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EXTREMADURA CONVOCATORIA SEPTIEMBRE 2009

S O L U C I Ó N D E L A P R U E B A D E A C C E S OAUTORA: Marta Monje Molina

Cuestiones

� El texto es un fragmento del Gran Memorial que el con-de duque de Olivares dirigió a Felipe IV en 1624. Se tata deuna fuente primaria de carácter político. El valido expo-ne al monarca los dos objetivos que deben guiar supolítica y los métodos que ha de utilizar para lograrlo. El primer objetivo es conseguir la unidad de sus reinos(«el hacerse rey de España») uniformizando su legisla-ción y tratamiento «al estilo y leyes de Castilla», ya que,de alcanzarlo, logrará el segundo: ser el «Príncipe máspoderoso del mundo». Ante la dificultad que representagobernar tal diversidad de reinos, que poseen «cadauno fueros y prerrogativas particulares», Olivares ofreceal monarca tres alternativas, teniendo presente que loideal es llevar a cabo sus propósitos a través de la nego-ciación y de forma pacífica («…honestando los pretex-tos por excusar el escándalo…»), pero sin perder de vis-ta que será necesario perjudicar determinados intereses(«aunque en negocio tan grande se pudiera atropellarpor este inconveniente, asegurando el principal»). El pri-mer método, el mejor de los tres pero el más difícil deconseguir, es hacerlo de manera imperceptible («porconsejo mudado y secreto»), propiciando la unión de loshabitantes de los diferentes reinos e implicándolos en lagobernación de la monarquía hispánica en su conjunto,de forma que olviden «aquellos privilegios». Los otros dosmétodos no se reproducen en el texto. En el segundo, lanegociación sigue siendo el instrumento principal, peroapoyada en la amenaza del uso de la fuerza. El tercero,que Olivares considera el más injusto pero también el más eficaz, es provocar artificialmente un conflicto y «disponer las leyes en conformidad con Castilla» a lafuerza.

El tono del texto refleja la confianza existente entre Oli-vares y el monarca. Felipe IV (1605-1665) tenía 19 añoscuando recibió el Gran Memorial y se encontraba en elprincipio de su reinado, que había dado comienzo en1621. Olivares (1587-1645), dieciocho años mayor que él,había sido nombrado gentilhombre de cámara del prín-cipe en 1615. Desde entonces se había establecido entreambos una relación sólida. Al poco de iniciarse el reina-do de Felipe IV, el conde duque se convirtió en su valido.Inmediatamente, emprendió una ambiciosa políticapara recuperar «el pulso» de la monarquía hispánica,que desde el final del reinado de Felipe II daba signosde creciente debilidad. La hacienda se resentía de unestancamiento de los ingresos, y el pago de los interesesde la enorme deuda originada por la política exterior enEuropa agravaba una situación que había provocado las

bancarrotas de 1596 y 1607. Existía ya en la época unaconciencia de que el reino de Castilla estaba en declivey se hacían notar los arbitristas con sus análisis sobre losorígenes de los males del reino y la forma de solucionar-los. En un dictamen emitido por el Consejo Real en1619, se indicaban los síntomas: despoblación, retrocesode la agricultura, ruina de la industria y excesiva presiónfiscal, que recaía casi exclusivamente sobre Castilla.

Para recuperar el prestigio de la monarquía, Olivares sefijó como objetivos el fortalecimiento del poder del rey,la mejora en la utilización de los recursos de la Coronamediante una reforma de la tributación para que nosolo contribuyese Castilla y la eliminación de obstáculospolíticos y administrativos para poder tomar decisionesrápidas y eficaces. Esas son las ideas que el conde duquetransmitió a Felipe IV en el Gran Memorial e intentó lle-var a la práctica en el ejercicio del poder. En vez de apo-yarse en los Consejos, forma de gobierno tradicionaldesde los Reyes Católicos, el conde duque trató de esta-blecer mecanismos de decisión más ágiles a través deuna serie de juntas específicas (Armada, Minas, Sal,Población, Millones), coordinadas por una Junta de Eje-cución. También estableció una Junta Grande de Refor-mación que ideó una serie de medidas para favorecer elcrecimiento de la población —limitando el acceso a lasórdenes religiosas, ayudando a las familias, potenciandola inmigración de artesanos cualificados— y contener elgasto —leyes suntuarias—, de corte similar a las inclui-das en el primer método que Olivares propone al rey enel texto analizado.

Las ideas del Gran Memorial fueron la base para el pro-yecto de la Unión de Armas, que Olivares presentó en1625. Su intención, además de financiar su ambiciosapolítica exterior (la Guerra de los Treinta Años habíacomenzado en 1618 y la Tregua de los Doce Años conlas Provincias Unidas concluyó en 1621), era conseguirque los reinos no castellanos aumentaran sus contribu-ciones y reducir así la presión fiscal sobre Castilla. Con laUnión de Armas Olivares pretendió crear un ejército de140 000 hombres, reclutado y mantenido por cada reinoen función de sus recursos demográficos y económicos.El proyecto chocó inmediatamente con la realidad: lacrisis económica y social, y la resistencia de los distintosreinos, que se escudaban en sus fueros y privilegios. Trasmuchas discusiones y presiones por parte de Aragón yValencia, el rey aceptó reducir la aportación del Ejércitoy que esta fuera en metálico, no en soldados. Cataluña,sin embargo, se negó a realizar contribución alguna. En1626 se dio forma jurídica al proyecto y Felipe IV logró

Opción A

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que las Cortes de Castilla aprobasen una importantecontribución. Sin embargo, no se lograron los objetivosperseguidos; prueba de ello fue que se produjo unanueva bancarrota en 1627. Pese a ello, Olivares persistióen mantener los compromisos internacionales de lamonarquía y persiguió con ahínco allegar fondos a tra-vés de diferentes métodos. La consecuencia de esta pre-sión fue la aparición de síntomas de descontento (motínde la sal de 1631), que fueron preámbulo de la gran cri-sis de la década de 1640 (rebeliones de Cataluña, Portu-gal y Andalucía). Esta crisis y las derrotas en Europa pro-vocaron su caída en desgracia (1643), tras la cual seretiró a Loeches y, posteriormente, a Toro.

Como conclusión, el texto refleja la forma de gobiernode los Austrias menores y las dificultades a las que seenfrentaron. Además en el fragmento analizado delGran Memorial aparecen algunas de las soluciones quese ensayaron para superarlas e imponer una forma deGobierno centralizado de corte absolutista.

� En buena parte de Europa, especialmente en los paísesmediterráneos, se produjo en el siglo XVII una grave crisisdemográfica, económica y social (la llamada crisis gene-ral del siglo XVII), que provocó un gran malestar entre lapoblación y una considerable inestabilidad política. A lolargo de dicho siglo la población española se estancó.Hacia 1700 ascendía a unos ocho millones de personas,cifra levemente inferior a la registrada en torno a 1600.Sin embargo, la crisis demográfica no afectó a todo el paíspor igual: Castilla fue el reino que más población perdió,en especial el núcleo central de la Meseta. La periferiasuperó con más fortuna los problemas demográficos. Elcampo, en general, se recuperó mejor que las ciudadesde la crisis demográfica, que fue más intensa entre 1630y 1680. A este estancamiento de la población contribu-yeron varios factores que, como era característico en laseconomías del Antiguo Régimen, se retroalimentaronagudizando los efectos de cada uno de ellos. Son lossiguientes:

� Las sucesivas crisis de subsistencia. Fueron causadaspor las malas cosechas, que provocaron abundanteshambrunas durante todo el siglo. Especialmentedañina fue la serie de catástrofes climáticas y pési-mas cosechas que asoló Castilla entre 1677 y 1687.

