hernri michaux empuñar el paisaje´

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EMPUÑAR EL PAISAJE Los magos sostienen que, en la mayoría de las gentes que observan un paisaje, se forma una cápsula. Esa cápsula no es tan pequeña como se cree y constituye el médium entre el paisaje y el contemplador. Si el contemplador pudiese arrancar esa cápsula y llevársela consigo volveríase inconmensurablemente dichoso, conquistaría el paraíso en la tierra. Pero para ello es preciso una delicadeza extrema, una fuerza prodigiosa y saber lo que se hace. Es como arrancar de un golpe un árbol con todas sus raíces. Los espíritus malignos que utilizan por doquier medios nemotécnicos, representaciones gráficas, comparaciones, análisis y brutalidades sobre la materia observada, no solamente ignoran a qué me estoy refiriendo, sino que no pueden darse cuenta de la sencillez maravillosa y casi infantil de esa operación que os conduce con simplicidad al umbral del éxtasis. Henri Michaux (1889-1984) en http://akahata.blogspot.com.es/ El poeta y pintor francés Henri Michaux, que falleció en París a causa de una larga enfermedad, según se supo anteayer (véase la segunda edición de EL PAIS de ayer), fue un intelectual que influyó de forma poderosa sobre la estética y el pensamiento de los poetas y artistas de nuestro tiempo, dentro y fuera de Francia. Su estatura literaria nunca fue disminuida por su carácter secreto, que acrecentó el enigma de su personalidad. En este artículo se evocan las grandes etapas de su obra. MÁS INFORMACIÓN Henry Michaux, poeta y pintor Durante los últimos 20 años, Henri Michaux se negó a revelar su propia imagen, a dejarse fotografiar, a conceder a periodistas y estudiosos los menores detalles de su vida privada. Sólo hace un par de años, en una recepción en el Colegio de Francia, un fotógrafo de prensa lo reconoció y pudo dejar testimonio de un rostro ya envejecido, envuelto en gestos de protesta ante la cámara, que el poeta rechazaba. Ello no es normal en estos tiempos de dictadura de los medios de comunicación, a los que Michaux negaba una y otra vez tanto su rostro como sus declaraciones.Sus principios fueron tempranos, pero no demasiado fáciles. Nacido en Namur (Bélgica) en 1899, publicó sus primeros textos en 1922, en la revista Le disque vert, pero ya en 1926 colaboraba en la Nouvelle Revue Française, en Commerce y en Mesures. Relativamente influido por los superrealistas, nunca perteneció al grupo, ya que su principal característica ha sido siempre la de la independencia y la soledad. En 1927 publicaba su primer libro en la Nouvelle Revue Française (Qui je fus), pero su poesía desconcertaba a la crítica y al público. Todavía 30 años más tarde, mientras Gaëtan Picon lo saludaba como uno de los cuatro grandes de la última poesía francesa -junto con Jacques Prévert, Francis Ponge y René Char; estos dos últimos todavía sobreviven-, un especialista como Marcel Raymond se resistía a reconocer su importancia. Impenitente viajero, reportero en verdad de su propio interior, dos nuevos libros, Ecuador (1929) y Un bárbaro en Asia (1932) irrumpieron con fuerza sorprendente en el panorama de la poesía francesa de nuestro siglo. Tras los sucesivos ataques en tromba que desde Rimbaud y Lautréamont hasta los superrealistas venía experimentando la poesía en este país, tan acostumbrada a los pesos, las medidas y los ritmos llevados a su perfección, la intervención de Michaux con su poesía deliberadamente prosaica y atormentada planteaba una vez más la redefinición del género. Poesía y prosa

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poema de michaux en antologia poetica de gallimard 1961trd.de Ant.Mª Florez

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Page 1: Hernri Michaux Empuñar El Paisaje´

EMPUÑAR EL PAISAJELos magos sostienen que, en la mayoría de las gentes que observan un paisaje, se forma una cápsula. Esa cápsula no es tan pequeña como se cree y constituye el médium entre el paisaje y el contemplador. Si el contemplador pudiese arrancar esa cápsula y llevársela consigo volveríase inconmensurablemente dichoso, conquistaría el paraíso en la tierra.Pero para ello es preciso una delicadeza extrema, una fuerza prodigiosa y saber lo que se hace. Es como arrancar de un golpe un árbol con todas sus raíces. Los espíritus malignos que utilizan por doquier medios nemotécnicos, representaciones gráficas, comparaciones, análisis y brutalidades sobre la materia observada, no solamente ignoran a qué me estoy refiriendo, sino que no pueden darse cuenta de la sencillez maravillosa y casi infantil de esa operación que os conduce con simplicidad al umbral del éxtasis.

Henri Michaux (1889-1984)

en

http://akahata.blogspot.com.es/

El poeta y pintor francés Henri Michaux, que falleció en París a causa de una larga enfermedad, según se supo anteayer (véase la

segunda edición de EL PAIS de ayer), fue un intelectual que influyó de forma poderosa sobre la estética y el pensamiento de los poetas

y artistas de nuestro tiempo, dentro y fuera de Francia. Su estatura literaria nunca fue disminuida por su carácter secreto, que acrecentó

el enigma de su personalidad. En este artículo se evocan las grandes etapas de su obra.

MÁS INFORMACIÓN

Henry Michaux, poeta y pintor

Durante los últimos 20 años, Henri Michaux se negó a revelar su propia imagen, a dejarse fotografiar, a conceder a periodistas y

estudiosos los menores detalles de su vida privada. Sólo hace un par de años, en una recepción en el Colegio de Francia, un fotógrafo

de prensa lo reconoció y pudo dejar testimonio de un rostro ya envejecido, envuelto en gestos de protesta ante la cámara, que el poeta

rechazaba. Ello no es normal en estos tiempos de dictadura de los medios de comunicación, a los que Michaux negaba una y otra vez

tanto su rostro como sus declaraciones.Sus principios fueron tempranos, pero no demasiado fáciles. Nacido en Namur (Bélgica) en

1899, publicó sus primeros textos en 1922, en la revista Le disque vert, pero ya en 1926 colaboraba en la Nouvelle Revue

Française, en Commerce y en Mesures. Relativamente influido por los superrealistas, nunca perteneció al grupo, ya que su principal

característica ha sido siempre la de la independencia y la soledad. En 1927 publicaba su primer libro en la Nouvelle Revue Française

(Qui je fus), pero su poesía desconcertaba a la crítica y al público. Todavía 30 años más tarde, mientras Gaëtan Picon lo saludaba como

uno de los cuatro grandes de la última poesía francesa -junto con Jacques Prévert, Francis Ponge y René Char; estos dos últimos

todavía sobreviven-, un especialista como Marcel Raymond se resistía a reconocer su importancia.

Impenitente viajero, reportero en verdad de su propio interior, dos nuevos libros, Ecuador (1929) y Un bárbaro en Asia (1932)

irrumpieron con fuerza sorprendente en el panorama de la poesía francesa de nuestro siglo. Tras los sucesivos ataques en tromba que

desde Rimbaud y Lautréamont hasta los superrealistas venía experimentando la poesía en este país, tan acostumbrada a los pesos, las

medidas y los ritmos llevados a su perfección, la intervención de Michaux con su poesía deliberadamente prosaica y atormentada

planteaba una vez más la redefinición del género.

Poesía y prosa

¿Es poeta Michaux?, se preguntaba la crítica. "En principio se presenta como un prosista seco y ligero", señalaba el citado Picon. Pero

los dos libros citados eran sobre todo diarios de viaje, no reportajes al uso; libros subjetivos en los que la impresión contaba tanto como

la descripción. "En Ecuador nunca me sentí yo mismo -decía Michaux mucho después-, pues aquellos 465 metros por segundo en esos

países, mientras yo nací donde la Tierra sólo gira a la velocidad de 250 metros cada segundo, ejercieron sobre mí un fuerte influjo, ya

que soy muy sensible a toda suerte de giros y vueltas". Ya Borges tradujo Un bárbaro..., al menos en su primera versión, y el lector

español dispone ahora de estos dos libros, traducidos por Cristóbal Serra. Poco después Michaux pasaba del viaje exterior al viaje

imaginario, fantástico y simbólico, en una serie de libros que luego reunió bajo el expresivo título de Ailleurs, del que recientemente Julia

Escobar publicó una excelente traducción castellana: En otros lugares.

