los pueblos; nada aseguraba los tra-»tados, la fuerza era del derecho de los hombres; cada cual se asentaba •donde podia, y lo que conquistaba aquello hacia suyo; la barbarie an-»daba mezclada con los restos del mundo civilizado, y los semi-bárba-•ros y gentiles en la Galia con Aecio general romano y católico, y con •Litorio general romano también, pero idólatra. Aecio representante de la «antigua cultura lleva por auxiliares en su ejército á francos, borgoño-»nes, hunos y alanos, los mas feroces y salvages que habia brotado la • Germania y la Escilia; Bonifacio general romano también, llama en su auxilio á los vándalos y Bonifacio y Aecio romanos todos pelean entre >si ambos con auxiliares bárbaros, y la larga lanza del uno se unde en »el corazón del otro: hombres, pueblos, sociedades, cultos, todos se con-»funden en sangrienta mezcla y no habia quietud en el Universo. No nos • maravilla que los mas creyentes de aquel tiempo sospecharan si la pro-

104 HISTORIA

• videncia habia retirado su tutela á la humanidad. Pero tampoco faltaron «hombres ilustrados que penetraron entre la oscuridad de aquella descomposición, por entre la nube de aquel laberinto de males, los secre->tos designios de la ley providencial y esperaron y proclamaron que tras • aquellos sufrimientos y dolores alcanzaría la humanidad una condición «mas ventajosa, mas digna de los altos fines de la creación que la que »hasta entonces habian conocido los hombres.»

IX.

Verdaderamente que esas grandes crisis que sufren los pueblos y por la que España estaba atravesando en aquellos momentos, no pueden prolongarse mucho y se resuelven generalmente en un sentido beneficioso, por que tampoco puede ser de otro modo.

La descomposición social que reinaba en la nación, no tenia mas que dos caminos; ó continuar adelante retrocediendo el pueblo español á sus primitivas condiciones, ó cauterizar aquellas úlceras reconstituyéndose bajo nuevas bases que le dieran" vitalidad y fuerza.

Lo primero era completamente imposible dada la ley del progreso que ha venido imperando en la sociedad desde su cuna, lo segundo era lo verdaderamente lógico.

«Adelante» ha sido la palabra que la humanidad ha venido trasmitiéndose de generación en generación, y los españoles á la altura de la civilización romana, no podían retroceder á las tinieblas que rodearon su primitivo establecimiento en nuestro suelo."

En los godos, veianmas asimilación con sus ideas, presentían que ellos al engrandecerse les engrandecerían, aspiraban á fundirse en una misma nacionalidad porque con ese instinto que casi nunca á faltado á los pueblos comprendían que valían mas que las hordas salvajes que se habian desparramado por el territorio español.

Pensando en esta fusión y anhelando el momento en que se realizara

DE MURCIA 4 0 5 para verse libres de todas las plagas que sobre ellos cayeron, un acontecimiento inesperado vino á cambiar la faz de la situación general del mundo conocido.

Romanos, francos y godos, enemigos que se habian estado haciendo la guerra en las Galias se reúnen para resistir al común enemigo que les amenazaba. ¿Quien era este?

Atila, el Azote de Dios, el rey feroz de los hunos, raza la mas bravia y salvage de cuantas el Septentrión habia arrojado sobre el mundo, al frente de sus formidables masas, se presenta á reclamar su parte en aquel inmenso botin que la barbarie estaba recogiendo de la Europa que principiaba á civilizarse.

Persia habia temblado á su aproximación y habia sido vencida por el terrible caudillo. Los ostrogodos y los jépidos le habian rendido vasa-

i i

llage; Teodosio II emperador de Constantinopla habia comprado su libertad con la cesión de la Iliria, seis mil libras de oro y un tributo anual. Habíase hecho señor de la Hungría y vencedor por doquiera, lanzóse sobre Occidente en busca do nuevos pueblos que destruir, de nuevos reyes que hacer sus vasallos.

En el año 451 al frente de quinientos mil guerreros según unos ó de setecientos mil según otros, fijando su avarienta y ensangrentada pupila sobre las Galias, y como una tromba, lanzóse al frente de sus legiones sobre ella.

Hunnerico rey de los vándalos de África, temeroso de que Teodoredo rey de los godos fuera á castigarle por su indigno proceder con una de sus hijas con la cual estaba casado, invitó á Atila para que hostilizando por la parte de Occidente y ayudado por él seharia dueño de la Italia, de las Galias, de España y de África, siendo ambos con esto los señores del mundo.

Alhagador era el proyecto y Atila, sagaz en medio de su barbarie, para tranquilizar á Valentiniano y á Teodoredo, quienes no pudieron ver sin sobresalto el movimiento de aquellas hordas, manifestó á cada uno reservadamente que iba en contra del otro.

108 HISTORIA

X.

Por fortuna no fueron creídas sus palabras, y concertándose los Godos, los Romanos y los Francos con su Rey Meroveo, fundador de la dinastía Merovingia, le esperaron á la orilla del Loire, siguiéndole á los Campos Catalaunicos, qne según el historiador Jornandes, tenían una estension de cien leguas, por sesenta y dos de latitud.

En aquella inmensa'llanura, seguri dice Chateubriand, «seveia reunida una parte considerable del género humano, como si 'hubiera quej i do Dios pasar revista á los ministros de sus venganzas, en el mo-»mentó en que acababan de llenar su misión: iba á distribuirles las con-»quistas, y á señalar los fundadores de los nuevos reinos. Estos pueblos «venidos de todos los estremos de la tierra, habianse colocado bajo las »dos banderas del mundo futuro y del mundo pasado, de Atila y de Aecio. >Con los romanos marchaban los Visigodos, los Letos, los Armoricanos, «los Galos, los Bretones, los Sajones, los Borgoñones, los Sarmatas, los «Alanos, los Marcomanos y los Francos, sugetos á Meroveo: Con los Ruanos militaban "otros Francos y otros Borgoñones, los Rúñanos, los • Erulos, los Turirigios, Ostrogodos y Jepidos.»

Tal era el conjunto de aquella multitud de soldados de distintas naciones que iban á librar la gran batalla que registran los anales de la Historia.

Alli no se trataba de una dinastía, de una nación, de una ofensa; la causa que allí se iba á debatir estaba muy por encima de todo eso; era la causa de la civilización contra la'barbarie.

Y como era natural triunfó la primera, y Atila fué vencido. El rey de los godos pereció en la batalla y la victoria obtenida pudiera haber dado mayores resultados, á no haber temido el caudillo romano Aecio, en vista del valor desplegado por los godos no se volvieran contra él, ó tomasen demasiado ascendiente en los negocios del imperio.

DE MURCIA 107

Tarismundo que sucedió a su padre Teodoredo, reinó muy poco; su-cediéndole su hermano Teodorico, que llegó al trono, por las gradas del fratricidio.

El imperio romano vacante por la muerte de Valentiniano es ocupado por Máximo, que mandó asesinar á aquel en venganza de la infamia que cometiera con su esposa.

Empéñase Máximo en contraer nuevas nupcias con Eudoxia viuda de Valentiniano y esta para libertarse de aquel yugo que sé la imponía, llama en su ausilio á los vándalos, que por espacio de catorce dias saquean y destruyen la ciudad demoliendo con salvaje ardor las estatuas y objetos artísticos que Alarico habia perdonado.

Eniromélense los godos con este pretesto á nombrar un emperador, y Abito marcha á Roma de donde fué depuesto al poco tiempo por el suevo Ricimer.

Al mismo tiempo Rechiario, rey de los suevos de Galicia, invadiendo la provincia Cartaginense llega hasta Tarragona, la acomete, la saquea; hasta que alcanzado por los godos de Teodorico en las márgenes del Or-bigo es derrotado, habiendo de retirarse á las estremidades de Galicia.

XI.

Difícilmente registra la historia en sus páginas una sucesión de crímenes, para escalar los tronos, y una sucesión de guerras para conquistar y apoderarse de distintos pueblos, como la de la época de que nos vamos ocupando. Parecía que todas las malas pasiones, comprimidas durante largo tiempo dentro del pecho de un gigante, habían estallado con violencia, y rompiendo la cárcel que las sugetaba, habíanse esparcido por el mundo para sembrar en él el llanto, la muerte, la desolación y el espanto.

Teodorico deseoso de castigar á Rechiario, persigue con encarniza-TOMO i. 1 7

108 HISTORIA

miento á los suevos. Bracara ó Braga le abre sus puertas, y los godos, los soldados menos bárbaros de todas aquellas feroces tribus, saquean según Ferreras la ciudad; derriban los altares, despojan los templos, con-viértenlos en caballerizas, y Rechiario descubierto en su retiro es entregado á Teodorico y condenado á muerte-.

Mérida, Astorga y Palcncia, cayeron en poder de los godos y este fué por decirlo asi el principio del engrandecimiento de su dominación en la península.

¿Para qué cansar al lector con la larguísima serie de oscuros sucesos, embrollados y sin plena justificación que encontramos en los historiadores de aquel tiempo? Ennegrézcase un poco mas el cuadro que venimos delineando; póngansele las tintas un poco mas duras, figúrense guerras intestinas; nombres oscuros; saqueos y debaslaciones; caudillos que se titulaban reyes por que iban al frente de alguna parcialidad, que morían bien en una batalla, bien asesinados, sin legar á la posteridad mas que un nombre que acaso recogia un historiador; pasiones sórdidas, crímenes repugnantes, violaciones de la fé jurada: sangre y eslerminio; y con esto se tendrá el conjunto de toda aquella época hasta la muerte de Teodorico, á quien quitó la vida su hermano Eurico á fines del año 466.

XII.

Se habia familiarizado el crimen de tal manera, con aquellas gentes, considerábase el asesinato como ,una cosa tan natural bien para suceder un hermano á otro en el trono, para deshacerse un válido de otro que le hiciera sombra, que no encontramos por doquiera en todo aquel tiempo mas que acontecimientos de esta especie.

Teodorico fué de los mejores monarcas que tuvieron los godos, y creemos que nuestros lectores no llevarán á mal que transcribamos al-

DE MURCIA 109

gunas de las particularidades de su vida, que Sidonio Apolinar nos ha dejado en una carta dirigida á Agrícola.

Nos detenemos algún tanto en ciertos detalles referentes á toda esta época, porque creemos que para apreciar debidamente un orden de cosas establecido ya,, es necesario conocerlas causas que le atrageron, y los trabajos y azares porque pasó un país para llegar á él; podrá objetársenos tal vez, que siendo una historia particular de una localidad determinada, la que venimos haciendo, nos apartamos de ella para historiar otros sucesos. Nosotros creemos que existiendo una relación tan grande enLre lus hechos que historiamos y la suerte de nuestra provincia, que no conociéndose en la época a que nos referimos pais propiamente dicho, puesto que hoy dominaban unos y mañana otros; y sucedién-dose sin cesar las invasiones, las desvastasiones y las dominaciones, refiriendo estas y ocupándonos de todos los hechos y de todas las personas que con ellas se relacionaban, seguimos á la vez la historia general del país, y la particular de nuestra provincia, que no particularizan ninguno de los historiadores á quienes nos referimos, y que si la nombran lo hacen por incidencia como de otras muchas, bien marcando el lugar donde se libró una batalla, la devastación de un pueblo ó la muerte de un caudillo.

x m .

Hecha esta salvedad, copiamos las noticias que de Teodorico nos dejó Sidonio Apolinar, tanto por que en ellas se manifiesta algunas particularidades de aquellas cortes godas, cuanto por que se retrata el carácter y las costumbres de un monarca que castigó á los suchos por una de las talas hechas en nuestro país, según ya hemos indicado, cuando estos descendiendo de Galicia mandados por Rechiarío, llegaron hasta Tarragona.

Dice así Sidonio Apolinar:

i 10 HISTORIA

'La estatura de Teodorico, es mediana, su cabeza redonda, y su >cabellera espesa y crespa se levanta desde la frente hasta la coro-«nilla; pobladas cejas coronan sus ojos, y cuando baja los pjrpados, sus «largas pestañas llegan casi hasta la mitad de las mejillas. Sus orejas, «según la costumbre de su nación, estás cubiertas y como azotadas por «los rizos de su larga cabellera. Su nariz forma una graciosa curva. »Crécele mucho pelo bajo las sienes, pero todos los dias lo afeita de-»bajo de la nariz y en las partes inferiores del rostro. Su cuello y su «barba son regularmente gruesos, y su tez, de un blanco de leche se > colora algunas veces de un sonrosado juvenil

«En cuanto á su método de vida, Teodorico se levanta antes del >dia y se dirige con escasa comitiva á visitar á sus sacerdotes, por los «cuales nuestras grandes atenciones, aunque de sus conversaciones confidenciales pueda colegirse que este respeto dimana mas que de la piedad, «de la costumbre. El resto de la madrugada está dedicado á los ciuda->dos del gobierno. Oficiales armados permanecen'en pié alrededor del Urono, y si bien los jefes son admitidos al consejo para que no pueda • decirse que dejan de asistir á él, se mantienen separados, y pueden «hablar y discurrir libremente entre las cortinas de la sala y una bar-«rera exterior. En el interior del salón penetran los diputados de los «pueblos; el rey escucha tanto como le hablan, y contesta en pocas pa-«labras. Si el negocio de que se trata exige ser meditado, lo aplaza; en «casos sencillos ó urgentes manifiesta su decisión en el acto.

«A la hora segunda (las ocho,) se levanta del trono y se dirige á «inspeccionar su tesoro ó sus caballerizas. Si después parte á la caza, «no lleva al hombre su arco, pues lo consideraría indigno de la ma-«gestad real; pero si mientras andan ó cazan divisa una res, tiende la «mano hícia atrás, y un esclavo coloca en ella un arco flojo, pues tan «innoble creería cargar con un arco cuando no lo necesita como reci-»birlo tendido. Tiéndelo, pues, el mismo, coloca en él la flecha y dis-«para. A veces antes de disparar manda á alguien que le designe lo que «ha de tocar, indícanle la presa que ha de derribar y la derriba, pudien-

UE MÜUCU \ \ \

«do darse por seguro que si equivocación hay, será de parte del indicador, nunca del tirador.—Respecto á sus comidas, las que hace los »seis dias de la semana en nada se distinguen de las de un mero particular. No se oye crugir la mesa bajo el peso de una maciza vagilla »de plata, y allí nada pesa tanto como las palabras; se calla ó se ha-• bla de cosas graves. Las colgaduras de los lechos del banquete son »de púrpura ó de algodón, los manjares se recomiendan mas bien por «su buen guiso que por su estrañeza; la plata se hace admirar mas por »su brillo que por su peso y las copas son presentadas á los comensa->les con bastante intervalo, para que antes la sed las desee que las «rechace la embriaguez. En una palabra, allí se encuentran reunidas «la elegancia griega, la abundancia gala y la presteza italiana; pompa «pública, solicitud privada y disciplina real. De los magníficos festines «de los domingos no hablaré, por ser cosa sabida hasta de las persog a s mas oscuras.

»Después de comer, duerme muy poco, ó nada. Entonces se le lle-«va el tablero de los dados. En el juego invoca alegremente la fortuna «ó la espera con paciencia: si gana calla, y si pierde se sonríe. Poco «aficionado al desquite, gústale no obstante aparentar que no teme los «azares. Suele deponer en el juego la reserva de rey y excita á todo «el mundo ala franqueza y á la familiaridad: le complace ver las emo-»ciónos del que pierde, y necesita que se enfade el vencido para creer «en su propio triunfo: muchas veces esta misma alegría, cuya causa es «tan frivola, favorece á otros negocios mas graves Yo mismo cuan-«do tengo algo que pedirle me procuro una feliz derrota y pierdo la par-«tida para lograr mi pretensión.

«A las tres vuelve á cargar sobre él el peso de los negocios: rea-«parecen los pretendientes y este impertinente cortejo se agita en der-j redor suyo hasta que la noche y la hora de la cena le hacen disper-«sarse. Algunas veces durante la comida se introducen parlantes y bu-«fones; pero sus mordaces chistes deben respetar á los convidados. Na-»da de músicas ni de coros: los únicos aires que agradan al rey, son

112 HISTORIA

»los que despiertan el valor bélico. Finalmente, cuando se retira á descansar, por todas partes hay centinelas armados á las puertas1 del palacio.

A esta descripción añade después un escritor contemporáneo: «Las 'guerras en que anduvo casi siempre envuelto éste rey no devieron dejarle • disfrutar mucho tiempo de este sistema de vida.»

Tal era el monarca á quien debió sú engrandecimiento la monarquía goda en nuestra península y al cual su hermano Eurico arrebató la vida para sucederle en el trono.

DE MURCIA 113

ACLARACIONES X COMENTARIOS A LOS

DISCURSOS HISTÓRICOS.

CAPÍTULO IV.

Continuación del precedente.

I.

^ ^ ^ U R I C O ó (Ew reich, rico en leyes,) estaba, destinado según todos los historiadores á labar la mancha que ennegrecía su subida al trono por medio del engrandecimiento que dio á la monarquía goda, y de las sabias leyes que hizo.

Su pensamiento era el de formar un reino gótico independiente por completo, para lo cual le favorecía en alto grado el estado de abatimiento en que se encontraba el imperio romano

Cauteloso y precabido, empezó haciendo alianzas con Genserico rey de los vándalos, con Remismundo rey de los suevos y. con Arvando prefecto de las Galias.

Dado este primer paso atacó con decisión las posesiones romanas de la Galia y aunque Gliceríco mandó á defenderlas un ejército de ostrogodos, estos, que eran arríanos y tenian mas razones de simpatía y afee-

114 ; HISTORIA

to con los visigodos que con los romanos, se unieron á los soldados de Eurico consiguiendo estos la victoria á muy poca costa.

Julio Nepote, otro de esos «fantasmas coronados que pasaban como fuegos fatuos sobre el agonizante imperio de los Césares,» ordenó á Ec-dicio que se sostenía en Auvernia que no opusiera resistencia alguna á Eurico y con este motivo se posesionó de Arles Marsella y Clermont, pa,-sando á Burdeos á recibir las felicitaciones de los principales vecinos.

Realizada esta feliz campaña, el monarca godo revolvió sus armas contra los romanos de España.y destacando dos cuerpos de ejército al frente de uno de los cuales se puso él mismo, según San Isidoro, se apoderó de todas las plazas fuertes que aun conservaban'aquellos como^ eran Pamplona, Zaragoza, Tarragona y Cartagena que habia sido de vuelta á los romanos por Rechila después que al frente de los suevos se apoderó de ella.

II.

Escasísimas son l¿s noticias que de Cartagena nos conservan las crónicas de aquel tiempo debiendo pensar en vista de esto que su importancia habia amenguado mucho. Efectivamente, razones hay para creerlo así. Cartagena para los cartagineses y para los romanos tuvo un valor inmenso que los godos no podían apreciar. Desgraciados y poco espertas en empresas marítimas no podían conocer las ventajas de aquel puerto, el primero del Mediterráneo. Esplotadas en grande escala sus ricas minas, cuando los godos se posesionaron de ellas su falta de conocimientos metalúrgicos por una parte, y lo agotados que ya se encontraban sus abundantes filones fueron causa para que no pudieran dar el valor á aquella ciudad, que los romanos y sus antecesores.

Las obras de arte, las fortificaciones, los palacios, habian sido arruinados por las invasiones de los bárbaros y aunque se hubiese tratado de

DE MURCIA 1 1 5

restauraría en lo posible nunca pudo ser esto en aquella época de perenne inseguridad lo bastante para borrar las huellas destructoras de los salvages.

Todas estas razones unidas contribuyeron á hacerla decaer en importancia y tal vez á que su nombre no figurase en la historia de aquellos tiempos como antes lo hiciera, aunque la verdad es, que pocas poblaciones figuran en ella, pues los hombres y los hechos atraían toda la atención-separándola de las ciudades.

Según" el cronista Idacio, por aquellos tiempos* ocurrieron en España una porción de prodigios, que refiere con toda la buena fé de su sencillez y credulidad, prodigios á los que dá cierta influencia en los destinos humanos.

La mayor parte de los historiadores, bien coetáneos de Idacio, bien posteriores, ó los omiten ó se ocupan si acaso de alguno de ellos.

San Isidoro y el padre Mariana son de estos últimos, pero ya los historiadores contemporáneos, mirando bajo el prisma de la fria razón aquellos portentosos acontecimientos, les han negado toda la importancia que se les daba y los han omitido en sus escritos.

Imaginaciones crédulas, espíritus sencillos, é inteligencias no muy adelantadas, veian un efecto físico desconocido para ellos; sorprendíales por lo mismo que no podían definirlo, circulaba de boca en boca, llegaba á los oídos del historiador, crédulo y sencillo también, aumentando prodigiosamente su magnitud y lo estampaba en su crónica dando por medio de la idea religiosa que le dominaba una aplicación á aquel prodigio, aplicación que no han podido hallar plenamente justificada, los modernos historiadores.

Tanto por la omisión que estos hacen de aquellos hechos, cuanto poique para nada se relacionan con la historia que vamos haciendo, los omitimos también convencidos de que nada ha de perder pbr ello nuestra obra.

TOMO I. 1 8

4 1 5 HISTORIA

III.

Las campañas de Eurico coronadas por el mas feliz éxito, dieron por resultado hacerle el primer rey godo independiente que hubo en España, siendo los límites de su territorio los mas estensos y la mayor monarquía que se fundó sobre los escombros del imperio de Occidente. Este espiró bajo la desdichada dominación de Agústulo, proclamándose rey de Italia Odoacro, en Agosto del año 476.

M. Le Bas dice hablando de este acontecimiento, que Roma cuyo principio fué el ser una guarida de vandidos, después de doce siglos de poder volvió á hundirse en el polvo de donde habia nacido.

Odoacro á su vez fué destronado por Tcodorico rey de los ostrogodos; siendo con esto dos las monarquías godas constituidas la una por Tcodorico con los ostrogodos de Italia, y por Eurico con los visigodos la otra, en España y las Galias.

Sin enemigos formidables á quien conmbalir Eurico, dedicóse á proteger las artes y á compilar, establecido ya pacíficamente en Arles, en un código llamado de Tolosa, por haberse publicado en esta ciudad, todas las

[ordenanzas de la milicia y los usos y costumbres que tenían los godos para la decisión y fallo de sus litigios.

Conformes se hallan todos los historiadores en que el reinado de este príncipe fué el verdaderamente importante entre los godos, puesto que á él se debe la constitución definitiva de la monarquía, y la evacuación completa de España por los romanos. ¡Lástima que tan esforzado guerrero, como sabio legislador, hubiese subido al trono por las gradas del crimen, y empeñase los hechos gloriosos de su vida con la encarnizada persecución que hizo á los Cristianos.!

DE MURCIA 117

IV.

Su hijo Alarico bajo el punto de vista guerrero, no fué digno sucesor 'de su padre.

Mas dado á los trabajos legislativos y á la paz y tranquilidad de su reino, carecía de aquella grandeza, y energía y arrojo, que tanto re

nombre y gloria dieron á su antecesor; así fué que Clodoveo rey de los Francos, que miraba con envidiosos ojos el poder y grandeza de los godos, trataba por cuantos medios estaban á su alcance, de provocar una guerra, convencido deque Alarico quedaría derrotado en ella y dueño él de aquella Galia que tanto ambicionaba.

Pero Alarico que ya habia dado repetidas muestras de debilidad en algunas cuestiones anteriores, quiso tener una entrevista que se verificó en Amboise abrazándose ambos monarcas, y aparentando quedar muy sitisfechos el uno del otro.

El pequeño espacio que siguió á esta visita y á estos abrazos, los deúcó Alarico á recopilar las leyes del código Teodosiano que pudieran

aplierse á su nación, formando un nuevo código bajo el título de Brebíiño de Alarico ó bien de Aniano, nombre del ministro que refrendó lat. copias que se remitieron á todos los condes, aprobada por la Asamblb de Obispos y de Proceres; código que bajo las penas mas severas orunaba el rey, rigiera en lo sucesivo para todos los tribunales de justicia.

Clodoveo entre tanto, y sin tener en cuenta el abrazo y entrevista de Amboise, 'apúsose para la guerra que Teodorico rey de Italia venia conteniendo 'lempo hacia, interponiendo su influencia entre Alarico y Clodoveo.

Por fin tales heron las instigaciones de este, que Alarico se vio obligado á ponerse al frente de sus tropas, y encontrándose con losfran-

' 1 1 8 HISTORIA

eos en Vougle, quedó derrotado perdiendo la vida con la batalla. La minoria de Amalarico, hijo legítimo de Alarico, dio lugar á

que Gesaleico hijo bastardo del monarca godo, fuese proclamado rey; con lo cual irritado Teodorico, tomando sobre sí la defensa de los derechos de su nieto, mandó un ejército de ostrogodos á las órdenes de Ibbas, el cual venciendo primero á los francos y borgoñones, dirigióse á Barcelona donde se hallaba Gesaleico, á quien espulsó de allí por fuerza de armas, obligándole á refugiarse en África donde fué perfectamente recibido, por Turismundo rey de los vándalos.

A contar de aquel momento, Teodorico reinó en España en nombre de Amalarico confiriendo sus poderes á Teudis, ostrogodo de nacimiento.

V.

En cuantas historias hemos consultado no encontramos nada cieto respecto á la venida de Teodorico á España, como supone Fray Leaidro Soler, al hablar de Severiano, del cual nos ocuparemos á su dbido tiempo. Por ahora, y tomando acta solamente de lo que se refiep á la venida de aquel, y á las pruebas que aduce para justificarla, direms; que teniendo en cuenta que quien reinaba verdaderamente en la Espña goda era Teodorico, por mas que Teudis lo hiciera en su nombre,y durante la minoría de Amalarico, pudieron muy bien los Obispos regidos en los concilios de Tarragona y de Gerona en 51G y 517 dar pricipio á ellos, poniendo según nos dice Fray Leandro Soler en su Jtstoria: En el nombre de Cristo synodo celebrado en Tarragona en -l año sesto del rey Teodorico en el consulado de Pedro en el día seifde Noviembre, y en el de Gerona la misma fórmula, aunque wmbúndo el año y el cónsul.

No podemos comprender lo que de San Isidoro refiere el padre So-

DE MURCIA ''119

*lcr diciendo: «Que habiendo obtenido elreyTcodoi'icoel reino de España, »por quince años, lo dejó en vida á su nieto Araalarico, y que desde allí ¡>se restituyó á Italia donde reinó con toda prosperidad algún tiempo."

Decimos que no comprendemos esto, puesto que Teodorico reinaba ya en Italia, en virtud, sino del derecho propio, del derecho de la fuerza, por medio de la cual arrojó del trono á Odoacro.

La minoría de Amalarieo, y la proclamación de su hermano bastardo Gcsaleico, le obligaron á tomar parte en los asuntos de España, no por cesión que le hicieran de este trono durante un tiempo dado, pues no tenemos noticias de que Eurico, dejase disposición alguna sobre esto, sino solamente por su voluntad, guardando absoluto silencio los historiadores modernos, sobre un hecho que siendo de tanta importancia, según lo contrae Fray Leandro Soler á la aseveración de San Isidoro, le hubieran tenido en cuenta, silencio para nosotros muy significativo puesto que no solamente nada de esto dicen, si que tan poco justifican en manera alguna la venida de Teodorico á España durante aquella época.

Teudis gobernaba la España ateniéndose en un todo á las instrucciones que de Italia recibía, y presumible es que en todas las fórmulas empleadas para los documentos de la época se pusiera la fecha de la época en que Teodorico se habia abrogado la regencia, durante la minoría de su nieto, en lo que parecen convenir las fechas de los dos concilios citados; pues habiendo dado principio esta según los cronologistas en 510, hacia seis años justos en 516, fecha del concilio Tarraconense, y siete en 517, fecha del celebrado en Gerona.

VI .

Gesaleico que como ya hemos dicho en otro lugar, se habia refugia1

r

do en África, ausiliado por el rey de los vándalos volvió á las Galias, levantó un ejército, y atravesando los Pirineos, lo hizo con tan mala

420 HISTORIA

suerte que tropezando á cuatro leguas de Barcelona, con una parte del ejército de Teodorico fué derrotado y puesto en fuga, encontrando la muerte en ella, bien de disgusto por su mala suerte, según algunos escritores, bien por que habiendo caido en manos de una partida de ostrogodos, le dieran estos la muerte.

Teodorico habia llegado á concebir sospechas respecto á la administración de Teudis, sospechas completamente infundadas, puesto que este governaba con estrema Ja prudencia, doliéndose de que en virtud de las exigencias de Teodorico, las rentas de España hubieran de pasar á Italia, en términos que se negó bajo diferentes pretestos á marchar aquel punto para dar las cuentas de su administración. Esto unido á que Teudis ejercía una gran inflencia en España, por las inmensas riquezas que aportara su esposa al matrimonio, y por las simpatías de que disfrutaba, aumentaron los recelos del ostrogodo, haciéndole que apresurase el momento de declarar mayor de edad á su nieto, despojando de todos sus cargos á Teudis, quien con este motivo volvió á entrar de nuevo en la vida privada.

Antes de la muerte de Teodorico, y para evitar cuestiones entre el nuevo rey de España y el futuro de Italia, se fijaron los limites de ambos territorios, acordándose que el Ródano seria el límite de ambos estados.

De corta duración fué el reinado de Amalarico; casado con Clotilde hija de Clodoveo, quiso obligarla por medio de la tuerza á que abjurase el Catolicismo que profesaba, para hacerse arriana como él, en tales términos que ostigada sin cesar la reina hubo de quejarse á sus hermanos, los cuales acudieron en su defensa, con tan mala suerte para Amalarico, que perdió la vida después de perdida la batalla que se empeñó, mientras que los francos recogiendo un inmenso botin, regresaron á su pais.

Con la muerte de Amalarico áin dejar sucesión, viéronse obligados los visigodos á elegir un nuevo rey, y esta elección recayó en Teudis que con tanto acierto rigiera el reino durante la menor edad de Amalarico.

DE MURCIA 121

Al mismo tiempo Belisario adquiría gran renombre en África, destruyendo á los vándalos, añadiendo todo el terreno conquistado al dominio de Justiniano emperador de Oriente.

Vil.

Los reyes francos conservando hacia los godos el rencor de su padre Clodoveo, aumentado doblemente por la conducta de Amalarico con su hermana Clotilde, y sirviéndoles esto de pretesto, en 542 los dos hermanos Childeberto y Clotaldo, al frente de un numeroso ejército pasaron los Pirineos, y tomando á Pamplona, Calahorra y algunas otras ciudades, fueron á sitiar á Zaragoza de la cual se retiraron al ver que los ciudadanos llevaban en procesión la túnica de San Vicente, regalándole el clero agradecido la estola del Santo mártir, con la cual y con el botín recogido en las ciudades saqueadas regresaron á sus hogares.

Pero el ejército godo mandado por Teudisela se posesionó de los desfiladeros de los Pirineos, y al verse los francos perdidos, negociaron con él por medio de una crecida suma, un plazo de veinte y cuatro horas para pasar sus tropas, transcurrido el cual cayeron aquellos sobre las que aun no habian tenido tiempo de salvarse y ÍES pasaron á cuchillo.

Conquistada por Belisario toda el África y sugeta al poder de Justiniano se posesionaron de Ceuta, por lo cual inspirando algunos temores á Teudis dispuso que fuera un ejército á recobrarla; siendo derrotados y muriendo á poco tiempo el monarca godo á manos de un loco, ó que fingía estarlo, según se hayan contestes la mayor parte de los historiadores.

Elevado al trono Teudiselo, que era el mismo general qne derrotó á loo francos, fué asesinado á los cinco meses por sus nobles, irritados por el desenfreuo á que se entregó, nombrando en su lugar á Agila el cuál, no siendo del agrado de una gran parte de )a nación dio lugar

122 HISTORIA

á que Atanagildo noble godo tan ambicioso como astuto, esplotando aquella animosidad se hiciese proclamar rey.

Para asegurarse mucho mas en el trono, demandó ausilios á Justi-niano que á la sazón habia arrojado de Italia á los ostrogodos, y este condescendió en dársele mediante la cesión que aquel le ofreció de todo el territorio de la costa de España, comprendido entre Gibraltar y los confines de Valencia.

Merced á este socorro, Atanagildo pudo sentarse en el solio Español, aunque á costa de ver muchas de sus ciudades, entre otras Cartagena en poder de los griegos bizantinos; y como esto no podia convenirle, temeroso de que esta vecindad pudiera traerle para mas adelante disgustos de consideración, arrepentido ya de lo que habia hecho, revolvió sus armas contra ellos, y aunque pudo recuperar algunas plazas, no consiguió arrojar á los griegos de España donde continuaron durante muchos años.

VIII .

#

Por este tiempo pone Fray Leandro Soler en su * Cartagena Ilustrada» la salida de esta nobilísima ciudad del duque Seberiano, tronco del cual brotaron los santos honra y prez de la ciudad, y lumbreras famosísimas de su tiempo, cuyos resplandores han llegado hasta nosotros-en las obras que nos dejaron escritas.

Reservando el ocuparnos de esta santa familia al tratar de la historia religiosa, omitiremos por ahora el impugnar' ó asentir á algunas de las opiniones del citado historiador, prosiguiendo la narración de los hechos que directa ó indirectamente se relacionaban en la esfera oficial del mundo conocido, con nuestro pais.

A la muerte de Atanagildo ocurrida en 567 las ambiciones para ocupar el trono desembozáronse de tal modo que deseando todos jser elegi-

DE MURCIA 123

dos habia muy pocos electores. Algunos historiadores dicen que aquel intervalo duró cinco años aunque lo mas verosímil es que solo fué de algunos meses al cabo de los cuales fué proclamado rey Liuva el cual asoció á su hermano Leovigildo, á quien cedió el mando de España reservándose él la Galia, aunque duró muy poco este arreglo pues habiendo fallecido á los cuatro años según el cronologista Dreys, Leovigildo se quedó rigiendo los destinos de toda la monarquía goda.

Hay algunos historiadores que no cuentan á Liuva entre los monarcas godos españoles.

La razón es muy sencilla y se esplica perfectamente por la cesión que hizo á su hermano Leovigildo del gobierno de España, mas á pesar de esta cesión, y aun ella misma, es una prueba mas de que el verdadero rey era él.

Además, existiendo medallas acuñadas en su nombre, opinamos como algunos historiadores modernos que seria faltar por completo á la verdadera exactitud histórica la omisión que de su nombre se hiciera en la enumeración de los monarcas gótico-hispanos.

Ya hemos dicho que con la muerte de Liuva quedó Leovigildo por legítimo rey de la Galia y de la España.

Distintas calificaciones ha merecido Leovigildo por parte de los historiadores, exageradas muchas de ellas, pues para calificar cierta clase de hechos, creemos que deba tenerse muy en cuenta la época en que tuvieron lugar, las condiciones de educación, de posición, de política en que se encontraban las personas que en ellos tomaron parte, las cir- \ / ¿ cunstancias que para ellos debieran concurrir, y tenido todo esto en consideración, emitir el juicio.

Los actos de Leovigildo han sido por algunos considerados con bastante ligereza y de aquí han nacido las calificaciones duras ó apasionadas.

Pero sea de ello lo que quiera, con él dio principio una era nueva para España, pues aunque el cristianismo no fué declarado religión del estado hasta la subida al trono de Recaredo su hijo, la verdadera revolución religiosa dio principio en Leovigildo con motivo de la fé y cons-

TOMO i. I D

124 HISTORIA

tancia del Santo Hermenegildo hijo del monarca godo y al cual este mandó degollar según mas adelante veremos. '

Por lo tanto y dando casi por terminada la dominación arriana en el reinado de Liuva, haremos objeto de un capítulo separado el principio del desenvolvimiento de la España goda católica hasta la traición del conde D Julián.

DE MURCIA 425

ACLARACIONES X COMENTARIOS A LOS

DISCURSOS HISTÓRICOS. '

CAPÍTULO IV.

España goda católica.

I.

( ^ C ^ ' o N el reinado de Leovigildo entramos en uno de los períodos mas interesantes de la historia goda.

La monarquía tomando verdaderas formas, dejando el rey de ser el caudillo de una horda, tiende ya á fundir en una todas las razas que poblaban su territorio, haciendo leyes niveladoras, por decirlo así, y dando él mismo el ejemplo de aquella fusión de razas enlazándose con una dama española, cuando hasta entonces habia estado terminantemente prohibido, que estos enlaces se verificaran.

Teodosia, hija del duque Severiano, gobernador de Cartagena, tuvo la dicha de ser la llamada á realizar esta fusión enlazándose con Leovigildo mucho tiempo antes de que subiera al trono, dando la gloria á su -país de haber sido madre de Hermenegildo y Recaredo, designados ambos por la providencia para desempeñar un importantísimo papel en la historia del cristianismo y del progreso.

126 HISTORIA'

Algunos historiadores, é historiadores de clarísimo ingenio y erudición, han tratado de negar este matrimonio, y por consecuencia el parentesco de San, Leandro, San Fulgencio, San Isidoro, y Santa Florentina, con Leovigildo, Hermenegildo y Recaredo.

Únicamente una interpretación poco feliz por parte del marqués de Mondejar, de ü . Gregorio Mayans, y del padre Florez, pudo hacerles negar un hecho que el crisol purificador de la historia, de D. Nicolás Antonio y permítasenos la comparación, ha dejado lo suficientemente depurado y esclarecido.

No nos detendremos aquí á refutar uno por uno los argumentos que aquellos tan discretísimos escritores presentan para corroborar su aserto, porque los creemos basados'sobre un tan deleznable cimiento, que no la nuestra, sino la autorizada voz de un Mariana, de un D. Nicolás Antonio, de un Lafuente, y sobre todo de algunos otros escritores coetáneos, son suficientes para destruirlas.

I I .

Pueril afán, cuyos móviles ignoramos, parece que han tenido muchos historiadores para quitar glorias á una población, y concedérselas á otra, sin aducir pruebas bastantemente justificativas para demostrar su aserto.

Indudablemente, de este afán ha nacido, que en la crónica atribuida á Máximo, obispo de Zaragoza, y que es solo según nos ha demostrado posteriormente D. Nicolás Antonio, una crónica falsamente escrita y falsamente aplicada, se diga que San Leandro habia nacido en Murcia, nacimiento que ningún otro historiador se ha atrevido á fijar en este punto, y sí en Cartagena, cuya gloria ni puede ni debe arrebatársele. Glorias bastantes tiene Murcia en sí, según dice muy bien Fray Leandro Soler, para que necesite vestirse con las agenas que la atribuye el falso Máximo.

DE MURCIA ' 1 2 7

Nosotros vemos suficientemente justificado, tanto el nacimiento de San Leandro en Cartagena, cuanto el casamiento de Teodosia con Leovigildo, inaugurando con él la realización de su pensamiento político, cual era, el de separar la distancia que mediaba entre aquellas razas, destinadas á no constituir mas que una sola monarquía; y esta justificación nos la dan los historiadores á quienes hemos consultado, historiadores que coetáneos, ó muy poco posteriores á aquellos sucesos, los unos, y modernos y muy discretos y entendidos los otros, puestas sus opiniones y la de los que niegan aquel hecho en la balanza del criterio se debe inclinar siempre al lado en que militan los primeros.

Uno de los primeros cuidados de Leovigildo apenas se encontró dueño absoluto de la monarquía goda, fué la de hacer que se declarase hereditaria la corona siendo proclamados al efecto Hermenegildo y Recare-do príncipes de los godos.

Por entonces los cántabros, aquel pueblo belicoso que no habia podido soportar dominación alguna, desasosegados y revueltos ayudados por los suevos de quien la historia nada menciona desde Remismundo, obligaron á Leovigildo á que dirigiéndose contra ellos los pusiera en el caso de pedirle humildemente la paz á la cual no tuvo inconveniente en acceder- el monarca, preocupado ya con la empresa de atacar á los habitantes del Orospeda, lugar que hoy corresponde á las sierras de Alca1-ráz y de Cazorla, los cuales escudados con la fragosidad de su suelo, habíanse librado hasta entonces de la dominación goda; pero que acometidos vigorosamente no tuvieron mas remedio que sucumbir, quedando á completa merced del vencedor.

I I I .

Apenas terminó esta campaña, serios y graves cuidados llamaron la atención de Leovigildo, cuidados que fueron la inauguración del terrible

128 HISTORIA

drama de familia representado en la corte goda, é imitado algunos siglos después por otro monarca á quien la historia ha calificado de Prudente.

He aquí con que términos describe nuestro concienzudo D. Modesto Lafuente este episodio, basándose en las relaciones del Viclarense y de San Gregorio de Tours; episodio que influyendo extraordinariamente para el porvenir de España, dotó á esta con un esclarecido mártir y un muy católico Monarca.

«Habia casado Leovigildo con Teodosia, hija de Severiano, gobernador bizantino de la provincia de Cartagena, de la cual habia tenido mucho tiempo antes de ser elevado al trono los dos hijos Hermenegildo y Recaredo. Viudo de Teodosia, contrajo segundas nupcias con Gosuin-da, queflo era de su antecesor Atanagildo. La primera habia sido católica, la segunda era arriana furiosa. Sosegadas las turbulencias intestinas, hecha tregua con los suevos y reprimidos los imperiales, pensó el monarca visigodo en casar á su hijo mayor Hermenegildo con la princesa franca Ingunda, hija de Sigiberto, rey de Austrasia, y de Brunequilda. Celebráronse las bodas con gran solemnidad y no menor regocijo. Pronto la diferencia de creencias habia de cambiar la alegría en luto. Fervorosa católica la joven princesa, arriana intolerante la madrastra del príncipe su esposo, intentó esta primeramente con fingidos halagos convertir á Ingunda al arrianismo: convencida de la ineficacia de los medios suaves, apeló pronto á la violencia, á que la inclinaba mas su índole y genio, llevando los malos tratamientos á tal punto que, al decir de San Gregorio de Tours, en su frenética rabia le rasgaba los vestidos, la mesaba los cabellos¿ y la arrastraba hasta hacerla verter sangre por las heridas. Tan bárbaro rigor no alcanzó á hacer vacilar la inquebrantable fé de la joven princesa; y Leovigilda, menos intolerante entonces que la reina, crcyófprudente alejar á los dos esposos,^ cediendo á Hermenegildo una parte de sus estados, que fué la provincia de Andalucía. El príncipe godo, hijo de una reina católica, esposo de una princesa, católica también, y sobrino del ilustre prelado católico de Sevilla, Leandro, pre-]

DE MURCIA 1 2 9

parado por la educación de la primera, edificado con el ejemplo de la segunda, y acabado de catequizar por los consejos y amonestaciones del

; tercero, convirtióse también á la fé católica, y recibió segunda vez el bautismo.

Gran contento infundió en los católicos de España aquella conversión, tanto como enojo causó á Leovigildo y á Gosuinda. Llamó el padre á la corte á su hijo, so pretesto de tratar con él negocios del Estado. •Hermenegildo, recelando acaso que el llamamiento envolviera otras intenciones, desobedece a su padre, que se prepara á marchar contra él. Las poblaciones católicas se levantan en favor del príncipe, y ofrécenle su apoyo los imperiales de la costa, y Miro, el rey de los suevos de Galia. Era ya una conjuración formal á nombre de un principio religioso, en que entraban descendientes de la Escitia y de la Germania, y restos de los antiguos imperios de Oriente y de Occidente, á cuya cabeza se hallaba un príncipe godo. La lucha comenzada en el palacio entre una reina y una princesa, va á proseguirse con las armas en el campo de batalla entre el padre y el hijo. Sevilla fué el teatro principal de esta sangrienta y lamentable querella; á la vez doméstica, civil y religiosa. Ejercitado y mañoso Leovigildo en el arte de sobornar, gana con dinero al geí'e de los imperiales, á quien debió parecer mejor empuñar treinta mil sueldos que las armas con que habia prometido auxiliar á Hermenegildo: el rey de los suevos que habia acudido con gente en ayuda del príncipe godo se halla cortado, interceptado por el viejo monarca, imposibilitado de pelear, y forzado á pedir un acomodamiento; á poco tiempo le sorprendió la muerte. Para apretar el cerco de Sevilla intentó Leovigildo torcer el curso del Guadalquivir y reedificar los muros de la antigua Itálica. Al cabo de dos años de asedio, convencido Hermenegildo de la imposibilidad de continuar la resistencia huyó á Córdoba, donde tomó asilo en un templo. Solo á instancias de su hermano Recaredo salió del lugar sagrado para arrojarse á los pies de su padre cuya cólera esperaba desarmar, y así se lo había persuadido su hermano. Pero el severo Leovigildo, obrando mas como monar-

130 HISTORIA

ca que como padre; y viendo en Hermenegildo menos al hijo humillado que al conspirador político y peligroso, le hace despojar de las insignias reales que llevaba, y cerrando el enojo la entrada á la piedad, le manda conducir á una prisión de Sevilla. Ni la dureza de la prisión, ni las privaciones, ni los halagos pudieron hacer que Hermenegildo renunciara á sus creencias religiosas. Desde allí, ó si hemos de creer el testimonio de-Juan de Viciara, desde Córdoba fué desterrado á Valencia.

«Las diminutas crónicas de aquel tiempo, sobre no hallarse muy contextes en el relato de algunas circunstancias de esta discordia fatal, tampoco arrojan demasiada luz para poder graduar con exacto nivel la parte de culpabilidad que cupo á cada uno de los ilustres actores de este drama funesto en conducirle al trágico desenlace que después tuvo. Mas todas nos representan al monarca y al príncipe, al padre y al hijo, obrando á impulso de la creencia religiosa y de la conveniencia política, y sacrificando á ellas, el respeto paternal el uno, la ternura filial él otro. Hermenegildo aparece por segunda vez aliado con los imperiales, protegido' por el pueblo, en su mayor parte católico, y tal vez alentado por los reyes francos de las Galias, católicos también, y padres ó parientes de In-gunda, haciendo armas contra el monarca. Nuevamente irritado Leovigildo, siempre impetuoso y duro persigue á su hijo hasta hacerle prisionero, y le encierra en un calabozo de Tarragona. En vano trabajó Leovigildo para arrancar á su hijo una abjuración de la fé católica: Hermenegildo resiste á todas las sugestiones con la entereza de un héroe y con la firmeza y la imperturbabilidad de un mártir. Llegada la pascua, el padre le envia un obispo arriano para que reciba de su mano la comunión: el príncipe católico, perseverante en sus creencias, desoye las per-suaciones del prelado herege, y le despide con desabrimiento * El desairado obispo da cuenta al rey del' resultado de su misión, y el arrebatado Leovigildo montando en cólera^ expide la orden fatal: los satélites armados del enfurecido monarca penetran en la prisión de Hermenegildo: Sisberto su jefe descarga el golpe de su hacha sobre el cuello del ilustre prisionero, la cabeza del principe católico cae rodando en cumplimiento

DE MURCIA 131

de la orden del monarca arriano: el juez y el sentenciado, el verdugo y la víctima eran un padre y un hijo. La iglesia católica ha colocado á Hermenegildo en el catálago de los santos mártires.»

IV.

Tal fué el terrible desenlace de aquel drama, promovido por disidencias religiosas entre un padre y un hijo, entre un monarca y un subdito, después de un largo período de trastornos y disturbios.

El astuto Leogivildo celebró en Toledo un concilio, en el cual presentó una forma capciosa para los bautizos, bajo pretesto de concertar á los católicos con los arríanos, y en la cual se envolvía una heregía completamente arriana. Algunos prelados católicos tuvieron la debilidad de suscribirla, lo cual no impidió que Leovigildo doblemente irritado por

- las contrariedades que tanto su hijo como los cristianos del reino le suscitaron, persiguiera encarnizadamente á los prelados y sacerdotes ortodoxos, desterrando á los mas ilustres, entre ellos á Juan de Viciara autor de una de las crónicas de aquel tiempo, reproduciéndose por entonces las persecuciones y los tormentos, semejantes á los que en el tercero y cuarto siglo habian hecho tan tristemente célebre el paganismo.

Por entonces desapareció el reino de los suevos. Leovigildo aprovechándose perfectamente .de una escisión habida entre ellos, se apoderó de Braga, y la nación sueva quedó refundida en la monarquía goda.

V.

Recaredo, á consecuencia de órdenes de su padre, producidas pollos desmanes que causaban los francos, deseosos siempre de apoderarse

TOMO I. 20

132 HISTORIA

de la Galia, atraviesa los Pirineos y su sola presencia basta para poner en precipitada fuga á los contrarios, y asegurar por completo aquellas posesiones.

La larga serie de guerras que sostuvo este monarca, y sus disgustos domésticos unidos a. su avanzada edad, fueron minando lentamente su existencia, en términos que falleció en Toledo á fines del año 586, no hallándose suficientemente averiguado si algunos dias antes de morir se convirtió al cristianismo, á ruegos y persuasiones de su sobrino Leandro, Metropolitano de Sevilla.

«Fué Leovigildo» según dice un historiador «uno de los monarcas mas «grandes que tuvo el imperio godo. Guerrero de gran corazón, y astuto «político, así supo vencer y sosegar todas las alteraciones intestinas como «enfrenar y tener en respeto á los imperiales, restablecer la disciplina de su »ejército, aniquilar la monarquía de los suevos y unirla á su corona, escar-»mentar á los francos y conquistarles plazas, y redondear y aun estender >el imperio godo. Era diestro en el soborno, mañoso en sembrar la dis-• cordia entre los enemigos. En la paz no desplegó menos actividad y • energía que en la guerra. Gomo administrador asentó un sistema comple-»to de hacienda: como legislador, modificó muchas de las disposiciones >del código de Alarico, y le añadió leyes nuevas. Leovigildo creó institu-• ciones que han durado hasta nuestros dias, fué el primero que estableció »el fisco real; el primero que adoptó las insignias que aun distinguen á los re-»yes de España, el trono, el manto, el cetro, y la corona: el primero que se »presentó en una asamblea pública revestido con estos atributos, y que «sentado en un magnífico solio en su palacio de Toledo, recibía en audien-»cia los grandes, los obispos y el pueblo. Hasta aquí las voces de trono, »de cetro y de corona, solo han podido usarse en sentido figurado: desde • ahora ya son los verdaderos emblemas del poder real. Mas Leovigildo, >por otra parte, era avaro, cruel, fanático por el arrianismp, y ya hemos •visto hasta que punto llevó la severidad con su hijo Hermenegildo.»

DE MURCIA 133

VI.

Recaredo aclamado por rey de los godos, se habia grangeado ya el aprecio del pueblo y del ejército, por su esfuerzo y prudencia demostrados en las campañas contra los francos.

Educado lo mismo que su hermano en la escuela de su tio Leandro de Sevilla, habia admirado sus predicaciones; la entusiasta defensa que hiciera de su hermano, la conversión de este; y tanto efecto hicieron en su ánimo que si abiertamente no habia mostrado sus creencias religiosas en vida de su padre, era secretamente cristiano, y al ocupar el trono lo hizo abrigando el propósito firme de introducir aquella trascendental y poderosa reforma en su nación.

Sisberto, el verdugo de su hermano, bajo el pretesto de que habia conspirado, recibió la muerte, y con esta acción demostró su poca tendencia hacia el arrianismo; pero dotado de una gran prudencia, antes de dar un paso aventurado quiso asegurarse de la opinión del clero y del espíritu de las poblaciones.

Según el Viclarense, próximo al terminar el primer año de su reinado, creyéndose seguro ya de que seria bien recibido por la nación el cambio que meditaba, abrazó públicamente la fé católica, hizo salir del ostracismo á los obispos perseguidos por su padre á los que repuso en sus diócesis y y escitó, sin emplear el mandato, á sus subditos en general para que se convirtieran á la religión católica.

Obedecieron en su mayor parte los godos, pero algunos, y especialmente los prelados que habían sido desposeídos, ayudados por Gosuin-da, viuda de Leovigildo y ardientísima arriana, obligaron á Recaredo á tomar serias providencias respecto á los conspiradores, viéndose en la necesidad de aparecer intolerante mandando recojer todos los escritos arríanos y que fueran quemados.

13-4 HISTORIA

En 589 convocó un concilio general en Toledo, de todos los obispos de España; reuniéronse sesenta y dos prelados y cinco metropolitanos, entre los cuales se hallaba Leandro de Sevilla, aliña y lumbrera de aquel concilio.

Pregunta un prelado en nombre del rey á los obispos arríanos y magnates allí reunidos si se adhieren á los sentimientos del monarca y como

,por una inspiración providencial, según dice un escritor moderno, todos se adhieren y Recaredo entrega á los obispos el tomo regio que contenia los puntos relativos al buen orden y disciplina eclesiástica, de los cuales se habia de ocupar el concilio.

Sin descuidar por estos asuntos, otros de capital interés para su pueblo, Recaredo se vio obligado á mandar un cuerpo de tropas á la Sep-timania, invadida por un poderoso ejército de los francos, y merced á la pericia del duque Claudio su jefe, ganóse la batalla, que según San Isidoro «jnnr.s dieron los godos otra mayor ni aun semejante."

V I L

Ai mismo tiempo los griegos bizantinos, desde las posesiones que ocupaban en la costa hacían sus incursiones obligando al monarca á reprimirlas y á celebrar por mediación del Papa Gregorio Magno, un tratado por él que prohibíase á los bizantinos toda conquista en el interior de España.

Establecida ya la unidad religiosa, trató Recaredo de igualar á todos sus vasallos en los derechos civiles, para lo cual hizo leyes que mandó fuesen obligatorias indistintamente para los pueblos, formando con la unidad política y la unidad religiosa los verdaderos cimientos de la moderna civilización. La lengua latina en los actos públicos, en el servicio divino y hasta en la vida privada, fué reemplazando a la gótica, y aquellas razas separadas hasta entonces por distintas nacionalidades, principiaron á fundirse en una sola.

DE MURCIA 1 3 5

A la muerte de este gran rey, la nación quiso pagarle un tributo de gratitud poniendo la corona en las sienes de su hijo Liuva, corona que antes de dos años le arrebató con la vida Viterico, que sin conseguir otra cosa que enemistarse con el pueblo y con la nobleza fué asesinado en medio de un banquete, arrastrando el furor popular su cadáver por las calles de Toledo, sepultándole ignominiosamente fuera de la ciudad.

VIH.

Gundemaro, reputado como buen guerrero, y como hombre hábil para los negocios de gobierno, fué elegido.rey y después de terminar por medio de un concilio las diferencias que habia entre los prelados de la provincia cartaginense, sobre reconocer por metropolitano de la provincia al de Toledo, dominó por fuerza de armas á los vascones, y dos años después le sucedia Sisebuto que llegó á hacerse verdadera-mente notable.

Aprovechándose del entusiasmo que en sus tropas causaran los dos triunfos obtenidos sobre los astures y los habitantes de la Rioja, se volvió sobre los griegos bizantinos y venciéndolos en dos batallas les obligó á pedir la paz, por medio de Cecilio obispo de Mentesa, al cual manifestó Sisebuto las condiciones bajo las cuales se hallaba dispuesto á concedérsela. 1

Por este tiempo debió verificarse la última y mas terrible toma de Cartagena, pues San Isidoro en sus etimologías no precisa la fecha y aunque no nos hallamos completamente de acuerdo con el padre Soler, creyendo que fuese en 610, sospechamos lo fuera en 615 ó 616 época en que las victoriosas armas de Sisebuto, obligaron á los imperiales á abandonar sus posesiones del litoral.

Lógico parece que el monarca godo al pensar herir á los imperiales tratara de apoderarse de la población mas importante para ellos como

136 HISTORIA

era Cartagena, y lógico también, que aquellos hicieran una resistencia obstinada dando lugar á que al apoderarse de ella los godos, la destruyesen según San Isidoro.

La falta de noticias ciertas sobre este acontecimiento, no nos permiten emitir mas que opiniones mas ó menos fundadas, teniendo en cuenta siempre lo que parece desprenderse lógicamente de otros acontecimientos que debieron influir para el de que nos ocupamos.

Desde este momento la historia de Cartagena queda envuelta entre las ruinas de que la sembraron los godos, sin que vuelva á figurar hasta la dominación de los árabes.

IX.

La evacuación de los imperiales fué consentida por el emperador Heraclio, mediante la proscripción de todos los judios que habia en Es-pana, que formaban una masa de población considerable, y que ágenos completamente á todas las contiendas habidas hasta entonces, viéronse obligados á sufrir las consecuencias del convenio celebrado entre los dos monarcas.

Un historiador dice que para dar una idea del número de judios que habia en España, bastará decir que mas de noventa mil recibieron bautismo, y estos fueron la menor parte.

El fanatismo religioso, escitando á Sisebuto, puso á los judios en la alternativa de elegir en el término de un año entre confesar la religión cristiana y bautizarse, ó ser degollados, azotados, lanzados del reino y confiscados sus bienes.

Semejante intolerancia fué condenada por el mismo clero; y los obispos casi unánimemente reprobaron estos rigores, entre ellos el esclarecido San Isidoro de Sevilla que harto esplícitamente reprendió y desaprobó la conducta de Sisebuto tratando de obtener por la violencia

DE MURCIA 137

lo que debiera haber tratado de conseguir, por medio de la persuasión y el razonamiento.

Por la muerte del monarca godo sucedióle su hijo Recaredo II que reinó solo cuatro meses, sucediéndole Suintila á quien el padre Mariana y otros historiadores suponen hijo de Recaredo I, hecho que niega Ferre-ras y que tampoco encontramos justificado entre los historiadores modernos.

Dos espediciones emprendió, contra los vascones una y contra los griegos imperiales otra, y las dos fueron coronadas por el mejor éxito. Los vascones depusieron las armas, y los griegos imperiales salieron definitivamente del territorio español, siendo Suintila el primer monarca godo que consiguió reunir toda la España bajo su dominación.

X.

La participación que en el trono trató de dar á su hijo Recimiro, á su mujer Teodora y á su hermano Geila, le desagenaron poco á poco las simpatías del pueblo, lo cual unido al desarrollo que sus vicios adquirieron enconó mas los ánimos, poniéndose á lacabeza de los descontentos Sisenando, que apoyado por el rey de los francos Dagoverto, fué aclamado rey sin que el clero, ni el ejército, ni la nobleza, repararan que se habia servido de un ausilio estranjero para destronar á su rey.

Comprendiendo Sisenando que necesitaba apoyarse en el ya robusto poder de la iglesia, convocó en Toledo un concilio nacional, concilio que siendo uno de los acontecimientos de mas importancia, tanto parala España de entonces, cuanto páralos tiempos posteriores, merece quedemos algunos detalles sobre él, según lo describe el historiador Gedharrdt: Dice así.

«En el tercer año del reinado de Sisenando, convocó el cuarto concilio de Toledo, que se reunió en 5 de Diciembre, presidido por San Isidoro, con asistencia "de sesenta y nueve prelados, ya por sí, ya represen-

138 HISTORIA

tados por sus vicarios. Las decisiones de la augusta asamblea no dejan duda alguna acerca del carácter que á los concilios toledanos hemos atribuido, y son y serán eterno monumento de la tutelar y digna protección que la Iglesia católica ha dispensado siempre á los oprimidos. Los Padres de Toledo no se limitan, como indicamos en el tercer concilio, á deliberar y á legislar sobre materias eclesiásticas; ellos, que eran la parte mas ilustrada y, casi estamos por decir, la única ilustrada de la nación; ellos, solos depositarios en aquella época, de las claras y distintas nociones que sobre el poder y su ejercicio ha tenido siempre la sociedad modelo de la Iglesia; ellos, verdaderos amantes déla libertad, de la dignidad del hombre, fijan los primeros en la España goda los límites del poder del rey, los límites de los derechos sociales. En los cánones del cuarto concilio de Toledo, concisos y sin aparentar la pomposa forma doctrinaria, se encierra toda una constitución; ellos contienen todo aquel derecho que así vigorizó y comunicó el sentimiento de su dignidad á los individuos como contuvo y elevó á los reyes, alta expresión de la sociedad, haciendo de nuestra España durante el principio de la edad media el país mejor gobernado de Europa, en lo que podian consentirlo las incesantes guerras, los escasos medios de producción y el estado violento del mundo al sacudir la tiranía de Piorna.»

«A tí, rey que estás presente, dicen los Padres en el canon LXXV, y á vosotros todos, príncipes de las edades futuras, pedimos con la humildad que á cristianos conviene que seáis suaves y moderados, para con vuestros subditos, os pedimos que rijáis con justicia y piedad los pueblos que por Dios os han sido confiados.»

«Y luego añaden:» «En cuanto á los reyes de las edades futuras, promulgamos en toda

verdad esta sentencia: Si algunos de ellos, con menosprecio de las leyes, con orgulloso despotismo, cegado por el fausto real, hace pesar sobre los pueblos una dominación cruel, para saciar su ambición, su avaricia ó sus apetitos, sea anatematizado en nombre de Jesucristo, sea separado de Dios por su santo juicio.»

DE MURCIA 139

«Esto en cuanto á los reyes, al poder. El hombre que abusa de él, de la emanación de su potestad que ha puesto Dios en la tierra para que sea posible el estado social, sea anatematizado; y uniendoel ejemplo alas palabras, el concilio escomulgó á Suintila, á su mujer y á su hermano por los males que cometieron en el tiempo de su dominación,' y declaróle á él y á sus hijos incapaces para ejercer cargos públicos. Sisenando po-dia estar satisfecho: el monarca á quien destronara era objeto de las iras divinas y humanas; mas los Padres, ante él, rebelde á su rey, después de establecer con tan terribles palabras y tan rigoroso ejemplo las obligaciones de los soberanos, anatematizan por tres veces á los que quebrantan el juramento prestado al Soberano. Tres veces anatematizan también á cuantos conspiren centra el poder, y ahí está "toda la doctrina del gobierno, la verdadera, la única que puede evitar á las naciones los cataclismos, la infelidad y la ruina.»

«El rey asistió á este concilio, pero no lo presidió; en la sesión primera hincó la rodilla en tierra, y, con tono humilde y suplicante, pidió á la asamblea que reformara y pusiera_en orden los asuntos del Estado. Las reglas que habian de observarse en la celebración de los concilios sucesivos llamaron primeramente la atención de los Padres, y, fijadas estas, pasaron á determinar varios puntos de disciplina eclesiástica. Los mas nobles, y que pueden tener interés para el historiador profano, fueron que ninguno pudiera ordenarse de obispo ni de presbítero que no contase treinta años de adad, debiendo tener la aprobación del pueblo; que los obispos mandasen separar de sus barraganas á los clérigos que las tuviesen, que á nadie se administrase, por fuerza el bautismo, y por lo mismo que en adelante no se obligase á los judios á recibirlo.»

«El concilio ocupóse enseguida en los asuntos del gobierno; dictó los cánones y las disposiciones que hemos citado y mencionado, que figuran todas en el preámbulo del libro de los visigodos, y estableció por fin el modo y las circunstancias de la elección de los reyes. "¡Muerto el rey, dijeron los Padres para poner á raya las ambiciones turbulentas,

TOMO I. 21 .

140 HISTORIA

nadie tendrá derecho para gobernar el Estado hasta que se haya llenado la vacante del trono por los grandes y prelados.»

Como se ve perfectamente, el carácter dominante en las disposiciones de esta célebre asamblea, sin perder su índole religiosa marcaba la intervención de los concilios en los asuntos civiles, determinando la influencia del sacerdocio en todos los.asuntos del Estado.

XI.