� Las epidemias. Se vieron favorecidas por la desnutri-ción de la población; además, las enfermedades pro-vocaban la disminución de la mano de obra y elincremento del hambre. La peste rebrotó con granvirulencia en algunos períodos. La primera de estasplagas, entre 1596 y 1602, afectó a toda Castilla, des-de el Cantábrico hasta Andalucía. La peste milanesa(1629-1630) se extendió por Cataluña y Aragón,mientras que el brote de 1647-1654, el más grave,castigó duramente a Valencia y se extendió tambiénpor Cataluña y Aragón. Las ciudades de Valencia yZaragoza perdieron entre un 20 y un 25 % de supoblación. Por último, la peste de 1678-1685 afectó aValencia, Castilla la Nueva y Andalucía.

� La crisis económica general y la enorme presión fiscalempobrecieron al campesinado y provocaron la des-población del campo y un descenso de la produc-ción, agravando los efectos de las crisis de subsisten-cia y las epidemias.

� Las guerras. Desde el siglo XV no se había producidoun conflicto armado relevante dentro de la PenínsulaIbérica. Sin embargo, entre 1640 y 1668 las guerrasfueron permanentes. A partir de 1635, Francia intervi-no en la Guerra de los Treinta Años, amenazandoCataluña y el País Vasco. Asimismo, las sublevacionesde Cataluña (1640-1652) y Portugal (1640-1668) ele-varon notablemente la mortalidad, bien de formadirecta bien destruyendo los medios de subsistencia.Además, la falta de mercenarios para abastecer losmúltiples frentes obligó a realizar reclutas y levasprácticamente forzosas entre jóvenes en edad deproducir alimentos y tener hijos.

A estos factores puede añadirse la emigración a Améri-ca, que, si bien no fue decisiva para el estancamiento dela población, incidió especialmente en Castilla, sobretodo en Andalucía.

Por último, la expulsión de los moriscos entre 1609 y1614 tuvo un efecto devastador en la población y laeconomía de algunos reinos de la monarquía hispánica.Los moriscos constituían una mano de obra servil muyútil a los nobles terratenientes, pero las presiones favo-rables a su expulsión crecieron a medida que la crisiseconómica debilitó la influencia de este sector de lanobleza. Los eclesiásticos consideraban a los moris-cos falsos conversos que se negaban a adaptarse a lasociedad cristiana (Guerra de las Alpujarras, 1568-1570);se adujo, además, el peligro que representaban para laseguridad de los reinos por la posibilidad de que sealiaran con los turcos y por el bandolerismo prota-gonizado por algunos miembros de este grupo social.Finalmente, en 1609 se procedió a la expulsión de losmoriscos de Valencia, y un año después a la de los deCastilla y Aragón. En conjunto, representaban el 4 %de la población española en el siglo XVII, pero en Valen-cia los moriscos sumaban un tercio de la población y enAragón alcanzaban el 20 %. Las economías agrarias deambos reinos se vieron profundamente afectadas porla medida.

� Los objetivos de la política exterior de los Austriasdurante el siglo XVII fueron similares a los de la centuriaanterior: defensa a ultranza de su patrimonio, que consi-deraban una herencia legítima; protección de la religióncatólica frente a luteranos y calvinistas (siempre quefuese compatible con el primer objetivo) y defensa mili-tar del monopolio comercial en América, que suponíauna importante fuente de ingresos. No obstante, en estaépoca la política exterior española se vio debilitada poruna serie de factores:

� Escasez de recursos financieros. Se debió a la dismi-nución, entre 1630 y 1660, de las remesas de metalespreciosos procedentes de América. La excesiva pre-

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sión fiscal provocó además rebeliones y secesiones apartir de 1640 (Cataluña, Nápoles, Portugal).

� Pérdida de efectivos militares. A la escasez de recur-sos financieros se unió la crisis demográfica, que hizocada vez más difícil encontrar personas que se incor-porasen al Ejército.

� La acción de holandeses e ingleses en las coloniashispano-portuguesas. En Asia, los holandeses consti-tuyeron su propio imperio en las llamadas IndiasOrientales (Ceilán e Indonesia). También se estable-cieron, junto a franceses e ingleses, en la Guayana yen el Caribe, enclaves idóneos para el comercio, elcontrabando, la piratería y el tráfico de esclavos.España tuvo que invertir cada vez mayores recursoseconómicos en defensa y en buques para América.

� Los nuevos enemigos. El Imperio turco dejó de cons-tituir una amenaza en el Mediterráneo; a la Coronaespañola se enfrentaron Inglaterra, Francia y las Pro-vincias Unidas, a las que se unió Portugal tras suindependencia. España, envuelta en guerras simultá-neas en varios frentes, fue derrotada en todas lasbatallas. En las últimas décadas del siglo XVII, Inglate-rra y las Provincias Unidas tuvieron incluso que apo-yarla frente a Francia para que conservara su integri-dad territorial.

En los comienzos del siglo XVII se produjo un apacigua-miento de los conflictos exteriores, que estuvo determi-nado por la debilidad económica de la monarquía his-pánica (bancarrota de 1607). Durante el reinado deFelipe III se firmaron la paz con Inglaterra (1604) y la Tre-gua de Amberes o de los Doce Años (1609) con las Pro-vincias Unidas. Sin embargo, con Felipe IV y Olivares sereanudaron las hostilidades. El conde duque estabaconvencido de la necesidad de restaurar el prestigiomilitar de España como gran potencia europea. Paraello, reinició la guerra con las Provincias Unidas (1621) ycooperó más estrechamente con los Habsburgo de Vie-na, a los que la Corona española consideraba aliadosimprescindibles para defender las posesiones de Italia yFlandes. Como consecuencia, España se involucró en laGuerra de los Treinta Años (1618-1648), que enfrentó alos católicos Habsburgo con los príncipes protestantesalemanes y sus aliados (primero Dinamarca y despuésSuecia). En 1635, cuando los Habsburgo parecían haberderrotado a sus enemigos, Francia (gobernada por elcardenal Richelieu) decidió intervenir. España, debilita-da por las rebeliones de 1640, no pudo atender tantascampañas militares al mismo tiempo: en 1643, los ter-cios españoles fueron derrotados por el ejército francésen Rocroi (Francia).

En 1648 se firmó la Paz de Westfalia, en la que los Habs-burgo reconocían su derrota: España, por el Tratado deMünster, aceptaba la independencia de las ProvinciasUnidas; los poderes del emperador de Alemania queda-ban aún más limitados. Francia se consolidó como lapotencia hegemónica en Europa: extendió sus posesio-

nes hacia el este, apoderándose de Alsacia, e interrum-pió las comunicaciones por tierra entre Flandes y losestados italianos. No obstante, España prosiguió la gue-rra con Francia y las rebeldes Cataluña y Portugal. Laentrada en la guerra de Inglaterra en 1655 (primero enayuda de Portugal y después de Francia) fue decisiva.Felipe IV se vio obligado a firmar con Francia la Paz delos Pirineos (1659), que establecía, entre otros acuerdos,que España cedía al reino francés varias plazas de Flan-des, el Rosellón y la Cerdaña. La guerra con Portugal,apoyado por Inglaterra, continuó hasta 1668 (Tratadode Lisboa), ya muerto Felipe IV; España reconoció laindependencia del país vecino y recibió a cambio Ceuta.