La obra de Michaux surge de las sensaciones del poeta frente al mundo exterior, pero pronto investiga también las transformaciones de

ese mundo y de sus propias sensaciones: del viaje exterior al fantástico, y de éste al viaje interior, a la experiencia con la droga, a la que

ha dedicado libros inolvidables, como L'infini turbulent, Connaissance par les gouffres, Misérable miracle y Les grandes épreuves de l

´esprit. La droga ampliaba los límites del viaje y los de la experiencia misma.

Y pintura

Aunque dibujaba ya desde muy temprano, pues se conocen ilustraciones propias de algunos de sus libros desde 1939, fue a mediados

de los años cuarenta cuando se puso a pintar definitivamente, a raíz de un viaje a Japón y de un grave accidente que sufrió su esposa

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en un incendio. Desde entonces, la mirada -que también alterna lo exterior con lo interior, no en balde su antología mayor se titula L

´espace du dedans- y la palabra se combinan en su escritura y su obra como pintor se va imponiendo lentamente. Sin embargo, tanto en

la pintura como en la escritura el proceso es paralelo, como lo muestran también sus cuadros y dibujos inspirados en la droga, en la

mescalina o el cannabis.

En sus últimos tiempos, en soledad y arriscado silencio, Michaux ha ido alternando exposiciones de su obra plástica con la publicación

de breves plaquettes poéticas que luego reúne en libros. "Nacido, educado e instruido en un ámbito de cultura únicamente verbal,

y antes de la época de la invasión de las imágenes, pinto para desacondicionarme",dirá en el pórtico de Emergences-

Résurgences. Francés desde 1954, obtuvo el Gran Premio Nacional de las Letras una década después.

En los últimos años le acosaban la edad y la enfermedad, le fascinaban la pintura oriental y los ideogramas chinos y japoneses. De ello

ha dejado también constancia -Ideogrammes en Chine-, así como de la pintura de los alienados, en Les Ravagés, o del mundo de los

sueños, en Façons d´endormi, façons d´eveillé. Al final, el poeta se ha ido en silencio, tras dar su testimonio de esa catástrofe que es el

mundo. Sus imprecaciones, su extrema y sobria violencia, sus metáforas descabelladas imponen como amarga realidad lo que en

principio parece una pesadilla. Es, por tanto, fantástico, soñador y profundamente realista, y su obra resulta ser revelación y testimonio.

¿Sus maestros? El Bosco, Lautréamont, Goya, William Blake, pero también los superrealistas y Alfred Jarry. En el fondo, oscila entre el

patetismo y el sarcasmo; va de la ironía distanciadora al largo lamento. Ha muerto uno de los grandes poetas del siglo.

RAFAEL CONTE 23 OCT 1984 el pais

Henri Michaux (French: [miʃo]; 24 May 1899 – 19 October 1984) was a highly idiosyncratic Belgian-born poet, writer, and painter who wrote in French. He later took French citizenship. Michaux is best known for his esoteric books written in a highly accessible style, and his body of work includes poetry, travelogues, and art criticism. Michaux travelled widely, tried his hand at several careers, and took drugs, the latter resulting in two of his most intriguing works, Miserable Miracle and The Major Ordeals of the Mind and the Countless Minor Ones.

Travels and work[edit]

In 1930–1931, Henri Michaux visited Japan, China and India. The result of this trip is the book A Barbarian in Asia. Oriental culture became one of his biggest influences. The philosophy of Buddhism, and Oriental calligraphy, later became principal subjects of many of his poems and inspired many of his drawings.

He also traveled to Africa and to the American continent, where he visited Ecuador and published the book Ecuador. His travels across the Americas finished in Brazil in 1939, and he stayed there for two years.

Michaux is best known for his stories about Plume – "a peaceful man" – perhaps the most unenterprising hero in the history of literature, and his many misfortunes. All his writing is strange and original. As his translator put it in Darkness Moves, the most comprehensive Michaux anthology in English, his poems are "messages from his inner space." That space may be transformed by drugs as in Miserable Miracle or by terrifying vision, as in "Space of the Shadows" (in Darkness Moves) but the "messages" from it are always as clear and concrete as possible.

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Henri Michaux was also a highly original artist. His work is not quite figurative, but suggestive. The Museum of Modern Art in Paris and the Guggenheim Museum in New York both had major shows of his work in 1978.

In 1955 he became a citizen of France, and he lived the rest of his life there along with his family. In 1965 he won the National Prize of Literature, which he refused to accept.

LA VEJEZ DE POLLAGORASMe encantaría saber por qué siempre soy yo el caballo que monto

    Con la edad –dice Pollagoras– me he vuelto semejante a un campo en el cual hubo batalla, batalla hace siglos, batalla ayer, un campo de muchas batallas.     Muertos nunca muertos del todo deambulan en silencio o descansan. Podríamos creerlos libres del deseo de vencer.     Pero de pronto se animan, los que estaban acostados se levantan y atacan bien armados. Acaban de toparse con el fantasma del rival de antaño, quien, a su vez, sobresaltado, de golpe arremete febril, preparado el quite, obligando a mi corazón a acelerar su movimiento en el pecho y en el ser ceñudo que se anima a su pesar.    Entre ellos libran “sus” batallas sin tregua, ciegos tanto a las precedentes como a las siguientes, cuyos héroes circulan anónimos y pacíficos hasta que, topándose a su vez con el rival contemporáneo, se incorporan en un instante y se lanzan irresistiblemente al combate.Así es como tengo mis años –dice Pollagoras–, por esta acumulación.     Atestado de batallas ya libradas, reloj de escenas cada vez más numerosas que rugen, cuando yo quisiera estar en otra parte.Así, como una mansión abandonada al Poltergeist, vivo sin vivir, lugar de apariciones que no me interesan ya, aunque ellas aún se apasionen y tumultuosamente se rehagan en un febril rebobinarse que no puedo parar.

Obras[editar]

1922: Cas de folie circulaire

1923: Les rêves et la jambe

1927: Qui je fus

1929: Ecuador. Edición en español: Ecuador: diario de viaje. Traducción de Cristóbal Serra. Barcelona, 1983.

1933: Un barbare en Asie. Un bárbaro en Asia. Traducido al español por Jorge Luis Borges. Buenos Aires, 1941. Numerosas reediciones.

1935: La nuit remue. La noche se agita ; Plume ; precedido por Lejano interior. Traducción y prólogo de Marta Segarra. Barcelona, 1994 y Castellón, 2010.

1936: Voyage en Grande Garabagne

1938: Lointain intérieur. La noche se agita ; Plume ; precedido por Lejano interior. Traducción y prólogo de Marta Segarra, 1994.

1938: Plume. La noche se agita ; Plume ; precedido por Lejano interior. Traducción y prólogo de Marta Segarra. Barcelona, 1994.

1941: Au pays de la Magie

1942: Arbres des Tropiques

1944: L'espace du dedans,

Page 4: Hernri Michaux Empuñar El Paisaje´

1940-1944: Épreuves, exorcismes. Adversidades, exorcismos. Traducción de Jorge Riechmann . Madrid, 1988.

1946: Ici, Poddema

1948: Ailleurs. En otros lugares. Traducción de Julia Escobar. Madrid, 1983.

1949: La vie dans les plis. La vida en los pliegues. Buenos Aires, 1976.

1950: Passages,

1952: Mouvements,

1954: Face aux verrous. Frente a los cerrojos, seguido de Puntos de Referencia. Traducción, introducción y notas de Julia Escobar. Valencia, 2000.

1956: Misérable miracle (La mescaline). Miserable milagro (La mescalina), Caracas, 1969.

1957: L'infini turbulent. El infinito turbulento. Valencia, 2000.

1959: Paix dans les brisements,

1961: Connaissance par les gouffres. Conocimiento por los abismos. Traducción de Aurora Bernárdez. Buenos Aires, 1972.

1962: Vents et poussières

1966: Les grandes épreuves de l'esprit et les innombrables petites. Las grandes pruebas del espíritu y las innumerables pequeñas. Traducción de Francesc Parcerisas. Barcelona, 1985.