A Sisenando sucedió Chintila el cual siguiendo el ejemplo de su antecesor convocó inmediatamente el quinto concilio Toledano, y tanto en éste como en otro posterior siguió el clero aumentando su influencia por medio de las disposiciones que en ellos se adoptaban.

Tulga su hijo le sucedió en el trono, pero falto de energía según unos, aunque dotado de una prudencia y de un saber superior á su edad según otros, fué depuesto por Chindasvinto, el cual reprimiendo con mano fuerte, no solamente las conspiraciones de su tiempo; si que también castigando á los conspiradores de otros reinados, mientras él permaneció en el trono consiguió que nadie se atreviera á perturbar la paz del reino.

No exento de amor á la justicia, ni de afición al fomento" de las letras envió á Roma al obispo de Zaragoza con encargo de buscar las obras de San Gregorio el Grande que se habian perdido, y que él tuvo la fortuna de hallar; hizo nuevas leyes observando fielmente las que existían, fundó y dotó iglesias y monasterios, y convocó el sétimo concilio de Toledo

Con el beneplácito y la ayuda del clero asoció en el trono á su hijo Recesbinto, el cual desde aquel momento fué el verdadero rey, puesto que su padre descargó en él todo el peso de los negocios falleciendo á los tres años de esta asociación.

DE MURCIA 141

Menos tranquilo el reinado de Recesbinto que el anterior-vióse turbado por continuas rebeliones de proceres descontentos á los cuáles ayudaba poderosamente el pais á preteslo de no poder sostener los exorbitantes impuestos que sobre él pesaban viéndose obligado á vencerlos por medio de las armas, mostrándose después estremadamente indulgente con los vencidos.

La mayor gloria de Recesbinto fué la de haber llevado á cabo la completa fusión de los dos pueblos godo y romano-hispano, anulando la ley que prohibía los matrimonios entre personas, de las dos razas.

XII.

En el octavo concilio Toledano se añadieron nuevas reglas para la elección de los reyes, previniéndose que para lo sucesivo los obispos y los grandes de palacio se reuniesen inmediatamente en la habitación del monarca muerto para elegir el que habia de sucederle, y que no fuera válido cualquier otro acuerdo sobre este particular que no se hiciera bajo las citadas condiciones.

Al mismo tiempo y como quiera que el clero, se hallaba bastante desmoralizado ordenábase en los cánones de aquel concilio «que los obispos • depongan á los sacerdotes y demás ministros, que vivían torpemente con • mujeres estrañas, y que á estas se las encierre en monasterio, y que sean • tratados como apóstatas los clérigos que con pretesto de haberse ordenado por temor volvían á casarse y á la vida seglar.»

También se celebraron algunos otros concilios durante el remado de Recesbinto, falleciendo este monarca en Gérticos, siéndole deudor España del gran beneficio de su completa unidad civil.

Revestida.de una multitud de fábulas nos han traido los vetustos cronicones, la elección del rey Wamba pero aun descartada de todas ellas no deja de ser muy importante para la monarquía goda.

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El carácter tumultuoso y hasta si se quiere rudo y feroz de aquella raza, se mostró una vez mas á pesar de todas las formalidades y disposiciones ordenadas en los concilios, aunque en obsequio de la verdad debemos decir que en esta ocasión anduvieron muy acertados los magnates en la elección que hicieron.

El sucesor de Iiecesbinto puede clasificarse entre los mejores monarcas que tuvo España durante aquel período.

A la muerte de Recesbinto hallábase Wamba en Gérlicos y según Garibay, todos los nobles y prelados y la nación entera «eligieron al • rey Wamba, que desde antes en los corazones de las gentes estaba • destinado ó imaginado por futuro rey.»

Este para quien tenia muy pocos atractivos una corona, que no se sentia deslumhrado por ella y que comprendía perfectamente que son muchos mas los disgustos que atrae, que no las ventajas que proporciona, escusóse con modestia pero con firmeza al mismo tiempo.

En vano se le rogó; en vano se le hicieron presentes todos los males, y trastornos que podia recaer sobre la nación si la corona iba á colocarse'sobre otra frente que no reuniera las necesarias condiciones; aferrado en su resolución negóse rotundamente obligando, según Julián de Toledo sucesor de Quirico en la silla de Toledo, á uno de aquellos magnates á que irritado por su negativa sacase la espada y amenazándole con ella le dijese: «Serás rey: te hemos elegido y debes aceptar.» «Serás rey, ó mo-• rirásá mis manos.»

Pero ni con estas amenazas pudieron hacer mella en el ánimo del prudente anciano. Firme en su resolución siguió negándose, hasta que los grandes y prelados abandonando las amenazas habláronle con el acento de la persuacion y de la súplica; y tanto,, y tanto le instaron y de tal modo pintáronle los males que podían sobrevenir a l a nación, que aceptó al fin siendo esta noticia acogida con verdadera alegría por todo el pueblo que esperaba mucho de la discreción, sabiduría y prudencia de su rey.

DE MURCIA 443

XIII.

Desde los primeros momentos, vióse obligado á poner ú prueba su valor y su firmeza. Los vascones ó navarros sin poder acostumbrarse á sobrellevar la dominación goda, se sublevaron como hacían siempre en todos los cambios de dinastía, al mismo tiempo que Hilderico, conde de Nimes, aspirando' á hacerse Señor independiente de la Galia atraia á su bando varios personajes de prestigio y de valer y se ponia al frente de un ejército bastante respetable.

Wamba venció á los vasco-navarros. y mandó á Paulo para que venciera á los insurrectos, pero éste pagando la confianza en él depositada con una traición, negó la obediencia á Wamba y reuniendo á varios descontentos, llegó á Narbona y allí se hizo proclamar rey de la Septimania.

Pero el monarca godo sin decaer un solo instante marchó contra él, le derrotó y consiguió dominar una insurrección que puso en alarma á todo el reino.

Eslinguidas por fuerza de armas todas aquellas revueltas que tanta trascendencia hubieran podido tener, dedicóse á los asuntos interiores del reino. Toledo fué engrandecida y embellecida, las vías romanas, los acueductos y todo cuanto podía influir en el bien público, fué objeto de su especial cuidado y finalmente promulgó una ley por rla cual mandaba que todos los obispos y eclesiásticos tomasen las armas cuando la necesidad lo exigiera del mismo modo que los seglares.

Estas disposiciones militares le fueron de suma utilidad para rechazar las invasiones de los sarracenos, que dueños ya del África fijaban sus codiciosas miradas en España.

. En Octubre de 680, Ervigio, hijo de Ardobasto y privado del monarca, lleno de ambición y aspirando á la corona, dio á beber un narcótico al anciano Wamba y aprovechándose de su sueño, hizo que le cor-

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taran el cabello y le vistieran un hábito' de penitente según costumbre de la época.

Al volver en sí el monarca admiróse de hallarse en aquel estado, y no queriendo, según dice Masdeu, violar las leyes que privaban de la corona á los tonsurados, firmó dos escritos manifestando su deseo de tener á Ervigió por sucesor, encargando al metropolitano de Toledo que le ungiera

'según era costumbre.

XIV.

Proclamado rey Ervigio en yirtud del deseo manifestado por Wamba el cual se retiró al monasterio de Pampliega, apenas empezó á reinar sintió que los remordimientos por su conducta le oprimian y aunque trató de acallar aquella voz de su conciencia que le gritaba sin cesar por medio de la convocación de dos concilios, no pudo conseguirlo y llamando á Egica sobrino de Wamba ofrecióle la mano de su hija Cixilona y le hizo promesa de procurar que la corona pasase á sus sienes suplicándole en cambio que amparase y protegiese á su familia después de su muerte. Egica prometió todo cuanto quiso Ervigio y después cuando por fallecimiento de su suegro subió al trono faltó á su juramento y convocando un concilio que fué el décimo quinto de Toledo, el cual puede decirse que no tuvo mas objeto que el de resolver una gran duda que tenia el monarca respecto al juramento que hiciera á Ervigio, pues los despojados por aquel reclamaban los bienes que disfrutaba la familia á quien él habia jurado proteger, y negándose á ello faltaba á la justicia, y consintiendo faltaba al juramento prestado.

La asamblea después de una larga y concienzuda deliberación, declaró no ser obligatorio el primer juramento «en circunstancias contrarias á la justicia, i estableciendo que dicho juramento solo obligaba al rey á amparar á la familia de Ervigio contra las pretensiones injustas.

DE MURCIA 145

Fuerte con esta decisión, Egica usó de la libertad que se le concedía para tender la mano al partido oprimido, vengando las injurias de su familia, pues ya sabemos que era sobrino de Wamba.

Según algunos historiadores, los sarracenos intentaron por aquel tiempo hacer un desembarco en las costas de España, pero fueron rechazados con grandes pérdidas.

Las penas contra los judíos y la persecución que se les hacia se agravó mucho .mas en este reinado, pues los: concilios que se sucedian por lo menoss cada año, siempre aumentaban el rigor y la intolerancia respecto á aquella raza.

La avanzada edad de Egica y el deseo de trasmitir á su hijo Witiza la corona le hicieron encomendarle los mas altos cargos del Estado, hasta que compartió con él la autoridad real hasta su muerte ocurrida en 701.

Con Egica empezó ya la decadencia de la monarquía goda, decadencia que fué precipitándose extraordinariamente en los dos reinados posteriores.

Las crónicas enmudecen ya y todos los hechos se confunden pues no hay un testigo que supiera aquellos acontecimientos habiendo de valemos de las crónicas de los tiempos sucesivos, crónicas en las cuales ó hay sobrada concisión ó fabulosas narraciones.

XV.

Desde el reinado de Witiza principia la carencia de documentos auténticos hasta los concilios que supliendo la escasez de historias, en aquella época tan lejana, han venido sirviendo de guia al historiador, desaparecen también, y solo quedan las crónicas escritas después de la invasión sarracena.

Durante muchos siglos se le han venido atribuyendo todos los desórdenes; todos los escesos, todos los delitos mas repugnantes á Witiza,

146 HISTORIA

achacándole la perdición de la monarquía goda por su desenfrenada conducta.

Pero á mediados del pasado siglo Mayans emprendió la tarea de vindicar la memoria de este rey, y Masdeu después y Romey y otros han continuado en aquella laboriosa tarea.

Y no por que se hayan encontrado documentos contemporáneos que arrojen nueva luz sobre aquel reinado, sino por que como dice muy bien D. Modesto Lafuenle al tratar este asunto, se juzga de distinta manera en épocas distintas, á unos mismos hombres y unos mismos hechos.

El cronicón Moiriaccnse, el Samaticense, la crónica Albeucense, y todos los que se ocuparon del monarca godo ennegreciéronle mas"y mas en términos que eLPadre Mariana recapitulando, por decirlo así, todos los cargos hechos en las historias anteriores, dice lo siguiente:

«El reinado de Witiza fué desbaratado y torpe de todas maneras, señalado principalmente en crueldad, impiedad y menosprecio de las leyes eclesiásticas. Los grandes pecados y desórdenes de España la llevaban decaida, y á grandes jornadas la encaminaban al despeñadero» y ocupándose el citado historiador de las buenas acciones del monarca godo prosigue mas adelante. «Buenos principios eran estos si continuara y adelante continuara y del todo no se trocara. El primer escalón para desbaratarse fué el de entregarse á los aduladores que los hay de ordinario en la casa de los príncipes, ralea perjudicial y abominable. Por este camino se despeñó en todo género de deshonestidades, enfermedad antigua suya pero reprimida en alguna manera los años pasados por respeto de su padre. Tuvo gran número de concubinas con el tratamiento y estado como si fueran reinas y sus mujeres legítimas. Para dar algún color y excusa á este desorden, hizo otra mayor maldad: ordenó una ley en que concedió á todos que hicieran lo mismo, y en particular dio licencia á las personas eclesiásticas y consagradas á Dios para que se casasen. Hízose otrosí una ley en que negaron la obediencia al Padre Santo, que fué quitar el freno del todo y la máscara y el camino derecho para que todo se acabase y se destruyese el reino hasta entonces de bienes col-

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mado por obedecer á Roma y de toda prosperidad y buena andanza.» . . De este modo continua el padre,Mariana enumerando cargos contra

el rey con alguna mas parcialidad de la que en el historiador se requiere. ; | .1 .

En el último tercio del siglo XVIII D. Gregorio de Mayans y Ciscar hizo la defensa del rey Witiza, pintándole como:un monarca justo y. benéfico. Masdeu en su historia crítica de España supone que son fábulas y locuras la mayor parte de los escesos que se atribuyen á aquel rey. Los historiadores y críticos estranjeros elogian muchos de los actos que Mariana considera como iniquidades, y entre tan diversas opiniones y retratos tan opuestos > ¿qué podremos decir nosotros? .

«¡Fatalidad es, como dice muy bien .nuestro eruditísimo Lafuente, que cuanto mas se aproxima alguna dé las grandes revoluciones que cambiaron la faz del pais, mas se hecha de ver la falta de documentos y de datos y escritos fehacientes!»

xvi.

Lo que si parece cierto y aun el mismo Masdeu se ve obligado á reconocer, es que Witiza se dio mucho á la vida licenciosa dejándose arrastrar por la lujuria hasta un grado escandaloso. Igualmente parece serlo, que revocó las leyes respecto á los judíos, y con esto, como fácil es de comprender, debió ponerse mal con el clero, .al cual hemos visto en los concilios anteriores perseguirlos con el mayor encarnizamiento.

• Igualmente-parece no deja lugar á, duda, la cuestión habida con el papa Constantino, y esta indudablemente es la clave de todo el misterio según opina con mucho acierto él,historiador Gebhardt. La resistencia de Witiza hubo de causar grave escándalo en aquellos siglos de fé y veneración, y lógico es que al juzgarle los cronistas, no de aquella, época por que no los hubo, sino posteriores, le juzgaran á través de sus ideas

TOMO I. 22

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religiosas ennegreciéndole estremadaniente, mientras que los modernos mas despreocupados y mirando bajo el prisma de sus ideas particulares las acciones de Witiza, le tributan elogios exagerados también, por que el historiador debe siempre procurar que á través de sus escritos jamás se vea al hombre.

Según la crónica del Pacense, Witiza fué lanzado del trono por una revolución que colocó en él á Rodrigo descendiente según se cree de Recesvinto. El Samalticense dice que, «muerto Witiza, Rodrigo fué elegido rey de los godos» y el arzobispo Rodrigo que escribia en el siglo XIII sobre hechos pasados á principios del VIII dice que vencedor Rodrigo de Witiza lo hizo prisionero y mandó sacarle los ojos en venganza de lo que hiciera con su padre.

Sensible es que la falta de documentos obliguen al historiador á caminar á ciegas por un camino lleno de escollos y donde nada es mas fácil que tropezar.

¿Qné sabemos de cierto respecto á Rodrigo? ¿Qué hizo después de su elevación al trono? ¿Cuál fué su conducta? Nada podemos decir, nada se sabe de seguro y únicamente por la lógica de los hechos podemos conge-turar las causas.

XVII.

Es indudable que el reino godo debia estar hirviendo en bandos y parcialidades unas en favor de Rodrigo y otras de Witiza. Los dos hijos de este, Sisebuto y Ebbas y su tio Oppas, metropolitano de Sevilla habían de tratar por cuantos medios estuvieran á su alcance de suscitar obstáculos y contrariedades al que habia destronado á su padre y á su hermano, y esto unido á la completa relajación social que reinaba, rio podía menos de arrojar por una pendiente muy resbaladiza á aquella monarquía que habia perdido ya todas las virtudes que á tan alto grado de esplendor la elevaran.

DE MURCIA U 9

Para contener tamaños males, para oponer un dique al desbordado mar de las pasiones humanas, era necesario un brazo de hierro y una cabeza privilegiada, y Rodrigo por mas que estuviera dotado de valor y arrojo, de liberalidad y de justicia, carecía de la prudencia que dirige y concierta el valor; del buen golpe de vista necesario para juzgar, apreciar y corregir, y de la tuerza de voluntad necesaria para, enseñar á los demás con su mismo ejemplo.

Pero lejos de esto, educado entre costumbres corrompidas, dominado por la liviandad y nutrido entre el escándalo, era liviano y lascivo; los últimos concilios demuestran bien claro el estado á que habian llegado las costumbres, tanto por parte de los eclesiásticos, como de los seglares. Tolerábase el cuncubinato público; la fé conyugal tan respetada pbr los godos primitivos se veia completamente quebrantada. «Todo eran con-»vites,» como dice Mariana, «manjares delicados y vino, conque tenian «estragadas las fuerzas.»

Principiando la demoralizacion por las cabezas, los demás miembros del cuerpo social hallábanse gangrenados también, en términos que no era posible emprender su curación sin haber de emplear un poderoso cauterio.

Tal era la situación de España á principios del siglo VIII.

s Los árabes que después de pasear sus victoriosas armas por la Per-sia, la Siria y el Egipto poseían toda la Mauritania, habian fijado sus avarientas miradas en España y aun intentado algún 'desembarco en sus costas como hemos manifestado ya.

XVIII.

Según el cronista árabe EbnKhalkan, en la vida de Muza-ben Noseir, algunos cristianos de Djezirah-al-Andalos, nombre que daban ala Península española, ultrajados por su rey Ruderich, se presentaron a Mu-

450 HISTORIA

zá-ben-Noseir. que gobernaba el África en nombre del califa de Damasco y le incitaron á pasar á España por un estrecho de mar llamado Bab-el-Zogag, (puerta de las angosturas) ofreciéndole ayuda.

Estos cristianos no podían ser otros que los hijos de Witiza y el conde Julián, apropósito del cual dice un historiador:

«Cuentan las crónicas, qne entre las damas que en su corte tenia el rey Rodrigo, habia una que se señalaba por su singular belleza,, llamada Florinda, ó la Cava, hija de aquel conde Julián. Tuvo Florinda la desgracia de parecer bien al rey, el cual (dicen,) en ocasión que la linda joven se bañaba ó salía del baño con varias* sus amigas y compañeras, vio desde una ventana de su palacio mas de lo que el recato y pudor de Florinda hubiera, si imaginase que habia quien la miraba, consentido; y mas de lo que era menester para inspirar no tanto amor como pasión á un monarca, cuya virtud no era ciertamente la continencia y la honestidad. Desde entonces no cesó el rey de perseguirla con amorosos requiebros. «Después que el rey (dice la Crónica del rey Don ^Rodrigo), ovo descubierto su corazón a la Cava, no era dia que no la «requiriese una vez ó dos, y ella se defendía con buena razón. Empó á »la cima como el rey no pensaba tanto como en esto, un dia en lá siest a envió con su doncel por la Cava, y ella vino etc > La crónica refiere cort una minuciosidad, que nosotros omitimos, desde el principio hasta el fin de esta lucha amorosa, cuyo resultado fué, que ¡viendo Rodrigo que por el camino de la seducción, de los ruegos y de- las persuasiones no era posible vencer la virtud de Florinda, cumplió' por la fuerza lo que por la voluntad no habia podido recabar. Disimuló aquella su enojo, hasta que halló ocasión de informar á su padre de la deshonra que rey la habia hecho, con lo que encendido en cólera el conde Julián, juró vengar la afrenta de su hija y lavarla con la sangre del malvado forzador. *

I>E MUHCIA 151

XIX.

Tal es el suceso según refieren nuestros anteriores cronistas, que escitando el deseo de venganza del conde Julián, le obligó en unión de los hijos de Witiza á llamar á los árabes. Los críticos modernos le consideran como fabuloso, y nosotros que ni impugnamos ni defendemos, nos limitamos á decir con Lafuente «que si la historia no le ha hecho evidente, la razón por lo menos le hace verosímil, y que lejos de repugnar al buen sentido como muchos que se mezclan en las historias de todos los pueblos, no habia estado el hecho en disonancia con la conducta y costumbres que la generalidad de los historiadores atribuyen á Rodrigo.»

Que los hijos de Witiza pintarían la empresa como fácil á Muza, parece lo mas probable, pues ellos tomaron una parte muy activa en la invasión según Isidoro de Beja; y Sebastian de Salamanca y la crónica Al-beldense posteriores en un siglo, así lo dicen y la sana razón parece aprobarlo, puesto que habiendo ceñido su padre la corona, ellos hubieran podido ceñirla también á no haberse interpuesto Rodrigo, y harto sabemos que el odio y la venganza son malos consegeros y conducen al hombre á los mayores estremos.

El conde Julián pertenecía á la familia y lógico era que unidos todos por unos mismos vínculos llevasen acabo una misma venganza. Estas son las deducciones que mas acertadas parecen en vista de lo que de la historia se desprende.

Los historiadores árabes no dicen nada de los amores de Rodrigo con la hija del conde Julián, y Al-Makan los niega como fabulosos.

La verdad es que en la situación en que España se encontraba, divb dida por las parcialidades, enervada por las licenciosas costumbres que partiendo del trono llegaban hasta las clases mas humildes, relajada la disciplina militar y luchando y enconándose cada vez mas los odios y las

i 52 HISTORIA

animosidades, ofrecía una buena ocasión á un hombre osado y emprendedor para intentar la posesión de un suelo tan prfviligiado y que con tan bellos colores se estaba pintando al gobernador de África.

Muza, vencido ya, prometió á los que le presentaban la conquista de España como una empresa sumamente fácil, enviar sus tropas tan luego tuviera autorización del' califa de Damasco, para cuyo efecto le escribió una carta en que le describía las' bellezas y maravillas del país en que trataba de clavar, el estandarte del profeta. '

Walid según los manuscritos árabes de Oxford le dio permiso para pasar á España encargándole sin embargo que no se aventurara demasiado en el proceloso Occéano, lo que prueba lo poco difundidos que se hallaban los conocimientos geográficos entre ellos.

Muza desde aquel momento se dedicó á organizar la primera espe-dicion encargando á Tarif, hijo de Malek-el-Máafery que con cien árabes y cuatrocientos berberiscos practicara un reconocimiento por las costas españolas.

Este, desembarcó en Tarifa, que recibió su nombre del jefe de la' es-pedicion y después de recoger algún botin sin que nadie se le opusiera; regresó á Tánger donde dando cuenta de su feliz suceso, encendió las imaginaciones de sus compatriotas con la descripción que sus soldados les hicieron del país que visitaran.

Estas razones por una parte, los odios y las animosidades por otro, y el deseo de venganza de una raza con la cual fueron sobrado'intolerantes los monarcas godos; pusieron verdaderamente i España en poder délos infieles.

XX.

Hemos dicho ya que los judíos, de España, desde el cuarto concilio de Toledo habian sido tratados de un modo completamente inescusable, vejándoseles estraordinariamente é imponiéndoles tan terribles condicio-

DE MURCIA 4 5 3 nes, que 'se les hacia casi imposible seguir habitando un país, en el que tan esclavizados se hallaban.

Y los judios amaban el país en que habia nacido, y amaban las riquezas que en él habian creado, y tenaces en sus creencias, asi como lo eran en sus rencores, mientras que unos huian proscritos refugiándose' en África y otros permanecían sufriendo el yugo de sus opresores en España, todos iban aglomerando en sus corazones odio sobre odio contra los monarcas godos, odio que mas tarde ó mas temprano habia de dar sus funestos resultados. •'

Dotado de un carácter vengativo, asi como la intolerancia y la dureza imperaba en los concilios, y como consecuencia lógica en los reyes, mientras estos creían servir á la religión y contribuir á la unidad política de la nación, aquellos azotados por el látigo opresor, no cesaban de meditar en la ruina ide-sus tiranos.

: Segunconsta del concillo XVII de Toledo, en el reinado de Egica ya los judios de España aparece que se habian concertado con los de África para perder el reino. ;

Witiza, sin entrometernos en buscar las razones que para ello tuvo, alzó el anatema que-pesaba sobre los judios, y al pasar el cetro ámanos de Rodrigo, lógico y natural parecía que1 debieran esperar tantos mayores rigores, cuantas fueron las consideraciones que en el reinado anterior se les guardaran. •

¿Y no pudo muy bien ser, teniendo en cuenta lo intentado en el reinado de Egica que én su ansia de vengarse, y aprovechándose de las turbulencias que en el reino habia, se concertaran'de nuevo con sus correligionarios de África, é instigasen á los mulsumanes á lanzarse en aquella empresa ofreciéndoles su poderosa ayuda?

La amistad que reinaba entre los islamitas y los hebreos al principio de la conquista, parecen corroborarlo.

Satisfecho Muza con el feliz resultado de la primera espedicion, preparó la segunda al mando de Tarik-Ben-Zeyad, diciendo algunos que el conde Julián era quien los guiaba.

154 HISTORIA

Hicieron su desembarco esta vez los sarracenos en.una península cubierta de verdura á la que denominaron Alghezirah Alhadra ó sea isla verde, donde hoy se encuentra Algeciras, pasando á atrincherarse al monte Calpe que desde entonces se llamó Gebal Tarik ó ségun hoy decinaos Gibraltar. -

Verificóse esta segunda espedicion según Eben Hayan en el quinto día déla luna de regeb del año 62 déla Hegira, correspondiente á los últimos días de Abril del 711 de la era cristiana;

Trescientos años antes, los godos penetrando en España por la parte opuesta, y estendiendo rápidamente su dominación, .hicieron 'de la misma España que ahora se hallaban á punto de perder, una de las primeras naciones de su tiempo.

Los cristianos alarmados por la primera invasión de los árabes vigilaban sus costas con mayor cuidado y Teodomiro ó Tadmir según le llaman los árabes, jefe superior de toda la 'Andalucía, apenas ¡tuvo noticia del desembarco acudió con algunas fuerzas á oponerse á él.

Pero Tarik que según el historiador árabe Jerif-Edris mandó quemar sus naves para quitar á sus tropas toda esperanza de retroceder, atacó denodadamente á los cristianos, cuyo número era infinitamente inferior, obligándoles á ponerse en desordenada fuga.

Teodomiro escribió entonces al rey Rodrigo la carta que trae Conde en su Historia de la dominación de los árabes, y que dice asi:

»Señor, aquí han llegado gentes enemigas déla parte de África, yo no sé si del cielo ú de la tierra: yo me hallé acometido : de ellos de improviso: resistí con todas mis fuerzas para defender la entrada; pero me fué forzoso ceder á la muchedumbre y al ímpetu suyo: ahora á mi pesar

i acampan en nuestra tierra: ruegoos, señor, pues tanto os cumple qne vengáis á socorrernos con la mayor diligencia y :con cuanta gente se,pueda allegar: venid vos, señor, en persona, que será lo mejor.»

DE MURCIA 155

XXI.

Inútil creemos decir, que la carta anterior produjo en Rodrigo un •efecto extraordinario, máxime cuando según algunos historiadores, se hallaba á la sazón muy ocupado con los cántabros, que gente inquieta de suyo, siempre andaba en revueltas y trastornos.

Pero como el mayor mal, hace olvidar el mas pequeño, precipitadamente congregó á los condes y á los prelados y haciéndoles presente el apurado extremo, con su ayuda apresuróse ha hacer levas de gente con que oponer un dique de hierro á aquel mar que se desbordaba por sus tierras.

Créese que el metropolitano Oppas y los hijos de Witiza no creyendo qne las cosas fueran tan lejos como fueron, se unieron á Rodrigo y le ayudaron en aquel trance aunque con la intención de abandonarle en el momento crítico. La verdad es que no puede concebirse que creyeran en la pérdida total del reino, si no que esperarían que destronado Rodrigo y ocupado el trono por el hijo de Witiza, los árabes como hicieron los griegos bizantinos cuando ayudaron á Atanagildo á apoderarse del trono de España, se contentarían con una porción de terreno que se les cediera sin ambicionar nada mas, pues como dice muy bien un historiador, parece increíble que fuera el ánimo de aquellos y á tal punto trataran de llevar su venganza que quisieran causar la 'ruina y pérdida total de España, pérdida y ruina en que al cabo se vieron envueltos ellos mismos.»

Los godos comprendiendo la inminencia del peligro, abandonaron la muelle y licenciosa vida que llevaban y haciendo un esfuerzo supremo se pusieron en pié de guerra, y reunidos en número de noventa á cien mil salieron en busca de los infieles.

Conocida la cifra á que se elevaba el ejército de estos, imposible parecía que no triunfasen los cristianos; doce mil hombres llevaba Tarik á

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156 HISTORIA

los cuales se agregaron cinco mil ginetes que Muza le mandó de refuerzo y un buen número de judíos, pero que apesar de esta ayuda las fuerzas eran muy inferiores á las de los godos.

Mas lo que estos tenian de superioridad numérica, teníanlo aquellos de fuerza y de valor. Y no era porque los godos fuesen cobardes, si no que la molicie y el abandono habian enervado sus fuerzas; cuerpos que se adornaban con brocados y que usaban los afeites, bamboleándose entre los vapores del vino y los abrazos de las cortesanas, soportaban mal el peso de las armaduras y embrazaban mal y torpemente adargas y lan-zones.

Además, relajado el ejército, descuidada la disciplina, con las lebas hechas se reunió una gran masa de gente allegadiza, mal armada y sin instrucción militar, que en un dia de combate mas debía servir de estorbo y embarazo para los movimientos, que de utilidad para el triunfo.

Los infieles, por el contrario, cabalgando en ligeros y briosos corceles, el arco en la mano, la corba cimitarra pendiente del cuello, y la lanza en la mano, hacían una fiesta de una batalla, y entraban en combate con una fé ciega en el profeta que les habia prometido el dominio del mundo y con la convicción de que vivos serian los dueños de la tierra y muertos irian al Paraiso donde Mahoma les ofreciera tan imperecederas delicias. •

En vista de las razones espuestas y tomando en consideración el distinto estado de aquellos dos pueblos, fácil es de comprender que toda la ventaja estaba de los que menos poderosos en número, lo eran doblemente por el móvil que les impulsaba.

Y los resultados estuvieron en armonía con esto.

XXII.

En uno de los últimos dias del mes de Julio del año 7 1 1 de la Era cristiana, los dos ejércitos se encontraron en las orillas del Guadalete.

DE MURCIA 457

Dos religiones distintas, dos pueblos que representaban los polos opuestos de la vida; que el uno era joven, vigoroso con toda la fuerza y y la energía déla juventud, mientras que el otro viejo y decrépito no habia gastado su vigor entre las delicias de la paz, se hallaban frente á frente.

La cruz y la media luna, el lábaro de Constantino y el rojo y verde estandarte del Profeta, iban á luchar.

Dos civilizaciones distintas, diversas costumbres y opuestos hábitos, se hallaban prontos á combatir

Los soldados mulsumanes, ágiles, desembarazados, sin pesadas armaduras, con los flotantes albornoces y los protectores turbantes, sobrios y avezados á la fatiga, y ansiosos de luchar; los godos, vistiendo las lorigas, armados con las lanzas, las mazas y las guadañas, incapaces de soportar las fatigas y cansados antes de principiar el combate.

En los jefes de ambos ejércitos se personificaban las dos civilizaciones, los dos pueblos que iban á luchar.

Tarik ginete en un ligero corcel; Rodrigo en un carro bélico incrustado de marfil con la rica corona de oro ciñendo su frente y el manto de púrpura sobre los hombros, penetraron en la batalla.

Despuntaba el dia. Para los árabes brillaba la aurora de su dominación. Para los godos no tardaría en llegar el ocaso de su poder. Unos y otros según dicen los historiadores islamitas, acometieron con

el mismo brío, con la misma pujanza. Ambas huestes se confundieron en un alarido inmenso, del mismo mo

do que la sangre de ambas se confundía sobre aquella tierra. Atambores y añaíiles y trompas lanzaban sus roncos sonidos que no

bastaban á apagar el gemido de los moribundos, los ayes de los heridos, las imprecaciones de los soldados ni las voces de los caballeros.

Turbantes y cascos, albornoces y lorigas, cimitarras y espadas se confundían al enlazarse los cuerpos de los combatientes y el suelo temblaba bajo el peso de aquella muchedumbre que se retorcía á los frenéticos impulsos del combate.

158 HISTORIA

Horrorizado el dia, de tanta sangre, de tanta matanza, llamó á la noche en su ausilio y sus espesas sombras pusieron término al combate.

Mas con el alba nueva encendióse de nuevo la ira en los corazones de ambos pueblos, y la batalla terminó solamente cuando llegó la noche.

Al tercer dia, los sarracenos que tenian que combatir con cuadruplicado número de enemigos, dieron muestras de cansancio y principiaron á tlaquear.

Entonces Tarik, el general que habia hecho quemar las naves que les condugeran á España para arrebatarles toda esperanza de regresar á su país, lanzóse hacia los suyos diciéndoles: «¡Oh muslimes, vencedores de Almagreb! ¿A dónde vais? ¿dónde pensáis encontrar asilo? El mar está á vuestra espalda, y delante tenéis al enemigo; no hay remedio sino en vuestro valor y en la ayuda de Dios. ¡Guallak! (1) Yo acometeré á su rey y le quitaré la vida ó moriré á sus manos.»

Y Tarik uniendo la acción á la palabra, lanzóse á lo mas recio de la pelea en busca del monarca godo, seguido de los suyos, á quienes-electrizó su palabra y su ejemplo.

x x m .

En este momento colocan algunos historiadores la defección de Oppas y los hijos de Witiza que con todos sus parciales y gente de armas se pasaron á los infieles.

Si el hecho fué cierto, desde luego debió ejercer una gran influencia en el éxito de la batalla, pues los godos, cansados ya y enflaquecidos por la pérdida de gente, no podían resistir mucho la furiosa acometida de los mulsumanes, y la defección de aquel cuerpo de tropas, debió d e -

(1) Esclamaeion que equivale i decir «por Dios.»

t)K MURCIA 159

sordenarles de tal modo que Tarik, llegando hasta donde estaba Rodrigo pudo muy bien quitarle la vida y con ella introducir el pánico y poner en fuga á sus soldados.

Los escritores árabes dicen que Tarik mandó la cabeza del rey Rodrigo á Muza como trofeo sangriento de aquella mas sangrienta victoria.

Faltos de su caudillo los godos, se desconciertan, huyen, cargan sobre ellos los enemigos con redoblado esfuerzo, y cébanse en la matanza y el exterminio de tal modo que según una crónica árabe, solamente "Dios que los crió podia contar los cadáveres que quedaron sobre el campo.

El viernes 31 de julio de 711 correspondiente al dia 5 de la luna de Xawal del año 92 de la hegira, según la cuenta árabe, la monarquía goda, el trono elevado por Ataúlfo, que tantos y tan buenos monarcas viera sobre sus gradas, se hundió con estrépito.

Tanto esta batalla como algunas de sus incidencias han sido muy controvertidas por distintos autores. Nosotros en nuestra ansia por conocer la verdadera luz, hemos leido con detención cuantas historias y crónicas así nacionales como extrangeras hemos creído necesario para el mayor esclarecimiento de estos hechos y debemos confesar que toda nuestra diligencia ha sido inútil.

Las crónicas de Isidoro de Beja, de Sebastian de Salamanca, del Monje de Silos, de D. Alfonso el Sabio, de Morales Mariana, Ferreras, Flo-rez, Pellicer, Masdeu, Gebhardt, Lafuente y Washington Yrwing y los autores arábigos traducidos por Casiri, Conde, Gayangos y algún otro, todos estando conformes en el hecho principal, difieren bastante entre si en los detalles y aun en las incidencias.

Háse dicho que la batalla duró ocho dias; se ha discutido bastante acerca de los dias en que se verificó el primer desembarque de moros y muy cuestionable se ha hecho si el metropolitano Oppas y los hijos de Witiza asistieron á la batalla al lado del rey y le abandonaron después lo mismo que si se presentó en el combate Rodrigo en .su carro bélico rodeado de todo aquel aparato de magestad.

1 6 0 HISTORIA

La inscripción encontrada en Viseo dos siglos después, que dice Hic-rei¡uiescit Iiudericus, tdtimus Hex Gothorum ha dado lugar á que unos crean que el monarca godo pereció en el rio Guadalete ahogado con su cabailo Orelia, mientras que otros suponen que se salvó y retirándose á la Lusitania hizo una vida ejemplar.

Nosotros después de un escrupuloso examen de todas las obras citadas, hemos dado la'preferencia y seguimos el parecer de D. Modesto Lafuente á quien respetamos mucho, y de quien debemos decir que habiendo examinado con escrupulosa atención cuanto pudiera facilitarle alguna mas claridad, su opinión nos es muy digna de aprecio y veneración.

El-Dholú, autor árabe, cree que la pérdida de la batalla se debió en gran parte á la falta de caballería que tenían los godos; sin creerlo nosotros en absoluto, opinamos que pudo contribuir y ser una de las concausas que unidas entre sí y formando una fuerza muy respetable dieron al traste con aquella monarquía cuyos carcomidos cimientos no necesitaban de un esfuerzo muy colosal para venir á tierra.

Lo cierto fué, que aquella monarquía que se habia nutrido con la decadencia del imperio romano, que se habia alzado sobre los humeantes escombros hacinados por la invasión de las tribus bárbaras del Norte, que habia implantado una civilización nueva en España, que tenia un gran libro en que aprender como era en el de los romanos á quienes habia conseguido dominar y vencer, arrastrada por los mismos vicios que encenagaron todo el bajo imperio, se hundió con el mismo estrépito que aquel arrastrando en su caida la suerte de todo un pueblo.

La España que habia visto sucederse á los templos paganos, á las estatuas de los falsos dioses, el santo madero de la cruz, iba á ver durante muchos siglos el estandarte del profeta y derruidas las casas del verdadero Dios, alzarse las mezquitas donde iba á rendirse tributo á una religión completamente contraria.

161

CAPÍTULO IV.

Ligeras consideraciones sobre la dominación goda en España.— Dominación de los Árabes hasta D, Fernando III, e! santo.

V © O O T E S de dar principio á las brebísimas consideraciones que sobre la dominación goda vamos á esponer, encabezaremos este capítulo con las frases con que el sabio rey D. Alfonso significa en la crónica de España, la situación que siguió á la memorable batalla de Gua-dalete.

«Después que la batalla fué acabada, desventuradamente fueron muertos los unos é los otros... E fincara toda la tierra vacía del pueblo bañada de lágrimas, cumplida de apellido, huéspeda de los estraños, engañada de los vecinos, desamparada de los moradores, viuda é asolada de sus hijos, confundida de los bárbaros, desmedrada por llanto é por

Dice así:

1 6 2 HISTORIA

Haga, fallecida de fortaleza, (laca de fuerza, menguada de conorte, asolada de los suyos.... España, que otro tiempo fué llagada por espada de los romanos, después que guareciera, é comenzara por melezina é bondad de los godos, entonces era quebrada, pues que eran muertos é aterrados quantos ella criara. Olvidados le son los sus cantares, el su lenguage ya tornado es en ageno, ó en palabra estraña España mezquina cató la su muerte; fué cuitada, que solamente non fincó aquí nenguno que la llantée: llámenla dolorida, é mas muerta que viva. Suena la su voz así como en el otro siglo, é sale la palabra así como de so tierra; é diz con la gran cuita: Los ornes que pasades por la carrera, parad mientes, é ved sy hai cuita nin dolor que semeje con el mi dolor. E llantos dolorosos é alaridos España lloró. Los sus ojos non se pueden conortar, porque ya ]non son. Las sus casas, é las sus moradas todas fincaron yermas é despobladas. La su honra, é la su prez tornada es en confusión, ca los fijos é los sus criados todos murieron á espada. Los nobles fijodalgos cayeron en captivo. Los principes é los altos homes idos son en deshonra y en denuesto: los buenos combatientes perdiéronse en estremo, é los que antes estaban libres, entonces se tornaron en siervos.... El que fué fuerte y corajoso murió en la batalla; el corredor éligero de pies nonguaresció alas saetas.... E¿quiéndaría á mi agua, con que toda mi cabeza fuese bañada, é mis ojos fuentes, que siempre manasen lágrimas, porque llorasen é plañesen la pérdida éla muerte de los de España, é la mezquindad, é el terramiento de los godos? Aquí se remató la santidad é religión de los obispos é de los sacerdotes; aquí quedó é menguó el abonamiento de los clérigos que servian las iglesias; aquí peresció el entendimiento, é el enseñamiento de las leyes de la santa fé é los padres é los señores todos perescieron en uno... Toda la tierra astra-garon los enemigos, é las casas hermaron, los homes mataron, las cibda-des robaron é tomaron Cuanto mal sufrió aquella Babilonia, que fué la primera é mayoral en todos los reinos del mundo, cuando fué destroida del rey Ciro édel rey Dario.... é cuanto mal sufrió Roma que era señora de todas las tierras, cuando la tomó é la destroyó Alarico, é después

DE MURCIA 163

Ataúlfo, rey de los godos, é después Genserico, rey de los vándalos; é cuanto mal sufrió Jerusalen, que según la profecía de nuestro Señor Jesuchristo fué derribada é quemada, que non fincó piedra sobre piedra; é cuanto mal sufrió aquella nombre de Cartago, cuando la tomó é la quemó Scipion, cónsul de Roma; dos tanto mal, é mas que aquesto sufrió la mezquina de España, desamparada, cá en ella se ayuntaron todas estas coitas, é tribulaciones...»

11.

Con mas sentidas frases no es posible pintar un acontecimiento de tanta trascendencia como el de que venimos ocupándonos.

Mas que cuanto nosotros pudiéramos haber dicho, mucho mas que todas nuestras lamentaciones, dicen las palabras del sabio rey.

Ahora y ya que hemos terminado la dominación goda con la derrota de Guadalete, recorramos siquiera, sea á grandes rasgos todo el tiempo que aquella duró, permitiéndonos emitir alguna opinión sobre los tres siglos, durante los cuales España fué pasando por tan distintas gradaciones.

Desde la conversión de Recaredo al catolicismo, podemos decir que principió la segunda época en que hay que estudiar á los godos.

Entre todas las tribus bárbaras que por Europa se derramaron, según hemos manifestado ya, los visigodos, por su contacto con los romanos, á consecuencia de sus incursiones por aquel pais, habíanse insensiblemente empapado en su civilización, y cuando vinieron á España y de ella se apoderaron, trocáronse á su vez en civilizadores de aquel mismo pueblo de quien recibieran las primitivas nociones.

Pero toda esta civilización de los godos durante la primitiva época de su dominación en España, era si así podemos espresarnos una civilización eteorogénea, puesto que faltos de una unidad civil y religiosa, los elemen-

. TOMO I. 2 4

4 6 4 , HISTORIA

tos civilizadores hallábanse esparcidos entre otros tantos elementos que constituían el país.

Mas Recaredo dio el verdadero, el grande, el paso trascendental y eminentemente civilizador, por mas que á fuer de historiadores imparciales, nos veamos obligados á reconocer y emunerar las ventajas y las consecuencias que sobrevinieron desde el momento que la religión católica fué la religión del Estado.

El talento, el saber y la inteligencia residía en aquella, época en los prelados españoles y en estos fué á buscar un apoyo la monarquía goda cristiana.

Alhagábale á la iglesia el apoyo que la monarquía la demandaba, y otorgóselo de buen grado, por que ella también habia de necesitar al trono en mas de una ocasión. Recíprocamente fueron protegidos y protectores unos de otros, y mutuamente se sostenían, y sosteniéndose se protegían entrambos.

De esta mancomunidad de intereses, y de esta necesidad recíproca, lógicamente se desprende que un poder para alhagar al¡otro habia de llegar un momento en que se estralimitára, sin que fuera ya posible deshacer ni corregir lo hecho.

Los concilios son una prueba patente de lo que venimos diciendo.

III.

Hemos manifestado ya que en el clero estaba concentrado el saber; el clero se hallaba en contacto directo y ejercía una gran influencia con el pueblo, cuyo apoyo necesitaba por fuérzala monarquía, pues revueltos, ambiciosos y turbulentos los magnates, dábanse á cada momento á conspirar porque cada uno se creía con derecho para subir á un trono que no era hereditario y sí electivo, y por lo tanto de fácil asceso para todas las ambiciones.

Teniendo esto en cuenta, fácil es de comprender que los monarcas

DE MURCIA 1G5

buscaran el apoyo en el brazo secular del clero, cuyo brazo podia enfrenar estas ambiciones, ilustrar al trono con su ilustración, y tenerle propicio siempre aquel elemento popular tan necesario.

El clero á su vez prestaba de buen grado aquel apoyo, porque el poder episcopal ganaba en influjo y se adquiria una preponderancia que dcbia ir en constante progreso.

Desde luego revistió al rey de toda la inviolabilidad posible ungiéndole con el oleo santo al ceñirle la corona, y lanzando censuras eclesiásticas, y escomulgando sin piedad á todos los conspiradores.

La necesidad y la conveniencia unió estos dos poderes, ¿y cuales fueron los resultados?

Los que lógicamente debian ser. Antes de hablar de estos resultados, estudiemos aunque muy de paso

al pueblo visigodo desde su instalación en España hasta la revolución llevada á cabo por Recaredo.

Si hemos de juzgar á un pueblo por sus costumbres, por sus hábitos y por sus diversiones, debemos convenir en que las virtudes de aquellos eran y debian resaltar doblemente por los vicios á que se habian entregado los romanos. Castos y fieles para con sus mujeres, defensores del desvalido, respetaban á los sacerdotes fueran ó no de su comunión religiosa, y teniendo en mucho la dignidad personal, odiaban la esclavitud, y todos estos sentimientos, parecían ya marcar la base de la nueva religión que algún tiempo después habia de dar un curso nuevo á su civilización.

«La conquista de las provincias meridionales y orientales de la Galia por los visigodos, según dice Thierry, estubo muy lejos de ser tan violenta como la del Norte por los francos.»

«Si es cierto que un pueblo sea tanto mas civilizado en cuanto se profese en él mayor respeto á la humanidad,» dice un moderno historiador, «en cuanto se vean menor número de suplicios atroces, de penas horribles, en cuanto se practiquen mas los principios de la fraternidad humana, el pueblo godo merece un lugar muy distinguido entre los pueblos bárbaros conquistadores de Occidente.»

166 HISTORIA

Entre las cosas que merecen estudiarse en un pueblo por su verdadera, por su gran importancia están sus leyes, y el Codex Wisi-gothorum y Forum judicum ó sea Fuero Juzgo y libro délos jueces, es digno por mas de un concepto de llamar nuestra atención.

El Fuero Juzgo, para nosotros representa de una manera gráfica la sociedad para que se hizo, hallándose en él la amalgama de los tres tiempos de un pueblo; su pasado, su presente y su porvenir. Vénse en él, reminiscencias de la sociedad antigua, modificaciones de la época presente que no era mas que una época de transición, y el germen poderoso y fecundo de la edad media.

IV.

En esta obra de derecho, encuéntranse las leyes que hacían los reyes por sí mismos ó con el auxilio del oficio palatino, especie de consejo privado del monarca, igualmente que se hallan en él las hechas por los concilios nacionales, embrión algo confuso de las posteriores cortes, y otras que sin fecha ni nombre de autor, son indudablemente las tomadas de antiguas colecciones. Del mismo modo se encuentran algunas á las que precede una nota diciendo antigua noviter é mendata que se cree estén tomadas de los códigos romanos y enmendadas por los compiladores del Fuero Juzgo.

Montesquieu en «El Espíritu de las Leyes,» emite un juicio nada favorable á las de los godos, juicio en nuestra opinión sobradamente injusto, puesto que califica de pueriles, torpes é idiotas, las que dan forma á un pueblo, las que establecen sus dereehos y clasifican sus deberes; las que fijan de una manera clara y terminante la relación que existe entre todos los individuos del cuerpo social, desde el mas alto hasta el mas bajo; las que sirvieron para constituir la unidad de un pueblo, y que han llegado hasta nosotros á través de los siglos, respetadas siempre, y siem-

DE MURCIA 167

pre tenidas en estima. Leyes asi, no creemos merezcan semejante calificación sin que acertemos á comprender como una persona tan ilustrada como el presidente de Montesquieu, pudo hacer una calificación que mas tarde otro eminente crítico francés, Gibbon, en la «Historia de la decadencia y destrucción del Imperio Romano,» le impugnó diciendo «el presidente de Montesquien le ha tratado con una severidad escesiva. Ciertamente me disgusta su estilo, como me es odiosa la superstición que en él se halla; pero no temo decir que aquella jurisprudencia anuncia y descubre una sociedad mas culta y mas ilustrada que la de los borgoño-nes y aun la de los lombardos.

No negaremos nosotros, que el Fuero Juzgo adolezca de defectos, defectos hijos de las condiciones especiales de la época en que se escribió, pero apesar de ellos, Guizot, en el «Curso de historia de la Civilización Europea», Rómey en su «Historia de España» y no vacilan en calificarle de eminentemente filosófico y moral, añadiendo el último: «Aun con todos sus defectos el código de los visogodos, no deja de ser un monumento glorioso: por otra parte es el solo código de las épocas bárbaras en que se han proclamado altamente los grandes principios de moral.»

Si los estrangeros, y estrangeros de tanta nota hablan así del Fuero Juzgo ¿que podremos añadir nosotros?.

La célebre fórmula rey serás si federes derecho é si non federes derecho non serás rey sirviendo de base al gobierno y al derecho público encarna una idea tal de política, de moral y de justicia, que es imposible desconocer.

V.

«La ley, dice el Liber Judicum es por demostrar las cosas de Dios é que demuestra bien bevir, y es fuente de disciplina, é que muestra el derecho, é que faze, é que ordena las buenas costumbres, é gobierna la cib-dad, é ama iusticias, y es maestra de vertudes, é vida de tod el pueblo.

168 HISTORIA

«La ley govierna la cibdad, é govierna á omne en toda su vida, é así es dada á los barones cuerno á las mugeres, é á los grandes cuerno á los pequeños, éasí álos sabios cuerno á los non sabios, é así á los fijos dalgo cuerno á los villanos: é que es dada sobre todas las otras cosas por la salud del príncipe édel pueblo, é reluce cuerno el sol en defendiendo á todos.

«La ley debe seer manifiesta, é non deve ninguno seer engannado por ella. Et deve seer guardada segund la costumbre de la cibdad, é de-ve seer convenible al logar, é al tiempo, é debe tener derecho, y igualdad, é debe seer honesta é digna, é provechosa é necesaria.'

Nada mas eminentemente filosófico que las ideas vertidas en las anteriores líneas. El gran principio de esta ley encarnaba una teoría completamente desconocida hasta entonces y que todas las leyes sucesivas han venido aceptando y reconociendo.

Si la ley es el último límite de las potestades humanas, si la observancia y el cumplimiento de esa ley es el camino mas recto para llegar hasta Dios, de quien emanaron las primeras leyes, cuanto mas perfecta sea la humana, cuanto mayor imparcialidad y justicia reine en ella, mas podremos acercarnos á esa primitiva ley divina, superiormente equitativa, prudente y justa.

El código de los godos basado en este principio de igualdad, haser-'vido de base para todas las leyes sucesivas.

Las Tablas de la Ley, primitivos preceptos impuestos á un pueblo que nacia, prohibían en absoluto, no esceptuaban clases ni categorías, porque el principio de igualdad imperaba en ellas.

El decurso de los tiempos, la marcha de las distintas sociedades, las ambiciones y las exigencias de los hombres, bastardearon estas leyes; la justicia en mas de una ocasión se cubría los ojos con una venda, para los vicios de los grandes y tenia sobrada vista para las faltas de los pequeños. Las leyes de los godos estableciendo aquel primitivo principio, pusieron la ley escrita por encima de la cabeza del rey, y por debajo de la ley divina, á la cual trataba de aproximarse en cuanto era dable á la humana inteligencia.

DE MURWA 4 6 9 Igualdad ante Dios, dice la religión cristiana, pues si la ley nace de

Dios ¿por que no ser iguales todos los hombres ante la ley? LosTlegisladores de España, aquellos concilios Toledanos tan sabios

y tan prudentes no pudieron menos de reconocerlo así, y el principio de igualdad quedó establecido en su código en el orden político, de la misma manera que lo estaba ya en el orden religioso.

VI.

«El rey ye dicho» dice el mismo código, «de regnar piadosamente; mas aquel non regna piadosamente quien non á misericordia. Doñeas faciendo derecho el rey deve aver nomne de rey; et faciendo torto, pierde nomne de rey. Onde los antiguos dicen tal proverbio: Rey seras si fecieres derecho, et si non fecieres derecho non seras rey. Onde el re deve aver duas virtudes en si, mayormientre iusticia et verdat.»

«Et por ende nos que queremos guardar los comendamientos de Dios, damos leyes en semble pora nos, é pora nuestros sometidos á que obedezcamos nos, é todos los reyes que vinieren después de nos, é tod el pueblo que es de nuestro regno generalmentre.»

«Dios que fizo todas las cosas, ordenó con derecho la cabeza en el cuerpo del omne de suso, é fizo nascer de la cabeza todas las otras partidas de los miembros del cuerpo, del omne. Onde por eso es dicha cabeza, porque los otros miembros comieszan á naszer de ella. E formó en la cabeza, lumbre de los oios, porque pudiese omne veer las cosas, quel pueden empeezer, é metió en ella la memoria de entender, porque pudiese ordenar, é goviernar los otros miembros quel son sometidos.... Por ende debemos primeramentre ordenar los fechos de los príncipes, porque son nuestras cabezas, é defender su vida, é su salud, é después destos ordenar las cosas del pueblo, que mientre que el rey es con salud, que pueda mas firme mientre defender sus pueblos.»

170 HISTORIA

Altamente morales esios principios, hállanse muy por encima de cuantos elogios pudiéramos tributar

El Fuero Juzgo no solamente representa el deseo y la inteligencia de un número determinad® de personas, si que también encarna el primer paso de una civilización completamente nueva, por que era la civilización que nacia del cristianismo; y las leyes godas inspiradas por esta idea religiosa, participaban de su mismo espíritu de equidad y de justicia.

VII.

Mucho mas podríamos estendernos hablando del famoso código de los godos, á no contenernos los estrechos límites á que debemos suge-tarnos. Juzgando á grandes rasgos su dominación, bien quisiéramos entrar en el detalle de cuantas ventajas trageron á nuestro país, apesar de los vicios de que necesariamente habian de adolecer; mas no siéndonos posible esto, y habiendo dedicado algunas páginas al gran monumento que de aquella dominación ha llegado hasta nosotros, apresuraremos nuestro relato para entrar de lleno en lo que de la dominación de los árabes hemos podido encontrar.

El desarrollo intelectual durante la dominación goda, espejo en el cual todas las naciones, y todas las épocas se han reflejado siempre, participaba del carácter severo y aun ascético de aquella sociedad.

La literatura griega y romana tan bella, tan amena, tan intencionada, con su mitología y sus epigramas; con sus dramas y sus epopeyas no podía existir en una literatura nacida de una nueva sociedad, sociedad que tenia por base la religión cristiana, y en la cual el clero era el depositario de todos los conocimientos, de todas la ciencias. Lógico era que la literatura fuera severa y grave como graves y severos eran los individuos que la cultivaban.

La moral, la teología, la jurisprudencia, el derecho político, la filoso-

DE MURCIA 171

fía y la historia,fueron las ciencias que aquellos doctos varones cultivaron. Desde Paulo Orosio, que asistió al cambio de la España '¡romana en

goda, hasta Isidoro de Veja que pudo ver su trasformacion en árabe, tanto Juan de Viciara como el obispo Idacio, y Julián de Toledo y otros, ocupáronse en escribir esas crónicas que apesar de la falta de detalles han podido siquiera prestar alguna luz sobre aquella época.

Las ciencias canónicas y teológicas, lo mismo que todas las ciencias eclesiásticas, tuvieron famosos escritores, sobresaliendo entre todos el doctísimo varón de quien dice D. Modesto Lafuente «que asombró con su erudición, que fué el luminar que alumbró aquellos siglos, y cuyos rayos han penetrado al través de las sucesiones de los tiempos hasta el presente.»

Efectivamente, San Isidoro de Sevilla, el sabio hijo de Cartagena consiguió que el octavo concilio de Toledo le llamase doctor cscelente, la gloria de la iglesia católica, el hombre mas sabio que se hubiese conocido para iluminar los últimos siglos y cuyo nombre no debe pronunciarse sino con mucho respeto. Entre todas sus obras muy dignas de consideración y de respeto, resaltan sus Etimologías, de una manera extraordinaria.

Decíase en su tiempo, que «el que hubiera estudiado á fondo sus obras podia jactarse de conocer todas las obras divinas y humanas,» y efectivamente, las Etimologías son una sabia enciclopedia, según las califica un autor moderno, donde las artes, las ciencias, la literatura, la gramática, la retórica, la dialéctica, metafísica, política, aritmética, música, astronomía, física, historia natural, táctica militar, náutica, juegos, espectáculos, arles y oficios están tratados de una manera magistral por el sabio escritor, pudiéndosele con razón apellidar con un historiador moderno el sol que alumbró el período gótico-hispano.

Hubo también algunos poetas de regular mérito, como Diaconcio, Orcncio de Illiberis y algunos otros que en variedad de metros, si bien con no mucho gusto, compusieron algunas poesias en las que, casi siempre dominaba el pensamiento religioso.

TOMO I. 25

172 HISTORIA

VIII.

Respecto á la medicina no brilló gran cosa durante la dominación goda; muy estravagantes y aun absurdas las ideas que respeto á ella se tenian, hallábanse los médicos sugetos á ciertas trabas que hacían á veces ineficaces ó fuera de tiempo los remedios que se trataban de aplicar á algún enfermo; los médicos no podian sangrar ni medicinar á ninguna mujer libre ó ingenua como no fuese á presencia de sus padres, hermanos ó algún otro pariente; si enflaquecíala persona sangrada, el médico incurría en una multa, y si fallecía por consecuencia de una medicina mal aplicada, considerábasele como asesino y era entregado álos parientes del difunto.

Únase á esto que la superticion entraba por mucho en la medicina, que la astrología tomaba también su parte, y tendremos que esta ciencia que así como otras muchas adquirieron un gran desarrollo durante la dominación árabe, tubieron muy escasísima importancia en tiempo de los godos.

Hemos manifestado ya que, apoyándose la monarquía en la iglesia y residiendo en esta el talento y la sabiduría, llegó á inmiscuirse en los asuntos políticos y en los asuntos civiles en tales términos, que al repasar los concilios, al lado de disposiciones altamente civilizadoras, de acuerdos importantísimos, de leyes sabias y justas, encontramos una intolerancia llevada al rigor, que unida al abandono en que fué dejándose al ejército, con el decurso de los tiempos, tuvo una gran parte en la desdichada derrota de Guadalete.

Hasta Recaredo, el ejército, puede decirse que elegía y derribaba álos reyes; posteriormente á Recaredo siguió dominando el espíritu de elección, pero regularizado ya y disponiendo que el nombramiento se verificara porlos obispos y proceres, y separandopor completo al ejército, loque sibien

DE MURCIA 173

por entonces era ventajoso, puesto que la influencia é ilustración del clero suavizaban con mucho la aspereza de los godos, conforme el tiempo fué pasando, y su preponderancia ascendiendo, habrían de ir decayendo los hábitos militares de aquel pueblo guerrero, y enervándose en la quietud y la molicie, al llegar un momento de prueba, hallariánse muchos hombres sí, pero pocos soldados.

IX.

Otra de las causas que á nuestro juicio contribuyeron á la catástrofe indicada, fué como ya digimos la intolerancia para con los hebreos.

Verdad es que para mantener y que fuese una verdad la unidad religiosa de la nación, preciso se hacia tomar medidas un tanto enérgicas, pero si la razón religiosa indicaba algo de esto, la razón política aconsejaba tomar cierta clase de precauciones puesto que no se trataba de un centenar de familias, sino que se trataba de una masa inmensa de gentes, que constituía una gran parte de la nación gótico-hispana; masa de gente en la cual existían grandes riquezas y algunas artes é industrias de las pocas que florecieron en España durante aquel tiempo.

Esto por una parte, el abandono en que se tuvo al ejército por otra, y las ambiciones, y las enemistades, y los placeres, y la vida sedento-ria, consecuencia de un largo período de paz, unidos á los abusos y demasias, fueron los verdaderos causantes de aquella pérdida que verificada en un dia costó para resarcirla siete siglos de incesante lucha y de ardiente afán.

En resumen creemos que los tres siglos de la dominación goda forman un periodo verdaderamente interesante para nuestra nación. Pueblo que venció á los romanos, que humilló el poder de Atila, que hizo de los suevos una parte de su nación, y que fundó una gran iglesia, y sobre todo que hizo un código redactado por Obispos, que ha atravesado todas las épocas

174 HISTORIA

sucesivas y que hasta el dia ha sido y es admirado por la sabiduría de los que le redactaron, bien merece que la historia le reserve una de sus mejores páginas; pues aunque faltas cometió, y algunos abusos le mancharon, ese monumento solo que nos legó de su civilización, basta para labar sus manchas, para disculpar sus abusos.

Tal es nuestra opinión respecto á aquella época en que nuestra nación que aunque lentamente, iba abanzando por las vías del progreso, tratando de llegar al mejoramiento social, movimiento al cual viene obedeciendo el mundo todo, desde la formación de las primitivas sociedades. Ahora la veremos detenerse durante algunos siglos bajo la dominación árabe, pero sin perder el germen civilizador que ya llevaba en sí, y que al arrojar de su suelo el estandarte del profeta, se encontró doblemente adelantado.

X.

Entramos ya en los principios de la dominación árabe, y como consecuencia de ella, en la época de verdadera importancia para Murcia.

¿Qué habia sido de esta población durante la dominación goda? ¿Habia adelantado ó decrecido desde la época romana? La razón natural parece decirnos que sí, parece decirnos que el adelanto se habia verificado, pero las escasas noticias de aquella época nada nos aseguran.

Lógico parece que para tener verdadera importancia como tenia á la invasión délos árabes, hubiese adelantado durante la dominación goda, pero la verdad es que nada hemos podido encontrar que nos lo corrobore.

Ahora bien, á la entrada de los árabes, al aproximarse Abdelazis á nuestro territorio, ya nos encontramos con el nombre de Mursiet aplicado á lo que nosotros no hemos vacilado en creer con el canónigo Lozano Arcilacis en tiempo de los romanos. ¿De donde provenia este nombre de

Mursiet? ¿Cuál era el que llevaba antes para que al cambiarle solo la ler-

DE MURCIA 475

minacion, como los árabes hicieron en otras poblaciones, cuales fueron Cartagena ó Cartilágine á quien nombran Carthagenet, Orihuela ó Auriola de quien hicieron Auriolet, y otras por el mismo orden se denominara Mursiel? ¿Seria Murcia según la llama el Nubiense, Mursian ó Mursie?

La verdad es que todo se ignora, la verdad es que nada de cierto se sabe, y únicamente en los códices árabes nos hallamos con una Mursiet en tierra de Tadmir, que no cabe duda alguna sea nuestra Murcia, pero que no sabemos á ciencia cierta el nombre que antes llevara.

Que durante los godos Murcia debió adelantar y debió prosperar, toda vez que los árabes la encontraron en buen estado, no deja lugar á duda alguna; lo que si nos las ofrece y desgraciadamente mientras otros mas felices que nosotros no nos lo aclaren seguiremos en ellas, es la época en que dejando Murcia de llamarse Arcilacis, tomó el de Mursie ó Mursian del cual los árabes hicieron su Mursiet.

Haciendo punto sobre esto, retrocederemos hasta la batalla de Guadalete para venir siguiendo la marcha de los árabes en nuestro suelo, hasta que penetraron en las tierras de Tadmir.