El acoso de Francia a España persistió, aprovechando ladebilidad de Carlos II y el aislamiento de sus territoriosen el norte de Europa. Así, gran parte del Flandes españoly la totalidad del Franco Condado fueron conquistadospor Luis XIV entre 1668 (Paz de Aquisgrán) y 1678 (Pazde Nimega). La impotencia de España para defender susposesiones y la ausencia de sucesor al trono promovie-ron distintos proyectos de reparto entre las potenciaseuropeas. La Guerra de Sucesión española acabó pordesintegrar el patrimonio de los Habsburgo.

� Se conoce con el nombre de arbitristas al conjunto deautores españoles que a lo largo de los siglos XVI y XVII

propusieron planes para remediar los problemas políti-cos y económicos que padeció la monarquía hispánica.La política exterior de Carlos V y Felipe II provocó unaumento de la deuda, que fue financiada con las reme-sas de oro procedentes de las Indias y una intensifica-ción de la presión fiscal, fundamentalmente soportadapor Castilla. Esto originó un crecimiento de los precios yun empobrecimiento del reino (decadencia de la agri-cultura, debilidad de las manufacturas, escaso desarrollode la actividad comercial y bancaria) frente a otrospaíses europeos. El país se convirtió en exportador dematerias primas e importador de bienes manufac-turados. Los metales preciosos no se destinaban a lamejora de las estructuras productivas sino a la comprade dichos bienes.

Los arbitristas describieron diferentes aspectos de estasituación y propusieron una amplia gama de solucionespara remediarla: mejoras en la producción agrícola y enla ganadería, fomento de las manufacturas, implanta-ción de leyes suntuarias, ajuste de la política exterior alas necesidades de los reinos, reformas en la distribuciónde los impuestos para evitar que el peso de la fiscalidadrecayese en Castilla. Entre sus principales representantesse encuentran Tomás de Mercado, Luis Ortiz, Martín deAzpilcueta, Pedro de Valencia, Miguel Caxa de Leruela,Baltasar de Álamos y Barrientos y Pedro López del Reino.

Preguntas

� Feudalismo. Sistema de organización política, económi-ca y social que tuvo una implantación progresiva en lamayor parte de Europa occidental desde la caída delImperio romano y llegó a su plenitud entre los siglos X y

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XIII. Instituciones clave del feudalismo fueron el homenajey la investidura, por los cuales se establecía la relaciónentre un señor y su vasallo. El señor brindaba proteccióny otorgaba la administración de un lote de tierra otenencia al vasallo, a cambio de que este le guardasefidelidad y le prestase auxilio, fundamentalmente militar.El feudalismo fue reflejo de una civilización agraria en laque la tierra era la principal fuente de riqueza y las rela-ciones de parentesco articulaban las relaciones sociales.

En la sociedad feudal, o de los tres órdenes, se dieronrelaciones generalizadas de dependencia entre los cam-pesinos y un grupo social privilegiado formado por seño-res, tanto laicos (nobles) como eclesiásticos. La depen-dencia era material y se plasmaba en el señorío territorial,pues los campesinos trabajaban en las posesiones delos privilegiados. La dependencia era también personal(señorío jurisdiccional), ya que los señores podían admi-nistrar justicia y ejercer su autoridad sobre los campesi-nos. En casos extremos, el campesino era un siervo, por-que, además de trabajar las tierras del señor, no era librede abandonarlas. Ambas dependencias eran muy difíci-les de separar: los señores cobraban rentas e impuestospor ambos conceptos, que, con el tiempo, se convirtie-ron en hereditarios.

El feudalismo fue consecuencia del debilitamiento delas estructuras de gobierno centralizadas. Esto se debióinicialmente al proceso de ruralización que tuvo lugardurante el Bajo Imperio romano y, posteriormente, alciclo de invasiones llevadas a cabo por normandos,musulmanes y húngaros en Europa durante los siglos IX

y X. A partir del siglo XIII, el crecimiento de las ciudades yel desarrollo de las relaciones mercantiles, por una parte,y el progresivo aumento del poder de los monarcas, porotra, fueron minando las estructuras sociales de carácterfeudal que, no obstante, se mantuvieron vigentes hastala Revolución francesa. En España el desmantelamientode las estructuras del Antiguo Régimen se produjodurante la primera mitad del siglo XIX.

� Mozárabes. Cristianos que quedaron bajo dominaciónmusulmana. Dado que profesaban una «religión delLibro», es decir, basada en la Biblia y en la creencia en unsolo Dios, las autoridades islámicas los respetaron y per-mitieron que gozaran de cierta autonomía y libertad deculto, así como de leyes y jueces propios. No obstante,debían pagar ciertos impuestos de los que estabanexentos los musulmanes, no podían acceder a cargos deresponsabilidad política ni hacer proselitismo de su reli-gión o poseer esclavos musulmanes.

� Campomanes. Pedro Rodríguez de Campomanes, pri-mer conde de Capomanes (1723-1802), fue un político y economista español. De origen hidalgo, estudió dere-cho en Oviedo y Sevilla. En 1745 se instaló en Madrid,donde emprendió la carrera de abogado. Tras ingresaren la administración del Estado, se convirtió en uno delos principales ministros de Carlos III. Fiscal del Consejode Castilla en 1762, defendió el poder del Estado sobrela Iglesia e intervino activamente en la expulsión de los

jesuitas (1766-1767). Impulsó la reforma de la agricultu-ra y, en el campo de la política industrial y comercial, semostró contrario al poder de los gremios y favorable a lalibertad de comercio. En 1780 recibió el título de condede Campomanes y tres años después fue nombradopresidente del Consejo de Castilla. En los inicios del rei-nado de Carlos IV, mantuvo su posición, aunque en 1791fue cesado por motivos de salud y, fundamentalmente,debido a sus desacuerdos con Floridablanca. Un añodespués fue nombrado consejero de Estado, cargo queocupó hasta su muerte.

Campomanes gozó además de un gran prestigio inte-lectual. Presidió la Sociedad Económica de Amigos delPaís de Madrid. Fue miembro de número de la AcademiaEspañola y presidente de las academias de la Historia y de Jurisprudencia. Escribió una extensa obra de investi-gación histórica y relacionada con sus ideas reformistas.Entre sus principales trabajos figuran Disertacioneshistóricas de la Orden y Cavallería de los Templarios, Anti-güedad marítima de la república de Cartago, con el periplode su general Hannon, Tratado de la Regalía de Amortiza-ción, Juicio imparcial sobre las letras en forma breve queha publicado la Curia Romana y Discurso sobre el fomentode la industria popular.

� Séneca. Lucio Anneo Séneca fue un filósofo y escritorhispanorromano (4 d. C.-65 d. C.). Nació en Córdoba aun-que vivió en Roma, donde se dedicó a la actividad políti-ca. Alcanzó gran influencia durante el reinado de Calígu-la, aunque fue desterrado en el de Claudio, a quienSéneca dedicó la sátira Apocolocyntosis (Metamorfosis encalabaza). En 49 d. C. fue nombrado preceptor de Neróny, posteriormente, pretor y cónsul. Tras su distanciamien-to de Nerón, se vio implicado en la conspiración de CayoCalpurnio Pisón contra el emperador y se suicidó. Consi-derado uno de los principales representantes del estoi-cismo, se concentró en los asuntos relacionados con lamoral y el descubrimiento de la verdad y su aceptación(«Toda la vida se ha de aprender a morir»). De su obrafilosófica destaca De constantia sapientis, De providentia,De otio y Epistolae morales ad Lucilium. Escribió ademássiete libros sobre física, Naturales quaestiones, y diez tra-gedias, entre las que destacan Fedra y Medea.