1969: Façons d'endormi, façons d'éveillé. Modos del dormido, modos del que despierta. Madrid, 1974.

1971: Poteaux d'angle

1972: En rêvant à partir de peintures énigmatiques

1972: Émergences, résurgences

1973: Moments, traversées du temps

1973: Quand tombent les toits

1974: Par la voie des rythmes

1975: Idéogrammes en Chine

1975: Coups d'arrêt

1976: Face à ce qui se dérobe

1976: Les ravagés

Page 5: Hernri Michaux Empuñar El Paisaje´

1978: Jours de silence

1979: Saisir

1980: Une voie pour l'insubordination

1981: Affrontements

1982: Chemins recherchés, chemins perdus, transgressions

1983: Les commencements

1983: Le jardin exalté

1983: Par surprise

1984: Par des traits

1985: Déplacements, dégagements

1993: Jeux d'encre. Trajet Zao Wou-Ki

1994: En songeant à l'avenir

1994: J'excuserais une assemblée anonyme...

1996: À distance

Antologías en español[editar]

Poemas 1927-1954. Buenos Aires, 1959.

Poemas escogidos. Madrid, 1999.

Antología poética 1927-1986, edición bilingüe (francés-español), selección, traducción y prólogo de Silvio Mattoni, Buenos Aires, Ed. Adriana Hidalgo, 2005.

(Henri Michaux)

MUERTE DE UN PÁJARO

Tenía un color magnífico; era un Carpintero,

Le descargué mis perdigones,

Pareció titubear, luego cayó sobre una ancha hoja de palmera.

Lo tomé en mi mano. Era así: oro, negro, rojo.

Page 6: Hernri Michaux Empuñar El Paisaje´

Lo palpé, le desplegué las alas, lo examiné minuciosa y largamente: Estaba intacto.

Debió morir de una conmoción súbita

HE NACIDO AGUJEREADO

Sopla un viento tremendo,

No es sino un pequeño agujero en mi pecho,

pero sopla en él un viento tremendo.

Pueblecito de Quito, tú no eres para mí.

Yo necesito odio, y envidia; ésta es mi salud.

Es una gran ciudad la que necesito.

Un gran consumo de envidia.

No es sino un pequeño agujero en mi pecho,

pero sopla en él un viento tremendo,

En el agujero hay odio (siempre), espanto también e impotencia.

Hay impotencia y el viento está cargado de ella;

fuerte como los torbellinos,

rompería una aguja de acero,

y no es más que un viento sin embargo, un vacío.

¡Caiga la maldición sobre toda la tierra, sobre toda la civilización,

sobre todos los seres en la superficie de todos los planetas, a causa de este vacío!

Un señor crítico ha dicho que yo no alimentaba odio.

Este vacío, he ahí mi respuesta.

Page 7: Hernri Michaux Empuñar El Paisaje´

¡Qué mal se está, ay, en mi pellejo!

Siento la necesidad de llorar sobre el pan de lujo de la dominación y del amor,

sobre el pan de gloria que está afuera.

Siento la necesidad de mirar por el cuadro de la ventana,

que está vacío como yo, que no se alimenta de nada,

Dije llorar; no, es un barreno a frío, que barrena,

barrena incansablemente,

como sobre una viga de haya en la que 200 generaciones de gusanos se hubiesen

legado esta herencia; "barrena, barrena..."

Esto ocurre a la izquierda, no digo que sea el corazón,

Digo agujero, y no digo más, es rabia y contra ella no puedo,

Tengo siete u ocho sentidos. Uno de ellos: el sentido de lo que falta.

Lo toco y lo palpo como se palpa una madera,

una madera que sería más bien una gran selva de esas que ya no se ven en Europa

desde hace mucho.

Y esto es mi vida, mi vida en medio del vacío.

Si este vacío desaparece, yo me busco, enloquezco y eso es todavía peor.

Yo me he construido sobre una columna ausente.

¿Qué habría dicho el Cristo si hubiese estado hecho de este modo?

Hay algunas de estas enfermedades que, si se las cura, no le dejan nada al hombre.

Muere pronto, era demasiado tarde.

¿Puede acaso una mujer contentarse solamente con odio?

Si es así, amadme, amadme mucho y no dejéis de decírmelo,

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y que alguna de vosotras me escriba.

¿Pero qué significa este ínfimo ser?

Casi no lo había advertido,

Ni dos nalgas ni un gran corazón pueden llenar mi vacío,

Ni ojos llenos de Inglaterra y de ensueños, como suele decirse.

Ni una voz cantante que dijese completivo y calor.

Los estremecimientos encuentran en mí un frío siempre alerta.

Mi vacío es un gran glotón, gran moledor, gran aniquilador.

Mi vacío es algodón y silencio,

Silencio que todo lo detiene.

Un silencio de estrellas,

Y aunque ese agujero es profundo carece totalmente de forma.

Las palabras no lo encuentran,

chapotean a su alrededor,

Siempre he admirado a esos que por creerse revolucionarios se consideraban hermanos.

Hablaban los unos de los otros con emoción; chorreaban como sopa.

Eso no es odio, amigos míos, eso es gelatina.

El odio es siempre duro,

hiere a los demás,

pero también desgarra al hombre en su interior,

continuamente.

Es el reverso del odio,

Page 9: Hernri Michaux Empuñar El Paisaje´

Y no hay nada que hacer. No hay nada que hacer.

MIS OCUPACIONES

Raras veces puedo ver a alguien sin abofetearlo,

Otros prefieren el monólogo interior. Yo, no. Más me gusta abofetear.

Hay gentes que se sientan frente a mí en el restaurante y no dicen nada; están allí

un buen rato porque han decidido comer.

Ahí tenéis a uno.

Yo me lo atraco, toc.

Me lo reatraco, toc.

Lo cuelgo en la percha.

Lo descuelgo.

Vuelvo a colgarlo,

Lo redescuelgo.

Lo pongo sobre la mesa, lo apilo y lo ahogo.

Lo ensucio, lo inundo.

Y vuelve a vivir.

Entonces lo enjuago, lo estiro (comienzo a enervarme, hay que terminar con él),

lo comprimo, lo aprieto, lo resumo, lo introduzco en mi vaso, arrojo ostensiblemente

el contenido por el suelo y le digo al camarero: "Tráigame un vaso más limpio".

Pero me siento mal; arreglo al punto la cuenta y me voy.

LA SIMPLICIDAD

Page 10: Hernri Michaux Empuñar El Paisaje´

Lo que ha faltado sobre todo hasta el presente a mi vida, ha sido simplicidad. Poco a poco

comienzo cambiar.

Ahora, por ejemplo, siempre que salgo, llevo mi cama conmigo, y cuando una mujer me agrada,

la tomo y me acuesto con ella al instante.

Si sus orejas o su nariz son feas y grandes, se las quito juntamente con la ropa y las pongo

debajo de la cama. Allí las encontrará ella al partir. Sólo guardo lo que me agrada.

Si su ropa interior ganara al ser cambiada, la cambio en seguida. Ese será mi regalo.

Si entretanto veo a otra mujer más agradable que pasa, me excuso ante la primera y la

hago desaparecer inmediatamente.

Personas que me conocen sostienen que no soy capaz de hacer eso que digo; que no tengo

suficiente temperamento para ello. Yo también lo creía así, pero era porque no hacía todo

como se me antojaba.

Ahora, paso siempre muy lindas tardes. (Por la mañana trabajo.)

PERSECUCIÓN

Antes, mis enemigos tenían todavía cierto espesor, pero ahora se vuelven huidizos. Recibo

un codazo (todo el santo día ando a los tumbos). Son ellos. Pero se eclipsan como por encanto.

Desde hace tres meses sufro una derrota continua;

enemigos sin rostro; raigambre, verdadera raigambre de enemigos.

Después de todo, ya dominaron mi infancia. Pero... yo me había imaginado que ahora estaría

un poco más sosegado.

