heymann--relaciones-7-7-2015

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/ julio de 2015 / 374 20 De la misma manera, quien está acos- tumbrado a entender las obras filosóficas ante todo como obras, esto es, como construcciones concluidas en sí mismas, análogas a la obra de arte y con su propia forma de perfección, considerará como un hecho que ha pasado el tiempo de la gran filosofía. Eventualmente agregará: de los grandes sistemas filosóficos. HISTORIA Y MUSEO Sin embargo es improbable que quien se dedica al trabajo filosófico vea la his- toria de la filosofía como un museo en el cual están uno al lado del otro, para ser admirados, una clase particular de prodi- gios del genio humano. La noción de sis- tema de filosofía ha perdido por cierto su actualidad, pero nos damos cuenta tam- bién que es un desatino hablar del siste- ma de Platón, o del sistema de Aristóte- les, así como tampoco son sistemas las Sumas tomistas. Éstas tratan de muchas cuestiones específicamente teológicas, y en parte importante también de cuestio- nes puramente filosóficas, y las tratan a medida que se presentan. Se ubican den- tro de un orden de divisiones previamen- te establecidas, pero esto no quiere decir que el surgimiento de los temas esté pre- determinado por este orden, y su relevan- cia filosófica es reconocible para noso- tros con independencia de la orientación teológica general del autor y de su posi- ble función doctrinal. Merecen admira- ción precisamente porque en la secuencia de sus artículos muchísimas posibilida- des de pensamiento son examinadas por sus méritos propios, con independencia de su eventual aporte para la defensa de tesis y artículos de fe preestablecidas. La prueba de ello está en el hecho de que su apreciación crítica sigue siendo actual y puede ser re-efectuado por los que no compartimos los compromisos del autor. HACIA LA “OBRA” FILOSOFICA Se señala con toda razón que es pro- pio de la obra de arte suscitar reflexiones imprevisibles y permitir de este modo lecturas diferentes. Obviamente, esto es cierto también con respecto a las obras fi- losóficas, pero cabe notar la diferencia. El destino más propio de la escritura filosó- fica no es de ser contemplada, y tampoco de ser considerada como constituyéndo- se por su parte en un objeto de estudio. Más bien se encuentra el lector solicitado Serie: Tributos (XXVI) Razón y experiencia Nuestro sentido histórico es ambivalente, a punto de perder toda consistencia. Cuesta sustraernos al sentimiento -que se presenta como una evidencia- de que las grandes obras de arte: en pintura y en escultura, la arquitectura monumental, la música perdurable y la gran obra poética y dramática, son todas de otros tiempos. Tributo a Ezra Heymann (7) a atender los señalamientos y desarro- llos de pensamiento para examinarlos paso a paso con toda la libertad de que es capaz, y de este modo entra inevita- blemente en diálogo con lo que está le- yendo, con todos los extrañamientos, las desavenencias y las reconciliaciones que un diálogo suele comportar. La aceptación o el rechazo global tie- nen entonces poco que decir; sólo indi- can la buena disposición (o su ausencia) para entrar en materia. De la obra de arte pudo decir Gadamer que frente a ella la actitud crítica es secundaria: lo primario es el exponerse a ella y a la manera en la cual -en algún sentido precario de la pa- labra- la obra de arte nos habla; alternati- vamente podemos decir que ella es su- gerente y nos interpela en su misma mu- dez. Esto claramente no vale para la obra filosófica. En su caso, el lector no se pone frente a ella para dejarse atrapar por su magia. No es éste el temple que la escritura filosófica requiere del lector. El historiador puede estudiarla como un objeto cultural y ponerla en relación con otras manifestaciones del momento his- tórico o con la vida del autor; a su vez el interesado en técnicas literarias, o eventualmente filosóficas, tomará igual- mente la obra como un objeto de estu- dio. [El nombre que Martial Guéroult dio a su cátedra en el Collège de France ha sido "Arquitectura y tecnología de los sistemas filosóficos"]. Pero si es en los asuntos tratados que se interesa el lec- tor, entonces no hará de la obra su obje- to de estudio y menos tomará bajo lupa al autor con sus intenciones manifiestas o secretas, sino más bien retomará la re- flexión y las discusiones que el autor ini- ció, haciéndose con ello partícipe de la búsqueda de aclaraciones que éste em- prende. Tratándose de Kant su trabajo principal no será investigar a Kant, sino investigar con Kant, no Kantforschung, sino Mit-Kant-Forschung, una investi- gación que responde a la iniciada por el autor y la continua. De ahí se desprende la actitud apro- piada ante la historia de la recepción de la obra filosófica, de la discusión a la que a través de siglos ha dado lugar. Es una discusión abultada, tanto más cuan- to más advertida y minuciosa se vuelve, y pone en juego muy diversos recursos de pensamiento, con lo que puede llegar a ser sentida como una masa abrumado- ra. Buscando alivio y renovada frescura nos gusta entonces volver a la compara- tiva ingenuidad de la obra original. Pero no nos engañemos, y no desconozcamos todo lo que nuestra propia capacidad de comprensión le debe a la secuencia de discusiones y reflexiones que la obra sólo ha iniciado, un trabajo de pensa- miento cuya polifonía constituye el fon- do sobre el cual puede dibujarse un pen- samiento personal. En este orden nos tie- ne sin cuidado la distinción entre los grandes y los epígonos, aquellos de los cuales Georg Simmel decía que si no tie- nen la grandeza que va unida a la unilate- ralidad, pueden consolarse con no tener tampoco la unilateralidad de la grandeza. Esto sería de nuevo ver la filosofía como obra, esto es, como obra de arte, y al filó- sofo como genio y figura única. Ha sido admirada por muchos siglos la creación poética del reino de las ideas, pero el fi- lósofo Platón entra en escena cuando hace detalladamente ver su unilateralidad e insuficiencia, y se vuelve el primero de- dicado a esta actividad epigonal que es la discusión crítica, que es en realidad lo que ha hecho desde el primer momento en los diálogos socráticos. POR LA RAZON El autor por su parte sabe por lo me- nos implícitamente lo que Montaigne ex- presaba: que sus palabras pertenecen por partes iguales a él y a sus lectores, que por lo tanto nadie está en su plena posesión. No puede ignorar su movili- dad y polivalencia. Qué prueba mejor cabe de ello que la multiplicidad de cua- si-definiciones que Kant da libremente y con magnífica despreocupación de su palabra más solemne, Vernunft, de la que algunas resonancias, aunque no todas, quedan bien captadas por la voz roman- ce razón. Inicialmente, en la Crítica, la razón se caracteriza por la búsqueda de completi- tud y de lo incondicional, del anhypóte- ton platónico; luego como facultad de los principios, ahora ya en plural; es lue- go la facultad de las ideas a las cuales no les puede corresponder ningún objeto; se caracteriza también como la facultad del silogismo (des Schlusses), luego como la disposición a dar cuentas, el so- crático logon didonai, como en A614/ B642: “…pues en esto mismo consiste la razón, en que podamos dar cuenta de nuestros conceptos, nuestras opiniones y aseveraciones”. Por fin, con animación y elocuencia nueva, en La doctrina del Método la razón es caracterizada como disposición a someter aun lo más sagra- do al libre examen, sensible a la reserva mental y al eventual veto de cualquiera (A738/B766 dice: En esta libertad se basa la existencia misma de la razón): un pen- samiento francamente incompatible con todo afán de incondicionalidad, de modo que el final del recorrido de sus significa- dos en la primera Crítica es bien lo opuesto de su comienzo. Ocurre que la noción de razón se mueve entre un senti- do normativo, una medida ideal consen- suable que buscamos sin poder nunca decir que la poseemos, y una facultad y tendencia real, que como toda propen- sión efectiva es capaz de excesos y de cierta ceguera, de malentenderse a sí mis- ma, y es por ello necesitada de autocríti- ca y comedimiento. Para apreciar la específica capacidad alusiva de Vernunft, y también de ratio, conviene tener en cuenta la inversión de la tradicional relación jerárquica que ha mantenido con el entendimiento, el inte- llectus . Como el nous de la Ética a Nicóma- co, el intellectus es la intuición y capta- ción inmediata de los principios (tingein en Aristóteles, una metáfora táctil a dife- rencia de la visual del intuere); la razón en cambio es entendida como un conjun- to de actividades discursivas que se des- pliegan en el tiempo, de circunspección y ponderación que no tienen por qué res- ponder a un único principio. Es la activi- dad de reflexión, de sacar cuentas y dar cuenta, de confrontar y resumir conside- raciones múltiples para examinar su perti- nencia y sus alcances para lo que está en discusión, lo que llegará más tarde a ser calificado por Kant como capacidad de juicio. Medida, sensatez y moderación están incluidas particularmente en la compren- sión usual de Vernunft, y todas estas no- ciones expresan una toma de distancia ante principios que se presentan con vi- sos de ser únicos y absolutos. Kant no se cansa en señalar que no tenemos in- tuición intelectual, en cambio no dirá ja- más que no podemos tener Anschauun- gen, intuiciones más abarcadoras o más puntuales, que sean muy acordes con el entendimiento discursivo propio de la ra- zón humana. La intuición aislada y pun- tual es ciega, pero no es su cometido quedarse aislada, si es que exista alguna vez en esta forma. Algunos filósofos del siglo XIX lamentaron la inversión de la jerarquía tradicional, en particular Sche- lling, ya anciano y cascarrabias: Vers- tand, intellectus, decía, es de reyes, mientras que Vernunft es de cualquiera. La primacía dada a la Vernunft en el cur- so del siglo XVIII representa para él un triunfo de la mentalidad ordinaria. REPRESENTACION Y RELACION Con la negación de un tingein, de una captación intelectual inmediata, la noción de intuición, de Anschauung, ahora con connotaciones visuales muy destacadas, queda vinculada infaltable- mente con la de sensibilidad, pero lo que ésta representa tampoco es unívoca y definitivamente fijado. Es introducida ini- cialmente para designar la capacidad de ser afectado en presencia de objetos, y vale la pena destacar que la noción de Los marcos doctrinales y la apertura fenomenológica. Guías de la exploración kantiana