XI.

La noticia del triunfo obtenido por Tarik en Guadalete, no satisfizo á Muza que envidioso de la gloria de su lugar-teniente, ordenóle que suspendiese sus operaciones, disponiéndose á venir á España para terminar la conquista de ella.

Conde y otros historiadores creen que Muza dejó encomendado el gobierno de África á su hijo Abdelazis, opinión que seguimos nosotros también, y reuniendo tropas en número de diez mil caballos y ocho mil infantes, entre árabes y africanos, pasó el estrecho desembarcando en Es-

176 HISTORIA

paña, acompañado de muchos caballeros de la tribu de Coraix y de otros árabes muy principales.

No debemos perder de vista estas dos espediciones, la primera de Tarik el berberisco, y la toma de posesión definitiva del árabe Muza, pues de aquí nacieron todas las rivalidades y disensiones de que hemos de hacer mérito en los hechos sucesivos.

Hemos dicho ya que Muza habia mandado órdenes á Tarik para que suspendiendo sus operaciones esperase su llegada á España. El caudillo berberisco escuchó lleno de sorpresa semejante mensaje, y creyendo con harto fundamento que aquella suspensión podría dar lugar á que levantado el ánimo de los godos le molestasen ó tal vez le hicieran perder el terreno que habia ganado, propúsose desobedecer aquella orden, aunque escusando con especiosos pretestos su resolución.

Para esto reunió según dice Conde en su «Historia de la dominación de los Árabes» á sus capitanes, á quienes comunicó las disposiciones del Wali. El disgusto de todos ellos se mostró con harta claridad, y Julián el cristiano, le aconsejó que una vez que venciera ya al ejército de los godos no debia desaprobechar esta ocasión, para perseguirlos sin darles espacio ni lugar á que se recobrasen; pues fácil seria que se rehicieran y allegando nuevas gentes se concierten y animen las atemorizadas tropas, por lo cual convenia apoderarse de las principales ciudades y de la capital, en cuyo caso nadd tendría ya que temer.

Todos los capitanes aprobaron este razonamiento, escitando á Tarik á que continuara adelante, y este dividiendo su ejército en tres cuerpos confió el mando del primero á Mugeiz el Rumi (1) y lo envió á Córdoba; Zayde benKesadi se encargó del segundo y marchó á Málaga, y el tercero, bajo su mando, partió hacia Tolaito'la. (2)

(1) El cristiano ó el estrangero.

(2) De este modo desüguraron los árabes el nombre de Toledo dcprabackm de «Urbs Toletana.»

DE MURCIA 177

XII.

La división mandada por Zayde obtuvo el mejor éxito reincorporándose con Tarik á no mucha distancia de Toledo; la de Mugeiz apoderóse de Córdoba, y dejando su custodia encomendada en gran parte á los judios de la misma manera que Zayde lo hiciera, dedicóse á recorrer las tierras limítrofes asegurando doblemente su dominio.

Al llegar á este punto ocurre naturalmente una dificultad, consistente en el medio de que se vahan los árabes para comunicarse con los godos. Si se tiene en cuenta que el latin algo corrompido entre el clero y los mas notables personages y en estado de gerga, por decirlo así, entre las clases inferiores, era la única lengua que se hablaba en España, y que los conquistadores, habían vencido en la Siria, en el Egipto y en la Mauritania, provincias romanas que fueron, y cuyo ejército debió aumentarse naturalmente con habitantes de aquellos países, para quien debía ser familiar el latin, fácil es de comprender que esta lengua fué la que sirvió para que se entendieran y comunicaran los dos pueblos. Esto es lo que parece lógico y esto lo que nosotros podemos decir.

Entre tanto Tarik continuaba su marcha hacia Toledo, sembrando el Jerror por todas partes, haciendo huir á los magnates, al clero, y al pueblo á su aproximación, en términos que hallaban casi desiertas las ciudades, imponiendo á casi todas las mismas condiciones que eran: el tributo de guerra anual ó sea el quinto y aun y á veces el décimo de la renta de las tierras é inmuebles; un cierto número de rehenes, armas, caballos y animales de tiro, y se apoderaban de los bienes muebles é inmuebles de los que habian huido. Los que se quedaron disfrutaron de sus propiedades pagando los mencionados tríbulos, dejándoles su libertad religiosa pudien-do entregarse al culto en el interior de sus iglesias aunque prohibiéndose terminantemente la construcción de otras nuevas.

Una vez Tarik y Zayde ante los muros de Toledo, poco les costó apo-

178 HISTORIA

derarse de una ciudad donde si no faltaba gente para defenderla escaseaba el valor que se habia amortiguado con los continuos triunfos de los musulmanes, así que estos, poco tardaron en penetrar en ella á virtud de a capitulación pedida por los mismos godos.

XIII.

Dice el Pacense y Conde también lo afirma, que los árabes encontraron entre las muchas riquezas que en Toledo acumularon los monarcas góticos, veinte y cinco coronas de oro y piedras preciosas pertenecientes á otros tantos reyes de España, pues era costumbre según dicen, que cuando el rey fallecía se depositase su corona en el alcázar.

Teniendo presente que solamente desde Leovigildo principiaron los monarcas godos á usar la corona y el manto, y que desde este á Rodrigo solo hubo diez y siete reyes, comprenderemos que muy bien esos historiadores pudieron equivocarse aplicando una corona á cada uno de los que hubo desde Teudis primer monarca que ya estableció definitiva-vamente en España su residencia y su gobierno, hasta Rodrigo, que efectivamente dan el número de veinte y cinco.

Entretanto Muza que ya habia desembarcado en España hallábase cada vez mas irritado por los triunfos de Tarik y al frente de las tropas que de África tragera, se apoderó de Sevilla y de otras poblaciones no menos importantes y pasando á la Lusitania puso cerco á Mérida cuyos habitantes estaban decididos á resistir hasta el último estremo.

La antigua ciudad romana con sus murallas y sus enormes torreones parecíale al africano exigir mayor número de gentes que las que le acompañaban é inmediatamente mandó orden á su hijo Abdelazis que como ya digimos quedóse en África, para que recogiendo el mayor número de soldados posible se viniera á reunir con él.

Obedecida esta orden, Muza pudo contar con un formidable ejérci-

DE MURCIA 178

cito lo cual obligó á los sitiados á tratar de una capitulación honrosa, la que se verificó quedando en libertad Muza para marchar á Toledo en busca de Tarik á quien su odio y su envidia no podian perdonar.

Abdelazis marchó á Sevilla donde los cristianos se habian sublevado, y recibió nuevas órdenes para continuar sus conquistas por aquel país.

X I V .

Con la noticia de la marcha de Muza en dirección á Toledo, Tarik que se hallaba ocupado en someter nuevas poblaciones al dominio árabe, regresó inmediatamente á la ciudad después de haber recogido en Medi-naceli, según se cree, la famosa mesa de Suleiman ó Salomón, que tan gran papel representa en las crónicas árabes.

Apenas llegó Muza á Medina Tal vera ó sea Talavera de la Rcyna, salió Tarik á recibirle sin humildad ni altivez, y conociendo su eslre-mada avaricia, ofrecióle parte de los tesoros que á él le habian tocado. Aceptólos Muza y sin deponer su enojo preguntóle.

—¿Por qué no obedeciste mis órdenes? A lo cual Tarik le respondió «por que así creía seguir mejor la cau

sa del Islán, á fin de impedir que los enemigos pudieran rehacerse. (1) Muza y Tarik regresaron á Toledo, y una vez allí, el caudillo afri

cano dando rienda suelta á su encono le exigió la entrega del botín y parte del tesoro público, así como también la entrega de la mesa, la cual verificó Tarik después de haber hecho quitar un pié. Obtenido esto, Muza destituyó á Tarik y lo redujo á prisión á pesar del descontento que esto produjo en el ejército, del cual era muy querido el caudillo berberisco.

(1) Conde.—Historia de la dominación de los árabes.

TOMO I. 26

179 HISTORIA

Esto paralizó como era consiguiente las conquistas de los musulmanes por la parte Norte y Oeste de la península, mientras que Ab-delazis las continuaba por el Mediodía en virtud de las ónienes que de su padre recibió.

Siguiendo Abdelazis su triunfante marcha llegó hasta la frontera de nuestra provincia murciana, donde no pudo menos de detenerse ante un obstáculo que se le presentó en su camino.

Digimos en otro lugar que á la segunda invasión hecha por los árabes, Teodomiro al frente de algunos caballeros y soldados godos trató cerca de Tarifa de oponerse á la entrada de los enemigos, y rechazado por estos, escribió la carta á Rodrigo en que le avisaba la llegada de aquellas gentes. Teodomiro luchó en Guadalete como un esforzado caballero que era y después de aquella triste jornada reunió parte de los dispersos restos déla poderosa hueste y se dirigió á nuestro territorio.

Los godos que con él iban, según dice Masdeu, le aclamaron por rey y algunos historiadores le cuentan como el primer monarca de la reconquista. Teodomiro estableció su corte enOrihuela, no en Murcia como algunos han crcido y su territorio comprendía las poblaciones siguientes según la antigua geografía de El Nubiense que dice asi: «En el término de Thudmir están las ciudades de Mursiet, Aurivalet, Carthagenet, Lurcat, Mulat, Ghengibalet y Balkur» ó sean Murcia, Orihuela, Cartagena, Lor-ca, Muía, Chinchilla y Alhama.

Al llegar á este punto debemos detenernos siquiera sea por breves momentos; pues al tropezar con el nombre de Thudmir ó Tadmir aplicado á una parte de nuestro territorio, lógico es que demos algunas esplicaciones respecto á él.

Durante muchos, muchísimos años se ha estado discutiendo la sitúa-

DE MURCIA 180

cion de Tadrair en nuestra provincia emitiendo distintos autores sus opiniones, colocándola quien en un punto quien en otro El sabio canónigo Lozano, á quien ya liemos citado en mas de una ocasión, recopilando todas aquellas ideas y buscando con afán la verdad, á vuelta de buscar antecedentes y de hojear manuscritos ha podido con certeza fijar la existencia de Tadmir en la Caravaca hoy, Carietucaat Tadmir en tiempo de los árabes.

Ciudad importante en tiempo de los romanos, según se desprende de sus ruinas y de sus monedas, en tiempo de los godos debió indudablemente continuar floreciente cuando mas tarde Teodomiro la hizo su corte.

tos historiadores y geógrafos árabes únicos que pueden dar alguna luz sobre la existencia de Tadmir la colocan en Caravaca y el canónigo Lozano, y nosotros apoyándonos en las mismas fuentes en que él ha bebido, creemos que verdaderamente es así.

El itinerario del viage de Abi-Mohamed-Ben-Rozac, de que habla Casiri, el cual es citado por Lozano y porD. Agustin Marín de Espinosa ilustrado autor de "Las Memorias para la historia de la ciudad de Caravaca» no deja lugar á duda alguna, desapareciendo á la simple enunciación de esto la errónea idea é inverosímil fábula de la Cara vaca de la reina mora, en que algunos han creído encontrar la etimología del nombre de Caravaca.

Tratado con sobrada detención el asunto de que nos ocupamos por el canónigo Lozano, y apoyándonos en las mismas razones que él se apoya, creemos inútil detallar mas este asunto; puesto que la verdad se encuentra plenamente justificada y que la Caravaca de hoy no es otra que la Carietucaat Tadmir de los árabes.

Población importantísima, como ya hemos dicho, en tiempo de los romanos, y de remota antigüedad, natural era que tanto por esto, cuanto por su buena posición militar la escogiera el godo Teodomiro para metrópoli de su pequeño reino, así corno para abrigo y defensa de sus soldados.

181 HISTORIA

XVI.

Este fué el obstáculo con el cual tropezó Abdelazis al dirigirse en cumplimiento de la orden de su padre á la conquista de nuestra provincia.

Los godos que acompañaban á Tcodomiro acostumbrados ya á combatir con los árabes les osligalian y no les temían, razón por la cual se hallaban resueltos á lodo trance á impedir la entrada de aquellos en la tierra que poseían.

El historiador Cáscales, con esa sobra de buena fé de que ya hemos tenido ocasión de hacer mérito, al ocuparse de esta invasión, bb!a de un Amiramech sobrino de Muza, del obispo Don Orpas y del godo renegado Tcodomiro, comq de los que venian capitaneando la hueste infiel. Igualmente habla de Barbate, señor de Murcia, y francamente no podemos comprender, según en otras ocasiones hemos dicho, como una persona tan erudita, corno el autor de los «Discursos históricos» baya podido incurrir en semejante error teniendo en cuenta solamente el paiecer del arzobispo D. Rodrigo.

Nada de loqueen los «Discursoshistóricos» referente á este asunto se dice, es cierto, puesto que ni Barbate era señor de Murcia según dicen, ni Tcodomiro un miserable renegado, ni \miramech el caudillo musulmán que entró en nuesl'o territorio, ni el episodio con quien estos nombres se enlazan, tuvo lugar según Cáscales supone en Murcia, sino en Ori-huela.

Como ya hemos dicho hallábanse los godos resueltos defenderse, y así lo hicieron.

Conocedores del terreno, apesarde luchar contra fuerzas muy superiores, sostuviéronse por algún tiempo hasta que los árabes consiguieron

DE MURCIA 182

alcanzarles en los campos de Lorca, donde pudiendo maniobrar libremente su caballería, consiguió desarbalarlos por completo.

XVII.

En tan apurado trance no perdió el ánimo Teodomiro. Comprendió que no tenia mas fortaleza en que poder guarecerse

que Orihuela y hacia ella se dirigió con los escasos restos dé su ejército.

Hé aquí como describe el ilustrado historiador de la dominación de los árabes en España todo este episodio al que Cáscales ha dado tan distinta forma.

«Huyeron los cristianos, y se acogieron á la ciudad de Auriola, única fortaleza en que pudieron acamparse. Viendo Tadmir la pérdida de su gente de pelea, para engañar á los Muslines, y que creyesen que habia muchas tropas en la ciudad, dispuso que las mugeres se disfrazasen y vistiesen como varones, y subiesen armadas á las torres y muros, con sus cabellos cruzados porque pareciesen barbas.

«Este engaño salió bien i Tadmir, y los árabes pusieron cerco á la ciudad con todas las precauciones convenientes, como suele hacerse de una numerosa guarnición. Dispuso Abdelacis sus gentes para combatir la ciudad, y entonces salió de ella un caballero embiado de Tadmir, que se acer coy pidió seguro, y le fué concedido, presentóse á Abdelacis, que le recibió muy bien, y este mensageru á nombre de Tadmir y de la ciudad pidió seguridad y paz, porque se allanaban á entregarse con buenas condiciones, conforme á la generosidad de los caudillos muslines y á la nobleza del príncipe, que las pedia por bien de sus pueblos. Dijo este caballero que venia autorizado á concluir el concierto y avenencia que otorgase; y se escribió en esta forma. Escritura y convenio de paz de Abdelaziz ben Muía benNoesir con Tadmir ben Gobdos, rey de tierra de Tadmir. «Ea

183 HISTORIA

el nombre de Dios, clemente y misericordioso. Abdelaziz y Tadmir hacen este convenio de paz, que Dios confirme y proteja: que Tadmir haya el mando de sus gentes, y no otro de los Cristianos de su reino: que no sean molestados sobre su religión, ni se les incendiaren sus iglesias, sin otros servicios ni obligaciones que las aqui convenidas, que esta aveniencia se entienda también sobre siete ciudades Auriola, Va-lentila, Lecant, Añila, Bocsara, Ota y Lorca; que él no recibirá nuestros enemigos, ni nos faltará á la fidelidad, ni ocultará trato hostil que entienda: que él y sus nobles pagarán el servicio de un diñar ó áureo cada año, y cuatro medidas de trigo, y cuatro de cebada, y cuatro de mosto, y cuatro de vinagre, y cuatro de miel, y cuatro de aceite; y los siervos ó pecheros la mitad de esto. Fué escrita en cuatro de regeb, año noventa y cuatro de la hegira. Testificaron sobre esto Otzman ben Abi Abda, Habid ben Abi Obeida, Edris ben Maiceras y Abulcasim el Mezeli.»

«Después que firmaron el convenio, declaró.el mensagero de los Cristianos que él era el mismo Tadmir, y Abdelaziz fué muy contento, y se holgó de su franqueza y.noble proceder, y le hizo mucha honra, y comieron juntos como si de luengo tiempo fuesen amigos. Tomó Tadmir á la ciudad aquella noche y ordenó que al dia siguiente á la hora del alba se abriesen todas las puertas de la ciudad; y él con los principales de ella salieron, venida la mañana, á recibir á Abdelaziz, Habid y otros principales muslimes, que con escogida gente de á pié y de á caballo entraron en la ciudad Maravilláronse mucho de ver en ella tan poca gente de armas, y preguntó Abdelaziz á Tadmir: ¿qué has hecho de tus tropas las que coronaban los azuores ó muros de esta ciudad? y Tadmir le refirió su estratagema, que pareció muy bien á todos. El Cristiano los obsequió tres dias, y luego partió Abdelaziz sin hacer daño ni correr la tierra.»

Los antiguos cronicones contraen la acción dada en los campos de Lorea, al reinado de Rodrigo pero posteriormente los historiadores modernos, teniendo muy en cuenta las noticias dadas por los mismos árabes la

DE MURCIA 184

han fijado, como lógicamente se desprende después de la pérdida de la batalla de Guadalete, y bajo el reinado de Teodomiro.

Ante el testimonio de los árabes y de nuestros historiadores modernos ¿qué podremos añadir nosotros respecto á la falta de verdad que se advierte en el escrito de Cáscales?

De deplorar es que un tan correcto escritor precediese con tan sobrada ligereza en un asunto de tanta trascendencia, y de tanta importancia histórica.

XVIII.

Una vez ajustadas las paces, Teodomiro quedaba en pacífica posesión de su territorio, pagando el feudo que en el contrato se estipulara. Tranquilo el rey godo respetó á sus enemigos, estableció su corle en Caravaca ó Tadmir, en cuyo término se hallaban las poblaciones de Mursiet Aura-balet, Carthagenet, Lurcat, Mulat, Ghengibalety Balkur.

Y para corroborar mas la aserción de la importancia de Caravaca, Abd-el-Rhajman rey de Córdoba que escribió unos anales de España á principios del IX siglo, dice que «Thudemiro habitó la ciudad de su nombre en las inmediaciones de Seghin al frente de Murcia y es un castillo sobre el monte, y en este año edificó Seghin el Kelbi la ciudad de su nombre, hoy pueblo de Cehegin, y es ciudad colocada al frente de Thudmir en lo último del monte.»

El repetirse aquí el nombre de Thadmir, el hablarse tanto de ella " en las crónicas árabes y la coincidencia de los nombres de Thudmir ó Thadmir ciudad, y Teodomiro ó Theudimiro el monarca godo, hace suponer al erudito autor de las «Memorias para la historia de Caravaca, que el origen del nombre de la ciudad está en el monarca que tuvo su corte en ella, con lo cual sentimos no encontrarnos acordes.

Hemos indicado ya al ocuparnos de esto, que respecto á Tadmir nos

185 HISTORIA

encontrábamos de completo acuerdo con el docto canónigo Lozano pues nuestras investigaciones muy parecidas á las suyas, nos dan un resultado idéntico.

Nosotros creemos que Tadmir nace del rio Táder y que este nombre se debe á los hebreos fenicios que al venir de Oriente traían consigo su idioma y sus voces especiales que aplicaron á sitios en que pudieron hallar puntos de contacto con otros de las regiones que acababan de dejar.

He aquí como se esplica Lozano respecto á este asunto cuyas frases nos parece oportuno copiar, tanto porque nos encontramos completamente de acuerdo con las ideas que emite cuanto por desvanecer la idea de que Tadmir tomase su nombre del caudillo godo.

Refiriéndose á la voz Thader dice así: «Por de contado, aparece muy neta, muy pura en el hebreo, ¿No

goza este la voz Thad? ¿Y que dista de Tader? ¿No contiene la voz Thadmor? ¿Y qué dista de Tadmir? ¿No arroja la voz Thamar? ¿Y acaso va lejos del mismo Tadmir? La sola discrepancia, está en su terminación. Varían pues las terminaciones: cr, da, mor, mir, mar. Pero esto nace de dos elementos, que son simplicidad de las cosas, y alteraciojí comunísima, de un mismo dialecto, de un mismo idioma, de una misma gente, ó de una misma lengua en distintas regiones aunque confinantes.

Llamo simplicidad de cosas, al origen de las mismas. Esto es á Thad respecto á Tader y Thadmor: á Tader respecto de Tadmir, siendo al misino tiempo jTadaior, Tader y Tadmir sus compuestos. El Thada hebreo, y fenicio por lo mismo, simboliza también; y concluyo de aquí, hallarse en lodo ello su verdadero aparato, que hace filosofar juicio-saínenle en ambos objetos Tader, y Tadmir.

«Si damos otro paso hasta penetrar el concepto total de semejantes espresiones, veremos presto unas congruncias geográficas, y aun de historia natural, que pacifican el sentido. Thadmor es ciudad de la Siria. TaJmir ciudad de Baslitania en España, y Tader rio Bastitano. Ahora: el alma de aquel nombre Oriental Thadmor, debe ser el espíritu de

lJtí MURCIA 180

estas dos Occidentales Tader y Tadmir. Los Phenicios, que traían con sigo, aquella lengua del Oriente, y aquellas voces ¿por qué no han de ser padres, y madres de las nuestras, Tader y Tadmir? ¿Cuál pues fué el espíritu de la voz Thadmor? Se dixo ya: la ciudad de las Palmas. Corresponde pues, que sea el mismo en la voz Tadmir. Tan cierto es lo primero, que Thadmor en tiempo de Salomón, degeneró corriendo los siglos siguientes, en otra voz latina, que abraza la sustancia del concepto Thadmor. Si: Palmira se dijo después la magestuosa Thadmor, Palmira ciudad adornada de Palmas en su hermoso circuito. Palmira, no menos ¡lustrada de considerables antigüedades. Palmira, tan visitada por el sabio gusto inglés. Palmira, sin dejar por esto de ser Thadmor. Palrnira, hoy toda sin existencia reducida á un cuerpo de brillantes, y sabias ruinas. Palmira en fin, cuyo nombre como el de Tadmor, nos arrastra á pensar, que los Sirios de ella, embueltos con los Phenicios, parece serian los pobladores de Tadmir, como también autores del nombre Táder que es el primitivo de nuestro rio.

«Ni era necesario, por esto, ver Palmas en nuestra región. Basta que los progenitores de, un pueblo las vean en el recinto del suyo. Basta el nombre de su pueblo, para extender en otro la memoria; aun que su terreno se halle privado de producir, lo que produce el suyo. Pero lo mas es, que aun el suelo de los campos Murcianos (antes Tadmiros), obs-tentaban la identidad de frutos. Algunos opinan, que la provincia de Tadmir extendía sus límites sobre Ilici, que según sus produciones es una Thadmor. Sobre Alona, y Lucento. Yo prescindo por ahora. Mas retrocediendo desde Alicante con sus Palmas, y desde Elche con las suyas á la costa de Guardamar que és banda del Táder, de aquí hasta Orihuela, desde Orihuela hasta Monteagudo, Santomera, la Cueva su vecina, monte penetrado entre la cima y falda por caminos subterráneos, con diferentes bocas, y respiraderos; claraboyas capaces de la estatura humana, y que pronostican las famosas extracciones de plata. Este espacio todo con adornos de Palmas, como la restante vega de Murcia, el Palmar, Alcantarilla, la Ñora, y hasta Ceutí, Lorquí y Árchena: Palmas digo por todo ePvalle Je

T O M O I. 2 7

187 HISTORIA

Val Rocot, (Ricote en nuestros dias). Palmas en Cieza mayor Noroeste, y todo á las márgenes del Táder. Palmas en Jumilla, en Santa Ana del Monte, Hellin, y aun en la misma Caravaca, á pesar de su intemperie enemiga de la palma: mostrar digo en nuestros dias este árbol, la celebrada tierra de Tadmir; ¿no escita la idea de llamarse de este modo por sus palmeras? ¿Y qué es Thamar hebreo sino la palmera misma? ¿Tha-mar digo tan amiga de Tader? ¿Qué países españoles, fuera de Elche, Murcia y Sevilla son amantes de la Palma? Confesaremos, que ya en nuestro siglo, y algunos otros, á substituido la agricultura, el olivo, la morera y el naranjo. Mas prevaleciendo estos ¿no admiramos descollarse las palmeras á trechos? ¿Estas magníficas, sus dátiles grandes, de estre-mada dulzura, y sin hueso algunos? No seria por esto caso admirable, que en siglos remotos, prevaleciese este árbol; que fuese su fruto el dominante, y el fondo de la historia natural. Las producciones de un terreno en este siglo, no fueron siempre sus producciones. Omito ejemplos para afirmar que los pobladores primitivos de Tadmir, ó por ser de Thadmor, ó por los frutos del terreno, ó por uno y otro, dieron nombre al pueblo que habia de ser después, Metrópoli en tiempo Árabe, y residencia goda. Paso en silencio el rio Tamiras no lejos de Phenicia, y cercano á Berito, nombre que dividido, es un Tamir, unísono á Tadmir.

«La segunda parte de Tadmir anuncia también el principado de las palmas, ó que ellas eran el fruto principal de la región. La voz árabe Emir, denota Príncipe y abreviada en Tadmir, induce á pensar que este era un pueblo príncipe en el fruto de las palmas, que rendía (sino él su comarca:) Ni por esto se crea, que esta voz árabe haya de ser relativa al tiempo de nuestros Moros. Antes de su irrupción, existia Tadmir; pero la armonía de este idioma con el Hebreo, Egipcio, y Phenicio, influyen para inferir, que su conformidad al Phenicio, hará que este goce de una voz semejante. Que esta, al mismo tiempo sea corrupción de Tadmor, en Tadmir, ó distinta terminación en Phenicio, que en hebreo. Así pensaba yo, años antes de tener el gusto de hallar confirmación. Pero ya la tengo en el célebre Maronita Casiri. Este erudi-

DE MURCIA 1 8 8

to á sido original en la especie, cuando imaginaba yo, que solo yo, lo venia á ser. Únicamente reflexiono, que á la Thadmor oriental, nunca la nombra Thadmor, sino Tadmir como la nuestra. Vio pues Casiri algún Códice, que lo inspiraba, y asi la conexión aparece mas íntima, mas idéntica. No obstante, prescindiendo de apógrafos hebreos, que pudieron iluminarle, yo me atempero á la versión de nuestra Vulgata, queda Thadmor, no Tadmir; y los críticos mas serios en lenguas orientales lo apoyan también.»

XX

«Cuanto se ha filosofado hasta aquí,» continua en otro lugar el mismo escritor «declara que no asentimos á los que me dicen hallar un origen diverso de Tadmir. Ver un general, después soberano, después una sombra regia con nombre de Teudemiro, residente, como es natural en Tadmir, aunque Orihuela fué su residencia también. Ver esto les hace concluir, que de semejante caudillo tomó nombre. La apariencia no puede ser mas hermosa. Conviene por esto desembolver la especie. Y h primero, si Tadmir procede de Theudemiro, caemos en absurdo. Mis parece Theudemiro derivado de Tadmir que 2'admir de Theudemiro. Valencia no se deríba de Valenciano sino e*lc de aquella. Tadmir tiene los visos de sustantivo, como los de fdjetivo Theudemiro. llámese este Todmiro: tenemos lo mismo, fea Todmir, ya es un Tadmir desfigurado. Para originarse Tadmir je Todmiro ó Theudinrro debía articularse Todmira, Tudmira, Theidemira. Sea pues al contrario, como debe ser. Entonces de Tadmiraace Tadmiro, no Todmiro; de Tade-mir, Tademiro, no Theudemiro ai Tudemiro.

Estoy persuadido, que á psarde tanta apariencia, no hay relación, no enlace, no origen, ni ori<nario, Todo parece accidental, como lo sería que un apellido Valeria, fuese Corregidor de Vatencia. Un Zamora, de Zamora, un Mi«ia. de Murcia, un Madrid, de Madrid. Es-

Í89 HISTORIA

tos Magistrados no por serlo, eran pobladores de estas ciudades ni orí-' gen de su nombre. Asi tampoco Theudimero origen de Tadmir.

«¿Ni cómo podia grangearse carácter de poblador un soldado de tanto mérito en la horrenda catástrofe de España en los tiempos de Wi-tiza, y Rodrigo sus consanguíneos? ¿Esta época lúgubre, era época de poblaciones? ¿Tiempo de ruinas, es momento de erecciones? Ni obreros, ni arquitectos, ni fondos, ni planes, se hacen compatibles á Marte, ni á la espada. Lejos estaba de poblar Theudemiro.

«Hágase otra revolución, y es, que el pueblo se denomine del Gobernador. Esto es enigma. Tantos Gobernadores, tantos nombres. El moro llamado Tadmir, podia abrogarse el derecho de poblador. Solo tiene en conira, su tardanza en nacer. Ignorado esto, seria colocado en la serie de los que pudieron denominar este pueblo. Concédase esta gloria á Then-demiro: ya el nombre de la ciudad, ó sea adgetiva, diciendo Theudemi-rano de Theudemiro, como Carolina de Carlos, Gracurris de Graco; ó es el puro nombre del poblador, ó delreynante, como las ciudades: Constan-Uno, Adriano, Trajano, que son Constantino, polis, Adriano polis, Traia-

mv polis; y segyn este respecto seria la nuestra, no Tadmir, ni Theu-dei.nir, sino Teudemíro, ó Todmiro; pero nada de esto se manifiesta. Lo qníe se descubre siempre es, Táder rio, y Tadmir ciudad, quien aun sin recelo podemos deeir debió nombrarse Táder como el rio, en su candor primitiva y que sucesivamente le unieron el Mir, ó Emir, para denotar el ser Metrópoli de sus pueblos?, ¿Acaso Estrabon no fija en el rio Betis la ciudad de Betis? ¿Ptolomeo la de Suero, en el rio Suero? ¿Por qué la de Táder, no ha de ser meramente Táder, aunque en lo sucesivo haya sido Tadmir.

«Aun cuandV fiada de esto se admita, vuelvo á insistir que no enlaza bien Tadmir con Todmiro ni Theudemiro; y si Tadmir dá su nombre á este, nunca este llevaría1 otro que el de Tadmir, ¿pv°ro quien llamó jamás Tadmir á Theudemiro? Sea. ¿Mies el Tader la fuente «jk'e Tadmir. Supuesto ya que Tadmir no procede.de Theudemiro, a lomen» ' ¿podrá decirse que este nombre nace de Tadmir? ¿y que se llamó así ei'te godo, por el pueblo,

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principal de su gobierno según el estilo de nombrar las personas con et distintivo del pueblo que residieron, ó les dio cuna? En realidad asi como Christo es Nazareno, por Nazaret, así los apellidos geográficos, lo son por el pueblo que dio cuna á los que transmigraron á otros pai-. ses. Ni son otra cosa los apellidos de Lorca, Segovia, Valaguer, Córdoba, Sevilla, y semejantes.

«Aunque la similitud de Tadmir, y Todmiro influye para esto, como por otra parte el origen del nombre del godo está claro, se desecha la apariencia: de manera que tan clara se mira la fuente Tader para Tadmir, como la que es propia de Theudemiro. El es Godo, y en los Godos está la raiz, del nombre. ¿No le precedieron los godos ilustres Theudio y Theudiselo? Pues ya tenemos aquí en Theud primera parte del nombre propio de nuestro godo.

«¿No le precedieron los Reyes, Miro ó Rechímirol Pues no es otra, la segunda parte de Theudemiro. Se pretende que su legítima apelación sea Theodomiro? Pues los Reyes sus predecesores nos dan el origen en Theodoredo, y Theodorico. Esta sangre goda es la del general en cuestión. Su nombre debe hacer reclamo al de sus mayores, y sus mayores deben ser origen del nombre que le distinguía. Así ni el pueblo lo denominó, ni el denominó a su pueblo.

«Que los árabes imaginasen relación entre ambos nombres ciudad y Monarca, esta bien. Mas ellos, ni dan, ni darán pruebas de loque imaginaron.»

XXI

Nos hemos detenido tanto en este asunto, apesar de nuestro propósito, porque al comprender que el autor de las «Memorias para la historia de Caravaca» á quien respetamos mucho, suponía que el nombre de Tadmir se deribase de Teudomiro ó Teodomiro, hemos tratado de desva-

191 HISTORIA

necer ese error no por nuestra propia cuenta, sino con la fé de un escritor como Lozano, muy digno de veneración por sus serias y profundas investigaciones.

Ignoramos, porque ni aun las crónicas árabes lo marcaron detalladamente, si Murcia fué tomada por Abdelazis antes ó después del convenio estipulado con Teodomiro, pues atrayendo toda la atención los hechos de armas de este, desatienden lo demás.

El erudito D. Félix Ponzoa dice «que habiendo tomado Abdelazis la ciudad de Munia, que se defendió con heroismo, cayó sobre las tropas de Tadmir, el cual se resistió en desigual batalla.» (1) Esta batalla sin duda es la dada en los campos de Sangonera ó Sanguinera de que habla Lozano, y que los antiguos Anales y Fuero de Sobrarbe atribuyen al rey Rodrigo, y de la cual ya hemos hablado.

Lo mas probable es que la toma y destrucción de Murcia debiera ser antes de la batalla con Teodomiro, puesto que Abdelazis, se comprende que al venir persiguiendo á su enemigo fuera al mismo tiempo talando los campos que atravesara y apoderándose de las ciudades, que aunque momentáneo por sus escasos medios de resistencia, pudieran ofrecer un abrigo al enemigo que perseguía.

Este en su retirada descendió á los campos de Lorca y huertas de Orihuela y Murcia, y siendo asi nada mas probable que los islamitas destacaran alguna división para apoderarse de Murcia sufriendo esta población la cólera de los sectarios del Islam, que no habian podido todavía vencer á Teodomiro.

Lo cierto es que Murcia quedó destruida por los árabes, toda vez que algunos años después, según las mismas crónicas, el sucesor de Teodomiro dispuso que los hebreos y judaizantes que habia en Caravaca pasasen á repoblarla.

Entre tanto, y mientras Abdelazis, después del convenio de Auriola, se dirigía por la sierra de Segura áBatza y Aexi, en busca de nuevos

(1) Historia de la dominación de los Árabes en Murcia.

DE MURCIA 192

tiempos, Teodomiro satisfecho con el buen resultado de su estratagema, se dedicaba á gobernar su pequeño reino sin perder de vista á los mul-sulmanes.

XXII.

Restablecido Tarik en el mando del ejército por la voluntad del Califa muy luego dióse principio á la conquista de la parte Oriental y Norte de España por Muza y Tarik.

Pero la rivalidad de ambos caudillos, si bien no causaba grandes daños á la conquista, toda vez que esta se iba verificando sin cesar, producia disensiones en ambos ejércitos y quejas, que al repetirse tanto en los oidos del Califa, le obligaron á que ordenase á Muza nombrara un general en gefe del ejército africano en España, y se dirigiese sin demora alguna á Damasco en compañía de Tarik.

Muza nombró por gobernador ó amir á su hijo Abdelazis á quien dejó en Sevilla, en cuyo punto según todos los historiadores conoció á Ayeia, Egila ó Egilona, esposa que fué del rey Rodrigo.

Prendado de ella, requirióla de amores y rindiéndola la gallardía, buenas prendas, y nobles sentimientos del joven príncipe, é impulsada tal vez por un gran pensamiento político, accedió á sus ruegos, celebrándose sus bodas con grandes fiestas, tomando el nombre la recien casada de Ommalisan. (1)

Muza y Tarik habían llegado á su destino aunque con algunos días de anticipación el segundo. Los historiadores árabes refieren sobre la entrevista de los dos caudillos con el Califa dos episodios que reproducimos íntegros, el uno por lo que se refiere al carácter de los españo-les descrito por Muza, y el otro por que se enlaza con un incidente de

(1) La Je los ricos collares.

193 HISTORIA

que ya nos hemos ocupado respecto á la mesa de Salomón encontrada por Tarik y entregada por esté á Muza.

Ambos episodios los consigna Conde en la «Historia de la dominación délos árabes» y son como sigue.

«Ordenó Walid que ambos caudillos se presentasen á un tiempo, y asi lo hicieron, y al ofrecer Muza los tesoros y preciosidades que traia para el Califa, le dio la preciosa mesa verde orlada de jacintos, y le dijo:

—Yo la hallé Señor. —No sino yo la hallé ¡oh! amir de los fieles, replicó, Muza que

no era verdad lo que decia. —Veamos si la mesa está falta de alguna pieza, repuso Tarik, y pre

gúntese al que la trae donde está, y el que suplirá lo que falta, ese en verdad la halló.

Vio el Califa y los presentes la mesa y en lugar del pié que le faltaba habia Muza puesto uno de oro; y dijo Tarik al Califa:

— Pregúntale si así la halló, si estaba con ese pié. Pregúnteselo Walti y Muza respondió: —Asi la hallé. Entonces Tarik sacó el pié propio de la mesa y lo puso en su lugar

que convenia con la labor de los otros y se maravilló el Califa, y se vio clara la impostura de Muza. Pocos dias después falleció el califa Wali de su dolencia y sucedió en el imperio su hermano Suleiman.

Cuenta Ali ben Abderahman ben Hudeil de Granada, que preguntó el califa Suleiman ben Abdelmelic á Muza ben Nosehy cuando se le presentó de vuelta de España: ¿Has hallado pueblos muy valientes en tus conquistas? Señor, respondió, muchos mas de los que yo acertaré á describirte; Pues dime de los Cristianos, y dijo: Son leones en sus castillos, águilas en sus caballos, y mugeres en sus escuadrones de á pié; pero si ven la ocasión la saben aprovechar, y cuando quedan vencidos son cabras en escapar á los montes, que no ven la tierra que pisan. Y dime de los Berberíes; y dijo: son gentes muy semejante á los árabes

DE MURCIA 1 9 4

en acometer, pelear y ayudarse, y en el sufrimiento y en la fisonomía y hospitalidad; pero los mas pérfidos hombres del mundo, no cumplen palabra ni guardan pacto ni fé alguna. ¿Y de los de Afranc que me dices? Son gente infinita, prontos y animosos en el acometer y pelear; pero medrosos y tímidos en la fuga. ¿Y cómo te ha ido con esas gentes? ¿Les has superado, ó te han vencido? Eso no por Alá, ni una bandera me huyó jamás; y los Muslimes mios no han dudado acometerles aunque fuésemos cuarenta contra ochenta: y se cumplió Suleiman de sus razones. Ofendido este de la conducta de Muza, lo mandó encarcelar, y lo espuso al Sol, y lo fustigó, y lo multó en cien mil macales, otros dicen doscientos mil pesantes.

Apesar de. estar Abdelazis extraordinariamente enamorado de su esposa, no descuidaba por esto, cumplir la misión que se le confiara, cual era la de estender sus conquistas por toda España, y así lo realizó aunque con un carácter de benignidad tal que demostraba bien claro la influen1

cia de Ommalisan, influencia que le fué estremadamente fatal, puesto que dando pié á los enemigos de Muza y de su familia, esparcieron voces tan alarmantes que al llegar á los oidos del Califa exagerados como es consiguiente, haciéndole creer que los hijos de Muza eran peligrosos en España produgeron la sentencia de muerte de Abdelazis, que firmó aquel.

XXIV.

El competente autor de la «Historia de la dominación délos árabes en Murcia,» nos dice que Abdelazis se convirtió al cristianismo, por obra de Tadmir ó de Teodomiro según suponemos nosotros. Duélenos sinceramente haber de negar nuestra conformidad á su aserto; en primer lugar por que, no está suficientemente probado el que Abdelazis abrazase el cristianismo; puesto que los historiadores modernos no se atre-

T OMO i. 2 8

195 HISTORIA

vea á confesarlo y sí solo que se decía, y los árabes á quienes Conde á consultado con particular detención, guardan absoluto silencio respecto á esto.

Ademas Tadmir ó Teodomiro no podría nunca haber sido el catequista de abdelazis, tanto porque los cuidados de su gobierno no podían hacerle que estuviese casi siempre á su lado, como para una obra semejante se necesita, cuanto porque al hablarle á Abdelazis un cristiano describiéndole las bellezas de su religión, escitándole para que abandonase la propia, é ingresara en esta, hubiérale tomado por un enemigo que trataba de separarle de sus deberes á fin de beneficiar los intereses de su pueblo, pueblo al cual él le estaba haciendo una guerra sin tregua.

La verdadera influencia, la causa cierta de las buenas disposiciones del Emir respecto á los cristianos, debemos buscarla en un afecto mas tierno, en una afección mas grande todavía que la amistad que el rey godo pudiera profesarle. Esta afección, esta fuerza motriz, si así podemos espresarnos, que daba impulso á los sentimientos del Emir, era su esposa.

Un escritor español hablando de ella, no puede menos de esclamar: «Siempre me admiraré de que se haya inventado una Cava para mengua »de la nación española y se halla dejado en olvido á Egilona, y cuanto «esta mujer ilustre llevó acabo para resucitar á España y endulzar sus infortunios.»

En efecto, Egilona impulsaba á su esposo por el camino de la clemencia y de la generosidad, y de esta clemencia hicieron los enemigos de Muza un arma, que agitándola entre las fanáticas turbas consiguieron que estas no opusieran una resistencia como en otro caso la hubieran opuesto, por que el Emir era muy querido, á la terrible orden dada por Suleiman.

DE MURRIA

XXV.

A poco de la muerte de Abdelazis, el reino de Murcia que hasta entonces habia disfrutado de una paz envidiable, que habia visto respetada su religión y no profanadas sus iglesias; que habia servido de amparo á una porción de familias que vinieron á refugiarse en su seno, que era bien mirado por los enemigos y sabiamente gobernado por su rey, se vio en un gravísimo peligro del cual salió, merced á la entereza y resolución de Teodomiro.

Gomo el Califa habia ordenado la muerte de Abdelazis, pero no había nombrado Emir que le sustituyese, reuniéronse los caudillos musulmanes y nombraron interinamente á Ayub ben Habib el Lahmi primo hermano del desventurado hijo de Muza.

Este sin respetar el tratado de Abdelacis y ansioso de perseguir á los cristianos, se atrevió á declarar la guerra á Teodomiro. Reclamó este el cumplimiento del tratado firmado en los campos de Orihuela y al ver que era desatendido, ni le arredróla distancia, ni fueron bastante á doblegar su ánimo los peligros, y marchó á Damasco donde consiguió la ratificación del convenio celebrado con Abdelazis.

En el año 743 después de un reinado de treinta años falleció Teodomiro después de haber sostenido la integridad de su pequeño dominio, y de haber visto con satifaccion tremolar el estandarte de la reconquista en Covadonga.

Tal fué el Teodomiro de quien habla tan mal Cáscales atendiendo á no muy buenas noticias, y de quien otro historiador mas moderno dice que fué «valeroso en la guerra, constante en lafé, hombre de consejo, elocuentísimo, muy versado en la sagrada escritura, y objeto de veneración, no solo para los cristianos de Oriente, sino para los profesores del Coran. »

197 HISTORIA

XXVI.

A la muerte de Teodomiro, sucedióle en el trono Atanahildo su pariente, esforzado caballero y príncipe noble y generoso y rico y liberal, según nos ha dejado dicho el Pacense, pero á quien su mala estrella le tenia reservados grandes infortunios.

Dos años después de ocupar el trono, se atrevió á ofenderle Jesan Abu el Jethar alentado por el ejemplo de los demás caudillos infieles, que no hallando en él la energia y el valor de su antecesor Teodomiro braveaban constantemente menospreciando la confirmación del tratado de Abddazis, confirmación obtenida como sabemos ya por Teodomiro.

Jesan Abu el Jethar púsose al frente de un gran número de Judios, y si bien Atanahildo pudo dominarles, el golpe ya estaba dado, el desacato se habia cometido, y en cuestiones de esta especie, el primer paso es el mas difícil; dado este, mas tarde ó mas temprano se repiten otros semejantes.

Atanahildo, dueño por el momento de la situación, se desembarazó de los hebreos y judaizantes ordenándoles pasaran á Murcia á repoblarla y reedificarla, lo que hicieron con tanta precipitación que en muy poco tiempo la ciudad nueva brotaba entre los escombros de la ciudad vieja.

Este hecho tuvo lugar el año 745 de nuestra era, mas no bastó para consolidar el trono de Atanahildo que oscilaba á cada momento á impulso de los alborotos y de las conspiraciones que se desencadenaban á su alrededor.

De este modo transcurrió algún tiempo hasta que al tomar el Emir Hiisan-ben-ühirar el mando general de España, y al encontrarse con las divisiones que entre los musulmanes existian y con un pequeño reino cristiano dividido también por parcialidades, comprendió que era necesario terminar aquella situación, por lo cual repartió entre los musulmanes toda

DE MUKCIA 1 9 8

la península, dividiéndola por provincias, siendo esta la segunda vez que desde la caida de la monarquía gótica se operaba una reorganización ó revolución territorial; pero esta nueva repartición no fué como la anterior perjudicial á los primeros poseedores musulmanes; á quien en gran manera perjudicó fué á los cristianos cuyo pequeño reino desapareció por completo.

X X V I I .

Las tierras de Tadmir, según el Pacense, fueron repartidas entre las tribus árabes de la Siria, viéndose obligado Atanahildo ha abandonar su reino y á refugiarse con los pocos vasallos que le quedaron leales, en Asturias y León donde ya habia sido proclamado rey de España Pelayo.

El Emir Husan ben Dhirar, el mismo que habia hecho como ya sabemos la nueva repartición de tierras, dotado de conocimientos mas superiores á los que sus antecesores tuvieron, trataba de fomentar la agricultura y proteger la industria en la España árabe, comprendiendo que de aquí debe nacer la general riqueza para el país. Encantado de la feracidad de la estensa Yega murciana, procuró por cuantos medios estuvieron á su alcance, el que tanto Murcia como su huerta se fuera poblando, y así vemos que por entonces multitud de labradores árabes utilizaban aquella vega, mientras que nobles y ricos caballeros levantaban á sus espensas grandes palacios contribuyendo á embellecer una población reedificada por los hebreos y judaizantes, es decir, la raza mas abyecta que habia, fué desembarazándose de ella, hasta adquirir una población nueva, y unos elementos de vida distintos de los que hasta entonces disfrutara.

Acrecentándose siempre, desenvolviéndose con asombrosa rapidez Murcia, fué á tener su verdadera importancia bajo la época de los Califas.

191) HISTORIA

Gobernada tanto Murcia como Garavaca, y las demás poblaciones que hoy constituyen nuestra provincia por los Reguíos, Gobernadores ó delegados de los Emires, fácil es de comprender que en una época tan dada á revueltas y trastornos debieron existir demasías,-abusos y desórdenes, que si bien no impedían la preponderancia y el adelanto de Murcia, entorpecían algo su marcha, por cuya razón hasta que el Califato asegurando la paz por algún tiempo, pudo dejar á los pueblos en tranquilidad y reposo, no fué posible que llegara alj floreciente estado de que disfrutó en aquella época.

XXVIII.

Al Emir Husam ben Dhirar mas ilustrado, como ya hemos dicho, que sus antecesores, sucedió Thueva benSalemael Hezami, enemigo de Husam, y del cual supo deshacerse por medio de una pérfida emboscada, y entre él y su aliado Samail gobernaron toda la Península, mas atentos á su interés particular que al general, por cuya razón llegaron ha hacerse intolerables para el ejército é insufribles para los buenos muslines que padecían todo género de exacciones y violencias, lasque pesaban de la misma manera entre los cristianos.

Partiendo el desconcierto y la intemperancia de las cabezas, lógico era que los individuos subalternos encargados de la administración tratasen de sacar el mejor partido posible de aquel mal, procurando hacerse dueños independientes de las provincias que mandaban.

La multitud de tribus que habian venido á España, contribuían con sus distintas nacionalidades á tan general desconcierto, y aunque hubiesen esperado los hombres de orden y de paz que viniose el remedio para tantas desventuras de los Califas de Oriente, inútil era abrigar esta confianza, puesto que harto tenían que hacer en aquellas apartadas regiones, con los trastornos y turbulencias que les afligían.

DE MURCIA 200

En esta situación, y á vuelta de conferencias, y de distintas combinaciones consiguieron reunirse los gefes de varias tribus, y elegir por Emir de España á Jusuf el Fehri para suceder á Thueva que habia fallecido poco antes.

X X I X .

Jusuf dotado de condiciones especiales para el mando, escuchó las quejas de los pueblos, nombró nuevos gobernadores en aquellos puestos donde mayor falta hacían, reparó los puentes que se habían destruido por efecto bien de el tiempo, bien por las revueltas y trastornos anteriores, aplicando tanto para estas obras, como para las aljamas ó mezquitas el tercio de los productos de cada provincia. Empadronó los habitantes de todos los pueblos de España, dividiéndola toda eu cinco grandes provincias, y llevó á cabo otra porción de reformas completamente beneficiosas para el pais.

Mientras tanto el imperio de los Califas de Oriente, de la raza Omnia-da llegaba á su término. Abdala Abulabas Asefah, poderosamente ayudado por su visir Abu Muslema arrebató el poder á Abdelmelic, no quedando de aquella tan respetada y poderosa familia de los Beni-Omeyas, mas que Abderhaman-ben-Moavia, pariente muy cercano del último Califa. Este pudo salvarse arrostrando peligros innumerables, viviendo entre las tribus de beduinos del desierto hasta que llegó á Tahart donde habitaban los zenetes y allí pudo encontrar, por haber sido su madre hija de aquella tribu, alguna seguridad y reposo.

La revolución verificada en Oriente, necesariamente habia de dejarse sentir en España apesar de lo apartado de ambas regiones y la consecuencia fué que los descontentos por la justicia y severidad del Emir Jusuf se levantaron contra él, en términos que abandonando las contemplaciones., trató de atraer á una emboscada á Amer-ben-Amru su

201 HISTORIA

mas encarnizado enemigo, y habiendo fracasado su proyectó, desenmascaróse este y poniéndose al frente de sus secuaces dio principió la guerra entre ambos caudillos.

Protegidos cada uno de ellos por determinadas provincias, la guerra civil con todos los horrores se enseñoreo en ellas destruyéndolas y aniquilándolas, y haciendo pensar álosXeques de varias délas tribus que habitaban en España, en el medio que arbitrarían para vencer aquella situación.

Difícil era en verdad la empresa; la población árabe en España que se habia aumentado prodigiosamente, se hallaba subdividida en sus afectos, por una porción de caudillos, que á su vez representaban otras tantas parcialidades.

Los Xeques de las tribus indicadas, ancianos todos, de esperiencia, de prudencia y de saber, halláronse perplejos durante mucho tiempo sin saber á quien elegir, sin saber que partido tomar en tan difíciles circunstancias.

Un fiel mensagero enviado por Abderrahman ben Moabia, refiriendo hábilmente entre los musulmanes españoles todas las desventuras y trabajos de su Señor, consiguió interesarles en su favor.

XXX.

Esta noticia fué un rayo de luz para los Xeques islamitas. Pensaron y no sin fundamento, que se necesitaba para el gobierno de España una persona enérgica y de prestigio, enteramente independiente de los Califas orientales, puesto que aquello entorpecía la marcha del gobierno y siempre habia de producir trastorno en el reino de España. Ademas el destronamiento y la caída de la raza Omniada favorecía este pensamiento, puesto que los musulmanes españoles no estaban obligados á reconocer por Señor á un Califa usurpador.

Reunidos en Córdova ochenta Xeques de las tribus Sirias y Egip-

DE MURCIA 202

cías, todos se pusieron de acuerdo para ofrecer la soberanía de las provincias musulmanas españolas al descendiente de los Ommíadas, partiendo á África ben Alkamah y Wahib ben Zahor en busca del joven príncipe á quien tan magnífico porvenir se le ofrecía.

Abderrahman aceptó la oferta y á poco se embarcó para España acompafiado de algunos cientos de soldados zenetes y de varios caballeros de aquellas tribus.

Jusuf el Fehri muy ageno á todo esto continuaba con el mayor encarnizamiento la guerra contra Amer ben Amru y obtenida una gran victoria sobre él regresaba á Córdoba orgulloso y satisfecho con su triunfo, sin pensar que otro competidor mas poderoso que el que acababa de vencer, estaba próximo á despojarle de aquel poder de que tan seguro se -creia.

La sorpresa de Jussuf al recibir la noticia de la próxima llegada de Abderrahman no tuvo límites. El historiador Conde .la describe en los términos siguientes:

XXXI.

«Cuando llegó á Toledo despidió la gente de aquella provincia, y entró en la ciudad con los principales caudillos de su hueste. Descansó allí unos dias y partió para Córdoba con los caudillos y gente de Anda-lucia. Descansaba un dia en un valle que llaman Wadaramla, cincuenta millas de Toledo; y mientras reposaba en su pabellón con su familia, comían sus gentes y los prisioneros que llevaba á buen recaudo: llegó su amigo el Wali Samail con gran prisa, y entró en su pabellón muy fatigado y le dijo: en esa carta verás la importancia de mi venida, es de un amigo de toda mi confianza: leyó Jussuf, y decía: Señor, acábase tu imperio, ya está en camino el que destruirá tu estado y autoridad: Dios nos destina á la muerte, como la padeció Suleiman Aben Jiheb, y fu-

TOMO I. 29

203 HISTORIA

laño y fulano, y otros Muslines: asi no tardes en acabar á los Alab-daries Amer y su hijo, y á los jeques pérfidos que te han buscado un sucesor que no tardará en manifestarse: acábalos que bien conocidos son, y de los enemigos los menos. Conferenciaban Jussuf y Samail sobre el contenido de esta carta, y llegó á gran diligencia un enviado de Córdoba: toda la gente se puso en movimiento y suspensión con estas cosas: entró el enviado que venia de orden de su hijo Abderahman y le entregó á Jussuf su carta, en que decia: que un Coraixi de los hijos del califa Hixem ben Abdelmelic, llamado Abderahman ben Moavia, pasaba el mar para España, que según ciertos avisos debia aportar en las costas de Elbira, que venia llamado de una poderosa parcialidad de los Omeyas en que estaban los mas nobles jeques de las tribus de Arabia, Siria y Egipto, y que venia auxiliado de tropas berberíes. Quedó Jussuf suspenso, y después de algún espacio, temblando de indignación y de cólera, enfurecido como pisada sierpe, en aquel momento mandó despedazar á Amer ben Amru el Coraixi, á su hijo Wahib y á Alhe-bab el Zohri; y se hizo como mandaba: crueldad, que parece le indispuso con su fortuna, que desde entonces le abandonó, y se pasó al bando de su nuevo rival, que venturosamente atravesaba el mar. Fué la muerte de Amer el Abdari al principio del año ciento treinta y ocho. En la siguiente jornada encontraron un caballero que venia enviado desde Córdoba con cartas para el Amir Jussuf, en las que su madre le decía: que Abu Otman, que era de sus muy fieles servidores, le avisaba desde Caria-Toras, donde vivia: que uno de los hijos del califa Hixem, llamado Abderahman ben Moavia pasaba el mar, y se esperaba que aportase en las costas de Damasco, esto es, en los confines de Elbira: que habia gran alboroto y movimiento de gentes en aquellas comarcas y que se aseguraba que no lardaría en llegar el sucesor y legítimo dueño de todos los estados de occidente. Esto acabó de llenar de cuidado á Jussuf y á su amigo Samail, y apresuraron sus marchas y mandaron sus cartas para allegar sus gentes con mucha diligencia, para oponerse á cuanto se ofreciera.»

DE MURCIA 20-4

XXXII.

El dia tercero de la luna de Julkadk del año 138 de la Egira según Faustino de Borbon, correspondiente al año 756 dejnuestra era, desembarcó Abderahman ben Mohabia en Almuñecar.

Respecto á los primeros triunfos de este príncipe, que tan buena memoria dejó en España, oigamos como se espresa un historiador contemporáneo, que ha seguido al pié de la letra á los mejores cronistas árabes.

«La noticia de la llegada de Abderrahman se difundió rápidamente por toda la parte meridional de España, y en pocos dias se le allegó la gente mas distinguida de todas las tribus; la juventud en especial se declaró toda por él, y á porfía le manifestaban todos su voluntad de servirle. La gentil presencia del joven que entonces contaba veinte y cinco años, su talle esbelto y agraciado, su dulce mirada y benévola sonrisa, su varonil belleza acrecentada con la alegría y satisfacción que le producía el general aplauso de los pueblos, todo contribuía á excitar las aclamaciones y el alborozo de la muchedumbre, y todos gritaban con alegría. «Dios ensalce á Abderrahman ben Moaviah, emir de España.»

«En pocos dias se unieron á los jeques que le acompañaban mas de veinte mil hombres de las comarcas de Elvira, Almería, Málaga, Jerez, Arcos y Sidonia, y al llegar á Sevilla, la ciudad entera salió á recibirle y le aclamó con indecible contento. Obsérvese aquí que la marcha de Abderrahman no fué directa de Almuñecar á Córdoba, sino que se dirigió de Este á Oeste por la parte de la Península donde habitaban en gran número las tribus de Egipto y de Siria, que le eran particularmente adictas. De Sevilla partió con precipitación hacia Córdoba, siguiendo las márgenes del Guadalquivir, pues era aquella ciudad el punto que mas le importaba y donde menos partidarios tenia.

2 0 5 H i S T o n i A

«Todo lo sabia Jussuf y todo le desesperaba, maravillándose de la-ligereza y veleidad popular, y mas todavía de la perfidia, así la llamaba él, de los jeques de las tribus árabes y sirias. Dispuesto á hacer frente á los acontecimientos, pues la marcha de Abderrahman desde Almuñecar hasta el Guadalquivir no habia sido tan rápida que no le permitiera tomar varias disposiciones, habia encargado á su hijo mayor la defensa de Córdoba; él en compañía de Samail allegaba gente de las- capitanías de Mérida y Toledo, y envió á sus dos hijos Mahomad y Ca-sim en busca de refuerzo á las provincias de Valencia y de Tadmir, donde contaba con muchos y decididos partidarios.

"En tanto Abderrahman se adelantaba á grandes jornadas camino de Córdoba, donde el hijo de Jussuf habia sabido aprovechar los momentos y reunir fuerzas considerables. Confiado en ellas, y advertido de que el Ommiada se hallaba ya en Carmona, creyó poder vencerle de un golpe y descendió por la orilla izquierda del Guadalquivir con numerosos escuadrones, avistando á su adversario en Merdje Rahita. Por su parte Abderrahman deseaba dar muestra de su valor é inteligencia en las cosas de la guerra que justificara el afecto que le profesaban sus recientes amigos, y ganosos ambos caudillos de llegar á las manos, al momento se trabó la pelea. El hijo de Jussuf portóse en ella con indecible esfuerzo, mas no pudo resistir á la intrépida energía de los ca

balleros zeneles y hubo de retirarse á Córdoba, cuya defensa de aquel modo comprometiera. Abderrahman le persiguió hasta el pié de las murallas de la ciudad, ante la cual estableció su campamento con ánimo, dice uno de sus historiadores, de no levantarlo hasta rendida. Al propio tiempo publicó y esparció varias proclamas para atraer los pueblos á su rasa, qué era presentada como la del verdadero islamismo contra el cisma de los hijos de Abbas.

«La nueva de esta primera victoria de Abderrahman llenó de pesar y amargura el ánimo de Jussuf, quien avisó á Samail, cuya cabeza y brazo tantas veces le habian auxiliado en situaciones criticas, para que fuese con mucha diligencia á socorrer á su hijo y hacer levantar el sitio

DE MURCIA 200

de Córdoba á El Daghel, es decir al Intruso, según asi le llamaba (1) Allegadas numerosas tropas del oriente y mediodía de España, dirigiéronse ambos caudillos hacia Andalucia, con designio de sorprender y exterminar al ejército de El Daghel en la llanura donde acampaba entre el Guadalquivir y el Guadajoz. Informado, empero Abderrahman del movimiento y reunión de estas gentes y de la intención de sus caudillos, dejó diez mil hombres delante de Córdoba á las órdenes de Teman ben Alkamah, y no vaciló en salir con otros diez mil caballos contra las numerosas tropas que mandaban los dos acreditados capitanes.

«Ambos ejércitos se encontraron cerca de un lugar llamada Musara ó Massara por los historiadores árabes, pero como no se avistaron hasta las últimas horas del dia, aplazaron la batalla para el dia siguiente. Antes de despuntar la aurora hallábanse todos ya en movimiento en el campo de Abderrahman, y este concibió feliz presagio por distintas circunstancias que en aquella ocasión concurrían: era aquel dia de Arafa, que tan propicio le habia sido antes, y sin recelar déla oscuridad del futuro suceso, exclamó con confianza: «Dia de Adheha es, fiesta de las víctimas, de juma contra El Fehrí, albricias, amigos, pues espero una jornada semejante ala del combate de Merdjd-Rahita.» (2)

«Aun cuando Jussuf y Samail mandasen en persona las dos divisiones del ejército enemigo, igual confianza no reinaba en su campamento, y un historiador árabe cuenta así los funestos presentimientos que agitaban á los generales de Yussuf.

«Antes de salir el sol, dice, Ola ben'Gebir el Ocailí, esforzado capitán del ejército del Fehri, pasó á la segunda división, que mandaba Samail, y dijo á este: «O Abu Jayx, confianza en Dios; pero Guallah! que este dia es como el de Merdje-Rahita, y todo en él se presenta infausto.

(1) En esta acepción parece ser empleado en un principio el sobrenombre de *E1 Daghel» que conservó el primero de los Ommiadas de España. Los Kehn quisieron hacer de él un titulo injurioso para su antagonista, per» este aceptó el epíteto y se honró con él, cambiando de ahí su acepción de «Intrusus» en la de «Ingrcdicns» (el que entra.)

("2) Merdje (pradera.) Merdje Rahit ó Rahita (la pradera de Rahita) esta situada al este del risueño valle ¿le Cuta, cerca de Damasco, y es célebre por haber servido de campo de batalla y do triunfo á un Ommlada (Mcrttan) en el a 8 o i * d« la h e g i n , contra los partidarios de su «ompetidor Sohcir.

207 HISTORIA

Dios y el destino están contra nosotros. ¡Ojalá me engañe! ¿No ves la gente de pelea y los caudillos? Omeya y Fehri, Caís y, Yemen: nuestro caudillo es Felirí, y su wazir, (lugarteniente) Zofora ben Alhariz, y tú mismo, que eres hoy wazir eres también Caís. El dia de hoy de juma y de las víctimas, y lo mismo sucedió en la jornada de Merdje-Rahita, donde fueron muertos los hijos de Alhariz. Todo parece estar contra nosotros; quiera Dios que no sean estos sus eternos decretos!» Samail, disgustado de oirle hablar así, le dijo: «Pon silencio á tus labios; vamos á la pelea, y seamos buenos caballeros.»

«Esto se decia en el campamento de Jussuf, poco antes de romper el alba, y luego que embió esta a la llanura sus diáfanos colores, la caballería de Abdewahman acometió á la de Jussuf, que no pudiendo resistir el choque, se replegó confusamente detrás de la infantería. El desorden no tardó en hacerse general, y antes del mediodía huyeron los del Fehrí con general espanto, dejando el campo cubierto de cadáveres armas y despojos. Los dos jefes se separaron en su fuga y tomaron por opuestos caminos: Jussuf con dirección á Mérida, y Samail, hacia el pais de Jaén. Esta señalada batalla que aseguró el imperio al joven Ommíada, se empezó cerca de uno de los muchos coras (villas ó aldeas) que habian establecido los Árabes en las márgenes del Guadalquivir, en Musara, el dia de id el Adheha ó de la fiesta de las víctimas, 1 0 dejulhejah del año 138 (15 de mayo de 756) .