Page 11: Hernri Michaux Empuñar El Paisaje´

LA PEREZAEl alma adora nadar.Para nadar es preciso extenderse sobre el vientre. El alma se disloca y huye. Huye nadando. (Si vuestra alma huye cuando os encontráis de pie, o sentados, o con las rodillas o los codos doblados, para cada posición corporal diferente el alma partirá con un modo de andar y una forma también diferentes; esto lo estableceré más tarde).Se habla a menudo de volar. No es eso. Lo que hace el alma es nadar. Nada como las serpientes y las anguilas; nunca de otro modo.Numerosas personas tienen así un alma que adora nadar. Se las denomina vulgarmente perezosas. Cuando el alma a través del vientre abandona el cuerpo para nadar, se produce una liberación tal de no sé qué; es como un abandono, como un goce, como una relajación tan íntima...El alma va a nadar en la caja de la escalera o en la calle, según la timidez o la audacia del hombre, pues siempre guarda un hilo entre ella y él, y si este hilo se rompiese (es a menudo muy delgado aunque se precisaría una fuerza espantosa para romperlo) sería terrible para ambos (tanto para ella como para él).Cuando se encuentra pues el alma nadando a lo lejos, gracias a este simple hilo que liga al hombre con el alma, se derraman volúmenes y volúmenes de una especie de materia espiritual, como el barro, como el mercurio o como el gas -goce sin fin.Por eso el perezoso vuélvese cerril. No cambiará nunca. Por eso es también que la pereza es la madre de todos los vicios. ¿Hay acaso algo más egoísta que la pereza?La pereza tiene también fundamentos que el orgullo no posee.Pero siempre la gente se encarniza con los perezosos.Cuando están recostados los golpean, les echan agua fría sobre la cabeza; no les queda otra cosa que apresurarse a hacer regresar su alma. Os miran entonces con esa mirada de odio tan conocida y que observamos particularmente en los niños..

MALDITO

Dentro de seis o más meses, o tal vez mañana, estaré ciego. Es mi triste, mi triste vida

que continúa.

Los que me engendraron lo pagarán, decíame antaño. Pero hasta hoy no han pagado nada todavía. Yo, sin embargo... es preciso que entregue ahora mis ojos. Su pérdida definitiva me liberará de sufrimientos atroces. Es todo cuanto puede decirse. Una mañana mis pupilas estarán llenas de pus.

Sólo habrá tiempo de intentar inútilmente algunas pruebas con el terrible nitrato de plata, y se acabará con ellos.

Hace nueve años que mi madre me decía: "Preferiría que no hubieras nacido".

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SANTO

Merodeando por mi cuerpo maldito llegué a una zona donde las partes verdaderamente mías volvíanse raras y donde, para vivir, era preciso ser santo. Y yo, que en otros tiempos había aspirado sin embargo a tal suerte, ahora que la enfermedad me acorralaba, debatíame y me debato todavía.

Es evidente que de este modo no podré vivir.

Tener una posibilidad de ser santo, ¡vaya!, pero eso de estar aculado a ella, ¡se me hace insoportable!

EN VERDAD

En verdad, cuando digo:

"Grande y fuerte.

"así va el muerto.

"¿Cuál es el vivo

"que haría otro tanto?".

el muerto soy yo.

En verdad, cuando digo:

"No comprometáis a vuestros padres en vuestros asuntos,

"no hay cabida allí para ellos,

"y la mujer que dio a luz ha llegado al extremo de sus fuerzas,

"no hay que exigirle más,

"no hagáis tanta historia, la desdicha es lo más natural",

en verdad, la mujer no soy yo.

Page 13: Hernri Michaux Empuñar El Paisaje´

Yo soy el buen camino que no hace volver a nadie hacia atrás,

Yo soy el buen puñal que hiende cuanto atraviesa.

Yo soy el que...

Los otros son lo que no...

YO SOY GONG

En el canto de mi cólera hay un huevo,

y en ese huevo está mi madre, mi padre y mis hijos,

y en ese todo hay gozo y tristeza mezclados, y también hay vida.

Grávidas tempestades que me socorristeis,

hermoso sol que me contrarrestaste,

hay odio en mí, fuerte odio y de muy antigua data,

en cuanto a belleza, veremos más tarde.

No me he endurecido en verdad más que por laminillas;

¡si se supiera cuán meduloso he permanecido en el fondo!

Soy gong y algodón en rama y canto nevado,

lo digo yo, y estoy seguro.

MI DIOS

Había una vez un ratón

y a tal punto debieron maltratarlo;

seré más explícito, era un carnero

y a tal punto debieron aplastarlo,

Page 14: Hernri Michaux Empuñar El Paisaje´

pero era, lo juro, un elefante

y que, por otra parte, se me comprenda bien,

uno de esos inmensos rebaños de elefantes del África

que nuca están bastante cebados,

y bien, pues, a tal punto lo habían aplastado,

y los ratones lo seguían, y luego los carneros

y a tal punto aplastados,

y también había la canalla

y a tal punto aplastada

y no sólo la canalla

no solamente aplastada... no solamente reconcentrada..

¡Oh peso! ¡Oh aniquilamiento!

¡Oh cáscara de Seres!

¡Rostro impecablemente rapaz de la destrucción!

Jabón perfecto, Dios a quien llamamos a grandes gritos,

Te espera este mundo aisladamente redondo, Te espera.

¡Oh aplastamiento!

¡Oh Dios perfecto!

PISOTEADO

Cuando lo hubieron pisoteado durante diez años;

"Después de todo, dijeron, tenía algunas cualidades,

Page 15: Hernri Michaux Empuñar El Paisaje´

A partir de hoy, se prohibe a todos pisotearlo"

Se fue levantando poco a poco, porque tenía realmente cualidades.

Pero un domingo, como al pueblo le gusta mucho la juerga, se le permitió que lo pisoteara una vez más.

Y fue en tal forma aplastado ese solo domingo, o talvez ya había perdido esa costumbre, que se sintió más miserable que nunca.

"Después de todo, dijeron, no tenía tantas cualidades"

CAÍDA

Dio un paso en falso y cayó de pronto en el siglo XIII.

¡Ay!, ¿cómo sacarlo de allí?

No atornillábamos, nos desatornillábamos, nos reatornillábamos; no encontrábamos nada.

"Sangre fría, gritaba Jorge, sin lo cual está perdido".

PRECAUCIONES

Es bueno observar, cuando abrimos la ventana, si hay algún avión en las inmediaciones, porque una vez que han entrado, resulta difícil deshacerse de ellos.

Los interrogáis y os contestan: "Piernas fracturadas", y son infinitos cuidaos por todas partes los que hay que tomar, y como ahora se vive en la estrechez, si es preciso todavía hacer abandono de una pieza, la cosa se transforma en una verdadera desesperación.

OTROS CAMBIOS AÚN

A fuerza de sufrir, perdí los límites de mi cuerpo y me desmesuré irresistiblemente.

Fui todas las cosas; sobre todo hormigas, interminabemente una detrás de otra, hormigas laboriosas y sin embargo titubeantes. Aquello era un movimiento loco. Yo debía prestar mucha atención. De pronto advertí que no solamente era las hormigas sino también su camino. Por cuanto de tan desmenuzable y polvoroso que éste era, se puso duro y mi sufrimiento se volvía

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atroz. Yo esperaba que explotase en cualquier momento y que se proyectase en el espacio. Pero resistió.

Me proponía descansar de cualquier modo sobre otra parte mía, más suave. Esa parte era una selva y el viento la agitaba dulcemente. Pero vino un tempestad y las raíces, a fin de resistir al creciente vendaval, me taladraban. Eso no era nada, pero me forzaron tan profundamente, que era peor que la muerte.

Un desmoronamiento repentino del terreno hizo que una playa entrase en mí. Era una playa de guijarros. Estos se pusieron de pronto a rumiar en mi interior y a clamar por el mar, por el mar.

Mucha veces me transformé en boa y aunque esto resultara muy incómodo por cuanto había que estirarse, me aprestaba a dormir o bien me mudaba en bisonte y me preparaba para pacer, cuando al punto un tifón se me desencadenaba en un hombro y las embarcaciones eran proyectadas en el espacio, los barcos de vapor preguntábanse si llegarían a puerto; sólo se escuchaba S.O.S.