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Page 1: Heymann--Relaciones-7-7-2015

/ julio de 2015 / 37420

De la misma manera, quien está acos-tumbrado a entender las obras filosóficasante todo como obras, esto es, comoconstrucciones concluidas en sí mismas,análogas a la obra de arte y con su propiaforma de perfección, considerará comoun hecho que ha pasado el tiempo de lagran filosofía. Eventualmente agregará:de los grandes sistemas filosóficos.

HISTORIA Y MUSEO

Sin embargo es improbable que quiense dedica al trabajo filosófico vea la his-toria de la filosofía como un museo en elcual están uno al lado del otro, para seradmirados, una clase particular de prodi-gios del genio humano. La noción de sis-tema de filosofía ha perdido por cierto suactualidad, pero nos damos cuenta tam-bién que es un desatino hablar del siste-ma de Platón, o del sistema de Aristóte-les, así como tampoco son sistemas lasSumas tomistas. Éstas tratan de muchascuestiones específicamente teológicas, yen parte importante también de cuestio-nes puramente filosóficas, y las tratan amedida que se presentan. Se ubican den-tro de un orden de divisiones previamen-te establecidas, pero esto no quiere decirque el surgimiento de los temas esté pre-determinado por este orden, y su relevan-cia filosófica es reconocible para noso-tros con independencia de la orientaciónteológica general del autor y de su posi-ble función doctrinal. Merecen admira-ción precisamente porque en la secuenciade sus artículos muchísimas posibilida-des de pensamiento son examinadas porsus méritos propios, con independenciade su eventual aporte para la defensa detesis y artículos de fe preestablecidas. Laprueba de ello está en el hecho de que suapreciación crítica sigue siendo actual ypuede ser re-efectuado por los que nocompartimos los compromisos del autor.