«Cuéntase que terminada la batalla, Abul Sabah, caudillo de los Ara-bes del Yemen, dijo á sus soldados. «Ganemos dos victorias en un dia; libres estamos de Jussuf y Samail, y no nos falta mas que dar muerte al hijo imberbe de Moaviah. Entonces nuestro será el poder y reinará uno de nosotros para aniquilar á los Modharitas.» El consejo del Yemenita no fué escuchado, pues el valor que desplegara Abderrahman en la pelea le habia ganado todos los corazones. El victorioso emir disimuló su enojo, pero si hemos de dar fé al mismo historiador (1), acordóse

•A] Ebn Hayan en Ahineml, Ms. de Gotha citado por Lcmbce.

DE MURCIA 208

un año después de las atrevidas palabras de Abul, y le hizo dar muerte sin que sepamos bajo qué pretexto.»

XXXIII.

La victoria obtenida por el joven Abderrahman, le proporcionó la entrada en Córdoba sin efusión de sangre, pues sus habitantes apenas supieron que el victorioso monarca se dirigía hacia aquel punto, se apresuraron á abrir las puertas de la ciudad. Muy poco tiempo descansó en ella el Emir, importábale en gran manera la completa derrota de sus contrarios, y en su consecuencia salió nuevamente en su persecución alcanzando á Jussuf y Samail en los campos de Almuñecar donde les obligó á entrar en negociaciones, ajustándose un tratado por el cual Jussuf se comprometía á entregarle dentro de un breve plazo todas las ciudades que permanecían bajo su obediencia, dejándole en rehenes á sus dos hijos. Samail á quien en gran parte se debia semejante obediencia obtubo en recompensa el gobierno de la frontera oriental de los Pirineos.

Apenas se esparció la noticia de esta avenencia, sometiéronse todos los xeges y Walies que aun andaban guerreando en sus respectivas provincias quedando por entonces casi asegurada la paz en España.

Aprovechóse de ella Abderrahman para embellecer á Córdoba donde la sultana Howarah acababa de dar á luz un hijo que se llamó Hixem, que según los historiadores árabes fué el mas amado de todos los hijos de Abderrahman.

Entonces mandó labrar la Rusafah, reparar la antigua via romana, y en medio de aquella huerta plantar la palmera, que mandó traer de Siria para que le recordase la perdida patria. (4)

(1) Esla palma era la única que entonces liubo en Espaüa, y según refieren los historiadores árabes, al contemplarla desde las -torres de sus palacios se aumentaba mucho mas su melanco-

209 HISTORIA

Y este cariño hacia el pais que le vio nacer era tal, que apesar de la monarquía ,que habia ganado, apesar de ver ya asegurada su dominación, recordaba sin cesar la tierra donde corrieron apacibles los primeros años de su infancia, é impulsado por estos sentimientos mandó á uno de sus mas fieles amigos para que se tragese todos los postreros restos de los ommiadas que aun vagaban errantes por la Siria, misión que desempeñó perfectamente Mohavia ben Salehi trayendo en su compañía multitud de familias á quienes se concedieron los primeros cargos en la corte, obteniendo Mohabia por el buen desempeño de su cometido, el de Cadi de los Cadies ó sea juez superior del nuevo reino.

Muy poco tiempo disfrutó el emir las delicias de aquella paz tan beneficiosa para los adelantos materiales del pais. Jussuf mal avenido con el secunddrio papel que la venida de Abderrahman le reservara olvidando el pacto anterior y dilatando con capciosos pretestos la entrega de las ciudades, reunia á sus parciales y amigos, y cuando ya estuvo seguro, ó al menos lo creyó así, agitando de nuevo el estandarte de la revelion, en la tierra de Tadmir, hizo sufrir á nuestra provincia las desastrosas consecuencias de aquella intentona, que no tuvo otro resultado que poner en alarma el país, y darse en los campos de Lorca una muy reñida batalla, en la cual perdió la vida Jussuf, quedando destruido su ejército.

Respecto á la suerte de los tres hijos de Jussuf, fué perseguido el primero llamado Abderraman Aben Zaid, por el Wali de Toledo y murió en una escaramuza y fué puesta su cabeza con la de su padre en un garfio de la muralla de Córdoba. Mohamad Abul Arwad, segundo

lia, y tejun Conde, en uno de estos momentos compaso estos tan fiernlsimos versos y que de tal modo revelan la tristeza.de que se hallaba poseído.

Ta también, insigne palma,—eres aquí forastera; de Algarbe las dulces auras—tu pompa albagan y besan: en fecundo suelo arraigas—y al cielo tu cima elevas, tristes lágrimas lloraras—si cual yo sentir pudieras; tu no sientes contratiempos,--como yo, de suerte aviesa; a mi de pena y dolor,—continuas penas me anegan: con mis lágrimas regué—las palmas que el Forat riega; pero las palmas y el rio—se olvidaron de mis penas, cuando mis infaustos hados—y de Alabas la fiereza me forzaron á dejar—del alma las dulce» prendas. A ti de mi patria amala—ningún recuerdo te queda; poro yo triste no puedo--dejar de llorar por ella.

DE MURCIA 210.

hijo de Jussuf fué preso en Toledo el dia nueve de la luna julkadah año 142 (2 de marzo de 760) y se le perdonó á condición de ser encerrado perpetuamente en una torre del recinto de Córdoba y Casim el tercero, mas afortunado que sus hermanos, logró salvarse disfrazado, y en Algeciras en la casa de Barcrrah ben Nooman el Casami, fué admitido y protegido con tal empeño, que allegó mucha gente ociosa y malacostumbrada á la paz y sorprendió las ciudades de Sidonia y Sevilla.

Teman marchó contra él, le arrolló hasta sus posesiones de Algeciras, se apoderó de él, y fué encadenado y conducido á Córdoba. Abderrahman le perdonó la vida con la misma condición que á su hermano, le envió á Toledo custodiado por el wazir Bedré, y fué encerrado en la torre del Tajo.

Teman ben Ahmed ben Alkamah fué nombrado hagib ó mayordomo mayor del palacio de Abderrahman por los triunfos que alcanzó en su espedicion contra Casim.

Cuatro años fueron necesarios para sugetar á iosFehri, y con la prisión de Jussuf quedó aniquilado completamente su partido.

Abderrahman triunfó en España del partido de los Fehri, y las armas mulsulmanas sufrían grave riesgo en la otra parte de los Pirineos,

El godo Aremundo entregó á Pepino las principales ciudades del este, cayó en poder de los Francos toda la parte oriental de la provincia hasta mas allá del Orbe, se establecieron en las puertas de Narbona y en vano intentaron tomar la plaza. El caudillo franco, ocupó con sus tropas las pequeñas aldeas abiertas inmediatas á la ciudad, acometiéndola siempre con poca fortuna hasta que cansado de su • resistencia la bloqueó por el lado de los Pirineos. Así estuvieron las cosas hasta el año de 759.

Tres años hacia que la pohlacion de Narbona, sufría toda clase de1 privaciones. La mayor parte del. pueblo era romano, los godos antiguos dueños del país también se,hallaban en gran número. Ambas razas aborrecían á los francos, pero cansados de las cargas que les imponia la guarnición musulmana decidieron entregarse á lostsoldados dePe-

TOMO i. 30

, 211 HISTORIA

pino que la estaban sitiando hacia algunos años, lo que llevaron á efecto apesar de la resistencia que opusieron los musulmanes.

XXXIV.

Poco tranquilo fué á la verdad todo el reinado de Abderrahman. Apenas terminaba la rebelión de Jussuf, un hijo de este que habia conseguido escaparse de Toledo, poderosamente ayudado por Barcelah ben Nooman el Casani, reunió en torno suyo un gran número de gente ociosa y descontenta obligando al Emir á que le persiguiera y después de vencerle le aprisionase.

A esta rebelión siguióse otra en Toledo, y apenas hubo descansado Abderrahman de las fatigas que hubo de sufrir para dominarla, Ali ben-Mogueith, Wali de Gairvan, mandado con numerosas huestes por el Califa de Oriente que no podia consentir que un descendiente de los Ommíadas, á quienes con tanto encarnizamiento persiguiera, ocupase uno de los mejores tronos del mundo, desembarcó en las costas de Algar-ve y aunque al principio obtuvo algunas ventajas, presto alcanzado por el Emir, perdió la vida con la batalla.

XXXV.,

Si á referir fuéramos detalladamente las sublevaciones que el primer soberano de la España árabe tuvo que reprimir y sofocar, necesitaríamos mas espacio del que podemos disponer, saliéndonos por consiguiente de los limites que al historiador le traza la historia de una localidad determinada.

Ya hemos dado á conocer parte de los escollos con que hubo de tro-

DE MURCIA - 212

fiezar la raza Ommíada para establecerse en España, y ahora que ya podemos considerarla asegurada en nuestra península, veremos la parte que nuestro reino tomó en las sublevaciones de que ya hemos hecho mérito, y qué fué lo que tuvo que agradecer al primer califa de Córdoba.

Digimos en otro lugar que la ciudad de Murcia y su vega llamando la atención entre los árabes, eran envidiadas por los que habitaban en otras provincias. Fértil el suelo, benigno el clima, cielo apacible y sonriente, y habitantes laboriosos é instruidos, reunidos todos estos elementos daban por resultado que la población ganase de dia en- dia, y que tuera poblándose la estensa vega que la circundaba.

Los árabes que habitaban en nuestro pais, considerábanla como un Oasis, y la región Tadinira, según se la (Jamaba, constituía una de las mas ricas joyas de los emires musulmanes.

Y no vaya á creerse por esto que nuestra provincia disfrutando de una paz perenne, se aprovechaba de las ventajas inherentes á ella para fomentar y desarrollar los ricos veneros que en. su seno encerraba.

XXXVí.

En el desorden general que reinaba en las provincias, en las ambiciones particulares que en los gobernadores existían, en el período de continuas revueltas y de perennes trastornos que afligieron á lá España árabe desde las primeras dominaciones, entre Muza y Tarik, no podia existir tranquilidad bastante en ninguna provincia para que al abrigo de esta adquiriesen los intereses materiales la protección y el apoyo que necesitaban.

Si Murcia habia adelantado, se lo debía en gran manera á lo pródiga que la naturaleza se mostrara con ella. Con estas ventajas por mas que sus agricultores hubieran de trocar á cada paso los instrumentos de labranza por las armas del partidario de este ó de aquel caudillo; por

213 H i s r o i u . \

mas que sus campos frondosos hoy, se vieran yermos mañana por las talas de los enemigos, la natural feracidad unida á la inteligencia de los pobladores resarcían en breve tiempo la reciente pérdida.

Merced á esto Murria prosperaba, y Murcia era envidiada por los habitantes de otras provincias, y Murcia á quien desconocía Abderrahman, puesto que no la habia visitado, la tenia en gran estima por las maravillas que de ella le habían referida.

Y sin embargo,'Murcia habia temado una parte muy activa en todas las revueltas de Jussuf contra el emir ommíada. Murcia tenia mucho que agradecer al Fehri. Durante el tiempo de su mando habíala considerado con particular predilección y la región Tadmira le correspondía comprometiéndose en todas sus empresas. Muerto este caudillo, si bien las asonadas y trastornos que hubo en este reino no tuvieron un carácter de verdadera gravedad, no por eso dejaron sin embargo de molestar á cada paso la atención de Abderrahman, hasta que en 785 Gasim, hijo menor de Jussuf, ayudado por Ahila, removiendo el ánimo de los murcianos levantó el estandarte, de la rebelión con una audacia estremada, poniendo en movimiento todn la tierra de Tadmir.

XXXVII.

Sabedor de esto Abderrahman y temeroso de perder una joya de tanto precio como era nuestra provincia, considerando que su presencia podia contribuir con mucho, tanto para estinguir el fuego de aquella rebelión, cuanto para captarle las simpatías de los murcianos que no le conocían, al frente de una lucida hueste se encaminó en busca de los enemigos. '

Apenas hubo llegado á la sierra de Alcaráz (El-Carrab) tuvo noticias de que Abdallach su favorito y uno de sus caudillos 'mas valientes había derrotado á los insurgentes apoderándose de Gasim. Entonces

UE MURCIA 2 U

-visitó la fortaleza de Segura, y desde allí se dirigió á Murcia, y deteniéndose en Cántame Askeya ó sea Alcantarilla, recibió á varios de los principales caballeros de Murcia, que acudieron á verle en demanda de perdón.

Refiriéronle todos los sucesos ocurridos en la ciudad, mas cuando empezaron d decir los nombres de algunas personas, el rey les mandó callar. El soberano les manifestó sus grandes pensamientos y entusiasmados regresaron á la ciudad precipitadamente, publicándolos por las calles y haciendo que el temor que á todos embargaba se tornase en buenas esperanzas y alegría. Abderrahman estaba en Cantarac Askeya ó sea Alcantarilla y en Murcia no tenia ya contrarios. Los motores de la discordia, arrepentidos, pidiéronle perdón con lágrimas, ofreciendo gustosos sus vidas en su defensa, á trueque de que la paz no se alterase; el rey se las concedió y en su vista abrieron las puertas de la ciudad

saliendo los habitantes á rendirle homenaje, y recibieron á Abderrahman en medio de festejos nunca vistos.

Correspondió el rey de tal modo, y se captó la voluntad de los murcianos de manera tal, que en la confusa alzagara de unos y de otros se vieron los actos mas cordiales de la bondad humana. Así entró triunfante Abderrahman en Murcia, pisando sus caballos la alfombra de flores con que cubrieron las calles, y llegando los regocijos y obsequios hasta el estremo, de ofrecerle baños de esencias aromáticas. (4)

El arreglo de los negocios públicos, y el completo conocimiento de todo el país, hicieron que la estancia de Abderrahman se prolongara por algún tiempo quedando satisfechos los murcianos con la visita de su monarca y este contento y orgulloso con la posesión de tan preciosa joya.

ilj Poiuoa, «Historia de la dominación de los árabes en M a r e i i . »

H I Í V T i H \ ¡ •.

XXXVIII.

Arreglados sus uegocios y deminada la insurrección qué motivó su-salida de Córdoba, regresó á ella acompañado del Wali Abdala ben Ab-delmelic, y á los pocos días le fué presentado el hijo de Jussuf el Fehri preso y encadenado. Abderrahman que poseia un escelente corazón, á vista del preso, empezó á considerar lo inconstante que es la fortuna, compadecióse del estado á que se veia reducido, y cuando Casim imploró su clemencia besando la tierra á SHS pies, dio rienda suelta á sus bellos sentimientos de misericordia y compasión, y le perdonó mandando'. le quitasen los hierros que le tenian sugeto.

Casim vivió siempre en su obediencia y tan! agradecido y respetuoso á su soberano, que este le honró y dio varias posesiones en tierra de Sevilla, para que sostuviese su casa con el decoro y grandeza que á su estado y condición correspondía.

Satisfecho Abderrahman de haber conseguido la paz, pues harto comprendía que con ella se engrandecen y prosperan los- pueblos, mandó edificar en Córdoba y próximo á su alcázar la magnífica aljama ó mezquita mayor, de la que él mismo trazó el plano suponiéndose que fuera semejante á la de Damasco, y mucho mayor, y que sobrepujase en magnificencia y suntuosidad á la de Bagdad; de manera, que pudiese competir con la de Alaksa (1) en la Casa. Santa de Jerusalem.

A fines de este año que era el 170 de la Egira, congregó en Córdoba á los walies de las seis capitanías generales en que se hallaba dividida España, que eran Toledo, Mérida, Zaragoza, Valencia, Córdoba y Murcia; á los doce gobernadores de las principales provincias y á los

Veneran los Musliues dos tíraplos ci casas santas, el de la Caaba de Meca, y el de Jerusalem. que es el que llaman Alaksa ó remoto, pur mas distante de su Arabia: el que veneran en Jn-iisaleui es el de la l i fsnrmvion, que también llaman el de Asahara, 6 de la peSa 6 roca.. •

DE MURCIA - 216

wacires dé estos y en presencia de su hágib, del cadi de los cadies, y de sus alkatives ó secretarios, declaró á "sn hijo Hixcm futuro sucesor del reino y su Wali Alahdi. Todos los concurrentes le prestaron el juramento de fidelidad y obediencia y aunque los dos hermanos de Hixem, Suleiman y Abdalá también le prestaron, no habian de tardar mucho en quebrantarle!

Ambos eran mayores de edad que Hixem, y si Abderrahman prefirió á este, fué por que reconocía en él mejores cualidades de mando que en sus otros dos hijos, mas estos no se lo perdonaron nunca y si por entonces disimularon, fué por el respeto que Su padre les imponía, no porque se resignaran de buen grado.

Como si hubiese presentido Abderrahman su-próxima muerte, habíase apresurado á dejar terminados sus asuntos respecto a l a sucesión de la corona. Poco después á 22 de la luna de rebie segunda del año 171 falleció en Mérida donde habia ido acompañado dé Hixem, dejando once hijos y nueve hijas.

XXXIX.

Abderrahman perseguido, errante y fugitivo, monarca de ocasión, si así podemos espresarnos, implantando la raza ommíada en España llegó á colocarse en primera línea entre los hombres de su época. El Mansur califa de Bagdad y su rival mas encarnizado, hablaba de él siempre tributándole grandes elogios, y los escritores cristianos apesar de su natural antipatía hacia un infiel, y un infiel que ocupaba por.derecho de conquista el territorio español, no pueden menos de "reconocer sus buenas cualidades, apellidándole el Silense, el gran rey de los moros, y el arzobispo D. Rodrigo dice que fué llamado el Adahid ó sea el justo.

Enseñado en la escuela de la adversidad, duramente aleccionado en

217 HISTORIA

el período de su proscripción, tuvo ocasión • mas de una vez de ponerse en contacto con todas esas grandes miserias que afectan á todos los pueblos, y de observar los abusos de los grandes respeto á los pequeños; y merced á este estudio, al encontrarse en el poder, fué clemente y justo y humano, por mas que.en algunas, aunque en muy raras ocasiones tuvo necesidad de mostrarse inexorable para defender el puesto que ocupaba.

Amante dé la poesía y de las bellas artes, igualmente que de las ciencias, protegiólas en gran manera y 'merced á este primitivo impulso, mas tarde las academias de Sevilla, Córdoba, Toledo y Murcia, pudieron con orgullo mostrar los individuos salidos de ellas como otras tantas glorias de los califatos de los tres Abderrahman y de \lhakem.

Entusiasmado y amante del pueblo que'regia, interesábale su prosperidad; modesto y sin pretensiones á pesar de los motivos que existían para que los tuviese, según dice Ahmed el Makkari, dábasele solamente el título de emir de igual manera que á sus hijos, sin que ninguno de ellos recibiera el nombre de Emir el Mumenin (1) respetando siempre al califato de oriente.

XL.

Apenas se celebraron los funerales de Abderrahman su hijo Hixem fué solemnemente proclamado Emir paseando á caballo por las calles de Mérida y rezándose por él el chotba (2) ú oración pública en todas las mezquitas de España.

(1) Danse los Mulsulmancs á si mismo» el nombre de Mumenin (Beles ó verdaderos creyentes) Oinar excesivamente modesto creyendo que era demasiado grande para él el titulo de Califa', que significaba vicario ó sucesor del profeta, tomó el de Emir El Jluincnin (Emir de los iieies ó gefe de los creyente.-) que quedó i sus sucesores.

(•2) Esta oración se hace desde el mimbar ó pulpito en las mezquitas y contiene alabanzas i Dios, l-eodiciones al profeta y súplicas por la vida y prosperidad del rev.

DE MURCIA 2 1 8

Con la muerte de Abderrahman estallaron como era consiguiente los odios y resentimientos de los dos hermanos de Hixem, alejados del mando por la voluntad de su padre.

XLI.

Abdallah trató en Córdoba de aprovecharse de la ausencia de su hermano, mas viendo que sus proyectos no eran acogidos como él deseaba, marchóse á Toledo donde estaba su hermano Suleiman, conviniendo allí el gobernar sus respectivas provincias con entera independencia como señores absolutos de ellas. .

Quizá por entonces hubieran pasado desapercibidos para Hixem los subersivos proyectos de sus hermanos, á no haber sido por un incidente que les hizo desenmascararse por completo.

Suleiman mandó llamar á su palacio al wazir de Toledo, para asociarle á su plan, mas éste fiel servidor, no tan solamente se negó, sino que afeándoles su proceder trató de disuadirles.

Enojado Suleiman de la conducta del w;.zir, mandóle encarcelar cargándole de cadenas. Semejante atropello no tardó mucho en llegar á noticias de Hixem, quien escribió á sus hermanos pidiéndoles cuentas de la causa que motivara aquel atenta Jo.

Rolos ya los frenos de la, prudencia, irritóse doblemente Suleiman con la carta de Hixem en términos que oegun los historiadores árabes, mandó sacar al wazir de la prisión y haciendo que le empalasen en presencia del enviado de su hermano, le dijo.—«Vé ydile á tu señor que .nos ¡deje mandar en nuestras pequeñps provincias; que esta libertad no es gran,recompensa del agravio que se nos hace, refiérele también lo que ha valido aquí su intempestiva soberanía.» (1)

Justísima indignación se apoderó de Hixem al recibir semejante

' (1) Conde—Historia de la dominación de los arates.

TOMO I . 3 1

219 HISTORIA

noticia. Declaró enemigos del Estado á sus hermanos y armando sus huestes, se dirigió á la cabeza de veinte mil hombres hacia Toledo, mientras que por otra parte nuevas fuerzas iban á acometer á los rebeldes.

Sabedor de esto Suleiman, dejando encargado el mando y la defensa de la población á Abdalla su hermano y á su hijo, marchó al frente de quince mil hombres en busca de las tropas andaluzas con ánimo de desbaratarlas para caer después sobre las de su hermano Hixem y cogerlas ante los muros de Toledo.

Pero sus propósitos quedaron lastimosamente destruidos; vencido en Andalucía no pudo socorrer á tiempo á su hermano, por lo cual éste, viéndose escesivamente apretado en Toledo, hubo de entraren negociaciones con Hixem, negociaciones que dieron por resultado la rendición de la ciudad, de la cual nombró wazir el califa cordovés, á un pariente del que fué bárbaramente sacrificado por Suleiman.

XLll:

También en esta revuelta le estaba'reservado á Murcia tomar parte y parte muy activa. Indudablemente ó eran muy dados á rebeliones y disturbios los musulmanes murcianos, ó su valor era estremado y su audacia infinita, cuando al repasar las crónicas árabes apenas vemos una revuelta en el reino, bien en la época de los califas, bien en la de los almorávides, bien en la de los almohades, en. que no tomen parte los árabes murcianos. • , Tal vez la estimación en que los califas tenian la feraz y rica tier

ra de Tadmir, dándole una importancia grande, escitaría el orgullo de sus naturales, obligando siempre á los promoveedores de trastornos á buscar un apoyo en ellos para contrabalancear el poder que trataban de derribar. Esto es lo que lógicamente parece desprenderse al ver ácada

DE MURCIA 220

paso á los habitantes de la región Tadmira sublevándose contra el poder constituido siguiendo á este ó al otro caudillo rebelde que acudían á ellos en busca de apoyo y protección.

Suleiman después de su derrota en Andalucía, se dirigió á la región .Tadmira y levantando los pueblos y reuniendo numerosos partidarios estableció su campo en los de Lorca y siguió reclutando gente en las demás- poblaciones. 1

Hixem no pudo ver sin sobresalto el levantamiento de nuestra provincia, pues ya hemos dicho que era la joya que mas estimaban los califas, así fué.que sin detenerse formó un cuerpo de ejército cuyo mando confió á su hijo Alhakem, que salía por primera vez á campaña, siguiéndole él mismo con el grueso de las fuerzas.

Alhakem lleno de ardor y ansioso de probarse en armas, apenas supo que las tropas rebeldes se encontraban acampadas en las cercanías, de Lorca, cayó sobre ellas con irresistible ímpetu consiguiendo destrozarlas por completo.

Reunido Hixem con su hijo, al saber lo ocurrido, en medio de que* le felicitó por su victoria le amonestó severamente diciéndole «que >si bien convenia mucho el valor y el ardimiento en la guerra, no eran «menos necesarias la prudencia y reflexión: que no deben aventurarse «los sucesos cuando sin temeridad ni precipitación, puede ser mas cierto «y mas seguro el triunfo; Que'muchas veces por imprudente confianza >y necia presunción de sus propias fuerzas y por no dar parte en la «gloria de sus imaginados triunfos á otro compañero, muchos caudillos «perdieron batallas muy importantes que- causaron la ruina de algunos «Estados y á sus nombres perdurable infamia.» ( 1 )

(!) Conde.—Historia de la dominación de los árabes.

HISTORIA

XLIH.

Según ya hemos dicho Suleiman no estaba en la hueste cuando Al-hakem la atacó, y al recibir la nueva de su derrota, el rebelde principe, según los historiadores islamitas contentóse con decir únicamente «¡mal haya mi fortuna!» y viéndose perseguido y osligado, entró en negociaciones con Hixerrí partiendo poco después para Tánger por indicación de éste, donde se estableció.

Por entonces sublevóse también el Walí de Tortosa y dominada también esta insurrección por Hixem, preparóse para lá guerra contra los cristianos la cual dio principio poco después con ventajosos resultados para los infieles.

El año ciento sesenta y ocho de la Egira y en ocasión que el califa estaba recreándose en los preciosos jardines de su alcázar de Córdoba, un célebre astrólogo de la corlo se aproximó á él y le dijo:—-«¡Señor, trabaja en estos breves días para el tiempo de la eternidad.»

Sorprendido el. monarca, preguntólo el significado de semejantes palabras y á pesar de la repugnancia que el astrólogo tenia en contestarle obligóle á que le digera «que estaba escrito en el cielo que Hixem moriría antes de dos años.» (i) '••'•<• •

El califa escuchó este tremendo augurio con la resignación de un verdadero creyente, puesto que casi siempre se le oia decir: «Mi confianza está en Dios y en él espero,» y poco tiempo después, reuniendo á todos los wazires vvalies y demás personajes de su corte, nombró por sucesor á su hijo Alhakem á quien como tal reconocieron y juraron.

El vaticinio del astrólogo, se cumplió desgraciamente. El dia 12 de la luna de Safar del año 180 de la Egira, el califa Hixem cesó de existir.

(1) Conde.--Tomo 1 . ° pagina 229.

D£ MURCIA 222

XLIV.

Completamente innegable es que Hixem contribuyó mucho al renacimiento del antigua espíritu islamita, debilitado en gran manera, con las luchas, las ambiciones y las constantes guerras de las épocas anteriores. La austeridad y la pureza de sus costumbres, su carácter igual p.ara todos, su fervorosa fé y su bondad y sabiduría, han merecido los encomios mayores dé los historiadores. Los árabes andaluces poco á poco le.fueron cobrando afecto, hasta que su estimación creció tanto, que se unieron y reconciliaron las tribus.

La conducta observada por Hixem, dicen que era la misma que la de otro califa de su familia, que este habia tomado por modelo, llamado Ornar II, que gobernó dos años el califato de Damasco, sin que la dureza, el odio, ni mucho menos la venganza embargase jamás su ánimo. Las memorias árabes dicen de Ornar que era justo y piadoso, reuniendo todas las cualidades y requisitos que dice el Coran son necesarias para ser un buen Emir. El ejemplo de los buenos enaltece y eleva, tanto como rebaja y degrada seguir la conducta de.los malos. • •; El, segundo Ommíada de Españay siguiendo la buena senda que le

trazara su antecesor, enviaba á todas las provincias personas de su confianza, para que ¡inspeccionasen la conducta de los walics, wazires, alcaides y demís empleados; y cuando justificadamente tenia noticia de un acto arbitrario, ó se les imputaba de injusticia, el wali, wazir ó alcaide que resultaba culpado era sin dilación destituido de su cargo, condenándole además á reparar el mal que causara, y su nombre era publicado en las mezquitas por el cadí de los cadíes.

Embelleció á Córdoba con magníficos edificios, abrió un hospital y escuelas para enseñar la lengua arábiga y obligó á los cristianos á aprenderle prohibiéndoles escribir en su lengua latina. Cultivó las artes y las

22$ HISTORIA-

letras y se complacía en celebrar en verso las galas de la naturaleza y otros temas poéticos. (1)

Pasada la guerra, los árabes se dedicaron con singular predilección á la arquitectura y á la.poesía. Hixem como amante de las letras amó y protegió á Amer ben Abu Giafar, el gran poeta de su siglo, dándole el cargo de cadi.ál mant ó intendente, de herencias propias del"fisco, que, al rey correspondían como heredero universal de los que morían sin sucesión.

Said ben Abdus, conocido por el Godei, fué un' andaluz, que marchó á Oriente, se hizo discípulo de Malek'ben Anas, fundador de una de las, cuatro sectas ortodoxas admitidas por losSunnitas, enseñó en España la doctrina de su maestro y vivios y ¡murió bajo este reinado.

XLV.

En los últimos'días de su vida dio Hixem á su hijo Alhakem muy buenos consejos, que algunos equivocadamente han atribuido á su padre Abderrahman.

«Deposita en tu corazón, dijo el monarca á su hijo, y no olvides nunca estos consejos que quiero darte por el mucho amor que te tengo. Considera que los reinos son de Dios, que los dá y los quita á quien quiere, y pues Dios nos ha dado el poder y autoridad real que

(1) Conde, traduce unos versos que hizo H t a n cierto dia en que le proponían la adquisición de una heredad muy ferái y amena contigua á sus jardines. Sabedor el emir de que deseaban adquirirla otros, abstúvose de comprarla p o m o perjudicarjos, y compuso, con; este motivo la siguiente poesía, que revela no' tanto ingenió como grandeza de ánimo.

Mano franca y liberal—es blasón de la nobleza, El apañar intereses—las grandes almas desdefian: Floridos huertos admira—como soledad amena, El aura del campo anhelo,—no codicio las aldeas, T«do lo que Dios me dá—e« para que á darlo vuelva; En los tiempos de bonanza—infundo ral mano ahierta En el insondable mar—de grata beneficencia; Y en tiempo de tempestad—y de detestable guerra, En el turbio mar de sangre—baño la robusta diestra: Tomo la pluma 6 la espala,—como la ocasión requiera,

. . . . . . Dejando suertes y lunas—y el contemplar las estrellas.

DE MURCIA 824

Con la muerte de Hixem brotaron nuevamente los disturbios. Sus dos hermanos que le habían prestado obediencia y que parecían tranquilos respecto al porvenir, coaligáronse de nuevo, promoviendo la rebelión, con ánimo, según dicen los historiadores árabes, de «destronarle si lafor-

(1) Cnnde.—Ilisloria de la dominación de los árabes en lifpafia.

está en nuestras manos< por su .divina bondad, 'démosle gracia*; por tanto beneficio y hagamos en todo su santa voluntad, que no es otra que hacer bien á todos los hombres, y en especial á los encomendados á nuestra protección. Haz justicia igual á pobres y á ricos, y no consientas injusticias en tu reino que es camino de perdición; sé benigno y clemente con los que de tí dependen, que todos son criaturas de Dios; confia el gobierno de tus provincias y ciudades á varones buenos y es-perimentados; castiga sin compasión á los ministros que opriman tus pueblos á sin razón con voluntarias exacciones. Gobierna con dulzura y firmeza á tus tropas cuando la necesidad te obligue á poner las armas á sus manos; sean ellas los defensores del Estado, no sus devastadores, y cuida de tenerlas pagadas y seguras de tus promesas. Nunca ceses de granjear la voluntad de tus pueblos,: pues en su amor consiste la seguridad del Estado, en el miedo el peligro, y el odio la ruina cierta. Procura por los labradores que cultivan la tierra y nos dan el necesario sustentó; no'permitas que les talen sus siembras y plantíos, y en suma haz de manera que tus pueblos te bendigan y vivan contentos,á la sombra de tu protección y bondad, que gocen seguros y tranquilos de los placeres de la vida. En esto consiste el buen gobierno, y si lo consigues, serás feliz y lograrás la fama del mas glorioso príncipe del mundo. > (1)

XLVI.

I

225 HISTORIA

tuna Jes era favorable, y si menos propicia venir á nuevos concierto» de avenencia y hacer un repartimiento de la España. . •••

Otra vez la tierra de Tadmir vuelve á ensangrentarse al choque de :

las discordias civiles. Las provincias de Toledo y de Valencia-domaron también parte en la sublevación, y en breve' tiempo torno esta un carácter verdadetahicnte amenazador. ; •> ' • . . , ! ••;

Sulcirriaft y Abdallah 'prodigaron-sus tesoros, y 'atrayendo á sir partido hombres dé verdadera importancia, • vcian engrosar sus filas diariamente. •' ' 1

Alhaltém, rey esforzado, jóveri animoso, aunque de natural duro y muy dado a l a ira, no se amilanó ante la inminencia del peligro. Reunió sus fuerzas'y apesar de que Garlo Magno en virtud de tratos celebrados con Abdallah, embió sus tropas, para que procurasen distraer la atención del Emir español y se apoderaron de distintas poblaciones de Cataluña, volvió á recobrarlas Alhakem, y después de castigar a sus enemigos, regresó á Toledo y venciendo1 á sus contrarios les obligó á refugiarse en tierras de Tadmir, donde alcanzándoles de nuevo perdió la vida el príncipe Sulciman y destrozados los rebeldes ante los muros -de Murcia (2) se apoderó de ella el Emir.

Abdallah y los suyos aprovechando la oscuridad de la noche levantaron el campo, dirigiéndose á Dénia y después á Valencia donde era aquel muy amado. Exhortáronle á que se aviniese con el rey su sobrino para que cesasen las calamidades que afligían al país y sacrificándose á las exigencias de todo un pueblo y alas de los que tanto afecto demostraran, mandó mensageros al rey Alhakem desistiendo de sus pretensiones, y ofreciendo estar á su merced, ó pasar á África.' ! ••' • • i ¡ • • '

Como él ejército de los príncipes era muy numeroso, creyeron las tropas del rey que aldia siguiente se renovaría h batidlo; pero al llegar este, fué grande su placer al ver que so habían-retirado,. El cadáver del príncipe Suleiman fué recogido y conducido á la presencia de

(í) I'onzoá.—Los árabes en Murcia. %

DE MURCIA 2 2 6

Alhakem que lloró acordándose de su padre. Se enterró con mucha pompa y todo el ejército le acompañó acordándose de su padre. Los mensajeros fueron recibidos por Alhakem que admitió con gusto lo propuesto por su tio, pidiéndole que dejase en rehenes sus hijos. Aprobado por éste, se los mandó y entonces el joven monarca señaló al príncipe su tio mil mitcales al mes y cinco mil al fin de cada año, permitiéndole vivir en Valencia ó en alguna casa de campo en Tadmir. Recibió á sus primos con tanto cariño y tratólos de manera tal, que dio en matrimonio á su hermana Alianza al mayor de ellos llamado Esfah; con este motivo perdonó á los jeques y wazires que se le revelaron y recibió en su guardia á muchos caballeros africanos colmándolos de mercedes.

Terminadas de esta manera las guerras, pasó el rey á Córdoba á fines del año ciento ochenta y cuatro, siendo recibido con gran alegría y mucho entusiasmo.

En el año ciento ochenta y cinco, los cristianos de Afranc hicieron su entrada en la España oriental, poniendo sitio á-Gerunda y tomándola después, cercaron á Medina Barcelona que se les resistió. Guiados por Bahlul ben Makim Abullugiag el rebelde, descendieron con sus algarras

hasta Tarragona y comarcas de Tortosa. Alhakem mandó una espedicion para castigar al rebelde y contener

á los cristianos, y en este tiempo tuvo un hijo en Córdoba á quien llamó Said el Chain y cuando se disponia á marchar con la caballería y gente de guerra, llegó la noticia de que Barcelona se hahia rendido al cabo de siete meses de sitio.

X L V U .

El Tey Alhakem partió á la España oriental con el wali Amru, y con el caudillo de la caballería Muhmad ben Mofreg el Fontanir, que era de la Garbia de Córdoba, próximo pariente de Ain Fontauria, conocido por

TOMO I. 3 2

227 HISTORIA

el Cobdoxi, por tener una casa cerca de Ain Cobdoxi ó Fuente de Carneros, y á quien quería mucho Alhakem por que era valeroso y erudito.

Jossuf, con su escesiva dureza exasperó los ánimos de los Toledanos de tal manera, que la gente de lapleve se amotinó, rodearon su casa, la apedrearon é hirieron á muchos de su guardia, mas viendo los grandes que el desorden cundía se echaron á la calle y lograron sofocarlo. El inesperto joven wali, medroso ante el peligro, y soñando en la paz, proyectó hacer un tremendo castigo con los alborotadores, pero llegando á noticia de los grandes esta determinación y convencidos del resultado que semejante paso daria, acordaron sorprender su guardia, se apoderaron del joven Jossuf y lo llevaron como preso á la fortaleza de Chadaraque; así evitaron los atropellos y violencias que intentaba y que Toledo permaneciese tranquilo.

Pusieron en conocimiento del rey lo que se habian visto forzados á hacer, y éste presentando las cartas á su caudillo Amru, le dijo: que su hijo era muy niño para estar al frente de la ciudad de Toledo, que era muy importante y encerraba en su seno muchos cristianos, y no eran gustosos en sufrir el yugo de la dominación muslínica, que por lo tanto le mandase venir que mejor se encontraría en la frontera.

Amru, vengativo como su hijo, pidió al rey le nombrase Wazir de. Toledo, añadiéndole que él tenia muy conocido el carácter de aquellos naturales, concedióselo el rey en atención á sus buenos servicios, y muy luego volvió para este gobierno, y su hijo Jossuf pasó á la frontera.

Jossuf recibió al rey Alhakem en Zaragoza quien con gran alegría visitó las ciudades de la frontera, y nombró á Jussuf, hijo de Amru, alcaide de Tutila ó sea Tudela; ocupó á Pamplona y por las riberas del Ebro bajó á ocupar á Wesca y á visitar la frontera de Afranc.

El alcaide de Tutila quiso mostrar su valor, y para ello entró en la frontera de Afranc con su gente, mas fué tan desgraciado en su empresa que cayó en una enboscada en poder de sus enemigos el año ciento ochenta y siete, pero avisado su padre de lo que le habia acontecido, le rescató poco tiempo después.

1>E M U R C I A

XLVIII.

Pesado fuera el referir uno por uno todo» los detalles, tanto de este reinado cuanto de los que sucesivamente hemos de ir tratando, máxime cuando en su mayor parte no se rozan con nuestro país ni egercieron gran influencia en la suerte de él, por lo que aligerando en lo que posible sea el relato de aquellos hechos, diremos que Alhakem después de haber obtenido repetidas victorias sobre sus enemigos dejando completamente aseguradas las fronteras, regresó á Córdoba pasando por las tierras de Tad-mir siendo lo mas probable que en esta época visitase á Murcia y que de esta visita resultiran ajgunas mejoras para la población, pues ya hemos dicho que los califas tuvieron siempre en grande estima á nuestra provincia.

La ninguna diferencia que nos hacen los historiadores árabes á quienes Conde ha consultado entre la Cara Ucaat ó sea la metrópoli de la tierra de Tadmir y Murcia, nos hacen creer, que esta, comprendida en el territorio de aquella, no fué residencia fija del walíó gobernador que en esta provincia tenian los califas. Hasta algunos años después no la encontramos ya separada de Cara Ucaat ó Carabaca hasta que por fin formaron un reino solo bajo el cetro de Abuceit.

En buen hora tendría Murcia un alcaide ó delegado del Walí si este no residía en ella, pero en cuanto á afirmar que en esta época fuese ya Murcia reino regido por un rey propio de ella r no nos atreveremos á hacerlo nunca.

Conde, el erudito historiador de la dominación árabe en España el que con mayor escrupulosidad ha consultado todas las crónicas árabes, nos dice que no hay una verdad exacta ni en la historia del moro Ra-sis, ni en otras muchas traducidas por distintos escritores extranjeros y que han servido de base á varios historiadores españoles. En la ero-

229 HISTORIA

nología de los reyes árabes inserta en el segundo tomo de su historia, no existe semejanza con la que trae Masdeu, especialmente en lo que á nuestro reino se refiere y de esta discordancia, de esta disparidad de nombres y aun de fechas ¿qué colegir? ¿Qué solución darle y qué puede hacer el moderno historiador que camina sin un norte seguro en medio de un tan proceloso mar?

Para nosotros no admite duda la competencia de Conde en el asunto de que vamos ocupándonos, por lo tanto á él nos ceñiremos en un todo y si oscuridad reina en algunos puntos de la historia árabe de nuestro pais, preferimos esta oscuridad, á afirmar una cosa de que no estemos seguros, pues así no estraviaremos la opinión sentando como verdades históricas lo que fueron exageraciones de autores un tanto dados á la fantasia, ó noticias inesactas acogidas con sobra de ligereza y aceptadas por otros escritores posteriores con alguna precipitación en su deseo de decir algo.

X L 1 X .

Sofocada *por Alhakem la insurrección de Mérida, la conspiración de Córdoba, y obtenidos nuevos triunfos sobre los de Afranc, regresó á Córdoba en el año 813 de nuestra Era ó sea el 198 de la Egira y habiendo tenido noticias de la muerte del Cadi de Tadmir Abu Alafia á quien estimaba en gran manera por su fidelidad y buenos servicios, recompensó á su hijo que llevaba el mismo nombre, con el cadiazgo de las mismas tierras.

Las crueldades cometidas por Alhakem, porque no de. otro modo podemos calificar algunos de sus actos, habian hecho disminuir en gran parte la población de Córdoba en términos que un historiador supone que entre el número de los emigrados y el de los muertos compondría una octava parte.

DE MURCIA 230

Las espedíeiones por el Mediterráneo que tan repetidas vemos en las historias árabes, nos hacen creer que la marina habia prosperado entre ellos. Abderrahman I fundó en Cartagena, Cádiz, Tarragona, Tor-tosa, Sevilla y Almería, atarazanas ó arsenales para la construcción y composición de buques, y al ver tan frecuentes escursiones por el mar, fácil es de comprender que dieron aquellos el resultado apetecido, pues en 798 los árabes andaluces atacaron y devastaron las islas Baleares; en 800, 807 y 809 atacaron á Córcega y estas espediciones que de por sí requieren buques capaces y marinos expertos, demuestran bien claro el progreso que la marina iba teniendo.

L.

A la muerte de Alhakem ocurrida un jueves, cuatro días por andar de la luna de dilhagia del año 206 (25 de Mayo de 822,) le sucedió en el Emirato su hijo Abderrahman II, de quien hacen grandes elogios todos los historiadores por su valor, su talento y bondad.

Del mismo modo que sus antecesores tubo el nuevo emir que luchar con un pretendiente al poder que de derecho le correspondía. Abdallah el hijo de Abderrahman I á quien hemos visto retirado en Tánjer, sin que los años hubieran entiviado sus aspiraciones abandonó su retiro seguido de numerosos auxiliares y viniéndose á Tadmir, reclamó el trono levantando una numerosa hueste.

Pero la suerte que tan enemiga habíase mostrado siempre dé Abdallah, no cesó de perseguirle en esta ocasión.

Abderrahman al frente de un poderoso ejército se dirigió contra él y rechazándole siempre y obligándole á huir, le hizo abandonar la tierra de Tadmir y refugiarse en Valencia.

231 HISTORIA

LI.

El historiador de «Los árabes en Murcia» supone, ignoramos con qué fundamento, que Abdallah se acogió al amparo de los muro» de Murcia y que en este punto se verificó la rendición de los rebeldes y que Abderrahman penetró en la población que le acogió con entusiasmo. Para corroborar su aserto, cita también á Conde y como quiera que nosotros hemos de contradecirle negando que esta rendición tuviera lugar en Murcia, transcribiremos el párrafo del mismo Conde en que hablando de este asunto dice:

«Persiguió Abderahman á estas tropas por toda la costa meridional de España, peleando siempre Abdala con poca fortuna, hasta verse forzado á encerrarse en Valencia, y en ella fué cercado de Abdarrahman con propósito de no levantar el campo hasta tenerle en su poder. En este tiempo llegaron al real sobre Valencia los dos hijos de Abdala para interceder con Abderahman, y persuadir á su padre á venir á una conveniente avenencia. Lo que no era difícil por la natural demencia y generoso ánimo de Abderahman, y por lo que ellos se prometían de la bondad de su padre, y la piedad del cielo favoreció sus buenos deseos. Habia dispuesto Abdala hacer una salida con toda su gente contra los de Córdoba, y un dia jueves habló á sus gentes y les dijo: mañana, si Dios quiere, compañeros míos, haremos nuestra oración de juma, y con la bendición de Alá partiremos el sábado, y pelearemos si fuese su divina voluntad. Venido el juma, y congregada su gente de la mezquita de Bad Tadmir ó puerta deMurcia, les hizo una plática, y al acabarla dijo: ó nobles compañías de varones, que Dios os sea misericordioso, creed que nos conviene pedir á su divina bondad que nos enseñe el camino que debemos seguir, y el partido que nos conviene tomar, sin otra pretensión que conformarnos con su divina voluntad. Yo espero de su clemencia que nos la muestre

MURCIA 2 3 2

y nos haga entender lo que mas conviene. Alzó sus ojos y sus manos al cielo, y dijo: Dios mió, señor Ala, si tengo razón y es justa mi demanda; si mi derecho es menor que el del nieto de mi padre, ayúdame y dame victoria contra él; y si él tiene mas fundado derecho al trono que su tio, bendícele y no permitas las desgracias y horrores de la guerra y discordia que hay entre nosotros, apoya su poder y estado y ayúdale. Todos los de la hueste, y muchas gentes de la ciudad que estaban presentes, dijeron á una voz: así sea; y en este punto sopló un viento muy frío y helado, estraño en aquel clima y estación, y dio á Abdala un súbito accidente que le derribó en tierra, y le dejó sin habla; de suerte que se acabó la oración sin él, y le llevaron al alcázar, y permaneció sin habla algunos dias. Luego soltó Dios su lengua y dijo á sus caudillos y wazires: Dios ha declarado este negocio, así que no quiera Dios que yo intente cosa contra su divina voluntad. Envió un wazir al campo para llamar á sus hijos, escribiendo al mismo tiempo al rey Abderrahman ofreciéndose á su obediencia con entera voluntad. Pero después mandó abrir las puertas de la ciudad, y habiendo entregado el wazir sus cartas al rey Abderrahman y sus hijo, estos habida licencia del rey montaron á caballo y fueron á la ciudad, adelantóse el wazir de Abdala y anunció á este la llegada de sus hijos y salió á recibirlos con sus caballeros> y todos juntos vinieron al pabellón del rey Abderahman. Traían al venerable anciano en medio de sus dos hijos, y seguían sus caballeros: apeáronse los hijos de Abdala, y uno asió la brida del caballo, y otro tubo el estribo para que su padre descabalgara, y lo entraron á la presencia de Abderahman, á quien Abdala fué á besar la mano, y Abderahman lo recibió en sus brazos, y le hizo toda honra y buena acogida: quedó asentada perpetua paz entre ellos, y le concedió-Abderahman el gobierno y señorío de Tadmir por sus dias, y allí falleció dos años después, esto es, el año doscientos y ocho. La gente de Abdala que habia venido de África, parte de ella se estableció en tierra de Tadmir, y parte se volvió á Tanja.»

233 H I S T O R I A

Lll.

Únicamente, el afán de querer dar glorias a u n a población determinada puede ser el móvil que impulse á un historiador á contraer un hecho que otros historiadores é historiadores muy respetables y dignos de crédito fijan en otro lugar.

Nosotros por nuestra parte sin cegarnos para nada el amor patrio, no apetecemos para nuestra provincia mas glorias, que aquellas que legítimamente la pertenezcan. Imparciales siempre, donde acciones dignas de vituperio encontremos las censuraremos enérgicamente, asi como donde laureles haya conquistado, deploraremos el que nuestra pluma sea tan débil para no ensalzarlos cual se merecen.

Ya hemos visto -por el relato de Conde, que Abdallah se quedó disfrutando el señorío cié Tadmir sin que sepamos á'punto fijo si falleció en Gara Ucaat ó en Murcia, pues los historiadores árabes no nos precisan el lugar de su muerte.

Sus hijos Esfah y Casim heredaron todos sus bienes,- y dicen que con este motivo se estableció como ley general que los hijos heredaran los bienes desús padres lo que antes no sucedía, disponiéndose también que los testadores pudieran disponer libremente de la tercera parte de sus bienes en beneficio de propios ó estraños, conforme con el espíritu del Coran. (1)

(1) El Coran no solamente es el libro religfoso de los árabes si que también e s s u código riril. Sus disposiciones respectas i las herencias son las siguientes:

•Dad a los huérfanos lo que le pertenece. No debolvais mal por bien. No consumáis su h e rencia para aumentar la vuestra. Esta acción es un delito.

«Si habéis podido temer ser injustos para con los huérfanos, temer serlo para con las mujeres. No toméis sino dos, tres 6 cuatro esposas, y elegid á aquellas qné mas os agraden. Si no podéis mantenerlas con decencia, no toméis mas que una.

• Los hombres y las mugeres deben tener parte de las riquezas que les han dejado sus podres v parientes, y esta parte ha de ser determinada por la ley, ya sea la herencia considerable, ya de escaso valor.

DE MUllÜIA 231

Las crónicas árabes guardan un profundo silencio respecto á lo ocurrido en Murcia desde que falleció Abdallah en el año 823 de la Era cristiana hasta el 9 1 7 en que tubo la ciudad otra regia visita.

De suponer es, que existiendo siempre los trastornos en España, pues las distintas parcialidades á cada momento estaban dirimiendo sus contiendas por medio de las armas, Murcia también tomaría su parte mas ó menos activa en ellas. Pero de uno ó de otro modo no debió ejercer gran influencia su actitud, cuando los historiadores islamitas nada dicen.

Nosotros creemos que reconociendo al fin que los trastornos y las revueltas no producen masque el atraso y la miseria, regidos por señores que abundarían en estas mismas ideas, dedicariánse con especial cuidado al cultivo y mejoramiento de su fértil vega. Indudablemente de esta época data esa tan sabia y acertada distribución de aguas que aun hoy admiramos, pues trabajos de esta especie no pueden verificarse durante los períodos de disturbios y reveliones por que hemos visto que la tierra de Tadmir ha venido atravesando. Únicamente la paz, la tranquilidad y la quietud, pueden realizarlos y precisamente el silencio de las crónicas du-

«Al reunirse para dividir la herencia, cuídese de mantener á los parientes pobres, y á los huérfanos, y de consolarles con palabras de humanidad.

«Aquellos <[uc tiemblen por dejar en pos de si hijos en la infancia, eleven su voz en favor de los huérfano'!, penetrados de misericordia y del temor de Dies, y decidan sobre su suerte con justicia.

«Los que devoran injustamente la herencia del huérfano, se alimentan de un fuego que abrasará sus entrarías.

«En la división de vuestros bienes entre vuestros hijos, Dios os manda dar á los varones doble porción que á las hembras. Si no hay mas que hembras y son mas de dos, recibirán las dos terceras partes de la herencia; si hay solo una, percibirá la mitad. Si el difunto no deja mas que un hijo, sus parientes tomarán la sesta parte. Si el difunto carece de sucesión y son herederos sus parientes, su madre tendrá la tercera parto de la herencia, y únicamente la sesta si aquel tiene hermanos, una ve/, satisfechos los legados y las deudas. Vosotros ignoráis quienes os son mas titiles, si vuestros padres o vuestros hijos, y Dios, prudente y sabio, os h:i dictado estas leyes;

«La mitad do los bienes de la mujer muerta sin sucesión pertenecen al marido, y únicamente la cuarta parte en caso de dejar hijos.

«Las mujeres tendrán la cuarta parte de la herencia de ios maridos muertos sin sucesión, y la octava si han dejado hijos.

«Si el heredero de un pariente remoto tiene un hermano ó una hermana,!débeselos la sesta parte de la herencia; si son muchos, recibirán la tercera; después de satisfechos los legados y las deudas.

«Guardaos de violar eslos preceptos, emanados del Dios sabio y misericordioso. «Hl que los observe y obedezca al profeta, entrará en los jardines mansión do delicias, donde

disfrutará de una felicidad eterna. «El que desobedeciere á Dios y á su enviado y traspasare sus leyes, será precipitado en el abis

mo del fuego donde padecerá eternamente suplicios y oprobio.»

TOMO I. 33

235 HISTORIA

rante ese largo espacio nos revelan, que si bien, dado el carácter en general del país, pudo haber algún movimiento, este sería de muy escasa consideración, ocupando todo el cuidado de los murcianos la esplotacion de su rico suelo.

Lili.

El año 911, Abderrahman, nieto del rey Abdala sucedió á este en el trono por haber fallecido su padre Muhamad, á quien de derecho correspondía el emirato de España.

Según era costumbre añeja, no subía al trono ningún monarca que pudiera decir con entera satisfacción que toda la nación estaba completamente tranquila, y Abderrahman III vióse obligado desde los primeros momentos de su reinado á dar nuevas disposiciones para extinguir las facciones que tanto en tierras de Toledo como en la Sierra Elvira y otros puntos se hallaban sin reconocer su autoridad.

Sutio Almudafarque las combatía con bastante buen éxito, le indicó la conveniencia de visitar personalmente todos aquellos puntos donde la insurrección se sostenía, á fin de ver si su presencia podia obtener la terminación de aquellos males.

El consejo de Almudafar se hallaba fundado en que el joven rey habia sabido hacerse tan escesivamente simpático y se hallaba dotado de tales condiciones, que su sola presencia, según los historiadores, bastaba para cambiar en admiradores, á sus mas acérrimos enemigos.

Abderraman III no desoyó el Consejo de su tio. Dispuso sus huestes y escribiendo á los alcaides de las tierras de Tadmir y de Valencia, para que tuviesen á punto la caballería y demás gente de guerra disponible, en la primavera de aquel año, según ya hemos dicho 917, penetró por las tierras de Tadmir y visitó las ciudades de Murcia, Aunóla y Lorca, siendo recibido en todas ellas con grandes aclamaciones y captándose por completo las simpatías de sus, habitantes.

DE MURCIA 23tí Estos, comprendiendo todas las ventajas que la paz traía consigo,

permanecieron largo tiempo sin aparecer en la historia como perturbadores del orden, ni favorecedores de las exigencias de éste ó de aquel caudillo, y merced á esto la agricultura" siguió prosperando cada vez mas.

LIV.

A la muerte del rey Abderahman sucedióle su hijo Alhakem II que hacia largo tiempo venia ocupándose de los negocios públicos por encargo de su padre.

Si querido habia sido Abderrahman, no en menor grado se encontraba el cariño y estimación que el pueblo profesaba á su hijo.

Según los historiadores árabes tenia ya cuarenta y ocho años cuando empezó á reinar, puesto que el largo reinado de su padre le obligó á gastar lo mas florido de su juventud en términos que aquel solia decirle «mi tiempo se prolonga y defrauda el tuyo.»

En Medina Azahara fundada por Abderrahman III, se verificó la proclamación del nuevo emir, y los sabios, astrólogos y poetas, en sus predicciones y en sus versos anunciaron que todas las prosperidades del anterior reinado continuarían en el presente.

Extremadamente aficionado á la paz, no porque careciese de valor ni de energía para la guerra como tubo ocasión de demostrarlo, sino porque comprendía que vencedor ó vencido siempre se perjudicaban sus pueblos, cuéntase que entre los consejos que daba á su hijo el pequeño Hixem le decía: «no hagas sin necesidad la guerra, manten la paz para tu felicidad y la de tus pueblos, no saques tu espada sino para los injustos, ¿qué placer hay en invadir y destruir pueblos, arruinar estados y llevar los estragos y la muerte á los confines de la tierra? Ten en paz y en justicia los pueblos y no te deslumhren las falsas máximas de la vanidad, sea tu justicia un lago siempre claro y puro, modera

237 HiSTOiuA

las ojos, pon freno al ímpetu de tus deseos, confia en Dios y llegarás con serenidad al aplazado término de tus dias.»

LV.

Fácil es de comprender que quien tales máximas profesaba, al practicarlas habia de hacer ó trataría de conseguirla completa felicidad délos estados que regía.

Por su parte, los muslimes españoles, cansados de aquel largo período de perennes luchas y de perpetuas discordias, en que se vieran envueltos desde su establecimiento en la península, saboreaban con delicia todos los encantos de una paz, que tendiendo á-su bien producíales incalculables beneficios.

El ilustrado gobierno de los califas Ommíadas, por mas que desde Abderahman I tubo que estar en lucha con los bandos y parcialidades, suscitadas unas veces por individuos de su misma familia, y otras por ambiciosos walíes, habia implantado una civilización y una cultura importada con ellos de Oriente, cultura cuyas ventajas no podían menos de reconocer aun aquellos mismos que la combatían; así fué, que al llegar un largo período de paz, estas semillas de cultura y de adelanto arrojadas al azar por decirlo así, en medio de las luchas que los dividían, fructificaron con doble fuerza adquiriendo un completo desarrollo bajo la protección de un monarca, profundo conocedor de las ventajas que su país reportaba cuando á los tiempos de tribulaciones y calamidades sucedía un período de quietud y de tranquilidad.

LVI.

En distintas,ocasiones se habian formado en la España mulsulma-na estadísticas incompletas en su mayor parte, pues en épocas tan re-

DE MURCIA 238

vueltas como cu las de que nos hemos ocupado, arrasándose hoy el lugar que ayer se alzaba lleno de vida, emigrando en muy corlo espacio multitud de familias, y destruyéndose otras por el hierro ó por el incendio, no era posible formar datos estadísticos verdaderamente exactos.

En la época en que Alhakem lo hizo, variando completamente las circunstancias, pudo el empadronamiento hacerse mas verdadero, y la estadística general de la población mas verídica.

Según los historiadores árabes se beneficiaban muchas minas de oro, plata y otros metales, tanto por cuenta del rey cuanto de los particulares, entre las que merecen especial mención, las de los montes de Jaén, Bulche y Acoche, y las de piedras preciosas de Bejar y de Málaga.

En las costas de Andalucía se pescaban corales, y perlas en la de Tarragona, y á la par que tales, riquezas se extrañan de las entrañas de los montes y de las del mar, las ricas vegas, los estensos llanos, y los frondosos valles, no queriendo dejar de contribuir con su parte al general botin que se partía entre un pueblo, correspondían á la protección que se les dispensaba. Construyéronse por entonces las acequias de riego en las vegas de Granada, Murcia, Valencia y Aragón; formáronse albuheras ó lagos para facilitar los riegos, haciéndose plantaciones de distintas especies de árboles, arbustos y plantas, con arreglo al clima y condiciones de cada provincia.

Este buen rey, dice el historiador Conde: «mudó las lanzas y espadas en azadas y rejas de arado, y convirtió los ánimos inquietos y guerreros de los muslimes en pacíficos labradores y pastores,» en términos que los caballeros mas ilustres cultivaban sus huertos holgándose los cadíes y alfaquies en la apacible sombra de sus parrales.

Las obras públicas y de general utilidad fueron atendidas por el paternal gobierno de Alhakem, y construyendo fuentes y abrevaderos tanto en poblado como en los caminos, reparando las mezquitas y posadas públicas, y cuidando de los puentes y acueductos en que tan rica era España, no descuidó un instante lo que en tan gran manera contribuía á la general utilidad.

239 HlSTUKIA

LVlí.

Tan anianle de las letras y tan protector de ellas fué, que desde sus primeros años tubo una verdadera pasión por adquirir los mas estimables libros de artes y ciencias y toda clase de obras, para lo cual hacíalos traer de todas partes manteniendo encargados en las principales ciudades de África, Ejipto, Siria y Persia, á los cuales recompensaba con magnificencia, teniendo abierta constantemente su casa á todos los hombres de saber, y eligiendo de ellos á los mas caracterizados para que fueran á distintos puntos á procurarle nuevas y preciosas adquisiciones.

Todos los Califas, que como la generalidad del pueblo árabe eran muy dados á la poesía, no solamente habían protegido á los poetas, si que también como ya hemos demostrado, mas de una vez espresaron sus dolores ó sus impresiones en versos dignos de atención y de alabanza.

Alhakem estubo á mayor altura que sus antecesores. Protegió con mayor munificencia que éstos' á los poetas, ejercitándose durante su juventud en hacer algunas bellas composiciones de las cuales queda una que, según dice Hayan, la hizo á su separación de la sultana Sobeiha cuando marchó para la jornada de Santisteban de Gormaz, la cual inserta Conde de quien la transcribimos nosotros.

Dice así: «De tus ojos y los míos—en la triste despedida

De lágrimas los raudales—inundaban tus megillas: Líquidas perlas llorabas,—rojos zafires (1) vertías, Juntas en tu lindo cuello—precioso collar hacian. Estraño, amor, al partir—como no perdí la vida:

(1) E s decir que sus ligrimas eran de sangre quo salían del corazón.---Nota de Conde.

DE MURCIA *U0

Mi corazón se arrancaba,—el alma salir quería, Ojos en llanto anegados,—aquellas lágrimas mias Si del corazón salieron—en su propia sangre tintas, Este corazón de fuego—¿cómo no se deshacía? Loco de amor preguntaba—¿dónde estás bien de mi vida? Y estaba en mi corazón—y con su encanto vivia: A sin razón me querello—de amor que en ansias suspira, Y de los ojos que lloran—y del corazón que hechizas.»

En resumen, el califa Alhakem, no solamente fué un esforzado guerrero como lo demostró en las jornadas que tubo contra los cristianos, si que también prolector de las bellas letras, amante de sus pueblos, y fomentador de sus intereses, procuró por cuantos medios estubie-ron á su alcance, sin que sufriera menoscabo la dignidad de la nación que regia, en mantener la paz, base principal para el adelanto de un país.

LV111.

Mucho habíamos de eslendernos si á referir fuéramos todas las buenas cualidades de este monarca y todos los beneficios de que la España musulmana le fué deudora, pero el espacio de que podemos disponer no nos lo permite, y únicamente contrayéndonos1 á nuestra provincia, diremos que como pais esencialmente agrícola le tubo que agradecer en gran manera la paz de que se disfrutó por su acertada administración, paz que permitió un desarrollo completísimo á su agricultura y que con las plantaciones que de su orden se hicieron en sus estensos campos, se aclimataron especies desconocidas en España y que han llegado hasta nosotros como uno de los mejores productos de la agricultura. Las acequias para los riegos contribuyeron también en gran manera al fomento de este importante ramo de la riqueza pública y toda la

241 HISTORIA

población en general no tubo mas que motivos para bendecir á un rey que de tal modo contribuyó á su bienestar.

Protegido el desarrollo intelectual de la misma manera que el material, sus academias de Córdoba y Murcia brotaron verdaderos talentos. Las bibliotecas públicas, de las que habia en el reino de Córdoba solamente, setenta, contribuyendo de una manera notable á la instrucción, hacían que los árabes tubiesen concentrada en ellos toda la civilización de que tan escasa se hallaba la Europa entonces.