Lamentaba no ser más boa o bisonte cuando poco tiempo después fue preciso que me achicase hasta el punto de caber en un platillo. Los cambios eran siempre bruscos, había que rehacerlo siempre todo y eso no valía la pena porque no duraría más que algunos instantes. Era preciso adaptarse sin embargo a esos cambios siempre bruscos. No cuesta tanto pasar de romboedro a pirámide truncada, pero duele pasar de pirámide truncada a ballena; es preciso saber nadar en seguida, saber respirar y luego, el agua es fría y luego, hay que enfrentarse con los arponeros aunque yo, en cuanto veía un hombre, huía. Pero ocurría que súbitamente era trastrocado en arponero. Entonces debía recorrer una ruta más extensa. Lograba finalmente alcanzar a la ballena, le lanzaba con energía un arpón desde la proa, un arpón bien aguzado y sólido (después de haber hecho amarrar, claro está, y verificar el cable). El arpón partía, entraba profundamente en la carne causando una herida enorme. Era entonces cuando me daba cuenta de que yo era la ballena y esto me proporcionaba una nueva ocasión para padecer, a mí, que no puedo todavía acomodarme al sufrimiento.

Después de una carrera loca perdía de pronto la vida, pero me trocaba al mismo tiempo en barco y cuando yo era e barco, pueden ustedes creerme, hacía agua por todas partes. Y cuando todo ya andaba de mal en peor, entonces, y esto era seguro, me volvía capitán, trataba de adoptar serenidad de ánimo, pero estaba en verdad desesperado, y si alguien a pesar de todo, lograba salvarnos, entonces me mudaba en cable, y el cable se rompía, y si una lancha saltaba en pedazos, ocurría que justamente yo era todas las planchas, y me hundía, y trasmutado en equinodermo, esa mutación sólo duraba un segundo, por cuanto, desamparado en medio de los enemigos de quienes no tenía siquiera noticia, éstos me echaban mano en seguida, me comían vivo con esos ojos blancos y feroces que sólo se encuentran bajo el agua, bajo el agua salada del océano que aviva todas las llagas. ¿Quién me dejaría tranquilo, ay, por algún tiempo? Pero no, si no me muevo, me pudro en el lugar, y si me muevo, es para colocarme bajo los azotes de mis enemigos. No me atrevo entonces a hacer ningún movimiento. Me disloco inmediatamente para formar parte de un conjunto barroco viciado

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por un equilibrio que se pone en evidencia demasiado pronto y en forma demasiado clara.

Si me trocase siempre en animal, concluiría en rigor por acomodarme, puesto que el comportamiento de los animales, tanto como el principio de acción y de reacción de los mismos, son siempre iguales, pero ocurre que soy todavía otras cosas, y si fuese solamente cosas, eso marcharía, pero soy conjuntos de cosas ficticias, e incluso lo impalpable.

¡Qué broma cuando me transformo en rayo! Tengo que andar a los apurones entonces, yo que me arrastro siempre y que nunca me decido a tomar una determinación.

¡Ah, si pudiese morirme de una buena vez! Pero no, siempre se me juzga bueno para una vida nueva y, no obstante, no hago más que meter la pata en ella y conducirla a la perdición.

Pero tampoco esto resulta un obstáculo porque me entregan al punto otra vida en la que mi prodigios incapacidad habrá de manifestarse nuevamente con evidencia.

Sucede también que renazco a veces con cólera...

"¿Eh? ¿Qué se pretende hacer romper en dos pedazos aquí? ¡Fárrago de Taciturnos! ¡Rateros! ¡Atracadores! ¡Porquerías! ¡Macacos! ¡Cuclillos! ¡Soy yo el que está en vuestro nido! ¡Y os digo m.....! ¡Cobardes! ¡Cobardes!"

Pero cuando ocurre que estoy en estado de comprender, nadie me ve, y poco después habrán de transformarme en un ser sin fuerzas.

Y así siempre, y sin tregua.

¡Hay tantos animales, tantas plantas, tantos minerales! y lo he sido ya todo y tantas veces... Pero las experiencias no me sirven para nada. Volviéndome por la trigésima segunda vez clorhidrato de amonio, tengo todavía la tendencia de comportarme como un arsénico, y mudado en perro, mis maneras de pájaro nocturno lo desgarran todo.

Raramente veo alguna cosa sin experimentar ese sentimiento tan especial... Ah, sí, yo he sido ESO... no lo recuerdo exactamente, pero lo siento. Esta es la razón por la cual me agradan tanto las Enciclopedias Ilustradas. Las hojeo y experimento muchas veces vivas satisfacciones porque veo en ellas las foto0grafías de muchos seres que no he sido aún. Eso me tranquiliza, es delicioso y me digo: "¡También hubiera podido ser esto y esto otro y se me ha dispensado de serlo!" Lanzo entonces un suspiro de alivio. ¡Oh, el reposo!

EL LAGO

Por mucho que se aproximen al lago, los hombres no se volverán por eso ranas o lucios.

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Construyen sus viviendas a su alrededor, se meten en el agua constantemente, se vuelven nudistas... No importa. El agua traidora e irrespirable para el hombre, fiel y nutricia para los peces, continuará tratando a los hombres como hombres y a los peces como peces. Y hasta el presente ningún deportista ha podido vanagloriarse de haber sido tratado de un modo diferente.

MI PORVENIR

Acabaré de una vez por alcanzar un país de sonrisas.

Una brisa formada de caricias ya me lleva hacia él.

Se me invita, está ahí, me aguardan, se sabe que llego.

Porvenir, puesto que debes, puesto que vas a invadirme,

lleguemos a tiempo, escucha, más de prisa, acércate, atráeme,

porvenir, puesto que debes, puesto que vienes...

HACIA LA SERENIDAD

Aquel que no acepte este mundo no construirá en él casa alguna. Si siente frío, lo siente sin tener frío. Tiene calor sin calor. Si tala álamos blancos, es como si no talase nada; pero los álamos blancos están ahí, por el suelo, y él recibe el estipendio convenido, o bien sólo recibe golpes. Recibe los golpes como un donativo sin significado, y parte sin asombrarse.

Bebe el agua sin tener sed, se hunde en una roca sin el menos malestar.

Con la pierna fracturada, bajo un camión, conserva su aire habitual y sueña en la paz, en la paz, en la paz tan difícil de obtener, tan difícil de conservar, en la paz...

Sin haber salid nunca, el mundo le es familiar. Conoce bien el mar. El mar está constantemente debajo de él, un mar sin agua, pero no sin olas, pero no sin extensión. Conoce bien los ríos. Los ríos lo vadean constantemente, sin agua pero no sin languidez, pero no sin torrentes repentinos.

Huracanes sin viento lo acometen con furor. La inmovilidad de la Tierra es también la suya. Carreteras, vehículos, rebaños infinitos lo recorren y un enorme árbol sin celulosa, pero muy arraigado, madura en él un fruto amargo, amargo muchas veces, raramente dulce.

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Así apartado, siempre solo en cualquier cita, sin retener jamás una mano entre sus manos, sueña, con el anzuelo en el corazón, en la paz, en la condenada paz lancinante, la suya, y en la paz que se dice que está por encima de esa paz.

LA MARCHA SOBRE LAS DOS ORILLAS

Caminar sobre las dos orillas de un río es un penoso ejercicio.

Con frecuencia vemos así a un hombre (estudiante de magia) que remonta un río, caminando sobre una y otra orilla a la vez; de tan preocupado que está, no nos ve. Porque lo que realiza es delicado y no tolera distracción alguna. ¡Pero qué solo podría encontrarse de repente sobre una sola orilla, y qué vergüenza para él, entonces!

TRAJE PARA PRONUNCIAR LA LETRA "R"

Los Magos han concebido un traje para pronunciar la letra "R". Tienen también otro para pronunciar la letra "Vstts". Con las demás letras es fácil arreglárselas, salvo sin embargo con la letra "Khng".

Pero ocurre que el precio de estos tres trajes es considerable. Muchas son las gentes que, careciendo de medios para proporcionárselos, sólo logran farfullar cuando deben pronunciar esas letras; también esto sucede cuando son muy dotadas en magia.

LOS 22 PLIEGUES DE LA VIDA HUMANA

El hijo, el hijo del jefe, el hijo del enfermo, el hijo del labriego, el hijo del necio, el hijo del Mago, nacen con veintidós pliegues. La cuestión es desplegarlos. La vida del hombre entonces se completa. Bajo esa forma muere. No le resta pliegue alguno por desplegar.