HACIA LA “OBRA” FILOSOFICA

Se señala con toda razón que es pro-pio de la obra de arte suscitar reflexionesimprevisibles y permitir de este modolecturas diferentes. Obviamente, esto escierto también con respecto a las obras fi-losóficas, pero cabe notar la diferencia. Eldestino más propio de la escritura filosó-fica no es de ser contemplada, y tampocode ser considerada como constituyéndo-se por su parte en un objeto de estudio.Más bien se encuentra el lector solicitado

Serie: Tributos (XXVI)

Razón y experienciaNuestro sentido histórico es ambivalente, a punto de perdertoda consistencia. Cuesta sustraernos al sentimiento -que se

presenta como una evidencia- de que las grandes obras dearte: en pintura y en escultura, la arquitectura monumental, la

música perdurable y la gran obra poética y dramática, sontodas de otros tiempos.

Tributo a Ezra Heymann (7)

a atender los señalamientos y desarro-llos de pensamiento para examinarlospaso a paso con toda la libertad de quees capaz, y de este modo entra inevita-blemente en diálogo con lo que está le-yendo, con todos los extrañamientos, lasdesavenencias y las reconciliacionesque un diálogo suele comportar.

La aceptación o el rechazo global tie-nen entonces poco que decir; sólo indi-can la buena disposición (o su ausencia)para entrar en materia. De la obra de artepudo decir Gadamer que frente a ella laactitud crítica es secundaria: lo primarioes el exponerse a ella y a la manera en la cual -en algún sentido precario de la pa-labra- la obra de arte nos habla; alternati-vamente podemos decir que ella es su-gerente y nos interpela en su misma mu-dez. Esto claramente no vale para la obrafilosófica. En su caso, el lector no sepone frente a ella para dejarse atraparpor su magia. No es éste el temple que laescritura filosófica requiere del lector. Elhistoriador puede estudiarla como unobjeto cultural y ponerla en relación conotras manifestaciones del momento his-tórico o con la vida del autor; a su vez elinteresado en técnicas literarias, oeventualmente filosóficas, tomará igual-mente la obra como un objeto de estu-dio. [El nombre que Martial Guéroult dioa su cátedra en el Collège de France hasido "Arquitectura y tecnología de lossistemas filosóficos"]. Pero si es en losasuntos tratados que se interesa el lec-tor, entonces no hará de la obra su obje-to de estudio y menos tomará bajo lupaal autor con sus intenciones manifiestaso secretas, sino más bien retomará la re-flexión y las discusiones que el autor ini-ció, haciéndose con ello partícipe de labúsqueda de aclaraciones que éste em-prende. Tratándose de Kant su trabajoprincipal no será investigar a Kant, sinoinvestigar con Kant, no Kantforschung,sino Mit-Kant-Forschung, una investi-gación que responde a la iniciada por elautor y la continua.

De ahí se desprende la actitud apro-piada ante la historia de la recepción dela obra filosófica, de la discusión a laque a través de siglos ha dado lugar. Esuna discusión abultada, tanto más cuan-to más advertida y minuciosa se vuelve,y pone en juego muy diversos recursosde pensamiento, con lo que puede llegara ser sentida como una masa abrumado-ra.

Buscando alivio y renovada frescura

nos gusta entonces volver a la compara-tiva ingenuidad de la obra original. Perono nos engañemos, y no desconozcamostodo lo que nuestra propia capacidad decomprensión le debe a la secuencia dediscusiones y reflexiones que la obrasólo ha iniciado, un trabajo de pensa-miento cuya polifonía constituye el fon-do sobre el cual puede dibujarse un pen-samiento personal. En este orden nos tie-ne sin cuidado la distinción entre losgrandes y los epígonos, aquellos de loscuales Georg Simmel decía que si no tie-nen la grandeza que va unida a la unilate-ralidad, pueden consolarse con no tenertampoco la unilateralidad de la grandeza.Esto sería de nuevo ver la filosofía comoobra, esto es, como obra de arte, y al filó-sofo como genio y figura única. Ha sidoadmirada por muchos siglos la creaciónpoética del reino de las ideas, pero el fi-lósofo Platón entra en escena cuandohace detalladamente ver su unilateralidade insuficiencia, y se vuelve el primero de-dicado a esta actividad epigonal que esla discusión crítica, que es en realidad loque ha hecho desde el primer momentoen los diálogos socráticos.

POR LA RAZON

El autor por su parte sabe por lo me-nos implícitamente lo que Montaigne ex-presaba: que sus palabras pertenecenpor partes iguales a él y a sus lectores,que por lo tanto nadie está en su plenaposesión. No puede ignorar su movili-dad y polivalencia. Qué prueba mejorcabe de ello que la multiplicidad de cua-si-definiciones que Kant da libremente ycon magnífica despreocupación de supalabra más solemne, Vernunft, de la quealgunas resonancias, aunque no todas,quedan bien captadas por la voz roman-ce razón.

Inicialmente, en la Crítica, la razón secaracteriza por la búsqueda de completi-tud y de lo incondicional, del anhypóte-ton platónico; luego como facultad delos principios, ahora ya en plural; es lue-go la facultad de las ideas a las cuales noles puede corresponder ningún objeto;se caracteriza también como la facultaddel silogismo (des Schlusses), luegocomo la disposición a dar cuentas, el so-crático logon didonai, como en A614/B642: “…pues en esto mismo consiste larazón, en que podamos dar cuenta denuestros conceptos, nuestras opinionesy aseveraciones”. Por fin, con animacióny elocuencia nueva, en La doctrina delMétodo la razón es caracterizada comodisposición a someter aun lo más sagra-do al libre examen, sensible a la reservamental y al eventual veto de cualquiera(A738/B766 dice: En esta libertad se basala existencia misma de la razón): un pen-samiento francamente incompatible contodo afán de incondicionalidad, de modoque el final del recorrido de sus significa-dos en la primera Crítica es bien lo

opuesto de su comienzo. Ocurre que lanoción de razón se mueve entre un senti-do normativo, una medida ideal consen-suable que buscamos sin poder nuncadecir que la poseemos, y una facultad ytendencia real, que como toda propen-sión efectiva es capaz de excesos y decierta ceguera, de malentenderse a sí mis-ma, y es por ello necesitada de autocríti-ca y comedimiento.

Para apreciar la específica capacidadalusiva de Vernunft, y también de ratio,conviene tener en cuenta la inversión dela tradicional relación jerárquica que hamantenido con el entendimiento, el inte-llectus.