� Godoy. Manuel Godoy fue un político español (1767-1851). De familia hidalga, perteneció a la guardia decorps (guardia real) antes de ganarse la confianza de Carlos IV. Gracias a su capacidad política, y a sus rela-ciones amorosas con la esposa del rey, María Luisa de Parma, sustituyó al conde de Aranda en la Secretaría deEstado.Tras la firma de la Paz de Basilea (1795), que pusofin a la guerra de la Convención, recibió el título de prín-cipe de la Paz. En los años siguientes acumuló poder yse asoció a la familia real a través de su matrimonio conMaría Teresa de Borbón, prima de Carlos IV. Trató deponer remedio a los problemas de la Hacienda e impul-só la aproximación a Francia. Fue destituido en 1798,aunque tras los gobiernos de Saavedra y Urquijo, acce-dió al poder Cevallos (1800), pariente de Godoy y esterecuperó su antigua influencia a través de él.

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Nombrado generalísimo de los ejércitos en la Guerra delas Naranjas contra Portugal (1801), su posición se hizocada vez más dependiente de Francia. Tras el desastrede Trafalgar (1805), creció su impopularidad y se hicie-ron más intensas las maniobras en su contra en la Corte,impulsadas por el príncipe de Asturias, Fernando. El Tra-tado de Fointaenebleau (1807), que permitió al ejércitofrancés el acceso a la Península Ibérica para conquistarPortugal, convirtió a Napoleón en el árbitro de la situaciónen España. El proyecto de Godoy de trasladar a los reyesa Andalucía debido a la amenaza que suponía la presen-cia de tropas del emperador francés provocó el motínde Aranjuez (marzo de 1808). Carlos IV abdicó en su hijoFernando y Godoy, que estuvo a punto de ser linchadopor la multitud, fue encarcelado. Asistió a las abdicacio-nes de Bayona (mayo de 1808) y partió al exilio en Italiacon Carlos IV y su esposa. Posteriormente, se trasladó a París, donde escribió unas Memorias en un intento de justificar su actividad política. Fue rehabilitado porIsabel II (1847), pero no regresó a España.

� 25 a. C. Año en que el emperador Augusto dio por con-cluida su campaña contra los cántabros y astures, quetuvo lugar durante la última fase de la prolongada con-quista romana de Hispania, iniciada en 218 a. C. El moti-vo de la campaña fue acabar con los ataques de los cán-tabros, astures y galaicos contra los pueblos limítrofes, yel interés de Roma por los minerales existentes en losterritorios que habitaban estos pueblos.

La guerra estalló en 31 a. C. y, ante la falta de resultados,Augusto acudió personalmente a dirigir las operaciones(26 a. C.). Para someterlos, empleó tres ejércitos simultá-neamente (que cubrían un territorio de 400 km) avan-zando desde el sur, mientras una flota atacaba la retaguar-dia por el Cantábrico. La campaña se dio por concluidaen 25 a. C. y Augusto regresó a Roma. La mayor parte dela población fue vendida como mano de obra esclava. En19 a. C. estalló de nuevo la rebelión, que fue dominadapor Agripa. De esta forma, finalizó la conquista de Hispa-nia y se inició la Pax romana.

Opción B

Cuestiones� El texto está formado por una serie de fragmentos del

artículo «España sin pulso» que el político conservadorFrancisco Silvela publicó en el diario madrileño El Tiem-po el 16 agosto de 1898. Se trata de una fuente primariade carácter político. Silvela escribió el artículo bajo elimpacto de la derrota sufrida por España en la guerracontra Estados Unidos, que supuso la pérdida de los últi-mos restos de su imperio colonial. El 14 de agosto, elúltimo foco de la resistencia española en Filipinas, Mani-la, se había rendido. Dos días antes se había producidola firma del Protocolo de Washington, que puso fin a lashostilidades bajo la condición del abandono por partede España de Cuba, Puerto Rico y Filipinas. El Protocolotambién establecía el compromiso de establecer nego-ciaciones para una paz definitiva, que condujeron a lafirma del Tratado de París (diciembre de 1898).

Para describir la situación, Silvela utiliza un símil médico:España está sin pulso, figura retórica con la que preten-día poner de manifiesto la debilidad del país frente a losnuevos estados imperialistas y la decadencia de susestructuras políticas, económicas y sociales. El diagnósti-co no solo era compartido por amplios sectores de lasociedad española, representada por el movimientoregeneracionista, sino por los dirigentes de las principa-les potencias. Unos meses antes, el primer ministro bri-tánico, Lord Salisbury, había utilizado un símil parecidoal de Silvela, más duro, al incluir a España en el grupo delas «naciones moribundas». La expresión refleja una dis-posición de ánimo que explica la actitud de pasividaddel Reino Unido, enfrascado en un contencioso con elGobierno español sobre Gibraltar, frente a la interven-

ción de Estados Unidos en la Guerra de Cuba y las pre-siones del Imperio alemán por hacerse con las posesio-nes españolas en el Pacífico.

A diferencia de las grandes potencias, que aprovecha-ron la debilidad de España para desmantelar los últimosrestos de su imperio, Silvela pretende encontrar solucio-nes («que este cuerpo nacional viva») y apela a quienesa lo largo de los años anteriores han apoyado la Guerraen Cuba: además de los partidos dinásticos, conservadory liberal, los carlistas y los republicanos. Bajo la cobertu-ra de los partidos dinásticos se situaban los sectores dela sociedad española que se beneficiaban directa o indi-rectamente de la posesión del imperio: el grupo colo-nial, tanto en Cuba como en la Península (CompañíaTransatlántica), los industriales del sector textil catalán,los cerealistas castellanos y los industriales vascos. Losrepublicanos vieron en el conflicto una oportunidad deganar adeptos frente a la monarquía y recurrieron alpopulismo patriótico. Incluso la Iglesia, principal terrate-niente en Filipinas, se posicionó a favor de la guerraorganizando numerosos actos de carácter religioso ybendiciendo el esfuerzo bélico. La prensa afín a estosgrupos creó falsas expectativas sobre una ilusoria supe-rioridad cultural y militar de España con respecto a Esta-dos Unidos. Silvela alude a este clima de nacionalismoexaltado e irreflexivo («Hablaban con elocuencia los ora-dores… aplaudía la prensa»). El autor se refiere tambiéna la indiferencia de la sociedad mientras esto ocurría, ala distancia entre la España real y la oficial, argumentoque utilizaron con frecuencia los regeneracionistas («Laguerra con los ingratos hijos de Cuba no movió una solafibra del sentimiento popular», «…y el país, inerte, deja-

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ba hacer»). Sin embargo, Silvela no menciona a quienesse opusieron a la guerra: socialistas, anarquistas y repu-blicanos federales, además de algunos nacionalistas,como Sabino Arana. La oposición de los federales ynacionalistas independentistas era obligada, dada suideología. Socialistas y anarquistas, por su parte, denun-ciaron la injusticia de la guerra y los métodos de recluta-miento, que permitían la exención del servicio militar alas clases más pudientes mediante el pago de una canti-dad de dinero.