Raramente muere el hombre conservando algunos pliegues sin desplegar. Ha ocurrido sin embargo. Paralelamente a esta operación el hombre forma su carozo. Las razas inferiores, como la raza blanca, ven más el carozo que el despliegue. El Mago ve más bien el despliegue.

Sólo el despliegue es importante. Lo demás no es sino epifenómeno.

LOS CÓNYUGES MALAVENIDOS

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Los cónyuges malavenidos constituyen un peligro mágico, y se ha visto todas las habitaciones de un pueblo caer hechas polvo, consumidas por la violencia de los sentimientos hostiles de un marido hacia su mujer, sentimientos que trató quizá él mismo de disimular hasta entonces, cuando, en el momento en que el pueblo desmoronábase en polvo, debió rendirse a la evidencia.

EXTRAER EL "PSHI" DE UNA MUJER

El Mago Ani pretende poder extraer el pshi... de la mujer que ansía (el pshi no es el doble) y atraerlo hacia sí. Es posible abstenerse del pshi durante algún tiempo; la mujer no repara desde luego en esa privación. El Mago entonces acaricia el pshi y poco a poco y aunque no sintiendo más que cosas vagas, la mujer se aproxima al lugar donde se encuentra su pshi. Y cuando más adelanta, mejor se siente, hasta que coincide, sin saberlo, con él. En tal circunstancia, el amor del hombre ha penetrado ya en ella.

EMPUÑAR EL PAISAJE

Los Magos sostienen que, en la mayoría de las gentes que observan un paisaje, se forma una cápsula. Esa cápsula no es tan pequeña como se cree y constituye el médium entre el paisaje y el contemplador. Si el contemplador pudiese arrancar esa cápsula y llevársela consigo volveríase inconmensurablemente dichoso, conquistaría el paraíso en la tierra.

Pero para ello es preciso una delicadeza extrema, una fuerza prodigiosa y saber lo que se hace. Es como arrancar de un golpe un árbol con todas sus raíces. Los espíritus malignos que utilizan por doquier medios nemotécnicos, representaciones gráficas, comparaciones, análisis y brutalidades sobre la materia observada, no solamente ignoran a qué me estoy refiriendo, sino que no pueden darse cuenta de la sencillez maravillosa y casi infantil de esa operación que os conduce con simplicidad al umbral del éxtasis.

LOS MILES DE DIOSES Lo increíble, lo deseado desesperadamente, desde la infancia, lo aparentemente excluido que pensé que nunca volvería a ver, lo inaudito, lo inaccesible, lo demasiado bello, lo sublime prohibido para mí, ha llegado. HE VISTO A LOS MILES DE DIOSES. He recibido el regalo portentoso. Se me han aparecido a mí, que no tengo fe (sin conocer la fe que tal vez pueda tener). Estaban ahí, presentes, más presentes que cualquier cosa que yo haya mirado jamás. Y era imposible y yo lo sabía, y sin embargo. Sin embargo, estaban ahí, colocados por centenares, unos junto a otros (pero les seguían mil más, apenas perceptibles y muchos más de mil, una infinidad). Esas personas tranquilas, nobles, suspendidas en el aire por una levitación que parecía natural, estaban ahí, ligerísimamente móviles, o más bien animándose sobre la marcha. Ellas, esas personas divinas y yo, solos en presencia. En algo así como el

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reconocimiento, yo les pertenecía. Pero, bueno -me objetarán- que se creía usted? Respondo: ¿Qué iba a creer SI ESTABAN AHÍ? ¿Por qué me iba a poner a discutir si me encontraba satisfecho? No estaban a una gran altura, pero era suficiente para, dejándose ver, guardar las distancias, para ser respetados por el testigo de su gloria que reconoce su superioridad incomparable. Eran naturales, como es natural el sol en el cielo. Yo no me movía. No tenía que inclinarme. Estaban colocados suficientemente por encima de mí. Era real y era como cosa convenida entre nosotros, en virtud de una alianza previa. Yo estaba colmado por ellos. Había dejado de estar mal colmado. Todo era perfecto. Ya no había ni que reflexionar, ni que sopesar, ni que criticar Ya no había nada que comparar. Mi horizontal era ahora una vertical. Yo existía en altura. No había vivido en vano. La diferencia con todos los acontecimientos anteriores era mi total y feliz consentimiento. No prestaba atención a otra cosa. Me entregaba con la misma intensidad con la que veía. En ese don estaba mi alegría...

Poesías tomadas de El que fui (1927), Ecuador (1929), Mis propiedades (1929), La noche se agita (1934), En el país de la magia (1941)

Antología poética 1927-1986, edición bilingüe (francés-español), selección, traducción y prólogo de Silvio Mattoni, Buenos Aires, Ed. Adriana Hidalgo, 2005.

Desplazamientos desprendimientos'. México 2012. CONACULTA/Fractal

oliverio girondo

https://books.google.es/books?id=iLpS_nXEl8EC&printsec=frontcover&hl=es&source=gbs_ge_summary_r&cad=0#v=onepage&q&f=false

Henri Michaux

En el país de la magia

Traducción del francés: Antonio María Flórez

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Michaux

“Lo recuerdo como un hombre sereno y sonriente, muy lúcido, de buena y no efusiva conversación y fácilmente irónico”. Así describe Jorge Luis Borges a Henri Michaux en el prólogo a su traducción de Un bárbaro en Asia, publicada en 1941 —ocho años después de la edición original— y que declara haber hecho “no como un deber sino como un juego” y que a la postre se convertiría en una de las obras más conocidas del escritor belga, nacionalizado francés, y quien —siguiendo con Borges— “descreía de París, de los conventículos literarios, del culto, entonces de rigor, de Pablo Picasso”. Descreía también, quizás, de las raíces, este hombre que sólo tenía veinte años cuando decidió hacerse a la mar como fogonero de un

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barco francés que lo llevó a Río de Janeiro y Buenos Aires. Con los años conocería Ecuador —viaje que contaría en un libro publicado en 1929 y cuyo título sería simplemente el nombre del país latinoamericano— y el Extremo Oriente —experiencia en la que se basó para el libro del que hablamos al principio de esta nota. Sabría también de otros viajes, los proporcionados por las drogas, e incluso algunos imaginarios. De todos ellos, cronista enfebrecido, escribiría. “En el país de la magia” es uno de ellos: publicado originalmente como parte de un libro homónimo en 1941 y tres décadas más tarde, en 1976, en Choix de poèmes, una antología editada por Gallimard.

Jorge Gómez Jiménez

Editor

crítica de Jean Michel Malpoix

Henri Michaux, passager clandestin Editions Champ Vallon, 1984

https://books.google.es/books?id=vjjY6dqe_S8C&printsec=frontcover&hl=es&source=gbs_ge_summary_r&cad=0#v=onepage&q&f=false

Hacia 1935 conocí en Buenos Aires a Henri Michaux. Lo recuerdo como un hombre sereno y sonriente, muy lúcido, de buena y no efusiva conversación y fácilmente irónico. No profesaba ninguna de las supersticiones de aquella fecha. Descreía de París, de los conventículos literarios, del culto, entonces de rigor, de Pablo Picasso. Con pareja imparcialidad, descreía de la sabiduría oriental. Todo esto se confirma en su libro Un barbare en Asie, que yo traduje al castellano no como un deber sino como un juego. Solía asombrarnos con noticias tristísimas de Bolivia, donde había residido un tiempo. Por aquellos años no sospechaba lo que el Oriente le daría o, de manera misteriosa, ya le había dado. Admiraba la obra de Paul Klee y la obra de Giorgio de Chirico.

A lo largo de su larga vida ejerció dos artes: la pintura y las letras. En sus últimos libros las combinó. La noción china y japonesa de que los ideogramas de un poema se componen no sólo para el oído sino también para la vista, le sugirió curiosos experimentos. Como Aldous Huxley exploró los alucinógenos y penetró en regiones de pesadilla que inspirarían su pincel y su pluma. En 1941, André Gide publicó un opúsculo que se llama Descubramos a Henri Michaux.

Hacia 1982 me visitó en París. Cambiamos algunas triviales palabras; estaba muy cansado. Presentí que aquel diálogo sería el último.