Para que pueda juzgarse del estado en que los estudios se encontraban y la protección que al talento se dispensó por aquellos califas, bastará decir que en Córdoba se encontraban ciento cincuenta autores muy distinguidos, en Murcia setenta y siete; cincuenta y tres en Málaga y cincuenta y dos en Almería.

Murcia, como vemos, ocupaba el segundo lugar en esta tan ilustrada estadística, lo que prueba la verdadera importancia que habia adquirido en tan breve espacio: su academia de medicina produjo muchos y entendidos profesores y tanto por lo que en ciencias y artes se hallaba adelantada, cuanto por la fertilidad y hermosura de su suelo, hacíase acreedora al aprecio en que todos los califas la tubieron.

La muerte que sorprendió al rey Alhaken en Medina Azahra á dos de Safar del año trescientos sesenta y seis de la Egira, fué un golpe terrible para los hombres pensadores pues entreveían un triste porvenir teniendo en cuenta que Hixem su hijo y sucesor solo tenia diez años á la sazón, y no demostrada grandes condiciones para reinar.

Al esparcirse la nueva de este acontecimiento por toda la España árabe, se estendió una nube de tristeza, presagio de los largos dias de amargura que la estaban reservados.

Apenas se terminaron los funerales de Alhakem, fué aclamado su hijo Hixem.

TTE MOIICIA 242

LIX.

Cuentan los historiadores árabes, que la sultana Sobeiha, esposa del califa difunto y madre de Hixem, habia conseguido tanto por su discreccion como por su hermosura, egercer tal ascendiente sobre su esposo, que especialmente en los últimos diez años de su reinado no se habia hecho cosa alguna de importancia, bien en las cuestiones de gobierno interior de palacio, ó bien en las que se referían á las provincias, en que ella no hubiese intervenido, consultándosela su voluntad y obedeciéndose sus mas leves insinuaciones.

Muhamad ben Abdala el Moaferi, conocido mas tarde bajo el nombre de Almanzor, privaba en gran manera con la sultana de quien era secretario, habiendo conseguido hacerse respetar y querer de todos los wazires de la casa Real y walíes y gobernadores de las provincias por su afabilidad, valor y extremada prudencia.

La corta edad del rey Hixem, obligó á la sultana á encomendar el gobierno deda nación á Muhamad, siendo generalmente aplaudida esta elección, por que efectivamente, mucho podia prometerse el reino de una persona dotada de tan buenas condiciones como aquel lo estaba.

El rey tanto por sus pocos años, cuanto por su natural inclinación no pensaba sino en sus juegos, sin salir de sus alcázares y deliciosos jardines, donde vivia rodeado de esclavos de su edad que de la misma manera que él son nadie se comunicaban.

LX.

Consecuente el nuevo Hagib Muhamad, con la marcha seguida por el difunto monarca Alhakem, dispensó también su protección á los sabios y hombres de letras de su tiempo, honrándoles y distinguiéndoles en lér-

TOMO i. 34

2-4-3 HISTORIA

minos, que según las crónicas muslímicas «á lodos los hombres de crédito de cualquiera clase procuraba tenerlos obligados y agradecidos y aun los infieles y enemigos le honraban, respetaban y temían.»

Comprendiendo que lo que mas podia alhagar á los islamitas era el guerrear contra los cristianos, pensó romper las treguas ajustadas con ellos, y en principios del año 367 de la Egira ó 967 de la Era vulgar dio sus órdenes a los walíes y caudillos de las fronteras á fin de que estubieran dispuestas sus tropas para hacer cada año dos entradas en las tierras de los cristianos.

Esta decisión conquistóle el general aprecio, no escuchándose mas que alabanzas y favorables augurios respecto á sus victorias.

Al año siguiente, con arreglo á las órdenes que tenia dadas, Muha-mad al frente de un escogido cuerpo de ejército, penetró por la parte de Galicia, triunfó de los cristianos haciéndoles horrible matanza, recogió un buen botín y llevóse cautivo lo mas florido de la juventud de ambos sexos.

Su entrada en Córdoba fué magnífica; recibiéronle con gran alegría apellidándole Almanzor, que quiere decir insigne vencedor, auxiliador del pueblo muslime y defensor ayudado de Dios. Tal fué el entusiasmo de que el pueblo se encontraba poseído.

Los ricos despojos adquiridos en aquella espedicion, los repartió entre sus soldados sin reservarse mas que el quinto que pertenecía al rey y la estafa ó el dprecho de escojer que tenian los caudillos tanto en lo referente á los cautivos, como en la presa de ganados de toda especie.

Según dicen los autores árabes, desde esta primera espedicion tubo la costumbre de que al regresar á su tienda después de alguna batalla, hacia que le quitasen cuidadosamente el polvo que traía en los vestidos, el cual recogía escrupulosamente dentro de una caja, para que con él cubriesen su cuerpo después de su muerte. (1)

(I) Conde.—Historia de la dominación de los árabes.

lili WUliCIA 1 244 Por este tiempo Abu Becri, poderoso caballero de las tierras de Tad

mir, donde según dicen poseia mas de mil alquerías, fué por instigación de la sultana Obeiha nombrado gobernador de Toledo, cargo que desde luego significaba una gran confianza por parte de los monarcas en la persona que lo desempeñase, puesto que aquella provincia era de tas mas importantes.

LXI.

Los historiadores de los árabes, refieren un hecho ocurrido en una de las entradas hechas en tierras de cristianos, que tanto por lo que retrata las costumbres de la época, cuanto por el valor de nuestros compatriotas reconocido por sus mismos enemigos, no creemos lo vean con disgusto nuestros lectores, por mas que en nada se relaciona con la historia de nuestro pais.

«Estaba Almanzor en tierra de Galicia á la vista de una poderosa hueste de cristianos de Galicia y de Castilla en el año trescientos setenta: trababan los campeadores de ambas huestes varias escaramuzas mas ó menos sangrientas y porfiadas: preguntó en esta ocasión Almanzor al esforzado, caudillo Mushafa, ¿cuántos valientes caballeros te parece que vienen en nuestra hueste? Y le respondió Mushafa: tú bien lo sabes; y añadió Almanzor: ¿te parece que serán mil caballeros? y respondió Mushafa: no tantos: ¿serán quinientos? dijo Almanzor: y le dijo Mushafa: no tantos; y entonces dijo Almanzor: serán ciento ú siquiera cincuenta? Y le dijo Mushafa: no confio sino en tres: maravillíisi: Almanzor de su repuesta. Eñ esto salió del campo de los cristianos un caballero bien armado en un hermoso caballo y dijo: ¿hay quien salga á pelear conmigo? Salió luego contra él un caballero muslim, y antes de una hora el cristiano le mató, y dijo: ¿hay otro que salga contra mí? Y salió otro muslim y pelearon menos de una hora, y e]

£15 H I S T O R I A

cristiano también le mató, que era muy buen caballero: los cristianos daban grandes voces de aplauso y alegría, y los muslimes gemían de" despecho y de indignación. Dijo el cristiano: ¿hay otro que salga contra mí, y sino dos ó tres juntos? Y luego salió un esforzado muslim, V á pocas vueltas el cristiano le derribó de su caballo de un bote de lanza. Los cristianos aplaudían con gran algazara y vocería, y el caballero se tornó á su campo, y mudó de caballo, y salió en otro tan bueno como el primero, y le traia cubierto de una gran piel de fiera, cuyas manos pendían anudadas á los pechos del caballo y sus uñas parecían de oro; y dijo Almanzor que no saliese ninguno contra él: llamó á Musha-fa y le dijo: ¿no has visto lo que ha hecho este cristiano todo el dia? Lo vi por mis ojos, respondió Mushafa, y en ello nó hay engaño, y por Dios que el infiel es muy buen caballero, y que nuestros muslimes estórí acobardados: mejor dirías afrentados, dijo Almanzor. En esto el caballero con su feroz caballo y su preciosa cubierta de piel de fiera se adelantó y dijo: ¿hay quién salga contra mí? y entonces dijo Almanzor: ya veo, Mushafa, ser cierto lo que me decías que apenas tengo tres valientes caballeros en toda la hueste: si tú no sales, irá mi hijo, y sino iré yo mismo, que ya no puedo sufrir esto. Entonces le dijo Mushafa: verás que presto tienes á tus pies su cabeza y la herizada y preciosa piel: Así lo espero, le dijo Almanzor y desde ahora te la cedo (1) para que después entres con ella pomposo en la batalla. .Salió Mushafa contra el cristiano y este le preguntó: ¿Quién eres tú de los nobles muslimes?

Y Mushafa blandiendo la lanza le respondió: Hedhe ginsi, hedhe nasbi, «esta es mi nobleza, esta es mi prosapia.» Pelearon ambos caballeros con mucho valor y destreza hiriéndose de crudos botes de lanza, revolviendo sus caballos y evitando los golpes, entrando y saliendo el uno contra el otro con admirable gallardía; pero Mushafa que era mozo y

(1) Era antiguo derecho del caudillo de los muslimes en la guerra, cuando en los desafíos que solían preceder á las batallas un caballero de su hueste vencía ó mataba al contrarío, el hacer de los despojos á su arbitrio, ó quedarse con ellos, ó donarlos al vencedor, ó añadirlos i la presa común.—Nota de Conde.

D l i M U R C I A 24'0

suelto y estaba mas descansado, revolvía su caballo con mas presteza y le hirió de una mortal lanzada por un lado y cayó muerto de su caballo. Saltó Mushafa del suyo y le cortó la cabeza y le despojó al caballo de la piel y se tornó á Almanzor que le abrazó y le dio aquella preciosa piel. Dada la señal, ambas huestes, trabaron sangrienta batalla que separó presto la venida de la noche.»

Hasta aquí el episodio de los historiadores árabes que han servido á Conde de guia para su trabajo. Harto se vé que solo han tratado de encomiar el valor del cristiano para hacer que resaltase doblemente el de Mushafa, sin tener en cuenta que a) confesar ellos mismos que aquel estaba cansado como debia estarlo después de haber sostenido tres combates, llevaba el caudillo musulmán una enormísima ventaja. No tratamos nosotros con esto de amenguar en lo mas mínimo, ni el valor de Mushafa ni el de los musulmanes en general, pero si nos agradaría ver menos parcialidad en todo lo que se refiere á los encuentros habidos con los cristianos.

Y no es este defecto de que adolezcan solamente los autores árabes, en las mismas crónicas nuestras, hallamos también exageraciones que el sano criterio no puede desconocer, según mas adelante tendremos ocasión de apreciar.

El año 371 de la Egira, correspondiente al 991 de la Era cristiana, Almanzor hizo otra nueva entrada por la parte de Galicia y después de haber batido por doquiera á los cristianos, regresa á Córdoba con un considerable bolín llevando mas de nueve mil cautivos, al mismo tiempo que el walí Abdala entraba en Toledo con otros cuatro mil.

Si se tiene en cuenta que cada año se hacían dos entradas de esta clase en el territorio de los cristianos, y que según los historiadores árabes, siempre llevaban un número considerable de cautivos, conociendo los reducidos límites y la no muy grande "población de aquellos, á ser cierto su relato, á las muy pocas'espediciones, ni debían tener una sola dudad ni un solo hombre encestado de manejar las armas.

No es ocasión oportuna parajr detallando una por una todas estas

Ü47 H1ST0H1A batallas en que según los musulmanes, se defendían nuestros antepasados con brabura, es verdad, pero que siempre salían vencidos, sus ciudades quedaban arruinadas y sus habitantes cautivos.

Que positivamente Almanzor fué uno de los mejores caudillos que los musulmanes tuvieron, eso es innegable, pero de esto á darle tantas victorias y con tamaños resultados, existe en nuestro concepto bastante diferencia.

Poco tiempo dice Conde que se detenia el primer ministro y generalísimo de las tropas del Califa Hixem en Córdoba, pero este lo aprovechaba protegiendo las artes y las ciencias.

Su casa era una especie de academia á la cual concurrían los mas sabios musulimcs de todas partes y en Córdoba estableció una Academia de humanidades en la que solo tenian ingreso las eminencias del saber. Asistía á las madrisas ó escuelas y se sentaba en clase de oyente á fin de poder prácticamente apreciar el talento del maestro que enseñaba y las disposiciones de los discípulos que aprendían y de este modo concedía justos premios á los unos y á los otros.

LXII.

Entre tanto, el imbécil rey Hixem, mas imbécil todavía por el alejamiento en que su madre y su ministro le tenian de los negocios públicos, permanecía encerrado en su palacio entregado á sus placeres y diversiones, sin que se supiera que tal monarca existia, mas que por el chotba ú oración pública del juma y por las monedas ó inscripciones. Nadie podia verle sin permiso de la sultana ó de su ministro y cuando asistía á la mezquita, jamás salía de la Macsura (1) hasta que todo el

(I) Macsura ora una tribuna un poco levantada sobre el pavimento en la parto principal de la mezquita, rodeada de verjas doradas, donde se ponían los reyes cuando asistían á Zalá. Los mozos estaban en las mezquitas detras de Ins viejos, y las mugeres detrás de los muchachos apartadas de todos los hombres; y no se movían los hombres hasta ImDcr salido las mugeres: y las doncellas no iban á la mezquita donde no habia lugar apartado, y todas las mugeres iban muy bien tapadas y cubiertas con sus velos.

DE MURCIA 248

pueblo lo habia abandonado ya, de modo que apenas era conocido de sus subditos.

En el año 365 de la Egira y en la vigésima tercera espedicion de Almanzor contra los cristianos, dirigiéndose hacia Barcelona contra Bor-rell, conde de ella, pasó por Garnata, Baza, Lorca y Tadmir.

LXIII.

El historiador de los árabes en Murcia, trastrocándolos nombres y la causa de la visita del caudillo musulmán, dice que el rey Hixem se denominaba Almanzor, y que la razón de su estancia en Murcia, fueron las sediciones de los moros de Cataluña y de otros parages, que hacían guerra á los moros cordobeses.

Para deshacer el error en que ha incurrido aquel entendido escritor, trascribiremos las palabras con que Hayam en su historia de los Alameries refiere este suceso.

Dice que la jornada de Almanzor . á Barcelona fué en el año de trescientos setenta y cinco, y era la vigésima tercera de sus entradas, y llevó su camino por la parte Oriental de España, por Elbira, Basta á Tadmir, y se hospedó en Murcia, alcaidía de Tadmir, en casa del Alcaide Aben Ghateb, que los obsequió trece días á él, sus criados y caballeros, llevíndoles á sus posadas pan, carne y frutas con mucha abundancia cada dia, sin interés alguno, que todo lo pagaba Aben Ghateb, y se servia á Almanzor y á sus caudillos cada dia diferentes y esplendidas comidas, sustancias, conservas y frutas, que'era maravilla. Como entendiese Almanzor á la partida que todo lo habia suplido y pagado Ghateb por las relaciones de los wacires que llevaban las cuentas del gasto á nombre de su señor, He dio gracias: refiriendo esto á su vuelta al rey Hixem le propuso el hacer libres de derechos á Chateb y á su familia. Convidó Almanzor á Chateb á Córdoba y le honró mucho, y le llamaba el obsequioso, y á su partida Ir regaló una linda esclava,

249 niSToniA

ríe su alcázar, y luego se lomó á su amelia ó gobierno de Tadmir, y conservo sus derechos y privilegios.»

Esta es la última visita que en el tiempo de los califas encontramos se hiciera á Murcia.

Almanzor falleció al fin y con él podemos decir que terminó aquella serie de guerreros y de hombres amantes y protectores del saber que desde el advenimiento de los Ommiadas habian procurado el adelanto moral y material del pais que poseian.

Almanzor no exento de ambición, pero buen guerrero, y al mismo tiempo entendido hombre de gobierno, supo conservar y sostener la rica herencia que á ; su hijo Hixem dejará Alhakem II.

Protector de la ciencias, amante de la guerra esterior, porque en en ella veia un medio para estender sus dominios, obtuvo mas de cincuenta victorias sobre los cristianos, hasta qué en la batalla de Catataña zor herido mortalmente, murió a los pocos dias, enterrándole con sus propios vestidos, y cubriéndole con el polvo recogido por él en las batallas, como según digimos en otro lugar, habia|sido su voluntad.

La sultana Sobeiha que falleció en este tiempo, aconsejó á su hijo confiase el gobierno á Ábdelmelic hijo de Almanzor, y como que en otro lugar al hablar de Caravacay Lorca, hemos de ocuparnos necesariamente de estos postreros instantes de la raza Ommiada, terminaremos en este lugar la época del Califato, que tan gran poder dio á los árabes, continuando los «Discursos» de D. Francisco Cáscales, hasta la completa espulsion de los musulmanes en el reinado de Isabel la Católica, con objeto de poder hacer .después un estudio de la dominación de los almorávides y de los almohades en todo lo que pudo referirse á nuestra provincia erigida en reino á la estincion de los califas, enmendando y corrigiendo las omisiones é inesactitudes en que, como ya se habrá visto, incurre á veces el correcto autor de los «Discursos Históricos.»

DE MURCIA 250

DISCURSO SEGUNDO que comprende desde el reinado de D. Alonso el sabio, hasta ln.i

Reyes Católicos:

I.

UERTO el Santo Rey Don Fernando, luego fué alzado por Rey de Castilla el Infante Don Alon-

h.so su hijo en la misma Ciudad de Sevilla, y según la opinión de algunos, fué coronado en ella. Encomenzando á reynar año 1253 lo primero que trató fué asentar treguas, y amistad con el Rey de Granada. Abenahamar,

por ser aquella Ciudad la mas principal fuerza que »les quedaba en España á los Moros que se reduxeron á la aspereza y fragura de sus grandes montañas, y en ellas quedando su poder y Reyno con tan augustos términos se

defendieron tan largo tiempo como sabemos. Tras esto el Rey Alonso con color que no tenia hijos de su muger, desavenida con su suegro embió Embaxadores al Rey de Noruega á pedirle por muger una su hi-

TOMO i. 35

251 HISTORIA

ja, que llamaban Cristina, con que comenzó á romperse la guerra entre ^suegro y yerno, y hacerse mucho daño por las fronteras de* los Reynos de Murcia, y Castilla; y interponiéndose entre ellos algunas personas zelosas de sus servicios, se procuró que se hiciese enmienda; y satisfacción de los daños y robos que se habian hecho del un Reyno ai otro, después que el Rey Don Alonso comenzó á reynar, exceptandose el derecho que el Rey de Aragón pretendía en algunas Villas, y Castillos del Reyno de Murcia, que decia ser de su conquista.

En este tiempo el Rey de Noruega embió á su hija para efectuar el casamiento con el Rey de Castilla. Con su venida se vio confuso, por que la Reyna Doña Violante estaba yá preñada, y hubo de casarla con el Infante Don Felipe su hermano, matrimonio que se disolvió bien en bFeve-por muerte de la Infanta, que del grande pesar falleció. De esta manera el Rey Don Alonso permaneció con la Reyna Doña Violante su legítima y única muger, de quien en esta preñez hubo á la Infanta Doña Berenguela y después á la Infanta Doña Beatriz, y luego al Infante Don Fernando de la Cerda, llamado asi por haber nacido con un cabello largo en los pechos, en antiguo Romance guedeja. Luego hubo al Infante Don Sancho, que le sucedió en los Reynos, y después á los Infantes Don Pedro, Don Juan, y Don Jayme, y á Doña Isabel, y Doña Leonor, con que se saldó amplamente la esterilidad délos primeros años del matrimonio. En este tiempo suegro, yyerno andaban ya mas unidos. Y asi estando el de Castilla en Soria, procuró por medio de Don Galcerán, Pinos, diese el Rey Don Jayme licencia á los Cavalleros de sus Reynos, para que le sirviesen en la guerra de los Moros. Vino el Rey bien en esto con algunas condiciones, porque no quería por ninguna via que tubiese ocasión el Rey de castilla de hacer merced á sus vasallos, que andaban fuera de su servicio; pero dio lugar á los Cavalleros de Aragón, que eran vasallos de los ricos hombres, y mesnaderos pudiesen servir en esta guerra al Rey de Castilla de ia qual también exceptó al Miramamolin, y al Rey de Túnez con quien tenia asentada Tregua. De esto se tuvo el Rey de Castilla por mal contento, y hubo grandísimo recelo no viniese á rompimiento la capitula-

DE MURCIA 252

cion de Soria antes hecha, por razón de la qual habia de poner en ter-cería en poder de Don Alonso López de Haro, los Castillos de Cervera, Agreda, Aguilar, Aredo, y Artol, lo que hasta todo este tiempo se habia diferido. Habia también puesto el Rey de Aragón en tercería otros Castillos de su Reyno, para que todos ellos se estubiesen en rehenes en su nombre, y del Rey de Castilla, y encomendáronse á Don Sancho de Antillon, aunque después proveyó que los tuviese Don Bernardo Guillen de Entenza, Cavallero muy principal, y muy querido del Rey, y por esta causa mandó ir á Don Sancho á Castilla para que el Rey Don Alonso le alzase el pleyto omenage. Siendo requerido el Rey de Castilla mandase entregar sus Castillos se pusieron en poder, y tenencia de Don Alonso López de Haro, y hizo reconocimiento de haber recibido aquellas fuerzas del Rey de Aragón, y que las habia de tener con fidelidad entre los Reyes, y desnaturóse del Señorío del Rey de Castilla, según la costumbre antigua, y hizose vasallo del Rey de Aragón con pleyto omenage, que si por ventura el Rey de Castilla no guardase el asiento, y concordia que firmaron en Soria, le rendiria, y entregaría aquellos Castillos. Lo mismo hizo D. Bernardo Guillen de Entenza por los Castillos de Aragón, y con esta seguridad entre estos Principes la la paz se fué confirmando.

II .

En el año 1261, estando el Rey Don Alonso muy alexado de la frontera, los Moros del Reyno de Murcia tuvieron trato con el Rey de Granada Mahomed Abenalhamar, que en un dia se alzarían todos contra el Rey de Castilla, porque con todo su poder le hiciese la mas cruel guerra que pudiese. El Rey de Granada, demás que tenia gran-g-eados los Moros del Reyno de Murcia, tenia tratos con los de África y habia procurado que pasasen gran número de ginetes á España, con

253 H'isto'híA

esperanza que tornarían á cobrar no solamente lo que habían perdido en la Andalucía, mas el Reyno de Valencia. Y cada día pasaban gentes de Abenjucefrei de Marruecos. También los Moros de Sevilla, y otros Lugares de Andalucía, vasallos del Rey de Castilla, como gente siempre [infiel, y entonces libre de miedo trataron de revelarse; pero los Moros de Murcia declararon antes su revelion, y cobraron la Ciudad, y muchos Castillos. Elj Rey de Granada con este suceso comenzó la guerra contra'el Rey de Castilla por los lugares del Andalucía, y estubo en punto de perderse en breves días todo lo que el Rey Don Fernanda en mucho tiempo habia conquistado. Estaba ya el Rey de Castilla en Segovia, de donde sabida la revelion de los Moros Murcíanos, partió para la' frontera, y mandó llamar á los Infantes, y Cavalleros, y gentes-de sus Reynos para que le siguiesen. Y pasóse el año 1202, en proveer las cosas necesarias para la guerra.

En el año siguiente habiendo juntado acia ía frontera á los Infantes sus hermanos, y ricos hombres Cavalleros, y Concejos, tubo con ellos su acuerdo, y fué deliberado, que entrasen en el Reyno dé Granada para talar, y estragar la tierra. Y mandó á Don Ñuño de Lara r

y á Don Juan Gonzales, Maestre de Calatraba, que fuesen á socorrer á Don Alemán, que estaba cercado en Utrera, de que tuvieron aviso los Moros, y levantaron el cerco. Fuese el Rey á Sevilla, y estando allí embió su flota sobre Cartagena con Rui López de Mendoza su Almirante, y por tierra á Don Gil García de Azagra, y á Diego López Salcedo Merino mayor de Castilla, con mucha gente de á cavallo y de á pié, y los Concejos de Cuenca, y de Alarcon, y de Alcaráz, y de toda esta comarca hasta Chinchilla, los quales entraron poderosamente en el Reyno de Murcia, y llegaron á Cartagena, donde hayaron yá surgida la flota del Rey. Con valieron la Ciudad de Cartagena por Mar y por Tierra, y los apretaron tanto, que se hubieron de dar á partido, salieron salvos, y seguros con sus haciendas, entregados el Castillo, y Ciudad. Desde alli los Cristianos hicieron dos Castillos, uno en una cima del puerto del campo de Cartagena á la asomada de Murcia, y el otro en el

DE MURCIA 254

Puerto de Tabala. Desde aquí salían los Christíanos á correr los mas días á Murcia, y á Origuela, y á otros Lugares de su tierra, haciéndoles gran daño.

Tras esto despachó luego el Rey á Don Pedro Yañezí, Maestre de Calatraba, para el Rey de Aragón, con cartas suyas, y de su muger la Reyna Doña Violante, haciéndole saber como el Rey de Granada habia convocado un gran Exercito, asi de su gente, como de Africanos, y desembarcados yá con Abenjucef, Rey de Marruecos, entraban juntos por toda la Andalucía con pensamiento de baxar luego al Reyno de Murcia, y Valencia, que él tenia Exercito con que resistirle, y asegurar la Betica, que fuese servido de socorrerle contra el Rey de Murcia qife se, habia revelado. Porque fuera de la obligación que le corría por la liga hecha, le importaba á su Reyno, porque ocupado el de Murcia, quedaba paso llano á los Moros para Valencia. El Rey Don Jayme respondió bien, y correspondió mejor.

III .

Despachado el Maestre al momento, el Rey Don Jayme hizo convoca^ loria para Cataluña, y Aragón, y resultó della, que le concedieron el bovage para esta jornada, y hizo grueso Exercito con que después de muchos debates que tuvo con su Reyno, baxó á la guerra de Murcia para la qual Clemente IV. PoRtifice Máximo concedió Bula de la Santa Cruzada á todos los que concurriesen, y se hallasen en esta expedición. Publicáronla los Obispos de Tarragona y Valencia. Fueron Capitanes de este Exercito los Infantes Don Pedro, y Don Jayme sus hijos, y Don Ramón de Cardona, y Don Ramón de Moneada. Era la gente que se hizo para esta guerra dos mil de á cavallo sin la Infantería. El ¡Concejo de Teruel hizo gran servicio al Rey asi en gente de guerra, ¿orno en bastimentos, siendo alli el autor desta buena negociación Gil

255 HISTORIA

Sánchez Muñoz. También los de la Ciudad de Valencia se señalaron en esta necesidad, de donde partió el Rey para Xativa, y Biar, De allí embió á requerir á los de Villena que se habian levantado contra el Infante Don Manuel su yerno, que se reduxesen á su servicio, asegurándoles que le recibirian en su merced, y procuraría que fuesen perdonados. Otro dia los de Villena respondieron, que harian juramento en su ley, que'Otorgándoles el Infante lo que le pedirían, y perdonándoles la revelion rendirían la Villa, y si no quisiese aceptar aquel partido, que la entregarían al Rey Don Jayme jurándoles no la daria al Infante ni al Rey de Castilla. Siendo asegurados del Rey que el Infante lo cura-pliria, hicieron juramento de recibirle por Señor como primero lo era. Procuraba desta manera sosegar los ánimos de aquella gente, y ganarles con .la esperanza del perdón, dexando memoria de su mansedumbre, porque creia (como es verdad) que la victoria era mas señalada, y notable que dexaba mas señales de clemencia que de rigor. De Villena fué el Rey sobre Elda que estaba en trato de rendirse al Infante Don Manuel, y prometieron los Moros que la entregarían. Cobró asimismo el Castillo de Petrel que se habia alzado contra Don García Jofre de Loaisa, Privado del Rey de Castilla, y mandóle entregar los suyos. Otro dia marchó á Nompot, y de allí á Alicante á donde se puso en orden toda la gente de guerra, para hacer su entrada poderosamente ipor el Reyno de Murcia. Estaban con el Rey los Infantes D. Pedro, y Don Jayme, el obispo de Barcelona, y algunos Barones, y porque había diferencias entre ellos, y la gente de guerra nombraron dos personas por Jueces de sus disensiones. Andaba el Rey tan largo en dadivas, y halagos que los de Elche considerando los buenos tratos que el Rey hacia á todos los Pueblos, -y Villas de esta comarca, que buenamente se le rendían, antes que de ello tuviesen noticia los Infantes, ni los ricos hombres, ni fuese llegado su exercito, le entregaron la torre que llamaron Calahorra, y dexó en ella al Obispo de Barcelona, para que estorvase no talasen la vega.

Y no se hacia menos guerra á los Moros de Murcia con ardides y

DE MURCIA 256

prudencia, que con las armas. De allí fué el Rey para Origuela, á donde vino un hijo del Arráez de Crevillen, que tenia preso el Rey de Castilla, y prometió que daria entrada en la Villa á la gente del Rey Don Jayme, le entregaría los Castillos; y asi se hizo. Iba discurriendo por los Lugares circunvecinos, no con Exercito espantoso, por no quitar á los Moros la esperanza del perdón; pero tan poco habia remisión en el cuidado necesario, sabiendo que aquella gente era fácil en sus mudanzas; y como se muestra cobarde en los peligros, asi es infiel en las ocasiones, Muchos, ó se rendían, ó desamparaban los Lugares, y se acogían á las costas de Murcia, y de ellas se pasaban á esotra parte, y el Rey con diversos modos, y artes, usando de misericordia con los rendidos, y de celeridad contra los que iban huyendo, mostrándose implacable contra los que se arrimaban, y acogían á los rebeldes del Reyno de Murcia, los fué domando, y venciendo. De esla manera acabó de cobrar en muy breve tiempo todo lo que se habia revelado desde Villena, hasta Origuela, y Alicante. Detúvose el Rey ocho dias en Origuela y al cabo de ellos, llegaron dos Almogávares de Lorca á media noche, y dieron aviso al Rey, que los Moros embiaban socorro á la Ciudad de Murcia por el Rey de Granada, y que iban ochocientos ginetes, y llevaban dos mil azemilas cargadas, y dos¿mil peones bien armados que las seguían, y que habian pasado por Lorca á puestas de Sol. Era ya en aquella sazón llegado á la frontera donde el Rey de \ragon se hallaba, el Infante Don Manuel, con los Cavalleros de las Ordenes del Temple, Espiital, y Uclés, y con ellos un Cavallero muy valeroso llamado Don Alonso García de Villa mayor, y ordenóles el Rey, que les siguiesen con los Infantes, y gente de su Exercito. Pasado el Rio de Segura al amanecer, llegaron á una alquería, que está en el camino de Cartagena, por donde los Moros habian de pasar, entre la Ciudad de Murcia, y la montaña, junto á un cerro donde se solían enterrar los Reyes Moros de Murcia, que se dice oy la Ruznegra, Villa de Don Francisco de Rocamora. Aqui mandó el Rey ordenar sus Escuadrones, en la vanguardia puso á los Infantes sus hijos, en la batalla al Maestre de Santiago, y á Don Pedro Nuñcz de

257 HISTORIA

Guzmán, y á Don Alonso Garcia, y él quedó en la retaguardia, y Don Guillen de Rocaful salió con gente de á caballo á reconocer el campó,

•y dar aviso al Rey de la venida de los Moros. En esto el Maestre de Santiago, y Don Pedro Guzman, y Don Alon

so Garcia, esperaron que el Rey mandase dar señal para que saliesen al encuentro á.los.enemigos, y instaban que saliesen á dar la batalla, y acometiesen á los primeros; mas el Rey lo difirió por dar lugar á los moros para que descendiesen á lo llano, porque los nuestros pudiesen ponerse entre los enemigos, y la Ciudad, y 'en caso que los ginetes se pudiesen acoger dentro, quedasen atajados los peones cpn las acémilas. Pero al fin tanta fué la instancia que le hicieron, que mandó sonar las trompetas, y desplegar las vanderas y salir en orden con animo que aquel dia no solamente se habia de pelear con los ginetes, y gente que iba á Murcia á dar el socorro, mas aun con los que estaban en defensa de la Ciudad que era mucha, y muy escogida gente.

Salió el Rey de la retaguardia solo para animar los Infantes, y di-xoles que se acordasen cuyos hijos eran; y que hiciesen como tales lo que debian, porque el que alli no lo mostrase con esfuerzo, y valentía jamas le tendría por tal. Movía á todos la dignidad Real, la memoria de las victorias pasadas, y la magestad de su persona, que en la mayor, y principal parte del servicio militar llevaba el cargo, y trabajo de los muy mancebos.

Buelto á su puerto movieron los de la vanguardia el paso, pero no hubo en los enemigos valor ni osaron esperar la batalla, y á la primera arremetida bolbieron las espaldas huyendo por donde venían. Algunos fueron de parecer que se siguiese el alcance, pero el Rey no quiso dar á ello lugar porque á cinco leguas, estaba Alhama, que era una Villa con un castillo muy fuerte, y habia dentro mucha gente de guarnición, temiendo que podían salir de refresco contra ellos, y hacer grande riza en la gente que anduviese desmandada, y esparcida.

De aquí pasó con todo su Exercito el Rey á la Villa de la Alcantarilla, donde hubo muy gran consulta en el Consejo de Guerra del Rey

B E MURCIA 258

si'pasaría aponer cerco sobre el Castillo de Alliama. Estos eran los Infantes Don Pedro, y Don Jayme, los Maestres de Uclés y del Temple, Ugo, de Mala Vespa, Maestre del Hospital, Don Ramón Folch Vizconde de Cardona, Don Ramón de Moneada, Don Pedro Queralt, Don Blasco de Alagon, Don Pedro de Guzmán, y Don Alonso García.

Mas porque había concierto entre los Reyes, de verse en Alcaráz por ésta causa se bolbió el Rey de Aragón para Origuela, y de alli partió á las vistas. Fueron con ellos los Infantes sus hijos, y hasta trescientos Cavalleros, y en Origuela quedaba otro tanto numero de gente de á cavallo con doscientos Almogávares. Salió el Rey Don Alonso una 'legua fuera de la Villa á recibir al Rey Don Jayme, y juntos entraron en Alcaráz á donde estaba la Reyna Doña Violante, y sus hijos.

Alli comunicaron los Reyes sus pensamientos en razón de las conquistas del Andalucía, y de los tratos de Murcia. Y despedidos con mucho contento, el de Aragón se bolvió á Origuela; y los de Villena em-biaron á decir, que se rendirían al Infante Don Manuel como estaba asentado.

Visto esto partió á Nompot, y á Elche, y mandó entregar la Torre Calahorra, y la Villa al Infante, y con esto dio otra vez la buelta á Origuela donde tuvo la fiesta de Navidad, esperando mas gente para sillar á Murcia.

IV.

Apretando con grande animo el Rey Don Alonso al de Granada en la Andalueia/pues yá del habia'cobrado á Arcos, Lebrija, y Xerez, y otros Lugares, y Castillos, que se habian alzado, y le habia talado vegas, y destruido panes, le vinieron mensageros de los Arráeces de Málaga, y Guadix, y dixeron al Rey que fuese servido de ayudar, y amparar aquellos Arráeces contra el Rey de Granada, que tenia muchas Villas,

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259 HISTORIA

y Castillos, y muchos Cavalleros con que hacerle servicio si.ios admitia en su amitad.

Esto vino atan buen tiempo, que les dio muy buena respuesta,-asegurándoles que los ampararía, y defendería y que si el Rey de Granada les cercase alguna Villa, ó Castillo de los que tenian, que él personalmente los iría á socorrer, y descercar. Y sobre esto embió luego en su ayuda á Don INuño con mil Cavalleros, y con carta de seguridad porque los Arráeces estuviesen mas ciertos y seguros de lo que les prometií|.

El Rey de Granada viéndose acosado de los' Cristianos, y de los Arráeces sus contrarios, y viendo el mal, y daño que le hacían en la tierra los unos y los otros, embió sus Embaxadores al Rey Don Alonso, diciendole que tuviese por bien de le dar treguas, y que desamparase los Arráeces, y él haría guerra á los Moros del Reyno de Murcia, y á su Rey, y le ayudaría contra ellos hasta que cobrase su tierra, y señorío.

El Rey Don Alonso hizolo saber á los Infantes, y ricos hombres, y Cavalleros que estaban con él, y á algunos Concejos, y en fin se trató que se viese el Rey Don Alonso con el Rey de Granada, y vino con él Abenamir su hijo heredero, vieronse cerca de Alcalá de Benzayde, y allí hechos sus pactos, y tregua, y concordia se declaró que Abenalha-mar, y su hijo quando reynase diesen al Rey de Castilla cada año do-cientos y cinquenta mil maravedís de la moneda de Castilla, y el Rey de Granada que fuese luego en ayuda del Rey Don Alonso para que cobrase el Reyno de Murcia, y el Rey D. Alonso que desamparase los Arráeces. Otorgado y firmado el concierto, el Rey de Granada pidió 8e merced al de Castilla, que después de recuperado el Reyno de Murcia, que no matase al Rey Alboaques, que otros dicen Abenhudiel, y yo pienso que se decía Abenhudiel Alboaques. Pidiólo tan encarecidamente que no se pudo escusar de otorgarlo, y ni mas ni menos el Rey de Castilla pidió al de Granada concediese treguas á los Arraezes por un año, y que si en este año no los pudiese concertar, que los desampararía allí adelante. Y concedida esto por el Rey de Granada partiéronse de las vistas.

DE MURCIA 260

El Rey Don Alonso bolbió á Jaén, de donde movió su Exercito para el Reyno de Murcia. Albohaques que supo como el Rey de Granada venía contra él, y por otra parte viéndose tan apretado del Rey Don Jayme con escaramuzas ordinarias, y sin esperanza de poderse sustentar en su Ciudad, acordó de salirse della dexando en su lugar un Governador que llaman los Moros Alguacil, y púsose á los pies del Rey de Granada, rogándole, que como amigo que ya era suyo le hiciese buen pasage con el Rey de Castilla. El de Granada respondió, que yá él habia hecho oficio de amigo, que él diese orden de rendirle la Ciudad de Murcia, donde no, que era pacto, que ambos Reyes habian de ir sobre ella. Alboaques respondió, que lo haría de buena gana, pero en este tiempo ya el Governador ta habia rendido al Rey Don Jayme en 43 de Febrero año-1265. Y habiendo consagrado la mezquita mayor por los Obispos de Cartagena, y Barcelona, y dividido la Ciudad, á Christianos, y Moros escribió á su yerno las nuevas de la victoria desta Ciudad, y que acudiese al presidio della, y de su Reyno. Y habiendo dexado dentro mucha gente Catalana, y Aragonesa muy principal, y noble de los mismos Conquistadores con que'poblarla, se fué á Valencia, donde trató con sus ricos hombres de continuar la guerra contra los Moros, y hacer jornada á la Ciudad de Almería, aunque no tuvo efeto por entonces.

Vino el Rey Don Alonso á Murcia donde fué recibido alegremente; entregó segunda vez el Alcázar al Infante Don Manuel, hizole Adelantado del Reyno, al Rey Alboaques no le quiso degollar por habérselo prometido al de Granada, y por haberse rendido, pero maridóle vivir entre los Christianos como preso, y dióle ciertas rentas con que viviese. Y por que el Rey Don Alonso gustaba de tener Reyes vasallos hizo publicar en Murcia por Rey della á Mahomad Abenhud, y dióle la tercia parte de las rentas de Murcia.

Después que hubo cobrado este Reyno, quedóse todo el año 1266 haciendo labrar las Villas, y Castillos de muy fuertes labores, y comenzó á poblar la tierra de la gente lucida, y noble que el Rey de

2 6 1 HlSTOHIA

Aragón le habia dado, principalmente la Ciudad de Murcia, Lorca, Caí"' tagena, y Origuela, y habiendo dado orden á la población se bolvió á á la Andalucía, que le daba no poco cuidado.

Según he dicho entró en Murcia el Rey Don Jayme á pocos dias del mes de Febrero año 4265. y no como dice Zorita parte primera, capitulo 71 del libro 3. en fin de Febrero año 1266. Mi opinión se ajusta con dos privilegios que el mismo Rey concedió á Don Guillen de Ro-caful que le sirvió en esta jornada aventajadamente, el uno con esta data.

Datum in obsidione Murcia pridie Idus Januarii, armo Domi-ni 1265.

De manera, que el primer privilegio fué dado por el Rey en el ¡sitio, de Murcia á doce de Enero año 1265. y el otro dice.

Datum Murcia Idibus Februarii anno Domini millessimo, du-\ centesimo, sexagésimo quinto.

Dado en Murcia á trece de Febrero año 1265. Los quales privilegios he visto yo con testimonio de Miguel; Juarr.

Amad, Archivado del Archivo Real de Barcelona, y signado con, su-, signo.

V.

Viendo el Rey Don Alonso, que el Infante Don Fernando su hijo, primogénito estaba en tiempo, y edad de casar, embió desde Toledo Em-baxadores al Rey S. Luis de Francia, rogándole fuese contento, y ser-, vido de darle á su hija Doña Blanca para casar con el Infante Don Fernando, y hecho este recado el Rey se fué á Burgos á esperar la respuesta.

En este medio cuenta la Historia deste Príncipe; que estando en la Ciudad de Burgos vino la Emperatriz de Constantinopla, que dexaba prer so al Emperador su marido en poder del Soldán de Babilonia.

DE MURCIA c2('v¿ La causa de s u venida dicen haber sido, porque teniendo concerta

do el rescate de su marido en cinquenta quintales de plata, siéndole dadas las dos tercias partes por el Papa, y el Rey de Francia, teniendo noticia de la liberalidad, y grandeza de animo del Rey de Castilla deliberó de venir á pedirle cumplimiento de aquella suma, y él le ofreció de pagar todo el valor del rescate con que restituyese al Rey de Francia, y á la Iglesia las dos tercias partes que habia recibido.

A muchos muy curiosos en inquirir las cosas antiguas (según dice Zorita) ha causado gran duda, y sospecha este cuento, porque' en él no se nombra el Emperador que fue preso, ni la Emperatriz que ac;'t vino, ni entre los Principes que en aquella ocurrencia de tiempos poseyeron el dominio del Imperio Griego se halla por quien haya acaecido este tan grave caso que fuese preso de infieles, y lo han tenido por ficción, sin hacer dello memoria en la relación de los hechos, y vida del Rey Don Alonso en quanto tuvo dependencia con la sucesión del Imperio de Alemania, que fué elegido en contradicción de algunos de los electores.

Yo como no puedo afirmar ser del todo verdadero lo que acerca de esto se escrive asi, estoy persuadido, que no carece de gran semejanza de verdad, porque fue cosa tan señalada, que ó fuera atrebidamente inventado, ó con descuido, y sobra de negligencia de los Autores no referido. Pero atrevida simpleza seria inventar lo que nunca fué, como decir; que el Emperador Balduino el segundo fué preso por el Soldán en el Bosforo. Y sobraban muchas razones para tener por muy vero-simil, que fuese la muger de este Balduino la que vino á Castilla, si entendiera lo que pasó en aquella sazón, y quien ella fue. Pocos años antes de estas Cortes sabemos, que estaba el Imperio Griego partido entre diversos Principes, y los unos tenían su principal asiento, y trono real en Nicia; Ciudad muy famosa de la Bitinia, y en Andrinopoli, yes-tendian su Reyno por la parle de Europa; por las regiones que comarcaban con los Búlgaros, y por la de Oriente con Asia en la Bitinia, y en el Imperio de Trapisonda, y eran Señores de aquellas Provincias de Asia, que llamaban Natolia, y en este Imperio reynaba Theodoro Laz-

263 HISTORIA

caro, hijo del Emperador Calo Juan Batazo, y de Irene, hija del Emperador Alexo Angelo, por cuyo derecho Theodoro sucedió en aquel Imperio.

Los otros Principes tenian su Royno en la Ciudad de Constantino-pla, y le poseian desde el tiempo de Balduino, Conde de Flandes, de cuya Casa, y linage sucedian.

Por este tiempo era Señor de aquel Imperio Balduino el segundo hijo del Emperador Roberto. Quedando este muchacho tuvo cargo del Imperio, y de su persona por orden de los Sumos Pontífices Juan de Breña, Rey de Jerusalen. Y todo el tiempo que vivió y le tuvo á su cargo fue tan Señor del que se llamó Emperador de Constantinopla.

Este Principe tuvo una hija en la Emperatriz Doña Berenguela su segunda muger hermana del Santo Rey Don Fernando, que se llamó Martha. Esta fue casada con Balduino, según se averigua por relación bien antigua de un autor Portugués del tiempo del Rey Don Alonso que ganó las Algeciras, que escrivió las vidas de algunos Reyes de Castilla, y Portugal.

Habiéndose apoderado Miguel Paleólogo del Imperio, y Reyno que poseyeron los Lazcaros, y estando la gente de guerra del Emperador Balduino en cierta expedición en Asia, y él muy puesto en poner en orden su armada, por traición se dio entrada á la gente de Paleólogo en Constantino-pla,'y aquella Ciudad se alzó tan de rebato, que Balduino con el Patriarcha de Constantinopla pue se llamaba Justiniano, y los suyos corrieron peligro de ser muertos, ó presos, y se metieron en ciertos navios, y desampararon la tierra.

Balduino se vino á Italia para procurar el socorro de los Principes del Imperio Latino para la empresa de restituirse en aquel Reyno, y solicitar todos los Potentados de aquella Ciudad contra Paleólogo. También consta por instrumevtos que en el año mil y doscientos y sesenta, estaban en Sevilla en la Corte del Rey Don Alonso tres hermanos de la Emperatriz Martha, que se llamaban hijos del Emperador de Constantinopla, y de la Emperatriz Doña Berenguela, á quien el Rey por ser

DE MURCIA 264

sus primos hermanos dio vasallos, y les hizo macha merced. Y por los Anales de Flandes, parece, que en el año de mil y doscientos y sesen-senta y dos estava en aquellos Estados la Emperatriz Martha, y traia gran contienda sobre el Condado de Nemur. Y á estas Cortes de Burgos vino el Conde Deu, hermano del Rey Juan de Breña, como se afir' ma en la Historia del Rey Don Jayme, que se ordenó en su nombre, y es la mas antigua, y cierta relación que tenemos de algunas cosas de aquellos tiempos.

Considerando estas cosas, tengo yo por muy cierto, que esta Princesa fue la que se refiere, que vino á Castilla, y que habiéndose de celebrar las bodas del Infante Don Fernando con tanta solemnidad, y fiesta, y siendo tan loado el animo grande, y generoso del Rey de Castilla, que era su primo hermano, procuró de faborecerse de su deliberalidad, y grandeza para la empresa de su marido. Y es conforme á razón, que viniese el Conde Deu su tio en su acompañamiento.

Parece esto venir en tanta conformidad, y satisface tanto á la razón de los tiempos que no nos dexa escrúpulo que no se haya de entender por esta Princesa lo que las historias de Castilla escriven; aunque se mudó algo en el hecho, pues no falta Autor que escriva que el Rey Juan de Breña para tener cierto el socorro de la Señoría de Valencia para la defensa, y conservación de la Ciudad de Constantinopla, puso en empeño en poder de Venecianos á su hijo, y una parte de la Cruz en que que Cliristo nuestro Señor padeció muerte, y pasión. De donde se saca el socorro dcsta deuda, ó rescate que se hizo por el Rey de Castilla haber sido verdadero, y una de las mas señaladas liberalidades, y larguezas de aquellos tiempos.

Con brevedad llegó ta Princesa Doña Blanca, hija del Rey Luis de Francia, la qualtraxo Filipo su hermano, y muchos Prelados y-Señores Franceses. Hallóse también aqui en estas bodas Eduardo Principe, y sucesor del Reyno de Inglaterra que era cuñado del Rey Don Alonso, casado con la Infanta Doña Leonor su hermana. También vino á Burgos á estas fiestas el Marques de Monfarrat que estaba casado con la Man-

265 HISTORIA

ta Doña Beatriz, hija del Rey Don Alonso, y también los Embaxadores de los electores del Imperio que habian elegido por Rey de Romanos al Rey de Castilla. También vino el Rey Don Jayme su suegro á quien salió á recibir á la mitad del camino de Tarazona, y de allí partieron juntos para Soria de donde fueron á Burgos.

En pocas fiestas se sabe haberse hallado juntos tantos Principes como en estas concurrieron con el Rey de Castilla, porque estaba con él el Infante Don Alonso de Molina su tio, los Infantes Don Fadrique, Don Manuel, y Don Felipe sus hermanos: los Infantes Don Fernando, Don Sancho, Don Pedro, Don Juan, y Don Jayme sus hijos, y el Infante Don Sancho, Arzobispo de Toledo, hermano de la Rey na, y todos los Prelados, y ricos hombres de su Reyno; Martha, Emperatriz de Constantinopla, el Conde Deu, hermano de Juan de Breña, Rey de Jerusalen, Don Jayme de Aragón, y con él los Infantes sus hijos, y muchos ricos hombres, y Cavalleros de sus Reynos.

Y no solamente estuvo aquella Corte llena de muy grandes Señores, y Cavalleros, pero de Principes, é Infantes hijos de Reyes, donde se Rallaron presentes los primogénitos, y sucesores de los Reynos de Francia, Inglaterra, Aragón, y Castilla; y verdaderamente se pudo decir, que fué Corte de Principes, y Reyes.

Duraron aquellas fiestas, gran parte del año en las quales el Rey de Castilla hizo grandes mercedes asi á los extrangeros, como á los naturales de sus Reynos.

VI.

En este medio el Infante Don Felipe, hermano del Rey Don Alonso, y Don Ñuño González de Lara, y muchos ricos hombres, y Cavalleros, y algunos Procuradores de las Ciudades, y Villas destos Reynos se juntaron en Lerma, y se concordaron, y juramentaron de ser todos en

m MURCIA 2tí(í un Consejo contra el Rey sino quisiese conseguir, y enmendar algunas cosas que habia hecho, que no eran de su servicio, ni en provecho del Reyno. Y como tenia su amistad asentada, y firmada con el Rey de Granada, con estas espaldas pensaban traer al Rey á la melena, y hacer del á su gusto; y como el Rey Don Alonso era enemigo del Rey de Navarra, tratóse que el infante Don Felipe se fuese á ver eon él, y procurase que le recibiese en su Reyno: de manera, que iban de secreto contaminando para contrastar el .poder de su Rey.

En el mismo tiempo pasaban á Algecira de África mil ginetes de Abenjucef, Rey de Marruecos. Siendo la primera gente que de Berbería habia pasado á España al cabo de cincuenta y un años desde la gran batalla de las Navas de Tolosa: aunque con esto el Reyno de Granada antes se rebolvió que fue ayudado.

El Rey Don Alonso viendo quanta necesidad tenia del Rey de Aragón para que defendiese el Reyno de Murcia, y él pudiese acudirá Castilla á sosegar en su servicio á los ricos hombres que estaban levantados contra él, que principalmente eran el Infante Don Felipe, Don Lope Diaz de Haro, Don Ñuño de Lara, Don Estevan Fernandez, Don Fernán Ruiz de Castro, Don Xinez Ruiz de los Cameros, Don Juan Ñuño, Don Ñuño González, hijos de Don Ñuño, Don Alvar Diaz, Don Diego López de Haro, hermano de Don López Díaz, Don Lope Mendoza, Don Alvar Diaz de las Asturias, Rodrigo Rodríguez de Saldaña, y otros muchos, procuró verse con el Rey de Aragón entre Buñol, y Requena, y de allí los dos Reyes, y la Reyna Doña Violante se fueron á la Ciudad de Valencia donde fueron recebidos con gran regocijo, y aparato de fiestas. Comunicados sus pensamientos, y ofreciendo el de Aragón de tomar con mucho animo á su cargo la defensa del Reyno de Murcia, se despidieron con muchas cortesías, urbanidad, y señales de amor, y amistad, quedando entre ellos concordado que se socorriese en obra, y consejo.

El Rey Don Alonso embió á mandar entonces al Infante Don Fernando su hijo que estaba en Sevilla hiciese guerra al Rey de Granada, y él vino á la Ciudad de Burgos desde donde procuró muchos tratos, y

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267 HISTORIA

medios honestos con deseo de ir al Imperio, aunque las reboluciones destos Gavalleros no le dexaban ni dexaron efectuar esta pretensión.

Mientras el andaba mitigando, y apaciguando estos Cavalleros, el Rey de Aragón tenia en la frontera del Reyno de Murcia contra los Moros «n guarnición la gente de- los Infantes sus hijos, Don Fernando Sánchez, Don Pedro Fernandez, Don Ximeno de Urréa, Don Bernardo Guillen de Enteza, Don García Ortiz de Azagra, Don Ferriz de Lizana Cor-berán de Vidaure, Don Pedro Martínez de Luna, Don Pelegrin de Mon-teagudo, Don Blasco Maza, Don Blasco Ximenez de Árenos, y Don Xi-menez, hijos de Don Ximen Pérez de Árenos, Don Ximen Pérez Oriz, Blasco de Gotor, Sancho Martínez de Oblitas, Pedro Jordon de Rodon, Pedro Garces de Nufiez, y Ojer su hermano, Fortun de Vergua de Pue-yo, Gil de Rada, Don Blasco de Atrosillo, Rui Sánchez de Pomar, Señor de Fraylla, y Olson, Gonzalo López de Pomar, Pedro Lozano de las Corbaneras, Don Atho de Jores, Señor de Goscollana, y Tramacet, Don Artal Duerta, Ximen Pérez Zapata de Calahorra. Y no contento cen esto el'Rey de Aragón vino en persona á la Ciudad de Murcia á donde fué recebido con gran fiesta, y alegría universal.

Vio y reconoció esta tierra, y viendo su gran seguridad se entretuvo en ella cazando catorce dias, y luego se bolvió para la Ciudad de Valencia.

VII.

El Rey Don Alonso no pudiendo reducir asi aquellos Señores confederados, ni aprestar su jornada para el pretenso del Imperio por estar impedido de tantos trabajos y pesadumbres de amigos, y enemigos, determinó de venir, y vino á Murcia donde estuvo muchos meses desenfadándose de cosas, y mandando acabar de repartir todos los heredamientos de las tierras desta Ciudad de Murcia en los Pobladores, asi

DE MURCIA 268

Castellanos, como Catalanes, y Aragoneses que le habia dexado el Rey Don Jayme que (como dice Montaner) era la mas gallarda, y noble gente de Aragón.

Esta Ciudad tiene en su Archivo un libro escrito en hojas de pergamino donde están las divisiones, y repartimientos de tierras que el Rey Don Alonso hizo á los Pobladores y Conquistadores de ella asi Cavalleros, como Peones, eligiendo para cada pago dos quadrilleros Cavalleros principales que hiciesen con justicia, según el valor de cada uno la distribución, y repartimiento. (1)

Vllf .

Son todos los Cavalleros arriba nombrados, trescientos y treinta y tres, que juntamente con el número de los Peones son dos mil y quinientos y treinta y tres Pobladores.

Hallo en este libro de la población Cavalleros mayores, medianos, y menores; y hallo Peones mayores, medianos, y menores. Estas diferencias son imaginarias inventadas por los Jueces que repartieron los heredamientos. Porque como el repartimiento se hizo, como era razón, desigual; (que no todos habian de llevar iguales partes) imaginaron tres ordenes de Cavalleros, y tres de Peones para poder repartir las tierras con regla, y medida, y asi los Cavalleros que llevaron (presupongo) á veinte, llamaron mayores, y á los que llevaron á quince medianos, y á los que llevaron á diez menores, y la misma observancia se guardó en los Peones. Y es de advertir también, que los Cavalleros, y Peones que aqui dice no se entiende nobles, y villanos, sino gente de á cavallo, y gente de á pie, que entonces todo era guerra, y délos Soldados Con-

(I) Los linages nobles de. los robladores de Murcia, igualmente que los priyilegios Y concesiones, irán en los apéndices de cada tom».

269 HISTORIA-

quistadores se hacían las poblaciones. Bien es verdad, que la gente mas noble servia á caballo, y la mas pobre aunque fuese noble servia en la infantería por no poder sustentar armas, y caballo. Yá estos, ó Cavalle-ros, ó Peones según sus méritos, ó de qualidades, ó de servicios, asi los metían en número de mayores, medianos, ó menores.

Fuera de estos repartimientos hechos por los Jueces quadrilleros diputados, se dieron también por orden del Rey Don Alonso á las Iglesias Parroquiales, y al electo Don García Martínez, y á las Dignidades, Canónigos, y Racioneros desta Cathedral, y á las Ordenes de Religiosos de Santiago, y del Temple, y á la Reyna, y á sus Damas, y á los de la Casa, y Corte del Rey muchos, y grandes heredamientos, y donadíos, y asi mismo á otros Cavalleros por particulares servicios que habian hecho.

Considero estos Cavalleros Pobladores de Murcia, que son de las famosas casas, y antiguas de Aragón, y Cataluña, y que para primera población fue gran suerte convocarse, y juntarse en uno tanta nobleza cosa de gran estimación, y que se puede decir desta Ciudad lo que dixo Cineas á Pirrho, Rey de los Epirotas, que habiéndole preguntado, que tal le habia parecido Roma, á donde fue por Embaxador, respondió Cineas, que le parecía cada Romano un Pirrho en Epiro, y que realmente habia visto una patria de Reyes. Oponerme á aqui alguno, que no hay vino tan bueno que carezca de heces, como dice Eutropio; y que no hay oro tan puro, y limpio que puesto en el crisol no se le halle escoria. Digo, que es verdad; y aun por ventura lo permite, y quiere Dios asi porque tenga menos materia, y caudal que gastar la soberbia, y variedad humana.

Hay ave tan gallarda como el Pabón? Pues él mismo considerando la fealdad de sus pies deshace la rueda de su altivez, luego de provecho es aquella fealdad de pies. Hay fiera tan valiente como el León? Pues una quartana que le dá proveída por naturaleza en remedio, y antidocto de su grandeza le derriba por el suelo. Luego importa aquella quartana contra su descomunal furor? Otro tanto digo de las casas

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nobles, y que no hay árbol tan lozano que no tenga alguna escarda, ni estado tan lustroso, y bien colorido que no se destiña con el tiempo, ni linage tan puro, y entero, que no tenga costeras, y quebrados.

Desmenuzad quarto por quarto la familia mas limpia que el mundo ha conocido hasta agora, y á pocas azadonadas le hallareis agua. De suerte, que dixo muy bien Platón, que no hay azada sin cetro, ni cetro sin azada.

IX.

Después que el Rey Don Alonso vino á Murcia, el Infante Don Felipe, y Don Ñuño con los demás ricos hombres del Reyno, y Cavalleros Hijos-Dalgo, que hicieron liga en Lerma con condiciones juradas, y pleyto omenage de ayudarse todos, y ser contra el Rey Don Alonso, aunque llevaran sus cosas con mucha puridad, y secreto no pudo el Rey dexar de sospecharlas por los nuevos, y estraños discursos que en ellos sentia hasta que por cartas de buenos, y fieles vasallos, vino á ser certificado de la conjuración de Lerma, si bien ellos cautelosamente le escrevian por desospecharle, y aún vinieron algunos dellos á verse con el Rey, tomando por pretesto algunas osasiones que ellos llevaran entre manos, y por esto Don Estevan Fernandez vino á Murcia á verse con el Rey, y á pedirle que le diese á Doña Aldonza Rodríguez, nieta del Rey de León, con quien decia que era desposado, y el Rey le respondió, que si bien esta Doña Aldonza Rodríguez habia con el deudo: pero que se la habian dado sus hermanos, y parientes, en guarda; y que hasta consultarlos no le era licito hacer cosa nueva; pero que si desposado estava con ella que siguiese su justicia por el Tribunal Eclesiástico, y que si estuviese justificada su causa, y constare estar bien graduado el casamiento que no quedaría por su parte, antes le placía de se la dar. Pero Don Estevan Fernandez quedó mal contento, y dixa,

271 HISTORIA

que quería irse á Galicia á cosas que le importaban, y el Rey sospechando aquella liga, mandóle que dexase la ida de Galicia, y le fuese á esperar en Toledo donde estava la Reyna, y los Infantes Don Sancho, Don Juan, Don Pedro, y Don Jayme. Tras esto el Infante Don Felipe por asegurar al Rey embióle á decir por sus cartas, que Don Fernán Ruiz de Castro le quería quitar su muger, y hermana de él Fernán Ruiz, heredero de Santalalla, y de los otros Lugares que esperava heredar de la Reyna Doña María de Portugal, y esto que lo hacia animado de aquellos ricos hombres que se habian juntado en Lerma, y que por esta misma razón él se habia hallado allí que fuese servido de no consentir.

Otro tanto hizo Don Ñuño, que por disimular su secreto pensamiento, le embió dos Cavalleros sus vasallos. Pero Ruiz de Villegas, y Garcia Pliego, con los quales le escrivió, que estuviese cierto de su voluntad, y que le mandase que no le podia faltar en las cosas de su servicio.

Todos estos ofrecimientos traían al Rey suspenso, y casi movido á creerlos, pero eran tan amenudo las cartas que le venían de unos, y de otros, desengañándole que era cierto lo contrario, que tomó por medio discreto embiarles un mensagero de su parte que desentrañase, y desembolbiese la verdad deste caso, y así despachó á Castilla á Fernán Pérez, Dean de Sevilla, con quién embió á decir á su hermano Don Felipe que tenia por nueva cierta que el Rey de Granada baxaba á hacerle guerra ayudado del Rey de Marruecos que le rogaba se informase bien desto, y le saliese al paso, y que también le habia informado que él, y los ricos hombres, de su Reyno se juntaron en Lerma con Don Ñuño Gonzales, y hicieron posturas, no sabia qual es, que le rogaba le embiase' á decir con !el Dean sobre que era aquel ayuntamiento, y qué posturas habian juramentado.

Ya el Infante Don Felipe estaba de camino para verse con el Rey de Navarra, según entre ellos estaba concertado, quando llegó el Dean Don Fernán Pérez con la embaxada del Rey Don Alonso su hermano, y habló con él según la orden que lleva va, y el Infante res-

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pondió al Rey su hermano, que no podía ir con él por ocupaciones que tenia. Y cuanto al Ayuntamiento de los ricos hombres, que bien sabia que los enemigos con quien habian tratado hasta entonces fueron Don Juan Garcia, y Don Alonso Tellez, y Don Alonso y Don Rodrigo Horez; y que pues eran estos muertos, que no podían estar sin algunos amigos que le aconsejasen, y ayudasen, y que esta era la razón porque se habia hallado en aquella Junta. Y el Embaxador dixo el Infante otras cosas por donde claramente vino á entender las sospechas ser verdades. Luego el Dean Fernán Pérez procuró verse con Don Ñuño, y con Don López Diaz, y habló con ellos, pero negáronle obstinadamente la liga que habian hecho.

De todo esto escrivió largamente al Rey, y de como se quedaba en Castilla por enterarse mas bien del hecho. Quando el Rey supo la respuesta de Don Felipe, y los alterados, y depravados ánimos de los demás, quisiera bolver á Castilla, pero por poner en razón las cosas del Rey de Murcia, que estaban en condición, y balanza por los muchos moros de que estaba poblado, y asi mismo por la guerra que le intentaba hacer el Rey de Granada, y por entender que aquellas gentes no se moverían á hacer cosa contra su servicio se sosegó acá.