A continuación, Silvela subraya el desengaño vividoentre los meses de abril de 1898, cuando Estados Uni-dos declaró la guerra a España, y agosto del mismo año(«…se acumulan en pocos días… las excitaciones másvivas de la esperanza… de los desencantos más amar-gos…»). Silvela concluye estableciendo la necesidad desobreponerse con serenidad a una durísima derrota(«…nuestro vencimiento, la expulsión de nuestra ban-dera de la tierra que descubrimos y conquistamos…») yalude al temor a la reacción de la opinión pública quecondicionó las decisiones del Gobierno durante esosmeses («Todos esperaban o temían un estremecimientode la conciencia popular…»). En mayo, tras la derrota dela escuadra en Cavite, se produjo una oleada de indigna-ción popular y una serie de motines que provocaron ladimisión de los ministros de Hacienda y Ultramar. Sema-nas después, cuando el almirante Cervera, al frente de laflota española en Santiago de Cuba, comunicó queenfrentarse a la escuadra estadounidense era unamisión suicida, dado el desequilibrio entre ambas for-maciones, el Gobierno, presionado por la opinión públi-ca y por la posibilidad de un pronunciamiento militar sise daba un paso atrás, optó por salvaguardar el sistemapolítico y sacrificar la escuadra. Consumado el desastre,sin embargo, no se produjeron incidentes («…solo seadvierte una nube general de silenciosa tristeza…»).

Para finalizar, Silvela augura una ingrata tarea a quien,«sin saber por qué ni para qué», ocupe el Gobierno. Fueprecisamente él quien lo hizo. Silvela era en 1898 unpolítico de amplia experiencia. Líder del Partido Conser-vador tras el asesinato de Cánovas por un anarquista en1897, había sido ministro de Gobernación y de Gracia yJusticia, además de mano derecha del propio Cánovas.Rompió con su jefe político en 1892 y creó su propia fac-ción utilizando, al igual que otros políticos de la época,un órgano de expresión como plataforma de sus ideas,el diario madrileño El Tiempo (que clausuró tras la muer-te de Cánovas al contar con el apoyo de La Época, princi-pal vehículo de propaganda del Partido Conservador).Al sobrevenir el desastre del 98, Silvela asumió los pos-tulados del regeneracionismo y sustituyó al liberalSagasta, cuyo Gobierno (1897-1899) había tenido queafrontar el «reto brutal» de Estados Unidos. Durante suGobierno de «regeneración nacional» (1899-1900), Silve-la creó dos nuevos ministerios, separados del de Fomen-to, que encarnaban las reivindicaciones del regeneracio-nismo: el de Instrucción Pública y el de Agricultura. Perola oposición a las reformas que planteaba su ministro de

Hacienda, Raimundo Fernández Villaverde, las protestasobreras y los roces con el Ejército provocaron su dimi-sión. En 1902 formó un nuevo Gobierno con los mismosobjetivos pero se disolvió en julio de 1903.

� A finales del siglo XIX, España solo mantenía de sus anti-guas posesiones en ultramar Cuba y Puerto Rico enAmérica, Filipinas en Asia y algunas islas en Oceanía,sometidas a una presión creciente por parte de otraspotencias coloniales. En Cuba se fraguó una aguda divi-sión interna entre los sectores partidarios de las refor-mas sociales y de un mayor grado de independenciacon respecto a la metrópoli y los burócratas, comercian-tes y azucareros españoles residentes en la isla, que seoponían a cualquier tipo de reforma política, social(como la abolición de la esclavitud) o económica, queliberase a Cuba del régimen de monopolio del que sebeneficiaba España. La primera guerra de Cuba (1868-1878) fue un primer aviso de la gravedad que habíaalcanzado la situación. Concluyó con la Paz de El Zanjón(1878), que no resolvió los problemas de fondo que pro-vocaron el conflicto; consecuencia de ello fueron la Gue-rra Chiquita de 1879 y las rebeliones de 1883 y 1885. Laacción de los gobiernos españoles fue tímida: la aboli-ción de la esclavitud fue tardía (1880-1886) y un proyec-to de autonomía para la isla no se llevó a cabo.

En esta época, Estados Unidos se había convertido enun factor de primer orden en el contexto cubano. La islaexportaba a este país el 90 % de su producción de azú-car y tabaco y la presión estadounidense para defendersus intereses fue aumentando progresivamente. En1892, el Gobierno de Washington logró un arancel favo-rable para sus productos, y en años posteriores comenzóa financiar a los independentistas.

Finalmente, la guerra de la independencia cubana esta-lló en febrero de 1895, con el Grito de Baire, nombre conel que se conoce el levantamiento que tuvo lugar en lazona oriental de la isla. Poco después se proclamó elManifiesto de Montecristi, redactado por José Martí yMáximo Gómez, líderes civil y militar de la rebelión, res-pectivamente. A la muerte de Martí, al poco de iniciarsela guerra, Gómez y Antonio Maceo, un mulato muypopular, asumieron la dirección militar de los rebeldes.

Un año después estalló la rebelión en Filipinas, encabe-zada por Emilio Aguinaldo. El general Polavieja, al man-do de las tropas españolas, actuó con extrema dureza yejecutó al principal líder independentista filipino, JoséRizal. La rebelión fue sofocada en 1897, pero rebrotó aprincipios de 1898.

El Gobierno de Cánovas (1895-1897) envió a Cuba uncontingente cada vez mayor de tropas, cuya actuaciónse vio condicionada por la falta de medios y la alta inci-dencia de enfermedades tropicales. Cánovas nombrójefe militar de la isla al general Valeriano Weyler, quiendesarrolló una política de gran dureza contra los insu-rrectos, que provocó una oleada de protestas y unafuerte campaña en la prensa estadounidense a favor dela intervención militar. El asesinato de Cánovas por un

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anarquista en 1897 provocó una crisis gubernamentalque se saldó con el regreso al poder de Sagasta y uncambio en la política seguida hasta el momento. Se rele-vó a Weyler de su puesto y se optó por una estrategia denegociación que incluyó la concesión de una ampliaautonomía para Cuba.

En febrero de 1898 se produjo la voladura del Maine, unacorazado estadounidense que había fondeado en elpuerto de La Habana; en la explosión murieron 250marinos norteamericanos. La prensa y el Gobierno esta-dounidense culparon a España del incidente y se ofre-cieron a comprar la isla. El Gobierno español optó poruna derrota honrosa en lugar de una paz comprada,opción que fue mayoritariamente compartida por laopinión pública española.

Estados Unidos declaró la guerra a España en abril de1898 y aplastó a las escuadras españolas en Cavite, fren-te a Manila (mayo de 1898), y en las proximidades deSantiago de Cuba (mayo-julio de 1898). España apenaspudo ofrecer resistencia. El 12 de agosto se pusieron fina las hostilidades por el Protocolo de Washington y el 10de diciembre de 1898 se firmó el Tratado de París. En vir-tud de dicho tratado, España reconocía la independen-cia de Cuba y cedía a Estados Unidos Puerto Rico, la islade Guam, en las Marianas, y Filipinas. Un año después, elGobierno español vendió al Imperio alemán el resto desus posesiones en el Pacífico: las islas Carolinas, lasMarianas (excepto Guam) y Palaos.

La pérdida de las últimas colonias fue conocida enEspaña como el desastre del 98, y tuvo importantesrepercusiones. Entre ellas destacan las siguientes:

� El resentimiento de los militares hacia la clase políti-ca dirigente, causado por la derrota y el sentimientode haber sido utilizados.