Las fechas de su nacimiento y de su muerte son 1899 y 1984.

JLB

Jorge Luis Borges: Prólogo "Un bárbaro en Asia" de Henri Michaux

Jorge Luis Borges prologa "Las mil y una noches" según Antoine Galland y según Richard Burton

Según Antoine Galland

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Antoine Galland

Descubrir cada tanto tiempo el Oriente es una de las tradiciones de Europa: Heródoto, la Sagrada Escritura, Marco Polo y Kipling son los nombres que acuden en primer término. El más deslumbrante de todos esos es El Libro de las Mil y Una Noches. En él parece estar cifrado el concepto de Oriente. Esa extraña palabra que abarca tantas y tan desiguales regiones, desde Marruecos hasta las islas del Japón. Definirla es difícil, porque definir es diluir en otras palabras y la palabra Oriente y la palabra Mil y Una Noches ya nos colman de magia. El hábito suele contraponer los conceptos de calidad y de cantidad. De un libro decimos que es largo como si ello fuera un pecado, pero en algunos la extensión es una calidad, una calidad esencial. Uno de tales libros y no el menos ilustre es el Furioso; otro, el Quijote; otro, Las Mil y Una Noches o, como quiere el capitán Burton, el Libro de las Mil Noches y Una Noche. No se trata, por cierto, de leerlo íntegro; los árabes afirman que esa empresa nos llevaría a la muerte. Quiero decir que el goce que nos depara la lectura de una pieza cualquiera procede, en algún modo, de la conciencia de estar frente a un río que es inagotable. El título original enumeraba mil noches. El supersticioso temor de las cifras pares indujo a los compiladores a agregar una y esa una basta para sugerir lo infinito.

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El Indostán atribuye sus vastas epopeyas a un dios, a un hombre legendario, a un personaje de la misma obra o al tiempo; en la edificación de Las Mil y Una Noches han colaborado los siglos y los reinos. Se conjetura que el núcleo primitivo de la serie proviene precisamente del Indostán, que del Indostán pasó a Persia, de Persia a Arabia y de Arabia a Egipto, creciendo y multiplicándose. La redacción definitiva correspondería al siglo XIV y a Egipto. Para justificar el título tenían que ser exactamente mil y una; esta necesidad hizo que los copistas intercalaran en la obra textos fortuitos. Así, en una de sus noches, Schahrasad refiere la historia de Schahrasad, sin sospechar que se trata de sí misma; si hubiera persistido en tal distracción habríamos alcanzado el vértigo y la felicidad de un libro infinito. A primera vista, Las Mil y Una Noches sugieren un ejercicio ilimitado de la fantasía; sin embargo, a poco de explorar este laberinto descubrimos, como en el caso de otros, que no es un mero caos irresponsable, una orgía de la imaginación. El sueño tiene sus leyes. Abunda en ciertas simetrías: la repetición del número tres, las mutilaciones, las metamorfosis de cuerpos humanos en animales, la hermosura de las princesas, la pompa de los reyes, los talismanes mágicos, los genios todopoderosos que son esclavos del capricho de un hombre. Estos repetidos dibujos forman la trama y constituyen el estilo personal de esta gran obra colectiva, impersonal por excelencia.

Podemos afirmar sin hipérbole que hay dos tiempos. Uno es el tiempo histórico, en el que se trama nuestro destino; el otro, el tiempo de Las Mil y Una Noches. Pese a los infortunios y a los azares, a las metamorfosis y a los demonios, el caudaloso tiempo de Schahrasad nos deja un sabor que no es menos raro en los libros que en la vida. El sabor de la dicha. Abunda en fábulas y apólogos, pero su moraleja no es lo que importa; abunda en crueldades y en erotismos, pero en ellas hay la inocencia de formas inconclusas en un espejo.

En este volumen se incluye una sola pieza famosa, la historia de Aladino y la lámpara que De Quincey juzgaba la mejor y que no figura en los textos originales. Se trata acaso de una feliz invención de Galland, el orientalista francés que reveló, a principios del siglo XVIII, Las Mil y Una Noches al Occidente. Aceptada esta conjetura, Galland sería el último eslabón de una larga dinastía de narradores.

Al compilar este volumen me ha acompañado la esperanza de que no sacie la curiosidad del lector y lo invite al goce de perderse en la querida y dilatada región de la obra original.

Según Richard Francis Burton

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Richard Francis Burton por Frederick Leighton (1821-1890)National Portrait Gallery, Londres

En Trieste, en 1872, en un palacio con estatuas húmedas y obras de salubridad deficientes, un caballero con la cara historiada por una cicatriz africana -el capitán Richard Francis Burton, cónsul inglés- emprendió una famosa traducción del Quitab aliflaila ua laila, libro que también los rumies llaman de las 1001 Noches. Uno de los secretos fines de su trabajo era la aniquilación de otro caballero (también de barba tenebrosa de moro, también curtido) que estaba compilando en Inglaterra un vasto diccionario y que murió mucho antes de ser aniquilado por Burton. Ése era Eduardo Lañe, el orientalista, autor de una versión harto escrupulosa de las 1001 Noches, que había suplantado a otra de Galland.

En algún lugar de su obra, Rafael Cansinos-Asséns jura que puede saludar las estrellas en catorce idiomas clásicos y modernos. Burton soñaba en diecisiete idiomas y cuenta que dominó treinta y cinco: semitas, dravidios, indoeuropeos, etiópicos. Ese caudal no agota su definición: es un rasgo que concuerda con los demás, igualmente excesivos. Nadie menos expuesto a la repetida burla de Hudibras contra los doctores capaces de no decir absolutamente nada en varios idiomas: Burton era hombre que tenía muchísimo que decir, y los setenta y dos volúmenes de su obra siguen diciéndolo. Destaco algunos títulos al azar: Goa y las Montañas Azules, 1851; Sistema de ejercicios de bayoneta, 1853; Relato personal de una peregrinación a Medina, 1855; Las regiones lacustres del África Ecuatorial, 1860; La Ciudad de los Santos, 1861; Exploración de las mesetas del Brasil, 1869; Sobre un hermafrodita de las islas del Cabo Verde, 1869:Cartas desde los campos de batalla del Paraguay, 1870; Última Thule o un verano en Islandia, 1875; A la Costa de Oro en pos de oro, 1883; El Libro de la Espada (primer volumen), 1884; El jardín fragante de Nafzauí, obra póstuma entregada al fuego por Lady Burton, así como una Recopilación de epigramas inspirados por Príapo. El escritor se deja traslucir en ese catálogo: el capitán inglés que tenía la pasión de la geografía y de las innumerables maneras de ser un nombre, que conocen los hombres. No difamaré su memoria, comparándolo con Morand, caballero bilingüe y sedentario que sube y baja infinitamente en los ascensores de un idéntico hotel internacional y que venera el espectáculo de un baúl... Burton, disfrazado de afghán, había peregrinado a las ciudades santas de Arabia: su voz había pedido al Señor que negara sus huesos y su piel, su dolorosa carne y su sangre, al Fuego de la Ira y de la Justicia; su boca, resecada por el samún, había dejado un beso en el aerolito que se adora en el Caaba. Esa aventura es célebre: el posible rumor de que un incircunciso, un nazraní, estaba profanando el santuario, hubiera determinado su muerte. Antes, en hábito de derviche, había ejercido la medicina en El Cairo -no sin variarla con la prestidigitación y la magia, para obtener la confianza de los enfermos. Hacia 1858, había comandado una expedición a las secretas fuentes del Nilo: cargo que lo llevó a descubrir el lago Tanganika. En esa empresa lo agredió una alta fiebre; en 1855 los somalíes le atravesaron los carrillos con una lanza. (Burton venía de Harrar, que era ciudad vedada a los europeos, en el interior de Abisinia.) Nueve años más tarde, ensayó la terrible hospitalidad de los ceremoniosos caníbales del Dahomé; a su regreso no faltaron rumores (acaso propalados, y ciertamente fomentados, por él) de que había «comido extrañas carnes». Los judíos, la democracia, el Ministerio de Relaciones Exteriores y el cristianismo, eran sus odios preferidos: Lord Byron y el Islam, sus veneraciones. Del solitario oficio de escribir había hecho algo valeroso y plural: lo acometía desde el alba, en un vasto salón multiplicado por once mesas, cada una de ellas con el material para un libro -y alguna con un claro jazmín en un vaso de agua. Inspiró ilustres amistades y amores: de las primeras básteme nombrar la de Swinburne, que le dedicó la segunda serie de Poems and Ballads -in recognition of a friendship which I must always count among the bighest honours of my Ufe- y que deploró su deceso en muchas estrofas. Hombre de palabra y hazañas, bien pudo Burton asumir el alarde del Diván de Almotanabí:

El caballo, el desierto, la noche me conocen.El huésped y la espada, el papel y la pluma.