Pero embiandoá Don Enrique Pérez de Harana, Adelantado mayor de Murcia, mandóle hablase emcubiertamente á Don Ñuño, que era el principal autor, promovedor de la liga, y que le dixese, que aunque le parecía •cosa grave y dura creer lo que de él se decía en mengua de su honor: pero que era voz tan pública y común que parecía ignorancia, no dar crédito á ello. Porque siendo el quien mas debiera amparar, y defender el servicio |del Rey, estaba grandemente maravillado fuese contra él, y hubiese movido otros Cavalleros, y alterándolos contra el Rey, poniendo entre sus gentes, y naturales, discordia, enemistad, y cizaña, y que erraba mucho en esto, habiendo recibido del tantos beneficios, y mercedes, y que pues Don Ñuño le habia dado enojo con el ca'samiento de Don López Diaz, que lo debiera enmendar con servicios, para que el Rey olvidara la querella, y no muí-

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tiplicase causas de pesadumbre: y que si esto hacia Don Ñuño por poner miedo al Rey, que supiese, que ni en el Rey cabia miedo, ni de medios tan malos se debia tener; y que si lo hacia por haber mayores bienes, y mercedes de su Rey, que mejor las podia ganar con buenos servicios, que con tales alteraciones y últimamente le rogaba como amigo, y le mandaba como á vasallo que sosegase el corazón, y le sirviese como estaba obligado; que seria recibido en su gracia como siempre estuvo.

Quando llegó á Castilla Enrique Pérez supo que Don Ñuño estaba en Palacio, y caminó á grandes jornadas con deseo de servir á su Rey en ocasión tan importante; hallóle allí, y con él á Don Ximen Ruiz de los Cameros, á Don López Diaz, Señor de Vizcaya, y á Don Fernán Ruiz de Castro.

Oyó Don Ñuño la embaxada del Rey, y alborotado, y receloso no le viniese algún mal, y daño del Rey, por los tratos ya medio descubiertos, respondió diciendo, que era verdad que él habia embiado á dar quexas al Infante Don Fernando porque no le acudían con los maravedís, y sueldo que solía tener del Rey; mas el no habia hecho Ayunta-tamiento ni reveladose contra su servicio, y que si el Rey quería mandar coger en Castilla, y en la Estremadura otro servicio mas de los que se solían dar, que quedaría él satisfecho, y aquellos ricos hombres que alli estaban y de aquel servicio que impusiera podría cumplir á todas sus garantías hasta aquel tiempo corridas, y que con esto aseguraría á muchos pueblos que andaban descontentos. Y esto decia Don Ñuño por dos cosas, lo uno por ponerle en enemistad con los de la tierra sobre los pechos impuestos, y lo otro porque hubiesen ellos dinero con que pudiesen hacer lo que querían, y tenian acordado.

Enrique Pérez escrivió al Rey la respuesta que le dio Don Ñuño, y Don Ñuño por otra parte despachó dos Cavalleros al Rey que fueron García Pliego, y Garci Gómez Carrillo con muchos ofrecimientos, y salvas sobre las cosas que le avia referido de parte del Rey Don Enrique Pérez de Arana. Embióle también á pedir que le mandase dar

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cartas para que ie acudiesen con algunos dineros de la tierra que del tenia, porque se hallaba muy menesteroso, y necesitado.

Mientras estos iban con este recado él juntaba las mas gentes que podia para daño, y deservicio del Rey: Estando pues el Rey Don Alonso en el Reyno de Murcia poblando la tierra, repartiendo los heredamientos, y haciendo labrar, y reparar los Castillos, llegaron á él los mensageros de Don Ñuño con las respuestas, salvas, y cumplimientos, de que suelen usar en tales casos los Señores.

Como el Rey deseaba la concordia destos Cavalleros no se le hacia duro de creer lo que holgara faliera verdad; pero apenas acabó de oirles quando en medio desta duda le llegaron cartas de muchas partes de Castilla, y de León en que le hacían saber como Don Ñuño, y Don Juan, y Don Ñuño González se levantaban, y hacían gente [contra él y se habian conjurado y hecho pactos, y homenages con algunos Señores, especialmente con Don López Diaz de Haro, con Don Estevan Fernandez, con Don Ximen Ruiz de los Cameros, con Don Fernán Ruiz de Castro, con Don Diego López, hijode Don Diego, con Fernán Ruiz de Saldaña, con Fernán Ruiz, hijode Rodrigo Alvarez, y con Gil González de Roa, y con López de Mendoza y otros Cavalleros, y que esto era mas claro que el Sol de medio dia, y que como leales vasallos le suplicaban y aconsejaban que luego se viniese á Castilla á remediar este daño, y que creyese que todos estos pactos se ordenaban en su gran daño, y deservicios.

En el año de mil doscientos y setenta y uno aprestando el Rey su ida para Castilla, movida de las cartas que le embiaban sus amigos, llegó Juan Alonso Carrillo con la embaxada de Don Ñuño, y de Don Ximen, de Don Lope Diaz, y de Don Fernán Ruiz de Castro en que le embiaban á pedir por merced que le creyese cerca de lo que di-xese de su parte, y en virtud de la creencia dixo que aquellos ricos hombres, y todos los otros de Castilla, y de León le habian otorgado el servicio, y que ellos nunca hicieron jura, ni pleyto ninguno contra el Rey con Moros, ni Cristianos, que en su servicio fuese, y que

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en ningún tiempo le sirvieron con mejor ánimo que entonces; y que le pedian por merced que les mandase dar dineros á cumplimiento de las quantias que del tenían; y que si el Rey los habia menester para hacer guerra contra el Rey de Granada que los mandase llamar, y que vendrían luego; y que no solamente contra Moros, pero contra Ghristianos como su servicio fuese; y que si para la guerra de los Moros no los hubiese menester agora, que les embiase á decir si queria ir á otra parte, y que estarían apercibidos.

Después que el Rey oyó todo quanto Juan Alonso Carrillo le dixo de parte de aquellos ricos hombres mostróle alegre semblante, reservando la respuesta para otro dia.

Entretanto tuvo consejo con la Reyna (que ya estaba en Murcia,) y con el Infante Don Fabrique su hermano, y con los Obispos de Cor-dova, y de Cádiz Don Fernando, y Don Fr. Juan, y Don Juan González, Don Dia Sánchez de Funez, Don Enrique Pérez de Arana, el Arcediano Don Juan Alonso, Electo en la Iglesia de Santiago, Don Gonzalo Yailez de Aguilar, Maestre Gonzalo, Arcediano de Toledo, Notario de Castilla, y Don Jofré de Loaisa, gran Privado suyo.

Ávido pues el Rey su consejo y fiándose en lo que los ricos hombres le embiaban á decir, y en el servicio que le prometían mandó á Don Gómez de Manzón, y á Don Sancho Pérez que eran recaudadores de las Rentas de todos los Reynos que fuesen á coger, y cobrar aquel servicio, y embió á Don Pedro Lorenzo, Obispo de Cuenca, á que hablase con los ricos hombres, y que si otorgasen aquellas cosas que Juan Alonso Carrillo le dixo de su parte, que les cumpliese las quantias que del tenia, que pues entonces no los avia menester para la guerra de los Moros, confiaba que con aquellos dineros que entonces les mandaba dar se aprestarían algunos de ellos á ir con él al Imperio de Alemania para donde estaba de partida, y los otros quedarían con gusto para servir al Infante Don Fernando su hijo en lo que les hubiese menester.

El Obispo fue al Infante Don Felipe que yá era venido de las vis-las del Roy de Navarra, y á losjrieos hombres, los quales liberalmente

DE MURCIA 270

le otorgaron todo lo que había dicho al Rey de su parte Don Alonso Carrillo. Y Don Gómez, y Sancho Pérez cogieron el servicio, y les dieron todos sus dineros.

Después que el Infante, y ricos hombres hubieron cobrado estos dineros rehicieronse de cavallos, y armas, y salieron muchos dellos por las Villas, y Lugares comiendo, y beviendo desmesuradamente á fuerza de los vecinos, haciendo muy gran daño en la tierra; y luego despacharon mensageron al Rey de Arranada, y al Rey Abenjucef de Marruecos para firmar con ellos paces y amistad. Y asi mismo ernbiaron cartas al Rey de Portugal para moverle que hiciera guerra á Castilla, y el Infante Don Felipe.se bolvió otra vez á verse con el Rey de Navarra, para asentar con el del todo I03 pactos que tenian tratados poco antes.

X.

El Rey Don Alonso quisiera hacer alguna concordia con el Rey de Granada, ya por tener tiempo de componer, y quietar los alborotados ánimos de aquellos Cavalleros, ya por aparejar su partida que tanto deseaba en la pretensión del Imperio; y para esto le escrivió una carta, di-ciendole, que tenia necesidad de verse, con él, para lo qual despachó un correo, y esperó aqui con harto cuidado la respuesta.

En el entretanto que esta venia acabó de hacer sus repartimientos de las tierras de Murcia con esta distinción que primeramente concedió heredamientos á la Reyna, y á toda su Casa Real, y luego por quadri-llas á los Pobladores, y Conquistadores fue señalando en cada pago sus tierras, primero á los Cavalleros, mayores, y luego á los medianos, y luego á los menores, y tras estos á los Peones mayores, y luego á los medianos, y últimamente á los menores. Y desta forma en cada pago se hacia otro tanto.

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Los pagos de esta Ciudad (según parece por el libro de la población deste Archivo) son los siguientes, digo los de riego, que los de tierras aifcircs, aunque son muchos por ser de menos importancia, no los cuento, y ¡os que aquí pongo los nombro de la manera que oy se llaman; que algunos de ellos son nuevos, otros algo corrompidos, y otros sustentados en su primera forma.

Es de saber, que el caudaloso rio de Segura parte por medio esta vega de Murcia, comenzando á regar desde una fortisima azuda que esta Ciudad tiene arriba de la Alcantarilla; la qual azuda saca dos acequias mayores, una al un lado, y otra al otro, que viniendo della acia Murcia la acequia mayor llamada Alquibla toma la mano derecha, y la acequia mayor llamada Aljufia corre por la izquierda. Los pagos que se repartieron regados de Alquibla son estos:

ACEQUIA MAYOR DE ALQUIBLA.

Dava. . . . . . . . Herrera. Turbedal Beniajan. Santaren Alquibla. Menjalhaco Alhoraiba. Benavia Alguaza. Benihalel Farabosque. Alfoz. . Yunco. Albalate ' , . . Rumia. Seca Plana. Almohajar Condomina. Benimainete Isla. Albadel Alfande. Alcatel Alharilla. Gabaldon Beniazor. Villanueva Cinco-Alquerias

DE MURfiU 278

Benicoto Benifiel . T inosa A c e n c t e . Benicomai Tabala .

D e la acequia de Aljufia decienden e s tos pagos que s e s iguen:

A C E Q U I A M A Y O R D E A L J U F I A .

Anl inipopc N e l v a . X a y b o t e Aijada. P inar hermoso Aljadeta. Rcga l i c íar Ba l sas . Churra la nueva Casi l las . Churra la vieja Benipotrox . Alfatego Caste l iche . Alnaxar Moleta . B e n d a m é Alabrache . X a g u é z Urd ienca . X e n o l e s . Santomera . P o r t e l . B e n e t u z a r . Albatalía Benifiár. Nacra B e n i m o n g í . Carahiche . . . : . . . Ben izabé l . Alcaquél R a h a l . Girada . Alfandarin. Carabija.

Toda esta partición s e hizo en el año 1272, por diferentes Qua-dri l leros , y J u e c e s , aunque los principales fueron D o n Gil García de Azagra , á quien principalmente fue comet ido el repart imiento , y G a r cía D o m í n g u e z , Notario del R e y , en la Andalucía , y Juan García E s c r i v a n o del R e y , hal lándose presente á todo el R e y Don Alonso

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El qual fuera deslos repartimientos, que por tafullas, aliabas, y al-hames hizo; repartió también sus heredamientos á diez y siete Clérigos Beneficiados de las Parroquias desta Ciudad en los pagos de Rabat Al-gidid, que oy es la Herrera, y de Albadel, pago con junto á este, con la condición contenida en esta carta, que los dichos Beneficiados otorgaron, que su tenor es este.

Sepan quantos esta carta vieren, y oyeren como á vos mucho noble, y mucho alto Señor Don Alfonso, por la gracia de Dios, Rey de Castilla, de Toledo, de León, de Galicia, de Sevilla, de Cordova, de Murcia, de Jaén, y del Algarbc. Nos Guillen de Port, é Pero Tilomas, Clérigos de Santa Olalla de Murcia, é Benito Colort, Clérigo de la Iglesia de San Juan del Real, y Ramón Andreu, y Berenguer Rober, Clérigos de la Iglesia de San Lorenzo, y Bartholomé, y N. Pérez, Clérigos de la Iglesia de San Bartholomé, y Ramón Lanceda, y Juan de Lozan, Clérigos de la Iglesia de Santa Caterina, y Benito deMe-noch, y García Martínez, Clérigos de la Iglesia de San Pedro, y N. y Benito Biquelme, Clérigos de la Iglesia de San Nicolás, y Thomás, Clérigo de la Iglesia de San Miguel de la Villanueva, con voluntad de Don García Martínez, Dean, y Electo de Cartagena, prometemos, y convenimos, que en toda nuestra vida iremos de cada Iglesia un Clérigo á la Capilla del Alcázar de Murcia cada Sábado á la vuestra Misa de Santa Maria, y á las horas en aquel dia por rogar á Dios por el alma del mucho noble Rey Don Fernando vuestro padre, y de la Reyna nuestra madre, que buena posa hayan, y por vos, y por la Señora Reyna Doña Iolante, y por el Infante Don Fernando, y por todos vuestros fijos. E esto prometemos de facer á vos Señor por mucho de bien, y mucha de merced que nos facedes, é esperamos que nos facedes de aqui adelante. E porque esto sea mas firme, é mas estable, é non venga en duda fueron endefechas dos cartas partidas por A. B. G. fecha la carta en Murcia Sábado diez y seis dias del mes de Henero, era de mil y trescientos y diez años.

Hizo el Rey últimamente al Obispo Dean, y Cabildo desta Santa

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Iglesia de Cartagena un liberalisimo repartimiento, como consta mas largamente de su privilegio, que dice asi:

Sepan quantos esta carta vieren como Nos Don Alonso, por la gracia de Dios, Rey de Castilla, de León, de Galicia, de Sevilla, de Cor-dova, de Murcia, de Jaén, é del Algarbe, diemos, é otorgamos á Vos

Don Garcia Martínez, Dean de la Iglesia de ese mismo lugar, é á vuestros sucesores para siempre [trescientas alfabas de heredamiento en la guerta de Murcia en estos lugares, en Rabatalgibit asi como comienza á Teniente de Aljucer; según, que la parte la acequia de Alfarrayra; y en termino de Albadel asi como termina este heredamiento de Rabatalgibit, y de Albadel por estos linderos, de la otra parte, como va el camino mayor de Murcia á Cartagena, asi como comienza la senda, y la acequia que es entre ellos, y la heredad de Juan de Mians, fasta la acequia, ó es la ponticella por do pasa el agua de Alfarrayra que va á la heredad de Joan Ferriz, que se tiene con la tierra de Hobs, que solia ser de Rabatalgibit, y es agora de Aljucer, y asi como va la acequia de Albud, que parte termino entre Aljucer, y Albadel hasta la senda on son los mojones, é comienza la segunda afrontacion, y esta segunda afrontacion es á Sol poniente, y es la senda que va del termino de Aljucer, fasta el camino' mayor que pasa por medio de Albadel, é la tercera afrontacion es asi como se acaba esta senda sobre dicha fasta, ó llega el camino mayor que pasa por medio de Albadel ó son puertos los mojones que reparten la heredad de la Iglesia, é la otra heredad que diemos á los Clérigos Parroquiales, é asi como vá esta carrera mayor de Albadel contra Murcia fasta que llega á las acequias que parte termino entre la heredad de la Iglesia, é de los otros Clérigos Parroquianos. La quar-ta afrontacion comienza de estas acequias sobredichas, ó es la heredad de los Clérigos Parroquianos é de Lorenzo Rufa, é Don Gil Garcia, é de Pasqual Garcia, é de P. de Altarriba, é de Beltran de Villanueva fasta; é llega la heredad de Juan de Medians, ó comineza la primera afrontacion. É estas trescientas alfabas sobredichas vos damos, y vos otorgamos asi como vos las entregaron, é vos los amojonaron Garcia

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Domínguez mío Notario, en la Andalucía, é Juan Garcia de Toledo nuestro Escrivano, é Lorenzo Rufa, é Fortuin Sánchez, é San de Mora, é Pedro González, é Lorenzo Abenhud nuestros partidores.

En este heredamiento vos damos, é otorgamos, que lo hayades libre, é quito con entradas, ó con salidas, é con todas sus pertenencias para siempre jamas por juro de heredad é para cambiar, é para hacer dello, é en ello asi como de lo vuestro mismo. E otro si vos damos mil é quinientos maravedís cada año de la moneda [nueva á razón de cinco sueldos el maravedí: é poniemos voz los que los haya-des para siempre en los nuestros censales de Murcia. E todo esto vos damos por cambio de las die, alcarrias, que son Beninajah, Benjalhag, Benicomag, Abimengeb, Benizobeit, Taltanaz, Benimongit, Alarbal, Al-haudami, que diemos para la Puebla de Murcia con vuestro placer, é con vuestra voluntad de que temiedes nuestro privilegio. E por estas trescientas alfabas sobredichas, é por los mil é quinientos maravedís que vos ponemos cada año en los censales de Murcia asi como sobredicho es, que comienzan el primer dia déla era deste privilegio, sodcs pagados vos, é vuestros sucesores para siempre jamas destas diez alcarrias sobredichas, que vos haviemos dado por cambio de los diez mil maravedís chicos que antes habiemos puesto é dado por dote de cada año al Obispado, y á la Iglesia de Cartagena en las nuestras rentas de tierra de Murcia qnando ficiemos primeramente el Obispado de Cartagena, etc. Fecha en Murcia Viernes quince días del mes de Abril era de mil y trescientos y diez años.

XI.

Llegado a este punto el Rey Don Alonso tuvo respuesta del de Granada en que se le respondía que si no le parecia otra cosa se viesen, y careasen en Jaén lugar acomodado para entrambos Reyes; y

ü.' Soler ,J'Ú°. Copia, de cnrperez

DE MURCIA 282

por esto viendo que tanto le importaba salió luego de Murcia para ir á las vistas.

Estando en Alcaraz le llegaron cartas del Infante Don Fernando su hijo, y del Infante Don Manuel su hermano, que entonces residían en Sevilla, en que le avisavan como habian pasado de África muchos Moros en socorro del Rey de Granada, y que avian corrido la tierra, muerto, y cautivado muchos hombres, y combatieron el Castillo de Bejar, y llevaron ganados y quanto hallaron.

Indignado desto el Rey embió á mandar á todos los de la frontera que hiciesen guerra al Rey de Granada, y él se vino á Castilla para componer las cosas de los alterados: pero aunque gastó mucho tiempo en esto no los pudo seducir, porque estaban tan rebeldes que se resolvieron á desnaturarse del servicio del Rey; y él á echarlos de su Reyno dentro de cierto término.

Al fin interponiéndose en ello la Reyna, el Infante Don Fernando, el Infante Don Sancho, y el Arzobispo de Toledo Don Sancho, y el Infante Don Manuel, y los Obispos dePalencia, de Segovia, y de Cádiz, Don Alonso, Don Fernando, y Don Fray Juan, y los Maestres de Uclés, de Calatrava, y de Alcántara, Don Pelay Pérez Correa, Don Juan González, y Don Garci Fernandez Barrantes; después de largas contiendas, y muchas pesadumbres de una parte, y otra, vinieron á reducirse en su gracia baxo de ciertas condiciones, y partidos que el Rey les concedió.

XII.

En el año mil y doscientos y setenta y cinco, el Rey Don Alonso estando en Toledo hizo aprestar su viage, mandando, que en los Puertos de Sevilla, Galicia, y Asturias se cargasen muchas naves de trigo, cevada, y vino, y de otras provisiones, y mandó á los

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Cavalleros que habían de ir con él, que le fuesen á esperar al puerto de Marsella: y luego mandó venir ante sí al Infante Don Fernando su hijo primogénito, y al Arzobispo Don Sancho, hijo del Rey de Aragón, y al Infante Don Filípe su hermano, y al Infante Don Sancho, y al Infante Don Juan, y al Infante Don Pedro, y al Infante Don Jay-me sus hijos; y asi mismo fueron convocados á la ciudad de Toledo por su mandado Don Ñuño, y Don Lope Diaz, y Don Fernán Ruiz de Castro, y Don Alonso Tellez, y los Maestres de Uclés, de Calatra-va, y Alcántara, y del Temple, y el Prior de San Juan, y Don Este-van Fernandez, y Juan Nuñez, y Ñuño González, hijo de Don Ñuño, y Diego López de Haro, hermano de Don Lope Diaz; y Don Fernán Pérez Ponce, y Don Pedro Alvarez de Asturias, y Gil Gómez de Roa, y Don Diaz Sánchez, y Don Diego López de Salcedo, y Ruix Gil de Villalobos, y Don Rodrigo Rodríguez de Saldaña; y todos los otros ricos hombres Infanzones, y Cavalleros de Castilla, y de León, á los quales habló desta manera:

Ya sabéis Nobles Cavalleros, que el Papa Inocencio Quarto en el Concilio que celebró en la Ciudad de León en Francia, procedió á sentencia de excomunión contra el Emperador Federico, Rey de Sicilia, por la guerra que movió contra las tierras, y lugares de la Iglesia, y que por haber preso algunos Cardenales, y ocupado á Faenza, Parma, y Bononia por fuerza de armas, fue privado entonces del Imperio. Los Electores después desta privación, eligieron por Rey de Romanos al Lauzgrave de Turingia, y porque vivió pocos dias nombraron en su lugar á Guillermo, Conde de Olanda. Vivió Federico algunos años después de su privación, y habiendo muerto los Frisones á Guillermo en una cruel batalla, deliberaron los Electores de elegir sucesor en el Imperio, y señalaron dia en que se juntasen en Francfordia para hacer la elección. Estos estuvieron entre sí divisos, y en discordia, porque el Arzobispo de Colonia, y el Conde Palatino hicieron elección de Rielado, Conde de Cornubia, hermano de Enrico Tercio, Rey de Inglaterra. El Arzobispo de Troven, y el Duque de Saxonia, teniendo por

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ninguna la elección que se hizo de Ricardo, me eligieron á mi por Rey de Romanos, ya por el buen nombre que (bendito Dios) por halla de nú se tenía, ya porque por la parte de la Reyna Doña Beatriz, mi madre, soy nieto del Emperadar Filipo, y deciendo de la Casa, y sangre de los Duques, y Señores de Suevia. El Conde Ricardo pretendió su legitima su elección, yo pretendí, y pretendo ser legitima; y canónicamente elegido. Habrá pocos dias que murió Ricardo, y entonces los Electores hicieron Rey de Romanos á Rodolfo, y el Rey de Bohemia por su autoridad sin tener parte en los Electores, trató de apoderarse, del Imperio, creyendo, que le eligieran por estar muy olvidado el partido mió, respecto de las guerras que tengo con el Rey de. Granada, y la discordia que ha pasado entre mí, y algunos de mi Reyno.

Considerada pues' la justicia que tengo, y el parentesco, y deudo tan estrecho con las casas principales del Imperio: no solo por mi madre que es de la nobilísima casa de Suevia, de la qual fueron creados cinco Emperadores que tuvieron aquella dignidad con gran mages-tad desde el Emperador Corrado el Tercero, y eran Duques de Suevia, y Franconia: pero aun por decender por linea legitima de Barón de los Condes de Bordona que traen su sucesión de los Reyes antiguos de Borgoña, y Francia: Y demás dcsto bien sabéis que con mi acostumbrada franqueza he ganado grandes Príncipes, y Señores, que no solamente han sido mis amigos, y confederados; pero muchos dcllos son mis vasallos, como son Hugo, Duque de Borgoña, Guido, Conde de FJandes, Enrique, Duque de Lorena, Gastón, Visconde de Bearne, y Guido, Visconde de Limoges; lodos estos Principes, y Señores de grandes estados. Y el Marques de Monferrat, mi yerno, y el Conde Veintemilla, y otros Señores Lombardos, y Tudeseos á quienes yo tengo con grandes, y crecidas mercedes obligados, me instigan muchos dias luí, y escriven á menudo que acabe de salir de España; y prosiga mi pretensión, asegurándome sü favor, y certificándome, que de mi tardanza se puede tener gran daño. Y asi pues, gracias á Dios, Nobles Cavalleros, después de tantas inquietudes, y desabrimientos, y después de tanto audar, y tomar,

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embaxadas, y raasembaxadas, escrivir, y replicar os tengo en mi gracia, y corazón como siempre, y el Rey de Granada que asi con su gente, como con la de Abenjucef nos tenia tan fatigados con ordinarias salidas se lia retirado también, pareceme hacer este viage, determinándome ir con algunos de vosotros, y con el Infante Don Manuel mi hermano; quedando por Administrador de todos mis Reynos el Infante Don Fernando mi hijo primogénito, con potestad libre para todo quanto fuese necesario, y para poner Merinos en Castilla, en León, y en Galicia los que él viere, que fueren menester con todo el cuidado del gobierno de los Reynos. Y así os mando que le obedezcáis como á sucezor mió, y Rey jurado vuestro; y á Don Ñuño proveo por Adelantado

' mayor de la frontera, y á quien encargo procure, y haga toda diligencia de tener en mi servicio á los Arráeces de Málaga, de Guadix, y de Gomares, que con estos se ganarán las tierras del Rey de Granada, ó á lo menos estará apretado. Dexo también por mi Adelantado del Reyno de Murcia á Don García Jufré de Loaisa, que estando bajo de su guardia y cuidado iré seguro de todo recelo.

Acabado su razonamiento el Rey abrazólos á todos, y todos quedaron tan satisfechos, y tan ofrecidos á su servicio, que de una parle, y de otra se manifestó una gran demostración de alegría, y animo de querer todos acompañarle. Desta manera teniendo á su parecer asentadas las cosas del Reyno de Granada, y las diferencias de los ricos hombres que andaban fuera de su servicio, sin dar orden de asentar paz con Abenjucef Miramamolin, Rey de Marruecos, ni dexar proveídas'las fronteras, y lugares de la costa de la Andalucía, partió de Toledo, y pasando por el Reyno de Valencia á la ciudad de Tortosa

• entró en Barcelona donde se vio con el Rey Don Jayme su suegro, de quien fue persuadido dexase aquel viaje por muchas razones que le dio para ello, y principalmente por los cismas que se movían en la Iglesia, y por no tener de su parte al Papa, y por haber de pasar por Francia, siendo el Rey della mal seguro amigo.

El Rey Don Alonso le dio muchas razones por donde lo debia hacer.

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Y viendo el Rey de Aragón que no le podía apartar de su proposito, le rogó, y persuadió á lo menos que no pasase por Francia sin salvo conducto concedido de su Santidad.

Esto prometió hacer el Rey de Castilla, y al despedirse le rogó muy ; encarecidamente se acordase de amparar el Reyno de Murcia en las ocasiones que se ofreciesen, como siempre lo habia hecho. El Rey Don Jayme se lo aseguró, y que no le faltaría su palabra, aunque fuera menester para ello su persona.

Despedidos con esto los Reyes el de Castilla se hizo á la vela, llevando consigo á la Reyna Doña Violante, y á sus hijos hasta Perpiñan desde donde se volvieron, y el Rey prosiguió su viaje.

XIII.

Abenjucef Miramamolin, Rey de Marruecos, publicó con grande astucia por disimular la guerra que quería hacer contra los Reynos de Castilla en favor del Rey de Granada, que quería ir contra un Rey Moro que se le habia alzado en Cepta, y embió al Rey de Ara-gnu sus Embaxadores, pidiéndole ayuda de gente, y que le embiase quinientos Cavalleros, hombres de linage, con diez naves, y diez galeras con otros navios, y ofrecía de darles cien mil pesantes ceptis, y otra tanta cantidad, para que los Cavalleros luego se pusiesen en orden, y si se detuviesen en tomar á Cepta mas tiempo de un año, y se ganase se obligaba de dar cincuenta mil pesantes al Rey, y de pagar el sueldo muy abentajado á los Capitanes, y Cavalleros, prometiendo de darles los caballos, y armas que fuesen menester.

Esto se iba poniendo por obra; pero no pasó mucho tiempo que se entendió como la armada que Miramamolin hacia era contra el Rey de Castilla, siendo á ello incitado por el Rey de Granada que estaba muy temeroso, que el Rey de Castilla pasada la tregua dada á los Arráeces de Malaga, y Guadix le habia de hacer guerra, y ofreció al

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Rey de Marruecos que le daría á Algecira, y Tarifa junto al puerto de Gibraltar; avisándole, qne las fronteras estaban muy desapercibidas por la ausencia del Rey Don Alonso.

Pasó el Rey de Marruecos el estrecho con gran muchedumbre de gente de á cavallo que llamaban Belamarines, y pasaron desta vez á España diez y siete mil ginetes, y grande número de Infantería. Pasó pues Abenjucef á Malaga por acabar de concordar á los Moros de aquella Ciudad, y de Guadix con el Rey de Granada y de allí ¿se dividieron en dos Exercitos, y entraron corriendo la tierra por la Andalucía hasta Sevilla, y el Rey de Granada, entró por las fronteras del Obispado de Jaén, haciendo grande estrago en toda aquella comarca.

Estaba en la Ciudad de Córdoba en este tiempo por Adelantado mayor de la frontera Don Ñuño González de Lara, y dio luego aviso de la pasada de los Moros al Infante Don Fernando, que estaba en Burgos para que le embiase socorro de gente como se requería en tan grande necesidad, y proveyóse luego que el Infante Don Sancho con los ricos hombres, y Cavalleros del Reyno 'acudiesen á la frontera en su ayuda. Hizose asi, y con todo eso el Infante Don Fernando se aprestó para ir tras ellos en su socorro.

Sabiendo Don Ñuño que Abenjucef venia por la parte de Ecija, juntó los Cavalleros, y gente de guerra que pudo de aquellas fronteras, y fué á aquella Ciudad para esperar en ella á los enemigos: pero después con grande animo, y esfuerzo se salió fuera para dar en el campo la batalla, si bien él quisiera diferirla por rehacerse de gente que cada dia llegaba: pero aunque era menos que la del enemigo, determinó de esperarle, y morir antes que hir vergonzosamente.

Diose la batalla en la cual estuvo Abenjucef bien cerca de ser vencido, mas como era infinita la Morisma fue Don Ñuño muerto, y con él doscientos y cincuenta Cavalleros, y quatro mil de á pie, y escaparan pocos si no tubieran tan cerca la acogida.

El Infante Don Sancho, Arzobispo de Toledo, hijo del Rey de Aragón, oidas las nuevas de la entrada de Moros, con la Cavallería

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de Toledo, Madrid, Guadalaxara, y Talavera, y con la gente que pudo hacer de sus vasallos, partió para el Obispado de Jaén, y estuvo esperando, que todos los que le seguían se juntasen con él.

En esta sazón un Cavallero de la Orden de Calatrava, que era Comendador de Martos, llamado Alonso García, le dijo, que los Moros habian llegado á Martos de donde llevaban gran presa de hombres, mugeres y de. ganados, y que si le saliese al encuentro haria muy gran servicio á Dios nuestro Señor.

Era aquella la gente que el Rey de Granada embió á correr la tierra por la parte del Obispado de Jaén, y con ella venian dos Caudillos, hermanos, que Abenjucef traia bravos Soldados, que el uno llamaban Abenjoz Atali, y el otro Uzmen, y los Arráeces de Malaga, y Guadix, y otros muchos Cavalleros, y Capitanes del Rey de Granada, y el Arzobispo salió con intención de pelear con ellos, y fue aquella noche a un lugar que llaman Torre del Campo. Estando alli. llegó un Cavallero Aragonés de la Casa del Arzobispo, llamado Sancho Duerta, y le dixo, que Don Lope Diaz de Haro, Señor de Vizcaya, llegaba aquella noche á Jaén, y que seria bien esperarle; pero el Comendador de Martos burló dello, diciendo que el mal encantador con la mano agena, salva la culebra, y que Don Lope Diaz venia con muy pocas compañías, y que aún no eran llegadas, y que si las esperase resultaría que ni los suyos alcanzarían la victoria, y Don Lope se llevaría el renombre, y que es honra mejor era tomarla para si.

Con este inducimiento, y persuasión pasó el Azobispo tan apriesa por alcanzar los Moros que sin aguardar que llegase su gente, sin orden comenzaron á pelear. Pero reconociendo los Moros que eran tan pocos los Cristianos, y que no guardaban orden, acometieron, y los desbarataron, y vencieron.

En la Batalla fue preso el Azobispo, por cuya prisión se levantó entre los Moros grande contienda sobre quien le llevaría preso: porque los de Abenjucef le querían llevar, y los del Rey de Granada le

289 HISTORIA tenian por su prisionero, y sobre ello vinieron á las manos. Mas el Arráez de Malaga que vio el daño grande que de aquella [porfía se le podia seguir arremetiendo al Infante le hirió con una azagaya por el hombro, y atravesándole con ella le mató, diciendo, que nunca Alá quisiese que por un perro muriesen tantos buenos Cavalleros como alli habia, y cortáronle la cabeza, y la mano en que tenia los anillos Pontificales, y con esto se partieron de el campo con gran victoria á donde murió Sancho Duerta, y otros Cavalleros.

En este tiempo el Infante Don Fernando yendo á la fAndalucía con los ricos hombres y Cavalleros de Castilla supo en el camino como eran muertos Don Ñuño de Lara, y el Infante Don Sancho su tio, de que hizo grandes estremos de sentimiento.

Por aguardar que acabasen de llegar sus gentes se detuvo en Vi-llareal, á donde cayó enfermo, y murió en breves dias, cuya muerte fue de todos generalmente muy llorada, asi por ser Principe' de tan grandes esperanzas, como por el recelo de las guerras que todos tenían, se habian de seguir en España. Sabidas estas nuevas, considerando el Rey de Aragón en quanto peligro, y trabajo estaba toda la Andalucía, mandó al Infante Don Pedro su hijo, que con quanla diligencia pudiese se partiera con la gente de guerra de sus fronteras en socorro del Infante Don Sancho, que sucedió en el govierno muerto su hermano, y llevó mil hombres de á cavalio, y cinco mil infantes todos pagados por tres meses.

Con este Exercito partió para el Reyno de Murcia el Infante Don Pedro, á donde dispuso, y ordenó quanto convenia para la defensa de la Ciudad, y del Reyno, y proveidos de bastimentos los lugares, y fortificados algunos que lo habian menester, se entró por el Reyno de Granada, haciendo gran daño en la Comarca de Almería.

Entonces el Rey de Granada embió por su gente para la defensa de Malaga. Y Abenjucef visto que le dexaban los Moros del Rey de Granada, y que el Infante Don Sancho mandaba hacer armado de galeras para impedir el socorro de gente, y provisión de África; deter-

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minó de partirse con todo su Exercito para Algecira, y el Infante P. Pedro se bolbió de la frontera al Reyno de Murcia, para asegurarle como empresa principal que habia quedado á cargo del Rey de Aragón quando se partió el de Castilla al Imperio.

XIV.

Asi como supo el Infante Don Sancho la muerte de Don Fernando su hermano, se partió á Villareal donde amparado de Don Lope Diaz de Haro, pretendió llamarse primogénito heredero. Y para mejor ganar los corazones de los grandes de España, determinó salir con ellos á la defensa della, y lo hizo tan gallardamente contra Abenjucef, Rey de Marruecos, que dentro de pocos meses le obligó á retirarse á las Algeciras, y tan buena maña se supo dar, que inclinó asi no solamente ;í los ricos hombres, pero á toda la gente popular. Y así quando el Rey Don Alonso se bolvióá España desde Belcayre, camino del Imperio, sabida la muerte de Don Fernando su hijo, y la pasada de Abenjucef, y siendo informado acá de la gran resistencia que el Infante Don Sancho habia hecho á los Moros, movido desta buena información, y de los ruegos de los ricos hombres le declaró por heredero de los Reynos, y le mandó jurar por Rey para después de sus dias en la Ciudad de Segovia.

Pasaron en esta conformidad padre, y hijo algún tiempo, y después por muchas causas que la historia delRey D. Alonso cuenta, el Infante Don Sancho unido con los Grandes de Castilla, y León se levantó con los Reynos apoderado de todas las Ciudades, Lugares, y Castillos, y llegó á tan grande estremo, que fué pronunciada sentencia con consentimiento de los Concejos por el Infante Don Manuel, por la qual quedó despojado, y desheredado de sus Reynos el Rey Don Alonso. El qual afligido con tan rigurosa sentencia, que parecía mas dada

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291 HISTORIA

del Cielo, que no de los hombres de la tierra, rabioso, y fuera de si, y con el sentimiente debido procuró la amistad de Abenjucef, Bey de Marruecos, á quien le embió su Corona Real en empeño, rogándole, que sobre ella le prestase sesenta mil doblas de oro, significándole la necesidad que la rebelión del hijo le causaba.

Abenjucef, aunque infiel, como era de animo real, mostrándoles aquella rica joya á sus Cavalleros les dixo que tenia de ayudar con su persona, y poder al noble Rey á quien su mal hijo tenia desheredado, ellos replicaron que en ello ayudaría á su amigo, y haria mal á los Christianos, y asi respondió al Rey Don Alonso que pasaría de muy buena gana con su Exército á España como lo hizo: y junto con el Rey Don Alonso corrió á Ecija, y Córdova, y otros Lugares.

El Infante Don Sancho por otra parte habia asegurado las Ciudades y Villas que las tenia todas á su devoción fuera de Sevilla, Murcia, y Badajoz, que se tuvieron siempre por el Rey Don Alonso.

Estando pues Abenjucef, y el Rey Don Alonso sobre Córdova, y el Infante Don Sancho dentro de ella, embió el Rey su pendón con siete Cavalleros acia el cortijo de la puente, y los Cavalleros preguntaron si. estaba allí Fernán Martínez, que le dixesen de parle del Rey Don Alonso su señor, que se acordase como el rey Don Alonso le habia criado, casado, y armado Cavallero, y de como le habia hecho su Alguacil mayor de la Ciudad de Córdova, y dado las llaves della; y agora que le mandaba le quisiese acoger en ella, y que si no se la quería entregar le daba por traidor.

Quando esto oyeron Don Diego, y Don Alvaro, hijos de Don Juan Nuñez, respondieron estas palabras á los Cavalleros del Rey: Decid al Rey Don Alonso nuestro Señor que yo Don Diego López, y Don Alvaro mi hermano que estarnos aqui con el Infante Don Sancho, por muchas muertes, y agravios que el Rey ha hecho, principalmente matando al Infante Don Fadrique su hermano, y á Don Ximen de los Cameros nuestro tío que nos crió, y por otras muchas muertes injustas que hizo en Hijos-Dalgo, y por muchos pechos desaforados que ha

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echado en nuestros vasallos, y en toda su tierra, que por estas causas nos avernos amparado del Infante Don Sancho su hijo heredero, y que si viniera como habia de venir un Rey y Señor, que el Infante Don Sancho y nos le abriéramos las puertas de la Ciudad; mas que le vemos venir en poder de Moros enemigos nuestros, y de nuestra Santa Fé, y asi no estamos obligados, á obedecerle, y menos por que viene con el Rey Abenjucef que mató á Don Ñuño González, y á Bernal Rodríguez, hijo de Don Rodrigo Alvarez, y á otros ricos hombres, y Cavalleros, y que mató al Infante Don Sancho de Aragón, Arzobispo de Toledo, y que por estas y otras razones no le podemos recibir, y con esto se fueron.

Desta manera anduvo el Rey Don Alonso, como ola azotada de los vientos, sin tener cierto refugio donde acudir fuera de los tres Lugares dichos, Sevilla, Murcia, y Badajoz,, que como él se preció tanto desk Ciudad de Murcia, y su Reyno que riendo Infante ganó, y engrandeció con tantas mercedes, y privilegios: asi también esta Ciudad correspondió igualmente á sus obligaciones jamás faltó de la devoción del Rey ni de la de todos sus sucesores hasta oy como se verá por el proceso de la historia.

XV.

No eslava en este tiempo seguro el Rey Don Pedro de Aragón (que ya por la muerte de Don Jayme su padre lo era, y fue coronado en Zaragoza) pues se le habia revelado Valencia, y asi hubo de acudir con remedio á las partes mas necesitadas, entró furioso talando las tierras de Lugares levantados, y los apretó de tal manera que acorraló en la villa de Montesa pasados de treinta mil Moros sin mugeres, y niños á donde se hicieron fuertes, cerróla por todas partes, y la comenzó á combatir, aunque los Moros hicieron harto daño con muchas salidas, y escaramuzas en que murieron muchos de ambas partes.

293 HISTORIA

En la Villa, y Castillo habia dos Alcaides por quien se gobernaba' toda aquella gente, que llamaban Mahomed Bencaihe, y Benaiza, y por entretener con alguna esperanza al Rey hasta que les llegase el socorro que esperaban del Reyno de Granada, ofrecieron, que entregarían la Villa, y Castillo á un Cavallero de la Casa del Rey que llamaban Xi-men Zapata para cierto dia; pero quando llegó el plazo como tuvieron nueva que venia en su ayuda Abenjucef, no quisieron cumplir lo que estaba tratado.

En este medio se fue estrechando el cerco y porque en la Villa habia mucho numero de gente de á pié, y de á cavado, y era el lugar de su naturaleza sitio muy fuerte, pareció ser necesario antes de dar el combate tomar un cerro muy alto que llaman la Muela; porque desde alli se podia hacer gran daño en el Castillo como de lugar mas encumbrado.

En esta ocasión, y á esta guerra fueron del Reyno de Murcia con intentos de servir al Rey de Aragón en ella algunos Almocatenes, que eran los que agora decimos Capitanes de Infantería, y entrando por Co-centayna hicieron omenage á Roger de Lauria que no hacian daño, sino en los Lugares levantados que estavan en guerra. Pero como ellos ve-nian sin orden de la Ciudad aventureros, los soldados mal obedientes á la orden de aquellos Capitanes robaron el Arrabal de la Villa, y cautivaron los Moros, y Moras que hallaron, y bolvieronse con la presa al Reyno de Murcia.

Por este desorden embió contra nuestra frontera el Rey de Aragón para que se tomase enmienda del daño que aquella gente hizo á Don Ruiz Ximenez de Luna, Procurador general del Reyno de Valencia, y á Roger de Lauria con alguna gente de á cavallo, y de á pie, y oidas sus querellas, Gonzalo Ruiz Girón, Maestre de Santiago, Adelantado de la frontera por el Rey de Castilla, embió á Dia Sánchez de Busta-mante, Alcayde de la Ciudad de Murcia, con oferta de entregar los principales delinquentes, y que se haría enmienda, y satisfacción, y bolvieronse con esto aquellos Cavalleros con su gente al cerco de Montesa.

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XVI.

Las cosas de Castilla estaban en gran turbación; porque puesto que el Infante Don Sancho se habia apoderado casi de todos los Reynos, y Señoríos de Castilla, y León, y del Reyno de Toledo, y del Andalucía: pero permanecían siempre los ricos hombres en un estado, y por ligeras causas se partían de su servicio, y seguían la voz del Rey su padre.

Tratándose de concierto entre el Infante, y algunos de los mas principales, llegó el Infante Don Sancho á punto de muerte de una grande enfermedad que tuvo estando en Salamanca, y siéndole dicho al Rey su padre que era fallecido, mostró muy gran sentimiento, y pesar por ello, y refieren, que dixo haber muerto el mejor hombre que habia en su linage con grande admiración de los que lo oyeron. Y siéndole preguntado, como podia tener amor á quien habia deshereda-dole, y perseguido: escusandose, respondió, que la pena que sentia de la muerte de Don Sancho era, porque creia, que mas presto cobraría de su hijo los Reynos, que no de sus Ciudades, y Villas, y de los ricos hombres que contra él se habian alzado. Mas no pasaron muchos dias tras ésto, que siendo libre el Infante del peligro de la enfermedad, murió el Rey en Sevilla 21 . Abril deste año mil y doscientos y ochenta y quatro. Dexó ordenados dos testamentos; en el primero dispuso cerca de la sucesión del Señorío de sus Reynos, que en tiempo de su padre se habia tornado á unir, y ordenaba que atento, que era costumbre, y derecho natural, y ley, y fuero de España, que el hijo mayor debía heredar los Reynos, y Señoríos de su padre, no cometiendo algún exceso, y crimen, por cuya causa los hubiese de perder; por esta razón considerando, que el Infante Don Fernando su hijo primogénito si fuera vivo por derecho, y razón debia suceder en

2 9 5 HISTORIA

sus Reynos, y por ser difunto teniendo cuenta con el derecho antiguo, y con la ley, y razón, según el fuero de España, habia otorgado en cortes al Infante Don Sancho su hijo mayor, que heredase en lugar de su hermano por serle mas propinguo por derecha linea á su nieto, y que el Infante Don Sancho olvidado de tan grande merced, y beneficio contra derecho natural, habia procurado su muerte, y desheredamiento con ambición, y codicia de reynar, y que por tanta ingratitud permitían las leyes que fuese desheredado el que á su padre desheredase, y asi que él le desheredaba, maldiciendo, y detestando su memoria, y declarándole por traidor; y nombraba por sucesor en el Señorío mayor que él llama de España (que eran los Reynos de Castilla, León, Toledo, Galicia, y Asturias) á Don Alonso su nieto, y después del á Don Fernando su hermano: declarando que si muriesen sin hijos legítimos, heredase este Señorío el Rey de Francia; porque sucedía derechamente de la linea del Emperador Don Alonso, y nieto de su hija, como él. Señalando que convenia que los Reynos de Castilla, y León estuviesen juntos perpetuamente. En el segundo aprueba lo ordenado en el primer testamento, quanto á la sucesión del Señorío mayor, y confirmó al Infante Don Juan su hijo la donación que le habia hecho del Reyno de Sevilla, y Badajoz, con todas las Villas, y Castillos, de sus términos, y jurisdicción. Y al Infante Don Jayme, que era el quarto hijo, dexó el Reyno de Murcia, que fueron estas dichas Ciudades, de que hizo mandas á sus dos hijos, los constantes en lealtad en una revelion tan general. Lo que ordenó acerca de su entierro diré con las palabras formales del testamento. Mandamos, que el nuestro cuerpo sea enterrado en nuestro Monasterio de Santa Maria la Real de Murcia que es cabeza deste Reyno y el primer lugar que Dios quiso ganáremos á servicio de el y honra del rey Don Fernando y de nuestra tierra. Pero si los nuestros cabezaleros tuvieren por mejor, que el nuestro cuerpo sea enterrado en la ciudad de Sevilla, ó en otro lugar que sea mas á servicio de Dios, tenérnoslo por bien, en tal manera, que finquen al Monasterio sobredicho de Murcia, los bienes, y las posesiones que nos le

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(liemos, salvo el Alcázar que mandamos, que haya siempre el que de derecho fuese Rey de Murcia del nuestro linage. Y si los nuestros testamentarios tuviesen por bien de enterrar el nuestro cuerpo en Sevilla, mandamos, que lo hagan enterrar alli donde tobieren, y entendieren, que es mejor: pero desta guisa, que la sepultura no sea muy alta; é si quisiesen que sea alli donde está enterrado el Rey Don Fernando, y la Reyna Doña Beatriz yace, que hagan de tal manera, que la nuestra cabeza tengamos á los pies de ambos á dos, é que la sepultura sea llana; de guisa, que quando el Capellán se metiese á decir la oración sobre ellos, y sobre nos, que los pies tenga sobre la sepultura. E otrosí mandamos, que luego que muriésemos, que nos saquen el corazón, y lo lleven á la Santa Tierra de Ultramar, y que lo sotierren en Jerusalén en Monte Calvario, alli donde yacen algunos de nuestros abuelos: y si llevar non lo pudieren, que lo pongan en algún lugar donde esté hasta que Dios quiera que la tierra se gane, y se pueda llevar en salvo. Esto tenemos por bien, y mandamos que haga Don Fray Juan, y los que tuviesen voz del Maestre del Temple en los Reynos de Castilla, y de León, y de Portugal: por que nos ha conocido del nuestro Señorio, y tuvo con ñusco al tiempo que todos los Maestres de todas las otras Ordenes nos desconocieron. Y mandamos á este Cavallero las ropas de nuestros cuerpos, y de todas las nuestras camas que traemos de nuestro guisamiento, y demás mil marcos de plata para dar en Capellanías donde canten Capellanes misa cada dia siempre por nuestras almas en el sepulcro quando Dios quiera que lo hayan Christianos, ó en aquel lugar donde estuviese nuestro corazón. Y porque el Maestre, y los Freyles de la Orden del Temple han por costumbre de traer quales armas quieren, rogamos á este Maestre que agora es, y será de aqui adelante, que traigan ellos todavía por sus cuerpos estas mismas señales que le embié, lo uno por honra de la su Orden, y lo al, porque entiendan, que es nuestra voluntad, y que nos hagan este amor señaladamente por el otro que nos le hicimos quando ganamos el Reyno de Murcia que here-

297 HISTORIA

damos ú esta Orden mayor que las otras cosas. E otrosí mandamos el nuestro lecho de toda la ropa que hoviere á la sazón que finaremos á los pobres del Hospital de San Juan Dacre, é mil marcos de plata. Mandamos otrosí, que quando sacaren el nuestro corazón para lo llevar á la Santa Tierra de Ultramar, según que es yá dicho, que saquen lo otro de dentro, y lo lleven en el Monesterio de Santa María la Real de Murcia, ó el nuestro cuerpo fuese enterrado, que le metan todo en una sepultura, asi como si nuestro cuerpo fuese, y hoviese ai hayacersi el Monesterio fuese en aquel estado que nos le establecemos, y debe de estar; si non, mandamos, que hagan esto en la Iglesia mayor de Santa María de Murcia. Y mas abaxo dice: E otrosí mandamos, que todas las vestimentas de nuestra Capilla con todos los otros libros que los den á la Iglesia mayor de Santa María de Sevilla, ó á la Iglesia mayor de Murcia, si el nuestro cuerpo fuese ai enterrado. En fin el cuerpo se enterró en Sevilla, y el corazón, y entrarías se truxeron á Murcia.

No digo lo demás del testamento, por no hacer á nuestro proposito; remito á los deseosos de las cosas deste Rey tan famoso, y tan sabio á su particular Crónica, y á las generales de España, que tan largamente tratan del . Mas quiero escrivir aqui las muchas mercedes, y privilegios que hizo, y concedió á esta Ciudad, y áesta Santa Iglesia de Murcia; que todo esto tiene su lugar propio agora. Y primeramente, porque la lealtad que esta Ciudad tuvo en la revelion de Don Sancho contra el Rey Don Alonso su Señor natural, no consta de las historias; olvido notable de los Conmistas en agravio nuestro, fuera de que se con-gelura muy bien la fidelidad desta Ciudad en aquella ocasión, por el gran favor que el Rey Don Alonso le hizo; mandándose enterrar en Murcia cuando desheredó al Infante Don . Sancho por su testamento, para que en ésta parte no quede Murcia frustrada de su gloria, y alabanza tan bien merecida, diré agora, no conjeturas, sino la verdad mas clara que el Sol del Mediodía.

DE MURCIA 298

XVII.

Entre los privilegios que esta Ciudad tiene guardados en su Archivo (que los mas son concedidos por el Rey Don Alonso el Sabio) tiene quatro, que todos, y cada uno dellos son uniformes, en razón de esta lealtad declarada por el mismo Rey, y gratificada con grandes mercedes, como parece por ellos; los quales pondré aquí en relación fuera de las cabezas.

PRIVILEGIO PRIMERO.

Sepan quantos esta carta vieren, ó oyeren, como nos Don Alfonso, por la gracia de Dios, Rey de Castilla, de León, de Toledo, de Galicia, de Sevilla, de Cordova, de Murcia, de Jaén, y del Algarbe, etc. En suma dice, que por la lealtad que esta Ciudad de Murcia tuvo en seguirle, y tenerse con él en el tiempo que muchos se alzaron contra él para quitarle su poder y señorío, y por la gran voluntad que tiene de hacerle bien y merced, otorga á los moradores que agora son y serán de aqui adelante, para siempre, que puedan pescar francamente en la Mar cerca de Cabo de palos, que es dicha la Albufera, y que no den portazgo, ni otro derecho ninguno de lo que alli pescaren. Es la fecha de este privilegio en Sevilla Miércoles 1 3 . de Enero, Era 1 3 2 1 .

Esta Albufera es una famosa pesquera de un pescado muy regalado que llaman Mujol, propio de esta Ciudad importantísimo, asi para su regalo, como para su renta, pues le vale cada año quatro mil ducados, y algunos años mas, y se vende á mucho menos precio de lo que vale; solíase vender antiguamente cada libra de este pescado por tres maravedís, aunque agora se ha subido á diez y seis, si bien vale

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299 HISTORIA

quando menos mas de un real. Está nueve leguas de esta Ciudad, y se vá en una noche de Vprano (porque entonces se pesca, y por unos corrales de caña donde entra el pescado, y después de dentro no puede salir) se dice cañizada, y en una noche, como dixe, le traen fresco á Murcia. Hizo el Rey Don Alonso merced de esta Albufera á su hermano el Infante Don Manuel, que era Adelantado mayor de este Reyno, y su Teniente Dia Sánchez de Bustamante: pero como después se reveló y juró por Rey al Infante Don Sancho, y aun fué quien pronunció la sentencia por los Reynos contra el Rey Don Alonso su hermano, fué despojado de esta, y de otras mercedes, y del Adelantamiento, y le sucedió en él Don Alonso García, que fué por el Rey Don Alonso, Adelantado mayor de esté Reyno, y del Andalucía. La merced de esta Albufera se hizo al Infante Don Manuel en Murcia á 28. de Abril, Era de mil y trecientos y diez años, y la que el mismo Rey Don Alonso hizo á esta Ciudad fué (como dicho es) en Sevilla á 13. de Enero, Era de 1321. años. De manera, que se concedió este privilegio á esta Ciudad once años después del primero.

PRIVILEGIO SEGUNDO.

Sepan quantos esta Carta vieren, y oyeren, como nos Don Alfonso, por la gracia de Dios, Rey de Castilla, de León, de Toledo, de Galicia, de Sevilla, de Cordova, de Murcia, de Jaén, y del Al-garve, etc. En suma dice, que por la lealtad que esta Ciudad de Murcia tuvo, teniéndose con él quando otros muchos del Reyno se le alzaron, siguiendo á los que intentaron quitarle su Señorío, y por la voluntad grande que tiene de hacerle bien y merced, le dá la Alcarria, que es dicha Alcantarilla, que fué de la Reyna, con todo su termino, con tal, que la pueble de pobladores Christianos que hagan en ella vecindad. Su fecha en Sevilla Miércoles 13. de Enero, Era 1321.

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PRIVILEGIO TERCERO.

Sepan quantos esta Carta vieren, como nos Don Alfonso, por la gracia de Dios, Rey de Castilla, de León, de Toledo, de Galicia, de Sevilla, de Cordova, de Murcia, de Jaén, y del Algarve, etc. Dice también, que por la lealtad que le tuvo esta Ciudad quando se alzaron otros para quitarle el Reyno, otorga para siempre á los vecinos de ella que sean francos en todo su Señorío. Fecha ut supra.

PRIVILEGIO QUARTO.

Sepan quantos esta Carta vieren y oyeren, como nos Don Alonso, por la gracia de Dios, Rey de Castilla, de León, de Toledo, de Galicia, de Sevilla, de Cordova, de Murcia, de Jaén, y del Algarve, etc. Dice, que por que los de Molina Seca, y de Muía, y del Val de Ricote, y de los otros Lugares, que fueron termino de Murcia en tiempo del Miramamolin, que pobló y heredó, y les hizo muchas mercedes en estos Lugares sobredichos, por lo qual le debian servir con todo quanto en el mundo oviesen, y le desirvieron agora en este tiempo errando contra él, teniéndose con aquellos que se le alzaron con su tierra, por esto no quiso que lo que tenían en estos Lugares sobredichos quedasen en ellos, mas que bolviese á él, é lo huviesen aquellos que con él quedaron, y le sirvieron, y por hacer bien y merced al Concejo de Murcia, asi á los que agora en ella son moradores, como á los que serán de aquí adelante para siempre, y por muchos servicios que le hicieron, y hacen, señaladamente en este tiempo dicho, guardando lealtad, dá y otorga á los moradores de Murcia todos estos Lu-

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gares arriba nombrados que sean suyos, y los pueblos, etc. Su fecha ut supra.

Pienso que con esto queda bien comprobada la lealtad que esta Ciudad guardó á su Rey Don Alonso en aquellos calamitosos tiempos en que fué desheredado.

XVIII.

Tras aquellos quatro privilegios, que fué necesario poner de por si, para ^comprobar la gran lealtad de Murcia con su Rey, tan olvidada de los Coronistas, pondremos otros muchos, que la misma ciudad tiene de este su devotísimo Rey, no son palabras formales por escusar prolixidad, sino recogidos, y sumariamente puestos, sin acordarme de las cabezas de ellas, sino fuera de este primero, que según ella se pueden entender las otras, aunque no dexaré de poner las confirmaciones, por ser caso de tanta autoridad, y que dan noticia y luz á la historia.

Sepan quantos este privilegio vieren y oyeren, como nos Don Alfonso, por la gracia de Dios, Rey de Castilla, de Toledo, de León, de Galicia, de Sevilla, de Córdova, de Murcia, de Jaén, y del Algar-ve, en uno con la Reyna Doña Violante mia muger, etc.

Concedió pues el dicho Rey (para que comenzemos á decirlo en suma) á los vecinos y moradores de la Ciudad de Murcia, que no den portazgo, ni derecho ninguno de las cosas que traxeren y sacaren de ella, ni de los derechos que debian dar del pan, del vino, y de la fruta, y de las hortalizas, de sus cosechas, y de todos los ganados que fueren de sus crianzas, ni de ninguna otra cosa que á la puerta de la Ciudad, ó en los mercados debieren dar: pero que den portazgo y los otros derechos todos los que de fuera vinieren, ó sacaren algo.

Concedió también, que los vecinos de esta Ciudad puedan haber

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tiendas en sus casas para vender aquellas cosas que acostumbraren á comprar y vender en aquella rúa donde hubiere§ casas; con que por esta merced que les hace el Rey, le den los que estas tiendas tuvieren en sus casas por cada una de ellas un maravedí en oro cada año de renta, por la fiesta de San Juan Baptista.

Concedióles también todas las mezquitas de la Ciudad de Murcia, y sus aldeas, para la población de Christianos, que las hayan con sus corrales, y con sus fosarios para sus moradas, fuera de las mezquitas estuvieren dadas para Iglesias.

Concedióle también, que tenga dos Jueces, y una Justicia (esto es dos Alcaldes, y un Alguacil mayor) y mas un Almotacén (que es fiel executor) y que los muden cada año por San Juan Baptista, que sean personas escogidas por los Cavalleros, y hombres buenos de la Ciudad, y con consejo del que en ella estuviere por el Rey, y que los tales sean de la gente mas principal y prudente, y mas al servicio del Rey, y utilidad de la Ciudad, con que acudan al Rey, á que les confirme los oficios, si estuviere en la Ciudad, y sino á la persona que en ella estuviere por el Rey, que se los otorgue y les tome la jura en lugar del Rey, de que harán su oficio cada uno bien, y fielmente, guardando los derechos del Rey, y el bien de la Ciudad.

Concedióles también, que tuviesen seña, y pendón, y que el Concejo escoja un Cavallero, ó un hombre bueno, el que entendiere ser mas á proposito, y que esté guisado de caballo, y armas.

Concedióles también sello de dos tablas, y que las tengan dos hombres buenos quales escogiese el Concejo, con consentimiento del que aqui estuviere por el Rey, y que tengan el uno la una tabla, y el otro la otra.

Concedióles también, que todos los vecinos, moradores de esta Ciudad de Murcia, que mantuvieren cavallos y armas, que hayan las honras, y las franquezas en la manera que lo han los cavalleros de la noble Ciudad de Sevilla.

Concedióles también heredamientos, y casas, con que las tengan po-

303 HISTORIA

bladas con sus mugeres, y con sus hijos, y los que no fueren casados con la mayor familia que pudieren, y con que sean sus vasallos, y del Infante Don Fernando su hijo primogénito, y no de otro ninguno, y los que fuesen vasallos de otros pierdan los heredamientos que en ella tuvieren, y que el Rey los dé á otros que sean sus vasallos, ó á quien por bien tuviere; y con que los que tuvieren casas, y heredamientos por cavallerías, que mantengan cavallos, y armas, y los ballesteros y los peones que fueren en ella heredados, que tengan las armas que les toca tener.

Concedióles también, que porque las calles de la Ciudad de Murcia sean mas anchas y mas apuestas, que los que hicieren, ó labraren, ó reparen sus casas, si en aquella rúa donde las labraren no hubiere veinte palmos en ancho, que metan las paredes que labraren, ó levantaren de cimiento dos palmos á dentro, y no haciéndolo asi, que se las derriben. Y para que todo lo dicho sea firme, y estable mandó sellar el dicho privilegio con su sello de plomo. Hecho en Sevilla por su mandado, Viernes catorce dias andados del mes de Mayo, Era de mil y trescientos y cuatro años, y luego dice estas palabras formales.

E nos el sobredicho Rey Don Alfonso, reynante en uno con la Reyna Doña Violante mi muger, é con nuestros fijos el Infante Don Fernando primer heredero, é con Don Sancho, é Don Pedro, é Don Juan en Castilla, en Toledo, en León, en Galicia, en Sevilla, en Cordova, en Murcia, en Jaén, en Baeza, en Badalloz, en el Algarve, otorgamos este privilegio, y confirmó la Iglesia de Toledo vaga, Don Ramondo, Arzobispo de Sevilla confirmó, Don Alfonso de Molina confirmó, Don Felipe, Don Luis, Don Hugo, Duc de Borgoña, vasallo del Rey, Don Enrique, Duc de Lorene, vasallo del Rey, Don Alfonso, fijo del Rey, Juan Dacre, Emperador de Constanlinopla, é de la Emperatriz Doña Berenguela, Conde Deu, vasallo del Rey, Don Lois, fijo del Emperador de la Emperatriz sobredichos, Conde de Belmon, vasallo del Rey, Don Gascón, Vizconde de Bearne, vasallo del Rey, Donjuán, Arzobispo de Santiago, y Chanceller del Rey, Don Martin, Obispo de Burgos, Don Fernando,

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Obispo de Segovia, Don Agostin, Obispo de Osma, Don Fray Domingo, Obispo de Avila, Don Fernando, Obispo de Córdova, Don Pasqual, Obispo de Jaén, Don Alfonso, Obispo de Palencia, Don Andrés, Obispo de Siguenza, Don Pedro, Obispo de Cuenca, Don Vivían, Obispo de Calahorra, Don García, Obispo de Plasencia, Don Fray Pedro, Obispo de Cartagena, Don Pedri Yañez, Maestre de la Orden de Calatra-va, Don Huno Gonzalvez, Don Alfonso Tellez, Don Juan Alfonso, Don Fernando Ruiz de Castro, Don Juan García, Don Diag Sánchez, Don Gil García, Don Pedro Coronel, Don Gómez Roig, Don Rodrigo Rodríguez, Don Enrique Pérez, Repostero mayor del Rey, Don Martin, Obispo de León, Don Pedro, Obispo de Oviedo, Don Suero, Obispo de Zamora, Don Domingo, Obispo de Salamanca; la Iglesia de Astor-ga vaga, Don Domingo, Obispo de Ciudad, Don Miguel, Obispo de Lugo, Don Juan, Obispo de Orens, Don Gil, Obispo de Tuid, Don Muño, Obispo de Mondoñedo, Don Fernando, Obispo de Coria, Don García, Obispo de Selves; la Iglesia de Badalloz vaga, Don Pelai Pérez, Maestre de la Orden de Santiago, Don Garci Fernandez, Maestre de la Orden de Alcántara, Don Alfonso Fernandez, hijo del Rey, Don Rodrigo Alfonso, Don Martin Alfonso, Pertiguero de Santiago, Don Juan Pérez, Don Gil Martínez, Don Martin Gil, Don Juan Fernandez, Don Ra-mir Diaz, Don Ramir Rodríguez, Don Alvar Diaz, Don Pedro Guzman, Adelantado mayor de Castilla, Don Alfonso García, Adelantado mayor de tierra de Murcia, y del Andalucía, Don Gutier Suarez, Adelantado mayor de León, Don Estevan Fernandez, Adelantado mayor de Galicia, Maestre Juan Alfonso, Notario del Rey en León, é Arcediano de Santiago.