Como el nous de la Ética a Nicóma-co, el intellectus es la intuición y capta-ción inmediata de los principios (tingeinen Aristóteles, una metáfora táctil a dife-rencia de la visual del intuere); la razónen cambio es entendida como un conjun-to de actividades discursivas que se des-pliegan en el tiempo, de circunspección yponderación que no tienen por qué res-ponder a un único principio. Es la activi-dad de reflexión, de sacar cuentas y darcuenta, de confrontar y resumir conside-raciones múltiples para examinar su perti-nencia y sus alcances para lo que está endiscusión, lo que llegará más tarde a sercalificado por Kant como capacidad dejuicio.

Medida, sensatez y moderación estánincluidas particularmente en la compren-sión usual de Vernunft, y todas estas no-ciones expresan una toma de distanciaante principios que se presentan con vi-sos de ser únicos y absolutos. Kant nose cansa en señalar que no tenemos in-tuición intelectual, en cambio no dirá ja-más que no podemos tener Anschauun-gen, intuiciones más abarcadoras o máspuntuales, que sean muy acordes con elentendimiento discursivo propio de la ra-zón humana. La intuición aislada y pun-tual es ciega, pero no es su cometidoquedarse aislada, si es que exista algunavez en esta forma. Algunos filósofos delsiglo XIX lamentaron la inversión de lajerarquía tradicional, en particular Sche-lling, ya anciano y cascarrabias: Vers-tand, intellectus, decía, es de reyes,mientras que Vernunft es de cualquiera.La primacía dada a la Vernunft en el cur-so del siglo XVIII representa para él untriunfo de la mentalidad ordinaria.

REPRESENTACION Y RELACION

Con la negación de un tingein, deuna captación intelectual inmediata, lanoción de intuición, de Anschauung,ahora con connotaciones visuales muydestacadas, queda vinculada infaltable-mente con la de sensibilidad, pero lo queésta representa tampoco es unívoca ydefinitivamente fijado. Es introducida ini-cialmente para designar la capacidad deser afectado en presencia de objetos, yvale la pena destacar que la noción de

Los marcos doctrinales y la apertura fenomenológica. Guías de la exploración kantiana

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afección así insertada no disimula su am-bientación empírica y realista. Nada justi-fica la opinión de que en éste inicio Kantestuviera hablando en un lenguaje quees sólo una concesión al sentido común.Ubicarse en un nivel más distinguido yelevado, einen vornehmen Ton erheben,no es precisamente lo que nuestro filóso-fo quiere y pretende.

Tampoco encontramos aquí, en la Es-tética Transcendental, una sugerenciade que la afección proviniera de unaenigmática cosa en sí. Kant ve al sujetoconocedor y práctico de antemano en uncontexto de relaciones de interacción; laconcepción de relaciones causales aquísólo evocada, no sale de un sujeto queestuviera ajeno al entramado mundanocausal en el que se desempeña. Es unconcepto puro, pero no del puro intelec-to, ya que, como lo señala Kant, sin per-cepción el puro pensamiento no sabríanada de un acontecer y de un cambio. Esun concepto fundamental del intelectoen tanto que se hace cargo de nuestra in-serción sensible en una red de relacionesinteractivas.

Sobre esto he de volver, pero aquí esel momento de recordar como habla Kantal presentar su primer argumento a favordel carácter a priori de la representacióndel espacio. Relaciono ciertas sensacio-nes con algo que ubico en otro lugar delespacio que aquel que yo ocupo, lo queno sería posible si no tuviera ya la repre-sentación del espacio. Yo estoy aquí, yaquí es donde me alcanza una afección, ysin embargo la refiero a algo que estáallá, en otro lugar. La la rana lanza su len-gua hacia afuera, y no busca el estímulodentro de sí. Kant no adscribe la repre-sentación espacial a un ser inespacial eincorporal, sino a uno que ocupa un lu-gar en el espacio y desde allí se relacionacon otros lugares. Tengo la noción deespacio sólo encontrándome y ubicán-dome en él, esbozando relaciones a partirde allí y a partir de otros lugares que po-drían ser el inicio de un recorrido.

De este modo, junto con expresar lanoción de la afectabilidad, el momentopasivo de la capacidad de obtener repre-sentaciones, Kant asocia con la sensibili-dad desde el inicio la noción muy distin-ta de intuición, que consiste en el logrode una configuración espacial y temporal(Ausdehnung und Gestalt), un logro apartir de una actividad esbozadora y quehace que finalmente intuición e imagina-ción lleguen a ser tratados en la CdJcomo sinónimos.

Nos encontramos aquí con un con-junto de términos con funciones y capa-cidades evocadoras diferentes: afección,impresión, sensación, y no por último,con la de intuición. El término de impre-sión (Eindruck), afín al de afección, va aservir para expresar la intensidad, mayoro menor, de un efecto sentido; por suparte la Empfindung cumple su papel es-pecífico por su calidad bifronte, que se

pierde en su traducción usual como sen-sación. En cambio si la traducimos, a losefectos que nos interesan en el momen-to, como el sentir, notamos la doble fazde la Empfindung que Kant registra en elparagr.1 de la Crítica del Juicio: “Todarelación (o referencia) de las representa-ciones, aun de las Empfindungen, puedeser objetiva (y entonces significa ella loreal de una representación empírica); úni-camente no es así la relación con el senti-miento de placer y displacer, por el cualno se designa nada en el objeto, sino elmodo cómo se siente a sí mismo el sujetosegún la manera cómo es afectado por larepresentación.”

De acuerdo con esta observación deKant, “Siento calor” es un enunciado dedos vertientes. Puede significar predomi-nantemente que detecto una fuente decalor, el agua que comienza a calentarseo un aire que denota la presencia de unahornalla encendida, así como puede pre-dominar el sentido en el cual se da expre-sión a un estado propio: me acaloro, jem’échauffe, en el ejemplo de las Medita-ciones de Descartes. El ejemplo preferidode Kant es el de los colores. Aquí nota-mos también las dos vertientes, aunquede manera diferente: “Veo algo rojo” pre-tende informar objetivamente acerca dela característica de una cosa en el ámbitode mi alcance, por más que se trate deuna cualidad que las cosas adquierensólo en relación con una sensibilidad óp-tica, pero si decimos “Tengo una sensa-ción de rojo”, entonces hacemos la sal-vedad de que se podría tratar sólo de unestado subjetivo. Empfindung nos hablaentonces de la sensibilidad en su doblefunción: como un sensorio, destinado adetectar las cosas con sus cualidades, ynos habla de nuestro ser modificable,afectable por la presencia de las cosas,de tal manera que, en el caso extremo,esta modificación ya no nos enseña nadaacerca de cómo son las cosas.