Se advertirá que desde el antropófago amateur hasta el polígloto durmiente, no he rechazado aquellos caracteres de Richard Burton que sin disminución de fervor podemos apodar legendarios. La razón es clara: el Burton de la leyenda de Burton, es el traductor de las Noches. Yo he sospechado alguna vez que la distinción radical entre la poesía y la prosa está en la muy diversa expectativa de quien las lee: la primera presupone una intensidad que no se tolera en la última. Algo parecido acontece con la obra de Burton: tiene un prestigio previo con el que no ha logrado competir ningún arabista. Las atracciones de lo prohibido le corresponden. Se trata de una sola edición, limitada a mil ejemplares para mil suscriptores del Burton Club, y que hay el compromiso judicial de no repetir. (La reedición de Leonard C. Smithers «omite determinados pasajes de un gusto pésimo, cuya eliminación no será lamentada por nadie»; la selección representativa de Bennett Cerf -que simula ser integral- procede de aquel texto purificado.) Aventuro la hipérbole: recorrer Las Mil y Una Noches en la traslación de Sir Richard no es menos increíble que recorrerlas «vertidas literalmente del árabe y comentadas» por Simbad el Marino. Los problemas que Burton resolvió son innumerables, pero una conveniente ficción puede reducirlos a

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tres: justificar y dilatar su reputación de arabista; diferir ostensiblemente de Lañe; interesar a caballeros británicos del siglo diecinueve con la versión escrita de cuentos musulmanes y orales del siglo trece. El primero de esos propósitos era tal vez incompatible con el tercero; el segundo lo indujo a una grave falta, que paso a declarar. Centenares de dísticos y canciones figuran en las Noches; Lañe (incapaz de mentir salvo en lo referente a la carne) los había trasladado con precisión, en una prosa cómoda. Burton era poeta: en 1880 había hecho imprimir las Casidas, una rapsodia evolucionista que Lady Burton siempre juzgó muy superior a las Rubaiyát de Fitz Gerald... La solución «prosaica» del rival no dejó de indignarlo, y optó por un traslado en versos ingleses -procedimiento de antemano infeliz, ya que contravenía a su propia norma de total literalidad. El oído, por lo demás, quedó casi tan agraviado como la lógica.

He mencionado la diferencia fundamental entre el primitivo auditorio de los relatos y el club de suscriptores de Burton. Aquéllos eran picaros, noveleros, analfabetos, infinitamente suspicaces de lo presente y crédulos de la maravilla remota; éstos eran señores del West End, aptos para el desdén y la erudición y no para el espanto o la risotada. Aquéllos apreciaban que la ballena muriera al escuchar el grito del hombre; éstos, que hubiera hombres que dieran crédito a una capacidad moral de ese grito. Los prodigios del texto -sin duda suficientes en el Kordofán o en Bulak, donde los proponían como verdades- corrían el albur de parecer muy pobres en Inglaterra. (Nadie requiere de la verdad que sea verosímil o inmediatamente ingeniosa; pocos lectores de la Vida y Correspondencia de Carlos Marx reclaman indignados la simetría de las Contrerimes de Toulet o la severa precisión de un acróstico.) Para que los suscriptores no se le fueran, Burton abundó en notas explicativas «de las costumbres de los hombres islámicos». Cabe afirmar que Lañe había preocupado el terreno. Indumentaria, régimen cotidiano, prácticas religiosas, arquitectura, referencias históricas o alcoránicas, juegos, artes, mitología -eso ya estaba elucidado en los tres volúmenes del incómodo precursor. Faltaba, previsiblemente, la erótica. Burton (cuyo primer ensayo estilístico había sido un informe harto personal sobre los prostíbulos de Bengala) era desaforadamente capaz de tal adición. De las delectaciones amorosas en que paró, es buen ejemplo cierta nota arbitraria del tomo séptimo, graciosamente titulada en el índice capotes mélancoliques. La Edinburgh Review lo acusó de escribir para el albañal; la Enciclopedia Británicaresolvió que una traslación integral era inadmisible y que la de Edward Lañe «seguía insuperada para un empleo realmente serio». No nos indigne demasiado esa oscura teoría de la superioridad científica y documental de la expurgación: Burton cortejaba esas cóleras. Por lo demás, las muy poco variadas variaciones del amor físico no agotan la atención de su comentario. Éste es enciclopédico y montonero, y su interés está en razón inversa de su necesidad. Así el volumen 6 (que tengo a la vista) incluye unas trescientas notas, de las que cabe destacar las siguientes: una condenación de las cárceles y una defensa de los castigos corporales y de las multas; unos ejemplos del respeto islámico por el pan; una leyenda sobre la capilaridad de las piernas de la reina Belkís; una declaración de los cuatro colores emblemáticos de la muerte; una teoría y práctica oriental de la ingratitud; el informe de que el pelaje overo es el que prefieren los ángeles, así como los genios del doradillo; un resumen de la mitología de la secreta Noche del Poder o Noche de las Noches; una denuncia de la superficialidad de Andrew Lang; una diatriba contra el régimen democrático; un censo de los nombres deMohámed, en la Tierra, en el Fuego y en el Jardín; una mención del pueblo amalecita, de largos años y de larga estatura; una noticia de las partes pudendas del musulmán, que en el varón abarcan del ombligo hasta la rodilla, y en la mujer de pies a cabeza; una ponderación del asa'o del gaucho argentino; un aviso de las molestias de la «equitación» cuando también la cabalgadura es humana; un grandioso proyecto de encastar monos cinocéfalos con mujeres y derivar así una subraza de buenos proletarios. A los cincuenta años, el hombre ha acumulado ternuras, ironías, obscenidades y copiosas anécdotas; Burton las descargó en sus notas.

Queda el problema fundamental. ¿Cómo divertir a los caballeros del siglo diecinueve con las novelas por entregas del siglo trece? Es harto conocida la pobreza estilística de las Noches. Burton, alguna vez, habla del «tono seco y comercial» de los prosistas árabes, en contraposición al exceso retórico de los persas; Littmann, el novísimo traductor, se acusa de haber interpolado palabras como preguntó, pidió contestó, en cinco mil páginas que ignoran otra fórmula que dijo -invocada invariablemente. Burton prodiga con amor las sustituciones de ese orden. Su vocabulario no es menos dispar que sus notas. El arcaísmo convive con el argot, la jerga carcelaria o marinera con el término técnico. No se abochorna de la gloriosa hibridación del inglés: ni el repertorio escandinavo de Morris ni el latino de Johnson tienen su beneplácito, sino el contacto y la repercusión de los dos. El neologismo y los extranjerismos abundan: castrato, inconséquence, hauteur, in gloria, bagnio, langue fourée, pundonor, vendetta, Wazir. Cada una de esas palabras debe ser justa, pero su intercalación importa un falseo. Un buen falseo, ya que esas travesuras verbales -y otras sintácticas- distraen el curso a veces abrumador de las Noches. Burton las administra: al comienzo traduce gravementeSulayman, Son of David (on the twain he peacel); luego -cuando nos es familiar esa majestad- lo rebaja a Salomón Davidson. Hace de un rey que para los demás traductores es «rey de Samarcanda en Persia», a King of Samarcand in Barbarianland; de un comprador que para los demás es «colérico», a man of wrath. Ello no es todo: Burton reescribe íntegramente -con adición de pormenores circunstanciales y rasgos fisiológicos- la historia liminar y el final.

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El sultán conmuta la pena de Scherezadepara Las 1001 nochesde Arthur Boyd Houghton (1836-1875)

En Prólogos de la Biblioteca de Babel (1997)