Yo Juan Pérez de Ciudad lo fiz por mandado de Millan Pérez de Ayllon en el año catorceno que el Rey Don Alfonso reynó.

Por otro privilegio concedió el Rey Don Alonso el Sabio á los vecinos, y moradores de la Ciudad de Murcia para hacer mercado en ella cada semana el dia de Jueves, y que los que traxeren qualesquier mercadurías vayan, y vengan salvos, y seguros, y sean francos. Su

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fecha en Sevilla, Martes diez y ocho dias andados del raes de Mayo, Era de mil y trecientos y quatro años.

Este privilegio de mercado franco el Jueves de cada semana fué confirmado de la Reyna Católica Doña Isabel, su data en Valladolid 4 dias de Junio, año 1476. Ganáronla dicha confirmación, con argumento de mayor merced, Diego Riquelme, y Juan de Cáscales, Regidores de esta Ciudad, pues fuera de la franqueza; á los que truxeren quales-quier mercadurías, y mantenimientos, entrando Miércoles, vendiendo Jueves, y saliendo Viernes, se les concede, que no puedan ser presos, ni embargados ellos, ni sus bienes por maravedís que deban, aunque sea su Magestad.

Concedióles también, y hizo donación de las Condominas, heredamiento muy rico, para que lo repartiesen entre si por cavallerias y peonías, por juro de heredad para siempre jamás, y que fuese libre y franco de Almojarifazgo, y de otro cualquier derecho, salvo el que están obligados á dar á la Iglesia. Su fecha en Elche 25 dias del mes de Junio, Era de 1295 años.

Concedióles también, que desde el dia de la partición de los heredamientos dentro en cinco años cumplidos no se pueda comprar ni vender; y después concede licencia para vender, y enagenar, con que á un poblador no se pueda vender mas que un heredamiento de otro poblador, mientras el Rey no mandase otra [cosa. Su fecha en Sevilla 15 dias de Mayo, Era de 1304 años.

Concedióles también, que tengan feria cada año una vez para siempre, que comienze en el dia de San Miguel, que dure hasta quince dias después, y todos los que á esta feria vinieren Christianos, Moros, y Judios mercaderes, ó otras qualesquier personas naturales del Reyno, ó estrangeros, que vayan, y vengan salvos, y seguros con sus mercadurías, y con todas sus cosas por mar y tierra, sin embargo ninguno, libres, y francos de portazgo, y de otro qualquier derecho, por entrada, ni por salida de quantas mercadurías compraren, ó vendieren, truxeren, ó sacaren en quanto esta feria durare. Su fecha en

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Sevilla, Miércoles 1 9 . dias del mes de Mayo, Era de 1 3 0 4 . años. Concedióles también otro privilegio, que por ser todo él perte

neciente á la buena noticia de las cosas antiguas nuestras, le pondré de la manera que es enteramente.

Don Alfonso, por la gracia de Dios, Rey de Castilla, de Toledo, de León, de Galicia, de Sevilla, de Cordova, de Murcia, de Jaén, y del Algarve, á vos Garcia Martínez, Dean de Cartagena, mió Clérigo, é á vos Iñigo Porcel mió, Almojarife de Murcia, y á vos Guillen de Narbona, y á vos Bernal de Torreplena, y á vos An-dreo Dodona, partidores de Murcia, salud, y gracia. Fago vos saber, que el Alguacil Abengalib me mostró facienda de los Moros de Murcia, é dixome, que recebian gran daño de los Christianos que entraban en Murcia, que habia, y algunos dellos que los furtaban, y los robaban, que no se podían guardar dellos, porque no habia entre ellos departimiento de muro, é pidióme merced que catase alguna carrera porque los Moros fuesen mas guardados, é que no hubiese entré ellos, é los Christianos desamor ni contienda ninguna. E yo sobre esto ove mi acuerdo, é tove por bien, que todos los Moros morasen en el Arrijaca, porque es lugar apartado, é que estarán, y mas seguros, é guardados, é los Christianos que fincasen en la Ciudad de Murcia; é otrosí los heredamientos que los hobiesen departidos, asi como en esta carta dice. E sobre esto embio mi carta al honrado Don Mahomad, Rey de Murcia, que faga á los Moros que se muden á la Arrijaca con todas sus cosas del dia que la mi carta vieren á quarenla dias, é que defienda á los Moros que ninguno non faga daño en las casas que dexan, ni saquen ende puertas ni cerraduras, ni los almarios de las paredes. Otrosí mando, que todas las casas que hablen los Christianos en el Arri

jaca, que las diesen á los Moros. E tengo por bien, que los Moros hagan muro nuevo kallende de la careaba que es entre la Alme-dina, é el Arrijaca, é que cierren luego todas las puertas que salen del muro de la Ciudad al Arrijaca, é las de la barbacana á piedra

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cal, é á egual de la facera del muro, é que derriben todas las

puentes de la careaba que son entre la Ciudad, é la Arrijaca. E

para ayuda á facer este muro nuevo en el Arrijaca, é para ado

bar el muro nuevo de la Arrijaca doles la mitad de todas las ren

das que hablen para adobar los muros de Murcia para siempre.

Otrosí les do la mitad de los heredamientos de la puente vieja de

Murcia, que los hayan los Moros para siempre, para hacer siempre

por, ó pasen á sus heredamientos, ¿para adobarla. Ende vos man

do, que luego que los Moros se mudaren en el Arrijaca á este plazo

sobredicho, que partades las casas de la Ciudad á los Pobladores

Christianos, porque se non dañen, é las cosas que yo di en dona-

dio por mis cartas plomadas que sean guardadas para aquellos que

las deben haber. E en este plazo de los quarenta dias non consin-

tades á los Christianos que entren en la Ciudad para señalar ca

sas, nin para tomarlas, ni que derriben, ni desfagan las paredes,

fasta que se cumplan los quarenta dias del plazo sobredicho, é lue

go que los Moros comenzaren á mudarse á la Arrijaca, sacad á

los Christianos que m,oran. en el Arrijaca, y mandad cerrar á pie

dra cal la puerta que dicen Bivalmuñen, porque los Moros puedan

desfacer la pared del destajo que partía el Arrijaca, é que hayan

sus casas de toda la Arrijaca enmplidamente. E la partición de

los heredamientos entre los Christianos, é los Moros, tengo por bien,

6 mando, que sea fecha en esta guisa. De la puente de Alhariella,

é desde la Mezquita de Alhariella, allí donde comienza la carrera

del Alqebeca para los Christianos, é que parlan todo el hereda

miento que yace entre á mas desde la mezquita sobredicha, fasta la

tierra á man derecha por medio lo que cayere contra la carrera

del Algebeca que sea de los Christianos, é del cabo deste hereda

miento allí do se partiere cerca la sierra, dende otrosí á man de

recha que pase la sierra fasta Albuxon do parle camino de Murcia

con Cartagena, é de parte de la transmontana que dicen Algenfe,

asi como vá á cabo de las casas de Cudiacibid, que siguen las

DE MURCIA 308

casas del Alcarria con el heredamiento, que es contra Oriente, ¿ á los Christianos, é lo que fuere á parte de Tescaden que sea de los Moros, é del cabo desta Alcarria sobredicha á linea derecha que vaya, fasta la montaña de Churra do parte camino Murcia con Molina. Ende vos mando, que luego que esta mi carta vier-des, que departades estos heredamientos entre los Chiñstianos, é los Moros, asi como sobredicho es, con aquellos Moros que el Rey de Murcia, é el Aljama de los Moros pusieren que lo fagan con ñusco. E todas estas cosas faceldas sosegada, é cuerdamente, é sin otro alborozamiento, con consejo del Rey de Murcia, é de Don Alfonso Garda, é non fagades ende. al. Dada en Sevilla Sábado cinco de Junio, Era de mil y trecientos y quatro años. Yo Garda Domínguez la fice escrivir.

Concedióles otro privilegio, mandando á todos los Adelantados, Merinos, Alguaciles, Comendadores de las Ordenes, y á otros qualesquie-ra de sus Reynos, que ninguno fuese osado de ir contra los fueros, y franquezas que tiene concedidas á la Ciudad de Murcia pena de su gracia.

Concedióles también, que los vecinos, y moradores de Murcia, y de su termino no sean embargados, ni prendados, sino fuese per su deuda propia, ó fianza que oviesen hecho.

Concedióles también por un privilegio rodado, juntamente con la Reyna Doña Violante, y sus hijos, estos siguientes Lugares con sus términos, Molina, Seca, Muía, Val de Ricote, y todos los otros Lugares que fueron termino de la Ciudad de Murcia en tiempo de Miramamolin, en tal manera, que los moradores de estos dichos Lugares, hayan para siempre el fuero de Murcia, y vayan en hueste con el Concejo da la misma Ciudad, y sigan su seña. Hecho en Sevilla, Martes diez dias del mes de Agosto, Era de mil y trecientos y quatro años. Está confirmado por el Rey, Reyna, é Infantes, y por otros aquí referidos. La Iglesia de Toledo vaca, Don Remondo, Arzobispo de Sevilla, Don Alfonso de Molina, Don Luis, Don Hugo, Duque de Bor-goña, vasallo del Rey, confirmó, Don Enrique, Duque de Lorena, va-

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sallo del Rey, Don Alfonso hijo del Rey, Juan Dacre, Emperador de Constantinopla, y de la Emperatriz Doña Berenguela, Conde Deu, vasallo del Rey, Don Luis, hijo de los mismos, Conde de Belmonte, vasallo del Rey, Don Juan, hijo de los mismos, Conde de Monforte, vasallo del Rey; la Iglesia de Santiago vaca, Don Martin, Obispo de Burgos, Don Alfonso, Obispo de Palencia, Don Fernando, Obispo de Segovia, Don Andrés, Obispo de Siguenza, Don Augustin, Obispo de Osma, Don Pedro, Obispo de Cuenca, Don Fray Domingo, Obispo de Avila, Don Vivían, Obispo de Calahorra, Don Fernando, Obispo de Cordova, Don Garcia, Obispo de Plasencia, Don Pasqual, Obispo de Jaén, Don Fray Pedro, Obispo de Cartagena, Don Pedrivañez, Maestre de la Orden de Calatrava, Don Muño González, Don Alfonso Te-llez, Don Juan Alfonso, Don Fernando Ruiz de Castro, Don Juan Garcia, Don Diag Sánchez, Don Gil Garcia, Don Pedro Cornél, Don Gómez Ruiz, Don Rodrigo Rodríguez, Don Enrique Pérez, Repostero mayor del Rey, Don Martin, Obispo de León, Don Pedro Obispo de Oviedo, Don Suero, Obispo de Camora, Don Domingo, Obispo de Salamanca; la Iglesia de Astorga vaca, Don Domingo, Obispo de Ciudad, Don Miguel, Obispo de Lugo, Don Juan, Obispo de Orens, Don Gil, Obispo de Tuid, Don Muuio, Obispo de Mondoñedo, Don Fernando, Obispo de Coria, Don Garcia, Obispo de Silva; la Iglesia de Badalloz vaca, Don Pelay Pérez, Maestre de la Orden de Santiago, Don Lope Sánchez, Maestre de la Orden del Temple, Don Alfonso Fernandez, hijo del Rey Don Rodrigo Alfonso, Martin Alfonso, Don Juan Alfonso, Pertiguero, Don Juan Pérez, Don Gil Martinez, Don Martin Gil, Don Juan Fernandez,'Don Ramir Diaz, Don Ramir Rodríguez, Don Alvar Diaz, Don Pedro Guzman, Adelantado mayor de Castilla, Don Alfonso García, Adelantado mayor de tierra de Murcia, y del Andalucía, Don Gu-tierSuarez, Adelantado mayor, Don Estevan Fernandez, Adelantado mayor de Galicia, Maestre Juan Alfonso, Notario del Rey en León, Arcediano de Santiago. Yo Juan Pérez de Ciudad lo fize por mandado de Millán Pérez de Ayllon, en año quinceno que el Rey Don Alonso reynó.

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Concedióles también por otro privilegio fecho en Jaén, Miércoles diez y ocho dias del mes de Mayo, Era de mil y trecientos y cinco años, que los Christianos, y los Judios de la Ciudad, y del termino de Murcia, asi estraños, como vecinos, vengan á juicio de los Jueces de la Ciudad, como lo hacen en Sevilla de donde han fuero, salvo por rentas de Almojarifazgo, y salvo si el pleyto es entre Judio y Judio.

Otrosí, que las primeras alzadas que fueren hechas de diez maravedís arriba en las Villas, y Lugares que el Rey dio por término á la ciudad de Murcia, que vengan en poder de los Jueces de la Ciudad, y si las debieren confirmar, ó revocar, lo hagan según su fuero, y las alzadas de diez maravedís abaxo, que se libren en sus lugares.

Otrosí, les concedió, que los Alcaldes puedan haber Escribanos como en Sevilla.

Otrosí, les concedió, y hizo merced de la casa que en tiempo de-Moros solían decir Daraxarífe, que sea del Concejo, y los Jueces juzgan en ella, con que la justicia la-tenga, y guarde los presos en ella.

Otrosi, les concedió, que las tiendas en que los Christianos vendían los paños de Francia, y las tiendas de los cambios de las monedas, y la pellegería estén en aquella calle donde el Rey de Aragón hizo derribar las casas de Santa María, hasta el muro de la Ciudad acia la Ar-rifaca.

Otrosi, que las calles de los Armeros, y de los Silleros, y de los Freneros, y de los Bruneteros, y de los Blanquéeos, y de los Zapateros, y de los Cordoneros, y de los Carpinteros, estén en aquellos lugares que los partidores les dieron, quando se hizo el repartimiento de las casas, y que las tablas de las carnicerías, y pescaderías, las dos partes estén en la carnicería mayor, y la tercera parte en la carnicería de la puerta de Origuela, y que no sea osado ninguno de vender carnes, ni pescados, en otras tablas, ni en otros lugares sino en los señalados, salvo tocinos, ó puercos enteros salados, que los pueda cada uno vender en sus casas á quien quisieren, y anguilas menudas, y sardinas saladas, y costales de congrios, ó de pescadas saladas.

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Otrosí, les hizo merced de las tiendas de la Trapería, é de los cambios, y de la pellejería, y de todos los otros oficios de la Ciudad, con algún censo, es á saber, que por cada una tienda de la Trapería, aquellos, cuyas fueren, den al Rey cada año de censo para siempre quatro maravedís alfonsines en oro, y por cada una tienda de los cambios tres maravedís alfonsines en oro, y por cada una tienda de pellegería dos maravedís alfonsines en oro, y por cada una tienda de la brunetería dos maravedís alfonsines en oro, y por cada una tienda de los otros oficios, y por cada una tabla de carnicerías, y pescaderías tres maravedís alfonsines en oro, y que se paguen las pensiones por San Juan de Junio, reteniendo para sí fadiga, y loísmo.

Otrosí, concedió, que el mercado, y la feria fuesen á la puente á esotra parte del rio por mayor comodidad de los Moros.

Otrosí, les concedió, que no den retova en ningún Lugar, sino en aquellos que se solia dar, y lo que se solia dar en tiempo de Mirama-molin, y que se guarden aquellos lugares donde la retova se diere con mucho cuidado; y sien los caminos, ó en los términos donde la retova se diere se hiciere algún daño, que aquellos que toman la retova den recado de los malhechores, y del daño, y sigan el rastro de manera, que los otros vecinos del termino donde el rastro pusieren, lo puedan luego seguir, sino enmienden el daño aquellos á quien será hecho en sus términos.

Otrosí, que todos los que truxeren ganado de tierra de Aragón á Murcia no paguen por razón de Almojarifazgo en la Ciudad, ni en la Arrijaca mas de ocho maravedís y medio por centenar.

Otrosí, que todos los vecinos de la Ciudad de Murcia, y del termino sean francos en la Ciudad, y en el termino de Murcia de quanto ganado traxeren de Castilla, ó de otro lugar para su crianza.

Otrosí, que cualquier vecino pueda vender su vino en su casa, ó donde le pareciere, y que puedan usar en sus casas de pesos y medidas.

Otrosi, que ningún rico hombre, ni Cavallero, ni otro cualquiera que venga á Murcia, pueda tomar casas donde posar por fuerza, sin voluntad de los Jueces, y de los Jurados.

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Otrosí, que el Concejo de la Ciudad escoja hombres buenos para Jurados, y que se muden cada año por San Juan de Junio, y que ellos ni ninguno del Concejo, no hagan Cabildo, ni Junta ninguna, sin hallarse por lo menos en ella los Alcaldes, y Alguacil mayor: y que quando hicieren Cabildo, que le hagan en Daraxarife donde los Jueces han de juzgar sus pleytos.

Otrosí, que las Ordenes no hayan casas, ni heredamientos en la Ciudad de Murcia, ni en su término, sino aquellos á quien el Rey las ha dado, ó diere él, y sus sucesores por sus privilegios de aqui adelante.

Otrosí, concedió, que los Clérigos hayan, y puedan haber casas, ó heredamientos en la ciudad, y en todo el Reyno de Murcia por compra, ó por herencia de sus padres, ó parientes, ó por otra razón, con que aquello que huvieren no perjudique al derecho Real, con que lo ha, ó debe haber,, asi como lo ha en los otros vasallos seglares, y con que no lo puedan dar, ni vender, ni cambiar, ni enagenar á Iglesia, ni á Orden sin su mandado; porque no se pierda el derecho, y Señorío Real.

Otrosí, concedió, que haya en la Ciudad de Murcia Escrivanos públicos, como los ha el Concejo de Sevilla, y que el Concejo los escoja hombres leales, y tales que sean buenos para aquel oficio, y que los Jueces, y la Justicia les tomen la jura, que harán su oficio bien, y lealmente, y guardarán el derecho Real en todas 'cosas.

Otrosi, concedió, si algún hombre huviere estado preso en la cárcel, quando huviere de salir della, sino tuviere de que pagar el carcelaje, que no pague nada, y sea suelto, y si tuviere de que pagar que pague tres sueldos de pepiones, asi como en Sevilla y no mas.

Otrosi, les concedió, que las aguas de las acequias sean partidas entre los Christianos, y los Moros por derecho, seguñ la parte que cada uno debiere haber: y los Christianos pongan un Juez sobreacequiero elegido por Concejo, y los Moros otro, y que los muden cada año, y les tomen la jura los Jueces en Concejo.

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Otrosi, les concedió, que con cualquiera demanda de que no deba ser hecha justicia corporal, que se pueda la querella que se hizo ante la Justicia suspender su execucion por diez dias después que se hizo; porque si se pueden componer las partes dentro deste termino, lo puedan hacer, sin que el uno, ni el otro estén obligados á dar caloña.

Otrosi, concedió, que aunque reservava para sí la tafurería, asi como en Sevilla, que los hombres buenos jueguen en sus casas, ó donde quisieren todo juego, é que la justicia, ni otro ninguno no les demande nada por razón del juego.

Otrosi, mando, que la justicia no tenga que ver con ningún hombre en hecho de las mugeres, salvo por muger forzada, ó casada, según el fuero de Sevilla.

Otrosi, mando, y defiendo, que la justicia, ni otro ninguno no pida para sí ninguna cosa á ningún mercader vecino de la Ciudad, ni es-trangero por razón de las balas, y de los truxillos que truxere á la Ciudad, ó sacare delta, sino lo hiciere con favor del Almojarife, por razón de cobrar nuestros derechos.

Otrosi, concedió, que el Concejo pueda escoger los corredores que fueren menester en la Ciudad, que sean buenos, y leales, y se les tome la jura.

Otrosi, concedió á todos los moradores de la Ciudad, y de todos los Lugares del Reyno de Murcia, que todos sus ganados pazcan francamente por todo el Reyno de Murcia, las yervas de las montañas, y de los llanos, y bevan las aguas, con que no hagan daño en guertas, ni en panes, ni en viñas, y si daño hicieren, que lo enmienden según derecho.

Otrosi, concedió, que cacen francamente en todo el Reyno por donde quisieren, y corten en los montes para leña, y para carbón, y para madera de casas, salvo arboles que fueren de otro, que hicieren fruto, y corten, y hagan cortar piedras de las pedreras quantas quisieren, y puedan hacer, y mandar hacer cal, y yeso libremente, y tomen tierra

BE MURCIA 314

quanta quisieren para ladrillos, y para tejas, y para tapiar, y que pesquen francamente en aguas dulces, y en la mar, salvas sus Albuferas, y las que dio al Infante Don Manuel su hermano, ó á otro con sus privilegios.

Otrosi, concedió, que los Jurados de la Ciudad de Murcia, escojan cada año dos hombres buenos de cada collación que hagan limpiar los azarbes mayores de la huerta, porque no se haga almarjal, y los Jueces, y Justicia les tomen la jura en Concejo, que lo harán bien y lealmente.

Otrosi, que si el Rey diere cartas contra las dichas franquezas, que el Concejo las obedezca, y no las cumpla, con que el Concejo lo haga saber al Rey, y entretanto no pueda ser molestado.

Concedióles también por otra carta dada en Xeréz Domingo veinte y dos de Abril, Era de mil y trecientos y seis años, que tengan Bo-ceros (esto es Abogados) pero que si los Boceros fueren Legistas, mando, que no aleguen otras leyes sino las de su fuero, y mando al Concejo de Murcia, que asi lo mandase usar, y guardar de alli adelante.

Por otro privilegio dado en Xeréz veinte y dos dias de Abril, Era de mil y trecientos y seis años, mandó á Garcia Martínez, Dean de Cartagena, y á Origo Porcel, y á Domingo Pérez, Repostero mayor déla Reyna, y á Beltrán de Villanueva, partidores de los heredamientos de Murcia, que dieran á los Cavalleros, y á los hombres buenos señala

dos quatro jugadas de heredad en los rahales del Campo de Cartagena, y á los otros vecinos que les den generalmente á cada uno, según mereciere.

Por otro privilegio dado en Jaén, Domingo catorce dias de Mayo, Era de mil y trecientos años, mandó, que todos los Concejos del Rey-no guarden los caminos cada uno en sus términos, sin pagar cosa ninguna por razón de guarda, ó de retova los unos de los otros, sino asi como lo tenia mandado por un privilegio al Concejo de la Ciudad de Murcia.

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315 HISTORIA

Por otro privilegio dado en Sevilla, Viernes diez dias de Agosto, Era de mil y trecientos y seis años, dice así: Don Alonso, por la gracia de Dios, Rey de Castilla, ¿fe. A los Alcaldes, y Alguaciles, y á las Justicias, y á todos los otros aportellados de las Villas de los Lugares del Reyno de Murcia, salud, y gracia. Sepades, que el Rey de Aragón embió su Carta en razón de los hombres malhechores de su tierra, que decía, que algunos de ellos se acogían al Reyno de Murcia, y que mandase á las Justicias, y á los otros aportellados de cada tino de los Lugares, que los prendiesen, de manera, que los querellosos que tras ellos viniesen, alcanzasen derecho, y desque los hubiesen, que los metiesen en poder de los Alcaldes, y de las Justicias de los Lugares, y que esto mismo mandaría él en razón de los malhechores de mi tierra, que se acogiesen á la suya, y yo tu-velo por bien: y asi vos mando, que todos los malhechores de la tierra del Reyno de Aragón, que se acogieren al Reyno de Murcia, que hubieren de haber justicia de muerte, ó de sangre, los prendáis, y los pongáis á recado para darlos i las Justicias, y á los aportellados de las Villas, y de los Lugares del Rey de Aragón, que yo le embio mi Carta en que le ruego, que ¿l asi lo mande hacer, y cumplir en razón de los malhechores, que se acogieren de mi tierra á la suya.

Por una carta dada en Toledo, Lunes 2 dias de Agosto, Era de 1307 años, mandó el dicho Rey, que en el puerto de la Mala muger se tomen estos derechos de las bestias, y de los ganados que por alli pasaren, y no mas, por la guarda del dicho puerto, es á saber de la bestia mayor cada siete sueldos, y de la menor seis pepiones, y á la venida otro tanto, si vinieren cargadas, y si vacias que no lo den: y del ganado menudo que den de ciento dos sueldos, y del buey, ó de la vaca que den cada cabeza cinco pepiones, y del puerco siete dineros alfonsis.

Por otro privilegio dado en Toledo, Viernes 6 de Setiembre, concedió ú la Ciudad de Murcia, que á los que debiesen deudas en su

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Lugar, qae hallando otros bienes muebles, ó raices, que no les vendiesen ni prendasen sus cavallos, ni sus vestidos de su cuerpo, ni sus armas, ni vestidos de sus mugeres.

Por un privilegio rodado fecho en Murcia, Jueves ultimo dia del mes de Abril, Era de 1309 años, concedió el dicho Rey á los vecinos de Murcia, que en ella huvieren poblado, que no paguen de diezmo de mercadurías que meten de fuera, ó sacan mas de dos maravedís por ciento de lo que vendieren en Murcia: y si por ventura no vendiesen las mercadurias en Murcia, y las llevasen á Castilla, ó á otro lugar fuera del Reyno de Murcia, que paguen el derecho cumplidamente, con que entren en cuenta los dos maravedís que huvieren pagado por la entrada: y el vecino que sus dineros empleare en Murcia, y sacare las empleas fuera del Reyno de Murcia, que pague dello un maravedí por ciento, y no pague otro derecho ninguno en el Reyno de Murcia, ni al Diezmo, ni al Almojarifazgo.

Otrosi, concedió, que los mercaderes estrangeros, que truxeren mercadurias á Murcia, que paguen de entrada cinco maravedís por ciento de lo que en ella vendieren, y que puedan sacar su retorno quanto fuere la quantía de la venida, y no paguen otro derecho ninguno por razón de las mercadurías del retorno, ni al Diezmo, ni al Almojarifazgo en el Reyno de Murcia; y si las llevaren á Castilla, ó á otro Lugar fuera del Reyno de Murcia, que paguen todo su diezmo cumplidamente, y entren en cuenta los cinco maravedís que hubieren pagado por ciento á la entrada, y fuera del Reyno de Murcia por los otros Lugares de los nuestros Reynos, que paguen portazgo, y todos los otros derechos, asi como los debieren dar: y sí metieren dineros, y los emplearen, y sacaren los empleos fuera del Reyno de Murcia, de aquello que sacaren dos maravedís por ciento, y no paguen de ello otro derecho ninguno de Diezmo, ni Almojarifazgo.

Otrosi, mando, que el Almojarife de Murcia pongascn dos hombres en Alicante, Guardamar, Cartagena, Lorca, Origuela, Hellin, y en Chinchilla, porque de los mercaderes vecinos, ó estrangeros que vinie-

¡ 1 1 7 HISTORIA

ren con mercadurías, á cada uno de estos Lugares sobredichos, y las llevaren á otras partes, y no quisieren primero venir á Murcia, tomen el derecho que deben pagar en Murcia de la mercaduría que llevaren, y que sea por el Almojarifazgo de Murcia, y que tomado alvalá de estos hombres del Almojarife de Murcia, vayan por do quisieren por todos nuestros Reynos.

Otrosi, otorgo, que qualquier mercader que venga á Murcia con mercadurías, y los metiere en la Aduana, si las vendiere, ó las mostrare, y no las vendiere, que pague por ellas el derecho que es puesto, y sino las mostrare, ni las vendiere, que no pague derecho por ellas: y las pueda tornar á sacar.

Otrosi, les concedió, que del pan, y del vino, y de los otros frutos que hubieren de su cosecha, y asimismo de los ganados que hubieren de su crianza, que no den Diezmo, ni otro derecho por razón de Almojarifazgo.

Otrosi, concedió á todos los mercaderes vecinos de Murcia, que pagando á cumplimiento del Diezmo en Murcia de las mercadurías que ai truxeren, que no paguen en todos nuestros Reynos Diezmo, ni Almojarifazgo, ni portazgo, ni otro derecho ninguno de aquella mercaduría, que hubieren pagado el Diezmo en Murcia, excepto en Toledo, y en Sevilla, que paguen todos los otros derechos que deben dar, salvo este Diezmo.

Confirmaron este privilegio el dicho Rey Don Alonso, y la Reina Doña Violante su muger, y sus hijos el Infante Don Fernando primogénito y heredero, y Don Sancho y Don Pedro y Don Juan, y Don Jayme; y confirmáronlo Don Sancho, Arzobispo de Toledo, y Canciller del Rey, Don Remondo Arzobispo de Sevilla; la Iglesia de Burgos vaca, Don Tello Obispo de Palencia, Don Fernando Obispo de Segovia, Don Lope Obispo de Siguenza, Don Augustin Obispo de Osma, Don Pedro Obispo de Cuenca; la Iglesia de Avila vaca, Don Vivian Obispo de Calahorra, Don Fernando Obispo de Cordova, Don Pedro Obispo de Plasencia, Don Pasqual Obispo de Jaén; la Iglesia de Cartagena vaca,

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Don Fray Juan Obispo de Cádiz, Don Juan Conzalvez, Maestre de la Orden de Calatrava, Don Alfonso de Molina, Don Filipe, Don Luis, Don Ñuño Gonzalvez, Don Juan Alfonso, Don Fernán Ruiz de Castro, Don Diego Sánchez, Don Gil Garcia, Don Pedro Coronel, Don Gómez Suarez Ruiz, Don Rodrigo Rodríguez, Don Enrique Pérez, Repostero mayor del Rey, Don Hugo, Duque de Borgoña, vasallo del Rey, Don Enrique, Duque de Lorena, vasallo del Rey, Don Luís, hijo del Rey Juan Dacre, Emperador de Constantinopla, y de la Emperatriz Doña Berenguela, Conde de Belmonte, vasallo del Rey, Don Juan, hijo del Emperador, y de Doña Beatriz sobredichos, Conde de Monfort, vasallo del Rey, Don Gascón, Vizconde de Bearne, vasallo del Rey, la Iglesia de Santiago vaca, Don Martin, Obispo de León; la Iglesia de Oviedo vaca, Don Suero, Obispo de Camora; la Iglesia de Salamanca vaca, Don Hermán, Obispo de Astorga; la Iglesia de Lugo vaca, Don Juan, Obispo de Orense, Don Gil, Obispo de Tuid, Don Muño, Obispo de Mondoñedo; la Iglesia de Coria vaca, Don Fr. Bartholomé, Obispo de Silue, Don Fr. Lorencio, Obispo de Badalloz, Don Pelayo Pérez, Maestre de la Orden de Santiago, Don Garci Fernandez, Maestre de la Orden de Alcántara, Don Guillen, Maestre de la Orden del Temple, Don Estevan Fernandez, Adelantado mayor de tierra de Galicia, Maestre Juan Alfonso, Notario del Rey en León, y Arcediano de Santiago, Don Alfonso Fernandez, hijo del Rey, Don Martin Alfonso, Don Rodrigo Ibañez, Pertiguero de Santiago, Don Gil Martínez, D. Martin Gil, D. Juan Fernandez, Don Ramir Diaz, Maestre Gonzalvo, Notario del Rey en Castilla, Arcediano de Toledo, Don Alfonso Garcia, Adelantado mayor de tierra de Murcia, y del Andalucía. Millan Pérez de Ayllon lo fizo escrivir por mandado del Rey á los diez y nueve años de su reynado.

Concedió también otro privilegio rodado de ciertos derechos para común, y propios de Murcia, que todo el dice desta manera.

Sepan quantos este privilegio vieren, y oyeren, como ante nos Don Alfonso, por la gracia de Dios, Rey de Castilla, de Toledo, de

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León, de Galicia, de Sevilla, de Cordova, de Murcia, de Jaén, y del Álgarve, vinieron el Concejo de la noble Ciudad de Murcia, y mostraron nos como el Pueblo dése mismo lugar recebian grandes agravamientos por razón de costas que tenian en hacer calles, reparar muros, acequias, azarbes, puentes, y otras cosas muchas que no podían escusar, y pidieron nos por merced que les otorgásemos huviesen alguna renta cierta por común de donde lo pudiesen cumplir, y que nos pluguiese que ellos lo ordenasen entre si, y que por nos ni por los otros qne reynasen después de nos no les fuese quitado, y nos por les hacer bien, y merced tuvismolo por bien, y otorgárnoslo, y ellos todos acordadameate con consejo de Don Garci Martínez, Dean, y electo de Cartagena, lo pusieron en la manera que en este privilegio dice.

Primeramente, que qualquiera que sea vecino de Murcia, ó de su termino, que tenga valía de cien maravedís de la moneda nueva, dé cada año para este común dos sueldos de la moneda nueva, y el que tuviere de ai abaxo hasta diez maravedís de los nuevos, que dé un sueldo de esta misma moneda, y el que tuviere de diez maravedís abaxo, que no sea obligado á dar ninguna cosa, si él no quisiere dar por su voluntad.

Otrosi, les otorgamos, que los derechos, y las caloñas (esto es penas que los Alcaldes, y Alguaciles toman en todo el año) que tome el Concejo la quarta parte para este común sobredicho.

Y otorgárnosle otrosi, la mitad de las caloñas de lo que hubieren de aquellos que fuere probado haber jugado dados.

Otrosi, tenemos por bien, que tomen para este común sobredicho la mitad de las rentas de quanto montare el Almotacenía, y que quede la oLra mitad para el Almotacén, que tuviere el oficio por su trabajo.

Otrosi, les otorgamos lo que ordenaron el Concejo sobredicho, que tomen para este común de los bienes de cada uno de los vecinos á su finamiento, que hubiere quantía de quinientos maravedís, de los

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Huevos, ó de ai arriba quatro maravedís, y de quinientos maravedís hasta ciento, dos maravedís, y de cien maravedís abaxo hasta veinte maravedís, dos sueldos y medio, y de los maravedís abaxo quince dineros.

Y otorgárnosle otrosí, que el dinero que dicen de Dios, que suelen dar los mercaderes, y otros hombres quando otorgan las ventas, y las compras, que sea dado para este común, y mandamos, que después que aquel dinero fuere dado por mano del corredor jurado, que sean firmes las compras, y las ventajas no se deshagan; y si el comprador, ó el vendedor se arrepintiere, que el arrepentido peche sesenta sueldos para este común, y con todo eso no se deshaga la venta.

Otrosí, les otorgamos, que puedan tomar para este común de cada uno, que de nuevo quisiere ser vecino de Murcia, si huviere valia de cien maravedís, un maravedí, y de lo que hubiere de ai arriba dos maravedís.

Otrosí, les otorgamos, que puedan tomar para este común la cuarta parte de todas las penas que fueren puestas por Concejo, ó por Alcaldes, ó por Jurados, ó por otros hombres buenos de donde salgan dineros. Y nos el sobredicho Rey Don Alonso, entendiendo que el Concejo de Murcia pusieron estas cosas á nuestro servicio, y á gran utilidad de la Ciudad por hacerles bien, y merced, y porque se pueble mejor, otorgárnosles, y confirmárnosles todas estas cosas sobredichas, que ellos hicieron entre sí con buen acuerdo, y que todos estos dineros sobredichos se cojan de la moneda nueva que se cuenta á razón de cinco sueldos el maravedí; y tenemos por bien, que el Concejo pueda conocer, y menguar, y quitar todo este común quando tuvieren por bien: y otorgárnosles por nos, y por los que de nos vinieren, que no les tomaremos de allí ninguna cosa en razón de empréstito, ni en otra manera ninguna: y mandamos, que el Concejo ponga cada año tres hombres buenos, que cojan, y tengan este común sobredicho en una arca con tres llaves, de modo, que cada uno tenga su llave, y que despendan este haber, y paguen por escrito aquellas cosas, que el Concejo en

321 HISTORIA

pro del bien común hubiere menester, y que estos hombres buenos estén obligados de dar cuenta de quatro en quatro meses de lo que recibieren, y desprendieren á los que el Concejo mandaremos: asi que la cuenta se dé cada año tres veces. E mandamos, é defendemos, que ninguno sea osado, etc. Fecho eu Murcia, Viernes ocho dias del mes de Abril, Era de mil y trecientos y diez años.

Concedióles también el dicho Rey, que todos aquellos que tuvieren cavallos, y armas á costumbre de Estremadura, que sean francos de todo Derecho de Diezmo, y Almojarifazgo, y de otros qualesquier derechos, y pechos, asi de los dos maravedís chicos, que son puestos por ciento, como de las otras cosas.

Otrosi, que el trigo, cebada, y harina, que se venda en el Lugar donde solían morar los Frayles Predicadores cerca de la puente nueva, y alli sea el Almodí.

Concedióles también, que tengan tres Carnicerías, y tres Pescaderías, y tres Bercerías, la una en la collación de Santa Catalina, y la otra en la collación de Santa Olalla, en la Plaza, y en los corrales que están ante las casas que fueron de Ramón de Molor, y ante los corrales que están ante las casas que fueron de Ramón de Palazuelos, y ante las casas de Alvar Martínez, según que las calles mayores las cierran; y la otra sea en la collación de Santiago en la Arrijaca, en la Plaza que es ante las casas que fueron de Don Alfonso Garcia, y que remata en las casas de Pedro de Robles, y en cada una de estas Carnicerías, Pescaderías, y Bercerías, que haya tantas tablas, y tiendas como fuere menester.

Otrosi, les concedió, que los vecinos puedan sacar á las calles mayores en sus casas tiendas quantas quisieren francas, y libres, y que las puedan arrendar, y acensar, corno quisieren por tiempo, y para siempre, y les quitó el maravedí, que le habian de dar de cada tienda.

Otrosi, que de las Salinas Reales se les dé á los vecinos de Murcia el caíz de la sal, que hace quatro fanegas Toledanas por un sueldo

DE MURCIA 322

de los dineros nuevos, salvo á los que quisieren ir por ella á su costa, y á sumisión, y que no se venda la sal en otra parte, que en la Casa del Rey de la Arrijaca, donde la manda vender. Y mandó, y defendió, que ninguno sea osado, etc. Fecho el dicho privilegio en Murcia, Sábado nueve dias del mes de Abril, Era de 1310 años.

Por otro privilegio rodado, y confirmado otorgó, que todos aquellos que truxeren mercadurías á vender á la Feria de Murcia, concedida antes por un privilegio, que diez dias antes de la Feria corran las franquezas otorgadas á los que á ella vinieren, en tal manera, que las mercadurías que traxeren estén atadas, y puestas en la Aduana en poder del Almojarife: y si en este medio las quisieren desatar, y vender, que lo puedan hacer, pagando su derecho, según es costumbre, antes de la Feria; y si alguno las vendiere encubiertamente estando atadas, que las pierda.

Otrosi, que los que compraren mercadurías en esta feria que las puedan sacar quando quisieren pasada la feria, y que no paguen derecho, y el Almojarife que les dé Alvalá de lo que compraren en la feria, quando se lo pidieren: pero si las quisieren revender después de la feria pasada, que paguen el derecho, según es costumbre. Y para hacer esta feria, ó el mercado, les dio la plaza, que es junto á la plaza de las casas del Rey de la Arrijaca, que vá hasta el muro de la Arrijaca de los Christianos, y de este muro vá por el acequia mayor que pasa ante las casas de los Frailes Menores, y echa por el guerto de D. Gregorio, y viene hasta el muro de la Ciudad, y vá el muro arriba hasta las puertas nuevas que están en la rúa de la pellegería, y pasa por las tiendas que se tienen con el guerto de los Predicadores, y van hasta la plaza que es ante las casas del infante Don Fernando, hijo del Rey. Y mandó, que no contradiga á este privilegio el otro que fue hecho ante deste, que dice, que el mercado, y la feria fuesen á esotra parte de la puente mayor de Murcia, y defendió que ninguno sea osado, etc. Fecho en Murcia, Jueves 5 de Mayo, era de mil y trecientos y diez años.

TOMO I. i í

323 HISTORIA

Por otro privilegio dado en Valencia treinta dias de Noviembre, Era de mil y trecientos y doce años, concedió á esta Ciudad un bastón, esto es, vara, con sus armas que truxese un hombre de los jurados, que ha de hacer las entradas por ellos, ó por los Alcaldes, con pena que qualquiera que contra él fuese, usando el de su oficio, asi como los Alcaldes, ó los Jurados le mandaren, que ninguno sea osado de le impedir prenda, ni entrega ninguna que haya de hacer, é qualquierque lo hiciese que peche sesenta sueldos de la moneda nueva, y el tercio deste dinero que sea para el Rey, y el otro tercio para los Alcaldes, y el otro tercio para la Cofradía de Santa Maria de España.

Por otro privilegio dado en Valencia veinte dias de Noviembre, Era de mil y trecientos y doce años, concedió, que en ningún lugar de los Pieynos que este privilegio vieren, no les puedan impedir á los vecinos de Murcia el comprar viandas, ó ganado, ó alguna cosa de lo que hu-vieren menester, ni tampoco impidan á los vecinos de esotros Lugares de los Reynos que no traigan vianda á Murcia á los que las quisieren venir á vender.

Por otro privilegio dado en Victoria veinte y dos dias de Enero, Era de mil y trecientos y quince años, les concedió, que puedan hacer dehesa de Concejo el termino que tienen en el campo de Cartagena, con que no venga de ello daño á los Lugares comarcanos, y que ninguno sea osado de estorvarlo, y contradecirlo pena de mil maravedís de la moneda nueva, y otras penas.

Por otro privilegio ordenó, que quando el Concejo huviere de em-biar hombres de á cavallo, y de á pié á algunos Lugares en su servicio, que salgan todos los vecinos, ó las quadrillas que fueren menester cada uno, á sumisión, y costa, y que no se eche pecho en la Ciudad por esta razón.

Otrosí, ordenó, que el Concejo ponga cada año Jurados dos de los Cavalleros Hijos-Dalgo, y dos de los Ciudadanos, y dos de los oficiales, y que estos se hallen en todos los fechos, y en todos los ordenamientos de la Ciudad. Dada esta carta sellada con el Sello Real, pendiente en

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Victoria, veinte y tres dias de Enero, Era de mil y trecientos y quince anos.

Algunos privilegios dexo de poner aqui por no ser tan importantes á los tiempos de agora, y por evitar prolixidad.

XIX. (1)

Don Sancho Quarto, y ultimo de este nombre, llamado el Bravo, celebró las paternas obsequias en la Iglesia mayor de la Ciudad de Avila, donde se halló quando vino la nueva de la muerte de su padre; las quales acabadas, y tomado insignias reales, comenzó á intitularse Rey de Castilla, y León, y mandó, que la Infanta Doña María su muger se llamase Reyna, puesto que no se habia dispensado con ellos el parentesco que tenian, y que á su hija Doña Isabel la recibiesen por heredera de los Reynos, en caso que no tuviesen hijo varón, y de slli se fué á Toledo donde fué coronado juntamente con la Reyna Doña María su muger, año mil docientos y ochenta y quatro. En el año siguiente el Rey Don Sancho se vio con el Rey de Aragón en Ciria, donde los Reyes certificándose, que el Rey de Francia quería venir contra Cataluña, y el de Marruecos contra la Andalucía, concertaron de favorecerse el uno al otro, y vino el Rey Don Sancho á Burgos á tener cortes de .sus Reynos; en las quales se dio orden para ir al socorro de Xeréz, que yá Jacob Abenjucef tenia cercada con diez y ocho mil de á cavado. El Rey Don Sancho pasó por Talavera, y Merida á Sevilla, por ser avisado que el Infante Don Juan su hermano se quería alzar con ella, aunque Don Alvaro, hijo de Don Juan Nuñez, y Don Fernán Pérez Ponce, y Don Fernán Fernandez de Limia, y otros Cavalleros

(i) En este sitio principia el tercer «Discurso» de los en que D. Francisco Cáscales tiene di

vidida su obra, el cual abraza todo el reinado de Don Sancho el Uravo.

325 HISTORIA

dé Castilla, y León no se lo consintieron, por guardar al Rey Don Sancho el derecho de los Reynos, como á Señor.

El Rey Abenjucef quando supo que el Rey Don Sancho estaba en Sevilla no lo creyó, y embió á Abenjacob su hijo heredero, con doce mil Cavalleros ginetes, y llegó cerca de Sevilla. El Rey Don Sancho, que fué avisado de su venida, no quiso que de ninguna manera se entendiese por los enemigos que estaba él dentro; por esto mandó cerrar las puertas de la Ciudad, y que no saliese hombre ninguno fuera, ni subiesen á las Torres del Alcázar, ni á las de las Iglesias, ni á otras ningunas, y que no tañesen, ni repicasen campanas, ni sonasen bocina, ni trompeta, ni añafiles, ni otra cosa ninguna que pudiese hacer ruido; porque quería [asegurar los Moros de que no estaba alli, para sobresáltanos después de repente. Como los Moros llegaron tan cerca, y no sintieron bullicio de gente, bolvieron alegres al Rey de Marruecos, seguros de que la Ciudad estava yerma, y desierta, y que el Rey Don Sancho no eslava alli, y asi prosiguió con mas animo el sitio de Xe-réfe. Al cabo de quince dias llegaron á Sevilla el Infante Don Juan, y Don Lope su suegro con mucha gente de á cavallo, y luego acudieron de muchas Ciudades, y Villas peones, y ginetes, que fueron convocados del Rey para esta guerra: á donde la Ciudad de Murcia embió muchos ginetes lanceros, y ballesteros de todo el Reyno, que sirvieron á su Rey en ésta, y otras ocasiones que entonces se ofrecieron, como el mismo Rey Don Sancho agradece, y alaba en un privilegio el esfuerzo, y ventajas con que pelearon la gente de Murcia en su servicio. Otro dia partió el Rey, y pasó por Tablada con su Exercito, y de alli embió á sus Embaxadores á Abenjucef á decirle, que habia sabido como le tenia cercada su Villa de Xeréz, y que él iba á pelear con él, que le aguardase que dentro de cinco dias se verían las caras. El dia que llegaron estos Embaxadores al Rey Abenjucef llegó la flota del Rey Don Sancho á Santa Maria del Puerto, que con las galeras que traxo Micer Benito Zacarías en servicio del Rey Don Sancho, y las naves que el Rey habia mandado juntar en sus puertos eran cien velas

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mayores. Quando vio el Rey Abenjucef la embaxada del Rey Ron Sancho, aunque tenia alli bien diez y ocho mil Cavalleros, y aunque los mejores de su gente le aconsejaban que aguardase, y pelease con el Rey de Castilla, nunca quiso, ni le pareció buen acuerdo, por haber sabido que traía el Rey Don Sancho la mejor Cavallería, y mas escogida de todos sus Reynos. El dia que llegó el Rey Don Sancho á Le-brija, el Rey Abenjucef levantó el cerco de Xeréz, y se salió de alli, y pasando el rio de Guadalete vino á otro dia á las Albuferas, y viendo alli tan gran flota en la ribera del mar, embió á reconocerla á Abdalla, valiente Capitán suyo: y llegado á la ribera preguntó á Fernán Pérez Maymon, gran privado del Rey Don Sancho, que venia por General de la Armada, cuya era aquella flota; Fernán Pérez respondió, mostrándole un pan grande que tenia en la mano izquierda, y un palo grande que tenia en la mano derecha; Abdalla, decid á vuestro Rey Abenjucef, que digo yo Fernán Pérez Maymon, criado del Rey, Don Sancho mi Señor, que la palabra que os dixo agora ha un año quando venistes con su embaxada, que yá es cumplida, que é aqui el pan, y é aquí el palo. Y con esto se bolvió Abdalla para el Rey Abenjucef, y se lo dixo todo; de que recibió el Rey grandísimo enojo. Apenas eran pasadas estas cosas quando el Rey Don Sancho llegó á Xeréz, de que recibieron grandísimo consuelo los sitiados con su venida, y llegado que fué quisiera luego darle el asalto, con parecer juntamente con el suyo, de Don Alvaro Rodríguez, Don Estevan Fernandez, Don Pedro Alvarez, y Don Juan Fernandez de Limia, y otros ricos hombres, que eran de su facción y parcialidad, y las Ordenes de Santiago, Calatrava, y Al-cantara, querían también que se diese la batalla; pero el Infante Don Juan, y Don Lope su suegro, fueron de contraria opinión, diciendo, que pues el Rey Abenjucef se retiraba sin pelear, no era razón tentar á la fortuna en lo que estaba cierto y seguro, siendo común sentencia, que al enemigo que huye se debe hacer la puente de plata. No obstante esto, los demás Cavalleros, y el Rey principalmente quisieran representarle la batalla, porque el enemigo quebrantado, y desvaratado

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una vez, pierde el animo para otra: fuera de que Abenjucef estaba medio rendido, porque los cavallos de todo su campo no habian comido grano de cebada tres dias antes, ni la podian haber, porque la flota del Rey Don Sancho estaba en la Mar que les impedia el paso, y no podian entrar con socorro de provisión ninguna. Pero el Infante Don Juan, y Don Lope, tomaron el freno en la boca, y de ninguna manera lo quisieron consentir; antes dixeron pública y atrevidamente, que si el Rey no se quería bolver á Sevilla, que ellos le dexarian, y se irian sin él. Apretado el Rey de estas porfías, y viendo que no podia hacer su voluntad, aunque á todos parecía cosa acertada, hizo primero fortificar los Castillos de Bejar, y de Medina Sidonia, y de Alcalá de los Gazules, y hecho esto se bolvió á Sevilla.

Estando alli le embió á decir Abenjucef, que si era servido de tener su amistad y liga, que se la guardaría por el tiempo que quisiese. Otro tanto hizo el Rey de Granada, ofreciéndole su amistad y habenirse con él. Sobre esto tuvo su acuerdo el Rey, y pedido su consejo al Infante Don Juan, y Don Lope, y á los demás ricos hombres que con él estaban; el Infante Don Juan, y Don Lope, le aconsejaron, que hiciere amistad con el Rey de Granada, y los otros que con el Rey Abenjucef, diciendo que asi le convenia; porque el Rey Filipe de Francia habia entrado en tierras de Aragón, y tomado muchas Villas, y Castillos, y que al presente tenia cercada á Girona, una Villa muy buena de Cataluña, y que el Rey Don Sancho estaba obligado de acudir á ayudar al Rey de Aragón Don Pedro su tio contra el de Francia, que por eso le convenia más ser amigo de Abenjucef, que andaba en compaña con su gente; que no del Rey de Granada, que hacia harto en defender su tierra; y asi el Rey se arrimó á este consejo de confederarse con Abenjucef: y quando el Infante Don Juan, y Don Lope vieron esto, pesóles mucho, y despedidos del Rey, se fueron á sus tierras.

El Rey Don Sancho fuese á ver con \benjucef á un Lugar llamado Peñaferrada, aqui hicieron sus pleytos, y omenages en confirmación de su amistad, y fué condición, que diese el Rey Abenjucef al Rey Don

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Sancho dos cuentos, y dioselos luego, con que se partieron de allí, el Rey Don Sancho á Sevilla, y el Rey Abenjucef á la costa.

A pocos dias parió la Reyna Doña Maria en Sevilla, donde habia estado preñada, al Infante Don Fernando, hijo primogénito, en el mes de Diciembre dia de San Nicolás. Tuvo el Rey grandísimo contento, y la Ciudad hizo muchas alegrías. Diole el Rey á criar á Don Fernán Pérez Ponce, y que fuese su Ayo, y acudieron los Grandes á reconocerle por su Señor, con los acostumbrados omenages.

X X .

El Rey Don Sancho, aunque tenia muchas cosas que componer con el Reyno, ninguna le daba tanta pesadumbre, como Don Alonso, primogénito de Don Fernando de la Cerda su hermano, al qual Don Alonso, y á Don Fernando sus sobrinos los tenia mucho tiempo habia el Rey de Aragón con guardia, defendiéndolos del Rey de Castilla. Ampa-ravalos también el Rey de Francia por el derecho que pretendía tener en la misma razón; y asi el Rey Don Sancho procuraba las amistades destos dos Reyes. Lo que pretendía del Rey de Aragón era que Don Alonso, y Don Fernando se pusieren en algún Castillo en la frontera de Aragón, y Castilla, y que fuere encargada su guardia á dos vasallos suyos naturales de Castilla, y León y que no los sacasen de alli, ni fuesen puestos en libertad, ni se determinase cerca de sus personas cosa alguna sin voluntad, y consejo de ambos. Pretendía también, que el Principe de Salerno, que estaba en prisión, no pudiese ser suelto, ni se asentase paz con la Iglesia, ni con el Rey de Francia, y sus valedores, sin intervenir él en ella; y que el principe estuviese de la forma que estava, con que las personas que fueron de-putadas para su custodia le tuviesen en nombre de ambos Reyes, y que le daria en casamiento al Rey de Aragón á la Infanta Doña Isa-

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bel su hija; y en razón desto ofrecía que haría donación del Reyno de Murcia al Rey de Aragón, y se le entregaría luego. Pero viendo que el Rey de Aragón no condecendia con él en ninguna de estas cosas, ni queria aceptar las vistas, procuró concordarse con firme, y segura amistad con el Rey de Francia: aunque en esto habia grande división y discordia entre los de su Consejo, y se partieron de su Corte el Conde Don Lope, y otros Grandes. Para asentar su amistad, y liga con el Rey de Francia, embió á Don Martin, Obispo de Astorga, y á Rodrigo Velazquez, Canónigo de Santiago, por Embaxadores, y fueron á la Ciudad de León, á donde estaba Juan Chaulete, Cardenal de Santa Ci-cilia, Legado Apostólico, por mandado del Papa Nicolao Quarto. Para esto fueron embiados á León por Filipe, Rey de Francia, Pedro Mor-nayo, Arcediano de Sigalon, y Gil Lamberto de Liriano, con poder de firmar esta amistad, y liga entre él, y el Rey de Castilla, y lo demás de la diferencia que habia sobre la sucesión de los Reynos de Castilla, y León, entre él, y el Rey Don Sancho, que estaba en posesión. El Rey de Francia también ponia en juicio su pretensión, y decía, que le competia la sucesión de estos Reynos, por razón de los Reyes de Francia sus predecesores, y afirmaba tener derecho en ellos por suceder de la Reyna Doña Blanca, que fué hija del Rey Don Alonso, que venció la batalla de Ubeda, y mayor que la Reyna Doña Berenguela, madre del Rey Don Fernando, que ganó á Sevilla. Juntamente con esto se trataba la demanda de la Infanta Doña Blanca, hija de San Luis, Rey de Francia, madre de Don Alonso, y Don Fernando, por razón de su dote, y por las rentas que el Rey de Castilla le dexaba de pagar; y tenia ocupadas, y haber despojado la de sus arras. Había otras pretensiones particulares, y entraba también en aquella contienda el agravio que el Rey Don Sancho hizo á Don Suero, Obispo de Cádiz, y á Don Rodrigo Obispo de Segovia, y á Garci Gutiérrez Arcediano de Bribiesca, y á Don Juan Nuñez de Lara, y á Ñuño González, y Alexandre de Loaisa, y á Gil de Tesa, y á Gil de Teba, y á otros muchos Cavalleros, que habia desterrado de sus Reynos, porque seguían la voz de los hijos del Infante Don Fernán-

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do de la Cerda, y del Rey de Francia, y les habia usurpado sus bienes. Trató de la concordia el legado entre estos Principes, y concluyóse la Jiga con estos medios. Daba el Rey Don Sancho á su sobrino el Reyno de Murcia con todas sus Villas, y Rentas, y á Villareal, sin que en este Señorío reconociese superioridad alguna al Rey de Castilla, y dos mil y quinientas libras en cada un año de renta en juro de heredad, y quatrocientas cavallerías en tierra, como se daban á los ricos hombres del Reyno, en Villas, y Lugares comarcanos, y vecinos de Villareal, y del Reyno de Murcia, contando por cada cavallería ochocientos maravedís, que llamaban de la moneda de la guerra. Era este concierto con tal condición, que si Don Alonso moría sin hijos, sucediese en el Reyno de Murcia su hermano, y no quedando dellos sucesión, y muriendo en vida de Doña Blanca su madre, ella tuviese durante su vida el Reyno de Murcia, y á Villareal, y después bolviese á la Corona de Castilla, y que se pagasen dentro de quatro años las rentas que se le embargaron de su dote, y arras, con las ganancias, y bolviesen de su des-r tierro á Castilla los Obispos de Cádiz, y Segovia, y los ricos hombres, y Cavalleros que fueron desnaturalizados, y echados della, y les res^ iituyesen sus bienes. Fue también declarado, que si el Rey Don Sancho muriese sin dexar hijos de la Reyna Doña Maria su muger, ó de otro legitimo matrimonio sucediese en los Reynos de Castilla, y de León Don Alonso su sobrino, y que el Rey Don Sancho fuese obligado de ayudar al Rey de Francia dentro de un mes que fuese requerido en cada un año con mil de á cavallo por tres meses, y á sueldo durando la guerra contra Aragón, y habian de servir al Rey de Francia siempre que hiciese guerra en Aragón, ó en Catalunia, y Valencia, ó por el Condado de Rosellon: y el Rey de Castilla se obligaba de dar paso, y vituallas en sus tierras, si fuese necesario, al Exercito Francés: declarando, que lo mismo se hiciese en Francia con la gente del Rey de Castilla, con tal condición, que el Rey Don Sancho hiciese general prohibición en todos sus Reynos, que ninguno de sus subditos por mar, ó por tierra sirviese en esta guerra, so pena de la

TOMO I. 45

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vida, al Rey de Aragón, á quien los Franceses llamaban Don Alonso de Aragón, y perdiese los bienes quien quiera que diese favor, y ayuda á sus aliados contra el Rey de Francia, ó contra Garlos su hermano, á quien intitulaba Rey de Aragón. Quedó también acordado, y convenido entre ellos, que el Rey de Castilla trabajase con todo su poder, y fuerzas, que Don Alfonso, y Don Fernando fuesen puestos en su libertad, y se entregasen al Rey de Francia. Tratóse entonces en estas contiendas de asegurar al Rey Don Sancho de la antigua pretensión que tenian los Reyes de Francia, y los Embaxadores Franceses, presente el Legado, renunciaron cualquier derecho, y acción que pudiese tener su Rey, y le compitiese en la sucesión de los Reynos de Castilla, por razón de la Reyna Doña Blanca su visabuela, hija del Rey Don Alonso; porque por parle del Rey de Francia se fundaba tener derecho á la sucesión, pretendiendo que entre el Rey Don Alonso, y Filipo, Rey de Francia, agüelo del Rey Luis el Santo, fue contratado al tiempo del matrimonio que se hizo de Luis con Blanca sus hijos, que muriendo qualquiera de los Reyes, y faltando herederos, su Reyno fuese debuel-to al otro; y según aquella concordia que decian los Franceses, que fue confirmada por la Sede Apostólica, se pretendía, que muertos el Rey Don Alonso, y el Rey Don Enrique su hijo sin sucesores, les Reynos de Castilla, y León venian á la casa de Francia. Con estas condiciones se contrataba matrimonio entre la Infanta Doña Isabel, hija del Rey Don Sancho, y Don Alonso, hijo del Infante Don Fernando de la Cerda, quedando á cargo del Rey de Francia el impetrar de la Sede Apostólica la disposición del matrimonio contraído entre el Rey Don Sancho, y la Reyna Doña María su muger, que hasta entonces no se pudo alcanzar. Demás de esto fué declarado por esta concordia, que si el Rey de Aragón por causa de aquella liga moviese guerra al de Castilla, y entrase en sus Reynos con Exercito, el Rey de Francia fuese obligado fenecida la guerra que con el de Aragón tenia, valer al Rey Don Sancho con mil de á cavallo por tres meses en cada un año á su sueldo. Fué también concordado, que en caso que Don Alonso, y Don

DE MURCIA 3 3 2

Fernando aceptasen el Reyno de Murcia, y Señorío de Villareal, y m&--viesen por alguna causa guerrafcontra el Rey£de Castilla, [el de Francia fuese obligado de ayudarle contra ellos por diez años con docientos de á cavallo; y prometían el Rey Filipo, y Carlos su hermano de acabar con la Infanta Doña Blanca, y con sus hijos, que ratificasen esta concordia. Declaróse, que DonfAlonso, y Don Fernando no traxesen las armas que los Reyes de Castilla acostumbraban kaer sin diferenciarlas. Era grande la confederación, que por este asiento se corfírmaba entre estos Reyes, declarando, que ninguno acogiese en sus Señoríos algún rico hombre," ó Cavallero enemigo, ó servidor del otro:, y para firmar, y ratificar este asiento, se habian de ver los Reyes en el lugar que de cornun acuerdo fuese señalado para las vistas; lo qual después tuvo efecto. Esto se concertó por el Legado con aquellos Embaxado-res en la Ciudad de León del Reyno de Francia á trece del mes de Julio, año mil docientos ochenta y ocho.

XXI.