EL RECORRIDO

Diferente es la Anschauung, más bienuna novata en la arena filosófica. Ella in-volucra una extensión en sí misma dife-renciada que es sin embargo abarcada ensu conjunto, es decir que presenta unaunidad en alguno de los sentidos huidi-zos de esta palabra. La palabra señalaalgo explayado delante de nosotros, quepuede ser visto u oído como una confi-guración determinada (de Gestalt hablaaquí Kant), y sin embargo no necesaria-mente caracterizada en un orden concep-tual; una figura que invita a una visióncompartida más que a una descripcióncomunicable. Pero hay algo más. Nuestraexpresión ‘intuición’ sugiere algo capta-do de una vez. Estamos tentados a decirque es rápida, en vivace, mientras que laAnschauung es en tiempo lento. Esto po-dría ser sólo una asociación subjetiva,pero lo certero es que en la Anschauung

tenemos algo presente, ofrecido a la mi-rada, algo abarcado, que sin embargo in-vita a centraciones y recorridos múlti-ples, y esto será decisivo en la argumen-tación kantiana.

En un conocido pasaje de la Deduc-ción Transcendental Kant sostiene queen un solo momento no puede darse sinouna unidad absoluta, y no una multiplici-dad diferenciada como le es propio a laAnschauung. Debo recorrerla sucesiva-mente, reteniendo en cierta forma decompresencia lo ya recorrido para que seproduzca la característica integración.Pero ¿cómo puede sostener Kant que“en tanto contenida en un solo instante,una representación no puede jamás serotra cosa que unidad absoluta” (A 99)?¿Acaso no abarcamos frecuentementecon una sola mirada configuraciones detamaño apropiado? Kant no lo puede ig-norar. Pero el sentido espacial de la figu-ra, la distinción de partes orientadas, yde dimensiones que constituyen propia-

mente la espacialidad, las secuencias delos “más allá” implica la concepción demovimientos posibles. Es lo que destacael señalamiento kantiano de que no po-demos concebir una recta sin trazarla su-cesivamente en el pensamiento, y trazaralgo en el pensamiento significa concebirla posibilidad de un recorrido efectivo.

PRESENCIAS

Ya al formar la noción de sensibilidadcomo capacidad de recibir impresiones ysensaciones, esta afectabilidad es algomuy diferente de la capacidad pasiva deun objeto de quedar marcado por impac-tos. En el Conflicto de las Facultades loformula Kant diciendo: “Cosas exterioresactúan sobre un cuerpo capaz de acción,y lo excitan a la acción. El producto deello es vida.” Tomar nota de algo ya esreaccionar, y sentir algo implica el ejerci-cio de una capacidad diferenciadora decualidades, que puede ser más precisa y

ana

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delimitada o más incierta, pero la Ans-chauung como composición específica-mente espacial o temporal, presuponeuna actividad más cualificada: el esbozoimaginativo de movimientos que involu-cran una concepción de direcciones ysentidos. Que existan movimientos, estolo sabemos solamente por la experiencia,como todo lo que atañe a una existencia,pero la concepción de un movimiento re-sulta ser inseparable de lo que Kant lla-ma la intuición del espacio y del tiempo,y esta reflexión realimenta la misma no-ción kantiana de una intuición, de unaAnschauung.

Estos términos kantianos aluden pri-mero a una presencia, a una presencia in-mediata a nuestros sentidos, o a una ima-ginaria, que va a ser esencial a la hora decalificar al espacio y al tiempo, meramen-te como tales, como entes imaginarios.Ahora bien, al extenderse la noción deintuición a lo imaginario, como lo antici-pa la Estética Transcendental A al hablardel ilimitado progreso (Fortgang) de laintuición, y al ser visto el objeto como fi-gura en un indefinido entorno espacial ytemporal, asimismo al caracterizarse laespacialidad por la indefinida posibilidadde distinción de partes, la Anschauungdeja de implicar la pura presencia de unobjeto, la presencia de algo que simple ytercamente está ante nuestras narices,para cargarse de potencialidades quevan a ser las que la definen: el extendersehacia un lado o hacia el otro, la distin-ción entre lo más cercano, lo que le siguey lo más lejano, lo inmediato frente a loque, en cambio, permite medir distancias,lo que ya se nos viene encima, y lo quenos da todavía un tiempo de gracia. Laidea misma de una presencia se matiza yatenúa al llegar a significar mayor o me-nor accesibilidad, un espacio que se veobstruido o se abre, de constricción o li-bertad de movimiento, como, influido ono por Kant, lo destaca en particularAn-drés Bello en su Filosofía del Entendi-miento.

Esto no debe entenderse necesaria-mente en el sentido de un énfasis en losaspectos subjetivos del espacio y deltiempo. El punto cero del sistema de co-ordenadas puede ubicarse alternadamen-te en la posición que uno mismo ocupa yen cualquier otro punto que llega a serobjeto de nuestra consideración. Toda

configuración que es objeto de una intui-ción centra el espacio, delimita un espa-cio, y lo puede hacer sólo transgredien-do al mismo tiempo imaginativamente es-tos límites y a todos aquellos que darána su vez determinación al espacio circun-dante, estableciendo en él un nuevo lu-gar. La ilimitación y la limitación; la per-cepción real -o posible pero determinada-y la imaginación de un progreso trans-gresor se presuponen mutuamente. Asípuede Kant decir en la Estética que todoespacio determinado representa una deli-mitación dentro del espacio único (únicoporque todo lugar en él puede ubicarseen relación con cualquier otro, pertene-ciendo al mismo sistema de referencias),y señalar por otra parte en la Analíticaque no podemos concebir al espaciosino a partir de la síntesis sucesiva departes.