� El crecimiento de un antimilitarismo popular, puestoque el reclutamiento para la Guerra de Cuba afectó alos que no tenían recursos, ya que la incorporación a filas podía evitarse pagando una cantidad. Esto, uni-do a la repatriación de los soldados heridos y mutila-dos, incrementó el rechazo de las clases populares alEjército. El movimiento obrero hizo campaña contraeste reclutamiento injusto, lo que provocó la animad-versión de los militares hacia el pueblo y las organi-zaciones obreras.

� La aparición del regeneracionismo, un importantemovimiento intelectual y crítico que rechazaba el sis-tema de la Restauración al considerarlo una lacrapara el progreso de España o, en el caso de los rege-neracionistas más extremos, un símbolo de la deca-dencia moral del país. La oposición política, sin embar-go, no rentabilizó la derrota.

� Tanto el regeneracionismo como los nacionalismos yregionalismos, así como los partidos obreros, fueronmovimientos de oposición a través de los cuales semanifestó el descontento de buena parte de la sociedadespañola con el sistema político de la Restauración

canovista. También constituían expresiones del cambiosocial que se produjo en España en el último cuarto delsiglo XIX como consecuencia de la aceleración de losprocesos de urbanización e industrialización.

El regeneracionismo era un movimiento intelectual ysocial crítico con el sistema y sus prácticas políticas sur-gido como consecuencia del impacto que tuvo el desas-tre del 98 en la opinión pública española. Se sumó a élun sector importante de la clase media y de los intelec-tuales y mantuvo su vigencia durante las primeras déca-das del siglo XX. El regeneracionismo tuvo varias vertien-tes (socioeconómica, política y cultural).

El regeneracionismo social y económico aglutinó a lasllamadas «clases productoras»: pequeños y medianosempresarios que no se sentían representados en el régi-men de la Restauración. El ideólogo de esta vertientefue Joaquín Costa, autor de Colectivismo agrario en Espa-ña (1898) y Oligarquía y caciquismo como forma actual degobierno en España (1901-1902). Costa censuró el siste-ma político y el falseamiento de la democracia y propusouna serie de reformas económicas y educativas que seresumían en el lema «despensa y escuela».

Desde un punto de vista político, Costa se mostró afavor de la supresión del caciquismo, de la necesidad de una reforma social, del proteccionismo económico,del desarrollo de la vida municipal y de la adopción deuna política de obras públicas, especialmente en el sec-tor hidráulico. En 1899 propició la fusión de la CámaraAgrícola del Alto Aragón, de la que era presidente, con laLiga Nacional de Productores, que encabezó el propioCosta. Un año después la Liga se unió a la Asamblea de las Cámaras de Comercio de Basilio Paraíso, forman-do la Unión Nacional, que se presentó a las eleccio-nes de 1901 y obtuvo cuatro escaños. El movimiento, sinembargo, se disolvió dos años después. Los plantea-mientos del regeneracionismo fueron asumidos por loslíderes de los partidos dinásticos, tanto por los conserva-dores (Francisco Silvela, Antonio Maura) como los libera-les. Santiago Alba (que colaboró con Costa), José Cana-lejas y Melquíades Álvarez se acercaron o se integraronen el ala izquierda del Partido Liberal y fueron los impul-sores de su renovación; estos políticos proponían, ade-más, la reforma del régimen monárquico desde laizquierda y se granjearon las simpatías de muchos inte-lectuales liberales.

El regeneracionismo intelectual y literario estuvo repre-sentado, entre otros, por Ángel Ganivet, Miguel de Una-muno y Ramiro de Maeztu, quienes expresaron un pesi-mismo existencial e irracionalista y reflexionaron sobrela decadencia de España. Este espíritu impregnó la obraliteraria de la llamada «generación del 98». La evoluciónideológica de estos intelectuales fue muy diversa, yaque oscilaron desde el socialismo y el anarquismo hastael conservadurismo tradicional y el fascismo.

Los nacionalismos eran movimientos moderados, enalgunos casos, que pretendían la creación de institucio-nes propias o la consecución de la autonomía adminis-

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trativa para sus regiones. En otros casos, perseguían laindependencia de sus territorios, a los que considerabanauténticas naciones. Entre ellos destacaron el nacionalis-mo catalán y el vasco y, en menor medida, el gallego y elvalenciano.

Un factor que explica el surgimiento de estos movi-mientos fue la existencia de movimientos culturales queimpulsaron la recuperación de las lenguas vernáculas ylas costumbres autóctonas (Renaixença en Cataluña y Rexurdimento en Galicia). Otras causas fueron la impo-pularidad con que se acogió en algunas regiones el pro-ceso de centralización política y el nacionalismo españolimpulsados por los gobiernos liberales así como la reac-ción frente a las transformaciones sociales y económicasprovocadas por la industrialización de finales del sigloXIX. Los contextos variaron de una región a otra. En Cata-luña, que gozaba de un mayor desarrollo industrial, lasélites burguesas defendían el proteccionismo y sus inte-reses como productoras frente a las medidas liberalesadoptadas por los gobiernos de Madrid; además, exigíanun mayor peso de Cataluña en la gobernación del Esta-do. En el País Vasco se produjo una rapidísima industria-lización en el último cuarto del siglo XIX y una llegadamasiva de inmigrantes; desde algunos sectores, esteproceso se vivió como una amenaza a las costumbres einstituciones vascas, que se añadía al trauma provocadopor la supresión de los Fueros tras la conclusión de laTercera Guerra carlista (1876).

En Cataluña se produjo un largo proceso de formacióndel catalanismo político en el que destacaron la forma-ción del Centre Catalá de Valentí Almirall (1882), de laUnión Catalanista (1891), la publicación de las Bases deManresa (1892) y la constitución de la Lliga Regionalista(1901), el primer gran partido catalanista, que estuvodirigido por Enric Prat de la Riba y Francesc Cambó.

El principal ideólogo del nacionalismo político vasco fueSabino Arana. Defensor de las antiguas tradiciones vascas(los fueros), identificó el capitalismo y el centralismo conlo español y señaló a los inmigrantes o maquetos comolos culpables de la degeneración de la raza vasca a cau-sa del mestizaje. Sus ideas se encuadraban en una líneade pensamiento católico y antiliberal que se resumía enel lema «Dios y ley vieja». En 1895 Arana fundó el BizkaiBuru Batzar o Consejo Provincial Vizcaíno, que fue el ori-gen del Partido Nacionalista Vasco. Arana se opuso a laguerra de Cuba y en 1898 acordó la unión de su partidocon el grupo de los eukalerriacos, dirigidos por Ramón dela Sota y de ideología foralista. Arana suavizó sus posicio-nes independentistas y se reconcilió con el proceso deindustrialización, aunque su temprana muerte (1903)impide saber cómo habría concluido su llamada «evolu-ción españolista». A partir de ese momento, la dialécticaentre el independentismo radical y la integración delPaís Vasco como entidad autónoma dentro de España seconvirtió en una de las señas de identidad del PNV.

El regionalismo gallego surgió como una reacción con-tra el atraso y la marginación de la región. Sus teóricos

más importantes fueron Alfredo Brañas y Manuel Martí-nez Murguía, quienes reivindicaron la descentralizaciónadministrativa y el uso de la lengua gallega sin llegar acrear un partido unificado.

El regionalismo valenciano no solo rechazó el centralis-mo del Estado español, sino también el nacionalismocatalán, que consideraba a los valencianos parte de lamisma comunidad lingüística y cultural. La asociacióncultural y política valencianista más importante de fina-les de siglo fue Lo Rat Penat (1878).