Andaba el Rey Don Alonso de Aragón como ciervo herido muy mal enojado con el Rey de Castilla, por la liga que habia hecho con el de Francia, y otras particulares quexas que tenía, y con esta rabia partió de Catatonía para dar orden en lo que tocaba á la deliberación de Don Alonso, y Don Fernando, hijos del Infante Don Fernando, y mandó, que Guillen de Beluis, y Pedro de Morella, que tenían carga de ellos los sacasen del Castillo de Morella donde estaban, y los tru-xesen á Zaragoza muy acompañados, y con muy buena guardia; y de alli después los hizo traer á la Ciudad de Jaca donde él estaba con su Corte con proposito de favorecer á Don Alonso en la guerra que se le ofrecía por el derecho de los Reynos de Castilla, y León, y hacer todo el daño que pudiese al Rey Don Sancho; y persuadió á

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Don Alonso que tomase titulo y nombre de Rey, y siguiese" su querella, en la qual, no podia dejar el Rey de Francia á la larga, ó á la corta de ampararle, y valerle por el deudo que con la Infanta Doña Blanca tenia, ó á lo menos seria tenido por sospechoso. Con esto pensaba el Rey de Aragón, que ponía perpetua guerra, y contienda en los Reynos de Castilla, y la dexaba á los que después sucedieren. Para dar conclusión en esto puso primero su amistad, y liga con Don Gastón, Conde de Bearne, que era señor de la Bironia de Moneada, y de Castelví, y Rosanes, y con Don Diego López de Raro. Era entonces venido á Jaca Don Diego, el qual, y Don Gastón se juramentaron, que en ningún tiempo harian paz, ni tregua con el Rey Don Sancho, sin consejo, y consentimiento de todos tres. Era en el principio del mes de Setiembre deste año quando estando juntos en Jaca con gran solemnidad, y fiesta Don Diego López de Haro, y muchos hombres, y Cavalleros de Castilla, que alli estaban, alzaron y juraron por Rey, y Señor de los Reynos de Castilla, y León á Don Alonso, hijo del Infante Don Fernando de la Cerda, y le besaron la mano haciéndose sus vasallos, y tomó el nombre, y apellido de Rey, con las armas, é insignias reales, y de alli adelante el Rey de Aragón, y todos los principales de aquella liga le llamaron, é intitularon Rey, y se confederaron de hacer pr¿ entre si, y guerra juntos contra sus enemigos. Llegó á tanto, que estando el de Aragón á pocos dias después en Daroca, y con él Don Alonso y Don Gastón, y Don Diego López de Haro, escrivió á muchos ricos hombres, y Cavalleros, y Ciudades de los Reynos de Cistuia, y León, publicando la empresa que habia tomado contra el Rey Don Sancho, y ofreciendo que si siguiesen á Don Alonso, Rey, que llamaban de Castilla contra su tio, y tomaren su voz, haria merced de las Villas, y rentas que huvieren tenido aquellos á quien se quitaron en tiempo del Rey Don Alonso su agüelo, de la misma suerte, que las poseyeren, y gozasen en su vida, obligándose el Rey de Aragón, que se les cumplirían quales-quiera privilegios, y gracias, que les concediese Don Alonso. Entre-

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tanto que lo de la guerra se ponia en orden, partió el Rey Don Alonso de Aragón de Daroca para Valencia, y llegó á tanto su furia, que embió á desafiar al Rey Don Sancho con un Cavallero de su casa llamado Pedro de Alvar, y con otro Cavallero de Don Alonso, hijo de Don Fernando, y en nombre de ambos, desafiaron al Rey de Castilla en la Ciudad de Valencia donde estaba, y á todos los de su opinión, y valia, con termino de treinta dias, dentro de los quales se apercibieron y pusieron en guardia las fronteras:" y, el Rey de Castilla con otros dos Cavalleros embió su'"desafio en nombre de los] Reynos de Castilla y León. En los principios de la guerra entre 'Aragón, y Castilla, Don Alonso que se llamaba Rey de Castilla, y León, se confederó con Alamir Mabomat Abenazar, Rey de Granada, porque se obligó de hacer guerra contra el Rey Don Sancho: y el Rey de Aragón le aseguró, que la concordia que entre ellos se firmaba, le seria guardada, y cumplida, y le ayudaría con todo su poder, guardando el Rey de Granada lo que estaba entre ellos capitulado. Luego el Rey de Castilla mandó hacer llamamiento general de los Cavalleros, y Hijosdalgo de sus Reynos, y proveyó, que se juntasen con él en Alma-zan, á donde concurrieron grandes compañías de gentes, y ginetes, y mucho numero de peones, de que se juntó un grueso Exercito. Entonces la Ciudad de Murcia, siéndole pedida gente por el Rey para este efecto, acudió muy prontamente con el mayor numero que pudo de ginetes, y ballesteros de todo su Reyno, quedando para su guarda, y defensa la gente necesaria. No pasaron muchos fdias después, que Don Alonso tomó el titulo de Rey, que murió Don Diego López de Haro, que era el principal de los ricos hombres de Castilla, declarados contra el Rey Don Sancho. El Rey de Aragón, y Don Alonso, partieron en fin de Abril del año mil docientos y ochenta y nueve á Calatayud, á donde estaban juntos muchos ricos hombres, y gente de á cavallo, y las Compañías de las Ciudades, y Villas de aquellos Reynos. Entonces estando en aquella Villa de Calatayud, considerando Don Alonso, hijo de Don Fernando, que el Rey de Aragón era el que hacia la guerra á su

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enemigo con toda su pujanza, y que sin su ayuda por otra via. no podia* salir con aquella empresa, y que en ella el Rey aventuraba su Persona, y Estado, en reconocimiento de esto hizo al Rey de Aragón donación del Reyno de Murcia, con las Ciudades de Murcia, y Cartagena, y esto se hizo con gran secreto, que no intervinieron en ello sino dos Cavalleros vasallos del Rey de Aragón, que eran Pedro Martínez de Artasona, y Fernán Pérez de Pina, y dos Notarios, que testificaron la donación. Toda esta gente, y la que se iba juntando, que cada dia llegaba de Catalunia, se repartió por los Lugares de aquella frontera, y el Rey se pasó á Ferrer, á donde dio orden, que se hiciese reseña de la gente, con resolución de apresurar la entrada en Castilla. Por este mismo tiempo el Rey Don Sancho tenia concertado de verse con el Rey de Francia en Bayona, y dexó en su lugar por Capitán General de toda la gente, que se habia juntado contra Aragón, á Don Alonso, hermano de la Reyna Doña Maria su muger, y por principales de su Consejo á Don Juan Alonso de Haro, y á Don Juan Fernandez de Limia: y con esto viniéronse acercando á la frontera, hasta llegar á Montagudo. El Exercito del Rey de Aragón pasó de Ariza a Monreal, y en aquellos Lugares estuvieron ambos Exercitos bien juntos mas de veinte dias, poniéndose en orden para la batalla.

Juntos ambos Reyes en Bayona, alli se confederaron de manera, que el Rey de Francia desistió de dar favor á la empresa de Don Alonso, y renunció la pretensión que tenia á la sucesión de los Reynos de Castilla, y se acordaron de ayudar el uno al otro. Y concluido esto, bolbió luego el Rey Don Sancho á la frontera, donde supo que cinco dias antes que llegase movió el Rey de Aragón su Exercito contra la parte de Montagudo donde estaban los enemigos, y ambos Exercitos ordenaron sus esquadrones, y estuvieron aquel dia á vista en orden de batalla, y no la dieron, porque no les estuvo á cuenta, respecto de no tener el un Rey toda su gente junta, y el otro no haber tomado 'puesto acomodado. Otro dia el Rey de Aragón pasó con su Exercito adelante, y llegando á Morón, convatieron el Castillo. En esta sazón al Rey

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Den Sancho le llegó alguna cavalleria con Don Fernán Pérez Ponce, y mas de trecientos hombres de á pie, y de á cavallo bien armados, que le embió la Ciudad de Murcia. Al punto se partió con su gente.sobre Almazan, donde supo que estaban el de Aragón, y Don Alonso, y Don Gastón, y erabiole dos Cavalleros con una embaxada, en que le decía, como habia sabido, que se habia entrado en sus tierras de Castilla, y que pues le habian desafiado, y pedido batalla, que le hacia saber, que estaba bien cerca con su gente, y que le iba á buscar para pelear con él, que presto sería sobre Almazan donde él estaba, y que le rogaba que le esperase, y si respondiese que no tenia provisión, que le dixe-sen, que él se la daría para quince dias á él, y á toda quanta gente tenia consigo. Quando el Rey de Aragón supo, que el Rey Don Sancho venia sobre él, fuese á una Villa llamada Yillasarai, á tres leguas de alli, donde le alcanzaron los Embaxadores, y dada su embaxada, no le pareció al Rey Don Alonso de Aragón haber la batalla con el Rey Don Sancho, silogizando, que pues en Montagudo no se la dio al Exercito del Rey Don Sancho sin él, que agora con él le estaba menos bien hacerlo.

En el año mil docientos y noventa y dos determinó el Rey Don Sancho de cercar á Tarifa; pidióle ayuda para esto al Rey de Portugal, no tuvo voluntad de dársela, y eseusose con buenas razones: mas como el Rey era hombre de corage, no por eso desistió de su intento, antes habido su corage con sus grandes, pidió á sus Reynos, tres servicios para las grandes costas de esta expedición, lo que hicieron todas las Ciudades con mucha voluntad, y la de Murcia le sirvió no solamente con los servicios que el Rey habia pedido para aquella jornada, pero con mucha gente de guerra, la qual salió tan animosamente que fué menester impedir á muchos, para que quedase bastante guardada en defensa de la Ciudad, y Villas circunvecinas. Llegó el Rey á Sevilla á quatro de Mayo, y detúvose alli hasta el dia de San Juan de Junio, y quando huvo llegado su Exercito, y aprestada su

flota, que en Castilla, y en Asturias, y en Galicia habia armado, fuese

337 HISTORIA

cerca a Tarifa. El Rey Don Sancho habia mandado hacer once ingenios, y con estos comenzó á batir la Villa muy fuertemente por Mar; y por Tierra, con gran porfía, hasta tanto que la huvo de entrar por fuerza, y tomóla en el mes de Setiembre dia de San Mateo. La gente de Murcia se señaló en esta ocasión aventajadamente, como consta por boca del mismo Rey Don Sancho, según un privilegio que de él tiene esta Ciudad, donde declara, que por los servicios, que esta Ciudad le hizo con su gente, y la de su Reyno en las guerras de Xeréz, Montagudo, y Tarifa, les hace las mercedes contenidas en el dicho privilegio, sin otros muchos que tiene suyos esta Ciudad. A |veinte y cinco de Abril, año de mil docientos y noventa y cinco, murió el Rey Don Sancho en Toledo; declaró por su sucesor á su hijo Don Fernando; y nombró á la Reyna Doña Maria por su tutora, y por governadora del Reyno.

XXII. (1)

Don Fernando Quarto de este nombre, cognominado el Emplazado, por aquel caso de los dos hermanos Carvajales tan sabido, sucedió al Rey Don Sancho su padre en el año del Nacimiento del Señor de mil docientos y noventa y cinco, y Miércoles veinte y seis de Abril, acabadas las obsequias del Rey Don Sancho, fué alzado por Rey de Castilla, y León en la misma Iglesia de Toledo, habiendo jurado la observancia de los fueros de los Reyes: y porque con mas voluntad, y amor fuera recibido de todos, la Reyna Doña Maria su madre, dio por libres á los Reynos de un genero de tributo llamado sisa, que el Rey Don Sancho para socorrer sus necesidades habia impuesto. Tuvo el nuevo Rey muchos trabajos mientras vivió; no digo mientras reynó, que quien menos parte tuvo en el Reyno fue él: porque Don Enrique,

(I) En este sitio principia el cuarto «Discurso» de los en que D. Francisco Cáscales tiene di

vidida su obra, t i cual abraza todo el reinado de Don Fernando Quarto.

DE MURCIA 338

que habia de ayudar las cosas del niño Rey, y de la viuda Reyna, siendo como era hermano del Rey Don Alonso su agüelo, no podia llevar en paciencia, que la Reyna governase, y asi no cesó de impedir los buenos intentos de la Reyna Doña María, y qualesquier acciones, qua emprendía el Rey por su orden, y consejo, hasta que al cabo obtuvo el govierno de los Reynos. Tenia por otra parte otro gran contrario, que era su tio Don Juan, que pretendía los Reynos, y despojar á su sobrino de ellos, porque decía, que el matrimonio de la Reyna Doña María fué ilegitimo por no haber alcanzado dispensación del Papa, antes siéndole pedida habérsela denegado, y que asi le tocaba á él el derecho de los Reynos, como á hermano que era del Rey Don Sancho; y junto y confederado con Don Dionisio su sobrino, Rey de Portugal traía la tierra por mil partes levantada. Y sin otros ricos hombres enemigos que tuvo, tuvo también por contrario al Rey Don Jayme, segundo de Aragón, amparando á Don Alonso, hijo de Don Fernando de la Cerda, que se llamaba también Rey de Castilla, y habia sido jurado por tal: y porque la soga doble es mas fuerte, confederóse Don Juan con el Infante Don Alonso de la Cerda, repartiéndose entre sí los Reynos; á Don Alonso, Castilla, Toledo, Cordova, Murcia, y Jaén, y al Infante Don Juan, León, Galicia, Estremadura, Sevilla con todo el resto de la tierra. En esta liga entraban los Reyes de Aragón, Portugal, y Granada, y la Reyna viuda Doña Violante, agüela del Rey Don Fernando, con otros muchos sus sequaces. Estaba la pobre Reyna Doña María muy afligida de tantas, y tan poderosas olas combatida, poniendo siempre su causa en las manos de Dios, resistiendo con gran valor estos trabajos, ya con buenas trazas, y consejo, ya con paciencia, que lo vence todo. En estos trabajos, y tribulaciones de la Reyna Doña María, andaba muy neutral, y de mala gana el viejo Infante Don Enrique, que habiendo sido siempre sedicioso, no quiso hacer rostro á los enemigos, como debiera, aunque la Reyna se lo rogaba mucho, dándole grande poder contra ellos, y especialmente contra los Aragoneses, cuyo Rey Don Jayme el segundo, se le entraba como enemigo declarado, ganan-

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339 HISTORIA

dolé las tierras del Reyno de Murcia, llevando consigo al Infante Don Alonso de la Cerda, que (como diximos arriba) le habia hecho donación del Reyno de Murcia, siendo de él ayudado en su pretensión.

XXIII.

En el año de mil y docientos y noventa y seis, conferados el Infante Don Juan, y Don Alonso de la Cerda, que se intitulaba Rey de Castilla, de entrar con su Exército por ella: el Rey de Aragón juntó otro de Navarros, y Aragoneses, para entrar poderosamente por el Reyno de Murcia. Porque en la concordia que se habia capitulado con Don Alonso, le fue concedido el Señorío de todas las Villas, y Castillos, que pudiese ganar en este Reyno, y que fuesen de la Corona de Aragón. Estuvo su armada de galeras y naves muy aprestadas, visitando toda la costa, y el Rey por tierra movió su Exército contra la Villa de Alicante, que se tenia entonces por el Rey de Castilla. Fué combatido el Lugar muy reciamente, y mandó el Rey, que se combatiese el Castillo, que estaba muy enriscado y fuerte, donde quiso personalmente pelear, y ser el primero á entrarle. Subió pues (según escrive Ramón Montaner) por la montaña arriba con algunos Cavalleros, con tanto animo, que llegó junto á la puerta de los primeros, y subió por una parte del muro que se habia derrivado al combate. El primero que subió fué un Cavallero Catalán, llamado Berenguer de Puigmolto, el qual detuvo al Rey que se apresuraba por adelantarse, y al entrar salió contra él un Cavallero de la Compañía de Nicolás Pérez de Murcia, que era el Alcayde del Castillo, y hirió de tal golpe al Rey con una azcona montera, que le pasó el escudo, y el Rey con su compañero pelearon con tanto corage con él que lo mataron. Sintiendo el Alcayde que se entraba el Castillo por aquella parte, salió con los suyos á pelear animosamente, y defender la entrada: el Rey porfió, y hizo el

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ultimo esfuerzo por ganar el Castillo; pelearon de una, y otra parte varonilmente, hasta que acudiendo gran numero de gente á socorrer á su Rey, fueron entrando por aquel portillo muchos Cavalleros que le seguían: pero Nicolás Pérez como buen Cavallero, no desmayando por la presencia, y valentía del Rey, determinó antes morir peleando, que rendirse, y teniendo en la una mano las llaves del Castillo, resistió el primer furor de la batalla, matando, y hiriendo á muchos, hasta que le hicieron pedazos, con que fue ganado el omenage, y torres, y conocióse manifiestamente de su gran valor, que si el Alcayde tuviera la gente que era razón, no se pudiera entrar el Castillo por fuerza de armas. Dio cargo el Rey de Aragón de aquella tenencia á Berenguer de Puigmolto, por haberse señalado tanto en la Villa; y con esto de Alicante se fue á Elche, Villa de Don Juan Manuel, entonces muchacho: la gente de adentro se puso en defensa; pero el combate que se le dio era tan recio, que estuvo para rendirse. Estando en este cerco, mientras duró, parte del Exercito, fue discurriendo por el Reyno, y ganó el Valle de Elda, y Novelda, que fueron Nonpot, Aspe, Petrel, la Muela, Clevillente, Havanilla, Callosa, y Guardamar.

Teniendo pues el Rey tan apretada la Villa de Elche, vinieron al Real de parte de Don Juan, hijo del Infante Don Manuel, dos Cavalleros de su casa, que se llamaban Gómez Fernandez, y Alfonso Garcia, para tomar en su nombre algún buen asiento, y concordia con el Rey, por el deudo que con él tenia. Asentóse tregua entre los Lugares que estaban en la obediencia del Rey de Aragón, y entre las Villas, y Castillos que Don Juan tenia en el Reyno de Murcia, desde aquel dia que era veinte y cinco de Julio, hasta que Don Juan fuese de veinte años, y el Rey le habia de mandar acudir con las rentas de Elche, y del Puerto, y de Aspe, y de Chinosa, y de Monovar, y de lasSalinas, pagando el sueldo que fuese necesario para la guardia de Calahorra. También aseguró el Rey por respecto de Doña Violante hermana de Don Juan, y su prima hermana á los de Elda, y Novelda, y á todos los Cavalleros, y gente que estaban en Elche, para que se pudiesen salir li-

3 M HISTORIA

bremente. Y quedó acordado, que si Don Juan Manuel quando fuese de edad de veinte años quisiese reconocer al Rey de Aragón por Señor, y Rey del Reyno de Murcia, le mandaría entregar su Villa de Elche, y el Puerto con los otros Lugares. Obligáronse á guardar este asiento los ricos hombres que estaban con el Rey, que eran estos; Don Jayme, Señor de Xerica, Don Ramón Folca, Vizconde de Cardona, Don Lope Ferrenque de Luna, Don Galcerán de Anglesola, Don Atho de Foces, Don Jayme Pérez, Señor de Segorve, Don Pedro, Señor de Ayerve, Don Sancho de Antilkm, Ponce de Ribellas, Jasberto, Vizconde de Castelno-vo, Don Pedro Martínez de Luna, Galcerán de Anglesola, Gil de Vi-daure, Don Lope Ferrenque de Atrosilla, y Artal Duarta. A lo mismo se obligaron los del Consejo del Rey, que se hallaron en el cerco, que eran Ramón Alemán, Bernardo de Sarria, Ramón de Villanova, Don Berenguér de Villaragut, y Artal de Aclot. Nombráronse por Jueces de los daños que se hiciesen en la tierra que Don Juan tenia en el Rey-no de Murcia (con la qual se habia de guardar esta tregua) Sancho Xi-menez de Lanclares, y Guillen de Villaragut. Esto se juró á veinte de Julio de este año. Y después de haber ganado á Elche, pasó el Rey á la Villa, y Castillo de Origuela, en cuya defensa estaba por Capitán-Pedro Ruiz de Sancebrian. Finalmente se le rindieron todas las Villas, y Lugares del Reyno de Murcia, sino fueron Alcalá, y Lorca; teniendo rendidos todos los Castillos importantes, Villas, y Lugares del Reyno. Era recibido de todos con grande fiesta, y reconocido por Señor. Tuvo gran facilidad el Rey en el rendimiento de Murcia, porque los Pobladores (como dicho habernos) eran los mas Catalanes, y Aragoneses, y en tan poco tiempo como habia pasado de la población acá, no habia perdido la vasija el sabor de lo que recibió primero.

Ganados pues todos estos Castillos, y Villas, y habiendo dexado la gente de guarnición necesaria en ellas, se fué de aqui á Valencia con muchas Compañías de á cavallo, y de á pie, quedando por lugartinien-tc del Reyno, y Capitán general de esta frontera Don Jayme Pérez, Señor de Segorve. De los que se señalaron en esta guerra, sin los

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Cavalleros que se han nombrado, fueron Don] Guillen de Entenza, Felipe de Saluees, Don Ximen Pérez de Árenos, Fernando López de Luna, Dalmao Castelnovo, Amatho de Carmona, Guillen de Jorte, y Gil Ruíz de Liori.

XXIV.

Don Alonso Pérez de Guzmán, á quien el Rey Don Sancho habia entregado la defensa de Tarifa, y el Rey Don Fernando confirmado en ella, y otras Villas, y Castillos, era un Cavallero muy principal, y valeroso, y de los mas señalados que huvo en su tiempo, por aquel notable exemplo que dexó de su fé, y lealtad, el qual no quiso rendir á Tarifa al Infante Don Juan, que habia venido del Reyno de Fez con gran Gavalleria de Moros, que le dio Abenjacob, Rey de Marruecos, para que le cobrase á Tarifa: teniéndole Don Juan en muy grande estrecho, y amenazándole, que si no le entregaba á Tarifa, le mandaría matar delante sus ojos un hijo que traia consigo en su poder. Don Alonso respondió, que ni por eso, ni por otra cosa ninguna se la entregaría, y le echó un cuchillo con que executase la amenaza; y asi se hizo, con gran vergüenza, é infamia de aquel Principe, que llevado de la ira, y odio que tenia á Don Alonso, mandó cometer tan barbara, y fiera crueldad: que si lo hiciera Abenjacob, fuera de los paganos habido por muy cruel. Para defensa de aquella fuerza, que era la entrada por donde habian de pasar los Moros de África, tenia gran confederación con la Ciudad de Sevilla, y con todo aquel Reyno, y con la Ciudad de Córdova, y todo su Obispado, y era el caudillo, y amparo, no solo de aquella frontera, pero de toda la Andalucía: y como tan gran Cavallero, y tan practico, y valeroso Capitán, por mandado de la Reyna Doña Maria se habia opuesto con la gente Andaluz contra el Rey de Granada, y le hacia guerra: mas el Infante Don Enrique con ser tutor del Rey Don Fernando, era el principal que instaba que en-

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tregase á Tarifa á los Moros. Y por otra parte el Rey de Granada habia tratado con el Rey Don Fernando, que si le hiciese entregar á Tarifa, sería su vasallo, y le daria ocho cuentos en dineros, y mas las parias adelantadas de quatro años; y demás de esto le entregaría á Quesada, y veinte y dos Castillos, que él habia ganado de los Christianos, y se obligaría á hacer, que pasase el Rey Abenjacob con todo su poder á España, y que se juntase con el Rey Don Fernando, y no se partiese de él hasta que echasen á los hijos del Infante Don Fernando de la Cerda, y al Infante Don Juan fuera del Reyno. Y ultra de esto prometia, que con todo el poder del Reyno de Granada, y con los de la frontera, y con las Ordenes, y con Don Juan, hijo del Infante Don Manuel, iría sobre el Reyno de Murcia, y haría en él la guerra contra el Rey de| Aragón, hasta que le cobrase el Rey Don Fernando. Esto se hubiera puesto en execucion, si Don Alonso Pérez de Guzmán lo quisiera consentir, pero no quiso, por ver lo que importaba aquella fuerza, y por conocer los malos intentos de Don Enrique, y Don Juan, que llevaban'á la Reyna, y al Reyno tan afligidos.

XXV.

Estando la Reyna Doña María en Cuellar, y con ella Don Enrique, llegó Don Juan Manuel, que habia corrido la posta desde Elche su Villa, y antes de verse con la Reyna habló con Don Enrique su tío, y hizole saber, que habia perdido á Elche en el Reyno de Murcia en servicio del Rey Don Fernando, que se la habia tomado el Rey de Aragón viniendo sobre ella con Exercito poderoso, que le rogaba le ayudase en que el Rey Don Fernando le diese por ella á Alarcon. Respondióle Don Enrique, que era cosa muy justa, y que le placía, y que sobre ello pondría la hacienda, y la vida, y alborotaría el Reyno si el Rey no le diese á Alarcon en cambio, que no era razón que fuese des-

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heredado por haber servido á su Rey, y otro dia Don Juan se vio con el Rey, y la Reyna, y les dio aviso de como habia perdido á Elche en su servicio, que les suplicaba, y pedia le diesen en cambio otra Villa por la suya. La Reyna quisiera prolongar esto por la consequencia, que si á Don Juan le diese otro lugar por el suyo, que eso mismo querrían todos los otros Cavalleros que huviesen perdido tierras en el Reyno de Murcia: mas Don Enrique que tenia diferente intención, procuraba lo contrario, considerando, que quanto mas él hiciese dar de la hacienda del Rey á los pretensores, mas ganados tendría los corazones de aquellos á quien la daba, y que quanto menos poderoso quedase el Rey de Villas, y Lugares, con mas licencia quedaría el de usurpar lo que quisiese, y mas seguro estaña en el gobierno de los Reynos. Como la Reyna vio el cauteloso animo de Don Enrique, hizo (como dicen) de la necesidad virtud, disimulando quanto pudo el sentimiento que sobre esto tenia: mostróle rostro alegre, y manifiesta voluntad de hacer aquel cambio con gusto, y asi viendo que no podia hacer otra cosa, húbolo de otorgar, con tal condición, que hubiese la Villa de Alarcon, hasta que el Rey fuese de edad de diez y seis años cumplidos, y entonces que el Rey se la diera si le parecía: pero que en qualquier tiempo que cobrase á Elche él, ó el Rey por paz, ó por guerra, que Don Juan estuviese obligado á restituirle la Villa de Alarcon al Rey; y de esto fueron hechas luego escrituras, y privilegios.

XXVI.

Estando en Burgos la Reyna, y su hijo el Rey Don Fernando el año de mil y trecientos, tuvo nueva como el Rey de Aragón movia su gente de Zaragoza para Valencia con proposito de baxar á las fronteras de Murcia, y principalmente de cercar á Lorca, que si no le embiaba socorro de gente, y dinero, que era perdida. La Reyna Doña

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Maria con animo, y cuidado proveyó todo lo necesario, y embió mucha gente, y Cavalleros principales al socorro, y mandó á Dou Juan, hijo del Infante Don Manuel, que se metiese en la Villa de Lorca con sus vasallos porque fuese defendida, y ellos hicieronlo asi, llevando bastimentos de pan, y de armas para tres años. En fin del mes de Octubre deste año el Rey de Aragón embió con la gente de á ca-vallo á Lope Sánchez de Luna, y á Don Juan Carees Loaisa, á quien habia hecho mucha merced, y dado el Lugar de Alcantarilla con sus términos, por lo que en la guerra, y conquista del Reyno de Murcia le habia servido, y mandó también ir á cercar la Villa de Lorca, porque se tenia aviso que estaba desproveída; pero antes que llegase la gente del Rey de Aragón, Don Juan Manuel con aquella escogida gente de á cavallo se metió dentro, y fortificaron el Alcázar. Visto esto, la gente Aragonesa se alojó por los Lugares de la frontera, por ser yá entrado el Invierno, desconfiados de poder hacer cosa de provecho. Por este mismo tiempo se vio el Rey Don Jayme con los Infantes Don Enrique, y Don Juan, y con Don Juan Alonso, Conde de Barcelos, que llamaban Conde de Portogal, y con Doña Vataza, que era hija de la Infanta Lazcara, y Aya de la Reyna Doña Constanza, muger del Rey Don Fernando, los quales intervinieron para concertar vistas entre el Rey de Aragón, y la Reyna Doña Maria, y el Rey su hijo. Y también es-crivió al Rey Don Dionis de Portogal, que procuraba lo mismo, y queria que se vieran juntos.

Entretanto que esta prevención se hacia, juntó el Rey de Aragón todas sus gentes, y fué á cercar el Alcázar de Lorca, yendo con él Don Jayme Pérez su hermano, Señor de Segorve, Don Jazberte, Vizconde de Castelnovo, Don Artal de Luna, Don Arlal Duerta, Don Bernardo de Sarria, Don Asbertode Mediona; y con gran furia se combatió el Al-cazar: pero el Alcayde que estaba dentro, y los Regidores de la Villa, visto que no podian defenderse, se concertaron con el Rey, que dentro de cincuenta dias le desampararían el Alcázar, y tres Torres, la Alfonsina, y la del Esperón, y la de Guillen Pérez de Pina, con tal pacto,

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que si el Rey Don Femando, ó su Exercito, los socorriesen dentro de aquel termino, de manera, que hiciesen levantar el real del Rey de Aragón, ellos quedasen libres. Ofrecieron de entregar treinta rehenes, los que escogiese Don Bernardo S a r r i a en nombre del Rey de Aragón, obligándose, que en aquellos treinta dias no entraría dentro de la Villa ninguna gente de armas, y que en el Alcázar, y Torres no entrañan otras gentes, ni saldrían de ellas sin voluntad del Rey Don Jayme: y en este termino se habia de suspender la guerra, sin hacer daño alguno á los que estaban en la Villa, Alcázar, y Torres.

Era Alcayde de Lorca Lope Fernandez, Cavallero de la Orden de Santiago, por Don Juan Manuel, que lo tenia por el Rey: este embió secretamente un Cavallero á grandes jornadas para dar cuenta de esto á la Reyna, que entonces estaba en Burgos, y dixo á la Reyna quan apretada quedaba Lorca, y con las condiciones que la tenia cercada el Rey de Aragón. Luego que esta nueva tuvo la Reyna, embió por Don Enrique, Don Diego, y Don Juan Nuñez, y rogóles, que fuesen á descercar aquel Castillo, que socorrido el Castillo se cobraría la Villa luego, y que por aquella Villa cobraría el Rey su hijo todo el Reyno de Murcia. Don Enrique ponia muchas escusas, teniendo por imposible dar el socorro á tiempo: y quando esto vio la Reyna, dixo colérica, que ella quena ir con el Rey su hijo, que fuesen con él los que quisiesen ir, que quando la tierra le faltase, no le faltaría el Cielo en quien confiaba. Don Diego, y Don Juan Nuñez que vieron esto, dixeron, que luego ellos se partirian, si Don Enrique no quisiese ir. Y quando Don Enrique vio el ofrecimiento de Don Diego, y Don Juan, dixo, que él acompañaría al Rey. Y la Reyna con gran diligencia previno armas, y dinero, y embió sus cartas al Infante Don Juan, y otros Cavalleros, avisándoles de todo el hecho, y de como salían el Rey su hijo, y ella de Burgos, y Don Enrique, y Don Diego, y Don Juan Nuñez con ellos, y como iba á socorrer el Alcázar de Lorca. Y hechas estas prevenciones, salió de Burgos, Miércoles quatro dias de Enero, año de mil trecientos y uno, y no se detuvo hasta llegar á Alcaráz, sino un dia en

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€uadalaxara, y otro en Guete, y esto porque iba esperando la gente. Llegados á Alcaráz, hizo alto, aguardando al Infante Don Juan, y no le quedaba yá de los treinta dias de plazo mas que doce, quando le* vino un recaudo, como el Alcayde de Lorca habia sin apremio ninguno dado el Alcázar al Rey de Aragón, por codicia de un casamiento, que le prometieron de una Dama. La Reyna que oyó estas nuevas tuvo gran pesar, y hizo particular sentimiento; pero viendo que habia hecho tan gran costa, y que traía consigo tan buena gente, que eran bien quatro mil Cavalleros hijosdalgo, partió con ellos acia Murcia á descercar dos Castillos que tenian los Aragoneses cercados, uno Alcalá, y otro Muía. Marchó el Rey Don Fernando con ellos la buelta de Murcia, y la Reyna Doña Maria quedó en Alcaráz á diligenciar la provisión necesaria, porque no pudiesen bolverse tan presto por falla de bastimentos. Asi como vieron los Aragoneses la lucida gente, que el Rey Don Fernando traía, desampararon los Castillos de Muía, y Alcalá, retirándose á otros alojamientos. Llegaron los Castellanos á Murcia, y hallaron al Rey de Aragón dentro con harto sobresalto, por no haber sabido esta venida de Burgos á Murcia, sino un dia antes que llegaran á ella, y quisiera salirse con gran priesa, y no se determinó á hacerlo por tener de parto á la Reyna su muger: y sin duda ninguna lo hubieran tomado á prisión, sino fuera por Don Enrique, y el Infante Don Juan, que como amigos suyos hacian sus partes. La gente instaba á quererle prender, y matar; pero los dos Infantes le dieron á entender al Rey que no convenia, que sería quitar con eso las esperanzas de concordia, y pasados tres dias, que estuvieron sobre Murcia, bolvieronse para Alcalá, y la Reyna Doña Maria habiendo hecho gran prevención de bastimentos para les embiar, quando lo supo recibió grande pesadumbre, y creyó cierto, que todo esto eran estratagemas de los Infantes Don Enrique, y Don Juan, porque el Rey de Aragón no viniera en poder del de Castilla, y pasasen adelante mas firmes, y seguros sus tratos, y liga con Aragón. De Alcaráz se bol vio la Reyna con su hijo á Burgos, á instancia de los Cavalleros que le acompañaban; que como el Rey

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era muchacho, y los enemigos tan poderosos, y tantos, no podia la valerosa Reyna graduar sus brios, y buenos intentos.

XXVII.

Estaba ya la Reyna en Burgos quando llegan al punto mensageros de Roma con las cartas de dispensación sobre su casamiento con el Rey Don Sancho, cosa tanto tiempo habia pretendida, y con tantas contradiciones estorvada: embióle la dispensación el Papa Bonifacio, que la amaba, y preciaba mucho por la virtud, gran nombre, y fama de la Reyna: tuvo desto grandísimo contento, como defigual pesar el Infante Don Enrique, el qual con mucha malicia publicaba, que las letras de la dispensación eran falsas; pero la católica Reyna quando esto supo, fuese con su hijo á la Iglesia Cathedral, donde mandó, que se dixese, una Misa cantada, y acabada que fué, hizo publicar las Bulas Apostólicas, con que la gracia de la dispensación, quedó muy notoria, y creída, y con esto se deshicieron muchos nublados que tenían encubierta la razón de su justicia. Aquí se apearon las esperanzas del Infante Don Juan, que era quien con mas derecho pretendía, por no haber estado dispensado el matrimonio: la causa principal de que los Señores, y ricos hombres, Villas, y Ciudades de los Reynos anduviesen paloteando; mas con esto se asentó bien esta partida, y perdieron todos los contrarios sus brios.

Ya la Reyna mas animada comenzó á pensar como restauraría el Reyno de Murcia, que estaba picada del viage pasado contra el Rey de Aragón, que tan desaforadamente se entraba por este Reyno sin justicia, ni derecho. Supo la Reyna que los ricos hombres de Aragón estaban desavenidos con su Rey, por un pecho que echaba á su Reyno, y parecióle, que entonces era tiempo, y escrivióles con diligencia, y secreto que ayudasen al Rey de Castilla, porque cobrase del Rey de Ara-

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gon lo que le había tomado en el Reyno de Murcia, y que haría liga con ellos con promesa de ayudarles en sus acontecimientos. El Rey de Aragón, ó bien que trasoyese este pensamiento de la Reyna, ó bien para entretenerla con asomos de paz mientras componía su alborotado Reyno, por razón de la salga que les habia impuesto, embió un men-sagero á la Reyna Doña Maria, con designio de amistad, y concordia: llegó pues ó la Reyna el mensagero (que era un Cavallero Catalán ds la Orden del Espital, llamado Don Ramón de Ribellas) que en suma decía de parte de su Rey, que le quería entregar al de Castilla lo que le habia usurpado en el Reyno de Murcia, si le quisiese dexar á Alicante, y todo lo demás se lo entregaría. Respondióle la Reyna, que nunca Dios quisiese tal, que era ir derechamente contra el derecho de su hijo, que la Villa de Alicante era suya, y como suya se la habia de restituir, con todo lo demás del Reyno, que hecha entera restitución de todo se abendria con él, y olvidaría las injurias recibidas. El Cavallero Catalán respondió, que la Reyna tenia razón, pero que él no traia orden de estenderse á mas, y con esto se despidió. Mucho contento recibieron los ricos hombres de Aragón después que vieron lo que la Reyna les embió á decir, los quales habiéndose primero bien comunicado para poner, y hacer su asiento con la Reyna, entibiaron á Don JuanXimenez de Urrea, y á Don Lope Fernandez de Lutia. Dentro de pocos dias se vieron con la Reyna, y hicieron su concordia en esta manera. Que ellos, y los ricos hombres, que lodos eran once, con seiscientos Cavalleros, y con treinta Villas, y Castillos, que tenian en el Señorío de Aragón, servirían al Rey Don Fernando, y tomarían, robarían, y combatirían Villas, y Castillos del Rey de Aragón, y acompañarían al Rey de Castilla, siguiendo su pendón real, y que nunca se abendrian con el de Aragón, hasta que hubiese entregado al Rey Don Fernando el Reyno de Murcia: y para que esto fuese firme, y cierto, le daban Castillos en rehenes, y sus hijos, que la Reyna los tuviese en el Alcázar de Segovia. De todo lo qual hicieron muy firmes cartas, y omenages á la Reyna Doña Maria. En esto se resol-

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vieron los de Aragón, porque el Rey les demandaba el pecho llamado (como dixe) la salga, con que se tenían por desaforados: y esta salga era, que las personas que en su Señorío tuviesen sal, que pagasen dos sueldos Jaqueses, y que de esto no se escusase ninguno por hijosdalgo que fuese, ni por privilegios que tuviese. Y despedidos se bolvieron muy contentos de lo que dexaban asentado. En este tiempo estaba en guarda, y defensa de las fronteras del Reyno de Murcia por el Rey de Aragón Don Gombal de Entenza, que era de los principales ricos hombres del Reyno, y fué hijo de Don Bernaldo Guillen de Entenza, y era Señor de diversas Villas, y Castillos en Aragón, y tenia en Navarra las Villas de Mazqui, Curudi, Gorrita, y en Castilla la Villa de Várela, y fué padre de Doña Teresa de Entenza, que casó con el Infante Don Alonso, que sucedió en el Reyno al Rey Don Jayme su padre. Teníase grande vigilancia con todo este Reyno, porque la Reyna estaba mal enojada, y habia amenazado á los Aragoneses con fiera guerra, y asi estaban esperando con las armas en las manos de un dia para otro su venida.

XXVIII.

En el año de mil y trecientos y tres Don Enrique, y Don Diego López de Haro, juntamente con Don Juan Manuel, trataron de convenir á la Reyna con el Rey de Aragón, pero la Reyna ninguna cosa quería consentir, por ver que todo iba encaminado contra el servicio de su hijo: mas ellos habiendo porfiado mucho tiempo antes á reducirla, desavenidos se fueron á ver con el Rey de Aragón en Ariza, donde se habian de ver dia de San Juan Bautista. Llegado pues el Infante Don Enrique, y Don Diego López de Haro, Señor de Vizcaya, y Don Lope su hijo, y Don Juan Manuel, lo que alli se trató fué prometer al Rey de Aragón, que procuraría que el Rey Don Fernando, ó qual-quiera que sucediera á los Reynos de Castilla diese á Don Alonso

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(¡í quien ellos llamavan Rey) el Reyno de Jaén, y Yaldecorneja, y Pedraza, y Almazan, y las otras Villas, y Castillos, que tenia en Castilla por juro de heredad, y á Don Fernando su hermano quanto se acostumbraba dar á uno de los Infantes de Castilla en heredamiento, y en tierra; y que quedase Alarcon á Don Manuel con todos sus términos, ó cobrase á Elche, ó no, y quedase al Rey de Aragón todo el Reyno de Murcia enteramente, y lo que no poseía entonces de este Reyno, que pertenecía á la Corona Real, desde el tiempo que murió el Rey Don Sancho, se restituiría con Requena al Rey de Aragón libremente. Ofrecieron también, que en caso que el Rey Don Fernando no quisiese cumplir esto de alli á la fiesta de Navidad siguiente, que no serian con él en su servicio, ni tendrían con él paz, ni tregua, y seguirían al Rey de Aragón con sus Villas, y vasallos, y harían ¡guerra al Rey de Castilla, hasta que aquello se cumpliese. Hicieron de esto juramento, y pleyto homenage en manos del Rey, según la costumbre de España; el Infante Don Enrique, y Gonzalo Ruiz su mayordomo, Rui Pérez de Atienza, Alonso Diaz de Toledo, Gil Ruiz de Medina, Juan Ortiz Calderón, vasallos del Infante. Luego hizo pleyto homenage Don Diego López de Haro, y los Cavalleros que vinieron con él sus vasallos, que eran Martin Alonso de Roxas, Pero Nuñez de Montenegro, Diego López de Salcedo, Fernán Sánchez de Velasco. Lo mismo juró Don Juan Manuel, y con él Juan Sánchez de Ayala, Gómez Fernandez de Orozco, Sancho Ximenez de Lanclares, sus vasallos: y Don Lope, hijo de Don Diego López de Haro. Prometióles el Rey, que no haría paz, ni tregua con el Rey Don Fernando, sin que ellos interviniesen en ella; antes si los quisiese desheredar, ó hacer algún mal tratamiento, le haria por ello guerra. Todo esto ofrecía el Rey de Aragón, no tanto por amparar al Infante Don Alonso de la Cerda, como por haber el Reyno de Murcia, por la secreta donación, que de él le había hecho. Juró el Rey lo prometido: hicieron pleyto homenage en su nombre de cumplir esta concordia en presencia de Ximen Pérez de Salanova, Justicia de Aragón, tres Cavalleros, que fueron Arlal de Azlor, Bernardo

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de Sarria, y Gonzalo Garcia, privado del Rey de Aragón. Esto fué Jueves á veinte del mes de Junio de este año, y dentro de quatro dias se partieron el Infante, y aquellos Grandes de Ariza, y el Rey se vino á Daroca. Viendo las cosas tan encendidas, el Rey de Portugal Don Dio-nis, y el Infante Don Juan, se quisieron interponer, y persuadir á entrambas partes un medio razonable, bien el Infante Don Juan, y el Rey de Portugal, estuvieron siempre inclinados á la parte de Aragón. El Rey Don Jayme, por dar á entender, que no se apartaba de equidad, y razón, decia, que estos hechos se comprometiesen de esta manera; que la demanda, y pretensión de los hijos del Infante Don Fernando, se remitiese al conocimiento del Rey de Aragón, y del Rey de Portugal, y de otra persona tercera Religiosa, ó Seglar, y lo que todos tres, ó los dos declarasen, que Don Alonso, y su hermano debian haber en Castilla se les diese, y renunciasen toda la otra demanda. Quanto á la pretensión del Reino de Murcia, en el qual el Rey de Aragón pensaba tener buen derecho, y que lo poseía con justo titulo, pareció, que se dexase á la determinación del Rey de Portugal, y de otras dos personas Cardenales, ó Arzobispos, uno de la parte del Rey de Castilla, y otro del Rey de Aragón, y que el tercero fuese el Rey de Portugal, y que se asegurase con rehenes el cumplimiento de lo que declarasen, y para esto el Rey de Portugal, y el Infante Don Juan pusiesen intersticio mientras se determinaba. De esta manera, como el Rey de Aragón pretendió medios de paz, cesaron los aparejos de guerra de su parte, y de la de Don Alonso de la Cerda, y con esto el Infante Don Enrique, y los ricos hombres, que hasta aqui andaban alborotados, cada qual buscaba su mejor partido para reducirse al servicio del Rey Don Fernando.

XXIX.

Concertáronse de dexar las diferencias el Rey de Castilla, y de Aragón, sobre el Reyno de Murcia, á juicio de arbitros, y lo que

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tocaba á la demanda de Don Alonso de la Cerda, por la sucesión de los Reynos de Castillla; y para esto se determinó, que se viesen los Reyes de Castilla, y Portugal, y de Aragón en Tarazona, á donde de voluntad de Don Alonso, que se llamaba Rey de Castilla, y estaba también en aquella Ciudad, el Rey de Aragón comprometió en el Rey Don Dionis de Portugal, y en el Infante Don Juan, y en Don Xime-no de Luna, Obispo de Zaragoza, asi como en arbitros, y amigables componedores todas las diferencias, y guerras que tenia con el Rey de Castilla; y prometió el Rey de Aragón de cumplir la sentencia que dieren; y para mayor firmeza, que se guardaría lo decretado el Rey de Aragón por si puso en rehenes los Castillos de Aríza, Verdejo, Somete, Borja, y Malón, para que tuviesen por los Juezes, por si el Rey de Aragón no aprobase la sentencia dada en concordia, se entregasen aquellos Castillos al Rey Don Fernando. Y haviase de dar la sentencia hasta la fiesta de nuestra Señora de Agosto deste año de mil y trecientos y qúatro. Alzó el Rey de Aragón el pleyto. omenage ú los Alcaydes de aquellos Castillos, los quales juraron de tenerlos por los Juezes, y los Alcaydes eran Ximen Sánchez de Cerezuela por el Castillo de Ariza, Garci Pérez de Peñaguda por el de Verdejo, Pero López de Moneva por el de Somete, Garci López de Roda por el de Borja, Alemán de Gudar por el de Malón: y prometió el Rey, que no apremiaría á los Alcaydes que le entregasen los Castillos que ponia en rehenes.

Por su parte otorgó el Rey de Castilla en Roa á 28 de Abril otro tal compromiso con las mismas condiciones que el Rey de Aragón, y puso en rehenes los Castillos de Alfaro, Cervera, Ocon, Santistevan, y Atienza, y vínose para Agreda con la Reyna Doña Constanza su muger, y con él venían Don Juan, hijo del Infante Don Manuel, y Don Juan Muñoz¡ Adelantado mayor de la frontera, y otros ricos hombres. Por el mismo tiempo vino el Rey Don Dionis de Portugal con la Reyna Doña Isabel su muger, acompañado de gran Cavallería de sus Reynos, y antes que llegase á la Guardia, llegó Don Garcia de To-

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ledo, que era un muy buen Cavallero, y gran privado del Rey de Castilla, y su Chanciller del Sello de la Puridad, y Mayordomo de la Reyna Doña Constanza. Este acompañaba al de Portugal por orden del de Castilla, y mandábale entregar todos los Alcázares, y Castillos por donde pasaba: pero usó el Rey de Portugal de tanta autoridad, y punto, que no quiso aposentarse en ningún Lugar, ni Villa por principal que fuese, ni ninguno de su Corte, sino en el campo en tiendas que mandaba armar; y no consintió que se tomase ninguna cosa de los Pueblos por donde pasaba, ni de los Oficiales del Rey, que no fuese por sus dineros: desuerte, que viniendo tan en son de paz, y por medianero entre aquellos Principes, parecia que venia á punto de guerra. Llegando á Roa, vióse alli con el Rey de Castilla su yerno, y partióse adelante para Agreda, y tras él el Rey de Castilla. El de Aragón estuvo esperando al de Portugal en Torrellas, á la raya de su Reyno, á las faldas de Moncayo, entre Agreda, y Tarazona, donde le recibió con grande fiesta, y á la Reyna de Portugal su hermana.

Aqui en el principio del mes de Agosto se declaró, y dio la sentencia por el Rey de Portugal, y por el infante Don Juan, y Don Xi-meno de Luna, Obispo de Zaragoza, que eran los Jueces que habian de determinar, y determinaron la diferencia que habia entre los Reyes de Aragón, y de Castilla, por razón del Reyno de Murcia, en esta manera.

Que Cartagena, Guardamar, Elche, Alicante con su puerto de mar, y con todos sus términos, como los divide, y parte el rio de Segura acia el Reyno de Valencia, hasta el mas alto Lugar del termino de Villena, exceptando á la Ciudad de Murcia, y á Molina Seca con sus términos, quedasen al Rey de Aragón, y fuesen suyos en propiedad, y de sus sucesores para siempre, como cosa suya propria, con entero derecho, y Señorío, y que Villena quanto á la propiedad fuese de Don Juan Manuel; y si algún otro rico hombre, ó Iglesia, ó hombre, ó Cavallero tuviesen otros Castillos dentro de aquellos términos, quanto á la propriedad fuesen suyos, pero quanto á la jurisdicion, ellos, y Villena

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fuesen de la jurisdicion, y Señorío del Rey de Aragón. Declaróse, que el Rey de Castilla quanto á Villena, y los Castillos que estaban dentro de aquellos términos absolviese á los Señores della de toda naturaleza, y fidelidad en que fuesen obligados, porque de alli adelante habian de ser de la jurisdicion del Rey de Aragón. Sentenciaron también, que el Rey de Aragón dexase al Rey Don Fernando la Ciudad de Murcia, Molina Seca, Montagudo, Lorca, y Alhama, y los otros Lugares que tenian en el Reyno de Murcia, y que los que quisiesen vivir en quales-quier Lugares destos lo pudiesen hacer libre, y seguramente con sus personas, y bienes, sin que les fuese hecho ningún daño, por razón de la guerra pasada. Quando considero esta sentencia, echo de ver el mal pecho que tuvo siempre el Infante Don Juan, y los desvíos, y desabrimientos que siempre tuvo con el Rey de Castilla, que de esotro Juez Don Ximeno de Luna, como vasallo proprio, no me espanto que se acostase al Rey de Aragón. En fin á todos tres Jueces los hallo mal inclinados á Castilla, y la Justicia mal guardada; porque si la partición que se hizo entre el Rey Don Jayme de Aragón, y el Rey Don Alonso de Castilla, quedó por Castilla desde la Villa de Viar á esta parte, qué derecho nuevo hallaron en favor de la conquista de Aragón paro aplicarle todo lo que hay desde Viar al Rio de Segura? Cien se vé, que esto mas parece fuerza, que justicia; porque como el de Aragón tenia en su poder todo este Reyno de Murcia, respeto de haberlas habido contra Castilla con un Rey niño, y los Grandes, y ricos hombres de ella sus mayores enemigos, y contra una Reyna, que aunque de he-royco valor, fué siempre contrastada de sus mal obedientes vasallos, conoció la dicha de este tiempo, y sacó la copla en su favor.

Publicóse esta sentencia en el Lugar de Torrellas, á ocho dias del mes de Agosto, estando el Rey de Aragón presente, y en presencia de Fernán Gómez de Toledo, y de Diego Garcia de Toledo, como Procuradores del Rey de Castilla; la qual fué por el Rey Don Jayme loada, y aprobada, y por los Procuradores del Rey de Castilla consentida. Halláronse presentes Don Juan, Obispo de Lisboa, Don Ramón, Obispo de Va-

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lencia, Don Martin, Obispo de Guesca, Don Juan Ozores, Maestre de Santiago, Don Garci López, Maestre de Calatrava, Don Jayme Pérez, Señor de Segorve, hermano del Rey de Aragón, Don Ramón de Cardona, Juan Simón, Domingo Garcia de Chaurri, Bernardo de Sarria, Artal de Azlor, Alemán de Guiar, y Pero López de Padilla, Fernán Gutiérrez Quixada, Gutiérrez Diaz de Zavallos, Lope Garcia de Her-mosilla, Martin [Hernández Puertocarrero, Alonso Fernandez de Saave-dra, Sancho Ruíz'de Escalante, Camarero mayor del Rey de Castilla, Blasco Pérez de Leiro,*';Estevan Davila, Lope Pérez de Burgos, y otros muchos Cavalleros Castellanos, Aragoneses, y Portuguesesfy luego fué aprobada la sentencia por las partes.

Otro dia siguiente los Reyes se vieron en los confines de Aragón, y Castilla en Campillo, donde el Rey Don Fernando ratificó "en presencia de todos la sentencia, y hizo pleyto homenage] al Rey]de Aragón de la guardar, y cumplir, y lo juraron por su mandado el Infante Don Pedro su hermano, y el Infante Don Juan su lio, y Don Juan Manuel; y lo mismo habian de jurar Don Alonso, hijo del Infante Don Pedro, hermano del Rey Don Sancho, y Don Juan Alonso de Haro, quando se hubiesen reducido á la obediencia, y merced del Rey de Cas-lilla, y Fernán Ruíz de Saldaña, Don Garcia, Adelantado mayor de Castilla, Diego Ramírez, y Rodrigo Alvarez, eran muy principales ricos hombres, y no se hallaron en estas vistas. Lo mismo juraron de hacer, guardar, y cumplir los Concejos de las Ciudades de León, Burgos, Zamora, Salamanca, y Sevilla. De la misma manera ratificó el Rey de Aragón en aquel Lugar de Campillo la sentencia, y hizo jurar á sus ricos hombres, que la harían guardar, y cumplir. De alli fueron los Reyes á Agreda, donde estuvieron dos dias con el Rey de Castilla, y juntos se vinieron á Tarazona con la Reyna Doña Maria su madre, y con las Reynas de Castilla, y Portugal, y alli estuvieron otros dos dias, y se hicieron muy grandes fiestas: y porque Don Pedro Fernandez, Señor de Ixar, y Don Artal de Alagon, y Don Ximeno de Foces, y Don Sancho de Antillon, y Don Artal Duerta, y Alberto de Mediona, Bernardo de

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Sarria, y Sancho Duerta, tenian los Castillos de Morella, Viar, Xalivar

Alpuente, Penaguila, Sexona, Bocayrent, y Uxon, que el Rey Don Jayme habia puesto en rehenes, ofreciendo de favorecer, y ayudar al Rey Don Sancho; el Rey Don Fernando les mandó, que los entregase luego al Rey de Aragón, y absolviólos de la fé, y homenage con que los tenian. Entonces estos Principes, y el Infante Don Juan se confederaron en muy estrecha amistad de ser amigos de amigos, y enemigos de enemigos. Y porque el Rey de Castilla tenia amistad con el Rey de Granada, que era su vasallo, los Reyes de Aragón, y Portugal, prometieron de conservarla también con él.

El mismo dia se declaró lo que tocaba á la demanda, y querella de Don Alonso de la Cerda sobre el Reyno de Castilla, y fueron los Jueces los Reyes de Aragón y Portugal. Adjudicaron á Don Alonso por razón de su derecho las Villas de Alva de Tormes, y Bejar con sus términos, y el Val de Corneja, y el de Manzanares, Gibraleon, el Algaba, y los montes de la greda de Magan, la Puebla de Sarria, y la tierra de Lemos, y Rabaina, que es en el Axarafe, y la mitad de la Tonaría, la Alhadra, y los molinos de Hornachuelos, y la. Ruzafa, y los molinos de Cordova, y los molinos de Sevilla. Esta fue la recompensa, que se dio á Don Alonso de la Cerda; y el Rey Don Fernando prometió, que si aquellas Villas, y heredamientos, que se le habian adjudicado no valiesen de renta quatrocientos mil maravedís, le daria otros Lugares, hasta el cumplimiento de aquella suma. Y túvose mas consideración á dexarle heredado en diversas Villas, repartidas por los Rey-nos de Castilla, y León, y por el Andalucía, que con estado que estuviese unido. Estos Lugares se le habian de dar libres, y exemptos de toda Jurisdicion, y Señorío de los Reyes de Castilla; pero declararon, que no usase de titulo de Rey, ni truxese las armas reales de Castilla, y León á quarteles, sino que las diferenciase, como era costumbre distinguirlas los Infantes, y nietos de Reyes, aunque fuesen legítimos, de las armas reales, que pertenecían solamente á los Reyes, y á sus hijos primogénitos. También le quitaron los Lugares que tenia en

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las fronteras de Castilla, y Aragón. Aceptóse por Don Alonso esta concordia, y el Rey de Aragón se obligó al de Castilla, que sino entregase Don Alonso las Villas de Almazán, Serón, Deza, y el Alcázar, y rehusase de cumplir aquella sentencia, no le daria consejo, ni favor contra él, ni sus Reynos. Concertóse también el Rey de Aragón con el Rey Don Fernando, que si dentro de un año diese en su comarca otro Lugar, que valiese tanto en renta, y vasallos como valia Elche con sus términos, que se lo dexaria en cuanto á la propriedad, con [condición, que fuese de su Señorío, y Jurisdicion, asi como Cartagena, Origuela, y Alicante, y los otros Lugares que se le adjudicaron en este parage. Hecho esto, los Reyes de Portugal, y Castilla se vinieron juntos, y el Rey de Aragón se fué á la Ciudad de Valencia, para dar orden en la entrega y restitución que se habia de hacer de la Ciudad de Murcia, y Lorca, y de los otros Castillos, y recebir los que se le adjudicaron en nombre del Rey de Castilla.

Embió el Rey de Aragón á Murcia á Don Artal Duerta, Comendador mayor de Montalvan, para recebir de Don Juan Ozores, Maestre de Santiago, los Castillos, y Lugares de Elda, y Novelda, con sus términos, que se habian dado por el Rey de Castilla á la Infanta Doña Violante su hermana, muger del Infante Don Alonso de Portugal, y fueron á la Ciudad de Murcia Beltrán de Zual, Secretario del Rey de Aragón, y dos porteros para entregar al Maestre esta Ciudad, con el Alcázar, y el Castillo de Lorca, y los otros Castillos que se havian de entregar al Rey Don Fernando. Entregóse Murcia con su Alcázar al Maestre de Santiago á 16 de Noviembre, año de 1305 con condición que la tuviese hasta que Don Alonso, hijo del Infante Don Fernando de la Cerda, fuese entregado por el Rey de Castilla de las rentas, tierras, y Lugares que se le devian dar en virtud de la sentencia pronunciada por los Juezes arbitros; y el Maestre recibió la Ciudad, y Alcázar con aquella condición, y otro dia se entregó de la misma manera el Castillo de Montagudo por los oficiales del Rey de Aragón al mismo Maestre, y después el Castillo de la Villa de Molina Seca, y el

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Castillo de Alhama, y la Villa, y Castillo de Lorca, con las fortalezas que en ella habia, que eran la Torre Alfonsina, y la Torre del Esperón, y el Castillo de Alcalá, se entregó en nombre del Maestre á Diego Nuñez, Comendador mayor de Castilla. También se entregó al Maestre la Villa, y Castillo de Negra,, que eran de la Orden de Uclés, Ar-chena, y Calasparra, que eran de la Orden del Espital, Caravaca, Bullas, y Ceheguin, que eran del Temple, y Agigar que lo tenia Atho de Lison, y otros muchos Lugares, y Castillos que se les fueron entregando al Maestre.

Vínose el Rey de Aragón para Ariza, porque lo tenia tratado con el Rey de Castilla, y vieronse ambos Reyes á veinte y seis de Febrero en el Monesterió de Guerra, que es de la Orden del Cistel, y está á la raya de Castilla; alli nombró el Rey Don Fernando á Don Diego Garcia de Toledo su Chanciller mayor, y el Rey de Aragón á Don Gonzalo Garcia, Privado suyo, para que distinguiesen los términos del Reyno de Murcia, y del Reyno de Valencia, según lo sentenciado. Estos Cavalleros se juntaron en Elche, y por el tenor de la sentencia, que se dio por los Jueces arbitros en Torrellas, estuvieron en grande contienda, y duda, sobre las palabras que se contenían en ella, q u e eran estas.

Asi como taja el agua de Segura, entra al Regno de Valencia, entro al mas S u s a n o cabo del termino de Villena, sacada la Ciudad de Murcia, y Molina con sus términos, finquen, y remangan al Rey de Aragón, á su propriedad, y de los suyos, para siempre, asi como cosa suya propria, con pleno derecho, y señorío.

Tenian pues grande duda como se debían entender estas palabras, y no se concertaban en la parte del Rio, que venia á dar al mojón. Finalmente, determinaron el hecho de esta manera, á diez y n u e v e

del mes de Mayo de este año: que del mas alto Lugar del termino de Villena, á donde se partía termino con Almansá, y Pechin, y del mas alto Lugar del termino de Jumilla, que parte termino con Letur, con Tobarra, con Hellin, y con Cieza, y todos los Lugares que se incluían

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dentro de estos mojones, hasta la raya del Reyno de Yalencia, fuesen de la jurisdicion del Reyno de Aragón, salvo Yecla con todos sus limites, que se dio libremente á Don Juan Manuel; y que todos los Castillos, y Lugares que estuviesen en estos limites, quedasen con sus términos, como los debian tener: en lo qual intervinieron Juan Garcia de Loaisa, Señor de Petrel, Pedro Ximenez de Lorca, Pedro de Mon-tagudo, Arias Cabral, Pero López de Rufas, Gonzalo Fernandez de Azagra, Pero Martinez Calvillo, y Ferrer de Escortel. De estas vistas resultó, que el Rey de Aragón dio al Rey de Castilla la Ciudad de Cartagena, porque diese á Don Juan, hijo del Infante Don Manuel, la Villa de Alarcon, y asi se cumplió, según dice Gerónimo Curita.

XXX.

En el año de mil y trecientos y siete se movió grande contienda entre Pero López de Ayala, que era Adelantado por Don Juan Manuel en el Reyno de Murcia, y Pero López de Rufas, Alcayde de la Calahorra de Elche, y Lugarteniente de Procurador por Don Gonval de Entenza, en la tierra que se habia adjudicado al Rey de Aragón desta parte de Sexona: porque Pero López de Ayala embió á mandar á los de Jumilla, que cogiesen la moneda forera, y acudiesen con ella á los Recaudadores del Rey Don Fernando, amenazando al Concejo, que si no lo hacia procedería contra ellos como contra rebeldes inobedientes al Señorío, y jurisdicion del Rey de Castilla; y que iría con sus gentes contra ellos, y talaría la tierra, como de vasallos que desconocían á su Señor. Sabido esto por Pero López de Rufas, mandó apercebir su gente de la frontera para salir á resistir á Pero Lope? de Ayala, si intentase alguna novedad, teniendo por muy cierto, y notorio, que en la sentencia que se le dio en la diferencia, que los Reyes tenían sobre esta tierra, era contenida Jumilla con todos sus términos en el Seño-

361 H1ST0H1A rio, y jurisdicion del Rey Don Jayme, y que asi se colegía de la declaración que hicieron Don Diego Garcia de Toledo, y Gonzalo Garcia. Era Pero López de Rufas, Cavallero gallardo, y procuraba tal orden en sus cosas, que no se pudiera recebir afrenta, y en razón desto embió á requerir á Pero López de Ayala, que sobreseyese de proveer tales mandamientos, y de alli adelante no usase ninguna jurisdicion en aquel Lugar, diciendo, que era del Señorío del Rey su Señor. Mas Pero López de Ayala pretendía, que antes desto, siendo Adelantando desta tierra Don Alfonso Garcia, Pero Martínez Calvillo, que tuvo el oficio por él, siempre usó la jurisdicion, y Señorío de aquel' Lugar.

Por esto estaban las cosas en rompimiento, hasta que por mandado de los Reyes se dio orden de hacer alto en esta discordia, para que ambos con su acuerdo lo determinasen. Intervino también en esto Sancho Sánchez de Velasco, Adelantado mayor del Reyno de Castilla, que era Privado del Rey Don Fernando, y gran servidor del Rey de Aragón; y asi se quedó esta contienda por librar hasta su tiempo.

En este tiempo sucedió aquella notable ruina de los Templarios año mil trecientos y siete: acumularonseles delitos muy graves por el Rey Filipo de Francia, con grande espanto, y admiración de todos. Tuvo este caso suspensas las gentes algunos dias, y vino á parar en que se deshizo por Estatuto Apostólico toda esta Orden de los Cavalleros del Temple, siendo la mas estendida, y mas rica de todas, y sus bienes, Villas, y Lugares los mas se concedieron á la Orden de San Juan. Hay sobre ello algunas Apologías en defensa destos Cavalleros; por ser cosa tan notable la apunto, y por no hacer á mi proposito la dexo.

De Valencia se vino el Rey de Aragón á la Villa de Calatayud, porque tenia concertado de verse con el Rey Don Fernando en el Monasterio de Guerra, y alli se confederaron en mayor amistad; principalmente para hacer guerra contra los Reyes de Marruecos, y de Granada, y de valerse, y ayudarse con todo su poder. De Calatayud se tornaron á ver después el de Aragón con el de Castilla en Alcalá de Henares, á donde á 19 de Diciembre se asentó concordia, que el Rey