En la intuición el movimiento es en-trevisto como potencial y partiendo des-de un punto arbitrariamente elegido, yasí, mientras hablamos sólo de Ans-chauung, las relaciones dinámicas entrelas partes del espacio y de las extensio-nes temporales son sólo virtuales. De ladistinción entre lo actual y efectivo, y lomeramente posible, entre lo comprobadoen la percepción o inferible en el contex-to de interacciones al cual la percepciónpertenece, y lo solamente imaginado, deesta distinción tan fundamental paraKant como lo es para el sentido comúnno se hace cargo la noción de intuición,sino la de experiencia. En el plano de laintuición y de las categorías correspon-dientes - que Kant llama matemáticas adiferencia de las dinámicas- no se plan-tea una noción de existencia. Ella se re-serva para las categorías de relación y demodalidad que expresan lo que distinguela experiencia del mero tener presenteuna configuración percibiendo o imagi-nándola, que es la Anschauung.

EXPERIENCIAS

Con ello tampoco se plantea en esteorden de la mera representación de con-figuraciones espacio-temporales unadistinción entre el ámbito de nuestrasrepresentaciones y de un ámbito exte-rior a ellas y a ser atendido por ellas, yque al ofrecerse a ser conocido tambiénofrece resistencia a la arbitrariedad delsujeto. Es en el orden de la experienciaque atendemos la resistencia de las co-sas y la necesidad de acordarnos conellas, con lo que ellas permiten y requie-ren, contrariamente por cierto a la fór-mula asociada con la noción de revolu-ción copernicana.

La idea del objeto como lo que seopone la arbitrariedad del sujeto pensan-te se encuentra expresada inicialmente enA104. Comienza el párrafo diciendo: “Ha-llamos empero que el pensamiento deuna relación de todo conocimiento a suobjeto tiene algo de necesario, ya queéste –el objeto- es considerado comosiendo aquello que se opone a que nues-

tros conocimientos se determinen al azaro arbitrariamente…” y continua señalan-do que así los conocimientos tienen quedeterminarse de algún modo a priori,siendo que tienen que concordar entre síen su relación al objeto. Con ello esta re-flexión de Kant se mantiene todavía den-tro del marco del pensamiento central enla Deducción Transcendental, de que launidad de la conciencia y la unidad con-vergente, caracterizada también comofoco imaginario, representada por la no-ción de un objeto, son cada una la condi-ción de la otra. De este modo no quedatodavía excluida la frecuente lectura in-ternalista de Kant, que encierra todo elproceso cognoscitivo en la conciencia,cualquiera que sea el oscuro significadode este ´en´, o ´dentro de´.

CONOCIMENTO Y OBJETO

La fórmula de “la relación de todo co-nocimiento a su objeto” es una variantede la que aparece en la célebre carta aMarcus Hertz del 21 de febrero de 1772,en la cual Kant anuncia el proyecto de laCrítica. Nos va a ser útil ver más de cer-ca cómo se articula en la carta esta no-ción.

Kant le cuenta al que ha sido su com-pañero en la disputa reglamentaria acercade su disertación dos años antes, quedesde entonces sus pensamientos hangirado “[acerca] del fundamento sobre elcual descansa la relación de lo que sesuele llamar en nosotros representación,con el objeto”. A continuación explica:cuando la representación no contienemás que el modo en el cual el sujeto que-da afectado por el objeto, entonces la re-lación se comprende fácilmente, ya queel efecto ha de ser conforme con su cau-sa, y así tienen las representaciones pa-sivas o sensibles una relación compren-sible con sus objetos.

Igualmente no requiere explicación laconcordancia cuando se trata de un en-tendimiento que produce sus objetos.Esto sería el caso de un entendimientodivino creador, pero más adelante en lacarta Kant hace valer lo mismo para lamatemática, pues allí “los objetos sonmagnitudes y pueden ser representadoscomo magnitudes porque producimos surepresentación al tomar lo uno múltiplesveces.” En este terreno los objetos noson algo diferente de la composicióncuantitativa producida por nosotros mis-mos. Pero cuando nuestro entendimientono es ni la causa del objeto a través desus representaciones, ni el objeto la cau-sa de las relaciones que concibe el en-tendimiento, entonces la corresponden-cia merece una investigación, ante todocuando no nos conformamos con la res-puesta perezosa de que Dios lo dispusoasí, de que se da una harmonía preesta-blecida, o con la admisión de un misterio-so influxus hyperphysicus.

Unánimemente se señala la corres-pondencia de la pregunta formulada enla carta con el planteamiento de la Críti-

ca, y en particular con las formulacionesdel parágr. 14, pero se señalan tambiéndiferencias, y Béatrice Longuenesse,quien ha hecho contribuciones renova-doras a la comprensión de la Crítica,acude en este punto a un lenguaje hartotradicional. Comprueba primero que lacarta encara una relación causal entre elobjeto y su representación (refiriéndosesin duda a la representación sensible),una relación causal entre dos entidadesheterogéneas, un objeto fuera de la men-te y una representación en el alma. Encambio “…la Crítica internaliza la rela-ción entre la representación y el objetodentro de la representación misma, demodo que el problema adquiere un nue-vo significado.” (Kant and the Capacityto Judge, p.17.

Longuenesse tiene desde luego encuenta que la carta considera que el pro-blema realmente interesante aparececuando ni el objeto es causa de la repre-sentación, ni ésta la causa del objeto.Tiene asimismo en cuenta que el lengua-je causal – afección, receptividad, pasivi-dad- en la caracterización de la represen-tación empírica está presente también enla Estética Transcendental. Pero parecesumarse a aquellos que ven este lengua-je inicial de la Crítica sólo como una pre-sentación preliminar cercana al sentidocomún, una presentación que cargaría elinconveniente de usar la categoría decausalidad fuera del ámbito de la expe-riencia en el cual es legítima. Pareceaceptar entonces la opinión difundida deque allí Kant presenta la sensación, ycon ella la intuición empírica, como cau-sada por una cosa en sí.