� El movimiento obrero surgió a lo largo del siglo XIX

como consecuencia del radical proceso de transforma-ción que supuso el desarrollo de la Revolución Industrialen España. Se asentó firmemente en la segunda mitaddel siglo, especialmente tras la implantación en España dela Asociación Internacional de Trabajadores (AIT) o I Internacional, fundada en 1864. La AIT llegó a Españade la mano de Giuseppe Fanelli, partidario de Bakunin.La división entre los partidarios de Bakunin y de Marx enel seno de la AIT tuvo su reflejo en España. Los anarquis-tas eligieron la acción directa mediante la convocatoriade huelgas y la creación de sindicatos o sociedades deresistencia estables y organizadas. Los socialistas, favora-bles al marxismo, combinaron la acción directa y la polí-tica, aunque dieron preferencia a esta última.

En 1870 los bakuninistas crearon la Federación RegionalEspañola (FRE), sección de la AIT que, en 1873, contabacon entre 30 000 y 40 000 afiliados. En 1872, un pequeñogrupo de obreros de Madrid que había sido expulsadode la FRE, liderado por el tipógrafo Pablo Iglesias, esta-bleció una célula de inspiración socialista marxista. Unaño después, este grupo se incorporó a una sociedad desocorro mutuo para los tipógrafos, la Asociación Generaldel Arte de Imprimir.

En 1874 la FRE fue prohibida y dos años después la AITse disolvió. La federación anarquista española resurgióen 1881 con el nombre de Federación de Trabajadoresde la Región Española (FTRE). Dentro de esta forma-ción las organizaciones andaluzas (partidarias de laacción directa) adquirieron una enorme influencia fren-te a los representantes de las asociaciones catalanas. Eneste contexto surgieron en Andalucía occidental diver-sas sociedades secretas que cometieron atentados yacciones criminales contra los patronos. Fue el caso dela Mano Negra, «sociedad de pobres contra sus ladronesy verdugos», que fue objeto de una durísima represión.Dicha represión así como la división existente entre lasorganizaciones anarquistas condujeron a la disoluciónde la FTRE en 1888. En la década de 1890, los anarquistasdesencadenaron una campaña de atentados en Catalu-ña (Teatro del Liceo de Barcelona, 1893; procesión delCorpus Christi, 1896, también en la capital catalana). En1897, el presidente del Gobierno, Antonio Cánovas delCastillo, fue asesinado por un anarquista italiano.

Mientras tanto, el núcleo marxista de trabajadoresmadrileños formó el Partido Socialista Obrero Español(PSOE) en 1879 y empleó la asociación de tipógrafos a la

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que pertenecía Pablo Iglesias para crear un sindicatoafín, la Unión General de Trabajadores (UGT), en 1888. ElPSOE fundó su propio periódico, El Socialista (1886), yparticipó en la creación de la Segunda Internacional(1889), de carácter socialdemócrata. Inicialmente, recha-zó toda colaboración con los partidos burgueses. Lainfluencia del partido, escasa a finales del siglo XIX, se fueafianzando en las zonas en que se estaba produciendouna industrialización acelerada (País Vasco) y en losgrandes núcleos urbanos (Madrid).

Preguntas� José María Calatrava. Político español (1781-1847).

Miembro de la Junta Suprema de Extremadura durantela Guerra de la Independencia, fue diputado liberal en lasCortes de Cádiz y partió al exilio tras la reinstauracióndel absolutismo por Fernando VII. Durante el TrienioLiberal perteneció a la facción de los exaltados. En 1823,como ministro de Gracia y Justicia, presidió el Gobiernoque tuvo que trasladarse a Sevilla junto con el rey antela invasión de los Cien Mil Hijos de San Luis. Partió denuevo al exilio en Francia y regresó a España diez añosdespués. Tras el motín de los sargentos de la Granja, laregente María Cristina le nombró presidente del Gobier-no (1836-1837). Durante su mandato se llevó a cabo ladesamortización de los bienes del clero regular, impul-sada por el ministro de Hacienda Juan Álvarez Mendizá-bal, se reinstauró la legislación del Trienio Liberal y fueronconvocadas las cortes constituyentes que aprobaron laConstitución de 1837. La división en el campo progresis-ta y la ofensiva carlista provocó su dimisión. El detonan-te fue el plante de las tropas pertenecientes a la BrigadaVan Halen —acantonadas en la localidad madrileña deAravaca y bajo el mando del general Espartero—, queestaban destinadas a la defensa contra los carlistas,quienes a principios de agosto de 1837 habían tomadoSegovia. Fue presidente de las Cortes en 1839.

� Canalejas. José Canalejas fue un político español (1854-1912). Realizó estudios de filosofía y letras y derecho einició su carrera política en el Partido Demócrata Progre-sista de Ruiz Zorrilla. Posteriormente, durante el llamadoParlamento Largo de Sagasta, fue ministro de Fomento(1888) y Gracia y Justicia (1888-1890), cargo del quedimitió debido a la oposición que suscitaron sus proyec-tos de reforma militar. En 1893 adquirió el Heraldo deMadrid, que convirtió en plataforma de su ideario políti-co, situado en el ala izquierda del Partido Liberal. Un añodespués fue ministro de Hacienda en otro de los gobier-nos de Sagasta. Durante la crisis del 98, se alejó del PartidoLiberal al mostrarse en desacuerdo con el estatuto deautonomía ofrecido a Cuba. Tras el desastre se aproximónuevamente a los liberales y fue ministro de Agriculturay Obras Públicas en el último gobierno de Sagasta. A lamuerte de este disputó el liderazgo del Partido Liberala Montero Ríos y Segismundo Moret, posición que alcanzóen 1906.

Tras la dimisión de Antonio Maura como consecuenciade la Semana Trágica (1909) y la breve presidencia de

Segismundo Moret, el rey le encargó la formación deGobierno. Durante su mandato (1910-1912) renovó elprograma liberal, admitiendo el intervencionismo delEstado en la economía y la sociedad, la reforma social, lademocratización del régimen y la separación de la Igle-sia y el Estado. En esa línea impulsó la llamada Ley delCandado, que impedía el establecimiento de nuevasórdenes religiosas en España, implantó el servicio militarobligatorio, apoyó el proyecto de Mancomunidad deCataluña (aprobado en 1913, tras su muerte) y aumentólas contribuciones urbanas, medida que afectó a las cla-ses adineradas. Sin embargo, no pudo frenar la conflicti-vidad social y recurrió al Ejército para reprimir la oleadade huelgas de 1911-1912. Fue asesinado por el anarquis-ta Manuel Pardinas frente al escaparate de una libreríaen la Puerta del Sol de Madrid.

� Sufragio universal. Sistema de elección de los represen-tantes políticos y cargos públicos de un Estado u otrotipo de organización que establece la igualdad en elvalor del voto de los electores y no dicta ninguna limita-ción para alcanzar la condición de tal relativa a fortunapersonal, condición social o preparación académica. Elsufragio universal está asociado a la progresiva demo-cratización de los regímenes políticos liberales surgidosen el siglo XIX tras la desaparición del Antiguo Régimen,cuya clase política era elegida inicialmente a través delsufragio censitario (es decir, eran electores quienes satis-facían un determinado nivel de contribuciones o censos).

El sufragio universal o, más bien, general masculino, sefue imponiendo en Europa a lo largo de siglo XIX. EnEspaña se estableció inicialmente durante el SexenioDemocrático. Posteriormente, ya durante la Restaura-ción, se reinstauró en 1890. El derecho de voto a la mujerse implantó a lo largo del siglo siguiente. Las mujeresespañolas lo ejercieron por primera vez en las eleccio-nes generales de noviembre de 1933.