SOMOS AFECTADOS

Comencemos por despejar esta últimaduda. Nos afectan muchas cosas. El co-nocimiento humano, recuerda B72, de-pende de la existencia del objeto, asícomo es dependiente nuestra misma exis-tencia. En nada sugieren estos señala-mientos que se tratara de una dependen-cia de cosas misteriosas, de cosas en sí;por el contrario, lo que conocemos máspropiamente es el juego de acciones y depadecimientos en el cual estamos enlaza-dos, un juego inseparable de las interac-ciones que las cosas mantienen entre síy en continuidad con éstas. Averigua-mos su manera de interactuar, su estilo,dicho en términos husserlianos, y comolo destaca en particular Bouveresse, loarticulamos en la forma del juicio hipoté-tico vinculando una condición antece-dente con una consecuente, extrayendoasí del flujo del acontecer una regla siem-pre susceptible a ser refinada, ya en laexperiencia cotidiana, ya en la más analí-tica e idealizada que constituye el cono-cimiento científico.

La ontología kantiana, si es que que-remos usar este término abusado, esuna ontología de la relación, de relacio-nes espaciales y temporales en el planode la intuición, y de relaciones dinámi-

(XXV) Tributo a Eric Hobsbawm, (HoracioTarcus, Nº 348)(XXVI) Tributo a Ezra Heymann. Conversa-ciónsobre Kant. (Nº 366)(XXVII) La ética kantiana. En una lectura derevisión. (Nº 370)(XXIII) Sobre naturaleza. (Ezra Heymann, Nº371)

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cas en el plano de la experiencia, y tantoen el orden meramente espacio-tempo-ral, como en el más realizado que es eldinámico son esenciales, junto con elidentificar un objeto, una relación de al-teridad con otro lugar, otro tiempo, otroobjeto. Aun lo interior de un objeto deexperiencia lo concebimos sólo en térmi-nos de una relación entre alteridades.

Es lo que Kant destacará en la Anfi-bología: “En un objeto del intelecto puroes interior sólo lo que no tiene ningunarelación (según su existencia) con algodiferente de él. En cambio las determina-ciones de una substantia phaenomenonen el espacio no son más que proporcio-nes, un conjunto de puras relaciones. Lasustancia en el espacio la conocemos so-lamente por las fuerzas que son efectivasen ellas para atraer a otras o para resistir-se a la penetración (repulsión e impene-trabilidad). No tenemos conocimiento deotras propiedades que fueran constitu-yentes de la noción de la sustancia queaparece en el espacio y que llamamosmateria (A265/B321).

Determinaciones puramente internas,definidas intrínsecamente y no por unaacción y manifestación transitiva consti-tuirían una cosa en sí. Pero no sólo noses imposible conocer tal cosa; tampocopodemos decir que tal cosa fuera posible(A255/B310). Nuestra noción de conoci-miento se aplica a la situación en la cualel entramado de acciones, en las cualesse manifiestan las fuerzas característicasde las sustancias, llega a nuestra orilla ynos involucra. Es la tercera analogía laque explica la comunidad de las sustan-cias como condición de posibilidad de laexperiencia, y Kant aclara que por comu-nidad entiende aquí el commercium delas cosa. Es entonces plenamente justifi-cada la observación de Béatrice Bouve-resse de que el sujeto conocedor conoceen tanto que por su condición corporalpertenece a esta comunidad interactiva.El texto kantiano mismo lo apunta: “Anuestras experiencias se les nota fácil-mente que sólo las influencias continuasen todos los lugares del espacio puedenguiar nuestro sentido de un objeto alotro, que la luz que juega entre nosotrosy los cuerpos del mundo efectúa una co-munidad mediata entre nosotros y éstos,y demuestra su simultaneidad…” (A213/B260).

Es sin embargo característico del pro-ceder de Kant el vaivén entre la perspec-tiva transcendental física que acabamosde oír expresada, y una psicológico-transcendental. El párrafo que sigue in-mediatamente opera este cambio de dis-curso. A214/B261: “Para la aclaraciónpuede servir lo siguiente. En nuestroánimo todas las apariciones, en tantocontenidas en una posible experiencia,deben estar en la comunidad (communio)de la apercepción, y en tanto que los ob-jetos son representados como existiendoconexos simultáneamente, deben deter-minar mutuamente su lugar en el tiempo,y formar así un todo.” A continuación se-

ñala Kant que si esta comunidad subjeti-va ha de descansar sobre un fundamentoobjetivo, entonces ha de ser referida aapariciones como sustancias que for-man una comunidad real, un commer-cium de sustancias. Este pasaje es unode aquellos que muestra la complementa-riedad de la deducción objetiva y la sub-jetiva, dando prioridad (en el orden obje-tivo, desde luego) a la primera, y uno delos pocos pasajes que expresan nitida-mente la notoria ambigüedad de la no-ción de aparición (Erscheinung) entrealgo que se da en el ánimo, y algo quepertenece al contexto físico que constitu-ye la experiencia.

En este respecto se vuelve imprescin-dible una acotación. La castellana ‘expe-riencia’, y mucho más todavía ‘experien-ce’ en el inglés actual participan en esteambigüedad, siendo entendido muchasveces, quizás las más veces ‘experience’como vivencia. Pero la Erfahrung kantia-na no puede ser entendida como un esta-do anímico, sino sólo como la andanzaen la que uno logra pericia en su encuen-tro con las cosas, pericia práctica y dis-cursivamente articulable, esto es, enten-dimiento.

Es en la experiencia, y sólo por la ex-periencia que llegamos a saber cómoson las cosas, aunque rara vez lo digaKant tan brutalmente como en el apén-dice a los Prolegómenos. “El principioque rige en todas partes mi idealismo ylo determina es en cambio: Todo conoci-miento por el mero puro entendimientoo por la razón pura es sólo un espejis-mo, y sólo en la experiencia hay ver-dad”. Para nosotros se trata ante todode despejar la apariencia de que losprincipios sintéticos a priori nos haríansaber cómo son las cosas. Ellos formu-lan las preguntas básicas que nos plan-teamos en toda experiencia, y no antici-pan las respuestas que han de dar lascosas al ser examinadas. Qué permanecey qué cambia, es decir, cómo determinarel cambio, qué factores intervienen enlos sucesos y qué consecuencias cabeesperar, cuál es el contexto dentro delcual se pueden destacar tales variables,éstas son preguntas que regulan todaexperiencia, sin que haya garantía deque encontráramos siempre respuesta.Son preguntas que articulan nuestra ig-norancia y nos ponen en camino paraencontrar, con suerte, respuestas. Per-mítanme recordar en este respecto quetambién las preguntas las categoría aris-totélicas se formulan mediante pronom-bres interrogativos: el ¿qué?, el ¿cómo?,el ¿cuánto y de qué tamaño?, donde,cuándo, etc. Son las preguntas y no lasrespuestas. Si dijeran que lo que hay esla sustancia esto equivaldría a decir quelo que hay es lo que hay. Con la enume-ración de los interrogantes quedan indi-cadas clases de respuestas, los diferen-tes sentidos en los que se dice es segui-do de una especificación, siendo laapropiada especificación lo que se hade averiguar.

sonidos• Monólogo patético“La voz humana” de JeanCocteau – monólogo a car-go de la actriz Isabel Lega-rra y “La voz humana”ópera en un acto de Fran-cois Poulenc, con texto deJean Cocteau por la sopra-no María Bayo acompaña-da por la Orquesta Filar-mónica dirigida por MartinLebel – Dirección escénicade ambos espectáculos :Margarita Musto – En elTeatro Solís, 23.4.2014

El poeta Jean Cocteau cau-só sensación cuando su actrizfavorita Berthe Bovy, estrenóen 1930 el monólogo “La vozhumana” en el que el célebreautor francés describe a unamujer desesperada que a lo largode una dramática conversacióntelefónica, trata de convencerinútilmente a su amante de queno la abandone. Entonces, elteléfono era un medio de comu-nicación relativamente nuevo yalgo mucho más nuevo aún, erautilizarlo como elemento dra-mático en el teatro. Casi treintaaños más tarde, en 1958, el com-positor Francois Poulenc, com-puso una ópera basada en el tex-to. Poulenc eligió para estrenarla obra a Denise Duval, una ex-celente cantante que por su vidaprivada podía tener una ciertaafinidad con el personaje deCocteau. El autor no sólo dio suapoyo a la versión musical dePoulenc sino que colaboró en suestreno, dirigiendo escénica-mente la versión y encargándo-se además del escenario y el ves-tuario. La orquesta fue dirigidapor el célebre director GeorgesPrêtre.

La posteridad suele ser ca-prichosa con algunas obras dearte. “La voz humana” tuvo superíodo de esplendor una déca-da y media después de la Segun-da Guerra Mundial. Se presenta-ron varias versiones teatrales eincluso cinematográficas muy

famosas, de las cuales la más ce-lebrada fue la de Simone Signo-ret. Pero más de medio siglodespués, la obra teatral que pa-reció tan rica en emotividad yen intensidad dramática en elpasado, hoy parece mucho másartificial e inauténtica. ¿ Por-qué? Por varias razones. Una deellas, irónicamente, es que elavance técnico ha descalificadocomo recurso dramático el usoreiterado de los cortes de la con-versación telefónica. Otra ra-zón, es que la banalidad cotidia-na del diálogo, que establecía unaespecie de contrapunto líricocon la desesperación vivida porla protagonista, ya no tiene niel patetismo ni la poderosa su-gestión que pudo tener variasdécadas atrás.

No sucede lo mismo con laversión musical de Poulenc.Gran parte de la partitura cons-tituye un comentario admirable-mente sobrio y al mismo tiem-po de punzante énfasis dramáti-co, de la conversación entrecor-tada entre la mujer abandonaday su amante. Poulenc dijo que laobra debe bañarse en una gransensualidad orquestal. Sin embar-go, gran parte de su música secaracteriza por su austeridadsombría. Hay sin duda dos face-tas contradictorias y al mismotiempo complementarias en lapersonalidad del compositorfrancés. No estuvo muy desca-minado el crítico francés Clau-de Rostand cuando definió aPoulenc como “medio hereje ymedio monje”.

La musicóloga israelí Mi-chal Grover-Friedlaender por suparte, opinó diciendo que “Lavoz humana” que “si la óperatiene éxito como drama es debi-do a su escritura vocal, pero sitiene éxito como ópera es porla utilización de la orquesta”.

Esa magnífica complemen-tación ha hecho que la óperamantenga su vigencia en los es-cenarios del mundo mientras quesu sola representación teatral escada vez menos frecuente. Unalista tan solo parcial de las so-

pranos que la han interpretadoen las últimas décadas es bastan-te impresionante y comprendea figuras como Gwyneth Jones,Catherine Malfitano, JessyeNorman, Graciella Schiutti, Fe-licity Lott, Renata Scotto, AnjaSilja, Elisabeth Söderström, Ga-lina Vishenvskaya, Virginia Ze-ani, Carole Farley y ElisabethSchwarzkopf.

…………………………………………. En principio la idea

de unir en un solo espectáculo laobra de Cocteau y su musicaliza-ción por parte de Poulenc pare-cía muy atractiva. Pero en lapráctica puso en evidencia quemientras la parte teatral perdiógran parte de su sugestión dra-mática, la música de Poulencintensificó la desolación, la tris-teza y la intensidad emocionalde esta trama sencilla pero de-vastadora en su patetismo.

Sin duda, Isabel Le-garra, guiada con sólido oficiopor Margarita Musto, realizó unbuen trabajo, con la solidez pro-fesional de una artista de larga yprestigiosa trayectoria. Pero eltexto de Cocteau, sin el apoyode la música de Poulenc, quedóen franca desventaja. Y el con-traste resultó particularmentenotorio, debido a la belleza de suvoz y la sutileza del arte de Ma-ría Bayo, que supo marcar ma-gistralmente los cambiantesmatices de ese desolador diálogomusical con un interlocutormudo y ausente. Otra ventaja asu favor fue la excelente laborde la Orquesta Filarmónicaorientada por la siempre inteli-gente e inspirada batuta de Mar-tin Lebel.

En principio, es una muybuena idea buscar una colabora-ción entre el teatro hablado y elmusical. Pero a veces, lo queparece una forma de colabora-ción ideal, puede convertirse enuna rivalidad indeseada en la queuna de las dos partes puede re-sultar claramente perdedora.

Egon Friedler