� Pacto de San Sebastián. Acuerdo político firmado porlos partidos republicanos españoles en la capital gui-puzcoana el 17 de agosto de 1930. En la reunión se acor-dó la acción conjunta de los partidos republicanos y elapoyo a la autonomía catalana. Asimismo, se creó uncomité revolucionario presidido por Niceto Alcalá-Zamo-ra que era, en realidad, un Gobierno provisional clandes-tino, para preparar una insurrección armada apoyada enuna huelga general. En octubre de 1930 se unieron alpacto el PSOE y UGT. El plan de insurrección se llevó acabo el 12 de diciembre (insurrección de Jaca) pero fueun fracaso.

El pacto fue la culminación del resurgimiento de la opo-sición en los últimos años de la dictadura del generalPrimo de Rivera. La dimisión del dictador provocó unvacío de poder. No había logrado establecer unas nue-vas instituciones y la Constitución de 1876 estaba des-acreditada. La impopularidad de Alfonso XIII, además,había aumentado considerablemente. Incluso los parti-darios del monarca se dividieron entre quienes eranfavorables a reinstaurar sin más el antiguo sistema de la

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Restauración y quienes consideraban que la única formade salvaguardar la monarquía era convocar unas Cortesconstituyentes. En ese contexto se produjo un fuertecrecimiento de los partidos republicanos y muchos anti-guos monárquicos, como Alcalá-Zamora y Maura, sesumaron a esa opción política. El pacto de San Sebastiánfue un compromiso no escrito entre los partidos repu-blicanos de aparcar sus diferencias —por ejemplo, entreLerroux y los partidos catalanes—, y establecer un acuer-do de amplia base para el establecimiento de un Estadodemocrático, laico, descentralizado y republicano comoalternativa al régimen monárquico entonces vigente.

� Partido Nacionalista Vasco. Organización política fun-dada por el ideólogo del nacionalismo vasco, SabinoArana (1865-1903). Defensor de los fueros, anulados tras laTercera Guerra Carlista (1872-1876), rechazó el procesode industrialización porque fracturaba y erosionaba la sociedad tradicional vasca. Identificó el capitalismo y elcentralismo con lo español y señaló a los inmigrantes omaquetos como los culpables de la degeneración de laraza vasca a causa del mestizaje. A estas ideas Aranaunió una línea de pensamiento católico y antiliberal quese resumía en el lema «Dios y ley vieja».

El origen del movimiento nacionalista vasco se sitúa enel llamado discurso de Larrazábal (1893), que Arana pro-nunció ante unos pocos fieles. Posteriormente se creóun órgano de expresión, el Bizkaitarra, y una sociedadrecreativa, Euskaldun Batsokija. Finalmente, en 1895, seconstituyó un órgano político, el Bizkai Buru Batzar,acontecimiento que marca la fundación del partido.Opuesto a la guerra de Cuba, Arana fue elegido diputa-do provincial en 1898. Ese mismo año se integró en elpartido el grupo de los euskalerriacos —aglutinado entorno al semanario Euskalduna—, bajo la dirección deRamón de la Sota y de ideología foralista. Arana inicióentonces la llamada «evolución españolista», en la quemoderó su independentismo y aceptó el proceso deindustrialización. Muerto su líder fundador, la dialécti-ca entre el independentismo radical y la integracióndel País Vasco como territorio autónomo se convirtióen una de las señas de identidad del Partido Naciona-lista Vasco.

El partido se extendió lentamente desde su núcleo ini-cial de Vizcaya al resto de las provincias vascas y Navarra,y en 1911 se creó el primer Consejo Nacional. Ese mismoaño se constituyó Solidaridad de Obreros Vascos (SOV),un sindicato afín a sus postulados. En 1916 se adoptóuna nueva denominación: Comunión Nacionalista Vasca.Un año después obtuvo la mayoría en la diputación deVizcaya y en 1918 sus representantes lograron represen-tación en las Cortes por primera vez. En 1921 se produjouna escisión, al ser expulsado un grupo de las juventudesdel partido que retomó el nombre de Partido Naciona-lista Vasco, aunque fueron conocidos bajo la denomina-ción de Aberri. Los aberrianos defendían un nacionalis-mo más radical. En 1930 se produjo la reunificación de

Comunión Tradicionalista y Aberri, al tiempo que teníalugar una nueva escisión tras la cual se constituyóAcción Nacionalista Vasca (ANV), un partido nacionalistade ideología laica y liberal.

En los primeros meses de la Segunda República, el PNVimpulsó el llamado Estatuto de Estella, rechazado por elGobierno en septiembre de 1931 por considerarlo «con-servador y vaticanista». En diciembre de 1933 se presen-tó un nuevo estatuto en las Cortes, pero dado el predo-minio de la CEDA y los radicales, el proyecto quedóparalizado. Tras el estallido de la Guerra Civil, el PNV semantuvo fiel al Gobierno republicano. El 4 de octubrefue aprobado el Estatuto de Autonomía y se constituyóun Gobierno Autónomo con José Antonio Aguirre comolehendakari. Mayoritario en el País Vasco, el PNV partici-pó en los gobiernos republicanos, incluso después de lacaída de Bilbao (junio de 1937) y la rendición del Ejércitovasco (pacto de Santoña, septiembre de 1937). Al finali-zar la Guerra Civil, sus dirigentes partieron al exilio. Elnacionalismo vasco sufrió una dura represión durante el franquismo, pese a lo cual el PNV logró mantener subase social. A lo largo de la década de 1950 se dieronvarias escisiones en el partido, de las que surgió ETA. Trasla muerte de Franco y la reinstauración de la democraciaen España, el PNV se convirtió en la fuerza mayoritaria enel País Vasco. Logró la victoria en las elecciones autonó-micas y se mantuvo al frente del Gobierno durante 29años (1980-2009), pese a la escisión sufrida en la décadade 1980, de la que surgió Eusko Alkartasuna.

� 1º de abril de 1939. Fecha de conclusión de la GuerraCivil española (1936-1939). Tras la caída de Barcelona yla partida a Francia de las principales autoridades repu-blicanas (febrero de 1939), el territorio republicano que-dó reducido a la llamada zona centro, una porción deterritorio que incluía las provincias de Madrid, Toledo,Cuenca, Ciudad Real, Albacete, Jaen, Almería, Murcia, Ali-cante y Valencia. Manuel Azaña, presidente de la Repú-blica, presentó su dimisión el 28 de febrero, pero el pre-sidente del Gobierno, Juan Negrín, apoyado por loscomunistas, era partidario de una resistencia a ultranza.A este planteamiento se opuso un grupo de militares ypolíticos republicanos, partidarios de una salida nego-ciada al conflicto, ya que en las tropas y en la poblacióncivil reinaba el cansancio y el desánimo. Este grupo,encabezado por el coronel Casado y el general Miaja,organizó un golpe de Estado (5-12 de marzo de 1939) ytras imponerse a los comunistas, inició conversacionescon el Gobierno de Burgos, que solo aceptó la rendiciónincondicional. Ante la descomposición del ejército repu-blicano, las tropas franquistas rompieron el frente deToledo el 26 de marzo. El 28 de marzo entraron enMadrid, y en los días siguientes se hicieron con el con-trol de Valencia, Murcia y Almería. El 1 de abril Francoemitió el último parte militar de la guerra («En el día dehoy, cautivo y desarmado el Ejército Rojo, han alcanzadolas tropas nacionales los últimos objetivos militares»).